¡Abajo la junta reaccionaria ― por una revolución obrera!

¡Abajo la junta reaccionaria ― por una revolución obrera!

Suplemento de Workers Vanguard, 13 de septiembre de 1973. Esta versión fue impresa en español en Cuadernos Marxistas No. 3

12 de septiembre ― El golpe de la derecha de ayer en Chile puso un punto final sangriento al gobierno de la “Unidad Popular” dirigido por el Presidente Salvador Allende, que fue elegido hace tres años. Esta toma de poder por los militares es una seria derrota para la clase obrera internacional, conducente a un asalto abierto contra las organizaciones obreras y a la masacre de posiblemente miles de militantes proletarios. No está claro todavía el grado en que los obreros y campesinos resistirán por la fuerza a los golpistas; su voluntad heroica de defender sus organizaciones es indudable, pero el gobierno de Allende rehusó una y otra vez a armar a los obreros. Es el deber de todas las organizaciones obreras de los EE.UU., tanto los sindicatos como los partidos, de iniciar de inmediato un frente único de protesta contra el golpe contrarrevolucionario. ¡Abajo la junta reaccionaria! ¡Por una revolución obrera en Chile!

Los sucesos de los últimos dos días confirman trágicamente las advertencias de la Spartacist League de que las masas chilenas pagarían con sangre por la traición de sus líderes. ¡El triunfo de la reacción burguesa después de tres años del gobierno de Allende no es una casualidad! Fue preparada por la naturaleza misma de la coalición de la Unidad Popular.

Como insistió la Spartacist League en un panfleto publicado el 4 de septiembre:

“El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno proletario. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. La presencia de la burguesía ‘radical’ y de los generales ‘democráticos’ es una garantía de que el gobierno de Allende no sobrepasará los límites del capitalismo. Su presencia es una garantía de que los obreros y los campesinos continuarán desarmados y atomizados ante el inminente golpe de las derechas. En vez de presionar a Allende para que rompa las negociaciones con los demócratas cristianos y los generales, para que incremente el número de nacionalizaciones, para que instituya un ‘control obrero’ desde arriba, etc., nosotros debemos pedir que los obreros rompan inmediatamente con el frente popular burgués y con los partidos de gobierno, y luchar por un gobierno obrero y campesino basado en un programa revolucionario de expropiación de la burguesía agraria e industrial.”

Las seductoras pretensiones de los partidos obreros dominantes de que se podía llegar al socialismo por las elecciones y la acción parlamentaria y en colaboración con sectores “progresistas” de la burguesía han demostrado ser una vez más simplemente la fórmula para la derrota. “La vía chilena al socialismo” era alabada en el Mundo entero por los Partidos Comunistas pro-Moscú como el modelo de la revolución por medio de la coexistencia pacífica; ¡y los capitalistas chilenos ―aclamados como la burguesía más “democrática” de América Latina, con el ejército más “apolítico”― iban a conformarse pasivamente a la transición al socialismo!

Pero solamente la movilización independiente del proletariado para tomar el poder en su propio nombre puede abrir la vía al socialismo. Un frente popular está, por su naturaleza misma ―su alianza con un sector de la clase dirigente― limitado dentro de los confines del capitalismo. Nunca puede preparar el camino hacia el poder obrero. Sólo puede lograr asustar a las fuerzas de la reacción burguesa hasta el punto de emprender un asalto concertado y brutal contra los obreros, a alienar y a empujar a los brazos de la reacción a sectores de la pequeñaburguesía que se habrían dividido si se hubieran visto frente a un polo claramente proletario, y a desorientar a los obreros con ilusiones de colaboración de clase de modo que no pueden movilizar una defensa organizada y unida contra la reacción derechista. La lección de Chile hoy es la lección de la Guerra Civil Española de los años treinta: si los obreros no aprenden a tiempo que los frentes populares, el parlamentarismo y la coexistencia pacífica conducen a la derrota, pagarán con sus vidas.

¿Que era la Unidad Popular?

La coalición de la Unidad Popular estaba compuesta de los partidos obreros dominante, los Comunistas y Socialistas reformistas, junto con el Partido Radical y los demócratas cristianos de izquierda. Desde las elecciones de 1970 tanto los radicales como los demócratas cristianos de izquierda se han dividido, con secciones pro-UP yéndose hacia la izquierda y hasta pretendiendo que apoyaban al socialismo. Pero la esencia de la Unidad Popular como bloque con un sector de la burguesía no había variado. Desde el principio el gobierno de la UP estaba basado sobre un acuerdo tácito con el partido burgués dominante, la Democracia Cristiana, cuyos votos necesitaba Allende para que cualquiera de sus reformas fuera aprobada por el Congreso. Más recientemente, a medida que se endurecía el ataque de la derecha contra el gobierno, los ministros militares asumieron el papel de principales defensores de los intereses de la burguesía dentro del gobierno.

El gobierno adoptó una política de apaciguar a los derechistas y de aumentar la represión contra los obreros. Así después del “paro patronal” por parte de los camioneros y dueños de tiendas durante noviembre de 1972, Allende incluyó dentro del gobierno a los jefes militares y promulgó una ley que permitía al ejército llevar a cabo redadas sin previo aviso en busca de armas. Esta ley, aunque aparentemente dirigida tanto contra los extremistas de la derecha como los de la izquierda, ha sido de hecho utilizada exclusivamente contra los sindicatos, las fábricas ocupadas y los partidos obreros, mientras que los grupos fascistas como Patria y Libertad acumulaban importantes reservas de armas. Luego en mayo y junio el gobierno provocó una huelga de los mineros del cobre en El Teniente al tratar de suprimir la escala móvil de salarlos (ajuste automático al coste de vida), y apuntó a los obreros con ametralladoras en el curso de la huelga (ver “Defendamos la huelga de los mineros chilenos”).

El frente popular y el cretinismo parlamentario

Aunque los reformistas han tratado constantemente de presentar a Chile como el gobierno de frente popular más radical de la historia (comparado con España de 1936 a 1939, Francia de 1934 a 1936 o Chile en varios momentos entre 1936 y 1948), el mito está lejos de la realidad. Así en España los centros industriales estaban enteramente en las manos de las milicias obreras durante gran parte del periodo después de julio de 1936 y la mayoría de las fábricas funcionaban bajo control obrero. En Chile, Allende firmó un acuerdo en 1970 estableciendo que no permitiría la formación de milicias obreras ni el ascenso de oficiales que no se hubieran graduado en las academias militares, garantizando así que el ejército quedase firmemente bajo el control de la elite militar profesional. Los obreros españoles estaban armados; en general los obreros chilenos no lo están.

Pero un frente popular es un frente popular. Los obreros españoles fueron derrotados por Franco porque no tenían una dirección revolucionarla que luchase por derrotar al capitalismo. Por el contrario los obreros y campesinos se vieron forzados por el Partido Comunista estalinista y los Guardias de Asalto a permanecer dentro de los confines de la democracia burguesa. En un momento de honestidad los estalinistas se justificaban diciendo que “no quedan asustar a la burguesía”, pero también tenían una teoría para justificarlo. Mientras que Lenin había hecho famoso en el mundo entero el eslogan “¡Todo el poder a los Soviets!” como la llamada a la revolución obrera, Stalin “descubrió” en 1924 que antes de la etapa de soviets tenía que pasarse por una etapa intermedia “democrática”. Esencialmente esto era lo mismo que la posición de los reformistas social-demócratas que pedían la toma del poder por medio de elecciones parlamentarias como un “paso” en la transformación gradual del capitalismo. Ahora en los años 70 la UP de Allende desenterraba esta teoría:

“Ya que el Congreso Nacional está basado en el voto del pueblo, no existe nada en su naturaleza que impida que se transforme para volverse, de hecho, el Parlamento del Pueblo. Las Fuerzas Armadas y los Carabineros, fieles a su deber y a su tradición de no-intervención en el proceso político, apoyarán a una organización social que corresponde con la voluntad del pueblo…”

― S. Allende, “Primer mensaje al Congreso”, diciembre de 1970

La experiencia histórica refutó ayer por enésima vez este cuento de hadas reformista.

El PC chileno ha sido siempre fiel a su misión estalinista de traición reformista. Así, en harmonía con la petición de los estalinistas de ampliar la Unidad Popular para incluir a los demócratas cristianos, también se oponían a un extenso programa de nacionalizaciones. Para “regularizar la economía” el ministro Orlando Millas, del PC, introdujo una ley que hubiera restringido las nacionalizaciones a ciertos sectores específicos y hubiera devuelto las fábricas ocupadas por los obreros a sus dueños “legales”.

El PC no solamente se oponía a la formación de milicias obreras, sino que Luís Corvalán, secretario general del partido, rechazó toda forma de armar a los obreros ya que dichas proposiciones “equivalen a mostrar desconfianza en el ejército”. (Esto es, por supuesto, verdad. Y los estalinistas, por supuesto, nunca muestran desconfianza en el ejército burgués. Así, aún después del golpe de ayer, el Daily World del 12 de septiembre pretendía que solamente estaba implicada “una sección” de las fuerzas armadas, concretamente “las Fuerzas Aéreas, tradicionalmente pertenecientes a la clase media alta”. El ejército, sin duda, agradeció esta “confianza”, que facilitó el golpe reaccionario de los generales.)

Poco antes del golpe, Bernard Fajon, líder del PC francés, al volver de Chile, dio una conferencia de prensa para denunciar:

“… ciertas teorías económicas que hacen hincapié en la destrucción de las viejas estructuras….

“La ocupación de las fábricas por los obreros… transformada en ciertos casos en la toma de empresas que no estaban incluidas en el programa de nacionalizaciones….

“… posiciones irresponsables y aventuristas, como el eslogan izquierdista de exhortar a los soldados a desobedecer [órdenes], lo cual facilita los esfuerzos de los oficiales favorables a un golpe de estado; como el eslogan izquierdista de control obrero exclusivo en todas las fábricas; que tiende a unir a los ingenieros y a los profesionales contra la clase obrera…

“El Partido Comunista de Chile ha llevado a cabo y todavía continúa haciéndolo, una lucha constante en contra de estos puntos de vista absolutamente dementes….”

Le Monde, 3 de septiembre

Mientras tanto, a la vez que el Partido Comunista estaba clamando por unirse con la Democracia Cristiana y desarmar a los “ultra-izquierdistas”, exhortando a los obreros a devolver las fábricas a sus dueños legales, la Unión Soviética no dio prácticamente ninguna ayuda económica a Chile. El cinismo descarado que se esconde tras las exhortaciones de los estalinistas a la “unidad de todas las fuerzas democráticas” (es decir, incluyendo los demócratas cristianos en Chile que acaban de ayudar a preparar un golpe contrarrevolucionario, y demócratas liberales estadounidenses tales como Lyndon Johnson) queda expuesto en el insensato comentario que hizo Angela Davis en un mitin pro-Allende después del golpe: “No creo que esto sea una derrota; por supuesto es un retraso” (New York Times, 12 de septiembre). Con retrasos como éste, ¿cómo será una verdadera derrota?

Pero la lógica de colaboración de clases del estalinismo no se limita a los seguidores directos de Brezhnev y Kosyguin. El antiguo guerrillero Fidel Castro puso de manifiesto en toda su gloria su apoyo al gobierno burgués de la UP durante su visita en noviembre de 1971 cuando exhortó a los obreros del cobre de Chuquicamata a moderar sus demandas por un aumento de sueldo y a trabajar más duro. Pocos meses después, invitó a unos generales chilenos a visitar Cuba como una demostración más de su solidaridad “antiimperialista”.

La preparación del golpe

Para disculpar sus traiciones en Chile los estalinistas pretenden ahora que el golpe es obra de fascistas y reaccionarios extremos en alianza con la CIA. No cabe duda de que ultra-derecha dirigió el golpe y de que estaba en comunicación con el gobierno estadounidense. La oferta de un millón de dólares que hizo la ITT en 1970 para echar a Allende está ciertamente relacionada con la presencia “accidental” de buques de la marina americana en aguas chilenas el día del golpe.

Pero el hacer responsables del golpe solamente a los “ultras” y a la CIA es hacer caso omiso del grueso de la burguesía chilena. ¡El Partido Comunista quiere que nos creamos que sólo los capitalistas norteamericanos defienden su propiedad! En realidad, los capitalistas chilenos se vieron venir lo que iba a pasar cuando los comités obreros tomaron centenares de fábricas después del intento fallido del golpe del 29 de junio; el Estado Mayor del Ejército se les unió después del descubrimiento de células izquierdistas en la Marina a principios de agosto. El golpe del 11 de septiembre es el resultado. Este golpe no fue un complot fascista ni la obra de unos cuantos militares “ultras”. Representa la decisión de los sectores claves de la burguesía de aplastar al movimiento obrero, cada vez más combativo. Todos los sectores importantes de la clase capitalista chilena, incluyendo los demócratas cristianos “moderados” y los oficiales “constitucionalistas”, están involucrados de una manera u otra.

Que su verdadera meta es destrozar el movimiento obrero fue ampliamente probado el primer día del régimen militar. La caída del gobierno fue efectuada rápida, casi quirúrgicamente, por un pronunciamiento clásico de los Jefes de las fuerzas armadas y un breve bombardeo del palacio presidencial. La guardia presidencial se rindió mientras que Allende, o se suicidó o le pegaron un tiro. Pero durante el primer día del régimen militar, más de 1.000 personas fueron asesinadas y más de 100 líderes de partidos obreros y sindicatos fueron arrestados. Los generales amenazaron con volar cualquier fábrica que se resistiera.

Su preocupación principal eran los comités obreros (los “cordones industriales”) que estaban creciendo como hongos en las zonas industriales alrededor de Santiago. El New York Times de 12 de septiembre  reportó que: “En el pronunciamiento por la junta que tomó el poder hoy, se citó a los grupos en las fábricas como una causa para la revuelta.” Dos días antes, un comando de las Fuerzas Aéreas había intentado la redada de la importante fábrica de tejidos Sumar, en busca de armas. Los obreros, que habían ocupado la fábrica, lograron rechazar a tiros a los soldados y el comando se vio finalmente forzado a retroceder cuando llegaron refuerzos de las fábricas de alrededor (Le Monde, 11 de septiembre). Las Fuerzas Aéreas habían llevado a cabo redadas similares dos veces en agosto, aparentemente tratando de provocar un tiroteo con los obreros. Esta vez perdieron ― y eso, quizás, fue la gota que hizo desbordar el vaso; ya era horade desembarazarse de Allende. Llevado al poder para controlar el movimiento obrero, dejó de ser útil cuando demostró una y otra vez que era incapaz de disciplinar a los obreros. Y la burguesía lo derribó de un papirotazo.

Que el golpe no fue simplemente la obra de fascistas y ultra-reaccionarios se demuestra por varios hechos: además del Almirante José Toribia Merino, un simpatizante de Patria y Libertad, la junta incluye también al comandante del Ejército, el General Augusto Pinochet, un “constitucionalista” de primera categoría. Aún más, la reciente serie de sucesos fue iniciada por la dimisión del General Carlos Prats el 23 de agosto. Prats, el principal “constitucionalista” y Ministro de Defensa, dejó el gobierno para, como él dijo, “preservar la unidad de la institución” (las fuerzas armadas). Le siguieron otros dos ministros militares. Estas dimisiones representaran un voto de desconfianza en el gobierno por todas las secciones del estado mayor de las fuerzas armadas. Desde ese momento, el golpe era simplemente una cuestión de tiempo y personal.

Tampoco era simplemente una cuestión militar. El ambiente para la toma de poder por los militares vino dado por el caos económico que resultó del para de los dueños de camiones, tenderos y profesionales, paro que había durado más de un mes y medio. Esto fue un claro esfuerzo político concebido para derribar el gobierno, lo mismo que el paro similar del año pasado. La confederación de dueños de camiones está íntimamente ligada al Partido Nacional, mientras que la mayoría de los otros gremios profesionales están unidos a los demócratas cristianos. Tanto en noviembre como en agosto de este año el PDC apeló directamente a sus asociaciones a que se unieran a la acción contrarrevolucionaria. Así, mientras que sus líderes en el Parlamento hablaban apaciguadores de esperar a las elecciones de 1976, el Partido Demócrata Cristiano se estaba preparando para el golpe lo mismo que todos los otros sectores de la burguesía.

La izquierda “revolucionaria”

A medida que las masas de obreros y campesinos chilenos se han ido desilusionando progresivamente con los reformistas PC y PS, han empezado a buscar una dirección alternativa. Muchos se han unido al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el grupo más importante a la izquierda de la UP. El MIR es un grupo estilo “nueva izquierda” y castrista, que hasta 1970 se concentró principalmente en organizar a los campesinos hacia las tomas de tierra y la guerra de guerrillas. Después de adoptar una línea ultra-izquierdista al abstenerse por principio en la elección de 1970, el MIR viró en redondo de repente y publicó una declaración inmediatamente después de la elección dando apoyo crítico a Allende. Continuó de una manera u otra pidiendo que se apoyase a la UP hasta el final: “El Movimiento de Izquierda Revolucionaria sostiene que a pesar que no concordamos con cada paso de la Unidad Popular, que a pesar de que tengamos diferencias con aspectos de su política, ello no significa que tengamos que ir a una ruptura definitiva con la Unidad Popular” (Punto Final, 9 de noviembre de 1971). Pero es precisamente una “ruptura definitiva” lo que se necesita. Tenemos aquí un gobierno ligado a un sector de la burguesía, cuya tarea principal es frenar el impulso de los obreros hacia la revolución ― ¡y el MIR le da apoyo crítico! Por este acto de traición de clase debe asumir una gran parte de la responsabilidad por el golpe.

Aún más, el MIR omitió el elevar la demanda clave durante este período de armar a los obreros y de formar milicias obreras basadas en los sindicatos (y los cordones industriales). En lugar de esto, los documentos del MIR hablan sólo en los términos más generales de las limitaciones de las reformas pacíficas y la necesidad de “acumular poder para aplastar cualquier intento sedicioso o la guerra civil que intentarán los explotadores” (El Rebelde, 23-30 de mayo). La actividad principal de la organización ha sido tomas de tierras y de fábricas que, por muy militantes que hayan sido, no tocaron para nada la cuestión del gobierno de Allende.

Chile y la Izquierda norteamericana

Así, entre las mayores organizaciones socialistas en Chile no hay ninguna que pidiese la substitución del régimen de frente popular por un gobierno obrero, es decir, que exhortase a la clase obrera a romper con la burguesía; en su lugar, capitularon ante la tremenda popularidad (inicial) del gobierno de la UP entre las masas trabajadoras. En los EE.UU., de todas las organizaciones ostensiblemente trotskistas la única que se declaró abiertamente contra el gobierno del frente popular de la UP desde el principio fue la Spartacist League. Inmediatamente después de las elecciones de 1970 escribimos:

“Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier ‘apoyo crítico’ a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta del proletariado chileno cuando la reacción doméstica, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista.”

Spartacist, noviembre-diciembre de 1970

En contraste, la oportunista Workers League escribió que “los trabajadores deben hacer que Allende mantenga sus promesas…” (Bulletin, 21 de septiembre de 1970), mientras que la evaluación inicial de la elección de Allende del ex-trotskista Socialist Workers Party (en Intercontinental Press, el 5 de octubre de 1970) equivalía de hecho a un apoyo crítico: “… el no reconocer sus elementos positivos, condenándola in toto basados en un dogmatismo sectario, significaría un aislamiento suicida.” Ciertamente hubiera significado el aislamiento en los primeros meses del gobierno de la Unidad Popular. Pero la posición de principios trotskista de oposición inflexible al frente popular era de hecho la única alternativa al suicidio. Fue el apoyar a Allende lo que condujo al presente golpe contrarrevolucionario.

Un eslogan no puede ser aplicado mecánicamente a todas las situaciones. Así en el momento del golpe del 29 de junio y durante la última parte de agosto la SL pidió la formación de “un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar la ofensiva derechista-militarista en Chile, y a la vez continuar la lucha para el derrocamiento del gobierno del frente popular de los ‘socialistas’ y los generales mediante una revolución proletaria” (“Enfrentamiento en Chile, 4 de septiembre). Hoy, los marxistas deben luchar por aplastar la Junta con un levantamiento obrero. ¡Pedir apoyo para la UP es reafirmar una política cuya naturaleza suicida está siendo probada en este mismo momento! En una situación similar, cuando se vieron frente al intento del General Kornilov en agosto de 1917 de echar abajo al gobierno de Kerensky y aplastar a los obre ros revolucionarios de Petrogrado, los bolcheviques pidieron la formación de un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar a los conspiradores contrarrevolucionarios y hasta lucharon al lado de las tropas del gobierno burgués de Kerensky. “Incluso ahora nosotros no debemos apoyar al gobierno de Kerensky”, escribió Lenin:

“Lucharemos, estamos luchando contra Kornilov, igual que lo hacen las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario desenmascaramos su debilidad. Ahí está la diferencia. Es una diferencia sutil, pero es altamente esencial y no debe ser olvidada.”

― “Al Comité Central del P.O.S.D.R.”, 30 de agosto de 1917

Pero por supuesto en la situación chilena seria manifiestamente absurdo pedir ni siquiera apoyo militar al gobierno de la UP, que ya ha sido aplastado.

Así mismo, pedir a todos los “demócratas” que defiendan las libertades civiles es no entender en absoluto cual es la naturaleza del presente golpe. La junta suprimirá sin duda las libertades civiles, aún para los partidos burgueses, durante un cierto tiempo. Pero su tarea fundamental es aplastar el movimiento obrero, y ella, a su vez, sólo puede ser destrozada por una ofensiva proletaria.

Nunca han estado más claras las líneas de demarcación entre el marxismo revolucionario y el oportunismo. Han sido perfiladas con sangre, la moneda con que se pagan las traiciones.

Enfrentamiento en Chile

Enfrentamiento en Chile

Originalmente una hoja volante de la S.L. (Spartacist League de los EE.UU.) del 4 de septiembre de 1973. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No. 3.

Un baño de sangre se prepara en Chile mientras que las fuerzas derechistas intentan crear un caos político y económico, como preparación para un golpe contrarrevolucionario. La existencia misma de un movimiento obrero independiente y las vidas de decenas de miles de militantes proletarios están en peligro. ¿Volveremos a las condiciones del “decenio negro” de los años 50, con los sindicatos aplastados y el Partido Comunista fuera de la ley, siguiendo a la imposición brutal de una dictadura militar? ¡Solamente una revolución obrera puede prevenir esto, y el primer obstáculo que se le opone es el gobierno del frente popular de Allende!

No son sólo los capitalistas y sus representantes directos los que están preparando la inminente catástrofe; ni simplemente las bandas fascistas, el Partido Nacional ultraconservador, ni los almirantes y generales gorilas; ni aún los demócratas cristianos, que apoyan la coalición nacionalista-fascista-militarista al llamar a sus “asociaciones profesionales” (médicos, pilotos, tenderos y propietarios de camiones) a un paro patronal. Los autores principales de este crimen son los agentes de los patrones en el movimiento obrero ―los líderes reformistas del Partido Comunista, el Partido Socialista y la federación laboral CUT, el Compañero Presidente Allende y el gobierno del Frente popular, que se han puesto de acuerdo en no entrometerse en el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas, que han rehusado expropiar la propiedad de los capitalistas industriales; que han intentado acabar con la reciente huelga de mineros ametrallando a los huelguistas; que han intentado repetidamente persuadir a los demócratas cristianos a entrar en la coalición de la Unidad Popular y que han pedido a los militares que entren en el gobierno; que rehúsan armar a los obreros y que respaldan las leyes que prohíben las milicias obreras.

Ahora el Partido Comunista pide a los obreros que “defiendan a Chile” y “apoyen a Allende”. Pero ¿cómo ha “defendido” el PC a Chile? Los estalinistas han sido la fuerza principal que ha empujado a una coalición con los demócratas cristianos, y a la limitación del número de empresas nacionalizadas (incluso introduciendo legislación ―la ley Millas― para devolver las fábricas tomadas por los obreros a sus antiguos propietarios), y al oponerse a la formación de milicias sindicales. ¡Corvalán, jefe del PC, incluso se opone a armar a los obreros bajo el pretexto de que demuestra “desconfianza hacia el ejército”! Ahora los estalinistas nos vienen con el eslogan filisteo-pacifista de “¡No a la guerra civil!” Pero la burguesía ha comenzado ya sus preparativos para la guerra civil: ¡Quien sea, el que hoy “dice no” a la guerra civil está pidiendo una capitulación miserable de los obreros!

¿Cómo podemos impedir el triunfo de las fuerzas reaccionarias? Cuando se vieron enfrentados, en agosto de 1917, con el intento del general Kornilov de derrocar el gobierno de Kerensky y de aplastar a los obreros revolucionarios de Petrogrado, los Bolcheviques hicieron una llamada por un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar a los conspiradores contrarrevolucionarios e incluso luchar junto con las tropas del gobierno burgués de Kerensky. Lenin escribió:

“Incluso ahora nosotros no apoyamos al gobierno de Kerensky. Lucharemos, estamos luchando contra Kornilov, igual que lo hacen las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario desenmascaramos su debilidad. Ahí está la diferencia. Es una diferencia sutil, pero es altamente esencial y no debe ser olvidada.”

― “Al Comité Central del P.O.S.D.R.”, 30 de agosto de 1917

Continuando la tradición bolchevique-leninista los trotskistas deben hacer una llamada por un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar la ofensiva derechista-militarista en Chile, y a la vez continuar la lucha para el derrocamiento del gobierno del frente popular de los “socialistas” y generales mediante una revolución proletaria. El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno proletario. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. La presencia de la burguesía “radical” y de los generales “democráticos” es una garantía de que el gobierno de Allende no sobrepasará los límites del capitalismo. Su presencia es una garantía de que los obreros y los campesinos continuarán desarmados y atomizados ante el inminente golpe de las derechas. En vez de presionar a Allende para que rompa las negociaciones con los demócratas cristianos y los generales, para que incremente el número de nacionalizaciones, para que instituya un “control obrero” desde arriba, etc., nosotros debemos pedir que los obreros rompan inmediatamente con el frente popular burgués y los partidos del gobierno, y luchar por un gobierno obrero y campesino basado en un programa revolucionario de expropiación de la burguesía agraria e industrial.

• ¡Armar a los obreros! ¡Milicias obrera basadas en los sindicatos y los Cordones Industriales! ¡Por un Comité Militar del Frente Unido de las Organizaciones Obreras, consejos de Soldados y Campesinos para Desarmar a los Fascistas y Aplastar a los Golpistas!

• ¡Por la Abolición del Ejército Burgués y su Cuerpo de Oficiales! ¡Organicemos Consejos de Soldados Unidos a los Sindicatos!

• ¡Por la Construcción de Consejos Centralizados de Obreros y Campesinos Pobres!

• ¡Abajo los Ministros Militares! ¡Abajo los Pactos con los Demócratas Cristianos! ¡Por un Gobierno Obrero y Campesino!

• ¡Hacia la Formación de un Partido Trotskista Chileno! ¡Hacia el Renacimiento de la Cuarta Internacional!

Falla un golpe de las derechas en Chile

Falla un golpe de las derechas en Chile

[Originalmente publicado en Workers Vanguard No. 26, 3 de agosto de 1973. Traducido en Cuadernos MarxistasNo. 3.]

La fotografía en esta página muestra el intento de golpe de estado por un sector del ejército chileno el pasado 29 de junio. Tropas del Segundo Regimiento Blindado rodearon el palacio presidencial y el ministerio de defensa, pero fueron derrotadas después de un tiroteo de tres horas con unidades leales. Durante la lucha murieron 22 personas, la mayoría civiles que habían sido atrapados en la línea de fuego.

La revuelta fue derrotada sobre todo porque la mayoría de la casta de oficiales todavía cree que Allende está jugando un papel útil de engañar a los obreros, y todavía no ha decidido echarle. Allende, por su parte, se rehusó de nuevo a movilizar a los obreros y contó con los generales leales para la defensa del gobierno. Acusó a Patria y Libertad, un grupo fascista con vínculos con sectores militares derechistas, de estar involucrado en la conspiración, pero no lo ilegalizó.

Aunque el mini-golpe fue derrotado fácilmente, la amenaza de un putsch reaccionario continúa en aumento a medida que el gobierno del frente popular se muestra cada vez más incapaz de desempeñar su papel de frenar a los obreros, como atestiguan la reciente huelga de mineros del cobre. La cuestión de quién manda se está planteando cada vez más agudamente, a medida que se suceden sin descanso las demostraciones pro-gobierno y anti-gobierno, huelgas y cierres patronales, asesinatos y descubrimientos de armas ocultas de los fascistas.

Un golpe militar de las derechas, aunque no necesariamente fascista, estaría dirigido (como el golpe de Banzer en Bolivia en agosto de 1971) a la supresión de la combatividad en auge de las masas y a la decapitación del movimiento obrero. El putsch estaba dirigido contra el gobierno de Allende en el sentido inmediato; su verdadero blanco es el movimiento obrero.

¡Obreros y campesinos de Chile! El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno obrero. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. No importa cuán pequeños sean los Partidos Radical y Demócrata Cristiano de izquierda, son en cierto sentido los partidos más importantes de la UP. Pues su presencia es la garantía de que Allende no sobrepasará los límites del capitalismo.

¡Militantes sindicales y amas de casa! El gobierno de la UP no respalda vuestros intereses, sino los de los patronos. Ha permitido una inflación galopante que hubiera podido ser frenada por un control de precios regido a su vez por el control de los sindicatos y los obreros sobre la producción y la distribución. Ha frenado el proceso de nacionalizaciones y deja sin tocar a los capitalistas industriales “nacionales”. Hace uso de las ametralladoras para sofocar las huelgas de los mineros.

El gobierno de Allende debe ser remplazado por una revolución obrera. Las masas trabajadoras deben luchar por un gobierno basado en la federación laboral CUT, los partidos obreros, y los “cordones industriales”  y JAPs (incipientes comités populares) en los distritos obreros. Esta es la única defensa verdadera contra los reaccionarios.

Pero ahora nos vemos frente a la siguiente situación específica: la derecha se inclina cada vez más hacia un enfrentamiento con el gobierno. A causa de la fuerza del voto a favor de la UP en las elecciones de marzo y la creciente radicalización de los obreros, sectores cada vez más grandes de la burguesía están convencidos de que deben poner un límite. Así, hoy por hoy, los obreros y Allende tienen un mismo enemigo.

Frente a un intento de putsch, los revolucionarios deben dar apoyo militar al gobierno del frente popular: sin cesar por un segundo de oponérsele políticamente. Reclamamos que se distribuyan armas entre los obreros, que se formen milicias obreras basadas en los sindicatos, y la proscripción y desarme de todas las organizaciones fascistas. Así mismo reclamamos la abolición del ejército oficial y en particular del cuerpo de oficiales, y la organización de las tropas en comités de soldados, aliados a los sindicatos. La formación de un comité central de las milicias obreras, los consejos de soldados y las organizaciones obreras (sindicatos y partidos) para coordinar la defensa. Sólo de esta manera podemos garantizar que el potencial para una movilización revolucionaria y las ganancias ya exprimidas de la burguesía no dependerán de la buena voluntad de los generales “democráticos”.

La izquierda ostensiblemente revolucionaria en Chile se ha abstenido de proveer una clara oposición al frente popular, de luchar con firmeza dentro de las organizaciones de masa existentes contra la dirección reformista de los Partidos Socialista y Comunista. Intentos, como los del MIR, de crear artificialmente “asambleas populares” que ignorarán a los sindicatos y los partidos obreros de masa, están condenados al fracaso. Y también condenadas están las demandas de los grupos izquierdistas al gobierno para que incremente las nacionalizaciones y rompa con los partidos capitalistas.

Se está preparando un rio de sangre para las masas trabajadoras chilenas. Sólo a través de la lucha para construir un partido revolucionario de vanguardia basado en la política de Lenin y Trotsky se puede evitar esto y convertir en realidad el potencial revolucionario. En contraste a los centristas como el MIR que se rinden constantemente ante la popularidad de la UP con sus fórmulas de “apoyo crítico” y de presión desde la izquierda, un partido tal debe ser uno de oposición irreconciliable.

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Importante crítica:

¿Pedimos de la burguesía que proscriba al fascismo?
17 de agosto de 1973

Defendamos la huelga de los mineros

Defendamos la huelga de los mineros

[Publicado originalmente en Workers Vanguard No. 23, 22 de junio de 1973. Traducido en Cuadernos Marxistas No. 3]

Mientras que el gobierno de la Unidad Popular de Chile se encuentra cada vez más aislado por el aumento de la combatividad obrera por un lado y por ras crecientes fuerzas de la contrarrevolución por el otro, el Presidente Salvador Allende ha decidido adoptar una posición de clase a favor de la burguesía. En respuesta a una huelga de dos meses en las minas de cobre de El Teniente, Allende usó a la policía nacional (los Carabineros) contra los huelguistas, pidió a los jefes de las fuerzas armadas que volviesen a entrar al gabinete del gobierno del frente popular y se movilizó para “restaurar el orden” en dos provincias mineras poniéndolas bajo control militar.

La huelga comenzó el 10 de abril con 13.000 mineros de la mina nacionalizada de El Teniente, la mina subterránea más grande del mundo, en Rancagua. A principios de junio se extendió a Chuquicamata, la mina de pozo abierto más grande del mundo, donde los obreros mantuvieron una huelga de solidaridad de 48 horas que podría ampliarse a una huelga de duración indefinida y de alcance nacional.

Las huelgas ya han forzado al gobierno chileno a suspender sus envíos de cobre, su mayor exportación, a Europa, causando la pérdida hasta ahora de 50 millones de dólares en divisas, en una situación en que Chile está profundamente en deuda y en que se ve forzado a importar comida. El gobierno aduce que el “interés nacional” está por encima de los intereses de los “privilegiados” mineros.

Los mineros, por otra parte, están en huelga para defender la escala móvil de salarios (ajuste automático al coste de vida) ganada hace años a los anteriores propietarios norteamericanos de las minas a través de duras luchas. Piden un aumento de sueldos del 41 por ciento para mantenerse a nivel con el aumento del coste de vida (240 por ciento más alto sólo en el último año). La comida ya está racionada y florece el estraperlo. El gobierno aduce que se debe descartar el presente ajuste al coste de vida y remplazarlo por una “ley de reajuste” que aumentaría sólo los sueldos de los obreros en las categorías más bajas. Si esto tuviera éxito, se quebrantaría la resistencia obrera en contra de la ola de inflación y de hecho, rebajaría los jornales reales, exactamente como pasó en los previos gobiernos de frente popular después de la Segunda Guerra Mundial.

El 14 de junio, la policía atacó a una manifestación de 4.000 mineros, que habían marchado sobre Santiago desde los distritos mineros, utilizó tanques de agua, carros blindados y gas lacrimógeno. En la mina misma más de 500 Carabineros han plantado sitio, disparando ametralladoras al aire para ganar entrada a los instaladores. Los huelguistas erigieron barricadas en las entradas de las minas y lanzaron dinamita contra la policía. Más de 30 mineros han sido heridos ya en el conflicto.

El Partido Comunista y la UP están tratando de aplastar la huelga, arguyendo que el alboroto de los obreros está amenazando llevar al país al borde de la guerra civil y haciéndole imposible a Allende el gobernar. Esto, según ellos, le facilita el camino a la derecha. Pero está claro que el programa que Allende es incapaz de implantar es precisamente el programa de la burguesía — hacer que los obreros paguen por la inflación.

Mientras, el 13 de junio Allende pidió al Ejército, a las Fuerzas Aéreas y a la Armada que entrasen a formar parte del gabinete para poder contener las agitaciones. En una acción semejante en noviembre pasado, el jefe de las Fuerzas Armadas fue nombrado Ministro del Interior mientras que el gobierno de la UP descartó los planes de nacionalizar parte del sistema de transporte en un intento de apaciguar a los demócratas cristianos de la oposición. Mientras que los gremios de pequeños negocios de los demócratas cristianos estaban llevando a cabo un paro patronal nacional, ¡el Partido Comunista reclamaba la extensión de la coalición de la UP para incluir a estos conspiradores contrarrevolucionarios!

Ahora los estalinistas arguyen que la huelga está fomentada por un bloque entre los sindicatos anticomunistas y el grupo fascista Patria y Libertad. La Democracia Cristiana ganó el control de los sindicatos del cobre en las elecciones de febrero último después de que el gobierno forzó a los mineros a una huelga similar y que el líder cubano Fidel Castro apeló sin éxito a los obreros a que “se sacrificasen más” por la madre patria.

(El Guardian, apologista “radical independiente” del reformismo estalinista, se refiere a los huelguistas en su número del 13 de junio como a un sector “privilegiado”, y descartan la huelga como un “testimonio… de la supervivencia de la mentalidad capitalista en todos los niveles de las minas”. No es sorprendente la “supervivencia de la mentalidad capitalista” en un estado capitalista que, además, ¡está ahora mismo ametrallando a los obreros en huelga! ¿Qué recomendaría el Guardian en cambio, penitencia por el pecado de querer dar de comer a sus hijos?).

Los obreros no son responsables de que las fuerzas derechistas estén usando la cuestión de la huelga en contra del gobierno. Una dirección revolucionaria de los sindicatos extendería rápidamente la huelga y exigiría la formación de un gobierno compuesto solamente por partidos obreros, que expropiaría los sectores claves de la economía. Esto eliminaría inmediatamente cualquier intento demagógico de la derecha de sacar partido a la huelga, así como unificaría a la clase para el enfrentamiento inevitable con la burguesía. La Democracia Cristiana ha sido capaz de ganar el control de los sindicatos mineros debido solamente a que los partidos de izquierda han omitido la proposición de un tal programa para el movimiento obrero.

Mientras que aumentan los ataques histéricos de los socialdemócratas y los estalinistas contra la huelga del cobre, los revolucionarios deben reclamar: ¡Defensa incondicional de la huelga de los mineros chilenos! ¡Por la formación de una milicia obrera! ¡Abajo el Frente Popular! ¡Por un gobierno obrero!

Perspectivas de la lucha

Perspectivas de la lucha

[Esta carta fue escrita por James P. Cannon a un activista sindical del Socialist Workers Party [Partido de los Trabajadores Socialistas] de Cleveland, Ohio, en 6 de marzo de 1953 y trata de la lucha fracional de Cannon contra los partidarios de Bert Cochran, que se habían aliado a los pablistas europeos. Esta carta se ha traducido del Internal Bulletin (Boletín interno) del SWP, Vol. 15, No. 12 (mayo de 1953). Fue más tarde publicada en inglés en Speeches to the Party (Discursos al partido, Nueva York: Pathfinder Press, 1973). Primera impresión en Spartacist No. 27, diciembre de 1996]

Querido Ted:

Me alegró recibir tu carta del 2 de marzo. No tenías que decirme que habías esperado que “no hubiera un conflicto fundamental” con los cochranistas [la fracción del SWP asociada con los pablistas]. Esa ha sido la actitud de muchos de los miembros del Comité Nacional. Pero políticamente no tenían razón. Todas las implicaciones de la posición cochranista estaban bastante claras hace un año. Por eso tomé la medida drástica de exigir que mostraran sus cartas en la reunión ampliada extraordinaria del CP [Comité Político] que tuvo lugar en esas fechas.

Esperaba poner en cuarentena a esta tendencia fraccional mientras todavía era incipiente; y al mismo tiempo dar una oportunidad a los involucrados para reflexionar sobre la gravedad del rumbo en el cual se habían embarcado, y quizá dar marcha atrás antes de que fuera demasiado tarde. La renuencia de tantas de las personas dirigentes a reconocer la perspectiva de una lucha dentro de la “familia” (“¡Dios mío, hemos sido amigos y compinches por tanto tiempo!”) frustraba todo intento de tratar políticamente el problema.

El sentimiento de amigos-compinches, el sentimiento de paz-en-familia, los cuales tengo que decirte francamente, no tienen nada que ver con la política leninista -el leninismo pone al partido por encima de la familia- determinaron una actitud pasiva, de espectador, en los momentos más críticos y lograron resultados contrarios a los buscados. Sólo envalentonó a los cochranistas, les animó a ir más allá y más rápidamente de lo que se habían propuesto, e hizo inevitable la lucha decisiva actual.

Como probablemente recordarás, en esa reunión caractericé a esta fracción -en una carta que propuse enviar a todos los miembros del CN [Comité Nacional] y a nuestros compañeros en el extranjero- como una “alianza sin principios que no revela sus objetivos.” Mi propósito era forzarlos o a plantear sus objetivos o a decir que no tenían ninguno. El propósito no era “buscar camorra” sino insistir que si iba a haber una lucha, debía ser llevada a cabo abiertamente.

Nunca he oído que un partido leninista sea construido y educado con la guerra de guerrillas. Pero a pesar de mis deseos e intenciones, hemos visto un año de guerra de guerrillas desde entonces, con el resultado de que muchos camaradas jóvenes han sido envenenados y desorientados por el chismorreo y la calumnia. Y ahora vamos a tener la lucha abierta después de todo. Y aun hoy, después de las experiencias instructivas de un año de guerra de guerrillas corruptora, tenemos a unas personas nerviosas y a unas viejas abuelas del género masculino, agitándose nerviosamente y preguntando: “¿Cuál será el resultado? ¿Cuál es la perspectiva?”

Esto me hace reír, si se puede reír con desdén amargo. La perspectiva es educar y reeducar al partido sobre los principios programáticos de las “Tesis sobre la revolución norteamericana” y en el método de la política leninista; y mostrar en el curso de una discusión prolongada, completa y paciente que el tipo cochranista del revisionismo no es mejor que ningún otro tipo.

¿Cuál será el resultado? A menos que nuestra lucha consecuente de 25 años se haya desperdiciado en el cuadro que ensambló -todos y cada uno de cuyos miembros debe su existencia política a esa lucha- el resultado será una reconsolidación del cuadro, una reinspiración al trabajo y una lucha renovada con un convencimiento firme de su gran misión histórica.

¿Habrá algunas pérdidas? No sé, y en esta fase de los sucesos no es mi preocupación primordial. Lo que me preocupa es salvar al partido de la degeneración y la muerte que sólo pueden resultar de una orientación falsa y una dirección incompetente. Cuando logremos ese objetivo, y no antes, podemos pasar a prestar atención al problema de individuos que han servido bien en el pasado, con tal que hubieran seguido la línea correcta, y pueden servir bien en el futuro bajo las mismas condiciones.

Cuando se trata de cuestiones trascendentes se puede inscribir como ley para esta lucha partidista así como para cualquier otra que: cuanto más resuelta, agresiva e intransigente sea la lucha contra la tendencia revisionista, tanto menores serán a la larga las pérdidas, si las hay. El leninismo no tiene nada que ver con las consideraciones rencorosas de venganza personal, despecho, favoritismo, discriminación, persecución, y demás. Tampoco tiene nada que ver con un sentimentalismo reblandecido respecto al destino de individuos cuando están en juego las cuestiones trascendentes de principio y de política.

Eso es lo esencial del asunto tal como lo veo, Ted. Adjunto copias de cartas que he escrito a camaradas dirigentes. Hay seis miembros del Comité Nacional aquí en Los Angeles. Nos hemos mantenido cuidadosamente al tanto de la situación del partido conforme se desarrollaba en el CP desde que salí de Nueva York hace seis meses, y estas cartas te darán una idea aproximada de la evolución de nuestro pensamiento sobre el asunto.

Mis cartas a Vincent del 7 de octubre y la carta relacionada del 9 de octubre a Farrell muestran que no nos interesaba una lucha organizativa si hubiéramos podido conseguir que los cochranistas pusieran por escrito su programa y tener una discusión plena en el partido. Han pasado seis meses desde que salí de Nueva York. La lucha fraccional ha continuado con creciente furia en el CP, pero el partido sigue esperando que la oposición cumpla con la demanda que les he planteado -en esa reunión ampliada del CP de hace un año- para que “revelen sus objetivos”.

Los comentarios de Al Adler que citas en tu carta dicen mucho más sobre el programa cochranista de lo que sospechan los miembros del partido. Pero los comentarios de Al todavía no incluyen todo el programa; Cochran aún no le ha dicho ni siquiera a Al lo que pretende en realidad. Eso hay que deducirlo de su conducta en el CP, de intenciones furtivamente insinuadas en su “Informe sindical” a la Convención Nacional, y de mociones que presentó en el CP: la moción contra la campaña electoral en Los Angeles en particular.

Es el deber de una dirección política deducir el programa de estas cosas y forzarlo a salir al descubierto; y no permitir que el partido sea corrompido por la guerra de guerrillas fraccional antes de que todo el programa sea por fin desenmascarado.

Jim

A Escola de Robertson de Construção de Partido

Eu gostava de Gerry Healy…”

A Escola de Robertson de Construção de Partido


Esta é a tradução para o português de um artigo da Tendência Bolchevique publicado em meados de 1986 que discute a destruição do Partido Revolucionário dos Trabalhadores britânico (WRP) dirigido por Gerry Healy e a degeneração organizativa e política da Liga Espartaquista dos Estados Unidos (SL). O texto mostra como o tipo de degeneração burocrática da SL não é uma exclusividade sua. Também discute como a saúde organizativa de um grupo é uma questão política da mais importante e que pode preceder a degeneração de aspectos programáticos formais. A tradução foi realizada pelo Reagrupamento Revolucionário em fevereiro de 2011 com base na versão disponível em bolshevik.org.

A poeira só está começando a baixar após a maior (e mais suja) explosão na história recente entre os pretendentes internacionais ao trotskismo: a espetacular ruptura do Partido Revolucionário dos Trabalhadores britânico (WRP). Gerry Healy, “líder-fundador” do WRP, e Michael Banda, o seu braço-direito de longa data, romperam da forma mais asquerosa no fim de outubro passado. Banda ganhou o grosso da militância, o aparato real do partido e a planta de impressão; Healy manteve os Redgraves (as estrelas de cinema Vanessa e seu irmão Corin) e com eles o que restou da principal fração “operária” do WRP – no Sindicato dos Atores. Eles racharam até mesmo os satélites; os norte-americanos optaram pelos realizadores do motim, enquanto os gregos e espanhóis ficaram do lado do líder infalível.

Toda a história começou em julho passado, quando Banda e Aileen Jennings, secretário pessoal de Healy, e outros “companheiros chegados” iniciaram um golpe palaciano com alegações de que as atividades sexuais de Healy com 26 mulheres membros do partido representavam um risco de segurança em potencial para a organização. (Isso por si só é extremamente irônico, já que Healy foi por anos um dos maiores praticantes mundiais de um fetichismo fraudulento por “segurança” como uma maneira de caluniar seus oponentes políticos como agentes infiltrados no movimento dos trabalhadores). Healy supostamente teria aceitado isto e proferido sua retirada da liderança ativa do grupo, que seria declarada oficialmente em razão dos seus longos serviços e saúde debilitada.

Mas Healy passou as primeiras semanas da sua “aposentadoria” organizando a maioria do Comitê Político do WRP para um contra-ataque. Banda apelou para o Comitê Central (onde aparentemente ele ainda tinha maioria segura) e imediatamente expulsou Healy. Banda deu continuidade a isso publicando um relatório lúgubre das alegadas explorações sexuais abusivas de Healy, e outros malfeitos burocráticos, no Newsline, o jornal do WRP que possuía uma circulação diária. Os apoiadores de Healy se reagruparam e logo lançaram o seu próprio Newsline, que anunciava a expulsão de Michael Banda do WRP de Healy. Conforme a polêmica esquentou, ambos os lados acusaram um ao outro de “revisionismo” e trocaram acusações de “idealismo subjetivo”, “pragmatismo” e vários outros epítetos do dicionário de pseudo-dialética obscurantista que há muito tempo era uma especialidade do WRP. Mas havia na verdade apenas uma questão: qual galo iria mandar no galinheiro, ou melhor, na sede do WRP em Clapham.

As revelações espetaculares de Banda sobre a conduta sexual de Healy receberam atenção considerável da imprensa britânica e parecem ter espalhado interesse sobre os acontecimentos internos do WRP em muitos que normalmente não prestam lá grande atenção em tais coisas. Mais surpreendentemente ainda, um candidato do WRP a presidente do poderoso Sindicato Unido dos Trabalhadores de Engenharia recebeu colossais 15 mil votos na semana em que o escândalo foi anunciado. Brian Behan, irmão do autor irlandês Brendan, e um antigo membro de liderança do grupo de Healy que saiu da organização nos anos 1960, perguntou ironicamente: “Que cidadão inglês em sã consciência não iria querer entrar no partido de Healy, dada a sua atitude aberta para com a promiscuidade? Eu estive tentando estrar em contato com ele a semana toda.” (Sunday Times, 10 de novembro de 1985).

O racha do WRP só pode ser visto como uma coisa boa para o movimento revolucionário na Grã-Bretanha e em todos os outros lugares onde Healy opera. A confissão largamente reproduzida de Banda sobre os ataques físicos de longa data praticados por essa organização contra seus críticos, ambos internos e externos, e a sua completa prostituição ao governante da Líbia, Muammar Kadafi, e vários outros bonapartistas reacionários do Oriente Médio, só podem acelerar o necessário, e demasiado demorado, desaparecimento de ambas as alas desse bando de cínicos abomináveis e repulsivos.

SL: Healyismo Sui Generis

O grave racha na organização de Healy foi naturalmente comentado pela maioria das tendências que reivindicam o trotskismo. Mas nenhuma prestou mais atenção do que a Liga Espartaquista centrada nos Estados Unidos (SL), que publicou rapidamente uma edição de 64 páginas da sua revista teórica em inglês devotada a essa questão. Há várias razões para tamanha atenção. O grupo Espartaquista se originou no começo dos anos 1960 como a oposição de esquerda dentro do Socialist Workers Party [Partido dos Trabalhadores Socialistas] dos EUA, que se movia cada vez mais à direita, e considerou a Liga Trabalhista Socialista britânica (SLL – precursora do WRP) de Healy como sua liderança internacional. Logo no começo (em 1962) Healy deu aos seus apoiadores norte-americanos um gostinho das suas táticas organizativas “linha-dura” quando ele rachou a tendência em cima de recusa da maioria em se colocar sob seu comando organizativo. Quatro anos depois, na infame “Conferência de Londres”, a SL e os healyistas finalmente se separaram quando o líder da SL James Robertson se recusou novamente a se submeter às ideias burocráticas ultrajantes de Healy sobre “disciplina” na sua internacional.

Esta é parte da razão de por que a SL mostrou interesse tão intenso na ruptura dos healyistas. Mas há outra razão mais constrangedora para Robertson cobrir o racha na liderança do WRP tão ostensivamente. É a tentativa de estabelecer tanta distância quanto possível entre o seu estilo de liderança política e aquele do seu mentor de outrora. Um largo espectro de antigos quadros do grupo de Robertson apontou que o modelo das abomináveis práticas organizativas atribuídas ao WRP nas páginas de Spartacist, a revista teórica da SL, se encaixa bastante confortavelmente na própria SL.

A organização de Healy era infame pela sua manutenção da “disciplina” interna por meio de agressões físicas aos seus críticos e oponentes. Isso é algo de que a SL não é culpada no nosso conhecimento. Nós notamos, porém, que dentro da organização demonstrações desse apetite são crescentemente comuns. Em uma carta escrita após a sua saída, um antigo membro do satélite britânico da organização de Robertson notou a tendência do grupo em ver oponentes na esquerda como inimigos de classe:

De acordo com o tesoureiro nacional, [dois antigos membros] ‘foram para o lado da burguesia’. Esta é a posição da organização? Parece que sim. Eu acredito que isso consiste na mais recente ilusão paranoica sobre uma ‘panelinha de desertores’ comprometida com a destruição da SL/B [Liga Espartaquista/Grã-Bretanha]. A ideia de que pessoas que perderam a esperança com a monotonia da SL/B são inimigos ativos da organização e, portanto, com uma simples operação de lógica sectária, agentes da burguesia, é ao mesmo tempo ridícula e perigosa. Talvez vocês possam explicar por que Len disse [para um antigo membro] para que ele se lembrasse do que momentos de radicalização violenta costumam fazer com ‘pessoas como ele’. Ou por que Ed se sentiu compelido a dizer [para outro membro] que ‘se nós estivéssemos em [outro país] nós iríamos arrebentar você’. Observações banais num momento de irritação? Talvez. Mas então todas as medidas são a princípio permitidas contra o inimigo de classe, não é? E o que quer dizer concretamente ‘ir para o lado da burguesia? ’.”

Se os membros, ex-membros ou oponentes da SL na esquerda são de fato “racistas”, “fascistas”, “amantes de nazistas”, “fura-greves” ou “provocadores do COINTELPRO [FBI]” (calúnias que a SL tem lançado com crescente frequência contra os seus adversários declarados, incluindo nós, nos anos recentes) então a questão sobre que medidas são permissíveis para combatê-los é de fato apenas uma “questão tática”. A SL surgiu como um agrupamento distinto e separado dos healyistas principalmente em oposição às táticas corruptas da liderança da SLL. Ela posteriormente passou por uma longa evolução de volta a muitas das técnicas que ela uma vez rejeitou. Hoje a SL é uma formação qualitativamente idêntica à SLL dos anos 1960. Vale a pena notar que a “descoberta” da iSt [Tendência Espartaquista Internacional] de que os seus membros de base eram no fundo racistas, fascistas e indivíduos com conexões sinistras com a polícia, foi feita apenas bem recentemente. Esta é uma das provas decisivas da decadência final da liderança da SL ao gangsterismo político.

Vida Interna na SL e no WRP

Uma das distinções superficiais que podem ser feitas entre a SL e os healyistas é a função do líder máximo. Enquanto Healy foi proeminentemente retratado na literatura e atividade pública do WPR por anos, o status de Robertson como o guru idiossincrático da SL é mais para consumo interno. Apesar disso, os fundamentos da “questão do partido” tem sido os mesmos em ambos os grupos por anos. Em ambas organizações toda a autoridade vem do líder supremo, e a devoção ao califa é a mais importante questão política.

Robertson refinou e melhorou as técnicas de Healy para a supressão de dissidentes internos. Na SL já são 18 anos desde a última luta fracional. Joseph Seymour, o intelectual de Robertson posicionado “acima das disputas” empreendeu em 1978 uma tentativa de oferecer uma explicação “marxista” para esse fenômeno particular. De acordo com Seymour, a vida fracional árida dentro da SL “é condicionada pelo fato da ausência de circunstâncias objetivas que exigem mudanças maiores ou inovações na linha política ou viradas organizativas não antecipadas”. Já faz oito anos desde que isto foi escrito e ainda nada no mundo real teve impacto suficiente para produzir qualquer dissidente interno na SL. Assim como Healy tentou quebrar Robertson em Londres em 1966, qualquer um que seja considerado capaz de se tornar um oponente fracional na SL é quebrado e/ou dispensado de uma forma ou de outra muito antes de levantar quaisquer divergências.

Diferente da Liga Espartaquista, o grupo de Healy tem tido uma série contínua de oposições políticas, algumas das quais foram ao menos autorizadas a escrever documentos e oferecer relatórios contrapostos nas conferências do partido. Em 1971, o grupo de Blick-Jenkins rompeu para entrar no Partido Trabalhista quando os seus colaboradores internacionais – os antigos parceiros de Healy na Organização Comunista Internacionalista francesa [dirigida por Pierre Lambert] – romperam relações com a SLL. (Na edição de 6 de dezembro de 1985 de New Statesman, Robin Blick lembrou como nessa ocasião ele foi “socado e sua cabeça batida contra a parede”). Em 1974, Allan Thornett liderou mais de cem pessoas para fora do WRP para formar a organização centrista Liga Socialista dos Trabalhadores (WSL). Cinco anos depois, uma pequena oposição fracional, liderada por Royston Bull, um antigo escritor da equipe do Newsline, deixou o WRP. Bull, por sua própria conta, conseguiu sobrevier por cerca de quatro anos como um oposicionista ocasional antes de finalmente decidir pular do barco.

A descrição de Bull do regime interno do WRP tem uma semelhança evidente com a SL hoje:

Uma falha marcante do WRP é a sua incapacidade para construir uma coluna estável de quadros proletários ou de juventude capazes de liderar qualquer seção do movimento de massas.”

O comandismo categórico sem fim da liderança cria doutrinários inflexíveis que são incapazes de sentir ou reagir às mudanças no movimento de massas. A motivação principal da vida dos quadros do WRP é a dependência com relação à liderança e assim, o próprio impulso que dá vida a um quadro revolucionário, a sua prática partidária dialética com o movimento dos trabalhadores, que envolve tomar decisões por conta própria, corrigir erros, liderar lutas, etc. é totalmente ausente. Essa relação burocrática sem vida entre o partido e seus quadros estrangula qualquer chance de crescimento real e recrutamento entre os trabalhadores e a juventude.”

— “O Partido dos Trabalhadores e a Luta pelo Restabelecimento das Tradições Bolcheviques”, outubro de 1981.

Um antigo membro dos espartaquistas, não associado atualmente com a Tendência Bolchevique, fez algumas observações memoravelmente similares sobre a vida no grupo de Robertson:

Não é acidental que os membros como um todo são permeados de medo (da liderança) e exibem massiva confusão política. O estado dos membros reflete a paranoia desenfreada da liderança. Incapaz de estabelecer qualquer perspectiva concreta, a liderança crescentemente volta suas energias para o ‘processo de manutenção interna’…”.

Os membros são mantidos num estado de ignorância forçada. Desprovidos de educação política, formal ou informal, desestruturados por uma agenda sobrecarregada (em grande parte de serviços administrativos maçantes prestados à organização), os membros são levados a aceitar o programa de papel da SL (quer eles o entendam quer não) ou são denunciados. Você percebe… que virtualmente ninguém discute política fora das reuniões formais? Você está ciente de que a maior parte dos membros nem mesmo lê os jornais que não sejam da imprensa de [um oponente na esquerda]?”

Em um discurso reimpresso na edição de novembro de 1985 de Jovem Spartacus, o porta-voz da SL Ed Clarkson critica os membros da Liga da Juventude Spartacus [juventude da Liga Espartaquista] por “insegurança baseada em ignorância”. Clarkson se impressiona com o fato de que “o que nós tendemos a ter nas disputas da juventude são confissões e denúncias, ao invés de lutas esclarecedoras”. Clarkson prosseguiu dizendo à juventude que:

Se vocês forem se desenvolver na forma como Lenin propôs, isso exige, no nível individual, alguma capacidade de autoconfiança, que era a marca da juventude, mas que parece estranhamente ter desaparecido por volta da última década. Isso significa que vocês devem agir como se soubessem o que vocês estão fazendo. De fato, devem ser até bastante arrogantes nesse aspecto, e talvez nós tenhamos algumas boas disputas então.”

Mas a juventude viu “boas disputas” demais no estilo SL para desejar estar na lista negra de uma. A razão para a vida interna da Liga da Juventude Spartacus ser feita de “confissões e denúncias” é porque isso foi tudo que eles aprenderam. As “disputas” dos dias de hoje no grupo de Robertson são conduzidas ao longo de sessões de “crítica/autocrítica” como as da Guarda Vermelha chinesa – denúncias orquestradas pela liderança que são seguidas de confissões dos membros.

Capatazes servis desprovidos de capacidade revolucionária’

A análise de Spartacist da vida interna do WRP aponta que esta também consistia largamente de “confissões e denúncias”:

Houve uma destruição sistemática de quadros: abusando deles politicamente e depois mantendo-os num estado de isolamento como fracos, quebrando o seu auto-respeito ao extrair deles falsas confissões, usando a sua lealdade aos ideais professados de socialismo para torna-los cúmplices em crimes contra seus próprios camaradas e os camaradas de outros grupos”.

Os healyistas não tem monopólio de tais técnicas para a destruição da fibra moral dos quadros. Aqui está um relato de uma testemunha ocular de um pouco de “construção de partido” na afiliada britânica de Robertson em meados de 1982:

A SL/B, de acordo com a liderança internacional, ‘estava em muito boa forma’. Esta caracterização esteve correta até o curso de formação nacional de agosto de 1982. Então algumas semanas depois tudo foi por água abaixo. A liderança da SL/B acabou que era culpada de racismo. Desde uma organização saudável ao racismo em poucas semanas – isso deveria deixar até mesmo o observador mais bobo um pouco suspeitoso!”

Uma enorme delegação internacional viajou para ‘descobrir’ o que estava acontecendo na Grã-Bretanha… A estrutura de poder seria quebrada e uma nova e diferente liderança seria eleita. Exceto pelo fato de que a velha liderança foi deixada intacta com a adição de alguns elementos mais abusivos da base. E David [o antigo dirigente] foi reduzido a um colapso emotivo. Eu não acho que algum dia vou me esquecer da reunião do CEI [Comitê Executivo Internacional] que precedeu a plenária. David se apresentou para falar na sua vez. Ele ficou na frente como uma figura patética, seus movimentos estranhamente mecânicos como se ele desesperadamente tentasse tirar algumas palavras da boca. O som do silêncio só foi interrompido pelo som de vários membros do CEI proferindo piadas e tolices. Quando as risadas diminuíram e toda atenção se focou em David, incapaz de falar ele começou a chorar e voltou para o seu lugar. Quando ele voltava alguém gritou ‘nos escreva uma carta’. ‘David… está em um estado muito emotivo’ proferiu Jim Robertson. Sem dúvida, indiferença a esse tipo de coisa é a marca de um verdadeiro ‘bolchevique’ da SL/B… ‘Preservação dos quadros’: não me faça rir.”

A liderança internacional conduziu “disputas” semelhantes na maioria das supostas seções independentes restantes da organização internacional. Isso não impediu Spartacist de expor de forma indignada o centralismo burocrático que prevalecia na “internacional” de Healy, nem de tirar lições corretas abstratas da história da Internacional Comunista:

A importância do direito de as seções nacionais, dentro dos limites de um programa unitário internacional, fazerem as suas próprias escolhas táticas e escolher sua liderança é demonstrada pela degeneração da Internacional Comunista sob Stálin, que reduziu as lideranças nacionais a capatazes servis ao Kremlin, incompetentes e desprovidos de capacidade revolucionária”.

A validade dessa observação é demonstrada no caso da iSt, pela atividade centralizadora de Nova Iorque sobre a dúzia de outros núcleos estrangeiros estagnados da SL/EUA (vulga “tendência Espartaquista internacional”). Talvez o exemplo mais forte disso tenha ocorrido na Grã-Bretanha durante as semanas do conflito das Falklands/Malvinas com a Argentina em 1982, quando a SL/B realizou um fórum para discutir a situação no sindicato de trabalhadores de transporte e Nova Iorque! Quando um antigo membro sugeriu que o fórum deveria ser adiado para poderem debater a aventura militar imperialista que estava acontecendo no Atlântico Sul, lhe informaram que fazer isso seria ser “regionalista”!

Ziguezagues e Giros

Uma característica distintiva dos mercenários políticos healyistas é a sua capacidade para realizar giros políticos abruptos e desarticulados. Esse padrão também se tornou uma característica da SL. Em 1981, por exemplo, depois de lançar uma campanha de recrutamento baseada em apenas três pontos programáticos (um dos quais era “jamais atravessar piquetes”), a liderança da SL anunciou que a posição “interna” do grupo na luta de vida ou morte entre o sindicato dos controladores de voo norte-americanos e a administração Reagan era “não há problema em viajar de avião”. Aqueles que foram contra essa política foram colocados para fora do grupo sem aviso prévio. Viajar de avião durante a greve se tornou uma forma de demonstrar “lealdade ao partido” e muitos camaradas até mesmo agendaram voos para viagens que normalmente eles teriam feito de carro.

Em julho de 1984, a liderança “única a estar correta” da SL anunciou o perigo de um iminente golpe de Estado fascista contra a convenção nacional do Partido Democrata em São Francisco – e se voluntariou para mandar uma dúzia de guardas de defesa para evita-lo. Dez meses depois, após ganhar uma disputa judicial fora das cortes a respeito da investigação do FBI sobre a Liga Espartaquista, Workers Vanguard anunciou que todos os membros da SL iriam, daquele momento em diante, receber cartões de membros assinados indicando a data em que haviam se unido ao grupo. Dificilmente uma medida apropriada para um período em que a supressão da democracia burguesa é um perigo imediato.

Alguns meses depois, Robertson e seus quadros se vestiram com chapéus de bruxa, máscaras de porco e uniforme nazista e marcharam por um campus universitário de São Francisco como “Os Vingadores Vermelhos de Xandra” para impedir uma suposta armação do conselho de burocratas estudantis (e do FBI). Todos esses giros foram inevitavelmente aplaudidos na organização Espartaquista com uma demonstração unânime de entusiasmo por aqueles desejosos de permanecer no grupo. Os membros foram levados a aceitar que a realidade social é qualquer coisa que Robertson disser que é.

Pronunciamentos arbitrários e erráticos são característicos de cultos carismáticos, incluindo os políticos. Em um artigo na edição de 17 de junho de 1983 de Times Higher Education Supplement há muitos anos atrás, Roy Wallis observou que numa tentativa de impedir ameaças “a sua autoridade livre e sem obstáculos”, líderes supremos de vários tipos tendem a introduzir:

mudanças imprevisíveis e exigências [sobre seus seguidores]. Isso pode tomar várias formas – frequentemente mudanças de ambiente, remoção de laços com fontes de apoio externas estáveis; enfraquecimento de laços estáveis entre casais e grupos dentro do movimento, por exemplo, quebrando laços sexuais exclusivos entre os membros; enfraquecendo relações de autoridades (que não as diretamente com o grande líder) que pudessem competir pela lealdade dos membros; introdução de novas crenças e práticas que fornecem oportunidade para os seguidores demonstrarem o seu compromisso, ou a falta dele, para com quaisquer questões que venham à cabeça do líder…”.

Os ‘infiéis’ podem ser provocados a se declarar pela constante imposição de novas exigências, que levam ou ao protesto e exclusão ou à desistência. Tais abalos periódicos da rotina produzem entre os membros que sobrevivem uma sensação de liberação, de nova liberdade, uma sensação de excitação e frequentemente de renovado entusiasmo e de zelo e, mais importante, de um compromisso reforçado com o líder…”.

O processo então tende a se auto-reforçar, levando em direção ao aparecimento de aspectos cada vez mais obscuros da identidade do líder, libertando desejos primários mais profundos, conforme as inibições sobre a sua indulgência são removidas. Enfraquecer estruturas institucionais e padrões não apenas constitui mudança e elimina as barreiras para mais mudanças, como também cria ambiguidades e conflitos de política e prática que deixa os membros sem um rumo claro de ação. Apenas observando constantemente o líder, se subordinando totalmente à sua inspiração do momento, e estando dispostos a se humilharem por sua falha em seguir tal inspiração bem o suficiente, podem os membros permanecer entre os favoritos”.

Manipulação e Assédio Sexual

Sexo é sempre uma boa forma de vender jornais e a imunda imprensa britânica teve um dia de festa com o racha no WRP. “Um Comunista Roubou Minha Esposa” e “Os Pesadelos Sexuais das Garotas de Gerry” foram manchetes típicas dos tabloides da imprensa. O fato de que Healy, de 73 anos de idade, teve relações sexuais com 26 (ou mesmo 260) mulheres não seria em si nenhum crime, apesar da lasciva acusação de Banda de uma “moralidade revolucionária”. Um jornalista britânico apontou que mesmo se Healy tivesse tido o dobro de parceiras do que Banda afirma ter havido, isso teria significado “menos de duas por ano, o que seria uma rotina calma para um ‘pegador’” (Sunday Times, 10 de novembro de 1985). A decisão de Banda de ir à imprensa burguesa com os contos devassos da vida sexual de Healy, que o Times caracterizou como “uma quebra bastante incomum das regras de etiqueta trotskistas” (2 de novembro de 1985) sugerem que o “novo” WRP se mantem firmemente na tradição sórdida do antigo. Mais importante, o WRP de Banda parece ter mantido tais acusações de forma deliberadamente vaga – combinando denúncias puritanas revoltantes das alegadas infidelidades matrimoniais de Healy (“devassidão sistemática”) com alegações de coerção e “investidas sexuais”. A afirmação de Banda de que “ele conhecia o Sr. Healy havia 35 anos, mas só recentemente descobriu sobre seu suposto mau comportamento” (Times, 30 de outubro de 1985) não pode realmente ser levada a sério.

A questão das atividades sexuais consensuais dos membros de qualquer organização não é, em si, uma questão política, mas um assunto pessoal entre os indivíduos envolvidos. No entanto, como é levantado por Sean Matgamna em seu artigo sobre o racha do WRP no Socialist Organizer (reimpresso em Workers Vanguard, 15 de novembro de 1985), “É certo como dois e dois são quatro que nessa organização [o WRP] o aproveitamento sexual, e junto com ele o necessário assédio, intimidação ou pior, eram parte do modo de vida do líder”. Para aqueles que vivem em um micro meio social no qual é impossível discordar de um líder infalível sem correr risco de excomunhão, onde a realidade só pode ser interpretada com base nos seus pronunciamentos “que são os únicos corretos”, a questão da consensualidade está ao menos aberta ao assédio. Mulheres que caiam no gosto do líder, mas que não sejam recíprocas na sua atenção são passíveis de ser subjugadas a uma considerável pressão, sutil ou não tão sutil. Na SL, a liderança em algumas ocasiões caracterizou “politicamente” tais membros como “piranhas frígidas”. Nos locais de trabalho burgueses, esse tipo de coisa é chamado de “assédio sexual”. É um aspecto nojento, mas dificilmente surpreendente, da vida em seitas políticas de obediência.

Como tudo mais na SL degenerada, a questão da “consensualidade” está sujeita a interpretações dependendo de quem está fazendo o que com quem. Alguns anos atrás, um dirigente visitante da franquia de Robertson na Grã-Bretanha, que passeava pelos Estados Unidos, teve o mau julgamento de dar em cima de várias companheiras dos líderes da SL, incluindo a esposa de Robertson. Esse “crime” foi, sem demora, usado como uma evidência da sua completa degenerescência numa subsequente campanha para expulsá-lo. Na SL não há crime maior do que ofender sua majestade, seja isso consensual ou não.

O Coral Susanna Martin

A afirmação de Banda de não ter sabido nada das atividades extraconjugais de Healy é obviamente tão hipócrita quanto as suas declamações sobre “moralidade socialista”. Aspirantes a Banda no Secretariado Político da SL não serão capazes de fazer tais afirmações. A existência de uma equipe de queridinhas de Robertson não é nenhum segredo. Elas têm até mesmo um nome: o “Coral Susanna Martin” (Susanna Martin foi uma bruxa que viveu nos Estados Unidos). Vestidas de preto, e carregando velas, elas fizeram uma apresentação diante dos delegados da Conferência Nacional de 1983 da SL. Workers Vanguard mencionou o desempenho dessa “associação de interesse privado” no seu balanço sobre a conferência (18 de novembro de 1983). Além de ser estranho e típico de uma seita, tal tipo de atividade faz lembrar convenções políticas burguesas, onde os delegados, tendo pouca influência na direção política do seu partido, são distraídos por uma apresentação sensacionalista. Na SL tais “associações de interesse privado” são de prerrogativa exclusiva do líder carismático. Outros membros foram atacados por “fazer panelinha” ao receber pessoas para jantar, socializar informalmente sem convidar a liderança, ou mesmo por falarem entre si no telefone “pelas costas do partido”. O outro lado da moeda do “Coral Susanna Martin” de Robertson é que líderes (homens) secundários no grupo foram periodicamente acusados de “manipular sexualmente” membros mulheres. Tipicamente isso envolve a “descoberta” de que o indivíduo em questão, que foi sempre insensato o suficiente para entrar na “lista negra”, estava dormindo com alguma mulher do grupo com a qual ele não era casado. Em um caso de nosso conhecimento, “manipulação sexual” foi alegada sem qualquer evidência sequer de que havia havido qualquer transgressão ao sétimo mandamento. Quando o acusado questionou como essa acusação poderia ser feita quando ele a negava, e todas as suas supostas vítimas a negavam, ele foi informado de que esse era o pior tipo de manipulação – ela tinha sido tão bem feita, que mesmo sob considerável pressão do partido, as próprias vítimas não conseguiam ver o que havia acontecido! Essa é a característica de “Alice no País das Maravilhas” da vida interna “ricamente democrática” da tendência Espartaquista. Manipulação sexual, como todo o resto na SL, significa exatamente aquilo que a liderança quiser que signifique.

A Questão do Dinheiro

Uma das questões tocadas pela disputa no WRP foi dinheiro. No caso dos healyistas, envolveu centralmente a prática totalmente corrupta de “se alugarem” como propagandistas para vários ditadores do Oriente Médio, uma prática que isolou o WRP do movimento dos trabalhadores há muitos anos atrás. Matgamna cita relatos na imprensa burguesa de que “militantes do Iraque que vieram para uma reunião do WRP foram depois entregues ao regime iraquiano, que os assassinou. Banda é citado dizendo que o motivo disso era conseguir ‘pacotes de dinheiro’”. Há outro ângulo da questão financeira e na forma como ela se relaciona com o regime de Healy além do local de onde o dinheiro veio. Isto é, quem gastou quanto com o que, e a quem eles prestaram contas. O London Times relatou em 30 de outubro de 1985 que “os apoiadores do Sr. Banda… foram acusados ontem de serem culpados de causar uma crise no partido por inventar os balanços financeiros”. Banda supostamente teria acusado Healy de ter feito um desvio de 20 mil libras e de ter comprado um BMW de 15 mil libras para si próprio com dinheiro do WRP. O artigo da Liga Espartaquista observa que “Nossa própria experiência também demonstra que Healy sempre foi fixado em dinheiro”. E quanto a ti, James Robertson?

A questão do dinheiro em uma organização altamente burocratizada é inevitável e particularmente sensível. A liderança guarda mesquinhamente o seu monopólio do cofre e geralmente é extremamente adversa a qualquer sugestão de prestar contas aos membros de base. Qualquer membro ingênuo ou impertinente o suficiente para perguntar a Healy ou a Robertson pelos livros de contabilidade iria rapidamente aprender que (a) é impossível por razões de “segurança” e (b) tal questão envolve falta de confiança na liderança, ou seja, uma “atitude anti-partido” (que geralmente é fatal).

Na entrevista especial com Robertson sobre a Conferência de Londres de 1966, um dos seus falsos entrevistadores bajuladores perguntou “Quando você desenvolveu o slogan ‘o que Healy fizer, faça o contrário’?”. Isso é de fato uma piada amarga para aqueles que experimentaram em primeira mão o “anti-healyismo” estilo SL. Robertson respondeu com uma enorme propaganda de seu regime “maravilhosamente compassivo”. Ele contrastou a técnica healyista de dobrar a carga de trabalho sobre camaradas exaustos, com o seu próprio método em situações assim: “Bom, camaradas, tirem algumas férias agora. Vão fazer mergulho, ou viajem para Portugal, ou alguma outra coisa. Paguem com o seu dinheiro aquilo que vocês puderem e talvez o tesouro do partido possa ajuda-los”. Com as extorsivas cotas da SL, a maioria dos membros mal pode manter um carro ou comprar roupas, quanto mais sair de férias. Para aqueles que, aos olhos da liderança, estão “se saindo bem” é outro assunto. Eles podem realmente tirar férias em Portugal por cortesia do tesouro do partido. Robertson, segundo relatos recentes, manteve um fundo pessoal bem gordo para tais contingências. Ocasionalmente sabe-se que ele cata bem fundo no tesouro do partido para comprar presentes caros para suas amigas.

Aqueles que estão “se saindo bem” são frequentemente convidados para jantar. Alguns líderes principais (como Robertson) até mesmo conseguem a construção de caros apartamentos em Manhattan para eles com fundos e trabalho dos membros do partido. Camaradas que não tem disponibilidade para cumprir funções no partido ou ir a mobilizações, são algumas vezes encorajados a fazer empréstimos para contribuir com a organização. Aqueles que forem bem vistos pela liderança podem depois receber ajuda em amortizações. Outros pagam em dinheiro.

A estrutura financeira da SL é projetada para reduzir todos os membros à penúria. Isso gera receita para o tesouro do partido e também tende a reforçar o desejo dos membros de se agraciarem com a liderança através de um sistema de recompensas materiais triviais. Aqueles que estão na folha de pagamento do partido [os militantes profissionais remunerados] são duplamente dependentes de permanecer bem aos olhos da liderança; punição por enganar “o partido” (ou seja, James Robertson) pode variar desde um corte no seu já miserável salário até mesmo a uma demissão imediata.

SL/WRP: a Questão do Regime Interno como uma Questão Política

Um dos novos pontos políticos introduzidos no especial de Spartacist sobre o WRP é uma tentativa de levar em conta o fato de que a degeneração da SLL do “trotskismo ortodoxo” ao gangsterismo político ficou primeiramente evidenciada nas suas práticas burocráticas internas. Esse é um ponto de considerável importância para a liderança da SL, que manteve como um artigo de fé o puro silogismo da “defesa” das suas próprias práticas internas burocráticas: (a) a superestrutura ou regime de uma organização política é derivada do seu programa político e, portanto, (b) um grupo com um programa revolucionário não pode, por definição, ser burocrático. De acordo com os líderes da SL, a questão do regime não é uma questão “política” independente e qualquer um que levante críticas organizativas sem ter um programa “político” completamente oposto é um baderneiro sem princípios.

No entanto, houve sempre uma disparidade entre essa posição e as conclusões que a SL tirou da sua experiência com Healy na Conferência de Londres de 1966: “o aparato de Healy e Banda subordina questões políticas reais de acordo e desacordo a exigências de interesse organizativo e políticas de prestígio pessoal. Essa tendência organizativa é por si só uma questão política de primeira ordem” (Spartacist, Junho-Julho de 1966).

A liderança da SL tenta resolver essa contradição na sua edição especial sobre os healyistas com a afirmação profunda de que a organização de Healy nunca foi um agrupamento revolucionário – embora por dez anos ela tenha sido o principal expoente internacional do trotskismo autêntico.

Robertson anuncia de maneira bastante irreverente na sua entrevista em Spartacist: “uma vez tendo encontrado a organização de Healy, eu não vi nela, de alto a baixo, nada de interessante de acordo com a minha compreensão de como uma organização comunista deve ser. E os healyistas de fato foram numa direção difusa.” Depois, Robertson oferece a sua opinião sobre o líder supremo da SLL: “Vamos ser claros: eu gostava de Gerry Healy, eu me dava bem com ele, nós convergíamos em todos os tipos de questão, comentários, nuances, táticas, como uma dupla de comunistas bastante rodados que já haviam passado por poucas e boas”. Aparentemente, Robertson ainda gosta de Gerry Healy. Em sua carta de novembro de 1985 de condolências a “Gerry”, Robertson afirma: “Eu não vejo nenhuma alegria no seu passado recente… eu lamento por você se você não ajudou a matar aqueles 21 comunistas iraquianos. E se você de fato não o fez, eu lhe desejo todo o bem”. A afeição de Robertson por Healy está enraizada na identificação profissional de um caudilho com outro – afinal de contas, eles estavam ambos no mesmo negócio, ainda que “Gerry” tenha exagerado um pouco aqui ou ali. Diferente de Robertson, nós certamente não desejamos nenhum bem a Healy, tenha ele ou não ganho “crédito” pelo assassinato dos militantes de esquerda iraquianos. É difícil imaginar que as vítimas do que Spartacist, em outro momento, descreveu como “terrível violência física contra os membros e crimes concretos contra a classe trabalhadora internacional” também lamentem.

Spartacist levanta a questão de como os healyistas passaram desde um grupo que produziu o documento “Perspectiva Mundial para o Socialismo” de 1961 (um documento que Robertson em sua entrevista descreve como a “mais clara expressão do programa básico do trotskismo internacional que nós havíamos visto em um longo tempo”) até uma seita de criminosos políticos. A explicação que é oferecida é muito pouco convincente:

Nós ficamos de fora da pista impactados pelo lado literário deles por muitos anos, pelo sucesso de Healy em ganhar seções significativas do aparato sindical e educacional do PC Britânico para uma posição que reivindicava o trotskismo. Eles escreviam muito poderosamente. E levou algum tempo para que Gerry passasse por cima disso, se aproveitasse, e criasse um tipo de seita nojenta, putrefata e sufocante.”

Como foi que Gerry Healy foi capaz de ganhar várias centenas de quadros sofisticados do Partido Comunista para a “reivindicação” do trotskismo? E como foram esses “reivindicadores” do trotskismo capazes de produzir “talvez a melhor reafirmação do propósito de ser trotskista em língua inglesa desde a morte de Trotsky”? (prefácio da SL de 1970 para a segunda edição de “O que é uma liderança revolucionária?”). Se tudo era uma fraude e uma enganação desde o início, então porque levou algum tempo para “passar por cima” dessas características e “criar” uma seita?

A resposta é que o programa de uma organização é a totalidade da sua prática no mundo – não apenas a sua propaganda escrita formal. Isso necessariamente inclui o mecanismo de organização interna que dá forma às respostas do grupo aos desenvolvimentos da luta de classes, ou seja, a “questão do regime”. A caracterização que nós fizemos da Liga Espartaquista por volta de 1982 em nossa declaração fundacional poderia se aplicar com igual validade aos healyistas de meados dos anos 1960. Também ela era “uma organização com uma profunda contradição entre uma visão de mundo marxista e um programa coerente e racional, e um regime interno crescentemente abusivo (e irracional). E o processo pelo qual essa contradição [seria] resolvida, [estava] incompleto”. Nem na SL do começo dos anos 1980, nem nos healyistas de duas décadas antes, o regime interno do grupo era um produto automático do seu programa formalmente correto. Em ambos os casos, este estava em contradição com as políticas declaradas da organização.

Como nós observamos em “A Estrada para Jimstown”, na edição final do Boletim da Tendência Externa da iSt (número 4): “O burocratismo em última análise se opões ao programa revolucionário e deve eventualmente se expressar politicamente. Mas desvios programáticos formais não necessariamente precisam proceder uma degeneração burocrática”. Hoje a SL se desviou sistematicamente e repetidamente para longe da ortodoxia trotskista que ela uma vez defendeu, assim como Healy o fez no fim dos anos 1960. Dar “vivas” aos stalinistas cambojanos pró-Vietnã, como “verdadeiros comunistas”, viajar de avião durante a greve dos controladores de voo, caluniar oponentes e críticos na esquerda como “amantes de nazistas” e agentes de polícia, chamar pelo salvamento do braço colonial do imperialismo dos EUA no Líbano em 1983 – esses e outros desvios para longe do trotskismo, todos os quais ocorreram sem resistência interna significativa, foram antes preparados por uma atrofia da democracia interna do grupo e a sua consequente perda de capacidade de corrigir seus erros através de disputas políticas internas.

O que Robertson e companhia buscam negar com sua afirmação de que o grupo de Healy nunca foi revolucionário é uma conexão viva entre a “questão do regime” e o programa impresso formal que a organização diz defender. Mas a história da SL – assim como aquela da SLL/WRP antes dela – prova simplesmente o oposto.

Como o WRP, também a SL:

(…) tem uma postura ‘trotskista’ que, apesar de fraudulenta, não deixa de ter significado para muitos membros. E a organização [de Robertson] fez frequentemente um trabalho competente ao expor a escória reformista e os confucionistas centristas que habitam a esquerda [internacional]; portanto, [a SL] é amplamente vista como ‘trotskista rígida’ em alternativa às traições da colaboração de classes.” – Spartacist, inverno de 1985-86.

Mas a tendência Espartaquista hoje é apenas a última de uma grande fila de organizações certa vez revolucionárias que, sob as pressões do isolamento e do fracasso, se transformaram em algo inteiramente diferente do que elas eram originalmente. Como o grupo de Healy, do qual rompeu há cerca de 20 anos, a SL permanece como um exemplo de que a degeneração de pequenos grupos de propaganda revolucionários podem algumas vezes tomar cursos estranhos e imprevisíveis. Assim como a SL levou adiante a luta para reforjar a Quarta Internacional apesar da tentativa de destruição de Healy na Conferência de Londres de 1966, hoje a Tendência Bolchevique pretende garantir a continuidade do trotskismo autêntico, incluindo as contribuições do grupo de Robertson, sobrevivendo à transformação de tal grupo em uma seita de obediência e de mercenários políticos.

Cuba y los estados obreros deformados

Cuba y los estados obreros deformados

por Tim Wohlforth

20 de julio de 1961

[Originalmente publicado en Marxist Bulletin 8. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No.2.– Cuba y la Teoría Marxista]

[Nota de introducción (Al documento “Cuba y los estados obreros deformados”) por James Robertson, 9 de junio de 1966]

Su método y el nuestro

Desde el momento en que empezamos a discutir sobre Cuba en el Partido, la mayoría ha intentado forzarnos a llegar a una posición inmediata sobre la naturaleza del estado cubano. Para la mayoría del Partido no era muy difícil el llegar a una posición. Su método era el de un impresionismo empiricista. Simplemente describían lo que Cuba parecía ser en el momento y llamaban á esta descripción ¡una teoría!

Apropiadamente, nosotros rechazamos este método en su totalidad. Decimos que los marxistas deben hacer algo más que describir las apariencias del momento. Es nuestro deber el ver los sucesos políticos y sociales como un proceso en movimiento. Debemos estudiarlos a medida que evolucionan y colocar esta evolución dentro del marco de la situación mundial total y de nuestro enfoque teórico en su conjunto. Así, nosotros decimos que es imposible entender lo que es en este momento, a menos que entendamos lo que ha sido y lo que será.

Apremiamos a los que nos reprochan “el no ver la nueva realidad con la suficiente rapidez” a estudiar la historia de nuestro movimiento mundial y ver lo que pasó con otros que antes comprendieron la “nueva realidad” tan rápidamente, que abrazaron regímenes burocráticos tan amorosamente. Estos camaradas abrazaron los nuevos regímenes burocráticos con la esperanza de que estas fuerzas ajenas, en vez de nosotros, llevasen a cabo la revolución socialista. No seremos forzados a descartar el método marxista. Nos tomaremos el tiempo necesario para estudiar la evolución de Cuba y para definir la naturaleza del estado sobre la base de una comprensión de este proceso evolutivo.

La evolución de Cuba

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la evolución de Cuba. Déjenme hacer un breve esquema de aquellos puntos pertinentes para un entendimiento de la naturaleza del estado cubano. La Revolución Cubana fue llevada a cabo por un grupo nacionalista radical pequeño-burgués, cuya base social primaria era una clase pequeño-burguesa – el campesinado. (De pasada es importante notar que Che Guevara ha repudiado específicamente la tesis de Hansen-Sweezy de que el Movimiento 2ó de Julio se basó, en sus primeros estadios, en el proletariado rural. Apuntó que en las montañas no existía tal proletariado y que la organización se basaba en el campesinado local.) Al organizarse de manera militar y al utilizar las técnicas de la guerrilla rural, Castro fue capaz de dar coherencia a esta fuerza campesina, de otro modo desorganizada, y con este grupo social hacer caer un régimen capitalista decadente.

Al llegar al poder, Castro destruyó casi inmediatamente el viejo aparato estatal de Batista y el ejército sobre el que descansaba. Creó un nuevo aparato administrativo compuesto de nuevos elementos pequeño-burgueses radicales y basado en el Ejército Rebelde. Desde el principio, las relaciones de este nuevo estado bonapartista con la propiedad capitalista fueron bastante contradictorias. Mientras este nuevo aparato estatal se basó por lo menos durante un año y medio en estas relaciones de propiedad capitalistas, la fuerza de la revolución y la oposición del imperialismo a las demandas democráticas de la revolución forzaron al gobierno a actuar contra las relaciones de propiedad capitalistas – aunque de una manera esporádica y empírica. Sin embargo, la habilidad del gobierno para actuar de esta manera se puede atribuir al menos en parte al hecho de que el nuevo gobierno habla roto con el antiguo aparato estatal y era por lo tanto capaz de actuar de una manera bonapartista parcialmente independiente de la clase capitalista en Cuba.

Este proceso, espoleado principalmente por la hostilidad del capitalismo estadounidense, culminó en las nacionalizaciones de septiembre-octubre de 1960 que pusieron bajo la propiedad directa del gobierno por lo menos al 80% de la industria, a toda la industria importante y al sistema bancario en su totalidad. La reforma agraria, llevada a cabo en la primavera anterior, no fue socialista pero fue mucho más extensa que la de la URSS o la de Europa Oriental. Esta serie de expropiaciones eliminaron claramente de Cuba a la burguesía nacional. Aún más, el gobierno estableció un monopolio completo del comercio exterior y comenzó una forma rudimentaria de planeamiento económico.

Las nacionalizaciones de septiembre-octubre plantearon la cuestión de si el aparato gubernamental bonapartista, al continuar estando libre del control por las masas obreras, se basarla firmemente sobre las nuevas formas de propiedad en Cuba o si trataría de volver a relaciones esencialmente capitalistas. Podemos decir que aunque las extensas nacionalizaciones del período septiembre-octubre sentaron las bases para la transformación de Cuba en un estado obrero deformado, no era automáticamente forzoso que el aparato estatal pequeño-burgués fuera a defender y a desarrollar estas formas de propiedad. Fue por lo tanto incorrecto, en mi opinión, caracterizar a Cuba en este momento como un estado obrero deformado.

Fue la invasión de17 de abril la que claramente reveló que el régimen de Castro, por muy débil que fuera, estaba definitivamente comprometido a la defensa de estas nuevas formas de propiedad. Ésto fue demostrado primeramente en la defensa de la revolución que Castro llevó a cabo tan eficazmente. Aún más importante, la invasión demostró claramente que el imperialismo no estaba interesado en llegar a un acomodo con Castro. Los imperialistas estaban buscando ante todo la derrota del régimen, si fuera posible. Y si no es posible, como estoy seguro que ellos reconocen ahora, los imperialistas desean forzar a Castro precisamente hacia los brazos de la URSS – a volverse un país estalinista. De esta manera los imperialistas son capaces de limitar el atractivo de Castro y contener la revolución. La línea de conducta del Departamento de Estado de los Estados Unidos sólo se puede explicar si se interpreta de esta manera (¡y créanlo o no, tienen un cierto método en su locura!).

Cualquiera que sea la interpretación del significado, de la invasión, fue evidente inmediatamente que Castro comprendió que significaba que él debería basarse definitivamente sobre las nuevas formas de propiedad y sobre sus relaciones con el bloque soviético si su régimen iba a tener alguna posibilidad de sobrevivir. Este es el verdadero significado de su declaración de que Cuba es un país “socialista”. Pronto se hizo absolutamente claro el que Castro iba en serio y que ésto no constituía una referencia de pasada. Desde el momento de esta declaración un profundo impulso hacia la estalinización del país ha sido fuertemente implementado. A este respecto, es importante notar que: a) la prensa cubana está ahora dedicada casi exclusivamente a alabar a los países estalinistas y a poner de manifiesto una línea política esencialmente estalinista; b) se han acelerado las relaciones económicas con los estados obreros deformados; c) la masa de arrestos a gran escala durante la invasión reveló una organización de policía secreta altamente desarrollada, lo que es un presagio de peligro para el futuro, porque no está bajo el control de la clase obrera; d) el impulso hacia “un partido único de la revolución” que, en el contexto de estos otros sucesos, parece ser la base del establecimiento del gobierno de partido único tradicionalmente estalinista, ha progresado a un ritmo febril; e) los ataques contra los trotskistas son el símbolo final de la naturaleza deformada del régimen.

Estados obreros y estados obreros deformados

Desde el principio de la discusión hemos insistido el reconocimiento de la diferencia cualitativa que existe entre los estados obreros y los estados obreros deformados, y esta insistencia fue tal vez la contribución más importante que hicimos a toda la discusión. Durante los últimos quince años se ha creado una increíble confusión teórica en todas las secciones de nuestro movimiento mundial por falta de clarificación sobre este punto central.

Los estados obreros [1] y los estados obreros deformados tienen dos sistemas políticos que son esencialmente diferentes y mutuamente contradictorios, aún cuando ambos descansan sobre las bases de la propiedad nacionalizada – formas de propiedad proletaria. El estado obrero deformado se caracteriza por el gobierno de una burocracia pequeño-burguesa incontrolable que oprime a la clase obrera y que tiene una perspectiva contrarrevolucionaria. Esta capa social se encuentra en todo momento en contradicción con las formas de propiedad mismas sobre las que debe basar su dominio. El verdadero, desarrollo de estas formas requiere la total destrucción de estas instituciones parasitarias y la creación de una estructura estatal completamente nueva basada sobre el dominio de la clase obrera. Por lo tanto hace falta una revolución política para transformar a un estado obrero deformado en un estado obrero.

Por el contrario en un estado obrero los obreros gobiernan directamente a través de sus propios órganos representativos y de su partido. El régimen político está en consonancia con las formas de propiedad sobre las cales se basa y por lo tanto se abre la posibilidad del avance de la sociedad en su totalidad hacia el comunismo. La transformación de un estado obrero en un estado obrero deformado (o, para ser más precisos, degenerado) es un proceso político tan profundo que para que esta transformación sea completa se necesita una contrarrevolución política, de tipo Termidor, lo que Trotsky llamó “una guerra preventiva”, que literalmente retira físicamente a la clase obrera de las posiciones gubernamentales y devuelve el poder a la burocracia contrarrevolucionaria pequeño-burguesa.

No todos los estados obreros son uniformemente sanos, ni todos los estados obreros deformados uniformemente enfermos. Dentro del marco general de cada tipo diferente de institución hay grados, variables de enfermedad y salud. Así, la URSS contuvo en sí misma enfermedades o deformaciones serias casi desde el principio, pero no fue un estado obrero deformado hasta que no pasó por una profunda revolución de tipo Termidor que finalmente aniquiló literalmente a los previos líderes obreros. Y también es posible tener un estado obrero deformado allí donde todavía no existe una casta burocrática privilegiada claramente definida. Aún reconociendo estas variaciones no debemos caer en la trampa de rehusar reconocer la diferencia cualitativa entre estas dos formas de gobierno político. Una de las características más marcadas del confuso pensamiento de los liberales es una tendencia a destruir las diferencias cualitativas y a transformarlo todo en lo que Marx solía llamar un “revoltijo”. Así, ya que hay algunos obreros que son bastante pobres y otros que son relativamente acomodados, y hay capitalistas que viven al día con sus pequeñas tiendas, etc., y otros que son muy ricos – por lo tanto no hay diferencias cualitativas entre obreros y capitalistas – no hay clases. De la misma manera, la misma metodología se aplica en ocasiones en nuestro movimiento a la teoría del estado. (Joe Hansen [ex-secretario de Trotsky y entonces líder da mayoría del SWP] es un experto en esto.) Veis, existen muchas formas diferentes de estados obreros – degenerados, deformados, peculiares, anormales y hasta sanos – todos los cuales se aproximan más o menos a la forma ideal del estado obrero concebido por Lenin. De pronto la diferencia cualitativa entre estados obreros y estados obreros deformados se disuelve en grados de diferenciascuantitativas. De pronto, toda la teoría trotskista es destruida y Joe Hansen se hunde confortablemente en ese fango maloliente en el cual los centristas se encuentran tan felices.

Un entendimiento completo de las diferencias cualitativas entre un estado obrero y un estado obrero deformado constituye precisamente la base de nuestro concepto teórico sobre Cuba y sobre los otros estados deformados. El resto de los conceptos teóricos expuestos en este articulo se derivan de este punto de vista básico. Si esta pasada lucha política en el Partido consiguiera solamente ésto – si grabar en las mentes de nuestros camaradas, este único concepto –entonces esta lucha agotadora habría valido la pena.

El estado en transición

Creo que esencialmente tuvimos razón cuando insistimos en la naturaleza transicional del nuevo aparato estatal cubano. Este concepto específicamente ha sido atacado con saña. Se dice que está en contradicción con el concepto marxista del estado como instrumento dominante en todo momento de la clase dirigente, de una sociedad determinada. Pero aquellos que han atacado nuestro concepto del estado cubano no han sido capaces de substituirlo por otro! Apropiadamente Shane desafió a la mayoría a que definiera la naturaleza del estado chino entre 1949 y 1952-1953 cuando el partido pretendió que era un estado obrero deformado. Joe Hansen en su artículo polémico, simplemente eludió la cuestión y hasta esta fecha ningún camarada de la mayoría ha contestado.

Comentaré algo más sobre este reto digo categóricamente: todos los estados obreros deformados que han surgido en Europa Oriental, Yugoeslavia, China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Cuba – pasaron por períodos transicionales de más o menos duración durante los cuales un aparato estatal bonapartista que administraba una economía capitalista se transformó en un aparato estatal todavía bonapartista, pero administrando una economía nacionalizada. Esta es la realidad pura y simple, y debemos afrontarla. El Plan Marshall forzó a la URSS a abolir completamente los últimos vestigios de propiedad capitalista en Europa Oriental, pero hizo ésto sin cambiar esencialmente el aparato estatal que originalmente había administrado una economía capitalista en estos países. La guerra de Corea forzó a China a llevar a cabo las últimas expropiaciones y a volverse definitivamente un estado obrero deformado, pero, una vez más, el aparato estatal no fue diferente de aquel que había tomado el poder en 1949. En Europa Oriental, en China y en Cuba, surge un patrón asombrosamente similar: la antigua estructura del estado y el ejército sobre el cual se basa son destruidos (en Europa Oriental por el ejército, soviético, en China y Cuba por la culminación de una guerra civil); un nuevo aparato pequeño-burgués surge libre de lazos directos con el antiguo sistema; finalmente el imperialismo fuerza al nuevo aparato estatal a consolidar su dominio sobre las bases de nuevas formas de propiedad (efectos de la guerra fría sobre Europa Oriental, de la guerra de Corea sobre China, del bloqueo económico y de la invasión del 17 de abril sobre Cuba).

¿Es que por el hecho de reconocer esta realidad debemos revisar las ideas esenciales del marxismo sobre la teoría del estado? Yo creo que no. Creo que el problema que los camaradas tienen para asimilar este proceso proviene de dos errores: (a) un enfoque formalista en vez de dialéctico del cambio social y (b) el no entender completamente la naturaleza contradictoria de un estado obrero deformado.

Debemos tomar nota del hecho de que el desarrollo de los estados obreros deformados en el período de la postguerra confirma el concepto marxista del estado de la siguiente importante manera. En todos estos  países apareció un nuevo aparato estatal para remplazar el previo aparato estatal capitalista y se basó esencialmente sobre un ejército nuevo y diferente. En Europa Oriental el aparato de gobierno fue desde el principio completamente dependiente del ejército soviético y de ninguna otra fuerza social significativa [2]. En China, Yugoslavia y Cuba esta tendencia aparece todavía más clara. Aquí el nuevo aparato estatal se basa en un ejército esencialmente campesino que toma el poder después de derrotar físicamente al antiguo ejército capitalista. Desde el principio, en todos estos países el estado naciente tenía una base, al menos en parte, independiente de la vieja estructura capitalista del país. En ninguno de estos países el nuevo estado aparece sin romper realmente con el antiguo aparato estatal y con el antiguo ejército en el cual descansaba.

Es importante también notar que las relaciones del nuevo aparato estatal con los capitalistas del país fueron siempre forzadas y poco naturales. Mientras que por una parte los lideres pequeño-burgueses de estos nuevos estados buscaron la cooperación de los capitalistas, los capitalistas temían y desconfiaban del nuevo poder estatal – reconocían que no estaba enteramente en sus manos – que se podía poner decisivamente en contra de la clase capitalista como no habían podido hacerlo previos estados. Por lo tanto la huída de los capitalistas fue una parte integral del proceso revolucionario en todos estos países.

Sin embargo, aquí hay implicado algo nuevo que requiere una pequeña modificación de nuestro concepto del estado – una modificación que está conforme con la teoría en su totalidad, y con nuestro método esencialmente dialéctico. El estado que se estableció en estos países había remplazado al antiguo aparato estatal capitalista, pero su verdadera naturaleza sólo se pone de manifiesto después de haber pasado por un proceso de transformación. El cambio en la naturaleza del estado bajo estas circunstancias históricas específicas no es un suceso categórico formal del que se puede decir que acaeció en una semana determinada, en un día determinado, en un segundo determinado. Fue un proceso de naturaleza verdaderamente dialéctica. La dialéctica nos enseña que para llegar del punto A al punto B uno debe ao mismo tiempo estar en A y no estar en A; estar en B y no estar en B; etc. Los nuevos estados en estos países son y no son estados capitalistas; son y no son estados obreros. Pasaron por un estado de transición que, por circunstancias históricas especiales, duró más o menos. Pero debemos tener en cuenta en todo momento que es sólo la ruptura original con el antiguo aparato estatal capitalista lo que los libera para que puedan llevar a cabo esta transformación. (Es decir, que a través de la ruptura con el antiguo aparato estatal capitalista, el nuevo aparato estatal ha dejado parcialmente el punto A – ha llegado parcialmente al punto B.)

Debemos tomar en cuenta en todo momento las circunstancias históricas especiales que han producido estos fenómenos altamente contradictorios y el resultado contradictorio de este proceso – el estado obrero deformado mismo. La contradicción esencial que produce las condiciones efectivas que nutren estos estados obreros deformados es precisamente la contradicción entre la supermadurez de las condiciones para la derrota del capitalismo y la debilidad de la vanguardia revolucionaria. (La supermadurez del factor objetivo, la inmadurez del factor subjetivo.)

La falta de dirección proletaria produce unas distorsiones horrendas sobre este proceso revolucionario, distorsiones que bloquean el proceso a medio camino e impiden su extensión a escala mundial. Estas distorsiones toman la forma primeramente de la creación de un aparato estatal burocrático que está en contradicción con las formas de propiedad sobre las que se basa y que impide a la clase obrera el adoptar su posición de derecho a la cabeza del estado. El aparato gubernamental que rige el estado representa por lo tanto una fuerza contrarrevolucionaria. Por lo tanto este aparato estatal representa en ultimo término la influencia de la burguesía sobre el nuevo estado obrero deformado.

Por consiguiente es compre risible que dicho aparato estatal pueda sufrir la clase de transformación previamente descrita – básicamente, que pueda administrar tanto un estado capitalista como un estado obrero. Es precisamente esta similitud con el estado capitalista la que necesita de una revolución política para destruir este aparato y elegir en su lugar un verdadero aparato estatal soviético. Este es el punto central del problema teórico – precisamente porque una revolución política es esencial para transformar un estado obrero deformado en un estado obrero sano es por lo que una revolución política no es esencial durante este peculiar periodo transicional, durante el cual un aparato estatal administra primero un estado capitalista y después un estado, obrero deformado, hecho que es característico de todos los estados obreros deformados. Lo que es esencial para este último proceso es una revolución social que liquide las relaciones de propiedad capitalistas pero que no es completada precisamente en la esfera política o gubernamental y que por lo tanto debe ser completada más tarde por medio de una revolución política.

Así, el aparato estatal que puede administrar tanto las formas de propiedad capitalistas como las obreras es un aparato estatal que está en contradicción con ambas – que es por su misma naturaleza inestable, temporal y pasajero.

El papel de la clase obrera

Hasta el momento hemos hecho hincapié en lo que Cuba tiene en común con todos los otros estados obreros deformados. Podemos resumir estas características de la siguiente manera: (1) la revolución fue dirigida por una capa pequeño-burguesa que se vió forzada a ir más allá de los limites capitalistas; (2) al basarse sobre el nuevo ejército, el antiguo ejército y el antiguo aparato estatal son destruidos y remplazados por un nuevo aparato estatal libre, al menos en parte, de un control capitalista directo; (3) después de un período de cohabitación con el capitalismo, bajo la presión del imperialismo y de las masas, todos los haberes capitalistas realmente importantes son expropiados; (4) el nuevo aparato estatal se muestra determinado a defender estas nuevas formas, de propiedad contra el imperialismo pero al mismo tiempo gobierna de una manera bonapartista, libre del control de las masas; (5) el nuevo gobierno tiende a basar su política sobre una línea nacionalista en vez de una línea proletaria internacional.

Pero Cuba es claramente diferente de China en muchos aspectos importantes. Al entender estas diferencias podemos llegar a tácticas diferentes de las que aplicaríamos hoy en China. Aún más, creó que es a través de un entendimiento de estas diferencias como podemos llegar a tener una visión más profunda precisamente de laigualdad esencial de Cuba con los otros estados obreros deformados. Por encima de todo debemos evaluar el completo significado del hecho de que Cuba es el primer estado obrero deformado creado fuera de una dirección estalinista, al que le falta una casta burocrática completamente desarrollada y que no es contiguo geográficamente con la URSS o con ningún otro estado obrero deformado.

He notado cierta tendencia entre los trotskistas a atribuir una mayor importancia de la que tuvo en realidad al papel de la clase obrera en los sucesos políticos que condujeron a la formación de los estados obreros deformados. Déjenme exponer mi opinión con toda claridad, ya que en ésto creo que ha sido confirmada por los sucesos en Cuba. La fuerza motriz de la transformación de los países de Europa Oriental (excluyendo a Yugoslavia) en estados obreros deformados fue el ejercito soviético. La clase obrera jugó un papel esencialmente disgregado y pasivo en estos sucesos. La fuerza motriz detrás de la Revolución China que puso a Mao y Co. en el poder fue principalmente el campesinado. En los importantes sucesos que llevaron al partido comunista al poder, la clase obrera jugó un papel esencialmente pasivo al no haberse recuperado de las derrotas sufridas en el período de 1927. La transformación de China en un estado obrero deformado fue establecida, no por la clase obrera de China, ni siquiera principalmente bajo la presión de la clase obrera – fue llevada a cabo por la iniciativa de la burocracia maoista como un acto de defensa contra el imperialismo.

Ahora está totalmente claro que Cuba ha seguido de cerca el modelo Chino. Fue principalmente el apoyo del campesinado el que puso a Castro en el poder. Las extensas nacionalizaciones fueron primariamente iniciadas por el régimen en respuesta al desafio imperialista y no por la clase obrera que generalmente fue pasivamente a la zaga de estos sucesos.

Cuba hace que este proceso sea mucho más claro precisamente por la característica central sin par de la revolución cubana – el hecho de que su transformación en un estado obrero deformado ocurrió bajo la dirección de un partido que no era ni siquiera ostensiblemente “obrero”, por una formación pequeño-burguesa no estalinista.

Por lo tanto la experiencia cubana no sólo demuestra el pequeño papel que la clase obrera juega en estas transformaciones; también sugiere que se le ha dado demasiada importancia a la naturaleza llamada “obrera” de los partidos estalinistas en muchos de estos países coloniales. El hecho de que el Movimiento del 26 de Julio castrista pudiera llevar a cabo una transformación social de una manera casi idéntica al PCC de Mao refleja, en mi opinión, la naturaleza esencialmente idéntica del PCC y del M-26. Ambos. partidos eran esencialmente formaciones pequeño-burguesas por la naturaleza de clase de su dirección, de sus miembros, de su base social y de suideología.

Mientras la ideología de los estalinistas contiene ciertos elementos socialistas y a este respectó es diferente del M-26, es dudoso que estos elementos fueran capaces de transformar de una manera esencial la naturaleza del movimiento. Ésto es especialmente dudoso cuando uno se da cuenta de que la perversión estalinista de la ideología socialista es precisamente hacia el nacionalismo burgués. Por lo tanto estos partidos deben ser vistos esencialmente, en mi opinión, como instrumentos de las clases pequeño-burguesas en la sociedad – no como instrumentos distorsionados de la clase obrera.

Aquí debemos comprender la diferencia entre un partido obrero – un partido con una amplia base en la clase obrera – como el Partido Laboral en Gran Bretaña o el Partido Comunista en Francia, ambos de los  cuales tienen una dirección y un programa pequeño-burgueses, y los partidos estalinistas en un país como China a los que les falta precisamente esta base proletaria. El primero es un partido obrero con un programa pequeño-burgués, el último es un partido radical pequeño-burgués que tal vez tiene un mínimo de ideología obrera. El mismo tipo de razonamiento debe ser usado para explicar los así llamados partidos social demócratas en zonas coloniales. Excepto en algunos casos en los que existe una clase obrera de cierta envergadura, sobre la cual se basa el partido, casi todos los llamados social demócratas en estos países son en realidad nacionalistas pequeño-burgueses radicales (y algunos ni siquiera son tan radicales). Reflexionemos sobre la naturaleza del partido de U Nu [Primero Ministro de Burma/Myanmar] o del Partido Socialista de Praja en la India. Como marxistas debemos tratar de determinar qué clase social representa en verdad un partido específico en un país determinado – y en el proceso debemos indagar más allá de sus manifestaciones ideo1ógicas superficiales. ¿Qué nacionalista burgués que se precie no es un “socialista” en estos días?

Resumiendo: debemos rechazar como una deformación de la realidad un punto de vista que da una importancia indebida en el proceso de formación de estados obreros deformados a la clase obrera o al “carácter obrero” de estos partidos estalinistas en países como China, Corea del Norte y Vietnam del Norte [3].

Tanto la Revolución China como la Revolución Cubana son esencialmente revoluciones dirigidas por movimientos pequeño-burgueses cuya base social es principalmente el campesinado y una sección de la clase media en vez de la clase obrera. Debido a la extremada crisis del capitalismo junto con la crisis de dirección de la clase obrera, estas clases sociales esencialmente intermedias han podido jugar un papel extremadamente radical que previamente el movimiento marxista no pudo prever – fueron capaces de romper con el capitalismo mismo. Sin embargo, sus radicales acciones demostraron la debilidad esencial de estas capas sociales – mientras que por un lado fueron capaces de aplastar el sistema capitalista, por otro fueron incapaces de substituir el gobierno capitalista por su propio gobierno. Por el contrario se vieron forzados a sentar las bases económicas para el gobierno de otra clase, la clase obrera – una clase en la que ellos en realidad no tienen confianza y a la que desprecian. Mientras que por una parte su misma debilidad histórica como clase social intermedia les fuerza a crear propiedad para otra clase, la crisis de dirección de la clase obrera les permite consolidar un gobierno político enemigo de la clase obrera. De ahí el desarrollo de una casta burocrática y la necesidad de una revolución política.

Todo lo que antecede concede abiertamente a las capas pequeño-burguesas de la sociedad mucha más independencia de la que los marxistas habían podido nunca concebir. Sin embargo, el rehusar atribuirles esta independencia o pretender que estas clases intermedias son en cierto modo “proletarias” nos lleva inmediatamente a cometer serios errores políticos. (Lógicamente nos lleva a adoptar las ideas ilusorias sobre China de Sweezy-Pablo-Swabeck.) Aún más, deforma la realidad y es políticamente insostenible. Trotsky dijo en algún sitio en sus escritos alemanes: “A la larga se paga por todos los errores cometidos en las cuestiones teóricas importantes.” Uno no puede mantener por largo tiempo un concepto teórico desordenado o incorrecto, porque si sus implicaciones políticas no son peligrosas al principio – pronto lo serán. Así, toda confusión sobre China debe ser aclarada antes de poder comprender a Cuba. El comprender a Cuba aclara retrospectivamente nuestras teorías sobre todos los estados obreros deformados.

Si se examinan bajo una perspectiva adecuada estos nuevos procesos sociales confirman dramáticamente el concepto marxista de la pequeña burguesía. Una serie de circunstancias extraordinarias en el período de la postguerra literalmente infunde poder en estas capas mientras que la clase capitalista prácticamente se disuelve frente a ellas. En el poder, libre de la dominación capitalista, sin ninguna clase de amenaza por parte de una clase obrera activa, la historia le dice a esta clase social: “Ahora es la ocasión. Aprovecha las oportunidades que te ofrezco y crea tu nueva sociedad”. Pero la pequeña burguesía ha fallado en esta última prueba decisiva simplemente no ha podido crear nuevas formas de propiedad. Las formas que ha creado son aquellas de sus verdugos, la clase obrera. Su gobierno es inestable y transaccional. Sólo el terror les mantiene en poder. La pequeña burguesía se muestra definitivamente como una clase social intermedia.

Está claro por lo tanto que debemos rechazar el entender estos estados obreros deformados como una etapa general en el desarrollo de la sociedad en su conjunto. Este concepto estaba implícito en la teoría de Pablo de “siglos de estados obreros deformados” y esta manera de pensar está también implícita en muchos de los conceptos que han sido formados a medias en la confusión política general que domina en nuestro partido. Estos estados obreros deformados sólo aparecen bajo circunstancias muy específicas: (a) en países económicamente atrasados con una burguesía nacional débil y con una vergonzosa explotación imperialista; (b) allí donde la clase obrera es relativamente atrasada y pequeña o donde ha sido aplastada y desmoralizada (es extremadamente importante advertir que el desarrollo de un estado obrero deformado requirió el aplastamiento de la clase obrera en China y en Vietnam); (c) allí donde la pequeña burguesía ha tomado el camino militar hacia la lucha, la guerra civil, y lleva esta lucha hasta destruir el antiguo ejército capitalista y el aparato estatal; (d) allí donde la intervención, militar directa del capitalismo no puede sino difícilmente llevarse a cabo. Suponiendo que todas estas circunstancias existiesen en un solo país, no es ni mucho menos segura que las fuerzas de la pequeña burguesía triunfasen.

Es posible por lo tanto que aparezcan estados Obreros deformados en más países. Sí, ésto es posible – de hecho es bastante probable durante el período de espera antes de que el proletariado mundial tome de nuevo la iniciativa revolucionaria. Ésto es precisamente por lo que es tan importante para nosotros entender la experiencia de Cuba.

Es extremadamente importante, sin embargo, para nuestro movimiento poner especial atención en el factor principal que contribuyó a estas revoluciones deformadas – la debilidad general de la clase obrera. Siempre que la clase obrera existe como una fuerza consciente organizada, tales formaciones pequeño-burguesas simplemente sedeshacen si no son primero capaces de aplastar a la clase obrera. (A este último respecto es especialmente importante la experiencia vietnamita: aquí las fuerzas dirigidas por los estalinistás literalmente exterminaron el movimiento obrero en las Ciudades del Vietnam, incluyendo a nuestros camaradas. Esta era una condición previa necesaria para el desarrollo más tarde de un estado obrero deformado en Vietnam. Este es el significado de los ataques actuales contra el POR en Cuba. Si la vanguardia de la clase obrera na es aplastada, entonces la intervención de la clase obrera podría destrozar el movimiento de la pequeña burguesía – planteando inmediatamente la posibilidad de una dirección proletaria de la lucha y el desarrollo de un verdadero estado obrero – al que nosotros podríamos verdaderamente abrazar y sentirnos unidos.).

Debe quedar por lo tanto absolutamente claro que estas revoluciones deformadas no son enteramente nuestras. Ésto es simplemente otra manera de decir que no pertenecen enteramente a la clase obrera. Estas capas pequeño-burguesas llevan a cabo sólo las más mínimas transformaciones sociales, consistentes con la continuación de su propio gobierno. En cada momento en el proceso de transformación buscan disminuir y controlar la intervención del proletariado. Se ven forzados a exterminar la vanguardia de la clase obrera o cualquier vanguardia en potencia; buscan limitar el desarrollo revolucionario dentro de las fronteras de su país; y producen una sociedad tan desfigurada por deformaciones burocráticas que llega a ser repelente para las clases obreras. (¿Qué atractivo tiene Alemania Oriental para los obreros de Alemania Occidental? ¿Por qué el partido estalinista en el Japón, que está tan cerca de China, es tan pequeño?). De hecho, debemos admitir francamente como Trotsky lo hizo antes que nosotros, que estos estados obreros deformados dan a la clase obrera menos libertad para desempeñar sus tareas y desarrollar su vanguardia que muchas de las sociedades capitalistas. La razón está clara – es precisamente porque la casta burocrática es menos estable y más vulnerable ante la posibilidad de ser derrocada por el proletariado que la clase capitalista, por lo que necesita con mayor apremio suprimir el proletariado.

Hay ahora una cierta tendencia entre aquellos que se llaman trotskistas a interpretar la experiencia cubana como una prueba de que nosotros también debemos marchar a las montañas y construir un movimiento basado sobre el campesinado. De hecho, los pablistas han formulado esta proposición en los documentos de su Sexto Congreso Mundial, hasta llegando a sugerir que sus camaradas organicen escuelas de guerra de guerrillas. Nosotrosrechazamos rotunda y completamente esta posición. Sólo podemos llegar al poder basados sobre una clase – la clase obrera – y ninguna otra. Las derrotas de la clase obrera son nuestras derrotas, los triunfos de la clase obrera son nuestros triunfos. Sólo con ésto nos identificamos, sólo ésta es nuestra razón de ser. Si llegáramos a construir un movimiento basado sobre las capas pequeño-burguesas, también nos transformaríamos en un partido pequeño-burgués y la revolución estarla así mismo deformada desde un principio. No – nuestro lugar está antes que nada en las ciudades, en las fábricas. Entonces, con la clase obrera, como su sección más avanzada, nos extenderemos a movilizar también al campesinado – precisamente para romper cualquier formación independiente de la pequeña-burguesía y para ganar a nuestra bandera a la sección más radical de la clase intermedia.

La revolución política en Cuba

Debemos reconocer que precisamente porque Cuba se desarrolló en su periodo inicial sin el control directo de un partido estalinista, él régimen revolucionario fue mucho más abierto a la influencia de la clase obrera, y las posibilidades de desarrollar un verdadero partido obrero en Cuba fueron mucho más grandes. Ésto se demuestra gráficamente por el hecho de que Cuba es el único estado obrero deformado en formación que ha permitido, hasta hace poco, la existencia legal de un partido trotskista.

Por otra parte, debemos reconocer que el crecimiento del estalinismo en Cuba, como ideología y a la vez como movimiento organizado, es una expresión del proceso de burocratización – del principio del desarrollo en Cuba de una casta dirigente burocrática separada. El estalinismo es todavía la ideología del gobierno burocrático, y la propagación de este sistema de pensamiento, no sólo por el PSP, sino dentro del grupo castrista mismo, es simplemente una expresión ideológica del profundo proceso de burocratización. El hecho de que el estalinismo esté hoy surgiendo tan fuerte en Cuba es la prueba final de que Cuba es un estado obrero deformado [4].

De hecho el desarrollo de una ideología estalinista en Cuba hoy nos ayuda a entender más profundamente lo que es exactamente la ideología estalinista. No es simplemente una cuestión de la ideología de la URSS y de aquellos PCs directamente controlados por la URSS. Ésto es lo que sugiere [Arne] Swabeck [miembro fundador del SWP e posteriormente un maoísta] cuando pretende que si Mao rompiese con la URSS sería lo mismo que si rompiese con el estalinismo. Repito que se pueden encontrar elementos de esta manera de pensar en el pensamiento de gran parte de los camaradas de la mayoría. El estalinismo es la ideología de gobierno burocrático basado en formas de propiedad proletarias – es ésto y nada más. Así, la transformación de Cuba en un estado obrero deformado impuso sobre el grupo dirigente de Castro la necesidad de transformar su ideología para defender estas nuevas formas de propiedad y para defender su propio gobierno independiente. Castro no creó una ideología de la nada – simplemente está adoptando en su totalidad la ideología de gobierno burocrático ya existente – el estalinismo.

La posición geográfica de Cuba le ayudará a mantener un cierto grado de independencia respecto de la URSS. De hecho es muy posible que ésto sea necesario para poder mantener la economía cubana que necesita de relaciones comerciales con los capitalistas mucho más que los otros estados obreros deformados. Sin embargo, está claro qué cualquiera que sean las relaciones económicas que Cuba mantenga en el futuro previsible, estarán basadas en el mantenimiento de su economía planificada y en el monopolio del comercio exterior. Una vez más la debilidad del imperialismo fuerza a éste a hacer tratos con estos estados obreros deformados ya que es incapaz de derrotarlos sin liberar fuerzas sociales que pudieran a su vez destruirlo a él.

¿Es correcto caracterizar a Cuba como un estado obrero deformado cuando todavía no tiene una clara y definida casta burocrática, y, si lo hacemos, es correcto el pedir una revolución política en Cuba? Si, creo que es correcto caracterizar así a Cuba, porque Cuba posee las características esenciales de un estado obrero deformado: (a) una económica nacionalizada; (b) una capa dirigente que no está bajo el control de la clase obrera. Sin embargo, es extremadamente importante entender que Cuba es una revolución en desarrollo y, que la casta burocrática está envías de formación en este mismo momento. El reconocer esta realidad nos permite elaborar una estrategia y una táctica considerablemente diferentes de las que aplicaríamos a un estado obrero deformado (relativamente) más estable, como China. A causa de esta cambiante situación, la intervención de la clase obrera en contraposición de este proceso burocrático no es solamente posible, sino esencial. En Cuba, la posibilidad de establecer un gobierno directo de la clase obrera es mucho mayor que en cualquier otro de los estados obreros deformados y los trotskistas en Cuba deben lucnar enérgicamente para llegar a este fin a pesar de las persecuciones llevadas a cabo en contra de ellos. Debemos aconsejar a los trotskistas cubanos que no descarten la revolución cubana y actúen como si el proceso de burocratización se hubiera completado, ni confíen en que los mismos burócratas lo combatan. Sólo la intervención consciente de la clase obrera en la política cubana puede salvar esta situación. El lograr esta intervención debe ser la meta estratégica central de nuestro movimiento en Cuba. Todos los problemas tácticos, tales como nuestra actitud hacia los conflictos entre Castro y el PSP, deben ser juzgados según ayuden o no a conseguir esta finalidad estratégica.

Ya que no hay una casta burocrática claramente definida en Cuba, ¿es apropiado el que nosotros, propugnemos una revolución política en Cuba hoy? Mi respuesta a ésto es también un enfático ¡sí! El establecimiento de un gobierno obrero en Cuba hoy sería un profundo cambio político. Necesitaría de la creación de un partido revolucionario marxista con base en las masas y la formación de instituciones representativas de las masas. Estas instituciones deberán remplazar el actual aparato administrativo cubano, infiltrando todos los niveles de gobierno con elementos de la clase obrera. El partido marxista tendrá que remplazar la presente dirección pequeño-burguesa de Castro en Cuba. Estos cambios sólo pueden ser descritos como cambios revolucionarios en la estructura política del país. Ésto quiere decir que lo que está implicado son mucho más que meros cambioscuantitativos (la cantidad de democracia obrera como implican los camaradas de la mayoría) lo que es esencial es un cambio cualitativo en la estructura política del país. Es una cuestión de remplazar el gobierno del aparato pequeño-burgués por el gobierno de la clase obrera misma. Los cambios en la estructura económica no serán tan profundos, por eso es por lo que nosotros caracterizamos a tal cambio como político en oposición a una revoluciónsocial.

Es posible que alguien sugiera que en vez de aplicar el concepto de revolución política a Cuba deberíamos seguir el método de Trotsky respecto a la URSS antes de 1933, y luchar por una reforma política. Yo creo que ésto sería incorrecto y reflejaría una falta de entendimiento de la única y verdadera diferencia entre el estado obrerodegenerado en la URSS y los estados obreros deformados de la postguerra – ésto es, su evolución política singular.

La URSS fue establecida como el primer estado obrero dirigido por un genuino partido de la clase obrera. La evolución de la URSS fue la evolución de la decadencia de este partido obrero, bajo circunstancias de aislamiento, etc. Así los revolucionarios deben tomar una actitud diferente hacia el proceso de decadencia dentro de un partido obrero de la que tomarían hacia un partido pequeño-burgués que nunca fue un partido obrero en el verdadero sentido de la palabra. No debemos nunca descartar la posibilidad de reforma desde dentro del primero, ni contar con la posibilidad de reforma desde dentro del segundo.

Se puede entender todavía más claramente la importante distinción teórica entre el proceso de revolución política y el proceso de reforma política si nos referimos a la distinción hecha previamente entre un estado obrero y un estado obrero deformado. Es posible discutir sobre reforma, ésto es, un cambio cuantitativo, dentro de un estado obrero que está seriamente enfermo; en un estado obrero deformado, independientemente de cuan inestable sea, sólo larevolución, un cambio cualitativo, puede llevar a cabo el salto de la sociedad a una nueva forma de gobierno – el de la clase obrera misma. El plantear la cuestión de reforma en un estado obrero deformado, aún como Cuba, es eliminar la diferencia cualitativa entre un estado obrero deformado y un estado obrero – ésto es, pone en duda el concepto mismo de un estado obrero deformado. Así, el plantear el problema de reforma presenta automáticamente el problema de si la sociedad en cuestión es un estado obrero deformado o no. Pero hay una cosa que si es cierta – Cuba no es ahora ni ha sido nunca un estado obrero, enfermo o no, ya que la clase obrera no ha gobernado nunca en Cuba!

Aunque es posible que algunos camaradas no estén de acuerdo con este punto de vista general, es indudablemente correcto en mi opinión, una vez que enfoquemos el problema en el marco de la realidad total de Cuba. Castro gobierna solo con un aparato gubernamental mientras que los estalinistas siempre gobiernan atreves de un partido disciplinado. Por lo tanto el problema aquí no es preconizar la reforma de un partido – sino del aparato gubernamental mismo. Así nos empezamos a orientar inmediatamente hacia tal o cual sección del aparato gubernamental y perdemos de vista a la clase obrera. Ya que el aparato gubernamental lo tiene prácticamente ningún elemento de la clase obrera dentro de sí, no puede ser reformado desde dentro. Solamente la movi1ización independiente de la clase obrera puede llevar hacia delante el proceso revolucionario en Cuba. Nosotros, por supuesto, esperamos que tal intervención independiente atraiga al lado de la clase obrera aúna sección de aquellos que apoyan a Castro, incluyendo a gente dentro del gobierno. Pero ésto es un producto secundario de la lucha independiente, no el eje central de nuestra estrategia.

¿Quiere ésto decir que enfocamos la revolución política en Cuba como lo hacemos en otros estados obreros deformados – ésto es, que organizaríamos en verdad una insurrección armada? Ni mucho menos. Es precisamente a causa del estado fluido actual de las cosas en Cuba – el hecho de que la burocratización todavía no ha finalizado – por lo que podemos tener esperanzas de que exista la posibilidad de una revolución política no violenta (o más precisamente una de limitada violencia, ya que creo firmemente que nuestras relaciones con los estalinistas serán resueltas de una u otra manera, pero siempre con violencia). Marx mantuvo abierta la posibilidad de una revolución no violenta en los Estados Unidos porque pensaba que el aparato burocrático y el ejército profesional no se hablan desarrollado a la misma escala que aquellos de los países capitalistas europeos. Lenin descarto esta posibilidad basándose en la evolución posterior de los Estados Unidos. Hoy, si hay algún gobierno que esté de acuerdo con la descripción de Marx de ser uno al que es posible derrotar sin una insurrección armada, es el régimen de Castro en Cuba.

Sin embargo, como muestran los recientes ataques contra el POR, se está acabando rápidamente el tiempo en el que se puede hacer la revolución política con poca disrupción violenta. La mayoría del Partido, por supuesto, no se interesa por nada de ésto. Ha abandonado completamente la metodología del marxismo en su afán segundón de lamerle el trasero a Castro. El desarrollo del pensamiento marxista en nuestro movimiento aquí descansa ahora en nosotros. Nosotros al menos daremos a estos problemas la atención que merecen.

NOTAS

[1] Ha habido cierta tendencia a referirse a los estados obreros per se como a “estados obreros sanos”. Esto es así porque el término “estado obrero” ha sido liberalmente aplicado lo mismo a estados obreros que a estados obreros deformados. Sin embargo, creo que ésto es una pobre selección de términos, porque muchos estados obreros no son perfectamente sanos pero tampoco son estados obreros deformados. Por lo tanto, prefiero continuar usando el término “estado obrero” para referirme a lo que Lenin llamaba “el estado de tipo soviético o parecido al de la Comuna” y nunca usar este término para referirme también a los estados obreros deformados.

[2] Mientras que en esta sección he hecho resaltar las similitudes entre todos los estados obreros deformados que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial, quisiera señalar de pasada las diferencias en el origen histórico de los regímenes de Europa Oriental (excluyendo a Yugoeslavia) con China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Cuba y en gran parte Yugoeslavia. En los citados regímenes la transformación en estados obreros deformados fue llevada a cabo, no sobre las bases de un proceso revolucionario intrínseco, sino que fue impuesta por el Ejército Rojo. Por lo tanto el carácter del régimen gubernamental fue menos importante en estos países, ya que el verdadero gobierno fue la URSS a través del Ejército Rojo. Los estados obreros deformados nacientes tendieron (y todavía tienden) a tener menos base en las masas y a expresar más profundamente las contradicciones inmanentes en todos los estados obreros deformados. Los otros estados obreros deformados nacieron de guerras civiles con cierta base en las masas. Por lo tanto la naturaleza del partido dirigente y del aparato estatal, así como del ejército, son importantes para entender la evolución de estos países.

[3] Por supuesto, una vez que se completa la transformación social de estos partidos se vuelven los portavoces de una nueva capa social que se basa sobre formas de propiedad proletarias. Ya que esta nueva capa social debe, en parte, defender estas formas de propiedad y por consiguiente defender, en parte, los intereses de la clase obrera, es correcto considerar que el poder político de este grupo está dentro del campo proletario. Ésto se puede aplicartanto al partido que Castro está formando como al Partido Comunista. Sin embargo, el carácter proletario no está tanto en el partido mismo como en la base social que debe defender. Esta es una importante distinción política. Hemos estado discutiendo solamente la naturaleza de estos partidos antes de, y durante, el proceso de formación de estos estados obreros deformados, no después de que éstos se hayan formado. En otras palabras, no es que los partidos obreros deformados cambien las formas de propriedad sino que las formas de propiedad transforman a los partidos pequeño-burgueses. Cualesquiera que sean los problemas teóricos que estas transformaciones provocan se derivan simplemente de aquellos planteados por la transformación del estado.

[4] Ésto no quiere decir que predigamos que los agentes rusos que manejan el PSP estén destinados a tomar el poder en Cuba. Es posible que el régimen de Castro pueda mantener cierta independencia respecto de la URSS, comparable a Yugoeslavia o a China, en cuyo caso no debemos descartar una confrontación de cierta envergadura entre los agentes rusos de Blas Roca [dirigente del PSP] y los estalinistas “independientes” que rodean a Castro. Si Castro iniciara dicha lucha, ésto no le libraría del estalinismo más que lo que se libró Tito cuando tomó un paso similar.

La amenaza del fascismo

La amenaza del fascismo

Qué es y cómo combatirlo

por Ted Grant

junio de 1948

Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I.

Una crítica importante a este documento

LOS PRIMEROS SEGUIDORES DE MOSLEY

Sólo dos años después de la guerra que supuestamente se libró para destruir el fascismo, los fascistas británicos han comenzado a reagrupar sus fuerzas. A lo largo de todo el país, cautelosa y discretamente al principio, pero cada vez más descaradamente, los fascistas se presentan de una forma abierta.

Al principio surgieron como organizaciones separadas y locales, adoptando toda una serie de nombres por razones oportunistas. El objetivo final, no obstante, era preparar la unificación. Entre las más importantes de estas organizaciones se encontraban la Liga Británica de Ex Militares y Mujeres; el Club de Discusión y Lectores de Mosley; la Unión de la Libertad Británica; Los Hijos de Saint George (Derby); la Liga de Defensa Imperial (Manchester); el Partido de Unidad Nacional de los Trabajadores Británicos (Bristol) y el Club Social (un grupo de estudiantes de la Universidad de Oxford).

Estas organizaciones no están escasas de dinero. Antes de la guerra la Unión de Fascistas Británicos (UFB) tenía a su disposición muchos fondos. Los fascistas tenían vínculos estrechos con las grandes empresas. Mosley alardeaba de haberse gastado 96.000 libras de su propia fortuna personal “en apoyo de mis creencias”. En dos ocasiones el propio Mosley se casó con mujeres procedes de familias millonarias. En 1920 se casó con lady Cynthia Curzon, hija del último marqués de Kedleston y nieta de Levi Zeigler Leiter, un millonario judío de Chicago. Lady Cynthia heredó 28.000 libras anuales de su propia familia (de este matrimonio tiene dos hijos). Después de la muerte de su primera esposa, pocos años antes de la guerra, Mosley se casó de nuevo, en esta ocasión con los millones Guinness. Su esposa es la hija del célebre Unity Mitford, amigo de Hitler.

En los primeros días del movimiento fascista, Mosley contó con el apoyo entusiasta de varios capitalistas y figuras militares destacadas. Cierto es que más tarde, cuando Mosley estaba desacreditado y era evidente que su movimiento importunaba, muchas de estas personalidades le abandonaron. Aparte de los militantes abiertos del Partido Fascista, se formó un club poderoso compuesto por miembros de la clase dominante para apoyar a los camisas negras. En un panfleto titulado Quién apoya a Mosley, publicado por Labour Research, se revelaban algunos datos ilustrativos:

El día de Año Nuevo de 1934 se creó el Club de Enero, cuyo objetivo es formar un sólido frente de camisas negras. El presidente, sir John Squire, editor del London Mercury, afirmaba que no era una organización fascista pero sí admitía que “miembros que pertenecían a diversos partidos políticos, en su mayor parte simpatizan con el movimiento fascista” (The Times, 22/3/1934). El Club de Enero celebraba sus cenas en el Savoy y en el Hotel Splendide. El Tatler muestra imágenes de asambleas del club, distinguidas por los vestidos de noche, vino, flores y un ambiente general de lujo. El líder se lo está pasando bien entre su propia clase…”.

Los miembros de este club eran: el coronel lord Middleton, director de Yorkshire Insurance Co. Malton Investment Truts, British Coal Refining Processes Ltd, y otras tres empresas. Asímisimo poseía unos 15.000 acres de tierra y minerales en Notthnghamshire. El general sir Hubert de la Poer Gough, GCMG, KCB, KCVO, comandante del Quinto Ejército de 1916 a 1918 y jefe de la Misión Aliada en el Báltico en 1919 (intervención rusa), ahora director de Siemens BROS, Caxton Electric Development Ltd. Enfield Rolling Mills y otras dos empresas. El general de la brigada aérea Chamier, CB, CMG, OBE, DSO, último ejército indio. Consultor y agente de aviación, y más tarde director de Vickers Aviation Ltd. Vincent C. Vickers, director de London Assurance Corporation y gran accionista de Vickers Ltd. Lord Lloyd, antiguo gobernador de Bombay. Los Earl de Glasgow, uno de ellos consejero de Estado, cuñado de sir Thomas Inskip, fiscal general, responsable de la Ley de Sedición en la Cámara de los Comunes. Los Earl poseen el castillo de Kelburn, Ayrshire y unos 2.500 acres. El mayor Nathan, parlamentario liberal por NE Bethnal Green, miembro de la Agencia Judía bajo mandato para Palestina, presidente de la Anglo-Chinese Finance and Trade Corporation. Ward Price, corresponsal especial del Daily Mail y director de Associated Newspaper y British Movietone News. El teniente coronel de aviación sir Louis Grieg, KBE, CBO, RAF, socio de J y H Scrimageour, corredores de bolsa, director de Handley Page Ltd y una compañía de seguros y Gentleman Usher in Ordinary to the King. Lady Ravendale, baronesa, cuñada de Mosley y nieta de Levi Leiter. Conde y condensa Paul Munster. El mayor Metcalfe, MVO, MC, cuñado de lady Cynthia Mosley y lady Ravendale, más tarde ayudante de campo del príncipe de Gales y comandante en jefe en India. Sir Philip Magnus, Bart, un dirigente conservador. Sir Charles Petrie. Hon. J. F. Rennel Rodd, heredero del barón Rennell, socio de Morgan, Grenfell & Co. Ralph D. Blumenfeld, presidente del Daily Express, anteriormente editor. Fue editor del Daily Mail. Es fundador de la Unión Antisocialista y miembro de su Comité Ejecutivo.

Es significativo que entre los primeros seguidores de Mosley estén varios judíos adinerados. Esto fue antes de que Mosley adoptara el antisemitismo como un medio indispensable para reunir seguidores ignorantes y atrasados. Mosley contaba con el apoyo financiero de fascistas en el extranjero. Recibía una ayuda de 60.000 libras anules de Mussolini. Esto fue confirmado tras el descubrimiento de documentos en 1935 en los archivos de Roma, lo reveló Chuter Ede, ministro de Interior, en la Cámara de los Comunes.

Mosley visitaba a Hitler y Mussolini, manteniendo un estrecho contacto con los dirigentes nazis.

Con el estallido de la guerra el movimiento de Mosley decayó. Como otros movimientos fascistas en Europa, la UFB se convirtió en un agente del imperialismo alemán con cuya victoria esperaba garantizar su futuro. Los capitalistas británicos en la guerra contra el imperialismo alemán no pudieron utilizar a los fascistas y se vieron obligados a ilegalizarles como parte de la lucha contra Hitler. Pero Mosley estuvo bien protegido en prisión y disfrutó de muchas de las comodidades a las que estaba acostumbrado, incluidos los mejores alimentos, muebles y sirvientes. Como uno de su clase que quizá se había arriesgado demasiado pronto, los capitalistas británicos le trataron atentamente con un ojo puesto en el futuro.

¿SON ANTIFASCISTAS LOS CAPITALISTAS BRITÁNICOS?

La clase capitalista británica se embarcó en la guerra, no porque se opusiera al fascismo y lo que representaba, sino porque se vio obligado a combatir contra los imperialismos rivales por los mercados mundiales, por fuentes de materias primas, es decir, por el beneficio. Su victoria no supuso ni supondrá el final del fascismo.

Por todo el mundo la clase dominante británica ha apoyado al fascismo y la reacción contra el movimiento progresista de los trabajadores. Tomemos unos pocos ejemplos.

Cuando Mussolini estaba subyugando a la clase obrera italiana con su “tratamiento” de aceite de ricino y otras torturas bestiales, Churchill se quedó profundamente impresionado por su “comportamiento sencillo y amable”. Hablando en Roma el 20 de enero de 1927, Churchill sólo tenía palabras para alabar a los fascistas:

No puedo sino estar encantado, como muchas otras personas lo han estado, por el comportamiento sencillo y amable del señor Mussolini y por su calma, por su aplomo e imparcialidad, a pesar de las muchas cargas y peligros que soporta. En segundo lugar, cualquiera podría ver que él no pensaba en nada excepto en lo eterno del pueblo italiano, como él lo entendía, y que lo que menos le interesaba eran las consecuencias esto le pudiera acarrear. Si yo hubiera sido italiano, estoy seguro de que habría estado entusiasmado con usted desde el principio hasta el final, por su lucha triunfal contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo. Sin embargo, diré una palabra sobre un aspecto internacional del fascismo. Externamente, su movimiento ha prestado un servicio a todo el mundo. El gran temor que siempre ha rodeado a todo líder democrático o líder de la clase obrera ha sido el de ser minado por alguien más extremo que él. Italia ha demostrado que existe una forma de luchar contra las fuerzas subversivas, que puede aglutinar a la masa de la población, dirigirla adecuadamente, valorar y desear la defensa del honor y la estabilidad de la sociedad civilizada. De aquí en adelante, ninguna gran nación estará desamparada de un medio fundamental de protección contra el crecimiento cancerígeno del bolchevismo”.

Con estas cristalinas palabras, el portavoz del capitalismo británico indica claramente que, en última instancia, enfrentada a la clase obrera revolucionaria, la “nación”, es decir, los capitalistas no estará “desamparada”, siempre serán capaces de imitar a Mussolini y adoptar el método fascista para dominar a los trabajadores.

En la lucha de China contra el imperialismo japonés, los británicos apoyaron a Japón porque veían en su victoria un baluarte contra el movimiento ascendente de las masas en Asia. El señor L. S. Amery, entonces secretario de Estado para la India, un puesto que ocupó hasta 1945, afirmó lo siguiente el 27 de febrero de 1933 durante una comparecencia en la Cámara de los Comunes:

Confieso que no veo razón para que, de acto, palabra o por simpatía, debamos ir individual o intencionadamente contra Japón en esta cuestión. Japón tiene una razón muy poderosa basada en realidades fundamentales… ¿Quién de nosotros está dispuesto a lanzar la primera piedra y decir que Japón no debería haber actuado con el objeto de crear la paz y el orden en Manchuria, y defenderse contra la continua agresión del vigoroso nacionalismo chino? Nuestra política en India, nuestra política en Egipto, está condenada si condenamos a Japón”.

Los nazis contaron con la ayuda y la financiación de la clase dominante británica. Hitler recibió la aprobación y el apoyo incondicional de las grandes empresas británicas. Lloyd George, el “liberal”, describía a Hitler como un “baluarte” contra el bolchevismo. Ya en febrero de 1934, el gobierno británico publicó un memorando que proclamaba un apoyo claro al rearme alemán. “No se puede resistir y no debería resistirse a la pretensión alemana de igualar sus derechos en la cuestión del armamento. Habrá que enfrentarse al rearme de Alemania”, declaraba el ministro de Exteriores británico, sir John Simon, el 6 de febrero de 1934. Las exportaciones a Alemania de níquel no forjado, borra de algodón, bases de pólvora, aviones y tanques se incrementaron tremendamente. Cuando en marzo de 1934 se preguntó si Vickers Ltd participaría en el rearme de la Alemania de Hitler su presidente respondió:

No puedo darle una garantía en términos concretos, pero puedo decirle que no se está haciendo nada sin la sanción o aprobación total de nuestro propio gobierno” (Citado por Henry Owen en War is Terrible Profitable).

Los grandes financieros y banqueros defendían abiertamente una política de apoyo y ayuda a Hitler. Poco tiempo después de que llegara al poder, el gobernador del Banco de Inglaterra declaró que los préstamos a Hitler estaban justificados como “inversión contra el bolchevismo”.

El rearme de Alemania, la ocupación de Renania, el anschluss en Austria, la ocupación de Checoslovaquia, todo contó con el apoyo del capitalismo británico. La razón: temían el colapso nazi y lo que podría sustituirle. Justo antes de la guerra los británicos, a través de R. S. Hudson, entonces secretario del Departamento de Comercio Exterior, hizo la oferta de un préstamo de mil millones de libras para conciliar a los nazis e impedir su expansión a costa del imperialismo británico, mientras permanecía como un bastión contra los trabajadores alemanes y contra la clase obrera de toda Europa.

Churchill miraba a los nazis con una aprobación ilimitada. En la edición de 1939 de Great Contemporaries, Winston Churchill escribía lo siguiente sobre la llegada de Hitler al poder:

La historia de esa lucha no se puede considerar sin admiración por el coraje, la perseverancia, la fuerza vital que le permitió desafiar, retar, conciliar o superar todos los obstáculos y resistencias que se presentaron en su camino… Siempre he dicho que si Gran Bretaña fuera derrotada en la guerra, espero que encontremos un Hitler que nos devuelva a nuestra posición correcta entre las naciones”. (El mismo libro de Churchill contiene un ataque venenoso contra Trotsky, que se ganó su odio implacable por ser el creador del Ejército Rojo y uno de los dirigentes de la Revolución de Octubre).

Lord Beaverbrook el 31 de octubre de 1938 en el Daily Express señaló lo siguiente:

Ciertamente reconocemos con honestidad y sinceridad a Hitler. Creemos en su propósito declarado, una y otra vez, de buscar un acomodo con nosotros y aceptamos todas las implicaciones del documento de Munich”. Esto, por supuesto, no le impidió mantener un puesto ministerial en el gobierno de coalición en la “guerra contra el fascismo”.

En la guerra civil española los capitalistas británicos simpatizaban con Franco, y bajo la cobertura de la llamada “no intervención”, le ayudaron a aplastar la República.

Ningún movimiento reaccionario contra la clase obrera careció del apoyo y la ayuda del capitalismo británico. Sólo cuando los nazis se adueñaron de sus cotos privados declararon la guerra en nombre del “antifascismo”. Pero cuando sus necesidades de clase son tales que el fascismo se hace necesario, entonces en seguida recurren a Mosley o algún otro aventurero fascista, como los capitalistas alemanes se volvieron hacia Hitler y los italianos hacia Mussolini. Hoy, los fascistas no son necesarios para la defensa de sus beneficios. Pero mañana…

¿QUÉ ES EL FASCISMO Y CÓMO SURGIÓ?

Lo más importante para los antifascistas y los trabajadores es comprender la naturaleza del fascismo y por qué surge. Sin tener esta comprensión del fascismo no es posible combatirlo y destruirlo de manera efectiva. A menos que se vea desde el ángulo de la estructura de clases de la sociedad capitalista y la correlación de fuerzas, los trabajadores no pueden prepararse para la lucha futura contra cualquier movimiento fascista en ascenso.

El capitalismo como sistema social se desarrolló a partir de la decadencia del feudalismo. Durante su período de auge, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, fue un sistema progresista porque permitió el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, el poder del hombre sobre la naturaleza y consiguientemente aumentó el nivel cultural de la humanidad.

A pesar de las crisis, la riqueza aumentó y en los principales países capitalistas, la cultura y los niveles de vida de las masas mejoraron. Con el desarrollo de la técnica, el incremento de la productividad llevó a una mayor expansión de la industria a expensas de los viejos métodos de producción y con esto al aumento numérico de la clase obrera.

Durante los últimos cien años, en su lucha contra el capitalismo, los trabajadores crearon sus propias organizaciones de clase, sindicatos y partidos obreros. Hay que recordar siempre que los derechos de hoy, el derecho al trabajo, huelga, organización, el derecho a la libertad de expresión y prensa, e incluso el derecho a voto, no fueron entregados con benevolencia por la clase capitalista: Se ganaron sólo después de una implacable e incesante lucha de clases por parte de los trabajadores. Antes de la Primera Guerra Mundial, los capitalistas aún podían ofrecer concesiones por los enormes beneficios que les reportó la expansión del capitalismo y el imperialismo.

Pero el capitalismo, inevitablemente, trae consigo la concentración de capital y el crecimiento del monopolio y de los carteles. Debido al desarrollo del mercado mundial, que es la función histórica del sistema capitalista, en determinada etapa las naciones capitalistas, inevitable y necesariamente, entran en conflicto entre sí en su frenético intento de encontrar y extender sus mercados. El desarrollo de las fuerzas productivas se expande más rápidamente que los mercados, dejando atrás las fronteras del Estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. Esta es la contradicción que llevó a la Primera Guerra Mundial, como también llevó a la segunda.

El capitalismo en sus últimas etapas no sólo reduce a la clase obrera a un estado de pauperización, porque no puede proporcionar ninguna seguridad ni en el empleo ni en el sustento, arruina también a la clase media (pequeños empresarios, profesionales, trabajadores de cuello blanco, pequeños comerciantes) y todo ese estrato de población cuya posición social está entre la clase obrera industrial y la clase capitalista.

Para combatir a la clase obrera los capitalistas ya no pueden basarse sólo en las viejas fuerzas de represión encarnadas en la maquinaria estatal. En las condiciones modernas ningún Estado puede durar mucho tiempo si no posee, al menos en sus etapas iniciales, una base de masas. Una dictadura policiaco militar no sirve para ese propósito. Los capitalistas encontraron una salida en el fascismo, que encuentra su apoyo de masas en la clase media gracias a su demagogia anticapitalista. Es importante comprender que el fascismo representa un movimiento de masas: el de la clase media desilusionada.

La clase obrera, en tiempos de crisis, expresa sus aspiraciones y lucha a través de las organizaciones existentes. Unidos por la producción, organizados como clase en grandes fábricas y plantas, los trabajadores piensan en términos de una solución socialista a sus problemas. Su posición social crea su conciencia de clase.

La clase media, debido a su posición en la sociedad, está a medio camino entre los capitalistas y los trabajadores, se balancea entre estas dos clases. Si la clase obrera no puede mostrar una solución revolucionaria para la clase media, esta última se vuelve hacia la clase capitalista y se convierte en el principal pilar del movimiento fascista.

Enfrentada a la feroz competencia por el mercado mundial, incapaz de asegurar su posición mientras las organizaciones de la clase obrera existen, los capitalistas buscan una salida a la crisis mediante la destrucción de estas organizaciones, privando así a los trabajadores de las armas a través de las cuales defienden sus derechos y condiciones. Como la crisis afecta a un país tras otro, los capitalistas recurren a los movimientos fascistas para aplastar a las organizaciones y partidos de la clase obrera. Aquí reside la función del fascismo.

La diferencia entre la democracia capitalista y el fascismo la explicó León Trotsky:

La victoria del fascismo conduce a que el capital financiero coja directamente en sus tenazas de acero todos los órganos e instrumentos de dominación, de dirección y de educación: el aparato del Estado con el ejército, los municipios, las universidades, las escuelas, la prensa, las organizaciones sindicales, las cooperativas. La fascistización del Estado no implica solamente la ‘mussolinización’ de las formas y los métodos de gobierno —en este terreno, los cambios juegan a fin de cuentas un papel secundario— sino, antes que nada y sobre cualquier otra cosa, el aplastamiento de las organizaciones obreras: hay que reducir al proletariado a un estado de apatía completa y crear una red de instituciones que penetren profundamente en las masas, para obstaculizar toda cristalización independiente del proletariado. Es precisamente aquí donde reside la esencia del régimen fascista”

EL ASCENSO DE MUSSOLINI AL PODER

El fascismo apareció primero en Italia. Al final de la gran guerra mundial de 1914-1918, la clase dominante italiana estaba aterrorizada ante el auge revolucionario de las masas. Los periódicos capitalistas escribían que los trabajadores y los campesinos de Italia se estaban comportando como si Lenin y Trotsky fueran los amos de Italia. Hubo toda una serie de grandes huelgas —1.663 en 1919; 1.881 en 1920— en las que los trabajadores arrancaron concesiones y reformas, mejores salarios, jornada laboral de 8 horas, reconocimiento general de los sindicatos y una voz en la producción a través de los comités de fábrica. En septiembre de 1920, cuando los industriales recurrieron al cierre patronal como respuesta a la demanda de aumento salarial, 600.000 trabajadores metalúrgicos ocuparon las acerías y se hicieron cargo ellos mismos de la producción, a través de la elección de sus propios comités de taller.

El campesinado también estaba afectado por la oleada revolucionaria general de la posguerra. Comenzó a ocupar la tierra. El gobierno liberal tuvo que darle el derecho a mantener la tierra que había ocupado espontáneamente, con la condición de que se organizaran en cooperativas. Los trabajadores agrícolas formaron fuertes sindicatos conocidos como “Ligas Rojas”.

Los capitalistas y los terratenientes estaban paralizados. El poder estaba en el puño de la clase obrera. La clase dominante maniobró frente a la embestida de las masas y comenzó a buscar una salida, planificando la contraofensiva.

A principios de abril de 1919 en Génova, los grandes industriales y los terratenientes formaron una alianza para la lucha contra el “bolchevismo”. “Esta unión”, escribía Rossi (el antifascista asesinado más tarde por agentes de Mussolini) en su libro La Naissance du Fascisme, “es el primer paso hacia la reorganización de las fuerzas capitalistas para hacer frente a la situación amenazadora”. Después de la formación de la Federación General de Industria y la Federación General de Agricultura, los capitalistas comenzaron a financiar el fascismo a través de las bandas de gamberros de Benito Mussolini.

Estos elementos estaban especialmente entrenados como una milicia antiobrera cuyo objetivo era aterrorizar a los trabajadores y en esa etapa, desbaratar sus organizaciones, atacando abiertamente las reuniones de los trabajadores. El 15 de abril de 1919, los fascistas, armados con puñales y granadas de mano, atacaron en Milán, feudo de los socialistas, una manifestación del PSI (Partido Socialista Italiano), incluidos mujeres y niños. El mismo día que el episodio de Milán, las oficinas del periódico socialista italiano, Avanti, fueron saqueadas por los fascistas. El 1 de diciembre de 1919 los diputados socialistas fueron atacados y golpeados cuando abandonaban el parlamento.

Pero el fracaso de la clase obrera en tomar el poder permitió a los capitalistas socavar las conquistas que habían logrado los trabajadores, agravando la crisis en Italia y dejando a la clase media arruinada como víctimas propiciatorias de la demagogia fascista. Debido a la pequeñez e insignificancia de la población judía en Italia, el antisemitismo no formaba parte del arsenal del fascismo italiano. Su demagogia se centró en oponerse a los trusts y apoyar la pequeña empresa. A las bandas de aventureros y gamberros de la milicia de Mussolini, se sumaron estudiantes desesperados, parados, profesionales y reclutas en general de la clase media.

Las energías revolucionarias de las masas decayeron. Los fascistas, financiados generosamente por los grandes industriales y los terratenientes, comenzaron una verdadera ofensiva contra los trabajadores. En Bolonia, centro de las “Ligas Rojas” en la región de Emilia, las elecciones municipales de noviembre de 1920 trajeron la victoria del Partido Socialista. El 21 de noviembre los Camisas Negras atacaron el ayuntamiento, y en esa lucha fue asesinado un concejal reaccionario. Esta fue la señal que esperaban los fascistas. Según Gorgolini, uno de los seguidores de Mussolini, esto “abrió la gran era fascista… la ley de la venganza brutal, atávica y salvaje reinaba en la península. Esa era la voluntad de los fascistas”.

En los pueblos, los Camisas Negras comenzaron expediciones punitivas armados y equipados con coches por los terratenientes. Después de aplastar las organizaciones obreras en los pueblos, comenzaron a atacar a los trabajadores en las ciudades. En 1921, en Trieste, Medina, Florencia y en otras partes, los Camisas Negras atacaron las Bolsas de Trabajo y las oficinas de los periódicos cooperativos y obreros.

APOYO DEL ESTADO CAPITALISTA. POLICÍA, TRIBUNALES Y EJÉRCITO

En su ofensiva contra la clase obrera, las bandas de Camisas Negras contaban con el pleno apoyo de la maquinaria estatal capitalista. La policía reclutó para los fascistas entre elementos criminales, prometiendo todo tipo de beneficios e inmunidad. Mientras que la policía ponía sus coches a disposición de los fascistas y les daban permisos para llevar armas, se negaban persistentemente a que los trabajadores y campesinos hicieran lo mismo. Un estudiante fascista envió una carta ofensiva a un periódico comunista en la que escribía:

Tenemos a la policía para que os desarme antes de que nosotros vayamos contra vosotros, no os tememos porque os despreciamos, pero nuestra sangre es preciosa y no debería ser malgastada contra plebeyos viles y bajos” (Rossi, Ibíd.)

Mientras tanto, los tribunales “imparciales”, repartían “siglos de sentencias de prisión a los antifascistas y siglos de absolución a los fascistas culpables” (Gobetti,

La Revolution Liberale). En 1921, el ministro de justicia, Fera, “envió un comunicado a los magistrados pidiéndoles que olvidasen los casos que implicaban actos criminales fascistas” (Rosenberg, Der Weltkamph des Fascismus).

El ejército, a través de su casta de oficiales, apoyaba a los fascistas incondicionalmente.

El general Badoglio, jefe del Estado Mayor del ejército italiano, envió una circular confidencial a todos los comandantes de los distritos militares afirmando que los oficiales desmovilizados (unos 60.000 de ellos) serían enviados a los centros más importantes y se requería que se unieran a los fascistas, a los que proveerían y dirigirían. Continuarían recibiendo cuatro quintas partes de su salario. Las municiones de los arsenales estatales llegaban a manos de las bandas fascistas, que eran entrenadas por los oficiales de permiso o incluso en servicio activo. Muchos oficiales conocían las simpatías de sus superiores con el fascismo, adheridos abiertamente al movimiento. Los casos de colusión entre el ejército y los Camisas Negras cada vez eran más frecuentes. Por ejemplo, el Fascio de Trent rompió una huelga con la ayuda de una compañía de infantería, y el Fascio de Bolzano fue fundado por oficiales de la 232 división de infantería” (Daniel Guerin, Fascism and Big Business).

En un corto espacio de tiempo, con una actitud cada vez más osada, los Camisas Negras comenzaron una campaña para aniquilar las organizaciones de trabajadores. Malaparte, un “teórico” fascista, relataba en su Technique du Coupd’Etat, 1931, que: “Miles de hombres armados, algunas veces quince o veinte mil, entraban en tropel en una ciudad o pueblo trasladándose de una provincia a otra rápidamente en camiones”. Daniel Guerin comenta:

Cada día, atacaban las Bolsas de Trabajo, los locales de las cooperativas y publicaciones de la clase obrera. A principios de agosto de 1922, tomaron los ayuntamientos de Milán y Livorno que tenían administraciones socialistas, quemaron las oficinas del periódico Avanti en Milán, y Lavoro en Génova, ocuparon el puerto de Génova, feudo de las cooperativas obreras de estibadores. Estas tácticas agotaban y debilitaban gradualmente al proletariado organizado, privándole de sus medios de acción y apoyo. Los fascistas sólo esperaban la conquista del poder para aplastarlo de una vez por todas”.

¿Cómo afrontaron las organizaciones obreras esta amenaza mortal para su propia existencia? En lugar de explicar la naturaleza del fascismo a los trabajadores y qué ocurriría si Mussolini llegaba el poder, los dirigentes persistieron en engañarse a sí mismos y a sus seguidores diciendo que el Estado capitalista les protegería de la amenaza de estas bandas ilegales. Guerin relata cómo:

Los dirigentes sindicales y socialistas se negaban obstinadamente a responder al fascismo golpe por golpe, a armarse y organizarse de una forma militar. ‘El fascismo en ningún caso puede ser conquistado con una lucha armada, sino sólo con la lucha legal’, en esto es lo que insistía Battaglia Syndicale el 29 de enero de 1921. Como tenían contactos en el aparato del Estado, a los socialistas les ofrecieron armas en varias ocasiones para protegerse de los fascistas. Pero se negaron a aceptarlas, alegando que el deber del Estado era proteger a los ciudadanos contra los ataques armados de otros ciudadanos” (referencia en Kurella, Mussolini ohne Maske, 1931).

Los socialistas llegaron incluso al punto de firmar un pacto de paz con Mussolini el 3 de agosto de 1921. Este se hizo a iniciativa del primer ministro liberal que deseaba “reconciliar” a los socialistas con los fascistas. Turati, el líder de los socialistas en Italia, apelaba a Mussolini: “Os diría sólo esto: ¡Realmente desarmémoslos!”.

Los Camisas Negras debieron reirse bastante. Utilizaron esta posición para prepararse mejor. Denunciaron el pacto y redoblaron su ofensiva contra las organizaciones obreras. Los socialistas suplicaban al Estado para que emprendiera alguna acción contra los fascistas. Y el Estado lo hizo. Empezaron las redadas, no contra los fascistas, sino contra los trabajadores y sus organizaciones.

Debido al fracaso de los dirigentes socialistas y sindicales, los militantes de izquierdas de distintas tendencias, sindicalistas revolucionarios, socialistas de izquierdas, jóvenes comunistas, socialistas y republicanos, con un puñado de ex oficiales del ejército organizaron las milicias armadas antifascistas en 1921 a iniciativa de Mingrino. Se autodenominaron el “Arditi del Popolo”. Emprendieron esto con la oposición de los dirigentes obreros y sindicales. Desgraciadamente, el joven y débil Partido Comunista adoptó una posición ultraizquierdista hacia el problema. Se escindieron y organizaron sus propios “Escuadrones de Acción”.

El resultado fue”, escribe Guerin, “que cuando los Camisas Negras emprendían una de sus ‘expediciones punitivas’ contra una localidad o atacaban los locales de las organizaciones obreras o ayuntamientos ‘rojos’, los trabajadores militantes o eran incapaces de resistir u ofrecían una resistencia improvisada, anárquica y en general ineficaz. En la mayoría de las ocasiones el agresor era el que dominaba el terreno…”.

Guerin continúa escribiendo:

Después de una ‘expedición punitiva’, los antifascistas se abstenían de llevar a cabo represalias, retaban las residencias ‘fascistas’ pero no lanzaban contraataques. Se contentaban con proclamar ‘huelgas generales de protesta’. Pero estas huelgas pretendían forzar a las autoridades a que protegieran las organizaciones obreras contra el terror fascista, provocando sólo discusiones ridículas con las autoridades que en realidad eran cómplices del fascismo. (Silone. Der Fascismus. 1934). Como estas huelgas no iban acompañadas de la acción directa, dejaban las fuerzas del enemigo intactas. Por otro lado, los fascistas aprovechaban las huelgas para redoblar su violencia. Protegían a los ‘esquiroles’, ellos mismos hacían de rompehuelgas para, ‘en ese vacío amenazante que se crea alrededor de la propia huelga, tratar de golpear rápida y violentamente en el corazón de las organizaciones enemigas’ (Malaparte, Techinique du Coup d’Etat, 1931). Sin embargo, en las raras ocasiones en que los antifascistas ofrecían resistencia organizada al fascismo, temporalmente llevaban la delantera. Por ejemplo en Parma, en agosto de 1922, la clase obrera consiguió repeler exitosamente un ataque fascista a pesar de la concentración de varios miles de camisas negras ‘porque la defensa estuvo organizada de acuerdo con los métodos militares bajo la dirección del Ardite del Popolo” (A. Rossi, La Naissance du Fascism, 1938).

Como cada vez era más obvio que la intención de los fascistas era tomar el poder, Turati, portavoz del PSI, apeló al rey en julio de 1922 para “recordarle que él era el defensor supremo de la Constitución”. Mientras tanto, los capitalistas habían llegado a sus propias conclusiones. Rossi señala al respecto:

Tuvieron lugar algunas conversaciones muy enérgicas entre Mussolini… y los jefes de la Federación General de Industria, Benni y Olivetti. Los jefes de la Asociación de la Banca, que habían pagado veinte millones para financiar la Marcha sobre Roma y los líderes de la Federación de Industria y la Federación de Agricultura, telegrafiaron a Roma que, en su opinión, la única solución posible era un gobierno de Mussolini”.

El senador Ettore Conti, un magnate con gran poder, envió un telegrama similar: “Mussolini es el candidato de la plutocracia y las asociaciones comerciales”.

A pesar de que los fascistas sólo tenían 35 diputados en el parlamento italiano de un total de 600, el rey, obediente ante las peticiones de las clases dominantes, entregó el poder a Mussolini.

Incluso después del golpe de Mussolini en 1922, los dirigentes reformistas fueron incapaces de sacar las lecciones de esta encarnizada experiencia.

Los socialistas italianos, ciegos como siempre, continuaron aferrándose a la legalidad y la Constitución. En diciembre de 1923, la Federación de Trabajo envió una carta a Mussolini sobre las atrocidades cometidas por las bandas fascistas y en ella le pedía que rompiera con sus propias tropas (Buozzi y Nitti, Fascismo et Syndicalisme, 1930).

El Partido Socialista tomó muy en serio la campaña electoral de abril de 1924; Turati incluso tuvo un debate en Turín con un fascista en una sala vigilada por camisas negras. Y cuando después del asesinato de Matteotti, estalló una oleada de revueltas en la península, los socialistas no supieron como explotarla. “En el momento de la verdad”, escribe Nenni, “en lugar de hacer un llamamiento a los trabajadores a la insurrección, la táctica que prevaleció fue la lucha legal en el plano judicial y parlamentario”. Como gesto de protesta, la oposición se contentó con no aparecer en el parlamento y, como los antiguos plebeyos, se retiraron a la Aventine. ‘¿Qué están haciendo nuestros oponentes?’ se mofaba Mussolini en la Cámara. ‘¿Están convocando huelgas generales o incluso huelgas parciales? ¿Están intentando provocar rebeliones en el ejército? Nada de esto. Se limitan a campañas de prensa’ (Discurso de julio de 1924). Los socialistas lanzaron la triple consigna: dimisión del gobierno, disolución de la milicia, nuevas elecciones. Continuaron declarando su confianza en el rey, a quién rogaban que rompiera con Mussolini; publicaron, para convencerle, una petición tras otra. Pero el rey les decepcionó por segunda vez” (Guerin, Ibíd.).

LAS CONDICIONES DE VIDA BAJO MUSSOLINI

Una vez en el poder, Mussolini estableció un modelo de Estado totalitario. Después de aplastar a las organizaciones de los trabajadores, el camino estaba preparado para un ataque salvaje contra las condiciones de las masas en interés de las grandes empresas. El principal embate del fascismo fue contra la clase obrera, que era su objetivo por encima de todo. Con sus armas de lucha rotas, con el establecimiento de sindicatos de empresa esquiroles, se crearon las condiciones para rebajar los salarios y reducir los niveles de vida de los trabajadores. Los sindicatos fueron aplastados. La representación de delegados sindicales en las fábricas eliminada. Se terminó el derecho a huelga. Todos los contratos sindicales fueron invalidados. El empresario tenía de nuevo el mando supremo en las fábricas. Cualquier intento de huelga, cualquier resistencia ante los deseos del empresario, era “castigada con multas feroces por parte del Estado. Desafiar al empresario era desafiar toda la fuerza del Estado. En palabras de los fascistas, las huelgas son crímenes “contra la comunidad social…”.

El antifascista liberal Gaetano Salvemini, una autoridad en Italia, que hizo una investigación concienzuda de todos los aspectos de la vida bajo el fascismo, se basó en fuentes oficiales gubernamentales fascistas y eso le permitió demostrar lo que significó el fascismo para el pueblo italiano. En su libro Under the Axe of Fascism, reveló que desde los mismos inicios del régimen de Mussolini, se deterioraron las condiciones de la población, especialmente de los desafortunados trabajadores y pequeños campesinos. Tanto en tiempos de “prosperidad” como durante las profundidades de la recesión de 1929-33, sufrieron continuos recortes salariales. Las horas de trabajo aumentaron continuamente sin que se pagaran las horas extra, mientras que el coste de la vida subía. A pesar de todos los esfuerzos del régimen por ocultar esto al mundo exterior, demuestra cómo el consumo de las necesidades básicas de la vida decreció a un ritmo constante.

En el año 1923, con una población de casi 39 millones de habitantes, el consumo de tabaco era de 279.000 quintales; en 1932 había caído a 245.000. El consumo de café era de 472.000 quintales en 1922, pero cayó a 407.000 en 1932. Estos son “lujos” para los trabajadores, pero en los productos básicos la caída correspondiente era aún mayor. El consumo de maíz pasó de más de 27 millones de quintales en 1922 a poco más de 26 millones y medio en 1932. El consumo de trigo descendió —y esto con un aumento de la población a 41 millones en 1932— de 72 millones de quintales a 69 millones de quintales. La sal, que junto con el trigo es absolutamente esencial para el mínimo de subsistencia, pasó de 2.646.000 a 2.606.000 quintales. Estas cifras están tomadas de las estadísticas oficiales (Annuario Statistico Italiano de 1922-1925, p. 198, y de 1933 en la p. 119). El periódico Tribuna el 1 de mayo de 1935 revelaba una caída terrible del consumo de carne. “El consumo anual de carne, que en 1928 era de 22 kilos anuales per cápita había caído en 1932 a 18 kilos. El consumo de azúcar que subió a 7,5 kilos en 1922, cayó en 1932 a 6,9. En Inglaterra el consumo anual era de 40 kilos, en Francia 25, Alemania 23 e incluso en la atrasada España era de 13 kilos”.

Las cifras oficiales de desempleo en Italia en febrero de 1933 eran de 1.229.000 parados. El 2 de julio de 1934, un comunicado oficial del gobierno italiano nos informaba que “en el invierno de ese año de ‘solidaridad nacional’ en Italia se dio ayuda ‘casi diaria a 1.750.000 familias”. En febrero de 1922 había sólo 602.000 parados y los fascistas centraron una gran parte de su demagogia en los horrores del desempleo.

De este modo, el mito de que el fascismo podía evitar la crisis capitalista demostró ser un fraude.

Una vez en el poder, el fascismo mantiene sus grilletes durante un largo período de tiempo aplastando a las organizaciones de la clase obrera. Con los mejores luchadores del proletariado en la cárcel o asesinados, la clase obrera atravesó un período de desmoralización y apatía. Bajo un régimen de represión y terror, los trabajadores tenían una enorme desventaja para llevar a cabo una lucha unificada contra los empresarios. El infame final de Mussolini fue una demostración al mundo del verdadero odio del pueblo italiano por el Duce, desenmascaró la mentira de que las masas italianas apoyaban a los Camisas Negras.

LOS TRABAJADORES ITALIANOS Y EL FASCISMO HOY

Es sorprendente observar la diferencia entre los acontecimientos en Italia después de cada una de las dos guerras mundiales.

La caída de Mussolini fue la señal para una insurrección profundamente arraigada de los trabajadores y los campesinos. Una vez más, después del golpe de Badoglio siguió una tremenda oleada de huelgas y manifestaciones. Y tras la derrota de los nazis, los trabajadores y los campesinos, armados en sus destacamentos partisanos, repitieron el proceso de ocupar las fábricas y controlar el país. Una sola cosa se interponía en el camino de los trabajadores y la toma del poder: los dirigentes de sus propias organizaciones.

Este fracaso ha significado para los trabajadores italianos un deterioro de sus condiciones de vida, en algunos casos hasta un nivel incluso inferior al que existía bajo Mussolini. No obstante, los trabajadores han sido capaces de defenderse, hasta cierto punto, debido a los poderosos sindicatos que han construido, mucho más poderosos que en el pasado. Pero la clase media, pulverizada a niveles incluso más bajos que los trabajadores, ha proporcionado una base favorable para la recuperación de la demagogia fascista. Contrastaban las promesas de los demócratas capitalistas con su suerte. En esas circunstancias, los neofascistas comenzaron a surgir. Armados con la experiencia del ascenso al poder de Mussolini, los industriales y terratenientes procedieron a actuar en líneas ya conocidas. El mitin del Primero de Mayo de 1947 en Sicilia fue tiroteado, a pesar de que estaban participando mujeres y niños. En Nápoles, unos meses antes, bandas de monárquicos y fascistas se manifestaron contra el Partido Comunista y otras organizaciones obreras. Durante los últimos meses de 1947 fueron tiroteadas reuniones de trabajadores y lanzadas bombas contra sus locales. El terror de los fascistas era aún mayor en el campo, en las comarcas del sur atrasado, donde los terratenientes organizaron el asesinato de organizadores sindicales e intentaron aterrorizar a los trabajadores agrícolas y campesinos para que no se unieran a los sindicatos. En pocos meses fueron asesinados 19 organizadores sindicales en los distritos agrícolas del sur.

En el norte, incluso en feudos de la clase obrera como Milán, pusieron bombas en los locales del Partido Comunista. Los trabajadores respondieron rápidamente con una huelga general en Milán, e inmediatamente tomaron represalias contra los locales de las organizaciones neofascistas, l’UOmo Qualunque y el Movimento Sociale Italiano, que fueron incendiados y saqueados.

Después de pasar por la experiencia del fascismo, los trabajadores italianos no se contentaron con permanecer a la defensiva. En casi todas las ciudades, grandes y pequeñas, han pasado a la ofensiva contra los fascistas. Hubo manifestaciones de cientos de miles en Milán, y decenas de miles en otras ciudades: Turín, Génova, Florencia, Verona, Bari, Cremona, Roma, Bolonia; incluso en Nápoles y Palermo (antiguos feudos de la reacción), los trabajadores han realizado ataques militantes contra los locales de las organizaciones fascistas. El sur atrasado ha seguido la dirección del norte.

Naturalmente, la policía, siempre convenientemente ausente o inactiva cuando los fascistas atacan a los trabajadores, ha intervenido para proteger a los fascistas. Asímismo, las tropas has salido en muchas ciudades para ayudar a la policía. Se han utilizado contra los trabajadores armas de fuego y gas lacrimógeno.

En esta situación el gobierno Gasperi, como su predecesor liberal de 1920-22, subrepticiamente ha ayudado y animado a los fascistas. La historia se repite, pero no exactamente de la misma forma. La ofensiva de los trabajadores ha llevado a la derrota de los fascistas, que por ahora se han visto obligados a mantenerse escondidos. Los trabajadores en Gran Bretaña pueden aprender una lección valiosa del reciente movimiento ofensivo de los trabajadores italianos.

Pero en cualquier caso, estas lecciones tienen que completarse. Después de evitar que los fascistas levantasen la cabeza, los trabajadores no consiguieron aplicar una solución positiva, y la amenaza del fascismo, incluso en Italia, no se ha exorcizado.

La decadencia crónica del capitalismo en Italia continúa. El desempleo es de masas, con un millón y medio de trabajadores. Los primeros vientos de la nueva crisis mundial harán que el desempleo alcance niveles récord. Golpeados por la crisis, los capitalistas italianos volverán de nuevo a la represión brutal como el único medio de estabilizar su régimen. La lección de Italia debe ser aprendida sobre todo por la vanguardia del movimiento de la clase obrera. Si no consiguen mostrar una alternativa, mediante el derrocamiento total del sistema capitalista y el establecimiento del poder obrero y el comunismo, el gran espíritu ofensivo de las masas menguará, aparecerán la desmoralización y la indiferencia. El capitalismo alimenta el fascismo; los trabajadores pueden garantizar el final del fascismo sólo con el derrocamiento del sistema capitalista.

ALEMANIA. CÓMO LLEGARON LOS NAZIS AL PODER

La derrota de la clase obrera alemana, con la llegada al poder de Hitler, hizo retroceder durante muchos años al movimiento obrero mundial. Al trazar el contexto de los acontecimientos en Alemania, podemos ver claramente las fuerzas de clase en movimiento y el papel de los socialdemócratas alemanes y los estalinistas, que llevaron a la terrible derrota de uno de los movimientos obreros organizados más poderosos del mundo.

A raíz de la Revolución Rusa, la clase obrera alemana derrocó al káiser e intentó el derrocamiento revolucionario del capitalismo en 1918. Pero fueron los socialdemócratas alemanes los que llegaron al poder, aunque realmente se habían opuesto a la insurrección y la revolución.

Los dirigentes reformistas no tenían ninguna intención de consumar la revolución. Su programa se basaba en la “inevitabilidad del gradualismo”. Después de elevarse por encima del nivel de los trabajadores, habían abandonado el programa marxista en el que se basó el partido durante décadas. Noske, Ebert, Schiedemann, los dirigentes de la socialdemocracia, conspiraron con el Estado Mayor alemán para destruir la revolución y restaurar la “ley y el orden”. Los trabajadores berlineses cayeron reprimidos a tiros en enero de 1919 y los líderes revolucionarios, Luxemburgo y Liebknecht, fueron asesinados por los oficiales reaccionarios a instigación directa de los dirigentes socialdemócratas. Eliminaron los sóviets creados durante la revolución y Alemania se convirtió en un Estado capitalista democrático, el más democrático del mundo, según alardeaban los socialdemócratas.

En esta etapa los capitalistas estaban obligados a basarse en los dirigentes obreros y sindicales para salvar su sistema del colapso completo. Apretando los dientes tuvieron que hacer tremendas concesiones a la clase obrera. Los trabajadores consiguieron la jornada de ocho horas diarias, reconocimiento sindical, seguro de desempleo, derecho a elegir comités de empresa, sufragio universal para hombres y mujeres. Los trabajadores agrícolas que vivían en unas condiciones semifeudales en Prusia oriental bajo los junkers, consiguieron el derecho a organizarse y disfrutar de conquistas similares a las que tenían los trabajadores industriales.

Recuperados del primer golpe, los grandes industriales y terratenientes comenzaron a preparar la ofensiva contra la clase obrera. Su actitud fue ejemplificada en Krupp, el magnate del armamento, que la expresó a sus trabajadores de manera arrogante: “Sólo queremos trabajadores leales que en el fondo de sus corazones estén agradecidos por el pan que les permitimos comer”. En febrero de 1919, Stinnes, otro de los magnates del hierro y el acero del Ruhr decía abiertamente: “Las grandes empresas y todos los que dirigen la industria recuperarán algún día su influencia y poder. Los trabajadores volverán a ser personas desilusionadas, medio muertas de hambre, que necesitarán pan y no frases”. El antiguo ministro Dernberg, representante de la gran industria, declaraba públicamente: “Cada jornada laboral de ocho horas es un clavo en el ataúd de Alemania”.

Ya en estos primeros años los capitalistas comenzaron a financiar las organizaciones antiobreras formadas por ex oficiales del ejército, criminales, aventureros y otros deshechos sociales. Los nazis en ese momento eran un pequeño grupo antiobrero más.

Comenzaron una campaña de terror que incluía asesinatos de políticos de izquierda e incluso burgueses democráticos, así como acciones para reventar las reuniones de trabajadores. “El movimiento nacional socialista en el futuro impedirá, si es necesario por la fuerza, todas las reuniones o conferencias que ejerzan una influencia depresora…”, afirmaba Hitler decía el 4 de enero de 1921. Como en Italia, los tribunales, las autoridades militares, el servicio civil y los jefes de la policía, apoyaron a estos grupos reaccionarios. El Estado actuó en complicidad y en connivencia con ellos. Cuando el jefe de la policía de Munich, Pohner, fue advertido de la existencia de “auténticas organizaciones para cometer asesinatos políticos” respondió. “Sí, sí, ¡pero son muy pocas!”.

En esta etapa inicial, estos grupos fascistas no tenían una base de masas. Estaban formados por una fuerza social insignificante, integrada sólo por la escoria de la sociedad alemana. La clase media miraba a las organizaciones obreras en busca de una salida. Los capitalistas utilizaron las organizaciones fascistas sólo como herramientas auxiliares contra los obreros, y un arma de reserva para el futuro. Al tratar el desarrollo del movimiento nazi, Hitler admitió: “Sólo una cosa podría haber roto nuestro movimiento, si el adversario hubiera comprendido sus principios y desde el primer día hubiera aplastado, con la brutalidad más extrema, el núcleo de nuestro nuevo movimiento”. Goebbels también comentó lo siguiente: “Si el enemigo supiera lo débiles que somos, probablemente nos reduciría a gelatina… Nos habría aplastado en sangre desde el principio de nuestro trabajo”.

En la crisis revolucionaria de 1923, provocada por la inflación y la ocupación del Ruhr por el ejército francés, la clase media miraba hacia el Partido Comunista Alemán (KPD) que había conseguido ganar el apoyo de la mayoría de los trabajadores. Pero la situación revolucionaria fue desbaratada por los entonces dirigentes del KPD, Brandler y Thalheimer, y por el consejo equivocado que dio Stalin desde Moscú a la dirección del Partido Comunista.

Brandler admitió más tarde en una reunión de la Comisión Ejecutiva de la Internacional Comunista:

Existían signos de ascenso del movimiento revolucionario. Teníamos temporalmente a la mayoría de los trabajadores detrás de nosotros y en esa situación, bajo circunstancias favorables, creímos que podíamos proceder inmediatamente al ataque…”.

Después de perder la posibilidad de tomar el poder, la dirección de la Internacional intentó poner toda la responsabilidad sobre los hombros del partido alemán. Pero los dirigentes alemanes habían pedido consejo a la dirección de la Internacional Comunista en Moscú. El consejo de Stalin fue catastrófico. En aquel momento escribió a Zinóviev y Bujarin lo siguiente:

¿Deberían los comunistas luchar por tomar el poder sin los socialdemócratas, están lo suficiente maduros para eso? Esa, en mi opinión es la cuestión… Por supuesto, los fascistas no están dormidos, pero nuestro interés es que ellos ataquen primero: eso reunirá a toda la clase obrera alrededor de los comunistas (Alemania no es Bulgaria). A su lado, de acuerdo con toda la información, los fascistas en Alemania son débiles. En mi opinión a los alemanes hay que frenarlos y no espolearlos”.

¡Este era el consejo de Stalin al KPD, cuando tenían la mayoría de los trabajadores tras sus banderas! De este modo, trágicamente, la revolución alemana fue arruinada y se puso la base para el subsiguiente incremento de la influencia fascista.

LAS GRANDES EMPRESAS Y LOS NAZIS

Asustados por la perspectiva del “bolchevismo” en Alemania, los capitalistas estadounidenses, británicos y franceses transfirieron préstamos en tropel para apuntalar al capitalismo alemán. Estos préstamos provocaron un boom capitalista a escala mundial, que particularmente afectó a Alemania. El boom en Alemania duró desde 1925 hasta 1929. Los capitalistas de Alemania obtuvieron enormes beneficios de la racionalización de la industria alemana, no necesitaban a los fascistas y el apoyo a los nazis disminuyó. Sólo recibían fondos para su existencia como arma de reserva y evitar su desaparición de la escena política.

Después llegó la recesión mundial de 1929-33. Lo niveles de vida de los trabajadores se desplomaron. El desempleo superó los cinco millones. La clase media estaba arruinada por la crisis económica y veía como descendían sus niveles de vida aún más que los de la clase obrera. Los trabajadores industriales tenían la protección de sus contratos sindicales y subsidios de desempleo dentro de unos límites, y de este modo podían resistirse a las peores imposiciones de los carteles y monopolios. Pero la clase media estaba desesperada.

Los industriales estaban alarmados ante la perspectiva de la revolución proletaria. Entonces comenzaron a inundar con fabulosas sumas de dinero los cofres del Partido Nazi. Brupp, Thyssen, Kirdorff, Borsig, los jefes del carbón, acero, química y otros imperios industriales de Alemania, suministraron a Hitler generosamente los medios de propaganda que necesitaba. Nunca un partido político en Alemania recibió unas ayudas tan grandes, el dinero llovía sobre los nazis por parte de los capitalistas.

La decisión final de entregar el poder a Hitler se tomó en casa del banquero de Colonia, Schroder (¡quién según las leyes racistas nazis era judío!). Consideraban que había llegado el momento de destruir las organizaciones y derechos de la clase obrera.

Explicando qué significaban estas ayudas económicas, Hitler señaló que:

Sin automóviles, aviones y altavoces, no podríamos haber conquistado Alemania. Estos tres medios técnicos permitieron al nacionalsocialismo llevar a cabo una campaña asombrosa…”.

En un documento confidencial publicado por el gobierno británico en 1943 para el uso de los oficiales y funcionarios que iban a ser enviados a Alemania, se dan los siguientes datos irrefutables:

Fritz Thyssen y Kirdorff en el Ruhr, y Ernst von Borsig en Berlín (presidente este último de la Federación de Empresarios Alemanes, Vereinigung Deutscher Arbeitgeberverbande) eran ardientes seguidores de Hitler… Entre otros de los seguidores financieros en los primeros días de Hitler, se encontraba el famoso fabricante de pianos Karl Bechstein (Berlín), el editor Bruckmann (Munich), el conocido tratante de arte y editor Hanfstaengl (Munich) y el empresa Reetsma Cigarette de Hamburgo, al que después de que Hitler llegara al poder se le garantizó el monopolio exclusivo de tabaco.

La mayoría de éstos no daban directamente sus contribuciones al Partido Nazi, sino a Alfred Hugenberg, el anterior director de Krupp y líder del Deutschnationale Volkspartei (Partido Popular Nacional Alemán). Hugenberg puso una quinta parte de la cantidad conseguida a disposición del Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán (NSDAP)…

Fritz Thyssen, desde su ruptura con Hitler, ha declarado que su contribución personal ascendió a un millón de marcos, y estimaba la cantidad recibida por el NSDAP procedente de la industria pesada vía Hugenberg en aproximadamente dos millones anuales de marcos.

En la reunión del Club Dusseldorf de Industriales el 27 de enero de 1932, después de que Hitler les ilustrara con su programa, el pacto entre la industria pesada y el Partido Nazi quedó sellado. Hitler convenció a su audiencia de que no tenían nada que temer de su ‘socialismo’ y después se presentó a sí mismo y a su organización semimilitar como el baluarte contra cualquier tipo de ‘bolchevismo’.

La política económica puesta en práctica por los ‘nacionalsocialistas’ justificaba completamente la confianza que los grandes industriales habían depositado en Hitler. Hitler cumplió con su política en cada aspecto. Ha destruido las organizaciones obreras. Ha introducido el ‘principio de dirección’ en las fábricas. Ha provocado una expansión de la industria pesada en Alemania occidental a través de un inmenso programa de rearme y ha generado a las empresas enormes beneficios. Los beneficios que los manufactureros del Ruhr y Renania consiguieron superaron con mucho el llamado ‘Decreto’ relacionado con la entrega de ‘dividendos’ de 1941 (Dividend en abgabeverordnung). Este Decreto, que como muchos otros decretos nazis significa lo contrario de lo que su nombre indica, permitió a las sociedades anónimas materializar los beneficios que habían acumulado durante 1933-38. Aproximadamente 5.000 millones de marcos de beneficios acumulados, que se habían conseguido en los años anteriores a la guerra, fueron distribuidos a los accionistas en forma de dividendos”.

TROTSKY DEFIENDE EL FRENTE ÚNICO

En las elecciones generales de mayo de 1924, los nazis recibieron 1.920.000 votos y alcanzaron 32 actas de diputados. En diciembre del mismo año, después de que el Plan Dawes consiguiera restaurar parte de la estabilidad de la economía alemana, los nazis vieron reducido sustancialmente su apoyo electoral: recibieron tan sólo 840.000 votos. En las elecciones presidenciales alemanas de 1925 el general Ludendorff, candidato de los nazis, consiguió ¡210.000 votos! En las elecciones generales de mayo de 1928, los nazis recibieron sólo 720.000 votos, perdiendo 120.000 votos y dos escaños.

Después llegó la recesión mundial y la espantosa crisis del capitalismo alemán. En dos años, en las elecciones generales del 14 de septiembre de 1930, el voto nazi subió a 6 millones. Los fascistas habían sumado a su bandera a grandes sectores de la clase media desesperada. El fracaso de los socialistas en 1918 y de los comunistas en 1923, había arrastrado a una proporción formidable de la clase media, que de la neutralidad o incluso apoyo a los trabajadores, se pasó al lado de la contrarrevolución con su denuncia del “marxismo”, es decir, del socialismo.

Nada más conocerse los resultados electorales, Trotsky y la Oposición de Izquierda, que se consideraban parte de la Internacional Comunista aunque habían sido expulsados, publicaron un llamamiento al KPD para organizar inmediatamente un frente único con los socialdemócratas y evitar la llegada de Hitler al poder. Sólo así se podrían proteger los derechos de la clase obrera de la amenaza de los nazis. Los trotskistas advirtieron de las consecuencias trágicas que tendría la llegada al poder de los nazis, no sólo para los alemanes, sino para el movimiento de toda la clase obrera internacional. Avisaron que si eso sucedía, sería inevitable la guerra contra la Unión Soviética.

Pero los estalinistas no hicieron caso. Su política en Alemania era que el fascismo o socialfascismo ya estaba en el poder, que el peligro principal de la clase obrera era la socialdemocracia, que también eran fascistas, socialfascistas.

Los trotskistas británicos fueron expulsados del Partido Comunista en 1932 por defender el frente único entre socialdemócratas y comunistas en Alemania así como en Gran Bretaña.

Es significativo”, escribían los estalinistas británicos en el Daily Worker el 26 de mayo de 1932, “que Trotsky haya salido en defensa de un frente único entre los partidos comunista y socialdemócrata contra el fascismo. Nada más perjudicial y contrarrevolucionario posiblemente se podía haber planteado en un momento como el actual”2.

Ernst Thaelmann, en su discurso de clausura en el XIII Plenario de la Internacional Comunista en septiembre de 1932 (ver Communist International, nº 17/18, p. 1.329) decía:

En su panfleto sobre el tema, ¿Cómo será derrotado el nacionalsocialismo?, Trotsky siempre da una respuesta: ‘El PC alemán debe formar un bloque con la socialdemocracia…’. Enmarcada en este bloque, Trotsky ve la única forma de salvar completamente a la clase obrera alemana del fascismo. O el PC forma un bloque con la socialdemocracia o la clase obrera alemana estará perdida para los próximos 10 o 20 años.

Esta es la teoría de un contrarrevolucionario y un fascista totalmente frustrado. Esta teoría es la peor de las teorías, la teoría más peligrosa y criminal que Trotsky ha construido en los últimos años de su propaganda contrarrevolucionaria”.

La fuente de esta política del KPD era Stalin: “Estas dos organizaciones [socialdemocracia y nacionalsocialismo] no son mutuamente excluyentes, todo lo contrario, son complementarias. No están en los antípodas, son gemelas. El fascismo es un bloque sin forma definida de estas dos organizaciones. Sin este bloque la burguesía no podría mantener el timón” (Die Internationale, febrero 1932).

Los estalinistas incluso llegaron al punto de incitar a los trabajadores comunistas a golpear a los trabajadores socialistas, reventar sus reuniones, etc., Thaelmann defendió abiertamente la consigna “Echar a los socialfascistas de sus empleos en las fábricas y los sindicatos”. Siguiendo esta línea, el órgano de las Juventudes Comunistas, The Young Guard, proponía la consigna: “Echar a los socialfascistas de las fábricas, las agencias de empleo y las escuelas de aprendices”.

No se detuvieron ahí. Los dirigentes de la Internacional Comunista llegaron a defender que el KPD se uniera a los fascistas contra los socialdemócratas. El Partido Socialdemócrata estaba en el poder en Prusia, la región más importante de Alemania. En Alemania existía un dicho tradicional que decía: “Quién tiene Prusia tiene el Reich”. Los nazis organizaron un plebiscito el 9 de agosto de 1931, en un intento de echar a los socialdemócratas del gobierno. Si lo hubieran conseguido, habrían llegado al poder en 1931 en lugar de en 1933. La dirección del PC alemán decidió oponerse al referéndum y apoyar a los socialdemócratas. Pero la dirección de la Komintern, bajo la influencia directa de Stalin, exigió que el PC participara en este referéndum y convocara un “referéndum rojo”. En el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Piatnitzky incluso alardeaba:

Sabéis, por ejemplo, que la dirección del partido se opuso a participar en el referéndum sobre la disolución del landstag prusiano. Varios periódicos del partido publicaron artículos destacados oponiéndose a la participación en ese referéndum. Pero cuando el Comité Central del partido conjuntamente con la Komintern llegó a la conclusión de que era necesario tomar parte activa en el referéndum, los camaradas alemanes en el transcurso de unos días convencieron a todo el partido. Ni un solo partido, excepto el PCUS, podía hacer eso…”.

Fueron las perniciosas aventuras de este tipo las que desorientaron a los trabajadores y facilitaron el éxito de los nazis. La negativa de los dirigentes de las organizaciones obreras de masas a la hora de aplicar una política revolucionaria contra los fascistas, llevó a este poderoso movimiento de la clase obrera, con una tradición marxista de 75 años, a ser aplastado y caer rendido impotente ante las bandas nazis.

Es importante tener en cuenta que los nazis ganaron sólo un pequeño porcentaje de los trabajadores alemanes, la aplastante mayoría se opuso a ellos. En 1931 los nazis consiguieron sólo el 5% de los votos en las elecciones a los comités sindicales en las fábricas. Todo esto después de una campaña terrorífica para penetrar en la clase obrera. Y en marzo de 1933, después de que los fascistas hubieran llegado al poder, y a pesar de que ya había comenzado el terror, consiguieron sólo el 3% de los votos a las elecciones para los comités sindicales. A pesar de la política equivocada de las direcciones, que llevó a la desmoralización dentro de los trabajadores y ayudaron a los intentos de los fascistas de penetrar en sus filas, la aplastante mayoría de los obreros alemanes permanecieron fieles a las ideas del socialismo y el comunismo.

CÓMO SE ENFRENTARON LOS SOCIALISTAS Y LOS COMUNISTAS A LA AMENAZA DE HITLER

Los trabajadores estaban ansiosos y dispuestos a luchar contra los nazis para impedir que llegaran al poder. Millones se armaron y entrenaron en las organizaciones de defensa socialista y comunista. Este era un legado de la revolución alemana. La clase obrera organizada constituía la fuerza más poderosa de Alemania… Sólo les hacía falta contar con la política necesaria para luchar por la defensa de sus organizaciones y pasar a la contraofensiva para la toma del poder. Pero los dirigentes traicionaron a los trabajadores en Alemania como hicieron en Italia.

Cuando el peligro de un golpe de Hitler parecía más cercano, estos “dirigentes” declararon que los nazis estaban en declive. Los dirigentes socialistas defendían, como si plagiaran a sus homólogos italianos, la necesidad de apoyar los decretos ley del gobierno Brüning y respaldar a Hindenburg frente al peligro de Hitler. Se mofaron de la idea de que un país altamente civilizado como Alemania pudiera caer bajo el dominio de la barbarie fascista. El fascismo podía llegar al poder en un país atrasado como Italia, pero ¡no en Alemania con su economía altamente industrializada! Al principio, se mofaban de las burdas y locas ideas planteadas por los nazis. Pedían a los trabajadores que se rieran de ellas e ignoraran sus provocaciones. “Sólo les da publicidad”, decían. No puede ocurrir aquí.

Los marxistas conocemos de sobra estos argumentos familiares de intelectuales de clase media. Constantemente subestimaban el peligro de los fascistas y apelaban a la misma maquinaria estatal que estaba protegiendo y amparando a los fascistas. Pero cuando la amenaza fascista estaba más próxima, sectores de los trabajadores socialistas y los sindicatos comenzaron a formar grupos de defensa en las fábricas y entre los parados. Pero la Federación Sindical Alemana (controlada por los socialdemócratas), se negó a apoyar estas acciones: “… la situación no [era] suficientemente grave para justificar que los trabajadores se prepararan para una lucha en defensa de sus derechos”. Se opusieron a la “centralización y generalización de esta medidas preventivas”, basándose en que eran “superfluas”. El 6 de noviembre de 1932, Vörwarts, el órgano central de la socialdemocracia escribía sobre la caída de los nazis en las encuestas electorales, de 13.700.000 a 11.705.257 y la negativa de Hindenburg a entregar el poder a Hitler: “Hace diez años pronosticamos la bancarrota del nacionalsocialismo; ¡está escrito en blanco y negro en nuestro periódico!”

En vísperas del ascenso al poder de los nazis, Schiffrin, uno de los dirigentes de los socialdemócratas escribía: “Ya no percibimos nada excepto el hedor de un cadáver corrupto. El fascismo está definitivamente muerto: nunca se levantará de nuevo”.

La línea de los dirigentes del KPD era, si era algo, incluso peor. Declararon que el fascismo ya había llegado al poder en Alemania y que la llegada al poder de Hitler no supondría ninguna diferencia. En el Reichstag, Remmele, uno de sus dirigentes, declaró el 14 de octubre de 1931: “Una vez que ellos [los fascistas] estén en el poder, se establecerá el frente único del proletariado que barrerá con todo (…) Seremos los vencedores del mañana. No tememos a los caballeros fascistas. Ellos caerán más rápido que cualquier otro gobierno (‘¡Tienes razón!’, gritaban los diputados del KPD)”.

En 1932 Thaelmann, en un discurso ante el Comité Central, condenó “la sobreestimación oportunista del fascismo de Hitler”. Tan pronto como llegó la primera victoria del movimiento de Hitler en las urnas, el 14 de septiembre de 1930, el órgano central del KPD, Rote Fahne, declaraba: “El 14 de septiembre fue el punto culminante del movimiento nacional socialista en Alemania. Después sólo puede seguir su debilitamiento y declive”. A los tres años los nazis habían conseguido ganar el grueso de la clase media y obtuvieron más de 13 millones de votos.

Justo en el momento en que los nazis recibían el primer golpe en las urnas y perdían dos millones de votos, cuando aparecían signos de desintegración en el movimiento nazi, el presidente Hindenburg, los jefes del ejército, la burocracia, los grandes industriales y terratenientes entregaban el poder a Hitler.

Incluso en la decimotercera hora los dirigentes socialistas y estalinistas no dieron una dirección correcta. El 7 de febrero de 1933 Kunstler, jefe de la Federación Berlinesa del Partido Socialdemócrata, dio la siguiente instrucción los trabajadores:

Sobre todo no dejéis que os provoquen. La vida y la salud de los trabajadores de Berlín son demasiado apreciadas como para ser puestas en peligro a la ligera, deben ser preservadas para el día de la lucha”.

Y esto cuando Hitler ya había llegado al poder en enero de 1933.

Los líderes del KPD lloraban: “¡No dejemos que los trabajadores den ningún pretexto al gobierno para que adopte nuevas medidas contra el Partido Comunista!” (Wilhelm Pieck, 26 de febrero de 1933).

Los dirigentes de estos partidos no hicieron nada ni siquiera después de que Hitler llegara al poder. Y los trabajadores alemanes querían luchar. El 5 de marzo, la noche de las elecciones, los jefes del Reichsbanner, la organización militar de la socialdemocracia, pidieron una señal para la insurrección. Recibieron la siguiente respuesta de los dirigentes del Partido Socialdemócrata: “¡Calma! Sobre todo que no haya derramamiento de sangre”. El poderoso movimiento obrero alemán se rindió a Hitler sin disparar un solo tiro.

Si se hubiera llevado a cabo la formación de un frente único de lucha en 1930, se habría transformado el rumbo de los acontecimientos. La clase media habría seguido la dirección de las organizaciones obreras. Si los fascistas se hubieran enfrentado al poder organizado de los trabajadores, habrían sido aplastados. Cobardemente, capitulando ante las “autoridades”, la dirección permitió a Hitler conseguir una victoria muy barata.

Los reformistas y los estalinistas son iguales en todos los países. En los últimos años la responsabilidad de esta debacle se ha hecho recaer sobre los trabajadores alemanes. En el Congreso del TUC en Brighton, su presidente, Citrine, defendiendo a los dirigentes sindicales alemanes y su fracaso en la convocatoria de huelga general en 1933, señalaba lo siguiente:

Poco después de las elecciones se desarrolló una campaña de terror. El movimiento socialista y sindical prácticamente fue suprimido el 2 de mayo. Había una gran preocupación sobre la aparente ausencia de resistencia ante el advenimiento de la dictadura nazi. Los dirigentes sindicales y socialistas alemanes eran atacados abiertamente y criticados desde los estrados debido a la ausencia de resistencia efectiva. Todo lo que podemos decir era que teníamos conocimiento de primera mano de que se estaban preparando medios de resistencia muy adecuados. (…) La huelga general fue firmemente planificada y planeada, pero los dirigentes alemanes debían tener en consideración el hecho de que una huelga general, después de la atmósfera creada por el incendio del Reichstag y con 6.250.000 parados por lo menos, era un acto temerario con consecuencias muy graves, consecuencias que se podrían describir no menos que de guerra civil” (The Menace of Dictatorship, p. 8).

QUÉ OCURRIÓ CON LA CLASE MEDIA

Los nazis atacaban demagógicamente a los judíos, los trusts y los carteles. Incluso propusieron la disolución de la gran industria y su división entre pequeños empresarios, así como la desaparición de los grandes centros comerciales y su división entre los comerciantes. Por supuesto, no tenían intención de llevar a cabo estas propuestas demagógicas, que en cualquier caso habría sido imposible llevarlas a la práctica. De este modo se ganaron el apoyo entre las masas de la clase media, la base social de los fascistas.

Resulta irónico que la clase media víctima de los nazis fuera el estrato de la población que sufrió lo peor una vez los nazis llegaron al poder. La tendencia a la concentración de capital lejos de disminuir se aceleró sin resistencia por parte de los pequeños empresarios. Y este proceso estuvo ayudado conscientemente por los nazis. En su libro The Coming Crisis, Sternberg señala que en 1925 el número de propietarios en Alemania, junto con sus dependientes, suponía 12.027.000 personas, el 20,9% de la población. Debido al desbaratamiento que provocó la crisis en el momento que los nazis llegaron al poder en 1933, en el período de Wehrwirhschaft (economía de guerra), el número descendió hasta los 9.612.000, el 16,2% de la población”.

La publicación económica alemana Wirtschaft und Statistik de 1940 (página 336) comenta la manera brutal en que se produjo este fenómeno:

El número de propietarios junto con sus dependientes se redujo en 1,7 millones o aproximadamente un 15% respecto al nivel de 1933. Este descenso se prolongó de acuerdo a una tendencia larga y sostenida en el tiempo. De 1895 en adelante, su número ha decrecido de censo a censo, aunque el declive desde 1933 es, por supuesto, un récord”.

Otra prueba más de este proceso lo podemos leer en Germany, A Basic Handbook, donde se señala lo siguiente:

La concentración de capital en cada vez menos manos se ha producido rápidamente. Muchas empresas pequeñas y medianas han sido absorbidas por las grandes. Desde 1937 hasta finales de 1942, el capital invertido en sociedades anónimas aumentó más de un 10%. Al mismo tiempo, el número total de estas empresas decreció. Así, a finales de 1942, el 1% de las empresas poseía el 60% del capital invertido en las sociedades anónimas. Como señala Deutsche Allegemeine Zeitung del 6 de enero de 1944: ‘Del total de sociedades anónimas alemanas con un capital de 30 millardos de marcos, aproximadamente tres cuartas o cuatro quintas partes pertenecían a grandes accionistas o carteles”.

  

Los representantes de las grandes empresas ocupaban puestos clave en la economía. Al mismo tiempo, existía una “interpenetración mutua: por un lado, los principales industriales y banqueros, como líderes de la economía de guerra, los representantes de las Cámaras de Comercio, de los Grupos Comerciales, de las Asociaciones del Reich, etc., se convirtieron en sirvientes del Estado y fueron designados para altos puestos administrativos; por otro lado, los funcionarios de alto rango, la burocracia nazificada de los departamentos estatales se esforzaban por conseguir puestos bien pagados en la esfera de la empresa privada. Al final, existían varias empresas semiestatales, semiprivadas, que podrían ser descritas como bienes públicos en la esfera industrial. La más conocida de este tipo es Hermann Göring-Concern.

“… Resulta bastante obvio que este proceso dio muchas oportunidades a la élite nazi para convertirse en los nuevos industriales y explotadores, y de este modo vemos estos nuevos nombres, junto con los viejos y bien conocidos nombres de los distintos sectores de la industria alemana y austriaca, en posiciones dirigentes de la administración y en los consejos de administración de las distintas ramas.

A esta conexión habría que añadir unas pocas palabras sobre una empresa típica del partido, Gustolff Foundation, que fue fundada sobre una propiedad ‘arianizada’, la fábrica de armas Shul en Turingia, en honor de Wilhelm Gustloff, un agente nazi en Suiza que fue asesinado en 1934. La firma pronto se convirtió en un importante cartel de armamento y máquina herramienta, integrado por seis empresas, entre las que estaba la fábrica de municiones austriaca Hirtenberg, y dirigido exclusivamente por el partido, es decir, por el Thuringen Gauleiter Sauckel… Nada se conoce de las finanzas de la fundación ya que, como en el caso de Hermann Göring Werke, no se publican los balances, beneficios ni pérdidas.

El desarrollo de este sector de grandes empresas del partido no constituye un ejemplo de nacionalización, ni es una negación del capitalismo o la plutocracia. Todo lo contrario, es la prueba de todo lo que les es permitido acumular a los miembros del partido para sus imperios industriales y explotar nuevas fuentes de ingresos.

Así, los viejos gobernantes de la industria y el comercio se prestaron a este compromiso en la medida en que los beneficios obtenidos de la alianza con la élite del partido y la burocracia, es decir, el expolio conjunto de la pequeña empresa y todos los estratos de ‘pequeño burgueses’, pesaba más que todos los sacrificios del grupo”.

En la purga del 30 de junio de 1934, Hitler atacó a aquellos elementos en las filas de los fascistas que insistían en su demagogia “socialista” para conectar con las aspiraciones de la clase media, además de actuar contra aquellos que de verdad se habían dejado engañar por las mentiras propagandísticas de los nazis. Después de haber hecho esto, Hitler transformó su dictadura en un Estado policiaco-militar, representando los intereses de los industriales y terratenientes. En lugar de romper las haciendas de los junkers y entregárselas a los campesinos como prometió, el poder de los primeros se fortaleció. En lugar de dividir los grandes centros comerciales y repartirlos entre los pequeños tenderos, en lugar de eliminar los carteles y monopolios, las pequeñas tiendas fueron cerradas por miles y tuvo lugar una mayor concentración de la economía en manos de los trusts.

La única promesa que mantuvo fue la persecución de los desgraciados judíos. La clase media fue expoliada, las organizaciones obreras aplastadas y los fondos de las organizaciones obreras fueron confiscados para beneficio de los nazis. Abrieron campos de concentración y comenzó el reino del terror contra los trabajadores socialistas y comunistas y los judíos, como nunca antes se había visto en la historia moderna.

Los fascistas hicieron una gran interpretación del hecho de que en la Alemania de Hitler no existía desempleo. Es verdad que como resultado de los inmensos planes de rearme de Hitler, y la abundante mano de obra en las fortificaciones y armas alemanas, en Alemania no existía desempleo. Por supuesto, de no haberse producido la guerra, Alemania habría sufrido una recesión económica tan desastrosa como en los demás países capitalistas. Hitler gastó fabulosas sumas de dinero en los preparativos de la guerra porque lo consideraba el único camino para salvaguardar el imperialismo alemán y a su propio régimen. Apostó todo a la producción de armamentos a una escala nunca alcanzada por ningún Estado en tiempos de guerra.

Los obreros alemanes tenían que trabajar largas jornadas por bajos salarios para preparar los instrumentos de destrucción que no les beneficiarían a ellos ni a los trabajadores de otras tierras. Estaban empleados para producir para la terrible catástrofe que destruyó Alemania durante la guerra. Hitler les consideraba como cerdos que deben ser engordados para la matanza.

En 1935 un informe de los empresarios exigía entusiastamente que las nuevas leyes laborales “en el momento actual, requieren aumentar la intensificación de la producción…”. Göring declaraba abiertamente en un discurso: “Debemos trabajar doblemente duro para sacar al Reich de la decadencia, la impotencia, la vergüenza y la pobreza. Ocho horas diarias no son suficientes. ¡Debemos trabajar!”. El 22 de mayo de 1933, Hitler decía en el Reichstag: “En Alemania la propiedad privada es sagrada”.

De los 25 puntos del “Programa” nazi sólo la persecución de los judíos, un chivo expiatorio de los crímenes del capitalismo, se cumplió. A la desilusión se le dio una salida con el cebo judío. Incluso después de dejarlos indefensos, privados de todos sus derechos, arrojados a campos de concentración, se fomentó el mito de los judíos como responsables de todos los males de la sociedad. Como señalaba Hitler: si no hubiéramos tenido a los judíos tendríamos que haberlos inventado. No es de extrañar que Goebbels se lamentara públicamente de que los nazis hubieran publicado su programa.

Después de la guerra y la derrota del imperialismo alemán, los Aliados no han provocado la destrucción del fascismo. La clase media, la base potencial de masas para el fascismo, hoy apoya a los demócrata cristianos alemanes. La política estalinista de reparaciones y venganza no fue capaz de reunir el apoyo de las masas alemanas. Como resultado de la política de los Aliados, las masas alemanas están cerca del hambre en el sentido literal de la palabra. Cuando la recesión afecte a Alemania es inevitable el colapso de los partidos capitalistas “democráticos”. No hay camino intermedio. De nuevo la alternativa en Alemania será: o la victoria de la clase obrera o una nueva dictadura fascista.

MOSLEY ANTES DE LA GUERRA

Las leyes del declive del sistema capitalista son las mismas en Gran Bretaña que en otros países capitalistas. La leyenda, cultivada con asiduidad, y en particular por los dirigentes del movimiento obrero, es que Gran Bretaña es “diferente” y que no hay base para ello. Pero el fascismo, como expresión del declive de la sociedad capitalista, se puede convertir en determinadas condiciones en una amenaza real en Gran Bretaña tanto como ocurrió en la Alemania o la Italia capitalistas.

La recesión mundial de 1929-33 vio el surgimiento por primera vez en este país del movimiento fascista de Mosley como una fuerza seria. La clase capitalista de Gran Bretaña reconocía en el movimiento de Mosley un arma militante y extraparlamentaria que podría utilizar contra la clase obrera en un período de agitación social, crisis y recesión. Sólo el hecho de que los capitalistas británicos consiguieran salir de aquellos años críticos sin la necesidad de la acción directa contra los trabajadores, determinó su uso limitado de los fascistas en aquel momento. Sin embargo, mantuvieron el movimiento fascista como un “seguro” de cara al futuro.

El mito, propagado por la clase capitalista, de que todas las cuestiones se pueden resolver a través del parlamento, es explotado en los preparativos que hacen los propios capitalistas cuando parece posible que la clase obrera tome el camino de la lucha. Con la amenaza de una recesión económica inminente antes de la guerra, los capitalistas británicos comenzaron a dar pasos extraparlamentarios contra la clase obrera.

En los años previos a la guerra de 1939-45, las maniobras del ejército en Gran Bretaña se realizaban tomando como base la táctica de la guerra civil. Se preparaban para la defensa de los edificios gubernamentales estratégicos. La guardia civil se creó como una fuerza especial rompehuelgas, formada por reclutas procedentes de las filas de la clase media superior y de la propia clase dominante, entrenada para el uso de ametralladoras, fusiles y tanques. Se les enseñaba a conducir locomotoras, camiones de transporte pesado y hacer el trabajo de tierra en los aeródromos. La guardia civil constituía la columna vertebral de cualquier fuerza rompehuelgas en el caso de problemas serios con los trabajadores.

Un presagio significativo de lo que podría pasar fue que las grandes aseguradoras, que junto con los grandes bancos son los gobernantes decisivos de Gran Bretaña, se negaban a asegurar en caso de riesgo de disturbios civiles y guerra civil. Los capitalistas comprendían que Gran Bretaña, como Italia, Francia, Alemania o España, no podría escapar de las agitaciones sociales provocadas por un sistema capitalista enfermo y decadente. Si la Segunda Guerra Mundial no hubiera estallado, la inminente crisis económica hubiera sacudido al país con unos efectos superiores a los de 1929.

En este momento los fascistas estaban recibiendo el apoyo de numerosos industriales británicos influyentes. A finales de 1936 Mosley alardeaba en una entrevista publicada en un periódico fascista italiano, Giornale d’Italia, que estaba “recibiendo apoyo de los industriales británicos”, y que “varios industriales del norte, que hasta ese momento habían apoyado en secreto su movimiento por temor al boicot comercial, ahora declaraban abiertamente que estaban en el lado fascista” (News Chronicle, 19 de octubre de 1936). Mosley recibió el apoyo de periódicos poderosos como el Daily Mail, el Evening News y el Sunday Dispatch.

Entonces, como ahora, el movimiento de camisas negras realizó sus provocaciones contra la clase obrera y actos antisemitas bajo la protección del Estado. Los fascistas británicos demostraron pronto que en brutalidad y métodos se diferenciaban poco de las tropas de choque de Hitler o los squadri de Mussolini. En un mitin de masas de los fascistas británicos en el Olympia el 7 de junio de 1934, la clase obrera británica se pudo hacer a la idea de lo que debía esperar si triunfaba el fascismo.

Las salvajes y calculadas brutalidades infligidas por las bandas fascistas, entrenadas especialmente, contra cualquier tipo de audiencia que se atreviera a expresar incluso la más tímida oposición al discurso de Mosley, enfurecían a todos los sectores de la población. Las bandas organizadas de fascistas interrumpían a los oradores, hombres y mujeres, los golpeaban y dejaban inconscientes en el suelo.

Nutridos y ayudados por las autoridades y la policía, los fascistas de manera insolente organizaban marchas provocadoras en los barrios obreros y judíos, imitando las tácticas de los nazis en el amanecer de su movimiento en Alemania. Fue entonces cuando la clase obrera británica dio a los camisas negras su respuesta. Cada manifestación convocada por los fascistas era respondida por una gran contramanifestación de trabajadores y antifascistas. En Trafalgar Square, Hyde Park, en Liverpool, Merthyr, Newcastle, en el resto del país, los trabajadores se unían contra los fascistas. En el Glasgow rojo, los fascistas eran incapaces de celebrar reuniones. En el barrio obrero de Bermondsey, Londres, se levantaron barricadas que, defendidas por decenas de miles de trabajadores, evitaron con éxito que los fascistas de Mosley desfilaran por Long Lane.

Excepcional en estas luchas de los trabajadores contra los fascistas fue la derrota de la marcha prevista por Mosley a través del East End londinense en 1936. A pesar de los llamamientos de todos los sectores del movimiento de la clase obrera, incluidos los dirigentes laboristas, el entonces ministro de Interior, sir John Simon, se negó a prohibir la marcha y, por el contrario, buscó todas las maneras de facilitarla. Decenas de miles de policías a pie y a caballo se desplegaron por todo Londres para proteger su marcha a través del East End. La protección policial fue rigurosamente organizada, hasta el punto de destinar equipamiento de radio y un autogiro sobrevolando la zona. El peso del Estado se utilizó para proteger a los camisas negras ante la oposición de la clase obrera londinense. Las autoridades policiales planificaron la protección de Mosley como si fuera un proyecto militar.

A pesar de estas medidas del Estado la marcha fascista fue derrotada. Medio millón de trabajadores salieron a las calles. Alrededor de la consigna “¡No pasarán!”, los trabajadores formaron un muro de cuerpos a lo largo de la ruta por la que tenía que pasar la marcha de Mosley. Desde primera hora de la mañana hubo cargas de la policía montada contra los trabajadores para limpiar el camino a los fascistas. Pero la oposición decidida de los trabajadores lo hizo imposible. La policía intentó crear un desvío limpiando Cable Street. Pero aquí de nuevo los trabajadores londinenses formaron barricadas con muebles, vigas, vallas, puertas arrancadas de las casas cercanas y cualquier cosa que pudiera ayudar a bloquear el camino a los odiados fascistas. Esta magnífica acción de masas incluía y representaba a todos los sectores de la clase obrera y sus organizaciones, laborista, Partido Comunista, ILP, trotskistas, Juventudes Comunistas, y obligaron al entonces comisionado de Policía, sir Phillip Game, a ordenar a Mosley y sus bandas que abandonaran la ruta. ¡La unidad de acción de los trabajadores había derrotado a Mosley!

La derrota de Cable Street en 1936 fue un severo golpe para Mosley. Temeroso del poder organizado de la clase obrera demostrado de una manera tan militante, el movimiento fascista del East End decayó. El espectáculo de los trabajadores en acción dio a los fascistas una razón para callarse. Eso además extendió el desaliento y la desmoralización entre sus filas, mientras que la victoria sobre los fascistas dio a la clase obrera confianza. La acción unificada de los trabajadores en Cable Street demostró una nueva lección: sólo el contraataque enérgico puede impedir el crecimiento de la amenaza fascista.

En aquel momento el Partido Comunista fue el principal responsable con un llamamiento militante a los trabajadores para que acudiera a las contramanifestaciones contra los fascistas. Las Juventudes Comunistas jugaron un papel magnífico. Pero después de 1936, esta política militante del Partido Comunista cambió y evitaron cualquier contraataque contra los fascistas en la escala tan amplia y militante que habíamos presenciado antes. Con la llegada al poder de Hitler, los partidos comunistas de todo el mundo habían degenerado hasta convertirse en instrumentos de la política exterior rusa, y sus actividades reflejaban inevitablemente este hecho.

De la negativa a ofrecer un frente único con los trabajadores socialdemócratas contra el fascismo, la Internacional Comunista se embarcó en una política de frentepopulismo. En la línea de los intentos de Stalin de llegar a acuerdos y conseguir alianzas con las clases capitalistas “democráticas”, defendieron la colaboración de clase entre los trabajadores y los “buenos” capitalistas. Esta política exterior de los estalinistas se reflejó en el Partido Comunista Británico que incluso llegó a defender un “gobierno nacional” de Churchill, Attlee y Sinclair3. Después de haber calificado el frente único de los partidos obreros contra el fascismo como “contrarrevolucionario”, los estalinistas rechazaban ahora el análisis de clase marxista de la sociedad capitalista y defendían un frente único con los tories y los liberales.

En sus esfuerzos por atraerse a aquellos tories y liberales que estaban a favor de una alianza con Stalin, el Partido Comunista hizo todo lo que pudo para presentarse como un partido de ciudadanos respetables y cumplidores de la ley. Con ese objetivo, el emblema de la unidad de la clase obrera, la hoz y el martillo, fue retirado de la cabecera del Daily Worker y el lenguaje del marxismo fue sustituido por el de las zonas residenciales de la clase media. Más importante aún, la política militante de lucha de clases se arrojó por la borda reflejándose esto en la nueva actitud de “avestruz” hacia el movimiento fascista. Realizar una acción militante contra los fascistas ofendería a los nuevos “amigos” tories y liberales del partido estalinista. Las actividades y las provocaciones de los fascistas ahora se desoían y ya no se organizaban acciones de los trabajadores contra el fascismo. La política anterior fue sustituida por llamamientos y súplicas al Estado para que éste tomara medidas contra los fascistas. De basarse en la clase obrera para golpear al fascismo, los estalinistas giraron hacia una política que se basaba en el mismo aparato del Estado que no hacía tanto había mostrado su parcialidad hacia los camisas negras.

Cómo se expresó en la práctica esta nueva política de los dirigentes estalinistas se pudo ver en muchos ejemplos similares que se podrían citar. Justo antes de la guerra, se organizó en Londres un monstruoso mitin de camisas negras procedentes de todo el país, se reunieron en Earl’s Court para escuchar a Mosley. ¡Ese día las Juventudes Comunistas de Londres organizaron una excursión al campo! Manifestándose contra el mitin de los camisas negras en Earl’s Court sólo estaban los trotskistas y un pequeño número de militantes antifascistas, del Partido Comunista no había señales. Esta nueva política del partido estalinista sirvió para alimentar la apatía entre las filas de la clase obrera en la lucha contra los fascistas, envalentonando y animando a los camisas negras. Parecía que el movimiento fascista iba a recobrar nuevos bríos debido a la ausencia de una respuesta militante por parte de las organizaciones obreras. Pero la guerra modificó estos acontecimientos y les dio una nueva dirección.

EL ‘PROGRAMA’ DE MOSLEY

Hoy, en Gran Bretaña, los signos de una recuperación fascista son inconfundibles. Después de probar la reacción de la opinión pública ante el surgimiento de varios grupos fascistas, ayudados y animados por la protección policial, Mosley ha lanzado su nuevo partido, el “Movimiento de la Unión”. Este nuevo partido no es diferente al anterior, el BUF: el mismo cebo judío, las mismas promesas de destrucción de los sindicatos y organizaciones obreras, la misma demagogia para atraer a las clases medias desilusionadas y desesperadas y a los elementos atrasados.

Todas las publicaciones de Mosley apoyaban el principio de la empresa privada. En una de sus recientes News Letters, Mosley defendía demagógicamente al hombre corriente, no contra los monopolios capitalistas, sino contra las medidas nacionalizadoras del gobierno laborista. Mosley presumía de que sus “opiniones permanecían inalterables”. En su Greatier Britain (publicado antes de la guerra) escribió lo siguiente: “La obtención de beneficios no sólo estará permitida sino que se impulsará”. En una Carta Abierta a los Empresarios publicada en Fascist Week en 1934, Mosley reafirmaba a los industriales que: “En el Estado corporativo se os dejará en posesión de vuestros negocios”. A los parásitos que viven de sus dividendos Mosley prometió: “Hasta ahora el tenedor de acciones ordinarias, que es el verdadero portador de riesgo en la empresa industrial, ha sido tratado para propósitos impositivos como el tenedor de ‘renta’… todo el procedimiento es ilógico y está calculado para desalentar a la empresa sobre la que depende nuestro futuro industrial”.

Mientras que antes Mosley insistía en la idea de que Gran Bretaña y el Imperio debían aislarse mediante la “autarquía” económica, hoy defiende la “unión de Europa Occidental”. Reconociendo la debilidad del capitalismo británico y el peligro de colapso económico del continente europeo, Mosley propone la idea de una unión de la Europa capitalista basada en la esclavización y explotación de los pueblos africanos. En el “plan” Mosley “no existirá la estupidez de la administración fiduciaria para los nativos”, y “los negros no tienen ninguna paridad con sus superiores blancos”.

Uno de los principales puntos de Mosley es la guerra con Rusia. Si él estuviera en el poder “enviaría a Rusia un ultimátum para que aceptara la oferta estadounidense de desechar las armas atómicas y someterse a una inspección”, si no lo acepta, debería ser seguido por una guerra “preventiva”.

En la entrevista que Mosley concedió el 28 de noviembre de 1947, para anunciar el lanzamiento inminente de su nuevo partido, habló además sobre su “programa”. El parlamento actual sería sustituido por el Estado corporativo siguiendo el modelo de las dos cámaras de Mussolini. En lugar de elecciones habría plebiscitos donde los votantes tendrían el privilegio de decir sí o no a lo que hiciera el gobierno de Mosley. Su gobierno “dimitiría” si fuese derrotado pero esto, por supuesto, “sería casi improbable”. Mosley promete suprimir el comunismo.

Con esto Mosley quiere decir que su gobierno suprimiría todos los partidos y organizaciones de la clase obrera. Los sindicatos quedarían “anticuados” si no “cooperaban” con los fascistas. El nuevo partido de Mosley seguía de este modo abiertamente el modelo de los regímenes totalitarios fascistas de Hitler y Mussolini.

Mosley ha revelado claramente sus cálculos. Anticipa que de llegar al poder sería en un momento de crisis y de la misma manera que Mussolini, que fue aupado al poder por la monarquía y los capitalistas italianos. En su Greater Britain Mosley escribe:

Si la situación se desarrolla rápidamente, antes de que un nuevo movimiento haya conquistado el poder parlamentario podría suceder algo parecido a un colapso. En ese caso, se deberían adoptar otras medidas nuevas y más duras para salvar al Estado de una situación próxima a la anarquía. En ningún caso recurriríamos a la violencia contra la Corona; sino sólo contra las fuerzas de la anarquía si, y cuando, la maquinaria del Estado se haya dejado llevar por la impotencia…

Cualquiera que piense que en esta situación los instrumentos normales del gobierno, como la policía y el ejército, pueden ser utilizados eficazmente, no ha estudiado ni la historia europea de su propio tiempo ni las realidades de la situación actual. En la lucha sumamente técnica por el Estado moderno en crisis, sólo las organizaciones del fascismo y el comunismo han prevalecido o pueden prevalecer.

Los gobiernos y los partidos que se han basado en los instrumentos normales de gobierno (que ahora no están constituidos para tales propósitos) han caído como víctimas fáciles e innobles a la fuerza de la anarquía. Si, por lo tanto, esta situación se da en Gran Bretaña, nos prepararemos para hacer frente a la anarquía del comunismo con la fuerza organizada del fascismo; pero no buscamos esa lucha y, por el bien de la nación, deseamos evitarla”.

Los fascistas veían la próxima lucha contra las fuerzas de la “anarquía”, es decir, la clase obrera, como una lucha extraparlamentaria. En la segunda edición de Greater Britain, Mosley borró los capítulos que trataban este problema porque eran demasiado sinceros. Sin embargo, esta sigue siendo la base de las ideas de Mosley hoy. No es casualidad que declarara en la reunión de lanzamiento del nuevo partido el 7 de febrero de 1948, que él y sus seguidores estaban “preparados para afrontar la fuerza con la fuerza”.

Las actividades antisemitas y antiobreras de los fascistas van en aumento y, aunque aún pequeñas, constituyen un desafío para la clase obrera. El fascismo debe ser derrotado desde sus inicios. Los campos de muerte de los nazis, donde cientos de miles de trabajadores alemanes fueron torturados y asesinados, deberían ser un recordatorio permanente para la clase obrera y para que nunca se permita confiar más en ese falso sentimiento de seguridad. El movimiento fascista británico no diferirá de los fascistas alemanes o italianos ni en su composición social, ni en sus objetivos, ni en sus métodos.

EL GOBIERNO LABORISTA Y LA RECUPERACIÓN FASCISTA

El resurgimiento de Mosley y su nuevo “Movimiento de la Unión” en Gran Bretaña es visto hoy con complacencia por parte de los dirigentes laboristas. Las lecciones amargas de Alemania e Italia han pasado en vano para estos dirigentes laboristas. Traducen al inglés las mismas palabras e ideas falsas de los dirigentes socialdemócratas alemanes e italianos: “Eso no puede ocurrir aquí”. Los británicos, se jactan, son “diferentes”, son un pueblo “tolerante” con una tradición democrática. El fascismo es “ajeno” a los británicos y otras cosas similares. ¡Estas últimas palabras son famosas! El crimen de los dirigentes laboristas no es que ellos se tranquilicen con la pretensión de que “eso no puede ocurrir aquí”, sino que desarman a la clase obrera sembrando ilusiones y ayudando objetivamente al crecimiento del renacido movimiento fascista ofreciéndole protección policial.

La clase obrera que votó laborismo y le llevó al poder, podría quedarse perpleja e indignada al presenciar como Mosley y los fascistas celebran actos provocadores bajo la protección de un gran número de policías entrenados especialmente para ese trabajo; cuando presencian cómo el Ayuntamiento del Condado de Londres, controlado por los laboristas, da facilidades a Mosley y a su movimiento para que tenga bajo su control escuelas y salones. Esto en un momento en que los fascistas tienen enormes dificultes para hacerlo en las bibliotecas debido a las presiones de la opinión pública. A partir de las protestas, el secretario de Interior Chuter Ede respondió que está “considerando” la prohibición de equipos de megafonía en los actos públicos. Pero esto se aplicaría a “todos” los partidos que utilizan altavoces en las reuniones, lo que, en lugar de asestar un golpe al movimiento fascista, en la práctica sería un golpe contra las organizaciones de la clase obrera que utilizan este equipamiento para su propaganda. Este es el resultado de la “imparcialidad” de los reformistas. Su “imparcialidad” consiste en perjudicar a los antifascistas y permitir todo a los fascistas.

A pesar de los últimos seis años de guerra terrible, supuestamente librada para destruir el fascismo, en la actualidad, los fascistas han salido de los agujeros donde se refugiaron con el estallido de la guerra. La imagen de la policía y los tribunales, realizando acciones enérgicas contra los antifascistas mientras los fascistas son tratados con ligereza e incluso protegidos, se representa una vez más.

Todo esto en nombre de la idea liberal de “democracia”, “imparcialidad” y “libertad para todos”. En realidad, esto es lo contrario a la libertad como la enseñaban los grandes profesores socialistas. Bajo este disfraz de “libertad” e “imparcialidad” del Estado, los dirigentes obreros utilizaron a la policía para despojar a los piquetes de sus derechos democráticos elementales como organización sindical. Ningún trabajador socialista que no es un traidor a su clase pondrá en el mismo plano la libertad de un esquirol y la libertad de los huelguistas para evitar que el primero tenga éxito. Pero esta fuerza de esquiroles despreciables, el movimiento fascista, tiene más facilidades para florecer y preparar la destrucción del derecho a huelga y cualquier otra libertad conquistada por la clase obrera. Esto no es libertad ni democracia. Es una violación de la democracia obrera y la negación misma de la libertad.

Como un disparate supremo, los dirigentes laboristas han dado facilidades a Mosley para que publique su propaganda.

En lugar de dar la bienvenida a las protestas instintivas por parte de los trabajadores contra cualquier intento de recuperar la actividad fascista, el gobierno laborista organiza a la fuerza policial para proteger a los fascistas contra los trabajadores. Unos dirigentes laboristas dignos de ese nombre darían todo su apoyo a las acciones de los trabajadores contra la reacción. Esto sería una advertencia para los capitalistas de lo que ocurriría ante cualquier intento de establecer una dictadura fascista ya que se encontrarían con una respuesta implacable del movimiento obrero en su conjunto. En nombre de la “libertad de expresión” los fascistas tienen todas las facilidades para desplegar su propaganda, precisamente las mismas personas que defienden la destrucción de la libertad de expresión y todo vestigio de democracia conquistada por la clase obrera. En tiempo de guerra, y la lucha de clases es una guerra entre las clases, el enemigo no puede tener puntos de ventaja que le permitan atacar mejor y masacrar nuestras filas en una etapa posterior.

La elección de un gobierno laborista con mayoría después de la Segunda Guerra Mundial expresó las aspiraciones de los trabajadores británicos de establecer un nuevo sistema social. Las masas giraron a la izquierda y este giro arrastró tras de sí a grandes sectores de la clase media, que durante la guerra habían visto su situación muy socavada. La guerra había puesto cargas muy pesadas sobre las espaldas de sectores de la clase media, el aumento del coste de la vida había afectado más severamente a aquellos que tenían ingresos fijos. Un gran número de pequeños comerciantes habían sido expulsados del mercado debido a la competencia de las grandes empresas capitalistas y las medidas de concentración impulsadas por el Estado favorecieron a los monopolios “más eficaces”. De un total de 10.000 empresas existentes en Londres, incluidas peleterías, lavanderías, reparaciones, etc., un 40% desaparecieron durante la guerra. Como consecuencia, la clase media miró hacia el Partido Laborista en busca de solución.

Una encuesta de Gallup revelaba que, en los primeros meses de gobierno laborista, su popularidad aumentó enormemente como resultado de las reformas sociales que introdujo. Si los dirigentes laboristas hubieran introducido medidas destinadas a destruir los privilegios e intereses creados de la clase capitalista, después de haberse hecho cargo de toda la industria a gran escala y las empresas financieras sin compensación y dirigír la vida económica de Gran Bretaña sobre la base de un plan económico global bajo el control democrático de la clase obrera, habrían encontrado poca resistencia efectiva de la clase capitalista. Esta habría sido la solución final a los padecimientos que el capitalismo inflige no sólo a la clase obrera sino también a la clase media.

¿Pero cuál es la situación real hoy? Con el gobierno laborista el capitalismo sigue intacto. En cambio compensa servilmente a los anteriores propietarios de las industrias nacionalizadas, que siguen siendo gestionadas siguiendo las mismas “líneas empresariales” y en gran parte por los mismos administradores capitalistas que estaban antes al frente de ellas. Un sector aplastante de la economía sigue bajo el control de la empresa privada y los sectores nacionalizados están dirigidos y al servicio de los intereses de la propiedad privada.

Incluso en las industrias nacionalizadas no hay rastro de verdadero control democrático por parte de los trabajadores. Mientras que los dirigentes laboristas hablan de un gran acuerdo basado en lo sagrado de la democracia, éste no se extiende al control democrático de los trabajadores sobre las minas y las industrias que supuestamente son propiedad del “pueblo”.

En Gran Bretaña existen elementos de democracia obrera en forma de sindicatos, partidos obreros, organizaciones fabriles y los derechos que estos han ganado. Pero el control efectivo está en manos de la clase capitalista, que controla la vida económica del país a través de su propiedad de los medios de producción y que cuenta con los medios decisivos para influir en la opinión pública a través de la prensa, la radio, el cine, las escuelas, la iglesia y todos los demás instrumentos necesarios para ese propósito. Esta es la realidad de la democracia capitalista. La democracia burguesa, decía Trotsky, significa que todo el mundo tiene el derecho a decir lo que quiera mientras el capital financiero decide que se hace. Pero una vez los trabajadores alcanzan el control democrático real, entonces los capitalistas deciden que ha llegado el momento de abolir también la democracia.

Si la principal preocupación de los dirigentes laboristas era la democracia, tendrían que haber introducido el control obrero y la democracia real. Los elementos de democracia que ya existen tendrían que dar todo su fruto.

La democracia real para la mayoría y no para el puñado de capitalistas, es decir, la democracia obrera, significaría no sólo la total destrucción del dominio económico de las grandes empresas, sino el final de su control de los medios y su capacidad de influir en la opinión pública a través de su control económico. El gobierno laborista debería hacerse cargo inmediatamente de la prensa, el cine y la radio, quitarlos de las manos del capital monopolista y ponerlos a disposición de la población. Cada una de las tendencias de los trabajadores tendría pleno y libre acceso a los medios de propaganda para defender su punto de vista. Todos los partidos políticos, incluidos los tories y los liberales, que estén dispuestos aceptar la voluntad democrática de la mayoría, tendrían libertad de expresión y prensa. Pero los fascistas no tendrían ningún derecho.

Después de organizar los sóviets o comités obreros en las fábricas y barrios, después de haber establecido por primera vez la participación democrática de todas las capas de la población en el gobierno y administración del país, la superioridad de este Estado obrero sería tan obvia que cualquier contrarrevolución por parte de la clase capitalista resultaría ineficaz.

En lugar de una solución socialista revolucionaria, los dirigentes laboristas están coqueteando con el capitalismo. Las medidas a medio camino del gobierno laborista han provocado una separación del laborismo, particularmente entre la clase media y los sectores más atrasados de los trabajadores. En las elecciones municipales de 1947 y en las parlamentarias de ese mismo año hubo un marcado aumento del voto tory. Y como un síntoma de la tendencia a la derecha, los racistas volvieron a la escena política.

Esto ha tenido lugar en un período de pleno empleo y boom capitalista. El capitalismo británico ha perdido todas las ventajas que disfrutaba en el pasado. A pesar de los esfuerzos de la clase obrera que han llevado a un aumento del 20% de la producción sobre el nivel previo a la guerra, no se ha producido el mismo aumento proporcional del nivel de vida. Gran Bretaña es mucho más dependiente del mercado mundial que en el pasado. Con el aumento de la competencia, los niveles de vida no han subido sino todo lo contrario, la clase capitalista ha impuesto una reducción de los salarios.

El gobierno laborista está llevando a la práctica una ofensiva para convencer a los trabajadores de que acepten la congelación salarial ante el peligro de agotamiento de los mercados donde se colocan las mercancías británicas. Con el aplauso entusiasta de la clase capitalista y su prensa, los dirigentes laboristas están insistiendo a los trabajadores para que acepten más sacrificios, en un frenético movimiento para aumentar la producción, para imponer la congelación salarial y acelerar la reducción de costes.

Cripps explica a los trabajadores que si no aceptan voluntariamente el yugo del capital, se enfrentarán al yugo de hierro de la dictadura totalitaria. En sus propias palabras:

Es por tanto esencial que lleguemos a un acuerdo general entre nuestro pueblo para actuar en unas líneas económicas sólidas; de otro modo, la alternativa probablemente sea alguna forma de gobierno totalitario”.

Las propuestas en líneas “económicas sólidas” que defienden los dirigentes laboristas son, por supuesto, líneas capitalistas sólidas.

Aquí están los síntomas del declive, de la inminente recesión económica, de la sobreproducción. Incluso si los dirigentes laboristas consiguieran su objetivo de aumentar la producción para alcanzar nuevos récord, esto no puede resolver el problema. Todo lo contrario, sólo puede preparar la catástrofe para el gobierno laborista y la clase obrera británica.

Debido al impacto que tuvo la radicalización de 1945 los capitalistas tuvieron que retirarse. Pero no fueron derrocados por el gobierno laborista y ahora azuzan sistemáticamente el descontento de la clase media y sectores atrasados de la clase obrera preparándose para una ofensiva futura.

Bajo el sistema capitalista, con la crisis de sobreproducción, la recesión seguirá al boom como la noche sigue al día. Y si ya la clase media está descontenta ¿cómo reaccionará cuando llegue la recesión? Los trabajadores tendrán que tomar una dirección revolucionaria, pero si no son capaces de mostrar una salida socialista, la clase media caerá en la órbita del movimiento fascista. Los capitalistas declararán que los “marxistas” y el movimiento obrero son responsables de la crisis de su sistema y conseguirán el apoyo de la clase media para emprender una acción contra los trabajadores.

Paralizada por la crisis económica, la clase capitalista se verá obligada a lanzar ataques salvajes contra los niveles de vida de los trabajadores. Pero se encontrará con la presión de las fastidiosas organizaciones obreras, especialmente los sindicatos. El programa de aniquilación está diseñado por Mosley para apelar a las grandes empresas precisamente en esta crisis. Para eliminar a los sindicatos y aterrorizar a los trabajadores, los capitalistas necesitarán a las bandas fascistas y mirarán hacia el Estado totalitario como el medio de su salvación. Entonces comenzarán a subvencionar a Mosley o algún otro fascista menos desacreditado entre la población.

No podría existir hoy mayor peligro que quedarse sentados y contentarse con la idea de que los fascistas tienen poco peso político en Gran Bretaña. Mientras exista la sociedad capitalista, el arma del fascismo también existe como amenaza potencial para la clase obrera. Los acontecimientos quizá demuestren que el Movimiento de la Unión de Mosley no será el movimiento fascista principal en este país. Mosley y

Como germen de esta enfermedad ya latente incluso hoy en Gran Bretaña, W. J. Broen, el parlamentario independiente por Rubgy, anteriormente dirigente del Nuevo Partido de Mosley en 1931, ha defendido tímidamente una Unión del Pueblo Británico. Incluso más indicativo es el hecho de que el Statist, en un artículo titulado Can Our System be Modified? [¿Puede nuestro sistema ser modificado?], publicado el 29 de noviembre de 1947, escriba de manera aprobatoria sobre el general de Gaulle y diga lo siguiente:

El general de Gaulle, naturalmente alarmado por el estado caótico de la política y la economía tan ejemplificada en la Francia actual, ha pedido a la población que le de poder para formar lo que él denomina una concentración nacional. Al mismo tiempo nos avisa de que nuestro sistema es tan inestable que podría llevarnos en una fecha no muy remota a problemas serios. No deberíamos de ningún modo ignorar esta advertencia”.

A menos que la clase obrera pueda ofrecer una alternativa en forma de un programa audaz, y sobre todo de acción enérgica, a la confusa juventud de clase media que hoy apoya a los tories, ésta será atraída por un movimiento fascista, ya sea el Movimiento de la Unión o algún tipo de Unión del Pueblo Británico o Sociedad de Salvadores del Real Imperio Británico.

LA POLÍTICA DEL PARTIDO COMUNISTA

La recuperación de la actividad fascista llevó a los trabajadores más activos a mirar hacia el Partido Comunista en busca de dirección. Pero muchos que lo hicieron quedaron tremendamente desencantados. Con la excepción de unas cuentas reuniones de oposición en el Ridley Road durante los primeros días, la dirección del Partido Comunista no ha asumido nada más serio que la organización de reuniones en los ayuntamientos bajo los auspicios del Consejo Nacional por las Libertades Civiles, y la aprobación de resoluciones en los Consejos de Industria y agrupaciones sindicales pidiendo al gobierno que emprendiera acciones contra los fascistas. Estas reuniones en los ayuntamientos incluyen a los representantes de las organizaciones obreras locales, a representantes de los empresarios locales más vociferantes, a los tories y los liberales. Sólo el Partido Comunista Revolucionario ha sido excluido de las plataformas. Este frente popular con los tories y los liberales es un engaño a los trabajadores más conscientes que buscan una política de lucha para derrotar la amenaza del fascismo.

Formar un frente único con los tories y los liberales contra el fascismo es maleducar a la clase obrera. En lugar de enseñarle la naturaleza de clase del fascismo, que los partidos burgueses representan a la misma clase en la que se basan los fascistas contra los trabajadores, y que sólo la fuerza organizada de la clase obrera puede derrotar al fascismo, lo que hacen es sembrar ilusiones y desalentar la acción militante.

El Partido Comunista publicó recientemente un panfleto antifascista titulado La amenaza fascista en Gran Bretaña. Aconsejamos a todos los trabajadores que lean este panfleto y comparen este análisis y esta política con la del Partido Comunista Revolucionario (RCP). Esto es lo que los estalinistas escriben:

Mucha gente tomó parte en esta lucha [antifascista]. Es inútil fingir que los objetivos bélicos de todos los líderes nacionales eran exactamente los mismos, o que todos en el Ejército Británico, por ejemplo, estaban perfectamente de acuerdo. Pero en una cosa cada nación y cada individuo estaban en completa unidad. Y esto era que la guerra se luchaba para acabar con esa cosa denominada fascismo, para siempre, para no dejar rastro de él”.

La historia ha demostrado cómo la clase capitalista “democrática”, cómo los portavoces tories y liberales apoyaron la reacción y el fascismo en el extranjero. La historia reciente ha demostrado, en la Segunda Guerra Mundial, que lejos de estar interesada en acabar con el fascismo, la clase dominante simplemente utilizaba los sentimientos antifascistas de los trabajadores para sus propios fines imperialistas. Sus tentativas de acuerdo con Darlan y Badoglio atestiguan el hecho de que, en medio de la guerra, su principal preocupación era establecer regímenes capaces de enfrentarse a la clase obrera. Y en Gran Bretaña, durante la llamada guerra contra el fascismo, el gobierno se negó a publicar el Libro Rojo del capitán Ramsay, que contenía la lista de nombres de seguidores fascistas en este país.

Aún así el Partido Comunista persiste en maleducar a los trabajadores con que todas las naciones, todas las clases, estaban totalmente unidas durante la guerra en la búsqueda de la destrucción del fascismo. De ahí este llamamiento al conjunto de la opinión política:

Quién esté leyendo esto podría ser un seguidor laborista, liberal, conservador o comunista. Podría ser un sindicalista o cooperativista. Sean cuales sean tus creencias políticas te pedimos en tu propio interés que te mantengas junto a nosotros. Por que si no actuamos muy pronto, la discusión democrática y la vida decente se podrían volver imposibles”.

¡Si no actuamos! ¿Qué acción propone el Partido Comunista?

Si los fascistas llegan a tu localidad, consigue que todos los habitantes firmen peticiones de protesta para el Secretario de Interior”. Pero las firmas no asustarán a los fascistas.

Siguiendo los pasos de los nefastos dirigentes laboristas, el Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB) se limita a realizar llamamientos al Estado capitalista, tal como señalan en su declaración: “Las leyes existentes contra la ‘incitación a la violencia’ y un comportamiento ‘calculado para provocar una ruptura de la paz’ deberían ser estrictamente ejecutadas; se debería enviar la policía a las reuniones fascistas para que haga arrestos y no ofrecerles ninguna protección”.

Mientras que el CPGB pide “vigilancia”, urge a sus militantes y seguidores a que no se acerquen a las reuniones fascistas.

Por supuesto, es necesario conducir una campaña en los sindicatos y organizaciones laboristas a través de resoluciones, para presionar al gobierno laborista que pretende hablar en nombre de la clase obrera británica. Pero lo más esencial es que la presión sobre los dirigentes laboristas debe estar complementada con una contraofensiva, con la participación de los trabajadores en la lucha contra los fascistas. ¿Alguien puede negar que la ausencia de una contraofensiva organizada por parte de las organizaciones obreras haya envalentonado y alentado a los fascistas? ¿Alguien puede dudar que si el Partido Comunista y las Juventudes Comunistas hubieran reunido su poderosa organización y aparato para una contramanifestación contra los fascistas y contra Mosley cuando surgieron al principio, éstos no se lo habrían pensado antes de lanzar su nuevo movimiento?

El RCP ha estado activo en la manifestación y en cada intento de combatir a los fascistas allí donde han aparecido. Escribimos a Harry Pollitt haciendo un llamamiento al CPGB para formar un frente único contra los fascistas. El Comité de Distrito de Londres del RCP envió un llamamiento similar a las direcciones del CPGB y la YCL (Youth Communist Leage —Liga Juvenil Comunista—) de Londres. La esencia de nuestra posición se puede resumir en el siguiente extracto de la carta envida por nuestro Comité de Distrito de Londres al homólogo del CPGB:

A pesar de las diferencias muy profundas y fundamentales que separan a los partidos estalinista y trotskista en el momento actual, el Comité de Distrito de Londres del RCP tiene la absoluta convicción de que no sólo es posible una actividad antifascista conjunta entre los militantes de Londres de nuestros respectivos partidos, en unas líneas prácticas y específicas, sino que tal frente único recibiría el apoyo entusiasta de los militantes de base de nuestras respectivas organizaciones. Las experiencias recientes en Londres han demostrado que donde nuestros compañeros han realizado una actividad antifascista, se ha establecido un frente único espontáneo entre los militantes de nuestras organizaciones con un éxito evidente contra los fascistas”.

Nuestros llamamientos fueron desatendidos en un momento en que las batallas de Ridley Road estaban en su apogeo y era imperativo que los trabajadores establecieran un frente único contra los fascistas, que se jactaban de haber expulsado al CPGB de esta zona. En lugar de concentrarse en Ridley Road, como hicieron los trotskistas, los dirigentes del CPGB desanimaban a sus militantes para que no se manifestaran allí; de esto modo se unían al campo de los moralistas pequeñoburgueses y reformistas que decían: “Ignoradles”. A pesar de la política cobarde de la dirección, muchos militantes de la base del CPGB y la YCL continuaron reuniéndose en Ridley Road junto con militantes del Partido Comunista Revolucionario y otras organizaciones en un frente único de protesta. La línea oficial del CPGB estaba lejos de ser bien recibida por muchos militantes de base, cuyos instintos de clase correctamente les llevaron a la participación en la lucha contra los fascistas.

Una política obrera revolucionaria debe necesariamente llevar a las masas a la participación real en la lucha. Ninguna cantidad de llamamientos a favor de la “vigilancia”, peticiones, resoluciones o llamamientos al Estado capitalista pueden sustituir la actividad real de masas de la clase obrera combatiendo a sus enemigos más peligrosos.

CÓMO LUCHAR CONTRA EL FASCISMO. LA POLÍTICA DEL RCP

Con el resurgimiento de los fascistas, la tarea principal del movimiento obrero es educar y explicar a los trabajadores la naturaleza de clase del fascismo y su función como una fuerza de combate contra las organizaciones de la clase obrera. Pero explicar las raíces de clase y la función del fascismo no es suficiente. La clase obrera debe participar en el combate activo a los fascistas allí donde estos levanten la cabeza. Por eso es necesario que las organizaciones de la clase obrera agrupen a sus militantes alrededor de un programa de lucha contra las reuniones y propaganda antisemita, antiobrera, contra la prensa y otras actividades amenazadoras de los fascistas.

Los sindicalistas deben negarse a imprimir, manejar o transportar la propaganda fascista de cualquier tipo y exigir que sus ejecutivas cumplan esta ley. Todo el que viole esta ley debe estar en la lista negra.

El primer paso de la movilización de los trabajadores es unir a todos los sectores del movimiento, laborismo, sindicatos, Partido Comunista, trotskista, cooperativas, en un frente único común de la clase obrera. Esta es la clave para una lucha triunfal contra la amenaza del fascismo. Diferencias fundamentales separan a estas organizaciones entre sí, pero frente al fascismo es, y debe ser, posible llegar a un acuerdo común en las formas de lucha, manteniendo el derecho a la libre crítica. Una tarea necesaria es la de organizar contramanifestaciones, reuniones y campañas de propaganda antifascista conjunta. El fascismo no hace distinción entre las opiniones de la clase obrera y la democracia. Busca destruir todos los partidos obreros de oposición ya sea laborista, comunista o comunista revolucionario. Defender y proteger las reuniones y locales de la clase obrera, a los judíos y otras minorías contra las provocaciones y ataques fascistas; crear un cuerpo de defensa de los trabajadores, basado en las organizaciones sindicales, culturales y políticas de la clase obrera. Esa es la tarea.

Mosley en cierta ocasión alardeó de que él tenía un destacamento integrado por “hombres físicamente fuertes, muy disciplinados, de una manera semimilitar”. Los destacamentos organizados de camisas negras sólo se pueden combatir con destacamentos organizados de proletarios militantes.

En la campaña para que el gobierno laborista “prohíba a los fascistas”, los trabajadores deben tener en mente que la historia ha enseñado que la imposición de leyes por un Estado capitalista inevitablemente actúa en desventaja de la clase obrera. El Estado descansa sobre el ejército, la policía y los tribunales. Y estos son escogidos de arriba abajo entre elementos simpatizantes con los objetivos del

fascismo, especialmente por arriba. Incluso si la presión de los trabajadores consigue la aprobación de una legislación antifascista, esta sólo podría ser llevada a la práctica por la acción de los trabajadores. En definitiva, la reivindicación al gobierno laborista sólo puede ser efectiva cuando sea respaldada por las actividades de los trabajadores organizados. Esto no significa que no luchemos para presionar al gobierno laborista para que emprenda acciones contra los fascistas, sino que nuestras reivindicaciones sólo pueden ser efectivas si son apoyadas por la actividad decidida y organizada de los trabajadores.

Debemos exigir del gobierno laborista las siguientes medidas:

· Publicidad de los nombres de todos los profascistas conocidos contenidos en el Libro Rojo del Capitán Ramsay.

· Dar a conocer todas las pruebas y la información en manos de la inteligencia británica que revela las conexiones entre los nazis, los fascistas británicos y los representantes de la clase dominante británica.

· Introducir la legislación que ilegalice la propagación del antisemitismo y el odio racial de cualquier forma.

· Introducción de una legislación que ilegalice la propaganda y la organización fascista, que al mismo tiempo proteja a cualquier sector de la población que cumpla esta ley o que lleve a cabo cualquier actividad contra los fascistas.

Es verdad que el movimiento fascista en la actualidad es sólo un pequeño factor en la vida política británica. Pero ¡de un arañazo puede venir el peligro de gangrena! No debemos repetir los mismos errores que la clase obrera alemana.

La experiencia histórica ha demostrado que no es posible legislar contra el fascismo sin acabar con su existencia. La naturaleza misma del Estado capitalista implica que el fascismo es el arma desnuda del dominio de la clase dominante. Sólo los trabajadores organizados, y con una política militante de lucha contra el fascismo, serán capaz de tratar eficazmente la amenaza que representa. En última instancia la destrucción del sistema capitalista, que necesita y alimenta el fascismo con todos sus horrores y represiones contra la clase obrera y las minorías religiosas y raciales, es el único medio de garantizar la derrota decisiva del fascismo.

APÉNDICE: LOS JUDÍOS EN LA SOCIEDAD BRITÁNICA. ALGUNOS DATOS

En su intento de encontrar un chivo expiatorio para los males de un sistema en desintegración, el fascismo adopta la familiar demagogia de “golpear al judío”, utilizada desde el período de decadencia feudal: todos los crímenes del capitalismo monopolista son culpa del capital financiero judío, todo el descontento de los pequeños comerciantes y profesionales se canaliza hacia el antisemitismo. Mosley consideraba esto un arma muy útil en el arsenal de su “programa” como para dejar de insistir machaconamente en él.

Los fascistas intentan despertar los prejuicios más básicos de los pequeños empresarios, tenderos y los trabajadores atrasados contra los judíos. Utilizan una superstición profundamente enraizada que se remonta a la Edad Media cuando los judíos controlaban y manipulaban las finanzas no sólo del país, ¡sino en realidad del mundo! Alrededor de esta bandera consiguen apoyo entre la gente ignorante, tenderos que tienen la competencia de los tenderos judíos en la misma calle o trabajadores que viven con terratenientes judíos.

Incluso si fuera cierto que la mayor parte del país pertenece a los capitalistas judíos, esto marcaría poca diferencia en las tareas que debe afrontar la clase obrera. Hay poca diferencia en el sistema, sean los capitalistas judíos o gentiles. Ambos son sometidos a las leyes de la economía capitalista y actúan de acuerdo con ellas. En un país como España, donde no había ningún judío capitalista (los judíos fueron expulsados en 1492), la pobreza, el hambre y la explotación de los trabajadores alcanzaban niveles extremos. Como ya se sabe, la lucha de clases en España culminó la guerra civil entre los trabajadores y los fascistas. Los fascistas españoles tenían que encontrar otras consignas demagógicas. Es interesante observar que De Gaulle no está recurriendo en este momento al antisemitismo.

Sin embargo, muchas personas, incluso en el movimiento obrero, dan credibilidad al mito de que los judíos controlan el país. Es necesario que cada trabajador con conciencia de clase conozca los hechos con relación a la verdadera posición de los judíos en la sociedad británica, para combatir el mal del antisemitismo.

En Gran Bretaña e Irlanda del Norte hay sólo 370.000 judíos de una población total de 48 millones de personas. Es decir, hay siete judíos por cada mil no judíos, o menos del 1% de la población.

Los grandes bancos y aseguradoras controlan la economía del país. Pero no hay un solo judío en el Banco de Inglaterra entre los directores o sus ejecutivos.

Las Cinco Grandes, como se denomina a los monopolios británicos más poderosos, tienen en total 150 directores, de los que sólo 4 son judíos.

En las finanzas internacionales, la mayor compañía bancaria del mundo es JP Morgan & Company. En esta empresa tampoco hay socios judíos ni un solo judío en puestos de dirección.

La bolsa, según los fascistas, está dominada por los judíos, pero en realidad en el Comité de la Bolsa sólo hay un judío.

Antes de la nacionalización de los ferrocarriles, el número de directores en LMS era de 18, en LNER eran 22, en GWR 20, en Southern 16, y en LPTB 7. De éstos sólo uno era judío y otro era de origen judío, aunque su familia lleva practicando la fe cristiana desde hace generaciones.

En total hay 116 periódicos diarios y 17 dominicales en Gran Bretaña. A pesar del mito de que los judíos controlan la prensa, sólo había un judío como director de un periódico, era el presidente del Daily Herald pero ahora está muerto.

Gaumont British y Odeon Companies en determinado momento estuvieron dominadas por los judíos. Ahora han pasado a manos de J.A. Rank, la figura más poderosa del mundo del cine, que controla unos 600 cines y prácticamente todos los estudios importantes. La tercera empresa más grande, ABC, nunca perteneció a los judíos.

Otra mentira fascista que consiguió eco entre los sectores atrasados de la población es que los judíos controlan el gobierno y el parlamento. En realidad, no hay un solo judío en el gabinete. Sólo hay 28 parlamentarios judíos de un total de 640.

Se cree popularmente que los judíos dominan todas las actividades del mercado negro. Los hechos son que la aplastante mayoría de los juicios, tanto de grandes como de pequeños empresarios por delitos del mercado negro, no son contra judíos ni personas relacionadas con empresas judías. La prensa capitalista centra su atención en aquellos casos es que están implicados judíos, precisamente para dar la impresión de que ellos dominan el mercado negro. Los especuladores, ya sean judíos, gentiles, irlandeses o escoceses, no pasan por alto la posibilidad de beneficios extras, ya sea transacciones legales o no. Toda la historia del capitalismo demuestra esto. El saqueo de la India, de China y África no fue realizado por los judíos. El comercio de esclavos lo realizaron caballeros religiosos y uno de los célebres nombró a su barco ¡Jesús!

Por supuesto, los judíos juegan un papel en los negocios. Pero en Gran Bretaña las industrias decisivas apenas cuentan con capital judío. En el hierro y el acero, la ingeniería, química, automóvil, barcos y caucho, y antes de la nacionalización, el carbón y los ferrocarriles, el capital judío era imperceptible. En los grandes carteles de armamento, como Vickers, no hay capital judío. Sin embargo, en ciertas empresas secundarias, donde los judíos se han concentrado tradicionalmente en distintos países, el capital judío juega un papel importante, en el caso de Gran Bretaña no es dominante.

Algunos datos: una cuarta parte del comercio textil está en manos de los judíos; en la industria del mueble, una séptima parte; en la joyería, una quinta parte; en el calzado, una octava parte; dos tercios en el comercio de pieles; pero sólo una onceava parte en el comercio de electrodomésticos y de radio; menos de una séptima parte en la cosmética; en las tiendas de comestibles de Londres, una sexta parte del comercio es propiedad de los judíos, pero sólo una dieciseisava parte en las provincias.

En lo que concierne al comercio a pequeña escala, las cooperativas son parte del movimiento de la clase obrera, y representan una amplia cadena de tiendas del país. Por otra parte, hay 92 firmas que se dedican a la venta al por menor, con un capital de 150 millones de libras. La pañería y el comercio relacionado con ella constituyen aproximadamente un tercio del capital invertido. La mitad está controlado por empresas no judías (Harrods, Selfridges, John Lewis y Bakers). Unilever, que domina el comercio de comestibles y el abastecimiento, no está, como comúnmente se piensa, compuesto enteramente por capital judío. El único capital judío es el de los judíos holandeses, los Van den Berghs.

En la venta al por menor en el comercio de ultramarinos, Home and Colonial Stores, Maypole Dairies e incluso Liptons no están controladas por judíos. El mayor cartel de la carne de este país es la Union Cold Storage, que controla 5.000 tiendas. Esta es una empresa puramente no judía. Los judíos están totalmente ausentes de las lecherías: Southern Dairies, United Diaries y Express Diaries son empresas gentiles. En el comercio de medicinas, los monopolistas, Boots Taylos, Timothy White’s, Savory & Moore’s y Hodders son todas propiedad de no judíos.

El sector decisivo de toda la industria está controlado por el capital gentil. El número de pequeños comerciantes judíos, vendedores al por menor e intermediarios, dan una falsa impresión del papel de los judíos en los negocios. En el sector decisivo de las finanzas el papel del capital judío es pequeño. De este modo,la supresión de los judíos no eliminaría ninguna de las injusticias del sistema capitalista.

La gran mayoría de los judíos en Gran Bretaña, contrariamente a la creencia popular, son trabajadores, empleados principalmente en el negocio de la sastrería, muebles y una alta proporción de ayudantes de tiendas. Aproximadamente el 15% de los judíos están ocupados en el comercio y las industria por su propia cuenta. De la población total, el 7,5% está ocupado en el comercio.

La lucha por la emancipación de la clase obrera no es un combate entre razas o religiones. Es una lucha de clase contra clase. Cada rasgo de antisemitismo o cualquier forma de odio racial no puede ayudar a los oprimidos, al contrario, sólo ayuda a los explotadores. Los trabajadores de todas las nacionalidades, raza o credo deben estar unidos contra el enemigo común: el capitalismo.

sus seguidores quedaron en gran medida desacreditados durante la guerra. Sin embargo, puede surgir alguna otra forma de organización fascista, una organización no abiertamente fascista pero con un carácter similar a ese movimiento. La Unión del Pueblo Francés de De Gaulle que, aunque abjuraba del fascismo, en su política y objetivos fundamentales está diseñada para servir al mismo propósito.

A Morte de Kim Jong-Il e o Futuro da Coréia do Norte

A Morte de Kim Jong-Il e o Futuro da Coréia do Norte
 
Por Rodolfo Kaleb
Fevereiro de 2012
 
A Coréia do Norte, um dos últimos países de economia burocraticamente planificada, tem um novo “Líder Supremo” para substituir Kim Jong-Il, que morreu no fim de 2011: o próprio filho do burocrata, Kim Jong-Un. Esta é a segunda transição na liderança da burocracia estatal norte-coreana dentro dos marcos da família Kim. Os Kim e toda a camada privilegiada de burocratas de Estado que eles representam tem um dos regimes mais fechados do mundo. Ao mesmo tempo, o ódio das televisões, jornais e outros meios de comunicação burgueses contra a Coréia do Norte não se explica por este fato. Os capitalistas, de Washington a Paris, de Londres a Tóquio, jamais deixaram de prestar apoio a muitos governos tirânicos mundo a fora, desde que fossem subservientes a eles. O seu ódio intrínseco contra a Coréia do Norte, e o apoio enfático aos capitalistas sul-coreanos está na estrutura de classe daquele país.
 

Estado, economia e burocracia
 
Nenhuma burguesia nativa ou estrangeira controla a Coréia do Norte. O Estado norte-coreano é responsável pela manutenção, de maneira deformada e débil, de uma economia coletivizada, onde existem fortes barreiras contra a acumulação de capital sob a forma da propriedade privada capitalista. A burguesia foi, como um todo, expropriada econômica e politicamente e deixou de existir enquanto uma classe na Coréia do Norte no fim da década de 1940, muito embora a pressão das burguesias do restante do mundo, principalmente as imperialistas, permaneça afetando o país. Isso tem inclusive levado a burocracia dominante, que é a correia dessas pressões no Estado norte-coreano, a adotar medidas de abertura ao capitalismo, que põem em risco a natureza não-capitalista da economia.
 
“A Coréia do Norte foi historicamente organizada sob linhas similares a outras economias centralmente planificadas. Os direitos de propriedade pertenceram largamente ao Estado, recursos foram distribuídos através de planos e não através do mercado, e preços e dinheiro não foram características centrais da economia. Até 1998, a constituição estatal reconheceu duas categorias econômicas gerais: empresas de propriedade estatal e cooperativas de trabalhadores. Do fim dos anos 1940 até o fim dos anos 1980, a Coréia do Norte teve uma das mais completas economias socialistas [sic] no mundo.
 
“O PTC [Partido do Trabalho da Coréia] é o poder supremo na Coréia do Norte, e ele tem total controle sobre o governo e os órgãos de Estado. As revisões constitucionais de setembro de 1998 mantiveram as estipulações de que a ‘República Popular Democrática da Coréia deve conduzir todas as atividades sob a liderança do Partido do Trabalho’. Nenhuma decisão pode ser tomada sem a aprovação do partido, e o partido retém total controle sobre as iniciativas econômicas, fábricas e fazendas cooperativas.” (North Korea: A Country Study. Research Division, Library of Congress, 2009).
 
Assim como nos outros Estados operários deformados remanescentes – Cuba, China e Vietnã – a burocracia da Coréia do Norte realizou certas aberturas ao capitalismo (embora em escala muito menor do que os outros três) e uma enorme desestruturação da economia planificada. Tais medidas são fruto do ainda maior isolamento econômico desses países após a destruição da URSS, e também uma capitulação da burocracia a pressões imperialistas. Essas contrarreformas facilitam o trabalho de restauração dos capitalistas, pois fazem crescer mais desigualdades e antagonismos na sociedade norte-coreana.
 
A propriedade privada existe na Coréia do Norte, dentro de limites estabelecidos e controlados pela burocracia, enquanto uma forma minoritária de propriedade, mas a economia do país ainda é, no geral, de propriedade estatal, embora crescentemente distorcida pela má administração burocrática e pela penetração do mercado. Entretanto, essas mudanças não redefiniram, por si próprias, o caráter do poder estatal. Não houve ainda nenhuma destruição ou mesmo abalo sensível no Estado norte-coreano. A não ser que possamos falar em uma contrarrevolução “imperceptível” e que o Estado esteja se transformando “aos pouquinhos” em um Estado burguês (uma idéia que Trotsky corretamente apelidou de “reformismo ao contrário”) essas reformas econômicas ainda não mudaram o caráter de classe do poder dominante na Coréia do Norte. Só a destruição do atual aparelho de Estado e a sua substituição por outro erguido pela burguesia poderia ser identificada enquanto a vitória de uma contrarrevolução social.
 
Os trotskistas tem a tarefa de defender a Coréia do Norte contra qualquer ameaça de restauração capitalista. A expropriação da classe capitalista na Coréia do Norte possibilitou muitas conquistas sociais – a saber, grandes avanços nos campos de direitos das mulheres, alimentação e habitação, saúde e educação. A renda per capta na Coréia do Norte era maior que a da Coréia do Sul até meados da década de 1970 (de acordo com a pesquisa Country Studiessobre a Coréia do Norte). Ao mesmo tempo, a burocracia da Coréia do Norte tem uma condição privilegiada e a desestruturação econômica que ela causa leva a desastres econômicos, como a grande fome resultante do colapso agrícola que afetou o país no início dos anos 1990. A burocracia é um órgão permanente de desigualdade, obtendo benesses lícitas e ilícitas, erigindo um padrão de vida desproporcionalmente mais alto do que o da população trabalhadora.
 
Mas as condições de vida na Coréia do Norte, ainda que sem as terríveis deformações impostas pela burocracia, dificilmente poderiam superar a de muitos países capitalistas centrais. Apesar da retórica de aparência marxista dos governantes do país, não pode existir socialismo em uma nação tão pequena e atrasada enquanto o resto do mundo permanece capitalista. Discutindo a caracterização de “socialista” para a União Soviética (onde o desenvolvimento econômico era bem maior que na Coréia do Norte), Leon Trotsky concluiu:
 
“Marx entendia, em todo caso, por ‘estágio inferior do comunismo’ uma sociedade cujo desenvolvimento econômico seria, desde o início, superior ao do capitalismo avançado. Teoricamente, essa maneira de colocar a questão é irreprovável, pois o comunismo, considerado em escala mundial, constitui, mesmo no seu estágio inicial, no seu ponto de partida, um grau superior em relação à sociedade burguesa. (…) É, pois, muito mais exato chamar o atual regime soviético, com todas as suas contradições, não de socialista, mas de transitórioentre o capitalismo e o socialismo, ou preparatório para o socialismo.” (A Revolução Traída, 1936).
 
O socialismo, mesmo em seu provavelmente conturbado início pós-revolucionário, irá superar em muito o capitalismo mais avançado – para o que é necessário derrotar a burguesia mundial com a intervenção da classe trabalhadora nos países dependentes e centrais. Isolada, a Coréia do Norte permanece um país pressionado, e, portanto, prisioneiro das pressões imperialistas, ainda que indiretamente. O país negou o capitalismo, mas ainda não o superou, o que é parte essencial do desenvolvimento socialista.
 
Os trotskistas buscam fazer a roda da história girar para a frente. O futuro da Coréia do Norte deve ultrapassar o seu passado capitalista, e não retornar a ele. Apenas o socialismo despertará as forças produtivas e a prosperidade global que o desenvolvimento tecnológico capitalista permite, mas que são retidas irracionalmente pelas crises e desemprego em massa, pelo empobrecimento da classe trabalhadora, pela divisão nacional entre os países, a concorrência local e global entre oligopólios imperialistas e pelas guerras geradas por esse mesmo sistema. Mas para expandir a revolução em nível mundial, os trabalhadores na Coréia do Norte precisam, em primeiro lugar, se livrar dos parasitas burocráticos que comandam o seu próprio país.
 
A Segunda Guerra Mundial e o Chon Pyong
 
A península da Coréia foi, entre 1905 e o fim da Segunda Guerra Mundial, uma região dominada pelo imperialismo japonês. Era uma nação principalmente agrária, mas com um proletariado jovem e concentrado nas grandes cidades. O Partido Comunista de orientação stalinista ganhou influência entre as massas ao organizar a luta armada contra a ocupação japonesa. A derrota do Japão na guerra e a subsequente destruição do império colonial japonês removeram o principal obstáculo para o sucesso de uma revolução no país. Quase toda a frágil burguesia coreana havia apoiado a ocupação japonesa e as massas populares lhes nutriam imenso ódio.
 
O Japão começou sua retirada da Coréia diante das suas derrotas no Pacífico. A URSS stalinista declarou guerra ao Japão apenas nos últimos meses da Segunda Guerra, em 8 de agosto de 1945, e ocupou com seus exércitos a península coreana pelo Norte. Apesar de inicialmente planejar avançar livremente pelo território, a pressão dos Estados Unidos fez Stalin aceitar que o exército soviético não ultrapassasse o 38º paralelo, que garantiria aos capitalistas norte-americanos o domínio de Seul, desde então a principal cidade industrial da região. Os Estados Unidos só ocuparam a Coréia um mês depois, após uma invasão anfíbia em 9 de setembro, e mantiveram seus exércitos na parte Sul.
 
Desde a saída do Japão, a luta de classes na Coréia entrou em uma situação pré-revolucionária. Cresceu enormemente a influência do Partido Comunista e surgiram espontaneamente comitês populares de massa. Vários comitês de trabalhadores também realizaram ocupações de fábrica de Norte a Sul do país. Foi a partir de ações desse tipo que se organizou o Chon Pyong(Conselho Nacional dos Trabalhadores), como uma forma de controle proletário das indústrias e bairros.
 
A ocupação norte-americana no Sul da Coréia recebeu merecido ódio da população trabalhadora. O exército dos Estados Unido manteve a mesma legislação policial da ocupação japonesa para lidar com a situação explosiva da luta de classes. Os representantes da burguesia imperialista também colaboraram com os capitalistas nativos e montaram um governo fantoche do Partido Democrático Coreano (PDC) comandado por Synghman Rhee, que estava em uma posição de extrema instabilidade e não conseguiria ter se mantido sem a presença dos Estados Unidos.
 
O Chon Pyong era dirigido principalmente pelos stalinistas, mas também influenciado por correntes de orientação socialdemocrata. Na parte Sul da Coréia, o instrumento de duplo poder dos trabalhadores coreanos foi logo posto na ilegalidade pelo governo burguês de Rhee. A resistência contra as prisões de líderes stalinistas no início de 1946 desencadeou uma luta de milhões que foi severamente reprimida e derrotada pela ocupação norte-americana. O impacto desse embate armado direto teve efeitos severos sobre os rumos da Coréia. Diante de extrema pressão imperialista, o exército soviético ocupante expropriou a burguesia nacional e estrangeira no Norte. Essa medida foi tomada pelos stalinistas porque dela dependia a sua sobrevivência, tendo em vista a pouca tolerância da ocupação imperialista com a turbulência social.
 
O novo “aparato especial de homens armados” no Norte representava os interesses dos líderes militares stalinistas, que tomaram a URSS como um modelo. Os setores militares da burocracia stalinista, que dominaram desde o começo este Estado não tinham características próprias de uma classe social. Eles foram obrigados a reproduzir na Coréia do Norte a mesma base social estabelecida na União Soviética pelos trabalhadores revolucionários após 1917, ou seja, monopólio do comércio exterior e domínio estatal do comércio interno, propriedade estatal geral das indústrias e demais meios de produção, planificação econômica e estabelecimento de barreiras à acumulação de capital privado. Todas essas características, entretanto, foram deformadas pelo domínio da casta burocrática, que na Coréia do Norte esteve no controle desde a formação do Estado.
 
O líder desta casta dominante recém-formada era Kim Il-Sung, que dirigia um destacamento coreano sob as ordens do exército soviético, e foi escolhido a dedo por Stalin para este posto. Os comitês populares do Norte foram incorporados à estrutura estatal e perderam a sua independência, mas mantiveram temporariamente sua existência. Assim surgiu a separação, marcada pelo 38º paralelo, entre a “República da Coréia” ao Sul e a “República Democrática Popular da Coréia” ao Norte.
 
A Guerra da Coréia
 
 A luta de classes na Coréia continuou em graus flamejantes depois da retirada dos dois exércitos de ocupação em 1949, resultado de acordos diplomáticos. Durante todo o período anterior à saída da URSS e dos Estados Unidos, uma verdadeira guerra de baixo impacto ocorria entre o governo burguês da Coréia do Sul e guerrilhas urbanas pró-Norte. Não foi de nenhuma forma uma surpresa quando começaram a surgir conflitos de fronteira entre os dois Estados. Ambos os lados tinham planos belicosos um em relação ao outro. Em 3 de julho de 1950, um conflito se iniciou entre os dois Estados em razão de uma disputa de fronteira. O exército da Coréia do Sul derreteu enquanto as tropas do Norte avançavam – deserções em massa, devido ao amplo apoio popular do Norte, fizeram com que em pouco tempo as tropas de Kim dominassem quase toda a península, isolando as tropas sul-coreanas no extremo meridional.
 
Durante os três meses nos quais a península foi mantida sob controle da República Democrática Popular da Coréia, várias empresas estrangeiras foram expropriados. A burguesia norte-americana, apoiada pelas outras potências imperialistas, reagiu. Em 15 de setembro de 1950, a recém-fundada organização das Nações Unidas interviu no conflito. A ONU foi a fachada para um exército formado por unidades de mais de 16 nações capitalistas, incluindo Estados Unidos, Grã-Bretanha e Canadá. Em algumas semanas, esse colosso contrarrevolucionário expulsou as forças do Norte 38º paralelo acima e chegou até a fronteira da Coréia com a China, no Rio Yalu. O terror contrarrevolucionário é sempre muito mais violento do que qualquer levante popular. Estima-se que o exército da ONU cometeu mais de cem mil execuções apenas na sua investida inicial em território coreano. Deve ficar bem marcado na memória dos trabalhadores como foi que essa organização que se proclama até hoje como a defensora da “paz mundial” inaugurou o seu currículo.
 
A reação do Norte veio com o apoio do exército da República Popular da China, força armada do Estado operário deformado que havia se estabelecido nessa gigantesca nação em 1949. Mao Zedong e os burocratas de Beijing regiram diante da ameaça imperialista iminente e duzentos mil soldados coreanos e chineses fizeram as tropas da ONU recuar de volta ao 38º paralelo em julho de 1951. Ali se estabeleceu um equilíbrio bélico em que nenhuma das tropas conseguia mais avançar sobre a outra. No mesmo ano começaram negociações para estabelecer um armistício, mas ele só veio dois anos depois, em 27 de julho de 1953. Nesse período os bombardeios aéreos da ONU devastaram toda a Coréia e reduziram o país a escombros.
 
O armistício dividiu de forma prolongada o país, situação que se mantém até hoje. No Sul foi restabelecido um governo burguês ditatorial, regime que se manteve até o fim dos anos 1980. Já na Coréia do Norte, com a destruição pelo conflito das experiências dos comitês proletários, se fortaleceu o domínio da burocracia stalinista. Kim Il-Sung ergueu um culto nacionalista e personalista, enquanto se autoproclamava o “Grande Líder Perpétuo” do país. Tais ações foram acompanhadas de um expurgo massivo de quaisquer dissidentes políticos e abriu caminho para o domínio autônomo da burocracia.
 
Um partido trotskista na Guerra da Coréia teria dado apoio militar incondicional ao Norte. A vitória do Norte, naquelas circunstancias, teria representado a extensão de uma revolução social, ainda que deformada, e isso teria trazido vantagens estratégicas para os trabalhadores coreanos em uma luta pelo socialismo. A vitória dos capitalistas sul-coreanos aliados ao imperialismo mundial, por outro lado, representaria o completo esmagamento armado dos trabalhadores politicamente organizados. Mas ao mesmo tempo em que defendessem militarmente o Norte, os trotskistas não deixariam de denunciar os interesses antidemocráticos e nacionalistas da burocracia, para preparar a consciência dos trabalhadores para a sua derrubada por uma revolução política. A posição política essencial dos trotskistas seria a defesa estratégica do Chon Pyong, os sovietes coreanos, contra ambos os exércitos capitalistas e possíveis agressões dos burocratas stalinistas, que temem até hoje a livre expressão política dos trabalhadores.
 
Leninismo vs. Juche
 
As contradições da revolução social deformada realizada na Coréia do Norte foram responsáveis pelas características problemáticas do Estado norte-coreano que dela surgiu – equivalentes às analisadas por Leon Trotsky para a União Soviética sob Stalin. A principal dessas características é também a base da política stalinista – o “socialismo num só país”. A perspectiva do “socialismo num só país”, dificilmente formulada claramente pelos stalinistas, é a essência causadora de grandes derrotas para o proletariado mundial. Ela corresponde perfeitamente, entretanto, aos interesses principais da burocracia dos Estados operários deformados.
 
A ideia de que uma nação atrasada, por supostas “especificidades nacionais”, pode chegar por si só ao socialismo; a disposição plena de coexistir com a burguesia imperialista e a capitulação aos seus setores “democráticos”, “de esquerda” ou “progressivos”; o apoio descarado a partidos e chefes burgueses nos países atrasados em detrimento da independência da classe trabalhadora; a ideia de que o socialismo é compatível com a manutenção de um poderoso aparato policial; o culto à personalidade dos líderes e uma fraseologia de aparência marxista – nisso consiste a política do stalinismo.
 
A “doutrina nacional” estabelecida na Coréia do Norte por Kim Il-Sung após o fim da Guerra da Coréia (e que inspirou seus descendentes) é uma versão de “socialismo num só país”. O “Juche”, que significa autossuficiência, é a ideologia oficial do Estado norte-coreano e afirma que essa pequena e pobre nação tem plenas condições de atingir o socialismo sem qualquer interferência do proletariado dos outros países. De acordo com Kim Il-Sung:
 
“Nós sempre nos apegamos ao princípio de resolver todos os problemas da revolução e da construção independentemente, de levar em conta as verdadeiras condições do nosso país e confiando principalmente na nossa própria força. Nós aplicamos criativamente os princípios universais do Marxismo-Leninismo e as experiências de outros países para caber nas condições históricas e peculiaridades nacionais do nosso país,e resolvemos os problemas sob nossa própria responsabilidade, sob todas as circunstâncias, nos opondo ao espírito de confiança nos outros e levantando o princípio da autoconfiança. A palavra Juche, amplamente conhecida pelo mundo, é um termo que expressa tal princípio criativo e independente e a posição a qual aderiu nosso partido ao conduzir a luta revolucionária e o trabalho construtivo”. (Respostas às Perguntas da Delegação dos Jornalistas Iraquianos, 1971, ênfase nossa).
 
Apesar de todos os floreios sobre “autoconfiança” e “aplicação criativa” que os stalinistas norte-coreanos supostamente defendem, o centro da sua política é a dispensa que fazem dos trabalhadores dos outros países, que consideram um fator irrelevante para o desenvolvimento do seu “socialismo”. Mas uma nação atrasada não pode chegar ao socialismo sem que os trabalhadores dos outros países realizem suas revoluções. O socialismo só pode triunfar quando vitorioso a nível mundial. Por essa razão, a perspectiva de Lenin e do Partido Bolchevique/Comunista até 1923 era diametralmente diferente. Ao mesmo tempo em que faziam tudo que estava ao seu alcance para defender a União Soviética do ponto de vista econômico e militar, os leninistas colocavam como sua primeira tarefa apoiar o proletariado dos outros países para que quebrassem o isolamento do seu próprio. Deixemos que Lenin fale por si próprio:
 
“Nós sabemos que ajuda de vocês provavelmente não virá em breve, camaradas trabalhadores norte-americanos, já que a revolução está se desenvolvendo em diferentes países com formas e ritmos diferentes (e não pode ser de outra maneira). Nós sabemos que embora a revolução proletária europeia esteja amadurecendo depressa, ela pode, apesar de tudo, não irromper nas próximas semanas. Nós apostamos na inevitabilidade da revolução mundial, mas isso não significa que nós sejamos tolos a ponto de apostar na inevitabilidade de a revolução vir em uma data específica e próxima. Nós vimos duas revoluções em nosso país, 1905 e 1917, e nós sabemos que as revoluções não são feitas por encomenda, nem por acordo. Nós sabemos que as circunstâncias trouxeram o nosso destacamento do proletariado socialista ao primeiro plano, não por causa dos nossos méritos, mas em razão do excepcional atraso da Rússia, e que antes que a revolução mundial irrompa, uma série de revoluções separadas pode ser derrotada.
 
“Apesar disso, nós estamos firmemente convencidos de que somos invencíveis, porque o espírito da humanidade não será quebrado pela carnificina imperialista. A humanidade vai derrota-la. E o primeiro país a quebrar as correntes convictas da guerra imperialista foi o nosso país. Nós suportamos sofrimentos enormemente pesados na luta para quebrar essas correntes, mas nós as quebramos. Nós estamos livres da dependência imperialista, nós levantamos a bandeira da luta pela completa derrubada do imperialismo para que todo o mundo visse.
 
“Nós estamos agora em uma fortaleza sitiada, esperando pelos outros destacamentos da revolução socialista mundial para virem ao nosso resgate. Esses destacamentos existem, eles são mais numerosos que os nossos, eles estão amadurecendo, crescendo, ganhando mais força conforme as brutalidades do imperialismo continuam. (…) Lentamente, mas certamente os trabalhadores estão adotando táticas comunistas, bolcheviques, e estão marchando rumo à revolução proletária, a única capaz de salvar a cultura e a humanidade que perecem.” (Carta aos Trabalhadores Norte-americanos, agosto de 1918).
 
Obviamente, a Coréia do Norte também é uma “fortaleza sitiada”, ainda que bastante deformada, cujos verdadeiros leninistas devem buscar resgatar, não apenas defendendo-a militarmente contra os capitalistas, mas principalmente lutando pelo sucesso da revolução mundial. A política dos stalinistas da família Kim ignora esta segunda e mais importante tarefa, o que faz dela (como as outras variantes do stalinismo) uma ideologia nacionalista pequeno-burguesa. A verdadeira preocupação dos stalinistas é a manutenção da sua própria condição privilegiada:
 
“A paz é a aspiração comum da humanidade, e apenas quando a paz for garantida podem as pessoas criar uma vida nova independente. A ideia errada e a política de ultrapassar a independência de outros países e outras nações e de dominar os outros é a causa da atual ameaça à paz. Para salvaguardar a paz, todos os países e nações devem manter a independência, se opor a políticas desse tipo e desenvolver uma poderosa luta internacional conjunta para prevenir a agressão e a guerra”. (Kim Il-Sung, Por um Novo Mundo Livre e em Paz – Discurso à Cerimônia de Abertura da 85ª Conferência Parlamentar, 29 de abril de 1991).
 
Os stalinistas querem o apoio do proletariado internacional somente na medida em que este lute pela estabilidade e da paz do seu país com as burguesias imperialistas. Mas a paz em longo prazo com as burguesias imperialistas é uma ilusão terrível: os capitalistas não podem descansar enquanto não retomarem completamente o domínio do país. A “defesa das nações e da paz” somada à negação da tarefa de apoiar o proletariado internacional contra os “seus” Estados e “suas” burguesias (ou seja, de ajudar a promover os conflitos de classes dentro dos países capitalistas a favor do proletariado), é uma acomodação nacionalista do marxismo em favor dos interesses da casta burocrática stalinista, de coexistir com o capitalismo em nível mundial, e só é uma receita para a derrota. Como está escrito no documento do II Congresso da Internacional Comunista dirigida por Lenin e Trotsky:
 
“O nacionalismo pequeno-burguês restringe o internacionalismo ao reconhecimento do princípio da igualdade das nações e (sem insistir sobre seu caráter puramente verbal) conserva intacto o egoísmo nacional, ao passo que o internacionalismo proletário exige: (1º) A subordinação dos interesses da luta proletária em um país ao interesse desta luta no mundo inteiro; (2º) Da parte das nações que venceram a burguesia, o consentimento para os maiores sacrifícios nacionais em função da derrubada do capital internacional. No país onde o capitalismo já se desenvolveu completamente, onde existem partidos operários formando a vanguarda do proletariado, a luta contra as deformações oportunistas e pacifistas do internacionalismo, por parte da pequena burguesia, é também um dever imediato dos mais importantes (…)” (Teses e Acréscimos sobre as Questões Nacional e Colonial, Segundo Congresso da Internacional Comunista, 1920).
 
Outra diferença entre o leninismo e a política dos stalinistas norte-coreanos é o papel que pode cumprir o nacionalismo para a classe trabalhadora. Kim Il-Sung tornou o culto à nacionalidade coreana uma pedra de toque da sua doutrina:
 
“Assim, o patriotismo e o internacionalismo são inseparáveis. Aquele que não ama o seu próprio país não pode ser leal ao internacionalismo, e aquele que não tem fé no internacionalismo não pode ter fé no seu próprio país e povo. Um verdadeiro patriota é precisamente um internacionalista e vice-versa.” (Kim Il-Sung, Sobre Eliminar o Dogmatismo e o Formalismo e Estabelecer o Trabalho Ideológico Juche – Discurso aos Propagandistas e Agitadores do Partido, 28 de dezembro de 1955).
 
Para Lenin e os Bolcheviques, o nacionalismo era uma praga perniciosa que no mínimo (no caso dos países atrasados) atrapalhava a luta pela libertação nacional e mantinha os trabalhadores presos à burguesia, e no máximo (no caso dos países avançados) justificava a matança e a dominação imperialista. Em 1913, ainda como um socialdemocrata revolucionário, Lenin escreveu:
 
“O marxismo não pode ser reconciliado com o nacionalismo, nem mesmo na sua forma ‘mais justa’, ‘mais pura’, mais refinada ou civilizada. No lugar de todas as formas de nacionalismo, o marxismo propaga o internacionalismo, o amálgama de todas as nações em uma unidade maior, uma necessidade que cresce diante dos nossos olhos, com cada quilômetro de ferrovia que é construído, com cada truste internacional, e com cada associação internacional de trabalhadores que é formada (uma associação que é internacional em suas atividades econômicas como nas suas ideias e objetivos).” (Comentários Críticos sobre a Questão Nacional, capítulo 4, 1913).
 
Somada ao culto da pátria norte-coreana, Kim Il-Sung e seus herdeiros também estabeleceram o culto às suas próprias personalidades. Nisto, os stalinistas norte-coreanos são os campeões: seu narcisismo chega a graus tão elevados que o calendário estabelecido no país tem como Ano Um o ano do nascimento de Kim Il-Sung, 1912. Quanto a isso, nem cabem argumentos. O Juche, assim como as demais variantes do stalinismo, nada tem a ver com o leninismo.
 
Trotskismo e pablismo
 
A deformação stalinista do marxismo foi combatida pela Oposição de Esquerda Internacional (precursora da Quarta Internacional), fundada por Leon Trotsky. Ele mostrou como a política de Stalin tinha servido como a melhor fachada para uma casta de burocratas que se aproveitaram da fragilidade do proletariado russo para se alçar ao poder e defender seus próprios interesses, em oposição aos da classe trabalhadora.
 
As transformações sociais do pós-guerra (não apenas na Coréia do Norte, mas também na Europa Oriental, China e Vietnã do Norte) levaram à desorientação e ao surgimento do revisionismo nas colunas do trotskismo. A Quarta Internacional ficara extremamente fragilizada pelo assassinato de muitos dos seus quadros mais experientes durante o conflito mundial. Os novos dirigentes da Quarta Internacional: Michel Pablo, Ernest Mandel, Pierre Frank dentre outros, impactados de forma impressionista pelos novos eventos, defenderam que os trotskistas deveriam passar a ser um instrumento de pressão sobre os partidos e burocracias stalinistas que haviam criado os Estados operários deformados, porque eles seriam supostamente capazes levar o mundo ao socialismo pelas novas circunstâncias objetivas. Isso é o mesmo que abandonar uma perspectiva orientada para a classe trabalhadora, e a oposição irreconciliável do trotskismo contra o stalinismo.
 
Esta foi apenas a primeira operação revisionista de uma metodologia baseada em apoiar acriticamente vários tipos de lideranças não revolucionárias (fossem elas reformistas, burocráticas, pequeno-burguesas ou até mesmo burguesas) que contassem com certo grau de popularidade. Este era o caso do stalinismo imediatamente após a Segunda Guerra Mundial.
 
Para sustentar sua perspectiva, os pablistas (como foram apelidados esses revisionistas) precisaram abstrair o fato de que os stalinistas, em muito mais situações potencialmente revolucionárias, fizeram de tudo para restabelecer o poder burguês. Além disso, havia entre esses novos Estados operários deformados e o objetivo dos bolcheviques-leninistas (“trotskistas”) diferenças substanciais.
 
Os stalinistas jamais lideraram a classe trabalhadora ao poder numa revolução proletária. Onde expropriaram a burguesia, foi comandando exércitos de Estados operários burocratizados, ou exércitos de guerrilha com base camponesa, impondo de cima para baixo uma transformação social progressiva, porém profundamente deformada, em países atrasados. Essas características levaram essas novas formações sociais à mesma “coexistência pacífica” com as potências capitalistas e a negação dos princípios internacionalistas do marxismo, assim como o estabelecimento de um aparato hostil à classe trabalhadora. Os pablistas apagaram a distinção crucial do trotskismo entre um Estado operário e um Estado operário deformado ou degenerado. Por isso, os verdadeiros bolcheviques-leninistas se mantiveram firmes no combate intransigente contra todas as variantes do stalinismo.
 
O PCB e a herança stalinista
 
Quando a Morte de Kim Jong-il foi anunciada no fim de dezembro, um dos grupos da esquerda brasileira que se pronunciou sobre este evento foi o Partido Comunista Brasileiro, que publicou uma declaração assinada pelo seu Comitê Central intitulada O povo norte-coreano é que deve decidir o seu destino.O PCB, um dos herdeiros da herança stalinista no Brasil, foi cauteloso. Comentou sobre a ausência de informações confiáveis na imprensa e que “seria uma irresponsabilidade política (…) dar uma opinião categórica a respeito da conjuntura por que está passando a Coréia do Norte”.
 
A escassez de informação é algo que realmente afeta toda a esquerda quando o assunto é a Coréia do Norte. É impossível, por exemplo, ter posições políticas sobre questões provavelmente importantes da luta de classes do país, às quais nós simplesmente não temos acesso. Frequentemente é preciso se limitar às questões teóricas mais essenciais, que envolvem a natureza do país e a partir daí desenvolver o programa marxista de forma limitada. A censura estatal norte-coreana, o PCB se “esqueceu” de acrescentar, também contribui para essa dificuldade.
 
Mas o PCB, obviamente, não se limitou a declarar tais obstáculos empíricos. De forma um pouco surpreendente, afirmou:
 
“No entanto, pelas poucas informações de fontes confiáveis de que dispomos e pela literatura oficial do regime, preocupam-nos os indícios de falta de democracia popular e de riscos de regressão dos fundamentos socialistas. Por outro lado, registramos como positivas diversas conquistas sociais, com destaque para a educação universal, e a firme postura anti-imperialista.”
 
Devemos nos perguntar o que poderia estar por trás deste apanhado enigmático de afirmações. “Preocupa” o comitê central do PCB que não haja democracia, e que podem estar regredindo os “fundamentos socialistas” na Coréia do Norte. Mas quais são as causas dessa regressão e da falta de democracia proletária? Quem são os agentes sociais que levam à desagregação da economia planificada e às aberturas ao capitalismo? Quem são os responsáveis pela supressão de direitos de organização sindical e partidária dos trabalhadores e pela rígida censura estatal? Quais são as tarefas dos comunistas no país em decorrência disso? Sobre essas questões, a declaração do PCB nada tem a dizer. Obviamente, o partido não levanta nem sequer a mais sutil crítica contra o governo da burocracia.
 
A suposta “firme postura anti-imperialista” do governo norte-coreano, por outro lado, carece de justificação. Se estivesse realmente preocupado com qualquer “fundamento” que representasse um avanço para a classe trabalhadora da Coréia do Norte, o PCB não prestaria tributo aos burocratas comprometidos em manter a sua “autossuficiência” cercada pelos Estados imperialistas e cada vez caminhando a passos mais largos para a completa capitulação diante deles. A burocracia que impede a democracia proletária há quase 60 anos (e com ela o exercício racional das formas econômicas coletivizadas e qualquer iniciativa pela revolução mundial) é a principal culpada pelo fato de o país estar isolado e sofrendo forte pressão imperialista.
 
Muitos anos repetindo a mentira de que a União Soviética e outros Estados com os quais estivesse politicamente alinhado eram “socialistas” (num mundo ainda dominado pelas burguesias imperialistas) fez com que alguns membros da liderança do PCB desenvolvessem a compreensão de que para ser efetivamente “anti-imperialista”, não é necessário lutar pela revolução mundial – algo que definitivamente não é interesse dos burocratas norte-coreanos e que a burocracia soviética sempre trabalhou para evitar. A declaração continua:
 
“O PCB expressa sua mais firme solidariedade ao povo norte-coreano, que soberanamente deve decidir os destinos de seu país, sem qualquer ingerência de potências estrangeiras. No que se refere ao processo de construção do socialismo, cabe ao PCB apenas nutrir esperanças de que os trabalhadores norte-coreanos possam ajustar seu rumo, assumindo papel dirigente no fortalecimento do poder popular e na luta contra qualquer forma de restauração capitalista.”
 
Temos acordo com o PCB de que a Coréia do Norte deve ser defendida contra qualquer ataque de potências imperialistas, assim como também possíveis tentativas internas de restauração do capitalismo, por sinal. Está correto afirmar, em geral, que o povo norte-coreano deve decidir o seu destino. Mas falta a esta afirmação qualquer indicação sobre qual deve ser o programa político defendido pelas massas norte-coreanas, ou qual deve ser a sua atitude com relação ao governo despótico da burocracia que, na prática, impede que tais massas decidam seu destino.
 
O resultado das contradições da Coréia do Norte enquanto Estado operário deformado ainda não foram decididas pela história. Por isso, prestamos nossa solidariedade à classe trabalhadora do país, a única capaz de resolver essa contradição a favor do socialismo, e dedicamos toda nossa ira e denúncias contra a casta de burocratas que usurpam e destroem a economia expropriada dos capitalistas e sempre afogaram, desde a sua subida ao poder, qualquer iniciativa dos trabalhadores. “Nutrir esperança” em um futuro socialista enquanto na prática não há a menor preocupação em apontar quem são os aliados e os inimigos dos trabalhadores, quais devem ser os seus objetivos estratégicos ou sequer se devem ou não apoiar politicamente o governo norte-coreano só pode significar lavar as mãos e deixar que a História se faça sozinha.
 
O método do marxismo busca uma compreensão analítica sobre a realidade para poder intervir sobre ela. Este é o centro da afirmação de Marx de que a questão não é entender a realidade como um fim em si, mas para modificá-la. Os leninistas não devem enxergar o desenvolvimento histórico como uma sucessão de eventos pré-definidos que independem da dinâmica da relação entre as classes sociais e de seus respectivos estratos, assim como da intervenção consciente dos marxistas. Era por esse motivo que Lenin sempre estabelecia tarefas concretas para orientar a classe trabalhadora, tanto nos momentos de maior reação como nos de maior levante revolucionário.
 
O PCB, entretanto, parece adotar uma metodologia de completa indiferença sobre as tarefas concretas da classe trabalhadora norte-coreana, já que o partido sequer tenta encontrar as causas dos problemas (pelos quais eles próprios reconhecem estar passando a Coréia do Norte) na dinâmica das relações entre as diferentes camadas sociais. Muito menos estão dispostos a reconhecer que o motivo principal dos problemas apontados está nos interesses da casta burocrática dominante liderada pela família Kim, que segue rumos diferentes das necessidades práticas e históricas da classe trabalhadora.
 
Na política como na vida, as decisões que tomamos ontem são a base das que tomaremos amanhã. Os líderes do PCB não poderiam deixar de lado a escola na qual foram educados. Muitos membros mais jovens do “Partidão” não encaram o stalinismo com o mesmo entusiasmo que a liderança e veem nele até mesmo um mal “necessário” do século passado. Mas um estudo sério das posições do PCB no passado e no presente, desde o “voto crítico” em candidaturas burguesas como a de Dilma (no segundo turno das eleições de 2010) até a defesa dos principais crimes da burocracia da União Soviética contra os trabalhadores (como o esmagamento da revolução espanhola de 1936-7 e dos sovietes húngaros de 1956) encontram na metodologia do stalinismo a sua explicação. Na hora de afirmar seu progenitor ideológico, o PCB não teve dúvidas, nem foi deliberadamente vago:
 
“O PCB nunca teve relações bilaterais formais com o Partido do Trabalho da Coréia. Historicamente, nossas relações internacionais têm origem no campo político que foi liderado pelo Partido Comunista da União Soviética. Recentemente, em 2010, um conselheiro da embaixada norte-coreana no Brasil nos honrou com sua presença e saudação em nosso XIV Congresso Nacional.”
 
Para aqueles membros do PCB que tinham quaisquer dúvidas sobre a orientação do seu partido, está claro que um Comitê Central que se sente “honrado” com a presença da diplomacia de Kim Jong-Il em seu próprio Congresso não deve estar do lado dos trabalhadores da Coréia do Norte, nem a favor do sucesso a nível mundial da revolução socialista.
 
Por que a Coréia do Norte é um Estado operário deformado?
 
Apesar de declararmos que a classe trabalhadora da península coreana foi estrangulada pela contrarrevolução da ONU e pelo stalinismo, que ela não foi protagonista na construção do atual Estado da Coréia do Norte, e que hoje ela é oprimida pela burocracia, acreditamos que, apesar disso tudo, o país é um Estado operário deformado. Por que um Estado que controla e oprime a classe trabalhadora merece qualquer título de proletário?
 
Esta não é uma questão teórica nova. Essa pergunta ignora as formas que podem tomar o domínio da classe proletária em países atrasados e isolados sob a pressão capitalista. Tal questionamento foi levantado em 1937 na disputa dentro do Socialist Workers Party (Partido dos Trabalhadores Socialistas) norte-americano a respeito da natureza e das tarefas para a URSS na guerra mundial que se aproximava. Leon Trotsky respondeu da seguinte forma ao questionamento sobre a possibilidade de haver uma “classe dirigente e ao mesmo tempo oprimida”:
 
“Como nossa consciência política poderia deixar de se indignar — dizem os ultra-esquerdistas — quando nos querem obrigar a crer que na URSS, sob o regime de Stalin, o proletariado é a classe dirigente? Sob uma forma tão abstrata, semelhante afirmação é, efetivamente, suscetível de provocar indignação. Mas o problema é que as categorias abstratas, necessárias no processo de análise, não são totalmente convenientes para síntese que exige o maior caráter concreto possível. O proletariado soviético constitui a classe dirigente em um país atrasado, onde os bens materiais de primeira necessidade são produzidos em quantidade insuficiente. O proletariado da URSS domina em um país que não representa mais do que um doze avos da humanidade; o imperialismo domina os outros onze doze avos. A dominação do proletariado, já deformada pelo atraso e pobreza do país, está ainda duas ou três vezes mais deformada pela pressão do imperialismo mundial. O órgão de dominação do proletariado — o Estado — converte-se assim, em órgão da pressão do imperialismo (a diplomacia, o comércio exterior, as ideias e os costumes). Na escala histórica a luta pela dominação não se dá entre o proletariado e a burocracia, mas sim entre o proletariado e a burguesia mundial. Nesta luta a burocracia não é mais do que um mecanismo de transmissão. A luta não terminou. (…) A burguesia, seja fascista ou democrática, não pode satisfazer-se com as isoladas proezas contrarrevolucionárias de Stalin, tem necessidade da contrarrevolução completa nas relações de propriedade e de abertura no mercado russo. Enquanto não conseguir isto, considera o Estado soviético como um inimigo. E tem razão.” (Um Estado não operário e não burguês, novembro de 1937)
 
Apesar de toda a podridão da burocracia dominada pela família Kim na Coréia do Norte, e de todos os seus crimes contra o socialismo e a classe trabalhadora, o país se baseia, até hoje, nas formas sociais proletárias. Esse modo de produção foi estabelecido numa situação excepcional, como resposta à pressão do imperialismo de um lado, e da classe trabalhadora coreana e mundial do outro; mas pelo atraso do país e pelo controle, desde o início, da casta burocrática de Kim Il-Sung, a classe trabalhadora não pôde exercer com eficiência e democracia as formas proletárias da economia, nem lutar pela revolução mundial através do Estado dominado pela burocracia “autossuficiente”.
 
A burocracia tem o interesse principal de sugar as forças da economia nacionalizada. Mas a base econômica proletária não pode ser uma bolsa de sangue que alimenta um parasita. A burocracia está em contradição com a base social sobre a qual ela reside e vai, a todo o momento, deformar mais profundamente o Estado e as conquistas sociais, sujar o nome do socialismo para a classe trabalhadora do mundo inteiro e fazer surgir setores na sociedade norte-coreana, e dentro da própria burocracia, comprometidos diretamente com a destruição da economia coletivizada.
 
Como não representam uma nova classe, os burocratas que se estabeleceram após a ocupação do exército soviético tiveram de repetir a mesma formação social criada pelos trabalhadores (e degenerada pela burocracia) que existia na URSS. Apesar de tais deformações, muitas tarefas da revolução dos trabalhadores já foram alcançadas. Chegando ao poder, os trabalhadores na Coréia do Norte não vão precisar, no dia seguinte à sua vitória, ter que expropriar a burguesia e enfrentar a resistência de uma classe exploradora enraizada na produção.
 
Os trabalhadores norte-coreanos, apesar de oprimidos pela burocracia, são a classe principal na economia do país: a burocracia, mera administradora, não tem a posse das indústrias, terras, portos e outros meios de produção; não pode transmitir esses direitos por herança, por exemplo. Apenas os mais impressionistas considerariam que a sucessão aparentemente dinástica da burocracia norte-coreana pode representar algum tipo de herança familiar. A família Kim se mantém por um delicado equilíbrio de poder entre os vários setores da burocracia.
 
Chamamos o Estado norte-coreano de Estado operário deformado, porque a coerência e a sobrevivência das formas de propriedade sob as quais ele reside pertence inteiramente à classe trabalhadora. Acreditamos que, para além do domínio da burguesia, a classe trabalhadora é a única capaz de estabelecer o seu próprio poder em longo prazo. Os coveiros stalinistas, que compartilham responsabilidade pelo estrangulamento da revolução coreana, foram capazes (em uma dentre cem oportunidades traídas) de expropriar a burguesia, em um país atrasado, através de métodos militares e burocráticos. Mas são incapazes em absoluto de desenvolver a revolução permanente, de usar isto como uma forma de alavancar a revolução mundial. Limitam-se à sua “autossuficiência” sob a pressão imperialista, isolamento e pobreza material. Essa situação não pode durar para sempre e a cada ano criam-se novas brechas que facilitam o objetivo dos restauracionistas. Só os caminhos da revolução de Outubro – a única revolução proletária vitoriosa até hoje – podem servir de exemplo ao objetivo dos trabalhadores na Coréia. “A luta não terminou”.
 
Pela reunificação revolucionária da Coréia!
 
Os revolucionários em todo o mundo devem lutar pelo fim da aberração criada pela Guerra da Coréia – um país dividido em dois. Mas a reunificação capitalista da Coréia, como desejam os imperialistas, só pode significar a contrarrevolução. Os trabalhadores da Coréia do Sul e do Norte devem buscar confraternizar e lutar pela revolução social no Sul, que derrube o capitalismo, e pela revolução política no Norte, para manter o essencial da base econômica e derrubar a burocracia que a usurpa, estabelecendo a democracia proletária em toda a península. Os trotskistas devem lutar pela reunificação revolucionária do país, o que poderia levantar a classe trabalhadora no mundo inteiro a partir do exemplo dado.
 
É tarefa dos trabalhadores na Coréia do Sul, do Norte e em todos os outros países defender o Estado norte-coreano contra qualquer tentativa, interna ou externa, de restabelecimento do capitalismo. Nisso, pode ser necessário entrar em blocos militares temporários com setores da burocracia norte-coreana, que pelos seus próprios interesses parasitas, queiram defender as bases sociais coletivizadas. Esta tarefa dos trotskistas também inclui a defesa dos direitos da Coréia do Norte de possuir armas nucleares como forma de se defender das pressões imperialistas.
 
Mas os métodos dos trabalhadores não podem ser os métodos policiais da burocracia. A forma suprema de defender (e estender) as conquistas sociais é não ter nenhuma confiança na burocracia dirigida por Kim, nem na sua capacidade de defender de forma consequente os trabalhadores e seus interesses sociais e democráticos. A burocracia é uma casta instável que cria as condições para o seu próprio fim, facilitando o trabalho dos imperialistas. Os trabalhadores só podem reagir contra isso preparando a sua revolução. Os trotskistas na Coréia devem se declarar abertamente como o partido da democracia proletária. Sua meta deve ser construir, nas lutas, um partido revolucionário de trabalhadores, no Norte e no Sul, como parte de uma Quarta Internacional a ser reconstruída. Essa a melhor forma de avançar para que a classe trabalhadora coreana esteja preparada, quando a oportunidade surgir, de retomar a sua história revolucionária após quase 60 anos do fim da guerra que dividiu o seu país. 
 
Leia aqui, como apêndice de interesse histórico, um pequeno artigo publicado pela juventude da Liga Espartaquista dos Estados Unidos, comentando sobre a primeira transição na burocracia norte-coreana, entre Kim Il-Sung e seu filho Kim Jong-Il. 

“Socialismo em uma só família”

A Coréia do Norte dos Kim
“Socialismo em uma só família”
Estamos incluindo como apêndice de interesse histórico este pequeno artigo publicado pela juventude da Liga Espartaquista dos Estados Unidos, comentando sobre a primeira transição na burocracia norte-coreana, entre Kim Il-Sung e seu filho Kim Jong-Il. O artigo foi originalmente impresso em novembro de 1976, no nº48 de Young Spartacus. Para ler o artigo do Reagrupamento Revolucionário, clique aqui.

“Vermelho é o Leste, o sol se ergue”. Assim é a abertura do hino maoísta.
Mas uma nova aclamação pode ser adotada pelo regime stalinista da Coréia do Norte. De acordo com o New York Times (3 de outubro), o ditador stalinista norte-coreano Kim Il-Sung decretou que o novo “sol do povo coreano” será seu próprio filho.

Em uma jogada da qual se afirma ter provocado “controvérsia política” entre seus subalternos burocráticos, Kim Il-Sung designou seu filho, Kim Jong-il, para sucedê-lo como o próximo “amado pai do povo coreano”. Determinado em impor esse triunfo da juche (autossuficiência), Kim e Cia. perpetraram recentemente ao menos três expurgos sucessivos na burocracia.

Entretanto, nepotismo e traições burocráticas há muito são numerosos entre a panelinha que monopoliza o poder político no Estado operário deformado da Coréia do Norte. Antes de Kim Jong-il ter sido promovido a herdeiro esse ano, Kim Il-Sung havia nomeado Kim Young-Ju como seu sucessor. Seu currículo? Kim Young-Ju é o irmão de Kim Il-Sung. Além disso, o Comitê Central do autoproclamado Partido dos Trabalhadores Coreanos consiste em boa parte da família Kim – sua esposa, seu filho, seu irmão e seu sobrinho!

O espetáculo de Kim Il-Sung preparando a sucessão dinástica certamente deve envergonhar aqueles que erroneamente consideram a Coréia do Norte um bastião de igualitarismo e democracia operária. Nem mesmo o Vaticano endossa tais privilégios monárquicos; afinal de contas, o Papa precisa ser eleito pelo Colégio de Cardeais.
Para deixar claro, a derrubada do capitalismo na Coréia do Norte há três décadas possibilitou ganhos genuínos para as massas trabalhadores, os quais o proletariado internacional deve defender incondicionalmente. Durante a Guerra da Coréia de 1950-53, os trotskistas estenderam suporte militar sem reservas às forças norte-coreanas em batalha contra a intervenção imperialista e o regime de latifundiários capitalistas de Seul. Mas a defesa dos ganhos revolucionários da economia coletivizada da Coréia do Norte e seu pleno desenvolvimento rumo à construção do socialismo necessitam que Kim e sua camarilha sejam derrubados por uma revolução política que transfira o poder político para os trabalhadores e camponeses da Coréia do Norte.

Arquivo Histórico: Teses sobre o Solidariedade Polonês

Teses sobre o Solidariedade Polonês


As seguintes teses sobre o Solidariedade polonês foram adotadas pela conferência de fusão entre a Tendência Bolchevique e a Tendência Leninista-Trotskista em 1986. Elas foram traduzidas para o português pelo Coletivo Lenin em 2007. A versão aqui presente foi copiada daquela disponível em coletivolenin.org com algumas correções baseadas no texto original. Seguidas às teses, estamos publicando um pequeno trecho traduzido para o português do livreto da Tendência Bolchevique “Solidariedade: Teste Ácido para os Trotskistas”.

1. Antes de seu Congresso de setembro de 1981, o Solidariedade não podia ser caracterizado definitivamente; porém a ausência de uma autêntica liderança marxista enraizada no proletariado, a identificação do “socialismo” com as políticas do regime stalinista desacreditado, cheio de privilégios e anti-socialista, e o crescimento concomitante do sentimento clerical-nacionalista, prepararam a base para sua consolidação subseqüente ao redor de um programa e uma direção comprometidos com a restauração capitalista.

2. A conduta da direção do Solidariedade na preparação do seu Congresso de setembro de 1981 indicava seu caráter pró-capitalista: (a) O esboço de programa apresentado por Walesa e companhia na edição do dia 17 de abril de 1981 do semanário do Solidariedade, de fato, propôs substituir por relações de mercado o planejamento centralizado. Este programa era aparentemente contraditório porque a direção contra-revolucionária teve que levar em conta as aspirações de milhões de trabalhadores poloneses e membros do Partido Comunista stalinista, que queriam reformar ou esmagar o stalinismo e manter a economia planejada. Portanto, o programa foi decorado com um pouco de retórica socialista. Defendia o controle operário (contra os stalinistas), junto com economia de livre mercado, clericalismo e nacionalismo polonês; (b) O documento programático principal produzido pelo Congresso de setembro exigia o fim do monopólio do comércio exterior; (c) Lane Kirkland, cabeça da abertamente pró-capitalista AFL-CIO, e Irving Brown, um notório agente da CIA que operava na Europa Ocidental, foram convidados ao Congresso, enquanto os sindicatos stalinistas da Europa Oriental foram ignorados; (d) O Congresso adotou deliberadamente os lemas da contra-revolução imperialista na Europa Oriental: “eleições livres” e “sindicatos livres” (ou seja, sindicatos anti-comunistas).

3. Junto com a influência predominante da hierarquia católica anti-comunista dentro do Solidariedade; com o crescimento de correntes reacionárias nacionalistas, e mesmo abertamente anti-semitas; com os sentimentos pró-capitalistas expressos por elementos dirigentes (como por exemplo o comentário de Walesa de que a eleição de Reagan em 1980 era um “bom sinal” para Polônia) e o extenso apoio às exigências dos pequenos capitalistas do Solidariedade rural; o Congresso de setembro de 1981 deve ser visto como uma confirmação da transformação política do Solidariedade numa organização abertamente a favor da restauração capitalista. A questão da defesa das formas de propriedade da classe trabalhadora, sobre as quais a economia polonesa se baseia, foi portanto diretamente posta. A atitude dos revolucionários diante do Solidariedade, portanto, também mudou, ou seja, passou a reconhecer que tinha se tornado necessário suprimir a direção restauracionista e os seus seguidores contra-revolucionários.

4. Isto não significa sugerir que os trotskistas desejariam suprimir os dez milhões de trabalhadores filiados ao Solidariedade — dos quais grande parte não desejava voltar às condições capitalistas do “mercado livre”, da escravidão assalariada, desemprego, etc. Uma organização trotskista na Polônia no outono de 1981 teria se oposto intransigentemente ao curso pró-capitalista de Walesa e companhia, enquanto continuasse a intervir em reuniões de massa do Solidariedade nos locais de trabalho, e em cada outra arena onde fosse possível receber uma audiência da classe trabalhadora para cristalizar uma oposição anti-stalinista pró-socialista à direção do Solidariedade.

5. É um axioma do marxismo que os movimentos sociais e políticos devem ser julgados por sua liderança, programa, trajetória e composição de classe — não pelas ilusões da base. As mobilizações de massa contra o Xá do Irã em 1978-79 fornecem um caso exemplar. Apesar das esperanças e das intenções de muitos milhares de trabalhadores iranianos e militantes de esquerda que participaram (assim como as correntes pseudo-marxistas diversas que saudaram este suposto movimento “objetivamente revolucionário”), o fato era que a direção estava firmemente nas mãos dos reacionários teocráticos ao redor do Aiatolá Khomeini. A contradição objetiva entre a base e o topo indica que uma tarefa chave dos marxistas era lutar para destruir as ilusões que as massas tinham no resultado final de um movimento com tal direção e programa, levando os trabalhadores à oposição aos reacionários Mulás, assim como ao Xá. Assim como no Irã, os marxistas revolucionários não podem determinar a sua orientação em relação aos acontecimentos na Polônia simplesmente por hostilidade aos que no momento detém o poder — é também necessário avaliar o programa positivo e a trajetória dos dirigentes da oposição.

6. A intenção contra-revolucionária da liderança de Solidariedade inequivocamente foi revelada (para os que quiseram ver) pelos acontecimentos do período imediatamente anterior ao contra-golpe de Jaruzelski: (a) as tentativas de estender o Solidariedade ao exército e à polícia; (b) as discussões abertas sobre a necessidade derrubar o Estado na reunião da direção geral do Solidariedade em Radom, em 3 de dezembro; e (c) a reunião de 12 dezembro em Gdansk de líderes do Solidariedade, que propôs “fazer um plebiscito nacional por conta própria sobre um voto de confiança no General Jaruzelski, e para estabelecer um governo provisório não-comunista e organizar eleições livres (New York Times, 14 dezembro 1981).

7. O fato de que o Solidariedade se consolidou ao redor de uma direção e um programa pró-capitalistas é um testemunho eloquente da bancarrota política completa dos parasitas anti-operários stalinistas que, em mais de três décadas administrando o “socialismo” na Polônia, só conseguiram levar um grande setor da classe trabalhadora para os braços da reação clerical-nacionalista. Embora os trotskistas tomassem uma atitude de apoio crítico à supressão militar de 13 dezembro da ameaça contra-revolucionária posta pelo Solidariedade, era necessário manter uma atitude irreconciliável em relação a Jaruzelski e ao resto da burocracia stalinista.

8. Tivesse a URSS intervido (como largamente foi imaginado) no outono de 1981, os trotskistas teriam apoiado criticamente, pela mesma razão que apoiaram criticamente as ações do Exército polonês em dezembro desse ano. Teríamos apoiado só as ações do exército soviético dirigidas contra a direção restauracionista do Solidariedade e sua base — e não contra toda a classe trabalhadora polonesa.

9. Nosso apoio à supressão de Solidariedade pela burocracia se estende só aos golpes desferidos nas seções contra-revolucionárias do sindicato, particularmente os quadros pró-capitalistas da direção. Tivesse havido reuniões de trabalhadores anti-restauracionistas, nós nos oporíamos à sua supressão no curso do golpe. Os bolcheviques não teriam nenhum interesse em apoiar medidas que tornassem mais difícil para a classe operária polonesa se reunir, discutir e se recompor politicamente. O peso do obscurantismo religioso, do nacionalismo venenoso e da ideologia pró-capitalista sobre um setor grande dos membros do Solidariedade só poderia ser destruído pela intervenção política de autênticos marxistas — e não por medidas policiais stalinistas. Para este fim, depois do contra-golpe, os trotskistas teriam procurado conservar o espaço político limitado ganho pelas greves de 1980-81.

10. Os burocratas privilegiados do Partido Operário Unido da Polônia [stalinista] estão interessados principalmente em conservar e estender os próprios interesses de casta à custa da classe trabalhadora. Em setembro de 1939, Trotsky propôs que a Quarta Internacional defendesse a União Soviética contra ataque nazista iminente sob o lema “Pelo Socialismo! Pela Revolução Mundial! Contra Stalin!” Com o perigo imediato de contra-revolução posto pelo Solidariedade, era o dever dos trotskistas defender a propriedade socializada sobre a qual os Estados Operários Deformados são baseados, enquanto deixassem claro “exatamente o que nós defendemos, exatamente como nós o defendemos, e contra quem nós o defendemos”. Apesar do fato que são obrigados, em última análise, a defender o organismo de que são parasitas contra correntes restauracionistas (que são geradas inevitavelmente pelo seu desgoverno burocrático), os burocratas stalinistas criam um perigo mortal para a preservação das formas de propriedade operárias na Polônia e em cada outro país que dominam. A defesa dos Estados Operários Deformados e Degenerados, assim, é inextricavelmente ligada à necessidade da revolução política proletária para esmagar a burocracia e o aparato policial pela ação revolucionária de massa.

Um Trecho do Livreto
Solidariedade: Teste Ácido para os Trotskistas” (1988)

No outono de 1981 o Solidariedade havia se tornado um movimento restauracionista-capitalista com ambos o poder social e a liderança subjetivamente comprometida a derrubar o regime stalinista desacreditado e desmoralizado. Chamar pela defesa do Solidariedade seria chamar pela defesa dos seus quadros contra-revolucionários. Nós damos apoio militar ao ataque preventivo dos stalinistas contra a liderança do Solidariedade.

Nós não damos aos stalinistas um cheque em branco para cercear os direitos democráticos dos trabalhadores de se organizarem, de se encontrarem para discutir política, e de recomporem-se politicamente. Nós sabemos que correntes restauracionistas-capitalistas só podem ser decisivamente derrotadas por uma revolução política proletária que esmague o poder dos parasitas stalinistas. Mas nós não identificamos a defesa dos direitos políticos dos trabalhadores poloneses com a defesa do Solidariedade.

Nós valorizamos e buscamos preservar e estender o espaço político ganho para o movimento dos trabalhadores na greve de 1980 que deu origem ao Solidariedade. Em geral, nós nos opomos à supressão stalinista dos dissidentes ideológicos, mesmo aqueles pró-capitalistas. Os revolucionários também defendem a existência de sindicatos independentes do Estado mesmo em Estados operários saudáveis.

Entretanto, o que separa os trotskistas dos Schatmanistas (ou seja, “socialistas democratas” anti-comunistas) é que nós, em última análise, não colocamos os “direitos democráticos” acima da defesa das formas de propriedade proletárias. Na Polônia em dezembro de 1981, era necessário escolher entre um e outro e nós seguimos Trotsky:

A questão da derrubada da burocracia soviética, para nós, é subordinada à questão da preservação da preservação da propriedade estatal dos meios de produção na URSS, e a questão da preservação da propriedade estatal dos meios de produção na URSS, para nós, é subordinada à questão da revolução proletária mundial”. (Em Defesa do Marxismo)

O golpe de Jaruzelski em 13 de dezembro de 1981 não fez nada para resolver as contradições que deram origem à crise na sociedade polonesa, mas ele interrompeu uma perigosa mobilização restauracionista. Nós não temos ilusões na capacidade dos stalinistas de proteger, muito menos de desenvolver, a propriedade nacionalizada na Polônia ou em qualquer outro lugar. De fato, a única garantia contra a restauração burguesa é a vitória da revolução política da classe proletária que esmague o poder dos parasitas burocráticos.

Nós somos pela supressão da contra-revolução por um movimento proletário com consciência de classe. Mas os trotskistas não podem assumir uma atitude de neutralidade em um confronto decisivo entre um movimento restauracionista capitalista e o aparato stalinista. Em meio aos grandes expurgos stalinistas em 1937, Trotsky projetou que:

Se o proletariado derrubar a tempo a burocracia soviética, então ele ainda vai encontrar no dia seguinte ao da sua vitória os meios de produção nacionalizados e os elementos básicos da economia planificada. Isso significa que ele não terá que começar do zero. Isso é uma tremenda vantagem!” (Escritos de Leon Trotsky 1937-38)

Checoslovaquia: lo que hay en juego

Checoslovaquia: lo que hay en juego

por Ted Grant

abril de 1948

Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I.

Durante semanas la clase capitalista de todo el mundo ha estado gimoteando por las medidas adoptadas en Checoslovaquia contra la burguesía. Los métodos utilizados por los estalinistas se han comparado, incluso, con los de Hitler pero esta propaganda se encuentra saturada de hipocresía: los capitalistas no sólo consienten, sino que apoyan activamente, el terror de la reacción griega que pretende establecer un régimen semifascista, del mismo modo que consintieron y ayudaron a Hitler y Mussolini contra la clase obrera.

Los estalinistas ni dan ni pueden dar una respuesta marxista a los capitalistas. Fingen que los cambios se llevaron a cabo “de acuerdo con la Constitución”, lo que ha confundido aún más a los trabajadores laboristas, que comprenden que estas declaraciones no se corresponden con los hechos. La realidad es que la transformación se consiguió con la ayuda y la participación de la clase obrera. Las manifestaciones de trabajadores armados en las calles convencieron a los elementos capitalistas de que la resistencia era inútil. Fue esta amenaza de fuerza la que aseguró el cambio pacífico.

Los campesinos y trabajadores checoslovacos dieron todo su apoyo al cambio debido a sus características progresistas. No podían sino apoyar las medidas adoptadas: nacionalización de las principales fábricas, que seguían en manos privadas desde el movimiento de masas de 1945; del 70% de las imprentas, de toda la industria química, de todas las plantas refrigeradoras y construcciones con más de 50 empleados, de todos los grandes hoteles y del comercio al por mayor; ninguna empresa con más de 50 trabajadores, en ningún sector, siguió siendo propiedad privada y el monopolio del comercio exterior se instauró formalmente.

Los campesinos estaban con firmeza detrás de las reformas, aunque los estalinistas no hicieron como los bolcheviques rusos, concretamente nacionalizar la tierra para entregarla a los campesinos, sí dividieron la tierra y se la repartieron a los campesinos como su propiedad privada.

TROTSKY SOBRE LOS TERRITORIOS OCUPADOS

Estas medidas progresistas son apoyadas por los trotskistas, a pesar del fracaso en la nacionalización de la tierra, porque constituyen la base económica necesaria para un Estado obrero. Para llevar a la práctica estas medidas los estalinistas se vieron forzados a basarse en la iniciativa y la presión de las masas. Como señaló Trotsky en 1939, en referencia a los posibles acontecimientos que se desencadenarían si Stalin invadía Polonia:

“Es más probable, sin embargo, que Moscú proceda a la expropiación de los grandes terratenientes y a la estatificación de los medios de producción en los territorios ocupados. Y es más probable, no porque la burocracia permanezca fiel al programa socialista, sino porque no desea ni es capaz de compartir el poder con las viejas clases dominantes de los territorios ocupados. Salta a la vista una analogía histórica. El primer Bonaparte detuvo la revolución mediante una dictadura militar. Sin embargo, cuando las tropas de Napoleón entraron en Polonia, [este] dictó un decreto aboliendo la servidumbre de la gleba. Napoleón no tomó esta medida por simpatía a los campesinos o por sentimientos democráticos, sino porque su dictadura se basaba en las relaciones de propiedad burguesas, no en el feudalismo. Como la dictadura estalinista se basa en la propiedad estatal y no en la privada, el resultado de la invasión de Polonia por el Ejército Rojo será la abolición de la propiedad capitalista para poner el régimen de los territorios ocupados de acuerdo con el régimen de la URSS.

“Esta medida, de carácter revolucionario —‘la expropiación de los expropiadores’—, será llevada a cabo mediante métodos burocrático-militares. La llamada a la actividad independiente de las masas en los nuevos territorios —y sin esta llamada, aunque se oculte con gran cuidado, es imposible construir un nuevo régimen— será sustituida por medidas políticas de rutina destinadas a asegurar la preponderancia de la burocracia sobre las desilusionadas masas revolucionarias” (León Trotsky, La URSS en guerra, septiembre de 1939).

Una vez hayan utilizado la presión de los trabajadores contra la clase capitalista, los estalinistas prescindirán de todos los elementos de control obrero. La velocidad con la que se lleve a cabo dependerá de la resistencia de la clase obrera checa, cuyo nivel cultural, debido a la industrialización del país, supera con mucho al de los trabajadores rusos. Los estalinistas no pueden permitirse una democracia obrera en Checoslovaquia por las inevitables repercusiones que tendría sobre el régimen ruso en la Unión Soviética.

Esto lo destacaba Douglas Hyde, antiguo redactor jefe del Daily Worker, en una entrevista en el Daily Mail:

“En la primera reunión de la Kominform, celebrada en un pabellón de caza en Silesia, Gottwald1 fue acusado de ‘comunismo pequeñoburgués’ por tratar de elaborar una política que tuviera en cuenta las tradiciones culturales y las libertades al estilo occidental de Checoslovaquia.

La idea de Gottwald era amoldar el comunismo a las necesidades de su país, tan diferentes de Rusia. Pero con Rusia a su espalda no había lugar para la discusión y los recientes acontecimientos de Praga han revelado cómo le han metido completamente en cintura”.

Sintiendo la presión de los trabajadores, Gottwald teme los resultados futuros de esa trayectoria.

EL FUTURO DE LOS COMITÉS DE ACCIÓN

Poco después de los acontecimientos checos, los funcionarios del gobierno publicaron unas declaraciones sobre el papel de los comités de acción. El Telegraph del 6 de marzo informaba: “Hay indicios de preocupación en el Estado Mayor con relación a las actividades de los comités de acción locales. El Comité de Acción Central ha ordenado a los demás comités que se abstengan de interferir en la ‘limpieza’ que está llevando a cabo el ejército. De ahora en adelante todas las ‘purgas’ tendrán que ser remitidas directamente al Ministerio de Defensa nacional”.

Cepick, ministro de Justicia comunista en el nuevo gobierno de Gottwald, declaró: “Los comités de acción no son una fuerza secundaria. Su tarea es facilitar la defensa del Estado proporcionando una base popular a la acción del gobierno”. Las autoridades checas han hecho una distinción fundamental entre los comités de acción creados por los trabajadores y los campesinos, y los nombrados por los partidos políticos desde arriba. Aunque se llaman igual, existe una enorme diferencia entre ambos. El comité de acción del Frente Nacional2 designa a sus representantes entre los funcionarios de los diferentes partidos, lo que supone una caricatura de la democracia.

Los comités de acción no jugarán el papel que jugaron los sóviets, o comités obreros, en la Revolución Rusa de 1917. El gobierno bolchevique ruso bajo la dirección de Lenin se basaba en los sóviets, que eran una forma de organización muy flexible y democrática. Los sóviets locales tenían representación directa de los trabajadores y campesinos. De este modo, señalaba Lenin, no había necesidad de ninguna estructura estatal separada: los trabajadores y los campesinos administrarían el Estado directamente desde abajo hasta arriba. Debido al aislamiento de la revolución rusa y al atraso económico y cultural no se pudo llevar a cabo este programa, pero en un país tan culto e industrializado como Checoslovaquia se podría introducir un verdadero régimen comunista. Los trabajadores y campesinos podrían empezar inmediatamente a administrar el Estado ellos mismos, sin un aparato estatal especial utilizado para proteger los privilegios de la burocracia.

Un parlamento elegido sobre la base de los distritos electorales es mucho menos democrático que el sistema de representación directa sobre la base de los comités. La forma de representación parlamentaria es la que más fácilmente se burocratizada y se aleja de la población.

La base económica para un Estado obrero se ha conseguido pero para que un Estado actúe en interés de la clase obrera, la expropiación de los capitalistas por sí sola no es suficiente. El control democrático del aparato del Estado es un requisito previo esencial para la marcha hacia una sociedad comunista. Todos los grandes marxistas han insistido en ello.

Lenin reducía la esencia de un Estado obrero a cuatro principios fundamentales. Después de la expropiación de los capitalistas y de la nacionalización de los medios de producción, tendríamos:

1. La elección de los sóviets con derecho a la revocación de todos los funcionarios.

2. Ningún funcionario recibe un salario superior al de un obrero cualificado.

3. La abolición del ejército permanente y su sustitución por el pueblo en armas.

4. No a la burocracia permanente. Todos deben participar en la administración del Estado de forma rotativa. Cuando todo el mundo es un burócrata nadie puede ser burócrata.

“Organicemos la gran producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, basándonos en nuestra propia experiencia de trabajo, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el poder estatal de los obreros armados; reduzcamos a los funcionarios públicos al papel de simples ejecutores de nuestras directivas, al papel de inspectores y contables responsables, revocables y modestamente retribuidos (en unión, naturalmente, de los técnicos de todos los géneros, tipos y grados): ésa es nuestra tarea proletaria, por ahí se puede y se debe empezar cuando se lleve a cabo la revolución proletaria. Este comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la extinción gradual de toda burocracia, a la creación gradual de un orden, orden sin comillas, orden que no se parecerá en nada a la esclavitud asalariada, de un orden en que las funciones de inspección y de contabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por todos siguiendo un turno, se convertirán luego en costumbre y, por último, desaparecerán como funciones especiales de una capa especial de la población”2.

El atraso de Rusia y el aislamiento de la revolución hicieron este proceso imposible pero sobre la base del nivel cultural de Checoslovaquia, las ventajas de los métodos comunistas se harían aparentes para todo el mundo. Con una verdadera dirección comunista se podría implantar inmediatamente un régimen de democracia obrera, pero esto no es lo que desea el estalinismo. Stalin ha declarado que lo que se necesita es un Estado cada vez más fuerte en Rusia. Con una política estalinista, Checoslovaquia se desarrollará en la misma dirección. No habrá un proceso de extinción del aparato del Estado y de la GPU3. Todos los derechos que todavía poseen los trabajadores checos serán estrangulados y una burocracia incontrolada pisoteará a las masas como en Rusia.

A largo plazo, los trabajadores checos no tolerarán una burocracia tirana. La experiencia les enseñará que el estalinismo no es el comunismo. Reconocerán la necesidad de derrocar a la burocracia y a su aparato policial y establecer su propio control directo de la industria y del Estado con una democracia obrera, como la esbozada por Carlos Marx, que siga el modelo de la Comuna de París y que se lleve a la práctica como en el régimen establecido por la revolución rusa de 1917.

Reagrupamento Revolucionário ahora en español!

Es con gran placer que anunciamos a nuestros lectores y seguidores que ahora tenemos una sesión en español. Debido a las dificultades de traducción, por ahora ella tendrá más archivos históricos que los artículos propios del RR, pero con el tiempo esperamos traducir más de nuestros materiales. El artículo Introducción a la serie Polémica Marxista (diciembre de 2008), ya está disponible en español.
 
Para acceder a la página, haga clic aquí.

Polêmica com Membro do Secretariado Unificado

Polêmica com Membro do Secretariado Unificado
Programa Revolucionário vs. “Processo Histórico”

Esta polêmica escrita pela Tendência Bolchevique foi originalmente impressa em 1917 número 5, no fim de 1988. Nós também incluímos como apêndice os comentários de Samuel Trachtenberg na conferência de 26 de julho de 2008 em Nova Iorque sobre “O Legado de Leon Trotsky e o Trotskismo dos Estados Unidos”. Sua tradução para o português foi realizada pelo Reagrupamento Revolucionário em janeiro de 2012.


 Introdução


Nós estamos reproduzindo abaixo uma disputa polêmica com Roy R., apoiador da Tendência Quarta Internacional norte-americana (FIT) de Nova Iorque. A carta de Roy foi motivada pela “carta aberta” de Neil Henderson anunciando a sua saída doSocialist Challenge [Desafio Socialista], o grupo irmão da FIT no Canadá anglófono. O Socialist Challenge, como a FIT, considera Ernest Mandel, líder do “Secretariado Unificado da Quarta Internacional” (SU) centrado na Europa como seu mentor ideológico. A “carta aberta” de Henderson, que nós não incluímos aqui por razões de espaço, não é essencial para uma compreensão da discussão a seguir (ela foi reimpressa, junto com outros materiais documentando a sua luta por uma política trotskista dentro do SC, no Boletim Trotskista número 4).

Roy R. nem sempre foi um apoiador de Mandel. Quando era estudante na Queens College de Nova Iorque no fim dos anos 1970, ele era um conhecido simpatizante da Liga Espartaquista (SL). Em 1982, ele foi brevemente um membro aspirante da SL. Roy ficou politicamente inativo pelos quatro anos seguintes. Ele voltou à política de esquerda como um simpatizante da Tendência Bolchevique (TB) em Nova Iorque no início de 1987.

Logo ficou aparente, entretanto, que Roy tinha mais em comum politicamente com Mandel e o SU do que com a Tendência Bolchevique. Ele rapidamente girou para a órbita da FIT, um dos três grupos norte-americanos associados com o SU. Roy atualmente escreve para o Boletim em Defesa do Marxismo, a revista mensal da FIT.

Carta para a Tendência Bolchevique

“Vocês experimentaram por si próprios a oposição entre o movimento de uma seita e o movimento de uma classe. A seita vê a justificativa para a sua existência e o seu ‘ponto de distinção’, não no que ela tem em comum com o movimento da classe, mas no seu código de honra particularque a distingue dele.”
Carta de Karl Marx para J. B. Schweitzer, 13 de outubro de 1868, Correspondência Selecionada de Karl Marx e Friedrich Engels(ênfase no original).

Considerando o movimento realizado por Neil Henderson, ele ainda não sentiu por si próprio aquele de uma seita. No entanto, isso vai sem dúvida mudar agora que lançou sua sorte junto com a da Tendência Bolchevique (TB). Já que as políticas da TB são baseadas naquelas da Liga Espartaquista (SL), políticas diretamente enraizadas na própria natureza do grupo como uma seita, que sob toda e qualquer condição deve buscar justificar a sua existência separada como tal. Dirigida por tal motivo, a sua perspectiva se torna inevitavelmente separada de qualquer análise objetiva ou conexão com a realidade e inteiramente subordinada à sua própria auto-justificação. A degradação da teoria para legitimar a existência da s eita; este é o verdadeiro significado do conceito da SL de “defender e aprofundar o programa do fator subjetivo”. Se o credo dos reformistas é “o movimento é tudo, o objetivo não é nada”, então aquele do sectário deveria ser (e de fato é) “o movimento e o objetivo não são nada, o ‘programa’ ou a ‘organização’ (ou seja, a seita) é tudo”. Em ambos os casos, construir um partido revolucionário de massa e atingir um objetivo socialista são colocados fora da agenda já que eles anulam, até onde vão as suas pretensões proletárias, tanto a ultra-direita e a ultra-esquerda, confortavelmente abrigadas nos seus pequenos nichos dentro da sociedade capitalista. De fato, o reformismo e o sectarismo são dois lados da mesma moeda já que o interesse de ambos está ligado com a preservação da ordem burguesa.

Tendo perdido todo contato com a realidade, o sectário deve ou negar a realidade toda de uma vez ou “mudar” a realidade para que caiba no seu “programa” (o código de honra favorito do espartaquismo). Fazer o contrário é entrar em “liquidacionismo programático”; em outras palavras, questionar a compreensão da seita sobre o mundo e a sua relação com ele. Pior que tudo é levantar a questão se a luta de classes pode avançar (e a classe trabalhadora triunfar) sem a intervenção divina da seita no processo.

Assim, toda o conjunto das “organizações do CI (Comitê Internacional)” que foram pegas despreparadas pelas mudanças no mundo pós-Segunda Guerra Mundial e não puderam cooperar com as vitórias da revolução proletáriana Iugoslávia, China, Vietnã e Cuba, buscaram ou ignorar a realidade (Gerry Healy) ou distorcê-la (James Robertson) em razão do seu medo dela torna-los historicamente irrelevantes. A “ortodoxia” estéril que Neil Henderson e seus amigos recém-encontrados na TB manifestam são meios de permanecer parados de forma não-dialética em face de uma realidade mundial em constante mudança. Isso pode cair bem para os seguidores “ortodoxos” de uma fé mosaica, mas certamente não é o caso para os marxistas revolucionários que buscam entender a sociedade para mudá-la. Esse “programa” merece ser enterrado já que ele não provê nenhuma resposta para crise alguma, muito menos aquela de liderança do proletariado.

Levada à sua “conclusão lógica”, essa linha de pensamento leva ao culto ao líder, um fenômeno bem personificado por ambos Gerry Healy e James Robertson. Além do mais, se dentro do movimento de massas de muitos milhões, apenas um punhado de altos sacerdotes “ortodoxos” são capazes de interpretar as sagradas escrituras, deve-se concluir que dentro deste sacerdócio apenas o deus-rei infalível (ou secretário nacional) tem uma linha direta com os próprios deuses. Tal perspectiva leva a seita, assim como apontou Marx, a contraporo seu movimento ao movimento de massas, e no caso da SL, a se oporao movimento se ele falha em estar de acordo com os padrões rígidos da pureza programática estabelecidos por James Robertson. Neil Henderson e a TB podem responder que eles não juram mais lealdade a Robertson (depois de ter feito isso por anos), mas todo os seus pontos de honra sectários, ou “testes ácidos” no jargão da TB, são exatamente os mesmos que aqueles do espartaquismo. Um espartaquista com outro nome ainda é um espartaquista!

Tendo contraposto o seu próprio movimento àquele das massas, o sectário tem pouca dificuldade em dispensar as massas e seus movimentos, com desprezo e condescendência, como nada além de fantoches de líderes em particular. Essa visão da classe trabalhadora pode de fato refletir a vida interna da SL e a relação entre Robertson e seu minguado bando da apoiadores, mas ela tem pouca semelhança com a estratégia e as táticas que revolucionários de Marx a Lenin a Trotsky empregaram para ganhar hegemonia comunista entre as colunas da classe trabalhadora. Quantas vezes Lenin escreveu sobre a necessidade de “pacientemente explicar as coisas para os trabalhadores”. Certamente não é o suficiente para os espartaquistas, como qualquer um que teve a desafortunada experiência de encontrar um deles bem sabe.

É só através das experiências comuns em lutas comuns que as massas de trabalhadores serão ganhas para o marxismo revolucionário e romperão com a influência dos reformistas; é necessário para o primeiro demonstrar a superioridade do seu programa na prática, não no papel. Os sectários tem denunciado por anos o reformismo e ainda não exorcizaram esse demônio das colunas do proletariado. Nem eles nunca irão e as chances são de que eles não tenham o menor desejo de fazer isso, já que a existência dos primeiros provê uma desculpa para a existência do outro. Para o sectário, é claro, qualquer ação comum com qualquer um a não ser aqueles que estão em completo acordo com seus determinados pontos de honra constitui…”liquidacionismo programático”. Trotsky, entretanto, tinha isto a dizer sobre aqueles que preferem não agir de forma alguma ao invés de arriscar expor a suas pretensões vazias e colocar em questão o seu papel auto-proclamado de “vanguarda dos trabalhadores”:

“É possível ver nessa política [a frente única] uma reaproximação com os reformistas apenas do ponto de vista de um jornalista que acredita que ele se livra do reformismo criticando-o ritualmente sem nunca deixar o seu escritório editorial, mas que tem medo de se enfrentar com os reformistas diante dos olhos das massas trabalhadoras e dar às últimas uma oportunidade para apreciar o comunista e o reformista num plano de igualdade da luta de massas. Atrás desse medo aparentemente revolucionário de ‘reaproximação’ está na verdade uma passividade política que busca perpetuar uma ordem de coisas onde os comunistas e os reformistas retém cada um a sua esfera de influência rigidamente demarcada, suas próprias audiências nas reuniões, sua própria imprensa, e tudo isso junto cria uma ilusão de luta política séria.”
Leon Trotsky, “Sobre a Frente Única”, 1922.

Tais são as “consequências organizativas” a que o fetichismo programático dos sectários leva. E tal programa, baseado no isolamento e na irrelevância, não vale o papel no qual é impresso, mesmo se esse papel for o WV[Workers Vanguard, jornal da Liga Espartaquista]!

Levantado o véu, nós podemos ver que a obsessão da seita com o seu código de honra particular é o que está por trás da sua análise dos eventos importantes na luta de classes internacionalmente. Ao invés de se preocuparem analisar objetivamente eventos dados em cada país e usar essa análise como um guia para ação para ser capaz de melhor intervir neles, a seita busca acima de tudo colocar a si própria e frequentemente contra o movimento das massas. Para poder justificar isso é necessário recorrer à calúnia e acusações de “traição”. Assim, Henderson, talvez para mostrar aos seus amigos na TB o quão bem ele progrediu na escola espartaquista de sectarismo, audaciosamente declara que “o SU (Secretariado Unificado da Quarta Internacional) repetidamente demonstrou a sua tendência a estar do lado errado da luta de classes internacional”. Bastante forte! Alguém poderia pensar que “estar do lado errado” significa apoiar a classe capitalista contra a classe trabalhadora, aquilo que é o trabalho dos reformistas. No entanto, Henderson e companhia teriam muita dificuldade em apontar uma situação em que a QI [SU] de fato “esteve” do lado da burguesia. Ou seja, a não ser pelo termo “luta de classes internacional”, Henderson tem na verdade em mente a “guerra de classes global” de Sam Marcy [1], com cujas políticas stalinofílicas a SL-TB vieram a se parecer. Marcy rompeu com o trotskismo para emblocar com a burocracia stalinista na revolução húngara de 1956 e desde então teve uma linha praticamente indistinguível daquela do PC. Para a SL-TB, a questão chave no mundo hoje é a “questão russa” e o seu “teste ácido para trotskistas” é o apoio ao general Jaruzelski. Mais do que serem traidores nas colunas da classe trabalhadora, a QI [SU] ousou ir contra o código de honra sectário do espartaquismo segundo o qual a “defesa da URSS” começa em todo lugar desde Belize a Benin, de Burma a Burbank [2]. Hoje, enquanto Gorbachev e Reagan barganham sobre como melhor impedir a revolução ao redor do mundo, os sectários terão ainda maior dificuldade em fazer com que trabalhadores de consciência revolucionária aceitem o seu “teste ácido”, tanto quanto os patrões terão dificuldade em manter sobre eles a exigência de testes de urina.

O catálogo de Henderson dos crimes alegadamente cometidos pela QI [SU] ao redor do mundo por si próprio merece pouco mais do que chacota. Fazer o contrário é dignificar o que não é nada além do que a caracterização espartaquista das posições realmente tomadas pela QI [SU] nos países em questão. Para os espartaquistas, obscurecer a posição dos oponentes é muito mais fácil do que confrontá-la (como a própria TB acabou descobrindo). Entretanto, eles tipificam a metodologia dos sectários quando confrontados pela presença de uma situação revolucionária e a bancarrota completa da sua “ortodoxia” programática como um tipo de guia para a ação para a classe trabalhadora.

Assim, no Irã eles nos dizem que a QI [SU] “seguiu Khomeini criminosamente” e foi “incapaz ou não quis entender que a burguesia, muito menos os reacionários feudais, não tinham nenhum papel progressivo a cumprir”. No entanto, se nós examinarmos “Perspectivas e Problemas da Revolução Iraniana”, parte de “A Situação Política Mundial e as Tarefas da QI”, resolução adotada no Congresso Mundial de 1979, nós lemos que “não pode haver ‘etapa’ de desenvolvimento capitalista no Irã independente do imperialismo [e que] nem pode a burguesia iraniana levar adiante as tarefas democráticas…”. No parágrafo seguinte nos diz que “a hierarquia xiita liderada por Khomeini… é a carta chave que a classe dominante do Irã está jogando em sua tentativa de restaurar um aparato de Estado estável e uma nova liderança política burguesa para poder esmagar o processo revolucionário e relançar um processo de desenvolvimento capitalista ‘racionalizado’.” Soa mesmo como se realmente “seguíssemos criminosamente”.

Henderson se entrega quando ele cita Ernest Mandel para o efeito de que “era correto apoiar o levante contra o Xá apesar de ele ser liderado pelo clero” (minha ênfase). O que ele não cita é a frase seguinte onde Mandel declara que “em todos os conflitos entre o novo regime e… as massas… nós estamos 100% do lado das massas contra o regime.” Ou o fim da seção sobre o Irã em Marxismo Revolucionário Hoje, onde Mandel declara que “identificar a revolução com o obscurantismo religioso é um ato de traição ideológica… que denigre a causa dos iranianos e do socialismo mundial.” Além do mais, o que os marxistas revolucionários supostamente deveriam fazer? Chamar por um “bloco militar” com o Xá contra os “reacionários feudais”? Como o sectário só pode ver os líderes e não as massas de trabalhadores e camponeses que de fato estavam fazendo a revolução, ele pode sem preocupação descartar todo o caso com um gesto de mão, o que obviamente não oferece nenhum caminho possível ou prático para ganhar as massas para a política comunista e de fato romper com líderes reacionários da laia de Khomeini.

O mesmo é válido para a Polônia, o código de honra sectário por excelência para a SL-TB. Os trotskistas não vão ganhar muitos trabalhadores poloneses para a sua política formando um “bloco militar” com a burocracia stalinista. Por sorte, não havia espartaquistas na Polônia para causar descrédito ao trotskismo lá da mesma maneira como eles fizeram em todo lugar e em toda ocasião em que eles fizeram sentir sua presença. Henderson aparentemente atribui “a força crescente do sinistro anti-semita KPN ou ao plano para desmontar a economia planificada” ao proletariado polonês quando foram, e continuam sendo, os seus parceiros de bloco na burocracia stalinista que promoveram e fortaleceram tais tendências. Não é acidente que Jaruzelski está entre os maiores reforços das reformas econômicas anti-proletárias de Gorbachev hoje.

Não há dúvida de que os sectários irão responder em uníssono que o poder da burocracia e os seus privilégios são baseados sobre “formas de propriedade proletárias”, o que significa que eles tem interesse material em preservar a ditadura do proletariado, ou então eles são condenados como “estúpidos” demais para perceber onde os seus verdadeiros interesses estão baseados, ao contrário de Robertson e seus amigos e parentes na burocracia, com os quais ele se relaciona tão bem. Assim, a SL tomou a lógica elitista inerente ao seu sectarismo à sua conclusão extrema ao tomar para si a causa comum da burocracia contra a classe trabalhadora. Falem sobre “abandono do trotskismo”, sombras de “pablismo”!

Quanto a “desmascarar” as “pretensões ao trotskismo” da QI [SU] na Nicarágua, o que mais alguém precisa dizer sobre uma tendência (a linhagem SL-TB) que de fato reivindica que não há Estado nenhum na Nicarágua após quase dez anos e domínio da FSLN. É um achado que Henderson esteja perdido para dar uma caracterização de classe (seja proletária ou burguesa) para o “bonapartismo” dos sandinistas. Ou seja, a não ser que alguém leve a sério o papagaiado clichê “ortodoxo”, que para tudo serve, de rotular de todo e qualquer grupo fora das próprias colunas como “pequeno-burguês”. De fato, as pretensões da SL-TB ao trotskismo, e ao materialismo histórico em geral, são reveladas pela posição “única” de Robertson de que todas as revoluções socialistas após a Segunda Guerra foram realizadas por partidos “pequeno-burgueses” ao invés de partidos da classe trabalhadora burocratizados. De acordo com a SL-TB, a pequeno-burguesia, uma classe proprietária, se é que houve alguma, pode ser “pressionada” pelo imperialismo a romper com os seus próprios interesses materiais e levar adiante o processo da revolução permanente à sua conclusão, a criação de um Estado operário. É melhor conceder tal alto papel a outra classe do que a outra tendência dentro do movimento dos trabalhadores, não importa o que isso signifique para a teoria marxista, ignorando a realidade na qual ela se baseia! Tal linha tem mais em comum com aquela de Tony Cliff do que com a de Leon Trotsky, com a única diferença de o primeiro teve honestidade o suficiente para admitir onde ele deixa a companhia do primeiro, enquanto Robertson ainda considera a si próprio como o último trotskista “ortodoxo” no mundo.

Poderia parecer que aqueles que reivindicam mais admirar Trotsky (Henderson consegue invocar o nome de Trotsky onze vezes em quatro páginas), na verdade o enterram, ou melhor, ao conjunto de políticas revolucionárias associadas ao seu nome, sob um túmulo de dogmatismo e sectarismo. Por isso, se houve qualquer “abandono” dos postulados básicos do marxismo revolucionário, em geral ou em particular, foi por parte dos cultuadores sectários de “Jimstown” (a SL, como apropriadamente rotulada pela TB), ambos no passado e no presente. A essência do espartaquismo é a total separação entre a teoria e a prática, pensamento e ação, partido (ou melhor, seita) e classe, junto com toda a perda de base da teoria para legitimar todos os anteriores.

Esta é a base real por trás da crença de Robertson de que “programa gera teoria”!

Para os marxistas revolucionários, o “programa” consiste de uma totalidade dialeticamente inter-relacionada e constantemente interativa do que uma organização faz bem como o que ela diz. Teoria marxista genuína, sendo ambos uma ciência viva e um instrumento para mudar a sociedade, só pode cumprir o seu papel apropriado como um guia para ação, não como uma desculpa para a inação, se ela é usada para analisar uma realidade em permanente mudança em nível objetivo. De outra forma, ela fica estagnada em um dogma estéril, totalmente divorciado de toda a realidade exceto, talvez, àquela da seita…vista através da sua cegueira sectária.

Tendo usado a maior parte da sua vida política ativa dentro do reino do espartaquismo, os membros da TB se encontram como prisioneiros psicológicos dos seus passados, incapazes ou sem vontade de virarem suas costas para sua alma mater. Obcecados em se provarem como mais robertsonistas do que o próprio Robertson, todo e qualquer ato da TB é definido pelos parâmetros do espartaquismo. Neil Henderson pode ter sido atraído pela retórica de aparência revolucionária associada com tudo isso, mas no fim, ele irá ser, assim como o resto da TB, sufocado pelo cordão umbilical espartaquista, cortado de qualquer contato com a classe trabalhadora e condenado ao isolamento e à irrelevância ainda mais do que os verdadeiros espartaquistas.

Sem dúvida o alto nível de integridade política e pessoal, honestidade, e dedicação à causa da classe trabalhadora caracterizam a vasta maioria dos membros da TB irá evitar que eles caiam vítimas do cultismo que hoje é o principal semblante do espartaquismo. No entanto, não há escapatória da evolução geral de todas as seitas enquanto se prendem tenazmente à sua base de apoio. Não há espaço na esquerda para o espartaquismo com uma face humana. Ninguém está procurando por alguns poucos bons robertsonistas. Porque a TB está tão amarrada à metodologia do espartaquismo com o seu fetichismo programático, ela falha em ver o que é de fato a aura do espartaquismo. Ao invés disso, ou melhor, precisamente em razão de todo o seu passado político que consistiu em servir o seu tempo ao Reino Espartaquista, eles são incapazes de ver o que realmente essa estória de espartaquismo significa.

Psicose, neurose e um severo estado de sentimento de culpa que clama por uma figura de autoridade à qual se subordinar; isso é o que atrai indivíduos para o “culto de obediência” de Robertson, não o seu programa r-r-r-revolucionário. Aqueles hoje na TB eram e são exceção a essa regra que de fato se prova regra.

Então se Neil Henderson prefere o movimento da seita ao invés do movimento das massas, que seja. Com o tempo, ele próprio certamente vai experimentar em sua própria pele. Quanto a mim, eu prefiro o segundo ao primeiro e prefiro me engajar em construir esse movimento com a QI [SU], mesmo se isso significar cometer erros (os quais a maioria dos seres humanos que não sejam James Robertson estão aptos a fazer) e sujar as mãos no processo. Melhor estar na margem esquerda dos “mandelistas” e “pablistas” do que na margem lunática com os espartaquistas!

Pelo marxismo revolucionário; contra o espartaquismo/sectarismo. Roy [R.]

Resposta da Tendência Bolchevique

Apesar do tom bombástico e da falta de clareza intelectual da denúncia de Roy R. de um “sectarismo”  leninista, a sua crítica da nossa política claramente põe todas as questões importantes de programa vs. “processo” como o eixo central da política socialista. Roy começa depreciando a nossa aderência aos códigos de honra herdados da Liga Espartaquista que, afirma ele, nos leva a negar ou distorcer a realidade para podermos justificar nossa própria existência sectária. É claro, ele não se chateia para escrever o que precisamente esses “pontos de distinção” são. É abundantemente claro a partir de um balanço da sua carta, entretanto, exatamente quais “códigos de honra” estão sob ataque.

Código de Honra número 1: A única classe na sociedade moderna com o interesse material e o poder social para realizar uma revolução socialista é o proletariado.

Código de Honra número 2: Para o proletariado cumprir sua missão revolucionária, ele deve ser liderado por um partido de vanguarda que agrupe os seus elementos mais avançados e a sua mais alta consciência.

Código de Honra número 3: Os Estados operários degenerados que se baseiam sobre fundações sociais criadas pela Revolução de Outubro, assim como os Estados operários deformados que exibem uma estrutura social essencialmente idêntica, devem ser defendidos contra ambos a agressão imperialista e todas as tentativas nativas de restaurar o capitalismo.

O primeiro destes “códigos de honra” é o princípio essencial da teoria revolucionária de Karl Marx. O segundo incorpora a maior contribuição à essa teoria feita por Lenin, que guiou o Partido Bolchevique ao levar à frente a primeira e até agora a única revolução de proletários bem sucedida no mundo. O terceiro condensa a posição de Trotsky sobre a questão russa, e a sua extensão aos Estados operários deformados criados desde a Segunda Guerra Mundial. Estes três “códigos de honra”, tomados juntos, constituem a essência do programa pelo qual Trotsky lutou até que foi assassinado por um agente stalinista em 1940, e permaneceram a base política da organização que ele fundou – a Quarta Internacional.

Stalinismo Pós-Guerra e o Racha na Quarta Internacional

Roy está correto ao dizer que as transformações sociais anti-capitalistas seguidas à Segunda Guerra Mundial pegaram a Quarta Internacional despreparada. Mais significativamente, elas levaram a um racha nas suas colunas. Se, como Roy assume, estas transformações foram simplesmente revoluções proletárias com algumas poucas imperfeições, ele terá dificuldade em explicar porque a Quarta Internacional se ocupou tanto delas. Ao invés disso, o dilema diante dos seguidores de Trotsky consistiu precisamente no fato de que estas revoluções foram realizadas por stalinistas, a quem Trotsky julgava incapazes de qualquer liderança revolucionária, e a quem ele tinha de fato caracterizado como contra-revolucionários em seu papel internacional.

Nesses países onde eles consolidaram o poder, os novos regimes stalinistas pós-guerra não apenas falharam em mobilizar o proletariado, mas permaneceram implacavelmente hostis a qualquer tentativa pela classe trabalhadora de organizar a si própria de forma independente. A burocracia soviética criou uma constelação de economias nacionalizadas ao longo da maior parte da Europa Oriental. Na Iugoslávia, China e Vietnã, partidos stalinistas, na liderança de exércitos de guerrilha de base camponesa, tomaram o poder. Em nenhum desses casos a expropriação dos capitalistas e a nacionalização dos meios de produção foi acompanhada pelo estabelecimento do poder político da classe trabalhadora. Ao invés disso, essas sociedades foram presididas do topo por burocracias estatais materialmente privilegiadas e nacionalmente arraigadas, politicamente idênticas à casta que se formou ao redor de Stalin depois da morte de Lenin.

Em resposta a esses desenvolvimentos inesperados, emergiram dentro da Quarta Internacional duas correntes fundamentalmente divergentes. Por um lado havia aqueles – no Comitê Internacional (CI) – que resistiram a qualquer tentativa de revisar a apreciação básica do trotskismo sobre o stalinismo ou o programa da Quarta Internacional para a revolução mundial. Eles, de maneira geral, reconheceram que os partidos stalinistas, sob a pressão da guerra e da ocupação estrangeira, haviam sido compelidos a ir muito além na via anti-capitalista do que Trotsky havia previsto; eles concordaram que as novas economias coletivizadas representavam, um ganho parcial para a classe trabalhadora e deveriam, portanto, como a economia coletivizada na própria União Soviética, ser defendidas de todas as tentativas para restabelecer o capitalismo.

Mas eles também insistiram que os recém-criados regimes stalinistas – enlameados em atraso material e fortemente controlados por burocracias que sufocavam as massas – eram politicamente deformados desde o início. Eles apontaram que na crise revolucionária que havia convulsionado o mundo desde os anos 1920, o stalinismo havia traído a classe trabalhadora muito mais consistentemente do que prejudicado o imperialismo, e portanto permanecia fundamentalmente um obstáculo para o poder proletário e não um instrumento para a sua realização. Assim, apesar dos eventos no pós-guerra que eles entendiam de forma imperfeita, a corrente “ortodoxa” do CI, liderada pelo Partido dos Trabalhadores Socialistas norte-americano (SWP), reafirmou a necessidade histórica por partidos trotskistas, enraizados na classe trabalhadora, para completar o trabalho iniciado por Lenin e os Bolcheviques em 1917. É esse legado que a Tendência Bolchevique defende.

Já no polo oposto na controvérsia do pós-guerra estavam os seguidores de Michel Pablo, cabeça do Secretariado Internacional (SI) na época do racha. A ala de Pablo defendia que os sucessos pós-guerra dos stalinistas aconteceram em uma “nova realidade mundial” que tornou o “velho trotskismo” obsoleto. Em termos da sua perspectiva de longo prazo, isso significava que o proletariado mundial não podia mais aspirar pelo socialismo, mas ao invés disso por “séculos de Estados operários deformados”. Os pablistas concediam aos stalinistas não apenas o presente, mas também o futuro. De acordo com Pablo, os partidos stalinistas haviam provado pelas suas vitórias na Europa Oriental e na Ásia que eles eram instrumentos essencialmente adequados (ainda que “desafinados”) para a revolução socialista. Ele, portanto, clamava uma tática de “entrismo profundo” através da qual as seções nacionais da Quarta Internacional iriam se dissolver em partidos stalinistas. Lá, eles iriam agir como grupos de uma ala esquerda pressionando as várias lideranças do PC, ajudando a afinar os “instrumentos desafinados”. É com essa tradição, representada hoje pelo Secretariado Unificado (SU) liderado pelo antigo braço direito de Pablo, Ernest Mandel, que Roy R. escolheu jogar a sua sorte.

Desde o racha na Quarta Internacional, os pablistas provaram que a sua característica definidora não é um compromisso de trabalhar dentro dos partidos stalinistas, mas ao invés disso uma inclinação a se acomodarem a qualquer corrente ideológica que esteja em voga na esquerda. Isso, na linguagem de V. I. Lenin e outros “sectários”, se chama oportunismo. Os mesmos instintos oportunistas que originalmente levaram Pablo na direção do stalinismo, hoje dirigem Mandel e seus seguidores rumo à socialdemocracia e até mesmo ao anti-comunismo declarado do Solidariedade polonês.

Não é possível no espaço disponível recontar toda a história das manobras acomodacionistas do SU; mas nem mesmo é necessário. A carta de Roy R. representa o pensamento de seus mentores de forma bastante precisa, ainda que de forma mais bruta. Ela oferece um catálogo suficientemente extensivo de trapaças oportunistas e distorções para ilustrar nosso ponto.

Stalinismo Insurrecional de Base Camponesa

Roy afirma, sem oferecer qualquer argumento de apoio, que as revoluções na Iugoslávia, China, Cuba e Vietnã foram proletárias no seu caráter. Mas os países deixados de fora da sua lista são talvez tão significativos quanto aqueles incluídos. O que dizer sobre Polônia, Hungria, Bulgária, Romênia, Albânia, Tchecoslováquia e Alemanha Oriental? Eram esses Estados, depois de 1949, diferentes em sua estrutura social ou política daqueles mencionados no primeiro grupo? Se não há diferença qualitativa nos resultados finais, por exemplo, entre o Vietnã e a Bulgária, então a diferença deve estar no processo de formação.

A diferença está certamente não no papel desempenhado pelo proletariado. Foi Ho Chi Minh, que aniquilou os trabalhadores liderados por trotskistas que ocupavam fábricas em Hanói em 1945, um milímetro menos hostil ao proletariado do que Georgi Dimitrov na Bulgária? A principal diferença entre os países da Europa Oriental e aqueles nomeados por Roy foi que os primeiros se tornaram Estados operários como resultado da conquista militar da União Soviética, enquanto os últimos foram transformados após a ascensão ao poder de movimentos de massa nativos. Mas qual precisamente o caráter de classe desses movimentos? Para responder a esta questão deve-se perguntar sobre o caráter de classe do campesinato, já que foi liderando exércitos camponeses que os stalinistas – em cada um dos países que Roy lista – marcharam para o poder. Em toda a sua carta, Roy ridiculariza a noção de que a pequeno-burguesia (“uma classe proprietária se é que houve alguma”) possa criar Estados operários. Mas Roy não pode negar que toda a tradição marxista, de Marx até Trotsky, caracterizou o campesinato como uma camada pequeno-burguesa. Por qual alquimia misteriosa o campesinato se transmutou para o proletariado?

O mentor de Roy, Ernest Mandel, “resolve” esse problema teórico espinhoso afirmando que apenas partidos proletários poderiam ter destruído a propriedade burguesa. Em uma polêmica de dezembro de 1982 com Doug Jeness do Partido dos Trabalhadores Socialistas (SWP), que usou o fato dos movimentos camponeses liderados por stalinistas terem em diversas ocasiões derrubado a propriedade capitalista como um argumento para reviver a teoria de duas etapas dos Mencheviques, Mandel declarou:

“o Exército de Libertação Popular chinês, para não mencionar o Partido Comunista Chinês, que foram instrumentos históricos da destruição das propriedades capitalista e camponesa, só podem ser considerados um exército ou partido ‘camponês’ esvaziando a análise de classe marxista de toda a sua substância.”

O argumento de Mandel para o caráter “proletário” do ELP é pura tautologia. Ele afirma que o campesinato como classe só pode ser:

“centralizado ou por uma liderança burguesa – caso no qual a revolução é levada à certa derrota – ou sob liderança proletária (ainda que seja extremamente burocratizada, como na China) e nesse caso, apenas nesse caso, a vitória da revolução é possível.”

Na verdade, o resultado da revolução chinesa, e as outras insurreições de base camponesa que derrubaram a propriedade capitalista desde a Segunda Guerra Mundial demonstram que, em certas situações históricas específicas, a propriedade privada dos meios de produção pode ser encerrada por movimentos sociais não-proletários.

Cuba e a Teoria Marxista

Nós estamos felizes que Roy tenha escolhido incluir Cuba na sua lista de revoluções proletárias. Porque nas outras instâncias (China, Iugoslávia, Vietnã), a natureza dessas revoluções é parcialmente obscurecida pelo fato de que os partidos que as lideraram terem mantido o título de “comunistas” e terem tido certa vez uma composição de proletários.

Cuba, por outro lado, fornece um caso clarificador precisamente porque o Movimento 26 de Julho (M26) que levou Fidel Castro ao poder em 1959 não teve conexão histórica com a Internacional Comunista ou o movimento dos trabalhadores. Não apenas os seus quadros foram retirados quase exclusivamente da intelectualidade pequeno-burguesa; a sua base consistia de talvez mil camponeses recrutados na Serra Maestra. A sua propaganda não continha nada da retórica familiar do stalinismo. Mais importante, o seu programa – longe de ter como objetivo o socialismo – nem mesmo chamava por uma reforma agrária extensiva ou a nacionalização da indústria, mas era limitado à demanda pela restauração da constituição “democrática” pré-Batista de 1940. E ainda, apenas vinte e um meses depois de ter marchado sobre Havana, Castro se viu a frente de uma economia nacionalizada e um membro do “bloco soviético”. Os episódios particulares desse drama são bem conhecidos. Como uma simples questão de autopreservação, Castro, ao assumir o poder, desmontou o aparato repressivo (exército e polícia) do regime Batista pró-EUA que ele havia acabado de derrubar. Isso não soou bem em Washington, que suspeitou que Castro fosse um proto-comunista todo o tempo. A aumentada hostilidade do imperialismo dos EUA deixou Castro sem ninguém para quem se voltar a não ser para os trabalhadores e as massas camponesas cubanas, cujas esperanças por justiça social haviam sido levantadas pelo expurgo da odiada ditadura de Batista. Para consolidar sua base de poder, Castro realizou uma série extensiva de reformas agrárias e decretos de limitação da renda. Essas medidas causaram um racha dentro do governo que o Movimento 26 de Julho tinha inicialmente instalado. Quando Castro expulsou os elementos burgueses que resistiram às suas reformas agrárias, as relações com Washington se tornaram tensas e ficaram no fio da navalha, e Castro começou a se voltar para a União Soviética, com a qual ele assinou uma série e acordos militares e comerciais. O clímax veio no outono [do hemisfério norte] de 1960, quando Castro, em resposta ao bloqueio econômico total imposto pela administração Eisenhower, anunciou a nacionalização de extensivas posses dos EUA que, até aquele ponto, tinham dominado a economia Cubana.

Então um bando de democratas pequeno-burgueses foi impelido pela dupla pressão do imperialismo e da sua própria base popular, ao longo de um caminho que terminou em uma sociedade qualitativamente a mesma que aquela da Europa Oriental e da China, ou seja, um Estado operário deformado.

A precursora da Liga Espartaquista (a Tendência Revolucionária [TR]), se cristalizou como uma fração dentro do Partido dos Trabalhadores Socialistas norte-americano em oposição ao giro crescentemente reformista desse partido e a sua adulação sem limites a Castro. De acordo com a TR, a revolução cubana possuiu o significado teórico ao menos tão grande quanto o seu impacto político: ela ofereceu a chave para compreender as revoluções no pós-guerra que haviam causado tanta perplexidade aos seguidores de Trotsky. A TR argumentou que, apesar das suas origens e retórica proletárias, os partidos stalinistas que tomaram o poder no Vietnã, Iugoslávia e China estavam muito mais perto do M26 de Castro do que do Partido Bolchevique de 1917.

Tim Wohlforth, na época um porta-voz e líder da TR, explicou sua posição tão claramente que ele pode ser citado longamente:

“A força motivadora da transformação dos países da Europa Oriental (excluindo a Iugoslávia) em Estados operários deformados foi o exército soviético. A classe trabalhadora desempenhou um papel essencialmente disperso, passivo, nesses eventos. A força motivadora por trás da Revolução Chinesa que colocou Mao e companhia no poder foi primariamente o campesinato… A transformação da China em um Estado operário deformado foi instituída, não pela classe trabalhadora da China, nem primariamente por causa da grande pressão da classe trabalhadora – ela foi levada adiante pela iniciativa de cima da própria burocracia maoísta como um ato defensivo contra o imperialismo.”
(…)
“Cuba torna esse processo totalmente claro precisamente em razão da característica central única da Revolução Cubana – que a transformação em um Estado operário deformado ocorreu sob a liderança de um partido que não era sequer subjetivamente ‘proletário’, por uma formação pequeno-burguesa não-stalinista.”

“Assim, a experiência cubana não apenas ilustra o pequeno papel que a classe proletária desempenhou nessas transformações; ela também sugere que a assim chamada natureza ‘proletária’ dos partidos stalinistas em muitos desses países coloniais recebeu também ênfase demais. O fato de que o Movimento 26 de Julho de Castro foi capaz de levar a frente uma transformação social em uma maneira quase idêntica à do PC Chinês de Mao reflete… a identidade essencial da natureza do PC Chinês com a do M26. Ambos partidos eram essencialmente formações pequeno-burguesas – pequeno-burguesas na natureza de classe da sua liderança, nos seus membros, na sua base de massas, e na sua ideologia.

“Enquanto a ideologia dos stalinistas contém certos elementos socialistas dentro dela e nesse aspecto é diferente daquela do M26, é questionável se esses elementos mudaram essencialmente a natureza do movimento. Isso é especialmente duvidoso quando se percebe que a perversão stalinista da ideologia socialista é precisamente na direção do nacionalismo pequeno-burguês. Assim, esses partidos devem ser vistos… como essencialmente os instrumentos das classes pequeno-burguesas na sociedade – não como instrumentos ainda que distorcidos da classe trabalhadora.”
Cuba e os Estados operários deformados”, 20 de julho de 1961.

Se os trabalhadores têm tão pouco em comandar essas sociedades quanto eles tiveram em criá-las (que é de fato o caso), com que direito histórico ou teórico os trotskistas persistem em chamá-los de Estados operário, deformados ou de qualquer tipo? Wohlforth respondeu como se segue:

“Em razão da extrema crise do capitalismo somada à crise de liderança da classe trabalhadora, essas classes socialmente intermediárias foram capazes de desempenhar um papel extremamente radical que o movimento marxista não havia previsto anteriormente – elas foram capazes de romper com o próprio capitalismo. Entretanto, as suas ações muito radicais provaram a fraquezaessencial desse extrato social – enquanto eles foram capazes de negar ao esmagar o sistema capitalista, elas foram incapazes de superar positivamente, substituindo o poder dos capitalistas pelo seu próprio. Ao invés disso, elas são forçadas a lançar as bases econômicas para o poder de outra classe – a classe proletária – uma classe da qual na verdade eles desconfiam e desprezam. Enquanto por um lado a sua própria fraqueza histórica como uma força social intermediária a obriga a criar a propriedade para outra classe, a crise de liderança da classe trabalhadora lhe permite consolidar um poder político inimigo da classe proletária. Daí o desenvolvimento de uma casta burocrática e a necessidade da revolução política.”

Implícito em todo o argumento de Wohlforth está a noção de que a propriedade coletivizada, embora ela possa ser criada por forças pequeno-burguesas ao invés do proletariado, não pode atingir todo o seu potencial e amplitude sem a democracia proletária e o posterior desenlace da revolução internacional. Porque a propriedade coletivizada exige o poder dos trabalhadores para garantir o seu futuro nesse planeta, é uma forma de propriedade para com a qual a classe trabalhadora retém o seu título histórico. Mas onde as formas de propriedade foram criadas por forças não-proletárias hostis ao poder proletário e à revolução mundial, essas forças pequeno-burguesas, uma vez no poder, são inevitavelmente compelidas a replicar a função da casta dominante stalinista na União Soviética e levantam obstáculos burocráticos para o desenvolvimento posterior da revolução.

Os Estados que hoje representam as formas de propriedade proletárias (exceto pela URSS, que nasceu de uma genuína revolução proletária, mas que se degenerou) podem então ser chamados de deformados, ou seja, aleijados desde o nascimento. Para abrir o caminho do socialismo, eles requerem uma revolução política, na qual os trabalhadores varram para longe suas respectivas burocracias e coloquem no lugar os genuínos instrumentos do comando democrático da classe trabalhadora. Dessa forma, a Tendência Revolucionária desatou o nó de dificuldades teóricas que haviam envolvido as transformações sociais do pós-guerra.

Roy afirma que a teorização acima representa uma distorção da realidade para poder justificar a existência sectária da Liga Espartaquista (e por decorrência a da TB). Mas a SL nem existia na época em que essa análise foi formulada. As conclusões da TR dos eventos em Cuba foram não apenas baseados empiricamente, mas também representaram a únicateorização da experiência revolucionária do pós-guerra que defendeu o programa da Revolução Permanente.

Solidariedade: um movimento de Massa pela Restauração Capitalista

Por muitos anos, Ernest Mandel, a liderança inspiradora do SU, tem se especializado em inventar razões teóricas “marxistas” sofisticadas para seguir qualquer tendência política que esteja favorecida na “ampla esquerda”. Roy, que absorveu o espírito do oportunismo de Mandel, é menos capaz na arte do embelezamento teórico. Com uma ousadia que poderia envergonhar seu mentor, ele proclama o seu desejo de estar ao lado o “movimento de massa de muitos milhões” sem nenhuma preocupação aparente sobre quem está liderando esse movimento ou quais são os seus objetivos. Roy pode questionar o nosso critério específico para decidir quais “movimentos de massa” apoiar e a quais se opor. Mas pode ele argumentar seriamente que não existe tal critério para os marxistas e que qualquer um que diga o contrário é um sectário por definição?

De todas as posições que a Tendência Bolchevique manteve da Liga Espartaquista, nossa oposição ao Solidariedade da Polônia é de longe a mais difícil de ser engolida pelos centristas. Isso se deve não apenas enorme popularidade do Solidariedade no Ocidente, mas também ao fato de que esse movimento foi organizado e liderado principalmente por trabalhadores e recebeu o apoio da esmagadora maioria da classe trabalhadora polonesa. A classe trabalhadora, de acordo com a teoria marxista, se supõe que seja um agente do progresso histórico. Que a liderança do Solidariedade era de fato reacionária, tinha como objetivo a restauração do capitalismo e estava realmente fazendo uma luta pelo poder de Estado em 1981 foi extensivamente documentado em um livreto separado da TB (Solidariedade: Teste Ácido para os Trotskistas). Mas pode-se conceber, reclamam os centristas em uníssono, que dez milhões de trabalhadores poloneses possam ter sido iludidos a respeito dos seus próprios interesses, e é em algum momento permitido emblocar com os stalinistas contra os trabalhadores? Nós respondemos ambas essas questões afirmativamente, e podemos talvez tornar nossa posição mais clara por meio de uma analogia.

Trotsky comparou a URSS stalinista a um sindicato burocratizado: uma organização de trabalhadores dominada por uma oficialidade privilegiada que se identifica mais com a burguesia do que com o proletariado. Vamos agora levar essa comparação um passo a frente. Suponha que os trabalhadores de uma determinada planta foram traídos tantas vezes pela liderança nacional do sindicato que começa a crescer entre eles o sentimento de destruir o sindicato de uma vez, ou seja, fechar o sindicato. Nessa planta uma pequena minoria de trabalhadores com consciência de classe tentam, como diz Roy, “pacientemente explicar aos trabalhadores” que, ainda que o aparato do sindicato esteja apodrecido, o sindicato é a última linha de defesa dos trabalhadores contra os patrões e que fechá-lo seria um erro. Mas também há um grupo sindical de direita que está divulgando o sentimento anti-sindicato. Esses elementos propõem concorrer com uma chapa de candidatos na próxima eleição local comprometidos a organizar o imediato fechamento. Como um conforto para aqueles trabalhadores que não gostam de pagar taxas em dinheiro para um bando de picaretas corruptos no escritório nacional, mas que ainda pensam que algum tipo de organização coletiva é necessária, os direitistas prometem estabelecer uma associação de empregados depois que o fechamento do sindicato ocorra. A patronal cumprimenta esse acontecimento com entusiasmo e cede fundos e locais de reunião para os dissidentes. Quando os votos são contados, o grupo de direita ganha esmagadoramente, dando assim um passo para o fechamento do sindicato. Nesse momento, o escritório nacional do sindicato se movimenta para desviar o fechamento suspendendo a liderança eleita da planta e indicando uma chapa interina mais ao seu estilo.

Essa situação, ainda que hipotética, não é completamente inconcebível. Poderia haver alguma dúvida de que em tais circunstâncias os trotskistas considerariam a remoção pelos burocratas dos líderes locais democraticamente eleitos como um mal menor? Enquanto de forma alguma absolvendo a burocracia de suas incontáveis traições que fizeram com que os trabalhadores se voltassem contra o sindicato, os militantes iriam ser forçados a reconhecer que nessa situação particular as ações da burocracia temporariamente impediram a total extinção do sindicato. Enquanto não atingisse a raiz do problema, ela ao menos ganhou algum tempo para os elementos com consciência de classe virarem a hostilidade legítima dos trabalhadores para longe do sindicato enquanto instituição e em direção à corrupta liderança.

A existência dos corruptos e burocraticamente dominados sindicatos da AFL-CIO representam um ganho histórico para a classe trabalhadora; as economias coletivizadas dos Estados operários degenerados e deformados são um ganho ainda maior, e são preferíveis do ponto de vista dos interesses a longo praz dos trabalhadores do que uma economia de “livre mercado”. E quando os trabalhadores que vivem sob uma economia coletivizada são jogados pelas décadas de arrogância e inaptidão stalinista nos braços de uma liderança que iguala administração burocrática com a propriedade coletivizada enquanto tal, e que diz a eles que eles estariam melhores sob o capitalismo, então é a tarefa dos trotskistas prevenir tais falsos líderes de tomar o poder de Estado.

Roy tem alguma dúvida de que Walesa e companhia pretendiam restaurar o capitalismo? Nenhuma outra conclusão pode ser tirada sobre uma organização que comemorou a eleição de Ronald Reagan, buscou o mais reacionário Papa eleito em décadas como seu líder espiritual, convidou um conhecido operativo da CIA no movimento sindical para o seu congresso, deletou todas as menções ao socialismo no seu programa, invocou a memória do líder do Exército Branco Josef Pilsudski, e adotou um programa econômico chamando pelo desmantelamento da economia de propriedade estatal. É obsceno que Roy compare este movimento abertamente restauracionista com o heróico levante pró-socialista dos trabalhadores húngaros em 1956. Recentemente se tornou público que o Solidariedade aceitou prontamente mais de 5 milhões em dinheiro e recursos do Congresso dos EUA e do Departamento de Estado nos últimos três anos. Se esses fatos são insuficientes para convencer Roy das intenções contrarrevolucionárias do Solidariedade, nós devemos concluir que nada além da real restauração capitalista na Polônia faria com que ele mudasse de ideia.

Irã: SU Capitula à Reação Islâmica

A polêmica de Roy ao menos tem a virtude da consistência. Ele não fica para trás ao adotar a herança do SU, mesmo nas suas mais grosseiras traições. Lembramos que a Liga Espartaquista respondeu ao levante iraniano de 1979 com o slogan “Abaixo o Xá! Abaixo os Mulás!”. O restante da esquerda, incluindo o SU, seguiu Khomeini. Roy ridiculariza a acusação de Neil Henderson de seguir Khomeini como uma grotesca caricatura espartaquista da posição do SU, e para provar seu ponto cita Mandel para o efeito de que os marxistas deveriam ter apoiado as massas iraniana contra o Xá e apesar do fato de que eram lideradas pelos reacionários islâmicos. Mas as massas iranianas estavam naquele momento apoiando a luta pelo poder de Khomeini. Qual é, portanto, o significado operacional da distinção entre a liderança e as “massas” nesse caso? A distinção faz sentido apenas se for assumido que o funcionamento automático do “processo revolucionário” pode transcender a liderança reacionária.

Apoiar um movimento de massas ou um “processo revolucionário” apesarda hegemonia de líderes que são admitidamente considerados reacionários, presume que as massas engajadas nessa mobilização política vão espontaneamente se mover para alguma direção diferente daquela reivindicada por seus líderes e produzir algum resultado que não a ascensão desses mesmos líderes ao poder. Eram as massas iranianas, sem uma liderança alternativa, capazes de descartar Khomeini e guiar a insurreição de 1979 rumo a algum resultado mais progressivo? Foi o triunfo de Khomeini um mero prelúdio a algum desabrochar posterior de um “processo revolucionário” que iria no fim instalar os trabalhadores no poder? A diferença entre a SL e o SU sobre o Irã volta-se para a resposta a essas questões.

Roy parece se esquecer que as respostas não exigem mais a capacidade de prever, mas podem ser obtidas com a vantagem de quase uma década olhando para o passado. Foram Khomeini e seus capangas postos de lado por um surto à esquerda do movimento de massas? De acordo com nossa mais recente informação, o Aiatolá provavelmente vai morrer no cargo, e o seus sucessores designados estão agora se mexendo para reatar os laços com o imperialismo dos EUA. A “revolução iraniana” resultou em algum ganho significativo para as massas? Pergunte às milhões de mulheres iranianas que não podem se aventurar porta afora sem vestir a burca. Ao menos a revolução criou uma abertura democrática para o movimento dos trabalhadores e a esquerda, como a revolução de fevereiro que derrubou o Czar em 1917? Pergunte aos quinze militantes do Partido Tudeh (PC Iraniano) e os Fedayin Populares postos na ilegalidade e que atualmente enfrentam a execução nas mãos da república islâmica. Melhor ainda, Roy pode consultar os camaradas sobreviventes do HKE e do HKS (os dois afiliados iranianos do SU), que foram ou aprisionados ou jogados para o exílio. O fato de que muitos desses militantes até hoje defendem o seu apoio a Khomeini em 1979 simplesmente atesta a sua recusa em aprender as lições da história, mesmo quando essas lições são escritas com seu próprio sangue.

Mas, retorce Roy, vocês sectários nem mesmo serão capazes de falar com os trabalhadores se vocês insistem em contrapor os seus próprios dogmas ao poder deles, o movimento de muitos milhões! Ora, nós seríamos os últimos a argumentar contra falar aos trabalhadores. A questão, entretanto é: o que você diz uma vez que você tem a atenção deles? Se você acredita que a única forma de fazê-los ouvir é repetindo (talvez com umas poucas ressalvas “marxistas” e qualificações) o que eles já pensam, ou melhor, o que os seus falsos líderes os encorajaram a pensar, eles irão corretamente concluir que você tem pouco de novo a oferecer, e continuarão no mesmo curso de antes. Os mais astutos entre eles podem até mesmo observar que você não está tentando persuadir, mas agraciar a você próprio e concluiriam que o marxismo de que você fala não deve valer muito a pena. Qualquer um tentando propor uma forma de pensar nova ou não-familiar deve ao menos temporariamente reter um certo grau de impopularidade. Aqueles que se abstém de contrapor o seu programa à atual consciência política das massas não estão interessados em liderar, mas seguir.

Sobre a Frente Única

Uma tática empregada pelos trotskistas para ganhar pessoas para o seu programa é a frente única. A frente única é definida na tradição leninista como uma cooperação entre o partido revolucionário e outras organizações que não compartilham o seu programa, em busca de objetivos apoiáveis, limitados e claramente definidos. Como uma condição para a sua participação, os leninistas insistem apenas que eles tenham direito a total liberdade de dizer e fazer qualquer coisa que não contradiga as demandas imediatas da frente única – incluindo a liberdade de expor as suas diferenças com os colaboradores não-revolucionários sobre questões políticas mais amplas.

Roy acusa os “sectários” de se recusarem a participar em ações de frente única por medo de comprometer a sua pureza doutrinária. E é inegável que a Liga Espartaquista nos anos recentes evitou mesmo a cooperação mais principista com outros grupos por causa do seu pavor de que o contato com qualquer um que ela não controle possa minar a fé dos seus membros na sabedoria absoluta da sua liderança. Mas, porquê o leque de Roy também aponta para a Tendência Bolchevique, nós só podemos presumir que ele também está nos acusando de tal covardia sectária. Para essa acusação, como para as outras, nenhuma evidência é oferecida. A mais convincente refutação dessa acusação é a nossa própria história política.

Em 1984, apoiadores da Tendência Externa da iSt (a precursora imediata da TB) iniciaram um boicote operário de um carregamento sul-africano a bordo do navio de frete Nedlloyd Kimberley – ao nosso conhecimento a única greve operária contra o apartheid na história dos EUA. Estamos lisonjeados pela inferência de Roy de que nós, por nós próprios, fomos capazes de parar esse carregamento por onze dias em São Francisco. Na verdade, o boicote foi bem sucedido porque os oficiais da regional 10 do Sindicato Internacional dos Estivadores e Armazenadores (ILWU) foram forçados pela pressão da base a continuar com ela, e porque os estivadores – incluindo nacionalistas negros, apoiadores do Partido Comunista, e membros sem afiliação política do sindicato – estavam determinados em realizá-la. Nós não hesitamos em cooperar com todos os grupos e indivíduos nesse boicote – ou em expor os burocratas e o PC quando eles cederam a uma liminar contra ele. Nós também podemos apontar o trabalho contínuo do nosso núcleo na Área da Baía de São Francisco no Comitê pela Liberdade de Moses Mayekiso – um militante sindical condenado à pena de morte na África do Sul. Mais significativo de todo o nosso atual propósito polêmico é o nosso recente trabalho com os colaboradores canadenses de Roy no Socialist Challenge[Desafio Socialista] (conhecido antes de maio como a Alliance for Socialist Action [Aliança pela Ação Socialista] e referido daqui em diante como ASA/SC) na Coalizão Anti-intervenção de Toronto (TAIC). Aqui nós podemos diretamente contrastar nossas ações com a dos colaboradores de Mandel em Toronto para ver quem foi mais consistente em defender os princípios da frente única.

A TAIC foi formada como um bloco de propaganda reformista dedicado a se opor à intervenção dos EUA na América Central. Em novembro passado, irrompeu uma luta na coalizão quando o Partido Comunista e os seguidores canadenses de Jack Barnes [líder do SWP reformista] exigiram um apoio formal aos acordos Esquipulas II, também conhecidos como Plano Arias. Os acordos, que os sandinistas haviam acabado de assinar, os levava, dentre outras coisas, a legalizar a oposição apoiada pela CIA na Nicarágua e a libertar da prisão milhares dos sanguinários Guardas Nacionais de Somoza. Elementos da ASA/SC na época tinham uma posição consideravelmente à esquerda da liderança internacional do SU, que comemorou a aceitação de Ortega do Plano Arias como uma vitória. Na convenção da TAIC, a ASA/SC votou contra endossar Esquipulas II. Nesse momento os reformistas saíram da TAIC.

Muitos meses mais tarde, depois que a TAIC havia sido reconstituída como uma frente única principista e a TB havia entrado, foi decidido chamar um protesto contra o fundo dos EUA construído para apoiar os mercenários Contras. O protesto foi organizado como uma frente única, e cada organização que participou teve garantido o direito de falar. No início de fevereiro, uma multidão de mais de trezentas pessoas no protesto escutou o porta-voz da TB denunciar os Plano Arias, enquanto firmemente se opunha à intervenção dos EUA (e do Canadá) na América Central. O porta-voz da ASA/SC também criticou o retrocesso dos sandinistas, embora de forma mais confusa. Um representante da Ação Canadense pela Nicarágua reafirmou seu apoio ao plano Arias do palanque. Enquanto a mobilização foi bem sucedida em termos de números, ela também gerou um pequeno furor político em Toronto. Os círculos radicais liberais de “solidariedade” à América Central ficaram escandalizados pelo fato de que qualquer um ousasse criticar os sandinistas em uma marcha anti-intervenção.

Em resposta a essa pressão reformista, a ASA/SC executou uma abrupta reviravolta. Na reunião subsequente da TAIC, o líder da ASA/SC procedeu para forçar uma série de moções que explodiram a frente única. Ele argumentou que para permitir que grupos como a TB falassem em futuros protestos iria “afastar” os amigos liberais da TAIC. Quando as suas moções foram aprovadas, a TB se retirou da TAIC. A ASA/SC posteriormente proclamou os Esquipulas II como uma “vitória” e“um perigo” para a revolução nicaraguense (leia o Boletim Trotskista número 4). Estes eventos desempenharam um papel direto na decisão final de Neil Henderson de deixar a ASA/SC e entrar na TB.

Os ziguezagues políticos da ASA/SC oferecem uma ilustração nítida do modus operandi dos falsos militantes de esquerda. Em Minha Vida, sua autobiografia, Trotsky descreveu o mesmo fenômeno no movimento dos trabalhadores russos.

“O líder dos mencheviques, Martov, deve ser contado como uma das figuras mais trágicas do movimento revolucionário. Um escritor talentoso, um hábil político, um pensador penetrante, Martov estava muito acima do movimento intelectual do qual ele se tornou o líder. Mas o seu pensamento carecia de coragem, suas percepções eram desprovidas de vontade… a reação inicial de Martov aos eventos sempre apresentava uma tendência revolucionária de pensamento. Imediatamente, no entanto, o seu pensamento, ao qual faltava apoio de uma força de vontade viva, desaparecia.”

Se os nossos mencheviques contemporâneos carecem dos dons e do pensamento de Martov, eles ao menos compartilham os piores elementos da sua psicologia. Em raras ocasiões os seus impulsos iniciais podem incliná-los a tomar uma posição principista. Quando confrontados, entretanto, com as consequências de defender tal posição consistentemente, quando sujeitados à menor pressão dos círculos reformistas no qual eles se desenvolvem, eles irão invariavelmente engolir os seus princípios e emblocar com os reformistas contra a esquerda revolucionária.

Em nosso trabalho com a TAIC, a Tendência Bolchevique aplicou a tática de frente única no espírito leninista. Nós aderimos a ela enquanto nos foi garantido a plena liberdade de propaganda, e nos permitia a oportunidade de ganhar militantes girando à esquerda para o nosso programa quando nossos colaboradores vacilassem. Nas coalizões “de ampla unidade” iniciadas ou conformadas pelo SU, espera-se dos participantes que enterrem diferenças fundamentais no interesse de uma unidade mais ampla. Qualquer expressão não compatível com os sentimentos dos componentes mais à direita da coalizão é condenada como “desagregadora”, e a ala esquerda deve, portanto, confinar a si própria a repetir inteiramente as demandas e os slogans mantidos em uma visão de mundo liberal. Ao concordar com tais condições os pretensos marxistas permitem que a “frente única” se torne um veículo para os reformistas, enquanto aqueles são relegados a fazer cartazes e preencher envelopes.

Por que a SL se degenerou?

Exceto em períodos de agudas crises sociais e políticas, os revolucionários em qualquer sociedade são raramente mais que uma minoria. Mas mesmo no padrão dos “tempos de calma”, o terreno político dos Estados Unidos durante os anos Reagan foi extraordinariamente ermo. Das dezenas de milhares de membros da Nova Esquerda, estudantes radicais e militantes negros que vinte anos atrás abraçaram uma gama de políticas subjetivamente revolucionárias (ainda que parcialmente ou de forma confusa), poucos hoje acreditam que a revolução é possível, ou mesmo desejável. O punhado de manteve um comprometimento político em sua maior parte adotaram a socialdemocracia como a única alternativa “realista”. Hoje, aqueles que se consideram marxistas revolucionários são uma minoria da minoria de esquerda da sociedade norte-americana, menor do que em qualquer outra época desde o período do macarthismo nos anos 1950.

Não pode haver dúvida de que o isolamento político foi uma das causas da degeneração da Liga Espartaquista, virtualmente a única organização que tentou manter um curso genuinamente trotskista em meio ao giro à direita do fim dos anos 1970. Essa intransigência não foi sem consequências organizativas. Conforme a base estudantil radical da qual a SL havia recrutado ao longo da década anterior se esgotou, e a prevista radicalização da classe trabalhadora não se materializou, uma crise de esperanças desfeitas criadas entre os membros; novos recrutas começaram a ficar difíceis de encontrar, e quadros começaram a sair em grandes números.

Essas pressões objetivas, entretanto, não explicam por si próprias a destruição da SL como uma organização revolucionária mais do que, em uma escala muito maior, o isolamento da revolução russa por si só explica o Termidor stalinista. Ao peso de difíceis circunstâncias deve-se somar a resposta consciente de indivíduos particulares na liderança. James Robertson, o Secretário Nacional da SL, respondeu ao impasse do fim dos anos 1970 devorando a organização que ele, mais do que qualquer outro indivíduo, havia trabalhado para criar. Conforme as colunas diminuíram, Robertson sem dúvida se preocupou com o fato que a convicção marxista dos membros estava fraca e vacilante demais para sustentar a SL através de um período reacionário. Ele também temeu que no fim, o crescente sentimento de isolamento e irrelevância social dos membros iria resultar em uma explosão fracional que iria abalar o núcleo de quadros da SL.

Robertson concluiu que apenas aceitação inquestionável da sua autoridade pessoal poderia garantir a sobrevivência da organização. Isso levou a uma série de expurgos desmoralizantes, não apenas daqueles que se aventuravam a discordar do líder em questões secundárias, mas também daqueles que eram julgados capazes de oposição no futuro. A lição desses expurgos não deixou de ser aprendida pelos quadros que restaram na SL, que se tornaram intimidados demais para tomar iniciativas e fazerem ouvir as suas próprias opiniões. O resultado final foi o culto de obediência sem vida, bizarro e asqueroso que a Liga Espartaquista virou hoje.

Na visão de Roy, entretanto, a degeneração da SL é uma consequência inevitável da sua política e programa. Com esta afirmativa avassaladora, Roy evita a responsabilidade de analisar o processo concreto da sua evolução. Era a SL uma “seita” ou um culto ao líder desde o seu nascimento? Se não, então quando e como ela se tornou uma? Roy nem mesmo coloca estas questões porque fazer isso iria exigir uma apreciação do papel desempenhado pela liderança política nesse processo. E é a negação da importância da liderança, com ambas  consequências positivas e negativas, na qual se baseia toda a metodologia objetivista do SU. A mesma lógica que permite a Roy minimizar o significado da intervenção marxista no “processo revolucionário” também o leva a considerar a degeneração da SL como um resultado automático do seu programa, absolvendo assim Robertson da responsabilidade pelos seus crimes específicos.

Quais então, de acordo com Roy, são as posições políticas que levaram ao isolamento da Liga Espartaquista e a sua consequente metamorfose em uma seita? Quando toda a ladainha e generalização vazia de Roy sobre “sectarismo” são postas de lado, nós encontramos uma proposição de que a SL está agora falida porque (1) ela não considerou as tomadas de poder stalinistas de base camponesa no período pós-guerra como revoluções proletárias; (2) que ela não quis seguir Walesa e o Solidariedade no caminho da restauração capitalista na Polônia ou a maioria da esquerda iraniana no reino de massacres da República Islâmica; e (3) que ela se recusa a participar em coalizões de “unidade ampla” nos termos estabelecidos pelos reformistas. Se uma oposição principista ao stalinismo, à reação religiosa e ao reformismo são os pecados capitais do espartaquismo, então nós só podemos concluir que Roy encontra a causa da degeneração da SL no próprio trotskismo revolucionário. De fato, Roy e os seus camaradas do SU tem muito mais em comum com Karl Kautsky e a socialdemocracia alemã, cujo medo de isolamento os impediu de se opor a outro “movimento de massas” – a debandada das classes trabalhadoras para apoiar as cores das suas respectivas classes dominantes no começo da Primeira Guerra Mundial. Mas aqueles que carecem da coragem de nadar contra a corrente da opinião popular também são débeis demais para reconhecer as suas próprias afinidades históricas.

A Necessidade da Liderança Revolucionária

Em nossa opinião, a Liga Espartaquista durante os primeiros quinze anos da sua existência representou a única corrente autenticamente trotskista em toda a esquerda internacional. Nós consideramos a sua degeneração subsequente como uma infelicidade genuína para o movimento dos trabalhadores. Agora é necessário para nós lutar pelo programa trotskista que ela um dia defendeu sob a bandeira da Tendência Bolchevique.

A degeneração da Liga Espartaquista não deveria ser vista de forma isolada. Os últimos dez anos têm sido marcados por uma massiva ofensiva de direita, ambos nos Estados Unidos e internacionalmente. Derrotas sindicais, continuadas atrocidades racistas, um acúmulo gigantesco de armas contra a União Soviética – esse é o legado dos anos Reagan. O crescimento do reformismo no presente período é evidência da desmoralização de muitos militantes que se consideram de esquerda em face aos ataques de Reagan.

Mas a investida não vai continuar sem oposição. É apenas uma questão de tempo antes que os ressentimentos latejantes acumulados sob o regime Reagan explodam. Uma renovada onda de luta de classes irá abrir oportunidades reais para o crescimento de uma organização comunista séria que não se reduza a dizer a amarga verdade para as massas. E quando essa erupção ocorrer, não pode haver dúvida de que aqueles que carregam consigo suas armas estarão em melhor posição para se aproveitar dela do que aqueles que levantaram uma cortina de fumaça de fraseologia “marxista” para cobrir as suas vergonhosas traições.

***

Trotsky sobre “sectarismo”:

“Nós estamos passando por um período de reação colossal que se segue aos anos revolucionários (1917-1923). Em uma nova e mais alta etapa histórica, nós, marxistas revolucionários, nos encontramos jogados numa posição de uma minoria pequena e perseguida, quase como foi no início da guerra imperialista. Como toda a história demonstra começando com, digamos, a Primeira Internacional, tais regressões são inevitáveis. Nossa vantagem sobre nossos predecessores está no fato de que a situação hoje é mais madura e que nós próprios somos mais ‘maduros’ por estarmos sobre os ombros de Marx, Lenin e muitos outros. Nós iremos tirar proveito disso apenas se nós formos capazes de demonstrar a maior intransigência ideológica, mais forte do que a de Lenin no estourar da guerra [de 1914-18]. Impressionistas sem caráter, como Radek, vão se afastar de nós.  Eles vão invariavelmente falar do nosso ‘sectarismo’. Nós não devemos temer palavras (…). A maior honra para um genuíno revolucionário hoje é permanecer um ‘sectário’ do marxismo revolucionário aos olhos dos filisteus, dos lamuriadores e dos pensadores superficiais.
12 de julho de 1929 (ênfase adicionada)

Apêndice

Os apontamentos a seguir foram feitos por Samuel Trachtenberg na sessão da conferência intitulada “O que aconteceu com o SWP?”. Após um período em que, apesar de erros e vacilações, o SWP norte-americano combateu o revisionismo de Michel Pablo e Ernest Mandel (1953-61), ele passou a convergir com estes num processo que culminaria na “reunificação” sob a base do pablismo em 1963, que fundou o Secretariado Unificado. Foi contra o giro do SWP para o pablismo que surgiu a Tendência Revolucionária do SWP (TR), precursora da Liga Espartaquista. Posteriormente, disputas entre as diversas alas do SU fariam com que surgissem várias seções nacionais dessa corrente no mesmo país. Muitos dos participantes desta conferência, realizada em Nova Iorque em 2008, assim como o palestrante ao qual essa intervenção foi uma resposta, eram antigos membros da “Tendência Quarta Internacional” (FIT) em nome da qual Roy R. escreveu a polêmica acima. A FIT há muito se dissolveu no núcleo Solidarity [Solidariedade].

Eu concordo com Paul LeBlanc [um dos palestrantes no painel] que a degeneração do SWP não era inevitável. Mas olhando para essa degeneração, muitos daqueles expulsos do SWP no início dos anos 1980 são extremamente relutantes em associar a aberta renúncia do trotskismo por Jack Barnes [3] com a anterior aceitação acrítica da revolução cubana, que levou à reunificação com os pablistas. Isto é apenas não querer enxergar.

Hoje nós podemos dizer que para ver as consequências lógicas de apoiar Castro como um “trotskista inconsciente” exigiu alguma capacidade de previsão na época, no começo dos anos 60 (e a TBI descende daqueles que tiveram essa capacidade de prever). Afinal de contas, enquanto agiam como apoiadores das lideranças cubana e argelina e outras forças não-trotskistas e não-proletárias, eles [os líderes revisionistas do SWP] ainda, ao menos formalmente, reivindicavam continuar aderindo ao trotskismo.

Similarmente, enquanto Stalin bem primeiramente proclamou a teoria do “socialismo em um só país”, ele nunca renunciou formalmente à necessidade da revolução mundial, e poucos fora do movimento trotskista naquela época reconheceram a lógica de que aquela teoria necessariamente significava a traição da revolução mundial.

Mas décadas depois, entender ambas as posições não exige mais capacidade de prever, mas capacidade de fazer um balanço, e um desejo de aprender as lições da história de olhos abertos. Então para aqueles dentre vocês nessa sala que ainda não fizeram isso, eu peço para que abram seus olhos.

Notas da Tradução

[1]Sam Marcy foi um membro do SWP norte-americano até 1959, que rompeu para formar o Workers World Party (Partido Mundial dos Trabalhadores), tendo como motivo principal o seu apoio à supressão da revolução política dos trabalhadores húngaros pelo exército soviético em 1956. O grupo de Marcy apoiou sucessivamente vários regimes stalinistas e cometeu inúmeras capitulações a líderes stalinistas ao longo da sua história.

[2]Para uma crítica a essa posição da Liga Espartaquista na década de 1980, leia IG/LQB:Ainda Cambaleando em Torno de uma “Explicação Séria”, de agosto de 2010.

[3]Jack Barnes foi um líder do Partido dos Trabalhadores Socialistas norte-americano (SWP) que emergiu na liderança do partido no início da década 1980 e foi responsável pela renúncia aberta do trotskismo por parte dessa organização no fim dessa década e o giro para um apoio acrítico ao nacionalismo burguês.

Carta da TBI para o IG e a LQB

Carta da TBI para o IG e a LQB

[Esta é uma tradução para o português das partes políticas mais importantes de uma carta escrita pela Tendência Bolchevique Internacional (TBI) para o Grupo Internacionalista dos Estados Unidos (IG) e para a Liga Quarta-Internacionalista do Brasil (LQB) em 15 de Dezembro de 1996. O IG e a LQB haviam acabado de romper com a Liga Comunista Internacional (LCI), organização liderada pela Liga Espartaquista (SL), da qual também se originou a TBI. A primeira versão português foi encomendada pela TBI a um tradutor profissional. Ela foi posteriormente editada pelo Coletivo Lenin em 2007. A presente versão foi revisada pelo Reagrupamento Revolucionário. Como introdução, traduzimos as acusações levantadas contra a TBI pelo IG no seu primeiro documento público após romper com a LCI. Esta versão foi copiada, com correções baseadas no texto original e notas explicativas entre colchetes, daquela disponível em http://bolshevik.org/portugues/PortlettertoIG.html].

Nota do Grupo Internacionalista sobre a TBI

[A declaração a seguir foi incluída na primeira publicação do IG, “De um Giro Rumo ao Abstencionismo até a Deserção da Luta de Classes” sob o título de Uma Nota sobre a Tendência ‘Bolchevique’].

Esperando tirar algum lucro das recentes expulsões na LCI, a “Tendência Bolchevique” publicou um panfleto regozijante que mais parece uma mistura de revista de fofoca com investigação barata. Enquanto se reveste de uma bajuladora “análise” personalista, deve ficar claro para todos que as “críticas” da TB vem da direita.

As questões imediatas envolvendo a recente campanha de expulsões tem a ver com o Brasil, onde paralelamente às nossas expulsões, a liderança da LCI deslealmente rompeu relações com a Luta Metalúrgica/Liga Quarta-Internacionalista do Brasil. Isso acompanhou uma retirada covarde e imprudente da luta que tinha o objetivo de separar a polícia do sindicato dos trabalhadores municipais de Volta Redonda. Mas ficará evidente para aqueles que conhecem os membros da TB que luta de classes em um lugar majoritariamente negro e turbulento como o Brasil não é a praia deles. O que a SL sempre disse sobre a TB é verdade. Eles são mentirosos de direita e caluniadores que fugiram das pressões e perigos de ser um comunista nos anos Reagan.

Eu pessoalmente testemunhei as mentiras, comportamento provocativo e vergonhosa orientação da TB para a aristocracia operária branca desde o começo. Por exemplo, eu estava a menos de três metros de distância de Bob Mandel no piquete de Greyhound, em São Francisco, quando ele foi supostamente vítima de um ataque por membros da SL – um ataque que nunca aconteceu! Essa invenção caluniosa foi forjada precisamente quando a SL estava sendo perseguida pelo Estado. Eu vi como eles acusaram a SL de ter uma orientação para o “gueto” enquanto nos culpavam por demissões durante a greve dos telefônicos de 1983; como eles tentaram invadir o palanque em uma manifestação para Gerônimo Pratt [um ex-membro dos Panteras Negras perseguido pelo Estado] em Oakland; e muitos outros incidentes que provaram de fato as caracterizações da SL. Desde então a TB continuou a deixar clara a sua natureza. Eles chamaram por guardas de defesa dos trabalhadores (sic) para acabar com a “violência” como na revolta [da população negra] em Los Angeles, e uniram-se ao “Cop-watch”, um grupo com o objetivo professado de fazer a polícia “prestar contas” (então não foi nenhuma surpresa quando um dos seus ex-membros mais antigos, Gerald, hoje no “CWG” [Communist Workes Group], afirmou que “Nós não somos antipolícia”). Eles rejeitaram [a palavra de ordem da SL] “Viva o Exército Vermelho no Afeganistão!” com argumentos stalinofóbicos. Eles se enfiaram em coalizões frente-populistas sem princípios durante a Guerra do Golfo. Agora eles publicaram um livreto inteiro em defesa de atravessar piquetes de greve! Qualquer revolucionário genuíno só pode ter desprezo pela TB.

A sua aparente postura de defensismo soviético ao apoiar o golpe de agosto de 1991 do “Bando dos Oito” na União Soviética não deve enganar ninguém: eles deram apoio “militar” depois do ocorrido para os antigos stalinistas que não levantaram um dedo militarmente contra Yeltsin (nem mesmo para cortar sua linha telefônica com Washington) e garantiram aos capitalistas apoio às “reformas de mercado”. Ao mesmo tempo, a TB se apressou em declarar o Estado operário degenerado soviético morto e enterrado. Descartando toda perspectiva de luta na então União Soviética, eles buscaram tirar a questão russa das costas enquanto vestiam uma fantasia “defensista”. Por isso, não é acidente que a linha deles fosse igual à de virulentas formações nacional-centristas na América Latina, como o PBCI [Partido Bolchevique pela Quarta Internacional] e seus companheiros na LBI [Liga Bolchevique Internacionalista] brasileira, conselheiros abertos da fração pró-polícia no sindicato dos trabalhadores municipais de Volta Redonda.

Os detetives da TB vivem de anticomunismo. Os membros da LCI que pensam devem encarar essa dura realidade: fugir de uma batalha de classe no Brasil tem mais a ver com o pseudotrotskismo tingido de Segunda Internacional da TB do que com o programa e as tradições sobre os quais foi construída a tendência Espartaquista.

— Negrete, 25 de julho de 1996

Carta da Tendência Bolchevique Internacional para o Grupo Internacionalista e a Liga Quarta-Internacionalista do Brasil

7 de Fevereiro de 1997
Caros camaradas da LQB,

Apresentamos a seguir uma tradução em português das partes políticas mais importantes de uma carta que estamos enviando para vocês e o IG. Tivemos algumas dificuldades para traduzir para o português e então, para simplificar a tarefa, encurtamos o texto. Nós também incluímos uma cópia do texto na língua inglesa, mas não sabemos se vocês podem ler. Aguardamos a sua resposta e esperamos dialogar com vocês.

Saudações bolcheviques,

Tom Riley
Pela Tendência Bolchevique Internacional

15 de Dezembro de 1996
Para: Grupo Internacionalista e Liga Quarta-Internacionalista do Brasil
Caros companheiros,

Estudamos com interesse os materiais referentes à sua recente separação da LCI. Encontramos neles um padrão familiar: um expurgo cínico dos quadros, cuja infração principal parece ter sido uma relutância em engolir tudo o que foi apresentado pelos que estão em posição de autoridade. No passado, muitos companheiros foram expurgados da Liga Comunista Internacional/Tendência Espartaquista Internacional [LCI/iSt] por razões semelhantes.

Nós sempre dissemos que a ausência de uma vida interna democrática dentro da iSt/LCI somente poderia criar uma organização burocrática e, em grande parte, despolitizada. A recente experiência de vocês parece confirmar esta previsão. Ao longo dos anos, a direção da SL  realizou uma série de  desvios das posições programáticas trotskistas que ela uma vez defendeu. Atualmente, a LCI é uma formação que, apesar das pretensões trotskistas ortodoxas, é um obstáculo para a refundação da Quarta Internacional. Tanto o IG quanto a LQB chegaram a conclusões semelhantes ― embora pareça que tenhamos fortes diferenças com o IG sobre a história da degeneração da LCI.

Algumas Perguntas para o Grupo Internacionalista

O quadro da LCI de aproximadamente 1996, como apresentado pelos colegas do IG, é de uma organização que durante décadas funcionou como um modelo da democracia leninista e foi então transformada, do dia para a noite, numa seita burocratizada, cínica. Isto colide tanto com a lógica elementar como com os fatos.

Se a SL era, até muito recentemente, caracterizada por um respeito escrupuloso à verdade em seu tratamento com oponentes internos (bem como externos) então por que iriam querer repetir tão avidamente as mentiras e as acusações falsas feitas contra vocês? Por que eles estariam dispostos a condenar os companheiros sem estudar os documentos? Como poderia uma comissão de controle, composta de membros antigos da SL, estar disposta a agir tão brutalmente contra os réus? Por que todas as seções da LCI (com a única exceção da LM [precursora da LQB], não-assimilada) apoiariam imediatamente as acusações falsas, sem fazer qualquer pergunta? E por que os membros de um grupo trotskista saudável, com quadros experimentados, aceitariam, com apenas um murmúrio de discórdia, a ruptura das relações com a LQB sobre tal pretexto absurdo e cínico?

Ninguém com qualquer experiência política pode levar a sério a ideia de que estruturas revolucionárias, forjadas durante décadas numa atmosfera onde o pensamento crítico foi encorajado, onde as diferenças foram abertamente debatidas e opiniões minoritárias respeitadas, repentinamente poderiam ser transformadas num bloco sólido de caluniadores, mentirosos e políticos covardes.

única explicação é que muito da fibra revolucionária dos quadros da LCI foi destruído bem antes do lançamento da campanha contra Norden-Stamberg-Negrete-Socorro [os dirigentes da LCI expulsos].

Fuzileiros navais vivos”: o Grande Desvio da SL

O LQB caracterizou como um “ato de covardia” o rompimento pela direção da LCI das relações fraternais no momento em que a sua luta contra a presença da polícia no sindicato [dos trabalhadores municipais de Volta Redonda] se intensificou.

Embora haja claramente um elemento de covardia envolvido, nós acreditamos que a motivação primária para o comportamento da direção da LCI era o objetivo fracional de manter seu controle organizativo absoluto. Se a direção da LQB não pudesse ser induzida a denunciar Norden e Negrete, os dois quadros da LCI com quem que eles tinham trabalhado mais próximos, então a LQB poderia emergir dentro da LCI como o núcleo de uma oposição futura. O fato de que a LQB gozaria do prestígio de ser a única seção da LCI com qualquer tipo de base proletária aumentaria o perigo. Tais cálculos burocráticos explicam as manobras informadas pela LQB:

“Em sua carta anterior [da LCI], datada de 11 de junho, [a dirigente da LCI] Parks escreveu que Norden e Abrão [Negrete] queriam destruir as relações fraternais da LQB com a LCI. Então, em 17 de junho, seis dias mais tarde, vocês escreveram para romper as relações fraternais!”De um Impulso em Direção ao Abstencionismo até Deserção da Luta de Classes,” página 84


Parece claro que os argumentos de Parks sobre os perigos de enfrentamentos [com a polícia] eram simplesmente uma manobra para exigir que a LQB provasse a sua “lealdade” à direção da LCI dissolvendo o seu trabalho sindical, e se afastando das lutas que tinham começado.

Mas, se a covardia não era o fator principal neste caso, a direção da iSt/LCI  certamente foi culpada de agir covardemente no passado. O mais chocante desses casos foi o chamado a salvar as vidas dos Fuzileiros Navais norte-americanos no Líbano. A explosão da base dos fuzileiros, ocorrida em Beirute em outubro de 1983, matou 240 marinheiros ― o maior e único revés para o militarismo dos EUA desde a ofensiva dos Vietcongues de 1968. Em nossa declaração inicial, caracterizamos o chamado da SL a poupar os fuzileiros navais que sobreviveram como um “perfil de covardia”. Na introdução para uma coleção das polêmicas entre nós e Workers Vanguard [jornal da Liga Espartaquista] sobre esta questão, nós analisamos as suas origens:

“O interesse repentino pelo bem-estar dos Fuzileiros Navais, que só um ano antes Workers Vanguard tinha descrito como ‘os açougueiros imperialistas mais notórios do mundo’, marcou uma guinada radical da postura formal da SL como continuadora do trotskismo ortodoxo. Isso iluminou totalmente a dimensão programática da evolução da SL do trotskismo para o banditismo político ― uma forma peculiar e eclética de centrismo, principalmente caracterizada por uma capacidade para guinadas programáticas excêntricas e selvagens. A degeneração da SL foi consolidada, em última análise, pela perda de confiança na possibilidade de ganhar a classe trabalhadora para o programa revolucionário, entretanto foi revestida com um elemento substancial de culto à direção (…)”.“Mercenários políticos estão sempre dispostos a subordinar questões de linha política formal às exigências de seus requisitos organizacionais concebidos em curto prazo. O reflexo covarde exibido pela liderança da SL sobre os fuzileiros navais no Líbano foi claramente motivado pelo temor de desagradar a ‘própria’ classe dominante.”Prefácio a Boletim Trotskista No. 2, “Marxismo vs. Social-Patriotismo”, dezembro de 1984.


Alguns anos mais tarde, outra capitulação covarde feita pela liderança da SL ocorreu quando a nave espacial Challenger, carregada com tecnologia de espionagem antissoviética e oficiais militares norte-americanos, incendiou-se espontaneamente em janeiro de 1986. Naquela ocasião, Workers Vanguard (14 de fevereiro de 1986) escreveu:

“O que nós sentimos em relação aos astronautas [isto é, os especialistas militares, cuja missão era instalar um satélite-espião avançado] não é mais ou menos do que para com qualquer pessoa que morresse em circunstâncias trágicas, tal como os nove pobres salvadorenhos que foram mortos num incêndio em um porão de apartamento em Washington, DC, dois dias antes.”


Em 1917 [revista teórica da TBI] No. 2, comentamos que nós pensávamos que deveria haver algo seriamente errado com “comunistas revolucionários” que sentiam “nem mais nem menos” compaixão pelos refugiados empobrecidos do terror da direita que por um punhado de guerreiros do imperialismo norte-americano.

Corrupção na SL/LCI?

Da mesma forma, o IG negou qualquer elemento de corrupção no regime de Robertson [dirigente central da SL], e ainda sugeriu que tais acusações são características de “anticomunistas estúpidos”. Em 1917 No. 4, falamos sobre o uso dos fundos da SL para comprar e reformar uma casa espaçosa na Área da Baía de São Francisco para o companheiro Robertson. Relembramos como, em 1971, Workers Vanguard criticou fortemente Huey P. Newton, do Partido Panteras Negras, por assegurar acomodação luxuosa para si à custa dos seus militantes.

Pelo nosso conhecimento, somente Robertson e alguns dos seus associados próximos gozam de quaisquer privilégios materiais significativos. De fato, o restante dos militantes profissionais vive muito modestamente. Mas há também corrupção de um tipo político/moral, em que companheiros são forçados a situações em que devem ou comprometer sua integridade ou romper com o movimento ao qual dedicaram uma boa parte de suas vidas. A exigência de que os camaradas da LQB apoiassem a expulsão de Norden/Stamberg sem que tivessem lido os documentos ou ouvido os argumentos é um exemplo deste tipo de “corrupção”. O companheiro Negrete refere-se a uma camada de “mentirosos e inventores autoconscientes” na LCI. A existência de tais elementos por si só é uma evidência da corrupção e também sugere que os problemas na LCI não são de origem recente. Em “A Estrada para Jimstown” de 1985, nós apontamos que a LCI:

“realiza seus congressos quase tão frequentemente quanto a Comintern [Internacional Comunista] de Stalin. Não há disciplina para a liderança privilegiada da seção norte-americana (que tem peso duplo como liderança internacional), enquanto completa obediência é exigida de todos os outros, até mesmo nos mais triviais detalhes organizativos.”


A LCI e a TBI

A LCI tem se interessado (e se mostrado sensível) imoderadamente por nossas críticas políticas nos últimos anos, e foi com prazer que aceitamos a distinção de ser o alvo de questões mais polêmicas que qualquer outra organização política nas páginas de WV. Na sua edição de 27 de setembro de 1991, por exemplo, WV publicou dois artigos em resposta às posições da esquerda internacional em relação à vitória de Yeltsin [na crise política que destruiu a União Soviética]: um tratava da nossa posição e o outro do restante da esquerda! A maior parte da série “Odeie o Trotskismo, Odeie a Liga Espartaquista”, emitida nos últimos 15 anos tratou da TBI (embora o IG e a LQB agora também sejam honrosamente incluídos).

Nós retribuímos a grande atenção da direção da LCI e escrevemos numerosas polêmicas contra eles. Vemos também os desafiando repetidamente para um debate, uma oferta que eles têm recusado insistentemente (com a exceção de um debate improvisado em Wellington em 1994, pelo qual a liderança australiana, que aprovou o debate, foi devidamente sancionada por Nova Iorque). Há, naturalmente, uma boa razão para que nós recebamos tanta atenção polêmica na imprensa da LCI, ao mesmo tempo em que a direção se recusa completamente a que nos reunamos para um embate político: as nossas críticas os atingem de uma maneira que os vários pseudotrotskistas não conseguem.

As Lições da RDA: 1989-90

A intervenção na crise terminal no Estado Operário Deformado Alemão [RDA – Alemanha Oriental] em 1989-90 foi a maior iniciativa jamais empreendida pela iSt/LCI. O papel-chave do camarada Norden na campanha da RDA foi, evidentemente, um elemento importante nas disputas dentro da LCI antes de sua retirada e da de Stamberg. Como indicamos em nossa declaração de primeiro de julho, é um absurdo para a direção da LCI tentar descarregar toda a responsabilidade sobre Norden pelos seus erros políticos em sua intervenção na RDA.

Depois que quatro décadas de domínio do stalinismo, os trabalhadores da RDA foram, em grande medida, despolitizados, e o sentimento pró-socialista ficou muito pouco enraizado. O colapso da RDA foi condicionado pelo fato de que nenhuma organização socialista se enraizou suficientemente no proletariado para iniciar uma luta que pudesse mudar essa consciência. As proclamações equivocadas da LCI de que os atos de protesto das massas, politicamente ingênuos e amorfos, que se seguiram à saída de Honecker [o antigo dirigente stalinista] constituíram uma “revolução política dos trabalhadores”, provaram ser o ponto de partida para a sua desorientação subsequente.

A virada inesperada na véspera de Ano Novo, quando Gunther M. (naquela época um contato [do grupo Espartaquista na RDA]) conseguiu ser recebido pela direção do SED [Partido da Unidade Socialista, o partido stalinista dirigente na Alemanha Oriental] para endossar a proposta do protesto de Treptow, levou Robertson a imaginar que tinha achado um meio de estabelecer contato direto com as figuras mais velhas no aparato do stalinismo. Gunther foi instruído para tentar organizar reuniões de Robertson com o líder do partido, Gregor Gysi, o general soviético Snetkov, e o espião mestre da RDA, Markus Wolf. O fato de que Robertson tentou planejar uma coligação com uma ala do SED sem dúvida explica a ausência da rispidez trotskista no discurso escrito do companheiro Renate [do grupo Espartaquista] para a base do SED na manifestação de Treptow. A crítica mais aguda à direção do SED levantada foi a observação de que:

“Nossa economia está sofrendo com o desperdício e a obsolescência. A ditadura de partido do SED mostrou a sua incompetência para lutar contra isto. A Alemanha Oriental necessita urgentemente… de uma modernização seletiva da indústria existente.”WV, 12 de janeiro de 1990


O fato é que os burocratas do SED eram muito mais que gerentes econômicos incompetentes. Depois que atomizaram politicamente a classe trabalhadora com 40 anos de mentiras stalinistas, repressão policial e um programa massivo de informantes, a casta dirigente do SED já estava preparando a capitulação ao imperialismo. A tarefa dos trotskistas nesta situação era procurar expor os “reformadores” do PDS/SED e provocar a ruptura entre eles e os setores pró-socialistas dos trabalhadores. Mas Robertson procurou, ao contrário, formar uma aliança com uma seção do partido stalinista em decadência, na esperança de ganhar influência sobre a sua base de massas.

A pergunta sobre quem na LCI foi o responsável pela palavra de ordem “Unidade com o SED” não é particularmente importante em qualquer caso, porque ela mesma era parte de toda uma perspectiva errada, que começava com o equívoco de que uma revolução política proletária estava acontecendo. Era evidente para nós que, naquela época, embora a revolução política fosse uma possibilidade, havia também muitas outras possibilidades. A avaliação da situação em nosso suplemento especial de janeiro de 1990, 1917 em língua alemã,  provou ser consideravelmente mais precisa que a projeção da LCI:

“No momento, o que existe é um vácuo político na RDA. A menos que conselhos de trabalhadores sejam organizados, e estabeleçam seus próprios órgãos de administração, este vácuo será certamente preenchido em detrimento da classe trabalhadora, através de um representante eleito ou designado pelo Volkskammer [parlamento da RDA].”


Nossa declaração de março de 1990, sobre as eleições na RDA, observava que:

“a afirmação do SpAD/LCI de que a RDA hoje está no meio de uma revolução política proletária é simplesmente falsa…. Nós urgentemente esperamos que os trabalhadores da RDA tomem o caminho da revolução política proletária – mas é bom não tomar nossos desejos subjetivos pela realidade.”Traduzido em 1917 No. 8


Em muitas discussões calorosas com os camaradas da LCI sobre este assunto, fomos ridicularizados por nossa recusa “pessimista” em reconhecer uma revolução política quando estaria na nossa cara. Desde então, vários membros antigos da LCI se lembraram dessas discussões e admitiram que as nossas estimativas estavam corretas.

Observamos que o camarada Norden está sendo atualmente atacado pela sua negação semelhantemente “pessimista” de que o SpAD [o grupo Espartaquista na RDA] constituiu uma “direção revolucionária” concorrendo pelo poder na RDA. A ideia de que um grupo minúsculo de propaganda, sem influência no proletariado e incapaz de, a qualquer momento, ter mais de 100 pessoas sob a própria bandeira seja de alguma maneira um perigo para o poder estatal é uma noção digna de um Posadas ou um Healy. Para o crédito de Norden, ele “recuou” de tal absurdo. Mas houve um preço a pagar. A sua relutância em rejeitar suas próprias posições e afirmar a linha oficial claramente teve um papel importante na decisão final para expulsá-lo.

Stalinofobia’ da TBI na RDA

A resposta de Norden/Stamberg à direção da LCI tenta “inverter as acusações” de afinidade com a TBI:

“Seymour [um dos dirigentes da SL] também argumenta que atualmente é impossível para uma seção da burocracia vir até os trabalhadores numa revolução política.”“Você procurará em vão nos materiais da LCI na Alemanha em 1989-90, ou no documento da conferência de 1992 da LCI, a afirmação de que o SED ‘conduziu a contrarrevolução’. Você irá, entretanto, achá-la nas publicações da stalinofóbica TB [Tendência Bolchevique] que, em 1989-90, estava gritando nas reuniões dos Espartaquistas que o primeiro ministro da RDA e dirigente do SED, Modrow, era o inimigo principal.”


Nós de fato criticamos o SpAD por não conseguir alertar os trabalhadores da RDA sobre o caminho traiçoeiro em que os elementos principais do SED os estavam embarcando. Nós devemos lembrar que em “Stalin Depois da Experiência Finlandesa,” de 13 de março de 1940, Trotsky comentou:

“Considero a fonte principal de perigo para a URSS, no presente período internacional, ser Stalin e a oligarquia encabeçada por ele. Uma luta aberta contra eles, às vistas da opinião pública mundial, para mim está inseparavelmente ligada à defesa da URSS.”


Parece a nós que esta avaliação era tão aplicável quanto no período em que os “reformadores” como Modrow estavam prosseguindo com seus planos para ceder a RDA ao imperialismo alemão.

A acusação de que nós dirigimos a maioria de nossas críticas contra o SED/PDS, ao invés de dirigi-las contra o abertamente restauracionista SPD [Partido Socialdemocrata Alemão] e os partidos burgueses lembra as reclamações dos centristas contra Trotsky por ele concentrar os seus ataques políticos na Frente Popular e, particularmente, no componente da “extrema-esquerda”, o POUM, durante a Guerra Civil espanhola. Afinal de contas, Franco não era o “inimigo principal”? As mesmas críticas foram feitas a Lenin em 1917, quando os bolcheviques dirigiram a maioria de suas polêmicas à falsa esquerda, ao invés de aos czaristas, às Centúrias Negras e outros contrarrevolucionários. Isto é, naturalmente, um ABC para os trotskistas, mas a conversa de “inimigo principal” na RDA talvez exija reiterá-lo.

Se vocês olharem para o que nossos camaradas escreveram na época, acharão uma descrição notavelmente clara do papel dos burocratas stalinistas:

“Um novo regime de Modrow com a oposição burguesa exercendo a influência dominante, um regime pró-capitalista, teria a tarefa de assegurar a segurança da contrarrevolução social pela política de Anschluss [reunificação] com a RFA [Alemanha Ocidental]. Empurrada contra a parede pela pressão imperialista, e ameaçada pela dissolução de seu aparato, a fração de direita da burocracia stalinista procura um passaporte capitalista para a salvação de seus privilégios, tornando-se um agente direto da burguesia (…). O fraco bonapartista Modrow distancia-se do SED-PDS e mostra a sua capitulação definitiva com a remoção dos últimos obstáculos para o capital da Alemanha Ocidental.”Boletim No. 1, janeiro de 1990


A LCI não podia proporcionar, em comparação, uma análise trotskista clara, por causa da orientação política fundamentalmente inútil da sua direção. O folheto publicado por nossos camaradas alemães sobre a intervenção da LCI no colapso da RDA (em 1917 No. 10) proporciona uma visão geral útil do curso de acontecimentos:

“Com sua perspectiva de uma ‘comunidade’ entre a RDA e a RFA, o Primeiro-Ministro Modrow já tinha sinalizado a sua prontidão para capitular ao imperialismo da Alemanha Ocidental, quando o novo governo foi formado em 17 de novembro de 1989. Os privilégios que ele ofereceu não deram à burocracia, entretanto, o seu espaço para respirar, mas somente mais ímpeto para os contrarrevolucionários. A direita ganhou terreno, enquanto a confusão prevaleceu entre os trabalhadores mais politicamente conscientes, que confiaram em um stalinismo ‘honesto e reformado’. É por isso que o regime de Modrow era especialmente perigoso, e por isso era imperativo advertir os trabalhadores contra ele.”“Os fios mais delgados que tinham ligado o regime bonapartista às bases econômicas proletárias da RDA (controle estatal sobre os meios de produção) finalmente foram cortados. Com a formação de uma ‘grande coalizão’, no final de janeiro de 1990, Modrow foi transformado inicialmente de um dirigente vendido do Estado operário deformado da RDA, em um comprador para os capitalistas da Alemanha Ocidental, e por isto em seu representante direto (…).”1917 No. 10, op. cit.


Norden/Stamberg estão certos sobre que a burocracia stalinista não é capaz de dirigir a contrarrevolução “sem se fragmentar”. Mas a fragmentação do regime stalinista estava datada pelo menos desde o colapso do regime de Honecker. O regime stalinista “reformado” de Modrow, com seu programa socialdemocrata e restauracionista, representou os elementos da burocracia que procuraram assegurar o próprio futuro ao abrir a porta para a burguesia da Alemanha Ocidental. Não há nenhuma dúvida de que uma seção do SED teria vindo para o lado do proletariado se houvesse uma revolta revolucionária. Mas os anúncios repetidos da LCI de que uma revolução política dos trabalhadores estava “em andamento” não poderia ser um substituto para a revolução política real.

De Yuri Andropov a Gregor Gysi

A adaptação ao SED na RDA foi preparada politicamente por uma série de erros programáticos anteriores em relação à questão do stalinismo. O mais extraordinário deles foi a designação de uma coluna da SL na mobilização antifascista em Washington em 1982 como “Brigada Yuri Andropov”, o nome do chefe burocrata do Kremlin. Em uma carta não-pública de 13 de dezembro de 1982 à SL, onde é feita uma crítica desta posição (naquele tempo nós éramos ainda a “Tendência Externa da iSt”), lembramos à SL o seguinte: “No nível mais geral, Andropov e os burocratas que ele representa são tudo contra o que Trotsky lutou”. Nós também lembramos que:

“Um dos fundamentos do trotskismo é que a defesa efetiva da União Soviética é inextricavelmente ligada à necessidade da revolução política proletária contra Andropov e sua casta (…)”.


O camarada Robertson respondeu em agosto de 1983 com uma leve sugestão de que nós talvez estivéssemos nos movendo na direção ao Terceiro Campo [aqueles que não diferenciam os regimes stalinistas dos regimes burgueses]. Em nossa resposta, nós lembramos o comentário de Trotsky de que o stalinismo era:

“Um aparelho de privilegiados, um freio sobre o progresso histórico, um agente do imperialismo mundial. Stalinismo e Bolchevismo são inimigos mortais.”


Comentamos na carta que:

“Chamarem a si mesmos de ‘Brigada de Yuri Andropov’ foi um erro. Toda sua experiência política muito considerável, assim como os talentos dos marxistas capazes e dedicados que produzem WV não podem mudar isso. Se tivéssemos que oferecer algum conselho, seria o seguinte: não tentem defender o indefensável, isto só pode produzir maus resultados.”


Como chefe da KGB, Andropov foi responsável por esmagar a vida política na URSS. Workers Vanguard, em 13 de fevereiro de 1976, publicou um artigo intitulado “Parar a Tortura ‘Psiquiátrica’ Stalinista na URSS!”, denunciando “as atrocidades repulsivas da burocracia russa.” Na sua escalada para o poder, Andropov cumpriu um papel-chave na repressão aos trabalhadores húngaros após a [derrota da] revolução política de 1956, como indicamos em nossa carta de 22 de abril de 1984. De acordo com [o historiador] Bill Lomax:

“Nos primeiros meses de supressão militar direta da revolução, Andropov era efetivamente o chefe supremo soviético da Hungria… Foi neste período que os últimos remanescentes da resistência armada foram eliminados, as organizações dos trabalhadores e dos intelectuais foram esmagadas e milhares de húngaros foram detidos e internados (…)”.


Ao defender a identificação da direção da SL com Andropov, Workers Vanguard sugeriu que a nossa crítica revelava uma prova de stalinofobia [uma tendência a igualar o regime stalinista com um governo burguês], fraqueza socialdemocrata, etc. Hoje, uma dúzia de anos mais tarde, a Brigada Andropov só pode ser uma vergonha para aqueles que são leais do regime da LCI. Esta é uma questão que vocês, camaradas, podem desejar revisar proximamente, considerando-a um dos momentos na história da degeneração política da SL.

A Revolução e a Verdade

No documento do IG, Norden/Stamberg afirmam o seguinte:

“Um aspecto notável das lutas recentes e da virada acentuada para a direita da LCI tem sido o seu uso sistemático de deformações e mentiras descaradas, em contradição flagrante com a tradição orgulhosa da tendência Espartaquista.”


Infelizmente, não há nada “recente” sobre a aparição de “mentiras descaradas” na imprensa da SL. Durante anos, WV esteve disposta a tomar liberdades consideráveis com a verdade para propósitos fracionais.

Um exemplo recente desta técnica da LCI (e que está plenamente documentada) ocorreu quando, no meio de uma polêmica contra nós em Quebec, em 3 de novembro de 1995 WV declarou:

“Há três anos, a TB se recusou a votar Não à manobra Charlottetown de Mulroney [o referendo de 1992 no Canadá a respeito da reforma na Constituição]. Sua declaração não defendeu os direitos do Quebec à independência.”


É verdade que nós não tomamos partido na disputa burguesa sobre a reforma da constituição do Canadá. Mas a nossa declaração de outubro de 1992 (que nós reimprimimos em 1917 No. 12) incluiu a seguinte defesa explícita dos direitos nacionais dos Québécois:

“A designação do Quebec como uma ‘sociedade distinta’ dentro do Canadá obscurece o fato de que ele é uma nação, e como tal, tem um direito inalienável e incondicional à autodeterminação. Se os Québécois decidirem se separar e formar seu próprio Estado (algo que nós não reivindicamos atualmente), apoiaremos o seu direito de fazê-lo. Se a burguesia canadense tentar manter o Quebec à força, será dever dos trabalhadores com consciência de classe no Canadá inglês defender os Québécois com todos os meios à sua disposição, incluindo protestos, greves e auxílio militar.”


Mais uma vez, ainda que depois de indicarmos que a declaração de WV era plenamente falsa, não houve nenhuma retratação ou correção. Poderíamos citar outros exemplos, mas pensamos que estes são suficientes para demonstrar que a “distorção sistemática e as mentiras descaradas” empregadas contra o IG e a LQB tem precedentes. Naturalmente, tais técnicas aparecem mais claramente quando se está no lado receptor.

IG: Entre a LCI e a TBI

Embora talvez seja natural que os camaradas do IG preferissem evitar ter que revisar criticamente o passado da LCI, não existe saída honesta da necessidade de confrontar os erros do passado. A direção da SL está ridicularizando os camaradas do IG por sugerirem que tudo estava bem na LCI até antes deles serem expulsos. Robertson faz uma abordagem oposta na sua resposta recente a um defensor do IG (WV, 27 de setembro), onde ele retroage os problemas com Norden a uma diferença de 1973 sobre os acontecimentos no Vietnã! Isto é supostamente um exemplo de como, de acordo com Robertson, Norden “enfraqueceu sua autoconfiança política revolucionária e também piorou sua imagem aos olhos de outros camaradas”, o que, por sua vez, limitou a sua capacidade de assumir um papel dirigente na Liga Espartaquista. Mas o fato é que na SL a ninguém (exceto naturalmente ao próprio camarada Robertson) foi permitido o luxo da “autoconfiança política revolucionária”.

A maioria dos expurgos ao passar dos anos foram feitos para eliminar, ou pelo menos humilhar, os quadros inclinados demais a pensar por si próprios. A pressão interna crescente sobre Norden e Stamberg foi projetada para “piorar sua imagem aos olhos dos outros camaradas” e sem dúvida contribuiu para a sua “falta de apoio pela militância” de que Robertson se vangloria em WV. O seu sarcasmo sobre sua “falta de apetite para luta política desde o começo” e “sua oposição ‘não-fracional’ e da boca para fora” tem certa ressonância, mas só porque a linha do IG sobre a evolução da LCI é implausível. Se a LCI tinha sido um modelo de democracia leninista até o começo de 1996 (como sugere a literatura do IG), então a recusa por Norden/Stamberg em lançar uma luta fracional organizada iria de fato demonstrar uma aversão à luta política desde o começo.

A tentativa de Norden/Stamberg de manter uma posição tática “não-fracional” levou-os a votar pela expulsão de Socorro [ocorrida antes das demais]. Observamos que Workers Vanguard (27 de setembro), recentemente proclamou que Socorro “cruzou a linha de classe” (!!!) por comparar desfavoravelmente os procedimentos de julgamento da SL com os das cortes burguesas! Robertson consideraria “cruzar a linha de classe” sugerir que um réu comum nas cortes dos EUA nos anos 1930 receberia mais justiça do que os Oposicionistas de Esquerda receberam no Estado Operário soviético sob Stalin? No fórum da SL em Nova Iorque, em 1º de agosto, Richard G., um membro da SL, sugeriu publicamente que qualquer um que afirmasse, como Socorro o fez, que havia mais justiça nas cortes burguesas do que nas mãos da SL, poderia facilmente receber pagamento do Estado capitalista. Esta insinuação de corrupção é escandalosa, e os camaradas do IG estavam muito certos em se opor a ela. Mas a condenação de Socorro pelo próprio IG tende a limitar o seu protesto.

Norden e Stamberg cometeram um erro ao votar pela expulsão de Socorro. Ela não era culpada de nada mais do que contar a verdade. Sugerimos que um bom lugar para o IG começar sua reavaliação da iSt/LCI é francamente repudiar a sua expulsão.

Um próximo passo poderia ser discutir francamente por que os camaradas mais antigos, como Norden, Stamberg e Negrete sentiram-se compelidos a optar por uma posição internamente “não-fracional”, apesar do padrão de infrações brutas da prática ao leninismo que eles relataram. Eles não exerceram seu “direito” de declarar uma fração porque sabiam que não era mais possível conduzir uma luta política séria dentro da LCI, tanto quanto havia sido para Robertson travá-la no Comitê Internacional de Gerry Healy em 1966.

A Liquidação do Trabalho Sindical da SL

A declaração de Negrete, na sua “Nota sobre a TB”, de 25 de julho, de que temos aversão contra a “luta de classes num lugar com grande maioria de negros, turbulento, como o Brasil”, repercute uma calúnia que data do começo dos anos 80, quando a direção da SL tentou encobrir a sua liquidação das frações sindicais nos sindicatos estratégicos dos Estados Unidos, chamando de racista qualquer um que criticasse isto. A direção da SL decidiu renunciar a seu trabalho sindical porque este exigiu um investimento político considerável e o retorno nos anos 70 tinha sido relativamente pequeno. Além do mais, enquanto a pressão sobre a SL aumentava, a direção de Robertson ficou com medo de que os sindicalistas da SL adquirissem uma visão independente da realidade social, e uma autoridade real na classe trabalhadora poderia ajudar a criar um polo de oposição política interna. Particularmente no sindicato dos telefônicos, mas também entre os estivadores da costa oeste e os trabalhadores automotivos de Detroit, as colaterais políticas impulsionadas pela SL tinham alguma autoridade entre a força de trabalho, e foram vistos como uma formidável oposição potencial pelos burocratas sindicais.

Lembramos que o camarada Negrete estava nas atividades dos telefônicos quando a SL abandonou a sua orientação sindical. Em nosso folheto de junho 1983, intitulado “Parar a Liquidação do Trabalho Sindical! Interromper a má liderança de Robertson-Foster-Nelson!”, reimprimimos um panfleto, de 16 de maio de 1983, distribuído [pela SL] aos telefonistas em Los Angeles, na conclusão de uma campanha bem sucedida que derrotou as tentativas dos burocratas de remover os defensores da SL dos cargos de diretores. O panfleto começava com “A Colateral de Ação Militante gostaria de agradecer a todas as irmãs e irmãos desta regional, que saíram para apoiar-nos na luta pela nossa reintegração como diretores da regional”, e adiante anunciava que “todos os diretores do bloco submeterão a seguinte carta de renúncia ao sindicato.” Em nosso documento, escrevemos:

“A autoridade que os quadros da SL em LI, T1, T2, II e BI [vários setores industriais] acumularam com anos de suor, sangue e perseguição está sendo deixada para trás da noite para o dia; a direção da SL sabe que os efeitos desta liquidação são quase irreversíveis (…) a completa desistência dos diretores da CAM [Colateral de Ação Militante] já está criando a reputação de desertores (…)”.“Não se leva as pessoas para a luta e então as deserta. Mas é justamente isso que a CAM está fazendo. Tendo lutado e vencido na regional 11502 para manter-se na direção, a CAM agradeceu aos muitos diretores e membros que a defenderam… e se retirou. Também, na regional 9410, onde justo há seis meses 1000 membros manifestaram-se para a defesa de Kathy, exigindo um fim do seu julgamento e do golpe dos burocratas, a CAM está se retirando. Stan, membro da Colateral Militante, apoiado pela SL [nos estivadores], corretamente defendeu uma moção, em uma reunião dos membros, pela realização de uma paralização dos trabalhadores do sindicato para protestar contra as atividades nazistas em Oroville. A moção foi aprovada. Então ele foi orientado a voltar atrás e a se autocriticar de forma desprezível, para não ir para Oroville, e atacasse os estivadores que foram e carregaram cartazes exigindo autodefesas de trabalhadores e negros para esmagar os fascistas. Esse abstencionismo alimentou um ressentimento que tornou mais fácil para a direção desacreditá-lo.”


Se a SL era culpada pelo abstencionismo em relação a eventos como a manifestação de Oroville em 1983, a sua retirada dos sindicatos foi abstencionista em grande escala. Nós também podemos ver nisso precedentes da exigência de que a LQB liquidasse seu trabalho em Volta Redonda. Em ambos os casos, aqueles que resistiram ao ultimato da direção da SL foram acusados de “oportunismo sindical”.

Howard Keylor, um dos dois maiores apoiadores da SL nos portuários, continuou a sua atividade de sindicalista como um simpatizante da ET/TB. Em 1984, ele iniciou e foi um dos líderes do boicote de 11 dias dos estivadores contra o regime de Apartheid da África do Sul, no cais 80 em São Francisco (ver Boletim da ET No. 4). Neste caso, a SL fez pior do que abster-se – ela denunciou a ação, colocou um “piquete” para abortá-la, caracterizou os trabalhadores que conduziram a greve como “fura-greves” e, finalmente, em desafio aberto à política do sindicato, fez com que os seus apoiadores fornecessem uma evidência documental (na forma de um panfleto) de que o boicote era uma ação sancionada pelo sindicato. Isto era o que os empregadores necessitavam para assegurar uma injunção federal para quebrar o boicote. Quando a esquerda juntou uma meia dúzia de estivadores para armar um piquete de grevistas em desafio à injunção, os Espartaquistas no local recusaram-se a unir-se! E então, depois que a ação acabou, WV retroativamente elogiou-a. A motivação para as ações da SL era a mesma que na exigência de que a LQB abandonasse sua atividade sindical – um mesquinho sectarismo organizativo.

Norden/Stamberg afirmaram que nós “zombamos das mobilizações de trabalhadores/negros, feitas pela Liga Espartaquista para barrar a KKK, como ‘trabalho de gueto’”. Isto não é verdade. Nós nunca zombamos das mobilizações anti-Klan da SL e, aliás, nos unimos a elas quando pudemos, assim como nos unimos às iniciadas por outros esquerdistas. Nós nunca nos referimos às mobilizações das LLNOs [Ligas de Luta Negra e Operária, que a SL lançou em substituição ao seu trabalho nos sindicatos], nem tampouco às mobilizações anti-Klan como “trabalho de gueto.” O único lugar em que se pode achar este termo é nas páginas do WV, onde era repetidamente atribuído a nós.

Nós sempre sustentamos que a chave para a libertação negra nos Estados Unidos é através da união das lutas das massas negras ao poder social do movimento organizado dos trabalhadores. Isto requer uma luta por uma nova direção, revolucionária, nos sindicatos.

Libertação Negra e ‘Guardas de Defesa dos Trabalhadores’

Esperamos que, depois de uma investigação cuidadosa, o camarada Negrete retire sua acusação de que alguma vez nós chamamos “por ‘guardas de defesa dos trabalhadores’ (sic) para parar a ‘violência’ como na revolta de Los Angeles”. Se ele não estiver preparado para fazê-lo, o convidamos a especificar os fundamentos desta alegação. Nossa declaração sobre a revolta [dos subúrbios negros] de Los Angeles em 1992 teve um impulso inteiramente diferente em relação à explosão de “violência” que se seguiu à absolvição dos policiais racistas que brutalmente tinham agredido [o trabalhador negro] Rodney King:

“Os marxistas não podem ter mais que desprezo em relação às condenações hipócritas da ‘violência’ e das ‘ações ilegais’ que chovem agora nos noticiários, púlpitos e nas declarações dos capitalistas que concorrem à presidência. Mesmo assim, os militantes sérios também reconhecem que o racismo, a pobreza e a violência do Estado capitalista não terminarão através de explosões desorganizadas de ódio dos negros e minorias, ainda que justificadas. Porque faltam às massas negras um programa e uma direção para lutar por uma verdadeira revolução social, a sua raiva espontânea frequentemente termina em ataques aos alvos errados, deixando seus verdadeiros exploradores e opressores intocados.”“Os negros e as minorias formam uma grande porcentagem da classe proletária industrial nos EUA. Eles também estão concentrados nos sindicatos das grandes cidades da nação. Esses trabalhadores operam os ônibus e trens, coletam o lixo, varrem as ruas e são também os trabalhadores dos hospitais. Podem proporcionar o elo necessário entre o gueto e a classe trabalhadora organizada. Uma única greve geral contra a brutalidade da polícia poderia levar cidades como Los Angeles a parar, e provaria ser uma arma infinitamente mais potente do que cem revoltas do gueto. Tais greves poderiam abrir o caminho para uma poderosa contraofensiva de classe dos trabalhadores contra o racismo e a austeridade capitalista. Mas isto requer uma direção classista orientada a quebrar a força opressora dos burocratas sindicais e do Partido Democrata. A Tendência Bolchevique dedica-se a forjar tal direção, na luta por uma sociedade socialista, que é a única que pode fazer justiça a Rodney King e outras vítimas incontáveis da ‘nova ordem mundial’”.Los Angeles: Dias de Cólera”, suplemento de 1917, maio de 1992


Em outubro de 1992, publicamos uma edição de 1917 West intitulada “Policiais, Crime e Capitalismo”, para desafiar as noções anarquistas/liberais predominantes entre a juventude. Este artigo, que absurdamente foi caricaturado numa polêmica que apareceu em Workers Vanguard (12 de fevereiro de 1993), deixou a nossa atitude em relação ao braço armado da burguesia muito clara:

“A união entre o temor do crime e a questão racial cria uma barreira enorme à unidade da classe trabalhadora. O status quo econômico e político estarão seguros enquanto a classe trabalhadora, e outras vítimas do sistema, estiverem divididas entre si. O capitalismo necessita do racismo e o reproduz – porque ele mantém a classe trabalhadora dividida.”“A polícia não faz parte da classe trabalhadora, e seus ‘sindicatos’ não fazem parte do movimento dos trabalhadores. Eles devem ser expulsos de todas as federações sindicais e outras organizações da classe trabalhadora. A polícia serve como a linha de frente de defesa da propriedade capitalista, e resguarda a ditadura da classe capitalista sobre a sociedade. Como um braço do Estado, a polícia não é neutra em nenhuma disputa entre trabalhadores e patrões, inquilinos e proprietários ou opressores e oprimidos. Os policiais reforçam a lei e a ordem capitalista, que coloca a defesa da propriedade, da riqueza e dos privilégios sociais acima de tudo.”


No texto de 1917 West, nós chamamos por “guardas da defesa dos trabalhadores”, mas de uma maneira diametralmente oposta à afirmação de Negrete:

“É de vital importância unir as atividades das organizações que monitoram a polícia e defendem as suas vítimas às organizações da classe trabalhadora. Os mesmos policiais que atormentam as pessoas desabrigadas e a juventude negra também escoltam os fura-greves através das filas de grevistas, e batem nos grevistas para quebrar as greves (…)”.“Somente o proletariado tem o poder social e o interesse objetivo de eliminar as causas do crime. Um movimento forte dos trabalhadores que estabeleça guardas de defesa dos trabalhadores integradas poderia dar um grande passo pela defesa dos trabalhadores e dos oprimidos contra a brutalidade e os crimes da polícia (…)”.“Para serem efetivas, as guardas de defesa dos trabalhadores devem se integrar à luta contra o racismo, que divide a classe trabalhadora. Elas geralmente seriam iniciadas como uma resposta contra ataques contra os piquetes dos trabalhadores pelo Estado capitalista, seus aliados fascistas ou os capangas particulares dos empregadores. Uma vez empenhados na luta de classes, os trabalhadores rapidamente verão a utilidade das guardas de defesa para proteger os trabalhadores e os oprimidos em outras áreas de suas vidas, incluindo a luta para se livrar do crime e das agressões da polícia”.Policiais, Crime e Capitalismo,” 1917 West número 2, outubro 1992


Gostaríamos que o camarada Negrete explicasse exatamente o que ele pensa que está errado com esta forma de se posicionar pelas guardas de defesa dos trabalhadores.

Finalmente, notamos que enquanto Negrete está aparentemente feliz reciclando a difamação da SL sobre a nossa suposta indiferença pela opressão negra, ele se esqueceu de mencionar que Gerald Smith, o ex-membro da TBI que é citado [na nota do IG] como “não sendo antipolícia” é também um antigo membro do Partido Pantera Negra, bem como da Liga Espartaquista. Ele também não menciona que, em 1983, a SL convidou Smith para que ele encabeçasse as suas LLNOs! Smith estava relutante em aparecer como ponta de lança de uma organização fantasma. Mesmo assim, permaneceu na órbita da SL, e no próximo ano concordou em participar do “piquete” da SL contra o boicote dos portuários de 1984 aos carregamentos destinados para a África do Sul, no cais 80 em São Francisco. Ele se assustou tanto com o sectarismo destrutivo que testemunhou naquela noite, que rompeu com a SL de uma vez por todas. Ele depois se uniu à TB e foi um membro proeminente de nosso núcleo na Área da Baía de São Francisco por muitos anos. No início da década de 90, ele começou a girar à direita, e finalmente deixou a TBI em 1993.

A LCI e a Greve Geral: ‘Uma Caricatura do Trotskismo’

Concordamos que a nova oposição da LCI a levantar qualquer chamada propagandística pelas greves gerais na ausência de um partido operário revolucionário hegemônico é de fato “uma caricatura do trotskismo,” como o IG sugere. “E a campanha dos trotskistas franceses por uma greve geral na metade dos anos 30?”, ele [o IG] pergunta. Uma boa pergunta, mas nenhuma que a LCI esteja ansiosa em responder.

Parece a nós que a questão da greve geral está colocada para o trotskismo francês na metade dos anos 90 também. Como explicamos em nosso artigo de 1917, No. 18, a situação em dezembro de 1995 parecia ser para nós uma circunstância em que os revolucionários deveriam ter focalizado a sua agitação no chamado por uma greve geral para derrubar [o presidente francês Alain] Juppé, concretizada com o chamado por comitês de greve eleitos em cada local de trabalho, nos níveis local, regional e nacional. Isto poderia ter chamado a atenção dos membros mais militantes dos sindicatos, que estavam tentando empurrar os burocratas nesta direção, e proporcionaria uma abertura para os militantes revolucionários estenderem a sua influência política. Mas, mesmo chamando a estender as greves ao setor privado, a Liga Trotskista da França [seção da LCI] ponderadamente absteve-se de convocar uma greve geral, afirmando, ao contrário, que “a questão do poder está posta.” Seu lema central era o chamado a construir uma “nova direção revolucionária,” (isto é, a LTF). Embora muitas das observações e propostas específicas na propaganda da LTF estivessem corretas, a sua reivindicação de que “a tarefa urgente da hora” seria preparar a tomada do poder estatal pareceu para nós qualificar-se como outra “caricatura do trotskismo”.

Norden e Stamberg não criticam a posição da LCI/LTF em Paris [em 1995, quando se recusaram a chamar por uma greve geral] e ainda parecem endossar implicitamente a luta de Parks contra a “passividade” da LTF. Isto parece a nós ser outro caso em que os camaradas do IG até agora não conseguiram generalizar suficientemente a partir de uma crítica fundamentalmente correta.

No Canadá, a LCI/TL está atualmente se recusando a convocar uma greve geral em Ontário, apesar do fato de que a burocracia sindical organizou uma série de “greves gerais” em uma única cidade, com duração de um dia (que até agora envolveram centenas de milhares de trabalhadores). Os burocratas querem permitir que a base expresse sua ira mas, ao mesmo tempo, esperam evitar um confronto sério com o governo, enquanto ganham um pouco de vantagem, mostrando aos patrões que poderia haver problemas se os Conservadores levassem as coisas muito adiante. Esta é uma situação em que os revolucionários devem procurar explorar a contradição entre o desejo das massas de lutar e os passos covardes dados pela direção, através da agitação das medidas práticas necessárias em direção à mobilização do poder e da raiva da base contra os ataques do governo. Concretamente, advogamos uma greve geral que seja “organizada e controlada por comitês de greve eleitos democraticamente em todos os locais de trabalho, coordenados através de assembleias provinciais e regionais por delegação.” Por sua vez, a TL está fazendo a sua agitação principal exigindo “construir um partido revolucionário” – isto é, eles mesmos.

Socialistas, Apoio a Greves e ‘Fura-Greves’

Os camaradas do IG reivindicam que nós “furamos a greve” dos limpadores de construção de Nova Iorque no último inverno. Esta é uma questão séria, que nós discutimos na nossa correspondência com WV (recentemente publicada por nossa regional de Nova Iorque na forma de um folheto). Como indicamos, há frequentemente situações em que os grevistas de uma empresa ficam na frente de uma entrada compartilhada com trabalhadores de empresas inteiramente diferentes que não estão em greve (por exemplo, praças públicas, parques industriais, edifícios de escritório). A melhor resposta em tais casos é que os trabalhadores das outras companhias se unam aos seus irmãos e irmãs, pressionando por greves de solidariedade. Mas se isto não for possível, não é dever dos militantes isolados executaram uma “greve de solidariedade individual” quando, se o fizerem, puderem ser demitidos.

A campanha de WV sobre isso foi uma tentativa motivada por interesses fracionais de difamar Jim C., um militante da TBI que pode ter feito mais para ajudar os grevistas do que todos os membros da SL de Nova Iorque juntos. Jim C. tomou a iniciativa de receber os membros do sindicato no seu local de trabalho para fazer com que estes doassem um total de $3000 aos seis trabalhadores grevistas que normalmente limpavam seu edifício. Os dirigentes também se asseguraram de que nenhum fura-greve seria permitido dentro do prédio durante a greve, e que a empresa de limpeza não receberia nenhum dinheiro do seu empregador até o final desta. Nenhum militante sindical consideraria isto “furar greve”.

Uma nota interessante em toda esta disputa foi proporcionado pela camarada Marie Hayes (uma antiga militante que foi por 23 anos da iSt/LCI), num fórum público no festival anual do Lutte Ouvriere deste ano. Ela respondeu às denúncias da LCI a nós como “fura-greves”, relembrando como, quando era da SL de Nova Iorque, ela foi confrontada por uma situação análoga, quando alguns piqueteiros de uma empresa diferente apareceram do lado de fora do edifício da [companhia aérea] Pan Am, onde ela trabalhava. Ela ligou para a sede da SL para pedir instruções, e disseram que, como os piqueteiros não tinham relação com os trabalhadores da empresa dela, não havia nenhuma razão para não ir trabalhar!

LCI vs. TBI e a Questão Russa

Em sua ladainha de uma página, o camarada Negrete queixa-se de que rejeitamos a palavra de ordem da LCI, “Viva o Exército Vermelho no Afeganistão” com “argumentos stalinofóbicos”. Na verdade, rejeitamos “Viva o Exército Vermelho” em favor de “Vitória Militar para o Exército Vermelho no Afeganistão”. Nós o fizemos porque a “saudação” da intervenção militar de Brezhnev no Afeganistão tendia a apagar a distinção crítica entre o apoio político e o militar. Os trotskistas apoiaram as forças armadas soviéticas no Afeganistão militarmente, assim como a SL apoiou militarmente o Vietcongue contra o EUA no Vietnã. Foram os pablistas que “saudaram” os exércitos de Ho Chi Minh e desfilaram a bandeira do Vietcongue. Nós não vimos nenhuma razão para aplicar critérios diferentes no Afeganistão (ver nosso artigo em 1917 No. 5).

O lado reverso das divagações algumas vezes stalinofílicas [que tende a identificar os interesses dos trabalhadores com os do aparato stalinista] da LCI apareceu quando eles se recusaram a tomar militarmente o lado da “linha-dura” do Kremlin contra Iéltsin, em agosto de 1991 [no confronto que terminou com a destruição da União Soviética]. A zombaria de Negrete sobre a indecisão e a incompetência do golpe dos conspiradores repercute os pseudotrotskistas que reivindicam que [os líderes da “linha dura”] Yanaiev, Pugo e companhia eram tão pró-capitalistas quanto Iéltsin. Negrete acusa-nos de termos sido ansiosos em abandonar a defensa da União Soviética porque nós reconhecemos, naquela época, que a vitória de Iéltsin representou o “Triunfo da Contrarrevolução”.

O golpe de agosto foi decisivo precisamente porque ele colocou os restauracionistas contra os remanescentes da burocracia que queriam manter o status quo. É por isso que os defensores da União Soviética tinham um lado nesse confronto. A afirmação da LCI, de que os conspiradores não estavam tentando defender, ainda que de forma vacilante, o Estado Operário, mas somente um império capitalista, somente pode significar que as forças restauracionistas teriam triunfado antes do golpe de agosto.

A recusa da LCI em tomar partido no confronto final levou inevitavelmente ao próximo erro; eles se recusaram teimosamente, por mais de um ano, a reconhecer que o Estado Operário Degenerado soviético tinha sido de fato destruído. Até hoje, a LCI não pode dizer quando o Estado Operário soviético deixou de existir. Esperamos que no curso do reexame da história da iSt/LCI, isto esteja entre as questões que vocês desejarão retomar.

A tentativa de Negrete [em sua nota] de identificar-nos com o [grupo argentino] PBCI porque sustentamos posições semelhantes sobre o golpe de agosto de 1991 não é um argumento, e sim um amálgama. Nós poderíamos igualmente salientar com facilidade que o PBCI, assim como a LCI (e o IG?), reivindicam que o Estado Operário sobreviveu sob Iéltsin. O que isso provaria?

O Expurgo do IG: “Deja Vu Tudo de Novo”

A noção dos quadros do IG de que eles são as primeiras vítimas de abusos na LCI não é incomum, como nós anteriormente relatamos.

Mas, se o tratamento do IG de fato nunca foi visto na história da iSt/LCI, por que as descrições do IG sobre o que aconteceu a eles seriam tão parecidas com as que publicamos há dez anos? Por exemplo, Norden e Stamberg descrevem como Negrete foi acusado de “machismo” no GEM [Grupo Espartaquista do México]:

“O método de vomitar uma pilha de acusações falsas sem considerar os fatos foi repetidamente usado na disputa sobre a Alemanha (…) e novamente no ataque relâmpago para remover a direção da seção mexicana, afirmando que Negrete era um ‘opressor machista’, contornando a LQB e isolando a seção da discussão internacional.”De uma Tendência…” página 29


Negrete confirma este relato:

“Tendo passado pela ‘disputa Brasil/México’, posso declarar categoricamente que a campanha atual envolve uma coleção de invenções intencionais. A luta explodiu quando Camila e eu perguntamos sobre as declarações significativamente incorretas sobre o Brasil numa correspondência do SI [Secretariado Internacional da LCI]. Ao mesmo tempo em que algumas daquelas declarações foram explicitamente corrigidas, foi inventado um relato de que eu teria me comportado como um ‘opressor machista’ com Camila (o que a própria Camila negou ser verdade) e que eu a tinha ameaçado para fazer as perguntas que ela escreveu. Quando as testemunhas disseram e escreveram que isto não foi o que aconteceu, não só isso foi ignorado, como eles foram acusados de fazer panelinha, de serem personalistas e anti-internacionalistas. Ao mesmo tempo em que os pedidos de Socorro e meus por uma investigação interna formal foram rejeitados imediatamente, a mentira não somente foi repetida, como também foi aumentada como um suposto padrão de comportamento”.Ibid. páginas 74-75


Compare o que está descrito acima com o relato em “A Escola de Robertson de Construção de Partido” (1917 No. 1, inverno 1986) onde descrevemos como uma acusação de “manipulação sexual” foi usada na iSt:

“Quando o acusado questionou como essa acusação poderia ser feita quando ele a negava, e todas as suas supostas vítimas a negavam, ele foi informado de que esse era o pior tipo de manipulação – ela tinha sido tão bem feita, que mesmo sob considerável pressão do partido, as próprias vítimas não conseguiam ver o que havia acontecido! Essa é a característica de ‘Alice no País das Maravilhas’ da vida interna ‘democraticamente rica’ da tendência Espartaquista. Manipulação sexual, como todo o resto na SL, significa exatamente aquilo que a liderança quiser que signifique.”


Outro exemplo é a descrição de Norden/Stamberg sobre como os alvos do expurgo estão sujeitos a uma pilha de acusações não substanciadas:

“Quando nos opusemos às várias inexatidões e declarações ultrajantes sem sustentação, Parks entrou rapidamente em cólera, e prosseguiu expulsando primeiramente Negrete e Socorro, do México, e então Norden do SI. Em ambos os casos, acusações inventadas foram lançadas a esmo, e quando uma não colava, era simplesmente substituída por uma nova. Jogar lama no ventilador é uma técnica de ‘caça às bruxas’ muito familiar, baseada na suposição de que eventualmente alguma coisa irá colar ou os alvos se cansarão de retirar a lama.”Op. Cit. página 29


Negrete aponta o mesmo:

“Mais uma vez, o retrato grosseiramente deturpado foi repetido por uma série de declarações comprovadamente falsas. Cada declaração, quando era desmentida, abria caminho para uma nova. Era falso que o memorando do CEI não tinha sido traduzido, que não tinha sido distribuído, que não tinha sido discutido, ou que fora discutido somente uma vez. Era falso que a disputa na Alemanha tinha sido encoberta, que tinha sido discutida somente uma vez, que foi discutida muito brevemente, etc. Era falso que a luta na França, a luta na Itália, a ‘greve geral por tempo indeterminado’, a luta contra Y. Rad, a luta em relação ao Quebec etc., não tinha sido discutida, que as conversas não aconteceram nas reuniões, que os materiais não foram traduzidos (dúzias foram) etc.”.
“O que está descrito acima é só uma amostra das declarações falsas empilhadas umas sobre as outras naquela disputa. Entretanto, um grande número de camaradas bem-intencionados reclamava que todos estes ‘detalhes’ fossem ignorados em favor do ‘quadro geral’. Mas, antes de tudo, as regras da Quarta Internacional nos dizem para ‘sermos verdadeiros nas coisas pequenas, assim como nas grandes’. E, em segundo lugar, neste caso, o ‘quadro geral’ é composto de ‘pequenas’ mentiras e invenções, que continuam a aumentar”.Ibid. Páginas 75-76


Mais uma vez, compare os relatos dos camaradas do IG à nossa descrição de 1985 de uma “disputa” típica na SL:

“Eis como as coisas funcionam na SL. É convocada uma reunião em que o camarada designado é chamado a explicar os erros que ele supostamente cometeu. Cada item dos pormenores é grosseiramente exagerado e extrapolado; motivações traiçoeiras (políticas ou pessoais) são atribuídas. Críticas pessoais acidentais do estilo de vida ou comportamento do indivíduo são usadas como boas comparações. Aqueles que comandam o ataque gritam tipicamente, de forma teatral, e fazem poses para criar a atmosfera adequada, carregada emocionalmente. Espera-se que a militância proporcione o coro: repetindo e embelezando as acusações. Não há nenhuma interrupção. Se você puder provar que algumas das acusações são falsas, novas acusações são rapidamente inventadas. Ou você é acusado de ‘usar argumentos de advogado’ ou de tentar obscurecer a visão geral com picuinhas sobre os ‘detalhes’ (…)”.A Estrada para Jimstown”


A semelhança entre os nossos relatos e os do IG só podem ser explicadas de duas maneiras: ou a direção da SL estudou cuidadosamente as nossas descrições supostamente inventadas de suas técnicas de expurgo e decidiu empregá-las pela primeira vez contra Norden, Stamberg, Socorro e Negrete, ou o tratamento dos camaradas do IG seguiu o padrão dos expurgos anteriores.

O Caso de Bill Logan

Negrete recicla a acusação da SL de que o camarada Bill Logan da TBI é um “psicopata malicioso.” Robertson investiu muito do seu capital político para “provar” que Logan, o líder mais proeminente da iSt fora da seção norte-americana, era não um pervertido comum, mas sim um “sociopata” que sempre foi inadequado para a vida do movimento operário. O caso de Logan foi, aliás, um marco na degeneração da iSt/LCI. O camarada Norden, que era um membro dirigente da SL/EUA naquela época, pode relembrar a comissão que se reuniu na sede central da SL em Nova Iorque, no período de agosto-setembro de 1974, para considerar as queixas de John Ebel, um membro descontente da SL/ANZ (Austrália-Nova Zelândia). As queixas de Ebel tocaram em todas as alegações (incluindo a feita por uma camarada supostamente pressionada a realizar um aborto) que, cinco anos mais tarde, a direção da SL fingiu que tinha acabado de ouvir. Entretanto, a comissão de Ebel em 1974, depois de considerar as evidências, não achou que havia qualquer impropriedade na SL/ANZ. Como os camaradas do IG explicam isso?

Nós nunca negamos que os camaradas da SL/ANZ de fato sofriam abusos organizativos sob o regime de Logan, nós meramente afirmamos que a vida na SL/ANZ não era qualitativamente diferente que na SL/EUA. Isto é provado pelo fato de que nenhum dos dirigentes girados pela SL/EUA ter notado qualquer coisa fundamentalmente diferente na vida da SL/ANZ, e que eles eram todos assimilados dentro do regime, sem dificuldades imprevistas. Lidamos completamente com o caso de Logan em nosso Boletim Trotskista No. 5 (“LCI vs. TBI”).

O Expurgo do IG/LQB: Ataques Preventivos

A explicação política para o expurgo pela LCI dos camaradas do IG e para o rompimento das relações fraternais com a LM/LQB oferecidas por Norden/Stamberg (pág. 68) está fundamentalmente correta:

“Ao aumentar a pressão e perseguir os ‘oponentes internos’ percebidos, e tentar forçar a declaração de uma fração, o SI claramente procurou fazer um ataque preventivo. O resultado foi a criação de uma atmosfera venenosa no partido.”


É também aparente que a ruptura com a LQB foi uma manobra profundamente cínica. Mas isso mostra mais uma vez a contradição fundamental nas explicações do IG: como poderiam os dirigentes de uma organização revolucionária trotskista se tornar, de pronto, expurgadores, provocadores, perseguidores e levantadores de mãos? De onde veio essa camada de “mentirosos e inventores autoconscientes” que “vangloriam-se” de seus crimes? E por que Norden e Stamberg estavam tão seguros de que não havia nenhuma razão para aparecer no seu “julgamento” programado? Numa organização saudável, se esperaria uma reação violenta da parte dos membros de base diante das impropriedades evidentes no procedimento de julgamento do caso de Socorro. Por que não na SL? E por que Norden e Stamberg não esperaram que a base da SL estivesse horrorizada pelas mentiras e calúnias partidariamente motivadas? Por que uma visita de surpresa, à meia-noite, por uma “tropa de elite” exigindo submissão instantânea não seria um choque para pessoas com décadas de experiência na LCI? A razão é que este tipo de coisa vem acontecendo há muito tempo. Essa é a razão pela qual as nossas descrições das técnicas empregadas são tão próximas das do IG.

Está claro, pela declaração de relações fraternais entre a LM e a LCI (a qual nós presumimos que a LQB e o IG ainda sustentam) que nós não só reivindicamos uma herança política comum, como também compartilhamos posições comuns em algumas questões programáticas centrais. Estas incluem a oposição dura à frente popular; a necessidade do partido leninista em agir como o tribuno dos oprimidos; o elo inextricável entre a liberação dos negros e a revolução socialista tanto nos EUA como no Brasil; e mais geralmente, um reconhecimento de que a revolução permanente é o único caminho para a liberação das massas no mundo semicolonial.

Estamos interessados em iniciar discussões sérias entre nós e sua organização, com o propósito de diminuir nossas diferenças, ou pelo menos esclarecer nossas posições em relação um ao outro. Claramente, tais conversas também permitiriam a identificação e a correção dos erros em fatos ou interpretação dos dois lados. Lamentavelmente, há muitas dificuldades objetivas substanciais para mantermos discussões entre nós e a LQB. Em primeiro lugar, há o problema de que não sabemos falar a língua portuguesa, e não sabemos se a LQB sabe inglês ou alemão. Há também o problema da nossa separação geográfica. Acreditamos que nenhum destes problemas seja insuperável. Mas eles serão obstáculos substanciais para um intercâmbio político sério.

As conversas com o IG não são impedidas por qualquer uma das considerações acima, e como supomos que haja uma colaboração política próxima entre os dirigentes do IG e da LQB, talvez faça sentido que as primeiras conversas devam ocorrer entre nós e o IG. Esperamos que vocês considerem cuidadosamente os pontos que nós levantamos e aguardamos a sua resposta o mais breve possível.

Tom Riley
Pela Tendência Bolchevique Internacional

La Revolución Rusa y el movimiento negro estadunidense

La Revolución Rusa y el movimiento negro estadunidense

por James P. Cannon

[El ensayo se ha traducido de International Socialist Review (Revista socialista internacional, verano de 1959). Después fue publicado en inglés como apéndice a “The First Ten Years of American Communism”. Traducción al español impreso en Spartacist # 27, DICIEMBRE DE 1996 ]

Durante todo el período de los primeros diez años del comunismo estadounidense, el partido estaba preocupado por la cuestión negra y gradualmente llegó a una política que era diferente y superior a la del radicalismo estadounidense tradicional. Sin embargo, en mis memorias publicadas concernientes a ese período, la cuestión negra no aparece en ninguna parte como tema de controversia interna entre las fracciones principales. La explicación era que ninguno de los dirigentes estadounidenses planteó alguna nueva idea sobre esta cuestión explosiva por cuenta propia; y ninguna de las fracciones como tal propuso ninguno de los cambios de política, actitud y forma de abordar la cuestión que se habían realizado gradualmente cuando el partido llegó al fin de su primera década.

Las principales discusiones sobre la cuestión negra ocurrieron en Moscú, y la nueva forma de abordar la cuestión fue elaborada allá. Ya en el Segundo Congreso de la Comintern en 1920, “Los negros en América” fue un punto en el orden del día y se realizó una discusión preliminar sobre esta cuestión. Las investigaciones históricas comprobarán decisivamente que la política del PC sobre la cuestión negra recibió su primer impulso de Moscú, y también que todas las siguientes elaboraciones de esta política, hasta incluir la adopción de la consigna de “autodeterminación” en 1928, vinieron de Moscú.

Bajo los constantes empujes y la presión de los rusos en la Comintern, el partido comenzó con el trabajo entre los negros durante sus primeros diez años; pero reclutó a muy pocos negros y su influencia dentro de la comunidad negra no llegó a mucho. De esto sería fácil sacar la conclusión pragmática de que toda la discusión y preocupación sobre la política en esa década, desde Nueva York hasta Moscú, era mucha preocupación sobre nada, y que los resultados de la intervención rusa fueron completamente negativos.

Esta es, quizás, la evaluación convencional en estos días de la Guerra Fría, cuando la aversión a todo lo ruso es el substituto convencional de la opinión considerada. Sin embargo, no es la verdad histórica ni mucho menos. Los primeros diez años del comunismo estadounidense son un período demasiado corto para permitir una evaluación definitiva de los resultados de la nueva forma de abordar la cuestión negra impuesta al partido estadounidense por la Comintern.

La discusión histórica de la política y la acción del Partido Comunista sobre la cuestión negra -y de la influencia rusa en la formación de éstas durante los primeros diez años de la existencia del partido- por exhaustiva y detallada que sea, no puede ser suficiente si la investigación no se proyecta hasta la década siguiente. El joven partido tomó los primeros diez años para lograr un buen comienzo en este terreno hasta ese entonces inexplorado. Los logros espectaculares de la década de los 30 no pueden ser entendidos sin referencia a esta década anterior de cambios y reorientación. Las posteriores acciones vinieran de esto.

* * *

Un análisis serio de todo el proceso complejo tiene que empezar con el reconocimiento de que los comunistas estadounidenses a principios de los años 20, tal como todas las otras organizaciones radicales de ese período y períodos anteriores, no tenían nada con qué empezar en cuanto a la cuestión negra sino una teoría inadecuada, una actitud falsa o indiferente y la adherencia de unos individuos negros con tendencias radicales o revolucionarias.

El movimiento socialista anterior, del cual surgió el Partido Comunista, jamás reconoció ninguna necesidad de un programa especial sobre la cuestión negra. Esta fue considerada pura y sencillamente como un problema económico, una parte de la lucha entre los obreros y los capitalistas; no se podía hacer nada sobre los problemas especiales de la discriminación y la desigualdad antes de la llegada del socialismo.

Los mejores de los socialistas del período anterior fueron representados por Debs, quien era amistoso a todas las razas y completamente libre de prejuicio. Sin embargo, lo limitado del punto de vista del gran agitador sobre esta compleja cuestión fue expresado en su declaración: “Nosotros no tenemos nada especial que ofrecer al negro, y no podemos hacer llamamientos separados a todas las razas. El Partido Socialista es el partido de toda la clase obrera, sea cual sea el color, de toda la clase obrera de todo el mundo” (Ray Ginger, The Bending Cross). Esta fue considerada una posición muy avanzada en ese entonces, pero no planteó el apoyo activo a la reivindicación especial del negro por un poco de igualdad aquí y ahora, o en el futuro previsible, en el camino hacia el socialismo.

Incluso Debs, con su fórmula general que hizo caso omiso del punto principal -la cuestión candente de la constante discriminación contra los negros en todo aspecto- fue muy superior en esta cuestión, tal como en todas las otras, a Víctor Berger, quien fue un racista abierto. He aquí un pronunciamiento sumario de una editorial de Berger en su periódico de Milwaukee, el Social Democratic Herald: “No cabe duda de que los negros y mulatos constituyen una raza inferior.” Este era el “socialismo de Milwaukee” sobre la cuestión negra, como fue expresado por su ignorante e insolente líder-jefe. Un negro perseguido y atacado no podría mezclar eso muy bien con su cerveza, inclusive si tuviera cinco centavos y pudiera encontrar una cantina de blancos donde pudiera tomar un vaso de cerveza, en la parte trasera del bar.

El chauvinismo abierto de Berger jamás fue la posición oficial del partido. Había otros socialistas, tales como William English Walling quien fue un defensor de la igualdad de derechos para los negros y uno de los fundadores de la National Association for the Advancement of Colored People [Asociación Nacional para el Avanzo de las Personas de Color] en 1909. Pero tales individuos fueron una pequeña minoría entre los socialistas y radicales antes de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa.

La insuficiencia de la política socialista tradicional sobre la cuestión negra ha sido ampliamente documentada por los historiadores del movimiento, Ira Kipnis y David Shannon. Shannon resume la actitud general y prevaleciente del Partido Socialista hacia los negros de la siguiente forma:

“No eran importantes en el partido, el partido no hizo ningún esfuerzo especial para atraer a militantes negros, y el partido no estaba generalmente interesado en el esfuerzo de los negros por mejorar su posición dentro de la sociedad capitalista estadounidense, cuando no era en realidad hostil al mismo.” Y más adelante: “El partido mantenía que la única salvación del negro era la misma que la única salvación del blanco: el ‘socialismo’.”

Mientras tanto, no se podía hacer nada sobre la cuestión negra como tal, y mientras menos se dijera sobre esta cuestión, mejor; es decir, se la mantenía escondida bajo la alfombra.

Esta fue la posición tradicional que el joven Partido Comunista heredó del movimiento socialista anterior, del cual había surgido. La política y práctica del movimiento sindical fue aún peor. El IWW [Obreros Industriales del Mundo] no excluyó a nadie de la militancia por su “raza, color, o credo”. Pero los sindicatos predominantes de la AFL [Federación Estadounidense del Trabajo], con sólo unas pocas excepciones, fueron exclusivamente para los blancos de la aristocracia obrera. Estos tampoco tenían nada especial que ofrecer a los negros; de hecho, no tenían absolutamente nada que ofrecerles.

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La diferencia -y fue una diferencia profunda– entre el Partido Comunista de los años 20 y sus antecesores socialistas y radicales fue mostrada por la ruptura de los primeros con esta tradición. Los comunistas estadounidenses de los primeros días, bajo la influencia y presión de los rusos en la Comintern, estaban aprendiendo lenta y dolorosamente a cambiar su actitud; a asimilar la nueva teoría de la cuestión negra como una cuestión especial de gente doblemente explotada y relegada a ser ciudadanos de segunda clase, que requería un programa de demandas especiales como parte del programa general; y a empezar a hacer algo sobre esta cuestión.

La verdadera importancia de este cambio profundo, en todas sus dimensiones, no puede ser medida adecuadamente por los resultados que ocurrieron durante la década de los 20. Hay que considerar a los primeros diez años principalmente como el período preliminar de reconsideración y discusión, y de cambio en la actitud y la política sobre la cuestión negra; como preparación para la actividad futura en este terreno.

Los efectos de este cambio y esta preparación en los años 20, producidos por la intervención rusa, se manifestarían explosivamente en la década posterior. Las maduras condiciones favorables para la agitación y organización radicales entre los negros, producidas por la Gran Depresión, encontraron al Partido Comunista preparado para actuar en este terreno como ninguna otra organización radical en este país había hecho anteriormente.

* * *

Todo de nuevo y progresista sobre la cuestión negra vino de Moscú, después de la Revolución de 1917 -y como resultado de la Revolución- no sólo para los comunistas estadounidenses, quienes respondieron directamente, sino para todos los demás que se interesaban en la cuestión. Por sí mismos, los comunistas estadounidenses nunca inventaron nada nuevo ni diferente de la posición tradicional del radicalismo estadounidense sobre la cuestión negra.

Esta, como muestran las citas ya dadas de las historias de Kipnis y Shannon, fue bastante débil en cuanto a la teoría y aun más débil en la práctica. La fórmula simplista de que la cuestión negra era meramente económica, una parte de la cuestión de capital contra trabajo, jamás inspiró a los negros, quienes sabían que no era cierto, aunque no lo decían abiertamente; ellos tenían que vivir con la discriminación brutal cada hora de cada día.

Esta discriminación no tenía nada de sutil ni disfrazada. Todo el mundo sabía que al negro le tocaba lo peor en todo momento, pero a casi nadie le importaba y casi nadie quería hacer algo para intentar moderarlo o cambiarlo. La mayoría blanca de la sociedad estadounidense, el 90 por ciento de la población, incluyendo su sector obrero, tanto en el norte como en el sur, estaba saturada con el prejuicio contra el negro; y a un grado considerable el movimiento socialista reflejaba este prejuicio, aunque -por deferencia hacia el ideal de la hermandad humana- la actitud socialista fue callada y tomó la forma de evasión. La vieja teoría del radicalismo estadounidense mostró en la práctica ser una fórmula para la falta de acción sobre la cuestión de los negros e -incidentalmente- una cobertura conveniente para los latentes prejuicios raciales de los mismos radicales blancos.

La intervención rusa cambió todo esto, y lo cambió de una manera drástica y benéfica. Aun antes de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, Lenin y los bolcheviques se distinguían de todas las otras tendencias en el movimiento socialista y obrero internacional por su preocupación por los problemas de las naciones y minorías nacionales oprimidas, y su apoyo firme a las luchas por la libertad, la independencia y el derecho a la autodeterminación. Los bolcheviques daban este apoyo a toda la “gente sin igualdad de derechos” de una forma sincera y honesta, pero no había nada “filantrópico” en esta posición. Reconocían también el gran potencial revolucionario en la situación de los pueblos y naciones oprimidos, y los veían como aliados importantes de la clase obrera en la lucha revolucionaria contra el capitalismo.

Después de noviembre de 1917 esta nueva doctrina -con un énfasis especial en los negros- empezó a ser transmitida al movimiento comunista estadounidense respaldada por la autoridad de la Revolución Rusa. Los rusos en la Comintern empezaron a enfrentar a los comunistas estadounidenses con la exigencia brusca e insistente de que se deshicieran de sus propios prejuicios no declarados, que prestaran atención a los problemas y quejas especiales de los negros estadounidenses, que trabajaran entre ellos y que se convirtieran en paladines de su causa dentro de la comunidad blanca.

A los estadounidenses, que habían sido educados en una tradición distinta, les tomó tiempo asimilar la nueva doctrina leninista. Pero los rusos seguían año tras año, apilando los argumentos e incrementando la presión sobre los comunistas estadounidenses hasta que éstos finalmente aprendieron, cambiaron, y empezaron a trabajar en serio. Este cambio en la actitud de los comunistas estadounidenses, que se efectuó gradualmente en los años 20, iba a ejercer una influencia profunda en círculos mucho más amplios durante los años posteriores.

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La ruptura del Partido Comunista con la posición tradicional del radicalismo estadounidense sobre la cuestión negra coincidió con cambios profundos que estaban ocurriendo entre la misma población negra. La migración en gran escala desde las regiones agrícolas del sur hacia los centros industriales del norte se aceleró mucho durante la Primera Guerra Mundial, y continuó en los años posteriores. Esto produjo algunas mejorías en sus condiciones de vida en comparación con lo que habían conocido en el Sur Profundo, pero no fueron suficientes como para compensar el desencanto de encontrarse relegados a los guetos y sometidos todavía a la discriminación por todos lados.

El movimiento negro, tal como era en ese entonces, apoyó patrióticamente a la Primera Guerra Mundial “para hacer el mundo seguro para la democracia”; y 400 mil negros sirvieron en las fuerzas armadas. Regresaron a casa buscando un poquito de democracia para sí mismos como recompensa, pero no encontraron gran cosa en ningún lado. Su nuevo espíritu de autoafirmación fue respondido con cada vez más linchamientos y una serie de disturbios raciales a lo largo del país, tanto en el norte como en el sur.

Todo esto en conjunto -las esperanzas y las decepciones, el nuevo espíritu de autoafirmación y las represalias bestiales- contribuyó al surgimiento de un nuevo movimiento negro en vías de formación. Rompiendo así tajantemente con la tradición de Booker T. Washington de acomodación a una posición de inferioridad en el mundo del hombre blanco, una nueva generación de negros empezó a impulsar su reclamo por la igualdad.

* * *

Lo que el nuevo movimiento emergente de los negros estadounidenses -una minoría de diez por ciento [de la población de Estados Unidos]- más necesitaba, y de lo que carecía casi por completo, era apoyo efectivo dentro de la comunidad blanca en general y dentro del movimiento obrero, su aliado necesario, en particular. El Partido Comunista, defendiendo agresivamente la causa de los negros llamando por una alianza del pueblo negro y el movimiento obrero combativo, entró en la nueva situación como un agente catalizador en el momento preciso.

Fue el Partido Comunista, y ningún otro, el que convirtió a los casos de Herndon y Scottsboro en cuestiones de resonancia nacional y mundial y que puso a las turbas de linchamiento legal de los “Dixiecrats” [políticos racistas del Partido Demócrata en el Sur de los EE.UU.] a la defensiva, por primera vez desde el derrumbe de la Reconstrucción. Los activistas del partido dirigían las luchas y las manifestaciones para conseguir consideración justa para los negros desempleados en las oficinas de socorro, y para colocar nuevamente en sus departamentos vacíos los muebles de los negros echados a la calle por orden de desalojo. Fue el Partido Comunista el que en forma demostrativa presentó a un negro como candidato a vicepresidente en 1932, algo que ningún otro partido radical o socialista jamás había contemplado.

Por medio de tales acciones y agitación, y otras similares, en los años 30, el partido sacudió a todos los círculos más o menos liberales y progresistas de la mayoría blanca, y empezó a efectuar un cambio radical en la actitud sobre la cuestión negra. Al mismo tiempo, el partido se convirtió en un verdadero factor entre los negros, quienes avanzaron además en su condición y confianza en sí mismos; en parte como resultado de la agresiva agitación del Partido Comunista sobre la cuestión.

No se puede descartar estos hechos diciendo: los comunistas actuaron así porque tenían un interés creado. Toda agitación a favor de los derechos de los negros favorece al movimiento negro; y la agitación de los comunistas fue mucho más enérgica y eficaz que cualquier otra en ese entonces.

Estos nuevos acontecimientos parecen contener un sesgo contradictorio, el cual, que yo sepa, jamás ha sido confrontado o explicado. La expansión de la influencia comunista dentro del movimiento negro durante los años 30 ocurrió a pesar del hecho de que una de las nuevas consignas impuestas sobre el partido por la Comintern nunca pareció adecuarse a la situación real. Esta fue la consigna de la “autodeterminación”, sobre la que se hizo el mayor alboroto y se escribieron muchas tesis y resoluciones, siendo inclusive pregonada como la consigna principal. La consigna de la “autodeterminación” encontró poca o ninguna aceptación en la comunidad negra. Después del colapso del movimiento separatista dirigido por Garvey, su tendencia fue principalmente hacia la integración racial con igualdad de derechos.

En la práctica el PC brincó encima de esta contradicción. Cuando el partido adoptó la consigna de la “autodeterminación”, no abandonó su agresiva agitación a favor de la igualdad y los derechos de los negros en todos los frentes. Al contrario, intensificó y extendió esta agitación. Eso era lo que los negros deseaban oír, y es lo que marcó la diferencia. La agitación y acción del PC bajo esta última consigna fue lo que produjo resultados, sin la ayuda -y probablemente a pesar- de la impopular consigna de la “autodeterminación” y todas las tesis escritas para justificarla.

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Durante el “Tercer Período” de ultrarradicalismo, los comunistas convertidos en estalinistas llevaron a cabo su actividad entre los negros con toda la deshonesta demagogia, exageraciones y distorsiones que les son propias y de las cuales son inseparables. Sin embargo, a pesar de esto, el llamado principal en torno a la igualdad de derechos se abrió paso y encontró eco en la comunidad negra. Por primera vez desde la época de los abolicionistas, los negros veían a un grupo agresivo, dinámico y combativo de gente blanca que defendía su causa. Esta vez no fueron unos cuantos filántropos y pálidos liberales, sino los tenaces estalinistas de los años 30, que estaban a la cabeza de un movimiento radical de gran alcance que, generado por la depresión, estaba en ascenso. Había una energía en sus esfuerzos en esos días y ésta fue sentida en muchas esferas de la vida estadounidense.

La respuesta inicial de muchos negros fue favorable; y la reputación del partido como una organización revolucionaria identificada con la Unión Soviética era probablemente más una ayuda que un obstáculo. La capa superior de los negros, buscando respetabilidad, tendía a distanciarse de todo lo radical; pero las bases, los más pobres entre los pobres que no tenían nada que perder, no tenían miedo. El partido reclutó a miles de miembros negros en la década de los 30 y se convirtió, por un tiempo, en una fuerza real dentro de la comunidad negra. La causa principal de esto era su política sobre la cuestión de la igualdad de derechos, su actitud general -la cual habían aprendido de los rusos- y su actividad en torno a la nueva línea.

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En los años 30, la influencia y la acción del Partido Comunista no se restringían a la cuestión de los “derechos civiles” en general. También funcionaban poderosamente por darle nueva forma al movimiento obrero y auxiliar a los obreros negros a conseguir en éste el lugar que anteriormente les había sido negado. Los obreros negros mismos, quienes habían aportado lo suyo en las grandes luchas para crear los nuevos sindicatos, presionaban a favor de sus propias reivindicaciones más agresivamente que en ningún período anterior. Pero necesitaban ayuda, necesitaban aliados.

Los activistas del Partido Comunista empezaron a desempeñar este papel al punto crítico en los días formativos de los nuevos sindicatos. La política y la agitación del Partido Comunista en este período hicieron más, diez veces más, que cualquiera otra fuerza para ayudar a los obreros negros a asumir un nuevo status de, por lo menos, semiciudadanía dentro del nuevo movimiento obrero creado en la década de los 30 bajo la bandera del CIO [Congreso de Organizaciones Industriales].

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Se suele atribuir el progreso del movimiento negro, y el cambio de la opinión pública a favor de sus demandas, a los cambios producidos por la Primera Guerra Mundial. Pero el resultado más importante de la Primera Guerra Mundial, el acontecimiento que cambió todo, incluyendo las perspectivas para los negros estadounidenses, fue la Revolución Rusa. La influencia de Lenin y la Revolución Rusa -aun degradada y distorsionada como lo fue posteriormente por Stalin, y después filtrada a través de las actividades del Partido Comunista en Estados Unidos- contribuyó más que ninguna otra influencia de cualquier fuente al reconocimiento, y la aceptación más o menos general, de la cuestión negra como un problema especial de la sociedad estadounidense; un problema que no puede ser incluido simplemente bajo el encabezado general del conflicto entre capital y trabajo, como hacía el movimiento radical precomunista.

Se añade algo, pero no mucho, al decir que el Partido Socialista, los liberales y los dirigentes sindicales más o menos progresistas aceptaron la nueva definición y otorgaron algún apoyo a las demandas de los negros. Eso es exactamente lo que hicieron; la aceptaron. No tenían ninguna teoría ni política independientes desarrolladas por ellos mismos; ¿de dónde iban a sacarlas? ¿De sus propias cabezas? Difícilmente. Todos iban a la zaga del PC sobre esta cuestión en los años 30.

Los trotskistas y otros grupos radicales disidentes -que también habían aprendido de los rusos- contribuyeron lo que pudieron a la lucha por los derechos de los negros; pero los estalinistas, dominando el movimiento radical, dominaban también los nuevos sucesos en el terreno de la cuestión negra.

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Todo lo nuevo sobre la cuestión negra vino de Moscú, después de que empezó a retumbar a lo largo del mundo la exigencia de la Revolución Rusa por la libertad y la igualdad para todas las minorías nacionales, todos los pueblos sojuzgados y todas las razas, para todos los despreciados y rechazados de la tierra. Este trueno sigue retumbando, más fuerte que nunca, como atestiguan los encabezados diarios de los periódicos.

Los comunistas estadounidenses respondieron primero, y más enfáticamente, a la nueva doctrina que venía de Rusia. Pero el pueblo negro, y sectores significativos de la sociedad blanca estadounidense, respondieron indirectamente, y siguen respondiendo, lo reconozcan o no.

Los actuales líderes oficiales del movimiento por los “derechos civiles” de los negros estadounidenses, bastante sorprendidos ante la creciente combatividad del movimiento y el apoyo que está consiguiendo en la población blanca del país, apenas sospechan cuánto debe el ascendente movimiento a la Revolución Rusa que todos patrióticamente rechazan.

El reverendo Martin Luther King sí señaló, al tiempo de la batalla del boicot de Montgomery, que su movimiento formaba parte de la lucha mundial de los pueblos de color por la independencia y la igualdad. Debería haber agregado que las revoluciones coloniales, que efectivamente son un poderoso aliado del movimiento negro en Estados Unidos, obtuvieron su impulso inicial de la Revolución Rusa, y son estimuladas y fortalecidas día tras día por la continuada existencia de esta revolución en la forma de la Unión Soviética y la nueva China, la cual el imperialismo blanco súbitamente “perdió”.

Indirectamente, pero por ello más convincentemente, los más rabiosos antisoviéticos, entre ellos los políticos liberales y los dirigentes sindicales oficiales, atestiguan esto cuando dicen: el escándalo de Little Rock y cosas parecidas no deberían ocurrir, porque ayudan a la propaganda comunista entre los pueblos coloniales de piel morena. Su temor a la “propaganda comunista”, como el temor de dios en otras personas, los hace virtuosos.

Ahora resulta convencional que los líderes sindicales y los liberales -en el norte- simpaticen con la lucha de los negros por unos cuantos derechos elementales como seres humanos. Es lo que Se Debe Hacer, la seña de la inteligencia civilizada. Hasta los ex radicales convertidos en una especie de “liberales” anticomunistas -una especie muy miserable- son ahora orgullosamente “correctos” en su apoyo formal a los “derechos civiles” y en su oposición a la segregación de los negros y otras formas de discriminación. Pero, ¿cómo llegaron a ser así?

A los liberales actuales jamás se les ocurre preguntarse por qué a sus similares de una generación anterior -salvo algunas notables excepciones individuales- no se les ocurrió esta nueva y más ilustrada actitud hacia los negros antes de que Lenin y la Revolución Rusa pusieran patas arriba a la vieja, bien establecida y complacientemente aceptada doctrina de que las razas debían ser “separadas pero desiguales”. Los liberales y dirigentes sindicales anticomunistas estadounidenses no lo saben, pero algo de la influencia rusa que odian y temen tanto se les ha pegado.

* * *

Por supuesto, como todo el mundo sabe, a la larga los estalinistas estadounidenses estropearon la cuestión negra así como estropearon todas las demás cuestiones. Traicionaron la lucha por los derechos de los negros durante la Segunda Guerra Mundial -en servicio de la política exterior de Stalin- del mismo modo, y por la misma razón fundamental, que traicionaron a los obreros huelguistas estadounidenses y aplaudieron a la fiscalía cuando por primera vez se utilizó la Ley Smith, en el juicio en Minneapolis.

Ahora todo el mundo lo sabe. Al fin se cosechó lo que se había sembrado, y los estalinistas mismos se han visto obligados a confesar públicamente algunas de sus traiciones y acciones vergonzosas. Pero nada, ni el profesado arrepentimiento por crímenes inocultables, ni los alardes sobre virtudes pasadas que otros están poco dispuestos a recordar, parecen servirles de algo. El Partido Comunista, o mejor dicho lo que queda de éste, está tan desprestigiado y despreciado que hoy se le reconoce poco o nada de su trabajo en cuanto a los negros durante esos años anteriores; cuando tuvo consecuencias de largo alcance que, en su mayor parte, fueron progresistas.

No es mi deber ni mi propósito prestarles ayuda. El único objetivo de esta reseña abreviada es aclarar algunos hechos acerca de la primera época del comunismo estadounidense, para el beneficio de estudiantes inquisitivos de una nueva generación que deseen conocer la verdad íntegra, sin temor ni favor, y aprender algo de ella.

La nueva política sobre la cuestión negra, aprendida de los rusos durante los primeros diez años del comunismo estadounidense, dio al Partido Comunista la capacidad de avanzar la causa del pueblo negro en los años 30, y de extender su propia influencia entre los negros en una escala que nunca había sido alcanzada por ningún movimiento radical previo. Estos son hechos históricos; no sólo de la historia del comunismo estadounidense, sino también de la historia de la lucha por la emancipación de los negros.

* * *

Para aquéllos que miran hacia el futuro, estos hechos son importantes, una anticipación de las cosas por venir. Por medio de su actividad combativa durante los años anteriores, los estalinistas dieron un gran ímpetu al nuevo movimiento negro. Posteriormente, su traición a la causa de los negros durante la Segunda Guerra Mundial preparó el camino para los gradualistas proponentes del avance a paso de tortuga que han sido los dirigentes incontestados del movimiento desde ese entonces.

La política del gradualismo, de prometer liberar al negro dentro del marco del sistema social que lo subordina y lo degrada, no está dando resultado. No trata la raíz del problema. Grandes son las aspiraciones del pueblo negro y grandes también las energías y emociones expendidas en su lucha. Pero las conquistas concretas de su lucha hasta la fecha son lastimosamente escasas. Han avanzado unas cuantas pulgadas, pero la meta de la verdadera igualdad se encuentra a millas y millas de distancia.

El derecho a ocupar un asiento vacío en un autobús; la integración simbólica de un puñado de niños negros en unas cuantas escuelas públicas; algunos puestos accesibles para individuos negros en la administración pública y algunas profesiones; derechos de empleo justo en papel, pero no en la práctica; el derecho a la igualdad, formal y legalmente reconocido pero negado en la práctica a cada momento; éste es el estado de cosas en la actualidad, 96 años después de la Proclamación de la Emancipación.

Ha habido un gran cambio en la perspectiva y las demandas del movimiento de los negros desde la época de Booker T. Washington, pero ningún cambio fundamental en su situación real. El crecimiento de esta contradicción está llevando a un nuevo estallido y un nuevo cambio de política y dirigencia. En la próxima etapa de su desarrollo, el movimiento negro estadounidense se verá obligado a orientarse hacia una política más combativa que la del gradualismo y a buscar aliados más confiables que los políticos capitalistas del norte que se encuentran coludidos con los dixiecrats del sur. Los negros, más que nadie en este país, tienen derecho y razón para ser revolucionarios.

Un partido obrero honesto de la nueva generación reconocerá este potencial revolucionario de la lucha negra, y llamará por una alianza combativa del pueblo negro y el movimiento obrero en una lucha revolucionaria común contra este sistema social imperante.

Las reformas y las concesiones, mucho más importantes y significativas que las obtenidas hasta ahora, se derivarán de esta alianza revolucionaria. En cada fase de la lucha se luchará a favor de ellas y se las logrará. Pero el nuevo movimiento no se detendrá con las reformas, ni estará satisfecho con las concesiones. El movimiento del pueblo negro y el movimiento obrero combativo, unificados y coordinados por un partido revolucionario, resolverá la cuestión de los negros de la única manera que puede ser resuelta: mediante una revolución social.

Los primeros esfuerzos del Partido Comunista a este respecto, durante la generación pasada, serán reconocidos y asimilados. Ni siquiera la experiencia de la traición estalinista será desperdiciada. El recuerdo de esta traición será una de las razones por las que los estalinistas no serán los dirigentes la próxima vez.

Los Angeles,

8 de mayo de 1959.

¡Vengar a Letelier!

¡Aplastar el régimen de terror chileno!

¡Vengar a Letelier!

Traducido de Workers Vanguard No. 214, 8 de septiembre de 1978. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 7, junio de 1979.

En el quinto aniversario del sangriento golpe que lo trajo al poder, el régimen de terror del dictador chileno General Augusto Pinochet es cualquier cosa menos estable. La semana pasada decretó nuevamente el estado de sitio, la caución “legal” por la regimentación militar arbitraria que este país enlutado ha sufrido desde aquel fatídico 11 de septiembre en 1973. En los primeros meses de este año el estado de sitio había sido “levantado” (sin haber cambiado en nada las salvajes realidades de la vida bajo los generales), a fin de satisfacer el clamor de Washington por una limpieza de la imagen de la junta militar chilena. Ahora lo han vuelto a poner: basta con la cirugía cosmética de “derechos humanos”.

A raíz de la decisión de la Casa Blanca de proseguir con la investigación del asesinato del ex-diplomático y ministro Orlando Letelier, Pinochet tiene sus días contados. Desde el principio todas las huellas señalaban a la mano negra de la DINA, la policía secreta del tirano, pero al inicio Pinochet era protegido por la complicidad de los propios matones del imperialismo norteamericano. Ahora que Jimmy Carter ha decidido lavarse las manos del carnicero de Santiago, sin embargo, las ratas abandonan la nave naufragante de Pinochet. Aún los generales fascistizantes súbitamente descubren sus convicciones democráticas.

El odiado Pinochet podría muy bien terminar compartiendo la suerte de Rafael Trujillo, el asesino “Benefactor” de Santo Domingo quien fue tirado a los perros cuando ya no le servía más a los Estados Unidos. Pero si es Washington quien aprieta el gatillo, y no un alzamiento popular de las masas chilenas el que derroque al “prócer”, será simplemente reemplazado por otro opresor castrense. Gana la CIA, pierden los obreros.

Los imperialistas ya se felicitan sobre las inculpaciones en agosto de cinco exilados cubanos, tres altos funcionarios de inteligencia militar chilena y un asesino fascista norteamericano por parte de un gran jurado federal. El Washington Post (3 de agosto) elogió al fiscal y al agente del FBI encargados del caso como “símbolos internacionales de la persistencia tenaz de las autoridades estadounidenses por resolver el caso del asesinato de Letelier.” El Economist (26 de agosto) de Londres añadió su aprobación: “con las recientes inculpaciones, nadie podría acusar a Washington de pereza en la prosecución de los asesinos del Sr. Letelier.” Y mientras la prensa burguesa se jactaba, los liberales en el congreso norteamericano denunciaban a los escuadrones de muerte chilenos y amenazaban brevemente con un boicot de armas a la junta militar. Todos olvidaron con gran alivio que los EE.UU. fueron en gran parte responsables por el desate de los verdugos y los torturadores de Pinochet.

Quienes buscan vengar el vil asesinato de Orlando Letelier deben comprender que no pueden acudir a la “justicia” de la “democracia” imperialista. Por “razones de estado”, los verdaderos autores del crimen saldrán impunes, no importa si sus asesinos a sueldo cumplen una condena o no. Ya se hacen negociaciones para que los fascistas y gusanos quienes llevaron a cabo el asesinato reciban sentencias mínimas. Mientras tanto el FBI y la CIA (¡los cuales sabían de antemano que un complot estaba en trámite y no hicieron nada para pararlo!) se hacen pasar como los héroes que atraparon a los culpables.

Santiago/Miami/Langley

Como antiguo ministro del exterior y defensa en el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, y antiguo embajador a los EE.UU., Orlando Letelier fue un prominente enlace entre el movimiento de los exilados chilenos e influyentes liberales imperialistas. Así cuando él y su colega Ronni Moffitt fueron asesinados el 21 de septiembre de 1976 por la explosión de una bomba que destruyó su coche momentos después de pasar frente a la embajada chilena en Washington, todos los hilos llevaban directamente a Pinochet y a la DINA. Sin embargo, durante muchos meses la investigación del asesinato por el Departamento de Justicia estuvo estancada, atascada en una confusión de pistas falsas, dilación y chapucería intencionada, hasta el momento que la administración Carter dio un giro completo en su política hacia las dictaduras latinoamericanas.

Una vez que Washington decidió que en realidad quería encontrar a los asesinos de Letelier, el ritmo “metódico” de la investigación se aceleró súbitamente. El fiscal federal Eugene Propper, hoy representado como un caza asesinos sincero, dejó de atribuir el asesinato a amantes celosos o a la izquierda y de pronto descubrió la participación de exilados cubanos anticastristas. El descubrimiento decisivo fue la identificación y extradición subsiguiente de un ciudadano estadounidense, Michael Vernon Townley, un residente de Chile por mucho tiempo, quien fue el operativo clave de la DINA en el complot contra Letelier (véase “Pinochet’s the One!”, WV No. 202, 21 de abril de 1978).

Townley, un experto en explosivos con mucho que ocultar, cantó como un gallo a fin de hacer un arreglo con la justicia norteamericana. Su testimonio es detallado e irrecusable. La acusación de quince páginas implica como los principales autores del complot al general Juan Manuel Contreras, ex-jefe de la DINA y mano derecha de Pinochet; al jefe de operaciones de la DINA, el teniente coronel Pedro Espinoza; a un operativo de la DINA, el capitán Armando Fernández, quien entró a los Estados Unidos con Townley con pasaportes diplomáticos falsos para preparar el asesinato. El gran jurado acusó además a cinco cubanos contrarrevolucionarios, miembros de una escuadra de gusanos terroristas entrenados por la CIA que opera desde Miami y New Jersey. Entre ellos se encuentran Guillermo e Ignacio Novo, veteranos de la invasión de Playa Girón, quienes han estado bajo la vigilancia del FBI desde que éstos atacaron con bazucas al edificio de la ONU en Nueva York durante la estadía del “Che” Guevara.

La enumeración de los participantes es amplia, la conexión con la junta y hasta con los compinches de Pinochet es explícita, y se detuvieron en Chile a los tres funcionarios nombrados de la DINA. Dicen los liberales para justificarse que sólo hay que dejar que la justicia siga su rumbo. ¡Nada de eso! Los funcionarios de la DINA están solamente bajo “arresto domiciliario”, y es poco probable que sean entregados sin el anterior desposeimiento de Pinochet. Townley, como observó secamente el Washington Post, ha sido tratado como el testigo clave y no como uno acusado de asesinato, aunque admite haber colocado la bomba que hizo añicos a Orlando Letelier y Ronni Moffitt. A Townley solamente se le acusa de “conspiración para matar”, y a cambio de confesarse culpable de éste único cargo el fiscal y el juez le han prometido una sentencia de entre tres y diez años, ¡con una recomendación previa de concederle la libertad provisional después de solo 40 meses!

A este asesino infame’ se le refiere en Washington hoy como el John Dean de Pinochet, o sea el hombre que “sopló contra la DINA”. A duras penas puede hacerse de Dean un modelo de la rectitud moral, pero hasta éste parece limpio en comparación con Townley. Tanto Townley como su mujer jugaron un papel activo en Patria y Libertad, una organización fascista chilena, en la época cuando ésta recibía una ayuda abundante de la CIA para financiar el sabotaje y la “desestabilización” en contra del régimen de Allende. Llegó al conocimiento público por primera vez en 1973, cuando participó en un ataque de bombas que mató a un sereno en la ciudad de Concepción. Además de ofrecer sus servicios a la DINA, Townley prestó ayuda al FBI en localizar a un gusano ex-agente de la CIA al momento de la visita de Henry Kissinger a Santiago en mayo de 1976.

En artículos anteriores (véase “The Long Arm of the DINA”, WV No. 149, 18 de marzo de 1977) documentamos cómo los hermanos Novo habían estado por años bajo la vigilancia del FBI; cómo los agentes siguieron a los asesinos cubanos a su primera reunión con Fernández y Townley en el English Lobster Club de Miami; que incluso el FBI había tropezado con la reunión en un hotel de Santo Domingo donde fueron discutidos por CORO (la organización contrarrevolucionaria cubana encabezada por Orlando Bosch) los planes del asesinato, junto con otros planes para destrozar un avión comercial cubano (resultando en la muerte de 73 personas). Informamos como el FBI retrasó la investigación: por ejemplo repetidas divulgaciones confidenciales de la misma evidencia “nueva” de una conexión Santiago/Miami, cuyos detalles estaban en mimos del Departamento de Justicia solo días después de haber ocurrido el asesinato.

Últimamente se ha corroborado esta evidencia con el testimonio adicional de los periodistas Ernest Volkman y John Cummings en un artículo aparecido en el Penthouse de julio de 1978. También han ayudado en establecer por qué los investigadores “laboriosos, pero innovadores” no han llegado a la conclusión evidente de que la policía secreta de Pinochet estaba detrás del complot. Rehusando a seguir la pista a la DINA, el FBI primero instruyó a sus agentes a investigar a Isabel Letelier y a cualquier otra mujer que hubiera conocido a Orlando Letelier, para determinar si podía existir el “factor de la mujer resentida”. Luego se ordenó que cazaran a los ex-novios de Ronni Moffitt por si acaso era ella el verdadero blanco, siendo el atacante, según esta versión, un antiguo amante enloquecido por los celos que por casualidad era además un experto en explosivos plásticos C-4. Finalmente les ordenaron seguir la teoría de que el asesinato fue la obra de izquierdistas convencidos de que Letelier les había traicionado. ¡No fue sino después de que Gerald Ford salió del poder que el FBI comenzó a investigar si el asesinato con bombas fue un atentado derechista!

Carter quiere una junta militar de “derechos humanos”

Al día siguiente de la publicación de las inculpaciones por el gran jurado, la Cámara de Representantes norteamericana estaba en un tumulto sobre el insolente dictador latinoamericano que tuvo el descaro de ejecutar a su adversario en territorio yanqui. En un grandioso ademán de indignación sobre la violación de los “derechos humanos”, la Cámara votó regañar a Pinochet y embargar un cargamento de materiales bélicos a Chile hasta que los funcionarios de la DINA fueran entregados. Sin embargo, ya para el 3 de agosto los distinguidos congresistas habían cambiado de opinión, bajo presión de la administración Carter que expresó su inquietud de que la “justicia” sería socavada si se interpretaran las acusaciones como una maniobra políticamente inspirada para derribar el régimen de Santiago.

Evidentemente, es justo de eso de lo que se trata. En efecto, fuentes informadas anotan que la investigación recibió un fuerte empujón a fines del año pasado por el interés personal de Rosalynn Carter después de su regreso de un viaje a Latinoamérica, quien estaba enojada sobre las críticas de que solamente se había codeado con dictadores. Durante su primer año en funciones la administración del Partido Demócrata sólo había presionado a sus dictadores aliados para conseguir unas pocas reformas superficiales (cambiando la sigla a la DINA, amnistías fingidas en Chile, farsa de elecciones acá y allá). El encargado del Departamento de Estado para asuntos latinoamericanos, Terrence Todman, alabó al régimen pinochetista por hacer “progresos” en materia de derechos humanos. Pero no se podía esconder la contradicción flagrante entre la existencia de los campos de concentración y la retórica moralista de Carter, sobre todo en la reunión en Washington de déspotas de la OEA para presenciar la firma del nuevo tratado del canal de Panamá en septiembre de 1977.

A principios de este año Washington dio media vuelta en su política latinoamericana. Todman fue enviado a Madrid y reemplazado por un liberal de “derechos humanos”; el anterior apoyo incondicional de Washington al hombre fuerte nicaragüense Somoza fue cancelado, y se le dio la luz verde a la investigación del caso Letelier. Para la primavera de 1978 se corrían los rumores en Washington que los EE.UU. estaban dispuestos a aprobar un golpe interno dentro de la junta militar chilena. La publicación británica bien informada Latin American Political Report (17 de marzo de 1978), señaló:

“Las acusaciones lanzadas la semana pasada por el líder de Patria y Libertad, Pablo Rodríguez, en Qué Pasa [una revista chilena adicta al gobierno], según las cuales los últimos pasos en el caso Letelier eran parte de un complot de la CIA para desestabilizar al gobierno no eran tan paranoicas como parecían: Pero el presidente Augusto Pinochet ha atraído la ira de la administración estadounidense por su propia intransigencia.”

El reajuste de la política de los EE.UU. pronto empezó a poner presión sobre el régimen pinochetista desde el Interior de las FF.AA. chilenas. En marzo, en el curso de una reunión del consejo de los altos mandos del ejército, 13 generales exigieron la renuncia inmediata del presidente (en contra de 17 que querían concederle varios meses más). Otra novedad fue el nombramiento del general Herman Brady como consejero presidencial a cargo de coordinación con las fuerzas armadas. Se identifica a Brady estrechamente con el Pentágono y se le considera, según Latin American Political Report, como “el candidato favorito [para reemplazar a Pinochet]… un sustituto limpio, sin un historial de’ envolvimiento en la represión o la policía secreta”.

Hasta el momento de su despido repentino por Pinochet a mediados de julio, el más destacado entre los posibles sucesores del dictador chileno había sido el comandante de la fuerza aérea, el general Gustavo Leigh, un miembro de la junta que se empeñó en darse credenciales “democráticas” después de romper con sus antiguos compinches en Patria y Libertad. La destitución de Leigh provocó la renuncia en masa de 19 de los 21 generales de la fuerza aérea en solidaridad con su jefe. Mientras esto le sacó una espina del costado a Pinochet (hacía meses que Leigh estaba tirando desde el escondite al jefe de la junta), la ostentosa demostración de solidaridad indicó que en el interior de las FF.AA. chilenas la opinión estaba lejos de ser unánime.

El descontento dentro de la junta (incluyendo al almirante Merino, otro secuaz del Pentágono) está íntimamente ligado a los signos de oposición cada vez más evidentes de los demócratas cristianos (cuyas campañas electorales de 1964 y 1970 fueron financiadas en gran parte por la CIA, como también lo fueron sus actividades subversivas en contra de Allende). Y cuando salieron las revelaciones sobre el caso Letelier a principios de este año, el prestigioso Mercurio, que tiene toda una historia de abundantes subsidios de la CIA, publicó las fotos que resultaron en la identificación de Townley como uno de los agentes de la DINA que viajó a Washington con pasaporte diplomático falso.

¡Por revolución obrera para aplastar a la junta!

No importa quién reciba la señal de asentimiento de Washington, ni los Estados Unidos ni los opositores burgueses de Pinochet en Chile tienen la menor intención de “desencadenar la democracia” en Santiago. Los EE.UU. claramente empujan una opción castrense reformada, una junta militar con rostro de “derechos humanos”, quizás lustrando el adorno del ex-presidente demócrata cristiano Eduardo Frei. En forma parecida, en Argentina el Departamento de Estado trata de fortalecer la mano de Videla −el jefe de la junta militar y el asesino de masas “moderado”− en vez de oponerse al régimen como tal. Y en este intento de sacarle las castañas del fuego al imperialismo norteamericano, pueden contar con la cooperación de casi la totalidad de la izquierda chilena, desde los partidos comunista y socialista (quienes hoy negocian en voz alta con los democristianos) hasta el MIR. Pero si Washington se sale con la suya y no resulta nada más que una recomposición de los generales, serán los trabajadores y los pobres de Chile quienes pagarán la cuenta.

Irónicamente, hace cinco años estos mismos grupos insistían en que el golpe pinochetista fue cien por cien “Made in U.S.A.” En aquel entonces se esforzaban en ocultar su propia complicidad en el apoyo de la coalición burguesa de Allende, buscando alianzas con los democristianos golpistas y fomentando ilusiones en los oficiales “constitucionalistas” tales como Pinochet. Hoy día estos reformistas “realistas” se plegarán tan pronto como la Casa Blanca dé las órdenes, esperando que el Tío Sam “democrático” gane la contienda en beneficio de ellos. Así que para estos seudomarxistas el imperialismo no es nada más que una injuria, o a lo más una política exterior.

¿Y cuál es este faro de “derechos humanos” en las Américas? Es el mismo imperialismo yanqui que proveyó el dinero y las armas para asesinar el general René Schneider en 1970 en espera de provocar un golpe del ejército para impedir la subida de Allende al poder. Es la misma potencia que financió a los fascistas de Patria y Libertad. El mismo régimen que organizó el acaparamiento de víveres, el tráfico en divisas, el “paro” paralizador de los camioneros, y las manifestaciones contrarrevolucionarias “de las ollas” de las amas de casa para desestabilizar al gobierno elegido de la UP y “hacer gritar a la economía chilena”. Es el mismo gendarme reaccionario que colaboró a cada paso con el golpe pinochetista en 1973. Es éste quien les canta las jugadas a los democristianos chilenos y en quien confía hoy día la izquierda reformista.

Mientras el comité selecto del Senado norteamericano encargado de investigar las agencias de espionaje descubrió cantidades de pruebas de la subversión instigada y financiada por los EE.UU. en Chile, todavía, se trata de ocultar el alcance de la intromisión estadounidense. El 10 de agosto el Washington Post informó que, en interés de la “seguridad nacional”, tres de los seis cargos formulados en contra del antiguo director de la ITT Edward Gerrity habían sido retirados. Gerrity fue acusado de perjurio al negar el papel que su compañía desempeñó tratando de sobornar las elecciones chilenas de 1970. En efecto. Los cargos restantes también pueden ser retirados para proteger los secretos gubernamentales: un vocero del Departamento de Justicia anotó que “casos como éste están bajo repaso constante”.

Desde el momento del asesinato de Letelier insistimos en la culpabilidad de la DINA pinochetista. Y es halagüeño que por fin se haya logrado un poco de justicia. Pero advertimos contra toda confianza en el estado imperialista estadounidense, evidentemente involucrado en el asunto:

“¡Exigimos que los asesinos de Orlando Letelier sean detenidos y procesados, pero expresamos nuestra falta absoluta de confianza en la burguesía norteamericana para hacerlo! Denunciamos igualmente la complicidad del gobierno norteamericano en este asesinato odioso: ¿Cómo es posible que los asesinos a sueldo de Pinochet puedan ejecutar con impunidad su nefasta obra sanguinaria en las calles de Washington? La respuesta es patente.

“La clase obrera mundial debe dar un fuerte clamor de protesta en contra del asesinato brutal de Orlando Letelier. ¡Ni un centavo de ayuda a la junta militar! ¡Boicot laboral de todo cargamento con rumbo a, o proveniente de Chile! ¡El asesinato de Orlando Letelier será vengado por la revolución proletaria para aplastar a la ensangrentada dictadura pinochetista!

− “Pinochet Asesino! Orlando Letelier Murdered”, WV No. 126. 24 de septiembre de 1976

Quienes acuden a los imperialistas “democráticos” para derrumbar al régimen pinochetista dieron un grito de alegría cuando el 2 de agosto la Cámara de Representantes estadounidense votó el embargo de armas con destino a Chile. Pero al día siguiente sus gritos se callaron cuando los liberales volubles revocaron la medida, cediendo a las órdenes de Carter. Esto debe servir como lección de la imposibilidad de depender del enemigo de clase para defender a los oprimidos y explotados. En contraste la tendencia espartaquista destaca la acción de los obreros portuarios de San Francisco, quienes en junio de este año señalaron el camino a seguir para la solidaridad proletaria con las masas chilenas al boicotear un cargamento de piezas de bombas a la junta sangrienta (véase “ILWU Stops Bombs to Chile”, WV No. 210, 3 de junio de 1971). Es por medio de acciones auténticamente internacionalistas, tales como ésta, y la construcción de un partido trotskista revolucionario de vanguardia en Chile en una lucha encarnizada con los reformistas estalinistas y socialdemócratas quienes abrieron el paso al desastre del 11 de septiembre, que la clase obrera chilena se levantará de nuevo.

¡Vengar a Orlando Letelier! ¡No una junta militar de “derechos humanos” Made in U.S.A., sino revolución proletaria para aplastar al régimen de terror en Chile!

¡EE.UU. fuera de Panamá ahora!

¡EE.UU. fuera de Panamá ahora!

[Extracto de Workers Vanguard No. 203, 28 de abril de 1978. Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]  

Con el despertar de un apoyo de masas a los grupos de “extrema izquierda” debido a su agitación en contra de los tratados imperialistas, la cuestión de su posición hacia el régimen Torrijos se convierte en un tema clave. En varios artículos la LSR [Liga Socialista Revolucionaria] y sus dirigentes (entre ellos Miguel Antonio Bernal, quien fuera deportado del Panamá y ha estado en el exilio durante los dos últimos años como conocido opositor de izquierda al régimen) han puesto en claro que se niegan a darle apoyo político a Torrijos, aunque quedan en una posición difícil debido a sus simpatías simultáneas por el régimen castrista que alaba al dictador panameño por “antiimperialista”. Sin embargo, el ala del S. U. agrupada alrededor de Nahuel Moreno del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) argentino, sostiene que es necesario “apoyar a Torrijos en las negociaciones actuales” (artículo enRevolución Socialista No. 66, 10 de marzo, de 1977 del Bloque Socialista colombiano, reproducido en la Revista de América morenista de mayo de 1977).

El apoyo morenista a Torrijos es de carácter explícitamente político y de largo alcance. En el mismo artículo llaman a “apoyar la política nacionalista de Torrijos”, y declaran que él es “el representante de la lucha por la recuperación del canal”. Esto es respaldado por el siguiente análisis:

“Si bien somos conscientes del carácter burgués del gobierno de Torrijos, debemos tener presente el carácter progresivo de su enfrentamiento al imperialismo ….

“El enemigo fundamental de las masas panameñas es en este momento el imperialismo y no Torrijos.”

He aquí la teoría estalinista de la “revolución por etapas” en su versión más florida. El citado artículo tiene tantas referencias al “enemigo principal” que parecería haber sido escrito por un maoísta.

En un artículo posterior (Revista de América, junio-julio de 1977) los morenistas caracterizan a Torrijos como un “bonapartista sui generis” y añaden que el regimen “enfrenta en forma parcial y limitada al imperialism…. La máxima prueba de ello es que Torrijos es el primer gobernante en toda la historia de Panamá que denuncia el tratado que adjudicaba a perpetuidad al canal y su zona al imperialismo yanqui.” Esta afirmación es particularmente ridícula dado que la cláusula “en perpetuidad” fue eliminada del tratado del canal en I 936-en respuesta a la agitación nacionalista entre las masas panameñas-por no otro que el comandante.en jefe imperialista norteamericano Franklin D. Roosevelt. Aparentemente esto indica que él es un bonapartista verdaderamente sui generis.

Es casi imposible hablar aun de un seudotrotskismo al referirse a esta tendencia, que dice que en “Bolivia bajo Torres, Chile bajo Allende y Perú bajo Ve lasco” era igualmente necesario dar apoyo político “crítico” a los “bonapartistas sui generis” en contra de los imperialistas. La lección de Chile era de que el frente l’0pular de Allende preparó el camino a la victoria de la junta sangrienta al atar a los trabajadores a los sectores “antiimperialistas” de la burguesía. Moreno y Cía. reproducen frente a Torrijos la política del MIR con respecto al la UP de Allende en Chile… 

Arquivo Histórico: Carta Sobre a Iugoslávia

A Seção Britânica e o Secretariado Internacional 
Carta Sobre a Iugoslávia

[A seguinte carta para o Comitê Executivo Internacional da Quarta Internacional foi escrita por Jock Haston, líder do Partido Comunista Revolucionário (RCP), seção britânica da Quarta Internacional, a respeito do desvio centrista desta após ruptura entre os stalinistas iugoslavos e a burocracia soviética. Embora o documento não seja datado, provavelmente foi produzido no verão europeu de 1948. A carta foi importante ao apontar um erro grave da direção da Internacional, que flertou com a possibilidade de ganhar a burocracia iugoslava dirigida por Josip Broz Tito para o trotskismo, um tipo de perspectiva que se tornaria o cerne da organização com a ascensão do revisionismo pablista no Terceiro Congresso Mundial de 1951. Embora não compartilhemos a perspectiva e as posições políticas posteriores dos líderes do RCP, reconhecemos que estes prestaram resistência contra alguns desvios da Quarta Internacional em seus escritos no fim da década de 1940. A tradução para o português foi realizada pelo Reagrupamento Revolucionário em dezembro de 2011.]

Para o CEI [1] 


Caros camaradas,

A disputa entre a Iugoslávia e o Cominform [2] oferece à Quarta Internacional grandes oportunidades para expor aos militantes de base dos stalinistas os métodos burocráticos do stalinismo. É possível sublinhar a forma com a qual as lideranças stalinistas suprimem qualquer forma genuína de discussão sobre o conflito ao distorcer os fatos e esconder as respostas da liderança do PCY [Partido Comunista da Iugoslávia] dos seus membros de base. Ao ressaltar tais aspectos da expulsão iugoslava, nós podemos causar um profundo efeito nos militantes dos partidos comunistas.

No entanto, a nossa aproximação com esse grande evento deve ser principista. Nós não podemos dar crédito, silenciando sobre aspectos da política e do regime do PCY, a nenhuma impressão de que Tito ou os líderes do PCY são trotskistas, ou de que não há grandes obstáculos que os separam do trotskismo. Nossa exposição das formas burocráticas da expulsão do PCY não podem significar que nos tornamos advogados da liderança do PCY, ou que criamos sequer a menor ilusão de que eles não permanecem sendo, apesar da ruptura com Stalin, stalinistas em método e treinamento.

Em nossa opinião, as Cartas Abertas do SI [Secretariado Internacional da Quarta Internacional] para o Congresso do PCY falharam em cumprir essas condições absolutamente essenciais. Elas falharam em pôr direta e claramente o que há de errado, não apenas com o PCUS, mas com o PCY. Toda a aproximação e o tom geral das cartas são tais que criam a ilusão de que a liderança do PCY é composta por comunistas, equivocados no passado, e que descobriram pela primeira vez os males dos métodos burocráticos de Moscou, ao invés de líderes que participaram ativamente e ajudaram a burocracia, ao agir como seus agentes no passado.

As cartas parecem se basear na perspectiva de que os líderes do PCY podem ser ganhos para a Quarta Internacional. Sob a pressão dos eventos, estranhas transformações de indivíduos já aconteceram, mas é excessivamente improvável, para dizer o mínimo, que Tito e outros líderes do PCY possam se tornar novamente bolcheviques-leninistas [3]. Obstáculos tremendos estão no caminho dessa eventualidade: tradições passadas e treinamento no stalinismo, e o fato de que eles próprios descansam sobre um regime burocrático stalinista na Iugoslávia. As cartas falharam em apontar a natureza desses obstáculos, falharam em sublinhar que para os líderes do PCY se tornarem comunistas, seria necessário que eles não apenas rompessem com o stalinismo, mas que repudiassem o seu próprio passado, os seus atuais métodos stalinistas, e reconhecessem abertamente que eles próprios nutrem responsabilidade pela construção da máquina que está agora sendo usada para esmagá-los. Não estamos tratando aqui de comunistas encarando um “terrível dilema”, sentindo uma “enorme responsabilidade” pesando sobre eles, a quem nós oferecemos um modesto conselho: é uma discussão sobre burocratas stalinistas se tornaremcomunistas.

O objetivo de tais Cartas Abertas só poderia ser limitado. Ao colocar na balança uma análise correta e principista do papel da burocracia stalinista e da liderança do PCY, e ao oferecer assistência ao PCY em uma luta comunista estritamente delimitada, as Cartas Abertas poderiam ser uma propaganda útil, ajudando a aproximação com a base que busca uma liderança comunista.

Da forma como estão, entretanto, pelo seu silêncio sobre aspectos fundamentais do regime na Iugoslávia e a política do PCY, as cartas atingem uma marca oportunista.

Não faz parte da nossa experiência que os mais corajosos e mais independentes militantes comunistas “estão hoje estimulados pela sua ação [do PCY]”. A crise do Cominform, ao invés disso, semeou confusão nas colunas do PC e desorientou os seus apoiadores. Isso é para nossa vantagem. Mas embora seja uma tarefa relativamente fácil expor as manobras do Cominform, há verdade suficiente em algumas das suas acusações contra Tito – particularmente no que diz respeito ao regime interno, à Frente Nacional [4] – para causar entre as colunas e bases stalinistas um mal-estar com relação aos líderes do PCY. Isso nos dá uma oportunidade para ganhar esses militantes, não para a causa de Tito, mas para o trotskismo.

Tito está tentando, e irá tentar, seguir um curso independente entre Moscou e Washington, sem alterar a máquina burocrática ou girar para o internacionalismo proletário. Um regime burocrático que tem sua base principalmente no campesinato não pode ter perspectiva independente entre a União Soviética e o imperialismo norte-americano. A ênfase principal das cartas deveria ter sido mostrar a necessidade de um rompimento radical com a política atual do PCY, a introdução da democracia soviética dentro do partido e do país, aliado a uma política de internacionalismo proletário. A posição deve ser colocada diante dos militantes iugoslavos, não como uma escolha entre três alternativas – a burocracia russa, o imperialismo norte-americano e o internacionalismo proletário – mas, primeiro e mais importante, uma escolha entre a democracia proletária dentro do regime e do partido, o internacionalismo proletário, e a presente estrutura burocrática instalada, que deve inevitavelmente capitular diante da burocracia russa ou do imperialismo norte-americano.

As cartas do SI analisam a disputa somente no plano da “interferência” dos líderes do PCUS, como se fosse somente uma questão dessa liderança buscar impor sua vontade sem consideração pelas “tradições, a experiência e as relações” dos militantes. Mas a disputa não é simplesmente a luta de um Partido Comunista por independência dos decretos de Moscou. É uma luta de uma seção do aparato burocrático por tal independência. A posição de Tito representa por um lado, é verdade, a pressão das massas contra os desmandos da burocracia russa, contra a “unidade orgânica” exigida por Moscou, descontentamento com os especialistas russos, pressão do campesinato contra uma coletivização excessivamente rápida. Mas por outro lado, há o desejo dos líderes iugoslavos de manter uma posição burocrática independente e promover as suas próprias aspirações.

Não é suficiente expor os crimes do stalinismo internacionalmente nas portas da liderança do PCUS. Não apenas com relação à Iugoslávia, mas também com relação aos outros países, a Carta Aberta dá a impressão inteiramente falsa de que a liderança russa é a única culpada. Colocar as relações do movimento stalinista internacional da forma como faz a carta do SI – que a liderança do PCUS “forçou Thorez [5] a desarmar os membros do partido francês”, “forçou os comunistas espanhóis a declarar (…) que a tomada das fábricas (…) era ‘uma traição’”, “proíbe completamente as lideranças dos partidos comunistas nos países capitalistas de falar de revolução” – pode criar ilusões de que os líderes dos partidos stalinistas nacionais poderiam ser bons revolucionários simplesmente se Moscou os deixasse em paz. É verdade que a degeneração dos PCs fluiu basicamente da degeneração da União Soviética. Mas a doença do movimento stalinista também é responsabilidade da corrupção completa das lideranças nacionais que estão ligadas à máquina burocrática. Esses líderes participam ativamente na preparação dos crimes. Então também para Tito, não foi uma questão de ter sido “forçado” a levar adiante os desejos de Moscou no passado.

É inadmissível vacilar sobre a natureza do PCY e a sua identidade, nos pontos fundamentais, com a dos outros partidos stalinistas. Tal vacilação só pode desorientar os trabalhadores stalinistas de base. No entanto, toda tentativa possível é feita pelo SI para estreitar o abismo que separa a política do PCY do bolchevismo-leninismo. Que outra conclusão pode ser tirada de declarações tais como esta a seguir:

(…) o Cominform acusa vocês de compreenderem errado o ‘internacionalismo proletário’ e de seguir uma política nacionalista. Isso é dito pela mesma liderança russa cuja propaganda chauvinista durante a guerra (…) é largamente responsável pela ausência de uma revolução na Alemanha enquanto que [ênfase do RCP] na Iugoslávia, o movimento partidário foi capaz de ganhar para as suas colunas milhares de soldados proletários dos exércitos de ocupação. Isso é dito por Togliatti [6], que não hesitou em se lançar, junto com os verdadeiros fascistas do Movimento Sociale el Italia (MSI) em uma campanha chauvinista pelo retorno das velhas colônias à sua terra natal imperialista. Isso é dito por Thorez, cuja histeria nacionalista na questão da reparação da França imperialista delicia os herdeiros burgueses de Poincaré [7].”

É verdade que os stalinistas iugoslavos resolveram, com algum sucesso, o problema nacional no seu próprio país. Foi o programa deles com relação a essa questão que lhes permitiu ganhar membros dos exércitos de ocupação das próprias nacionalidades. Mas os camaradas devem ficar cientes de que a propaganda do PCY em direção à Alemanha era do mesmo caráter chauvinista que a dos russos e outros partidos stalinistas. A carta do SI lida com a necessidade do internacionalismo proletário abstratamente, sem levantar a questão concreta da política do PCY hoje, nem no passado. Era certamente necessário apontar concretamente o que esse internacionalismo proletário significa ao lidar com a política passada e presente do PCY, que não tem sido um milímetro menos chauvinista do que a dos outros partidos stalinistas. O SI menciona o chauvinismo de Togliatti, a histeria nacionalista de Thorez, e deixa a impressão de uma comparação favorável entre a política dos outros partidos stalinistas e aquela do PCY. Nós não podemos silenciar sobre a campanha chauvinista do PCY em Trieste [8], a sua atitude sobre as reparações de guerra, o seu apoio acrítico à demanda da burocracia russa de reparações a serem cobradas do povo alemão. É necessário levantar estas questões de forma que fique claro precisamente qual é o abismo entre uma política nacionalista e uma política internacionalista, e precisamente contra o que é que os militantes iugoslavos devem lutar.

Mas há outro aspecto das cartas do SI que não pode passar pelo IEC sem que esse adote uma atitude e expresse uma opinião.

A maioria do Congresso Mundial adotou uma posição de que os países da zona intermediária [9], incluindo a Iugoslávia, eram países capitalistas. Ela rejeitou a resolução do RCP de que essas economias estavam sendo alinhadas com a da União Soviética e não poderiam ser caracterizadas como capitalistas. A emenda do partido britânico à seção “A URSS e o Stalinismo” foi derrotada. Mas é evidente, a partir dessas cartas, que o SI foi forçado pelos eventos a proceder de acordo com o ponto de vista do partido britânico, de que as relações produtivas e políticas na Iugoslávia são basicamente idênticas àquelas da União Soviética. 

Se, de fato, existe na Iugoslávia um Estado capitalista, então as cartas do SI só podem ser caracterizadas como completamente oportunistas. Isso porque o SI não coloca as tarefas para a Iugoslávia que deveriam ser levantadas caso lá as relações burguesas existissem como forma dominante. As cartas são baseadas sobre conclusões que só podem fluir da premissa de que aconteceu a derrubada básica do capitalismo e do latifúndio.

A segunda carta aberta apresenta inúmeras condições necessárias para que a Iugoslávia siga um progresso verdadeiramente revolucionário e comunista. No entanto, em lugar nenhum chama pela destruição das relações burguesas na economia e pela derrubada do regime e do sistema burgueses. As tarefas definidas na carta são:

Os comitês da Frente (…) devem ser órgãos de democracia soviética (…).”
Revisar a presente constituição [baseada na da União Soviética]
Admitir em princípio o direito dos trabalhadores de organizarem outros partidos da classe trabalhadora, com a condição de que estes se posicionem dentro dos limites da legalidade soviética.”
Buscar a participação mais ampla das massas na esfera do planejamento (…).”
Estabelecer a plena soberania dos comitês de fábrica (…) para estabelecer um verdadeiro controle operário da produção.”

E por aí vai. Em nenhum lugar o SI julgou necessário chamar os trabalhadores iugoslavos a derrubar o capitalismo. Tivesse o SI que se basear no documento do Congresso Mundial, essa teria sido a demanda principista essencial. Os camaradas vão se lembrar que o documento do Congresso dá como sua primeira razão para o porquê declarar que “a natureza capitalista da zona intermediária é aparente” que “Em nenhum lugar a burguesia como tal foi destruída ou expropriada”. Por que nenhuma menção a isso nas Cartas Abertas? De todas as sete condições dadas no documento do Congresso que tornariam “aparente” a natureza capitalista da Iugoslávia e dos outros países intermediários, a carta do SI menciona apenas um – a nacionalização da terra. Mas até aqui, a questão da falha em nacionalizar a terra é levantada não do ponto de vista de provar a natureza capitalista da Iugoslávia. Ela é levantada para apontar, corretamente, que a nacionalização da terra é necessária para combater a concentração de renda e de terra nas mãos dos kulaks [grandes camponeses]. A questão é levantada no contexto geral da carta, como uma ajuda ao desenvolvimento socialista da agricultura em um país onde o capitalismo e o latifúndio foram derrubados, mas o perigo de nova exploração ainda está presente no campo.

Não só as tarefas principais colocadas pela Carta Aberta são idênticas àquelas que devem ser realizadas para depurar um Estado similar em relações políticas e produtivas à União Soviética, mas nós devemos adicionar que a impressão dada é de que essas relações são um bocado mais saudáveis do que na Rússia.

Os artigos que apareceram na nossa imprensa internacional revelaram uma coisa: as teses adotadas pelo Congresso Mundial falharam em prover um guia claro aos problemas que surgiram do racha entre o Cominform e a Iugoslávia e as tarefas dos revolucionários em relação ao regime e sua base econômica.

Nós apelamos para que o CEI rejeite a orientação da Carta Aberta, e para que corrija e repare o dano que foi feito, reabrindo a discussão sobre os países da zona intermediária, e coloque a nossa posição de acordo com os desenvolvimentos políticos e econômicos desses países.

Com saudações fraternais,
J. Haston
Em nome do Comitê Central do RCP 

Notas da Tradução 

[1] Comitê Executivo Internacional da Quarta Internacional, encarregado de avaliar a atuação do Secretariado Internacional, eleito entre os membros do primeiro. Era a instituição maior da Quarta Internacional entre os períodos do Congresso Mundial.

[2] Cominform, ou Escritório Comunista de Informação, foi a organização dirigida pela burocracia soviética que coordenou escassamente os partidos stalinistas entre os anos de 1947 e 1956, após a dissolução da Internacional Comunista (Comintern) em 1943. Em 1948, diante das divergências políticas entre as burocracias iugoslava e soviética, o partido iugoslavo foi expulso da organização.

[3] Diz respeito ao fato de que Josip Broz Tito, assim como outros líderes do PCY, participaram ativamente da revolução russa e dos primeiros e revolucionários anos da Internacional Comunista, para depois se degenerarem ao adotarem os métodos e o programa do stalinismo.

[4] Frente de Libertação Nacional, organização guerrilheira dominada pelos stalinistas que derrotou os nazistas no território iugoslavo antes da chegada do exército soviético. Continuou a existir após a instauração do regime titoísta como uma organização paraestatal dominada pelo PCY.

[5] Maurice Thorez, líder stalinista do Partido Comunista Francês. Foi presidente do PCF entre 1930 e 1964, ano da sua morte.

[6] Palmiro Togliatti, líder stalinista do Partido Comunista Italiano de 1927 até o ano da sua morte em 1964.

[7] Raymond Poincaré, presidente da França (1913-20) durante a Primeira Guerra Mundial. Conhecido pelo seu nacionalismo ufanista e pelo revanchismo contra a Alemanha no entre guerras.

[8] Cidade na fronteira entre a Iugoslávia e a Itália que foi ocupada pelo exército de Tito após a derrota dos nazistas. Em seguida à sua dominação, o exército titoísta esmagou a resistência nativa de Trieste, organizada no Comitê de Libertação Nacional. Durante os quarenta dias em que ocuparam a cidade (“os quarenta dias de Trieste”), os titoístas realizaram inúmeras execuções sumárias, não apenas de nazistas, mas de quaisquer opositores políticos, inclusive os trabalhadores de esquerda do Comitê de Libertação. 

[9] Região da Europa Oriental dos países ocupados pela União Soviética durante a Segunda Guerra Mundial e compreendidos entre esta e os países imperialistas da Europa Ocidental. O termo reflete o período de incerteza a respeito da natureza desses países, antes que se tornasse definitiva para a Quarta Internacional a sua classificação como Estados operários deformados.

Arquivo Histórico: Contra a Teoria do Capitalismo de Estado

Resposta ao Camarada Cliff
Contra a Teoria do Capitalismo de Estado
Este documento foi escrito em 1949 por Ted Grant como parte da disputa interna no Partido Comunista Revolucionário (RCP), seção britânica da Quarta Internacional, sobre a caracterização da URSS e dos Estados do Leste Europeu. Embora discordemos do rumo tomado por Grant e outros membros da liderança do RCP posteriormente, reconhecemos nos seus escritos do fim da década de 1940 muitos pontos positivos contra as diversas adaptações da liderança da Quarta Internacional e também da corrente de Toni Cliff, hoje Tendência Socialista Internacional [IST], reivindicada no Brasil pela Revolutas. Esta versão foi copiada daquela disponível no tedgrant.org

O documento do camarada Cliff intitulado A Natureza da Rússia Estalinista à primeira vista dá a impressão de uma análise erudita e científica. Contudo, um exame mais cuidadoso demonstrará que nenhum de seus capítulos contém uma tese elaborada. O método que utiliza é o de realizar uma série de paralelismos baseados em citações e sua debilidade básica se revela no fato de que a análise não respalda as conclusões. A partir de suas teses não é possível concluir se a Rússia estalinista permanece como um sistema progressista (a despeito de suas deformações), ou se, pelo contrário, como afirma Cliff, desempenha o mesmo papel reacionário do capitalismo ou do fascismo. A debilidade é ainda mais visível pelo fato de que delas não emerge nenhuma conclusão prática. O partido revolucionário deve defender a Rússia ou ser derrotista? Em vez de a resposta estar enraizada na análise e fluir dela, tem de imposta a posteriori. 

A despeito do fato de que o camarada Cliff afirme que a burocracia estalinista é uma nova classe, em nenhum lugar de seu documento é feita uma análise real ou se apresentam evidências de porque e como a burocracia se converte em classe capitalista.
E isto não é acidental; flui de seu método. Partindo da idéia pré-concebida da existência do capitalismo de Estado, tudo o mais se ajusta artificialmente a essa concepção. Em vez de aplicar o método teórico utilizado pelos clássicos do marxismo para analisar a sociedade russa em seu processo de movimento e desenvolvimento, ele realiza seu trabalho recolhendo citações e tentando comprimi-las dentro de uma teoria.
Em nenhuma parte do seu documento Cliff utiliza o principal critério para os marxistas quando se trata de analisar um sistema social: a nova formação social conduz ao desenvolvimento das forças produtivas? A teoria marxista baseia-se no desenvolvimento material das forças produtivas como a força motriz do progresso histórico. A transição de um sistema a outro não se decide subjetivamente, mas se enraíza nas necessidades da própria produção. É sobre esta base, e somente sobre esta base, que a superestrutura é erigida: o estado, a ideologia, a arte, a ciência… É verdade que a superestrutura tem um importante efeito secundário sobre a produção e, inclusive dentro de certos limites, como explicou Engels, desenvolve seu próprio movimento independente. Mas, em última análise, o desenvolvimento da produção é decisivo.
Marx explicou que a justificação histórica do capitalismo – apesar dos horrores da revolução industrial, da escravidão dos negros africanos, do trabalho infantil nas fábricas, das guerras de conquista através do planeta – se baseava no fato de que era uma etapa necessária ao desenvolvimento das forças produtivas. Marx demonstrou que, sem a escravidão – não apenas a antiga escravidão, mas também a escravidão na primeira época de desenvolvimento do capitalismo –, o desenvolvimento moderno da produção teria sido impossível. Sem estas condições nunca poderiam ter sido preparadas as bases materiais para o comunismo. Marx escreveu:
A escravidão direta é o pilar da indústria burguesa da mesma maneira que o são a maquinaria, os créditos etc. Sem a escravidão, não haveria algodão; sem algodão, não haveria indústria moderna. É a escravidão que deu as colônias o seu valor; são as colônias que criaram o comércio universal e é o comércio universal que é a condição necessária à indústria em grande escala. Deste modo, a escravidão é uma categoria econômica da maior importância.
Sem a escravidão, a América do Norte, o país de mais rápido progresso, seria transformado num país patriarcal. Elimine-se a América do Norte do mapa do mundo, e ter-se-ia a anarquia, a completa decadência do comércio e da civilização moderna” [1]
Naturalmente, a atitude de Marx para com os horrores da escravidão e da revolução industrial é bem conhecida. Seria uma grosseira distorção da posição de Marx argumentar que, porque ele escreveu o parágrafo anteriormente mencionado, por essa razão ele era favorável à escravidão e ao trabalho infantil. Da mesma maneira, tampouco se pode argumentar contra os marxistas que, devido ao seu apoio à propriedade estatal na URSS, estariam automaticamente justificando os campos de concentração e outros crimes do regime de Stalin.
O apoio de Marx a Bismarck [2] na guerra franco-prussiana foi ditado por considerações similares. A despeito da política de “sangue e ferro” de Bismarck e da natureza reacionária de seu regime, Marx deu apoio crítico à guerra da Prússia contra a França, porque a unificação nacional da Alemanha facilitaria o desenvolvimento das forças produtivas. O critério básico era o desenvolvimento das forças produtivas. No longo prazo, tudo o mais deriva disto.
Qualquer análise da sociedade russa deve partir destas bases. Uma vez que Cliff admite que, enquanto está em decadência em escala mundial, o capitalismo ainda preserva um papel progressista na Rússia com relação ao desenvolvimento das forças produtivas, então, logicamente, teria de dizer que o capitalismo de Estado é a próxima etapa da sociedade ou, pelo menos, dos países atrasados. Contraditoriamente, ele afirma que a burguesia russa não foi capaz de levar até o fim o papel que foi cumprido pela burguesia no Ocidente e, em conseqüência disso, tornou inevitável a revolução proletária.
Se tivéssemos capitalismo de Estado na Rússia (precedido por uma revolução proletária), então é claro que a crise do capitalismo, sobre a qual baseamos nossas análises nas décadas passadas, não era insolúvel, mas simplesmente as dores de parto de uma nova e mais alta etapa do capitalismo. A citação que nos dá de Marx o próprio Cliff – que nenhuma sociedade desaparece do cenário até que todas as possibilidades que lhe são inerentes para desenvolver as forças produtivas não se tenham exaurido – indicaria que, se seu argumento está correto, uma nova época, a época do capitalismo de Estado, abre-se diante de nós. A idéia de Lênin de que o imperialismo é a fase superior do capitalismo seria, portanto, falsa. Haveria que se revisar por completo o marxismo e as bases teóricas do movimento leninista-trotskista.
Cliff afirma, sem fundamentar, que, se defendemos a teoria da degeneração da revolução russa, deveríamos abandonar a teoria da revolução permanente. É precisamente o contrário: se aceitarmos a teoria do capitalismo de Estado, então deveríamos renunciar à teoria da revolução permanente, porque esta se baseia na idéia de que o capitalismo se esgotou em escala mundial e é incapaz de realizar sequer as tarefas da revolução democrático-burguesa nos países atrasados. Na Europa do Leste, seriam os agentes do “capitalismo de Estado” que teriam realizado as tarefas da revolução burguesa, solucionado a questão agrária etc. Obviamente, Cliff dá um rodeio sobre a questão da revolução agrária que, nos países atrasados, como assinala Trotsky, somente o proletariado poderia resolver. Se os partidos “capitalistas de Estado” dos estalinistas podem cumprir esta tarefa, não é somente a teoria da revolução permanente que deve ser lançada pela borda, mas também a viabilidade, num sentido histórico, do novo estado capitalista.
Se for correta a tese do camarada Cliff de que atualmente o capitalismo de Estado existe na Rússia, então é impossível não chegar à conclusão de que o capitalismo de Estado existe desde a Revolução Russa e que a função da própria revolução foi a de introduzir na sociedade este sistema capitalista de Estado. Apesar de seus tortuosos esforços para traçar uma linha que separe as bases econômicas da sociedade russa antes e depois de 1928, as bases econômicas da sociedade russa de fato permaneceram inalteráveis.

 

A Utilização Incorreta das Citações

O camarada Cliff tenta provar que Trotsky estava se aproximando da posição de que a burocracia era uma nova classe dominante. Com este objetivo oferece citações dos livros Stalin e O Pensamento Vivo de Karl Marx.
Cliff escreve:
Um passo claro na direção de uma nova avaliação da burocracia como uma classe dominante encontra expressão no último livro de Trotsky, Stalin, onde escreve: ‘a essência do Termidor foi, e não poderia deixar de ser, social quanto ao caráter. Representou a cristalização de uma nova camada privilegiada, a criação de um novo substrato para a classe economicamente dominante. Havia dois pretendentes a este papel: a pequena burguesia e a própria burocracia. Combateram ombro a ombro [na batalha que levou à vitória] frente à resistência da vanguarda proletária. Quando esta tarefa foi cumprida, uma batalha selvagem irrompeu entre eles. A burocracia se assustou de seu isolamento, de seu divórcio do proletariado. Sozinha não podia esmagar nem ao kulak nem à pequena burguesia que tinha crescido e continuava a crescer sobre as bases da NEP; para lograr isto, tinha de recorrer à ajuda do proletariado. Daí a tentativa de apresentar sua luta contra a pequena burguesia, pelo produto excedente e pelo poder, como uma luta do proletariado contra as tentativas de restauração capitalista’” [3].
E continua:
A burocracia, diz Trotsky, enquanto pretendia lutar contra a restauração capitalista, na realidade usou o proletariado apenas para esmagar os kulaks e para ‘a cristalização de uma nova camada privilegiada, a criação de um novo substrato para a classe economicamente dominante’”.
Um dos pretendentes ao papel de classe economicamente dominante, segundo Cliff, é a burocracia. Insiste muito nesta formulação, associando esta análise da luta entre a burocracia e os kulaks com a definição de Trotsky da luta de classes. E assinala: “A luta de classes não é mais que a luta pela mais-valia. Quem se apropria da mais-valia é o dono da situação – é o dono da riqueza, do estado, tem a chave da Igreja, dos tribunais, das ciências e das artes” [4].
E Cliff conclui:
A luta entre a burocracia e os kulaks foi, segundo a conclusão última de Trotsky, a ‘luta… pelo produto excedente’”.
Para ilustrar a forma pela qual o camarada Cliff elaborou sua idéia, examinaremos estas citações em seu contexto e veremos que a conclusão a que chega é precisamente o oposto do que Trotsky pretende:
O kulak, juntamente com o modesto industrial, trabalhava pela completa restauração do capitalismo. Deste modo se abriu uma luta irreconciliável pelo produto excedente do trabalho nacional. Quem disporá dele em futuro próximo – a nova burguesia ou a burocracia soviética? Esta é a questão que se coloca. Aquele que dispuser do produto excedente tem o poder do Estado a sua disposição. Assim começou a luta entre a pequena burguesia, que havia auxiliado a burocracia a esmagar a resistência das massas operárias e de seu porta-voz, a Oposição de Esquerda, e a própria burocracia termidoriana, que havia ajudado a pequena burguesia a dominar as massas agrárias. Era uma luta direta pelo poder e pela renda.
Evidentemente, a burocracia não derrotou a vanguarda proletária, livrando-se das complicações da revolução internacional e legitimando a filosofia da desigualdade, para logo se render à burguesia, converter-se em seu criado e ser eventualmente afastada, por sua vez, do embornal do Estado” [5].
Cliff faz de Trotsky um insensato ao apresentá-lo se contradizendo a si mesmo através da justaposição de duas citações e aduzindo, daí, que Trotsky estava mudando sua posição sobre o caráter de classe da burocracia. Algumas páginas depois, Trotsky explica sua posição e demonstra o caráter orgânico da decadência do capitalismo em todo o mundo. Somente sobre esta base puderam ser mantidas as forças produtivas nacionalizadas da Rússia.
A tendência geral da economia mundial nos últimos 50 anos tem sido em direção à estatização das forças produtivas. Os próprios capitalistas têm sido compelidos, em parte, a “reconhecer as forças produtivas como forças sociais” (Engels). De fato, este é o ponto fundamental que explica a sobrevivência da Rússia à guerra. A desorientação do movimento [trotskista], expressado no documento de Cliff, deve-se em grande parte ao fracasso na hora de compreender as implicações que acarreta esta tendência. De fato, em seu livro sobre Stalin, Trotsky explica a possibilidade teórica de a burocracia continuar governando durante algumas décadas.
Algumas páginas depois das citações fornecidas por Cliff, Trotsky diz:
A contra-revolução inicia quando começa a retroceder a bobina das conquistas sociais progressistas. E este retrocesso não parece ter fim. Mas sempre se conservam algumas destas conquistas. Deste modo, a despeito das monstruosas distorções burocráticas, a base de classe da URSS continua sendo proletária. Mas recordemos que este processo ainda não terminou e que o futuro da Europa e do mundo, durante os próximos decênios, não foi ainda decidido. O Termidor russo indubitavelmente teria inaugurado uma nova era de domínio burguês, se este domínio não estivesse desacreditado em todo o mundo. Em todo caso, a luta contra a igualdade e o estabelecimento de diferenças sociais muito profundas não conseguiram até agora eliminar a consciência socialista das massas ou a nacionalização dos meios de produção e da terra, que foram as conquistas socialistas básicas da revolução…” [6].
Cremos que isto demonstra, suficientemente, que Cliff utilizou, fora do contexto, uma citação do livro de Trotsky, Stalin. Tanto em sua última obra quanto em suas outras sobre a Rússia, Trotsky manteve uma postura conseqüente quanto a sua caracterização da União Soviética. De nenhum de seus escritos é possível chegar à conclusão de que tenha alguma vez modificado sua posição básica.

 

Podem Lutar entre si Dois Setores da Mesma Classe? Revolução Francesa – Revolução Russa

Para melhor compreender a Revolução Russa é possível fazer uma analogia com a Revolução Francesa, cujos rumos mostram notáveis similaridades, embora, obviamente, tenham bases econômicas diferentes. Como já se sabe, o domínio da burguesia na França foi introduzido pela revolução de 1789. Marx explicou o papel progressista dos revolucionários jacobinos: esta ditadura revolucionária dos sans-culottes foi além do que pretendia o regime burguês, eliminando completamente todas as sobrevivências feudais e conseguindo assim, em meses, o que para a burguesia teria requerido décadas. Depois da ditadura dos jacobinos, seguiu-se a reação termidoriana e a contra-revolução Bonapartista.
Quem quer que compare a contra-revolução bonapartista com a revolução – pelo menos no que se refere a sua superestrutura – encontraria uma grande diferença entre o regime de Lênin e Trotsky na Rússia e o de Stalin nos últimos anos. Para observadores superficiais, pode ser que a diferença entre os dois regimes não seja fundamental. Mas, de fato, quanto à superestrutura, a diferença era manifesta. Napoleão tinha reintroduzido muito dos costumes, condecorações e graus militares do feudalismo; restaurou a Igreja e até mesmo fez-se coroar Imperador. Ainda assim, a despeito desta contra-revolução, está claro que ela nada tinha em comum com o velho regime. Era uma contra-revolução sobre as bases de uma nova forma de propriedade introduzida pela própria revolução. As formas burguesas de propriedade, isto é, as relações sociais de produção burguesa, continuavam formando a base da economia.
Quanto mais estudamos a história da França, podemos observar a rica variedade de governos e formas que adotam os diferentes regimes (superestrutura) que se desenvolveram no transcurso da luta de classes. A restauração da monarquia depois da derrota de Napoleão, as revoluções de 1830 e 1848. Que luta de classes havia? A repartição da renda era diferente, mas, uma vez terminadas todas estas revoluções, a economia continuava sendo burguesa.
A história subseqüente da França viu a ditadura de Luís Bonaparte, a restauração da democracia burguesa e da república e, nos últimos tempos, o regime de Petain. Sob todos estes regimes existiam diferenças na divisão da renda nacional entre as classes e entre as diferentes camadas da própria classe dominante. Ainda assim, chamamos todos estes regimes de burgueses. Por quê? Porque todos descansam sobre determinadas relações de propriedade.
Dado o atraso da União Soviética, que Cliff explica muito bem, e o isolamento da revolução, por que não poderia ocorrer um processo semelhante? Na realidade, ocorreu. Retornemos ao livro de Trotsky, Stalin. O Velho era muito claro. Depois da citação onde Trotsky demonstra que a essência do Termidor não podia ser senão social em seu caráter e que se tratava da luta pelo produto excedente, continua explicando o que isto significava na realidade. Continuemos a partir de onde se deteve Cliff:
Aqui a analogia com o Termidor francês cessa. A nova base social da União Soviética tornou-se intangível. Defender a nacionalização dos meios de produção e da terra é lei de vida ou morte para a burocracia, pois esta é a origem social de sua posição dominante. Esta é a razão de sua luta contra o kulak. A burocracia podia sustentar esta contenda, e resistir até o fim, somente com a ajuda do proletariado. A melhor prova deste fato foi a avalanche de capitulações por parte de representantes da nova Oposição.
A luta contra o kulak, a luta contra a ala de direita, a luta contra o oportunismo – que eram os slogans oficiais daquele período – pareceram aos trabalhadores e a muitos representantes da Oposição de Esquerda como o renascimento da ditadura do proletariado e da revolução socialista. Advertimo-los, então: não se trata apenas do que se faz, mas também de quem o faz. Em condições de democracia soviética, isto é, de democracia operária, a luta contra os kulaks não teria assumido uma forma tão convulsa, apavorada e bestial e poderia ter levado a um crescimento geral do nível econômico e cultural das massas sobre as bases da industrialização. Mas a luta da burocracia contra o kulak era um combate singular [conduzido] sobre as costas dos trabalhadores; e como nenhum dos gladiadores confiava nas massas, como ambos temiam as massas, a luta assumiu um caráter extremamente convulsivo e sanguinário. Graças ao apoio do proletariado, ela terminou com a vitória da burocracia. Mas não acrescentou nada ao peso específico do proletariado dentro da vida política do país” [7].
Quando Trotsky fala de “a criação de um novo substrato para a classe economicamente dominante”, explica claramente que se trata do proletariado, que predomina através da forma de propriedade. Cliff assinala: “Um dos pretendentes ao papel de classe dominante é a burocracia. Deve-se dar grande ênfase a esta formulação…”. Vemos aqui os perigos de um método de trabalho baseado em idéias pré-concebidas e a tentativa de selecionar citações para adaptá-las a estas idéias.
Neste mesmo capítulo, Trotsky mostra as semelhanças e as diferenças com a Revolução Francesa e porque a reação adotou uma forma diferente na França da que adotou na Rússia:
Os privilégios da burocracia tem outra fonte de procedência. A burocracia se apropriou daquela parte da renda nacional que pôde assegurar mediante o exercício da força ou em virtude de sua autoridade, ou por sua direta intervenção nas relações econômicas. Quanto ao produto excedente nacional, a burocracia e a pequena burguesia rapidamente trocaram a aliança pela inimizade. O controle do produto excedente abriu para a burocracia o caminho ao poder” [8].
Para Trotsky a questão está suficientemente clara. A luta pelo produto excedente pode ocorrer não somente entre diferentes classes, mas entre diferentes camadas e diferentes grupos que representam a mesma classe.

 

Funciona a Lei do Valor dentro da Economia Soviética?

A economia marxista explica que a lei do valor determina toda a produção de mercadorias e constitui a sua base. Chega a seu ápice sob o capitalismo, onde a produção de mercadorias é universal. A base desta lei é que o valor das mercadorias é determinado pela quantidade de trabalho socialmente necessário nelas contido. Este valor, por sua vez, se expressa através do intercâmbio de mercadorias. Esta lei regula o sistema capitalista mediante mudanças na oferta e na procura através da concorrência. Inclusive sob um estado operário – que é um regime de transição entre o capitalismo e o socialismo – ainda se produziriam mercadorias e, assim, a lei do valor também continuaria funcionando de forma modificada.
Cliff tentou utilizar esta lei para argumentar que poderia haver crises (auges e recessões) na URSS. Não obstante, todo o seu enfoque da questão da lei do valor era pouco sólido a partir de um ponto de vista marxista. Da forma mais rebuscada e peculiar possível, ele argumentou que a lei do valor não era aplicável à economia soviética, e sim somente as suas relações com o capitalismo mundial. Acreditava que tinha encontrado as bases da lei do valor, não na sociedade russa, mas no entorno capitalista mundial.
Assim que se examinam as relações dentro da economia russa, tem-se o dever de concluir que a fonte da lei do valor, como motor e regulador da produção, não se encontra nela”, diz Cliff. E conclui: “A lei do valor pode assim apresentar-se como o árbitro da estrutura econômica russa tão logo ela se veja na situação concreta de hoje: o mercado mundial anárquico”.
Segundo o marxismo, a lei do valor se manifesta no intercâmbio. E isto é aplicável a todas as formas de sociedade. Por exemplo, a dissolução do comunismo primitivo teve lugar através do intercâmbio e do escambo entre distintas comunidades primitivas. Isto conduziu ao desenvolvimento da propriedade privada. Da mesma forma, na sociedade escravista os produtos dos escravos se converteram em mercadorias, quando eram permutados. Através deste desenvolvimento, já na Antiguidade, a “mercadoria das mercadorias” – o dinheiro – apareceu, embora só tenha alcançado expressão total sob o capitalismo: uma sociedade em que a produção de mercadorias não é a exceção, mas a regra. Assim, inclusive na Antiguidade, existiu a lei do valor, levando à escravização do produtor pelo produto e terminando na destruição da velha sociedade escravista, minada pelas contradições causadas pela economia monetária. Sob o feudalismo, através do intercâmbio, o excedente produzido pelos barões e senhores auto-suficientes em sua “economia natural” convertia-se em mercadorias e, de fato, foi este o ponto de partida do desenvolvimento capitalista através da ascensão do capital mercantil.
Portanto, se a lei do valor se manifestou tão somente no intercâmbio entre a Rússia e o mercado exterior, como assegura Cliff, tudo o que isto significaria é que a mais-valia russa era trocada sobre a base da lei do valor.
Contudo, a participação da União Soviética no mercado mundial, em comparação com sua produção total, é extremamente pequena. Inevitavelmente, Cliff se deu conta da debilidade de sua afirmação fundamental. Assim, numa incrível façanha de acrobacia mental, descobriu que a lei do valor se manifesta não no intercâmbio, mas na concorrência. Inclusive isto não seria tão ruim se tivesse argumentado que se tratava de concorrência no mercado mundial nas linhas capitalistas clássicas. Mas não pôde fazê-lo porque estava em desacordo com os fatos. Portanto, introduziu um novo conceito. Encontrou sua “concorrência” e sua “lei do valor” na produção de armamentos! “Devido a que a concorrência internacional toma principalmente uma forma militar, a lei do valor se expressa em seu oposto, isto é, no esforço para obter valores de uso. (…) Mas, visto que a concorrência com outros países é principalmente militar, o Estado como consumidor está interessado em certos valores de uso, como tanques, aviões e outros”. Esta linha de argumentação tão peculiar, longe de resolver alguma coisa, simplesmente nos faz aterrissar em contradições ainda mais insolúveis.
A pressão do capitalismo mundial obriga a União Soviética a dedicar uma enorme proporção da renda nacional à produção armamentista e à defesa. É aqui que Cliff reivindica ter encontrado sua lei do valor. A lei do valor se manifestaria na competição armamentista entre dois sistemas sociais! Isto somente pode ser descrito como uma concessão à teoria do coletivismo burocrático de Shachtman. Se esta teoria fosse correta, estaríamos ante uma economia inteiramente nova, nunca antes vista na história ou prevista pelo marxismo.
Novamente temos que assinalar os perigos da utilização indiscriminada de citações e amálgamas de idéias para formar uma “tese”. Na realidade, o documento de Cliff é um híbrido das teorias do coletivismo burocrático e do capitalismo de Estado. Se esta seção do documento de Cliff significa algo, é que nos leva diretamente ao caminho do coletivismo burocrático de Shachtman.
Toda esta idéia foi tomada em parte de Hilferding [9], que sustentava persistentemente que na Rússia e na Alemanha nazista a lei do valor não se aplicava e que estas eram formações sociais inteiramente novas. Também está baseada na má interpretação de algumas passagens de Imperialismo e Economia Mundial de Bukharin. Este livro, em que Bukharin, junto com Lênin, brilhantemente profetizou uma forma de ditadura que mais tarde se materializou no fascismo, trata do “capitalismo de Estado” – a união orgânica dos trustes com o capital financeiro. Este conceito nada tinha a ver com a propriedade estatal dos meios de produção, e sim com a fusão do capital financeiro com o Estado. De fato, Bukharin escolheu como um de seus exemplos clássicos de tal capitalismo monopolista de Estado aos… Estados Unidos da América.
O argumento de Cliff sobre o armamento corresponde a uma categoria mística e não econômica. No melhor dos casos, inclusive se o aceitássemos como correto, apenas explicaria porque a Rússia produz armamentos, mas não como ou sobre que bases econômicas os mesmos são produzidos. Inclusive se a URSS fosse um estado operário sadio cercado pelo imperialismo, teria sido absolutamente necessário produzir armamentos e competir na produção e desenvolvimento técnico de armas com os sistemas capitalistas rivais. Mas este argumento sobre armamentos é inteiramente falso. A maior parte da produção na Rússia não é de armamentos, mas de meios de produção. De novo, isto explicaria porque a burocracia está tentando acumular meios de produção em velocidade frenética, mas nada explicaria sobre o sistema de produção em si mesmo. É verdade que em um estado operário sadio a acumulação de armas seria menor por razões sociais (política internacionalista e revolucionária com relação aos operários de outros países), mas de toda forma isto teria que ocorrer devido às pressões a que se veria submetido por parte do imperialismo mundial.
Um ritmo mais rápido ou mais lento no desenvolvimento dos meios de produção não nos revela necessariamente o método pelo qual são produzidos. Cliff diz que a burocracia está desenvolvendo os meios de produção sob a pressão do imperialismo mundial. Bom. Mas isto nos diz o porquê do ritmo acelerado. Inclusive a partir do ponto de vista da economia política burguesa, o argumento de Cliff é uma pura evasão. Simplesmente deu por suposto o que tinha de demonstrar.
Não gratuitamente Trotsky assinalou em A Revolução Traída que toda a preocupação da burocracia estalinista e todo o conteúdo progressista de sua atividade consistiam no aumento da produtividade do trabalho e na defesa do país. Vimos que, se a lei do valor somente se aplica devido à existência do capitalismo na economia mundial, então somente seria aplicável para aqueles produtos trocados no mercado mundial. Mas Cliff sustenta duas teses contraditórias em relação à economia soviética. Por um lado, diz:
Isto não significa que o sistema de preços na Rússia seja arbitrário, dependente do capricho da burocracia. Aqui também, a base do preço é o custo de produção. Se o preço vai ser utilizado como uma correia de transmissão através da qual a burocracia dirige a produção em seu conjunto, deve acomodar-se a seu objetivo e refletir tanto quanto possível os custos reais, isto é, o trabalho socialmente necessário absorvido nos diferentes produtos…” [10].
Três páginas mais adiante, Cliff descreve o ponto central que tenta demonstrar:
… Ao se examinar as relações dentro da economia russa, tem-se o dever de concluir que a fonte da lei do valor (…) não se encontra nela” [11].
Na primeira citação, Cliff mostra precisamente a maneira como a lei do valor se manifesta internamente na sociedade russa sob o estalinismo. Mesmo que se abstraia do mercado mundial, deixando de lado o efeito recíproco que indubitavelmente tem – quando Cliff diz que “os custos reais, isto é, o trabalho socialmente necessário absorvido nos diferentes produtos devem refletir os preços reais”, está dizendo que a mesma lei se aplica à sociedade russa de igual maneira que numa sociedade capitalista. A diferença é que, enquanto na sociedade capitalista ela se manifesta cegamente mediante as leis do mercado, na economia soviética a atividade consciente desempenha um importante papel.
Com relação a isto, a segunda citação rechaça esmagadoramente o argumento de Cliff de que é capitalismo o que existe na Rússia sob estas dadas condições, porque a lei do valor não opera cegamente, mas é conscientemente aproveitada. Na sociedade capitalista, a lei do valor, como ele diz, manifesta-se através da “autonomia da atividade econômica”, isto é, é o mercado que domina. A primeira citação demonstra claramente que o mercado – e esta é a questão – estava, dentro de limites determinados, controlado conscientemente e, portanto, não é capitalismo, como o entendem os marxistas.
Cliff assinalou anteriormente que a lei do valor não opera na Rússia. Aqui, ele está demonstrando precisamente como opera: não nas linhas do capitalismo clássico, mas de uma sociedade em transição entre o capitalismo e o socialismo. Vemos, portanto, que Cliff pretende que a Rússia estalinista é uma sociedade capitalista e, não obstante, encontra a fonte da lei básica da produção capitalista fora da Rússia. Como explicou Engels:
… se este fundo de produção e reserva existe efetivamente nas mãos da classe capitalista, se efetivamente surgiu através da acumulação de lucros (prescindindo aqui momentaneamente da renda da terra), então consiste necessariamente na acumulação do excedente do produto do trabalho, entregado pela classe trabalhadora à classe capitalista, sobre a soma dos salários pagos pela classe capitalista à classe trabalhadora. Mas, neste caso, o valor não se determina pelo salário, mas pela quantidade de trabalho; a classe trabalhadora entrega, pois, à classe capitalista, no produto do trabalho, uma maior quantidade de valor do que a que recebe como pagamento no salário e, então, o lucro do capital se explica, como todas as demais formas de apropriação do produto do trabalho alheio e não pago, como mero elemento desta mais-valia descoberta por Marx” [12].
Isto indica que onde há trabalho assalariado, onde há acumulação de capital, deve se aplicar a lei do valor, por mais complicada que seja a forma como se manifeste. Mais tarde, contestando a teoria de Dühring que falava de cinco tipos diferentes de valor e dos “custos naturais de produção”, Engels explica que, em O Capital, Marx se ocupa do valor das mercadorias e “em toda a seção de O Capital que trata do valor, não há o menor indício da opinião de Marx com respeito ao grau de aplicação da teoria do valor das mercadorias a outras formas de sociedade, sequer se é aplicável no todo”. Neste sentido, fica claro que na sociedade de transição também “o próprio valor não é mais que a expressão do trabalho socialmente necessário materializado num objeto”.
Aqui apenas é necessário perguntar: o que determina o valor das máquinas, bens de consumo etc., produzidos na União Soviética? É arbitrário? O que determina os cálculos da burocracia? O que mede o preço? O que determina os salários? São pagos salários pela força de trabalho? O que determina o dinheiro? O que determina os lucros das empresas? Existe capital? Está abolida a divisão do trabalho?
Cliff dá duas respostas contraditórias a estas questões. Por um lado, concorda que são sobre a lei do valor que se desenvolvem todos os cálculos e o movimento da sociedade russa. Por outro, afirma que a lei do valor somente funciona como resultado da pressão do mundo externo, se bem que não explique de maneira séria como isto ocorre.

 

O Papel do Dinheiro na Rússia

O que surpreende é que o próprio Cliff assinala que a burocracia não pode determinar arbitrariamente os preços. Tampouco pode determinar arbitrariamente a quantidade de dinheiro em circulação. E isto tem sido assim em toda sociedade onde o dinheiro (lembremos, a mercadoria das mercadorias) tem desempenhado um papel. Engels, tratando deste problema, perguntou oportunamente a Dühring:
Se a espada [não importa quem a empunhe – um burocrata, um capitalista ou um governo] tem este poder mágico que lhe atribui o Sr. Dühring, por que nenhum governo não conseguiu permanentemente infundir ao dinheiro ruim o ‘valor de distribuição’ do dinheiro bom ou aos assignants [papel moeda na França durante a Revolução Francesa] o ‘valor de distribuição’ do ouro?” [13].
Em A Revolução Traída, Trotsky explica este problema de maneira clara, mostrando que as categorias econômicas próprias do capitalismo ainda permanecem na sociedade de transição entre o capitalismo e o socialismo, isto é, durante a ditadura do proletariado. Eis aqui a chave: as leis permanecem, mas são modificadas. Algumas das leis do capitalismo são aplicáveis e outras são anuladas. Por exemplo, como Trotsky explica:
O papel do dinheiro na economia soviética, longe de ter terminado, deve se desenvolver a fundo. A época transitória entre o capitalismo e o socialismo, considerada em seu conjunto, não exige a redução da circulação de mercadorias, e sim, pelo contrário, seu extremo desenvolvimento. Todos os ramos da indústria se transformam e crescem, criam-se novos incessantemente, e todos devem determinar quantitativa e qualitativamente suas recíprocas situações. A liquidação da economia rural de subsistência que produzia para o consumo individual e familiar significa a entrada na circulação monetária de toda a energia de trabalho que se dispersava antes nos limites de uma granja ou das paredes de uma habitação. Pela primeira vez na história, todos os produtos e todos os serviços podem ser trocados uns pelos outros” [14].
Qual é a chave deste enigma? Precisamente o fato de que estamos ante uma sociedade em transição. O estado pode agora regulamentar, mas não arbitrariamente, e sim dentro dos limites da lei do valor. Qualquer tentativa de ultrapassar os limites estritos impostos pelo desenvolvimento das forças produtivas, termina imediatamente na reafirmação da dominação da produção sobre o produtor. É isto o que Stalin teve que descobrir em relação ao preço e ao dinheiro quando a economia russa se viu castigada por uma crise de inflação que destorceu e desbaratou completamente o plano. A lei do valor não foi abolida, e sim modificada. Tal e como Trotsky assinala na obra anteriormente citada:
A nacionalização dos meios de produção e do crédito, a pressão das cooperativas e do Estado sobre o comércio interno, o monopólio do comércio externo, a coletivização da agricultura, a legislação sobre a herança impõem limites estreitos à acumulação pessoal de dinheiro e dificultam a transformação do dinheiro em capital privado (seja ele o capital usurário, comercial ou industrial). Contudo, esta função do dinheiro, unida à exploração, não poderá ser liquidada no início da revolução proletária, e sim será transferida, sob um novo aspecto, ao Estado comerciante, banqueiro e industrial universal. Ao mesmo tempo, as funções mais elementares do dinheiro, medida de valor, meio de circulação e de pagamento, serão conservadas, mas adquirirão um campo de ação mais vasto do que tinham sob o capitalismo” [15].
Há que se colocar o problema desta forma para se ter a resposta adequada. Uma análise econômica séria deve levar-nos à conclusão de que estamos ante uma sociedade em transição, na qual se aplicam algumas leis próprias do socialismo e outras próprias do capitalismo. Afinal, este é o significado de transição. Embora Cliff não o reconheça, na prática o admite, quando diz que a burocracia poderia regulamentar conscientemente (embora dentro de certos limites) a taxa de investimento, as proporções entre os meios de produção e os meios de consumo, o preço dos artigos de consumo etc. Ou seja, está demonstrando que determinadas leis básicas do capitalismo não se aplicam.
Outra questão pertinente é a seguinte: há transformação de dinheiro em capital na URSS? Polemizando contra Stalin, Trotsky responde a isto demonstrando que os investimentos se fazem baseados num plano, mas, contudo, o que se investe é a mais-valia produzida pelos trabalhadores. Trotsky demonstra a falácia básica da idéia de Stalin de que o Estado poderia decidir e regulamentar sem relação à economia. Deveríamos acrescentar que Stalin nunca negou que houvesse produção de mercadorias na Rússia.
A despeito do fato de que há somente um “empregador” na Rússia, apesar disto, o Estado compra a força de trabalho. É verdade que, devido ao pleno emprego que normalmente colocaria o vendedor da mercadoria força de trabalho numa posição forte, o Estado impôs diversas restrições à venda livre de força de trabalho, da mesma forma que, num período de pleno emprego, sob o fascismo (ou inclusive na “democrática” Grã-Bretanha, se fosse o caso), os patrões fazem com que o Estado intervenha para compensar as desvantagens derivadas desta situação na venda da força de trabalho. Mas somente alguém desesperadamente perdido em abstrações poderia sustentar que isto negue a teoria do valor do trabalho.
É verdade que na economia capitalista clássica existia venda livre de força de trabalho. Contudo, já em O Capital de Marx há toda uma seção dedicada à feroz legislação introduzida para manter baixos os salários na Inglaterra, quando a Peste Negra havia reduzido a população a tal ponto que o nascente proletariado encontrava-se em posição favorável para exigir salários mais altos. Significava isto que as leis básicas do marxismo não se aplicavam? Pelo contrário. Nos três tomos de O Capital, Marx estava tratando do capitalismo “puro”, a “norma ideal” que nunca existiu concretamente, e da qual ele extraiu as leis fundamentais. Mas, na prática, a realidade sempre diferirá da norma, de uma forma ou outra.
O fato de que, em casos particulares, pode haver uma distorção deste ou daquele de seus elementos não modificará as leis fundamentais. A Alemanha nazista, apesar das muitas perversões, continuou sendo fundamentalmente um sistema econômico capitalista, porque a economia estava dominada pela produção sobre as bases da propriedade privada e da produção de mercadorias. Basta comparar o trabalho escravo nos campos de concentração de Stalin com o proletariado das cidades russas para se ver a diferença. Um era o escravo baseado no trabalho escravo; o outro, um escravo assalariado. Um vendia sua força de trabalho; o outro era apenas o instrumento do próprio trabalho. Aí se encontra a distinção fundamental.
Não é uma casualidade, em absoluto, que o dinheiro utilizado pelo Estado na Rússia deva, necessariamente, ter as mesmas bases que o dinheiro na sociedade capitalista. Não por casualidade, como explicou Trotsky, o único dinheiro real na Rússia (ou em qualquer economia de transição – inclusive num estado operário ideal) deva estar baseado no ouro. A recente desvalorização do rublo na Rússia foi por si mesma uma evidente confirmação do fato de que a lei da circulação do dinheiro e, portanto, da circulação das mercadorias, mantém sua validade na URSS. E não somente na URSS. Em qualquer economia em transição, as categorias econômicas de dinheiro, valor, mais-valia etc., devem continuar necessariamente como elementos da velha sociedade dentro da nova.
Cliff argumenta que “a fonte mais importante de renda estatal é o imposto sobre o volume das vendas, que é um imposto indireto”. Contudo, o imposto sobre o volume das vendas demonstra, de maneira indireta, que a lei do valor se aplica na Rússia estalinista. Mas não compreende que este imposto deve estar baseado em algo. Não importa quanto o Estado adicione ao preço através da imposição de um imposto; o preço deve estar baseado em algo. Que outra coisa isto pode ser senão o valor do produto, o tempo de trabalho socialmente necessário contido nele? Ou acreditamos que o Estado simplesmente decide tais coisas sobre bases arbitrárias, isto é, por mandato administrativo respaldado pela força? Este é um argumento totalmente infantil e que já foi totalmente demolido nas páginas de Anti-Dühring. Engels ridicularizou o “imposto pela espada” de Dühring, do qual supostamente se extraía a mais-valia, quando escreveu:
… ou, por outro lado, as alegadas sobrecargas de impostos representam uma soma de valor real, a saber, uma soma produzida pela classe trabalhadora e produtora de valor, mas apropriada pela classe dos monopolistas, e então esta soma de valor consiste meramente de trabalho não-pago; neste caso, a despeito do homem com a espada na mão, apesar dos supostos tributos e do suposto valor de distribuição, encontramo-nos novamente com a teoria marxista da mais-valia” [16].
O imposto sobre o volume das vendas na Rússia e outras manipulações da burocracia de forma alguma invalidam a lei do valor. Qual é a essência da lei do valor? Que o valor do produto é determinado pela quantidade média de tempo de trabalho socialmente necessário. Esse deve ser o ponto de partida e, necessariamente, este fato se manifesta através do intercâmbio. Marx dedicou grande parte de seu primeiro volume de O Capital à explicação do desenvolvimento histórico da forma da mercadoria, desde a troca acidental entre selvagens, até chegar à produção de mercadorias por excelência, a produção capitalista.
Mesmo numa economia capitalista clássica a lei do valor não se revela diretamente. Como se sabe, as mercadorias são vendidas acima ou abaixo de seu valor. Apenas acidentalmente uma mercadoria se venderá por seu valor real. No terceiro livro de O Capital Marx explica o preço de produção das mercadorias. Ou seja, que o capitalista só obtém o custo de produção de sua mercadoria mais a taxa média de lucro. Deste modo, a alguns capitalistas se lhes pagará abaixo do valor real e a outros, acima. Devido às diferentes composições orgânicas dos diferentes capitais, a lei do valor só se manifesta desta forma complicada. Isto se realiza, naturalmente, através da concorrência.
O monopólio é apenas um desenvolvimento mais complicado da lei do valor na sociedade capitalista. Devido à posição dominante obtida por alguns monopólios, eles podem impor à força preços acima do valor das mercadorias, mas somente à custa de que outras mercadorias sejam vendidas abaixo de seu valor. Os valores totais produzidos pela sociedade, ainda assim, somariam o mesmo valor. Na medida em que se desenvolve o socialismo, a lei do valor se “desvaneceria”. E Engels, tendo rido às gargalhadas à custa de Dühring, termina assinalando que, sob o socialismo, “as pessoas serão capazes de administrar tudo da forma mais simples sem a intervenção do famoso ‘valor’”.

 

Havia Mais-Valia antes de 1928? A Divisão Arbitrária de Cliff

Com relação a isto, Cliff não é de todo consistente. Shachtman, em sua tentativa de negar que a Rússia é uma sociedade em transição na qual as leis capitalistas continuam a operar ademais das leis da futura sociedade, ao menos tenta argumentar consistentemente. Ele disse que a lei do valor não funciona e, portanto, tampouco o fazem todas as leis que dela emanam; que não é mais-valia o que se produz, senão produto excedente; que não é força de trabalho o que os trabalhadores vendem, visto que são escravos etc., etc. Cliff, contudo, admite que haja produção de mercadorias e que a força de trabalho e a mais-valia permaneçam. Mas, uma vez que estas categorias marxistas são aceitas como válidas para a sociedade russa, então claramente a lei do valor deve operar internamente, a não ser assim, toda a argumentação se converte num disparate.
A contradição, desde que seja uma contradição realmente existente na sociedade e não imposta arbitrariamente, está no próprio conceito da ditadura do proletariado. Ao se considerar este problema em abstrato, comprova-se ser este um fenômeno contraditório: a abolição do capitalismo e, contudo, a continuação das classes. O proletariado não desaparece, situa-se na posição de classe dirigente e acaba com a classe capitalista. Mas, no transcurso deste período, a classe trabalhadora permanece. Portanto, o produto excedente que se produz na sociedade adota a forma de mais-valia, tanto hoje quanto na época de Lênin e Trotsky.
Apenas temos de colocar o problema: O que era a mais-valia produzida quando a Rússia ainda era um estado operário, apesar das deformações burocráticas? Qual foi o processo através do qual o produto excedente antes de 1928 misteriosamente se converteu em mais-valia depois de 1928?
Ainda mais: deixando de lado o período de 1917 a 1923, qual era a situação entre 1923 e 1928 quando a burocracia já estava se consolidando? Então, na economia do país existiam mais elementos capitalistas individuais do que existem hoje. A pressão do capitalismo mundial, de um ponto de vista econômico, era indiscutivelmente maior. Basta fazer a pergunta para se comprovar a arbitrariedade do método utilizado por Cliff.
O abuso de poder e o consumo legal e ilegal de mais-valia por parte da burocracia tiveram lugar, necessariamente, mesmo nas primeiras etapas do controle burocrático. O camarada Cliff construiu um esquema amorfo que não guarda relação com a realidade, com a intenção de separar dois períodos: o período quando a burocracia representava um estado operário degenerado e o momento em que a burocracia se converte em classe capitalista. Qual é a diferença para Cliff? Por mais incrível que possa parecer, para ele a burocracia realmente conseguiu seus rendimentos somente a partir de 1928 e desde este momento começou a consumir mais-valia. Cliff escreve o seguinte:
As estatísticas que temos a nossa disposição mostram, conclusivamente, que a burocracia, embora tivesse uma posição privilegiada no período precedente ao Primeiro Plano Qüinqüenal, sob nenhum conceito se pode dizer que recebesse mais-valia do trabalho dos demais. Pode-se dizer peremptoriamente que, com a introdução dos Planos Qüinqüenais, a renda da burocracia consistia em larga medida de mais-valia” (p. 45).
Esta idéia é uma variação da análise feita não somente por Trotsky, mas por outros marxistas da época com relação ao problema. Em primeiro lugar, mesmo no mais ideal dos estados operários, no período de transição, os técnicos e os burocratas, inevitavelmente, consumirão certa quantidade de mais-valia. Se não fora assim, estaríamos ante a imediata introdução do comunismo, sem quaisquer desigualdades e sem a continuidade da divisão entre trabalho intelectual e manual. Basta referir-nos aqui ao que defendia a Oposição de Esquerda sobre este mesmo problema. No início de 1927, a Oposição de Esquerda chamou a atenção sobre a mais-valia que estava consumindo o aparato burocrático e protestou contra “o aparato administrativo privilegiado e inflado que está devorando uma parte muito considerável da mais-valia” (ver A Revolução Traída).
É evidente que, de 1920 em diante, a burocracia consumia uma grande parte da mais-valia, legítima e ilegitimamente. Como explicou Marx, em qualquer caso, em um estado operário durante o período de transição, a mais-valia será utilizada para desenvolver rapidamente a indústria e preparar assim o caminho para a transição mais rápida possível, em direção à igualdade e, então, para completar o comunismo.
A que fazia referência Lênin quando em 1920 e 1921 destacava o passo atrás que se tinham visto obrigados a dar os bolcheviques ao pagar aos especialistas de acordo com as normas burguesas e ao “velho modo burguês”?

 

A Economia do Período de Transição

O mais significativo entre todas as tendências que tentam revisar a posição de Trotsky sobre a questão russa é que elas sempre se ocupam do problema em abstrato e nunca explicam concretamente as leis de transição da sociedade entre capitalismo e socialismo e como funcionaria esta sociedade. Isto não é acidental. Uma análise concreta do problema os levaria inevitavelmente à conclusão de que as bases fundamentais da economia russa são as mesmas que sob Lênin e que não poderiam ser de outra forma.
O germe do modo de produção capitalista, que começou sob o feudalismo mediante o desenvolvimento da produção de mercadorias, está enraizado na função dos artesãos e mercadores independentes. Quando se chega a certa etapa, as relações capitalistas surgem e coexistem com uma superestrutura feudal. Esta última explode em pedaços, como resultado da revolução, e as possibilidades latentes da produção capitalista têm a oportunidade de frutificar sem o estorvo das restrições feudais.
A essência da revolução (tanto capitalista quanto proletária) consiste no fato de que as velhas relações e as velhas formas não mais correspondem ao novo modo de produção que amadureceu no seio da velha sociedade. Para serem liberadas destas restrições, as forças produtivas têm que ser organizadas sobre uma base diferente. Toda a história humana consiste no desenvolvimento deste antagonismo através de suas diferentes etapas em diferentes sociedades.
As formações sócio-econômicas nunca aparecem numa forma quimicamente pura. Dentro de uma forma de sociedade dada, elementos de antigas formações e relações sociais podem coexistir junto às novas de uma forma mais ou menos tensa e contraditória. Ademais, esta situação pode permanecer durante algum tempo. A revolução burguesa não destrói o feudalismo de um só golpe. Elementos feudais poderosos perduram e, até o dia de hoje, existem vestígios de feudalismo inclusive nos países capitalistas mais altamente desenvolvidos: o campesinato, a aristocracia, a Câmara dos Lordes na Grã-Bretanha, a monarquia etc. Mas também sob o feudalismo existiram contradições similares. Na Idade Média, dentro do marco de produção feudal começaram a se desenvolver nas cidades elementos do capitalismo. Estes elementos capitalistas desempenharam um papel significativo (comércio, usura etc.) e finalmente derrubaram a ordem feudal. Poder-se-iam fazer observações similares quanto à escravidão ou a qualquer outra forma de sociedade. O marxismo analisa formações sociais concretas, com todas as suas características contraditórias e não como formas ideais.
Eis aqui o erro fundamental da teoria do capitalismo de Estado: parte de uma apresentação abstrata do período de transição e não sabe distinguir entre o modo de produção e o modo de apropriação. Em toda sociedade de classe há exploração e mais-valia que é utilizada pela classe exploradora. Mas isto em si mesmo nada nos diz acerca do modo de produção. Por exemplo: o modo de produção sob o capitalismo é social, em contradição com a forma de apropriação individual. Como Engels explicou:
A separação entre os meios de produção concentrados nas mãos dos capitalistas, de um lado, e os produtores reduzidos à propriedade exclusiva de sua força de trabalho, de outro, tornou-se completa. A contradição entre a produção social e a apropriação capitalista manifesta-se no antagonismo entre o proletariado e a burguesia” [17].
A economia de transição que, como Lênin assinalou, pode variar e variará enormemente em diferentes países e em diferentes momentos, e até no mesmo país em diferentes momentos, também se caracteriza pelo modo social de produção, mas com apropriação estatal, e não com apropriação individual como sob o capitalismo. Esta é uma forma que combina características tanto socialistas quanto capitalistas.
Sob o capitalismo, o sistema de produção de mercadorias por excelência, o produto domina completamente o produtor. Isto flui da forma de apropriação e da contradição entre a forma de apropriação e o modo de produção; ambos os fatores emanam da propriedade privada dos meios de produção. Uma vez introduzida a propriedade estatal, qualquer que seja o sistema resultante, ele não mais pode ser capitalista, porque esta contradição básica terá sido resolvida. Assim, desaparece o caráter anárquico da produção social com a supressão da apropriação privada e, com isto, também desaparece a lei do movimento da sociedade capitalista (auges e recessões).
Sob o socialismo, como sob o capitalismo, o sistema de produção será social, mas, diferentemente do capitalismo, também haverá um modo social de distribuição. Pela primeira vez, a produção e a distribuição estarão em harmonia.
Simplesmente assinalar as características capitalistas que indubitavelmente existem na Rússia estalinista (trabalho assalariado, produção de mercadorias e o fato de que a burocracia consome uma grande parte da mais-valia) não é suficiente para esclarecer-nos sobre a natureza do sistema social. Aqui, também, é necessária uma visão global. Somente se pode entender a natureza das relações sociais que existem na União Soviética considerando a sua totalidade. Desde o início da revolução, várias escolas sectárias elaboraram as mais insustentáveis idéias como resultado de sua incapacidade de fazer análise semelhante.
Lênin resumiu o problema da seguinte maneira:
Mas que significa a palavra ‘transição’? Significa, aplicada à economia, que a ordem atual contém elementos, partículas, pedaços, tanto do capitalismo quanto do socialismo? Todos admitirão que seja assim. Mas nem todos que admitem isto se preocupam em examinar a natureza precisa dos elementos que constituem as distintas formas sócio-econômicas que existem na Rússia no presente momento. E isto é o essencial da questão” [18].
Abstrair só uma parte da questão conduz ao erro. O que confunde acerca do fenômeno russo é precisamente o caráter contraditório da economia, agravado ainda mais pelo atraso e isolamento da União Soviética. Isto culminou no regime totalitário estalinista, onde as piores características do capitalismo se evidenciaram – as relações entre os diretores e os trabalhadores, a desigualdade, o trabalho por peça etc. Em lugar de analisar estas contradições, o camarada Cliff, com a finalidade de justificar suas teorias do capitalismo de Estado, tenta encaixá-las no padrão das leis “normais” de produção capitalista.
Ademais, a tendência, sob o capitalismo, em direção à centralização das forças produtivas, ou, mesmo, em direção a medidas de estatização, pode levar a uma conclusão equivocada. Para demonstrar que o “capitalismo de Estado” na Rússia é, em última instância, o mesmo que o capitalismo individual e que é regido através das mesmas leis, Cliff cita em sua obra sobre a Rússia a seguinte passagem de Anti-Dühring:
Quanto mais forças produtivas assume [o Estado], mais ele se torna o órgão coletivo de todos os capitalistas e mais cidadãos explora. Os trabalhadores permanecem assalariados, proletários. As relações capitalistas não são abolidas; mais precisamente, são exacerbadas. Mas neste extremo se produz a transformação. A propriedade estatal das forças produtivas não é a solução do conflito, mas contém dentro de si mesma o meio formal, o mecanismo da solução” [19].
Na realidade, Engels está argumentando precisamente o oposto de Cliff. Reexaminemos as passagens e vejamos porque extraímos conclusões muito diferentes das dele:
Se as crises revelam a incapacidade da burguesia de continuar administrando as modernas forças produtivas, a transformação das grandes organizações da produção e do transporte em sociedades anônimas e em propriedade do Estado mostra que a burguesia não mais é imprescindível para a realização daquela tarefa. Todas as funções sociais dos capitalistas são agora desempenhadas por empregados assalariados. O capitalista não mais tem atividade social salvo a de perceber rendimentos, cortar cupões e jogar na bolsa, onde os diversos capitalistas arrebatam uns aos outros os seus capitais. Se o modo de produção capitalista desalojou, primeiro, aos trabalhadores, agora está fazendo o mesmo com os capitalistas, lançando-os, como antes a muitos trabalhadores, na população supérflua, embora não, pelo momento, no exército industrial de reserva.
Mas nem a transformação em sociedades anônimas nem a transformação em propriedade do Estado suprimem a propriedade do capital sobre as forças produtivas. No caso das sociedades anônimas isto é óbvio. E o Estado moderno, por seu lado, não é mais que a organização com que a sociedade burguesa se provê para sustentar as condições gerais externas do modo capitalista de produção contra ataques dos trabalhadores ou dos capitalistas individuais. O Estado moderno, qualquer que seja a sua forma, é uma máquina essencialmente capitalista; é o Estado dos capitalistas, a organização coletiva ideal de todos os capitalistas. Quanto mais forças produtivas assume [o Estado], mais se torna o órgão coletivo de todos os capitalistas e mais cidadãos explora. Os trabalhadores permanecem assalariados, proletários. As relações capitalistas não são abolidas; mais precisamente são exacerbadas. Mas, neste extremo, se produz a transformação. A propriedade estatal das forças produtivas não é a solução do conflito, mas contém dentro de si mesma o meio formal, o mecanismo da solução” [20].
Não fica a idéia mencionada anteriormente suficientemente clara? Na medida em que as forças produtivas agora se desenvolveram para além do marco das relações capitalistas (ou seja, o germe da contradição agora cresceu até se converter numa enfermidade maligna do sistema social refletindo-se através das crises), os capitalistas são obrigados a “socializar” amplos setores da economia – primeiro, através de sociedades anônimas e, mais tarde, inclusive “estatizando” setores das forças produtivas. A mesma idéia foi expressa claramente por Lênin em seu livro O Imperialismo, Fase Superior do Capitalismo, onde demonstrou que o desenvolvimento dos monopólios e a socialização do trabalho eram de fato elementos do novo sistema social dentro do velho.
A partir do momento em que as forças produtivas alcançaram esta etapa, o capitalismo já tinha realizado sua missão histórica e, devido a isto, a burguesia se tornou cada vez mais supérflua. Os capitalistas, de necessários para o desenvolvimento das forças de produção, agora se converteram em parasitas supérfluos, vivendo de renda. Da mesma maneira e pela mesma razão, os senhores feudais também se tornaram parasitas quando sua missão histórica foi cumprida. Esta é simplesmente uma prova do amadurecimento do capitalismo para a revolução social. Em O Capital, Marx demonstrou que o crédito e as sociedades anônimas já eram o indício de que as forças produtivas tinham ultrapassado os limites da propriedade privada. E Engels demonstra como o desenvolvimento da produção obrigou aos próprios capitalistas a reconhecer que as forças produtivas tinham um caráter social e não individual.
Ainda que numa etapa determinada o Estado capitalista se veja obrigado a tomar posse de um ou outro setor da economia, as forças produtivas não perdem o seu caráter capitalista. Mas a essência do problema é que, onde temos completa estatização, como na URSS, a quantidade se transforma em qualidade, o capitalismo se transforma em seu contrário.
Sob o capitalismo observamos a tendência crescente à concentração de capital; à formação, primeiro, de sociedades anônimas e, mais tarde, de monopólios e multinacionais gigantescas. Num momento determinado, também ocorre a tendência crescente à estatização (nacionalização) de certos setores da economia. Naturalmente, este capitalismo monopolista de Estado, para lhe dar o verdadeiro nome, nada tem a ver com o socialismo. Nele, as indústrias nacionalizadas são somente a criada do setor privado, pois proporcionam aos monopólios privados carvão, gás, eletricidade, transporte de mercadorias e correio baratos, ademais de aceitar todos os gastos de educar os filhos dos trabalhadores, para que lhes proporcionem mão-de-obra qualificada; de cuidar dos anciãos e enfermos, do sistema de canalização de água e outras atividades “não rentáveis”, mas que, não obstante, são essenciais para os capitalistas para que não as paguem.
Como explicar de outra forma a declaração de Engels: “Mas, neste extremo, se produz a transformação. A propriedade estatal das forças produtivas não é a solução do conflito, mas contém dentro de si mesma o meio formal, o mecanismo da solução”?
Se levarmos em consideração de que este parágrafo é a continuação da passagem anteriormente citada na mesma seção onde Engels define o modo de produção capitalista (como produção social e apropriação individual), devemos concluir que Engels se contradiz desafortunadamente se aceitarmos as conclusões de Cliff. Mas, em seu contexto, o que Engels quer dizer está claro. Ele explica que a solução das contradições do capitalismo reside no reconhecimento da natureza social das forças produtivas modernas “desta forma: pondo em consonância o modo de produção, apropriação e intercâmbio com o caráter social dos meios de produção”. Mas ele demonstra que este “reconhecimento” consiste, precisamente, em fazer valer a planificação e organização conscientes, em lugar do jogo cego das forças do mercado sobre as bases da propriedade individual. Isto, contudo, não pode ser feito de golpe. Somente de “maneira gradual” se pode fazer valer o controle social, e a forma transicional para se conseguir isto é a propriedade estatal. Mas a propriedade estatal completa não elimina imediatamente todos os traços do capitalismo, porque, senão, teríamos propriedade social, ou seja, o socialismo poderia ser introduzido imediatamente.
Da mesma forma que existem elementos da nova sociedade no seio da velha, também na sociedade em transição ainda há o velho dentro do novo. A estatização total marca o limite extremo do capital. A relação capitalista se transforma em seu contrário. Os elementos da nova sociedade que estavam crescendo dentro da velha agora se tornam dominantes.
O que causa o conflito dentro do capitalismo é o fato de que suas leis se manifestam cegamente. Mas uma vez que o conjunto da indústria é nacionalizado, pela primeira vez o controle e a planificação podem ser exercidos conscientemente pelos produtores. Contudo, na primeira etapa, o controle e a planificação terão lugar dentro de limites dados. Estes limites estarão determinados pelo nível tecnológico existente. A sociedade não pode passar do reino da necessidade ao reino da liberdade da noite para o dia. Somente sobre as bases de um ilimitado desenvolvimento das forças produtivas, a liberdade, em seu mais pleno sentido, se tornará realidade. Chegar-se-á à etapa em que o domínio das coisas sobre as pessoas e a opressão do homem pelo homem serão substituídos pela administração das coisas por parte de seres humanos conscientes.
Antes que chegue esta etapa, a sociedade deve passar por um período de transição. Mas imediatamente depois da abolição da propriedade privada, o controle e a planificação se convertem numa possibilidade real pela primeira vez. Então, em certo sentido, o reino da necessidade fica para trás e seria possível falar de “liberdade”, mas somente no sentido de que a necessidade foi conscientemente reconhecida. Nesta etapa (o período de transição), Engels assinalou:
Com isso, o caráter social dos meios de produção e dos produtos (…) será utilizado com plena consciência pelos produtores e se transformará de causa de perturbação e afundamento periódicos, na mais poderosa alavanca da própria produção.
As forças que operam na sociedade obram exatamente da mesma forma que as forças que operam na natureza – de forma cega, violenta e destrutiva –, enquanto não as descobrimos nem contamos com elas. Mas quando as descobrimos, quando compreendemos sua atividade, sua tendência, seus efeitos, depende já de nós mesmos submetê-las progressivamente a nossa vontade e alcançar por seu meio os nossos fins. Isto vale muito particularmente para as atuais gigantescas forças produtivas” [21].
Engels, citando Hegel, fez um resumo das relações entre liberdade, necessidade e o período de transição desta forma: “A liberdade é a realização da necessidade. ‘A necessidade é cega somente enquanto não é entendida’” [22].
Marx e Engels apenas aludiram ao caráter contraditório do período de transição, e de forma passageira. Deixaram sua elaboração para as gerações próximas, limitando-se a apontar as leis gerais. Mas eles demonstraram a necessidade da propriedade estatal como o estágio transitório necessário para o desenvolvimento das forças produtivas. Engels explicou a necessidade do Estado durante esta etapa por duas razões:
a) Para tomar medidas contra a antiga classe dirigente;
b) Porque a sociedade em transição não pode garantir imediatamente o necessário para todos.
A lógica das teses de Tony Cliff conduz a que na sociedade de transição não poderia haver vestígios de capitalismo na economia interna. Embora o camarada Cliff possa argumentar veementemente que ele concorda com a necessidade do Estado no período de transição, é evidente que não encontrou as razões econômicas que tornam necessário o Estado nem o caráter da economia durante esta etapa. Antes que se possa introduzir o socialismo deve haver, forçosamente, um tremendo desenvolvimento das forças produtivas, muito além do nível obtido sob o capitalismo.
Como explicou Trotsky, mesmo nos EUA não há ainda produção suficiente para garantir a imediata introdução do socialismo. Portanto, terá que haver um período intermediário no qual as leis capitalistas ainda funcionarão sob forma modificada. Naturalmente, nos EUA, este período seria de curta duração. Mas não seria possível saltar este estágio completamente. Quais são as leis capitalistas que permanecerão? O camarada Cliff não somente não responde a isto, como também cai na armadilha do “coletivismo burocrático” ao não reconhecer que o dinheiro, o trabalho assalariado, a permanência da classe trabalhadora, a mais-valia etc., são todos sobrevivências do velho sistema capitalista que remanesceram inclusive sob o regime de Lênin. É impossível introduzir imediatamente de maneira direta a socialização da produção e da distribuição. Em particular, foi este o caso na Rússia atrasada.
Engels, numa carta a Conrad Schmidt em 1890, deu um exemplo magnífico do enfoque materialista do problema da economia na transição do capitalismo ao comunismo. Ele escreveu:
Também em Volkstribüne houve uma discussão sobre se a divisão dos produtos na futura sociedade se fará de acordo com a quantidade de trabalho ou de outra forma. A questão foi focalizada de um ponto de vista muito ‘materialista’, em oposição a certas frases idealistas sobre a justiça. Mas, por mais estranho que isto pareça, a ninguém ocorreu pensar que o modo de distribuição depende essencialmente da quantidade de produtos a distribuir, e que esta quantidade varia, naturalmente, com o progresso da produção e da organização social e que, portanto, o modo de distribuição tem que mudar também. Contudo, para todos os que participaram na discussão, a ‘sociedade socialista’ não é algo que muda e progride continuamente, e sim algo estável, algo fixo de uma vez para sempre, pelo que também deve ter um modo de distribuição fixo de uma vez para sempre. Razoavelmente, a única coisa que se pode fazer é (1) tratar de descobrir o modo de distribuição que se há de aplicar no início e (2) tratar de estabelecer a tendência geral que haverá de seguir o desenvolvimento ulterior. Mas, sobre isto, não encontro uma só palavra em toda a discussão” [23].
Em Anti-Dühring, Engels assinalou:
A produção diretamente social, da mesma forma que a distribuição imediatamente social, exclui todo intercâmbio de mercadorias, também, portanto, a transformação dos produtos em mercadorias (pelo menos, no interior da comunidade) e, com isto, também sua transformação em valores” [24].
Somente o socialismo pode realizar esta tarefa. No período transicional, a distribuição continua sendo indireta – só gradualmente a sociedade obtém o controle total do produto – e, por esta razão, a produção de mercadorias e o intercâmbio entre os diferentes setores da produção necessariamente deve ter lugar. A lei do valor se aplica e deve se aplicar até que exista acesso direto ao produto pelos produtores. Isto só pode acontecer com a socialização total da produção e da distribuição, em que cada indivíduo recebe aquilo que necessita. Marx se ocupou deste problema da produção capitalista em seu conjunto:
Segundo isto, uma parte do lucro e, portanto, também da mais-valia e, conseqüentemente, também do produto excedente em que se representa (do ponto de vista do valor) apenas o trabalho novamente acrescentado, serve de fundo de seguro (…). É também a única parte da mais-valia e do produto excedente, isto é, do trabalho excedente, que teria de seguir existindo depois da abolição do modo capitalista de produção, além da parte destinada à acumulação, isto é, à ampliação do processo de reprodução (…) e o fato de que todo capital novo que surja do lucro, da renda do solo ou de outras formas de renda, ou seja, do trabalho excedente, conduz à falsa idéia de que todo valor das mercadorias provém da renda” [25].
Neste capítulo, Marx realiza a análise do processo de produção, em suas próprias palavras: “o valor da soma total do fruto do trabalho, [que] está em discussão, em outras palavras, o valor da soma total do capital social”.
Repetindo isto no mesmo capítulo, em resposta a Storch (um economista burguês), declarava:
Em primeiro lugar, é uma falsa abstração considerar uma nação, cujo modo de produção se baseia no valor e que, além disso, está organizada de modo capitalista, como um organismo que trabalha para as necessidades nacionais.
Em segundo lugar, depois da supressão do modo capitalista de produção, mas conservando a produção social, continuará predominando a determinação do valor no sentido de que serão mais essenciais que nunca a regulação do tempo de trabalho e a distribuição do trabalho social entre os diferentes grupos de produção e, finalmente, a contabilidade de tudo isto” [26].
Esta idéia está em sintonia com os comentários dispersos feitos por Marx e Engels em várias ocasiões com relação ao período de transição. Em diferentes fragmentos de sua obra teórica, Engels explica que, sob o capitalismo, as sociedades anônimas e a propriedade estatal são fenômenos que se encontram fora do marco da produção capitalista propriamente dita. Em outros escritos, Marx assinalou que o crédito também estendia a produção capitalista para além de seus limites, inclusive antes da transição a um Estado operário. E, como demonstram as passagens anteriores (e também em A Crítica ao Programa de Gotha), Marx considerava que a lei burguesa, a distribuição burguesa e, nesse sentido, o Estado burguês continuam existindo durante a transição do capitalismo ao socialismo.
Trotsky, discutindo sobre o papel do dinheiro e do Estado no período de transição, desenvolveu ainda mais esta idéia:
Os dois problemas, o do Estado e o do dinheiro, têm diversos aspectos comuns, pois ambos se reduzem, afinal, ao problema dos problemas que é o da produtividade do trabalho. A coerção estatal, assim como a coerção monetária, é uma herança da sociedade dividida em classes, que é incapaz de definir as relações entre os homens exceto na forma de fetiches, religiosos ou laicos, designando para defendê-los o mais aterrador de todos os fetiches, o Estado – com um grande punhal entre os dentes. Na sociedade comunista, o Estado e o dinheiro desaparecerão. Sua agonia progressiva deve começar sob o socialismo somente no momento histórico em que o Estado se transforme em semi-Estado e o dinheiro comece a perder seu poder mágico. Isto significará que o socialismo, tendo-se liberado dos fetiches capitalistas, está começando a estabelecer relações mais límpidas, mais livres e mais dignas entre os homens.
Os postulados de ‘abolição’ do dinheiro, de ‘abolição’ do salário, ou de ‘eliminação’ do Estado e da família, característicos do anarquismo, somente podem apresentar interesse como modelos de pensamento mecânico. O dinheiro não pode ser ‘abolido’ arbitrariamente, nem o Estado e a velha família ‘liquidados’. Eles têm de antes esgotar sua missão histórica, perder seu significado e desaparecer. O fetichismo do dinheiro somente receberá o golpe final quando o crescimento ininterrupto da riqueza social liberar aos bípedes da cobiça por cada minuto suplementar de trabalho e do medo humilhante pelo tamanho de suas rações. Tendo perdido o seu poder de proporcionar ou a felicidade ou o afundamento do homem na humilhação, o dinheiro se reduzirá a um cômodo meio de contabilidade para propósitos estatísticos e de planificação. Depois, é provável que já não seja mais necessário sequer para isto. Mas devemos deixar estes cuidados para nossos bisnetos que, seguramente, serão mais inteligentes que nós.
A nacionalização dos meios de produção e crédito, a pressão das cooperativas e do Estado sobre o comércio interno, o monopólio do comércio exterior, a coletivização da agricultura, a legislação sobre a herança impõem limites estreitos à acumulação pessoal de dinheiro e dificultam a transformação do dinheiro em capital privado (seja usurário, ou comercial ou industrial). Contudo, estas funções do dinheiro, como elas são quando estão unidas à exploração, não poderão ser liquidadas no começo da revolução proletária, mas, em forma modificada, serão transferidas ao Estado mercador, credor e industrial universal. Ao mesmo tempo, as mais elementares funções do dinheiro, como medida de valor, meio de circulação e de pagamento, não somente serão preservadas, mas adquirirão um campo de ação mais amplo do que tinham sob o capitalismo” [27].
Antes da abolição da propriedade privada dos meios de produção, o mercado domina sobre o homem, que está indefeso ante as leis da economia que ele mesmo criou. Depois de sua abolição, o homem começa pela primeira vez a exercer o controle consciente. Mas a consciência aqui só significa o reconhecimento da lei, não a abolição da lei. Nisto consiste a peculiaridade do período transitório: uma vez que o homem agora é consciente da natureza das forças produtivas, pode exercer controle sobre estas somente até este ponto. Mas não pode transcender os limites dados do desenvolvimento das forças produtivas. Contudo, agora que as forças produtivas foram liberadas das travas da produção capitalista individual, podem ser desenvolvidas e estendidas a tal ritmo que as bases materiais da sociedade podem alcançar novas alturas. Desta forma, podem ser estabelecidas as condições materiais para a evolução até uma sociedade sem classes, onde a forma intermediária de propriedade estatal se transforma em propriedade social real.
Uma vez alcançada esta etapa (socialismo), haverá produção e distribuição sociais reais pela primeira vez. O dinheiro, a lei do valor e o Estado se dissolverão, porque não serão mais necessários. Em outras palavras, todas as forças restritivas, que são o reflexo necessário da natureza limitada da técnica e do desenvolvimento da produção numa etapa determinada, desaparecem em simultâneo com a divisão do trabalho. Não obstante, isto não ocorre de imediato. A condição prévia é o aumento colossal dos níveis de vida e do nível cultural da sociedade. Até que chegue este momento, todos os traços mencionados anteriormente – traços capitalistas herdados da velha sociedade capitalista – persistirão durante a etapa de transição.
A posição do camarada Cliff, Shachtman e de todos os outros que revisaram a posição de Trotsky sobre a Rússia, permanece na mais profunda obscuridade no que se refere ao período de transição. E isto por boas razões. Ao se considerar a teoria da etapa de transição à luz da experiência russa, somente se pode tirar uma conclusão: ou a Rússia é ainda hoje um Estado em transição que sofreu horríveis distorções, ou nunca foi um Estado operário. Não há alternativa.

 

A Teoria Marxista do Estado. Duas Classes, Um Estado. A Contradição de Cliff

No primeiro capítulo de seu trabalho, Tony Cliff esforça-se por demonstrar que a análise de Trotsky sobre o Estado russo contradiz a teoria do Estado elaborada por Marx e desenvolvida posteriormente por Lênin.
O primeiro capítulo contém um esquema elaborado com a intenção de demonstrar que duas classes não podem usar uma mesma maquinaria estatal. Aqui Cliff acredita ter encontrado um erro fundamental em Trotsky. Tomando as idéias desenvolvidas pelo Velho em diferentes momentos e em diferentes circunstâncias, ele as contrapõe umas às outras. Ele contrapõe, por exemplo, uma citação de Trotsky relativa às primeiras etapas de degeneração da burocracia e de expulsão da Oposição de Esquerda, quando Trotsky defendia a reforma do Estado soviético e, incidentalmente, também a reforma do Partido Bolchevique que controlava o Estado (nesta etapa, Trotsky escreveu a carta ao Comitê Central do Partido Comunista da União Soviética exigindo a destituição de Stalin). Quem podia pensar naquele momento que os acontecimentos internacionais se desenvolveriam de forma diferente da esperada? Era possível, teoricamente, que o Partido Bolchevique expulsasse a burocracia e restabelecesse um Estado operário sadio? Cliff contrapõe a isto uma citação de A Revolução Traída em que Trotsky afirmava que, se os trabalhadores russos recuperassem o poder tomando-o da burocracia através de uma revolução política, expurgariam o aparato estatal; e que, se fosse a burguesia que chegasse ao poder restaurando o capitalismo, nesse caso também seria necessário “um expurgo” do aparato de Estado. Cliff, diante deste raciocínio, responde o seguinte:
[nós] aceitamos que o proletariado deve desmantelar a máquina do Estado existente quando chega ao poder, enquanto que a burguesia, sim, pode usá-lo; mas se considerarmos, por outro lado, que tanto o proletariado quanto a burguesia podem usar o aparato de Estado (o ‘expurgo’ do aparato do Estado necessariamente implica em profunda mudança que transformaria a quantidade em qualidade), então, a conclusão deveria ser que a Rússia não é um Estado operário. Aceitar que o proletariado e a burguesia podem utilizar a mesma maquinaria estatal como instrumento de supremacia, equivale a justificar a base teórica da democracia e repudiar o conceito revolucionário de Estado expresso por Marx, Engels, Lênin e Trotsky. Aceitar que as distintas camadas, grupos ou partidos de uma mesma classe não se podem basear na mesma maquinaria estatal é a mesma coisa que repudiar o conceito marxista do Estado” (Cliff, p. 4).
Este método formalista é a debilidade fatal de Cliff. Trotsky, nas primeiras etapas, poderia ter tratado este problema em abstrato, mas tinha de se ocupar da situação concreta e de dar uma resposta específica. Uma vez aceita a impossibilidade de reforma do partido estalinista e do Estado soviético (supomos que Cliff também acredita que era esta a tarefa até 1928 quando diz que a Rússia era um Estado operário degenerado), então toda a questão deve ser abordada a partir de uma ótica diferente. Procurar contradições isoladas, reais ou aparentes, é algo totalmente alheio ao método do marxismo: quando se analisa uma teoria, esta deve ser vista em seu desenvolvimento geral e amplo, em seu movimento e em suas contradições.
Mas examinemos o processo de pensamento de Cliff sobre esta matéria. Ele também não pode evitar cair na armadilha em que tenta aprisionar Trotsky. No primeiro capítulo de seu trabalho, dedica nada menos que 18 páginas para demonstrar que é impossível duas classes utilizarem o mesmo Estado. Mas, ora vejam, no capítulo 4 acontece o milagre! O abismo intransponível é superado! Tanto a classe capitalista quanto o proletariado russos utilizaram precisamente a mesma máquina estatal. Por quê? Porque se produzia mais-valia! Ao se dar conta deste dilema, Cliff se vê obrigado a avançar por um caminho realmente novo e único: antes de 1928 a burocracia não consumia mais-valia, mas com a introdução do Plano Qüinqüenal, o Estado foi transformado de um Estado operário em um Estado capitalista. Qualquer inimigo da IV Internacional imediatamente poderia responder que o Estado de Stalin, sobre estas bases, é simplesmente uma extensão e aprofundamento do Estado de Lênin; e, além disto, no sentido econômico não mudou nada de fundamental, tal como deixamos claro nas páginas anteriores.
Resulta significativo que seja somente no aspecto econômicoe, daí, a surpresa – onde Cliff aplica sua teoria. Apesar do título que leva o seu primeiro capítulo: “Um Exame da Definição da Rússia como Estado Operário Degenerado”, não se ocupa da questão política, nem aqui, nem em nenhum outro capítulo. É assim que Cliff vê a transformação de um Estado operário em um capitalista:
As estatísticas que temos a nossa disposição mostram, de maneira conclusiva, que, embora a burocracia tivesse uma posição privilegiada antes do Plano Qüinqüenal, sob nenhum conceito se pode afirmar que recebesse mais-valia do trabalho dos demais. Pode-se afirmar, indiscutivelmente, que, com a introdução dos planos qüinqüenais, parte importante da renda da burocracia provinha da mais-valia” (Cliff, p. 45).
Em outras palavras, Cliff considera possível a transição de um sistema a outro sem o despedaçamento da maquinaria do Estado. Como se enquadra isto com o seu esquema do primeiro capítulo?
Cliff tenta construir uma ponte artificial entre o Estado operário e o Estado capitalista porque não foi capaz de encontrar o golpe que, supostamente, a burocracia assestou à maquinaria do Estado operário e, por esta razão, busca diferenças entre os dois períodos – antes e depois de 1928. Em sua tentativa, cai em concepções formalistas e abstratas sobre o Estado operário anterior a 1928. Como demonstramos nos parágrafos anteriores, inclusive no Estado operário mais sadio, segundo Marx, necessariamente, se produz mais-valia para desenvolver a indústria até que o Estado, o dinheiro, o próprio proletariado e todos os demais vestígios do capitalismo tenham desaparecido. Enquanto a classe trabalhadora existir como classe, a mais-valia será produzida.
Numa declaração de 1927, a Oposição de Esquerda afirmava que a burocracia estava consumindo uma grande parte da mais-valia. O método que Cliff utiliza para introduzir esta questão é totalmente incorreto. Em vez de se dedicar à tarefa de demonstrar suas teses, faz afirmações cegas e as apresenta como já demonstradas. Que importa se no capítulo quarto contradiz tudo o que disse no capítulo primeiro? Examinemos de que maneira o camarada Cliff resume o capítulo quarto, no qual abertamente afirma que já se produziu a transição, sem revolução e sem destruir a maquinaria estatal.
Começa assim:
Neste capítulo descreveremos a transformação do caráter de classe do Estado russo, de um Estado operário a um Estado capitalista. Faremos isto abordando os seguintes pontos…” (Cliff, p. 33).
Depois, passa a detalhar algumas mudanças econômicas que nada têm a ver com a estrutura ou a transformação do poder estatal e termina com a subseção: “Por que o Plano Qüinqüenal Significa a Transformação da Burocracia em Classe Dirigente?”. Todos os argumentos econômicos deste capítulo não guardam relação alguma com o Estado ou com a sua derrubada.
Finalmente, Cliff lida com a diferenciação no exército, a introdução de privilégios para os oficiais, a disciplina militar etc. Neste caso, simplesmente repete o que disse Trotsky milhares de vezes sobre a transformação da burocracia numa casta incontrolada. Mas vejamos suas conclusões:
Novamente o Plano Qüinqüenal representa o momento decisivo. A partir desse momento, a organização e a estrutura do exército começaram a mudar de maneira fundamental. De um exército dos trabalhadores com deformações burocráticas, converteu-se no corpo armado da burocracia como classe dirigente…” (Cliff, p. 59).
Vejamos, agora, se o que exclui uma revolução social gradual também exclui uma contra-revolução gradual.
Se os soldados de um exército organizado hierarquicamente se esforçam por conseguir o controle decisivo sobre ele, imediatamente encontrarão a oposição da casta de oficiais. Não há como destituir esta casta, exceto mediante a violência revolucionária. Em troca, se os oficiais de uma milícia popular dependem cada vez menos da vontade dos soldados, poderiam se converter numa burocracia institucional; sua transformação em casta militar independente poderia ser gradual. A transição de um exército permanente a uma milícia não se pode obter senão acompanhada de uma tremenda onda de violência revolucionária; por outro lado, a transição de uma milícia a um exército permanente, como resultado das tendências existentes dentro da própria milícia, pode e deve ser gradual. A oposição dos soldados à ascensão da burocracia, finalmente, levaria ao uso da violência contra os soldados. Mas isto não exclui a possibilidade de uma transição gradual de uma milícia a um exército permanente. O que se aplica ao exército aplica-se igualmente ao Estado. Um Estado sem burocracia ou sem uma burocracia débil dependente da pressão das massas, gradualmente se transformará num Estado em que a burocracia estará livre do controle dos trabalhadores” (Cliff, p. 82. Ênfase nossa).
Cliff se propõe demonstrar que é possível se produzir uma transição gradual de um Estado operário a um Estado capitalista e encerra o seu capítulo reproduzindo uma citação de, nada mais nada menos, que Trotsky, a quem desacreditou tão severamente em seu primeiro capítulo, como se o próprio Cliff fosse uma autoridade nesta matéria. Cliff escreve o seguinte:
Os julgamentos de Moscou [28] representaram uma guerra civil da burocracia contra as massas, uma guerra em que somente um dos lados estava armado e organizado. Foi a consumação da libertação completa da burocracia do controle popular. Trotsky, que até este momento pensava que os julgamentos de Moscou e a Constituição eram passos em direção à restauração do capitalismo através de meios legais, retratou-se nesse momento da idéia de mudança gradual de um Estado proletário a um Estado burguês, de ‘rebobinar para trás o filme do reformismo’. Trotsky escreveu: ‘na realidade, a nova Constituição… abre à burocracia caminhos capitalistas através de um golpe frio (A IV Internacional e a União Soviética, Teses adotadas pela Primeira Conferência Internacional da IV Internacional. Gênova, julho/1936)’” (Cliff, p. 82. Ênfase no original).
Observamos, aqui, claramente, o método incorreto das teses de Cliff, começando pela idéia de que Trotsky não é marxista quando afirma que duas classes podem usar uma mesma maquinaria estatal, e quando Cliff encerra reconhecendo precisamente o mesmo utilizando como autoridade o próprio Trotsky.

 

Nacionalização e Controle Operário

Em seu livro sobre a Rússia, Cliff cita A Revolução Traída:
A nacionalização da terra, dos meios de produção industrial, do transporte e do intercâmbio, junto ao monopólio do comércio exterior, constitui a base da estrutura social soviética. Mediante estas relações estabelecidas pela revolução proletária, a natureza da União Soviética, como Estado proletário, está fundamentalmente definida para nós” [29].
Uma das conclusões de Cliff é que, neste caso, “nem a Comuna de Paris nem a ditadura bolchevique eram Estados operários, porque a primeira não nacionalizou os meios de produção em absoluto e a última demorou algum tempo para fazê-lo”. Aqui vemos como Cliff fundamenta o seu argumento sobre se a classe operária tem ou não tem o controle sobre o aparato estatal. Mas examinemos o método de Cliff de separar as bases econômicas de um Estado operário da questão do controle operário do aparato estatal.
Durante um período temporário, de duração mais curta ou mais longa, seria possível que o proletariado tomasse o poder político, sem transformar imediatamente as relações de propriedade existentes. Era esta a posição na Rússia quando o proletariado tomou o poder em Outubro de 1917, mas não empreendeu a maior parte das nacionalizações até que se viu obrigado a fazê-lo em 1918. Mas, se o proletariado não tivesse procedido à transformação econômica, inevitavelmente o regime proletário estaria condenado ao colapso. As leis da economia sempre abrem caminho no final. Ou o proletariado nacionalizava toda a economia, ou, inevitavelmente, o sistema capitalista se imporia novamente. Cliff não consegue demonstrar como seriam distintas as formas básicas da economia russa sob um Estado operário sadio. Refugia-se na questão do consumo de mais-valia, mas se evade do aspecto central do problema.
A análise não melhora quando Cliff tenta basear-se na experiência da Comuna de Paris e na primeira etapa da Revolução Russa, visto que estes dois exemplos são idênticos ao caso anteriormente mencionado. Estes eram regimes de transição ao domínio econômico completo do proletariado. Tais transições são mais ou menos inevitáveis na mudança de uma sociedade à outra. Nem a Comuna de Paris nem a Revolução Russa poderiam ter durado muito tempo se o proletariado não tivesse realizado a nacionalização da indústria. Esqueceu Cliff que uma das principais lições de Marx, que os bolcheviques aprenderam pontualmente, foi o de apontar o erro do proletariado francês ao não nacionalizar o Banco da França? Dessa forma, vemos que um Estado pode ser: proletário sobre as bases do poder político, ou sobre as bases da economia, ou uma transição a ambos, como vamos demonstrar.
As mesmas leis se aplicam à contra-revolução capitalista. Trotsky argumentou corretamente que, no caso de uma contra-revolução burguesa na Rússia, a burguesia deveria, por um tempo, inclusive conservar a propriedade estatal antes de liquidá-la e de entregá-la à propriedade privada. A um escolástico pareceria que pode haver um Estado operário ou um Estado burguês sobre as bases da propriedade estatal, ou a mesma coisa sobre as bases da propriedade privada. Contudo, somente se pode chegar a esta forma de raciocínio se não se toma em consideração o movimento da sociedade em uma direção ou outra.
Todo tipo de relações imprevistas podem derivar da estrutura classista da sociedade e do Estado. Tomemos o exemplo da Rússia em 1917 esboçado por Trotsky em História da Revolução Russa. Até o momento em que os bolcheviques tomaram a maioria nos sovietes, estes últimos estavam dominados pelos mencheviques, de maneira que, em certo sentido, a burguesia governou através dos sovietes – os órgãos do poder operário por excelência. Se aceitarmos o argumento de Cliff, semelhante situação seria impensável. Desde logo, se os bolcheviques não tivessem tomado o poder, a burguesia, tendo utilizado os mencheviques e, através deles, os sovietes no período transitório, os teria abolido, como o fez na Alemanha depois de 1918.
Na transição de uma sociedade à outra, está claro que não existe um abismo intransponível. Não é dialético pensar através de categorias prontas e acabadas; o Estado operário ou o Estado capitalista e, ao diabo com qualquer transição ou movimento entre os dois! Está claro que, quando Marx falava do esmagamento da velha forma de Estado em relação à Comuna de Paris, deu por seguro que a economia seria transformada dentro de um ritmo maior ou menor e se colocaria em consonância com as formas políticas. Veremos isto, mais tarde, com relação à Europa do Leste, quando Cliff adota o mesmo método formalista.

 

A Concepção Dialética do Estado

Marx, Engels e Lênin explicaram que o Estado é um poder especial que se situa acima da sociedade e que cada vez mais se aliena dela. Como proposição geral, podemos aceitar que todos os Estados refletem os interesses de uma classe dominante concreta. Na realidade, a burocracia estatal tem seus próprios interesses que não correspondem necessariamente e a todo instante com os da classe dominante e que, inclusive, podem entrar em conflito aberto com esta. Como explicaram Marx e Lênin, o Estado, em última instância, consiste em corpos de homens armados e seus apêndices. Esta é a essência da definição marxista. Contudo, é preciso ir com cuidado no momento de se utilizar as generalizações marxistas que, sem dúvida, são corretas em sentido absoluto. A verdade é sempre concreta e se não se analisam as especificidades particulares e as circunstâncias concretas, inevitavelmente se cai em abstrações e erros. Observemos a maneira tão cautelosa com que Engels trata da questão, inclusive quando generalizava. Em A Origem da Família, da Propriedade Privada e do Estado, Engels escreve:
Mas a fim de que estes antagonismos, estas classes com interesses econômicos em luta, não se devorem a si mesmas e à sociedade numa luta estéril, torna-se necessário um poder situado aparentemente por cima da sociedade e chamado a amortecer o choque, a mantê-lo nos limites da ‘ordem’. E esse poder – nascido da sociedade, mas que se coloca acima dela e se divorcia dela cada vez mais – é o Estado” [30].
Mais adiante, acrescenta:
E, se não, examine-se nossa Europa atual, onde a luta de classes e a rivalidade nas conquistas fizeram crescer tanto a força pública que ameaça devorar a sociedade inteira e inclusive o próprio Estado” [31].
Engels continua explicando que, uma vez surgido o Estado, dentro de certos limites, este desenvolve um movimento próprio independente e o faz necessariamente sob certas condições: “Donos da força pública e do direito de coletar impostos, os funcionários aparecem agora como órgãos da sociedade situados por cima desta” [32].
Ao contrário do método de Cliff, observa-se o cuidado meticuloso com que Engels aborda a questão. Em todo o seu material, Cliff esquece o fato de que o Estado, em determinadas condições, pode desempenhar e desempenha um papel relativamente independente na luta entre as classes. No esquema “lógico” de Cliff, o raciocínio é simples: ou é um Estado operário, diretamente controlado pelos trabalhadores, ou deve ser um Estado capitalista. No método de Cliff, não há margem para a interação de forças. Demo-nos conta da diferença entre a formulação de Cliff e a maneira extremamente cuidadosa e científica como se expressa Engels. “Em todos os períodos normais”, “é, regra geral, o Estado da classe mais poderosa” etc. Engels entendia claramente que havia situações anormais em que este princípio geral da teoria marxista não se podia aplicar.
Como o Estado nasceu da necessidade de amortecer os antagonismos de classe, e como, ao mesmo tempo, nasceu em meio ao conflito dessas classes, regra geral é o Estado da classe mais poderosa, da classe economicamente dominante, que se converte também, com a ajuda dele, na classe politicamente dominante, adquirindo, com isto, novos meios para a repressão e exploração da classe oprimida. (…) Contudo, excepcionalmente, há períodos em que as classes em luta estão tão equilibradas, que o poder do Estado, como mediador aparente, adquire certa independência momentânea com relação a ambas (…)” [33].
E, novamente, Engels assinala:
A essência da sociedade civilizada é o Estado, uma maquinaria essencialmente destinada a reprimir a classe oprimida e explorada e que em todos os períodos típicos é exclusivamente o Estado da classe dominante” [34].
Qual a razão da afirmação de Marx de que a classe trabalhadora não pode tomar o controle da maquinaria estatal capitalista tal como é e utilizá-la para os seus próprios fins? Não por motivos místicos, e sim devido a certos fatos muito concretos. No Estado moderno todas as posições fundamentais estão nas mãos de indivíduos que se encontram sob o controle da classe dominante. Indivíduos que foram selecionados especialmente por sua educação, opiniões e condições de vida, para servir aos interesses da burguesia. As idéias e pontos de vista dos oficiais do exército, particularmente dos de maior graduação, dos altos funcionários do Estado e dos técnicos mais importantes, são modelados para servir aos interesses da classe capitalista. Todos os cargos de direção na sociedade são ocupados por pessoas em que a classe capitalista pode confiar. Por este motivo, a maquinaria do Estado é uma ferramenta nas mãos dos capitalistas que não pode ser utilizada pela classe trabalhadora e deve ser quebrada e varrida por esta. Agora, o que quer dizer quebrar a maquinaria do Estado?
É possível que ao chegar ao poder a classe trabalhadora venha a utilizar muitos, talvez a maioria, dos funcionários do Estado capitalista. Mas eles estarão subordinados a comitês e organizações operárias. Por exemplo, na União Soviética, de início, após a dissolução do exército czarista, o Exército Vermelho viu-se obrigado a utilizar os serviços de ex-oficiais czaristas, sob o controle de comissários políticos. Igualmente, no aparato estatal soviético havia uma proporção considerável de ex-funcionários czaristas. Devido a fatores históricos desfavoráveis este fato desempenhou posteriormente importante papel na degeneração do regime soviético. Não foi por casualidade que Lênin disse que o Estado soviético era “a maquinaria burguesa czarista… ungida de um leve verniz socialista”.
O proletariado, de acordo com o conceito clássico, quebra a velha maquinaria do Estado e procede à criação de um semi-Estado. Contudo, vê-se obrigado a utilizar os velhos técnicos. Mas o Estado, inclusive nas melhores condições, por exemplo, de um país avançado com um proletariado educado, continua sendo uma relíquia da sociedade classista e, com ele, está implícita a possibilidade de degeneração. Por esse motivo, os marxistas insistem no controle das massas, para assegurar que o Estado não se desenvolva como uma força independente. Deve se dissolver na sociedade o mais rápido possível.
Pelas razões apresentadas acima, o Estado, em determinadas condições, pode conseguir certa independência da base que originalmente representava. Engels explicava que, embora a superestrutura – Estado e ideologia – seja dependente da base econômica, entretanto tem movimento próprio independente. Durante um período bastante prolongado, pode haver conflito entre o Estado e a classe que este Estado representa. Por esse motivo, Engels fala que o Estado em situações normais, ou em períodos típicos, representa diretamente a classe dominante. Somente se pode entender a sociedade classista quando se leva em consideração a interdependência e os antagonismos multifacéticos e dialéticos de todos os fatores que convivem em seu seio.
Marx desenvolveu esta aproximação dialética à questão do Estado em O Dezoito Brumário de Luís Bonaparte, onde explica o fenômeno do bonapartismo, em que a relação entre o Estado e a classe dominante não corresponde à norma. Marx assinalou como os soldados bêbados de Luís Bonaparte, em nome “da lei, da ordem e da família”, fuzilaram membros da burguesia que presumivelmente representavam.
Os formalistas normalmente se perdem num ou noutro lado do problema. Por exemplo, Cliff escreve:
… É necessário realizar uma grande quantidade de acrobacias mentais para pensar que Mikalafjick [35] e sua ILK, que ou fugiam para o estrangeiro ou se consumiam nas prisões, eram os dirigentes da Polônia, bem como considerar que a classe dirigente da Rússia é formada pelos peões escravos na Sibéria” (Cliff, p. 13).
Com Luís Bonaparte era a burguesia a classe dirigente? Não se necessita de uma enorme dose de acrobacias mentais para se responder a esta pergunta.
Quando analisamos o desenvolvimento da sociedade, a economia deve ser considerada como o fator dominante. A superestrutura que se desenvolve sobre esta base econômica se separa desta e se converte em antagônica. A essência da teoria marxista da revolução é que, mediante mudanças graduais na produção sob a antiga forma social, desenvolve-se uma contradição que somente pode ser resolvida eliminando a superestrutura e reorganizando a sociedade sobre a base do novo modo de produção que se desenvolveu dentro da velha sociedade.
A economia é decisiva. Por essa razão, todos os mestres marxistas explicaram que, no longo prazo, a superestrutura deve corresponder com a base econômica. Uma vez abandonado o critério da estrutura econômica básica da sociedade, torna-se possível toda classe de construções superficiais e arbitrárias. Com esse método estaríamos perdidos, inevitavelmente, no labirinto da história, como na Mitologia da Antiga Grécia Perseu se perdeu no Palácio de Minos, ao não ter um fio que o conduzisse à saída. O fio da história é a estrutura econômica básica da sociedade ou a forma de propriedade, seu reflexo legal.
Tomemos um caso extremamente rico em exemplos, a história da França. A revolução burguesa começou em 1789. Em 1793, os jacobinos [36] franceses tomaram o poder. Como Marx e Engels assinalaram, eles foram além do marco das relações burguesas e completaram em poucos meses o que a burguesia teria demorado décadas para obter: a limpeza da França de todos os traços do feudalismo. Contudo, o regime dos jacobinos permaneceu enraizado nas formas de propriedade burguesa. A ele se seguiu o Termidor francês e o governo do Diretório, seguido, por sua vez, pela ditadura clássica de Napoleão Bonaparte. Napoleão reintroduziu muitas formas feudais, coroou-se Imperador e concentrou o poder supremo em suas mãos. Contudo, ainda podemos classificar o seu regime como burguês. Com a restauração de Luís XVIII o regime continuou sendo capitalista. E, depois, tivemos não somente uma, mas duas revoluções, a de 1830 e a de 1848. Estas duas revoluções tiveram conseqüências sociais importantes. Provocaram mudanças significativas inclusive no pessoal do próprio Estado. Contudo, classificamo-las como revoluções políticas burguesas, nas quais não ocorreu nenhuma mudança na classe que detinha o poder: a burguesia.
Vamos mais além. Depois da Comuna de Paris de 1871 e da sacudida nas relações sociais que ela provocou, tivemos a organização da Terceira República, com uma democracia burguesa que se prolongou por décadas. Esta foi seguida pelo regime de Petain, o governo de colaboração entre De Gaulle e os estalinistas e, agora, o governo Quielle [37]. Consideremos por um momento a surpreendente diversidade destes regimes. Para alguém que não fosse marxista pareceria um absurdo definir na mesma categoria, por exemplo, os regimes de Robespierre e o de Petain. Contudo, nós os marxistas os definimos fundamentalmente da mesma maneira: regimes capitalistas. Qual é o critério? Apenas um: as formas de propriedade, a propriedade privada dos meios de produção.
Tomemos, de maneira similar, a diversidade dos regimes existentes nos tempos modernos para ver as extremas diferenças que ocorrem em superestruturas que correspondem à mesma base econômica. Por exemplo, comparemos o regime nazista da Alemanha com o da democracia parlamentar britânica. São superestruturas tão fundamentalmente diferentes que muitos teóricos não-marxistas ou ex-marxistas consideraram o fascismo como uma nova estrutura de classes e um sistema de sociedade totalmente novo. Por que dizemos que representa a mesma classe e o mesmo regime? A resposta é: apesar da diferença na superestrutura, a base econômica destas sociedades continua sendo a mesma.
Na China, em 1927, depois de Chiang Kai-shek ter esmagado a classe trabalhadora com a ajuda do rebotalho das gangues de Xangai, os banqueiros organizaram banquetes em sua homenagem e o aplaudiram como benfeitor e salvador da humanidade. Mas Chiang queria algo mais tangível que os elogios de seus donos e, sem contemplações, enviou muitos empresários ricos e banqueiros de Xangai à prisão conseguindo milhões em resgates antes de liberá-los. Havia feito o trabalho sujo para eles e agora exigia seus honorários. Ele não havia esmagado os operários de Xangai para benefício dos capitalistas, mas pelo que isto significava de poder e renda para ele e sua gangue de ladrões. Apesar disso, quem se atreveria a dizer que os banqueiros que estavam no cárcere não continuavam sendo a classe dominante embora não dispusessem do poder político? A burguesia chinesa teve tempo de refletir amargamente sobre a complexidade de uma sociedade em que grande parte do botim da mais-valia extraída dos trabalhadores tinha que ir parar nos bolsos de seus cães de guarda e enquanto muitos dos membros de sua classe definhavam na prisão.
A burguesia nessas condições é expropriada politicamente e a força bruta domina a sociedade. Os militares e funcionários consomem uma parte considerável da mais-valia. Mas estes burocratas estão interessados na continuação da exploração capitalista dos trabalhadores e, portanto, embora tratem de tirar da burguesia tudo o que podem, defenderão a propriedade privada. Por isso, a burguesia continua sendo a classe dominante, embora tenha perdido o poder político direto. Nisto reside a resposta àqueles defensores do capitalismo de Estado que asseguram que é um sofisma afirmar que a Rússia é um Estado operário deformado e que a classe trabalhadora pudesse ser a classe dominante sob a bota do estalinismo enquanto uma parte dela encontrava-se internada em campos de trabalho. Podem-se dar muitos exemplos da história de como um setor da classe dominante atacou a outro e de como o Estado se elevou por cima da sociedade. Por exemplo, na “guerra das Rosas” na Grã-Bretanha, as duas frações dos barões dominantes se exterminaram mutuamente. Somente há a considerar a ameaça que representou Hitler para seus oponentes burgueses. Muitos deles não só perderam a sua propriedade como também suas vidas.
Com relação ao papel do Estado, a questão mais importante seria responder ao que Cliff não é capaz de responder: se o Estado deve ser o instrumento de uma classe, a que classe representa o Estado na Rússia e na Europa do Leste? Não pode representar a classe capitalista porque ela foi expropriada. Tampouco se pode dizer que represente os interesses do campesinato ou dos pequenos proprietários das cidades. Sob um regime fascista ou bonapartista, mesmo que os gangsteres pudessem ter a burguesia agarrada pelo pescoço, ainda há uma classe capitalista, a cujos interesses o conjunto da economia serve. Se a burocracia não representa o proletariado, como disse Trotsky, então estamos ante uma forma especial de bonapartismo, no sentido de que defende a nacionalização dos meios de produção, a planificação e o monopólio do comércio exterior. A quem representam os burocratas estalinistas? A resposta de Cliff é que a burocracia constitui a nova classe dominante, a classe capitalista da Rússia. Mas, ao analisarmos seriamente esta idéia, dar-nos-emos conta de que isto é impossível. Cliff está dizendo que o Estado é uma classe. A burocracia controla o Estado, o Estado controla os meios de produção, portanto, a burocracia é uma classe. Com estas idéias apenas se pretende esquivar a questão, porque está dizendo, na prática, que o Estado controla o Estado.
De acordo com Lênin, o Estado:
… sempre foi certo aparato que se separava da sociedade e consistia num grupo de pessoas dedicado única, ou quase unicamente, ou principalmente, a governar. As pessoas se dividem em governados e em especialistas em governar. Os que se elevam acima da sociedade são conhecidos como governantes, como representantes do Estado.
Este aparato, este grupo de indivíduos que governam outros, apodera-se sempre de certos meios de coerção, de violência física, independentemente de se esta coerção se expresse no porrete primitivo ou – na época do escravismo – em tipos mais perfeitos de armas, ou em armas de fogo que apareceram na Idade Média, ou, finalmente, nas armas modernas que, no século XX, são maravilhas da técnica e se baseiam totalmente nas últimas conquistas da tecnologia moderna.
Os métodos de coerção mudaram, mas onde quer que tenha existido um Estado, existia em cada sociedade um grupo de pessoas que governava, que dirigia, que dominava e que, para poder conservar seu poder, dispunha de um aparato de coerção física, de um aparato de violência, com aquelas armas que melhor correspondessem ao nível técnico de cada época dada. E somente examinando estes fenômenos gerais, perguntando-nos por que não existiu o Estado quando não existiam as classes, quando não havia exploradores nem explorados, e por que surgiu quando surgiram as classes, somente desta maneira podemos encontrar uma resposta definitiva para a questão da essência do Estado e de seu significado.
O Estado é uma maquinaria para manter a dominação de uma classe sobre outra” [38].
O Estado por sua própria natureza é composto de burocracia, oficiais, generais, chefes de policia etc. Mas estes não constituem uma classe; eles são o instrumento de uma classe e inclusive podem entrar em antagonismo com esta classe. Mas, em si mesmo, não podem ser uma classe.
Devemos fazer a seguinte pergunta a Cliff: qual o setor da burocracia que controla o Estado? Não podem ser todos os burocratas, pois a própria burocracia se divide hierarquicamente. O pequeno funcionário faz tanto parte da burocracia quanto o grande burocrata. Qual é, então, o estrato dominante na sociedade soviética? Na sociedade, em qualquer sociedade com classes, não importa o quanto sejam privilegiados os de cima, eles manejarão o instrumento para proteger a classe dominante, que mantém uma relação direta com os meios de produção. Sabemos a quem representavam Napoleão, Bismarck, Chiang Kai Shek, Hitler, Churchill e Attlee. Mas, a quem representam os burocratas? Aos burocratas? Responder afirmativamente seria um erro. Em outra parte deste documento demonstramos que as relações da burocracia estalinista com os meios de produção são necessariamente de parasitismo e que ela participa do mesmo tipo de parasitismo que a burocracia nazista. Não constituem uma categoria necessária e inevitável de um modo de produção particular. No melhor dos casos, têm direito a salários de superintendência. E, ao apropriarem-se de mais do que isto, fazem-no da mesma forma que a burocracia nazista ao consumir parte da mais-valia produzida pelos trabalhadores. Mas não constituem uma classe.
Podem-se dar inumeráveis exemplos para demonstrar como um Estado capitalista pressupõe a propriedade privada, a propriedade individual dos meios de produção. O Estado é o instrumento de domínio, não pode ser por si mesmo a classe que domina. A burocracia é somente uma parte do aparato do Estado. Pode “ostentar” o Estado, no sentido de que se eleva por cima da sociedade e se converte em relativamente independente da economia dominante. Este foi o caso da Alemanha nazista, onde a burocracia ditava aos capitalistas o que deviam produzir e como produzi-lo etc., para os objetivos de guerra. Na economia de guerra, na Grã-Bretanha, nos EUA e em outros países, o Estado ditava aos capitalistas o que e como deveriam produzir. Mas este fato não converte a burocracia estatal numa classe dominante. Por quê? Porque estavam defendendo a propriedade privada dos meios de produção da burguesia.
Cliff afirma que a burocracia dirige e planifica a indústria. De quem é a indústria que eles dirigem e planificam? Na sociedade capitalista, os diretores planificam e dirigem a indústria nas empresas e trustes individuais. Mas isto não os converte em proprietários dessas empresas. A burocracia dirige toda a indústria. Nesse sentido é verdade que têm mais independência de sua base econômica que qualquer outra burocracia ou maquinaria estatal já teve em toda a história humana. Mas, como Engels sublinhou, e devemos voltar a destacar, em última instância, a base econômica é decisiva. Quando Cliff afirma que é a sua função de diretores que converte os burocratas em classe dominante, então, evidentemente, tampouco conseguiria elaborar uma definição marxista correta da classe capitalista. Qualifica como classe a burocracia russa, mas deve elaborar uma teoria e explicar a que classe pertence.
O Estado é um instrumento da classe dominante, de coerção, um policial glorificado. Mas o policial não é a classe dominante; pode tornar-se incontrolável, converter-se num bandido, mas não em um capitalista ou senhor feudal.

 

O Que aconteceu na Europa do Leste

Os acontecimentos na Europa do Leste e a natureza dos Estados que surgiram somente podem ser explicados baseando-nos na teoria marxista-leninista do Estado e somente as concepções de Trotsky podem explicar os acontecimentos na Europa do Leste a partir deste ponto de vista.
Em primeiro lugar, é necessário compreender o que aconteceu na Europa do Leste com o avanço do Exército Vermelho. Não se pode negar (deixando de lado por um momento a questão da Alemanha) que em todos os países dos Bálcãs e da Europa do Leste, o avanço do Exército Vermelho terminou num movimento revolucionário não somente dos trabalhadores como também dos camponeses. A razão reside no contexto geral destes Estados antes da guerra, em que, com exceção da Checoslováquia, o capitalismo era muito débil. Nestes países havia decadentes ditaduras feudal-militar-capitalistas, cujos regimes eram completamente incapazes de desenvolver as forças produtivas de seus respectivos países. A crise econômica mundial do capitalismo foi exacerbada especialmente nestes países devido à debilidade e à divisão artificial da região que se seguiu à Primeira Guerra Mundial.
O termo balcanização provém desta parte da Europa. Dividida em pequenos e débeis Estados, com caráter esmagadoramente agrário, com uma indústria muito débil, estas zonas se converteram inevitavelmente em semi-colônias das grandes potências. A França, a Grã-Bretanha, até certo ponto a Itália e, depois, a Alemanha converteram-se no poder dominante desta região. Através do comércio, a indústria alemã dominava as atrasadas economias da Europa do Leste nos Bálcãs. Em todos estes países o capital estrangeiro desempenhou papel dominante devido a pouca indústria existente.
Quando Hitler ocupou estes países não somente expropriou o capital “não-ariano”, como também os capitalistas nativos, que, em sua maioria, foram substituídos pelos bancos e trustes alemães. O capital alemão se apoderou dos setores decisivos e fundamentais da economia. O capital restante era propriedade de colaboradores e estava subordinado ao capital alemão.
O regime foi formado por colaboradores que dependiam das baionetas alemãs para sobreviver. O escasso apoio popular que os regimes anteriores à guerra (ditaduras policial-militares) tinham, no transcurso da guerra foi perdido. O colapso do poderoso imperialismo alemão e a vitória do Exército Vermelho deram, indubitavelmente, impulso à revolução socialista. Por exemplo, na Bulgária, em 1944, quando o Exército Vermelho cruzou a fronteira, estalou uma sublevação em Sofia e em outras grandes cidades. As massas começaram a organizar sovíetes e comitês operários. Os soldados e os camponeses criaram comitês e os trabalhadores ocuparam as fábricas.
Acontecimentos semelhantes ocorreram em todos os países da Europa do Leste. Examinemos o que aconteceu na Checoslováquia. Também aqui o avanço do Exército Vermelho foi seguido por uma insurreição em Praga, ocupações de fábricas pelos trabalhadores e da terra pelos camponeses. Também houve confraternização nas fronteiras da Boêmia e da Moravia entre os checos e as massas alemãs.
Os elementos da revolução proletária foram rapidamente seguidos pela contra-revolução estalinista. O problema com Cliff é que separou os elementos da revolução proletária da contra-revolução estalinista que se seguiu imediatamente.
Tomemos dois exemplos: Bulgária e Checoslováquia. Na Bulgária se deu uma situação que já se apresentou mais de uma vez na trágica história da classe trabalhadora. O poder real encontrava-se nas mãos dos trabalhadores. O Estado burguês encontrava-se destroçado. Os alemães tinham ido embora, os oficiais não controlavam os soldados, a polícia se escondia, os latifundiários e os capitalistas não tinham o controle da situação. Existia um vazio, um período clássico de dualidade de poder onde as massas não eram suficientemente conscientes para organizar o seu próprio poder e a burguesia demasiado débil para exercer sua dominação.
Esta situação não é desconhecida para os marxistas: Alemanha em 1918; Rússia em 1917; Espanha em 1936. Talvez uma comparação com a Espanha pudesse ser útil. Aqui, também, as massas ocuparam as fábricas e a terra, na Catalunha e no Aragão. O “governo burguês” encontrava-se suspenso no ar. As massas esmagaram totalmente a polícia e o exército. Somente havia uma força armada, as milícias dos trabalhadores. Tudo que as massas necessitavam era organizar sovíetes ou comitês, varrer o governo fantasma de Giral e tomar o poder.
Já se sabe o que aconteceu depois. Os estalinistas impulsionaram uma coalizão de governo, não com a burguesia – os proprietários das fábricas e a burguesia haviam fugido para o lado de Franco, devido à insurreição das massas –, mas com a “sombra da burguesia”. Os estalinistas fizeram isto na Espanha com o propósito concreto de destruir a revolução socialista, pois tinham medo das repercussões que esta teria na Rússia e, desde logo, desejavam demonstrar aos imperialistas franceses e britânicos que nada tinham a temer. Na Espanha, portanto, aos poucos, ajudaram a sombra a ganhar “corpo”.
Gradualmente, reconstruíram o exército e a força policial capitalista, sob o controle da classe capitalista. Uma vez obtido isto, acabaram com uma grande quantidade de coletividades agrárias e devolveram parte considerável da terra e das fábricas ocupadas aos seus anteriores proprietários. A conseqüência se viu no final da guerra civil, quando o Estado burguês – a maquinaria militar burguesa que eles tinham ajudado a criar – organizou um golpe de estado que estabeleceu uma ditadura militar no território republicano e rapidamente ilegalizou o próprio Partido Comunista.
Na Bulgária, como nos outros países da Europa do Leste, os estalinistas chegaram a um acordo com a sombra da burguesia. A revolução socialista havia começado e existia o perigo de que chegasse até o final. Os estalinistas estavam aterrorizados. Mas, por outro lado, tampouco queriam entregar o poder à burguesia. Descarrilaram a revolução socialista organizando uma denominada “Frente Patriótica” e desviaram o movimento das massas com palavras de ordem chauvinistas e anti-alemãs. A confraternização com a população alemã era castigada, os sovíetes formados pelo exército foram dissolvidos, os comitês de trabalhadores e camponeses foram eliminados. Contudo, a diferença com a Espanha era que aqui as posições fundamentais desta “coalizão”, em que a sombra da burguesia não ostentava o poder, permaneciam firmemente em mãos estalinistas. Tinham a polícia e o exército, selecionaram o pessoal dirigente. Todas as posições importantes na administração pública estavam nas mãos de obedientes testas de ferro. Por trás do biombo da unidade nacional, os estalinistas concentravam em suas mãos o poder estatal. Criaram um instrumento a sua própria imagem e semelhança, uma maquinaria estatal similar à de Moscou.
No caso da Checoslováquia, o processo foi cristalino. Quando os estalinistas entraram no país não havia governo. Os alemães, com seus colaboracionistas traidores, tinham fugido. Os comitês formados pelas massas detinham o controle da indústria e da terra. Os estalinistas dirigiam o governo de Benes [39] desde Moscou. O poder real, os postos mais importantes, estava firmemente em suas mãos; tinham o “corpo” e deixaram a “sombra” para a burguesia.
Em parte para destruir a revolução socialista, em parte para chegar a um compromisso com o imperialismo EUA, permitiram a certos setores da burguesia conservar em suas mãos as empresas privadas. Mas o poder decisivo, por exemplo, os corpos armados de homens, estavam organizados por eles e sob o seu controle. Não era esta a mesma maquinaria estatal de antes. Era uma nova maquinaria estatal de criação própria. Para descarrilar a revolução, os estalinistas utilizaram o chauvinismo e deram ao país um terrível golpe com a expulsão dos alemães. O instinto original das massas era internacionalista. Os informes que chegam desde a Checoslováquia demonstram que, de início, existia confraternização entre os checos e os alemães. Cliff não considera o elemento da contra-revolução nem as atividades da burocracia para destruir a revolução.
Naturalmente, a tentativa dos estalinistas de manter um compromisso com a burguesia – sem renunciar a seu controle e poder de Estado – não poderia durar indefinidamente. As “sombras” poderiam adquirir “corpo”. A tentativa da burguesia EUA de instalar seus pontos de apoio na Europa do Leste baseando-se nos remanescentes da burguesia e nos setores da economia que estes controlavam com o Plano Marshall como moeda, era um sinal de perigo. Com uma velocidade inusitada, a burocracia agiu e ordenou a todos os Estados da Europa do Leste rejeitar o Plano Marshall. A história demonstrou que é impossível manter duas formas antagônicas de propriedade. Embora a burguesia fosse muito débil, começava a ganhar uma base, devido ao fato de manter uma boa proporção da indústria ligeira sob seu controle. O crescente antagonismo com os EUA, a impossibilidade de depender da burguesia e a incompatibilidade desta com o Estado nas mãos da burocracia… tudo isto obrigou à burocracia a tomar medidas para completar o processo. Chegados a este ponto, deveríamos recordar que Trotsky via na extensão da propriedade nacionalizada às zonas de dominação estalinista uma prova óbvia de que a Rússia era um Estado operário. Os acontecimentos de fevereiro, que centralizaram a atenção mundial, sublinharam de maneira dramática o processo que estava tomando lugar em todas as zonas dominadas pelos estalinistas.
O fator decisivo foi que os estalinistas contavam com o apoio dos trabalhadores e dos camponeses na nacionalização e na partilha da terra. Tudo o que Cliff viu foi que a maquinaria do Estado permanecia igual, cabe supor que da mesma forma quando se encontrava sob o domínio dos alemães. Sem dúvida era isto o que a burguesia desejaria!
Segundo todos os observadores, os estalinistas, devido a seus arranjos e à desilusão das massas nas fábricas, provavelmente teriam perdido votos nas futuras eleições. Os elementos burgueses se fortaleciam baseando-se na pequena burguesia das cidades e entre os trabalhadores e camponeses desiludidos. Gradualmente, a burguesia esperava conseguir o controle do Estado e organizar uma contra-revolução com a ajuda do imperialismo anglo-norteamericano. Embora a burocracia tivesse em suas mãos o controle da maquinaria estatal, este controle era precário devido à forma como fora obtido.
Para completar o processo, como já Trotsky tinha previsto, a burocracia viu-se obrigada a recorrer às massas permitindo a criação de Comitês de Ação que, burocraticamente, estavam controlados de cima, embora fossem, contudo, relativamente democráticos por baixo. Os estalinistas armaram os trabalhadores e organizaram uma milícia operária. Estas medidas, naturalmente, entusiasmaram as massas. Inclusive os trabalhadores social-democratas, que odiavam e desconfiavam dos estalinistas, participaram entusiasticamente da luta contra a burguesia. Trotsky afirmou numa ocasião que contra um leão usa-se uma arma e contra uma pulga, a unha. A burguesia, enfrentada à ameaça do aparato do Estado estalinista e do movimento das massas, mostrou-se totalmente impotente.
Contudo, a formação dos Comitês de Ação e a entrega de armas aos trabalhadores necessariamente significava que se estavam criando as condições para um novo regime. Naturalmente, a burocracia estalinista procedeu rapidamente para esmagar a ação independente das massas e de seus órgãos de poder. Organizaram novas eleições seguindo as diretrizes de Moscou, com uma candidatura única e uma supervisão estrita. Desta forma, asseguravam o controle férreo do novo regime.
Ante estes acontecimentos, Cliff pergunta:
Qual é então o futuro da IV Internacional; qual a sua justificação histórica? Os partidos estalinistas contam com todas as vantagens frente a IV Internacional: um aparato estatal, organizações de massas, dinheiro etc. A única vantagem que carecem é uma ideologia internacionalista e de classe (…)
Se uma revolução social ocorrer nos países da Europa do Leste sem uma direção proletária revolucionária, deveríamos concluir que nas revoluções sociais, tanto no futuro quanto no passado, serão as massas que combaterão, mas não as dirigirão. Em todas as lutas da burguesia, não foi a própria burguesia quem combateu, mas as massas que assim acreditavam defender seus interesses. Os sans-cullotes da Revolução Francesa lutavam pela liberdade, igualdade e fraternidade, enquanto que a meta real do movimento era o estabelecimento do domínio da burguesia. Nesse momento, a burguesia era progressista. Nas guerras imperialistas reacionárias, quanto menos sabem as massas do verdadeiro propósito da guerra, melhores soldados são. Aceitar que as ‘novas democracias’ são Estados operários, significa aceitar que, em princípio, a revolução proletária, como as guerras burguesas, baseia-se no engodo das massas (…)
Se estes países são Estados operários, então para que serve o marxismo? Por que a IV Internacional? As massas poderiam nos considerar somente como aventureiros ou revolucionários impacientes, cujas diferenças com os estalinistas são meramente táticas” (Cliff, p. 14-15).
Cliff perguntou às pessoas erradas. Na realidade, deveria ter perguntado e respondido a si mesmo. Se sua teoria fosse correta, então toda a teoria de Marx se converteria numa utopia. Cliff pensa que se põe a etiqueta de “capitalismo de Estado” sobre o fenômeno do estalinismo, então salvou a sua consciência e restaurou o papel perdido da IV Internacional. Encontramo-nos ante o fetichismo de que falava Marx e que afeta, inclusive, o movimento revolucionário: mudar o nome das coisas e tentar, assim, mudar a sua essência.
Não é possível explicar ou recompor os fios históricos dos acontecimentos atuais sem aceitar a existência e degeneração do Estado operário na Rússia. Os acontecimentos da Europa do Leste somente podem ser entendidos se forem unidos à Revolução de Outubro de 1917. É inútil Cliff afirmar que a burocracia utilizou as massas na Checoslováquia, sem colocar-se a questão de quem as utilizou em 1917. Não foi a Revolução de Outubro seguida pela vitória do estalinismo? As boas intenções ou os desejos subjetivos da direção bolchevique ou da classe trabalhadora estão aqui fora de lugar. Segundo a teoria de Marx, nenhuma sociedade abandona a cena histórica até que tenha esgotado todas as possibilidades de desenvolver as forças produtivas que alberga em seu seio.
Se um novo período de capitalismo de Estado nos ameaça – e esta é necessariamente a idéia que se desprende da teoria de Cliff – porque não pode existir nenhum limite ao desenvolvimento da produção sob este assim chamado capitalismo de Estado, então falar deste período como sendo o da desintegração do capitalismo mundial reduz-se à mera fraseologia. Encontramo-nos ante a absurda teoria de que uma nova revolução – a revolução proletária de 1917 – mudou, organicamente, a economia e se converteu em capitalismo de Estado. Também estamos ante a não menos absurda afirmação de que se produziu uma revolução na Europa do Leste, onde toda a classe capitalista foi expropriada… para instalar o quê? O capitalismo? Uma reflexão séria demonstraria que não é possível que Cliff possa manter esta posição com relação à Europa do Leste sem trasladar a mesma argumentação à própria Rússia.
O próprio Cliff assinala o fato de que na revolução burguesa as massas combateram e a burguesia colheu os frutos. As massas não sabiam por que estavam lutando e ainda menos que o faziam pelo domínio da burguesia. Tomemos o exemplo da Revolução Francesa. Sua ideologia se baseava nas obras dos filósofos do Iluminismo, Voltaire, Rousseau etc. Contudo, acreditavam realmente na idealização da sociedade burguesa. Acreditavam nas proposições de liberdade, igualdade e fraternidade que ela predicava. Como já se sabe, e o próprio Cliff cita Marx para demonstrá-lo, a Revolução Francesa foi além de sua base social. Terminou na ditadura revolucionária dos sans-culottes que ultrapassaram os limites da sociedade burguesa. Como Marx explicava, este fato teve o efeito saudável de obter em poucos meses o que, de outra forma, teria custado à burguesia décadas. Os dirigentes do setor revolucionário da pequena burguesia que exerciam esta ditadura – Robespierre, Danton etc. – acreditavam sinceramente nas doutrinas dos filósofos e tentaram levá-las à prática. Não o conseguiram porque era impossível ir além da base econômica da sociedade. Era inevitável que perdessem o poder e que somente preparassem o caminho para a sociedade burguesa.
Se o argumento de Cliff é correto, poder-se-ia chegar à conclusão de que o mesmo ocorreu na Rússia e que Marx era o profeta do novo capitalismo de Estado, que Lênin e Trotsky foram os Robespierre e Carnot da Revolução Russa. O fato de que Lênin e Trotsky tivessem boas intenções nada tem a ver com o caso (os dirigentes da revolução burguesa tampouco tinham más intenções e simplesmente prepararam o terreno para o domínio do novo Estado da classe capitalista).
Deste modo, se a burocracia utilizou as massas da Checoslováquia, e se tal fato constitui uma prova de que isto era capitalismo de Estado, a burocracia russa não utilizou menos o proletariado na revolução de 1917. Contudo, esta teoria não pode satisfazer ninguém. O fato de que a burocracia, devido ao fato de que a Rússia é um Estado operário totalmente deformado, tenha assimilado a Europa do Leste em sua esfera econômica e, imediatamente, estrangulado o desenvolvimento da revolução socialista, quer dizer que, ao mesmo tempo, conscientemente, realizaram de forma abreviada um processo que se prolongou durante muitos anos na Rússia. Deveria ficar claro que, sem a existência de um forte Estado operário deformado, nas proximidades destes países, teriam sido impossíveis estes processos, a não ser que o proletariado tivesse triunfado com uma revolução saudável nas linhas clássicas e assim estendendo a revolução.
Significa isto que os estalinistas realizaram a revolução e, portanto, não mais é necessária a IV Internacional? Muitas vezes na história as forças do marxismo enfrentaram situações complicadas. Por exemplo, na Revolução de Fevereiro que derrubou o czarismo, as massas caíram sob a influência dos mencheviques e social-revolucionários. Isto não significava mais que, depois de completar a tarefa da derrubada do czarismo através de uma revolução política, foram colocados novos obstáculos ante as massas e havia que derrubá-los com uma segunda revolução, a revolução social de Outubro. O fato de que as massas realizassem a revolução social básica na Europa do Leste, embora esta revolução fosse imediatamente burocratizada pelos estalinistas termidorianos, significa que agora terão que realizar uma segunda revolução – a revolução política.
Cliff só precisa colocar a questão: quais são as tarefas da IV Internacional na Rússia? São idênticas as da Europa do Leste. Para conseguir o socialismo as massas devem ter o controle da administração e do Estado. Os estalinistas nunca poderão permitir isto, que somente poderá ser conseguido com uma nova revolução. Isto somente poderá ser obtido com a derrubada da burocracia da Europa do Leste, assim como na Rússia; portanto, a tarefa da IV Internacional é clara: a luta por uma revolução política para estabelecer uma democracia operária, um semi-Estado, e a transição rápida ao socialismo sobre as bases da igualdade. A forma de propriedade não mudará. O fato de que Cliff chame isto de revolução social nada modifica.
Onde Trotsky encontrava a prova da existência de um Estado operário na extensão da forma de propriedade, Cliff encontra a prova do contrário.
Cliff poderia argumentar que, a menos que a classe trabalhadora tenha o controle direto do Estado, este não pode ser um Estado operário. Nesse caso, teríamos que rejeitar a idéia de que havia um Estado operário na Rússia, exceto possivelmente nos primeiros meses após a Revolução de Outubro. Mesmo assim é necessário repetir que a ditadura do proletariado foi concretizada através do instrumento da vanguarda da classe, ou seja, do partido e, no partido, através de seus órgãos dirigentes. Nas melhores condições, isto deveria se efetuar com a máxima democracia tanto dentro do Estado quanto do partido. Mas a própria essência da ditadura, sua necessidade de conseguir a mudança de sistema social, já é uma prova das profundas contradições sociais que se pode encontrar em circunstâncias históricas desfavoráveis, e que se refletiram dentro do Estado e dentro do partido. Por este motivo, Lênin pensava que os sindicatos representavam um fator necessário para a defesa dos trabalhadores contra seu próprio Estado, bem como um baluarte para a defesa do Estado operário.
Tendo sido possível à organização política da classe trabalhadora (a social-democracia), especialmente através de sua direção, degenerar e fracassar diretamente em refletir os interesses da classe antes da derrocada do capitalismo, por que é impossível que um Estado criado pelos trabalhadores possa seguir um modelo similar? Por que não pode o Estado operário ganhar independência sobre a classe e a burocracia do mesmo enriquecer parasitariamente enquanto, ao mesmo tempo (e em seu próprio interesse) defende as novas formas econômicas criadas pela revolução? Como vimos anteriormente, Cliff trata de criar uma distinção metafísica a partir de 1928, quando pensava que a burocracia não consumia mais-valia e, posteriormente, quando, sim, o fazia. Além de basear-se em fatos incorretos, esta também é uma forma simplista de examinar o fenômeno.
Na realidade, a transição de uma sociedade à outra tem sido mais complicada do que teria pensado os fundadores do socialismo científico. Não mais do que a qualquer outra classe ou formação social, foi dado ao proletariado o privilégio de inevitavelmente fazer uma passagem suave na transição ao seu domínio e daí ao seu indolor e tranqüilo desaparecimento na sociedade, isto é, ao socialismo. Era esta uma variante possível. Mas a degeneração tanto da social-democracia quanto do Estado soviético, em condições determinadas, não foi de todo acidental. Ela representava, de certo modo, as relações complexas entre uma classe, seus representantes e o Estado. Em mais de uma ocasião na história a classe dominante, seja ela burguesa, ou feudal ou escravista, sofreu esta situação, que refletia, por sua vez, a multiplicidade de elementos que constituem o fator decisivo: o econômico.
O ponto de vista mecanicista de Cliff contrasta com o de Lênin. Este último sempre insistia na necessidade de se estudar os períodos de transição das épocas passadas, em especial a do feudalismo ao capitalismo, para se entender as leis da transição na Rússia. Lênin havia rejeitado que o Estado surgido depois de Outubro deveria seguir uma norma pré-concebida; porque, se fora assim, deixaria de ser um Estado operário.
Lênin sabia bem que o proletariado não havia entregado o poder ao seu partido e a sua direção para que o levasse tranquilamente, sem contradições, até o socialismo, uma vez derrubado o capitalismo. De fato, Lênin insistiu em que a ditadura do proletariado diferirá profundamente em diferentes países e em distintas condições. Um método absolutamente distanciado das normas categóricas kantianas utilizadas por Cliff.
Lênin insistia constantemente em que durante a transição do feudalismo ao capitalismo, a ditadura da ascendente burguesia podia se refletir na ditadura de um homem. Uma classe podia governar através do domínio pessoal de um homem. Cliff é bastante complacente ao aceitar esta concepção quando a mesma se aplica à burguesia. Mas, de seus argumentos, pode-se chegar à conclusão de que tal coisa é impossível no caso do proletariado. O domínio de um homem implica absolutismo, ditadura arbitrária encarnada num único indivíduo, sem direitos políticos para a classe dominante, cujos interesses, em última instância, ele representa. Mas Lênin fez este comentário para demonstrar que, em determinadas condições, a ditadura do proletariado poderia também se realizar através da ditadura de um homem. Lênin não desenvolveu esta idéia. Mas, hoje, à luz da experiência da Rússia, da Europa do Leste e dos acontecimentos na China, podemos aprofundar e entender não somente o presente como também os acontecimentos do passado.
Se a ditadura do proletariado pode se realizar através da ditadura de um homem, o que implica na separação do Estado da classe que representa, também significa que o aparato terá a tendência de se tornar independente de sua base e assim adquirir interesses próprios, inclusive hostis e alheios à classe que representa, como no caso da Rússia estalinista. Quando estudamos o desenvolvimento da sociedade burguesa, vemos que a autocracia de um indivíduo, em determinadas condições sociais, servia às necessidades do desenvolvimento dessa sociedade. Cromwell e Napoleão são umas boas provas disto, mas, embora ambos se sustentassem sobre uma base burguesa, em determinado estágio a autocracia burguesa deixa de ser um fator favorável ao desenvolvimento da sociedade capitalista e se converte num obstáculo absoluto para o pleno e livre desenvolvimento da produção burguesa. Quando chega este momento, a ditadura do absolutismo se debilita. Na França e na Inglaterra, foram necessárias revoluções políticas adicionais antes que fosse possível mudar da autocracia à democracia burguesa. Mas, sem plena democracia burguesa, não teria sido possível o livre desenvolvimento das forças produtivas até os níveis que foram alcançados sob o capitalismo.
Se esta análise se aplica à evolução histórica da burguesia, por que não pode ser aplicada ao proletariado de um país atrasado e isolado, onde a ditadura do proletariado degenerou em ditadura de um homem?
Para que o proletariado empreenda o caminho do socialismo, é necessária uma nova revolução, uma revolução política, que transforme o Estado bonapartista proletário numa democracia operária. Tal concepção coincide com a experiência do passado. O capitalismo se desenvolveu através de muitas fases contraditórias e tormentosas (ainda estamos longe de termos acabado com elas, como vemos em nossa época) que, em dadas condições históricas, levou à tomada do poder pelo proletariado na Rússia. E também por reação mútua, a fase bonapartista, que estão atravessando a Europa do Leste e a China, terminará inevitavelmente em novas revoluções políticas em todos estes países para instalar a democracia operária como requisito prévio à transição ao socialismo.
É na inter-relação entre a classe e seu Estado, em determinadas condições históricas, onde encontramos a explicação da degeneração estalinista, e não na idéia mística de que um Estado operário, em condições concretas, deve ser uma perfeita democracia operária ou, senão, o Estado se transformará numa classe.
A classe operária se enriqueceu com a experiência histórica e, extraindo dela as lições necessárias, derrubará triunfalmente o absolutismo estalinista, instaurará uma democracia operária sã em nível muito superior. Então, o Estado corresponderá à forma ideal elaborada por Marx e Engels.
Notas
[1] Marx e Engels, Carta de Marx a P. V. Annenkov em Paris, em Obras Escogidas, v. 1, pp. 523-4. Na edição inglesa.
[2] Otto Von Bismarck, chanceler do governo prussiano desde 1862, introduziu a Lei Anti-Socialista de 1878. Realizou a unificação da Alemanha, sob a Prússia, através de guerras vitoriosas contra a Dinamarca, a Áustria-Hungria e, depois, a França.
[3] Tony Cliff, La Naturaleza de Rusia Estalinista, junho de 1948, p. 10.
[4] Ibid., p. 10.
[5] Leão Trotsky, Stalin. Buenos Aires. Editorial El Yunque, 1975, p. 275.
[6] Ibid., p. 285.
[7] Ibid., p. 288. (Ênfase nossa).
[8] Ibid., p. 291.
[9] Rudolf Hilferding foi dirigente social-democrata alemão.
[10] Cliff, p. 94 (Ênfase nossa).
[11] Ibid., p. 96. (Ênfase nossa).
[12] F. Engels, Anti-Dühring, Madrid, Editorial Crítica, 1978, p. 201.
[13] Ibid., p. 197.
[14] Leão Trotsky, La Revolución Traicionada. Madrid, Fundação Frederico Engels, 1991, p. 94 (Ênfase nossa).
[15] Ibid., p. 94 (Ênfase no original).
[16] F. Engels, Anti-Dühring, p. 196.
[17] F. Engels, Anti-Dühring, p. 282.
[18] Lênin, Left wing childness and the petty-bourgeois mentality, em Obras Completas, v. 27, p. 335. No original em inglês.
[19] F. Engels, Anti-Dühring, p. 289.
[20] Ibid., pp. 289-290 (Ênfase nossa).
[21] F. Engels, Anti-Dühring, p. 290 (Ênfase nossa).
[22] Ibid., p. 123.
[23] F. Engels, Carta a Conrad Schmidt. Moscou, Obras Escogidas de Marx e Engels. Editorial Progreso. 1981. Volume III, p. 511.
[24]  F. Engels, Anti-Dühring, p. 319 (Ênfase nossa).
[25] Marx, El Capital. Madrid. Editorial Akal. Volume III, Capítulo 49, p. 309.
[26] Marx, El Capital, p. 314.
[27] Leão Trotsky, A Revolução Traída, pp. 93-94.
[28] Os julgamentos de Moscou de 1936 e 1938 foram uma montagem monstruosa contra toda uma geração de revolucionários e opositores da burocracia que foram exterminados fisicamente. Em 1936, Stalin propôs uma nova Constituição, que foi abandonada após a explosão da Guerra Civil espanhola em julho de 1936, visto que a burocracia tinha medo de suas repercussões dentro da URSS.
[29] Leão Trotsky, A Revolução Traída, p. 248.
[30] F. Engels. A Origem da Família, da Propriedade Privada e do Estado. Madrid, Fundação Frederico Engels, 2007, p. 183-4.
[31] Ibid., p. 185.
[32] F. Engels. A Origem da Família, da Propriedade Privada e do Estado. Madrid, Fundação Frederico Engels, 2007, p. 185.
[33] Ibid., pp. 185-186.
[34] Ibid., p. 190.
[35] Stanislaw Mikalafjick, líder do Partido Camponês Polonês, foi o primeiro chefe do “governo no exílio” polonês com base em Londres desde 1943. Com a liberação em 1945, converteu-se em vice-primeiro-ministro da Polônia, mas o poder real estava nas mãos dos estalinistas, apoiados pelo Exército Vermelho. No momento das eleições celebradas em 1947, muitos de seus seguidores estavam encarcerados e o Partido foi mais tarde banido.
[36] Os jacobinos formavam a ala radical da Revolução Francesa. Seu líder, Maximiliano Robespierre (1758-1794) deteve o poder supremo desde 1793 até que foi derrubado e executado em 1794. O Diretório foi o governo da Primeira República Francesa desde 1795-99.
[37] Desde 1945-48, o PC francês manteve vários postos no gabinete do governo da União Nacional, liderado por De Gaulle. O governo de Henri Quielle, estabelecido em setembro de 1948, foi atacado pelo PCF por estar “dirigido contra os trabalhadores”.
[38] Lênin, El Estado. Moscou, Editorial Progreso. 1981, p. 18.
[39] Edvard Benes, membro do Partido Social Nacionalista, foi presidente da Checoslováquia entre 1935 e 1938, e, desde 1941, chefe do governo provisório checoslovaco em Londres. Em 1945, converteu-se em presidente do governo provisório da Checoslováquia. Demitiu-se em junho de 1948 em conseqüência do “golpe de Praga”.

Postagem de Fim de Ano

Dos Arquivos do Trotskismo
A Declaração dos Comunistas Internacionalistas de Buchenwald
Este artigo introdutório, seguido do documento original dos trotskistas de Buchenwald, foi originalmente impresso em inglês na revista Spartacist (número 26) em 1979. A tradução para o português foi realizada pelo Reagrupamento Revolucionário em dezembro de 2011.

É com grande satisfação que nós publicamos pela primeira vez em nossa língua este documento comovente e historicamente importante. A “Declaração dos Comunistas Internacionalistas de Buchenwald” é um manifesto programático feito por quadros e simpatizantes do movimento trotskista que sobreviveram ao campo de concentração nazista. Nem a tortura fascista nem a perseguição stalinista quebraram a coragem política desses camaradas.

Originalmente escrita em alemão, a declaração foi publicada pouco mais de uma semana depois que Buchenwald foi liberada, em abril de 1945. A sua terceira seção foi publicada em uma edição de 1946 de Neuer Spartakus, a primeira imprensa trotskista em língua alemã publicada após a guerra. Esta parte do documento foi reimpressa em outubro de 1974 em Die Internationale, jornal dos pablistas na Alemanha Ocidental. Mais recentemente, duas traduções francesas diferentes do texto integral foram publicadas. Uma apareceu no Bulletin (número 10) do Centro de Estudos e Pesquisas sobre os Movimentos Trotskista e Revolucionário Internacionais (CERMTRI). A segunda foi na Critique Communiste (número 25, novembro de 1978), jornal dos pablistas franceses. A nossa tradução é do original em alemão que foi obtido dos arquivos dos CERMTRI em Paris. Esta introdução é largamente baseada nos prefácios ao texto que apareceram no Bulletin do CERMTRI e na Critique Communiste.

A “Declaração dos Comunistas Internacionalistas de Buchenwald” foi o trabalho colaborativo de quatro camaradas: os dois austríacos Ernst Federn e Karl Fischer, e Marcel Beaufrere e Florent Galloy, trotskistas francês e belga respectivamente. Como muitos outros trotskistas alemães e austríacos, Federn e Fischer foram capturados pelos nazistas mesmo antes do início da segunda guerra imperialista. Ambos foram primeiramente presos pelas suas atividades revolucionárias na Áustria em 1935. Federn foi libertado, mas Fischer e outros trotskistas austríacos foram aprisionados e julgados em Viena em 1937. Sentenciados a cinco anos de prisão, eles foram libertados com a anistia decretada na véspera da anexação da Áustria pela Alemanha em fevereiro de 1938 e escaparam para a Bélgica e depois para a França. Federn foi preso novamente em 1939 e mandado para o campo nazista de Dachau e depois transferido para Buchenwald.

Muitos dos quadros trotskistas que iriam se juntar a Federn em Buchenwald passaram os primeiros anos da guerra na clandestinidade, organizados entre trabalhadores e soldados alemães sob a ocupação nazista. A sua luta internacionalista fez das dispersas células trotskistas alvos não apenas da Gestapo, mas também dos stalinistas. Marcel Beaufrere foi tipicamente um daqueles militantes trotskistas cujo trabalho clandestino foi punido pelos nazistas com prisão nos campos de extermínio. Colocado para dentro e para fora da prisão desde 1939, quando foi inicialmente preso por “provocar desobediência no exército”, Beaufrere trabalhou de forma próxima com Marcel Hic, que havia sido bem sucedido em realizar uma publicação regular, La Verite [A Verdade], bem debaixo do nariz dos nazistas. Em setembro de 1943, Beaufrere foi encarregado de liderar a célula trotskista na Bretanha, onde o jornal clandestino Albeiter und Soldat [Trabalhador e Soldado] era impresso e distribuído entre as forças armadas alemãs. Apesar da repressão feroz (em outubro de 1943 a Gestapo capturou e fuzilou cerca de 65 membros da célula, incluindo 30 soldados e marinheiros alemães), a propaganda trotskista na Alemanha continuou a ser produzida em grande quantidade (com uma circulação que chegava a 10 mil cópias) e foi disseminada até agosto de 1944. Beaufrere foi finalmente preso em outubro de 1943, torturado e enviado para Buchenwald.

Muitos dos militantes trotskistas ativos nesse trabalho não viveram para ler o documento produzido pelos camaradas de Buchenwald. Marcel Hic sobreviveu a Buchenwald apenas para morrer em Dora em 1944. Robert Cruau, o militante de 23 anos que liderou a célula trotskista dentro das forças armadas alemães em Brest, foi preso em 1943 e, de acordo com a introdução da Critique Communiste feita por Rodolphe Prager:

Um pouco após a sua prisão, Robert Cruau forjou uma fuga com o objetivo de levar à própria morte. Ele queria ter certeza de que não falaria, e ele era o alvo primário dos interrogadores.”

E Abram Leon, talentoso autor do ainda definitivo trabalho trotskista sobre a questão judaica e líder da célula trotskista belga dentro das forças armadas alemães, foi preso em junho de 1944 quando chegou na região de Charleroi para assumir o controle do trabalho clandestino entre os mineiros, que cobria cerca de 15 minas e incluía a publicação de Le Reveil des Mineurs [O Despertar dos Mineiros]. Torturado pela Gestapo, Leon foi exterminado numa câmara de gás em Auschwitz aos 26 anos de idade.

Apesar do terror nazista, os trotskistas nos campos de concentração buscaram continuar lutando pelo seu programa revolucionário. Inúmeros relatos testemunham o heroísmo e coragem da célula trotskista em Buchenwald. De acordo com uma entrevista que Beaufrere deu para um representante da iSt [tendência Espartaquista internacional] em janeiro de 1979, quando os nazistas estavam se preparando para abandonar Buchenwald às forças dos Aliados que se aproximavam, os comandantes do campo difundiram através do sistema de alto-falante uma ordem para que os prisioneiros se reunissem. Reconhecendo que era muito provável que ocorresse uma concentração e extermínio dos judeus no fim, Beaufrere e o seus camaradas imediatamente começaram a clamar aos presos para que não seguissem para a assembleia, e que os presos políticos trocassem os seus emblemas vermelhos de identificação com os judeus, que eram obrigados a usar estrelas amarelas no seu uniforme. Assim, um extermínio em massa quase certo de judeus (e talvez também de comunistas) foi parcialmente evitado.

A autoridade política que os Comunistas Internacionalistas ganharam dentro do campo não desempenhou menor papel na sua sobrevivência. Como foi o caso em outros campos nazistas, em Buchenwald os trotskistas viviam sob constante ameaça de assassinato pelos stalinistas, que na maioria dos casos controlavam os aparatos militares clandestinos formados em alguns campos. De acordo com a entrevista com Beaufrere, a célula stalinista francesa em Buchenwald lhe reconheceu como um trotskista desde a sua chegada em janeiro de 1944 e prometeu matá-lo. Em toda a parte, os trotskistas foram de fato assassinados pelos stalinistas – por exemplo, Pietro Tresso (Blasco), um líder da organização trotskista clandestina (o PCI), “desapareceu” depois que a incursão organizada pelos stalinistas libertou cerca de 80 lutadores da resistência em Puy, um campo nazista na França. Em Buchenwald os stalinistas franceses usaram as suas posições organizativas para encarregar Beaufrere de tarefas que iriam quase certamente levar à sua morte. Beaufrere foi salvo dessa “sentença de morte” pela solidariedade ativa das células stalinistas alemã e tcheca, no fim ganhando apoio também de outras células (que eram organizadas ao longo de linhas nacionais), incluindo o grupo russo.

O que permitiu a Beaufrere ganhar a simpatia e o respeito desses quadros stalinistas foi em grande medida a posição anti-chauvinista dos trotskistas. Evidentemente, muitos dos stalinistas alemães e austríacos eram repelidos pelo chauvinismo anti-alemão dos seus “camaradas” do PC francês. (Na época da “liberação” da França pelos Aliados, L’Humanite [jornal dos stalinistas franceses] correu manchetes tais como “Cada um pegue um alemão!”). Após a sua chegada em Paris em 1945, Beaufrere relatou para a imprensa trotskista francesa o impacto da declaração de Buchenwald sobre os stalinistas alemães:

Alguns velhos comunistas alemães vieram encontrar nossos camaradas trotskistas [em Buchenwald], relembrou Beaufrere em seu retorno a Paris, e disseram a eles: chegou a hora, vocês devem se mostrar publicamente, e pediram uma discussão política preliminar. Um texto de nossos camaradas alemães que nos declarava a favor de uma república soviética alemã teve um profundo impacto nos camaradas comunistas alemães, que pediram para manter contato com os trotskistas.”
La Verite, 11 de maio de 1945, citado na Critique Communiste, novembro de 1978.

A declaração de Buchenwald não deixa de ter suas fraquezas. Do ponto de vista do trotskismo, o manifesto contém formulações sobre a questão da URSS e da Quarta Internacional que são vagas, senão simplesmente ambíguas. Assim, enquanto a burocracia soviética recebe referência como uma casta, a declaração evita caracterizar a URSS como um Estado operário degenerado. Ela coloca uma interrogação bastante explícita sobre a evolução futura do regime e em nenhum lugar chama pela defesa militar incondicional da URSS.

Da mesma forma, enquanto “IV Internacional” aparece no fim do documento entre parênteses, a Quarta Internacional e o trotskismo não são mencionados no texto. Ao invés disso, a declaração afirma que “um novo partido revolucionário mundial” precisa ser criado.

Essas não foram formulações precipitadas, mas o resultado de muita discussão. Beaufrere e Fischer tinham posições amplamente divergentes sobre o caráter de classe da URSS e sobre a Quarta Internacional. Mesmo antes da guerra, Fischer havia adotado a análise do “Capitalismo de Estado” para a URSS e seu grupo havia crescido cada vez mais afastado da Quarta Internacional.

A declaração de Buchenwald representou um compromisso. Karl Fischer explicou em 29 de maio de 1946 em uma carta que para seus camaradas em Paris que:

Ela foi composta conjuntamente por Federn, Marcel Beaufrere, Florent Galloy e eu. No que diz respeito à Rússia e aos trotskistas, eu tive que entrar em um compromisso, já que de outra forma nada teria saído.”
Citado no Bulletin do CERMTRI, número 10.

Também deve-se notar que a declaração prediz bastante categoricamente uma erupção iminente de grandes rivalidades inter-imperialistas entre os Estados Unidos e a Grã-Bretanha. Tal projeção, é claro, se revelou falsa pouco depois. Entretanto, a questão envolvida não era nova. Em meados dos anos de 1920, Trotsky analisou as bases de possíveis futuras rivalidades inter-imperialistas anglo-americanas. Mas no fim da Segunda Guerra Mundial, os Estados Unidos estavam claramente emergindo como um poder imperialista hegemônico.

Mesmo com essas fraquezas, a declaração de Buchenwald é, no geral, uma declaração principista e poderosa de internacionalismo revolucionário, uma afirmação do otimismo revolucionário na capacidade da vanguarda comunista para liderar o proletariado ressurgente para longe da crise de liderança e rumo à conquista do poder.

***

I. A Conjuntura Internacional do Capitalismo

No fechamento da segunda guerra imperialista, Itália, Alemanha e Japão perderam a sua altura como grandes potências imperialistas, enquanto a da França foi severamente minada.

Os antagonismos e conflitos imperialistas entre os Estados Unidos e a Grã-Bretanha dominam a conjuntura da política imperialista mundial.

No início dessa guerra imperialista, a Rússia emergiu do seu isolamento e hoje se confronta com a tarefa de consolidar política e economicamente os seus sucessos militares em oposição aos apetites das potências imperialistas vitoriosas.

Apesar dos seus enormes esforços, a China permanece um peão das grandes potências imperialistas, uma consequência inevitável da vitória da burguesia chinesa sobre o proletariado chinês.

A unanimidade disposta de forma tão ostentosa nas conferências de paz imperialistas tem o objetivo de enganar as massas ao esconder os antagonismos inerentes entre as potências capitalistas. Entretanto, interesses militares coincidentes no que diz respeito à Alemanha não podem prevenir a explosão de antagonismos dentro do campo dos Aliados. A esses antagonismos deve ser adicionada a crise inevitável e o tumulto social do modo de produção capitalista decadente.

Uma análise precisa da situação internacional, usando o método do marxismo leninista é a precondição indispensável para uma linha revolucionária bem sucedida.

II. A Situação Internacional da Classe Trabalhadora

Esse desenvolvimento torna possível para o proletariado alemão se recuperar rapidamente da sua profunda derrota e novamente se posicionar nas cabeças da classe trabalhadora européia na batalha pela derrubada do capitalismo. Isolada pelo fracasso da revolução na Europa, a revolução russa tomou um curso que a levou mais e mais para longe dos interesses do proletariado europeu e internacional. A política do “socialismo em um só país”, a princípio somente uma defesa dos interesses do círculo burocrático dominante, leva hoje o Estado russo a propagar uma política nacionalista ombro a ombro com as potências imperialistas. Qualquer que seja o curso dos eventos na Rússia, o proletariado internacional deve se livrar de todas as ilusões no que diz respeito a este Estado, e com a ajuda de uma análise marxista clara, perceber que a atual casta burocrática e militar dominante defende exclusivamente os seus próprios interesses e que a revolução internacional não pode contar com qualquer apoio desse governo.

O total colapso militar, político e econômico da burguesia alemã abre o caminho para a libertação do proletariado alemão. Para prevenir o restabelecimento da burguesia alemã, facilitado pelos antagonismos imperialistas, e para estabelecer o poder proletário, é necessária a luta revolucionária da classe trabalhadora de cada país contra a sua própria burguesia. A classe trabalhadora foi privada da sua liderança pelas políticas de duas organizações internacionais dos trabalhadores, que ativamente lutaram contra e sabotaram a revolução proletária, que por si só poderia ter prevenido esta guerra. A Segunda Internacional é uma ferramenta da burguesia. Desde a morte de Lenin, a Terceira Internacional foi transformada em uma agência da política externa da burocracia russa. Ambas internacionais participaram ativamente na preparação e na realização dessa guerra imperialista e, portanto, dividem responsabilidade por ela. Atribuir responsabilidade, ou responsabilidade parcial, por essa guerra à classe trabalhadora alemã e internacional é outra forma de continuar servindo à burguesia.

O proletariado pode cumprir a sua tarefa histórica apenas sob a liderança de um novo partido mundial revolucionário. A criação desse partido é a tarefa mais pulsante dos setores mais avançados da classe trabalhadora. Os quadros revolucionários internacionais já se reuniram para construir esse partido mundial na luta contra o capitalismo e os seus agentes reformistas e stalinistas. Para levar a frente essa difícil tarefa, não se deve buscar evitar a questão através do slogan mais conciliatório da nova Internacional 2½. Tal formação intermediária evitaria a clarificação ideológica necessária e iria ceifar a vontade revolucionária.

III. Nunca Mais um 9 de Novembro de 1918!

No período pré-revolucionário iminente, o que é necessário é mobilizar as massas trabalhadoras na luta contra a burguesia e preparar a construção de uma nova Internacional revolucionária que irá forjar a unidade da classe trabalhadora na ação revolucionária.

Todas as teorias e ilusões sobre o “Estado popular” ou uma “democracia popular” levaram a classe trabalhadora às derrotas mais sangrentas no curso da luta de classes na sociedade capitalista. Somente a luta irreconciliável contra o Estado capitalista – até, inclusive, a sua destruição e a construção de um Estado de conselhos de trabalhadores e camponeses – pode evitar novas derrotas similares. A burguesia e a pequeno-burguesia marginalizada trouxeram o fascismo ao poder. O fascismo é criação do capitalismo. Apenas a ação independente bem sucedida da classe trabalhadora contra o capitalismo é capaz de erradicar o mal do fascismo junto com as suas causas de origem. Nessa luta, a pequeno-burguesia hesitante irá juntar forças com o proletariado revolucionário na ofensiva, conforme a história das grandes revoluções demonstra.

Para emergir vitoriosa das batalhas de classe que estão por vir, a classe trabalhadora alemã deve lutar pela realização das seguintes demandas:

  • Liberdade de organização, reunião e imprensa!
  • Liberdade de ação coletiva e restauração imediata de todas as conquistas sociais pré-1933!
  • Confisco da propriedade dos fascistas para o benefício das suas vítimas!
  • Julgamento de todos os representantes do Estado fascista por tribunais eleitos livremente pelo povo!
  • Dissolução das forças armadas alemães e a sua substituição por milícias de trabalhadores!
  • Imediata eleição livre para conselhos de trabalhadores e camponeses ao longo de toda Alemanha e a convocação de um congresso geral desses conselhos!
  • Preservação e extensão desses conselhos enquanto são usadas as instituições parlamentares da burguesia para a propaganda revolucionária!
  • Expropriação dos bancos, da indústria pesada e das grandes propriedades!
  • Controle da produção pelos sindicatos e conselhos de trabalhadores!
  • Nenhum homem, nenhum centavo para pagar as dívidas de guerra e reparações da burguesia!
  • A burguesia deve pagar!
  • Pela revolução socialista em uma Alemanha unificada! Contra o desmembramento da Alemanha!
  • Fraternização revolucionária com os proletários dos exércitos ocupantes!
  • Por uma Alemanha de conselhos de trabalhadores em uma Europa de conselhos de trabalhadores!
  • Pela revolução proletária mundial!

Os Comunistas Internacionalistas de Buchenwald
(IV Internacional) – 20 de abril de 1945

Arquivo Histórico: Declaração de Princípios da Liga Espartaquista

Declaração de Princípios da Liga Espartaquista

A linha geral desta declaração foi aprovada de forma unânime na Conferência de Fundação da Liga Espartaquista em 3 de setembro de 1966. A redação final foi aprovada pelo Secretariado Político em 8 de novembro do mesmo ano. A tradução para o português foi realizada pelo Reagrupamento Revolucionário em dezembro de 2011.

1. A Revolução Socialista e a Liga Espartaquista

A Liga Espartaquista dos Estados Unidos é uma organização revolucionária que, como parte de um movimento revolucionário internacional, está comprometida com a tarefa de construir o partido que irá liderar a classe trabalhadora para a vitória da revolução socialista nos Estados Unidos.
Apenas o proletariado, através da tomada do poder político e da destruição do capitalismo em todos os países, pode lançar as bases para a eliminação da exploração e a resolução da contradição entre o crescimento das forças produtivas da economia mundial e as barreiras dos Estados nacionais. O capitalismo há muito tempo deixou de cumprir o seu papel histórico progressivo de criar uma economia industrial moderna. Agora, para manter o seu poder, as classes capitalistas nacionais precisam intensificar as divisões nacionais e raciais, oprimir os povos coloniais através do imperialismo e empobrecer as massas de todo o mundo, entrar em contínuas guerras pela manutenção e redivisão dos mercados mundiais para levantar a decrescente taxa de lucro, e tentar esmagar a luta revolucionária dos trabalhadores onde quer que ela estoure. Em seu esforço frenético final para manter o seu poder fechado, a burguesia não irá hesitar em mergulhar a humanidade em um holocausto nuclear ou opressão totalitária de ferocidade sem precedentes. Os Estados Unidos da América são hoje a pedra chave de toda a ordem capitalista internacional.
Por outro lado, a vitória do proletariado em uma escala mundial iria colocar uma abundância material inimaginada a serviço das necessidades humanas, lançar as bases para a eliminação das classes sociais, e eliminar para sempre a busca pela guerra inerente ao sistema econômico mundial do capitalismo. Pela primeira vez a humanidade irá tomar as rédeas da história e controlar a sua própria criação, sociedade, resultando em uma emancipação não-sonhada de potencial humano, a expansão sem limites da liberdade em todas as áreas, e um monumental salto à frente da civilização. Somente então será possível realizar o livre desenvolvimento de cada indivíduo como condição para o livre desenvolvimento de todos.

2. A Crise de Liderança Proletária

A história mostrou que a auto-emancipação da classe trabalhadora, junto com os oprimidos de toda a Terra, se decide na questão da liderança. As precondições econômicas para o socialismo há muito foram atingidas. Mas as contradições do capitalismo em sua época de decadência imperialista produzem não apenas guerras, mas também oportunidades revolucionárias. O sucesso ou fracasso da classe trabalhadora em atingir a vitória nessas oportunidades históricas depende da organização e da consciência científica das massas em luta, ou seja, da liderança revolucionária. Apenas uma liderança revolucionária – a arma indispensável da população trabalhadora – provou ter a estratégia e a determinação para liderar as massas trabalhadoras para a vitória. A responsabilidade pelas derrotas sofridas pela classe trabalhadora e o aborto de oportunidades revolucionárias anteriores está junto aos maus líderes traidores socialdemocratas e stalinistas. Mas a vontade revolucionária do proletariado irá triunfar! A crise de liderança será resolvida! É para a solução da crise de liderança do proletariado que a Liga Espartaquista dirige o seu trabalho.

3. As Raízes Teóricas e Históricas da Liga Espartaquista

A Liga Espartaquista continua as tradições revolucionárias do movimento internacional da classe trabalhadora exemplificado no trabalho de revolucionários como Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Luxemburgo e Liebknecht. Acima de tudo nós observamos a experiência do Partido Bolchevique, que culminou na revolução russa de 1917, a única revolução até hoje feita pela classe trabalhadora.
Nós buscamos particularmente levar adiante as perspectivas proletárias do marxismo desenvolvidas na teoria e prática de V. I. Lenin e L. D. Trotsky, encarnadas nas decisões dos quatro primeiros Congressos da Internacional Comunista e pelo Programa de Transição e outros documentos adotados na conferência de fundação de 1938 da Quarta Internacional. Esses materiais são uma codificação documental indispensável do movimento comunista internacionalmente, e são fundamentais para as tarefas revolucionárias da nossa organização.
Nós também buscamos inspiração no exemplo de revolucionários nos Estados Unidos tais como F. A. Sorge, Vincent Saint John, Daniel De Leon, Louis Farina e James P. Cannon. A Liga Espartaquista é a continuadora da herança revolucionária do início do Partido Comunista e do Partido dos Trabalhadores Socialistas (SWP). As origens imediatas da Liga Espartaquista estão na Tendência Revolucionária do SWP que se baseou primariamente na declaração Em Defesa de uma Perspectiva Revolucionária e no documento Perspectiva Mundial para o Socialismo.

4. O Papel de Vanguarda da Classe Trabalhadora e o Caminho para o Socialismo

É central para a perspectiva marxista do socialismo mundial o papel de vanguarda da classe trabalhadora, e particularmente o peso decisivo do proletariado dos países industrializados. Apenas a classe trabalhadora tem o poder social e a compulsão de um interesse objetivo claro de libertar a humanidade da opressão. Não tendo nenhuma amarra com a ordem burguesa, o seu enorme poder está no seu potencial produtivo, em seu número e na sua organização.
O poder continuado de um pequeno punhado de capitalistas só é sustentado através da manutenção de uma classe trabalhadora dividida e confusa sob a sua verdadeira situação. Nos Estados Unidos, a classe dominante foi bem sucedida em criar profundas divisões em linhas raciais. Os trabalhadores negros como uma casta de raça-cor duplamente oprimida, exige modos especiais de luta enquanto as atitudes racistas continuem a permear o semblante da classe trabalhadora como um todo. O socialismo nesse país será atingido apenas pela luta comum entre trabalhadores brancos e negros sob a liderança de uma vanguarda revolucionária unificada.
A experiência histórica mostrou que o caminho para o socialismo só pode ser aberto pela intervenção das massas no curso da história e pela criação de um poder dual culminando na destruição do Estado capitalista e na vitória do Estado operário e o desenvolvimento de uma nova ordem social. A polícia, as forças armadas, a burocracia, a Justiça, e o aparato político da velha ordem serão substituídos pela ditadura do proletariado baseada em conselhos da população trabalhadora e apoiada pela força armada dos trabalhadores. Tal Estado iria defender a si próprio contra os esforços contrarrevolucionários da classe dominante deposta para retornar ao poder e iria reorganizar a economia ao longo de linhas racionais. Conforme a base econômica das classes sociais diminuísse, o Estado operário irá mais e mais assumir uma função puramente administrativa, por fim esvaindo-se com o advento do comunismo sem classes.

5. O Caráter Internacional da Revolução Socialista

O capitalismo é um sistema econômico mundial que criou uma classe trabalhadora internacional com interesses idênticos por todo o mundo. O caráter internacional da classe trabalhadora dá a ela uma enorme superioridade potencial sobre a burguesia, já que o capitalismo opera sob métodos anárquicos que lançam uma classe capitalista nacional contra a outra e constantemente criam novas irregularidade e crises. Para realizar essa superioridade, o proletariado precisa de um partido internacional para unificar a classe através das barreiras nacionais e setoriais que a dividem e coordenar as lutas independentes dos trabalhadores em cada país. Enquanto a revolução pode começar em um só país, qualquer vitória parcial será somente assegurada definitivamente com o espalhar da revolução para outros países e o eventual domínio mundial de uma organização econômica socialista. A Quarta Internacional é o partido mundial da revolução socialista, cujo programa e propósito permanecem válidos hoje como na sua fundação em 1938, apesar da sua presente dispersão organizativa. Nós nos colocamos com aqueles grupos que buscam o renascimento da Quarta Internacional e, como um primeiro passo, a criação de um genuíno Comitê Internacional de trotskistas revolucionários baseado num centralismo democrático real e vívido.

6. A Necessidade da Consciência Revolucionária

A classe dominante tem sob seu comando o monopólio dos meios de violência, o seu aparato dominante político e burocrático, sua enorme riqueza e conexões, e seu controle da educação, da mídia de massa e todas as outras instituições da sociedade capitalista. Contra tal força, um Estado operário pode ganhar vida apenas por um proletariado completamente consciente das suas tarefas, organizado para realizá-las, e determinado a defender as suas conquistas contra a violência contrarrevolucionária da classe dominante. A luta decisiva – a conquista do poder de Estado – exige consciência política. Através da sua aquisição de consciência política a classe trabalhadora deixa de ser meramente uma classe em si e se torna uma classe para si. Tal consciência não é gerada espontaneamente no curso das lutas de classe do cotidiano dos trabalhadores. Ela deve ser trazida aos trabalhadores pelo partido revolucionário. Por isso a tarefa do partido revolucionário é forjar o proletariado em uma força política suficiente ao influí-lo com a consciência da sua real situação, educá-lo nas lições históricas da luta de classes, temperá-lo em lutas cada vez mais profundas, destruir as suas ilusões, enchê-lo de vontade e confiança revolucionárias, e organizá-lo para derrubar todas as forças que estejam no caminho da conquista do poder. Uma classe trabalhadora consciente é a força decisiva na história.

7. A Base Burguesa do Revisionismo

Até quando a consciência revolucionária não prevalecer entre os trabalhadores, a sua consciência será determinada pela ideologia da classe dominante. Objetivamente, o capitalismo domina através do capital financeiro, do seu monopólio dos meios de violência, e do seu controle de todas as instituições sociais existentes. Mas ele prefere, quando possível, comandar através do domínio de suas ideias entre os oprimidos, promovendo ilusões e ocultando a sua essência sanguinária. As idéias da burguesia penetram nos próprios movimentos e organizações dos trabalhadores através da agência de comparsas pequeno-burgueses no mundo do trabalho – particularmente as burocracias parasitas sindicais, socialdemocratas e stalinistas que se baseiam na camada superior “aristocrática” da classe trabalhadora. Aproveitando privilégios não concedidos à maioria dos trabalhadores, esses maus líderes traem as massas da população trabalhadora através da colaboração de classes, social-patriotismo, e políticas racistas-chauvinistas que sabotam o entendimento e a solidariedade proletários. Se não são substituídos por lideranças revolucionárias, eles permitirão que as organizações dos trabalhadores se tornem impotentes na luta pelas necessidades econômicas dos trabalhadores sob as condições da democracia burguesa ou deixarão essas organizações serem derrotadas pelo fascismo vitorioso.
A degeneração do capitalismo e a capitulação de tendências dentro do movimento marxista têm sido de valor especialmente crítico para a preservação da dominação imperialista. Submissão à pressão da sociedade burguesa tem repetidamente impulsionado correntes nominalmente marxistas rumo ao revisionismo, o processo de abandono das conclusões essenciais do marxismo. O revisionismo de Bernstein, o menchevismo, o stalinismo e a sua variante maoísta, são todos ilustrações desse processo que constitui uma ponte para práticas abertamente reformistas.
Dentro do movimento trotskista os problemas postos pelas expansões stalinistas após 1943 deram origem à corrente revisionista do pablismo. O pablismo é caracterizado principalmente por uma renúncia da necessidade de uma liderança revolucionária e a adaptação às lideranças pequeno-burguesas e stalinistas existentes. Essa deterioração da teoria levou à degeneração da Quarta Internacional fundada por Leon Trotsky, e à sua destruição organizativa.
A Liga Espartaquista, ao contribuir com a clarificação teórica do movimento marxista e para a reconstrução das necessárias armas organizativas dos trabalhadores, levanta os princípios revolucionários do marxismo e os levará adiante para a vanguarda da classe trabalhadora.

8. Os Estados Operários Deformados e a Revolução Política

Ganhos históricos foram obtidos ao expulsar o imperialismo e destruir as relações de propriedade capitalistas em certos países atrasados, ou seja, os Estados operários degenerados da URSS, e os Estados operários deformados na Europa Oriental e da China, Coréia do Norte, Vietnã do Norte e Cuba. A nacionalização dos meios de produção, o estabelecimento de um planejamento econômico, e o monopólio estatal do comércio exterior trouxe melhorias tangíveis nos padrões de vida das massas junto com avanços no crescimento industrial apesar da hostilidade do imperialismo. Por outro lado, a falha até o momento do proletariado em conduzir de forma bem sucedida uma revolução social em qualquer dos países avançados, a relativa baixa produtividade do trabalho e níveis culturais dos Estados operários comparados com os países capitalistas chefes, e a preponderância numérica da classe camponesa permitiram a formação de castas burocráticas dominantes que excluem a classe trabalhadora do poder político e que são suscetíveis ao desenvolvimento de tendências restauracionistas burguesas. Essas burocracias privilegiadas, elas próprias um reflexo da contínua dominação do capitalismo em uma escala mundial, se colocam como uma barreira para a eliminação das diferenças de classe dentro das suas próprias fronteiras e para o alcance do socialismo em uma escala mundial. Através dos seus desvios crescentemente nacionalistas, elas enfraquecem essas conquistas da classe trabalhadora diante do imperialismo e abrem o caminho para a repenetração de formas econômicas capitalistas.
A Liga Espartaquista levanta a defesa incondicional desses países contra todas as tentativas do imperialismo de restabelecer o seu controle. Ao mesmo tempo, nós afirmamos a necessidade da classe trabalhadora de tomar o controle direto e a defesa desses Estados em suas próprias mãos através da revolução política e assim varrer as barreiras internas para o avanço rumo ao socialismo. Apenas o espalhar da revolução internamente e internacionalmente pode manter de maneira bem sucedida essas conquistas parciais dos trabalhadores. É uma necessidade imediata e pulsante construir seções da Quarta Internacional nos Estados operários deformados para guiar a luta dos trabalhadores pelo poder político e para coordenar a sua luta com aquela do proletariado nos países avançados e coloniais.

9. A Revolução Colonial e a Revolução Permanente

O caráter parcial das revoluções anti-capitalistas no mundo colonial nas últimas duas décadas (China, Cuba, Vietnã do Norte e Coréia do Norte) nos leva a reafirmar o conceito marxista e leninista do proletariado como chave para a revolução socialista. Apesar de que os movimentos pequeno-burgueses liderados por nacionalistas devem ser defendidos contra o imperialismo, a tarefa dos comunistas é liderar a intervenção ativa classe trabalhadora para tomar hegemonia na luta nacional-social. A luta da liderança proletária pela autodeterminação das nações oprimidas é uma poderosa ferramenta para quebrar o domínio dos líderes nacionalistas pequeno-burgueses sobre as massas. A Liga Espartaquista se opõe fundamentalmente à doutrina maoísta, enraizada nos reformismos stalinista e menchevique, que rejeita o papel de vanguarda da classe trabalhadora e o substitui pela guerra de guerrilhas com base camponesa como o caminho para o socialismo. Movimentos desse tipo podem sob certas condições, ou seja, a extrema desorganização da classe capitalista no país colonial e na ausência de uma classe trabalhadora disputando por si própria o poder social, esmagar as relações de propriedade capitalistas. Entretanto, eles não podem levar a classe trabalhadora ao poder político. Ao invés disso, eles criam regimes burocráticos anti-proletários que suprimem qualquer desenvolvimento posterior dessas revoluções rumo ao socialismo. A experiência desde a Segunda Guerra Mundial validou completamente a teoria trotskista da Revolução Permanente que declara que no mundo moderno, a revolução democrático-burguesa só pode ser completada pela ditadura do proletariado apoiada pelo campesinato. Apenas sob a liderança do proletariado revolucionário os países coloniais e semicoloniais podem obter a solução completa e genuína às suas tarefas de obter democracia e emancipação nacional.

10. O Partido Revolucionário: seu Programa, Organização e Disciplina

“Sem um partido, separada do partido, por cima da cabeça do partido, ou substituindo o partido, a revolução proletária não pode triunfar.” O partido revolucionário não é apenas um instrumento para trazer consciência política para o proletariado, ele é também a principal força ofensiva e guia através da qual a classe trabalhadora realiza e consolida a revolução socialista. O partido revolucionário é o apoio geral da revolução. Seus quadros de liderança são treinados e testados na luta de classes, ele ganhou a liderança da classe com base no seu programa e determinação revolucionária, ele entendeu todo o passado para compreender a situação presente com clareza cristalina, ele reconhece e responde audaciosamente ao momento revolucionário quando ele chega, aquele momento quando as forças do proletariado estão mais confiantes e preparadas e as forças da velha ordem estão mais desorganizadas e desmoralizadas. No partido revolucionário está cristalizada a aspiração das massas para obter sua liberdade, ele simboliza a sua determinação revolucionária e é o seu instrumento de vitória.
O programa da Liga Espartaquista, como parte da Quarta Internacional, é de natureza transitória. Ele forma uma ponte entre o curso da luta diária entre as atuais demandas e o programa socialista da revolução. Da consciência da classe trabalhadora hoje, ele formula as suas demandas e tarefas de um modo que leve inalteravelmente a uma conclusão final: a conquista do poder pelo proletariado. A frente única de organizações diferentes, e por vezes hostis entre si, da classe trabalhadora é uma tática primária em períodos incertos para ao mesmo tempo mobilizar uma ampla massa para a luta e fortalecer a autoridade do partido de vanguarda dentro da classe. O programa transitório dirige a luta de forma cada vez mais aberta e decisivamente contra as próprias bases do regime burguês e mobiliza as massas para a revolução proletária.
O princípio organizativo da Liga Espartaquista é o centralismo democrático, um equilíbrio entre democracia interna e disciplina funcional. Como uma organização de combate, a vanguarda revolucionária deve ser capaz de ação unificada e decisiva em todos os momentos da luta de classes. Todos os membros devem ser mobilizados para levar em frente as decisões da maioria. A autoridade deve ser centralizada em uma liderança selecionada que interprete taticamente o programa da organização. A democracia interna permite a determinação coletiva da linha do partido de acordo com as necessidades sentidas pelas bases do partido, que estão mais próximas da classe como um todo. O direito à democracia fracional é absolutamente vital para um movimento com vida. A própria existência desse direito ajuda a canalizar as diferenças para meios menos exaustivos de resolução.
A disciplina da Liga Espartaquista flui do seu programa e do seu propósito, a vitória da revolução socialista e a libertação de toda a humanidade.

11. Nós Vamos Intervir para Mudar a História!

“O marxismo não é um dogma, mas um guia para a ação”. A Liga Espartaquista, como uma seção nacional do movimento trotskista internacional, está na linha de frente da luta por um futuro socialista. Nossa preparação cotidiana da classe trabalhadora e nossa intervenção e liderança nos momentos decisivos da luta de classes irão impulsionar a luta rumo à sua vitória final. “Encarar a realidade de frente; não buscar a linha de menor resistência; chamar as coisas pelos seus nomes; falar a verdade para as massas não importa o quão amarga ela seja; não temer os obstáculos; ser verdadeira nas pequenas coisas como nas grandes; basear o seu programa na lógica da luta de classes; ser ousada quando a hora da ação chegar – estas são as regras da Quarta Internacional”. Estas são as regras da Liga Espartaquista conforme nós seguimos em direção à tarefa histórica de liderar a classe trabalhadora para a vitória do socialismo nos Estados Unidos!

A Necessidade de Uma Organização Revolucionária

Introdução a 1917
A Necessidade de uma Organização Revolucionária
Originalmente publicado no verão de 1986, o presente artigo é uma introdução à primeira edição de 1917, revista internacional da então Tendência Bolchevique, predecessora da Tendência Bolchevique Internacional (TBI). Sua tradução para o português for realizada pelo Reagrupamento Revolucionário em dezembro de 2011.

Toda a história da luta entre Bolcheviques e Mencheviques é marcada por essa pequena palavra ‘processo’. Lenin sempre formulou tarefas e propôs métodos correspondentes. Os Mencheviques concordavam com as mesmas ‘metas’ de forma genérica, mas deixavam sua realização para o futuro. Não há nada de novo sob o sol.”
Leon Trotsky, “Ao Camarada Sneevliet sobre o Congresso do IAG”, Escritos (1934-35).

Essa é a primeira edição de 1917, revista política da Tendência Bolchevique. Tomamos nosso nome do Ano Um da revolução proletária, o ano em que a classe trabalhadora russa esmagou a corrente do imperialismo mundial em seu elo mais fraco. A Revolução de Outubro não foi primariamente um evento russo em sua significância – ela foi o começo da luta internacional do proletariado pelo poder.

A brilhante promessa dos primeiros anos da revolução foi diminuída por seis décadas de traição e perfídia stalinista. Hoje o Kremlin já não é mais o quartel-general da revolução proletária, mas o domínio de uma casta burocrática e nacionalista que é uma barreira para o socialismo e que precisa ser derrubada através de uma revolução política dos trabalhadores. Ainda assim, as lições da Revolução Russa mantêm toda a sua significância para o futuro revolucionário da classe trabalhadora, e a defesa das conquistas sociais de 1917 continua a ser um medidor para diferenciar autênticos revolucionários dos variados social democratas do “Terceiro Campo”. Nós somos partidários de 1917. Nós baseamos no programa e estratégia na liderança daquela revolução: Lenin e Trotsky. Nós defendemos os documentos dos quatro primeiros congressos da Internacional Comunista; a luta da Oposição de Esquerda contra a contrarrevolução política do stalinismo; os documentos fundacionais da Quarta Internacional e a tradição revolucionária do Partido dos Trabalhadores Socialistas (SWP) liderado por James P. Cannon dos anos 1930 aos anos 1950. A liderança do SWP abandonou a luta pela construção de uma vanguarda trotskista no início dos anos 1960 em troca de uma confiança no processo objetivo da História (personificado, em um primeiro momento, por Fidel Castro). A Tendência Revolucionária, predecessora da Liga Espartaquista (SL) nasceu na luta contra as consequências liquidacionista do castrismo de segunda-mão da maioria do SWP. Através dos anos 1960 e 1970 a herança programática do trotskismo foi representada pela tendência Espartaquista. Essa tradição nós reivindicamos como nossa.

Os fundadores da Tendência Bolchevique são, em sua maioria, veteranos da tendência Espartaquista internacional (iSt) que foram expulsos, junto com dúzias de outros quadros, no curso da transformação dessa organização desde um grupo de propaganda trotskista em uma obediente seita pseudo-revolucionária. Inicialmente organizados por fora da iSt enquanto uma “Tendência Externa”, nós decidimos que, de acordo com o nosso nível formal de similaridade programática, era apropriado solicitar o reingresso na tendência Espartaquista. Fizemos isso com a intenção declarada de cristalizar uma oposição à acelerada degeneração política da organização. A liderança da SL (que em certo momento fingiu estar interessada em nosso reingresso) respondeu ao nosso pedido com uma muralha de calúnias e injúrias destinadas bater a porta e fechá-la de uma vez por todas. Desde então tivemos sucesso em consolidar uma organização que representa a continuidade da tradição trotskista que a SL carregou à frente a partir do SWP há duas décadas.

A Liga Espartaquista não pode mais ser considerada, em nenhum sentido, uma organização revolucionária. Uma indicação prematura da ruptura política da SL com o seu passado trotskista foi a decisão da liderança de acabar com a implantação do grupo no proletariado industrial. Tem sido uma louca jornada desde então. De proclamações apocalípticas de um incipiente golpe fascista em julho de 1984 em São Francisco até caracterizações misóginas de oponentes feministas negras enquanto “fêmeas de dobermanns no cio” – a SL hoje é um dos grupos mais insanos (e nojentos) na esquerda. O centrismo deles é de um tipo particular – banditismo politico – no qual a posição política formal do grupo é submetida a flutuações selvagens de acordo com as percebidas exigências de manter “o partido” (particularmente seus aparatos organizativos e outras vantagens) ou por capricho do “líder-fundador”, Jim Robertson. Um dos artigos de fé exigidos de todos aqueles que se mudam para “Jimstown” é a alucinação paranoica de que virtualmente todas as outras tendências na esquerda estão envolvidas em uma gigantesca teia de intriga patrocinada pela polícia e voltada contra (quem mais?) a Liga Espartaquista. Esse esquema é chamado em Workers Vanguard[jornal da Liga Espartaquista] de “Campanha da Grande Mentira” e é usado para “justificar” expulsões na SL e provocar, acusando de policiais, os seus adversários na esquerda. 

Programa e Período 

O presente período na América do Norte é caracterizado por um giro generalizado à direita e pela diminuição da esquerda organizada. Uma grande variedade de organizações ditas “revolucionárias”, notadamente as antes formidáveis correntes maoístas, simplesmente fecharam suas portam e deixaram de existir. Aqueles que sobreviveram, particularmente entre os que se reivindicam trotskistas, giraram significativamente à direita em busca de um espaço no qual atuar. Isto talvez seja mais evidente no caso dos membros do “Secretariado Unificado” da Quarta Internacional (SU), liderado por Ernest Mandel. Quinze anos atrás, jovens mandelistas corriam por Paris e Londres balançando bandeiras da Frente Nacional para a Libertação do Vietnã e cantando os louvores de Ho Chi Min. Não mais. Nos últimos anos, o SU abraçou cada movimento de massas anticomunista, da “Revolução Islâmica” do Aiatolá Khomeini ao restauracionista e pró-capitalista Solidariedade de Lech Walesa. Os mandelistas coroaram sua opção pela socialdemocracia através da adoção formal, em seu Congresso Mundial de 1985, de “Democracia Socialista e Ditadura do Proletariado”, documento no qual esses ilegítimos pretendentes ao manto da Quarta Internacional propõem o “socialismo democrático” de Karl Kautsky e da Segunda [Internacional]. 

Os revolucionários devem entender o clima político e social no qual eles existem. Devem necessariamente adaptar a forma pela qual se apresentam ao nível existente de consciência de massa e à experiência de seus ouvintes. Mas uma organização revolucionária não pode adaptar o conteúdo de seu programa sem que deixe de ser revolucionária. O programa marxiano representa os interesses históricos do proletariado enquanto um fator consciente na política mundial – uma “classe para si”. Como tal, ele é necessariamente contraposto à existente falsa consciência da classe “em si” na sociedade burguesa.

 

O Problema do Revisionismo


1917 será tanto partidária quanto polêmica. Uma faca cega não tira sangue. Lutar pelo marxismo revolucionário em nosso tempo significa, acima de tudo, combater politicamente aqueles agrupamentos falsamente revolucionários que são a materialização organizativa da ideologia burguesa no seio da classe trabalhadora. A história do movimento marxista é uma de continuo enfrentamento com aquelas correntes que, sob a bandeira de “continuar”, “aprofundar” ou “estender” o marxismo, buscam corroer (ou revisar) os princípios fundamentais do programa revolucionário.

No fundo, o “revisionismo” reflete a pressão da sociedade burguesa sobre aqueles que buscam transformá-la. O denominador comum de todas essas correntes é a resignação “pragmática” à imutabilidade do mundo tal como ele é. A forma de acomodação política proposta varia de acordo com as circunstâncias, mas em geral as tendências revisionistas adicionam pouca coisa de nova – ao contrário, eles tendem a ressuscitar esquemas e impulsos há muito descreditados pela experiência do proletariado.

O revisionismo no movimento marxista raramente se mostra de forma aberta sob todas as suas cores. Ao menos inicialmente, ele se expressa através da terminologia marxista. Rosa Luxemburgo comentou sobre tal fenômeno em uma polêmica (“Reforma ou Revolução”) escrita há quase noventa anos atrás:

Esperar que uma oposição contra o socialismo científico, logo em seu início, se expresse de forma clara, completa, e até a última instância no objetivo de seu verdadeiro conteúdo; esperar que ela negue aberta e abruptamente a base teórica da social democracia [ou seja, o movimento marxista] – equivaleria a menosprezar o poder do socialismo cientifico. Hoje em dia, aquele que deseja fazer-se passar por um socialista e ao mesmo tempo declarar guerra à doutrina marxista (…) deve começar (…) procurando nos próprios ensinamentos de Marx os pontos de apoio para um ataque a este, enquanto apresenta este ataque como um desenvolvimento da doutrina marxista.”

Cuidadosa atenção às questões de programa e teoria e a vigorosa defesa das conquistas políticas do passado não é nem um exercício no sentido do escolasticismo talmúdico, nem uma forma de veneração a ancestrais, como é frequentemente imaginado pelos presunçosos e cínicos defensores do “não-sectarismo”. O que podem parecer ao novato ou ao diletante como divisões sem sentido com base em pequenas nuances de posição, frequentemente representam profundas diferenças em termos de apetite político com enormes implicâncias no futuro. A política é um campo em que uma diferença de um por cento irá muitas vezes se mostrar decisiva.

A “Questão Organizativa”

Desde a origem de nossa tendência temos insistido que a questão organizativa é uma questão política de primeira ordem para um agrupamento revolucionário. Uma tendência revolucionária não precisa estar sempre correta – mas ela precisa sempre ser corrigível. Se ela é ou não corrigível é em função do regime interno que prevalece. Isso não é essencialmente questão de adesão a uma fórmula, mas da realidade pulsante da vida interna da organização. James P. Cannon, o fundador do trotskismo norte-americano, certa vez observou que:

É perfeitamente possível para líderes escorregadios escreverem dez constituições garantindo liberdade de crítica dentro de um partido e então criarem uma atmosfera de terror moral na qual um camarada jovem ou inexperiente não desejará abrir sua boca com medo de ser feito de idiota, pisoteado, ou acusado de algum desvio político que ele na verdade não possui.”
O Partido dos Trabalhadores Socialistas na Segunda Guerra Mundial

Uma vida interna vibrante e democrática dentro de uma organização revolucionária não é só uma opção desejável, mas uma necessidade vital. Ela é simultaneamente o único mecanismo para a correção de erros da liderança e o único ambiente no qual quadros revolucionários podem ser criados. Grupos como a SL em fins dos anos 1970, nos quais a liderança é capaz de possuir um efetivo monopólio de expressão política interna, em nome da “eficiência” (ou seja, estabelecendo um curto-circuito do necessário gasto de tempo e do difícil processo de solucionar disputas políticas através de lutas internas e democráticas) preparam sua própria e inevitável degeneração política.

Os membros de uma organização leninista têm o direito de eleger para posições de liderança aqueles indivíduos em que possuem maior confiança política e de substituí-los caso seja necessário. Ao mesmo tempo, uma organização revolucionária só pode operar na base do estrito centralismo, com os órgãos dirigentes tendo total autoridade para determinar a linha política pública da organização como um todo e para dirigir o trabalho de todos os órgãos subordinados do partido, bem como membros individuais. O direito de dissidência interna ao partido (e particularmente o direito das minorias de lutar para substituir a direção), e a própria consciência política dos membros, representam as únicas garantias contra a degeneração da vanguarda antes da vitória da revolução proletária.

A Necessidade de uma Organização Revolucionária

A vanguarda revolucionária se distingue acima de tudo pelo fato de que ela é a portadora do conhecimento programático historicamente derivado necessário para o avanço da luta dos trabalhadores pelo poder. Isso não é algo que pode ser anunciado ou proclamado, é algo que precisa ser provado através das respostas da organização aos eventos da luta de classes. Os centristas zombam daqueles que checam cuidadosamente o histórico de uma organização ao avaliar suas credenciais revolucionárias. Para eles isso não passa de tarefa de bibliotecário. Mas o melhor teste para saber o que uma organização fará no futuro não é o que ela promete hoje, mas o que ela fez em momentos críticos do passado.

A importância de uma organização revolucionária dentro do movimento dos trabalhadores em períodos de refluxo é essencialmente servir de polo ideológico para o qual recrutar e treinar os quadros necessários para que lidere as inevitáveis batalhas por vir. Uma vanguarda revolucionária não pode ser improvisada do dia para a noite. Ela não irá emergir de forma semi-espontânea no “processo” da luta de classes. Ela precisa ser forjada de forma antecipada dentro do combate político entre o marxismo revolucionário e todo o leque de lideranças equivocadas da classe trabalhadora, de socialdemocratas a falsos trotskistas. É a esse combate que 1917 está dedicada.

O elemento decisivo em toda situação é a força, permanentemente organizada e pré-ordenada por um longo período, que pode avançar quando se julgar que a situação é favorável (e ela é favorável apenas na condição em que tal força exista e esteja repleta de ardor combativo); assim, a tarefa essencial é aquela de dedicar uma atenção sistemática e paciente à formação e desenvolvimento dessa força, tornando-a ainda mais homogênea, compacta, consciente de si mesma.”
Antonio Gramsci, “O Moderno Príncipe”. [Cadernos do Cárcere, Caderno 13 – nota 17]

Arquivo Histórico: Lutas Estudantis Engolem o Brasil

Batalhas Campais Contra a Repressão do Estado Policial
Lutas Estudantis Engolem o Brasil

Este artigo foi primeiramente impresso em inglês em Jovem Spartacus, publicação de juventude da Liga Espartaquista dos Estados Unidos, em Julho/Agosto de 1977. Ele relata a luta dos estudantes brasileiros contra a ditadura militar e aponta a necessidade estratégica de que o movimento rompesse com as ilusões nos setores burgueses democráticos e se aliasse à classe trabalhadora. Sua tradução para o português foi realizada pelo Reagrupamento Revolucionário em dezembro de 2011. Publicamos este material como inspiração para as lutas estudantis presentes e futuras e como um manifesto em defesa da aliança operário-estudantil.

Em 25 de junho, em um continente conhecido pela selvageria sem limites de suas muitas ditaduras militares, o regime brasileiro do “presidente” Ernesto Geisel adquiriu reputação pelo seu recurso arbitrário ao terror do Estado policial.

Há muito os queridinhos dos investidores imperialistas e de seus conselheiros acadêmicos, a camarilha dominante dos generais do exército, tem notoriedade ao redor da América Latina pela repressão brutal e tortura sistemática, e pelo “desaparecimento” de oponentes políticos do regime brasileiro. Mas nas semanas recentes, os carrascos brasileiros foram confrontados com uma erupção de descontentamento popular que abalou a sua “lei e ordem” com punho de ferro.

Pela primeira vez desde 1968, um grande levante de protesto estudantil contra o regime militar fez surgir uma série de confrontos corajosos com as brutais forças armadas do Estado. Apesar dos perversos ataques físicos da policia e prisões de massa, as greves estudantis continuaram a desafiar as autoridades, exigindo a soltura dos presos políticos e a concessão de plenos direitos democráticos – principalmente a liberdade de reunião e de expressão.

Primeiros Tremores de Protesto

Os primeiros tremores do atual levante ocorreram em 30 de março, quando estudantes realizaram um ato de rua no centro industrial de São Paulo. Em resposta a um anúncio do governo da redução de 40 por cento da verba para a Universidade de São Paulo, demissões generalizadas entre trabalhadores do campus e da faculdade e um aumento dos preços dos restaurantes universitários, os estudantes tomaram as ruas e distribuíram uma “carta aberta” que em parte declarou:

“A nossa luta não é apenas nossa; é a de toda a população, de todos que lutam contra uma vida difícil, por melhores salários, por mais escolas, por restaurantes universitários, pela liberdade de protestar.” (*) Reimpresso em Informations Ouvrieres, 2 de junho de 1977.

Embora este protesto tenha se mantido geograficamente isolado e politicamente limitado a preocupações locais do campus, ele representou um passo tentador rumo a uma mobilização mais ampla contra o regime Geisel.

Em 28 de abril, a atual onda de protestos começou quando a polícia prendeu oito estudantes e trabalhadores (aparentemente membros de uma organização de esquerda) enquanto eles estavam distribuindo panfletos chamando por um “Dia de Lutas” no primeiro de maio. Protestos rapidamente se alastraram depois que estudantes e membros da oposição sindical dos metalúrgicos de São Paulo lançaram panfletos exigindo a liberdade dos militantes de esquerda presos.

Para o receio de Geisel, o 5 de maio trouxe 10 mil estudantes (apoiados pelos metalúrgicos) para as ruas de São Paulo no que foi o maior protesto de rua desde 1968. O ato de rua – que eletrificou todo o espectro da vida política brasileira – testemunhou a publicação da segunda “Carta Aberta ao Povo Brasileiro”, que num formato mais político exigiu “que as autoridades respeitem a liberdade de protestar e o direito à expressão e à organização de todos os setores oprimidos da população” (*) (citado na Intercontinental Press, 13 de junho).

O desafio aberto às autoridades exibido no 5 de março em São Paulo atingiu o descontentamento generalizado da população trabalhadora brasileira com as contínuas arbitrariedades e repressão do regime. Sob o impacto do colapso do “milagre brasileiro” (que economistas burgueses impressionistas tais como Walt Rostow haviam tomado como prova do “estágio de propulsão” de teorias antimarxistas do desenvolvimento industrial) divisões ficaram aparentes mesmo dentro da camarilha bonapartista dominante. Cada vez mais isolado, Geisel foi forçado a dissolver o Congresso em abril e ficou sob pressão crescente da oposição de mentira do Movimento Democrático Brasileiro (MDB) e de renovadas agitações de descontentamento entre oficiais de baixa patente do exército.

As atividade grevistas se ampliaram, e por volta do “Dia Nacional de Lutas” de 19 de maio, ao menos 10 universidades ficaram fechadas. Atos de rua se espalharam por 16 cidades, incluindo Rio de Janeiro, Belo Horizonte, Salvador e Brasília (onde toda a população estudantil de 15.800 entrou em greve).

A polícia em todo o país atacou protestos de uma forma que testemunhas visuais descreveram como a repressão mais imoral desde 1968. 77 mil policiais e tropas foram colocados em alerta em São Paulo enquanto estimados 8 mil estudantes marchavam na escola de medicina da Universidade. Conforme a polícia se aproximou para prender os participantes do protesto, ela bateu em repórteres que estavam, apesar da censura do governo, cobrindo os eventos desde cedo.

Encontro Nacional de Estudantes

Logo depois do “Dia Nacional de Lutas”, “Comitês de Anistia Primeiro de Maio” começaram a se espalhar pelo Brasil conforme estudantes buscavam criar corpos nacionais para avançar a sua luta por direitos democráticos. Em São Paulo foram criados Diretórios Centrais de Estudantes livres. Nas palavras dos organizadores estudantis, estes corpos “são livres porque nós não seguimos as leis impostas pelas autoridades, que não permitem eleições livres diretas e restringem nossa liberdade de protestar e organizar”. Mais de 16 mil dos 30 mil estudantes da Universidade de São Paulo participaram das eleições do Diretório Central.

Enquanto isso, uma tentativa foi feita para reviver a União Nacional dos Estudantes, a organização banida que liderou os protestos estudantis brasileiros durante os anos 1960. Foi publicado um chamado por um “Encontro Nacional” em 4 de junho em Belo Horizonte – a capital do estado industrial de Minas Gerais – com o objetivo de eleger um órgão de liderança delegada em escala nacional.

A repressão policial mais uma vez se intensificou conforme o governo tentou interromper os protestos prendendo os líderes da greve estudantil. No Rio de Janeiro, 30 estudantes suspeitos de serem delegados do Encontro foram presos, interrogados e liberados só depois que já era muito tarde para viajar para Belo Horizonte. Em São Paulo, a polícia não conseguiu prender os delegados, mas de acordo com a revista semanal Veja (8 de junho), “a polícia de São Paulo tem em suas mãos os nomes de um bom número de delegados ao Encontro – as contas serão acertadas no seu retorno a São Paulo” (*). Quando o Encontro foi realizado como planejado, a polícia atacou e prendeu em massa mais de 800 estudantes; 98 serão julgados sob a draconiana Lei de Segurança Nacional.

“SWAT” ao Estilo Brasileiro

O palco foi armado para um grande confronto no segundo “Dia Nacional de Lutas” chamado pelos líderes estudantis para 15 de junho.

A atividade foi centrada em São Paulo, onde 32 mil policiais foram mobilizados – dois mil ocupando uma praça central para onde os protestos foram chamados para a hora do rush no início da noite. O cabeça da “segurança pública”, coronel Erasmo Dias, chegou no lugar e aproveitou a oportunidade para demonstrar as suas mais recentes “novidades” anti-protestos para a imprensa reunida: uma “lanterna” que projeta uma irradiação de alta intensidade capaz de cegar os participantes dos protestos por vários minutos,  latas de gás lacrimogêneo que cabem no bolso (que ele “jocosamente” jogou para os repórteres) e uma coleção de rifles M-16 (muito populares entre o exército brasileiro após a introdução da série de televisão norte-americana “SWAT”).  Balançando descontroladamente o seu revólver Browning de 9 milímetros favorito, o chefe Dias trovejou, “Ninguém vai passar por aqui” (citado em Veja, 22 de junho).

Apesar da vigilância da polícia, um audacioso grupo de estudantes conseguiu realizar uma rápida marcha na praça. Evitando o escrutínio da polícia, aproximadamente 50 estudantes (em uma praça que em geral comporta 500 mil durante a hora do rush no início da noite) começaram a cantar “Liberdade, Liberdade!”. Uma vez começado, o canto foi uma deixa. Dias e os seus soldados entraram em um espanto atordoado quando a praça de repente ganhou vida com pessoas gritando em protesto. O que pareciam ser meros transeuntes e compradores acabaram se mostrando estudantes em protesto esperando a deixa para emergir das filas de ônibus e lanchonetes.

Quando a polícia começou a perseguição com cães treinados e a bater com selvageria em quem protestava com cassetetes e cintos, espectadores torciam para os estudantes, e as ruas ficaram inundadas de confetes jogados das varandas acima. Até mesmo os donos de lojas da vizinhança se solidarizaram com os estudantes. Os cinemas de São Paulo abriram as portas gratuitamente no dia seguinte em gesto de solidariedade.

Checando na imprensa, as greves continuam. Dez universidades estão completamente fechadas, ou por protesto estudantil ou por retaliação da administração. Encontros do corpo estudantil da Universidade de Brasília continuam votando unanimemente pela manutenção da greve – e o reitor fechou a escola por todo o período do recesso de julho. (Além disso, um Terceiro Encontro Nacional de Estudantes havia sido agendado para São Paulo em 21 de junho).

Abaixo Geisel!

Apesar da coragem manifesta dos estudantes radicais, falta ao protesto centrado no campus uma estratégia para a derrubada revolucionária da ditadura Geisel. Faixas proclamando “Trabalhadores e Estudantes, Unam-se” apareceram nos atos de rua, mas prevaleceu muito mais o slogan moralista “Ficar calado é ser cúmplice” (o equivalente brasileiro do ditado da Nova Esquerda “Se você não é parte da solução, você é parte do problema”). As “Cartas Abertas” ao povo brasileiro foram seguidas por uma carta aberta para [a primeira-dama norte-americana] Rosalyn Carter durante a sua estada no país – repleta de apelos pelo fortalecimento dos “direitos humanos” no Brasil. Ainda por cima, The Economist (28 de maio) publicou uma fotografia de estudantes vendando um busto de John Kennedy para “proteger os seus olhos” contra a investida policial – como se Kennedy não tivesse sido responsável por treinar torturadores da América Latina e dado uma mãozinha para ajudar tiranos de meia-tigela e ditadores militares através da sua, assim chamada, “Aliança para o Progresso”.

Além disso, estudantes em protesto por inúmeras ocasiões não apenas uniram forças com o MDB – o que, em si, não está incorreto – mas expressaram ilusões com as suas pretensões democráticas. Com as crescentes fissuras no governo militar, todo mundo no Brasil está pagando tributo à demagogia populista “democrática” – de Geisel em diante. Quando Geisel alterou arbitrariamente a Constituição brasileira em abril passado, de tal forma que a indicação de governadores dos estados estaria firmemente nas mãos dos seus lacaios, ele destruiu as esperanças de políticos do MDB que esperavam chegar ao poder em vários estados na próxima eleição. Consequentemente, o MDB foi levado a uma “oposição” de faz-de-conta a Geisel. As declarações ultra-democráticas do MDB foram tão longe a ponto de chamar por uma “Assembléia Constituinte que seja a síntese da luta pela legalidade democrática e a restauração da dignidade jurídica ao país” (*) (Jornal de Brasil, 19 de junho).

Mas aparte da sua retórica pseudo-democrática, o MDB pode ser contado entre aqueles que se opuseram aos estudantes no momento em que suas lutas estavam para colocar um desafio sério ao regime. O MDB foi formado em 1965 pela junta militar para cumprir o papel de “oposição eleitoral” domada à Aliança Renovadora Nacional (ARENA) cativa dos militares. O MDB, que incluiu formações tais quais o Partido “Trabalhista” burguês do antigo homem-forte Getúlio Vargas, foi cúmplice nas atividades sanguinárias da ditadura brasileira ao longo do seu reino de terror de treze anos. Os estudantes não devem confiar em nenhum setor da burguesia brasileira para se oporem ao terror militar continuado. Os militares tomaram o poder em 1964 para prevenir o antigo presidente João Goulart de levar adiante a sua proposta de implementar a mínima reforma agrária (muito menos “reformadora” do que aquela realizada pelos governos burgueses na Itália e na Guatemala no período pós-Segunda Guerra), e dar restritos direitos democráticos aos soldados e oficiais não-comissionados. O medo de excitar as massas era tão intenso entre todas as seções da burguesia que não houve oposição significativa ao golpe – apesar do conhecimento de que o governo militar iria monopolizar o poder político em suas mãos. Assim, mesmo do alto da sua “oposição”, os líderes parlamentares do MDB tomaram as dores de denunciar os protestos estudantis em junho (Veja, 22 de junho).

Na época de decadência capitalista, a tendência para regimes bonapartistas – geralmente baseados nos militares – aumenta em países onde a dominação imperialista e a indústria moderna às vezes se colocam lado a lado com condições agrárias semi-feudais. As pretensões populistas “democráticas” dos oficiais de baixa patente e oposicionistas domesticados não são nada além de demagogia de pequenos aspirantes a Bonaparte fora do poder.  Esses são os “oposicionistas” que ficaram parados observando enquanto os generais brasileiros fizeram por um período de treze anos o que a Aliança Anti-comunista Argentina tem feito nos últimos anos: assassinar, torturar e oprimir sem piedade.

Por um Governo Operário e Camponês no Brasil!

No contexto de desenvolvimento desigual e combinado do Brasil, o que começou como um protesto estudantil floresceu e atingiu um reservatório de ódio generalizado pela ditadura: o “milagre brasileiro” se mostrou um fiasco e no seu fim permanecem a mesma pobreza de massa, terror policial e pilhagem imperialista. Os modernos arranha-céus e fábricas tecnologicamente avançadas coexistem com favelas que se alastram e com a miséria abjeta dos peões que trabalham nos latifúndios. Isso fornece uma prova dramática de que na época imperialista, enquanto a burguesia mantiver o poder de Estado, os países atrasados como o Brasil não podem nem atingir o nível dos países industriais desenvolvidos nem elevar qualitativamente o padrão de vida das massas trabalhadoras. Ao mesmo tempo, um levante revolucionário centrado na classe trabalhadora contra os chefes militares iria claramente gerar um apoio popular de massas – incluindo largos setores da pequeno-burguesia urbana.

Em nenhum outro lugar está mais claro, e em nenhum outro lugar é mais importante lançar as bases para ações unitárias entre a classe trabalhadora e os estudantes radicalizados de São Paulo – a clássica cidade explosiva do Brasil. Neste moderno centro industrial ainda não existem esgoto ou saneamento básico para muitos dos seus 11 milhões de habitantes. O trabalhador médio – cujo salário de fome é rapidamente corroído pelos 44% anuais de inflação – perde seis horas por dia simplesmente viajando para ir e voltar do trabalho. O desemprego, que é endêmico entre as massas não-qualificadas, tem crescido agudamente mesmo entre os trabalhadores qualificados, dos quais 5.500 trabalhadores automotivos, assim como eletricitários e operários da construção civil foram colocados recentemente na rua.

A emancipação social das massas brasileiras empobrecidas e horrivelmente oprimidas espera a tomada do poder pelo proletariado e a formação de um governo operário e camponês. Os protestos estudantis de hoje devem ser conectados com o poder estratégico do proletariado nas zonas industriais de São Paulo, Rio de Janeiro e Minas Gerais.

As massas urbanas e rurais devem ser mobilizadas ao redor de um programa revolucionário que inclua as demandas democráticas, inclusive a liberdade imediata de todas as vítimas da repressão de direita, por plenos direitos sindicais, por uma revolução agrária avassaladora, por liberdade de expressão, imprensa e de associação política, e por uma genuína assembléia constituinte baseada no sufrágio universal. A luta pelas liberdades democráticas, a derrubada dos generais brasileiros e a expropriação dos vorazes imperialistas exigem, acima de tudo mais, a construção de um partido trotskista brasileiro, seção de uma Quarta Internacional reconstruída.

Nota da Tradução

(*) Todos os trechos indicados com um asterisco no fim foram traduzidos para o português a partir da versão em inglês do artigo de Jovem Spartacus, e podem não coincidir exatamente com o original em português.

La lucha contra el peronismo

La lucha contra el peronismo

[Extracto de Workers Vanguard No. 24, 6 de julio de 1973.  Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982] 

El grupo Moreno y el peronismo “de izquierda”

El mayor grupo argentino que se reclama del trotskismo es el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) dirigido por Nahuel Moreno. La tendencia Moreno existe desde fines de los años 40, y por lo menos desde 1952 en adelante ha mostrado las características fundamentales del pablismo clásico. Pablo abandonó la lucha por la construcción de partidos trotskistas independientes: a principios de los años 50, él fabricó la teoría objetivista según la cual el estalinismo se vería “forzado” a tomar medidas revolucionarias y por consiguiente los revolucionarios debían sumergirse en los partidos obreros predominantes. En América Latina este revisionismo fue llevado a un nivel aun más “elevado” cuando Pablo dió instrucciones al POR [Partido Obrero Revolucionario] boliviano a que entrara en el MNR [Movimiento Nacionalista Revolucionario] pequeñoburgués nacionalista, que de ningún modo era un partido obrero.

En Argentina el grupo Moreno se había enfrentado al peronismo hasta 1952 cuando rechazó esta posición calificándola de “sectaria”. Después de esta fecha “nos consideramos una parte ‘de facto’ del frente antiyanqui del peronismo” (cita de un “apologista de Moreno” en Workers’ Press, 14 de abril de 1972). Según la misma fuente, “nuestra innovación consistió en que por primera vez un grupo marxista entró en un partido burgués.” ¡La sumersión en este partido burgués duró doce años! 

Después de la “Revolución Libertadora” de 1955, Moreno formó el Movimiento de Agrupaciones Obreras (MAO) y publicó la revista Palabra Obrera, que se presentaba como el “órgano del peronismo obrero revolucionario” publicado “bajo la disciplina del Gral. Perón y del Consejo Superior Peronista” (¡!).

En las elecciones de 1958, Palabra Obrera aun cuando se opuso inicialmente al voto por el radical burgués Frondizi, finalmente se decidió por “salvar la unidad activista” exhortando a “votar por el gorila Frondizi” (Avanzada Socialista, 9 de mayo de 1973). Durante este mismo periodo el grupo Moreno sostenia relaciones estrechas con un grupo de dirigentes peronistas de izquierda de las “62 organizaciones'” (de los cuales el más prominente era Loholaberry) que habían ganado influencia durante la resistencia que siguiera al golpe de 1955. Unos afios después, este mismo Loholaberry colaboraba directamente con la brutal dictadura antiobrera de Onganía.

Después de 1964, cuando Palabra Obrera se fusionó con el grupo castrista FRIP, Moreno cambió de campo y se puso el disfraz de guerrillero (ver “Guevarismo vs. socialdemocracia en el S.U.”, en este cuaderno). Aunque ganó cierta influencia como resultado del trabajo de masas con los trabajadores azucareros de Tucumán, una vez más en alianza con los “peronistas combativos” de la dirección de FOTIA, el grupo Moreno mismo no se lanzó a la guerra de guerrillas. Cuando algunos de los miembros del grupo empezaron a presionar por la realización del programa, Moreno escindió el grupo.

El trabajo sindical del grupo Moreno ha tenido consistentemente un carácter sindicalista, rehusándose a politizar las luchas espontáneas de la clase. En las huelgas generales de finales de 1970 exigia una huelga general indefinida, por el aumento inmediato de salarios, por el fin al estado de sitio y el reconocimiento de todos los partidos politicos y por la formación de asambleas de fábrica para dirigir la huelga (La Verdad, 10 de noviembre de 1970). No llamó por un gobierno obrero, ni abogó por la formación de un comité nacional de huelga para dirigir la movilización. En forma similar, el llamado del PST (en ese entonces PSA) por una lista de trabajadores en las últimas elecciones no ofrecía ningún criterio programático. Sus llamados se dirigían a destacados militantes locales asociados con el Partido Comunista, peronistas de izquierda o sindicalistas, y la demanda, principal era por una lista electoral [¡del justicialismo, el brazo electoral burgués del peronismo!] cón un 80 por ciento de trabajadores y un “programa obrero” no especificado.

Desde las elecciones de marzo, su fallo en no presentar una alternativa clara a los peronistas se ha convertido en un peligro real. A finales de mayo, el PST asistió a una reunión con Cámpora que según el mismo PST, “fue un gran encuentro de los partidos y organizaciones patronales argentinos para ofrecer su apoyo a las proeuestas de Cámpora.” La posición del PST era que todas las acciones del gobierno en favor de los intereses obreros recibirían apoyo crítico. “Sin confundir las banderas, podrá contar, Dr. Cámpora, con nuestra solidaridad proletaria” (Avanzada Socialista, 30 de mayo-6 junio de 1973). Cámpora y Perón se preparan para aplastar a los “trotskistas” ¡y el dirigente del PST Juan Carlos Coral brinda el apoyo crítico del PST a las medidas positivas del gobierno Cámpora!

La Revolución China

La Revolución China

por Ted Grant

Primera impresión en Socialist Appeal, enero 1949. Copiado de http://www.tedgrant.org/espanol/1949/revolucion-china.htm

Con el espectacular avance del Ejército Rojo chino, los diplomáticos del Departamento de Estado estadounidense y del Foreign Office británico están discutiendo seriamente la posibilidad del colapso total del régimen de Chiang Kai-Shek. Toda la prensa capitalista escribe artículos sombríos sobre la perspectiva de que el norte de China, pasando por el centro hasta el Yangtse, caiga bajo el dominio estalinista.

En tres años hemos tenido el colapso del imperialismo japonés, el Ejército Rojo ha conquistado Manchuria y la mayor parte del norte de China. La capital china, Nanking, junto a la ciudad más rica de China, Shangai, que cuenta con una población de cinco millones de personas, están cayendo rápidamente bajo el dominio del Ejército Rojo. El territorio que dominan ya los estalinistas tiene una población superior a los 170 millones de personas.

Los capitalistas británicos, con unas inversiones en China que ascienden a 450 millones de libras, están consternados ante la perspectiva de perder este terreno de inversión tan lucrativo. El imperialismo estadounidense, cuya esfera de influencia china decayó con el despertar de otras potencias imperialistas durante la guerra, ha dado al gobierno del Kuomintang una ayuda valorada en 3.000 millones de dólares, un intento inútil de salvaguardar China para la explotación imperialista.

Pero los imperialistas estadounidenses ahora se dan cuenta de que conceder más ayudas simplemente significa tirar el dinero. Con todas las ventajas y técnicas militares a su favor, en las primeras etapas de la guerra civil que siguió a la guerra mundial, el Kuomintang ha sufrido una derrota tras otra. El régimen del Kuomintang, bajo el dominio dictatorial de Chiang Kai-Shek, representa a los terratenientes feudales y a los capitalistas. Está controlado por una camarilla militar completamente corrupta que oprime a los trabajadores y campesinos, y que al mismo tiempo saquea a sus maestros.

Chiang Kai-Shek llegó al poder después de la derrota de la revolución china de 1925-27, donde jugó el papel de principal carnicero de la clase obrera. Lo consiguió gracias a la política de Stalin y Bujarin, y a la dirección del Partido Comunista Chino. Su política entonces fue la de formar un bloque con los terratenientes, capitalistas y señores de la guerra feudales chinos, supuestamente para defender la lucha contra el imperialismo. En consecuencia, sabotearon los intentos de tomar las fábricas de los trabajadores y los intentos de los campesinos de ocupar las tierras. Un ministro de trabajo “comunista” saboteó las huelgas y castigó a los huelguistas. Un ministro de agricultura “comunista” ordenó disparar a los campesinos que intentaban tomar la tierra.

La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang capitalista como sección simpatizante. En La Tercera Internacional después de Lenin, Trotsky en una nota explica el papel de los estalinistas:

“La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang como partido simpatizante a principios de 1926, aprobado por el Politburó del PCUS, con el único voto disidente de Trotsky. Hu Han-min, el dirigente de derechas del Kuomintang, participó en el Sexto Pleno de la ECCI, en febrero de 1926, como delegado fraternal del Kuomintang. Shao Ki-tze, un secuaz de Chiang Kai-Shek, asistió como delegado fraternal al Séptimo Pleno, ECCI, noviembre de 1926. (Minutes. Edición alemana. pp. 403f. Londres. 1936).

El 21 y 22 de marzo de 1927 los trabajadores de Shangai tomaron la ciudad. Chiang inmediatamente comenzó los preparativos para masacrarles. Conspiró con los imperialistas para aplastar a los trabajadores.

En lugar de preparar la lucha, los estalinistas apoyaron plenamente a Chiang. El órgano oficial de la Comintern,International Press Correspondence, edición francesa, 23 de marzo de 1927 página 443 decía: “Lejos de dividir, como dicen los imperialistas, el Kuomintang sólo ha fortalecido sus filas”.

El 30 de marzo escribían:

“Por ahora está completamente excluida una escisión en el Kuomintang y las hostilidades entre el proletariado de Shangai y los soldados revolucionarios ya que el propio Chiang Kai-Shek ha declarado que acataría las decisiones del partido… Un revolucionario como Chiang Kai-Shek no descansará, como les gustaría creer a los imperialistas, hasta llegar a Chang Tao-lin (el norte militarista) para luchar por el movimiento de emancipación…”.

Chiang empezó a organizar un golpe, masacró a la flor y nata de los trabajadores, ilegalizó los sindicatos, las organizaciones campesinas, el Partido Comunista y privó a las masas de todos sus derechos.

Las masas fueron completamente derrotadas y los remanentes de la dirección china del Partido Comunista huyeron a las zonas campesinas, y ahí intentaron organizar una guerra campesina.

El ejército campesino

La lucha guerrillera vomitó dirigentes con un genio militar notable. Mao Tse Tung, Chu The [1] y otros, consiguieron escapar de las poderosas fuerzas militares que el Kuomintang había lanzado tras ellos. A pesar de la línea política equivocada que llevó a desastres sucesivos, en una de las hazañas militares más destacadas de la historia mundial, Mao dirigió desde el centro y sur de China una retirada de 6.000 millas hacia las montañas próximas a Yenan, donde se creó una república “soviética”. Allí, a pesar de todos los esfuerzos del régimen de Chiang por expulsarles, consiguieron mantenerse y repeler un ataque tras otro. El secreto de su éxito fue la división de la tierra entre los campesinos de esta pequeña región que contaba con una población de diez millones de personas.

En el período entreguerras el régimen de Chiang acumuló cada vez más cargas sobre los hombros de los trabajadores y campesinos. En algunas zonas los funcionarios locales corruptos cobraban impuestos a los campesinos con ochenta años de anticipación.

Había un despilfarro constante de riqueza en gastos militares y el débil régimen del Kuomintang demostró ser incapaz de llevar a cabo una lucha revolucionaria contra las incursiones del imperialismo japonés.

El régimen de Chiang se dedicó a implantar una política de terror y robo. En dos décadas degeneró completamente de arriba a abajo y perdió prácticamente la mayor parte del apoyo que tenía entre la clase media.

Después del colapso de Japón, con cierta ayuda del Ejército Rojo en Manchuria que ayudó a los estalinistas a capturar las municiones japonesas, una gran parte de Manchuria y del norte cayó en manos de los estalinistas. El Ejército Rojo chino había llevado a cabo una guerra de guerrillas contra el militarismo japonés durante la guerra y después del colapso japonés se quedó en una posición estratégica para capturar algunas zonas del país. Incluso durante la guerra la principal preocupación de Chiang era el peligro social en casa ¾ cómo ocuparse de los estalinistas y los trabajadores¾ , no estaba claro que Japón cayera derrotado y es bastante probable que hubiera capitulado y llegado a un compromiso con el imperialismo japonés.

Un régimen moribundo

El imperialismo estadounidense ayudó a Chiang con municiones y otros suministros, incluso con la intervención militar directa en el trasporte de tropas del Kuomintang a Manchuria y el norte de China, en concreto la flota y fuerza aérea estadounidenses. Chiang al principio consiguió algunos éxitos, pero todo fue en vano. Estaba al mando de un régimen moribundo más arcaico que incluso el régimen zarista ruso. El régimen estaba tan corrompido que una gran parte de los suministros eran vendidos por los funcionarios a los ejércitos estalinistas a cambio de oro, los ministros y funcionarios del gobierno de Chiang se quedaban con una gran parte de los dólares que EEUU enviaba para la guerra. Sólo una pequeña parte de los suministros y municiones llegaban a las tropas nacionalistas que se encontraban en el frente.

Los oficiales del ejército intrigaban entre sí, como ocurre en todos los regímenes condenados. Chiang, por ejemplo, privó de municiones al general Fu Tso Yi, el único general destacado que realmente tenía capacidad en el ejército nacionalista, por temor a que pudiera sustituirle. A los generales les superó la estrategia y las tácticas del Ejército Rojo.

Las cuestiones sociales

Sin embargo, la razón principal para la victoria de los estalinistas chinos en seguida las abordó Mao Tse Tung: las cuestiones sociales. La “tierra para los campesinos”, como en la Revolución Rusa, fue el toque de difuntos para los terratenientes feudales y su régimen corrupto. En gran medida los estalinistas chinos han realizado una revolución agraria. Esa es la diferencia significativa entre la lucha de 1927 y la actual. Esta cuestión es la responsable del desvanecimiento de los ejércitos que Chiang intentó utilizar para aplastar la rebelión agraria. Los ejércitos de Chiang estaban formados por campesinos —en realidad los campesinos más pobres— que no tenían dinero suficiente para escapar del servicio militar sobornando a los oficiales.

Incluso el News Chronicle (11/12/1948) tiene que admitir lo siguiente:

“Existente descontento entre las filas del ejército nacionalista. Los soldados rasos de Chiang reciben cinco peniques al mes.

En algunas aldeas a los reclutas se les ata en el camino que va hacia los barracones y cuando viajan en tren las puertas de los vagones están selladas para que no puedan escapar”.

Naturalmente desertaban con sus armas y cuando se encontraban con el programa agrario de los estalinistas desertaban divisiones militares enteras.

El programa agrario estalinista

En la conferencia nacional agraria del Partido Comunista Chino celebrada el 13 de septiembre de 1947 se propuso una ley agraria que incluía los siguientes puntos:

“Artículo 1º. Abolición del sistema agrario de explotación feudal y semifeudal. Se establece el sistema agrario de ‘tierra para el campesino’.

Artículo 2º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los terratenientes.

Artículo 3º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los santuarios ancestrales, templos, monasterios, escuelas, instituciones y organizaciones.

Artículo 4º. Cancelación de todas las deudas contraídas en el campo antes de la reforma del sistema agrario”.

El artículo 10º afectaba directamente a los soldados e incluso a los oficiales del Kuomintang y dice lo siguiente:

“Sección c. A todo el personal de los Ejércitos Populares de Liberación, gobiernos democráticos y a todas las organizaciones populares que vivan en el campo se les entregará tierras y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos y sus familias.

Sección d. Los terratenientes y sus familias recibirán tierra y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos.

Sección e. Las familias de los oficiales y soldados del Kuomintang, militantes del Partido Kuomintang y otro personal enemigo que vivan en las zonas rurales, recibirán tierra y propiedades equivalentes a las de un campesino”.

Uno de los hechos más destacados de la situación china es la relativa pasividad de la clase obrera. Es verdad que como resultado del colapso de los ejércitos de Chiang estallaron huelgas en las grandes ciudades: Shangai, Cantón, Hankow y Nanking, a pesar de las condiciones represivas. Sin embargo, está claro que cuando los estalinistas avancen hacia las grandes ciudades del Yangtse, los trabajadores, debido a la ausencia de una alternativa de masas, sólo podrán reunirse alrededor de su bandera. Los trabajadores nunca apoyarán al régimen de Chiang Kai Shek.

Todo trabajador socialista apoyará con entusiasmo la destrucción del capitalismo feudal en esta importante zona de Asia, incluso aunque se lleve a cabo bajo la dirección del estalinismo. Sus implicaciones a largo plazo son tan importantes como la propia Revolución de Octubre. No se puede hacer un análisis mejor del cuadro sombrío al que se enfrenta la clase capitalista mundial que el realizado por la editorial del periódico The Times (10 de noviembre de 1948):

“En el mejor de los casos sólo anuncia una cosa (en ese momento los nacionalistas controlaban Hsuchow pero después cayó), después de meses de conquistas la correlación de fuerzas militar, industrial e ideológica han cambiado hacia el lado comunista. Su control de grandes zonas del norte y el centro de China tiene un significado mucho más profundo que la invasión japonesa de hace diez años, los comunistas —ayudados por Rusia porque eran y son marxistas— han armado y organizado a las fuerzas revolucionarias nativas. En cuanto a su inmensidad y alcance también es probable el actual levantamiento tenga consecuencias comparables a las que tuvo la Revolución Rusa de 1917. Cuanto mayor sea el éxito de los comunistas chinos mayor será su influencia y mejor será el momento para tener un éxito importante. Los largamente acariciados planes soviéticos de trasladar a los millones de campesinos atrasados de Asia a la zona que abarca desde el Oder a Sakhalin recibirían un gran impulso.

… Pueden agitar al campesinado utilizando sus divisiones y han conseguido ganar el apoyo del campesinado expropiando a los terratenientes y distribuyendo la tierra. Cuanto más prosperen las reformas agrícolas de los comunistas obviamente menos tendrán que recurrir a las grandes ciudades para la alimentación; la comida se encuentra fundamentalmente en las zonas rurales.

En algunas regiones se ha ejecutado o encarcelado a aquellos oficiales que son anticomunistas; en otras se ha mostrado tolerancia con los pequeños cambios de la forma tradicional de vida. Los empresarios sólo han tenido la elección de quedarse o abandonar. Esta muestra de tolerancia parece ser la política de Mao Tse Tung, un dirigente comunista muy astuto. Sus escritos y discursos le presentan como un marxista inquebrantable, pero hay que reconocer que el análisis de Marx sobre las posibilidades de la revolución en la Europa industrial del pasado siglo no se puede aplicar estrictamente en el estado agrícola o primitivo en el que se encuentra la mayor parte de China. Parece haber decidido alcanzar su objetivo comunista en dos etapas. La primera debe ser un sistema de relativo libre comercio, similar a la Nueva Política Económica que Lenin introdujo después del fracaso inicial del comunismo militante en Rusia. Él pretende encontrarse ahora en esta etapa y espera, con éxito, no sólo ganar a los campesinos, sino también mitigar los temores de muchos habitantes de las ciudades. En segundo lugar, cuando la primera etapa se haya cumplido, pretende dar un paso más hacia el socialismo marxista”.

Las referencias al marxismo y la política comunista de Mao son por supuesto falsas. La política del estalinismo en Rusia, Europa del Este y China ha sido etiquetada de marxista por los actuales periodistas capitalistas. Pero se trata de una perversión del marxismo. Sin embargo para The Times parece que la táctica de los estalinistas chinos será similar a la utilizada por los estalinistas en Europa del Este.

Dos caras de la misma moneda

Al mismo tiempo que se apoya la destrucción del feudalismo en China, hay que insistir en que debido a la dirección de los estalinistas de este proceso sólo una saldrá horrible caricatura de la concepción marxista. No es una verdadera democracia, sino un régimen totalitario tan brutal como el de Chiang Kai Shek. Como ha ocurrido con los regímenes de Europa del Este, Mao verá en Rusia a su modelo. Sin duda, conseguirá un tremendo avance económico. Pero las masas, tanto obreras como campesinas, serán esclavizadas por la burocracia.

Los estalinistas están incorporando a su régimen a militaristas ex-feudales, elementos capitalistas y oficialidad burocrática de las ciudades que ocuparán puestos de privilegio y poder.

Sobra la base de una economía atrasada la diferenciación a gran escala entre los campesinos (como después de la Revolución Rusa durante el período de la NEP), ayudada por el fracaso de la nacionalización de la tierra, los elementos capitalistas presentes en el comercio e incluso en la industria ligera, podrían servir de base para la contrarrevolución capitalista. Se debe tener en cuenta que en China, debido a su mayor atraso, el proletariado es más débil con relación al campesinado que en Rusia durante la NEP. Incluso en Checoslovaquia y otros países de Europa del Este, donde los elementos capitalistas eran relativamente más débiles, el peligro de giro capitalista existió durante un tiempo. El hecho de que los trabajadores y los campesinos no tengan ningún control democrático y que la tiranía totalitaria se haya impuesto a la barbarie asiática y crueldades del antiguo régimen, provoca la existencia de esta posibilidad. Sin embargo, parece probable que los elementos capitalistas sean derrotados debido a la tendencia histórica a la decadencia del capitalismo mundial. La impotencia del imperialismo mundial se puede ver en que mientras intervino directamente contra la Revolución China de 1925-27, hoy ve impotente el colapso del régimen de Chiang.

Sin embargo, es bastante probable que Stalin tenga en sus manos a un nuevo Tito. Los comentaristas capitalistas astutos ya están especulando sobre esta posibilidad, aunque sólo les proporcione un gélido alivio. Mao tendrá una base poderosa en China, con sus 450-500 millones de habitantes y sus recursos potenciales, y con el apoyo indudable de las masas con el que contará su régimen en las primeras etapas. Así que los nuevos conflictos y enfrentamientos serán de ayuda para que la clase obrera mundial comprenda la verdadera naturaleza del estalinismo.

NOTAS

[1] Chu Teh se unió al PC chino (PCCh) en 1922. Sus fuerzas militares se unieron con las de Mao Tse Tung en 1928. Chu se convirtió en el principal líder militar del PCCh en marzo y la guerra civil contra Japón.

Arquivo Histórico: Por um Trotskismo Negro

Por um Trotskismo Negro 

Por James Robertson e Shirley Stoute

3 de Julho de 1963 

Este artigo foi originalmente publicado como um documento interno da Tendência Revolucionária (TR) do Partido dos Trabalhadores Socialistas norte-americano (SWP) em julho de 1963. Ele se insere no debate teórico sobre qual é a estratégia correta para o movimento negro norte-americano, combatendo as vertentes nacionalistas e também o giro oportunista que era então realizado pelo SWP para adaptar-se às lideranças reformistas do movimento pelos Direitos Civis. O documento coloca a necessidade de o partido lutar pela liderança revolucionária dos trabalhadores negros e promover a sua luta por igualdade numa perspectiva integracionista revolucionária da classe trabalhadora.

Contra o rascunho “Liberdade Já!” do Comitê Político!

Em defesa dos fundamentos programáticos!
Pela construção de uma coluna de quadros trotskistas negros!

“Se acontecer de nós no SWP não encontrarmos o caminho para os negros, então nós seremos um desperdício completo. A revolução permanente e todo o resto seriam somente uma mentira.”
 L. D. Trotsky, citado na Resolução de 1948-50 do SWP sobre a questão negra


I. Introdução Geral

A questão negra foi posta diante do partido para consideração excepcional e com agudeza crescente conforme se alargou o vão nos últimos dez anos entre o nível crescente de luta negra e o nível contínuo qualitativamente menos intenso de atividade sindical em geral. 

1. Teoria Básica: Questão Nacional ou de Raça/Cor? Breitman vs. Kirk, 1954-57

[A referência diz respeito à discussão interna no SWP entre George Breitman e Richard Fraser, cujo pseudônimo era Kirk] 

No nosso entendimento, o que estava em questão na época era um sombreamento de diferença teórica. Breitman via o povo negro como o embrião de uma nação em relação a qual o direito de autodeterminação era reconhecido, mas ainda não reivindicado por ora. Kirk interpretou a questão negra como uma questão racial que, sob condições de catástrofe histórica (por exemplo, a vitória do fascismo) poderia se transformar numa questão nacional. Portanto, ele concordava com o apoio à autodeterminação se ela se tornasse uma exigência na luta dos negros, mas ele assumia que isso só poderia surgir sob condições vastamente alteradas. Ambas as partes concordavam que era inapropriado usar a autodeterminação como um slogan do partido naquele momento.

Os presentes autores concordam essencialmente com a visão de Kirk da época, em particular com a apresentação de 1955, “Pela Concepção Materialista da Questão Negra” (Boletim de discussão do SWP, 30 de agosto de 1955). Nós concordamos ao notar a ausência entre a população negra daquelas qualidades que poderiam criar uma economia política separada, ainda que embrionária ou atrofiada. Essa ausência explica porque o impulso de massa pela liberdade do negro por mais de cem anos tem sido na direção de esmagar as barreiras para uma integração igualitária e plena. Mas integração em que tipo de estrutura social? Obviamente apenas em uma que possa sustentar essa integração. Essa é a contribuição recíproca poderosa da luta dos negros para a luta de classes em geral.

É o mais vulgar impressionismo ver no atual sentimento de setores da população negra de isolacionismo desesperado, que coloca acima do possível ganhar pontos reais de apoio de outros setores da sociedade, como um tipo de processo que transformaria as formas de segregação opressiva em uma barreira protetora, atrás da qual ocorreria a gestação de uma nova nação. Nacionalismo Negro, como ideologia e origem, é um tanto próximo ao sionismo como ele era da virada do século até a segunda guerra mundial. Os enormes guetos negros das cidades do norte são as áreas férteis para essa ideologia entre uma camada de elementos pequeno-burgueses e sem condição de classe que imagina, vicariamente, que áreas residenciais segregadas podem ser o germe para um novo Estado no qual eles vão explorar (“dar emprego para”) os trabalhadores negros. Portanto, ocorre que esses sentimentos separatistas ou tendências entre os negros têm uma fundação e significado muito diferente de uma luta nacional.

Quanto à questão específica da autodeterminação, nós acreditamos que a resolução de 1957 do partido fez uma formulação boa e equilibrada:

“Teoricamente, o profundo crescimento de solidariedade e consciência nacional entre a população negra pode, sob certas condições futuras, dar nascimento a demandas separatistas. Já que populações de minoria têm o direito democrático à autodeterminação, os socialistas seriam obrigados a apoiar tais demandas uma vez que elas refletissem a vontade das massas. No entanto, mesmo sob tais circunstâncias, os socialistas ainda continuariam reivindicando a integração ao invés da separação como a melhor solução da questão racial tanto para os trabalhadores negros como para os brancos. Enquanto defendendo o direito à autodeterminação, eles iriam continuar a chamar por uma aliança da população negra e da classe trabalhadora para gerir uma solução socialista para o problema dos direitos civis dentro do parâmetro nacional existente.”

2. Da Fraqueza Teórica ao Atual Revisionismo

Entretanto, é de importância imediata apontar que essa disputa de fundo está longe da questão central em nossa crítica da Resolução de 1963 do Comitê Político, “Liberdade Já: o Novo Estágio na Luta pela Emancipação dos Negros e as Tarefas do SWP”. Assim, a resolução partidária de 1948-50, intitulada “Libertação do Negro Através do Socialismo Revolucionário”, apesar de conter a perspectiva teórica defendida por Breitman, é um documento solidamente revolucionário em sua intenção e objetivo. O que aconteceu nesse intervalo é simplesmente que a presente maioria do partido transformou a fraqueza teórica prévia no ponto de partida para uma profunda degradação atingida agora no documento de 1963 sobre o papel da classe trabalhadora nos Estados Unidos e também do seu partido marxista revolucionário. Com evidente perda de confiança de uma perspectiva revolucionária por seus autores, a revisão essencial no texto de 1963, não importa quão sofisticada, é a substituição do eixo da luta para oprimido versus opressor no lugar de classe versus classe.

3. O Revisionismo de 1963

A essência do que é “novo” se encontra nas seguintes porções do rascunho de 1963 do Comitê Político:

“Mas aqui, como na África, a liberação do povo negro exige que os negros se organizem a si próprios de forma independente, e controlem sua própria luta, e não permitam que ela seja subordinada a nenhuma outra consideração ou interesse”. 

“Isso significa que os negros devem atingir a máxima unidade de suas forças – em um movimento de amplitude nacional forte e disciplinado ou congresso de organizações, e unidade ideológica baseada em dividir, expor e isolar o gradualismo e outras tendências que emanam de seus supressores brancos. Essa fase do processo está agora começando.” 

“Tendo unido as suas próprias forças, o movimento negro independente irá então provavelmente tomar as tarefas de divisão e aliança. Ele irá buscar formas de rachar a maioria branca de forma que a desvantagem negra de ser uma minoria numérica possa ser compensada por uma divisão e conflito do outro lado” [ênfase adicionada]

E em:

“A aliança geral entre o movimento operário e os lutadores negros pela libertação pode ser preparada e precedida pela cimentação de uma firme unidade de trabalho entre a vanguarda da luta negra e a vanguarda socialista da classe trabalhadora, representada pelo Partido dos Trabalhadores Socialistas”.

O menor dos pecados nesse esquema do futuro para a luta dos negros é a completa capitulação ao nacionalismo negro. (Para ver isso vivamente, basta reler as citações acima substituindo, por exemplo, “negro” por “argelino” e “branco” por “francês”). Isso é tão sério que o texto não faz nenhum esforço para competir com a compreensível reação dos nacionalistas negros contra a ladainha liberal-pacifista. Certamente é dever dos marxistas lutar para separar elementos militantes de uma ideologia regressiva. [Mas] dizer que a luta dos negros não deve estar subordinada a nenhuma outra consideração é negar o internacionalismo proletário. Toda luta, sem exceção, adquire significado progressivo somente porque ela aproxima direta ou indiretamente a revolução socialista internacionalmente. Qualquer luta que não a luta de classe dos trabalhadores tem por si própria, no máximo, valor indireto. Lenin e os bolcheviques russos foram obrigados a travar uma disputa ideológica em duas frentes para livrar a vanguarda revolucionária de concepções erradas a esse respeito – contra os social-nacionalistas pequeno-burgueses, que viam a luta nacional como tendo um significado histórico progressivo em seus próprios limites; e contra a visão sectária de Rosa Luxemburgo e do partido dos trabalhadores da Polônia que, da premissa correta de que o Estado-nação havia se tornado reacionário no mundo moderno, desenvolveu a conclusão errada e excessivamente simplificada – “contra a autodeterminação (para a Polônia)”. Lenin apontou que um envolvimento independente da classe trabalhadora na luta pela autodeterminação avançava de várias formas importantes a luta de classes e, portanto, adquiria justificação. Similarmente, Trotsky apontou que a defesa da União Soviética era subordinada e parte da revolução proletária internacionalmente e que, diante de um confronto de interesses, os interesses menores da parte (e uma parte degenerada já então) iriam ficar em segundo lugar para os revolucionários.

É digno de nota que a luta dos negros nos Estados Unidos é mais diretamente relacionada com a luta de classes do que qualquer questão essencialmente nacional poderia ser – já que a luta dos negos por liberdade é uma luta de uma casta de cor da classe trabalhadora que é a camada mais explorada nesse país. Portanto, qualquer passo adiante nessa luta imediatamente põe a questão de classe e a necessidade da luta de classes na sua forma mais aguda.

A consequência mais grave do texto proposto pela maioria é o seu corolário necessário de que a maioria consideraria o partido revolucionário dos trabalhadores excluído de mais uma arena de luta. Nos seus documentos sobre a questão cubana de 1961, a maioria deixou claro que, para ela, na revolução cubana, e por implicação na revolução colonial também, o partido revolucionário da classe trabalhadora é, antes da revolução, uma conveniência dispensável. Essa visão agora foi explicitamente generalizada e confirmada pela maioria na seção 13 do seu “Pela Mais Breve Reunificação do Movimento Trotskista”:

“13. Ao longo da estrada de uma revolução começando com simples demandas democráticas e terminando na ruptura das relações de propriedade capitalistas, a luta de guerrilhas conduzida por camponeses sem-terra e forças semiproletárias, sob uma liderança que se torna comprometida a levar adiante a revolução até uma conclusão, pode desempenhar um papel decisivo em minar e precipitar a queda do poder colonial ou semicolonial. Essa é uma das principais lições a serem tiradas da experiência desde a Segunda Guerra Mundial. Ela deve ser conscientemente incorporada à estratégia de construir partidos marxistas revolucionários nos países coloniais.”

Pela sua extensão dessa linha para incluir a questão negra nos Estados Unidos, a maioria do SWP cometeu a mais séria negação aberta já feita de uma perspectiva revolucionária. O que ela fez foi excluir a si própria a priori de lutar pela liderança de uma seção crucial da classe trabalhadora norte-americana, e no lugar disso restringe essa luta a uma hipotética organização paralela da população negra unida, que iria “provavelmente”, um dia, trabalhar com a liderança socialista da classe trabalhadora nos Estados Unidos. Em essência, as conclusões erradas desenvolvidas pela maioria desde a revolução cubana serão agora incorporadas na perspectiva norte-americana do partido na forma de “esperar por um Castro negro”. Assim, a suprema responsabilidade do partido, a revolução norte-americana, está sendo corrompida! 

II. Para a revolução socialista – e as amplas massas 


1. Método do objetivismo versus aproximação analítica 

Ao pesquisar desenvolvimentos atuais, os artigos descritivos e relatórios de Breitman foram valiosos (por exemplo, o seu “Novas Tendências e Novos Sentimentos na Luta dos Negros”, Boletim de Discussão do SWP, Verão de 1961). Entretanto, o material é falho e limitado por sua forma e apresentação em razão de uma análise que é “objetiva”, “sociológica” e “descritiva”. Isto está em contraste com a aproximação analítica que é indicada aos marxistas. Sublinhar essa diferença no método de tratamento é a mais clara distinção entre ver o desenvolvimento como um observador externo – que ganha agora codificação formal no texto da resolução do Comitê Político – ao invés de conceber os desenvolvimentos do ponto de vista do envolvimento na sua solução fundamental. Isso porque para a luta dos negros, essa solução envolve integralmente o partido marxista revolucionário, que está faltando na análise de Breitman dos eventos atuais. 

2. Nosso ponto de partida – a revolução socialista 

Nosso ponto de partida é, por sua vez, a conclusão de que a questão negra está tão profundamente enraizada na estrutura social capitalista norte-americana – regionalmente e nacionalmente – que apenas a destruição das relações de classe existentes e a mudança na dominação de classe – a passagem de poder para as mãos da classe trabalhadora – será suficiente para atacar o coração do racismo e trazer uma solução ao mesmo tempo real e durável. Nossa compreensão das presentes lutas não pode ser “objetiva”. Ao invés disso, ela deve se basear em nada mais do que no critério sobre o que aproxima ou afasta a revolução socialista

Portanto, nós podemos encontrar um ponto de partida bastante suficiente em uma declaração chave da resolução de 1948-50: 

“A necessidade primária e final do movimento negro é a sua unificação com as forças revolucionárias sob a liderança do proletariado. A força guia dessa unificação só pode ser o partido revolucionário.” 

3. Organizações Negras de Massa e o Partido Revolucionário 

Seria extremamente tolo e presunçoso buscar qualquer esquema fechado que detalhasse o caminho a ser percorrido das lutas de hoje até os nossos objetivos finais. Mas há certas qualidades e elementos que, como em todas as lutas sociais, vão se manifestar ao longo do caminho. 
Uma dessas questões é a da aproximação básica com as organizações dos trabalhadores negros e da juventude negra. A regra geral é que na sociedade norte-americana, em que largas seções da população trabalhadora estão saturadas com preconceitos de raça e intolerância sobre as necessidades particulares de outros setores ou extratos, organizações específicas são obrigatórias para vários setores. Essa consideração encontra a sua expressão mais aguda na luta dos negros. Hoje, no despertar do levante das lutas pelos direitos civis, existe a sensação e a necessidade real urgente de organizações amplas de massa da luta dos negros, livres de limitações, fraquezas, hesitações, e às vezes da traição explícita que aflige às maiores competidoras atualmente existentes. Essa necessidade estará conosco por um longo tempo. Participação no trabalho de construção de tal movimento é uma grande responsabilidade para o partido revolucionário. Muito provavelmente, ao longo do caminho, uma combinação complexa e instável de trabalho nos grupos já existentes e a construção de novas organizações estarão envolvidas. Mas enquanto soubermos o que nós temos por objetivo, poderemos nos orientar em meio às complexidades e vicissitudes do processo. 
No fundo, o que os marxistas devem reivindicar, e buscar realizar, é uma organização transitória da luta dos negros que se coloque como uma conexão entre o partido e as amplas massas. O que está envolvido em trabalhar de um ponto de vista revolucionário é não buscar nem um substituto nem um oponente para o partido de vanguarda, mas ao invés disso uma formação unificada formada apenas, ou dominada amplamente, pelos membros negros do partido junto com o maior número de outros militantes que desejem lutar por aquela seção do programa marxista revolucionário lidando com a questão negra. Tal movimento expressa simultaneamente as necessidades especiais da luta dos negros e a sua relação com as lutas amplas – em última instância pelo poder dos trabalhadores. 
Essa aproximação com a questão da opressão específica dos negros decorre das táticas da Internacional Comunista de Lenin e Trotsky. Foi lá que todo o conceito foi trabalhado para relacionar o partido com as organizações de massas de extratos específicos sob condições onde a necessidade havia ficado evidente e havia se tornado importante que os movimentos contribuíssem para a luta de classes proletária e que os seus melhores elementos fossem ganhos para o próprio partido. As organizações militantes de mulheres, ligas revolucionárias da juventude, e associações de sindicalistas radicais são outros exemplos desse formato. 
Entre parêntesis, deve-se notar o quão pouco há em comum entre este aspecto e aquele do rascunho de 1963 do Comitê Político. Assim, mesmo no caso hipotético de que fosse criada de alguma forma uma base social e material suficiente para gerar uma consciência nacional negra de massa, a resposta bolchevique não é simplesmente se afastar e falar sobre facilitar um trabalho comum eventual entre “eles” daquela nacionalidade e “nós” da vanguarda socialista (branca) da classe trabalhadora (branca). Mesmo se um novo Estado – uma república negra separada – fosse criado, os nossos camaradas negros, mesmo nessa reviravolta dificilmente concebível, não se tornariam nada além de uma nova seção de um partido internacional politicamente comum – a Quarta Internacional. E a luta deles pelo socialismo iria continuar a ser também a nossa causa. 
4. Rumo a uma coluna de quadros trotskistas negros 
Para retornar à realidade da luta dos negros tal como ela é e ao SWP como ele é, há um elemento vital sem o qual o programa básico de trabalho permanece um simples pedaço de papel no que diz respeito a um envolvimento real na luta. Esse elemento é a existência, ainda que modesta, de uma seção de membros negros no partido, que funcionem ativamente e politicamente no movimento pela liberdade dos negros. 
Visto deste aspecto, o recente rascunho do Comitê Político é de uma vez só a racionalização e a acomodação à fraqueza das forças negras do nosso partido e mais ainda, vai exacerbar essa fraqueza. O abstencionismo organizativo é escancarado na implicação direta do rascunho de que ele não está realmente preocupado com o SWP porque o movimento negro pode seguir muito bem sem o partido revolucionário da classe trabalhadora e, um dia, a vanguarda negra pode, de uma forma ou de outra, vir na nossa direção. O parágrafo chave do rascunho do Comitê Político citado nesse artigo resume a aura que permeia toda a resolução, coloca o papel do partido como um de relação fraternal entre duas estruturas paralelas: a classe trabalhadora (branca) e a sua vanguarda de um lado, e a população negra e a sua vanguarda do outro. Essa concepção nega a necessidade fundamental de que o partido deva liderar, ou mesmo tentar liderar, a seção decisiva da classe trabalhadora nos Estados Unidos. A resolução dá crédito ao conceito de que “nós não podemos liderar a população negra”. Isso é absolutamente contrário a uma perspectiva revolucionária. A nossa liderança significa que o programa da luta de classes revolucionária está sendo levado adiante por revolucionários no movimento de massas, unidos no partido revolucionário. Assim como sindicalistas não vão se unir ao partido revolucionário se eles não virem este como essencial para vencer as lutas, também os lutadores negros que lutam pela libertação não vão entrar no partido em qualquer instância que não seja a de reconhecer que o único caminho para a sua liberdade é o caminho socialista revolucionário de luta através de uma vanguarda de combate. Os militantes negros não verão nenhuma vantagem de se juntar a um partido que diz, de fato: “Nós não podemos liderar a população negra. Nós somos a vanguarda socialista da classe trabalhadora branca, e nós achamos que é bom ter relações fraternas com a vanguarda de vocês (aquela do movimento pela liberação)”. 
Da mesma forma, uma vez que nós tenhamos recrutado militantes negros para o partido, a linha expressa pelo rascunho do Comitê Político não serve para ajudá-los a desenvolverem-se como quadros trotskistas e a recrutar outros trabalhadores negros na base do nosso programa, mas ao invés disso, serve para desperdiçá-los e liderá-los incorretamente. Quando o partido nega o seu papel de liderança das massas negras, então porque razão nós precisamos de uma coluna de quadros trotskistas negros? A lógica dessa posição significa que não existe espaço para um negro como membro do partido que preste um papel diferente daquele que ele poderia desempenhar sem entrar no partido; ou, como no caso da posição tomada sobre o trabalho no Sul, ser membro do partido iria, na verdade, isolá-lo de importantes áreas de trabalho porque “o partido não é necessário lá”. 
Alguns camaradas, em resposta às críticas feitas aqui, irão dizer que o partido não está desistindo de uma perspectiva revolucionária, mas que está apenas sendo realista e encarando o fato de que a maioria dos nossos membros é branca, e de que nós temos apenas uma pequena e frágil coluna de quadros negros. Nós devemos buscar nos tornar, na realidade, o que nós somos em teoria, ao invés de o contrário – ou seja, não devemos adaptar o nosso programa a uma séria fraqueza de composição. Se nós tomarmos esse caminho de adaptação, o programa do partido, em um processo de degeneração grosseira, passará a se basear em uma seção privilegiada da classe trabalhadora. 
Negros que são ativistas no movimento, como por exemplo, os militantes de tempo integral que fazem trabalho na SNCC [1], estão formulando diariamente conceitos de luta para o movimento. O significado da linha do rascunho do Comitê Político é de que nós não estamos interessados em recrutar essas pessoas para o nosso partido branco porque nós só temos o programa socialista revolucionário para a seção da classe trabalhadora da qual nós somos a vanguarda, e eles (os militantes negros) devem liderar a sua própria luta, apesar de que nós gostaríamos de ter relações fraternais com eles. Esse é o significado do rascunho do Comitê Político. 
Ao conceito de partido branco, deve ser contraposto o conceito de partido revolucionário. Já que se nós formos apenas o primeiro, então os trabalhadores negros não têm lugar no SWP. Há três elementos principais que nós recrutamos para o partido: trabalhadores de minorias, trabalhadores brancos e intelectuais. No processo de trabalho que traga os elementos de minoria para o partido, há considerações especiais que devem fazer referência às suspeitas das populações de minoria (“precaução com os brancos”) no que diz respeito ao pessoal, etc. Entretanto, uma vez que estejamos dentro do partido, somos todos revolucionários. Todos esses elementos estão fundidos na luta para atingir o programa revolucionário entre os militantes que, como um todo, constroem o partido revolucionário. Assim, a “precaução com os brancos” das organizações negras está errada dentro do partido. Uma política interna de “precaução com os brancos” equivale ao paternalismo, à patronagem [2], à criação de uma camada de “negros do partido”, etc. e não tem espaço em um partido bolchevique. 
A declaração de Trotsky, citada no início desse artigo, de que se o SWP não puder encontrar o caminho para os negros então ele será um desperdício completo, encontra o seu paralelo na escolha que agora está diante de nós. Ou a perspectiva revolucionária nos Estados Unidos se tornará desafinada e sem vida, ou então ela ganhará expressão como um objetivo vivo dos pivôs do partido, num contexto de relativa passividade da classe trabalhadora, e de luta negra ativa, rumo ao desenvolvimento de uma coluna de quadros trotskistas negros. 
O principal objetivo desse artigo é mostrar que essa deficiência nas forças não é culpa das condições objetivas – isolamento e coisas do gênero – mas está enraizada em um complexo de falhas políticas e organizativas relacionadas, decorrentes de uma perda de confiança e da orientação rumo à revolução proletária pela maioria do SWP. 
[Em razão das pressões de outros trabalhos sobre os autores, as últimas duas seções deste artigo não foram completadas a tempo de alcançar o prazo final da edição do boletim, mesmo na forma rascunhada das primeiras seções. As seções esperadas para a inclusão eram:

III. O Partido


(1) Aspectos externos e intrapartidários de ganhar e construir uma coluna de quadros negros; (2) Contra a concepção de que “o nosso partido é um partido branco” e contra a patronagem; (3) Diferença qualitativa de uma aproximação necessária dentro e fora do partido; (4) Prioridades do trabalho negro – definindo as camadas recrutáveis pelo partido.

IV. Trabalho de Massas Hoje 


(1) Falhas comuns e essenciais na agitação baseada em “Tropas federais para o Sul” ou “Kennedy – Arme e torne deputados os negros de Birmingham!”; (2) Contra audiências para que sindicatos percam seus certificados como uma forma de combater as Leis Jim Crow [3]; por piquetes de massa para romper a exclusão racial nos sindicatos; (3) Objetivos específicos e balanço do nosso trabalho – Norte e Sul; (4) Apreciação das organizações existente, incluindo a SNCC, os Muçulmanos Negros, etc. 


Ao invés dessas seções desenvolvidas, nós estamos concluindo com algumas poucas notas fragmentárias. É nossa esperança que a próxima Convenção do partido aja para continuar, após a sua realização, uma discussão literária sobre as rápidas mudanças da questão negra. Para uma breve declaração das nossas visões sobre o trabalho de massas, atenção deve ser dirigida à emenda da Tendência Minoritária ao rascunho do Comitê Político sobre a questão norte-americana (no Boletim de Discussão volume 24, número 23, junho de 1963)]. 

1. Os Muçulmanos Negros são, com muitas contradições, primariamente uma organização religiosa. A sua atividade política é primariamente limitada à esfera da propaganda. Eles não têm um programa para a luta que vá de encontro às demandas das massas negras na comunidade de hoje, apesar de que a sua promessa de candidatos políticos iria representar uma certa mudança. Nós os tomamos como exceção à declaração do camarada Kirk de que “a fundação do movimento muçulmano é basicamente o reflexo do lumpemproletariado contra o gradualismo, a traição dos intelectuais e a falta de um movimento sindical”. O movimento muçulmano tem um programa pequeno-burguês – empresários negros, economia negra. Separação nessa base, com esse objetivo, é a sua resposta para a opressão. A sua organização interna é estruturada burocraticamente, com uma pesada drenagem financeira dos membros de base para o enriquecimento do “Mensageiro”. Por outro lado, enquanto eles chamam por todos os níveis da sociedade negra, empresários, trabalhadores, até mesmo socialistas e comunistas enquanto negros, na realidade o apelo é atrativo principalmente para a classe trabalhadora e especialmente para as camadas lumpens, mas eles não são lumpens quando se unem ao movimento. Uma tendência da liderança representada por Malcom X condena a sociedade capitalista norte-americana e mostra-se a favor de Cuba e da China Vermelha em oposição a Chiang Kai-shek. Outra tendência reivindica que assuntos internacionais não lhes interessam e que os problemas dos negros nos Estados Unidos não têm relação com a revolução cubana, etc. É realista esperar que nós possamos ser capazes de ganhar alguns dos seus membros de base e da sua periferia para o programa revolucionário, mas em razão da natureza religiosa, não-orientada para a ação, exigente e burocrática da organização, isso pode ser feito da melhor forma através de discussão e ação comum onde possível, ao invés de estar por dentro dela. 

2. R. Vernon como promotor em “A esquerda radical branca em julgamento” 

Em seu artigo, o camarada Vernon declara: “O absurdo de uma edição do The Militant [jornal do SWP] falar de sindicatos e de unidade entre negros e brancos, ao mesmo tempo em que parece que a própria voz das profundezas do gueto negro é encarada sem entusiasmo”. Isso é uma indicação gritante de que o camarada Vernon não está criticando do ponto de vista revolucionário e não vê a luta pelo socialismo – a luta de classes – como tendo qualquer conexão essencial com a luta dos negros por igualdade. Os escritos atuais de Vernon, “Por que os radicais brancos são incapazes de entender o nacionalismo negro” e “A esquerda radical branca em julgamento” são baseados na premissa, ou na tentativa de provar, que o marxismo e o socialismo revolucionário não têm lugar na luta da seção mais explorada da classe trabalhadora norte-americana, nem tão pouco na revolução colonial. Para Vernon, a construção de um partido revolucionário que busque o caminho da revolução norte-americana é, no mínimo, irrelevante e a solidariedade internacional da classe trabalhadora, insignificante. Para resumir, há pouco nos artigos do camarada Vernon que seja comum ao marxismo. Além do mais, as suas visões estão saturadas com o espírito da justificativa traiçoeira de que “o nosso partido é um partido socialista revolucionário branco” – uma lógica liquidacionista.

Para que nenhum camarada pense que nós estamos sendo demasiadamente duros ao criticar Vernon de ter se rendido teoricamente ao nacionalismo negro e rejeitado o marxismo (com ou sem aspas), deixemos que ponderem sobre a observação de que “O problema do nacionalismo revolucionário nunca foi tratado adequadamente em qualquer movimento marxista ou ‘marxista’ em qualquer lugar. Lenin apenas arranhou a superfície (…)”. De toda a penetrante teoria historicamente verificada da Revolução Permanente, Vernon não diz uma palavra! No entanto, acima de tudo, a teoria de Trotsky lida com “o problema do nacionalismo revolucionário” e lança para ele uma solução. 

Além do mais, mesmo que Lenin “tivesse apenas arranhado a superfície”, nossa sorte teria finalmente mudado. Vernon nos informa que o SWP agora provou que vale a pena: “Ele é o único grupo cuja vida interna pode, e pôde, produzir o documento ‘Por que os radicais brancos são incapazes de entender o nacionalismo negro’ (…)”. Aparentemente, Vernon, o autor do documento em questão, capitulou ao seu próprio ego ainda mais claramente do que ao nacionalismo! 

Nós estamos felizes em aceitar a opinião do camarada Vernon de que a nossa tendência é a mais distante das visões dele dentre todas no partido. 

NOTAS DA TRADUÇÃO


[1] SNCC, Comitê de Coordenação Estudantil Não-violento, foi uma das principais organizações no movimento pelos Direitos Civis norte-americano nos anos 60. Ela surgiu de uma série de reuniões estudantis em uma universidade na Carolina do Norte em abril de 1960. 


[2] Este termo, que se encontra fora de uso, indica no contexto do documento uma relação de hierarquização entre negros e brancos dentro de uma organização política. 

[3] As chamadas “Leis Jim Crow” se referem a uma série de leis adotadas a nível estadual como forma de reverter as conquistas políticas e econômicas obtidas pelos negros no Sul no período imediatamente posterior a guerra civil (conhecido como “Reconstrução”).

La Verdad sobre Moreno

La Verdad sobre Moreno

(Introducción a la edición en inglés)

Traducido del folleto Moreno Truth Kit [La Verdad Sobre Moreno], noviembre de 1979. Reproducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982

La expulsión de 60 “trotskistas éxtranjeros” de Nicaragua por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en agosto de 1979 fue motivo de titulares en la prensa mundial. Los deportados (ya más de 100) eran dirigentes de la Brigada Simón Bolívar, organizada por la Fracción Bolchevique (dirigida por Nahuel Moreno) del mal llamado “Secretariado Unificado de la IV Internacional” (S. U.). Así que cuando el S. U. no sólo no protestó sino que respaldó esta represión por un gobierno burgués, causó una conmoción en esta parodia camarillesca de la IV Internacional de Trotsky (actualmente embarcada en la preparación de su “XI Congreso Mundial”). La revelación posterior (ver “Did Camejo Turn Them In?” en Workers Vanguard No. 242, 26 de octubre de 1979) de que dirigentes del SWP norteamericano puedan haber sido cómplices en la deportación (y tortura por la policía panameña) de sus “compañeros” morenistas, sólo pudo reforzar el creciente impulso hacia la ruptura del S. U.

Estas circunstancias han contribuído a darle a Moreno y Cía. una reputación de militancia. Pero durante muchos años, esta corriente ha estado en la extrema derecha del pretendido trotskismo mundial. He aquí el hombre que en Argentina a principios de los años 50 ayudara a formar un partido “socialista” peronista-un ala izquierda del populismo burgués. Este es el famoso Moreno que a mediados de los años 60 escribiera que la abortada organización castrista “OLAS … es el único vehículo organizacional para el poder” en América Latina. Sin ‘embargo, en 1974 Moreno respaldaba al criminal régimen peronista contra los guerrilleros de izquierda (a los cuales se refirió escandalosamente como “la réplica” de la AAA [Alianza Anticomunista Argentina] y otros terroristas ultraderechistas). Es el mismísimo Nahuel Moreno (alias Hugo Bressano) cuyas trampas financieras son legendarias en la izquierda latinoamericana: desde, según se afirma, huir con dineros destinados a la organización campesina de Hugo Blanco en los años 60, hasta recaudar fondos para financiar su Brigada Simón Bolívar mediante la venta de “Bonos Sandinistas” carentes de valor alguno.

Nahuel Moreno es un cínico artista transformista cuyas actuales posiciones políticas tienen poca (y frecuentemente ninguna) relación con las anteriores o con las que están por venir. Sus posturas “izquierdistas” son frecuentemente copias al carbón de otras tendencias (entre ellas la nuestra, tal como su tardío descubrimiento del “eurotrotskismo” de Ernest Mandel y Cía.). Y su aparente ortodoxia en cuestiones doctrinales se combina con traiciones “tácticas” tan desvergonzadas como para dejar pasmados hasta a los habitantes del pantano del S. U. Pero el sujeto es peligroso. En momentos en que el S. U. apuñala en la espalda a sus compañeros en Nicaragua, incluso arreglando su expulsión por las autoridades burguesas, y dirige a militantes iraníes a la matanza a manos del clerical-feudalismo de Jomeini, todo sincero aspirante al trotskismo buscará una respuesta revolucionaria a la traición de Mandel y del SWP. Y es nuestro deber como revolucionarios advertir al movimiento obrero contra el fraude de Nahuel Moreno y su “Fracción Bolchevique”. Ese es el propósito de este cuaderno, La Verdad sobre Moreno.

¡Ojo entonces! Este sujeto es un aventurero cínico, un camaleón político y un estafador. Y adviertan también que ha sido la tendencia espartaquista internacional quien ha puesto al descubierto consistentemente a Moreno y Cía. Al mismo tiempo que indicamos el camino hacia el renacimiento de una IV Internacional auténticamente trotskista.

noviembre de 1979

Militant Longshoreman No. 18

Militant Longshoreman

No. 18    February 6, 1987

Industrial Docks — A Knife Our Throats

When the Coast Longshore Caucus meets in April the delegates will be faced with defending the union against take-aways and concessions. Even if we are successful in stopping PMA’s appetite for more profits and more control over longshoremen, the greatest threat to our jobs, welfare benefits and pensions is from the non-PMA industrial docks. Nonunion shipping lines, tug and barge operations have already cut into West Coast maritime unions control of the waterfront. Thee outfits have an appetite to move into longshore operations replacing union conditions with labor costs, 1/2 to 1/3 of standard ILWU contracts.

On the Gulf Coast new industrial docks, floating docks and barges have taken a large chunk of ILA longshore work. Half the ILA longshoremen in the Houston local work for non-union companies at grossly sub-standard conditions.

Levin Again Threatens Longshore

Here at Richmond Paar 5 (Yard 1) Levin Terminals now has a completely non-ILWU operation on scrap iron: no linemen, not even the few turn around jobs we get on the bulk cargoes. None of Levin’s workers are even covered by the sub-standard Laborers Union and Operating Engineers contracts they had three years ago when we put up mass pickets at the gate. Our tenuous toe-hold at Richmond Yard 1 can only tempt Levin into another confrontation uith the ILWU to totally get rid of us and move into autos, barges, break bulk cargo, and containers with no longshoremen working. Levin’s non-union bulk operations have already destroyed most of the Longshore covered bulk jobs in Stockton, Sacramento and Redwood City.

The International officers have no answer to this threat. When a huge non-union barge operation opened up in Puget Sound several years ago the ILWU members were limited to months of informational picketing.

Organize the Unorganized

There is only one answer – organize! Only a massive joint ILWU, AFL-CIO, Teamster organizing campaign to organize all waterfront cargo-handling operations and barge traffic can stop the certain weakening and destruction of maritime union conditions on the West Coast. But a massive organizing campaign can only take place if workers get rid of the fearful, ossified leadership of the unions and replace them with a leadership that isn’t afraid of old-fashioned class struggle.

Crowley Moves to Break IBU-ILWU

When the Inland Boatmens’ Union (IBU) affiliated to the ILWU that gave us an important tool to defend longshore and to organize industrial docks, As we described in the last Militant Longshoreman the heart of the IBU is threatened by Crowley Maritime whose demands for 50% take-aways and elimination of the hiring hall puts, the existence of the union at stake. 13 contracts are up for renegotiation including the important Alaska barge trade. If the IBU is smashed the Longshore contracts with Crowley and even the  existence of the Alaskan Longshore locals are threatened. Crowley has already been successful over the past few years in forcing the Longshore Division to accept sub-standard contracts.

The strike deadline is approaching. There are indications that Crowley is trying to split up the IBU front and force one or more regions into separate negotiations and separate strikes. Even more alarming is that the ILWU International and IBU top-leadership have tried to discredit and defeat demands from the IBU locals for a united coastwise strike to defeat Crowley’s union busting. Herman and IBU President Liddle’s fear of an all-out confrontation with Crowley could lead them to seperate negotiations by region or even contract by contract. That “strategy” can only result in a disastrous defeat for the IBU.

For A Coastwide Strike Against Crowley!
For Mass Pickets to Stop Scabbing!

A militant coastwise strike backed up by mass ILWU pickets to defeat scabbing would be a signal to PMA not to try take-aways, and could discourage terminals and shippers from trying to set up non-union longshore operations undermining our jurisdiction on the waterfront. While Local 10 has very good relations with the IBU there are alarming signs of a crack in ILWU solidarity. A few days ago a tug manned by scabs pulled into C & H Sugar at Crocker. The IBU had a picket boat out on the water and was prepared to put up pickets at the plant gate to stop the barge from docking. Longshore maintenance won at C & H were prepared to observe the pickets but Local 6 President Al Lannon refused to commit the warehousemen not to cross IBU picket lines! This is the same Al Lannon who as a Local 6 B.A. tried to raid longshore work in Redwood City some years ago. Only if the full strength of the ILWU is brought out to man mass picket lines and stop scabbing can Crowley be stopped from breaking the back of the IBU.

Tráfico, Polícia e Burguesia

Tráfico, polícia e burguesia
O Estado burguês reorganiza o tráfico de drogas no Rio de Janeiro

Por Rodolfo Kaleb
Janeiro de 2011

O presente artigo foi originalmente escrito pelo Coletivo Lenin em dezembro de 2010 e publicado em janeiro do ano seguinte. A presente versão possui notas de revisão adicionadas em 2011 pelo Reagrupamento Revolucionário e pequenas correções ortográficas. Encaramos que o mesmo se mantém extremamente atual, dada a continuidade e expansão do projeto burguês aqui debatido, a instalação de novas Unidades de Polícia Pacificadoras e criação de programas que buscam reabilitar a imagem da Polícia Militar e seus órgãos frente à população e aos trabalhadores do Rio de Janeiro – projeto este que já está sendo estendido para outras áreas do país e até mesmo além das fronteiras do Brasil. O artigo não faz uma discussão completa da transformação urbana desagregadora envolvida com a instalação das UPPs, dando ênfase ao aspecto repressivo do controle das populações locais.

Mais de vinte mil homens da polícia e das forças armadas participaram da operação que, no final de 2010, derrotou a organização traficante que dominava as favelas do Complexo da Penha e do Complexo do Alemão, Zona Norte do Rio de Janeiro. A principal ação do Estado ocorreu em 28 de novembro, quando as forças policiais invadiram e tomaram o controle da região com o uso de tanques e veículos blindados. A operação foi iniciada no dia 22 do mesmo mês, desencadeada após ataques a veículos, supostamente realizados pelos comandos que controlam grande parte do tráfico de drogas da cidade.

Esses ataques a veículos teriam sido motivados pela progressiva instalação de Unidades de Polícia Pacificadora (UPPs) no Rio de Janeiro. As empresas de ônibus, que foram os principais alvos, pararam de rodar pelas áreas atacadas. Isso manteve milhares de trabalhadores sem transporte durante os dias do conflito. Depois de uma semana de ataques e confronto, mais de cem veículos destruídos, meia centena de mortos e mais de trezentos presos, o poder da polícia se estabeleceu nas regiões antes dominadas militarmente pelo comando de traficantes.

Incessantemente, a grande imprensa trabalhou para apresentar os acontecimentos sob um ângulo pasteurizado. A tela da televisão convertia a polícia no órgão supremo da justiça social. Inúmeras vezes os telejornais leram cartinhas de crianças agradecendo ao governador Sérgio Cabral/PMDB ou ao BOPE (Batalhão de Operações Especiais da polícia carioca) por terem “resgatado” suas famílias. Simultaneamente, serviços públicos de energia elétrica e registros eram oferecidos para a população das regiões tomadas, com o objetivo de passar a impressão de que era simplesmente o domínio do comando de traficantes a causa das péssimas condições sociais das favelas. Toda essa cobertura buscou manter estagnada a consciência da classe trabalhadora no morro e no asfalto, ou seja, garantir que a população seguisse enxergando nos policiais os “defensores naturais” da sua segurança.

É verdade que muitos trabalhadores, inclusive grande parte daqueles que moram nas regiões agora ocupadas, apoiaram as ações policias. Isso é uma resposta compreensível, ainda que incorreta, diante da desesperança causada por décadas em que sofreram a opressão dos comandos. Mas não vai demorar para que os proletários que vivem nessas comunidades percebam a armadilha que é o domínio direto de uma polícia que mata uma pessoa a cada 8 horas nessa cidade [1]. As mentiras da imprensa burguesa cumpriram, como dissemos, um papel nesse processo de tomada de territórios pelo aparato estatal. Por isso, é fundamental que os revolucionários desconstruam tal mentira expondo a realidade violenta e corrupta da polícia.

Enquanto entrevistavam repetidamente Sérgio Cabral, que falava sempre em tom de triunfo, as grandes redes de jornalismo claramente evitavam tocar nos pontos sensíveis da operação. Nenhum comentário foi feito sobre as graves denúncias de abusos policiais que aconteceram nas comunidades. Em breve entrevista no Complexo do Alemão, o comandante geral da Polícia Militar, Mario Sérgio Duarte, declarou que “Todas as casas serão revistadas. Beco por beco, buraco por buraco” (Portal Terra). Como o conjunto de favelas tem mais de 30 mil moradias, é interessante notar que não houve pudor algum da PM em declarar que estava atentando diretamente contra as moradias dos trabalhadores.

Inúmeras foram as reclamações de moradores de que suas casas estavam sendo arrombadas, seus pertences revirados e de que estavam sofrendo saques. Milhares de operários eram revistados antes de entrar em suas casas e a opressão policial caiu principalmente em cima dos trabalhadores negros, que são geralmente os “suspeitos preferenciais” das batidas. A opressão policial contra a população das favelas ficou explícita, por exemplo, no caso da atendente Flávia Gomes, de 28 anos (registrado pela revista Época). Ela conta que sua irmã de apenas 14 anos ficou detida por um dia num ônibus da polícia, após ser presa sem nenhuma acusação enquanto caminhava de noite.

A atuação policial deixa clara a demagogia da polícia e da Justiça dos patrões. Em 2008, quando colocaram algemas no banqueiro corrupto Daniel Dantas, o caso causou um rebuliço nacional, com governantes e autoridades se manifestando contra o “excesso” da polícia. Agora, quando milhares de trabalhadores têm suas casas invadidas, são obrigados a fugir de tiros e encaram o terror policial, só o que se ouve dos governos é aplauso para a polícia, nenhum apelo humanitário. Nenhuma rede de televisão comentou o fato de que nem sequer um mandato de busca a domicílio foi expedido. Esta é a Justiça burguesa – “Não há direitos para o pobre. Ao rico, tudo é permitido”.

A polícia assassina e violenta do Rio também é sinônimo de corrupção. Como não é fácil conseguir provas, não vamos falar aqui sobre as conhecidas práticas policiais de venda do espólio de guerra(armas e drogas apreendidas em operações) para organizações traficantes rivais. Falaremos apenas sobre um caso ocorrido durante a operação conjunta das polícias e do exército. A Folha Online mostrou que a Polícia Militar e a Polícia Civil do Rio não registraram nenhuma apreensão, enquanto a Polícia Federal informou ter recolhido quase 40 mil reais e o exército 106 mil reais. Entretanto, apenas pouco mais de 75 mil reais foram entregues na Delegacia da Penha após o fim das ações militares. Para onde terá ido o restante do tesouro do tráfico?

Tudo isso deixa claro que nessa guerra entre comandos traficantes e a polícia, os trabalhadores não tem nenhum lado preferencial. Tanto o comando quanto a corporação são inimigos da população. Não se pode ter nenhuma confiança na polícia diante de operações que matam tantos inocentes e subjugam a população proletária das favelas. Os operários devem ter o direito de se proteger de maneira independente contra todos aqueles que os oprimem. Pelo direito dos trabalhadores de organizarem autodefesas em seus locais de trabalho e moradia![2]

A tomada de territórios por UPPs e milícias

A operação no Complexo de Favelas do Alemão foi um marco no enfraquecimento das organizações de traficantes, sobretudo o Comando Vermelho, que tinha na região o seu principal reduto. A bandeira do Estado brasileiro tremulando no alto do Complexo representou uma mudança no domínio direto sobre o local, onde foi prometida a instalação de uma UPP em 2011. Vendo isso, a esperança de muitos trabalhadores era de que essa ação significasse o fim do tráfico de drogas, que explora muitos jovens nesses bairros pobres com grande concentração operária.

Acontece que o tráfico de drogas é muito maior que qualquer organização traficante. Estimativas indicam que esse tráfico movimenta, no Rio de Janeiro, cerca de 1,4 bilhões de reais por ano [3]. Como qualquer outra mercadoria, existe uma demanda pelas drogas ilícitas e isso não é eliminado pelas UPPs. Nem seria interesse do Estado capitalista eliminar um comércio tão lucrativo quanto o tráfico de drogas. Já o interesse do Estado em desarticular as organizações traficantes tradicionais se mostrou consolidado com a tomada do Complexo do Alemão.

Os comandos traficantes são formações sociais com características mistas de empresa ilegal e poder armado que faz as últimas etapas da distribuição das drogas. Os patrões do negócio, a burguesia do tráfico, quase sempre permanecem nas sombras das suas mansões, enquanto os “gerentes locais” da distribuição são aqueles perseguidos pelo Estado burguês. Apesar dessa aparente repressão, o Estado cria as condições para que o processo de produção e circulação das drogas se mantenha, assim como faz com todas as outras frações da burguesia.

A vista grossa para que as drogas atravessem as fronteiras brasileiras, vindas dos países onde ocorrem as etapas principais de produção industrial, deixa isso claro. Mais ainda, a facilidade com que a polícia e o exército tomaram o Complexo do Alemão, em menos de uma semana, mostra que essa perspectiva sempre esteve ao alcance do Estado burguês, mas que ele permitiu que as organizações traficantes dominassem essas regiões.

Sempre existiu uma colaboração implícita do Estado com o chamado “poder paralelo”, que até hoje nunca chegou a ameaçar o poderio bélico muito superior do Estado burguês. Chama atenção o pouco ou nenhum treinamento militar das organizações traficantes, que não são concorrentes para o BOPE e o Exército. Isso não significa que não existiram conflitos entre polícia e organizações traficantes ao longo de mais de vinte anos no Rio de Janeiro, mas simplesmente mostra que esses conflitos eram por questões pontuais e que o Estado jamais quis realmente destruir os comandos.

A próprias UPPs não acabam com o tráfico, nem eliminam as organizações traficantes, como fica claro para um observador mais atento. Por exemplo, uma busca organizada pela Polícia Militar em dezembro do ano passado, na Cidade de Deus (onde foi instalada uma UPP em fevereiro de 2009), apreendeu 41 papelotes de cocaína (Folha online). Durante um evento sobre segurança pública, o chefe da Casa Civil do governo Cabral, Régis Fichtner, admitiu que as UPPs não tem o objetivo de acabar com o tráfico. Segundo ele, as UPPs buscam acabar com o uso de armamento pesado pelas organizações traficantes (site do governo do estado do Rio de Janeiro). Ou seja, as UPPs tem o objetivo de enfraquecer e desarticular os grupos traficantes tradicionais, como o Comando Vermelho (CV), o Terceiro Comando (TC) e o Amigos dos Amigos (ADA). As UPPs, um projeto de Secretaria de Segurança Pública do governo Cabral, são um fenômeno muito recente. A mais antiga das 14 unidades instaladas na cidade foi a da Favela Santa Marta, em novembro de 2008. Mas o enfraquecimento dos comandos traficantes já vinha acontecendo desde bem antes, com o crescimento de um tipo novo de poder armado na cidade – as milícias.

As milícias existem no Rio de Janeiro desde o fim da década de 70, em alguns locais como Rio das Pedras, em Jacarepaguá, na Zona Oeste da cidade. A origem ocorreu quando comerciantes começaram a contratar o serviço de policiais para que não deixassem as suas comunidades serem ocupadas por comandos traficantes ou outros tipos de criminosos. Mas assombra o crescimento das milícias na década de 2000, quando elas se tornaram muito mais do que um “grupo de proteção”. Se até o começo da década as milícias se configuravam como um fenômeno local, limitado a um ponto ou outro da cidade, em dezembro de 2006 já havia conhecimento de seu controle sobre 92 favelas. Em novembro de 2010, quatro anos depois, as milícias controlavam 417 comunidades!

Quando as milícias começaram a se expandir, a imprensa e mesmo o então prefeito do Rio de Janeiro, César Maia, descreviam-nas como uma forma alternativa de segurança, que poderia livrar as comunidades das diversas facções traficantes existentes na cidade. As milícias eram descritas como “autodefesas comunitárias” ou “mal menor que o tráfico”. Mas não levou muito tempo para que apoiar as milícias se tornasse impopular. As milícias tomam comunidades fazendo uso de violência bem equipada e depois sustentam sua presença através da exigência de pagamentos dos trabalhadores e pequenos comerciantes para manter sua “segurança” (sendo que os próprios milicianos são a ameaça).

Em muitas comunidades, os milicianos impõem toque de recolher e outras regras para manter os trabalhadores sob controle. A pena para o descumprimento de suas leis são castigos violentos, inclusive há registros de casos de extermínio. As milícias também fazem questão de combater qualquer expressão de resistência política. Em 2007, o advogado e militante da Frente Internacionalista dos Sem-teto, André de Paula, foi ameaçado de morte e expulso de uma ocupação sem-teto em Campo Grande, numa região dominada pela milícia, por realizar trabalho político com os moradores.

As milícias são a melhor expressão de crime organizado na história do Rio de Janeiro. Elas são compostas por policiais, ex-policiais, bombeiros e outros agentes relacionados com o Estado burguês. Criam relações com o poder político do Estado para garantirem sua estabilidade. A principal facção miliciana conhecida é a Liga da Justiça, liderada pelo ex-vereador e policial Jerominho, que usa o apelido de Batman. Também o então deputado estadual Natalino Guimarães era líder do grupo miliciano. Ambos foram importantes apoios políticos de Sérgio Cabral em sua eleição para governador. Tendo seus redutos eleitorais na Zona Oeste do Rio de Janeiro, onde hoje se sabe que também comandavam a Liga da Justiça, contribuíram muito para que Cabral tivesse uma vitória esmagadora na região em 2006.

Diferente do que se imagina, as milícias não acabam com o tráfico de drogas – elas o tomam. A milícia destrói as organizações traficantes tradicionais e se torna a nova “gerente” do tráfico em todas as regiões tomadas. Na verdade, elas também passam a administrar outros negócios ainda mais lucrativos. Na maioria das favelas tomadas, as milícias controlam não apenas o tráfico de drogas como também exploram serviços de prostituição, venda de gás, transporte alternativo e fornecimento de televisão à cabo. A força de trabalho para todos esses serviços não pode ser outra que não a dos trabalhadores das favelas. É claro que a exploração largamente superior imposta à comunidade dominada exige, da parte dos milicianos, uma repressão maior do que aquela das antigas organizações traficantes, coisa que policiais e ex-policiais sabem fazer muito bem.

Um misto de poder armado paraestatal com uma empresa-leque, atuante em vários ramos da economia, as milícias tem relações íntimas com o Estado burguês. Além das lideranças políticas citadas, que tinham relações diretas com o governador Sérgio Cabral (um vídeo na internet mostra Cabral, Jerominho e Natalino abraçados durante um comício e o futuro governador dizendo que os três são amigos), há registros de casos em que a polícia ajudou a milícia a se estabelecer em comunidades. Foi o caso da favela Cidade Alta, no bairro Cordovil, em 2007, em que os milicianos tiveram apoio de um caveirão (carro blindado) da PM para tomar de assalto a comunidade. Qual é o significado de tudo isso?

Muito antes de as UPPs aparecerem, já havia uma força com relações íntimas com o Estado, formada por agentes ou ex-agentes do Estado, destruindo as organizações traficantes tradicionais e estabelecendo seus regimes nas comunidades com o apoio da polícia. Isso significa que o enfraquecimento das organizações traficantes antigas tem na UPPs apenas um dos seus pontos de apoio. O outro e principal elemento é a expansão das milícias, que ocorre, não com a displicência, mas com o apoio do Estado burguês! Ainda que haja prisões de alguns dos líderes mais conhecidos das organizações milicianas, ninguém duvida que eles continuam, dentro ou fora das prisões, comandando seus negócios e tirando deles os lucros. As características das milícias, suas relações políticas com o Estado, o papel que elas cumprem – tudo isso forma um padrão que dá a entender que as milícias cumprem as tarefas ilegais (a parte mais suja do serviço) que o Estado burguês não pode fazer à luz do dia, mas que apoia e garante o sucesso. Os objetivos da expansão das milícias é garantir que quem controla o tráfico de drogas e as comunidades seja muito mais próximo do Estado do que eram as antigas organizações traficantes.

Em 2008, as milícias começaram a chamar atenção da imprensa. Foi o ano em que ocorreram as prisões de Jerominho e Natalino. No mesmo ano, jornalistas que tentavam fazer uma matéria sobre as milícias foram torturados pelos milicianos e foi criada a CPI das milícias, na Assembléia Legislativa do Rio de Janeiro. Esses fatos geraram repercussão internacional e é nesse momento que começa a se falar de UPPs. Quando a frente ilegal da tomada de territórios começa a chamar atenção demais (inclusive em suas relações com o Estado) é que a frente legal de uma operação se torna necessária.

Já há suspeitas de que uma milícia esteja se organizando no Complexo do Alemão, poucas semanas depois de ele ter sido tomado pelas forças policiais. Isso não é nenhuma surpresa: as UPPs cumprem um papel não menos assassino que as milícias, mas sob o pano da “legalidade”. Se o tráfico nesses locais foi temporariamente interrompido, isso só aumenta a demanda para o tráfico controlado pelas milícias, e não vai demorar para que se revelem quem serão os novos “gerentes locais” do tráfico de drogas no Complexo do Alemão.

A armadilha da legalidade das UPPs não pode continuar enganando os trabalhadores que acham que o Estado combate o tráfico, quando esse mesmo Estado impõe não apenas o tráfico mas uma opressão tirânica sobre a vida dos proletários, seja sob a forma legal da polícia ou a forma ilegal das milícias. Se o governador diz que sua gestão está comprometida em combater as milícias (compromisso para o qual ele nunca moveu um músculo), nós o desafiamos a expor os seus “segredos de Estado”. Pela quebra de todo sigilo econômico, telefônico e de internet da polícia e dos líderes do poder executivo! Essas informações devem ser colocadas à disposição dos movimentos sociais para desmascarar a cumplicidade do Estado com as milícias.

Uma polêmica mais do que necessária

A esquerda proferiu inúmeras respostas aos eventos no Rio de Janeiro. Dentre os grupos cuja “estratégia” é reformar o capitalismo (ainda que seus membros de base sejam convencidos do contrário) é importante destacar o Enlace, corrente interna do PSOL, cujo maior símbolo do reformismo é o deputado Marcelo Freixo, que ganhou grande reconhecimento ao presidir a CPI das milícias. [4] Freixo deixou claro em pronunciamento à Assembleia Legislativa do Rio no fim de novembro, que sua perspectiva é reformar a polícia e eliminar sua corrupção, e que deseja que haja UPPs em todas as regiões da cidade! (Por que as UPPs não chegam para todos?, site do deputado). Em entrevista no começo de dezembro, ele mostrou que é muito perspicaz em rastrear a origem tanto da violência policial, quanto miliciana contra os trabalhadores pobres:

A nossa polícia historicamente serve a uma elite política. Ela foi construída assim: barata e violenta porque serve para manutenção da relação do Estado com esses territórios desassistidos de direitos. Como a nossa elite política é clientelista e corrupta, ela precisa de uma polícia assim. Essa relação faz nascer a milícia no Rio. As milícias são fruto desse papel histórico que foi atribuído à polícia frente às populações mais pobres. Boa parte da zona oeste e da zona norte da cidade são hoje controladas por esses grupos. É o nosso instrumento de apartheid.”(Exame, 3 de dezembro de 2010).

Apesar disso, Freixo não tem problemas em afirmar suas boas relações com o secretário de segurança José Mariano Beltrame, o “homem honesto” que conduz a chacina que são as operações policiais nas favelas cariocas.

“Eu sou oposição política ao governador. No entanto, no debate da Segurança Pública não gosto de me posicionar como situação ou oposição. A nossa responsabilidade com a sociedade está acima dessas diferenças políticas. Por isso, eu fico muito mais confortável em falar do Beltrame que do Sérgio Cabral. O Beltrame leva uma grande vantagem porque sua honestidade o faz uma pessoa muito melhor do que os últimos secretários que existiram antes dele. Tenho uma relação muito sincera com ele. Com divergências, mas muito respeito.”

Em outras palavras, quando é uma questão de segurança pública, não existe oposição ou situação. De fato, na raiz, Marcelo Freixo nada tem para se opor a Sérgio Cabral – ambos defendem a continuidade de uma polícia racista, responsável pela repressão aos trabalhadores. A responsabilidade de Freixo com a (manutenção da) sociedade (burguesa) está acima de qualquer deiferença política. Enquanto Freixo alimenta as ilusões de que tal sociedade pode ser reformada, Cabral é uma face muito mais cínica da mesma moeda da manutenção do Estado burguês.

Não é de espantar a posição do Enlace/PSOL nesses ataques, já que, na prática, a corrente não defende nada mais do que a idéia utópica de gerir o Estado dos patrões a serviço dos trabalhadores. Na verdade, a polícia é irreformável, assim como o próprio sistema capitalista. O que Freixo vê como uma coisa que pode ser mudada – o reconhecido caráter racista, assassino e corrupto da polícia – são as suas caracteristicas intrísecas!

A polícia é um grupo de homens armados colocados à disposição do Estado dos patrões (coisa que uma mudança eleitoral não altera) e que não cumpre nenhuma função social que não seja a de manter a ordem capitalista e reprimir os movimentos sociais e setores mais oprimidos da classe trabalhadora com uso da força que for necessária. Os policiais não são trabalhadores explorados, mas agentes de repressão armada da burguesia. A segurança real dos trabalhadores é ignorada pela polícia enquanto a das empresas e bancos é garantida a todo custo.

A tentativa eleitoral de modificar a natureza fundamental do Estado burguês ganhando eleições, que constitui toda a “estratégia” do PSOL, e de Marcelo Freixo em especial, nada mais é que uma quimera. Na verdade, o Estado é um braço político, ideológico e militar do poder burguês para garantir o funcionamento da produção que visa o lucro. O funcionamento do capitalismo pressupõe, além de condições econômicas constantes (como o desemprego), a necessidade de ter uma força armada para reprimir qualquer tentativa das classes exploradas de se revoltarem. Por isso, a defesa da propriedade privada é o papel central das armas do Estado capitalista.

Enquanto Freixo tenta, com sua lógica de “reformar o capitalismo”, ensinar um cachorro raivoso a se sentar à mesa, ele na verdade contribui com os inimigos dos trabalhadores ao prestar apoio à instalação das UPPs. Em seu citado pronunciamento, ele questiona: “Por que não há UPPs para todos?” numa tentativa de demonstrar a conhecida ligação de Cabral com líderes políticos das milícias. Mas a visão neutra que Freixo faz da polícia, equivale a entregar a cabeça da população proletária aos seus maiores carrascos.

O deputado sonha em tornar a polícia um aparato que possa servir aos trabalhadores, enquanto ela permanece sendo firmemente subordinada a uma “elite política clientelista e corrupta”, ou seja, uma força armada a serviço da burguesia e comandada pelos seus “opositores políticos” (ou nem tanto), como Cabral. O que Freixo não vê é que essa é a própria razão de ser da polícia – intimamente ligada às necessidades do capitalismo, e não uma condição temporária em que Cabral ou outros políticos colocaram os policiais. Essa posição pró-UPP revela a total ausência de qualquer perspectiva revolucionária no PSOL, que defende a instalação de mais unidades de repressão contra os trabalhadores. Num futuro próximo, as UPPs irão com certeza combater qualquer resistência ou luta dos proletários, que terão unidades de repressão instaladas em seus locais de moradia.

Os trabalhadores são aliados da “base da polícia”?

Com a articulação da imprensa burguesa, como demonstramos, não foram poucas as ilusões com a polícia criadas entre os próprios trabalhadores moradores das favelas. A posição dos reformistas serve para criar muita confusão e desarmar a consciência dos oprimidos. Já uma posição única na esquerda [brasileira] é a do Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado (PSTU). Ao redor de uma declaração aparentemente revolucionária, defendendo o direito de os trabalhadores organizarem autodefesas, o partido defendeu através de seu principal dirigente, Eduardo Almeida Neto, a unificação da polícia (fusão da polícia civil e militar) num corpo que seja “controlado pelos trabalhadores”:

“A nova polícia teria que se organizar de forma radicalmente diferente da atual. Deve desaparecer a diferença entre polícia civil e militar, que não serve de nada, e assegurar todas as liberdades sindicais e políticas a seus participantes. É preciso também que seus comandantes ou delegados sejam eleitos pela população da região onde atuam. Ao contrário dos que se escandalizem com a proposta, a eleição de delegados locais é realizada em muitos países, inclusive nos EUA. É uma forma democrática de comprometer esses comandantes com a população local.”(site do PSTU).

Não nos escandalizamos nem um pouco pela proposta. Ela é mais que comum entre muitos reformistas que acreditam na possibilidade de criar uma “polícia para defender a população”. Ao mesmo tempo, sabemos que essa proposta é incapaz de mudar o caráter real da organização policial. Não precisamos ir muito longe para conseguir exemplos – o próprio Eduardo Almeida nos fornece o da “democrática” polícia americana, recordista de repressão à população negra e aos imigrantes. A palavra de ordem de uma polícia “eleita democraticamente” não é usada aqui para expor o caráter burguês e a hierarquia do aparato, mas é uma proposta real, como o exemplo americano de Almeida mostra, para gerir o capitalismo.

Além de apresentar essa perspectiva desoladora e dizer que o Estado burguês pode ter algum tipo de “compromisso” com a classe trabalhadora local, o PSTU reafirma sua famosa posição de defender todos os “direitos sindicais” dos policiais. Essa posição não é nova. Ela vem sendo defendida pelo PSTU de maneira mais clara desde a formação da Conlutas (mas é defendida pelo partido desde muito antes, como na greve policial nacional de 1997). Discutimos essa questão anteriormente no artigo Porque não apoiamos a greve da polícia(agosto de 2007), disponível [em coletivolenin.org]. A presença de “sindicatos policiais” na central dirigida pelo PSTU atualmente, a CSP-Conlutas, assim como o uso do slogan “Você aí fardado, também é explorado!” pelo partido, em atos e protestos, é justificado com dois argumentos.

O primeiro é de que os “trabalhadores” policiais de base têm o direito de reivindicarem melhores condições de trabalho e melhores salários, e que isso, inclusive, contribui para a luta dos demais trabalhadores. Enquanto reconhece que a polícia é usada para reprimir a população, o PSTU afirma que os policiais “não conhecem o seu papel” e tentam disputar sua consciência como se fosse a de um operário. O segundo argumento é o da necessidade fundamental de apoiar as lutas da “base da policia” para talvez rachá-la numa situação revolucionária futura.

Antes de tudo, o slogan usado pelo PSTU é puro oportunismo. Os policiais não são explorados pelo capitalismo pelo simples fato de não cumprirem nenhuma função socialmente necessária. Os policiais não produzem e nem realizam nenhuma tarefa indispensável para a produção, como é o caso dos serviços de transporte, comunicação, saúde ou educação. Não há na polícia nenhum papel progressivo, nada que seja útil para garantir o funcionamento da vida dos trabalhadores. A sua função exclusiva (por mais que sua base seja mal paga) é ser um corpo repressivo que garante o papel subjugado dos proletários na sociedade. Isso é uma questão objetiva, ou seja, independe das ilusões dos “policiais de base”.

Não acreditamos que as ilusões da “base da polícia” sejam grande coisa. Na verdade, quando um membro originário da classe trabalhadora decide se tornar um policial, na maioria das vezes operou-se nele uma transformação reacionária de consciência. Mas mesmo que os policias achassem que estão aí para distribuir flores para a população, seria tarefa dos marxistas apontarem a realidade e expor o seu papel claramente repressivo e anti-operário. O policial não é um trabalhador, é um membro do aparato repressor da burguesia colocado diariamente contra os verdadeiros trabalhadores.

Daí vem o fato de que o “sindicalismo policial” e as greves da base da polícia (contra suas instâncias superiores) por “melhores condições de trabalho e salários” não contribuem em nada para a luta dos trabalhadores, muito pelo contrário. Melhores “condições de trabalho” para os policiais significa melhores condições de repressão contra os trabalhadores, significa mais armas, caveirões e munição para serem usados contra os proletários. Melhor salário para os policiais significa aumentar a pressão material sobre os trabalhadores para integrarem a polícia, ou seja, aumentar o número de trabalhadores dispostos a integrar o aparato repressivo do Estado burguês e até mesmo aumentar o seu contingente policial. Por isso, qualquer marxista autêntico só pode rechaçar o “sindicalismo policial”, pois as manifestações corporativas dos policiais, se vitoriosas, significariam uma derrota e um passo atrás para a luta dos trabalhadores. Os trabalhadores devem limpar sua própria casa – “sindicatos policiais” fora das centrais! Nenhum apoio a greves policiais por “melhores condições”!

Já o discurso “estratégico” do PSTU sobre rachar a polícia, não resiste à menor investigação histórica. Primeiro, de nada vale tentar rachar a polícia virando as costas para os interesses dos oprimidos. Depois, não se conhece nenhuma situação revolucionária em que a polícia tenha apresentado um racha para apoiar a classe trabalhadora. Pelo contrario, abolir a polícia é, na maioria das vezes, a ação dos trabalhadores assim que começam a se organizar por seus objetivos históricos. Isso é muito coerente com a composição da polícia – profissionais de carreira que são ideologicamente homogeneizados pelo treinamento militar. O que é comum são rachas das patentes baixas do exército, principalmente em épocas de guerra, em que os reservistas são recrutados e se tornam maioria das forças armadas. Estes sim, trabalhadores recrutados completamente contra a sua vontade e que não passaram pela “lavagem cerebral” do militarismo burguês, tem chances reais de serem atraídos para a luta dos trabalhadores.

Independente disso, qualquer racha nos instrumentos do Estado burguês, seja no exército ou na polícia, não deve ser conseguido apoiando as reivindicações corporativas desses setores. Pelo contrário, devemos expor claramente qual é o seu papel e defender o fim de sua repressão e ataque contra os trabalhadores – essa é a maneira revolucionária de causar rachas no aparato burguês. As reivindicações que devem ser apoiadas, nessa perspectiva, são aquelas com conteúdo político que indicam o papel repressor do aparato, não as reivindicações para “melhorar” os órgãos armados do poder burguês (veja, por exemplo, o texto Militar é Preso por ser Homossexual, em nosso site).

Como bom centrista vacilante, o PSTU abandona o aspecto aparentemente revolucionário de seu programa, no papel, para na prática pegar carona na concepção dos reformistas e contribuir com a ideologia dos inimigos dos operários. Suas palavras de ordem e “estratégia” falham em expor a polícia diante da classe operária e, ao invés disso, criam confiança na “base da polícia” ao igualar ela com os trabalhadores. O que é necessário é mostrar o caminho da revolução no combate a tudo que a polícia representa. O PSTU, entretanto, parece buscar uma possibilidade real de reformar o aparato burguês (não nas UPPs, mas nos “policiais de base”) e contribui para semear a mesma concepção de adaptação ao capitalismo que seus companheiros de viagem do PSOL.

Uma vez mais a questão negra

A faceta mais marcante da conjuntura de derrotas da classe trabalhadora nessa década pôde ser vista com as operações no Rio de Janeiro. Foi total a falta de reação do proletariado, sobretudo do proletariado negro (o mais atingido), e dos movimentos sociais em geral, diante do conflito entre as organizações traficantes e a polícia. Enquanto os principais movimentos sociais do país são mantidos congelados pela direção traidora do PT de Dilma e Lula, cúmplices do governo de Cabral, a esmagadora maioria dos proletários, inclusive os seus setores mais explorados, são colocados para receber passivamente os golpes da violência burguesa. Enquanto CUT, MST e os movimentos negros e populares estiverem sob influência do governo, pouco poderá ser feito para a resistência dos trabalhadores. Muitos esperam que os setores da chamada “oposição de esquerda” possam apresentar uma alternativa, mas como vimos, eles não só falharam em apresentar uma resposta coerente, como também acabam fazendo o jogo dos maiores inimigos da nossa classe.

Enquanto o PT destaca o exército brasileiro para criar nas favelas cariocas a mesma “paz” que ele já deu ao Haiti, o PSOL, no fundo de seu grito por uma polícia melhor, deseja “UPP para todos” e aborta qualquer possibilidade de expressão independente da classe trabalhadora. Já o PSTU, cheio de ilusões e apego aos candidatos a reformadores do capitalismo, também luta por “uma polícia com melhores condições de trabalho”. O que falta para que esses caras-de-pau defendam “mais tropas” ou “melhores condições de trabalho para os soldados” no Haiti?

Ao vacilarem e semearem a ilusão na classe, esses partidos desmoralizam a esquerda diante dos trabalhadores mais oprimidos, que sabem quem são seus inimigos. Esses partidos, no entanto, tem algo em comum. Ambos representam a total ausência de uma estratégia revolucionária capaz de pôr fim ao sofrimento dos trabalhadores. A maior expressão disso se coloca na questão da opressão aos trabalhadores negros, os mais atingidos nesses ataques e os mais perseguidos desde sempre pelo tráfico, polícia e milícias no Rio de Janeiro.

A polícia do Rio de Janeiro realizou inúmeras invasões a moradias, agressões físicas e agressões psicológicas contra os trabalhadores nessa operação. É a mesma polícia que mata duas vezes mais negros do que pessoas de outras etnias, de acordo com estudo do PNUD [Programa das Nações Unidas para o Desenvolvimento]. O foco da polícia em “combater o tráfico” onde estão os trabalhadores negros, mas não o local estratégico de alguém que estivesse realmente interessado em acabar com o tráfico (o transporte da droga na fronteira), tem razões na natureza do capitalismo brasileiro.

No Brasil, os trabalhadores negros constituem uma casta super-explorada da classe operária. A manutenção de aparelhos racistas na atuação e ideologia da polícia em todos os momentos da nossa história e a colocação, consciente por parte do Estado, da população negra em condições precárias de educação, moradia e emprego cumpre um papel. Eles permitiram que o capitalismo brasileiro obtivesse aí um exército industrial sem qualificação tanto para os empregos baratos e sem necessidade de formação profissional, assim como para o contingente de desempregados, fundamental para estar à disposição do mercado capitalista.

É preciso combater na raiz o rumo que o capitalismo quer dar à vida da classe trabalhadora. Emprego pleno para todos os trabalhadores! Devemos lutar para reduzir a jornada de trabalho sem redução de salário para gerar novas vagas até acabar com o desemprego, que atinge principalmente os operários negros. Fim do vestibular e qualificação para todos os proletários! Se for necessário, o lucro dos empresários deve ser usado para financiar a educação até que haja acesso global ao ensino superior.

A ação preferencial predatória da polícia dentro das favelas é instrumento fundamental nas mãos do Estado burguês para garantir com sangue que o proletariado negro nem mesmo ouse pensar em lutar contra as condições destacadamente inferiores de vida na qual é mantido. Uma dessas condições mantidas diretamente pelos patrões é o salário consideravelmente mais baixo que recebem os negros, mesmo aqueles que atuam em postos iguais aos de operários de outras etnias. De acordo com estudo citado pela Folha, trabalhadores negros recebem bem menos que trabalhadores brancos atuando na mesma função de trabalho, na mesma cidade. “Pesquisa divulgada hoje pela Fundação Seade mostra que, na mesma função, homens negros (R$ 639) e mulheres (R$ 652) recebem salários até 47,8% inferiores aos pagos para trabalhadores brancos do sexo masculino (R$ 1.236)” (Folha online). Exigimos salário igual para trabalho igual! – deve-se nivelar pelo salário mais alto até eliminar a diferença entre trabalhadores homens e mulheres, negros e brancos, em todas as empresas públicas e privadas.

Pela sua dependência estrutural histórica com o capitalismo, o racismo praticado pelo Estado não pode ser combatido como uma questão em separado, mas deve ser combatido no cerne das lutas operárias, onde está colocada a necessidade de expor o caráter intrinsecamente racista do Estado e seu objetivo de prover ao mercado capitalista mão de obra sem qualificação e historicamente reprimida em suas lutas. No livreto A Escravidão é a Chave da História do Brasil (revista Revolução Permanente número 3), analisamos como a questão da opressão negra foi historicamente subestimada e negligenciada pelas organizações da esquerda brasileira. Isso se demonstra de maneira trágica na inação das comunidades diante dos ataques e operações de novembro.

O potencial revolucionário dos trabalhadores negros e sua posição em setores industriais de base é estratégico para a revolução brasileira. Por isso, é fundamental para uma organização revolucionária estar inserida nesses setores e combater o racismo do Estado dos patrões em todas as oportunidades, com o intuito de recrutar trabalhadores negros e ter forte presença nos seus locais de trabalho e moradia. Também deve ser travado intenso combate contra as condições de trabalho inferiores dos negros e o desemprego maciço que os atinge. Essas questões devem ser tratadas no cotidiano do movimento dos trabalhadores e da juventude. Sem isso, o socialismo será apenas uma fantasia escrita num papel. Combater o racismo no movimento estudantil e sindical! O racismo só serve ao inimigo comum de todos os trabalhadores.

Hoje nas favelas e nos locais de trabalho dos setores mais explorados da classe operária, existe não uma crise, mas um completo vácuo de lideranças combativas, quanto menos uma liderança revolucionária. Os reformistas, ao negarem a necessidade de se enraizarem nos setores mais explorados da classe trabalhadora, que acreditamos serem os trabalhadores negros e as mulheres no Brasil, entregam este setor fundamental de bandeja para o conformismo de igrejas e associações de moradores, além do assistencialismo do Estado burguês. É preciso dizer que, mesmo que houvesse vontade, seria um pouco difícil para os que são amigos das UPPs e da “base da polícia” se inserirem entre os trabalhadores negros, que tem na polícia o seu maior inimigo.

Sempre dissemos que nosso Coletivo não é um fim em si mesmo. Nosso papel é contribuir para a construção de um partido revolucionário de trabalhadores capaz de combater de maneira coerente as ilusões com o Estado burguês em todas as lutas. A tarefa é árdua com a difícil correlação de forças em que vivemos, atrapalhada ainda pelos auxiliares voluntários da ideologia burguesa, disfarçados de “partidos de esquerda”. Ainda assim, é preciso dar desde já os primeiros passos.

Um partido revolucionário deve ser construído entre os setores mais explorados do proletariado brasileiro, principalmente as mulheres e negros. Esse partido deve lutar para concretizar as demandas históricas dos trabalhadores. Grande parte delas só pode ser conseguida com a destruição do Estado que nos oprime diariamente. É por isso que levantamos inúmeras bandeiras que expõem o caráter capitalista do Estado, mostrando a necessidade de destruí-lo e de construir o poder de todos os explorados e oprimidos. Por um Partido Revolucionário de Trabalhadores!

Notas de revisão

[1]Na edição número 67 do jornal A Nova Democracia, que possui correspondentes atuando em diversas favelas e morros cariocas, existe um apanhando de denúncias de abusos policiais publicado sob o nome Moradores de favelas denunciam crimes das UPPs. Além desses casos, ocorreram protestos no Complexo do Alemão durante o mês de setembro, após ações do Exército, como relata a matéria da Folha Moradores do Alemão organizam ato após conflito com Exército(de 05 de setembro).

[2]Para um exemplo concreto de autodefesa operária, confira o artigo Regionaldo UAW Organiza Autodefesa Negra e Operária, disponível no blog do Reagrupamento Revolucionário.

[3]De acordo com notícia publicada no PortalD24am em primeiro de dezembro deste ano, investigações da Polícia Civil indicam que apenas Fernandinho Beira-mar, enquanto parte do alto escalão do Comando Vermelho, movimentou cerca de R$62 bilhões no Complexo do Alemão durante seus anos de atividade fora da prisão.

[4]Freixo, apesar de não ser membro do Enlace, é um parlamentar do PSOL que recebe constantemente o apoio político dessa corrente, que tem votado nele em todas as últimas eleições burguesas e promove a sua imagem nos movimento sociais.

Reagrupamento Revolucionário n. 02

Nessa página é possível baixar em formato PDF a revista Reagrupamento Revolucionário n. 02 (verão de 2011-2012) ou ler os artigos dela online.

Reagrupamento Revolucionário n. 02
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Militant Longshoreman No 12

Militant Longshoreman

No #12  November 30, 1984

Brothers and Sisters:

Our boycott of the South African cargo aboard the Nedlloyd Kimberley is growing in support and media coverage every day. The rank and file of Local 10 who are refusing to unload this cargo are setting an example for trade unionists across America. We are offering concrete support to the heroic struggles of the black trade unionists battling the racist apartheid regime in South Africa.

I am a nember of the longshore comittee in support of the South African boycott, which is coordinating the action. The members of this committee all have our own ideas on many different subjects. But we all support the action, and agree that the South African cargo at the Nedlloyd Kimberley should not be unloaded. I know that many brothers have great respect for Martin Luther King who was quoted in a leaflet issued in the name of the comiittee. Personally I do not endorse his political ideas or his Christian pacifism.. I believe in the power of the working class organized to fight for its own interests, for the abolition of racism and all forms of oppression and exploitation, and for the establishment of a workers government. Nonetheless, despite my differences with other members of the committee on Dr. King and other questions, I intend to continue to work with the committee to build this fight and spread it coastwise.

I urge all Local 10 members to stand solid behind this action, come hell or high water. We can beat court injunctions as we showed with the mass pickets at Levin in Richmond last year. At that time the local and international bureaucrats unsuccessfully tried to block our action. Despite them, we won a defensive victory for Local 10. As soon as an injunction comes down many of those who today halfheartedly support this boycott will want to deep six the action. We must be ready for that, as we were in Richmond in 1983. Our anti-apartheid boycott is an issue which has tremendous appeal in the black conmunity,among working people and indeed all decent people. It can grow — we can win!

COME TO PIER 80, EVERY DAY, AT 7:30 AM and 6:30 PM!
STAND FAST!
DEFY ALL INJUNCTIONS!

Lenin e o Partido de Vanguarda (8)

Em Defesa do Centralismo Democrático

Um Discurso de James Robertson
 

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O discurso abaixo foi feito numa conferência do Grupo Spartacus da Alemanha Ocidental (Bolchevique-Leninista) em fevereiro de 1973.


O Spartacus/BL tinha se originado de um racha em dezembro de 1972 dos Internationale Kommunisten Deutschlands (IKD). Posteriormente ele sofreu debilidades e se fundiu novamente com o IKD no começo de 1974, para formar a Spartacusbund. O núcleo original da seção alemã da Tendência Espartaquista Internacional foi constituído por várias forças oposicionistas de esquerda originadas na Spartacusbund.

O texto foi publicado na edição alemã da revista Spartacist, Número 1 (primavera de 1974), e (integralmente) em inglês no livro da Liga Espartaquista Lenin e o Partido de Vanguarda (1978, 1997). Para essa versão foi tomada a transcrição contemporânea do discurso gravado, com correções tipográficas.

***
 
Eu gostaria de saudar os camaradas da conferência do grupo Spartacus/BL. [Aplausos]. Esta é a terceira vez que tenho a oportunidade de vir à Europa: em Londres na conferência do Comitê Internacional de 1966, em Bruxelas, em novembro de 1970, na conferência do Secretariado Unificado. Em nenhuma dessas duas ocasiões eu fui espancado. [Risos]. Então desta vez eu venho a Essen.
 
Um camarada outro dia disse, em relação a um ponto considerando a Declaração de Princípios da Liga Espartaquista, que vocês não tem nada a aprender com a Liga Espartaquista. Nós acreditamos que nós temos muito a aprender com vocês. [Aplausos].
 
A razão pela qual nós fizemos um considerável esforço em nos conectarmos com o Spartacus/BL é o seguinte. Como disse Trotsky em 1929 e ainda é verdade hoje: a Alemanha é a chave para a Europa. Nos anos 60 houve uma considerável radicalização na Europa e pela primeira vez desde a Segunda Guerra Mundial emergiu uma camada da juventude originada do movimento estudantil que professa uma aparência revolucionária. A condição do proletariado alemão em 1945 era um dos elementos centrais desmoralizando o movimento trotskista mundial e lançando as bases para o pablismo. Milhares de jovens alemães com pensamento revolucionário representam um potencial precioso enquanto nos movemos para um período de novas e aprofundadas rivalidades inter-imperialistas. Se essa camada da juventude radical alemã não puder se inserir em seções avançadas do proletariado da Europa Central, na criação de uma nova formação partidária bolchevique, a relação de forças internacionalmente, entre o proletariado e os vários setores da burguesia, irá pender muito fortemente contra nossa vitória na luta de classes.
 
A não ser que essa camada da juventude alemã, que não é apenas o Spartacus/BL (e provavelmente o maior centro de gravidade está na juventude maoísta), possa interceder nas seções avançadas da classe trabalhadora alemã para construir um novo partido bolchevique de combate na Europa Central, o equilíbrio de forças entre a burguesia imperialista e o proletariado nas agudas lutas de classe nesse período irá pesar contra nós.
 
Como o último orador antes de mim atestou, o Spartacus/BL não tem falta de energia ou auto-confiança. [Risos e aplausos].
 
Nós vemos dois problemas em paralelo internacionalmente entre aqueles que professam serem trotskistas. Um não é o que ocorre aqui. É o bolchevismo formal com todas as lições formais propriamente assimiladas, representado por tais formações como o POUM espanhol, a OCI francesa, o POR boliviano. O problema, e não é uma questão definitivamente fechada, é que enquanto esses camaradas dominaram, até mesmo de uma maneira que vocês ainda não dominaram, o formato de uma organização bolchevique, eles minimizaram o seu conteúdo. Eles não vêem a frente única e todos os seus fenômenos relacionados – isto é, entrismo em outras formações operárias reformistas, processos de reagrupamento e similares – como a forma pela qual, para citar Trotsky, “a base proletária deve ser lançada contra sua liderança burguesa”. Ao invés disso, eles buscam embaçar o partido dentro da frente única, esperando, por exemplo na França, que o Partido Socialista e o Partido Comunista atinjam de alguma forma, por se unirem organizativamente, uma linha proletária revolucionária. Eles cancelam o papel que os bolcheviques tem a cumprir.
 
Nós vemos um problema diferente com a sua organização em particular, e essa é uma tendência de voltar à aparência política e formal da socialdemocracia russa como era em torno de 1903. Até onde alguns de vocês fazem isso de maneira ingênua, isso pode ser superado através de disputa política. Mas aqueles entre vocês que deliberadamente ignoram a experiência da revolução de outubro, a fundação da Internacional Comunista e tudo que veio depois – os primeiros quatro congressos da Comintern, a luta da Oposição de Esquerda trotskista – aqueles dentre vocês que viram as costas para isso, já são pequenos e oportunistas Kautskys embrionários.
 
Deixem-me explicar no que acreditamos ser o papel central e crucial da democracia partidária, sobre qual é a função da democracia interna, a chamada liberdade de criticar internamente, entre os revolucionários mais antigos. Por vezes se encontra, mesmo dentro do movimento trotskista, uma noção de que a disputa interna e o papel das minorias é um luxo necessário, enquanto entre os stalinistas e maoístas, um luxo desnecessário, traiçoeiro e dispensável. Ainda com todos os erros dos Bolcheviques, eles ainda conseguiram liderar os trabalhadores russos em direção ao poder. Há uma série de coisas erradas com a questão. Em primeiro lugar, se parte da premissa que se tem o programa perfeito, que não contém erros nesse momento. É necessário entender que em determinado ponto na história, enquanto a vanguarda pode ter assimilado e generalizado as experiências do passado, o futuro não é idêntico. Dessa forma, nós devemos acreditar que assim como o Iskra entre 1900-1903 continha os germes dos futuros Bolcheviques e futuros Mencheviques, também na Liga Espartaquista nós contemos os pontos de partida para muitas possibilidades. E, uma vez que nós iremos enfrentar novas, cruciais e inesperadas viradas nas quais iremos aplicar nossa teoria e experiência acumuladas, nós devemos esperar que haverá possibilidades íngremes e imprevisíveis surgindo de tais disputas – disputas internas do partido. E existe a possibilidade para os camaradas que cometem erros, desvios, superá-los através do processo de luta, na luz de continuada experiência. É assim que é essa luta interna do partido não é algo estranho, ou importado, ou externo ou o produto de agentes inimigos, como reivindicam os stalinistas.
 
Assim, a disputa interna do partido é uma necessidade. É necessário para um partido que deseja ser viável como um partido proletário revolucionário. Isso é uma coisa. As coisas são diferentes para aqueles que ignoram completamente as experiências previamente acumuladas do movimento marxista revolucionário e que se recusam a operar num formato já desenvolvido programática e teoricamente.
 
Qualquer variante da concepção kautskista do “partido de toda a classe” é uma posição completamente não-revolucionária e, em última instância, contra-revolucionária. O mais recente e mais amplo representante dessa espécie de revisionismo é Max Shachtman. O maior artigo recente que ele escreveu se intitula “Comunismo Americano: um Exame do Passado”. Ele encontra o pecado original do comunismo nos rachas à esquerda da socialdemocracia que ocorreram durante e após a Primeira Guerra Mundial, criando uma divisão na expressão política do proletariado. Ele descobre a causa desses rachas numa mudança do entendimento do papel do reformismo, do oportunismo, pelos revolucionários socialistas dentro do movimento da classe trabalhadora.
 
Shachtman cita Lenin muito favoravelmente ao longo do período de 1908. Em particular, ele observa que se os revolucionários tivessem simplesmente seguido a regra de “liberdade para criticar, unidade na ação”, a unidade do partido proletário poderia ter sido preservada. Ele argumenta que naquele tempo Lenin tinha um entendimento do oportunismo como um aspecto transiente, efêmero, secundário do movimento dos trabalhadores. Em particular, ele preza Lenin por defender que naquelas regiões onde os Bolcheviques estivessem em minoria, eles deveriam se subordinar aos Mencheviques e votar pelo partido Cadete [Constitucional Democrata] (onde os Bolcheviques tivessem a maioria, Lenin prossegue, eles deveriam ou votar por candidatos socialdemocratas ou, se não tivessem outra opção, se abster). Shachtman, por ter se tornado um socialdemocrata, não penetra na razão para a evolução nas visões da tendência Bolchevique. Ele meramente descreve as mudanças na posição leninista como uma forma de pecado original.
 
Nós estamos lidando, no período que vai da fundação do Iskra até a fundação do Partido Bolchevique em 1912, com a transformação da tendência Bolchevique de uma organização revolucionária socialdemocrata para uma organização comunista embrionária. O modelo para os socialdemocratas revolucionários russos no período inicial era a socialdemocracia alemã. Na determinação da ala bolchevique em conseguir uma revolução contra o czarismo, sua prática política veio antes de seu modelo teórico. E, é claro, sua prática organizativa chegou ainda mais tarde e foi altamente empírica sob condições clandestinas.
 
Era possível que Lenin, durante o período da reunificação da socialdemocracia russa, 1905-1907, desenhasse conclusões sobre a disciplina de um partido de reformistas e revolucionários que seria rejeitada de imediato por qualquer leninista hoje. Isso não nos torna mais espertos que Marx ou Lenin, isso significa meramente que nós somos capazes de enfrentar questões políticas atuais na luz da experiência deles.
 
Entre parênteses, uma das nossas principais diferenças com Healy e Wohlforth reside nesse ponto. Para Healy (e palavras me faltam para descrever a qualidade da arrogância em tal pressuposto), a cada dia e a cada novo acontecimento, ele se torna cada vez melhor – inclusive melhor do que Lenin.
 
A verdade é historicamente condicionada; isto é, o semblante do movimento comunista nos primeiros quatro congressos da Internacional Comunista se ergueu sobre um levante histórico e bem sucedido do proletariado revolucionário.
 
Um rompimento teórico e uma generalização comparável acompanharam essa massiva conquista revolucionária….
 
Dessa forma, o desenvolvimento teórico da vanguarda proletária no período 1919-23 da Internacional Comunista esteve no alto de uma montanha. Mas desde aquele tempo, desde o período da Oposição de Esquerda trotskista até a sua morte e posteriormente, o proletariado tem testemunhado principalmente derrotas, e a vanguarda revolucionária ou tem diminuído ou sua continuidade tem se perdido em muitos países. Não se pode separar a habilidade de conhecer o mundo da habilidade para modificá-lo, e a nossa capacidade de mudar o mundo só pode ser comparada em muito pequena escala aos dias heróicos da Internacional Comunista.
 
[Troca da fita]
 
Ao mesmo tempo, uma das grandes conquistas dos Bolcheviques foi reconhecer que um racha político na classe trabalhadora é uma precondição para a revolução proletária. Os Bolcheviques tinham chegado a essa conclusão em 4 de agosto de 1914, mas eles não tinham generalizado isso nem teoricamente e nem internacionalmente. A esquerda revolucionária alemã desse tempo pagou com a perda de seus líderes, Luxemburgo e Liebknecht, e uma revolução perdida por sua falha em assimilar essa lição. 
 
Movimentismo e “Liberdade de Criticar”
 
Nós apresentamos para vocês, camaradas, em nossas saudações escritas à sua conferência, uma certa definição do nosso entendimento da forma de organização leninista: “Nós declaramos que o princípio fundamental para os comunistas é aquele da luta entre os camaradas para ganhar a maioria para o seu programa, e que qualquer um que busque mobilizar forças de consciência atrasada e elementos externos da classe de fora da organização marxista revolucionária para poder ascender dentro de tal organização não é um comunista”. Partir dessa concepção significaria imediatamente levar à organização dos setores de consciência mais atrasada da classe contra o partido, especialmente a sua maioria. Eu digo isso em conexão com o slogan “liberdade de criticar, unidade na ação” empregado no partido unitário Bolchevique-Menchevique de 1906. A longo prazo ele necessariamente leva a dissolver o partido de volta à classe como um todo.
 
Nos Estados Unidos, somos familiares com uma espécie particular de movimentismo, os semi-sindicalistas como o grupo de Ellens (relacionado ao Lutte Ouvrière) e a linha majoritária da Tendência Leninista, que tem uma concepção de que a classe trabalhadora, em suas condições naturais, tem uma essência puramente revolucionária. Agora foi lançado um excelente livro chamado A formação da classe operária inglesa, de E.P. Thompson, e nos parágrafos de abertura ele faz a observação de que a classe trabalhadora não pode ser descrita como uma classe desassociada da sociedade capitalista. Ela só pode ser vista no contexto, não apenas da economia, mas das relações sociais da sociedade como um todo. Há setores de consciência atrasada na classe trabalhadora. Os trabalhadores que apóiam a socialdemocracia na maioria dos países são relativamente avançados, como é o caso dos trabalhadores que apóiam os partidos stalinistas onde eles são partidos de massa.
 
Em uma classe trabalhadora como a dos Estados Unidos, amplos setores dos trabalhadores são muito atrasados de fato. Mas eles são atrasados do ponto de vista dos interesses históricos representados pela vanguarda proletária. Eles são adiantados em termos de idéias burguesas. Religião, alcoolismo, machismo e as mais virulentas formas de racismo são manifestações predominantes na ausência de luta de classes e sem a presença de uma vanguarda proletária. Os movimentistas se recusam a ver tudo isso e, no lugar, vêem um proletariado puro, descontaminado e isolado. Ao mesmo tempo, eles vêem o partido de vanguarda como uma mistura de trabalhadores radicais e intelectuais radicais que podem ser não tão diferentes de sua classe de origem.
 
O principal partido internacional dos Socialistas Internacionais (IS), a organização britânica de Tony Cliff, se tornou recentemente movimentista. A IS, como uma coleção dos melhores centristas do mundo, segue avidamente cada novidade política. Até poucos anos atrás, eles eram pró-Partido Trabalhista e seu jornal se chamava Operário Trabalhista. Hoje eles são bastante opostos ao Partido Trabalhista Britânico, negando que ele tenha qualquer caráter de classe operária, e agora chamam seu jornal de Operário Socialista (os pablistas fizeram algo parecido na Europa nos últimos três ou quatro anos).
 
Isso foi apenas uma prévia da atual visão de Tony Cliff.
 
Com a intenção de se unir à alma dos trabalhadores (enquanto se posiciona contra o malvado Partido Trabalhista, que ele certa vez idolatrou), ele escreveu um artigo chamado “Trotsky sobre Substituísmo” [no livro dos IS Partido e Classe], do qual eu gostaria de ler uma citação:
 
“Uma vez que o partido revolucionário não pode ter interesses que não sejam os da classe, todos os assuntos políticos do partido são aqueles da classe e eles deveriam portanto ser trabalhados abertamente na sua presença. A liberdade de discussão que existe numa reunião de fábrica, que busca a unidade de ação depois que as decisões são tomadas, devem se aplicar ao partido revolucionário. Isso significa que todas as discussões sobre questões básicas devem ser feitas na luz do dia, na imprensa aberta. Deixem as massas de trabalhadores tomar parte na discussão. Ponham pressão sobre o partido, seu aparato, sua liderança.”
 
É um pouco estranho saber o que dizer sobre isso. A idéia de que toda a classe, em todo o seu atraso de consciência setorial, racial, nacional, deve ser o júri para decidir questões de estratégia revolucionária é espantosa. Num sindicato, que é uma forma de frente única econômica, ou em uma frente única política, está claro que é necessário que todos os participantes mostrem suas críticas abertamente. Mas a idéia de que trabalhadores que seguem padres, trabalhadores que são stalinistas, trabalhadores que pertencem a partidos socialdemocratas, deveriam pôr pressão para determinar a política dos marxistas revolucionários é uma idéia que irá manter o poder da burguesia até o dia em que uma bomba termonuclear elimine de vez a questão. 
 
“Exceções” ao Centralismo Democrático
 
Em nossas saudações à sua conferência, nós falamos de certas circunstâncias excepcionais em conexão com a aplicação do centralismo democrático entre os revolucionários….
 
Entre as circunstâncias excepcionais está a situação na qual o formato do partido não impede, por breve período, um programa marxista revolucionário. No período após o fim da Primeira Guerra Mundial, diversos partidos grandes da Internacional Socialista romperam, com grandes seções, frequentemente maiorias, indo para a Terceira Internacional. França, Alemanha, Checoslováquia, Itália e Estados Unidos vêm à mente. Também foi ganha a ala esquerda do PPS polonês. No período dessa transição, havia apenas essa separação de forma entre partido e programa.
 
Outra circunstância comparável seria quando os revolucionários entram numa formação política reformista ou centrista. Aí, também, nós lutaríamos pelo máximo de liberdade na discussão pública e pelo mínimo de unidade de ação. Ainda outra circunstância excepcional seria quando a divisão entre o interno e o externo se tornou difusa, como em verdadeiros partidos de massa, especialmente aqueles no poder. Um terceiro caso aparece num documento que eu acabo de ter em mãos intitulado “Sobre o Princípio do Centralismo Democrático: Liberdade de Criticar, Unidade na Ação”. Trotsky é citado ao escrever “A história inteira do bolchevismo é aquela da livre disputa entre tendências e frações”. Essa é uma citação perfeitamente verdadeira, mas ela está fora de contexto porque todas as vezes nesse período (como até mesmo Barbara Gregorich, da Fração Leninista, que fez a pesquisa, admite) Trotsky falava da liberdade de discussão interna.
 
Aqui está uma citação que torna isso mais claro. Nos Escritos 1932-1933 de Trotsky, falando dos oposicionistas russos, ele comenta “Eles eram sujeitos à perseguição apenas por terem criticado a política da tendência da liderança dentro dos limites internos que haviam constituído o elemento vital da democracia do Partido Bolchevique”. Também no artigo que eu tinha em mãos havia outra citação tirada do Programa de Transição. Ela diz, “Ohne innere Demokratie gibt es keine revolutionäre Erziehung”[Sem democracia interna não existe educação revolucionária]. Para mim, “ohne innere Demokratie” significa “sem democracia interna”.
 
Mas a lista de circunstâncias excepcionais se esgotou. Houve o racha projetado de Shachtman e Burnham do Partido Socialista dos Trabalhadores (SWP) em 1940. Ele dividiu o SWP pela metade na véspera da Segunda Guerra Mundial. Muitos na juventude que seguiram Shachtman e Burnham acreditavam que eles não estavam envolvidos em nenhum revisionismo, mas que estavam construindo um partido revolucionário maior, melhor e mais rápido. Trotsky e Cannon, num esforço para manter durante um pequeno espaço de tempo o estado de unidade formal, fizeram várias concessões substanciais numa tentativa de reter a minoria. Não houve, é claro, nada que detivesse a minoria, mas a maioria de Trotsky deixou claro que essas eram concessões especiais e episódicas numa tentativa de dar àqueles na minoria uma chance, sob condições organizativas mais abertas, para reconsiderar. Foi como quando vocês quiseram fazer concessões especiais ao IKD quando eles se separaram como uma minoria ampla. Mas até um boletim especial interno, que é muito menos que a apresentação pública das diferenças, não é uma condição estável ou saudável na vida interna do partido.
 
Eu estive em uma organização que teve tais garantias organizativas como uma posição permanente. Foi a Liga Socialista Jovem, o grupo jovem de Shachtman entre 1954-57. Os seguidores de Shachtman tinham posto diversas declarações democráticas sobre “liberdade de criticar” nas suas regras de organização para poder apelar aos liberais que tinham medo do bolchevismo totalitário. Ninguém nunca usava essas regras até que se formou uma ala de esquerda três anos depois. Nós então começamos a publicar o boletim da ala esquerda – não apenas internamente, mas um boletim público próprio. Não poderia haver nenhum outro significado, e ele tinha a intenção clara de ser um boletim de racha. Quando a disputa chegou ao fim, eles tiveram que colocar 22 emendas no seu regulamento. Mas está claro que essas novas restrições eram apenas para os trotskistas causadores de problemas. Os elementos socialdemocratas da ala direita poderiam continuar a praticar a liberdade de criticar.
 
Isso leva ao centro da questão. Por que, afinal de contas, vocês querem levar suas diferenças para fora da sua organização, para reunir os seus inimigos contra a sua organização? Shachtman também queria. Os liberais radicais norte-americanos tinham se virado de maneira aguda contra a Rússia após o pacto Hitler-Stalin. Aquele setor do SWP que foi mais sensível a essa opinião pública pequeno-burguesa queria provar que eles não eram tão ruins quanto outros trotskistas. E em tempos comuns é sempre desse jeito com aqueles que querem levar seus problemas para fora do partido revolucionário.
 
Em tempos de grandes turbilhões revolucionários, a massa da classe trabalhadora pode se elevar acima de um partido revolucionário inerte. Lenin enfrentou essa situação algumas vezes entre as revoluções de fevereiro e outubro. Quando ele se via diante da obstrução conservadora do comitê central, ele ameaçava levar a discussão aos trabalhadores. Isso não era liberdade de criticar dentro do partido: isso significava uma racha e a criação de um segundo partido, e Lenin sabia disso. Rachar não é crime, providenciando para que exista suficiente clareza política e necessidade de realizar um racha. Isso é parte do processo político vivo.
 
Eu agora gostaria de muito brevemente chegar ao assunto das relações internacionais. Nós tivemos uma explosão de separações na Liga Espartaquista no ano passado. Eu acredito que o camarada Hum declarou que nosso centralismo democrático se revelava na prática concreta como alguma forma de burocratismo típico de Healy ou algo do gênero, durante a discussão no ano passado. Eu gostaria de discutir isso um pouco mais concretamente. [Aplausos]. Na verdade, é claro, outra pessoa nos precaveu para nos mantermos longe de todo esse assunto organizativo batido que não trata de política, então eu pensei em virar a mesa e tratar disso concretamente. Entretanto, existe um significado político quando alguém se levanta e diz: “Paul Levi foi perseguido e eu também.” Nós tentamos por três vezes fazer análises políticas bem sucedidas dessa disputa por poder que ocorreu entre nós.
 
Eu quero dizer algo sobre a relação entre Vanguard NewsLetter, a Fração Leninista, a tendência separatista e, vai haver discussão, a organização de vocês…. O assunto é a combinação sem princípios, algumas vezes chamada mais familiarmente de “bloco podre”. Em algum lugar destas muitas páginas de anotações, eu tinha uma lista de todos os pontos, que até agora nós sabemos, que os vários camaradas desse bloco não tem em comum. Os separatistas evidentemente acreditam que Shachtman foi o melhor de si durante a luta de 1940 contra Trotsky. Eu acredito que os outros grupos citados não concordam com isso. Então nós temos o chamado pela “Quinta Internacional” da Fração Leninista, que parece argumentar essencialmente pelos mesmos termos da Oposição Operária da Rússia de 1921, que chamou nessa ocasião por uma Quarta Internacional.
 
Eu gostaria que houvesse tempo para discutir as implicações desse chamado por um lado e a posição do IKD, por outro, de construir a Quarta Internacional. Cada um do seu modo, compartilha algo em comum: uma negação da experiência do movimento revolucionário no mínimo, vamos dizer, de 1938 até hoje. Para cada um do seu modo, isso é irrelevante.
 
Outra contradição nesse bloco é que o Vanguard NewsLetter, de Turner, se vocês olharem bem, se devotou quase exclusivamente ao reagrupamento – isto quer dizer, a apelar por uma fusão aos membros e aos críticos da Workers League, do SWP, da Liga Espartaquista, etc. O camarada Hum descreveu a Liga Espartaquista como irrelevante porque ela apela a organizações cujos membros são irrelevantes à classe trabalhadora. O que isso faz de Turner, que apela para nós? A Fração Leninista, é claro, tem uma perspectiva bem diferente. Ela pode muito bem seguir a direção de Ellens e sepultar a si própria como ela fez genuinamente, mergulhando no nível de consciência da classe trabalhadora.
 
Alguns dos separatistas, no mínimo, já foram para fora do campo do comunismo. No entanto, a sua organização tem um recorde de favoritismo por essas pessoas. Dois dos seus camaradas trabalharam politicamente e intimamente com Moore neste verão, por trás das costas da Liga Espartaquista. Vocês camaradas, eu acredito, olham com aprovação para uma fusão destes heterogêneos grupos do VNL, Fração Leninista, os separatistas e, possivelmente, purgando a Liga Espartaquista de sua direção e trazendo os elementos de esquerda para essa fusão. O ponto não é que esse esquema não faz nada além de um apelo emocional, é que nós gostaríamos de dizer – e de fato nós vamos contar para vocês – qual programa tal formação pode ter. Isto é, o que vocês teriam criado seria apenas uma IS de segundo nível.
 
Eu indiquei que é possível para organizações cometerem erros, até mesmo erros muito profundos e se recuperarem deles. Trotsky esteve no bloco de agosto. Era um bloco muito ruim. Ele foi concebido originalmente na base de uma idéia aparentemente muito boa. Isto é, ignorando toda a experiência da primeira revolução russa, reunir todas as tendências socialdemocratas e ver se o partido não poderia ser reunificado. Uma conferência foi chamada e todas as tendências convidadas. A maior parte dos Bolcheviques se recusou a comparecer. Dessa forma, aqueles que foram, ainda que não fosse sua vontade talvez, adquiriram, como um todo, um caráter decisivamente anti-bolchevique. Alguns bolcheviques de ultra-esquerda estavam lá, e proeminentes membros independentes do partido, como Trotsky. Eu acredito que Trotsky posteriormente descreveu este como o maior erro político da sua vida. Mas há uma condição prévia para ter a possibilidade de superar erros políticos. E essa condição é uma implacável vontade de reconhecer a verdade da situação, não importa quanto constrangimento venha a causar aos seus aliados. Vocês podem acreditar que o bloco nos Estados Unidos é melhor do que nós. Isso é assunto para uma discussão. Mas vocês continuarem insistindo, para poder justificar essa crença, que certos elementos de clara deslealdade em relação a vocês são verdadeiros, então isso não é de fato um erro, mas um ato voluntário de oportunismo. Eu acredito que vocês, camaradas, publicaram em seu boletim internacional uma leitura dos eventos dentro da Liga Espartaquista que é, por documentos conhecidos por vocês e certificados pelos separatistas, demonstradamente falsa. Eu tenho uma página de citações aqui que eu gostaria de dividir com o seu comitê central.
 
Não há de fato tempo suficiente para ler e traduzí-las agora. Mas eu quero apontar o fato de que esse material é, ao menos agora, e deveria ter sido no tempo em que foi publicado, conhecido por vocês, como sendo não simplesmente falso, como um erro, mas voluntariamente falso e, além do mais, materiais que não são uma acusação de alguns erros e atos estúpidos da nossa parte, mas na verdade uma acusação de desonra da parte da Liga Espartaquista. Se nós permitíssemos que fosse publicada em um dos nossos boletins uma acusação dos nossos membros de que o Spartacus/BL tivesse ganho dinheiro do DKP para poder estorvar o SPD em sua campanha, vocês entenderiam como nós nos sentimos. Mas há muitas coisas no mundo que nós não gostamos e que não significam muito. A questão é realmente em termos do seu futuro político, porque se vocês não puderem encarar a realidade (não é por nada, inclusive, que numerosas publicações revolucionárias usam palavras como Pravda La Vérité [A Verdade]) – se vocês não puderem encarar a realidade, então há uma voluntariedade, um oportunismo, uma súplica de seguir a alma da ala direita que descansa por trás da sua ação, ou das ações de alguns de vocês.
 

Para concluir, camaradas, nós levamos o seu futuro muito a sério porque está sobre vocês a responsabilidade de criar um partido maior para a revolução mundial. Se vocês vão ou não fazer isso, isso cabe a vocês decidir.

 
Bibliografia
 
Ao longo do texto foram traduzidos do original em inglês, russo e alemão, tanto os títulos das fontes quanto os trechos citados como forma de facilitar a compreensão para o leitor de língua portuguesa. A seguir, estão as fontes originais em inglês, russo e alemão.
 
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Lenin e o Partido de Vanguarda (7)

Em Direção à Internacional Comunista

 
O evento que transformou Lenin de um socialdemocrata revolucionário russo no líder fundador do movimento comunista mundial pode ser precisamente datado – 4 de agosto de 1914. Com o começo da Primeira Guerra Mundial, a bancada parlamentar do SPD alemão votou unanimemente em favor de créditos de guerra para o Reich. Tendo agora experimentado mais de 60 anos de traições socialdemocratas e stalinistas dos princípios socialistas, é difícil hoje para nós entender o impacto absolutamente chocante de 4 de agosto sobre os revolucionários da Segunda Internacional. Luxemburgo sofreu um colapso nervoso em reação à onda de nacional-chauvinismo que varreu o movimento socialdemocrata alemão. Lenin a princípio se recusou a acreditar no relatório sobre a votação no Reichstag do órgão do SPD, Vorwärts, descartando aquela edição como uma farsa feita pelo governo do Kaiser.
Para socialdemocratas revolucionários, 4 de agosto não apenas simplesmente destruiu suas ilusões num partido em particular e sua liderança, mas desafiou toda a sua visão política mundial. Para marxistas da geração de Lenin e Luxemburgo, o progresso da socialdemocracia, melhor representado na Alemanha, tinha parecido firme, irreversível e inexorável. 
O Significado Histórico da Segunda Internacional
A era da (Segunda) Internacional Socialista (1889-1914) representou um crescimento extraordinariamente rápido no movimento operário europeu e das correntes marxistas dentro dele. Com a exceção dos sindicatos britânicos (que apoiavam os liberais burgueses), as organizações que formavam a Primeira Internacional (1864-74) eram grupos de propaganda que contavam quando muito com alguns milhares. Em 1914, os partidos da Internacional Socialista eram partidos de massa com milhões de apoiadores por toda a Europa.
No período da Primeira Internacional, havia talvez mil marxistas na face da Terra, esmagadoramente concentrados na Alemanha. Significativamente, não havia marxistas franceses na Comuna de Paris de 1871, apenas o húngaro Leo Franckel. Em 1914, o marxismo era a mais importante tendência no movimento internacional dos trabalhadores, a doutrina oficial dos partidos proletários de massa na Europa central e do leste. Pode-se entender portanto que Kautsky e os socialdemocratas poderiam considerar o marxismo como a expressão política natural e inevitável do movimento operário moderno.
A Grã-bretanha, é verdade, tinha um movimento operário de massa que era politicamente liberal e abertamente colaboracionista de classe. Entretanto, os próprios Marx e Engels tinham explicado o atraso do movimento operário britânico como um produto de circunstâncias históricas particulares (por exemplo, a dominação britânica na economia mundial, o antagonismo nacional inglês-irlandês, o Império). Além do mais, marxistas na Segunda Internacional, incluindo Lenin, consideravam a fundação do Partido Trabalhista em 1905 como um passo progressivo significativo em direção a um partido proletário socialista de massa na Grã-bretanha. Assim, o atraso político relativo do movimento dos trabalhadores britânicos não desafiava fundamentalmente a visão de mundo socialdemocrata ortodoxa (ou seja, kautskiana).
É fato consumado que o movimento marxista pré-1914 era familiar com renegados e revisionistas – os seguidores de Bernstein na Alemanha, Struve e os “marxistas legais” na Rússia. Lenin teria adicionado Plekhanov e os Mencheviques a essa lista. Mas essas regressões em direção ao reformismo liberal pareciam afetar apenas os elementos intelectuais no movimento socialdemocrata. O SPD, como um todo, parecia solidamente marxista em suas políticas, enquanto o marxismo era vitorioso contra o radicalismo socialista da velha escola (por exemplo, Jaures) em outras seções da Internacional (por exemplo, francesa, italiana).
4 de Agosto foi a primeira grande contra-revolução interna no movimento operário, e ainda mais destrutiva por que ela não era esperada. O triunfo do chauvinismo e colaboracionismo de classe nos partidos principais da Internacional Socialista despedaçou o otimismo trivial, passivo, do marxismo kautskiano. Depois da grande traição do SPD, indo para o lado de sua “própria” burguesia, os marxistas revolucionários não poderiam mais considerar o oportunismo no movimento dos trabalhadores como um fenômeno episódico ou marginal ou como um produto de um atraso político num caso histórico particular (como na Grã-bretanha).
As lideranças estabelecidas da maioria dos partidos socialistas de massa dificilmente poderiam ser descartados como intelectuais democratas pequeno-burgueses instáveis, como parceiros de viagem da socialdemocracia. Foi assim que Kautsky caracterizou os revisionistas bernisteinianos e como Lenin tinha descartado os Mencheviques. Mas os líderes chauvinistas do SPD em 1914 – Friedrich Ebert, Gustav Noske, Philipp Scheidemann – tinham construído sua trajetória ascendente no partido a partir de sua base, começando como jovens. Todos os três tinham sido trabalhadores: Ebert tinha sido um fabricador de selas, Noske um açougueiro e Scheidemann um tipógrafo. Ebert e Noske começaram suas carreiras no SPD como funcionários locais no sindicato, Scheidemann como um jornalista para um jornal local do partido. Os líderes oportunistas e chauvinistas eram portanto em muito feitos da carne e do sangue da socialdemocracia alemã.
Nem podiam as ações do SPD ser explicadas como um reflexo de um atraso político histórico da classe operária alemã. Ebert, Noske e Scheidemann tinham sido treinados como marxistas pelos seguidores pessoais de Marx e Engels. Eles tinham votado vezes e mais vezes por resoluções socialistas revolucionárias. Ao apoiar a guerra, os líderes do SPD sabiam que estavam violando os princípios socialistas de longa data do seu partido.
Até o momento do fatídico voto do Reichstag, o SPD adentrou em uma agitação anti-guerra de massa. Em 25 de julho de 1914 a executiva do partido lançou uma proclamação que concluía:

“Camaradas, nós apelamos a vocês para expressar nas reuniões de massa sem atraso a firme determinação do proletariado alemão de manter a paz…. As classes dominantes que em tempos de paz enganam vocês, desprezam vocês e os exploram, usariam vocês como comida para os canhões. Em todo lugar deve soar nos ouvidos daqueles no poder: ‘Nós não teremos guerra! Abaixo à guerra! Vida longa à irmandade internacional dos povos!’”

– reproduzido por William English Walling, ed., Os Socialistas e a Guerra (1915)
Ao considerar a traição socialchauvinista da socialdemocracia alemã, Lenin foi levado a perceber que os Bolcheviques não eram simplesmente um equivalente russo do SPD com uma liderança revolucionária principista. A seleção, teste e treinamento dos membros no partido de Lenin eram fundamentalmente diferentes do partido de Bebel e Kautsky. E nessa diferença residia a razão de, em agosto de 1914, os representantes parlamentares do SPD terem apoiado o “seu” Kaiser, enquanto seus equivalentes no Partido Operário Social Democrata Russo (Bolcheviques) foram, ao contrário, trancafiados nas prisões do Czar.
Lenin Rompe com a socialdemocracia
A política básica de Lenin com relação à guerra e ao movimento socialista internacional foi desenvolvida dentro de poucas semanas após o início das hostilidades. Essa política tinha três elementos principais. Um, os socialistas devem lutar pela derrota, acima de tudo, de seus “próprios” Estados burgueses. Dois, a guerra demonstrava que o capitalismo na época imperialista ameaçava destruir a civilização. Os socialistas devem então trabalhar para transformar a guerra imperialista em guerra civil, ou seja, em revolução proletária. E três, a Segunda Internacional tinha sido destruída pelo socialchauvinismo. Uma nova internacional, revolucionária, deveria ser construída através de um completo racha com os oportunistas do movimento socialdemocrata.
Essas políticas, que permaneceram centrais para as atividades de Lenin até o momento da revolução de Outubro, eram claramente expressas em seus primeiros artigos sobre a guerra:
“É dever de cada socialista conduzir propaganda da luta de classes … trabalho dirigido com o objetivo de transformar a guerra de nações em guerra civil é a única atividade socialista na era de um conflito armado imperialista entre todas as nações…. Levantemos bem alto a bandeira da guerra civil! O imperialismo põe em perigo o destino da existência européia: essa guerra será seguida de outras a não ser que haja uma série de revoluções bem-sucedidas….”
“A Segunda Internacional está morta, destruída pelo oportunismo. Abaixo o oportunismo, e longa vida à Terceira Internacional, livre não apenas dos ‘vira-casacas’ …mas dos oportunistas também.”
“A Segunda Internacional fez o seu trabalho útil de preparação na organização preliminar das massas proletárias durante o longo, ‘pacífico’ período da mais brutal escravidão capitalista e mais rápido progresso capitalista no último terço do século dezenove e no começo do século vinte. À Terceira Internacional cabe a tarefa de organizar as forças proletárias para uma sublevação revolucionária contra os governos capitalistas, pela guerra civil contra a burguesia de todos os países, pela captura do poder político, pelo triunfo do socialismo!”
– “A Posição e as Tarefas da Internacional Socialista” (Novembro de 1914)
Enquanto Lenin era otimista sobre ganhar a base de massas dos partidos socialdemocratas oficiais, ele entendia que ele estava reivindicando rachar o movimento dos trabalhadores em dois partidos antagônicos, um revolucionário, o outro reformista. Assim, a demanda de Lenin por uma Terceira Internacional encontrou muito mais oposição entre os socialdemocratas que estavam contra a guerra do que a sua denúncia veemente do socialchauvinismo. De fato, a maioria das polêmicas de Lenin nesse período (1914-16) não estavam direcionadas aos descaradamente socialchauvinistas (Scheidemann, Vandervelde, Plekhanov), mas sim aos centristas que faziam apologia aos socialchauvinistas (Kautsky) ou se recusavam a romper com eles (Martov).
Assim, Lenin foi forçado a se confrontar e rejeitar explicitamente a posição socialdemocrata ortodoxa sobre a questão do partido, o “partido de toda a classe” kautskista:
“A crise criada pela grande guerra tirou todas as máscaras, arrastou embora todas as convenções, expôs um abscesso que há muito chegou à cabeça, e revelou o oportunismo em seu verdadeiro papel de aliado da burguesia. O corte organizativo completo de tais elementos dos partidos operários se tornou imperativo…. A velha teoria de que o oportunismo é um ‘fardo legítimo’ em um partido único que não conhece ‘extremos’ agora se tornou uma tremenda ilusão para os trabalhadores e um tremendo obstáculo para o movimento da classe operária. O oportunismo sem disfarce, que imediatamente repele as massas trabalhadoras, não é tão destrutivo e ameaçador como essa teoria do mal dourado…. Kautsky, o mais célebre representante dessa teoria, e também a autoridade chefe na Segunda Internacional, se mostrou um hipócrita consumado e um velho mestre na arte de prostituir o marxismo.”
– “O Colapso da Segunda Internacional” (maio-junho de 1915)
Ao considerar o crescimento do oportunismo nos partidos socialdemocratas da Europa Ocidental, Lenin naturalmente revisou a história do movimento russo e do bolchevismo. Ele se deu conta de que a organização bolchevique não havia, de fato, sido construída de acordo com a fórmula kautskista. Ela havia se separado organizativamente completamente e de maneira formal dos oportunistas russos, os Mencheviques, dois anos e meio antes do começo da guerra e na prática desde 1912. Lenin agora tomava o Partido Bolchevique como um modelo para uma nova e revolucionária Internacional:
“O Partido Operário Social Democrata Russo há muito saiu da companhia dos seus oportunistas. Além do mais, os oportunistas russos agora se tornaram chauvinistas. Isso apenas fortifica-nos em nossa opinião de que um racha com eles é essencial para os interesses do socialismo…. Nós estamos firmemente convencidos de que, no presente estado das coisas, um racha com os oportunistas e chauvinistas é o dever primário dos revolucionários, assim como um racha com os sindicatos amarelos, anti-semitas, os sindicatos de trabalhadores liberais, foi essencial em ajudar a ganhar velocidade o crescimento de consciência dos trabalhadores atrasados e os lançou nas fileiras do partido socialdemocrata.”
“Em nossa opinião, a Terceira Internacional deveria ser construída sobre esse tipo de base revolucionária. Para nosso partido, a questão da conveniência de um rompimento com os socialchauvinistas não existe, ela foi respondida por uma finalidade. A única questão que existe para o nosso partido é se é possível alcançar isso numa escala internacional num futuro imediato.”
– V.I. Lenin e G. Zinoviev, Socialismo e Guerra (julho-agosto de 1915)
Nós mantivemos ao longo dessa série que o leninismo, como uma extensão qualitativa do marxismo, surgiu em 1914-17, quando Lenin respondeu de uma maneira revolucionária à guerra imperialista e ao colapso da Segunda Internacional em hostis partidos socialchauvinistas. Essa visão foi contestada, por um lado pelos stalinistas que projetaram o culto da clarividência infalível do líder revolucionário desde o início da carreira política de Lenin e, por outro, pelos inúmeros centristas e reformistas de esquerda que querem erradicar ou distorcer a linha que separa o leninismo da socialdemocracia ortodoxa pré-1914 (kautskismo).
Entre os bolcheviques, entretanto, era amplamente reconhecido que o leninismo se originou em 1914 a não antes. Num artigo comemorativo seguido à morte de Lenin, Evgenyi Preobrazhensky, um dos principais intelectuais bolcheviques, escreveu:
“No bolchevismo, ou leninismo, nós devemos fazer uma distinção severa entre dois períodos – o período imediatamente antes da guerra mundial e o período aberto pela guerra mundial. Antes da guerra mundial, o camarada Lenin, apesar de realizar um marxismo revolucionário real, genuíno e sem distorções, não considerava ainda os socialdemocratas como agentes do capital nas fileiras do proletariado. Durante esse período, você encontrará mais de um artigo feito pelo camarada Lenin em que ele defende a socialdemocracia alemã em face das acusações e censuras que ela havia recebido, por exemplo, do campo dos populistas, sindicalistas, etc. de oportunismo contra-revolucionário, de traição do espírito revolucionário do marxismo….”
“Se, para nosso infortúnio, o camarada Lenin tivesse morrido antes da guerra mundial, nunca teria entrado na cabeça de ninguém falar de leninismo, como alguma forma de versão especial de marxismo, como aconteceria posteriormente. Lenin era o mais consistente marxista revolucionário…. Mas não havia nada específico em nosso bolchevismo no reino da teoria … para distinguí-lo de alguma forma do tradicional, ainda que verdadeiramente revolucionário, marxismo….”
“Se o camarada Lenin não tivesse vivido para ver esse período [pós-1914], ele teria entrado para a história como o mais iminente líder da ala esquerda da socialdemocracia russa…. Apenas o ano de 1914 o transformou num líder internacional. Ele foi o primeiro a colocar a questão básica: o que, num sentido amplo, essa guerra significa? Ele respondeu: essa guerra significa o começo da destruição do capitalismo e assim as táticas do movimento dos trabalhadores devem se direcionar a tornar a guerra imperialista uma guerra civil.”
– “Marxismo e Leninismo”, Molodoya Gvardiya, 1924 [nossa tradução]
O Que Significa o Socialchauvinismo?
Dentro de poucas semanas após o início da guerra, Lenin determinou o racha com os socialchauvinistas e que se trabalhasse por uma nova, revolucionária, Internacional. Mas ele não apresentou imediatamente uma explicação teórica (ou seja, histórica e sociológica) de porquê e como os partidos de massa do proletariado da Europa Ocidental tinham sucumbido ao oportunismo.
Aqui pode-se contrastar Marx e Lenin como políticos revolucionários. Marx em geral chegava a generalizações teóricas bem antes das conclusões programáticas, táticas e organizativas imediatas que fluíam das suas premissas sócio-históricas. Assim, no fim de 1848, após nove meses de revolução, Marx concluiu que a burguesia alemã era incapaz de derrubar o absolutismo. Entretanto, foi apenas um ano depois, no exílio, que Marx desenvolveu uma nova estratégia correspondendo à sua visão modificada da sociedade alemã. Em contraste, a confiança revolucionária de Lenin o levou a romper com o oportunismo e políticas falsas bem antes que ele unisse a isso generalizações teóricas correspondentes.
1914-16 foi um período em que a análise teórica de Lenin veio por trás de suas conclusões políticas e ações. Os escritos anteriores de Lenin sobre guerra e a Internacional identificavam o oportunismo socialdemocrata apenas como uma corrente político-ideológica. A única tentativa de relacionar o crescimento do oportunismo com condições históricas objetivas era a de que os partidos socialistas da Europa Ocidental haviam funcionado sob um longo período de legalidade burguesa.
A ausência de uma explicação sociológica e histórica para o oportunismo socialdemocrata era uma séria fraqueza na campanha de Lenin por uma Terceira Internacional. Era preciso demonstrar que 4 de agosto não era um episódio oportunista ou uma política errada reversível, para assim justificar plenamente rachar a socialdemocracia internacional. A luta de Lenin contra os centristas – Kautsky/Haase/Ledebour na Alemanha, Martov/Axelrod na Rússia, a liderança do Partido Socialista Italiano – focava no significado histórico do defensismo nacional na guerra mundial e na profundidade do oportunismo no movimento socialdemocrata. Os centristas mantinham que “defesa da terra natal” era um erro oportunista monumental, mas nada além. A política do defensismo nacional poderia ser revertida, a Segunda Internacional reformada (literalmente assim como figurativamente). Alguns dos extremos chauvinistas provavelmente teriam que ir embora, mas basicamente a “boa e velha Internacional” poderia ser restaurada àquilo que era em julho de 1914. Lenin considerava a Internacional pré-1914 como adoecida com o oportunismo; com a guerra, a doença piorou para o socialchauvinismo e se tornou fatal. Para os centristas, a Internacional pré-guerra era basicamente um corpo saudável. Ela estava agora passando pela doença do socialchauvinismo. A tarefa dos socialistas era curar a doença e salvar o paciente.
O principal porta-voz para a anistiar os socialchauvinistas e minimizar o problema do oportunismo era, é claro, Kautsky. Na Neue Zeit (15 de fevereiro de 1915) ele defendeu uma atitude de tolerância camarada para aqueles que “erraram” em defender o imperialismo alemão:
“É verdade que eu vi desde 4 de agosto que um número de membros do partido estavam continuamente evoluindo mais e mais na direção do imperialismo, mas eu acreditei que essas eram apenas exceções e tomei um ponto de vista otimista. Eu fiz isso para dar confiança aos camaradas e trabalhar contra o pessimismo. E isso foi igualmente importante para clamar os camaradas à tolerância, seguindo o exemplo de [Wilhelm] Liebknecht em 1870.”
– William English Walling, ed., Os Socialistas e a Guerra (1915)
A suavidade centrista com relação à Segunda Internacional também se expressou dentro do Partido Bolchevique bem cedo na guerra. O cabeça do grupo bolchevique na Suíça, V.A. Karpinsky, objetou à posição de Lenin que a Segunda Internacional havia entrado em colapso e que uma Internacional nova, revolucionária, deveria ser construída. Em uma carta (27 de setembro de 1914) para Lenin, ele escreveu:
“Nós acreditamos que seria um exagero definir tudo o que aconteceu com a Internacional como um ‘colapso político-ideológico’. Nem por volume ou conteúdo essa definição corresponderia aos acontecimentos reais. A Internacional … sofreu um colapso político-ideológico, como queira, mas em uma questão apenas, a questão militar. Considerando o restante, não há razão para crer que a posição político-ideológica da Internacional foi abalada ou, ainda mias, que ela foi completamente destruída. Isso significaria que após perder apenas um reduto, nós estaremos desnecessariamente rendendo todos os fortes.”
– Olga Hess Gankin e H.H. Fisher, Os Bolcheviques e a Guerra Mundial (1940)
Para sobrepor tais atitudes centristas, Lenin tinha que demonstrar que 4 de agosto era o ápice de tendências oportunistas profundamente enraizadas nas natureza histórica da socialdemocracia européia.
Imperialismo, Socialchauvinismo e a Burocracia Operária
A análise de Lenin sobre a base social do oportunismo na Segunda Internacional foi primeiramente apresentada numa resolução (“Oportunismo e o Colapso da Segunda Internacional”) para uma conferência bolchevique em Berna, na Suíça em março de 1915:
“Certa camada da classe trabalhadora (a burocracia do movimento operário e a aristocracia operária, que fica com uma fração dos lucros da exploração das colônias e da posição privilegiada de suas ‘terras natais’ no mercado mundial), assim como simpatizantes pequeno-burgueses dentro dos partidos socialistas, proveram o suporte principal dessas tendências [oportunistas], e canais de influência burguesa sobre o proletariado.”
Essa análise simples não foi desenvolvida em nenhuma profundidade teórica ou empírica até o ano seguinte, principalmente no livro de Lenin, Imperialismo: a Fase Superior do Capitalismo (escrito no começo de 1916), e seu artigo, “Imperialismo e o Racha do Socialismo” (outubro de 1916), e no livro de Zinoviev, A Guerra e a Crise do Socialismo (agosto de 1916).
Dado o culto stalinista de Lenin e as interpretações individualistas da historiografia burguesa, não é amplamente reconhecido que Lenin trabalhou como parte de um coletivo. Durante os anos da guerra, ele teve literalmente uma divisão de trabalho com Zinoviev no qual o último se concentrou no movimento alemão. Lendo apenas os escritos de Lenin no período, consegue-se uma figura incompleta da posição bolchevique sobre a guerra imperialista e o movimento socialista internacional. Foi por isso que em 1916 os escritos de guerra de ambos Lenin e Zinoviev foram reunidos num único volume publicado em alemão, intitulado Contra a Corrente. A principal análise leninista do oportunismo na socialdemocracia alemã é oA Guerra e a Crise do Socialismo de Zinoviev, que contém uma longa seção intitulada “As raízes sociais do Oportunismo”. Essa seção chave do importante trabalho de Zinoviev foi reproduzida em inglês pela primeira vez na revista americana da corrente de Max Shachtman, New International (março-junho de 1942).
Marxistas há muito haviam reconhecido a existência de uma burocracia operária pró-burguesa, pró-imperialista na Grã-Bretanha. Engels havia condenado bastante os líderes aburguesados dos sindicatos britânicos, relacionando esse fenômeno à dominação econômica mundial do Império Britânico. Entretanto, marxistas na Segunda Internacional consideravam o movimento operário colaboracionista de classe britânico como uma anomalia histórica, um estágio que a socialdemocracia européia havia rapidamente saltado. Ao começar sua seção sobre a burocracia operária na Alemanha, Zinoviev atesta que os marxistas haviam considerado a socialdemocracia como imune a essa casta social corrupta:
“Quando nós falávamos de burocracia operária antes da guerra, se entendia por isso quase exclusivamente os sindicatos britânicos. Nós tínhamos em mente o trabalho fundamental dos Webbs, o espírito de casta, o papel reacionário da burocracia no velho sindicalismo inglês, e nós dizíamos para nós mesmos: como temos sorte de não termos sido criados por essa imagem, como temos sorte de que este pote de mágoa tenha sido evitado no movimento operário do nosso continente.”
“Mas nós estivemos bebendo por um longo tempo desse pote. No movimento operário daAlemanha – um movimento que servia como um modelo para socialistas de todos os países antes da guerra – surgiu uma casta de burocratas tão numerosa e tão reacionária quanto.” [nossa ênfase]
O triunfo do socialchauvinismo na Segunda Internacional fez Lenin reconsiderar o significado histórico da liderança operária pró-imperialista britânica. Ele chegou à conclusão de que o sindicalismo colaboracionista de classe da Inglaterra vitoriana antecipou tendências que viriam a tona quando outros países, acima de todos a Alemanha, disputassem economicamente com a Grã-bretanha e se tornassem poderes imperialistas competidores.
O crescimento industrial muito rápido da Alemanha, seguindo sua guerra vitoriosa em 1870, simultaneamente criou um poderoso movimento operário socialdemocrata e transformou o país em um agressivo poder mundial imperialista. Os objetivos expansionistas da Alemanha só poderiam ser realizados através de uma grande guerra. E a Alemanha não poderia ganhar uma grande guerra se enfrentasse a oposição ativa de seus poderosos movimentos proletários. Assim, as necessidades objetivas do imperialismo alemão requiriram a cooperação da liderança socialdemocrata. A derrota da revolução democrático-burguesa alemã em 1848 e a estrutura política de classe semi-autocrática resultante, tornaram a reaproximação entre os círculos dominantes e a burocracia operária mais difícil, menos evolucional que na Grã-bretanha. Daí o efeito chocante de 4 de agosto.
Mas Lenin reconhecia que o processo histórico de fundo que levou ao voto por crédito de guerra do SPD em 1914 e às nomeações de ministros de gabinete pelo Partido Operário Inglês era semelhante. EmImperialismo ele escreveu:
“Deve ser observada na Grã-Bretanha a tendência do imperialismo de dividir os trabalhadores, de fortalecer o oportunismo entre eles e causar um decaimento temporário em oportunismo dos interesses gerais e vitais do movimento da classe trabalhadora….”
“O oportunismo não pode ser completamente triunfante no movimento da classe trabalhadora de um país por décadas como foi triunfante na Grã-bretanha na segunda metade do século dezenove; mas em um número de países, ele cresceu maduro, ainda mais maduro e podre, e se tornou completamente mergulhado na política burguesa sob a forma de ‘socialchauvinismo’.” [nossa ênfase]
Imperialismo de Lenin lida com aquelas mudanças no sistema capitalista mundial que fortaleceram forças oportunistas no movimento internacional dos trabalhadores. É o trabalho de Zinoviev de 1916 que analisa concretamente as forças do oportunismo na socialdemocracia alemã.
Zinoviev mostrou que o enorme tesouro do SPD sustentava um vasto número de funcionários que levavam confortáveis vidas pequeno-burguesas bem longe dos trabalhadores que eles supostamente representavam. Em adição a um padrão de vida relativamente alto, a oficialidade socialdemocrata tinha começado a desfrutar de um status social privilegiado. A elite dominante alemã começava a tratar o SPD e líderes sindicais com respeito, diferenciando entre os “moderados” e os radicais, como Karl Liebknecht. O efeito corruptor sobre um ex-tipógrafo e um ex-fabricante de selas, ao serem tratados como personagens importantes pela aristocracia Junker (fidalga) era considerável. Referindo-se às memórias de Scheidemann no período da guerra, Carl Schorske em seu excelente Socialdemocracia Alemã 1905-1917 (1955) comenta: “Nenhum leitor de Scheidemann pôde perder o prazer genuíno que ele sentiu ao ser convidado a discutir problemas no mesmo patamar que os ministros de Estado.” A socialdemocracia alemã tinha se tornado uma instituição pela qual jovens trabalhadores capazes e ambiciosos poderiam atingir o topo de uma sociedade de classe – e casta – altamente estratificada.
O grande trabalho de Zinoviev de 1916 corrige a ênfase em revisionismo ideológico como a causa do oportunismo que se encontra nos primeiros escritos de guerra de Lenin. De fato, a doutrina oficial e programa do SPD não refletiram sua crescente prática reformista. Muitos dos líderes socialdemocratas, esmagadoramente de origem trabalhadora, mantiveram um apego sentimental à causa socialista muito depois de terem cessado em acreditar nelas como práticas políticas. Apenas a guerra forçou o SPD a romper abertamente com um princípio socialista.
Zinoviev reconheceu a ideologia socialchauvinista como uma falsa consciência surgindo do verdadeiro papel da oficialidade do SPD na sociedade alemã wilhelminiana:

“Quando nós falamos da ‘traição dos líderes’ nós não dizemos com isso que foi uma conspiração profundamente armada, que foi uma venda conscientemente perpetrada dos interesses dos trabalhadores. Longe disso. Mas a consciência é condicionada pela existência, e não vice-versa. A essência social inteira da casta de burocratas do trabalho levou inevitavelmente, através do ritmo moldado pelo movimento no ‘pacífico’ período pré-guerra, ao completo aburguesamento da sua ‘consciência’. A posição social inteira que essa casta numericamente forte escalou subindo nas costas da classe trabalhadora a tornou um grupo social que objetivamente deve ser considerado como uma agência da burguesia imperialista.” [ênfase no original]

Os anarco-sindicalistas aplaudiram o ataque marxista revolucionário contra a burocracia socialdemocrata e proclamou: nós avisamos. Assim, os Bolcheviques, ao atacarem a socialdemocracia oficial, distinguiram sua posição cautelosamente da dos anarco-sindicalistas. Zinoviev colocou que a existência de uma poderosa burocracia era, em certo sentido, um produto do desenvolvimento e da força do movimento operário de massa. A resposta anarco-sindicalista para o burocratismo apontava para a auto-liquidação do movimento dos trabalhadores como uma força organizada objetivamente capaz de destruir o capitalismo. Se a burocracia reformista suprimia o potencial revolucionário do movimento dos trabalhadores, os anarco-sindicalistas propunham desorganizar tal movimento até a impotência.
Zinoviev manteve que a burocracia não era idêntica a uma ampla organização partidária e a funcionários sindicais. Ao contrário, tais aparatos eram necessários para liderar a classe trabalhadora ao poder. A tarefa decisiva era a subordinação dos líderes e funcionários do movimento trabalhista aos interesses históricos do proletariado internacional:
“No tempo da crise sobre a guerra, a burocracia do trabalho atuou no papel de um fator reacionário. Isso está sem dúvida correto. Mas isso não significa que o movimento operário será capaz de se manter sem um grande aparato organizativo, sem um espectro inteiro de pessoas dedicadas especialmente ao serviço nas organizações proletárias. Nós não queremos voltar ao tempo em que o movimento dos trabalhadores era tão fraco que ele podia continuar sem seus próprios empregados e funcionários, mas ir ainda mais adiante para o tempo em que o movimento operário seja algo diferente, em que o forte movimento do proletariado irá subordinar a camada de funcionários a ele próprio, em que a rotina será destruída, a corrosão burocrática chicoteada; um tempo que trará novos homens à superfície, insuflar neles coragem para lutar, completá-los com um novo espírito.”
Não existe uma solução organizativa mecânica para o burocratismo no movimento dos trabalhadores ou mesmo em seu partido de vanguarda. Combater o burocratismo e o reformismo envolve uma luta políticacontínua contra a influências e pressões de todos os lados que a sociedade burguesa busca lavar ao movimento dos trabalhadores, à suas várias camadas e à sua vanguarda.
A Posição Leninista Sobre a Aristocracia Operária
Os marxistas da Segunda Internacional estavam plenamente cientes que a classe operária como um todo não apoiava o socialismo. Muitos trabalhadores aderiam à ideologias burguesas (por exemplo, religião) e apoiavam partidos capitalistas. Socialdemocratas pré-1914 em geral associavam o atraso político com o atraso social. Em particular eles viam que trabalhadores a pouco tirados do campesinato e outros pequenos proprietários tendiam a reter a visão de mundo de sua antiga classe. Assim, Kautsky escreveu em seu A Estrada para o Poder, de 1909:
“Após um grande termo tirados da classe dos pequenos capitalistas e dos pequenos agricultores, muitos proletários carregam as conchas dessas classes sobre eles. Eles não sentem a si próprios como proletários, mas como se fossem donos de propriedade.”
Em outras palavras, a posição socialdemocrata clássica era a de que aqueles trabalhadores que tinham um baixo nível cultural, eram pouco dotados de compreensão, desorganizados, vinham de um passado rural, etc., seriam os mais submissos com relação à autoridade burguesa. No contexto da Alemanha e da França do século XIX, essa generalização político-sociológica era válida.
Entretanto, com o desenvolvimento de um forte movimento sindical, o conservadorismo social e político apareceu no topo da classe trabalhadora e não apenas na base. Trabalhadores dotados de grande poder de entendimento, em sindicatos fortes de ofício, se isolaram a um certo nível do mercado de trabalho e do desemprego cíclico e tenderam a expressar uma visão de mundo estreita e corporativa.
O fenômeno da casta aristocrática operária, como aquele da burocracia do trabalho, se manifestou primeiro na Inglaterra vitoriana. O espírito estreito e corporativo dos sindicatos oficiais britânicos era bem conhecido. Além do mais, a camada superior da classe trabalhadora britânica era quase exclusivamente inglesa e escocesa, enquanto os irlandeses eram uma parte significativa da força de trabalho desqualificada.
A composição da socialdemocracia alemã pré-guerra consistia largamente dos trabalhadores mais bem qualificados. Zinoviev viu nessa composição sociológica uma importante fonte de reformismo:
“… a massa predominante dos membros da organização socialdemocrata de Berlim é composta de trabalhadores treinados, qualificados. Em outras palavras, a massa predominante dos membros da organização socialdemocrata consiste da camada mais bem paga do mundo do trabalho – daquela camada na qual surge a grande seção da aristocracia operária. [ênfase no original]
– A Guerra e a Crise do Socialismo
Zinoviev não faz tentativa alguma de demonstrar empiricamente que a aristocracia operária provia a base para a ala direita do SPD; ele meramente afirma isso. Ele pode então ser criticado por transportar mecanicamente a sociologia política da Grã-bretanha vitoriana para o terreno muito diferente da Alemanha wilhelminiana. O sindicalismo de ofício nunca prestou um papel tão importante na Alemanha quanto na Grã-bretanha. Por outro lado, o atraso rural era amplamente presente na vida política da Alemanha imediatamente antes da guerra. A base sólida da ala de direita do SPD eram as organizações provinciais do partido. Burocratas da ala direita tentavam conter os radicais, que eram sempre concentrados nas grandes cidades, desestabilizando os distritos eleitorais do partido em favor das pequenas cidades. O filho de um camponês, trabalhando como um operário sem qualificação tendia mais a apoiar a direita do SPD, representada por Bernstein e Eduard David, do que um mestre mecânico de Berlim.
Entretanto, se Zinoviev foi muito mecanicista ao impor um modelo britânico da base social do oportunismo no SPD, a posição leninista básica sobre a estratificação da classe trabalhadora na época imperialista permanece válida. Em países capitalistas avançados, com um movimento operário grande e bem estabelecido, a camada mais alta da classe trabalhadora tenderá frequentemente em direção ao conservadorismo político e social em relação à massa do proletariado. Além do mais, com certos limites econômicos, a burguesia e a burocracia do trabalho podem esticar a diferença entre a aristocracia operária e a classe como um todo.
Zinoviev está certamente correto quando ele escreve:
“Para fomentar divisões entre as várias camadas da classe trabalhadora, pra promover competição entre eles, para segregar a camada superior do resto do proletariado corrompendo-a e tornando-a uma agência da ‘respeitabilidade’ – ou seja, inteiramente dentro dos interesses da burguesia…. Eles [os socialchauvinistas] dividem a classe trabalhadora dentro de cada país e dessa forma intensificam e agravam a separação entre as classes trabalhadoras de vários países.”
– Zinoviev (Op. cit.)
A camada mais alta da classe trabalhadora não é sempre e em todo lugar politicamente à direita da massa do proletariado. Algumas vezes a maior segurança econômica dos trabalhadores mais bem qualificados produz uma situação onde eles mantém uma atitude política mais radical do que a massa dos trabalhadores organizados, que estão mais preocupados com as suas necessidades materiais do dia-a-dia. Assim, na Alemanha da República de Weimar nos anos 1920, o apoio comunista entre trabalhadores bem treinados era relativamente maior que entre a força de trabalho simples das fábricas, que buscava os socialdemocratas por reformas imediatas. Franz Borkenau escreveu sobre a composição do Partido Comunista Alemão em 1927:
“… trabalhadores qualificados e pessoas que foram trabalhadores qualificados fazem dois quintos dos membros do partido; se suas companheiras se somassem a essa conta, eles formariam provavelmente quase metade…. Se existe tal coisa como uma aristocracia operária, ela está bem aqui.”
– Comunismo no Mundo (1939)
A posição de Lenin sobre a aristocracia operária foi uma importante correção da orientação positiva, tradicional socialdemocrata para esse setor, uma orientação que era em parte uma reação conservadora ao rápido crescimento da força de trabalho com pouca formação vinda de um campesinato politicamente conservador e socialmente atrasado. Enquanto trabalhadores de origem rural podem ser extremamente militantes, eles são muito instáveis e difíceis de organizar numa base estável. Por exemplo, os operários migrantes e grupos semelhantes (como os camisas-pardas, por exemplo) lançados na organização sindical American Industrial Workers of the World, dos Estados Unidos, antes da Primeira Guerra Mundial, demonstraram grande combatividade, mas também uma grande instabilidade organizativa.
Nenhum auto-professado marxista mantém hoje uma orientação tão positiva com relação às seções mais bem qualificadas, mais bem pagas da classe trabalhadora como fazia a socialdemocracia. Ao contrário, durante o período passado o “marxismo” da Nova Esquerda foi a um extremo oposto, desprezando todo o proletariado organizado nos países capitalistas avançados como “aristocracia operária” comprados pelos espólios do imperialismo. Assim como no tempo em que o ataque dos marxistas revolucionários era explorado pelos anarco-sindicalistas, em nosso tempo a análise crítica de Lenin sobre o papel da aristocracia operária é desvirtuado e explorado para servir ao radicalismo anti-proletário, pequeno burguês, particularmente o nacionalismo.
Um líder inspirador intelectual do terceiro mundismo da Nova Esquerda (mais ou menos associado com o maoísmo) foi Paul Sweezy, da Monthly Review. Sua distorção revisionista da análise de Lenin sobre a aristocracia operária é apresentada com angularidade especial num artigo do centenário da publicação do primeiro volume de O Capital, “Marx e o Proletariado” (Monthly Review, dezembro de 1967). Aqui, Sweezy revindica o Imperialismo de Lenin para propor que a principal força social da revolução passou para as massas rurais nos países atrasados:
“A maior contribuição dele [Lenin] foi seu pequeno livro Imperialismo: A Fase Superior do Capitalismo que, tendo sido publicado em 1917, tem exatamente metade da idade que o primeiro volume de O Capital. Lá ele argumenta que ‘o capitalismo se tornou um sistema mundial de opressão colonial e da estrangulação financeira da esmagadora maioria dos povos do mundo por um punhado de “países avançados”’…. Ele também argumenta que os capitalistas dos países imperialistas podem e usam parte do seu ‘saque’ para subornar e trazer para o seu lado uma aristocracia operária. Tão longe quanto é levada em conta a lógica do argumento, ela pode ser estendida a uma maioria ou ainda a todos os trabalhadores dos países industrializados. De qualquer forma está claro que levando em conta o caráter global do sistema capitalista, nos são fornecidas fortes razões adicionais para acreditar que a tendência nesse estágio do desenvolvimento capitalista será gerar um proletariado cada vez menos do que mais revolucionário.” [nossa ênfase]
A Nova Esquerda está bastante errada em simplesmente identificar a aristocracia operária com os setores mais bem pagos do proletariado. Em primeiro lugar, muitos dos trabalhadores relativamente bem pagos (por exemplo, motoristas ou caminhoneiros nos Estados Unidos) são membros dos sindicatos industriais de trabalhadores sem qualificação ou com pouca qualificação, e ganham seus níveis de salário através de luta militante contra os patrões e não com suborno ou cargo de confiança imperialista. Nem podem todos os sindicatos oficiais serem contados entre a aristocracia operária. Os costureiros e os portuários, organizados em linhas oficiais, estão entre os trabalhadores sindicalizados menos bem pagos nos Estados Unidos.
Em Imperialismo e outros escritos relacionados, Lenin enfatiza de novo e de novo que a aristocracia operária representava uma minoria do proletariado. E isso não era uma estimativa empírica, mas uma proposição sociológica básica. Um grupo só pode ocupar uma posição social privilegiada em relação às massas trabalhadoras da sociedade da qual é parte. A noção da Nova Esquerda terceiro-mundista de que o proletariado nos centros imperialistas é uma aristocracia operária em relação às empobrecidas massas coloniais nega que a classe trabalhadora européia e norte-americana é centralmente definida pela exploração pelas mãos da “sua” burguesia. Isso é metodologicamente similar ao argumento dos apologistas do Apartheid na África do Sul de que os trabalhadores negros nesse país estão melhor do que aqueles no resto da África.
Entretanto, o revisionismo de Sweezy não se limita a estender a categoria de aristocracia operária à maioria dos trabalhadores nos países capitalistas avançados. Ele também distorce a atitude de Lenin com relação à aristocracia operária em si, que é uma categoria sociológica e não política. Para a camada mais alta da classe trabalhadora, a defesa dos seus pequenos privilégios em geral domina sua consciência e ação. É portanto um intermédio cultural para a falsa consciência que enxerga os interesses dos trabalhadores como ligados aos da “sua” burguesia (apoio à guerra imperialista, protecionismo, esquemas de “divisão dos lucros”, etc.). Mas a aristocracia operária também faz parte da classe trabalhadora, dividindo interesses comuns de classe com o resto do proletariado, e assim não pode ser considerada como inerentemente e terminalmente pró-imperialista. Sob condições capitalistas normais, a aristocracia operária poderá muito bem buscar vantagens econômicas de curto prazo sob os custos da classe como um todo. Entretanto, sob o impacto de uma profunda depressão econômica, uma guerra devastadora, etc., os interesses de longo prazo dessa camada como um setor do proletariado tenderão a vir à tona.
Leninistas até mesmo buscam ganhar os setores super-explorados da pequeno-burguesia (por exemplo, professores, pequenos agricultores) para a causa do socialismo revolucionário. Portanto, eles não podem entregar pura e simplesmente um setor da classe trabalhadora, apesar de ser um setor relativamente privilegiado, aburguesado, ao campo da contra-revolução burguesa. Grupos da aristocracia operária podem terminar no lado errado da barricada numa situação revolucionária. Na revolução de outubro, os relativamente bem pagos trabalhadores das ferrovias proveram a base para as atividades contra-revolucionárias dos Mencheviques. Entretanto, os petroleiros do México, sendo um grupo proletário de elite num país atrasado, tem há muito estado entre os setores mais avançados no movimento operário desse país. Em um importante artigo escrito pouco depois de Imperialismo, Lenin explicitamente declara que a fração do proletariado que vai no final ficar do lado da burguesia só pode ser determinado através da luta política:
“Nem nós e nem ninguém pode calcular precisamente que porção do proletariado está seguindo e irá seguir os socialchauvinistas e oportunistas. Isso será revelado apenas pela luta, isso irá definitivamente ser decidido apenas pela revolução socialista.”
– “Imperialismo e o Racha do Socialismo” (outubro de 1916)
A atitude leninista com relação à aristocracia operária é significativamente diferente daquela com relação à sua liderança, a burocracia do trabalho. Na época imperialista, a era da decadência capitalista, reformismo bem sucedido é impossível. Assim, quaisquer que sejam seu passado e sua motivação original, a não ser que eles explicitamente adotem um curso revolucionário, os líderes do movimento operário são forçados por seu papel social a subordinar os interesses dos trabalhadores à burguesia. Como Lenin escreveu posteriormente sobre os “capangas operários da burguesia”:
“O imperialismo do tempo presente (século XX) deu a alguns poucos países avançados uma posição excepcionalmente privilegiada, a qual, em toda a parte da Segunda Internacional, produziu um certo tipo de líderes traidores, oportunistas e socialchauvinistas, que defendem os interesses da sua própria oficialidade, do seu próprio setor da aristocracia operária…. O proletariado revolucionário não pode ser vitorioso a não ser que esse mal seja combatido, a não ser que os líderes oportunistas, social-traidores, sejam expostos, desacreditados e expulsos.”
– Esquerdismo, Doença Infantil do Comunismo (1920)
Em contraste, trabalhadores treinados, bem pagos, enquanto mais suscetíveis à ideologia burguesa conservadora, não são “agentes da burguesia no movimento operário” (Idem). Assim como o resto do proletariado, eles devem ser ganhos para longe dos seus falsos líderes traiçoeiros.
O Marxismo Clássico e o Partido Leninista de Vanguarda
Em 1916, Lenin havia desenvolvido ambas as bases programática e teórica para um racha com a socialdemocracia oficial e a criação de um partido de vanguarda internacional tendo como modelo os Bolcheviques. A verdadeira formação da Internacional Comunista em 1919 foi, é claro, decisivamente afetada pela revolução bolchevique e o estabelecimento do Estado Soviético. Entretanto, esta série analisa a evolução da posição de Lenin na questão organizativa se afastando da socialdemocracia revolucionária tradicional. E esse processo foi essencialmente completado antes da revolução russa. Nós assim concluímos com uma discussão sobre a relação do partido leninista de vanguarda com a experiência marxista anterior na questão organizativa.
No que diz respeito ao partido de vanguarda, a história do movimento marxista parece paradoxal. A primeira organização marxista, a Liga Comunista de 1847-52, era um grupo de propaganda de vanguarda que claramente se demarcava de todas as outras tendências no movimento socialista e no movimento operário (ou seja, o blanquismo, o “real” socialismo alemão, o cartismo britânico). Em contraste, a Associação Internacional dos Trabalhadores (Primeira Internacional), estabelecida uma geração depois, procurava ser um órgão inclusivo, abarcando todas as organizações da classe trabalhadora. Um pilar central da Primeira Internacional era o movimento sindical inglês, que apoiava politicamente os liberais burgueses. A (Segunda) Internacional Socialista, embora sua seção dominante fosse a socialdemocracia marxista alemã, buscava incluir todos os partidos socialistas operários. Em 1908, a Segunda Internacional admitiu até mesmo o recém-formado Partido Operário Britânico, que não se reivindicava socialista. Assim, a Internacional Comunista de 1919 era em certo sentido uma ressurreição da Liga Comunista de 1848 com uma base de massas.
Como se explica a ausência do princípio do partido de vanguarda no marxismo clássico do fim do século XIX?
Escritores stalinistas algumas vezes negam esse fato, distorcendo a história para fazer de Marx/Engels defensores dos princípios de organização leninistas. Por outro lado, seria idealismo anti-histórico criticar Marx e Engels por sua política organizativa e considerar que o equivalente da Internacional Comunista poderia e deveria ter sido estabelecido entre 1860-90.
A formação da Liga Comunista de 1847 se afirmou diante de uma revolução democrático-burguesa iminente. A tarefa de organizar o povo, incluindo o proletariado urbano-artesão, estava sendo realizada pelo amplo movimento democrático revolucionário. A tarefa da Liga Comunista era competir pela liderança de um movimento revolucionário existente contra os democratas burgueses (assim como os socialistas utópicos). A Liga Comunista definia então a si própria como a vanguarda socialista operária do movimento revolucionário democrático-burguês. Com o fim definitivo do período revolucionário de 1848 (assinalado pelo julgamento dos comunistas de Colônia em 1952), a estratégia de Marx e seu componente organizativo se tornaram inviáveis.
Entre as revoluções de 1848 e a revolução russa de 1905, as possibilidades de uma revolução democrático-burguesa bem sucedida tinham sido esgotadas enquanto as bases econômicas para uma revolução proletário-socialista ainda eram imaturas nos principais países da Europa Ocidental (a Grã-bretanha apresentava seus próprios problemas excepcionais nesse respeito. Entretanto, mesmo que a Grã-bretanha fosse muito mais avançada que a França ou a Alemanha nos anos de 1850, o número de servos domésticos ainda era maior que o de trabalhadores industriais). A tarefa dos socialistas era criar as precondições para uma revolução socialista através da organização do proletariado a partir de uma condição minúscula. Além do mais, nas décadas que se seguiram imediatamente à derrota de 1848, organizações estáveis de massa da classe trabalhadora foram impedidas na Alemanha e na França por uma efetiva repressão do Estado.
Um partido de vanguarda de tipo leninista na Alemanha ou na França entre 1860-90 teria existido num vácuo político desrelacionado a qualquer movimento potencialmente revolucionário mais amplo. Assim, no período seguinte à dissolução da Primeira Internacional, Marx se opôs ao restabelecimento de um centro internacional como uma digressão da tarefa de construir um movimento dos trabalhadores realmente capaz de derrubar o capitalismo. Numa carta (22 de fevereiro de 1881) ao anarquista holandês Ferdinand Domela-Nieuwenhuis, ele escreveu:
“É minha convicção que a conjuntura crítica para uma nova Associação Internacional dos Trabalhadores ainda não chegou e por essa razão eu considero todos os congressos dos trabalhadores ou congressos socialistas, até onde eles não estejam relacionados diretamente às condições existentes nessa ou naquela nação, não como meramente inúteis, mas na verdade danosos. Eles sempre irão terminar de maneira inefetiva com intermináveis e repetidas discussões banais.”
– Marx/Engels, Correspondência Selecionada (1975)
Na Europa ocidental, a transição do movimento revolucionário democrático-burguês para partidos socialistas proletários de massa exigiu uma época inteira envolvendo décadas de atividade preparatória.
A situação que enfrentavam os marxistas na Rússia czarista era fundamentalmente diferente. Lá, uma revolução democrático-burguesa aparecia numa previsão de curto prazo. Existia um movimento revolucionário democrático-burguês na forma de populismo radical-socialista com amplo apoio da intelectualidade.
Em aspectos importantes, as condições diante do grupo Emancipação do Trabalho de Plekhanov nos anos de 1880 eram paralelas àquelas da Liga Comunista antes da revolução de 1848. Plekhanov projetava um partido proletário (iniciado pela intelectualidade socialista) que iria agir como vanguarda na revolução democrático-burguesa, enquanto se demarcando de forma clara de todas as correntes pequeno-burguesas radicais. Essa concepção vanguardista é claramente atestada no programa do grupo Emancipação do Trabalho de 1883:
“Uma das consequências mais danosas do estado de atraso da produção era e ainda é o subdesenvolvimento da classe média, que, em nosso país, é incapaz de tomar a iniciativana luta contra o absolutismo.”
“É por isso que a nossa intelligentsia socialista foi obrigada a liderar o movimento de emancipação dos dias de hoje, o qual a tarefa direta deve ser estabelecer instituições políticas livres no nosso país, os socialistas por sua vez estando na obrigação de prover a classe trabalhadora com a possibilidade de desempenhar um papel ativo e frutífero na futura vida política da Rússia.” [ênfase no original]
– G. Plekhanov, Trabalhos Filosóficos Selecionados, Volume 1 (1961)
Na Alemanha bismarckiana e wilhelminiana, todos os partidos burgueses eram hostis à socialdemocracia, que representava ao mesmo tempo a totalidade do movimento dos trabalhadores e de longe a mais significativa força por mudança política democrática. O Partido Católico de Centro, os Nacional-liberais, e os Progressistas eram vistos apenas episodicamente como um desafio para o governo semi-autocrático. Em contraste, os socialdemocratas russos tinham que competir por militantes e por influência popular, inclusive entre o proletariado industrial, com os populistas radicais e às vezes até mesmo com os liberais. Além do mais, uma vez que a Rússia era um Estado multinacional, os socialdemocratas também tinham que competir com os partidos nacionalistas de esquerda como o Partido Radical Democrático da Ucrânia e o Partido Socialista Polonês, e partidos similares na região báltica e no Cáucaso.
Os princípios organizativos da socialdemocracia de Plekhanov tinham assim um duplo caráter. No que diz respeito ao proletariado, os primeiros socialdemocratas russos buscavam se tornar “o partido de toda a classe”, imitando o SPD. Mas eles também buscavam se tornar a vanguarda de todas as diversas forças anti-czaristas no Império Russo.
Da socialdemocracia de Plekhanov, Lenin herdou as concepções vanguardistas ausentes nos partidos socialistas da Europa Ocidental. O significado da luta contra o economicismo, que foi iniciada por Plekhanov e não Lenin, era preservar o papel de vanguarda da socialdemocracia em relação às amplas, heterogêneas forças democrático-burguesas. Por Lenin ter rachado a socialdemocracia russa (1903) antes de ter atingido uma base de massas, ele não reconheceu inteiramente o significado do que tinha feito. Ele considerou o racha com os Mencheviques como uma legítima continuação da luta para separar o socialismo proletário da democracia pequeno-burguesa. Na realidade, ele tinha separado os revolucionários socialistas dos reformistas, ambos buscando uma base na classe trabalhadora.
O significado mundial histórico do bolchevismo pré-1914 foi que ele antecipou os princípios organizativos requeridos para a vitória na época imperialista do capitalismo e na revolução proletária. Como a época da degeneração capitalista se abriu com a Primeira Guerra Mundial, o principal obstáculo para a revolução proletária não era mais o subdesenvolvimento da sociedade burguesa e do movimento dos trabalhadores. Era agora a reacionária burocracia do trabalho, descansando sobre um poderoso movimento operário, que preservava um sistema social obsoleto. A primeira tarefa dos revolucionários socialistas era, dessa forma, derrotar e substituir os reformistas como a liderança do movimento de massa dos trabalhadores, a precondição para liderar tal movimento para a vitória sobre o capitalismo e lançar as bases para uma sociedade socialista. Essa tarefa tem um caráter duplo. O estabelecimento de um partido revolucionário de vanguarda divide o movimento da classe trabalhadora politicamente. Entretanto, um partido de vanguarda busca liderar as massas do proletariado unidas através de organizações econômicas na luta de classes, os sindicatos. Numa situação revolucionária, um partido de vanguarda busca liderar uma classe trabalhadora unida para tomar o poder através de sovietes, a base organizativa de um governo direto dos trabalhadores.

Lenin e o Partido de Vanguarda (6)

O Racha Final com os Mencheviques

Seguindo o golpe de Stolypin em junho de 1907, o Partido Operário Social Democrata Russo (POSDR) foi posto na ilegalidade e seus representantes na Duma presos. Restos do partido poderiam continuar a existir em organizações operárias legais ou semi-legais (por exemplo, sindicatos, cooperativas), mas o partido como tal só poderia existir como uma organização clandestina. O programa completo do partido só poderia ser apresentado na imprensa ilegal. No fim de 1907 – começo de 1908, os comitês locais do POSDR teriam que entrar na clandestinidade se quisessem sobreviver como órgãos funcionais.
A necessária transformação em uma organização clandestina iria, por si própria, resultar numa considerável contração no partido. Muitos trabalhadores crus e intelectuais radicalizados ganhos para o partido durante o período revolucionário não se sentiam confortáveis ou se sentiam incapazes de funcionar como uma rede secreta. Além do mais, a onda de desespero que arrastou as massas trabalhadoras com a vitória da reação czarista reforçou o êxodo do POSDR ilegal e perseguido. Em torno de 1908, o POSDR só pôde existir como uma rede relativamente estreita de revolucionários comprometidos. 
Liquidacionismo Menchevique e seus Propósitos
Assim, as condições de 1908 ressuscitaram as diferenças organizativas originais que haviam dividido a socialdemocracia russa entre Bolcheviques e Mencheviques. Como nós vimos, no congresso “de reunificação” de 1906, os Mencheviques aceitaram a definição do critério para ser membro de Lenin porque, sob as condições relativamente abertas que prevaleciam naquele momento, participação e disciplina organizativa formal não era um impedimento para um amplo recrutamento. Mas em 1908 a velha disputa entre um partido estreito e centralizado contra uma organização ampla e amorfa prorrompeu com fúria renovada.
A maior parte dos quadros mencheviques não seguiu os Bolcheviques rumo à clandestinidade. Sob a liderança de A.N. Potresov, o membro de liderança da sua tendência na Rússia, os militantes mencheviques se limitaram às organizações operárias legais e se dedicaram a produzir uma imprensa legal. Esses ativistas socialdemocratas, sujeitos a nenhuma disciplina ou organização partidária, apesar disso se consideravam membros do POSDR e assim eram considerados pela liderança menchevique no estrangeiro. Lenin denunciou essa política menchevique como liquidacionismo, uma dissolução do POSDR na prática, para dar lugar a uma movimento amorfo baseado em políticas trabalhistas-liberais.
O conflito bolchevique-menchevique sobre o liquidacionismo não pode ser analisado simplesmente como uma expressão de princípios organizativos antagônicos. O liquidacionismo menchevique era fortemente condicionado pelo fato de que os Bolcheviques tinham a maioria dos órgãos de liderança do POSDR oficial. O liquidacionismo era uma forma extrema de uma tendência mais geral dos Mencheviques de se dissociarem da liderança leninista do POSDR.
No fim de 1907 a delegação do POSDR na nova Duma, na qual os Mencheviques eram maioria, declarou sua independência do centro do partido no exílio, argumentando que essa era uma proteção legal necessária. Negar publicamente a subordinação dos delegados na Duma à liderança do partido no exílio poderia ter sido uma medida de segurança legítima. Mas os parlamentares mencheviques deram a essa proteção legal um conteúdo político real. As ações oportunistas dos parlamentares mencheviques reforçaram os ultra-esquerdistas bolcheviques, que desejavam boicotar a Duma de uma vez. É bom lembrar que nesse momento os ultra-esquerdistas eram uma tendência dentro dos Bolcheviques, como explicamos no capítulo cinco dessa série.
No começo de 1908, a liderança dos Mencheviques no exílio (Martov, Dan, Axelrod, Plekhanov) restabeleceu o seu órgão fracional, o Golos Sotsial-Demokrata (Voz do Socialdemocrata). Em meados de 1908 o membro do Comitê Central residente na Rússia, M.I. Broido, se retirou ostensivamente em protesto contra as expropriações armadas dos Bolcheviques. Por volta do mesmo período, os dois membros mencheviques do Comitê Central no exterior, B.I. Goldmann e Martynov, fizeram circular um memorando declarando que, em vista do estado desorganizado do movimento na Rússia, a liderança oficial do partido não iria mais emitir instruções, mas ao invés disso se limitar a passivamente monitorar a atividade socialdemocrata.
Se estivesse Martov, ao invés de Lenin, no comando do POSDR oficial, os Mencheviques teriam sem dúvida sido absolutamente leais à organização partidária estabelecida (e mais, teriam usado impiedosamente as regras do partido como uma espada para cortar os Bolcheviques em pedaços). Entretanto, como eram contra os leninistas, os Mencheviques se opuseram por princípio a definir o partido socialdemocrata como uma organização clandestina. A posição de Martov com relação a uma organização clandestina e o partido é precisamente explicada na edição de agosto-setembro de 1909 doGolos Sotsial-Demokrata:
“… uma organização mais ou menos definida e até um certo ponto conspirativa agora faz sentido (e grande sentido) apenas até onde ela toma parte na construção de um partido socialdemocrata, que por necessidade é menos definido e tem seus pontos de apoio nas organizações abertas dos trabalhadores.” [ênfase no original]
– citado em Israel Getzler, Martov (1967)
Essa posição por limitar o significado da clandestinidade representava ao mesmo tempo um desejo por respeitabilidade liberal-burguesa e uma tendência para identificar o partido com as organizações operárias amplas, inclusivas.
Os Mencheviques estavam prontos para se engajar numa atividade ilegal, clandestina para dar prosseguimento ao seu próprio programa e forma de organização, enquanto se opunham a um partido clandestino como tal. Começando em 1911, os Mencheviques liquidacionistas criaram a sua própria rede clandestina, embora ela não fosse tão efetiva quanto à dos Bolcheviques e nem tivesse a sua influência de massa.
O liquidacionismo menchevique de 1908-12 foi uma expressão extrema do oportunismo socialdemocrata resultante dos fatores principais a seguir: 1) um desejo por respeitabilidade liberal-burguesa; 2) uma tendência geral para identificar o partido com as organizações operárias amplas, inclusivas; 3) o fato de que tais organizações eram legais, enquanto o partido não poderia ser; 4) A liderança de Lenin no POSDR oficial; e 5) a fraqueza organizativa dos Mencheviques.
A Batalha se Desenvolve
A batalha sobre o liquidacionismo foi primeiramente desenvolvida de maneira formal na conferência do POSDR ocorrida em Paris em dezembro de 1908.
Nessa conferência os Bolcheviques tinham cinco delegados (três deles ultra-esquerdistas) e seus aliados, os socialdemocratas poloneses de Luxemburgo e Jogiches, tinham cinco; já os Mencheviques tinham três delegados e seu aliado, o Bund Judaico, tinha três.
Todos os participantes dessa conferência (com exceção dos bolcheviques ultra-esquerdistas) reconheceram que a situação revolucionária havia definitivamente acabado, e que um período indefinido de reação esperava à frente. As tarefas e perspectivas do partido deveriam mudar de acordo. Nesse contexto Lenin apontou a necessidade de primazia por uma organização ilegal do partido. A resolução de Lenin nessa questão foi aprovada, com os Mencheviques votando contra e os membros do Bund se dividindo:
“… as condições políticas mudadas fazem com que seja crescentemente impossível realizar a atividade socialdemocrata dentro do quadro das organizações operárias legais e semi-legais….”
“O partido deve devotar particular atenção à utilização e reforço das organizações ilegais, semi-legais e legais, onde possível, que já existem – e à criação de novas delas – que possam servir como fortes pontos para trabalho de propaganda, agitação e organização prática entre as massas…. Esse trabalho será possível e dará frutos apenas se existir em cada empresa industrial um comitê de trabalhadores, consistindo somente de membros do partido, ainda que sejam poucos em número, que estarão intimamente ligados às massas, e se todo o trabalho das organizações legais for conduzido sob a liderança de uma organização partidária ilegal.” [nossa ênfase]
– Robert H. McNeal, ed., Resoluções e Decisões do Partido Comunista da União Soviética(1974)
Lenin usou sua maioria na conferência de 1908 do POSDR para condenar o liquidacionismo por esse nome, apresentando-o como uma expressão da instabilidade e do carreirismo da intelectualidade radical:
“Notando que em muitos lugares uma seção da intelligentsia do partido está tentando liquidar a organização existente do POSDR e substituí-la por uma amalgamação disforme dentro do quadro da legalidade, não importa o quanto isto custe – até mesmo o preço da rejeição aberta ao programa, tarefas e tradições do partido – a conferência considera essencial conduzir a mais resoluta luta ideológica e organizativa contra esses esforços liquidacionistas….” – Idem.
Como já foi discutido (no capítulo um), Lenin considerava o menchevismo uma expressão dos interesses e atitudes da intelectualidade radical, ao invés de uma corrente oportunista interna ao movimento dos trabalhadores. Aqui Lenin seguiu a metodologia de Kautsky, que localizava as bases sociológicas do revisionismo em companheiros de viagem pequeno-burgueses da socialdemocracia.
Os Mencheviques de forma semelhante acusavam os Bolcheviques de Lenin de representar um desvio pequeno-burguês … anarquismo. Por exemplo, no começo de 1908 Plekhanov descreveu o lançamento do órgão menchevique, Golos Sotsial-Demokrata, como um primeiro passo em direção ao “triunfo dos princípios socialdemocratas sobre o bakuninismo bolchevique” (citado em Leonard Shapiro, O Partido Comunista da União Soviética [1960]). Os Mencheviques explicaram o apoio dos Bolcheviques no seio da classe operária argumentando que os leninistas demagogicamente exploravam o primitivismo do proletariado russo, um proletariado ainda ligado fortemente ao campesinato.
Assim, ambos os lados acusavam o outro de não serem verdadeiros socialdemocratas (ou seja, socialistas orientados para a classe operária). Os Bolcheviques viam os Mencheviques como democratas pequeno-burgueses, a ala esquerda do liberalismo, os filhotes radicalizados dos Cadetes. Os Mencheviques condenavam os Bolcheviques como anarquistas pequeno-burgueses, radicais populistas disfarçados de socialdemocratas. Essas acusações mútuas não eram demagogia ou exageros polêmicos; eles genuinamente expressavam a forma com a qual os Bolcheviques viam os Mencheviques e vice-versa. Uma vez que ambos os partidos aderiam aos princípio de um partido unitário de todos os socialdemocratas, os Bolcheviques e os Mencheviques só poderiam justificar seu racha declarando que o outro grupo não era realmente parte do movimento proletário socialista.
Mencheviques Pró-partido e Conciliadores Bolcheviques
No fim de 1908 a campanha de Lenin contra os liquidacionistas ganhou apoio da fonte mais inesperada possível … Plekhanov. O grande velho homem do marxismo russo rompeu de forma aguda com a liderança menchevique, estabeleceu seu próprio jornal, Dnevnik Sotsial-Demokrata (Diário do Socialdemocrata), e atacou o abandono das organizações partidárias estabelecidas em palavras e tom similares aos de Lenin.
O comportamento político de Plekhanov entre 1909-11 é de cara algo intrigante, já que ele tinha até então estado na ala extrema direita dos Mencheviques em quase todas as questões, incluindo uma defesa voraz de um racha com Lenin. Considerações subjetivas podem ter desempenhado certo papel. Plekhanov era extremamente orgulhoso e pode muito bem ter se ressentido ao ser eclipsado pelos jovens líderes mencheviques (por exemplo Martov, Potresov). Ele pode ter considerado que uma estância de “menchevique pró-partido” lhe permitiria se restabelecer como a autoridade líder da socialdemocracia russa.
Entretanto, a posição anti-liquidacionista de Plekhanov não está em tamanha variância com sua visão política geral como possa parecer de primeira. Plekhanov sempre acreditou na necessidade de uma liderança marxista (ou seja socialista científica) sobre a espontaneidade da classe trabalhadora. Foi essa crença que o impeliu na luta intransigente contra o economicismo em 1900. Paradoxalmente, a posição de Plekhanov na ala direita durante a revolução de 1905 reforçou a sua descrença na espontaneidade das massas. Para Plekhanov, um forte partido socialdemocrata era necessário parareprimir o que ele acreditava fossem os impulsos anarquistas, primitivistas do proletariado russo. No conflito entre Plekhanov e os liquidacionistas russos, nós vemos a diferença entre um marxista ortodoxo pré-1914, comprometido com uma revolução democrático-burguesa na Rússia, e um grupo de reformistas do movimento operário primeiramente preocupados em defender os interesses econômicos imediatos dos trabalhadores russos.
Os mencheviques “pró-partido” de Plekhanov eram pequenos em número e apenas alguns deles no final se uniram aos Bolcheviques. O próprio Plekhanov se opôs a Lenin quando, na conferência de Praga em janeiro de 1912, o último declarou que os Bolcheviques eram o POSDR, criando assim um Partido Bolchevique em separado. Entretanto, o impacto dos mencheviques “pró-partido” de Plekhanov na luta entre as tendências era amplamente desproporcional aos seus pequenos números. Plekhanov retinha grande autoridade no movimento socialdemocrata internacional e na Rússia. Suas estridentes acusações de que os principais órgãos mencheviques estavam liquidando o partido socialdemocrata reforçou enormemente a credibilidade da posição de Lenin, uma vez que Plekhanov não poderia ser facilmente acusado de distorção tendenciosa ou exagero. Os poucos mencheviques “pró-partido” que se juntaram aos Bolcheviques em 1912 adicionaram muita legitimidade à reivindicação de Lenin de representar o POSDR oficial.
Por volta de 1909, os Bolcheviques e Mencheviques na Rússia haviam se separado em dois grupos distintos competindo por influência de massa. Numa conferência da liderança Bolchevique em meados de 1909, Lenin argumenta que a tendência Bolchevique havia na prática se tornado o POSDR:
“… uma coisa deve ser posta de maneira firme em mente: a responsabilidade de ‘preservar e consolidar’ o POSDR, da qual a resolução trata, agora repousa primariamente, se não completamente, na tendência Bolchevique. Todo, ou praticamente todo, o trabalho do partido em progresso, particularmente nos municípios, agora está sendo levado nos ombros dos Bolcheviques.” [nossa ênfase] – “Relatório sobre a Conferência do Conselho Editorial Estendido do Proletary” (julho de 1909)
Ao mesmo tempo ele sublinhou a importância de unidade com os mencheviques “pró-partido” de Plekhanov:

“Quais são afinal as tarefas dos Bolcheviques em relação a esta até então pequena seção dos Mencheviques que estão lutando contra o liquidacionismo? Os Bolcheviques devem sem dúvida buscar reaproximação com essa seção, com aqueles que são marxistas e desejosos de um partido.” [ênfase no original] – Op. cit.

A posição de Lenin de que os Bolcheviques (esperançosamente em aliança com os seguidores de Plekhanov) deveriam construir o partido sem e contra a maioria dos Mencheviques recebeu significativa resistência entre a liderança e também a base dos Bolcheviques. Uma forte tendência de conciliadores emergiu, liderada por Dobruvinsky (um antigo deputado na Duma), Rykov, Nogin e Lozovsky, que desejavam um compromisso político com os Mencheviques para poder restaurar um POSDR unificado.
De certa forma as forças de conciliação eram mais fortes em Berlim do que em São Petersburgo ou Moscou. A liderança do Partido Socialdemocrata Alemão (SPD) permaneceu sempre desejosa da unidade partidária na Rússia. Num clima particularmente sentimental, Kautsky expressou sua atitude sobre as tendências antagônicas na Rússia numa carta (5 de maio de 1911) para Plekhanov:
“… nesses dias eu recebi visitas de bolcheviques … mencheviques, otzovistas [ultra-esquerdistas], e liquidacionistas. Eles são todos pessoas amáveis e ao conversar com eles não se percebe grandes diferenças de opinião.” – citado em Getzler, Op. cit.
A liderança do SPD abriu sua imprensa para o mais importante dos conciliadores russos – Trotsky. Os artigos de Trotsky na influente imprensa do SPD tornaram a opinião socialdemocrata internacional fortemente em favor da unidade do partido russo e contra os extremistas em ambos os lados, Lenin pelos Bolcheviques e Potresov pelos Mencheviques.
Lenin Luta por um Partido Bolchevique
Diante de um forte grupo pró-unidade em sua própria base e sob pressão dos mencheviques “pró-partido” de Plekhanov e a liderança do SPD, Lenin relutantemente concordou com uma nova tentativa de unidade. Essa foi a plenária de janeiro de 1910 ocorrida em Paris. A representação na plenária replicou uma formação próxima do último congresso do partido em 1907. Os Bolcheviques tinham quatro delegados (três deles conciliadores), assim como os Mencheviques. O Bund Judaico pró-menchevique tinha dois delegados assim como o Social Democracia dos Reinos da Polônia e Lituânia (SDRPeL) pró-bolchevique de Luxemburgo/Jogiches. Os nominalmente pró-bolcheviques socialdemocratas da Letônia e o grupo ultra-esquerdista do Vperyod tinham um delegado cada.
Na plenária, os elementos conciliatórios impuseram uma série de compromissos sobre a liderança das duas tendência principais. A composição fracional dos órgãos de liderança do partido (o Conselho Editorial do Órgão Central, o Escritório Estrangeiro e o Conselho Russo do Comitê Central) estabelecida no congresso de 1907 foi mantida. Paridade entre Bolcheviques e Mencheviques foi mantida em todos os órgãos do partido, posicionando assim a balança do poder nas mãos dos partidos socialdemocratas regionais.
Sobre a questão chave da clandestinidade, uma resolução de compromisso foi trabalhada. Se opor ou depreciar a organização clandestina foi condenado, mas o termo “liquidacionismo” foi evitado por causa de sua conotação anti-menchevique. Por outro lado, os Mencheviques tiveram a satisfação moral de condenar as expropriações armadas dos Bolcheviques como uma violação da disciplina do partido.
A artificialidade do acordo de “unidade” de 1910 foi indicada pela recusa dos Mencheviques em permitir que Lenin administrasse os fundos do partido. O tesouro do partido foi então depositado nas mãos de três membros de confiança alemães – Kautsky, Klara Zetkin e Franz Mehring. (Kautsky, que não era sentimental quando se tratava de dinheiro, posteriormente ficou com o tesouro do partido russo sob argumento de que ele não teria um corpo representativo de liderança legítimo). A atitude crítica e desconfiada de Lenin com relação aos resultados da plenária do Comitê Central de Paris foi expressa numa carta (11 de abril de 1910) para Maxim Gorky:
“Na plenária do C.C. (a ‘longa plenária’ – três semanas de agonia, todos os nervos estavam à flor da pele, por mil demônios!) … havia um clima de ‘conciliação em geral’ (sem nenhuma idéia clara de com quem, pelo que, ou como); ódio contra o centro bolchevique por sua luta ideológica implacável; disputas na parte dos Mencheviques, que estavam pagando para brigar, e como resultado – nasceu uma monstruosidade de unidade, como um bebê coberto de pústulas.”
“E nós também tivemos que sofrer. Ou – para melhor – nós cortamos as pústulas, deixamos sair o pus e curamos e erguemos o bebê.”
“Ou para pior – o bebê morre. Então nós devemos ficar sem bebê por um tempo (isto é, nós devemos restabelecer a tendência Bolchevique) e então dar a luz a um bebê mais saudável.”
A desconfiança de Lenin nos Mencheviques foi rapidamente confirmada. Os mencheviques liquidacionistas na Rússia, liderados por P.A. Garvi, se recusaram terminantemente a entrar no conselho do Comitê Central russo como a plenária de Paris havia concordado. Assim, Lenin pôde pôr a culpa pelo racha nos Mencheviques e colocar os conciliadores bolcheviques na defensiva. Anos depois, Martov ainda ralhava com Garvi por seu erro tático, que muito ajudou Lenin.
No fim de 1910, Lenin declarou que os Mencheviques haviam quebrado os acordos feitos na plenária de Paris e que assim os Bolcheviques não estariam mais vinculados a eles. Em maio de 1911, Lenin chamou uma reunião de emergência da liderança bolchevique e seu aliados poloneses, que estabeleceram corpos paralelos para substituir os órgãos oficiais do POSDR, estabelecidos na plenária de Paris. Por exemplo, um Comitê Técnico foi formado para substituir o Escritório Estrangeiro do Comitê Central como o mais alto órgão administrativo do partido. Para Lenin esse foi um passo decisivo para construir um partido sem e contra os Mencheviques.
A essa altura os planos de Lenin foram impedidos pelo surgimento de um novo e temporariamente poderoso conciliador – Leo Jogiches, líder do SDRPeL. Jogiches era um formidável antagonista. Junto com os conciliadores bolcheviques (por exemplo, Rykov) ele tinha a maioria dos órgãos de liderança do partido, tais como o Comitê Técnico. Através de Rosa Luxemburgo ele influenciou os membros de confiança alemães que detinham as finanças do POSDR.
A luta de 1911 entre Jogiches e Lenin é geralmente considerada, particularmente por historiadores burgueses, como uma luta pessoal por poder. Entretanto, por trás da cisma entre o SDRPeL e os Bolcheviques de 1911-14 estava a diferença entre uma posição ortodoxa socialdemocrata sobre a questão do partido e o leninismo nascente. Luxemburgo/Jogiches estavam prontos para apoiar atendência Bolchevique dentro de um partido socialdemocrata unitário. Porém, eles não apoiariam a transformação do grupo bolchevique em um partido reivindicando ser o único representante legítimo da socialdemocracia. E Jogiches entendia que isso era o que Lenin estava de fato fazendo. Em uma carta para Kautsky (30 de junho de 1911) a respeito de finanças, ele escreveu que Lenin “quer se usar do caos no partido para conseguir o dinheiro para sua própria tendência e aplicar um golpe fatal contra o partido como um todo….” (citado em J.P. Nettl, Rosa Luxemburgo [1961]).
A atitude de Lenin com Jogiches e os outros conciliadores é claramente expressa no rascunho do artigo, “O Estado de Coisas no Partido” (julho de 1911):
“Os ‘conciliadores’ não entenderam os caminhos ideológicos que nos mantém longe dos liquidacionistas, e dessa forma lhes deixaram uma série de lacunas e tem sido frequentemente (e involuntariamente) brinquedinhos nas mãos dos liquidacionistas….”
“Desde a revolução, os Bolcheviques, como uma tendência, atravessaram dois erros – (1) otzovismo-Vperyodismo e (2) conciliacionismo (oscilando na direção dos liquidacionistas). É tempo de nos livrarmos de ambos.”
“Nós Bolcheviques decidimos sob hipótese alguma repetir o (e não permitir uma repetição do) erro do conciliacionismo hoje. Isso significaria desacelerar a reconstrução do P.O.S.D.R., e entravá-lo num novo joguinho com as pessoas do Golos (ou seus lacaios, como Trotsky), os Vperyodistas e por aí a fora.” [ênfase no original]
No fim de 1911, Lenin rompeu com Jogiches e os conciliadores bolcheviques. Ele mandou um agente, Ordzhonikidze, para a Rússia, onde o último montou o Comitê Organizativo Russo (COR) que reivindicou ser o Comitê Central interino do POSDR. O COR chamou uma “conferência de toda a Rússia do POSDR”, que se reuniu em Praga em janeiro de 1912. Catorze delegados compareceram, doze bolcheviques e dois mencheviques pró-partido, um dos quais expressou a oposição de Plekhanov à conferência como um ato anti-unidade de partido.
A conferência decidiu que os liquidacionistas mencheviques deviam ficar de fora do POSDR. Ela também acabou com a estrutura nacional federada estabelecida no congresso de “reunificação” de 1906, de fato excluindo o Bund, o SDRPeL e os socialdemocratas da Letônia do partido russo. A conferência elegeu um novo Comitê Central, consistindo de seis Bolcheviques “rígidos” (anti-conciliadores) e um menchevique “pró-partido” para efeito simbólico. A conferência de Praga marcou um racha organizativo definitivo entre os socialdemocratas revolucionários de Lenin e os mencheviques oportunistas. Nesse importante sentido, Praga/1912 foi a conferência de fundação do Partido Bolchevique.
Lenin Buscou Unidade com os Mencheviques?
Antes mesmo de 1912, Lenin era comumente considerado um divisionista fanático, como a grande causa dos cismas na socialdemocracia russa. O significado histórico-mundial do racha bolchevique-menchevique é hoje universalmente reconhecido, e não menos por anti-leninistas. É portanto espantoso que alguém, particularmente um grupo que se reivindica leninista, possa manter que o líder bolchevique foi um fortíssimo defensor da unidade socialdemocrata, enquanto os mencheviques eram agressivos divisionistas.
No entanto essa é a posição levada adiante pelo revisionista “trotskista” Grupo Marxista Internacional, seção britânica do Secretariado Unificado de Ernest Mandel. Como justificativa teórica para uma grande manobra de reagrupamento, o GMI revisou a história dos Bolcheviques para fazer de Lenin um conciliador que prezava pela unidade acima de tudo. Se referindo ao período pós-1905, o GMI escreve:
“Longe de Lenin ser um divisionista, longe de propor meramente a ‘unidade formal’, os Bolcheviques eram os principais batalhadores da unidade do partido …. Eram os Mencheviques nesse período que eram os divisionistas e não Lenin.” – “A Tendência Bolchevique e a Luta por um Partido”, Red Weekly, 11 de novembro de 1976
A completa falsidade dessa posição é demonstrada por uma série de incríveis omissões. Esse artigo não menciona os verdadeiros conciliadores bolcheviques, como Rykov, e a luta de Lenin contra eles. Ele não menciona a plenária de “unidade” de Paris em 1910 e a oposição de Lenin aos compromissos lá firmados. Ele não menciona que os aliados de Lenin de outrora, Plekhanov e Jogiches/Luxemburgo, se opuseram à conferência de Praga em nome da unidade do partido e consequentemente denunciaram Lenin como um divisionista.
Essa é a análise do GMI sobre a conferência de Praga:
“A tarefa dos Bolcheviques e dos mencheviques pró-partido de reconsolidar o POSDR clandestino havia sido concluída no fim de 1911 – embora a esta altura o próprio Plekhanov tivesse desertado para o lado dos liquidadores. Essa reconsolidação foi finalizada no sexto congresso do partido ocorrido em Praga em janeiro de 1912. Nesse congresso não houveum racha com o menchevismo como tal – ao contrário … Lenin trabalhou para que fosse um congresso com uma seção dos Mencheviques. O racha não foi com aqueles que defendiam as políticas mencheviques, mas com os liquidacionistas que se recusavam a aceitar um partido.” [ênfase no original] – Op. cit.
Foram precisamente as políticas mencheviques sobre a questão organizativa que geraram o liquidacionismo. Do racha original de 1903 até a Primeira Guerra, os Mencheviques definiram que “o partido” deveria incluir trabalhadores simpatizantes da socialdemocracia, mas que não estavam sujeitos à organização formal e à disciplina como membros. Foi sobre essa base que os Mencheviques continuaram a rejeitar e desconsiderar a maioria formal e consequente liderança partidária de Lenin.
A declaração de que Plekhanov se juntou aos liquidacionistas em 1911 é falsa. E nessa falta de nitidez histórica o GMI demonstra sua falta de compreensão fundamental das relações entre os Bolcheviques e os mencheviques “pró-partido”. Plekhanov não se juntou ao corpo principal dos Mencheviques. Assim como Trotsky e Luxemburgo, ele adotou uma estância independente entre 1912-14, buscando a reunificação de Bolcheviques e Mencheviques.
O GMI não sabe explicar porquê Plekhanov, que lutou contra os liquidacionistas por três anos, se recusou então a romper com eles e se unir aos leninistas. Quando Plekhanov, que era notoriamente arrogante, começou sua campanha anti-liquidacionista no fim de 1908, ele sem dúvida acreditava que iria ganhar a maioria dos Mencheviques e possivelmente se tornar a figura de liderança de um POSDR unificado. Mesmo enquanto fazia um bloco com Plekhanov, Lenin teve a oportunidade de desfazer as ilusões para consumo próprio do dissidente menchevique:
“O menchevique Osip [Plekhanov] provou ser uma figura solitária, que se retirou tanto do conselho editorial menchevique oficial quanto do conselho editorial coletivo do mais importante trabalho menchevique, um manifestante isolado contra o ‘oportunismo pequeno-burguês’ e o liquidacionismo….” – “Os Liquidacionistas Expostos” (setembro de 1909)
Por volta de 1911, estava claro que os seguidores de Plekhanov eram uma pequena minoria entre os Mencheviques. Se Plekhanov tivesse se juntado aos Bolcheviques na conferência de Praga, ele teria constituído uma minoria pequena e politicamente isolada. Ele nunca poderia esperar ganhar os Bolcheviques para sua estratégia pró-burguesia liberal. Ele teria sido simplesmente um figura decorativa num partido de facto Bolchevique. Sendo um político astuto, Lenin tentou “capturar” Plekhanov dessa forma. Ao se recusar a participar da conferência de Praga, Plekhanov escreveu: “A composição de sua conferência é tão unilateral que seria melhor, ou seja, melhor para os interesses da unidade do partido, que eu ficasse de fora” (citado em Bertran D. Wolfe, Três que Fizeram uma Revolução [1948]).
Mesmo antes de 1912, os Bolcheviques eram essencialmente um partido, mais do que uma tendência, porque Lenin se recusaria a agir como uma minoria disciplinada sob uma liderança menchevique. Os líderes mencheviques, incluindo Plekhanov, eram recíprocos nessa atitude. Unidade com os Mencheviques “pró-partido” numericamente inferiores não desafiava a liderança de Lenin no partido como ele o reconstruiu na conferência de Praga. Se os seguidores de Plekhanov fossem maiores que os Bolcheviques, então Lenin teria lutado por um outro arranjamento organizacional que permitiria a seus apoiadores agir como socialdemocratas revolucionários desimpedidos por oportunistas.
Tentativas de Unidade Depois de Praga
Depois da conferência de Praga, os Bolcheviques foram bombardeados com contínuas campanhas por unidade envolvendo a maioria das principais figuras no movimento russo e também da liderança da Segunda Internacional. Essa campanhas culminaram numa resolução pró-unidade do Bureau Socialista Internacional (BSI) em dezembro de 1913, que levou a uma conferência de “unidade” em Bruxelas em julho de 1914. Menos de um mês depois a maioria dos ‘buscadores de unidade’ da Segunda Internacional estavam apoiando suas próprias classes dominantes na matança de trabalhadores de países “inimigos”.
A primeira tentativa de reverter a ação de Lenin na conferência de Praga foi levada adiante por Trotsky. Ele pressionou o Comitê Organizativo menchevique para chamar uma conferência de todos os socialdemocratas russos. Os Bolcheviques naturalmente se recusaram a participar como fizeram seus antigos aliados, os seguidores de Plekhanov e o SDRPeL de Luxemburgo/Jogiches. A conferência se reuniu em Viena em agosto de 1912. Além do pequeno grupo de Trotsky, ela foi composta pelos Mencheviques em peso, o Bund Judaico e os ultra-esquerdistas do grupo Vperyod. O “bloco de agosto” combinava assim as alas de extrema direita e extrema esquerda da socialdemocracia russa. Naturalmente os participantes não poderiam concordar em nada exceto sua hostilidade aos leninistas por se declararem o POSDR oficial. De fato, os Vperyodistas saíram no meio da conferência, fazendo dela um fórum menchevique.
O bloco de agosto de Trotsky era um clássico e fugaz bloco centrista – uma coalizão podre dos mais heterogêneos elementos que eram contra uma tendência revolucionária rígida. Depois de ser ganho para o leninismo em 1917, Trotsky considerou o “bloco de agosto” como o seu maior erro político. Polemizando contra um outro bloco centrista de coalizão na seção americana da Quarta Internacional em 1940, Trotsky voltou no tempo até o “bloco de agosto” em 1912:
“Eu tenho em mente o assim chamado bloco de agosto de 1912. Eu participei ativamente desse bloco. De certa forma eu o criei. Politicamente eu era diferente dos Mencheviques em todas as questões fundamentais. Eu também me diferenciava dos Bolcheviques de ultra-esquerda, os Vperyodistas. Em questões de política geral, eu estava muito mais próximo dos Bolcheviques. Mas eu era contra o ‘regime’ leninista porque eu ainda não tinha compreendido que para conseguir o objetivo de realizar uma revolução, um partido centralizado e firmemente formado é necessário. E então eu formei esse bloco episódico consistindo de elementos heterogêneos que foi dirigido contra a ala proletária do partido….”
“Lenin submeteu o bloco de agosto a críticas sem piedade e os mais duros golpes caíram sobre mim. Lenin provou que uma vez que eu não concordava politicamente nem com os Mencheviques nem com o Vperyodistas, minha política foi aventureirismo. Isso foi severo mas era verdade.”
– Em Defesa do Marxismo (1940)
A consolidação de um partido bolchevique em separado na conferência de Praga coincidiu com o começo de uma nova linha ascendente da luta da classe proletária na Rússia. Nos dois anos e meio seguintes os Bolcheviques se transformaram novamente num partido proletário de massas. Em 1913, Lenin afirmava possuírem entre 30.000 e 50.000 membros. Nas eleições para a Duma no fim de 1912 os Bolcheviques elegeram seis de nove delegados na curia (seção de votação) dos trabalhadores. Em 1914, Lenin afirmava ter 2.800 núcleos operários contra 600 dos Mencheviques. O órgão legal dos Bolcheviques, o Pravda, tinha uma circulação de 40.000 exemplares, comparada com 16.000 do jornal menchevique Luch.
Privadamente os Mencheviques admitiam a predominância bolchevique no movimento operário, assim como sua própria fragilidade. Numa carta (15 de setembro de 1913) para Potresov, Martov escreveu “… os Mencheviques parecem incapazes de se afastar do centro morto no sentido organizativo e permanecem, apesar do jornal e de todos os esforços feitos nos últimos dois anos, um fraco círculo” (citado em Getzler, Op. cit.).
Enquanto a transformação dos Bolcheviques em um partido de massa nesse momento era de enorme significado para a causa revolucionária, em um sentido pode-se dizer que ela impediu o desenvolvimentoteórico do leninismo. Os desenvolvimentos entre 1912-14 pareciam confirmar a crença de Lenin de que os Mencheviques eram simplesmente carreiristas pequeno-burgueses na Rússia e literatos emigrados permanecendo de fora do movimento real dos trabalhadores. A reivindicação dos Bolcheviques de seremo Partido Operário Social Democrata Russo pareceu demonstrar a sua comprovação empírica. E assim Lenin acreditava que ele não havia realmente dividido o partido socialdemocrata.
A conferência de Praga em janeiro de 1912 representou o racha definitivo entre Bolcheviques e Mencheviques, mas a divisão não foi compreensível. Os seis deputados bolcheviques eleitos para a Quarta Duma no fim de 1912 mantiveram uma frente comum com os sete deputados mencheviques numa bancada socialdemocrata unitária. Entre os trabalhadores menos avançados, um sentimento por unidade ainda era forte e isso criou resistência entre os Bolcheviques para desfazer a bancada na Duma através de um ato público, um ato público. Lenin orientou para que a bancada na Duma fosse desfeita, mas fez isso com considerável precaução tática. Apenas perto do fim de 1913 os deputados bolcheviques racharam abertamente e criaram sua própria bancada na Duma.
O racha na bancada da Duma causou um impacto muito maior do que a conferência de Praga na socialdemocracia internacional, uma vez que ele tornou a divisão no movimento russo totalmente pública. Por iniciativa de Rosa Luxemburgo, o BSI interviu para restaurar a unidade no aparentemente incorrigível e fracional movimento socialdemocrata russo. A política pró-unidade do BSI era necessariamente prejudicial, se não claramente hostil, aos Bolcheviques. Os motivos de Luxemburgo eram claramente hostis a Lenin. Ao exigir a intervenção da Internacional, ela denunciou “o esquemático incitamento pelo grupo de Lenin do racha entre a base de outras organizações socialdemocratas” (citado em H.H. Fischer e Olga Hess Gankin, eds., Os Bolcheviques e a Guerra Mundial [1940]).
Em dezembro de 1913, o BSI adotou uma resolução chamando a reunificação da socialdemocracia russa. Essa resolução foi co-patrocinada por três líderes alemães, Kautsky, Ebert e Molkenbuhr:
“… o Bureau Internacional considera dever urgente de todos os grupos socialdemocratas na Rússia fazer séria e leal tentativa de concordar com a restauração de uma organização partidária única a pôr um fim ao atual nocivo e desencorajador estado de desunião.”
– Idem.
O BSI marcou então uma conferência de “unidade” em Bruxelas em julho de 1914. A autoridade da Internacional liderada pela Alemanha era tal que todos os socialdemocratas russos, incluindo os Bolcheviques, se sentiram obrigados a comparecer a essa reunião. Além dos Bolcheviques e Mencheviques, a conferência de Bruxelas foi composta por Vperyodistas, pelo grupo de Trotsky, pelo grupo de Plekhanov, os socialdemocratas da Letônia e três grupos poloneses.
Não é preciso dizer, Lenin foi hostil ao propósito da conferência de Bruxelas. Enquanto ele escrevia um longo relatório para ela, ela, mostrou seu desdém ao não comparecer pessoalmente. O cabeça da delegação bolchevique foi Inessa Armand. Lenin rascunhou “condições de unidade” que ele sabia que os Mencheviques iriam recusar de primeira. Essas envolviam a completa subordinação organizativa dos Mencheviques à maioria bolchevique, incluindo a proibição de uma imprensa menchevique separada e uma total abolição de críticas públicas ao partido clandestino. Quando Armand apresentou as “condições de unidade” de Lenin, os Mencheviques ficaram furiosos. Plekhanov rotulou as condições como “artigos de um novo código penal”. Kautsky, o presidente da conferência, teve dificuldade em manter a ordem. Apesar disso tudo, o respeitado líder alemão cumpriu seu dever ao apresentar uma moção atestando que não havia diferenças de princípio que barrassem a unidade. Essa resolução prosseguiu com os Bolcheviques (e também os socialdemocratas da Letônia) se recusando a votar.
A Justificativa de Lenin para o Racha
O relatório para a conferência de Bruxelas em julho de 1914 foi a mais elucidativa justificativa de Lenin para o racha e a criação de um Partido Bolchevique em separado. Ele procurou apresentar o caso bolchevique da forma mais favorável possível diante da opinião socialdemocrata da Europa Ocidental. Assim, o relatório provavelmente não expressa completamente as visões de Lenin sobre as relações bolchevique-menchevique.
O relatório apresenta dois argumentos básicos, um político e o outro empírico. O argumento político básico de Lenin é que a maioria dos Mencheviques, ao rejeitar a organização clandestina como opartido, se colocava qualitativamente à direita dos oportunistas (por exemplo, Bernstein) nas socialdemocracias da Europa Ocidental:
“Nós vemos o quão enganada é a opinião de que nossas diferenças com os liquidacionistas não são mais profundas e de que são menos importantes que aquelas entre os assim chamados radicais e os moderados na Europa Ocidental. Não há sequer um único – literalmente nenhum – partido europeu que tenha estado na ocasião de ter de adotar uma decisão geral contra pessoas que desejavam dissolver o partido e substituí-lopor um outro!”
“Em nenhum lugar da Europa Ocidental houve alguma vez, ou poderia ter havido, uma discussão sobre se é permissível carregar o título de membro do partido e ao mesmo tempo reivindicar a dissolução de tal partido, argumentar que o partido é inútil e desnecessário, e que outro partido o substituísse. Em lugar nenhum lugar da Europa Ocidental se coloca a questão sobre a preocupação com a própria existência do partido como entre nós….”
“Isso não é um desacordo sobre uma questão organizativa, de como o partido deveria ser construído, mas um desacordo que diz respeito à própria existência do partido. Aqui, conciliação, concordância e compromisso estão completamente fora de questão.” [ênfase no original] – “Relatório do CC do POSDR para a delegação da Conferência de Bruxelas” (junho de 1914)
Essa visão do liquidacionismo menchevique é superficial, focando na forma específica, mais do que no conteúdo político, do oportunismo socialdemocrata. A crença de Lenin de que os mencheviques russos estavam à direita de Bernstein, Jaures, etc. acabou se mostrando falsa. A guerra gerou o pequeno grupo Internacionalistas, seguidor de Martov, que serviu de contraponto aos Mencheviques se posicionando não apenas à esquerda dos socialpatriotas alemães Ebert/Noske, mas também à esquerda dos centristas do SPD Kautsky/Haase. A raiz causal do liquidacionismo organizativo dos Mencheviques em 1908-12 não era que Martov/Potresov estavam qualitativamente à direita de Bernstein e Noske, mas na verdade que Lenin, o líder formal do POSDR, estava à esquerda de Bebel/Kautsky.
A maior parte do relatório para a conferência de Bruxelas busca demonstrar empiricamente que “uma maioria de quatro quintos dos trabalhadores com consciência de classe da Rússia se mantiveram juntos a decisões e corpos criados pela conferência de janeiro [em Praga] de 1912”. É importante enfatizar que isso não era um argumento apenas para consumo público. Para Lenin, uma dos critérios decisivos de um partido realmente socialdemocrata era a extensão de seu reconhecimento operário. Em suas notasprivadas para Inessa Armand, ele escreveu:
“Na Rússia, aproximadamente todo grupo ou ‘tendência’ … acusa o outro de não ser um grupo de trabalhadores. Nós consideramos essa acusação ou ainda argumento, essa referência à significância social de um grupo em particular, extremamente importante em princípio. Mas precisamente porque nós a consideramos extremamente importante, nós julgamos nosso dever não fazer declarações vazias sobre a significância social de outros grupos, mas pautar nossas declarações com fatos objetivos. E esses fatos objetivos provam absolutamente e de maneira irrefutável que o pravdismo [bolchevismo] sozinho é uma corrente dos trabalhadores na Rússia, onde liquidacionismo e socialismo-revolucionário são de fato correntes intelectualistas burguesas.” [ênfase no original]
– Idem.
Como pode ser visto da citação acima, caso os Mencheviques tivessem nesse período adquirido uma significativa base operária, Lenin teria que ou adotar uma atitude mais conciliatória com relação a eles ou justificar o racha em princípios mais gerais.
A visão de Lenin dos Mencheviques como uma corrente intelectualista pequeno-burguesa externa ao movimento dos trabalhadores era impressionista. A onda de patriotismo e defensismo nacional que arrastou as massas russas nos primeiros anos da guerra beneficiou os Mencheviques oportunistas às custas dos leninistas, que eram derrotistas intransigentes. Quando a revolução russa ocorreu em fevereiro de 1917, os Mencheviques eram muito mais fortes em relação aos Bolcheviques do que eles tinham sido até 1914.
Entre 1912-14, as inumeráveis polêmicas de Lenin contra a unidade com os Mencheviques apresentaram uma série de diferentes argumentos. Alguns desses argumentos eram estreitos ou empíricos, como os do relatório para a conferência de Bruxelas. Entretanto, em outros escritos, Leninantecipou o racha em princípios com os oportunistas no movimento operário, que define o partido comunista moderno. Assim, em uma polêmica em abril de 1914 contra Trotsky, intitulada “Unidade”, Lenin escreve:
“Não pode haver unidade, federativa ou qualquer outra, com políticos liberal-trabalhistas, com desviantes do movimento da classe operária, com aqueles que desafiam a vontade da maioria. Pode e deve haver unidade entre todos os marxistas consistentes, entre todos aqueles que permanecem junto a todos os ensinamentos do marxismo e os slogans sem seguidismo, independente de todos os liquidacionistas e separados deles.”
“Unidade é uma grande coisa e uma grande palavra de ordem. Mas o que a causa dos trabalhadores precisa é da unidade dos marxistas, não da unidade entre marxistas e oponentes e desvirtuadores do marxismo.” [ênfase no original]
Entretanto, não foi até 4 de agosto de 1914, quando a bancada parlamentar da socialdemocracia alemã votou por créditos de guerra, que Lenin foi levado a entender o significado épico da passagem acima, para o seu racha com os Mencheviques russos. Só então Lenin buscou que os marxistas consistentes, ou seja revolucionários, rompessem com todos os políticos liberal-trabalhistas e todos os oponentes e desvirtuadores do marxismo. Ao fazer isso, ele criou no comunismo uma doutrina e um movimento histórico mundial revolucionário, o marxismo da época da agonia mortal do capitalismo.

Lenin e o Partido de Vanguarda (5)

A Luta Contra os Boicotadores

 
O quinto congresso do POSDR, ocorrido em Londres em maio de 1907 foi quase igualmente dividido entre os Bolcheviques com 89 delegados os Mencheviques com 88. No quarto congresso um ano antes, três partidos associados – a Liga (Bund) Judaica, os socialdemocratas da Letônia e a socialdemocracia do Reino da Polônia e da Lituânia (SDRPeL) de Luxemburgo/Jogiches – haviam sido incorporados ao POSDR numa base semi-federativa. No quinto congresso o Bund tinha 54 delegados, os socialdemocratas da Letônia 26 e o SDRPeL 45.
No decurso de um ano de luta fracional afiada contra o seguidismo liberal dos Mencheviques e a política dos Democratas pró-Constitucionais (Cadetes), os Bolcheviques haviam deixado para trás a sua posição de minoria dentro do movimento socialdemocrata russo. Entretanto, agora a tendência que lideraria o POSDR dependia de três partidos socialdemocratas “regionais”. O Bund apoiava categoricamente os Mencheviques. Os socialdemocratas letões geralmente apoiavam os Bolcheviques, mas ocasionalmente faziam a vez de mediadores entre os dois grupos hostis da Rússia. Foi pelo apoio do SDRPeL de Rosa Luxemburgo que Lenin conseguiu a maioria do quinto congresso e nos órgãos de liderança do POSDR pelos cinco anos seguintes. O bloco Lenin-Luxemburgo de 1906-11 é significativo não apenas em seu efeito histórico, mas também porque ele revela a relação entre o leninismo em desenvolvimento e aquela que era a mais consistente e importante representante da socialdemocracia revolucionária antes de 1914.
O assunto decisivo no quinto congresso foi a atitude com relação ao liberalismo burguês, e especificamente o apoio eleitoral ao Partido Cadete. Com o apoio dos letões e poloneses (e também do grupo de Trotsky/Parvus da ala esquerda dos Mencheviques), a linha Bolchevique venceu; o congresso condenou os Cadetes:
“Os partidos da burguesia liberal-monarquista, chefiados pelo Partido Constitucional Democrático [Cadetes], agora se votlaram definitivamente contra a revolução para se esforçarem impedí-la através de um acordo com a contra-revolução.”
– Robert H. McNeal, ed, Decisões e Resoluções do Partido Comunista da União Soviética(1974)
Outra resolução instruiu a fração do POSDR na Duma (Parlamento) a se opor à “política traiçoeira do liberalismo burguês que, sob a palavra de ordem de ‘Proteja a Duma!’, na verdade sacrifica os interesses populares da imensa massa de trabalhadores” (idem.). Poucos meses após o congresso, uma conferência do partido decidiu apresentar candidatos independentes do POSDR nas futuras eleições da Duma e não apoiar nenhum outro partido.
Enquanto os socialdemocratas da Letônia e da Polônia/Lituânia apoiavam a linha geral dos Bolcheviques no quinto congresso, também moderavam a luta de Lenin contra os Mencheviques. Eles votaram contra a moção de Lenin para condenar a maioria menchevique que estava saindo do Comitê Central. A falta de apoio dos socialdemocratas da Letônia e do SDRPeL também foi a causa da única derrota séria de Lenin no congresso de 1907 do POSDR. O congresso votou em esmagadora maioria se opor às “operações de luta” dos Bolcheviques para “apreender fundos” do governo czarista.
Durante esse período o ataque menchevique sobre os leninistas foi centrado nessas expropriações armadas. Sua reação semi-histérica às expropriações dos Bolcheviques surgiu a partir do impacto chocante sobre a respeitabilidade liberal-burguesa. A expropriações também davam aos Bolcheviques superioridade financeira sobre os Mencheviques. Ao condenar as expropriações dos Bolcheviques sobre os fundos do governo, os Mencheviques estavam convencidos de que tinham a impecável ortodoxia socialdemocrata ao seu lado.
Os Bolcheviques, entretanto, não encaravam a situação normal em que tais roubos iriam imediatamente ativar o aparato de repressão de um Estado extremamente poderoso e centralizado. Muito menos arriscavam serem discriminados pelos trabalhadores que poderiam pensar que eles eram meros criminosos com roupagem política. Os Bolcheviques não mantinham essas expropriações como uma “estratégia” para ser levada a diante por um longo período, com o resultado provável de se degenerarem em um grupo lúmpen de atividade criminal.
Lenin acreditava que havia uma contínua situação revolucionária, na qual a massa de trabalhadores e camponeses estavam ativamente hostis à legalidade czarista. As expropriações dos Bolcheviques eram concentradas no Cáucaso, onde o campesinato armado e bandos nacionalistas regularmente desafiavam as autoridades czaristas. Lenin considerava as expropriações como uma das muitas táticas de guerrilha no curso de uma guerra civil revolucionária. A disputa bolchevique-menchevique a respeito das expropriações armadas era então intrinsecamente ligada à sua diferença fundamental sobre o papel de vanguarda política e militar do partido proletário na revolução para derrubar a autocracia.
A posição de Lenin sobre as expropriações armadas foi apresentada numa resolução ao quarto congresso em abril de 1906. Ele continuou defendendo essa posição ao longo de 1907:
“Considerando que (1) quase em lugar nenhum da Rússia desde o levante de dezembro houve um completo cessar das hostilidades, na qual os povos revolucionários estão agora conduzindo-a na forma ataques de guerrilha esporádicos contra o inimigo…. Nós somos da opinião e propomos que o congresso concorde…. (4) que operações de luta também sejam permitidas para o propósito de captar recursos pertencentes ao inimigo, ou seja, o governo autocrático, para satisfazer às necessidades da insurreição, com cuidado particular sendo tomado para que os interesses dos povos sejam infringidos o mínimo possível.” – “Uma Plataforma Tática para o Congresso de Unificação do POSDR” (março de 1906)
Reação czarista e os Bolcheviques Ultra-esquerdistas
Pouco após o quinto congresso do POSDR em junho de 1907, o ministro czarista Stolypin executou um golpe contra a Duma. A Duma foi dissolvida e uma nova (Terceira) Duma proclamou as bases de um novo sistema eleitoral muito menos democrático. Em acréscimo, os deputados socialdemocratas foram presos e acusados de fomentar rebelião nas forças armadas.
O golpe de Stolypin marcou o final definitivo do período revolucionário de 1905. A vitória da reação czarista abriu uma fase nova, e de certa maneira terminal, no conflito bolchevique-menchevique, sobre a necessidade de restabelecer a clandestinidade como estrutura organizativa básica do partido. O início da reação também produziu uma afiada divisão no campo bolchevique entre leninismo e ultra-esquerdismo, uma luta fracional que deveria ser resolvida antes que o conflito histórico significativamente maior contra o menchevismo travasse o seu combate final.
O conflito entre Lenin e os bolcheviques ultra-esquerdistas foi centrado na questão da participação no reacionário órgão parlamentar czarista. Por trás dessa diferença paira o reconhecimento de Lenin de que um período reacionário havia se estabelecido, requerendo contenção tática por parte do partido revolucionário. A primeira batalha ocorreu na conferência de julho de 1907 do POSDR para determinar a política nas próximas eleições da Duma. Lenin ainda acreditava que a Rússia estava passando por um período geral de reação e considerava boicotar as eleições taticamente injustificável:
“Considerando que (1) boicote ativo, como mostrou a experiência da revolução russa, é a tática correta por parte dos socialdemocratas apenas sob condições de um avassalador, global e rápido levante da revolução, já transformando-se em levante armado, e apenas em conexão com os objetivos ideológicos da luta contra as ilusões constitucionais decorrentes da convocação da primeira assembléia constituinte do antigo regime; (2) na ausência dessas condições a tática correta por parte do partido dos socialdemocratas revolucionários é chamar pela participação nas eleições, como foi o caso com a segunda Duma, até mesmo caso todas as condições de um período revolucionário ainda estejam presentes.” – “Rascunho de Resolução sobre a Participação nas Eleições para a Terceira Duma” (julho de 1907)
Ao apresentar essa resolução Lenin se encontrou em minoria entre os nove delegados bolcheviques na conferência. A resolução foi aprovada com os votos dos Mencheviques, membros do Bund, e socialdemocratas da Letônia e da Polônia; todos os bolcheviques, com a exceção de Lenin votaram contra.
Os boicotadores bolcheviques eram, com certeza, representados numa proporção exagerada nessa reunião do partido em particular. Lenin tinha apoio significativo para sua posição entre os quadros e na base dos Bolcheviques e foi rapidamente capaz de ganhar ainda mais. Entretanto, a tendência de ultra-esquerda de 1907-09 foi o mais significativo desafio à liderança de Lenin na organização bolchevique que ele já havia enfrentado. Os líderes ultra-esquerdistas – Bogdanov (que havia sido o principal seguidor de Lenin), Lunacharsky, Lyadov, Alexinsky, Krasin – eram bolcheviques muito proeminentes. Como nunca antes, a maioria dos militantes no campo bolchevique apoiou boicotar a Duma czarista nesse período. Apenas a enorme autoridade pessoal de Lenin preveniu o desenvolvimento de uma tendência de ultra-esquerda forte o suficiente para derrubá-lo e aos seus apoiadores no centro oficial bolchevique ou engendrar um racha majoritário.
Lenin foi ajudado nessa luta pelo caráter heterogêneo da tendência ultra-esquerdista. Uma questão tática pouco importante dividia os bolcheviques ultra-esquerdistas em dois grupos distintos, os otzovistas (“reconvocadores”) e os ultimatistas. Os otzovistas exigiam a imediata e incondicional reconvocação (retirada) da fração do POSDR na Duma. Os ultimatistas exigiam que a fração na Duma fizesse discursos inflamatórios, que levariam a autoridade czarista a expulsá-los ou pior. Na prática, ambas as políticas teriam o mesmo efeito e Lenin negou que havia uma divisão significativa entre os oponentes ultra-esquerdistas.
A posição de Lenin sobre a tendência de ultra-esquerda foi apresentada na forma de resolução numa conferência em junho de 1909 do conselho editorial estendido do Proletary, na verdade uma plenária da liderança central bolchevique. Nessa conferência, Bogdanov foi expulso da organização bolchevique. As passagens chave da declaração atestam:
“A luta revolucionária direta das amplas massas se seguiu de um severo período de contra-revolução. Se tornou essencial aos socialdemocratas adaptarem suas táticas revolucionárias à essa nova situação, e em conexão com isso, uma das tarefas mais excepcionalmente importantes se torna o uso da Duma como uma plataforma aberta para o propósito de ajudar a agitação socialdemocrata.”
“Neste rápido curso de acontecimentos, entretanto, uma seção dos trabalhadores que haviam participado da luta revolucionária direta foi incapaz de realizar um salto para aplicar táticas socialdemocratas revolucionárias nas novas condições da contra-revolução, e continua simplesmente a repetir os slogans que haviam sido revolucionários no período da guerra civil aberta, mas que agora, se meramente repetidos, poderão retardar o processo de fechar as fileiras do proletariado nas novas condições de luta.” [ênfase no original]
– “Sobre Otzovismo e Ultimatismo”
A resposta de Bogdanov a Lenin é resumida em sua “Carta a Todos os Camaradas”, de 1910, um documento fundacional de seu próprio grupo independente:
“Algumas pessoas entre seus representantes no comitê executivo – o centro bolchevique – que vivem no exterior, chegaram à conclusão de que nós devemos mudar radicalmente a nossa avaliação bolchevique do presente momento histórico e manter uma linha não em direção a uma onda revolucionária, mas em direção a um longo período de desenvolvimento constitucional pacífico. Isso os leva para perto da ala direita do nosso partido, os camaradas Mencheviques que sempre, independente de qualquer avaliação da situação política, lançavam formas de ativismo legal e constitucional, em direção a um “trabalho orgânico” e um “desenvolvimento orgânico.” – Robert V. Daniels, ed., A História Documental do Comunismo (1960)
A frase de Bogdanov sobre “um longo período de desenvolvimento constitucional pacífico” é ambígua, talvez de forma deliberada. Contra muitos mencheviques, Lenin não considera uma nova revolução como fora da agenda por uma época histórica inteira, ou seja, por muitas décadas. Em torno de 1908 ele concluiu que antes de outro levante revolucionário (como o de 1905) haveria um longo período em termos das perspectivas de trabalho do partido e relativas às experiências e expectativas passadas dos Bolcheviques. 1908 não era 1903. E essa realidade era precisamente o que os otzovistas/ultimatistas negavam.
Filosofia e Política
Otzovismo/ultimatismo estava associado com o dualismo idealista neo-kantiano representado pelo físico e filósofo austríaco Ernst Mach, uma doutrina filosófica então muito em voga nos círculos intelectuais da Europa central. O livro de Bogdanov Empiriomonismo (1905-06) foi uma tentativa ambiciosa de reconciliar o marxismo com o neo-kantianismo. Em 1908 o companheiro de tendência de Bogdanov, Lunacharsky, aprofundou este idealismo em espiritualismo definitivo, posicionando a necessidade de uma religião socialista. A “construção de deus” de Lunacharsky foi, nem é preciso dizer, uma grande vergonha para os Bolcheviques como um todo, e até mesmo para a tendência otzovista/ultimatista.
A simpatia de Bogdanov pela doutrina filosófica neo-kantiana era não só bem conhecida como também de longa data. Até quando Bogdanov foi o representante de Lenin, e não representava em si mesmo uma tendência política distinta, seu neo-kantianismo era considerado uma particularidade pessoal entre ambos Mencheviques e Bolcheviques. Mas uma vez que Bogdanov tinha se tornado o líder de uma tendência distinta e por um tempo significativa na socialdemocracia russa, suas visões filosóficas se tornaram foco de uma controvérsia política geral. Plekhanov, em particular, explorou a doutrina de Bogdanov para atacar o programa bolchevique como o produto de um flagrante idealismo subjetivo. Lenin gastou assim a maior parte de 1908 estudando para uma polêmica maior com o neo-kantianismo de Bogdanov, Materialismo e Empiriocriticismo, para livrar o bolchevismo da mancha do idealismo filosófico.
A colaboração política próxima de Lenin com Bogdanov, apesar do posterior neo-kantianismo por um lado, e sua polêmica massiva contra as visões filosóficas de Bogdanov, por outro, foram usadas para justificar desvios simétricos nessas questões por marxistas pseudo-revolucionários. Que o neo-kantiano Bogdanov foi um importante líder bolchevique é algumas vezes citado para argumentar por uma atitude de indiferença diante do materialismo dialético, uma crença de que a mais geral e abstrata expressão da visão de mundo marxiana não tem implicação na política prática e relação organizativa associada. Quando rompeu com o trotskismo em 1940, o revisionista norte-americano Max Shachtman justificou um bloco com o anti-dialético e empiricista James Burnham citando o “precedente” de Lenin e Bogdanov.
Por outro lado, a polêmica principal de Lenin contra um desvio idealista adversário do marxismo encorajou a tendência a “aprofundar” cada luta fracional trazendo questões filosóficas – reduzindo todas as diferenças políticas à questão única do materialismo dialético. Essa mistura de pomposidade e idealismo racional se tornou uma marca do grupo britânico de Healy. (O grupo de Gerry Healy/Michael Banda se tornou tão bizarro que ele não pode mais ser levado a sério, muito menos nas suas mistificações filosóficas).
Os membros do grupo de Healy justificaram seu racha de 1972 com os antes parceiros de bloco, os neo-kautskistas franceses da Organização Comunista Internacionalista (OCI), colocando a primazia da “filosofia”. Eles apelaram para a polêmica de 1908 de Lenin contra Bogdanov como um precedente ortodoxo:
“Lenin estudou incansavelmente as idéias do novos idealistas, os neo-kantianos, na filosofia, até mesmo durante a mais árdua luta prática para estabelecer o partido revolucionário na Rússia. Quando essas idéias, na forma de “empiriocriticismo” foram reivindicadas por uma seção dos próprios Bolcheviques, Lenin fez um estudo especializado e lhes escreveu um longo trabalho, Materialismo e Empiriocriticismo.
“Lenin entendeu muito bem que os anos da extrema dificuldade e isolamento após a derrota da revolução de 1905 expuseram o movimento revolucionário à maior pressão do inimigo de classe. Ele sabia que a tarefa mais fundamental de todas era a defesa e o desenvolvimento da teoria marxista no nível mais básico, aquele da filosofia.” [nossa ênfase]
– Comitê Internacional, Em Defesa do Trotskismo (1973)
Essa passagem é uma completa falsificação em diversos níveis. Para começar, a luta política de Lenin mais historicamente importante no período de reação não foi contra os bolcheviques de ultra-esquerda de Bogdanov, mas contra os mencheviques liquidacionistas. Nessa luta posterior, questões filosóficas não desempenharam nenhum papel particular.
Os membros do grupo de Healy também falsificam a relação de Lenin com Bogdanov. Quando Bogdanov se tornou parte da liderança Bolchevique em 1904, ele já era bem conhecido como neo-kantiano (machiano). Lenin e Bogdanov concordavam que a tendência Bolchevique como tal não tomaria posição em controversas questões filosóficas, Lenin explica isso numa carta para Maxim Gorky, (25 de fevereiro de 1908) na qual ele defende seu relacionamento passado com Bogdanov, apesar de seu desvio filosófico posterior:
“No verão e outono de 1904, Bogdanov e eu atingimos uma completa concordância, comobolcheviques, e formamos um bloco tácito, que de forma tácita tratava filosofia como um campo neutro, que existiu ao longo da revolução e nos permitiu na revolução levantar juntos as táticas da socialdemocracia revolucionária (bolchevismo), as quais, eu estou profundamente convencido, eram as únicas táticas corretas.” [ênfase no original]
Foi o menchevique de direita Plekhanov quem trouxe a questão de materialismo dialético versus neo-kantianismo para o topo da pilha com o objetivo de descreditar e rachar a liderança bolchevique revolucionária. Ao defender os Bolcheviques contra Plekhanov, Lenin foi tão longe a ponto de negar que a questão do revisionismo neo-kantiano fosse em todo relevante para o movimento revolucionário na Rússia. No congresso só composto pelos Bolcheviques em abril de 1905, Lenin declarou:
“Plekhanov puxa Mach e Avenarius pelas orelhas. Ele não consegue entender nem para salvar a vida de alguém o que esses escritores, pelos quais eu não tenho a mais estreita simpatia, tem a ver com a questão da revolução social. Eles escreveram sobre experiência de organização individual e social, ou tema semelhante, mas eles nunca realmente pensaram em nada a respeito da ditadura democrática.” – “Relatório sobe a Questão da Participação dos socialdemocratas num Governo Provisório Revolucionário” (abril de 1905)
Em parte como resultado de sua luta posterior contra Bogdanov, Lenin modificou sua posição de 1905, que desenhava uma linha muito arbitrária entre diferenças políticas e filosóficas. Ele constatou que diferenças fundamentais entre marxistas sobre materialismo dialético vão provavelmente produzir divergências políticas. Entretanto, para Lenin o programa permanecia primário para a definição de políticas revolucionárias e associado à questão organizativa. Lenin nunca repudiou sua colaboração próxima com Bogdanov em 1904-07. E ele estava absolutamente certo em se aliar com o Bogdanov socialdemocrata revolucionário, apesar de neo-kantiano, contra o o Plekhanov socialdemocrata pró-liberal, apesar de materialista dialético. Apenas quando as concepções neo-kantianas de Bogdanov se tornaram associadas com um programa político contrário e anti-marxista, foi que Lenin fez a defesa do materialismo dialético contra o idealismo filosófico uma tarefa política central.
Contra a Mistificação da Dialética
O programa marxista como a expressão científica dos interesses da classe trabalhadora e do progresso social não é derivado simplesmente de um desejo subjetivo por um futuro socialista. O programa marxista necessariamente inclui um entendimento correto da realidade, da qual a mais geral ou abstrata expressão é o materialismo dialético. Entretanto, o próprio Marx escreveu em 1877 no jornal populista russo, Otechestvenniye Zapiski, que ele não oferece uma “teoria histórico-filosófica geral, a virtude suprema a qual consiste em ser supra-histórico” (Marx e Engels, Correspondência Selecionada [1975]). O materialismo dialético é um quadro conceitual que permite, mas não garante, um entendimento científico da sociedade em seu desenvolvimento histórico concreto. Em outras palavras, um entendimento da natureza dialética da realidade social guia um complexo de generalizações históricas (por exemplo, que o aparato estatal sob o capitalismo não pode ser reformado em um órgão de administração socialista, que em nossa época um sistema econômico coletivizado representa a dominação social do proletariado) que dão base aos princípios programáticos marxistas.
A mistificação do grupo de Healy da atitude marxista com relação á filosofia é um produto de sua degeneração em um bizarro culto ao mestre. No começo de 1960, a Liga Trabalhista Socialista (SLL) de Healy entendia que materialismo dialético não era nada mais do que uma expressão generalizada de uma visão de mundo unitária, e não um esquema abstrato ou método existente independente da realidade empírica. Os artigos de 1962-63 de Cliff Slaughter sobre os estudos de Lenin sobre Hegel em 1914-15, reimpressos em 1971 como um livro, Lenin sobre Dialética, contém um ataque mordaz conta a idealização da dialética:
“Lenin dá grande ênfase à insistência de Hegel de que a dialética não é uma chave-mestra, um tipo de estojo de números mágicos pelos quais todos os segredos são revelados. É errado pensar na lógica dialética como alguma coisa completa em si mesma e então ‘aplicada’ a exemplos particulares. Ela não é um modelo de interpretação para ser aprendido, e então enquadrado na realidade a partir de fora; a tarefa é mais descobrir a lei de desenvolvimento da realidade em si própria…”.
“A ciência da sociedade fundada por Marx não tem espaço na filosofia como tal, na idéia de pensamento independente em movimento, com um desenvolvimento subjetivo-material próprio, independente da realidade mas às vezes descendo para se aplicar nela.”
Slaughter cita então o julgamento de Marx sobre o conceito de filosofia na Ideologia Alemã: “Quando a realidade é representada, a filosofia, como um ramo independente de atividade perde o seu meio de existência.”
Mas no fim da década de 1960, o grupo de Healy havia “redescoberto” um meio de existência para a filosofia como uma teoria independente. O materialismo dialético foi apresentado com muita pomposidade como a “teoria do conhecimento do marxismo”, como uma expressão da categoria filosófica conhecida como epistemologia. Assim, em uma coleção de documentos sobre o racha com a OCI (Romper com o Centrismo! [1973]), nós podemos ler:
“O que foi mais essencial na preparação das seções foi desenvolver o materialismo dialético numa luta para entender e transformar a consciência da classe operária para a mudança da condições objetivas. Isso significa entender e desenvolver o materialismo dialético como a teoria do conhecimento do marxismo….”
“Nós podemos certamente dizer que o materialismo dialético é a teoria do conhecimento do marxismo, no caminho do enfrentamento entre o erro e a verdade – não verdade “final”, mas avanços contínuos através da luta contraditória para chegar ao verdadeiro conhecimento do mundo objetivo.”
Essa noção do grupo de Healy sobre materialismo dialético é ao mesmo tempo enormemente restritiva e uma idealização do conhecimento. Não existe uma teoria do conhecimento válida em separado. No nível da cognição individual, uma teoria do conhecimento é derivada de investigação científica biológica e psicológica. No nível da consciência social, uma teoria do conhecimento é parte constituinte de um entendimento de relações sociais historicamente específicas. Assim, é central para o entendimento marxista de conhecimento o conceito de falsa consciência, a distorção necessária da realidade associada a vários papéis sociais.
A categoria filosófica tradicional da epistemologia (em ambas suas formas empiricista e racionalista), ao separar o sujeito consciente da natureza e da sociedade, é em si própria uma expressão ideológica de uma falsa consciência. O materialismo dialético critica os vários conceitos tradicionais de epistemologia assim como outros conceitos e categorias filosóficas. Mas o marxismo não critica a filosofia tradicional se colocando como uma filosofia nova, alternativa, que de forma semelhante existe independentemente de um entendimento cientifico (ou seja, empiricamente verificável) da natureza e da sociedade.
A mistificação do grupo de Healy sobre o materialismo dialético – “o caminho do enfrentamento entre o erro e a verdade” – é primariamente uma justificativa para a infalibilidade do culto ao mestre. O programa, análise, táticas e projeções da liderança de Healy são postas como isentos de verificação empírica. Por exemplo, até hoje o grupo de Healy considera que Cuba é capitalista! Dizem aos críticos e opositores que estes não entendem a realidade; sendo essa capacidade monopolizada pela liderança, que sozinha dominou o método dialético. Essa similaridade entre a visão do grupo de Healy sobre dialética e o misticismo religioso não é uma coincidência.
Para resumir, a rejeição sistemática do materialismo dialético (por exemplo, Bogdanov, Burnham) levará cedo ou tarde a um rompimento com o programa marxista científico. Mas acreditar, como Healy, que toda diferença política séria dentro de um partido revolucionário pode ou deve ser reduzida a conceitos filosóficos antagônicos é uma espécie de idealismo racional. Tal reducionismo filosófico nega que diferenças políticas normalmente surgem de diversas pressões e influências sociais que atingem a vanguarda revolucionária e seus componentes, e também diferenças ao avaliar as condições e possibilidades empíricas.
Significado da Luta Contra Otzovismo/Ultimatismo
O fim da luta fracional entre os leninistas e os otzovistas/ultimatistas ocorreu na previamente mencionada conferência de julho de 1909 do conselho editorial estendido do Proletary. A conferência decidiu que bolchevismo “não tem nada em comum com otzovismo ou ultimatismo, e que a ala bolchevique do partido deve o mais resolutamente combater estes desvios do marxismo revolucionário”. Quando Bogdanov se recusou a aceitar essa resolução, ele foi expulso da tendência Bolchevique.
Como nós apontamos no primeiro capítulo desta série, ao justificar a expulsão de Bogdanov Lenin claramente reafirmou sua aderência à doutrina kautskista de que o partido deveria incluir todos os socialdemocratas (ou seja, socialistas orientados para a classe operária). Ele fazia uma distinção afiada entre o “partido” kautskista e uma tendência, sendo que a última requeria um programa político e perspectivas homogêneos:
“Em nosso partido o bolchevismo é representado pela tendência Bolchevique. Mas uma tendência não é um partido. Um partido pode conter uma gama inteira de opiniões e correntes de pensamento, cujos extremos podem ser diretamente contraditórios. No partido alemão, lado a lado com a pronunciadamente ala revolucionária de Kautsky, vemos a ala ultra-revisionista de Bernstein. Não é esse o caso com uma tendência. Uma tendência ou seção de um partido é um grupo de pessoas com pensamento próximoformada com o propósito primário de influenciar o partido para uma determinada direção, com o objetivo de assegurar a aceitação dos seus princípios na forma mais pura possível. Para fazer isso, unanimidade real de opinião é necessária. Os diferentes níveis que são colocados para unidade de partido e unidade de tendência devem ser analisados por todos que desejam saber como as questões de discordância interna na tendência Bolchevique realmente ocorrem.” [ênfase no original] – “Relatório sobre a Conferência do Conselho Editorial Estendido do Proletary” (Julho de 1909)
Depois da expulsão de Bogdanov, ele e seus aliados estabeleceram seu próprio grupo ao redor do jornalVperyod, deliberadamente escolhendo o nome do primeiro órgão bolchevique (de 1905). Os Vperyodistas reivindicavam aos membros dos Bolcheviques serem o verdadeiro bolchevismo. Embora muitos trabalhadores bolcheviques tenham apoiado a posição otzovista/ultimatista sobre participação na Duma, eles não desejavam romper com a organização de Lenin por causa desta questão. Assim, Lenin teve que combater atitudes ultra-esquerdistas difusas nas colunas bolcheviques durante alguns anos seguintes até que as tendências otzovistas/ultimatistas tivessem se dissipado por completo.
A reivindicação otzovista/ultimatista de representar a verdadeira tradição bolchevique, e de que Lenin havia se tornado um conciliador menchevique, não poderiam ter sido desconsideradas de primeira como ridículas. Bogdanov, Lyadov, Krasin e Alexinsky tinham estado entre os principais seguidores de Lenin, o antigo núcleo do centro bolchevique. Lunacharsky tinha sido um proeminente propagador e orador bolchevique. Assim, os Mencheviques atacaram Lenin sob o aspecto da deserção de seus mais conhecidos e talentosos colaboradores. Através da luta fracional de 1907-09 contra otzovismo/ultimatismo, uma nova liderança leninista foi cristalizada a partir de quadros bolcheviques mais jovens – Zinoviev, Kamenev, Rykov, Tomsky e um pouco depois Stalin. Esse seria o núcleo central da liderança bolchevique no primeiro período do regime soviético.
Como se explica o fato de que a maior parte da primeira geração de líderes bolcheviques desertaram para o ultra-esquerdismo, dando lugar a uma segunda geração que assimilou o leninismo em seu desenvolvimento maduro? Os bolcheviques se originaram não apenas como a ala revolucionária da socialdemocracia russa, mas também como empiricamente otimistas sobre as perspectivas da luta revolucionária. E esse otimismo autoconfiante foi corroborado pelo acontecimentos. O período de 1903 a 1907 foi em geral um período numa linha crescente de luta revolucionária que permitiu que os Bolcheviques se tornassem um partido de massas. É fácil entender então, que um setor dos Bolcheviques não ficaria desejoso de encarar o fato de uma vitória reacionária que iria exigir um amplo recolhimento organizativo. Esses bolcheviques reagiram a uma realidade desfavorável com um radicalismo dogmático, estéril, que em última análise tomava a forma de espiritualismo socialista. É uma marca de Lenin como grande político revolucionário o fato de ele ter reconhecido por completo a vitória da reação e ter adaptado as perspectivas da vanguarda revolucionária de acordo, apesar de isso ter significado romper com alguns dos seus colaboradores mais próximos até então.

Lenin e o Partido de Vanguarda (4)

Partido, Tendência e “Liberdade de criticar”

 
A explosão das diferenças com os Mencheviques sobre o papel do liberalismo burguês na revolução enfraqueceu, mas não eliminou, as forças dos conciliadores no campo bolchevique. No terceiro congresso (composto apenas por bolcheviques) do POSDR, em abril de 1905, Lenin se encontrou em minoria diante da questão sobre como lidar com os Mencheviques. Ele desejava expulsar os Mencheviques, que haviam boicotado o congresso, de dentro do POSDR. A maioria dos delegados não estavam desejosos a dar um passo tão extremo. O congresso adotou uma moção para que os Mencheviques fossem permitidos permanecer num POSDR unitário sob a condição de que reconhecessem a liderança da maioria bolchevique e aderissem à disciplina do partido. É desnecessário dizer, os Mencheviques rejeitaram tais condições de unidade de primeira.
Enquanto o começo da revolução de 1905 aprofundou o racha entre bolchevismo e menchevismo, o seu desenvolvimento posterior produziu pressões fortíssimas pela reunificação da socialdemocracia russa. Um número de fatores, cada um reforçando o anterior, criou um tremendo sentimento de unidade entre os membros de ambas as tendências. A luta militar comum contra o Estado czarista produziu uma forte noção de solidariedade entre os trabalhadores avançados da Rússia, os militantes e os apoiadores do movimento socialdemocrata.
Na altura do verão de 1905, uma ampla maioria de ambas as tendências consistia de recrutas novos que não haviam passado pela experiência da luta do Iskraismo contra os economicistas ou pelo racha bolchevique-menchevique que se seguiu. Assim, para a maioria dos trabalhadores socialdemocratas, a divisão organizativa era incompreensível e pareceu se basear em “fatos antigos.” A crença geral de que as diferenças na socialdemocracia russa eram insignificantes foi reforçada pelo desarranjo entre os líderes mencheviques. O mais proeminente menchevique em 1905 era Trotsky, líder do soviete de São Petersburgo, que estava à esquerda de Lenin nos objetivos e perspectivas para a revolução. Assim, as atitudes políticas de muitos que se juntaram aos Bolcheviques e Mencheviques em 1905 não correspondiam aos programas de suas respectivas lideranças. Na sua biografia de Stalin em 1940, Trotsky observou que em 1905 a coluna menchevique estava muito mais próxima da posição de Lenin sobre o papel da socialdemocracia na revolução do que da de Plekhanov.
O sentimento por unidade era tão forte que inúmeros comitês bolcheviques locais simplesmente se fundiram com seus equivalentes mencheviques apesar da oposição da liderança. Em suas memórias escritas nos anos 1920, o velho bolchevique Osip Piatnitsky descreve a situação do movimento socialdemocrata em Odessa no fim de 1905:
“Era óbvio para o comitê [da liderança bolchevique] que a proposta de união seria aprovada por ampla maioria nas conferências de partido tanto dos Bolcheviques quanto dos Mencheviques, pois onde quer que fosse levantada a questão da unidade ela era apoiada quase unanimemente. Dessa forma, o comitê bolchevique foi forçado a discutir os termos da união a qual eles próprios eram contra. Foi importante fazer isso, por que de outra forma a unidade teria ocorrido sem condição nenhuma de qualquer maneira.”
– Memórias de um Bolchevique (1973)
Na sua História dos Bolcheviques de 1923, Gregory Zinoviev resume a reunificação de 1906 assim:
“Como consequência das batalhas revolucionárias do fim de 1905 e sob a influência das massas, os quadros dos Bolcheviques e Mencheviques foram forçados a se reunir. De fato, as massas forçaram os Bolcheviques a se reconciliar com os Mencheviques em inúmeras questões.”
– História do Partido Bolchevique: Um Esboço Popular (1973)
A declaração de Zinoviev talvez seja muito simplista. É improvável que Lenin tenha simplesmente capitulado à pressão de baixo. O esmagador sentimento por unidade significava que as divisões organizativas não mais correspondiam à consciência política dos respectivos membros. Alguns dos jovens recrutas bolcheviques eram realmente mais próximos à esquerda dos Mencheviques, e vice-versa. Um período de disputa interna era necessário para separar os elementos revolucionários que haviam aderido ao movimento socialdemocrata em 1905 dos elementos oportunistas.
Reunificação
No outono de 1905, o comitê central bolchevique e o comitê organizativo menchevique começaram negociações conjuntas. O comitê central bolchevique na Rússia aprovou as fusões em nível local como meio de reunificar o POSDR como um todo. Lenin, que ainda estava no exílio na Suíça, interviu fortemente para parar essa unificação orgânica partindo de baixo. Ele insistiu que a reunificação fosse discutida pelas direções, num novo congresso de partido, com delegados eleitos numa plataforma fracional. Numa carta (3 de Outubro de 1905) para o comitê central, ele escreveu:
“Nós não deveríamos confundir a política de unir dois partidos com misturar ambos os partidos. Nós concordamos em unir as duas partes, mas nós nunca iremos concordar em misturá-las. Nós devemos exigir dos comitês uma divisão clara, e então dois congressos e um entrelaçamento.” [ênfase no original].
Em dezembro de 1905, um Centro Unitário foi formado consistindo de um número igual de bolcheviques e mencheviques. Ao mesmo tempo, os órgãos centrais das tendências rivais, o Iskra menchevique e o Proletary bolchevique, foram interrompidos e substituídos por uma publicação única, Partinye Izvestaii(Notícias do Partido).
Significativamente, os Mencheviques concordaram em aceitar a definição de Lenin sobre o critério para ser membro em 1903, incluindo a exigência da participação organizativa formal. Isso foi parte das concessões aos leninistas, mas em muito refletia o fato de que nas condições relativamente abertas de 1905-6, participação organizativa formal não era um impedimento para um recrutamento amplo. A reviravolta dos Mencheviques refuta completamente a noção generalizada de que a insistência de Lenin de que membros deviam se sujeitar à disciplina organizativa era uma peculiaridade do trabalho clandestino. Ao contrário, foram os Mencheviques que consideraram que a ilegalidade requeria uma definição mais frouxa de participação para poder atrair trabalhadores e intelectuais socialdemocratas sem desejo de enfrentar o rigor e perigo da clandestinidade.
O quarto congresso (de “reunificação”), ocorrido em Estocolmo em abril de 1906, foi dividido entre 62 mencheviques e 46 bolcheviques. Também estavam representados o Bund Judaico, os socialdemocratas da Letônia e os socialdemocratas da Polônia e Lituânia, liderados por Luxemburgo e Jogiches. Ninguém contestou que a representação das tendências no quarto congresso correspondia à sua respectiva força na base entre os trabalhadores socialdemocratas na Rússia. (no começo de 1906, os Mencheviques tinham cerca de 18.000 membros, os Bolcheviques cerca de 12.000).
O que contribuiu para que os Mencheviques tivessem maioria entre os socialdemocratas russos no começo de 1906? Primeiro, a atitude conservadora dos bolcheviques membros dos comitês com relação ao recrutamento no começo de 1905 também se manifestou em uma atitude sectária diante das novas organizações de massa lançadas pela revolução – os sindicatos e, acima de tudo, os sovietes. Assim os Mencheviques foram capazes de estar um passo a frente na disputa pela liderança das organizações gerais da classe trabalhadora. Embora Trotsky não fosse da tendência Menchevique, seu papel como cabeça do soviete de São Petersburgo fortaleceu a autoridade da ala anti-leninista da socialdemocracia russa. Em segundo lugar, o chamado dos Mencheviques por fusão orgânica imediata os permitiu apelar à ingenuidade política e ao desejo de unidade dos jovens recrutas.
Com a derrota da insurreição liderada pelos Bolcheviques em Moscou em dezembro de 1905, a maré ficou a favor da reação czarista. Enquanto os Bolcheviques consideraram as vitórias czaristas um revés temporário durante uma situação revolucionária contínua, os Mencheviques concluíram que a revolução havia acabado. A posição menchevique correspondeu ao crescente sentimento de derrotismo entre as massas nos primeiros meses de 1906.
Ao longo do período do quarto congresso, Lenin diversas vezes afirmou sua lealdade a um POSDR unitário. Por exemplo, numa breve declaração de tendência na conclusão do congresso, ele escreveu:
“Nós devemos e iremos lutar ideologicamente contra as decisões do congresso que consideramos erradas. Mas ao mesmo tempo nós declaramos a todo o partido que nos opomos a um racha de qualquer tipo. Nós permanecemos submetidos às decisões do congresso…. Estamos profundamente convencidos de que as organizações operárias socialdemocratas devem estar unidas, mas nessas organizações unitárias deve haver um amplo e livre debate crítico das questões do partido, livre criticismo entre camaradas e avaliação dos eventos na vida do partido.”
– “Um Apelo ao Partido pelos Delegados do Congresso de Unificação que pertenciam ao Antigo Grupo ‘Bolchevique’” (abril de 1906)
Para Lenin, a reunificação representava ao mesmo tempo a continuação da aderência à doutrina kautskista de “partido de toda a classe” e uma manobra tática para ganhar a massa de trabalhadores jovens, inexperientes que haviam se unido ao movimento socialdemocrata durante a revolução de 1905. Nós não temos meios de avaliar que peso Lenin deu a essas duas consideração diferentes. Nem sabemos como Lenin via em 1906 o curso futuro das relações bolcheviques-mencheviques.
É improvável que Lenin estivesse ansioso ou projetasse um racha definitivo e a criação de um Partido Bolchevique. Entre outros fatores, Lenin sabia que os Bolcheviques não seriam reconhecidos como únicos representantes da socialdemocracia russa pela Segunda Internacional. E quando em 1912 os Bolcheviques racharam completamente com os Mencheviques e reivindicaram ser POSDR, a liderança da Internacional não reconheceu essa reivindicação.
Lenin provavelmente gostaria de poder reduzir os Mencheviques a uma minoria impotente sujeita à disciplina de uma liderança revolucionária (leia-se bolchevique) no POSDR. Era assim que ele via a relação dos revisionistas seguidores de Bernstein em relação à liderança Bebel/Kautsky do SPD. Entretanto, ele sabia que as colunas mencheviques não desejariam e talvez fossem incapazes de agir como uma minoria comportada num partido revolucionário. Ele posteriormente reconheceu que não tinha a autoridade de um Bebel para fazer uma tendência oportunista se submeter à sua liderança organizativa.
Em busca da liderança do movimento operário russo, Lenin não se limitou em ganhar membros nas colunas mencheviques, a puramente à luta de tendência interna do POSDR. Ele esperava recrutar trabalhadores sem partido e radicais pequeno-burgueses diretamente para a tendência Bolchevique. Com esse objetivo, a “tendência” Bolchevique do POSDR agiu muito como um partido independente com sua própria imprensa, liderança e estrutura de disciplina, finanças, atividades públicas e comitês locais. De que nesse período entre 1906-12 os Bolcheviques, enquanto formalmente uma tendência unitária do POSDR, tinham a maioria das características de um partido independente foi o julgamento de figuras políticas tão diversas quanto Trotsky, Zinoviev e o líder menchevique Theodore Dan.
No curso de uma polêmica contra a tendência americana de Shachtman (no SWP), Trotsky caracterizou os Bolcheviques nesses período como “tendência” que “mostrava todos os traços de um partido” (Em Defesa do Marxismo [1940]).
História do Partido Bolchevique de Zinoviev descreve a situação seguinte ao quarto congresso:
“Os Bolcheviques tinham armado durante o congresso seu próprio Comitê Central, interno e ilegal para o restante do partido. Esse período na história do nosso partido, quando nós estávamos na minoria tanto no Comitê Central quanto no Comitê de São Petersburgo e tínhamos que esconder nossa atividade revolucionária em separado foi muito árdua e insatisfatória para nós…. Era uma situação onde dois partidos estavam aparentemente operando na estrutura de um.” [nossa ênfase]
O trabalho de Dan de 1945, As Origens do Bolchevismo (1970), apresenta uma análise similar das relações bolcheviques-mencheviques:
“Não era uma divergência organizativa, mas política, que rapidamente fez rachar a socialdemocracia russa em duas frações, que ora se aproximavam e logo depois se digladiavam, mas que basicamente permaneceram partidos independentes que continuaram lutando um com o outro até mesmo no tempo em que elas estavam nominalmente dentro do espectro de um partido unitário.”
Centralismo Democrático e “Liberdade de Criticar”
Do quarto congresso em abril de 1906 até o quinto congresso em maio de 1907, os Bolcheviques foram uma tendência minoritária do POSDR. Ao lutar pela liderança do partido os Bolcheviques não se orientaram primariamente para ganhar uma seção dos quadros mencheviques. Com poucas exceções individuais, Lenin considerava os temperados quadros mencheviques como duros oportunistas, pelo menos por um período próximo. Paradoxalmente, a reunificação demonstrou a espessura da linha separando Bolcheviques e Mencheviques; poucos veteranos de ambos os grupos mudaram de lado.
Um dos motivos de Lenin para concordar com a unidade foi que o racha continuado repeliu muitos trabalhadores socialdemocratas de se unir a qualquer um dos grupos. Uma vez que recrutar elementos sem partido era a chave para lutar contra a liderança menchevique do POSDR, Lenin naturalmente queria que fosse permitido atacar publicamente tal liderança. Foi nesse contexto histórico que Lenin definiu centralismo democrático como “liberdade de criticar, unidade na ação”. No período de 1906-07, Lenin reivindicou em numerosas ocasiões o direito das minorias de se opor publicamente às posições, mas não nas ações, da liderança do partido.
Previsivelmente, vários revisionistas de direita “redescobriram” a reivindicação de 1906 de Lenin por “liberdade de criticar” como o produto de uma aderência contínua a um conceito socialdemocrata clássico de partido e não uma manobra tática contra os Mencheviques – e proclamaram essa a verdadeira forma do centralismo democrático leninista. Certos grupos centristas de esquerda que romperam com o falso-trotskista Secretariado Unificado no começo dos anos de 1970 fizeram de “liberdade de criticar” uma parte chave do seu programa. O mais significativo desses grupos foi oInternationale Kommunisten Deutschlands (IKD) da Alemanha Ocidental, o qual fracamente ainda existe hoje. A Fração Leninista (FL) no SWP americano, que gerou a breve Liga Luta de Classes (LLC), da mesma forma defendeu a “liberdade de criticar”. Um líder central da FL/LLC, Barbara G., escreveu um longo documento intitulado “Centralismo Democrático” (agosto de 1972) sobre o assunto. A conclusão central é:
“Lenin sentia que a discussão das diferenças políticas na imprensa do partido era importante porque o partido e a imprensa eram da classe trabalhadora. Se os trabalhadores deveriam ver o partido como seu partido, eles devem ver as questões do partido como suas questões, lutas do partido como suas lutas. O trabalhador que se aproxima do partido deve entender que ele tem a possibilidade de ajudar a construir o partido, não apenas através da repetição da linha da maioria, mas (sob as guias do partido) colocando suas críticas e idéias.” [ênfase no original]
Barbara G. cita com aprovação o artigo de Lenin de maio de 1906, “Liberdade para Criticar e Unidade de ação”:
“Criticas dentro dos limites dos princípios do programa do partido devem ser bastante livres … não apenas nos encontros do partido, mas também em encontros públicos. Tal criticismo, ou tal ‘agitação’ (já que criticismo é inseparável de agitação) não pode ser proibido.”
O “partido” a qual Lenin se refere aqui não é o Partido Bolchevique que liderou a revolução de Outubro. É o partido inclusivo de todos os socialdemocratas russos liderado pela tendência Menchevique, ou seja, por demonstrados oportunistas. Igualar o POSDR de 1906 com a vanguarda revolucionária é jogar nas trevas a distinção entre bolchevismo e menchevismo.
Sem fazer um racha permanente, Lenin fez tudo para prevenir a liderança menchevique do POSDR de dificultar a agitação e ações revolucionárias dos Bolcheviques. Nós já citamos Zinoviev para os efeitos de que os Bolcheviques estabeleceram uma estrutura da liderança formal em violação às regras do partido. Eles também tinham finanças independentes. Por volta de agosto de 1906, os Bolcheviques haviam restabelecido seu orgão de tendência, o Proletary, sob aprovação do Comitê de São Petersburgo onde haviam acabado de ganhar a maioria.
Que os Bolcheviques e Mencheviques não poderiam coexistir num partido unitário de acordo com a fórmula de “liberdade de criticar, unidade de ação” se demonstrou pela campanha eleitoral de São Petersburgo no começo de 1907. Durante esse período o conflito principal entre os grupos foi focado na questão sobre o apoio eleitoral ao partido liberal monarquista, os Cadetes. Numa conferência do partido em novembro de 1906, a maioria menchevique adotou o compromisso pelo qual os comitês locais determinassem sua própria política eleitoral. Para minar o reduto bolchevique de São Petersburgo, o Comitê Central ordenou então que o comitê se dividisse em dois. Denunciando isso corretamente como puramente uma manobra de tendência, os Bolcheviques se recusaram a dividir o comitê. Numa conferência em São Petersburgo para decidir sobre a política eleitoral, os Mencheviques racharam, protestando que a conferência era ilegítima. Eles então apoiaram os Cadetes contra a campanha Bolchevique pelo POSDR.
Quando Lenin denunciou esse ato de traição de classe num livro, As Eleições de São Petersburgo e a Hipocrisia dos Trinta e Um Mencheviques, o Comitê Central colocou-o sob as acusações de fazer declarações “inadmissíveis para um membro do partido”. As ações de julgamento do Comitê Central contra Lenin foram adiadas até o quinto congresso, onde foram tornadas inócuas pela maioria ganha pelos Bolcheviques.
O espírito com o qual Lenin reivindicou “liberdade de criticar” pode ser visto em sua “defesa” contra a acusação dos Mencheviques de que ele “lançava suspeitas sobre a integridade política dos membros do partido”:
“Por meus afiados e descorteses ataques sobre os Mencheviques na ocasião das eleições de São Petersburgo, eles na verdade foram bem sucedidos em fazer com que uma parte do proletariado que confia e segue os Mencheviques vacilasse. Esse era meu objetivo. Esse era meu dever como membro da organização socialdemocrata de São Petersburgo que estava conduzindo uma campanha por um bloco de esquerda; porque, depois do racha, isso foi necessário … derrotar os Mencheviques que estavam liderando o proletariado para seguir as pegadas dos Cadetes; foi necessário levar confusão até as suas colunas; foi necessário fazer surgir ódio, aversão e desprezo entre as massas por aquelas pessoas que haviam deixado de ser membros de um partido unitário, tinham se tornado inimigos políticos…. Contra tais inimigos políticos eu conduzi então – e caso haja uma repetição ou desenvolvimento de uma divisão vou sempre conduzir – uma luta deextermínio.” [ênfase no original]
– “Relatório ao Quinto Congresso do POSDR sobre o Racha de São Petersburgo…” (abril de 1907)
A reivindicação de Lenin de “liberdade de criticar” no POSDR liderado pelos Mencheviques em 1906 foi análoga à posição dos trotskistas sobre centralismo democrático quando eles fizeram um entrismo nos partidos socialdemocratas modernos em meados dos anos 1930. Os trotskistas se opuseram ao centralismo democrático para esses partidos para maximizar seu impacto tanto ente os membros da socialdemocracia quanto para fora do partido. Reciprocamente, elementos da liderança socialdemocrata defenderam a adoção de normas de centralismo democrático para suprimir os trotskistas. Referindo-se à experiência dos trotskistas no Partido Socialista americano de Norman Thomas, James P. Cannon expressa muito bem a aplicação única do centralismo democrático à vanguarda revolucionária:
“Centralismo democrático não tem nenhuma virtude especial por si só. É um princípio específico de um partido de combate, formado pela defesa de um único programa, que tem o objetivo de liderar a revolução. Socialdemocratas não tem necessidade de tal sistema de organização pela simples razão de que não tem interesse em liderar uma revolução. Sua democracia e centralismo não são unidos por um hífen [em inglês] mas mantidos em compartimentos separados para propósitos separados. A democracia é para os socialpatriotas e o centralismo é para os revolucionários. A tentativa da tendência ‘Clarificação’, de Zam e Tyler no Partido Socialista, de introduzir um rígido sistema de organização de ‘centralismo democrático’ no heterogêneo Partido Socialista (1936-37) foi uma caricatura barulhenta; mais propriamente, um aborto da natureza. A única coisa para que essas pessoas precisavam de centralização e disciplina era para suprimir os direitos da ala esquerda e então expulsá-la.”
– Carta para Duncan Conway (3 de abril de 1953), em Discursos ao Partido (1973)
Em seguida ao racha definitivo com os Mencheviques e à criação do Partido Bolchevique em 1912, Lenin abandonou sua posição de 1906 sobre a “liberdade de criticar”. Em julho de 1914, o escritório da Internacional Socialista marcou uma conferência para reunificar os socialdemocratas russos. Entre as numerosas condições de Lenin para unidade estava uma clara rejeição da “liberdade de criticar”:
“A existência de duas imprensas rivais na mesma cidade ou localidade deve ser absolutamente proibida. A minoria terá o direito de discutir diante de todo o partido, desacordos com o programa, táticas e organização em um material de discussão publicado especialmente para esse propósito, mas não deverá ter o direito de publicar num jornal rival, pronunciamentos disruptivos das ações e decisões da maioria.” [nossa ênfase]
– “Relatório ao Comitê Central do POSDR da Conferência de Bruxelas” (junho de 1914)
Lenin posteriormente ainda estipulou que agitação pública contra o partido sobre a clandestinidade ou sobre a “autonomia nacional” era absolutamente proibido.
Barbara G., em seu texto “Centralismo Democrático”, reconhece que por volta de 1914 Lenin havia mudado de posição:
“Por volta de 1914, então, Lenin definitivamente mudou seu pensamento sobre a seguinte questão: No que ele costumava achar que era permissível haver jornais de tendências dentro do POSDR, ele agora pensava ser inadmissível porque confundiria e dividiria a classe trabalhadora.”
Barbara G. minimiza a rejeição de Lenin a “liberdade de criticar”. Ele não apenas rejeitou órgãos públicos de tendências rivais, mas o direito das minorias de criticar publicamente a posição da maioria sob qualquer forma. Ele posteriormente especificou que em duas diferenças-chave – a clandestinidade e a “autonomia nacional” – a posição da minoria não poderia ser reivindicada publicamente jamais e de maneira alguma. É característica de centristas, como Barbara G., preferir o Lenin de 1906, que aceitava unidade com os Mencheviques, do que o Lenin de 1914, que havia definitivamente rachado com os Mencheviques e então desafiava a doutrina kautskista de que revolucionários e reformistas trabalhistas deveriam coexistir num partido unitário.
O conjunto dos membros e particularmente os quadros de liderança de uma vanguarda revolucionária tem um nível de consciência de classe política qualitativamente mais alto que todos os elementos sem partido. Uma liderança revolucionária pode cometer erros, até mesmo sérios, sobre assuntos onde as massas de trabalhadores estão corretos. Tais ocorrências serão muito raras. Se elas não forem raras, então é o caráter revolucionário da organização que está colocado em questão, não as normas de centralismo democrático.

Uma minoria numa organização revolucionária busca ganhar seus quadros de liderança, não apelar para elementos mais atrasados contra os quadros. A resolução de diferenças dentro da vanguarda deve ser o mais livre possível da intervenção de elementos atrasados, fonte primária da pressão ideológica burguesa. “Liberdade de criticar” maximiza a influência de trabalhadores atrasados, sem falar de inimigos políticos conscientes, sobre a vanguarda revolucionária. Assim, “liberdade de criticar” traz perigo à coesão interna e à autoridade externa da vanguarda proletária.

Lenin e o Partido de Vanguarda (3)

A Revolução de 1905   

 
Durante 1904, a derrota russa na guerra com o Japão provoca um ascenso da oposição liberal burguesa contra a autocracia czarista. Essa mudança significativa no cenário político russo aprofundou as diferenças entre menchevismo e bolchevismo. Atribuindo aos liberais o papel de liderança na revolução anti-czarista que viria, os mencheviques buscavam encorajar a oposição liberal diminuindo o criticismo sobre eles. A atitude conciliatória dos Mencheviques em relação aos liberais marcou uma regressão a um nível ainda mais baixo do que o dos economicistas, restringindo o partido socialdemocrata à defesa de interesses setoriais do proletariado russo.
Lenin atacou de forma afiada essa política liberal-conciliatória em seu artigo de novembro de 1904, “A Campanha do Zemstvo e o Plano do Iskra”, que abriu uma fase mais profunda no conflito bolchevique-menchevique. (Os Zemstvos eram os corpos governamentais locais através dos quais os liberais esperavam reformar o czarismo). O eixo central da polêmica de Lenin é esse:    
“Democratas burgueses são por sua própria natureza incapazes de satisfazer essas demandas [democráticas revolucionárias], e estão portanto condenados à indecisão e a morrer no meio do caminho. Criticando essa indecisão, os socialdemocratas continuam incentivando os liberais ao mesmo tempo em que ganham mais e mais proletários e semi-proletários, e parcialmente a pequeno-burguesia também, da democracia liberal para a democracia da classe trabalhadora….”
“A oposição burguesa é meramente burguesa e meramente uma oposição porque ela não luta por si própria, porque ela não tem um programa próprio que defenda incondicionalmente, porque ela permanece entre dois combatentes de verdade (o governo e o proletariado revolucionário, cheio de apoiadores na intelectualidade) e tem a esperança de tirar vantagem do desfecho dessa luta.”
Essa diferença sobre o papel da burguesia liberal na revolução anti-czarista era a questão principal dos rivais Mencheviques e Bolcheviques nos encontros em abril de 1905. Partindo da sua premissa de que o partido liberal burguês deveria chegar ao poder com a destruição do absolutismo, os Mencheviques chegavam ao posicionamento de que o partido socialdemocrata, não importasse o quão forte, não deveria derrotar militarmente o governo czarista. Essa política de espera passiva e de segurar no rabo dos liberais foi adotada na forma de resolução na conferência menchevique de abril:
“Sob essas condições, a socialdemocracia deve se esforçar em reter para si mesma, ao longo de toda a revolução, uma posição que vai lhe garantir uma melhor oportunidade de aprofundar a revolução, a qual não a mantivesse numa luta contra as políticas inconsistentes e egoístas dos partidos burgueses, e a qual prevenisse que a revolução perdesse a sua identidade na democracia burguesa.”
“Portanto, a socialdemocracia não deveria colocar para si própria o objetivo de exercer ou dividir o poder no governo provisório, mas deve permanecer um partido de extrema oposição revolucionária.”
– Robert H. McNeal, Ed., Decisões e Resoluções do Partido Comunista da União Soviética (1974)
Lenin contrapôs à concepção menchevique a idéia de “ditadura revolucionária democrática do proletariado e do campesinato”, um conceito mais extensivamente estabelecido em seu livro de julho de 1905, Duas Táticas da socialdemocracia na Revolução Democrática. Lenin parte da premissa de que a burguesia russa era incapaz de levar adiante as tarefas históricas da revolução democrático-burguesa. Entretanto, ele acreditava que um movimento radical populista de base camponesa poderia e iria desenvolver um partido democrático-revolucionário de massas. (Significativamente, Lenin nãoconsiderava os Socialistas Revolucionários tal partido. Ele considerava que eles eram um agrupamento “intelectualista” e ainda viciados em terrorismo). A aliança entre o partido democrático-revolucionário de base camponesa e o partido proletário socialdemocrata, incluindo uma coalizão do “governo provisório revolucionário”, iria derrubar o absolutismo e levar em frente o programa radical democrático – o programa “mínimo” do Partido Operário socialdemocrata Russo (POSDR). O núcleo operacional da estratégia de Lenin foi adotada no terceiro congresso do POSDR só composto por bolcheviques:
“Dependendo do alinhamento de forças e outros fatores que não podem ser precisamente definidos de antemão, representantes do nosso partido podem ser autorizados a tomar parte do governo provisório revolucionário para conduzir uma implacável luta contra todas as tentativas contra-revolucionárias e para defender os interesses independentes da classe trabalhadora.”
– Idem.
Ao desenvolver o conceito de “ditadura revolucionária democrática”, Lenin estava primeiramente preocupado em motivar a socialdemocracia russa para um papel político e militar ativo na revolução. Quanto ao futuro destino da “ditadura revolucionária democrática”, Lenin é deliberadamente vago; está claro que ele não a considerava uma forma estável de dominação de classe. Em Duas Táticas, ele afirma:
“A ditadura revolucionária democrática do proletariado e do campesinato é inquestionavelmente apenas um objetivo socialista transiente, temporário, mas ignorar esse objetivo no período da revolução democrática seria claramente reacionário.”
A futura evolução da sociedade russa a partir da “ditadura revolucionária democrática” seria determinada pelo equilíbrio de força de classe não apenas na Rússia mas por toda a Europa. A formulação de Lenin é portanto uma concepção algébrica. Em seu desfecho mais revolucionário, ela tomaria a forma da “revolução permanente” de Trotsky: uma revolução democrática radical na Rússia acende uma faísca para a revolução proletária européia, que permite a revolução socialista imediata na Rússia. Numa face reacionária triunfante, a “ditadura revolucionária democrática” se torna um episódio revolucionário tal qual a ditadura jacobina de 1793 ou a comuna de Paris de 1871, que torna possível a estabilização de uma dominação democrático-burguesa normal.
No início de 1905, a questão da dinâmica política da revolução havia superado a estreita questão organizativa como o conflito central entre bolchevismo e menchevismo. De fato, o criticismo aos Mencheviques adotado no congresso Bolchevique de abril de 1905 nem sequer menciona o ponto que causou o racha originalmente. Ao invés disso, condenava os Mencheviques por economicismo e seguidismo liberal:
“… uma tendência geral de diminuir o significado da consciência, a qual eles subordinam à espontaneidade, na luta proletária…. Em problemas táticos [os Mencheviques] manifestam um desejo de estreitar a visão de trabalho do partido; falam contra a posse pelo partido de táticas completamente independentes em relação ao partidos liberais burgueses, contra a possibilidade e o caráter desejável de que nosso partido tome um papel organizacional no levante popular, e contra a participação do partido sob quaisquer condições num governo provisório democrático revolucionário.”
Como é bem conhecido, nem todos os líderes mencheviques de 1903 tornaram-se seguidistas dos liberais em 1905. Durante 1904, o jovem Trotsky desenvolveu a teoria da “revolução permanente” como aplicável à Rússia. Devido ao desenvolvimento desigual da Rússia, nenhuma força democrático-burguesa revolucionária, incluindo um partido populista radical de base camponesa, iria emergir para derrubar o absolutismo. Ao levar em frente a revolução anti-absolutista, o partido proletário seria forçado a tomar o poder de Estado e também a introduzir o início da socialização. A não ser que a revolução proletária russa se estendesse para a avançada Europa capitalista, o Estado operário atrasado seria inevitavelmente destruído pela reação imperialista. A “revolução permanente” de Trotsky o posicionou à esquerda dos leninistas na questão da estratégia revolucionária, mas, com exceção de um momento histórico em 1905, ele permaneceu uma figura isolada no movimento socialdemocrata da Rússia pré-guerra.  
Revolução e Recrutamento em Massa
As diferenças com os Mencheviques sobre a natureza da revolução russa enfraqueceram, mas não eliminaram, os conciliadores bolcheviques, que queriam uma reunificação do POSDR. Entretanto, o ascenso revolucionário produziu uma nova divisão no campo bolchevique, e desta vez Lenin se encontrou tomando uma posição que não lhe era familiar na questão organizativa.
A radicalização de massa, particularmente após o Domingo Sangrento, 9 de janeiro de 1905, produziu dezenas de milhares de jovens trabalhadores militantes que desejavam se unir a um partido revolucionário socialista, a se juntar aos Bolcheviques. Entretanto, habituados a uma pequena rede secreta, muitos “homens dos comitês” Bolcheviques (os quadros que tinham construído núcleos socialdemocratas fortes nas difíceis condições da clandestinidade) resistiram à mudança radical na natureza de sua organização e no seu funcionamento. Eles se opuseram a uma política de recrutamento de massa e insistiram em manter um longo período de acompanhamento como um critério prévio para ser considerado membro.
Lenin se opôs inflexivelmente a esse conservadorismo do aparato e buscou transformar os Bolcheviques de uma organização com trabalho de agitação para um partido proletário de massa. Desde cedo, em fevereiro de 1905, num artigo chamado “Novas Forças e Novas Tarefas”, Lenin expressou preocupação com que a radicalização das massas estivesse muito além do crescimento da organização bolchevique:
“… nós devemos aumentar consideravelmente a admissão de membros em todo o partido e em órgãos a ele conectados para sermos capazes de manter, em alguma medida, extensão com o fluxo de energia popular revolucionária que foi multiplicado por cem. Isso, nem é preciso dizer, não significa que treinamento consistente e instrução sistemática nos conceitos marxistas devem ser deixados de lado. Nós devemos, entretanto, lembrar que no presente momento um significado muito maior no que diz respeito a treinamento e educação está atribuído às operações militares, que ensinam aos inexperientes precisamente e inteiramente nosso sentido de compromisso. Nós devemos lembrar que a nossa crença “doutrinária” no marxismo está agora sendo reforçada pela marcha dos eventos revolucionários, que está por toda a parte fornecendo lições objetivas às massase que todas essas lições confirmam precisamente o nosso dogma….”
“Jovens lutadores devem ser recrutados de forma mais ousada, ampla e rapidamente para todas as colunas de todas e de todo o tipo de nossos órgãos. Centenas de novos órgãos devem ser montados para este propósito sem um minuto de atraso. Sim, centenas; isso não é uma hipérbole, e que não venha ninguém me dizer que agora é ‘tarde demais’ para realizar tamanha tarefa organizativa. Não, nunca é tarde demais para organizar. Nós devemos usar a liberdade que nós estamos conseguindo pela lei e a liberdade que nós estamos tendo apesar da lei para reforçar e multiplicar todas as variedades de órgãos do partido.” [ênfase no original]
O conflito entre a política de recrutamento de massa de Lenin e os conservadores “homens dos comitês” foi uma das questões mais quentes do congresso bolchevique de abril de 1905. A moção de Lenin sobre o assunto ganhou por uma apertada maioria. Essa moção chama os Bolcheviques a
“… fazer todo esforço para reforçar os laços entre o partido e as massas da classe trabalhadora, elevando setores ainda mais amplos dos proletários para a completa consciência socialdemocrata, desenvolvendo sua atividade revolucionária socialdemocrata, fazendo assim com que o maior número possível de trabalhadores capazes de liderar o movimento e os órgãos do partido seja elevado a partir da massa da classe trabalhadora para membros dos centros locais e do meio partidário através da criação de um número máximo de organizações da classe operária ligadas ao nosso partido….”
– “Rascunho das Resoluções Entre Trabalhadores e Intelectuais nos Órgãos socialdemocratas”, abril de 1905
Em oposição à política de recrutamento de massa, os conservadores homens dos comitês bolcheviques citaram O Que Fazer? com sua linha de “quanto mais exigente, melhor”. Lenin replicou que a polêmica de 1902 buscava guiar a formação de um grupamento oposicionista dentro de um movimento politicamente heterogêneo de círculos de propaganda secretos. As tarefas que os Bolcheviques enfrentavam em 1905 eram, para dizer o mínimo, diferentes.
Lenin estava absolutamente certo ao se opor à atitude conservadora com relação ao recrutamento de massa durante a revolução de 1905. Se as dezenas de milhares de jovens trabalhadores subjetivamente revolucionários, mas politicamente crus, que vieram a tona não fossem recrutados pelos Bolcheviques, eles iriam naturalmente se juntar aos oportunistas Mencheviques, aos radicais populistas Socialistas Revolucionários ou aos anarquistas. O partido revolucionário teria sido privado de uma grande e importante geração proletária. Sem o recrutamento de massa o Partido Bolchevique teria sido esterilizado durante a revolução e daí em diante.
Outro aspecto do conservadorismo do aparato dos “homens dos comitês” bolcheviques era uma atitude sectária com relação às organizações de massa lançadas pela revolução – os sindicatos e, acima de tudo, os sovietes. O fundamental Soviete [Conselho] de São Petersburgo de Deputados dos Operários se originou em outubro de 1905 como um comitê geral centralizado de greves. Enquanto os Mencheviques mergulharam nos sindicatos e nos sovietes precisamente porque estes eram programaticamente frouxos, de uma natureza política heterogênea, uma seção da liderança dos Bolcheviques descreditava tais organizações como adversárias do partido.
Assim, em outubro de 1905, o comitê central Bolchevique na Rússia (Lenin ainda estava no exílio) endereçou uma “Carta a Todos os Órgãos do Partido” que declarava:
“Todas as organizações representam um certo estágio no desenvolvimento político do proletariado, mas se elas se localizam fora da socialdemocracia, elas estão, objetivamente, em perigo de manter o proletariado num nível político primitivo e assim subjugado aos partidos burgueses”.
– Citado em Tony Cliff, Lenin – Volume I: Construindo o Partido (1975)
A atitude inicial sectária dos Bolcheviques com relação aos sovietes permitiu aos Mencheviques desempenhar neles um papel de liderança ao preencher um vácuo político. Dessa forma Trotsky, como presidente do Soviete de São Petersburgo, emergiu como o mais proeminente revolucionário socialista em 1905.
Assim como havia lutado por uma política de recrutamento de massa, Lenin interviu para corrigir uma atitude sectária abstencionista com ralação aos sovietes. Numa carta para a imprensa bolchevique chamada “Nossas Tarefas e o Soviete de Deputados dos Operários” (novembro de 1905) ele escreveu:
“… o Soviete de Deputados de Operários ou o partido? Acho que seria errado pôr a pergunta desta forma e que a decisão deve certamente ser: ambos o Soviete de Deputados de Operários e o partido. A única questão – e uma altamente importante – é como dividir, e como combinar, as tarefas do Soviete e aquelas do Partido Operário Social Democrata Russo.”
“Eu creio que não seria aconselhável ao Soviete aderir inteiramente a um único partido qualquer.” [enfase no original]
Assim como Trotsky, Lenin considerava os sovietes a base organizativa para um governo revolucionário:
“Na minha cabeça, o Soviete de Deputados dos Operários, como um centro revolucionário provendo liderança política, não é uma organização ampla demais, mas ao contrário, muito restrita. O Soviete deve declarar a si mesmo o governo provisório revolucionário, ou formar tal governo, e por todos os meios recorrer para este fim a participação de novos deputados, não apenas de trabalhadores, mas antes de tudo, de marinheiros e soldados…; em segundo lugar, do campesinato revolucionário, e em terceiro, da intelligentsia burguesa revolucionária. O Soviete deve selecionar um forte núcleo para o governo provisório revolucionário e reforçá-lo com representantes de todos os partidos democratas revolucionários (mas, é claro, apenas revolucionários, e não liberais).”
– Idem.
A orientação positiva de Lenin com relação aos sindicatos e sovietes em 1905 não representa uma mudança em sua posição prévia sobre um partido de vanguarda. Ao contrário, o conceito de um partido de vanguarda pressupõe e de fato requer organizações muito amplas através das quais o partido possa liderar as massas de trabalhadores de consciência mais atrasada. O Que Fazer? declara muito claramente a relação entre o partido e os sindicatos:
“As organizações dos trabalhadores para luta econômica devem ser as organizações sindicais. Todo trabalhador socialdemocrata deveria tão quanto possível ajudar e efetivamente construir essas organizações. Mas, enquanto isso é verdade, certamente não é do nosso interesse exigir que apenas socialdemocratas sejam eleitos como membros nos sindicatos, uma vez que isso apenas iria estreitar o escopo de nosa influência nas massas. Deixemos cada trabalhador que entenda a necessidade de união para lutar contra os patrões e o governo se juntar aos sindicatos. O objetivo exato dos sindicatos seria impossível de ser atingido, se eles não reunissem todos aqueles que adquiriram pelo menos o mais elementar nível de compreensão, se eles não fossem organização muitoamplas. Quanto mais amplas essas organizações, mais amplo vai ser o nosso nível de influência sobre elas.” [ênfase no original]
Lenin Renunciou a O Que Fazer?
Quase todo revisionista de direita se apoiou na luta de Lenin por uma política de recrutamento de massa e contra o conservadorismo do aparato do partido para afirmar que o fundador do comunismo moderno abandonou os princípios de O Que Fazer? nessa ocasião e daí por diante. O movimentista-reformista britânico Tony Cliff conclui que em 1905:
“Sobre a idéia de que consciência socialista só poderia ser trazida de “fora”, e de que a classe podia alcançar espontaneamente apenas uma consciência sindical, Lenin agora formulava sua conclusão em termos que eram o oposto absoluto daqueles de O Que Fazer? Num artigo chamado ‘A Reorganização do Partido’, escrito em novembro de 1905, ele diz sem rodeios: ‘A classe trabalhadora é instintivamente, espontaneamente socialdemocrata’.”
– Op. cit.
Jean-Jacques Marie, líder da neo-kautskista Organização Comunista Internacionalista francesa, diz praticamente a mesma coisa:
“Lenin abandonou a rigidez na definição que ele tinha dado da relação entre ‘consciência’ e ‘espontaneidade’. Após o segundo congresso (agosto de 1903) ele indicou que tinha ‘pego pesado’ ou ‘arrancado o bastão quebrado pelos economicistas e o quebrado pro outro lado’. A revolução de 1905 só poderia forçá-lo a restringir a função histórica de O Que Fazer? a um momento particular.”
– Introdução a O Que Fazer? (1966)
Porque todos os tipos de reformistas e centristas exploram a luta de Lenin em 1905 contra o conservadorismo do aparato por propósitos anti-leninistas, é extremamente importante definir precisamente as questões de tal disputa. Que aspecto ou aspectos de O Que Fazer? Lenin considerava ainda relevantes em 1905?
Lenin não mudou sua posição com relação à consciência e espontaneidade. Em 1905 e até a sua morte, ele manteve que o partido de vanguarda revolucionária era inequivocamente a expressão consciente dos interesses históricos do proletariado. Como nós apontamos, o congresso bolchevique de abril de 1905, onde Lenin lutou por uma campanha de recrutamento de massa, condenou os Mencheviques por uma “tendência geral de menosprezar o significado da consciência, que eles subordinam à espontaneidade, na luta proletária”. Lenin não considerava que os “jovens lutadores” e futuros recrutas em 1905 fossem mais politicamente avançados que os homens dos comitês bolcheviques. Ao contrário, ele insistiu que os notáveis e empenhados homens dos comitês podiam e deveriam elevar os subjetivamente revolucionários “jovens lutadores” ao seu próprio nível.
Lenin não jogou descarga abaixo o programa revolucionário do partido para atrair trabalhadores de consciência rebaixada; ele não caiu em demagogia. Isso fica óbvio da passagem citada em “Novas Forças e Novas Tarefas”. Ele também não acreditava que recrutamento amplo requeria uma queda de nível na responsabilidade e disciplina dos membros. O congresso bolchevique de abril substituiu a definição frouxa de Martov de 1903 sobre a condição de membro com a posição de Lenin quanto a participação formal na organização. Nem mesmo Lenin achava que a transformação dos Bolcheviques num partido operário de massas deveria levar a um significativo relaxamento no centralismo organizativo. Através desse período ele reafirmou sua crença de que centralismo era um princípio organizativo fundamental da socialdemocracia revolucionária. Por exemplo, no artigo “O Congresso de Jena do Partido Socialdemocrata Alemão” (setembro de 1905), ele escreveu:
“É importante que a mais marcante característica desta revisão [das regras do SPD] deveria ser sublinhada, ou seja, a tendência em direção a maior, mais abrangente e mais rigorosa aplicação do princípio do centralismo, o estabelecimento de uma organização mais forte….”
“No todo, isso obviamente mostra que o crescimento do movimento socialdemocrata e de seu espírito revolucionário necessariamente e inevitavelmente leva ao estabelecimento consistente do centralismo.”
Construindo nas Bases de O Que fazer?
Em que sentido então Lenin considerava O Que Fazer? como inaplicável para as tarefas que os Bolcheviques enfrentavam em 1905? Em 1905 Lenin defendia uma redução do até então nível normal de experiência política e conhecimento requerido para recrutamento e também para responsabilidades de liderança. E essa mudança não estava tanto no conceito de Lenin de um partido de vanguarda como na consciência do proletariado russo. Nas condições clandestinas de 1902-3, apenas um pequeno número de trabalhadores avançados iria aderir ao programa socialdemocrata revolucionário, arriscando-se à prisão e ao exílio, e aceitariam a disciplina da recém-formada tendência do POSDR. Após o Domingo Sangrento dezenas de milhares de jovens militantes trabalhadores e também pequeno-burgueses radicais queriam se tornar revolucionários socialdemocratas, até onde eles entendiam o que isso significava. Recrutamento amplo em 1902-3 teria sufocado os elementos revolucionários do POSDR numa massa de trabalhadores russos atrasados, ortodoxos e liberal-czaristas. Em 1905, a sólida organização dos quadros Bolcheviques foi capaz de assimilar um grande número de trabalhadores radicalizados, apesar de politicamente crus.
O recrutamento de massa de Lenin em 1905 não foi nem um repúdio e nem uma correção dos princípios expressos em O Que Fazer? mas se baseou em sua bem-sucedida implementação. Uma condiçãoprévia para um recrutamento amplo durante uma crise revolucionária é uma homogênea organização de quadros. E Lenin explicitamente declara isso nessa passagem, que o próprio Cliff cita, mas se recusa ou é incapaz de entender:
“Há perigo em se acomodar diante de um repentino influxo de um grande número de militantes não-socialdemocratas no partido. Se isso ocorresse, o partido se dissolveria entre as massas, ele deixaria de ser a vanguarda consciente da classe, seu papel seria reduzido ao de um rabo atrás das massas. Isso iria significar um período bastante deplorável de fato. E esse perigo poderia, sem dúvida alguma se tornar muito sério se nós mostrássemos alguma inclinação em direção à demagogia, se nos faltassem princípios partidários (programa, regras táticas, experiência organizativa), ou se esses princípios fossem fracos e instáveis. Mas o fato é que não existe ‘se’…. Nós exigimos consciência de classe daqueles que se unem ao partido, nós insistimos na tremenda importância da continuidade no desenvolvimento do partido, nós pregamos disciplina e exigimos que cada um dos membros do partido seja treinado em alguma das organizações partidárias. Nós estabelecemos firmemente o programa partidário que oficialmente reconhecido por todos os socialdemocratas e as propostas fundamentais que não geraram nenhum criticismo…. Nós temos resoluções sobre táticas que funcionaram consistentemente no segundo e terceiro congressos e no curso de muitos anos de trabalho da imprensa socialdemocrata. Nós também temos alguma experiência organizativa e uma organização de verdade, que desempenhou um papel educativo e sem dúvida trouxe frutos.” [ênfase no original]
– “A Reorganização do Partido” (novembro de 1905)
Um fraco grupo de propaganda ou partido pequeno, heterogêneo que abre as suas portas durante um levante revolucionário será mergulhado num pântano de imaturidade e impressionismo, elementos voláteis que levarão esse partido ao desastre. Isso é precisamente o que aconteceu à Liga Spartacus alemã de Luxemburgo e Liebknecht entre 1918-19. Os bolcheviques de Lenin em 1905 foram capazes de evitar o destino trágico de Liga Spartacus porque eles haviam construído uma organização de acordo com os princípios de O Que Fazer? nos cinco anos anteriores.
Diferente dos Bolcheviques, os Mencheviques foram de certa forma envolvidos pela sua massa de recrutas radicalizados. Sob o impacto do aprofundamento da revolução, a liderança Menchevique de fato rachou. O principal seguidor de Martov, Theodore Dan, e Martynov (dentre todos) apoiaram a campanha de Trotsky por um “governo dos trabalhadores”. O próprio Martov e Plekhanov aderiram à posição menchevique oficial de se abster da luta pelo poder governamental. Assim a revolução de 1905 fez com que as duas maiores figuras de autoridade do menchevismo ficassem isoladas na ala direita de sua própria tendência.
É duvidoso que Lenin acreditasse que a ampla maioria daqueles que foram recrutados em 1905 permanecessem bolcheviques a longo prazo, particularmente se a revolução falhasse (como falhou) e um período de reação se estabelecesse. Mas entre os primeiros atraídos para a luta revolucionária em 1905, era difícil distinguir os elementos genuinamente avançados dos politicamente atrasados ou com desvios, os revolucionários de mente séria daqueles simplesmente pegos no calor do momento. Apenas tempo e disputa interna iriam poder separar os futuros bolcheviques recrutados durante a revolução dos acréscimos acidentais. Durante a revolução de 1905 o verdadeiro Partido Bolchevique continuou sendo os homens dos comitês do tempo do Iskra: os novos recrutas eram militantes aspirantes.
Sob condições normais uma organização revolucionária seleciona, educa e treina seus membros em grande parte antes de eles entrarem. Esse processo preparatório frequentemente ocorre através de uma organização intermediária (por exemplo, comitê de mulheres, colateral sindical, coletivo estudantil). Mas durante o levante revolucionário, tal longo período de pré-recrutamento pode privar o partido de vanguarda de alguns dos melhores jovens lutadores que querem se prestar a um papel político maior através da participação no partido. Havendo um núcleo de quadros suficientemente grande e sólido, o partido de vanguarda pode buscar recrutar todos os elementos aparentemente saudáveis que concordarem com o programa marxista revolucionário tão bem quanto o entenderem. O processo de seleção e educação ocorre então internamente.

Recrutamento de massa durante uma revolução representa, de forma extrema, uma característica geral do crescimento e desenvolvimento do partido. A transição de um círculo de propaganda para um partido operário de massas não é um processo uniforme, linear. Períodos de rápido crescimento e expansão em novos meios são tipicamente seguidos por um período de consolidação, marcado por um certo giro para dentro, em direção à cristalização de uma nova camada de quadros.

Em junho de 1907, Lenin trouxe a tona uma coleção dos seus principais escritos intitulada Doze Anos.A essa altura os Bolcheviques eram ainda um partido de massas na legalidade com um tamanho aproximado de 45.000 membros. A vitória da reação czarista ainda não havia reduzido os Bolcheviques a uma rede clandestina relativamente pequena. A condição dos Bolcheviques no começo de 1907 e a situação que eles enfrentaram era então muito diferente do período do Iskra entre 1902-1903.
Lenin então teve que explicar e enfatizar o contexto histórico e propósito fracional de O Que Fazer? Em seu prefácio para Doze Anos, Lenin observa que
“Os economicistas tinham ido a um extremo. O Que Fazer?, como eu disse, corrige o que tinha sido distorcido pelos economicistas….”
“O significado dessas palavras é suficientemente claro: O Que Fazer? é uma correção controversa das distorções dos economicistas e seria errado considerar o livro sob qualquer outro ângulo.”
Todo revisionista de direita (por exemplo, Tony Cliff, J.J. Marie) se apoiou nessas duas frases como se elas fossem um vale para o paraíso, para poder considerar o que Lenin disse em O Que Fazer? como uma declaração política historicamente obsoleta e exagerada. Isso é uma distorção fundamental da intenção de Lenin. O Que Fazer? pareceria unilateral em 1907 porque tratava da cristalização de um partido agitativo composto por revolucionários profissionais a partir de um frouxo movimento de círculos de propaganda. A polêmica de 1902 não lidava com a transformação de tal organização agitativa em um partido operário de massas, nem com os problemas e tarefas de um partido revolucionário de massas.
No mesmo prefácio para Doze Anos, Lenin observa que construir uma organização de revolucionários profissionais é um estágio necessário em criar um partido proletário revolucionário, do qual aqueles serão o núcleo vital. Ele aponta que os homens de comitê do período do Iskra formaram as bases de todas as organizações bolcheviques subsequentes:
“Surge a questão sobre quem realizou, quem trouxe até essa etapa superior de unidade, solidariedade e estabilidade o nosso partido. Isso foi realizado pela organização de revolucionários profissionais, construção à qual o Iskra fez a maior contribuição. Qualquer um que conheça bem a história do partido, qualquer um que tenha dado uma mão na construção do partido, só tem que olhar a lista de delegados de qualquer dos grupos, digamos, no Congresso de Londres [de 1907] para ser convencido e perceber de uma só vez que é uma lista dos velhos membros, o núcleo central que trabalhou mais do que todos para construir o partido e fazer dele o que é hoje.”

Lenin e o Partido de Vanguarda (2)

Bolchevismo vs. Menchevismo: o Racha de 1903   

 
 
O segundo congresso do POSDR, realizado em Bruxelas e posteriormente em Londres em Julho e Agosto de 1903, deveria ser a culminância do projeto do grupo do Iskra para criar um partido centralizado baseado num programa compreensível. (Em parte por causa da repressão, o congresso formal de fundação do POSDR em 1898 não modificou a natureza da socialdemocracia russa de ser um movimento de círculos de debate locais). Os economicistas não foram excluídos do congresso, mas ele foi arranjado de tal forma que o grupo do Iskra seria uma maioria decisiva. O grupo do Iskra contava com cerca de dois terços dos 46 delegados do segundo congresso. Do terço restante, cerca de metade eram anti-iskraistas. Esses consistiam de uns poucos economicistas proeminentes (Martynov, Akimov) e a Liga (Bund) Judaica seminacionalista, que reivindicava ser o único representante do proletariado judeu e exigia um partido federativo.
 
Na primeira fase do congresso, uma maioria iskraista sólida aprovou sua linha. O grupo do Iskra, incluindo futuros mencheviques, votou unanimemente por um programa que incluía elementos posteriormente muito característicos do leninismo. Por exemplo, a seção “Sobre a Luta Sindical” contém a seguinte passagem:
“Até onde essa luta se desenvolva isolada da luta política do proletariado levada pelo partido socialdemocrata, ela leva à fragmentação das forças proletárias e à subordinação do movimento dos trabalhadores aos interesses das classes proprietárias.”
– Robert H. McNeal, Ed., Resoluções e Documentos do Partido Comunista da União Soviética (1974)
Entretanto, por baixo da aparentemente sólida frente do grupo do Iskra, haviam consideráveis tensões. Uma potencial polaridade era entre Lenin e Martov, que era consistentemente mais conciliatório com os elementos não iskraistas e anti-iskraistas da socialdemocracia russa. Até mesmo antes do congresso, Martov era amplamente conhecido como um iskraista “leve” e Lenin como um “rígido”. Consequentemente, aqueles apoiadores do Iskra que eram a favor de um papel maior para os não-iskraistas num partido unitário tinham Martov como seu líder natural; aqueles desejosos de que os iskaistas mantivessem um controle mais apertado do partido tinham Lenin.
As tensões entre os “rígidos” liderados por Lenin e os “leves” liderados por Martov se manifestou através de uma série de disputas menores desde o começo do congresso. Como é bem conhecido, essa tensão explodiu sobre o primeiro parágrafo das regras que definiam a admissão de membros. O rascunho de Martov definia um membro como quem “presta assistência pessoal ao partido em uma das organizações da qual faça parte”. O critério de admissão de Lenin era “por participação pessoal em uma das organizações do partido”.
A definição mais seleta de Lenin sobre a qualidade de membro foi motivada tanto por um desejo geral de excluir oportunistas (que eram menos passíveis de aceitar os rigores e perigos de uma participação organizativa integral) quanto por um desejo de afastar os diletantes que tinham sido atraídos para a socialdemocracia russa precisamente por causa da sua natureza frouxa de círculos de debate. Interessantemente, foi Plekhanov que ressaltou o aspecto anti-oportunista de um partido mais seleto, enquanto Lenin deu maior ênfase a aspectos de consideração mais prática e conjuntural. Aqui está o centro do argumento de Plekhanov:
“A maior parte da intelligentsia vai ter medo de entrar, contaminados como estão com o individualismo burguês, mas isso fará bem, já que esses indivíduos burgueses geralmente consistem em representantes de todos os tipos de oportunismo. Os oponentes do oportunismo deveriam votar então pelo projeto de Lenin, que fecha a porta da sua entrada para dentro do partido.”
– citado em Leopold H. Haimson, Os Marxistas Russos e as origens do bolchevismo(1955)
Lenin interviu sobre algo em nível diferente:
“A raiz do erro cometido por aqueles que defendem a formulação de Martov é que eles não somente ignoram um dos maiores males da vida do nosso partido, como também o santificam. O mal é que, em um tempo em que o descontentamento político é quase universal, quando as condições requerem que nosso trabalho seja realizado em completo sigilo, e quando a maioria de nossas atividades tem de ser confinadas a círculos secretos ou até mesmo a reuniões privadas, é extremamente difícil, quase impossível, na verdade, para nós distinguir aqueles que apenas falam daqueles que cumprem suas tarefas.Dificilmente há outro país no mundo onde a confusão entre essas duas categorias é tão comum e tão produtora de tais problemas sem limites como na Rússia…. Seria melhor se dez daqueles que cumprem suas tarefas ficassem fora do partido … do que se um daqueles que apenas falam tivesse o direito e a oportunidade de ser membro do partido. Esse é um principio que me parece indiscutível, e que me obriga a lutar contra Martov” [nossa ênfase]
– “Segundo Discurso na Discussão sobre as Regras do Partido” (15 de Agosto de 1903)
Com o apoio dos economicistas, membros do Bund e centristas, a formulação de Martov foi aprovada. Entretanto, os economicistas e membros do Bund judaico logo em seguida deixaram o congresso quando este se recusou a aceitar os seus respectivos apelos organizacionais. Isso deu aos “rígidos” de Lenin uma maioria apertada. O racha decisivo ocorreu a respeito da eleição do corpo editorial do Iskra. O antigo conselho editorial continha quatro apoiadores “leves” de Martov e mais Lenin e Plekhanov. Lenin propôs que o corpo editorial fosse reduzido para três membros com ele e Plekhanov formando uma maioria “rígida”. Essa proposta causou um problema altamente emocional já que os veteranos, Axelrod e Zasulich, eram queridinhos sentimentais no partido. Quando a proposta de Lenin foi aprovada, os seguidores de Martov se recusaram a trabalhar tanto no quadro editorial quanto no comitê central.
Um debate muito polêmico é centrado na questão de que Lenin teria informado a Martov seu plano para reduzir o conselho editorial antes do congresso, e Martov teria concordado, etc. A pré-história da luta sobre o conselho editorial é incerta porque aconteceu em discussões privadas. O que é claro é que a falta de disposição de Lenin a se comprometer na questão dependia do resultado sobre o critério para ser militante. Foi definitivamente Lenin que iniciou a luta entre as tendências. Ele se recusou a considerar as diferenças sobre as questão da admissão de membros uma disputa casual, mas insistiu que ela formasse a base de uma representação de maioria-minoria nos órgãos de lideranças do partido.
O período entre o segundo congresso e o começo da revolução de 1905 foi marcado pela erosão da maioria “rígida” de Lenin. Ao longo desse período a maior parte da energia política de Lenin foi dirigida contra aqueles que apoiavam a maioria e que queriam restaurar a unidade, capitulando aos Mencheviques, revertendo as decisões do segundo congresso e liquidando a Tendência Bolchevique.
Os Mencheviques contra-atacaram primeiro num congresso da Liga Estrangeira da Socialdemocracia Russa em outubro de 1903, onde eles conseguiram uma maioria apertada. Quando a Liga se recusou a reconhecer a autoridade dos órgãos de liderança eleitos no segundo congresso, os Bolcheviques se retiraram. Isso finalizou o racha.
Enquanto Plekhanov apoiava a Tendência Bolchevique, ele se privou de um racha definitivo sobre o que parecia ser uma questão puramente organizacional ao invés de uma questão de princípios. Na reunião de uma colateral bolchevique em novembro, ele deixou escapar: “Eu não posso atirar em meus próprios camaradas. É melhor dar um tiro na cabeça do que rachar” (citado em Samuel H. Baron, Plekhanov, Pai do Marxismo Russo [1963]). Daí em diante ele usou sua autoridade para cooptar para o conselho editorial do Iskra os quatro apoiadores de Martov do conselho antigo; Lenin se retirou em protesto.
Durante 1904, um comitê central composto apenas por bolcheviques, ao qual Lenin se juntou após sair do Iskra, tomaria o rumo oposto de Plekhanov. Lenin, acreditando que seus apoiadores eram mais fortes entre os membros do comitê central na Rússia do que entre o meio mais intelectual no exílio, chamou um novo congresso do partido para restabelecer sua maioria e recapturar o agora órgão de informação menchevique, o Iskra. O comitê central se opôs a um novo congresso, cooptou três mencheviques e efetivamente expulsou Lenin daquele órgão.
No fim de 1904, Lenin rompeu completamente com os órgãos centrais oficiais do partido e estabeleceu um comitê central realmente bolchevique chamado Escritório dos Comitês da Maioria. No começo de 1905, os Bolcheviques criaram seu próprio órgão, o Vperyod.
A lógica da disputa de tendências levou os Mencheviques à direita; gradualmente, eles repetiram as políticas dos derrotados economicistas. Martov e Plekhanov escreveram artigos de autocrítica sobre o velho Iskra, declarando que tinham sido unilaterais (em outras palavras, leninistas) nos seus ataques aos economicistas. A fusão orgânica dos Mencheviques e economicistas foi assinalada pela cooptação de A.S. Martynov para o conselho editorial do novo Iskra.
Os leninistas viram sua luta contra os mencheviques tanto prática quanto organizativamente, como uma repetição da luta dos iskraistas contra os economicistas. Um dos braços direitos de Lenin, Lyadov, instruiu um apoiador dos Bolcheviques no fim de 1904 a refazer a campanha contra os economicistas.
“Nós não estamos aqui para deixar o partido, mas para lutar por tudo que vale a pena…. Nós devemos conquistar toda a Rússia [leia-se os comitês] apesar das instituições centrais, e nós devemos fazer isso do mesmo modo como o Iskra fez uma vez. Nós temos que repetir o trabalho do Iskra e completá-lo.”
– citado em J. L. H. Keep, O Nascimento da socialdemocracia na Rússia (1963)
No começo de 1905, Lenin estava convencido de que a liderança dos Mencheviques era incorrigível e que eram organizativamente oportunistas sem princípios, e declarou um racha completo. Em contraste com a política quanto aos economicistas, Lenin opôs a permissão para que os líderes mencheviques participassem de um novo congresso do partido, no qual ele tinha a intenção de fundar um Partido Bolchevique:
“Os centros [mencheviques] podem e devem ser convidados, mas lhes garantir direito de voto é, eu repito, loucura. Os centros, é claro, não virão ao nosso congresso de forma alguma; mas porque lhes dar uma nova chance de cuspir na nossa cara? Por que essa hipocrisia, esse jogo de esconde-esconde? Nós falamos do racha de forma aberta, nós chamamos os seguidores do Vperyod para um congresso, nós queremos organizar um partido do Vperyod, e nós queremos romper imediatamente com quaisquer e com todasas conexões com os desorganizadores e ainda assim, temos a lealdade perturbando nossos ouvidos, nos chamando a agir como se um congresso de reconciliação do Iskra com o Vperyod fosse possível.” [ênfase no original]
– “Carta para A.A. Bogdanov e S.I. Gusev”, 11 de fevereiro de 1905
Como Lenin projetou, os Mencheviques boicotaram o terceiro congresso (todo composto por Bolcheviques) ocorrido em Londres em abril de 1905 e deram brecha ao agrupamento de seus próprios rivais.
O que leninismo significava em 1904? Acima de tudo representava um firme comprometimento com a socialdemocracia revolucionária, particularmente com o papel de liderança de um partido proletário na luta contra o czarismo absolutista. Além disso, representava uma atitude intransigente com relação aos oportunistas declarados, como os líderes economicistas, e uma atitude de remover esperanças na sua possível conversão para as políticas revolucionárias. Lenin estava comprometido com um partido centralizado, disciplinado e por consequência intransigentemente hostil com a característica de círculos de debate amplos do movimento socialdemocrata russo. A não ser no critério de aceitação de membros, essas diferenças entre os Bolcheviques de 1904 e os Mencheviques eram difíceis de serem expressas como princípios contrários. Elas se manifestaram ao redor de problemas organizativos concretos e pareceram para a maioria dos que estavam de fora (como Kautsky) representar diferenças de grau muito mais do que diferenças de princípio.  
A Polêmica Menchevique de Trotsky
Entre as numerosas críticas anti-Lenin em 1903-04, o texto de Trotsky “Nossas Tarefas Políticas” foi muito menos significante que aqueles de Axelrod, Plekhanov e Luxemburgo. Entretanto, por causa da autoridade que Trotsky viria a ter como um grande revolucionário, vários reformistas e centristas dão vida nova à sua polêmica de 1904. Tony Cliff, líder de longa data do Socialistas Internacionais britânicos (agora Partido Socialista dos Trabalhadores), devotou um ensaio inteiro à “profecia” de Trotsky de que as concepções organizativas de Lenin levariam o partido a “substituir por si próprio as classes trabalhadoras” (“Trotsky sobre substituísmo”, International Socialism, Outono de 1960; reimpresso na coleção do Socialistas Internacionais, Partido e Classe [Londres]). Em particular, esses socialdemocratas de esquerda, alegando que Trotsky previu que o leninismo leva ao stalinismo, invariavelmente citam a passagem a seguir:
“Na política interna do partido, esses métodos [leninistas], como nós veremos, levam os organizadores do partido a substituir o partido em si próprio, o comitê central [a substituir] os organizadores do partido e finalmente um ditador [a substituir] o comitê central.”
– De “Nossas Tarefas Políticas”, na seção Leon Trotsky, Escritos sobre a Organização Revolucionária (Hamburgo, 1970)
Por outro lado, os stalinistas exploraram o “Nossas Tarefas Políticas” para argumentar que a hostilidade de Trotsky à burocracia soviética não era nada além do que a expressão de um menchevismo regenerado.
Além de uma grande dose de hostilidade subjetiva em direção a Lenin motivada por um apego sentimental aos pioneiros do marxismo russo, a polêmica de Trotsky, como a de Luxemburgo, é baseada numa concepção ultra-kautskista sobre a questão do partido. Ele vê as tarefas do partido como a de elevar toda a classe a uma consciência socialdemocrata através de um processo longo e pedagógico:
“Um método consiste em tomar o livre pensamento do proletariado, como umasubstituição política do proletariado; o outro consiste de educação política do proletariado, sua mobilização política, para exercer certa pressão sobre a vontade de todos os grupos e partidos políticos….”
“O partido é baseado no dado nível de consciência política do proletariado, e intervêm em cada grande evento político com o objetivo de transferir a linha de desenvolvimento na direção dos interesses do proletariado; e, ainda mais importante, com o objetivo de elevar o nível de consciência, para então se basear num nível de consciência aumentado e novamente usa-lo para alcançar seu duplo objetivo.” [ênfase no original]
Trotsky aqui é altamente influenciado por Axelrod, frequentemente citado na polêmica, que nesse momento decidiu chamar por um inclusivo, não-partidário “congresso dos trabalhadores”. Isso teria como efeito a liquidação do frágil e iniciante POSDR.
Adiar a luta revolucionária pelo poder até que a classe trabalhadora por inteiro tenha alcançado uma consciência socialista é relegá-la ao “dia em que os porcos criarem asas”; no capitalismo, a classe trabalhadora em sua esmagadora maioria não pode transcender completamente a influência ideológica da burguesia. O partido revolucionário de vanguarda deve liderar as massas dos trabalhadores ativos na luta, mas entre esses trabalhadores há muitos nos quais as convicções socialistas serão parciais, inconsistentes e episódicas.
Na sua grandiosa polêmica anti-menchevique desse período “Um Passo para Frente, Dois Passos para Trás” (maio de 1904), Lenin responde sucintamente à posição de Trotsky/Axelrod:
“O partido, como a vanguarda da classe trabalhadora, não deve ser confundido, então, com a classe como um todo. E o camarada Axelrod é culpado apenas desta confusão (que é característica do nosso economicismo em geral)….”
“Nós somos o partido de uma classe, e dessa forma quase toda a classe (e em tempos de guerra, em período de guerra civil, a classe inteira) deveria agir sob a liderança do nosso partido, deveria se aproximar do partido o máximo possível. Mas seria “seguidismo” achar que a classe inteira, ou quase a classe inteira, pode algum dia elevar-se, ainda no capitalismo, ao nível de consciência e atividade da sua vanguarda, do seu partido socialdemocrata.” [ênfase no original]
Deve ser notado que a formulação de Lenin das relações classe-partido ainda não romperam completamente com o “partido de toda a classe” kautskista, uma vez que ele obviamente pressupõe um único partido baseado no proletariado.
Não é substituísmo um partido revolucionário liderar – através de sindicatos, comitês de fábrica, conselhos operários, etc – as massas de trabalhadores que não são conscientemente socialistas. Isso é precisamente a tarefa da vanguarda revolucionária. Substituísmo é quando a vanguarda se envolve em ações militares contra a burguesia sem o apoio das massas não-partidárias. Substituísmo se manifesta em golpismo, terrorismo, guerrilheirismo, dualismo sindical ou ações isoladas durante uma greve geral (como a ação alemã do março de 1921). Apesar de repetidas acusações mencheviques de blanquismo, os Bolcheviques de Lenin não engajaram em tais aventureirismos. Na véspera da Primeira Guerra Mundial os Bolcheviques tinham se tornado o partido de massa do proletariado industrial russo, superando de longe os mal-organizados Mencheviques díspares.
De qualquer forma, aqueles que usam a polêmica antiga de Trotsky com o leninismo devem acertar as contas com a própria renuncia posterior de Trotsky e crítica a suas posições mencheviques e conciliatórias naqueles anos. Em Minha Vida (1929) ele escreveu sobre o congresso de 1903 do POSDR:
“Meu rompimento com Lenin ocorreu no que pode ser considerado um terreno ‘moral’ ou até mesmo pessoal. Mas isso era meramente na superfície. No fundo, a separação era de natureza política e meramente se expressou no campo dos métodos organizativos. Eu me considero um centralista. Mas não há dúvida de que naquele tempo eu não compreendia completamente que o partido revolucionário necessitaria de um centralismo intenso e imperioso para liderar milhões de pessoas numa guerra contra a antiga ordem.”
Trotsky nunca autorizou uma reimpressão de “Nossas Tarefas Políticas”, e ela foi explicitamente excluída da edição russa de seus trabalhos publicada antes da usurpação stalinista.  
Por Trás da Polêmica Anti-leninista de Luxemburgo
O texto de Rosa Luxemburgo “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa”, publicado no jornal teórico do SPD, Neue Zeit, e no Iskra menchevique, é provavelmente a mais intrinsecamente significativa das polêmicas anti-Lenin seguidas ao racha de 1903. Ela se afasta das questões imediatas e das recriminações pessoais do racha, e ela não cai num clima de unitarismo superficial. As diferenças de Luxemburgo com Lenin existiam tanto no nível dos problemas, tarefas e perspectivas do movimento russo quanto no da natureza da socialdemocracia em geral. Tanto no caso russo quanto no geral, essas diferenças se concentraram na natureza do oportunismo e como combatê-lo.
Suas diferenças sobre o oportunismo socialdemocrata na Rússia podem ser brevemente expressas no que se segue. Antes da revolução de 1905, Lenin via o maior perigo oportunista na adaptação ao czarismo absolutista; Luxemburgo via na subordinação do proletariado russo à democracia burguesa revolucionária fora do poder. Para Lenin, um oportunista socialdemocrata era um diletante pronto a fazer as pazes pessoalmente com a sociedade czarista, e talvez um aspirante a oficial sindical. Para Luxemburgo, um oportunista socialdemocrata era um demagogo radical burguês lutando na verdade por poder governamental, uma versão russa do líder francês radical Georges Clemenceau, um ex-blanquista.
Para Lenin entre 1901 e 1904, e para a tendência do Iskra como um todo, a maior expressão do oportunismo socialdemocrata russo era o economicismo, um amálgama de agitação sindical mínima, passiva adaptação ao czarismo liberal, regionalismo organizativo e funcionamento individualista. Luxemburgo não era menos oposta ao puro e simples sindicalismo do que Lenin, mas evidentemente não considerava o economicismo como uma corrente oportunista séria na Rússia, como um sério concorrente pela influência sobre a classe operária. Assim como Lenin tomou o espírito de círculos de debate e o individualismo anarquizante como seus maiores inimigos no nível organizativo, Luxemburgo parecia considerar esses traços um custo indireto inevitável de um determinado estágio do movimento socialdemocrata na Rússia. Quando o proletariado socialista é pequeno, acreditava Luxemburgo, um movimento frouxo de propaganda de círculos de debate locais é o normal e, de certo modo, uma expressão organizativa saudável da socialdemocracia:
“Como realizar uma transição a partir do tipo de organização característica de um estágiopreparatório do movimento socialista – geralmente simbolizado por grupos locais e clubes desconexos – para a unidade de um corpo nacional grande, adequado para ações políticas organizadas sobre todo o vasto território regido pelo Estado russo? Esse é o problema específico com o qual a socialdemocracia russa tem se atrapalhado a algum tempo.”
“Autonomia e isolamento são as características mais pronunciadas da velha forma organizacional. É, dessa forma, compreensível o porquê de o slogan daqueles que querem ver uma organização inclusiva a nível nacional ser ‘Centralismo!’…”
“As condições indispensáveis para a realização do centralismo socialdemocrata são: 1. A existência de um grande contingente de trabalhadores educados na luta política. 2. A possibilidade para os trabalhadores de desenvolver sua própria atividade política através de influência direta na vida pública, numa imprensa do partido, em congressos públicos, etc.”
“Essas condições ainda não estão completamente formadas na Rússia. A primeira – uma vanguarda proletária consciente de seus interesses de classe e capaz de dirigir a si própria em atividade política – está apenas agora emergindo na Rússia. Todos os esforços da agitação socialista e da organização deveriam ter o objetivo de acelerar a formação de tal vanguarda. A segunda condição pode ser alcançada somente sob um regime de liberdade política” [ênfase nossa]
– Luxemburgo, “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa”
A crença de Luxemburgo numa transição gradual de um movimento de círculos locais até um partido unitário e centralizado não era apenas contraposta ao leninismo, mas logicamente a posicionava fora e à direita do grupo do Iskra em geral antes do racha.
A visão expressa acima está em certo desacordo com a verdadeira prática organizativa de Luxemburgo na parte polonesa do império russo. O Socialdemocracia do Reino da Polônia e da Lituânia (SDRPeL) de Luxemburgo e Jogiches era uma organização de propaganda muito pequena, porém altamente centralizada. E, ao contrário dos Bolcheviques de Lenin, o SDRPeL de Luxemburgo cometeu sérios erros sectários e ultra-esquerdistas (veja “Lenin vs. Luxemburgo Sobre a Questão Nacional”, Workers Vanguard Num.150, 25 de março de 1977).
A menção ao SDRPeL é um lembrete de que não se pode simplesmente tomar “Problemas Organizativos da socialdemocracia Russa” como uma prova dos fatos. Embora por motivações muito diferentes, a socialdemocracia polonesa de Luxemburgo era tão protetora de sua autonomia organizativa quanto era o Bund. O SDRPeL mandou dois observadores ao segundo congresso do POSDR, onde eles negociaram uma autonomia larga dentro de um partido unitário russo. A defesa por Lenin de um partido centralizado de todos o socialdemocratas no império russo desafiava, ao menos em princípio, as prerrogativas organizativas altamente valorizadas de Luxemburgo no SDRPeL.
Luxemburgo procurava o oportunismo da socialdemocracia russa no sentido completamente oposto ao que procurava Lenin. Luxemburgo temia que a intelligentsia da socialdemocracia russa desse nascimento a um parido burguês radical usando retórica socialista, e então suprimisse o desenvolvimento de consciência política de classe entre o proletariado russo. Com esse prognóstico, Luxemburgo viu no centralismo de Lenin, mais do que no menchevismo a mais provável fonte de oportunismo (leia-se adaptação à burguesia). A insistência de Lenin sobre o papel de liderança da socialdemocracia na luta contra o absolutismo e sobre o papel de liderança de revolucionários profissionais no partido pareceu a Luxemburgo (e não apenas a ela) como a característica de um partido radical burguês.
De fato, era comum em círculos mencheviques nesse período acusar os leninistas de serem radicais burgueses em mantos socialdemocratas. Os líderes mencheviques, Potresov, por exemplo, associaram os Bolcheviques aos radicais de Clemenceau. Luxemburgo viu no “jacobinismo” de Lenin o desejo inconsciente de intelectuais radicais burgueses de suprimir a sua base na classe trabalhadora após derrubar o czarismo e chegar ao poder. Ela defendeu um movimento socialdemocrata amplo e frouxo como um freio contra os demagogos burgueses radicais como o ex-blanquista Clemenceau:
“Se nós assumirmos o ponto de vista reivindicado como seu próprio por Lenin e nós temermos a influência de intelectuais no movimento proletário, nós não podemos conceber perigo maior ao partido russo do que o plano organizativo de Lenin. Nada irá com maior certeza escravizar um jovem movimento operário à fome de poder de uma elite intelectual do que esse casaco burocrático apertado….”
“Não vamos nos esquecer de que a revolução que se aproxima de ocorrer na Rússia será uma revolução burguesa e não proletária. Isso modifica radicalmente todas as condições da luta proletária. Os intelectuais russos, também, irão rapidamente ficar impregnados com a ideologia burguesa. A socialdemocracia é no presente momento o único guia do proletariado russo. Mas no dia seguinte ao da revolução, nós veremos a burguesia, e acima de tudo os intelectuais burgueses, buscarem usar as massas como um degrau para sua dominação.
“O jogo dos demagogos burgueses será facilitado se, no presente estágio, a ação espontânea, iniciativa e noção política das seções avançadas da classe trabalhadora for prejudicada em seu desenvolvimento por um protetorado restritivo e um comitê central autoritário.” [ênfase nossa]
– Idem.
Uma premissa central da polêmica anti-leninista de 1904 de Luxemburgo era que o absolutismo czarista seria logo substituído por uma democracia burguesa (“a revolução que logo acontecerá na Rússia será burguesa”). Foi por isso que ela antecipou que demagogia parlamentarista radical seria a a principal expressão do oportunismo socialdemocrata. A revolução de 1905 provou que o prognóstico de Luxemburgo estava errado. A revolução demonstrou que o liberalismo burguês era totalmente covarde e impotente. Ela também demonstrou que a socialdemocracia era a única força revolucionária-democrática no império russo.
Durante a revolução, Luxemburgo condenou os Mencheviques por seguirem os monarquistas constitucionais (Cadetes) e se moveu para perto dos Bolcheviques. Concordando com Lenin sobre o papel de liderança do partido proletário na revolução anti-czarista, o SDRPeL de Luxemburgo e Jogiches formou uma aliança com os Bolcheviques em 1906, uma aliança que durou até 1912 e deu a Lenin a liderança do formalmente unitário POSDR. No quinto congresso do POSDR em 1907, Luxemburgo defendeu a estreiteza e intransigência dos Bolcheviques, embora com algumas reservas “macias”.
“Vocês camaradas da ala direita reclamam amargamente sobre a estreiteza, a intolerância, a tendência em direção a uma concepção mecanicista nas atitudes dos Bolcheviques. E nós concordamos com vocês…. Mas vocês sabem o que causa essas tendências desconfortáveis? Para qualquer um que esteja familiar com as condições partidárias de outros países, essas tendências são muito bem conhecidas: é a típica atitude de uma seção socialista que é obrigada a defender o interesse independente de classe do proletariado contra outra seção igualmente forte. Rigidez é a forma adotada pela socialdemocracia para alcançar seu fim quando os demais meios tendem a transformá-la numa geléia amorfa, incapaz de manter uma linha consistente sob a pressão dos acontecimentos.”
– citado em J.P. Nettl, Rosa Luxemburgo (1966)
Liberais e atuais socialdemocratas suprimiram sistematicamente referências à aliança próxima de Luxemburgo com o bolchevismo da revolução de 1905 até 1912 e novamente do princípio da Primeira Guerra Mundial até o seu assassinato durante o levante de Spartacus em 1919. Eles, entretanto, exploraram completamente a sua polêmica de 1904 a serviço de um anti-comunismo. Assim, a amplamente difundida coleção Ann Arbor Paperbacks para estudo do comunismo e do marxismo fez uma reimpressão de “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa” sob o título calunioso de “Leninismo ou Marxismo?”.
Não menos perniciosos têm sido os esforços de muitos reformistas de esquerda e centristas para apresentar o partido leninista de vanguarda com centralismo democrático como válido apenas para países atrasados, enquanto solidarizam com a posição anti-bolchevique de Luxemburgo em 1904 para países capitalistas avançados. Nós já dissemos que esta foi exatamente a posição do movimentista-reformista Tony Cliff, antes de o leninismo “linha dura” entrar na moda entre a juventude radical no fim dos anos 1960.
É de se esperar que um revisionista de marca maior como Cliff solidarize com Luxemburgo contra Lenin. O que não é de se esperar é que uma organização trotskista (ou seja, leninista) ostensivamente ortodoxa adote a linha “luxemburguista” como válida para países avançados. Ainda assim isso é exatamente o que faz a Organização Comunista Internacionalista francesa (OCI). Em uma introdução para uma edição francesa popular de O Que Fazer?, o líder da OCI Jean-Jacques Marie rejeita a defesa de Lenin de uma vanguarda democraticamente centralizada como peculiar para a Rússia no começo do século XX, e afirma que a posição de 1904 de Luxemburgo é apropriada para um país avançado com um movimento operário altamente desenvolvido.
“A rigidez centralista de O Que Fazer? faz sentido nas características particulares do proletariado russo; quer dizer, de um proletariado nascente que havia acabado de sair do interior impregnado com os costumes da Idade Média, falta de estudo, esmagado por condições de existência similares àquelas do proletariado francês ou inglês no começo do século XIX….”
“O papel da intelligentsia revolucionária como um fator de organização e consciência, da forma com que Lenin retrata, é proporcional ao nível relativo de atraso de um proletariado legalmente privado de qualquer forma que seja de sindicalismo ou organização política.”
“Assim, o conflito entre Lenin e Rosa Luxemburgo, por exemplo, aparece – se deixados de lado seus aspectos pessoais – como a expressão da enorme diferença que separava um dos mais deseducados proletariados da Europa e o proletariado alemão, naquele tempo o mais poderoso e politicamente mais vigoroso e maduro do mundo….”
“Se a luta pela revolução socialista é internacional por essência, suas formas imediatas e também os meios de chegar a ela dependem de inúmeros fatores, entre eles as condições nacionais em que cada partido se desenvolve.”
– introdução ao O Que Fazer? (Paris, 1966)
O ponto de vista que J.J. Marie atribui aqui a Luxemburgo é tão diametralmente oposto à sua posição real que é difícil acreditar que ele tenha alguma vez lido “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa”. Como pudemos ver, a oposição de Luxemburgo ao centralismo leninista para a Rússia era precisamente por causa do pouco desenvolvimento do movimento proletário. Em 1904, Luxemburgo era uma centralizadora e disciplinadora no partido alemão porque a direita revisionista era formalmente uma minoria. E isso é explicitamente declarado em “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa”:
“A socialdemocracia deve acabar com o tumulto dos protestadores não-proletários contra a sociedade existente dentro dos limites da ação revolucionária do proletariado….”
“Isso só é possível se a socialdemocracia já tiver um núcleo proletário forte, politicamente educado, com suficiente consciência de classe a ponto de ser capaz, como agora na Alemanha, de puxar junto de si, em seu reboque, os elementos saídos de sua classe e pequeno-burgueses que se juntarem ao partido. Nesse caso, maior severidade na aplicação do princípio de centralização e disciplina mais severa, especificamente formulada no estatuto do partido, poderá ser uma efetiva precaução contra o perigo oportunista. É assim que o movimento socialista revolucionário na França se defendeu contra a confusão de Jaures. A modificação da constituição da socialdemocracia alemã nessa direção seria uma medida extremamente oportuna.” [ênfase nossa]
A pressão de Luxemburgo por uma centralização maior no SPD foi bem-sucedida no congresso de Jena dominado pelos radicais em 1905, que adotou uma estrutura organizativa genuinamente centralista. Pela primeira vez os oficiais de cada unidade partidária básica eram chamados à responsabilidade pela executiva nacional. Mais tarde, é claro, o famoso aparato centralizado do SPD foi usado para suprimir a ala esquerda revolucionária liderada por Rosa Luxemburgo.
O ponto central das divergências entre Luxemburgo e Lenin em 1904 e daí em diante não eram quanto ao nível de centralização, mas quanto à natureza do oportunismo e como combatê-lo. A questão do centralismo e da disciplina deriva seu significado apenas em tal contexto.
A polêmica anti-leninista de Luxemburgo em 1904 foi fortemente condicionada pela frustração por sua vitória essencialmente vazia sobre o revisionismo bernisteiniano. O revisionismo foi formalmente rejeitado pelo SPD, os oportunistas mudaram de rumo e as atividades políticas do partido se mantiveram praticamente as mesmas de antes, num espírito de expectativa passiva. Não muito depois de escrever “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa”, Luxemburgo expressou sua desilusão com a luta interna entre frações em geral numa carta (14 de dezembro de 1904) para o socialista de esquerda holandês Henriett Roland-Holst:
“O oportunismo é em todo caso uma planta de pântano, que cresce rapidamente e de forma diversificada nas águas paradas do movimento; num rápido fluxo de água corrente ele morreria por si próprio. Aqui na Alemanha um movimento para a frente é uma necessidade urgente, imediata! E muitos poucos percebem isso. Alguns desperdiçam suas energias em disputas pequenas com os oportunistas, outros acreditam que o automático, mecânico aumento dos números (nas eleições e nas organizações) é um progresso em si mesmo!”
– citado em Carl E. Schorske, Socialdemocracia Alemã 1905-1917 (1955).
A crença de Luxemburgo de que um ascenso de luta de classes iria naturalmente dispersar as forças oportunistas no SPD se provou muito errada. Em 1905, e novamente em 1910, uma linha crescente de agitação de massa contra o sufrágio restrito foi efetivamente suprimida por iniciativa da burocracia sindical. Em 1910 a Neue Zeit, sob a direção de Kautsky, chegou a se recusar a publicar o artigo de Luxemburgo defendendo uma greve geral.
Ao concluir “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa”, Luxemburgo desenvolve uma teoria sobre a inevitabilidade do oportunismo e mesmo de fases oportunistas num partido socialdemocrata. Tentativas de preservar completamente o partido contra o oportunismo através de meios organizativosinternos só irá, afirma ela, reduzir o partido a uma seita. Aqui jaz a diferença fundamental entre Luxemburgo e Lenin em 1904 e em diante:
“Daqui segue que este movimento pode avançar melhor se posicionando entre os dois perigos pelos quais é constantemente ameaçado. Um é a perda de seu caráter de massa; o outro, o abandono de seu objetivo. Um é o perigo de se reduzir de volta à condição de uma seita; o outro, o perigo de se tornar um movimento de reforma social.”
“É por isso que é ilusório, e contrário à experiência histórica, esperar consertar, de uma vez por todas, a direção da luta socialista revolucionária com a adição de meios formais, dos quais se espera que assegurem o movimento operário contra todas as possibilidades de digressão oportunista.”
“A teoria marxista nos oferece um confiável instrumento que nos permite reconhecer e combater típicas manifestações de oportunismo. Mas o movimento socialista é um movimento de massa. Seus perigos não são as insidiosas maquinações de indivíduos ou grupos. Eles surgem a partir de inevitáveis condições sociais. Nós não podemos assegurar a nós próprios de ante-véspera contra todas as possibilidades de desvio oportunista. Tais perigos podem ser superados apenas pelo próprio movimento – certamente com a ajuda da teoria marxista, mas apenas após os perigos em questão terem adquirido forma prática tangível.”
“Visto desse ângulo, o oportunismo aparece sendo um produto e uma fase inevitável do desenvolvimento histórico do movimento operário.”
Devido a tentativas de elementos semi-sindicalistas e comunistas de ultra-esquerda (por exemplo, “comunistas de conselho”) de reivindicar Rosa Luxemburgo, é frequentemente ignorado que sua polêmica contra Lenin sobre a questão organizativa foi travada em conceitos socialdemocratas ortodoxos. A passagem citada acima é ultra-kautskista ao identificar o partido social democrata com todo o movimento operário. Partindo da premissa do “partido de toda a classe” de Kautsky, a lógica de Luxemburgo é inatacável. Não apenas haverá uma ala oportunista de um partido socialdemocrata, mas deverá haver períodos nos quais a influência dessa ala vai se expandir.
Do ponto de vista alemão, Luxemburgo via que formar um partido leninista significava romper com tendências significativas da classe trabalhadora que estivessem sob liderança e influência oportunista. Essa conclusão anti-socialdemocrata era bloqueada da visão de Lenin pelo estado desorganizado do partido Russo. Ao contrário de Luxemburgo, Lenin não fora confrontado com tendências socialdemocratas oportunistas que tivessem uma base social de massas. Ele acreditava que os Mencheviques fossem uma tendência intelectualista incapaz de construir um movimento de trabalhadores de massa.  
Kautsky e Bebel Intervêm para Restaurar a Unidade
Enquanto a polêmica anti-leninista de Luxemburgo é hoje muito mais conhecida, naquele tempo a ativa intervenção pró-unidade da liderança central do SPD, Kautsky e Bebel, foi mais significativa. É importante considerar a intervenção de Kautsky/Bebel para compreender que Lenin construiu um partido revolucionário programaticamente homogêneo na Rússia face a oposição das autoridades líderes da Internacional Socialista.
No começo de 1904, um dos seguidores mais próximos de Lenin, Lydin-Mandelstamm, escreveu um artigo sobre o racha para ser publicado no Neue Zeit de Kautsky. Kautsky se recusou a publicá-lo, e sua resposta a Lydin no meio de março de 1904 é a sua mais antiga declaração escrita sobre o racha. Ele considera o racha completamente injustificável e profundamente irresponsável. Ele também foi astuto o suficiente para reconhecer que foi a intransigência de Lenin quanto à questão organizacional que perpetuou o racha:
“Uma grande irresponsabilidade paira sobre a socialdemocracia russa. Se ela não pode se unir, então ela irá ficar para a história e para o proletariado internacional como um grupo de políticos que, fora as suas dificuldades pessoais e organizacionais de uma natureza muito pequena se comparada à sua grande tarefa histórica … deixou escapar a oportunidade de dar uma golpe no absolutismo russo. Mas Lenin carregaria a responsabilidade por ter iniciado essa discórdia destrutiva.” [nossa tradução]
– citado em Dietrich Geyer, “O Racha partidário russo em comparação à socialdemocracia Alemã 1903-1905”, no International Review of Social History (1958)
Na substantiva questão organizativa que levou ao racha, Kautsky viu “nem uma oposição de princípios entre as necessidades do proletariado e dos intelectuais nem entre democracia e ditadura, mas simplesmente uma questão de adequação”.
Kautsky mandou uma cópia de sua resposta a Lydin à liderança menchevique, que considerou-a imediatamente um apoio ao seu lado. Com a permissão do autor, ela foi publicada no novo Iskra. Numa carta (4 de junho de 1904) para Axelrod, Kautsky aprofundou sua posição pró-menchevique ao ponto de lhes dar conselhos sobre como lidar com Lenin:
“Mas em grande medida as diferenças entre vocês e o outro lado parecem se basear entre mal-entendidos. Não entre vocês e Lenin, que eu considero fora de questão, mas entre vocês e os apoiadores de Lenin na Rússia. Eu tive ao menos a oportunidade de conversar com vários apoiadores de Lenin que vieram da Rússia e não encontrei entre eles pontos de vista que tornariam a cooperação … impossível. Os preconceitos deles contra vocês parecem residir simplesmente em informação mal dada. Se for assim, então uma unificação deverá ser possível, por cima e sobre a cabeça de Lenin, se esses elementos forem tratados de forma cuidadosa”.
– Idem.
E, de fato, os Mencheviques procuraram, com algum sucesso, ganhar os bolcheviques mais conciliatórios.
Uma indicação mais pública da posição anti-Lenin de Kautsky foi que a Neue Zeit publicou o “Questões Organizativas da socialdemocracia Russa” de Luxemburgo sem dissociar a revista das visões nele expressas. Quando Lenin escreveu uma resposta, Kautsky recusou-se a publicá-la sob o argumento de que a Neue Zeit não era a arena apropriada para a luta dos rachas do POSDR. Numa carta (27 de outubro de 1904) para Lenin, ele justificou a publicação do artigo de Luxemburgo argumentando que:
“Eu não publiquei o artigo de Rosa Luxemburgo porque ele tratava das disputas russas mas, por razão contrária a essa. Eu o publiquei porque ele tratava da questão organizativa de forma teórica, e essa questão também é assunto de discussão nossa na Alemanha. As disputas russas são tocadas nele de uma forma que não chamarão atenção ao leitor desinformado.” [ênfase no original]
– Idem.
Essa última afirmação de Kautsky não é ingênua.
Kautsky aconselhou Lenin a reformular sua resposta em termos mais teóricos caso ele quisesse que ela fosse publicada no órgão alemão. Até onde nós sabemos, Lenin não respondeu. Presume-se que Lenin considerava como decisivas as especificidades do racha do POSDR e não queria mergulhar numa discussão abstrata sobre os princípios de organização.
Em outubro de 1904, August Bebel, venerado presidente do SPD, propôs à liderança menchevique que eles chamassem uma conferência de unidade de todos os grupos presentes no segundo congresso do POSDR. Pouco depois, a liderança alemã pediu por uma conferência bem mais ampla, incluindo os populistas pequeno-burgueses Socialistas Revolucionários e o nacional-libertador Partido Socialista Polonês. Assim, em 1904 a liderança socialdemocrata alemã buscou um bloco, senão um partido, abarcando todas as forças oposicionista ao império czarista à esquerda dos liberais burgueses. Os Mencheviques rejeitaram tal unidade ampla como oportunista. Essa era uma indicação prematura de que os seguidores de Martov não estavam, como Lenin erradamente acreditava, à direita da liderança central do SPD.
Kautsky acreditava que os Mencheviques fossem desejosos de restaurar a unidade, como ele era. Mas o posicionamento pró-unidade dos Mencheviques era em parte uma pose para consumo estrangeiro. Na teoria compromissada com um partido amplo, inclusivo, a liderança menchevique não queria estar na mesma organização que os “rígidos” de Lenin. Em resposta à proposição de Bebel, eles concordaram em chamar uma conferência de “unidade” convidando o Bund, o SDRPeL de Luxemburgo/Jogiches e alguns pequenos grupos socialdemocratas. Mas eles recusaram-se a convidar os leninistas! Nesse tempo, Lenin tinham perdido a liderança formal do POSDR e tinha criado o Escritório dos Comitês da Maioria.
Kautsky agora criticava os líderes mencheviques como divisionistas irresponsáveis. Numa carta (10 de janeiro de 1905) para Axelrod, ele escreveu:
“Eu não entendo porque não convidaram Lenin. Isso pode ser bem justificado em termos formais, mas não se pode ver o problema de maneira tão formal. De um ponto de vista político, a exclusão [de Lenin] do convite me parece um erro. Mesmo que ele não represente formalmente a sua organização em particular. Ele ainda tem um grande apoio, a tarefa de vocês é ganhá-lo junto com seus apoiadores ou então separar esses apoiadores dele…. Na situação atual, que exige uma união de todas as forças revolucionárias, minha visão é de que sua tarefa é lavar ao máximo a conciliação. Se a unidade se demonstrar impossível, então Lenin vai ter se posicionado muito mal, e então vocês poderão prosseguir contra ele com muito mais força e sucesso do que no atual momento, onde o seu conflito parece ser quase somente um simples conflito de autoridade”. [ênfase no original]
– Idem.
Em seguida ao massacre do Domingo Sangrento em janeiro de 1905, a liderança do SPD mais uma vez tentou reunificar o movimento socialdemocrata russo. Bebel publicamente se ofereceu para ser árbitro entre as diferenças. A oferta de Bebel foi concluída com uma reprimenda paternalista à socialdemocracia russa:
“As notícias sobre esse racha despertaram grande confusão e definitivo descontentamento na socialdemocracia internacional e todos esperam que, após uma discussão livre, ambos os lados achem uma base comum para lutar contra o inimigo comum”.
– citado em Olga Hess Gankin e H.H. Fisher, Os Bolcheviques e a Guerra Mundial (1940)
Sabendo que Bebel era politicamente próximo deles, o Mencheviques prontamente aceitaram sua proposta. Lenin de fato rejeitou a proposta de unidade. Numa resposta (7 de fevereiro de 1905) ao presidente do partido alemão, ele declarou que não tinha autoridade para aceitar a oferta do árbitro, que teria que ser colocada num novo congresso do partido. Ele então adicionou que tendo em vista a intervenção unilateral de Kautsky, “não vai me surpreender se a intervenção da parte dos representantes da socialdemocracia alemã encontrar dificuldades entre as nossas colunas”.
O terceiro congresso realizado em abril e todo composto por bolcheviques em abril não definiu nenhuma posição sobre a proposta de Bebel, na prática a rejeitando. O espírito autoconfiante dos Bolcheviques e sua relutância em aceitar a tutela alemã é bem expressa pelo delegado Barsov em seu discurso sobre a oferta de Bebel:
“Nossos camaradas alemães são uma força, eles amadureceram através de inexorável e crítica luta interna contra todas as formas de oportunismo nos congressos do partido e outros encontros – e nós devemos amadurecer da mesma forma para desempenhar nosso grande papel, forjando independentemente nossas próprias organizações num partido, não meramente ideologicamente mas na realidade…. Nós devemos nos tornar líderes ativos de toda a classe proletária da Rússia, unindo e organizando a nós próprios imediatamente para a luta contra a autocracia para o glorioso futuro do reino do socialismo”.
– Idem.  

OCI/Moreno: Nicaragua ocasiona un noviazgo de conveniencia

OCI/Moreno:

Nicaragua ocasiona un noviazgo de conveniencia

Traducido de Workers Vanguard No. 242, 26 de octubre de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 11, diciembre de 1982.

Los sucesos en Nicaragua han echado a girar furiosamente al carusel del Secretariado Unificado (S.U.), dando lugar a un enlace inesperado. Repentinamente la Organisation Communiste Internationaliste francesa (OCI) de Pierre Lambert está haciendo un frente común con la Fracción Bolchevique (FB) de Nahuel Moreno. Hasta ayer un observador fortuito habría dicho que lambertistas y morenistas estaban en lados opuestos del arco seudotrotskista, sin nada en común. Por estos días la FB ha reclamado el flanco izquierdo del S.U. mientras que la OCI parece una parodia socialdemócrata químicamente pura del trotskismo. Sin embargo, ahora se unen para elogiar a la Brigada Simón Bolívar (BSB), recientemente expulsada de Nicaragua por el victorioso Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y para denunciar a la “reconstituida” (pero no muy estable) mayoría del S.U. dirigida por Ernest Mandel y Jack Barnes. Por ahora, pero no mañana, pues este, putrefacto bloque de los más podridos sólo podrá tener el término medio de vida de un mosquito.

En una reunión tempestuosa del S.U. el fin de semana del 30 de septiembre de 1979, éste aprobó una serie de resoluciones que constituyen una liquidación total de cualquier presencia y línea política independientes en Nicaragua, en aras de una subordinación completa al Frente Sandinista pequeñoburgués. La Brigada Bolívar dirigida por los morenistas fue condenada sin ambages y le advirtieron a la Fracción Bolchevique que si no dejaba de funcionar como una “fracción pública”, sería expulsada. Una resolución política extensa, “Nicaragua: revolución en marcha” truena contra “una huida precipitada hacia el ultra-izquierdismo” e intentos de “forzar en forma aventurera el ritmo de la lucha de clases”, al mismo tiempo que rechaza los llamados a romper con la burguesía como una “tentación sectaria para aplicar un esquema abstracto” (Intercontinental Press, 22 de octubre). Concluye con un llamado a todos los partidarios del S.U. a actuar “como militante leal de la organización que encabezó el derrocamiento de Somoza” ― es decir, que disuelvan sus organizaciones, se adhieran al FSLN, se callen y obedezcan las órdenes de los líderes sandinistas.

Como respuesta a esta traición Moreno presentó una contrarresolución condenando al S.U. por su negativa a expresar siquiera una solidaridad elemental con sus propios “compañeros” enfrentados con la represión del gobierno burgués nicaragüense. Esta resolución de la Fracción Bolchevique “RECHAZA estas medidas, que violan todas las reglas del centralismo democrático,” y pide a los militantes que “impidan la celebración de un congreso mundial antidemocrático”. La amenaza de una escisión antes del “XI Congreso Mundial” del S.U., proyectado para noviembre, estaba clara. Además de la FB, también votaron por esta resolución los miembros de la Tendencia Leninista-Trotskista (TLT). (La TLT es una agrupación de antiguos partidarios de la Fracción Leninista-Trotskista ―dirigida por el Socialist Workers Party norteamericano― quienes después de la disolución de la FLT por el SWP en 1977 querían continuar la lucha fraccional contra la mayoría del S.U. bajo Mandel, y que luego se alinearon políticamente a grosso modo con los lambertistas.)

Inmediatamente después de la explosión en Bruselas, los representantes de la TLT y de la FB celebraron una reunión privada con la dirección de la OCI, quienes luego en forma provocadora publicaron esta noticia en su informe público (Lettre d’Informations Ouvrieres, 10 de octubre de 1979) junto con varios documentos internos del S.U. (“sacados de un expediente que nos facilitó el camarada Moreno”). El informe apoya políticamente a la Brigada Simón Bolívar y a la FB quienes intentan “ayudar a las masas a desarrollar sus propias organizaciones,” mientras que el periódico de la OCI, Informations Ouvrieres del 6 de octubre, anuncia que negarse a defender el derecho de la BSB a permanecer en Nicaragua sería lo mismo que unirse con “los liquidadores de la IV Internacional” (durante el mes y medio anterior a este anuncio no había mención alguna sobre el asunto en el semanario IO). Así pues se ha sellado el bloque, al menos para estropear conjuntamente al SWP y a Mandel, mientras que los anteriores intentos por la OCI de unirse al S.U. han sido aparentemente aplazados. Lambert estaba maniobrando para hacer estallar al S.U. y ahora que está por darse una escisión, sencillamente ha apostado por Moreno como su mejor chance.

¿Hacia la izquierda o la derecha en Nicaragua?

Frente a la imperdonable aprobación por el SWP de la represión antiobrera del Frente Sandinista, y a su alianza con la “burguesía antisomocista” en un gobierno capitalista, y en contraste a la claudicación más bien vergonzante y llorona de los mandelistas, le cuesta poco al bloque morenista/lambertista vestirse de izquierdista en Nicaragua. He aquí lo que escribió la OCI del nuevo régimen nombrado por el FSLN:

“Este gobierno burgués, instalado únicamente debido al espíritu conciliacionista de los dirigentes sandinistas… ha recibido, por haber llevado a cabo sus tareas contrarrevolucionarias, el apoyo del imperialismo y de la burocracia del Kremlin…”

Informations Ouvrieres, 8-23 de agosto de 1979

Igualmente, la Organización Socialista de los Trabajadores (OST) costarricense, una sección simpatizante del S.U. vinculada con la TLT y directamente ligada a la OCI francesa, escribió en su periódico ¿Qué Hacer? (26 de junio-11 de julio de 1979) poco antes de la caída de Somoza, que la negativa del gobierno provisional del FSLN a convocar elecciones inmediatas “demuestra claramente sus intenciones de proteger los intereses de la burguesía nacional y del imperialismo…” (traducido de Intercontinental Press, 10 de octubre de 1979). Por otro lado los morenistas colombianos del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) escriben que los gobiernos latinoamericanos:

“con su intervención y apoyo al FSLN, compraron un ‘seguro de vida’ para el capitalismo…. En síntesis, las burguesías ‘democráticas’ le han pasado la factura al FSLN; y el consejo de Castro es muy claro: ¡páguenla!”

El Socialista, 7 de septiembre de 1979

Esta crítica al régimen sandinista reviste un tono marcadamente izquierdista. Pero las verdaderas políticas respectivas de la FB/BSB y de la OCI/TLT se ubican muy a la derecha de su postura actual; es más, se contradicen mutuamente en forma aguda. En realidad, antes de que el FSLN tomara el poder el 20 de julio, no había base alguna para que los morenistas se unieran con los lambertistas en torno a (o dentro de) Nicaragua. Como antes explicamos (ver “La revolución en Nicaragua y la izquierda”) la actual hostilidad que sienten los morenistas para con el FSLN no es sino el resentimiento de pretendientes rechazados. Durante el año pasado han llamado repetidamente por un gobierno sandinista, después rebautizado “un gobierno del Frente y de las organizaciones obreras y populares” (El Socialista, 15 de junio) y fórmulas por el estilo. Pero el FSLN, bajo la presión del imperialismo y de gobiernos capitalistas latinoamericanos “amistosos”, y siguiendo el consejo de Fidel Castro, prefiere andar con los industriales y tecnócratas.

En cuanto a la política morenista con respecto a la Brigada Simón Bolívar, fue aún más oportunista (mientras también presionaban a los altos dirigentes del FSLN, lo que pronto les llevó a la ruina). Enviar una brigada internacional puede ser una táctica valiente y aun necesaria para los comunistas en situaciones de guerra civil; la participación de varias decenas de trotskistas europeos en la Brigada Lenin del POUM durante la Guerra Civil Española, por ejemplo, fue algo principista y admirable. Pero siendo que no se puede esperar poder actuar independientemente de una dirección militar en existencia, es imprescindible establecer y defender el carácter proletario de un tal cuerpo. La Brigada Bolívar era una parodia de estos principios. Su mismo nombre le niega un carácter de clase obrero, y la “Carta Abierta” morenista que la convoca dice textualmente, “el único punto programático de la brigada Simón Bolívar es apoyar la lucha del pueblo sandinista…” (El Socialista, 22 de junio de 1979). Además de los tratos financieros sospechosos normales para los morenistas ―el PST colombiano, que organizó la Brigada, obtuvo dinero a través de la venta de unos Bonos Sandinistas chimbos― también le pidieron al gobierno colombiano que “se reconozca legalmente a la Brigada Simón Bolívar garantizándose la documentación, transporte y financiamiento….”

Pero si es que Moreno y Cía. trataron de aprovecharse del entusiasmo por la revolución dirigida por los sandinistas contra el odiado tirano Somoza, y su truco fue malogrado, por lo menos estuvieron a la izquierda del FSLN nacionalista pequeñoburgués. En cambio, la OST costarricense ―y por extensión sus mentores de la Tendencia Leninista-Trotskista― ¡denunciaron al Frente Sandinista como ultraizquierdistas y aventureristas criminales! Su principal portavoz es un tal Fausto Amador (hermano del asesinado fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador), quien se salió del Frente hace unos cuantos años como elemento desmoralizado. En un folleto titulado ¿Adónde va Nicaragua? publicado por la OST en febrero de 1979, Fausto Amador y Sara Santiago presentaron un análisis no solamente cien por ciento falso ―sino que era por ende propaganda derrotista, en efecto pidiéndoles a las masas nicaragüenses que rindieran sus armas en vísperas del enfrentamiento final con el dictador:

“En Nicaragua, la segunda ofensiva se fue rápidamente convirtiendo en un mito en el que nadie creyó más… No habrá segunda ofensiva. Para todos esto es obvio, al menos en el futuro inmediato…. La falta de una segunda ofensiva pondría de manifiesto la acción de Septiembre [de 1978] como una aventura nefasta.”

La alternativa de la OST/TLT –manifestaciones pacíficas por los derechos democráticos― era legalismo cretino en un país que sufría bajo una dictadura bonapartista (y que además se debatía en medio de una insurgencia popular). Como señalamos cuando el SWP norteamericano publicó en junio pasado un texto parecido escrito por Amador y Santiago: “Presentar esta cobardía y desmoralización socialdemócrata como algo relacionado en modo alguno al marxismo es la peor cosa que pueda hacer el SWP /S.U. para ensuciar el nombre del trotskismo ante las masas centroamericanas” (Workers Vanguard No. 234, 22 de junio de 1979). En cuanto a la OCI, su oposición al régimen del FSLN se basa simple y puramente en la estalinofobia ― denuncia “la repentina resurrección del moribundo Partido Socialista Nicaragüense (sucursal nacional del Kremlin)” y “el peso excesivo de sus miembros con respecto a los sandinistas en el gobierno” (Informations Ouvrieres, 8-23 de agosto de 1979).

Portugal, Angola, Cuba…

Hemos tratado en otra parte con la contradicción escueta entre el “izquierdismo” abstracto de la Fracción Bolchevique de Moreno sobre el eurocomunismo, la dictadura del proletariado o el frentepopulismo en la distante Europa por un lado y su política ultra-oportunista en Latinoamérica (apoyo político a Perón, Torrijos, etc.) por otro. ¿Pero qué de sus nuevos compinches de la Tendencia Leninista-Trotskista (y de sus mentores en la OCI)? Al oponerse a la disolución de la FLT en 1977, los futuros militantes de la TLT presentaron una cara izquierdista: cuando el SWP calificó a la mayoría mandelista de ultra-izquierdista, ellos la calificaron de centrista; cuando Jack Barnes dijo que la fracción se formó sólo para luchar contra el guerrillerismo, ellos dijeron que también para luchar contra el frentepopulismo en el propio país. Pero cuando llegó el momento de formular un “Llamado por la formación de una tendencia internacional” ([SWP] International Internal Discussion Bulletin, diciembre de 1978), la futura TLT se basó en todas “las adquisiciones políticas y programáticas” de la FLT, y en particular en “los textos de la FLT sobre la revolución portuguesa y sobre Angola”.

Este hecho marcó definitivamente a la Tendencia Leninista-Trotskista como reformista, y también como capituladores ignominiosos. ¿Cuál fue la posición de la FLT con respecto a Portugal y Angola? En el punto culminante de la polarización de 1975 en Portugal, cuando los obreros de Lisboa tomaban las fábricas, la FLT llamó por un programa puramente “democrático” de defensa de la asamblea constituyente (en ese momento el grito de combate de la derecha). A la hora en que el Partido Socialista de Mario Soares encabezaba una movilización de masas anticomunista que quemaba las oficinas del PC, el SWP proclamó que “la verdadera vanguardia de la clase obrera portuguesa… participó en las manifestaciones del PS” (Militant, 8 de agosto de 1975). Y la OCI llamó por “un gobierno Soares” (Informations Ouvrieres, 23 de julio-6 de agosto de 1975). Moreno rompió con el SWP e hizo escindir a la FLT precisamente sobre este punto, mientras que los futuros TLTistas al principio condenaron aún más tajantemente el seguidismo del SWP tras Soares (sólo para capitular unas semanas después y votar por la resolución de la FLT, “Cuestiones claves de la revolución portuguesa”).

Para marxistas principistas, diferencias de la envergadura de las que dividieron los morenistas de los lambertistas sobre Portugal habrían hecho imposible cualquier unidad: igual que el SWP y Mandel, éstos se habrían encontrado en lados opuestos de las barricadas en Lisboa. Lo mismo sobre Angola, donde en el momento crítico de la lucha contra el avance sobre Luanda de fuerzas dirigidas por Sudáfrica y financiadas por la CIA, el SWP/FLT se negaron a tomar partido por el triunfo militar del MPLA respaldado por la URSS. (Después trataron de adornar esta vil traición mediante una “revisión” burda de una declaración del comité nacional del SWP de enero de 1976.) Moreno denunció esto en términos muy violentos, sacando un libro completo sobre el tema (Angola: La revolución negra en marcha [1977]) donde dice que “la mejor manera de ayudar a Vorster y al imperialismo yanqui era decir lo que dijo el SWP….” Entonces, ¿cómo justifica Moreno unirse hoy con los que alaban como “histórica” la política del SWP/FLT?

¿Y Cuba? En cuanto a Cuba la TLT apoya “la línea general de las contribuciones por D. Keil”, y tres líderes de la OST costarricense (Andrés, Rodrigo y Sara) firmaron junto con Keil un documento calificando el régimen de Castro de “estado obrero burocratizado” (“Por un cambio en la posición sobre Cuba de la IV Internacional”, [SWP] IIDB, diciembre de 1978). Otra vez, a primera vista esto podría verse como un paso hacia la izquierda frente al apoyo político dado por el S.U. al “trotskista inconsciente” Fidel (que ahora ha extremado aún más con el panegírico del SWP a Castro, campeón de la paz y amigo de los niños del mundo). Pero como señalamos en nuestro artículo, “¡Por una revolución política en Cuba!” (Workers Vanguard No. 244, febrero de 1979) Keil et al atacaban al SWP “desde la derecha, pronunciándose en efecto por una posición consecuentemente socialdemócrata de oposición a todo régimen estalinista”. Concluimos: “Sumen las posiciones del SWP/FLT sobre China, Vietnam, Portugal y Angola y añadan la posición sobre Cuba de un estado obrero deformado y ¿cuál es el resultado? Un programa acabado de estalinofobia.” Las posiciones abiertamente contrarrevolucionarias de la TLT/OST sobre Nicaragua, que califican a la victoriosa “segunda ofensiva” de los sandinistas como una “aventura”, confirman nítidamente nuestra conclusión anterior.

… Y el caso extraño de Fausto Amador

Estas cuestiones ―los temas más fundamentales para una perspectiva revolucionaria en los recientes acontecimientos importantes― no son sino el pequeño cambio en los negocios de combinación y recombinación de las luchas fraccionales del S.U. Sí hay cierta base para el bloque morenista/lambertista: ambos son profundamente reformistas aunque hoy día se dan luces de izquierda en torno a Nicaragua. Además, está la oportunidad atractiva dada por la reciente ruptura de la OCI con los viejos opositores de Moreno en Argentina, el grupo Política Obrera (el enemigo de mi enemigo es mi amigo, etc.). Pero quedan varios puntos problemáticos aun para estos oportunistas consumados. Y uno de éstos es el caso de Fausto Amador, ya conocido por nuestros lectores.

Amador no simplemente rompió con el FSLN. Fue entrevistado en la televisión somocista y habló a la prensa somocista, donde les urgió a los demás militantes de la organización guerrillera que rindieran sus armas a cambio de la promesa de una amnistía por la ensangrentada dictadura dinástica. Por esto los líderes del FSLN le consideraron con justificación un traidor. Después como agregado cultural nicaragüense en Bruselas ―es decir, como un empleado de Somoza― fue, según se informa, ganado a la perversión del trotskismo propagado por el S.U. Naturalmente esto causó cierta conmoción en Centroamérica donde el caso era bien conocido. Moreno, al enterarse de esto fue el primero en plantear la cuestión dentro del S. U. En una reunión del comité central del PST colombiano en diciembre de 1977, el dirigente de la Fracción Bolchevique, Eugenio Greco, se quejó:

“¿Conocen el nombre que le dan en Europa a lo que ha hecho Fausto Amador? Le llaman colaboracionismo…. Si ocurre una combinación de circunstancias muy probables: que cae Somoza; que el Frente Sandinista surge como un movimiento de gran prestigio debido a su lucha anti dictatorial…. El Frente Sandinista quizás diría: Quisiera que la IV Internacional nos explicara porqué Fausto Amador Arrieta está en sus filas… y, señores, en ese momento será el fin para el trotskismo en Centroamérica.”

― [SWP] IIDB, abril de 1978

Y así pasó. Pero hoy día el notorio Fausto Amador, un dirigente de la OST costarricense, es defendido por la TLT y por sus nuevos aliados Moreno y Cía. La contrarresolución de la Fracción Bolchevique en la reunión del S.U. del 30 de septiembre defiende explícitamente a Amador contra sus acusadores, “una dirección pequeñoburguesa ajena al movimiento trotskista”. Los ataques a la integridad personal de dirigentes políticos han sido una norma triste y ruinosa de la izquierda latinoamericana, donde la mayoría de escisiones tienen su enfoque en acusaciones de dinero robado o cobardía y traición. En el caso de Fausto Amador los cargos han sido probados esencialmente por su propia confesión; y todavía, permanece como un dirigente reconocido del S.U. Lo que se destruye por este hecho no es el trotskismo, sino las pretensiones revolucionarias de estos renegados del marxismo para quienes las manos de Fausto Amador no están sino un poco más manchadas que las de los demás.

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