Venezuela: Estado y Revolución

Por una Federación Socialista de América Latina!

Venezuela: Estado y Revolución

[Traduccion de 1917 No. 28, 2006. Copiado de http://www.bolshevik.org/espanol/Venezuela.html ]

América Latina tiene la diferencia de ingresos más amplia del mundo, con más de un centenar de millones de personas forzadas a sobrevivir a duras penas con menos de dos dólares al día, según los “Indicadores de Desarrollo del Mundo” emitido por el Banco Mundial en el 2005. La austeridad y los programas de privatización dictados por el FMI han asolado la región durante décadas. “Ninguna otra región en desarrollo se [ha] movido más rápido para vender las empresas estatales”, escribió Newsweek (5 de julio de 2005), señalando que: “A finales de la década de 1990, América Latina representaba el 55 por ciento del total de ingresos provenientes de la privatización a través del mundo en desarrollo…..”.

La campaña de los financieros imperialistas para limitar el “sector estatal” y privatizar los servicios públicos de agua, electricidad y gas se racionaliza con afirmaciones cínicas de que la pobreza extrema de la región requiere un aumento en la penetración del capital extranjero. De hecho, las recetas de austeridad del FMI, destinadas a crear oportunidades de inversión lucrativas para las empresas imperialistas, han llevado a la disminución de los niveles de vida dondequiera que se han impuesto.

“El neoliberalismo” ha encendido la resistencia popular masiva en toda América del Sur. En junio de 2005, Bolivia se tambaleó al borde de la guerra civil cuando las masas protestaron en demanda de la retracción de la privatización de 1996 del petróleo y de los depósitos de gas del país. Pero el opositor de más estatura del “Consenso de Washington” es el carismático presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuya administración ha buscado la movilización de millones de trabajadores y campesinos pobres bajo la bandera de una “Revolución Bolivariana”. Los Bolivarianos, llamados así por Simón Bolívar, el líder de la rebelión del siglo 19 contra el colonialismo español, han sido blanco de una campaña sostenida de intimidación y subversión, hasta ahora sin un éxito espectacular, de la clase dominante venezolana en colaboración con las diversas agencias de su jefe supremo norteamericano.

Muchos izquierdistas están entusiasmados con las charlas del líder venezolano de “ir más allá del capitalismo” y de construir el “socialismo del siglo 21.” Ellos esperan fervientemente que Chávez sea capaz de utilizar su posición en la cúspide del Estado venezolano para dar un golpe demoledor a las fuerzas de la reacción, e impulsar a Venezuela hacia una nueva dirección revolucionaria. Pero esto es una ilusión peligrosa, pues, como observó Carlos Marx después de la derrota de la Comuna de París en 1871, “la clase obrera no puede simplemente apoderarse de la maquinaria estatal [capitalista] ya hecha, y manejarla para sus propios fines.”

Algunos “marxistas” activos en el movimiento obrero de Venezuela han abandonado este axioma fundamental. Los seguidores de Ted Grant y Alan Woods en el Comité para una Internacional Marxista (CMI, también conocido como la Tendencia Marxista Internacional) han denunciado a los “sectarios” y “formalistas”, que “constantemente se refieren a definiciones y a citas de los clásicos marxistas (“Debemos aplastar el viejo estado “, etc), que en sus manos se transforman de declaraciones científicas en clichés vacíos o en conjuros religiosos” (Marxist.com, 4 de mayo de 2004). El CMI ciertamente no puede ser acusado de adherirse—religiosamente o de otra manera—a los principios fundamentales del Marxismo. Pero esto no cambia el hecho de que la revolución socialista en Venezuela, como en cualquier otra parte, requiere la destrucción del estado burgués y su sustitución por instituciones comprometidas con la defensa del poder de los trabajadores.

Clase y Estado en Venezuela

La sociedad venezolana ha sido moldeada por su relación con el coloso imperialista del norte. El descubrimiento de enormes reservas de petróleo durante la primera guerra mundial, en los albores de la edad del automóvil, incrementó enormemente la importancia estratégica de Venezuela, y hoy es el quinto mayor exportador de petróleo del mundo. El petróleo representa aproximadamente un tercio del producto interno bruto del país (PIB) y más del 80 por ciento del total de sus ingresos por exportaciones. Como resultado del auge petrolero de la década del 1970, Venezuela es hoy una sociedad muy urbanizada, con el 87 por ciento de su población viviendo en pueblos y ciudades. La mitad de la fuerza laboral está empleada en la economía “no oficial” concentrada en las extensas barriadas pobres, mientras que la agricultura contribuye sólo en un seis por ciento al PIB. Dos tercios de los alimentos del país tienen que ser importados.

El 1 º de enero de 1976, el gobierno de Carlos Andrés Pérez nacionalizó la industria petrolera de Venezuela y creó la empresa de propiedad estatal Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA). Esto aumentó la asignación de los ingresos del petróleo al gobierno, pero la dirección de estas instalaciones petroleras recientemente nacionalizadas no cambió, y, en consecuencia, las grandes empresas petroleras internacionales continuaron obteniendo crudo venezolano con un descuento sustancial. En la década de 1980, PDVSA comenzó a adquirir activos en el exterior en la refinación, la distribución y la comercialización, incluida la cadena de gasolineras Citgo en los EE.UU. En la década de 1990, la industria petrolera de Venezuela se abrió de nuevo a los inversionistas extranjeros. Hoy día, alrededor de una cuarta parte de la producción es controlada por las empresas extranjeras (Venezuelan Politics in the Chávez Era (La política venezolana en la era de Chávez), Steve Ellner y Daniel Hellinger, ed., 2003).

Otra recurso de control imperialista es la deuda externa del país, que, según el “Informe sobre el Desarrollo Mundial,” del 2005 emitido por el Banco Mundial, fue de más de $32,5 mil millones en 2002 (aproximadamente un tercio de la renta nacional bruta). Gran parte de esto fue acumulado en el decenio de 1970:

“La deuda externa aumentó de $ 1,2 mil millones en 1973 a $ 11 mil millones en 1978. Sumas astronómica fueron devoradas por los proyectos faraónicos. Se hicieron tratos multimillonarios violando la ley y la constitución. Una gran cantidad de dinero se utilizó para alimentar redes clientelares y beneficiar esencialmente al capital financiero, cuyos principales representantes ocupaban importantes cargos en el aparato estatal. “

—Frédéric Lévêque, Red de Información y Solidaridad con América Latina (RISAL), 17 de mayo de 2004

Los “oligarcas” venezolanos, cuya situación social y poder político se basa en sus propiedades en la industria, el transporte, la banca y los medios de comunicación, están unidos por mil hilos a los centros del capital financiero imperial. Sus primos rurales, los grandes propietarios de tierras, dominan el campo. Seth DeLong, un investigador principal del Consejo sobre Asuntos del Hemisferio, con sede en Washington, estima que, pese la reforma agraria de 1960, hoy “aproximadamente del 75 al 80% de la tierra en manos de la propiedad privada es poseída por el 5% de los propietarios” (Venezuelanalysis.com, 25 de febrero de 2005). El parasitismo de la minúscula clase dominante de piel clara de Venezuela se ha racionalizado tradicionalmente por el racismo—la supuesta superioridad de los “europeos” sobre las masas de negros, indios y mestizos—y santificado por los reaccionarios oscurantistas de la Iglesia Católica.

Del ‘Caracazo’ a la ‘Revolución Bolivariana’

Una combinación de la caída de los precios del petróleo y del rápido aumento de la deuda produjo una grave crisis fiscal en el decenio de 1980, provocando al gobierno de Carlos Andrés Pérez a responder con la austeridad y “ajustes estructurales” dictados por el FMI. El primer paso fue el de liberalizar los precios de los combustibles. En la mañana del 27 de febrero de 1989, cuando la gente al ir al trabajo descubrió que el precio del pasaje de los autobuses urbanos se había duplicado de la noche a la mañana, explotó en ira:

“Los autobuses fueron volteados y quemados, pero esto fue sólo la etapa inicial de la revuelta. En cuestión de horas la rebelión se generalizó, desarrollándose el pillaje y la destrucción de tiendas y supermercados. Pandillas de jóvenes de los suburbios, pobres y enojados, invadieron el centro comercial de Caracas y se trasladaron a las zonas residenciales privilegiadas de los ricos en las laderas del Monte Avila, cerca del centro de la ciudad. Los disturbios y el saqueo continuaron sin control durante toda la noche y el día siguiente. Se convirtió en una poderosa y prolongada rebelión—que fue llamada el Caracazo—a la que rápidamente siguieron días de brutal represión militar.”

In the Shadow of the Liberator (A la Sombra del Libertador), Richard Gott, 2000

El ejército abatió unas 3,000 personas, pero no pudo sofocar los disturbios. A partir de ese momento los mecanismos tradicionales de control social comenzaron a deteriorarse. De repente formaciones nacionalistas de izquierda, como el Movimiento al Socialismo (MAS) y La Causa Radical (ambas ramas del Partido Comunista de Venezuela), comenzaron a crecer rápidamente. La disidencia popular encontró su expresión incluso en el cuerpo de oficiales de Venezuela cuando, en febrero de 1992, un grupo de oficiales en torno al Coronel Hugo Rafael Chávez Frías hizo un fallido intento por derrocar a Pérez y anular su agenda “neoliberal”. Nueve meses más tarde intentaron, y fallaron, de nuevo. Chávez fue a la cárcel prometiendo a sus partidarios que su proyecto estaba retenido sólo “por ahora”.

En 1994, cuando Rafael Caldera Rodríguez, que antes había estado en el poder de 1969 a 1974, fue reelegido presidente, de inmediato revirtió algunas de las medidas menos populares de Pérez, nacionalizó algunos bancos insolventes e indultó a Chávez. Las credenciales de Caldera como populista se resaltaron aún más, cuando a un representante del MAS se le dio un cargo en el Gobierno. Sin embargo, el nuevo gobierno no pudo darle un vuelco a la economía, y en abril de 1996, Caldera estuvo de acuerdo con otro programa de ajuste estructural del FMI. Entre 1993 y 1999 los salarios reales cayeron en picada, la tasa de sindicalización se redujo a la mitad (a sólo 13,5 por ciento), el desempleo se duplicó (de 6,3 a 14,9 por ciento) y la economía “informal” se expandió. Según el Banco Mundial:

“[El] porcentaje de venezolanos que viven en la pobreza (ingresos del hogar de menos de 2 dólares al día) ha aumentado del 32,2 por ciento en 1991 al 48,5 por ciento en el 2000. Del mismo modo, la proporción de los que viven en la extrema pobreza—menos de 1 dólar diario—pasó del 11,8 por ciento al 23,5 por ciento. “—”Venezuela, Resumen del País”, Banco Mundial, agosto de 2004

A medida que los pobres eran cada vez más pobres, la riqueza de los ricos crecía a un ritmo constante: “La cuota de ingresos de la población más pobre, el 40%, se redujo del 19,1 por ciento en 1981 al 14,7 por ciento en 1997, mientras que la del decilio más rico aumentó del 21,8 al 32,8 por ciento”(Venezuelan Politics in the Chávez Era (La política venezolana en la era de Chávez), Steve Ellner y Daniel Hellinger, ed., 2003).

En marzo de 1994, tan pronto como salió de la cárcel, Chávez comenzó a organizar una alianza de “militares y civiles”, el Movimiento Quinta República (MVR), que participó en el “Polo Patriótico”, un bloque de partidos que se comprometieron a liberar a Venezuela de la corrupción y la servidumbre neocolonial. Como candidato presidencial del Polo Patriótico en las elecciones de diciembre de 1998, Chávez recibió el 56 por ciento de la votación:

“Chávez fue elegido a finales de 1998 sobre la base de tres promesas: primero, desbaratar el sistema político anterior de Venezuela, conocido como “puntofijismo”, llamado así por la localidad, Punto Fijo, lugar en el cual los demócrata cristianos (Copei) y los socialdemócratas (Acción Democrática) firmaron un acuerdo para limitar el sistema político de Venezuela a una competencia entre estos dos partidos. Segundo, Chávez prometió acabar con la corrupción. Y en tercer lugar, Chávez se comprometió a aliviar la pobreza en Venezuela.”

—Gregory Wilpert, Venezuelanalysis.com 11 de noviembre de 2003

Pocos meses después de ser electo, la propuesta de Chávez de convocar una asamblea constituyente ganó por abrumadora mayoría. Sus partidarios barrieron en las elecciones de la asamblea de julio de 1999, donde procedieron a redactar una nueva constitución en la que se declaró a Venezuela como un “Estado democrático y social de derecho y de justicia.” Cuando este documento fue ratificado por el 70 por ciento de los votantes en el referéndum de Diciembre de 1999, nació la nueva “República Bolivariana de Venezuela”. Siete meses más tarde, en julio de 2000, Chávez fue elegido como su primer presidente.

Las relaciones eran tensas entre los puntofijistas y los Bolivarianos dentro del aparato estatal. Los que habían servido en el antiguo régimen no confiaban en Chávez, que no parecía estar interesado en absoluto en utilizar su posición para lograr ventajas personales (una característica que muchos de su círculo no comparten). Muchos veteranos se preocupaban de que las denuncias Bolivarianas de la pobreza y la “globalización” pudieran agitar a las masas empobrecidas. Ellos se sintieron alarmados cuando Chávez asignó a los mandos militares leales la supervisión de la administración pública:

“Los militares están por todas partes,” me explicó un alto asesor económico. ‘A veces parece como si hubiera un proyecto secreto que no conoces. Es realmente un partido militar. En algunos de los ministerios, se dá el caso de un doble poder.’”

—Gott, op.cit. 

Washington sospechaba igualmente de las intenciones Bolivarianas. Para tranquilizar a los imperialistas, el gobierno se comprometió a no tocar las inversiones extranjeras, a pesar de que, según Gott, Chávez trató de evitar la responsabilidad personal por esta medida estando fuera del país cuando se anunció la misma.

A pesar de las vehementes denuncias del “neoliberalismo”, el gobierno bolivariano propuso privatizar las empresas de propiedad estatal de la electricidad y del aluminio, mientras conservaba el control de PDVSA. En su discurso inaugural, Chávez detalló el plan económico de su gobierno:

“Nuestro proyecto no es ni estatista ni neoliberal; estamos explorando el terreno intermedio, donde la mano invisible del mercado se une con la mano visible del estado: tanto estado como sea necesario, y tanto mercado como sea posible.”

Ibíd.

Si bien continuó proclamando su compromiso con la justicia social, el gobierno venezolano prosiguió realizando los pagos programados de su deuda externa y, en un evidente intento de tranquilizar a los reaccionarios, Chávez volvió a nombrar a Maritza Izaguirre como ministra de finanzas—a pesar de que, bajo la administración de Caldera, ella introdujo muchas de las medidas impopulares denunciadas por los Bolivarianos.

Pero, a pesar de las políticas económicas conservadoras del gobierno, su base popular fue fortalecida con la convicción de que el presidente estaba de su lado. En noviembre de 2001, la tensión entre los Bolivarianos y los puntofijistas alcanzó un punto crítico cuando Chávez, en un intento de apuntalar su popularidad que se deterioraba, impulsó a través de 49 decretos el cumplimiento de algunas de sus anteriores promesas. Uno de estos limitaba el control extranjero de la industria petrolera y duplicaba las regalías debidas al gobierno. La oposición de derecha respondió acelerando sus planes de derrocar al régimen.

Mientras que unos pocos capitalistas venezolanos trataron de llegar a un modus vivendi con Chávez, la mayor parte de la burguesía, y gran parte de la pequeña burguesía, eran hostiles en forma virulenta. La vendida burocracia sindical de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), explotando demagógicamente algunas legítimas quejas de su base, tomó partido del lado de la patronal en contra de Chávez. Algunos de los más corruptos y cínicos elementos de la izquierda, en particular los degenerados estalinistas del antiguo grupo de la Bandera Roja a favor de los albaneses, también lanzaron su apoyo en favor a la oposición pro-imperialista “democrática”. El 10 de diciembre de 2001, la CTV, con el apoyo de Fedecámaras (la asociación de empleadores) y la dirección de PDVSA, llevó a cabo una huelga de un día para protestar contra los decretos emitidos por Chávez el mes anterior. Chávez respondió en febrero de 2002 despidiendo a los principales directores de PDVSA, un acto que desencadenó un golpe respaldado por Estados Unidos dos meses más tarde.

La Fundación Nacional para la Democracia (NED) de EE.UU., que canalizó los fondos de la CIA a la contra nicaragüense en la década de 1980, había estado durante mucho tiempo financiando la burocracia de la CTV a través de la AFL-CIO perversamente titulada “Centro Americano para la Solidaridad Laboral Internacional” (ACILS, alias “Centro de Solidaridad”), encarnación contemporánea del infame Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre. Entre 1997 y 2002, la NED le aportó oficialmente a ACILS 700,000 dólares para la subversión en Venezuela (Monthly Review, mayo de 2005). No fue casual que el presupuesto de la NED en Venezuela se cuadruplicó en el período inmediatamente antes del golpe de abril de 2002. Entre otras cosas, patrocinó una conferencia de los burócratas de la CTV, funcionarios de Fedecámaras y miembros de la jerarquía católica en Marzo de 2002 para discutir las perspectivas y las prioridades del futuro del país.

Golpe de Abril de 2002: Fabricado en los EE.UU.

El 11 de abril de 2002, elementos de los militares venezolanos detuvieron a Chávez, y el jefe de Fedecámaras Pedro Carmona se proclamó a sí mismo Jefe de Estado. Carmona inmediatamente anuló la Constitución, disolvió el parlamento, suspendió la Corte Suprema de Justicia, revocó la totalidad de los decretos de Chávez y comenzó a recoger a los principales Bolivarianos. Con consumado cinismo anunció: “Todo el mundo sentirá que existe mucha libertad, pluralismo y respeto por el estado de derecho” (Associated Press, 12 de abril de 2002). Carmona recibió el apoyo de los medios, de gran parte de los intelectuales y del cuerpo de oficiales, de la Iglesia Católica y, por supuesto, de los grandes capitalistas y terratenientes. Su régimen fue inmediatamente reconocido por Washington, Madrid, y el FMI, pero ningún gobierno de América Latina tuvo el deseo de apoyar el derrocamiento, orquestado por los EE.UU., de un gobierno electo de la región. Nunca hubo dudas serias acerca de la participación de Norteamérica:

“Las [v]isitas de los venezolanos que tramaban el golpe, incluido el propio Carmona, comenzaron, dicen las fuentes,’hace varios meses’, y continuaron hasta semanas antes del golpe del pasado fin de semana. Los visitantes fueron recibidos en la Casa Blanca por el hombre al que el Presidente George Bush le dio la tarea de ser su político clave para América Latina, Otto Reich.

“Reich es un Cubano Americano del ala derecha que, bajo el mando de Reagan, dirigió la Oficina de Diplomacia Pública. Esta oficina, en teoría, rendía cuentas al Departamento de Estado, pero las investigaciones del Congreso demostraron que Reich le rendía cuentas directamente al Asistente para la Seguridad Nacional de Reagan, Coronel Oliver North, en la Casa Blanca. “

Observer (Londres), 21 de abril de 2002

El ex oficial de la inteligencia naval de EE.UU. Wayne Madsen informó:

“‘La primera vez que oí hablar del teniente coronel James Rogers (el agregado militar asistente, trabajando ahora en la embajada de los EE.UU. en Caracas) iba para allá el pasado mes de junio para preparar el terreno,’ dijo ayer el Señor Madsen, un analista de inteligencia. “Algunos de nuestros agentes anti-narcóticos también participaron”.

“Él dijo que la marina se encontraba en la zona para realizar operaciones que no tenían relación con el golpe, pero que entendía que habían asistido con inteligencia de trasmisiones mientras éste se llevaba a cabo.

“El Señor Madsen también dijo que la marina ayudó apoyando a los militares venezolanos con la interferencia de comunicaciones, centrándose en las comunicaciones desde y hacia las misiones diplomáticas pertenecientes a Cuba, Libia, Irán e Iraq—los cuatro países que habían expresado su apoyo al Sr. Chávez- en Caracas.”

Guardian (Londres), 29 de abril de 2002

Aunque Carmona se mantuvo en el poder durante menos de 48 horas, encontró tiempo para reunirse con el embajador español y con el de EE.UU. El golpe fracasó cuando cientos de miles de partidarios de Chávez se concentraron en los exteriores del palacio presidencial de Miraflores para exigir su reposición, mientras que varios cientos de soldados leales, que se habían escondido en el sótano después de haber sido avisados del golpe, reaparecieron para detener a Carmona.

Algunos altos oficiales, que inicialmente habían estado junto a los golpistas, estaban tan consternados por las acciones dictatoriales del jefe de Fedecámaras durante su primer día en el cargo que le retiraron su apoyo. Esto puede explicar por qué, tan pronto como regresó, de inmediato Chávez trató de abrir un “diálogo” con sus enemigos de derecha, dio marcha atrás sobre algunas propuestas de reformas y anunció que mantendría en su lugar a la dirección de PDVSA. En lugar de calmarse, los derechistas vieron estas propuestas como un signo de debilidad y se inició una huelga nacional/cierre patronal para derrocar al gobierno de Chávez en diciembre de 2002. El cierre patronal contó con el apoyo de todos los grandes capitalistas y una minoría de trabajadores. El mismo infligió graves daños económicos, pero se vino debajo de spués de un par de meses. Esta vez Chávez fue menos conciliador, y de inmediato despidió a 18,000 de los participantes (incluidos los jefes de PDVSA).

La mayoría de la clase trabajadora y varios sindicatos importantes se opusieron activamente al cierre patronal:

“… en el proceso de recuperación de PDVSA, hubo muchas experiencias del control de los trabajadores, en particular en las refinerías de El Ilenadero de Yagüa, Puerto La Cruz y El Palito. En esta última, decenas de trabajadores trabajaron día y noche para contrarrestar el sabotaje económico. Y fue también la presión de los trabajadores la que obligó a […] Ferrari a abrir y distribuir gasolina.

“Experimentos similares tuvieron lugar en otras ramas de la industria. En medio del cierre patronal, los trabajadores ocuparon las empresas exigiendo su reapertura y el control directo de la producción por los trabajadores. Este fue el caso de Texdala, una fábrica textil en Maracay, y del Central Carora, un ingenio azucarero en el estado de Lara.

—Frédéric Lévêque, RISAL, 5 de junio de 2003

Tras el fracaso del cierre patronal, la oposición de derecha, que según el National Catholic Reporter (2 de abril de 2004) estaba recibiendo un millón de dólares al año de los EE.UU. para luchar contra Chávez, comenzó a recolectar firmas para un referendo revocatorio presidencial. La votación, que finalmente se celebró el 15 de agosto de 2004, le dió un golpe devastador a la oposición. Una eminente secuaz de los imperialistas, Maria Corina Machado (dirigente de Súmate, el grupo que encabezó la campaña de revocación) se enfrenta ahora a cargos criminales por el uso ilegal de fondos extranjeros para tratar de influir en el resultado del referendo. Como dando un aviso a Caracas, Machado fue invitada a la Casa Blanca en mayo de 2005 por George W. Bush.

La decisiva victoria de Chávez en el referéndum debilitó dramáticamente a la oposición. La posterior victoria de los candidatos a favor de Chávez en las elecciones regionales del 2004 llevó a la designación de una mayoría chavistaen el Tribunal Supremo. Con la derecha en retirada, Chávez giró hacia la izquierda, al menos retóricamente, y en enero de 2005 en el Foro Social Mundial en Porto Alegre, declaró que de ahora en adelante su gobierno seguiría un programa “socialista”.

Muchos izquierdistas respaldaron a Chávez en el referéndum revocatorio sobre la base de que sus opositores eran reaccionarios. Pero votar “no” a las nuevas elecciones presidenciales equivalió a dar apoyo político al actual gobierno burgués, algo que los marxistas nunca pueden hacer. En esas circunstancias, sin ninguna posibilidad de expresar una clara alternativa proletaria, lo mejor que los trabajadores venezolanos con conciencia de clase pudieron hacer fue echar a perder sus papeletas de votación, a la vez que dejaron claro que estaban dispuestos a defender a Chávez, con las armas en la mano, contra cualquier ataque extralegal de la derecha o de sus padrinos imperialistas.

Reforma Social y ‘El Movimiento’

El gobierno de Chávez ha puesto en marcha una serie de significativos nuevos programas sociales (llamados “misiones”) que están prestando una importante asistencia a millones de pobres de Venezuela. La Misión Mercal estableció una cadena de supermercados para vender productos a precios subvencionados. La Misión Robinson, un programa de alfabetización en masa, ya ha enseñado a más de un millón de personas pobres a leer y escribir. La Misión Ribas ayuda a los que nunca se graduaron de la escuela secundaria a reanudar sus estudios, mientras que la Misión Sucre ofrece becas para estudiantes pobres para asistir a la universidad. La Misión Vuelvan Caras es un programa de capacitación a través del cual los graduados de la Misión Ribas y otros pueden aprender las habilidades necesarias para lograr empleos productivos, decentes.

El objetivo de la Misión Barrio Adentro es el de crear un sistema de atención de salud libre y universal. Ya 20,000 cubanos profesionales de la medicina han creado clínicas que proporcionan servicios de salud y de atención dental gratuitos para los pobres de las zonas urbanas y rurales. A cambio, Venezuela le está vendiendo petróleo a Cuba a precios muy por debajo de los del mercado internacional. La Misión Barrio Adentro II, iniciada en junio de 2005, está construyendo hospitales, así como instalaciones para los diagnósticos y la rehabilitación. Chávez ha anunciado planes para la Misión Barrio Adentro III, a fin de organizar la adquisición de modernos equipos médicos. En virtud de la Misión Milagro, Venezuela está enviando miles de pacientes, que de otro modo no podrían costearlo, a Cuba para ser operados.

Las misiones Bolivarianas, que son muy populares, han ayudado a sacar a millones de venezolanos pobres hacia la actividad política a través de su insistencia en la participación de la “base”. Gran parte de esto ha tenido lugar a través de los “Círculos Bolivarianos”, agrupaciones locales de entre siete y diez personas que ayudan a la inscripción de las personas en las “misiones” y, a continuación, las apoyan y supervisan su progreso. Los Círculos Bolivarianos, que tienen una relación cuasi independiente del Estado y que cuando alcanzaron su máximo alegaban tener dos millones de miembros activos, están decreciendo y son sustituidas por otras redes organizativas.

En febrero de 2002 el gobierno anunció que emitiría títulos de tierra a los habitantes de los barrios populares organizados en los comités por la tierra de entre 100 y 200 familias. Estos comités de tierras urbanas se han convertido en un pilar central de la “Revolución Bolivariana”:

“La reforma del suelo urbano está funcionando como un catalizador para la movilización de los barrios de Venezuela, a raíz del fracaso de los Círculos Bolivarianos… Ha llevado a la movilización de más de 5,000 comités por la tierra, lo que representa una población total de más de 5 millones de venezolanos, o el 20% de la población. Esto hace que los comités urbanos por la tierra sean el mayor movimiento social organizado de Venezuela.

—Gregory Wilpert, Venezuelanalysis.com 12 de septiembre de 2005

El gobierno también ha creado instituciones financieras en pequeña escala (por ejemplo, el Banco de la Mujer y el Banco del Pueblo) para proporcionar crédito barato a las pequeñas empresas y las cooperativas. La Unión Nacional de Amas de Casa, que se inició en 2003, es otro participante clave en los planes de “desarrollo endógeno”:

“’También tenemos gente que enseñan a las mujeres cómo desarrollar las cooperativas en las pequeñas empresas y el trabajo comunitario, ‘[Explicó Lizarde Prada, líder de Unión de Amas de Casa]. ‘Por ejemplo, si usted vive en un determinado barrio y tiene la materia prima, tales como el banano, puede usarla para una dulcería y utilizar el transporte local para su negocio. Todo esto va a generar más trabajo local.’ Hay diferentes cooperativas afiliadas a la Unión de Amas de Casa, algunas participan de la confección y distribución de alimentos, otras tienen que ver con textiles y confecciones”.

—Benjamin Dangl, ZNet, 27 de abril de 2005

Si bien mejora de la vida para muchos de los más pobres, este tipo de iniciativas ni siquiera comienza a abordar las raíces de la desigualdad social en el orden mundial imperialista. Chávez ha comenzado recientemente a hablar del “socialismo del siglo 21 “, pero las medidas propuestas hasta el momento no parecen ir mucho más allá del “Programa de Transición Económica” de 1999-2000, que prevé el desarrollo de “una economía humanista, autoadministrada y competitiva”, para el que:

“El telón de fondo es la organización social de la producción en la que el mercado, como mecanismo fundamental para la asignación de recursos y factores, incorpora formas organizativas complementarias de propiedad privada que, al igual que las cooperativas y las asociaciones estratégicas de consumidores y productores, fomentan una diversificación dinámica de la producción y añaden valor”.

Hay una contradicción profunda y fundamental entre los intereses de los que poseen y controlan los resortes económicos fundamentales—la burguesía venezolana y sus patrones imperialistas—y la masa de la población. En algunas circunstancias, a los capitalistas puede obligárseles a hacer concesiones; pero, siempre y cuando el estado burgués siga intacto, los beneficios de los trabajadores pueden ser fácilmente abolidos cuando la relación de las fuerzas cambia.

Límites de la Política Agraria Bolivariana

La supuesta “guerra contra el latifundio” ilustra los límites del experimento Bolivariano. Entre los 49 decretos que Chávez promulgó en noviembre de 2001, uno que particularmente enfureció a los oligarcas fue la creación del Instituto Nacional de Tierras (Instituto Nacional de Tierras, INTI), que se encargaría de poner en práctica una modesta reforma agraria. La ley impone un impuesto suplementario sobre las tierras donde más del 80 por ciento estén sin trabajar, y permite la expropiación, con indemnización completa—de tierras ociosas de “alta calidad de más de 100 hectáreas o de tierras de menor calidad de más de 5,000 hectáreas” (New Left Review, mayo-junio de 2003). Las tierras expropiadas se suponía que fueran entregadas a las cooperativas de campesinos. La reforma tenía el propósito de satisfacer el hambre de tierras de los campesinos pobres, modernizar el campo y aumentar la producción agrícola, promoviendo de este modo la “soberanía alimentaria” en Venezuela. Ricaurte Leonete, el jefe del INTI, señaló que no se trataba de una medida anti-capitalista: “Nuestros terratenientes no son ni siquiera capitalistas. Los capitalistas hacen uso de sus tierras… En Europa el capitalismo se deshizo de este tipo de comportamiento parasitario hace mucho tiempo” (citado en Le Monde Diplomatique, octubre de 2003).

Sin embargo, a pesar de los ataques retóricos ocasionales en contra de los hacendados parásitos, el régimen no tocó ninguna posesión de fincas por más de tres años. Mientras tanto, más de 100 dirigentes campesinos han sido asesinados por bandas armadas que trabajan en favor de los grandes propietarios de tierras. En algunos casos, las autoridades locales Bolivarianas están del lado de las élites rurales:

“Una cosa es cuando el enemigo es un gobernador de la oposición—como en los estados de Yaracuy, Apure y Carabobo—o un político del antiguo régimen. Sin embargo, en enero de 2002, en El Robal (Estado Cojedes), fue Jhonny Yánez Rangel, el que soltó los perros. El había sido electo como miembro del Movimiento Quinta República (MVR, el partido del presidente). ‘Él expulsó a los campesinos, y destruyó sus ranchos y sus equipos. Todo se perdió,’ dice Vásquez [un campesino sin tierra], enfurecido todavía con lo que pasó. ‘¿Cómo puede un gobernador revolucionario actuar en contra de la revolución?”

Le Monde Diplomatique, octubre de 2003 

En enero de 2005, cuando el gobierno tenía menos deseos de concertar con los reaccionarios, Rangel envió a 200 soldados de la Guardia Nacional a la finca de 32,000 acres El Charcote (propiedad del multimillonario británico Lord Vestey) donde varios centenares de campesinos sin tierra habían estado ocupándola ilegalmente durante años. ElWashington Post (14 de enero de 2005) se aprovechó de esto inmediatamente, titulándolo un “asalto a la propiedad privada” que probaba que Chávez “está socavando los cimientos de la democracia y la libre empresa.” Los medios de comunicación europeos lo trataron menos histéricamente. La BBC describió el anuncio de Chávez de que se aceleraba la reforma agraria como “más reducida de lo que muchos esperaban”, y la Radio de los Países Bajos señaló:

“Aunque el Presidente Hugo Chávez, una vez habló de una ‘guerra contra las fincas’, el gobierno ahora evita cuidadosamente usar la palabra ‘confiscación’. Dice que se trata simplemente de ‘recuperar’ la tierra que, aunque siempre ha sido un ‘bien público’, fue dudosamente ‘ocupada’ por propietarios privados y empresas.”

—Radio Netherlands 15 de marzo de 2005

La discrepancia entre el fuerte discurso sobre “la guerra a los latifundios”, y las tímidas medidas realmente adoptadas se hace más evidente por los últimos intentos del régimen de “coordinar” con los propietarios de tierras para llegar a acuerdos negociados y por su resistencia a apoyar las ocupaciones campesinas. A pesar de toda su retórica radical, Chávez está muy consciente de que una verdadera revolución agraria que desarraigue a los grandes propietarios de tierra, también amenaza inevitablemente a la propiedad capitalista en las ciudades. En los últimos años, con el fin de apaciguar a los pobres del campo sin ofender a los ricos terratenientes, el régimen ha estado parcelando las tierras de propiedad estatal, entregando más de dos millones de hectáreas a 130,000 familias y cooperativas agrícolas. Al hacer esto, la acción del gobierno incrementa la influencia del mercado capitalista y mantiene la influencia de los grandes terratenientes.

Chávez y los trabajadores sindicalizados

El gobierno de Chávez ha aumentado el salario mínimo en varias ocasiones—incluyendo un alza del 26 por ciento en mayo de 2005 (aproximadamente igual a la tasa anual de inflación) —y al mismo tiempo ha hecho más difícil para los empleadores el despido de los trabajadores. Estas medidas, que son aplicables sólo a la mitad de la fuerza de trabajo que está empleada por la economía “oficial”, han hecho más fácil la sindicalización de los trabajadores.

Cuando Chávez llegó al poder, la principal federación sindical era la muy burocratizada CTV, que estaba tradicionalmente integrada estrechamente con la Acción Democrática, autodescrita como “socialdemócrata”, que sostenía al régimen puntofijista. En marzo de 2000, Chávez declaró ilegal una huelga de los trabajadores de PDVSA por mejores salarios y condiciones de trabajo, y exigió que se eligiera una nueva directiva del sindicato antes de que las negociaciones pudieran continuar. Para no cumplimentar esto, los que encabezaban el sindicato suspendieron la acción. Sin embargo, siete meses más tarde, en octubre, 30,000 trabajadores del petróleo se declararon en huelga de nuevo, y después de cuatro días le arrancaron un aumento del 60 por ciento del pago a la dirección de PDVSA. Esta vez el gobierno no trató de intervenir, ya que los sindicatos que representan a más de un millón de empleados del sector público declararon su intención de ir a la huelga en solidaridad (BBC News Online, 15 de octubre de 2000).

En 2001, en un intento por romper el dominio de la burocracia de la CTV, el gobierno decretó que todos los sindicatos habían de celebrar elecciones de inmediato. Aunque la intervención de Chávez en el movimiento sindical fue popular con muchos trabajadores frustrados por los lideres corruptos de la CTV, los marxistas, como cuestión de principio, se oponen a cualquier intromisión del gobierno capitalista en los sindicatos. Aquellos que confían en el estado burgués para luchar contra la corrupción sólo debilitan al movimiento obrero. Cuando los burócratas de la CTV lograron ganar la votación, los partidarios de Chávez se separaron y fundaron la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) en abril de 2003. Desde entonces, la UNT ha crecido rápidamente, y actualmente representa a la gran mayoría de los trabajadores del sector público y la mitad de los que están en el sector privado.

Esos izquierdistas que quieren ver a Chávez como un revolucionario socialista han sido alentados por la reciente nacionalización de varias empresas. Alan Woods, dirigente del Comité por una Internacional Marxista, declaró:

“El hecho de que el Presidente Chávez ha hecho declaraciones públicas a favor del socialismo es una indicación más clara de hacia donde se mueve la Revolución Bolivariana. La nacionalización de Venepal, y ahora también de CNV, confirma esta dirección. Aquellas personas que nos criticaban por apuntar que la revolución bolivariana tendría que tomar el camino socialista o fracasar, han demostrado estar completamente equivocados.”

—Marxist.com 10 de junio de 2005

La nacionalización en Enero de 2005, de la fábrica de papel de Venepal (que había entrado en bancarrota como consecuencia de la participación de su propietario en la “huelga general” de los jefes en el 2002-2003) sólo se produjo después de que varios cientos de trabajadores, en respuesta a su cierre en septiembre de 2004, ocuparon el molino y reanudaron la producción. Chávez no pretendía que esto representara un paso hacia el socialismo: “La expropiación de Venepal es una excepción, no una medida política, ni gubernamental. No vamos a tomar la tierra, si es suya es suya. Pero la empresa que esté cerrada y abandonada, vamos a ir por ella. Por todas ellas” (Venezuelanalysis.com, 20 de enero de 2005). Sólo en diciembre de 2004, luego de que la empresa se había declarado oficialmente en bancarrota, fue que el gobierno la nacionalizó, y sólo después de pagar a los propietarios el valor total de la misma en el mercado. En abril de 2005 el gobierno también se hizo cargo de la Constructora Nacional de Válvulas (CNV), que también había sido cerrada por su propietario (el ex presidente de PDVSA Andrés Sosa Pietri). En este caso también, las autoridades Bolivarianas actuaron sólo después de que unos 60 ex empleados de CNV ocuparon la fábrica.

El gobierno ha anunciado planes para la conversión de otras empresas en quiebra, así como algunas empresas privadas “co-dirigidas” por los empleados, en Empresas de Producción Social (EPS):

“Ejemplos de empresas que deben convertirse en EPS son Cadafe (la compañía eléctrica), Hidroven (la compañía de agua), el Metro, Conviasa (la aerolínea estatal). La empresa petrolera PDVSA propiedad del estado es una empresa que ya ha hecho la transición de empresa capitalista a empresa de producción social,” dijo Chávez….

“Las expropiaciones para hacer avanzar este programa, sin embargo, serían sólo un último recurso. En primer lugar se intentará llegar a acuerdos con los actuales propietarios de las empresas, para que éstas se reabran como empresas de producción social con apoyo gubernamental. Se podrá llegar a acuerdos, ‘siempre y cuando los propietarios estén dispuestos a mejorar la empresa, a promover la participación de los trabajadores, e involucrarlos en la distribución de los productos, así como para que sean partícipes de los beneficios [de la empresa]’, dijo Chávez.”

—Venezuelanalysis.com, 18 de julio de 2005

A pesar de los deseos ilusorios de algunos izquierdistas, la realidad de la “gestión conjunta” de los trabajadores con los empresarios no tiene nada que ver con el socialismo:

“Los trabajadores de Cadafe, la empresa estatal de electricidad que proporciona el 60 por ciento de la electricidad en Venezuela, empezó a impulsar la cogestión poco después que Chávez fue elegido en 1998. En 2002, poco después del golpe de abril, Cadafe comenzó oficialmente la transición a la cogestión. Pero tres años después, el rol de los trabajadores en el proceso de toma de decisiones todavía está limitado a dos asientos en un comité de cinco miembros—que no es más que un grupo que puede hacer recomendaciones al presidente de la empresa, pero éste no está en la obligación de hacer caso de ellas. Después de dar a la gerencia estatal la oportunidad de poner en práctica una verdadera cogestión, los trabajadores de Cadafe, encabezados por la federación sindical Fetraelec, organizaron una serie de protestas expresando su impaciencia. Es una estrategia difícil, porque la mayoría de estos trabajadores son firmes partidarios del Presidente Chávez, pero sus protestas están dirigidas necesariamente contra el Ministerio de Energía—la entidad estatal encargada de Cadafe”.

Monthly Review, junio de 2005 

El mejor ejemplo de una historia de cogestión “exitosa” es el caso de Alcasa, un complejo de aluminio de propiedad estatal ubicado en la ciudad industrial de Puerto Ordaz, donde los consejos departamentales están autorizados a discutir el “presupuesto participativo” de la empresa. En abril de 2005, los 2,700 empleados de la planta tuvieron la oportunidad de elegir a dos de los cinco directores de la empresa. El presidente de Alcasa, Carlos Lanz, un ex líder guerrillero, sugirió: “Este es un caso en que los trabajadores controlan la fábrica y por eso es un paso hacia el socialismo del siglo XXI” (BBC News Online, 17 de agosto de 2005). En realidad, esta es simplemente una manera de aumentar la productividad acelerando el ritmo, algo por lo que siempre abogará la gerencia:

“‘Los directores y los trabajadores están gestionando este negocio juntos’,dijo [el trabajador de Alcasa, Pedro] Gómez, por encima del ruido retumbante de carretillas elevadoras y el zumbido de los ventiladores industriales, goteándole el sudor por el rostro debido al calor de la plataforma de colada. ‘Es para nosotros una nueva motivación para trabajar duro.’”

—New York Times, 3 de agosto de 2005

La dirigencia sindical Bolivariana está feliz en replantear el “socialismo” para que se corresponda con la política de cogestión del régimen. Las dos principales consignas de la UNT para el 1ro. de mayo de 2005 eran: “La cogestión es revolución” y “Los trabajadores venezolanos están construyendo el socialismo Bolivariano” (Green Left Weekly, 11 de mayo de 2005). Una visión del “socialismo” como una economía de mercado descentralizada en la que los trabajadores pueden consultar conjuntamente con la gerencia las decisiones y en el que el estado proporciona amplios programas sociales, pueden ser fuente de inspiración para muchos venezolanos, pero la idea de crear un capitalismo con conciencia social, humano y dirigido por los trabajadores es una fantasía pequeño burguesa irrealizable.

El camino hacia el seudo socialismo bolivariano comienza con una financiación pública para salvar a los capitalistas que han llevado a sus empresas a la quiebra, y continúa, si todo va bien, con la transformación de los empleados en pequeños propietarios-operadores:

“Alexix Ornevo, ex miembro de la junta directiva del ahora desaparecido sindicato de Venepal y actual miembro de la Dirección de Invepal [el nuevo nombre de la nacionalizada Venepal], señaló que, dado que ya no tenían jefes, ya no necesitan un sindicato, puesto que los trabajadores estaban ahora agrupados en una cooperativa (Covimpa) para hacer funcionar la empresa. Y como una cooperativa, Ornevo se apresuró a señalar, obtuvieron varios beneficios, entre ellos la desgravación constitucional para no pagar impuestos. También, gracias a la Constitución Bolívariana de 1999, Covimpa—que en la actualidad es propietaria del 49 por ciento de las acciones de Invepal—tiene derecho por ley a incrementar su participación hasta el 95 por ciento.”

Monthly Review, junio de 2005

Las cooperativas que sobreviven y prosperan eventualmente conseguirán suficientes acciones en el mercado para sacar a sus competidores fuera del negocio. En ese momento, ellos querrán la oportunidad de ampliar sus operaciones mediante la absorción y la reorganización de las cooperativas menos rentables, y sin duda, esperarán recibir una parte de los futuros ingresos como retribución a su experiencia. Los miembros de las cooperativas más exitosas podrían darse cuenta que la gestión de sus diversos negocios les deja poco tiempo para trabajar. Con el paso del tiempo, una parte cada vez mayor de sus ingresos vendrá de los dividendos (beneficio basado en las acciones). Esto no es socialismo, por supuesto, sino capitalismo, aunque durante un tiempo se disfrace bajo la ilusión de un capitalismo venezolano único, armonioso y compasivo. El auténtico socialismo comienza con la expropiación de la clase capitalista en su conjunto, la destrucción del aparato represivo del Estado y la creación de nuevas instituciones económicas basadas en el principio de la planificación y la cooperación, no de la competencia impulsada por las ganancias.

Bonaparte Bolivariano

Si bien Chávez ha derrotado a la oposición en cada enfrentamiento político hasta la fecha (y en la actualidad cuenta con el apoyo de una clara mayoría de la población), los capitalistas retienen la posesión de los principales medios de producción, comunicación y transporte; el aparato estatal sigue estando esencialmente intacto, y están conscientes de que en cualquier confrontación importante pueden contar con el apoyo de otros regímenes burgueses en la región, respaldados por la superpotencia imperialista del norte. La ambivalencia demostrada por los militares venezolanos hasta la fecha es atribuible, al menos en parte, al hecho de que hay más oficiales provenientes de las capas sociales más humildes que en el resto de América Latina.

Incluso los partidarios de Chávez están escépticos acerca de su confuso discurso nacional izquierdista, de “menos capitalismo y más socialismo” (ZNet, 10 de abril de 2005) como si fueran dos puntos de un continuo, determinados por el porcentaje de la economía que es de propiedad pública. En realidad se trata de dos órdenes sociales mutuamente antagónicos separados por una revolución o contrarrevolución, es decir, la guerra civil. En una encuesta de opinión realizada en 2005 por una empresa que no se considera simpatizante de Chávez, se encontró que más del 70 por ciento de los venezolanos manifestaron una amplia aprobación al presidente y un 35 por ciento dijeron que ellos querían que el gobierno estableciera el socialismo, mientras que otro diez por ciento estaba indeciso. Sin embargo, menos del 20 por ciento de los partidarios de Chávez estima que estará en condiciones de construir una sociedad socialista (Venezuelanalysis.com, 3 de mayo de 2005).

Chávez se ha afanado en alabar a “Jesucristo, uno de los mayores revolucionarios… el verdadero Cristo, el Redentor de los pobres” (ZNet, 10 de abril de 2005). En julio de 2005, el líder bolivariano afirmó: “En la historia de Venezuela nunca ha habido un gobierno que ha estado más cerca de los principios del cristianismo que éste” (Vheadline.com, el 14 de julio de 2005). De hecho, el “principio” fundamental del gobierno de Chávez es elbonapartismo—un término que indica un gobierno “fuerte” que parece flotar por encima de los conflictos de las clases sociales en competencia, pero que en realidad se balancea precariamente entre ellas.

Con el fin de mantener un espacio para maniobrar, Chávez, en ocasiones, ha encontrado conveniente prescindir de la “democracia participativa”, que se supone caracteriza a la revolución bolivariana:

“En respuesta a la creciente movilización exigiendo elecciones primarias para los candidatos regionales [dentro de la coalición chavista], la posición de Chávez ha sido una sorpresa para muchos. El mes pasado, declaró “Ya hemos anunciado los candidatos, y estos son los candidatos. Los que no desean la unidad pueden unirse a los escuálidos (la oposición).” Sin embargo, dado que todos esos candidatos fueron designados por un comité nacional dominado por el partido gobernante, el Movimiento V República (MVR), el resultado ha sido una fuerte oposición en muchas comunidades que están exigiendo que el gobierno actúe de conformidad con su retórica participativa.”

—Venezuelanalysis.com, 17 de octubre de 2004

Los candidatos para las elecciones a la Asamblea Nacional de diciembre de 2005, de la coalición “Grupo para el Cambio” pro-Chávez, también fueron elegidos por el “Comando Táctico Nacional”, en lugar de serlo por el nivel local.

El comportamiento bonapartista de Chávez parece derivarse de un deseo de mejorar las condiciones de los pobres y los oprimidos sin violar la propiedad capitalista. Sin embargo, los intereses fundamentales del proletariado y la burguesía están irreconciliablemente contrapuestos, y a pesar de su retórica socialista, Chávez está muy consciente de que su poder proviene de su cargo de jefe de un estado capitalista. Él tal vez desee no tener que comportarse tan autocráticamente, pero él no puede confiar en la base Bolivariana para tomar las decisiones importantes ya que son susceptibles de alterar el delicado equilibrio que está tratando de lograr.

Los imperialistas europeos, que en general son más sofisticados acerca de cosas como la “Revolución Bolivariana” que los “born again (renacidos)”, dentro y alrededor de la Casa Blanca, no están particularmente alarmados por los acontecimientos en Caracas. Durante una visita a Europa en octubre de 2005, Chávez se reunió con el primer ministro de Italia Silvio Berlusconi, del ala derecha, el cual le dijo más tarde al periódico italiano La Reppublica que el líder bolivariano es un “hombre pragmático”, con el cual es posible hacer negocios. “Es cierto que existen las distancias ideológicas [con los EE.UU.], pero al final, las relaciones comerciales son buenas. Lo conozco [a Chávez] hace tiempo. También tengo buenas relaciones con él”, destacó Berlusconi (Venezuelanalysis.com, 18 de octubre de 2005). El actual jefe de Fedecámaras, José Luis Betancourt, también ha optado por poner la otra mejilla, al menos en público, declarando: “la inversión conjunta pública y privada es la única manera de desarrollar este país de una manera armoniosa” (Venezuelanalysis.com, 26 De octubre de 2005). El representante de los patrones aparentemente “tuvo una respuesta favorable a la declaración de Chávez de que los derechos de propiedad serían respetados durante el desarrollo de Venezuela” (Ibídem).

La inmensa mayoría de la clase gobernante venezolana todavía odia a Chávez con pasión. Ellos están acostumbrados a disfrutar de los lazos íntimos, personales y financieros, con los políticos gobernantes del país, y se sienten incómodos al tener a un bonapartista que habla sobre cosas de izquierda, a cargo de su estado. Sin embargo, la relativa independencia de Chávez de la burguesía, le permite servir mejor a los intereses del capital venezolano, una paradoja, que él explicó en una “Mesa Redonda sobre Macro Negocios”, que tuvo lugar en Caracas el pasado mes de julio, donde participaron funcionarios de gobierno y empresarios de Venezuela y de Norteamérica:

“Venezuela, y dije esto antes de convertirme en presidente de Venezuela, es una especie de—diríamos en el ’95, ’97—Venezuela es una especie de bomba (tic tac! tic tac!). Vamos a empezar a desactivar el mecanismo de la bomba. Y hoy, no es que esté totalmente desactivada, pero estoy seguro de que es mucho menos probable que esta bomba explote hoy, que frente a lo que había desde 1985, 88, 89—entonces explotó. Los 90 hasta el 98, pobreza, desigualdad.”

—”Discurso del Presidente Chávez a los representantes de negocios venezolanos y norteamericanos,” Venezuelanalysis.com 6 de julio de 2005

Además de contrastar fuertemente con la retórica socialista sobre el capitalismo como “barbarie”, las palabras de Chávez sobre la “desactivación” de las contradicciones sociales se encuentran en el centro de todo el proyecto bolivariano. Con sus promesas irrealizables de promover simultáneamente los intereses de los pobres y el de las pirañas financieras imperialistas a través de una forma de desarrollo “endógeno” más inclusivo y socialmente responsable, Chávez, involuntariamente, sin duda, está ayudando a sentar las bases para que las fuerzas de derecha, cuando resurjan en el futuro, se cobren una venganza sangrienta.

‘Anti-Imperialismo’ Bolivariano

La implacable hostilidad de Washington hacia el gobierno bolivariano es una refutación de las pretensiones de la administración Bush de ser el campeón de la “democracia” y la “libertad”, para los pueblos de la tierra sumidos en la oscuridad. Aunque a regañadientes describen los repetidos triunfos electorales de los ‘chavistas’ como “técnicamente legales”, los funcionarios de EE.UU. advierten que Chávez representa “un nuevo tipo de autoritarismo” y se quejan de que él no gobierna “democráticamente”, es decir, que se niega a recibir órdenes de Washington.

Chávez ha condenado las invasiones de los EE.UU. a Afganistán e Irak; fustigó al FMI y al Área de Libre Comercio de las Américas y se hizo amigo de Fidel Castro. El Banco Central de Venezuela recientemente ha empezado a convertir la mayor parte de sus reservas de divisas de dólares a Euros (Venezuelanalysis.com, 5 de octubre), y Chávez ha insinuado que podría un día decidir iniciar poner precio a las exportaciones de petróleo en Euros también. Todo esto lo ha hecho ser la actual bestia negra de la máquina de propaganda imperialista americana, y, por tanto, el destinatario natural de un asesinato fatwa por parte del intolerable teocrático e incondicional partidario de Bush, Pat Robertson. Cuando las protestas masivas en Bolivia alcanzaron dimensiones prerrevolucionarias, en junio de 2005, el Subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de los EE.UU., Roger Noriega, sabía a quien culpar: “El perfil de Chávez en Bolivia ha sido muy evidente desde el comienzo” (Miami Herald, 8 de junio de 2005). Fidel Castro, el tradicional fantasma de América Latina para los ilusorios fanáticos anti-comunistas, en tono de broma se quejó ante Chávez: “Me estoy dando cuenta de que su amistad está perjudicando mi imagen” (Reuters, 30 de abril de 2005).

La nefasta aventura americana en Irak ha hecho que sea menos probable un asalto militar inmediato a Venezuela, pero sin duda, la planificación está en proceso. La ayuda masiva de EE.UU. ha triplicado el tamaño de las fuerzas armadas de Colombia en los últimos años, proporcionando a Washington un sustituto confiable en la región. Cuando Chávez anunció planes para una ampliación modesta de la milicia popular, y compró 100,000 fusiles AK-47 y 40 helicópteros a Rusia, la administración Bush graznó que estaba poniendo en peligro la paz de la región. El Secretario de Defensa de EE.UU., Donald Rumsfeld, cínicamente preguntó: “¿Dónde demonios está [la amenaza] que Venezuela ve, que hace que desee tener todas esas armas?” (BBC News Online, 1 de julio de 2005).

A pesar de los intentos de diversificar sus mercados, Venezuela sigue dependiendo de las ventas a los EE.UU., que alcanzan aproximadamente los dos tercios de sus ingresos por exportación de petróleo, como los Bolivarianos han sugerido, es una razón más que suficiente para llegar a un acuerdo con los EE.UU. En el período posterior al golpe de abril de 2002, un exasperado Chávez declaró: “Conmigo en el poder el abastecimiento de petróleo a los EE.UU. está asegurado. Si apoyan los esfuerzos encaminados a obligarme a salir del poder habrá una guerra civil y el petróleo se interrumpirá” (ZNet, 10 de septiembre de 2002). En la Mesa Redonda de julio de 2005, Chávez habla de que tiene “amigos en ambos partidos” de la clase gobernante de Norteamérica. La oratoria demagógica anti-imperialista que tanto había entusiasmado a sus admiradores de izquierda en Porto Alegre fue puesta a un lado, a favor de un llamado a sus “queridos amigos de negocios de América del Norte” por la “paz”, la “comprensión”, la “transparencia” y la “verdadera integración”. Lejos de pedir “trascender el capitalismo” a través del socialismo Bolivariano, el máximo líder venezolano hiló fantasías acerca de la auto-reforma pacífica del imperialismo a través de una especie de impuesto Tobin, que podría “crear un fondo que permita a los gobiernos y a la sociedad forjar una alianza histórica para la supervivencia de la especie humana “(Venezuelanalysis.com, 6 de julio de 2005).

La expansión de los programas sociales bajo la “Revolución Bolivariana” ha sido pagada por el astronómico aumento de los precios internacionales del petróleo. Cuando Chávez asumió el poder en 1998, el petróleo se vendía aproximadamente a $12 el barril—en 2005 iba por $60. Bajo el gobierno de Chávez, el impuesto sobre ingresos pagado por las empresas petroleras extranjeras ha aumentado de un 1 por ciento nominal a un 16,6 por ciento (New York Times, 5 de julio de 2005). Sin embargo, si los ingresos del gobierno han aumentado, la deuda pública de Venezuela también ha aumentado, en gran parte como resultado de una política deliberada de subvencionar extravagantemente a los bancos de Venezuela:

“’Pero lo que hace que esto sea realmente una locura’, estima [Oscar] García [Mendoza, presidente del Banco Venezolano de Crédito], ‘es que el gobierno esté depositando todos sus ingresos del petróleo a un 5 por ciento en los mismos bancos, a los cuales les solicita préstamos al 14 por ciento. Es una manera muy fácil de hacer dinero para los banqueros. Esa es la razón por la que digo que esto es un gobierno para los ricos’.”

—Christian Parenti, “Hugo Chávez y Petro Populismo”, La Nación, 11 de abril de 2005

Parece ser que los chavistas se imaginan que se reducirá la subordinación de América Latina a los EE.UU. si se amplía el comercio regional y la cooperación económica. Hasta la fecha, Cuba es el único país que ha mostrado entusiasmo por la propuesta de Chávez llamada “Alternativa Bolivariana para las Américas” que competiría con el Área de Libre Comercio de las Américas, dominada por los EE.UU. Pero la lógica de tratar de incluir otros regímenes capitalistas en un proyecto de solidaridad Bolivariano se mostró claramente en agosto de 2005, cuando Chávez se ofreció a apoyar al gobierno de Ecuador en contra de los trabajadores que, exigiendo un aumento de las inversiones y más puestos de trabajo, llevó a la detención de las exportaciones de petróleo del país. Socavando la ventaja de los trabajadores, el gobierno de Chávez anunció: “Venezuela cubrirá los compromisos [de exportación de petróleo] que el gobierno de Ecuador [sic] no ha podido cumplir en estos días. Ellos no tendrán que pagar ni un centavo” (Reuters, 21 de agosto de 2005).

El Marxismo y el Estado en Venezuela

Esta vergonzosa acción de romper una huelga fue pasada por alto sin comentarios por parte de muchos de los admiradores internacionales de Chávez, incluidos los del Comité para una Internacional Marxista, que en papeles es el defensor de la independencia política de la clase obrera de la burguesía y, al menos en teoría, abogan por la creación de un partido leninista de vanguardia para llevar a cabo el programa de Trotsky de la revolución permanente. Pero, para el CMI, nada de esto parece aplicarse en Venezuela.

Los marxistas no desacreditan las medidas aplicadas por el gobierno de Chávez que mejora las vidas de los pobres y desposeídos—pero tampoco llegamos a la conclusión de que los principios fundamentales del socialismo ya no se aplican. Capitalistas y trabajadores tienen intereses materiales contrapuestos en Venezuela, lo mismo que en el resto del mundo. Ninguna alquimia Bolivariana puede transformar un instrumento construido para defender y promover la explotación capitalista—el estado burgués—en una agencia de liberación social.

El CMI afirma que Chávez ha “llevado a cabo una purga parcial del estado” (Marxist.com, 20 de mayo de 2004). Alan Woods incluso ha afirmado que los intentos bonapartistas de Chávez de mediar entre los trabajadores y los patronos significa que “el estado en Venezuela ya no está controlado por la burguesía” (Marxist.com, 4 de mayo de 2004). Al tiempo que concede que Chávez encabeza uno burgués, y aún advirtiendo que el estado representa una amenaza para la “revolución” aún no consolidada, la solución de Woods es proponer “la necesidad de eliminar a todos los conservadores” aún escondidos en el aparato (Marxist.com, 20 de mayo de 2004). En un “informe de testigos oculares desde el corazón de la revolución”, un defensor del CMI describió intensamente la titánica lucha revolucionaria supuestamente en marcha dentro de la maquinaria capitalista estatal de Venezuela:

“A pesar de que las estructuras del Estado venezolano siguen siendo capitalistas, esto no significa que dentro de él no haya una feroz lucha que tiene lugar entre los revolucionarios y los sectores que piensan que la revolución ha ido demasiado lejos. Hay una enorme división entre los reformistas y los revolucionarios en el palacio de Miraflores, los ministerios y en todo tipo de oficinas públicas. En algunos ministerios, la izquierda es fuerte, como por ejemplo en el Ministerio del Trabajo. Cristina Iglesias está en realidad trabajando codo con codo con la UNT, a fin de hacer frente a las prácticas anti- trabajadores de los jefes, tratando de impulsar la participación de los trabajadores en los sindicatos y tratando de aprovechar más las medidas de co-administración”.

—Marxist.com, 7 de septiembre de 2005

Aquí, en toda su desnudez, está la debilitante receta reformista de Eduard Bernstein de que los trabajadores pueden tomar en forma pacífica del estado capitalista y transformarlo gradualmente de un aparato de opresión en un instrumento de liberación.

Según el CMI, “Chávez, en general, ha hecho un cambio hacia la izquierda, que los marxistas revolucionarios debemos apoyar e impulsar” (Marxist.com, 19 de mayo de 2004). Los que critican a Chávez, o sus jactancias en el CMI, son despedidos como “sectarios”, que no alcanzan a comprender “la relación dialéctica entre Chávez y las masas”:

“Nuestra actitud hacia Chávez en todo momento ha sido una de apoyo crítico. Es decir, apoyaremos a Chávez en la medida en que golpee al imperialismo y la oligarquía, pero vamos a criticarlo cuando vacile o haga concesiones al imperialismo y la oligarquía”.

—Alan Woods, Marxist.com, 23 de julio de 2004

Esta es precisamente la fórmula empleada por Stalin, Kamenev y el resto de los bolcheviques de derecha tocante al Gobierno Provisional de la Rusia burguesa tras el derrocamiento del zar en febrero de 1917. En su histórica “Tesis de Abril,” Lenin rechazó enfáticamente este enfoque e insistió en una política de oposición dura a cualquiergobierno capitalista, por “progresista” que sea. Esta posición, que era la base política de la victoriosa revolución obrera en octubre de 1917, se consideró como una locura sectaria por los representantes de todos los matices de oportunismo dentro del movimiento socialista ruso, todos ellos tenían una estrategia, como la del CMI de hoy, que no era más que presionar al gobierno capitalista “izquierdista” y esperar a que se desarrollara la “dinámica revolucionaria”.

El CMI ve a Chávez como un iniciador del cambio revolucionario cuyas audaces acciones han provocado la movilización de la clase obrera. Según Woods, tan pronto como “la clase obrera entra en el ámbito de la lucha, adquiere una dinámica y un movimiento propio” (Marxist.com, 21 de enero de 2005). Al fijar sus esperanzas en Chávez como el gestor de un proceso histórico inevitable, el CMI renuncia a la responsabilidad de combatir las ilusiones pequeño burguesas divulgadas por los chavistas dentro de la clase trabajadora:

“Chávez y sus seguidores se apoyan en las masas para propinar golpes a la oligarquía y el imperialismo. Originalmente no tenían una perspectiva socialista, sino sólo la idea de eliminar la corrupción y de modernizar a Venezuela. Querían una sociedad más limpia, más justa e igualitaria, pero pensaron que esto era posible lograrlo sin romper las barreras del capitalismo. Pero inmediatamente esto los llevó a conflictos con la burguesía y el imperialismo. Las masas tomaron las calles y le imprimieron una dinámica diferente al proceso. El movimiento de masas estimuló a Chávez y este a su vez alentó a este movimiento hacia una dirección revolucionaria.”

—Alan Woods, Marxist.com, 20 de Mayo de 2004

El presidente venezolano ha tomado nota de sus cortesanos del CMI, e incluso invitó a un par de ellos a que aparecieran en “Aló Presidente”, su programa de televisión semanal. El CMI orgullosamente informó de que Woods y otro camarada del CMI “fueron colocados en la primera fila, en un lugar destacado, directamente frente al Presidente” y que “en el transcurso del programa, Hugo Chávez, mencionó a Alan al menos tres veces” (Marxist.com, 19 de abril de 2004).

Por supuesto que es agradable tener tiempo de emisión, pero V.I. Lenin tuvo una pobre opinión de los seudo-sofisticados en la Segunda Internacional, que pasaron su tiempo bebiendo junto a los ministros del gabinete y otros burgueses importantes mientras que enseñaban a los trabajadores a esperar pacientemente el inexorable funcionamiento de un cuasi automático proceso histórico de entrega del socialismo. La seguridad que Woods trasmite a sus seguidores de que, “tarde o temprano las masas estarán conscientes del significado real de sus actos” (Marxist.com, 21 de enero de 2005) no vale mucho. ¿Qué propósito tiene una organización socialista, si no es la de hacer que las masas tengan conciencia política? La tarea de los revolucionarios es la de ayudar a los trabajadores a comprender la realidad social y de actuar en su propio interés—como una “clase para sí”—en lugar de seguir siendo una “clase en sí” confundida por la ideología burguesa.

¿Revolución o Contrarrevolución?

Los pobres y los trabajadores de Venezuela han manifestado en reiteradas ocasiones su disposición a hacer lo que sea necesario para salir de la pobreza y la desesperación en las que el capitalismo los ha confinado. La tarea de los marxistas es la de ganar a los elementos más avanzados políticamente para que entiendan la necesidad de expropiar a los capitalistas como clase, y comenzar la reconstrucción de la sociedad sobre una base socialista. Un primer paso necesario en este camino es el rechazo de cualquier noción de reconciliación o de compromiso estratégico con los explotadores.

Las cosas no van a quedarse como están en Venezuela. No habrá una lenta y continuada deriva hacia el socialismo. El coloso imperialista se ha quemado los dedos en Irak y está predispuesto a emprender nuevas aventuras militares a gran escala en América Latina. Sus sustitutos colombianos parecen, por el momento, tener sus manos llenas. Y la derecha venezolana, después de haber perdido tres rondas consecutivas con los Bolivarianos, se está reagrupando y lamiéndose sus heridas. Pero la burguesía mantiene el control de todas las palancas esenciales de la economía, así como de los medios de comunicación, y es sólo una cuestión de tiempo antes de que una vez más vaya a la ofensiva.

Para contrarrestar la amenaza de un golpe de estado de derecha tipo Pinochet o Franco, los trabajadores venezolanos tienen necesidad de organizarse a través de una red de representantes electos en todas las fábricas, refinerías, minas y otros lugares de trabajo. Un sistema de coordinación nacional de los consejos de los trabajadores constituiría un mecanismo para ejercer el control sobre la producción y distribución de las necesidades indispensables para la vida, para la movilización de las capas más oprimidas de la sociedad, y para contrarrestar eficazmente cualquier intento por parte de los capitalistas y sus matones de reafirmar sus prerrogativas a través de una represión brutal.

Lo que se necesita hoy en Venezuela es un liderazgo político dentro del movimiento obrero que esté comprometido con la lucha por el poder—un partido leninista de vanguardia arraigado en el proletariado, capaz de polarizar el movimiento bolivariano en sus componentes de clase y, por tanto, preparar a la clase trabajadora para el inevitable enfrentamiento con la burguesía. Algunos izquierdistas esperan que el gobierno de Chávez siga el camino del movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, que se inició con una formación liberal radical, pero, que después de dirigir una lucha que acabó con el estado capitalista existente, terminó expropiando a la burguesía y creando una economía de mando centralizado. La creación de un estado de trabajadores distorsionado a 90 millas de la costa de Florida, fue producto de la implacable e inflexible hostilidad de los capitalistas de Cuba y de su patrón imperial, pero sólo fue posible debido a la existencia del degradado estado de trabajadores soviéticos como contrapeso global al imperialismo.

La situación en Caracas en el 2006 es totalmente diferente a la de La Habana en 1960—la Unión Soviética ya no existe, y el estado venezolano sigue intacto. Chávez ha purgado algunos de los elementos que son particularmente hostiles a su régimen, pero él no ha tocado, y no lo hará, el núcleo esencial del estado burgués. El experimento “Bolivariano” sólo puede ser un interludio temporal. Hay sólo dos caminos, en la Venezuela de hoy—o la clase trabajadora sigue adelante y expropia a la burguesía (liquidándola así como clase) o los capitalistas aplastarán al proletariado. No hay ninguna opción de centro, ni “tercera vía”. No habrá alivio para el dolor y el sufrimiento de las masas de América Latina, siempre que los medios de producción sigan en manos de una pequeña minoría, como señaló Leon Trotsky, el gran revolucionario ruso, hace más de 70 años:

“Sud y Centroamérica sólo podrán liquidar el atraso y la esclavitud uniendo sus estados en una única y poderosa federación. Pero no será la atrasada burguesía sudamericana, agencia totalmente venal del imperialismo extranjero, quien cumplirá esta tarea, sino el joven proletariado sudamericano, llamado a dirigir a las masas oprimidas. Por lo tanto, la consigna que debe guiar la lucha contra la violencia y las intrigas del imperialismo mundial y contra la sangrienta dominación de las camarillas compradoras nativas es Por los estados unidos soviéticos de Sud y Centroamérica.

—“La Guerra y la Cuarta Internacional”, 10 de Junio de 1934

Castro en busca de la distensión hemisférica

Desde Punta del Este…

Castro en busca de la distensión hemisférica

Traducido de Workers Vanguard No. 141, 21 de enero de 1977. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 07, junio de 1979

De todos los mitos acerca de la Cuba castrista, el más difundido es seguramente el de una política exterior supuestamente revolucionaria. Los “tercermundistas” de la “Nueva Izquierda” norteamericana se pusieron de acuerdo con liberales de guerra fría y conservadores macartistas en que La Habana exportaba la guerra de guerrillas a toda América Latina. Cuando se les presenta la evidencia de la represión ejercida sobre toda oposición socialista en Cuba, los “fidelistas” argumentan que esas son pequeñeces en comparación con la “titánica” batalla librada por Castro contra el imperialismo yanqui a escala continental. ¡Simplemente acuérdense de la heroica misión del “Che” en Bolivia! ¡Piensen en cómo Radio Habana, emitiendo todas las noches desde el “Primer Territorio Libre de América”, mantiene vivos los ánimos de miles de militantes sometidos a la más salvaje represión!

Entre los que se reclaman del trotskismo, esta creencia en un compromiso internacionalista de la dirección cubana fue una de las bases sobre las que se formó el “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional” (SU), el cual proclamaba en su documento de fundación:

“La revolución cubana asestó un golpe a la política de colaboración de clases del estalinismo en América Latina y otros países coloniales. Nuevas corrientes, que se desarrollan bajo la influencia de la victoria en Cuba, están buscando a tientas el camino al socialismo revolucionario…”

― “Por la pronta reunificación del movimiento trotskista mundial”, marzo de 1963.

La perspectiva del Secretariado Unificado para América Latina fue “la introducción de conceptos trotskistas dentro de esta nueva tendencia castrista” (“Dinámica actual de la revolución mundial”, documento aprobado en el congreso de fundación del SU en junio de 1963).

En los últimos años, sin embargo, la imagen heroica de la Revolución Cubana ha comenzado a deslustrarse, y muchos de los entusiasmados castristas de ayer se han desencantado con su “jefe máximo”. Particularmente inquietante ha sido su afición a coquetear con los generales nacionalistas, desde la junta peruana hasta Torrijos en Panamá, y el apoyo explícito que le da Castro a la política brezhnevista de “coexistencia pacífica” con el imperialismo. A comienzos de los 70 se puso de moda dentro de ciertos círculos de “extrema izquierda” el sostener el “criterio personal” de que algo se había torcido en Cuba: el burocratismo se estaba afianzando y se había verificado un “giro a la derecha” en la política exterior de Castro.

No había unanimidad acerca de cuándo se produjo el supuesto giro. Algunos lo identificaban con la partida de Guevara de Cuba, o si no con su asesinato en Bolivia, haciéndolo pasar por un “guerrillero heroico”, la conciencia de izquierda de la revolución. Otros se inclinaban por ubicarlo en la época del apoyo de Castro a la invasión rusa de Checoslovaquia en 1968, un acto que golpeó fuertemente a muchos fidelistas latinoamericanos que anteriormente vieron en el castrismo una alternativa de izquierda al estalinismo moscovita. Pero lo que tienen en común las varias explicaciones del “giro a la derecha” es el deseo de no comprometerse con las últimas jugadas internacionales de Cuba y a la vez no romper fundamentalmente con el castrismo.

Luego, a finales de 1976, vino el envío de varios miles de soldados y oficiales cubanos a Angola a rescatar al asediado MPLA del golpe de mano imperialista encabezado por Sudáfrica. El presidente norteamericano Ford calificó hipócritamente a Castro de “bandolero internacional”. En EE.UU., los partidarios de S. Marcy trataron de resucitar un movimiento antiguerra pequeñoburgués alrededor del apoyo político al MPLA y el elogio de “la valiente ayuda” prestada por Cuba a los movimientos de liberación en todo el mundo (Workers World, 30 de enero de 1976). En Europa Livio Maitan, uno de los líderes del seudotrotskista SU, fanfarroneó que “el compromiso decisivo de Cuba con una batalla crucial antiimperialista tiene pocos precedentes en la historia de décadas pasadas…” (Inprecor, 18 de marzo de 1976).

Maitan aprovechó la ocasión para fustigar a los detractores de Castro y a los vacilantes anónimos:

“Durante algún tiempo se habló mucho de los deseos de Cuba por alcanzar un compromiso con los Estados Unidos, y algunos, cayendo en un apresurado impresionismo, concluyeron que los dirigentes cubanos estaban dispuestos a pagar un precio muy alto por ese compromiso. Ahora, al contrario, está claro que no estaban dispuestos a pagar el precio de renunciar a su valiente actitud de solidaridad internacional… La intervención en Angola lo confirma meridianamente… cualesquiera hayan sido las particulares razones tácticas de la intervención, ella constituye un testimonio ejemplar de internacionalismo revolucionario”.

Pero este “internacionalismo revolucionario” estaba subordinado al proyecto de política exterior del Kremlin, que en ningún momento dejó de ser el de la distensión global. En efecto, a la vez que las tropas cubanas luchaban en Angola contra las fuerzas financiadas por la CIA, en La Habana los ciudadanos aprobaban una nueva constitución ¡que introducía la “coexistencia pacífica” en la ley fundamental del país!

Ha habido, por supuesto, cierto zigzagueo en la política exterior cubana. Al comienzo de los 60 Castro se dedicó a una búsqueda sin perspectivas del apoyo diplomático de los regímenes nacionalistas-burgueses de Latinoamérica a la vez que, de cuando en cuando, ofrecía concertar un modus vivendi con el Tío Sam. En el período “heroico” de 1965-67, la política fidelista hacia América Latina se concentró en promover el guerrillerismo y fustigar a ciertos partidos comunistas latinoamericanos por sus ilusiones en una “vía pacífica”. A partir de entonces, La Habana ha estrechado sus ligazones con Moscú. Pero a pesar de la sucesión periódica de cambios cuantitativos, desde la consolidación del estado obrero deformado cubano a finales de 1960, el régimen de Castro ha seguido una vía nacionalista basada en la ilusión estalinista de poder construir el socialismo en una sola isla al solicitarle al imperialismo un tratamiento tolerante.

Punta del Este

Todos aquellos que suspiran por los días en que Guevara estaba en la cúspide del poder en La Habana deben recordar que fue el mismo “Che”, y no otro, quien encabezó la delegación cubana a la conferencia de Punta del Este (Uruguay) en 1961, donde el régimen castrista hizo su primera oferta de una coexistencia pacífica hemisférica al imperialismo norteamericano. La conferencia había sido convocada para lanzar la “Alianza para el Progreso” del presidente estadounidense Kennedy, cuyo propósito era aislar a Cuba y contrarrestar las posibilidades revolucionarias en América Latina con unos cuantos millones de dólares de limosnas provenientes del bolsillo imperialista.

Se recuerda perfectamente la ardiente intervención de dos horas de Guevara en las sesiones de agosto de 1961, advirtiendo que la ayuda norteamericana vendría atada con cadenas. Lo que frecuentemente se olvida es que finalizó con una oferta de distensión:

“No podemos prometer que no exportaremos nuestro ejemplo, como nos lo piden los Estados Unidos, porque un ejemplo es cuestión de espíritu y un elemento espiritual puede cruzar las fronteras. Pero nosotros garantizaremos que no habrá envío de armas cubanas para ser usadas en la lucha de ningún país latinoamericano.”

― citado en John Gerassi, The Great Fear in Latin America (1965).

No hay duda de que la oferta era sincera. Después de la conferencia, en una “reunión social imprevista” en Montevideo con el consejero de Kennedy, Richard Goodwin, Guevara propuso conversaciones Cuba-EE.UU. sobre el reembolso de los intereses norteamericanos expropiados, a cambio de la terminación del embargo comercial.

Los trotskistas no nos oponemos a los esfuerzos cubanos por romper el bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos. Por el contrario, defendemos el derecho de Cuba a sostener relaciones comerciales con todo país, desde la Unión Soviética y los demás estados obreros deformados hasta las dictaduras burguesas reaccionarias, tal como la España franquista, con el fin de prevenir la asfixia económica. La Rusia revolucionaria de Lenin concluyó acuerdos comerciales con Inglaterra y Alemania sin de ninguna forma restringir las actividades de la Internacional Comunista. Como escribió Trotsky:

“La idea básica de la política exterior de los Soviets era que los acuerdos comerciales, diplomáticos y militares del Estado soviético con los imperialistas, acuerdos inevitables, en ningún caso debían frenar o debilitar la acción del proletariado en los países capitalistas interesados; pues la salud del Estado obrero no está asegurada, más que por el desarrollo de la revolución mundial.”

La revolución traicionada (1936)

Pero la Cuba de Castro no ha construido una Internacional Comunista, y en numerosas ocasiones ha exhortado al proletariado a limitar su lucha contra los regímenes burgueses que mantienen relaciones diplomáticas con La Habana.

A comienzos de los años 60, esta política se reflejó en el apoyo de Cuba al presidente brasileño Janio Quadros y a su sucesor Joao Goulart. Como escribió el académico filocastrista James Petras:

“Entre 1959 y 1962 la dirección cubana respaldó a una amplia gama de fuerzas políticas latinoamericanas. Desde movimientos izquierdistas hasta fuerzas nacionalistas moderadas incluyendo a personajes como Quadros de Brasil.”

En Latin America: Reform or Revolution? (1968)

En los primeros meses de 1961 los periódicos cubanos elogiaron al presidente brasileño por haber condenado la invasión de Playa Girón organizada por los EE.UU.; y en agosto, cuando Guevara estaba de regreso a Cuba después de la conferencia de Punta del Este, Quadros le otorgó al líder cubano la máxima condecoración del gobierno brasileño, la Cruz del Sur. Esto enfureció a políticos opositores pro-norteamericanos y a mandos militares quienes amenazaron derrocar a Quadros, quien, en consecuencia, huyó del país. Castro aclamó a Quadros como “uno de los más acérrimos defensores de la autodeterminación.”

¿Quién era, en realidad, este gran “progresista”? Quadros era un conservador excéntrico, partidario del gobierno honesto y la moneda dura. El periodista procubano Gerassi sintetizó la política de este político “indómito”:

“Pisoteó así a los sindicatos, envió tropas federales a los rincones hambrientos del Noreste a aplastar las manifestaciones de protesta, encarceló a los estudiantes desobedientes, restringió el crédito, acabó con la mayoría de los subsidios federales, despidió a los empleados gubernamentales ‘ociosos’ y devaluó el cruzeiro casi hasta nivelarlo con su valor en el mercado de divisas.”

Op. cit.

En este caso el régimen de Castro no pudo afianzar las relaciones debido a que el gobierno de Quadros cayó tan repentinamente.

Quadros fue reemplazado por su vicepresidente, Goulart, quien siguió una ruta prudente entre izquierda y derecha; política exterior relativamente independiente y entrega total a los terratenientes e industriales en los asuntos domésticos. Siendo él mismo un latifundista millonario; Goulart dirigía el Partido del Trabajo Brasileño (PTB) populista-burgués y necesitaba cultivar una imagen de izquierda para poder aparecer como el aliado de los movimientos obrero y campesino, entonces en pleno auge. Su fama de “amigo firme” de Cuba le ayudaba a llevar a cabo este juego demagógico.

Para mantener relaciones de estado a estado no hay que fomentar ilusiones en “terratenientes progresistas”. La dirección internacionalista de un estado obrero revolucionario trataría de impulsar y ayudar a los movimientos de protesta de los explotados para que se convirtieran en una poderosa ofensiva contra el dominio capitalista. En esos años, ciertamente, se presentaron oportunidades revolucionarias en Brasil, donde un vasto y multiforme movimiento campesino estalló en el Noreste, dirigido por el Partido Comunista, sacerdotes católicos y sobre todo por el político socialista pro-cubano Francisco Julião.

Castro se mantenía en permanente contacto con este movimiento a través de Julião, cuyos viajes a Cuba eran tan frecuentes que algunos de sus opositores hablaban de un “expreso” entre La Habana y el Noreste del Brasil. Pero la política que Julião infundía al movimiento campesino difícilmente podría llamarse revolucionaria. Rehusó extenderlo a las plantaciones de la costa para ligarse con el movimiento de los trabajadores agrícolas y el proletariado urbano; además, políticamente su influencia descansaba en una alianza con el gobernador de Pernambuco, Miguel Arraes, quien pertenecía al mismo PTB de Goulart. Es altamente significativo lo que escribió un antiguo dirigente de las ligas campesinas del Noreste acerca de la frustración de los planes de actividad guerrillera (a los que se oponía Julião):

“Parece que entre otros factores, la existencia de relaciones diplomáticas amistosas entre los gobiernos de Cuba y Brasil estuvo íntimamente relacionada con el fracaso del esquema militar de las Ligas Campesinas. El sostener estas relaciones diplomáticas impedía a los cubanos apoyar abiertamente las actividades guerrilleras de la Liga. Aún más, algunos elementos cubanos aconsejaron a las Ligas acercarse más a los presidentes Quadros y Goulart.”

― Clodomiro Moraes, “Peasant Leagues in Brazil”, en Rodolfo Stavenhagen, Agrarian Problems and Peasant Movements in Latin America (1970)

En cuanto al renombre izquierdista de Goulart ―asiduamente difundido por los EE.UU. que, ahora es sabido, estaba preparando una intervención masiva de la marina y del ejército en Brasil, a la escala de la efectuada en Santo Domingo un año después― su medida más “radical” fue una reforma agraria anunciada dos semanas antes de ser echado de la presidencia. Este tímido decreto, nunca llevado a la práctica, tan solo proclamaba el reparto de las grandes haciendas “adyacentes a carreteras, ferrocarriles y embalses” (¡!), recompensando a los propietarios con bonos del gobierno (Goulart, Discurso ante una manifestación obrera en Rio de Janeiro, 13 de enero de 1964; citado en Hispanic-American Report,. mayo de 1964).

La distensión frustrada

Brasil fue el más notable de los intentos de Castro de formar alianzas políticas con gobiernos y personajes nacionalistas-burgueses con pose de izquierdistas. Cuba también mantuvo estrechas relaciones con el primer ministro de Guyana Cheddi Jagan, cuyo Partido Progresista del Pueblo fue derrumbado mediante un paro ―orquestado por la CIA― realizado por partidarios negros del adversario de Jagan, Forbes Burnham. Otro dirigente burgués predilecto de Castro fue el ex-ministro ecuatoriano Manuel Araujo, quien fue destituido por el demagógico presidente Velasco Ibarra después de una campaña ―también instigada por la CIA― de manifestaciones estudiantiles en contra de la política pro-cubana de Araujo.

Buen ejemplo de la política exterior de Cuba durante este período fue la reacción de Castro ante la expulsión de Cuba de la OEA en enero de 1962. Es de fama mundial su “Segunda Declaración de La Habana”, en que Castro calificaba a la OEA como un auténtico “ministerio yanqui de colonias”, declaraba que en América Latina “la burguesía nacional es incapaz de conducir la lucha antifeudal y antiimperialista”, y denunciaba a aquellos que hablaban de derrocar a la clase dominante por medios legales.

Menos remarcado fue el que Castro se pronunció así mismo en favor de la unidad con “los estratos más progresistas de la burguesía nacional”. Lo que esto significaba en la práctica se pudo ver en el “desafío” de Castro a la OEA: una “Asamblea de los Pueblos” celebrada simultáneamente con la nueva reunión de Punta del Este y convocada por diez destacados políticos “progresistas” latinoamericanos, incluyendo al ex presidente mexicano Lázaro Cárdenas, al futuro presidente chileno Salvador Allende, a Julião y Araujo.

La cosecha que recogió Castro con este intento de apoyarse en “las capas más progresistas de la burguesía nacional” fue por cierto muy pobre. Una vez más Brasil fue el arquetipo: durante la “crisis de los misiles” en octubre de 1962, el gobierno de Goulart votó en la OEA apoyando el bloqueo naval norteamericano como un acto de “legítima autodefensa”. Aún el cuñado “izquierdista” de Goulart, Leonel Brizola, gobernador del estado de Rio Grande do Sul, condenó el envío de proyectiles rusos al régimen de Castro como un intento de “aprovecharse de la lucha del pueblo cubano” y manifestó su oposición a “la transformación de Cuba en satélite de la Unión Soviética” (citado en Hispanic-American Report, enero de 1963).

El 31 de marzo de 1964 Goulart, el “amigo firme” de Cuba, fue derrocado por un golpe militar obviamente planeado y ejecutado en estrecha cooperación con Washington. Castro no se pronunció públicamente sobre el golpe reaccionario sino hasta el 1° de mayo, y, peor todavía, dos días después de su realización el dirigente cubano renovaba a los EE.UU. sus ofrecimientos de la distensión. La ocasión la propició una entrevista en que Castro elogió sin críticas un discurso pronunciado el 25 de marzo por el senador J. W. Fullbright acerca de “los mitos y realidades de la política exterior de los EE.UU.” Castro dijo en su comentario:

“El senador Fullbright dijo que Cuba podía ser tolerada como algo desagradable… pero que no representaba un peligro para los Estados Unidos. Esto es esencialmente correcto pero podría añadirse que Cuba será mucho menos desagradable en la medida en que sea respetada y dejada en paz.”

New York Times, 3 de abril de 1964

Guevara también elogió el discurso del “corajudo” presidente del comité de relaciones exteriores del senado norteamericano (quien durante la crisis de los misiles de 1962 había exigido la invasión de la isla).

¿Qué fue exactamente lo que Fullbright dijo que tanto sobresaltó a sus colegas y encendió los corazones de Castro y Guevara? Hizo un llamado a “una franca reevaluación de nuestra política cubana”, declarando que “la política de aislamiento es un error” y pidiendo que el embargo comercial fuera abandonado. Sin embargo, el senador añadió:

“El comunismo cubano sí representa una amenaza grave para los otros países latinoamericanos, pero esta amenaza puede manejarse por medio del uso resuelto y vigoroso de los mecanismos establecidos en el sistema interamericano contra todo acto de agresión.”

New York Times, 26 de marzo de 1964

Quadros, Goulart, Jagan y Araujo ya habían pasado por la amarga experiencia de esos “mecanismos establecidos” pero, aparentemente, ¡Castro y el “Che” no se habían percatado de su funcionamiento!

En otra entrevista pocos meses después Castro fue aún más lejos, reiterando la oferta de Guevara en Punta del Este de retirar la ayuda material a los revolucionarios latinoamericanos a cambio del cese por parte de EE.UU. de los intentos de derrocar al gobierno cubano:

“Si ellos [EE.UU.] están dispuestos a convivir con nosotros de acuerdo con las normas, nos sentiríamos en la misma obligación…. Si Cuba financiase una revolución contra un gobierno que la respeta, estaría violando las normas.”

New York Times, 6 de julio de 1964

El periodista informaba que Castro estaba dispuesto a terminar con el suministro de armas y la ayuda económica a los insurgentes pro-cubanos, añadiendo que “fuentes comunistas europeas afirman que tal ayuda ha sido suspendida enteramente o casi enteramente desde el comienzo del año.”

Y aquellos que tratan de contrastar al “revolucionario” Guevara con el “claudicante” Castro deberían consultar la intervención del “Che” ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1964, donde afirmó que para Cuba el problema central por el que la ONU debería preocuparse era “la coexistencia pacífica entre estados con diferentes sistemas sociales y económicos”. Lamentaba el hecho de que el imperialismo norteamericano, mientras se mostraba capaz de coexistir con la Unión Soviética, no pudiera sacar sus manos de los estados más pequeños de América Latina. “Actualmente, la clase de coexistencia pacífica a que aspiramos se ha mostrado, en muchos aspectos, imposible de materializarse” (Obras escogidas de Ernesto Guevara [1969]).

Guerrillerismo estalinista versus insurrección obrera

Pero los repetidos ruegos de Castro para lograr un modus vivendi con el imperialismo yanqui fueron bruscamente rechazados. Los gobernantes de los EE.UU. siguieron tratando al Caribe como un “lago norteamericano” y estuvieron de acuerdo con el sabihondo anticomunista profesional Theodore Draper en que, “si hay un lugar en el mundo en que el comunismo puede ser ‘reversible’, es el caso de Cuba” (Castroism: Theory and Practice [1965]). Rechazado por el Departamento de Estado y viendo sus “amigos” burgueses de Latinoamérica derribados uno a uno por golpes inspirados por la CIA, el régimen cubano dio un medio giro a la izquierda pero sin modificar su política nacionalista fundamental, característica de todos los regímenes estalinistas.

Durante 1965 se iniciaron luchas guerrilleras rurales de orientación castrista en Colombia (enero) y el Perú (junio). En Guatemala, Luis Augusto Turcios Lima se separó del frente guerrillero MR-13 (Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre) de Yon Sosa para formar las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), con un programa guevarista y estrechos vínculos con Cuba. También en 1965 las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) de Venezuela dirigidas por Douglas Bravo se rebelaron contra el intento de la dirección del PC de suspender acciones guerrilleras. Anteriormente, varias decenas de grupos pro-cubanos habían surgido a lo largo y ancho de América Latina, generalmente sin vínculos con La Habana, mientras la defensa teórica del modelo cubano hecha por Guevara (“Cuba: ¿caso excepcional o vanguardia en la lucha contra el colonialismo?” y La Guerra de guerrillas: un método) permanecía en el terreno de la exhortación intelectual. Entonces, en cambio, existía toda una serie de países con sus “ejércitos” guerrilleros castristas más o menos reconocidos, cuyo éxito o fracaso comprometería directamente la suerte internacional del régimen cubano.

Retrospectivamente, varios “castristas críticos” han situado en 1965 el comienzo de un período heroico en la política exterior de Cuba. El castrismo surgía como antagonista de izquierda de los PC pro-Moscú. Régis Debray, vocero autorizado de los dirigentes cubanos, denunciaba la “franca hostilidad hacia la lucha armada presentada por las direcciones de varios partidos comunistas latinoamericanos (Perú, Colombia, Argentina, Chile, Brasil)” (“América Latina: la marcha larga”) y criticaba explícitamente al Vigésimo Congreso del PC de la Unión Soviética que “condujo a los partidos comunistas hacia la vía de la ‘democracia nacional’, del ‘frente único, con la burguesía’” (“Problemas de la estrategia revolucionaria en América Latina” [1967]).

Si bien es cierto que el período 1965-68 vio, hasta cierto punto, una política exterior más militante por parte del régimen de Castro ―resultado de su aislamiento diplomático en Latinoamérica― no hubo ningún cambio fundamental en su estrecha orientación nacionalista. Por un lado, Cuba siempre se sometió a las orientaciones de Moscú. En enero de 1964 Castro emitió en Moscú un comunicado conjunto con Kruschev, elogiando et tratado contra los ensayos nucleares y condenando “el fraccionalismo y el sectarismo en las filas de los partidos comunistas y obreros” (claro bofetón a China). De nuevo en marzo de 1965 Castro previno indirectamente a China contra “peleas bizantinas” (eso después de la participación de Cuba en la reunión organizada por Kruschev en Moscú para “excluir” a China del “campo socialista”); y en enero de 1966, en vísperas del Congreso Tricontinental en La Habana, Castro condenó dramáticamente a China por reducir a la mitad los envíos de arroz a Cuba.

Por otra parte, por lo menos al comienzo, ciertos PC pro-Moscú siguieron haciendo cautelosas referencias a (y limitadas aplicaciones de) la “lucha armada”. Una reunión de partidos comunistas latinoamericanos efectuada en La Habana a finales de 1964 acordó “ayudar activamente” a los combatientes de Venezuela, Guatemala y demás países; y muchos de los participantes en la reunión de la Tricontinental eran partidos estalinistas línea Moscú. Esto no debería sorprender, ya que el mismo Stalin difícilmente puede clasificarse como pacifista. En efecto, prácticamente la totalidad de los grupos guerrilleros pro-cubanos en un momento u otro tuvieron (o buscaron) relaciones con el PC “oficial” de su país. Las FALN venezolanas estuvieron originalmente subordinadas a un comando político dominado por el PC; las FAR guatemaltecas eran dirigidas por un miembro del comité central del partido pro-Moscú y mantuvieron vínculos formales con él hasta 1967; y el ELN (Ejército de Liberación Nacional) de Colombia buscó, durante sus primeros meses de existencia, formar un comando militar unificado con el grupo guerrillero del PC, las FARC (véase Richard Gott, Guerrilla Movements in Latin América [1972]).

Igualmente importante para formarse un juicio sobre la fase “izquierdista” de Castro a mediados de los años 60 es el hecho de que el régimen cubano no levantó un dedo para respaldar las auténticas luchas de masas contra el imperialismo norteamericano y la reacción nacional. Un caso típico fue la protesta estudiantil que en enero de 1964 se desató en Panamá contra el control norteamericano de la zona del canal. Como informaba una fuente académica anticomunista (de quien era de esperarse que viera la subversión castrista detrás de cada manifestación): “La reacción [de Castro] ante los desórdenes se limitó al anuncio de que su gobierno estaba dispuesto a crear, en compañía de las otras naciones latinoamericanas, un fondo común para ayudar a los panameños” (Andrés Suárez. Cuba: Castroism and Communism, 1959-1966).

Una lucha aún más explosiva, en la cual el régimen cubano pudo haber dado contenido real al llamado de Guevara a crear “dos, tres, muchos Vietnam” en Latinoamérica, fue el levantamiento en Santo Domingo en abril y mayo de 1965. Aunque éste se realizó bajo un liderazgo burgués ―el PRD (Partido Revolucionario Dominicano) de Juan Bosch― las fuerzas “constitucionalistas” estaban formadas por miles de trabajadores urbanos y por un sector del ejército que se había rebelado contra los altos mandos reaccionarios. Las masas estaban hirviendo con sus anhelos de barrer cualquier vestigio o cómplice de la odiada dictadura trujillista (prácticamente todo el aparato del estado y la mayor parte de la amorfa burguesía); las posibilidades revolucionarias estaban a la vista.

Los gobernantes imperialistas de EE.UU., desde luego justificaron la invasión de los “marines” con el pretexto de que el levantamiento era una conjura castrista. El FBI presentó su famosa lista de “57 cabecillas comunistas” muchos de los cuales estaban muertos, fuera del país o en la cárcel. En realidad, lo que sucedió fue todo lo contrario. Como señalábamos en ese entonces, “La dirección cubana: y su principal representante, Fidel Castro, no fueron capaces de dar una ayuda eficaz a la sublevación dominicana” (Spartacist, septiembre-octubre de 1966). Este juicio es confirmado por Suárez:

“El 28 de abril los mismos ‘imperialistas’ que estaban bombardeando a Vietnam desembarcaron en Santo Domingo. El destino le estaba dando (a Castro) la oportunidad de enseñarle a los soviéticos y los chinos cómo cumplir con ‘el internacionalismo proletario’. Pero no hizo nada.”

Compare y Contraste

Compare y Contraste

LCI vs. TBI sobre el estalinismo y el defencismo soviético

[Primero publicado en línea el 10 de enero de 2004. Copiado de http://www.bolshevik.org/espanol/CompareYContraste_esp.html ]

A continuación mostramos una selección de citas de las publicaciones de la Tendencia Bolchevique Internacional (TBI, incluyendo la Tendencia Externa de la Tendencia Espartacista Internacional, predecesora de la TBI) y de la Liga Comunista Internacional (LCI, incluyendo la Tendencia Espartacista Internacional, predecesora de la LCI) subrayando las diferencias entre las dos organizaciones en cuanto a sus posiciones respecto al estalinismo y a la defensa de los estados obreros deformados y degenerados. El texto completo de muchos de estos artículos pueden encontrarse en www.bolshevik.org.

1980s: ¿’Victoria militar’ o ‘Vitorear’ el ejército soviético en Afganistán?”

LCI

En una de las primeras polémicas contra la Tendencia Externa de entonces, señalamos: “Si la Tendencia Externa fuera más honesta, admitiera que aborreció el hecho que vitorearamos la intervención del Ejército Rojo Soviético en Afganistán” (ver “The ‘External Tendency’: From Cream Puffs to Food Poisoning,” WVNo. 349, 2 de marzo de 1984). Cuatro años más tarde, ellos por fin, abiertamente denunciaron y renunciaron a nuestro llamado de, “¡Viva el Ejército Rojo en Afganistán!”, arguyendo que éste no era una consigna trotskista, porque le decía a los obreros que confiaran en los estalinistas, que tuvieran fe en los estalinistas, que aclamaran a los estalinistas.”

Por el contrario, nuestra buena acogida a la intervención del ejército soviético estuvo basada en el reconocimiento que, cualesquiera que fueran las intenciones de los burócratas mercenarios del Kremlin, esta acción militar daba la posibilidad de extender los logros de la Revolución de Octubre a Afganistán. Muchos soldados soviéticos pensaban que estaban cumpliendo su deber internacionalista al luchar por la derrota de las fuerzas reaccionarias islámicas financiadas por el imperialismo. Pero, ese internacionalismo hubiera sido verídico, sólo si se hubiera realizado, como señalamos, una revolución política para expulsar a los estalinistas del Kremlin y retornar al programa internacionalista proletario del Partido Bolchevique de Lenin y Trotstky.

—“The International Bolshevik Tendency—What is it?” [1995]

TBI

El problema con la consigna “Viva el Ejército Rojo en Afganistán” es que ésta no hace ninguna distinción entre el apoyo político y el militar. El ejército soviético (que no ha sido llamado ‘Ejército Rojo’ desde 1946) es el brazo militar de la burocracia del Kremlin. Las políticas del ejército son las de la burocracia. Por tanto, su papel es contradictorio, al igual que el de la burocracia. Mientras que el Ejército Ruso defienda a la Unión Soviética del imperialismo (y éste fue realmente su propósito al ir contra Afganistán), nosotros estamos militarmente de su lado. Si arrasa con las opresoras estructuras sociales y las reemplaza por la propiedad colectiva en las áreas bajo su control (y esto era incuestionablemente una posibilidad de la intervención rusa), nosotros apoyaríamos tales medidas. Pero apoyar al ejército soviético sin crítica alguna (por ejemplo, “aclamarlo”) podría ponernos en la posición de tener que pedir perdón por los estalinistas, cuando se acomoden al status quo social o emprendan una cobarde retirada. Y, sin que nadie se sorprenda, esto es exactamente lo que ellos han hecho en Afganistán.

…la Liga Espartacista propuso esta intencionada formulación ante la onda de antisovietismo que estaba barriendo a América. Aunque su intención puede considerarse loable, no hay forma de evitar el hecho de que la consigna, tomada literalmente y por si sola, es un apoyo político incondicional al papel soviético en Afganistán.

…El llamado a la “Victoria Militar del Ejército Soviético” se correspondió con la situación concreta en Afganistán porque nos colocó decididamente del lado soviético del frente de batalla sin asumir ninguna responsabilidad por las traiciones estalinistas.

1917 No. 5 [Invierno 1988-1989]

1981: Solidarnosc contra el deformado estado de los trabajadores en Polonia

LCI

Desde su concepción, la Tendencia Bolchevique afirmó tener muchas posiciones en común con nosotros. Por ejemplo, ellos también enarbolaron la configna “¡Alto a la Contrarrevolución de Solidarnosc en Polonia!” Pero cuando el tema de detener a Solidarnosc se planteó con mayor urgencia, ellos se volvieron locos ante nuestro planteamiento de apoyar la intervención aunque los estalinistas del Kremlin, con sus métodos brutales y estúpidas, se decidieran por una intervención militar y que de antemano asumíamos la responsabilidad por cualesquiera idioteces y atrocidades que pudieran cometer. La posición trotskista de defensa militar incondicional a los deformados y degenerados estados de los trabajadores queria decir eso exactamente, sin condiciones. Para la Tendencia Bolchevique, esto fue simplemente una prueba más de nuestra supuesta “estalinofilia”.

— “The International Bolshevik Tendency—What is it? [1995]

TBI

Este párrafo es una distorsión estalinofílica de la posición trotskista de defensa militar incondicional a los burocratizados estados de los trabajadores. Como señalamos en el ETB [Bulletin of the External Tendency of the iSt] No. 1:

“Los trotskistas dan apoyo militar incondicional a los regímenes estalinistas que luchan contra la contrarrevolución interna (por ejemplo, Solidarnosc), o contra fuerzas capitalistas externas (por ejemplo, Finlandia, 1940). Y es por completo diferente a brindar apoyo político a los estalinistas. Nosotros no asumimos ninguna responsabilidad por los crímenes de los estalinistas contra el pueblo trabajador – ya sea durante la defensa militar de las formas de propiedad proletaria u otras. El apoyo militar se brinda a pesar de estos crímenes.”

La disposición de la Liga Espartacista de “de antemano asumir la responsabilidad por cualesquiera idioteces y atrocidades, que ellos (los estalinistas) pudieran cometer” es precisamente lo contrario a la posición propuesta por León Trotski en el contexto de la defensa de la URSS contra el nazismo alemán en la Segunda Guerra Mundial:

“Mientras que con las armas en la mano ellos asestan golpes a Hitler, los bolcheviques leninistas realizan al mismo tiempo propaganda revolucionaria contra Stalin, preparando su derrocamiento en la próxima, y quizás muy cercana, etapa.

“Este tipo de “defensa de la URSS” naturalmente diferirá, tanto como el cielo difiere de la tierra, de la defensa oficial que ahora está resumida en la consigna: ‘¡Por la Madre Patria! ¡Por Stalin!’ Nuestra defensa de la URSS responde a la consigna ‘¡Por el socialismo! ¡Por la Revolución Mundial! ¡Contra Stalin!”

En defensa del marxismo (los subrayados son del original)

La consigna ¡Contra Stalin! significó que, en vez de “asumir la responsabilidad” por los crímenes de los burócratas contra la clase trabajadora, la IV Internacional se opuso las atrocidades cometidas por Stalin y la casta que él representaba.

— “ICL vs. IBT,” Trotskyist Bulletin No. 5 [febrero de 1996]

1983: Derribo del avión de espionaje KAL 007

LCI

Si el gobierno de la Unión Soviética sabía que el avión que intrusionaba su espacio aéreo (Líneas Aéreas Coreanas, vuelo No. 007) era en realidad un vuelo comercial de pasajeros con más de 200 civiles inocentes a bordo, y a pesar del potencial daño militar de una misión aparentemente de espionaje, aún así deliberadamente destruyeron el avión y sus ocupantes, entonces, parafraseando a los franceses, el acto de derribarlo hubiera sido peor que una atrocidad bárbara…

Workers Vanguard No. 337, 9 de septiembre de 1983

TBI

Nosotros decimos que la defensa de la Unión Soviética incluye la defensa del espacio aéreo soviético. La pérdida de vidas de civiles inocentes fue realmente lamentable, pero la única “barbaridad atroz” cometida fue la de los maestros espías americanos y de Corea del Sur, quienes utilizaron a esas desafortunadas personas como rehenes involuntarios.

ET Bulletin No. 2, enero de 1984 (reimpreso en Trotskyist Bulletin No. 1).

1984: Sobre Yuri Andropov

LCI

Él intentó refrenar los peores excesos de la burocracia.
Él intentó aumentar la productividad de las masas soviéticas.
Él no cometió ninguna traición manifiesta a favor del imperialismo.
Él no era amigo de la libertad.

—Andrópov, en Libro de Memorias, Workers Vanguard No. 348, 17 de febrero de 1984

TBI

El que Andrópov no haya cometido “ninguna traición manifiesta a favor del imperialismo” puede atribuirse, sin temor a equivocarse, al poco tiempo que duró en el cargo. Ciertamente, él no envió más MIGs a Nicaragua o AK-47 a los izquierdistas salvadoreños que su predecesor. Es verdad que quiso elevar la productividad, y eso qué, también la quisieron aumentar Stalin, Khrushchev y Brezhnev. (En cualquier caso, los trotskistas miran con escepticismo cualquier proyecto de elevar la productividad trazado por la burocracia, ya que éstos, generalmente, van contra la clase obrera. ¡Trotski no apoyó el Stakhanovismo!). Cualquier burócrata de alto rango sensato estará interesado en frenar ‘los peores excesos de la burocracia’ para incrementar la eficiencia, la seguridad y la estabilidad del régimen que dirige. Vuestra pequeña homilía a favor de Andropov se centra en sus intenciones subjetivas más que la inevitabilidad objetiva, e incluso la necesidad, de la existencia de corrupción e ineficiencia en una economía planificada dirigida por el orden burocrático y la policia secreta.

— “Reply to comrade Samuels,” 22 de abril de 1984, ET Bulletin No. 3, mayo de 1984 (reimpreso en el Trotskyist Bulletin No. 1).

LCI

Vuestra comparación de Andrópov con Stalin y Beria, los asesinos de decenas de miles de comunistas y oficiales del Ejército Rojo, es una obscena amalgama digna de las páginas de Comentario. Toda la carrera política de Andrópov se desarrolló durante un período de mayor tranquilidad doméstica. Al hacerlo a él personalmente responsable de los crímenes masivos psicopatológicos de Stalin es concecuencia de utilizar la misma metodología que considera a la burocracia como una masa reaccionaria homogénea y contrarrevolucionaria hasta la médula, es decir, una nueva clase explotadora.

— “Letter to External Tendency from Reuben Samuels,” 3 de enero de 1984, Workers Vanguard No. 348, 17 de febrero de 1984 (reimpreso en Trotskyist Bulletin No. 1)

TBI

El eje de su argumento al final deviene en su afirmación, profundamente revisionista, que es “obsceno” comparar a Yuri Andrópov con Joseph Stalin. Ustedes dicen que esto es digno de Comentario. Pero debemos entender que esta afirmación significa que ustedes piensan que:

a)En un cierto sentido Andrópov está más cerca del leninismo que sus predecesores, y/o

b)De cierta forma, él es menos representativo de la casta burocrática, que estranguló la dominación política de la clase obrera en la Unión Soviética y/o

c)La casta que él representaba, sufrió una transformación esencial desde la época de Stalin a ahora.

Cualquiera de estas posiciones puede ser sostenida por Pravda o por el Daily World, pero decididamente no caben en un periódico que dice ser trostkista.

— “Reply to comrade Samuels,” 22 de abril de 1984, ET Bulletin No. 3, mayo de 1984 (reimpreso en el Trotskyist Bulletin No. 1).

LCI

El trostkismo nos brinda una visión mundial coherente, en la que se refleja el carácter contradictorio de la burocracia estalinista. Su afirmación de que: “en el nivel más general, Andrópov y los burócratas que él representa están contrapuestos a todo aquello por lo que Trotski luchó”, es unidialéctica y se aleja mucho del trotskismo.

— “Letter to External Tendency from Reuben Samuels,” 3 de enero de 1984, Workers Vanguard No. 348, 17 de febrero de 1984 (reimpreso en Trotskyist Bulletin No. 1)

TBI

Para Trotski, a diferencia de para vuestra amable persona, el eje de la contradicción dialéctica en la sociedad soviética no está dentro de la burocracia (el enérgico Andrópov contra el perezoso Brezhnev), sino entre la oligarquía bonapartista y la estructura social de dónde se deriva su parásita existencia. Esto naturalmente condiciona la actitud trotskista hacia la relación entre la defensa de la Unión Soviética y el derrocamiento de la burocracia estalinista. Es responsabilidad de los revolucionarios defender a la Unión Soviética a pesar de la dominación de Yuri Andrópov y su casta –—¡pero no en su nombre!

— “Reply to comrade Samuels,” 22 de abril de 1984, ET Bulletin No. 3, mayo de 1984 (reimpreso en el Trotskyist Bulletin No. 1).

1986: “El principal desperfecto” del Challenger

LCI

Lo que sentimos por los astronautas no es ni más ni menos que lo que sentimos por cualquier persona que muera en circunstancias trágicas, tal como los pobres nueve salvadoreños que murieron por un fuego en un apartamento del distrito federal de Washington hace dos días. 

Workers Vanguard, No.397, 14 de febrero de 1986

TBI

Sin embargo, la cobertura que vimos, no nos deja ninguna duda de que aquellos “nueve pobres salvadoreños” eran refugiados de la desesperada pobreza de su patria (y casi con certeza de los escuadrones de la muerte de la derecha). La afirmación de WVs de que no siente más simpatía por estas personas que por el grupo de “reaganautas” que perecieron tratando de fraguar un eslabón más en el intento del imperialismo estadounidense de alcanzar la posibilidad de infringir el primer golpe contra la Unión Soviética, demuestra que la Liga ex-Trotskista-Espartacista ya no es capaz de distinguir la línea de clase.

1917 No. 2, verano 1986

LCI

Aquellos que murieron (a bordo del Challenger) fueron víctima del impulso guerrerista antisoviético del imperialismo, al igual que los más de 200 marines muertos en Beirut o los pasajeros del avión de espionaje KAL 007.

Workers Vanguard, No. 397, 14 de febrero de 18986

TBI

Lo que tenemos aquí es un intento de amalgamar tres situaciones muy diferentes utilizando un poco de manipulación política.

Los pasajeros del KAL-007 fueron víctimas inocentes, a diferencia de los “especialistas de la misión” a bordo del Challenger, ellos fueron enviados a la muerte en un vuelo de espionaje deliberado y provocador, diseñado para disparar la red de defensa aérea soviética. A pesar de su postura como defensores de la URSS, llegado el momento de tomar posiciones, la Liga de los Espartacistas vaciló…

La otra cara de evadir la cuestión rusa, es el patriotismo social. Los más de 200 marines norteamericanos, que murieron en el bombardeo a los cuarteles en 1983 en Beirut, eran mercenarios imperialistas que estaban estableciendo una cabeza de playa para la presencia militar de Estados Unidos en el Medio Oriente. Los revolucionarios se oponen incondicionalmente a la intervención imperialista en cualquier parte del “tercer mundo” y claman por la eliminación de las gendarmerías coloniales por todos los medios posibles. ¡No lo hizo así la Liga Espartacista la que después del bombardeo a los cuarteles, clamó por la salvación de los sobrevivientes!

1917 No. 2, verano de 1986

1989: Stalinismo y Conciencia

LCI

La falsa identificación del estalinismo con el bolchevismo proveyó a Stalin de dedicados agentes políticos en todo el mundo; solamente Stalin y quizás una media docena de sus cómplices (los cuales cambiaron con el transcurso del tiempo) sabían lo que se traían entre manos.

— “International Communist League Launched,” Workers Vanguard No. 479, 9 de junio de 1989

***

Ya no es posible que un Stalin y una media docena de sus cómplices conscientes utilicen los partidos “monolíticos” como instrumentos de traición colaboracionista de clase en aras de la “construcción del socialismo.”

—Ibid.

TBI

Al igual que la burocracia sindical en las sociedades burguesas, la ideología de la oligarquía soviética tiene su base material en su deseo de proteger su propia posición social privilegiada. Trotski estimó, en un artículo del 13 de enero de 1938, “que la burocracia devora no menos de la mitad del fondo nacional de consumo”. Él afirmó que “los grandes aristócratas, los estratos más altos de la burocracia, viven como los millonarios norteamericanos” (énfasis añadido). Cuando él habló de los más altos estratos de la burocracia, es evidente que no se estaba refiriendo a la camarilla personal de Stalin. En junio de 1937 Trotski señaló:

“Aún desde el punto de vista de la “venganza”, los golpes terroristas no brindan satisfacción. ¿Qué sentido tiene condenar a una docena de burócratas de alto nivel comparado con la cantidad y el alcance de los crímenes cometidos por la burocracia?”

Trotski nunca consideró que los erráticos zig-zags políticos de la burocracia estalinista, sus crímenes y sus traiciones, estuvieran pre-determinados siguiendo algun designio conocido solamente por “Stalin y su media docena de cómplices conscientes”. El reciente “descubrimiento” de la Liga Espartacista de que, aparte de un núcleo interno de estalinistas “conscientes”, el resto de la casta burocrática, así como de sus agentes internacionales, eran rehenes o peones inconscientes, tiene más en común con la denuncia auto-justificante de Khrushchov del “culto de Stalin a la personalidad”, que con el análisis materialista de Trotski de la burocracia soviética.

Desde el punto de vista histórico, ninguno de los conservadores y arribistas burócratas, incluyendo a Stalin, estaban totalmente conscientes de lo que estaban haciendo…

Con la criminal tontería del “Tercer Período”, la burocracia soviética, sin intención de hacerlo, facilitó la victoria de Hitler. En forma similar, los oligarcas del Kremlin demostraron ser el mejor aliado de los nacionalistas en la Guerra Civil Española, aunque no buscaran deliberadamente entregar la victoria a Franco. La purga asesina de Stalin del cuerpo de oficiales del Ejército Rojo, y su irracional confianza en las promesas de Hitler, sentó las bases para la catástrofe militar del verano de 1941. Pero una vez más, ésta no fue su intención.

Resulta risible imaginar que, aparte de una siniestra media docena de cómplices que “sabían de qué se trataba”, el resto de los ‘engranajes’ de la máquina de terror burocrática que exterminó físicamente a decenas de miles de revolucionarios, fueran simplemente “dedicados agentes políticos” que defendían lo que ellos equivocadamente tomaron por leninismo. Esta ciertamente no fue la opinión de Trotski…

¿Por tanto, por qué, en primer lugar, están los espartacistas súbitamente dando impulso a esta noción? ¿Es ésta una metáfora de Robertson para la vida en la Liga Espartacista (LE)? Quizás, pero también puede tener un propósito inmediato más práctico: facilitarle a los estalinistas desafectos sentirse como en casa en la Liga Comunista Internacional (LCI).

1917, No. 7, invierno de 1990

1989-90: La contrarrevolución capitalista en la República Democrática Alemana (RDA)

LCI

En el fondo, la posición de la Tendencia Bolchevique Internacional (TBI) reflejó un completo derrotismo sobre la capacidad de lucha de la clase obrera soviética. Ellos tenían idéntica postura hacia la creciente Revolución política en el antiguo deformado estado de los trabajadores en la República Democrática Alemana que siguió al colapso del muro de Berlín, es decir, ellos declararon que no había posibilidad alguna de una revolución política proletaria. Consecuentemente, denunciaron a la Liga Comunista Internacional (LCI) por movilizar nuestros recursos fuertemente e internacionalmente para intervenir, con un programa revolucionario trotskista en los sucesos del antiguo estado de los trabajadores de la República Democrática Alemana de 1989 a 1990.

— “The International Bolshevik Tendency—What is it?” [1995]

TBI

Aquí la Liga Comunista Internacional emplea una de sus técnicas de polémica favoritas, atribuyendo una posición a un oponente y entonces atacando su propia invención. Nosotros ciertamente no dijimos que fuera imposible una revolución política proletaria en la República Democrática Alemana, sino simplemente que, al contrario de lo que afirmaba la Liga Internacional de los Comunistas, ésta no había comenzado. “A la luz de los resultados posteriores” ha sido la Liga Internacional de los Comunistas, no nosotros, la que ha tenido que ajustar su posición. Es fácil entender por qué la Liga Internacional de los Comunistas preferiría correr un manto de silencio sobre su posición “optimista” respecto a la revolución política proletaria de la República Democrática Alemana.

— “ICL vs. IBT”, Trotskyist Bulletin No. 5 [febrero de 1996]

***

Con su perspectiva de una “comunidad por tratado” entre la RDA y la RFA, el Primer Ministro Modrow había enviado una señal de que estaba dispuesto a capitular ante el imperialismo de Alemania Occidental cuando se formó el nuevo gobierno el 17 de noviembre de 1989. Las concesiones que él ofreció, sin embargo, no dieron a la burocracia, su anticipado respiro, sino solamente brindaron mayor ímpetu a los contrarrevolucionarios. La derecha ganó en la base, mientras prevalecía la confusión entre los trabajadores más políticamente conscientes, que confiaron en los “honestos y reformados” estalinistas. Esta es la razón por la cual el régimen de Modrow eraespecialmente peligroso, y por qué era imperativo prevenir a los trabajadores contra él.

…La Liga Comunista Internacional (LCI) evitó la confrontación aguda con el régimen de Modrow. En su temor al aislamiento, vieron este tipo de confrontación como inoportuna, ya que todas las tendencias en el partido estalinista apoyaron a Modrow hasta el final. Tal confrontación hubiera puesto en peligro la política de la LCI de “Unidad con la SED.”

En este período, la LCI no se focalizó en atacar a Modrow como un vendido a quien los trabajadores tenían que apartar en defensa de la RDA. En vez de esto, ellos lo criticaron solamente de pasada…

1917 No. 10 [tercer trimestre de 1991]

1990: La demostración de Treptow

LCI

La Liga Trotskista Alemana y el Grupo Espartacista jugaron un papel clave al iniciar las acciones del frente unido en Treptow. Nuestros voceros llamaron a la creación de milicias de trabajadores y a crear soviets de trabajadores y de soldados para detener a los nazis y evitar que la revolución política fuera convertida en una contrarrevolución social. Nosotros advertimos que la social democracia era el instrumento para liquidar a la RDA. Nosotros señalamos que la batalla por el gobierno de los soviets obreros en la RDA, podría inspirar a los trabajadores en la Unión Soviética, el blanco principal del imperialismo, a tomar el mismo camino.

Workers Vanguard No. 495, 9 de febrero de 1990

TBI

En el llamado de la TLD a realizar la demostración no había absolutamente ninguna critica de la decisión de capitulación del SED-PDS, (SED, el partido estalinista que gobernaba la RDA, cambió su nombre por el de Partido del Socialismo Democrático en diciembre de 1989) y ni una sola palabra acerca de que Modrow se inclinara ante el imperialismo de la RFA y el nacionalismo alemán. Pero fueron estas políticas las que inicialmente envalentonaron a los nazis, quienes realizaron los ataques (en el memorial de la guerra).

En su discurso en la demostración de Treptow, la camarada Dahlhaus de la TLD/SpAD explico la línea “SED-Unity” en su totalidad: “Nuestra [¡!] economía está obsoleta y desgastada. La dictadura del Partido SED ha demostrado que es incompetente [¡!] para luchar contra esto.” (Arprekor No. 15, 4 de enero de 1990). Este planteamiento, junto con el de “el monopolio del poder del SED ha sido derrocado” fue todo lo que se dijo acerca de las políticas de los estalinistas. (Ibid.). En el discurso de Dahalhaus solamente el SED de Honecker, del cual los manifestantes no querían ni oir hablar, fue mencionado. Pero, no fueron atacadas las ilusiones en un SED-PDS “reformado”.

…vale la pena mencionar a Treptow nuevamente. Una invitación al SDP/SPD (Social-demócratas) para participar en la demostración masiva contra los fascistas era indispensable. Había que separar a los obreros del SPD. Una forma de elevar la conciencia de clase de la base del SPD hubiera sido desafiar a su dirección a tomar una posición antesde que la demostración tuviese lugar. Cuando Vogel, Boehme, Meckel y compañía (los líderes del SDP/SPD) iniciaron el clamor burgués contra los demostradores después del 3 de enero, la movilización antifascista, naturalmente, tuvo que ser defendida de estos truhanes del SPD. Los revolucionarios tenían que tratar de ganar a los obreros del SDP y a las ramificaciones de este partido para apoyar su defensa… La Liga Comunista Internacional (LCI), por el contrario, se negó a atraer al SDP a una acción unida, y justificó esto una semana más tarde sobre la base de que la SDP “no tenía base alguna de masas proletarias” (Arprekor No. 18, 12 de enero de 1990)….El TLD (SpAD) deliberadamente intentó implicar solamente al SED en la demostración de Treptow. (Para los robertsonistas) obviamente los obreros del SDP/SPD eran parte de las “masas reaccionarias”, y el TLD tenía incluso la osadía de citar los escritos de Trotski contra el fascismo como base para ello. (Arprekor No. 16, 8 de enero de 1990).”

1917 No. 10 [tercer trimestre de 1991]

1991: Contrarrevolución capitalista en la Unión Soviética

LCI

El pueblo trabajador de la Unión Soviética, y ciertamente los trabajadores de todo el mundo, ha sufrido un desastre sin paralelo cuyas consecuencias devastadoras se están sintiendo ahora. El creciente ascenso de Boris Yeltsin, quien se autopropone como el hombre de Bush, librándose del fallido golpe organizado por los antiguos ayudantes de Mijaíl Gorbachov, ha desatado una marea contrarrevolucionaria a través de la tierra de la Revolución de Octubre.

-—Workers Vanguard No. 533, 30 de agosto de 1991

***

El “bando de los ocho” no sólo no movilizó al proletariado, sino que ordenaron a todos a permanecer en el trabajo.

El “bando de los ocho” fue incapaz de arrasar con Yeltsin con su patética excusa de golpe de estado porque el suyo era un “golpe de perestroika”; los golpistas no quisieron desatar las fuerzas que pudieron haber derrotado a los contrarrevolucionarios más extremistas porque eso los podía llevar a una guerra civil si los yeltsinistas ripostaban con fuerza.

Workers Hammer No. 127, Enero/febrero 1992

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El 7 de noviembre (1992) marcó el Aniversario 75 de la Revolución Bolchevique. Pero el estado de los trabajadores erigido por el poder bolchevique, no sobrevivió a los 75 años. El período de contrarrevolución abierta iniciado por el contragolpe pro-imperialista de Boris Yeltsin en agosto de 1991 ha culminado, en ausencia de una resistencia masiva de la clase obrera, en la creación de un estado burgués, aunque éste sea frágil y reversible.

Workers Vanguard No. 564, 27 November 1992

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Los hechos de agosto de 1991 (el ‘golpe’ y el ‘contragolpe’) parecen haber sido decisivos para la dirección del desarrollo en la Unión Soviética, pero solamente aquellos que están bajo la influencia de la ideología capitalista o de sus prerequisitos materiales pudieran haber aventurado esta conclusión en aquel momento.

Workers Vanguard No. 564, 27 November 1992

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Los hechos de agosto de 1991, que motivaron el ascenso de las fuerzas de abierta restauración capitalista en en la Unión Soviética, marcaron un punto de giro en la historia del mundo contemporáneo.

Spartacist, No. 47-48, Invierno de 1992-93

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Los intentos de la Tendencia Bolchevique Internacional de ocultar su derrotismo en agosto de 1991 mediante la declaración de apoyo militar a los conspiradores golpistas estalinistas, lo cual fue una posición burlesca ya que los conspiradores golpistas, que estaban tan decididos a acometer la restauración capitalista como Yeltsin, no estaban dispuestos a realizar la movilización política y militar necesaria para organizar una seria oposición. De cualquier manera, la posición de la Tendencia Bolchevique de que ‘todo terminó, si se hubiera propagado por la Unión Soviética en ese momento, sólo pudiera haber provocado la desmoralización y parálisis de cualquier oposición proletaria incipiente a la toma de posesión de Yeltsin.

— “The International Bolshevik Tendency—What is it?” [1995]

TBI

Nosotros tomamos partido en agosto de 1991, a favor de los estalinistas y contra los yeltsinistas. La Liga Espartacista, que pretendió ser el Partido de la Revolución Rusa, no apoyó la victoria de ninguno de los dos, lo que equivale a mantenerse neutral. La Liga Espartacista se incómoda con esta caracterización, pero la lógica política de ésta, se refleja en su declaración:

“…el apoyo militar a los conspiradores golpistas estalinistas [es] una posición burlesca, ya que los conspiradores golpistas, que estaban tan decididos a acometer la restauración capitalista como Yeltsin, no estaban dispuestos a realizar la movilización política y militar necesaria para organizar una seria oposición”. (Énfasis añadido) 

Todas las contradicciones de la posición de la Liga Espartacista están contenidas en el pasaje citado más arriba. En realidad, los yanayevistas eran los que ‘estaban tan decididos a acometer la restauración capitalista como Yeltsin’, entonces ¿por qué le importaba a los trotskistas si ellos estaban dispuestos o no a realizar una movilización política y militar? Si los burócratas estalinistas (incluyendo a los cabecillas del KGB y a los militares) estaban ‘tan decididos a acometer la restauración capitalista’ como los amigos de la CIA reunidos alrededor de Yeltsin en la Casa Blanca Rusa, entonces sí que no habría habido nada importante en juego en agosto de 1991. Sin embargo, si uno afirma que Yanayev y sus seguidores ‘estaban tan decididos a acometer la restauración capitalista’ como Yeltsin, entonces es evidente que en algún momento anterior al 19 de agosto de 1991, la burocracia del Partido Comunista de la Unión Soviética había sido transformada en una formación contrarrevolucionaria, de arriba abajo y hasta la médula.

Si el triunfo del bando de Yeltsin fue solamente la victoria de un bando de contrarrevolucionarios sobre los otros, si para el 19 de agosto de 1991 la contrarrevolución social ya había tenido lugar, entonces el golpe y el contragolpe fueron meras disputas sobre el botín. Sin embargo, tal posición entraría en conflicto con la igualmente absurda afirmación de la Liga Espartacista que Yeltsin, el líder histórico de la contrarrevolución capitalista, presidió un estado obrero durante más de un año hasta que, en algún momento no revelado de la segunda mitad de 1992, Jim Robertson decidió que “estaba claro que la clase obrera no iba a actuar contra Yeltsin”. Si el exitoso contragolpe de Yeltsin abrió las “compuertas de la contrarrevolución”, como afirmó WV entonces, la Liga Espartacista debió haber tomado partido. (Ver las extensas polémicas sobre esta cuestión en 1917 Nos. 11 y 12)

— “ICL vs. IBT”, Trotskyist Bulletin No. 5 [febrero de 1996]

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Todo no se ha perdido para la clase obrera de la Unión Soviética. Los gobiernos pro-capitalistas que se han encaramado en el trono son aún extremadamente frágiles, y no han consolidado aún sus propios aparatos de represión estatal. La mayor parte de la economía está aún en manos estatales, y los yeltsinistas enfrentan la formidable tarea de restaurar el capitalismo sin el apoyo de una clase capitalista propia. La resistencia obrera a los inminenetes ataques a sus derechos y a su bienestar implicará, por tanto, una defensa de una gran parte de los componentes del status quo socio-económico. Los regímenes burgueses embrionario que se forman ahora en la ex-URSS pueden ser echados a un lado mucho más fácilmente que en los estados capitalistas maduros.

Nada de esto, sin embargo, puede cambiar el hecho de que los trabajadores serán forzados ahora a luchar en un terreno fundamentalmente alterado en su contra. Ellos aún no se han constituido en una fuerza política independiente, y están aún extremadamente desorientados. El aparato estalinista, que tenía un interés objetivo en mantener la propiedad colectiva, ha sido destruido. Es poco probable que los estalinistas se sigan resistiendo, puesto que ya han reprobado un decisivo test político, y aquellos cuadros oficiales que intentaron resistir fueron obligados a jubilarse, están encarcelados, o muertos. Resumiendo, el mayor obstáculo organizado a la consolidación de un estado burgués ha sido efectivamente eliminado. Antes del golpe, la resistencia masiva de la clase obrera a la privatización, hubiera desmoronado la burocracia estalinista y sus defensores armados. Ahora, los obreros en su lucha para revertir el impulso hacia la restauración tendrán que enfrentar “cuerpos de hombres armados” dedicados a cumplir los objetivos de los capitalistas occidentales y de sus aliados internos. Este incipiente poder estatal debe ser desmoronado y destruido por los trabajadores.

— “Counterrevolution Triumphs in USSR”, septiembre de 1991, planteamiento de la TBI, reimpresos en 1917 No. 11 [Tercer Trimestre 1992]

***

La pregunta crítica no es ¿cuándo se consolidó el nuevo estado burgués ruso (todavía está sólo parcialmente consolidado), sino más bien, cuándo fue que esto ocurrió? A diferencia de la LRCI, la Liga Internacional de los Comunistas nunca ha aseverado que hubiara una dualidad de poderes en la ex-URSS con posterioridad al golpe. Tampoco han rebatido que el aparato de gobierno posterior a agosto no estaba comprometido ni con la propiedad burguesa, ni con la colectiva. Si se excluyen estas dos posibilidades, sólo hay una respuesta: el estado burgués se instauró con la victoria de Yeltsin en agosto de 1991.

1917 No. 12 [1993]

TBI Timados en Kiev

Fraude Contra el Movimiento Obrero

TBI Timados en Kiev

[copiado de http://www.bolshevik.org/ukrscandal/Fraude%20Contra%20el%20Movimiento%20Obrero.htm ]

22 de agosto 2003

La Tendencia Bolchevique Internacional (TBI) es una de las numerosas organizaciones de izquierda burladas por una banda de artistas estafadores en Kiev, quienes fraudulentamente posaron como parte integrante de diversas tendencias políticas internacionales.

El jueves 14 de agosto una organización oponente con base en Gran Bretaña nos suministro una fotografía tomada en uno de sus encuentros internacionales. Nosotros reconocimos a una de las tres personas fotografiadas por el miembro británico de la organización oponente, pero fuero tomadas otras dos que resultaron ser el líder y miembro de la dirección de nuestro grupo Ucraniano. La otra organización también manifestó que eran el líder y miembro de la dirección de su grupo.

Procedimos a intercambiar información y fotografías con diversas tendencias izquierdistas que sospechábamos que podrían haber sido atacadas. No estamos en libertad de mencionar el nombre de dichas organizaciones porque mucha de la información que nos otorgaron fue recibida confidencialmente. Nosotros esperamos que la identidad de la mayoría de los grupos involucrados sea revelados en un futuro cercano.

Hemos establecido, más allá de cualquier duda, que la misma colección de personas se presentaban a sí mismas a múltiples grupos, cada una con una afiliación internacional. Hemos creado una lista de estos jugadores que hemos hasta ahora identificado, con sus fotografías.

Aspectos de este fraude fueron ya hechos públicos por dos organizaciones. El 26 de julio el ejecutivo del Partido Socialista de Gran Bretaña(PSGB), disponible en Internet desde el 6 de agosto, reporta que la trampa fue hecho con la intención de obtener fondos para la operación de Kiev del Comité por una Internacional Obrera (CIO- la organización internacional del Partido Socialista de Inglaterra y Gales, liderada por Peter Taaffe). Sin embargo el PSGB no ha producido todavía evidencia concluyente.

El significado que tiene la declaración del CIO sobre la cuestión (fechada el 5 de agosto y añadida la minuta del 26 de Julio del PSGB, y también distribuida a través de la lista de e mail “Leftist Trainspotters”) reclama que ni la dirección internacional de la CIO ni los lugartenientes de la Comunidad de Estados Independientes se encuentran involucrados, y anuncian la suspensión del Comité Nacional y del Comité de la Ciudad de Kiev, quedando pendiente una investigación.

Un Poco de Historia

Un grupo que se llamaba a si mismo: “Juventud Marxista Revolucionaria” de Ucrania nos escribió en 1999. Un miembro de la dirección de la TBI los visitó tiempo después en dicho año y quedo impresionado por la aparente comprensión del Trotskismo y su interés en discutir cuestiones programáticas de importancia. A él le llamo particularmente la atención la narración de aquellos de cómo una minoría de su grupo local recientemente abandonaron su grupo integrarse a Poder Obrero/ Liga por una Internacional Comunista Revolucionaria, porque no estaban de acuerdo con nuestra posición de apoyo militar a la “línea dura” de los Estalinistas Soviéticos en su confrontación en Agosto de 1991 con Boris Yeltsin. La “JMR” convencidamente firmo un acuerdo con nuestra posición con relación al golpe y muchas otras cuestiones políticas.

Dos de estos operadores, Zakhar Popovich y Boris Pastukh, visitaron nuestra organización británica en el 2000. Pastukh, quien originariamente se nos presentó como Alexander Sherbakov, fue presentado como el líder del grupo. Es claro ahora que adicionalmente de liderar “nuestro” grupo ucraniano, el también era el “líder” de al menos dos grupos rivales.

Mientras en Gran Bretaña, Popovich Y Pastukh participaron en unas series de reuniones educacionales y de la sección. Ellos aparecían ser políticamente agudos, honestos y dedicados. Un camarada de la dirección de la TBI hizo otra visita a Kiev, y entonces dos de dichos líderes participaron de nuestra conferencia internacional en octubre de 2001, reuniéndose con la dirección de la TBI y una parte de nuestra militancia. La conferencia concluyó con una “fusión” entre la TBI y el JMR. Desde entonces, cinco camaradas diferentes de la TBI visitaron Kiev, y otro timador Ucraniano, Oleksander Zvorsky, paso tres semanas en nuestra sección Alemana.

En el ultimo año estábamos bastante preocupados acerca del letargo en la traducción de nuestros materiales al Ruso y al Ucraniano, su fallas en producir alguna propaganda substancial, y la marcada ausencia de documentos internos con perspectiva política. Sin embargo éramos muy conscientes de la pobreza desesperante que aqueja a Ucrania y atribuíamos la falta de actividad de nuestra supuesta sección en las dificultades que significa sobrevivir en un país devastado económicamente.

Entonces determinamos actualizar la actividad de nuestra “sección” Como primer paso enviamos a una camarada de la dirección en una visita de cuatro semanas con el mandato de conocer el problema e iniciar un revisación en el aspecto organizativo. Ella fue apabullada por lo que parecía ser un crónico funcionamiento Menchevique y un bajo compromiso militante. Cuando ella expresó estos temas con la “dirección,” ellos aparentaron estar un poco avergonzados y pretendieron aceptar sus propuestas de reorganizar el grupo de trabajo. Nosotros anticipamos que si ellos no mejoraban rápidamente su funcionamiento, una seria lucha política era inevitable.

En retrospectiva hubo muchos incidentes que podrían habernos alertados, si hubiéramos sospechado. Hubo muchas precauciones que debimos haber tomado, y ciertamente habernos movido más rápido para haber estrechado lo que aparentaba ser una organización bastante disfuncional. Sin embargo no puede haber garantía absoluta que se pudiera tomar en contra de una complicada (y bien organizada) conspiración llevada a cabo por criminales inteligentes y con un buen respaldo de cultura marxista, particularmente si su operación es aislamiento por el lenguaje y la geografía. Nosotros aprenderemos de esta experiencia, y continuaremos trabajando para extender el TBI internacionalmente, pero no esperamos ser capaces de evitar todos los riegos.

Dos miembros de nuestro grupo putativo de Kiev le comento a uno de nuestros camaradas que se habían contactado posprimera vez a través de una compañía amateur de actuación. Esto puede ser verdad, sin embargo ya no son más amateurs. Les hemos dado a estas personas alguna ayuda material–muy modesta para los estándares occidentales, pero significativa en Ucrania. Nuestro subsidio ostensiblemente pagaba la renta en un pequeño apartamento que sería usado como cuartel político. Nosotros creemos que otras organizaciones también estarían financiando las mismas premisas.

La motivación primaria por este timo era presumiblemente la obtención de ganancias materiales, pero debemos asumir que la policía política de Ucrania conocía esta charada, y compartían toda información que se colectaba con las otras agencias de inteligencias.

“Un Amplio Espectro”

En nuestro artículo sobre la “fusión” del 2001, reportábamos:

“La JMR proviene de un circulo de adolescentes de Kiev quienes, en 1989, obtuvieron una copia de la Revolución Traicionada de León Trotsky, y descubrieron que contenía una gran riqueza y era políticamente relevante para los eventos que estaban teniendo lugar alrededor de ellos, como las fuerzas de la restauración capitalista ganaron en el Estado Obrero degenerado soviético . Del agrupamiento original, un amplio espectro de organizaciones izquierdistas, todas criticas del estalinismo, y en la mayoría de los casos, identificándose a sí mismos como Trotskistas reaparecieron en Ucrania.”

1917 Nº 24, 2002.

El “amplio espectro” de la organización virtual estaba mas cercana relacionada que lo que nos imaginábamos

Como otros grupos involucrados. Nosotros creímos en estos pequeños ladrones y nos sentimos traicionados. Pero es imposible no ver el lado cómico. El guión fue La Décima Segunda Noche se encuentra con la Vida de Brian, como si estos personajes, bajo el pretexto de la sección ucraniana de uno de nuestros oponentes, ásperamente nos denuncia y entonces, como “nuestro” grupo, indignadamente proclama la critica de ser una pura invención

Nosotros recibimos ocasionales actualizaciones en “nuestras” relaciones con varios oponentes no existentes en Kiev. Muchas veces “nosotros” estábamos aptos para iniciar discusiones políticas promisorias con “ellos”, pero rápidamente “ellos” se vuelven hostiles y se rehúsan a hablar. Nosotros somos aconsejados de acciones por parte de los servicios de seguridad contra varios oponentes imaginarios, y en el periódico acosamiento de “nuestros” camaradas. No hay necesidad de decir, que estamos interesados y somos compasivos, y ofrecemos el consejo que podamos.

Una pregunta sin responder: Oleg Vernik y la CIO

La extensión de toda la operación no esta totalmente clara, pero Oleg Vernik, quien fue presentado a un representante de la TBI en Kiev en 2001 como ex líder de la CIO en Ucrania, es claramente una figura central. Pastukh lo describía como un elemento izquierdista desencantado con el CIO, y un contacto potencial para la TBI. Mas tarde Patskuh reportaba que Vernik se había alejado de la política.

De hecho Vernik se mantuvo altamente activo, contribuyo en las páginas web de la CIO y los promocionaba en sitios de internet. Un artículo sobre la privatización de la industria azucarera en el periódico Ruso del CIO,Vanguardia de Izquierda (Nº 49, 8 de mayo de 2003) esta firmado por Oleg Vernik. El obtiene el crédito con un articulo en el sitio Web del PSGB, y esta incluido como el secretario de un sindicato independiente de Kiev llamado “Protección del Trabajo”. La representante de la TBI que recientemente visitó Kiev fue hospedada en el mismo piso que Vernik, que esta figurando como Vitaliy, nuestro “manejador de la oficina” y “organizador”

Esperamos con mucho interés la explicación de la CIO de como ellos pudieron permanecer enteramente ignorantes de las actividades de Oleg Vernik, dado su alto perfil y la considerable capacidad de la CIO con respecto a la lengua Rusa.

Parece bastante posible que Vernik, Pastukh, entre otros, una vez hayan tenido, e incluso quizás retengan, en cierta manera en una forma atenuada y degenerada, un motivo político para su actividad. Pero ello son tan altamente corruptos y cínicos que solo pueden servir como un instrumento de los enemigos del movimiento obrero.

Boris Pastukh, el “líder” del falso grupo Ucraniano de la TBI (entre otros) exhibió un bello reloj con la figura del hombre fuerte de Libia Muammar al-Kadaffi durante un encuentro social la ultima noche en nuestra conferencia internacional del 2001. El manifestó que amigos de la Juventud Socialista de Ucrania (un afilado de Sheila Torrence, de la tendencia Realista ortodoxa) se lo habían dado a el tiempo atrás.

Nosotros recientemente nos cruzamos con un aviso de Internet colocados por Oleg Vernik y Boris Pastukh fechado el 11 de junio de 2001 anunciando los preparativos para un “campamento de verano en Crimea para los hermanos de Libia(sic), Ucrania, Rusia, Bielorrusia, y Moldavia” y propagandizando su propio sitio Web como www.GreenBook.da.ru ( El Libro Verde es para Kadaffi el equivalente del Libro Rojo de Mao) este sitio Web parece que se ha desvanecido, pero sugiere que estos rufianes están en la búsqueda de un pescado más grande para freír.

Es poco consolador saber que somos los únicos de haber sido estafados. Ni tampoco es un gran consuelo recordar los semi-precentes históricos, tal como Roman Malinovsky, el espía zarista que se transformo en un miembro del Comité Central del Partido Bolchevique y cabeza de la fracción Bolchevique en la Duma, o Mark Zborowski (Etiene), el agente de la GPU que era el principal lugarteniente de León Sedov en París y el arquitecto de su asesinato, y subsecuentemente el representante de Trotsky en Europa.

No podemos permitir que estos gángsteres desacrediten el Trotskismo en la ex Unión Soviética. Personas serias pueden no tener hesitación en exponer esta clase de estafas. Ser victimizadas pero mantenerse en silencio es facilitar fraudes futuros. Es por su puesto vergonzoso ser tomado, pero tenemos una responsabilidad de hacer lo que podamos para exponer a estos delincuentes al movimiento obrero.

FUERA DE MEDIO ORIENTE LOS EEUU/ONU

FUERA DE MEDIO ORIENTE LOS EEUU/ONU

LA LOCURA IMPERIALISTA

[Copiado de http://www.bolshevik.org/espanol/imperialism%20run.html ]

Publicado en 1917 # 25, 2003

El “Nuevo Orden Mundial” proclamado por el mayor de los Bush después de la caída del Muro de Berlín en 1998, fue marcado por un coro de brutales guerras neo-coloniales. Bajo la “Pax Americana”, los EEUU reclaman para sí mismos el destino permanente, de supremacía indesafiable sobre toda región del planeta. El papel de Washington como policía global es para mantener a salvo el capitalismo norte-americano en el mundo, frecuentemente a expensas de sus rivales imperialistas. Pero el mundo es muy grande y complejo para el poder beligerante de los EEUU para mantener el control eficazmente.

La consigna central levantada por la Tendencia Bolchevique Internacionalista en protesta contra la ultima agresión liderada por los EEUU, ha sido: ” Defender a Irak contra el ataque imperialista. Hoy solamente un puñado han acordado con esta perspectiva, pero el crecimiento de la militancia anti-imperialista entre la juventud, y particularmente en los sectores del movimiento obrero organizado en el centro capitalista, puede crear las condiciones para ir mas allá de la protesta pasiva, y organizar luchas de masas que traigan a casa la guerra y haga imposible los negocios. Estas acciones pueden alcanzar desde manifestaciones de masas, marchas y sentadas; hasta ocupaciones y bloqueos a edificios gubernamentales, a impedir la carga de material bélico y, concluir, con huelgas generales políticas. Si se llevan a cabo agresivamente y en una mayor escala, movilizaciones de esta clase pueden dramáticamente cambiar el terreno político, hacer temblar la auto- confianza de la clase dominante, y crear una crisis social mayor con dimensiones potencialmente revolucionaria.

El reimpreso de abajo es una versión abreviada de la declaración de la TBI de octubre 22 de 2002.-

La proclamación de George W. Bush en la asamblea general de la Naciones Unidas manifestando que los Estado Unidos “no tienen problema con el pueblo iraquí “, fue una señal que la potencia militar más poderosa del mundo muy pronto se lanzaría en una expedición, y que miles, tal vez decenas de miles de civiles iraquíes serían asesinados. Los jets norteamericanos y británicos han estado bombardeando las instalaciones iraquíes por una década, mientras los EEUU iniciaban un embargo que bloqueaba las maquinas de diálisis, las incubadoras, los equipos de tratamiento de agua, como así también comida y medicinas. Las sanciones han matado aproximadamente un millón quinientos mil iraquíes, pero no ha desalojado a Saddam Hussein. Por ello, Washington ahora ha optado ” cambiar el régimen ” vía la conquista militar.

Saddam Hussein es un dictador sanguinario que ha masacrado miles de iraquíes y ha aplastado brutalmente a toda la oposición política. En otras palabras, el típico aliado de EEUU del Tercer Mundo. Los americanos han sostenido monarquías feudales en Arabia Saudita, Marrueco, Kuwait, Qatar, Bahrein, Jordania y los Emiratos Árabes Unidos, como asimismo a las dictaduras militares de Egipto y Argelia. El súbito entusiasmo de ” liberar” a Irak y llevando la ” democracia” a sus ciudadanos es claramente un ejercicio cínico de las relaciones públicas.

La razón originaria de ir por Irak, es que uno de los agentes de inteligencia de Saddam, supuestamente se reunió con Mohamed Atta ( el supuesto líder del terrorífico ataque del 11 de septiembre) en Praga unos pocos meses antes. Cuando la historia fue desestimada, la Casa Blanca comenzó a alertar sobre los peligros de que Irak tuviera armas químicas, biológicas y nucleares. Pero Scott Ritter, el ex Infante de Marina de los EEUU que encabezaba la misión de la Naciones Unidas para inspeccionar el programa de armas en Irak hasta 1998, considero que no era viable que Irak tuviera armas operacionales ni ” armas de destrucción masiva”, o la manera de obtener las mismas.

Para sostener este caso, la banda de Bush señala que Saddam uso gas venenoso contra los soldados iraníes y contra los kurdos en los 1980. ¿Por qué ellos no mencionan que el programa de “armas de destrucción masiva ” fue lanzado, como lo fue la red de Osama Bin Laden con asistencia Norte Amercana? En 1980, poco después de tomar el poder, Saddam obtuvo luz verde desde Washington para atacar la República Islámica de Irán. Los Estados Unidos proveyeron apoyo logístico y de inteligencia para apoyar a Irak durante los 1980 cuando el brutal conflicto se desató. Hussein esperaba que derrotando a Irán podría transformar a Irak en la potencia dominante en la rica zona petrolera del Golfo Pérsico.

Washington no quería ni que Irak o Irán ganaran, y busco la manera de prolongar el conflicto que sangró a Irán, y por lo tanto la influencia de la “Revolución Islámica” del Ayatolá Komeini. Sin embargo parecía que los iraquíes iban ganando, entonces los EEUU proveyó en forma encubierta apoyo a Irán, pero a través de todo el conflicto los militares iraquíes se hallaban bajo presión de los más numerosos y altamente motivados iraníes. Los EEUU ayudo a Saddam a desarrollar el programa de armas químicas y biológicas para equiparar las matanzas.

” El programa de bio-armas iraquíes que George W Bush desea erradicar tuvo la ayuda al comienzo del Tío Sam hace dos décadas…”

La CDC ( El Centro para el Control de Enfermedades en Atlanta) y una compañía de muestras biológicas, American Type Culture Collection, despachó toda clase de bacterias que Irak usó para producir armas, incluyendo amtrax, la bacteria que produce la toxina del botulismo, y los gérmenes que ocasionan la gangrena. Irak obtuvo asimismo muestras de otros patógenos mortales, incluido el virus del Nilo.

” Las transferencias se sucedieron en los 1980, cuando los Estados Unidos apoyaron a Irak en su guerra contra Irán. Ello fue detallado en 1994 por un reporte de la comisión de bancos del Senado y en 1995 le siguió una carta del Centro de Control de Enfermedades al Senado”.

Prensa asociada 2 de octubre.

El 27 de marzo de 1984, el New York Times reportaba que Donald Rumsfeld, actual Secretario de Defensa, había visitado Bagdad como emisario de Ronald Reagan y se reunió con el hoy ministro de Relaciones Exteriores de Irak, para discutir acerca de la guerra de Irak- Irán y sobre otros temas. El mismo articulo informa que las Naciones Unidas había determinado que Irak había usado ” armas químicas, en la forma de bombas ” en Irán. Las armas incluían ” gas mostaza y otros agentes que atacan el sistema nervioso”. Los EEUU nunca se habían preocupado por esto, ni por las noticias que en 1988 las fuerzas de Saddam habrían matado a 5000 civiles kurdos con gas venenoso en la ciudad de Halabja. Solamente en 1990, cuando las tropas norte americanas se preparaban para invadir Irak, los EEUU expresaron su alarma acerca de las” armas de destrucción masiva que poseía Saddam y amenazaron con represalias si los iraquíes se atrevían a usarlas.

Bajo una gran presión de los EEUU e Inglaterra, en septiembre los iraquíes aceptaron permitir nuevamente el ingreso de inspectores de armas de las Naciones Unidas en su país. Esta fue la mayor concesión, como fue ampliamente reconocida ” que los espías norte americanos trabajaron en forma encubierta y en equipos con los inspectores de armas de las Naciones Unidas ” ( New York Times, 7 de enero de 1999) Washington estaba claramente irritado por la respuesta de aceptación por parte de Saddam, ya que la misma complicaba las relaciones públicas de los preparativos de la guerra. Entonces los EEUU, respaldada por Inglaterra, lanzo una contrapropuesta con una serie de condiciones que fueron inaceptables para Bagdad, y así obtuvo el pretexto para un ataque. Esta fue la misma táctica usada contra los Servios en las negociaciones de ” paz” de Rambouillet en 1999, cuando los EEUU demandaron a los yugoslavos a garantizar a las tropas de la OTAN de libre paso en todo su territorio. Cuando Belgrado lo rechazo, comenzaron los bombardeos.

“LIBERAR” A IRAQ: UNA COLONIA PETROLERA DE EEUU

Luego de la Segunda Guerra Mundial, los EEUU presionaron por la disolución de las posesiones coloniales remanentes de sus rivales europeos. La postura ” anti-colonial ” de Washington creó oportunidades para las corporaciones norte americanas para moverse en territorios que previamente estaba vedado para ellos, mientras tanto en forma simultánea agitaba su ” imagen” democrática” en la competencia ideológica con la URRSS para obtener el corazón y las mentes de las masas coloniales. Pero la Unión Soviética no esta más, y la Casa Blanca parece haber llegado a la conclusión que la alta tecnología militar puede permitir una ocupación indefinida de Irak y de sus ricos pozos petroleros con bajo riesgo:

” En la fase inicial, Irak será gobernada por un comandante militar norte americano – tal vez el Gen. Tommy R.Franks, comandante de las tropas de los Estados Unidos en el Golfo Pérsico….

” Hasta ahora se ha asumido que los disidentes iraquíes de dentro y fuera del país habrán de formar gobierno, pero no esta claro cuando tomaran el control total.

“Hoy es la primera vez que la administración ha discutido l o que sería una larga ocupación por las fuerzas de la coalición lideradas por los Estados Unidos.

New York Times , 11 de octubre

Preguntado que sucedería si la presión norte americana ocasionara un golpe contra el Presidente Hussein, un alto oficial, respondió: “Eso sería bueno”. Pero el oficial sugirió que los militares norte americanos podrían entrar de todas maneras para asegurar el país, no solo para eliminar las armas de destrucción masiva, sino también, para evitar la anarquía después de la partida del Sr. Hussein”

-Idem

Entonces, toda las palabras de ” democracia” y “libertad” se derrumban, ya que se reemplaza la dictadura militar iraquí por una norte americana. Saddam Hussein es un dictador vicioso, pero al menos bajo su régimen, las regalías del petróleo iraquí en los ´80 sirvieron para fundar un programa significativo de modernización y un considerable desarrollo industrial ( la mayor parte destruido por ataques militares del imperialismo). Bajo la ocupación de los EEUU la riqueza natural de Irak fluirá a los tenedores de acciones de los carteles internacionales petroleros. Los imperialistas no se preocupan por la calidad de vida de los sujetos neo- coloniales- ellos ofrecen escuadrones de la muerte, no reforma agraria.

El Pentágono considera a Afganistán como el modelo para conducir las futuras guerras coloniales, porque la combinación de sustitutos nativos junto al poder aéreo de los EEUU derrotaron al Talibán con pocas bajas norteamericanas. Los miles de civiles afganos muertos durante la campaña de bombardeo y los consiguientes ” operativos de limpieza” fueron catalogados como meros ” daños colaterales. Para aquellos que sobrevivieron, la vida es inclusive peor bajo los ” Señores de la Guerra” que bajo el talibán reaccionario, y hay poca posibilidad de que pueda mejorarse en un futuro cercano. En los primeros instantes de la victoria el Presidente Bus h habló grandiosamente de un ” nuevo plan Marshall” para reconstruir el país devastado, pero termino enviándole 300 millones de dólares, mucho menos que un quinto de lo que gasta los EEUU actualmente todos lo meses para mantener una guarnición en Afganistán.

Irak, a diferencia de Afganistán, posee valiosos recursos y fácil de explotar, por ello, los EEUU anticipan una ocupación larga y lucrativa:

” Por mas tiempo que los socios de la coalición administren Irak, ellos esencialmente podrán controlar la segunda reserva petrolera del mundo, cerca del 11 por ciento del total. Un alto funcionario dijo que el programa de las Naciones Unidas de petróleo por comida será expandido para ayudar a financiar la estabilización y la reconstrucción.”

New York Times ,11 de octubre.

Si todo marcha conforme al plan, después de Irak, el próximo blanco puede ser Arabia Saudita, el único país que tiene más petróleo. Los EEUU ya poseen varias bases militares en el este de Arabia Saudita, ostensiblemente para salvaguardar el reino del ataque iraquí. Pero las cosas no siempre marchan de acuerdo al plan pre concebido, como los EEUU lo descubrió en Vietnam en los ´60. Mas recientemente en Somalia en 1993 y en El Líbano una década antes, la resistencia de ” terroristas ” locales resulto en un retiró ignominioso de las fuerzas norte americanas. Este revés evidentemente no ha sido olvidado:

“Richard Armitage, el Vice Secretario de Estado, la semana pasada decidió incluir al Hezbollah libanés ( en la lista de los EEUU sobre organizaciones ” terroristas”). Con una vaga referencia se manifestó con relación a los 291(sic) soldados norte americanos muertos en el ataque suicida a la base de los Infantes de Marina de los EEUU en Beirut ( en 1983), el anunció “ellos están en la lista, su tiempo llegara, no hay dudas acerca de ello. Ellos tienen una deuda de sangre con nosotros”

Independent (Londres) 11 de septiembre

Armitage considera que no hay ninguna ” deuda de sangre”, cuando 17.000 libaneses ( la mayoría civiles) fueron asesinados durante la invasión, apoyada por los EEUU, por parte de Israel. Pero lo conductores del camión de la Jidah islámica que hizo volar a las tropas imperialistas fuera del Líbano tienen una opinión diferente. En ese tiempo escribimos que los revolucionarios deben ” defender toda acción militar por parte de los oprimidos contra el imperialismo, dejando de lado el carácter político de quienes hayan lanzado la misma”

DOCTRINA MILITAR DE LOS EEUU: PRIMER GOLPE NUCLEAR

Los Estados Unidos ha repudiado su compromiso de nunca usar armas nucleares contra potencias no nucleares, y ahora aprueba el uso de armas nucleares de carácter táctico contra los refugios subterráneos, concentraciones de tropas y otros blancos no especificados. Esto lleva a incentivar a países que no posean ” armas de destrucción masiva ” a obtener una. Si Saddam hubiese tenido unas pocas ojivas nucleares, y la capacidad de transportarla, Bush hubiese tomado una posición menos agresiva.

La aseveración del derecho de los norte americanos a tomar una acción preventiva contra cualquier país que Washington decida que esta intentando desarrollar armamento nuclear, químico y biológico esta complementada con el retiro de los EEUU de las convenciones internacionales existentes limitando el uso y la destrucción de dichas armas. La mayoría de dichos acuerdos fueron celebrados originariamente por la política norte americana para evitar y mantener las ventajas de los EEUU. Hoy la Casa Blanca los rechaza como un atentado a la soberanía norte americana, junto con el Protocolo de Kyoto sobre alarma global, la Corte Criminal Internacional y el Tratado anti balístico.

El rol imperial que juega EEUU en el tercer mundo incluye la amenaza de prevenir sobre cualquier otro país que se acerque a la paridad militar. En reporte del 20 de septiembre ante el Congreso, Bush proclamo: ” nuestras fuerzas serán lo suficientemente fuerte para disuadir adversarios potenciales de intentar una carrera militar con la esperanza de sobrepasar o igualar el poderío de los Estados Unidos”. Con la intención de tomar el control de las reservas petrolíferas del Golfo Pérsico, esto es dirigido a las rivales de los EEUU de Europa y Japón. En el número de septiembre de Foreign Affairs, Michael Hirsh califico directamente a la nueva política como “neo- imperialismo”:

” La creencia sostiene que la aseveración unilateral de los EEUU como un poder sin rival, significara no sólo ganando la guerra sobre el terror, pero preservando el dominio norte americano indefinidamente, sin compromiso alguno para la mayor parte del sistema internacional o las demandas diplomáticas de otras naciones. Apoyado principalmente por la derecha anti-distensión que data por lo medos de los 1970, los hegemonistas de Bush sienten que por mucho tiempo los EEUU han sido el Gulliver global, atado sobre el piso por los Liputuenses – las normas e instituciones del sistema global. Ellos se sienten que han vindicado el poder de los EEUU por el colapso de la Unión Soviética en 1991 y del Talibán una década más tarde…”

Jay Bookman del Atlanta Journal -Constitution, describió a la doctrina Bush como ” plan permanente de la dominación militar y económica de los EEUU en cada región del globo “, a través de la expansión de la presencia militar en el globo ” El continua narrando sobre la guerra pendiente en Irak:

” Es intención de demarcar por parte de los Estado Unidos como un imperio global, tomando la responsabilidad y la autoridad como policía planetario. Esto sería la culminación de un plan de 10 años o más para llevarlo a cabo, por parte de aquellos que creen que los Estado Unidos debe tomar la oportunidad de dominación global, incluso si ello significará transformarnos en ” imperialistas norte americanos!” que siempre nuestros enemigos expresaron que éramos.

Una vez que ello se entienda, otros misterios se resolverán por sí solos. Por ejemplo porque la Administración siempre pareció despreocupada acerca de una estrategia de salida una vez que Saddam haya sido volteado?”

” Porque nosotros no nos iremos. Habiendo conquistado Irak, los Estados Unidos crearan bases militares permanentes en ese país, para poder dominar el Medio oriente, incluyendo el vecino Irán”

Atlanta Journal– Constitution , 29 de septiembre.

EL CRAC EN EL COLOSO

Contrariamente a los teóricos antiglogabizadores que platican acerca de la supuesta impotencia del gobierno en encarar el inexorable proceso de integración económica global, la actual campaña de los EEUU contra Irak demuestra que el poder económico, como asimismo el militar es últimamente ejercido por naciones- estados

Francia y Alemania están abiertamente en contra por la intención de los norte americanos de controlar la producción petrolera de Medio Oriente. Todavía a esta altura EEUU es muy poderosa para desafiarla abiertamente. Cuando los miembros del Partido Socialista propusieron que Francia usara el veto en el Consejo de seguridad para bloquear el apoyo de la ONU a un ataque a Irak, el ministro de relaciones exteriores francés, Dominique de Villepin respondió: ” Si Francia utilizara el veto, esto nos privaría de influencia y capacidad para ser parte del juego internacional( New Yorks Times, 9 de octubre) El ” juego” es dividir el petróleo iraquí después de la liberación

Fuentes gubernamentales, dicen que temen – las concesiones existentes al margen- que Francia pueda ser dejada de lado en los despojos de la guerra si no apoya la guerra y muestra una presencia militar significante. Si llega la guerra, Francia esta determinada a que se le asigne el rol más prestigioso en la lucha que el que le fuera asignado en la de 1991, o sea la Guerra del Golfo, cuando su principal rol fue ocupar territorios defendidos livianamente. Negociaciones se han desarrollado entre la empresa estatal TotalFina Elf y los EEUU acerca de la redistribución de las regiones petroleras entre las mayores compañías del mundo.

” Los intereses predatorios de Washington sobre el petróleo iraquí es claro, cualquiera que sea las motivaciones en la guerra. El reporte de la Política Nacional de Energía de los EEUU del 2001- conocido como el “reporte Cheney ” después que el autor fuera el vicepresidente Dick Cheney , fue uno de los más ricos petroleros norte americano – demando la prioridad en facilitar a los EEUU el acceso a las reservas del Golfo Pérsico.

Observer – Londres- 6 de octubre.

Los cálculos mercenarios sobre el futuro de Irak son tan transparente que incluso el New York Times ( 9 de octubre) admitió: ” La idea que los norte americanos anhelan el petróleo es el motivo determinante para la guerra con Irak es la opinión persistente en las semanas recientes ” A pesar del acompañamiento en el aniversario del 9/11 y la no-barrera a la propaganda pro- guerra en los medios de comunicación, hay poco entusiasmo por atacar a Irak entre los norte americanos. Saddam es simplemente no es visto como una amenaza por millones de obreros que están mas preocupados acerca de la predica de trabajo y de los fondos de pensión. En este punto, sin embargo, la resistencia activa esta confinada en la universidad. La actitud prevaleciente pareciera que fuera que Bush puede tener su guerra si él quiere, pero será mejor que no haya bajas norte americanas ni un impacto económico negativo. Si las cosas comienzan a marchar mal, la oposición interna por una aventura fallida puede montarse muy rápidamente.

La Casa Blanca esta preocupada acerca de que se amplié el escepticismo público acerca de la ” amenaza” de Irak y se ha ordenado a las agencias de inteligencias de los EEUU que monten una campaña para respaldar sus campañas de relaciones publicas. Esto ha sido causante de resentimiento:

“Básicamente, la información cocinada esta siendo trabajada en pronunciamientos de alto nivel, y hay muchas personas no felices acerca de la inteligencia, especialmente entre los analistas de la CIA, dice Vincent Cannistraro, el ex jefe de contra- inteligencia de la CIA”

Guardian – Londres- 9 de octubre

Elementos importantes de la burguesía norte americana han expresado su visión acerca que la postura de la Casa Blanca ” de ir solos” sobre Irak es innecesaria y precipitado. Brent Scowcroft, el consejero nacional de seguridad de George Bush( padre), hizo publico sus reservas en el Wall Street Journal del 15 de agosto. Otros han disentido incluso el Gral. Wesley Clark – un ex comandante de la OTAN-, el Gral. Anthony Zinni, el ex jefe de las fuerzas militares de EEUU en el Medio Oriente y George Tenet, el director de la CIA. Ellos no objetan la toma del petróleo iraquí, pero piensan que se podría hacer más decorosamente con apoyo internacional. Hay riesgos asociados a las guerras calientes, es concebible que Bush Jr. y su banda puedan detener la invasión si obtienen una nivelación en la influencia en la región con amenazas solamente.

El BLANCO DE BUSH: IZQUIERDA, LOS TRABAJADORES Y LAS MINORIAS

El patrioterismo imperialista va de la mano con el ataque a los derechos democráticos en el interior. Desde las listas negras de conocidos activistas anti- bélicos, a arrestos preventivos de manifestantes pacifistas, a la creación de cuerpos gubernamentales de informantes, la Administración Bush esta usando el terrorismo para un asalto total a las libertades civiles. La xenofobia oficial golpea duramente a las minorías, inmigrantes y trabajadores indocumentados, especialmente aquellos que provienen del Medio Oriente. Pero el movimiento obrero organizado es el blanco más importante en el manejo de la ” seguridad nacional”.

Usando el supuesto pretexto de la ” emergencia nacional”, la Administración Republicana quiere destruir los derechos colectivos de 170.000 trabajadores estatales, para poder hacer nombramientos en el nuevo departamento de Seguridad Interior .Si ellos logran lo que se proponen, su próximo paso será tratar de nivelar para abajo otros empleados federales, y cuya onda expansiva alcanzara pronto a los trabajadores de los diferentes estados y municipales. Mientras tanto la Casa Blanca esta participando, junto a compañías navieras y un numero mayor de detalles, en un ataque cuidadoso y detallado al Sindicato de los Trabajadores Portuarios. En octubre 14 el articulo de David Bacon, un muy conocido periodista de asuntos sindicales, observó:

” A pesar del hecho que ellos mismos han cerrado los portones de sus propias terminales, la Administración Bush obtuvo de un Juez federal la orden que el sindicato trabajara bajo el viejo contrato de trabajo, sin interrupción, por 80 días.

“El informe legal de la Administración manifiesta el comienzo de una alarmante nueva filosofía a ser defendida en la acción, que ha sido elaborada por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld . Este sostiene que toda carga comercial puede ser considerada de importancia militar, pero no justamente bienes específicos que puedan ser usados militarmente en el extranjero. Cualquier detención en los puertos, por ende, puede ser considerado como una amenaza a la seguridad nacional. El Departamento de Defensa de los EEUU aumenta constantemente el listado de productos comerciales para que alcancen los requerimientos que abarcan desde:” Materias primas, implementos médicos, partes y componentes de reemplazo, como así también las necesidades diarias de nuestras fuerzas armadas, son justamente unas cargas típicamente militares que no se hallan etiquetadas como carga militar.

Esto es equivalente a proponer de facto la militarización de los puertos – los cuales serán amenazados la propia existencia del sindicato de trabajadores portuarios. Un ataque exitoso en su poderoso e histórico sindicato militante, podría ser la señal para un ataque generalizado sobre los otros sindicatos, justamente como sucedió con la victoria sobre Yugoslavia y Afganistán le monto el escenario a Bush para llevar el terror a Irak. La defensa del sindicato de los trabajadores portuarios y las asociaciones de trabajadores estatales en el ámbito federal, es de vital importancia e interés para todos los obreros americanos. Los socialistas en el movimiento obrero norte americano debe buscar demostrar el vinculo entre los ataques a las libertades democráticas y derechos sindicales en casa, con los ataques a Irak y a la semicolonias en el exterior. De cara a un eminente asalto a Irak, los obreros con conciencia de clase en los países imperialistas deben procurar utilizar todas las armas de la lucha de clases, incluyendo las acciones de huelga política, para descarrilar el camino de la guerra de su propia clase dominante.

POR EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO- NO AL SOCIAL-PACIFISMO

Varias organizaciones seudo- marxistas, como la Tendencia Socialista Internacional y el Comité por una Internacional Obrera (CIO), abogan el anti-imperialismo en la letra fina de alguna de sus propagandas, pero concentran su actividad practica en la creación de coaliciones amplias ( policlasistas) bajo el programa de “Paremos la Guerra”. Los inevitables resultados en política seria alimentar las ilusiones populares en el imperialismo ” progresivo”. El número de septiembre de la publicación del CIO”Socialismo Hoy”, por ejemplo, sugieren que los Demócratas uno de los partidos mellizos del racismo y la guerra imperialista de los EEUU, debería oponerse vigorosamente a Bush:

” Los oportunistas miopes, carecen de coraje político para advertir a los obreros de EEUU las repercusiones desastrosas con relación a la guerra de Irak. Ellos no dan ninguna dirección en movilizar a las masas en oposición al ataque militar preventivo que ocasionaría bajas norte americanas y tendría consecuencias sangrientas para el pueblo de Irak y las naciones que la rodean

Es difícil pensar en nada mas ridículo que los auto- proclamados socialistas denunciando a políticos imperialistas por no proveer un liderazgo en la lucha contra la agresión imperialista. La maquina bélica imperialista solamente puede ser seriamente resistida, si la clase obrera esta imbuida en la compresión de sus intereses históricos son antagónicos a los de su clase dominante, y el rumbo de su destino esta unido con las masas oprimidas de las semi- colonias.

La idea de construir simplemente un movimiento para demandar que los imperialistas ” Paren la Guerra”, no se fija en el hecho que las guerras acaban por diferentes razones- algunas en victoria y otras en derrota. Los pacifistas se oponen a la guerra en general, pero los Marxistas toman lados en conflictos entre los predadores imperialistas y sus victimas. Los revolucionarios quieren la derrota del imperialismo en sus guerras de agresión contra los pueblos oprimidos. por esta razón nosotros rechazamos la ecuación simplista de Saddam Hussein es igual a George Bush, expresado por los anarquistas como ” una plaga a ambos en sus casas ” . En defensa de Irak los marxistas no dan apoyo político a Saddam Hussein, pero nosotros insistimos que la tarea de destruir el régimen opresivo del Partido Baath, pertenece a los obreros irradies y los oprimidos, no a los imperialistas.

La tarea de los Marxistas es trazar el camino de los horrores de la pobreza, brutalidad y explotación que es endémico al capitalismo. El primer paso es reconocer que el eje central de la lucha por la liberación humana no es a través de la línea de la nacionalidad, religión, sexo o etnocentrismo, sino más bien a través de las clases sociales. Los explotadores y sus verdugos tienen intereses que son diametralmente opuesto a de los obreros y los oprimidos. Los obreros norte americanos tiene mas cosas en común objetivamente con los trabajadores iraquíes que con Dick Cheney, Rumsfeld, Bush y su clase. Un fracaso de los agresores imperialistas de los EEUU en Irak significaría un fortalecimiento en las posiciones del movimiento obrero norte americano, de la misma manera que la transformación de Irak en un protectorado norte americano se debilitaría.

El proletariado multi racial norte americano es potencialmente un poderosísimo aliado de la clase obrera y los oprimidos de las semicolonias. Por ello oponiéndose al imperialismo norte americano, los marxistas combaten también al anti- norte americanismo – la ideología de los demagogos nacionalistas de los rivales imperialistas de EEUU y en las semicolonias. La liberación social de los oprimidos y las masas explotadas del medio oriente, América latina, África, y Asia, esta íntimamente conectada a la lucha por la revolución socialista en el corazón del imperialismo. Esta es la perspectiva con los cuales los partidos obreros e internacionalistas deben ser construidos en cada país, incluyendo en los estado Unidos, la fortaleza de la reacción imperialista. Es simple, no hay otra manera de avance para la humanidad en esta época de guerras y revoluciones.

La LRCI EN LA ARGENTINA

La LRCI EN LA ARGENTINA:

“El borde desafilado de la critica revolucionaria

[La presente carta fue enviada a Poder Obrero el 30 de marzo de 2002. Copiado dehttp://www.bolshevik.org/espanol/La%20LRCI%20%20EN%20LA%20%20ARGENTINA.html ]

Al Editor:

El movimiento obrero internacional tiene vital interés en el dramático desarrollo de los sucesos en la Argentina. En la discusión acerca de la Asamblea Constituyente con los camaradas de Poder Obrero en su reunión pública en Londres el 21 de marzo, fue sugerido que debería escribir para vuestra clarificación

Desde el comienzo de la presente crisis política en la Argentina en Diciembre, Poder Obrero ha levantad o en forma intermitente la convocatoria para una especie de asamblea constituyente, mientras simultáneamente abogaba por la creación de consejos obreros, y un partido revolucionario y un gobierno obrero. Los revolucionarios levantan la consigna de asamblea constituyente en situaciones donde las masas de la clase obrera tiene ilusiones en el electoralismo burgués – típicamente después de un periodo de dictadura derechista. Pero en la Argentina ha venido funcionando u n régimen democrático burgués por casi 20 años, y hay un gran enojo hacia la totalidad del espectro político del establishment capitalista. En este caso, la campaña por una asamblea constituyente solo puede crear ilusiones populares.

Es enteramente posible que en algunos puntos los reformistas, los burócratas sindicales o los propios peronistas puedan levantar ellos mismos la propuesta de asamblea constituyente, o alguna otra forma de truco parlamentario, para contener la lucha de las masas dentro de los marcos de la ” democracia” capitalista. En este caso, seria necesario que los revolucionarios procuraran exponer el contenido reaccionario de tales demandas y contraproponer la necesidad de órganos proletarios de doble poder.

Pero en el documento datado el 21 de diciembre de 2001, el Secretariado Internacional (SI) de la LRCI ( Liga por una Internacional Comunista, liderada por el Poder Obrero) toma una aproximación diferente, y propuso que si la burguesía buscara escapar de sus dificultades con nuevas elecciones:

 ” Los revolucionarios deberían discutir por una elección que nombrara diputados para una asamblea constituyente soberana. En dicha elección seria vital para los delegados obreros, delegados de los pobres de la ciudad y del campo, de luchar y asegurarse que no serían dominadas por los políticos corruptos de las oligarquías rivales.”

La posición fue tácticamente cambiada en un documento de la LRCI del 19 d enero del 2002, intitulado ” La Lucha contra el continuismo de Duhalde”, en el que agudamente critica toda clase de participación en cualquier clase de formaciones policlasistas:

 …” la consigna por asambleas obreras y comités (coordinadoras) es crucial en la actual situación. Tiene que avanzar en todas las luchas que sucedan en el próximo periodo, ya sean parciales, locales, regionales y nacionales. Dado la actual situación la consigna de asambleas populares o cuerpos policlasistas similares, llevan al peligro de abandonar a los obreros y abrirse a otras clases y a demagogos populistas.…

 “La confusión de los centristas esta representada en la confusión que tiene de los encuentros de masas con los órganos de carácter soviético, compuesto por delegados: y se representa a la asamblea constituyente como la base de un gobierno obrero”

Todo ello era una explicación de su temprana confusión sobre el uso de dicha demanda. Pero entonces, en el numero de febrero de Poder Obrero, la demanda asamblea constituyente reaparece en el medio de un largo documento del Secretariado Internacional de la LRCI ( de la Rebelión a la Revolución, 28 de enero) . En ese momento se le daba una visión más izquierdista como” asamblea constituyente soberana y revolucionaria”, pero todavía estaba afectado por el significado de responder a la ” continuidad de las movilizaciones de masas en el cual la clase media jugo un rol preeminente, mientras la clase obrera organizada… no ha entrado en la escena política de una manera organizada” la asamblea constituyente de Poder Obrero esta claramente proyectada como un arreglo burgués

“Las masas populares- a pesar de su desilusión con todos los partidos y políticos mantienen todavía ilusiones democráticas

“Mucha gente demandó nuevas elecciones porque el gobierno Duhalde retiró el llamado de elecciones para marzo. Cualquier otra crisis política para Duhalde levantaría el tema de la ilegitimidad de su Administración en términos de un mandato popular”

Pero en el mismo momento, el documento sugiere: ” Para hacer tal asamblea deberá responder a la voluntad popular y necesitará la intervención y el control de las organizaciones obreras y los órganos de democracia popular…” la idea de llamar a una asamblea parlamentaría burguesa bajo el control obrero es un ejemplo clásico de lo que Trotsky llamaba “confusión cristalizada”

La tarea clave de los trotskistas en Argentina hoy, es luchar para forjar una dirección revolucionaria basada en un programa proletario de independencia política de todas las alas de la burguesía. La influencia del peronismo ( nacionalismo burgués popular) dentro del movimiento obrero argentino no puede ser combatido con intento de asambleas constituyentes como el camino hacia un gobierno obrero. Esto solo puede crear confusión y ayudar a impulsar un estadio de derrota.

Su apoyo a la demanda de asamblea constituyente aparece estar vinculado con la prosecución del Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS). Parece que la adaptación al PTS ha provocada una confusión política alrededor de más cosas que justamente la cuestión de la asamblea constituyente. En la página cinco del numero de febrero (2002) de Poder Obrero, en el medio de una entrevista con un miembro del PTS, hay un recuadro llamando a la creación de un partido revolucionario con influencia real en Argentina. Esto sugiere que para realizar este objetivo, el Partido Obrero, el Movimiento al Socialismo (MAS), y también extendido al Movimiento Socialista de la Trabajadores(MST), deberían combinar fuerzas y lanzar un nuevo partido político con un programa revolucionario conforme a la actual situación.

En la pagina ocho del mismo numero, el documento del secretariado Internacional de la LRCI, llama al PTS para poner en marcha los elementos fundamentales de la estrategia revolucionaria y llama a todas las fuerzas militantes de la clase obrera y popular, que marchen juntas en la creación de un partido obrero revolucionario de masas. Todavía para cubrir el flanco izquierdo, el S.I. de la LRCI también alarma contra los ” reagrupamientos” de todos aquellos que se llaman ” revolucionarios” o ” trotskistas”, en algo que podría:

“ser mucho peor porque esto llevaría a los revolucionarios derecho al oportunismo. Tal fusión puede solamente realizarse por lo menos bajo un programa revolucionario. Esto no reforzara las fuerzas revolucionarias pero fatalmente puede debilitarlas. Será probado que un bloque podrido (sic) se quebrará al primer desafió serio de dicho borde desafilado de la estrategia revolucionaria precisamente cuando más es necesaria”

Es duro que el PTS no sea el único que este deseando el borde desafilado de la critica revolucionaria en la búsqueda de un frente podrido.

Saludos fraternales

Alan

Por el IBT [Bretaña]

Lucha fraccional y dirección del partido

Lucha fraccional y dirección del partido

James P. Cannon dio el siguiente discurso a un pleno del Comité Central del SWP el 3 de noviembre de 1953 después de terminada la lucha fraccional contra la fracción de Cochran-Clarke, asociada internacionalmente con Michel Pablo. Ha sido traducido de Fourth International (noviembre-diciembre de 1953). Después fue publicado en inglés en Speeches to the Party. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 27, Diciembre de 1996.

Todos reconocemos, camaradas, que hemos llegado al final de una larga lucha fraccional en el partido. No queda ahora sino resumir los resultados.

Esta ha sido una lucha fraccional larga, y no llegó a su conclusión definitiva sino hasta que maduró completamente. A la minoría cochranista se le dio todo un año para que llevara a cabo su trabajo y organización fraccionales subterráneos en el partido. Un año entero. Finalmente los jalamos a lo abierto; y durante cinco meses tuvimos una discusión intensa en la que incluso se publicaron más boletines internos que en la gran lucha de 1939-40. Luego vino el plenario de mayo y la tregua que los cochranistas firmaron, pero no respetaron.

Después hubo cinco meses más de lucha, durante los cuales los cochranistas desarrollaron sus posiciones hasta su conclusión lógica, y se mostraron en acción como una tendencia anti-partido y anti-trotskista. Organizaron una campaña de sabotaje a las actividades y los fondos del partido, la cual culminó en el boicot organizado a nuestra reunión del XXV aniversario. Después vino este plenario de noviembre, en el que los líderes cochranistas fueron acusados de traición y suspendidos del partido. Y ese es el fin de la lucha fraccional en el SWP.

Dada esta historia, nadie puede decir con justicia que fuimos impacientes, que algo se hizo apresuradamente, que no hubo discusión libre y amplia, que no hubo abundantes pruebas de deslealtad antes de que se apelara a la disciplina, y sobre todo, nadie puede decir que la dirección titubeó al dejar caer el hacha cuando llegó el momento. Ese era su deber. Los derechos de una minoría en nuestro partido democrático nunca han incluido, y nunca incluirán, el derecho a ser desleal. En el SWP no hay cabida ni lugar para rompehuelgas.

* * *

Unificaciones y escisiones

Trotsky observó alguna vez que las unificaciones tanto como las escisiones son métodos para construir el partido revolucionario. Como la experiencia lo ha demostrado, esa es una observación profundamente verdadera. El partido que llevó la Revolución Rusa hacia la victoria fue el producto de la escisión con los mencheviques en 1903, de varias unificaciones y escisiones en el camino, y de la unificación final con Trotsky en 1917. La combinación de escisiones y unificaciones hizo posible el partido de la victoria en la Revolución Rusa.

En nuestra experiencia, hemos visto el mismo principio en acción. Comenzamos con una escisión de los estalinistas. La unificación con los musteístas en 1934 y después con el ala izquierda del Partido Socialista fueron grandes hitos en la construcción de nuestra organización. Pero estas unificaciones no fueron más importantes, y más bien están en un mismo plano con la escisión de los sectarios de izquierda en 1935 y de los revisionistas de Burnham en 1940, y hoy con la escisión de los nuevos revisionistas. Todas estas acciones han sido parte del proceso de construcción del partido revolucionario.

Sin embargo, esta ley que Trotsky formuló, de que tanto las unificaciones como las escisiones son igualmente métodos para construir el partido, es verdadera sólo bajo la condición de que tanto la unificación como la escisión sean motivadas adecuadamente. Si no están adecuadamente motivadas y adecuadamente preparadas, pueden tener un efecto perjudicial y desorganizador. Les puedo dar ejemplos de eso.

La unificación de la Oposición de Izquierda bajo Nin en España con el grupo oportunista de Maurín, a partir de la cual se formó el POUM, fue uno de los factores decisivos en la derrota de la Revolución Española. La disolución del programa del trotskismo en aras de la unificación con un grupo oportunista le robó al proletariado español ese programa claro y dirección decidida que pudieron haber sido la diferencia en la Revolución Española de 1936.

Por otro lado, las escisiones en la organización trotskista francesa antes de la Segunda Guerra Mundial — hubo varias, pero ninguna motivada apropiadamente — contribuyeron a la desmoralización del partido. Nuestra buena fortuna ha sido que nosotros no hemos llevado a cabo falsas unificaciones ni falsas escisiones. Nunca hemos tenido una escisión que al día siguiente no haya lanzado al partido hacia adelante, precisamente porque la escisión estuvo preparada apropiadamente y motivada apropiadamente.

El partido no estaba listo para una escisión cuando se reunió nuestro plenario en mayo pasado. La minoría en ese momento no había de ningún modo extendido sus concepciones revisionistas hasta la acción de tal manera que convencieran a todos y cada uno de los miembros del partido de que estas eran ajenas a nosotros. Por esa razón hicimos grandes concesiones para evitar una escisión. A través del mismo razonamiento, dado que todo estaba claro y todo estaba maduro en noviembre, hicimos la escisión aquí, sin el menor titubeo. Y si, en los recuerdos de la lucha, le dan crédito a la dirección del partido por su paciencia y su tolerancia en la larga lucha, no olviden agregar que merece el mismo crédito por la acción decisiva y resuelta que se tomó en este plenario para llevar las cosas a una conclusión.

* * *

La escisión de 1940

Creo que sería útil para nosotros si comparamos esta escisión, que consideramos que es un progreso y una contribución al desarrollo del partido revolucionario en los Estados Unidos, con la escisión de 1940. Hay semejanzas y diferencias. Son semejantes en tanto que el asunto básico en ambas era el revisionismo. Pero el revisionismo de 1940 no fue de ningún modo tan profundo y definitivo como el revisionismo del que nos hemos escindido ahora. Burnham, es verdad, había abandonado el programa del marxismo, pero lo hizo de forma abierta sólo en las últimas etapas de la lucha, cuando se quitó la máscara. Y Shachtman no lo siguió completamente. Shachtman, hasta el punto de la escisión, no revisó abiertamente nuestro programa respecto a la Unión Soviética, lo cual era el asunto central en disputa.

El dejó la cuestión abierta, e incluso declaró en uno de sus últimos documentos que si los imperialistas atacaran a la Unión Soviética él saldría en su defensa. En cuanto al tercer líder, Abern, nunca cedió nada al revisionismo en la teoría. Todavía se consideraba a sí mismo un trotskista ortodoxo, y pensaba que la lucha por entero era en torno a la cuestión de la organización. Estaba gravemente equivocado, pero la lucha definitiva entre el trotskismo ortodoxo y el revisionismo no fue en absoluto tan definida ni tan profunda en 1940 como lo es esta vez. Eso se mostró por el hecho de que cuando Burnham llevó su revisionismo hasta su conclusión lógica y de plano abandonó el movimiento un par de meses después, Shachtman y Abern recularon.

Ambas escisiones, ésta y la de 1940, son semejantes en tanto que las dos eran inevitables. Las diferencias en cada caso habían madurado hasta el punto en que no podíamos hablar el mismo lenguaje ni vivir en el mismo partido. Cuando los shachtmanistas nos dieron su llano ultimátum y demandaron que se les permitiera tener su propio periódico, su propia revista, su propia expresión pública, sólo estaban expresando su profunda convicción de que tenían que hablar en un lenguaje diferente al nuestro, de que concienzudamente no podían hacer circular lo que escribíamos en nuestra prensa sobre líneas ortodoxas. Y como nosotros no podíamos tolerar eso, la escisión era inevitable.

* * *

La presente escisión es diferente a la de 1940 en cuanto a que es más definitiva. No hay un solo miembro de este plenario que contemple tener relaciones posteriores en el mismo partido con los rompehuelgas de la pandilla de Pablo-Cochran. No hay ninguna duda a este respecto. Es una certeza absoluta que desde ayer a las once de la mañana, cuando salieron del salón —no con un portazo, sino con una sonrisilla— se fueron para siempre. Lo más que podemos esperar es que miembros individuales que hayan sido atrapados en la contracorriente regresen con la corriente al partido, uno por uno, y desde luego serán recibidos. Pero por lo que respecta a la médula principal de la fracción minoritaria, ellos han roto para siempre con nosotros. El día en el que fueron suspendidos del partido, y relevados de toda obligación para con él, fue probablemente el momento más feliz de sus vidas.

Los shachtmanistas, por otro lado, continuaron durante mucho tiempo protestando que querían tener unidad. E incluso seis o siete años después de la escisión, en 1946 y 1947, de hecho tuvimos negociaciones de unificación con los shachtmanistas. En algún momento a comienzos de 1947 hicimos un acuerdo de unificación con ellos, lo cual ilustra la observación que hice de que la escisión de 1940 no fue de ninguna manera tan definitiva y final como la escisión de ahora. Terminamos para siempre con Pablo y el pablismo, no sólo aquí sino también en el campo internacional. Y nadie va a consumir un minuto de nuestro tiempo con negociaciones acerca de algún compromiso o cualquier tontería de ese tipo. Estamos en guerra con este nuevo revisionismo, que vino a florecer completamente en la reacción a los eventos sucedidos después de la muerte de Stalin en la Unión Soviética, en Alemania Oriental y en la huelga general en Francia.

Diferencias en las escisiones

Hay diferencias entre las dos escisiones en otros aspectos, que son muy importantes y más favorables para el partido. Primero, el tamaño de la escisión. En 1940 los shachtmanistas no tenían menos del 40 por ciento del partido y una mayoría en la organización juvenil. Contando a los jóvenes, que no eran miembros del partido con voto, era casi una escisión por la mitad. Este grupo se lleva un 20 por ciento a lo más. Esa es una diferencia.

Una segunda diferencia es que la escisión de 1940 fue una escisión del cuadro de dirección por la mitad. No fue solamente el deshacerse de unas cuantas personas sin las cuales se podía operar fácilmente. Durante años el núcleo político central en la dirección central del partido habían sido Burnham, Shachtman y Cannon. Ellos se llevaron dos de tres. Tenían la mayoría en el Comité Político (CP) del partido, tal y como estaba constituido hasta el comienzo de la lucha en septiembre de 1939. Tuvimos que reorganizar al Comité Político en el plenario de octubre de 1939 para establecer el gobierno de la mayoría en el CP.

Shachtman y Burnham no eran de ninguna manera simples adornos en el Comité Político. Ellos eran los editores de la revista y del periódico, y hacían prácticamente todo el trabajo literario. Había una división del trabajo entre ellos y yo, en la que yo me encargaba de lo concerniente a la organización y a la dirección sindical, la administración y las finanzas —y todo el resto de quehaceres de los que como regla general a los intelectuales no les gusta ocuparse— y ellos se encargaban de la mayor parte de los escritos. Y cuando estaban en la línea correcta escribían muy bien, como ustedes saben.

Así que en 1940 hubo una escisión real, no sólo en la dirigencia política sino también en los cuadros activos. En el momento de la escisión hubo mucha aprensión por parte de algunos de nuestros camaradas. ¿Qué diablos haríamos sin estas fuerzas intelectuales de primer grado, escritores eficientes, etc.? Y ellos por su parte estaban jubilosos y tenían la profunda convicción de que nunca íbamos a poder recuperarnos, porque se llevaron a todos los escritores.

Pues de prácticamente todos los camaradas que ahora están en la dirección del partido y hacen todo el trabajo del cuadro de dirección, muy pocos eran siquiera miembros del Comité Nacional en ese tiempo. Los que eran miembros estaban apenas en sus primeras experiencias y no tenían aún reconocimiento como escritores, oradores y políticos. El camarada Dobbs, por ejemplo, que venía del movimiento de masas, había estado en Nueva York sólo un par de meses. Algunos otros camaradas, que eran miembros plenos o alternos del Comité Nacional, no se habían considerado a sí mismos o no habían sido considerados de hecho como miembros del cuadro político dirigente del partido. En 1940, la escisión del cuadro de dirección fue justo por la mitad.

* * *

Y luego había un tercer aspecto de la escisión de 1940. La oposición pequeñoburguesa salió del partido con la mayoría de los jóvenes, quienes, como decía el camarada Dobbs, tienen más energía. Estaban confiados de que con su dinamismo y su habilidad para saltar y correr, con su concepto de un “partido de campaña”, y con sus escritores, pronto demostrarían que podían construir un partido más grande, mejor y más rápidamente —y en cualquier otro sentido al estilo californiano— que nosotros. Nosotros no estábamos de acuerdo, pero esa es la manera en que comenzaron.

Y no olviden que casi a la siguiente semana empezaron con su nuevo partido. Lo llamaron el “Workers Party” [Partido Obrero] y sacaron un nuevo periódico semanal y una revista que nos robaron. Durante un período considerable pensaron que eran nuestros rivales en la lucha por la lealtad de la vanguardia de los obreros en este país. Eso es lo que confrontábamos en 1940. Nosotros tuvimos que tomar a nuevos cuadros de camaradas hasta entonces inexpertos, y empujarlos a lugares de responsabilidad en el Comité Político y en la prensa, y comenzar su entrenamiento para la dirección en el fuego de la lucha.

El partido sigue su marcha

La escisión de 1953 es bastante diferente en varios aspectos. En primer lugar, ya mencioné el tamaño. Es mucho más pequeña. Segundo, el cuadro no está ahora escindido por la mitad, como podría parecer a algunos cuando ven estos nombres: Cochran, Clarke, Bartell, Frankel, etc. Son gente talentosa; eran parte del cuadro, pero no una parte indispensable. Hemos tenido cinco meses de experiencia de la “escisión fría” desde el plenario de mayo para probarlo. Durante todo ese período los cochranistas no hicieron ningún trabajo partidista constructivo para nada. Bajo la inspiración del Gran Dios Pablo, dedicaron todos sus esfuerzos exclusivamente al fraccionalismo, a la obstrucción del trabajo partidista y al sabotaje de las finanzas del partido. ¿Y qué se vio como resultado? En los cinco meses que pasaron desde el plenario de mayo hemos visto que esta gente no es indispensable de ninguna manera para el trabajo literario del partido, para el trabajo político del partido, para el trabajo organizativo del partido, ni para el sostenimiento financiero del partido.

Durante cinco meses el partido ha seguido su marcha sin ellos y a pesar de ellos. La escisión del cuadro resultó ser no más que una astilla. Lo probamos durante cinco meses en una escisión fría antes de que lo confrontáramos finalmente en una escisión caliente, y por eso lo sabemos. No ocurrirá absolutamente ninguna desorganización en la dirección, nadie va a andar a las carreras para ver quién va a llenar los lugares que dejaron estos ex trotskistas convertidos en revisionistas. Los lugares ya están llenos, llenos a desbordar, por así decir. Todo marcha bien. Esa es la experiencia de la escisión fría que se prolongó desde mayo.

* * *

En tercer lugar, nadie puede imaginar que estas personas siquiera se atrevan a contemplar la idea de lanzar un nuevo partido y un periódico de agitación. Primero que nada, no creen en su propia capacidad para construir un partido. Segundo, no creen en la capacidad de nadie para construir un partido. Y en tercer lugar, no creen en un partido revolucionario de vanguardia. Así que no nos van a confrontar con un partido rival que diga ser la vanguardia trotskista y el núcleo de un futuro partido de masas de la revolución.

A lo que apuntan, en sus propios planes más optimistas, es a formar un pequeño círculo de propaganda que publique una pequeña revista en la que observen, analicen y expliquen las cosas para beneficio de los “elementos políticos sofisticados”, es decir, los estalinistas y los “progresistas” en la burocracia charra sindical. Críticos marginales, observadores, analistas y abstencionistas; ése es el tipo de oposición que nos presentarán. Ningún partido rival.

No van a ser un obstáculo para nosotros en nuestra lucha como partido en las campañas electorales porque no creen en las campañas electorales. En el período inicial después de la escisión con los shachtmanistas, ellos solían presentar sus propios candidatos en contra de nosotros en Nueva York y otros lugares; y en general trataban de competir con nosotros, su partido contra el nuestro. Eso no será el caso con los cochranistas. Si queremos tener cualquier debate con esta gente, creo que vamos a tener que ir a cazarlos a dondequiera que se estén escondiendo. Y en algunos lugares eso va a ser una propuesta difícil, especialmente en Detroit y San Francisco.

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Una prueba para la dirección

Una lucha de fracciones es una prueba para la dirección. La lucha de fracciones es parte del proceso de construcción del partido revolucionario de masas; no toda la lucha, pero una parte de ella.

Algunos camaradas, especialmente los que trabajan en organizaciones de masas, que quieren ocuparse todo el tiempo con su trabajo constructivo y que se molestan e irritan ante las disputas, riñas y peleas fraccionales, tienen que aprender que no pueden tener paz en el partido si no pelean por ella. La lucha fraccional es una manera de obtener paz.

Como ustedes saben, el partido disfrutó de solidaridad y paz interna durante todo ese período entre 1940 y 1951. Once años —descontando esa pequeña escaramuza con Goldman y Morrow que no fue gran cosa— once años de paz y vida interna normal. Esta “paz larga” llevó al partido a través de la guerra, el juicio y el encarcelamiento de los dieciocho, el boom de la posguerra y el primer período de la cacería de brujas [macartista]. Esa solidaridad y paz interna no cayó del cielo. No nos fue “dada”. Peleamos por ella y la aseguramos en la batalla fraccional con la oposición pequeñoburguesa en los ocho meses de septiembre de 1939 a abril de 1940.

Toda lucha fraccional seria, cuando es conducida apropiadamente por una dirección consciente, se desarrolla en etapas progresivas: tiene un comienzo, una etapa intermedia y un fin, y en cada etapa de la lucha la dirección es puesta a prueba. Sin una dirección consciente, el fraccionalismo puede devorar y destruir a un partido. El fraccionalismo sin cabeza, a veces incluso la menor fina, puede hacer pedazos al partido. Hemos visto pasar esto más de una vez. Todo depende de los dirigentes, de su conciencia. Tienen que saber cómo y cuándo comenzar una lucha fraccional, cómo conducirla, y cómo y cuándo terminarla.

* * *

Las dos primeras etapas de la lucha contra los revisionistas-liquidacionistas en el SWP —el comienzo y la etapa intermedia— ya han quedado atrás. Ahora viene el final. Después tendremos tiempo de sobra para reflexionar sobre las experiencias de las dos primeras etapas. Creo que sería un mal consejo y más que una pérdida de tiempo, en esta etapa de la acción final al terminar la lucha, el comenzar a recordar y a examinar cuántos errores se cometieron y quién cometió este o aquel error, etcétera.

Lo esencial es que el cuadro de dirección del partido en su conjunto vio el problema a tiempo, se hizo cargo de la situación y la expuso abiertamente para ser discutida en forma libre durante cinco meses. Luego, en el plenario de mayo, le ofrecimos una tregua a la minoría para darle una oportunidad de reconsiderar su curso o para establecer las cuestiones con mayor claridad en una discusión objetiva. Después, cuando los cochranistas rompieron la tregua, pasamos cinco meses de “escisión fría”, y finalmente le pusimos fin en el plenario.

Todo eso fue hecho exitosamente, sin desorganizar o desmoralizar al partido. Eso es lo esencial. Podemos dejar para después los recuerdos, los exámenes o los análisis de si éste o aquél cometió un pequeño error aquí o allá. Eso no cuenta ahora. El tercer punto es lo que cuenta ahora, cómo terminar la lucha fraccional. Y aquí, de nuevo, se trata de una cuestión de dirección.

* * *

La cuestión del partido

La dirección es el problema por resolver de la clase obrera de todo el mundo. El único obstáculo entre la clase obrera del mundo y el socialismo es el problema por resolver de la dirección. Eso es lo que significa “la cuestión del partido”. Eso es lo que el Programa de transición quiere decir cuando declara que la crisis del movimiento obrero es la crisis de la dirección. Eso significa que hasta que la clase obrera resuelva el problema de crear el partido revolucionario, la expresión consciente del proceso histórico que pueda dirigir a las masas en lucha, la cuestión seguirá sin resolverse. Es la cuestión más importante de todas: la cuestión del partido.

Y si nuestra ruptura con el pablismo —como lo vemos ahora claramente— se reduce a un solo punto y se concentra en un solo punto, es ese: es la cuestión del partido. Eso nos parece claro ahora que hemos visto el desarrollo del pablismo en acción. La esencia del revisionismo pablista es el echar abajo aquella parte del trotskismo que es hoy su parte más vital: el concepto de la crisis de la humanidad como la crisis de la dirección del movimiento obrero resumida en la cuestión del partido.

El pablismo no sólo aspira a echar abajo al trotskismo, sino que aspira a echar abajo aquella parte del trotskismo que Trotsky aprendió de Lenin. La mayor contribución de Lenin a su época entera fue su idea y su lucha resuelta por construir un partido de vanguardia capaz de dirigir a los obreros en la revolución. Y no limitó su teoría a los confines del tiempo de su propia actividad. Fue hacia atrás hasta 1871, y dijo que el factor decisivo en la derrota de la primera revolución proletaria, la Comuna de París, fue la ausencia de un partido de la vanguardia marxista revolucionaria, capaz de dar al movimiento de masas un programa consciente y una dirección resuelta. Y lo que convirtió a Trotsky en leninista fue su aceptación de esta parte de Lenin en 1917.

Esto está inscrito en el Programa de transición, ese concepto leninista del papel decisivo del partido revolucionario. Y eso es lo que los pablistas están tirando por la borda, en favor del concepto de que las ideas de algún modo se van a filtrar dentro de la burocracia traidora, los estalinistas o los reformistas, y de alguna u otra manera, “en el día del cometa”, la revolución socialista se realizará y se llevará a su conclusión sin un partido marxista revolucionario, es decir leninista-trotskista. Esa es la esencia del pablismo. El pablismo es la sustitución de un partido y un programa por un culto y una revelación.

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El cuadro de dirección

El problema del partido tiene otro aspecto. El problema del partido es el problema de la dirección del partido. Pienso que justo tan ciertamente como el problema del partido es el problema que la clase obrera tiene que resolver antes de que la lucha contra el capitalismo pueda ser victoriosa definitivamente; así también el problema del partido es el problema de la dirección del partido.

No se puede construir un partido revolucionario sin el programa. Todos lo sabemos. Con tiempo, el programa creará al partido. Pero es aquí donde viene el papel de los dirigentes conscientes, para ahorrar tiempo. El tiempo es “de lo esencial” en esta época en la que los años cuentan por siglos. Es ciertamente difícil construir un partido sin una dirección, sin cuadros. De hecho, no se puede.

Vean lo que ha pasado en el mundo, vean las experiencias del último cuarto de siglo, en un país tras otro, donde los escritos y enseñanzas de Trotsky estaban disponibles, donde se conocía el programa, ¿qué es lo que ven? Donde no había líderes para construir el partido, donde carecían de cuadros, el partido no fue gran cosa. Por otro lado, aquellos partidos que sacaron líderes capaces de trabajar juntos como un cuadro permanecieron firmes y sólidos, y prepararon conscientemente su futuro.

El cuadro de dirección juega, en relación con el partido, el mismo papel decisivo que el partido juega con relación a la clase. Quienes tratan de romper los cuadros de los partidos trotskistas históricamente creados, como hacen los pablistas en un país tras otro, en realidad aspiran a destruir a los partidos y a liquidar al movimiento trotskista. Nótese: dije “tratan” y “aspiran”, no dije “lo están logrando”. No lo lograrán. Los partidos trotskistas liquidarán a los liquidacionistas, y el SWP tiene el alto privilegio histórico de poner el ejemplo.

* * *

Dado el programa, la construcción de cuadros de dirección es la clave para la construcción de partidos revolucionarios; y aquélla requiere un grado aún mayor de conciencia y un diseño más deliberado que esta última. Desde luego, cada partido en cada generación desde el Manifiesto comunista ha tenido algún tipo de dirección. Pero ha habido muy poca conciencia acerca de su selección, y por esa razón, entre otras, el problema real queda por resolverse. Las experiencias del pasado a este respecto son ricas en lecciones sobre el tema de qué es lo que no debe hacerse.

La generación actual de la vanguardia revolucionaria, que tiene el beneficio de Lenin y Trotsky, ahora tiene la suprema obligación de examinar los trágicos errores del pasado a este respecto, para evitarlos y para reemplazar métodos azarosos por una teoría consciente y un diseño deliberado en la construcción de los cuadros de dirección.

Tipos de dirección

El primer tipo de dirección de partido, y tal vez el peor, que hemos visto y conocido, incluso en la IV Internacional, es la dirección no planeada de talentosas estrellas individuales que tiran en sentidos opuestos, desperdiciando sus energías en rivalidades personales, riñendo por tonterías, e incapaces de organizar una división de trabajo con sentido. Esa ha sido la trágica experiencia de muchas secciones de la IV Internacional, en particular de la sección francesa. No sé cómo estén las cosas en Francia ahora, pero si sé que la sección francesa de la IV Internacional no se convertirá jamás en un partido de verdad hasta que aprenda a disciplinar a sus estrellas individuales y las haga trabajar juntas.

Un segundo tipo de dirección es la dirección de una camarilla. En cada dirección dé camarilla hay una cierta coordinación, una cierta organización y división del trabajo; y a veces se ve bien, mientras dura. Pero una camarilla se mantiene unida por asociaciones personales —lo que Trotsky, que odiaba las camarillas, llamaba “amiguismo”— y por ese mismo hecho contiene un defecto fatal: puede ser destruida por disputas personales. Este es el destino inevitable de toda camarilla política.

No hay tal cosa, y no puede haberla, como una camarilla permanente, no importa cuáles buenos amigos y compañeros estén reunidos en un círculo estrecho y exclusivo, y se digan a sí mismos: “Ahora tenemos todo en nuestras manos y vamos a hacer que las cosas marchen bien.” Los grandes vientos y olas de la lucha de clases golpean una y otra vez a esta pequeña camarilla. Surgen cuestiones. Se desarrollan dificultades y fricciones personales. Y luego vienen las disputas y las riñas personales, luchas fraccionales sin ningún significado y escisiones sin sentido, y la camarilla termina en el desastre. El partido no puede ser dirigido por una camarilla. Por lo menos, no por mucho tiempo.

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Hay un tercer método de dirección del que sólo me di cuenta, lo confieso francamente, después de cumplir sesenta años. Se trata de la dirección de un culto. Debo de admitir que viví sesenta años en este mundo antes de tropezarme con el hecho de que hay tal cosa como cultos políticos. Comencé a restregarme los ojos cuando vi cómo operaban los johnsonistas [los apoyadores de C.L.R. James, cuyo nombre de partido era Johnson] en nuestro partido. Vi un culto ligado a una sola persona, una especie de mesías. Y pensé, “Caray, nunca se está demasiado viejo para aprender algo nuevo.”

Un culto requiere una base de tontos irreflexivos. Pero eso no es todo. Para que un culto exista, no es suficiente que un dirigente tenga seguidores personales —todo dirigente tiene en mayor o menor grado influencia personal— sino que un dirigente de culto tiene que ser él mismo un cultista. Tiene que ser un megalomaníaco que recibe revelaciones fuera del dominio de la realidad. El dirigente megalomaníaco de un culto es susceptible a brincar en cualquier dirección en cualquier momento, y todos los cultistas lo seguirán automáticamente, como los borregos siguen al que lleva el cencerro, incluso hasta al matadero.

Eso es lo que pasó con los johnsonistas. El culto siguió a Johnson, no sólo por su teoría de la Unión Soviética, otra gente tiene esa teoría; mucha gente en el mundo tiene esa teoría acerca del “capitalismo de estado”. Los johnsonistas eran seguidores cultistas personales de Johnson como si fuera un mesías; y cuando él finalmente dio la señal de brincar fuera de este partido por razones que sólo él sabía, pero supuestamente por alguna ofensa personal que él se imaginó y de la cual ellos no tenían conocimiento alguno y de la cual apenas se habían enterado; todos ellos se fueron del partido a la misma hora, hora estándar del Este. Eso es un culto. El culto pablista, como cualquier otro, es capaz de saltar en cualquier dirección en cualquier momento en que el líder tenga una revelación. No se puede confiar el partido de la vanguardia obrera a un culto o a un líder cultista.

Hay un cuarto método de dirección que ha sido muy común. Lo he visto bastante en mí tiempo: la dirección de la fracción permanente. Esto es algo ante lo cual tenemos que estar en guardia, porque acabamos de pasar por una muy severa lucha fraccional y en el curso de esa lucha nos hemos unido muy estrechamente. Es absolutamente necesario que la dirección vea claramente lo que es una fracción temporal, cuáles son sus propósitos legítimos, cuáles son sus límites y los peligros de una fracción que se endurece hasta la permanencia.

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Endurecimiento de fracciones

No hay mayor abominación en el movimiento político de los obreros que una fracción permanente. No hay nada que desmoralice más eficientemente la vida interna de un partido que una fracción permanente. Alguien podría decir: la experiencia de Lenin contradice eso. ¿Acaso no organizó él una fracción en 1903, la fracción bolchevique, y acaso no permaneció firmemente como fracción dura hasta la revolución? No completamente. La fracción de Lenin —que rompió con los mencheviques en 1903, y después tuvo negociaciones con ellos y en varios momentos se unificó con ellos en un solo partido, y sin embargo permaneció como fracción— solamente era una fracción en su forma externa.

En esencia, el núcleo del Partido Bolchevique de la Revolución de Octubre fue la fracción bolchevique de Lenin. Era un partido. Y la prueba de que era un partido y no una fracción exclusiva de Lenin es que había diferentes tendencias dentro de la fracción bolchevique. Había bolcheviques de derecha y de izquierda. A veces algunos de ellos polemizaron abiertamente con Lenin. Los bolcheviques incluso tuvieron escisiones y reunificaciones entre ellos mismos. Lenin no consideró a la fracción bolchevique como algo que iba a guardar para sí mismo toda su vida como una corporación cerrada.

En los días decisivos de 1917 cuando sacó sus Tesis de Abril, él mostró que su concepto era realmente el de un partido al unirse con Trotsky, lo cual fue de una importancia extrema. Esa fue una acción de partido. Y algunos meses después, cuando Zinoviev y Kamenev, los colaboradores más cercanos de Lenin, se desviaron en la insurrección, él se combinó con Trotsky para aplastarlos. La fracción de Lenin era en realidad un partido.

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Hemos visto fracciones que crecieron a partir de una lucha separada, que cristalizaron y se endurecieron, y se mantuvieron incluso después de que las cuestiones que les dieron origen ya no existían. Eso sucedió en el viejo Partido Comunista.

Su cuadro de dirección, en su conjunto, era una fusión de gente con diferentes antecedentes. Estaban los neoyorquinos y algunos otros que salieron del Partido Socialista, cuya experiencia había sido en el campo del socialismo parlamentario, campañas electorales, etc.; una agrupación puramente “política”. Ruthenberg, Lovestone, etc., representaban estos antecedentes. Había otra tendencia en el partido representada por los “occidentales”: aquellos que tenían antecedentes sindicalistas, antecedentes de trabajo en el movimiento sindical, en huelgas y en la “acción directa” de la lucha de clases. Foster, Bill Dunne, Swabeck, yo mismo, etc., representábamos este origen.

Naturalmente formamos diferentes tendencias —cada una en parte correcta y en parte equivocada— y desde el comienzo siempre había escaramuzas entre ellas. Finalmente, estas tendencias se endurecieron hasta formar fracciones. Luego, después de varios años de experiencia, aprendimos los unos de los otros y las verdaderas diferencias se redujeron. Pero las formaciones fraccionales permanecieron. Una y otra vez las dos fracciones se ponían de acuerdo en qué había que hacer, se ponían de acuerdo en todas las resoluciones para la convención, y sin embargo las fracciones todavía continuaban existiendo.

La degeneración del fraccionalismo

En tales circunstancias las fracciones degeneraron en pandillas que luchaban por el poder, y la degeneración del Partido Comunista fue facilitada en gran medida por ello. La Comintern debió habernos ayudado a unificar a los cuadros; pero en cambio incitó las llamas del fraccionalismo para pescar en río revuelto y crear su propia fracción estalinista. Fueron tiempos amargos. Yo comencé a rebelarme en contra de ese tipo estéril de lucha, e hice varios intentos —esto fue años antes de que fuéramos expulsados del partido por trotskismo— hice varios intentos por romper las formaciones fraccionales, que políticamente no tenían ningún sentido. Varios de nosotros rompimos y nos alejamos de la pandilla de Foster, formamos una agrupación aparte y nos unimos con un grupo que Weinstone había escindido de los lovestonistas, con la misma rebelión en contra del fraccionalismo pandillerista sin sentido. Formamos una “agrupación intermedia” con la consigna: “Disolver las fracciones.”

Durante un par de años dimos una pelea para disolver a las fracciones en el partido. Pero a esas alturas tanto los lovestonistas como los fosteristas se habían endurecido tanto en el espíritu de la pandilla y la camarilla, que fue imposible hacerlo. Eso contribuyó a la degeneración del Partido Comunista, porque las fracciones permanentes se convierten en camarillas y excluyen a todos los demás. Si sucede que una fracción permanente obtiene el control de la dirección del partido y dirige al partido como una fracción, forzosamente va a excluir a otros de ocupar cualquier posición real en la dirección. Por ese mismo hecho obliga a los otros a organizarse en contracamarillas y contrafracciones, y ya no hay un cuadro único en la dirección del partido. Lo vimos suceder en el PC. Tenemos que aprender algo de esa experiencia.

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En nuestro partido, basados en nuestras experiencias y estudios, hemos tenido un concepto de la dirección no como una serie de estrellas individuales sin coordinación; ni como una camarilla; ni —por dios— como un culto; ni como una fracción permanente. Nuestro concepto de la dirección es el de un cuadro de dirección.

Es un diseño consciente en el que se ha trabajado durante años y años. Un cuadro de dirección, en nuestro concepto, tiene las siguientes características básicas: consiste en personas que están unidas primero que nada por el programa, no sobre cada cuestión particular que surge en el trabajo diario, sino sobre el programa básico del trotskismo. Ese es el comienzo.

La segunda característica es que el cuadro de dirección es una selección inclusiva y no exclusiva. No tiene una lista de miembros fija, sino que deliberadamente deja la puerta abierta todo el tiempo para incluir a gente nueva, para la asimilación y desarrollo de otros, de tal manera que el cuadro de dirección se esté ampliando de forma flexible en número y en influencia constantemente.

Nuestro cuadro tiene otra característica. Construye el Comité Nacional como una representación ampliamente democrática del partido. No sé cómo se construye la dirigencia en otros partidos, pero a nuestro partido no lo dirige exclusivamente un grupo de trabajo político central en Nueva York. La dirigencia, siempre lo enfatizamos, no es el Secretariado. No es el Comité Político. No es el Comité de Redacción. Es el plenario. El plenario incluye al Secretariado, al Comité Político, al Comité de Redacción, además de los camaradas dirigentes de todos los distritos del partido.

Una dirección verdaderamente representativa

Estos representantes distritales, como ustedes saben, no son designados en Nueva York y ascendidos mediante maniobras especiales. Todos sabemos cómo hacer ese tipo de cosas y deliberadamente nos abstenemos de hacerlo. Los dirigentes centrales nunca interfieren con las deliberaciones de las comisiones de nominación en las convenciones del partido. Los representantes distritales son escogidos libremente por los delegados de sus distritos y confirmados por la comisión de nominación. Realmente representan sus seccionales o comités locales, y cuando se sientan en un plenario tenemos una representación realmente democrática del partido entero. Esta es una de las razones por las cuales nuestros plenarios tienen tal autoridad de mandato en el partido.

Cuando el plenario se reúne, podemos decir que somos la dirección, porque realmente lo somos. Es una pequeña convención cada vez que tenemos un plenario del Comité Nacional. Eso es parte de nuestro programa deliberado de construir una dirección representativa que esté controlada democráticamente.

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Una tercera característica de nuestro concepto del cuadro, sobre el cual trabajamos todo el tiempo de manera deliberada y consciente, es cultivar entre las personas dirigentes la habilidad de trabajar juntos; de no ser estrellas individuales; no ser sabelotodos que se convierten en problemas ellos mismos sino gente que encaja en una maquinaria: que trabaja con otros, que reconoce los méritos y respeta las opiniones de otros, que reconoce que no hay persona que no sea importante, que todo aquél que está por el programa y es enviado por su seccional o comité local al Comité Nacional tiene algo que contribuir. La tarea de los dirigentes centrales del partido es abrirle la puerta, averiguar qué es lo que puede hacer, y ayudarlo a entrenarse a sí mismo para hacerlo mejor en el futuro.

La habilidad para trabajar juntos es una característica esencial de nuestro concepto del cuadro de dirección, y la siguiente característica es la de una división del trabajo. No es necesario que uno o dos sabihondos lo sepan todo y hagan todo. Es mucho mejor, más firme y más seguro, si hay una amplia selección de personas, cada una de las cuales contribuyen en algo a las decisiones y se especializa en el trabajo para el cual está calificada, y coordina su trabajo con otras personas.

Debo decir que estoy muy satisfecho con la manera en que el cuadro de dirección de nuestro partido ha evolucionado y se ha desarrollado en el período desde que comenzó la lucha abierta con los revisionistas Pablo-Cochran. Creo que le han dado al movimiento mundial una demostración modelo de un grupo fuerte de personas, de varios talentos y experiencias, que aprenden cómo coordinar sus esfuerzos, cómo dividirse el trabajo, y cómo trabajar colectivamente de modo que la fuerza de cada uno se convierta en la fuerza de todos. El resultado es una máquina poderosa que combina los méritos de sus miembros individuales para obtener un poder multiplicado.

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Y no sólo es que se combinen los méritos y se obtenga algo bueno de ellos. A veces también se puede obtener algo bueno y resultados positivos de una combinación de fallas. Eso también sucede con un cuadro adecuadamente organizado y coordinado. Ese pensamiento me lo expresó Trotsky en una carta. Lo que les digo aquí no es sólo lo que yo he visto, experimentado y pensado en mi propia cabeza. No es sólo nuestra experiencia, sino una buena dosis de instrucción personal de Trotsky. Él se hizo la costumbre de escribirme muy a menudo después de descubrir que yo estaba dispuesto a oír y que no me ofendía por una crítica amigable.

El consejo de Trotsky

Me aconsejaba todo el tiempo acerca de los problemas de la dirección. Incluso en un pasado tan remoto como 1935 y 1936, en la lucha con los musteístas y los oehleristas, nos dio ese consejo. Siempre se refería a Lenin, cómo Lenin había conformado su cuadro. Él decía que Lenin tomaba a un hombre que tenía el impulso para la acción, con olfato para las oportunidades y tenía una tendencia a apresurarse, y lo balanceaba con un hombre un poco más cauteloso; y el arreglo entre los dos producía una decisión balanceada, que redundaba en beneficio del partido.

Me dijo, por ejemplo, en una carta en la que me aconsejaba ser muy cauteloso y no hacer una planilla exclusiva para el Comité y no eliminar a personas que tenían algunas fallas que a mí no me gustan especialmente, como el titubeo, la tendencia a conciliar, y en general la falta de decisión: él dijo que Lenin solía decir acerca de Kamenev que era un vacilante por naturaleza, en el momento de la decisión siempre tendía a “ablandarse”, a vacilar y a conciliar. De hecho, Kamenev pertenecía a la fracción de los bolcheviques conciliadores en el período de 1907 a 1917, con una tendencia hacia la conciliación con los mencheviques, pero permaneció en el Partido Bolchevique.

Y Lenin —como Trotsky me lo explicó— solía decir: necesitamos a Kamenev en el Comité Central porque su tendencia a titubear y a conciliar es un reflejo de una cierta tendencia de ese tipo en las bases del partido, y de la cual queremos mantener una medida a la vista. Cuando Kamenev habla sabemos que hay un cierto sentimiento del mismo tipo en el partido que tenemos que tomar en consideración. Y aunque no aceptamos los titubeos y el conciliacionismo de Kamenev, vamos despacio y la tomamos en cuenta, porque cuando nos movamos queremos llevarnos a todo el partido con nosotros. Si plantea demasiadas objeciones, nos detenemos un momento y dedicamos un poco más de tiempo a la educación de las bases del partido para asegurarnos de que las bases estarán sólidas.

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Nuestra fuerza está en la combinación tanto de nuestras fallas como de nuestras virtudes. Tomado en su conjunto, eso es lo que llamo el concepto de cuadro de dirección. Durante el año pasado este cuadro se había convertido en una fracción, esto es, la gran mayoría del cuadro. Nos hemos involucrado en una lucha fraccional. Pero, ¿para qué se organizó ese cuadro como una fracción? No fue todo el cuadro; fue la mayoría, pero no todo. No incluyó a los camaradas de Buffalo y Youngstown: había algunas diferencias ahí al principio, pero fueron prácticamente eliminadas en el curso de la lucha; las decisiones de este plenario son todas unánimes. Pero en el comienzo, la mayoría del cuadro se conformó como una fracción: se reunía por sí sola, tomaba sus propias decisiones, etcétera.

Sin embargo, esta fracción no se formó con el propósito de tener una fracción. No se formó como una combinación permanente de buenos muchachos que se quedarían juntos para siempre y no dejarían que nadie se les uniera. No es una pandilla, ni un clan, ni una camarilla. Es simplemente una organización político-militar formada con un cierto propósito. Pero, ¿cuál era ese propósito? El propósito era derrotar y aislar a la fracción revisionista de Pablo-Cochran. Ese objetivo ha sido cumplido.

Disolución de la fracción mayoritaria

Siendo ese el caso, ¿cuál es el deber de esta fracción ahora? ¿Nos vamos a quedar juntos en recuerdo de los “viejos tiempos”, y formar una especie de “Gran Ejército de la República” [organización de veteranos del ejército de la Unión de la Guerra Civil de los Estados Unidos]: los únicos que pueden usar cintillas, pedir privilegios especiales y honores? No. El deber de esta fracción ahora es decir: “La tarea ha sido terminada, la fracción ya no es necesaria y la fracción debe ser disuelta en el partido.” La dirección del partido pertenece a partir de ahora a los cuadros en su conjunto, reunidos en este plenario. Todos los problemas, todas las cuestiones a discusión, deben ser llevadas directamente a las seccionales del partido.

Quiero comenzar esta nueva etapa de vida partidaria anunciando aquí, en nombre de la fracción mayoritaria del Comité Nacional, su decisión unánime: la fracción mayoritaria que fue formada para los propósitos de la lucha, habiendo cumplido su tarea, se disuelve aquí en el partido.

Empate mexicano

Empate mexicano 

[Extracto de Workers Vanguard No. 131, 29 de octubre de 1976. Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]

Aunque las elecciones presidenciales mexicanas enjulio de este año instalaron, de acuerdo a lo previsto, a José López Portillo, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sempiternos gobernantes del país, ellas tuvieron, sin embargo, algunas características interesantes. Por primera vez en décadas una lista oposicional de izquierda, cuyo candidato (Valentín Campa) es miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM), recibió un apoyo significativo.

Más aun, la lista formada por iniciativa estalinista incluía a un partido autoproclamado trotskista y contaba con el apoyo de otros dos, todos ellos asociados con diferentes fracciones del así llamado “Secretariado Unificado de la IV Internacional” (S. U.). La aguda polémica triangular entre estos grupos es de especial interés debido a que México es la principal arena donde los representantes de todas las tendencias internacionales competidoras del S. U. se han enfrentado…

El más antiguo de los autoproclamados grupos trotskistas, sin embargo, el Partido Obrero Revolucionario (POR) posadista, ha concentrado su actividad principal en saludar al “gobierno revolucionario” del ex presidente Luis Echeverría y luego en votar por López Portillo del PRI. Como resultado, el POR no ha logrado nada, mientras que desde 1972 dos grupos afiliados al S. U. han crecido y han conseguido ganar influencia en un sector de los estudiantes radicalizados. Se trata del Grupo Comunista Internacionalista (GCI), y la Liga Socialista (LS) originada de una escisión del GCI en 1972.

El GCI estaba asociado con la Tendencia Mayoritaria Interacional (TMI) del S.U. dirigida por Ernest Mandel, mientras que la Liga Socialista era el afiliado local de la Fracción Leninista-Trotskista (FLT) dirigida por el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano. En forma característica, la GCI se orientó hacia la búsqueda permanente de una “nueva vanguardia de masas” de la juventud influenciada por el castrismo, y la LS intentó implantarse en un medio académico más tranquilo.

Sin embargo, el año pasado hubo una revuelta espectacular en la LS en la cual la dirección pro SWP fue tumbada por agentes y partidarios del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) argentino, hasta ese entonces el segundo grupo de la FLT. Luego de la ruptura de la LS a finales de 1975 y principios de 1976, la FLT también se escindió internacionalmente, y los partidarios del PST se aproximaron de nuevo a la mayoría mandelista.

Para echar a los denominados “profesores marxistas” – los dirigentes pro SWP de la LS – el grupo apoyado por el PST formó la Tendencia Militante (TM), capturó la mayoría de la Liga, eligió un nuevo comité central y forzó un nuevo reglamento organizativo. Bajo estas reglas estrafalarias, los miembros fueron reinscritos como candidatos por un período de “prueba” de un mes para mostrar su “activismo”, resultando en una purga política burocrática de estilo estalinista clásico. Luego, en la forma típica del S.U., la dirección depuesta, ahora llamándose la Fracción Bolchevique Leninista (FBL), se declaró “fracción pública” y empezó una lucha en la prensa pública. La TM denunció a los antiguos dirigentes por estar estancados en un propagandismo abstracto, anunciando que iría a las masas…

PST /TM: estalinismo y frentepopulismo 

Para la Tendencia Militante, un giro hacia las masas significó la capitulación ante el PCM estalinista, la mayor organización de izquierda en el país. A mediados de 1975, el PCM había celebrado un gran mitin en la Ciudad de México en el cual los dirigentes comunistas llamaron por una “Coalición de Organizaciones de Izquierda”. Casi inmediatamente después de tomar control de la Liga Socialista a fines del año pasado, la nueva dirección partidaria del PST publicó un “programa electoral conjunto PCM-LS” de 17 puntos.

Parecía sorprendente que el PCM hubiera decidido formar un bloque con un partido supuestamente trotskista (sobre todo dado que en 1940 el PCM organizó un atentado contra la vida de Trotsky antes de que éste fuera finalmente asesinado por un agente de la GPU). Pero el PCM busca salir del aislamiento en el que se encuentra y aparentemente está dispuesto, por el momento, a formar cualquier tipo de bloque electoral posible.

La pregunta más interesante es explicar porqué una tendencia llamada trotskista buscaría un acuerdo electoral con un partido estalinista. ¿Es que la lucha amarga de los últimos 50 años entre el trotskismo y el estalinismo no ha representado la batalla entre la lucha de clases y la colaboración de clases – entre la revolución y la contrarrevolución? ¿Qué programa conjunto podría unir tales elementos contradictorios?

Después de ver a sus aliados mexicanos golpeados a culatazos con medios organizativos por sus socios de bloque internacional (en la FLT), el SWP contraatacó levantando preguntas reveladoras sobre la coalición de la Tendencia Militante con el PCM. El dirigente del SWP Joseph Hansen escribió una carta (25 de octubre de 1975) al Comité Político de la Liga Socialista notando que la plataforma electoral conjunta sólo serviría para encubrir otras diferencias. “Por ejemplo”, decía, “¿defiende el PCM el camino parlamentario? ¿la ‘coexistencia pacífica’?” ([SWP]Internal Information Bulletin, marzo de 1976).

La explicación del comportamiento oportunista de la TM es que ésta no tiene nada que ver con el trotskismo (como tampoco el SWP) y por eso no tuvo ningún problema en formar un bloque con los estalinistas. De hecho, la TM se regocijó en él. Sobre el punto que preocupaba a Hansen – “la coexistencia pacífica” – no sólo la defendía el PCM, sino que apareció en la versión final del programa electoral conjunto en enero, por supuesto con una vaga aclaración formal por la TM…

SWP/FBL: ¡sinvergüenzas!

Los argumentos más “ortodoxos” contra la participación de la Tendencia Militante en un bloque frentepopulista han emanado de la Fracción Bolchevique Leninista apoyada por el SWP. En un artículo titulado “¿Es que el PC mexicano ya no es una organización estalinista?” (retraducido de Intercontinental Press, 10 de marzo de 1976), la FBL ataca a la TM por una afirmación en el programa electoral de la Coalición que se refiere a los “objetivos socialistas” y el “método revolucionario” de los firmantes.

La plataforma de la Coalición, en efecto, declaró abiertamente que el PC mexicano ya no es una organización estalinista y que se había convertido en revolucionario. Confrontado por el portavoz de la FBL sobre esta aseveración, el principal dirigente de la Tendencia Militante gritó ante una multitud presente en una reunión electoral por la candidatura de Campa que “¡El Partido Comunista es más revolucionario que Uds.!” El periódico de la TM continuaba:

“No queremos educar a las masas, porque entonces nuestra tarea sería convertirnos en buenos profesores del marxismo. Nuestra tarea es de proponer soluciones concretas a problemas concretos … Por lo tanto, preferimos defender un programa de luchá de clases, aunque no sea el nuestro, y obtener la unidad que have el trabajo de masas más factible … “

– citado en [SWP] Internal Iriformation Bulletin, julio de 1976.

A las acusaciones de haber traicionado el marxismo al firmar un documento llamando por la “coexistencia pacífica”, la TM respondió alegremente que “la política exterior es el problema que menos le interesa a las masas en este momento” (Ibid.) (¡!).

Frente a estas desvergonzadas porquerías antimarxistas, no le queda difícil a la FBL darse aires ortodoxos. Pero la TM pudo devolver algunos de los ataques. Si el programa de la Coalición de la Izquierda es verdaderamente reformista, entonces la Liga Socialista (Tendencia Militante) debería ser expulsada del S.U., anotó – sabiendo perfectamente que para el SWP y sus aliados, proponer este paso de evidente propiedad hubiera significado tumbar todo el inesfable castillo de naipes del S.U.

Más aun, dijo el dirigente de la TM Ricardo Hernández, cómo pueden votar por Campa (como lo hicieran tanto la LCI como la FBL) y al mismo tiempo declarar que la Coalición es frentepopulista, y por lo tanto Campa es un candidato “no de una organización ‘clasista’ sino del colaboracionismo de clases” (“Respuesta a un ensayo sobre el sectarismo”, citado en Ibid.). Un punto logrado, dado que el SWP/FLT/FBL denuncian repetidamente las capitulaciones de la TMI ante frentes populares para luego darse la vuelta y  ¡votar ellos mismos por los candidatos del frente popular!

La situación mexicana ilustra en escala menor la amarga polémica triangular que actualmente have trizas al S.U. El hecho de que la Tendencia Militante partidaria del PST pudiera pasar de la seudoortodoxia de la FLT sobre el frente popular a una alianza colaboracionista de clases en cosa de unas semanas, nos dice mucho del carácter reformista de la FLT. Y el hecho de que el grupúsculo más derechista (en México e internacionalmente) pueda pasar, casi sin esfuerzos, de la minoría internacional a un arreglo con la mayoría, dice muchísimo sobre la naturaleza no principista de todas las fracciones.

Ahora ha nacido un nuevo PRT [Partido Revolucionario de los Trabajadores], durante un congreso de fusión en la “Aula Miguel Enríquez” en la Universidad Nacional de México. Las mil personas presentes en la reunión, según se informa, nombraron a Mario Roberto Santucho, el dirigente asesinado del PRT/ERP argentino, presidente honorario del congreso. Dado el descarado rechazo por la ex Tendencia Militante de la oposición trotskista a los frentes populares, y los métodos abiertamente estalinistas, es completamente apropiado que la unificación se consuma bajo los auspicios simbólicos de Enríquez y Santucho, dos dirigentes de grupos centristas organizados por el S.U. que se convirtieron en renegados. Cuando Santucho y su PRT abandonaban al S.U. denunció a “la IV Internacional” compuesta de “aventureros contrarrevolucionarios” y basada en una “tradición difícilmente redimible”. Dentro de poco escucharemos, sin duda, palabras similares por algunos de los más intrépidos renegados del trotskismo en el PRT mexicano…

Respuesta a David James

Respuesta a David James

por Ted Grant

Primavera de 1949

[Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I. ]

El texto del compañero David James (Algunas notas sobre la cuestión del estalinismo, febrero 1949), tendrá utilidad si nos ayuda a afrontar de lleno la nueva situación en las zonas controladas por el estalinismo y a reorientar las perspectivas. Sin embargo, hay ciertos peligros inherentes a este documento que, si no se contrarrestan, podrían llevar a la capitulación ante el neoestalinismo. Su debilidad básica reside en que David abstrae y contrapone mecánicamente el Estado como un reflejo directo de una clase y considera que todos los conflictos que surgen en la sociedad son un reflejo inmediato y directo de clases antagónicas, lo que le lleva a la conclusión errónea de que las luchas dentro de la burocracia estalinista deben reflejar, necesaria y directamente, intereses antagónicos de clase.

El método marxista se basa en un análisis de clase de la sociedad pero no termina ahí. Es necesario a partir de este punto considerar todas las corrientes e interacciones que se dan en la definición de una clase concreta. Al tratar de Yugoslavia y de China, es necesario en primer lugar tener claro lo esencial: sin la existencia de Rusia como un Estado obrero deformado, y sin el debilitamiento del imperialismo mundial como resultado de la guerra, Europa del Este habría adoptado un modelo totalmente diferente. Estos acontecimientos sólo pueden explicarse sobre la base de la supervivencia de Rusia con sus formas de propiedad nacionalizada y de la supervivencia del estalinismo al mando de una Rusia enormemente fortalecida como resultado de la guerra. Esto es lo que llevó a la extensión de la revolución de un modo estalinista y deformado a otros países.

James ataca la debilidad fundamental de la postura del Secretariado Internacional de la Cuarta Internacional (SI) al señalar su fracaso a la hora de hacer un análisis de clase de los Estados de Europa del Este. Para poder analizar la naturaleza de un partido, un movimiento, un Estado o un grupo social, se debe partir de su base de clase, que al mismo tiempo se apoya en determinadas relaciones de propiedad, aun cuando puedan existir contradicciones entre ese mismo partido o Estado y la clase a la que pretenden representar.

Sobre la naturaleza de clase de los Estados de Europa del Este, estamos de acuerdo con el compañero James. Pero precisamente aquí está la cuestión: una vez se ha definido la naturaleza de clase de un Estado, hay que tener en cuenta toda una serie de factores intermedios y superestructurales a la hora de determinar nuestra política hacia ese partido o Estado determinado. Un escueto análisis de clase no sirve de guía. Pueden existir, por ejemplo, diferentes variedades de Estados burgueses —fascista, democrático burgués, dictadura bonapartista, etc.—, y las diferencias entre ellos son de gran importancia para determinar nuestra actitud. La actitud de los revolucionarios hacia el Estado obrero bajo la dirección de Lenin, difería profundamente de su actitud hacia el Estado obrero bajo la dirección de Stalin.

El compañero James escribe:

“El Partido Comunista Revolucionario (RCP) estaba en posición de atacar las inconsistencias del SI [Secretariado Internacional de la Cuarta Internacional] y así lo hizo. Habíamos llegado a la conclusión de que los regímenes en la URSS y los Estados satélites eran básicamente idénticos, considerábamos este enfrentamiento [Tito-Stalin] como una crisis dentro del propio estalinismo y no entre Estados de diferente carácter social. Señalábamos que en la práctica el SI se había visto obligado a reconocer esto, aunque no lo admitió. Ahí, sin embargo, nos detuvimos. Después de haber expuesto las inconsistencias del SI —una tarea nada difícil— no conseguimos hacer una caracterización de clase del movimiento de Tito. Decimos que es un enfrentamiento entre dos burocracias estalinistas o dos sectores de la burocracia. Pero cuando Trotsky hablaba de la posibilidad de tal acontecimiento, fue cuidadoso al describir las líneas de clase en las que se rompería: hablaba de la ‘fracción de Butenko’1 (fascista burguesa) y la ‘fracción de Reiss’ (internacionalista proletaria). Esta era una conclusión necesaria desde su posición de que la burocracia no es una clase sino una casta, cuya evolución está determinada por la lucha de influencias de las dos clases decisivas de la sociedad. Nosotros nos movemos en el mismo terreno y debemos preguntar: ¿Tito representa una tendencia capitalista u obrera? Al no conseguir hacer esta pregunta nosotros mismos abandonamos el criterio de clase, renunciamos al método marxista y por lo tanto aseguramos que no comprenderemos los acontecimientos”.

El error que comete aquí el compañero James es asumir que una vez se ha decidido la base de clase, los problemas son sencillos y que todas las tendencias que se manifiestan deben ser un reflejo directo de los intereses de clases opuestas. Pero basta con que se pregunte a sí mismo: ¿a qué clase representa Stalin en la lucha contra Tito? ¿Y a qué clase representa Tito cuando ya ha aceptado por definición que la base de clase de los regímenes es “básicamente idéntica”? ¿Existe una lucha entre la clase obrera yugoslava y la clase obrera rusa? Obviamente aquí hay algo que está equivocado.

En primer lugar queremos ocuparnos de la referencia de James a Trotsky con respecto a esto. Es cierto que Trotsky mantenía que los diferentes sectores de la burocracia tenderían a reflejar intereses de clase: una fracción estaría con el proletariado y la otra con la burguesía. Butenko se pasó al lado de los fascistas en Italia. Él no representaba ningún grupo social dentro de Rusia, sino que era simplemente un caso aislado sin raíces. Reiss representaba al ala proletaria y por eso se veía a sí mismo dentro de la Cuarta Internacional. Trotsky visualizó el desarrollo de fuertes corrientes procapitalistas, así como de fuertes corrientes proletarias en un momento de crisis, y que provocarían una división en la burocracia debido a la presión de fuerzas de clase. La diferenciación que esperaba, particularmente durante la guerra, no tuvo lugar pero Trotsky dio argumentos que iban mucho más allá de explicar qué fuerzas están representadas en la lucha dentro de la burocracia o, como en la discusión actual, entre dos burocracias obreras diferentes. En este punto nos referiremos a Ucrania.

El Viejo señalaba que en la Ucrania posterior a la purga de los trotskistas y bujarinistas, nueve de cada diez funcionarios estalinistas al frente de los departamentos del gobierno en la república nacional eran encarcelados, exiliados y ejecutados. ¿Representaban una clase diferente a la de Stalin? ¡Por supuesto que no! Ellos reflejaban la presión y el descontento de las masas ucranianas contra la opresión nacional de la burocracia Gran Rusa. La burocracia oprimía a las masas ucranianas no sólo por ser trabajadores y campesinos, sino también por ser ucranianos. De ahí la lucha por la liberación nacional en Ucrania. Pero este hecho no se limitaba a Ucrania: la burocracia rusa oprimió a todas las repúblicas nacionales de Rusia. El ambiente generalizado de odio contra las tendencias centralizadoras burocráticas del chovinismo Gran Ruso centrado en Moscú afectaba, de uno u otro modo, a los funcionarios de estas repúblicas. Según escribió el coronel Tokaev en The Sunday Express, durante la guerra hubo insurrecciones nacionales en Crimea, el Cáucaso y en algunas otras repúblicas nacionales. Después de la guerra, la burocracia gran rusa castigó esta ‘deslealtad’ desterrando a poblaciones enteras de algunas de las repúblicas nacionales de Crimea y de otras zonas, disolviendo repúblicas, incluso violando la constitución de Stalin, como una advertencia contra la desafección en otras repúblicas y nacionalidades.

Ésta es la analogía con Yugoslavia. En la purga en Ucrania, Trotsky demostró que éste no era un caso de diferentes clases en liza, sino de diferentes naciones oprimidas por la burocracia. Los estalinistas ucranianos no representaban ni a la fracción de Butenko, ni a la fracción de Reiss. Lo que querían era más autonomía y control para los ucranianos (es decir, para ellos mismos) sobre los destinos de su república nacional. El hecho de que una lucha nacional de este carácter tenga lugar después de una revolución proletaria indica simplemente lo mucho que ha retrocedido la revolución bajo el dominio estalinista. Permítannos añadir aquí que Lenin, con su clarividente política nacional, avanzó sorprendentemente la posibilidad de enfrentamientos entre diferentes nacionalidades incluso después de la abolición del capitalismo. Las culturas y las aspiraciones nacionales permanecerán mucho tiempo después de que haya tenido lugar la revolución proletaria, incluso a escala mundial, y constituirán un importante problema en la transición al socialismo.

Se puede decir que en Yugoslavia y en Europa del Este Stalin ha intentado llevar a cabo la misma política burocrática que en las repúblicas rusas. La única diferencia es que en Yugoslavia la burocracia rusa no tiene un control firme sobre la maquinaria estatal como tenía en los otros Estados satélites. Esto se debía, por supuesto, al hecho de que mientras que en los otros países la entrada del Ejército Rojo fue la que aplastó al Estado burgués y precipitó el movimiento de las masas, en Yugoslavia Tito tenía una base de masas y construyó una maquinaria que él controlaba, incluso bajo el dominio alemán. El Ejército Rojo ayudó en la liberación de Belgrado pero sin duda Tito tenía una base mucho más popular entre las masas que otros líderes en el resto de Estados satélites. A los ojos de los yugoslavos, su liberación del imperialismo alemán se consiguió bajo la dirección de Tito y del PC yugoslavo. De este modo, el intento de Stalin de subordinar totalmente Yugoslavia a la burocracia de Moscú se encontró con la resistencia de los burócratas locales, que confiaban en que tendrían el apoyo de las masas. A diferencia de esto, los regímenes de los otros Estados satélites sentían la necesidad de apoyarse en la burocracia de Moscú por temor a las dificultades internas en caso de conflicto.

Stalin tuvo dificultades para aplicar en Yugoslavia una solución ucraniana, e incluso una solución pseudo independiente como en Polonia, donde circula un chiste sobre Cyrankiewicz que dice que telefonea al Kremlin para saber si puede tomarse la noche libre para ir al cine. Los intentos de Stalin de intervenir en Yugoslavia acabaron por primera vez con el arresto de sus títeres y no viceversa. Fue como si los estalinistas ucranianos hubieran obtenido sus propias fuerzas del Estado y respaldo de las masas, separados y lo suficientemente poderosos como para oponerse a la MVD rusa. Sobre esa base, podrían haber resistido las exigencias de una subordinación completa a la burocracia de Moscú.

Esto explica por qué Trotsky consideró la cuestión nacional lo suficientemente importante como para plantear la reivindicación de una Ucrania soviética socialista independiente. A primera vista, esta idea parecería entrar en conflicto con la estrategia de la unificación de toda Europa en unos Estados Unidos Socialistas. Desde un punto de vista puramente pedante parecería que el enemigo de las masas ucranianas y Gran Rusas es el mismo y que la tarea es tan simple como unificar su lucha por el control en un Estado unificado. Pero sólo con encontrar las bases de clase no se obtiene la respuesta. La base de clase de los burócratas ucranianos no es diferente de la de los burócratas rusos. Pero entran en conflicto ente sí y el sector triunfante ejecuta salvajemente al otro.

Del mismo modo, está claro que el simple hecho de que Tito salga, por ahora, victorioso no le convierte en un trotskista más inconsciente que a los burócratas ucranianos.

El gobierno del proletariado se expresa indirectamente a través de la dictadura de la burocracia estalinista. Para que la Unión Soviética regrese a unas bases sanas, es necesaria una nueva revolución, una revolución política. Las bases económicas seguirán siendo las mismas aunque, por supuesto, las consecuencias sociales provocarán cambios profundos en todo el plan, la división de los ingresos, de la cultura, etc. Como en el caso de Francia, donde un régimen de autocracia burguesa requería una revolución antes de que pudiera convertirse en una democracia burguesa, en Rusia, será necesaria una revolución para transformar el régimen totalitario burocrático en un régimen verdaderamente democrático. La revolución política en Francia provocó cambios profundos en sus consecuencias sociales —una división diferente de los ingresos, un desarrollo más libre de las fuerzas productivas, de la cultura, etc.—. Pero la estructura fundamental del sistema seguía siendo la misma. Igual en Rusia, las bases de clase permanecerán pero la superestructura cambiará. En esto estamos de acuerdo con James, ¿pero en el caso de Yugoslavia?

Lo que fue un proceso inconsciente en las primeras etapas de la degeneración estalinista de Rusia, es un proceso semiconsciente o incluso consciente en Yugoslavia. El régimen de Tito es muy similar al régimen de Stalin durante el período de 1923-28. Después de la experiencia de Rusia, está claro que donde no exista democracia, donde no se tolere la oposición, donde exista un régimen totalitario, los acontecimientos seguirán el mismo patrón que en Rusia. No es precisamente una cuestión de la psicología de Tito o de Stalin, sino de los intereses despiadados de las diferentes tendencias que existen dentro de la sociedad.

El Estado, como una formación superestructural especial que se sitúa por encima de la sociedad, tiende por necesidad a formar un grupo con hábitos de pensamiento, utilizado para dirigir, con privilegios en la educación y la cultura. La tendencia es cristalizar una casta con una visión propia, diferente de la clase a la que representa. Esto se acentúa allí donde el Estado se hace cargo de los medios de producción porque el único estrato dirigente de la sociedad es la burocracia. Por algo Marx y Lenin insistieron en la necesidad de las masas de retener el control del Estado o semiestado, porque sin este control se introducen nuevas tendencias y corrientes con su propio desarrollo independiente.

El que alguien asumiera teóricamente (apartando de momento a los regímenes de Stalin de las relaciones mundiales y de las contradicciones sociales internas) que esta casta podría mantenerse indefinidamente (la estimación modesta de un dirigente estalinista siberiano era de mil años), no llevaría a una reducción de las contradicciones sociales o a la indolora disolución del Estado en la sociedad. Todas las leyes de la evolución social, del desarrollo de las clases y las castas en la sociedad, hablan en contra de esta idea. Lejos del desarrollo en dirección al comunismo, tal sociedad, si dependiera de la voluntad de la burocracia, se convertiría inevitablemente en un Estado esclavo con una jerarquía de castas, tal y como la visualizaba Jack London en su retrato de la oligarquía en El talón de hierro.

El socialismo no surge automáticamente del desarrollo de las propias fuerzas productivas. Si fuera simplemente una cuestión del cambio automático en la sociedad una vez desarrolladas las fuerzas productivas, la revolución no habría sido necesaria en los cambios de una sociedad a otra. Como se ha explicado muchas veces, la nacionalización de las fuerzas productivas por sí sola no elimina todas las contradicciones sociales, de otro modo existiría el socialismo en Rusia. Una vez que la burocracia tiene intereses propios nunca renunciará voluntariamente a su posición privilegiada. Un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas simplemente creará nuevas necesidades y abrirá nuevos horizontes a la burocracia para disponer de la plusvalía. Esto ya se ha visto en el desarrollo de la burocracia como una casta cada vez más rapaz y parasitária, en lugar de menos, con los avances registrados en la economía rusa durante el último período. Aquí no estamos tratando las inevitables rebeliones por parte de las masas, ni las contradicciones engendradas por la mala gestión burocrática que generan explosiones, etc. Todo este problema requiere una mayor elaboración.

La degeneración de Rusia no fue accidental. Donde el proletariado tiene el control, su posición en la sociedad determina su conciencia y determina la evolución de esa sociedad en dirección a la liquidación del Estado y el establecimiento del comunismo; donde la burocracia tiene el control, su posición en la sociedad determina su conciencia y determina la evolución de esa sociedad, no hacia su liquidación voluntaria y hacia el comunismo, sino hacia su propio reforzamiento. Las condiciones determinan la conciencia. Los métodos, la organización, la perspectiva y la ideología de Tito y Mao son los mismos que los de los estalinistas rusos: no hay centralismo democrático, sino todo lo contrario, se basan en la burocracia totalitaria. La crítica de la Kominform del “terror turco” en el PC yugoslavo está bien fundada. Todo lo que Tito pudo responder a la acusación de que la discusión para el congreso del partido fue una farsa, de que nadie se atrevía a oponerse a la resolución del Comité Central, o ni siquiera a votar en contra por temor a un arresto inmediato, de que existía una dictadura en el partido y en el país, fue comparar la crítica de la Kominform con la que hizo la Oposición de Izquierdas en el Congreso del PCUS de 1927.

La descripción de la situación fue casi literal, excepto que en Rusia en 1927 había más democracia de la que hay actualmente en Yugoslavia. Al menos antes de su expulsión la Oposición pudo exponer su postura ante el Congreso, además Stalin no había perfeccionado y desarrollado completamente toda su técnica totalitaria de represión. Aún existía la fracción de Bujarin, etc, en el partido. Stalin todavía no tenía ni idea de qué camino iba a tomar. Tito ha asumido el mando de la organización, la ideología y la técnica de dominio bonapartista.

La única diferencia entre los regímenes de Stalin y Tito es que éste último aún está en sus primeras etapas. Existe una semejanza extraordinaria entre el primer arrebato de entusiasmo en Rusia, donde la burocracia introdujo el primer Plan Quinquenal, y el que existe hoy en día en Yugoslavia.

Mientras que Stalin sólo puede gobernar a través de un terror cada vez más desenfrenado, Tito, por ahora, probablemente mantiene el apoyo de la gran mayoría de la población de Yugoslavia. Pero esta no es una diferencia fundamental, es una cuestión de tiempo y de experiencia de las masas.

Si en la actualidad la diferencia entre el nivel de vida de la burocracia y el de las masas de Yugoslavia (igual que en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, etc., no lo olvidemos) es incomparablemente más pequeña que en Rusia hoy, es porque después de los levantamientos en los que han participado las masas sería imposible introducir inmediatamente grandes desigualdades.

Como diría la burocracia, “el socialismo todavía no se ha conseguido”, es decir, su dominio completo e ilimitado todavía no ha cristalizado; su modo de existencia aún no ha alcanzado una posición lo suficientemente estable; y además, sobre la base de una economía atrasada (excepto en Checoslovaquia), las fuerzas productivas no son todavía suficientes para servir a las necesidades de una economía en expansión, junto con un lujo exagerado del estrato al mando. Esto requirió en Rusia un desarrollo tremendo de la economía antes de que se establecieran las bases para una diferenciación que ha aumentado de manera continúa con el desarrollo de la propia economía.

Así, se puede predecir que en Yugoslavia, a través de la industrialización del país superando el penoso nivel que actualmente tienen las fuerzas productivas, la diferenciación entre la burocracia y las masas se desarrollará en líneas similares. Si Tito o cualquier otro individuo intentara detener este proceso, en estas condiciones, sería eliminado de una u otra forma, igual que lo fueron los viejos bolcheviques en Rusia. Su destino no fue accidental. La casta burocrática necesitaba gente que no se basara en el proletariado, sino en un nuevo estrato. Las “teorías” de Tito son la esencia de la camarilla bonapartista del Kremlin, quien le educó y entrenó. Incluso con su uniforme de mariscal, refleja servilmente la ideología y los métodos de sus tutores. El gobierno personal, todo el método de la burocracia yugoslava, posiblemente con más exactaitud que el resto de Estados europeos, refleja la misma adulación bizantina y el mismo método del Kremlin. A diferencia de Stalin en 1927, Tito tiene un modelo establecido, por lo que es más probable que la diferenciación y los excesos que necesariamente siguen a un Estado dictatorial autocrático se produzcan con mucha más rapidez.

Entre Tito y Stalin no existen en principio diferencias. De hecho, quizá uno de los episodios más divertidos de esta lucha sea el espectáculo de Tito levantando la bandera del “socialismo en un solo país” y los estalinistas levantando la bandera del “internacionalismo”. No hay nada en la perspectiva de Tito que demuestre que sólo la victoria del proletariado en los países desarrollados pueda resolver los problemas de las masas rusas y yugoslavas mediante la división internacional del trabajo y la interrelación de las economías; nada que demuestre que Tito intenta establecer la democracia y el control obrero. De hecho, no deja de alabar lo que Stalin está haciendo en Rusia. Todas sus acciones y declaraciones (y pedimos a James que recuerde esto) reflejan los intereses de una burocracia bonapartista. Su “amor por los uniformes espléndidos” no es sólo un “inconveniente”, es sintomático de su régimen. Él refleja mucho más que Stalin en 1927 el dominio personal, la dictadura de la burocracia en un solo individuo.

Los acontecimientos en Yugoslavia resumen de manera asombrosa las fases por las que ha pasado la burocracia estalinista, incluso hasta el punto del oportunismo con relación a los campesinos, seguido de medidas aterradoras contra los kulaks y los pequeños propietarios en las ciudades. Ya se han celebrado los primeros juicios “sabotaje”, en los que Tito carga la responsabilidad de las deficiencias del plan sobre los hombros de sus oponentes. Del mismo modo tenemos el modelo de los juicios “confesión” rusos a una escala menor. Las conocidas líneas de la policía estatal estalinista son evidentes. Las diferencias son superficiales pero los rasgos fundamentales son los mismos.

La “inclinación” de Tito hacia el asesinato de trotskistas no es sólo una consecuencia dolorosa. ¿Por qué asesina trotskistas? ¿Por qué llevan el odiado nombre de León Trotsky? Obviamente porque representan al proletariado; porque luchan por la democracia obrera, por unas verdaderas elecciones, por el internacionalismo, por todos los principios básicos del programa del comunismo internacional frente al absolutismo burocrático. Aquí no se trata de haber asesinado a sus oponentes y después adoptar el programa de aquellos a los que se ha martirizado. Trotsky ya respondió a aquella capa de viejos bolcheviques que defendían esta posición cuando capitularon después de que Stalin introdujera el Plan Quinquenal (originalmente propuesto por la Oposición de Izquierdas) e iniciara un movimiento contra los kulaks y los elementos capitalistas. La Oposición de Izquierdas demostró cómo Stalin aniquiló a la oposición y después tomó prestado su programa, que puso en práctica de una forma distorsionada. Y no por ello concluyeron que Stalin era un leninista inconsciente. Ellos advirtieron de que no era sólo cuestión de lo que se había hecho, sino de quién lo estaba haciendo, cómo se había hecho, en qué interés de quién y por qué razones. ¡Ésa era la cuestión decisiva!

Los acontecimientos demostraron que no fueron los que capitularon ante Stalin, sino Trotsky, quien estaba en lo cierto cuando dijo que el estalinismo, a pesar de la introducción de los planes quinquenales, no podría llevar a Rusia hacia el socialismo. Kámenev, Zinóviev, Rakovski, Bujarin y otros capitularon en vano. Al final pagaron con sus vidas porque no podían reconciliarse con la camarilla bonapartista.

El giro de Stalin en 1927 y su ataque a la burguesía de la ciudad y del campo, aunque recibió el apoyo entusiasta del proletariado, estaba dictado por los intereses de auto conservación de la burocracia. Como explicaba Trotsky, la burocracia rusa quería el control del Estado para sí misma y no quería compartirlo con la burguesía, ni ver limitada por la burguesía su posición en la disposición de la plusvalía producida por el proletariado. Pero su ataque a la burguesía no llevó a una democracia más libre y amplia para el proletariado; ni a la reducción de la diferencias entre los burócratas y el proletariado. Por último, no evitó la introducción de la esclavitud en Rusia.

De la misma forma, Tito sin duda tiene el apoyo de las masas yugoslavas en su lucha contra la burocracia rusa. En la lucha por la consecución del Plan Quinquenal, el ala bolchevique dio un apoyo crítico a la burocracia contra la burguesía. Del mismo modo, la Cuarta Internacional debe apoyar críticamente a la burocracia yugoslava porque su lucha representa un paso adelante progresista, porque ayuda a debilitar a la burocracia rusa y, sobre todo, porque apoyamos el principio del derecho de autodeterminación. De la misma manera, habríamos apoyado la lucha de los estalinistas ucranianos contra la burocracia rusa y una vez que hubieran conseguido el derecho de autodeterminación, recomendaríamos a la Ucrania independiente que se uniera en una federación con Rusia.

Sin embargo, ni podemos ni debemos capitular ante estos acontecimientos, ni tener ilusión alguna en los motivos, los objetivos y los métodos de la burocracia yugoslava. Del mismo modo que la lucha contra la burguesía no convirtió a Stalin en un trotskista, consciente o inconsciente, Tito tampoco es un trotskista inconsciente porque haya roto con el Kremlin y utilice argumentos correctos sobre la cuestión nacional y el derecho de autodeterminación.

Para él este período no es una etapa hacia el socialismo: es una etapa hacia la consolidación de su gobierno. Su objetivo es el “socialismo” siguiendo el modelo de Rusia. Mientras que la burocracia juega un papel relativamente progresista al desarrollar las fuerzas productivas sobre la base de la propiedad nacionalizada, preparan la base material para el futuro. Al mismo tiempo, las contradicciones sociales aumentarán. La burocracia dejará de jugar un papel relativamente progresista en las condiciones actuales, para jugar un papel totalmente reaccionario. Las fuerzas opresoras del Estado, lejos de marchitarse, se reforzarán. Las tareas del proletariado yugoslavo son similares a las del proletariado ruso, búlgaro y checo.

¿MATERIAL PARA LA CUARTA INTERNACIONAL?

Del hecho de que la revolución —y sin duda es una revolución lo que está teniendo lugar en China— salte por encima de las “necesidades más internas del país” y no sea simplemente una creación de Moscú, el compañero James saca la conclusión de que Mao, por lo tanto, debe ser un trotskista inconsciente.

“Las tendencias entonces son las siguientes. El SI tiene una postura pro Tito y neoestalinista. La postura del RCP es mucho más difusa pero al menos podemos decir que sitúa a Stalin y a Tito en el mismo lugar y considera el derrocamiento de ambos esencial para el avance socialista. Veamos cómo superan la prueba de un nuevo acontecimiento: la victoria del estalinismo en China.

“La actitud neoestalinista la superará. Como señalé antes, parece que la revolución yugoslava no ha sido impuesta por Moscú, sino que parece haber surgido de las necesidades más recónditas del país, pero en el caso de China no hay ninguna duda. Claramente, la revolución es ante todo un asunto natural, consecuentemente Mao, al igual que Tito, es un verdadero revolucionario, un ‘trotskista inconsciente’, apto para ser reclutado para la Cuarta Internacional. (Sin duda el SI está preparando una carta en estas líneas.) Por otro lado, si el SI insiste en considerar que el régimen estalinista chino, igual que Yugoslavia, está degenerado, nos enfrentamos de nuevo a la pregunta: ‘¿cuál es el origen de esta pronta degeneración?’

“La postura del RCP, por otro lado, colapsa de manera definitiva. Ni haciendo un gran esfuerzo de imaginación se puede concebir la China roja como una creación rusa. Si consideramos que Mao, lo mismo que Tito, es tan malo como Stalin, debemos reconocer que las características que nos hacen adoptar esta actitud son inherentes a la revolución. Es decir, no es un Estado obrero degenerado, sino un Estado de clase burocrático, esto es, llegamos a la postura de Schachtman”.

Es una perogrullada para el movimiento marxista, que David James sin duda aceptará, que no se debe tomar un fenómeno de forma aislada, sino en el contexto de su origen, las leyes del movimiento y la perspectiva. Pero una cosa es aceptar esto en palabras y otra aplicarlo. En realidad James dice que en China se está produciendo una revolución, por lo tanto, es igual que la Revolución de Octubre. Mao está dirigiendo esta revolución, por tanto, Mao es un leninista o un trotskista chino. Los estalinistas chinos están dirigiendo la revolución, por tanto, ¿para qué necesitamos la Cuarta Internacional?

El desarrollo de la degeneración estalinista en Rusia se puede explicar por los acontecimientos mundiales anteriores, por el fracaso de la revolución en Occidente, etc. Del mismo modo, los acontecimientos en China sólo pueden explicarse por la existencia de un Estado obrero fuerte en Rusia pero degenerado; por la debilidad del imperialismo mundial, al que le resultó imposible intervenir en China de una manera efectiva, como sí hizo en 1925-27; por la decadencia interna de la sociedad china y por la historia y los acontecimientos del movimiento estalinista chino.

Que una revolución que lleva a la nacionalización de la propiedad y al reparto de la tierra comience entre el campesinado y no entre la clase obrera es un hecho sin precedentes en la historia del marxismo. ¿Cómo se explica esto?

Paradójicamente, este movimiento campesino es una ramificación de la derrota de la revolución de 1925-27. Con la derrota del proletariado, los estalinistas chinos transfirieron su base del proletariado al campesinado. Se alejaron de las ciudades y encabezaron una guerra campesina. Toda su base social, la psicología de su dirección, que llevaba en las montañas y en las zonas rurales más de veinte años, se alejó de la clase obrera y de su perspectiva. La psicología de este grupo estaba necesariamente determinada por sus condiciones de vida. El núcleo original que formaba la dirección y la composición de este movimiento, estaba compuesto por una pequeña proporción de militantes ex obreros, bandidos, ex campesinos, aventureros e intelectuales. En ese sentido, era un agrupamiento bonapartista clásico. Y después se fusionó en un ejército.

Incluso en el amanecer de la guerra campesina, en un momento en que los estalinistas seguían un rumbo ultraizquierdista y los vínculos con las ciudades todavía no se habían roto completamente, la inevitable psicología de un ejército bonapartista se estaba extendiendo por todo el ambiente. La Komintern y la dirección china, que por entonces aún no estaba totalmente degenerada veían este proceso, incluso sus filas inferiores, con un cierto recelo.Por esa época, por ejemplo, se formaron “sindicatos” en los llamados distritos “soviéticos”. Isaacs, en su libro La Tragedia de la Revolución China escribió lo siguiente:

“Pero el carácter de estos sindicatos, cualquiera que sea su número, era tan dudoso que incluso el centro sindical del partido en Shangai tenía queja. En su informe de 1931 hablaba de la presencia de ‘comerciantes y campesinos ricos’ en los sindicatos. Al año siguiente, dirigió una dura carta a los funcionarios del sindicato en Kiangsi en la que les acusaban de admitir a ‘campesinos, sacerdotes, comerciantes, capataces, campesinos ricos y terratenientes’, mientras ‘por otro lado, sectores considerables de trabajadores agrícolas, culíes [nombre que se da en los países asiáticos a los sirvientes indígenas], empleados y artesanos eran excluidos de la militancia con distintos pretextos’. Los compañeros del partido encargados de este trabajo eran acusados de ser ‘desdeñosos e insolentes con los trabajadores’. La carta describía a los sindicatos como ‘antiproletarios, que representan los intereses de los terratenientes, campesinos ricos y empresarios”.

El compañero James pasa por alto la relación de las clases, grupos y castas en la sociedad. Es un hecho indudable, por ejemplo, que en 1923 Trotsky, que era popular en todo el Ejército Rojo y entre las masas, podía haber organizado un golpe con el ejército, arrestado a Stalin y a los demás y tomado el control de la maquinaria estatal. Eastman, que nunca comprendió el proceso, castigó lastimeramente a Trotsky por ser tan inocentón. ¿Por qué no lo hizo? La razón era que el ejército, después de llegar al poder, habría ejercido un peso específico propio en la sociedad. Su casta de oficiales podría haberse imbuido de la idea de que ellos eran los amos. No habría evitado la degeneración bonapartista, simplemente habría tomado una forma diferente. Si Trotsky hubiera intentado resistir el proceso de degeneración, o habría sido prisionero de la casta de oficiales, o habría sido destituido. Trotsky intentó basarse en la conciencia y en el control del proletariado como la única fuerza que podría llevar a una sociedad sin clases. Sabía que de otro modo los trabajadores habrían sido espectadores y el ejército el factor decisivo, lo cual habría tenido consecuencias fatales para el desarrollo de la revolución.

Por eso toda la cuestión planteada por el compañero James sobre si la degeneración es inherente desde el principio a la revolución no viene al caso. Es una cuestión precisamente de la psicología, de la conciencia del movimiento del proletariado que se necesita para la revolución socialista. ¿Debemos considerar que David no ve la necesidad de la participación consciente del proletariado para crear un Estado obrero sano?

La revolución china comienza con una deformación bonapartista, no porque sea inherente a las necesidades de la revolución, sino todo lo contrario: por las circunstancias sociales específicas nacionales e internacionales que hemos tratado aquí.

La historia de China está recorrida por numerosas guerras campesinas, y lo que normalmente habría ocurrido es que la dirección, al entrar en las ciudades, se fusionaría con la burguesía, dando lugar a un desarrollo capitalista clásico. Como dice el marxismo, el movimiento campesino debe encontrar una dirección en las ciudades, bien en la burguesía o en el proletariado. Cuando es en la burguesía, tenemos por supuesto un proceso capitalista; cuando es el proletariado el que toma la dirección, tenemos la revolución socialista. En China nos encontramos con una variante peculiar de este último caso, en la que el movimiento campesino tiene una dirección centralizada en forma de partido estalinista, que tiene sus raíces en Moscú. Basándose en el campesinado, entra en las ciudades no con el objetivo y la perspectiva de un genuino partido comunista, sino con el objetivo de establecer su podermaniobrando entre las clases. Y lo hace transfiriendo su base social al proletariado, no como el representante directo del proletariado, como haría un Partido Bolchevique, sino de una manera bonapartista.

En el pasado, el bonapartismo siempre ha representado una tendencia que, aunque vinculada a la burguesía, se eleva por encima de las clases, maniobraba entre la burguesía, la pequeña burguesía y el proletariado, algunas veces basándose en este último e incluso golpeando a la clase dominante. Es bien conocido que en Rusia, en los primeros días del dominio de la burocracia como camarilla bonapartista, basándose en la economía de un Estado obrero, se equilibró y maniobró entre los kulaks, los nepistas y los trabajadores. En el Estado capitalista, en cierto sentido, la socialdemocracia, que se basaba en la clase obrera, tendía a oscilar entre los trabajadores y la burguesía, dependiendo de las presiones sociales del momento. Si no jugaron un papel realmente independiente, fue porque en última instancia dependían de la burguesía. Aunque el bonapartismo burgués vira entre las clases y las enfrenta, en última instancia, representa a la burguesía porque sus beneficios y privilegios nacen de la institución de la propiedad privada. Esto no significa que no sea una carga extremadamente gravosa para la burguesía en cuanto a sus imposiciones y demandas.

El estalinismo es una forma de bonapartismo que se basa en el proletariado y en la propiedad estatal, pero difiriere tanto de un Estado obrero como el fascismo o el bonapartismo burgués ifieren de la democracia burguesa, que es la expresión más libre de la dominación económica y el gobierno de la burguesía. El estalinismo, basándose en el proletariado puede, en ciertas circunstancias, equilibrarse entre clases opuestas con el fin de fortalecerse para sus propios fines. Hemos visto cómo lo hizo en Europa del Este y ahora se está desarrollando un proceso similar ante nuestros ojos en China. Mientras que para la tendencia marxista revolucionaria sería imposible formar una coalición con la burguesía, precisamente debido a la necesidad de garantizar la movilización independiente de las masas en la lucha por su derrocamiento, Stalin no necesita estas inhibiciones.

El estalinismo propone formar una coalición en unas condiciones donde la burguesía está hecha añicos, intenta contraponer a la burguesía frente al peligro de un proletariado insurgente. De este modo, la coalición que los estalinistas están proponiendo en China no significará la victoria, ni siquiera la supervivencia, de la burguesía. Será utilizada para conseguir un margen de maniobra para la organización de una maquinaria estatal bonapartista y estalinista, en las líneas de Moscú: no un Estado o semiestado como imaginaban los marxistas para la organización libre de las masas, sino una maquinaria estatal separada y aparte de las masas, totalmente independiente y elevada sobre ellas como un instrumento de opresión.

Es evidente que el movimiento chino consigue su viabilidad de las “contradicciones más recónditas de la economía”. Sin embargo, mientras que una verdadera dirección trotskista revolucionaria, en un país atrasado, sacaría su fuerza del proletariado y arrastraría a las masas tras de sí, Mao se apoya en el campesinado; y no sólo se basa en la pasividad del proletariado en esta etapa, sino que reprime despiadadamente a cualquier proletario que se atreva a tomar medidas contra la burguesía sobre la base de la acción de clase independiente. En una etapa posterior, Mao se apoyará en el proletariado cuando lo necesite para enfrentarse a la burguesía, sólo para traicionarlo después y reprimirlo implacablemente. En este punto sería mucho más correcto decir que Mao, como Tito, es un estalinistaconsciente, que adopta conscientemente muchas de las maniobras bonapartistas que Stalin se vio obligado a adoptar empíricamente.

Mientras que los ejércitos del Kuomintang se han desvanecido bajo el programa agrario revolucionario y bajo la propaganda de los estalinistas ’tierra para el campesino’ una cosa está clara: el programa de propaganda de Mao no se ha dirigido a la movilización revolucionaria del proletariado y la organización de los sóviets; ni se ha dirigido al derrocamiento del régimen del Kuomintang en las ciudades a través de la iniciativa consciente y el movimiento de los trabajadores. Todo lo contrario: su política consiste en aplastar de manera implacable cualquier movimiento en esta dirección. Esta negativa a movilizar a las masas no es accidental, sino que expresa el miedo a un movimiento de masas en las ciudades en esta etapa. Nada ilustra mejor la diferencia entre el trotskismo y el estalinismo que este hecho. Existe un abismo insalvable entre el marxismo, que se basa en el movimiento consciente de las masas, sobre todo del proletariado, y el estalinismo bonapartista, que maniobra entre las clases y utiliza los instintos revolucionarios de las masas en interés de esta nueva casta.

El régimen de Mao seguirá el patrón de los otros regímenes estalinistas. Después de consolidarse se convertirá en una dictadura policiaco-militar similar al régimen ruso. Los signos ya son visibles.

El compañero James afirma que cuando decimos que Mao seguirá los pasos de Stalin y que será, si cabe, mucho más bárbaro, reducimos todo a la cuestión de su “psicología desprovista de cualquier base social”. No es una cuestión de las inclinaciones individuales de Mao; es precisamente una cuestión de la psicología del ejército chino y, después, de la burocracia civil. El totalitarismo incontrolado ha demostrado lo que puede hacer en la Rusia estalinista. En China, mucho más atrasada que Rusia, donde la vida y la libertad siempre se han tomado a la ligera, las contradicciones sociales tendrán las mismas consecuencias que en Rusia, con una diferencia: las tradiciones de la barbarie asiática se impondrán a la barbarie estalinista. Si Mao no cumple la función que la casta civil y militar triunfante le exija, será destituido y cualquier otro Bonaparte ocupará su lugar.

El hecho de que en las montañas y en las zonas rurales, los generales y los oficiales hayan llevado siempre una vida sencilla y austera no es relevante en este caso. Napoleón pasó por una fase similar en el ejército revolucionario de Francia pero una vez en el poder, hasta el último de los de “espléndidos uniformes”, como se consideraba a sí mismo, se rodeó de pompa y de privilegios. Los observadores burgueses, comentando la diferencia entre la corrupta y sobornable administración del Kuomintang y su casta de oficiales, y la administración razonablemente sencilla y honesta del ejército y los territorios controlados por los rojos, señalaron que era cuestión de tiempo que los rojos tomaran posesión de las ciudades del norte y el sur de China. Sobre una base agraria menor no se produciría una gran diferenciación social. Debemos repetirlo: no es una cuestión de la “psicología” de individuos desprovistos de base social, sino de la perspectiva y psicología necesarias de un grupo social en la sociedad.

¿OTRO TITO?

El hecho de que Mao tenga una genuina base de masas independiente del Ejército Rojo ruso, con toda probabilidad proporcionará por primera vez una base independiente para el estalinismo chino, que dejará de descansar directamente sobre Moscú. Con Mao, al igual que ocurrió con Tito, a pesar del papel del Ejército Rojo en Manchuria, el estalinismo chino está desarrollando una base independiente. Debido a las aspiraciones nacionales de las masas chinas, a la lucha tradicional contra la dominación extranjera, a las necesidades económicas del país y, sobre todo, a la poderosa base en un aparato del Estado independiente, el peligro de un nuevo Tito en China es un factor que preocupa a Moscú. Los partidarios de Tito ya han pronosticado la probabilidad de tal acontecimiento, debido a la similitud con el movimiento en Yugoslavia.

En Manchuria, donde los rusos tienen el control del ferrocarril Oriental Chino y bases en Port Arthur y Dairon, ya han situado al frente de los mismos a su títere Li-Li San. Desacreditado funcionario estalinista que aplicó la política ultraizquierdista de Stalin en el “tercer período” a principios de los años treinta y oponente tradicional de Mao, Li-Li San ha sido designado como una marioneta fiable para el control de Manchuria. Resulta significativo que haya pasado años de exilio en Rusia. El Kremlin espera mantener una base mediante el control de Manchuria, que anteriormente tenía la mayor parte de la industria china. En Sin-Kiang, Stalin ha establecido una base de apoyo negociando con el gobierno burgués del Kuomintang.

Sin embargo, la subordinación de la economía china en beneficio de la burocracia rusa, con los intentos de situar al frente a títeres que se subordinarán totalmente a Moscú —en otras palabras, la opresión nacional de China—, creará las bases para un enfrentamiento con el Kremlin de gran magnitud y significado. Mao, con un aparato del Estado poderoso e independiente, con la posibilidad de maniobrar con los imperialistas de Occidente (que buscarán negociar con China por el comercio e intentar romper el vínculo entre Pekín y Moscú) y con el apoyo de las masas chinas como el líder triunfal contra el Kuomintang, tendrá poderosos puntos de apoyo frente a Moscú.

Todos los esfuerzos de Stalin para intentar impedir este proceso tenderán a acelerar e intensificar el resentimiento y los conflictos. Sin embargo, que Mao rompa con Stalin, no le convertirá en un trotskista. Nosotros daremos apoyo crítico a Mao frente a Stalin, como en el caso de Tito, pero contra ambos continuaremos defendiendo la posición marxista internacionalista.

El último punto, el más oportuno, es sobre la cuestión del papel de la Cuarta Internacional. “Mientras tanto”, dice el compañero James, “los estalinistas están ‘estableciendo’ una revolución en la que los trotskistas están jugando un papel apenas perceptible. Evidente, las referencias de Grant a la perversión estalinista del marxismo y al papel venidero de los trotskistas, tienen un significado puramente ritual, derivado de una concepción previa del estalinismo que el propio Grant ha abandonado”.

Y una vez más, después de citar World News and Views, donde Mao dice: “La revolución de las grandes masas populares, dirigida por el proletariado…”, James comenta: “Si esto es cierto, debemos apoyarla, con críticas, pero abandonando cualquier idea de un papel independiente para los trotskistas chinos”. Si la revolución estaba dirigida por el proletariado ¿por qué apoyarla con ‘críticas’? ¡Sin críticas compañero! Deberíamos unirnos a las filas de Mao.

Pensamos que hemos demostrado la deformación de la revolución china y sus raíces. Apoyamos las medidas progresistas que los estalinistas adopten, de la misma forma que las apoyamos en Finlandia y Polonia, pero advertimos de la inevitable corrupción que surgirá debido al dominio de la burocracia. De este modo, el papel de los trotskistas chinos está claro: apoyan, aclaman, las medidas progresistas introducidas y al mismo tiempo explican la necesidad de los sóviets, del control democrático de las masas, etc., y se oponen a cualquier medida reaccionaria adoptada contra las masas en interés de la burocracia. La suya no es una tarea fácil. La Oposición ha sido prácticamente liquidada en Rusia, ¿quiere decir esto que los trotskistas en Rusia no tienen ningún papel? Depositamos nuestra fe en el trotskismo chino, no como un mero ritual, sino porque tenemos fe en el futuro del socialismo.

Irán: La historia se venga (introducción)

SWP/SU: Seguidismo criminal

Irán: La historia se venga (introducción)

Traducido de Spartacist (edición en Inglés) Nos. 27-28, Invierno de 1979-80. Esta versión fue impresa en Spartacist en español no. 8, agosto de 1980.

El artículo que reproducimos a continuación apareció por primera vez en Workers Vanguard No. 239, 14 de septiembre de 1979. Revela la capitulación criminal del Secretariado Unificado (S.U.) ante la reaccionaria “Revolución Islámica” dirigida por los mulahs en Irán al mismo tiempo que 14 miembros de la filial del S.U. se estaban pudriendo en las cárceles de Jomeini esperando su ejecución. Desde la primera aparición de este artículo, han ocurrido varios sucesos importantes que exigen un comentario — la crisis de la embajada norteamericana en Irán, la crisis internacional precipitada por la intervención militar soviética en Afganistán, y la escisión del S.U. resultando en la formación del “Comité Paritario” juntando a la Fracción Bolchevique (FB) del aventurero político Nahuel Moreno y la Organisation Communiste Internationaliste (OCI) reformista de Pierre Lambert.

La persecución de la filial iraní del S.U., el Partido Socialista de los Trabajadores (HKS), en agosto-septiembre formó parte de la respuesta del régimen de Jomeini al creciente descontento y resistencia de las masas. Una vez más se vio a manifestantes de izquierda desfilar en Teherán, los trabajadores sin empleo organizaban protestas combativas y, lo que representaba una amenaza aun mayor para Jomeini, las minorías nacionales (especialmente los kurdos) se alzaban en rebelión. Fue en este contexto que a fines de octubre, Jomeini incitó a sus partidarios a tomar la embajada norteamericana, tomar como rehenes a su personal y exigir la devolución del sha. Mediante esta espectacular diversión política, el reaccionario fanático religioso podía una vez más aparecer ante el pueblo iraní como el enemigo del odiado sha y del imperialismo norteamericano. De hecho, la toma de la embajada fue un intento de fortalecer su régimen, ideado específicamente para asegurar el triunfo de Jomeini en el referéndum a realizarse poco después, convirtiéndolo en el todopoderoso faghi (Führer), o sea el líder supuestamente escogido por alá para gobernar el pueblo de Irán. La naturaleza fundamentalmente diversionista de la toma de la embajada fue reconocida por los izquierdistas de los Fedayín en Irán e incluso por los mandelistas europeos en el S.U.

Pero no por el SWP. Lanzándose a la defensa del recién elegido imam, declararon que “Jomeini tiene hoy la máxima autoridad en el país como dirigente antiimperialista” (Militant, 28 de diciembre de 1979). Por lo tanto, según el SWP, toda crítica de Jomeini, incluso desde la izquierda, era proimperialista. Esta vieja metodología estalinista fue resucitada en el número del 17 de diciembre de la Intercontinental Press, publicada por el SWP, en un artículo titulado, “How the Left Responded to Carter’s War Drive”. Las calumnias más increíbles del artículo son dirigidas a la Spartacist League, a la cual acusa de “haber tomado cada vez más posiciones declaradamente proimperialistas y racistas” porque revelamos los crímenes de Jomeini contra los oprimidos de Irán y llamamos por una revolución obrera en Irán.

Como demostrábamos en nuestra respuesta, “Why They Lied for Khomeini” (Workers Vanguard No. 246, 28 de diciembre de 1979), los argumentos del SWP no son sino la otra cara de la ideología imperialista liberal. En la óptica del SWP, si Jomeini es culpable de los crímenes por los que le denunciamos, si las masas iraníes sufren bajo el yugo del oscurantismo religioso, entonces esto serviría únicamente para justificar la sujeción del pueblo iraní a los “derechos humanos” mediante el envío de los marines estadounidenses. Los comunistas rechazamos este silogismo liberal imperialista. Nosotros dijimos: “Jomeini más loco que el sha pero, ¡Fuera manos de Irán!” Bajo el pretexto de combatir el chauvinismo imperialista, el SWP niega la realidad social del atrasado Irán capitalista: el chador se convierte en un símbolo de la “liberación” de la mujer y no de su esclavitud en los países islámicos; la autoflagelación del ritual chiita, practicada durante el mes sagrado de Moharram y presenciada por millones a través de la televisión, es una abierta invención del Wall Street Journal. Al pretender que la hostilidad contra el Irán de Jomeini en los EE.U.U. no es sino una creación de los medios de comunicación imperialistas, el Militant salvaría a Irán de una invasión norteamericana mediante su propia manipulación de los medios de información. Los marxistas entendemos que la fuerza social de la reacción clerical hoy día en Irán es el resultado del atraso económico impuesto sobre esa región por el imperialismo y que las masas serán emancipadas de las cadenas del oscurantismo religioso solo sobre los cimientos económicos de la revolución proletaria.

Asimismo, el HKS también aclamó la toma de la embajada. Fueron liberados 10 de los 14 militantes encarcelados del HKS. Entretanto, el HKS se escindió, entre los elementos pro SWP, fundamentalmente estudiantes formados en los EE.UU., y los centristas mandelistas, principalmente derivados de estudiantes iraníes en Europa. La cuestión que precipitó la escisión fue la insistencia por la dirección pro SWP del HKS en presentar candidatos para la Asamblea Islámica de Expertos en agosto pasado contra la voluntad de la mayoría del grupo que se inclinaba por el boicot.

Si la toma de la embajada renovó momentáneamente las credenciales de Jomeini como “antiimperialista”, la invasión soviética a Afganistán desenmascaró completamente esta imagen fraudulenta. Hoy en día el presidente de los EE.UU. solicita servilmente el apoyo del imam con miras a una jihad conjunta contra la Rusia atea. Quizás Carter propondrá que los rehenes de la embajada sean incorporados al ejército iraní y enviados a combatir contra los soviéticos en el Khyber. Jomeini, por su parte, ha jurado su “apoyo incondicional” a los tribalistas antisoviéticos afganos y, de hecho, les ha suministrado ayuda material desde el principio.

Al apoyar al clerical-reaccionario Jomeini, la izquierda no sólo estaba hipnotizada por su apoyo de masas, sino que creía además que su antagonismo al Occidente seguramente arrancaría Irán de las manos de los EE.UU. Pero como lo prueba Afganistán, los conflictos entre la profundamente conservadora casta sacerdotal islámica y sus señores imperialistas sólo pueden tener un carácter superficial y pasajero. Enfrentándose con la polarización de Guerra Fría vinculada con la posibilidad de revolución social en el Oriente, los mulahs se unirán siempre con el imperialismo contra el estado obrero degenerado soviético.

Los entusiastas seudotrotskistas de Jomeini o niegan todo esto o se unen al ayatolá en el lado anticomunista de las barricadas. Mientras que el SWP defiende la acción soviética en Afganistán, niega al mismo tiempo que la insurgencia feudalista anticomunista se basa en el oscurantismo islámico. Y en lo que se refiere a la ofensiva antisoviética de Carter, el SWP intenta eludir la cuestión rusa, declarando que “no se trata de la intervención soviética”.

El inestable “Comité Paritario” ha seguido a Jomeini al campo de la contrarrevolución imperialista, apoyando a las fuerzas reaccionarias islámicas en Afganistán. En el caso de los lambertistas, esto representa la culminación de su estalinofobia socialdemócrata datando de largos años atrás. Para los morenistas, su posición era consistente con su identificación con el nacionalismo bonapartista tercermundista, aun en sus manifestaciones anticomunistas más reaccionarias. Mientras se hizo pasar por una oposición de izquierda dentro del S.U., la FB de Moreno estuvo incluso más entusiasmada que el SWP con la “revolución islámica” de Jomeini. La Fracción Bolchevique aclamó la revolución de los mulahs persas y criticó al bloque mandelista/ SWP por minimizar su importancia histórico-mundial:

“El Secretariado Unificado se ha visto desmentido en forma categórica, teórica y política por la revolución iraní, que representa el ejemplo más espectacular de un auge en los últimos años…”

“… la revolución iraní una vez más cambia el epicentro de la revolución mundial al mundo colonial.”

— ”Declaration and Platform of the Bolshevik Faction”, International Internal Discussion Bulletin [del SWP norteamericano], Vol. XVI, No. 3, Julio de 1979

Para el pretendido “imam” trotskista argentino, Jomeini (como Perón) no es sino otro caudillo “progresista antiimperialista” cuyas instituciones corporatistas, según dice Moreno, pueden servir de base para el dominio “proletario”. Ahora a raíz de la crisis en torno a Afganistán, los morenistas han llevado su fe en la misión histórico-mundial de la revolución de los mulahs persas ¡hasta el punto de llamar por su extensión a los pueblos fronterizos de la Unión Soviética!

Los centristas mandelistas zigzaguean entre sus llamadas traidoras, desde un punto de vista de clase, por la retirada de las tropas soviéticas (actuando así como furgón de cola de los eurocomunistas) y el reconocimiento a regañadientes de que Afganistán sí plantea la cuestión de la defensa militar de la URSS contra el imperialismo. La respuesta inicial del International Marxist Group británico fue de exigir, “¡Tropas soviéticas fuera de Afganistán!” en nombre del derecho a la autodeterminación nacional. ¡Y eso como si el derecho democrático a la autodeterminación nacional tuviera preeminencia sobre la derrota de la contrarrevolución feudalista o la defensa militar de la Unión Soviética! El órgano de la sección estrella francesa del S.U., Rouge, cambia su política sobre Afganistán cada semana, a veces tomando dos líneas distintas en el mismo número. Pero, si por ahora abjuran de su demanda derrotista por la retirada del Ejército Rojo, los mandelistas europeos todavía condenan la intervención soviética. En neto contraste, nosotros reconocemos que la. Intervención soviética abre la posibilidad para la liberación social de los pueblos de Afganistán y es una respuesta defensiva plenamente justificada a la actual campaña de guerra del imperialismo estadounidense.

Articulo de 14 de septiembre de 1979

El verdadero testamento de Leon Trotsky

El verdadero testamento de Leon Trotsky

por Ernest Mandel

[A pesar de este documento fundamentalmente correcto sobre las predicciones de Trotsky después de la Segunda Guerra Mundial, tenemos un profundo desacuerdo con el papel general de Ernest Mandel en la crisis del trotskismo y de la Cuarta Internacional y de ninguna manera defendemos su legado. Para una crítica más elaborada de sus cambios de programa oportunistas y carácter político, vea: Génesis del pablismo (1972) y Ernest Mandel: un centrista para toda época (1978).]

1 de agosto, 1948

Copiado de:
http://www.marxists.org/espanol/mandel/1948/verdadero_testamento_trotsky.htm

Aquellos que no legan nada a la posteridad no corren el riesgo de ver disputarse su herencia. Tan sólo una herencia importante atrae a los falsificadores de testamentos, tanto en las novelas policíacas como en la vida política. El hecho de que durante estos últimos meses los más diversos órganos, desde el Libertaire, anarquista, hasta el vulgar periódico sensacionalista France-Dimanche, hayan presentado documentos burdamente falsificados como si fueran probable o indudablemente el testamento de León Trotsky, significa, ante todo, un testimonio del inmenso capital político que hoy representa la herencia del viejo dirigente revolucionario asesinado.

Por otra parte, la opinión pública oficial intenta constantemente anexionar los nombres gloriosos de los jefes más representativos del movimiento revolucionario a su sórdida lucha contra este mismo movimiento. Trotsky no ha podido escapar a esta suerte, que Marx y Lenin habían conocido antes que él. Hoy, las dos alas de la intelligentsiaque se doblegan bajo la presión de las potencias materiales dominantes en estos momentos, el ala stalinizante y el ala ”democrática”, intentan, ambas, investirse con la autoridad de Trotsky en su lucha contra el movimiento trotskista internacional. Esta maniobra no hace más que indicar la autoridad creciente de que goza la obra del dirigente revolucionario, que domina por completo el pensamiento de nuestra época, así como el peligro potencial que representa para las clases dominantes y sus agentes el movimiento revolucionario vivo, pese a su aparente debilidad material.

Política internacional y lucha de clases

El socialismo científico parte de la lucha de clases para explicar la realidad social y su desarrollo histórico. Trotsky nos ha legado obras maestras de análisis político precisamente porque supo desvelar el mecanismo de la lucha de clases que determina, en último análisis, todos los tumultuosos acontecimientos de nuestra época. Los historiadores y los periodistas pequeñoburgueses han asimilado, desde hace tiempo, la técnica del método marxista para poner en claro, como dicen con una placidez conmovedora, ”tal o cual aspecto de la realidad social”. Pero cuando se trata de aplicar rigurosamente este mismo método al conjunto de la actualidad inmediata, su pensamiento tropieza invariablemente con su propia naturaleza social. La segunda guerra mundial, igual que la primera, la ven como una lucha entre ”el bien y el mal”, o, lo que viene a ser, lo mismo, entre ”los pueblos que aman la paz y la libertad” y el ”militarismo (totalitarismo) ávido de expansión”. Ya antes de que haya estallado, la tercera guerra mundial adquiere para ellos el mismo aspecto.

Resulta significativo de la profunda degeneración del movimiento obrero oficial el que este último haya abandonado también el criterio de la lucha de clases, no sólo en sus juicios sobre la política internacional, sino incluso en sus esfuerzos por justificar su propia línea táctica, considerablemente tortuosa. Si queremos reducir a un denominador común la interpretación actual de la política por parte de los stalinianos, los socialdemócratas y los múltiples grupos de centristas de derecha o de ”izquierda”, podemos decir que operan, igual que la burguesía y la pequeña burguesía, con la noción de ”lucha entre potencias” como factor determinante y predominante en los conflictos sociales [1]. Según los stalinianos, los progresos de las fuerzas progresivas se miden, esencialmente, por la expansión territorial, estratégica y económica de la URSS y de su glacis. Los socialdemócratas, grosso modo,aplican el mismo teorema, invertido: los progresos de la ”democracia” se miden por el retroceso del ”totalitarismo staliniano”. Hay que admitir que los stalinianos aplican su teorema con mayor consecuencia en las ideas; y, además, no sufren tanto como los socialdemócratas de una mala conciencia crónica. Sin embargo, en la práctica, la diferencia es negligible. Estas dos fuerzas políticas esenciales del movimiento obrero actual presentan las luchas sociales en el mundo como una función del progreso o el retroceso del partido ”americano” o del partido ”ruso”. Las distintas variedades de centristas aplican criterios idénticos, y si es cierto que algunas de ellas se abstienen de elegir sus posiciones en función de este criterio, ello se debe, la mayoría de las veces, como en el caso de los shachtmanistas [2], a que consideran que el campo de la democracia imperialista es ”ineficaz” frente a la ”amenaza staliniana”.

La IV Internacional, siguiendo los ejemplos que Trotsky le ha legado, aborda de un modo fundamentalmente distinto el análisis de la política internacional. Para ella, son las contradicciones sociales las que, en última instancia, determinan las contradicciones internacionales, y no a la inversa. Las mismas grandes potencias, tratadas como entidades por la opinión pública oficial y por la larga ristra de sus seguidores en el movimiento obrero, lejos de llevar a cabo una política determinada por ”el ansia de poder”, se revelan movidas por contradicciones internas inherentes a su sistema social. Para ella, tanto el expansionismo imperialista de los Estados Unidos como el expansionismo staliniano de la URSS son indicios de la crisis social que sacude a esos sistemas. En la mayoría de los países del mundo, las contradicciones sociales, al haber alcanzado un grado de exacerbación sin precedentes, precipitan unas crisis políticas constantes en las que se injertan las contradicciones internacionales sin quitar a las primeras su carácter predominante.

Dos métodos de análisis fundamentalmente distintos se ponen a prueba a través de los resultados opuestos en que desembocan. La jauría de los periodistas pequeñoburgueses, partiendo de criterios formales, superficiales y formalistas, consideró, en 1940, que la guerra de Finlandia era una prueba de la consolidación de la alianza entre Hitler y Stalin: el ”frente único internacional de los agresores” se había consolidado, según decían, sobre los campos de nieve ensangrentados. En base al análisis correcto que realizó Trotsky de aquellos acontecimientos, no era difícil llegar a la conclusión diametralmente opuesta de que la invasión de Finlandia era un reflejo defensivo de Stalin derivado de su miedo a un ataque hitleriano. Los acontecimientos que siguieron disiparon toda duda en cuanto a la validez de esta segunda conclusión. Hoy hemos asistido a una experiencia similar. El golpe de Pragaconstituía, para los stalinófobos profesionales, la prueba definitiva de la estabilización del stalinismo, de su impulso hacia el dominio mundial, de la aproximación de la guerra, etc. Ni por un instante hemos dejado de oponer a este pronóstico impresionista una perspectiva basada en un análisis de las fuerzas sociales en presencia: los esfuerzos de la burocracia staliniana por estabilizar su glacis no eran más que una etapa en la vía de la conclusión de un compromiso con Wall Street: este compromiso era absolutamente inevitable para Stalin, debido a su debilidad interior y a las contradicciones que desgarraban a la burocracia staliniana. Hoy, una vez más, nadie puede dudar ya de cuál ha sido el método que se ha revelado justo en vista a los resultados obtenidos.

El empuje instintivamente revolucionario del proletariado

Trotsky no sólo nos ha transmitido el método marxista, aplicado magistralmente a los problemas de nuestro tiempo. También nos ha legado el resultado fundamental de este análisis, una característica fundamental de nuestra época: la contradicción entre el empuje instintivamente revolucionario del proletariado y el carácter profunda y abiertamente contrarrevolucionario de su dirección tradicional.

Innumerables críticos, que reflejan todos los colores del arco iris político, han sometido esta tesis central de Trotsky y del programa de la IV Internacional a una crítica violenta desde el final de la guerra.

Examinemos, ante todo, el segundo término de esta tesis. Los stalinófilos (Bataille Socialiste en Francia, Nenni en Italia, etc.), por un lado, y los stalinófobos (centristas tipo Marceau Pivert, shachtmanistas, ultraizquierdistas de distintas especies, anarquistas, etc.), por otro, se esfuerzan ambos por demostrar, a la luz de los acontecimientos de la posguerra, la acción revolucionaria de la dirección staliniana en relación a la burguesía; los primeros atribuyéndole un carácter progresivo, y los segundos caracterizando esa revolución como bárbara y reaccionaria (la noción de revolución reaccionaria no representa, para ellos, ninguna contradicción). Un análisis mínimamente serio de los acontecimientos nos permitirá juzgar esta crítica en lo que vale. En ningún momento de su historia se ha encontrado el capitalismo tan cerca de su hundimiento total en las tres cuartas partes del planeta como durante los meses cruciales de 1944-45. Nunca ningún movimiento político, incluido el fascismo, ha contribuido hasta tal punto, objetivamente, a impedir este hundimiento como lo hace en esos momentos el stalinismo. Si se contempla el increíble grado de descomposición que aún hoy, al cabo de tres años, sigue caracterizando a la mayoría de los países capitalistas, se comprende que Roosevelt, actuando como dirigente consciente de su clase, llegara, en Teherán y en Yalta, a un acuerdo con Stalin que permitió la liquidación en frío de la guerra mundial. ¿Quién puede sorprenderse de que la burocracia staliniana pidiera y obtuviera una compensación por este gigantesco servicio rendido al imperialismo? Nunca hemos descrito a la burocracia soviética, como tampoco a la burocracia reformista, como una servidora altruista o ideológica del imperialismo. Tampoco tiene nada de extraordinario el que estacompensación, que, para la burocracia reformista, tomaba la forma de privilegios dentro del aparato de estado burgués, tomara, para la burocracia staliniana, dada su naturaleza social, la forma de una expansión territorial o dezona de influencia. Que en la etapa siguiente el imperialismo desee apoderarse nuevamente de las posiciones que antes ha tenido que abandonar para salvar lo esencial es algo que tampoco representa, en lo más mínimo, ningún fenómeno imprevisto. Se le puede dar al asunto tantas vueltas como se quiera; en el plano mundial, el carácter contrarrevolucionario del stalinismo es más evidente de lo que lo fue nunca el carácter contrarrevolucionario de la socialdemocracia alemana después de 1918.

En lo que se refiere al primer término de la tesis trotskista, nos encontramos igualmente con una crítica simétrica por parte de los agentes stalinianos y de los stalinófobos más histéricos. Los primeros, para justificar la política staliniana, nos cuentan que ”el proletariado se ve arrastrado por la descomposición del capitalismo”; que, al haberse modificado su composición social, no puede ya triunfar sin el apoyo de todas las clases medias; que, por esta razón (?), la estrategia leninista no es ya aplicable, y que hay que aplicar la táctica de la ”nueva democracia”, etc. [3] Los segundos, para explicar la base de masas de que sigue gozando el movimiento staliniano en la mayoría de los países, afirman ”que el retroceso de la conciencia obrera” se refleja en ”la incomprensión” de los trabajadores respecto al problema staliniano. Tanto los unos como los otros consideran que la tesis trotskista ha sido contradicha por los acontecimientos, ”ya que no se ha producido la repetición a gran escala de octubre de 1917”.

En realidad, Trotsky jamás predijo victorias proletarias como resultado de la guerra; y menos aún la posibilidad para el proletariado de liberarse de su dirección tradicional desde el inicio de la oleada revolucionaria de posguerra. Al contrario, en sus últimos escritos, especialmente, repitió una y otra vez que, indudablemente, la primera oleada revolucionaria sería dirigida aún por los stalinianos. Encontramos esta predicción, claramente formulada, en su último artículo, inacabado, publicado en el número de octubre de 1940 de la revista Fourth International como traducción literal de un texto dictado en ruso por dictáfono:

”¿No se colocarán los stalinianos en cabeza de una nueva oleada revolucionaria, no podrán arruinarla como hicieron en España y, antes, en China? No es en absoluto admisible considerar como excluida semejante posibilidad, por ejemplo en Francia. La primera oleada de la revolución ha conducido a menudo, o, mejor dicho, siempre, al apogeo a aquellos partidos de izquierda que aún no se habían desacreditado por completo durante el período precedente y que tienen tras ellos una imponente tradición política, etc.”

Lejos, pues de oponerse al esquema de Trotsky, los acontecimientos que se han desarrollado a partir de 1943 han confirmado el empuje instintivamente revolucionario de los trabajadores, pese a la presencia de los dirigentes stalinianos, que han condenado al fracaso esta primera oleada de esfuerzos revolucionarios. El argumento de que el hecho de que los obreros hayan seguido a su dirección staliniana demuestra que su empuje no era revolucionario es un mero juego de palabras. Es evidente que el empuje instintivamente revolucionario del proletariado se opone a la postración de la clase y no se identifica en absoluto con un empuje conscientemente revolucionario. Precisamente hemos insistido, en nuestra argumentación, en que, aunque los obreros siguieran aún a su dirección tradicional, realizarían actos objetivamente revolucionarios: intentos de tomar en mano las fábricas y el poder. Será un pésimo revolucionario aquel que se deje engañar por la forma de la acción de las masas y no sepa reconocer el empuje instintivamente revolucionario de las masas en la lucha de los partisanos yugoslavos y griegos, con sus comités, su sistema igualitario de ditribución, su combate encarnizado contra sus propias burguesías; en la comuna de Varsovia y sus decisiones sobre la milicia obrera y el control obrero; en el movimiento de masas en Francia y en Italia, con el armamento de los trabajadores y la ocupación de las fábricas; en los potentes movimientos en Extremo Oriente: la insurrección de la flota en la India, los comités de Indochina, Indonesia, Corea y otras partes, siempre acompañados por un armamento de las masas. ¿Y quién no será capaz de ver este empuje en la espléndida acción que acaban de desencadenar los obreros italianos — ¡qué espanto! en defensa de un jefe staliniano por el cual, según aconsejan los más astutos de nuestros críticos, no habría que mover un dedo…—, ocupando las fábricas, tomando a los burgueses como rehenes, eligiendo verdaderos soviets, ocupando estaciones y emisoras, de modo totalmente espontáneo, sin ningún director de orquesta, venga de donde venga? El que todo el período en que hemos entrado con el fin de la segunda guerra mundial sea un período que se caracterice por este empuje del proletariado es algo que permite enfocar la posibilidad objetiva de la construcción del partido revolucionario como nueva dirección de los trabajadores. Es, en realidad, esta conclusión la que resume la tesis de Trotsky.

El célebre ”dilema” de Trotsky

Es sobre este punto que nuestros adversarios y críticos de todo color vuelven una y otra vez a la carga, en filas cerradas, oponiendo a esta conclusión la célebre cita de Trotsky, utilizada también por los falsificadores de la GPU:

”Si esta guerra provoca, tal como creemos firmemente, una revolución proletaria, ésta conducirá inevitablemente al derrocamiento de la burocracia en la URSS y a la regeneración de la democracia soviética a un nivel económico y cultural infinitamente más alto que en 1918. En este caso, la cuestión de si la burocracia staliniana es una clase o una excrecencia del estado obrero quedará automáticamente resuelta. Quedará claro para todo el mundo que, en el proceso de desarrollo de la revolución mundial, la burocracia soviética no habrá sido más que un tropiezo episódico.

Si se admite, sin embargo, que la guerra actual no provocará la revolución, sino la decadencia del proletariado, entonces queda aún otra alternativa: un nuevo ocaso del capitalismo monopolista, su fusión más íntima con el estado y la sustitución de la democracia, allí donde siga existiendo, por un régimen totalitario. La incapacidad del proletariado para tomar en sus manos la dirección de la sociedad podría conducir, efectivamente, en estas condiciones, al crecimiento de una nueva clase explotadora a partir de la burocracia bonapartista fascista. Esto sería, según todos los indicios, un régimen de decadencia que indicaría el ocaso de la civilización.”

Para comprender correctamente el sentido de esta cita, hay que añadir la explicación que da de ella el propio Trotsky en su artículo ”Todavía y una vez más sobre la naturaleza de la URSS”: [4]

”He intentado demostrar, en mi artículo “La URSS en guerra”, que la perspectiva de una sociedad de explotación, no obrera y no burguesa, o colectivismo burocrático, es la perspectiva de derrota y de decadencia total del proletariado internacional…”

En otros términos, Trotsky precisa, en esta segunda cita, que aquello que ha planteado en la primera no es un pronóstico a corto o largo plazo, sino una hipótesis histórica que debe entenderse de este modo: o bien el proletariado dará prueba de su empuje instintivamente revolucionario, y entonces se abrirá un período de luchas revolucionarias en el que podrán forjarse nuevas direcciones revolucionarias; o bien permanecerá pasivo y se dejará reducir a esclavitud, y entonces hay que reconsiderar el conjunto del análisis marxista del capitalismo, etc.

Para nosotros, no existe duda alguna en cuanto a que este análisis haya demostrado ser totalmente válido a la luz de los acontecimientos. Gilles Martinet, el teórico de la capitulación ante el stalinismo, piensa de otro modo. Según él, admitir la ”posibilidad teórica” del colectivismo burocrático constituye ya una revisión del marxismo; y convierte a Trotsky, en cierto modo, en el padre espiritual de Burnham [5]. Martinet no se da cuenta de que su objeción no va contra Trotsky, sino contra Marx, que fue el primero en plantear el dilema ”socialismo o barbarie”. El contenido de la cita de Trotsky no es ni más ni menos que una precisión de este viejo dilema de Marx. Dado que el capitalismo se encuentra en plena descomposición y que el socialismo no puede instaurarse más que a través de la acción revolucionaria del proletariado, Trotsky plantea, de forma absolutamente correcta, que si el proletariado permaneciera pasivo durante todo un período histórico triunfaría la barbarie. Y añade: pronto tendremos ocasión de verificar este aparente dilema; podremos ver si el proletariado permanece pasivo hasta el fin de la guerra, etc. Para cualquier persona de buena fe queda claro que Trotsky basaba su perspectiva en una total confianza en la capacidad de lucha revolucionaria del proletariado, confianza que se ha justificado por entero. En cambio, Martinet, que ha perdido la confianza en esa capacidad, trata de demostrar, contra toda evidencia, que la burocracia es una etapa necesaria en el camino al… socialismo. Tras haber justificado de este modo el papel de la burocracia, le da la vuelta a esta acusación y la gira contra Trotsky al estilo típicamente casuista de los jesuitas, los cuales descubren una ”justificación” de la religión en un dilema científico de este tipo: o bien lograremos, a la larga, producir la materia viva en el laboratorio, o bien tendremos que admitir que en su producción intervienen fuerzas supranaturales.

La crítica de los stalinófobos vuelve a presentarse fielmente simétrica respecto a la crítica stalinófila. Según ellos, la cita de Trotsky ”encierra” las posibilidades revolucionarias del proletariado en los límites del capitalismo. Esto es lo que nos cuenta Hal Draper en el número de diciembre de 1947 de la revista New International. De acuerdo con este autor, la tendencia hacia el socialismo existió, bajo una forma utópica, antes de la existencia del capitalismo. Bajo el capitalismo, esta tendencia recibió su forma científica. Tenemos todos los motivos para afirmar, concluye el autor, que conservaría esta misma forma en una nueva sociedad de explotación — el ”colectivismo burocrático” —, ya que ahí la cuestión estaría en luchar por la democracia política, y, al estar concentrados los medios de producción en manos del estado, la conquista del estado por las masas significaría la revolución socialista. Nos cuesta creer que el autor de esta nueva teoría siga reclamándose del marxismo.

Igual que en el caso de Martinet, sus reproches a Trotsky están en realidad dirigidos a Marx y al Manifiesto comunista. Toda la teoría marxista se basa en el hecho de que el capitalismo prepara las condiciones objetivas y subjetivas para el socialismo. La destrucción del capitalismo en una sociedad bárbara de un nuevo tipo no puede concebirse más que como destrucción de estas premisas. Se trataría de un régimen de decadencia de la civilización, de estancamiento y descomposición de las fuerzas productivas, de decadencia de las masas como esclavas totalitarias, rechazadas, sin duda, cada vez más, del proceso de reproducción. Es evidente que si partimos de la hipótesis de que el proletariado se demostrará incapaz de aprovechar la descomposición del capitalismo para instaurar el socialismo, en momentos en que se reúnen las mejores condiciones para la resolución de esta tarea, constituye entonces una total utopía contar con la capacidad de los eventuales esclavos totalitarios para la construcción de una sociedad sin clases.

Estos razonamientos podrán parecerle al lector escasamente interesantes. Sin embargo, no sólo implican un juicio de la mayor importancia sobre las perspectivas de futuro de la humanidad, sino también un juicio definitivo sobre la actividad de los revolucionarios. Es evidente que tanto Martinet como Draper cuentan con la posibilidad (por no decir la probabilidad) de que el capitalismo desaparezca sin que una revolución proletaria le haya dado el golpe de gracia. Martinet coloca el signo ”más” ante el nuevo régimen; Draper el signo ”menos”. Ambos se ven obligados, de este modo, a revisar las bases fundamentales del socialismo científico. Y, para completar este paralelismo realmente notable, tanto Martinet como Draper terminan sus ”críticas” con un intento de ridiculizar lo que ellos llaman. nuestra ”fe” en el proletariado. Su propia perspectiva está contenida en la esperanza, enteramente vana, de que la burocracia abandone, un buen día, sus privilegios, ”cuando la sociedad esté madura para el socialismo integral”, así como de que ”el maravilloso sueño socialista” no se extinga en la sociedad de los esclavos.

La naturaleza social del stalinismo

Hemos ido topando constantemente, hasta este punto, con el problema del stalinismo. ¿Quién podría sorprenderse de ello? Puesto que todos nuestros críticos, desde los falsificadores de la GPU hasta los virtuosos moralistas delLibertaire, relacionan todos nuestros pecados con el pecado original de nuestra posición sobre la cuestión rusa,tanto la lógica como la experiencia justifican aún más el que les devolvamos la tesis opuesta: como ellos han dejado desde hace tiempo de basar su política cotidiana concreta en la capacidad revolucionaria intacta del proletariado mundial, ¡por eso pueden dedicarse a placer a la gimnasia gratuita de sus distintas ”teorías” sobre la cuestión rusa!

Para que un programa sea coherente, es preciso que cada una de sus partes pueda reconducir al criterio fundamental. El criterio de clase aplicado a la política internacional no permite negar el hecho de que en la mayoría de los países europeos y asiáticos las aspiraciones revolucionarias del proletariado se hayan traducido en su adhesión al movimiento staliniano. La actitud de la vanguardia revolucionaria ante este movimiento debe reflejar, pues, el hecho contradictorio de que las dos tendencias fundamentales de nuestra época, el empuje instintivamente revolucionario del proletariado y la política abiertamente contrarrevolucionaria de su dirección, se hayan concentrado, por así decirlo, durante toda una época en el interior de los mismos partidos. Este fenómeno pierde su carácter extraño y paradojal a partir del momento en que se considera al stalinismo como reflejo de la realidad rusa actual, la cual, a su vez, combina los productos de la revolución más audaz de la historia con los de la más abyecta contrarrevolución. La contradicción que nuestros adversarios se esfuerzan por descubrir entre nuestra caracterización del stalinismo y nuestras perspectivas revolucionarias es una contradicción material, objetiva, que vive en los acontecimientos del tiempo presente, y que en vano se intentará hacer desaparecer negándola de palabra.

Si, por otra parte, se considera el stalinismo como una fuerza social extraña al proletariado — como representante de la vieja o de una hipotética nueva clase dominante — no se podrá escapar a la conclusión de que laincomprensión del proletariado mundial ante esta fuerza social enemiga representa por fuerza un grave indicio de degeneración de esta clase. Por esto la posición de nuestros adversarios y críticos no carece tampoco de lógica, aunque sea la lógica del desaliento y de la postración. No se puede combinar un análisis social del stalinismo con la comprensión del empuje instintivamente revolucionario del proletariado más que si se parte de la hipótesis de que la burocracia soviética aún no ha cortado el cordón umbilical que la vincula con la clase obrera. Por repugnante que parezca esta hipótesis en vista de los crímenes monstruosos del stalinismo, sigue siendo, sin embargo, la única que es compatible a la vez con los supuestos generales de la teoría marxista y con los supuestos sociológicos, políticos e ideológicos del fenómeno staliniano. Es ahí, por lo demás, donde se concreta, también en el plano IDEOLÓGICO, la contradicción fundamental inherente al stalinismo.

Mientras éste siga basándose en una FALSIFICACIÓN del leninismo, no habrá en el mundo fuerza material capaz de impedir que los mejores militantes comunistas de la juventud comprendan la VERDADERA naturaleza del leninismo y rompan con Stalin. Esta experiencia se repite todos los días, tanto en los países en que los PC poseen una amplia base de masas como en aquellos en que el stalinismo constituye, por el momento, la ideología oficial. No es por casualidad que en estos países la lucha contra el trotskismo, que, sin embargo, resulta casi siempre inexistente como fuerza organizada, ¡esté permanentemente a la orden del día en todas las escuelas de cuadros stalinianas! La historia del joven PC albanés, que pronto publicaremos, aportará una nueva prueba de ello. Demuestra cómo veinte años después de la victoria de Stalin, en un país completamente desprovisto de toda tradición marxista, en unas condiciones de control militar del aparato staliniano, toda una generación de jóvenes dirigentes comunistas se ve conducida, en base a su instinto de clase y a una enseñanza marxista falsificada, recibida de la misma escuela staliniana, a una ruptura completa con la política y los métodos de organización del stalinismo. ”Entonces se nos acusaba de trotskismo”, nos ha dicho uno de ellos, que acaba de integrarse a las filas de la IV Internacional. ”Nosotros, ignorando qué era el trotskismo, protestábamos vehementemente. Hoy he comprendido que entonces éramos efectivamente trotskistas sin saberlo…”

¡Cómo podrían tales palabras dejar de llenarnos de confianza en la suerte de nuestro movimiento! Sí, el stalinismo destila fatalmente desviaciones trotskistas mientras no rompe íntegramente con militantes obreros, con la tradición obrera, con la terminología y los escritos básicos del marxismo. Cuando se celebró nuestro congreso mundial [6], nuestros críticos detuvieron el cronómetro de la historia y declararon que ”las previsiones de Trotsky en cuanto a la inestabilidad de la burocracia han demostrado ser erróneas”. Tres meses más tarde, el asunto Tito rinde justicia, espectacularmente, al profundo análisis que hizo Trotsky de las fuerzas centrífugas en la burocracia. La pesada losa totalitaria sigue ocultando al mundo el profundo proceso de desafección de la joven vanguardia comunista rusa respecto al stalinismo. Los aficionados a las fechas fijas harían bien, sin embargo, en comprender el sentido de la lección que los acontecimientos acaban de darles. Esté cerca o esté lejos, llegará el día en que se manifieste también la verdad respecto a la acentuada fermentación política en el seno de la vanguardia obrera rusa. Ese día, millares de jóvenes comunistas rusos descubrirán que son ”trotskistas sin saberlo”.

La construcción del partido revolucionario

La herencia ideológica que Trotsky nos ha dejado se nos muestra, pues, como un todo coherente en el que se interpenetran inseparablemente la conciencia lúcida de las tendencias a la descomposición de la sociedad contemporánea, la definición objetiva de las fuerzas revolucionarias, las únicas que pueden invertir la orientación de la humanidad hacia la barbarie y dirigirla hacia el socialismo, el estudio científico de las condiciones subjetivas necesarias para la victoria revolucionaria, estudio en el que se integra la comprensión de la naturaleza exacta de la dirección traidora del proletariado. Pero el conjunto monumental de estas concepciones no fue nunca otra cosa, para Trotsky, que un medio de facilitar la ACCIÓN revolucionaria, de darle objetivos claros e históricamente justificados. No hay nada tan extraño a Trotsky como el fatalismo, el abstencionismo político o la pasividad. Tanto en el caso de la burda falsificación de la GPU como en el de la ”interpretación” más sutil de Martinet o de los shachtmanistas de las ideas de Trotsky, el espíritu que se pretende imputarle se manifiesta ya de entrada como un fraude, porque refleja la profunda desmoralización de sus auténticos autores, en total contradicción con la inquebrantable SALUD REVOLUCIONARIA de que Trotsky dio prueba hasta su último aliento.

Aquí se nos presenta de nuevo nuestro viejo conocido, el hombre del cronómetro misteriosamente sincronizado con el movimiento de la historia, queriendo demostrarnos, apoyándose en pruebas, que hemos fracasado en esta tarea de construcción. Esperaba unos resultados espectaculares que Trotsky, que todos nosotros le habíamos anunciado en un plazo demasiado limitado, y ahora se siente decepcionado. Junto con él se nos presenta todo el enjambre de las moscas del carruaje, y cada una de ellas nos zumba en el oído la exposición de su panacea particular para resolver este problema crucial. Hace quince años estaban los componentes del ”Sex-Bel”, hoy olvidados. Ahora están nuestros amigos de la ASR, que nos explican que hay que dejar de lado temporalmente el programa integraly disolverse en un movimiento centrista más amplio (y, por lo demás, inexistente); Martinet, que nos presenta las sutilezas de la política de ”frente popular” como vía de salida; los shachtmanistas, que nos convocan para ”reagrupar todas las fuerzas socialistas no reformistas y antistalinianas” mediante una táctica de centrismo universal; y los más ingenuos, que explican, sinceramente, que bastará con modificar nuestra posición sobre la cuestión rusa para obtener resultados positivos. Por desgracia para nuestros sabios consejeros, ellos mismos han intentado construir partidos a su manera y han fracasado lamentablemente.

Para juzgar correctamente lo que se ha logrado hay que dejar de lado todo criterio de tiempo proporcionado a una vida humana en el juicio de los períodos históricos. Solemos hablar del ”crecimiento orgánico” del movimiento socialdemócrata a finales del siglo XIX. Sin embargo, pasaron casi quince años entre el hundimiento de la Liga de los Comunistas de Marx y la construcción de la Asociación General de los Trabajadores Alemanes de Lassalle. La resurrección del movimiento obrero francés como fuerza organizada no se produjo sino veinte años después de la caída de la Comuna.

A su vez, la resurrección del movimiento revolucionario después de 1914 adquiere hoy, a la luz de la historia, una forma muy distinta a la que vieron sus contemporáneos. En realidad, las masas que afluyeron a las secciones de la III Internacional eran masas INSTINTIVAMENTE REVOLUCIONARIAS, cuyo grado de CONCIENCIA COMUNISTA no difería más que cuantitativamente del actual. La dirección de aquellos partidos era, en el mejor de los casos, una dirección centrista en cuyo seno el número de elementos realmente bolcheviques era sin duda menor al de los actuales militantes de la IV Internacional. Por otro lado, la fusión que LA REVOLUCIÓN RUSA OPERÓ en un momento dado entre la vanguardia revolucionaria internacional y las amplias masas no era, después de todo, más que APARENTE. Los años que siguieron lo demostraron irrefutablemente. Hubo que volver a empezar, que definir una vez más el programa, que educar a nuevos cuadros, que penetrar nuevamente entre las masas; y ello en un período de profunda reacción. ¿Quién podrá sorprenderse de que esta tarea exija para su solución más tiempo que el previsto hace dos décadas?

En 1939, al comienzo de la guerra, nuestro movimiento se reducía, en todos los países, a pequeños grupos aislados de intelectuales, emigrados o ilegales, o, en el mejor de los casos, semiactivos. Podemos hoy darnos cuenta del progreso que ha tenido lugar desde entonces. No está cifrado en ningún número sensacional de adherentes. Pero se concreta en Inglaterra, en China, y en múltiples países de América Latina, donde, tras largos años de desconcierto, nuestro movimiento ha cambiado su vieja piel por una piel nueva, ha liquidado los círculos cerrados y los grupos de intelectuales dilettantes, ha penetrado en los sindicatos y en las fábricas, ha empezado a reagrupar efectivamente a la vanguardia de los TRABAJADORES en la modesta escala en que tal trabajo es posible dadas las condiciones existentes en esos países. Se concreta en Francia y en Italia en la joven generación de DIRIGENTES OBREROS TROTSKISTAS que asciende, la primera en su especie desde el origen de nuestro movimiento. Se concreta en la India y en los Estados Unidos, donde los cuadros trotskistas, con años de experiencia de lucha, se han convertido en verdaderos dirigentes de masas en determinados sectores. En todas partes está ahora nuestro movimiento anclado en su clase, se desarrolla con ella, su destino se confunde con el del proletariado, al que acabará por conducir a su destino histórico. Este camino es más largo que el previsto, pero es el único camino posible. Este es el verdadero testamento de Trotsky: durante toda nuestra época, sacudida por crisis revolucionarias, los jóvenes cuadros de la IV Internacional deberán encontrar, a través de las múltiples y sucesivas experiencias de lucha, la vía de penetración y conquista de las masas. Y hemos empezado ya a ejecutar este testamento.

Notas:

[1] No carece de interés observar que la guerra civil española fue la primera ocasión en que se verificó esta profunda modificación en el método de enjuiciamiento del movimiento obrero oficial. Según los stalinianos y los socialdemócratas, no había ninguna guerra civil, sino ”una guerra de defensa del pueblo español contra los agresores fascistas”. Los ultraizquierdistas, por su parte, consideraban que aquella guerra era ”el ensayo general de la guerra imperialista”, y que ”uno y otro campo representaban los dos futuros campos de la guerra mundial”. Nuestro movimiento, por el contrario, analizaba los acontecimientos como expresión de la guerra civil entre el proletariado y la burguesía española, y no concedía al factor de la intervención extranjera, de modo totalmente correcto, más que una importancia absolutamente secundaria.

[2] Es decir, partidarios de Max Shachtman, que, en 1940, encabezó, junto a Burnham y Abern, una fracción de la sección norteamericana de la IV Internacional que cuestionaba el carácter obrero del estado soviético, el planteamiento de ”defensa de la URSS”, etc. Los textos con que Trotsky intervino en contra de esta fracción están contenidos en En defensa del marxismo (Fontamara, Barcelona, 1977). La evolución de Shachtman tras escindirse de la sección norteamericana de la IV Internacional acabó conduciéndolo al ala extrema derecha de la socialdemocracia norteamericana. (N. del T.)

[3] Véase, por ejemplo, el artículo de Gilles Martinet ”De Trotsky á Burnham”, en Revue Internationale.

[4] Texto incluido en En defensa del marxismo, cit.

[5] James Burnham encabezó, con Shachtman y Abern, la fracción de la sección norteamericana de la IV Internacional que cuestionó el carácter obrero del estado soviético, la ”defensa de la URSS”, etc. Cf. En defensa del marxismo, cit. Unos años después de esta polémica, Burnham publicó el libro The managerial revolution exposición trivilializada de la tesis, principalmente ex- puesta por Bruno Rizzi, según la cual el sistema soviético es distinto tanto del capitalismo como del socialismo. Burnham, tras abandonar el trotskismo, evolucionó hacia la extrema derecha, llegando a colaborar con el movimiento maccarthysta, con Humphrey, etc. (N. del E.)

[6] Segundo congreso mundial de la IV Internacional, celebrado en abril-mayo de 1948.

Ernest Mandel: un centrista para toda época

Ernest Mandel: un centrista para toda época

Traducido de Spartacist (en inglés) No. 25, verano de 1978. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 7 (1979). Una versión abreviada de este artículo se repartió en una conferencia en Nueva York el 4 de mayo de 1978, en la que Mandel habló sobre la crisis económica mundial.

Ernest Mandel es un académico de izquierda de clase internacional, que vuela de continente en continente dando conferencias y concediendo entrevistas, autor prolífico de libros y artículos, una “estrella” cuyos puntos de vista son buscados ansiosamente por revistas de última moda y hasta por los más prestigiosos y pretenciosos periódicos burgueses. Quizás sea el más conocido de la hermandad de economistas que se reclaman de la tradición marxista, y más próximo al leninismo ortodoxo que un Sweezy o Bettelheim. Es, finalmente, el mismísimo retrato del intelectual comprometido, corriendo de las aulas de Louvain o de la “Universidad Libre” de Berlin a reuniones del “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional” del que es el principal vocero, o a conferencias con funcionarios de planificación en La Habana. Para los medios de comunicación burgueses y los gobiernos imperialistas Ernest Mandel es la personificación de la “amenaza trotskista”, la bestia negra que debe ser detenida en las fronteras por la policía secreta o excluida por leyes rnacartistas.

Dejando aparte los brotes periódicos de histeria reaccionaria contra una “Cuarta Internacional terrorista” Mandel goza de buena fama ante una gama bastante amplia del espectro político, que abarca desde liberales declarados hasta descarados estalinistas. Esto es tan diametralmente contrario al oprobio y a la persecución que sufrieron León Trotsky y los comunistas cuartainternacionalistas de su época que uno tiene que preguntarse el porqué. Si este hombre es el enemigo Irreconciliable de todos los regímenes de dominio de clase burgués o de opresión burocrática existentes en todo el orbe, el defensor intransigente del auténtico marxismo y leninismo contra todo matiz de revisionismo, un denunciante furibundo de los que traicionan la causa del proletariado: ¿cómo se explica, entonces, que no sea objeto de odio universal? La respuesta es sencilla: Ernest Mandel no es un trotskista sino un embustero. Quienes han acudido a este acto a escuchar a un verdadero bolchevique-leninista deben exigir el reembolso del precio de la entrada.

En realidad, aunque sabe perfectamente lo que es la intransigencia bolchevique y puede escribir una polémica ortodoxa  tan fácilmente como producir apologías oportunistas, durante el último cuarto de siglo Ernest Mandel ha luchado contra una perspectiva y un programa trotskista en todas las coyunturas cruciales. Ha utilizado su mente ágil y su impresionante erudición para urdir un disfraz “teórico” revisionista para cada moda radical pequeñoburguesa: el poder estudiantil, la “lucha armada” de las guerrillas campesinas, el frentepopulismo. Durante los años 60 cuando el “poder estudiantil” estaba en su apogeo se enredó con todo gusto con la Nueva Izquierda. En vez de subrayar que el proletariado era todavía la clave escribió que las luchas obreras habían sido “compradas” bajo el “neocapitalismo”, y sus partidarios lanzaban la consigna de la “universidad roja”. Cuando el “Che” Guevara era el héroe de los recintos universitarios Mandel lejos de insistir en la necesidad de un partido proletario de vanguardia para dirigir las luchas de las masas trabajadoras, se volvió un guerrillero de salón y ordenó a sus seguidores adherirse a la “Internacional” guerrillerista de Castro, la abortada OLAS.

Hoy en día corre nuevamente tras las últimas modas europeas, el frentepopulismo y el eurocomunismo. Pata Trotsky la oposición proletaria-revolucionaria al frente popular constituía la clave de la estrategia revolucionaria en esta época, y “el mejor criterio para diferenciar el bolchevismo del menchevismo”; en cambio los mandelistas en, Francia se negaron a calificar de frente popular a la Unión de la Izquierda y, temerosos de quedarse “aislados”, siguieron a la cola de las masas al reivindicar el voto por los candidatos de ésta. Y mientras los eurocomunistas, se enredan en la campaña antisoviética de Jimmy Carter por los “derechos humanos”, Mandel dice, que “confía y espera” que traidores reformistas empedernidos como el líder del PC español, Santiago Carrillo —quien atravesó un piquete de huelga en Yale para demostrar su agradecimiento al Departamento de Estado por dejarle  visitar América— “volverán al camino del marxismo revolucionario”.

Aún aquellos relativamente poco familiarizados con el trotskismo pueden darse cuenta fácilmente que este hombre tiene poco que ver con los valientes militantes de la Oposición de Izquierda cuyo jefe fue asesinado por orden de Stalin en 1940. Pues, si los espontaneístas del poder estudiantil, los guerrilleros guevaristas y el frente popular pueden encauzar la lucha revolucionaria, ¿entonces para qué se necesitan partidos trotskistas? Y de hecho, si los reformistas estalinianos del PC pueden “volver” al marxismo revolucionario, Trotsky estaba totalmente equivocado al considerar que la Comintern se había pasado definitivamente al lado de la burguesía después de que Stalin permitió el ascenso de Hitler al poder en 1933, sin ningún impedimento. Así, la fundación de la Cuarta Internacional cinco años más tarde habría sido, en el mejor de los casos, un error tremendo.

“Las muchas caras y ondas largas de Ernest Mandel”

En Nueva York Mandel hablará de la crisis económica mundial. Precisamente es en la materia de economía donde él ha ganado renombre como intérprete y divulgador de Marx en el período del capitalismo monopolista. Su obraTeoría económica marxista es el libro más leído en su género, y Mandel tiene cierta aureola de innovador teórico, debida por ejemplo a su nueva elaboración (en su libro El capitalismo tardío) de las teorías de “onda larga” del economista ruso Kondratiev. Con frecuencia Mandel parece ortodoxo comparado con otros economistas seudomarxistas, tal como Paul Sweezy quien deforma la teoría marxista del valor para justificar su teoría tipo Nueva Izquierda del capitalismo monopolista libre de crisis; o como Charles Bettelheim, quien elabora una nueva definición del capitalismo para justificar el dogma maoísta de que la URSS es “social-imperialista”. Pero en realidad los escritos económicos de Mandel son ahijados de sus apetitos políticos; constituyen el más puro impresionismo revestido de jerga marxistoide.

Un ejemplo basta: ¿por qué sacó a relucir nuestro “teórico”, las “ondas largas” de Kondratiev? (Según su tesis, el periodo entre 1945 y 1966 fue una “larga fase de crecimiento rápido de la posguerra”, durante la cual la política contracíclica ―supuestamente eficaz— del estado capitalista, habría hecho imposible la repetición de un nueva craque estilo 1929. En contraste, actualmente nos encontramos ―dice él― en una curva descendente en la que las luchas económicas de los obreros topan contra la sed de ganancias de los patronos. Ahora, en primer lugar Mandel no aporta ningún dato económico para respaldar sus aseveraciones: no existen tales cifras para el siglo XIX; no hace caso, intencionadamente, del boom de mediados y fines de los años 20, a fin de poder mostrar todo el período de entreguerras como una onda descendente; y el famoso “boom de la posguerra” es un mito ― siendo muy desigual internacionalmente, con muchos altibajos.

El origen deja teoría de Mandel de las ondas largas se encuentra en el plano político, no económico. Es un truco deshonesto y objetivista con el propósito de excusar el que durante los años 60 él descartaba a la clase obrera de los países imperialistas como fuerza revolucionaria. En esa época no se refería al “capitalismo tardío” sino al“neocapitalismo” basado en una “tercera revolución industrial de la automatización y la energía nuclear”. En su texto, Introducción a la teoría económica marxista, Mandel afirma: “la fase neocapitalista que estamos viviendo actualmente es la de una expansión a largo pino del capitalismo”. Esto contradice directamente la tesis leninista de que la época imperialista es una de decadencia de las fuerzas productivas ― “la agonía del capitalismo” como lo llamaba Trotsky en el título del programa de fundación de la Cuarta Internacional.

¿Y cuáles son las implicaciones de tal expansión a largo plazo? Mandel escribe:

“El ciclo a largo plazo que empezó con la Segunda Guerra Mundial, y en el cual todavía nos encontramos… ha sido caracterizado por el contrario, por la expansión, y es debido a ésta expansión que ha aumentado el margen de negociación y discusión entre la burguesía y la clase obrera. Se ha creado la posibilidad de fortalecer el sistema sobre la base de hacer concesiones a los obreros… colaboración estrecha entre una burguesía en expansión y las fuerzas conservadoras del movimiento obrero, y se sustenta fundamentalmente por la tendencia ascendente del nivel de vida de los trabajadores.”

Introducción a la teoría económica marxista (1967)

¡Imagínese cual sería hoy día la acogida de tales bobadas, aún en el medio radical pequeño burgués! Mandel se vería obligado a abandonar la escena entre carcajadas. Pero, en aquel entonces era un tema popular de todas las teorías de una “nueva clase obrera” y, como siempre, nuestro economista “marxista” se agarró a lo que estaba de moda para elaborar una teoría derivada de una impresión superficial.

En cuanto a la voluntad de los patronos de “comprar” a los obreros, basta recordar la brutalidad con que la burguesía norteamericana reprimió la huelga del metal de 1959 para echar por tierra esta pretensión.

Pero la teoría de Mandel es más que una distorsión de los hechos: es un intento a justificar la traición. El caso más concreto es su propia actitud traidora durante la huelga general belga de 1960-61 (un suceso que según su esquema de “neocapitalismo” no debiera haber ocurrido nunca). Mandel editaba un periódico, La Gauche, que pretendía ser la voz de una amplia franja de izquierda del Partido Socialista Belga (similar al grupo alrededor delTribune  en Inglaterra hoy), sirviéndose del patrocinio de André Renard, uno de los principales burócratas sindicales. La Gauche estaba proponiendo un programa de “reformas estructurales”, incluyendo la abolición de la “loi unique” (el programa de austeridad antiobrero del gobierno demócrata cristiano), nacionalización de la industria eléctrica, planificación económica gubernamental, control sobre los monopolios, reducción del presupuesto militar a la mitad, etc. En otras palabras, un programa de reformas socialdemocráticas sumamente modesto.

Al desarrollarse una huelga general contra la loi unique, cuando los obreros reclamaban en asambleas masivas “¡Abajo el gobierno Eyskens!” La Gauche de Mandel escribió el 24 de diciembre de 1960: “Los obreros temen que si el gobierno cae durante la presente crisis social, el Partido Socialista Belga entrará en un nuevo gobierno de coalición….” Esto, decía, sólo sería aceptable si, “(1) el nuevo gobierno abandonase la loi unique, (2) si se conservasen los puntos esenciales de las reformas estructurales como política del gobierno.” Así, en nombre de “reformas estructurales” ¡Mandel anunciaba su aceptación de un gobierno burgués de coalición!

Pero no se paró en eso. El 1º de enero de 1961 La Gauche puso un titular enrojo: “¡Organicemos la marcha sobre Bruselas!” Por desgracia, Mandel se había adelantado a su mentor Renard, quien no estaba dispuesto a provocar un enfrentamiento con el gobierno Eyskens. A la semana siguiente La Gauche argumentaba en contra de la concentración de fuerzas en un solo sitio y momento, y preconizaba una táctica de guerrilla; y el 14 de enero Mandel se sintió obligado a una claudicación miserable:

“Nos han reprochado el haber lanzado la consigna de la marcha sobre Bruselas… ya que no ha sido asumida por los dirigentes, nos sometemos, pero señalamos que cuando apareció nuestra convocatoria la semana pasada, no había ninguna indicación al respecto.”

Es verdad, por supuesto. Si Mandel hubiera sabido que Renard estaba rotundamente opuesto a la marcha nunca hubiera lanzado la consigna.

Otro de los temas que tocará Mandel durante su gira son los sucesos de mayo de 1968 en París. Lo que no va a mencionar, sin embargo, es cómo su teoría del “neocapitalismo” le condujo a proponer un programa instando a las masas trabajadoras ¡a no luchar por el poder estatal! En ese momento había diez millones de obreros en huelga, amenazando romper el control burocrático del PC y los sindicatos. Sin embargo, como “todavía no hay una vanguardia lo suficientemente influyente, organizada y unificada a la izquierda del PC, que pueda conducir a las masas a una victoria inmediata” ―escribía Mandel― “aquí es donde la estrategia de las reformas estructurales, ‘las consignas transitorias’, asumen toda su validez.” (Militant, 14 de junio 1968). Para los trotskistas las consignas transitorias son parte del programa que “inalterablemente conduce a una conclusión final: la conquista del poder por el proletariado”. Mandel, sin embargo, proclamaba que “las masas no pueden tomar el poder” y por lo tanto, reivindicaba “reformas estructurales” (control obrero de la producción, abrir los libros, acabar con el secreto bancario), medidas que en explícito no eran presentadas como un reto al dominio capitalista sino sólo como “garantías”.

En los años 70 Mandel ya no hablaba de “neocapitalismo”, y pronto descubrió que la larga onda del boom de la posguerra” ya estaba en una fase descendente. Lo que había cambiado, sin embargo, no era la situación económica. Las condiciones económicas en Francia en 1968 y durante el “otoño caliente” de Italia de 1969 eran similares a las de principios de los 60. Lo que sucedió es que en el mayo francés los exponentes de una vanguardia estudiantil, a los que Mandel antes iba siguiendo, descubrieron a la clase obrera. A medida que los grupos maoístas/sindicalistas iban creciendo, los mandelistas amenazados por su izquierda, dieron marcha atrás y empezaron el seguidismo tras “una nueva [luego ‘amplia’] vanguardia de masas” incluyendo a obreros radicalizados. El pronóstico económico actual de Mandel, aunque superficialmente más ortodoxo que sus contorsiones “neocapitalistas” no está en realidad más cerca del trotskismo. Es simplemente una justificación para correr tras la combatividad espontánea de los obreros y para negarse a plantear la totalidad del programa de transición.

La medida del hombre: como Mandel se volvió pablista

Hace más de 25 años que Ernest Mandel rompió con el trotskismo, en una época de gran crisis en la Cuarta Internacional que condujo a la escisión de 1953 y a la consiguiente destrucción de esta como el partido mundial de la revolución socialista. La causa de este golpe terrible al trotskismo mundial fue el liquidacionismo pablista, y a pesar de un paso indeciso inicial oponiéndose a esta corriente revisionista, Mandel pronto se rindió y sirvió de  abogado defensor para los liquidacionistas. Esta claudicación reveló un aspecto clave de su carácter: cobardía política, que es incompatible con la condición de dirigente revolucionario. Desde entonces Mandel ha sido en lo esencial una prostituta intelectual, una pluma de alquiler para la manía del momento dentro de la izquierda. Esto es lo que explica su amplia popularidad, puesto que hace suyo lo que esté en boga para esa temporada. Pero el precio de esta popularidad es una negativa constante a proporcionar una conducción revolucionaria: “decir la verdad a las masas, por amarga que sea.”

A finales de los años 40 los partidos estalinistas de Europa occidental, particularmente en Italia y Francia, fueron capaces de extender y consolidar su influencia como resultado del importante papel que jugaron en la resistencia a la ocupación nazi. Las fuerzas de la Cuarta internacional, que habían sido enormemente debilitadas por los asesinatos, tanto por los estalinistas como por los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial, estaban en gran parte marginalizadas del movimiento obrero. Al mismo tiempo, el inicio de la guerra fría condujo a un endurecimiento de la línea del Kremlin, en tanto que la aparición de estados obreros burocráticamente deformados en Europa del Este y China llevó a los empiristas a sacar la conclusión de que quizá se podría empujar los estalinistas a girar hacia la izquierda.

Fue bajo estas circunstancias que las presiones del aislamiento diezmaron a la Cuarta Internacional. La corriente revisionista que apareció estaba encabezada por Michel Pablo, jefe del Secretariado Internacional. En enero de 1955, en un artículo titulado “¿Adónde vamos?” Pablo desarrolló su tesis de “guerra-revolución” según la cual era inminente una Tercera Guerra Mundial entre los EE.UU. y la URSS, y el movimiento obrero de Europa occidental estaría subordinado a esta dinámica. Aún más, bajo la presión de las masas, escribió Pablo, “Los Partidos Comunistas conservan la posibilidad bajo ciertas circunstancias de delimitar a grandes rasgos una orientación revolucionaria.” Por lo tanto, en vista de la posible aparición de situaciones revolucionarias antes de que la vanguardia trotskista pudiera reunir suficientes recursos, Pablo preconizó una política de “entrismo sui generis” según la cual las secciones de la Cuarta Internacional entrarían en los partido de masas estalinistas y socialdemócratas con la perspectiva de permanecer en ellos durante largo tiempo para presionar a los reformistas hacia la izquierda.

Este programa privó  la Cuarta Internacional de su razón de ser. En consecuencia, surgieron  en muchas secciones los primeros brotes de rechazo del esquema de Pablo. Cuando los dirigentes de la sección francesa rehusaron seguir la receta del “entrismo profundo” en el Partido Comunista, Pablo les desconoció como dirección, una decisión burocrática digna de un pequeño Stalin. Cosa interesante, la primera oposición al pablismo fue un documento escrito por Ernest Germain (el nombre de partido de Mandel), luego conocido como las “Diez Tesis”. A primera vista esto no era sino una reafirmación de verdades evidentes sobre la política contrarrevolucionaria del estalinismo. En realidad, aunque hacía malabarismos para no atacar a pablo por nombre propio, era un ataque velado al programa propuesto en “¿Adónde Vamos?”. La décima tesis de Germain afirmaba:

“Es precisamente porque la nueva ola revolucionaria contiene en embrión la destrucción de los partidos estalinistas como tales por lo que hoy deberíamos estar más cerca de los trabajadores comunistas. Esta sólo una fase de nuestra tarea fundamental: construir nuevos partidos revolucionarios.”

Mandel/Germain, sin embargo, no fue capaz de lograr que el Secretariado Internacional, dominado por Pablo, adoptase sus tesis. No teniendo ganas de una lucha fraccional ―aun cuando estuviese en peligro la existencia misma de la Cuarta Internacional― sucumbió ante las presiones de Pablo. Después, Germain se convierte en el secuaz del perentorio secretario general contra la mayoría de la dirección de la sección francesa (PCI), que había apoyado sus “Diez Tesis”, ahora abandonadas por él. En respuesta a esta cobarde traición, Favre-Bleibtreu, portavoz de los antipablistas franceses escribió a Germain en julio de 1951:

“Siempre disfrutamos muchísimo leyendo tus documentos, cuyo nivel cultural, riqueza imaginaria y de estilo nos recuerda que tú sigues siendo el escritor más brillante de la Internacional. Pero esta lectura confirma mi creencia de que te hace falta una calidad, la más necesaria para todo dirigente: firmeza de sus ideas políticas.

“Hoy ofreces magnánimamente a la dirección del PCI un remanso de paz ‘en las filas de la mayoría de la Internacional’ donde tú mismo te refugiaste, sin gloria, después de unos intentos irresolutos de resistencia a las manifestaciones revisionistas de Pablo. Perdónanos por no seguirte por ese camino, ya que para nosotros la Internacional no se construye con maniobras, y sobre todo no con tus irrisorias maniobras.

“Camarada Ernest Germain, renuncia a tus maniobras de diversión, renuncia a tu doble juego chaquetero pueril e irresponsable, expresa y defiende tus ideas como nosotros las defendemos.”

― Traducido de Spartacist (edición francesa) No. 7, otoño de 1974.

No cuesta mucho imaginarse la amargura de estos camaradas, quienes fueron botados de la Internacional, cuando el erudito “dirigente” Mandel se deshizo bajo la más mínima presión. Pero el daño que sufrieron a causa de  esta perfidia no puede compararse al crimen perpetrado contra los trotskistas chinos, entonces prisioneros en las cárceles del régimen estalinista de Mao Tse-tung. Este relato de atropellos está documentado en una carta de Peng Shu-tse, dirigente de la sección china de la Cuarta Internacional, al dirigente trotskista norteamericano James P. Cannon en diciembre de 1953. Peng se asombró primero cuando, algún tiempo después de llegar a Europa se enteró de que Pablo consideraba al partido de Mao centrista y proclamaba que Mao había asumido las tesis centrales de la teoría trotskista de la revolución permanente. Si se considera que Peng había sido obligado a huir de China ante los golpes de la represión estalinista, se comprende fácilmente que le costó bastante tragar esto.

Igualmente difícil de pasar fue la declaración de Pablo sobre China adoptada por el Comité Ejecutivo Internacional (CEI) en junio de 1952. “Lo peor” ―escribía Peng― “es que nadie puede encontrar en esa resolución una perspectiva para los trotskistas chinos.” Los que apoyaban la resolución, informaba a Cannon, propugnaban la disolución de la sección china para unirse al Partido Comunista. Pero el colmo fue cuando Peng presentó su informe ante el plenario del CEI en noviembre de 1952 sobre la represión de los trotskistas chinos por Mao. Pablo replicó que la masacre no era un acto deliberado sino un error y una excepción. En mayo de 1953 Peng presentó para la consideración del CEI una petición de ayuda internacional por parte de los trotskistas chinos y una carta abierta al régimen de Mao protestando por los asesinatos y encarcelamientos. Pablo accedió a publicar la primera, pero después la suprimió.

En cuanto a la carta abierta, Germain, ya para entonces lacayo de Pablo, informó a Peng (quien era miembro del CEI y del Secretariado Internacional hasta que Pablo lo depuró) que ella debería haber expresado un apoyo total al régimen de Mao, ensalzando sus logros revolucionarios, y sólo entonces haber mencionado los hechos relativos a la persecución. A causa de la oposición de Peng al régimen de Pekín por estalinista, Mandel/Germain le denunció como “sectario sin remedio” y se negó a hacer circular la carta abierta en la Internacional. Los trotskistas chinos, decía el revisionista Germain eran “refugiados de una revolución”.

Como si ya no fuera bastante esconder y por ende disculpar la represión maoísta ―alabando el régimen estalinista como revolucionario, calumniando a sus propios camaradas y negándose a protestar o aún anunciar la persecución y hasta asesinato contra ellos― Pablo y Cía. también dieron instrucciones a Peng de no informarles sobre esta caza de brujas a un grupo de trotskistas vietnamitas que volvían a su país para incorporarse al partido de Ho Chi Minh. Pero Ho mismo era responsable del asesinato del líder trotskista vietnamita Ta Thu Thau y de muchos otros militantes de la Cuarta Internacional que acaudillaron el levantamiento de agosto de 1945 contra la restauración del régimen colonial en Indochina. El grupo de emigrados vietnamitas volvieron a su país ignorantes de la represión estalinista que se estaba llevando a cabo en China ―que indudablemente hubiera menguado su entusiasmo por la táctica pablista de “entrismo profundo”― y de ellos no se oyó más.

Peng escribió en su carta que él había considerado a Mandel/Germain como “uno de los jóvenes dirigentes con más porvenir dentro de nuestro movimiento” aunque “también había anotado su falta de profundidad de análisis al enfocar varios problemas, su tendencia impresionista, su disposición titubeante y transigente manifestada con frecuencia en importantes problemas, y su facilidad para modificar sus propias posiciones.” Fueron estas últimas características ―el impresionismo y la cobardía― las que condujeron a Mandel a los brazos de Pablo y le destruyeron como dirigente político. Pero esto fue más que una tragedia personal. Fue un factor primordial que permitió a Pablo apretar aún más la garra burocrática que tenía sobre la Cuarta Internacional y finalmente destruirla. La avergonzada capitulación política de Mandel facilitó la victoria del revisionismo pablista sobre una Cuarta Internacional débil y desorientada: la destrucción política del partido revolucionario mundial fundado por Trotsky. Y saboteaba directamente la urgentemente necesaria defensa de los trotskistas chinos, que aún hoy siguen pudriéndose en las cárceles de Mao (si es que aún no han muerto).

Por culpa de sus debilidades personales Mandel se volvió no sólo un revisionista sino un traidor al movimiento trotskista.

No solamente el programa revisionista pablista significó la liquidación de la lucha por construir una vanguardia trotskista, sino que pronto se expresó en la práctica en una serie de capitulaciones políticas ante el estalinismo. Cuando el 17 de junio de 1953 la clase obrera de Berlín Oriental se levantó en contra de sus gobernantes burocráticos ―en primer lugar contra el ejército de ocupación ruso― las ondas de choque abarcaron a toda Europa. El escritor Bertold Brecht, viejo miembro del Partido Comunista, acuñó un epígrafe lleno de amarga ironía y resignación: según las autoridades, “el pueblo habría perdido la confianza del gobierno y sólo podría recobrarla a través de un esfuerzo redoblado. ¿No sería más fácil si el gobierno disolviera al pueblo y eligiera un nuevo?” ¿Cuál fue la respuesta del Secretariado Internacional de Pablo a este suceso, el primer intento, fracasado, de una revolución política en el bloque soviético? Sacó un comunicado reclamando la “verdadera democratización de los Partidos Comunistas” ―es decir, la auto reforma burocrática― y se abstuvo, deliberadamente, de llamar por el retiro de las tropas soviéticas (Quatrieme Internationale, julio de 1953).

Tres años más tarde Pablo/Mandel y Cía. repitieron su capitulación ante el Kremlin, esta vez volviéndoles la espalda a los obreros húngaros que se levantaron contra la odiada policía secreta y el ejército ruso. Comparando desfavorablemente este intento de revolución proletaria antiburocrática con Polonia, estos “trotskistas” fraudulentos escribieron que la ausencia de una dirección política “producía exactamente estos fallos y peligros” que Polonia había evitado “gracias al papel dirigente jugado por… la tendencia de Gomulka… una tendencia centrista que no obstante está evolucionando hacia la izquierda…” (Quatrieme Internationale, diciembre de 1956). Nuevamente la perspectiva era la de presionar a la burocracia, apoyando a un ala en contra de otra, y no de movilizar a los obreros alrededor de un partido trotskista.

A principios de los años 60, sin embargo, los ojos de los pablistas se volvieron hacia el llamado “Tercer Mundo”, y en particular hacia los pequeñoburgueses nacionalistas Ben Bella (Argelia) y Castro. Reconociendo que la burguesía cubana había sido expropiada como clase con las nacionalizaciones de octubre-diciembre de 1960, los pablistas fueron más lejos y dieron su apoyo político a la dirección de Castro. En esto, Pablo, Mandel y Cía. Fueron secundados por el SWP norteamericano, que en 1953 había rechazado, tardía pero firmemente, las consecuencias liquidacionistas del pablismo. El SWP elaboró un documento (“Hacia la pronta reunificación del movimiento trotskista”) en marzo de 1963 que proclamaba: “En su evolución hacia el marxismo revolucionario, el Movimiento 26 de Julio [castrista] sentó una pauta que ahora sirve de ejemplo para varios países.” Este fue el documento de fundación del “Secretariado Unificado” ahora encabezado por Mandel.

En otro documento de esa época el dirigente del SWP Joseph Hansen escribía que Cuba era un estado obrero “al que le faltaban todavía las formas de gobierno democrático proletario”. Efectivamente, le faltaban las formas… y la esencia. De hecho, Castro y Guevara lo probaron sin lugar a dudas cuando encarcelaron a los trotskistas cubanos en 1963. La obra de Trotsky, La revolución permanente, fue prohibida y las planchas del libro fueron destruidas en la prensa. Guevara, el favorito del S.U., hasta sugirió que los trotskistas eran agentes yanquis, haciendo notar que habían tenido influencia durante mucho tiempo en la ciudad de Guantánamo (cerca de la base estadounidense). Y sin embargo, simultáneamente Mandel estaba entrevistándose con Guevara en el Ministerio de Industrias y aconsejando “a mi amigo ‘Che’” sobre política económica. ¿Y qué aconsejaba al futuro “guerrillero heroico”? ¿Es que quizá “luchaba por la democracia obrera” en los pasillos del poder? No, en absoluto. He aquí lo que escribía Mandel en la revista del ministerio de Guevara, Nuestra industria:

“Cuanto más subdesarrollada sea la economía de un país… más sabio es, en nuestra opinión, reservar el poder de las decisiones sobre las inversiones más importantes y los temas financieros a las autoridades centrales.”

― Traducido de “Mercantile Categories in the Period of Transition”, en Bertram Silverman y otros, Man and Socialism in Cuba

Esto constituye una apología descarada de la “planificación” económica totalmente irracional de la burocracia cubana, en la que las decisiones estaban tan centralizadas que todo lo decidía el líder máximo desde el timón de su jeep.

La represión estalinista no perturbó a los pablistas. Parecía que nada les inquietaba. Así cuando Castro lanzó su famosa diatriba rabiosa contra el trotskismo en el Congreso Tricontinental de La Habana en 1966, el dirigente del S.U. Hansen escribió que:

“… por mucha satisfacción que les produjera a los dirigentes de los PCs derechistas, [este ataque] fue considerado por todo elemento de vanguardia con algún verdadero conocimiento del movimiento trotskista, en el mejor de los casos como una identificación equivocada del trotskismo con la secta rara de J. Posadas; y en el peor caso, sólo como un eco tardío de las viejas calumnias estalinistas, cuyo propósito permanecía completamente oscuro.”

International Socialist Review, noviembre-diciembre de 1967

Para los militantes proletarios que estaban encerrados en las cárceles de Castro el propósito de este ataque no era oscuro en absoluto. Sin embargo, los defensores del estalinismo cubano en el S.U. tenían razón en un punto. Al denunciar el trotskismo Castro dirigía su fuego no contra ellos sino contra quienes llaman por la revolución política para derrocar su régimen bonapartista y remplazarlo por el régimen democrático de los soviets. Cualquier intento de igualar la política capituladora del S.U. con este programa marxista ―defendido únicamente por la tendencia espartaquista internacional― es un caso claro de identificación errónea. Si la acusación es de trotskismo, entonces Ernest Mandel puede declarar con conciencia tranquila: “¡Soy inocente!”

De la guerra de guerrillas al frente popular

A finales de los años 60 el foco principal de la búsqueda de los mandelistas por un atajo a la fama y a la buena fortuna fue el movimiento castrista en América Latina. Así, en una resolución aprobada en el “Noveno Congreso Mundial” del S.U., se decía sin rodeos:

“Aún en el caso de países que serán entre los primeros a vivir grandes movilizaciones y conflictos de clases en las ciudades, la guerra civil adoptará las múltiples formas de lucha armada, en las que el eje principal durante todo un período será la guerra de guerrillas rural…”

― “Proyecto de resolución sobre América Latina”, en el International Information Bulletin [del SWP norteamericano], enero de 1969

La primera tarea de los militantes del S.U. en Latinoamérica sería pues: “(a) integración en la corriente revolucionaria histórica representada por la Revolución Cubana y la OLAS….” Esto es en esencia la misma perspectiva liquidacionista planteada a principios de los años 50 por Pablo; sólo el destinatario de la adulación política y de las capitulaciones había cambiado de dirección.

Mandel, como es su costumbre, fue más circunspecto al expresarse sobre el guerrillerismo que los exaltados, superguevaristas como Livio Maitan. Pero en cuanto a la continuidad de la metodología pablista, Mandel habló a las claras; en un artículo sobre “El lugar del Noveno Congreso Mundial en la historia de la Cuarta Internacional” (1969) escribió:

“La situación comenzó a cambiar en el curso de los años 60, y fue el mayo francés el que reveló más claramente este cambio…. El Noveno Congreso Mundial buscó hacerlo patente ante todo el movimiento revolucionario Internacional.

“El rasgo más notable del cambio es la aparición de una nueva vanguardia revolucionaria a escala universal que ha escapado completamente al control de los aparatos estalinistas y reformistas y que se organiza autónomamente. Los primeros signos importantes de este nuevo fenómeno se remontan bastante tiempo atrás: al “Movimiento 26 de Julio”, que dirigió la lucha guerrillera que derrocó la dictadura de Batista independientemente del PC y de todas las organizaciones tradicionales de la izquierda cubana….

“Este giro no es sólo un giro hacia la creación de organizaciones independientes, capaces de servir como polo de atracción para los militantes de la nueva vanguardia, que no son ni reformistas ni estalinistas, y que buscan reagruparse nacional e internacionalmente. También implica un cambio de énfasis en cuanto a las principales formas de actividad del movimiento. En este sentido tiene tanta importancia como el giro esbozado por el Tercer Congreso Mundial, pero a un nivel mucho más avanzado en la construcción de la Internacional.”

El Tercer Congreso de la Cuarta Internacional fue cuando Pablo elaboró por primera vez sus planes de “entrismo profundo” en los partidos de masas estalinistas y socialdemócratas. Mandel sigue:

“En el Tercer Congreso Mundial se trataba de romper con una actividad esencialmente aislada y de integrarse en el movimiento de masas revolucionario. En el Noveno Congreso Mundial se trataba de romper con una práctica esencialmente propagandística, es decir, centrada en la crítica de las traiciones y errores de las direcciones tradicionales… y de pasar a una fase en la que fuésemos capaces de tomar iniciativas revolucionarias, dentro del movimiento de masas.”

― Ernest Mandel, La longue marche de la révolution (1976)

En ambos casos el fondo de la “táctica” era la capitulación ante las fuerzas de clase ajenas. El SWP norteamericano criticaba el “giro guerrillero” del “Noveno Congreso”, pero sólo porque él buscaba unirse a los liberales que se oponían a la guerra de Vietnam. Por su parte, las “palomas” del Partido Demócrata no estaban dispuestas a subir a la tribuna junto con partidarios del “terrorismo” en Latinoamérica. Los mandelistas no pudieron, sin embargo, sacar partido de su maniobra. La OLAS de Castro no hizo nunca nada por organizar “dos, tres, muchos Vietnam” después del fracaso de Guevara en Bolivia. Y los dos grupos principales del S.U. metidos en la lucha guerrillera desertaron: los bolivianos para unirse en masa al ELN castrista y el PRT argentino separándose de Mandel y Cía. en 1973.

Como cada vez se ponía más claro que no había un atajo guerrillero hacia el poder en La Paz o en Santiago. Los partidos comunistas pro-Moscú resucitaron sus estribillos de la “vía pacífica”. En Chile el vehículo fue la Unidad Popular (UP), un frente popular de los comunistas y socialistas con pequeños partidos burgueses, encabezado por Salvador Allende. Mientras tanto, en Europa, tras el ascenso obrero y juvenil de 1968-1969 los reformistas trataban de salirle al paso a una radicalización masiva con implicaciones revolucionarias. Su respuesta fue una nueva oleada de frentes populares: la Unión de la Izquierda francesa, la estrategia del PC italiano de un “compromiso histórico”.

La experiencia chilena fue crucial. En cierto sentido era un puente entre el guerrillerismo de finales de los años 60 y el frentepopulismo de los 70. Era también ―y esto es lo más importante― el campo de batalla sobré el que se desarrolló el drama del frente popular hasta su amargo final. La “vía pacífica” terminó en un baño de sangre. La responsabilidad de los estalinistas y socialdemócratas, que predicaban la confianza en el cuerpo de oficiales y en la burguesía “democrática” es evidente. Pero tampoco el Secretariado Unificado de Ernest Mandel tiene las manos limpias. Primero sus simpatizantes chilenos aclamaron la victoria electoral de Allende en 1970. Luego, un año más tarde. El mismo S.U. promulgó una declaración “unánime” en la que se calificaba a la UP de frente popular, y que hasta declaraba:

“Es preciso mantener una completa independencia respecto a la coalición de frente popular. Los revolucionarios no pueden participar en una coalición así ni siquiera ofreciéndole apoyo electoral. (Los marxistas revolucionarios pueden, en ciertas situaciones, votar por un candidato obrero pero no por un candidato de un frente que incluye partidos pequeñoburgueses y burgueses).”

Intercontinental Press, 21 de febrero de 1972

En realidad, durante las elecciones chilenas de septiembre de 1970, sólo la tendencia espartaquista internacional defendía esta política. Más aún, nunca desde entonces se ha negado el S.U. a votar por los candidatos de frentes populares. Pero esta curiosa declaración indica que no ignoran la línea ortodoxa trotskista sobre los frentes populares… sólo que se oponen a ella. En cualquier caso, ninguno de los varios grupos partidarios del S.U. en Chile llevó a la práctica esta línea. Y en septiembre de 1973, luego del golpe sangriento de Santiago, en un “Proyecto de resolución política” de la mayoría mandelista del S.U., se invertía el veredicto anterior sobre la UP, y declaraba:

“… desde el principio, ésta se diferenciaba de un Frente Popular clásico por el hecho de que declaraba abiertamente su intención de entrar en el camino del socialismo, y que se apoyaba abiertamente en el movimiento obrero organizado.”

International Internal Discussion Bulletin [del SWP norteamericano], octubre de 1973

Esta confusión intencional, cuyo propósito era encubrir el fallo total del S.U. de presentar una alternativa revolucionaria a Allende y Cía., pronto fue repetida en Europa. En Francia en 1973, la LCR mandelista promovía el votar por los candidatos de la Unión de la Izquierda en el segundo (decisivo) turno de las elecciones parlamentarias; en 1974 apoyaba el voto en el segundo turno por el candidato único del frente popular a la presidencia (Mitterrand); en 1977 pedía votar por las listas de la Unión de la Izquierda (que incluía candidatos de los Radicales de Izquierda burgueses) en el segundo turno de las elecciones municipales, y con la minimísima cubierta de ortodoxia aconsejaba la abstención sólo allí donde la lista estaba encabezada por un radical.

Igualmente, en Italia la sección del S.U. presentó candidatos en la lista de Democrazia Proletaria (DP) en las elecciones parlamentarias de junio de 1976. Aunque ubicándose a la izquierda del programa del Partido Comunista, de coalición con la Democracia Cristiana, la DP abogaba por un frente popular estilo chileno con los pequeños partidos republicanos y laicos de la burguesía. Y en Portugal, los discípulos de Mandel no sólo se unieron a un frente, el FUT, que apoyaba y tenía el vista bueno de un ala del Movimiento de las Fuerzas Armadas, sino que en las elecciones presidenciales de junio de 1976, el superestrella mandelista Alain Krivine aconsejaba votar por Otelo de Carvalho, ¡un general del cuerpo de oficiales burgués!

De ser las doncellas del Kremlin en los años 50, e hinchas de los castristas en los 60, estos empedernidos renegados del trotskismo se habían vuelto un grupo de presión de izquierda a los frentes populares de los 70.

Etiquetas

Cuando se formó el Secretariado Unificado en 1963, las dos partes contratantes se pusieron de acuerdo en que “lo pasado, pasado”, y las diferencias sobre China. El “entrismo profundo” y otras cuestiones debatidas fueron declaradas fuera de discusión. Sin embargo, con las primeras indicaciones de una radicalización de masas todas las viejas diferencias surgieron de nuevo, alineándose el SWP y sus satélites contra Mandel y sus amigos (la vieja guardia de lugartenientes de Pablo). El resultado fue una lucha de fracciones en el seno del S.U. que duró de 1969 a 1977, con fuertes polémicas públicas entre la minoría reformista encabezada por el SWP y la Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) centrista. Cuando en 1977 la TMI abrió el paso a la disolución de las fracciones al abandonar su previo apoyo al guerrillerismo guevarista, lo hizo con el sobreentendido de que los documentos fraccionales serían relegados a la categoría de “material histórico”.

Así aunque existe una verdadera aproximación entre los apetitos políticos de la ex-TMI y del SWP durante este período de frentes populares, el S.U. sigue siendo un bloque podrido. No es sorprendente por tanto, que Mandel proponga periódicamente abandonar totalmente su falsa “Cuarta Internacional” en favor de grupos polimorfos de la “extrema izquierda” amplia. Estas criaturas perversas unirían a virulentos maoístas antisoviéticos con seudotrotskistas y sindicalistas espontaneístas, teniendo como única base política posible el deseo de presionar a la izquierda al frente popular más grande de los partidos obreros tradicionales. Así Mandel afirmaba en una entrevista con una revista de izquierda española a finales de 1976:

“En mi opinión el futuro del movimiento revolucionario está en un tipo de agrupaciones más amplias de las que se definen como trotskistas. Agrupaciones que se unifican, no obstante, con secciones de la IV Internacional.”

Topo Viejo, noviembre de 1976

Pocos meses antes Mandel había emitido el mismo concepto en una conversación con el ala izquierda del PSU francés, encabezada por el mismísimo Michel Pablo. Cuando le preguntaron si la LCR no estaba más cerca de algunos grupos italianos maoístas-sindicalistas que del SWP norteamericano, Mandel respondió:

“… el verdadero debate no versa sobre etiquetas, el marco organizativo, los estatutos, las relaciones humanas o referencias a un barbudo llamado Leon Trotsky…

“¿Qué importan las etiquetas? Si en la arena política encontráramos fuerzas políticas que estuvieran de acuerdo con nuestra orientación estratégica y táctica, y a quienes les causaran repudio sólo el nombre y la referencia histórica, nos deshaceríamos de éstos en 24 horas.”

Politique Hebdo, 10-16 de junio de 1976

Otro dirigente de la izquierda del PSU, Yvan Craipeau, antiguo trotskista él también, respondió que no bastaba cambiar de etiquetas: era preciso renunciar también al concepto leninista de partido.

¿Les sirven este tipo de maniobras a los malabaristas del S.U. para llegar a la “nueva vanguardia” de manera efectiva y ganar hegemonía sobre ella? Sólo tenemos que echar una breve mirada atrás para observar los resultados de tales intentos en el pasado. El arquetipo de tal grupo centrista en el pasado próximo es el MIR chileno, un grupo castrista organizado en 1965 con la participación activa de la sección del S.U. dirigida por Luis Vitale. Efectivamente se abandonaron todas las “etiquetas” (Cuarta Internacional, trotskismo, revolución permanente, Estados obreros deformados o degenerados). Pero sobre la base de un programa impreciso “a la izquierda del PC” el World Outlook (17 de septiembre de 1965) del S.U. declaraba que el MIR era “el partido marxista-leninista más importante que se haya formado jamás en Chile…”

Menos de dos años después, sin embargo, la dirección del MIR comenzó una depuración sistemática de todos los “trotskistas”, que pronto abarcó a Luis Vitale y a otros destacados dirigentes de la organización. Impertérritos, los mandelistas europeos (junto con el expulsado Vitale) siguieron alabando su creación centrista, y fue en parte para no “aislarse” del MIR que la TMI adoptó una posición de “apoyo crítico” a la UP. La comisión latinoamericana de la LCR francesa protestó contra la antes citada resolución sobre Chile del S.U. de diciembre de 1971 a causa de sus críticas blandas al MIR, pretendiendo que éste tenía “una posición absolutamente clara sobre la cuestión de la revolución permanente” y señalando “la influencia de posiciones trotskistas” (International Internal Discussion Bulletin [SWP], febrero de 1973). Los mandelistas criticaron a su propia organización fraternal en Chile como peor que el MIR, ya menudo han recaudado grandes sumas de dinero para los castristas mientras dejaban a sus camaradas pidiendo limosnas.

Pero el ejemplo clásico de grupo “amplio”,  “abarcando trotskistas”, con el que sueña Mandel es el POUM español, nacido en 1935 de la fusión de la Izquierda Comunista (encabezada por Andrés Nin) y el Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín. También ellos abandonaron las etiquetas y adoptaron posiciones ambiguas sobre la naturaleza de la Rusia de Stalin, el frente popular y otras cuestiones cruciales. La respuesta de Trotsky fue romper todo lazo político con el renegado Nin y llamar a una lucha preventiva en el seno de la Cuarta Internacional contra adictos del POUM y de otros conglomerados centristas similares. Con sus múltiples vacilaciones, esta amalgama inestable se convirtió en el peor enemigo de la revolución proletaria en España, escribió Trotsky. Y sería ésta, precisamente, la suerte de los productos de los “reagrupamientos” oportunistas de Mandel si lograran obtener un apoyo de masas.

Objetivismo y capituladores

En los últimos dos años la mayor novedad en la izquierda europea ha sido la aparición de la corriente eurocomunista. Como se podía esperar de Mandel, siempre dispuesto a pegarse a lo que está en boga, el líder del S.U. vio este desarrollo como un proceso que podía llevar a la conversión de viejos estalinistas como Santiago Carrillo en leninistas. En la segunda parte de la entrevista del Topo Viejo arriba citada, Mandel se refiere a la contradicción entre “el aspecto positivo y el negativo” del ascenso del eurocomunismo:

“Los compañeros dirigentes del Partido Comunista, especialmente sus cuadros obreros, deberán asumirla [esta contradicción] y resolverla; y espero y confío que sean capaces de resolverla positivamente, en el sentido de que vuelvan a la senda del marxismo revolucionario.

“El eurocomunismo es una política de transición. Aunque nadie sabe hacia dónde o hacia qué. Quizá representa una transición hacia la reabsorción de los partidos comunistas por parte de la socialdemocracia, cosa en mi opinión poco probable, pero no totalmente excluible. Quizá sea una transición hacia un nuevo estalinismo. Y también, ¿por qué no? puede ser una transición, por parte de los cuadros obreros del Partido, hacia un reencuentro con el marxismo revolucionario, con el leninismo.”

Topo Viejo, diciembre de 1976

Así volvemos de nuevo al pablismo cosecha 1950. Viendo a los “compañeros dirigentes” del PC como potencialmente recuperables para la revolución. Así, una vez más, partidos trotskistas independientes y una auténtica Cuarta Internacional forjados en la lucha contra el estalinismo, la socialdemocracia y todas las variedades del centrismo, se consideran superfluos (son meras “etiquetas” que se descartan en el curso de maniobras organizativas). Pero debiera ser evidente hasta para aquellos poco familiarizados con los diversos grupos que se reclaman del trotskismo que hay algo fundamentalmente pervertido en un “trotskista” que no quiere construir ni partidos trotskistas ni una internacional trotskista. El diagnóstico de esta enfermedad es liquidacionismo pablista, y Ernest Mandel es uno de sus principales portadores.

El revisionismo político de Mandel está estrechamente unido a su teoría económica, marcada por un objetivismo fundamental. A principios de los años 50 argumentaba que “la relación de fuerzas se ha inclinado decisivamente a favor del campo anticapitalista.” Así alineándose con los partidos pro-soviéticos los pablistas creyeron que estarían bien ubicados para apoderarse de la dirección de los movimientos revolucionarios de masas que inevitablemente se generarían en el seno de los PC. Al mismo tiempo argumentaba Mandel-Germain que la restauración del capitalismo en la URSS “ya no está en la esfera de la posibilidad” a corto plazo (“Ocaso y caída del estalinismo”, resolución presentada al “Quinto Congreso Mundial” pablista. Quatrieme Internationale, diciembre de 1957).

A mediados de la década del 60, el objetivismo mandeliano aseguraba que el capitalismo “no experimentará nuevas crisis como la de 1929” (Temps Modernes, Agosto-septiembre de 1964). Por lo tanto, bajo el lema del “neocapitalismo” el programa transicional se transformó en una marabunta de “reformas estructurales anticapitalistas”. Este objetivismo está en el meollo de su visión. Así la primera frase de su Introducción a la teoría económica marxista dice: “En última instancia, todo paso adelante en la historia de la civilización fue logrado por un aumento en la productividad del trabajo.” Comparen esto, por ejemplo, con el Manifiesto Comunista, que declara con la misma brevedad: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de luchas de clases.”

Uno de los mejores ejemplos del objetivismo político-económico de Mandel es su carta de enero de 1953 a Jean Paul Sartre, escrita bajo el efecto de la Revolución China:

“Para nosotros la naturaleza de un período no se determina en primer lugar por la dirección del movimiento de masas sino por su extensión…. Nunca en la historia del capitalismo ha habido un período durante el cual, en toda la tierra, el número de participantes, la violencia y la extensión del movimiento de masas haya sido tan considerable como hoy. Esta es la razón por la que consideramos el periodo actual como un período eminentemente revolucionario.

“… A escala mundial la relación de fuerzas está evolucionando de una manera cada vez más desfavorable para el capitalismo.”

La longue marche de la révolution

En otra parte hemos señalado las semejanzas entre el objetivismo económico de Mandel y el de Bujarin, con las “ondas largas” de aquel como versión más general de los “períodos” del imperialismo de éste. Trotsky escribió en 1928, en su respuesta al proyecto escrito por Bujarin del programa de la Comintern estalinizada (basado en la afirmación de un “Tercer Período” de crisis final del capitalismo) una polémica que destruye totalmente el objetivismo servil de Ernest Mandel:

“En tanto que, cuando las premisas objetivas están maduras, la clave de todo el proceso histórico pasa a manos del factor subjetivo, es decir, del partido. El oportunismo, que vive consciente o inconscientemente bajo la sugestión de la época pasada, se inclina siempre a menospreciar el rol del factor subjetivo, es decir, la importancia del partido revolucionario y de su dirección. Esto se hace sentir en las discusiones que se produjeron acerca de las lecciones del octubre alemán, del comité anglorruso, y de la revolución china. En todas esas ocasiones, como en otras menos importantes, la tendencia oportunista siguió una línea política que contaba directamente con las ‘masas’ y, por consiguiente, olvidaba los problemas de la dirección revolucionaria. Esta manera de abordar la cuestión, en general, falsa desde el punto de vista teórico, es particularmente funesta durante la época imperialista.”

La Internacional Comunista después de Lenin

Histeria imperialista sobre Afganistán

Histeria imperialista sobre Afganistán

¡Viva Ejército Rojo! 

Traducido de Spartacist (edición en Inglés) Nos. 27-28, Invierno de 1979-80. Esta versión fue impresa en Spartacist en español no. 8, agosto de 1980. Importantes críticas adjunta.

El gobierno norteamericano habla como si estuviera a punto de lanzar la Tercera Guerra Mundial sobre la cuestión de Afganistán – o al menos en forma sustitutiva en torno a los Juegos Olímpicos. En su discurso presidencial sobre el “estado de la Unión” este año, Jimmy Carter amenazó abiertamente con un enfrentamiento nuclear con la Unión Soviética en el Golfo Pérsico. Debido a que la URSS acudió en ayuda de sus aliados en Kabul, Washington se imagina que el ejército soviético se apoderará de los yacimientos petrolíferos en Irán y Arabia Saudita y que Brezhnev el torpe fomentará la revolución entre los kurdos, turkomanes y por encima de todo los baluchis. Eso es un disparate evidente pero el presidente norteamericano lo cree. De veras.

Detrás del actual delirio de Guerra Fría en Washington está el deseo imperialista fundamental de echar abajo las conquistas sociales de la Revolución de Octubre rusa. No obstante, en comparación con la situación de hace 20 años, la posición internacional de los EE.UU. se ha debilitado mucho mientras que el papel de sus aliados imperialistas ha aumentado mucho. El final de la hegemonía estadounidense fue señalado por la Nueva Política Económica de Nixon, anunciada el 15 de agosto de 1971, que destruyó las bases del sistema monetario internacional del capitalismo en la postguerra. Ahora los EE.UU. se encuentran con la indiferencia de Europa Occidental y Japón cuando llaman por boicots económicos contra Irán y la Unión Soviética. No cabe duda de que Carter es capaz de arrojar al mundo entero en un holocausto nuclear, pero queda por verse si él está en condiciones de movilizar al pueblo a escala nacional o a los aliados imperialistas en el exterior para proseguir en los hechos una nueva Guerra Fría.

El despliegue efectivo de miles de tropas soviéticas a Afganistán constituye una humillación tremenda para el imperialismo norteamericano. El alto mando ruso observaba mientras el Irán de Jomeini se deslizaba en un caos casi total, mientras los portaviones estadounidenses desfilaban en el Mar de Omán, mientras el gobierno de Kabul aliado con la URSS se veía amenazado de una jihad (guerra santa) islámica reaccionaria. Viendo la parálisis de Washington frente a la situación iraní, los burócratas del Kremlin aprovecharon la oportunidad para aplastar el levantamiento de los mulahs y los kanes afganos y mientras tanto extendieron su perímetro de defensa unos centenares de kilómetros por el flanco este de Irán.

La opinión antisoviética alrededor del mundo – desde la Casa Blanca hasta la Gran Sala del Pueblo en China, desde las neocolonias “no alineadas” como Zambia hasta los Partidos Comunistas de España e Italia – lanzó injurias contra el “expansionismo soviético” que supuestamente “había pisoteado la soberanía e integridad nacional de Afganistán”. La prensa imperialista se puso en pie de guerra, haciendo todo lo posible para crear simpatía por los “combatientes por la libertad” que enfrentaban con palos y piedras y cantos de “alá akbar” a sofisticados tanques y aviones. Pero en el choque militar entre los soldados soviéticos que respaldan al Partido Demócrata Popular de Afganistán (POPA) y las fuerzas feudales (y prefeudales) respaldadas por el imperialismo, los marxistas se ponen al lado de las fuerzas que representan el progreso social; ahora encabezadas por los tanques rusos. Es por esta razón que la tendencia Espartaquista internacional ha proclamado a toda voz: ¡Viva Ejército Rojo! ¡Extender conquistas sociales de la Revolución de Octubre a pueblos de Afganistán!

Aun si esta incorpora el país al bloque soviético – lo cual sería un paso adelante enorme comparado con las actuales condiciones de Afganistán – hoy día eso solamente podría ser como un estado obrero burocráticamente deformado. Sólo partidos trotskistas armados con el programa de la revolución permanente pueden conducir las masas coloniales a su liberación total – por medio de una revolución política proletaria en la URSS vinculada a revoluciones socialistas desde Irán hasta los centros imperialistas. ¡Pero la liberación de las masas afganas ya ha comenzado!

Otra vez la Guerra Fría

El pretexto de la presencia de tropas soviéticas en Afganistán fue utilizado por el presidente norteamericano Carter y su consejero de “seguridad nacional” Zbigniew Brzezinski con el fin de poner por obra su retórica de “derechos humanos” antisoviética. Washington está organizando un boicot de trigo contra la Unión Soviética con la esperanza de fomentar el descontento social. He aquí el mensaje de Carter/Brzezinski para el pueblo soviético: ¡Muéranse de hambre por los “derechos humanos”! Pero dudamos que las masas soviéticas, que sobrevivieron el sitio de Leningrado por Hitler, responderán favorablemente a este chantaje por parte de los dirigentes imperialistas norteamericanos.

Y la alimentación está lejos de ser el arma más poderosa. Las mentiras piadosas de Carter sobre SALT (Discusiones sobre la Restricción de Armas Estratégicas) pertenecen a la historia ahora que los EE.UU. emprenden una campaña masiva de armamentos. Ahora en el oeste de los EE.UU. habrá un extraño sistema subterráneo masivo para transportados proyectiles móviles MX, concebidos como arma de primer ataque. Carter exigió que los aliados del OTAN, incluyendo Alemania Occidental, aceptaran 572 proyectiles nucleares dirigidos a la URSS y comprometió a los EE.UU. a aumentar sus gastos militares en un 5 por ciento anualmente durante los próximos cinco años. Todo esto ocurrió antes de la crisis afgana!

Ahora la palabrería de la “distensión”, SALT, etcétera con la cual los imperialistas buscan negociar el desarmamiento del estado obrero degenerado soviético ha sido desechada. Naturalmente esta farsa diplomática contrarrevolucionaria no habría llegado hasta tal punto si no fuera por las ilusiones pacifistas de colaboración de clases por parte de la burocracia del Kremlin.

Dando otro paso en su campaña belicista, Washington envió al secretario de “defensa” Harold Brown a Pekín para intensificar la alianza antisoviética de los EE.UU. y China, que ya ha sido sometida a prueba dos veces en el terreno militar: durante la invasión sudafricana a Angola y luego con la invasión china a Vietnam. Ahora el Pentágono quiere que los estalinistas de Pekín suministren armas a los rebeldes reaccionarios afganos a través de Pakistán, un cliente mutuo. Con una franca belicosidad inusitada, el brindis de Brown en un banquete oficial llamaba a China a unirse al imperialismo norteamericano “con acciones complementarias en el campo de defensa así como en la diplomacia”.

Los rusos por fin están hartos del cargamento nuclear del OTAN, de la “modernización” del arsenal de China, los proyectos para un comando de “despliegue rápido”, la conscripción militar y el presupuesto estratosférico del Pentágono. En una reunión en Moscú con el presidente de la Asamblea Nacional francesa Jacques Chaban-Delmas, Brezhnev, según se informa, advirtió que Rusia “no toleraría” el armamento nuclear de Pekín por los EE.UU., declarando: “¡Créame, después de la destrucción de los sitios nucleares chinos por nuestros proyectiles, no habrá mucho tiempo para que los norteamericanos escojan entre la defensa de sus aliados chinos y la coexistencia pacífica con nosotros!”.

Ya que Carter ha hecho de los rusos el blanco de su furor desenfrenado de Guerra Fría – la anulación de los pactos de “distensión”, el bloqueo de aviones de la Aeroflot y del trigo contratado; el intento por algunos controladores aéreos de Nueva York de hacer estrellar un avión soviético que llevaba al embajador de la URSS en Washington – el ultimátum de Brezhnev parece eminentemente razonable.

En realidad, para un sector extenso de la opinión pública, Washington está actuando como un perro rabioso que se ha escapado de la cuerda. George Kennan, uno de los arquitectos célebres de la primera Guerra Fría, sin duda expresa el sentimiento de una parte considerable de la burguesía cuando amonesta contra las “estridentes advertencias públicas” de Carter de acción militar:

“No puedo recordar ningún ejemplo en la historia moderna donde tal colapso de comunicación política y un tal triunfo de sospechas militares desenfrenadas como las que hoy día marcan las relaciones soviéticas-norteamericanas no han terminado, al final, en un conflicto armado.”

New York Times, 1 de febrero de 1980

Por su parte, el Kremlin todavía busca una acomodación con elementos “realistas amantes de la paz” de la burguesía imperialista. Cualesquiera que sean las respuestas defensivas rusas al delirio de Guerra Fría de Carter, la burocracia estalinista rusa sigue aferrada a la “coexistencia pacifica” con el capitalismo mundial. Pero su “coexistencia pacifica” no traerá la paz. Como declaró el dirigente trotskista norteamericano James P. Cannon durante la Guerra de Corea:

“La lucha de clases de los trabajadores, fusionándose con la revolución colonial en una lucha común contra el imperialismo, es la única verdadera lucha contra la guerra. Los estalinistas que predican otra cosa son unos mentirosos y engañosos. Los obreros y los pueblos coloniales tendrán la paz cuando tengan el poder y utilicen su poder para ganársela y hacerla por sí mismos. Este es el camino de Lenin. No hay otro camino a la paz.”

The Road To Peace (1951)

Clamor sobre Afganistán

Hoy día en Afganistán el imperialismo estadounidense se ha confabulado con los defensores del precio de novia y el velo, de la usura y la servidumbre, y la miseria perpetua. La victoria de los insurgentes islámicos en Afganistán sería la perpetuación de la esclavitud feudal y prefeudal. Por esa razón hemos reivindicado la victoria militar del régimen nacionalista de izquierda del PDPA. Ahora el despliegue directo de las tropas soviéticas y la confirmación de los vínculos imperialistas de los rebeldes islámicos cambia los términos del conflicto. Ya que los dirigentes estalinistas del Kremlin, por razones defensivas, han tomado por una vez una postura genuinamente roja se plantea directamente la defensa de la URSS misma. Y los trotskistas permanecemos en nuestros puestos.

Se ha dado mucha importancia al “derecho a la autodeterminación” de los afganos – una cuestión entenebrecida (y subordinada a las cuestiones primordiales de clase) ya que Afganistán es un estado y no una nación. Pero si este, según Carter, “pueblo islámico ferozmente independiente” está al punto de sufrir una opresión nacional horrorosa a manos de los soviéticos, ¿cómo se explica el dije Moscú pudo emplear tropas musulmanas de la Asia Central soviética? Evidentemente porque saben que las condiciones de la Asia Central soviética son con mucho superiores a las del Afganistán infestado de mulahs. En particular, la posición de la mujer constituye un índice clave del progreso social. Como ha reconocido el New York Times (9 de febrero de 1980), “Fue el otorgamiento de nuevos derechos a las mujeres por parte del gobierno revolucionario de Kabul que empujó a los hombres musulmanes ortodoxos de las aldeas pashtunes de este de Afganistán a empuñar las armas.” Al afgano le costó toda una vida ahorrar el precio de novia, o se endeudó para toda la vida con los prestamistas que cobraban créditos usurarios y daban a los mulahs su parte en donativos. Representaba para la mujer la esclavitud y para el hombre sin medios la inaccesibilidad de relaciones sexuales con mujeres.

Desde un punto de vista militar la intervención soviética puede o no haber sido acertada, aunque de todos modos oponerse a los insurgentes reaccionarios islámicos apoyados por el imperialismo es, desde luego, profundamente justo. No cabe duda de que los revolucionarios en este conflicto tomamos el lado del Ejército Rojo. Es más, aunque innecesario en términos militares, sería una respuesta natural por parte de los jóvenes de izquierdas en todo el mundo el deseo entusiasta de alistarse en una brigada internacional para luchar contra los rebeldes reaccionarios vinculados con la CIA.

Sin embargo, en forma escandalosa, la mayor parte de la izquierda de los países occidentales armoniza con Carter o los maoístas, viejos perros falderos del Pentágono, aplauden el embargo imperialista de trigo y piden a los EE.UU. que aumenten la ayuda a los insurgentes islámicos. Su histeria antisoviética llega a tal extremo que en Frankfurt (Alemania Occidental) se unieron a los ultraderechistas afganos en un intento de matar a puñaladas a un dirigente de la Trotzkistische Liga Oeutschlands (sección de la TEI) el pasado 25 de enero. Hasta presuntos trotskistas como el IMG (sección inglesa del Secretariado Unificado) se unen al clamor imperialista. Estos sacaron su periódico con el titular “Tropas soviéticas fuera de Afganistán”. Sus camaradas de la LCR francesa oscilan de una semana a otra entre oposición a los mulahs y oposición al ejército soviético. Y el SWP norteamericano finge que “la intervención soviética no es la cuestión clave” y que es mentira denominar a las tribus “rebeldes musulmanes”. Mientras tanto, el “Comité Paritario”, seudoizquierdista de los morenistas y lambertistas ¡llama por apoyo militar a los reaccionarios afganos e incluso por extender la “Revolución Islámica” a la Unión Soviética!

Una de las causas de la confusión vergonzosa de estos seudoizquierdistas y de su apoyo directamente contrarrevolucionario a los rebeldes respaldados por los imperialistas es que todos ellos apoyan al movimiento análogo del vecino Irán – el régimen teocrático cerical-feudalista de Jomeini. Pero en Afganistán la CIA y Jomeini están en el mismo lado de las barricadas, y el apoyo masivo del Ejército Rojo al régimen de Kabul en contra de la sublevación tribal islámica respaldada por los EE.UU. y Pakistán plantea la cuestión Russa a quemarropa.

Al darle apoyo militar incondicional al ejército soviético y a las fuerzas del POPA, la tendencia espartaquista de ninguna manera presta confianza política a la burocracia del Kremlin ni a sus aliados nacionalistas de izquierda en Afganistán. Sólo una revolución política proletaria en la URSS puede restaurar auténticamente el Ejército Rojo y el estado soviético a su misión revolucionaria e internacionalista. Sólo el derrocamiento de los estados imperialistas por las clases trabajadoras, bajo la dirección de un partido trotskista de vanguardia, puede poner las bases para el orden socialista mundial que podrá sacar a las regiones profundamente oprimidas y atrasadas como Afganistán fuera de su miseria, aislamiento y oscurantismo, estableciendo una genuina igualdad social de todos los pueblos.

Apéndices

” El problema con la consigna ” Viva el Ejército Rojo en Afganistán” es que falló en distinguir entre el apoyo político y militar. El Ejército Soviético ( que oficialmente no se llama Ejército Rojo” desde 1946) es el brazo militar de la burocracia del Kremlin. Las políticas para el ejército son los de la burocracia. Su rol, por lo tanto, es contradictorio, como de la burocracia misma. En cuanto a que el ejército Ruso defienda la Unión Soviética contra el imperialismo ( y este fue por ende el propósito de ir a Afganistán), estamos militarmente de su lado. Si destruye estructuras sociales opresivas y las reemplazan con la propiedad colectivizada en las áreas bajo su control ( y esta fue indudablemente una de las probabilidades de la intervención soviética), apoyaremos dichas medidas. Pero apoyar acríticamente al Ejército Soviético ( ej. vivarlo) nos pondría en la posición de tenernos que disculpar cuando los estalinistas se acomoden al status quo social o realicen una cobarde retirada. Y, no es sorprendente, que esto es lo que exactamente han hecho en Afganistán.

“….LE, deliberadamente avanza en esta formulación angular a cara de la ola de anti- sovietismo que estaba arreciando en los EEUU. Loable como este impulso pudo haber sido visto , no hay nada alrededor acerca del hecho que tomándolo literalmente dicha consigna y por si mismo, la misma puede llevar a adoptar políticamente el rol Soviético en Afganistán.

“…El llamado por ” La Victoria Militar del Ejercito Soviético” corresponde a la situación concreta en Afganistán, porque nos coloca del lado soviético en la batalla, pero sin responsabilizarnos por las traiciones de los Estalinistas”

1917 Nº 5, invierno 1988-89

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” La cuestión de ” vivar” a las tropas Soviéticas es de 1939, durante la lucha histórica fraccional en el Partido Socialista de los Trabajadores de los EEUU, contra la oposición revisionista, liderada por Max Shachtman, quien no deseaba defender a la USSR. Shachtman tenía una agenda diferente que sus contemporáneos de la LE, pero él comparte sus mismos intereses en borrar la línea entre apoyo político y militar a la USSR en conflictos con estados capitalistas. Es así que aquel preguntó: si la USSR continuaba siendo aún un Estado Obrero, “por qué la mayoría no propone en vivar el avance del Ejército Rojo en Polonia..” como lo hicieron los revolucionarios en los días de Lenin. En respuesta, Trotsky explicó bastante claramente porque la Cuarta Internacional no propuso “vivar” al Ejército Rojo de Stalin:

” Lo nuevo en la situación (comparado a 1920) es la bancarrota de la Tercera Internacional, la degeneración del estado Soviético, el desarrollo de la Oposición de Izquierda, y la creación de la Cuarta Internacional…Y todos estos eventos explica suficientemente porque hemos cambiado radicalmente nuestra política hacia el Kremlin, incluyendo su política militar”

En defensa del Marxismo

-1917 Nº 7, invierno 1990

Ningún “apoyo crítico” al frentepopulismo

Respuesta a nuestros opositores

Ningún “apoyo crítico” al frentepopulismo

Traducido de Spartacist (edición en inglés) Nos. 27-28, Invierno de 1979-80. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 8 (agosto de 1980).

Durante la primera conferencia delegada de la tendencia espartaquista internacional, se llevó a cabo una discusión sobre la cuestión de la política electoral revolucionaria hacia los partidos obreros participantes en coaliciones de frente popular. A continuación reproducimos una versión editada de las presentaciones y sumarios de los camaradas Jan Norden y James Robertson.

Presentación por Norden

Camaradas, la cuestión de la política electoral de los bolcheviques hacia el frente popular ha sido presentada por el Secretariado Unificado como una cuestión puramente táctica, y nosotros hemos sido reconocidos durante estos años por nuestra tesis de que ésta es una cuestión central estratégica, especialmente durante el periodo actual.

Hay una cita de una carta de Trotsky a la sección holandesa donde dice que el frente popular “es la principal cuestión de la estrategia de clase proletaria en esta época” y “el mejor criterio para diferenciar el bolchevismo del menchevismo” [“The Dutch Section and the International”, en Writings of Leon Trotsky (1935-36)]. Como notarán Uds., distintas frases de esta citación aparecen una y otra vez en nuestra prensa. Esta noche sólo quisiera mencionar dos puntos que aparecen en la misma cita clave. Uno es el hecho de que Trotsky arremete no sólo contra aquellos que apoyan directamente al frente popular, sino también a todos aquellos que “presentan esta cuestión como una maniobra táctica o aún técnica, a fin de poder regatear sus mercancías a la sombra del Frente Popular”. Y en segundo lugar, que él presenta como “el ejemplo histórico más grande del Frente Popular”, Rusia de febrero a octubre de 1917. He allí donde se encontrará el precedente bolchevique sobre esta cuestión.

Ahora bien, tenemos muy poco tiempo, así que quisiera concentrarme en los puntos fundamentales. Y creo el más importante a señalar es que el dar apoyo electoral a los llamados “partidos obreros del frente popular” es, en realidad, una política de apoyo crítico ―mal llamado “apoyo crítico”― a los frentes populares por parte de los reformistas y centristas que se reclaman de la tradición trotskista. En otras palabras, quieren dar “apoyo crítico” al frente popular sin cruzar la línea de clase en forma abierta, directa e innegable, así que dan “apoyo crítico” a los partidos obreros del frente popular. En efecto, esta política llama a los obreros a poner una formación política burguesa en el gobierno. Exige votar por los partidos de masas del frente popular. En muchos casos hasta el 95 por ciento de todos los votos por el frente popular son votos por los partidos obreros del frente popular. Este fue el caso de Chile en 1970, de Francia a principios de los años 70 y, en el ejemplo clásico, de España, donde Trotsky se refería constantemente al componente burgués del Frente Popular como “la sombra de la burguesía”. Y, como dijo Trotsky de la política frentepopulista del POUM, “No puede haber crimen más grave que la coalición con la burguesía en un período de revolución socialista.” [“No greater crime”, en The Spanish Revolution (1931-39)].

Ahora bien, para justificar esta política, los oportunistas frecuentemente esgrimen varios argumentos sofisticados esencialmente para negar que el frente popular es, en realidad, una formación política burguesa. Los mandelistas negaron que la Unión de la Izquierda francesa o el gobierno de la Unidad Popular encabezado por Allende en Chile fueran frentes populares, a fin de llevar a cabo su política de votar por los partidos obreros del frente popular. Recurren también a otro argumento, y es que el frente popular es fundamentalmente lo mismo que un partido laborista socialdemócrata en el poder, especialmente en un país imperialista. Al pasar por alto el carácter de clase capitalista del frente popular, les están diciendo a los trabajadores: “Miren, esta gente forma parte de nuestra clase y Uds. pueden exigirles todo. Ellos, por supuesto, son traidores y tratarán de negar las justas reivindicaciones de los trabajadores, pero en términos históricos pueden ir más allá de los límites del capitalismo para aplastar al fascismo, poner fin a la guerra imperialista, etc.” Este es el argumento empleado; pero en realidad el frente popular, por ser una formación burguesa, por ser su programa necesariamente el de los elementos más “moderados”, que son los componentes burgueses del frente popular, no puede ir más allá de los límites del capitalismo. Y al ayudar a poner en el poder al frente popular, aquellos que otorgan apoyo electoral a sus candidatos comparten la responsabilidad de colocar una barrera a la revolución y promover el triunfo de la reacción. Para nosotros es, pues, una cuestión central y no simplemente una maniobra táctica secundaria.

Esta ha sido una diferencia constante durante los últimos años entre nosotros y el Secretariado Unificado y entre nosotros y varios centristas. Pero ha adquirido especial importancia de nuevo a la luz del proyecto de unificación entre la tendencia espartaquista internacional y el Revolutionary Workers Party de Sri Lanka. En esta proyectada unificación, el terreno donde hay más discrepancias expresadas y pendientes es, según nosotros, precisamente sobre si jamás puede ser principista y correcto el dar apoyo electoral a partido alguno del frente popular. El camarada Robertson señaló en su carta al camarada Samarakkody la importancia central de plantear los criterios de clase y no simplemente criterios de tipo “progresista contra reaccionario”. Y en una carta suplementaria que escribí con el camarada Sharpe, acentuamos la importancia central que tiene para los trotskistas el que toda táctica electoral debe expresar el principio marxista fundamental de la independencia política del proletariado. Así que no quiero volver a esos puntos, sino hacer un par de observaciones adicionales.

La primera es sobre Rusia de 1917. Muchas veces aquellos que reivindican el apoyo electoral a los partidos obreros burgueses participantes en el frente popular citan el ejemplo de la consigna bolchevique, “Abajo los diez ministros capitalistas”. También es el caso del RWP, y pienso que este ejemplo es frecuentemente presentado como un argumento en contra de nosotros debido a un malentendido ―o, quizás, una tergiversación intencional― de lo que queremos decir al declarar que en un frente popular la contradicción al interior de los partidos obreros burgueses ha sido suprimida. A fines de los años 30, el entonces camarada Shachtman escribió un artículo sobre las elecciones españolas donde expresó muy claramente nuestro punto de vista al respecto. Dijo que cuando los partidos obreros entraron en el frente popular, “en términos políticos, se presentaron ante las masas en un mismo partido con la burguesía” [“The Spanish Elections and the People’s Front”, New Militant, 14 de marzo de 1936]. Subrayó y enfatizó esto. La consigna de los bolcheviques en 1917 era que si los mencheviques y los social revolucionarios de izquierda rompiesen con sus aliados burgueses en el Gobierno Provisional y con el cuerpo de oficiales de las FF.AA., y si formasen un gobierno basado en el Soviet, entonces los bolcheviques los apoyarían contra la reacción ― pero sólo entonces. Y eso expresa con exactitud nuestra política de oposición condicional a estos partidos reformistas y centristas en un frente popular: les decimos que si Uds. rompan con el frente popular, entonces podríamos considerar una política de apoyo crítico a su candidato, pero no antes.

Bien. La segunda observación es que ésta no fue una política constante de los bolcheviques. Cuando los mencheviques y Kerensky se pusieron a la cabeza de la reacción y de la represión reaccionaria, de julio a fines de agosto, los bolcheviques no propugnaron esta política. (1) [Los bolcheviques tampoco utilizaron esta táctica luego de obtener una mayoría en el Soviet de Petrogrado, a partir de mediados de septiembre.] Como dijo un camarada, “Cuando los comunistas tenemos un respaldo mayoritario entre los trabajadores o en los soviets, estamos incondicionalmente opuestos a coaliciones electorales con nadie.”

La tercera observación es la siguiente, camaradas: cuando Uds. van a votar o les dicen a los obreros que hacer al momento de votar, no se trata simplemente de una cuestión electoral. De esto saldrá un gobierno. Y un gobierno de frente popular burgués en un momento de ascenso de la clase obrera es un billete de entrada para el fascismo, es una receta de guerra imperialista. Si Uds. no les han advertido a los obreros de antemano que elegir al frente popular significa esto, Uds. son cómplices en el resultado. La tarea clave de los marxistas es preparar al proletariado para rechazar a los falsos amigos y reconocer a sus verdaderos enemigos.

Ahora bien, la Rusia de 1917 no era un caso de parlamentarismo burgués, pero [la cuestión de las coaliciones, del frentepopulismo, era de todas maneras una cuestión central. Y] si los bolcheviques hubieran vacilado ―bueno, en realidad, ellos sí claudicaron una vez y en otra casi lo hicieron― pero si ésa hubiera sido la política predominante, no hubiera habido Revolución de Octubre. (2)

Bien, dos puntos en forma rápida. Se dice frecuentemente que los trotskistas en los años 30 en Francia no tenían nuestra política. Indudablemente se comentará este punto durante la discusión. Pero quisiera llamar la atención a la forma en que Trotsky formulaba la cuestión en 1921 en sus mensajes al partido francés [ver “On the United Front”, en The First Five Years of the Comintern, Tomo 2]. Dijo que si (de nuevo lo presenta como condición preliminar) los Disidentes consentían en romper el Bloque de Izquierda con la burguesía, entonces podríamos hablar de tácticas de frente unido con el Partido Comunista. Pero sólo bajo esas condiciones.

Y al final, explícitamente sobre el RWP: lo que encontramos más inquietante y lo que constituye una posible abertura en su propia política, es la contradicción entre su línea, o sea su línea declarada, de querer dar apoyo electoral a los partidos obreros del frente popular por un lado, y por otro el haber tomado el paso necesario para todo bolchevique de votar en contra del gobierno burgués del frente popular. Ahora bien, pueden haber cuestiones de táctica, pero para todo verdadero bolchevique o trotskista era obligatorio el voto que derribó el gobierno de coalición de Bandaranaike [del Sri Lanka Freedom Party y el Lanka Samasamaja Party ex-trotskista] en 1964. Y consideramos ese acto valioso uno que podemos defender, uno que hemos reclamado como nuestro en algunos de los documentos preparatorios de esta conferencia. Consideramos ese acto en contradicción con sus posiciones actuales, o con aquellas expresadas en su última carta sobre el tema.

Presentación por Robertson

En 1966, en representación de la Spartacist League de los Estados Unidos, intenté hacer una declaración a una conferencia internacional [la Conferencia de Londres del Comité Internacional de Healy], una declaración comparable en su falta de popularidad a la que el camarada Edmund [Samarakkody] acaba de hacer (risas). Confiamos que la secuela sea cualitativamente diferente (risas). Ahora sería el momento apropiado para revelar el codicilo secreto a los artículos del acuerdo preparado en Sri Lanka hace un par de meses. Acordamos entregar al RWP los nombres de nuestros oportunistas si ellos nos daban los nombres de sus sectarios (risas).

Bien, mis comentarios pueden ser subsumidos en forma general bajo el título de “Coalicionismo electoral y los comunistas”, como yo lo llamo. Primero quisiera tocar un punto que tiene que ser debatido en el Comité Ejecutivo Internacional entrante, pero me gustaría delinear un punto de vista en una o dos frases. Como les es perfectamente claro a todos los que han escuchado al camarada Samarakkody, en todo sentido subjetivo [él expresó] una hostilidad y oposición intensas a los gobiernos de frente popular en Sri Lanka. El punto en cuestión reside en realidad en la relación entre el LSSP-R, ahora el RWP, y el LSSP. Fue declarado en forma explícita que la razón por la cual el RWP se arrepintió, alrededor de 1972, de su voto que contribuyó a la caída del gobierno de frente popular fue que ellos querían en ese entonces dirigirse nuevamente al LSSP.

Ahora bien, en cierto sentido la experiencia del frentepopulismo en Sri Lanka ha sido químicamente pura como no lo fue ni en Chile, ni España, ni Francia. Porque el frente popular en Sri Lanka tuvo la posibilidad de prolongarse más y más hasta disiparse por su propio impulso sin ser desplazado por los generales contrarrevolucionarios o los fascistas internos o extranjeros. El Sri Lanka Freedom Party está, al momento por lo menos, desacreditado; pero el Partido Comunista está fuertemente dañado y el LSSP es un cadáver ― ¡está muerto! Su base sindical está desintegrada, ha perdido la juventud, las mujeres; los tamiles lo odian como un partido chauvinista de la nación opresora. Y el LSSP-R, hoy RWP, se ató al LSSP ―que es un cadáver― se le ve como una escisión de izquierda del LSSP pero todavía dentro de su órbita ―parte de “los viejos” del LSSP― lo mejor de la canalla. ¿Adónde se han ido los elementos subjetivamente revolucionarios de Sri Lanka? Me veo obligado a informarles que en Ceilán, donde los trotskistas solían ser preponderantes sobre los estalinistas, son los estalinistas los que han ganado por el momento. La juventud de los partidos estalinistas, atraída por el maoísmo, rompió con ellos y constituyó los cuadros fundadores del JVP [Janatha Vimukthi Peramuna ― Frente de Liberación Popular]. Bien, sabemos que el JVP no es sino los frentepopulistas con fusil, muy parecidos a los miristas de Chile. Pero sucede que tienen unos 20.000 jóvenes, hombres y mujeres, que son militantes ceilaneses más o menos revolucionarios subjetivamente. No hay ningún joven, mujer o tamil rondando al hedor a muerte del LSSP. El JVP tiene la fama en Sri Lanka de oposición intransigente al frente popular. Ellos tienen 20.000 miembros, el RWP tiene 20 miembros, y ni una mujer ni un tamil. Esta es una cuestión que debe ser considerada en el Comité Ejecutivo Internacional.

No hay nada de especial, inventivo o extraordinariamente creativo marxísticamente en la posición defendida por la TEI. Estamos intentando simplemente aplicar al movimiento moderno la experiencia bolchevique desarrollada, sobre todo tal como se expresó en el período de febrero a octubre de 1917. Y ni tan tarde como en 1917; básicamente [nuestra política] se remonta a los escritos de Luxemburgo sobre el coalicionismo en la Segunda Internacional a principios del siglo. Por supuesto al Socialist Workers Party norteamericano le gusta señalar que el coalicionismo no es el frentepopulismo a menos que los estalinistas estén presentes en la coalición. Alrededor de 1905 Uds. pueden encontrar una posición muy parcial de Lenin, cuando los bolcheviques luchaban todavía por un partido obrero unido en Rusia. A Shachtman en su último período, cuando ya era un anticamarada, le gustaba citar una de estas posiciones: “Bueno, donde los bolcheviques están en la mayoría nos opondremos al Partido Cadete. Donde los mencheviques estén en la mayoría, los bolcheviques apoyarán lealmente a los miembros cadetes de la Duma.” (3) Esto, junto con la cuestión organizativa entre otras, indica que la evolución de la fracción bolchevique de revolucionarios socialdemócratas en el Partido Bolchevique de comunistas fue un proceso de toda una década.

Para terminar, déjenme asustarlos con algo que se me acaba de ocurrir. Si no tuviéramos esta política de oposición a los frentes populares ya todo apoyo electoral a cualquier ala de un frente popular, creo que nuestro lugar estaría en el ala izquierda de la mayoría mandelista del SU [de su Internacional 2 ½]. Pero somos gente seria y tenemos toda intención de llevar hasta el final la lógica de nuestra posición.

Sumario por Norden

Los camaradas del RWP o más precisamente el camarada Samarakkody en sus cartas a la Spartacist League/U.S., reproducidas en nuestro boletín interno, ha dicho que el frente popular es un gobierno biclasista. No hay gobiernos biclasistas. Como dijo Trotsky, “un hombre a caballo no es un bloque entre el hombre y el caballo”. Una clase está al mando, y en el frente popular es la burguesía. En segundo lugar, para aquellos que se oponen sinceramente al frentepopulismo, el apoyo electoral a los partidos obreros del frente popular no es una táctica. Es el seguidismo camuflado de táctica.

Trotsky tenía una expresión feliz sobre táctica. Decía, “No basta con tener una espada. Hay que afilarla. No basta con afilar la espada. Hay que saber manejarla” [“On the United Front”]. Las tácticas deben explotar las contradicciones. Así los centristas les dicen a los partidos obreros del frente popular: “¡Rompan con la burguesía! ¡Rompan con los heraldos del fascismo y la guerra imperialista! Si rompen, les brindaremos nuestro apoyo ― y si no, ¡les apoyaremos de toda forma!” ¡Esa no es ninguna táctica! Nosotros estamos a favor de las tácticas.

Un camarada mencionó que en las elecciones parlamentarias francesas en 1936 [uno de los grupos franceses que se reclamaban del movimiento por la IV Internacional] mantuvo candidatos trotskistas en los distritos donde el candidato del PC o del PS retiró su candidatura en favor de un radical. Esta es una táctica concebible, que no implica necesariamente el apoyo crítico a los partidos obreros del frente popular. De hecho, la posición de los trotskistas franceses en 1935 fue precisamente esta. Llamaron a presentar candidatos en tales circunstancias, y no dieron apoyo crítico a ninguno de los partidos del frente popular. Se trató de las elecciones municipales de 1935. (4)

Buscamos formas de expresar nuestra oposición al frentepopulismo de manera que le dé eficacia táctica. Así en una elección llevada a cabo en el Canadá hace algún tiempo, formulamos por primera vez la táctica de la oposición condicional. (5) Con tanto afán la perseguimos que fuimos en busca de un parlamentario del NDP en Thunder Bay, Canadá, para ver si estaba dispuesto a votar contra la coalición.

Nuestras tácticas deben expresar nuestra estrategia. Nuestra estrategia es la oposición al frentepopulismo. Un camarada ha hecho una buena pregunta retórica: “¿Qué se hace cuando sólo hay un candidato del frente popular? No se puede ni siquiera distinguir entre los candidatos obreros y burgueses del frente popular, porque son los mismos”. (6) Además, en el parlamento no se puede votar por las resoluciones de los partidos obreros del frente popular porque sólo hay una resolución: la del gobierno, y es el gobierno del frente popular ― a favor o en contra.

Esta es la realidad, porque lo que las masas enfrentan en la lucha diaria es un frente popular. Es un gobierno burgués, no una hidra.

Otra objeción frecuente a nuestra política de oposición proletaria al frente popular es la acusación de que ésta ayuda a la derecha. Pero hasta el momento en que estamos listos a derrocar al gobierno existente, toda clase de oposición al frente popular en el poder es expuesta al ataque de ayudar a la derecha. Piensen en las jornadas de mayo en Barcelona.

Ahora quisiera decir algo sobre una pequeña investigación histórica que estoy haciendo sobre la cuestión del frente popular en los años 30. El GBL francés (Groupe Bolchévik-Léniniste) en las elecciones de 1936 tenía la posición de apoyar a los socialdemócratas o estalinistas en aquellas circunscripciones donde no presentó candidatos propios. Luego de la Segunda Guerra Mundial, esto fue tomado hasta cierto punto como un precedente. Está muy lejos de ser el único precedente en la historia del movimiento trotskista. En 1942, el POR (Partido Obrero Revolucionario) chileno presentó un candidato para la presidencia en oposición al frente popular. Y en 1948 los trotskistas italianos se opusieron a todo voto por el frente popular ― por lo que les criticó Pablo.

¿Cuál fue, entonces, la situación en 1936? En primer lugar, nadie prestó la más mínima atención a esta cuestión. En el boletín interno de la GBL francesa hay una frase sobre su política electoral ―y dos páginas de discusión en un boletín posterior― en comparación con más de cien páginas sobre la ruptura con el grupo de Molinier. Ni se menciona la política de la GBL en los números de Lutte Ouvrière posteriores a junio de 1936. A esta cuestión no le dieron importancia. Ni siquiera estoy seguro de que Trotsky haya sabido cual era la política de la GBL; es posible, pero no queda claro. Estuve leyendo los documentos en los archivos [de Trotsky en Harvard University], y se ve que Trotsky marca todo con grandes letras, poniendo puntos de exclamación triples cada vez que Vereecken abre la boca. Pero no hay ninguna anotación en su copia [del boletín interno de la GBL sobre la política electoral].

¿Por qué? La razón es que la verdadera política de los trotskistas franceses ―y la política fundamental de Trotsky en ese entonces― era “¡No el Frente Popular sino comités de acción!” He aquí lo que el Comité Central [de la GBL] le dijo a un partidario de votar por todos los candidatos del frente popular: “Hay que entender la totalidad de la moción del CC sobre las elecciones. Es lo siguiente: debemos explicarles a los proletarios que su destino no será decidido en el terreno parlamentario. Los llamamos a luchar por la revolución en otro terreno y es por eso que las cuestiones de retirar candidatos tienen un aspecto absolutamente secundario” [GBL, Bulletin Intérieur No. 14, 24 de abril de 1936]. Trotsky pensó que iba a haber una revolución ― “La Revolución Francesa Ha Comenzado”, ¿recuerdan? Y su política era “Soviets en todas partes” ― eso es lo que dijo el primer número de su periódico en junio de 1936. Y así hicieron los trotskistas franceses ― su principal consigna fue, “No al cretinismo electoral”; no se puede aplastar a los fascistas en el parlamento, hay que tener milicias obreras. Y pusieron manos a la obra, formando milicias obreras. Esa fue su verdadera política.

En segundo lugar, creo que hay una explicación de porqué tenían lo que en nuestra opinión era una política equivocada, o sea, el llamar a votar por los partidos obreros del frente popular. En Francia todas las tres fracciones del partido francés tenían una línea blanda frente al Partido Socialista ― donde habían estado y que no querían abandonar [y esto influyó en su política para con el frente popular (7)]. Inmediatamente después dela formación del Frente Popular en mayo de 1935, Trotsky envió una carta al Secretariado Internacional arguyendo que luego del pacto entre Stalin y Laval, los bolcheviques-leninistas no podían permanecer más en el SFIO y tenían que prepararse para una existencia independiente [“Es necesario un nuevo giro”, en Escritos de León Trotsky (1934-35), Tomo VI, Vol. 2]. Molinier sostuvo que sería un crimen abandonar el Partido Socialista. Pero todas las tres fracciones del partido francés estaban rogando a ser readmitidas en el Partido Socialista luego de su expulsión. Les costó seis meses la mera aprobación de una resolución por una política agresiva hacia el Partido Socialista (8). Ese es el contexto ― no era solamente Molinier, sino todas las fracciones del partido francés, quienes tenían una línea blanda hacia el frente popular.

Quiero enfatizar adonde lleva todo esto. A España. Una de las cosas que me llamaron la atención en mi investigación fue como todo en los periódicos trotskistas norteamericanos, franceses y belgas durante 1936-37 trataba de España. No hay casi nada en los periódicos franceses sobre Francia luego de junio de 1936. Y todas las fracciones del partido francés, además de Vereecken y Sneevliet, pensaron que Trotsky tenía una posición sectaria sobre España y que el Secretariado Internacional tenía una política criminalmente sectaria sobre España, porque el S.I. reivindicaba la formación de un partido bolchevique independiente en España y decía que la política de Nin de apoyo al frente popular era un crimen. Casi todos en Europa, con la excepción del Secretariado Internacional, pensaron que Trotsky estaba equivocado. (A propósito, Shachtman tuvo un papel directivo en el Secretariado Internacional en este período.) Trotsky tuvo que llamar al orden no sólo al grupo Molinier, sino a sus propios partidarios por haber publicado artículos alabando al POUM (9). Vereecken dijo que la gente que apoyaba la posición de Trotsky en España era “una banda de aventureros y arribistas”.

Hay una lógica en todo esto: porque su política era una de apoyo crítico a los partidos obreros del frente popular, porque tenían una línea blanda hacia el frente popular, ellos dijeron ―bueno, el POUM entró en el frente popular, desafortunadamente eso fue un error, pero un error no es un crimen. Y esto llevó a la situación siguiente: En España habían dos grupos trotskistas en 1937 ―uno que apoyaba a Trotsky y al Secretariado Internacional, y otro dirigido por un camarada Fosco que apoyaba a Molinier y Vereecken. Durante las jornadas de mayo de 1937, el grupo del S.I. publicó el famoso volante que decía “Por un gobierno revolucionario, tomad el poder”. El grupo molinierista no publicó ningún volante porque no querían contraponerse al POUM y al Frente Popular. Pues ellos sabían, habiendo hablado con los dirigentes del POUM, que el POUM iba a llamar a los obreros a retirarse porque su insurrección amenazaba al gobierno de frente popular (10) Le dieron “apoyo crítico” al partido obrero del frente popular al actuar de rompehuelgas de una revolución en potencia. Eso es, en última instancia, de lo que se trata. Así que ya hemos tenido esa experiencia. No es sólo el POUM, los frentepopulistas declarados, quienes traicionan, sino también los centristas que tratan de reducir cuestiones de principio a meras tácticas y quienes pueden terminar apoyando la peor traición.

Sumario por Robertson

Hay un problema con calificar de Oehlerista la posición de la TEI sobre los frentes populares; es decir, se considera, al menos vulgarmente, que ser derechista es más astuto que ser de izquierdas. Pues, hay una dificultad en tomar la Segunda Internacional como una abstracción. La Segunda Internacional dio a luz, de 1917 a 1919, una Internacional Comunista relativamente loable. Cabe presumir que uno debía tener algo que ver con eso antes de y durante este período. Pero la Segunda Internacional en el período de los años 20 era moribunda, derechista y en su mayor parte [abiertamente] en los brazos de la burguesía. Sin embargo, la Gran Depresión, el auge del fascismo y el giro derechista de la Internacional Comunista precipitaron un nuevo desarrollo de izquierdas dentro de los partidos de la Segunda Internacional a principios de los años 30. Es equivocado tener una táctica invariable hacia el Partido Socialista durante estos tres períodos como harían algunos camaradas. No sólo sería indiferente ante la cuestión de la oportunidad revolucionaria en contra de la traición, ni siquiera es inteligente.

Entonces, con respecto al JVP, se trata de cómo se percibe al JVP y no de lo que es. Se le ve al JVP en esa isla como una oposición combativa, aunque insurreccional, que lucha en serio. Lo hemos comparado con el MIR chileno, que no es, por supuesto, ninguna alabanza al JVP ― ellos preparan simplemente una versión nueva del frente popular. Pero, según la evidencia con que contamos, se ve al LSSP-R ―ahora el RWP― como nada más que la extrema izquierda ―con un espinazo principista― del viejo LSSP. Y el hecho es que el trotskismo en Ceilán, que solía ser predominante entre los obreros, hoy es sobrepasado por un factor de millares.

El camarada Norden hizo una excelente investigación sobre una situación muy confusa en la sección francesa a mediados de los años 30. Ante estas complicaciones, yo tomé una ruta distinta. La organización trotskista norteamericana estaba entera, un portavoz principal de Trotsky, y obraba bajo condiciones puramente parlamentarias en ese período. Así que escogí a los trotskistas norteamericanos como modelo de lo que Trotsky y la IV Internacional querían decir [en forma general] en ese entonces.

El frentepopulismo existió en los Estados Unidos a fines de la década de los 30 en la forma de las candidaturas de Roosevelt para presidente y de La Guardia para alcalde de Nueva York. En 1936 los burócratas sindicales, los socialdemócratas, los estalinistas y los demócratas burgueses inventaron un partido obrero nuevo, el American Labor Party. Este partido fue creado con el objeto de atraer unos cientos de miles de votos claves en el estado de Nueva York al campo Demócrata. Frente a este experimento y toda candidatura del PC y del PS después de la escisión, los trotskistas mantenían una oposición central e implacable en nombre de la oposición al frente popular y todo partido que apoyara al frente popular. Tanto fue así que hasta ese entonces los trotskistas habían pasado por alto la política electoral. Pero enfrentados con la cuestión del frente popular, el SWP se vio obligado a presentar por primera vez candidaturas propias a fin de subrayar su oposición electoral al frentepopulismo. Y ellos eran los porta voces de Trotsky.

NOTAS

(1) Como escribió Trotsky, “La consigna ‘El poder a los Soviets’ suponía, para lo sucesivo, el levantamiento armado contra el Gobierno y aquellas pandillas militares que éste tenía detrás. Pero hubiera sido a todas luces absurdo provocar la insurrección con el lema ‘El Poder a los Soviets’ cuando esos Soviets empezaban por no querer ese poder.” (La historia de la Revolución rusa, Tomo II, “Los bolcheviques y los sóviets”).

(2) Antes del regreso de Lenin a Rusia en abril, Pravda bajo la dirección de Kamenev y Stalin asumió una política de apoyo condicional al gobierno de coalición de Lvov (el notorio apoyo “en tanto que…”). Lenin tuvo que llevar a cabo una lucha encarnizada contra tal política, considerándola una diferencia de principios. Y en octubre, Zinoviev y Kamenev se oponían a tomar el poder sin una coalición con los mencheviques y los social revolucionarios, quienes a su vez estaban atados a un “frente popular” con Kerensky, Kornilov y los Cadetes. Una vez más Lenin amenazó con la escisión. Lejos de dar cualquier apoyo político, por crítico que sea, a la coalición, la estrategia de Lenin desde abril hasta la insurrección de Octubre fue precisamente la de luchar por el derrocamiento del frente popular por los soviets.

(3) En 1957 Shachtman se preparaba a liquidar su Independent Socialist League en la socialdemocracia norteamericana. Para justificar la entrada a un partido que apoyaba a los Demócratas, él remarcó que en 1906 Lenin era partidario de mantener la unidad con los mencheviques, aun cuando los mencheviques querían formar un bloque con los Cadetes burgueses en las elecciones a la Segunda Duma del Estado. En el artículo citado por Shachtman, “Party Discipline and the Fight against the Pro-Cadet Social-Democrats” (Collected Works, Tomo 11), Lenin declara que, “La admisión de bloques con los Cadetes es el toque final que marca definitivamente a los mencheviques como el ala oportunista del partido obrero.” Lenin llamaba a “la lucha ideológica más amplia y sin tregua” contra “estas tácticas vergonzosas de bloques con los Cadetes”. Sin embargo, añadía Lenin, si la posición menchevique llegara a ser la línea del partido, “todos nosotros, como miembros del Partido, debemos actuar como un sólo hombre. Un bolchevique en Odessa debe poner en la urna una papeleta llevando el nombre de un Cadete aunque le enferme. Y un menchevique en Moscú debe poner su voto sólo con los nombres de socialdemócratas aunque su alma clame por los Cadetes.”

(4) La otra mitad de su política “electoral” era llamar a una movilización obrera el día de la votación para dispersar una manifestación reaccionaria fijada para tal día (La Vérité, 10 de mayo de 1935).

(5) En 1974, cuando el New Democratic Party socialdemócrata se presentaba en una coalición tácita con los liberales, escribimos: “La Spartacist League reivindica una política de oposición condicional al NDP en las elecciones actuales hasta que el NDP repudie su práctica previa de entrar en coaliciones tácitas con los liberales…. Militantes sindicales canadienses deben emprender la lucha para que sus sindicatos exijan que el NDP repudie su práctica previa de coalicionismo como requisito para obtener el apoyo del movimiento laboral en las elecciones. Sólo aquellos candidatos del NDP que repudien y prometan votar en contra de la ‘coalición de pasillos’ NDP-Liberal deberán recibir el apoyo sindical en los comicios actuales. Mientras el NDP sigue dependiendo de los sindicatos para apoyo financiero y electoral, su práctica de coalicionismo socava el mismo principio de la acción política obrera independiente” (véase “NDP Must Break With Liberals”, Workers Vanguard No. 47, 21 de junio de 1974)

(6) Esto fue la situación en las elecciones de febrero de 1936 en España, donde el Frente Popular presentó una lista única; así fue también cuando Allende se presentó como candidato para la presidencia chilena en 1970, y Mitterrand para la presidencia francesa en 1974. La respuesta de los partidarios de votar por los partidos obreros del frente popular es de inventar distinciones artificiales. En las elecciones francesas de 1974, la OCI (Organisation Communiste Internationaliste de Pierre Lambert) llamó a votar no por Mitterrand, candidato de la Unión de Izquierda, sino por Mitterrand, primer secretario del Partido Socialista, una organización obrera. El PS, sin embargo, le había retirado de su cargo de primer secretario con el fin preciso de hacer más aceptable como candidato del frente popular a este antiguo político burgués de larga trayectoria.

(7) Por ejemplo, La Vérité del 2 de noviembre de 1934 tenía un titular de primera plana, “¿Frente Popular? Sí, pero de lucha”. Y otra vez, luego de las elecciones municipales, “El Frente Popular debe actuar” (La Vérité, 31 de mayo de 1935).

(8) Véase “The Mass Paper” de Erwin Wolf (un panfleto escrito bajo el seudónimo de Nicolle Braun, traducido en The Crisis of the French Section [1935-36] por León Trotsky).

(9) Por ejemplo, Lutte Ouvrière del 15 de agosto de 1936 decía que, “Sólo el POUM de todos los partidos tradicionales está levantando consignas conmensurables con la situación y de contenido clasista.”

(10) Ver Los Amigos de Durruti, los trotsquistas y los sucesos de mayo, Frank Mintz y Miguel Peciña (Madrid, 1978).

FT (LER-QI) e sua ruptura incompleta com o morenismo

Fração Trotskista (LER-QI) e sua ruptura incompleta com o morenismo
Sobre blocos oportunistas e “instrumentos desafinados” pablistas
 
Por Rodolfo Kaleb, maio de 2013
 
A Fração Trotskista – Quarta Internacional (FT-QI) é a organização internacional impulsionada pelo PTS argentino e da qual a LER-QI é a seção brasileira. Ao longo dos anos, ela se moveu para a esquerda com relação às suas origens na corrente política ultraoportunista de Nahuel Moreno, da qual se separou em 1988. A FT-QI desenvolveu gradualmente uma crítica à tradição morenista, desassociando-se formalmente do legado de Moreno, assim como de muitas de suas posições.
Devido à completa confusão que prevaleceu dentro do movimento trotskista, Moreno se alinhou em certo momento dos anos 1950 com as forças antirrevisionistas que combatiam a destruição da Quarta Internacional por Michel Pablo. Mas o morenismo refletiu historicamente uma variante particularmente à direita do pablismo.
 
Impactados pela enormidade das tarefas históricas colocadas diante das pequenas forças do movimento trotskista, os pablistas originais buscaram substitutos em movimentos e lideranças oportunistas e traidoras do movimento de massas. Eles esperavam que as “forças objetivas”, auxiliadas pela sua ação, fossem tornar esses agrupamentos aptos para as tarefas da revolução socialista. Isso os levou a inúmeras capitulações a essas mesmas forças, na esperança de “empurrá-las para a esquerda”. Se afastando da concepção leninista clássica, de que as organizações oportunistas são um dos maiores empecilhos para que o proletariado atinja sua consciência de classe, os pablistas passaram a ver tais forças como “instrumentos desafinados”, que apenas precisavam de uma “afinação” (promovida pelos pablistas) para que levassem a classe trabalhadora a uma vitória revolucionária.
 
Ao longo das décadas, a corrente de Moreno também se adaptou a muitos movimentos maiores que temporariamente tinham apoio das massas, desde o movimento peronista na Argentina, passando por correntes stalinistas como os maoístas e castristas nos anos 60, várias frentes populares na Europa e na América Latina, até os movimentos contrarrevolucionários que restauraram o capitalismo nos países do bloco soviético. Essas práticas oportunistas receberam uma racionalização por Moreno, que ressuscitou uma variante da teoria etapista de “revolução democrática” (e não apenas nos países de desenvolvimento capitalista tardio, mas de uma forma geral) [1].
 
A renúncia à teoria morenista da “revolução democrática” permitiu que a FT-QI se distanciasse de algumas políticas mais à direita de Moreno, mas ela reteve o seu impulso essencialmente pablista sobre a questão do partido. Enquanto não apoia heróis pablistas típicos, como fez Moreno em seu tempo, a FT-QI aparentemente redirecionou seus esforços para a tentativa similarmente utópica de “afinar” os “instrumentos desafinados” que são os próprios pablistas, morenistas e outras correntes revisionistas.


Argentina: uma frente “revolucionária” de capitulação ao centrismo
 
Desde 2011, a LER-QI vem convidando os morenistas do PSTU (a maior corrente que reivindica o trotskismo no Brasil) a formar uma frente para concorrer às eleições burguesas. Ela tem feito recorrentes chamados pela construção, no Brasil, de uma frente nos mesmos moldes da que o PTS (principal seção da FT-QI) compôs na Argentina em 2011. A LER-QI fez a seguinte descrição dessa frente eleitoral:
 
“Na Argentina, ano passado, a esquerda classista se unificou numa frente eleitoral a partir do elemento central da independência política dos trabalhadores diante de todas as frações burguesas. A partir de um chamado firme do PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas) ao PO (Partido Obrero) e às demais organizações que se colocam no campo da independência de classe, organizou-se a FIT ― Frente de Esquerda dos Trabalhadores (FIT em castelhano), integrada pelo PTS, PO e IS (Esquerda Socialista), que contou posteriormente com o apoio do PSTU argentino (da mesma tendência internacional do PSTU)…
 
“Este é um exemplo de primeira ordem para os revolucionários brasileiros, e acreditamos que deveria ser do interesse dos militantes do PSTU, pois aqui podemos ver sem sombras de dúvida como uma frente eleitoral principista ― classista e revolucionária ― pode ser constituída em base a princípios, programa, táticas e estratégia proletária, contribuindo efetivamente ― ainda que minoritariamente ― para constituir uma vanguarda forjada na independência de classe e na preparação para a luta revolucionária, não apenas em luta política contra os capitalistas, mas também contra as organizações e partidos reformistas ou centro-esquerdistas, ou seja, partidos que se dizem de esquerda, mas primam pela conciliação entre frações burguesas e as massas…”
 
O Mau Exemplo que Vem de Belém, julho de 2012. Disponível em:
 
A FT-QI sustenta que o PO argentino (associado ao dirigente Jorge Altamira), assim como o PSTU brasileiro, é uma corrente centrista, entendendo-a enquanto um obstáculo na luta para que o proletariado e os oprimidos em geral adquiram uma consciência revolucionária. Apesar dessa caracterização, a FT-QI busca se aliar programaticamente com essas correntes maiores e, no caso da FIT argentina, apresentou os revisionistas como fazendo parte de uma iniciativa supostamente “principista – classista e revolucionária”, como capazes de defender “princípios, programa, táticas e estratégia proletária”, e “contribuindo efetivamente para constituir uma vanguarda forjada na independência de classe e na preparação para a luta revolucionária”. Será mesmo?
 
A Fração Trotskista diz combater a posição oportunista do Partido Obrero de apoio a candidaturas de colaboração com a burguesia. O PO apoiou, por exemplo, a candidatura burguesa de Evo Morales na Bolívia em 2005 (como a própria FT-QI denunciou na época). Mas se é assim, como o PO poderia supostamente “constituir uma vanguarda forjada naindependência de classe e na preparação para a luta revolucionária”? Os altamiristas teriam modificado suas posições e feito autocrítica de suas capitulações? De forma alguma.
 
Para a Fração Trotskista, o papel supostamente “revolucionário” cumprido pela FIT não seria abalado pelos seus componentes centristas, o que inclui também a corrente morenista Esquerda Socialista (IS). Mas os fatos são como crianças teimosas. Nas eleições de 2011, Jorge Altamira, principal dirigente do PO e candidato a presidente pela Frente, concedeu uma entrevista a um jornal argentino no qual falou sobre a FIT da seguinte maneira:
 
“[Entrevistador] Quais são as expectativas que tem a Frente de Esquerda e dos Trabalhadores (FIT) para essas eleições?
 
“[Altamira] Nossa expectativa é conseguir um bloco de esquerda no Congresso Nacional e modificar com ele a agenda política e social do país, e desenvolver uma perspectiva de poder.” (ênfase nossa)
“[Entrevistador] Quais são as medidas que impulsarão no caso de se tornarem governo?
 
“[Altamira] Pôr fim à intervenção oficial na ANSES [Administração Nacional de Seguro Social] para que seja dirigida por representantes eleitos por aposentados e trabalhadores. Desse modo, acabaria seu esvaziamento forçado para pagar a dívida externa e financiar a fuga de capitais. Também estabelecer um salário mínimo igual ao custo do gasto familiar e acabar com o trabalho precário — este último assegurando o convênio coletivo à atividade. Outro ponto é renacionalizar o petróleo, que é a única forma de fechar a porta à saída de recursos para os acionistas do exterior e o grupo de ‘amigos’ instalado na YPF-Repsol, e terminar com o esgotamento das reservas comprovadas de combustíveis. Derrubar os impostos ao consumo (IVA) e financiar o Estado com impostos diretos.”
 
Blaquier y los K, outubro de 2011. Disponível, em espanhol, em:
 
A concepção de Altamira de usar uma frente eleitoral de esquerda para desenvolver uma “perspectiva de poder” por dentro do Estado burguês e “modificar a agenda política e social do país” não era uma exceção pontual, um mero descuido. O candidato a presidente da FIT não via a frente segundo a tradição bolchevique de campanhas eleitorais ― tribunas de denúncia do caráter de classe da democracia burguesa e do capitalismo, espaço de propaganda contra as ilusões de que mudanças sociais significativas podem se dar através das eleições burguesas. Pelo contrário, ele reproduziu uma contradição típica do discurso centrista ao defender um programa de grandes reformas por dentro do Estado burguês.
 
E diante dessa posição de Altamira e do PO, onde ficou a FT-QI? Não vimos, nos inúmeros elogios que a LER-QI fez à FIT desde 2011, nenhuma consideração a respeito desse desvio político do candidato a presidente da Frente. No mesmo artigo citado anteriormente, além de considerar a FIT como “revolucionária” e possuindo uma “estratégia proletária” (por dentro do Estado burguês?), a LER-QI afirmou que “A FIT realizou uma grande e exemplar campanha eleitoral em 19 estados do país”. É esse o conceito da LER-QI de uma “campanha exemplar”? Essa concepção certamente é bastante diferente do legado comunista de Lenin e Trotsky. As Teses do Segundo Congresso da Internacional Comunista defenderam que:
 
“(11) A tribuna do Parlamento burguês é um desses pontos de apoio secundários. Não se pode invocar contra a ação parlamentar a qualidade burguesa da instituição mesma. O Partido Comunista entra nele não para desenvolver uma ação orgânica, mas para solapar do interior a máquina governamental e o Parlamento.”
“(14) A campanha eleitoral em si mesma deve ser conduzida não no sentido da obtenção do máximo de mandatos parlamentares, mas no sentido da mobilização das massas a partir das palavras de ordem da revolução proletária.”
 
Em uma ocasião posterior não relacionada, a FT-QI criticou o PO por sua posição de que a vitória eleitoral de uma coalizão de esquerda pudesse representar uma perspectiva de poder para os trabalhadores. Na Grécia, onde o PO alimentou ilusões de que um governo da organização de esquerda Syriza seria um “governo de trabalhadores” eleito pelo voto por dentro do Estado burguês, o PTS apontou que:
 
“Ao não existirem organismos das massas na luta que tendam a criar um duplo poder, este chamado do PO apela à vontade da direção da Syriza para que ‘impulsione’ um governo de trabalhadores, o qual, longe de combater o reformismo e pacifismo, fortalece as ilusões parlamentaristas alimentadas por esta centro-esquerda.”
“O chamado a um eventual ‘governo de esquerda’ encabeçado pela Syriza, longe de contribuir para que setores dos trabalhadores e jovens avancem para tirar as conclusões de que o único programa para enfrentar o ajuste é um programa anticapitalista e revolucionário, alimenta as ilusões de que é possível uma saída parlamentar e pacífica à crise, sem enfrentar as instituições imperialistas como a UE nem atacar os interesses dos capitalistas.”
 
Los revolucionarios y la cuestión del ‘gobierno de izquierda’, junho de 2012. Disponível, em espanhol, em:
 
No entanto, quando Altamira e o PO cometeram o mesmo oportunismo em casa, na Argentina, a Fração Trotskista não estava propriamente numa posição onde mantinha as mãos livres para criticá-los, mas sim conformando a própria frente a que Altamira se referia. E então esse mesmo oportunismo foi considerado como parte de uma “campanha exemplar” que contribui para a “preparação da luta revolucionária”. Na verdade, alimentou as mesmas “ilusões de que é possível uma saída parlamentar e pacífica à crise”.
 
A Fração Trotskista poderia objetar que não tem nenhum compromisso com o que Altamira escreveu ou disse na imprensa, como principal porta-voz e candidato de sua frente conjunta, mesmo quando falando em nome da FIT. Mas levadas em consideração as devidas proporções, como isso se distingue das afirmações do PSTU brasileiro, por exemplo, de que na sua frente de Belém (com PSOL e PCdoB) eles mantinham sua “total independência”? Na época, a LER-QI afirmou que isso era “o direito de espernear” e zombou do PSTU dizendo que “chamam isso de ‘autonomia’ ou ‘independência’ do partido”.
 
Outros pontos no programa da FIT também representaram uma capitulação do PTS aos seus companheiros de viagem. Quando mencionou a conjuntura internacional, o programa da FIT proclamou:
 
“Na Líbia, a intervenção da OTAN tem como objetivo evitar a queda revolucionária de Kadafi e trata de intervir nesse país para conter o conjunto do processo desatado na região. Chamamos a apoiar o triunfo dessas revoluções que sacodem o mundo árabe. Diferenciamo-nos claramente dos falsos esquerdistas que apoiaram a intervenção imperialista da OTAN. Como também denunciamos os supostos anti-imperialistas como o castro-chavismo que fazem causa comum com os ditadores que massacram seus povos.” (ênfase nossa)
 
Declaración programática del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, agosto de 2011. Disponível, em espanhol, em:
 
O próprio PTS teve uma posição traiçoeira na Líbia, ao não defender na prática tomar o lado da nação oprimida (sem nenhum apoio político ao seu governo ditatorial burguês) contra a OTAN e seus aliados locais. Mas pelo menos o PTS não defendeu o triunfo da suposta “revolução” dos rebeldes aliados com a OTAN (a “tropa terrestre” dos imperialistas, como os classificou na época). [2] Já no programa da FIT, assinado e defendido pelo PTS, onde foram parar as suas críticas (ainda que inconsistentes) às posições dominantes na esquerda internacional de apoio aos rebeldes que recebiam auxílio direto da OTAN? Qual a importância de escrever dúzias de polêmicas contra essas correntes centristas maiores se, quando se tornam aliados de bloco, o PTS deixa de lado as suas visões para defender a mesma posição de apoio a uma “revolução” financiada, armada e com auxílio direto da intervenção militar da OTAN, ao mesmo tempo em que cinicamente diz ser “contra o imperialismo”?
 
Outros pontos do programa da Frente eram deliberadamente vagos, com o objetivo de abarcar as posições bastante divergentes dos seus componentes, como o que chama “Por um governo dos trabalhadores e do povo, imposto pela mobilização dos explorados e oprimidos”. É muito fácil proclamar a necessidade de um “governo de trabalhadores” – qualquer oportunista pode fazer isso dando a esse termo seu próprio significado, como já apontava Trotsky no Programa de Transição. Mas como esse governo seria construído e estabelecido? Em uma revolução em duas etapas, com uma primeira etapa “democrática”, como sugerem os morenistas? Ou ganhando assentos no parlamento burguês, como sugere o Partido Obrero? Ao defender a mesma proposição de “governo dos trabalhadores” lado a lado com o PO e os morenistas, a FT-QI ajudou a confundir a classe trabalhadora e a sua vanguarda.
 
A Fração Trotskista parece gostar de acreditar que, ao compor a FIT, estava diminuindo a distância entre si e PO. Em certo sentido tem razão, mas essa convergência não se dá sob um programa revolucionário, mas sob um acordo oportunista. A construção da FIT não foi o resultado de uma evolução à esquerda do PO, ou dos morenistas da Esquerda Socialista para convergir com o programa do PTS, mas sim de uma combinação sem princípios entre os programas desses grupos que, ao considerarem que seu bloco conjunto era “revolucionário”, estão implicitamente afirmando que suas divergências não são tão relevantes.
 
Os trotskistas, em sua luta pelo resgate dos princípios que tornaram possível a Revolução de Outubro, viam a necessidade fundamental de combater o centrismo e de manter contra ele uma intransigência programática, para o que é necessário manter as mãos livres. Ao defender que a FIT possui uma “estratégia revolucionária” apesar do caráter oportunista reconhecido de seus componentes, e ao apresenta-la muitas vezes de forma acrítica, a FT-QI está blindando o caráter oportunista do PO e IS diante da vanguarda da classe trabalhadora. E faz isso porque considera que essa Frente pode vir a ser um substituto suficiente (ainda que não perfeito) para o partido revolucionário.
 
Embora algumas vezes, perante a vanguarda, a FT-QI faça críticas corretas a essas organizações revisionistas, quando se dirige a um público mais amplo ela as deixa de lado em prol da ilusão de que é possível defender um programa político “revolucionário” em conjunto tais organizações. Assim, a Fração Trotskista secundariza, diante da perspectiva de uma união com os oportunistas, o papel de denunciar o centrismo que desvia o proletariado de uma consciência revolucionária. Por trás da sua Frente “revolucionária” se escondia a disposição da FT-QI em encobrir e colaborar com os centristas na sua esperança inócua, como nós demonstraremos, de aperfeiçoar tais “instrumentos desafinados” para a revolução.
 
FIT: um bloco oportunista com os “instrumentos desafinados”
 
Os companheiros da seção simpatizante da FT-QI na Alemanha, a Revolutionary Internationalist Organisation (RIO), disseram que a FIT não era um projeto de longa duração, e que também não implicava nenhum compromisso estratégico entre os seus integrantes:
 
“Outra característica importante para a formação da FIT é a questão de frentes eleitorais como uma frente única temporária baseada em acordos parciais em uma situação concreta, em oposição a projetos de longo prazo baseados em acordos mais profundos em termos de programa, estratégia e prática. A FIT não é de forma alguma um projeto que foi designado em termos de um alinhamento de longo prazo do PTS com o PO, mas sobre a necessidade concreta de uma frente única dos trabalhadores contra a repressão burguesa…”.
 
The Electoral Campaign of the FIT in Argentina, julho de 2011. Disponível, em inglês, em:
 
Não é necessariamente oportunista que organizações da classe trabalhadora (desde que em oposição a quaisquer representantes da burguesia) combinem suas forças para lutar contra restrições legais antidemocráticas para concorrer às eleições, ou para o propósito limitado temporário de organizar um voto de protesto contra os partidos e coalizões capitalistas. Mas isso não pode ser feito ao custo de minimizar a plena exposição de desacordos públicos entre tais correntes, e nem apresentando a frente com um programa político comum, ou como algum tipo de alternativa “revolucionária” portadora de uma estratégia que possa levar a classe trabalhadora à vitória, como foi feito pela Fração Trotskista. Vejamos o que disse o PTS vários meses depois das eleições argentinas terem sido encerradas:
 
“Por outro lado, nos vemos obrigados a insistir que não apenas defendemos com todas as nossas forças a continuidade da FIT, como também temos sido consequentes impulsionadores de dar um novo salto, lançando uma grande revista da Assembleia de Intelectuais, Docentes e Artistas em apoio à FIT, a medida mais audaz para produzir um novo impacto no cenário político nacional que transcenda os marcos do acordo eleitoral e a publicação de declarações comuns.”
 
Propuestas concretas para avanzar, março de 2012. Disponível, em espanhol, em:
 
Apesar de a FIT ter sido uma frente eleitoral nas eleições argentinas de 2011, o PTS adotou a sua bandeira para muito além desse período. O partido passou a ter uma seção do seu site voltada exclusivamente para discutir sobre a Frente e até hoje ela continua sendo propagandeada nos setores do movimento onde ele atua. Mais significativamente, a FIT manteve colunas próprias em protestos de rua e também tem emitido declarações conjuntas, elaboradas nas suas reuniões. No Brasil, a LER-QI continua defendendo a FIT como o grande “exemplo a ser seguido” de como realizar uma campanha “revolucionária”. Nós não sabemos quanto os companheiros alemães sabem sobre a FIT, mas a sua caracterização em muito difere das próprias ações das demais seções da FT-QI.
 
Já que a FIT claramente não era apenas uma associação temporária sem compromisso programático para burlar a legislação eleitoral antidemocrática da Argentina (que na prática impede pequenos grupos de lançarem candidatos), qual era o seu verdadeiro propósito do ponto de vista da Fração Trotskista?
 
O PTS buscou uma forma de se conectar ao Partido Obrero (não é segredo para ninguém que a Esquerda Socialista, um grupo menor que o PTS, era um fator insignificante na FIT) esperando estabelecer um esquema no qual o PO, como parte da Frente, transcenderia as suas posições centristas e seria capaz de defender uma perspectiva revolucionária:
 
“O que é seguro é que se apresentará a oportunidade de aproveitar a tribuna eleitoral para nos dirigirmos aos trabalhadores descontentes com o governo, levantando um programa operário e socialista que responda às demandas dos trabalhadores e do povo pobre, e uma perspectiva revolucionária. Apostamos que a Frente de Esquerda e dos Trabalhadores esteja à altura dessa nova realidade.”
 
La nueva militancia obrera, los cambios en la clase trabajadora y el PTS, dezembro de 2012. Disponível, em espanhol, em:
 
Os dirigentes do PTS acreditavam estar realizando uma manobra com o objetivo de aproximar o Partido Obrero das suas próprias concepções: influenciar o PO, que era a maior organização da FIT, a cumprir um papel “revolucionário” uma vez que estivessem associados. Esse tipo de impulso pablista, que faz concessões programáticas ao centrismo (como o PTS fez) para apostar na capacidade dos revisionistas de evoluírem até posições revolucionárias, foi certamente o que orientou a atuação do PTS.
 
Para os trotskistas, um programa revolucionário só pode ser defendido consistentemente por um partido proletário de vanguarda que se aproprie de forma crítica das mais importantes experiências históricas da classe trabalhadora, ou seja, um partido capaz de recuperar o programa marxista e atualizá-lo, em oposição a todas as variantes do oportunismo. A ideia de que uma formação oportunista pode simplesmente ser forçada a conclusões genuinamente trotskistas pela pressão das massas, ou mesmo pela pressão de pretensos “revolucionários”, é uma concepção pablista. Isso foi explicado resumidamente pelo trotskista norte-americano James P. Cannon na época do seu rompimento com Pablo:
 
“Se o nosso rompimento com o pablismo, como nós agora vemos claramente, for resumido a um ponto e puder ser concentrado em um ponto – esse ponto é a questão do partido. Isso nos parece claro agora conforme nós temos visto o desenvolvimento do pablismo na prática. A essência do revisionismo pablista é o abandono daquela parte do trotskismo que é hoje a sua parte mais vital – a concepção da crise da humanidade como a crise de liderança do movimento proletário resumida à questão do partido.
 
“O pablismo busca não apenas destruir o trotskismo; ele busca destruir aquela parte do trotskismo que Trotsky aprendeu de Lenin. A maior contribuição de Lenin a toda sua época foi sua compreensão e sua luta determinada para construir um partido de vanguarda capaz de liderar os trabalhadores na revolução. E ele não confinou sua teoria à sua própria época de atividade. Ele voltou a 1871 e disse que o fator decisivo na derrota da primeira revolução proletária, a Comuna de Paris, foi a ausência de um partido de vanguarda marxista revolucionário capaz de dar ao movimento de massas um programa consciente e uma liderança resoluta. Foi a aceitação por Trotsky dessa contribuição de Lenin em 1917 que fez de Trotsky um leninista.
 
“Isso está escrito no Programa de Transição, esse conceito leninista do papel decisivo do partido revolucionário. E é isso que os pablistas estão jogando pela janela a favor de uma concepção de que as ideias vão de alguma forma se filtrar para dentro das cabeças da burocracia traidora, dos stalinistas ou dos reformistas, e de que de uma forma ou de outra, no ‘dia de São Nunca’, a revolução socialista vai ser realizada e levada adiante sem um partido marxista revolucionário, isto é, leninista-trotskista. Essa é a essência do pablismo. Pablismo é a substituição do partido e do programa por uma fé e uma crença mística.”
 
Lucha fraccional y dirección del partido, novembro-dezembro de 1953.
 
A Fração Trotskista irá responder que ela não capitula aos stalinistas, socialdemocratas ou ao nacionalismo burguês, como fazem tradicionalmente os pablistas e morenistas, e que não está negando a necessidade de um partido revolucionário para a vitória do socialismo. Mas o exemplo da FIT demonstrou que a FT-QI tem plena disposição para capitular ao “trotskista” Partido Obrero. E não apenas sobre a Líbia ou sobre a questão de um “governo de trabalhadores” por dentro do Estado burguês, mas na questão mais importante de todas – que é o papel do partido. Se não está negando aberta e formalmente o papel do partido, a FT-QI está fazendo isso na prática, ao atribuir um papel revolucionário a um bloco com os centristas nada regenerados do PO.
 
Dizer que uma Frente como a FIT era “revolucionária” não é um mero equívoco, ou um “erro” infeliz. É dizer que essa Frente centrista pode cumprir o papel que na realidade pertence a um partido revolucionário. Ao considerar a FIT como uma frente “revolucionária”, a FT-QI está compartilhando da concepção pablista segundo a qual a vanguarda revolucionária pode utilizar “instrumentos desafinados” para armar programaticamente a classe trabalhadora para a conquista do poder.
 
O PTS responderá que não está se liquidando dentro da FIT, como fazem os pablistas. Talvez não organizativamente. Mas também nem todas as variantes do pablismo pregaram o desaparecimento organizativo de seus grupos. O que sempre está presente é o liquidacionismo programático, a atribuição de capacidades revolucionárias a uma força que não a classe trabalhadora liderada pelo seu partido de vanguarda. É isso que a Fração Trotskista está fazendo com relação a esse Frente, que não é nem um partido revolucionário, e nem revolucionária sob qualquer ponto de vista.
 
Diferentemente da atitude do PST e da FT-QI, Trotsky foi bem enfático ao discutir com a seção francesa da Quarta Internacional o significado de blocos oportunistas como o que a FIT representa:
 
“A ideia de uma ‘paridade de formações’, isto é, de tendências, é inerentemente absurda e depravada. As tendências não são iguais em números; mas o que é mais importante são os diferentes valores ideológicos e políticos das tendências. Há tendências certas e erradas, progressivas e reacionárias. Aventureiros, para quem nada é sagrado, podem muito bem se acomodar junto à todas as possíveis tendências. Mas marxistas são obrigados a combater impiedosamente as tendências sem princípios e a não fazer alianças com elas em uma base comum. A paridade de tendências significa a paridade entre o marxismo, o centrismo, o aventureirismo, etc.”
 
The Crisis of the French Section, L. Trotsky, 1935-36.
 
Apesar de insistirem ingenuamente que a FIT era um agrupamento de curto prazo para barrar a legislação eleitoral, os companheiros alemães da RIO nos ofereceram (sem ter sido sua intenção) uma visão bastante eloquente do que era o programa da FIT, e mostram como o papel do partido foi deixado de lado por essa Frente:
 
“A única coisa que o programa [da FIT] não faz é mostrar um caminho claro para a revolução socialista, em termos de uma estratégia concreta para a construção de um partido revolucionário. De fato, ele nem mesmo faz menção à necessidade de um partido revolucionário … Essa discrepância entre as demandas de um programa transitório e a ausência de referência a um partido revolucionário, e nesse sentido a ausência de referência a uma estratégia revolucionária clara, só pode ser explicada pelas grandes diferenças entre as forças na Frente, especialmente o PO e o PTS, em termos da construção de um partido e o papel da auto-organização das massas, que também podem ser vistas claramente pela atuação diferente de ambos na campanha eleitoral.”
“Em conclusão, o programa não é de forma alguma perfeito, mas estabelece uma boa base para uma unificação temporária das forças contra uma ameaça concreta (a reforma eleitoral). Não é um programa 100% revolucionário, mas, como dito antes, essa frente não é de longo prazo, mas uma solução temporária para um problema concreto, que também pode mostrar as diferenças entre os membros da frente e assim ajudar o PTS a adquirir um perfil mais claro contra o PO no que diz respeito à auto-organização das massas e a construção de um partido revolucionário.”
 
Para uma frente considerada tão entusiasticamente como “revolucionária”, é interessante que a “única coisa” ausente do seu programa tenha sido exatamente o que há de mais importante: “mostrar um caminho claro para a revolução socialista” e uma “estratégia concreta para a construção de um partido revolucionário”. Também é difícil de acreditar, tendo em vista o que expusemos acima, que a constituição da FIT tenha ajudado o PTS a se diferenciar do PO.
 
Ora, nenhuma organização revolucionária é perfeita. Todas cometem erros e desvios. A questão é sua capacidade de corrigi-los e avançar. Mas o que quer dizer que o programa da FIT não era “100% revolucionário”? Um programa político não pode ser 80% ou 60% revolucionário (que é o que a descrição dos companheiros alemães deixa a entender).
 
A caracterização de um partido ou de um agrupamento como revolucionário é qualitativa, e não quantitativa. Diz respeito à sua capacidade de armar a classe trabalhadora com o programa e a estratégia revolucionários para a vitória contra a burguesia e seu Estado, apesar de eventuais erros. O que pode ser entendido a partir do fato de que, por um lado, a Fração Trotskista considerou a FIT como “socialista”, “revolucionária”, “constituída em base a princípios, programa, táticas e estratégia proletária” — ou seja, considerou-a capaz de cumprir tal propósito — e, de outro, que o programa dessa frente não fazia nenhuma menção à necessidade de um partido revolucionário? Somente uma coisa (para aqueles que quiserem enxergar). Que na prática, a FT-QI sustentou a posição de que essa Frente poderia cumprir um papel revolucionário sem nenhuma menção à questão do partido. Essa concepção entende o partido revolucionário como um elemento dispensável, facultativo – substituível por um bloco oportunista.
 
A Fração Trotskista não tem como objetivo, dentro da FIT, esclarecer e ganhar os militantes e trabalhadores de base do Partido Obrero para uma perspectiva de oposição aos seus dirigentes oportunistas, e sim de pressionar a direção altamirista na expectativa de que ela possa cumprir o papel de uma liderança revolucionária. Se não fosse essa a sua intenção, por que aceitaria fazer importantes concessões programáticas ao PO em uma plataforma conjunta, e consideraria essa frente com Altamira como “revolucionária”? Isso é uma tentativa de se aproximar da direção do Partido Obrero, não de esclarecer os militantes do PO sobre o oportunismo da sua direção.
 
É claro que a Fração trotskista não está plenamente satisfeita com a FIT. Ela quer construir um partido conjunto com o PO, como já deixou claro em mais de uma declaração. Através da FIT, podemos ter uma medida de qual é o padrão “revolucionário” (repleto de capitulações a um centrismo à sua direita) que a FT-QI estaria disposta a estabelecer. Por ora o Partido Obrero rejeitou tais propostas. Mas um partido resultante de uma fusão como essa não seria um genuíno reagrupamento dos revolucionários em oposição ao centrismo de suas direções, mas uma “FIT permanente” com Altamira e seu legado de traições aos interesses da classe trabalhadora – e o PTS servindo como seu advogado de esquerda.
 
Às vezes, os dirigentes da FT-QI deixam a entender que estão realizando apenas uma “manobra” através da qual estão conseguindo pressionar, ou mesmo atrair, os centristas do PO para uma posição mais à esquerda. Membros mais conscientes da Fração Trotskista deveriam estar se perguntando se, ao invés de influenciar os oportunistas a adotar posições “revolucionárias”, eles próprios não estão sendo puxados para posições cada vez mais oportunistas. Nos seus esforços para se adequar a essas organizações em uma Frente ou um partido conjunto, a máscara vai acabar se tornando o verdadeiro rosto.
 
Blocos com “instrumentos desafinados” vs. reagrupamento revolucionário
 
O motivo pelo qual é possível enxergar através das intenções da FT-QI, é porque a FIT não foi nem a primeira e nem a segunda ocasião em que ela afirmou que, se as correntes centristas à sua direita estiverem unidas com ela própria (mesmo que sem nenhum balanço de seus oportunismos prévios) elas podem, da noite para o dia, passar a cumprir um papel “revolucionário”.
 
Em 2007, por exemplo, a FT-QI lançou um “Chamado Internacionalista” assinado por todas as suas seções, onde chamava certas organizações – o PSTU brasileiro (LIT), o PO argentino (CRQI) e o POR boliviano – a “fazer uma campanha conjunta por três pontos fundamentais” em oposição ao governo Chávez na Venezuela. Esses pontos eram:
 
“(A) Contra as falsas nacionalizações de Chávez, lutar por uma nacionalização sem indenização de todas as indústrias estratégicas, sob controle e gestão operária; (B) Lutar por um partido operário independente, para que a classe trabalhadora comece a pensar na vida política nacional contra todas as variantes do reformismo e do nacionalismo burguês; (C) A perspectiva de um governo operário, camponês e do povo pobre como única via real para dar passos rumo à resolução das principais demandas operárias, camponeses e populares, contra toda falácia de ‘socialismo do século XXI’.”
 
La tarea de la izquierda ante el proyecto de Chávez, março de 2007. Disponível, em espanhol, em:
 
Novamente, a proposta não era por uma frente única, unidade de ação por um objetivo de luta, da qual os revolucionários participariam sempre que possível. A Fração Trotskista estava chamando essas organizações centristas maiores para lutarem junto com ela por programa transitório (“nacionalização sem indenização de todas as indústrias estratégicas, sob controle e gestão operária”) e por um “governo operário, camponês e do povo pobre” – ou seja, por um bloco programático.
 
Esse “chamado internacionalista” era bastante diplomático. Ele não continha nenhuma crítica àqueles a quem a FT-QI propôs a campanha. Não denunciou, por exemplo, que o PSTU brasileiro não luta ativamente por um programa transitório no seio da classe trabalhadora ou que sua teoria da “revolução democrática” subordina o proletariado a “variantes do reformismo e do nacionalismo burguês”; nem tampouco que em momentos chave do passado ambos o PO argentino e POR boliviano abandonaram a luta por um governo dos trabalhadores em troca de uma ou outra variante da burguesia “anti-imperialista”, algo que certamente repetirão no futuro.
 
Esse tipo de “manobra” só tem como resultado prestigiar os centristas aos olhos da vanguarda da classe trabalhadora. Isso só cumpre o papel de desorientar sobre a natureza do centrismo. Se a Fração Trotskista tivesse cumprido nessa ocasião o papel de denunciar o fato de que as organizações a quem propõe essa campanha cruzam repetidamente a linha de classe, o próprio chamado não faria sentido. A Fração Trotskista estaria, no mínimo, pedindo para que esses centristas que se encontram à sua direita rejeitassem todo o seu longo histórico de capitulações. Diferente do que parece esperar a Fração Trotskista, nenhuma dessas correntes irá simplesmente repudiar sua trajetória e passar a cumprir um papel “revolucionário”, mesmo que num bloco conjunto com ela.
 
Se há alguma coisa de consistente nessas tentativas da FT-QI, é a sua disposição em tentar criar blocos oportunistas para substituir o papel de um partido revolucionário. Se os pablistas clássicos buscavam “afinar” “instrumentos desafinados” que já existiam, a FT-QI busca se associar a estes instrumentos, criando um bloco ainda mais “desafinado” perante as tarefas revolucionárias.
 
Um dos maiores testes políticos para uma seção da FT-QI até hoje, a crise argentina de 2001-2002, não foi exceção nas tentativas utópicas de criar blocos oportunistas com os “instrumentos desafinados”. Com o enorme clamor popular pela queda do presidente burguês, ao mesmo tempo em que faltava às massas trabalhadoras precisamente um programa claro e a preparação para defender uma solução revolucionária, a posição do PTS foi propor um “bloco de esquerda” para atuar conjuntamente com centristas de direita e reformistas:
 
“Para impulsionar essas tarefas e um programa como o que propomos nessas páginas, é preciso buscar unir a esquerda em um bloco. Mas nem toda esquerda está disposta a lutar por uma saída desse tipo. Para pôr um exemplo recente, na marcha à Praça do Congresso convocada pela CGT de Moyano, o PC se opôs acirradamente a que a coluna da esquerda fosse encabeçada pela bandeira de ‘greve geral até que se vão’. Os companheiros do MST e do PO cederam. Por isso marchamos separados. O PC está comprometido com a cúpula dirigente da CTA e a Frente Contra a Pobreza, que mostrou toda a sua impotência nos atuais acontecimentos. Não querem nenhuma saída de fundo por fora desse regime de engano e miséria porque pretendem reformas cosméticas. Propomos ao MST, se decidir se separar do PC-IU, e ao PO formar um bloco da esquerda, operário, socialista e revolucionário para intervir em comum no processo atual.”
 
Expropiar a los expropiadores, dezembro de 2011. Disponível, em espanhol, em:
 
Mesmo sem entrar na discussão sobre o programa levantado pelo PTS nesse mesmo artigo (que defendeu substituir o governo burguês por uma Assembleia Constituinte para criar uma “democracia muito mais ampla”, em que as massas “fariam muito mais rapidamente sua experiência”), vemos aqui mais uma demonstração de como a FT-QI defendeu que os oportunistas poderiam ser parte de um “bloco da esquerda, operário, socialista e revolucionário”.
 
Quando a classe trabalhadora argentina mais precisou de um partido revolucionário, o objetivo principal da FT-QI não foi trabalhar para construir um de forma independente dos oportunistas em geral, mas sim apostar em um bloco oportunista com eles, para tentar utilizar “instrumentos desafinados” para cumprir tarefas revolucionárias. Trotsky defendeu que “Para levar a cabo eficazmente” todas as tarefas revolucionárias “são necessárias três condições: o partido, o partido, e uma vez mais o partido.” (A revolução espanhola e as tarefas dos comunistas, janeiro de 1931). Para a FT-QI, era necessário, acima de tudo, um bloco com os centristas e reformistas.
 
Alguns companheiros da FT-QI sustentam que através das “manobras” como a FIT, estão apenas lutando para construir um partido revolucionário o mais rápido possível. Verificar as possibilidades de fusão com outras organizações é uma tarefa fundamental para que os pequenos grupos trotskistas possam se desenvolver. Mas isso deve se dar ao mesmo tempo em que se trava uma batalha contra todas as concepções oportunistas. Não se combate seriamente o centrismo do PO, por exemplo, encobrindo as posições dúbias de Altamira, ou dizendo que este pode cumprir um papel revolucionário. Essa tarefa de combater seriamente o centrismo, a Fração Trotskista abandona quando quer se apresentar para a classe trabalhadora sob a mesma bandeira das organizações oportunistas.
 
O partido mundial da revolução socialista não será reconstruído em colaboração com o centrismo. Em alguns momentos, a Fração Trotskista tem o mérito de se opor à colaboração de classes com os setores da burguesia com os quais muitos na esquerda flertam e consideram “anti-imperialistas”, “objetivamente revolucionários”, “progressivos” ou coisas do gênero. Mas isso não tem nenhum valor se ela está a serviço de um projeto de construção de partido que não é independente desses grupos centristas e, por vezes, cumpre o papel de blindar os seus oportunismos sob o rótulo de “revolucionário”.
 
A história da construção da Quarta Internacional está repleta de exemplos de como é possível se aproximar de organizações centristas jovens e instáveis e ganha-las para o programa revolucionário. Isso foi feito sem capitular ao centrismo, e sem dizer que este podia simplesmente passar a cumprir um papel revolucionário sem um rompimento claro e aberto com seu programa prévio. Tanto o PSTU brasileiro quanto o PO argentino são grupos centristas consolidados, com uma trajetória de várias décadas de traições aos interesses da classe trabalhadora. É extremamente improvável, para dizer o mínimo, que esses grupos, com sua atual liderança, possam ser ganhos como um todo para o programa revolucionário. Mas mesmo se isso fosse possível, certamente não aconteceria através da postura “diplomática” dos chamados da FT-QI e nem nas ilusões nutridas no caráter “revolucionário” de frentes como a FIT. Como nós explicamos em outra ocasião:
 
“Os revolucionários não são indiferentes ao fato de que as organizações centristas (como o PSTU), e mesmo partidos reformistas, possuem contradições internas, muitas à esquerda, e que podem ser resolvidas ganhando largas frações de tais grupos para uma política revolucionária. Mas essa ruptura precisa se dar em algum momento e somente os revolucionários podem cumprir o papel de separar os militantes honestos que são atraídos inadvertidamente para organizações engessadas e aqueles que já estão conscientemente presos a políticas centristas ou ao aparato burocrático do partido… Mas o PSTU em si, como partido que existe hoje, afasta os militantes honestos das concepções genuinamente revolucionárias, ao invés de aproximá-los delas.”
 
“A liderança da LER-QI possui sérias ilusões no PSTU (e em sua direção) se compreende que esse partido pode ser influenciado por ela e simplesmente passar a cumprir um papel progressivo na luta pela construção da vanguarda comunista. Como em todas as épocas, os revolucionários devem saber separar os elementos mais avançados daqueles que simplesmente se adaptaram ao ritmo ou ao aparato conservador dos partidos centristas.”
 
O Vermelho Deles e o Nosso, agosto de 2011. Disponível em:
 
FT-QI: uma ruptura incompleta com o morenismo
 
Para aqueles que têm alguma familiaridade com a tradição morenista, fica patente a proximidade que a FT-QI ainda mantém com esta no que diz respeito à questão de como construir o partido. O impulso da FT-QI por construir blocos com correntes oportunistas (“instrumentos desafinados”) que estejam à sua direita tem equivalentes diretos nessa tradição. Nesse sentido, sua estratégia de construção de partido está muito mais próxima do morenismo do que da perspectiva trotskista de reagrupamento revolucionário. Moreno, que expunha de forma muito mais descarada o seu oportunismo, explicou da seguinte forma o seu método:
 
“Concretamente, é preciso formar por meio de acordos com centristas e grupos progressivos um partido centrista de esquerda legal que nos permita chegar melhor à vanguarda operária.”
 
El Golpe Gorila de 1955, meados de 1956. Disponível, em espanhol, em:
 
Desde o início de sua militância, Moreno e seus colaboradores próximos construíram os mais diversos blocos oportunistas com outros grupos nacionais e internacionais, que raramente duraram muito. [3] Entretanto, em fins dos anos 50, quando ainda estava alinhado ao Comitê Internacional anti-pablista, Moreno racionalizou na forma de uma teoria o seu oportunismo acerca da construção do partido, tal qual fizera antes ao elaborar a estratégia semi-etapista da “revolução democrática”. Aos blocos que visava construir com os oportunistas à sua direita, Moreno passou a chamar de “Frente Única Revolucionária”. Essa racionalização, junto à estratégia da “revolução democrática”, pavimentou sua reunificação temporária com o Secretariado Internacional pablista em 1963, seguindo os passos do SWP norte-americano.
 
O documento que contém tal racionalização de forma mais clara são as chamadas “Teses de Leed”, ou “Teses Sobre a Frente Única Revolucionária”, apresentadas em 1958, em uma conferência do Comitê Internacional (ocorrida na cidade inglesa de Leed). Delineando uma análise quase igual à dos pablistas do Secretariado Internacional, Moreno alegou que o ascenso revolucionário de então produziria uma crise nos aparatos e organizações oportunistas da classe trabalhadora, que rachariam e dariam origem a “forças revolucionárias inconscientes” (termo de Moreno). Devido a sua fraqueza, Moreno previa que as forças trotskistas revolucionárias não seriam capazes de absorver tais tendências de imediato. Propôs então que se formasse “unidades de ação revolucionária” com tais forças, alçando-as à direção das massas ao buscar responder às “necessidades revolucionárias mais urgentes” destas. Conforme resume o próprio documento:
 
“O importante é compreender que a Frente Única Revolucionaria significa toda uma nova estratégia geral que se sintetiza na necessidade de que nossas organizações trotskistas nacionais assumam a tarefa obrigatória de organizar a ação comum das tendências revolucionarias que surjam da crise dos aparatos no movimento de massas, para postular com redobradas forças o direito e a necessidade de que haja uma direção revolucionária do movimento de massas, e para ajudar essas tendências a se elevarem verdadeiramente a atuarem enquanto uma direção revolucionária.”
 
Tesis Sobre El Frente Unico  Revolucionario, N. Moreno, 1958. Disponível, em espanhol, em:
 
Obviamente, em momentos de crise e de conflitos internos nas organizações centristas, os trotskistas buscam intervir de forma a promover um reagrupamento de forças revolucionárias – muitas vezes, possível apenas com um setor dessas organizações, que precisam rachar para tal. Entretanto, as forças com as quais Moreno visava reagrupar nesse momento de crise (e com as quais passou a buscar se reagrupar mesmo em momentos de calmaria) eram, na sua própria definição, “centristas de esquerda ou ultraesquerdistas”. Forças que “não se elevaram à compreensão da necessidade de nosso programa”, mas que supostamente, mesmo “com todas as suas limitações e erros levarão o movimento de massas a posições revolucionárias”.
 
Portanto, Moreno claramente propunha algo que na prática era idêntico à ideia pablista de “afinar” “instrumentos desafinados” – porém, no lugar de uma dissolução organizativa (“entrismo sui generis”), colocava a formação de um bloco oportunista (“Frente Única Revolucionária”).
 
Sem dúvidas é aí que reside o impulso da FT-QI de formar blocos com grupos “trotskistas” à sua direita. Nesse artigo buscamos apresentar de maneira aprofundada o aspecto prático que esse impulso assume na Argentina, através das ações da maior seção da FT-QI. Entretanto, a vontade do PTS de se amalgamar com o PO (que já gerou alguns chamados públicos para discussões de fusão que não apresentavam nenhum balanço sério das diferenças entre ambas organizações) se expressa não só a nível nacional, mas é também generalizado para outras seções da FT-QI, constituindo assim uma verdadeira estratégia centrista de construção de partido. Em uma resolução adotada em seu último congresso, o PTS apontou como tarefa:
 
“3) Ratificar o chamado discutido pelos grupos da FT de colocar de pé um Movimento por uma Internacional da Revolução Socialista – que para nós é a Quarta Internacional – em base a um Manifesto Programático. Este chamado está dirigido tanto aos setores da vanguarda operária e da juventude, como à ala esquerda dos operários de Huanuni, como às organizações da esquerda trotskista, em particular a plataforma Y do NPA e a Coordenadoria pela Refundação da Quarta Internacional (CRCI a qual pertence o Partido Operário da Argentina), com quem esperamos abrir discussões que nos permitam confluir nesta tarefa de dimensões históricas.” (nossa ênfase)
 
XIII Congresso do PTS, abril de 2013. Disponível em:
 
Diante da crítica que fazemos à sua política com relação aos grandes grupos centristas, algumas vezes companheiros da LER-QI (que no Brasil buscam aplicar uma lógica semelhante em relação ao PSTU) respondem verbalmente às nossas críticas com acusações de “sectários” ou mesmo de “puristas”. Trotsky explicou que uma organização revolucionária se distingue de uma organização centrista pelo seu “cuidado atento aos princípios, clareza de posição, consistência política e integralidade organizacional” (Dois Artigos sobre o Centrismo, 1934). Temos com ele pleno acordo nesse aspecto.
 
O nosso suposto “sectarismo” não seria por uma recusa em participar sempre que possível da luta de classes, dos sindicatos, de frentes únicas, das eleições burguesas (para propaganda revolucionária) ou de qualquer arena onde a classe trabalhadora esteja em luta; mas simplesmente por nos opormos a considerar “revolucionária” uma frente programática contendo partidos “trotskistas” que já realizaram grandes desserviços à causa da luta pela reconstrução da Quarta internacional e, consequentemente, pela revolução socialista. Durante a construção da Quarta Internacional, Trotsky fez uma descrição bastante relevante do papel do centrismo:
 
“… A nova Internacional não pode se formar de outra forma que não seja na luta contra o centrismo. A intransigência ideológica e a frente única flexível são, nessas condições, duas armas para buscar um mesmo fim.”
“O centrista, nunca certo da sua posição e métodos, detesta o princípio revolucionário: chamar as coisas do que são; ele se inclina a substituir os princípios políticos por combinações pessoais e pequenas diplomacias organizativas.”
 
“O centrista mantém sempre uma dependência espiritual com grupos à direita, é induzido a cortejar a boa vontade do mais moderado, a manter silêncio sobre as falhas oportunistas dele e a blindar suas ações diante dos trabalhadores.”
“… É precisamente nesse plano que se deve agora golpear com princípios o centrismo. Para realizar esse trabalho com sucesso, é essencial conservar as mãos livres; isso significa não apenas manter uma completa independência orgânica, mas também uma intransigência crítica com relação às ramificações mais ‘de esquerda’ do centrismo.”
 
Two Articles on Centrism, fevereiro/março de 1934. Disponível, em inglês, em:
 
Por não ter sido capaz de absorver tal lição, a ruptura da FT-QI com o morenismo não pode ser tida como completa nem revolucionária. Ela certamente foi progressiva em muitos aspectos, mas ela apresenta nítidos resquícios do oportunismo morenista em alguns pontos centrais, como no que diz respeito à construção de um partido revolucionário. [4]
 
Concluímos com a seguinte citação de uma das organizações que, de um ponto de vista programático, foi predecessora do Reagrupamento Revolucionário. Ela condensa uma das linhas divisórias que nos separa da FT-QI e de outras organizações aparentemente “ortodoxas”:
 
“Nos últimos quinze anos o movimento fundado por Leon Trotsky sofreu uma profunda crise teórica, política e organizativa. A manifestação superficial dessa crise foi o desaparecimento da Quarta Internacional como uma estrutura significativa. O movimento consequentemente foi reduzido a um grande número de pequenos grupos … Políticos superficiais esperam superar a crise por uma fórmula organizativa – ‘unidade’ de todos pequenos grupos que queiram se unir em torno de um programa de denominador comum. Essa proposta obscurece e, na verdade, agrava as causas políticas e teóricas fundamentais dessa crise. … A Quarta Internacional não irá renascer através da adaptação ao revisionismo pablista: somente com uma luta teórica e política contra todas as formas de centrismo é que o partido mundial da revolução socialista pode finalmente ser estabelecido.”
 
Rumo ao Renascimento da Quarta Internacional, junho de 1963. Disponível em:
 
NOTAS
 
[1] Para uma análise crítica da estratégia morenista da “revolução democrática” (ou “revolução de fevereiro”), conferir estes artigos, disponíveis respectivamente em:
[2] Para uma crítica dessa posição de “neutralidade” ante a invasão imperialista, conferir:

[3] Para citar o que talvez seja um dos exemplos mais conhecidos, entre fins de 1979 até meados de 1981, Moreno formou um grupo internacional com Pierre Lambert. Extremamente instável, o bloco se desfez rapidamente com ambos os lados trocando acusações de “oportunismo”. Antes disso, Moreno havia rompido com Comitê Internacional em 1963, para se reunificar com os pablistas do Secretariado Internacional, tal qual estava fazendo o SWP norte-americano. Para mais detalhes sobre o bloco com Lambert, formado após a saída de Moreno do Secretariado Unificado, confira os seguintes dois artigos disponíveis em nosso Arquivo Histórico em espanhol:
[4] Encaramos que outro ponto central que demonstra a insuficiência dessa ruptura reside na ausência de um balanço crítico, por parte da FT-QI, das posições traidoras que o morenismo adotou diante das contrarrevoluções no Leste Europeu, durante meados da década de 80. Em geral essas posições se resumem no fato do morenismo ter apoiado politicamente os diversos movimentos restauracionistas, como o “sindicato” Solidariedade. A esse respeito, sugerimos a leitura dos seguintes materiais, disponíveis em nosso Arquivo Histórico em Português (mais alguns serão adicionados em breve):

Bloques podridos hacen añicos al Secretariado Unificado

Bloques podridos hacen añicos al Secretariado Unificado

Traducido de Workers Vanguard No. 245, 7 de diciembre de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 8, agosto de 1980.

Durante la última década y media la principal atracción del “Secretariado Unificado” (SU) ha sido su pretensión de ser la IV Internacional. Aun cuando, desde lados opuestos de las barricadas sus fracciones en guerra se lanzaban epítetos públicamente en torno a Portugal en 1975, el SU seguía atrayendo a militantes subjetivamente revolucionarios gracias a su pretensión de representar la encarnación organizativa del partido mundial de la revolución socialista fundado por León Trotsky. Y ¡ay de aquel disidente en el SU qué disputara este mito! A lo largo de los años, oposiciones de izquierda dentro del SU han sido sumariamente botadas por cometer tal sacrilegio.

Pero en los últimos dos meses, el SU ha sido desgarrado por la cuestión de Nicaragua, formándose dos bloques (cada uno un matrimonio de conveniencia, bien en conformidad con la tradición del SU), los dos reclamando el título. Para Ernest Mandel, la escisión hizo añicos sus sueños de presentar un SU “unido” como una casa de contratación internacional para la “extrema izquierda amplia”  Los expulsados y sus nuevos aliados son ahora tan agresivos como el SU en presumir de hablar a nombre del “movimiento mundial”. Pero los bloques opuestos son profundamente inestables, compuestos los dos por aventureros de habla centrista (Mandel y Moreno) en convivencia con aparatos nacionales reformistas socialdemócratas endurecidos (el SWP norteamericano y la OCI francesa, respectivamente).

Dentro del SU, en su “XI Congreso Mundial” recién concluido, se definieron tres tendencias principales expresadas claramente en tres mociones contrapuestas sobre el carácter del actual gobierno sandinista/burgués en Nicaragua. El ala derecha en torno al SWP de Jack Barnes aclamó a la junta dirigente actual como gobierno obrero y campesino; para congraciarse con el FSLN (explícitamente aprobado como “dirección revolucionaria”), el SWP sirve de soplón y asesor político de la policía secreta sandinista contra supuestos “ultraizquierdistas” (incluyendo a sus “camaradas” morenistas de antaño).

En el centro se encontraba el grupo alrededor de Mandel, diciendo de forma típicamente centrista, que el carácter del régimen nicaragüense todavía es indeterminado. Y luego estaba la cubierta “izquierdista” de Mandel, una mezcolanza que consiste del IMG británico, sectores del KAF sueco y la tendencia Matti en la LCR francesa. Estos “oposicionistas leales” designaron a la junta sandinista de régimen burgués de colaboración de clases, pero en lugar de llamar por un partido trotskista para organizar, una oposición proletaria independiente en Nicaragua, ellos aceptaron la política liquidacionista del SU de entrar en el FSLN bonapartista pequeñoburgués.

En el otro campo, la nueva unión entre la OCI francesa de Pierre Lambert y la Fracción Bolchevique (FB) de Nahuel Moreno es una de las alianzas más perversas de la historia. Cuando Vishinsky vociferaba contra un “bloque de derechistas y trotskistas” durante los juicios de Moscú, era una calumnia estalinista, pero la OCI y Moreno han logrado algo aun peor; ¡Trotsky y Bujarin tenían más en común que este par! La organización de Lambert es conocida entre los que se reclaman del trotskismo en Europa: su política estalinofóbica socialdemócrata la indujo a dar apoyo entusiasta al candidato del frente popular francés, el dirigente socialista Mitterrand, en las elecciones presidenciales de 1973. Para 1975, el deslizamiento de la OCI en la vía del reformismo fue sellado por su apoyo a los socialistas portugueses “democráticos” mientras que estos, con fondos suministrados por la CIA, encabezaban una movilización de masas contrarrevolucionaria anticomunista.

La corriente morenista es mucho más contradictoria. Moreno también era reformista en Argentina, pero perdió su base reformista, el vínculo directo con su “propia” burguesía. Separado a la fuerza del terreno nacional del reformismo argentino, sin nada que vender y sin Perón a quien vendérselo, Moreno, basándose ahora en el PST colombiano, decidió lanzarse en una aventura izquierdista en Nicaragua. Buscando ahora consolidar los beneficios de su renovada reputación de combatividad, Moreno salió en un curso centrista. Su Fracción Bolchevique ha sido construida en base a una crítica de izquierda de la respuesta de los mandelistas al “eurocomunismo” y del SWP sobre Portugal y Angola. Sobre estas cuestiones las posiciones de la FB tienen una extraña semejanza a las de la tendencia espartaquista internacional ― pero es un fraude; Moreno es un charlatán consumado. Lo podemos probar, y lo hemos probado en el Moreno Truth Kit (La verdad sobre Moreno).

Hacía tiempo ya que este bandolero político argentino había estado persiguiendo furtivamente a Mandel, corriendo a escondidas en el matorral y luego refugiándose tras las faldas de un grupo mayor, para luego romper con éste desde la “izquierda” cuando se presenta una oportunidad propicia. Primero con el SWP (1969-75) en la reformista, seudoortodoxa “Fracción Leninista-Trotskista” (que en el fondo era una oposición reformista al guerrillerismo de café mandelista), luego de manera informal en un bloque con Mandel. Cada vez ha extendido su influencia: primero al resto de América Latina y luego estableciendo una avanzada en el flanco sur de Europa. Mientras tanto, su política a escala nacional seguía siendo ultra-reformista (declaraciones por escrito de apoyo al régimen peronista, identificación de guerrilleros de izquierdas con los escuadrones de la muerte fascistas, etc.).

Ahora Moreno vuelve a la obra, esta vez con la OCI, y el bloque actual es aún menos estable que las maniobras anteriores. Los componentes ni siquiera pueden llegar a un acuerdo acerca de si deberían declararse por la “reconstrucción”, la “reorganización”, o la “reunificación” de la IV Internacional. Moreno mismo ha confesado que su “Comité Paritario” con la OCI no es más que un “frente único” de defensa ― pero uno que supuestamente procederá a la construcción de “partidos trotskistas”, a pesar de estar en desacuerdo sobre cuestiones políticas fundamentales. El “Comité Paritario” no es sino un cínico intento de poner en jaque a los mandelistas con la carta de “la unidad” y, naturalmente, el SU está invitado a incorporarse.

El alboroto sobre Nicaragua ha creado un tumulto entre los elementos de izquierdas dentro del SU. Muchos están siendo absorbidos por el bloque Moreno/OCI, que sobre esta cuestión se encuentra a la izquierda de la profunda liquidación del SU. En Francia particularmente, varios izquierdistas se han incorporado a la nueva Ligue Communiste Internationaliste (LCI), a pesar del cinismo y de la lealtad a la OCI de sus dirigentes. En otros países estos elementos siguen amarrados al SU (Inglaterra, Suecia). En España así como en Italia, grupos escindidos del SU han formado organizaciones morenistas relativamente grandes, pero cuya práctica política ha demostrado ser claramente derechista.

Pero tanto el bloque del SU como el de Moreno y la OCI de pronto están dando señales de mayor vulnerabilidad a la tendencia espartaquista. Han reaccionado con una repugnante oleada de infamias, calumniándonos de policías, y con violencia física en la peor tradición estalinista. La LCR y la OCI usaron recientemente sus servicios de “orden” para intentar silenciar a la Ligue Trotskyste de France. Pero con esta política les está saliendo el tiro por la culata. En Alemania Occidental, cuatro días después de que el comité local del GIM (sección del SU) en Köln expulsara a nuestros camaradas de la Trotzkistische Liga Deutschlands de una conferencia pública, el grupo del GIM en Tübingen declaró el 27 de noviembre, en una reunión pública sobre Irán, su acuerdo, con la oposición proletaria de la TLD a la reacción clerical en Irán. No es de extrañar que Mandel dijera en la última conferencia del GIM que, en cuanto al futuro de la sección alemana, “sólo podemos rezar”.

Nosotros podemos hacer más que rezar. A lo largo de los años, militantes serios de izquierdas dentro del SU que buscaban una alternativa al impresionismo pequeñoburgués y al frentepopulismo se han reagrupado bajo el auténtico programa trotskista de la tendencia espartaquista internacional. Desde la Revolución Cubana hasta las movilizaciones clericalistas de masas en Irán y la rebelión en Nicaragua, nuestra tendencia ha opuesto a la liquidación pablista del SU la lucha por partidos trotskistas. Ahora de nuevo, la crisis que rodea al SU ofrece oportunidades de reagrupar a militantes subjetivamente revolucionarios del SU en una formación internacionalista que lucha por el renacimiento de la IV Internacional de Trotsky.

El Marxismo, el Feminismo y la Liberación de la Mujer

El Marxismo, el Feminismo y la Liberación de la Mujer

[Traduccion de 1917 No. 19, 1997 Copiado de http://www.bolshevik.org/espanol/womenlib_es.html ] 

Nuestra crítica contemporánea (disponible en portugués) de este documento

A pesar de todas las conferencias internacionales y de las “declaraciones universales” a favor de la igualdad de la mujer, la vida de la mayoría de las mujeres en todas partes del mundo sigue estando restringida por los prejuicios y la opresión social. La forma en que la supremacía masculina se impone varía considerablemente de una sociedad a otra (y dentro de las diferentes capas sociales de una misma sociedad), pero en todas partes se les enseña a los hombres a que se consideren superiores y a las mujeres se les enseña a aceptar esta desigualdad. Muy pocas mujeres tienen acceso al poder y a los privilegios como no sea a través de su conexión con algún hombre. La mayoría de las mujeres en la esfera laboral asalariada están sometidas a la doble carga de la esclavitud de las tareas domésticas y de la esclavitud a un salario. De acuerdo a las Naciones Unidas, las mujeres realizan las dos terceras partes del trabajo de todo el planeta y producen alrededor del 45% de la comida, sin embargo, reciben a penas el 10% de los ingresos y son dueñas de sólo el 1% de las propiedades (citado por Marilyn French en The War Against Women (La Guerra Contra las Mujeres), 1992).

Desde su concepción, el movimiento marxista ha promovido la igualdad y los derechos de las mujeres, a la vez que ha considerado que la opresión de las mujeres (ya sea racial, nacional o cualquier otra forma de opresión) no puede ser erradicada sin antes derrocar el sistema social capitalista que la alimenta y la mantiene. Los marxistas aseguran que la libración de la mujer esta ligada a la lucha contra el capitalismo porque, a diez de últimas, la opresión de la mujer sirve a los intereses materiales de la clase dominante.

Aunque los marxistas y las feministas se encuentren del mismo lado en muchas de las luchas por los derechos de la mujer, tienen dos puntos de vista completamente diferentes. El feminismo es una ideología que parte de la premisa que la división fundamental de la sociedad humana es la división entre los dos sexos, y no entre clases sociales diferentes. Consecuentemente, las ideólogas feministas ven la lucha por la igualdad de la mujer como algo separado de la lucha por el socialismo, al cual muchas consideran como otra forma de dominio “patriarcal”.

En las últimas décadas, las escritoras y académicas feministas han llamado la atención a la variedad y diseminación de las prácticas de la supremacía masculina en nuestra sociedad contemporánea. Ellas han descrito el mecanismo a través del cual se inculca, se normaliza y se refuerza la subordinación femenina partiendo de cuentos infantiles y llegando hasta comerciales televisivos. Las feministas han tomado el liderazgo en exponer muchas de las manifestaciones patológicas de esta discriminación sexual en la vida privada: yendo desde el acoso sexual hasta la violación y la violencia doméstica. Antes del resurgimiento de los movimientos de las mujeres a final de los años ’60, los críticos liberales o de izquierda no prestaban atención a estos temas. Las feministas también han estado activas en las campañas internacionales en contra de la mutilación genital de las mujeres en África, el infanticidio femenino en Asia y la imposición del uso del velo en el mundo islámico. Pero, aunque frecuentemente el análisis feminista es útil para resaltar la prevalencia de la discriminación sexual en la sociedad capitalista, inevitablemente falla en hacer la conexión entre la supremacía masculina y el sistema de dominación de clases que lo sustenta.

Los marxistas opinan que el conflicto de clase es la fuerza motora de la historia y rechazan la idea de que hay diferencias irreconciliables entre los intereses de las mujeres y de los hombres. Pero, nosotros no negamos que los hombres sean los agentes de la opresión de la mujer, ni que dentro del marco de las relaciones sociales existentes los hombres se “beneficien” de ello, tanto en términos materiales como psicológicos. Sin embargo, los beneficios que la mayoría de los hombres obtienen de la desigualdad de la mujer son escasos, vacíos y transitorios, mientras que el costo es considerable.

El excluir las mujeres y el “job-trusting” (empleos exclusivos a hombres), el desvalorar el trabajo “femenino” y la diferencia de salarios basado en el sexo, aunque parezca beneficiar a los hombres ya que son mejor pagados y tienen una mejor seguridad laboral, de hecho ejerce una presión que hace descender los salarios en general. Este fenómeno fue explicado por Freída Miller, directora del Buró de la Mujer de los Estados Unidos, poco tiempo después de la Segunda Guerra Mundial:

 Es un axioma de la teoría de los salarios que cuando en un momento dado una gran cantidad de trabajadores son empleados con salarios por debajo de los salarios mayoritarios, la competencia de esas personas por obtener trabajo tiene como consecuencia el desplazamiento de los trabajadores mejor pagados o que éstos acepten un salario menor. Durante un cierto tiempo esta presión tiende a disminuir todos los niveles de salario y a menos que el curso normal sea desviado por acciones directas el resultado será la disminución del poder adquisitivo de todos con la consecuente reducción de la capacidad de compra y de los estándares de vida. Como consecuencia de la guerra las mujeres han adquirido nuevas habilidades y destrezas que las coloca, como nunca antes, a merced de empleadores inescrupulosos que las utilicen para disminuir los salarios.

—Buró de las Mujeres de Estados Unidos, Boletín No. 224, 1948 (citado por Nancy Reeves en “Women at Work” (Las Mujeres en el Trabajo), en American Labor in Mid-Passage, 1959)

Lo mismo ocurre con la discriminación salarial contra los inmigrantes, los jóvenes, las minorías raciales o cualquier otro sector de la fuerza laboral. Además de bajar los salarios el chovinismo masculino—igual que el racismo, el nacionalismo, la homofobia y demás ideologías atrasadas—oscurece los mecanismos de control social y divide los que están debajo incitándolos unos contra otros, y de esta manera salvaguarda un sistema social jerárquico e intrínsicamente opresivo.

La estrategia marxista de unir todos los explotados y oprimidos por el capitalismo está agudamente contrapuesta a la utopía reaccionaria de una “hermandad femenina” universal que una a las mujeres a pesar de las diferencias de clase. Aunque es cierto que la opresión de las mujeres es un fenómeno que atraviesa las clases porque afecta atodas las mujeres, no solamente aquellas que son pobres o que pertenezcan a la clase trabajadora, también es cierto que el grado de opresión y de sus consecuencias son cualitativamente diferentes para las mujeres de diferentes clases sociales. Los privilegios y beneficios materiales que disfrutan las mujeres de la clase gobernante les brinda un poderoso interés en preservar el orden social existente. Su consentida existencia es pagada por la sobreexplotación de sus “hermanas” en las factorías del Tercer Mundo. De la única manera que se puede construir la unidad de las mujeres atravesando las clases sociales es subordinando los intereses de las pobres mujeres negras trabajadoras a favor de los intereses de sus “hermanas” burguesas.

Orígenes de la “Segunda Ola” del Feminismo

Las feministas de hoy en día se refieren a sí mismas como pertenecientes a la “Segunda Ola” —las feministas de la “Primera Ola” fueron las que lucharon por el acceso a la educación superior, iguales derechos sobre la propiedad y por el voto, antes de la Primera Guerra Mundial. A la “Segunda Ola” del feminismo frecuentemente se le da fecha de origen a partir de la publicación del bestseller “The Femenine Mystique” (La Mística Femenina) de Betty Friedan en 1963, que contrapuso a la ideología de la “feminidad” con la realidad de la vida de las mujeres. En 1966 Frieden fundó la Organización Nacional de Mujeres (National Organization for Women, NOW), una organización liberal por el derecho de la mujer basada en mujeres profesionales y de carrera dedicada a “traer a las mujeres a participar en la sociedad norteamericana en forma completa, ahora…” (juego de palabras entre now-ahora y las siglas de la organización) NOW es aún la mayor organización feminista en Estados Unidos pero su atractivo es limitado por el rol que juega como grupo de presión y de auxiliar no oficial del partido Demócrata.

Otra veta más radical de feminismo contemporáneo surgió del Movimiento de Liberación de la Mujer al final de los años ’60. Muchas líderes destacadas de este movimiento de mujeres de la Nueva Izquierda eran veteranas del Movimiento de Derechos Civiles contra la segregación racial en los estados del sur. Se encontraban entre los miles de jóvenes idealistas que habían ido al Sur para participar en los “Veranos de Libertad” de la mitad de la década del ’60 y sufrieron una radicalización al ser expuestos a la brutal realidad del capitalismo en los EE.UU.

Al final de los ’60 muchas mujeres de la Nueva Izquierda comenzaron a protestar porque la reclama retórica por la liberación, la igualdad y la solidaridad de sus camaradas hombres contrastaba radicalmente con su experiencia en el “movimiento”. Estos sentimientos fueron expuestos por Marlene Dixon, una radical joven profesora de sociología como:

“Las mujeres jóvenes han incrementado su rebeldía no sólo contra la pasividad y la dependencia en sus relaciones, sino también contra la idea de que deben funcionar como objetos sexuales, de ser definidas en términos sexuales en vez de humanos y de ser obligadas a empaquetarse y venderse como mercancía en el mercado sexual.”

“Los mismos estereotipos que expresan la convicción de la sociedad en la inferioridad biológica de la mujer evocan las imágenes utilizadas para justificar la opresión de los negros. La naturaleza de la mujer, igual que la de los esclavos, se expone como dependiente, incapaz de un pensamiento racional, infantil en su simplicidad afectuosa, mártir en su rol de madre y mística en el rol de compañera sexual. En su versión benevolente, la posición inferior de la mujer deriva en un paternalismo; en su versión malevolente, deriva en una tiranía doméstica que puede llegar a ser increíblemente brutal.”

— “ Why Women´s Liberation (¿Por qué la Liberación de la Mujer?)”, Ramparts, Diciembre 1969

Gloria Steinem: La Hermandad Femenina y la CIA

En los primeros días del Movimiento de Liberación de la Mujer surgió una división entre las que veían la lucha por la igualdad de la mujer como un aspecto de una lucha más amplia contra todo tipo de opresión y aquellas que enfatizaban la solidaridad femenina y la necesidad de permanecer políticamente y organizativamente “autónomas” respecto a otras fuerzas sociales.

Mientras muchas líderes de la “Segunda Ola” habían tenido sus experiencias políticas iniciales en el Movimiento por los Derechos Civiles y en la Nueva Izquierda otras tenían un pasado menos honorable. Gloria Steinem, la editora original de Ms., la revista feminista de mayor circulación en Norteamérica, había trabajado para la CIA en los años ’50. Ella estuvo involucrada con la operación de un grupo pantalla “que financiaba a los norteamericanos que asistían a los festivales mundiales de la juventud, dominados mayormente por la Unión Soviética”. Según Sheila Tobías, una participante inocente en uno de estos viajes (que más tarde enseñó en la Universidad de Cornell estudios sobre la mujer), la CIA:

 “estaba interesada en espiar los delegados norteamericanos para descubrir quién era trotskista o comunista en los Estados Unidos. Así que resultó que nosotros éramos una pantalla.”

 —Marcia Cohen, The Sisterhood (La Hermandad Femenina), 1988

Cuando el pasado de la Steinem fue revelado, ella optó por enfrentarlo:

“Cuando la prensa reveló que la CIA había financiado la agencia que Gloria había co-fundado al final de los ’50, ella admitió que la organización recibía fondos de la CIA, negó haber sido un agente y calificó a esos festivales de la juventud en Helsinki como ‘los mejores momentos de la CIA’”

 —Ibíd.

Sólo las feministas más militantes como las “Redstockings” (Mediasrojas) con base en Boston (cuya dirigente Roxanne Dunbar era veterana del Movimiento por los Derechos Civiles) denunciaron a la Steinem por haber estado involucrada con la CIA. En su mayoría, las feministas comunes ignoraron el tema de su conexión con la principal agencia de la contrarrevolución imperialista, o lo consideraron irrelevante. Esto de por sí habla mucho de la política de “la hermandad femenina”.

Feminismo Radical y Determinismo Biológico

Otra feminista que comenzó su carrera política en el Movimiento por los Derechos Civiles fue Shulamith Firestone. En su libro de 1970 The Dialectic of Sex (La Dialéctica del Sexo), ella intenta dar una base teórica al feminismo radical argumentando que la subordinación de la mujer tenía un origen biológico y no socio-histórico. La división sexual de la humanidad en “dos clases biológicas diferentes” era, según ella, el origen de todas las demás divisiones sociales. Parafraseando a Marx ella escribió:

 “La organización sexual reproductiva de la sociedad siempre nos da las bases reales, solamente a partir de las cuales podemos descifrar la explicación absoluta de toda la superestructura de instituciones económicas, jurídicas y políticas, así como de las ideas religiosas, filosóficas y otras de un período histórico dado.”

Si la raíz de la opresión de la mujer está en la anatomía, razonaba Firestone, entonces la solución debe estar en la tecnología—incrementar el control sobre la concepción (anticonceptivos) y finalmente de la gestación fuera del útero. Firestone mantenía que su análisis era “materialista”. Es cierto que era en cierta forma un materialismo, pero uno crudamente biológico. Mientras ella vislumbraba una conclusión histórica de la opresión de la mujer, las soluciones que ofrecía eran utópicas y a fin de cuentas, apolíticas. Su libro ha seguido teniendo influencia—a lo mejor porque ella fue una de las primeras en llevar el punto de vista radical feminista de que la biología es un destino hasta su conclusión lógica.

Aunque no apoyaba las soluciones de Firestone, el “Redstockings Manifesto (Manifiesto de las Mediasrojas)” de 1970 estaba de acuerdo con la aseveración de que las mujeres constituyen una clase social:

 “Las mujeres son una clase oprimida…Nosotros identificamos los hombres como los agentes de nuestra opresión. La supremacía masculina es la forma de dominación más antigua y básica. Todas las demás formas de explotación y opresión (el racismo, el capitalismo, el imperialismo, etc) son extensiones de la supremacía masculina: los hombres dominan a las mujeres, algunos pocos hombres dominan al resto. Todas las estructuras de poder a lo largo de la historia han sido dominadas y orientadas por y para los hombres. Los hombres han controlado todas las instituciones políticas, económicas y culturales y han respaldado este control con la fuerza física. Ellos han utilizado su poder para mantener a las mujeres en una posición inferior. Todos los hombresreciben beneficios económicos, sexuales y psicológicos de la supremacía masculina. Todos los hombres han oprimido a las mujeres… Nosotras no nos preguntaremos qué es lo ‘revolucionario’ ni qué es lo ‘reformista’, sólo qué es lo que es bueno para las mujeres.”

 —“Redstocking Manifesto (Manifiesto de las Mediasrojas)” en Sisterhood is Powerful (La Hermandad Femenina es Poderosa), 1970

Los argumentos de las feministas radicales se asemejan a los de los socio-biólogos más reaccionarios, que arguyen que la desigualdad social está “en nuestros genes” y que por lo tanto, intentar luchar contra ello es fútil. Las feministas radicales frecuentemente abogan por el separatismo y algunas van tan lejos como para sugerir que las mujeres que continúan durmiendo con el “enemigo” deben ser vistas como sospechosas. En Lesbian Nation: the Feminist Solution (La Nación Lesbiana: la Solución Feminista) (1973), Jill Jonson aseveró que:

 “La satisfacción sexual de la mujer independientemente del hombre es el sine qua non de la revolución feminista… Hasta que todas las mujeres sean lesbianas no habrá una verdadera revolución política.”

Socialismo y Sexismo

En un ensayo de 1970 intitulado “The Main Enemy (El Enemigo Principal)”, Christine Delphy presentó una versión de “feminismo radical basado en principios marxistas” en el cual los hombres (y no el capitalismo) se identificaban como el enemigo principal (republicado en Close to Home (Cerca de Casa), 1984). Delphy aseveraba que, sin una revolución independiente de las mujeres, incluso en un estado de trabajadores post capitalista, los hombres seguían teniendo un interés material en hacer que las mujeres realizaran la mayoría de las tareas domésticas.

La idea de que la opresión de las mujeres continuaría como una forma de vida dentro del socialismo, parecía obvio a aquellas radicales de la Nueva Izquierda que veían los estados de trabajadores económicamente atrasados, nacionalmente aislados y deformados de Cuba, China, Vietnam del Norte, Corea del Norte y Albania como sociedades socialistas en funcionamiento. Aunque las mujeres tuvieron muchos logros importantes dondequiera que el capitalismo había sido derrocado (un hecho dramáticamente subrayado por el devastador efecto que tuvo sobre la mujer la contrarrevolución capitalista en el antiguo bloque soviético), la parásita burocracia gobernante (abrumadoramente masculina) en estos estados policíacos estalinistas promocionaban el rol “natural” de la mujer como reproductora, madre y creadora del hogar. León Trotsky apuntó en La Revolución Traicionada) que la maquinaria estalinista era un obstáculo para el desarrollo del socialismo y criticó “el interés social de los medios dirigentes en enraizar el derecho burgués” en relación con sus intentos de fortalecer la familia “socialista”.

El pesimismo feminista con respecto a las posibilidades de la mujer bajo el socialismo (en oposición a las posibilidades bajo el estalinismo) refleja la inhabilidad de comprender los orígenes históricos de la opresión de la mujer. También revela su falta de apreciar las inmensas posibilidades de reorganizar las prioridades sociales y de transformar cada aspecto de las relaciones humanas que el socialismo facilitaría al eliminar la escasez material. La expropiación revolucionaria de las fuerzas productivas y el establecimiento de una economía planificada global garantizaría que las condiciones básicas de la existencia (comida, abrigo, trabajo, servicios de salud y educación) estuvieran aseguradas para todas las personas del planeta.

Al cabo de unas pocas generaciones, la socialización de la producción podría brindar a todos los ciudadanos una calidad de vida y un grado de independencia económica que hoy en día solamente disfruta la elite. El acceso a centros de recreo, campamentos de veraneo, facilidades deportivas, culturales y educacionales y otras instituciones que en estos momentos están fuera del alcance de muchas personas, enriquecerían inmensamente la vida de la mayoría de la población. A medida que la sociedad escape de la tiranía del mercado, que sólo promociona actividades que produzcan ganancias al sector privado, las personas tendrán una rango más amplio de opciones para poder organizar sus vidas. Las tareas domésticas pudieran reducirse sustancialmente si la sociedad provee guarderías infantiles, restaurantes y lavanderías de alta calidad. Con el tiempo, a medida que la competitividad, la ansiedad y la inseguridad de la vida dentro del capitalismo van quedando en el pasado lejano, el comportamiento social se irá transformando.

La condición de garantizar condiciones materiales para una vida plena para todos, imposible bajo los dictados de maximización de las ganancias, será sencillamente una decisión racional en una economía planificada. Al igual que el invertir en programas de inmunización y en sistemas de saneamiento subsidiados por fondos públicos resulta de beneficio para todos los miembros de la sociedad, el asegurar una existencia segura y productiva para cada individuo mejorará la calidad de vida de todos, eliminando muchas de las causas del comportamiento anti-social, de las enfermedades mentales y de otros padecimientos.

Puede objetarse que incluso dentro de la elite actual, que ya disfruta de una abundancia material, los hombres oprimen a las mujeres. Los marxistas reconocen que aunque la ideología refleja los intereses materiales de una clase social particular, también tiene cierta autonomía relativa. La condición de las mujeres de cuidadoras de niños y trabajadoras domésticas sin remuneración sólo puede ser justificada dentro del marco de un punto de vista sexista que afecta negativamente a las mujeres, incluso las de la clase capitalista.

El resultado de estas ideas y prácticas sociales no desaparecerá automáticamente ni inmediatamente después que las condiciones que las hicieron surgir se revoquen. Tendrá que existir una lucha cultural e ideológica en contra del legado de atraso e ignorancia recibida del pasado. Pero si la sociedad de clases promueve y refuerza la supremacía masculina, el racismo, etc. en todo momento, en un mundo igualitario donde se asegura una existencia confortable y segura para todo el mundo, el proyecto de erradicar el prejuicio se hace finalmente viable.

El Feminismo Socialista: Un Paso Intermedio Efímero

El feminismo radical de Firestone, las Mediasrojas y Delphy representaban un ala del Movimiento de Liberación de la Mujer al principio de los años ’70. En el otro extremo del espectro cientos de las mejores militantes se inscribieron en varias organizaciones ostensiblemente marxista-leninistas. Aquellas que caían más o menos en el medio frecuentemente se identificaban a sí mismas como “feministas socialistas”. Esta corriente, que al final demostró ser un efímero paso intermedio, fue bastante influyente durante la década del ’70, especialmente en Gran Bretaña. Como rechazaban el determinismo biológico del feminismo radical, las feministas socialistas rumiaban con desarrollar un modelo de “sistema dual”, que considerara al capitalismo y al “patriarcado” igualmente como enemigos, pero separados. Las feministas socialistas ampliamente consideraban lo apetecible de un análisis partiendo de un “sistema dual”, pero las dificultades surgieron cuando se intentó encontrar una explicación plausible de cómo estos dos sistemas de opresión, supuestamente discretos pero paralelos, interactuaban. Otro problema espinoso fue cómo el análisis del racismo, del “edadismo” y de las múltiples otras formas de opresión se integraban al modelo dual capitalismo/patriarcado.

Las feministas socialistas tampoco pudieron ponerse de acuerdo en como definir exactamente el sistema de “patriarcado” ni de ¿cuáles eran sus causas: la tozudez masculina?, la envidia?, la envidia del útero y la consecuente obsesión masculina por mantener un control estricto sobre las funciones reproductoras de la mujer?, el lenguaje?, las estructuras psico-sexuales?, los privilegios materiales? La lista es extensa y diferentes teóricas del patriarcado destacaban o combinaban todas las anteriores y otras más.

La actividad política de las feministas socialistas, suponiendo que ésta existió, generalmente tenía un sesgo mayor hacia apoyar la clase obrera que el apoyo brindado por las feministas radicales, pero de otra forma fue muy similar a la de estas últimas. Los marxistas tradicionalmente han apoyado la creación de organizaciones socialistas de mujeres ligadas a la clase obrera y a otros movimientos de los oprimidos, a través del apoyo de un partido revolucionario compuesto por los militantes más concienzudos y dedicados de cada sector. Este movimiento de mujeres sería “autónomo” y separado de los reformistas, los capitalistas y de los líderes vendidos de los sindicatos, pero estaría organizativamente y políticamente ligado a la vanguardia comunista. Las feministas socialistas por el contrario, apoyan la insistencia de las feministas radicales de que sólo un movimiento autónomo de mujeres(en el sentido de que estuviera completamente separado de organizaciones que incluyen a hombres) puede librar una auténtica batalla por la liberación de la mujer.

Pero esto también presentaba problemas cuando se aplicaba al mundo real. Es imposible concebir un movimiento que intente lanzar un reto al dominio capitalista sin intentar movilizar el apoyo de todos los elementos posibles de entre los explotados y oprimidos. El excluir a la mitad de la población desde el mismo comienzo, simplemente sobre la base del sexo, es garantía segura del fracaso. Es más, si uno quiere distinguir entre amigos y enemigos solamente sobre la base del sexo, entonces ¿qué actitud se debe tomar con las mujeres que se alistan en movimientos de derecha o que se incorporan a las filas de los policías y de las rompehuelgas? ¿Y qué decir de las mujeres que pertenecen a la clase dominante? No parece que éstas sean aliadas naturales en la lucha por el feminismo socialista.

Algunas feministas radicales pretendieron “resolver” estos problemas sencillamente declarando que las mujeres que actúan como los hombres (es decir que actúan egoístamente) no son “verdaderas” mujeres. Pero esta no era una opción para las feministas socialistas que aspiraban a desarrollar un punto de vista más científico. Una década después del colapso del movimiento de las feministas socialistas, Lise Vogel, una de sus más claras exponentes, republicó un ensayo que había aparecido originalmente en 1981 intitulado “El Marxismo y el Feminismo: Un Matrimonio Infeliz, Una Separación de Temporal o Algo Más?” En su versión original la Vogel había coqueteado con el espinoso tema de cómo tratar los enemigos de clase femeninos, pero en la versión de 1995 lo enfrentó:

 “Las feministas socialistas sostienen, en contra de ciertas opiniones de la izquierda, que las mujeres pueden ser organizadas con éxito y enfatizan la necesidad de organizaciones que incluyan mujeres de todos los sectores de la sociedad… Es precisamente el carácter específico de la situación de la mujer lo que requiere que tengan una organización separada. En esto las feministas socialistas se encuentran frecuentemente en contra de gran parte de la tradición socialista teórica y práctica. La teoría feminista socialista toma para sí la tarea esencial de desarrollar un marco que guíe el proceso de organizar a las mujeres de diferentes clases y sectores en la creación de un movimiento autónomo de mujeres.”

 —Lise Vogel, Women Questions: Essays for a Materialist Feminism (Los Problemas de las Mujeres: Ensayos para un Feminismo Materialista), 1995

Con esto, la Vogel (hija de padres comunistas, que 30 años antes se había dirigido al sur como una trabajadora por los Derechos Civiles) prácticamente admitió que es imposible reconciliar “feminismo” con “socialismo” —dos ideologías fundamentalmente contrapuestas—utilizando solamente una pleca.

Mientras que los marxistas criticaban las implicaciones del colaboracionismo inter-clases de la llamada a la “unión” de todas las mujeres, las feministas radicales las atacaban desde la otra dirección como “políticas identificadas con los hombres”. Cathrine MacKinnon, una destacada teórica del feminismo radical y colaboradora de Andrea Dworkin, señaló la contradicción política fundamental del feminismo socialista:

 “Los intentos de crear una síntesis entre el marxismo y el feminismo, el llamado feminismo socialista, no ha reconocido ni la integridad de cada teoría por separado ni la profundidad del antagonismo entre ellas.”

 —Toward a Feminist Theory of the State (Hacia una Teoría Feminista del Estado), 1989

El feminismo socialista se desintegró como movimiento político porque la incoherencia de sus postulados impidió a sus seguidoras desarrollar ni un programa, ni una organización, capaz de empeñarse en una lucha social seria. En el mundo real, sencillamente no hay espacio político entre el programa de solidaridad femenina independientemente de las diferencias de clases sociales y el programa de solidaridad proletaria independientemente de las diferencias sexuales. Por ejemplo, las feministas socialistas estaban de acuerdo conque las mujeres trabajadoras llevaban el mayor peso de las reducciones de los programas sociales. Los gobiernos pro capitalistas de cualquier tono político sostienen que el estado ya no puede sufragar el costo de cuidar a los niños, los ancianos o los enfermos; por el contrario, esta responsabilidad es de la familia, es decir, fundamentalmente de las mujeres. ¿Cuáles serían los afiliados naturales para luchar contra estas reducciones? Las mujeres burguesas generalmente apoyan la austeridad del gobierno y la redistribución resultante de las riquezas. Su preocupación primaria es la de no sobrecargar la acumulación privada de capital con el financiamiento público de las necesidades sociales. Por otra parte, los hombres de la clase obrera son los aliados naturales en la lucha contra las reducciones de los subsidios de las guarderías, pensiones por edad, seguros médicos y demás, porque estos programas los benefician a ellos.

Hoy en día, entre los académicos izquierdistas de moda, el analizar la supremacía masculina dentro del marco de la perspectiva materialista pasó de moda; frecuentemente se desprecia el marxismo como irrelevante y su lugar lo toma el “post-modernismo” de Jaques Derrida, Julia Kristeva, Luce Irigaray, Michel Foucalt y Jean Baudrillard. Aunque a veces se identifican ampliamente con la izquierda política, los post-modernistas de hecho representan un regreso al pesimismo histórico reaccionario de Friederich Nietzche, el cual fue acertadamente caracterizado por Jurgen Habermas como el “dialéctico de la Contra-Iluminación”. El post-modernismo ha brindado el fondo pseudo teórico para un nuevo tipo de conservadurismo apolítico de izquierda que rechaza la idea, que es central tanto para la Iluminación como para el Marxismo, de que la sociedad puede ser reconstruida sobre la base de la razón humana: ¡una noción “humanista” en bancarrota según los post estructuralistas y los post modernistas! Michel Barret, una exponente británica del “feminismo socialista” que una vez fue muy influyente, es un ejemplo de este “descenso al discurso”. En la introducción a la reedición de 1988 de su libro Women’s Oppresion Today (La Opresión de las Mujeres Hoy) de 1980, ella escribió:

 “el discurso del post-modernismo tiene como premisa una negación explícita y argumentada de los grandes proyectos políticos que por definición son, tanto el “feminismo”, como el “socialismo”… Los argumentos del postmodernismo representan ya, pienso yo, la posición clave alrededor de la cual probablemente girarán los trabajos teóricos sobre el feminismo en el futuro. Sin duda alguna, este sería el lugar por donde este libro empezaría, si yo lo estuviera escribiendo hoy.”

El ‘Feminismo Cultural’ y el Rechazo a la Política

Muchas feministas en los países imperialistas se han retirado, en un intento de escapar del sexismo de las principales corrientes de la sociedad, a través de la creación de una contra-cultura femenina que involucra al teatro, la música, la “herstory” (historia contada a través de personajes femeninos) y la literatura. El crecimiento del “feminismo cultural” al final de los años ’70 se reflejó en la creciente popularidad de los escritores que contrastaban los supuestos valores femeninos de cuidar, compartir y calidez emocional con las características “masculinas” de avaricia, agresión, ego y lujuria. A diferencia del Movimiento de Liberación de la Mujer de los ’60 —que sacó por primera vez muchos aspectos de la opresión de la mujer del ámbito privado al público—las grandes sacerdotisas del feminismo cultural de los ’90 invocan a “La Diosa” para re-envasar las nociones tradicionales de la esencia femenina, que mercadean con su discurso sobre el “empoderamiento”.

La industria de la “herstory” nos da un ejemplo de esta regresión política. En 1970, cuando una de las principales revistas del movimiento de las mujeres norteamericanas publicó una edición especial sobre “Women in History (Las Mujeres en la Historia)”, su portada proclamaba:

 “Nos han robado nuestra historia. Nuestras heroínas murieron al dar a luz de peritonitis, exceso de trabajo, opresión, y de rabia contenida. Nuestras genios nunca fueron enseñadas a leer ni a escribir.”

 —Women: A Journal of Liberation (Mujeres: Una Revista de Liberación), primavera 1970

Las “herstorians” (historiadoras del papel de las mujeres en la historia) contemporáneas, como Dale Spender, rechazan esto y afirman por el contrario que los historiadores masculinos han sacado de la historia a importantes mujeres artistas, escritoras, científicas y filósofas:

 “cuando aseguramos que la razón de la ausencia de las mujeres [de los registros históricos] no es culpa de las mujeres sino de los hombres, que no es que las mujeres no hayan contribuido, sino que los hombres han ‘manipulado los registros’, entonces la realidad sufre un cambio notable.”

 —Women of Ideas and What Men Have Done to Them (Mujeres de Ideas y Lo que los Hombres Han Hecho con Ellas), 1982

Si el estudio de las contribuciones que las mujeres han hecho en el pasado puede ciertamente inspirar a aquellas inmersas en la lucha hoy en día, el intento de edulcorar la horrible verdad tan sólo puede minar la urgencia de terminar con el orden social responsable de la perpetuación de la opresión femenina. El relegar a las mujeres a la esfera “privada” de las tareas domésticas significa su exclusión, en todos los casos con la excepción de algunos pocos, de la posibilidad de ser participantes principales en el desarrollo histórico de su tiempo. El énfasis en la exclusión de la mujer de los libros de historia sólo sirve para minimizar el tamaño de la herida. Las feministas culturales predican la abstinencia, en vez de la participación, en la actividad política, sobre la base de que inevitablemente conduce a entrar en el dominio masculino:

 “el “tokenism” (falsa política de integración de minorías) – que comúnmente se disfraza como Igualdad de Derechos y nos entrega victorias pírricas – desvía y crea cortocircuitos en la ginergía (energía femenina) y de esta manera el poder femenino, galvanizado bajo consignas engañosas de hermandad femenina, es tragado por La Fraternidad. Este vampirismo del Ser Femenino socava a las mujeres porque les da la ilusión de los éxitos parciales…

 “Este “tokenism” destruye insidiosamente la hermandad femenina, porque distorsiona doblemente el aspecto guerrero de la alianza de Amazonas, cuando lo exalta y cuando lo minimiza. Exalta la importancia de la “lucha de retribución” al punto de hacerla devorar al “ser trascendente” de y en la hermandad femenina, reduciéndolo a una copia de la camaradería. Al mismo tiempo minimiza el aspecto guerrero de Amazona conteniéndolo, desviándolo y cortando su lucha.”

 —Mary Dalky, Gyn/Ecology (Gin/Ecología), 1978

El mismo concepto de opresión, así como la necesidad de luchar contra éste, se desdeña como nociones “masculinas” que deben ser trascendidas:

 “El punto no es salvar la sociedad ni enfocarse en escapar (lo cual sería mirar hacia atrás) sino soltar el Manantial de Ser-en… Si no nos perturban, somos libres de encontrar nuestra propia concordancia, de escuchar nuestra propia armonía, la armonía de las esferas.”

 —Ibíd.

Esta bobada reaccionaria es una repetición feminista de la desmoralización política que llevó a miles de pequeños burgueses de la generación del boom natalicio de los’60 de la Nueva Izquierda a la Nueva Era.

A medida que el progreso material de las mujeres se ha detenido, las feministas que celebran la pasividad y la abstención política prometen la salvación en otro mundo diferente de aquel donde ocurre el verdadero sufrimiento. Esto tiene una cierta lógica ya que, si la opresión de la mujer se deriva de una eterna e inmutable disparidad entre la naturaleza de los sexos, entonces no hay razones para esperar que nada de lo que se haga produzca un cambio significativo. Así que, en vez de participar en la lucha para transformar las instituciones y las relaciones sociales que determinan la conciencia, las feministas de la Nueva Era exhortan a las mujeres a que se embarquen en un viaje espiritual personal hacia el espacio interior. Mary Daly indica que el camino hacia una realización psíquica puede encontrarse en las discusiones con otras mujeres en un lenguaje “escogido” en el cual los significados “masculinos” se revierten:

 “El cortar los lazos/ barreras de la falocracia requiere irrumpir hacia el poder radiante de las palabras, para que al liberar las palabras podamos liberar a nuestro Ser.”

 —Pure Lust (Lujuria Pura), 1984

Mientras se imaginaban a sí mismas embarcadas en un audaz replanteamiento feminista de todo el curso de la existencia humana, las feministas culturales en realidad solamente reflejaban las tendencias conservadoras que eran populares en ese momento entre los intelectuales burgueses. El nuevo feminismo abarca muchas de los planteamientos clave del postmodernismo, incluyendo un enfoque idealista del lenguaje y el “discurso” y menospreciando la significación de la actividad económica y política.

El ‘Trabajo de Mujeres’

Incluso las feministas que no han abandonado del todo la actividad política han abandonado la retórica anti-capitalista del principio de los ’70. Muchas están ocupadas en dirigir clínicas de abortos, centros de terapia por violación y albergues de mujeres. Estos servicios son ciertamente beneficiosos para aquellas mujeres que tienen acceso a ellos y les da a las que los dirigen la satisfacción de hacer algo “práctico”. Sin embargo, estos centros sólo se ocupan de los efectos, no de las causas, de la opresión de las mujeres.

Algunas feministas están también involucradas en campañas para aumentar la representación femenina en trabajos no tradicionales en oficios, profesiones y la administración corporativa. Aunque esto ha creado oportunidades para algunas, y ha ayudado a romper con algunos estereotipos, ha tenido poco efecto en las condiciones en que se encuentran la mayoría de las mujeres, que permanecen atascadas en empleos tradicionalmente “femeninos”.

Se le ha dado mucha significación a la disminución de la diferencia entre los salarios de mujeres y hombres en Estados Unidos en los últimos años: entre 1955 y 1991 los salarios de mujeres trabajando a tiempo completo aumentaron de un 64% a un 70% del salario de los hombres. Pero esto es mayormente resultado de la reducción sufrida en los salarios de los hombres debido a la disminución de empleos de obreros sindicalizados. Los marxistas apoyan la lucha de las mujeres por obtener iguales salarios e igual acceso a todas las categorías de empleo, mientras que reconocen que la maleabilidad del prejuicio sexual en el proceso laboral capitalista impedirá que las mujeres alcancen una verdadera igualdad.

En la mayoría de los casos no hay una base objetiva para designar los empleos como “masculinos” o “femeninos”. La única diferenciación importante entre los sexos en términos de su capacidad de trabajo es que los hombres son, en promedio, más fuertes físicamente que las mujeres. Sin embargo, entre los hombres, aquellos empleos que requieren fuerza física no son particularmente bien remunerados – la pericia, la destreza, la habilidad mental y de organización tienen un mayor peso. La razón por la que los empleos de ejecutivos, de médicos y de pilotos de aerolíneas son predominantemente ocupados por hombres, mientras que los de secretario, enfermeros y aeromozas son ocupados por mujeres tiene mucho que ver con actitudes sociales sexistas y nada que ver con ninguna disparidad de habilidades. En su ensayo de 1959 Nancy Reeves nos da un ejemplo sorprendente del carácter arbitrario de los trabajos de “hombres” y de “mujeres”:

 “en el Medio Oeste [Norteamericano] las “cornhuskers” (las que quitan las hojas al maíz) son tradicionalmente mujeres, mientras que los “trimmers” (los que quitan los granos a las mazorcas) son casi siempre hombres. En el Lejano Oeste ocurre lo contrario.”

El sesgo hacia la supremacía masculina en la sociedad capitalista es tan abarcador y tan maleable, que cuando las mujeres obtienen acceso a ocupaciones previamente reservadas para hombres, rápidamente surgen nuevas barreras, tanto abierta como encubiertamente:

 “En 1973 sólo el 8% de los títulos de abogado [en los Estados Unidos] eran obtenidos por mujeres. En 1990 este por ciento se había incrementado al 42%. Esto es una feminización considerable de una profesión prestigiosa. Sin embargo, el por ciento de mujeres es mucho mayor en los empleos menos remunerados dentro de los abogados, como por ejemplo en clínicas legas, y ellas parecen no poder alcanzar la cima incluso en las áreas más lucrativas de las grandes firmas legales.”

 —Joyce P. Jacobsen, The Economics of Gender (La Economía del Género), 1994

Este mismo fenómeno se observa en el comercio:

 “Los estudios realizados por las Universidades de Columbia y Stanford de las mujeres con títulos de Master en Administración Comercial (MBA) muestran que los salarios iniciales son similares para ambos sexos, pero al cabo de 7 años el salario de las mujeres está un 40% por debajo del de los hombres.”

 —Ibíd.

Incluso entre los bibliotecarios, una de las escasas profesiones “femeninas”, un por ciento desproporcionado de los mejores empleos (posiciones de administradores principales en las bibliotecas de investigación) son ocupados por hombres. Jacobsen apunta que es:

 “difícil encontrar un ejemplo de ocupaciones verdaderamente integradas, donde la proporción de mujeres se acerque a la de su representación en la fuerza laboral, en la que el cambio en la razón de género sea pequeña y en la cual las mujeres no estén segregadas en ghettos.”

Los empleos que con el tiempo han cambiado de ser ocupadas predominantemente por un sexo hacia el otro nos dan otra indicación de la naturaleza sistémica del problema. Uno de los pocos empleos que ha cambiado de ser “femenino” a ser “masculino” es la de recibir los alumbramientos. En 1910 las comadronas recibían la mitad de todos los bebés que nacían en los Estados Unidos, pero este número ha descendido hasta menos del 1% de los nacimientos. Cuando el alumbramiento pasó a ser un suceso que tenía lugar en hospitales bajo la supervisión de médicos (predominantemente hombres) el estatus y la remuneración de este trabajo creció dramáticamente.

Por el contrario, cuando los empleos cambian de hombres a mujeres, el resultado es una disminución tanto del estatus, como del dinero:

 “Aunque antes de la Segunda Guerra Mundial casi no había mujeres cajeras de bancos, en 1980 más del 90% de los cajeros lo eran. A la vez, los salarios y las oportunidades de mejorar la carrera descendieron estrepitosamente. Las profesiones de empleados de oficina en general eran predominantemente masculinas cuando surgieron en grandes cantidades por primera vez como resultado de la necesidad de la revolución industrial de tener personas que procesaran papeles; todos estos empleos son ahora dominados por las mujeres y generalmente se le consideran como un ghetto femenino de empleos.”

 —Ibíd.

Uno de los ejemplos más espectaculares de una mujer irrumpiendo en una categoría de empleo tradicionalmente masculina fue la ascensión de Margaret Thatcher al puesto de primer ministro de Gran Bretaña. No hay duda alguna de que la “Dama de Hierro” logró su ascenso al puesto más alto porque era mejor que sus competidores, sin embargo también es bien sabido que durante su mandato los trabajadores en Gran Bretaña y los pobres (que son, por supuesto desproporcionadamente mujeres) tuvieron que enfrentar ataques de una virulencia sin precedentes. El éxito de la Thatcher puede haber debilitado algunos presupuestos sobre la supremacía masculina y haber inspirado a algunas jóvenes británicas ambiciosas a lanzarse hacia la cima, pero la verdadera lección que nos brinda su carrera es que la base de la opresión social está en la lógica interna del sistema capitalista y no en el sexo del que opera sus palancas.

Feministas Anti-Pornografía

Entre las iniciativas más directamente políticas (y más reaccionarias) llevadas a cabo por las feministas radicales en los últimos años está la campaña para prohibir materiales explícitamente sexuales. (véase “Pornography, Capitalism & Censorship (Pornografía, Capitalismo y Censura)”, 1917 No. 13). A pesar de los desmentidos ocasionales de que ellas no comparten la mojigatería de los grupos de extrema derecha y sus valores familiares, las feministas anti-pornografía se han aliado gustosamente con los extremistas que quieren hacer del aborto un crimen, perseguir a los homosexuales y prohibir la enseñanza de la evolución y de la educación sexual en las escuelas. En muchas jurisdicciones donde las autoridades que hacen valer las leyes han utilizado una propaganda “pro-mujeres” para defender la censura estatal, el blanco principal de las redadas anti-pornográficas ha sido la población gay y lesbiana.

Las feministas que están a favor de la censura arguyen que la opresión de la mujer es producto de la inmanente identidad masculina centrada en una sexualidad inherentemente brutal. Andrea Dworkin, la campeona de las feministas pro-censura en Norteamérica alega que “el sexo y el asesinato están fundidos en la mente masculina, de tal forma que una sin la posibilidad inmanente de la otra es imposible y no puede concebirse.” (“Taking Action” (Actuando) en Take Back the Night (Retomemos la Noche), 1980). Por lo tanto, la pornografía debe ser censurada porque es una manifestación de la “conciencia masculina”.

Además de las feministas pro-censura, hay también feministas pro-maternidad que se distinguen por su obsesión en contra del desarrollo de nuevas tecnologías reproductoras. La “Feminist International Network of Resistance to Reproductive and Genetic Engineering (Red Internacional Feminista de Resistencia a la Ingeniería Genética y Reproductiva)” lanzada en 1984 sostiene que el tema central de las mujeres es la campaña contra el desarrollo de la inseminación artificial y la fertilización in vitro. Si Shulamith Firestone imaginó que los avances en la tecnología de la reproducción allanarían el camino hacia la liberación de las mujeres, estas paranoicas lo ven como el sitio potencial de una nueva esclavitud:

 “Al igual que nos repele la posibilidad de las consecuencias de una guerra nuclear, también nos repele la visión de un futuro en el que los bebés ni se llevan ni nacen, o en el cual las mujeres son obligadas a procrear sólo hijos varones y a matar a sus hijas en estado fetal. Las mujeres de China y de la India ya están transitando este camino. El futuro de las mujeres como grupo está en riesgo y debemos asegurarnos que hemos considerado todas las posibilidades antes de apoyar una tecnología que pudiera significar la muerte de la hembra”

 —Robyn Rowland en Man-Made Women (Mujeres Hechas por Hombres), 1987

Al igual que sus hermanas anti-pornografía, Rowland y otras a favor de la maternidad no han puesto peros a aliarse con la derecha tradicional: “las feministas tendrían que considerar el alinearse con amigos de alcoba extraños: como posiblemente las mujeres de la ultra derecha” (Ibíd.) Los “amigos de alcoba” de Rowland incluyen al racista confirmado Enoch Powell. En 1985 cuando Powell propuso (sin éxito) su “Ley de Protección de los Niños sin Nacer” para prohibir la investigación en embriones y restringir severamente la fertilización in vitro, Rowland habló en una conferencia de prensa para apoyarlo (vea de Marge Bere “Breeding Conspiracies and the New Reproductive Technologies (Las Conspiraciones de Procreación y las Nuevas Tecnologías de Reproducción)” en Trouble and Strife (Problemas y Enfrentamientos), Verano 1986)

La Reacción de Susan Faludi

El centro de gravedad de la escena feminista se ha movido hacia la derecha de los años ’70 hacia acá, pero muchas feministas todavía se identifican con la izquierda, y muchas se han opuesto radicalmente a la cruzada anti pornografía y a muchas otras adaptaciones hacia la derecha. Uno de los libros feministas más influyentes de los `90, el libro de Susan Faludi Backlash: The Undeclared War Against Women (La Reacción, La Guerra No Declarada Contra las Mujeres) (1991) documenta una década de reacciones “a favor de la familia” y pregunta:

 “¿Si las mujeres ahora son tan iguales, entonces por qué tienen muchas más probabilidades de ser pobres, sobretodo después del retiro? … ¿Por qué la media de las mujeres trabajadoras, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos todavía gana un poco más de dos tercios de lo que los hombres reciben por el mismo trabajo?…”

 “¿Si las mujeres son tan “libres”, entonces por qué sus libertades de reproducción están más amenazadas hoy que hace una década? ¿Por qué las mujeres que quieren posponer el tener hijos hoy tienen menos opciones que las que tenían 10 años atrás?”

Este no es el tipo de pregunta que los medios capitalistas promocionan, como dice Faludi. Su libro nos da muchos ejemplos de cómo la “opinión pública” se crea y se manipula para aislar a las mujeres que se atreven a aspirar a la igualdad social.

Faludi critica a las feministas que rechazan la actividad política para buscar su “crecimiento personal” y claramente apoya la perspectiva de una acción colectiva. Sin embargo, ella es incapaz de explicar los orígenes de los desenvolvimientos reaccionarios que critica, ni de proponer un programa que se les oponga. En vez de esto, ella presenta el rechazo como lamentable, pero a lo mejor parte inevitable, de un gran ciclo de la existencia:

 “Un rechazo contra los derechos de la mujer no es nada nuevo. Es más, es un fenómeno recurrente: regresa cada vez que las mujeres comienzan a tener algún progreso en dirección a la igualdad, parece ser una inevitable helada temprana al fugaz florecimiento del feminismo. ‘El avance de los derechos de la mujer en nuestra cultura, a diferencia de otros tipos de ‘avances’, siempre ha sido extrañamente reversible’ ha dicho Ann Douglas, catedrática de literatura Americana.”

Los logros ganados por las mujeres en los años ’60 y ’70 fueron un producto directo de la lucha política. Pero las concesiones que se les hicieron bajo la presión de las movilizaciones políticas de masas pueden sufrir una inversión cuando surge una configuración diferente de las fuerzas sociales. La lucha por la igualdad de la mujer, al igual que la batalla contra el racismo y contra otras formas de opresión social nunca puede ser totalmente ganada dentro del marco de la sociedad capitalista porque el mantenimiento de los privilegios y de la desigualdad es un corolario inevitable de la preponderancia de la propiedad privada de los medios de producción.

La deficiencia más sobresaliente del libro de Faludi es su tendencia a tratar el rechazo contra los derechos de la mujer en forma aislada. La campaña contra los derechos de la mujer en Norteamérica es sólo uno de los frentes de un asalto reaccionario multilateral. Las técnicas de propaganda que Faludi describe tan bien han sido empleadas también contra otros objetivos de la clase dominante—desde la asistencia social, los sindicalistas, hasta Saddam Hussein.

En una nota al pie de su descripción de la resistencia internacional a los fanáticos contra el aborto “Operation Rescue (Operación Rescate)”, Faludi apunta: “En Nueva Zelanda en 1989 se vieron choques frente a una clínica de Wellington cuando una escuadra de los del Rescate llegó y encontró allí a 30 mujeres que ya habían llegado e intentaban dejar entrar a las mujeres.” Contrariamente a la información de Faludi, los defensores de la clínica incluían tanto a mujeres como a hombres (incluyendo algunos de nuestros camaradas de Nueva Zelanda). Nuestros partidarios jugaron un rol importante en la organización de la defensa de la clínica de Parkview a través de “Choice” —una red de respuesta rápida militante y no excluyente, abierta a todo aquel que esté preparado a defender el derecho al aborto. Una de las lecciones de este trabajo fue la importancia de trazar una línea política y no sobre la base del sexo, en la lucha por los derechos de la mujer.

La Liberación de la Mujer a Través de la Revolución Socialista

El relegar a la mujer al entorno doméstico ha permitido históricamente que muchos asuntos de los derechos de la mujer se descarten como problemas meramente personales. El Movimiento de Liberación de la Mujer de finales de los ’60 vivió una proliferación de “grupos de despertar la conciencia” que exploraron las múltiples vías en que las mujeres habían interiorizado su opresión como un asunto personal y hasta donde la sociedad trata la subordinación de la mujer como una condición “natural” de la existencia.

Las restricciones legales e institucionales al acceso al aborto, el control de la natalidad, la asistencia médica y el empleo son todas claramente problemas “políticos”. Pero la opresión de la mujer también comprende las actitudes y presupuestos sociales y psicológicos con profundas raíces resultado de miles de años de dominación masculina. Las niñas aprenden desde el comienzo de su vida que no pueden aspirar a todo lo que los varones pueden aspirar. Los presupuestos misóginos están tan profundamente inscritos en nuestra cultura que muchos aspectos de la opresión de la mujer son prácticamente invisibles, incluso para personas comprometidas con la lucha por la liberación de la mujer. Por ejemplo, cuando las feministas propusieron la introducción de un lenguaje que fuera neutral respecto al genero (es decir, el uso de Ms en vez de Mrs. o Miss…) algunas publicaciones marxistas del ala izquierda resultaron ser más resistentes al cambio que la prensa burguesa de línea media.

La vida de muchas mujeres son truncadas o deformadas por el acoso sexual, la violación o la violencia doméstica a manos de los hombres. Aunque tiene lugar entre individuos, este comportamiento patológico, igual que otras formas de opresión de la mujer, son problemas sociales. No pueden ser eliminados hasta que el sistema social que los produce, y hasta cierto nivel los anima, es reemplazado por uno que cree las condiciones materiales para el surgimiento de una cultura imbuida de valores fundamentalmente diferentes. La liberación de la mujer no puede ser alcanzada dentro de la arena de nuestra vida personal. No es suficiente el compartir las labores domésticas más equitativamente dentro de la familia – lo que se necesita es que las guarderías, la limpieza del hogar, la preparación de comidas, etc. se transformen de responsabilidades individuales a responsabilidades sociales. Pero esto no es posible a menos que se logre una reconstrucción total de la sociedad – el reemplazar la anarquía capitalista por una economía socialista planificada administrada por los mismos productores.

Al igual que la liberación de la mujer está inexorablemente ligada al resultado de la lucha de clases, de la misma manera el destino de una revolución social depende de la participación y el apoyo de las mujeres pobres y de las trabajadoras. Como señaló Karl Marx en una carta del 12 de diciembre de 1868 a Ludwig Kugelmann: “Cualquiera que sepa algo de historia sabe que una gran revolución social es imposible sin el fermento femenino.” Los revolucionarios tienen que participar activamente en las luchas sociales para defender y promover la igualdad femenina. También es necesario impulsar el desarrollo de líderes femeninas dentro del movimiento socialista, porque sólo a través de la participación en la lucha para virar al mundo al revés es que las mujeres pueden abrir el camino de su propia emancipación y crear las circunstancias materiales para erradicar el hambre, la explotación, la pobreza y los efectos de miles de años de supremacía masculina. Esta es una meta por la que vale la pena luchar.

La Opresión de la Mujer—No Está en Nuestros Genes

La opresión de la mujer, la forma de opresión social más universal y profundamente enraizada, es característica de la sociedad capitalista, pero al contrario de la opresión racial, antecede al capitalismo. En su significativo estudio de 1884 El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Frederick Engels anotó que en las sociedades que se basan fundamentalmente en la caza y la recolección, donde todos los miembros de la tribu trabajaban, y en las que la propiedad era común, las mujeres no tenían un estatus de segunda clase. Anotó además que la subordinación de la mujer surgió paralelamente al desarrollo de clases sociales diferentes basadas en la propiedad privada. La conclusión que Engels sacó de esto fue que la supremacía masculina, que de diferente forma ha caracterizado a todas las civilizaciones conocidas, no es producto de diferencias biológicas predeterminadas entre los sexos, sino un fenómeno históricamente determinado.

La capacidad única a la mujer de gestar al hijo/a y amamantarlo/a dio lugar a una división natural del trabajo a lo largo de líneas sexuales en la sociedad primitiva, pero esta distinción no se tradujo automáticamente en un estatus inferior. Sólo con el advenimiento de las clases sociales fue que las mujeres fueron gradualmente excluidas de una participación plena en las actividades económicas y políticas principales y relegada al hogar. Si la forma, el grado y la intensidad de la opresión de las mujeres ha variado en las diferentes sociedades y en períodos históricos diferentes, siempre ha estado firmemente ligado al rol de la mujer de ser reproductora de la siguiente generación. Esto a su vez es finalmente moldeado por los requerimientos del modo de producción que prevalece y la estructura social que lo acompaña.

La subyugación de la mujer bajo el “libre mercado” capitalista está enraizada en su rol central dentro de la familia como suministradora sin paga de los servicios domésticos necesarios para el mantenimiento de la sociedad. Estas funciones incluyen la responsabilidad primaria de la comida, la ropa y la limpieza; el cuidado de los muy jóvenes, los ancianos y los enfermos; y la de satisfacer las variadas necesidades emocionales y psicológicas de todos los miembros del hogar. La familia suministra estos servicios en forma más barata para la clase dominante (tanto en términos económicos como políticos), que cualquier otra alternativa. La necesidad de mantener la familia como unidad básica en las sociedades divididas en clases constituye de esta forma la base material para la subordinación de la mujer.

Mientras Engels escribía esto, la investigación de las sociedades primitivas humanas estaba en pañales y el material empírico en el cual se basa su recuento era limitado y en algunos aspectos importantes, equivocado. Pero esto no resta en nada la importancia de su anotación de que la opresión de la mujer es una creación social. Hasta hace relativamente poco tiempo, la mayoría de los científicos sociales burgueses veían la dominación masculina como una norma universal, y generalmente presumían que tenía una base biológica. Sin embargo, durante las ultimas décadas muchos antropólogos han comenzado a aceptar la idea de que por cientos de miles de años existieron sociedades cazadoras y recolectoras que eran esencialmente igualitarias con respecto a los sexos.

Esto tiene claramente implicaciones políticas de largo alcance, pero casi nunca se informa en los medios masivos. Una excepción fue la edición del 29 de marzo de 1994 del New York Times en el que se publicó un pequeño trabajo titulado “Sexes Equal on South Sea Isle (Igualdad de Sexos en Isla del Mar del Sur)” donde se discutía los trabajos de la Dra. María Lepowsky, una profesora de antropología de la Universidad de Wisconsin. En su libro de 1993,Fruit of the Motherland (Los Frutos de la Patria), Lepowsky describía la isla de Vanatinai, una isla aislada al sureste de Nueva Guinea donde “no hay una ideología de la superioridad masculina y no hay un poder coercitivo masculino ni una autoridad formal sobre las mujeres.” En Vanatinai:

 “Hay mucho solapamiento entre los roles y las actividades de las mujeres y los hombres, con las mujeres ocupando roles públicos que generan prestigio. Las mujeres comparten el control de la producción y la distribución de los bienes valiosos y heredan propiedades. Las mujeres, al igual que los hombres, participan en el intercambio de bienes, organizan fiestas, ofician en rituales importantes como los de la siembra de la yuca o la curación, aconsejan a sus parientes, hablan y son escuchadas en reuniones públicas, poseen un conocimiento mágico valioso y trabajan a la par en la mayoría de las actividades de subsistencia.”

El rol prominente que juegan las mujeres en la isla se dice que es “taubwaragha”, que se traduce como “el camino de los ancestros”. En Vanatinai se espera que los hombres ayuden en el cuidado de los hijos/as e inclusive el lenguaje es neutro respecto al género – no hay pronombres como “él” o “ella”. En las conclusiones de su libro Lepowsky comenta:

 “El ejemplo de Vanatinai nos sugiera que la igualdad sexual se facilita por una ética general de respeto y de igual tratamiento de todos los individuos, la descentralización del poder político, la inclusión de todas las categorías de personas (por ejemplo, mujeres y minorías étnicas) en posiciones públicas de autoridad… El ejemplo de Vanatinai muestra que la subyugación de las mujeres por los hombres no es universal a lo humano y no es inevitable.”

BOLETIN TROTSKISTA Nº 5: LCI vs. TBI

BOLETIN TROTSKISTA Nº 5:

LCI vs. TBI

El texto completo del panfleto de la LCI: ” ¿QUÉ ES LA TENDENCIA BOLCHEVIQUE INTERNACIONAL? Con la replica punto por punto.

[Copiado de http://www.bolshevik.org/espanol/TB/tb5_extractos.html]

ACLARACIÓN AL LECTOR

La presente son extractos del BOLETIN TROTSKISTA Nº 5, “LCI VS. IBT”, publicado por la Tendencia Bolchevique Internacional que reimprime la totalidad del contenido de un material de la Liga Comunista Internacional (LCI, encabezada por la Liga Espartaquista de los EEUU) intitulado ” ¿Qué es la Tendencia Bolchevique Internacional?, y la replica punto por punto.

Hemos traducido una porción del intercambio con la LCI referida la Cuestión Rusa ( puntos 18-28) y en poco tiempo más ser traducida al español el contenido total del Boletín Trotskista Nº5.-

INTRODUCCIÓN

León Trotsky, el gran revolucionario Ruso, remarcó que los centristas tendían a despreciar a los revolucionarios por su “preocupación activa por la pureza de principios, claridad de posición, consistencia política y organizativa”. Nosotros tomamos estas cosas seriamente. Un panfleto reciente de la Liga Comunista Internacional (LCI, centrado en la Liga Espartaquista de James Roberston), intitulado: ¿ QUE ES LA TENDENCIA BOLCHEVIQUE INTERNACIONAL?, procura demostrar que la “TBI es un animal político de una clase dudosa y bizarra”. A pesar del sectarismo histérico y carente de principios políticos de los seguidores de Robertson, nosotros proponemos responder a cada uno de las críticas hecha por la LCI. Lenin una vez remarcó que en cualquier disputa política es necesario:

” Estudiar calmadamente y con gran objetividad, primero la sustancia de las diferencias de opiniones, y luego de ello, el desarrollo de las luchas en el interior del partido. Ninguno de ello se puede hacer si no hay documentos publicados de ambos lados. Aquel que toma la palabra del otro es un idiota sin esperanzas, que se puede disponer con el simple gesto de la mano”

Tenemos por lo tanto que reimprimir cada párrafo del panfleto de la LCI con una respuesta. Consideramos que la LE ha sido un grupo políticamente muy importante- indudablemente vital en la cadena de la continuidad revolucionaria. En el primer número de nuestro periódico 1917 nosotros declaramos:

 “Nosotros nos basamos en los documentos de los cuatros primeros congresos de la Internacional Comunista, en la lucha de la Oposición de Izquierda contra la contrarrevolución política del estalinismo, en los documentos fundacionales de la Cuarta Internacional y en las tradiciones revolucionarias del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) liderada por James Cannon desde los ¨30 hasta los ¨50. La dirección del PST abandonó la lucha por la construcción de una vanguardia Trotskista a principios de los ¨60 a favor de la confianza en el proceso objetivo de la historia (personificado, en primera instancia, por Fidel Castro). La Tendencia Revolucionaria, progenitor de la Liga Espartaquista (LE) nació en la lucha contra las implicaciones liquidacionistas del sucedáneo castrista de la mayoría del PST. A través de los `60 y `70 la herencia programática del trotskismo fue representada por la Tendencia Espartaquista. Esta tradición la reclamamos como nuestra.”

La actitud de la Liga Espartaquista hacia la TBI( y nuestro predecesor Norte Americano, la Tendencia Externa de la Tendencia Internacional Espartaquista (TR/TIE)), ha fluctuado considerablemente en los años. Inicialmente la dirección de la LE estaba preparada en entrar en un intercambio político escrito de manera sustantiva con nosotros ( dos de los cuales fueron publicados como Boletines Trotskistas) Después de un tiempo la dirección de la LE/TIE dejó las polémicas políticas y procuró, en su lugar, crear una línea dura contra nosotros, combinando la intimidación física y las calumnias. La dirección de la LCI continúa criticándonos políticamente por un lado, y por el otro, denunciándonos como anti-comunistas amargados: y con una “obsesión antinatural” con la LE, y por ende ” dudosos e incluso ” como COINTELPRO”. Internamente, la considerable atención fue pagada, endureciendo a su militancia contra nosotros. No rechazamos la atención política que nosotros le hemos dado a la LE/TIE. La LE se mantiene como un importante competidor político a nivel internacional, no solamente por razones históricas, sino porque, a primera vista, se asemejan a nosotros, porque tienen políticas sustancialmente similares a las nuestras. En suma, a la variedad de polémicas, nosotros hemos producido muchos artículos, evaluando críticamente la historia de la LE/TIE, en particular de octubre de 1982: “Declaración de la Tendencia Externa de la TIE” y en 1985 un artículo intitulado “El camino a Jimstown”( publicado en el cuarto y último número del Boletín de la Tendencia Externa de la TIE). Nosotros también publicamos una extensa entrevista a Geoff White, uno de los dirigentes originarios de la TR/LE en ” 1917″. La actitud de la dirección de la LE/LCI hacia nosotros es sumamente contradictoria. Ellos han escrito más polémicas contra nosotros que con ninguna otra tendencia, pero somos el único grupo izquierdista que ellos rehúsan debatir en público. Ellos obviamente sienten que un intercambio libre y completo no puede ser ventajoso para ellos.

Nosotros, por lo tanto, nos hallamos en la posición inusual de dar la bienvenida la publicación de este ataque. A pesar de las manipulaciones y de las tergiversaciones de los hechos (como también las mentiras), ensambla las principales posiciones de su polémica contra nosotros en un solo documento. Esto nos permite a nosotros presentar una respuesta detallada a cada uno de los cargos y deberíamos, esperamos, permitir al lector interesado a sopesar los méritos de los argumentos de ambos lados.

– Febrero de 1996

*****

Hemos numerado cada uno de los párrafos del panfleto de la LCI en el orden en que aparecen con nuestros comentarios intercalados. cada palabra de los textos de la LE es reproducido abajo exactamente como fueron publicados. Nótese que en la edición de la web, a los efectos de la claridad, los textos del panfleto de la LCI esta en negritas, mientras que la respuesta de la TBI esta hecha sin negritas. También cada sección de los párrafos numerados con el texto original de la LCI y de la TBI está marcada por una línea horizontal.

¿ QUE HACE MARCHAR A LA IBT? ANTI-SOVIETISMO

 Desde su inserción, la TB reclaman sostener muchas posiciones en común con nosotros. Por ejemplo, ellos levantan también la consigna ” Parar la contrarrevolución de Solidaridad en Polonia”. Pero cuando la cuestión de parar a Solidaridad se tornó más urgente, ellos se volvieron locos con relación a nuestra declaración que los estalinistas del Kremlin intervinieran militarmente, en la manera necesaria y brutal, y que nosotros apoyaríamos esto, y tomaríamos la responsabilidad por cualesquiera que sean las atrocidades que pudieran cometer. La posición Trotskista de defensa incondicional de los estados obreros deformados y degenerados significa exactamente, por ej: sin condiciones. Para la TB esto era simplemente la evidencia de nuestra supuesta “Stalinofobia”.

Nº18

Este párrafo es de una perversión statinofóbica de la posición trotskista de defensa militar incondicional de los estados obreros burocratizados. Como hicimos notar en el Boletín de la Tendencia Externa Nº1:

“Los trotskistas dan un apoyo militar incondicional a los regímenes estalinistas en su batalla contra la contrarrevolución interna ( ej. Solidaridad) o contra las fuerzas capitalistas externas (ej. Finlandia en 1940). Esto es una cuestión bastante diferente que extenderse al apoyo político a los estalinistas. Nosotros no asumimos la responsabilidad por los crímenes de los estalinistas contra la clase obrera- sea en el curso de la defensa militar de las formas de propiedad proletariado de otra características. Apoyo militar es extensivo a pesar de dichos crímenes”

La voluntad de la LE de ” tomar la responsabilidad por cualesquiera de las atrocidades que los ( estalinistas) pudieran cometer” es precisamente lo opuesto de la posición llevada adelante por León Trotsky en el contexto de la defensa de la URSS contra la Alemania nazi en la Segunda guerra Mundial :

“Mientras armas en mano ellos intentar hacer volar a Hitler, los Bolcheviques- Leninistas al mismo tiempo conduciremos la propaganda revolucionaria contra Stalin preparando su derrocamiento en un próximo y quizás un periodo cercano.

“Esta clase de ” defensa de la URSS” naturalmente se diferenciara, como el cielo lo hace de la tierra, de la defensa oficial que ahora es conducido por la consigna “Por la Patria y por Stalin”. Nuestra defensa de la USSR es llevada a cabo bajo la consigna ” Por el Socialismo. Por la Revolución Mundial. Contra Stalin”

En Defensa del Marxismo( énfasis original)

La consigna contra Stalin, significa que en vez de ” tomar la responsabilidad por los crímenes de los burócratas contra la clase obrera, la Cuarta Internacional se opone a dichas atrocidades cometidas por Stalin y la casta que él representaba

En una veta similar, ellos aúllan en una declaración publicada en Vanguardia Obrera, después de la repentina muerte del entonces líder de la USSR, Yuri Andropov, que se lee lo siguiente: ” El buscó cambiar los peores excesos de la burocracia. El procuró aumentar la productividad de las masas Soviéticas. El no traicionó a favor del imperialismo. El no era amigo de la libertad”. La TB condenan esta declaración equilibrada como una ” eulogía” estalinofóbica. Es que la TB tomó tal declaración como una ofensa, lo que simplemente no es más que su propia capitulación a la Guerra Fría antisoviética. Mientras ellos sostienen posiciones que no es más que una visión distorsionada de nuestra propia Cuestión Rusa, no solamente nosotros, pero la totalidad de la izquierda del frente popular anti-soviético saben que la TB no es serio ( esto fue evidenciado por el hecho que la TB es bienvenida a las protestas radicales, reuniones y marchas, donde los espartaquistas regularmente son excluidos)

 Nº19

El origen de nuestros intercambios extensos acerca de Yuri Andropov ( ver Boletín Trotskista Nº 1) fue la decisión de la dirección de la L.E. de nombrar a uno de sus contingentes en las demostraciones anti- fascistas en Washington DC en 1982, la “Brigada Yuri Andropov”. Como hicimos notar en nuestra carta originaria ( 13 de diciembre de 1982) al respecto: ” En los niveles más generales, Andropov y los burócratas, como él representa a todo lo contrapuesto por lo que luchó Trotsky: ” Nosotros les recordamos a la LE que ” Uno de los fundamentos del Trotskismo es que la efectiva defensa de la Unión Soviética está estrechamente ligada a la necesidad de la revolución política proletaria contra Andropov y su casta…”

Cuando Andropov falleció, y Vanguardia Obrera colocó un obituario con su foto en la primera plana, nosotros comentamos:

“Notamos que Andropov alcanzó el 75% de aprobación en su casilla fúnebre de Vanguardia Obrera Nº 348. Tres de cada cuatro no está mal. Pero nosotros no lo aprobamos tan elevadamente. El fracaso de Andropov de hacer cualquier “traición manifiesta a favor del imperialismo” puede atribuirse propiamente al corto tiempo que estuvo en el poder. El, ciertamente no envió mas MIG a Nicaragua o AK47 a los izquierdistas salvadoreños que su predecesor. El deseaba elevar la productividad – pero gran cosa, también lo deseaba Stalin, Krushchev y Breshnev.( En cualquier caso, los Trotskistas debemos observar cualquier esquema diseñado por la burocracia escépticamente, desde que usualmente tiene un carácter anti- obrero. Trotsky nunca apoyo el Stajovismo) Cualquier burócrata sensible se va a interesar en cambiar ” los peores excesos de la burocracia a efectos de aumentar la eficiencia, seguridad y estabilidad del régimen. Vuestra pequeña homilía por Andropov, esta focalizada en sus intenciones subjetivas, mas que la inevitabilidad objetiva, e incluso necesidad, de corrupción e ineficiencia en una economía planificada llevada a cabo por los jerarcas burocráticos y la policía secreta. Uds. adoptan una postura semi- deutscheriana y, aparecerá, una conclusión semi – deutcheriana. ” La clase obrera no perdió nada cuando falleció Yuri Andropov. A pesar que su carrera como burócrata estalinista estaba concluida por una enfermedad renal, mas bien que una clase obrera soviética insurgente, determinada a aplastar el dominio de los Brezhnevs, Chernenkos y Andropovs y retomar la senda de Lenin y de Trotsky”.

 Carta a la LE 22 de abril de 1984, reimpresa en BTE Nº3.

Durante los últimos tiempos como jefe de la KGB, Andropov, vigorosamente suprimió la vida política en la URSS, Vanguardia Obrera del 13 de febrero de 1976 publicó un artículo intitulado: “Paren la Tortura Psiquiátrica Estalinista”. La entonces revolucionaria LE no tenía dificultad alguna de denunciar ” las atrocidades repulsivas de la burocracia estalinista”. En su temprana carrera, en 1956, Andropov jugó un rol clave en la represión del movimiento obrero Húngaro, un punto que hicimos saber a la LE en nuestra carta de abril de 1984. Nosotros citamos a Bill Lomax, una autoridad del levantamiento Húngaro:

“Lomax observa que: ” en los primeros meses de supresión militar directa de la revolución, Andropov era efectivamente el jefe Soviético … Era en el período de los últimos remanentes en que la resistencia armada fue arrasada, y las organizaciones obreras e intelectuales destruidas, y decenas de miles de Húngaros arrestados e internados…” Esto es una poderosa acusación de la decisión de la dirección de la LE/EEUU de deshacerse de su herencia Trotskista por la asociación con este no lamentado burócrata estalinista.”

Finalmente, nosotros mismos a menudo somos sujetos de exclusiones políticas por las diversas corrientes seudo izquierdistas ( como lo es la LE) , una de las razones de la particular impopularidad de la LE es en razón de lo que surge de la memorable frase de Alexander Cockburn, ellos comúnmente actúan como “estúpidos”. Nosotros levantamos las tradiciones de la democracia obrera y constantemente nos hemos opuesto a la exclusión de la LE ( o de cualquier otro grupo de izquierda) de eventos en el movimiento obrero.

En una temprana polémica contra la entonces Tendencia Externa, nosotros remarcamos: ” Si la TE fuera más honesta, ellos admitirían que odian cuando vivamos a la intervención militar del Ejército Rojo Soviético en Afganistán ( ver ” La Tendencia Externa: De pastelitos de crema a envenenamiento de comida” Vanguardia Obrera Nº 349, Marzo 2 de1984) Cuatro años después, ellos finalmente renunciaron abiertamente y denunciaron nuestro llamado: “Viva el Ejército Rojo en Afganistán” arguyendo que ese no era ” una consigna Trotskista porque le decía a los obreros que confiaran en los estalinistas, pongan su fe en los estalinistas, viven a los estalinistas”.

 Al contrario, nuestras vivas a la intervención del Ejército Soviético estaba basada en el reconocimiento que, cualesquiera de las intenciones de los burócratas venales del Kremlin, esta ación militar ofrecía la posibilidad de extender los logros de la Revolución de Octubre a Afganistán. Muchos soldados Soviéticos se vieron a sí mismos cumpliendo un deber internacionalista luchando para derrotar a las fuerzas de la reacción Islámica financiada por el imperialismo. Pero para que dicho internacionalismo fuera completo requería, como lo puntualizamos, una revolución política que expulsara a los burócratas estalinistas del Kremlin y retornarán al programa del internacionalismo proletario del Partido bolchevique de Lenin y de Trotsky.

Nº 20-21

Uno difícilmente pueda adivinar de la lectura de la polémica de la LE, que nosotros lo que propiciamos es sustituir la consigna “Victoria Militar al Ejercito Soviético” en Afganistán, en vez del llamado de la LE de: “Viva el Ejército Rojo”. Solamente en forma ocasional, la LE hizo mención de la necesidad de una revolución política para desalojar a los ” burócratas corruptos del Kremlin” (incluyendo, presumimos a Yuri Andropov) En los primeros años de existencia, la Tendencia Externa de la TIE abrazó la consigna ” Viva el Ejército Rojo” como una declaración enfática de que lado nosotros estábamos en el conflicto. Con las correcciones consiguientes, mantuvimos nuestra posición de apoyo militar a los Soviéticos y sus aliados Afganos contra los reaccionarios mujaidines respaldados por la CIA, mientras se definía la mejor formulación para comunicar esto. Nosotros explicamos nuestras razones en un artículo intitulado: “Doblando el palo muy lejos….Sobre la Consigna “Viva el Ejército Rojo!”:

 “El problema con la consigna ” Viva el Ejército Rojo en Afganistán” es que falló en distinguir entre el apoyo político y militar. El Ejército Soviético ( que oficialmente no se llama Ejército Rojo” desde 1946) es el brazo militar de la burocracia del Kremlin. Las políticas para el ejército son los de la burocracia. Su rol, por lo tanto, es contradictorio, como de la burocracia misma. En cuanto a que el ejército Ruso defienda la Unión Soviética contra el imperialismo ( y este fue por ende el propósito de ir a Afganistán), estamos militarmente de su lado. Si destruye estructuras sociales opresivas y las reemplazan con la propiedad colectivizada en las áreas bajo su control ( y esta fue indudablemente una de las probabilidades de la intervención soviética), apoyaremos dichas medidas. Pero apoyar acríticamente al Ejército Soviético ( ej. vivarlo) nos pondría en la posición de tenernos que disculpar cuando los estalinistas se acomoden al status quo social o realicen una cobarde retirada. Y, no es sorprendente, que esto es lo que exactamente han hecho en Afganistán.

“….LE, deliberadamente avanza en esta formulación angular a cara de la ola de anti- sovietismo que estaba arreciando en los EEUU. Loable como este impulso pudo haber sido visto , no hay nada alrededor acerca del hecho que tomándolo literalmente dicha consigna y por si mismo, la misma puede llevar a adoptar políticamente el rol Soviético en Afganistán.

“…El llamado por ” La Victoria Militar del Ejercito Soviético” corresponde a la situación concreta en Afganistán, porque nos coloca del lado soviético en la batalla, pero sin responsabilizarnos por las traiciones de los Estalinistas”

1917 Nº 5.

En otra polémica, la LE procuró defender dicha posición expresando que los Trotskistas habían ” vivado” a las tropas Soviéticas durante la segunda Guerra Mundial. Nosotros replicamos lo siguiente en 1917 Nº 7:

” La cuestión de ” vivar” a las tropas Soviéticas es de 1939, durante la lucha histórica fraccional en el Partido Socialista de los Trabajadores de los EEUU, contra la oposición revisionista, liderada por Max Shachtman, quien no deseaba defender a la USSR. Shachtman tenía una agenda diferente que sus contemporáneos de la LE, pero él comparte sus mismos intereses en borrar la línea entre apoyo político y militar a la USSR en conflictos con estados capitalistas. Es así que aquel preguntó: si la USSR continuaba siendo aún un Estado Obrero, “por qué la mayoría no propone en vivar el avance del Ejército Rojo en Polonia..” como lo hicieron los revolucionarios en los días de Lenin. En respuesta, Trotsky explicó bastante claramente porque la Cuarta Internacional no propuso “vivar” al Ejército Rojo de Stalin:

” Lo nuevo en la situación (comparado a 1920) es la bancarrota de la Tercera Internacional, la degeneración del estado Soviético, el desarrollo de la Oposición de Izquierda, y la creación de la Cuarta Internacional…Y todos estos eventos explica suficientemente porque hemos cambiado radicalmente nuestra política hacia el Kremlin, incluyendo su política militar”

En defensa del Marxismo-

En la polémica contra nosotros en este punto, la LE manifiesta que, llamando por ” victoria militar ” mas bien que ” vivar” a la intervención soviética, estamos dirigiéndonos directo al Tercer campo. Nosotros respondimos en una carta de fecha 8 de abril de 1988 proponiendo ” un debate público sobre esta cuestión – sea en Nueva York o en Toronto- en la fecha más próxima conveniente para ambos”. Pero la LE no mostró interés . Ellos estaban advertidos que la retirada Soviética de Afganistán subrayaba el problema con las ” vivas” a la intervención de Brezhnev en primer lugar.

La retirada Soviética de Afganistán en 1989 – ordenada en nombre de la ” coexistencia pacífica” con el imperialismo- fue el paso que abrió a la contrarrevolución capitalista que engulliría a la Unión Soviética unos pocos años después. Interesados de quitarse de encima la ” Cuestión Rusa” y las posiciones nominales de ser defensistas soviético en el tiempo del contragolpe de Yeltsin en agosto de 1991, el BT se apresuró a proclamar que el estado obrero degenerado soviético había sido destruido. Ellos alegremente escribieron como adelanto ( pero a la lejanía y ciertamente no en ruso) la imposibilidad que cualquier acción decisiva de la clase obrera pudieran arrasar a Yeltsin y sus partidarios y abrir el camino para una revolución política contra la panoplia completa de la burocracia estalinista, que estaban muy ocupada vendiendo al país a los capitalistas.

Mientras que reconocíamos que el poder estatal había sido decisivamente fracturado por los eventos de Agosto, la LCI miraba para encender la chispa de las acciones defensivas de la clase obrera y en defensa de la propiedad colectivizada. Nosotros distribuimos decenas de miles de volantes:” Obreros Soviéticos: Derrotar la Contrarrevolución de Yeltsin- Bush” en toda la Unión Soviética. Fue así cuando estuvo totalmente claro que la clase obrera no se iría a moverse contra Yeltsin, quien rápidamente consolidó un aparato estatal capitalista, nosotros reconocimos que el estado Obrero Soviético había sido definitivamente destruido.

N° 22-23

Los cargos de la LE hacia nuestro reconocimiento en aquel entonces del significado de la victoria de Yeltsin sobre los decrépitos golpistas Stalinistas de Yanayev, era el resultado de nuestra ” voluntad de quitarse de encima a regañadientes la Cuestión Rusa”. Pero esto difícilmente puede explicar porque los caciques imperialistas , los miembros del ejército Soviético y la mayoría en el resto del mundo llegó a la misma conclusión que nosotros llegamos sobre el significado del golpe abortado.

Nosotros no estamos “felices” de ” no escribir” el estado obrero degenerado Soviético, pero, como Trotsky dijo, los Marxistas “tienen que mirar a la realidad directamente” y ” hablar al verdad a las masas, sin importar cuan amarga que esta pueda ser”. Y lo hicimos. En nuestra declaración de septiembre de 1991 acerca de la victoria de Yeltsin (intitulada “Defender el estado Obrero Soviético contra el ataque de Yeltsin – La Contrarrevolución Triunfa en USSR”) observamos:

 ” La victoria de la corriente abiertamente pro-capitalista alrededor de Boris Yeltsin después del colapso del golpe destruyó el poder estatal creado por la revolución de Octubre de 1917. Esto representa una derrota catastrófica no solo a la clase obrera soviética, sino también al resto de los obreros.”

 …

“El momento hacia la restauración capitalista ha sido edificada en la Unión Soviética en los últimos años. Toda la evidencia disponible nos lleva a concluir que la derrota del golpe y la asunción al poder de los elementos comprometidos en la reconstrucción económica sobre bases capitalistas constituye cualitativamente el punto culminante.”

Nosotros también remarcamos:

 ” Nada se ha perdido por parte de la clase obrera Soviética. Los gobiernos pro-capitalistas que ellos alzaron al trono son extremadamente frágiles, y todavía no han consolidado sus propios aparatos estatales de represión. La mayoría de la economía permanece en manos estatales, y los Yeltstinistas encaran la formidable tarea de restaurar el capitalismo sin el apoyo de una clase capitalista nativa. La resistencia obrera a los ataques a sus derechos y bienestar, involucran, por lo tanto , a un gran numero de elementos en defensa del status quo socio-económico. El régimen burgués embrionario formándose ahora en la ex USSR puede ser barrido mucho más fácilmente que un estado capitalista maduro

 ” Nada de ello, sin embargo , puede cambiar el hecho que ahora los obreros deberán pelear en un terreno fundamentalmente desventajoso para ellos. Ellos no se han constituido como fuerza política independiente, y se mantiene extremadamente desorientada. El aparato estalinista – el cual tenía un interés objetivo en mantener la propiedad colectivizada- ha sido destruido. Mas resistencia por parte de los estalinistas , no es probable, desde que fracasaron en el examen político decisivo, y aquellos camaradas que intentaron resistir, ahora están en retirada forzada, en la cárcel o muertos. En corto tiempo, el mayor obstáculo para la consolidación de un estado burgués ha sido efectivamente removido. Antes del golpe, la resistencia masiva de la clase obrera a la privatización hubiera divido a la burocracia estalinista y sus defensores armados. Ahora la lucha obrera para revertir a los restauracionistas están frente ” a cuerpos de hombres armados” dedicados a los objetivos de los capitalistas occidentales y sus aliados internos. Este poder estatal incipiente debe ser desarmado y destruido por los obreros”.

Por contraste, la LE dijeron que el estado obrero Soviético fue “decisivamente fracturado” , pero que se mantiene vivo. Esto resulto en un titular de otoño de 1992 del “Espartaquista de Australasia”, que dice:” La USSR Está Pendurando”.

Un joven de la TBI, que fue miembro de la LCI en el tiempo del golpe , puntualizó en una carta abierta a la LE( reimpresa en 1917 Nº 16) que, “después de más de tres años desde Agosto de 1991, la LE no puede decir que la USSR ha cesado de existir como estado obrero”. El puso el dedo en el problema metodológico de la posición de la LE:

“La LE escribe que Yeltsin llevo a cabo un ” trozo de consolidación del estado capitalista”(WV No. 564) . En la práctica esto puede significar que Rusia era 80% un estado obrero y el 20% restante un estado capitalista, después un 40% de estado obrero y un 60% de estado capitalista, etc. Esto es ridículo! Revolución y Contrarrevolución no son trozos de procesos . Esto es ir contra las enseñanzas Marxistas acerca del Estado. Solamente una clase puede detentar el poder estatal al mismo tiempo, la clase obrera o la clase capitalista…

“La posición de la LE implica que…la USSR bajo Yeltsin fue inicialmente un estado obrero con un gobierno burgués, que gradualmente fue transformándose hasta llegar a ser más adelante en un estado burgués en un punto desconocido?

“Si, como dice la LE, el programa genera teoría , que programa puede haber generado la teoría de un trozo de contrarrevolución en la USRR? Trotsky lo hubiera denunciado como ” reformismo al revés”. La respuesta esta en Agosto de 1991, cuando la contrarrevolución realmente triunfó, la LE se abstuvo en el momento decisivo por ej., no dio apoyo militar a ninguno de los lados… Lo que hace más dificultoso a la LE admitir estar equivocada, máxime por hecho de que uno de sus competidores principales en el movimiento obrero la Tendencia Bolchevique Internacional, estaba en lo correcto de apoyar a los golpistas estalinistas en defensa de los logros de Octubre, y reconocer su derrota como la muerte del estado obrero Soviético.

En adoptar una postura combativa para la vanguardia proletaria en el período siguiente al golpe de Yeltsin, nosotros estamos siguiendo la metodología de la Cuarta Internacional de Trotsky en los primeros meses de 1933, después de que Hitler fuera designado canciller en Alemania. Lejos de proclamar . “Todo esta perdido” ,la C.I. siguió adelante en la campaña de apoyo internacional a la esperada resistencia proletaria a Hitler en el poder. Trotsky más tarde explicó la necesidad de la adopción de una perspectiva combativa:

 ” La ausencia completa de resistencia en una parte de los obreros alemanes ha provocado ciertos problemas dentro de nuestras filas. Nosotros esperamos que en la marcha del peligro fascista será superando no solamente a la política pérfida de los reformistas, pero también del sabotaje ultimatistas de los estalinistas . Estas esperanzas no se confirmaron. ¿Eran falsas nuestras expectativas? Esta cuestión no puede colocarse en esta manera tan formal. Nosotros estábamos obligados a proceder basado en el curso de la resistencia y hacer todo a nuestro alcance para su realización. Conociendo a priori la imposibilidad de resistencia hubiese significado no empujar al proletariado hacia adelante , pero introducir un elemento desmoralizador suplementario”

 – Trotski ,” Alemania y la USSR”, 17 de marzo de 1933, En la Lucha contra el Fascismo en Alemania 

Nº 24

La insistencia de la LE que Yeltsin encabezó un estado obrero durante su primer año en el poder, no tiene nada en común con la anticipación de Trotsky acerca de la resistencia a la asunción del poder de Hitler . De hecho , la dirección de la LCI rehusó tomar conocimiento de la verdad acerca de la victoria de Yeltsin (condenando aquellos que si lo hicieron), acercándose a la respuesta dada por los estalinistas al desastre alemán.

“No hay necesidad de recordar los insultos que nos lanzaron los estalinistas de todos los países. L’Humanité, incluso después dela victoria definitiva de Hitler , se mantuvo diciendo en ejemplar tras ejemplar: ” No hubo derrota en Alemania”, “Solamente los renegados pueden hablar de derrotas”… No hay nada sorprendente en el hecho que esta ampulosidad criminal en cara de una de las catástrofes históricamente más grande, siga desmoralizando las otras secciones de la Internacional Comunista: una organización que ha perdido su capacidad de aprender de sus propias derrotas esta irrevocablemente condenada”.

 León Trotsky, ” Una vez más, adonde va Francia?” 28 de marzo de 1935

Trotsky no negó que Hitler había tomado el poder – el reconoció que ese era un momento, pero no irreversible, de la victoria de la contrarrevolución. Esto es exactamente la postura que adoptamos en relación a la victoria de Yeltsin frente ” la línea dura” del PCURSS.

 “Yeltsin se mantiene en el poder en forma frágil, pero esto no cambia el hecho que Yeltsin y sus contrapartes republicanas están utilizando el poder recientemente adquirido para desencadenar una contrarrevolución social. El Imperialismo, los millonarios de la Perestroika y la mafia del mercado negro ahora cuentan los tantos en el Kremlin. Muchos ex burócratas estalinistas se están apropiando de grandes pedazos de la propiedad ESTATAL. Los hombres de Yeltsin sostienen las posiciones militares claves…Un año atrás el GOSPLAN, continuaba planificando las directivas y las patrullas conjuntas militares y policiales estaban en las calles atacando a los especuladores del mercado negro , y arrestando y confiscando la propiedad de los beneficiarios de la Perestroika. Ahora el GOSPLAN no existe más y los beneficiarios y millonarios están en el trono.

 “La contrarrevolución social esta lejos de haberse consolidado totalmente, pero es victoriosa. Un proletariado resurgente luchando por el poder tendrá mucha menos resistencia hoy en Rusia, la que tendría en un estado capitalista maduro.”

 1917 Nº11

Los intentos de la TBI de revestir su derrotismo en Agosto de 1991 declarando apoyo militar a los complotados en el golpe estalinista – una posición viciosa, ya que los golpistas , estaban comprometidos a la restauración capitalista como Yeltsin, y no iban a emprender esta clase de movilización política y militar requerida para montar una oposición seria. En su caso, la posición de la TB es “esta todo acabado”, si propagado en la Unión Soviética en dicho tiempo, puede solamente tener el efecto de desmoralizar y paralizar cualquier oposición proletaria naciente a la toma de poder de Yeltsin   

Nº25

Nosotros tomamos lados en Agosto de 1991- con los estalinistas contra los Yeltsinistas. La LE, que clama ser el partido de la Revolución Rusa, no apoyó la victoria de aquellos – lo que significa ser neutral. La LE esta incomoda con esta caracterización, pero la lógica de su disputa esta contenida que:

 “apoyo militar para los golpistas estalinistas es una posición ridícula, ya que los golpistas , estaban comprometidos a la restauración capitalista como Yeltsin, y no iban a emprender esta clase de movilización política y militar requerida para montar una oposición seria”

Todas las contradicciones de las posiciones de la LE están contenidas en el pasaje arriba citado. Si de hecho los Yaneyevistas estaban ” justamente comprometidos a la restauración capitalista como Yeltsin” entonces porque los Trotskistas se preocuparon acerca si realizaron o no una movilización política y militar? Si los burócratas estalinistas (incluyendo a la cabeza de la KGB y de las fuerzas armadas) estuvieran ” comprometidos ” a la restauración capitalista como los amigos de la CIA que se juntaron alrededor de Yeltsin en la Casa Blanca, entonces no tendría nada de importancia en juego en agosto de 1991. Todavía, si uno asevera que Yanayev y todos estaban ” comprometidos a la restauración capitalista” como Yeltsin, entonces sigue que en algún punto previo al 19 de agosto de 1991 la burocracia de la PCURSS se había transformado en una formación que era contrarrevolucionaria de cabo a rabo.

Si el triunfo de Yeltsin fue meramente, la victoria de una banda contrarrevolucionaria sobre la otra , si el 19 de agosto de 1991 la contrarrevolución social había tomado lugar, entonces el golpe y contra-golpe fue meramente una riña sobre los despojos. Por eso, una posición tal entraría en conflicto con la igualmente absurda aseveración de la LE, que Yeltsin , el líder histórico de la contrarrevolución capitalista, ejerció el poder por más de una año sobre un estado obrero hasta, que en punto indescifrable a finales de 1992, Jim Roberston decidió que “estaba claro que la clase obrera no se iba a movilizar contra Yeltsin”. Si el contragolpe victorioso de Yeltsin abría los “torrentes de la contrarrevolución”, como Vanguardia Obrera manifestó, entonces la hubiera tomado un lado (ver la polémica extensiva en esta cuestión en 1917, Nº11 y 12).

En nuestra declaración de septiembre de 1991, después notar la bancarrota política de los líderes golpistas, nosotros expresamos:

 “Pero la posición trotskista de defensa incondicional de la Unión Soviética siempre quiso decir defensa del sistema de propiedad colectivizada contra el peligro restauracionistas, a pesar de la conciencia, o las intenciones subjetivas de los burócratas. El status quo que la ” línea dura” procuró proteger , sin embargo en forma incompleta, incluye el estado de propiedad de los medios de producción – una barrera objetiva al retorno de la esclavitud capitalista.”

Es por ello, que los Trotskistas, no somos neutral en la confrontación entre el aparato estalinista y los Yeltsinistas.

Abajo, la posición de la TBI refleja un derrotismo completo sobre la capacidad de la clase obrera soviética de luchar. Ellos tienen una postura idéntica hacia la naciente revolución en el ex estado obrero deformado de Alemania oriental después de la caída del Muro de Berlín, por ej., han declarado que no hay ninguna posibilidad de una revolución política proletaria. Correspondientemente, ellos denuncian a la LCI por movilizar nuestros recursos internacionalmente para intervenir con un programa Trotskista en los eventos del ex estado obrero de Alemania Oriental en 1989-1990. En su declaración fundacional , incluso reclaman que nuestra intervención en la RDA ” hizo obvio que la LCI, no podía ser considerada una organización revolucionaria, pero más bien un obstáculo a la revolución”

Nº26.

Para un comentario compresivo acerca de los eventos en la RDA, ver 1917 Nº 8 y10. En enero de 1990, en un suplemento especial en idioma alemán de 1917 nosotros dijimos:

” Al momento existe un vacío político en la RDA. Si no se organizan los consejos obreros que establezcan sus propios órganos de administración , este vacío en corto tiempo será llenado para desventaja de la clase obrera a través del recientemente electo parlamento de la RDA.”

Nuestra declaración de marzo de 1990 apoyó críticamente los candidatos de la LCI en las elecciones de la RDA, haciendo notar que:

“La aseveración del PSD/LCI que la RDA se halla hoy en el medio de una revolución política obrera, es simplemente falsa…Nosotros urgentemente esperamos que los obreros de la RDA tomen el camino de la revolución política proletaria- pero no es bueno equivocarse entre nuestros deseos subjetivos con la realidad”

    traducida en 1917 Nº8

Nuestro comentario, de que la intervención de la LCI en la RDA que, ” es obvio que la LCI… es un obstáculo para la revolución” viene del siguiente pasaje:

 “La actividad de la LCI en la crisis de la Republica Democrática de Alemania(RDA) a finales de 1989 y principios de 1990 revelo agudamente la naturaleza de la operación Espartaquista . Con inyecciones prodigiosas de miembros y de dinero, los Espartquistas fundaron una nueva sección, el Partido Espartaquista Alemán, que brevemente obtuvo logros significantes. Estos fueron rápidamente despilfarrados como resultado de la pesada intervención de Nueva York. Más aún, la intervención Espartaquista tuvo una falla fundamental por su adaptación política a secciones de la burocracia estalinistas, y por el absurdo de proclamar que la RDA estaba en el medio de una revolución política proletaria.”

    –1917 Nº 9

Un pequeños grupo de propaganda en una situación como en la RDA en Enero de 1990, tendría serias dificultades en hacer una cabeza de plaza . Pero el problema fundamental de la LCI procedía del carácter particular de su dirección burocrática, hiper- centralizada y ansiosa de encontrar un camino corto hacía el éxito, a través de una suerte de acomodamientos con una sección del aparato estalinista. A pesar de que los camaradas de la LCI subjetivamente deseaban ver una revolución política, y trabajaron enérgicamente como pudieron para crear las condiciones para una, la dirección demostró en la practica que la LCI es un obstáculo centrista para la revolución, y no una formación revolucionaria.

Que la restauración capitalista en la RDA y la Unión Soviética, y en todo el Este Europeo, fuera lograda sin una guerra civil, estaba por sobre todas las cosas condicionada por una falta de actividad de un polo proletario combativo que defendiera la propiedad colectivizada. Pero la ausencia de tal polo, no era ni necesario ni inevitable. En ambos casos, la RDA y la URSS, la LCI tenía fuerzas activas en el campo. Nosotros no prejuzgamos cual podía ser el porvenir de nuestros esfuerzos de forjar un partido y una dirección requerida para defender los estados obreros y abrir el camino para la necesaria revolución política que reemplazara el régimen desacreditado de la casta burocrática estalinista con órganos genuinos de la democracia obrera.  

Pero en ambos casos la TB prejuzgó – la revolución política proletaria era imposible- y otras cosas más, las consecuencias ellos son forzados a negar la realidad. En el caso de la RDA, ellos niegan que hubiera posibilidades que la profunda crisis social el cual hundió al pais en ocubre de 1989 a marzo de 1990- campaña en los comienzos por demostraciones de masas reclamando ” defensa del socialismo” y reforma del gobernante partido estalinista , hubiera podido resultar en cualquier cosa que restauración capitalista. En el caso de la USSR, ellos proclaman que los golpistas estalinistas actualmente lideran una lucha creíble contra la contrarrevolución capitalista. Lo que une estas dos posiciones es la negación que la intervención de los Trotskistas puede ser un factor decisivo en traer un porvenir diferente. Lo que es una negación de la base misma de la Cuarta Internacional: ” La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”.

Nº27-28

Aquí la LCI utiliza una de sus técnicas de polémicas favoritas – endilgar una posición a un oponente y después atacar la invención. Nosotros ciertamente no argüimos que la revolución política proletaria era imposible en la RDA- simplemente que, al contrario de las aseveraciones de la LCI, no estaba en camino. “Las consecuencias” es la LCI, y no nosotros, que debemos ajustar las posiciones. Es fácil entender el porque de las posiciones “optimistas” de la con respecto a la revolución política proletaria de la RDA es una que ellos preferirían enterrar silenciosamente.

En el caso de la confrontación de agosto de 1991 en Moscú, nosotros aseveramos simplemente que los golpistas estalinistas era el menos malo – y eso que ellos se oponen en forma incompleta a los Yelstinistas . La postura necesaria de los revolucionarios en los últimos días del estado obrero soviético fue por lo tanto un bloque militar con los remanentes estalinistas contra los restauracionistas del campo de Yeltsin apoyado por los imperialistas. Otra vez la LCI, intenta re-escribir nuestra posición: nosotros nunca expresamos que Yanayev y todos ” actualmente lideran una lucha creíble contra la restauración capitalista”, meramente ellos favorecería la preservación del status quo contra la contrarrevolución social representada por los Yeltsinistas. La posición Trotskista de defensa incondicionalde la URSS no depende en la ” credibilidad” de las fuerzas atrincheradas contra la oposición capitalista.

La intervención de los Trotskistas con raíces en una sección del proletariado pudo haber sido decisivo en ambos lugares – RDA y la URSS – pero solo si hubiese sido apto en aproximarse en una evaluación correcta de la situación objetiva y avanzado con una respuesta programática adecuada. Una formación seudo- trotskista que interviene sobre la base de deseos ( como lo hizo la LCI en la RDA) o espera o que calibra la ” credibilidad” militar de sus aliados antes que tomar lados ( como lo hizo la LCI en Moscú en agosto de 1991) no puede ser un factor decisivo, a pesar del trabajo serio y duro de sus camaradas.

Capitalismo y Homofobia

El Marxismo y la Lucha por los Derechos de los Gay y las Lesbianas

Capitalismo y Homofobia

[Traduccion de 1917 No. 15, 1995. Copiado de http://www.bolshevik.org/espanol/gayrgt.html ]

Los que están a favor de la revolución deben intentar entender la cuestión de los homosexuales, tanto por razones científicas como programáticas. Los marxistas siempre han intentado entender la sociedad como un todo y desarrollar un análisis materialista histórico de todos los fenómenos sociales—desde las relaciones de producción a la religión, la familia y demás. Lenin apuntó en ¿Qué Hacer?, que no es suficiente el prestarle atención solamente a aquellas cuestiones que afectan inmediatamente al proletariado:

“la conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden –basándose en hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, actuales sin falta—a observar a cada una de las otras clases sociales en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política; si no aprenden a hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y la vida de todas las clases, sectores y grupos de la población..”

Nosotros sostenemos la concepción de Lenin de que el partido del proletariado debe ser la “tribuna del pueblo” que busca liderar a la clase trabajadora en su lucha contra todas las formas de opresión bajo el capitalismo y enlazar las luchas de los oprimidos a la lucha por el gobierno de la clase trabajadora. Los marxistas se oponen a toda opresión capitalista, y en este espíritu se oponen a la persecución de los homosexuales masculinos y femeninos así como de cualquiera que sea oprimido sobre la base de sus preferencias sexuales como son los trasvestis, los transexuales, los sadomasoquistas, etc. Siempre y cuando haya consentimiento expreso entre los participantes, nos oponemos categóricamente a la intervención del estado.

El capitalismo no concentra el dolor que causa en una sola clase identificable como una fuerza única y de fácil movilización. Si éste fuera el caso nuestra labor sería simple. El capitalismo distribuye el dolor en patrones aparentemente caóticos, dejando que sus víctimas luchen por sus intereses en forma aislada, cada grupo separado de los otros—los discapacitados, los inmigrantes, las minorías religiosas, los ancianos y los jóvenes. Es tarea del partido revolucionario ser adalid de los intereses de todos los oprimidos y organizar sus luchas tomando como eje la revolución proletaria.

Tribuno del Pueblo

Como explicó Lenin, un marxista debe ser:

“…arbitrariedad de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado.”

¿Qué Hacer? 

Esta concepción no era meramente una pose táctica temporal adoptada por un Lenin inmaduro; la defensa de los oprimidos y de los derechos democráticos era una línea integral del bolchevismo. Lenin estaba en explícito desacuerdo con la idea de que los marxistas “sólo tenían que ocuparse de su propia clase” y rechazaba el consejo de los mencheviques de “abandonar los ‘sueños del Blanquismo’ de liderar todos los elementos revolucionarios del pueblo…” (Obras Completas, V16)

El caso clásico en el cual se evidenció el tema de la vanguardia marxista como tribuno del pueblo fue el Caso Dreyfus. En 1894 el Capitán Alfred Dreyfus, un oficial judío del estado mayor general de los franceses, fue sometido a consejo de guerra por traición, degradado y enviado a prisión. Cuando posteriormente se puso en claro su inocencia, los clericalistas, los de derecha y el estado mayor anti-semita hicieron lo posible por impedir que se conociera la verdad. Durante 1898-1899 hubo encuentros frecuentes en las calles entre los partidarios de Dreyfus ( intelectuales, socialistas y burgueses radicales) y la derecha francesa. Aunque algunos izquierdistas argumentaban que no era interés de la clase obrera defender a un oficial de la burguesía militar, que no tenía ninguna relación con el movimiento de los trabajadores, este conflicto conmocionó a la Tercera República casi hasta sus cimientos. La mayoría de los socialistas franceses comprendieron que era importante apoyar los derechos democráticos y relacionar esta lucha con el movimiento en contra del gobierno capitalista.

Históricamente la homosexualidad ha sido perseguida por ser “antinatural” y porque supuestamente ofrece un peligro a la reproducción de las especies. Estas dos racionalizaciones están de hecho fuertemente relacionadas, porque lo que se presupone como “antinatural” de la actividad homosexual es el hecho de no ser reproductora. De hecho no hay base para pensar que la homosexualidad tenga mayor impacto en las estadísticas de la reproducción de la que puedan tener las relaciones heterosexuales recreativas, la masturbación, o el celibato.

Es sencillamente imposible saber con certeza como las condiciones sociales y las orgánicas interactúan para determinar la preferencia sexual, si bien aún no se ha demostrado la función biológica de la unidireccional sexual, está claro que en la sociedad contemporánea hay una presión social considerable hacia una orientación sexual exclusivamente heterosexual. Una atmósfera social más tolerante puede llevar a un aumento del comportamiento homosexual, pero no implica necesariamente un aumento en la proporción de personas con preferencia homosexual, ni una disminución en el comportamiento heterosexual significativamente reproductivo. Ciertamente la necesidad de reproducir la población humana no está amenazada por la homosexualidad; la cantidad de actividad heterosexual necesaria para propósitos reproductivos es una pequeña fracción de toda la actividad que tiene lugar en realidad.

La Homosexualidad Antes del Capitalismo

La intensidad del prejuicio social y las sanciones legales contra el comportamiento sexual masculino y femenino ha variado considerablemente de un lugar a otro en diferentes momentos históricos.

En general, la homosexualidad (dentro de patrones específicos) era aceptada en la antigüedad clásica. En 1980 un profesor de la Universidad de Yale, John Boswell, publicó Christianity, Social Tolerance and Homosexuality(Cristiandad, Tolerancia Social y Homosexualidad), que describía cómo desde mediados del siglo XI hasta mediados del siglo XII en la Europa católica hubo un verdadero florecimiento en el clero de la actividad homosexual explícita y de los escritos homosexuales, incluyendo la poesía erótica. Esto se correspondió con la aplicación de la prohibición del matrimonio de sacerdotes que hasta ese momento había sido permitido (al igual que se permite hoy en la Iglesia Oriental). Los sacerdotes homosexuales fueron los que más fuertemente apoyaron la prohibición del matrimonio heterosexual, pero la base fundamental de este cambio fue la necesidad de la Iglesia de adaptarse al modo de producción feudal. En la mayoría de las sociedades feudales la tierra era heredada por el mayor de los hijos varones y ese principio podría haber disminuido rápidamente las tierras de la Iglesia. Por lo tanto, era necesario impedir que el clero se casara y tuviera hijos varones. El decretar fuera de la ley la actividad heterosexual en el clero implicaba o la aceptación de la homosexualidad como norma, o, por el contrario, prohibir también la actividad homosexual. Este asunto se decidió en el Tercer Concilio Lateranense en 1179, el que impuso sanciones contra la homosexualidad. La decisión no se reflejó inmediatamente en los códigos legales, pero entre 1250 y 1300 la sodomía pasó de ser legal, a ser penada con la muerte en la mayoría de los países de la Europa feudal. Aunque sus orígenes fueron los requerimientos dentro de la Iglesia, no es de sorprenderse que la doctrina de la sodomía como un pecado particularmente malévolo se aplicó universalmente, o de que rápidamente se convirtiera en un crimen eclesiástico para toda la población y más tarde un crimen según las cortes del rey. Tampoco puede sorprendernos de que de tiempo en tiempo existiera una tendencia desigual a que esta prohibición perdiera fuerza.

El Capitalismo y la Familia Nuclear

La persecución de los homosexuales disminuyó entre los siglos XIV y XIX y después aumentó abruptamente en los años finales de los 1800s. Este arranque de homofobia estuvo claramente relacionado con el hecho de promoverse la familia nuclear como norma social y consecuentemente la prohibición del sexo fuera del matrimonio. En elManifiesto Comunista de 1848 Marx y Engels describieron a la familia proletaria (diferente de la familia burguesa) como una institución remanente y en decadencia. Sin embargo, en unas pocas generaciones la familia nuclear se estableció firmemente como la forma característica de la vida doméstica del proletariado en el capitalismo.

El modo de producción capitalista no requiere de ninguna forma particular de organización doméstica de la clase trabajadora. Siempre que haya una cantidad suficiente de nuevos trabajadores dispuestos a vender su fuerza laboral, no debe importarle a los burgueses, al menos en teoría, la forma en que la clase trabajadora se reproduce. En los primeros tiempos de la revolución industrial la vida doméstica de los proletarios se caracterizaba por formas decadentes pre-capitalistas de una familia multi-generacional. La transición del campo a la fábrica fue traumática, marcada por un desajuste social masivo y desórdenes domésticos (asociados con alcoholismo, abuso infantil, etc.). El emplear a hombres, mujeres y niños en largas jornadas con sueldos que sólo garantizaban la subsistencia demostró ser un impedimento para el desarrollo de una familia nuclear. Esto es lo que el Manifiesto describió como “la trampa burguesa… de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos” cuando el desarrollo de la gran industria significó que “los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo.” La ausencia, en los primeros proletarios, de una estructura doméstica que siguiera un patrón firmemente establecido no era beneficiosa para el capitalismo. No era cosa fácil integrar el embarazo, el amamantar los bebés y la cría de los hijos a las fábricas y demás empresas. Con el paso del tiempo, la sociedad burguesa aceptó que estas funciones como mejor podían llevarse a cabo eran fuera de las fábricas. Esta es la base material de la familia nuclear proletaria. Este es su origen y hasta el día de hoy esto es lo que la sostiene.

El desarrollo histórico de la familia estaba condicionado por la necesidad de socializar a los proletarios jóvenes, de cuidar a los ancianos y de cuidar la salud material y emocional de la población trabajadora. Se diseñó siguiendo la práctica de la clase dominante (la cual se había desarrollado antes para satisfacer sus propias necesidades). La familia nuclear también proveía una cierta medida de cohesión social y de estabilidad para el orden burgués. Un proveedor de salario masculino, menospreciado en su trabajo, aceptará su destino más fácilmente si en su casa, donde él es “el que manda”, sus necesidades son satisfechas. De esta manera él se convierte en un importante moldeador de la próxima generación de trabajadores para que acepten la naturaleza jerárquica de la sociedad de clases. Al mismo tiempo sus responsabilidades domésticas refuerzan el poder de aquél que lo emplea—un trabajador tendrá entonces que tener en cuenta que su esposa e hijos dependen de él antes de darle un golpe al capataz o votar a favor de la huelga.

A pesar de toda su utilidad, fue difícil instaurar la familia nuclear en el proletariado y requirió de un considerable apoyo ideológico, legal y material. En Inglaterra se utilizaron todo un repertorio de respaldos—desde el “Factory Acts” (Leyes de las Fábricas) que limitaba las horas de trabajo de las mujeres y los niños, al énfasis en la castidad, la templanza y el auto sacrificio de los plebeyos promulgado por varias denominaciones no conformistas cristianas. Al final del siglo XIX, a medida que la hegemonía de la familia nuclear se establecía gradualmente, se prolongó la infancia, la maternidad se promulgó como la ocupación a tiempo completo más apropiada para las mujeres, la prostitución se convirtió en una ocupación para desclasados y los homosexuales fueron victimizados y odiados.

La Familia Nuclear Proletaria y la Homofobia

La familia burguesa discutida por Marx y Engels se basaba en la premisa de que un individuo burgués masculino debía tener acceso sexual exclusivo a su esposa (para garantizar que sus propiedades fueran heredadas por descendientes de su propia sangre). Para esto no era necesario prohibir la actividad sexual extra marital (ya fuera homosexual o heterosexual) del esposo. Estas actividades no amenazaban la línea de sucesión de propiedades, así que no había una necesidad obvia para prohibirlas. Sin embargo, el establecimiento de la familia nuclear como la institución social doméstica primaria para el proletariado y otros estratos plebeyos requería de estos tabúes.

En parte era sólo una cuestión de suprimir alternativas que no fuera la familia nuclear, con efectos potencialmente perjudiciales. Cuando se está intentando convencer al pueblo de que la felicidad consiste en que el hombre trabaje en una fábrica con la mujer cuidando de cinco hijos en la casa—lo cual no es una tarea sencilla para empezar—entonces no ayuda el permitir configuraciones domésticas más agradables. Las parejas homosexuales o los grupos de solteros con acceso a prostitutas, o cualquier otra combinación bohemia, pueden verse como alternativas más interesantes, más satisfactorias, o con más comodidades materiales, que ser parte de una familia proletaria.

Existe otra tendencia más de la génesis de la homofobia moderna. Bajo el capitalismo del siglo 19 el factor central que condicionaba la vida doméstica proletaria era considerar que el costo total de criar a la próxima generación era una responsabilidad individual y no una responsabilidad social. Los niños no podían sostenerse a sí mismos económicamente, ni tampoco podían hacerlo los que los cuidaban. La familia nuclear requería que la madre y los hijos fueran sostenidos económicamente por un hombre, que fuera lo suficientemente productivo para ganar un salario que cumpliera con este propósito. Esto implicaba que se retrasara la tenencia de hijos, lo cual, con la ausencia de la tecnología moderna de planificación familiar, requería de los adolescentes una gran dosis de abstinencia sexual. Esto no se conseguía con facilidad. Tenía como consecuencia un cierto nivel de frustración y de tensión social y requería el apoyo de la autoridad religiosa, así como de la intervención estatal a través de leyes que fijan la edad de consentimiento y otras.

Se crean dificultades si se prohíben las relaciones heterosexuales de los adolescentes a la vez que se permiten las homosexuales, a menos que esta homosexualidad adolescente sea cuidadosamente institucionalizada, como se da en las escuelas públicas inglesas. Consecuentemente, durante los últimos años del siglo 19, había el temor de que si no se ejercía la debida presión para contrarrestarlo, los libidinosos adolescentes masculinos canalizarían sus energías en dirección al homosexualismo. El miedo de que la heterosexualidad sucumba al asalto homosexual frecuentemente se da como la justificación de las medidas en contra de los homosexuales en este período. El miedo a que “la juventud se corrompiera” junto a la importancia de mantener el poder del padre en la familia contra cualquier contendiente homosexual eran temas esgrimidos por los fiscales, jueces y periodistas durante los juicios contra Oscar Wilde en los años 1890s, los cuales fueron cruciales en la articulación y estructuración de la moral anti-homosexual en Gran Bretaña y en otras partes (vea por ejemplo, H. Montgomery Hyde, Oscar Wilde, 1976).

A las mujeres se las veía con menos significación social y esencialmente asexuales. Por esto, sus vidas sexuales no fueron sometidas a una persecución tan activa. Las jóvenes eran mucho más supervisadas que los hombres y en gran mayoría eran mantenidas dentro de sus casas. El mayor éxito obtenido en la supresión de la sexualidad adolescente femenina significa que el lesbianismo era mayormente ignorado, en general, el prejuicio homosexual extremo se restringía a los hombres. Generalmente se describía la actividad lesbiana como mujeres que tenían un comportamiento “masculino”.

Los Primeros Socialistas y la Homofobia: el Caso Schweitzer

Hay una considerable historia de oposición del movimiento de los trabajadores a la opresión de los homosexuales, particularmente en Alemania, sede del movimiento socialista más grande y de mayor influencia del período antes de la Primera Guerra Mundial. En agosto de 1862 dos señoras mayores, que estaban disfrutando de un paseo por un parque público en Manheim, se encontraron con un talentoso joven abogado de nombre Jean Baptiste von Schweitzer y otro joven no identificado en una situación altamente comprometedora. Como resultado de esto Schweitzer pasó dos semanas en la cárcel y fue expulsado de la profesión. Se sugirió que este incidente lo imposibilitaba de pertenecer a la Asociación General de Trabajadores Alemanes de Ferdinand Lassalle (vea James D. Steakley, “The Homosexual Emancipation Movement in Germany (El Movimiento de Emancipación Homosexual en Alemania), 1975). Lasalle defendió a Schweitzer diciendo:

“Lo que Schweitzer hizo no está bien, pero yo no puedo considerarlo un crimen. De cualquier manera, no podemos permitirnos el perder a alguien con tanta habilidad, una persona realmente fenomenal. En última instancia, la actividad sexual es un asunto de gustos y debe ser la elección de cada persona, siempre y cuando no afecte los intereses de la otra persona. Aunque yo no dejaría que mi hija se casara con un hombre como ese.”

—John Lauritsen and David Thorstad, The Early Homosexual Rights Movement (1864-1935) (Los Inicios Del Movimiento del Derecho de los Homosexuales), New York, 1974

En 1864 Lassalle murió como resultado de un duelo (por una mujer) Y Schweitzer se convirtió en el dirigente de los Lassallistas durante los siguientes ocho años. Aunque los de Eisenache, un grupo que estaba apoyado por Marx y Engels, sostuvieron muchas discusiones políticas con los de Lassalle, estas polémicas públicas no parecen haber estado contaminadas con epítetos homosexuales. En mayo de 1875 los dos grupos se fundieron para crear el Partido Social Demócrata Alemán (SPD), que se convirtió en la sección líder de la Segunda Internacional (Socialista).

El SPD y la Cuestión Homosexual

August Bebel (líder de los de Eisenacher y líder eminente del SPD) habló en el Reichstag muchas veces en defensa de los homosexuales y en contra de las consideraciones penales del código criminal. Se dice que en una ocasión dijo:

“Pero señores, no tienen idea de cuantos hombres respetables, honorables y valientes, incluso en las posiciones más altas, son llevados al suicidio año tras año, algunos por la vergüenza y otros por miedo a un chantajista.”

—Lauritsen y Thorstad, op cit. 

Un caso defendido por los marxistas alemanes fue el de Oscar Wilde en Inglaterra, procesado en 1895 bajo la enmienda Labouchere de 1885 la cual declaraba como ilegales las actividades homosexuales. Eduardo Bernstein, principal teórico del ala derecha del SPD, escribió un artículo enjundioso defendiendo a Wilde en las ediciones de abril y mayo de 1895 del Die Neue Zeit. Bernstein comentó que:

“Aunque el tema de la vida sexual parezca de poca prioridad para la lucha económica y política de la Social Democracia, esto sin embargo no significa que no es obligatorio encontrar una norma para juzgar este aspecto de la vida social, una norma que se base en un punto de vista científico y en conocimientos, en vez de en conceptos morales más o menos arbitrarios.”

—Lauritsen y Thorstad, op cit.

Él rechazaba la idea de que la actividad homosexual fuera perseguida como “antinatural” y anotó que muy pocas de las cosas que los seres humanos realizan son “naturales” —incluyendo el sostener discusiones por escrito. Él decía que los juicios emitidos sobre lo que es natural o antinatural para los seres humanos son reflejo del nivel de desarrollo de la sociedad, en vez del de la Naturaleza, y apuntó que “las actitudes morales son fenómenos históricos”.

Bernstein anotó que en la mayoría de las grandes civilizaciones de la antigüedad (los egipcios, los griegos y los romanos) se practicaba libremente el amor homosexual y dijo que: “las relaciones sexuales entre individuos del mismo sexo son tan viejas y están tan diseminadas que no hay etapa de la cultura humana de la cual pueda decirse que estuvo libre de este fenómeno”. Él denunció que las teorías que consideraban la homosexualidad como una enfermedad, eran otra forma de moralismo, punto este que fue retomado por otro social demócrata, Adolf Thiele, en el debate sostenido en el Reichstag en 1905 sobre el tema. Karl Kautsky, que representaba el ala izquierda del SPD, también se pronunció contra la opresión de los homosexuales. Sin embargo, a pesar de las declaraciones públicas de muchos de sus representantes más prominentes, el partido como un todo no tomó una posición respecto al tema. Los fundadores del movimiento marxista compartían muchos de los prejuicios de su época sobre la homosexualidad. Aparentemente Marx se refirió al tema por escrito una sola vez, aunque en 1869 le había pasado a Engels un libro sobre el tema escrito por K.H. Ulrich, que fue la primera persona que trabajó seriamente en la liberación de la ley de la homosexualidad. No hay la certeza de que Marx haya leído el libro (con casi toda seguridad el Die Geschlechtsnatur des mannliebenden Urnings) que le prestó Wilhelm Strohn, un comunista alemán que vivía en Bradford. En carta a Engels de fecha 17 de diciembre de 1869 Marx le dice: “Strohn va a regresar a Bradford y quiere que le devuelvas el Urnings, o como quiera que se llame el libro del pederasta.” Engels había comentado el libro a Marx en una carta del 22 de junio de 1869. Antes de sus comentarios se quejó de que Wilhelm Liebknechtt, el alemán que pensaba como ellos, estaba siendo demasiado conciliatorio con los Lassallistas, que eran liderados por Schweitzer:

“El Urnings que me mandaste es una cosa muy curiosa. Estas son revelaciones extremadamente antinaturales. Los pederastas están comenzando a contarse y están dándose cuenta de que son un poder en este estado. Sólo les faltaba organización, pero según esta fuente aparentemente ésta ya existe en secreto, Y como tienen hombres tan importantes en los viejos partidos, e incluso en los nuevos, desde Rosing a Schweitzer, no pueden menos que triunfar. . ‘Guerre aux cons, paix aus trous-de cul’ será el slogan ahora [traducido por los editores de las Obras Completas de Marx-Engels como ‘Guerra a las vulvas, paz a los anos’] Es una suerte que nosotros, personalmente, seamos demasiado viejos para temerle a que, cuando este partido gane, tengamos que pagar un tributo físico a los vencedores. ¡Pero y la generación más joven! A propósito, sólo en Alemania puede suceder que un hombre como este pueda venir y convertir esa basura en una teoría y ofrecer la invitación introite [de entrar], etc. … Si Shweitzer es útil para algo es para sacarle a este honorable hombre los detalles de otros pederastas en puestos claves, lo cual ciertamente no le sería difícil puesto que son hermanos de alma.”

En los trabajos que publicó, Engels sólo hizo tres comentarios moralistas y convencionales (todos dentro de una pequeña sección del segundo capítulo de su innovador Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado).

La Homosexualidad en la Rusa Zarista

En Rusia bajo los zares, el clima era relativamente liberal. Rusia no había experimentado la ola feudal de homofobia que había pasado por Europa Occidental. La dinastía de los Romanov a finales del siglo 19 estaba intentando implantar la industria capitalista, pero no estaba intentando implantar la familia nuclear proletaria. Había sólo dos artículos en el código criminal zarista que se relacionaban con la homosexualidad: el artículo 995 que prohibía el sexo anal (pero no otras actividades homosexuales) y el artículo 996 que tenía que ver con la violación homosexual de niños menores u hombres con retraso mental (vea Simon Karlinsky, Hidden from History: Reclaiming the Gay and Lesbian Past (Ocultos para la Historia: Reclamando el Pasado Gay y de las Lesbianas), Londres, 1989). Un historiador citado por Karlinsky alega que el único caso procesado bajo estos artículos en los años de 1890s estaba relacionado con un maestro de escuela que sedujo a un alumno de trece años—a los cinco años el maestro regresó a su trabajo.

En los 1890s hubo varios grupos destacados gay en Rusia. El pomposo Gran Duque Serguei Alexandrovich llevaba frecuentemente a sus amantes de turno a funciones públicas. El grupo centrado en Diaghilev no escondía su homosexualidad y había también un grupo importante de literatos gay que incluía a celebridades nacionales como Kuzmin y Kliuev. “Todas las personas conocían de su homosexualidad y esto no les traía problemas en sus vidas sociales o profesionales” (Karlinsky, obra citada). En este clima relativamente liberal, los bolcheviques (al igual que Marx y Engels anteriormente) no estuvieron obligados a tener en cuenta el tema de la opresión de los homosexuales y ni Lenin ni Trotsky se conoce que hayan escrito nada sobre este tema ni antes ni después de la Revolución de Octubre. Está claro, sin embargo, que Trotsky tenía una actitud relajada y tolerante hacia el tema. EnLiteratura y Revolución, publicada en 1924, escribió una crítica literaria de algunas poesías abiertamente homosexuales sin ningún tipo de prejuicio. También escribió una nota necrológica benévola—casi tierna—en la edición de Pravda del 19 de enero de 1926, sobre Serguei Esenin, un poeta abiertamente bisexual (vea Leon Trotsky on Literature and Art (Leon Trotsky sobre el Arte y la Literatura), Nueva York, 1972).

La Homosexualidad después de la Revolución Rusa

Después de la Revolución Rusa, el régimen repudió toda las leyes zaristas que se decía eran “contradictorias a la conciencia y a la legalidad revolucionaria” (Decreto sobre asuntos judiciales del Consejo de los Comisarios del Pueblo, 5 de diciembre [22 de noviembre] de 1917). Esto implícitamente eliminaba el carácter criminal de la homosexualidad y cuando se promulgó el nuevo código criminal en 1922 después de la Guerra Civil, se eliminó toda alusión a la homosexualidad.

Esta actitud progresista del nuevo régimen hacia la homosexualidad se materializó cuando se designó en 1918 a Georgui Chicherin, un conocido homosexual, como Comisario del Pueblo para las Relaciones Exteriores. Ningún estado burgués hubiera colocado a un hombre como ese a cargo de las relaciones exteriores. (La relación anterior y la correspondencia continua de Chicherin con el eminente poeta homosexual ruso Mijail Kuzmin fue documentada en: “Mijail Kuzmin: A Chronicle of His Life and Times (Mijail Kuzmin: Una Crónica de su Epoca y su Vida)” [en inglés] y en el volumen III de la colección completa de la poesía de Kuzmin Sobranie stikhotvoenii [en ruso], editada por Malmsted y Vladimir Markov, Munich 1977. Un relato sobre su forma de vestir poco convencional y de su estilo de trabajo como Comisario de Asuntos Exteriores puede encontrarse en One Who Survived: The Life Story of a Russian under the Soviets (Uno que Sobrevivió: La Vida de un Ruso bajo los Soviéticos), Nueva York, 1945).

La opinión científica en los comienzos de la Unión Soviética no estaba determinada por la “línea general”, muchos sexólogos soviéticos de esa época parecen haber tenido una actitud progresista respecto a la homosexualidad. En 1923 el Dr. Grigorii Batkis, director del Instituto de Higiene Social de Moscú, escribió la siguiente descripción aprobatoria del nuevo código legal:

“La legislación soviética se basa en el siguiente principio: declara una total ausencia de interferencia del estado y de la sociedad en los asuntos sexuales, siempre y cuando no se afecten los intereses de ninguna otra persona.

“Con respecto a la homosexualidad, la sodomía y diversas otras formas de gratificación sexual, que en la legislación europea se consideran ofensas a la moralidad pública—la legislación Soviética las trata de la misma forma que el llamado coito “natural”. Sólo cuando se utiliza la fuerza o la coacción, como en general cuando hay un daño o menoscabo de los derechos de otra persona, es que se llevará a cabo un procedimiento legal.”

Die Sexualrevolution in Russland (Berlín, 1925, aparentemente una re- publicación de un original en ruso de 1923, citado por Lauritsen y Thorstad, obra citada).

Al mismo tiempo, sin embargo, había otros profesionales que consideraban la homosexualidad como una enfermedad grave. En Sexual Life of Contemporary Youth (La Vida Sexual de la Juventud Contemporánea), publicada por la Editorial Estatal en 1923, Izrael Gelman afirmaba que:

“La ciencia ha establecido ahora con una precisión que no deja dudas [que la homosexualidad] no es mala voluntad o crimen, sino enfermedad… El mundo de un homosexual masculino o femenino está pervertido, es ajeno a la atracción sexual normal que existe en una persona normal.”

—citado por Karlinsky, obra citada.

Con el tiempo, a medida que la burocracia estalinista tomó poco a poco el poder dentro del estado soviético de los trabajadores, este punto de vista sobre la homosexualidad cobró influencia. Un síntoma del deterioro de la situación de los gay fue el rápido declinar de la influencia de Chicherin después de la muerte de Lenin en 1924. Cuando se publicó la Gran Enciclopedia Médica en 1929, la homosexualidad había sido totalmente ‘patologizada’. Los homosexuales se perseguían cada vez más—la revolucionaria alemana Clara Zetkin intervino a favor de alguna de las víctimas.

Finalmente, en 1933-34, la homosexualidad fue considerada formalmente como criminal. La re-introducción de una homofobia apoyada por el estado, al igual que los ataques al derecho de las mujeres que lo acompañaron (e.g. se volvió a considerar el aborto como actividad criminal) estuvieron dirigidos a reforzar la familia nuclear como la unidad básica de un orden social conservador.

Stonewall y Después

En las últimas décadas la visibilidad y el poder político de la población homosexual ha crecido considerablemente, particularmente en Europa, América del Norte y Australasia. Un factor importante de esta nueva situación ha sido las batallas políticas militantes que se han sostenido a favor de los derechos de los homosexuales, comenzando por los disturbios de Stonewall en la Greenwich Village de Nueva York en 1969. El movimiento de liberación de los gay de principios de los 1970s, agresivo y con mucha auto-afirmación, se desarrolló dentro del contexto de un movimiento general hacia la izquierda política y de una liberación de las actitudes respecto a la sexualidad en general. El crecimiento explosivo del movimiento de liberación de las mujeres durante este período cuestionó la legitimidad de la familia patriarcal “normal”. Algunos elementos del movimiento de las mujeres adoptaron el lesbianismo (“mujeres identificadas con mujeres”) como la expresión más consistente del feminismo.

El limitado progreso conseguido por los gays y las lesbianas está totalmente conectado con los cambios operados en la familia nuclear. El crecimiento del sector de trabajadores de oficina con empleos que pueden ser realizados por ambos sexos, la expansión masiva de la fuerza laboral femenina y la imposibilidad de mantener el estándar de vida con un solo salario (masculino) socavaron los estereotipos tradicionales del “lugar correcto” para los hombres y las mujeres en todo el mundo. Otro cambio importante—conectado con el aumento de la eficacia de las técnicas anti-conceptivas—fue el liberar la fuerza sexual de los adolescentes. Una actividad heterosexual generalizada de los adolescentes reduce el “peligro” de que los apetitos, que se han derivado hacia la actividad heterosexual, se deriven hacia la homosexualidad, y obvia la necesidad de medidas especiales para contrarrestar este “peligro”. La actividad homosexual sigue siendo potencialmente un ejemplo contra la familia nuclear, pero en las sociedades donde se tolera el sexo extra marital ese peligro es sencillamente uno entre muchos.

Sin embargo, la familia nuclear sigue siendo una institución poderosa en la sociedad capitalista moderna. Es allí donde se supone que se satisfagan las necesidades emocionales más importantes del individuo (el amor, la intimidad y la seguridad emocional). Incluso para aquellos cuya experiencia de la familia es sólo de dolor y alienación, el mito continúa ejerciendo una influencia considerable. Con la erosión de los estándares de vida de la clase trabajadora, el colapso de los servicios sociales y el incremento de los niveles de desempleo crónico dentro del corazón de las metrópolis imperialistas, la familia proletaria también se ha convertido en una fuente importante de apoyo para una parte sustancial de jóvenes adultos que de otra forma estarían desamparados. Es más, el control de los padres sobre una herencia potencial, al menos dentro de las clases trabajadoras y de la pequeña burguesía con suficiente afluencia económica como para tener propiedades o cualquier otra ventaja material, opera como un mecanismo disciplinario en forma muy parecida a como opera dentro de la burguesía.

Los logros registrados por los gay y las lesbianas en las últimas décadas son sustanciales, pero también son frágiles y reversibles. El sexo extra-marital y particularmente la homosexualidad todavía son ferozmente condenados por los fundamentalistas clericales y los conservadores seculares. La feroz oposición del Pentágono (y de la mayoría del Congreso) a los intentos de Bill Clinton de permitir que los gay y las lesbianas sirvieran en el ejército sirvió de recordatorio de cuán precarios son los derechos de los homosexuales. En agosto pasado el Senado de los Estados Unidos votó por inmensa mayoría a favor de “reducir el dinero federal para enseñar en las escuelas la aceptación de la homosexualidad como una forma de vida” (New York Times, 2 de agosto de 1994). Uno de los objetos citados como “material obsceno y ofensivo” entregado a los alumnos era un libro sobre una pareja lesbiana intitulado “Heather Has Two Mommies (Heather Tiene Dos Mamás)”.

A medida que la lógica de la competencia económica global obliga a los capitalistas a incrementar continuamente la presión sobre los niveles de vida de la clase trabajadora, los lazos que una vez unieron a las personas a la familia nuclear se estiran casi hasta romperse o más allá. Los homosexuales, los “humanistas seculares”, los que están a favor del derecho al aborto y las feministas, son tomados como chivos expiatorios de la destrucción de la “vida familiar” a medida que la recuperación de los “valores familiares” se convierte en el llamado de la reacción social.

Las zonas donde coinciden las campañas contra el aborto, la pornografía y los gay son el terreno natural para reclutamientos fascistas, que en estos momentos están en alza en Europa y Norte América. El ataque a homosexuales frecuentemente se utiliza como una herramienta organizativa para los fanáticos defensores de la irracionalidad y la desigualdad capitalista.

La Pandemia Mundial del SIDA

La epidemia del SIDA ha dado paso a una ola de pánico moral utilizada para alimentar el prejuicio contra los gay, para promover el miedo generalizado al sexo y reforzar la religión. La prevención, el cuidado y la investigación sobre el VIH/SIDA ha sido escandalosamente poco financiado por los gobernantes capitalistas del “Nuevo Orden Mundial”. Al igual que cualquier otro mal bajo el capitalismo, el SIDA afecta mayormente a aquellos que se encuentran en el punto más bajo de la escalera social. En el corazón del imperialismo los que más dependen de los servicios públicos de salud Nuevo Orden Mundial los pobres y las minorías oprimidas Nuevo Orden Mundial son los que más sufren. Las desesperadamente pobres neo-colonias, por supuesto, han sido mucho más afectadas que los países imperialistas y tienen discapacitados o moribundos un número creciente de la población de los grupos de edades productivas.

En años recientes los gays y lesbianas militantes han hecho campañas agresivas para recaudar más recursos para luchar contra el SIDA y han sacado a la luz algunos de los ejemplos más evidentes de la negligencia y el abuso. Nosotros respetamos el considerable valor mostrado por estos activistas al enfrentarse a la institución de los médicos y al estado y buscaremos oportunidades para trabajar en común con ellos en el futuro. Es de vital importancia que las capas sociales más profundas se involucren en estas luchas y que particularmente las organizaciones de la clase trabajadora acojan estos temas como una parte clave de la lucha por una asistencia de salud universal, gratis y con calidad.

Los marxistas reconocen, sin embargo, que no hay nada inherentemente revolucionario sobre la homosexualidad, ni en la lucha contra el SIDA. Los logros alcanzados por las lesbianas y los gay en las últimas décadas han llevado al desarrollo de una casta versátil y ascendente de profesionales homosexuales (muchos asociados con la industria del SIDA) que buscan desesperadamente la respetabilidad burguesa

Las Tácticas en el Movimiento Gay

Las tácticas de los grupos gay militantes varían considerablemente respecto a su efectividad. Un punto de vista, que involucra las muestras ostentosas de afecto entre gays en lugares inesperados, pretende choquear a los heterosexuales para que cambien su conciencia. Esto es inofensivo y ciertamente apoyamos el derecho de los homosexuales de no esconder su orientación sexual. Pero, como estrategia política presupone que la raíz de la homofobia se encuentra en la conciencia de los individuos en vez de en los requerimientos del orden social capitalista.

Otra táctica es la de pedirle a las lesbianas y a los gay que “salgan” en formas menos ostentosas—que sean desinhibidos respecto a su sexualidad en las actividades normales de su vida. Esta “salida” es considerada por la mayoría de los gay no tanto una estrategia política sino un paso personal hacia la autoestima y el ajuste personal, que debe realizarse por cada individuo en particular dependiendo de sus circunstancias. Todavía hay muchos homosexuales que tienen miedo de exponerse, que valoran su derecho a su privacidad y que no quieren salir.

Inevitablemente algunos funcionarios burgueses son homosexuales escondidos y muchos de ellos apoyan las políticas más homofóbicas. En años recientes los activistas gay han comenzado a realizar “salidas”, i.e. revelando públicamente las identidades sexuales de algunos homosexuales escondidos prominentes en la derecha. Esta táctica no es nueva. Era conocida en el primer movimiento por el derecho de los homosexuales en Alemania como “caminando sobre los cadáveres” y fue utilizada en los primeros años de los 1900s con resultados desfavorables (vea Steakley, obra citada, y Oosterhuis y Kennedy, Homosexuality and Male Bonding in Pre-Nazi Germany (La Homosexualidad y las Uniones Masculinas en la Alemania Pre-Nazi), New York, 1991).

Aunque los marxistas comparten el disgusto de los liberales gay con respecto a la mayoría de los elegidos para ser expuestos, así como la sensación de frustración por la falta de progreso respecto a los derechos de los gay, en general estamos en contra de esta táctica. Tiende a sumarle al miedo de ser expuesto, la carga de los homosexuales ocultos inofensivos y crea un clima que favorece el peor tipo de periodismo homofóbico y muchas reacciones contra los gay.

La Lucha Contra la Homofobia en la Clase Trabajadora

Es tarea del partido marxista inculcar la conciencia científica y guiar al proletariado a trascender el moralismo y la mistificación. Esto significa oponerse a la propuesta estalinista de la “familia socialista” y a las actitudes retrógradas respecto a las mujeres y a los homosexuales que le acompañan.

La homofobia, al igual que cualquier otro prejuicio de la sociedad capitalista, sirve para dividir, desmoralizar y disciplinar al proletariado y minar su capacidad de comprender sus propios intereses históricos. La participación común en la lucha de clases y la batalla por la justicia social y económica puede reducir la homofobia en la clase trabajadora y en otras capas de los oprimidos. Un partido revolucionario tiene que encarnar la conciencia científica de la sociedad como un todo. Debe tratar de incorporar a las personas que sienten la opresión del capitalismo en cualquiera de sus formas y conectar sus luchas a la necesidad de subvertir el sistema social del que se deriva la opresión. De igual forma que es útil tener camaradas de diferentes generaciones, con historias políticas diferentes y de diferente ascendencia cultural, las formas particulares de alineación de los hombres gay y de las lesbianas les da una variedad de perspectivas respecto a la sociedad burguesa que enriquecen significativamente la conciencia marxista colectiva de la vanguardia proletaria.

Contra el Sectorialismo y a favor de las Organizaciones Transicionales

Los marxistas luchan contra cualquier forma especial de opresión (ya sea de la mujer, de los negros, de los jóvenes, de los aborígenes o de los homosexuales) sin perder de vista que la raíz de toda opresión es la sociedad de clases. Los revolucionarios apoyan toda reforma que mejore la situación de los oprimidos, pero saben que al final la opresión social sólo puede ser eliminada a través de la lucha por una sociedad socialista—una sociedad basada en producir para satisfacer las necesidades humanas y no para obtener ganancias. Los marxistas reconocen, a diferencia de los sectorialistas, que debido a su posición económica estratégica, la clase trabajadora es el factor decisivo en la lucha por un cambio social fundamental. El intento de organizar los gay como gays, las mujeres como mujeres o los negros como negros inevitablemente nos lleva a cruzar las barreras de clases y a restringir la lucha dentro de la estructura de la racionalidad capitalista. Pero la opresión de los gay y de las lesbianas (en común con otras formas de opresión) sólo puede ser enfrentada con éxito a través de un programa que trascienda los límites del orden social existente.

Un partido revolucionario necesita organizaciones transicionales que enfoquen la lucha de los oprimidos y que alisten los elementos más políticamente avanzados a la lucha por el poder de los trabajadores. Donde exista la posibilidad de intervenir en una arena política significativa de los gay o las lesbianas, el partido revolucionario debe intentar crear una organización transicional para este trabajo. Las actividades de dicha organización, que sería parte de un movimiento revolucionario común con una disciplina común, estaría centrada en luchar contra la opresión de los gay y de las lesbianas además de proponer un programa que ligue a estas luchas con la necesidad de un gobierno de la clase trabajadora.

La Importancia Relativa de la Problemática Homosexual

El hecho de que los marxistas luchen contra todas las formas de opresión del capitalismo no implica que todas ellas sean igualmente importantes para la estrategia revolucionaria. La opresión de los gay y de las lesbianas no es del todo igual a la opresión de los negros en los Estados Unidos, por ejemplo, o a la de las mujeres. Los gay y las lesbianas no se concentran en zonas particulares o cruciales de la clase trabajadora, no constituyen una membresía numerosa o de fácil organización y además, la orientación sexual no es tan inmediatamente visible como la raza o el sexo. Es más, en general, no hay un componente económico importante relacionado con la opresión de los homosexuales—aunque sí hay una ventaja económica en no tener hijos, que en el clima social actual es frecuentemente concomitante con el hecho de ser gay o lesbiana.

No importa el progreso que se haya alcanzada en las décadas recientes, la homofobia sigue siendo un “punto caliente” para la derecha reaccionaria y una herramienta de poder para la defensa del status quo. Es vital que los marxistas abracen la problemática de la opresión de los hombres y mujeres homosexuales, pero no es un punto estratégico para la revolución socialista—como lo es, por ejemplo, la problemática de la mujer. La opresión de los homosexuales tiene sus raíces en los requerimientos del sistema capitalista y se puede alcanzar su liberación sólo a través de un empleo racional de la inmensa capacidad productiva de la humanidad para eliminar la pobreza, la ignorancia y la desigualdad social. En una sociedad sin clases, el estado, y junto a él la familia nuclear, comenzarán a marchitarse y a ser reemplazados por formas de asociación de los seres humanos que sean más libres y voluntarias, en las cuales la sorprendente plasticidad de la sexualidad humana pueda expresarse sin temor, prejuicio, ni la ansiedad con la que la sociedad capitalista patriarcal ha tratado tradicionalmente a las “desviaciones” sexuales.

La Contrarrevolución triunfa en la U.R.S.S

Defienda a los trabajadores Soviéticos de los ataques de Yeltsin!

La Contrarrevolución triunfa en la U.R.S.S.

(lA tendencia bolchevique publicó la siguiente declaración en septiembre de 1991: copiado de http://www.bolshevik.org/espanol/espanol_1917_1_2.html ]

El malogrado golpe de estado de agosto 19 a 21 en Moscú fue tan mal planeado y ejecutado que casi no se llevó a cabo. Aunque se recordará como a uno de los hechos más decisivos de la historia del Siglo veinte. Después del atentado golpe al estado las fuerzas procapitalistas que rodeaban a Boris Yeltsin acabaron con el poder de estado creado por la revolución de 1917. Esto representa una derrota enorme no solamente para la clase trabajadora soviética sino también para los trabajadores del mundo.

Los acontecimientos de agosto son el resultado de luchas por el poder dentro del Kremlin y el país. Pero en términos generales son el acto final en la degeneración de la burocracia estalinista- clase privilegiada dentro del estado soviético a mediados de los años veinte. En lugar de los trabajadores soviéticos democráticamente elegidos en 1917, los estalinistas implementaron un estado autoritario. La política del internacionalismo proletariado de Lenin y Trotsky fue reemplazada por la doctrina de “socialismo en un País” lo cual justificó la traición de otras revoluciones para ganar pequeñas ven tajas diplomáticas. Aún, con todos sus crímenes, la burocracia estalinista se basaba en la economía colectiva creada por la Revolución de octubre y, en su propia manera distorsionada frecuentemente intentó de defender estas bases económicas de la presión imperialista y la contrarrevolución nacional. El fallecido atentado de agosto acabó con el poder de esta elite burocrática y fue reemplazada por un grupo de regímenes nacionalistas determinados a desmantelar la economía estatal y reimponer el gobierno de capital.

Hace más de medio siglo, el líder de la Oposición Izquierdista León Trotsky advirtió que a la larga un sistema social basado en propiedad colectiva no puede ser desarrollado ni defendido con métodos de política burocrática. El estancamiento de la economía soviética durante los años de Brezhnev representó una confirmación poderosa de este pronóstico. Con la intención de mejorar la economía soviética, Mikhail Gorbachev introdujo sus celebradas reformas de mercado. El caos económico y político causado por la perestroika polarizó a la burocracia soviética y las divisiones dentro de ella se hicieron más agudas durante el año pasado. Por una parte un campo de la elite gobernante–identificada con su ex-jefe del partido de Moscú Boris Yeltsin abiertamente aceptó la restauración capitalista. Por otra parte una alianza de militares, partidarios y burócratas, los llamados “extremistas” vieron la tendencia hacia el mercado y a la desintegración nacional como una amenaza a su poder. Gorbachev actuó como un intermediario entre estas dos facciones alternando su apoyo entre los “reformistas” y los “extremistas.”

Los zig-zag de Gorbachev

A principios de octubre de 1990, los “extremistas” llevaron a cabo una ofensiva dentro del partido Comunista Soviético. Obligaron a Gorbachev a abandonar el plan de Shatalin de 500 días para la privatización de la economía. Enviaron las unidades “gorros negros” para imponerse sobre los gobiernos secesionistas pro-capitalistas de las repúblicas bálticas. Crearon una desorganización en lo más alto del partido y obligaron a Gorbachev a que retirara a los “reformistas” de puestos importantes dentro del partido y de cargos gubernamentales para ser reemplazados con sirvientes leales del aparato burocrático. Estas acciones condujeron a varios “reformistas” al campo Yeltsinista, más notablemente al ministro de exterior Eduard Shevardnadze y causó difundidas especulaciones en los medios de comunicación occidentales tales quienes pensaron que Gorbachev se había retirado de la perestroika.

A pesar de haberse visto careado con gigantes manifestaciones Yeltsinistas en Moscú a principios de la última primavera y con temor de que los imperialistas no fueran a prestar ayuda económica, Gorbachev alteró su posición y de nuevo buscó compromisos con las fuerzas Yeltsinistas. Rechazó llevar la intervención báltica a su conclusión lógica para destituir a los gobiernos de allí. De nuevo él comenzó a promover el mercado libre. Más sorprendente que todo para el punto de vista “extremista”, aceptó el acuerdo “nueve más uno'” para transferir la mayoría de los poderes gubernamentales a las quince repúblicas de la URRSS. Los intentos de conciliación de Gorbachev solamente sirvieron para fortalecer a Yeltsin quien respondió con una serie de decretos expulsando al partido comunista de la fuerza policial y de las fábricas en la república rusa. Los “extremistas” concluyeron que la posición ocupada por Gorbachev iba desapareciendo rápidamente y que ya no podía depender de él para resistir a Yeltsin. Esto sirvió como plataforma para la formación del comité de Emergencia y la detención del presidente soviético en la mañana de agosto 19.

La clase trabajadora habla tomado partido

En vista de la vil derrota del golpe, parecería que la discusión sobre las posiciones de las facciones rivales es un ejercicio académico sin mucho sentido. Sin embargo al adoptar una orientación correcta con relación a los eventos pasados, es posible para la clase trabajadora armarse para las luchas futuras. El intento del golpe de estado del mes de agosto fue una confrontación en la cual la clase trabajadora había tomado partido. Una victoria para los líderes del golpe no hubiera rescatado a la USSR del estancamiento económico causado por el estalinismo, como tampoco hubiera quitado el peligro de la restauración del capitalismo. Sin embargo, hubiera podido disminuir el peligro restauracionista, aunque fuera temporalmente, y así ganar valioso tiempo para los trabajadores soviéticos. El colapso del golpe por otro lado, llevó inevitablemente a la contrarrevolución que se encuentra en este momento en pleno fervor. Sin dejar de exponer la bancarrota política de los líderes del golpe, la obligación de los revolucionarios marxistas fue la de ponerse del lado de ellos, contra Yeltsin y Gorbachev.

No es inesperado que la mayor parte de la izquierda reformista y centrista se ha puesto del lado de Gorbachev y de Yeltsin. Estos seudo-marxistas tienen tanto temor de ofender a la opinión liberal burguesa, que uno puede tener siempre la certeza de que ellos tomarán el partido de la “democracia”, aún cuando los eslóganes democráticos en realidad sean un camuflaje para la contrarrevolución capitalista. Lo que es aún más desconcertante son los argumentos de los grupos centristas, quienes reconocen a Yeltsin como a un restauracionista y cuyo triunfo fue una grave derrota para la clase trabajadora, y sin embargo, rehúsan tomar partido en el golpe. Los defensores de ésta posición de que “un lado es tan malo como el otro”, incluyen a la Liga Espartaquista de los EE.UU. y sus satélites internacionales en la Liga Comunista Internacional, que durante años habían proclamado ser los más ardientes defensores de la Unión Soviética.

Los partidarios de una posición neutral sostienen que los líderes del golpe estaban tan comprometidos a lograr una restauración capitalista como Gorbachev y Yeltsin. Algunos señalan los pasajes en la declaración principal del Comité de Emergencia en la cual sus líderes prometieron honrar los tratados existentes con el imperialismo y respetar los derechos a empresas privadas en la USSR. Sin embargo, los trotskistas nunca han basado su actitud política sobre los pronunciamientos oficiales de los estalinistas, pero más bien sobre la lógica interna de eventos. Cualquiera que alegue que no hubo una discrepancia esencial entre las facciones opuestas, tendría grandes dificultades de explicar por qué los lideres del golpe decidieron en primer lugar tornar un riesgo tan desesperado. Cuando una facción de la burocracia arresta al presidente, intenta suprimir a los principales restauracionistas capitalistas y envía los tanques a la calle; cuando los principales miembros de esa facción llevan a cabo pactos suicidas con sus esposas y se ahorcan cuando fallan, es obviamente claro que hay mucho más en juego que un sofisma sobre tácticas.

Los motivos de las acciones de los líderes del golpe son obvias. Ellos representaban a la facción estalinista que terna más que perder de un regreso al capitalismo. Vieron la agresividad de Yeltsin, el poder creciente de los nacionalistas pro-capitalistas y la postración de parte de Gorbachev frente a esas fuerzas, como un peligro mortal a la maquinaria centralizada de la cual dependían sus privilegios y su prestigio. Actuaron, aunque lo hicieron a medias y a último momento, para detener a la marea.

No hay ninguna duda de que los de ‘línea dura” estaban muy desmoralizados: habían perdido la fe en cualquier tipo de futuro socialista, compartían muchas de las mismas nociones pro-capitalistas como sus adversarios, y estaban más que dispuestos a rebajarse al Gran chauvinismo Ruso, e inclusive a una actitud antisemítica para proteger su monopolio político. Pero la posición trotskista de defensa incondicional de la Unión Soviética siempre significó la defensa del sistema de propiedad colectiva contra las amenazas restauracionistas sin tener en cuenta el conocimiento o intenciones subjetivas de los burócratas. El statu quo que los de “línea dura” trataron de proteger, a pesar de su incompetencia, incluyó la propiedad por parte del gobierno de los medios de producción-que actuaba como barrera objetiva contra un regreso a la esclavitud capitalista de salarios. El colapso de la autoridad central del estado, limpió el paso para la reacción, que ahora rueda por el territorio de la antigua USSR. Para lograr parar los avances de ese armatoste, los revolucionarios tuvieron que estar preparados a hacer una alianza táctica militar con cualquier sección de la burocracia, que por cualquier motivo, estuviera parada delante de sus ruedas.

Derrotar a la Contrarrevolución

No está todo perdido para la clase trabajadora en la Unión Soviética. Los gobiernos pro-capitalistas que se “han trepado a la montura” son todavía extremadamente frágiles, y no han consolidado todavía sus propios mecanismos estatales represivos. La mayor parte de la economía permanece en manos del estado, y los Yelsinistas deben de enfrentar la enorme tarea de restaurar el capitalismo sin el apoyo de una clase capitalista nativa. La resistencia de parte de los trabajadores a los ataques inminentes a sus derechos y bienes, implicará una defensa de importantes elementos del statu quo social económico. Los regímenes burgueses embrionarios que se están formando actualmente en la ex USSR pueden ser barridos de lado con mucho más facilidad que estados capitalistas maduros.

Nada de esto cambia el hecho de que ahora los trabajadores se verán forzados a pelear en un terreno que ha sido fundamentalmente modificado a su desventaja. Todavía no se han constituido en una fuerza política independiente, y permanecen extremadamente desorientados. El aparato estalinista-que tenía un interés objetivo en mantener la propiedad colectivizada – ha sido deshecho. Es poco probable que haya más resistencia por parte de los estalinistas, ya que han fallado en una prueba política decisiva, y aquellos mandos que intentaron resistir, se encuentran en retiro obligatorio, en la cárcel, o están muertos. En resumen, el mayor obstáculo para la consolidación de un estado burgués ha sido removido de una manera efectiva. Antes del golpe, una resistencia masiva a la privatización por parte de la clase obrera hubiera dividido a la burocracia stalinista y sus defensores armados. Ahora los trabajadores que luchan para dar marcha atrás a la campaña restauracionista, se enfrentarán a “cuerpos de hombres armados” dedicados a los objetivos del capitalismo occidental y a sus aliados internos. Este incipiente poder de estado debe ser desarmado y destruido por los trabajadores .

La transición de un estado obrero degenerado a un estado burgués hecho y derecho no es algo que pueda suceder en un mes o un año. En 1938 Trotsky predijo lo siguiente:

 “Si llegara a triunfar una contrarrevolución en la USSR, el nuevo gobierno deberá basarse durante un largo periodo sobre su economía nacionalizada. Pero qué es lo que significa este tipo de conflicto entre la economía y el estado? Significa una ‘revolución’ o ‘contra-revolución’. La victoria de una clase sobre otra significa que se reconstruirá la economía en el interés de los triunfadores.”

-“Un Estado No Trabajador y No Burgués?’

Era claro para él, como lo es para nosotros, que ese tipo de transformación solamente puede ocurrir como resultado de un ‘proceso’ en el cual el estado obrero es minado gradualmente. La tarea analítica es la de localizar el punto decisivo en esta transformación, quiere decir, el punto aquel en el cual no se le puede dar marcha atrás a la tendencia prevaleciente sin destruir el poder del estado. El ímpetu hacia la restauración capitalista había ido creciendo durante varios años en la Unión Soviética. Toda la evidencia que tenemos nos lleva a concluir que la derrota del golpe y el ascenso al poder de los elementos dedicados a la reconstrucción de la economía de base capitalista constituye un punto decisivo cualitativo.

No se puede emprender la actividad revolucionaria basándose en ficciones agradables. La lucha por el futuro socialista requiere la habilidad de enfrentar la realidad de frente y “decir la verdad a las masas, no importa lo amarga que sea”. La victoria de los Yelsinistas es una enorme derrota para la clase obrera. El intento de re-imponer al capitalismo en la Unión Soviética tendrá como consecuencia ataques a los intereses más básicos de decenas de millones de trabajadores. Sin embargo, resistiendo estos ataques, los obreros Soviéticos pueden redescubrir sus propias tradiciones heroicas. Las ideas revolucionarias del Bolchevismo, que por sí solas corresponden a la necesidad histórica del progreso de la humanidad, pueden vencer cualquier obstáculo. Pero estas ideas solamente se convierten en un factor histórico por medio de un partido del tipo que dirigió la revolución en 1917-un partido educado en el espíritu revolucionario irreconciliable de Lenin y Trotsky. La lucha por este partido, un renacimiento de la Cuarta Internacional, es la tarea central de nuestro tiempo.

La partición de Palestina

La partición de Palestina

[Primera vez publicado: “La partición de Palestina”, editorial de Cuarta Internacional, noviembre-diciembre 1947. Copiado de http://www.marxists.org/espanol/tematica/palestina/documentos/externos/4inter-editorial-1947.htm

Después que los “tres grandes” llegasen a un acuerdo sobre la partición de Palestina, el voto en las Naciones Unidas sólo era ya una mera formalidad. El imperialismo británico se retira del Oriente Próximo a una segunda línea de defensa comparable a la levantó con la división de la India. En el seno de los dos estados, el judío y el árabe, Gran Bretaña preserva lo esencial de sus posiciones económicas y financieras. La Legión Árabe del hipotético estado árabe y la Hagana operarán en estrecha relación con el Ministerio de la Guerra británico, al igual que en el caso de los ejércitos hindú y musulmán en la India. Y, también como en la India, la partición se ha demostrado como el mejor medio para desviar hacia un combate fratricida la lucha de las masas árabes y la cólera de la población trabajadora judía.

Las maniobras del imperialismo británico han sido necesarias a causa de la disminución de sus recursos. Esta disminución obliga a los imperialistas a rebajar sus “compromisos internacionales” a fin de economizar a la vez dólares, fuerza de trabajo y armamento. Esto se presenta incluso de forma aun más hipócrita en el caso específico de Palestina. De hecho, la creación de un estado árabe independiente en Palestina es muy poco probable. Por ello, el rey Abjdalá de Transjordania, el agente número uno de la City de Londres en el mundo árabe, podrá de hecho lograr integrar el este de Palestina en su reino y alcanzar, así, la primera etapa de la formación del imperio de la Gran Siria, objetivo final de su dinastía y de la burguesía británica en el Oriente Próximo. Londres continuará reinando sin que le cueste ni un penique al contribuyente inglés. El único pueblo que sufrirá las consecuencias será, sin lugar a dudas, el mismo pueblo palestino.

Para el imperialismo estadounidense, como para la burocracia soviética, la aceptación de la partición significa sobretodo la liquidación del mandato británico y la apertura de la lucha por la herencia de las posiciones abandonadas. El Kremlin se felicita por la apertura de un período de desórdenes en el Oriente Próximo, aprovechándose de ellos hará lo posible para debilitar las posiciones inglesas y preparar su propia penetración, ya sea bajo cobertura de una “Comisión Mixta de la ONU” ya sea bajo la de una “tutela de los Tres Grandes” sobre Jerusalén. El imperialismo estadounidense se ve enfrentado en Palestina, como anteriormente en Grecia, al problema de encontrar una solución de recambio a la tutela imperialista que los británicos no pueden ya asumir. Tras la evacuación de la tropas inglesas, la Hagana será la única fuerza militar que disponga de una equipamiento moderno, una fuerza extraña al mundo árabe y que servirá, si es necesario, para combatir una insurrección autóctona o una amenaza rusa sobre los pozos petrolíferos. No deberíamos, pues, sorprendernos a partir de ahora si el imperialismo estadounidense, bien bajo forma de una “Liga Judía” o bien financiándola, intenta tener una influencia predominante en el Oriente Próximo. Pero sigue siendo evidente que un estado judío, igual que el movimiento sionista que le ha precedido, sólo es considerado por las grandes potencias como un peón de sus maniobras en el seno del mundo árabe. Semejante estado, lejos de recibir una “protección” abierta y permanente de no importa cuál de estas potencias, se encontrará siempre en una posición precaria e incierta y para su población se abrirá un período de privaciones, terror y terrible tensión que se agudizarán a medida que se desarrollen las fuerzas en lucha por la emancipación del mundo árabe.

La partición de Palestina y el claro cambio de las posiciones sionistas frente al imperialismo británico (incluyendo aquellas de la mayoría de los extremistas) han descargado un golpe mortal sobre todas las teorías impresionistas que crecieron con las bombas del Irgún. La solidaridad fundamental de la Hagana e incluso del Irgún con el imperialismo y contra las masas árabes ha quedado demostrada de la forma más clara. El carácter criminal del sionismo aparece claramente en el hecho que, en razón de su papel reaccionario, los primeros movimientos de masas árabes a favor de una Palestina unida e independiente se han dirigido contra la población judía y no directamente contra el imperialismo. Los ultra reaccionarios jefes del Comité Árabe a favor de Palestina tienen, así, la ocasión de dar nuevo brillo a su blasón vertiendo la sangre de los desdichados judíos que son víctimas de la política sionista.

Los dirigentes sionistas de todo el mundo han festejado la proclamación del estado en miniatura como una gran victoria. ¡Miserable error! La trampa que es Palestina para los judíos, según las palabras de Trotsky, se ha vuelto a cerrar.

Sin cambio radical en la situación mundial y sin reflujo del sionismo en el movimiento obrero judío de Palestina, el exterminio completo del pueblo judío tras la erupción de la revolución árabe será el precio pagado por los judíos por su triste éxito en Lake Success. Y, por una ironía de la historia, el establecimiento de un estado judío independiente, que, según los brillantes teóricos sionistas, está destinado a erradicar el antisemitismo en el mundo ha sido saludado por el estallido de una oleada progromista salvaje en Adén y una nueva oleada de antisemitismo en el mundo.

La posición de la Cuarta Internacional frente a la cuestión palestina continúa siendo tan clara como en el pasado. Estará en la vanguardia del combate contra la partición, a favor de una Palestina unida e independiente, en la que las masas determinaran soberanamente su destino mediante la elección de Asamblea Constituyente. Contra los efendi y los agentes imperialistas, contra las maniobras de las burguesías egipcia y siria que tratan de desviar la lucha por la emancipación de las masas en lucha contra los judíos, llamará a la revolución agraria, a la lucha anticapitalista y antiimperialista, que son los motores esenciales de la revolución árabe. Pero sólo puede llevar adelante este combate con posibilidades de éxito con la condición que tome posición, sin equívocos, contra la partición del país y el establecimiento de un estado judío.

Más que nunca es necesario llamar al mismo tiempo a las masas trabajadoras de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Australia, la pueblo trabajador de cada país a luchar por la apertura de las fronteras de sus países respectivos a los refugiados, a las personas desplazadas, a todos los judíos deseosos de emigrar, sin discriminación. Sólo si llevamos adelante seriamente, efectivamente y con éxito este combate podremos explicar a los judíos porqué no hay que caer en la trampa palestina. La experiencia terrible que espera a los judíos en el estado en miniatura crea al mismo tiempo las premisas de la ruptura de amplias masas con el sionismo criminal. Si tal ruptura no se produce a tiempo, el “estado judío” se ahogará en sangre.

¡Libertad para izquierdistas en cárceles sandinistas!

¡Libertad para izquierdistas en cárceles sandinistas!

Esto fue impreso en Spartacist en español No. 8, agosto de 1980.

Reproducimos a continuación extractos de una octavilla repartida por la Spartacist League/U.S. en un discurso pronunciado por Jaime Wheelock, un comandante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el 7 de diciembre de 1979 en Nueva York. Wheelock, dirigente de la Tendencia Proletaria del FSLN, tiene a su cargo la reforma agraria la cual ha sido limitada a los bienes del depuesto dictador Somoza. Él ha justificado esta política diciendo: “Debemos mantener solidaridad con aquellos miembros del sector privado que apoyaban el derrocamiento de Somoza” (citado en el New York Times, 5 de agosto de 1979). En la conferencia, Wheelock confirmó que el régimen sandinista había encarcelado a izquierdistas por haber instigado huelgas obreras.

En este momento, están en las cárceles sandinistas miembros del Movimiento de Acción Popular, del Frente Obrero y de la Liga Marxista Revolucionaria. Al llegar al poder, el FSLN expulsó del país y entregó a la policía panameña del General Torrijos a los militantes de la Brigada Simón Bolívar, seguidores del aventurero reformista argentino Nahuel Moreno. De una manera muy clásica, el FSLN calumnió de “agentes de la CIA” a tales críticos de izquierda, mientras Wheelock denunciaba de contrarrevolucionarios a “los trotskistas y todos los que quieren acelerar la evolución del régimen de Nicaragua” (Le Monde, 21 de agosto de 1979). Un partido reformista norteamericano, el Socialist Workers Party, se ha hecho cómplice de la campaña del FSLN para atacar a los “ultraizquierdistas” e incluso ha actuado, asquerosamente, de soplón de la junta contra sus propios “camaradas” del “Secretariado Unificado de la IV Internacional”. Este crimen ha sido el detonador que ha hecho estallar este bloque podrido internacional de falsos trotskistas.

A pesar de la intención declarada de la dirección sandinista en el sentido de integrar “la nueva Nicaragua” al orden imperialista-burgués, el futuro de la revolución aún no está decidido. El aparato del antiguo estado capitalista fue hecho pedazos con la derrota de la Guardia Nacional de Somoza. Las masas, radicalizadas y en su mayoría empobrecidas por la guerra civil devastadora, ni pueden ni quieren vivir como antes vivían. En Nicaragua se necesita un partido trotskista revolucionario para encabezar la lucha de los obreros y campesinos contra el sistema capitalista podrido.

No cabe duda que esta noche oiremos a Jaime Wheelock y a los comandantes del FSLN hablar como si, de la estrategia actual de colaboración de clase, la lucha nicaragüense llevará espontáneamente al paraíso socialista. ¡Esta ilusión es la más peligrosa! Sólo hay dos caminos que escoger ― o el de la revolución proletaria o el de la consolidación del capitalismo con un aumento de represión contra las masas nicaragüenses.

La tendencia espartaquista internacional exige: ¡Libertad incondicional para Mario Miranda, Rodrigo Ibarra y todos los demás militantes de izquierda que están en las cárceles sandinistas! ¡Por tribunales populares para juzgar a los criminales de la Guardia Nacional! ¡Por una asamblea constituyente! ¡Por la expropiación de todas las haciendas, de la industria y de los comercios importantes, incluyendo los de la burguesía “antisomocista”! ¡Por la centralización en soviets de los sindicatos y organizaciones obreras y campesinas de masas ― Por un gobierno obrero y campesino! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de América Latina! ¡No al nacionalismo pequeñoburgués del FSLN ― sí a un partido trotskista, sección nicaragüense de una IV Internacional renacida, para luchar por la revolución proletaria!

EL MR-13 y el criticismo histérico-‘marxista’

EL MR-13 y el criticismo histérico-‘marxista’

Originalmente publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 2, Diciembre 1966

No ha transcurrido mucho desde que ciertos accidentales panfletarios nos pintaban al MR-13 (Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre) como la revolución socialista guatemalteca en persona. Pero los eventos ocurridos recientemente prueban exactamente lo contrario, y aún más, desploman por completo las ilusiones fabricadas alrededor de la teoría de “las guerrillas socialistas.”

Huberman y Sweezy, de Monthly Review, el histérico guevarista Posadas y el escritor Adolfo Gilly se destacaron como los más insignes mecenas del MR-13, perpetuando una farsa que, se ha derrumbado costosa y cruelmente.

El fracaso del MR-13 confirma la necesidad crítica de la construcción de un partido leninista en Guatemala. La llamada “lucha armada” ha probado ser estéril contra la ofensiva criminal imperialista en Latinoamérica, poniendo a la orden del día la esencial lucha de clases, o sea la lucha que sólo puede ser enarbolada por el proletariado contra la burguesía y el imperialismo. Esta lucha de clases fue decapitada docenas de veces por los estalinistas latinoamericanos en los pasados 30 años, traiciones que ahora tratan de ser expiadas a través de las luchas del campesinado y de las guerrillas. Pero las penitencias no han servido de nada aunque si señalan el único camino posible: levantar al proletariado latinoamericano, construir la vanguardia leninista que enfrentará a la burguesía y abrirá las puertas al socialismo en Latinoamérica.

Nos limitaremos aquí a tratar sobre el MR-13 y no a las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes), puesto que estas son simplemente un instrumento del PGT (partido comunista guatemalteco) y lógicamente a servicio de la burocracia cubana y la del Kremlin. El MR-13, en cambio, representa un caso aparentemente diferente, el caso de una guerrilla guevarista. Es su fracaso el que nos interesa pues sus objetivos eran honestos y socialistas, pero su programa, tácticas y substancia no eran fundamentalmente diferentes que los de las FAR.

¿Por qué fracasó el MR-13 en organizar a los obreros y campesinos guatemaltecos? Por la razón de que el MR-13 jamás cauterizó sus filas de tanta falsificación teórica, producto relacionado con la ausencia física del proletariado, ausencia que no podía ser sino irremediable dado el programa y la base del MR-13. La falta de teoría infecta a la práctica, y la práctica centrista a su vez infecta a la teoría. De esta elemental ley política el MR-13 no se salvó, sellando así su sepultura revolucionaria.

Si el MR-13 pensaba emular a Cuba se olvidó de analizar los orígenes y resultados de la Revolución Cubana. El triunfo del M-26 cubano ocurrió debido a la tremenda corrupción de la burguesía cubana y debido a la gran ofuscación imperialista, inepta para reaccionar ladinamente frente a esta situación en particular. Es necesario recordar también que el proletariado cubano no tomó parte alguna en el triunfo de la Revolución. Había sido castrado ya muchas veces por los Blas Roca, los Escalante y los Rodríguez. Como resultado, el proletariado no tiene voz en el gobierno cubano, dependiendo del paternalismo obtuso de la burocracia en vez de regir su propio destino al mando del estado. El programa del MR-13 no prometía sino una repetición de esta clase de revolución: una burocrática, deforme y despótica para los obreros. Pero es exactamente esto lo que los marxistas debemos de evitar que se repita en Latinoamérica, pues semejantes revoluciones son aisladas y fáciles víctimas del imperialismo yanqui.

El deber ineludible de los marxistas, ya sea en los E.U. o en Latinoamérica, es el de luchar por la dictadura del proletariado, por el auténtico internacionalismo proletario. En Guatemala, el gobierno obrero y campesino es el slogan necesario, es la realidad requerida por la situación. El MR-13 usó este slogan, aunque con la intención de transformarlo en un partido,  no gobierno, de obreros y campesinos.

Pero esto es absurdo y suicida, pues no es posible moldear al proletariado conforme al campesinado, y esto es lo que un partido biclasista quiere decir. Trotsky, en 1928, repetía lo que en ese entonces era conocido por todos los marxistas: “Para llegar a una alianza revolucionaria con el campesinado, y esto no ocurre gratuitamente, es necesario antes que nada separar a la vanguardia proletaria, y de ese modo a la clase obrera toda, de las masas pequeñoburguesas. Esto puede ser logrado sólo entrenando al partido proletario en el espíritu de inconciliabilidad inmovible de clase… El partido de obreros y campesinos sólo puede servir como una base, una pantalla y un trampolín para la burguesía.” (La Tercera Internacional después de Lenin)

Y el MR-13 servía de trampolín cuando decía: “El punto de vista guatemalteco (el del MR-13) considera que el rol de las guerrillas es organizar a los campesinos y convertirse en su instrumento revolucionario” (Palabras de Huberman y Sweezy, impresas en el órgano del MR-13 y jamás desmentidas por el mismo, Revolución Socialista, N. 16 año II.)

Pero si un movimiento se dedica a organizar y a representar los intereses sólo de los campesinos, no puede ya hacerlo con los obreros, pues se transforma en un partido campesino, con intereses propios de clase. El partido de los obreros puede sostener alianzas con el de los campesinos y puede contener campesinos en sus filas, pero la política del partido debe de ser obrera, basada en la hegemonía obrera. El partido del proletariado debe de tener las manos libres y debe de dar el carácter al estado. El gobierno, entonces, aunque democrático, tendría la preponderancia clasista de la vanguardia obrera. La última palabra sería siempre el derecho del proletariado. Cualquier otro camino terminaría en una guerra civil entre el proletariado y el campesinado o en una vuelta de la burguesía. Estamos hablando de estados obreros y no de utopías agrarias. Quien no comprenda qué quiere decir la dictadura del proletariado debe de abandonar su careta de “marxista” y encerrarse en el armario en donde la historia guarda a las reliquias revolucionarias.

El programa del MR-13, proclamado en el Frente Guerrillero Edgar Ibarra, en diciembre-enero 1965, exponía: “El objetivo estratégico de nuestra revolución es… la instauración de la dictadura del proletariado en un estado obrero y campesino…” ¡No era, entonces, sólo un partido biclasista, ni un gobierno democrático de obreros y campesinos lo que el MR-13 tenía como propósitos, sino también un estado formado por dos clases!

Aunque ésta era tal vez la “fórmula guatemalteca” del MR-13, semejante aberración no tiene base social alguna para existir ni en Guatemala y ni en ninguna parte del mundo ya que las únicas clases capaces de mantener estados en esta época del ocaso imperialista, son la burguesía (el statu quo) y el proletariado, pues tienen base social y económica, formada en la sociedad clasista, para existir. Decir que el proletariado debe formar un estadocon los campesinos significa pensar que el proletariado es una clase igual al campesinado. Pero ésta es  una profunda equivocación, típica de aquéllos que han abandonado el programa de la IV Internacional.

El campesinado es una clase revolucionaria sólo cuando sigue al proletariado. No estamos aquí hablando meramente de tomar, de agarrar el poder. Cualquiera pude de hacer eso si las circunstancias históricas le son favorables. Pero para cambiar la naturaleza del estado capitalista es necesario que el proletariado intervenga, al menos simbólicamente cuando un liderazgo pequeñoburgués toma medidas antiimperialistas. En un estado obrero deforme, como Cuba, el proletariado dio el apoyo a la burocracia cuando ésta se vio forzada a tomar medidas socialistas debido a las presiones del imperialismo. En este caso su apoyo figuraba en el segundo plano, pero vital aún. Si el proletariado toma el poder con su partido y organizaciones proletarias como los soviets (como en la Revolución Rusa de 1917), su presencia en el primer plano consolidaría directamente la construcción de un estado obrero sano, con metas internacionalistas. De cómo se llega al poder determina qué desarrollo tomara: una revolución. El campesinado no puede realizar el socialismo sin la pía del proletariado y por lo tanto es ridículo pensar que el campesinado puede ser el catalizador de una revolución socialista por sí sólo. La esencia del campesinado debido a su modo productivo, es pequeñoburguesa; su aislamiento de los centros urbanos forma en los campesinos una ideología similar.

Naturalmente que el problema de la tierra debe de ser solucionado en Latinoamérica, pero éste es un problema burgués que sólo puede ser enfrentado de manera revolucionaria por el proletariado. Sólo el proletariado puede proteger las demandas de mejor vida que hace con todo derecho el campesinado, sólo él puede realizar una reforma agraria socialista y una división industrial de la labor continental que transforme a las paupérrimas economías latinoamericanas.

Pero de la misma manera que el campesinado no puede llegar al socialismo sin la guía del proletariado, éste no puede tomar el poder sin la ayuda revolucionaria del campesinado, sin tener tras de sí a los millones de campesinos latinoamericanos. Sin esta alianza revolucionaria no es posible hablar de socialismo en América Latina.

La degeneración del MR-13 se hizo aparente después del ataque alevoso que le hizo el sardanápalo de Castro en la Tricontinental en la Habana. En esta conferencia Castro defendió miserablemente a las FAR y a su enfant gâté, Luis Turcios, presentándolo como la promesa del futuro guatemalteco. En realidad sus deseos se concretizaron pronto: Turcios no atacó al gobierno títere de Méndez Montenegro, limitando a las FAR a atacar a “la extrema derecha.” Al servicio del PGT, las FAR no estaban interesadas en tumbar a la burguesía y cuando Turcios murió en un accidente “misterioso”, “un cierto “impasse” existía entre Méndez y las FAR.

El MR-13 no pudo resistir la acometida de la burocracia cubana, y el New York Times y el National Guardianreportaron que el MR-13 había capitulado frente a las FAR en la segunda mitad de 1966. Así terminaban las ilusiones de “las guerrillas socialistas,” capitulando frente a la servil y menchevique FAR.

El gobierno del “popularmente electo” Méndez se ha lanzado recientemente a aplastar brutalmente a las guerrillas en Guatemala, pues la burguesía guatemalteca se encuentra en severo estado de sitio debido a su total bancarrota política, social y económica, siendo la represión uno de los caminos para desviar la atención de las masas del país. Pero el MR-13 no podrá responder; se replegará en la esterilidad del terrorismo y el derrotismo y la oportunidad de responder efectivamente a la histeria de la burguesía guatemalteca se escurre de sus manos. Su programa le impide sacar ventajas de esta situación que el MR-13 mismo ha ayudado a crear, o sea, aumentar el alocado desasosiego de una burguesía históricamente condenada.

Si el MR-13 falló en su intento de dirigir la Revolución Guatemalteca, el proletariado guatemalteco y sus hermanos centroamericanos no fallarán en cercenar la cabeza de la rapaz burguesía local y del imperialismo yanqui. Pero para que esta tarea se consume, tomando una armadura indestructible, los cuadros leninistas latinoamericanos tendrán que ser organizados. ¡Es ahora o nunca!

continuará: Fidelismo y Guevárismo en Guatemala

La careta de izquierda de Moreno

Eurocomunismo, Portugal y Angola

La careta de izquierda de Moreno

Traducido del folleto Moreno Truth Kit [La Verdad Sobre Moreno], noviembre de 1979. Reproducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982

En otras partes de este cuaderno, reproducimos varios extractos de materiales documentando la apología que durante décadas ha hecho Nahuel Moreno del peronismo en su Argentina natal; su apoyo oportunista a generales con posturas populistas, desde Velasco del Perú hasta Torrijos del Panamá; sus camaleónicos cambios de coloración política, de guerrillerista entusiasta a socialdemócrata llorón; y sus manipulaciones financieras escandalosas. Pero eso no explica el izquierdismo aparente de los documentos de su Fracción Bolchevique y su predecesor, la Tendencia Bolchevique (FB/TB). Veremos que en el caso de Moreno, el contraste entre la teoría y la práctica es tan dramático que ha desarrollado un “método” capaz de justificar a casi cualquier traición.

Durante casi toda una década, desde 1968 hasta 1977, el Secretariado Unificado estaba desgarrado por luchas fraccionales entre una Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) centrista dirigida por Ernest Mandel y la reformista Fracción Leninista-Trotskista (FLT) dirigida por el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano de Joe Hansen/Jack Barnes y (al principio) el PST argentino de Moreno. Mientras que los mandelistas corrían tras “una nueva vanguardia de masas” maoísta/guevarista en Europa y América Latina, la FLT utilizó argumentos seudoortodoxos para atacar el guerrillerismo desde la derecha (igual como hicieron los PC pro Moscú). Después de que Barnes y Mandel disolvieron las fracciones en 1977, aún subsistieron las diferencias subyacentes pero se consiguió una unidad temporal en el timón del S.U. Así que al no moverse mientras que la ex TMI se precipitaba a la derecha, Moreno de repente aparece como un crítico “desde la izquierda” del “reunificado” bloque podrido:

“Antes, ella [la TMI] se plegaba al izquierdismo de una vanguardia radicalizada con preponderancia estudiantil. Ahora se plega a la presión del eurocomunismo y de una vanguardia sindical y de clase media, los cuales sirven como correas de transmisión para la ideología liberal y la opinión pública de los países imperialistas….

“Esta capitulación es lo que ha hecho posible la convergencia entre la ex TMI y los líderes del SWP, es decir, la ex FLT.”

—“Declaration and Platform of the Bolshevik Faction” International Internal Discussion Bulletin [del SWP], Julio de 1979

Un lector no prevenido bien podría confundir tales frases con la crítica trotskista del revisionismo del S.U. por parte de la tendencia espartaquista internacional (TEI). Claro, la TEI y sus precursores han denunciado el Secretariado Unificado como bloque podrido desde sus comienzos en 1963, mientras que Moreno parece haber descubierto este hecho sólo en los últimos dos años (después de participar durante una década y media en cada traición y maniobra sin principios del S.U.). Y hay el hecho revelador de que la FB/TB consistentemente ha tachado a la mayoría mandelista de “ultraizquierdistas” mientras que nosotros les calificamos de centristas. Pero la diferencia sobresaliente es que el ataque morenista hacia la dirección del S.U. consiste únicamente de cuentos de atrocidades organizativas y pruebas de un revisionismo al nivel teórico más global. Las traiciones políticas concretas, cuando su línea resulta en una derrota para la clase obrera, casi nunca se mencionan.

La Fracción Bolchevique ha emitido una crítica áspera de la resolución del S.U. en 1977 sobre “Democracia socialista y dictadura del proletariado”. En un documento aprobado por la FB, Moreno dice que el S.U. “ha revisado por completo la posición marxista revolucionaria sobre la dictadura del proletariado”. Mandel, dice Moreno, “llena de contenido y programa eurocomunista el concepto marxista de revolución obrera y dictadura del proletariado…” (La dictadura revolucionaria del proletariado [1979]). Seguro, ¿pero dónde están las denuncias de los morenistas al S.U. por su capitulación ante el eurocomunismo en la lucha de clases? ¿Qué, por ejemplo, del apoyo electoral a los frentes populares por parte tanto del SWP y de la ex TMI, quienes piden el voto por los partidos obreros reformistas dentro de tales coaliciones de colaboración de clases? La FB ni siquiera finge la menor crítica porque su propia política electoral es igualmente rastrera (si no peor aún).

Quizás el mejor ejemplo de como la “ortodoxia” morenista en lo abstracto se convierte en el oportunismo concreto es el caso de Portugal en 1975. Durante la primavera y el verano la situación se polarizaba rápidamente: el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) que gobernaba con sus aliados estalinistas intensificaron su retórica de izquierda, en parte para cercar a los comités de fábrica embrionarios y las granjas colectivas que empezaban a brotar. Por el otro lado el Partido Socialista de Mario Soares se alineó con los oficiales más conservadores y civiles reaccionarios para lanzar una movilización de masas anticomunista. La respuesta del SWP fue de acudir incondicionalmente a la defensa del PS portugués financiado por la CIA. No queriendo comprometerse con esta profana alianza derechista, Moreno empezó a alborotar en el seno de la Fracción Leninista-Trotskista y por fin rompió con ella sobre el documento del SWP, “Cuestiones claves de la revolución portuguesa” (octubre de 1975). Así nació la Tendencia Bolchevique.

Los futuros militantes de la TB criticaron duramente al SWP acusándole de creer “que existe la posibilidad de que el PS rompiera con la burguesía y tomara el poder hoy día en Portugal”, y que el PS “ya no es contrarrevolucionario” (“Letter from Former LTF Members to the International Executive Committee,” [SWP] Internal Information Bulletin, marzo de 1977). La “Declaración de la Tendencia Bolchevique” desafió a la FLT porque ésta “no indicó una sola tarea ni consigna en relación a las ‘comisiones obreras’,” y condenó a Joe Hansen (del SWP) por “su negativa categórica a plantear la política y la consigna de centralizar a estos comités”. El SWP, resumió la TB, tenía “un programa esencialmente democrático-burgués” para Portugal ([SWP] [IDB, enero de 1977). Esta misma crítica se hizo en las páginas de Workers Vanguard (periódico de la Spartacist League/U.S.) repetidamente y con más nitidez — (por ejemplo, “SWP/OCI Tail Counterrevolution in Portugal,” Workers Vanguard No. 75, 29 de agosto de 1975).

Pero WV subrayó sobre todo la necesidad de luchar contra la “colaboración de clases — que ata a los obreros a la oficialidad de las fuerzas armadas burguesas”. En la cuestión de los soviets, dijimos que para un auténtico partido trotskista el punto clave era “llamar por la independencia de las comisiones obreras y las asambleas populares del MFA” (“Soviets and the Struggle for Workers Power in Portugal,” Workers Vanguard No. 82, 24 de octubre de 1975). El programa de Moreno y Cía. Era exactamente lo contrario. Una vez abandonado el campo socialdemócrata (a principios de verano favorecía la participación en las manifestaciones anticomunistas del PS), Moreno cambió bruscamente de caballo y apostó al MFA. Así que en una polémica larga contra Gus Horowitz del SWP, alegó que esta fracción del cuerpo de oficiales del ejército capitalista no era clásicamente bonapartista y que  en cambio sí era “kerenskista” y pequeñoburguesa (N. Moreno, “Revolución y contrarrevolución en Portugal”, Revista de América, julio-agosto de 1975).

Los correligionarios de Moreno del PRT portugués fueron aún más lejos y en un artículo titulado “Una rectificación necesaria: el MFA y la revolución en Portugal” (Combate Socialista, 10 de julio de 1975) descubrieron un “sector semi-soviético” de la casta de oficiales burgueses. Pero no llegaron a esta revisión peligrosa del marxismo sin ayuda. En un informe para el comité nacional del PRT fechado en abril de 1975, Moreno mismo se refirió al MFA como “la expresión superestructural del comienzo de la formación de soviets en el ejército”, diciendo que quizás pueda ser “un movimiento pequeñoburgués que refleja el proceso revolucionario” — y en este caso, “Tenemos que luchar dentro de este proceso, y comprender que hay diferenciaciones dentro del mismo Movimiento de las Fuerzas Armadas” ([PRT] Boletín Interno de Discusión No. 2). Así que mientras ataca correctamente al SWP por correr tras Soares y plantear un programa exclusivamente democrático-burgués para Portugal, Moreno habla de soviets… y corre tras los populistas del MFA con su palabrería demagógica de “poder popular”.

Moreno ha convertido esta política de doble faz en una verdadera ciencia. En cuanto a la segunda cuestión por la cual rompió con el SWP —Angola— acusa severamente a sus antiguos mentores de no llamar por una victoria militar para el MPLA durante los meses cruciales después de noviembre de 1975, cuando éste se veía atacado por Sudáfrica y la coalición financiada por la CIA del FNLA y UNITA. Moreno trazó un paralelo entre Angola y Vietnam (erróneamente porque en el caso de Angola trató sencillamente de una invasión imperialista, mientras en Vietnam ésta se agregaba a una guerra civil en la que dos campos de clase se enfrentaban). Pero esta comparación pone problemas para Moreno porque en Vietnam el SWP tampoco llamó por la victoria militar para el FLN. Al contrario, su línea fue una de pacifismo burgués, acudiendo al ala derrotista del Partido Demócrata. Y el PST clamorosamente defendió la política “antiguerra” del SWP cuando eran socios de bloque dentro de la FLT. (Moreno también tronó entonces contra los “ultraizquierdistas sectarios” de la Spartacist League porque denunciamos las coaliciones del SWP como micro-frentes populares, y fuimos los únicos que levantaron la consigna “¡Toda Indochina debe ser comunista!”)

¿Qué hacer? Para un veterano como Moreno la estafa era simple: llamar por la victoria militar para el FLN era una “estrategia mundial” mientras que “Bring Our Boys Home” (“Que vuelvan nuestros muchachos [los soldados estadounidenses] a casa”) era una adaptación táctica a la atrasada conciencia de clase de las masas norteamericanas. Dice Moreno, “Algunos camaradas de la TMI criticaron duramente al SWP por no levantar en EE.UU. la consigna ‘Victoria del FLN’. Estaban en un error porque identificaron la política internacional con la táctica y las consignas nacionales” (N. Moreno, Angola: La revolución negra en marcha [1977]). De manera que si votan por una resolución del S.U., la cual en todo caso está enterrada en la sección documental del Intercontinental Press (y por lo cual nadie puede hacerlos responsables, siendo que el SWP y el PST sólo están relacionados “fraternalmente” al S.U.), está permitido negarse a llamar por la derrota de su “propio” imperialismo. Alabado sea…, el bloque con el Senador Demócrata Vance Hartke es principista, y no hay que ser golpeados por trabajadores pro guerra al distribuir propaganda derrotista frente a las fábricas (como les sucedió a los bolcheviques durante la Primera Guerra Mundial). Muy conveniente. ¿Por qué no se le ocurrió esto a Jack Barnes?

A Moreno se le ocurrió un subterfugio semejante años atrás cuando la FLT peleó con la TMI sobre la cuestión de quién apoyó al frentepopulismo: la FLT inculpó a Mandel y sus amigos por su apoyo a la Unión de la Izquierda francesa; la TMI señaló a Hansen/Moreno porque sus partidarios uruguayos pidieron el voto al Frente Amplio. (Conclusión: ambos apoyan al frentepopulismo.) Moreno sostuvo que los uruguayos habían cometido “un error, no una traición.” Es más, “fue un paso provechoso entrar en el Frente Amplio porque ayudó a nuestro trabajo en el movimiento de masas.” Es decir, “Sería claramente una traición apoyar electoralmente a un frente popular o a un movimiento nacionalista burgués sin denunciarlo como traicionero del movimiento obrero. Es decir: el votar en sí es para nosotros una cuestión táctica y no de principios” (N. Moreno, “A Scandalous Document — A Reply to Germain,” [SWP] IDB, enero de 1974).

Pero este subterfugio tampoco lo inventó Moreno. El autor es Andrés Nin. Aun después de que el POUM español participó en la coalición del Frente Popular durante las elecciones de febrero de 1936, Nin, su dirigente más a la izquierda, siguió denunciando al Frente Popular en lo abstracto. Por ejemplo:

“De aquí que la política del Frente Popular, al presentar el problema como una lucha entre la democracia burguesa y el fascismo, siembre funestas ilusiones entre las masas trabajadoras y las desvía del cumplimiento de su misión histórica, preparando, por ello mismo, la victoria del fascismo.”

—“La acción directa del proletariado y la revolución española” (julio de 1936) en A. Nin, Los problemas de la revolución española (1931-1937)

No suena mal — en el papel. Pero el POUM contribuyó a elevar el Frente Popular al poder, y después funcionó como su cola izquierda articulando consignas abstractas tipo “socialismo o fascismo”. Y cuando llegó el momento de la verdad en las Jornadas de Mayo de 1937 en Barcelona, Nin se negó a movilizar a los obreros para derrocar al frágil Frente Popular, de ese modo “preparando la victoria del fascismo”. Presumiblemente Nin también creía que “el votar es una cuestión táctica.”

Pero no así la tendencia espartaquista internacional. Para nosotros la oposición a la colaboración de clases sí es una cuestión de principios. Esto nos distingue no sólo de la mal nombrada “Fracción Bolchevique”, sino del pantano entero del Secretariado Unificado. Aunque el estafador cínico Nahuel Moreno recurre al “método” ecléctico del centrismo — el cual Trotsky llamó “confusión cristalizada” — sus verdaderos apetitos y programa son de un reformista empedernido. En cualquier caso, como vemos en el ejemplo de Nin, el resultado es el mismo, y es la clase obrera que sufre el castigo.

Declaración de principios de la Spartacist League

Declaración de principios de la Spartacist League

[Línea general aprobada unánimemente por la conferencia fundadora, 3 de septiembre de 1966. Versión final aprobada por el Buró Político, 8 de noviembre de 1966. Traducción revisada, febrero de 1975. Cuadernos Marxistas No. 1]

1. LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA Y LA SPARTACIST LEAGUE

La Spartacist League de los EE.UU. es una organización revolucionaria que, como parte del movimiento  revolucionario internacional, se dedica a la tarea de la construcción del partido que conducirá a la clase obrera hacia la victoria de la revolución socialista en los Estados Unidos.

Solo el proletariado, a través de la toma del poder político y la destrucción del capitalismo en todos los países, puede sentar las bases para eliminar la explotación y resolver la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas de la economía mundial y las barreras nacionales estatales. El capitalismo lleva ya mucho tiempo sobreviviendo su papel histórico progresista de crear una economía industrial moderna. Actualmente, para mantener su dominio las clases capitalistas nacionales se ven obligadas a intensificar las diferencias nacionales y raciales, a oprimir a los pueblos coloniales y a empobrecer las masas del mundo entero a través del imperialismo, a lanzarse a guerras continuas para conservar y redistribuir los mercados mundiales con el fin de sostener la tasa de ganancia decreciente y tratar de aplastar la lucha revolucionaria de los obreros dondequiera que estalle. En un último esfuerzo frenético para Conservar su cerrado dominio, la burguesía no vacilará en hundir a la humanidad en un holocausto nuclear o en una opresión totalitaria de una ferocidad sin precedentes. Los Estados Unidos de Norteamérica son hoy la piedra de toque de todo el sistema capitalista internacional.

Por otro lado, la victoria del proletariado a escala mundial pondría al servicio de las necesidades humanas una inconcebible abundancia material, sentaría las bases para la eliminación de las clases sociales, y eliminaría para siempre el impulso bélico intrínseco en el sistema económico mundial del capitalismo. Por primera vez la humanidad tomará las riendas de la historia y dominará su propia creación, la sociedad, resultando en una inaudita emancipación del potencial humano, en la expansión sin límite de la libertad en todas las esferas, y en un gigantesco salto hacia delante de la civilización. Sólo entonces será posible realizar el libre desarrollo de cada individuo como condición previa para el libre desarrollo de todos.

2. LA CRISIS DE LA DIRECCION PROLETARIA

La historia ha demostrado que la auto emancipación de la clase obrera, y con ella la de los oprimidos del mundo entero, gira en torno a la cuestión de su dirección. Desde hace mucho tiempo los prerrequisitos económicos del socialismo han sido realizados. Sin embargo, las contradicciones del capitalismo en su época de decadencia imperialista producen no solamente guerras, sino también oportunidades revolucionarias. El éxito o la derrota de la clase obrera en sus esfuerzos para lograr la victoria en estas oportunidades históricas depende de la organización y de la conciencia científica de las masas en lucha, es decir, de la dirección revolucionaria. Solamente una dirección revolucionaria – el arma indispensable de los obreros – ha demostrado tener la estrategia y la determinación para conducir las masas trabajadores hacia la victoria. La responsabilidad de las derrotas sufridas por la clase obrera y el aborto de las previas oportunidades revolucionarias recae sobre la traición e hipocresía de los dirigentes social demócratas y estalinistas. Pero la voluntad revolucionaria del proletariado sí triunfará! La crisis dé la dirección sí se resolverá! Es la solución de la crisis de la dirección proletaria a la que la Spartacist League dirige su acción.

3. RAÍCES TEORICAS E HISTORICAS DE LA SPARTACIST LEAGUE

La Spartacist League continúa las tradiciones revolucionarias del movimiento internacional obrero ejemplificadas en la obra de revolucionarios tales como Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Luxemburgo y Liebknecht. Sobre todo valoramos la experiencia del partido bolchevique que culminó en la Revolución Rusa de 1917, la única revolución hasta ahora llevada a cabo por la clase obrera.

Aspiramos en particular a llevar adelante las perspectivas proletarias internacionales del marxismo cuya teoría fue desarrollada por V. I. Lenin y L. D. Trotsky, y que fueron incorporadas en las decisiones de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista y en el Programa de Transición y otros documentos adoptados por la conferencia fundadora de la Cuarta Internacional en 1938. Estos materiales constituyen el código documental indispensable del movimiento comunista internacional y el fundamento pe las tareas revolucionarias de nuestra organización.

También buscamos inspiración en el ejemplo de revolucionarios de los EE.UU: tales como F. A. Sorge, Vincent St. John, Daniel De Leon, Louis Fraina y James P. Cannon. La Spartacist League es la continuadora de la herencia revolucionaria del joven Partido Comunista y del Socialist Workers Party (SWP – Partido Socialista de los Trabajadores). Los orígenes inmediatos de la Spartacist League se encuentran en la Tendencia Revolucionaria del SWP que se basaba principalmente en la declaración “In Defense of a Revolutionary Perspective” (“En defensa de una perspectiva revolucionaria”) y en el documento “World Prospect for Socialism” (“Perspectiva mundial para el Socialismo”).

4. PAPEL DE VANGUARDIA DE LA CLASE OBRERA Y VIA AL SOCIALISMO

En el centro de la perspectiva marxista del socialismo mundial está el papel de vanguardia de la clase obrera y particularmente el peso decisivo del proletariado de los países industriales. Sólo la clase obrera tiene el poder social y el impulso de un claro interés objetivo para liberar a la humanidad de la opresión. Al carecer de interés en mantener el régimen burgués, su enorme fuerza se basa en su papel productivo, en su peso numérico y en su organización. El dominio persistente de un puñado de capitalistas es salvaguardado solamente manteniendo ala clase obrera dividida y confusa acerca de su verdadera situación. En los EE.UU. la clase dirigente ha conseguido crear divisiones profundas sobre la base de líneas raciales. Mientras las actitudes racistas sigan deformando las perspectivas de la clase obrera en su conjunto, los obreros negros, doblemente oprimidos como una casta definida por su color y raza, necesitarán formas particulares dé lucha. El socialismo en este país solo se puede conseguir a través de la lucha común de los obreros blancos y negros bajo la dirección de una vanguardia revolucionaria unificada.

La experiencia histórica ha demostrado que la vía hacia el socialismo se abre solamente a través de la intervención de las masas en el curso de la historia y la creación de una dualidad de poder culminado en la destrucción del estado capitalista, la victoria del estado obrero y el desarrollo de un nuevo orden social. El aparato policíaco, militar, burocrático, jurídico y político del viejo régimen será remplazado por la dictadura del proletariado basada en los consejos obreros y sostenida por la fuerza armada obrera. Tal estado se defendería de los esfuerzos contrarrevolucionarios de la clase dirigente dispuesta para volver al poder, y reorganizaría la economía sobre líneas racionales. A medida que las bases económicas de las clases sociales vayan desapareciendo, el estado obrero’ asumirá progresivamente una función puramente administrativa y se extinguirá finalmente con el advenimiento del comunismo sin clases.

5. CARACTER INTERNACIONAL DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA

El capitalismo es un sistema económico mundial que ha creado una clase obrera internacional con intereses de clase idénticos en el mundo entero. El carácter internacional de la clase obrera le confiere una superioridad potencialmente enorme sobre la burguesía, ya que el capitalismo funciona con métodos anárquicos que enfrentan a una clase capitalista nacional contra la otra y crean continuamente nuevas desigualdades y crisis. Para que esta superioridad del proletariado llegue a ser una realidad se necesita un partido internacional que unifique la clase por encima de las fronteras nacionales y seccionales que la dividen, y que coordine las luchas interdependientes de los obreros de todos los países. Aunque la revolución puede comenzar en un solo país las victorias parciales sólo pueden ser consolidadas por la expansión de la revolución a otros países y por el dominio mundial final de la organización económica socialista. A pesar de su actual desorden organizativo, la Cuarta Internacional es el partido mundial de la revolución socialista, cuyos fines y cuyo programa siguen teniendo hoy en día toda la validez que tuvieron cuando se fundó en 1938. Nos solidarizamos con todos aquellos grupos que buscan el renacimiento de la Cuarta Internacional y, como primer paso, la creación de un verdadero Comité Internacional de trotskistas revolucionarios basado sobre un centralismo democrático vivo y real.

6. NECESIDAD DE UNA CONCIENCIA REVOLUCIONARIA

La clase dirigente tiene a su disposición el monopolio de los medios de violencia; el aparato político y burocrático dominante; una enorme riqueza y relaciones; el dominio sobre la educación, los medios de información y todas las demás instituciones de la sociedad capitalista. Contra semejante fuerza, un estado obrero puede ser edificado solamente por un proletariado plenamente consciente de sus tareas, organizado para llevarlas a cabo y resuelto a defender sus conquistas contra la violencia contrarrevolucionaria de la clase dirigente. La lucha decisiva – la conquista del poder estatal – exige conciencia política. Mediante la adquisición de conciencia política la clase obrera deja de ser simplemente una clase en sí y se convierte en una clase par sí. Semejante conciencia no se engendra espontáneamente en el curso de la lucha de clases cotidiana; debe ser llevada a los obreros por el partido revolucionario. Por tanto la tarea del partido revolucionario es la de constituir al proletariado en una fuerza política adecuada, al inculcarle la conciencia de su situación real, al educarle con las lecciones históricas de la lucha de clases, al templarle con luchas cada vez más profundas, al destruir sus vanas ilusiones, al fortalecer su voluntad revolucionaria y confianza en sí mismo, y al organizarle para el derrocamiento de las fuerzas que se interpongan en su camino hacia la conquista del poder. Una clase obrera consciente es la fuerza decisiva de la historia.

7. FUNDAMENTO BURGUES DEL REVISIONISMO 

En la medida en que no predomina la conciencia revolucionaria entre los obreros, su conciencia será determinada por la ideología de la clase dirigente. Objetivamente el capitalismo domina a través de su capital financiero, de su monopolio de los medios de violencia, y de su dominio sobre todas las instituciones sociales existentes; pero prefiere, cuando es posible, gobernar mediante el dominio de sus ideas entre los oprimidos, alimentando ilusiones vanas y ocultando su significado sangriento. Las ideas de la burguesía penetran hasta los mismos movimientos y organizaciones de los obreros por medio de los “tenientes laborales” pequeñoburgueses, sobre todo las burocracias parásitas social demócratas y estalinistas de los sindicatos, basadas en la capa alta “aristocrática” de la clase obrera. Estos falsos dirigentes, gozando de privilegios denegados a la mayoría de los obreros, traicionan a las masas trabajadoras por su colaboración de clases, su social-patriotismo y su línea de conducta racista o chovinista, que sabotean el entendimiento y la solidaridad proletarias. Si no son remplazados por direcciones revolucionarias, harán que las organizaciones obreras se vuelvan impotentes en la lucha por las necesidades económicas de los obreros bajo las condiciones de la democracia burguesa o que sean destruidas por un fascismo triunfante.

La degeneración y la capitulación de diferentes tendencias dentro del movimiento marxista ha tenido una importancia fundamental para la preservación del dominio imperialista. En repetidas ocasiones el sometimiento ante la presión de la sociedad burguesa ha empujado a corrientes nominalmente marxistas hacia el revisionismo, proceso de negación de las conclusiones esenciales del marxismo. El revisionismo bernsteiniano, el menchevismo, el estalinismo y su variante maoísta, son todos ejemplos de este proceso que constituye un puente hacia prácticas abiertamente reformistas.

Dentro del movimiento trotskista los problemas planteados por las expansiones estalinistas después de 1943 han originado la corriente revisionista del pablismo. El pablismo se caracteriza principalmente por la renuncia al concepto de la necesidad de una dirección revolucionaria y por el sometimiento a las direcciones pequeñoburguesas y estalinistas existentes. Este deterioramiento de la teoría ha llevado a la degeneración de la Cuarta Internacional fundada por León Trotsky y a su desintegración organizativa.

La Spartacist League, al contribuir al esclarecimiento teórico del movimiento marxista y a la reconstrucción de las armas organizativas indispensables para los obreros, sostiene los principios proletarios revolucionarios marxistas y los llevará hacia delante a la vanguardia de la clase obrera.

8. LOS ESTADOS OBREROS DEFORMADOS Y LA REVOLUCIÓN POLITICA

En ciertos países atrasados se han logrado avances históricos con la expulsión del imperialismo y la destrucción de las relaciones de propiedad capitalistas, o sea, el estado obrero degenerado de Rusia y los estados obreros deformados de Europa oriental, China, Corea del Norte, Vietnam del Norte y Cuba. La nacionalización de los medios de producción, la instauración de la planificación económica y el monopolio estatal del comercio exterior han aportado aumentos apreciables en el nivel de vida de las masas, junto con avances en el crecimiento industrial no obstante la hostilidad del imperialismo. Por otro lado, el fallo hasta ahora del proletariado de llevar a cabo con éxito una revolución social en cualquier país avanzado, los niveles culturales y de producción relativamente bajos en comparación con los principales países capitalistas, y el predominio numérico de la clase campesina, han permitido la formación de castas dirigentes burocráticas que excluyen a la clase obrera del poder político, y que son susceptibles de desarrollar tendencias restauracionistas capitalistas. Estas burocracias privilegiadas, en sí mismas un reflejo del prolongado dominio del capitalismo a escala mundial, constituyen un obstáculo a la eliminación de las diferencias de clase dentro de sus fronteras nacionales y a la realización del socialismo a escala mundial. A través de sus crecientes desviaciones nacionalistas, debilitan estas conquistas de la clase obrera frente al imperialismo y abren el camino a una nueva penetración de formas económicas capitalistas.

La Spartacist League está a favor de una defensa incondicional de estos países contra todo intento del imperialismo para restablecer su dominio. Al mismo tiempo reafirmamos la necesidad que tiene la clase obrera de imponer su dominio directo y de tomar en sus manos la defensa de estos estados a través de la revolución política y así barrer los obstáculos internos que se oponen al avance hacia el socialismo. Solamente la expansión de la revolución tanto en el plano interior como internacional puede salvaguardar estas conquistas parciales de los obreros. La construcción de secciones de la Cuarta Internacional en los estados obreros deformados es una necesidad inmediata y urgente para dirigir la lucha de los obreros por el poder político y coordinar sus luchas con las del proletariado de los países avanzados y coloniales.

9. LA REVOLUCION COLONIAL Y LA REVOLUCION PERMANENTE

El carácter parcial de las revoluciones  anticapitalistas en el mundo colonial durante las últimas dos décadas (China, Cuba, Vietnam del Norte, Corea del Norte nos conduce a reafirmar el concepto marxista-leninista del proletariado como clave de la revolución socialista. Aunque los movimientos existentes nacionalistas pequeñoburgueses dirigidos contra el imperialismo han de ser defendidos, la tarea de los comunistas es dirigir la intervención activa de la clase obrera para obtener la hegemonía en la lucha nacional-social. La lucha de la dirección proletaria por la autodeterminación de las naciones oprimidas es un arma poderosa para libertar a las masas de la garra de los dirigentes nacionalistas pequeñoburgueses. La Spartacist League se opone terminantemente a la doctrina maóista, arraigada en el reformismo menchevique y estalinista que niega el papel de vanguardia de la clase obrera para substituirle por la guerra de guerrillas campesina como el camino hacia el socialismo. Movimientos de esta índole pueden bajo ciertas condiciones-es decir, la desorganización extrema de la clase capitalista en el país colonial y la ausencia de una clase obrera que luche por derecho propio por el poder social-destruir las relaciones de propiedad capitalistas. Sin embargo no pueden llevar a la clase obrera al poder político. Al contrario crean regímenes burocráticos antiobreros que suprimen todo desarrollo ulterior de estas revoluciones hacia el socialismo. La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha confirmado completamente la teoría trotskista de la Revolución Permanente que declara que en el mundo moderno la revolución democrático-burguesa sólo puede ser llevada a cabo por la dictadura del proletariado apoyado por el campesinado. Los países coloniales y semi-coloniales sólo bajo la dirección del proletariado revolucionario pueden lograr la completa y auténtica solución de sus tareas de conseguir la democracia y la emancipación nacional.

10. EL PARTIDO REVOLUCIONARIO: SU PROGRAMA, SU ORGANIZACION Y SU DISCIPLINA

Sin un partido, fuera de un partido, por encima de un partido, o con un substitutivo por un partido, la revolución proletaria no puede vencer. El partido revolucionario no es solamente el instrumento para llevar la conciencia política al proletariado, sino que también es la principal fuerza ofensiva y dirigente por medio de la cual la clase obrera lleva a cabo y consolida la revolución socialista. El partido revolucionario es el estado mayor de la revolución. Sus principales cuadros han sido adiestrados y probados en la lucha de clases; ha ganado la dirección de la clase obrera sobre la base de su programa y de su resolución revolucionaria; ha comprendido la totalidad del pasado con el fin de apreciar la situación presente con una claridad cristalina; reconoce y responde con audacia ante el momento revolucionario cuando éste llega, el momento cuando las fuerzas del proletariado están más resueltas y más preparadas y las fuerzas del viejo régimen están más desmoralizadas y desorganizadas. En el partido revolucionario se cristaliza el anhelo de las masas para obtener su libertad; simboliza su voluntad revolucionaria y es el instrumento de su victoria.

El programa de la Spartacist League, como parte de la Cuarta Internacional, es transicional en carácter. Construye en el curso de las luchas diarias un puente entre las demandas actuales y el programa socialista de la revolución. Formula, sus demandas y sus tareas a partir de la conciencia de la clase obrera de hoy con el fin de llegar ineludiblemente a una conclusión final: la conquista del poder por el proletariado. El frente unido entre diversas organizaciones obreras hostiles, es una táctica primaria en períodos inciertos, tanto para movilizar en la lucha una amplia masa como para fortalecer la autoridad del partido de vanguardia dentro de la clase. El programa de transición conduce a la lucha cada vez más abierta y decisiva contra los fundamentos mismos del régimen burgués, y moviliza a las masas para la revolución proletaria. El principio organizativo de la Spartacist League es elcentralismo democrático, un equilibrio entre la democracia interna y la disciplina de acción. En cuanto organización de combate, la vanguardia revolucionaria debe estar en condiciones de actuar unida y decisivamente en todo momento de la lucha de clases. Todos los miembros deben ser movilizados para ejecutar las decisiones de la mayoría: la autoridad debe ser centralizada en su selecta dirección que interpreta tácticamente el programa de la organización. La democracia interna permite la determinación colectiva de la línea del partido, de acuerdo con las necesidades sentidas por las filas del partido que estén más en contacto con la clase en su totalidad. El derecho a una democracia faccional es indispensable para un movimiento con vida. La existencia misma de tal derecho contribuye a canalizar las diferencias a través de medios de resolución menos absorbentes.

La disciplina de la Spartacist League se desprende de su programa y de su propósito, la victoria de la revolución socialista y la liberación de toda la humanidad.

11. ¡INTERVENDREMOS PARA CAMBIAR LA HISTORIA!

“El marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción.” La Spartacist League como sección nacional del movimiento internacional trotskista, se coloca en las primeras filas de la lucha por un futuro socialista. Nuestra preparación cotidiana de la clase obrera y nuestra intervención y dirección en los momentos decisivos de la lucha de clases impulsará la lucha hacia la victoria final. “Mirar la realidad cara a cara; no buscar la línea de menor resistencia; llamar las cosas por sus nombres propios; decir la verdad a las masas por amarga que sea; no temer los obstáculos; ser file tanto en las cosas pequeñas como en las grandes; basar su programa en la lógica de la lucha de clases; ser audaz cuando llegue la hora de la acción – tales son las reglas de la Cuarta Internacional.” Tales son las reglas de la Spartacist League mientras avanzamos en la tarea histórica de conducir a la clase obrera a la victoria del socialismo en los Estados Unidos.

Lenin filósofo

Lenin filósofo

Por Peter Fryer

Primera impresión en Labour Review, septiembre-octubre de 1957. Copiado de http://www.icl-fi.org/espanol/spe/37/fryer.html

El primer número de The New Reasoner incluye un artículo de discusión de E.P. Thompson llamado “Socialist Humanism: An Epistle to the Philistines”. Una de las secciones de este artículo, titulada “Cuestiones de teoría”[1], incluye una referencia a la obra filosófica de Lenin Materialismo y empiriocriticismo. El autor quiere demostrar que varios de los rasgos de la ideología estalinista tienen raíz en la contribución de Lenin a la filosofía marxista, rasgos que pueden ser rastreados hasta ciertas “ambigüedades en el pensamiento de Marx y, más todavía, a las falacias mecanicistas en los escritos de Lenin”, “falacias” que se deben a su “preocupación por la primera premisa del materialismo”. En particular, se acusa a Lenin de postular una teoría del conocimiento “pasiva” y “automática”, de perder el concepto de la acción humana en un “determinismo” “grotesco”, de trasformar la concepción marxista de la relación entre libertad y necesidad en una teoría en la que la “‘libertad’ del hombre se convierte en esclavitud de la ‘necesidad’”, y de dejarse “absorber por sutilezas filosóficas” hasta el punto de “desplazar la causa del cambio social de la acción del hombre a la acción de la necesidad económica”. El ataque de Thompson se resume en estas palabras: “El inspirado genio político de Lenin no tuvo un equivalente en un genio filosófico comparable”.

En mi opinión, lo que Thompson está lanzando aquí, bajo la apariencia de corregir las “falacias mecanicistas” de Lenin, es un asalto general a la filosofía del materialismo dialéctico. Se trata de un asalto contra la teoría dialéctico-materialista del conocimiento, contra el materialismo histórico, contra la concepción marxista de la libertad humana y el modo de obtenerla y, de manera no menos importante, contra el método dialéctico. Muchos asaltos como éste ya se han emprendido en el pasado, y el enfrentarlos ha sido uno de los primeros deberes de los marxistas. No se trata de la cuestión académica de preservar la pureza de una doctrina inmutable, sino de un deber de clase, pues el materialismo dialéctico es sobre todo una herramienta en manos de la clase obrera para remodelar la sociedad, y quien melle el filo de esta herramienta, no importa cuán ligeramente, lo hace en detrimento del movimiento obrero. La clase obrera requiere una perspectiva mundial consistentemente materialista, puesto que sólo una perspectiva así puede enseñarle cuáles son sus tareas históricas y cómo puede llevarlas a cabo. Toda la historia de la lucha entre el materialismo y el idealismo demuestra que incluso la más leve concesión al idealismo, cualquiera que sea el disfraz novedoso y en boga bajo el que se presente —positivismo, pragmatismo, empiriocriticismo o incluso humanismo socialista—, lleva su propia lógica ineludible y fatal que inevitablemente conduce al pantano del subjetivismo y el solipsismo. Entre los diversos matices del idealismo no hay barreras lógicas infranqueables. La única barrera es la que separa al materialismo dialéctico de todas las demás tendencias y escuelas filosóficas, que en última instancia sirven a los intereses de las clases explotadoras al ayudar a justificar, disfrazar y perpetuar su dominio.

Para E.P. Thompson, que ha estado librando una batalla tenaz y admirable contra el estalinismo, estas cosas pueden sonar “duras” y dogmáticas. Pero cuando discutimos sobre el materialismo, el idealismo y el hecho de que no se pueden reconciliar, nos hallamos en el ámbito de los principios básicos, donde las exigencias de la lucha de clases imponen la necesidad de la claridad, la firmeza, la consistencia y la toma de partido más completas. Sería inapropiado en grado sumo trasladar de manera ecléctica los métodos que frecuentemente ocupan un lugar importante en la lucha política —concesiones, desvíos, alianzas— al campo de la filosofía, por miedo a que se nos acuse de “dogmatismo”. Eso no ayudaría ni a la lucha contra el estalinismo ni a la lucha contra el capitalismo, dos luchas que requieren la mayor firmeza en los principios y la mayor flexibilidad respecto a otros temas.

Además de una preocupación por la primera premisa, y otras, del materialismo, que debería animar a todo marxista, otra consideración me impulsó a escribir este artículo. No sólo debe defenderse la filosofía marxista ante sus revisores, sino que también debe defenderse y valorarse plenamente la contribución inmensa y extraordinaria de Lenin, pues Lenin el hombre de acción no puede entenderse cabalmente separado de Lenin el filósofo. No sé hasta qué punto los comentarios de Thompson se deriven del hecho de que hasta ahora no existe una traducción al inglés de los notables Cuadernos filosóficos de Lenin, pero es difícil concebir que escribiera de la manera que lo hizo de haber estado un poco familiarizado con esa obra fundamental.

I. La teoría del reflejo

Según Thompson, la primera falacia de Materialismo y empiriocriticismo de Lenin es “la repetida mezcolanza de ideas, conciencia, pensamiento y sensaciones como ‘reflejos’ de la realidad material”. Y luego añade entre paréntesis: “Pero una percepción sensorial, que los animales comparten con el hombre, no es lo mismo que una idea, que es resultado de procesos culturales extremadamente complejos que le son peculiares al hombre”.

Es importante entender que aquí Thompson no ataca sólo las posiciones de Lenin, sino también las de Marx y Engels. Esto, desde luego, por sí mismo no basta para hacer que Lenin esté en lo cierto y Thompson se equivoque, pero debe quedar claro que la teoría del conocimiento de Lenin no difiere de la de Marx y Engels, y que cuando Lenin escribe que “el espíritu [la mente] es lo secundario, una función del cerebro, un reflejo del mundo exterior”[2], no está adoptando ninguna terminología nueva[3].

Niveles de conciencia

Ahora bien, al acusar a Lenin de hacer una “mezcolanza” de ideas, conciencia, pensamiento y sensaciones como reflejos de la realidad material, el propio Thompson hace, a la ligera, una “mezcolanza” de cuatro categorías muy distintas. Conciencia es el término genérico que se aplica a la relación de los animales (incluyendo al hombre) con el mundo exterior mediante la actividad del cerebro. Ésta incluye las sensaciones, forma elemental de la conciencia; las percepciones (que Thompson omite sin explicación), que son la organización de las sensaciones en una representación compleja pero concreta de las relaciones complejas entre objetos complejos; y las ideas, que reproducen las propiedades de las cosas y las relaciones que hay entre ellas en la abstracción, y son, como dice Thompson, específicamente humanas[4]. Pensamiento es el nombre que damos a esta forma más alta de la conciencia, en donde las ideas se producen y manipulan.

La descripción que hace Thompson de las ideas como “resultado de procesos culturales extremadamente complejos” es una simplificación exagerada y engañosa. Si se comparan con la actividad de los animales, muchos procesos específicamente humanos son sin duda complejos. Pero existen múltiples niveles de complejidad en los procesos culturales (y de otro tipo) humanos, y, correspondientemente, hay una gran cantidad de niveles de abstracción en las ideas (y por lo tanto en el lenguaje), empezando por las ideas (y palabras) elementales, que reflejan directamente la relación de quien piensa con los demás hombres y con los objetos y se refieren a las actividades y las cosas concretas que los sentidos pueden percibir directamente, pasando por conceptos de diversos grados de abstracción, que reflejan actividades y cosas que los sentidos no pueden percibir directamente, así como sus propiedades y relaciones, hasta llegar a reflejos de las relaciones sociales del hombre tan altamente abstractos, y a menudo tan inverosímiles, ilusorios, mistificadores, fantásticos e invertidos, tales como los conceptos religiosos, filosóficos y políticos y su elaboración en ideologías. Pero ni la naturaleza abstracta de las ideas ni su aparente alejamiento de la realidad y la “falsa conciencia” de las ilusiones ideológicas, obstan para que sigan siendo reflejos de la realidad material.

El hecho de que las ideas, así como las sensaciones y percepciones, son reflejo de la realidad material no es un dogma materialista; si bien la ciencia tiene aún mucho por descubrir respecto al cerebro, todo cuanto ha descubierto hasta ahora sirve para confirmar la teoría materialista del conocimiento, y nuevas pruebas siguen acumulándose todo el tiempo. El que quiera demostrar que las ideas, a diferencia de otras formas de conciencia más elementales, no son un reflejo del universo objetivo, no sólo abandona el punto de vista materialista respecto a la relación entre objeto y sujeto; abandona también la ciencia. Tiene derecho a hacerlo, pero ello no le exime de la obligación de explicar en qué sentido las ideas no reflejan el mundo objetivo, de dónde surgen tales ideas y cuál es la función que cumplen.

La naturaleza contradictoria de los conceptos

La confusión de Thompson respecto al modo en que los niveles más avanzados de conciencia se relacionan con los más elementales tiende a desdibujar uno de los aspectos importantes de su relación, un aspecto aparentemente paradójico pero que tiene gran importancia para entender la naturaleza de los conceptos y la génesis del idealismo filosófico. Los conceptos se encuentran más cerca de la realidad objetiva que reflejan, y a la vez más lejos de ella, que las sensaciones y las percepciones. Se encuentran más próximos a la realidad objetiva porque reflejan, naturalmente sólo con una precisión aproximada, la relación interna y esencial de los fenómenos, las leyes de su movimiento. Sin embargo, están más alejados, puesto que entre la naturaleza y el pensamiento abstracto que la refleja opera una serie de mediaciones —el lenguaje, la técnica, etc.— que, lejos de hacer que los conceptos dejen de ser reflejo de la realidad, son indispensables para esa reflexión. Esas mediaciones expresan tanto el poder de la práctica social como sus limitaciones, su relativa falta de poder en cada etapa dada del desarrollo social. De ahí se deriva el carácter dual y contradictorio de la conciencia conceptual, en la que se entrelazan lo verdadero y lo ilusorio, lo científico y lo místico, lo conocido y lo desconocido (o, mejor dicho, lo que aún no se conoce y por ende sólo se adivina, se sueña), lo que se pone a prueba y se demuestra un millón de veces al día y lo que es fantástico y quimérico. El poder que tienen los hombres de cambiar su mundo progresivamente cristaliza el elemento científico de sus conceptos y lo perfecciona; su relativa impotencia, por otro lado, da pie a la tendencia que tienen las ideas abstractas a volar lejos de la realidad y a entretejerse en sistemas maravillosos e internamente coherentes de mito e ilusión, de los que luego se deducen el mundo real y las relaciones reales entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y sus semejantes. Esta mediación de la conciencia humana implica que el sujeto no puede nunca abrazar plenamente al objeto, que los conceptos no pueden ofrecer un reflejo cabal, directo y total de la realidad, no pueden nunca abarcar toda la riqueza de propiedades, cualidades, relaciones y contradicciones que hay en el mundo objetivo. La teoría no tiene por qué ser exactamente “gris”, pero ni la teoría más exacta, espléndida y emocionante puede brillar con la calidez, el colorido y la inmediatez de las sensaciones y las percepciones, cuyo contenido es la apariencia, el fenómeno, y no, como en el caso de los conceptos, el “reflejo fijo”[5] del fenómeno en su esencia, en sus leyes.

La contradicción que existe dentro de los conceptos mismos entre el elemento de conocimiento y el elemento de fantasía e ilusión atraviesa toda la historia del pensamiento humano, y así seguirá siendo mientras los prejuicios de clase o de casta sigan exigiendo mantener el engaño y el autoengaño sistemáticos de la gente. Es una contradicción que se ve continuamente reforzada por la brecha que hay entre el reflejo subjetivo de la realidad en los conceptos y la realidad objetiva que éstos reflejan. Si los conceptos fueran algo más que reflejos de la realidad, nunca podría haber existido ni germinado la semilla del conflicto entre el idealismo y el materialismo, conflicto que ha dominado toda la historia de la filosofía y le ha dado forma.

La conciencia como creadora

La perspectiva materialista dialéctica sobre el origen de las ideas sería en verdad mecanicista si no le atribuyese a éstas un papel activo en la vida. Pero el materialismo dialéctico se opone tajantemente a la posición de que las ideas no son sino un mero epifenómeno, una espuma inútil en la superficie de la actividad humana, y que no cumplen otro papel en la dirección de los asuntos humanos que el que cumple el vapor una vez que sale de la chimenea de las locomotoras. Cuando Thompson usa las palabras “pasivo” y “automático” —“reflejo especular pasivo de la realidad social”, “‘reflejo’ pasivo”, “‘reflejo’ automático”—, comete una grave injusticia contra la teoría del conocimiento de Lenin, que pone un gran énfasis en el papel activo que cumplen las ideas[6].

Podrían ofrecerse muchas citas para demostrar que Lenin no concebía el proceso de reflejo de la realidad en el cerebro humano como algo “pasivo” y “automático”, sino como un proceso complejo, contradictorio, zigzagueante y dinámico, en el que la práctica humana cumple una función capital; en el que la mente pasa, de reflejar la apariencia de las cosas, a reflejar su esencia, las leyes internas de su movimiento; y en el que el conocimiento, puesto a prueba y corregido a través de la práctica, se va haciendo más preciso y más profundo. Me limitaré a cinco citas.

“El conocimiento es la aproximación eterna, infinita, del pensamiento al objeto. El reflejo de la naturaleza en el pensamiento del hombre debe ser entendido, no ‘en forma inerte’, no ‘en forma abstracta’, no carente de movimiento, no sin contradiccione, sino en el eterno proceso del movimiento, en el surgimiento de las contradicciones y su solución”[7].

En otras palabras, la conciencia no es un estereotipo, ni una imagen especular, sino el reflejo dinámico de un universo dinámico que, de no reflejarse, no sería cognoscible. La dialéctica del conocimiento es

“el infinito proceso de profundización del conocimiento por el hombre de la cosa, de los fenómenos, los procesos, etc., del fenómeno [la apariencia] a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda[8].

“La aproximación del [intelecto] (humano) a una cosa particular, el sacar una copia (= un concepto) de ella no es un acto simple, inmediato, un reflejo muerto en un espejo, sino un acto complejo, dividido en dos, zigzagueante…[9]

“El conocimiento es el reflejo de la naturaleza por el hombre. Pero no es un reflejo simple, inmediato, completo, sino el proceso de una serie de abstracciones, [formulaciones,] la formación y el desarrollo de conceptos, leyes, etc., y estos conceptos, leyes, etc….abarcan [relativamente], aproximadamente, [las leyes universales] de la naturaleza en eterno desarrollo y movimiento. Aquí hay en realidad, objetivamente, tres [términos]: 1) la naturaleza; 2) la cognición humana = el cerebro humano (como el producto más elevado de esa misma naturaleza) y 3) la forma de reflejo de la naturaleza en la cognición humana, y esta forma consiste precisamente en conceptos, leyes, categorías, etc. El hombre no puede captar = reflejar = [reproducir] la naturaleza como un todo, en su integridad, su ‘totalidad inmediata’; sólo puede acercarse eternamente a ello, creando abstracciones, conceptos, leyes, una imagen científica del mundo, etc., etc.”[10].

Y por último —¡y la menos “mecanicista”, “pasiva” y “automática” de todas!— “la conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que lo crea”[11]. Viniendo de Lenin, el autor de “falacias mecanicistas”, esta frase puede resultar desconcertante; pero desde el punto de vista del materialismo dialéctico, está tan lejos de ser una “falacia idealista” como lo está de ser una “falacia mecanicista” la insistencia de Lenin en la naturaleza secundaria y derivada de las ideas. Aquí no hay contradicción alguna. Lenin está llamando la atención sobre el papel que desempeña la práctica humana en el desarrollo del conocimiento, y el que desempeña el conocimiento en el desarrollo de la práctica humana.

Práctica y conocimiento

La práctica social —la producción, los experimentos, la industria, la lucha de clases— es tanto la fuente del conocimiento como su criterio. Para los marxistas, hay una secuencia más o menos como la que sigue. Sobre la base de su práctica social, de su experiencia directa e inmediata de transformar partes de la realidad material (y así transformándose a sí mismos), los hombres elaboran ideas, que en parte son un reflejo veraz y preciso de la realidad y en parte un reflejo falso e impreciso o distorsionado. Sobre la base de estas ideas, los hombres mejoran su actividad práctica, poniendo a prueba y corrigiendo sus ideas y separando la verdad del error, el conocimiento de la ilusión. Esta práctica mejorada da lugar a nuevas ideas, más próximas a la realidad objetiva, a la esencia de las cosas, en una palabra, más científicas. Ése es un proceso inacabable, mediante el cual la conciencia se desarrolla actuando sobre el universo que la produjo, por ello transformando el universo y, en cierto sentido, creándolo.

Es la práctica social lo que le permite al hombre pasar de las sensaciones y percepciones a las ideas, ya que sólo nuestra actividad transformadora de la realidad material nos hace posible obtener conocimiento de ella, penetrar el aspecto superficial de las cosas y llegar a su esencia. Son las ideas, el pensamiento y el conocimiento lo que le permiten al hombre conformar y organizar sus actividades prácticas para transformar la realidad material de manera más exitosa y más fructífera.

La palabra reflejo, tal como la usa Lenin para referirse a la conciencia humana, significa un reflejo activo, que mediante la práctica social penetra más y más profundamente en la vastedad y la riqueza inagotables de la realidad, ofreciendo al hombre pensante la posibilidad de someter la realidad más y más (si bien nunca del todo) a su control consciente.

Cabría preguntar por qué los marxistas llaman a esto “teoría del reflejo”, dado que esta terminología brinda a los críticos una oportunidad de hablar de “imágenes especulares” “pasivas” y “automáticas”, de “la connotación pasiva que a veces [Marx y Engels] vinculan al concepto de ‘reflejo’”.

En primer lugar, la palabra reflejo es la adecuada porque llama la atención sobre el aspecto más esencial de la conciencia. Sin un objeto que reflejar no podría haber reflejo. Sin universo material no podría haber conciencia.

En segundo lugar, la palabra reflejo, entendida dialécticamente, significa, cuando se aplica a la conciencia, la forma específica que adquieren la interacción universal y la dependencia y determinación mutuas de los fenómenos en el caso de los organismos dotados de sistema nervioso. Al hablar del reflejo en general, los marxistas no se refieren meramente a un proceso subjetivo de la conciencia humana, sino en primer lugar a la unidad e interdependencia de cada uno de los aspectos del universo infinito con todos los demás, a la interacción recíproca de todo con todo lo demás. Cada partícula de materia está conectada con el resto del universo en múltiples maneras, en diferentes niveles de organización de la materia, y por sus diferentes formas de movimiento —mecánico, físico, químico, etc.— y por su sujeción a las leyes de estas diferentes formas, refleja la totalidad del universo que la rodea, la condiciona y la determina. Con la transición a la materia viviente, esta propiedad de “reflejo” adquiere cualitativamente nuevas formas, vinculadas con la relación entre el organismo vivo y su derredor: nuevas formas que, sin embargo, continúan en un plano superior, el de la conciencia, esta interacción e interdependencia universales. Cuando Lenin usa la palabra reflejo, lo hace en este sentido más profundo y dialéctico.

II. El ser social y la conciencia social

Thompson cree que “Lenin resbala de la observación de Marx de que ‘el ser social determina la conciencia social’ a la declaración muy diferente (y falsa) de que ‘la conciencia social refleja el ser social’”. El uso del término “reflejo” como “observación respecto al modo en que las ideas del hombre han sido determinadas por el ‘ser social’ en la historia” según él no “se infiere de la primera premisa”, es decir, que “las percepciones sensoriales ‘reflejan’ la realidad material externa que existe independientemente de la conciencia humana”. “El hecho de que las percepciones sensoriales puedan describirse (metafóricamente) como ‘reflejo’ de la realidad material no implica de ninguna manera que la cultura humana sea un reflejo especular pasivo de la realidad social”[12]. Thompson sugiere que Marx y Engels “tendieron…a examinar muy poco el problema de cómo es que se forman las ideas del hombre y dónde yace su campo de acción”[13].

Esto es bastante confuso. Para empezar, Thompson no parece tener muy claro si está criticando a Marx o si está tratando de oponer al “parcialmente verdadero” Marx contra el “incorrecto” Lenin. Debe decirse que esto último no es una empresa muy afortunada. La sugerencia de que Lenin “resbala” de la observación de Marx —“el ser social determina la conciencia social” (la verdadera cita es: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”[14])— a su propia observación “muy diferente” y “falsa” de que “la conciencia social refleja el ser social” queda instantáneamente demolida si tomamos el libro de donde proviene la cita de Marx y seguimos leyendo un poco. Pronto nos damos cuenta de que Marx escribió respecto a “las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto [entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción] y luchan por resolverlo”. No podemos, añade Marx, juzgar un periodo de transformación social por su propia conciencia; “por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material”[15].

Una vez más, el que Marx y Engels sostengan la misma opinión y empleen el mismo método para estudiar la historia que Lenin no implica que estén necesariamente en lo cierto y Thompson necesariamente esté equivocado, pero sí que Lenin “resbala” en buena compañía.

El marxismo y la cultura

Si bien el materialismo histórico considera que la conciencia social es un reflejo del ser social, debe aclararse que ningún marxista ha sugerido jamás que la cultura humana sea un “reflejo especular pasivo de la realidad social”. Ésa es una caricatura del marxismo. Es perfectamente cierto que en una carta a Mehring de 1893 Engels dejó claro que él y Marx se vieron obligados a enfatizar la derivación de la ideología de los hechos económicos elementales y que al hacerlo “el contenido nos hacía olvidar la forma, es decir, el proceso de génesis de estas ideas”[16]. Pero esto es muy distinto que haber sugerido que el arte y la literatura son un espejo pasivo de la realidad social. Por el contrario, Marx hizo un esfuerzo especial por enfatizar “la desigual relación entre el desarrollo de la producción material y el desarrollo, p. ej., artístico”:

“En lo concerniente al arte, ya se sabe que ciertas épocas de florecimiento artístico no están de ninguna manera en relación con el desarrollo general de la sociedad, ni, por consiguiente, con la base material, con el esqueleto, por así decirlo, de su organización”[17].

Marx, Engels y Lenin ciertamente consideraban la cultura humana un reflejo de la realidad material, pero un reflejo en el sentido dialéctico, no un reflejo directo, inmediato, mecánico, automático o pasivo. Ciertamente, Lenin escribió un artículo titulado “León Tolstoi, espejo de la Revolución Rusa”, pero casi cada una de sus líneas es una refutación de la concepción del reflejo artístico, “mecánico” y “pasivo” y una poderosa afirmación de su naturaleza profundamente contradictoria.

“¿Por qué llamar espejo a lo que no refleja bien los fenómenos?… Pero, como todo gran artista de verdad, ha tenido que reflejar en sus obras, si no todos, algunos de los aspectos esenciales de la revolución… Las contradicciones en las obras, en las ideas, en las teorías, en la escuela de Tolstoi son, por cierto, evidentes. Por un lado, es un artista genial, que no sólo ha trazado cuadros incomparables de la vida rusa, sino que ha aportado obras de primer orden a la literatura mundial. Por otro lado, es un terrateniente obsesionado con Cristo… Por un lado, una crítica implacable de la explotación capitalista…por otro lado, la prédica fanática del ‘no oponerse por la violencia al mal’…las contradicciones en sus ideas son, en efecto, un espejo de las condiciones contradictorias en que se desenvolvió la actividad histórica del campesinado en nuestra revolución”[18].

Para los marxistas hay, de hecho, una interacción constante y compleja entre todos los elementos de la superestructura ideológica y, lo que no es menos importante, una reacción constante y a menudo extremadamente poderosa de las ideas del hombre sobre las causas económicas que las originan. Engels describía como “necia”[19] la noción de que, dado que los marxistas niegan todo desarrollo histórico independiente a las esferas ideológicas, niegan también que éstas tengan efecto alguno sobre la historia. Él atribuía esta idea a una falta de entendimiento de la dialéctica, a una concepción metafísica de la causa y el efecto como dos polos rígidamente opuestos, al “olvido absoluto del juego de acciones y reacciones”. Es igualmente necia la noción de que los marxistas crean que las obras de arte no son más que reflejos de las necesidades y procesos económicos. De ser así, seguramente tendrían un mayor aprecio —para tomar un ejemplo obvio— por Zola, el escritor de izquierda que creía que una buena novela podía construirse usando los métodos del periodismo, que conscientemente llevó el realismo hasta el punto del naturalismo, hasta el punto de “reflejar de manera directa y mecánica la realidad cotidiana del capitalismo”[20], que por Balzac, el monárquico, el legitimista, el reaccionario. Y Lenin seguro habría estimado más, digamos, a Maiakovsky que a Pushkin. El marxismo ciertamente sería un dogma empobrecido y estéril si su entendimiento del proceso de la creación artística no fuera mejor que el que Thompson le atribuye.

Las ilusiones de la época

Cuando Thompson niega que la conciencia social refleja el ser social, eso plantea inmediatamente ciertas preguntas: ¿Qué refleja la conciencia social si no el ser social? ¿Cuál es el contenido de la conciencia social, de dónde proviene, qué papel desempeña en la vida, si no esencialmente el de dar expresión en ideas a la práctica social que el hombre lleva a cabo en un conjunto dado de relaciones sociales? ¿O acaso la mente del ideólogo, el filósofo, el teólogo, el jurisconsulto o el artista se nutren de algún manantial especial del que fluyen ideas ricas y maravillosas que no reflejan ningún aspecto real del mundo objetivo? ¿Brotan las ideologías de la cabeza de los ideólogos? Y si es así, ¿cómo lo hacen? ¿Y cómo se explica su carácter peculiar?

Thompson no hace ni el menor intento por responder a estas preguntas. Sin embargo, no duda en llevar agua al molino de los muchos oponentes de Marx y Lenin que sobresimplifican o vulgarizan sus posiciones cuando sugiere que Lenin dedujo el reflejo del ser social en la conciencia social del hecho fisiológico de que la conciencia refleja el ser. Los marxistas en efecto hacemos esa generalización —la única consistentemente materialista respecto al origen de las ideologías— a partir de un estudio detallado y concreto de la conciencia social tal como ésta ha evolucionado en los más diversos periodos históricos. Si se estudian los escritos de los propios Marx y Lenin, se verá que sobre esta cuestión no hay “ambigüedades” en el pensamiento del uno, ni “falacias mecanicistas” en el del otro.

Un examen de la historia del pensamiento humano muestra que la práctica social, tal como ésta se determina por cada conjunto específico de relaciones sociales, se refleja en ideologías, no de forma consciente, deliberada ni precisa, sino espontáneamente y a menudo de manera invertida. Espontáneamente, porque las ilusiones ideológicas manan constante e irresistiblemente en la mente de los hombres a partir del suelo de sus relaciones sociales. El ideólogo cree operar con conceptos “puros”; con mucha frecuencia (y tanto más frecuentemente cuanto más alejada está una esfera ideológica particular de la estructura económica de la sociedad) el material de su pensamiento contiene pocos elementos nuevos, y en general es material tradicional tomado de sus predecesores; hablamos de “falsa conciencia” porque la conexión del pensador con las verdaderas relaciones sociales de su propio tiempo o de tiempos anteriores le es desconocida. No lo reprochamos por eso. En general, su intención no es construir un sistema de ideas falsas con el cual engañar a las masas explotadas —y cuando es así, él mismo está, a su vez, profundamente engañado por ideas preconcebidas fundamentales cuyas verdaderas raíces ni siquiera sospecha—. Cada generación de pensadores encuentra en existencia un conjunto de relaciones de producción sin las cuales la sociedad no podría existir y que son independientes de la voluntad de los hombres que conforman la sociedad y de las ideas en la cabeza de los pensadores. Estas relaciones se presentan, no como históricamente determinadas y transitorias, sino como eternas e inmutables. Y, una y otra vez, estas relaciones colorean el pensamiento del filósofo y el artista, por original y brillante que sea, marcan su obra de manera indeleble con el sabor peculiar de una época, se filtran hasta los más remotos y fantásticos canales del pensamiento. Las ilusiones características de cada época[21] son en el fondo el modo en que las relaciones sociales de esa época se refractan a través del prisma de la mente del ideólogo.

En este proceso de refracción, la realidad se invierte. Los hombres creen haber creado sus relaciones sociales a la imagen de sus ideas abstractas, y que sus acciones, instituciones y conflictos son la expresión práctica de esas ideas abstractas. El ser social parece ser el reflejo de la conciencia social. Las amargas verdades de la explotación y el dominio de clase se disfrazan y endulzan con un vasto cuerpo de ideas ilusorias que retratan el estado de cosas existente como justo, decretado por dios y permanente.

Si es “falso” que la conciencia social refleje el ser social, entonces toda una serie de los ejemplos más dramáticos de correspondencias entre el desarrollo de la ideología y el desarrollo de las relaciones sociales exige a gritos su interpretación, explicación y análisis. ¡A trabajar, camarada Thompson! Díganos cuál es su explicación de la filosofía de Heráclito de Éfeso si no es en esencia un reflejo ideológico de la recién surgida producción mercantil. Díganos cómo interpreta la jerarquía divina en Tomás de Aquino si no como un reflejo, en última instancia, de la jerarquía feudal de su tiempo. ¿Qué fue la concepción del mundo del materialismo mecanicista como un conjunto de discretas partículas materiales interactuando de acuerdo a las leyes de la mecánica si no esencialmente un reflejo de la necesidad de la burguesía ascendente de destruir los lazos feudales y desarrollar un mercado libre? ¿Cómo puede entenderse el materialismo y el humanismo de Spinoza si no como la expresión más lógica y más profunda de los intereses de la burguesía revolucionaria del país capitalista más avanzado de Europa en su lucha contra la superstición y el oscurantismo feudales —tan lógica y tan profunda que la clase por la que hablaba lo repudió—? ¿Cuál fue el contenido básico del puritanismo si no el reflejo de un conflicto social contemporáneo en las mentes de la burguesía revolucionaria de Inglaterra?

¿Descuidó Lenin la acción humana?

Pero el materialismo histórico no se detiene ahí, y procura mostrar, en cada caso específico, cómo estos reflejos ideológicos están funcionalmente implicados en el desarrollo ulterior de la estructura social que les dio origen, a menudo determinando en un grado muy alto la forma de una transformación social particular y la velocidad con la que ésta ocurre.

Thompson acusa a Marx y Engels de una tendencia a descuidar el problema del campo de la acción de las ideas humanas, e insinúa que Lenin lo descuidó aun más. Se trata realmente de una acusación asombrosa. ¿De qué diablos se trata el ¿Qué hacer? si no de una polémica contra quienes se postraban ante la espontaneidad del movimiento obrero y desdeñaban el papel de las ideas socialistas? Lenin se alzó en armas precisamente contra quienes decían que el movimiento espontáneo de los obreros origina la ideología socialista. Al contrario —afirmó—, es necesario llevar la conciencia socialista desde fuera a la clase obrera. “Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario”[22]. Si Lenin “perdió” la concepción de la acción humana y subestimó el papel de la conciencia humana, ¿por qué pasó toda su vida construyendo y educando un partido revolucionario, en vez de sentarse a ver cómo la revolución se hacía sola? Acaso Thompson se refiera a algún otro Lenin: acaso el Lenin que él ataca por “resbalar” hacia la “falacia” de que “un ‘reflejo’ pasivo [puede] iniciar, planear y hacer revoluciones” era un tipo inofensivo “absorbido por sutilezas filosóficas” y sin ninguna relación con el hombre que pasó 30 años cruciales refutando en la práctica las supuestas “falacias” de su homónimo.

Un caso de manipulación de citas

Para lograr algo parecido a un alegato contra Lenin, Thompson no siempre es cuidadoso en su uso de las citas. En un pasaje particular, no sólo cita un resumen que hace Lenin de un argumento de Engels sin decir que la idea es de Engels; luego procede a cortar una cita de Materialismo y empiriocriticismo, ¡para dejar fuera las palabras que toman en cuenta y responden específicamente a la objeción misma que Thompson plantea! He aquí la cita completa de Thompson, (a) para hacerle justicia y (b) para demostrar su técnica de manipulación de citas:

“4) De aquí [es decir, de la afirmación de que ‘la conciencia social refleja el ser social’], resbala a la grotesca conclusión de que ‘el ser social es independiente de la conciencia social de la humanidad’. (¿Cómo es posible que los seres humanos conscientes, que emplean conciencia en cada acto de trabajo, existan independientemente de su conciencia?) 5) De ahí sólo hizo falta dar un pequeño paso para visualizar la conciencia como un torpe proceso de adaptación al ‘ser social’ que existe independientemente. ‘La necesidad de la naturaleza es lo primario y la voluntad y la conciencia del hombre lo secundario. Estas últimas deben, indefectible y necesariamente, adaptarse a la primera’ [OC, T. XIV, p. 179]. ‘La tarea más alta de la humanidad es abarcar esta lógica objetiva de la evolución económica…con objeto de adaptar a ella, tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico, su conciencia social’” (p. 314).

Dos citas, dos ejemplos de manipulación. La primera cita [OC, T. XIV, p. 179] proviene de un pasaje de Materialismo y empiriocriticismo donde Lenin resume un argumento del Anti-Dühring y explica sus premisas epistemológicas con bastante justicia. Las palabras que siguen inmediatamente a las que Thompson decidió citar son: “Engels considera esto hasta tal punto evidente, que no gasta palabras inútiles en el esclarecimiento de su punto de vista”[23]. He aquí una de las falacias “grotescas”, “mecánicas”, “torpes” y “emotivas” a las que “resbala” Lenin —y, sin embargo, nos encontramos con que, después de todo, sólo estaba parafraseando algo que Engels consideraba una obviedad de la concepción materialista del mundo—.

La segunda cita, que Thompson divide en dos sin dejar claro que lo está haciendo, lo lleva a formular la pregunta que cito con énfasis. Ahora, aquí está el pasaje de Lenin completo, con las palabras omitidas por Thompson restauradas y enfatizadas:

“Todo productor aislado en la economía mundial, tiene conciencia de introducir alguna modificación en la técnica de la producción; todo propietario tiene conciencia de que cambia ciertos productos por otros, pero esos productores y esos propietarios no tienen conciencia de que con ello modifican el ser social. Setenta Marx no bastarían para abarcar la totalidad de estas modificaciones con todas sus ramificaciones en la economía capitalista mundial. Todo lo más, se han descubierto las leyes de estas modificaciones, se ha demostrado en lo principal y en lo fundamental la lógica objetiva de estas modificaciones y de su desarrollo histórico, objetiva, no en el sentido de que una sociedad de seres conscientes, de seres humanos, pueda existir y desarrollarse independientemente de la existencia de los seres conscientes (y Bogdánov con su ‘teoría’ no hace más que subrayar estas bagatelas), sino en el sentido de que el ser social es independiente de la conciencia social de los hombres. Del hecho de que vivís, que tenéis una actividad económica, que procreáis, que fabricáis productos, que los cambiáis, se forma una cadena de sucesos objetivamente necesaria, una cadena de desarrollos independiente de vuestra conciencia social, que no la abarca jamás en su totalidad. La tarea más alta de la humanidad es abarcar esta lógica objetiva de la evolución económica (de la evolución del ser social) en sus trazos generales y fundamentales, con objeto de adaptar a ella, tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico, su conciencia social y la conciencia de las clases avanzadas de todos los países capitalistas”[24].

Nótese cómo la pregunta de Thompson queda respondida por las palabras que él mismo omite. Nótese cómo Lenin deja perfectamente claro que no está hablando de la idea burda, de la “bagatela” de que “una sociedad de seres conscientes, de seres humanos, pueda existir y desarrollarse independientemente de la existencia de los seres conscientes”, de que “los seres humanos conscientes, que emplean conciencia en cada acto de trabajo, existan independientemente de su conciencia”, que es como Thompson recoge y blande esta “bagatela” ante todo el mundo, como si Lenin nunca lo hubiera mencionado.

Si los escritos filosóficos de Lenin deben ser mutilados y manipulados para que pueda demostrarse su falta de genio filosófico y sus “falacias”, ¿no será porque estas “falacias” existen sólo en la imaginación del crítico? Nadie quiere insinuar que Thompson haya falsificado deliberadamente lo que escribió Lenin, pero parece haber releído apresuradamente un texto difícil para hallar frases aisladas que confirmaran su impresión de que este texto contiene las semillas del estalinismo. Esta impresión no tiene ningún fundamento real, como cabría esperar que el propio Thompson admitiría si leyera Materialismo y empiriocriticismo y los Cuadernos filosóficos con el cuidado que ameritan.

El ejemplo elegido por Lenin es de gran interés y tiene una gran belleza dialéctica. Desde luego, dice, los hombres que producen e intercambian son conscientes. Sólo un tonto (o quien se deje llevar por “bagatelas”) llevaría la discusión a ese nivel. Pero son conscientes sólo de la apariencia de las actividades en las que participan. La esencia, las leyes objetivas que gobiernan los resultados finales de sus esfuerzos productivos y comerciales, se mantiene oculta a sus ojos (¡precisamente porque la conciencia humana no ofrece un reflejo especular inmediato de la realidad!) y sólo puede salir a la luz a través de la investigación científica. Fue esta investigación científica la que Marx llevó a cabo en El capital. Ahí, mediante la “fuerza de la abstracción”, se revelan las leyes esenciales de la economía capitalista, se logra la transición de la apariencia a la esencia y del fenómeno a la ley, y en consecuencia la conciencia humana se enriquece, se profundiza y se torna más científica. Sólo un tonto o quien se deje llevar por “bagatelas” cuestionaría que los hombres sólo son conscientes de la apariencia de sus actividades económicas; y sólo un tonto o quien se deje llevar por “bagatelas” cuestionaría que, antes de que la ciencia haya incursionado por debajo de la superficie, los hombres son inconscientes —o, cuando mucho, conscientes en el nivel más rudimentario y esquemático— del “ser social” esencial (valor, plusvalía, etc.) que existe independientemente de esta conciencia limitada. Quien no haya entendido la importancia de esa transición “del fenómeno [la apariencia] a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda”[25], no aprecia en absoluto toda la riqueza, complejidad y valor científico de la metodología dialéctica, y está condenado a dejarse engañar una y otra vez por el impresionismo.

III. Necesidad y libertad

El núcleo del ataque de Thompson contra el materialismo dialéctico es su ataque contra la concepción marxista de la libertad humana y del modo en que ésta se conquista. Una vez más, hay un intento de separar las opiniones de Lenin de las de Marx y Engels. Marx habla con “sentido común”; Lenin “resbala” hacia la “mística”:

“La opinión de Marx, llena de sentido común, de que la libertad humana se amplía con cada nueva ampliación del conocimiento (‘La libertad consiste…en el dominio sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las necesidades naturales’, Engels), se transforma en la mística de que la libertad del hombre consiste en que éste reconozca ‘la lógica objetiva de la evolución económica’ y le sirva: su ‘libertad’ se vuelve esclavitud de la ‘necesidad’”.

Uno o dos puntos preliminares. Primero, ya hemos demostrado que una de las citas de Lenin en que Thompson se apoya es una paráfrasis de Engels. Pero, según parece, Engels “resbala” bastante, pues, en segundo lugar, he aquí el pasaje del Anti-Dühring, un poco más completo, del que Thompson cita entre paréntesis sólo la frase final:

“La libertad no consiste en una soñada independencia respecto de las leyes naturales, sino en el reconocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la representación, no en la realidad. La libertad de la voluntad no significa, pues, más que la capacidad de poder decidir con conocimiento de causa. Cuanto más libre es el juicio de un ser humano respecto de un determinado punto problemático, con tanta mayor necesidad estará determinado el contenido de ese juicio”[26].

Pondere esta última oración, camarada Thompson. ¡He ahí el “sentido común” de Engels llamándonos “esclavos de la necesidad”!

Y, en tercer lugar, en la frase “su ‘libertad’ se vuelve esclavitud de la ‘necesidad’”, Thompson mismo “resbala”, ay, en la más flagrante superstición antropomórfica. Su elección de palabras traiciona la imagen que tiene en mente: la de los seres humanos “esclavizados” por las leyes naturales, como si éstas fueran leyes de un gobierno, y anhelando “liberarse” de ellas. Para Thompson, según parece, el camino a la libertad pasa por acabar con esta “esclavitud”: para los marxistas, el camino a la libertad pasa por reconocer la existencia de las leyes objetivas, aprender todo lo posible sobre ellas y adaptar la práctica social correspondientemente. Por mucho que hable “emotivamente” de “esclavitud”, el camarada Thompson no podrá alterar su propia dependencia a todo un espectro de leyes objetivas: mecánicas, físicas, químicas, biológicas, fisiológicas, sociales, etc., ni tampoco la determinación de sus propias actividades por estas leyes. En la práctica, está sometido a estas leyes las 24 horas; a esto lo llama “esclavitud”. Pues bien, seamos francos: el marxismo no admite la posibilidad de elevarse por encima de la esfera de acción de las leyes objetivas, de violarlas ni de “liberarse” de ellas. Para los marxistas, semejante “libertad” no es posible ni tiene sentido. Sin embargo, sólo el marxismo muestra el camino hacia la conquista de la verdadera libertad humana. Intentemos explicar por qué.

Necesidad

La categoría de necesidad está estrechamente enlazada con la de esencia y la de ley. “La ley —dice Lenin— es el reflejo de lo esencial en el movimiento del universo”[27]. La ley de un proceso de desarrollo natural o social enuncia aproximadamente las regularidades objetivas, las relaciones esenciales y las conexiones necesarias de ese proceso. Las leyes científicas resumen, de manera más o menos precisa, los procesos causales que operan en los sucesos, nos dicen qué características debe presentar un fenómeno particular por su naturaleza misma y expresan la inevitabilidad de su desarrollo de un modo particular bajo condiciones particulares. Reconocer de manera materialista la objetividad del ser y de sus leyes no es aún la libertad, pero sí es un requisito de la verdadera libertad.

Desde luego, es perfectamente cierto que el hombre actúa con fines e intenciones conscientes. Pero ningún intento de explicar la historia humana en términos de fines e intenciones conscientes, en términos de la voluntad y los deseos de los hombres, hará avanzar gran cosa nuestro entendimiento. Los fines de los hombres chocan, y ocurren cosas que nadie había buscado, deseado ni previsto. Por lo tanto, el entendimiento científico del desarrollo social debe partir de las “leyes generales de carácter interno”[28] que en última instancia gobiernan tanto el desarrollo de la sociedad humana como los fines, las intenciones, las ideas y las teorías que hay en la cabeza de la gente.

“Los propios hombres crean su historia, pero qué determina los motivos de los hombres y en particular de las masas humanas, qué provoca los choques de ideas y aspiraciones contradictorias; cuál es el resultado de todos estos choques en las masas de las sociedades humanas; cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que forman la base de toda la actividad histórica de los hombres, cuál es la ley de desarrollo de esas condiciones; a todo ello prestó atención Marx e indicó el camino para el estudio científico de la historia, como proceso único, regido por leyes en toda su inmensa variedad y su carácter contradictorio”[29].

Ser libre no significa violar las leyes de la naturaleza y la sociedad, lo cual es imposible. Los hombres no son los hacedores de milagros que pretenden los idealistas (cuando afirman que la libertad es en realidad la independencia de la voluntad humana con respecto a las leyes de la naturaleza y la sociedad, o cuando niegan la existencia de leyes objetivas), ni son tampoco títeres o robots como los consideran los materialistas mecanicistas (cuando sostienen que la necesidad está mucho más allá del alcance de la práctica social, que la conciencia humana no puede tomarla en cuenta y utilizarla, y que el hombre es de hecho un prisionero de las leyes objetivas).

Ser libre, según el materialismo dialéctico, es actuar de conformidad con las leyes objetivas. Cada paso adelante en el conocimiento de estas leyes es potencialmente un paso adelante en la conquista de la libertad. Así como el hombre amplía su libertad en proporción a su conocimiento de la naturaleza, y por lo tanto a su poder sobre ella, de la misma manera amplía su libertad en proporción a su conocimiento de la vida social, y por lo tanto a su poder sobre ella, conforme es capaz de prever con mayor precisión los efectos de su actividad social, en lugar de estar a merced de las leyes que, “ciegas” y no tomadas en cuenta, conducen a las crisis económicas. En la medida en que el hombre planea sus acciones con conocimiento de los factores implicados, se halla en posición de obtener su verdadera libertad.

El ejemplo supremo es la lucha obrera por el socialismo. ¿Le ayuda en algo a la clase obrera ignorar las leyes económicas? ¿No es, por el contrario, mediante la indagación de su propia situación que llega a ser capaz de revolucionar la sociedad para así obtener la libertad, ya que por su propia posición de clase constituye, por sí misma y objetivamente, la disolución de la sociedad capitalista?[30] En otras palabras, ¿es acaso tan terrible decirle a la clase obrera que su responsabilidad suprema es adaptar su conciencia a la realidad objetiva del desarrollo económico “tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico”[31], es decir, para equiparse con el conocimiento de la historia, del funcionamiento del sistema capitalista y de sus propias tareas en la lucha por el derrocamiento de ese sistema? Extraño humanismo aquél que, mientras subraya la importancia de la conciencia humana, le da la espalda a una de las exigencias más elementales de toda lucha exitosa de la clase obrera: el que ésta se base conscientemente en el conocimiento de las realidades de la sociedad, en las leyes del cambio social. Extraño humanismo aquél que desarma a la clase obrera al aconsejarle que no adquiera ese conocimiento.

Lenin muestra el camino a la libertad de los obreros. Enriquezcan su conciencia, les dice, con un conocimiento tan preciso como sea posible de las leyes del desarrollo social. No lo escuchen, grita el camarada Thompson; lo que él quiere es que ustedes se adapten torpemente a los “estímulos económicos”; está absorbido por sutilezas filosóficas…

Lenin sabe perfectamente bien que el nivel de conciencia de la clase obrera no depende automáticamente de su posición de clase. Sabe que la superestructura ideológica de la sociedad burguesa fomenta todo tipo de ilusiones para minar la confianza de los obreros en sus propias fuerzas, para hacerles creer que no hay mucho que puedan hacer para mejorar las cosas, para hacer que apoyen el sistema capitalista. Sabe que la teoría socialista depende del conocimiento de la esencia del capitalismo, no de su apariencia, y que este conocimiento profundo sólo puede llegar a la clase obrera desde fuera, gracias a los marxistas. Por eso llama a los comunistas a que traten de “adaptar” “la conciencia de las clases avanzadas” a los hechos del desarrollo histórico, es decir, a enseñarles, a educarlas, a convencerlas de que “adapten” su conciencia a…la verdad. “Semejante patrón podría construirse dentro de un cerebro electrónico”, se queja el camarada Thompson, expresando, en la mejor tradición del empirismo inglés, su indignación contra una falacia tan grotesca y mecánica, contra semejante absorción en sutilezas filosóficas…

Libertad

Para obtener conocimiento de las cosas no basta sentarse a contemplarlas. Debemos ponerlas al servicio del hombre, someterlas a sus necesidades y fines, trabajar sobre ellas, transformarlas. Llegamos a conocer las leyes de la naturaleza y de la sociedad, no por inspiración divina, sino al actuar sobre ellas. Y nuestro conocimiento de la necesidad, derivado de nuestra actividad práctica, que se aplica, se pone a prueba y se hace más preciso mediante nueva actividad práctica, es la premisa y condición previa indispensable de la libertad humana.

En sí mismo, el conocimiento de la necesidad no basta para conferirnos libertad automáticamente, como Thompson parece pensar en cierto momento (“La opinión de Marx, llena de sentido común, de que la libertad humana se amplía con cada nueva ampliación del conocimiento”). No es, hasta ese punto, más que la expresión teórica de nuestra relación con la necesidad. Sin embargo, cuando establecemos relaciones prácticas con la necesidad, cuando utilizamos nuestro conocimiento en la actividad humana práctica, entonces obtenemos libertad.

“En tanto que ignoramos una ley natural, esa ley, existiendo y obrando al margen y fuera de nuestro conocimiento, nos hace esclavos de la ‘ciega necesidad’. Tan pronto como conocemos esa ley, que acciona (como repitió Marx millares de veces) independientemente de nuestra voluntad y de nuestra conciencia, nos hacemos dueños de la naturaleza. El dominio de la naturaleza, que se manifiesta en la práctica de la humanidad, es el resultado del reflejo objetivo y veraz, en la cabeza del hombre, de los fenómenos y de los procesos de la naturaleza y constituye la prueba de que dicho reflejo (dentro de los límites de lo que nos muestra la práctica) es una verdad objetiva, absoluta, eterna”[32].

La libertad es, pues, la capacidad del hombre de satisfacer sus necesidades y alcanzar sus fines, basándose en el conocimiento de lo que son esas necesidades y esos fines y de cómo se pueden satisfacer y alcanzar. Los hombres carecen de libertad en la medida en que son ignorantes de los factores que afectan la satisfacción de sus necesidades y el cumplimiento de sus fines y por lo tanto son incapaces de controlarlos. Son libres en la medida en que conocen estos factores y por lo tanto los controlan conscientemente en la práctica.

La libertad es un atributo específicamente humano, que los hombres conquistan como seres sociales. En tiempos primitivos, los hombres enfrentaban ciegamente las fuerzas naturales, y por ende estaban a merced de la naturaleza. Alcanzaron la libertad gradualmente mediante la lucha, obteniendo conocimiento de la necesidad poco a poco y aplicando ese conocimiento en lucha ulterior para obtener aun mayor conocimiento, libertad y progreso material.

Durante toda la existencia de la sociedad de clases, los hombres han enfrentado sus relaciones sociales más o menos como se enfrentaban, en su historia temprana, a las fuerzas de la naturaleza. En su mayor parte, las fuerzas sociales han parecido ser totalmente ajenas al control humano, y los grandes acontecimientos sociales, las guerras y revoluciones, el colapso de los imperios, se han presentado como catástrofes tan terribles e incontrolables como las calamidades naturales. Pese al enorme incremento en nuestro conocimiento de las leyes naturales en los últimos cien años, la ciencia burguesa en su mayor parte ha perdido hoy la esperanza de prever, explicar o controlar las guerras y las crisis que periódicamente sacuden a la sociedad capitalista hasta sus cimientos.

Una vez más, el progresivo dominio del hombre sobre la naturaleza no ha repercutido más que limitadamente a favor de las masas humanas, debido a su falta de libertad social. Mientras la sociedad esté dominada por sucesivas clases explotadoras no será posible plantear en toda su complejidad ni resolver el problema de la relación del hombre con la naturaleza. Un sistema social obsoleto está impidiendo la aplicación adecuada del conocimiento científico y técnico del hombre, utilizando sus avanzadas fuerzas productivas para el lucro y la destrucción y obstaculizando el progreso. El camino a la libertad pasa por el derrocamiento de este sistema. Es la tarea histórica de la clase obrera, armada con el conocimiento científico de su verdadera situación y sus tareas —que el marxismo proporciona—, el acabar con las relaciones sociales capitalistas que actúan como freno al libre desarrollo de las fuerzas productivas y como barrera a su utilización para la libre satisfacción de las necesidades humanas. Al llevar a cabo la revolución socialista, establecer la dictadura del proletariado, construir una sociedad socialista y avanzar hacia el comunismo, la clase obrera conquista la libertad social —el pleno dominio del hombre sobre su propia organización social— y posibilita avances gigantescos en su dominio consciente de la naturaleza.

Así, lejos de eliminar al hombre y su actividad, el materialismo dialéctico muestra cómo la sociedad humana se encuentra necesariamente en desarrollo; por qué los hombres actúan como actúan y piensan como piensan; cómo puede alcanzarse la libertad y cuál es la fuerza social que, debidamente organizada, equipada ideológicamente y dirigida, puede obtenerla, conduciendo así a toda la humanidad “desde el reino de la necesidad al reino de la libertad”[33].

IV. El método dialéctico

Al referirse a Lenin, Thompson no emplea la palabra dialéctica. (En otras partes del texto, la escribe entre comillas, en un contexto en el que su significado es equívoco, pero en el que parece equiparar la dialéctica con el “alma”.) Su ataque contra el método dialéctico no se hace nunca explícito, pero está implícito en todo su ataque contra Lenin el filósofo. La teoría del conocimiento a la que se opone es una teoría dialéctica. La teoría de las ideologías a la que se opone es una teoría dialéctica. La teoría de la libertad a la que se opone es una teoría dialéctica. Y dado que la contribución más destacada de Lenin a la filosofía fue en el campo del método dialéctico, las referencias despectivas de Thompson a las “sutilezas filosóficas” difícilmente pueden interpretarse como algo más que un reproche a Lenin por dejarse “absorber” por la dialéctica. Para Lenin, la dialéctica era el “preciado fruto de los sistemas idealistas…, perla que gallos como los Büchners, los Dührings y Cía. (incluyendo a Leclair, Mach, Avenarius, etc.) no supieron extraer del estercolero del idealismo absoluto”[34]. Desafortunadamente, el camarada Thompson no puede reconocer las perlas cuando las ve. Pero Lenin consideraba que la dialéctica era indispensable para que el movimiento obrero entendiera y aprovechara las contradicciones de la sociedad capitalista. No es casual que su principal estudio filosófico haya sido un comentario extenso y casi página por página de la Ciencia de la lógica de Hegel, en el que Lenin pone cabeza arriba el método que Hegel envolvió en idealismo; en este comentario el método dialéctico se desarrolla y se digiere desde una perspectiva materialista y se revela en toda su intrincación, su flexibilidad y, sobre todo, su precisión, como el único método con que el pensamiento humano puede sondear plenamente la complejidad y la multilateralidad del eterno proceso del devenir.

No es casual que Lenin se sumergiera en el estudio de Hegel durante el otoño de 1914, en el momento mismo en que las contradicciones de la sociedad capitalista habían salido súbita y explosivamente a la superficie (y cuando la II Internacional había colapsado en el oportunismo y la traición). Casi aislado en su oposición a la guerra imperialista, Lenin buscó en las “sutilezas filosóficas” de Hegel un método que le permitiera juzgar los acontecimientos no por sus aspectos superficiales, sino por sus contradicciones esenciales, saltos en el desarrollo, revoluciones, negaciones, transiciones más allá del límite, transformaciones en lo contrario. Lenin encontró en Hegel, entendido de manera materialista, la adecuada justificación filosófica de su propio juicio de que las condiciones para la revolución proletaria habían madurado, lo cual se confirmaría, de manera tan palmaria, tres años después.

Estas notas sobre Hegel revelan, como ninguna otra obra de Lenin, el funcionamiento más interno de su mente en el momento en que procesa el pensamiento de un filósofo profundo y difícil y extrae los jugos vitales.

El alcance del presente artículo no me permite más que una referencia esquemática e insuficiente al corazón de los Cuadernos filosóficos: el concepto de contradicción. En la lucha contra el estalinismo, este concepto, tal como lo elaboró Lenin, tiene una importancia triple. El bien conocido folleto de Stalin Materialismo histórico y dialéctico tiene fallas filosóficas más fundamentales y más serias que las que Thompson discute en su artículo (ya que Thompson se concentra en la sección sobre el materialismo histórico) y, curiosamente, para entenderlas y exponerlas se requiere estar familiarizado con las “sutilezas filosóficas” de Lenin. En primer lugar, la sección sobre el método dialéctico enfatiza la lucha de los contrarios, pero pasa por alto su identidad. Esto adquiere particular importancia al considerar las categorías de la lógica dialéctica que, pese a su importancia epistemológica básica, Stalin deja de lado; ésa es la segunda falla del folleto[35]. Y, en tercer lugar, no se menciona la negación de la negación, acaso porque, en 1938, pudo haberse considerado que este concepto podía tener implicaciones políticas incómodas (en 1947, Zhdánov incluso inventó una nueva ley dialéctica, presumiblemente para remplazarlo: la “ley” de la crítica y la autocrítica)[36]. La concepción de contradicción que se expone en los Cuadernos filosóficos demuestra cuán esenciales son para el adecuado entendimiento del método dialéctico estos tres aspectos que Stalin descuida.

Identidad de los contrarios

Para Lenin, la dialéctica era “la teoría que muestra cómo los contrarios pueden y suelen ser (cómo devienen) idénticos; en qué condiciones son idénticos, al transformarse unos en otros, por qué el espíritu humano no debe entender estos contrarios como muertos, rígidos, sino como vivos, condicionales, móviles, que se transforman unos en otros”[37]. Aplicada subjetivamente, esta versatilidad, flexibilidad y elasticidad del pensamiento dialéctico se convierte en eclecticismo y sofistería; aplicada objetivamente, es decir, de manera que refleje la universalidad y unidad del proceso material del devenir, constituye un reflejo preciso y dialéctico del eterno desarrollo del universo[38]. La identidad de los contrarios fue “el reconocimiento (descubrimiento) de las tendencias contradictorias, mutuamente excluyentes, opuestas, [en] todos los fenómenos y procesos de la naturaleza (inclusive el espíritu y la sociedad)”[39]. Este aspecto de la dialéctica, señaló Lenin, por lo general no recibía suficiente atención: la identidad de los contrarios no es la suma de ejemplos, sino una ley del conocimiento y del mundo objetivo[40].

La identidad de los contrarios es por supuesto una abstracción, y una abstracción de nivel extremadamente alto: una de las leyes más generales del devenir universal. La palabra identidad no se usa aquí en su sentido ordinario, sino en un sentido filosófico especial que incluye las nociones de unidad (o inseparabilidad) en un solo proceso, penetración mutua, dependencia mutua y transformación de cada uno en el otro. La identidad de los contrarios implica que la existencia y desarrollo de cada elemento es la condición de la existencia y desarrollo de su contrario; que, bajo ciertas condiciones, todas las propiedades y aspectos se tornan en su opuesto; y que, en el caso de las categorías, ambos aspectos contradictorios están entrelazados a lo largo del universo en cada nivel de movimiento de la materia. Lenin consideraba la identidad de los contrarios como algo condicional, transitorio y relativo, y su lucha como algo absoluto, en el sentido de que el desarrollo y el movimiento son absolutos. El desarrollo era la lucha de los contrarios; esta concepción del desarrollo encierra la clave del automovimiento de todo cuanto existe, de los saltos, las rupturas en la continuidad y las transformaciones en lo opuesto, de la destrucción de lo viejo y del surgimiento de lo nuevo.

Las categorías de la lógica dialéctica

“El hombre está frente a una red de fenómenos naturales. El hombre instintivo, el salvaje, no se distingue de la naturaleza. El hombre consciente se distingue de ella; las categorías son etapas de este distinguirse, es decir, del conocer el mundo, puntos focales de la red, que ayudan a conocerlo y dominarlo”[41].

Así muestra Lenin que estos conceptos tan abstractos, las categorías de la lógica dialéctica (es decir, de la teoría materialista dialéctica del conocimiento) se derivan de todo cuanto es concreto y material en el universo, y se vinculan a ello. Vergonzosamente descuidadas por el estalinismo, supuestamente por su “dificultad”, pero en realidad porque exponen el rígido esquematismo de la famosa exégesis de Stalin, las categorías son indispensables para cualquier pensamiento, cualquier búsqueda y cualquier investigación genuinamente dialécticos. Sin ellas, no podemos pensar de manera adecuada y precisa, no podemos entender la realidad cambiante. Y, más que ningún otro marxista, fue Lenin quien desarrolló este aspecto fundamental del método dialéctico y quien nos dejó indicaciones, sacadas de su propia experiencia como estudioso, del método que debe emplearse para su estudio de manera tal que se revelen los elementos de todas las categorías dialécticas que ya están presentes en toda proposición o fenómeno.

“Comenzar con lo más sencillo, con lo más ordinario, común, etc.; con cualquier proposición: las hojas de un árbol son verdes; Juan es un hombre; Chucho es un perro, etc. Aquí tenemos ya dialéctica…lo individual es lo universal… Por consiguiente, los contrarios (lo individual se opone a lo universal) son idénticos: lo individual existe sólo en la conexión que conduce a lo universal. Lo universal existe sólo en lo individual y a través de lo individual. Todo individual es (de uno u otro modo) un universal. Todo universal es (un fragmento, o un aspecto, o la esencia de) un individual. Todo universal sólo abarca aproximadamente a todos los objetos individuales. Todo individual entra en forma incompleta en lo universal, etc., etc. Todo individual está vinculado por miles de transiciones con otros tipos de individuales (cosas, fenómenos, procesos), etc. Aquí ya tenemos los elementos, los gérmenes de los conceptos de necesidad, de conexión objetiva en la naturaleza, etc. Aquí tenemos ya lo contingente y lo necesario, el fenómeno y la esencia; porque cuando decimos: Juan es un hombre, Chucho es un perro, ésta es una hoja de un árbol, etc., desechamos una cantidad de atributos como contingentes; separamos la esencia de la apariencia, y contraponemos la una a la otra.

“Así, en cualquier proposición podemos (y debemos) descubrir como en un ‘núcleo’ (‘célula’) los gérmenes de todos los elementos de la dialéctica, y con ello mostrar que la dialéctica es una propiedad de todo conocimiento humano en general”[42].

De todas las categorías, Lenin parece haber considerado que las más importantes, ricas y fructíferas son las de apariencia y esencia (con las que están íntimamente vinculadas la de fenómeno y la de ley). La identidad y la lucha entre apariencia y esencia como dos aspectos (o “momentos”) de la realidad material nos llevan de inmediato justo al corazón del método dialéctico, como método para pensar acerca de los procesos de modo que nos aporte un conocimiento mayor y más preciso de sus leyes y relaciones internas. La apariencia oculta la esencia y, al mismo tiempo, la revela, pues “lo que aparece es la esencia en una de sus determinaciones, en uno de sus aspectos, en uno de sus momentos”[43].

Este pensamiento es claro si se medita sobre él un poco. Al analizar un fenómeno cualquiera, pasamos del conocimiento superficial y perceptual, del conocimiento de la apariencia, al conocimiento de la esencia; ésta, a su vez, se nos convierte en una apariencia que a un tiempo nos oculta y nos revela una esencia aún más profunda. Frecuentemente, la solución de un problema político u organizativo —por ejemplo el análisis de una situación, la elaboración de una política, la concentración de fuerzas, etc.— está en descubrir concretamente cómo y por qué en una etapa determinada ciertos sucesos manifiestan la esencia de un proceso particular y ciertos otros la enmascaran. Cuando llegamos a conocer la esencia, podemos entender la apariencia bajo una nueva luz. Lenin da un ejemplo: “el movimiento de un río — la espuma por arriba y las corrientes profundas por abajo. ¡Pero incluso la espuma es una expresión de la esencia!”[44]. Cada esencia, cada ley, cada necesidad que el hombre descubre es para él un grado más en el infinito proceso de adquirir más y más conocimiento del proceso universal del devenir en su unidad, su interconexión y su interdependencia.

Sería erróneo suponer que Lenin simplemente escogió los elementos de Hegel que le eran útiles sin desarrollar su pensamiento en un sentido materialista. La dialéctica de la apariencia y la esencia, por ejemplo, es más concreta y más dinámica, y por ello más dialéctica, en las manos de Lenin que en las de Hegel. Para Hegel, apariencia y esencia se hallan en un estado de coexistencia lógica; para Lenin, una y otra se encuentran en una continua interacción dinámica. En ocasiones las contradicciones esenciales adquieren una súbita expresión —de manera dramática y explosiva— en la apariencia, como por ejemplo cuando las guerras y las revoluciones sacuden a la sociedad capitalista. En otros momentos, la apariencia es la palestra de los cambios lentos y graduales bajo la cual la esencia se mantiene en estado latente. El no entender esta interacción dialéctica está en el meollo de gran parte de la confusión actual respecto a los sucesos de la URSS en la mente de los comentaristas e intérpretes que no ven más que la apariencia de las cosas, que la malentienden y que por ello pierden el equilibrio cada vez que los acontecimientos toman un giro inesperado.

La negación de la negación

La ley de la negación de la negación (“Es un desarrollo que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero las repite de otro modo, sobre una base superior…, un desarrollo, por decirlo así, en espiral y no en línea recta”)[45] es fundamental para un entendimiento adecuado de la naturaleza profundamente contradictoria del desarrollo por etapas, del surgimiento de una contradicción nueva a partir de una vieja, y del modo en que ésta se subsume, llega a trascender, a “eliminar[se]…(al mismo tiempo conservar[se])”[46] en aquélla. No obstante su “abolición” por parte de Stalin, esta ley sigue operando obstinadamente en la naturaleza y la sociedad, incluso dentro de la Unión Soviética.

Lenin consideraba la negación el elemento más importante de la dialéctica:

“Ni la negación vacía, ni la negación inútil, ni la negación escéptica, [ni] la vacilación [ni] la duda son características [de o] esenciales [en] la dialéctica —que sin duda contiene el elemento de negación y en verdad como su elemento más importante—, no, sino la negación como un momento de la conexión, como un momento del desarrollo, que retiene lo positivo, es decir, sin vacilaciones, sin eclecticismos”[47].

Entendida dialécticamente, la negación no es una mera negatividad vacía, la aniquilación o destrucción de algo, sino que es algo “en igual grado positivo…es algo definido, tiene un contenido definido, las contradicciones internas llevan al remplazo del viejo contenido por otro nuevo, superior”[48]. Lo viejo se ve superado una vez que ha producido las condiciones que hacen posible lo nuevo, cuando sus contradicciones internas lo han empujado más allá de sí mismo; por decirlo así, lo han llevado a ser su propia “negación”. Su propio desarrollo lo lleva a negarse a sí mismo; sin embargo, el avance contenido en la vieja etapa no se destruye, queda subsumido, “trascendido”, superado y preservado en la nueva.

El concepto de negación es, por decirlo así, el punto de intersección entre, por un lado, las leyes dialécticas de la identidad y la lucha de los contrarios y, por el otro lado, la de la transformación de cantidad en calidad. Se dice que un proceso ha sido negado cuando la lucha de los contrarios que lleva dentro lo conduce más allá del límite cualitativo. Suele decirse que “en cada cosa están las semillas de su propia destrucción”. Sería más correcto decir “…de su propia negación” —y es probablemente más preciso aún decir “todo contiene su propia negación”—, pues la negación es lo nuevo que crece dentro del vientre de lo viejo y termina por suplantarlo.

Pero este es un proceso interminable. Cada nueva etapa se vuelve vieja con el tiempo, cada negación es en sí la palestra de nuevas contradicciones, el terreno de una nueva negación que lleva inexorablemente a un nuevo salto cualitativo, a una etapa todavía más alta de desarrollo, llevando consigo los avances conseguidos en las etapas previas y con frecuencia aparentando repetir —en un nivel superior, enriquecido por el desarrollo intermedio— una etapa ya superada.

La negación de la negación es, pues, una “trascendencia” ulterior, otro superarse y preservarse de las etapas pasadas en las etapas nuevas. Frecuentemente hay un retorno, en un nivel superior, al punto de partida original.

Con demasiada frecuencia, la negación de la negación se presenta como la “suma de ejemplos”, y a menudo de ejemplos trillados, por cierto. Debe ejemplificarse, sí, pero la ley es una abstracción, y su contenido no se agota ni se clarifica plenamente mediante ejemplos, pues se trata de una ley universal de la naturaleza, de la sociedad y del conocimiento humano.

La aparición de las clases y la posterior destrucción del tejido entero de la sociedad comunista “primitiva” fue una negación de esa sociedad. En muchos sentidos, el comunismo será un retorno, a escala mundial, a las relaciones y actitudes humanas de la sociedad “primitiva” enriquecidas por todas las conquistas y descubrimientos científicos, tecnológicos y culturales de cinco mil años de sociedad de clases: en otras palabras, la negación de la sociedad de clases, la negación de la negación.

El conocimiento viejo se ve continuamente remplazado —negado, no destruido— por el nuevo. Hegel describió bastante bien este proceso. “El conocer”, escribió, “se va desarrollando de contenido a contenido”. El concepto, “en cada grado de ulterior determinación…eleva toda la masa de su contenido precedente y, por su progresar dialéctico, no sólo no pierde nada, ni deja nada tras de sí, sino que lleva consigo todo lo adquirido”[49]. “Este extracto”, comentó Lenin, “no es del todo malo como una especie de resumen de la dialéctica”[50]. Pero donde Hegel veía el autodesarrollo de la Idea, Lenin veía el reflejo del desarrollo de la realidad material en el conocimiento humano, que se encuentra eternamente en un proceso de profundización.

En todo proceso de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, encontramos una u otra forma de esta “repetición en una etapa superior, de ciertos rasgos, propiedades, etc., de lo inferior y el aparente retorno a lo antiguo”[51].

Método

Como estaba “absorbido por sutilezas filosóficas”, Lenin postuló en dos ocasiones, de manera tentativa pero muy sugerente, los elementos del método dialéctico. En “Una vez más acerca de los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky y Bujarin” (1921), los requisitos de la lógica dialéctica se presentan bajo cuatro rubros. “Primero, para conocer realmente un objeto, debemos considerar y examinar todos sus aspectos, sus conexiones e ‘intermediaciones’… Segundo, la lógica dialéctica exige que el objeto sea tomado en su desarrollo, en su cambio, en su ‘automovimiento’… Tercero, la ‘definición’ completa de un objeto debe incluir toda la experiencia humana como criterio de la verdad y como indicador práctico de su conexión con las necesidades del hombre. Cuarto, la lógica dialéctica sostiene que ‘la verdad siempre es concreta, nunca abstracta’”[52].

En los Cuadernos filosóficos el método dialéctico se resume desde otro ángulo en 16 puntos que, aunque tersos y no ejemplificados, constituyen una presentación altamente dialéctica de este método:

“1)  La objetividad de la consideración (no ejemplos, no [digresiones], sino la cosa en sí).

2)  La totalidad íntegra de las múltiples relaciones de esa cosa con las otras.

3)  El desarrollo de esa cosa [o fenómeno], su propio movimiento, su propia vida.

4)  Las tendencias (y los aspectos) internas contradictorias en esa cosa.

5)  La cosa (fenómeno, etc.) como suma y unidad de los contrarios.

6)  La lucha, el despliegue de esos contrarios, tendencias contradictorias, etc.

7)  La unión del análisis y la síntesis: [el análisis] de las partes separadas y la totalidad, la suma de dichas partes.

8)  Las relaciones de cada cosa (fenómeno, etc.) no sólo son múltiples, sino generales, universales. Cada cosa (fenómeno, proceso, etc.) está vinculada con todas las demás.

9)  No sólo la unidad de los contrarios, sino la transición de CADA determinación, cualidad, rasgo, aspecto, propiedad, a cada uno de los otros (¿a su contrario?).

10)  El infinito proceso del descubrimiento de nuevos aspectos, relaciones, etc.

11)  El infinito proceso de profundización del conocimiento por el hombre de la cosa, de los fenómenos, los procesos, etc., del fenómeno a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda.

12)  De la coexistencia a la causalidad y de una forma de conexión y de interdependencia a otra forma más profunda, más general.

13)  La repetición, en una etapa superior, de ciertos rasgos, propiedades, etc., de lo inferior y

14)  El aparente retorno a lo antiguo (negación de la negación).

15)  La lucha del contenido con la forma, y a la inversa. El rechazo de la forma, la transformación del contenido.

16)  La transición de la cantidad a la calidad y viceversa (15 y 16 son ejemplos de 9)”[53].

Quienes encuentren demasiado sentenciosas estas 16 “sutilezas filosóficas” encontrarán ejemplos prácticos de su aplicación concreta a lo largo de los escritos políticos de Lenin. “La dialéctica”, escribió, “puede ser definida como la doctrina de la unidad de los contrarios. Esto encarna la esencia de la dialéctica, pero requiere explicaciones y desarrollo”[54]. Esa explicación y ese desarrollo —la dialéctica materialista en acción— pueden verse de la manera más concreta en la construcción del Partido Bolchevique, la realización de la Revolución de Octubre, la conducción del estado soviético e incluso la campaña contra la burocracia que Lenin libró desde su lecho de enfermo hasta que la muerte lo silenció. Quienes estudien el enfoque de Lenin a los problemas que fue enfrentando en el curso de tres décadas de actividad política estarán estudiando la aplicación maestra del método dialéctico en el “análisis concreto de condiciones concretas”.

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Este artículo apenas ha tocado el borde de la obra creativa de Lenin como filósofo marxista. Otros campos de gran interés y actualidad, como sus opiniones sobre la objetividad y la toma de partido y su teoría sobre las formaciones socioeconómicas, tuvieron que ser omitidos, ya que ésta es principalmente una polémica y no un artículo expositivo. A su vez, sólo se discutió una muy pequeña parte de “Humanismo socialista”: apenas un par de páginas de las 38 que lo componen. En las 36 restantes hay muchas cosas sugerentes (y muchas excelentes). Pero el pasaje comentado aquí plantea cuestiones fundamentales para el marxismo, y “una cucharada de alquitrán arruina un barril de miel”. O, como señaló alguien alguna vez, “dejar el error sin refutación equivale a estimular la inmoralidad intelectual”.

Notas

1. The New Reasoner, Vol. 1, No. 1, verano de 1957. Regresar

2. Materialismo y empiriocriticismo (Obras completas, Tomo XIV, Akal Editor-Ediciones de Cultura Popular, México, D.F.: s/f, p. 81). Regresar

3. Ver, por ejemplo, El capital, Dialéctica de la naturaleza, Anti-Dühring. Regresar

4. Sin embargo, la “excepcionalidad” del pensamiento humano no debe exagerarse. En sus niveles de abstracción más elementales, éste no difiere del proceso mental de los animales superiores más que en grado. Regresar

5. Lenin, Cuadernos filosóficos, en Obras completas, Tomo XLII, p. 146. Regresar

6. Aquí Thompson —aunque quizá sin saberlo— no está diciendo nada nuevo. Hace dos años, en su libro Les aventures de la dialectique, M. Merleau-Ponty, profesor del Collège de France, se anticipó a su ataque contra la teoría marxista-leninista del reflejo, a la que llamó “un retorno al realismo ingenuo”. Regresar

7. Cuadernos filosóficos, p. 185. Regresar

8. Ibíd, p. 210. Regresar

9. Ibíd, p. 342. Regresar

10. Ibíd, p. 174. Regresar

11. Ibíd, p. 200. Me parece que ésta y las decenas de citas similares que se pueden extraer de los Cuadernos filosóficos se hacen cargo de la segunda “falacia” que encuentra Thompson: “la repetida declaración, expresada emotivamente, de que la realidad material es lo ‘primario’ y ‘la conciencia, el pensamiento y las sensaciones’ son lo ‘secundario’, lo ‘derivado’”. Thompson comenta: “Esto es cierto en parte; pero debemos prevenirnos contra la emotiva nota callada de que por lo tanto el pensamiento es menos importante que la realidad material”. Estas son palabras de alguien que es “en parte” materialista. La declaración de que la conciencia es secundaria y derivada no implica nada respecto a su importancia; habla sólo de su origen. Regresar

12. Aquí también, Thompson sigue los pasos de…M. Merleau-Ponty, que caricaturiza el materialismo histórico al hablar de “determinismo económico”, de “deducir la totalidad de la cultura a partir de la economía”, de las supuestas exigencias de los marxistas de que la historia de la cultura debe siempre y estrictamente correr “paralela a la historia política” y de que el arte se juzgue por “criterios políticos inmediatos” y por la “conformidad política del autor”. Regresar

13. Lo anterior a pesar de que “la interacción entre el medio ambiente social y la acción consciente…era central en su pensamiento” y aunque el propio Marx consideraba “el pasar por alto la acción” como “la debilidad del materialismo mecánico”. Thompson no intenta siquiera explicar esta evidente paradoja. Regresar

14. K. Marx, Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política, Obras escogidas (en 3 tomos), T. I, p. 518. Regresar

15. Ibíd., p. 518. Cf. El capital, T. I, La ideología alemana, T.B. Bottomore y Maximilien Rubel, Karl Marx: Selected Writings in Sociology and Social Philosophy (1956), p. 77; Marx y Engels, Correspondencia; Marx y Engels, Obras escogidas, T. II, etc., etc. Regresar

16. Engels, carta a Mehring, 14 de julio de 1893, en Marx y Engels, Obras escogidas, T. III, p. 523. Cf. también p. 515: “El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones”. Regresar

17. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858 (México: Siglo XXI, 1971), p. 31. Regresar

18. “León Tolstoi, espejo de la revolución rusa”, Obras completas, T. XV, pp. 212-216. Regresar

19. Engels, carta a Mehring, Obras escogidas, T. III, p. 524. Regresar

20. G. Lukács, Estudios sobre el realismo europeo. Regresar

21. Cf. Marx y Engels, La ideología alemana. Regresar

22. Lenin, ¿Qué hacer? en Obras completas, T. V, p. 376. Regresar

23. Materialismo y empiriocriticismo, Obras completas, T. XIV, p. 179. Regresar

24. Ibíd., pp. 313-314. Regresar

25. Cuadernos filosóficos, p. 210. Regresar

26. Anti-Dühring (México: Ed. Grijalbo, 1968), p. 104. Regresar

27. Cuadernos filosóficos, p. 147. Regresar

28. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana en Marx y Engels, Obras escogidas, T. III, p. 385. Regresar

29. Lenin, “Carlos Marx (Breve esbozo biográfico con una exposición del marxismo)” en Obras completas, T. XXII, pp. 149-150. Regresar

30. “Cuando el proletariado anuncia la disolución del orden social actual, no hace sino enunciar el secreto de su propia existencia, pues él constituye por sí mismo la disolución efectiva de ese orden social”; Marx, “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, publicada en México como Filosofía de la revolución (Ed. Dialéctica, s/f, p. 65). Cf. también Marx, Miseria de la filosofía (México: FCE, 1988), p. 98: “A medida que avanza la historia y con ello va perfilándose más claramente la lucha del proletariado, [los comunistas] ya no tienen que extraer la ciencia de sus cabezas; les bastará con tomar conciencia de lo que ocurre ante sus ojos y convertirse en órganos de ello”. Regresar

31. Materialismo y empiriocriticismo, p. 314. Regresar

32. Ibíd., p. 180. Regresar

33. Anti-Dühring, p. 280. Regresar

34. Materialismo y empiriocriticismo, pp. 232-233. Regresar

35. Tras la muerte de Stalin ocurrió una especie de “rehabilitación” de las categorías dialécticas en la obra filosófica soviética. Ver, por ejemplo, G. Gak, “The Categories of Materialist Dialectics” [Las categorías de la dialéctica materialista], Kommunist, 1954, No. 13, traducido al francés en Recherches Soviétiques [Investigaciones Soviéticas] No. 1, pp. 35-57, 1956. Regresar

36. Estas tres fallas no agotan todas las que se encuentran en la sección sobre la dialéctica. Por ejemplo, los cuatro llamados “rasgos principales del método dialéctico marxista” se presentan esquemáticamente, como si su importancia metodológica fuera la misma, y la cuestión del salto cualitativo se plantea de manera burda y confusa. Por quince años este folleto le ha dado a millones de personas su primera explicación de la filosofía marxista —y a menudo la única—, lo cual es una verdadera lástima. La dialéctica materialista es mucho más dialéctica de lo que la hace parecer el refrito que hizo Stalin a partir de artículos de periódico de 1906. Regresar

37. Cuadernos filosóficos, p. 106. Regresar

38. Ibíd., p. 107. Regresar

39. Ibíd., pp. 327-328. Regresar

40. Ibíd., p. 327. Regresar

41. Ibíd., p. 93. Regresar

42. Ibíd., p. 329. Regresar

43. Ibíd., p. 129. Un “momento” es un factor activo y determinante de todo proceso. Regresar

44. Ibíd., p. 126. Regresar

45. “Carlos Marx”, p. 147. Regresar

46. Cuadernos filosóficos, p. 104. “La palabra Aufheben [eliminar] tiene en el idioma [alemán] un doble sentido: significa tanto la idea de conservar, mantener, como, al mismo tiempo, la de hacer cesar, poner fin”. —Hegel, Ciencia de la lógica (Buenos Aires: Ediciones Solar, 1968), p. 50. Regresar

47. Cuadernos filosóficos, p. 214. Regresar

48. Ibíd., p. 97. Regresar

49. Hegel, op.cit., pp. 488-489. Regresar

50. Cuadernos filosóficos, p. 219. Regresar

51. Ibíd., p. 210. Regresar

52. “Una vez más acerca de los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky y Bujarin”, Obras completas, T. XXXIV, p. 374. Regresar

53. Cuadernos filosóficos, pp. 209-210. Regresar

54. Ibíd., p. 210. Regresar

¡SUELTEN A ADOLFO GILLY!

¡SUELTEN A ADOLFO GILLY!

Publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 1, por la Spartacist League de los EE.UU. en octubre de 1966.

Pedimos la libertad incondicional de Adolfo Gilly y todos los presos políticos en México. Un ataque contra uno siempre se transforma en ataques contra muchos. No permitamos que el gobierno mexicano se regocije por su estilo de “democracia.” Pedimos a todos los que se interesen por el bienestar y las vidas de los revolucionarios encarcelados en México que demanden su inmediata libertad dirigiéndose a:

Embajada Mexicana
2829 N. W. 16th Street
Washington D. C.

o a las embajadas mexicanas en cualquier país.

Juez Primero de Distrito en Materi
Eduardo Ferrer McGregora Penal
Bucareli 24
México D. F. México

Génesis del pablismo

Génesis del pablismo

—de Spartacist No. 21, otoño de 1972. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No. 1.

El Socialist Workers Party (SWP) norteamericano y los pablistas europeos han andado a velocidades diferentes y siguiendo diferentes caminos hacia el revisionismo, hasta converger, en los primeros años del década 60, en difícil alianza -una “reunificación” sin principios políticos- que se ha deshecho ahora al completar el SWP la transición del centrismo pablista a un reformismo descarado. El “Secretariado Unificado” que resultó de la “reunificación” de 1963 hace equilibrios al borde de una escisión abierta; el “anti-revisionista” “Comité Internacional” se deshizo el año pasado. El colapso de los varios pretendientes que compiten por el manto de la Cuarta Internacional provee una oportunidad decisiva para el resurgimiento de una auténtica tendencia trotskista internacional. Lo que es clave para la tarea de reconstruir la Cuarta Internacional a través de un proceso de escisiones y fusiones es un entendimiento de las características y las causas del revisionismo pablista y la reacción defectuosa de los antipablistas que lucharon, poco y tarde, en un terreno nacional mientras que de hecho abandonaban el movimiento mundial.

La Segunda Guerra Mundial: EE.UU. y Francia

Antes de empezar la guerra, Trotsky y la Cuarta Internacional habían creído que la decadencia del capitalismo y el crecimiento del fascismo habían eliminado la posibilidad de existencia del reformismo y, por tanto, de ilusiones democrático-burguesas entre las masas. Sin embargo, no pudieron por menos que darse cuenta más y más de que el repudiamiento del fascismo por parte de la clase obrera y la amenaza de ocupación fascista hicieron surgir el chovinismo social y una renovada confianza en la burguesía “democrática” que permeó a las masas proletarias en toda Europa y los EE.UU. Ante tal contradicción, las fuertes presiones del nacionalismo retrogrado y las ilusiones democráticas en el seno de la clase obrera tendieron a desgarrar las secciones de la Cuarta Internacional, adoptando unas una posición sectaria, capitulando otras ante el social-patriotismo que campeaba entre las masas. El SWP adoptó durante un período corto la “política militar del proletariado”, que pedía el entrenamiento militar bajo control de los sindicatos, planteando implícitamente la idea utópica de que los obreros norteamericanos podían luchar contra el fascismo alemán sin que existiera un estado obrero en los EE.UU., a través del “control” del ejército del imperialismo estadounidense. El trotskista inglés Ted Grant fue aún más lejos, refiriéndose en uno de sus discursos a las fuerzas armadas del imperialismo británico como a “nuestro Octavo Ejército”. El IKD alemán retornó a un menchevismo descarado con la teoría de que el fascismo había trajo consigo la necesidad de “un estadio intermediario equivalente fundamentalmente a una revolución democrática” (“Tres tesis”, 19 de octubre de 1941).

El movimiento trotskista francés, fragmentado durante el curso de la guerra, constituyó el mejor ejemplo de esta contradicción. Uno de sus fragmentos subordinó la movilización de la clase obrera a los apetitos políticos del ala gaulista de la burguesía imperialista; otro grupo renunció a toda lucha en el seno de la resistencia en pro de trabajar exclusivamente al punto de producción y, sin reconocer el nivel de reformismo existente entre los obreros, trató de una manera aventurista apoderarse de las fábricas durante la “liberación” de Paris mientras las masas obreras estaban en las calles. El documento de la “Conferencia Europea” de febrero de 1944, que constituyó la base para una fusión entre dos grupos franceses para formar el Parti Communiste Internacionaliste, caracterizaba a los dos grupos de la siguiente manera:

“En vez de distinguir entre el nacionalismo de una burguesía derrotada que continua siendo una expresión de sus preocupaciones imperialistas, y el ‘nacionalismo’ de las masas que es sólo una expresión reaccionaria de su resistencia contra la explotación del poder imperialista de ocupación, la dirección del POI consideraba la lucha de su propia burguesía corno progresista…”

“el CCI… bajo el pretexto de salvaguardar intacta la herencia del marxismo-leninismo, rehusó obstinadamente a distinguir el nacionalismo de la burguesía del movimiento de resistencia de las masas.”

I. EL AISLACIONISMO DEL SWP

El trotskismo europeo y el trotskismo norteamericano respondieron inicialmente en diferentes maneras a tareas y problemas diferentes que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. El precario internacionalismo del SWP norteamericano, mantenido a través de una íntima colaboración con Trotsky durante su exilio en México, no sobrevivió el asesinato de Trotsky en 1940 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los trotskistas norteamericanos se refugiaron en un aislamiento que sólo parcialmente les había sido impuesto por la desintegración de las secciones europeas bajo las condiciones del triunfo fascista y de la ilegalidad.

En anticipación de las dificultades de coordinación internacional durante la guerra, un Comité Ejecutivo Internacional residente había sido instalado en Nueva York. Su único logro de importancia, sin embargo, parece haber sido el convocar una “Conferencia de Emergencia” de la Internacional, llevado a cabo el 17 de mayo de 1940 “en algún sitio del hemisferio occidental”, a raíz de la iniciativa de las secciones norteamericana, mexicana, y canadiense. Una conferencia parcial, a la que sólo asistieron menos que la mitad de las secciones, la “Conferencia de Emergencia” fue convocada con el propósito de tratar de las ramificaciones internacionales de la separación del grupo Shachtman de la sección estadounidense, que había resultado en la defección de la mayoría del C.E.I. [Comité Ejecutivo Internacional] residente. La reunión se solidarizó con el SWP en la lucha fraccional y reafirmó su posición de única sección estadounidense de la Cuarta Internacional. La conferencia adoptó también un “Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial” escrito por Trotsky. Después de la muerte de Trotsky, sin embargo, el C.E.I. residente desapareció.

Retrospectivamente, al menos la sección norteamericana de la Cuarta Internacional debería haber iniciado un secretariado clandestino en un país neutral en Europa, con miembros competentes del SWP y emigrados de otras secciones, para centralizar y supervisar directamente el trabajo de los trotskistas en los países ocupados por los fascistas. Pero el SWP se contentó con limitar sus actividades internacionales durante la guerra a la publicación en sus boletines internos de cartas y documentos fraccionales de los trotskistas europeos. La aprobación de la Ley Voorhis en 1941, prohibiendo a los grupos estadounidenses la afiliación con organizaciones políticas internacionales (una ley que hasta hoy día nunca ha sido puesto a prueba), dio al SWP una excusa racionalizadora para minimizar sus responsabilidades internacionales.

El trabajo del SWP durante la guerra si evidenció cierta perspectiva internacionalista. Los estibadores de puerto militantes del SWP usaron la oportunidad de los barcos provenientes de Vladivostok que llegaron a la costa oeste para distribuir clandestinamente la “Carta a los obreros rusos” de Trotsky (en ruso) a los marineros soviéticos. El SWP concentró a sus camaradas de la marina mercante en los viajes de abastecimiento a Murmansk hasta que las bajas extremadamente graves forzaron al partido a discontinuar la concentración sobre Murmansk. (Fue en respuesta a dichas actividades por lo que se ordenó al GPU iniciar la red de espionaje anti-trotskista de Soblen. Años más tarde, testigos revelaron que el teléfono de Cannon había sido interferido por el GPU, y que el director administrativo de la revista del SWP Fourth International, un tal “Michael Cort”, fue uno de los agentes del GPU). Pero el mantenimiento y la dirección de la Cuarta Internacional era parte de la responsabilidad internacionalista del SWP, y debería haber sido una prioridad tan urgente como el trabajo que el SWP llevó a cabo por su propia cuenta.

La dirección del SWP pasó por el periodo de la guerra esencialmente intacta, pero reforzada en su insularidad y teóricamente mal equipada para orientarse en la situación de postguerra. Durante los últimos años de la guerra y en el periodo de la postguerra inmediata, la SWP había obtenido algunas victorias notables al implantar sus cuadros en la industria durante el boom y al reclutar una nueva capa de militantes proletarios atraídos hacia los trotskistas a causa de su oposición a la política de social-patriotismo y de paz entre las clases del Partido Comunista.

Optimismo y ortodoxia

El SWP entró en el periodo de la postguerra con un alegre, optimismo en cuanto a los prospectos para una revolución proletaria. La convención de 1946 del SWP y su resolución, “La inminente revolución norteamericana” proyectaron la continuación indefinida de victorias por el SWP. La perspectiva aislacionista del partido se puso en evidencia en la convención. Se reconoció el carácter necesariamente internacional de las crisis y las revoluciones, pero no el carácter internacional concomitante del partido de vanguardia. En efecto, la resolución da excusas para el atraso político de la clase obrera de los EE.UU., al mismo tiempo que alaba su ánimo de lucha y presenta el silogismo siguiente: las batallas decisivas de la revolución mundial serán entabladas en los países avanzados, donde los medios de producción se hayan altamente desarrolladas, donde el proletariado es fuerte, sobre todo en los EE.UU.; por lo tanto es suficiente llevar a cabo la revolución norteamericana y el capitalismo mundial será derrotado. Un impresionismo profundo llegó al SWP al ver el mundo a través de los ojos del capitalismo norteamericano, que había salido de la guerra Incuestionablemente el poder mundial capitalista dominante.

La estabilización de la postguerra del capitalismo europeo; el surgimiento de los partidos estalinistas como los partidos obreros reformistas dominantes en Europa; la expansión del estalinismo en Europa oriental (aparentemente negando en redondo el análisis trotskista de que el estalinismo sólo puede traicionar); la destrucción del capitalismo por formaciones nacionalistas y estalinistas, basadas en los campesinos, en Yugoeslavia y China —todos estos sucesos planteaban nuevos problemas teóricos para el movimiento trotskista que el SWP, desprovisto de una capa de intelectuales de talento por la escisión del pequeñoburgués Shachtman y, poco después, desprovisto de la guía de Trotsky, no podía hacer frente. La respuesta inmediata del SWP fue el retirarse en una “ortodoxia” estéril desprovista de todo contenido real teórico, haciendo así su aislamiento aún más completo.

Los años 50 trajeron una nueva ola de luchas obreras espontáneas en Europa occidental y oriental; pero para el SWP trajeron el comienzo de la caza de brujas de la “guerra fría”: los juicios a causa de la Ley Smith de miembros y antiguos miembros del Partido Comunista; el amortiguamiento de todo aspecto de vida social intelectual; la purga implacable de “rojos” conocidos y militantes del movimiento sindical, cortando la conexión del SWP con el movimiento obrero que había llevado años en construir; el abandono de una capa completa de trabajadores reclutados al SWP durante la última parte de los años 40. La presión objetiva para convertirse en una mera sección de aplauso para los sucesos europeos y coloniales era fuerte, pero el SWP se apegó a su compromiso verbal ortodoxo de llevar a cabo la revolución norteamericana.

II. LA DISOLUCIÓN DE CONTINUIDAD EN EUROPA

La vulnerabilidad del movimiento trotskista europeo ante el revisionismo giraba eh torno a las debilidades históricas de las organizaciones europeas combinadas con la total destrucción de su continuidad con un periodo previo. Cuando en 1934 Trotsky emprendió la lucha para fundar la Cuarta Internacional, a la clase obrera europea -enfrentada a la decisiva elección entre socialismo o barbarismo- le faltaba una dirección comunista. La tarea frente a los miembros de la Cuarta Internacional estaba clara: movilizar a la clase contra la amenaza del fascismo y de la guerra, amasar los cuadros para el partido revolucionario mundial que defendería él internacionalismo proletario frente a la marcha hacia una Guerra imperialista y la capitulación social-chovinista de la Segunda y la Tercera Internacionales. Pero Trotsky se había dado cuenta de la inmensa dificultad para la vanguardia consciente de marchar adelante en un período de derrota total para la clase y de “la terrible desproporción entre las tareas y los medios” (“Luchando contra la corriente”, abril de 1939). La debilidad del movimiento europeo, fue ejemplificada por la sección francesa, que fue criticada repetidamente por Trotsky y cuya desviación “obrerista” pequeñoburguesa y diletantismo fueron tema de una resolución especial en la conferencia, fundadora de la Cuarta, Internacional en 1938.

La Cuarta Internacional se aparejó para su lucha decisiva contra el fascismo y la guerra – y perdió. Durante el curso de la guerra y las ocupaciones nazis los meros rudimentos de la coordinación internacional, y hasta nacional, fueron destruidos. La Internacional se desintegró en pequeños grupos de militantes que perseguían políticas improvisadas: algunos oportunistas, otros heroicos. Los 65 camaradas franceses y alemanes que fueron fusilados por la Gestapo en julio de 1943 a causa de su fraternización revolucionaria derrotista y la construcción de una célula trotskista en las fuerzas armadas alemanas son un monumento al valor internacional de un movimiento revolucionario débil en lucha contra dificultades insuperables.

Cuadros trotskistas decimados

En agosto de 1943 se intentó el restablecimiento de los, rudimentos de una organización en Europa. El Secretariado Europeo establecido en esta reunión en Bélgica incluyó exactamente un solo miembro superviviente de la dirección de antes de la guerra, y mayormente por la inexistencia de cuadros experimentados fue por lo que surgió a la cabeza de la Internacional Michel Pablo (Raptis), un habilidoso organizador clandestino no precisamente conocido por su habilidad como líder o teórico político. Cuando en junio de 1945 se reunió el Comité Ejecutivo Europeo para preparar la reunión de un congreso mundial, los cuadros dirigentes experimentados y los más prometedores de los jóvenes trotskistas (A. Leon, L. Lesoil, W. Held) habían sido matados por los nazis o la GPU. Se había roto la continuidad del trotskismo en Europa. Este trágico proceso se duplicó en otros sitios con el encarcelamiento y la ejecución eventual de Ta Thu Tau y de los trotskistas vietnamitas, la extinción virtual de los trotskistas chinos y la liquidación de los restantes trotskistas rusos (incluyendo, además de Trotsky, Ignace Reiss, Rudolph Klement, y León Sedov). Los europeos estaban aparentemente tan hambrientos de cuadros dirigentes con experiencia que Pierre Frank (miembro dirigente del grupo Molinier que Trotsky denunció como “centristas desmoralizados” en 1935, y a los que expulsó en 1938 por rehusar romper con la socialdemocracia francesa después de “la vuelta francesa”) pudo tomar la dirección de la sección francesa en la postguerra.

En esta coyuntura crucial la intervención y la dirección de un partido trotskista norteamericano, verdaderamente internacionalista podría haber constituido una gran diferencia. Pero el SWP, que debería haber asumido la dirección en la Internacional a todo lo largo de los años de la guerra, estaba hundido en sus propias preocupaciones nacionales. Cannon hizo notar más tarde que la dirección del SWP había deliberadamente reforzado la autoridad de Pablo, llegando, “hasta minimizar una gran parte de nuestras diferencias” (junio de 1953). La responsabilidad urgente del SWP, que cualesquiera que fueron sus deficiencias era la organización trotskista más fuerte y experimentada, era precisamente hacer lo opuesto.

III. REINSERCIÓN DE LA ORTODOXIA

La tarea inmediata frente a los trotskistas después de la guerra era el reorientar a sus cuadros y reevaluar la situación de la vanguardia y de la clase a la luz de las proyecciones previas. Las esperanzas de los trotskistas de regímenes capitalistas tambaleando en Europa occidental y de la renovación de la lucha de clase violenta en toda Europa, especialmente en Alemania donde el colapso del poder estatal nazi dejó un vacío, habían sido confirmadas. Sin embargo, los reformistas, particularmente los partidos estalinistas, se reforzaron en sus intenciones de contener la agitación espontánea de los obreros. El control de la clase obrera francesa por la CGT pasó de la social democracia (SFIO), que había controlado a la CGT antes de la guerra, a los estalinistas franceses. Así, a pesar del espíritu manifiestamente revolucionaria de la clase obrera europea y las grandes olas de huelgas generales, especialmente en Francia, Bélgica, Grecia e Italia, a todo lo largo de Europa occidental el proletariado no tomó el poder y el aparato estalinista surgió con renovada fuerza y solidez.

La Cuarta Internacional respondió retrocediendo a una ortodoxia estéril y a una negación empecinada a creer que estas luchas habían sido derrotadas para el período inmediato:

“Bajo estas condiciones, derrotas parciales… períodos de retirada temporales… no desmoralizan al proletariado…. La repetida demostración por parte de la burguesía de su inhabilidad para reestabilizar una economía y un régimen político de la más mínima estabilidad ofrece a los obreros nuevas oportunidades de avanzar hacia aún más altos estadías de lucha.”

“El aumento en las filas de las organizaciones tradicionales en Europa, por encima de todos los partidos estalinistas… ha alcanzado su máximo en casi todas partes. La fase de declive ha empezada.”

—Comité Ejecutivo Europeo, abril de 1946

Los críticos oportunistas de derechas en el movimiento trotskista (el IKD alemán, la facción del SWP de Goldman-Morrow) estaban en lo cierto al resaltar el optimismo exagerado de tal análisis y al indicar que las direcciones reformistas tradicionales de la clase obrera son siempre los primeros herederos de una renovación en la combatividad y la lucha. Su “solución” sin embargo, fue el preconizar la limitación del programa trotskista a demandas democrático-burguesas, y tales medidas como el apoyo crítico a la constitución francesa burguesa de la postguerra. Su consejo de llevar a cabo una política de entrada en los partidos reformistas europeos fue rechazada de antemano por la mayoría, que esperaba que los obreros se agrupasen más o menos espontáneamente bajo la bandera trotskista. Esta actitud preparó el camino para una brusca vuelta atrás en la cuestión del entrismo cuando la posición implícita de ignorar la influencia de los reformistas no pudo ser mantenido por más tiempo.

La perspectiva de la Cuarta Internacional en la postguerra inmediata fue resumida por Ernest Germain (Mandel) en un artículo titulado “La primera fase de la revolución europea” (Fourth International, agosto de 1946). El título implicó ya el enfoque: “La revolución” estaba implícitamente redefinida como un proceso metafísico durando continuamente y progresando inevitablemente hacia la victoria, en vez de una confrontación brusca y necesariamente limitada en el tiempo sobre la cuestión del poder estatal, y cuyo resultado dará forma a todo el período siguiente.

Estalinofobia

La capitulación subsiguiente, pablista, hacia el estalinismo fue preparada por la exageración impresionista de su opuesto: estalinofobia. En noviembre de 1947 el Secretariado Internacional de Pablo escribió que la Unión Soviética se había vuelto:

“un estado obrero degenerado hasta el punto en que todas las manifestaciones progresistas de lo que queda de las conquistas de Octubre están más y más neutralizadas por los desastrosos efectos de la dictadura estalinista. “

“Lo que queda de las conquistas de Octubre está perdiendo más y más su valor histórico como una premisa para el desarrollo socialista.”

“… De las fuerzas de ocupación rusas o de los gobiernos pro-estalinistas, que son completamente reaccionarias, no pedimos la expropiación de la burguesía….”

En el seno del SWP, circulaba el rumor de que Cannon estaba flirteando con la caracterización de que la Unión Soviética se había vuelto un estado obrero totalmente degenerado, o sea, un régimen de “capitalismo de estado” – una posición que fue abrazada en breve por Natalia Trotsky.

Sobre la cuestión de la expansión estalinista en Europa oriental, la Cuarta Internacional estaba unida en una ortodoxia simplista. Una discusión extensa de “El Kremlin en Europa oriental” (Fourth International, noviembre de 1946), por E. R. Frank (Bert Cochran) fue agudo en su tono anti-estalinista y tendió hacia una visión de que los países ocupados por el Ejército Rojo iban a ser mantenidos deliberadamente como estados capitalistas. Una polémica contra Shachtman por Germain fechada el 15 de noviembre de 1946 fue aún más categórica: se desecha simplemente como “absurda” la teoría de “la instalación de un estado obrero degenerado en un país sin una revolución proletaria previa”. Y Germain pregunta retóricamente “¿Piensa [Shachtman] realmente que la burocracia estalinista ha conseguido derrotar al capitalismo eh la mitad de nuestro continente?” (Fourth International, febrero de 1947).

El método seguido aquí es el mismo que el que siguió más cínicamente el “Comité Internacional” en años más tarde sobre la cuestión de Cuba (¿Perplejos? ¡Entonces negar la realidad!) con la diferencia de que el carácter de clase de Europa occidental, con instituciones económicas capitalistas, pero con el poder estatal en las manos del ejército de ocupación de un estado obrero degenerado, era mucho más difícil de entender. Los empiricistas y los renegados, por supuesto, no tuvieron ninguna dificultad en caracterizar los estados de Europa oriental:

“Todo el mundo sabe que en los países donde los estalinistas han tomado el poder han procedido, a una u otra velocidad, a establecer exactamente el mismo régimen económico, político y social que existe en Rusia. Todo el mundo sabe que la burguesía ha sido o está siendo rápidamente expropiada, desprovisto de todo su poder económico, y en muchos casos, desprovisto de su existencia mortal… Todo el mundo sabe que los restos que quedan del capitalismo en esos países no serán ni siquiera restos mañana, que la tendencia en su totalidad es a establecer un sistema social idéntico al de la Rusia estalinista.”

—Max Shachtman, “El congreso de la Cuarta Internacional”, New International, octubre de 1948

Por muy penoso que este ridículo ha sido para ellos, sin embargo, los trotskistas ortodoxos estaban atrapados por su análisis porque no podían construir una teoría para explicar la transformación de Europa oriental sin abrazar conclusiones no revolucionarias.

Germain, como le era típica en esos años, al menos planteaba el dilema teórico claramente: ¿es correcto el entendimiento trotskista del estalinismo si el estalinismo se muestra capaz de querer en algunos casos llevar a cabo cualquier suerte de transformación social anticapitalista? Aferrados a la ortodoxia, los trotskistas hablan perdido una comprensión real de la teoría y suprimido una parte del entendimiento dialéctico de Trotsky del estalinismo como una casta parasita y contrarrevolucionaria asentada sobre las ganancias de la Revolución de Octubre, una especie de intermediario traicionero colocado entre el proletariado ruso victorioso y el imperialismo mundial. Habiendo así reducido el materialismo dialéctico a un dogma estático, su desorientación fue completa cuando fue necesario responder la pregunta de Germain de manera afirmativa, y así se preparó el camino para el revisionismo pablista de ocupar el vacío teórico.

La Cuarta Internacional flirtea con Tito

Virtualmente sin excepción la Cuarta Internacional fue desorientada por la revolución yugoeslava. Después de unos 20 años de monolitismo estalinista, los trotskistas estaban quizás poco dispuestos a sondear muy a fondo el partido yugoeslavo antiestalin. Los titoistas yugoeslavos fueron descritos como “camaradas” y “centristas de izquierda”, y Yugoeslavia como “un estado obrero establecido por una revolución proletaria”. En una de varias “cartas abiertas” a Tito, el SWP escribió: “La confianza de las masas en él [‘vuestro partido’] crecerá inmensamente y se volverá la expresión colectiva efectiva de los intereses y los deseos del proletariado de vuestro país.” La revolución yugoeslava planteaba un nuevo problema (más tarde recapitulado por los sucesos chino, cubano, y vietnamita): a diferencia de Europa oriental, donde las transformaciones sociales fueron llevadas a cabo por el ejército de un estado obrero degenerado, la revolución yugoeslava fue claramente una revolución social indígena que, sin la intervención de la clase obrera o la dirección de un partido trotskista, logró establecer un estado obrero (deformado). La Cuarta Internacional evitó el problema teórico llamando a la revolución “proletaria” y a los titoistas “centristas de izquierda”. (El SWP evitó la cuestión de China al rehusar una caracterización sin ambigüedades del régimen maoísta como un estado obrero deformado hasta 1955. Aún en 1954 dos artículos por la tendencia de Phillips, que caracterizaban a China como un capitalismo del estado, fueron publicados en la Fourth Internacionaldel SWP).

Nuevamente se mantiene la ortodoxia pero desprovista de su contenido. El impulso, que había sido resistido hasta que Pablo le dio una expresión consistente, era de que la capacidad de fuerzas no proletarias, no trotskistas a lograr cualquier forma de cambio social robó a la Cuarta Internacional su razón de existir. La distinción cualitativa crucial entre un estado obrero y un estado obrero deformado — grabada con sangre en la necesidad de unarevolución política de abrir la vía al desarrolló socialista y a la extensión de la revolución en el extranjero — habla sido perdida.

IV. EL PABLISMO TRIUNFA

Los cuadros de la Cuarta Internacional de la postguerra, débiles numéricamente, aislados socialmente, teóricamente desarmados y sin experiencia, fueron una presa fácil para la desorientación y la impaciencia en una situación de repetida agitación prerrevolucionaria, cuyo curso no podían influenciar. Empezando al principio de 1951 un nuevo revisionismo, el pablismo, comenzó a hacerse valer, respondiendo a la situación objetiva frustrante al plantear un escape artificial del aislamiento de la Cuarta Internacional del grueso del movimiento de la clase obrera. El pablismo fue la generalización de este impulso en un cuerpo teórico revisionista que ofrecía respuestas impresionistas que eran más consistentes que la ortodoxia unilateral de la Cuarta Internacional en la postguerra inmediata.

Es crucial el no igualar simplemente la debilidad organizacional, la falta de profundas raíces en el proletariado y la incapacidad teórica y desorientación que fueron las precondiciones para la degeneración revisionista de la Cuarta Internacional, con la consolidación y la victoria de este revisionismo. A pesar de graves errores políticos, la Cuarta Internacional en el periodo de la postguerra inmediata era todavía revolucionaria. El SWP y la Internacional se aferraban a una ortodoxia estéril como a un talismán para escudarse de conclusiones no revolucionarias sobre los sucesos mundiales que ya no podían entender. La historia ha demostrado que en momentos cruciales los marxistas revolucionarios han sido capaces de superar una teoría inadecuada: Lenin, antes de abril de 1917, no estaba equipado teóricamente para proyectar una revolución proletaria en un país atrasado como Rusia; Trotsky hasta 1933 había igualado el Termidor ruso con el regreso al capitalismo. El pablismo era algo más que una teoría simétrica falsa, más que simplemente una exagerada reacción impresionista contra la ortodoxia; era una justificación teórica para un impulso no revolucionario basado en un abandono de la perspectiva para la construcción de una vanguardia proletaria en los países avanzados o coloniales.

En enero de 1951 Pablo se aventuró en el reino de la teoría con un documento llamado “¿Adónde vamos?” A pesar de párrafos completos de confusas tonterías y de ampulosidades virtualmente sin sentido, la estructura revisionista en su totalidad aparece claramente:

“La relación de fuerzas en el damero internacional está evolucionando ahora: en desventaja para el imperialismo.”

“Una época de transición entre el capitalismo y el socialismo, una época que ha empezado ya y está bastante avanzada… Esta transformación probablemente requerirá un período completo de varios siglos y mientras tanto será llenada con formas y regímenes transicionales entre el capitalismo y el socialismo y necesariamente se desviarán de formas y normas ‘puras’.”

“El proceso objetivo es, en el análisis final, el único factor determinante, sobrepasando todos los obstáculos de un orden subjetivo.”

“Los partidos comunistas conservan la posibilidad en ciertas circunstancias de delinear burdamente una orientación revolucionaria.”

La elevación de Pablo del “proceso objetivo” hacia “el único factor determinante”, reduciendo el factor subjetivo (la conciencia y la organización del partido de vanguardia) a la categoría de trivial, la discusión de “varios siglos” de “transición” (más tarde caracterizado por los oponentes de Pablo como “siglos de estados obreros deformados”), y la sugerencia de que la dirección revolucionaria podía ser dada por los partidos estalinistas en vez de por la Cuarta Internacional — estamos en presencia de la estructura analítica completa del revisionismo pablista.

En otro documento, “La guerra que viene”, Pablo propuso su política de “entrismo sui generis” (entrismo de estilo propio):

“Para integrarnos en el movimiento de masas real, para trabajar y permanecer en los sindicatos de masas por ejemplo, ‘artimañas’ y ‘capitulaciones’ no son solamente aceptables sino necesarios.”

En esencia, los trotskistas debían abandonar la perspectiva de un entrismo a corto plazo cuyo propósito había sido siempre el de escisionar  las organizaciones obreras, basándose en un programa sólido, como una táctica para construir un partido trotskista. La nueva política entrista provenía directamente del análisis de Pablo. Dado que la afirmación de un cambio en la relación de fuerzas mundiales a favor del avance de la revolución impulsaría a los partidos estalinistas a jugar un papel revolucionario, era lógico que los trotskistas fueran una parte de esos partidos, siguiendo una política que consistiría esencialmente en poner presión sobre el aparato estalinista.

Todo esto debería haber hecho explotar una bomba en las cabezas de los cuadros trotskistas internacionales. ¡Pablo era después de todo la cabeza del Secretariado Internacional, el cuerpo político residente de la Cuarta Internacional! Pero hay poca evidencia siquiera de alarma, de no hablar de la formación de la requerida facción internacional anti-revisionista. Un largo documento por Ernest Germain (“Diez tesis”), y quizás un cierto rumor subterráneo, forzó a Pablo a presentar un intento de ortodoxia sobre la cuestión del “período transicional” pero no se hizo ninguna otra observación literaria del asalto más descarado de Pablo contra el programa del trotskismo.

Germain resiste

En marzo de 1951 Germain publicó sus “Diez tesis”, que era un ataque velado contra “¿Adónde vamos?” pero no atacó a Pablo ni al documento nombrándolos. Germain volvió a establecer el uso marxista del “período transicional” como el periodo entre la victoria de la revolución (la dictadura del proletariado) y el logro del socialismo (la sociedad sin clases). Sin referirse explícitamente a la posición de Pablo, escribió:

“Lo mismo que la burguesía, [el estalinismo] no sobrevivirá a una guerra que será transformada en un surgimiento mundial de la revolución.”

Germain insistió en el carácter contradictorio bonapartista del estalinismo, basado en formas de propiedad proletarias mientras que salvaguarda la posición privilegiada de la burocracia en contra de los obreros. Recalcó que la doble naturaleza de los partidos comunistas de masas fuera de la URSS venía determinada por su base proletaria por un lado, y su peditación a las burocracias estalinistas en poder por otro.

Germain intentó presentar la respuesta ortodoxa al impulso pablista de que la destrucción del capitalismo en Europa oriental, China, y Yugoeslavia sin una dirección trotskista hacía superflua a la Cuarta Internacional. De nuevo, no se refirió a las posiciones que estaba atacando; uno podría pensar que las “Diez tesis” caían simplemente del cielo como un ejercicio teórico interesante, en vez de ser una respuesta al surgimiento de una corriente revisionista, completamente opuesta a la línea de Germain. Al insistir en que un nuevo levantamiento revolucionario mundial no estabilizaría al estalinismo sino que por el contrario sería un peligro mortal para él, escribió:

“Es precisamente porque la nueva ola revolucionaria contiene en embrión la destrucción de los partidos estalinistas como tales por lo que deberíamos estar hoy mucho más cerca de los obreros comunistas. Esta es solamente una fase de nuestra tarea fundamental: construir nuevos partidos revolucionarios….“ [Nuestro subrayado]

“El ‘estar más cerca de los obreros estalinistas’ significa entonces al mismo tiempo el afirmar más que nunca nuestro propio programa y nuestra propia política trotskista.“

Las “Diez tesis” mostraron que todas las ramas del movimiento trotskista eran incapaces todavía de entender realmente la naturaleza de las transformaciones sociales que habían ocurrido en Europa oriental (aunque el análisis de la mayoría del RCP británico de Haston/Grant, tomado prestado por el grupo de Los Angeles del SWP de Vern-Ryan, consiguió el principio -pero solo el principio- de la sabiduría al reconocer que en el período de la postguerra inmediata un examen de las formas de propiedad nativas no sería ni mucho menos suficiente ya que el poder estatal en Europa oriental era un ejército de ocupación extranjero, el Ejército Rojo). En 1951 Germain consideraba todavía el proceso de “asimilación estructural” incompleto (!) y predecía la asimilación de los ejércitos de los estados de Europa oriental al ejército soviético – o sea, que Europa oriental sería simplemente incorporada a la Unión Soviética. Germain sí reconoció que la transformación de Europa oriental destruía el capitalismo pero contenía en ello, aún victoriosa, un obstáculo burocrático decisivo al desarrollo socialista; recalcó que la expansión del modo de producción no capitalista de la URSS “es infinitamente menos importante que la destrucción del movimiento obrero vivo que le ha precedido.“

No se había reconocido un obstáculo inmanente tal con respeto a China y especialmente, Yugoeslavia. Los trotskistas eran incapaces de desasociar el fenómeno del estalinismo de la persona de Stalin; la ruptura de Tito con el Kremlin oscureció cualquier reconocimiento de que Yugoeslavia perseguiría necesariamente una política doméstica y diplomática cualitativamente idéntica para salvaguardar los intereses de su propio régimen nacional burocrático en contra de la clase obrera. Germain, no queriendo admitir que fuerzas estalinistas a la cabeza de masas campesinas pudieran nunca consumar una revolución anticapitalista, llamó a los sucesos en Yugoeslavia y China en sus “Diez tesis” revoluciones proletarias y también propuso que “bajo tales condiciones estos partidos dejan de ser partidos estalinistas en el sentido clásico de la palabra.“

Mientras que Pablo interpretaba estos sucesos como un modelo revolucionario nuevo que hacía invalidas “las formas y normas ‘puras’“ (o sea, la Revolución Rusa), Germain -nuevamente sin referirse a Pablo- recalcó que eran el resultado de circunstancias excepcionales que, en cualquier caso, no se podían aplicar a países industriales avanzados. Contraponía “el frente unido de hecho que existe hoy entre las revoluciones coloniales en Asia y la burocracia soviética, que tiene su origen objetivo en que ambas están amenazadas por el imperialismo…“ con las posibilidades para Europa. Estaba de acuerdo en la predicción de que una tercera guerra mundial inminente entre “el frente unido imperialista por un lado y la URSS, los países buffer y las revoluciones coloniales por el otro” pero en vez de alabarla, la llamaba una guerra contrarrevolucionaria.

El nudo del argumento de Germain era:

“Lo que importa sobre todo en el presente período es dar al proletariado una dirección internacional capaz de coordinar sus fuerzas y de proceder a la victoria mundial del comunismo. La burocracia estalinista, forzada a volverse con una furia ciega contra la primera revolución proletaria victoriosa fuera de la URSS [¡Yugoeslavia!], es incapaz socialmente de llevar a cabo una tarea tal. Aquí yace la misión histórica de nuestro movimiento… reside en la incapacidad del estalinismo de derrotar el capitalismo mundial, una incapacidad enraizada en la naturaleza social de la burocracia soviética.”

Con la ventaja de la visión a posteriori y la experiencia de los pasados 20 años — la naturaleza contrarrevolucionario del estalinismo reafirmado clarísimamente en Hungría en 1956; la Revolución Cubana de 1960 en la cual un nacionalismo pequeñoburgués a la cabeza de guerrilleros campesinos desraizó el capitalismo tan sólo para unirse al aparato estalinista interna e internacionalmente; las políticas consistentemente nacionalistas y estalinistas del PC chino en poder — es fácil reconocer que las “Diez tesis” están equivocadas en sus análisis y predicciones. Lo que es mucho más importante, sin embargo, es el tono no fraccional consistente y deliberado del documento que presagia la negación de Germain de ponerse en el campo anti-pablista. Empeñado en no luchar por una línea correcta en la Cuarta Internacional, la defensa teórica de Germain de la necesidad del trotskismo quería decir muy poco. Esto era simplemente pablismo de segunda mano, la negación del factor subjetivo en el proceso revolucionario.

Tercer Congreso Mundial

El Tercer Congreso Mundial de la Cuarta Internacional tuvo lugar en agosto-septiembre de 1951. El principal informe político intentó distinguir entre los Partidos Comunistas y los partidos “reformistas” sobre la base que solamente las primeras eran contradictorias, y proyectaba que bajo la presión de un fuerte auge del movimiento de masas los PC podrían volverse partidos revolucionarios. La naturaleza oportunista de la versión de Pablo de una táctica de entrismo se reveló claramente por el rechazo del entrismo de principios, cuya finalidad es de polarizar y escisionar: “Las posibilidades de divisiones importantes en los PC… son remplazadas por un movimiento hacia la izquierda en el seno de los PC, entre sus filas.” No se reconoció ninguna deformación decisiva en los estados obreros de Europa oriental y China; así implícitamente el Congreso planteaba solo una diferencia cuantitativa entre la Unión Soviética de Lenin y los estados obreros degenerados y deformados. El informe proyectaba la posibilidad de que Tito pudiera “encabezar un reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias independiente del capitalismo y del Kremlin… que jugaría un papel importante en la formación de una nueva dirección revolucionaria.” No se mencionaba para nada la perspectiva de la revolución permanente para los países coloniales. La comisión austriaca elaboró sobre la aplicación de la política de Pablo de “entrismo sui generis”:

“La actividad de nuestros miembros en el PS será gobernada por las siguientes directivas: A. No ofrecerse como trotskistas con nuestro programa total. B. No presentar cuestiones programáticas y de principios…. “

Ni la mayor cantidad posible de ortodoxia verbal en las resoluciones podría haber oscurecido durante más tiempo la vista de aquellos que querían ver.

El Parti Communiste Internationaliste de Francia sometió las “Diez tesis” de Germain a voto: (después de que Germain mismo había aparentemente decidido no hacerlo) y propuso enmiendas al documento principal. No se votó las “Diez tesis” o las enmiendas francesas. El PCI votó en contra de la adopción de la línea general del documento principal; fue la única sección que lo hizo.

En los meses que siguieron, la línea pablista fue elaborada en la manera revelada ya antes y durante el Tercer Congreso Mundial:

“Estamos entrando [los partidos estalinistas] para quedarnos en ellos durante mucho tiempo contando con la grande posibilidad de ver a estos partidos, bajo nuevas condiciones [“un período prerrevolucionario generalmente irreversible”], desarrollar tendencias centristas que estarán a la cabeza de un estadio completo de radicalización de las masas y de los procesos revolucionarios objetivos… “

—Pablo, “Informe al décimo pleno del Comité Ejecutivo Internacional”, febrero de 1952

“Atrapados entre la amenaza imperialista y la revolución colonial, la burocracia soviética se encontró a si misma obligada a aliarse con la segunda contra la primera… La desintegración del estalinismo en estos partidos no deberla ser entendida… como una desintegración organizacional… o como una ruptura pública con el Kremlin sino como una transformación interna progresiva.”

—“El ascenso y la decadencia del estalinismo”, Secretariado Internacional, septiembre de 1953

V. LOS ANTI-PABLISTAS

Con la capitulación de Germain, cuyo papel en los conflictos preliminares sobre las políticas pablistas es ambiguo pero en quien los franceses parecen haber puesto una cierta confianza, la tarea de luchar contra el pablismo recayó en la mayoría del PCI francés de Bleibtreu-Lambert y en el SWP norteamericano. A pesar de que existe una considerable mitología que mantiene lo contrario, tanto el PCI como el SWP vacilaron cuando el revisionismo se manifestó a la cabeza de la Cuarta Internacional, poniendo obstáculos sólo a una aplicación a sus propias secciones. Ambos grupos se comprometieron por su inquieta conformidad (combinada, en el caso del PCI, con resistencia esporádica) a sostener la política de Pablo hasta que las consecuencias organizacionales suicidas para sus secciones necesitaron de rudas peleas. Ambos abdicaron la responsabilidad de llevar la lucha contra el revisionismo a todos y cada uno de los grupos y secciones de la Cuarta Internacional, y ambos se retiraron de la lucha por medio de la fundación del “Comité Internacional” basado en “los principios del trotskismo ortodoxo”. El Comité Internacional desde su mismo comienzo era sólo el esqueleto de una tendencia internacional consistiendo de aquellos grupos que ya habían tenido escisiones entre las ramas pablistas y ortodoxas.

El PCI lucha en contra de Pablo

La mayoría del PCI, después de haber sido intervenida por el Secretariado Internacional (que había instalado a la minoría leal a Pablo conducida por Mestre y Frank como dirección de la sección francesa), ¡continuó afirmando su conformidad con la línea del Tercer Congreso Mundial, argumentando que Pablo y el SI y CEI estaban violando sus decisiones! Según los franceses, el pablismo “utiliza las confusiones y contradicciones del Congreso Mundial -donde no se pudo imponer- para hacerse valer después del Congreso Mundial” (“Declaración de la tendencia Bleibtreu-Lambert sobre los acuerdos concluidos en el CEI”, sin fecha, marzo o abril de 1952).

Una importante carta fechada el 16 de febrero de 1952 de Renard en nombre de la mayoría del PCI a Cannon apelaba al SWP. La carta de Renard afirmaba su conformidad con el Tercer Congreso Mundial, incluyendo su comisión francesa, y oponía el Congreso Mundial supuestamente no pablista (citando vagas trivialidades para demostrar su impulso presumiblemente ortodoxo) a las acciones subsiguientes de Pablo y a la línea en el CEI y SI. Renard afirmaba que “el pablismo no triunfó en el Tercer Congreso Mundial.” (¡Astutamente no intentó explicar por qué su organización votó en contra de los principales documentos del Congreso!) El argumento principal de la carta es una apelación en contra de la intervención de la dirección internacional pablista en la sección nacional francesa.

La respuesta de Cannon del 29 de mayo acusaba a la mayoría del PCI de oportunismo estalinofóbico en el movimiento sindical (un bloque con los anticomunistas progresistas en contra del PC) y negaba la existencia de una cosa tal como el pablismo.

La mayoría del PCI mostró un claro entendimiento de las implicaciones del entrismo pablista. En una polémica contra el teórico de la minoría Mestre la mayoría había escrito:

“Si estas ideas son correctas dejémonos de cachoras sobre la táctica del entrismo, hasta del entrismo sui generis, y planteemos claramente nuestras nuevas tareas: las de una tendencia más consistente, ni siquiera una oposición de izquierdas… cuyo papel es ayudar al estalinismo a vencer sus dudas y poner bajo las mejores condiciones posibles el enfrentamiento decisivo con la burguesía… Si el estalinismo ha cambiado… [quiere decir] que ya no refleja los intereses particulares de una casta burocrática cuya existencia misma depende del equilibrio inestable entre las clases, que ya no es bonapartista, sino que refleja solamente… la defensa de un estado obrero. El admitir que una transformación tal se pudiera producir sin la intervención del proletariado soviético… sino por el contrario por una evolución de la burocracia misma… nos llevaría no solamente a corregir el Programa de Transición [sino también] todas las obras de León Trotsky desde 1923 y la fundación de la Cuarta Internacional.“

—”Primeras indicaciones de zigzag”, Boletín Interno del PCI No. 2, febrero de 1952

Pero la mayoría del PCI, como el SWP, demostró una falta de internacionalismo concreto cuando se enfrentó con la posibilidad de llevar a cabo por si solo la lucha contra el pablismo.

El 3 de junio de 1952 la mayoría del PCI pidió el reconocimiento de dos secciones francesas de la Cuarta Internacional, permitiendo así la mayoría del PCI el llevar a cabo su propia política en Francia. Esto era una violación clara de los estatutos de fundación de la Cuarta Internacional y suponía la liquidación de la Internacionalcomo un organismo mundial disciplinado. Lo que era necesario era una lucha fraccional internacional sobre la línea política de la Cuarta Internacional. Pero la mayoría del PCI no estaba dispuesta a subordinar su trabajo en Francia a la lucha crucial a favor de la legitimidad y continuidad de la Cuarta Internacional. La negación de Pablo a esta demanda condujo directamente a la escisión de la mayoría del PCI.

El SWP entra la lucha

El SWP se unió a la lucha contra el revisionismo sólo cuando una tendencia pablista, el grupo de Clarke en la facción de Cochran-Clarke, hizo su aparición en el seno del partido norteamericano. En su respuesta a Renard con fecha del 29 de mayo de 1952 Cannon había dicho:

“No vemos [‘ningún tipo de tendencia pro-estalinista’], en la dirección internacional de la Cuarta Internacional, ni ningún signo o síntoma de ello. No vemos ningún revisionismo [en los documentos]… consideramos estos documentos como completamente trotskistas… Es la opinión unánime de los dirigentes en el SWP que los autores de estos documentos han hecho un gran servicio al movimiento.”

La historia de que el SWP había preparado algunas enmiendas a los documentos del Tercer Congreso Mundial que Clarke (el representante del SWP a la Internacional) había quemado en vez de presentarlos es posiblemente verdad pero no muy significativa, dado que Cannon declaró su lealtad política a Pablo en el momento crucial y rehusó solidarizarse con la mayoría anti-pablista del PCI.

En contra del consejo de Cochran-Clarke de orientarse hacia los compañeros de viaje del PC, la mayoría del SWP afirmó su apoyo general a la táctica pablista de entrismo en los PC pero insistía en una especie de excepcionalismo norteamericano, oponiendo los partidos de masas europeos al patético ambiente del PC norteamericano, sin base obrera y poblado de incapaces intelectuales de tercer grado.

En respuesta a la amenaza de Cochran-Clarke, Cannon se dispuso a formar una fracción en el SWP ayudado por la dirección local de Weiss en Los Angeles. Cannon buscaba el alinear los viejos cuadros del partido alrededor de la cuestión de conciliación con el estalinismo y apeló a los sindicalistas del partido como Dunne y Swabeck haciendo una analogía entre la necesidad de una lucha fraccional en el seno del partido y la lucha en el seno da la clase contra los reformistas y vendidos como procesos paralelos de lucha fraccional contra una ideología ajena. Dijo al pleno del SWP de mayo de 1953:

“Durante el curso del año pasado, tuve serias dudas de la habilidad del SWP para sobrevivir…. Pensé que nuestro esfuerzo de 25 años… había terminado en un fallo catastrófico, y que, una vez más, un pequeño puñado tendría que recoger los trozos y empezar de nuevo a construir los nuevos cuadros de otro partido sobre los viejos fundamentos.”

—Discurso final, 30 de mayo

Pero Cannon eligió otro camino. En vez de perseverar en la lucha adondequiera que ésta le condujera, Cannon formó un bloque con el aparato de Dobbs-Kerry-Hanson frente a las implicaciones organizacionalmente liquidacionistas de la línea de Cochran-Clarke. En pago por su apoyo Cannon prometió a la administración rutinaria y conservadora de Dobbs el control del SWP sin más injerencias por su parte (“un nuevo régimen en el partido”).

La respuesta del SWP al encontrar la disputa de la Internacional reflejándose dentro de la sección norteamericana fue el profundizar su aislacionismo hacia un virulento anti-internacionalismo. El discurso de Cannon a la reunión de la mayoría del SWP el 18 de mayo de 1953 afirmaba “No nos consideramos una sucursal norteamericana de un negocio internacional que recibe órdenes del jefe” y aplaudía la discusión en la que “formaríamos, si fuera posible [!], una línea común”. Cannon negó la legitimidad de la dirección internacional y se refirió a “una cuanta gente en Paris”. Contrastó la Cuarta Internacional con el Comintern de Lenin, que tuvo poder estatal y una dirección cuya autoridad era reconocida ampliamente, y así negaba que la Cuarta Internacional contemporánea podía ser un organismo democrático centralista.

Cannon se opuso con retraso a la conducta de Pablo en contra de la mayoría francesa, pero sólo sobre la cuestión organizativa, de acuerdo con la proposición de que la dirección de la Internacional no debería intervenir en los asuntos de las secciones nacionales. Escribió:

“…nos quedamos sin habla ante las tácticas usadas en el reciente conflicto y escisión en Francia, y ante el precedente organizacional inconcebible que ahí se estableció. Esta es la razón por la que he demorado mi respuesta a Renard durante tanto tiempo. Quería ayudar al SI públicamente, pero no veía como podía apoyar los pasos organizacionales tomados en contra de la mayoría de una dirección elegida. Finalmente resolví el problema simplemente ignorando esa parte de la carta de Renard.“

—”Carta Tom”, 4 de junio de 1953

La “Carta a Tom” también reiteraba la posición de que el Tercer Congreso Mundial no era revisionista. Los defectos cruciales en la lucha antipablista del PCI y SWP fueron debidamente utilizados por los pablistas. El 14º pleno del CEI criticó a Cannon por su concepto de la Internacional como “una unión federativa”. Apuntó que el SWP no se había opuesto nunca a la política de entrismo pablista en principio y acusaba al SWP-PCI de un bloque sin principios políticos sobre China. Aprovechándose de la ortodoxia unilateral del SWP (la defensa de Hansen de una formulación de un miembro de la mayoría del SWP de que el estalinismo era “contrarrevolucionario de punto a cabo” – ¡una caracterización que sólo le tiene bien a la CIA!) los pablistas fueron capaces de vestir su liquidación del programa trotskista independiente con el manto de piadosas reafirmaciones de las contradicciones del estalinismo como una casta contrarrevolucionaria que descansa sobre formas de propiedad establecidas por la Revolución de Octubre.

Formación del CI

Después de la escisión de Cochran-Clarke, el SWP rompió de súbito públicamente con Pablo. El 16 de noviembre de 1953 el Militant publicaba “Una carta a los trotskistas en todo el mundo” que denunciaba a Cochran-Clarke y a Pablo y se solidarizaba con retraso con la mayoría del PCI “injustamente expulsada”. La previa caracterización del SWP del Tercer Congreso Mundial como “completamente trotskista” necesitaba del intento en esta llamada “carta abierta”, de localizar en el tiempo del surgimiento del pablismo después del Congreso, lo que condenaba al SWP a presentar un caso poco convincente apoyándose fundamentalmente en uno o dos panfletos de la minoría pablista francesa de 1952. Aproximadamente en esa misma época el SWP imprimió su documento “Contra el revisionismo pablista” con fecha de noviembre de 1953, que contenía un análisis más competente de la acomodación liquidacionista de Pablo al estalinismo:

“EI concepto de que un Partido Comunista de masas tomará el camino hacia el poder, necesitando solamente una presión suficiente de las masas, es falso. Le pasa la responsabilidad de las derrotas revolucionarias de la dirección a las masas…“

“La clase obrera se transforma [según las teorías de Pablo] en un grupo de presión y los trotskistas en un agrupamiento de presión a su lado que empuja a una sección de la burocracia hacia la revolución. De esta manera, la burocracia, de ser un dique y una traición a la revolución, se transforma en una fuerza motora auxiliar de ella.”

En 1954 se formó el “Comité Internacional”. Incluía a la mayoría del PCI francés, al SWP norteamericano (fraternal) y el grupo de Healy (Burns) en Inglaterra. El último, no jugó ningún papel significativo u independiente en la lucha contra el revisionismo. La escisión de Healy-Lawrence del Revolutionary Communist Party que se estaba desintegrando después de la guerra, impulsado por la perspectiva dela facción de Healy-Lawrence de entrismo profundo en el Partido Laboral británico, había sido respaldado por el Secretariado Internacional de Pablo, que reconocía dos secciones en Inglaterra y les daba igual representación en el CEI. Healy era el “hombre” de Cannon en Inglaterra y el SWP les había apoyado consistentemente en sus disputas con el RCP. Cuando el SWP se separó de Pablo, la facción Healy-Lawrence se escisionó, Healy se alineó con el SWP y Lawrence con Pablo (Lawrence más tarde pasó al estalinismo así como Mestre de la minoría del PCI). A pesar de ser parte del nuevo bloque internacional antipablista, el grupo de Healy continuó su oportunismo archipablista hacia el Partido Laboral. No tuvo ningún peso en el bloque del Comité Internacional, hasta que reclutó una capa impresionante de intelectuales y miembros del PC en los sindicatos (muchos de los cuales perdió más, tarde) después de la Revolución Húngara en 1956 y esto le hizo considerablemente más importante en la izquierda británica.

El Comité Internacional también pretendía tener la adhesión de la sección china (emigrados) que ya había sufrido una división, y de la pequeña sección suiza.

El Comité Internacional consiguió imprimir un par de boletines internos al principio de 1954 pero nunca se reunió como un verdadero organismo internacional, ni se eligió nunca una dirección centralizada. La táctica adoptada por el SWP era la de boicotear el Cuatro Congreso Mundial, aludiendo que era simplemente una reunión de la facción de Pablo, que no tenía ninguna legitimidad como representante de la Cuarta Internacional.

El movimiento mundial pagó un alto precio por esta evasión. Citemos solo un ejemplo: Ceilán. El LSSP ceilanés adoptó una posición no fraccional sobre el pablismo, apelando al SWP para que no se separase y participara en el cuarto Congreso. Se debería haber empujado a los pasivos ceilaneses llenos de dudas, forzando una polarización, forjando en la lucha a duros cuadros. En vez de ello, los ceilaneses fueron arrastrados hacia Pablo. Unos siete años más tarde, la reputación revolucionaria del trotskismo fue mancillada a los ojos de militantes en todo el mundo por la entrada del LSSP en el gobierno de coalición burgués de Ceilán, precipitando una escisión en el último minuto por la dirección pablista internacional. Si se hubiera llevada a cabo una dura lucha anti-revisionista con sólidos principios en la sección de Ceilán de 1953, sé hubiera podido crear entonces una sólida organización revolucionaria, que podría haber reclamado para si independientemente la continuidad del trotskismo impidiendo la asociación del nombre de trotskismo con la traición fundamental del LSSP.

Así la lucha anti-revisionista fue deliberadamente no llevada al movimiento mundial -el Comité Internacional consistiendo principalmente de aquellos grupos que ya habían tenido sus escisiones en torno a la aplicación de la política de Pablo en sus propios países- y la lucha para derrotar el revisionismo y reconstruir la Cuarta Internacional sobre la base de un trotskismo auténtico fue abortada.

Del flirteo a la consumación

En 1957 el Secretariado Internacional de Pablo y el SWP flirtearon con una posible reunificación (la correspondencia de Hansen-Kolpe). La base en ese momento fue una ortodoxia formal – la similitud de línea entre el SI y el SWP en respuesta a la Revolución Húngara de 1956. El SWP, esperando quizás ingenuamente una repetición de la posición de Clarke en 1953 sobre la posibilidad de una autoliquidación de las burocracias estalinistas, tendió a aceptar las conclusiones formalmente trotskistas del SI, sobre Hungría, como si fueron buena moneda. Estas primeras proposiciones de reunificación se desvanecieron en la nada debido a la oposición de los grupos del Comité Internacional ingleses y franceses así como a las sospechas de Cannon de que Pablo estaba maniobrando. Se habla planteado el problema de una manera defectuosa — simplemente como un acuerdo empírico aparente sin examinar las pasadas diferencias y la dirección presente.

Cuando la cuestión de la reunificación, que se habría de consumar en 1963 con la formación del Secretariado Unificado, salió a relucir de nuevo, el terreno político en su totalidad había cambiado. El SI y el SWP se encontraron con que estaban de acuerdo sobre Cuba. Pero la base ya no era una convergencia aparente hacia la ortodoxia, sino el abandono por parte del SWP del trotskismo para abrazar al revisionismo pablista (el cual el SWP, en su línea de colaboración de clases sobre la guerra de Vietnam, ha transcendido ahora en su camino hacia un reformismo descarado).

La base para la reunificación de 1963 fue un documento titulado “Hacia la pronta reunificación del movimiento trotskista mundial — Declaración del Comité Político del SWP”, 1 de marzo de 1963. La clave de la nueva línea era la sección 13:

“En el camino de una revolución que empieza con simples demandas democráticas y termina con la ruptura de las relaciones de propiedad capitalistas, la guerra de guerrillas conducida por campesinos sin tierras y fuerzas semi-proletarias, bajo una dirección que se ve forzada a llevar a cabo la revolución hasta su conclusión, puede jugar un papel decisivo en socavar y precipitar la caída de un poder colonial y semicolonial. Esta es una de las lecciones principales que se deben sacar de la experiencia desde la Segunda Guerra Mundial. Debe ser incorporada conscientemente a la estrategia de la construcción de partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales.”

En el documento “Hacia el renacimiento de la Cuarta Internacional”, 12 de junio de 1963, la tendencia espartaquista contraponía:

“La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado que la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede por sí sola llegar más allá de un régimen burocrático anti-obrero. La creación de estos regímenes ha ocurrido bajo las condiciones de la decadencia del imperialismo, la desmoralización y desorientación causadas por la traición estalinista, y la ausencia de una dirección revolucionaria marxista de la clase obrera. La revolución colonial puede tener un signo inequívocamente progresista sólo bajo tal dirección del proletariado revolucionario. Para los trotskistas el incorporar a su estrategia el revisionismo sobre la cuestión de la dirección proletaria de la revolución es una profunda negación del marxismo-leninismo, cualquiera que sea el beato deseo expresado al mismo tiempo de ‘construir partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales’. Los marxistas deben oponerse resueltamente a cualquier aceptación aventurera de la vía al socialismo a través de la guerra de guerrillas campesina, análoga históricamente al programa táctico social-revolucionario contra el que luchó Lenin. Esta alternativa sería un curso suicida para los fines socialistas del movimiento, y quizá físicamente para los mismos aventureros.”

Irónicamente, la continua evolución hacia la derecha del SWP le lleva a repudiar ahora la línea básica de la sección 13, pero desde la derecha. La, preconización por parte del SU de lucha armada pequeñoburguesa es demasiado aventurista para el legalista SWP que pretende volverse el partido de masas del reformismo norteamericano.

Spartacist y la Cuarta Internacional

En su lucha por fundar la Cuarta Internacional, Trotsky subrayó repetidamente la imperiosa necesidad de una organización revolucionaria sobre una base internacional. El aislamiento nacional prolongado dentro de un país debe finalmente desorientar, deformar y destruir cualquier grupo revolucionario por muy firme que sea subjetivamente. Sólo una colaboración internacional disciplinada y con principios puede proveer un equilibrio a las fuertes presiones hacia la insularidad y el social-chovinismo generadas por la burguesía y sus agentes ideológicos en el seno del movimiento obrero. Como Trotsky reconoció, aquellos que niegan la necesidad de un partido mundial centralista democrático fundado programáticamente niegan el mismo concepto leninista del partido de vanguardia. La destrucción de la Cuarta Internacional para el revisionismo pablista, en paralelo con la fractura organizacional en numerosos bloques internacionales competidores, necesita de una lucha sin cuartel por su renacimiento.

En los 10 años de nuestra historia, la tendencia espartaquista se ha enfrentado y ha resistido presiones objetivas importantes hacia el abandono de una perspectiva internacionalista: cortada la posibilidad de lazos internacionales disciplinados como resultado del sectarismo organizativo y la degeneración política subsiguiente del Comité Internacional de Gerry Healy, la Spartacist League ha rehusado consentir pasivamente al aislamiento nacional que nos había sido impuesto. Hemos rechazado enfáticamente el “internacionalismo” postizo que conseguía conexiones internacionales al precio de un pacto de no agresión federalista renunciando así de antemano a la lucha por una organización internacional disciplinada. Hemos buscado el desarrollar lazos fraternales con grupos en otros países como parte de un proceso de clarificación y polarización. Nuestra meta es la cristalización de una coherente tendencia internacional democrática centralista basada en la unidad de principios programáticos, el embrión de una Cuarta Internacional renacida.

El actual quebrantamiento de los diversos bloques “trotskistas” internacionales provee ahora una mejor oportunidad para la intervención de la tendencia espartaquista en el movimiento mundial. Nuestra historia y nuestro programa pueden servir como guía para corrientes que ahora están en movimiento hacia un trotskismo auténtico, porque a pesar del aislamiento nacional involuntario durante un cierto tiempo, mantuvimos nuestra determinación internacionalista y continuamos nuestra lucha de principios contra el revisionismo.

El destrozo de las pretensiones de los revisionistas y centristas a una organización internacional — la revelación de que el Secretariado Unificado, el Comité Internacional, etc., no han sido más que unos bloques federados podridos — combinado con el renacimiento mundial de la combatividad proletaria en el contexto de la agudización de la rivalidad interimperialista y la intensificación de la profunda crisis capitalista, nos provee con una oportunidad objetiva sin precedentes para la cristalización y el desarrollo de la tendencia espartaquista internacionalmente. Al tiempo que los cadáveres políticos de los bloques revisionistas continúan corrompiéndose, la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista, debe renacer.

¡POR EL RENACIMIENTO DE LA CUARTA INTERNACIONAL!

Detrás del enfrentamiento Tito-Stalin

Detrás del enfrentamiento Tito-Stalin

por Jock Haston y Ted Grant

[Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I. Impreso por primera vez en Socialist Appeal, Julio 1948.]

La expulsión del Partido Comunista Yugoslavo de la Kominform y la brecha abierta entre Moscú y Belgrado han provocado una viva discusión en las filas de la clase obrera. ¿Qué hay detrás de estos acontecimientos? Ésa es la pregunta que todo el mundo se está haciendo. Sólo los políticamente infantiles pueden aceptar como base de la disputa la declaración publicada por la Kominform.

Cualquiera que sea la respuesta, sin embargo, debe tener una tremenda importancia para que los estalinistas provoquen esta brecha que supone un revés político y diplomático considerable. Indudablemente este conflicto tendrá enormes repercusiones en los partidos comunistas de todo el mundo y marca una nueva etapa en el desarrollo del estalinismo internacional, que debe ser seguida de cerca por todos los trabajadores militantes y revolucionarios.

La lucha se debe haber estado desarrollando desde hace tiempo entre bastidores. Moscú la habría hecho pública al no conseguir el control del Partido Comunista Yugoslavo, cuando la policía secreta rusa, la MVD, sufrió una derrota decisiva en Yugoslavia; cuando se consideraba que ya no era posible ganar ni a Tito ni a sus seguidores; y probablemente, cuando Tito estaba ganando apoyo para su política contra Moscú entre los demás partidos comunistas balcánicos. Éste último es posiblemente el factor que más ha contribuido a despertar el odio y el temor de Moscú.

Las verdaderas razones de la disputa aparecen de forma encubierta pero lo que parece estar en litigio es la exigencia de la burocracia rusa de Moscú de controlar absoluta y completamente a los demás Estados satélites, incluso en los detalles más pequeños de su política interna, y la hostilidad y oposición de Tito a la completa subyugación a Rusia.

La evolución de la política rusa hacia los Estados satélites se enfrentará, en el próximo período, a dos posibilidades.

La primera es incorporar abiertamente a estos Estados a la URSS, como una forma de asegurar el control completo e incuestionable; la segunda es aceptar la independencia nominal de estos Estados pero intentar organizar sus regímenes internos y sus relaciones entre sí para asegurar que el verdadero control se centralice en Moscú.

La primera política tiene desventajas considerables porque violaría las aspiraciones nacionales de la población de los Estados fronterizos y se encontraría con una amplia oposición, no sólo de las masas, sino incluso de las filas de los propios partidos comunistas. Sólo se podría poner en práctica después de una larga preparación y después de que los estalinistas rusos asegurasen al cien por cien el dominio central y local. Llevarla a cabo recurriendo a cualquier medida de fuerza provocaría la hostilidad de toda la clase obrera europea.

EL CHOVINISMO GRAN RUSO DE STALIN

La segunda política no garantizaría la subyugación total y el control de los Estados fronterizos pero tiene ciertas ventajas en el hecho de que el control real estaría en Moscú, mientras que la independencia nominal de estos países podría suponer una ventaja diplomática y económica: se podría evitar que la federación de Estados fronterizos fortaleciera su relativa independencia respecto a Moscú.

Toda la historia del estalinismo —del chovinismo gran ruso—, y especialmentelos conflictos políticos más recientes, indican que Stalin lucharán con todas las armas a su alcance para evitar la creación de grupos de Estados independientes en los países de Europa del Este.

La clave del conflicto se encuentra en la reiterada demanda de Tito de una Federación de Bulgaria, Albania y Yugoslavia, y su conocida ambición de una federación de países balcánicos. La importancia de esta política como objeto en disputa se observa en el hecho de que el Partido Comunista Yugoslavo haya reafirmado su política sobre una federación balcánica inmediatamente después de su expulsión. Debemos recordar que Dimitrov2 recibió hace poco un rapapolvo de Moscú por defender la federación. En una federación de estos tres países Yugoslavia, obviamente, jugaría el papel dominante.

En el momento actual, esta federación sin duda fortalecería a los partidos comunistas de estos países y a sus Estados frente al dominio de Moscú. Es por tanto una política que Moscú combatirá con todos los medios a su alcance hasta y a menos que se asegure el control absoluto a través de sus títeres.

La declaración de la Kominform, publicada en el Daily Worker del 30 de junio, dice lo siguiente:

“La dirección del Partido Comunista Yugoslavo está aplicando una política poco amistosa hacia la Unión Soviética y el Partido Comunista de toda la Unión. En Yugoslavia se ha consentido una política indigna de desprecio hacia los expertos militares soviéticos y descrédito hacia el Ejército Soviético. Los especialistas civiles soviéticos en Yugoslavia han estado sometidos a un régimen especial y eran seguidos y vigilados por los órganos de seguridad del Estado. El representante del Partido Comunista de toda la Unión (bolcheviques) en la Oficina de Información, el camarada Yudin, y varios representantes oficiales de la Unión Soviética en Yugoslavia fueron sometidos a esa misma vigilancia y supervisión por parte de los órganos de seguridad del Estado de Yugoslavia.

Todos estos hechos similares demuestran que los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo han adoptado una actitud indigna de los comunistas al identificar la política exterior de la URSS con la política exterior de las potencias imperialistas y comportarse con la ésta del mismo modo que se comportaba con los Estados burgueses. Precisamente como consecuencia de esa actitud antisoviética, la campaña de calumnias —tomada prestada del arsenal del trotskismo contrarrevolucionario— sobre la degeneración del Partido Comunista de toda la Unión, sobre la degeneración de la Unión Soviética y otras cosas por el estilo, se ha convertido en algo habitual en el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia”.

El mismo número del Daily Worker cita la respuesta de Tito y compañía a la acusación de que los “especialistas” rusos eran vigilados: “Es absolutamente mentira… es absolutamente mentira que se esté siguiendo a alguien. Desde la liberación hasta el día de hoy, todos los miembros del partido han cooperado plenamente con los ciudadanos soviéticos”

El Daily Worker no terminaba la cita, lo que supone un intento deliberado de manipular la información proporcionada a sus lectores y demuestra que sus directores no estaban dispuestos a exponer el caso yugoslavo con justicia y objetividad. En el conflicto ya se habían posicionado como simples gacetilleros de los rusos. La declaración del Partido Comunista Yugoslavo continuaba: “Todo lo contrario, es absolutamente cierto, como señalamos en nuestra carta del 13 de abril, que desde el momento de la liberación hasta el día hoy, los miembros del servicio de inteligencia ruso han intentado reclutar yugoslavos sin ningún miramiento”. Dejemos que los directores del Daily Workers expliquen a sus lectores la omisión de esta parte fundamental de la respuesta de su partido hermano.

El hecho es que los especialistas “civiles” y militares estalinistas en Yugoslavia, como en los demás países satélites, tienen, o pretenden tener, derechos extraterritoriales. El aparato de la MVD se creó para garantizar la puesta en práctica de las políticas rusas y la eliminación de los elementos antiestalinistas pero parece que Tito no estaba dispuesto a dar libertad a Stalin para que crear un aparato policial y militar independiente que pudiera ser utilizado contra él mismo y contra los demás miembros del Partido Comunista Yugoslavo partidarios de lograr una mayor independencia de Moscú.

El Daily Worker es responsable además de otra distorsión. Al publicar las protestas de Tito contra la acusación de que en el Partido Comunista yugoslavo no se habían celebrado elecciones, se negaron a publicar la respuesta de que el partido de Stalin no era mejor. “En cuanto al hecho de que en algunas secciones no haya habido elecciones, éste sólo ha estado motivado por las condiciones en tiempos de guerra. A muchos partidos, incluido el Partido Bolchevique Ruso, les ha sucedido lo mismo”.

Las protestas recogidas en la declaración de la Kominform sobre la vigilancia de los “especialistas” rusos y la exigencia de democracia en el PC yugoslavo indican que la policía secreta estalinista ha sido derrotada.

Los pupilos yugoslavos parecen haber aprendido muy bien de su maestro ruso. En primer lugar consiguieron expulsar del partido a los secuaces de Stalin. No se puede descartar que la reciente ejecución de miembros de la dirección del Partido Comunista Yugoslavo, acusados de ser “agentes británicos”, sea otro ejemplo de los métodos empleados por los estalinistas para eliminar a los oponentes políticos. Una pequeña versión balcánica de los Juicios de Moscú.

La declaración de la Kominform de que los “dirigentes yugoslavos empiezan a identificar la política exterior de la URSS con la política exterior de las potencias imperialistas…”. es una evidencia clara de que los yugoslavos se oponían a las demandas de los rusos, a las que consideraban una violación de los intereses y aspiraciones nacionales yugoslavas.

LENIN SE OPONÍA A STALIN EN LA CUESTIÓN NACIONAL

La tendencia de Stalin hacia el chovinismo gran ruso no es nada nuevo. Se ha creado para sí la reputación de mayor “autoridad leninista” en la cuestión nacional. En realidad, una de las últimas luchas que dirigió Lenin contra Stalin antes de morir fue precisamente la oposición a su la política burocrática hacia las minorías nacionales. Pero esto, lo mismo que la última carta de Lenin al Partido Bolchevique exigiendo la destitución de Stalin del puesto de secretario general del partido, se le ha ocultado a bases comunistas hasta el día de hoy. Esta tendencia contra la que luchó Lenin se intensificó después de su muerte, cuando Stalin consiguió usurpar todo el control. Durante las grandes purgas, todos los gobiernos de las repúblicas nacionales fueron ejecutados y masacrados como parte de la política de opresión nacional de Stalin. Tito parece haber aprendido algunas lecciones de las purgas.

Si los dirigentes del partido yugoslavo realmente han criticado a Moscú, como dice la declaración de la Kominform, con argumentos “prestados del arsenal del trotskismo contrarrevolucionario” sobre la degeneración del Partido Comunista de todas las Naciones, la degeneración de la Unión Soviética, etcétera…”, sólo cabe esperar que penetre algo de luz en las filas del Partido Comunista Yugoslavo. Una cosa sí sabemos: Tito no es ningún trotskista. Organizativa e ideológicamente, es un enemigo del trotskismo y en el período de liberación de Yugoslavia fue responsable de la aniquilación física de los “trotskistas”.

Si la presión no surte efecto y Tito se niega a capitular, Stalin puede verse obligado a llegar a algún acuerdo.

Incluso ahora, lejos de atacar los verdaderos crímenes de la burocracia estalinista, parece que Tito intentará llegar a algún compromiso. La experiencia enseña que Stalin no se detendrá ante nada para acabar con la oposición a la que ahora se enfrenta en Yugoslavia. El monstruoso aparato de la propaganda rusa se volverá en contra de los dirigentes del régimen yugoslavo. Los miserables gacetilleros estalinistas de este país, que hasta ayer mismo ensalzaban a Yugoslavia, a Tito y a sus conquistas, volverán sus plumas contra el régimen para minarlo y denigrar a sus dirigentes.

Por primera vez, y sólo para desacreditar al disidente Tito y a su régimen, los estalinistas dejan escapar ahora algunas verdades. Las críticas que los trotskistas han hecho al régimen de Yugoslavia ¡ahora son defendidas por los propios estalinistas! La declaración de la Kominform dice lo siguiente:

“Dentro de Yugoslavia el partido no tiene ninguna democracia interna, no se celebran elecciones, no hay crítica ni autocrítica. El Comité Central del partido… está formado en su mayoría no por miembros electos sino elegidos por cooptación… Es bastante intolerable que en el Partido Comunista Yugoslavo incumpla los derechos más elementales de los militantes del partido sean pisoteados, que se reprima gravemente la más mínima crítica por la forma incorrecta en que funcionan las cosas en el partido. La Oficina de Información considera una desgracia hechos como la expulsión del partido y el arresto de los camaradas miembros del Comité Central Zujovic y Hebrang porque se atrevieron a criticar la actitud antisoviética de los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo y defendieron una relación de amistad entre Yugoslavia y la Unión Soviética. Un régimen terrorista puramente turco [!!!] y vergonzoso como éste no se puede tolerar en el Partido Comunista Yugoslavo… los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo están infectados de una excesiva ambición, altanería y presunción”.

¡Aquí tenemos un claro ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno! La burocracia de Moscú ataca a Tito por la ausencia de democracia. Esta burocracia que asesinó prácticamente a todos los dirigentes de la Revolución de Octubre, que asesinó y exilió a millones de personas a Siberia por oponerse a su régimen, que es tan desdeñoso con los derechos de la militancia, que violando la Constitución no se han molestado en celebrar una sola conferencia del partido en Rusia durante casi diez años. El último congreso del Partido Comunista Ruso se celebró en octubre de 1938. En época de Lenin los congresos se celebraban una vez al año, incluso durante la guerra civil.

Cualquiera que se atreve a criticar a Stalin es enviado rápidamente a Siberia o destinado a morir a manos de un asesino a sueldo. El régimen de Tito probablemente sea un modelo de democracia comparado con el régimen ruso, que es el más totalitario y burocrático de la historia.

Algunas de las críticas económicas sin duda son correctas. Repiten, de una forma distorsionada, las críticas de Trotsky a la política de Stalin entre 1923 y 1927. En un primer momento Tito subestimó a los kulaks de los pueblos, y el riesgo que éstos suponían, pero después de la crítica, dio un giro a su política y comenzó a nacionalizar las pequeñas tiendas e industrias y a actuar en los pueblos antes de que las bases económicas estuvieran preparadas. ¡Precisamente de la misma forma en que procedió Stalin! De oponerse a la colectivización, a la “liquidación de loskulaks como clase” e introducir al cien por cien la colectivización. Los burócratas de Moscú y de la Kominform tienen el valor de criticar que en Yugoslavia todavía no se ha nacionalizado la tierra, lo cual es una crítica correcta, pero resulta que tampoco se ha nacionalizado en ninguno de los otros Estados satélites.

Inmediatamente se viene a la mente una pregunta: ¿por qué la Kominform denuncia ahora unos hechos que ha ocultado durante años? ¿Por qué salen a la luz justo cuando Tito se niega a arrodillarse ante Stalin y utiliza los trucos de éste contra él? En lugar de la MVD, Tito dispone de un instrumento propio eficaz y está arrestando a los secuaces de Stalin, ¡aparentemente acusados de estar pagados por el imperialismo británico y estadounidense! Podría ser cierto incluso lo que se dice en círculos del PC yugoslavo de que el mariscal Tito, aunque no se atreva a hacerlo públicamente, en secreto ha estado denunciando la degeneración del Partido Comunista Ruso y de su régimen.

En el pasado Moscú consiguió imponer su voluntad y eliminar o destruir a la dirección de las secciones nacionales sin provocar una crisis seria. La historia de la Komintern está llena de eliminaciones burocráticas de los oponentes de Stalin y de agentes que han sido sacrificados en interés de la burocracia.

En Rusia, todos los miembros del Comité Central del Partido Comunista que dirigieron la revolución de 1917 a 1921 —todo aquel que no hubiera muerto a manos de la contrarrevolución capitalista o por causas naturales— han sido ejecutados  o muertos de cualquier otra manera. De los 24 miembros del Comité Central, la señora Kollontai y Stalin son los únicos supervivientes.

El Comité Central del Partido Comunista Polaco y de las Juventudes Comunistas, fue masacrado y quedó reducido a un solo hombre cuando sus miembros vivían en Rusia en la clandestinidad, pero no sólo una vez, sino dos a finales de la década de 1930.

Estas purgas se realizaron sin mucho revuelo pero una vez que los partidos nacionales controlen su propio aparato del Estado, las palancas de las finanzas, de la economía, el ejército y la policía, el inevitable efecto de esta transformación fortalecerá la postura de la dirección nacional y creará las condiciones para conseguir la independencia de Moscú.

La importancia del conflicto actual reside en el hecho de que es la primera fisura importante en el frente internacional del estalinismo desde el final de la guerra y va a tener profundos efectos en la militancia de los partidos comunistas de todo el mundo, especialmente en Europa occidental y Gran Bretaña. Es el principio de un proceso de diferenciación dentro de los partidos comunistas, que a largo plazo provocará escisiones.

La extensión del poder de la burocracia rusa más allá de las fronteras occidentales rusas le crea nuevos problemas: aunque de momento la fortalece, a largo plazo, minará su posición.

Está claro que cualquier leninista debe apoyar el derecho de cualquier pequeño país a la liberación nacional y la libertad si así lo desea. Todos los socialistas deben dar un apoyo crítico al movimiento de Yugoslavia para formar una federación con Bulgaria y conseguir libertarse del dominio directo de Moscú. Al mismo tiempo, los trabajadores de Yugoslavia y de estos países, lucharán por la instauración de una verdadera democracia obrera y por el control de la administración del Estado y la industria, como lo hicieron en tiempos de Lenin y Trotsky en Rusia, lo cual es imposible bajo el régimen actual de Tito.

¡Por una Yugoslavia soviética, independiente y socialista dentro de unos Balcanes soviéticos, independientes y socialistas. Esto sólo puede formar parte de la lucha por el derrocamiento de los gobiernos capitalistas de Europa y la instalación de una democracia obrera en Rusia.

El comunismo significa la mayor libertad y democracia posible para la población. Sin la participación y el control de los trabajadores no puede haber transición hacia el socialismo. Estos acontecimientos de los Balcanes son un síntoma de la verdadera situación que existe en Rusia y en los países del Este. La única solución está en un régimen soviético verdaderamente democrático con plena autonomía y libertad para los Estados nacionales dentro de las fronteras de una federación socialista de Estados.

¡Carrillo Esquirol!

Líder PCE cruza piquete de huelga de Yale

¡Carrillo Esquirol!

[Traducido de Workers Vanguard No. 184, 2 de diciembre de 1977. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 6, julio de 1978.]

La visita de diez días a los Estados Unidos del dirigente del Partido Comunista de España (PCE) Santiago Carrillo, del 14 al 23 de noviembre [de 1977], se planeó como una gira de estreno “eurocomunista”. Fue el primer jefe de un partido comunista de Europa occidental a “quien se le permitió entrar a los EE.UU. desde el comienzo de la guerra fría. Así, su viaje fue considerado como un gran suceso por la prensa europea, indicando que Washington ya no considera al PCE y sus aliados como “prohibidos”. Se esperaba, decía el New York Times del 15 noviembre, que Carrillo utilizara la ocasión “para presentar su imagen de comunista con mentalidad democrática e independiente de Moscú”.

En recompensa por este indicio de tolerancia por parte del gobierno del Partido Demócrata, el líder del PCE elogiaría la campaña de “derechos humanos” de Jimmy Carter cuyo blanco fundamental es la Unión Soviética. Concretamente, después del desaire que le dio el Kremlin a Carrillo este mes durante la celebración oficial soviética del 60 aniversario de la Revolución de Octubre, era de esperarse que se hicieran comparaciones poco gratas entre la represión de disidentes en la Rusia de Brezhnev y el aclamado “intercambio libre de ideas” en la América de Carter. Y al proveer la ocasión para una fiesta de propaganda anticomunista él iba a dar una prueba concreta de su confiabilidad como lacayo laboral de la burguesía imperialista.

Carrillo jugó su rol con aplomo, codeándose con profesores liberales, llevando a cabo discusiones privadas con el poderoso Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores), elogiando a Jimmy Carter y al rey Juan Carlos de España, tranquilizando a los inversionistas norteamericanos y dándoles señas a los socialistas en casa. Dio toda muestra posible de “moderación” y efectivamente demostró que el PCE no representa una amenaza al dominio capitalista. Pero la prueba más dramática de la lealtad de Carrillo a la burguesía, la cual pronto se convirtió en un escándalo internacional, fue probablemente algo que él no esperaba.

Al cruzar los piquetes de los obreros en huelga en la Universidad de Yale, bajo protección de recios policías, Santiago Carrillo le aclaró al mundo entero que él no es un comunista sino un esquirol miserable. No un dirigente revolucionario del proletariado sino un falso dirigente y un impostor. Sus palabras de fidelidad al “pluralismo democrático” y a los “derechos humanos” en definitiva constituyen una apología del capitalismo; en la práctica resultan en los desmanes de un rompehuelgas. Así, cuando este falso “comunista” decidió manifestar su desprecio por la clase obrera, los miembros del sindicato, el American Federation of University Employees (AFL-CIO) Local 35., en la séptima semana de huelga lo abuchearon y le silbaron, dándole la recepción merecida de todo esquirol.

Con las manos en la masa

Carrillo fue atrapado en el acto por reporteros y fotógrafos de las agencias de prensa y los periódicos más importantes. Informes sobre el incidente en la línea de piquete se publicaron en el New York Times, el Times de Londres y Le Monde de París; informaciones fueron enviadas por la UPI, AFP, Reuters y las agencias de prensa alemana y española. Revistas importantes como Time, L’Espresso de Italia y Manchete de Brasil, hicieron un reportaje del acontecimiento mientras AFP y UPI distribuyeron fotografías de este acto de traición de clase de Carrillo.

Pero mientras la prensa burguesa tenía sus propias razones reaccionarias para regocijarse del apuro del más reciente Chubb Fellow [catedrático de honor] de Yale, los intentos miserables de Carrillo de difamar a los manifestantes como anticomunistas es una calumnia transparente. Presentes entre los piquetes estaban más de 50 huelguistas además de militantes de la Spartacist League (SL) y del Partido Comunista norteamericano. Es más, a Carrillo le resultaría muy difícil tachar de anticomunistas las declaraciones ampliamente reportadas del dirigente del sindicato local, Vincent Sirabella; fue característico el informe de la UPI que citaba a Sirabella diciendo, “Me sorprendió enormemente que viniera. Como comunista debería de tener alguna solidaridad con la lucha mundial de los trabajadores.” En el International Herald Tribune del 16 de noviembre esta información fue acompañada por una fotografía de Carrillo atravesando la línea de piquete donde se puede leer claramente un cartel de la Spartacist League que decía “Esquirol en huelga de Yale”.

Otros artículos de prensa mostraron lo mismo. El New York Times de la misma fecha presenta la justificación de Carrillo en romper la huelga: “EI movimiento obrero norteamericano no ha hecho nada para promover la democracia en España.” El dirigente sindical, informa el New York Times, replicó “[denunciando] al señor Carrillo por atravesar la línea de piquete y dijo que las palabras del comunista español eran ‘una excusa débil de la acción más atroz que un supuesto partidario de los trabajadores podía cometer’. El señor Sirabella también se burló de la ‘ironía de acostarse con el dueño de casa capitalista’.”

La noche siguiente Carrillo debía hablar en la facultad de derecho de Vale. La sala fue cambiada (debido a razones de seguridad) a otro lugar al cual se podía llegar a través de túneles, permitiéndole así al líder del PCE pasar por debajo de los piquetes. Esta vez la protesta fue aún mayor, y contaba con la presencia de corresponsales de la Associated Press, Time, Newsweek, los diarios italianos La Republica (radicales) y Avanti (socialista), el matutino madrileño Diario 16 y equipos de la televisión española (RTVE) e italiana (RAI). Como en la conferencia de prensa, periodistas de Workers Vanguard y del Daily World del PC norteamericano estuvieron presentes en la línea de piquetes pero no entraron. Los sucesos y su contexto se reportaron en el semanario italiano L’Espresso (27 de noviembre):

“Al llegar a los Estados Unidos Carrillo se esperaba cualquier cosa menos un desafío por la izquierda. Pero este país está lleno de todo tipo de sorpresas. Así que el miércoles por la tarde, mientras el líder español pronunciaba su conferencia en la Universidad de Yale, el espectáculo que se presentó a los ojos de muchos italianos presentes les recordó curiosamente escenas similares en casa.

‘“Llegando de todo Connecticut, de Massachusetts, de Nueva Jersey y de Nueva York, pequeños grupos de trotskistas, espartaquistas, comunistas de la vieja tradición estalinista, veteranos de la Brigada Lincoln que habían combatido en España y militantes sindicales llevaron carteles y gritaron consignas en contra de él. Con todo esto, un observador extranjero pudo imaginarse que se trataba de una tentativa de grupos normalmente marginales que trataban de destacar sus demandas aprovechándose de un acontecimiento de mayor relieve. Pero no fue así por dos razones. En primer lugar el viaje de Carrillo no provocaba el menor interés en América y nadie se había enterado de ello; [y en segundo lugar] tan pronto llegó Carrillo, cometió un error que le saldría caro en el balance de su gira norteamericana…

“Así, el martes por la mañana, cuando Carrillo se dirigía al edificio donde iba a dar su primera conferencia de prensa, encontró los piquetes de huelga que le invitaban a no entrar. En este momento Carrillo, después de algunas palabras abstractas de solidaridad, hizo la siguiente declaración: que su misión diplomática tenía una envergadura que sobrepasaba cuestiones locales; que los sindicatos norteamericanos son notoriamente derechistas y ligados al sistema; que los obreros norteamericanos no habían hecho nada por la guerra de España; que los sindicatos apoyaron a la guerra en Vietnam. etc…. Pero esto no fue el punto subrayado por la prensa local, empezando por los moderados. Fue el hecho de que Carrillo había cruzado físicamente el piquete.”

[Mientras L’Espresso vio el asunto en forma irónica, y la prensa burguesa norteamericana mal disimulaba su regocijo ante los azares de este eurocomunista rompehuelgas, la prensa española poco menos que se alzó en armas a la defensa de éste, su embajador de buena voluntad eurocomunista. Así pues hubo una extraña coincidencia no sólo de periódicos normalmente favorables al PCE (Mundo Diario) sino también de la prensa que en otras ocasiones ha atacado fuertemente a Carrillo y su partido, como El País o Cambio 16. El tema común de todos los informes fue el anuncio (o en algunos casos la insinuación cobarde) de un complot montado por “la AFL-CIO anticomunista”, la CIA y ¿por qué no? también la KGB, con el propósito de impedirle al líder del PCE de hablar en los Estados Unidos. Mientras Interviu se queja de los alentados al honor de “don Santiago”, Triunfo defiende su “derecho” de atravesar un piquete de huelga con el “argumento” de que “el movimiento laboral norteamericano no había hecho nada para promover la democracia en España”, y por último, Cambio 16 se hace eco de la afirmación infame hecha por Carrillo de cómo los sindicatos norteamericanos “están más a la derecha que la derecha española”.]

[Cualquiera ligeramente familiarizado con las luchas del poderoso movimiento sindical norteamericano no puede menos que reaccionar airadamente ante esta muestra de chovinismo y estupidez. Pero, no es de extrañar, después de todo, ésta no es sino la extensión del viejo truco de identificar a los sindicatos con sus direcciones reformistas, identificando a éstas con la más derechista de todas. Pero, aún en esta perspectiva dicha afirmación no deja de ser menos criminal. La derecha española de Francisco Franco, que ahogaría en sangre a los batallones obreros de la República: la derecha española de las bandas de Guerrilleros de Cristo Rey, que hoy persiguen y asesinan los militantes proletarios; la canalla fascista asesina de Atocha — ¡todos están para este traidor reformista “a la izquierda” del movimiento obrero norteamericano! Para Carrillo la línea divisora no es la línea de clase sino la nacionalidad, y se alza en defensa de los representantes más funestos de “su” burguesía como Fraga, pantalla “respetable” de los fascistas, y Suárez/Juan Carlos, administradores del régimen semibonapartista heredado del régimen franquista.

[¿Cómo explicar esta preocupación por la buena fama de Carrillo? De hecho, si uno lee el reportaje sobre el incidente de Yale aparecido en la prensa burguesa española, casi recibiría la impresión de que ésta estuviera bajo el control de elementos filocomunistas. Pero en realidad, hay una razón más profunda para la gran prominencia periodística de las CC.OO. y el excelente trato recibido por Carrillo y Cía. Y ella es el importante papel desempeñado por éste en el período actual como control y freno del movimiento obrero. Dada la línea dura presentada por Washington a la entrada de los PC al gobierno de países europeos occidentales, el embajador eurocomunista está “convencido de que tenía que aprovechar la oportunidad de Yale para vender la mercancía eurocomunista” (Cambio 16, 4 de diciembre). Pero el posible comprador no es la clase obrera americana; no, toda ella ha sido identificada con sus dirigentes reformistas anticomunistas y dada por perdida. ¿Quién es entonces el posible interesado? La respuesta es muy clara: “Carrillo y el eurocomunismo han sido examinados por los sesudos cerebros de Yale, Harvard y Hopkins, de donde salen los asesores presidenciales y donde quién más quién menos está encantado de prestar un servicio a la Casa Blanca que todavía no está en plan de tomarse unas copas públicamente con los eurocomunistas” (Interviú, 1-7 de diciembre). Acciones como la ocurrida en Yale no son sino las señales claras de un aspirante a Noske o Ebert dirigidas precisamente a convencer a ese sector de la burguesía de la seriedad de sus proposiciones. Tratando de disculpar a “don Santiago” Interviú escribe que “La tradición americana [léase proletaria] convierte en un crimen de lesa política [léase traición de clase] el atravesar una línea de piquete de huelga.” El esquirol de nombre Carrillo ha hecho su elección y decidido en favor de la burguesía: su desdén por el proletariado norteamericano anuncia ya sus futuras traiciones a los obreros españoles.]

Justificando lo injustificable

La traición de Carrillo en la huelga de Yale lo persiguió durante todo su viaje. En su discurso del miércoles, se informó que Carrillo aclaraba sin convicción: “Hubiera preferido no hablar bajo tales circunstancias, pero lo hacía para cumplir un compromiso” (El País [Madrid], 18 de noviembre). En la Universidad de Harvard el 22 de noviembre, se le preguntó en la conferencia de prensa cómo se le había recibido en los Estados Unidos. El líder del PCE contestó:

“Yo diría que este ‘rojo’ que soy, como ha indicado algún periódico americano, ha encontrado una recepción  verdaderamente amistosa y calurosa en este sector [las universidades].”

Luego se verificó la siguiente discusión:

WV: Sr. Carrillo, yo creo que en la Universidad de Yale  Ud. recibió una bienvenida no tan amistosa por parte de los huelguistas cuando cruzó la línea de piquete. Quiero saber — hablo en nombre de Workers Vanguard que es un periódico trotskista, nosotros estuvimos allí y nos enfrentamos con Ud. cuando cruzó esa línea…

Carrillo: Ah, ¿Uds. estaban allí?

WV: Sí, pero al otro lado de la línea que Ud.

Carrillo: Ah, lo que no había era obreros.

WV: Había muchos obreros en ese piquete, e incluso el Partido Comunista de EE.UU. Ud. ha visto las noticias que salieron en los periódicos y quiero saber, de todas la declaraciones que se hicieron, si nos puede dar Ud. un solo indicio de anticomunismo en esa línea de piquete. Porque nosotros no vimos ningún rasgo de anticomunismo allí.

Carrillo: Yo estaba convencido de que en ese piquete que crucé, había muy pocos huelguistas, y que en cambio había bastante gente que había vendo de Nueva York….  En ese piquete también estaba un tesorero del Partido Comunista de EE.UU…. y había también algún miembro de una organización llamada espartaquista, pero muy pocos obreros de Yale.”

Carrillo también Justificó su acción de rompehuelga declarando que las actividades docentes se desarrollaron normalmente en Yale, que el domingo anterior el dirigente sindical (Sirabella) “dio su consentimiento para que yo realizara mi programa en Yale”, que había hecho una declaración de apoyo a la huelga, que no había piquetes después de su conferencia de prensa y que “ese piquete fue una manipulación política para impedir que un líder comunista, eurocomunista, hablara en Estados Unidos.” En respuesta, el periodista de WV denunció este montón de calumnias y distorsiones:

“En cuanto a la línea de piquete, ha habido otros piquetes en Yale. Ayer 26 obreros de esa universidad fueron detenidos. En segundo lugar, ellos han hecho piquetes para otros oradores, por ejemplo del Partido Demócrata. Y tercero, no fue para evitar que Ud. hablase en Estados Unidos. Nosotros apoyamos su derecho de hablar en este país. Fue para impedir que cualquiera cruzara la línea de piquete. Y esta ha sido la posición firme de ese sindicato. No hubo ninguna manipulación.”

Esa misma noche Carrillo fue confrontado de nuevo sobre su actividad de esquirol por un militante de la SL durante la sesión de discusión después del discurso pronunciado por el líder del PCE en Harvard: “Nosotros de la tendencia espartaquista internacional comprendemos que el piquete de huelga es la línea entre los patrones y los obreros. Ud. dejó claro que no quería perturbar a los patrones. ¿Cómo justifica Ud. ese atropello?” Carrillo contestó con las mismas calumnias de antes: “He leído en el Wall Street Journal, exactamente lo que Ud. ha dicho…. El piquete estaba compuesto en su mayoría no de obreros sino de miembros de los partidos cuyos nombres podría mencionar, que… querían impedirle a un comunista el hablar en Yale”; etc. Pero esta vez, agregó algo nuevo: “Estoy convencido de que lo que pasó en Yale ha sido una manipulación política contra el eurocomunismo, probablemente por parte de la CIA y también de la KGB.”

Esta acusación increíble demuestra que si Carrillo hoy se adhiere al eurocomunismo como su propia etiqueta reformista de traición de clase, él seguramente no ha olvidado sus lecciones de la escuela estalinista de falsificación y calumnias. Hace exactamente 40 años este mismo burócrata rompehuelga tachaba de putsch a la heroica insurrección de los obreros barceloneses dirigidos por los “trotskos” y “anarcos” “al servicio de Franco”.

Respecto a la acusación de Carrillo de que el sindicato anteriormente había autorizado sus actividades, WV le pidió al responsable del Local 35, Sirabella, que comentara sobre esto. Él contestó:

“Nosotros le enviamos un télex aproximadamente dos semanas antes de su llegada a Yale, informándole de la huelga y pidiéndole que no viniera bajo ninguna circunstancia…. Durante todo el período transcurrido entre el envío del télex y cuando erigimos el piquete el martes por la mañana, no hubo contacto alguno entre él, sus seguidores o sus compañeros y nuestro sindicato. Absolutamente ninguno.

“Ahora, después de haber cruzado nuestro piquete… de haber dado su conferencia de prensa, y de haberse visto en aprietos por nuestro piquete, compuesto primordialmente por miembros de nuestro sindicato -habían otros grupos, claro… eso no es nada nuevo- entonces, sí es verdad que alguien salió del edificio… y dijo que Carrillo quería hablar con nosotros. [Nosotros le dijimos:] ‘Es demasiado tarde, el daño ya está hecho. El cruzó nuestro piquete, él es una rata, él es un esquirol y desde este momento no hay nada que hablar con él’.

“Le dijimos que el senador McGovern, el Secretario de Trabajo Marshall, Golda Meir, y mucha otra gente no vinieron en circunstancias similares. Organizamos piquetes también cuando vino el alcalde de Newark Gibson, del Partido Demócrata; organizamos piquetes también cuando vino John Lindsay [antiguo alcalde de Nueva York]…

“Ese es el pecado imperdonable -especialmente cuando viene de un llamado dirigente comunista- el cruzar un piquete, porque el piquete de huelga es sacrosanto. En mi experiencia de los años treinta, él señala la diferencia entre los amigos de los trabajadores y los enemigos de los trabajadores.”

El hecho de que muchos políticos del Partido Demócrata respeten los piquetes, por supuesto no los convierte en los “amigos del trabajador” que ellos dicen ser. La primavera pasada incluso el rey Gustavo de Suecia se negó a cruzar un piquete de los obreros de la metropolitana de San Francisco. Pero el hecho de que el “eurocomunista” Carrillo no mostró ningún escrúpulo en hacer gala de su desprecio de la línea de batalla en la guerra de clases nos revela la verdad sobre sus credenciales “revolucionarias”.

El eurocomunismo al desnudo

Durante todo su viaje Carrillo se preocupó por presentarse como “razonable” y por mostrar su buena voluntad hacia el imperialismo norteamericano. Según se informa, Carrillo dijo a los estudiantes de Yale: “Si hoy me encuentro hablando aquí, eso se debe esencialmente a la política de derechos humanos del presidente Carter que ha hecho posible esta visita” (L’Espresso, 27 de noviembre). Él garantizó que “los inversionistas americanos en España no tienen por qué preocuparse” si el PCE entra al gobierno, y citó al primer ministro español Adolfo Suárez, quien calificó de ejemplar la conducta del PCE. Carrillo devolvió el cumplido, diciendo que: “La monarquía está jugando un papel positivo en el restablecimiento de las libertades democráticas” (New Haven Journal Courier, 17 de noviembre).

Después de asegurarle al imperialismo norteamericano de la actitud “responsable” de los eurocomunistas en su discurso en Yale, en Harvard se concentró en presentar sus posiciones sobre la dictadura del proletariado. El libro de Carrillo Eurocomunismo y estado es un rechazo completo del leninismo y del marxismo sobre la cuestión del estado,  sacando de la tumba a cualquier basura socialdemócrata y mal citando a Engels, divulgando el pacifismo más vulgar, declarando que la democracia no tiene carácter de clase y comprometiéndose a apoyar el parlamentarismo (burgués). Pero en su discurso en Harvard, fue aún más allá, llamando al nacionalismo norteamericano y al “empeño democrático” del auditorio, en su gran mayoría compuesto por liberales anticomunistas.

Los eurocomunistas, dijo él, al rechazar la dictadura del proletariado, rechazan asimismo el derecho del partido de dictar los gustos en “cuestiones íntimas” como el arte y el amor. Respecto a la defensa de la Unión Soviética en una guerra contra los Estados Unidos, dijo que nadie tendría el tiempo suficiente para tomar partido en una guerra entre las “superpotencias”. En los Estados Unidos, agregó, con su gran tradición de respeto a la libertad (!), el socialismo podría triunfar pacíficamente. Y para coronar esta presentación miserable del reformismo filisteo, cuando fue desafiado por un militante espartaquista durante la discusión a confrontar el concepto de la dictadura del proletariado como fue presentado por Marx, Lenin y Trotsky, y no la deformación por Stalin de este concepto marxista fundamental, su única respuesta fue: “Si Uds. [los espartaquistas] quieren la dictadura del proletariado en los Estados Unidos y el pueblo americano está de acuerdo, lo pueden tener.”

En Yale el Partido Comunista primero reaccionó con vergüenza al acto de rompehuelga de Carrillo, enviando dos militantes al piquete con carteles que apenas se podían leer. La tarde siguiente llegó en gran número, con un comunicado de prensa del dirigente del PC Gus Hall declarando: “Una huelga es una huelga y un esquirol es un esquirol, no importa quien sea o como se presente…. Las acciones de Santiago Carrillo no se pueden defender. Santiago Carrillo cruzó aquella línea de clase al ignorar el piquete de huelga en Yale.” Luego hubo una declaración oficial del partido vinculando el cruce del piquete por el líder del PCE a la “difamación del socialismo soviético” (Daily World, 19 de noviembre), así como una serie de artículos en la prensa del PC. Pero aun cuando el Partido Comunista estadounidense se encontró en la rara posición de defender la línea de clase, por lo menos en palabras (en contraste con su acción de rompehuelga en la huelga de los profesores en Nueva York de 1968 y su reclutamiento activo de esquiroles durante la huelga de los mineros del carbón en la Segunda Guerra Mundial), éste tampoco había olvidado sus engaños estalinistas: una foto de la UPI de Carrillo cruzando el piquete fue recortada en el Daily World para eliminar los carteles de la Spartacist League.

Tanto los estalinistas pro-Moscú como los “eurocomunistas” no tienen nada que ofrecerles a los obreros más que traiciones. Durante la Guerra Civil española, el Partido Comunista bajo las órdenes de Stalin fue el defensor descarado de la santidad dé la propiedad privada contra los intentos de la clase obrera de formar sus propias milicias y echar a los patrones. En los años 30 lo hicieron asesinando a Andrés Nin, Camilo Berneri y a muchos dirigentes anarquistas y trotskistas; hoy Carrillo lo hace elogiando la cruzada antisoviética de “derechos humanos” lanzada por Jimmy Carter en búsqueda del rearmamento moral del imperialismo norteamericano. Brezhnev juega a lo mismo con la conferencia de Helsinki, aunque trata de obtener un mejor arreglo dado que él, a diferencia de Carrillo, tiene un formidable poder estatal que lo respalda.

El dirigente del Partido Comunista español dice que el socialismo puede llegar a Europa occidental a través de las urnas; todo lo que se necesita es que la clase obrera se comporte, una vez más, “responsablemente”. Ella tiene que aprender a “cumplir’ su “compromiso” como lo hizo Carrillo -¡al cruzar la línea de clase! El ofrece al PCE como gendarme del proletariado y mientras el incidente del piquete en Yale causó cierto embarazo, fue también una garantía inequívoca de confiabilidad para la burguesía. En contraste, los trotskistas defendemos el piquete de huelga; nosotros no abandonamos nuestra responsabilidad de defender aún al estado obrero degenerado soviético contra el imperialismo; y llamamos a todos los estalinistas y “eurocomunistas” por su nombre: esquiroles. Ese es el mismo papel que jugaron los Gus Hall y Santiago Carrillo en la Guerra Civil española: rompehuelgas de la revolución.

EL POPULISMO, ¿MARXISMO?

EL POPULISMO, ¿MARXISMO?

Originalmente publicado en ESPARTACO Vol. I, No. 3, Febrero-Marzo 1967 

NOTA — En el número anterior, prometimos “Fidelismo y Guevarismo en Guatemala” para la presente edición. Por diferentes razones, publicamos el artículo en la edición no. 9 de Spartacist, nuestro órgano en inglés, aplazando el artículo en español para la próxima edición de Espartaco. En esta edición publicamos un análisis que creemos requisito teórico antes de publicar nuestro estudio sobre el MR-13 en Guatemala, en el cual analizaremos al fidelismo, guevarismo y a la Internacional de Juan Posadas.

ORÍGENES

La burguesía latinoamericana siempre ha sido adepta a inventarse nombres “autóctonos,” inspirados en el pasado colonial o proyectados a un futuro absolutamente irreal. Así, el hispanismo, la sandez de la “raza cósmica” y otras creaciones similares forman la imagen que la burguesía trata de construir de sí misma. Pero qué alejada de la realidad se encuentra; su total emasculación económica, su entreguismo al imperialismo yanqui, son la cruda veracidad de la situación. El escapismo ideológico sirve para cerrar los ojos a la realidad social, tratando de “compensar” la miseria y la explotación por medio de supersticiones y fantásticas idealizaciones.

Esta tendencia idealizadora, escapista, halla tierra fértil en los dislocados círculos “rebeldes” universitarios e intelectuales de la pequeñoburguesía. Ellos también tratan de escapar, imaginando utopías en donde un tribunal social armónico (v.g., el negocio pequeñoburgués) cubre a todas las clases sociales limitadas por una entidad (también pequeñoburguesa) llamada “patria.” Y ésta debe de ser una patria libre de la bancarrota permanente producida por la burguesía nacional y su amo, el imperialismo.

Pero la pequeñoburguesía, para solucionar este callejón sin salida creado por el imperialismo, no puede imaginar otra solución que una lucha “democrática” para lograr la “liberación nacional” y restaurar un sistema utópico-agrario de libre competencia, inspirado en un cierto indigenismo populista. Pero como las necesidades económicas contemporáneas de cualquier país latinoamericano exigen relaciones totalmente opuestas al capitalismo (aun el pequeñoburgués), nuestros pequeñoburgueses se ven obligados a tomar medidas socialistas y abandonar sus utopías prerrevolucionarias si es que se apoderan del gobierno, aunque instituyéndose despótica y burocráticamente sobre los obreros en el estado. Éste es el caso de Cuba socialista, la cual avanzará y se consolidará sólo si los obreros cubanos derrocan a la burocracia chovinista castrense y se apoderancompletamente del gobierno socialista.

PERSPECTIVAS

Con razón Mariátegui decía: “No queremos que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica.” El subjetivismo idealista de semejante dicho suena típico; la pequeñoburguesía cree que con sólo desear o “no querer” algo, (¡en este caso un fenómeno social!) todo es posible. El socialismo en Latinoamérica es una necesidad histórica que sólo puede ser alcanzada continentalmente por el proletariado y su dictadura. Esto en sí connota un programa y tácticas definidas, no al “libre albedrío,” sino basados en los requerimientos revolucionarios concretos del proletariado latinoamericano. La cuestión de que no debe de ser calco y copia es una banalidad que no viene al caso.

La realidad social, siempre cambiante, requiere un estudio extenuante, especialmente en Latinoamérica. Pero los marxistas hacemos este estudio combinándolo con una firme finalidad: instituir la dictadura del proletariado en el continente y en el mundo. Semejante finalidad nos lleva a la conclusión que un desarrollo similar (no “copiado”) al proceso ocurrido en Rusia en Octubre de 1917, donde los obreros y su partido tomaron el poder, apoyándose en las grandes masas rurales, es posible también en la gran mayoría de los países latinoamericanos. Y además de posible, es absolutamente inapelable si nuestro programa, siendo marxista, requiere el mandato directo del proletariado sobre sus estados, la división de la labor industrial continental y la solución final del problema agrario en la tierra.

La Revolución Rusa nos sirve de modelo metodológico aunque nos damos perfecta cuenta que social y económicamente, Latinoamérica tiene enormes diferencias con la Rusia de 1917. Pero estas diferencias no son de substancia; no niegan que es el proletariado la única clase capaz de tomar continentalmente el poder en Latinoamérica. Esto es negado solamente por la pequeñoburguesía “rebelde.”

Latinoamérica no ha escapado de las leyes del desarrollo capitalista descubiertas por Marx y Lenin. Aunque el caso de Latinoamérica es un caso especial, como lo es cada continente, cada país, cada región, etc., existen generalidades definitivas que atan el desarrollo económico-político latinoamericano al resto del mundo, determinándolo, y más aún, siendo determinadas por él en estos momentos. Los modos productivos precolombinos y la explotación mercantilista colonial europea crearon una situación social propicia para la subsiguiente explotación semicolonial por parte del imperialismo europeo y finalmente, el norteamericano.

El proletariado latinoamericano, creado en el proceso, numerando más de quince millones en veinte países, es una clase que no puede ser relegada a un segundo plano. El futuro socialista en la América Latina lo decidirá definitivamente sólo el proletariado sostenido revolucionariamente por las grandes masas oprimidas rurales y urbanas del continente. Esto, y sólo esto, es posible, ya que el desarrollo económico y social del continente ha creado una situación de desbordamiento revolucionario definido fundamentalmente por la lucha de clases (entre el proletariado y la burguesía) y que política, y a la vez socialmente, puede ser solucionado sólo si el proletariado se apodera de los medios productivos y ordena la sociedad latinoamericana. Esto no puede ser hecho por las burguesías nacionales ya que se encuentran íntimamente ligadas, siendo consolidadas estructuralmente, por el imperialismo yanqui. El campesinado, aunque más numeroso que el proletariado, es incapaz de tener relevancia política alguna continentalmente considerado por sí solo, ya que juega, como clase, un papel externo al proceso formativo actual que se presenta y que define a la sociedad latinoamericana en términos marxistas.

LOS TEÓRICOS

El subjetivismo “tacticista” pequeñoburgués es iluminado por Luis de la Puente Uceda, del MIR peruano: “El plan de la Revolución de Octubre, centralizado en la ciudad, no es aplicable a nuestra realidad ya que el poder oligarca se encuentra aquí fuerte y no en descomposición como era el caso durante aquel suceso histórico; el hecho que este plan siga siendo considerado puede ser sólo atribuido al dogmatismo de ciertos trotskistas ortodoxos y a una tendencia general de interpretar todo en términos de planes prestados del extranjero.” (Traducido de Monthly Review, noviembre 1965.)

Pero veamos cómo el MIR, además de no comprender a la Revolución Bolchevique, solucionó el problema, adaptándose a “nuestra realidad.” Su programa decía: “… es esencial unir a los sectores explotados: campesinos, obreros, pequeñoburguesía y sectores progresistas de la burguesía nacional…” y añadía: “El proceso… comenzado por el MIR… [es] una revolución… destinada a establecer un gobierno democrático y las fundaciones para la construcción del socialismo en nuestro país.” (Ibíd.) Este “plan,” ya que Uceda sólo hablaba de “planes,” es el vulgar “bloque de cuatro clases” maoísta. Tal bloque ocurrió en China después que el mismo estalinismo ayudó tácticamente a masacrar los obreros chinos en las matanzas infames de 1925-27, determinando en gran parte el escapismo populista de Mao Tse-tung que sin quererlo se vio obligado a tomar el poder en 1949 después que Chiang Kai-shek repetidamente rechazó sus avances coalicionistas. Todo esto no existe para Uceda. Es de añadir que por “socialismo” el MIR presentaba la siguiente falsificación: “Protección de la industria nacional, comercio nacional y clase media…” (Edición Extraordinaria del órgano del MR-13 guatemalteco, en artículo fraterno, julio 1965, No. 16, año II.)

Germán Lairet, venezolano, otro “teórico” del inconsciente oportunismo pequeñoburgués, nos dice: “Pero no basamos ya nuestra acción fundamental en la posibilidad de esta crisis [insurrecciones urbanas], aunque tratamos de aprovecharla al máximo, sino que construimos un ejército en las montañas… [con posibilidad] más segura y más cierta de victoria…” (Desafío, septiembre 13, 1966.) El proletariado, entonces, es un “brazo auxiliar” del aventurismo pequeñoburgués, a su servicio y a su merced. Ciertamente que el proletariado venezolano no necesita de tales “aliados” que lo consideran un mero objeto “táctico.”

El ELN colombiano, en su Manifiesto de Simacota, repite otra creación “autóctona”: “Los pequeños y medianos productores, tanto del campo como de la ciudad, ven arruinadas su economía ante la cruel competencia y acaparamiento de los créditos por parte del capital extranjero y sus secuaces vende-patrias… [que también arruinan] a… los comerciantes honestos.” (Desafío, cotizador de variados revisionismos, en su edición de julio 26, 1966.) Y estos son programas “socialistas.”

En México, donde el oportunismo no ha formado guerrillas ni milicias, se ha mezclado con el populismo, imaginándose también “autóctono.” Veamos lo que dice el señor Alfonso Garzón, secretario general de la Confederación Campesina Independiente, en una entrevista: “… por nuestra parte pensamos que la coexistencia es posible. Pero debemos tener autoridad suficiente para presionar cambios… y hablar de igual a igual… Nuestro método fundamental requiere necesariamente que, para alcanzar verdadero progreso, participemos en el manejo del poder.” (Traducido de Revolution, Vol.1, No.10.) El señor Garzón, honestamente, nos descubre el rol esencial del campesinado bajo la hegemonía burguesa: absoluto entreguismo político, a regañadientes heroicos, pero entreguismo aún. Y el hecho que sea organizado en milicias o en guerrillas no diluye su posición social bajo el modo productivo capitalista.

Aun así, otro profeta, Juan A. Corretjer, añade: “Sin un ejército campesino no hay revolución posible en América Latina…. El hecho revolucionario en que Mariátegui dio papel estelar a los campesinos ya no es profecía. Es decir, es profecía cumplida.” (Desafío, abril 5, 1966.)

Las teorías oportunistas de la pequeñoburguesía latinoamericana tienden a repetir las acciones de los populistas narodniques rusos, calzando además en el reformismo estalinista con las variedades guerrilleras del fidelismo y el guevarismo. Particularmente dividen teoría y práctica, pero por desgracia para ellos esta actitud sólo lleva a repetir, inconscientemente, los viejos vicios programáticos que la pequeñoburguesía “rebelde” resucita en  cada generación bajo el sistema capitalista.

Los narodniques, al preocuparse sólo de “planes, tácticas,” etc., continuaban prácticamente los que teóricamente eran métodos pequeñoburgueses, aceptables por el zarismo, ya que el populismo ruso no podía atacar ni cercenar las bases de la propiedad privada sino “renovarlas” utópicamente. Los populistas latinoamericanos tienen aún menos razón de existir que los narodniques del siglo pasado. La realidad histórica en Latinoamérica ha sobrepasado el momento en que el populismo hubiese sido comprensible o tal vez necesario históricamente. Su desarrollo económico pone a la orden del día la participación directriz del proletariado, hecho que aún en 1929, cuando Mariátegui murió, tenía relevancia continental.

¿UNA INTERNACIONAL PEQUEÑOBURGUESA?

Es imposible crear una “Internacional Campesina,” tan ridículo que la Tricontinental misma no se atreve a titularse así, aunque ésa es su finalidad objetiva. A veces, la pequeñoburguesía atenta copiar ciertas prácticas del proletariado (su internacionalismo, por ejemplo) y trata de aplicarlas demagógicamente al campesinado. Pero el internacionalismo obrero se basa en la posición social mundial del proletariado dentro el modo productivo capitalista, contra el cual irresistiblemente entra en total contradicción, y por lo tanto tiene bases concretas para existir. El campesinado, por más que los anti-históricos pequeñoburgueses pujen, no tiene la cohesión de clase propia del proletariado y por lo mismo no puede crear su propio “internacionalismo.” Históricamente la posición económica de la producción individual campesina está condenada; no tiene razón de existir pues no puede satisfacer las necesidades reproductivas que el capitalismo ha desencadenado sobre la tierra.

El campesinado latinoamericano, fundamentalmente fuera del desarrollo económico continental, fuera de los mercados comerciales, fuera de la “vida nacional,” no puede, y esto es innegable, sin la guía del proletariado, meterse a “renovador” social. El oportunismo populista, al retirarse al campo, se condena un aislamiento político y económico, siendo absolutamente impotente para remediar la situación por sí solo. Hablar de una “Internacional Campesina” o del “Poder Dual en el campo,” en donde no existe razón de ser, revela sólo la extrema ignorancia de la pequeñoburguesía “rebelde,” a la vez que deja traslucir su intrínseco desprecio y desconfianza en la capacidadpermanente del proletariado para luchar despiadada y totalmente contra toda opresión de clase.

Sindicalistas y revolucionarios

Sindicalistas y revolucionarios

11 de mayo de 1953

Este discurso de James P. Cannon discute el carácter conservador de muchos de los miembros de la tendencia Cochran-Clarke, la fracción del SWP que en 1953 colaboró con el revisionismo de Michel Pablo. Fue traducido de la revista teórica del SWP, Fourth International (primavera de 1954). Posteriormente fue publicado en inglés enSpeeches to the Party. Esta versión fue impresa en Spartacist en español no. 27, Diciembre de 1996..

Por varios meses hemos estado discutiendo las propuestas en contraste de los dos bandos en el conflicto interno de nuestro partido. Es tiempo ya, considero yo, de que vayamos un paso más allá; de llevar la discusión hacia un examen de las causas fundamentales de la lucha. Recordarán ustedes que esto es lo que hizo Trotsky durante la pelea con Burnham y Shachtman en 1939-40. En cierto estadio de esa lucha, después de que las posiciones de ambos lados quedaron claras -no únicamente lo que tenían que decir, sino lo que no decían, la manera como se comportaban, la atmósfera de la pelea y todo lo demás- cuando se vio bien qué es lo que realmente estaba en juego Trotsky escribió su artículo “Una oposición pequeñoburguesa dentro del Socialist Workers Party”.

Ese artículo resumía su evaluación de la fracción de Burnham y Shachtman tal como se reveló en el fragor de la lucha; cuando había quedado claro que no se trataba, como ocurre algunas veces, de una simple diferencia de opinión entre correligionarios sobre una o dos cuestiones que pudieran resolverse mediante la discusión y el debate fraternales. Burnham y sus seguidores -y aquellos a quienes ha embaucado- estaban impulsados por una profunda compulsión interna a romper con la doctrina y la tradición del partido. Llevaron su revuelta contra el partido al punto del frenesí, como hacen siempre los fraccionalistas pequeñoburgueses. Ya no atendían a ningún argumento, y Trotsky se encargó de explicar la base social de su fracción y su frenesí fraccionalista. Nosotros debemos hacer lo mismo ahora otra vez.

Los agrupamientos sociales en la oposición actual no son exactamente los mismos que en 1940. En esa lucha se trataba de unos cuantos intelectuales desmoralizados cuya base era una composición social pequeñoburguesa genuina de un sector del partido, especialmente en Nueva York, pero también en Chicago y algunos otros lugares del país; una concentración pequeñoburguesa que se rebelaba contra la línea proletaria del partido.

La composición social del partido en la actualidad es mucho mejor y ofrece una base de apoyo mucho más estrecha para una fracción oportunista. Como resultado de la escisión con los burnhamistas y nuestra concentración deliberada sobre el trabajo en los sindicatos, el partido hoy día es mucho más proletario en su composición, especialmente fuera de Nueva York. A pesar de todo eso, la verdadera composición social del partido no es de ninguna manera uniforme; refleja algunos de los cambios que se han operado dentro de la clase obrera estadounidense. Esto ha sido demostrado claramente por el alineamiento de los camaradas que se dedican a la labor dentro de los sindicatos en nuestra lucha fraccional. Los revolucionarios entre ellos -una gran mayoría- por un lado, y los elementos impulsados al conservadurismo –una pequeña minoría- por el otro, han escogido bandos diferentes de forma instintiva y casi automática.

Desde la consolidación de los sindicatos del CIO y el período de 13 años de auge durante la guerra y la posguerra, se ha dado una nueva estratificación dentro de la clase obrera estadounidense y en particular y conspicuamente dentro de los sindicatos del CIO. Nuestro partido, que está arraigado en los sindicatos, refleja también esa estratificación. El obrero que ha absorbido la atmósfera general de la prosperidad prolongada y ha empezado a vivir y pensar como un pequeñoburgués es una figura familiar en todo el país. Ha aparecido inclusive dentro del Socialist Workers Party como recluta hecho a la medida para una fracción oportunista.

En la resolución de nuestra convención de 1952, explicábamos la situación dentro de la clase obrera estadounidense en su conjunto en dos secciones: “Las causas del conservadurismo sindical y las premisas para una nueva radicalización” y “Perspectivas de una nueva radicalización”. En mi informe ante la convención nacional me referí a esas dos secciones como “la médula de la resolución” y enfoqué mi informe en torno a ellas.

Ahora me parece, a la luz del conflicto en el partido y sus verdaderas causas, que ahora son evidentes, que aquellas secciones de la resolución de la convención que tratan sobre la clase en su conjunto necesitan ampliarse y explicarse más detalladamente. Se requiere un examen más preciso de las estratificaciones dentro de la clase obrera, que ahí apenas si se tocan, y de la proyección de esas estratificaciones en la composición de los sindicatos, en las varias tendencias dentro de los sindicatos, e inclusive dentro de nuestro propio partido. Esto, me parece, es la clave para entender el enigma de otra manera inexplicable de por qué una sección proletaria del partido, aunque es una pequeña minoría, apoya a una fracción oportunista capituladora en contra de la línea proletario-revolucionaria y la dirección del partido.

Ejemplos de la historia

Esta contradicción aparente -esta división de las fuerzas proletarias- en la lucha fraccional del partido no es nueva. En las luchas fraccionales clásicas de nuestro movimiento internacional desde la época de Marx y Engels siempre hubo una división dentro del partido mismo entre los varios estratos de obreros.  El ala izquierda proletaria nunca incluyó a todos los obreros y el ala oportunista pequeñoburguesa nunca careció de apoyo obrero, es decir obrero en el sentido técnico de obrero asalariado. Los intelectuales revisionistas y los oportunistas sindicales siempre anidaron juntos en el ala derecha del partido. En el SWP en la actualidad, tenemos una repetición del alineamiento clásico que caracterizó la lucha entre la izquierda y la derecha dentro de la Segunda Internacional antes de la Primera Guerra Mundial.

Trotsky nos dijo durante una de las visitas que le hicimos -creo que también lo escribió en alguna parte- que existía una verdadera división social entre las dos fracciones del Partido Socialdemócrata de Rusia original, que más tarde se convirtieron en dos partidos separados. Los mencheviques, afirmaba, tenían a casi todos los intelectuales. Con unas cuantas excepciones, los únicos intelectuales que tenía Lenin eran aquellos que el partido había entrenado, en gran medida similares a nuestros obreros-intelectuales en su mayoría. El intelectual -me refiero al intelectual profesional del tipo de Burnham, el tipo de la cátedra profesoral, de las universidades- era una rareza en el bando de Lenin, mientras que los mencheviques tenían montones de ellos.

Además, los mencheviques tenían a la mayoría de los obreros calificados, que son siempre los obreros privilegiados. El sindicato de los trabajadores de la imprenta fue menchevique incluso durante la revolución. La burocracia de los obreros ferrocarrileros trató de paralizar la revolución; los bolcheviques sólo pudieron impedir que la burocracia menchevique e los trabajadores ferrocarrileros utilizara su posición estratégica en contra de la revolución mediante la fuerza militar y el apoyo de una minoría.

Según Trotsky los mencheviques tenían de su lado también a la mayoría de los obreros más viejos. La edad, como ustedes saben, está asociada con el conservadurismo. (Esto es en términos generales, pero no siempre; existen excepciones a la regla. Hay dos maneras diferentes de medir la edad. En la vida diaria se mide con el calendario, pero en política revolucionaria se mide por la mente, la voluntad y el espíritu; y no siempre se obtiene el mismo resultado).

Por otra parte, mientras que los obreros más viejos, los calificados y los privilegiados, estaban con los mencheviques, los obreros no calificados y los jóvenes -es decir, aquellos que estaban politizados- estaban con los bolcheviques. Esa era la línea divisoria entre las fracciones. No era meramente una cuestión de los argumentos y el programa; eran los impulsos sociales, pequeñoburgueses por un lado, proletarios por el otro, los que determinaban su lealtad.

El mismo alineamiento se dio en Alemania. La socialdemocracia alemana de la preguerra durante su apogeo contaba con un poderoso bloque de parlamentarios oportunistas, marxólogos que utilizaban su entrenamiento académico y su habilidad para citar extensamente a Marx para justificar una política oportunista. Recibían el apoyo no únicamente de los pequeños comerciantes, de los que había muchos, y de los burócratas sindicales. Contaban también con una sólida base de apoyo en el estrato privilegiado de la aristocracia obrera de Alemania. Los oportunistas sindicales dentro del Partido Socialdemócrata alemán apoyaron el revisionismo de Bernstein sin molestarse en leer sus artículos. No tenían necesidad de leerlos; sencillamente era eso lo que sentían. Los hechos más interesantes sobre esta cuestión los cita Peter Gay en su libro sobre Bernstein y su movimiento revisionista, titulado The Dilemma of Democratic Socialism: Eduard Bernstein Challenge to Karl Marx [El dilema del socialismo democrático: El desafío de Eduard Bernstein a Karl Marx].

Durante toda la disputa de la preguerra sobre el revisionismo, después durante la guerra y la posguerra, durante 1923 y 1933, los sindicalistas calificados privilegiados constituyeron la sólida base de apoyo de los líderes socialdemócratas oportunistas; en tanto que los revolucionarios comunistas, desde los tiempos de Liebknecht y Luxemburg hasta la catástrofe fascista en 1933, fueron los jóvenes, los desempleados, los obreros no calificados y menos privilegiados.

Si vuelven a leer a Lenin de nuevo, en caso de que lo hayan olvidado, verán cómo él explicaba que la degeneración de la Segunda Internacional, y su traición final durante la Primera Guerra Mundial, se debió precisamente a su oportunismo basado en la adaptación del partido a las demandas e impulsos conservadores de la burocracia y la aristocracia obreras.

Lo mismo sucedió en los Estados Unidos, aunque aquí nunca tuvimos una socialdemocracia en el sentido europeo y la clase obrera aquí nunca estuvo organizada políticamente como allá. El movimiento obrero organizado, hasta los años 30, estaba en gran medida restringido a una aristocracia obrera privilegiada -como solían llamarla Debs y De Leon- de obreros de oficio calificados que percibían mejores salarios y ocupaban puestos de preferencia, “monopolizaban” los puestos de trabajo, etc. El principal representante de este estrato conservador privilegiado en los sindicatos de obreros calificados fue Gompers.

Por otro lado, existía una gran masa de obreros rasos, los no calificados y semicalificados, los obreros de las líneas de producción masiva, los nacidos en el extranjero y los jóvenes sin empleo. Ellos no estaban sindicalizados, carecían de privilegios, eran los parias de la sociedad. No era por nada que eran más radicales que los otros. Nadie les prestaba atención excepto los revolucionarios y los radicales. Únicamente el IWW de Haywood y St. John, Debs y los socialistas de izquierda se hacían eco de sus amargas quejas, realizaban labor organizativa, y dirigían las huelgas de los obreros de las líneas de producción masiva en ese entonces. Si la burocracia oficial de los sindicatos intervenía en las huelgas espontáneas de los no sindicalizados era usualmente para romperlas y traicionarlas.

Los burócratas de los sindicatos de obreros calificados no veían con buenos ojos el gran ascenso de los obreros no sindicalizados en los años 30. Pero no podían impedirlo. Cuando las huelgas espontáneas y las campañas de sindicalización no podían ya ser ignoradas, la AFL empezó a asignar “organizadores” en las diferentes industrias: siderúrgica, del caucho, automotriz, etc. Se les enviaba, sin embargo, no para liderar a los obreros en la lucha sino para controlarlos, para impedir la consolidación de sindicatos industriales independientes. De hecho no les permitieron a los obreros del automóvil en convención elegir a sus propios funcionarios, insistiendo que fueran asignados “provisionalmente” por la AFL. Lo mismo ocurrió con los trabajadores del caucho y otros sindicatos industriales.

Estos nuevos sindicatos tuvieron que escindirse de los conservadores falsos líderes sindicales de la AFL antes de poder consolidarse en forma independiente. La fuerza motriz que impulsó el auge de 1934-37 fueron las quejas amargas e irreconciliables de los obreros; su protesta contra los maltratos, la aceleración del ritmo de trabajo, la inseguridad; la revuelta de los parias contra el status de parias.

Esta revuelta, que ninguna burocracia podía contener, fue encabezada por gente nueva: los jóvenes obreros de las líneas de producción masiva, los nuevos militantes jóvenes sobre los que nadie había oído nunca. Ellos fueron los verdaderos creadores del CIO. Esta revuelta de los “parias” alcanzó su punto más alto durante las huelgas con tomas de fábricas de 1937. El triunfo de los obreros en estas batallas estableció al CIO en forma definitiva y garantizó la estabilidad de los nuevos sindicatos a través de la cláusula de antigüedad.

Influencias conservadurizantes

Han pasado ya 16 años desde que las huelgas con tomas de fábricas aseguraron la existencia de los sindicatos del CIO mediante la cláusula de antigüedad. Estos 16 años de seguridad sindical, y los 13 años de prosperidad ininterrumpida de la guerra y la posguerra, han causado una gran transformación entre los obreros sin privilegios que crearon el CIO.

La cláusula de antigüedad, como todo lo demás en la vida, ha revelado una cualidad contradictoria. Al regular el derecho al trabajo mediante el tiempo de servicio en el empleo, protege al activista sindical contra la discriminación arbitraria y los despidos. Es una necesidad absoluta para la seguridad del sindicato. Este es el aspecto positivo de la cláusula de antigüedad. Pero, al mismo tiempo, crea también gradualmente una especie de interés creado en la forma de empleo más constante para aquellos sindicalistas que han permanecido por más tiempo en la fábrica. Ese es el aspecto negativo.

Con el tiempo, con la ampliación de sus derechos de antigüedad y su ascenso a mejores puestos, se ha operado un proceso de transformación en el status de los activistas sindicales originales. En el curso de 16 años, se han asegurado el empleo más o menos constante, incluso en épocas cuando escasea el trabajo. Son, de acuerdo al reglamento, los últimos en ser despedidos y los primeros en ser llamados para que vuelvan a trabajar. Y en la mayoría de los casos, tienen mejores puestos que los recién llegados a la fábrica. Todo esto, aunado a la prosperidad de la guerra y la posguerra, ha cambiado su posición material y, en cierta medida, su status social.

Los pioneros combativos de los sindicatos del CIO son 16 años más viejos que en 1937. Viven mejor que los harapientos y hambrientos huelguistas de las tomas de fábricas de 1937; y muchos de ellos son 16 veces más blandos y conservadores. Este sector privilegiado de los sindicatos, que en otro tiempo constituyó la columna vertebral del ala izquierda, es ahora la principal base social de la burocracia conservadora de Reuther. Lo que los convence no es tanto la hábil demagogia de Reuther sino el hecho de que él verdaderamente expresa su estado de ánimo y patrón de pensamiento conservador.

Pero estos antiguos activistas conservadurizados son solo una parte de la militancia del CIO, y me parece que nuestra resolución de la convención no trata este hecho en forma suficiente y específica. En estas industrias de producción masiva, que son verdaderos infiernos esclavizadores. Existen muchos otros. Hay una masa de obreros jóvenes que no gozan de ninguna de estas prestaciones y privilegios y no tienen interés personal alguno en el cúmulo de derechos de antigüedad. Ellos son el material humano para la nueva radicalización. El partido revolucionario, mirando hacia el futuro, debe dirigir su atención principalmente hacia ellos.

Si nosotros, contando con una nueva ola de descontento en el movimiento obrero, echamos una mirada a quienes fueron sus líderes hace 16 años, podríamos realmente sacar conclusiones desalentadoras. No solamente carecen hoy de ánimo radical, sino que no están en ninguna disposición de encabezar una nueva radicalización. Eso requiere gente joven y hambrienta y harapienta y muy descontenta con todas las condiciones de su existencia.

Debemos recurrir a la gente nueva si, como creo yo, lo que tenemos en mente es la próxima revolución estadounidense y no limitamos nuestra visión a la perspectiva de una nueva sacudida dentro de la burocracia y a alianzas con astutos falsos líderes “progresistas” para el logro de metas pequeñas.

Esta nueva estratificación en los nuevos sindicatos es un aspecto que el partido ya no puede ignorar. Más aun ahora que lo vemos reflejado directamente dentro de nuestro partido. Algunos miembros del partido en el sindicato automotriz pertenecen a este estrato privilegiado. Es lo primero que debe reconocerse. Algunos de los mejores activistas, los más firmes del partido en los viejos tiempos, han sido afectados por el cambio en las condiciones en que viven y el nuevo medio en el que se desenvuelven.

Ven a los viejos activistas en los sindicatos, quienes antes cooperaban con ellos, volverse más lentos, más satisfechos, más conservadores. Todavía se encuentran en reuniones sociales con estos antiguos activistas y son infectados por ellos. Adquieren una perspectiva pesimista de las reacciones que ven por todos lados de estos veteranos, y, sin darse cuenta, contraen un elemento de ese mismo conservadurismo.

En mi opinión, esa es la razón por la que apoyan a una tendencia vulgarmente conservadora, pesimista y capituladora en nuestra lucha fraccional interna. Me temo que esto no es una falta de comprensión de su parte. Ojalá lo fuera, porque en ese caso nuestra tarea sería fácil. Los miserables argumentos de los cochranistas no resisten la crítica marxista, siempre que se acepten los criterios del marxismo revolucionario.

Pero esa es la dificultad. Nuestros sindicalistas conservadurizados ya no aceptan estos criterios. Como muchos otros, que “solían ellos mismos ser radicales”, están empezando a referirse a nuestras “Tesis sobre la revolución estadounidense” como una “locura”. Ellos no se “sienten” de esa manera, y nadie va a convencerlos de que cambien su forma de sentir.

Esa -y tal vez una conciencia culpable- es la verdadera explicación de su subjetividad, su rudeza y arrebato fraccional, cuando uno trata de discutir con ellos desde el punto de vista principista del “viejo trotskismo”. No siguen a Cochran porque lo admiren excepcionalmente a nivel personal, porque conocen a Cochran. Sencillamente reconocen en Cochran, con su derrotismo capitulador y su programa de retirada de la arena de lucha en favor del círculo de propaganda, al vocero genuino de su propio estado de ánimo de retiro y abandono.

De la misma manera que los sindicalistas más viejos, más calificados y privilegiados de Alemania apoyaron a la derecha contra la izquierda, y así como sus homólogos rusos apoyaron a los mencheviques contra los bolcheviques, los “sindicalistas profesionales” en nuestro partido apoyan al cochranismo en nuestra disputa. Y por las mismas razones fundamentales.

Yo, por mi parte, debo admitir francamente que no reconocí la amplitud del problema al principio de la lucha. Yo preví que alguna gente cansada y pesimista, que buscaba una especie de racionalización para reducir su participación o salirse de la lucha, apoyaría cualquier oposición fraccional que apareciera. Eso sucede en toda lucha fraccional. Pero no contaba con el surgimiento de un estrato obrero conservadurizado que serviría como grupo organizado y base social de una fracción oportunista en el partido.

Mucho menos esperaba ver a dicho grupo pavonearse por el partido exigiendo consideraciones especiales porque son “sindicalistas”. ¿Qué tiene eso de excepcional? Existen quince millones de sindicalistas en este país, pero no tantos revolucionarios. Pero los revolucionarios son los que cuentan para nosotros.

Perdiendo la fe en el partido

El movimiento revolucionario, bajo las mejores condiciones, es una lucha dura, y desgasta mucho material humano. No por nada se ha dicho miles de veces en el pasado: “La revolución es una devoradora de hombres.” El movimiento en este, el país más rico y más conservador del mundo, es quizá el más voraz de todos.

No es fácil persistir en la lucha, perseverar, mantenerse firme y pelear año tras año sin triunfar; e incluso, en épocas como la actual, sin ningún progreso tangible. Eso requiere convicción teórica y perspectiva histórica además de carácter. Y aparte de eso se requiere asociarse con otros en un partido común.

El modo más seguro de perder la fe en la lucha es sucumbir al medio ambiente inmediato de uno; ver las cosas solo como son y no como están cambiando y deben de cambiar; ver únicamente lo que se tiene frente a los ojos e imaginar que eso es permanente. Esa es la suerte maldita del sindicalista que se separa del partido revolucionario. En tiempos normales, el sindicato, por su naturaleza misma, es un caldo de cultivo del oportunismo. Ningún sindicalista, abrumado por las preocupaciones mezquinas y objetivos limitados del día, puede retener su visión de las cuestiones más amplias y la voluntad de luchar por ellas sin el partido.

El partido revolucionario puede cometer errores, y los ha cometido, pero nunca se equivoca en la lucha contra los que viven quejándose de todo, que tratan de culpar al partido por sus propias debilidades, por su cansancio, su falta de visión, su impulso por dimitir y capitular. El partido no se equivoca ahora cuando llama a esta tendencia por su verdadero nombre.

La gente con frecuencia actúa en forma diferente como individuos, y da distintas explicaciones por sus actos, que cuando actúan y hablan como grupos. Cuando un individuo se cansa y desea dimitir, usualmente dice que está cansado y dimite; o se retira sin decir absolutamente nada, y ahí acaba la cosa. Eso ha estado sucediendo en nuestro movimiento internacional durante 100 años.

Pero cuando el mismo tipo de gente decide como grupo salirse de la línea de fuego abandonando el partido, necesitan la cubierta de una fracción y una posición “política” autojustificadora. Cualquier explicación “política” sirve, y de cualquier modo es bastante seguro que será una explicación falsa. Eso también ha venido ocurriendo desde hace cerca de 100 años.

El caso actual de los sindicalistas cochranistas no es ninguna excepción a la regla. De pronto escuchamos que ciertos “sindicalistas profesionales” repentinamente se vuelven en contra nuestra porque somos “estalinofobos”, y ellos están fuertemente a favor de una orientación hacia el estalinismo. ¡Esa es la mayor tontería que he escuchado jamás! Nunca tuvieron esa idea en la cabeza sino hasta que se inició esta pelea. ¿Y cómo podía ser de otro modo? Los estalinistas se han aislado dentro del movimiento obrero, y es veneno tocarlos. Andar buscando a los estalinistas es apartarse del movimiento obrero, y estos “sindicalistas” del partido no lo desean hacer.

La gente de Michigan que está exigiendo a gritos que nos orientemos hacia los estalinistas no tiene tal orientación en su propia área. Y están perfectamente en lo correcto a ese respecto. No niego que gente como Clarke, Bartell y Frankel han oído voces y visto visiones de una mina de oro oculta en los cerros estalinistas -ya discutiré esta alucinación en otra ocasión- pero los sindicalistas cochranistas no tienen la más mínima intención de ir a extraer minerales ahí. Ni siquiera dirigen la mirada en esa dirección. Lo sorprendente es la insinceridad de su apoyo a la orientación hacia los estalinistas. Eso es completamente artificial, para propósitos fraccionales. No, se tiene que decir que la orientación hacia el estalinismo, por lo que concierne a los sindicalistas de Michigan, es una farsa.

¿Qué es lo que oímos después de esto? Que tienen montones de “quejas” contra el “régimen” del partido. Yo siempre sospecho cuando escucho hablar sobre quejas, especialmente cuando provienen de personas que no se habían quejado antes. Cuando veo gente rebelarse contra el partido a causa de que han sido tratados mal por el terrible régimen de nuestro partido -que es en realidad el régimen más justo, más democrático y tolerante en la historia de la humanidad- siempre me acuerdo de las palabras de J. Pierpont Morgan. Decía él: “Todo el mundo tiene por lo menos dos razones para hacer lo que hace: una buena razón y la verdadera razón.” Ellos han dado una buena razón para su oposición. Ahora quisiera saber yo cuál demonios es la verdadera razón.

No puede ser la hostilidad del partido hacia el estalinismo -como afirman ellos- porque los sindicalistas cochranistas por nada del mundo se les acercarían a los estalinistas, ni aunque alguien estuviera detrás de ellos con bayonetas y les prendiera cohetes en la cola del abrigo.

No puede ser debido al “Tercer Congreso Mundial” sobre el cual de repente se encuentran tan indignados. Estos camaradas de Michigan poseen muchas cualidades admirables, como se ha visto en el pasado, pero de ningún modo son la sección más internacionalista del partido; ni de lejos. No son la sección del partido que más se interesa en las cuestiones teóricas. El comité local de Detroit, es triste decirlo, ha sido el más remiso en la enseñanza y el estudio de la teoría marxista, y ahora está pagando por ello un precio terrible. Este comité local no está teniendo ni una sola clase; ninguna clase sobre marxismo, ninguna clase sobre la historia del partido, ninguna clase sobre el Congreso Mundial o sobre ninguna otra cosa.

De tal suerte que cuando de pronto irrumpen con la exigencia de que el partido enarbole la bandera del Tercer Congreso Mundial, a mi me parece que esa es otra “buena” razón, pero igualmente falsa.

La verdadera razón es que se rebelan contra el partido sin saber plenamente por qué. Para el militante joven, el partido es una necesidad valorada por encima de cualquier otra cosa. El partido era la vida misma de estos activistas cuando eran jóvenes y verdaderamente combativos. No les importaba el empleo; no les asustaban los peligros. Como todos los demás revolucionarios de primera, estaban dispuestos a abandonar el trabajo en seguida si el partido quería enviarlos a otra ciudad, o que hicieran esto o aquello. El partido era siempre primero.

El partido es la mayor recompensa para el joven sindicalista que se hace revolucionario, la niña de sus ojos. Pero para el revolucionario que se transforma en sindicalista -todos hemos visto ocurrir esto más de una vez- el partido no es ninguna recompensa en absoluto. El simple sindicalista, que piensa en términos de “política sindical” y “bloques de poder” y pequeñas alianzas con pequeños falsos líderes obreros para ganar algún pequeño puesto, promoviendo sus intereses personales aquí y allá, ¿por qué va a pertenecer a un partido revolucionario? Para tal individuo el partido es una cruz a cuestas, que interfiere con su éxito como político sindical “práctico”. Y en la actual situación política del país es un peligro: en el sindicato, en la fábrica y en la vida en general.

La gran mayoría de los sindicalistas del partido comprenden todo esto tan bien como nosotros. El llamamiento “sindicalista” vulgar de los cochranistas sólo los repele, porque ellos se consideran en primer lugar revolucionarios y en segundo lugar sindicalistas. En otras palabras, son gente de partido, como lo son todos los revolucionarios.

Considero que constituye un gran tributo a nuestra tradición, a nuestros cuadros, a la dirección de nuestro partido, el que hayamos logrado aislar al cochranismo a un estrecho sector de la militancia del partido. Es una gran satisfacción, en estos tiempos conflictivos y difíciles, ver a la gran mayoría del partido mantenerse firme contra todas las presiones. En el curso futuro de la discusión, asestaremos golpes aún más duros y nos desprenderemos de algunos cuantos más aquí y allá. No deseamos que nadie abandone el partido si está en nuestras manos impedirlo.

Pero salvar almas no es nuestra ocupación principal. Estamos decididos a proteger nuestro partido de la desmoralización, y lo vamos a hacer. Nos preocupan los individuos únicamente dentro de este marco. El rescate de desmoralizados políticos se lo dejamos al Ejército de Salvación. Para nosotros el partido es primero, y a nadie le permitiremos que lo desorganice.

Esta lucha es de importancia muy decisiva porque la perspectiva ante nuestro partido es la perspectiva de la guerra y todo lo que ello implica. Vemos los peligros y las dificultades -y también las grandes oportunidades- que nos esperan más adelante, y precisamente por eso queremos preparar al partido antes de que los peores golpes nos caigan encima.

La línea y las perspectivas del partido, y la dirigencia partidista, serán decididas en esta lucha para un largo periodo futuro. Cuando lleguen tiempos más difíciles, y cuando nuevas oportunidades se presenten, no queremos que quede ninguna duda en las mentes de los camaradas respecto a cuál es la línea del partido y quiénes sus dirigentes. Estas cuestiones serán resueltas en esta lucha.

El Socialist Workers Party tiene el derecho, por su programa y su historial, a aspirar a un gran futuro. Esa es mi opinión. Esa era la opinión de Trotsky. Hay una línea en el documento de los cochranistas que se mofa de la convención del SWP de 1946 y de las “Tesis sobre la revolución estadounidense” adoptadas en ella. Dice así: “Habíamos nacido con un gran destino, al menos en nuestras propias mentes.” En esa burla de la aspiración del partido, está contenida toda la ideología capituladora y pesimista del cochranismo.

En 1929, cuando Trotsky fue deportado a Constantinopla, el triunfo del estalinismo era total, y él se encontraba aislado y casi solo. Fuera de la Unión Soviética, habían apenas 200 personas en todo el mundo que lo apoyaban, y la mitad de ellas eran las fuerzas que nosotros habíamos organizado en los Estados Unidos. Trotsky nos escribió una carta en ese entonces en la cual elogiaba nuestro movimiento en Estados Unidos. Decía que nuestra labor era de importancia histórico-mundial porque, a fin de cuentas, todos los problemas de la época serían resueltos en tierra estadounidense. Decía que no sabía si una revolución llegaría aquí antes que a otros lugares, pero de cualquier manera era necesario prepararse organizando el núcleo del partido de la revolución futura.

Esa es la línea por la que se ha encaminado nuestra labor. Nuestros cuadros han sido formados con esa doctrina. Cuando leí en el documento de Cochran esa desestimación cínica de nuestras aspiraciones revolucionarias, recordé un discurso que pronuncié ante nuestros camaradas jóvenes en Chicago hace trece años. La ocasión era nuestra Conferencia de Activistas Obreros, celebrada precisamente un mes o algo así después de la muerte de El Viejo [León Trotsky], cuando todo el mundo se sentía despojado; cuando la pregunta en las mentes de todos, aquí y en todo el mundo, era si el movimiento podría sobrevivir sin Trotsky.

Al final de la conferencia, pronuncié un discurso y dije a los jóvenes activistas ahí presentes: “Ustedes son los verdaderos hombres con un gran destino, porque sólo ustedes representan el futuro.” Incluimos el mismo concepto en las tesis de la convención de 1946.

Esa ha sido la posición de todos nuestros militantes que permanecen unidos a través de esta larga y dura batalla. Un joven camarada en California, uno de los principales activistas del partido, me señaló la burla de los cochranistas y dijo: “¿Qué te parece? Si yo no pensara que nuestro partido tiene un gran futuro, ¿por qué iba a estar dispuesto a dedicar mi vida y todo lo que tengo al partido?” Cualquiera que minimiza al partido y duda de su futuro debía preguntarse a sí mismo qué es lo que hace en el partido. ¿Está ahí de visita? El partido exige mucho, y no puede darse mucho y arriesgar todo al menos que se piense que el partido vale la pena.

El partido vale la pena, porque es el partido del futuro. Y a este partido del futuro le está tocando de nuevo su parte de buena suerte histórica. Una vez más, como en 1939-40, tiene la oportunidad de resolver un conflicto fundamental en discusión abierta antes de una guerra, en la víspera de una guerra.

Antes de la Segunda Guerra Mundial el partido fue confrontado por una fracción que amenazaba su programa y por lo tanto su derecho a existir. No tuvimos que saltar en la guerra inmediatamente antes de que la cuestión se resolviera. Realizábamos nuestra labor abiertamente mientras que el resto de nuestros camaradas en Europa estaban en la clandestinidad o en campos de concentración. Nosotros aquí en Estados Unidos tuvimos el privilegio de conducir un debate para toda la Internacional durante un período de siete meses.

Lo mismo está ocurriendo ahora de nuevo. Debemos reconocer esta suerte histórica y sacarle ventaja. La mejor manera de hacer esto es extendiendo y ampliando la discusión. Repetiré lo que dijo el camarada Dobbs, que nuestro objetivo no es escindir el partido sino desbaratar la escisión y salvar al partido. Trataremos de evitar una escisión mediante una lucha política que golpee a la oposición en forma tan dura que no pueda tener ninguna perspectiva en una escisión. Si no podemos impedir una escisión, la reduciremos al tamaño más pequeño posible.

Entre tanto, desarrollaremos la labor del partido en todos los frentes. Ninguna labor del partido va a ser saboteada. Si se hace el intento, movilizaremos nuestras fuerzas en todas partes y tomaremos el control. No permitiremos que se desorganice al partido mediante el sabotaje o que sea descarrilado por una escisión, como no lo permitimos en 1940. Hemos comenzado bien y no pararemos hasta lograr una victoria total en la lucha por un partido revolucionario.

Frente popular en Chile

Frente popular en Chile

[Primera impresión en Spartacist no. 19, noviembre-diciembre de 1970. Traducción al español impreso enCuadernos Marxistas No. 3  ]

La victoria electoral de la coalición de frente popular del Dr. Salvador Allende en Chile plantea agudamente la cuestión de la revolución o la contrarrevolución. La crisis chilena es una expresión clásica y completa del intento del reformismo de hacer descarrilar la necesidad sentida por los obreros de obtener un gobierno propio que rija la sociedad en su propio interés. El deber revolucionario de todo marxista en Chile y en el mundo entero debe ser completamente claro. Por encima de todo, la experiencia de la Revolución Rusa y de la crítica de Trotsky de los gobiernos de frente popular en España y en Francia en 1936, esclarecen los objetivos que los revolucionarios deben tener en tales situaciones.

La candidatura del Dr. Allende, que ganó las elecciones, sin una mayoría absoluta, el 4 de septiembre, se basó en una coalición de partidos obreros reformistas y partidos burgueses liberales, incluyendo el Partido Comunista pro-Moscú; el Partido Socialista de Allende, algo más radical; el Partido Social Demócrata, muy de derechas; lo que queda del Partido Radical burgués-liberal; unos fragmentos de la Democracia Cristiana, etcétera. Para obtener la confirmación del Congreso, Allende accedió a una serie de enmiendas constitucionales bajo la insistencia del partido dominante, la Democracia Cristiana. Las más cruciales de estas enmiendas fueron la prohibición de las milicias privadas y la estipulación de que no se darían cargos a ningún oficial de la policía o el ejército que no se hubiera formado en las academias oficiales.

Con el mantenimiento de los fundamentos del orden capitalista asegurado, el Congreso eligió a Allende como presidente el 24 octubre. Y ahora ha anunciado el reparto del botín de su gabinete de quince personas: al PC le tocan los ministerios económicos; el PS de Allende se lleva los puestos claves del Interior y Asuntos Exteriores y el Ministerio de Defensa a un radical burgués. Esta es la respuesta del reformismo a todos los años de luchas de las masas chilenas y a sus tremendas esperanzas de que la elección de Allende les iba a proporcionar todo un nuevo modo de vida; pero la camisa de fuerza del frente popular burgués no será capaz de sujetarles durante mucho tiempo.

Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier “apoyo crítico” a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta del proletariado chileno cuando la reacción doméstica, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista. Por el momento los imperialistas estadounidenses han contemporizado -y no han tratado de dar inmediatamente un golpe de estado contrarrevolucionario, como es común en América Latina- debido a que habían anticipado las nacionalizaciones y habían amortiguado las pérdidas de antemano al obtener unos beneficios enormes durante varios años.

Hay una profunda contradicción dentro de los partidos obreros reformistas entre su base proletaria y su ideología formal por una parte, y los propósitos de colaboración de clases y las ambiciones personales de sus líderes por otra. Esta es la razón por la que los marxistas, cuando no están incorporados en un partido obrero de masas, dan un “apoyo crítico” a partidos reformistas -en contra de los evidentes agentes del Capital- tal que les sea posible intentar reagrupar a la base proletaria alrededor de un programa revolucionario. Pero cuando estos partidos entran en un gobierno de coalición con los partidos del capitalismo, cualquier “apoyo crítico” sería una traición porque la coalición ha resuelto la contradicción de clase a favor de la burguesía. Es nuestra tarea pues, el recrear una base de lucha dentro de tales partidos al exigir una ruptura con la coalición. Esta ruptura debe ser la condición preliminar imprescindible antes de dar aún el más crítico apoyo.

La posición de la izquierda ante Chile

El grupo conocido más a la izquierda en Chile, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, compuesto de guevaristas, semi-trotskistas, etc., ha mostrado una posición conciliadora hacia Allende durante la campaña, y el 4 de septiembre hizo una llamada a los obreros, estudiantes y campesinos para que apoyasen su victoria, reforzando así las ilusiones populares con su influencia.

Mientras que los maoístas chinos “revolucionarios” se han mantenido muy diplomáticamente reservados, Gus Hall, del Partido Comunista de los EE.UU. ha dicho que “las elecciones en Chile representan el mandato revolucionario y democrático del pueblo”. Y continua “¿No rebate esta experiencia la tesis de Debray [es decir, Guevara y Castro] y Mao? Claro que sí.” (Daily World, 17 de octubre). No menos entusiasta, el Granma, periódico de Castro, en el número del 13 de septiembre proclama la elección de Allende como “La victoria de la unidad del pueblo”, embarcándose así, quieras que no, en el furgón de Gus Hall y, una vez más, desenmascarando a todos los que predican confianza en el liderato cubano como los charlatanes políticos que son.

Trágicamente, casi todas las agrupaciones que pretenden ser los herederos de la Cuarta Internacional de Trotsky han tomado el mismo camino de desorientación o conciliación hacia el Frente Popular. En su Congreso Mundial de abril de 1969, la mayoría del Secretariado Unificado, alrededor de Livio Maitan, afirmó que la estrategia para América Latina era la “guerrilla rural” con una base campesina y cuadros provenientes de la pequeña burguesía (estudiantes), desposeyéndose así ellos mismos de toda importancia frente a los levantamientos urbanos en América Latina. ¿Y qué dijo la minoría del Secretariado Unificado agrupada alrededor del Socialist Workers Party [Partido de los Trabajadores Socialistas] de los EE.UU.? Su representante, Joe Hansen, mantuvo una supuesta ortodoxia trotskista, aparentemente descubriendo de nuevo la necesidad de construir partidos obreros revolucionarios como la clave para la revolución latinoamericana, pero esto fue sólo la hoja de parra que encubría el rebajamiento del SWP hacia un reformismo legalista. La primera respuesta de la Intercontinental Press de Hansen (el 14 de septiembre) fue agnóstica, concluyendo: “Sin duda alguna, el programa de Allende es más radical, sobre el papel, que el programa del Frente Popular de 1938. Pero queda aún por ver si sus aliados burgueses, presentes y futuros, le permitirán ponerlo en práctica.”

Atrás de este suave “no sé nada” del SWP se escondía su verdadera posición, apoyo crítico: “Seria un crimen el disculpar a la Unidad Popular. Pero el no reconocer sus elementos positivos, condenándola in toto basados en un dogmatismo sectario, significaría un aislamiento suicida” (Intercontinental Press, 5 de octubre de 1970). Desde luego, el SWP “no es tan tonto”. Después de todo, la candidatura de Allende era enormemente popular entre las masas chilenas, de modo que estos revisionistas decidieron alimentar las ilusiones que bloquean el camino hacia la revolución socialista y exponer a los obreros, en esta situación de gran polarización social, al peligro del triunfo de la reacción y al terror de la derecha.

El Pablismo de Healy

Los pretendidos anti-revisionistas de la “Cuarta Internacional” de Gerry Healy están sólo cuantitativamente a la izquierda del SWP; son sólo un poco más críticos sin salirse de un marco político similar. El Workers Press de Healy del 12 de septiembre concluye que “es necesario prepararse para una acción de clase unida para defender la victoria de Allende y sus programas electorales contra este peligro”. En los Estados Unidos la Workers League [Liga de los Trabajadores] afirma: “Sólo hay un camino y es el camino revolucionario de la Revolución de Octubre… Como un paso para llegar a comprender esto, los obreros deben hacer que Allende mantenga sus promesas…” (Bulletin, 21 de septiembre). ¡Invocando a la Revolución de Octubre, piden que las masas obliguen a un gobierno esencialmente burgués a que logre el socialismo!

No es sorprendente que, durante la Revolución de Febrero de 1917 en Rusia, los indecisos bolcheviques que estaban en Petrogrado (Stalin entre ellos) propusieran una fórmula que la Workers League ha redescubierto: apoyar al gobierno provisional “en la medida en que lucha contra la reacción y la contrarrevolución”. Lenin telegrafió su protesta desde el extranjero: “Nuestra táctica: desconfianza absoluta; ningún apoyo al nuevo gobierno; sospechar especialmente de Kerensky; el armamento del proletariado es la única garantía;… ningún acercamiento a otros partidos.” Sólo o que podríamos añadir hoy es repetir la conclusión fundamental de Trotsky sobre nuestra época, de que nunca ha sido más urgente que hoy la construcción de un partido internacional imbuido de las metas leninistas y con la determinación de Lenin.

DELANO – ¿TRIUNFO O DERROTA?

DELANO –

¿TRIUNFO O DERROTA?

Publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 1, por la Spartacist League de los EE.UU. en octubre de 1966.

“Cuando una huelga entra en la etapa del boycot, está perdida”, dijo el asesinado unionista Dow Wilson (de la unión de Pintores) comentando acerca de la huelga en Delano.

Desgraciadamente esto es generalmente cierto. Un boycot no va a ocasionar serios daños financieros a DiGiorgio. Pero existe otro camino, con más posibilidades de éxito que el del boycot. Este consiste en difundir la huelga; clausurar las numerosas plantas de DiGiorgio y S&W que continúan operando, además de las bodegas, plantas de conservas, destilerías y aún un aserradero. El hacerlo no es fácil, pero el clausurar siquiera la mitad dela producción total de DiGiorgio por dos semanas le causaría más daño a la corporación que dos años de boicot al consumo de sus productos.

Obtener un contrato escrito de DiGiorgio significaría unionizar [sindicalizar] uno de los pocos talleres “abiertos” existentes en los EE.UU. La mayoría de las otras grandes industrias han aceptado uniones [sindicatos] desde hace 30 años y han “aprendido” a vivir con ellas, además de subyugarlas en muchos casos. ¿Por qué, entonces, la resistencia de DiGiorgio y otros agricultores?

Aunque los costos laborales forman un pequeño porcentaje en los precios de los comestibles, la factura de los salarios es bastante grande en la industria total. Y una vez sólidamente organizados, los trabajadores agrícolas pedirían pronto artículos no comprendidos en su sueldo y que otros trabajadores reciben. Esto incluye seguro social, pólizas de seguro en caso de cesantía, primas de accidente, etc. Además, ganancias secundarias en renta de barriales y en contratación laboral serían eliminadas.

Pero la verdadera razón de la resistencia de los agricultores es política: la unión de los trabajadores agrícolas es una amenaza a muchos de sus intereses políticos en la región. Por ejemplo, en Delano se han visto obligados a hacer uso de la brutalidad policial para enfrentar y provocar directamente a la organización de los trabajadores agrícolas. Temen también la pérdida de los privilegios obtenidos a través de Sacramento y Washington tras robar a la clase obrera en la región. Estos privilegios excluyen, naturalmente, leyes que protegen al trabajador.

Otro factor que ha impedido el desarrollo de una unión de trabajadores agrícolas es el “pacto de caballeros” entre el liderato burocrático de las uniones de los trabajadores industriales y de las organizaciones de los agricultores. Ventajas para los trabajadores industriales han sido arregladas por los representantes agrícolas con la condición de que las uniones industriales sólo aparenten ayudar a los trabajadores agrícolas en su organización. La burocracia de las uniones industriales, entre ellas la de la unión de Camioneros, se ha limitado a aparentemente “defender” los sueldos de sus miembros en las plantas de conservas debido a la huelga de los trabajadores agrícolas. Un oficial de dicha unión se quejó: “Nadie autorizó a César Chávez para que organice a los trabajadores agrícolas.” Nadie, sino unos cuantos miles de trabajadores explotados.

Esto nos lleva a una importante conclusión: la Asociación de Trabajadores Campesinos [ATC] no pudo haberse creado excepto fuera de las existentes tradeuniones [sindicatos], pero asimismo no puede sobrevivir sin su apoyo material y el de la clase obrera en general. A Chávez esto no parece interesarle, pues prefiere apoyarse en sectores de la población que tienen intereses no paralelos a los de los trabajadores agrícolas. El oportunismo, sin duda alguna, parece augurar malos momentos para los trabajadores de Delano y otras regiones de California.

Consideremos, por ejemplo, la marcha a Sacramento. Parte básica de la política expresada durante la marcha consistió en asegurar que la marcha no era de protesta sino de “penitencia por los pecados cometidos por los huelguistas.” Los que repetían esta pía estupidez, sin considerar los pecados cometidos en contra de los huelguistas, buscaban congraciarse con sectores de la clase media en vez de dirigirse a los trabajadores.

Los boycots han sido otro ejemplo de esta política insegura y hueca: boicots del movimiento obrero son raros y, si victoriosos, desconocidos. Esta táctica tiene posibilidades si es que la firma y sus productos trafican en un mercado limitado en donde la clase obrera tiene influencia. Pero el fracaso es usual debido a que se castiga a la etapa de la distribución, en donde la influencia obrera es débil, en vez de la de la producción, en donde el poder obrero está concentrado.

Aunque circula la idea de que fue primordialmente el boicot lo que obligó a la Schenley a firmar el contrato con la ATC, no han aparecido datos, como figuras de ventas, que lo prueben. Es más, la Schenley no es una corporación agrícola típica de California, sino única. Su principal negocio es destilar y distribuir licor. Opera 26 destilerías en el medioeste. Por lo tanto, las destilerías y viñas que posee en California son sólo una pequeña porción de sus operaciones. Así, no le sería beneficioso el luchar largo por mantener su taller abierto en el negocio agrícola de California.

Pero con los otros agricultores la situación es la contraria. El confiar que solamente un boicot contra DiGiorgio va a resultar en otro contrato es vivir en sueños. Sueños que sólo preludian derrota.

Los agricultores, usando esquiroles, han recogido parte de la cosecha y la han enviado por camiones, trenes y barcos a las plantas de conservas, destilerías y bodegas. Esto ha sucedido aún bajo la vigorosa resistencia y piqueteo de los huelguistas.

La estrategia adecuada en la presente situación sería la de extender la huelga a la etapa de procesamiento o producción industrial. Las dificultades son numerosas: problemas legales y desavenencias en las tradeuniones son lo primero. Pero los obstáculos no son insuperables.

Una condición para la victoria seria la existencia de militantes socialistas en ciertas tradeuniones claves. Pero la creación de semejantes núcleos implica un elemento de consciencia clasista en la clase obrera. Esta consciencia obrera es negada repetidamente por los oportunistas de la “New Left” [“Nueva Izquierda”].

Para dar un ejemplo específico de lo que un pequeño grupo (sin ser socialista) puede hacer en una unión clave, recordemos la actuación de un grupo de militantes dentro de la local de Camioneros en San Francisco. Trabajadores de la Unión Tipográfica Internacional piqueteaban las plantas que seguían operando con esquiroles durante un paro. Un grupo de camioneros sintió que la presencia de esquiroles en su ciudad era perniciosa para todos los trabajadores y llevaron su protesta a su local y a otras uniones. Después de algunos meses contaban con muchos compañeros en la local y aún con miembros de otras dos uniones, la de los Longshoremen y los Sailors [Estibadores e Marineros].

Una mañana, al ir al trabajo, los esquiroles se enfrentaron con 500 trabajadores rodeando la fábrica decididos a enseñarles una lección acerca de los peligros de esquirolear. Y lo hicieron. Uno de los esquiroles fue depositado, en calzoncillos, en un tren con rumbo desconocido.

El alcalde Jack Shelley decidió no arriesgar enemistad con los trabajadores de la ciudad (y sus votos) saliendo a la defensa de los esquiroles. Por eso la policía no actuó contra los trabajadores.

De haber los trabajadores procedido en forma pacífica (como en huelgas sentadas) la policía los hubiese arrestado y anulado la acción con multas y otros impedimentos legales. Esto fue lo que pasó con el movimiento “sentado” (sit-ins) en San Francisco.

Tal vez DiGiorgio considere firmar con la ATC si es que ésta consigue clausurar la planta de conservas de la S&W (bajo contrato de los camioneros) en Redwood, la bodega de la S&W en San Francisco (bajo contrato de la ILWU) y otros negocios más de DiGiorgio.

Si es que la actual falta de solidaridad obrera no permite este plan de acción, es dudoso que la presente huelga obligue a los más grandes agricultores a firmar contratos.

La presencia o ausencia de fuertes núcleos socialistas en muchas de las uniones tiene bastante que ver con la victoria o la derrota en la presente lucha. Y extendiendo esto, en todas las luchas obreras de California. Solamente tales núcleos permiten una perspectiva de cambio social en nuestra sociedad. Con movimientos de “masas” no se puede hacer mucho a menos que entendamos qué clases forman estos movimientos.

La diferencia entre estas dos tácticas ilustra una vez más en práctica la bancarrota de la “Nueva Izquierda” o “New Left” en contraste a la verdadera acción revolucionaria. En vez de referirnos a términos vagos como “los pobres”, “la comunidad” o “el público” debemos de ver donde hay serias posibilidades de cambio social: la clase obrera.

En vez de referirse a la clase obrera, la única clase que es capaz de ofrecer reales posibilidades de cambio social, los “nuevos izquierdistas” se dirigen a segmentos de la población que no existen sino en sus mentes. Por eso hablan acerca de “los pobres”, “la comunidad” o “el público”, términos por demás vagos. Los nuevos oportunistas siempre se oponen a la lucha clasista y traicionan a la clase obrera que muchas veces se encuentra incluida en “las masas” que dirigen los oportunistas.

Joseph Hansen: un revisionista sincero

“La hipocresía es el homenaje que rinde el vicio a la virtud”

Joseph Hansen: un revisionista sincero

Primera impresión en Spartacist No. 4, mayo de 1977

Reproducimos a continuación una octavilla distribuida por el London Spartacist Group ante una reunión en Londres (el 14 de enero de 1977) convocada para protestar las calumnias lanzadas por la banda de estafadores anti-trotskistas dirigida por Gerry Healy, inculpando a Joseph Hansen y George Novack, conocidos dirigentes del Socialist Workers Party norteamericano, de cómplices de la KGB estalinista en el asesinato de Trotsky. La octavilla de la tendencia espartaquista internacional rechaza terminantemente las acusaciones healyistas. Y al mismo tiempo critica las fraudulentas pretensiones de defensa de la democracia obrera por parte de los pablistas que organizaron la reunión en defensa de Hansen/Novack.

Entre los oradores anunciados para el mitin de esta noche predominan celebres canallas con quienes nosotros de la tendencia espartaquista internacional (TEI) preferimos no mezclarnos. Pero Trotsky nos ha enseñado que si es justa la meta, uno se puede aliar hasta “con el diablo y su abuelita” (dando plena consideración al dicho popular que “cuando se cena con el diablo, debe utilizarse una cuchara larga”). Pero el supuesto motivo de esta reunión – protestar y desenmascarar las calumnias infames lanzadas por Gerry Healy y su Workers Revolutionary Party contra Joseph Hansen y George Novack del Socialist Workers Party (SWP) de los EE.UU. – no es su único objetivo. Los oradores comparten otro denominador común sobresaliente: son todos, sin excepción, revisionistas y destructores del movimiento trotskista; no solamente se tratan con una diplomacia de guante blanco, cerrando los ojos a sus respectivas traiciones al marxismo, sino que buscan activamente nuevas combinaciones y configuraciones del revisionismo (ya que las presiones de un auge en la lucha de clases internacionalmente han socavado profundamente sus viejas alianzas).

Sólo en lo abstracto es repugnante pensar en compartir la misma tribuna con un Pierre Lambert, por ejemplo, cuya organización continúa usando sin cesar la violencia física contra los “vargistas” [seguidores de Michel Varga] en las calles de París; o con un Tim Wohlforth servil, quien durante 15 años fue un traficante destacado en la calumnia y la violencia tipo Healy, y quien ahora habla en nombre del descaradamente reformista SWP; o, peor aún, con un Michel Pablo (el archienemigo esporádico de los dos últimos), quien personalmente ha hecho tanto como cualquier otro ser humano para destruir desde dentro el movimiento trotskista y convertir el “trotskismo” en una letrina.

Sin embargo, una reunión “por la democracia obrera” y “contra incriminaciones falsas y calumnias” –aunque incluyeran elementos tales como ros arriba mencionados– podría ser algo bueno, siempre que fuera una reunión franca y con plena libertad de crítica. Desgraciadamente, este no es el caso, como se puede desprender de la lista de los oradores. Las omisiones los descubren. Por ejemplo, cuando Intercontinental Press (6 de septiembre de 1976) de Hansen publicó la declaración “Una infamia descarada”, firmada por una lista larga de individuos y organizaciones, la IP en su análisis de las centenas de firmantes identificó sólo a 16 como “trotskistas internacionalmente conocidos”. De éstos, once eran partidarios del Secretariado Unificado (SU), dos eran de la Organisation Communiste Internationaliste (OCI) de Pierre Lambert, dos de Lutte Ouvriere y uno de la TEI. Pero sólo hablarán esta noche algunos dirigentes del SU, Lambert de la OCI (hoy día tan rastrero frente al SU) y aquel maestro de intriga, el mismo Pablo. Particularmente intragable para los organizadores de este mitin sería un portavoz de la TEI – el grupo que al nivel de la democracia obrera fue el primero en protestar contra las calumnias de Healy (movilizándonos bajo la consigna “¿Quién le dio su acreditación de seguridad a Healy?”) y que ayudó a iniciar la imparcial Comisión de Investigación en el asunto del altamente dudoso Varga vs. la calumniadora OCI.

No es suficiente describir a Healy como paranoico, como hace Hansen. El conducto de la organización de Healy exige una explicación política. La combinación tipo Healy del oportunismo tosco con una farsa del trotskismo “ortodoxo” ha sido repetidamente vencida por los estafadores más hábiles del SU, en cuyo seno pelean las dos alas encabezadas por J. Hansen y E. Mandel. En su campaña de calumnias, Healy sin duda cree haber sobrepasado a V.I. Lenin. Lenin desenmascaró a Karl Kautsky como revisionista mediante un análisis meticuloso e implacable. Por lo tanto, hubiera sido inconcebible que Lenin, como marxista, hubiera sustituido la acusación falsa y gratuita –y tan simplista– que Kautsky era un agente del Kaiser. Healy no puede seguir esta política principista respecto a los revisionistas del SU, porque un análisis semejante le condenaría por su propia conducta. Recurre a una calumnia despreciable que sólo desacredita todos los que pretenden luchar contra el revisionismo pablista. Como siempre, Healy es el ejemplo espantoso que Hansen aprovecha para sus propios fines – en este caso, una tentativa de “reagrupamiento” internacional sin principios disfrazada como una reunión por la democracia obrera.

Las verdaderas cuestiones políticas que ponen todos estos elementos en pugno, traficantes de calumnias y propensos a la violencia a un lado y a la TEI al otro, son planteados actualmente por dos consideraciones decisivas: el frente popular y la Cuarta Internacional. Claro que, como en los años 30, cuando el centrista Buró de Londres zigzagueó por el laberinto entre el trotskismo y los partidos reformistas de masas, hoy día hay más grupos efímeros de izquierda, quienes buscan balancearse con una pierna en el camino revolucionario y la otra en la claudicación común a todos los oradores de esta noche. La característica predominante de estos grupos es negativa: el no luchar por un programa internacional coherente y común, sino fanfarronear contra aquellos (como los oradores de esta noche) cuyas traiciones se han vuelto demasiado abiertas. Así por ejemplo el bloque de la “Iniciativa Internacional Necesaria” (el cual incluye a un tal Roberto de Italia; la recién escindida International-Communist League de Sean. Matgamna, el Spartacusbund alemán que está por desintegrarse, y quizás a alguien más). Aparte de su propia tendencia a claudicar bajo las presiones del frentepopulismo, no hay casi ningún punto en común entre sus fracciones e individuos componentes, salvo su objeción al revisionismo evidente del SU (y a la intransigencia “sectaria” de la TEI).

Con el resurgimiento internacional de una enorme turbulencia proletaria, el frente popular está otra vez de moda. Y todos los revisionistas deben tratar, a su manera, de claudicar en la cuestión clave de la colaboración de clases y de preparar el terreno para nuevas traiciones con sus “nuevas vanguardias de masas” o sus descripciones autojustificantes de los partidos reformistas como simples “partidos obreros”. En mayor medida que sus herederos políticos de hoy día, los centristas de los años 30 del Buró de Londres, condenados por Trotsky, tuvieron que separarse del frente popular, aunque fuese sólo al nivel de palabras:

“El frente popular practicado por las Segunda y Tercera Internacionales es una forma de colaboración de clases sobre una base capitalista entre el proletariado y la burguesía liberal (y la pequeña burguesía que depende de ésta última), que subordina y sacrifica los intereses de clase del proletariado y de la pequeña burguesía a los del capitalismo monopolista… En consecuencia, el Movimiento Socialista Revolucionario rechaza al frente popular como absolutamente contrario a los intereses históricos de la clase obrera. Al capitalismo oponemos el socialismo. Al frente popular debemos oponer el Frente Obrero Unido.”

— Resolución aprobada en el “Congreso Socialista Revolucionario” del Buró lie Londres, febrero de 1938.

Así que a pesar de su liquidación anti-trotskista de la necesidad del partido de vanguardia proletario, el Buró de Londres se vió forzado a asumir una oposición categórica y de clase al frente popular no esperando (como lo hacen sus secuaces) que los partidos reformistas y estalinistas se transformaran de alguna manera en sus contrarios. Pero en vez de, y en oposición a, la lucha dura e incansable de los trotskistas por la Cuarta Internacional, esos centristas contrapusieron al reformismo su fantasma impotente e inocuo, “el Movimiento Socialista Revolucionario”. Es por esto que las organizaciones del Buró de Londres, aunque disponiendo de fuerzas nominalmente cien veces más grandes que las de los trotskistas, son hoy día una referencia histórica apenas conocida, cuyos descendientes deben disfrazarse como trotskistas.

Las duras lecciones de la victoriosa Revolución de Octubre conservan plena vigencia en nuestro planeta. Lenin y Trotsky ni entraron ni siguieron al gobierno provisional de los socialistas y liberales – lo derrocaron basándose en el poder de los soviets. Hoy la tendencia espartaquista internacional se basa sobre la Tercera Internacional de Lenin y la Cuarta Internacional de Trotsky, al insistir no solamente en que la cuestión del poder estatal es una de clase contra clase, sino además en que sin la lucha por la creación de una Cuarta Internacional disciplinada y programáticamente unida, los obreros serán abandonados frente a cada nueva trampa del capital – y, como en los años 30, con la complicidad de sus pretendidos “dirigentes” revisionistas.

14 de enero de 1977

— tendencia espartaquista internacional

— Organización Trotskista Revolucionaria de Chile

— Fracción Trotskista (expulsada) del Spartacusbund

¡Abajo la junta reaccionaria ― por una revolución obrera!

¡Abajo la junta reaccionaria ― por una revolución obrera!

Suplemento de Workers Vanguard, 13 de septiembre de 1973. Esta versión fue impresa en español en Cuadernos Marxistas No. 3

12 de septiembre ― El golpe de la derecha de ayer en Chile puso un punto final sangriento al gobierno de la “Unidad Popular” dirigido por el Presidente Salvador Allende, que fue elegido hace tres años. Esta toma de poder por los militares es una seria derrota para la clase obrera internacional, conducente a un asalto abierto contra las organizaciones obreras y a la masacre de posiblemente miles de militantes proletarios. No está claro todavía el grado en que los obreros y campesinos resistirán por la fuerza a los golpistas; su voluntad heroica de defender sus organizaciones es indudable, pero el gobierno de Allende rehusó una y otra vez a armar a los obreros. Es el deber de todas las organizaciones obreras de los EE.UU., tanto los sindicatos como los partidos, de iniciar de inmediato un frente único de protesta contra el golpe contrarrevolucionario. ¡Abajo la junta reaccionaria! ¡Por una revolución obrera en Chile!

Los sucesos de los últimos dos días confirman trágicamente las advertencias de la Spartacist League de que las masas chilenas pagarían con sangre por la traición de sus líderes. ¡El triunfo de la reacción burguesa después de tres años del gobierno de Allende no es una casualidad! Fue preparada por la naturaleza misma de la coalición de la Unidad Popular.

Como insistió la Spartacist League en un panfleto publicado el 4 de septiembre:

“El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno proletario. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. La presencia de la burguesía ‘radical’ y de los generales ‘democráticos’ es una garantía de que el gobierno de Allende no sobrepasará los límites del capitalismo. Su presencia es una garantía de que los obreros y los campesinos continuarán desarmados y atomizados ante el inminente golpe de las derechas. En vez de presionar a Allende para que rompa las negociaciones con los demócratas cristianos y los generales, para que incremente el número de nacionalizaciones, para que instituya un ‘control obrero’ desde arriba, etc., nosotros debemos pedir que los obreros rompan inmediatamente con el frente popular burgués y con los partidos de gobierno, y luchar por un gobierno obrero y campesino basado en un programa revolucionario de expropiación de la burguesía agraria e industrial.”

Las seductoras pretensiones de los partidos obreros dominantes de que se podía llegar al socialismo por las elecciones y la acción parlamentaria y en colaboración con sectores “progresistas” de la burguesía han demostrado ser una vez más simplemente la fórmula para la derrota. “La vía chilena al socialismo” era alabada en el Mundo entero por los Partidos Comunistas pro-Moscú como el modelo de la revolución por medio de la coexistencia pacífica; ¡y los capitalistas chilenos ―aclamados como la burguesía más “democrática” de América Latina, con el ejército más “apolítico”― iban a conformarse pasivamente a la transición al socialismo!

Pero solamente la movilización independiente del proletariado para tomar el poder en su propio nombre puede abrir la vía al socialismo. Un frente popular está, por su naturaleza misma ―su alianza con un sector de la clase dirigente― limitado dentro de los confines del capitalismo. Nunca puede preparar el camino hacia el poder obrero. Sólo puede lograr asustar a las fuerzas de la reacción burguesa hasta el punto de emprender un asalto concertado y brutal contra los obreros, a alienar y a empujar a los brazos de la reacción a sectores de la pequeñaburguesía que se habrían dividido si se hubieran visto frente a un polo claramente proletario, y a desorientar a los obreros con ilusiones de colaboración de clase de modo que no pueden movilizar una defensa organizada y unida contra la reacción derechista. La lección de Chile hoy es la lección de la Guerra Civil Española de los años treinta: si los obreros no aprenden a tiempo que los frentes populares, el parlamentarismo y la coexistencia pacífica conducen a la derrota, pagarán con sus vidas.

¿Que era la Unidad Popular?

La coalición de la Unidad Popular estaba compuesta de los partidos obreros dominante, los Comunistas y Socialistas reformistas, junto con el Partido Radical y los demócratas cristianos de izquierda. Desde las elecciones de 1970 tanto los radicales como los demócratas cristianos de izquierda se han dividido, con secciones pro-UP yéndose hacia la izquierda y hasta pretendiendo que apoyaban al socialismo. Pero la esencia de la Unidad Popular como bloque con un sector de la burguesía no había variado. Desde el principio el gobierno de la UP estaba basado sobre un acuerdo tácito con el partido burgués dominante, la Democracia Cristiana, cuyos votos necesitaba Allende para que cualquiera de sus reformas fuera aprobada por el Congreso. Más recientemente, a medida que se endurecía el ataque de la derecha contra el gobierno, los ministros militares asumieron el papel de principales defensores de los intereses de la burguesía dentro del gobierno.

El gobierno adoptó una política de apaciguar a los derechistas y de aumentar la represión contra los obreros. Así después del “paro patronal” por parte de los camioneros y dueños de tiendas durante noviembre de 1972, Allende incluyó dentro del gobierno a los jefes militares y promulgó una ley que permitía al ejército llevar a cabo redadas sin previo aviso en busca de armas. Esta ley, aunque aparentemente dirigida tanto contra los extremistas de la derecha como los de la izquierda, ha sido de hecho utilizada exclusivamente contra los sindicatos, las fábricas ocupadas y los partidos obreros, mientras que los grupos fascistas como Patria y Libertad acumulaban importantes reservas de armas. Luego en mayo y junio el gobierno provocó una huelga de los mineros del cobre en El Teniente al tratar de suprimir la escala móvil de salarlos (ajuste automático al coste de vida), y apuntó a los obreros con ametralladoras en el curso de la huelga (ver “Defendamos la huelga de los mineros chilenos”).

El frente popular y el cretinismo parlamentario

Aunque los reformistas han tratado constantemente de presentar a Chile como el gobierno de frente popular más radical de la historia (comparado con España de 1936 a 1939, Francia de 1934 a 1936 o Chile en varios momentos entre 1936 y 1948), el mito está lejos de la realidad. Así en España los centros industriales estaban enteramente en las manos de las milicias obreras durante gran parte del periodo después de julio de 1936 y la mayoría de las fábricas funcionaban bajo control obrero. En Chile, Allende firmó un acuerdo en 1970 estableciendo que no permitiría la formación de milicias obreras ni el ascenso de oficiales que no se hubieran graduado en las academias militares, garantizando así que el ejército quedase firmemente bajo el control de la elite militar profesional. Los obreros españoles estaban armados; en general los obreros chilenos no lo están.

Pero un frente popular es un frente popular. Los obreros españoles fueron derrotados por Franco porque no tenían una dirección revolucionarla que luchase por derrotar al capitalismo. Por el contrario los obreros y campesinos se vieron forzados por el Partido Comunista estalinista y los Guardias de Asalto a permanecer dentro de los confines de la democracia burguesa. En un momento de honestidad los estalinistas se justificaban diciendo que “no quedan asustar a la burguesía”, pero también tenían una teoría para justificarlo. Mientras que Lenin había hecho famoso en el mundo entero el eslogan “¡Todo el poder a los Soviets!” como la llamada a la revolución obrera, Stalin “descubrió” en 1924 que antes de la etapa de soviets tenía que pasarse por una etapa intermedia “democrática”. Esencialmente esto era lo mismo que la posición de los reformistas social-demócratas que pedían la toma del poder por medio de elecciones parlamentarias como un “paso” en la transformación gradual del capitalismo. Ahora en los años 70 la UP de Allende desenterraba esta teoría:

“Ya que el Congreso Nacional está basado en el voto del pueblo, no existe nada en su naturaleza que impida que se transforme para volverse, de hecho, el Parlamento del Pueblo. Las Fuerzas Armadas y los Carabineros, fieles a su deber y a su tradición de no-intervención en el proceso político, apoyarán a una organización social que corresponde con la voluntad del pueblo…”

― S. Allende, “Primer mensaje al Congreso”, diciembre de 1970

La experiencia histórica refutó ayer por enésima vez este cuento de hadas reformista.

El PC chileno ha sido siempre fiel a su misión estalinista de traición reformista. Así, en harmonía con la petición de los estalinistas de ampliar la Unidad Popular para incluir a los demócratas cristianos, también se oponían a un extenso programa de nacionalizaciones. Para “regularizar la economía” el ministro Orlando Millas, del PC, introdujo una ley que hubiera restringido las nacionalizaciones a ciertos sectores específicos y hubiera devuelto las fábricas ocupadas por los obreros a sus dueños “legales”.

El PC no solamente se oponía a la formación de milicias obreras, sino que Luís Corvalán, secretario general del partido, rechazó toda forma de armar a los obreros ya que dichas proposiciones “equivalen a mostrar desconfianza en el ejército”. (Esto es, por supuesto, verdad. Y los estalinistas, por supuesto, nunca muestran desconfianza en el ejército burgués. Así, aún después del golpe de ayer, el Daily World del 12 de septiembre pretendía que solamente estaba implicada “una sección” de las fuerzas armadas, concretamente “las Fuerzas Aéreas, tradicionalmente pertenecientes a la clase media alta”. El ejército, sin duda, agradeció esta “confianza”, que facilitó el golpe reaccionario de los generales.)

Poco antes del golpe, Bernard Fajon, líder del PC francés, al volver de Chile, dio una conferencia de prensa para denunciar:

“… ciertas teorías económicas que hacen hincapié en la destrucción de las viejas estructuras….

“La ocupación de las fábricas por los obreros… transformada en ciertos casos en la toma de empresas que no estaban incluidas en el programa de nacionalizaciones….

“… posiciones irresponsables y aventuristas, como el eslogan izquierdista de exhortar a los soldados a desobedecer [órdenes], lo cual facilita los esfuerzos de los oficiales favorables a un golpe de estado; como el eslogan izquierdista de control obrero exclusivo en todas las fábricas; que tiende a unir a los ingenieros y a los profesionales contra la clase obrera…

“El Partido Comunista de Chile ha llevado a cabo y todavía continúa haciéndolo, una lucha constante en contra de estos puntos de vista absolutamente dementes….”

Le Monde, 3 de septiembre

Mientras tanto, a la vez que el Partido Comunista estaba clamando por unirse con la Democracia Cristiana y desarmar a los “ultra-izquierdistas”, exhortando a los obreros a devolver las fábricas a sus dueños legales, la Unión Soviética no dio prácticamente ninguna ayuda económica a Chile. El cinismo descarado que se esconde tras las exhortaciones de los estalinistas a la “unidad de todas las fuerzas democráticas” (es decir, incluyendo los demócratas cristianos en Chile que acaban de ayudar a preparar un golpe contrarrevolucionario, y demócratas liberales estadounidenses tales como Lyndon Johnson) queda expuesto en el insensato comentario que hizo Angela Davis en un mitin pro-Allende después del golpe: “No creo que esto sea una derrota; por supuesto es un retraso” (New York Times, 12 de septiembre). Con retrasos como éste, ¿cómo será una verdadera derrota?

Pero la lógica de colaboración de clases del estalinismo no se limita a los seguidores directos de Brezhnev y Kosyguin. El antiguo guerrillero Fidel Castro puso de manifiesto en toda su gloria su apoyo al gobierno burgués de la UP durante su visita en noviembre de 1971 cuando exhortó a los obreros del cobre de Chuquicamata a moderar sus demandas por un aumento de sueldo y a trabajar más duro. Pocos meses después, invitó a unos generales chilenos a visitar Cuba como una demostración más de su solidaridad “antiimperialista”.

La preparación del golpe

Para disculpar sus traiciones en Chile los estalinistas pretenden ahora que el golpe es obra de fascistas y reaccionarios extremos en alianza con la CIA. No cabe duda de que ultra-derecha dirigió el golpe y de que estaba en comunicación con el gobierno estadounidense. La oferta de un millón de dólares que hizo la ITT en 1970 para echar a Allende está ciertamente relacionada con la presencia “accidental” de buques de la marina americana en aguas chilenas el día del golpe.

Pero el hacer responsables del golpe solamente a los “ultras” y a la CIA es hacer caso omiso del grueso de la burguesía chilena. ¡El Partido Comunista quiere que nos creamos que sólo los capitalistas norteamericanos defienden su propiedad! En realidad, los capitalistas chilenos se vieron venir lo que iba a pasar cuando los comités obreros tomaron centenares de fábricas después del intento fallido del golpe del 29 de junio; el Estado Mayor del Ejército se les unió después del descubrimiento de células izquierdistas en la Marina a principios de agosto. El golpe del 11 de septiembre es el resultado. Este golpe no fue un complot fascista ni la obra de unos cuantos militares “ultras”. Representa la decisión de los sectores claves de la burguesía de aplastar al movimiento obrero, cada vez más combativo. Todos los sectores importantes de la clase capitalista chilena, incluyendo los demócratas cristianos “moderados” y los oficiales “constitucionalistas”, están involucrados de una manera u otra.

Que su verdadera meta es destrozar el movimiento obrero fue ampliamente probado el primer día del régimen militar. La caída del gobierno fue efectuada rápida, casi quirúrgicamente, por un pronunciamiento clásico de los Jefes de las fuerzas armadas y un breve bombardeo del palacio presidencial. La guardia presidencial se rindió mientras que Allende, o se suicidó o le pegaron un tiro. Pero durante el primer día del régimen militar, más de 1.000 personas fueron asesinadas y más de 100 líderes de partidos obreros y sindicatos fueron arrestados. Los generales amenazaron con volar cualquier fábrica que se resistiera.

Su preocupación principal eran los comités obreros (los “cordones industriales”) que estaban creciendo como hongos en las zonas industriales alrededor de Santiago. El New York Times de 12 de septiembre  reportó que: “En el pronunciamiento por la junta que tomó el poder hoy, se citó a los grupos en las fábricas como una causa para la revuelta.” Dos días antes, un comando de las Fuerzas Aéreas había intentado la redada de la importante fábrica de tejidos Sumar, en busca de armas. Los obreros, que habían ocupado la fábrica, lograron rechazar a tiros a los soldados y el comando se vio finalmente forzado a retroceder cuando llegaron refuerzos de las fábricas de alrededor (Le Monde, 11 de septiembre). Las Fuerzas Aéreas habían llevado a cabo redadas similares dos veces en agosto, aparentemente tratando de provocar un tiroteo con los obreros. Esta vez perdieron ― y eso, quizás, fue la gota que hizo desbordar el vaso; ya era horade desembarazarse de Allende. Llevado al poder para controlar el movimiento obrero, dejó de ser útil cuando demostró una y otra vez que era incapaz de disciplinar a los obreros. Y la burguesía lo derribó de un papirotazo.

Que el golpe no fue simplemente la obra de fascistas y ultra-reaccionarios se demuestra por varios hechos: además del Almirante José Toribia Merino, un simpatizante de Patria y Libertad, la junta incluye también al comandante del Ejército, el General Augusto Pinochet, un “constitucionalista” de primera categoría. Aún más, la reciente serie de sucesos fue iniciada por la dimisión del General Carlos Prats el 23 de agosto. Prats, el principal “constitucionalista” y Ministro de Defensa, dejó el gobierno para, como él dijo, “preservar la unidad de la institución” (las fuerzas armadas). Le siguieron otros dos ministros militares. Estas dimisiones representaran un voto de desconfianza en el gobierno por todas las secciones del estado mayor de las fuerzas armadas. Desde ese momento, el golpe era simplemente una cuestión de tiempo y personal.

Tampoco era simplemente una cuestión militar. El ambiente para la toma de poder por los militares vino dado por el caos económico que resultó del para de los dueños de camiones, tenderos y profesionales, paro que había durado más de un mes y medio. Esto fue un claro esfuerzo político concebido para derribar el gobierno, lo mismo que el paro similar del año pasado. La confederación de dueños de camiones está íntimamente ligada al Partido Nacional, mientras que la mayoría de los otros gremios profesionales están unidos a los demócratas cristianos. Tanto en noviembre como en agosto de este año el PDC apeló directamente a sus asociaciones a que se unieran a la acción contrarrevolucionaria. Así, mientras que sus líderes en el Parlamento hablaban apaciguadores de esperar a las elecciones de 1976, el Partido Demócrata Cristiano se estaba preparando para el golpe lo mismo que todos los otros sectores de la burguesía.

La izquierda “revolucionaria”

A medida que las masas de obreros y campesinos chilenos se han ido desilusionando progresivamente con los reformistas PC y PS, han empezado a buscar una dirección alternativa. Muchos se han unido al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el grupo más importante a la izquierda de la UP. El MIR es un grupo estilo “nueva izquierda” y castrista, que hasta 1970 se concentró principalmente en organizar a los campesinos hacia las tomas de tierra y la guerra de guerrillas. Después de adoptar una línea ultra-izquierdista al abstenerse por principio en la elección de 1970, el MIR viró en redondo de repente y publicó una declaración inmediatamente después de la elección dando apoyo crítico a Allende. Continuó de una manera u otra pidiendo que se apoyase a la UP hasta el final: “El Movimiento de Izquierda Revolucionaria sostiene que a pesar que no concordamos con cada paso de la Unidad Popular, que a pesar de que tengamos diferencias con aspectos de su política, ello no significa que tengamos que ir a una ruptura definitiva con la Unidad Popular” (Punto Final, 9 de noviembre de 1971). Pero es precisamente una “ruptura definitiva” lo que se necesita. Tenemos aquí un gobierno ligado a un sector de la burguesía, cuya tarea principal es frenar el impulso de los obreros hacia la revolución ― ¡y el MIR le da apoyo crítico! Por este acto de traición de clase debe asumir una gran parte de la responsabilidad por el golpe.

Aún más, el MIR omitió el elevar la demanda clave durante este período de armar a los obreros y de formar milicias obreras basadas en los sindicatos (y los cordones industriales). En lugar de esto, los documentos del MIR hablan sólo en los términos más generales de las limitaciones de las reformas pacíficas y la necesidad de “acumular poder para aplastar cualquier intento sedicioso o la guerra civil que intentarán los explotadores” (El Rebelde, 23-30 de mayo). La actividad principal de la organización ha sido tomas de tierras y de fábricas que, por muy militantes que hayan sido, no tocaron para nada la cuestión del gobierno de Allende.

Chile y la Izquierda norteamericana

Así, entre las mayores organizaciones socialistas en Chile no hay ninguna que pidiese la substitución del régimen de frente popular por un gobierno obrero, es decir, que exhortase a la clase obrera a romper con la burguesía; en su lugar, capitularon ante la tremenda popularidad (inicial) del gobierno de la UP entre las masas trabajadoras. En los EE.UU., de todas las organizaciones ostensiblemente trotskistas la única que se declaró abiertamente contra el gobierno del frente popular de la UP desde el principio fue la Spartacist League. Inmediatamente después de las elecciones de 1970 escribimos:

“Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier ‘apoyo crítico’ a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta del proletariado chileno cuando la reacción doméstica, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista.”

Spartacist, noviembre-diciembre de 1970

En contraste, la oportunista Workers League escribió que “los trabajadores deben hacer que Allende mantenga sus promesas…” (Bulletin, 21 de septiembre de 1970), mientras que la evaluación inicial de la elección de Allende del ex-trotskista Socialist Workers Party (en Intercontinental Press, el 5 de octubre de 1970) equivalía de hecho a un apoyo crítico: “… el no reconocer sus elementos positivos, condenándola in toto basados en un dogmatismo sectario, significaría un aislamiento suicida.” Ciertamente hubiera significado el aislamiento en los primeros meses del gobierno de la Unidad Popular. Pero la posición de principios trotskista de oposición inflexible al frente popular era de hecho la única alternativa al suicidio. Fue el apoyar a Allende lo que condujo al presente golpe contrarrevolucionario.

Un eslogan no puede ser aplicado mecánicamente a todas las situaciones. Así en el momento del golpe del 29 de junio y durante la última parte de agosto la SL pidió la formación de “un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar la ofensiva derechista-militarista en Chile, y a la vez continuar la lucha para el derrocamiento del gobierno del frente popular de los ‘socialistas’ y los generales mediante una revolución proletaria” (“Enfrentamiento en Chile, 4 de septiembre). Hoy, los marxistas deben luchar por aplastar la Junta con un levantamiento obrero. ¡Pedir apoyo para la UP es reafirmar una política cuya naturaleza suicida está siendo probada en este mismo momento! En una situación similar, cuando se vieron frente al intento del General Kornilov en agosto de 1917 de echar abajo al gobierno de Kerensky y aplastar a los obre ros revolucionarios de Petrogrado, los bolcheviques pidieron la formación de un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar a los conspiradores contrarrevolucionarios y hasta lucharon al lado de las tropas del gobierno burgués de Kerensky. “Incluso ahora nosotros no debemos apoyar al gobierno de Kerensky”, escribió Lenin:

“Lucharemos, estamos luchando contra Kornilov, igual que lo hacen las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario desenmascaramos su debilidad. Ahí está la diferencia. Es una diferencia sutil, pero es altamente esencial y no debe ser olvidada.”

― “Al Comité Central del P.O.S.D.R.”, 30 de agosto de 1917

Pero por supuesto en la situación chilena seria manifiestamente absurdo pedir ni siquiera apoyo militar al gobierno de la UP, que ya ha sido aplastado.

Así mismo, pedir a todos los “demócratas” que defiendan las libertades civiles es no entender en absoluto cual es la naturaleza del presente golpe. La junta suprimirá sin duda las libertades civiles, aún para los partidos burgueses, durante un cierto tiempo. Pero su tarea fundamental es aplastar el movimiento obrero, y ella, a su vez, sólo puede ser destrozada por una ofensiva proletaria.

Nunca han estado más claras las líneas de demarcación entre el marxismo revolucionario y el oportunismo. Han sido perfiladas con sangre, la moneda con que se pagan las traiciones.

Enfrentamiento en Chile

Enfrentamiento en Chile

Originalmente una hoja volante de la S.L. (Spartacist League de los EE.UU.) del 4 de septiembre de 1973. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No. 3.

Un baño de sangre se prepara en Chile mientras que las fuerzas derechistas intentan crear un caos político y económico, como preparación para un golpe contrarrevolucionario. La existencia misma de un movimiento obrero independiente y las vidas de decenas de miles de militantes proletarios están en peligro. ¿Volveremos a las condiciones del “decenio negro” de los años 50, con los sindicatos aplastados y el Partido Comunista fuera de la ley, siguiendo a la imposición brutal de una dictadura militar? ¡Solamente una revolución obrera puede prevenir esto, y el primer obstáculo que se le opone es el gobierno del frente popular de Allende!

No son sólo los capitalistas y sus representantes directos los que están preparando la inminente catástrofe; ni simplemente las bandas fascistas, el Partido Nacional ultraconservador, ni los almirantes y generales gorilas; ni aún los demócratas cristianos, que apoyan la coalición nacionalista-fascista-militarista al llamar a sus “asociaciones profesionales” (médicos, pilotos, tenderos y propietarios de camiones) a un paro patronal. Los autores principales de este crimen son los agentes de los patrones en el movimiento obrero ―los líderes reformistas del Partido Comunista, el Partido Socialista y la federación laboral CUT, el Compañero Presidente Allende y el gobierno del Frente popular, que se han puesto de acuerdo en no entrometerse en el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas, que han rehusado expropiar la propiedad de los capitalistas industriales; que han intentado acabar con la reciente huelga de mineros ametrallando a los huelguistas; que han intentado repetidamente persuadir a los demócratas cristianos a entrar en la coalición de la Unidad Popular y que han pedido a los militares que entren en el gobierno; que rehúsan armar a los obreros y que respaldan las leyes que prohíben las milicias obreras.

Ahora el Partido Comunista pide a los obreros que “defiendan a Chile” y “apoyen a Allende”. Pero ¿cómo ha “defendido” el PC a Chile? Los estalinistas han sido la fuerza principal que ha empujado a una coalición con los demócratas cristianos, y a la limitación del número de empresas nacionalizadas (incluso introduciendo legislación ―la ley Millas― para devolver las fábricas tomadas por los obreros a sus antiguos propietarios), y al oponerse a la formación de milicias sindicales. ¡Corvalán, jefe del PC, incluso se opone a armar a los obreros bajo el pretexto de que demuestra “desconfianza hacia el ejército”! Ahora los estalinistas nos vienen con el eslogan filisteo-pacifista de “¡No a la guerra civil!” Pero la burguesía ha comenzado ya sus preparativos para la guerra civil: ¡Quien sea, el que hoy “dice no” a la guerra civil está pidiendo una capitulación miserable de los obreros!

¿Cómo podemos impedir el triunfo de las fuerzas reaccionarias? Cuando se vieron enfrentados, en agosto de 1917, con el intento del general Kornilov de derrocar el gobierno de Kerensky y de aplastar a los obreros revolucionarios de Petrogrado, los Bolcheviques hicieron una llamada por un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar a los conspiradores contrarrevolucionarios e incluso luchar junto con las tropas del gobierno burgués de Kerensky. Lenin escribió:

“Incluso ahora nosotros no apoyamos al gobierno de Kerensky. Lucharemos, estamos luchando contra Kornilov, igual que lo hacen las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario desenmascaramos su debilidad. Ahí está la diferencia. Es una diferencia sutil, pero es altamente esencial y no debe ser olvidada.”

― “Al Comité Central del P.O.S.D.R.”, 30 de agosto de 1917

Continuando la tradición bolchevique-leninista los trotskistas deben hacer una llamada por un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar la ofensiva derechista-militarista en Chile, y a la vez continuar la lucha para el derrocamiento del gobierno del frente popular de los “socialistas” y generales mediante una revolución proletaria. El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno proletario. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. La presencia de la burguesía “radical” y de los generales “democráticos” es una garantía de que el gobierno de Allende no sobrepasará los límites del capitalismo. Su presencia es una garantía de que los obreros y los campesinos continuarán desarmados y atomizados ante el inminente golpe de las derechas. En vez de presionar a Allende para que rompa las negociaciones con los demócratas cristianos y los generales, para que incremente el número de nacionalizaciones, para que instituya un “control obrero” desde arriba, etc., nosotros debemos pedir que los obreros rompan inmediatamente con el frente popular burgués y los partidos del gobierno, y luchar por un gobierno obrero y campesino basado en un programa revolucionario de expropiación de la burguesía agraria e industrial.

• ¡Armar a los obreros! ¡Milicias obrera basadas en los sindicatos y los Cordones Industriales! ¡Por un Comité Militar del Frente Unido de las Organizaciones Obreras, consejos de Soldados y Campesinos para Desarmar a los Fascistas y Aplastar a los Golpistas!

• ¡Por la Abolición del Ejército Burgués y su Cuerpo de Oficiales! ¡Organicemos Consejos de Soldados Unidos a los Sindicatos!

• ¡Por la Construcción de Consejos Centralizados de Obreros y Campesinos Pobres!

• ¡Abajo los Ministros Militares! ¡Abajo los Pactos con los Demócratas Cristianos! ¡Por un Gobierno Obrero y Campesino!

• ¡Hacia la Formación de un Partido Trotskista Chileno! ¡Hacia el Renacimiento de la Cuarta Internacional!

Falla un golpe de las derechas en Chile

Falla un golpe de las derechas en Chile

[Originalmente publicado en Workers Vanguard No. 26, 3 de agosto de 1973. Traducido en Cuadernos MarxistasNo. 3.]

La fotografía en esta página muestra el intento de golpe de estado por un sector del ejército chileno el pasado 29 de junio. Tropas del Segundo Regimiento Blindado rodearon el palacio presidencial y el ministerio de defensa, pero fueron derrotadas después de un tiroteo de tres horas con unidades leales. Durante la lucha murieron 22 personas, la mayoría civiles que habían sido atrapados en la línea de fuego.

La revuelta fue derrotada sobre todo porque la mayoría de la casta de oficiales todavía cree que Allende está jugando un papel útil de engañar a los obreros, y todavía no ha decidido echarle. Allende, por su parte, se rehusó de nuevo a movilizar a los obreros y contó con los generales leales para la defensa del gobierno. Acusó a Patria y Libertad, un grupo fascista con vínculos con sectores militares derechistas, de estar involucrado en la conspiración, pero no lo ilegalizó.

Aunque el mini-golpe fue derrotado fácilmente, la amenaza de un putsch reaccionario continúa en aumento a medida que el gobierno del frente popular se muestra cada vez más incapaz de desempeñar su papel de frenar a los obreros, como atestiguan la reciente huelga de mineros del cobre. La cuestión de quién manda se está planteando cada vez más agudamente, a medida que se suceden sin descanso las demostraciones pro-gobierno y anti-gobierno, huelgas y cierres patronales, asesinatos y descubrimientos de armas ocultas de los fascistas.

Un golpe militar de las derechas, aunque no necesariamente fascista, estaría dirigido (como el golpe de Banzer en Bolivia en agosto de 1971) a la supresión de la combatividad en auge de las masas y a la decapitación del movimiento obrero. El putsch estaba dirigido contra el gobierno de Allende en el sentido inmediato; su verdadero blanco es el movimiento obrero.

¡Obreros y campesinos de Chile! El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno obrero. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. No importa cuán pequeños sean los Partidos Radical y Demócrata Cristiano de izquierda, son en cierto sentido los partidos más importantes de la UP. Pues su presencia es la garantía de que Allende no sobrepasará los límites del capitalismo.

¡Militantes sindicales y amas de casa! El gobierno de la UP no respalda vuestros intereses, sino los de los patronos. Ha permitido una inflación galopante que hubiera podido ser frenada por un control de precios regido a su vez por el control de los sindicatos y los obreros sobre la producción y la distribución. Ha frenado el proceso de nacionalizaciones y deja sin tocar a los capitalistas industriales “nacionales”. Hace uso de las ametralladoras para sofocar las huelgas de los mineros.

El gobierno de Allende debe ser remplazado por una revolución obrera. Las masas trabajadoras deben luchar por un gobierno basado en la federación laboral CUT, los partidos obreros, y los “cordones industriales”  y JAPs (incipientes comités populares) en los distritos obreros. Esta es la única defensa verdadera contra los reaccionarios.

Pero ahora nos vemos frente a la siguiente situación específica: la derecha se inclina cada vez más hacia un enfrentamiento con el gobierno. A causa de la fuerza del voto a favor de la UP en las elecciones de marzo y la creciente radicalización de los obreros, sectores cada vez más grandes de la burguesía están convencidos de que deben poner un límite. Así, hoy por hoy, los obreros y Allende tienen un mismo enemigo.

Frente a un intento de putsch, los revolucionarios deben dar apoyo militar al gobierno del frente popular: sin cesar por un segundo de oponérsele políticamente. Reclamamos que se distribuyan armas entre los obreros, que se formen milicias obreras basadas en los sindicatos, y la proscripción y desarme de todas las organizaciones fascistas. Así mismo reclamamos la abolición del ejército oficial y en particular del cuerpo de oficiales, y la organización de las tropas en comités de soldados, aliados a los sindicatos. La formación de un comité central de las milicias obreras, los consejos de soldados y las organizaciones obreras (sindicatos y partidos) para coordinar la defensa. Sólo de esta manera podemos garantizar que el potencial para una movilización revolucionaria y las ganancias ya exprimidas de la burguesía no dependerán de la buena voluntad de los generales “democráticos”.

La izquierda ostensiblemente revolucionaria en Chile se ha abstenido de proveer una clara oposición al frente popular, de luchar con firmeza dentro de las organizaciones de masa existentes contra la dirección reformista de los Partidos Socialista y Comunista. Intentos, como los del MIR, de crear artificialmente “asambleas populares” que ignorarán a los sindicatos y los partidos obreros de masa, están condenados al fracaso. Y también condenadas están las demandas de los grupos izquierdistas al gobierno para que incremente las nacionalizaciones y rompa con los partidos capitalistas.

Se está preparando un rio de sangre para las masas trabajadoras chilenas. Sólo a través de la lucha para construir un partido revolucionario de vanguardia basado en la política de Lenin y Trotsky se puede evitar esto y convertir en realidad el potencial revolucionario. En contraste a los centristas como el MIR que se rinden constantemente ante la popularidad de la UP con sus fórmulas de “apoyo crítico” y de presión desde la izquierda, un partido tal debe ser uno de oposición irreconciliable.

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Importante crítica:

¿Pedimos de la burguesía que proscriba al fascismo?
17 de agosto de 1973

Defendamos la huelga de los mineros

Defendamos la huelga de los mineros

[Publicado originalmente en Workers Vanguard No. 23, 22 de junio de 1973. Traducido en Cuadernos Marxistas No. 3]

Mientras que el gobierno de la Unidad Popular de Chile se encuentra cada vez más aislado por el aumento de la combatividad obrera por un lado y por ras crecientes fuerzas de la contrarrevolución por el otro, el Presidente Salvador Allende ha decidido adoptar una posición de clase a favor de la burguesía. En respuesta a una huelga de dos meses en las minas de cobre de El Teniente, Allende usó a la policía nacional (los Carabineros) contra los huelguistas, pidió a los jefes de las fuerzas armadas que volviesen a entrar al gabinete del gobierno del frente popular y se movilizó para “restaurar el orden” en dos provincias mineras poniéndolas bajo control militar.

La huelga comenzó el 10 de abril con 13.000 mineros de la mina nacionalizada de El Teniente, la mina subterránea más grande del mundo, en Rancagua. A principios de junio se extendió a Chuquicamata, la mina de pozo abierto más grande del mundo, donde los obreros mantuvieron una huelga de solidaridad de 48 horas que podría ampliarse a una huelga de duración indefinida y de alcance nacional.

Las huelgas ya han forzado al gobierno chileno a suspender sus envíos de cobre, su mayor exportación, a Europa, causando la pérdida hasta ahora de 50 millones de dólares en divisas, en una situación en que Chile está profundamente en deuda y en que se ve forzado a importar comida. El gobierno aduce que el “interés nacional” está por encima de los intereses de los “privilegiados” mineros.

Los mineros, por otra parte, están en huelga para defender la escala móvil de salarios (ajuste automático al coste de vida) ganada hace años a los anteriores propietarios norteamericanos de las minas a través de duras luchas. Piden un aumento de sueldos del 41 por ciento para mantenerse a nivel con el aumento del coste de vida (240 por ciento más alto sólo en el último año). La comida ya está racionada y florece el estraperlo. El gobierno aduce que se debe descartar el presente ajuste al coste de vida y remplazarlo por una “ley de reajuste” que aumentaría sólo los sueldos de los obreros en las categorías más bajas. Si esto tuviera éxito, se quebrantaría la resistencia obrera en contra de la ola de inflación y de hecho, rebajaría los jornales reales, exactamente como pasó en los previos gobiernos de frente popular después de la Segunda Guerra Mundial.

El 14 de junio, la policía atacó a una manifestación de 4.000 mineros, que habían marchado sobre Santiago desde los distritos mineros, utilizó tanques de agua, carros blindados y gas lacrimógeno. En la mina misma más de 500 Carabineros han plantado sitio, disparando ametralladoras al aire para ganar entrada a los instaladores. Los huelguistas erigieron barricadas en las entradas de las minas y lanzaron dinamita contra la policía. Más de 30 mineros han sido heridos ya en el conflicto.

El Partido Comunista y la UP están tratando de aplastar la huelga, arguyendo que el alboroto de los obreros está amenazando llevar al país al borde de la guerra civil y haciéndole imposible a Allende el gobernar. Esto, según ellos, le facilita el camino a la derecha. Pero está claro que el programa que Allende es incapaz de implantar es precisamente el programa de la burguesía — hacer que los obreros paguen por la inflación.

Mientras, el 13 de junio Allende pidió al Ejército, a las Fuerzas Aéreas y a la Armada que entrasen a formar parte del gabinete para poder contener las agitaciones. En una acción semejante en noviembre pasado, el jefe de las Fuerzas Armadas fue nombrado Ministro del Interior mientras que el gobierno de la UP descartó los planes de nacionalizar parte del sistema de transporte en un intento de apaciguar a los demócratas cristianos de la oposición. Mientras que los gremios de pequeños negocios de los demócratas cristianos estaban llevando a cabo un paro patronal nacional, ¡el Partido Comunista reclamaba la extensión de la coalición de la UP para incluir a estos conspiradores contrarrevolucionarios!

Ahora los estalinistas arguyen que la huelga está fomentada por un bloque entre los sindicatos anticomunistas y el grupo fascista Patria y Libertad. La Democracia Cristiana ganó el control de los sindicatos del cobre en las elecciones de febrero último después de que el gobierno forzó a los mineros a una huelga similar y que el líder cubano Fidel Castro apeló sin éxito a los obreros a que “se sacrificasen más” por la madre patria.

(El Guardian, apologista “radical independiente” del reformismo estalinista, se refiere a los huelguistas en su número del 13 de junio como a un sector “privilegiado”, y descartan la huelga como un “testimonio… de la supervivencia de la mentalidad capitalista en todos los niveles de las minas”. No es sorprendente la “supervivencia de la mentalidad capitalista” en un estado capitalista que, además, ¡está ahora mismo ametrallando a los obreros en huelga! ¿Qué recomendaría el Guardian en cambio, penitencia por el pecado de querer dar de comer a sus hijos?).

Los obreros no son responsables de que las fuerzas derechistas estén usando la cuestión de la huelga en contra del gobierno. Una dirección revolucionaria de los sindicatos extendería rápidamente la huelga y exigiría la formación de un gobierno compuesto solamente por partidos obreros, que expropiaría los sectores claves de la economía. Esto eliminaría inmediatamente cualquier intento demagógico de la derecha de sacar partido a la huelga, así como unificaría a la clase para el enfrentamiento inevitable con la burguesía. La Democracia Cristiana ha sido capaz de ganar el control de los sindicatos mineros debido solamente a que los partidos de izquierda han omitido la proposición de un tal programa para el movimiento obrero.

Mientras que aumentan los ataques histéricos de los socialdemócratas y los estalinistas contra la huelga del cobre, los revolucionarios deben reclamar: ¡Defensa incondicional de la huelga de los mineros chilenos! ¡Por la formación de una milicia obrera! ¡Abajo el Frente Popular! ¡Por un gobierno obrero!

Perspectivas de la lucha

Perspectivas de la lucha

[Esta carta fue escrita por James P. Cannon a un activista sindical del Socialist Workers Party [Partido de los Trabajadores Socialistas] de Cleveland, Ohio, en 6 de marzo de 1953 y trata de la lucha fracional de Cannon contra los partidarios de Bert Cochran, que se habían aliado a los pablistas europeos. Esta carta se ha traducido del Internal Bulletin (Boletín interno) del SWP, Vol. 15, No. 12 (mayo de 1953). Fue más tarde publicada en inglés en Speeches to the Party (Discursos al partido, Nueva York: Pathfinder Press, 1973). Primera impresión en Spartacist No. 27, diciembre de 1996]

Querido Ted:

Me alegró recibir tu carta del 2 de marzo. No tenías que decirme que habías esperado que “no hubiera un conflicto fundamental” con los cochranistas [la fracción del SWP asociada con los pablistas]. Esa ha sido la actitud de muchos de los miembros del Comité Nacional. Pero políticamente no tenían razón. Todas las implicaciones de la posición cochranista estaban bastante claras hace un año. Por eso tomé la medida drástica de exigir que mostraran sus cartas en la reunión ampliada extraordinaria del CP [Comité Político] que tuvo lugar en esas fechas.

Esperaba poner en cuarentena a esta tendencia fraccional mientras todavía era incipiente; y al mismo tiempo dar una oportunidad a los involucrados para reflexionar sobre la gravedad del rumbo en el cual se habían embarcado, y quizá dar marcha atrás antes de que fuera demasiado tarde. La renuencia de tantas de las personas dirigentes a reconocer la perspectiva de una lucha dentro de la “familia” (“¡Dios mío, hemos sido amigos y compinches por tanto tiempo!”) frustraba todo intento de tratar políticamente el problema.

El sentimiento de amigos-compinches, el sentimiento de paz-en-familia, los cuales tengo que decirte francamente, no tienen nada que ver con la política leninista -el leninismo pone al partido por encima de la familia- determinaron una actitud pasiva, de espectador, en los momentos más críticos y lograron resultados contrarios a los buscados. Sólo envalentonó a los cochranistas, les animó a ir más allá y más rápidamente de lo que se habían propuesto, e hizo inevitable la lucha decisiva actual.

Como probablemente recordarás, en esa reunión caractericé a esta fracción -en una carta que propuse enviar a todos los miembros del CN [Comité Nacional] y a nuestros compañeros en el extranjero- como una “alianza sin principios que no revela sus objetivos.” Mi propósito era forzarlos o a plantear sus objetivos o a decir que no tenían ninguno. El propósito no era “buscar camorra” sino insistir que si iba a haber una lucha, debía ser llevada a cabo abiertamente.

Nunca he oído que un partido leninista sea construido y educado con la guerra de guerrillas. Pero a pesar de mis deseos e intenciones, hemos visto un año de guerra de guerrillas desde entonces, con el resultado de que muchos camaradas jóvenes han sido envenenados y desorientados por el chismorreo y la calumnia. Y ahora vamos a tener la lucha abierta después de todo. Y aun hoy, después de las experiencias instructivas de un año de guerra de guerrillas corruptora, tenemos a unas personas nerviosas y a unas viejas abuelas del género masculino, agitándose nerviosamente y preguntando: “¿Cuál será el resultado? ¿Cuál es la perspectiva?”

Esto me hace reír, si se puede reír con desdén amargo. La perspectiva es educar y reeducar al partido sobre los principios programáticos de las “Tesis sobre la revolución norteamericana” y en el método de la política leninista; y mostrar en el curso de una discusión prolongada, completa y paciente que el tipo cochranista del revisionismo no es mejor que ningún otro tipo.

¿Cuál será el resultado? A menos que nuestra lucha consecuente de 25 años se haya desperdiciado en el cuadro que ensambló -todos y cada uno de cuyos miembros debe su existencia política a esa lucha- el resultado será una reconsolidación del cuadro, una reinspiración al trabajo y una lucha renovada con un convencimiento firme de su gran misión histórica.

¿Habrá algunas pérdidas? No sé, y en esta fase de los sucesos no es mi preocupación primordial. Lo que me preocupa es salvar al partido de la degeneración y la muerte que sólo pueden resultar de una orientación falsa y una dirección incompetente. Cuando logremos ese objetivo, y no antes, podemos pasar a prestar atención al problema de individuos que han servido bien en el pasado, con tal que hubieran seguido la línea correcta, y pueden servir bien en el futuro bajo las mismas condiciones.

Cuando se trata de cuestiones trascendentes se puede inscribir como ley para esta lucha partidista así como para cualquier otra que: cuanto más resuelta, agresiva e intransigente sea la lucha contra la tendencia revisionista, tanto menores serán a la larga las pérdidas, si las hay. El leninismo no tiene nada que ver con las consideraciones rencorosas de venganza personal, despecho, favoritismo, discriminación, persecución, y demás. Tampoco tiene nada que ver con un sentimentalismo reblandecido respecto al destino de individuos cuando están en juego las cuestiones trascendentes de principio y de política.

Eso es lo esencial del asunto tal como lo veo, Ted. Adjunto copias de cartas que he escrito a camaradas dirigentes. Hay seis miembros del Comité Nacional aquí en Los Angeles. Nos hemos mantenido cuidadosamente al tanto de la situación del partido conforme se desarrollaba en el CP desde que salí de Nueva York hace seis meses, y estas cartas te darán una idea aproximada de la evolución de nuestro pensamiento sobre el asunto.

Mis cartas a Vincent del 7 de octubre y la carta relacionada del 9 de octubre a Farrell muestran que no nos interesaba una lucha organizativa si hubiéramos podido conseguir que los cochranistas pusieran por escrito su programa y tener una discusión plena en el partido. Han pasado seis meses desde que salí de Nueva York. La lucha fraccional ha continuado con creciente furia en el CP, pero el partido sigue esperando que la oposición cumpla con la demanda que les he planteado -en esa reunión ampliada del CP de hace un año- para que “revelen sus objetivos”.

Los comentarios de Al Adler que citas en tu carta dicen mucho más sobre el programa cochranista de lo que sospechan los miembros del partido. Pero los comentarios de Al todavía no incluyen todo el programa; Cochran aún no le ha dicho ni siquiera a Al lo que pretende en realidad. Eso hay que deducirlo de su conducta en el CP, de intenciones furtivamente insinuadas en su “Informe sindical” a la Convención Nacional, y de mociones que presentó en el CP: la moción contra la campaña electoral en Los Angeles en particular.

Es el deber de una dirección política deducir el programa de estas cosas y forzarlo a salir al descubierto; y no permitir que el partido sea corrompido por la guerra de guerrillas fraccional antes de que todo el programa sea por fin desenmascarado.

Jim

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