Cuba y los estados obreros deformados

Cuba y los estados obreros deformados

por Tim Wohlforth

20 de julio de 1961

[Originalmente publicado en Marxist Bulletin 8. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No.2.– Cuba y la Teoría Marxista]

[Nota de introducción (Al documento “Cuba y los estados obreros deformados”) por James Robertson, 9 de junio de 1966]

Su método y el nuestro

Desde el momento en que empezamos a discutir sobre Cuba en el Partido, la mayoría ha intentado forzarnos a llegar a una posición inmediata sobre la naturaleza del estado cubano. Para la mayoría del Partido no era muy difícil el llegar a una posición. Su método era el de un impresionismo empiricista. Simplemente describían lo que Cuba parecía ser en el momento y llamaban á esta descripción ¡una teoría!

Apropiadamente, nosotros rechazamos este método en su totalidad. Decimos que los marxistas deben hacer algo más que describir las apariencias del momento. Es nuestro deber el ver los sucesos políticos y sociales como un proceso en movimiento. Debemos estudiarlos a medida que evolucionan y colocar esta evolución dentro del marco de la situación mundial total y de nuestro enfoque teórico en su conjunto. Así, nosotros decimos que es imposible entender lo que es en este momento, a menos que entendamos lo que ha sido y lo que será.

Apremiamos a los que nos reprochan “el no ver la nueva realidad con la suficiente rapidez” a estudiar la historia de nuestro movimiento mundial y ver lo que pasó con otros que antes comprendieron la “nueva realidad” tan rápidamente, que abrazaron regímenes burocráticos tan amorosamente. Estos camaradas abrazaron los nuevos regímenes burocráticos con la esperanza de que estas fuerzas ajenas, en vez de nosotros, llevasen a cabo la revolución socialista. No seremos forzados a descartar el método marxista. Nos tomaremos el tiempo necesario para estudiar la evolución de Cuba y para definir la naturaleza del estado sobre la base de una comprensión de este proceso evolutivo.

La evolución de Cuba

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la evolución de Cuba. Déjenme hacer un breve esquema de aquellos puntos pertinentes para un entendimiento de la naturaleza del estado cubano. La Revolución Cubana fue llevada a cabo por un grupo nacionalista radical pequeño-burgués, cuya base social primaria era una clase pequeño-burguesa – el campesinado. (De pasada es importante notar que Che Guevara ha repudiado específicamente la tesis de Hansen-Sweezy de que el Movimiento 2ó de Julio se basó, en sus primeros estadios, en el proletariado rural. Apuntó que en las montañas no existía tal proletariado y que la organización se basaba en el campesinado local.) Al organizarse de manera militar y al utilizar las técnicas de la guerrilla rural, Castro fue capaz de dar coherencia a esta fuerza campesina, de otro modo desorganizada, y con este grupo social hacer caer un régimen capitalista decadente.

Al llegar al poder, Castro destruyó casi inmediatamente el viejo aparato estatal de Batista y el ejército sobre el que descansaba. Creó un nuevo aparato administrativo compuesto de nuevos elementos pequeño-burgueses radicales y basado en el Ejército Rebelde. Desde el principio, las relaciones de este nuevo estado bonapartista con la propiedad capitalista fueron bastante contradictorias. Mientras este nuevo aparato estatal se basó por lo menos durante un año y medio en estas relaciones de propiedad capitalistas, la fuerza de la revolución y la oposición del imperialismo a las demandas democráticas de la revolución forzaron al gobierno a actuar contra las relaciones de propiedad capitalistas – aunque de una manera esporádica y empírica. Sin embargo, la habilidad del gobierno para actuar de esta manera se puede atribuir al menos en parte al hecho de que el nuevo gobierno habla roto con el antiguo aparato estatal y era por lo tanto capaz de actuar de una manera bonapartista parcialmente independiente de la clase capitalista en Cuba.

Este proceso, espoleado principalmente por la hostilidad del capitalismo estadounidense, culminó en las nacionalizaciones de septiembre-octubre de 1960 que pusieron bajo la propiedad directa del gobierno por lo menos al 80% de la industria, a toda la industria importante y al sistema bancario en su totalidad. La reforma agraria, llevada a cabo en la primavera anterior, no fue socialista pero fue mucho más extensa que la de la URSS o la de Europa Oriental. Esta serie de expropiaciones eliminaron claramente de Cuba a la burguesía nacional. Aún más, el gobierno estableció un monopolio completo del comercio exterior y comenzó una forma rudimentaria de planeamiento económico.

Las nacionalizaciones de septiembre-octubre plantearon la cuestión de si el aparato gubernamental bonapartista, al continuar estando libre del control por las masas obreras, se basarla firmemente sobre las nuevas formas de propiedad en Cuba o si trataría de volver a relaciones esencialmente capitalistas. Podemos decir que aunque las extensas nacionalizaciones del período septiembre-octubre sentaron las bases para la transformación de Cuba en un estado obrero deformado, no era automáticamente forzoso que el aparato estatal pequeño-burgués fuera a defender y a desarrollar estas formas de propiedad. Fue por lo tanto incorrecto, en mi opinión, caracterizar a Cuba en este momento como un estado obrero deformado.

Fue la invasión de17 de abril la que claramente reveló que el régimen de Castro, por muy débil que fuera, estaba definitivamente comprometido a la defensa de estas nuevas formas de propiedad. Ésto fue demostrado primeramente en la defensa de la revolución que Castro llevó a cabo tan eficazmente. Aún más importante, la invasión demostró claramente que el imperialismo no estaba interesado en llegar a un acomodo con Castro. Los imperialistas estaban buscando ante todo la derrota del régimen, si fuera posible. Y si no es posible, como estoy seguro que ellos reconocen ahora, los imperialistas desean forzar a Castro precisamente hacia los brazos de la URSS – a volverse un país estalinista. De esta manera los imperialistas son capaces de limitar el atractivo de Castro y contener la revolución. La línea de conducta del Departamento de Estado de los Estados Unidos sólo se puede explicar si se interpreta de esta manera (¡y créanlo o no, tienen un cierto método en su locura!).

Cualquiera que sea la interpretación del significado, de la invasión, fue evidente inmediatamente que Castro comprendió que significaba que él debería basarse definitivamente sobre las nuevas formas de propiedad y sobre sus relaciones con el bloque soviético si su régimen iba a tener alguna posibilidad de sobrevivir. Este es el verdadero significado de su declaración de que Cuba es un país “socialista”. Pronto se hizo absolutamente claro el que Castro iba en serio y que ésto no constituía una referencia de pasada. Desde el momento de esta declaración un profundo impulso hacia la estalinización del país ha sido fuertemente implementado. A este respecto, es importante notar que: a) la prensa cubana está ahora dedicada casi exclusivamente a alabar a los países estalinistas y a poner de manifiesto una línea política esencialmente estalinista; b) se han acelerado las relaciones económicas con los estados obreros deformados; c) la masa de arrestos a gran escala durante la invasión reveló una organización de policía secreta altamente desarrollada, lo que es un presagio de peligro para el futuro, porque no está bajo el control de la clase obrera; d) el impulso hacia “un partido único de la revolución” que, en el contexto de estos otros sucesos, parece ser la base del establecimiento del gobierno de partido único tradicionalmente estalinista, ha progresado a un ritmo febril; e) los ataques contra los trotskistas son el símbolo final de la naturaleza deformada del régimen.

Estados obreros y estados obreros deformados

Desde el principio de la discusión hemos insistido el reconocimiento de la diferencia cualitativa que existe entre los estados obreros y los estados obreros deformados, y esta insistencia fue tal vez la contribución más importante que hicimos a toda la discusión. Durante los últimos quince años se ha creado una increíble confusión teórica en todas las secciones de nuestro movimiento mundial por falta de clarificación sobre este punto central.

Los estados obreros [1] y los estados obreros deformados tienen dos sistemas políticos que son esencialmente diferentes y mutuamente contradictorios, aún cuando ambos descansan sobre las bases de la propiedad nacionalizada – formas de propiedad proletaria. El estado obrero deformado se caracteriza por el gobierno de una burocracia pequeño-burguesa incontrolable que oprime a la clase obrera y que tiene una perspectiva contrarrevolucionaria. Esta capa social se encuentra en todo momento en contradicción con las formas de propiedad mismas sobre las que debe basar su dominio. El verdadero, desarrollo de estas formas requiere la total destrucción de estas instituciones parasitarias y la creación de una estructura estatal completamente nueva basada sobre el dominio de la clase obrera. Por lo tanto hace falta una revolución política para transformar a un estado obrero deformado en un estado obrero.

Por el contrario en un estado obrero los obreros gobiernan directamente a través de sus propios órganos representativos y de su partido. El régimen político está en consonancia con las formas de propiedad sobre las cales se basa y por lo tanto se abre la posibilidad del avance de la sociedad en su totalidad hacia el comunismo. La transformación de un estado obrero en un estado obrero deformado (o, para ser más precisos, degenerado) es un proceso político tan profundo que para que esta transformación sea completa se necesita una contrarrevolución política, de tipo Termidor, lo que Trotsky llamó “una guerra preventiva”, que literalmente retira físicamente a la clase obrera de las posiciones gubernamentales y devuelve el poder a la burocracia contrarrevolucionaria pequeño-burguesa.

No todos los estados obreros son uniformemente sanos, ni todos los estados obreros deformados uniformemente enfermos. Dentro del marco general de cada tipo diferente de institución hay grados, variables de enfermedad y salud. Así, la URSS contuvo en sí misma enfermedades o deformaciones serias casi desde el principio, pero no fue un estado obrero deformado hasta que no pasó por una profunda revolución de tipo Termidor que finalmente aniquiló literalmente a los previos líderes obreros. Y también es posible tener un estado obrero deformado allí donde todavía no existe una casta burocrática privilegiada claramente definida. Aún reconociendo estas variaciones no debemos caer en la trampa de rehusar reconocer la diferencia cualitativa entre estas dos formas de gobierno político. Una de las características más marcadas del confuso pensamiento de los liberales es una tendencia a destruir las diferencias cualitativas y a transformarlo todo en lo que Marx solía llamar un “revoltijo”. Así, ya que hay algunos obreros que son bastante pobres y otros que son relativamente acomodados, y hay capitalistas que viven al día con sus pequeñas tiendas, etc., y otros que son muy ricos – por lo tanto no hay diferencias cualitativas entre obreros y capitalistas – no hay clases. De la misma manera, la misma metodología se aplica en ocasiones en nuestro movimiento a la teoría del estado. (Joe Hansen [ex-secretario de Trotsky y entonces líder da mayoría del SWP] es un experto en esto.) Veis, existen muchas formas diferentes de estados obreros – degenerados, deformados, peculiares, anormales y hasta sanos – todos los cuales se aproximan más o menos a la forma ideal del estado obrero concebido por Lenin. De pronto la diferencia cualitativa entre estados obreros y estados obreros deformados se disuelve en grados de diferenciascuantitativas. De pronto, toda la teoría trotskista es destruida y Joe Hansen se hunde confortablemente en ese fango maloliente en el cual los centristas se encuentran tan felices.

Un entendimiento completo de las diferencias cualitativas entre un estado obrero y un estado obrero deformado constituye precisamente la base de nuestro concepto teórico sobre Cuba y sobre los otros estados deformados. El resto de los conceptos teóricos expuestos en este articulo se derivan de este punto de vista básico. Si esta pasada lucha política en el Partido consiguiera solamente ésto – si grabar en las mentes de nuestros camaradas, este único concepto –entonces esta lucha agotadora habría valido la pena.

El estado en transición

Creo que esencialmente tuvimos razón cuando insistimos en la naturaleza transicional del nuevo aparato estatal cubano. Este concepto específicamente ha sido atacado con saña. Se dice que está en contradicción con el concepto marxista del estado como instrumento dominante en todo momento de la clase dirigente, de una sociedad determinada. Pero aquellos que han atacado nuestro concepto del estado cubano no han sido capaces de substituirlo por otro! Apropiadamente Shane desafió a la mayoría a que definiera la naturaleza del estado chino entre 1949 y 1952-1953 cuando el partido pretendió que era un estado obrero deformado. Joe Hansen en su artículo polémico, simplemente eludió la cuestión y hasta esta fecha ningún camarada de la mayoría ha contestado.

Comentaré algo más sobre este reto digo categóricamente: todos los estados obreros deformados que han surgido en Europa Oriental, Yugoeslavia, China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Cuba – pasaron por períodos transicionales de más o menos duración durante los cuales un aparato estatal bonapartista que administraba una economía capitalista se transformó en un aparato estatal todavía bonapartista, pero administrando una economía nacionalizada. Esta es la realidad pura y simple, y debemos afrontarla. El Plan Marshall forzó a la URSS a abolir completamente los últimos vestigios de propiedad capitalista en Europa Oriental, pero hizo ésto sin cambiar esencialmente el aparato estatal que originalmente había administrado una economía capitalista en estos países. La guerra de Corea forzó a China a llevar a cabo las últimas expropiaciones y a volverse definitivamente un estado obrero deformado, pero, una vez más, el aparato estatal no fue diferente de aquel que había tomado el poder en 1949. En Europa Oriental, en China y en Cuba, surge un patrón asombrosamente similar: la antigua estructura del estado y el ejército sobre el cual se basa son destruidos (en Europa Oriental por el ejército, soviético, en China y Cuba por la culminación de una guerra civil); un nuevo aparato pequeño-burgués surge libre de lazos directos con el antiguo sistema; finalmente el imperialismo fuerza al nuevo aparato estatal a consolidar su dominio sobre las bases de nuevas formas de propiedad (efectos de la guerra fría sobre Europa Oriental, de la guerra de Corea sobre China, del bloqueo económico y de la invasión del 17 de abril sobre Cuba).

¿Es que por el hecho de reconocer esta realidad debemos revisar las ideas esenciales del marxismo sobre la teoría del estado? Yo creo que no. Creo que el problema que los camaradas tienen para asimilar este proceso proviene de dos errores: (a) un enfoque formalista en vez de dialéctico del cambio social y (b) el no entender completamente la naturaleza contradictoria de un estado obrero deformado.

Debemos tomar nota del hecho de que el desarrollo de los estados obreros deformados en el período de la postguerra confirma el concepto marxista del estado de la siguiente importante manera. En todos estos  países apareció un nuevo aparato estatal para remplazar el previo aparato estatal capitalista y se basó esencialmente sobre un ejército nuevo y diferente. En Europa Oriental el aparato de gobierno fue desde el principio completamente dependiente del ejército soviético y de ninguna otra fuerza social significativa [2]. En China, Yugoslavia y Cuba esta tendencia aparece todavía más clara. Aquí el nuevo aparato estatal se basa en un ejército esencialmente campesino que toma el poder después de derrotar físicamente al antiguo ejército capitalista. Desde el principio, en todos estos países el estado naciente tenía una base, al menos en parte, independiente de la vieja estructura capitalista del país. En ninguno de estos países el nuevo estado aparece sin romper realmente con el antiguo aparato estatal y con el antiguo ejército en el cual descansaba.

Es importante también notar que las relaciones del nuevo aparato estatal con los capitalistas del país fueron siempre forzadas y poco naturales. Mientras que por una parte los lideres pequeño-burgueses de estos nuevos estados buscaron la cooperación de los capitalistas, los capitalistas temían y desconfiaban del nuevo poder estatal – reconocían que no estaba enteramente en sus manos – que se podía poner decisivamente en contra de la clase capitalista como no habían podido hacerlo previos estados. Por lo tanto la huída de los capitalistas fue una parte integral del proceso revolucionario en todos estos países.

Sin embargo, aquí hay implicado algo nuevo que requiere una pequeña modificación de nuestro concepto del estado – una modificación que está conforme con la teoría en su totalidad, y con nuestro método esencialmente dialéctico. El estado que se estableció en estos países había remplazado al antiguo aparato estatal capitalista, pero su verdadera naturaleza sólo se pone de manifiesto después de haber pasado por un proceso de transformación. El cambio en la naturaleza del estado bajo estas circunstancias históricas específicas no es un suceso categórico formal del que se puede decir que acaeció en una semana determinada, en un día determinado, en un segundo determinado. Fue un proceso de naturaleza verdaderamente dialéctica. La dialéctica nos enseña que para llegar del punto A al punto B uno debe ao mismo tiempo estar en A y no estar en A; estar en B y no estar en B; etc. Los nuevos estados en estos países son y no son estados capitalistas; son y no son estados obreros. Pasaron por un estado de transición que, por circunstancias históricas especiales, duró más o menos. Pero debemos tener en cuenta en todo momento que es sólo la ruptura original con el antiguo aparato estatal capitalista lo que los libera para que puedan llevar a cabo esta transformación. (Es decir, que a través de la ruptura con el antiguo aparato estatal capitalista, el nuevo aparato estatal ha dejado parcialmente el punto A – ha llegado parcialmente al punto B.)

Debemos tomar en cuenta en todo momento las circunstancias históricas especiales que han producido estos fenómenos altamente contradictorios y el resultado contradictorio de este proceso – el estado obrero deformado mismo. La contradicción esencial que produce las condiciones efectivas que nutren estos estados obreros deformados es precisamente la contradicción entre la supermadurez de las condiciones para la derrota del capitalismo y la debilidad de la vanguardia revolucionaria. (La supermadurez del factor objetivo, la inmadurez del factor subjetivo.)

La falta de dirección proletaria produce unas distorsiones horrendas sobre este proceso revolucionario, distorsiones que bloquean el proceso a medio camino e impiden su extensión a escala mundial. Estas distorsiones toman la forma primeramente de la creación de un aparato estatal burocrático que está en contradicción con las formas de propiedad sobre las que se basa y que impide a la clase obrera el adoptar su posición de derecho a la cabeza del estado. El aparato gubernamental que rige el estado representa por lo tanto una fuerza contrarrevolucionaria. Por lo tanto este aparato estatal representa en ultimo término la influencia de la burguesía sobre el nuevo estado obrero deformado.

Por consiguiente es compre risible que dicho aparato estatal pueda sufrir la clase de transformación previamente descrita – básicamente, que pueda administrar tanto un estado capitalista como un estado obrero. Es precisamente esta similitud con el estado capitalista la que necesita de una revolución política para destruir este aparato y elegir en su lugar un verdadero aparato estatal soviético. Este es el punto central del problema teórico – precisamente porque una revolución política es esencial para transformar un estado obrero deformado en un estado obrero sano es por lo que una revolución política no es esencial durante este peculiar periodo transicional, durante el cual un aparato estatal administra primero un estado capitalista y después un estado, obrero deformado, hecho que es característico de todos los estados obreros deformados. Lo que es esencial para este último proceso es una revolución social que liquide las relaciones de propiedad capitalistas pero que no es completada precisamente en la esfera política o gubernamental y que por lo tanto debe ser completada más tarde por medio de una revolución política.

Así, el aparato estatal que puede administrar tanto las formas de propiedad capitalistas como las obreras es un aparato estatal que está en contradicción con ambas – que es por su misma naturaleza inestable, temporal y pasajero.

El papel de la clase obrera

Hasta el momento hemos hecho hincapié en lo que Cuba tiene en común con todos los otros estados obreros deformados. Podemos resumir estas características de la siguiente manera: (1) la revolución fue dirigida por una capa pequeño-burguesa que se vió forzada a ir más allá de los limites capitalistas; (2) al basarse sobre el nuevo ejército, el antiguo ejército y el antiguo aparato estatal son destruidos y remplazados por un nuevo aparato estatal libre, al menos en parte, de un control capitalista directo; (3) después de un período de cohabitación con el capitalismo, bajo la presión del imperialismo y de las masas, todos los haberes capitalistas realmente importantes son expropiados; (4) el nuevo aparato estatal se muestra determinado a defender estas nuevas formas, de propiedad contra el imperialismo pero al mismo tiempo gobierna de una manera bonapartista, libre del control de las masas; (5) el nuevo gobierno tiende a basar su política sobre una línea nacionalista en vez de una línea proletaria internacional.

Pero Cuba es claramente diferente de China en muchos aspectos importantes. Al entender estas diferencias podemos llegar a tácticas diferentes de las que aplicaríamos hoy en China. Aún más, creó que es a través de un entendimiento de estas diferencias como podemos llegar a tener una visión más profunda precisamente de laigualdad esencial de Cuba con los otros estados obreros deformados. Por encima de todo debemos evaluar el completo significado del hecho de que Cuba es el primer estado obrero deformado creado fuera de una dirección estalinista, al que le falta una casta burocrática completamente desarrollada y que no es contiguo geográficamente con la URSS o con ningún otro estado obrero deformado.

He notado cierta tendencia entre los trotskistas a atribuir una mayor importancia de la que tuvo en realidad al papel de la clase obrera en los sucesos políticos que condujeron a la formación de los estados obreros deformados. Déjenme exponer mi opinión con toda claridad, ya que en ésto creo que ha sido confirmada por los sucesos en Cuba. La fuerza motriz de la transformación de los países de Europa Oriental (excluyendo a Yugoslavia) en estados obreros deformados fue el ejercito soviético. La clase obrera jugó un papel esencialmente disgregado y pasivo en estos sucesos. La fuerza motriz detrás de la Revolución China que puso a Mao y Co. en el poder fue principalmente el campesinado. En los importantes sucesos que llevaron al partido comunista al poder, la clase obrera jugó un papel esencialmente pasivo al no haberse recuperado de las derrotas sufridas en el período de 1927. La transformación de China en un estado obrero deformado fue establecida, no por la clase obrera de China, ni siquiera principalmente bajo la presión de la clase obrera – fue llevada a cabo por la iniciativa de la burocracia maoista como un acto de defensa contra el imperialismo.

Ahora está totalmente claro que Cuba ha seguido de cerca el modelo Chino. Fue principalmente el apoyo del campesinado el que puso a Castro en el poder. Las extensas nacionalizaciones fueron primariamente iniciadas por el régimen en respuesta al desafio imperialista y no por la clase obrera que generalmente fue pasivamente a la zaga de estos sucesos.

Cuba hace que este proceso sea mucho más claro precisamente por la característica central sin par de la revolución cubana – el hecho de que su transformación en un estado obrero deformado ocurrió bajo la dirección de un partido que no era ni siquiera ostensiblemente “obrero”, por una formación pequeño-burguesa no estalinista.

Por lo tanto la experiencia cubana no sólo demuestra el pequeño papel que la clase obrera juega en estas transformaciones; también sugiere que se le ha dado demasiada importancia a la naturaleza llamada “obrera” de los partidos estalinistas en muchos de estos países coloniales. El hecho de que el Movimiento del 26 de Julio castrista pudiera llevar a cabo una transformación social de una manera casi idéntica al PCC de Mao refleja, en mi opinión, la naturaleza esencialmente idéntica del PCC y del M-26. Ambos. partidos eran esencialmente formaciones pequeño-burguesas por la naturaleza de clase de su dirección, de sus miembros, de su base social y de suideología.

Mientras la ideología de los estalinistas contiene ciertos elementos socialistas y a este respectó es diferente del M-26, es dudoso que estos elementos fueran capaces de transformar de una manera esencial la naturaleza del movimiento. Ésto es especialmente dudoso cuando uno se da cuenta de que la perversión estalinista de la ideología socialista es precisamente hacia el nacionalismo burgués. Por lo tanto estos partidos deben ser vistos esencialmente, en mi opinión, como instrumentos de las clases pequeño-burguesas en la sociedad – no como instrumentos distorsionados de la clase obrera.

Aquí debemos comprender la diferencia entre un partido obrero – un partido con una amplia base en la clase obrera – como el Partido Laboral en Gran Bretaña o el Partido Comunista en Francia, ambos de los  cuales tienen una dirección y un programa pequeño-burgueses, y los partidos estalinistas en un país como China a los que les falta precisamente esta base proletaria. El primero es un partido obrero con un programa pequeño-burgués, el último es un partido radical pequeño-burgués que tal vez tiene un mínimo de ideología obrera. El mismo tipo de razonamiento debe ser usado para explicar los así llamados partidos social demócratas en zonas coloniales. Excepto en algunos casos en los que existe una clase obrera de cierta envergadura, sobre la cual se basa el partido, casi todos los llamados social demócratas en estos países son en realidad nacionalistas pequeño-burgueses radicales (y algunos ni siquiera son tan radicales). Reflexionemos sobre la naturaleza del partido de U Nu [Primero Ministro de Burma/Myanmar] o del Partido Socialista de Praja en la India. Como marxistas debemos tratar de determinar qué clase social representa en verdad un partido específico en un país determinado – y en el proceso debemos indagar más allá de sus manifestaciones ideo1ógicas superficiales. ¿Qué nacionalista burgués que se precie no es un “socialista” en estos días?

Resumiendo: debemos rechazar como una deformación de la realidad un punto de vista que da una importancia indebida en el proceso de formación de estados obreros deformados a la clase obrera o al “carácter obrero” de estos partidos estalinistas en países como China, Corea del Norte y Vietnam del Norte [3].

Tanto la Revolución China como la Revolución Cubana son esencialmente revoluciones dirigidas por movimientos pequeño-burgueses cuya base social es principalmente el campesinado y una sección de la clase media en vez de la clase obrera. Debido a la extremada crisis del capitalismo junto con la crisis de dirección de la clase obrera, estas clases sociales esencialmente intermedias han podido jugar un papel extremadamente radical que previamente el movimiento marxista no pudo prever – fueron capaces de romper con el capitalismo mismo. Sin embargo, sus radicales acciones demostraron la debilidad esencial de estas capas sociales – mientras que por un lado fueron capaces de aplastar el sistema capitalista, por otro fueron incapaces de substituir el gobierno capitalista por su propio gobierno. Por el contrario se vieron forzados a sentar las bases económicas para el gobierno de otra clase, la clase obrera – una clase en la que ellos en realidad no tienen confianza y a la que desprecian. Mientras que por una parte su misma debilidad histórica como clase social intermedia les fuerza a crear propiedad para otra clase, la crisis de dirección de la clase obrera les permite consolidar un gobierno político enemigo de la clase obrera. De ahí el desarrollo de una casta burocrática y la necesidad de una revolución política.

Todo lo que antecede concede abiertamente a las capas pequeño-burguesas de la sociedad mucha más independencia de la que los marxistas habían podido nunca concebir. Sin embargo, el rehusar atribuirles esta independencia o pretender que estas clases intermedias son en cierto modo “proletarias” nos lleva inmediatamente a cometer serios errores políticos. (Lógicamente nos lleva a adoptar las ideas ilusorias sobre China de Sweezy-Pablo-Swabeck.) Aún más, deforma la realidad y es políticamente insostenible. Trotsky dijo en algún sitio en sus escritos alemanes: “A la larga se paga por todos los errores cometidos en las cuestiones teóricas importantes.” Uno no puede mantener por largo tiempo un concepto teórico desordenado o incorrecto, porque si sus implicaciones políticas no son peligrosas al principio – pronto lo serán. Así, toda confusión sobre China debe ser aclarada antes de poder comprender a Cuba. El comprender a Cuba aclara retrospectivamente nuestras teorías sobre todos los estados obreros deformados.

Si se examinan bajo una perspectiva adecuada estos nuevos procesos sociales confirman dramáticamente el concepto marxista de la pequeña burguesía. Una serie de circunstancias extraordinarias en el período de la postguerra literalmente infunde poder en estas capas mientras que la clase capitalista prácticamente se disuelve frente a ellas. En el poder, libre de la dominación capitalista, sin ninguna clase de amenaza por parte de una clase obrera activa, la historia le dice a esta clase social: “Ahora es la ocasión. Aprovecha las oportunidades que te ofrezco y crea tu nueva sociedad”. Pero la pequeña burguesía ha fallado en esta última prueba decisiva simplemente no ha podido crear nuevas formas de propiedad. Las formas que ha creado son aquellas de sus verdugos, la clase obrera. Su gobierno es inestable y transaccional. Sólo el terror les mantiene en poder. La pequeña burguesía se muestra definitivamente como una clase social intermedia.

Está claro por lo tanto que debemos rechazar el entender estos estados obreros deformados como una etapa general en el desarrollo de la sociedad en su conjunto. Este concepto estaba implícito en la teoría de Pablo de “siglos de estados obreros deformados” y esta manera de pensar está también implícita en muchos de los conceptos que han sido formados a medias en la confusión política general que domina en nuestro partido. Estos estados obreros deformados sólo aparecen bajo circunstancias muy específicas: (a) en países económicamente atrasados con una burguesía nacional débil y con una vergonzosa explotación imperialista; (b) allí donde la clase obrera es relativamente atrasada y pequeña o donde ha sido aplastada y desmoralizada (es extremadamente importante advertir que el desarrollo de un estado obrero deformado requirió el aplastamiento de la clase obrera en China y en Vietnam); (c) allí donde la pequeña burguesía ha tomado el camino militar hacia la lucha, la guerra civil, y lleva esta lucha hasta destruir el antiguo ejército capitalista y el aparato estatal; (d) allí donde la intervención, militar directa del capitalismo no puede sino difícilmente llevarse a cabo. Suponiendo que todas estas circunstancias existiesen en un solo país, no es ni mucho menos segura que las fuerzas de la pequeña burguesía triunfasen.

Es posible por lo tanto que aparezcan estados Obreros deformados en más países. Sí, ésto es posible – de hecho es bastante probable durante el período de espera antes de que el proletariado mundial tome de nuevo la iniciativa revolucionaria. Ésto es precisamente por lo que es tan importante para nosotros entender la experiencia de Cuba.

Es extremadamente importante, sin embargo, para nuestro movimiento poner especial atención en el factor principal que contribuyó a estas revoluciones deformadas – la debilidad general de la clase obrera. Siempre que la clase obrera existe como una fuerza consciente organizada, tales formaciones pequeño-burguesas simplemente sedeshacen si no son primero capaces de aplastar a la clase obrera. (A este último respecto es especialmente importante la experiencia vietnamita: aquí las fuerzas dirigidas por los estalinistás literalmente exterminaron el movimiento obrero en las Ciudades del Vietnam, incluyendo a nuestros camaradas. Esta era una condición previa necesaria para el desarrollo más tarde de un estado obrero deformado en Vietnam. Este es el significado de los ataques actuales contra el POR en Cuba. Si la vanguardia de la clase obrera na es aplastada, entonces la intervención de la clase obrera podría destrozar el movimiento de la pequeña burguesía – planteando inmediatamente la posibilidad de una dirección proletaria de la lucha y el desarrollo de un verdadero estado obrero – al que nosotros podríamos verdaderamente abrazar y sentirnos unidos.).

Debe quedar por lo tanto absolutamente claro que estas revoluciones deformadas no son enteramente nuestras. Ésto es simplemente otra manera de decir que no pertenecen enteramente a la clase obrera. Estas capas pequeño-burguesas llevan a cabo sólo las más mínimas transformaciones sociales, consistentes con la continuación de su propio gobierno. En cada momento en el proceso de transformación buscan disminuir y controlar la intervención del proletariado. Se ven forzados a exterminar la vanguardia de la clase obrera o cualquier vanguardia en potencia; buscan limitar el desarrollo revolucionario dentro de las fronteras de su país; y producen una sociedad tan desfigurada por deformaciones burocráticas que llega a ser repelente para las clases obreras. (¿Qué atractivo tiene Alemania Oriental para los obreros de Alemania Occidental? ¿Por qué el partido estalinista en el Japón, que está tan cerca de China, es tan pequeño?). De hecho, debemos admitir francamente como Trotsky lo hizo antes que nosotros, que estos estados obreros deformados dan a la clase obrera menos libertad para desempeñar sus tareas y desarrollar su vanguardia que muchas de las sociedades capitalistas. La razón está clara – es precisamente porque la casta burocrática es menos estable y más vulnerable ante la posibilidad de ser derrocada por el proletariado que la clase capitalista, por lo que necesita con mayor apremio suprimir el proletariado.

Hay ahora una cierta tendencia entre aquellos que se llaman trotskistas a interpretar la experiencia cubana como una prueba de que nosotros también debemos marchar a las montañas y construir un movimiento basado sobre el campesinado. De hecho, los pablistas han formulado esta proposición en los documentos de su Sexto Congreso Mundial, hasta llegando a sugerir que sus camaradas organicen escuelas de guerra de guerrillas. Nosotrosrechazamos rotunda y completamente esta posición. Sólo podemos llegar al poder basados sobre una clase – la clase obrera – y ninguna otra. Las derrotas de la clase obrera son nuestras derrotas, los triunfos de la clase obrera son nuestros triunfos. Sólo con ésto nos identificamos, sólo ésta es nuestra razón de ser. Si llegáramos a construir un movimiento basado sobre las capas pequeño-burguesas, también nos transformaríamos en un partido pequeño-burgués y la revolución estarla así mismo deformada desde un principio. No – nuestro lugar está antes que nada en las ciudades, en las fábricas. Entonces, con la clase obrera, como su sección más avanzada, nos extenderemos a movilizar también al campesinado – precisamente para romper cualquier formación independiente de la pequeña-burguesía y para ganar a nuestra bandera a la sección más radical de la clase intermedia.

La revolución política en Cuba

Debemos reconocer que precisamente porque Cuba se desarrolló en su periodo inicial sin el control directo de un partido estalinista, él régimen revolucionario fue mucho más abierto a la influencia de la clase obrera, y las posibilidades de desarrollar un verdadero partido obrero en Cuba fueron mucho más grandes. Ésto se demuestra gráficamente por el hecho de que Cuba es el único estado obrero deformado en formación que ha permitido, hasta hace poco, la existencia legal de un partido trotskista.

Por otra parte, debemos reconocer que el crecimiento del estalinismo en Cuba, como ideología y a la vez como movimiento organizado, es una expresión del proceso de burocratización – del principio del desarrollo en Cuba de una casta dirigente burocrática separada. El estalinismo es todavía la ideología del gobierno burocrático, y la propagación de este sistema de pensamiento, no sólo por el PSP, sino dentro del grupo castrista mismo, es simplemente una expresión ideológica del profundo proceso de burocratización. El hecho de que el estalinismo esté hoy surgiendo tan fuerte en Cuba es la prueba final de que Cuba es un estado obrero deformado [4].

De hecho el desarrollo de una ideología estalinista en Cuba hoy nos ayuda a entender más profundamente lo que es exactamente la ideología estalinista. No es simplemente una cuestión de la ideología de la URSS y de aquellos PCs directamente controlados por la URSS. Ésto es lo que sugiere [Arne] Swabeck [miembro fundador del SWP e posteriormente un maoísta] cuando pretende que si Mao rompiese con la URSS sería lo mismo que si rompiese con el estalinismo. Repito que se pueden encontrar elementos de esta manera de pensar en el pensamiento de gran parte de los camaradas de la mayoría. El estalinismo es la ideología de gobierno burocrático basado en formas de propiedad proletarias – es ésto y nada más. Así, la transformación de Cuba en un estado obrero deformado impuso sobre el grupo dirigente de Castro la necesidad de transformar su ideología para defender estas nuevas formas de propiedad y para defender su propio gobierno independiente. Castro no creó una ideología de la nada – simplemente está adoptando en su totalidad la ideología de gobierno burocrático ya existente – el estalinismo.

La posición geográfica de Cuba le ayudará a mantener un cierto grado de independencia respecto de la URSS. De hecho es muy posible que ésto sea necesario para poder mantener la economía cubana que necesita de relaciones comerciales con los capitalistas mucho más que los otros estados obreros deformados. Sin embargo, está claro qué cualquiera que sean las relaciones económicas que Cuba mantenga en el futuro previsible, estarán basadas en el mantenimiento de su economía planificada y en el monopolio del comercio exterior. Una vez más la debilidad del imperialismo fuerza a éste a hacer tratos con estos estados obreros deformados ya que es incapaz de derrotarlos sin liberar fuerzas sociales que pudieran a su vez destruirlo a él.

¿Es correcto caracterizar a Cuba como un estado obrero deformado cuando todavía no tiene una clara y definida casta burocrática, y, si lo hacemos, es correcto el pedir una revolución política en Cuba? Si, creo que es correcto caracterizar así a Cuba, porque Cuba posee las características esenciales de un estado obrero deformado: (a) una económica nacionalizada; (b) una capa dirigente que no está bajo el control de la clase obrera. Sin embargo, es extremadamente importante entender que Cuba es una revolución en desarrollo y, que la casta burocrática está envías de formación en este mismo momento. El reconocer esta realidad nos permite elaborar una estrategia y una táctica considerablemente diferentes de las que aplicaríamos a un estado obrero deformado (relativamente) más estable, como China. A causa de esta cambiante situación, la intervención de la clase obrera en contraposición de este proceso burocrático no es solamente posible, sino esencial. En Cuba, la posibilidad de establecer un gobierno directo de la clase obrera es mucho mayor que en cualquier otro de los estados obreros deformados y los trotskistas en Cuba deben lucnar enérgicamente para llegar a este fin a pesar de las persecuciones llevadas a cabo en contra de ellos. Debemos aconsejar a los trotskistas cubanos que no descarten la revolución cubana y actúen como si el proceso de burocratización se hubiera completado, ni confíen en que los mismos burócratas lo combatan. Sólo la intervención consciente de la clase obrera en la política cubana puede salvar esta situación. El lograr esta intervención debe ser la meta estratégica central de nuestro movimiento en Cuba. Todos los problemas tácticos, tales como nuestra actitud hacia los conflictos entre Castro y el PSP, deben ser juzgados según ayuden o no a conseguir esta finalidad estratégica.

Ya que no hay una casta burocrática claramente definida en Cuba, ¿es apropiado el que nosotros, propugnemos una revolución política en Cuba hoy? Mi respuesta a ésto es también un enfático ¡sí! El establecimiento de un gobierno obrero en Cuba hoy sería un profundo cambio político. Necesitaría de la creación de un partido revolucionario marxista con base en las masas y la formación de instituciones representativas de las masas. Estas instituciones deberán remplazar el actual aparato administrativo cubano, infiltrando todos los niveles de gobierno con elementos de la clase obrera. El partido marxista tendrá que remplazar la presente dirección pequeño-burguesa de Castro en Cuba. Estos cambios sólo pueden ser descritos como cambios revolucionarios en la estructura política del país. Ésto quiere decir que lo que está implicado son mucho más que meros cambioscuantitativos (la cantidad de democracia obrera como implican los camaradas de la mayoría) lo que es esencial es un cambio cualitativo en la estructura política del país. Es una cuestión de remplazar el gobierno del aparato pequeño-burgués por el gobierno de la clase obrera misma. Los cambios en la estructura económica no serán tan profundos, por eso es por lo que nosotros caracterizamos a tal cambio como político en oposición a una revoluciónsocial.

Es posible que alguien sugiera que en vez de aplicar el concepto de revolución política a Cuba deberíamos seguir el método de Trotsky respecto a la URSS antes de 1933, y luchar por una reforma política. Yo creo que ésto sería incorrecto y reflejaría una falta de entendimiento de la única y verdadera diferencia entre el estado obrerodegenerado en la URSS y los estados obreros deformados de la postguerra – ésto es, su evolución política singular.

La URSS fue establecida como el primer estado obrero dirigido por un genuino partido de la clase obrera. La evolución de la URSS fue la evolución de la decadencia de este partido obrero, bajo circunstancias de aislamiento, etc. Así los revolucionarios deben tomar una actitud diferente hacia el proceso de decadencia dentro de un partido obrero de la que tomarían hacia un partido pequeño-burgués que nunca fue un partido obrero en el verdadero sentido de la palabra. No debemos nunca descartar la posibilidad de reforma desde dentro del primero, ni contar con la posibilidad de reforma desde dentro del segundo.

Se puede entender todavía más claramente la importante distinción teórica entre el proceso de revolución política y el proceso de reforma política si nos referimos a la distinción hecha previamente entre un estado obrero y un estado obrero deformado. Es posible discutir sobre reforma, ésto es, un cambio cuantitativo, dentro de un estado obrero que está seriamente enfermo; en un estado obrero deformado, independientemente de cuan inestable sea, sólo larevolución, un cambio cualitativo, puede llevar a cabo el salto de la sociedad a una nueva forma de gobierno – el de la clase obrera misma. El plantear la cuestión de reforma en un estado obrero deformado, aún como Cuba, es eliminar la diferencia cualitativa entre un estado obrero deformado y un estado obrero – ésto es, pone en duda el concepto mismo de un estado obrero deformado. Así, el plantear el problema de reforma presenta automáticamente el problema de si la sociedad en cuestión es un estado obrero deformado o no. Pero hay una cosa que si es cierta – Cuba no es ahora ni ha sido nunca un estado obrero, enfermo o no, ya que la clase obrera no ha gobernado nunca en Cuba!

Aunque es posible que algunos camaradas no estén de acuerdo con este punto de vista general, es indudablemente correcto en mi opinión, una vez que enfoquemos el problema en el marco de la realidad total de Cuba. Castro gobierna solo con un aparato gubernamental mientras que los estalinistas siempre gobiernan atreves de un partido disciplinado. Por lo tanto el problema aquí no es preconizar la reforma de un partido – sino del aparato gubernamental mismo. Así nos empezamos a orientar inmediatamente hacia tal o cual sección del aparato gubernamental y perdemos de vista a la clase obrera. Ya que el aparato gubernamental lo tiene prácticamente ningún elemento de la clase obrera dentro de sí, no puede ser reformado desde dentro. Solamente la movi1ización independiente de la clase obrera puede llevar hacia delante el proceso revolucionario en Cuba. Nosotros, por supuesto, esperamos que tal intervención independiente atraiga al lado de la clase obrera aúna sección de aquellos que apoyan a Castro, incluyendo a gente dentro del gobierno. Pero ésto es un producto secundario de la lucha independiente, no el eje central de nuestra estrategia.

¿Quiere ésto decir que enfocamos la revolución política en Cuba como lo hacemos en otros estados obreros deformados – ésto es, que organizaríamos en verdad una insurrección armada? Ni mucho menos. Es precisamente a causa del estado fluido actual de las cosas en Cuba – el hecho de que la burocratización todavía no ha finalizado – por lo que podemos tener esperanzas de que exista la posibilidad de una revolución política no violenta (o más precisamente una de limitada violencia, ya que creo firmemente que nuestras relaciones con los estalinistas serán resueltas de una u otra manera, pero siempre con violencia). Marx mantuvo abierta la posibilidad de una revolución no violenta en los Estados Unidos porque pensaba que el aparato burocrático y el ejército profesional no se hablan desarrollado a la misma escala que aquellos de los países capitalistas europeos. Lenin descarto esta posibilidad basándose en la evolución posterior de los Estados Unidos. Hoy, si hay algún gobierno que esté de acuerdo con la descripción de Marx de ser uno al que es posible derrotar sin una insurrección armada, es el régimen de Castro en Cuba.

Sin embargo, como muestran los recientes ataques contra el POR, se está acabando rápidamente el tiempo en el que se puede hacer la revolución política con poca disrupción violenta. La mayoría del Partido, por supuesto, no se interesa por nada de ésto. Ha abandonado completamente la metodología del marxismo en su afán segundón de lamerle el trasero a Castro. El desarrollo del pensamiento marxista en nuestro movimiento aquí descansa ahora en nosotros. Nosotros al menos daremos a estos problemas la atención que merecen.

NOTAS

[1] Ha habido cierta tendencia a referirse a los estados obreros per se como a “estados obreros sanos”. Esto es así porque el término “estado obrero” ha sido liberalmente aplicado lo mismo a estados obreros que a estados obreros deformados. Sin embargo, creo que ésto es una pobre selección de términos, porque muchos estados obreros no son perfectamente sanos pero tampoco son estados obreros deformados. Por lo tanto, prefiero continuar usando el término “estado obrero” para referirme a lo que Lenin llamaba “el estado de tipo soviético o parecido al de la Comuna” y nunca usar este término para referirme también a los estados obreros deformados.

[2] Mientras que en esta sección he hecho resaltar las similitudes entre todos los estados obreros deformados que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial, quisiera señalar de pasada las diferencias en el origen histórico de los regímenes de Europa Oriental (excluyendo a Yugoeslavia) con China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Cuba y en gran parte Yugoeslavia. En los citados regímenes la transformación en estados obreros deformados fue llevada a cabo, no sobre las bases de un proceso revolucionario intrínseco, sino que fue impuesta por el Ejército Rojo. Por lo tanto el carácter del régimen gubernamental fue menos importante en estos países, ya que el verdadero gobierno fue la URSS a través del Ejército Rojo. Los estados obreros deformados nacientes tendieron (y todavía tienden) a tener menos base en las masas y a expresar más profundamente las contradicciones inmanentes en todos los estados obreros deformados. Los otros estados obreros deformados nacieron de guerras civiles con cierta base en las masas. Por lo tanto la naturaleza del partido dirigente y del aparato estatal, así como del ejército, son importantes para entender la evolución de estos países.

[3] Por supuesto, una vez que se completa la transformación social de estos partidos se vuelven los portavoces de una nueva capa social que se basa sobre formas de propiedad proletarias. Ya que esta nueva capa social debe, en parte, defender estas formas de propiedad y por consiguiente defender, en parte, los intereses de la clase obrera, es correcto considerar que el poder político de este grupo está dentro del campo proletario. Ésto se puede aplicartanto al partido que Castro está formando como al Partido Comunista. Sin embargo, el carácter proletario no está tanto en el partido mismo como en la base social que debe defender. Esta es una importante distinción política. Hemos estado discutiendo solamente la naturaleza de estos partidos antes de, y durante, el proceso de formación de estos estados obreros deformados, no después de que éstos se hayan formado. En otras palabras, no es que los partidos obreros deformados cambien las formas de propriedad sino que las formas de propiedad transforman a los partidos pequeño-burgueses. Cualesquiera que sean los problemas teóricos que estas transformaciones provocan se derivan simplemente de aquellos planteados por la transformación del estado.

[4] Ésto no quiere decir que predigamos que los agentes rusos que manejan el PSP estén destinados a tomar el poder en Cuba. Es posible que el régimen de Castro pueda mantener cierta independencia respecto de la URSS, comparable a Yugoeslavia o a China, en cuyo caso no debemos descartar una confrontación de cierta envergadura entre los agentes rusos de Blas Roca [dirigente del PSP] y los estalinistas “independientes” que rodean a Castro. Si Castro iniciara dicha lucha, ésto no le libraría del estalinismo más que lo que se libró Tito cuando tomó un paso similar.

La amenaza del fascismo

La amenaza del fascismo

Qué es y cómo combatirlo

por Ted Grant

junio de 1948

Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I.

Una crítica importante a este documento

LOS PRIMEROS SEGUIDORES DE MOSLEY

Sólo dos años después de la guerra que supuestamente se libró para destruir el fascismo, los fascistas británicos han comenzado a reagrupar sus fuerzas. A lo largo de todo el país, cautelosa y discretamente al principio, pero cada vez más descaradamente, los fascistas se presentan de una forma abierta.

Al principio surgieron como organizaciones separadas y locales, adoptando toda una serie de nombres por razones oportunistas. El objetivo final, no obstante, era preparar la unificación. Entre las más importantes de estas organizaciones se encontraban la Liga Británica de Ex Militares y Mujeres; el Club de Discusión y Lectores de Mosley; la Unión de la Libertad Británica; Los Hijos de Saint George (Derby); la Liga de Defensa Imperial (Manchester); el Partido de Unidad Nacional de los Trabajadores Británicos (Bristol) y el Club Social (un grupo de estudiantes de la Universidad de Oxford).

Estas organizaciones no están escasas de dinero. Antes de la guerra la Unión de Fascistas Británicos (UFB) tenía a su disposición muchos fondos. Los fascistas tenían vínculos estrechos con las grandes empresas. Mosley alardeaba de haberse gastado 96.000 libras de su propia fortuna personal “en apoyo de mis creencias”. En dos ocasiones el propio Mosley se casó con mujeres procedes de familias millonarias. En 1920 se casó con lady Cynthia Curzon, hija del último marqués de Kedleston y nieta de Levi Zeigler Leiter, un millonario judío de Chicago. Lady Cynthia heredó 28.000 libras anuales de su propia familia (de este matrimonio tiene dos hijos). Después de la muerte de su primera esposa, pocos años antes de la guerra, Mosley se casó de nuevo, en esta ocasión con los millones Guinness. Su esposa es la hija del célebre Unity Mitford, amigo de Hitler.

En los primeros días del movimiento fascista, Mosley contó con el apoyo entusiasta de varios capitalistas y figuras militares destacadas. Cierto es que más tarde, cuando Mosley estaba desacreditado y era evidente que su movimiento importunaba, muchas de estas personalidades le abandonaron. Aparte de los militantes abiertos del Partido Fascista, se formó un club poderoso compuesto por miembros de la clase dominante para apoyar a los camisas negras. En un panfleto titulado Quién apoya a Mosley, publicado por Labour Research, se revelaban algunos datos ilustrativos:

El día de Año Nuevo de 1934 se creó el Club de Enero, cuyo objetivo es formar un sólido frente de camisas negras. El presidente, sir John Squire, editor del London Mercury, afirmaba que no era una organización fascista pero sí admitía que “miembros que pertenecían a diversos partidos políticos, en su mayor parte simpatizan con el movimiento fascista” (The Times, 22/3/1934). El Club de Enero celebraba sus cenas en el Savoy y en el Hotel Splendide. El Tatler muestra imágenes de asambleas del club, distinguidas por los vestidos de noche, vino, flores y un ambiente general de lujo. El líder se lo está pasando bien entre su propia clase…”.

Los miembros de este club eran: el coronel lord Middleton, director de Yorkshire Insurance Co. Malton Investment Truts, British Coal Refining Processes Ltd, y otras tres empresas. Asímisimo poseía unos 15.000 acres de tierra y minerales en Notthnghamshire. El general sir Hubert de la Poer Gough, GCMG, KCB, KCVO, comandante del Quinto Ejército de 1916 a 1918 y jefe de la Misión Aliada en el Báltico en 1919 (intervención rusa), ahora director de Siemens BROS, Caxton Electric Development Ltd. Enfield Rolling Mills y otras dos empresas. El general de la brigada aérea Chamier, CB, CMG, OBE, DSO, último ejército indio. Consultor y agente de aviación, y más tarde director de Vickers Aviation Ltd. Vincent C. Vickers, director de London Assurance Corporation y gran accionista de Vickers Ltd. Lord Lloyd, antiguo gobernador de Bombay. Los Earl de Glasgow, uno de ellos consejero de Estado, cuñado de sir Thomas Inskip, fiscal general, responsable de la Ley de Sedición en la Cámara de los Comunes. Los Earl poseen el castillo de Kelburn, Ayrshire y unos 2.500 acres. El mayor Nathan, parlamentario liberal por NE Bethnal Green, miembro de la Agencia Judía bajo mandato para Palestina, presidente de la Anglo-Chinese Finance and Trade Corporation. Ward Price, corresponsal especial del Daily Mail y director de Associated Newspaper y British Movietone News. El teniente coronel de aviación sir Louis Grieg, KBE, CBO, RAF, socio de J y H Scrimageour, corredores de bolsa, director de Handley Page Ltd y una compañía de seguros y Gentleman Usher in Ordinary to the King. Lady Ravendale, baronesa, cuñada de Mosley y nieta de Levi Leiter. Conde y condensa Paul Munster. El mayor Metcalfe, MVO, MC, cuñado de lady Cynthia Mosley y lady Ravendale, más tarde ayudante de campo del príncipe de Gales y comandante en jefe en India. Sir Philip Magnus, Bart, un dirigente conservador. Sir Charles Petrie. Hon. J. F. Rennel Rodd, heredero del barón Rennell, socio de Morgan, Grenfell & Co. Ralph D. Blumenfeld, presidente del Daily Express, anteriormente editor. Fue editor del Daily Mail. Es fundador de la Unión Antisocialista y miembro de su Comité Ejecutivo.

Es significativo que entre los primeros seguidores de Mosley estén varios judíos adinerados. Esto fue antes de que Mosley adoptara el antisemitismo como un medio indispensable para reunir seguidores ignorantes y atrasados. Mosley contaba con el apoyo financiero de fascistas en el extranjero. Recibía una ayuda de 60.000 libras anules de Mussolini. Esto fue confirmado tras el descubrimiento de documentos en 1935 en los archivos de Roma, lo reveló Chuter Ede, ministro de Interior, en la Cámara de los Comunes.

Mosley visitaba a Hitler y Mussolini, manteniendo un estrecho contacto con los dirigentes nazis.

Con el estallido de la guerra el movimiento de Mosley decayó. Como otros movimientos fascistas en Europa, la UFB se convirtió en un agente del imperialismo alemán con cuya victoria esperaba garantizar su futuro. Los capitalistas británicos en la guerra contra el imperialismo alemán no pudieron utilizar a los fascistas y se vieron obligados a ilegalizarles como parte de la lucha contra Hitler. Pero Mosley estuvo bien protegido en prisión y disfrutó de muchas de las comodidades a las que estaba acostumbrado, incluidos los mejores alimentos, muebles y sirvientes. Como uno de su clase que quizá se había arriesgado demasiado pronto, los capitalistas británicos le trataron atentamente con un ojo puesto en el futuro.

¿SON ANTIFASCISTAS LOS CAPITALISTAS BRITÁNICOS?

La clase capitalista británica se embarcó en la guerra, no porque se opusiera al fascismo y lo que representaba, sino porque se vio obligado a combatir contra los imperialismos rivales por los mercados mundiales, por fuentes de materias primas, es decir, por el beneficio. Su victoria no supuso ni supondrá el final del fascismo.

Por todo el mundo la clase dominante británica ha apoyado al fascismo y la reacción contra el movimiento progresista de los trabajadores. Tomemos unos pocos ejemplos.

Cuando Mussolini estaba subyugando a la clase obrera italiana con su “tratamiento” de aceite de ricino y otras torturas bestiales, Churchill se quedó profundamente impresionado por su “comportamiento sencillo y amable”. Hablando en Roma el 20 de enero de 1927, Churchill sólo tenía palabras para alabar a los fascistas:

No puedo sino estar encantado, como muchas otras personas lo han estado, por el comportamiento sencillo y amable del señor Mussolini y por su calma, por su aplomo e imparcialidad, a pesar de las muchas cargas y peligros que soporta. En segundo lugar, cualquiera podría ver que él no pensaba en nada excepto en lo eterno del pueblo italiano, como él lo entendía, y que lo que menos le interesaba eran las consecuencias esto le pudiera acarrear. Si yo hubiera sido italiano, estoy seguro de que habría estado entusiasmado con usted desde el principio hasta el final, por su lucha triunfal contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo. Sin embargo, diré una palabra sobre un aspecto internacional del fascismo. Externamente, su movimiento ha prestado un servicio a todo el mundo. El gran temor que siempre ha rodeado a todo líder democrático o líder de la clase obrera ha sido el de ser minado por alguien más extremo que él. Italia ha demostrado que existe una forma de luchar contra las fuerzas subversivas, que puede aglutinar a la masa de la población, dirigirla adecuadamente, valorar y desear la defensa del honor y la estabilidad de la sociedad civilizada. De aquí en adelante, ninguna gran nación estará desamparada de un medio fundamental de protección contra el crecimiento cancerígeno del bolchevismo”.

Con estas cristalinas palabras, el portavoz del capitalismo británico indica claramente que, en última instancia, enfrentada a la clase obrera revolucionaria, la “nación”, es decir, los capitalistas no estará “desamparada”, siempre serán capaces de imitar a Mussolini y adoptar el método fascista para dominar a los trabajadores.

En la lucha de China contra el imperialismo japonés, los británicos apoyaron a Japón porque veían en su victoria un baluarte contra el movimiento ascendente de las masas en Asia. El señor L. S. Amery, entonces secretario de Estado para la India, un puesto que ocupó hasta 1945, afirmó lo siguiente el 27 de febrero de 1933 durante una comparecencia en la Cámara de los Comunes:

Confieso que no veo razón para que, de acto, palabra o por simpatía, debamos ir individual o intencionadamente contra Japón en esta cuestión. Japón tiene una razón muy poderosa basada en realidades fundamentales… ¿Quién de nosotros está dispuesto a lanzar la primera piedra y decir que Japón no debería haber actuado con el objeto de crear la paz y el orden en Manchuria, y defenderse contra la continua agresión del vigoroso nacionalismo chino? Nuestra política en India, nuestra política en Egipto, está condenada si condenamos a Japón”.

Los nazis contaron con la ayuda y la financiación de la clase dominante británica. Hitler recibió la aprobación y el apoyo incondicional de las grandes empresas británicas. Lloyd George, el “liberal”, describía a Hitler como un “baluarte” contra el bolchevismo. Ya en febrero de 1934, el gobierno británico publicó un memorando que proclamaba un apoyo claro al rearme alemán. “No se puede resistir y no debería resistirse a la pretensión alemana de igualar sus derechos en la cuestión del armamento. Habrá que enfrentarse al rearme de Alemania”, declaraba el ministro de Exteriores británico, sir John Simon, el 6 de febrero de 1934. Las exportaciones a Alemania de níquel no forjado, borra de algodón, bases de pólvora, aviones y tanques se incrementaron tremendamente. Cuando en marzo de 1934 se preguntó si Vickers Ltd participaría en el rearme de la Alemania de Hitler su presidente respondió:

No puedo darle una garantía en términos concretos, pero puedo decirle que no se está haciendo nada sin la sanción o aprobación total de nuestro propio gobierno” (Citado por Henry Owen en War is Terrible Profitable).

Los grandes financieros y banqueros defendían abiertamente una política de apoyo y ayuda a Hitler. Poco tiempo después de que llegara al poder, el gobernador del Banco de Inglaterra declaró que los préstamos a Hitler estaban justificados como “inversión contra el bolchevismo”.

El rearme de Alemania, la ocupación de Renania, el anschluss en Austria, la ocupación de Checoslovaquia, todo contó con el apoyo del capitalismo británico. La razón: temían el colapso nazi y lo que podría sustituirle. Justo antes de la guerra los británicos, a través de R. S. Hudson, entonces secretario del Departamento de Comercio Exterior, hizo la oferta de un préstamo de mil millones de libras para conciliar a los nazis e impedir su expansión a costa del imperialismo británico, mientras permanecía como un bastión contra los trabajadores alemanes y contra la clase obrera de toda Europa.

Churchill miraba a los nazis con una aprobación ilimitada. En la edición de 1939 de Great Contemporaries, Winston Churchill escribía lo siguiente sobre la llegada de Hitler al poder:

La historia de esa lucha no se puede considerar sin admiración por el coraje, la perseverancia, la fuerza vital que le permitió desafiar, retar, conciliar o superar todos los obstáculos y resistencias que se presentaron en su camino… Siempre he dicho que si Gran Bretaña fuera derrotada en la guerra, espero que encontremos un Hitler que nos devuelva a nuestra posición correcta entre las naciones”. (El mismo libro de Churchill contiene un ataque venenoso contra Trotsky, que se ganó su odio implacable por ser el creador del Ejército Rojo y uno de los dirigentes de la Revolución de Octubre).

Lord Beaverbrook el 31 de octubre de 1938 en el Daily Express señaló lo siguiente:

Ciertamente reconocemos con honestidad y sinceridad a Hitler. Creemos en su propósito declarado, una y otra vez, de buscar un acomodo con nosotros y aceptamos todas las implicaciones del documento de Munich”. Esto, por supuesto, no le impidió mantener un puesto ministerial en el gobierno de coalición en la “guerra contra el fascismo”.

En la guerra civil española los capitalistas británicos simpatizaban con Franco, y bajo la cobertura de la llamada “no intervención”, le ayudaron a aplastar la República.

Ningún movimiento reaccionario contra la clase obrera careció del apoyo y la ayuda del capitalismo británico. Sólo cuando los nazis se adueñaron de sus cotos privados declararon la guerra en nombre del “antifascismo”. Pero cuando sus necesidades de clase son tales que el fascismo se hace necesario, entonces en seguida recurren a Mosley o algún otro aventurero fascista, como los capitalistas alemanes se volvieron hacia Hitler y los italianos hacia Mussolini. Hoy, los fascistas no son necesarios para la defensa de sus beneficios. Pero mañana…

¿QUÉ ES EL FASCISMO Y CÓMO SURGIÓ?

Lo más importante para los antifascistas y los trabajadores es comprender la naturaleza del fascismo y por qué surge. Sin tener esta comprensión del fascismo no es posible combatirlo y destruirlo de manera efectiva. A menos que se vea desde el ángulo de la estructura de clases de la sociedad capitalista y la correlación de fuerzas, los trabajadores no pueden prepararse para la lucha futura contra cualquier movimiento fascista en ascenso.

El capitalismo como sistema social se desarrolló a partir de la decadencia del feudalismo. Durante su período de auge, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, fue un sistema progresista porque permitió el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, el poder del hombre sobre la naturaleza y consiguientemente aumentó el nivel cultural de la humanidad.

A pesar de las crisis, la riqueza aumentó y en los principales países capitalistas, la cultura y los niveles de vida de las masas mejoraron. Con el desarrollo de la técnica, el incremento de la productividad llevó a una mayor expansión de la industria a expensas de los viejos métodos de producción y con esto al aumento numérico de la clase obrera.

Durante los últimos cien años, en su lucha contra el capitalismo, los trabajadores crearon sus propias organizaciones de clase, sindicatos y partidos obreros. Hay que recordar siempre que los derechos de hoy, el derecho al trabajo, huelga, organización, el derecho a la libertad de expresión y prensa, e incluso el derecho a voto, no fueron entregados con benevolencia por la clase capitalista: Se ganaron sólo después de una implacable e incesante lucha de clases por parte de los trabajadores. Antes de la Primera Guerra Mundial, los capitalistas aún podían ofrecer concesiones por los enormes beneficios que les reportó la expansión del capitalismo y el imperialismo.

Pero el capitalismo, inevitablemente, trae consigo la concentración de capital y el crecimiento del monopolio y de los carteles. Debido al desarrollo del mercado mundial, que es la función histórica del sistema capitalista, en determinada etapa las naciones capitalistas, inevitable y necesariamente, entran en conflicto entre sí en su frenético intento de encontrar y extender sus mercados. El desarrollo de las fuerzas productivas se expande más rápidamente que los mercados, dejando atrás las fronteras del Estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. Esta es la contradicción que llevó a la Primera Guerra Mundial, como también llevó a la segunda.

El capitalismo en sus últimas etapas no sólo reduce a la clase obrera a un estado de pauperización, porque no puede proporcionar ninguna seguridad ni en el empleo ni en el sustento, arruina también a la clase media (pequeños empresarios, profesionales, trabajadores de cuello blanco, pequeños comerciantes) y todo ese estrato de población cuya posición social está entre la clase obrera industrial y la clase capitalista.

Para combatir a la clase obrera los capitalistas ya no pueden basarse sólo en las viejas fuerzas de represión encarnadas en la maquinaria estatal. En las condiciones modernas ningún Estado puede durar mucho tiempo si no posee, al menos en sus etapas iniciales, una base de masas. Una dictadura policiaco militar no sirve para ese propósito. Los capitalistas encontraron una salida en el fascismo, que encuentra su apoyo de masas en la clase media gracias a su demagogia anticapitalista. Es importante comprender que el fascismo representa un movimiento de masas: el de la clase media desilusionada.

La clase obrera, en tiempos de crisis, expresa sus aspiraciones y lucha a través de las organizaciones existentes. Unidos por la producción, organizados como clase en grandes fábricas y plantas, los trabajadores piensan en términos de una solución socialista a sus problemas. Su posición social crea su conciencia de clase.

La clase media, debido a su posición en la sociedad, está a medio camino entre los capitalistas y los trabajadores, se balancea entre estas dos clases. Si la clase obrera no puede mostrar una solución revolucionaria para la clase media, esta última se vuelve hacia la clase capitalista y se convierte en el principal pilar del movimiento fascista.

Enfrentada a la feroz competencia por el mercado mundial, incapaz de asegurar su posición mientras las organizaciones de la clase obrera existen, los capitalistas buscan una salida a la crisis mediante la destrucción de estas organizaciones, privando así a los trabajadores de las armas a través de las cuales defienden sus derechos y condiciones. Como la crisis afecta a un país tras otro, los capitalistas recurren a los movimientos fascistas para aplastar a las organizaciones y partidos de la clase obrera. Aquí reside la función del fascismo.

La diferencia entre la democracia capitalista y el fascismo la explicó León Trotsky:

La victoria del fascismo conduce a que el capital financiero coja directamente en sus tenazas de acero todos los órganos e instrumentos de dominación, de dirección y de educación: el aparato del Estado con el ejército, los municipios, las universidades, las escuelas, la prensa, las organizaciones sindicales, las cooperativas. La fascistización del Estado no implica solamente la ‘mussolinización’ de las formas y los métodos de gobierno —en este terreno, los cambios juegan a fin de cuentas un papel secundario— sino, antes que nada y sobre cualquier otra cosa, el aplastamiento de las organizaciones obreras: hay que reducir al proletariado a un estado de apatía completa y crear una red de instituciones que penetren profundamente en las masas, para obstaculizar toda cristalización independiente del proletariado. Es precisamente aquí donde reside la esencia del régimen fascista”

EL ASCENSO DE MUSSOLINI AL PODER

El fascismo apareció primero en Italia. Al final de la gran guerra mundial de 1914-1918, la clase dominante italiana estaba aterrorizada ante el auge revolucionario de las masas. Los periódicos capitalistas escribían que los trabajadores y los campesinos de Italia se estaban comportando como si Lenin y Trotsky fueran los amos de Italia. Hubo toda una serie de grandes huelgas —1.663 en 1919; 1.881 en 1920— en las que los trabajadores arrancaron concesiones y reformas, mejores salarios, jornada laboral de 8 horas, reconocimiento general de los sindicatos y una voz en la producción a través de los comités de fábrica. En septiembre de 1920, cuando los industriales recurrieron al cierre patronal como respuesta a la demanda de aumento salarial, 600.000 trabajadores metalúrgicos ocuparon las acerías y se hicieron cargo ellos mismos de la producción, a través de la elección de sus propios comités de taller.

El campesinado también estaba afectado por la oleada revolucionaria general de la posguerra. Comenzó a ocupar la tierra. El gobierno liberal tuvo que darle el derecho a mantener la tierra que había ocupado espontáneamente, con la condición de que se organizaran en cooperativas. Los trabajadores agrícolas formaron fuertes sindicatos conocidos como “Ligas Rojas”.

Los capitalistas y los terratenientes estaban paralizados. El poder estaba en el puño de la clase obrera. La clase dominante maniobró frente a la embestida de las masas y comenzó a buscar una salida, planificando la contraofensiva.

A principios de abril de 1919 en Génova, los grandes industriales y los terratenientes formaron una alianza para la lucha contra el “bolchevismo”. “Esta unión”, escribía Rossi (el antifascista asesinado más tarde por agentes de Mussolini) en su libro La Naissance du Fascisme, “es el primer paso hacia la reorganización de las fuerzas capitalistas para hacer frente a la situación amenazadora”. Después de la formación de la Federación General de Industria y la Federación General de Agricultura, los capitalistas comenzaron a financiar el fascismo a través de las bandas de gamberros de Benito Mussolini.

Estos elementos estaban especialmente entrenados como una milicia antiobrera cuyo objetivo era aterrorizar a los trabajadores y en esa etapa, desbaratar sus organizaciones, atacando abiertamente las reuniones de los trabajadores. El 15 de abril de 1919, los fascistas, armados con puñales y granadas de mano, atacaron en Milán, feudo de los socialistas, una manifestación del PSI (Partido Socialista Italiano), incluidos mujeres y niños. El mismo día que el episodio de Milán, las oficinas del periódico socialista italiano, Avanti, fueron saqueadas por los fascistas. El 1 de diciembre de 1919 los diputados socialistas fueron atacados y golpeados cuando abandonaban el parlamento.

Pero el fracaso de la clase obrera en tomar el poder permitió a los capitalistas socavar las conquistas que habían logrado los trabajadores, agravando la crisis en Italia y dejando a la clase media arruinada como víctimas propiciatorias de la demagogia fascista. Debido a la pequeñez e insignificancia de la población judía en Italia, el antisemitismo no formaba parte del arsenal del fascismo italiano. Su demagogia se centró en oponerse a los trusts y apoyar la pequeña empresa. A las bandas de aventureros y gamberros de la milicia de Mussolini, se sumaron estudiantes desesperados, parados, profesionales y reclutas en general de la clase media.

Las energías revolucionarias de las masas decayeron. Los fascistas, financiados generosamente por los grandes industriales y los terratenientes, comenzaron una verdadera ofensiva contra los trabajadores. En Bolonia, centro de las “Ligas Rojas” en la región de Emilia, las elecciones municipales de noviembre de 1920 trajeron la victoria del Partido Socialista. El 21 de noviembre los Camisas Negras atacaron el ayuntamiento, y en esa lucha fue asesinado un concejal reaccionario. Esta fue la señal que esperaban los fascistas. Según Gorgolini, uno de los seguidores de Mussolini, esto “abrió la gran era fascista… la ley de la venganza brutal, atávica y salvaje reinaba en la península. Esa era la voluntad de los fascistas”.

En los pueblos, los Camisas Negras comenzaron expediciones punitivas armados y equipados con coches por los terratenientes. Después de aplastar las organizaciones obreras en los pueblos, comenzaron a atacar a los trabajadores en las ciudades. En 1921, en Trieste, Medina, Florencia y en otras partes, los Camisas Negras atacaron las Bolsas de Trabajo y las oficinas de los periódicos cooperativos y obreros.

APOYO DEL ESTADO CAPITALISTA. POLICÍA, TRIBUNALES Y EJÉRCITO

En su ofensiva contra la clase obrera, las bandas de Camisas Negras contaban con el pleno apoyo de la maquinaria estatal capitalista. La policía reclutó para los fascistas entre elementos criminales, prometiendo todo tipo de beneficios e inmunidad. Mientras que la policía ponía sus coches a disposición de los fascistas y les daban permisos para llevar armas, se negaban persistentemente a que los trabajadores y campesinos hicieran lo mismo. Un estudiante fascista envió una carta ofensiva a un periódico comunista en la que escribía:

Tenemos a la policía para que os desarme antes de que nosotros vayamos contra vosotros, no os tememos porque os despreciamos, pero nuestra sangre es preciosa y no debería ser malgastada contra plebeyos viles y bajos” (Rossi, Ibíd.)

Mientras tanto, los tribunales “imparciales”, repartían “siglos de sentencias de prisión a los antifascistas y siglos de absolución a los fascistas culpables” (Gobetti,

La Revolution Liberale). En 1921, el ministro de justicia, Fera, “envió un comunicado a los magistrados pidiéndoles que olvidasen los casos que implicaban actos criminales fascistas” (Rosenberg, Der Weltkamph des Fascismus).

El ejército, a través de su casta de oficiales, apoyaba a los fascistas incondicionalmente.

El general Badoglio, jefe del Estado Mayor del ejército italiano, envió una circular confidencial a todos los comandantes de los distritos militares afirmando que los oficiales desmovilizados (unos 60.000 de ellos) serían enviados a los centros más importantes y se requería que se unieran a los fascistas, a los que proveerían y dirigirían. Continuarían recibiendo cuatro quintas partes de su salario. Las municiones de los arsenales estatales llegaban a manos de las bandas fascistas, que eran entrenadas por los oficiales de permiso o incluso en servicio activo. Muchos oficiales conocían las simpatías de sus superiores con el fascismo, adheridos abiertamente al movimiento. Los casos de colusión entre el ejército y los Camisas Negras cada vez eran más frecuentes. Por ejemplo, el Fascio de Trent rompió una huelga con la ayuda de una compañía de infantería, y el Fascio de Bolzano fue fundado por oficiales de la 232 división de infantería” (Daniel Guerin, Fascism and Big Business).

En un corto espacio de tiempo, con una actitud cada vez más osada, los Camisas Negras comenzaron una campaña para aniquilar las organizaciones de trabajadores. Malaparte, un “teórico” fascista, relataba en su Technique du Coupd’Etat, 1931, que: “Miles de hombres armados, algunas veces quince o veinte mil, entraban en tropel en una ciudad o pueblo trasladándose de una provincia a otra rápidamente en camiones”. Daniel Guerin comenta:

Cada día, atacaban las Bolsas de Trabajo, los locales de las cooperativas y publicaciones de la clase obrera. A principios de agosto de 1922, tomaron los ayuntamientos de Milán y Livorno que tenían administraciones socialistas, quemaron las oficinas del periódico Avanti en Milán, y Lavoro en Génova, ocuparon el puerto de Génova, feudo de las cooperativas obreras de estibadores. Estas tácticas agotaban y debilitaban gradualmente al proletariado organizado, privándole de sus medios de acción y apoyo. Los fascistas sólo esperaban la conquista del poder para aplastarlo de una vez por todas”.

¿Cómo afrontaron las organizaciones obreras esta amenaza mortal para su propia existencia? En lugar de explicar la naturaleza del fascismo a los trabajadores y qué ocurriría si Mussolini llegaba el poder, los dirigentes persistieron en engañarse a sí mismos y a sus seguidores diciendo que el Estado capitalista les protegería de la amenaza de estas bandas ilegales. Guerin relata cómo:

Los dirigentes sindicales y socialistas se negaban obstinadamente a responder al fascismo golpe por golpe, a armarse y organizarse de una forma militar. ‘El fascismo en ningún caso puede ser conquistado con una lucha armada, sino sólo con la lucha legal’, en esto es lo que insistía Battaglia Syndicale el 29 de enero de 1921. Como tenían contactos en el aparato del Estado, a los socialistas les ofrecieron armas en varias ocasiones para protegerse de los fascistas. Pero se negaron a aceptarlas, alegando que el deber del Estado era proteger a los ciudadanos contra los ataques armados de otros ciudadanos” (referencia en Kurella, Mussolini ohne Maske, 1931).

Los socialistas llegaron incluso al punto de firmar un pacto de paz con Mussolini el 3 de agosto de 1921. Este se hizo a iniciativa del primer ministro liberal que deseaba “reconciliar” a los socialistas con los fascistas. Turati, el líder de los socialistas en Italia, apelaba a Mussolini: “Os diría sólo esto: ¡Realmente desarmémoslos!”.

Los Camisas Negras debieron reirse bastante. Utilizaron esta posición para prepararse mejor. Denunciaron el pacto y redoblaron su ofensiva contra las organizaciones obreras. Los socialistas suplicaban al Estado para que emprendiera alguna acción contra los fascistas. Y el Estado lo hizo. Empezaron las redadas, no contra los fascistas, sino contra los trabajadores y sus organizaciones.

Debido al fracaso de los dirigentes socialistas y sindicales, los militantes de izquierdas de distintas tendencias, sindicalistas revolucionarios, socialistas de izquierdas, jóvenes comunistas, socialistas y republicanos, con un puñado de ex oficiales del ejército organizaron las milicias armadas antifascistas en 1921 a iniciativa de Mingrino. Se autodenominaron el “Arditi del Popolo”. Emprendieron esto con la oposición de los dirigentes obreros y sindicales. Desgraciadamente, el joven y débil Partido Comunista adoptó una posición ultraizquierdista hacia el problema. Se escindieron y organizaron sus propios “Escuadrones de Acción”.

El resultado fue”, escribe Guerin, “que cuando los Camisas Negras emprendían una de sus ‘expediciones punitivas’ contra una localidad o atacaban los locales de las organizaciones obreras o ayuntamientos ‘rojos’, los trabajadores militantes o eran incapaces de resistir u ofrecían una resistencia improvisada, anárquica y en general ineficaz. En la mayoría de las ocasiones el agresor era el que dominaba el terreno…”.

Guerin continúa escribiendo:

Después de una ‘expedición punitiva’, los antifascistas se abstenían de llevar a cabo represalias, retaban las residencias ‘fascistas’ pero no lanzaban contraataques. Se contentaban con proclamar ‘huelgas generales de protesta’. Pero estas huelgas pretendían forzar a las autoridades a que protegieran las organizaciones obreras contra el terror fascista, provocando sólo discusiones ridículas con las autoridades que en realidad eran cómplices del fascismo. (Silone. Der Fascismus. 1934). Como estas huelgas no iban acompañadas de la acción directa, dejaban las fuerzas del enemigo intactas. Por otro lado, los fascistas aprovechaban las huelgas para redoblar su violencia. Protegían a los ‘esquiroles’, ellos mismos hacían de rompehuelgas para, ‘en ese vacío amenazante que se crea alrededor de la propia huelga, tratar de golpear rápida y violentamente en el corazón de las organizaciones enemigas’ (Malaparte, Techinique du Coup d’Etat, 1931). Sin embargo, en las raras ocasiones en que los antifascistas ofrecían resistencia organizada al fascismo, temporalmente llevaban la delantera. Por ejemplo en Parma, en agosto de 1922, la clase obrera consiguió repeler exitosamente un ataque fascista a pesar de la concentración de varios miles de camisas negras ‘porque la defensa estuvo organizada de acuerdo con los métodos militares bajo la dirección del Ardite del Popolo” (A. Rossi, La Naissance du Fascism, 1938).

Como cada vez era más obvio que la intención de los fascistas era tomar el poder, Turati, portavoz del PSI, apeló al rey en julio de 1922 para “recordarle que él era el defensor supremo de la Constitución”. Mientras tanto, los capitalistas habían llegado a sus propias conclusiones. Rossi señala al respecto:

Tuvieron lugar algunas conversaciones muy enérgicas entre Mussolini… y los jefes de la Federación General de Industria, Benni y Olivetti. Los jefes de la Asociación de la Banca, que habían pagado veinte millones para financiar la Marcha sobre Roma y los líderes de la Federación de Industria y la Federación de Agricultura, telegrafiaron a Roma que, en su opinión, la única solución posible era un gobierno de Mussolini”.

El senador Ettore Conti, un magnate con gran poder, envió un telegrama similar: “Mussolini es el candidato de la plutocracia y las asociaciones comerciales”.

A pesar de que los fascistas sólo tenían 35 diputados en el parlamento italiano de un total de 600, el rey, obediente ante las peticiones de las clases dominantes, entregó el poder a Mussolini.

Incluso después del golpe de Mussolini en 1922, los dirigentes reformistas fueron incapaces de sacar las lecciones de esta encarnizada experiencia.

Los socialistas italianos, ciegos como siempre, continuaron aferrándose a la legalidad y la Constitución. En diciembre de 1923, la Federación de Trabajo envió una carta a Mussolini sobre las atrocidades cometidas por las bandas fascistas y en ella le pedía que rompiera con sus propias tropas (Buozzi y Nitti, Fascismo et Syndicalisme, 1930).

El Partido Socialista tomó muy en serio la campaña electoral de abril de 1924; Turati incluso tuvo un debate en Turín con un fascista en una sala vigilada por camisas negras. Y cuando después del asesinato de Matteotti, estalló una oleada de revueltas en la península, los socialistas no supieron como explotarla. “En el momento de la verdad”, escribe Nenni, “en lugar de hacer un llamamiento a los trabajadores a la insurrección, la táctica que prevaleció fue la lucha legal en el plano judicial y parlamentario”. Como gesto de protesta, la oposición se contentó con no aparecer en el parlamento y, como los antiguos plebeyos, se retiraron a la Aventine. ‘¿Qué están haciendo nuestros oponentes?’ se mofaba Mussolini en la Cámara. ‘¿Están convocando huelgas generales o incluso huelgas parciales? ¿Están intentando provocar rebeliones en el ejército? Nada de esto. Se limitan a campañas de prensa’ (Discurso de julio de 1924). Los socialistas lanzaron la triple consigna: dimisión del gobierno, disolución de la milicia, nuevas elecciones. Continuaron declarando su confianza en el rey, a quién rogaban que rompiera con Mussolini; publicaron, para convencerle, una petición tras otra. Pero el rey les decepcionó por segunda vez” (Guerin, Ibíd.).

LAS CONDICIONES DE VIDA BAJO MUSSOLINI

Una vez en el poder, Mussolini estableció un modelo de Estado totalitario. Después de aplastar a las organizaciones de los trabajadores, el camino estaba preparado para un ataque salvaje contra las condiciones de las masas en interés de las grandes empresas. El principal embate del fascismo fue contra la clase obrera, que era su objetivo por encima de todo. Con sus armas de lucha rotas, con el establecimiento de sindicatos de empresa esquiroles, se crearon las condiciones para rebajar los salarios y reducir los niveles de vida de los trabajadores. Los sindicatos fueron aplastados. La representación de delegados sindicales en las fábricas eliminada. Se terminó el derecho a huelga. Todos los contratos sindicales fueron invalidados. El empresario tenía de nuevo el mando supremo en las fábricas. Cualquier intento de huelga, cualquier resistencia ante los deseos del empresario, era “castigada con multas feroces por parte del Estado. Desafiar al empresario era desafiar toda la fuerza del Estado. En palabras de los fascistas, las huelgas son crímenes “contra la comunidad social…”.

El antifascista liberal Gaetano Salvemini, una autoridad en Italia, que hizo una investigación concienzuda de todos los aspectos de la vida bajo el fascismo, se basó en fuentes oficiales gubernamentales fascistas y eso le permitió demostrar lo que significó el fascismo para el pueblo italiano. En su libro Under the Axe of Fascism, reveló que desde los mismos inicios del régimen de Mussolini, se deterioraron las condiciones de la población, especialmente de los desafortunados trabajadores y pequeños campesinos. Tanto en tiempos de “prosperidad” como durante las profundidades de la recesión de 1929-33, sufrieron continuos recortes salariales. Las horas de trabajo aumentaron continuamente sin que se pagaran las horas extra, mientras que el coste de la vida subía. A pesar de todos los esfuerzos del régimen por ocultar esto al mundo exterior, demuestra cómo el consumo de las necesidades básicas de la vida decreció a un ritmo constante.

En el año 1923, con una población de casi 39 millones de habitantes, el consumo de tabaco era de 279.000 quintales; en 1932 había caído a 245.000. El consumo de café era de 472.000 quintales en 1922, pero cayó a 407.000 en 1932. Estos son “lujos” para los trabajadores, pero en los productos básicos la caída correspondiente era aún mayor. El consumo de maíz pasó de más de 27 millones de quintales en 1922 a poco más de 26 millones y medio en 1932. El consumo de trigo descendió —y esto con un aumento de la población a 41 millones en 1932— de 72 millones de quintales a 69 millones de quintales. La sal, que junto con el trigo es absolutamente esencial para el mínimo de subsistencia, pasó de 2.646.000 a 2.606.000 quintales. Estas cifras están tomadas de las estadísticas oficiales (Annuario Statistico Italiano de 1922-1925, p. 198, y de 1933 en la p. 119). El periódico Tribuna el 1 de mayo de 1935 revelaba una caída terrible del consumo de carne. “El consumo anual de carne, que en 1928 era de 22 kilos anuales per cápita había caído en 1932 a 18 kilos. El consumo de azúcar que subió a 7,5 kilos en 1922, cayó en 1932 a 6,9. En Inglaterra el consumo anual era de 40 kilos, en Francia 25, Alemania 23 e incluso en la atrasada España era de 13 kilos”.

Las cifras oficiales de desempleo en Italia en febrero de 1933 eran de 1.229.000 parados. El 2 de julio de 1934, un comunicado oficial del gobierno italiano nos informaba que “en el invierno de ese año de ‘solidaridad nacional’ en Italia se dio ayuda ‘casi diaria a 1.750.000 familias”. En febrero de 1922 había sólo 602.000 parados y los fascistas centraron una gran parte de su demagogia en los horrores del desempleo.

De este modo, el mito de que el fascismo podía evitar la crisis capitalista demostró ser un fraude.

Una vez en el poder, el fascismo mantiene sus grilletes durante un largo período de tiempo aplastando a las organizaciones de la clase obrera. Con los mejores luchadores del proletariado en la cárcel o asesinados, la clase obrera atravesó un período de desmoralización y apatía. Bajo un régimen de represión y terror, los trabajadores tenían una enorme desventaja para llevar a cabo una lucha unificada contra los empresarios. El infame final de Mussolini fue una demostración al mundo del verdadero odio del pueblo italiano por el Duce, desenmascaró la mentira de que las masas italianas apoyaban a los Camisas Negras.

LOS TRABAJADORES ITALIANOS Y EL FASCISMO HOY

Es sorprendente observar la diferencia entre los acontecimientos en Italia después de cada una de las dos guerras mundiales.

La caída de Mussolini fue la señal para una insurrección profundamente arraigada de los trabajadores y los campesinos. Una vez más, después del golpe de Badoglio siguió una tremenda oleada de huelgas y manifestaciones. Y tras la derrota de los nazis, los trabajadores y los campesinos, armados en sus destacamentos partisanos, repitieron el proceso de ocupar las fábricas y controlar el país. Una sola cosa se interponía en el camino de los trabajadores y la toma del poder: los dirigentes de sus propias organizaciones.

Este fracaso ha significado para los trabajadores italianos un deterioro de sus condiciones de vida, en algunos casos hasta un nivel incluso inferior al que existía bajo Mussolini. No obstante, los trabajadores han sido capaces de defenderse, hasta cierto punto, debido a los poderosos sindicatos que han construido, mucho más poderosos que en el pasado. Pero la clase media, pulverizada a niveles incluso más bajos que los trabajadores, ha proporcionado una base favorable para la recuperación de la demagogia fascista. Contrastaban las promesas de los demócratas capitalistas con su suerte. En esas circunstancias, los neofascistas comenzaron a surgir. Armados con la experiencia del ascenso al poder de Mussolini, los industriales y terratenientes procedieron a actuar en líneas ya conocidas. El mitin del Primero de Mayo de 1947 en Sicilia fue tiroteado, a pesar de que estaban participando mujeres y niños. En Nápoles, unos meses antes, bandas de monárquicos y fascistas se manifestaron contra el Partido Comunista y otras organizaciones obreras. Durante los últimos meses de 1947 fueron tiroteadas reuniones de trabajadores y lanzadas bombas contra sus locales. El terror de los fascistas era aún mayor en el campo, en las comarcas del sur atrasado, donde los terratenientes organizaron el asesinato de organizadores sindicales e intentaron aterrorizar a los trabajadores agrícolas y campesinos para que no se unieran a los sindicatos. En pocos meses fueron asesinados 19 organizadores sindicales en los distritos agrícolas del sur.

En el norte, incluso en feudos de la clase obrera como Milán, pusieron bombas en los locales del Partido Comunista. Los trabajadores respondieron rápidamente con una huelga general en Milán, e inmediatamente tomaron represalias contra los locales de las organizaciones neofascistas, l’UOmo Qualunque y el Movimento Sociale Italiano, que fueron incendiados y saqueados.

Después de pasar por la experiencia del fascismo, los trabajadores italianos no se contentaron con permanecer a la defensiva. En casi todas las ciudades, grandes y pequeñas, han pasado a la ofensiva contra los fascistas. Hubo manifestaciones de cientos de miles en Milán, y decenas de miles en otras ciudades: Turín, Génova, Florencia, Verona, Bari, Cremona, Roma, Bolonia; incluso en Nápoles y Palermo (antiguos feudos de la reacción), los trabajadores han realizado ataques militantes contra los locales de las organizaciones fascistas. El sur atrasado ha seguido la dirección del norte.

Naturalmente, la policía, siempre convenientemente ausente o inactiva cuando los fascistas atacan a los trabajadores, ha intervenido para proteger a los fascistas. Asímismo, las tropas has salido en muchas ciudades para ayudar a la policía. Se han utilizado contra los trabajadores armas de fuego y gas lacrimógeno.

En esta situación el gobierno Gasperi, como su predecesor liberal de 1920-22, subrepticiamente ha ayudado y animado a los fascistas. La historia se repite, pero no exactamente de la misma forma. La ofensiva de los trabajadores ha llevado a la derrota de los fascistas, que por ahora se han visto obligados a mantenerse escondidos. Los trabajadores en Gran Bretaña pueden aprender una lección valiosa del reciente movimiento ofensivo de los trabajadores italianos.

Pero en cualquier caso, estas lecciones tienen que completarse. Después de evitar que los fascistas levantasen la cabeza, los trabajadores no consiguieron aplicar una solución positiva, y la amenaza del fascismo, incluso en Italia, no se ha exorcizado.

La decadencia crónica del capitalismo en Italia continúa. El desempleo es de masas, con un millón y medio de trabajadores. Los primeros vientos de la nueva crisis mundial harán que el desempleo alcance niveles récord. Golpeados por la crisis, los capitalistas italianos volverán de nuevo a la represión brutal como el único medio de estabilizar su régimen. La lección de Italia debe ser aprendida sobre todo por la vanguardia del movimiento de la clase obrera. Si no consiguen mostrar una alternativa, mediante el derrocamiento total del sistema capitalista y el establecimiento del poder obrero y el comunismo, el gran espíritu ofensivo de las masas menguará, aparecerán la desmoralización y la indiferencia. El capitalismo alimenta el fascismo; los trabajadores pueden garantizar el final del fascismo sólo con el derrocamiento del sistema capitalista.

ALEMANIA. CÓMO LLEGARON LOS NAZIS AL PODER

La derrota de la clase obrera alemana, con la llegada al poder de Hitler, hizo retroceder durante muchos años al movimiento obrero mundial. Al trazar el contexto de los acontecimientos en Alemania, podemos ver claramente las fuerzas de clase en movimiento y el papel de los socialdemócratas alemanes y los estalinistas, que llevaron a la terrible derrota de uno de los movimientos obreros organizados más poderosos del mundo.

A raíz de la Revolución Rusa, la clase obrera alemana derrocó al káiser e intentó el derrocamiento revolucionario del capitalismo en 1918. Pero fueron los socialdemócratas alemanes los que llegaron al poder, aunque realmente se habían opuesto a la insurrección y la revolución.

Los dirigentes reformistas no tenían ninguna intención de consumar la revolución. Su programa se basaba en la “inevitabilidad del gradualismo”. Después de elevarse por encima del nivel de los trabajadores, habían abandonado el programa marxista en el que se basó el partido durante décadas. Noske, Ebert, Schiedemann, los dirigentes de la socialdemocracia, conspiraron con el Estado Mayor alemán para destruir la revolución y restaurar la “ley y el orden”. Los trabajadores berlineses cayeron reprimidos a tiros en enero de 1919 y los líderes revolucionarios, Luxemburgo y Liebknecht, fueron asesinados por los oficiales reaccionarios a instigación directa de los dirigentes socialdemócratas. Eliminaron los sóviets creados durante la revolución y Alemania se convirtió en un Estado capitalista democrático, el más democrático del mundo, según alardeaban los socialdemócratas.

En esta etapa los capitalistas estaban obligados a basarse en los dirigentes obreros y sindicales para salvar su sistema del colapso completo. Apretando los dientes tuvieron que hacer tremendas concesiones a la clase obrera. Los trabajadores consiguieron la jornada de ocho horas diarias, reconocimiento sindical, seguro de desempleo, derecho a elegir comités de empresa, sufragio universal para hombres y mujeres. Los trabajadores agrícolas que vivían en unas condiciones semifeudales en Prusia oriental bajo los junkers, consiguieron el derecho a organizarse y disfrutar de conquistas similares a las que tenían los trabajadores industriales.

Recuperados del primer golpe, los grandes industriales y terratenientes comenzaron a preparar la ofensiva contra la clase obrera. Su actitud fue ejemplificada en Krupp, el magnate del armamento, que la expresó a sus trabajadores de manera arrogante: “Sólo queremos trabajadores leales que en el fondo de sus corazones estén agradecidos por el pan que les permitimos comer”. En febrero de 1919, Stinnes, otro de los magnates del hierro y el acero del Ruhr decía abiertamente: “Las grandes empresas y todos los que dirigen la industria recuperarán algún día su influencia y poder. Los trabajadores volverán a ser personas desilusionadas, medio muertas de hambre, que necesitarán pan y no frases”. El antiguo ministro Dernberg, representante de la gran industria, declaraba públicamente: “Cada jornada laboral de ocho horas es un clavo en el ataúd de Alemania”.

Ya en estos primeros años los capitalistas comenzaron a financiar las organizaciones antiobreras formadas por ex oficiales del ejército, criminales, aventureros y otros deshechos sociales. Los nazis en ese momento eran un pequeño grupo antiobrero más.

Comenzaron una campaña de terror que incluía asesinatos de políticos de izquierda e incluso burgueses democráticos, así como acciones para reventar las reuniones de trabajadores. “El movimiento nacional socialista en el futuro impedirá, si es necesario por la fuerza, todas las reuniones o conferencias que ejerzan una influencia depresora…”, afirmaba Hitler decía el 4 de enero de 1921. Como en Italia, los tribunales, las autoridades militares, el servicio civil y los jefes de la policía, apoyaron a estos grupos reaccionarios. El Estado actuó en complicidad y en connivencia con ellos. Cuando el jefe de la policía de Munich, Pohner, fue advertido de la existencia de “auténticas organizaciones para cometer asesinatos políticos” respondió. “Sí, sí, ¡pero son muy pocas!”.

En esta etapa inicial, estos grupos fascistas no tenían una base de masas. Estaban formados por una fuerza social insignificante, integrada sólo por la escoria de la sociedad alemana. La clase media miraba a las organizaciones obreras en busca de una salida. Los capitalistas utilizaron las organizaciones fascistas sólo como herramientas auxiliares contra los obreros, y un arma de reserva para el futuro. Al tratar el desarrollo del movimiento nazi, Hitler admitió: “Sólo una cosa podría haber roto nuestro movimiento, si el adversario hubiera comprendido sus principios y desde el primer día hubiera aplastado, con la brutalidad más extrema, el núcleo de nuestro nuevo movimiento”. Goebbels también comentó lo siguiente: “Si el enemigo supiera lo débiles que somos, probablemente nos reduciría a gelatina… Nos habría aplastado en sangre desde el principio de nuestro trabajo”.

En la crisis revolucionaria de 1923, provocada por la inflación y la ocupación del Ruhr por el ejército francés, la clase media miraba hacia el Partido Comunista Alemán (KPD) que había conseguido ganar el apoyo de la mayoría de los trabajadores. Pero la situación revolucionaria fue desbaratada por los entonces dirigentes del KPD, Brandler y Thalheimer, y por el consejo equivocado que dio Stalin desde Moscú a la dirección del Partido Comunista.

Brandler admitió más tarde en una reunión de la Comisión Ejecutiva de la Internacional Comunista:

Existían signos de ascenso del movimiento revolucionario. Teníamos temporalmente a la mayoría de los trabajadores detrás de nosotros y en esa situación, bajo circunstancias favorables, creímos que podíamos proceder inmediatamente al ataque…”.

Después de perder la posibilidad de tomar el poder, la dirección de la Internacional intentó poner toda la responsabilidad sobre los hombros del partido alemán. Pero los dirigentes alemanes habían pedido consejo a la dirección de la Internacional Comunista en Moscú. El consejo de Stalin fue catastrófico. En aquel momento escribió a Zinóviev y Bujarin lo siguiente:

¿Deberían los comunistas luchar por tomar el poder sin los socialdemócratas, están lo suficiente maduros para eso? Esa, en mi opinión es la cuestión… Por supuesto, los fascistas no están dormidos, pero nuestro interés es que ellos ataquen primero: eso reunirá a toda la clase obrera alrededor de los comunistas (Alemania no es Bulgaria). A su lado, de acuerdo con toda la información, los fascistas en Alemania son débiles. En mi opinión a los alemanes hay que frenarlos y no espolearlos”.

¡Este era el consejo de Stalin al KPD, cuando tenían la mayoría de los trabajadores tras sus banderas! De este modo, trágicamente, la revolución alemana fue arruinada y se puso la base para el subsiguiente incremento de la influencia fascista.

LAS GRANDES EMPRESAS Y LOS NAZIS

Asustados por la perspectiva del “bolchevismo” en Alemania, los capitalistas estadounidenses, británicos y franceses transfirieron préstamos en tropel para apuntalar al capitalismo alemán. Estos préstamos provocaron un boom capitalista a escala mundial, que particularmente afectó a Alemania. El boom en Alemania duró desde 1925 hasta 1929. Los capitalistas de Alemania obtuvieron enormes beneficios de la racionalización de la industria alemana, no necesitaban a los fascistas y el apoyo a los nazis disminuyó. Sólo recibían fondos para su existencia como arma de reserva y evitar su desaparición de la escena política.

Después llegó la recesión mundial de 1929-33. Lo niveles de vida de los trabajadores se desplomaron. El desempleo superó los cinco millones. La clase media estaba arruinada por la crisis económica y veía como descendían sus niveles de vida aún más que los de la clase obrera. Los trabajadores industriales tenían la protección de sus contratos sindicales y subsidios de desempleo dentro de unos límites, y de este modo podían resistirse a las peores imposiciones de los carteles y monopolios. Pero la clase media estaba desesperada.

Los industriales estaban alarmados ante la perspectiva de la revolución proletaria. Entonces comenzaron a inundar con fabulosas sumas de dinero los cofres del Partido Nazi. Brupp, Thyssen, Kirdorff, Borsig, los jefes del carbón, acero, química y otros imperios industriales de Alemania, suministraron a Hitler generosamente los medios de propaganda que necesitaba. Nunca un partido político en Alemania recibió unas ayudas tan grandes, el dinero llovía sobre los nazis por parte de los capitalistas.

La decisión final de entregar el poder a Hitler se tomó en casa del banquero de Colonia, Schroder (¡quién según las leyes racistas nazis era judío!). Consideraban que había llegado el momento de destruir las organizaciones y derechos de la clase obrera.

Explicando qué significaban estas ayudas económicas, Hitler señaló que:

Sin automóviles, aviones y altavoces, no podríamos haber conquistado Alemania. Estos tres medios técnicos permitieron al nacionalsocialismo llevar a cabo una campaña asombrosa…”.

En un documento confidencial publicado por el gobierno británico en 1943 para el uso de los oficiales y funcionarios que iban a ser enviados a Alemania, se dan los siguientes datos irrefutables:

Fritz Thyssen y Kirdorff en el Ruhr, y Ernst von Borsig en Berlín (presidente este último de la Federación de Empresarios Alemanes, Vereinigung Deutscher Arbeitgeberverbande) eran ardientes seguidores de Hitler… Entre otros de los seguidores financieros en los primeros días de Hitler, se encontraba el famoso fabricante de pianos Karl Bechstein (Berlín), el editor Bruckmann (Munich), el conocido tratante de arte y editor Hanfstaengl (Munich) y el empresa Reetsma Cigarette de Hamburgo, al que después de que Hitler llegara al poder se le garantizó el monopolio exclusivo de tabaco.

La mayoría de éstos no daban directamente sus contribuciones al Partido Nazi, sino a Alfred Hugenberg, el anterior director de Krupp y líder del Deutschnationale Volkspartei (Partido Popular Nacional Alemán). Hugenberg puso una quinta parte de la cantidad conseguida a disposición del Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán (NSDAP)…

Fritz Thyssen, desde su ruptura con Hitler, ha declarado que su contribución personal ascendió a un millón de marcos, y estimaba la cantidad recibida por el NSDAP procedente de la industria pesada vía Hugenberg en aproximadamente dos millones anuales de marcos.

En la reunión del Club Dusseldorf de Industriales el 27 de enero de 1932, después de que Hitler les ilustrara con su programa, el pacto entre la industria pesada y el Partido Nazi quedó sellado. Hitler convenció a su audiencia de que no tenían nada que temer de su ‘socialismo’ y después se presentó a sí mismo y a su organización semimilitar como el baluarte contra cualquier tipo de ‘bolchevismo’.

La política económica puesta en práctica por los ‘nacionalsocialistas’ justificaba completamente la confianza que los grandes industriales habían depositado en Hitler. Hitler cumplió con su política en cada aspecto. Ha destruido las organizaciones obreras. Ha introducido el ‘principio de dirección’ en las fábricas. Ha provocado una expansión de la industria pesada en Alemania occidental a través de un inmenso programa de rearme y ha generado a las empresas enormes beneficios. Los beneficios que los manufactureros del Ruhr y Renania consiguieron superaron con mucho el llamado ‘Decreto’ relacionado con la entrega de ‘dividendos’ de 1941 (Dividend en abgabeverordnung). Este Decreto, que como muchos otros decretos nazis significa lo contrario de lo que su nombre indica, permitió a las sociedades anónimas materializar los beneficios que habían acumulado durante 1933-38. Aproximadamente 5.000 millones de marcos de beneficios acumulados, que se habían conseguido en los años anteriores a la guerra, fueron distribuidos a los accionistas en forma de dividendos”.

TROTSKY DEFIENDE EL FRENTE ÚNICO

En las elecciones generales de mayo de 1924, los nazis recibieron 1.920.000 votos y alcanzaron 32 actas de diputados. En diciembre del mismo año, después de que el Plan Dawes consiguiera restaurar parte de la estabilidad de la economía alemana, los nazis vieron reducido sustancialmente su apoyo electoral: recibieron tan sólo 840.000 votos. En las elecciones presidenciales alemanas de 1925 el general Ludendorff, candidato de los nazis, consiguió ¡210.000 votos! En las elecciones generales de mayo de 1928, los nazis recibieron sólo 720.000 votos, perdiendo 120.000 votos y dos escaños.

Después llegó la recesión mundial y la espantosa crisis del capitalismo alemán. En dos años, en las elecciones generales del 14 de septiembre de 1930, el voto nazi subió a 6 millones. Los fascistas habían sumado a su bandera a grandes sectores de la clase media desesperada. El fracaso de los socialistas en 1918 y de los comunistas en 1923, había arrastrado a una proporción formidable de la clase media, que de la neutralidad o incluso apoyo a los trabajadores, se pasó al lado de la contrarrevolución con su denuncia del “marxismo”, es decir, del socialismo.

Nada más conocerse los resultados electorales, Trotsky y la Oposición de Izquierda, que se consideraban parte de la Internacional Comunista aunque habían sido expulsados, publicaron un llamamiento al KPD para organizar inmediatamente un frente único con los socialdemócratas y evitar la llegada de Hitler al poder. Sólo así se podrían proteger los derechos de la clase obrera de la amenaza de los nazis. Los trotskistas advirtieron de las consecuencias trágicas que tendría la llegada al poder de los nazis, no sólo para los alemanes, sino para el movimiento de toda la clase obrera internacional. Avisaron que si eso sucedía, sería inevitable la guerra contra la Unión Soviética.

Pero los estalinistas no hicieron caso. Su política en Alemania era que el fascismo o socialfascismo ya estaba en el poder, que el peligro principal de la clase obrera era la socialdemocracia, que también eran fascistas, socialfascistas.

Los trotskistas británicos fueron expulsados del Partido Comunista en 1932 por defender el frente único entre socialdemócratas y comunistas en Alemania así como en Gran Bretaña.

Es significativo”, escribían los estalinistas británicos en el Daily Worker el 26 de mayo de 1932, “que Trotsky haya salido en defensa de un frente único entre los partidos comunista y socialdemócrata contra el fascismo. Nada más perjudicial y contrarrevolucionario posiblemente se podía haber planteado en un momento como el actual”2.

Ernst Thaelmann, en su discurso de clausura en el XIII Plenario de la Internacional Comunista en septiembre de 1932 (ver Communist International, nº 17/18, p. 1.329) decía:

En su panfleto sobre el tema, ¿Cómo será derrotado el nacionalsocialismo?, Trotsky siempre da una respuesta: ‘El PC alemán debe formar un bloque con la socialdemocracia…’. Enmarcada en este bloque, Trotsky ve la única forma de salvar completamente a la clase obrera alemana del fascismo. O el PC forma un bloque con la socialdemocracia o la clase obrera alemana estará perdida para los próximos 10 o 20 años.

Esta es la teoría de un contrarrevolucionario y un fascista totalmente frustrado. Esta teoría es la peor de las teorías, la teoría más peligrosa y criminal que Trotsky ha construido en los últimos años de su propaganda contrarrevolucionaria”.

La fuente de esta política del KPD era Stalin: “Estas dos organizaciones [socialdemocracia y nacionalsocialismo] no son mutuamente excluyentes, todo lo contrario, son complementarias. No están en los antípodas, son gemelas. El fascismo es un bloque sin forma definida de estas dos organizaciones. Sin este bloque la burguesía no podría mantener el timón” (Die Internationale, febrero 1932).

Los estalinistas incluso llegaron al punto de incitar a los trabajadores comunistas a golpear a los trabajadores socialistas, reventar sus reuniones, etc., Thaelmann defendió abiertamente la consigna “Echar a los socialfascistas de sus empleos en las fábricas y los sindicatos”. Siguiendo esta línea, el órgano de las Juventudes Comunistas, The Young Guard, proponía la consigna: “Echar a los socialfascistas de las fábricas, las agencias de empleo y las escuelas de aprendices”.

No se detuvieron ahí. Los dirigentes de la Internacional Comunista llegaron a defender que el KPD se uniera a los fascistas contra los socialdemócratas. El Partido Socialdemócrata estaba en el poder en Prusia, la región más importante de Alemania. En Alemania existía un dicho tradicional que decía: “Quién tiene Prusia tiene el Reich”. Los nazis organizaron un plebiscito el 9 de agosto de 1931, en un intento de echar a los socialdemócratas del gobierno. Si lo hubieran conseguido, habrían llegado al poder en 1931 en lugar de en 1933. La dirección del PC alemán decidió oponerse al referéndum y apoyar a los socialdemócratas. Pero la dirección de la Komintern, bajo la influencia directa de Stalin, exigió que el PC participara en este referéndum y convocara un “referéndum rojo”. En el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Piatnitzky incluso alardeaba:

Sabéis, por ejemplo, que la dirección del partido se opuso a participar en el referéndum sobre la disolución del landstag prusiano. Varios periódicos del partido publicaron artículos destacados oponiéndose a la participación en ese referéndum. Pero cuando el Comité Central del partido conjuntamente con la Komintern llegó a la conclusión de que era necesario tomar parte activa en el referéndum, los camaradas alemanes en el transcurso de unos días convencieron a todo el partido. Ni un solo partido, excepto el PCUS, podía hacer eso…”.

Fueron las perniciosas aventuras de este tipo las que desorientaron a los trabajadores y facilitaron el éxito de los nazis. La negativa de los dirigentes de las organizaciones obreras de masas a la hora de aplicar una política revolucionaria contra los fascistas, llevó a este poderoso movimiento de la clase obrera, con una tradición marxista de 75 años, a ser aplastado y caer rendido impotente ante las bandas nazis.

Es importante tener en cuenta que los nazis ganaron sólo un pequeño porcentaje de los trabajadores alemanes, la aplastante mayoría se opuso a ellos. En 1931 los nazis consiguieron sólo el 5% de los votos en las elecciones a los comités sindicales en las fábricas. Todo esto después de una campaña terrorífica para penetrar en la clase obrera. Y en marzo de 1933, después de que los fascistas hubieran llegado al poder, y a pesar de que ya había comenzado el terror, consiguieron sólo el 3% de los votos a las elecciones para los comités sindicales. A pesar de la política equivocada de las direcciones, que llevó a la desmoralización dentro de los trabajadores y ayudaron a los intentos de los fascistas de penetrar en sus filas, la aplastante mayoría de los obreros alemanes permanecieron fieles a las ideas del socialismo y el comunismo.

CÓMO SE ENFRENTARON LOS SOCIALISTAS Y LOS COMUNISTAS A LA AMENAZA DE HITLER

Los trabajadores estaban ansiosos y dispuestos a luchar contra los nazis para impedir que llegaran al poder. Millones se armaron y entrenaron en las organizaciones de defensa socialista y comunista. Este era un legado de la revolución alemana. La clase obrera organizada constituía la fuerza más poderosa de Alemania… Sólo les hacía falta contar con la política necesaria para luchar por la defensa de sus organizaciones y pasar a la contraofensiva para la toma del poder. Pero los dirigentes traicionaron a los trabajadores en Alemania como hicieron en Italia.

Cuando el peligro de un golpe de Hitler parecía más cercano, estos “dirigentes” declararon que los nazis estaban en declive. Los dirigentes socialistas defendían, como si plagiaran a sus homólogos italianos, la necesidad de apoyar los decretos ley del gobierno Brüning y respaldar a Hindenburg frente al peligro de Hitler. Se mofaron de la idea de que un país altamente civilizado como Alemania pudiera caer bajo el dominio de la barbarie fascista. El fascismo podía llegar al poder en un país atrasado como Italia, pero ¡no en Alemania con su economía altamente industrializada! Al principio, se mofaban de las burdas y locas ideas planteadas por los nazis. Pedían a los trabajadores que se rieran de ellas e ignoraran sus provocaciones. “Sólo les da publicidad”, decían. No puede ocurrir aquí.

Los marxistas conocemos de sobra estos argumentos familiares de intelectuales de clase media. Constantemente subestimaban el peligro de los fascistas y apelaban a la misma maquinaria estatal que estaba protegiendo y amparando a los fascistas. Pero cuando la amenaza fascista estaba más próxima, sectores de los trabajadores socialistas y los sindicatos comenzaron a formar grupos de defensa en las fábricas y entre los parados. Pero la Federación Sindical Alemana (controlada por los socialdemócratas), se negó a apoyar estas acciones: “… la situación no [era] suficientemente grave para justificar que los trabajadores se prepararan para una lucha en defensa de sus derechos”. Se opusieron a la “centralización y generalización de esta medidas preventivas”, basándose en que eran “superfluas”. El 6 de noviembre de 1932, Vörwarts, el órgano central de la socialdemocracia escribía sobre la caída de los nazis en las encuestas electorales, de 13.700.000 a 11.705.257 y la negativa de Hindenburg a entregar el poder a Hitler: “Hace diez años pronosticamos la bancarrota del nacionalsocialismo; ¡está escrito en blanco y negro en nuestro periódico!”

En vísperas del ascenso al poder de los nazis, Schiffrin, uno de los dirigentes de los socialdemócratas escribía: “Ya no percibimos nada excepto el hedor de un cadáver corrupto. El fascismo está definitivamente muerto: nunca se levantará de nuevo”.

La línea de los dirigentes del KPD era, si era algo, incluso peor. Declararon que el fascismo ya había llegado al poder en Alemania y que la llegada al poder de Hitler no supondría ninguna diferencia. En el Reichstag, Remmele, uno de sus dirigentes, declaró el 14 de octubre de 1931: “Una vez que ellos [los fascistas] estén en el poder, se establecerá el frente único del proletariado que barrerá con todo (…) Seremos los vencedores del mañana. No tememos a los caballeros fascistas. Ellos caerán más rápido que cualquier otro gobierno (‘¡Tienes razón!’, gritaban los diputados del KPD)”.

En 1932 Thaelmann, en un discurso ante el Comité Central, condenó “la sobreestimación oportunista del fascismo de Hitler”. Tan pronto como llegó la primera victoria del movimiento de Hitler en las urnas, el 14 de septiembre de 1930, el órgano central del KPD, Rote Fahne, declaraba: “El 14 de septiembre fue el punto culminante del movimiento nacional socialista en Alemania. Después sólo puede seguir su debilitamiento y declive”. A los tres años los nazis habían conseguido ganar el grueso de la clase media y obtuvieron más de 13 millones de votos.

Justo en el momento en que los nazis recibían el primer golpe en las urnas y perdían dos millones de votos, cuando aparecían signos de desintegración en el movimiento nazi, el presidente Hindenburg, los jefes del ejército, la burocracia, los grandes industriales y terratenientes entregaban el poder a Hitler.

Incluso en la decimotercera hora los dirigentes socialistas y estalinistas no dieron una dirección correcta. El 7 de febrero de 1933 Kunstler, jefe de la Federación Berlinesa del Partido Socialdemócrata, dio la siguiente instrucción los trabajadores:

Sobre todo no dejéis que os provoquen. La vida y la salud de los trabajadores de Berlín son demasiado apreciadas como para ser puestas en peligro a la ligera, deben ser preservadas para el día de la lucha”.

Y esto cuando Hitler ya había llegado al poder en enero de 1933.

Los líderes del KPD lloraban: “¡No dejemos que los trabajadores den ningún pretexto al gobierno para que adopte nuevas medidas contra el Partido Comunista!” (Wilhelm Pieck, 26 de febrero de 1933).

Los dirigentes de estos partidos no hicieron nada ni siquiera después de que Hitler llegara al poder. Y los trabajadores alemanes querían luchar. El 5 de marzo, la noche de las elecciones, los jefes del Reichsbanner, la organización militar de la socialdemocracia, pidieron una señal para la insurrección. Recibieron la siguiente respuesta de los dirigentes del Partido Socialdemócrata: “¡Calma! Sobre todo que no haya derramamiento de sangre”. El poderoso movimiento obrero alemán se rindió a Hitler sin disparar un solo tiro.

Si se hubiera llevado a cabo la formación de un frente único de lucha en 1930, se habría transformado el rumbo de los acontecimientos. La clase media habría seguido la dirección de las organizaciones obreras. Si los fascistas se hubieran enfrentado al poder organizado de los trabajadores, habrían sido aplastados. Cobardemente, capitulando ante las “autoridades”, la dirección permitió a Hitler conseguir una victoria muy barata.

Los reformistas y los estalinistas son iguales en todos los países. En los últimos años la responsabilidad de esta debacle se ha hecho recaer sobre los trabajadores alemanes. En el Congreso del TUC en Brighton, su presidente, Citrine, defendiendo a los dirigentes sindicales alemanes y su fracaso en la convocatoria de huelga general en 1933, señalaba lo siguiente:

Poco después de las elecciones se desarrolló una campaña de terror. El movimiento socialista y sindical prácticamente fue suprimido el 2 de mayo. Había una gran preocupación sobre la aparente ausencia de resistencia ante el advenimiento de la dictadura nazi. Los dirigentes sindicales y socialistas alemanes eran atacados abiertamente y criticados desde los estrados debido a la ausencia de resistencia efectiva. Todo lo que podemos decir era que teníamos conocimiento de primera mano de que se estaban preparando medios de resistencia muy adecuados. (…) La huelga general fue firmemente planificada y planeada, pero los dirigentes alemanes debían tener en consideración el hecho de que una huelga general, después de la atmósfera creada por el incendio del Reichstag y con 6.250.000 parados por lo menos, era un acto temerario con consecuencias muy graves, consecuencias que se podrían describir no menos que de guerra civil” (The Menace of Dictatorship, p. 8).

QUÉ OCURRIÓ CON LA CLASE MEDIA

Los nazis atacaban demagógicamente a los judíos, los trusts y los carteles. Incluso propusieron la disolución de la gran industria y su división entre pequeños empresarios, así como la desaparición de los grandes centros comerciales y su división entre los comerciantes. Por supuesto, no tenían intención de llevar a cabo estas propuestas demagógicas, que en cualquier caso habría sido imposible llevarlas a la práctica. De este modo se ganaron el apoyo entre las masas de la clase media, la base social de los fascistas.

Resulta irónico que la clase media víctima de los nazis fuera el estrato de la población que sufrió lo peor una vez los nazis llegaron al poder. La tendencia a la concentración de capital lejos de disminuir se aceleró sin resistencia por parte de los pequeños empresarios. Y este proceso estuvo ayudado conscientemente por los nazis. En su libro The Coming Crisis, Sternberg señala que en 1925 el número de propietarios en Alemania, junto con sus dependientes, suponía 12.027.000 personas, el 20,9% de la población. Debido al desbaratamiento que provocó la crisis en el momento que los nazis llegaron al poder en 1933, en el período de Wehrwirhschaft (economía de guerra), el número descendió hasta los 9.612.000, el 16,2% de la población”.

La publicación económica alemana Wirtschaft und Statistik de 1940 (página 336) comenta la manera brutal en que se produjo este fenómeno:

El número de propietarios junto con sus dependientes se redujo en 1,7 millones o aproximadamente un 15% respecto al nivel de 1933. Este descenso se prolongó de acuerdo a una tendencia larga y sostenida en el tiempo. De 1895 en adelante, su número ha decrecido de censo a censo, aunque el declive desde 1933 es, por supuesto, un récord”.

Otra prueba más de este proceso lo podemos leer en Germany, A Basic Handbook, donde se señala lo siguiente:

La concentración de capital en cada vez menos manos se ha producido rápidamente. Muchas empresas pequeñas y medianas han sido absorbidas por las grandes. Desde 1937 hasta finales de 1942, el capital invertido en sociedades anónimas aumentó más de un 10%. Al mismo tiempo, el número total de estas empresas decreció. Así, a finales de 1942, el 1% de las empresas poseía el 60% del capital invertido en las sociedades anónimas. Como señala Deutsche Allegemeine Zeitung del 6 de enero de 1944: ‘Del total de sociedades anónimas alemanas con un capital de 30 millardos de marcos, aproximadamente tres cuartas o cuatro quintas partes pertenecían a grandes accionistas o carteles”.

  

Los representantes de las grandes empresas ocupaban puestos clave en la economía. Al mismo tiempo, existía una “interpenetración mutua: por un lado, los principales industriales y banqueros, como líderes de la economía de guerra, los representantes de las Cámaras de Comercio, de los Grupos Comerciales, de las Asociaciones del Reich, etc., se convirtieron en sirvientes del Estado y fueron designados para altos puestos administrativos; por otro lado, los funcionarios de alto rango, la burocracia nazificada de los departamentos estatales se esforzaban por conseguir puestos bien pagados en la esfera de la empresa privada. Al final, existían varias empresas semiestatales, semiprivadas, que podrían ser descritas como bienes públicos en la esfera industrial. La más conocida de este tipo es Hermann Göring-Concern.

“… Resulta bastante obvio que este proceso dio muchas oportunidades a la élite nazi para convertirse en los nuevos industriales y explotadores, y de este modo vemos estos nuevos nombres, junto con los viejos y bien conocidos nombres de los distintos sectores de la industria alemana y austriaca, en posiciones dirigentes de la administración y en los consejos de administración de las distintas ramas.

A esta conexión habría que añadir unas pocas palabras sobre una empresa típica del partido, Gustolff Foundation, que fue fundada sobre una propiedad ‘arianizada’, la fábrica de armas Shul en Turingia, en honor de Wilhelm Gustloff, un agente nazi en Suiza que fue asesinado en 1934. La firma pronto se convirtió en un importante cartel de armamento y máquina herramienta, integrado por seis empresas, entre las que estaba la fábrica de municiones austriaca Hirtenberg, y dirigido exclusivamente por el partido, es decir, por el Thuringen Gauleiter Sauckel… Nada se conoce de las finanzas de la fundación ya que, como en el caso de Hermann Göring Werke, no se publican los balances, beneficios ni pérdidas.

El desarrollo de este sector de grandes empresas del partido no constituye un ejemplo de nacionalización, ni es una negación del capitalismo o la plutocracia. Todo lo contrario, es la prueba de todo lo que les es permitido acumular a los miembros del partido para sus imperios industriales y explotar nuevas fuentes de ingresos.

Así, los viejos gobernantes de la industria y el comercio se prestaron a este compromiso en la medida en que los beneficios obtenidos de la alianza con la élite del partido y la burocracia, es decir, el expolio conjunto de la pequeña empresa y todos los estratos de ‘pequeño burgueses’, pesaba más que todos los sacrificios del grupo”.

En la purga del 30 de junio de 1934, Hitler atacó a aquellos elementos en las filas de los fascistas que insistían en su demagogia “socialista” para conectar con las aspiraciones de la clase media, además de actuar contra aquellos que de verdad se habían dejado engañar por las mentiras propagandísticas de los nazis. Después de haber hecho esto, Hitler transformó su dictadura en un Estado policiaco-militar, representando los intereses de los industriales y terratenientes. En lugar de romper las haciendas de los junkers y entregárselas a los campesinos como prometió, el poder de los primeros se fortaleció. En lugar de dividir los grandes centros comerciales y repartirlos entre los pequeños tenderos, en lugar de eliminar los carteles y monopolios, las pequeñas tiendas fueron cerradas por miles y tuvo lugar una mayor concentración de la economía en manos de los trusts.

La única promesa que mantuvo fue la persecución de los desgraciados judíos. La clase media fue expoliada, las organizaciones obreras aplastadas y los fondos de las organizaciones obreras fueron confiscados para beneficio de los nazis. Abrieron campos de concentración y comenzó el reino del terror contra los trabajadores socialistas y comunistas y los judíos, como nunca antes se había visto en la historia moderna.

Los fascistas hicieron una gran interpretación del hecho de que en la Alemania de Hitler no existía desempleo. Es verdad que como resultado de los inmensos planes de rearme de Hitler, y la abundante mano de obra en las fortificaciones y armas alemanas, en Alemania no existía desempleo. Por supuesto, de no haberse producido la guerra, Alemania habría sufrido una recesión económica tan desastrosa como en los demás países capitalistas. Hitler gastó fabulosas sumas de dinero en los preparativos de la guerra porque lo consideraba el único camino para salvaguardar el imperialismo alemán y a su propio régimen. Apostó todo a la producción de armamentos a una escala nunca alcanzada por ningún Estado en tiempos de guerra.

Los obreros alemanes tenían que trabajar largas jornadas por bajos salarios para preparar los instrumentos de destrucción que no les beneficiarían a ellos ni a los trabajadores de otras tierras. Estaban empleados para producir para la terrible catástrofe que destruyó Alemania durante la guerra. Hitler les consideraba como cerdos que deben ser engordados para la matanza.

En 1935 un informe de los empresarios exigía entusiastamente que las nuevas leyes laborales “en el momento actual, requieren aumentar la intensificación de la producción…”. Göring declaraba abiertamente en un discurso: “Debemos trabajar doblemente duro para sacar al Reich de la decadencia, la impotencia, la vergüenza y la pobreza. Ocho horas diarias no son suficientes. ¡Debemos trabajar!”. El 22 de mayo de 1933, Hitler decía en el Reichstag: “En Alemania la propiedad privada es sagrada”.

De los 25 puntos del “Programa” nazi sólo la persecución de los judíos, un chivo expiatorio de los crímenes del capitalismo, se cumplió. A la desilusión se le dio una salida con el cebo judío. Incluso después de dejarlos indefensos, privados de todos sus derechos, arrojados a campos de concentración, se fomentó el mito de los judíos como responsables de todos los males de la sociedad. Como señalaba Hitler: si no hubiéramos tenido a los judíos tendríamos que haberlos inventado. No es de extrañar que Goebbels se lamentara públicamente de que los nazis hubieran publicado su programa.

Después de la guerra y la derrota del imperialismo alemán, los Aliados no han provocado la destrucción del fascismo. La clase media, la base potencial de masas para el fascismo, hoy apoya a los demócrata cristianos alemanes. La política estalinista de reparaciones y venganza no fue capaz de reunir el apoyo de las masas alemanas. Como resultado de la política de los Aliados, las masas alemanas están cerca del hambre en el sentido literal de la palabra. Cuando la recesión afecte a Alemania es inevitable el colapso de los partidos capitalistas “democráticos”. No hay camino intermedio. De nuevo la alternativa en Alemania será: o la victoria de la clase obrera o una nueva dictadura fascista.

MOSLEY ANTES DE LA GUERRA

Las leyes del declive del sistema capitalista son las mismas en Gran Bretaña que en otros países capitalistas. La leyenda, cultivada con asiduidad, y en particular por los dirigentes del movimiento obrero, es que Gran Bretaña es “diferente” y que no hay base para ello. Pero el fascismo, como expresión del declive de la sociedad capitalista, se puede convertir en determinadas condiciones en una amenaza real en Gran Bretaña tanto como ocurrió en la Alemania o la Italia capitalistas.

La recesión mundial de 1929-33 vio el surgimiento por primera vez en este país del movimiento fascista de Mosley como una fuerza seria. La clase capitalista de Gran Bretaña reconocía en el movimiento de Mosley un arma militante y extraparlamentaria que podría utilizar contra la clase obrera en un período de agitación social, crisis y recesión. Sólo el hecho de que los capitalistas británicos consiguieran salir de aquellos años críticos sin la necesidad de la acción directa contra los trabajadores, determinó su uso limitado de los fascistas en aquel momento. Sin embargo, mantuvieron el movimiento fascista como un “seguro” de cara al futuro.

El mito, propagado por la clase capitalista, de que todas las cuestiones se pueden resolver a través del parlamento, es explotado en los preparativos que hacen los propios capitalistas cuando parece posible que la clase obrera tome el camino de la lucha. Con la amenaza de una recesión económica inminente antes de la guerra, los capitalistas británicos comenzaron a dar pasos extraparlamentarios contra la clase obrera.

En los años previos a la guerra de 1939-45, las maniobras del ejército en Gran Bretaña se realizaban tomando como base la táctica de la guerra civil. Se preparaban para la defensa de los edificios gubernamentales estratégicos. La guardia civil se creó como una fuerza especial rompehuelgas, formada por reclutas procedentes de las filas de la clase media superior y de la propia clase dominante, entrenada para el uso de ametralladoras, fusiles y tanques. Se les enseñaba a conducir locomotoras, camiones de transporte pesado y hacer el trabajo de tierra en los aeródromos. La guardia civil constituía la columna vertebral de cualquier fuerza rompehuelgas en el caso de problemas serios con los trabajadores.

Un presagio significativo de lo que podría pasar fue que las grandes aseguradoras, que junto con los grandes bancos son los gobernantes decisivos de Gran Bretaña, se negaban a asegurar en caso de riesgo de disturbios civiles y guerra civil. Los capitalistas comprendían que Gran Bretaña, como Italia, Francia, Alemania o España, no podría escapar de las agitaciones sociales provocadas por un sistema capitalista enfermo y decadente. Si la Segunda Guerra Mundial no hubiera estallado, la inminente crisis económica hubiera sacudido al país con unos efectos superiores a los de 1929.

En este momento los fascistas estaban recibiendo el apoyo de numerosos industriales británicos influyentes. A finales de 1936 Mosley alardeaba en una entrevista publicada en un periódico fascista italiano, Giornale d’Italia, que estaba “recibiendo apoyo de los industriales británicos”, y que “varios industriales del norte, que hasta ese momento habían apoyado en secreto su movimiento por temor al boicot comercial, ahora declaraban abiertamente que estaban en el lado fascista” (News Chronicle, 19 de octubre de 1936). Mosley recibió el apoyo de periódicos poderosos como el Daily Mail, el Evening News y el Sunday Dispatch.

Entonces, como ahora, el movimiento de camisas negras realizó sus provocaciones contra la clase obrera y actos antisemitas bajo la protección del Estado. Los fascistas británicos demostraron pronto que en brutalidad y métodos se diferenciaban poco de las tropas de choque de Hitler o los squadri de Mussolini. En un mitin de masas de los fascistas británicos en el Olympia el 7 de junio de 1934, la clase obrera británica se pudo hacer a la idea de lo que debía esperar si triunfaba el fascismo.

Las salvajes y calculadas brutalidades infligidas por las bandas fascistas, entrenadas especialmente, contra cualquier tipo de audiencia que se atreviera a expresar incluso la más tímida oposición al discurso de Mosley, enfurecían a todos los sectores de la población. Las bandas organizadas de fascistas interrumpían a los oradores, hombres y mujeres, los golpeaban y dejaban inconscientes en el suelo.

Nutridos y ayudados por las autoridades y la policía, los fascistas de manera insolente organizaban marchas provocadoras en los barrios obreros y judíos, imitando las tácticas de los nazis en el amanecer de su movimiento en Alemania. Fue entonces cuando la clase obrera británica dio a los camisas negras su respuesta. Cada manifestación convocada por los fascistas era respondida por una gran contramanifestación de trabajadores y antifascistas. En Trafalgar Square, Hyde Park, en Liverpool, Merthyr, Newcastle, en el resto del país, los trabajadores se unían contra los fascistas. En el Glasgow rojo, los fascistas eran incapaces de celebrar reuniones. En el barrio obrero de Bermondsey, Londres, se levantaron barricadas que, defendidas por decenas de miles de trabajadores, evitaron con éxito que los fascistas de Mosley desfilaran por Long Lane.

Excepcional en estas luchas de los trabajadores contra los fascistas fue la derrota de la marcha prevista por Mosley a través del East End londinense en 1936. A pesar de los llamamientos de todos los sectores del movimiento de la clase obrera, incluidos los dirigentes laboristas, el entonces ministro de Interior, sir John Simon, se negó a prohibir la marcha y, por el contrario, buscó todas las maneras de facilitarla. Decenas de miles de policías a pie y a caballo se desplegaron por todo Londres para proteger su marcha a través del East End. La protección policial fue rigurosamente organizada, hasta el punto de destinar equipamiento de radio y un autogiro sobrevolando la zona. El peso del Estado se utilizó para proteger a los camisas negras ante la oposición de la clase obrera londinense. Las autoridades policiales planificaron la protección de Mosley como si fuera un proyecto militar.

A pesar de estas medidas del Estado la marcha fascista fue derrotada. Medio millón de trabajadores salieron a las calles. Alrededor de la consigna “¡No pasarán!”, los trabajadores formaron un muro de cuerpos a lo largo de la ruta por la que tenía que pasar la marcha de Mosley. Desde primera hora de la mañana hubo cargas de la policía montada contra los trabajadores para limpiar el camino a los fascistas. Pero la oposición decidida de los trabajadores lo hizo imposible. La policía intentó crear un desvío limpiando Cable Street. Pero aquí de nuevo los trabajadores londinenses formaron barricadas con muebles, vigas, vallas, puertas arrancadas de las casas cercanas y cualquier cosa que pudiera ayudar a bloquear el camino a los odiados fascistas. Esta magnífica acción de masas incluía y representaba a todos los sectores de la clase obrera y sus organizaciones, laborista, Partido Comunista, ILP, trotskistas, Juventudes Comunistas, y obligaron al entonces comisionado de Policía, sir Phillip Game, a ordenar a Mosley y sus bandas que abandonaran la ruta. ¡La unidad de acción de los trabajadores había derrotado a Mosley!

La derrota de Cable Street en 1936 fue un severo golpe para Mosley. Temeroso del poder organizado de la clase obrera demostrado de una manera tan militante, el movimiento fascista del East End decayó. El espectáculo de los trabajadores en acción dio a los fascistas una razón para callarse. Eso además extendió el desaliento y la desmoralización entre sus filas, mientras que la victoria sobre los fascistas dio a la clase obrera confianza. La acción unificada de los trabajadores en Cable Street demostró una nueva lección: sólo el contraataque enérgico puede impedir el crecimiento de la amenaza fascista.

En aquel momento el Partido Comunista fue el principal responsable con un llamamiento militante a los trabajadores para que acudiera a las contramanifestaciones contra los fascistas. Las Juventudes Comunistas jugaron un papel magnífico. Pero después de 1936, esta política militante del Partido Comunista cambió y evitaron cualquier contraataque contra los fascistas en la escala tan amplia y militante que habíamos presenciado antes. Con la llegada al poder de Hitler, los partidos comunistas de todo el mundo habían degenerado hasta convertirse en instrumentos de la política exterior rusa, y sus actividades reflejaban inevitablemente este hecho.

De la negativa a ofrecer un frente único con los trabajadores socialdemócratas contra el fascismo, la Internacional Comunista se embarcó en una política de frentepopulismo. En la línea de los intentos de Stalin de llegar a acuerdos y conseguir alianzas con las clases capitalistas “democráticas”, defendieron la colaboración de clase entre los trabajadores y los “buenos” capitalistas. Esta política exterior de los estalinistas se reflejó en el Partido Comunista Británico que incluso llegó a defender un “gobierno nacional” de Churchill, Attlee y Sinclair3. Después de haber calificado el frente único de los partidos obreros contra el fascismo como “contrarrevolucionario”, los estalinistas rechazaban ahora el análisis de clase marxista de la sociedad capitalista y defendían un frente único con los tories y los liberales.

En sus esfuerzos por atraerse a aquellos tories y liberales que estaban a favor de una alianza con Stalin, el Partido Comunista hizo todo lo que pudo para presentarse como un partido de ciudadanos respetables y cumplidores de la ley. Con ese objetivo, el emblema de la unidad de la clase obrera, la hoz y el martillo, fue retirado de la cabecera del Daily Worker y el lenguaje del marxismo fue sustituido por el de las zonas residenciales de la clase media. Más importante aún, la política militante de lucha de clases se arrojó por la borda reflejándose esto en la nueva actitud de “avestruz” hacia el movimiento fascista. Realizar una acción militante contra los fascistas ofendería a los nuevos “amigos” tories y liberales del partido estalinista. Las actividades y las provocaciones de los fascistas ahora se desoían y ya no se organizaban acciones de los trabajadores contra el fascismo. La política anterior fue sustituida por llamamientos y súplicas al Estado para que éste tomara medidas contra los fascistas. De basarse en la clase obrera para golpear al fascismo, los estalinistas giraron hacia una política que se basaba en el mismo aparato del Estado que no hacía tanto había mostrado su parcialidad hacia los camisas negras.

Cómo se expresó en la práctica esta nueva política de los dirigentes estalinistas se pudo ver en muchos ejemplos similares que se podrían citar. Justo antes de la guerra, se organizó en Londres un monstruoso mitin de camisas negras procedentes de todo el país, se reunieron en Earl’s Court para escuchar a Mosley. ¡Ese día las Juventudes Comunistas de Londres organizaron una excursión al campo! Manifestándose contra el mitin de los camisas negras en Earl’s Court sólo estaban los trotskistas y un pequeño número de militantes antifascistas, del Partido Comunista no había señales. Esta nueva política del partido estalinista sirvió para alimentar la apatía entre las filas de la clase obrera en la lucha contra los fascistas, envalentonando y animando a los camisas negras. Parecía que el movimiento fascista iba a recobrar nuevos bríos debido a la ausencia de una respuesta militante por parte de las organizaciones obreras. Pero la guerra modificó estos acontecimientos y les dio una nueva dirección.

EL ‘PROGRAMA’ DE MOSLEY

Hoy, en Gran Bretaña, los signos de una recuperación fascista son inconfundibles. Después de probar la reacción de la opinión pública ante el surgimiento de varios grupos fascistas, ayudados y animados por la protección policial, Mosley ha lanzado su nuevo partido, el “Movimiento de la Unión”. Este nuevo partido no es diferente al anterior, el BUF: el mismo cebo judío, las mismas promesas de destrucción de los sindicatos y organizaciones obreras, la misma demagogia para atraer a las clases medias desilusionadas y desesperadas y a los elementos atrasados.

Todas las publicaciones de Mosley apoyaban el principio de la empresa privada. En una de sus recientes News Letters, Mosley defendía demagógicamente al hombre corriente, no contra los monopolios capitalistas, sino contra las medidas nacionalizadoras del gobierno laborista. Mosley presumía de que sus “opiniones permanecían inalterables”. En su Greatier Britain (publicado antes de la guerra) escribió lo siguiente: “La obtención de beneficios no sólo estará permitida sino que se impulsará”. En una Carta Abierta a los Empresarios publicada en Fascist Week en 1934, Mosley reafirmaba a los industriales que: “En el Estado corporativo se os dejará en posesión de vuestros negocios”. A los parásitos que viven de sus dividendos Mosley prometió: “Hasta ahora el tenedor de acciones ordinarias, que es el verdadero portador de riesgo en la empresa industrial, ha sido tratado para propósitos impositivos como el tenedor de ‘renta’… todo el procedimiento es ilógico y está calculado para desalentar a la empresa sobre la que depende nuestro futuro industrial”.

Mientras que antes Mosley insistía en la idea de que Gran Bretaña y el Imperio debían aislarse mediante la “autarquía” económica, hoy defiende la “unión de Europa Occidental”. Reconociendo la debilidad del capitalismo británico y el peligro de colapso económico del continente europeo, Mosley propone la idea de una unión de la Europa capitalista basada en la esclavización y explotación de los pueblos africanos. En el “plan” Mosley “no existirá la estupidez de la administración fiduciaria para los nativos”, y “los negros no tienen ninguna paridad con sus superiores blancos”.

Uno de los principales puntos de Mosley es la guerra con Rusia. Si él estuviera en el poder “enviaría a Rusia un ultimátum para que aceptara la oferta estadounidense de desechar las armas atómicas y someterse a una inspección”, si no lo acepta, debería ser seguido por una guerra “preventiva”.

En la entrevista que Mosley concedió el 28 de noviembre de 1947, para anunciar el lanzamiento inminente de su nuevo partido, habló además sobre su “programa”. El parlamento actual sería sustituido por el Estado corporativo siguiendo el modelo de las dos cámaras de Mussolini. En lugar de elecciones habría plebiscitos donde los votantes tendrían el privilegio de decir sí o no a lo que hiciera el gobierno de Mosley. Su gobierno “dimitiría” si fuese derrotado pero esto, por supuesto, “sería casi improbable”. Mosley promete suprimir el comunismo.

Con esto Mosley quiere decir que su gobierno suprimiría todos los partidos y organizaciones de la clase obrera. Los sindicatos quedarían “anticuados” si no “cooperaban” con los fascistas. El nuevo partido de Mosley seguía de este modo abiertamente el modelo de los regímenes totalitarios fascistas de Hitler y Mussolini.

Mosley ha revelado claramente sus cálculos. Anticipa que de llegar al poder sería en un momento de crisis y de la misma manera que Mussolini, que fue aupado al poder por la monarquía y los capitalistas italianos. En su Greater Britain Mosley escribe:

Si la situación se desarrolla rápidamente, antes de que un nuevo movimiento haya conquistado el poder parlamentario podría suceder algo parecido a un colapso. En ese caso, se deberían adoptar otras medidas nuevas y más duras para salvar al Estado de una situación próxima a la anarquía. En ningún caso recurriríamos a la violencia contra la Corona; sino sólo contra las fuerzas de la anarquía si, y cuando, la maquinaria del Estado se haya dejado llevar por la impotencia…

Cualquiera que piense que en esta situación los instrumentos normales del gobierno, como la policía y el ejército, pueden ser utilizados eficazmente, no ha estudiado ni la historia europea de su propio tiempo ni las realidades de la situación actual. En la lucha sumamente técnica por el Estado moderno en crisis, sólo las organizaciones del fascismo y el comunismo han prevalecido o pueden prevalecer.

Los gobiernos y los partidos que se han basado en los instrumentos normales de gobierno (que ahora no están constituidos para tales propósitos) han caído como víctimas fáciles e innobles a la fuerza de la anarquía. Si, por lo tanto, esta situación se da en Gran Bretaña, nos prepararemos para hacer frente a la anarquía del comunismo con la fuerza organizada del fascismo; pero no buscamos esa lucha y, por el bien de la nación, deseamos evitarla”.

Los fascistas veían la próxima lucha contra las fuerzas de la “anarquía”, es decir, la clase obrera, como una lucha extraparlamentaria. En la segunda edición de Greater Britain, Mosley borró los capítulos que trataban este problema porque eran demasiado sinceros. Sin embargo, esta sigue siendo la base de las ideas de Mosley hoy. No es casualidad que declarara en la reunión de lanzamiento del nuevo partido el 7 de febrero de 1948, que él y sus seguidores estaban “preparados para afrontar la fuerza con la fuerza”.

Las actividades antisemitas y antiobreras de los fascistas van en aumento y, aunque aún pequeñas, constituyen un desafío para la clase obrera. El fascismo debe ser derrotado desde sus inicios. Los campos de muerte de los nazis, donde cientos de miles de trabajadores alemanes fueron torturados y asesinados, deberían ser un recordatorio permanente para la clase obrera y para que nunca se permita confiar más en ese falso sentimiento de seguridad. El movimiento fascista británico no diferirá de los fascistas alemanes o italianos ni en su composición social, ni en sus objetivos, ni en sus métodos.

EL GOBIERNO LABORISTA Y LA RECUPERACIÓN FASCISTA

El resurgimiento de Mosley y su nuevo “Movimiento de la Unión” en Gran Bretaña es visto hoy con complacencia por parte de los dirigentes laboristas. Las lecciones amargas de Alemania e Italia han pasado en vano para estos dirigentes laboristas. Traducen al inglés las mismas palabras e ideas falsas de los dirigentes socialdemócratas alemanes e italianos: “Eso no puede ocurrir aquí”. Los británicos, se jactan, son “diferentes”, son un pueblo “tolerante” con una tradición democrática. El fascismo es “ajeno” a los británicos y otras cosas similares. ¡Estas últimas palabras son famosas! El crimen de los dirigentes laboristas no es que ellos se tranquilicen con la pretensión de que “eso no puede ocurrir aquí”, sino que desarman a la clase obrera sembrando ilusiones y ayudando objetivamente al crecimiento del renacido movimiento fascista ofreciéndole protección policial.

La clase obrera que votó laborismo y le llevó al poder, podría quedarse perpleja e indignada al presenciar como Mosley y los fascistas celebran actos provocadores bajo la protección de un gran número de policías entrenados especialmente para ese trabajo; cuando presencian cómo el Ayuntamiento del Condado de Londres, controlado por los laboristas, da facilidades a Mosley y a su movimiento para que tenga bajo su control escuelas y salones. Esto en un momento en que los fascistas tienen enormes dificultes para hacerlo en las bibliotecas debido a las presiones de la opinión pública. A partir de las protestas, el secretario de Interior Chuter Ede respondió que está “considerando” la prohibición de equipos de megafonía en los actos públicos. Pero esto se aplicaría a “todos” los partidos que utilizan altavoces en las reuniones, lo que, en lugar de asestar un golpe al movimiento fascista, en la práctica sería un golpe contra las organizaciones de la clase obrera que utilizan este equipamiento para su propaganda. Este es el resultado de la “imparcialidad” de los reformistas. Su “imparcialidad” consiste en perjudicar a los antifascistas y permitir todo a los fascistas.

A pesar de los últimos seis años de guerra terrible, supuestamente librada para destruir el fascismo, en la actualidad, los fascistas han salido de los agujeros donde se refugiaron con el estallido de la guerra. La imagen de la policía y los tribunales, realizando acciones enérgicas contra los antifascistas mientras los fascistas son tratados con ligereza e incluso protegidos, se representa una vez más.

Todo esto en nombre de la idea liberal de “democracia”, “imparcialidad” y “libertad para todos”. En realidad, esto es lo contrario a la libertad como la enseñaban los grandes profesores socialistas. Bajo este disfraz de “libertad” e “imparcialidad” del Estado, los dirigentes obreros utilizaron a la policía para despojar a los piquetes de sus derechos democráticos elementales como organización sindical. Ningún trabajador socialista que no es un traidor a su clase pondrá en el mismo plano la libertad de un esquirol y la libertad de los huelguistas para evitar que el primero tenga éxito. Pero esta fuerza de esquiroles despreciables, el movimiento fascista, tiene más facilidades para florecer y preparar la destrucción del derecho a huelga y cualquier otra libertad conquistada por la clase obrera. Esto no es libertad ni democracia. Es una violación de la democracia obrera y la negación misma de la libertad.

Como un disparate supremo, los dirigentes laboristas han dado facilidades a Mosley para que publique su propaganda.

En lugar de dar la bienvenida a las protestas instintivas por parte de los trabajadores contra cualquier intento de recuperar la actividad fascista, el gobierno laborista organiza a la fuerza policial para proteger a los fascistas contra los trabajadores. Unos dirigentes laboristas dignos de ese nombre darían todo su apoyo a las acciones de los trabajadores contra la reacción. Esto sería una advertencia para los capitalistas de lo que ocurriría ante cualquier intento de establecer una dictadura fascista ya que se encontrarían con una respuesta implacable del movimiento obrero en su conjunto. En nombre de la “libertad de expresión” los fascistas tienen todas las facilidades para desplegar su propaganda, precisamente las mismas personas que defienden la destrucción de la libertad de expresión y todo vestigio de democracia conquistada por la clase obrera. En tiempo de guerra, y la lucha de clases es una guerra entre las clases, el enemigo no puede tener puntos de ventaja que le permitan atacar mejor y masacrar nuestras filas en una etapa posterior.

La elección de un gobierno laborista con mayoría después de la Segunda Guerra Mundial expresó las aspiraciones de los trabajadores británicos de establecer un nuevo sistema social. Las masas giraron a la izquierda y este giro arrastró tras de sí a grandes sectores de la clase media, que durante la guerra habían visto su situación muy socavada. La guerra había puesto cargas muy pesadas sobre las espaldas de sectores de la clase media, el aumento del coste de la vida había afectado más severamente a aquellos que tenían ingresos fijos. Un gran número de pequeños comerciantes habían sido expulsados del mercado debido a la competencia de las grandes empresas capitalistas y las medidas de concentración impulsadas por el Estado favorecieron a los monopolios “más eficaces”. De un total de 10.000 empresas existentes en Londres, incluidas peleterías, lavanderías, reparaciones, etc., un 40% desaparecieron durante la guerra. Como consecuencia, la clase media miró hacia el Partido Laborista en busca de solución.

Una encuesta de Gallup revelaba que, en los primeros meses de gobierno laborista, su popularidad aumentó enormemente como resultado de las reformas sociales que introdujo. Si los dirigentes laboristas hubieran introducido medidas destinadas a destruir los privilegios e intereses creados de la clase capitalista, después de haberse hecho cargo de toda la industria a gran escala y las empresas financieras sin compensación y dirigír la vida económica de Gran Bretaña sobre la base de un plan económico global bajo el control democrático de la clase obrera, habrían encontrado poca resistencia efectiva de la clase capitalista. Esta habría sido la solución final a los padecimientos que el capitalismo inflige no sólo a la clase obrera sino también a la clase media.

¿Pero cuál es la situación real hoy? Con el gobierno laborista el capitalismo sigue intacto. En cambio compensa servilmente a los anteriores propietarios de las industrias nacionalizadas, que siguen siendo gestionadas siguiendo las mismas “líneas empresariales” y en gran parte por los mismos administradores capitalistas que estaban antes al frente de ellas. Un sector aplastante de la economía sigue bajo el control de la empresa privada y los sectores nacionalizados están dirigidos y al servicio de los intereses de la propiedad privada.

Incluso en las industrias nacionalizadas no hay rastro de verdadero control democrático por parte de los trabajadores. Mientras que los dirigentes laboristas hablan de un gran acuerdo basado en lo sagrado de la democracia, éste no se extiende al control democrático de los trabajadores sobre las minas y las industrias que supuestamente son propiedad del “pueblo”.

En Gran Bretaña existen elementos de democracia obrera en forma de sindicatos, partidos obreros, organizaciones fabriles y los derechos que estos han ganado. Pero el control efectivo está en manos de la clase capitalista, que controla la vida económica del país a través de su propiedad de los medios de producción y que cuenta con los medios decisivos para influir en la opinión pública a través de la prensa, la radio, el cine, las escuelas, la iglesia y todos los demás instrumentos necesarios para ese propósito. Esta es la realidad de la democracia capitalista. La democracia burguesa, decía Trotsky, significa que todo el mundo tiene el derecho a decir lo que quiera mientras el capital financiero decide que se hace. Pero una vez los trabajadores alcanzan el control democrático real, entonces los capitalistas deciden que ha llegado el momento de abolir también la democracia.

Si la principal preocupación de los dirigentes laboristas era la democracia, tendrían que haber introducido el control obrero y la democracia real. Los elementos de democracia que ya existen tendrían que dar todo su fruto.

La democracia real para la mayoría y no para el puñado de capitalistas, es decir, la democracia obrera, significaría no sólo la total destrucción del dominio económico de las grandes empresas, sino el final de su control de los medios y su capacidad de influir en la opinión pública a través de su control económico. El gobierno laborista debería hacerse cargo inmediatamente de la prensa, el cine y la radio, quitarlos de las manos del capital monopolista y ponerlos a disposición de la población. Cada una de las tendencias de los trabajadores tendría pleno y libre acceso a los medios de propaganda para defender su punto de vista. Todos los partidos políticos, incluidos los tories y los liberales, que estén dispuestos aceptar la voluntad democrática de la mayoría, tendrían libertad de expresión y prensa. Pero los fascistas no tendrían ningún derecho.

Después de organizar los sóviets o comités obreros en las fábricas y barrios, después de haber establecido por primera vez la participación democrática de todas las capas de la población en el gobierno y administración del país, la superioridad de este Estado obrero sería tan obvia que cualquier contrarrevolución por parte de la clase capitalista resultaría ineficaz.

En lugar de una solución socialista revolucionaria, los dirigentes laboristas están coqueteando con el capitalismo. Las medidas a medio camino del gobierno laborista han provocado una separación del laborismo, particularmente entre la clase media y los sectores más atrasados de los trabajadores. En las elecciones municipales de 1947 y en las parlamentarias de ese mismo año hubo un marcado aumento del voto tory. Y como un síntoma de la tendencia a la derecha, los racistas volvieron a la escena política.

Esto ha tenido lugar en un período de pleno empleo y boom capitalista. El capitalismo británico ha perdido todas las ventajas que disfrutaba en el pasado. A pesar de los esfuerzos de la clase obrera que han llevado a un aumento del 20% de la producción sobre el nivel previo a la guerra, no se ha producido el mismo aumento proporcional del nivel de vida. Gran Bretaña es mucho más dependiente del mercado mundial que en el pasado. Con el aumento de la competencia, los niveles de vida no han subido sino todo lo contrario, la clase capitalista ha impuesto una reducción de los salarios.

El gobierno laborista está llevando a la práctica una ofensiva para convencer a los trabajadores de que acepten la congelación salarial ante el peligro de agotamiento de los mercados donde se colocan las mercancías británicas. Con el aplauso entusiasta de la clase capitalista y su prensa, los dirigentes laboristas están insistiendo a los trabajadores para que acepten más sacrificios, en un frenético movimiento para aumentar la producción, para imponer la congelación salarial y acelerar la reducción de costes.

Cripps explica a los trabajadores que si no aceptan voluntariamente el yugo del capital, se enfrentarán al yugo de hierro de la dictadura totalitaria. En sus propias palabras:

Es por tanto esencial que lleguemos a un acuerdo general entre nuestro pueblo para actuar en unas líneas económicas sólidas; de otro modo, la alternativa probablemente sea alguna forma de gobierno totalitario”.

Las propuestas en líneas “económicas sólidas” que defienden los dirigentes laboristas son, por supuesto, líneas capitalistas sólidas.

Aquí están los síntomas del declive, de la inminente recesión económica, de la sobreproducción. Incluso si los dirigentes laboristas consiguieran su objetivo de aumentar la producción para alcanzar nuevos récord, esto no puede resolver el problema. Todo lo contrario, sólo puede preparar la catástrofe para el gobierno laborista y la clase obrera británica.

Debido al impacto que tuvo la radicalización de 1945 los capitalistas tuvieron que retirarse. Pero no fueron derrocados por el gobierno laborista y ahora azuzan sistemáticamente el descontento de la clase media y sectores atrasados de la clase obrera preparándose para una ofensiva futura.

Bajo el sistema capitalista, con la crisis de sobreproducción, la recesión seguirá al boom como la noche sigue al día. Y si ya la clase media está descontenta ¿cómo reaccionará cuando llegue la recesión? Los trabajadores tendrán que tomar una dirección revolucionaria, pero si no son capaces de mostrar una salida socialista, la clase media caerá en la órbita del movimiento fascista. Los capitalistas declararán que los “marxistas” y el movimiento obrero son responsables de la crisis de su sistema y conseguirán el apoyo de la clase media para emprender una acción contra los trabajadores.

Paralizada por la crisis económica, la clase capitalista se verá obligada a lanzar ataques salvajes contra los niveles de vida de los trabajadores. Pero se encontrará con la presión de las fastidiosas organizaciones obreras, especialmente los sindicatos. El programa de aniquilación está diseñado por Mosley para apelar a las grandes empresas precisamente en esta crisis. Para eliminar a los sindicatos y aterrorizar a los trabajadores, los capitalistas necesitarán a las bandas fascistas y mirarán hacia el Estado totalitario como el medio de su salvación. Entonces comenzarán a subvencionar a Mosley o algún otro fascista menos desacreditado entre la población.

No podría existir hoy mayor peligro que quedarse sentados y contentarse con la idea de que los fascistas tienen poco peso político en Gran Bretaña. Mientras exista la sociedad capitalista, el arma del fascismo también existe como amenaza potencial para la clase obrera. Los acontecimientos quizá demuestren que el Movimiento de la Unión de Mosley no será el movimiento fascista principal en este país. Mosley y

Como germen de esta enfermedad ya latente incluso hoy en Gran Bretaña, W. J. Broen, el parlamentario independiente por Rubgy, anteriormente dirigente del Nuevo Partido de Mosley en 1931, ha defendido tímidamente una Unión del Pueblo Británico. Incluso más indicativo es el hecho de que el Statist, en un artículo titulado Can Our System be Modified? [¿Puede nuestro sistema ser modificado?], publicado el 29 de noviembre de 1947, escriba de manera aprobatoria sobre el general de Gaulle y diga lo siguiente:

El general de Gaulle, naturalmente alarmado por el estado caótico de la política y la economía tan ejemplificada en la Francia actual, ha pedido a la población que le de poder para formar lo que él denomina una concentración nacional. Al mismo tiempo nos avisa de que nuestro sistema es tan inestable que podría llevarnos en una fecha no muy remota a problemas serios. No deberíamos de ningún modo ignorar esta advertencia”.

A menos que la clase obrera pueda ofrecer una alternativa en forma de un programa audaz, y sobre todo de acción enérgica, a la confusa juventud de clase media que hoy apoya a los tories, ésta será atraída por un movimiento fascista, ya sea el Movimiento de la Unión o algún tipo de Unión del Pueblo Británico o Sociedad de Salvadores del Real Imperio Británico.

LA POLÍTICA DEL PARTIDO COMUNISTA

La recuperación de la actividad fascista llevó a los trabajadores más activos a mirar hacia el Partido Comunista en busca de dirección. Pero muchos que lo hicieron quedaron tremendamente desencantados. Con la excepción de unas cuentas reuniones de oposición en el Ridley Road durante los primeros días, la dirección del Partido Comunista no ha asumido nada más serio que la organización de reuniones en los ayuntamientos bajo los auspicios del Consejo Nacional por las Libertades Civiles, y la aprobación de resoluciones en los Consejos de Industria y agrupaciones sindicales pidiendo al gobierno que emprendiera acciones contra los fascistas. Estas reuniones en los ayuntamientos incluyen a los representantes de las organizaciones obreras locales, a representantes de los empresarios locales más vociferantes, a los tories y los liberales. Sólo el Partido Comunista Revolucionario ha sido excluido de las plataformas. Este frente popular con los tories y los liberales es un engaño a los trabajadores más conscientes que buscan una política de lucha para derrotar la amenaza del fascismo.

Formar un frente único con los tories y los liberales contra el fascismo es maleducar a la clase obrera. En lugar de enseñarle la naturaleza de clase del fascismo, que los partidos burgueses representan a la misma clase en la que se basan los fascistas contra los trabajadores, y que sólo la fuerza organizada de la clase obrera puede derrotar al fascismo, lo que hacen es sembrar ilusiones y desalentar la acción militante.

El Partido Comunista publicó recientemente un panfleto antifascista titulado La amenaza fascista en Gran Bretaña. Aconsejamos a todos los trabajadores que lean este panfleto y comparen este análisis y esta política con la del Partido Comunista Revolucionario (RCP). Esto es lo que los estalinistas escriben:

Mucha gente tomó parte en esta lucha [antifascista]. Es inútil fingir que los objetivos bélicos de todos los líderes nacionales eran exactamente los mismos, o que todos en el Ejército Británico, por ejemplo, estaban perfectamente de acuerdo. Pero en una cosa cada nación y cada individuo estaban en completa unidad. Y esto era que la guerra se luchaba para acabar con esa cosa denominada fascismo, para siempre, para no dejar rastro de él”.

La historia ha demostrado cómo la clase capitalista “democrática”, cómo los portavoces tories y liberales apoyaron la reacción y el fascismo en el extranjero. La historia reciente ha demostrado, en la Segunda Guerra Mundial, que lejos de estar interesada en acabar con el fascismo, la clase dominante simplemente utilizaba los sentimientos antifascistas de los trabajadores para sus propios fines imperialistas. Sus tentativas de acuerdo con Darlan y Badoglio atestiguan el hecho de que, en medio de la guerra, su principal preocupación era establecer regímenes capaces de enfrentarse a la clase obrera. Y en Gran Bretaña, durante la llamada guerra contra el fascismo, el gobierno se negó a publicar el Libro Rojo del capitán Ramsay, que contenía la lista de nombres de seguidores fascistas en este país.

Aún así el Partido Comunista persiste en maleducar a los trabajadores con que todas las naciones, todas las clases, estaban totalmente unidas durante la guerra en la búsqueda de la destrucción del fascismo. De ahí este llamamiento al conjunto de la opinión política:

Quién esté leyendo esto podría ser un seguidor laborista, liberal, conservador o comunista. Podría ser un sindicalista o cooperativista. Sean cuales sean tus creencias políticas te pedimos en tu propio interés que te mantengas junto a nosotros. Por que si no actuamos muy pronto, la discusión democrática y la vida decente se podrían volver imposibles”.

¡Si no actuamos! ¿Qué acción propone el Partido Comunista?

Si los fascistas llegan a tu localidad, consigue que todos los habitantes firmen peticiones de protesta para el Secretario de Interior”. Pero las firmas no asustarán a los fascistas.

Siguiendo los pasos de los nefastos dirigentes laboristas, el Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB) se limita a realizar llamamientos al Estado capitalista, tal como señalan en su declaración: “Las leyes existentes contra la ‘incitación a la violencia’ y un comportamiento ‘calculado para provocar una ruptura de la paz’ deberían ser estrictamente ejecutadas; se debería enviar la policía a las reuniones fascistas para que haga arrestos y no ofrecerles ninguna protección”.

Mientras que el CPGB pide “vigilancia”, urge a sus militantes y seguidores a que no se acerquen a las reuniones fascistas.

Por supuesto, es necesario conducir una campaña en los sindicatos y organizaciones laboristas a través de resoluciones, para presionar al gobierno laborista que pretende hablar en nombre de la clase obrera británica. Pero lo más esencial es que la presión sobre los dirigentes laboristas debe estar complementada con una contraofensiva, con la participación de los trabajadores en la lucha contra los fascistas. ¿Alguien puede negar que la ausencia de una contraofensiva organizada por parte de las organizaciones obreras haya envalentonado y alentado a los fascistas? ¿Alguien puede dudar que si el Partido Comunista y las Juventudes Comunistas hubieran reunido su poderosa organización y aparato para una contramanifestación contra los fascistas y contra Mosley cuando surgieron al principio, éstos no se lo habrían pensado antes de lanzar su nuevo movimiento?

El RCP ha estado activo en la manifestación y en cada intento de combatir a los fascistas allí donde han aparecido. Escribimos a Harry Pollitt haciendo un llamamiento al CPGB para formar un frente único contra los fascistas. El Comité de Distrito de Londres del RCP envió un llamamiento similar a las direcciones del CPGB y la YCL (Youth Communist Leage —Liga Juvenil Comunista—) de Londres. La esencia de nuestra posición se puede resumir en el siguiente extracto de la carta envida por nuestro Comité de Distrito de Londres al homólogo del CPGB:

A pesar de las diferencias muy profundas y fundamentales que separan a los partidos estalinista y trotskista en el momento actual, el Comité de Distrito de Londres del RCP tiene la absoluta convicción de que no sólo es posible una actividad antifascista conjunta entre los militantes de Londres de nuestros respectivos partidos, en unas líneas prácticas y específicas, sino que tal frente único recibiría el apoyo entusiasta de los militantes de base de nuestras respectivas organizaciones. Las experiencias recientes en Londres han demostrado que donde nuestros compañeros han realizado una actividad antifascista, se ha establecido un frente único espontáneo entre los militantes de nuestras organizaciones con un éxito evidente contra los fascistas”.

Nuestros llamamientos fueron desatendidos en un momento en que las batallas de Ridley Road estaban en su apogeo y era imperativo que los trabajadores establecieran un frente único contra los fascistas, que se jactaban de haber expulsado al CPGB de esta zona. En lugar de concentrarse en Ridley Road, como hicieron los trotskistas, los dirigentes del CPGB desanimaban a sus militantes para que no se manifestaran allí; de esto modo se unían al campo de los moralistas pequeñoburgueses y reformistas que decían: “Ignoradles”. A pesar de la política cobarde de la dirección, muchos militantes de la base del CPGB y la YCL continuaron reuniéndose en Ridley Road junto con militantes del Partido Comunista Revolucionario y otras organizaciones en un frente único de protesta. La línea oficial del CPGB estaba lejos de ser bien recibida por muchos militantes de base, cuyos instintos de clase correctamente les llevaron a la participación en la lucha contra los fascistas.

Una política obrera revolucionaria debe necesariamente llevar a las masas a la participación real en la lucha. Ninguna cantidad de llamamientos a favor de la “vigilancia”, peticiones, resoluciones o llamamientos al Estado capitalista pueden sustituir la actividad real de masas de la clase obrera combatiendo a sus enemigos más peligrosos.

CÓMO LUCHAR CONTRA EL FASCISMO. LA POLÍTICA DEL RCP

Con el resurgimiento de los fascistas, la tarea principal del movimiento obrero es educar y explicar a los trabajadores la naturaleza de clase del fascismo y su función como una fuerza de combate contra las organizaciones de la clase obrera. Pero explicar las raíces de clase y la función del fascismo no es suficiente. La clase obrera debe participar en el combate activo a los fascistas allí donde estos levanten la cabeza. Por eso es necesario que las organizaciones de la clase obrera agrupen a sus militantes alrededor de un programa de lucha contra las reuniones y propaganda antisemita, antiobrera, contra la prensa y otras actividades amenazadoras de los fascistas.

Los sindicalistas deben negarse a imprimir, manejar o transportar la propaganda fascista de cualquier tipo y exigir que sus ejecutivas cumplan esta ley. Todo el que viole esta ley debe estar en la lista negra.

El primer paso de la movilización de los trabajadores es unir a todos los sectores del movimiento, laborismo, sindicatos, Partido Comunista, trotskista, cooperativas, en un frente único común de la clase obrera. Esta es la clave para una lucha triunfal contra la amenaza del fascismo. Diferencias fundamentales separan a estas organizaciones entre sí, pero frente al fascismo es, y debe ser, posible llegar a un acuerdo común en las formas de lucha, manteniendo el derecho a la libre crítica. Una tarea necesaria es la de organizar contramanifestaciones, reuniones y campañas de propaganda antifascista conjunta. El fascismo no hace distinción entre las opiniones de la clase obrera y la democracia. Busca destruir todos los partidos obreros de oposición ya sea laborista, comunista o comunista revolucionario. Defender y proteger las reuniones y locales de la clase obrera, a los judíos y otras minorías contra las provocaciones y ataques fascistas; crear un cuerpo de defensa de los trabajadores, basado en las organizaciones sindicales, culturales y políticas de la clase obrera. Esa es la tarea.

Mosley en cierta ocasión alardeó de que él tenía un destacamento integrado por “hombres físicamente fuertes, muy disciplinados, de una manera semimilitar”. Los destacamentos organizados de camisas negras sólo se pueden combatir con destacamentos organizados de proletarios militantes.

En la campaña para que el gobierno laborista “prohíba a los fascistas”, los trabajadores deben tener en mente que la historia ha enseñado que la imposición de leyes por un Estado capitalista inevitablemente actúa en desventaja de la clase obrera. El Estado descansa sobre el ejército, la policía y los tribunales. Y estos son escogidos de arriba abajo entre elementos simpatizantes con los objetivos del

fascismo, especialmente por arriba. Incluso si la presión de los trabajadores consigue la aprobación de una legislación antifascista, esta sólo podría ser llevada a la práctica por la acción de los trabajadores. En definitiva, la reivindicación al gobierno laborista sólo puede ser efectiva cuando sea respaldada por las actividades de los trabajadores organizados. Esto no significa que no luchemos para presionar al gobierno laborista para que emprenda acciones contra los fascistas, sino que nuestras reivindicaciones sólo pueden ser efectivas si son apoyadas por la actividad decidida y organizada de los trabajadores.

Debemos exigir del gobierno laborista las siguientes medidas:

· Publicidad de los nombres de todos los profascistas conocidos contenidos en el Libro Rojo del Capitán Ramsay.

· Dar a conocer todas las pruebas y la información en manos de la inteligencia británica que revela las conexiones entre los nazis, los fascistas británicos y los representantes de la clase dominante británica.

· Introducir la legislación que ilegalice la propagación del antisemitismo y el odio racial de cualquier forma.

· Introducción de una legislación que ilegalice la propaganda y la organización fascista, que al mismo tiempo proteja a cualquier sector de la población que cumpla esta ley o que lleve a cabo cualquier actividad contra los fascistas.

Es verdad que el movimiento fascista en la actualidad es sólo un pequeño factor en la vida política británica. Pero ¡de un arañazo puede venir el peligro de gangrena! No debemos repetir los mismos errores que la clase obrera alemana.

La experiencia histórica ha demostrado que no es posible legislar contra el fascismo sin acabar con su existencia. La naturaleza misma del Estado capitalista implica que el fascismo es el arma desnuda del dominio de la clase dominante. Sólo los trabajadores organizados, y con una política militante de lucha contra el fascismo, serán capaz de tratar eficazmente la amenaza que representa. En última instancia la destrucción del sistema capitalista, que necesita y alimenta el fascismo con todos sus horrores y represiones contra la clase obrera y las minorías religiosas y raciales, es el único medio de garantizar la derrota decisiva del fascismo.

APÉNDICE: LOS JUDÍOS EN LA SOCIEDAD BRITÁNICA. ALGUNOS DATOS

En su intento de encontrar un chivo expiatorio para los males de un sistema en desintegración, el fascismo adopta la familiar demagogia de “golpear al judío”, utilizada desde el período de decadencia feudal: todos los crímenes del capitalismo monopolista son culpa del capital financiero judío, todo el descontento de los pequeños comerciantes y profesionales se canaliza hacia el antisemitismo. Mosley consideraba esto un arma muy útil en el arsenal de su “programa” como para dejar de insistir machaconamente en él.

Los fascistas intentan despertar los prejuicios más básicos de los pequeños empresarios, tenderos y los trabajadores atrasados contra los judíos. Utilizan una superstición profundamente enraizada que se remonta a la Edad Media cuando los judíos controlaban y manipulaban las finanzas no sólo del país, ¡sino en realidad del mundo! Alrededor de esta bandera consiguen apoyo entre la gente ignorante, tenderos que tienen la competencia de los tenderos judíos en la misma calle o trabajadores que viven con terratenientes judíos.

Incluso si fuera cierto que la mayor parte del país pertenece a los capitalistas judíos, esto marcaría poca diferencia en las tareas que debe afrontar la clase obrera. Hay poca diferencia en el sistema, sean los capitalistas judíos o gentiles. Ambos son sometidos a las leyes de la economía capitalista y actúan de acuerdo con ellas. En un país como España, donde no había ningún judío capitalista (los judíos fueron expulsados en 1492), la pobreza, el hambre y la explotación de los trabajadores alcanzaban niveles extremos. Como ya se sabe, la lucha de clases en España culminó la guerra civil entre los trabajadores y los fascistas. Los fascistas españoles tenían que encontrar otras consignas demagógicas. Es interesante observar que De Gaulle no está recurriendo en este momento al antisemitismo.

Sin embargo, muchas personas, incluso en el movimiento obrero, dan credibilidad al mito de que los judíos controlan el país. Es necesario que cada trabajador con conciencia de clase conozca los hechos con relación a la verdadera posición de los judíos en la sociedad británica, para combatir el mal del antisemitismo.

En Gran Bretaña e Irlanda del Norte hay sólo 370.000 judíos de una población total de 48 millones de personas. Es decir, hay siete judíos por cada mil no judíos, o menos del 1% de la población.

Los grandes bancos y aseguradoras controlan la economía del país. Pero no hay un solo judío en el Banco de Inglaterra entre los directores o sus ejecutivos.

Las Cinco Grandes, como se denomina a los monopolios británicos más poderosos, tienen en total 150 directores, de los que sólo 4 son judíos.

En las finanzas internacionales, la mayor compañía bancaria del mundo es JP Morgan & Company. En esta empresa tampoco hay socios judíos ni un solo judío en puestos de dirección.

La bolsa, según los fascistas, está dominada por los judíos, pero en realidad en el Comité de la Bolsa sólo hay un judío.

Antes de la nacionalización de los ferrocarriles, el número de directores en LMS era de 18, en LNER eran 22, en GWR 20, en Southern 16, y en LPTB 7. De éstos sólo uno era judío y otro era de origen judío, aunque su familia lleva practicando la fe cristiana desde hace generaciones.

En total hay 116 periódicos diarios y 17 dominicales en Gran Bretaña. A pesar del mito de que los judíos controlan la prensa, sólo había un judío como director de un periódico, era el presidente del Daily Herald pero ahora está muerto.

Gaumont British y Odeon Companies en determinado momento estuvieron dominadas por los judíos. Ahora han pasado a manos de J.A. Rank, la figura más poderosa del mundo del cine, que controla unos 600 cines y prácticamente todos los estudios importantes. La tercera empresa más grande, ABC, nunca perteneció a los judíos.

Otra mentira fascista que consiguió eco entre los sectores atrasados de la población es que los judíos controlan el gobierno y el parlamento. En realidad, no hay un solo judío en el gabinete. Sólo hay 28 parlamentarios judíos de un total de 640.

Se cree popularmente que los judíos dominan todas las actividades del mercado negro. Los hechos son que la aplastante mayoría de los juicios, tanto de grandes como de pequeños empresarios por delitos del mercado negro, no son contra judíos ni personas relacionadas con empresas judías. La prensa capitalista centra su atención en aquellos casos es que están implicados judíos, precisamente para dar la impresión de que ellos dominan el mercado negro. Los especuladores, ya sean judíos, gentiles, irlandeses o escoceses, no pasan por alto la posibilidad de beneficios extras, ya sea transacciones legales o no. Toda la historia del capitalismo demuestra esto. El saqueo de la India, de China y África no fue realizado por los judíos. El comercio de esclavos lo realizaron caballeros religiosos y uno de los célebres nombró a su barco ¡Jesús!

Por supuesto, los judíos juegan un papel en los negocios. Pero en Gran Bretaña las industrias decisivas apenas cuentan con capital judío. En el hierro y el acero, la ingeniería, química, automóvil, barcos y caucho, y antes de la nacionalización, el carbón y los ferrocarriles, el capital judío era imperceptible. En los grandes carteles de armamento, como Vickers, no hay capital judío. Sin embargo, en ciertas empresas secundarias, donde los judíos se han concentrado tradicionalmente en distintos países, el capital judío juega un papel importante, en el caso de Gran Bretaña no es dominante.

Algunos datos: una cuarta parte del comercio textil está en manos de los judíos; en la industria del mueble, una séptima parte; en la joyería, una quinta parte; en el calzado, una octava parte; dos tercios en el comercio de pieles; pero sólo una onceava parte en el comercio de electrodomésticos y de radio; menos de una séptima parte en la cosmética; en las tiendas de comestibles de Londres, una sexta parte del comercio es propiedad de los judíos, pero sólo una dieciseisava parte en las provincias.

En lo que concierne al comercio a pequeña escala, las cooperativas son parte del movimiento de la clase obrera, y representan una amplia cadena de tiendas del país. Por otra parte, hay 92 firmas que se dedican a la venta al por menor, con un capital de 150 millones de libras. La pañería y el comercio relacionado con ella constituyen aproximadamente un tercio del capital invertido. La mitad está controlado por empresas no judías (Harrods, Selfridges, John Lewis y Bakers). Unilever, que domina el comercio de comestibles y el abastecimiento, no está, como comúnmente se piensa, compuesto enteramente por capital judío. El único capital judío es el de los judíos holandeses, los Van den Berghs.

En la venta al por menor en el comercio de ultramarinos, Home and Colonial Stores, Maypole Dairies e incluso Liptons no están controladas por judíos. El mayor cartel de la carne de este país es la Union Cold Storage, que controla 5.000 tiendas. Esta es una empresa puramente no judía. Los judíos están totalmente ausentes de las lecherías: Southern Dairies, United Diaries y Express Diaries son empresas gentiles. En el comercio de medicinas, los monopolistas, Boots Taylos, Timothy White’s, Savory & Moore’s y Hodders son todas propiedad de no judíos.

El sector decisivo de toda la industria está controlado por el capital gentil. El número de pequeños comerciantes judíos, vendedores al por menor e intermediarios, dan una falsa impresión del papel de los judíos en los negocios. En el sector decisivo de las finanzas el papel del capital judío es pequeño. De este modo,la supresión de los judíos no eliminaría ninguna de las injusticias del sistema capitalista.

La gran mayoría de los judíos en Gran Bretaña, contrariamente a la creencia popular, son trabajadores, empleados principalmente en el negocio de la sastrería, muebles y una alta proporción de ayudantes de tiendas. Aproximadamente el 15% de los judíos están ocupados en el comercio y las industria por su propia cuenta. De la población total, el 7,5% está ocupado en el comercio.

La lucha por la emancipación de la clase obrera no es un combate entre razas o religiones. Es una lucha de clase contra clase. Cada rasgo de antisemitismo o cualquier forma de odio racial no puede ayudar a los oprimidos, al contrario, sólo ayuda a los explotadores. Los trabajadores de todas las nacionalidades, raza o credo deben estar unidos contra el enemigo común: el capitalismo.

sus seguidores quedaron en gran medida desacreditados durante la guerra. Sin embargo, puede surgir alguna otra forma de organización fascista, una organización no abiertamente fascista pero con un carácter similar a ese movimiento. La Unión del Pueblo Francés de De Gaulle que, aunque abjuraba del fascismo, en su política y objetivos fundamentales está diseñada para servir al mismo propósito.

Checoslovaquia: lo que hay en juego

Checoslovaquia: lo que hay en juego

por Ted Grant

abril de 1948

Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I.

Durante semanas la clase capitalista de todo el mundo ha estado gimoteando por las medidas adoptadas en Checoslovaquia contra la burguesía. Los métodos utilizados por los estalinistas se han comparado, incluso, con los de Hitler pero esta propaganda se encuentra saturada de hipocresía: los capitalistas no sólo consienten, sino que apoyan activamente, el terror de la reacción griega que pretende establecer un régimen semifascista, del mismo modo que consintieron y ayudaron a Hitler y Mussolini contra la clase obrera.

Los estalinistas ni dan ni pueden dar una respuesta marxista a los capitalistas. Fingen que los cambios se llevaron a cabo “de acuerdo con la Constitución”, lo que ha confundido aún más a los trabajadores laboristas, que comprenden que estas declaraciones no se corresponden con los hechos. La realidad es que la transformación se consiguió con la ayuda y la participación de la clase obrera. Las manifestaciones de trabajadores armados en las calles convencieron a los elementos capitalistas de que la resistencia era inútil. Fue esta amenaza de fuerza la que aseguró el cambio pacífico.

Los campesinos y trabajadores checoslovacos dieron todo su apoyo al cambio debido a sus características progresistas. No podían sino apoyar las medidas adoptadas: nacionalización de las principales fábricas, que seguían en manos privadas desde el movimiento de masas de 1945; del 70% de las imprentas, de toda la industria química, de todas las plantas refrigeradoras y construcciones con más de 50 empleados, de todos los grandes hoteles y del comercio al por mayor; ninguna empresa con más de 50 trabajadores, en ningún sector, siguió siendo propiedad privada y el monopolio del comercio exterior se instauró formalmente.

Los campesinos estaban con firmeza detrás de las reformas, aunque los estalinistas no hicieron como los bolcheviques rusos, concretamente nacionalizar la tierra para entregarla a los campesinos, sí dividieron la tierra y se la repartieron a los campesinos como su propiedad privada.

TROTSKY SOBRE LOS TERRITORIOS OCUPADOS

Estas medidas progresistas son apoyadas por los trotskistas, a pesar del fracaso en la nacionalización de la tierra, porque constituyen la base económica necesaria para un Estado obrero. Para llevar a la práctica estas medidas los estalinistas se vieron forzados a basarse en la iniciativa y la presión de las masas. Como señaló Trotsky en 1939, en referencia a los posibles acontecimientos que se desencadenarían si Stalin invadía Polonia:

“Es más probable, sin embargo, que Moscú proceda a la expropiación de los grandes terratenientes y a la estatificación de los medios de producción en los territorios ocupados. Y es más probable, no porque la burocracia permanezca fiel al programa socialista, sino porque no desea ni es capaz de compartir el poder con las viejas clases dominantes de los territorios ocupados. Salta a la vista una analogía histórica. El primer Bonaparte detuvo la revolución mediante una dictadura militar. Sin embargo, cuando las tropas de Napoleón entraron en Polonia, [este] dictó un decreto aboliendo la servidumbre de la gleba. Napoleón no tomó esta medida por simpatía a los campesinos o por sentimientos democráticos, sino porque su dictadura se basaba en las relaciones de propiedad burguesas, no en el feudalismo. Como la dictadura estalinista se basa en la propiedad estatal y no en la privada, el resultado de la invasión de Polonia por el Ejército Rojo será la abolición de la propiedad capitalista para poner el régimen de los territorios ocupados de acuerdo con el régimen de la URSS.

“Esta medida, de carácter revolucionario —‘la expropiación de los expropiadores’—, será llevada a cabo mediante métodos burocrático-militares. La llamada a la actividad independiente de las masas en los nuevos territorios —y sin esta llamada, aunque se oculte con gran cuidado, es imposible construir un nuevo régimen— será sustituida por medidas políticas de rutina destinadas a asegurar la preponderancia de la burocracia sobre las desilusionadas masas revolucionarias” (León Trotsky, La URSS en guerra, septiembre de 1939).

Una vez hayan utilizado la presión de los trabajadores contra la clase capitalista, los estalinistas prescindirán de todos los elementos de control obrero. La velocidad con la que se lleve a cabo dependerá de la resistencia de la clase obrera checa, cuyo nivel cultural, debido a la industrialización del país, supera con mucho al de los trabajadores rusos. Los estalinistas no pueden permitirse una democracia obrera en Checoslovaquia por las inevitables repercusiones que tendría sobre el régimen ruso en la Unión Soviética.

Esto lo destacaba Douglas Hyde, antiguo redactor jefe del Daily Worker, en una entrevista en el Daily Mail:

“En la primera reunión de la Kominform, celebrada en un pabellón de caza en Silesia, Gottwald1 fue acusado de ‘comunismo pequeñoburgués’ por tratar de elaborar una política que tuviera en cuenta las tradiciones culturales y las libertades al estilo occidental de Checoslovaquia.

La idea de Gottwald era amoldar el comunismo a las necesidades de su país, tan diferentes de Rusia. Pero con Rusia a su espalda no había lugar para la discusión y los recientes acontecimientos de Praga han revelado cómo le han metido completamente en cintura”.

Sintiendo la presión de los trabajadores, Gottwald teme los resultados futuros de esa trayectoria.

EL FUTURO DE LOS COMITÉS DE ACCIÓN

Poco después de los acontecimientos checos, los funcionarios del gobierno publicaron unas declaraciones sobre el papel de los comités de acción. El Telegraph del 6 de marzo informaba: “Hay indicios de preocupación en el Estado Mayor con relación a las actividades de los comités de acción locales. El Comité de Acción Central ha ordenado a los demás comités que se abstengan de interferir en la ‘limpieza’ que está llevando a cabo el ejército. De ahora en adelante todas las ‘purgas’ tendrán que ser remitidas directamente al Ministerio de Defensa nacional”.

Cepick, ministro de Justicia comunista en el nuevo gobierno de Gottwald, declaró: “Los comités de acción no son una fuerza secundaria. Su tarea es facilitar la defensa del Estado proporcionando una base popular a la acción del gobierno”. Las autoridades checas han hecho una distinción fundamental entre los comités de acción creados por los trabajadores y los campesinos, y los nombrados por los partidos políticos desde arriba. Aunque se llaman igual, existe una enorme diferencia entre ambos. El comité de acción del Frente Nacional2 designa a sus representantes entre los funcionarios de los diferentes partidos, lo que supone una caricatura de la democracia.

Los comités de acción no jugarán el papel que jugaron los sóviets, o comités obreros, en la Revolución Rusa de 1917. El gobierno bolchevique ruso bajo la dirección de Lenin se basaba en los sóviets, que eran una forma de organización muy flexible y democrática. Los sóviets locales tenían representación directa de los trabajadores y campesinos. De este modo, señalaba Lenin, no había necesidad de ninguna estructura estatal separada: los trabajadores y los campesinos administrarían el Estado directamente desde abajo hasta arriba. Debido al aislamiento de la revolución rusa y al atraso económico y cultural no se pudo llevar a cabo este programa, pero en un país tan culto e industrializado como Checoslovaquia se podría introducir un verdadero régimen comunista. Los trabajadores y campesinos podrían empezar inmediatamente a administrar el Estado ellos mismos, sin un aparato estatal especial utilizado para proteger los privilegios de la burocracia.

Un parlamento elegido sobre la base de los distritos electorales es mucho menos democrático que el sistema de representación directa sobre la base de los comités. La forma de representación parlamentaria es la que más fácilmente se burocratizada y se aleja de la población.

La base económica para un Estado obrero se ha conseguido pero para que un Estado actúe en interés de la clase obrera, la expropiación de los capitalistas por sí sola no es suficiente. El control democrático del aparato del Estado es un requisito previo esencial para la marcha hacia una sociedad comunista. Todos los grandes marxistas han insistido en ello.

Lenin reducía la esencia de un Estado obrero a cuatro principios fundamentales. Después de la expropiación de los capitalistas y de la nacionalización de los medios de producción, tendríamos:

1. La elección de los sóviets con derecho a la revocación de todos los funcionarios.

2. Ningún funcionario recibe un salario superior al de un obrero cualificado.

3. La abolición del ejército permanente y su sustitución por el pueblo en armas.

4. No a la burocracia permanente. Todos deben participar en la administración del Estado de forma rotativa. Cuando todo el mundo es un burócrata nadie puede ser burócrata.

“Organicemos la gran producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, basándonos en nuestra propia experiencia de trabajo, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el poder estatal de los obreros armados; reduzcamos a los funcionarios públicos al papel de simples ejecutores de nuestras directivas, al papel de inspectores y contables responsables, revocables y modestamente retribuidos (en unión, naturalmente, de los técnicos de todos los géneros, tipos y grados): ésa es nuestra tarea proletaria, por ahí se puede y se debe empezar cuando se lleve a cabo la revolución proletaria. Este comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la extinción gradual de toda burocracia, a la creación gradual de un orden, orden sin comillas, orden que no se parecerá en nada a la esclavitud asalariada, de un orden en que las funciones de inspección y de contabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por todos siguiendo un turno, se convertirán luego en costumbre y, por último, desaparecerán como funciones especiales de una capa especial de la población”2.

El atraso de Rusia y el aislamiento de la revolución hicieron este proceso imposible pero sobre la base del nivel cultural de Checoslovaquia, las ventajas de los métodos comunistas se harían aparentes para todo el mundo. Con una verdadera dirección comunista se podría implantar inmediatamente un régimen de democracia obrera, pero esto no es lo que desea el estalinismo. Stalin ha declarado que lo que se necesita es un Estado cada vez más fuerte en Rusia. Con una política estalinista, Checoslovaquia se desarrollará en la misma dirección. No habrá un proceso de extinción del aparato del Estado y de la GPU3. Todos los derechos que todavía poseen los trabajadores checos serán estrangulados y una burocracia incontrolada pisoteará a las masas como en Rusia.

A largo plazo, los trabajadores checos no tolerarán una burocracia tirana. La experiencia les enseñará que el estalinismo no es el comunismo. Reconocerán la necesidad de derrocar a la burocracia y a su aparato policial y establecer su propio control directo de la industria y del Estado con una democracia obrera, como la esbozada por Carlos Marx, que siga el modelo de la Comuna de París y que se lleve a la práctica como en el régimen establecido por la revolución rusa de 1917.

La Revolución Rusa y el movimiento negro estadunidense

La Revolución Rusa y el movimiento negro estadunidense

por James P. Cannon

[El ensayo se ha traducido de International Socialist Review (Revista socialista internacional, verano de 1959). Después fue publicado en inglés como apéndice a “The First Ten Years of American Communism”. Traducción al español impreso en Spartacist # 27, DICIEMBRE DE 1996 ]

Durante todo el período de los primeros diez años del comunismo estadounidense, el partido estaba preocupado por la cuestión negra y gradualmente llegó a una política que era diferente y superior a la del radicalismo estadounidense tradicional. Sin embargo, en mis memorias publicadas concernientes a ese período, la cuestión negra no aparece en ninguna parte como tema de controversia interna entre las fracciones principales. La explicación era que ninguno de los dirigentes estadounidenses planteó alguna nueva idea sobre esta cuestión explosiva por cuenta propia; y ninguna de las fracciones como tal propuso ninguno de los cambios de política, actitud y forma de abordar la cuestión que se habían realizado gradualmente cuando el partido llegó al fin de su primera década.

Las principales discusiones sobre la cuestión negra ocurrieron en Moscú, y la nueva forma de abordar la cuestión fue elaborada allá. Ya en el Segundo Congreso de la Comintern en 1920, “Los negros en América” fue un punto en el orden del día y se realizó una discusión preliminar sobre esta cuestión. Las investigaciones históricas comprobarán decisivamente que la política del PC sobre la cuestión negra recibió su primer impulso de Moscú, y también que todas las siguientes elaboraciones de esta política, hasta incluir la adopción de la consigna de “autodeterminación” en 1928, vinieron de Moscú.

Bajo los constantes empujes y la presión de los rusos en la Comintern, el partido comenzó con el trabajo entre los negros durante sus primeros diez años; pero reclutó a muy pocos negros y su influencia dentro de la comunidad negra no llegó a mucho. De esto sería fácil sacar la conclusión pragmática de que toda la discusión y preocupación sobre la política en esa década, desde Nueva York hasta Moscú, era mucha preocupación sobre nada, y que los resultados de la intervención rusa fueron completamente negativos.

Esta es, quizás, la evaluación convencional en estos días de la Guerra Fría, cuando la aversión a todo lo ruso es el substituto convencional de la opinión considerada. Sin embargo, no es la verdad histórica ni mucho menos. Los primeros diez años del comunismo estadounidense son un período demasiado corto para permitir una evaluación definitiva de los resultados de la nueva forma de abordar la cuestión negra impuesta al partido estadounidense por la Comintern.

La discusión histórica de la política y la acción del Partido Comunista sobre la cuestión negra -y de la influencia rusa en la formación de éstas durante los primeros diez años de la existencia del partido- por exhaustiva y detallada que sea, no puede ser suficiente si la investigación no se proyecta hasta la década siguiente. El joven partido tomó los primeros diez años para lograr un buen comienzo en este terreno hasta ese entonces inexplorado. Los logros espectaculares de la década de los 30 no pueden ser entendidos sin referencia a esta década anterior de cambios y reorientación. Las posteriores acciones vinieran de esto.

* * *

Un análisis serio de todo el proceso complejo tiene que empezar con el reconocimiento de que los comunistas estadounidenses a principios de los años 20, tal como todas las otras organizaciones radicales de ese período y períodos anteriores, no tenían nada con qué empezar en cuanto a la cuestión negra sino una teoría inadecuada, una actitud falsa o indiferente y la adherencia de unos individuos negros con tendencias radicales o revolucionarias.

El movimiento socialista anterior, del cual surgió el Partido Comunista, jamás reconoció ninguna necesidad de un programa especial sobre la cuestión negra. Esta fue considerada pura y sencillamente como un problema económico, una parte de la lucha entre los obreros y los capitalistas; no se podía hacer nada sobre los problemas especiales de la discriminación y la desigualdad antes de la llegada del socialismo.

Los mejores de los socialistas del período anterior fueron representados por Debs, quien era amistoso a todas las razas y completamente libre de prejuicio. Sin embargo, lo limitado del punto de vista del gran agitador sobre esta compleja cuestión fue expresado en su declaración: “Nosotros no tenemos nada especial que ofrecer al negro, y no podemos hacer llamamientos separados a todas las razas. El Partido Socialista es el partido de toda la clase obrera, sea cual sea el color, de toda la clase obrera de todo el mundo” (Ray Ginger, The Bending Cross). Esta fue considerada una posición muy avanzada en ese entonces, pero no planteó el apoyo activo a la reivindicación especial del negro por un poco de igualdad aquí y ahora, o en el futuro previsible, en el camino hacia el socialismo.

Incluso Debs, con su fórmula general que hizo caso omiso del punto principal -la cuestión candente de la constante discriminación contra los negros en todo aspecto- fue muy superior en esta cuestión, tal como en todas las otras, a Víctor Berger, quien fue un racista abierto. He aquí un pronunciamiento sumario de una editorial de Berger en su periódico de Milwaukee, el Social Democratic Herald: “No cabe duda de que los negros y mulatos constituyen una raza inferior.” Este era el “socialismo de Milwaukee” sobre la cuestión negra, como fue expresado por su ignorante e insolente líder-jefe. Un negro perseguido y atacado no podría mezclar eso muy bien con su cerveza, inclusive si tuviera cinco centavos y pudiera encontrar una cantina de blancos donde pudiera tomar un vaso de cerveza, en la parte trasera del bar.

El chauvinismo abierto de Berger jamás fue la posición oficial del partido. Había otros socialistas, tales como William English Walling quien fue un defensor de la igualdad de derechos para los negros y uno de los fundadores de la National Association for the Advancement of Colored People [Asociación Nacional para el Avanzo de las Personas de Color] en 1909. Pero tales individuos fueron una pequeña minoría entre los socialistas y radicales antes de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa.

La insuficiencia de la política socialista tradicional sobre la cuestión negra ha sido ampliamente documentada por los historiadores del movimiento, Ira Kipnis y David Shannon. Shannon resume la actitud general y prevaleciente del Partido Socialista hacia los negros de la siguiente forma:

“No eran importantes en el partido, el partido no hizo ningún esfuerzo especial para atraer a militantes negros, y el partido no estaba generalmente interesado en el esfuerzo de los negros por mejorar su posición dentro de la sociedad capitalista estadounidense, cuando no era en realidad hostil al mismo.” Y más adelante: “El partido mantenía que la única salvación del negro era la misma que la única salvación del blanco: el ‘socialismo’.”

Mientras tanto, no se podía hacer nada sobre la cuestión negra como tal, y mientras menos se dijera sobre esta cuestión, mejor; es decir, se la mantenía escondida bajo la alfombra.

Esta fue la posición tradicional que el joven Partido Comunista heredó del movimiento socialista anterior, del cual había surgido. La política y práctica del movimiento sindical fue aún peor. El IWW [Obreros Industriales del Mundo] no excluyó a nadie de la militancia por su “raza, color, o credo”. Pero los sindicatos predominantes de la AFL [Federación Estadounidense del Trabajo], con sólo unas pocas excepciones, fueron exclusivamente para los blancos de la aristocracia obrera. Estos tampoco tenían nada especial que ofrecer a los negros; de hecho, no tenían absolutamente nada que ofrecerles.

* * *

La diferencia -y fue una diferencia profunda– entre el Partido Comunista de los años 20 y sus antecesores socialistas y radicales fue mostrada por la ruptura de los primeros con esta tradición. Los comunistas estadounidenses de los primeros días, bajo la influencia y presión de los rusos en la Comintern, estaban aprendiendo lenta y dolorosamente a cambiar su actitud; a asimilar la nueva teoría de la cuestión negra como una cuestión especial de gente doblemente explotada y relegada a ser ciudadanos de segunda clase, que requería un programa de demandas especiales como parte del programa general; y a empezar a hacer algo sobre esta cuestión.

La verdadera importancia de este cambio profundo, en todas sus dimensiones, no puede ser medida adecuadamente por los resultados que ocurrieron durante la década de los 20. Hay que considerar a los primeros diez años principalmente como el período preliminar de reconsideración y discusión, y de cambio en la actitud y la política sobre la cuestión negra; como preparación para la actividad futura en este terreno.

Los efectos de este cambio y esta preparación en los años 20, producidos por la intervención rusa, se manifestarían explosivamente en la década posterior. Las maduras condiciones favorables para la agitación y organización radicales entre los negros, producidas por la Gran Depresión, encontraron al Partido Comunista preparado para actuar en este terreno como ninguna otra organización radical en este país había hecho anteriormente.

* * *

Todo de nuevo y progresista sobre la cuestión negra vino de Moscú, después de la Revolución de 1917 -y como resultado de la Revolución- no sólo para los comunistas estadounidenses, quienes respondieron directamente, sino para todos los demás que se interesaban en la cuestión. Por sí mismos, los comunistas estadounidenses nunca inventaron nada nuevo ni diferente de la posición tradicional del radicalismo estadounidense sobre la cuestión negra.

Esta, como muestran las citas ya dadas de las historias de Kipnis y Shannon, fue bastante débil en cuanto a la teoría y aun más débil en la práctica. La fórmula simplista de que la cuestión negra era meramente económica, una parte de la cuestión de capital contra trabajo, jamás inspiró a los negros, quienes sabían que no era cierto, aunque no lo decían abiertamente; ellos tenían que vivir con la discriminación brutal cada hora de cada día.

Esta discriminación no tenía nada de sutil ni disfrazada. Todo el mundo sabía que al negro le tocaba lo peor en todo momento, pero a casi nadie le importaba y casi nadie quería hacer algo para intentar moderarlo o cambiarlo. La mayoría blanca de la sociedad estadounidense, el 90 por ciento de la población, incluyendo su sector obrero, tanto en el norte como en el sur, estaba saturada con el prejuicio contra el negro; y a un grado considerable el movimiento socialista reflejaba este prejuicio, aunque -por deferencia hacia el ideal de la hermandad humana- la actitud socialista fue callada y tomó la forma de evasión. La vieja teoría del radicalismo estadounidense mostró en la práctica ser una fórmula para la falta de acción sobre la cuestión de los negros e -incidentalmente- una cobertura conveniente para los latentes prejuicios raciales de los mismos radicales blancos.

La intervención rusa cambió todo esto, y lo cambió de una manera drástica y benéfica. Aun antes de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, Lenin y los bolcheviques se distinguían de todas las otras tendencias en el movimiento socialista y obrero internacional por su preocupación por los problemas de las naciones y minorías nacionales oprimidas, y su apoyo firme a las luchas por la libertad, la independencia y el derecho a la autodeterminación. Los bolcheviques daban este apoyo a toda la “gente sin igualdad de derechos” de una forma sincera y honesta, pero no había nada “filantrópico” en esta posición. Reconocían también el gran potencial revolucionario en la situación de los pueblos y naciones oprimidos, y los veían como aliados importantes de la clase obrera en la lucha revolucionaria contra el capitalismo.

Después de noviembre de 1917 esta nueva doctrina -con un énfasis especial en los negros- empezó a ser transmitida al movimiento comunista estadounidense respaldada por la autoridad de la Revolución Rusa. Los rusos en la Comintern empezaron a enfrentar a los comunistas estadounidenses con la exigencia brusca e insistente de que se deshicieran de sus propios prejuicios no declarados, que prestaran atención a los problemas y quejas especiales de los negros estadounidenses, que trabajaran entre ellos y que se convirtieran en paladines de su causa dentro de la comunidad blanca.

A los estadounidenses, que habían sido educados en una tradición distinta, les tomó tiempo asimilar la nueva doctrina leninista. Pero los rusos seguían año tras año, apilando los argumentos e incrementando la presión sobre los comunistas estadounidenses hasta que éstos finalmente aprendieron, cambiaron, y empezaron a trabajar en serio. Este cambio en la actitud de los comunistas estadounidenses, que se efectuó gradualmente en los años 20, iba a ejercer una influencia profunda en círculos mucho más amplios durante los años posteriores.

* * *

La ruptura del Partido Comunista con la posición tradicional del radicalismo estadounidense sobre la cuestión negra coincidió con cambios profundos que estaban ocurriendo entre la misma población negra. La migración en gran escala desde las regiones agrícolas del sur hacia los centros industriales del norte se aceleró mucho durante la Primera Guerra Mundial, y continuó en los años posteriores. Esto produjo algunas mejorías en sus condiciones de vida en comparación con lo que habían conocido en el Sur Profundo, pero no fueron suficientes como para compensar el desencanto de encontrarse relegados a los guetos y sometidos todavía a la discriminación por todos lados.

El movimiento negro, tal como era en ese entonces, apoyó patrióticamente a la Primera Guerra Mundial “para hacer el mundo seguro para la democracia”; y 400 mil negros sirvieron en las fuerzas armadas. Regresaron a casa buscando un poquito de democracia para sí mismos como recompensa, pero no encontraron gran cosa en ningún lado. Su nuevo espíritu de autoafirmación fue respondido con cada vez más linchamientos y una serie de disturbios raciales a lo largo del país, tanto en el norte como en el sur.

Todo esto en conjunto -las esperanzas y las decepciones, el nuevo espíritu de autoafirmación y las represalias bestiales- contribuyó al surgimiento de un nuevo movimiento negro en vías de formación. Rompiendo así tajantemente con la tradición de Booker T. Washington de acomodación a una posición de inferioridad en el mundo del hombre blanco, una nueva generación de negros empezó a impulsar su reclamo por la igualdad.

* * *

Lo que el nuevo movimiento emergente de los negros estadounidenses -una minoría de diez por ciento [de la población de Estados Unidos]- más necesitaba, y de lo que carecía casi por completo, era apoyo efectivo dentro de la comunidad blanca en general y dentro del movimiento obrero, su aliado necesario, en particular. El Partido Comunista, defendiendo agresivamente la causa de los negros llamando por una alianza del pueblo negro y el movimiento obrero combativo, entró en la nueva situación como un agente catalizador en el momento preciso.

Fue el Partido Comunista, y ningún otro, el que convirtió a los casos de Herndon y Scottsboro en cuestiones de resonancia nacional y mundial y que puso a las turbas de linchamiento legal de los “Dixiecrats” [políticos racistas del Partido Demócrata en el Sur de los EE.UU.] a la defensiva, por primera vez desde el derrumbe de la Reconstrucción. Los activistas del partido dirigían las luchas y las manifestaciones para conseguir consideración justa para los negros desempleados en las oficinas de socorro, y para colocar nuevamente en sus departamentos vacíos los muebles de los negros echados a la calle por orden de desalojo. Fue el Partido Comunista el que en forma demostrativa presentó a un negro como candidato a vicepresidente en 1932, algo que ningún otro partido radical o socialista jamás había contemplado.

Por medio de tales acciones y agitación, y otras similares, en los años 30, el partido sacudió a todos los círculos más o menos liberales y progresistas de la mayoría blanca, y empezó a efectuar un cambio radical en la actitud sobre la cuestión negra. Al mismo tiempo, el partido se convirtió en un verdadero factor entre los negros, quienes avanzaron además en su condición y confianza en sí mismos; en parte como resultado de la agresiva agitación del Partido Comunista sobre la cuestión.

No se puede descartar estos hechos diciendo: los comunistas actuaron así porque tenían un interés creado. Toda agitación a favor de los derechos de los negros favorece al movimiento negro; y la agitación de los comunistas fue mucho más enérgica y eficaz que cualquier otra en ese entonces.

Estos nuevos acontecimientos parecen contener un sesgo contradictorio, el cual, que yo sepa, jamás ha sido confrontado o explicado. La expansión de la influencia comunista dentro del movimiento negro durante los años 30 ocurrió a pesar del hecho de que una de las nuevas consignas impuestas sobre el partido por la Comintern nunca pareció adecuarse a la situación real. Esta fue la consigna de la “autodeterminación”, sobre la que se hizo el mayor alboroto y se escribieron muchas tesis y resoluciones, siendo inclusive pregonada como la consigna principal. La consigna de la “autodeterminación” encontró poca o ninguna aceptación en la comunidad negra. Después del colapso del movimiento separatista dirigido por Garvey, su tendencia fue principalmente hacia la integración racial con igualdad de derechos.

En la práctica el PC brincó encima de esta contradicción. Cuando el partido adoptó la consigna de la “autodeterminación”, no abandonó su agresiva agitación a favor de la igualdad y los derechos de los negros en todos los frentes. Al contrario, intensificó y extendió esta agitación. Eso era lo que los negros deseaban oír, y es lo que marcó la diferencia. La agitación y acción del PC bajo esta última consigna fue lo que produjo resultados, sin la ayuda -y probablemente a pesar- de la impopular consigna de la “autodeterminación” y todas las tesis escritas para justificarla.

* * *

Durante el “Tercer Período” de ultrarradicalismo, los comunistas convertidos en estalinistas llevaron a cabo su actividad entre los negros con toda la deshonesta demagogia, exageraciones y distorsiones que les son propias y de las cuales son inseparables. Sin embargo, a pesar de esto, el llamado principal en torno a la igualdad de derechos se abrió paso y encontró eco en la comunidad negra. Por primera vez desde la época de los abolicionistas, los negros veían a un grupo agresivo, dinámico y combativo de gente blanca que defendía su causa. Esta vez no fueron unos cuantos filántropos y pálidos liberales, sino los tenaces estalinistas de los años 30, que estaban a la cabeza de un movimiento radical de gran alcance que, generado por la depresión, estaba en ascenso. Había una energía en sus esfuerzos en esos días y ésta fue sentida en muchas esferas de la vida estadounidense.

La respuesta inicial de muchos negros fue favorable; y la reputación del partido como una organización revolucionaria identificada con la Unión Soviética era probablemente más una ayuda que un obstáculo. La capa superior de los negros, buscando respetabilidad, tendía a distanciarse de todo lo radical; pero las bases, los más pobres entre los pobres que no tenían nada que perder, no tenían miedo. El partido reclutó a miles de miembros negros en la década de los 30 y se convirtió, por un tiempo, en una fuerza real dentro de la comunidad negra. La causa principal de esto era su política sobre la cuestión de la igualdad de derechos, su actitud general -la cual habían aprendido de los rusos- y su actividad en torno a la nueva línea.

* * *

En los años 30, la influencia y la acción del Partido Comunista no se restringían a la cuestión de los “derechos civiles” en general. También funcionaban poderosamente por darle nueva forma al movimiento obrero y auxiliar a los obreros negros a conseguir en éste el lugar que anteriormente les había sido negado. Los obreros negros mismos, quienes habían aportado lo suyo en las grandes luchas para crear los nuevos sindicatos, presionaban a favor de sus propias reivindicaciones más agresivamente que en ningún período anterior. Pero necesitaban ayuda, necesitaban aliados.

Los activistas del Partido Comunista empezaron a desempeñar este papel al punto crítico en los días formativos de los nuevos sindicatos. La política y la agitación del Partido Comunista en este período hicieron más, diez veces más, que cualquiera otra fuerza para ayudar a los obreros negros a asumir un nuevo status de, por lo menos, semiciudadanía dentro del nuevo movimiento obrero creado en la década de los 30 bajo la bandera del CIO [Congreso de Organizaciones Industriales].

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Se suele atribuir el progreso del movimiento negro, y el cambio de la opinión pública a favor de sus demandas, a los cambios producidos por la Primera Guerra Mundial. Pero el resultado más importante de la Primera Guerra Mundial, el acontecimiento que cambió todo, incluyendo las perspectivas para los negros estadounidenses, fue la Revolución Rusa. La influencia de Lenin y la Revolución Rusa -aun degradada y distorsionada como lo fue posteriormente por Stalin, y después filtrada a través de las actividades del Partido Comunista en Estados Unidos- contribuyó más que ninguna otra influencia de cualquier fuente al reconocimiento, y la aceptación más o menos general, de la cuestión negra como un problema especial de la sociedad estadounidense; un problema que no puede ser incluido simplemente bajo el encabezado general del conflicto entre capital y trabajo, como hacía el movimiento radical precomunista.

Se añade algo, pero no mucho, al decir que el Partido Socialista, los liberales y los dirigentes sindicales más o menos progresistas aceptaron la nueva definición y otorgaron algún apoyo a las demandas de los negros. Eso es exactamente lo que hicieron; la aceptaron. No tenían ninguna teoría ni política independientes desarrolladas por ellos mismos; ¿de dónde iban a sacarlas? ¿De sus propias cabezas? Difícilmente. Todos iban a la zaga del PC sobre esta cuestión en los años 30.

Los trotskistas y otros grupos radicales disidentes -que también habían aprendido de los rusos- contribuyeron lo que pudieron a la lucha por los derechos de los negros; pero los estalinistas, dominando el movimiento radical, dominaban también los nuevos sucesos en el terreno de la cuestión negra.

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Todo lo nuevo sobre la cuestión negra vino de Moscú, después de que empezó a retumbar a lo largo del mundo la exigencia de la Revolución Rusa por la libertad y la igualdad para todas las minorías nacionales, todos los pueblos sojuzgados y todas las razas, para todos los despreciados y rechazados de la tierra. Este trueno sigue retumbando, más fuerte que nunca, como atestiguan los encabezados diarios de los periódicos.

Los comunistas estadounidenses respondieron primero, y más enfáticamente, a la nueva doctrina que venía de Rusia. Pero el pueblo negro, y sectores significativos de la sociedad blanca estadounidense, respondieron indirectamente, y siguen respondiendo, lo reconozcan o no.

Los actuales líderes oficiales del movimiento por los “derechos civiles” de los negros estadounidenses, bastante sorprendidos ante la creciente combatividad del movimiento y el apoyo que está consiguiendo en la población blanca del país, apenas sospechan cuánto debe el ascendente movimiento a la Revolución Rusa que todos patrióticamente rechazan.

El reverendo Martin Luther King sí señaló, al tiempo de la batalla del boicot de Montgomery, que su movimiento formaba parte de la lucha mundial de los pueblos de color por la independencia y la igualdad. Debería haber agregado que las revoluciones coloniales, que efectivamente son un poderoso aliado del movimiento negro en Estados Unidos, obtuvieron su impulso inicial de la Revolución Rusa, y son estimuladas y fortalecidas día tras día por la continuada existencia de esta revolución en la forma de la Unión Soviética y la nueva China, la cual el imperialismo blanco súbitamente “perdió”.

Indirectamente, pero por ello más convincentemente, los más rabiosos antisoviéticos, entre ellos los políticos liberales y los dirigentes sindicales oficiales, atestiguan esto cuando dicen: el escándalo de Little Rock y cosas parecidas no deberían ocurrir, porque ayudan a la propaganda comunista entre los pueblos coloniales de piel morena. Su temor a la “propaganda comunista”, como el temor de dios en otras personas, los hace virtuosos.

Ahora resulta convencional que los líderes sindicales y los liberales -en el norte- simpaticen con la lucha de los negros por unos cuantos derechos elementales como seres humanos. Es lo que Se Debe Hacer, la seña de la inteligencia civilizada. Hasta los ex radicales convertidos en una especie de “liberales” anticomunistas -una especie muy miserable- son ahora orgullosamente “correctos” en su apoyo formal a los “derechos civiles” y en su oposición a la segregación de los negros y otras formas de discriminación. Pero, ¿cómo llegaron a ser así?

A los liberales actuales jamás se les ocurre preguntarse por qué a sus similares de una generación anterior -salvo algunas notables excepciones individuales- no se les ocurrió esta nueva y más ilustrada actitud hacia los negros antes de que Lenin y la Revolución Rusa pusieran patas arriba a la vieja, bien establecida y complacientemente aceptada doctrina de que las razas debían ser “separadas pero desiguales”. Los liberales y dirigentes sindicales anticomunistas estadounidenses no lo saben, pero algo de la influencia rusa que odian y temen tanto se les ha pegado.

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Por supuesto, como todo el mundo sabe, a la larga los estalinistas estadounidenses estropearon la cuestión negra así como estropearon todas las demás cuestiones. Traicionaron la lucha por los derechos de los negros durante la Segunda Guerra Mundial -en servicio de la política exterior de Stalin- del mismo modo, y por la misma razón fundamental, que traicionaron a los obreros huelguistas estadounidenses y aplaudieron a la fiscalía cuando por primera vez se utilizó la Ley Smith, en el juicio en Minneapolis.

Ahora todo el mundo lo sabe. Al fin se cosechó lo que se había sembrado, y los estalinistas mismos se han visto obligados a confesar públicamente algunas de sus traiciones y acciones vergonzosas. Pero nada, ni el profesado arrepentimiento por crímenes inocultables, ni los alardes sobre virtudes pasadas que otros están poco dispuestos a recordar, parecen servirles de algo. El Partido Comunista, o mejor dicho lo que queda de éste, está tan desprestigiado y despreciado que hoy se le reconoce poco o nada de su trabajo en cuanto a los negros durante esos años anteriores; cuando tuvo consecuencias de largo alcance que, en su mayor parte, fueron progresistas.

No es mi deber ni mi propósito prestarles ayuda. El único objetivo de esta reseña abreviada es aclarar algunos hechos acerca de la primera época del comunismo estadounidense, para el beneficio de estudiantes inquisitivos de una nueva generación que deseen conocer la verdad íntegra, sin temor ni favor, y aprender algo de ella.

La nueva política sobre la cuestión negra, aprendida de los rusos durante los primeros diez años del comunismo estadounidense, dio al Partido Comunista la capacidad de avanzar la causa del pueblo negro en los años 30, y de extender su propia influencia entre los negros en una escala que nunca había sido alcanzada por ningún movimiento radical previo. Estos son hechos históricos; no sólo de la historia del comunismo estadounidense, sino también de la historia de la lucha por la emancipación de los negros.

* * *

Para aquéllos que miran hacia el futuro, estos hechos son importantes, una anticipación de las cosas por venir. Por medio de su actividad combativa durante los años anteriores, los estalinistas dieron un gran ímpetu al nuevo movimiento negro. Posteriormente, su traición a la causa de los negros durante la Segunda Guerra Mundial preparó el camino para los gradualistas proponentes del avance a paso de tortuga que han sido los dirigentes incontestados del movimiento desde ese entonces.

La política del gradualismo, de prometer liberar al negro dentro del marco del sistema social que lo subordina y lo degrada, no está dando resultado. No trata la raíz del problema. Grandes son las aspiraciones del pueblo negro y grandes también las energías y emociones expendidas en su lucha. Pero las conquistas concretas de su lucha hasta la fecha son lastimosamente escasas. Han avanzado unas cuantas pulgadas, pero la meta de la verdadera igualdad se encuentra a millas y millas de distancia.

El derecho a ocupar un asiento vacío en un autobús; la integración simbólica de un puñado de niños negros en unas cuantas escuelas públicas; algunos puestos accesibles para individuos negros en la administración pública y algunas profesiones; derechos de empleo justo en papel, pero no en la práctica; el derecho a la igualdad, formal y legalmente reconocido pero negado en la práctica a cada momento; éste es el estado de cosas en la actualidad, 96 años después de la Proclamación de la Emancipación.

Ha habido un gran cambio en la perspectiva y las demandas del movimiento de los negros desde la época de Booker T. Washington, pero ningún cambio fundamental en su situación real. El crecimiento de esta contradicción está llevando a un nuevo estallido y un nuevo cambio de política y dirigencia. En la próxima etapa de su desarrollo, el movimiento negro estadounidense se verá obligado a orientarse hacia una política más combativa que la del gradualismo y a buscar aliados más confiables que los políticos capitalistas del norte que se encuentran coludidos con los dixiecrats del sur. Los negros, más que nadie en este país, tienen derecho y razón para ser revolucionarios.

Un partido obrero honesto de la nueva generación reconocerá este potencial revolucionario de la lucha negra, y llamará por una alianza combativa del pueblo negro y el movimiento obrero en una lucha revolucionaria común contra este sistema social imperante.

Las reformas y las concesiones, mucho más importantes y significativas que las obtenidas hasta ahora, se derivarán de esta alianza revolucionaria. En cada fase de la lucha se luchará a favor de ellas y se las logrará. Pero el nuevo movimiento no se detendrá con las reformas, ni estará satisfecho con las concesiones. El movimiento del pueblo negro y el movimiento obrero combativo, unificados y coordinados por un partido revolucionario, resolverá la cuestión de los negros de la única manera que puede ser resuelta: mediante una revolución social.

Los primeros esfuerzos del Partido Comunista a este respecto, durante la generación pasada, serán reconocidos y asimilados. Ni siquiera la experiencia de la traición estalinista será desperdiciada. El recuerdo de esta traición será una de las razones por las que los estalinistas no serán los dirigentes la próxima vez.

Los Angeles,

8 de mayo de 1959.

¡Vengar a Letelier!

¡Aplastar el régimen de terror chileno!

¡Vengar a Letelier!

Traducido de Workers Vanguard No. 214, 8 de septiembre de 1978. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 7, junio de 1979.

En el quinto aniversario del sangriento golpe que lo trajo al poder, el régimen de terror del dictador chileno General Augusto Pinochet es cualquier cosa menos estable. La semana pasada decretó nuevamente el estado de sitio, la caución “legal” por la regimentación militar arbitraria que este país enlutado ha sufrido desde aquel fatídico 11 de septiembre en 1973. En los primeros meses de este año el estado de sitio había sido “levantado” (sin haber cambiado en nada las salvajes realidades de la vida bajo los generales), a fin de satisfacer el clamor de Washington por una limpieza de la imagen de la junta militar chilena. Ahora lo han vuelto a poner: basta con la cirugía cosmética de “derechos humanos”.

A raíz de la decisión de la Casa Blanca de proseguir con la investigación del asesinato del ex-diplomático y ministro Orlando Letelier, Pinochet tiene sus días contados. Desde el principio todas las huellas señalaban a la mano negra de la DINA, la policía secreta del tirano, pero al inicio Pinochet era protegido por la complicidad de los propios matones del imperialismo norteamericano. Ahora que Jimmy Carter ha decidido lavarse las manos del carnicero de Santiago, sin embargo, las ratas abandonan la nave naufragante de Pinochet. Aún los generales fascistizantes súbitamente descubren sus convicciones democráticas.

El odiado Pinochet podría muy bien terminar compartiendo la suerte de Rafael Trujillo, el asesino “Benefactor” de Santo Domingo quien fue tirado a los perros cuando ya no le servía más a los Estados Unidos. Pero si es Washington quien aprieta el gatillo, y no un alzamiento popular de las masas chilenas el que derroque al “prócer”, será simplemente reemplazado por otro opresor castrense. Gana la CIA, pierden los obreros.

Los imperialistas ya se felicitan sobre las inculpaciones en agosto de cinco exilados cubanos, tres altos funcionarios de inteligencia militar chilena y un asesino fascista norteamericano por parte de un gran jurado federal. El Washington Post (3 de agosto) elogió al fiscal y al agente del FBI encargados del caso como “símbolos internacionales de la persistencia tenaz de las autoridades estadounidenses por resolver el caso del asesinato de Letelier.” El Economist (26 de agosto) de Londres añadió su aprobación: “con las recientes inculpaciones, nadie podría acusar a Washington de pereza en la prosecución de los asesinos del Sr. Letelier.” Y mientras la prensa burguesa se jactaba, los liberales en el congreso norteamericano denunciaban a los escuadrones de muerte chilenos y amenazaban brevemente con un boicot de armas a la junta militar. Todos olvidaron con gran alivio que los EE.UU. fueron en gran parte responsables por el desate de los verdugos y los torturadores de Pinochet.

Quienes buscan vengar el vil asesinato de Orlando Letelier deben comprender que no pueden acudir a la “justicia” de la “democracia” imperialista. Por “razones de estado”, los verdaderos autores del crimen saldrán impunes, no importa si sus asesinos a sueldo cumplen una condena o no. Ya se hacen negociaciones para que los fascistas y gusanos quienes llevaron a cabo el asesinato reciban sentencias mínimas. Mientras tanto el FBI y la CIA (¡los cuales sabían de antemano que un complot estaba en trámite y no hicieron nada para pararlo!) se hacen pasar como los héroes que atraparon a los culpables.

Santiago/Miami/Langley

Como antiguo ministro del exterior y defensa en el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, y antiguo embajador a los EE.UU., Orlando Letelier fue un prominente enlace entre el movimiento de los exilados chilenos e influyentes liberales imperialistas. Así cuando él y su colega Ronni Moffitt fueron asesinados el 21 de septiembre de 1976 por la explosión de una bomba que destruyó su coche momentos después de pasar frente a la embajada chilena en Washington, todos los hilos llevaban directamente a Pinochet y a la DINA. Sin embargo, durante muchos meses la investigación del asesinato por el Departamento de Justicia estuvo estancada, atascada en una confusión de pistas falsas, dilación y chapucería intencionada, hasta el momento que la administración Carter dio un giro completo en su política hacia las dictaduras latinoamericanas.

Una vez que Washington decidió que en realidad quería encontrar a los asesinos de Letelier, el ritmo “metódico” de la investigación se aceleró súbitamente. El fiscal federal Eugene Propper, hoy representado como un caza asesinos sincero, dejó de atribuir el asesinato a amantes celosos o a la izquierda y de pronto descubrió la participación de exilados cubanos anticastristas. El descubrimiento decisivo fue la identificación y extradición subsiguiente de un ciudadano estadounidense, Michael Vernon Townley, un residente de Chile por mucho tiempo, quien fue el operativo clave de la DINA en el complot contra Letelier (véase “Pinochet’s the One!”, WV No. 202, 21 de abril de 1978).

Townley, un experto en explosivos con mucho que ocultar, cantó como un gallo a fin de hacer un arreglo con la justicia norteamericana. Su testimonio es detallado e irrecusable. La acusación de quince páginas implica como los principales autores del complot al general Juan Manuel Contreras, ex-jefe de la DINA y mano derecha de Pinochet; al jefe de operaciones de la DINA, el teniente coronel Pedro Espinoza; a un operativo de la DINA, el capitán Armando Fernández, quien entró a los Estados Unidos con Townley con pasaportes diplomáticos falsos para preparar el asesinato. El gran jurado acusó además a cinco cubanos contrarrevolucionarios, miembros de una escuadra de gusanos terroristas entrenados por la CIA que opera desde Miami y New Jersey. Entre ellos se encuentran Guillermo e Ignacio Novo, veteranos de la invasión de Playa Girón, quienes han estado bajo la vigilancia del FBI desde que éstos atacaron con bazucas al edificio de la ONU en Nueva York durante la estadía del “Che” Guevara.

La enumeración de los participantes es amplia, la conexión con la junta y hasta con los compinches de Pinochet es explícita, y se detuvieron en Chile a los tres funcionarios nombrados de la DINA. Dicen los liberales para justificarse que sólo hay que dejar que la justicia siga su rumbo. ¡Nada de eso! Los funcionarios de la DINA están solamente bajo “arresto domiciliario”, y es poco probable que sean entregados sin el anterior desposeimiento de Pinochet. Townley, como observó secamente el Washington Post, ha sido tratado como el testigo clave y no como uno acusado de asesinato, aunque admite haber colocado la bomba que hizo añicos a Orlando Letelier y Ronni Moffitt. A Townley solamente se le acusa de “conspiración para matar”, y a cambio de confesarse culpable de éste único cargo el fiscal y el juez le han prometido una sentencia de entre tres y diez años, ¡con una recomendación previa de concederle la libertad provisional después de solo 40 meses!

A este asesino infame’ se le refiere en Washington hoy como el John Dean de Pinochet, o sea el hombre que “sopló contra la DINA”. A duras penas puede hacerse de Dean un modelo de la rectitud moral, pero hasta éste parece limpio en comparación con Townley. Tanto Townley como su mujer jugaron un papel activo en Patria y Libertad, una organización fascista chilena, en la época cuando ésta recibía una ayuda abundante de la CIA para financiar el sabotaje y la “desestabilización” en contra del régimen de Allende. Llegó al conocimiento público por primera vez en 1973, cuando participó en un ataque de bombas que mató a un sereno en la ciudad de Concepción. Además de ofrecer sus servicios a la DINA, Townley prestó ayuda al FBI en localizar a un gusano ex-agente de la CIA al momento de la visita de Henry Kissinger a Santiago en mayo de 1976.

En artículos anteriores (véase “The Long Arm of the DINA”, WV No. 149, 18 de marzo de 1977) documentamos cómo los hermanos Novo habían estado por años bajo la vigilancia del FBI; cómo los agentes siguieron a los asesinos cubanos a su primera reunión con Fernández y Townley en el English Lobster Club de Miami; que incluso el FBI había tropezado con la reunión en un hotel de Santo Domingo donde fueron discutidos por CORO (la organización contrarrevolucionaria cubana encabezada por Orlando Bosch) los planes del asesinato, junto con otros planes para destrozar un avión comercial cubano (resultando en la muerte de 73 personas). Informamos como el FBI retrasó la investigación: por ejemplo repetidas divulgaciones confidenciales de la misma evidencia “nueva” de una conexión Santiago/Miami, cuyos detalles estaban en mimos del Departamento de Justicia solo días después de haber ocurrido el asesinato.

Últimamente se ha corroborado esta evidencia con el testimonio adicional de los periodistas Ernest Volkman y John Cummings en un artículo aparecido en el Penthouse de julio de 1978. También han ayudado en establecer por qué los investigadores “laboriosos, pero innovadores” no han llegado a la conclusión evidente de que la policía secreta de Pinochet estaba detrás del complot. Rehusando a seguir la pista a la DINA, el FBI primero instruyó a sus agentes a investigar a Isabel Letelier y a cualquier otra mujer que hubiera conocido a Orlando Letelier, para determinar si podía existir el “factor de la mujer resentida”. Luego se ordenó que cazaran a los ex-novios de Ronni Moffitt por si acaso era ella el verdadero blanco, siendo el atacante, según esta versión, un antiguo amante enloquecido por los celos que por casualidad era además un experto en explosivos plásticos C-4. Finalmente les ordenaron seguir la teoría de que el asesinato fue la obra de izquierdistas convencidos de que Letelier les había traicionado. ¡No fue sino después de que Gerald Ford salió del poder que el FBI comenzó a investigar si el asesinato con bombas fue un atentado derechista!

Carter quiere una junta militar de “derechos humanos”

Al día siguiente de la publicación de las inculpaciones por el gran jurado, la Cámara de Representantes norteamericana estaba en un tumulto sobre el insolente dictador latinoamericano que tuvo el descaro de ejecutar a su adversario en territorio yanqui. En un grandioso ademán de indignación sobre la violación de los “derechos humanos”, la Cámara votó regañar a Pinochet y embargar un cargamento de materiales bélicos a Chile hasta que los funcionarios de la DINA fueran entregados. Sin embargo, ya para el 3 de agosto los distinguidos congresistas habían cambiado de opinión, bajo presión de la administración Carter que expresó su inquietud de que la “justicia” sería socavada si se interpretaran las acusaciones como una maniobra políticamente inspirada para derribar el régimen de Santiago.

Evidentemente, es justo de eso de lo que se trata. En efecto, fuentes informadas anotan que la investigación recibió un fuerte empujón a fines del año pasado por el interés personal de Rosalynn Carter después de su regreso de un viaje a Latinoamérica, quien estaba enojada sobre las críticas de que solamente se había codeado con dictadores. Durante su primer año en funciones la administración del Partido Demócrata sólo había presionado a sus dictadores aliados para conseguir unas pocas reformas superficiales (cambiando la sigla a la DINA, amnistías fingidas en Chile, farsa de elecciones acá y allá). El encargado del Departamento de Estado para asuntos latinoamericanos, Terrence Todman, alabó al régimen pinochetista por hacer “progresos” en materia de derechos humanos. Pero no se podía esconder la contradicción flagrante entre la existencia de los campos de concentración y la retórica moralista de Carter, sobre todo en la reunión en Washington de déspotas de la OEA para presenciar la firma del nuevo tratado del canal de Panamá en septiembre de 1977.

A principios de este año Washington dio media vuelta en su política latinoamericana. Todman fue enviado a Madrid y reemplazado por un liberal de “derechos humanos”; el anterior apoyo incondicional de Washington al hombre fuerte nicaragüense Somoza fue cancelado, y se le dio la luz verde a la investigación del caso Letelier. Para la primavera de 1978 se corrían los rumores en Washington que los EE.UU. estaban dispuestos a aprobar un golpe interno dentro de la junta militar chilena. La publicación británica bien informada Latin American Political Report (17 de marzo de 1978), señaló:

“Las acusaciones lanzadas la semana pasada por el líder de Patria y Libertad, Pablo Rodríguez, en Qué Pasa [una revista chilena adicta al gobierno], según las cuales los últimos pasos en el caso Letelier eran parte de un complot de la CIA para desestabilizar al gobierno no eran tan paranoicas como parecían: Pero el presidente Augusto Pinochet ha atraído la ira de la administración estadounidense por su propia intransigencia.”

El reajuste de la política de los EE.UU. pronto empezó a poner presión sobre el régimen pinochetista desde el Interior de las FF.AA. chilenas. En marzo, en el curso de una reunión del consejo de los altos mandos del ejército, 13 generales exigieron la renuncia inmediata del presidente (en contra de 17 que querían concederle varios meses más). Otra novedad fue el nombramiento del general Herman Brady como consejero presidencial a cargo de coordinación con las fuerzas armadas. Se identifica a Brady estrechamente con el Pentágono y se le considera, según Latin American Political Report, como “el candidato favorito [para reemplazar a Pinochet]… un sustituto limpio, sin un historial de’ envolvimiento en la represión o la policía secreta”.

Hasta el momento de su despido repentino por Pinochet a mediados de julio, el más destacado entre los posibles sucesores del dictador chileno había sido el comandante de la fuerza aérea, el general Gustavo Leigh, un miembro de la junta que se empeñó en darse credenciales “democráticas” después de romper con sus antiguos compinches en Patria y Libertad. La destitución de Leigh provocó la renuncia en masa de 19 de los 21 generales de la fuerza aérea en solidaridad con su jefe. Mientras esto le sacó una espina del costado a Pinochet (hacía meses que Leigh estaba tirando desde el escondite al jefe de la junta), la ostentosa demostración de solidaridad indicó que en el interior de las FF.AA. chilenas la opinión estaba lejos de ser unánime.

El descontento dentro de la junta (incluyendo al almirante Merino, otro secuaz del Pentágono) está íntimamente ligado a los signos de oposición cada vez más evidentes de los demócratas cristianos (cuyas campañas electorales de 1964 y 1970 fueron financiadas en gran parte por la CIA, como también lo fueron sus actividades subversivas en contra de Allende). Y cuando salieron las revelaciones sobre el caso Letelier a principios de este año, el prestigioso Mercurio, que tiene toda una historia de abundantes subsidios de la CIA, publicó las fotos que resultaron en la identificación de Townley como uno de los agentes de la DINA que viajó a Washington con pasaporte diplomático falso.

¡Por revolución obrera para aplastar a la junta!

No importa quién reciba la señal de asentimiento de Washington, ni los Estados Unidos ni los opositores burgueses de Pinochet en Chile tienen la menor intención de “desencadenar la democracia” en Santiago. Los EE.UU. claramente empujan una opción castrense reformada, una junta militar con rostro de “derechos humanos”, quizás lustrando el adorno del ex-presidente demócrata cristiano Eduardo Frei. En forma parecida, en Argentina el Departamento de Estado trata de fortalecer la mano de Videla −el jefe de la junta militar y el asesino de masas “moderado”− en vez de oponerse al régimen como tal. Y en este intento de sacarle las castañas del fuego al imperialismo norteamericano, pueden contar con la cooperación de casi la totalidad de la izquierda chilena, desde los partidos comunista y socialista (quienes hoy negocian en voz alta con los democristianos) hasta el MIR. Pero si Washington se sale con la suya y no resulta nada más que una recomposición de los generales, serán los trabajadores y los pobres de Chile quienes pagarán la cuenta.

Irónicamente, hace cinco años estos mismos grupos insistían en que el golpe pinochetista fue cien por cien “Made in U.S.A.” En aquel entonces se esforzaban en ocultar su propia complicidad en el apoyo de la coalición burguesa de Allende, buscando alianzas con los democristianos golpistas y fomentando ilusiones en los oficiales “constitucionalistas” tales como Pinochet. Hoy día estos reformistas “realistas” se plegarán tan pronto como la Casa Blanca dé las órdenes, esperando que el Tío Sam “democrático” gane la contienda en beneficio de ellos. Así que para estos seudomarxistas el imperialismo no es nada más que una injuria, o a lo más una política exterior.

¿Y cuál es este faro de “derechos humanos” en las Américas? Es el mismo imperialismo yanqui que proveyó el dinero y las armas para asesinar el general René Schneider en 1970 en espera de provocar un golpe del ejército para impedir la subida de Allende al poder. Es la misma potencia que financió a los fascistas de Patria y Libertad. El mismo régimen que organizó el acaparamiento de víveres, el tráfico en divisas, el “paro” paralizador de los camioneros, y las manifestaciones contrarrevolucionarias “de las ollas” de las amas de casa para desestabilizar al gobierno elegido de la UP y “hacer gritar a la economía chilena”. Es el mismo gendarme reaccionario que colaboró a cada paso con el golpe pinochetista en 1973. Es éste quien les canta las jugadas a los democristianos chilenos y en quien confía hoy día la izquierda reformista.

Mientras el comité selecto del Senado norteamericano encargado de investigar las agencias de espionaje descubrió cantidades de pruebas de la subversión instigada y financiada por los EE.UU. en Chile, todavía, se trata de ocultar el alcance de la intromisión estadounidense. El 10 de agosto el Washington Post informó que, en interés de la “seguridad nacional”, tres de los seis cargos formulados en contra del antiguo director de la ITT Edward Gerrity habían sido retirados. Gerrity fue acusado de perjurio al negar el papel que su compañía desempeñó tratando de sobornar las elecciones chilenas de 1970. En efecto. Los cargos restantes también pueden ser retirados para proteger los secretos gubernamentales: un vocero del Departamento de Justicia anotó que “casos como éste están bajo repaso constante”.

Desde el momento del asesinato de Letelier insistimos en la culpabilidad de la DINA pinochetista. Y es halagüeño que por fin se haya logrado un poco de justicia. Pero advertimos contra toda confianza en el estado imperialista estadounidense, evidentemente involucrado en el asunto:

“¡Exigimos que los asesinos de Orlando Letelier sean detenidos y procesados, pero expresamos nuestra falta absoluta de confianza en la burguesía norteamericana para hacerlo! Denunciamos igualmente la complicidad del gobierno norteamericano en este asesinato odioso: ¿Cómo es posible que los asesinos a sueldo de Pinochet puedan ejecutar con impunidad su nefasta obra sanguinaria en las calles de Washington? La respuesta es patente.

“La clase obrera mundial debe dar un fuerte clamor de protesta en contra del asesinato brutal de Orlando Letelier. ¡Ni un centavo de ayuda a la junta militar! ¡Boicot laboral de todo cargamento con rumbo a, o proveniente de Chile! ¡El asesinato de Orlando Letelier será vengado por la revolución proletaria para aplastar a la ensangrentada dictadura pinochetista!

− “Pinochet Asesino! Orlando Letelier Murdered”, WV No. 126. 24 de septiembre de 1976

Quienes acuden a los imperialistas “democráticos” para derrumbar al régimen pinochetista dieron un grito de alegría cuando el 2 de agosto la Cámara de Representantes estadounidense votó el embargo de armas con destino a Chile. Pero al día siguiente sus gritos se callaron cuando los liberales volubles revocaron la medida, cediendo a las órdenes de Carter. Esto debe servir como lección de la imposibilidad de depender del enemigo de clase para defender a los oprimidos y explotados. En contraste la tendencia espartaquista destaca la acción de los obreros portuarios de San Francisco, quienes en junio de este año señalaron el camino a seguir para la solidaridad proletaria con las masas chilenas al boicotear un cargamento de piezas de bombas a la junta sangrienta (véase “ILWU Stops Bombs to Chile”, WV No. 210, 3 de junio de 1971). Es por medio de acciones auténticamente internacionalistas, tales como ésta, y la construcción de un partido trotskista revolucionario de vanguardia en Chile en una lucha encarnizada con los reformistas estalinistas y socialdemócratas quienes abrieron el paso al desastre del 11 de septiembre, que la clase obrera chilena se levantará de nuevo.

¡Vengar a Orlando Letelier! ¡No una junta militar de “derechos humanos” Made in U.S.A., sino revolución proletaria para aplastar al régimen de terror en Chile!

¡EE.UU. fuera de Panamá ahora!

¡EE.UU. fuera de Panamá ahora!

[Extracto de Workers Vanguard No. 203, 28 de abril de 1978. Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]  

Con el despertar de un apoyo de masas a los grupos de “extrema izquierda” debido a su agitación en contra de los tratados imperialistas, la cuestión de su posición hacia el régimen Torrijos se convierte en un tema clave. En varios artículos la LSR [Liga Socialista Revolucionaria] y sus dirigentes (entre ellos Miguel Antonio Bernal, quien fuera deportado del Panamá y ha estado en el exilio durante los dos últimos años como conocido opositor de izquierda al régimen) han puesto en claro que se niegan a darle apoyo político a Torrijos, aunque quedan en una posición difícil debido a sus simpatías simultáneas por el régimen castrista que alaba al dictador panameño por “antiimperialista”. Sin embargo, el ala del S. U. agrupada alrededor de Nahuel Moreno del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) argentino, sostiene que es necesario “apoyar a Torrijos en las negociaciones actuales” (artículo enRevolución Socialista No. 66, 10 de marzo, de 1977 del Bloque Socialista colombiano, reproducido en la Revista de América morenista de mayo de 1977).

El apoyo morenista a Torrijos es de carácter explícitamente político y de largo alcance. En el mismo artículo llaman a “apoyar la política nacionalista de Torrijos”, y declaran que él es “el representante de la lucha por la recuperación del canal”. Esto es respaldado por el siguiente análisis:

“Si bien somos conscientes del carácter burgués del gobierno de Torrijos, debemos tener presente el carácter progresivo de su enfrentamiento al imperialismo ….

“El enemigo fundamental de las masas panameñas es en este momento el imperialismo y no Torrijos.”

He aquí la teoría estalinista de la “revolución por etapas” en su versión más florida. El citado artículo tiene tantas referencias al “enemigo principal” que parecería haber sido escrito por un maoísta.

En un artículo posterior (Revista de América, junio-julio de 1977) los morenistas caracterizan a Torrijos como un “bonapartista sui generis” y añaden que el regimen “enfrenta en forma parcial y limitada al imperialism…. La máxima prueba de ello es que Torrijos es el primer gobernante en toda la historia de Panamá que denuncia el tratado que adjudicaba a perpetuidad al canal y su zona al imperialismo yanqui.” Esta afirmación es particularmente ridícula dado que la cláusula “en perpetuidad” fue eliminada del tratado del canal en I 936-en respuesta a la agitación nacionalista entre las masas panameñas-por no otro que el comandante.en jefe imperialista norteamericano Franklin D. Roosevelt. Aparentemente esto indica que él es un bonapartista verdaderamente sui generis.

Es casi imposible hablar aun de un seudotrotskismo al referirse a esta tendencia, que dice que en “Bolivia bajo Torres, Chile bajo Allende y Perú bajo Ve lasco” era igualmente necesario dar apoyo político “crítico” a los “bonapartistas sui generis” en contra de los imperialistas. La lección de Chile era de que el frente l’0pular de Allende preparó el camino a la victoria de la junta sangrienta al atar a los trabajadores a los sectores “antiimperialistas” de la burguesía. Moreno y Cía. reproducen frente a Torrijos la política del MIR con respecto al la UP de Allende en Chile… 

La lucha contra el peronismo

La lucha contra el peronismo

[Extracto de Workers Vanguard No. 24, 6 de julio de 1973.  Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982] 

El grupo Moreno y el peronismo “de izquierda”

El mayor grupo argentino que se reclama del trotskismo es el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) dirigido por Nahuel Moreno. La tendencia Moreno existe desde fines de los años 40, y por lo menos desde 1952 en adelante ha mostrado las características fundamentales del pablismo clásico. Pablo abandonó la lucha por la construcción de partidos trotskistas independientes: a principios de los años 50, él fabricó la teoría objetivista según la cual el estalinismo se vería “forzado” a tomar medidas revolucionarias y por consiguiente los revolucionarios debían sumergirse en los partidos obreros predominantes. En América Latina este revisionismo fue llevado a un nivel aun más “elevado” cuando Pablo dió instrucciones al POR [Partido Obrero Revolucionario] boliviano a que entrara en el MNR [Movimiento Nacionalista Revolucionario] pequeñoburgués nacionalista, que de ningún modo era un partido obrero.

En Argentina el grupo Moreno se había enfrentado al peronismo hasta 1952 cuando rechazó esta posición calificándola de “sectaria”. Después de esta fecha “nos consideramos una parte ‘de facto’ del frente antiyanqui del peronismo” (cita de un “apologista de Moreno” en Workers’ Press, 14 de abril de 1972). Según la misma fuente, “nuestra innovación consistió en que por primera vez un grupo marxista entró en un partido burgués.” ¡La sumersión en este partido burgués duró doce años! 

Después de la “Revolución Libertadora” de 1955, Moreno formó el Movimiento de Agrupaciones Obreras (MAO) y publicó la revista Palabra Obrera, que se presentaba como el “órgano del peronismo obrero revolucionario” publicado “bajo la disciplina del Gral. Perón y del Consejo Superior Peronista” (¡!).

En las elecciones de 1958, Palabra Obrera aun cuando se opuso inicialmente al voto por el radical burgués Frondizi, finalmente se decidió por “salvar la unidad activista” exhortando a “votar por el gorila Frondizi” (Avanzada Socialista, 9 de mayo de 1973). Durante este mismo periodo el grupo Moreno sostenia relaciones estrechas con un grupo de dirigentes peronistas de izquierda de las “62 organizaciones'” (de los cuales el más prominente era Loholaberry) que habían ganado influencia durante la resistencia que siguiera al golpe de 1955. Unos afios después, este mismo Loholaberry colaboraba directamente con la brutal dictadura antiobrera de Onganía.

Después de 1964, cuando Palabra Obrera se fusionó con el grupo castrista FRIP, Moreno cambió de campo y se puso el disfraz de guerrillero (ver “Guevarismo vs. socialdemocracia en el S.U.”, en este cuaderno). Aunque ganó cierta influencia como resultado del trabajo de masas con los trabajadores azucareros de Tucumán, una vez más en alianza con los “peronistas combativos” de la dirección de FOTIA, el grupo Moreno mismo no se lanzó a la guerra de guerrillas. Cuando algunos de los miembros del grupo empezaron a presionar por la realización del programa, Moreno escindió el grupo.

El trabajo sindical del grupo Moreno ha tenido consistentemente un carácter sindicalista, rehusándose a politizar las luchas espontáneas de la clase. En las huelgas generales de finales de 1970 exigia una huelga general indefinida, por el aumento inmediato de salarios, por el fin al estado de sitio y el reconocimiento de todos los partidos politicos y por la formación de asambleas de fábrica para dirigir la huelga (La Verdad, 10 de noviembre de 1970). No llamó por un gobierno obrero, ni abogó por la formación de un comité nacional de huelga para dirigir la movilización. En forma similar, el llamado del PST (en ese entonces PSA) por una lista de trabajadores en las últimas elecciones no ofrecía ningún criterio programático. Sus llamados se dirigían a destacados militantes locales asociados con el Partido Comunista, peronistas de izquierda o sindicalistas, y la demanda, principal era por una lista electoral [¡del justicialismo, el brazo electoral burgués del peronismo!] cón un 80 por ciento de trabajadores y un “programa obrero” no especificado.

Desde las elecciones de marzo, su fallo en no presentar una alternativa clara a los peronistas se ha convertido en un peligro real. A finales de mayo, el PST asistió a una reunión con Cámpora que según el mismo PST, “fue un gran encuentro de los partidos y organizaciones patronales argentinos para ofrecer su apoyo a las proeuestas de Cámpora.” La posición del PST era que todas las acciones del gobierno en favor de los intereses obreros recibirían apoyo crítico. “Sin confundir las banderas, podrá contar, Dr. Cámpora, con nuestra solidaridad proletaria” (Avanzada Socialista, 30 de mayo-6 junio de 1973). Cámpora y Perón se preparan para aplastar a los “trotskistas” ¡y el dirigente del PST Juan Carlos Coral brinda el apoyo crítico del PST a las medidas positivas del gobierno Cámpora!

La Revolución China

La Revolución China

por Ted Grant

Primera impresión en Socialist Appeal, enero 1949. Copiado de http://www.tedgrant.org/espanol/1949/revolucion-china.htm

Con el espectacular avance del Ejército Rojo chino, los diplomáticos del Departamento de Estado estadounidense y del Foreign Office británico están discutiendo seriamente la posibilidad del colapso total del régimen de Chiang Kai-Shek. Toda la prensa capitalista escribe artículos sombríos sobre la perspectiva de que el norte de China, pasando por el centro hasta el Yangtse, caiga bajo el dominio estalinista.

En tres años hemos tenido el colapso del imperialismo japonés, el Ejército Rojo ha conquistado Manchuria y la mayor parte del norte de China. La capital china, Nanking, junto a la ciudad más rica de China, Shangai, que cuenta con una población de cinco millones de personas, están cayendo rápidamente bajo el dominio del Ejército Rojo. El territorio que dominan ya los estalinistas tiene una población superior a los 170 millones de personas.

Los capitalistas británicos, con unas inversiones en China que ascienden a 450 millones de libras, están consternados ante la perspectiva de perder este terreno de inversión tan lucrativo. El imperialismo estadounidense, cuya esfera de influencia china decayó con el despertar de otras potencias imperialistas durante la guerra, ha dado al gobierno del Kuomintang una ayuda valorada en 3.000 millones de dólares, un intento inútil de salvaguardar China para la explotación imperialista.

Pero los imperialistas estadounidenses ahora se dan cuenta de que conceder más ayudas simplemente significa tirar el dinero. Con todas las ventajas y técnicas militares a su favor, en las primeras etapas de la guerra civil que siguió a la guerra mundial, el Kuomintang ha sufrido una derrota tras otra. El régimen del Kuomintang, bajo el dominio dictatorial de Chiang Kai-Shek, representa a los terratenientes feudales y a los capitalistas. Está controlado por una camarilla militar completamente corrupta que oprime a los trabajadores y campesinos, y que al mismo tiempo saquea a sus maestros.

Chiang Kai-Shek llegó al poder después de la derrota de la revolución china de 1925-27, donde jugó el papel de principal carnicero de la clase obrera. Lo consiguió gracias a la política de Stalin y Bujarin, y a la dirección del Partido Comunista Chino. Su política entonces fue la de formar un bloque con los terratenientes, capitalistas y señores de la guerra feudales chinos, supuestamente para defender la lucha contra el imperialismo. En consecuencia, sabotearon los intentos de tomar las fábricas de los trabajadores y los intentos de los campesinos de ocupar las tierras. Un ministro de trabajo “comunista” saboteó las huelgas y castigó a los huelguistas. Un ministro de agricultura “comunista” ordenó disparar a los campesinos que intentaban tomar la tierra.

La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang capitalista como sección simpatizante. En La Tercera Internacional después de Lenin, Trotsky en una nota explica el papel de los estalinistas:

“La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang como partido simpatizante a principios de 1926, aprobado por el Politburó del PCUS, con el único voto disidente de Trotsky. Hu Han-min, el dirigente de derechas del Kuomintang, participó en el Sexto Pleno de la ECCI, en febrero de 1926, como delegado fraternal del Kuomintang. Shao Ki-tze, un secuaz de Chiang Kai-Shek, asistió como delegado fraternal al Séptimo Pleno, ECCI, noviembre de 1926. (Minutes. Edición alemana. pp. 403f. Londres. 1936).

El 21 y 22 de marzo de 1927 los trabajadores de Shangai tomaron la ciudad. Chiang inmediatamente comenzó los preparativos para masacrarles. Conspiró con los imperialistas para aplastar a los trabajadores.

En lugar de preparar la lucha, los estalinistas apoyaron plenamente a Chiang. El órgano oficial de la Comintern,International Press Correspondence, edición francesa, 23 de marzo de 1927 página 443 decía: “Lejos de dividir, como dicen los imperialistas, el Kuomintang sólo ha fortalecido sus filas”.

El 30 de marzo escribían:

“Por ahora está completamente excluida una escisión en el Kuomintang y las hostilidades entre el proletariado de Shangai y los soldados revolucionarios ya que el propio Chiang Kai-Shek ha declarado que acataría las decisiones del partido… Un revolucionario como Chiang Kai-Shek no descansará, como les gustaría creer a los imperialistas, hasta llegar a Chang Tao-lin (el norte militarista) para luchar por el movimiento de emancipación…”.

Chiang empezó a organizar un golpe, masacró a la flor y nata de los trabajadores, ilegalizó los sindicatos, las organizaciones campesinas, el Partido Comunista y privó a las masas de todos sus derechos.

Las masas fueron completamente derrotadas y los remanentes de la dirección china del Partido Comunista huyeron a las zonas campesinas, y ahí intentaron organizar una guerra campesina.

El ejército campesino

La lucha guerrillera vomitó dirigentes con un genio militar notable. Mao Tse Tung, Chu The [1] y otros, consiguieron escapar de las poderosas fuerzas militares que el Kuomintang había lanzado tras ellos. A pesar de la línea política equivocada que llevó a desastres sucesivos, en una de las hazañas militares más destacadas de la historia mundial, Mao dirigió desde el centro y sur de China una retirada de 6.000 millas hacia las montañas próximas a Yenan, donde se creó una república “soviética”. Allí, a pesar de todos los esfuerzos del régimen de Chiang por expulsarles, consiguieron mantenerse y repeler un ataque tras otro. El secreto de su éxito fue la división de la tierra entre los campesinos de esta pequeña región que contaba con una población de diez millones de personas.

En el período entreguerras el régimen de Chiang acumuló cada vez más cargas sobre los hombros de los trabajadores y campesinos. En algunas zonas los funcionarios locales corruptos cobraban impuestos a los campesinos con ochenta años de anticipación.

Había un despilfarro constante de riqueza en gastos militares y el débil régimen del Kuomintang demostró ser incapaz de llevar a cabo una lucha revolucionaria contra las incursiones del imperialismo japonés.

El régimen de Chiang se dedicó a implantar una política de terror y robo. En dos décadas degeneró completamente de arriba a abajo y perdió prácticamente la mayor parte del apoyo que tenía entre la clase media.

Después del colapso de Japón, con cierta ayuda del Ejército Rojo en Manchuria que ayudó a los estalinistas a capturar las municiones japonesas, una gran parte de Manchuria y del norte cayó en manos de los estalinistas. El Ejército Rojo chino había llevado a cabo una guerra de guerrillas contra el militarismo japonés durante la guerra y después del colapso japonés se quedó en una posición estratégica para capturar algunas zonas del país. Incluso durante la guerra la principal preocupación de Chiang era el peligro social en casa ¾ cómo ocuparse de los estalinistas y los trabajadores¾ , no estaba claro que Japón cayera derrotado y es bastante probable que hubiera capitulado y llegado a un compromiso con el imperialismo japonés.

Un régimen moribundo

El imperialismo estadounidense ayudó a Chiang con municiones y otros suministros, incluso con la intervención militar directa en el trasporte de tropas del Kuomintang a Manchuria y el norte de China, en concreto la flota y fuerza aérea estadounidenses. Chiang al principio consiguió algunos éxitos, pero todo fue en vano. Estaba al mando de un régimen moribundo más arcaico que incluso el régimen zarista ruso. El régimen estaba tan corrompido que una gran parte de los suministros eran vendidos por los funcionarios a los ejércitos estalinistas a cambio de oro, los ministros y funcionarios del gobierno de Chiang se quedaban con una gran parte de los dólares que EEUU enviaba para la guerra. Sólo una pequeña parte de los suministros y municiones llegaban a las tropas nacionalistas que se encontraban en el frente.

Los oficiales del ejército intrigaban entre sí, como ocurre en todos los regímenes condenados. Chiang, por ejemplo, privó de municiones al general Fu Tso Yi, el único general destacado que realmente tenía capacidad en el ejército nacionalista, por temor a que pudiera sustituirle. A los generales les superó la estrategia y las tácticas del Ejército Rojo.

Las cuestiones sociales

Sin embargo, la razón principal para la victoria de los estalinistas chinos en seguida las abordó Mao Tse Tung: las cuestiones sociales. La “tierra para los campesinos”, como en la Revolución Rusa, fue el toque de difuntos para los terratenientes feudales y su régimen corrupto. En gran medida los estalinistas chinos han realizado una revolución agraria. Esa es la diferencia significativa entre la lucha de 1927 y la actual. Esta cuestión es la responsable del desvanecimiento de los ejércitos que Chiang intentó utilizar para aplastar la rebelión agraria. Los ejércitos de Chiang estaban formados por campesinos —en realidad los campesinos más pobres— que no tenían dinero suficiente para escapar del servicio militar sobornando a los oficiales.

Incluso el News Chronicle (11/12/1948) tiene que admitir lo siguiente:

“Existente descontento entre las filas del ejército nacionalista. Los soldados rasos de Chiang reciben cinco peniques al mes.

En algunas aldeas a los reclutas se les ata en el camino que va hacia los barracones y cuando viajan en tren las puertas de los vagones están selladas para que no puedan escapar”.

Naturalmente desertaban con sus armas y cuando se encontraban con el programa agrario de los estalinistas desertaban divisiones militares enteras.

El programa agrario estalinista

En la conferencia nacional agraria del Partido Comunista Chino celebrada el 13 de septiembre de 1947 se propuso una ley agraria que incluía los siguientes puntos:

“Artículo 1º. Abolición del sistema agrario de explotación feudal y semifeudal. Se establece el sistema agrario de ‘tierra para el campesino’.

Artículo 2º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los terratenientes.

Artículo 3º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los santuarios ancestrales, templos, monasterios, escuelas, instituciones y organizaciones.

Artículo 4º. Cancelación de todas las deudas contraídas en el campo antes de la reforma del sistema agrario”.

El artículo 10º afectaba directamente a los soldados e incluso a los oficiales del Kuomintang y dice lo siguiente:

“Sección c. A todo el personal de los Ejércitos Populares de Liberación, gobiernos democráticos y a todas las organizaciones populares que vivan en el campo se les entregará tierras y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos y sus familias.

Sección d. Los terratenientes y sus familias recibirán tierra y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos.

Sección e. Las familias de los oficiales y soldados del Kuomintang, militantes del Partido Kuomintang y otro personal enemigo que vivan en las zonas rurales, recibirán tierra y propiedades equivalentes a las de un campesino”.

Uno de los hechos más destacados de la situación china es la relativa pasividad de la clase obrera. Es verdad que como resultado del colapso de los ejércitos de Chiang estallaron huelgas en las grandes ciudades: Shangai, Cantón, Hankow y Nanking, a pesar de las condiciones represivas. Sin embargo, está claro que cuando los estalinistas avancen hacia las grandes ciudades del Yangtse, los trabajadores, debido a la ausencia de una alternativa de masas, sólo podrán reunirse alrededor de su bandera. Los trabajadores nunca apoyarán al régimen de Chiang Kai Shek.

Todo trabajador socialista apoyará con entusiasmo la destrucción del capitalismo feudal en esta importante zona de Asia, incluso aunque se lleve a cabo bajo la dirección del estalinismo. Sus implicaciones a largo plazo son tan importantes como la propia Revolución de Octubre. No se puede hacer un análisis mejor del cuadro sombrío al que se enfrenta la clase capitalista mundial que el realizado por la editorial del periódico The Times (10 de noviembre de 1948):

“En el mejor de los casos sólo anuncia una cosa (en ese momento los nacionalistas controlaban Hsuchow pero después cayó), después de meses de conquistas la correlación de fuerzas militar, industrial e ideológica han cambiado hacia el lado comunista. Su control de grandes zonas del norte y el centro de China tiene un significado mucho más profundo que la invasión japonesa de hace diez años, los comunistas —ayudados por Rusia porque eran y son marxistas— han armado y organizado a las fuerzas revolucionarias nativas. En cuanto a su inmensidad y alcance también es probable el actual levantamiento tenga consecuencias comparables a las que tuvo la Revolución Rusa de 1917. Cuanto mayor sea el éxito de los comunistas chinos mayor será su influencia y mejor será el momento para tener un éxito importante. Los largamente acariciados planes soviéticos de trasladar a los millones de campesinos atrasados de Asia a la zona que abarca desde el Oder a Sakhalin recibirían un gran impulso.

… Pueden agitar al campesinado utilizando sus divisiones y han conseguido ganar el apoyo del campesinado expropiando a los terratenientes y distribuyendo la tierra. Cuanto más prosperen las reformas agrícolas de los comunistas obviamente menos tendrán que recurrir a las grandes ciudades para la alimentación; la comida se encuentra fundamentalmente en las zonas rurales.

En algunas regiones se ha ejecutado o encarcelado a aquellos oficiales que son anticomunistas; en otras se ha mostrado tolerancia con los pequeños cambios de la forma tradicional de vida. Los empresarios sólo han tenido la elección de quedarse o abandonar. Esta muestra de tolerancia parece ser la política de Mao Tse Tung, un dirigente comunista muy astuto. Sus escritos y discursos le presentan como un marxista inquebrantable, pero hay que reconocer que el análisis de Marx sobre las posibilidades de la revolución en la Europa industrial del pasado siglo no se puede aplicar estrictamente en el estado agrícola o primitivo en el que se encuentra la mayor parte de China. Parece haber decidido alcanzar su objetivo comunista en dos etapas. La primera debe ser un sistema de relativo libre comercio, similar a la Nueva Política Económica que Lenin introdujo después del fracaso inicial del comunismo militante en Rusia. Él pretende encontrarse ahora en esta etapa y espera, con éxito, no sólo ganar a los campesinos, sino también mitigar los temores de muchos habitantes de las ciudades. En segundo lugar, cuando la primera etapa se haya cumplido, pretende dar un paso más hacia el socialismo marxista”.

Las referencias al marxismo y la política comunista de Mao son por supuesto falsas. La política del estalinismo en Rusia, Europa del Este y China ha sido etiquetada de marxista por los actuales periodistas capitalistas. Pero se trata de una perversión del marxismo. Sin embargo para The Times parece que la táctica de los estalinistas chinos será similar a la utilizada por los estalinistas en Europa del Este.

Dos caras de la misma moneda

Al mismo tiempo que se apoya la destrucción del feudalismo en China, hay que insistir en que debido a la dirección de los estalinistas de este proceso sólo una saldrá horrible caricatura de la concepción marxista. No es una verdadera democracia, sino un régimen totalitario tan brutal como el de Chiang Kai Shek. Como ha ocurrido con los regímenes de Europa del Este, Mao verá en Rusia a su modelo. Sin duda, conseguirá un tremendo avance económico. Pero las masas, tanto obreras como campesinas, serán esclavizadas por la burocracia.

Los estalinistas están incorporando a su régimen a militaristas ex-feudales, elementos capitalistas y oficialidad burocrática de las ciudades que ocuparán puestos de privilegio y poder.

Sobra la base de una economía atrasada la diferenciación a gran escala entre los campesinos (como después de la Revolución Rusa durante el período de la NEP), ayudada por el fracaso de la nacionalización de la tierra, los elementos capitalistas presentes en el comercio e incluso en la industria ligera, podrían servir de base para la contrarrevolución capitalista. Se debe tener en cuenta que en China, debido a su mayor atraso, el proletariado es más débil con relación al campesinado que en Rusia durante la NEP. Incluso en Checoslovaquia y otros países de Europa del Este, donde los elementos capitalistas eran relativamente más débiles, el peligro de giro capitalista existió durante un tiempo. El hecho de que los trabajadores y los campesinos no tengan ningún control democrático y que la tiranía totalitaria se haya impuesto a la barbarie asiática y crueldades del antiguo régimen, provoca la existencia de esta posibilidad. Sin embargo, parece probable que los elementos capitalistas sean derrotados debido a la tendencia histórica a la decadencia del capitalismo mundial. La impotencia del imperialismo mundial se puede ver en que mientras intervino directamente contra la Revolución China de 1925-27, hoy ve impotente el colapso del régimen de Chiang.

Sin embargo, es bastante probable que Stalin tenga en sus manos a un nuevo Tito. Los comentaristas capitalistas astutos ya están especulando sobre esta posibilidad, aunque sólo les proporcione un gélido alivio. Mao tendrá una base poderosa en China, con sus 450-500 millones de habitantes y sus recursos potenciales, y con el apoyo indudable de las masas con el que contará su régimen en las primeras etapas. Así que los nuevos conflictos y enfrentamientos serán de ayuda para que la clase obrera mundial comprenda la verdadera naturaleza del estalinismo.

NOTAS

[1] Chu Teh se unió al PC chino (PCCh) en 1922. Sus fuerzas militares se unieron con las de Mao Tse Tung en 1928. Chu se convirtió en el principal líder militar del PCCh en marzo y la guerra civil contra Japón.

La Verdad sobre Moreno

La Verdad sobre Moreno

(Introducción a la edición en inglés)

Traducido del folleto Moreno Truth Kit [La Verdad Sobre Moreno], noviembre de 1979. Reproducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982

La expulsión de 60 “trotskistas éxtranjeros” de Nicaragua por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en agosto de 1979 fue motivo de titulares en la prensa mundial. Los deportados (ya más de 100) eran dirigentes de la Brigada Simón Bolívar, organizada por la Fracción Bolchevique (dirigida por Nahuel Moreno) del mal llamado “Secretariado Unificado de la IV Internacional” (S. U.). Así que cuando el S. U. no sólo no protestó sino que respaldó esta represión por un gobierno burgués, causó una conmoción en esta parodia camarillesca de la IV Internacional de Trotsky (actualmente embarcada en la preparación de su “XI Congreso Mundial”). La revelación posterior (ver “Did Camejo Turn Them In?” en Workers Vanguard No. 242, 26 de octubre de 1979) de que dirigentes del SWP norteamericano puedan haber sido cómplices en la deportación (y tortura por la policía panameña) de sus “compañeros” morenistas, sólo pudo reforzar el creciente impulso hacia la ruptura del S. U.

Estas circunstancias han contribuído a darle a Moreno y Cía. una reputación de militancia. Pero durante muchos años, esta corriente ha estado en la extrema derecha del pretendido trotskismo mundial. He aquí el hombre que en Argentina a principios de los años 50 ayudara a formar un partido “socialista” peronista-un ala izquierda del populismo burgués. Este es el famoso Moreno que a mediados de los años 60 escribiera que la abortada organización castrista “OLAS … es el único vehículo organizacional para el poder” en América Latina. Sin ’embargo, en 1974 Moreno respaldaba al criminal régimen peronista contra los guerrilleros de izquierda (a los cuales se refirió escandalosamente como “la réplica” de la AAA [Alianza Anticomunista Argentina] y otros terroristas ultraderechistas). Es el mismísimo Nahuel Moreno (alias Hugo Bressano) cuyas trampas financieras son legendarias en la izquierda latinoamericana: desde, según se afirma, huir con dineros destinados a la organización campesina de Hugo Blanco en los años 60, hasta recaudar fondos para financiar su Brigada Simón Bolívar mediante la venta de “Bonos Sandinistas” carentes de valor alguno.

Nahuel Moreno es un cínico artista transformista cuyas actuales posiciones políticas tienen poca (y frecuentemente ninguna) relación con las anteriores o con las que están por venir. Sus posturas “izquierdistas” son frecuentemente copias al carbón de otras tendencias (entre ellas la nuestra, tal como su tardío descubrimiento del “eurotrotskismo” de Ernest Mandel y Cía.). Y su aparente ortodoxia en cuestiones doctrinales se combina con traiciones “tácticas” tan desvergonzadas como para dejar pasmados hasta a los habitantes del pantano del S. U. Pero el sujeto es peligroso. En momentos en que el S. U. apuñala en la espalda a sus compañeros en Nicaragua, incluso arreglando su expulsión por las autoridades burguesas, y dirige a militantes iraníes a la matanza a manos del clerical-feudalismo de Jomeini, todo sincero aspirante al trotskismo buscará una respuesta revolucionaria a la traición de Mandel y del SWP. Y es nuestro deber como revolucionarios advertir al movimiento obrero contra el fraude de Nahuel Moreno y su “Fracción Bolchevique”. Ese es el propósito de este cuaderno, La Verdad sobre Moreno.

¡Ojo entonces! Este sujeto es un aventurero cínico, un camaleón político y un estafador. Y adviertan también que ha sido la tendencia espartaquista internacional quien ha puesto al descubierto consistentemente a Moreno y Cía. Al mismo tiempo que indicamos el camino hacia el renacimiento de una IV Internacional auténticamente trotskista.

noviembre de 1979

OCI/Moreno: Nicaragua ocasiona un noviazgo de conveniencia

OCI/Moreno:

Nicaragua ocasiona un noviazgo de conveniencia

Traducido de Workers Vanguard No. 242, 26 de octubre de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 11, diciembre de 1982.

Los sucesos en Nicaragua han echado a girar furiosamente al carusel del Secretariado Unificado (S.U.), dando lugar a un enlace inesperado. Repentinamente la Organisation Communiste Internationaliste francesa (OCI) de Pierre Lambert está haciendo un frente común con la Fracción Bolchevique (FB) de Nahuel Moreno. Hasta ayer un observador fortuito habría dicho que lambertistas y morenistas estaban en lados opuestos del arco seudotrotskista, sin nada en común. Por estos días la FB ha reclamado el flanco izquierdo del S.U. mientras que la OCI parece una parodia socialdemócrata químicamente pura del trotskismo. Sin embargo, ahora se unen para elogiar a la Brigada Simón Bolívar (BSB), recientemente expulsada de Nicaragua por el victorioso Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y para denunciar a la “reconstituida” (pero no muy estable) mayoría del S.U. dirigida por Ernest Mandel y Jack Barnes. Por ahora, pero no mañana, pues este, putrefacto bloque de los más podridos sólo podrá tener el término medio de vida de un mosquito.

En una reunión tempestuosa del S.U. el fin de semana del 30 de septiembre de 1979, éste aprobó una serie de resoluciones que constituyen una liquidación total de cualquier presencia y línea política independientes en Nicaragua, en aras de una subordinación completa al Frente Sandinista pequeñoburgués. La Brigada Bolívar dirigida por los morenistas fue condenada sin ambages y le advirtieron a la Fracción Bolchevique que si no dejaba de funcionar como una “fracción pública”, sería expulsada. Una resolución política extensa, “Nicaragua: revolución en marcha” truena contra “una huida precipitada hacia el ultra-izquierdismo” e intentos de “forzar en forma aventurera el ritmo de la lucha de clases”, al mismo tiempo que rechaza los llamados a romper con la burguesía como una “tentación sectaria para aplicar un esquema abstracto” (Intercontinental Press, 22 de octubre). Concluye con un llamado a todos los partidarios del S.U. a actuar “como militante leal de la organización que encabezó el derrocamiento de Somoza” ― es decir, que disuelvan sus organizaciones, se adhieran al FSLN, se callen y obedezcan las órdenes de los líderes sandinistas.

Como respuesta a esta traición Moreno presentó una contrarresolución condenando al S.U. por su negativa a expresar siquiera una solidaridad elemental con sus propios “compañeros” enfrentados con la represión del gobierno burgués nicaragüense. Esta resolución de la Fracción Bolchevique “RECHAZA estas medidas, que violan todas las reglas del centralismo democrático,” y pide a los militantes que “impidan la celebración de un congreso mundial antidemocrático”. La amenaza de una escisión antes del “XI Congreso Mundial” del S.U., proyectado para noviembre, estaba clara. Además de la FB, también votaron por esta resolución los miembros de la Tendencia Leninista-Trotskista (TLT). (La TLT es una agrupación de antiguos partidarios de la Fracción Leninista-Trotskista ―dirigida por el Socialist Workers Party norteamericano― quienes después de la disolución de la FLT por el SWP en 1977 querían continuar la lucha fraccional contra la mayoría del S.U. bajo Mandel, y que luego se alinearon políticamente a grosso modo con los lambertistas.)

Inmediatamente después de la explosión en Bruselas, los representantes de la TLT y de la FB celebraron una reunión privada con la dirección de la OCI, quienes luego en forma provocadora publicaron esta noticia en su informe público (Lettre d’Informations Ouvrieres, 10 de octubre de 1979) junto con varios documentos internos del S.U. (“sacados de un expediente que nos facilitó el camarada Moreno”). El informe apoya políticamente a la Brigada Simón Bolívar y a la FB quienes intentan “ayudar a las masas a desarrollar sus propias organizaciones,” mientras que el periódico de la OCI, Informations Ouvrieres del 6 de octubre, anuncia que negarse a defender el derecho de la BSB a permanecer en Nicaragua sería lo mismo que unirse con “los liquidadores de la IV Internacional” (durante el mes y medio anterior a este anuncio no había mención alguna sobre el asunto en el semanario IO). Así pues se ha sellado el bloque, al menos para estropear conjuntamente al SWP y a Mandel, mientras que los anteriores intentos por la OCI de unirse al S.U. han sido aparentemente aplazados. Lambert estaba maniobrando para hacer estallar al S.U. y ahora que está por darse una escisión, sencillamente ha apostado por Moreno como su mejor chance.

¿Hacia la izquierda o la derecha en Nicaragua?

Frente a la imperdonable aprobación por el SWP de la represión antiobrera del Frente Sandinista, y a su alianza con la “burguesía antisomocista” en un gobierno capitalista, y en contraste a la claudicación más bien vergonzante y llorona de los mandelistas, le cuesta poco al bloque morenista/lambertista vestirse de izquierdista en Nicaragua. He aquí lo que escribió la OCI del nuevo régimen nombrado por el FSLN:

“Este gobierno burgués, instalado únicamente debido al espíritu conciliacionista de los dirigentes sandinistas… ha recibido, por haber llevado a cabo sus tareas contrarrevolucionarias, el apoyo del imperialismo y de la burocracia del Kremlin…”

Informations Ouvrieres, 8-23 de agosto de 1979

Igualmente, la Organización Socialista de los Trabajadores (OST) costarricense, una sección simpatizante del S.U. vinculada con la TLT y directamente ligada a la OCI francesa, escribió en su periódico ¿Qué Hacer? (26 de junio-11 de julio de 1979) poco antes de la caída de Somoza, que la negativa del gobierno provisional del FSLN a convocar elecciones inmediatas “demuestra claramente sus intenciones de proteger los intereses de la burguesía nacional y del imperialismo…” (traducido de Intercontinental Press, 10 de octubre de 1979). Por otro lado los morenistas colombianos del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) escriben que los gobiernos latinoamericanos:

“con su intervención y apoyo al FSLN, compraron un ‘seguro de vida’ para el capitalismo…. En síntesis, las burguesías ‘democráticas’ le han pasado la factura al FSLN; y el consejo de Castro es muy claro: ¡páguenla!”

El Socialista, 7 de septiembre de 1979

Esta crítica al régimen sandinista reviste un tono marcadamente izquierdista. Pero las verdaderas políticas respectivas de la FB/BSB y de la OCI/TLT se ubican muy a la derecha de su postura actual; es más, se contradicen mutuamente en forma aguda. En realidad, antes de que el FSLN tomara el poder el 20 de julio, no había base alguna para que los morenistas se unieran con los lambertistas en torno a (o dentro de) Nicaragua. Como antes explicamos (ver “La revolución en Nicaragua y la izquierda”) la actual hostilidad que sienten los morenistas para con el FSLN no es sino el resentimiento de pretendientes rechazados. Durante el año pasado han llamado repetidamente por un gobierno sandinista, después rebautizado “un gobierno del Frente y de las organizaciones obreras y populares” (El Socialista, 15 de junio) y fórmulas por el estilo. Pero el FSLN, bajo la presión del imperialismo y de gobiernos capitalistas latinoamericanos “amistosos”, y siguiendo el consejo de Fidel Castro, prefiere andar con los industriales y tecnócratas.

En cuanto a la política morenista con respecto a la Brigada Simón Bolívar, fue aún más oportunista (mientras también presionaban a los altos dirigentes del FSLN, lo que pronto les llevó a la ruina). Enviar una brigada internacional puede ser una táctica valiente y aun necesaria para los comunistas en situaciones de guerra civil; la participación de varias decenas de trotskistas europeos en la Brigada Lenin del POUM durante la Guerra Civil Española, por ejemplo, fue algo principista y admirable. Pero siendo que no se puede esperar poder actuar independientemente de una dirección militar en existencia, es imprescindible establecer y defender el carácter proletario de un tal cuerpo. La Brigada Bolívar era una parodia de estos principios. Su mismo nombre le niega un carácter de clase obrero, y la “Carta Abierta” morenista que la convoca dice textualmente, “el único punto programático de la brigada Simón Bolívar es apoyar la lucha del pueblo sandinista…” (El Socialista, 22 de junio de 1979). Además de los tratos financieros sospechosos normales para los morenistas ―el PST colombiano, que organizó la Brigada, obtuvo dinero a través de la venta de unos Bonos Sandinistas chimbos― también le pidieron al gobierno colombiano que “se reconozca legalmente a la Brigada Simón Bolívar garantizándose la documentación, transporte y financiamiento….”

Pero si es que Moreno y Cía. trataron de aprovecharse del entusiasmo por la revolución dirigida por los sandinistas contra el odiado tirano Somoza, y su truco fue malogrado, por lo menos estuvieron a la izquierda del FSLN nacionalista pequeñoburgués. En cambio, la OST costarricense ―y por extensión sus mentores de la Tendencia Leninista-Trotskista― ¡denunciaron al Frente Sandinista como ultraizquierdistas y aventureristas criminales! Su principal portavoz es un tal Fausto Amador (hermano del asesinado fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador), quien se salió del Frente hace unos cuantos años como elemento desmoralizado. En un folleto titulado ¿Adónde va Nicaragua? publicado por la OST en febrero de 1979, Fausto Amador y Sara Santiago presentaron un análisis no solamente cien por ciento falso ―sino que era por ende propaganda derrotista, en efecto pidiéndoles a las masas nicaragüenses que rindieran sus armas en vísperas del enfrentamiento final con el dictador:

“En Nicaragua, la segunda ofensiva se fue rápidamente convirtiendo en un mito en el que nadie creyó más… No habrá segunda ofensiva. Para todos esto es obvio, al menos en el futuro inmediato…. La falta de una segunda ofensiva pondría de manifiesto la acción de Septiembre [de 1978] como una aventura nefasta.”

La alternativa de la OST/TLT –manifestaciones pacíficas por los derechos democráticos― era legalismo cretino en un país que sufría bajo una dictadura bonapartista (y que además se debatía en medio de una insurgencia popular). Como señalamos cuando el SWP norteamericano publicó en junio pasado un texto parecido escrito por Amador y Santiago: “Presentar esta cobardía y desmoralización socialdemócrata como algo relacionado en modo alguno al marxismo es la peor cosa que pueda hacer el SWP /S.U. para ensuciar el nombre del trotskismo ante las masas centroamericanas” (Workers Vanguard No. 234, 22 de junio de 1979). En cuanto a la OCI, su oposición al régimen del FSLN se basa simple y puramente en la estalinofobia ― denuncia “la repentina resurrección del moribundo Partido Socialista Nicaragüense (sucursal nacional del Kremlin)” y “el peso excesivo de sus miembros con respecto a los sandinistas en el gobierno” (Informations Ouvrieres, 8-23 de agosto de 1979).

Portugal, Angola, Cuba…

Hemos tratado en otra parte con la contradicción escueta entre el “izquierdismo” abstracto de la Fracción Bolchevique de Moreno sobre el eurocomunismo, la dictadura del proletariado o el frentepopulismo en la distante Europa por un lado y su política ultra-oportunista en Latinoamérica (apoyo político a Perón, Torrijos, etc.) por otro. ¿Pero qué de sus nuevos compinches de la Tendencia Leninista-Trotskista (y de sus mentores en la OCI)? Al oponerse a la disolución de la FLT en 1977, los futuros militantes de la TLT presentaron una cara izquierdista: cuando el SWP calificó a la mayoría mandelista de ultra-izquierdista, ellos la calificaron de centrista; cuando Jack Barnes dijo que la fracción se formó sólo para luchar contra el guerrillerismo, ellos dijeron que también para luchar contra el frentepopulismo en el propio país. Pero cuando llegó el momento de formular un “Llamado por la formación de una tendencia internacional” ([SWP] International Internal Discussion Bulletin, diciembre de 1978), la futura TLT se basó en todas “las adquisiciones políticas y programáticas” de la FLT, y en particular en “los textos de la FLT sobre la revolución portuguesa y sobre Angola”.

Este hecho marcó definitivamente a la Tendencia Leninista-Trotskista como reformista, y también como capituladores ignominiosos. ¿Cuál fue la posición de la FLT con respecto a Portugal y Angola? En el punto culminante de la polarización de 1975 en Portugal, cuando los obreros de Lisboa tomaban las fábricas, la FLT llamó por un programa puramente “democrático” de defensa de la asamblea constituyente (en ese momento el grito de combate de la derecha). A la hora en que el Partido Socialista de Mario Soares encabezaba una movilización de masas anticomunista que quemaba las oficinas del PC, el SWP proclamó que “la verdadera vanguardia de la clase obrera portuguesa… participó en las manifestaciones del PS” (Militant, 8 de agosto de 1975). Y la OCI llamó por “un gobierno Soares” (Informations Ouvrieres, 23 de julio-6 de agosto de 1975). Moreno rompió con el SWP e hizo escindir a la FLT precisamente sobre este punto, mientras que los futuros TLTistas al principio condenaron aún más tajantemente el seguidismo del SWP tras Soares (sólo para capitular unas semanas después y votar por la resolución de la FLT, “Cuestiones claves de la revolución portuguesa”).

Para marxistas principistas, diferencias de la envergadura de las que dividieron los morenistas de los lambertistas sobre Portugal habrían hecho imposible cualquier unidad: igual que el SWP y Mandel, éstos se habrían encontrado en lados opuestos de las barricadas en Lisboa. Lo mismo sobre Angola, donde en el momento crítico de la lucha contra el avance sobre Luanda de fuerzas dirigidas por Sudáfrica y financiadas por la CIA, el SWP/FLT se negaron a tomar partido por el triunfo militar del MPLA respaldado por la URSS. (Después trataron de adornar esta vil traición mediante una “revisión” burda de una declaración del comité nacional del SWP de enero de 1976.) Moreno denunció esto en términos muy violentos, sacando un libro completo sobre el tema (Angola: La revolución negra en marcha [1977]) donde dice que “la mejor manera de ayudar a Vorster y al imperialismo yanqui era decir lo que dijo el SWP….” Entonces, ¿cómo justifica Moreno unirse hoy con los que alaban como “histórica” la política del SWP/FLT?

¿Y Cuba? En cuanto a Cuba la TLT apoya “la línea general de las contribuciones por D. Keil”, y tres líderes de la OST costarricense (Andrés, Rodrigo y Sara) firmaron junto con Keil un documento calificando el régimen de Castro de “estado obrero burocratizado” (“Por un cambio en la posición sobre Cuba de la IV Internacional”, [SWP] IIDB, diciembre de 1978). Otra vez, a primera vista esto podría verse como un paso hacia la izquierda frente al apoyo político dado por el S.U. al “trotskista inconsciente” Fidel (que ahora ha extremado aún más con el panegírico del SWP a Castro, campeón de la paz y amigo de los niños del mundo). Pero como señalamos en nuestro artículo, “¡Por una revolución política en Cuba!” (Workers Vanguard No. 244, febrero de 1979) Keil et al atacaban al SWP “desde la derecha, pronunciándose en efecto por una posición consecuentemente socialdemócrata de oposición a todo régimen estalinista”. Concluimos: “Sumen las posiciones del SWP/FLT sobre China, Vietnam, Portugal y Angola y añadan la posición sobre Cuba de un estado obrero deformado y ¿cuál es el resultado? Un programa acabado de estalinofobia.” Las posiciones abiertamente contrarrevolucionarias de la TLT/OST sobre Nicaragua, que califican a la victoriosa “segunda ofensiva” de los sandinistas como una “aventura”, confirman nítidamente nuestra conclusión anterior.

… Y el caso extraño de Fausto Amador

Estas cuestiones ―los temas más fundamentales para una perspectiva revolucionaria en los recientes acontecimientos importantes― no son sino el pequeño cambio en los negocios de combinación y recombinación de las luchas fraccionales del S.U. Sí hay cierta base para el bloque morenista/lambertista: ambos son profundamente reformistas aunque hoy día se dan luces de izquierda en torno a Nicaragua. Además, está la oportunidad atractiva dada por la reciente ruptura de la OCI con los viejos opositores de Moreno en Argentina, el grupo Política Obrera (el enemigo de mi enemigo es mi amigo, etc.). Pero quedan varios puntos problemáticos aun para estos oportunistas consumados. Y uno de éstos es el caso de Fausto Amador, ya conocido por nuestros lectores.

Amador no simplemente rompió con el FSLN. Fue entrevistado en la televisión somocista y habló a la prensa somocista, donde les urgió a los demás militantes de la organización guerrillera que rindieran sus armas a cambio de la promesa de una amnistía por la ensangrentada dictadura dinástica. Por esto los líderes del FSLN le consideraron con justificación un traidor. Después como agregado cultural nicaragüense en Bruselas ―es decir, como un empleado de Somoza― fue, según se informa, ganado a la perversión del trotskismo propagado por el S.U. Naturalmente esto causó cierta conmoción en Centroamérica donde el caso era bien conocido. Moreno, al enterarse de esto fue el primero en plantear la cuestión dentro del S. U. En una reunión del comité central del PST colombiano en diciembre de 1977, el dirigente de la Fracción Bolchevique, Eugenio Greco, se quejó:

“¿Conocen el nombre que le dan en Europa a lo que ha hecho Fausto Amador? Le llaman colaboracionismo…. Si ocurre una combinación de circunstancias muy probables: que cae Somoza; que el Frente Sandinista surge como un movimiento de gran prestigio debido a su lucha anti dictatorial…. El Frente Sandinista quizás diría: Quisiera que la IV Internacional nos explicara porqué Fausto Amador Arrieta está en sus filas… y, señores, en ese momento será el fin para el trotskismo en Centroamérica.”

― [SWP] IIDB, abril de 1978

Y así pasó. Pero hoy día el notorio Fausto Amador, un dirigente de la OST costarricense, es defendido por la TLT y por sus nuevos aliados Moreno y Cía. La contrarresolución de la Fracción Bolchevique en la reunión del S.U. del 30 de septiembre defiende explícitamente a Amador contra sus acusadores, “una dirección pequeñoburguesa ajena al movimiento trotskista”. Los ataques a la integridad personal de dirigentes políticos han sido una norma triste y ruinosa de la izquierda latinoamericana, donde la mayoría de escisiones tienen su enfoque en acusaciones de dinero robado o cobardía y traición. En el caso de Fausto Amador los cargos han sido probados esencialmente por su propia confesión; y todavía, permanece como un dirigente reconocido del S.U. Lo que se destruye por este hecho no es el trotskismo, sino las pretensiones revolucionarias de estos renegados del marxismo para quienes las manos de Fausto Amador no están sino un poco más manchadas que las de los demás.

El ala derecha de la YSL y la ‘crisis del estalinismo mundial’

El ala derecha de la YSL y la

‘crisis del estalinismo mundial’ (1957)

[Adaptada de la introducción a la edición en inglés, 8 de octubre de 1981. Esta versión en español fue impresa en Sindicato patronal de Polonia al servicio de los banqueros y la CIA — ¡Alto a la contrarrevolución de Solidarnosc!]

A continuación reproducimos la traducción de extractos de The Hungarian Revolution, editado en 1959 por un precursor de nuestra tendencia. El autor, Shane Mage, fue uno de los jóvenes shachtmanistas de izquierda que pasaron al trotskismo, fusionándose con el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano en 1958. “El ala derecha de la YSL y la ‘crisis del estalinismo mundial”, reproducido en el folleto de 1959, se originó como documento fraccional dentro de la Young Socialist League (YSL), la organización de la juventud de la tendencia encabezada por Max Shachtman que se separó del entonces revolucionario SWP al rechazar el principio fundamental del trotskismo de la defensa incondicional de la Union Soviética contra el imperialismo. La defensa por la mayoría de los shachtmanistas de las “metas democráticas generales” en la Revolución Húngara de 1956 representó un paso importante hacia su liquidación en la socialdemocracia oficial norteamericana. Fue el curso de los shachtmanistas hacia una unificación con el partido “socialista de Guerra Fría” de Norman Thomas (que en poco tiempo fue dominado por ellos) lo que empujó al ala izquierda de la YSL, formada por Mage, James Robertson, el execrable Wohlforth y otros, hacia el trotskismo y el SWP.

Estos jóvenes trotskistas, un sector importante de los cuadros fundadores del grupo de la juventud del SWP, se encontraron otra vez en un partido que estaba derechizándose a paso rápido. Mage fue uno de los camaradas que surgieron como la oposición de izquierda del SWP, fueron expulsados en 1964 y luego formaron la Spartacist League. La tendencia espartaquista es la expresión del programa trotskista abandonado por el SWP, hoy en día una formación reformista execrable. Mage, por su parte, se apartó de la política revolucionaria en los años 60.

Al analizar las bases sociales potenciales para la  contrarrevolución en Europa del Este, Mage señaló en “El ala derecha de la YSL…” que no es necesario que los partidos contrarrevolucionarios se pronuncien por, o lleven a cabo de inmediato, la desnacionalización de la industria estatizada. Más bien preferirían subordinar la industria nacionalizada a los intereses de la pequeña burguesía nacional y el capital internacional. Con esto Mage no expresaba algún concepto particular sino que seguía a Trotsky, quien escribió en 1937: “En el caso del triunfo de una contrarrevolución burguesa en la URSS; el nuevo gobierno tendría que basarse durante un largo periodo en la economía nacionalizada” (“¿Un estado ni obrero ni burgués?”).

Al mismo tiempo, Mage insistía en que no fue contrarrevolución lo que estaba aconteciendo en Hungría en octubre-noviembre de 1956. Los órganos efectivos del poder eran los consejos obreros que expresaban una concienciasocialista confusa, aunque con desviaciones sindicalistas e ilusiones “neutralistas”, mientras las fuerzas clerical-reaccionarias agrupadas en torno al cardenal Mindszenty eran relativamente débiles y contrapuestas (a los obreros). Estos son factores importantes para los revolucionarios, dictando una orientación hacia los eventos de 1956 en Hungría como desarrollándose hacia una revolución política proletaria. La polémica de Mage destaca así tajantemente la línea de la tendencia espartaquista en la actual crisis polaca, donde la constelación de las fuerzas contrarrevolucionarias (que en Hungría representaban elementos decididamente subordinados) hoy manejan la fuerza dominante detrás del “sindicato” Solidarnosc. El que el enfoque teórico y los criterios programáticos utilizados por Mage en torno a Hungría en 1956 mantengan su validez, aunque necesitando conclusiones muy distintas, para Polonia en la actualidad, demuestra el poder del trotskismo como la guía leninista contemporánea para la acción revolucionaria.

La obra de Mage sobre Hungría no carece de debilidades. Como revolucionario subjetivo en transición del shachtmanismo, él mantuvo a esta altura una postura blanda hacia un “antiestalinismo” sin distinciones y el “neutralismo” defendidos por algunos de los disidentes húngaros. Más aun, al descartar el apoyo a una intervención rusa en cualquier circunstancia, Mage elevó en forma impermisible el derecho democrático-burgués a la autodeterminación nacional sobre la cuestión de clase de la defensa del poder estatal proletario en contra del capitalismo-imperialismo.

* * * * *

Extractos de “El ala derecha de la YSL y la ‘crisis del estalinismo mundial”

de Shane Mage

[Publicado por primera vez en Young Socialist Review, 1 de junio de 1957]

La cuestión clave es la siguiente: en términos teóricos, ¿era posible que las revoluciones polaca y húngara resultaran en la restauración del capitalismo? El proyecto de resolución del NAC [Comité Nacional de Acción — cuerpo directivo de la YSL] lo descarta, sosteniendo que la “democracia” es suficiente para definir “la revolución por el socialismo democrático”. Este punto de vista, a mi ver, sólo es posible sobre la base de una ignorancia extraordinaria, de las fuerzas sociales y económicas reales que determinan la evoluciFirst Printed in Young Socialist Reviewón de Polonia y Hungría, y del contexto mundial en el que ocurrían estas revoluciones…

Establecer la democracia formal, si ha de significar algo, quiere decir elecciones libres a un parlamento soberano. Las elecciones libres, por otro lado, significarían la instalación de un gobierno que refleje el sector numéricamente más importante de la población. En Polonia y Hungría esta mayoría no es la clase obrera. Es la pequeña burguesía rural y urbana, los campesinos, los pequeños comerciantes, los artesanos, la vieja clase media….

He aquí uno de los elementos más escandalosos del proyecto de resolución del NAC. Los autores del proyecto, han hecho la omisión más estúpida posible en una resolución sobre Polonia y Hungría: ¡no hay mención alguna de la iglesia católica, sea como instituto religioso o como fuerza social!

Sin embargo, tanto en Polonia como en Hungría la iglesia es la única organización dejada intacta bajo el régimen estalinista, con un aparato estable y altamente articulado, una larga tradición de continuidad, y un gran prestigio popular….

¿Cuál es el papel anhelado de la iglesia en estas revoluciones? El Proyecto de Resolución sostiene que en Polonia y Hungría “las fuerzas que se declaran por una restauración del capitalismo… eran sumamente restringidas, sin peso alguno.” Es verdad que en Polonia y en Hungría la iglesia no expuso un programa abiertamente capitalista. Pero no le es necesario hacerlo. La iglesia católica, por su propia naturaleza como organismo internacional controlado totalmente desde el Vaticano, cumple un papel determinado en la política mundial — él de un aliado importante del imperialismo estadounidense y de la reacción capitalista en todos los países. Si se sintiera en condiciones para hacerlo, ¿qué razón hay para pensar que la iglesia encabezada por un Mindszenty se comportaría en manera diferente de la iglesia en Italia, España o Austria? Y si unas elecciones libres dieran como resultado un parlamento con mayoría católica, reflejando así la mayoría católica en el campo, ¿no se sentiría la iglesia en condiciones de hacerlo?

Me parece que es altamente probable que unas elecciones auténticamente libres, tanto en Polonia corno en Hungría, resultarían en una mayoría clerical pequeñoburguesa. No hubo elecciones libres en Polonia después de la guerra, pero si se hubieran celebrado, pocos (salvo los estalinistas) negarían que las hubiera ganado el Partido Campesino de Mikolajczyk. Pero sí hubo elecciones libres en Hungría, y de estas salió una mayoría considerable para el Partido de los Pequeños Propietarios, dirigido por los clerical reaccionarios Ferenc Nagy y Mons. (¡!) Bela Varga.

¿Es que un gobierno Mindszenty-Ferenc Nagy o Mikolajczyk-Wyszinski hubiera podido restablecer el capitalismo?…

Creo que un gobierno pequeñoburgués en Polonia o Hungría, si se le permite estabilizarse y apoderarse del país, bien podría llevar a cabo un retorno al capitalismo, y en muy poco tiempo. El primer paso sería absolutamente necesario, para cualquier gobierno no estalinista, restaurar las relaciones capitalistas en la agricultura, la pequeña producción y el comercio al por menor. La NEP [Nueva Política Económica] en Rusia producía en forma continua tendencias restauracionistas, simbolizadas por el auge de los nepistas y los kulaks. En efecto, la política de Bujarin de otorgar concesiones a estos elementos capitalistas habría llevado a este tipo de restauración del capitalismo a pesar del deseo subjetivo del ala derecha de los Bolcheviques de evitarlo. La NEP en un país atrasado y agobiado es una cosa peligrosa en el mejor de los casos. Si se la confía a los representantes políticos de los kulaks y los nepistas (y los partidos campesinos y pequeñoburgueses no pueden ser otra cosa), llevaría sin duda directamente al capitalismo.

Otro aspecto decisivo de un retorno al capitalismo bajo una dirección pequeñoburguesa democrática serían los lazos de Polonia y Hungría con el mercado capitalista mundial, especialmente, por supuesto, con la poderosa fuerza económica del imperialismo norteamericano. No tiene nada de secreto que el principal programa político afirmativo del imperialismo estadounidense con respecto a Europa del Este se basa en una ayuda económica masiva en la forma de “préstamos” o aun regalos. Esta “ayuda” tendría un efecto doble: sería un as de triunfo político en manos de los políticos burgueses, los únicos con acceso a la abundancia norteamericana, y muy pronto serviría para reorientar las economías de Polonia y Hungría hacia su tradicional dependencia del capitalismo occidental. Lenin alguna vez dijo que le preocupaban mucho menos los ejércitos de Guardias Blancos que las mercancías baratas del Occidente que éstos traían consigo. Las mercancías norteamericanas que entrarían a Europa Oriental bajo gobiernos pequeñoburgueses serían más que baratas — ¡serían gratuitas!

¿Y qué pasaría con las industrias nacionalizadas? Su suerte seria servir los intereses de los campesinos y la pequeñaburguesía y las necesidades de comercio con los capitalistas occidentales. Hungría y Polonia pueden convertirse en estados capitalistas sin desnacionalizar una sola fábrica industrial de importancia; sólo hay que convertir la industria —democráticamente, por supuesto— en un apéndice de la economía campesina y del mercado mundial.

La virgen($) y los obreros

La virgen($) y los obreros

Esto artículo fue publicado en Espartaco Vol. I No. 2, Diciembre 1966.

Cuando una unión [sindicato] adquiere, a través de diarias luchas y esfuerzos, una conciencia obrera sólida y militante, puede tener por seguro que más tenaz, más cruda y brutal será la resistencia de la clase opresora. La burguesía utilizará todos los medios posibles para volver a tener ventaja sobre la organización obrera. Esto sucedió en el condado de Starr, en el valle del Río Grande en Tejas [EE.UU.].

La iglesia católica y la esterilidad política de la recién formada Asociación Obrera Independiente (AOI, IWA en inglés) fueron los canales utilizados efectivamente por la burguesía agricultora del condado. El liderazgo de esta unión probó ser un eficaz obstáculo para el desarrollo de la conciencia militante de los trabajadores agrícolas, quienes se lanzaron a una huelga absolutamente condenada desde el principio. Al no tomar el tiempo necesario para organizarse efectivamente, tomando todas las precauciones del caso que hubiesen al menos garantizado una derrota parcial, que hubiera enseñado tácticas a los obreros del lugar, adelantando su comprensión y endureciéndolos contra las arremetidas de los agricultores, el liderazgo traicionó a los obreros.

Los obreros locales empezaron a organizarse en la AOI el mayo pasado. Eugene Nelson, que babia estado en Tejas en nombre de la NFWA [Asociación  Nacional de Trabajadores Agrícolas (EE.UU.), en inglés] a desde marzo se afilió a la unión y trató de repetir las experiencias de la NFWA a de California.

El 29 de mayo la unión decía contar con 400 miembros. Al día siguiente Nelson decía contar con 1.000. La huelga fue planeada para el 1 de junio, o sea dentro de 48 horas, si es que los agricultores no accedían a la demanda de $1.25 como salario mínimo para los obreros. Nelson lanzó su ofensiva el 2 de junio: las granjas de Suntex, Los Puertos y La Casita fueron piqueteadas. El mismo día los agricultores obtuvieron una orden legal contra el piqueteo en masa a las granjas del condado. Nelson canceló el piqueteo y atentó la “desobediencia civil”, pose que terminó al ser arrestado tratando de obstruir un tren al servicio de las granjas.

Durante la huelga los agricultores siguieron como si nada, prometiendo que la cercana cosecha de melones no seda interrumpida. Negando que existía la tal huelga, siguieron produciendo a través de esquiroles y de “conmutadores” mexicanos y hasta empezaron a entrenar sus propios empaquetadores ya que los de la AFL-CIO de California respetaban los piquetes de la AOI.

En menos de 24 horas todo estaba perdido. Nelson desplegó con insuperable maestría los roles de padre, madre, comadre, sepultero y sacerdote de la huelga.

Pero Nelson no se intimidó frente al fiasco cometido por él y todo el liderazgo de la AOI: se empeñó en prolongar la farsa y la agonía de la unión, arrastrándola por el peor despeñadero de colaboración clasista. Aquí entra el rol de la iglesia católica, adueñándose de esta etapa y rematando la militancia obrera con toda la miasma que es la religión y el misticismo.

Nelson se lanzó histérico alas calles de Tejas, clamando por la clase media y la Virgen de Guadalupe. Procesiones religiosas estaban de moda para el liderazgo de la unión, enarbolando pabellones patrióticos y religiosos. Una de las primeras procesiones terminó en Garciasville, en donde la iglesia de la población presenció a los obreros, dirigidos por sus líderes, en misa piadosa. Las banderas estadounidense y mexicana y la Virgen de Guadalupe inspiraban a los obreros. ¡Nobles símbolos proletarios!

Pero seda erróneo pensar que estos fakires, estos consumados oportunistas y traficantes de los intereses obreros, son almas místicas: ¡Ni por uno momento! Sus garras se encuentran tan clavadas en la tierra como sus lenguas en el cielo. Margil Sánchez, líder de la unión, se oponía a la afiliación con la NFWA debido a los “revolucionarios” dentro del liderazgo de la misma. Sánchez pavonea, arrogante, que “cada uno de los líderes de la unión de Río Grande City ha jurado no pertenecer a ninguna organización subversiva a los ojos del Gobierno Federal”. (San Antonio Express, julio 6, 1966).

El corrupto liderazgo de la AOI no posee ningún programa intrínseco que represente a los intereses de sus miembros. Prefiere, en vez, limitarse a hacer puras demandas de sueldos, demandas que son supervisadas por la clase media y por los fakires mismos. Un cierto “sabor” chovinista es añadido por el “mexicanismo” de estos fakir es, que esconden su verdadero patriotismo: la ley del dólar. Su verdadera pasión es vilmente disfrazada de slogans que halagan huecamente a Zapata o a Villa.

Una unión fuerte no puede solo hacer demandas económicas “para el momento”; en vez, debe de tener como meta la organización y defensa de todos los trabajadores agrícolas del estado y debe de extenderse y evitar ser aislada, pues si lo es sucumbirá sin remedio en manos de los agricultores y sus esbirros indirectos como Margil Sánchez. Semejante unión sólo defraudaría a los obreros, frustrándolos y volviéndolos meros peones de la burguesía agricultora, la cual pasarla a la ofensiva.

Pero una unión fuerte, segura de sus derechos y militante en sus acciones, sería el primer paso para formar el núcleo de un partido laboral en el sur del país. Semejante partido luchada ya no sólo por los mendrugos que alegran a los Nelson y Ca., sino por el poder político de los obreros organizados.

Un Comité para un Partido Laboral Tejano fue formado el pasado abril pero ha fallado en funcionar debido a su aislamiento de las luchas por Derechos Civiles y las de las tradeuniones, además debido a su falta de virilidad política, ya que está compuesto por liberales de toda ralea y stalinistas que siguen al Partido Comunista. El revivir a semejante Comité beneficiaría mucho a una unión fuerte de los trabajadores agrícolas, a la vez que pondría en pié de lucha al Comité. Dicha unión ganaría mucho si es que levanta la demande de un partido laboral, poniéndola en práctica por medio de sus propios candidatos en el valle del Río Grande, los cuales se opondrían inconciliablemente al reformismo de los partidos Demócrata, Republicano, Mexicano-Americano y Anglo. El Comité, a su vez, ganaría tremendamente contando con el apoyo de una fuerte unión, posibilitando al Comité a coordinar sus esfuerzos hacia un partido laboral con los deseos de muchas otras unións del lugar.

Quien diga que esto no es posible solo defiende derrotas como las ocurridas en el condado de Starr, fracasos que no dejarán de repetirse mientras los trabajadores sigan soportando a los oportunistas que se pasan como líderes de la clase trabajadora.

¡Por un Partido Laboral en Tejas! ¡Por la liberación de los trabajadores agrícolas!

Sandinistas expulsan a “Brigada Simón Bolívar”

Sandinistas expulsan a “Brigada Simón Bolívar”

SWP traiciona a sus “compañeros”

La revolución en Nicaragua y la izquierda

[Extracto de Workers Vanguard No. 240, 28 de septiembre de 1979. Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]

Costó 18 meses de lucha amarga, incluyendo dos insurrecciones de combates sangrientos durante once semanas, para echar a la hiena de Managua. De una población de 2,3 millones de habitantes, murieron casi 50.000. Las ciudades actualmente están en ruinas, la población sobreviviente está al borde de morir de hambre y tres cuartas partes de la fuerza laboral están en paro. Quienes tanto han sacrificado en la lucha ahora aspiran fervientemente a desarraigar todo rastro de la odiada dinastía que desangró al país. Reclamando lo que por derecho les pertenece, las masas nicaragüenses ya están invadiendo la propiedad de la burguesía tardíamente opositora, la cual durante décadas ha extraído grandes lucros del sudor de los trabajadores en Somozalandia.

Ahora el lema del triunfante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) es “la reconstrucción nacional”. ¿Sobre qué base? Con su programa de un “gobierno de unidad de todas las fuerzas antisomocistas” los dirigentes sandinistas esperan limitar la revolución a un simple reemplazo de la rapaz dictadura de familia por un régimen capitalista reformado, “democrático-popular”. Como prueba de “la generosidad de la Revolución Nicaragüense” se han negado a ajusticiar a ninguno de los criminales de la Guardia Nacional que en forma indiscriminada torturaron a la población y arrojaron bombas de alto poder explosivo sobre sus propias ciudades. Mientras por un lado expropian las propiedades del tirano y sus colaboradores más estrechos, los nuevos gobernantes han declarado que protegerán los bienes de los demás capitalistas.

Ha sido muy claro desde el comienzo que el “gobierno” de Managua es muy inestable. Los fusiles están evidentemente en manos de los sandinistas, nacionalistas radicales pequeño burgueses. Pero un FSLN unido sólo fue establecido al último momento mediante una unificación de papel de las tres fracciones escindidas desde hace varios años. Aunque en el momento actual la “burguesía antisomocista” se muestra dócil, y a medida que se intensificaba la lucha declinó su influencia, no es pasiva ni ha sido desacreditada por el estigma de colaboración con el dictador como lo fueron los capitalistas cubanos para con Batista. Por otro lado, las masas trabajadoras son un factor mucho más activo de lo que fueron las masas durante la Revolución Cubana, ya que en el caso de Nicaragua se han armado y han luchado en batallas críticas en las calles de la capital y en otras ciudades. Ya que el enemigo común ha sido derrotado, resulta imposible frenar la lucha de clases simplemente ordenando a los combatientes que se vuelvan a casa.

La correlación de fuerzas en la Nicaragua postsomocista lleva dentro de si una potencialidad para varias confrontaciones explosivas – al interior de la inestable coalición imperante, entre esta coalición y las masas trabajadoras impacientes, o entre un sector del FSLN radical-jacobino y los sectores reaccionarios de la burguesía criolla. Esta situación cargada constituye una verdadera prueba de fuego para los revolucionarios. Mientras la gran mayoría de la izquierda, en un grado u otro, sigue a la cola de los aclamados sandinistas, la tarea de los trotskistas, cuya lucha se basa en el programa de la revolución permanente, es de mantenerse como el partido de intransigente oposición obrera. Quienes proclaman que la revolución proletaria y socialista puede llevarse a cabo en Nicaragua en forma pacífica, al empujar al actual régimen bonapartista paulatinamente hacia la izquierda, bien pueden ser las primeras víctimas de sus propias ilusiones.

Puede que los dirigentes del FSLN crean que su programa de “revolución democrático-popular” representa una etapa intermedia entre el capitalismo y la dictadura del proletariado. Pero la experiencia pronto demostrará que sólo una exhibición de fuerza podrá detener la tendencia de las masas trabajadoras a transformar la victoria sobre Somoza en una revolución social en gran escala. Y si acaso ellos no lo sabían ya, se están dando cuenta rápidamente. Cuando la agencia de noticias cubana, Prensa Latina, le preguntó al alto comandante del FSLN Humberto Ortega, “¿Cómo es que enfrentarán Uds. la lucha de clases que se desarrollará en esta etapa?”, él respondió:

“Para impedir que esta lucha se agudice, es necesario, implementar el programa apoyado por el Frente y la burguesía antisomocista. Luego, debemos luchar contra  diferentes tipos de desviaciones.”

Granma [edición semanal en inglés], 2 de septiembre de 1979

Que la lucha contra las “desviaciones” significa represión contra la clase obrera pronto quedó muy claro, sobre todo en torno a la reforma agraria. Aún cuando de alcance extenso – afecta hasta un 60 por ciento de la tierra arable de Nicaragua – se ha limitado a aquellas propiedades pertenecientes a Somoza y sus secuaces. Esto es justificado por el ministro de reforma agraria, Jaime Wheelock, con el siguiente argumento: “Debemos mantener la solidaridad con los miembros del sector privado que apoyaron el desalojamiento de Somoza” (New York Times, 5 de agosto de 1979). Pocos días después, responsables del FSLN chocaban con un grupo sindical maoísta (Frente Obrero) que organizaba tomas de tierras cerca de la ciudad de León. De acuerdo con Wheelock, “las pocas ocupaciones desordenadas” eran atípicas; las haciendas fueron “devueltas a sus propietarios originales” y los campesinos recibieron tierras de Somoza en su lugar (Granma [edición semanal en inglés], 12 de agosto).

Expulsión de la Brigada Simón Bolívar

La supresión de las tomas de tierras “desordenadas” no es el único ejemplo de medidas tomadas para impedir que la lucha de clases “se agudice”. La más notoria fue la expulsión de varias decenas de militantes de izquierda extranjeros, en su mayoría autoproclamados trotskistas, relacionados con la “Brigada Simón Bolívar” (BSB) que se precipitaron hacia Nicaragua en las últimas etapas de la lucha contra Somoza. El incidente fue descrito en la revista Time (3 de septiembre) al final de un artículo que alababa a la “revolución misericordiosa” que seguía “un rumbo intermedio”:

“De modo sorprendente, la primera amenaza seria ha venido de un grupo de extrema izquierda. Sesenta trotskistas latinoamericanos denominándose la Brigada Simón Bolívar, descontentos con los proyectos del gobierno para la construcción de una economía mixta incorporando empresas públicas y privadas, incitaron una manifestación de 3.000 obreros industriales de Managua reivindicando compensación por los salarios perdidos durante la revolución. La reacción del gobierno revolucionario fue ordenar a sus fuerzas armadas que arrojasen a los trotskistas en un avión rumbo a Panamá.”

De acuerdo con el Washington Post (21 de agosto), en la manifestación de Managua del 15 de agosto las pancartas llevaban las consignas “La Revolución está en las manos de la burguesía” y “Proletariado al poder”. Sin embargo, los expulsados brigadistas bolivarianos fueron acusados de “contrarrevolucionarios” y “provocadores extranjeros”.

Por cierto, esta expulsión ha sido un golpe en contra de toda agitación independiente de izquierdas entre los obreros nicaragüenses y debe ser condenada rotundamente por todos aquellos que se dicen socialistas. Pero el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano lo ha visto de otra manera. El SWP no protestó en absoluto. Al contrario, dió cuatro “explicaciones” distintas de la represión sandinista contra los dirigentes seudotrotskistas de la Brigada Simón Bolívar, de las cuales una consistía en la citación sin comentarios de la declaración del ministerio del interior nicaragüense. Es más, estas explicaciones del SWP no sólo apoyan descaradamente al gobierno del FSLN en contra de sus propios “camaradas”, sino participan en la caza de brujas ellos mismos. Una declaración del 21 de agosto del Comité Político del SWP titulada “Propaganda imperialista contra Nicaragua” dice:

“La Brigada Simón Bolívar fue organizada por 1o Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Colombia bajo la dirección de una agrupación internacional conocida como, la ‘Fracción Bolchevique’, dirigida por Nahuel Moreno, …

“En lo que concierne a la Brigada Simón Bolívar, la Fracción Bolchevique nunca consultó a la Cuarta Internacional sobre este proyecto o sobre la política que la Brigada seguía. Esta política iba en contra de la política trazada por la dirección elegida de la Cuarta Internacional.

“Por medio de la Brigada Simón Bolívar la Fracción Bolchevique llevó a jóvenes militantes de varios países latinoamericanos – militantes que querían ayudar en la lucha contra Somoza – a una aventura sectaria. Posando como una sección del Frente Sandinista de Liberación Nacional, la Brigada Simón Bolívar vino a Nicaragua desde afuera para participar en sus propios esfuerzos organizativos cuyos fines eran flanquear a los sandinistas desde la izquierda. Su táctica fue responder con propuestas más extremas a todo lo que los sandinistas decían, intentando así conformar una contrafuerza a éstos.

“Esta grotesca idea – que gente de afuera puede mediante maniobras capturar la dirección de la revolución de aquellos que surgieron como sus dirigentes en el curso de la lucha – no tiene nada que ver con el trotskismo, con el socialismo revolucionario.

“El desafortunado episodio de la Brigada Simón Bolívar era justamente lo que la administración Carter necesitaba.”

Perspectiva Mundial, 24 de septiembre de 1979

En otro artículo del Militant del 31 de agosto, que trata de “Los hechos sobre la Brigada Simón Bolívar”, el SWP califica de “choque provocador” la manifestación obrera de Managua y acusa a los dirigentes de la Brigada de “haber actuado de manera irresponsable”. Una vez más, el informe de los “hechos” sostiene que los intentos de la Brigada en el sentido de “flanquear [al FSLN] desde la izquierda” no tenían “nada en absoluto en común con la política de la Cuarta Internacional”. Y con ostentación se lava las manos de cualquier asociación: “La Cuarta Internacional no es, en ninguna forma, responsable de las actividades de la Brigada.” Para venir de la boca de gente que formalmente pertenecen a la misma “Internacional”, es bastante.

La respuesta del SWP ante la expulsión de los brigadistas bolivarianos ha sido la puñalada por la espalda más vergonzosa por parte de una sección del seudotrotskista Secretariado “Unificado” (S.U.) desde cuando sus partidarios portugueses se encontraron en lados opuestos de las barricadas durante el verano de 1975. Pero, ¿qué hay de las demás alas de esta falsa IV Internacional, acostumbrada desde hace tiempo a trucos fraccionales de lo más sucios? Los ataques a la Brigada lanzados por aquellas secciones asociadas con la antigua Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) de Ernest Mandel han sido menos virulentos que los del SWP, como máximo cloqueando las lenguas contra la represión ordenada por el FSLN. Así, el periódico de la LCR francesa, Rouge (24-30 de agosto), se vio obligado a condenar las declaraciones del ministro de reforma agraria Jaime Wheelock quien al anunciar las deportaciones lanzó una diatriba contra “’el trotskismo y todos aquellos que quieren acelerar la evolución del régimen en Nicaragua”. Por supuesto, en la siguiente página los redactores publicaron una entrevista amistosa con el mismo Wheelock, comentando con aprobación sus credenciales revolucionarias.

En cuanto a las expulsiones, la declaración de la LCR sólo decía: “Es poco probable, cualesquiera sean las diferencias políticas, que 60 extranjeros pudiesen presentar un verdadero problema para una dirección revolucionaria que disfruta de un inmenso apoyo popular.” Por lo tanto, se supone que si los militantes de izquierda hubieran representado una verdadera amenaza al régimen sandinista, la LCR empezaría a ladrar igual que el rabioso SWP. En el número siguiente, Rouge (31 de agosto-6 de septiembre) tan sólo logró quejarse de que “los términos en que el gobierno de Nicaragua decretó la expulsión de los militantes ‘extranjeros’ constituyen un precedente inquietante.” Finalmente, una resolución del comité central de la LCR (publicada en Rouge del 7-13 de septiembre) cobró suficiente ánimo como para pronunciar la más blanda protesta formal, declarando que las expulsiones en sí “constituyen un precedente inaceptable”. Quien se fía de tal “solidaridad militante” en contra de la represión anticomunista, mejor la olvida.

Pero mientras Rouge intensificaba los adjetivos desde “inquietante” a “inaceptable”, su hombre en Managua tomaba una línea radicalmente distinta. Según Perspectiva Mundial (8 de octubre de 1979), publicada por el SWP, una delegación del S.U. que incluía el “experto” sobre Latinoamérica de la LCR, Jean-Pierre Beauvais (junto con Hugo Blanco, Peter Camejo, Barry Sheppard y otros) entregó una declaración a los sandinistas que aclamaba a “la dirección revolucionaria del FSLN” y declaraba que: “Toda actividad que trate hoy de crear una división entre las masas movilizadas y el FSLN va en contra de los intereses de la revolución.” Poniendo los puntos sobre las íes, añadía: “Este fue el caso de la actividad concreta de la ‘Brigada Simón Bolívar’” a la cual denomina de “sectaria”. Y para colmo, la delegación del S.U. explícitamente aprobaba la expulsión:

“En una situación política y económica en que es necesaria una gran unidad en la lucha, la dirección del FSLN tenía razón en exigir a los miembros no nicaragüenses de este grupo, el cual se definía ante todo como una organización militar, que abandonaran el país.”

No se informó si Blanco/Camejo/Sheppard/Beauvais y Cía. recibieron sus treinta monedas de plata, aunque claramente esperan sacar alguna ganancia de su perfidia, transformándose en los agentes publicitarios autorizados del FSLN. Pero las raíces de tal traición son políticas y se remontan a hace más de un cuarto de siglo, hasta la negativa por parte de Michel Pablo, entonces secretario de la IV Internacional, de defender a los trotskistas chinos encarcelados por Mao. Pablo les calificó de “refugiados de una revolución” por su negativa a inclinarse delante de los nuevos gobernantes burocráticos de Pekín. Para Pablo, todo esto era parte de su programa liquidacionista que condujo a la destrucción de la IV Internacional en cuanto vanguardia organizada de la revolución mundial. En el caso de sus epígonos, es consecuencia de su política pablista, que conduce a todas las alas del S.U. a correr detrás de direcciones no proletarias y antimarxistas – desde los estalinistas chinos hasta los oficiales militares portugueses y ahora los nacionalistas sandinistas.

El SWP: Reformista de cabo a rabo y hasta la médula

Más adelante tendremos mucho que decir sobre el aventurero charlatán Nahuel Moreno y su Fracción Bolchevique seudoizquierdista. Pero con respecto al SWP, para quien tuviera dudas todavía, el estallido en torno a la Brigada Simón Bolívar y el apoyo político incondicional y casi histérico del SWP al FSLN son prueba concluyente de que la organización encabezada por Jack Barnes es reformista de cabo a rabo. Durante más de una década, la tendencia espartaquista ha estado sola en insistir que el SWP, ex-trotskista desde hace mucho tiempo, estaba dedicado a apoyar al orden burgués. Esto ha sido disputado por quienes temen romper definitivamente con la “familia” del S.U., y por consiguiente sostienen que una declaración de trotskismo formal indica una voluntad subjetivamente revolucionaria. (¿Y qué hay de los estalinistas brezhnevistas, maoístas y castristas que se declaran leninistas?) Aquí tenemos pues deletreado para que ni los ciegos intencionales lo puedan ignorar: apoyo a un gobierno de capitalistas contra sus adversarios de izquierdas, frentepopulismo explícito, advertencias en contra de asustar a la burguesía, un programa parlamentarista y un llamado a los imperialistas a “ayudar”, es decir ahorcar, la revolución.

Habiéndose lanzado este año en una campaña de adulación desenfrenada del régimen castrista de La Habana – Jack Barnes, en un discurso conmemorando el vigésimo aniversario de la Revolución Cubana, ¡caracterizó a Castro y Cía. como “superiores a la dirección bolchevique, con la excepción de Lenin, Trotsky, Sverdlov, y gente como esa”! – el SWP trata a la Nicaragua sandinista como si ya se tratara de la “segunda Cuba” tan temida por Washington. Y siguiendo su propio precedente cubano al justificar su ataque por la espalda a los morenistas, Barnes claramente recuerda la negativa del SWP a defender a los trotskistas cubanos encarcelados por Castro. (La tendencia espartaquista denunció esta represión estalinista y llamó la atención del público socialista al caso. Ver “For Workers Political Revolution in Cuba!,” Workers Vanguard Nos. 223 y 224, 19 de enero y 2 de febrero de 1979, y “In Defense of the Cuban Trotskyists,” Workers Vanguard No. 225,16 de febrero de 1979, para la historia de la traición del SWP y el análisis, trotskista del desarrollo de la Revolución Cubana.)

Sin embargo, en el momento en que el SWP se convirtió en abogado de la represión por Castro contra los trotskistas cubanos, una revolución social ya había ocurrido en la isla. Joseph Hansen defendía a la dirección estalinista de un estado obrero burocráticamente deformado en contra de militantes que se reclamaban del comunismo y quienes reivindicaban que se abriera el camino hacia el socialismo mediante la internacionalización de la revolución y la implementación de la democracia soviética. En el presente caso, los aprendices de Hansen están encubriendo el flanco izquierdo de un gobierno que incluye a varios ministros capitalistas y que se ha comprometido a proteger las propiedades de la “burguesía antisomocista”. Y el SWP defiende este régimen contra todos los que intentan “flanquear a los sandinistas desde la izquierda” – es decir, contra cualquiera que tiene la más mínima pretensión de movilizar a las masas trabajadoras alrededor de consignas que sobrepasan el programa democrático del derrocamiento de la dictadura de Somoza.

Asimismo, en una declaración de primera plana del Militant del 31 de agosto [traducido en Perspectiva Mundial del 24 de septiembre de 1979], el candidato del SWP para vice-presidente, Matilde Zimmermann, alaba sin reservas al régimen del FSLN: “Creemos que el gobierno sandinista que está tratando de poner a Nicaragua de pie está haciendo un buen trabajo.” Y un articulo escrito desde Managua por Pedro Camejo, Sergio Rodríguez y Fred Murphy empieza con la afirmación categórica de que: “La revolución socialista ha comenzado en Nicaragua” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre). Si es así, entonces ¿porqué se necesita una vanguardia trotskista independiente? El SWP se opone no sólo a los actos “irresponsables” de la Brigada Simón Bolívar tales como la movilización de obreros de Managua planteando sus reivindicaciones al régimen sandinista, sino también a la existencia de todo grupo de izquierda al exterior del FSLN, incluyendo la sección oficial del S.U. en Nicaragua. De todos los artículos sobre la revolución sandinista que han salido en los órganos principales del S.U., ni uno llega siquiera a mencionar la Liga Marxista Revolucionaria (“sección simpatizante de la Cuarta Internacional”).

De acuerdo con Camejo/Rodríguez/Murphy, “El poder que existe hoy en Nicaragua es un poder revolucionario.” Y esta alabanza no se debe confundir con alguna clase de “apoyo crítico” al FSLN. La fórmula clásica de tal política traicionera hacia el “poder revolucionario” burgués la suministró Stalin en marzo de 1917, antes del regreso de Lenin del exilio para presentar las Tesis de Abril con la consigna “Todo el poder a los soviets”. Los bolcheviques apoyarían al Gobierno Provisional, decía Pravda bajo la redacción de Stalin y Kamenev, “en la medida en que este luche contra la reacción o la contrarrevolución”. Pero el SWP de hoyes peor que el Stalin de 1917, porque estos incondicionales entusiastas del FSLN, proporcionan un cheque en blanco: “La única manera como los socialistas revolucionarios de todo el mundo pueden ayudar al avance de la revolución nicaragüense es si reconocen las capacidades revolucionarias de esta dirección, si se identifican y unen sus fuerzas con ella en la lucha para defender y extender la revolución” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre de 1979).

El apoyo de Stalin al Gobierno Provisional en 1917 anticipó su degeneración reformista de los años 30, cuando ataba los obreros a su enemigo de clase mediante la política del Frente Popular. Y es un sello del reformismo floreciente del SWP que hoy defiende abiertamente el frentepopulismo contra los críticos de izquierda. Sus artículos sobre Nicaragua virtualmente llaman a la “revolución por etapas” estalinista-menchevique. Camejo y sus amigos reconocen que “Los capitalistas y los que están decididos a defender sus intereses siguen siendo un factor en el gobierno.” Pero esto no es criticado eh ninguna parte, sino presentado como una mera “concesión” – y acertada además:

“En la lucha contra Somoza los sandinistas trataron conscientemente de crear el frente más amplio posible, incluyendo a fuerzas burguesas opositoras de Somoza. Esa fue obviamente una política correcta, inteligente y revolucionaria.” [subrayado nuestro]

No se podría esperar aprobación más clara de la política traicionera del frente popular. Como decía León Trotsky después de la experiencia trágica de España y Francia de los años 30: “No puede haber crimen más grave que la coalición con la burguesía en una época de revolución socialista” (“El ‘trotskismo’ y el PSOP”, julio de 1939).

No sólo la política es igual a la de Stalin, hasta el lenguaje y las justificaciones son idénticos. Así, al polemizar contra el peligro presentado por las acciones “provocadoras” de la Brigada Simón Bolívar, el SWP dice que la dirección del FSLN “debe hacer incursiones en el orden burgués, sin dar a los imperialistas pretextos fáciles para fomentar propaganda a favor de una intervención” (Militant, 31 de agosto). ¿No hemos visto esto ya alguna vez? En efecto. Fue la famosa carta de Stalin, Molotov y Voroshilov (del 21 de diciembre de 1936) al primer ministro español Largo Caballero explicando la necesidad de no asustar a la burguesía: “Esto es necesario para impedir que los enemigos de España la consideren una república comunista y así evitar su intervención abierta, la cual representa el peligro máximo que enfrenta la España republicana.”

Naturalmente, el SWP adereza a su manera esta receta reformista tradicional de traición de clase, concretamente una dosis grande de cretinismo constitucional – en un país actualmente en pleno tumulto revolucionario. Ultimamente el S.U. ha tendido a esquemas de “constituciones socialistas” que sirven de vehículo para la presentación de su parlamentarismo socialdemócrata en países bajo la bota de dictaduras bonapartistas. Por consiguiente, el SWP quedó extasiado cuando el FSLN proclamó una “Carta de Derechos”, y publicó el texto completo, con todos sus 52 artículos, en Perspectiva Mundial. La disposición social más “avanzada” del nuevo estatuto nicaragüense es una cláusula sobre la “función social de la propiedad” la cual no es más radical que el derecho de dominio eminente (del estado) de la ley consuetudinaria anglosajona.

Y por supuesto hay la igualación constante de Nicaragua bajo el dominio del FSLN con la Cuba de Castro. Así, el SWP aclamó el discurso de Castro del 26 de julio sobre Nicaragua, reproduciéndolo en cada una de sus publicaciones. Pero rehusaron señalar que el eje del discurso lo formaban las palabras tranquilizadoras de Castro para aquellos (p. ej., los EE.UU.) que expresaron “temores de que Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba”. Según el dirigente cubano, la respuesta de “los nicaragüenses” es: “No, Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua, que es una cosa muy distinta” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre). El Militant (10 de agosto), sin embargo, subrayó que en el discurso de Castro el voto de la OEA en contra de la propuesta por parte de los EE.UU. De mandar a Nicaragua una “fuerza interamericana de paz” “fue correctamente aclamada como una ‘gran victoria de los pueblos de nuestra América’” No mencionó que Castro aclamó la formación de un “gran frente democrático independentista, anti-intervencionista” abarcando los gobiernos de Panamá, Costa Rica, Mexico y los países del Pacto Andino, ni que finalmente incluso los EE.UU. votaron en contra de la propuesta.

Si de esta manera el SWP se unió con Castro en propagar ilusiones en la posibilidad de una “coexistencia pacífica” hemisférica con el rapaz coloso imperialista del norte, su principal consigna política – por “ayuda masiva de EE.UU. a Nicaragua” – es mucho más siniestra. En apariencia un llamado utópico al leopardo imperialista a cambiar sus manchas, en realidad significa pedir un bloque con la burguesía liberal norteamericana para impedir la revolución socialista en Centroamérica. Esta consigna encapsula toda la perspectiva reformista – es decir, contrarrevolucionaria – del SWP para Nicaragua. Como señalamos en una nota en Workers Vanguard No. 239 (del 14 de septiembre – “Reformistas que no saben ortografia”), estos “socialistas de Departamento de Estado” literalmente recogen la línea del Departamento de Estado, que está diciendo al Congreso que si los EE.UU. no proporcionan ayuda, Nicaragua muy bien puede “hacerse comunista”. Esta es también, por ejemplo, la política del presidente mexicano Lopez Portillo, quien declaró al New York Times (23 de septiembre) que:

“Yo, sí, pienso que la mejor forma de disuadir al gobierno nicaragüense de tomar posiciones extremas sería proveerlo con ayuda económica generosa y sin condiciones.”

Los últimos números del Militant parecen anuncios de la CARE pidiendo ayuda filantrópica para los hambrientos nicaragüenses. Pero detrás de los dólares “humanitarios” siempre está la política. ¿Ayuda para reconstruir qué? – ¿una economía capitalista o colectivizada? ¿Y ayuda de quién? Lo que aquí comprobamos es la conmovedora fe del SWP en la posibilidad de reformar al imperialismo norteamericano, a los carniceros de My Lai y autores de la invasión de Playa Girón. Es igual a su llamado por tropas federales a Boston para “proteger” a los niños negros, pero esta vez a gran escala. ¿Acaso habrían llamado los marxistas revolucionarios por “ayuda masiva de los aliados a la Revolución Rusa” después de la revolución de febrero de 1917 que derrumbó al zar? Por supuesto que no, porque tal ayuda – con o sin compromisos – necesariamente habría tenido el objetivo de evitar que los bolcheviques tomasen el poder y de evitar que Rusia se retirara de la guerra.

La “ayuda” principal que necesitan urgentemente los trabajadores nicaragüenses es la dirección de una vanguardia comunista con un programa de revolución permanente, que sobrepase el programa democráticoburgués del FSLN, para movilizar las fuerzas para la revolución proletaria. Y no la van a recibir del SWP reformista, que apoya a los sandinistas en contra de la izquierda y que llama a los imperialistas liberales a detener la revolución.

Charlatanes y aventureros morenistas

Entonces, ¿qué hay de la Brigada Simón Bolívar y su cuna, la Fracción Bolchevique? Desde luego, en comparación con las traiciones repugnantes del SWP y de la mayoría mandelista del S.U., más avergonzada, el aparato morenista podría parecer una alternativa combativa. Una mirada a la carrera política camaleónica de Moreno, a su notoriedad por turbias estafas financieras y su programa ultrarreformista en Argentina, haría añicos esta fachada. En efecto, el SWP se apresura a exhumar algunos de estos materiales, llenando las páginas de Intercontinental Press/Perspectiva Mundial con un sinfín de historias escandalosas sobre el aventurero de mala fama, Nahuel Moreno. Sin duda Barnes y Mandel se aprestan a expulsar a este elemento perturbador. Pero éstos no están en condiciones de quejarse. Desde años atrás han convivido en la misma Internacional (yen el caso del SWP en la misma fracción) con este notorio charlatán, tanto después como durante sus peores traiciones. Tienen las manos sucias.

Cuando no se prestan a repetir las calumnias de los dirigentes sandinistas, de que el organizar a los obreros en torno a reivindicaciones anticapitalistas es una “provocación”, el SWP/S.U. acusan a Moreno de ser un impostor viajando con pasaporte falso. Según la declaración de la delegación del S.U., “para aprovecharse del prestigio del FSLN” la Brigada Simón Bolívar “se cubrió con el manto de las banderas sandinistas”. De hecho, los informes noticieros de la protesta del 15 de agosto en Managua dan la impresión de que muchos de los manifestantes creían apoyar a un ala del FSLN (aún cuando esto no disminuye la importancia de una manifestación de varios miles de trabajadores en contra de la política procapitalista del gobierno). Pero ¿a quién creen engañar Barnes y Mande!? Su campaña internacional de “solidaridad con Nicaragua” tiene precisamente el mismo objetivo de envolver al S.U. en el rojinegro sandinista, exactamente como el Fair Play For Cuba Committee a principios de los años 60 intentó sacar partido de la popularidad del castrismo. La diferencia se ubica en que el S.U. prefiere hacerlo a larga distancia.

Además, Moreno tiene una larga historia de imitación de otras tendencias. Empezó en Argentina haciéndose pasar por un peronista de izquierda. A fines de los años 50, su revista Palabra Obrera se describía como un “órgano del peronismo obrero revolucionario” y llevaba como subtítulo la consigna “bajo la disciplina del Gral. Perón y el Consejo Superior Peronista” [véase “Argentina: La lucha contra el peronismo” de WV No. 24, 6 de julio de 1973]. Cuando el peronismo ya se había pasado de moda, Moreno se fusionó con un grupo castrista y publicó un sinfín de fotografías del Che Guevara en la primera plana de sus periódicos. Luego de una breve aventura como criptomaoísta (aclamando a los Guardias Rojos), Moreno sentó cabeza a una vida más mundana como social demócrata – y con este fin se fusionó con un ala del Partido Socialista Argentino histórico, para apoderarse de su renglón en la lista electoral. Siendo un tipo que no se preocupa por pequeñeces, pronto elaboró un programa socialdemócrata que correspondiera a su sigla nueva (véase Intercontinental Press, 13 de noviembre de 1972). En verdad Moreno es, tal como lo hemos caracterizado frecuentemente, un camaleón político.

En una polémica dirigida contra la Brigada Simón Bolívar, los mandelistas del PSR colombiano acusan a los morenistas de haber emprendido una pura aventura: “La Brigada como tal nunca entró en combate. No hubiera podido hacerlo sin entrenamiento adecuado y a menos que estuviera dispuesta a acatar la disciplina del FSLN” (retraducido de Intercontinental Press, 17 de septiembre de 1979). En realidad, parece que a grosso modo la Brigada de Moreno, a pesar de su propaganda rimbombante, observó la batalla desde Costa Rica. Incluso, sus partidarios en los EE.UU., los Sandinistas por el Socialismo en Nicaragua, no partieron hacia Managua ¡sino hasta el día siguiente a la caída de Somoza! Así que la imagen de guerrilleros heroicos en armas (el “comandante” Kernel George del PST colombiano se habría presentado en verde olivo a un mitin para reunir fondos en Bogotá) es ciertamente inmerecida.

No es verdad, sin embargo, que la Brigada Simón Bolívar no estuviera dispuesta a “acatar la disciplina del FSLN”. Es probable que el concepto de “disciplina” de Moreno no sería al gusto de los sandinistas (ni de la dirección del S.U.), pero la Brigada se construyó sin ambages sobre la base de subordinación al FSLN. Lo cual intensifica la ironía de su situación actual. La “Carta Abierta” del PST colombiano (morenista) anunciando la formación de la Brigada pedía voluntarios para luchar en Nicaragua “bajo la dirección militar” del Frente Sandinista; y ostentaba cartas de los dirigentes sandinistas Edén Pastora (“Comandante Cero”) y Plutarco Hernández Sánchez indicando que sus miembros “se encuentran en acción … bajo la dirección del Estado Mayor”. (Por supuesto, el contenido real de esta pretensión “militar” tiene que entenderse a la luz de la inactividad en el campo de batalla de esos guerrilleros de último minuto.)

Políticamente, los morenistas exigieron “un gobierno sandinista” – aún cuando, para salvar las apariencias, añadían que éste debería surgir de supuestos “órganos de poder popular” y basarse en un programa de “ruptura con la burguesía y el imperialismo” (El Socialista, 22 de junio). Prescindiendo de estas frases huecas, finalmente obtuvieron su gobierno sandinista, y – ¡qué sorpresa! – son echados del país. Pero esto suele acontecer cuando se sigue a la cola de bonapartistas. Y de este modo la Brigada Simón Bolívar consiguió dotarse de una imagen combativa a pesar de sí misma. Con respecto a sus detractores en el PSR colombiano, estos notan que el envío de la Brigada fue ante todo un truco publicitario y no un verdadero acto de internacionalismo proletario. Eso es cierto. Los trotskistas auténticos, de tener los recursos, hubieran intentado construir un núcleo comunista entre los obreros urbanos en lugar de ir a la cola del Comandante Cero en el Frente Sur. Pero lo que el PSR propone en su lugar no es la lucha por una dirección trotskista independiente en Nicaragua sino inofensivas manifestaciones de “solidaridad” en Bogotá. La diferencia entre morenistas y mandelistas es la diferencia entre aventureros y espectadores entusiastas, entre estafadores y agentes publicitarios.

La polémica del PSR termina refiriéndose al “punto más sensible, las finanzas de la Brigada Simón Bolivar”. Informan que mucha gente “ha comenzado a tener dudas acerca del destino de los fondos reunidos por el PST”. Y el dinero sí es siempre el punto álgido con Moreno. Para aquellos que conocen su pasado, la respuesta involuntaria al enterarse de que los morenistas colombianos estaban organizando una “brigada internacional” para Nicaragua, fue gritar: “¡Nicaragüenses, colombianos, cuiden sus carteras!” Pero el S.U. puede difícilmente hacer esa acusación hoy. En Argentina el grupo Política Obrera (PO) se ha quejado durante años que la Editorial Pluma de Moreno contrató de PO 50.000 ejemplares de obras de Trotsky, demoró intencionadamente el pago durante meses hasta el golpe de Videla en marzo de 1976, y luego alegando falta de fondos se negó a pagarlos.

Los embustes financieros de Moreno son legendarios en la izquierda latinoamericana. El caso más sensacional trata de la aseveración de que no entregó fondos destinados a la operación guerrillera de Hugo Blanco en el Perú en 1962, y su papel en la desaparición de varios miles de dólares tomados en una expropiación bancaria llevada a cabo por el grupo Túpac Amaru y destinados para Blanco (una descripción detallada del caso se encuentra en Richard Gott, Guerrilla Movements in Latin America [1972]). En una reseña del libró groseramente inexacto de Robert Alexander, Trotskyism in Latin America, Joseph Hansen notaba en 1977 que Moreno nunca ha respondido a estas acusaciones. Pero en vista de lo escandaloso del cargo, llama la atención el que Hansen aparentemente nunca se molestó en conseguir una explicación de Moreno durante los seis años en que fueron codirigentes de la minoría del S.U.

Moreno ha sido condenado ya innumerables veces ante el movimiento obrero por charlatanismo político y violaciones de la moral proletaria. Sin embargo, su operación es de tal naturaleza que frecuentemente se esconde bajo una cubierta de radicalismo programático con propósitos puramente fraccionales. En varias ocasiones esto ha llevado a los morenistas a asumir posiciones imitando (¿o tomadas de?) el trotskismo auténtico de la tendencia espartaquista internacional (TEI). Así al polemizar contra un artículo sobre el eurocomunismo y los “disidentes” soviéticos, escrito por el morenista Eugenio Greco, el imbécil mercenario del SWP Gerry Foley notaba que el “premio a la originalidad” por defender estas posiciones correspondía a “sectarios” como la TEI (Intercontinental Press, 5 de diciembre de 1977). Y, en efecto, el artículo de Greco (Revista de América, agosto de 1977) exhibe una semejanza aleccionadora con nuestros escritos sobre el tema (salvo que – ¡cosa graciosa! – los morenistas identifican el estalinismo con la dependencia del oro de Moscú).

En particular, al fundar la Tendencia Bolchevique luego de su ruptura con el SWP a fines de 1975/principios de 1976, Moreno asumió posiciones sobre Portugal y Angola extraordinariamente parecidas a las de la tendencia espartaquista. Sobre Portugal, denunció el seguidismo del SWP tras la cola del Partido Socialista de Mário Soares, financiado por la CIA, así como el apoyo político de la TMI mandelista al bloque estalinista/MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas). Sobre Angola, reivindicó el apoyo militar al MPLA contra la invasión CIA/sudafricana, al mismo tiempo que se oponía formalmente a dar apoyo político a ninguno de los tres grupos nacionalistas en pugna. Las características principales de estas posiciones formalmente ortodoxas son que se tratan de asuntos lejanos, y que son totalmente arbitrarias – no se derivan de una visión del mundo programáticamente coherente.

Así, mientras Moreno condena el apoyo desvergonzado del SWP al PS portugués, en Argentina él mismo se fusionó con los restos de la socialdemocracia de Juan Carlos Coral en 1971. Criticando la claudicación de Mandel ante los eurocomunistas, sus partidarios venezolanos ahora están profundamente empotrados en el MAS “eurocomunista”. Criticando el apoyo de la TMI al demagogo Carvalho y al MFA en Portugal, el PST colombiano de Moreno llamaba a “apoyar la política nacionalista de Torrijos” en Panamá, calificando a este demagógico oficial militar (amigo de Castro y del Chase Manhattan Bank) de “progresista” en su “confrontación con el imperialismo” (ver ¡EE.UU. fuera de Panamá ya!”).

Fingiendo la ortodoxia cuando ésta es “barata” – en lugares remotos y cuando le conviene para sus maniobras sin principios – en casa donde realmente importa, el oportunismo de Moreno rebasa aquél de las demás alas del S.U. Criticando mordazmente al dirigente del POR boliviano Guillermo Lora por incorporarse a un “frente antiimperialista” con el General Torres en Bolivia en 1971 (lnternational Socialist Review, febrero de 1973), dos años más tarde el mismo Moreno se incorporaba al frentepopulista Grupo de los Ocho, junto con el PC argentino y los principales partidos burgueses, jurando su apoyo al gobierno bonapartista de Juan Perón (ver “PST atrapado con las manos en la masa”). Hoy, cuando los sandinistas son figuras mundialmente famosas, Moreno es un guerrillero entusiasmado; pero cuando el PRT/ERP castrista (en ese entonces afiliado al S.U.) estaba revolviendo el ajo en Argentina con sus secuestros y ataques al ejército, el PST de Moreno igualaba a “la guerrilla y su réplica, el terrorismo de la AAA y otras organizaciones de ultraderecha” (Avanzada Socialista, 10 de octubre de 1974).

El historial de Nahuel Moreno es el de un sinvergüenza que se ha vestido con el ropaje de casi toda tendencia en boga en la izquierda latinoamericana – peronismo, castrismo, maoísmo y ahora el sandinismo. Sus posiciones de “izquierda” sobre temas internacionales no tienen ninguna relación con sus posiciones derechistas en casa. El que hoy tenga un aspecto combativo frente a Nicaragua se explica únicamente en que fue atrapado en plena maniobra con el FSLN, y que mientras él hace de las suyas, el resto del S.U. ha girado claramente hacia la derecha. Hasta la toma del poder por el FSLN en Managua, la consigna morenista por un gobierno sandinista estaba formalmente a la derecha de las otras tendencias del S.U., quienes hacían críticas sueltas de los lazos del FSLN con la burguesía de oposición. Pero apenas Mandel y Barnes se dieron cuenta de la posibilidad de unirse a una causa popular saltaron por encima de Moreno, dejándolo en el papel poco acostumbrado de polo de extrema izquierda.

Finalmente, debemos hacer constar que al dotarse con el nombre de Brigada Simón Bolívar, Moreno escogió un mote de lo más apropiado. Quizás pensaba imitar a la Brigada Lincoln en la guerra civil española – a pesar de que sería más apropiado comparar a Bolívar, de familia terrateniente esclavista, con George Washington. Pero en términos militares el gran héroe de las guerras de independencia fue un desastre en todo sentido: perdió casi todas las decenas de batallas que libró, abandonando repetidamente a sus tropas en momentos de infortunio. Su especialidad, escribió Marx en un artículo sobre Bolívar, era “entradas triunfales, manifiestos y proclamaciones de constituciones”. El fue, decía Marx en una carta a Engels, el “canalla más cobarde, brutal y miserable”. Así también Nahuel Moreno.

PCE se declara eurocomunista

Reformistas aunque se vistan de seda…

PCE se declara eurocomunista

Traducido y amplificado de Workers Vanguard, No. 205, 12 de mayo de 1978. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 6, julio de 1978.

En su informe de tres horas al Noveno Congreso del Partido Comunista de España (PCE), el primero celebrado en la legalidad dentro del país en 46 años, el líder del PCE, Santiago Carrillo, resumió la nueva orientación del partido: “Hemos optado, con todas las consecuencias, por hacer un auténtico partido ‘eurocomunista’.” Al adoptar las 15 tesis presentadas por el comité central, los 1.500 delegados aprobaron la política carrillista de una “ruptura pactada” con el gobierno Suárez; aceptaron la monarquía; aprobaron el Pacto de la Moncloa, un programa político y económico firmado conjuntamente por el consejo de ministros y la “oposición”; y renunciaron formalmente al leninismo. Carrillo subrayó en su informe que el “entronque” con los orígenes del partido “no significa hoy dependencia de ningún Estado socialista concreto ni aceptación de un centro dirigente determinado” (Mundo Obrero, 20 de abril de 1978).

Los propósitos del congreso eran tres: formalizar la adherencia del partido a la política eurocomunista de Carrillo; demostrarle a la burguesía la moderación de los dirigentes del PCE y su entrega a la “democracia”; y emprender una homogeneización de las filas, por medio de un debate restringido. En total, la operación debe considerarse un éxito, puesto que las tesis fueron adoptadas por una abrumadora mayoría y el nivel de debate y de oposición interna permitido sobrepasa fácilmente todo lo conocido en un partido estalinista. Sin embargo, la proyección internacional del Noveno Congreso del PCE queda por determinarse (los dirigentes de los partidos comunistas italiano y francés reaccionaron con reservas a la iniciativa de Carrillo), y el nivel de disidencia plantea la posibilidad de grandes escisiones hacia la izquierda.

Enterrando al leninismo

El eje principal del congreso y de la discusión que lo precedió fue la cuestión del “leninismo”. El término debe ponerse entre comillas, pues mientras la dirección no disimuló su rechazo de todas las contribuciones de Lenin al marxismo, la oposición estaba lejos de presentar un auténtico programa leninista. Puesto que durante los últimos 50 años el PCE no ha conocido sino el programa y la práctica antileninista del estalinismo, el debate fue en  gran parte simbólico. Sin embargo, la intención (lograda) de la propuesta, en la tesis número 15, de abandonar la autodenominación de “marxista-leninista” y reemplazarla con “marxista, revolucionario y democrático” era de señalar una renuncia formal de la revolución proletaria.

Así pues, la discusión, junto con la anterior renuncia del PCE a la dictadura del proletariado, confirmó que el partido está enteramente entregado a la defensa del poder de su “propia” burguesía, excluyendo toda lealtad rival a la burocracia del Kremlin. Es el mérito de Carrillo el haber planteado el debate con franqueza. Por lo tanto, en su discurso en la reunión del CC del 21-22 de enero, rechazó específicamente el concepto del “partido internacional centralizado, sometido a una fuerte disciplina que era la Internacional Comunista”,  junto con la idea de “un partido proletario revolucionario, vanguardia de la revolución.” Concluye:

“Y es cierto que nosotros, y no solamente nosotros, sino otros partidos comunistas de Occidente tampoco practican el leninismo como concepción global que inspire su estrategia…

“Es evidente que nosotros llevamos muchos años en los que en toda una serie de aspectos concretos de nuestra lucha política práctica hemos prescindido de concepciones concretas de leninismo.”

En su intervención en la discusión del CC Carrillo desafió a quienes se opusieran al cambio propuesto:

“Si hubiese una oposición en el Partido a esto que acordamos hoy, yo no le pido más que una cosa, que sea consecuente y que diga ‘¡sí, dictadura del proletariado!’ y que diga ‘¡sí, Internacional Comunista!’ y que diga ‘¡sí, toma del poder por la insurrección armada!’ y que diga ‘¡sí, la política que ha seguido desde hace largos años el Partido es equivocada!’”

Mundo Obrero, 26 de enero de 1975

El secretario general no encontró a nadie que le aceptara el reto. Sin embargo, sí se topó con bastante oposición en algunos de los baluartes principales del partido. En Asturias, provincia natal de Carrillo y de Dolores Ibárruri (la Pasionaria), presidente del PCE, las agrupaciones del partido en las tres ciudades principales (Oviedo, Gijón y Avilés), se opusieron al abandono de la definición de “marxista-leninista”. El 29 de marzo, la prensa en la ciudad andaluza de Málaga publicó una declaración por 200 miembros del partido denunciando fuertemente a los dirigentes del PCE por sus críticas excesivas a la Unión Soviética. Subsecuentemente los congresos provinciales de Badajoz y de Soria, regiones agrarias, rechazaron igualmente la tesis 15.

Pero el centro de oposición fue Cataluña, la región que proporcionó ocho de los 20 diputados comunistas a las Cortes. El semiautónomo PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), que se define como “partido hermano” del PCE, tiene 46.000 militantes de un total de 200.000 a nivel estatal. Por lo tanto, es comprensible el desconcierto de la dirección del PCE cuando a finales de marzo la conferencia del PSUC reafirmó su autodesignación como marxista y leninista por un voto de 97 contra 81 en el comité central. Este voto provocó la dimisión en masa del presidente del PSUC, Gregorio López Raimundo, del secretario general Antonio Gutiérrez Díaz y del comité ejecutivo entero. Por fin, después de una semana de reuniones a puerta cerrada; el CC del partido catalán aprobó una segunda moción, apoyando la tesis 15 y declarando:

“no existe contradicción de fondo entre las enmiendas aprobadas por la Primera Conferencia Nacional del PSUC y las tesis del IX Congreso del PCE….”

Mundo Obrero. 13-19 de marzo de 1978

Congreso eurocomunista

Bajo un enorme estandarte proclamando “un debate comunista para la democracia y el socialismo”, el congreso del PCE se inició el 19 de abril en el suntuoso Hotel Meliá-Castilla en Madrid. Carrillo también destacó la temática de la democracia en su informe y, en tonos grandilocuentes, ofreció su dimisión como secretario general en el caso de que los delegados lo desearan. Declaró en su propia defensa que “en lugar de hacer de este un partido abierto transparente y democrático, la dirección podría haberlo hecho un partido hermético, cerrado, sin posibilidad alguna de discrepancias.” Sin embargo, esto no conmovió a algunos de los delegados, quienes razonaron que si la dirección podía hacer todo eso, por sí sola, también lo podía deshacer ella sola (Le Monde, 23-24 de abril).

Según la prensa, las opiniones en contra de la dirección se expresaron ampliamente en las conferencias regionales, aunque fueron menos notables en el congreso mismo. En Asturias, en respuesta a la intervención imperiosa de Simón Sánchez Montero, uno de los primeros tenientes de Carrillo, 115 de 500 delegados se salieron de la reunión. En la conferencia del PSUC en Barcelona, incluso hubo objeciones a la participación de Carrillo en defensa de sus tesis eurocomunistas, dado que formalmente sólo es miembro de un “partido fraternal”. En la conferencia provincial de Madrid hubo protestas contra la imposición de Sánchez Montero como líder de la organización regional.

En el mismo congreso los delegados se quejaron bastante entre sí sobre el análisis político presentado por la dirección. La tesis 1, evaluando la actual situación política en España, fue criticada por su “triunfalismo” ― es decir, por su pretensión de que el régimen había logrado él fin buscado por el PCE de una “ruptura democrática”, aunque por medios diferentes. Enmiendas a esta tesis insistieron en el importante papel que han jugado las movilizaciones de masas en lograr avances como la legalización del PCE. La Tesis 4, alabando el Pacto de la Moncloa (y por lo tanto el programa de austeridad fijando topes salariales, aprobado e impuesto por el PCE), fue revisada en comisión a fin de suprimir un pasaje entero elogiando los beneficios del pacto. Estos beneficios, decían los delegados, no se habían realizado dado que el programa sólo había sido parcialmente puesto en vigor.

Esta exhibición ostentosa de democracia en el congreso no era únicamente para el beneficio de la prensa. Era también un síntoma de la heterogeneidad del PCE, cuyos efectivos son hoy día diez veces aquellos cuando la muerte de Franco a fines de 1975. Nuevos militantes, que no han sido educados en la escuela estaliniana, han engrosado las filas del partido. De momento se tolera bastante disensión (aunque 23 de los disidentes de Málaga fueron suspendidos por su declaración en contra de la dirección), pero la burocracia carrillista del PCE busca abiertamente imponer la ley y el orden a su partido revoltoso. Esto ya se ha puesto en marcha con la instalación de gran número de funcionarios sindicales de las Comisiones Obreras (CC.OO.) como delegados y responsables del partido a nivel provincial, reemplazando a menudo a los intelectuales disidentes.

Otro índice de la agitación interna que amenaza al aparato partidario es la ola de sentimientos nacionales dentro del PCE. Además del PSUC y las secciones gallegas y vascas ―cada una de las cuales ha tenido tradicionalmente su propio comité central― durante el último año se han organizado secciones en Asturias, Andalucía, las Islas Canarias y los Baleares. El sentimiento nacional es tan fuerte en el País Vasco que el año pasado la antigua dirección centralista del PC de Euskadi fue reemplazada con nuevos dirigentes “abertzales” quienes, contrarios a la línea oficial autonomista del PCE, reivindican la autodeterminación para los vascos.

La tesis 15

Como consecuencia de la filtración de los delegados, la fuerte oposición a la supresión del término “marxista-leninista” que se mostró en las conferencias regionales (contando con más de la tercera parte de los delegados) había disminuido considerablemente en magnitud y en vehemencia. Además de la etiqueta, dijo Manuel Azcarate, encargado de relaciones internacionales del PCE y el expositor más destacado (después de Carrillo) de la línea eurocomunista, es necesario depurar al PCE de otras connotaciones del término leninista; la toma de poder por medio de la lucha armada, la dictadura del proletariado, la alianza obrero-campesina, la hegemonía de la clase obrera. En lugar de estas frases (vaciadas de su contenido leninista desde hace mucho tiempo en la práctica reformista de los estalinistas), el PCE se sirve hoy de tonterías como “la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura”.

El debate formal sobre el “leninismo” fue muy corto ―diez minutos en total― la dirección del partido permitió sólo un orador en contra de la tesis 15, Francisco Frutos del PSUC. Cabe anotar su intento de mostrar la compatibilidad del leninismo y del eurocomunismo, un absurdo patente puesto que un aspecto principal de la línea carrillista ha sido de generalizar, hasta el nivel de “teorías” vulgares propias de los socialdemócratas, la colaboración de clases reformista que practican los estalinistas desde hace mucho tiempo. La tarea de responder a este seudoleninista patético le tocó al desgraciado Sánchez Montero, quien escandalizó a los delegados al repetir el comentario de Lenin cuando los bolcheviques rusos cambiaron el nombre de su partido de socialdemócrata a comunista: “Es necesario quitarse una camisa vieja y ponerse ropa limpia.” (Tales citas erradas de los clásicos marxistas parece ser una afición universal entre los enanos teóricos de la dirección del PCE. Al justificar el abandono formal del leninismo, Carrillo comentó que tanto había cambiado desde la Primera Guerra Mundial que, de hecho, “el mundo ha cambiado ya de base” parafraseando así un verso de la Internacional que se refiere al triunfo de la revolución).

En la votación final, 968 delegados votaron a favor de la tesis 15 y 248 en contra. Sin embargo, en la elección de los 45 miembros del comité ejecutivo, no se incluyó ni un solo, representante de la “minoría leninista”.

Significado del Noveno Congreso

A nivel internacional, el impacto inmediato del Noveno Congreso del Partido Comunista de España no ha sido gran cosa. Fuera del PCE, los partidos más importantes de Europa occidental que se han asociado con el término “eurocomunista”, el francés y el italiano, ya se habían enfriado hace tiempo ante la actitud acerba de Carrillo respecto a la Unión Soviética. En la “cumbre eurocomunista” en Madrid en marzo de 1977, Marchais del PCF y Berlinguer del PCI rechazaron la demanda por parte del PCE de una condena conjunta de la represión de disidentes por el Kremlin. Y cuando no se le permitió a Carrillo hablar en el 60 aniversario de la Revolución de Octubre en Moscú, Berlinguer se negó a emitir una protesta junto con el dirigente comunista español.

En el reciente congreso, el saludo del PCI se refirió a “divergencias, incluso profundas,… en las propuestas políticas” de los dos partidos (Corriere della Sera, 21 de abril). Esto se interpretó como una crítica de la eliminación de la frase “marxista-leninista” de la constitución del PCE. Las relaciones con el partido francés son aún más tensas, puesto que el PCE le echó la culpa a Marchais por la derrota de la Unión de la Izquierda en las elecciones parlamentarias de marzo. La respuesta del PCF vino en forma de comentario sobre el congreso madrileño:

“Haciendo desaparecer todo el carácter ideológico específico del PC español, proponiéndole a los socialistas que se olviden de la ruptura de 1921 y que construyan un partido laborista conjunto, Carrillo espera superar su desventaja electoral. En esencia, ha hecho la operación inversa a aquella emprendida por los comunistas en Francia para ganar nuevo terreno.”

L’Humanité, 20 de abril

La reacción internacional decisiva, sin embargo, vendrá de Moscú. Y durante el congreso del PCE parecía que un pacto de no agresión se había acordado tácitamente entre Brezhnev y Carrillo. Por lo tanto, no hubo una sola crítica directa a la Unión Soviética durante los actos, y sólo la objeción a la subordinación a un “estado socialista determinado” en el informe de Carrillo. El Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) envió un saludo que, aunque generalmente amistoso, declaró elípticamente:

“La existencia de un Partido Comunista fuerte y combativo, que se rige por las teorías científicas del marxismo-leninismo es la garantía de la transformación democrática de la lucha por el progreso social.”

El mensaje no podía ser más claro, pero en la versión que se publicó en el Mundo Obrero del PCE suprimieron esta frase.

Durante el congreso mismo, fueron ampliamente solicitados, y obtenidos, comentarios por parte del jefe de la delegación del PCUS, Viktor Afanasiev, el director de Pravda. Demostrando que según los términos del Kremlin él no figuraba como ningún “liberal”, Afanasiev comentó desvergonzadamente: “En la Unión Soviética sufrimos de un exceso de democracia” (!). Interrogado sobre su opinión acerca de las discusiones del congreso. Respondió secamente:

“Algunas discusiones son útiles, otras no. Temo que un debate sobre principios sólo debilitará al partido. La fuerza de un Partido Comunista se basa en su unidad. Pero no encontré gran unidad en el curso del congreso.”

Le Monde. 25 de abril

El delegado soviético mencionó de paso que había distribuido centenares de insignias con el retrato de Lenin a delegados del congreso que se los habían pedido.

Aprovechando toda oportunidad para hacer un comentario positivo acerca de Carrillo (como alabar la frase vacía del PCE de la “unidad de las fuerzas del trabajo y de la cultura”), al mismo tiempo Afanasiev puso un punto de interrogación en los lugares claves. Cuando se le preguntó si el PCE se estaba convirtiendo en un partido socialdemócrata, respondió que “la política que ha aplicado hasta ahora no indica que ha dejado de ser revolucionario. Veremos lo que pasa en el futuro.”

Ni Carrillo, ni el Kremlin quisieron hacer de esta reunión la ocasión para una ruptura dramática. No obstante, está claro que la intención de la dirección del PCE fue hacer de éste el “congreso eurocomunista”. Antes de la votación sobre la eliminación de la designación “marxista-leninista”, el primer delegado soviético dijo al periódico madrileño Informaciones, “El eurocomunismo no existe.” (Sus razones fueron que ni Marchais ni Berlinguer asistieron ―un hecho significante― y que en su informe Carrillo sólo mencionó el término una vez). Después del voto sobre la tesis 15, Carrillo replicó: “Hemos demostrado que el eurocomunismo existe” (Corriere della Sera, 23 de abril).

La evolución del PCE

El IX Congreso señala la formalización de la ruptura con el estalinismo por parte del PCE. Este evento no ha marcado, por supuesto, un viraje brusco de la dirección carrillista sino la culminación de un proceso, de una trayectoria que tiene sus raíces en la degeneración de la Internacional Comunista bajo Stalin. Utilizando la vieja terminología leninista del internacionalismo proletario, en realidad un partido estalinista se caracteriza en primer lugar por su subordinación a los intereses de la burocracia dirigente de un estado obrero degenerado (la URSS) o deformado. Esta es la característica primordial que distingue su reformismo ―la defensa del dominio capitalista― de aquél de los socialdemócratas. Pero a través de sus vínculos con el Kremlin y directamente en el terreno nacional, los partidos estalinistas también se someten a los intereses de su “propia” burguesía. Con el tiempo este aspecto pasa a dominar sobre el primero en la medida en que los PC se ajustan a su política de colaboración de clases y los recuerdos de su procedencia leninista se desvanecen. Como escribió León Trotsky a finales de los años 30:

“En lo referente a la ex-Comintern, su base social hablando con propiedad, tiene una doble naturaleza. Por una parte vive de los subsidios del Kremlin…. Por otra parte, los diferentes aparatos de la ex-Comintern se alimentan en la misma fuente que la socialdemocracia, a saber, las sobreganancias del imperialismo. El crecimiento de los partidos comunistas durante los últimos años, su infiltración en las filas de la pequeña burguesía, su instalación en el aparato del estado, los sindicatos, los parlamentos, las municipalidades, etcétera, fortalecieron extremadamente su dependencia con respecto a los imperialismos nacionales, en detrimento de su dependencia tradicional con respecto al Kremlin.”

Escritos, 1938-39

En la época de la Guerra Civil y después de la Segunda Guerra Mundial, no había partido más estalinista que el PC español. Fue el modelo casi caricaturesco, donde absolutamente todo aquello de importancia se efectuó según las directivas de Stalin y sus emisarios. Fue entonces cuando la línea de defender la propiedad privada vino directamente de la pluma del Gran Organizador de Derrotas (carta de Stalin a Largo Caballero en diciembre de 1936), cuando la persecución de los anarquistas y del POUM se anunció desde las páginas de Pravda, cuando la eliminación de Largo Caballero de su puesto de primer ministro de la República española fue ordenada por Togliatti. El PCE, que antes del inicio de la ayuda militar soviética no tenía influencia alguna en el seno del proletariado español, fue el más incondicional de todos.

Carrillo sitúa su primer paso hacia la ruptura con Moscú en 1956, luego del famoso informe secreto de Kruschev al XX Congreso del PCUS. Como los dirigentes soviéticos, él se mostró indignado de haber descubierto los crímenes de Stalin, tratando así de ocultar su propia participación en dichos crímenes: ¿acaso el actual líder del PCE ha olvidado la reunión del buró político en mayo de 1937 cuando fue informado por los delegados de la Comintern del arresto de Nin?; ¿o acaso “ignoraba” los fusilamientos masivos de valientes veteranos de las Brigadas Internacionales, ordenados por Stalin a finales de los años 40? Pero Carrillo va más lejos que la irrisoria “desestalinización” emprendida por Kruschev, y en un informe al comité central del PCE a finales de 1956 califica de insuficiente la explicación en base a un “culto de la personalidad”.

Sin embargo, el resultado de este proceso de ruptura con el estalinismo por parte del PCE no ha sido el regreso al leninismo auténtico, a una crítica revolucionaria de la perversión y desviación de la Revolución de Octubre por los usurpadores del Kremlin, sino todo lo contrario, la aceleración de la socialdemocratización como expresión y consecuencia de su política nacional-reformista. La estrecha vinculación entre este proceso y el fortalecimiento de los lazos que unen los partidos estalinistas al orden capitalista se ve con claridad meridiana en el caso español. El mismo informe de Carrillo al CC en el 56 es donde por primera vez se esboza la nueva política del PCE de “reconciliación nacional”, un tipo de “compromiso histórico” anticipado. (Esta expresión, dice Carrillo en broma, siempre causó problemas al intentar de explicarse a los dirigentes soviéticos, porque la traducción en ruso sonaba como algo que había condenado mil veces Lenin).

Claro que desde años atrás los dirigentes del PCE se comprometieron al mantenimiento del orden capitalista. Pero luego del inicio de la guerra fría, cuando se dieron cuenta que no habría ni intervención soviética ni apoyo de las “democracias” occidentales al lado antifranquista en una reedición de la Guerra Civil española, se reorientaron hacia una vía estrictamente nacional de lograr posiciones de influencia en el aparato estatal burgués. Sabiendo que la burguesía abrigaba un temor mortal a las consecuencias de un nuevo período de movilización obrera, y que no se prestaría a una repetición del frente popular clásico, el PCE planteaba la formación de un bloque político compuesto de todas las fuerzas que querían “superar la Guerra Civil” ― o sea, todas salvo un puñado de franquistas a ultranzas.

De este modo los primeros pasos del PCE hacia la “desestalinización” iban mano a mano con su enfeudación cada vez mayor en el régimen capitalista. El próximo paso, el que marcó el punto de partida del eurocomunismo, fue su reacción a la invasión soviética a Checoslovaquia en agosto de 1968. Anteriormente había habido varias discrepancias con el Kremlin: una nota publicada en Mundo Obrero en 1964 criticando la explicación dada para la defenestración de Kruschev; la protesta contra el encarcelamiento de los escritores disidentes Sinyavsky y Daniel en 1966; la protesta airada contra un artículo aparecido en Izvestia en 1967 que daba a entender que el PCE preconizaba la restauración de la monarquía en España. Hasta aquí, dice Manuel Azcarate, responsable del PCE por relaciones internacionales, hay “una fase de actitud crítica hacia la Unión Soviética”. En cambio, su protesta contra la supresión de la “Primavera de Praga” abre “una discusión a fondo en todo el Partido sobre nuestra relación con la Unión Soviética” (“El eurocomunismo y la URSS”, Viejo Topo Extra No. 2 [1978]).

Por una parte los dirigentes del PCE tenían grandes simpatías con el equipo de Dubcek. Checoslovaquia había sido durante largo tiempo uno de los centros del partido español en la emigración, y fue desde Praga que se transmitían los programas de la “Radio España Independiente”. Así observaron de cerca el repudio de la población checoslovaca a la invasión por fuerzas del Pacto de Varsovia. Inmediatamente después del anuncio de la invasión, el mismo 21 de agosto de 1968, Carrillo e Ibárruri se dirigen a Moscú para presentar su protesta ante los mandatarios soviéticos. Se entrevistan con Suslov, uno de los halcones más notorios del Kremlin, quien con abierto desdén hace caso omiso de las súplicas del PCE que a fin de cuentas, dice, es un “partido pequeño”.

Había otro aspecto., igualmente importante en la denuncia por el PCE de la invasión soviética a Checoslovaquia: el deseo de dar pruebas convincentes a la burguesía española de su absoluta independencia de Moscú. Tanto Carrillo como los políticos burgueses de la “oposición democrática” al franquismo conservaban recuerdos vivos de la prepotencia ejercida por los arrogantes “asesores” soviéticos en casi todas las instituciones gubernamentales de la República durante la Guerra Civil. Podrían evocar imágenes de cárceles secretas y secuestros de dirigentes políticos llevados a cabo por la siniestra KGB. Con esta visión, el 28 de agosto de 1968 la emisora del PCE transmite una declaración del comité ejecutivo que plantea:

“No podemos concebir ni admitir la hipótesis que ahora nuestros enemigos pueden formular ―de que el día en que nuestro partido llegue al poder en España, en alianza con las fuerzas del trabajo y de la cultura, otra potencia socialista, cualquiera que sea, nos dicté su política y menos aún, intervenga militarmente en nuestro territorio, sin nuestra más enérgica resistencia.”

Mundo Obrero, septiembre de 1968

No sorprende, entonces, el que las fuerzas de ocupación soviéticas clausuraron Radio España Independiente.

Habiendo sufrido así el impacto de la invasión en el pellejo propio, en cierto sentido, y afanándose en demostrar su compromiso “pluralista” ante la opinión pública burguesa, el PCE de repente se vio envuelto en una lucha fraccional con los defensores del Kremlin. Todo esto coadyuvó en dar mayor trascendencia a la desvinculación del PCE de la URSS en ese momento crítico. Según Azcarate:

“Y hay que decir en favor de los soviéticos que nos ayudaron con sus intentos de dividir al Partido (Líster, García); estos intentos nos ayudaron porque las zonas aferradas a una apologética total, a la incondicionalidad a la Unión Soviética, incapaces de reflexionar, se fueron del Partido; y a través de una discusión muy profunda que llegó hasta la base, con una unanimidad grande en torno a la posición de total independencia crítica…”

― “El eurocomunismo y la URSS”

La lucha fraccional emprendida por Eduardo García (entonces secretario de organización del PCE) y Agustín Gómez recibió un apoyo tácito pero inconfundible de la URSS. Luego de una denuncia virulenta de los “fraccionalistas” por Mundo Obrero en octubre de 1969 se publicaba en Moscú una carta abierta firmada por más de 200 militantes del PCE, acusando la dirección de “calumnias antisoviéticas”.

La respuesta del comité central fue la expulsión de García y Gómez del PCE por fraccionalismo. Pero no logró con esto extirpar de inmediato a los adeptos del Kremlin de sus filas. Enrique Líster ―el “General Líster” de la Guerra Civil― quien hasta mediados de 1969 compartía las posiciones de la mayoría, protestó la expulsión de García-Gómez, lo que le costó su propia expulsión en septiembre de 1970, elevando el total de expulsados a siete miembros del CC. Aunque las pérdidas parezcan reducidas, representan un sector significativo de los cuadros dirigentes del partido; y la lucha fraccional, apoyada y animada por el Kremlin, convenció a Carrillo y Cía. de la imposibilidad de una reconciliación con sus antiguos amos.

Sin embargo, Carrillo tardó mucho en romper definitivamente con la URSS. No obstante la casi unanimidad del repudio por los partidos comunistas de Europa occidental a la invasión de Checoslovaquia, la dirección del PCE se sintió aislada en sus ataques dirigidos no solamente contra acciones específicas del Kremlin, sino contra el “modelo soviético” en sí. En un importante informe al comité central del PCE en septiembre de 1973, Azcarate sistematizó las críticas a la política exterior de la URSS e hizo un llamamiento por la confluencia de los PC europeos en una tendencia independiente de Moscú:

“Creemos que hoy día es necesaria cierta ‘descentralización’ del proceso unitario; es decir, los encuentros bilaterales, las reuniones de partidos con problemas comunes que viven situaciones cada vez más similares…. Una tarea esencial para los partidos comunistas de Europa occidental es de elaborar conjuntamente una ‘imagen característica’ de lo que el socialismo puede y debe ser en esta parte del mundo.”

Les PC espagnol, français et italien face au pouvoir (1976)

Algunos meses más tarde se inició el ciclo de reuniones bilaterales que dio origen al término “eurocomunismo” y que correspondía a la letra al llamamiento de Azcarate en 1973.

La gestación y el nacimiento del eurocomunismo no ha sido un proceso sin contradicciones. En la reunión de los partidos comunistas de Europa en julio de 1976, Carrillo declaró rotundamente: “No existe el eurocomunismo….” Pero ya a principios de 1977 aparece su libro Eurocomunismo y estado, donde caracteriza a la URSS como “totalitarismo socialista” con “rasgos formales similares a las dictaduras fascistas”. El tratado de Carrillo constituye el único intento de formalizar una doctrina eurocomunista, y es notable por su presentación de un reformismo socialdemócrata consecuente. Rechaza el partido leninista de vanguardia y el ¿Qué hacer? Rechaza la dictadura del proletariado y Estado y revolución. Aboga por la transformación del estado capitalista, cuestiona si resta cualquier cosa de socialista en la URSS, y reivindica superación de la división entre socialdemócratas y comunistas. Lo único que faltaba fue el rechazo explícito del “marxismo-leninismo”, el término estalinista para su deformación del auténtico comunismo leninista ― pero esto vino pocos meses después en la gira en EE.UU. por Carrillo.

Los seudotrotskistas del Secretariado Unificado (SU) de Ernest Mandel naturalmente no se identifican abiertamente con los eurocomunistas tipo Carrillo. Pero en su afán de acercarse a elementos críticos dentro de los PC sí tratan de esconder el carácter nítidamente derechista y reformista del eurocomunismo. Así durante los actos del Noveno Congreso del PCE, un representante de la Liga Comunista Revolucionaria, afiliada al SU, hizo un saludo descarado, casi sin crítica alguna, pidiéndole al partido de Ramón Mercader (el asesino de León Trotsky), al partido de Carrillo e Ibárruri (“autores intelectuales” del fusilamiento de Andrés Nin), que “rehabilitase” a Nin y a Trotsky!

Tanto hoy como a finales de los años 50 cuando, por primera vez el PCE propuso la política de “reconciliación nacional”, y durante la Guerra Civil, el partido ha seguido fiel a su herencia: un enemigo jurado de la revolución proletaria. La Pasionaria, con su aspecto fingido de abuelita cariñosa, hoy día presidente de un partido que defiende la democracia “sin clases”, era durante los años 30 la inquisidora rabiosa de trotskistas y anarquistas. Estos crímenes de sangre no se pueden borrar de la historia, y el papel del PCE al desbaratar la fuerte oleada hacia una huelga general contra el régimen franquista durante 1976-77 recapitula su papel contrarrevolucionario de cuando aplastó el levantamiento obrero de Barcelona de 1937.

“Eurocomunista por el rey y la patria”

El futuro del eurocomunismo como corriente internacional está aún por determinarse. En todo caso, esta categoría ―ambigua que es, correspondiendo a un invento periodístico en vez de a una caracterización científica― no es ninguna morada final; sólo puede ser una posición pasajera en el proceso de la socialdemocratización de los partidos estalinistas. Aunque por lo visto los PC francés e italiano no están dispuestos a dar un paso tan dramático y llamativo como la renuncia al “leninismo” del PCE, está claro que en el caso del partido de Carrillo ha habido una ruptura definitiva con la burocracia de Moscú, de tal modo que ya no puede ser denominado estalinista. Es más esto se afirma en la disputada tesis 15:

“… rechazamos como algo ajeno al marxismo, el fenómeno del burocratismo y del estalinismo…. Los comunistas españoles hemos superado autocríticamente, en lo fundamental, el estalinismo, y estamos recuperando las esencias democráticas y antiburocráticas del marxismo.”

Para subrayar el significado, a su ver, de este cambio, la revista soviética Nuevos Tiempos le advirtió al PCE ya a principios de año (en una polémica dirigida contra una entrevista de Azcarate) que consideraba el mantenimiento de “marxismo-leninismo” como una cuestión decisiva.

La renuncia del “marxismo-leninismo” por el PCE constituyó una ruptura formal con la burocracia del Kremlin, entendiéndose como un rechazo a toda traza restante de la doctrina sobre la que se fundó la URSS. El PCUS así lo indicó en su saludo al Noveno Congreso, y fue sobre esta cuestión que la dirección carrillista buscó la aprobación formal por el partido de su programa eurocomunista. Si no hubo una escisión durante el mismo congreso señalando esta ruptura del estalinismo, ello se explica en parte porque los adictos incondicionales del Kremlin ya habían salido años atrás con Líster y García (y más del 95 por ciento de la militancia del partido ha sido reclutado después de esta lucha fraccional formativa); además hay posibilidades de escisiones por elementos anticarrillistas a raíz del Noveno Congreso.

La decisión de Santiago Carrillo de romper con Moscú se tomó mucho antes de abril de 1978. Después del enfrentamiento con la URSS sobre Checoslovaquia, Carrillo ya había quemado todos sus barcos, y nunca más podría ser el hombre del Kremlin. Como un traidor reformista  jurado a la clase obrera, Carrillo aprovechó agresivamente su única opción: buscando comprobar su confiabilidad no solamente como sostén del capitalismo, sino también como defensor de la monarquía franquista. Cuando el PCE recibió un triste 9 por ciento en las elecciones a las Cortes del 15 de junio de 1977, la dirección ni siquiera analizó las causas de esa débil votación y continuó sin interrupción su apoyo incondicional al rey Juan Carlos y a su primer ministro Adolfo Suárez. Ya había hecho su decisión irrevocable.

Es evidente que esto va más allá de un mero rechazo kruscheviano del “culto de la personalidad”. Hoy día, la foto de Trotsky puede aparecer en las páginas de la revista teórica del PCE, Nuestra Bandera, e incluso Carrillo escribe en su libro Eurocomunismo y el estado que fue un mito que Trotsky era agente de los nazis y que “Es más que tiempo de que se haga esta presentación objetiva del papel de Trotsky en la revolución…”. Pero la evolución del Partido Comunista español no se dirige en ningún sentido hacia la izquierda. Santiago Carrillo ha escogido entre la “Tercera Roma” del Kremlin y su “propia” burguesía. Como se ha comprobado durante todo el período posfranco, el PCE busca ser el sostén más fiel del estado que ha surgido de la dictadura franquista, “con todas las consecuencias”. Santiago Carrillo es un eurocomunista “por él rey y la patria” y no por la URSS.

Una Tricontinental Castrada

Una Tricontinental Castrada

Originalmente publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 1, Octubre 1966.

Fidel Castro y la burocracia cubana han pasado a las filas de la contrarrevolución. El ataque al trotskismo lanzado al final de la conferencia tricontinental en la Habana no tiene propósitos más que los de desarmar el programa socialista. Sus ataques, sin base política honesta, se escudan en su prestigio y autoridad como líder de la revolución cubana. Debido a esto Castro es el mameluco requerido por la burocracia rusa y la pequeñaburguesía “radical” del mundo colonial para aplastar todo intento de realización socialista. No sin razón los slogans de la tricontinental hablan solamente de derrotar al “imperialismo, neocolonialismo y colonialismo.” Nada se refiere al proletariado mundial y su vanguardia como agente propulsor revolucionario.

Estos son momentos de aguda crisis económica-política para el imperialismo. Frente a esto la burocracia rusa se repliega defensivamente y predica sólo coexistencia pacífica. Esto ayuda al imperialismo pues la crisis lo obliga a atacar cada vez más violentamente al proletariado dentro de sus propios confines y fuera de ellos. De la misma manera, la pequeñaburguesía colonial también quiere “paz” para ser ellos los que exploten o usen a su proletariado en vez de los imperialistas. La cuestión no es la de “paz” sino la de quién procederá, científica y revolucionariamente, contra el imperialismo en estos momentos cruciales. Sólo el proletariado lo puede hacer pues en éste mundo no pueden existir dos sistemas económicos opuestos sin que la cuestión se decida en términos de lucha de clases. Esto de “liberación nacional” es un truco de los oportunistas pequeñoburgueses. Conferencias como la tricontinental no hacen sino evadir la crisis actual y la dirigen por sendas que posponen el triunfo socialista. El internacionalismo proletario es substituido por “chovinismo tricontinental,” la lucha de clases es falsificada por “lucha nacional” y los filisteos se autotitulan “revolucionarios.”

No decimos que la burocracia que se implantó en Cuba a través de Castro manifieste estas características abiertamente. No, la burocracia siente el peso del proletariado cubano, latinoamericano y mundial. Por lo tanto debe de aparentar ser revolucionaria. Por eso la palabrería ultra-radical, por eso el chovinismo jacobino, por eso la mediocridad casi-socialista. Pero en la práctica la burocracia procede exactamente en contra de lo que proclama: denuncia el programa socialista del MR13 en Guatemala, defiende al chacal Turcios en sus maquinaciones en contra del MR13 y en su colaboración con la burguesía nacional y la pequeñaburguesía reaccionaria, excusa la desaparición “misteriosa” de Guevara, ataca a la China con argumentos insostenibles, aniquila la voz del proletariado cubano (en nombre de “unidad nacional”), obstaculiza la industrialización cubana sometiéndola a una falsa división de la labor socialista y se acomoda como un-sacerdote a los designios traidores de los enemigos de la clase obrera (como Allende en las pasadas elecciones Chilenas).

Así como el estalinismo tuvo y tiene razones políticas para defenderse del trotskismo y el programa revolucionario del proletariado, Castro las tiene también. La mentira de que el trotskismo es un agente del imperialismo es el subterfugio usado por aquéllos que tratan de lavarse las manos de los mismos crímenes que achacan al trotskismo.

La burocracia rusa no tiene ya la autoridad para dirigir al proletariado colonial. Sus traiciones son incontables y una nueva “Comintern” es necesaria para seguir defendiendo la estructura burocrática y aplazando el triunfo socialista. La tricontinental reluce así como la nueva “comintern” con la diferencia de que nació degenerada en vez de sufrir el proceso degenerador de la formada por los bolcheviques y disuelta en 1943 por Stalin. Pero esta nueva comintern no puede ser controlada tan firmemente.

La pequeñaburguesía “nacionalista” colonial se siente “liberada” y actuará más por cuenta propia. Pero harán, quiéranlo o no, lo que la burocracia rusa desea. Comparten con ésta, un pavor religioso hacia el imperialismo. A esto añaden otro pavor más, hacia el proletariado. Al definirse como la clase revolucionaria, el proletariado presiona a los burócratas para que tomen medidas revolucionarias contra el imperialismo. Esto crea una contradicción social que tendrá que solucionarse con una guerra civil. La pequeñaburguesía colonial contiene entonces los mismos intereses clasistas de castas burocráticas como las de Rusia y China. Las traiciones no serán fáciles de hacer pues las masas coloniales demuestran ser mucho más revolucionarias que hace 20 años. Pero desastres como los de Argelia, Indonesia y Ghana se repetirán frecuentemente.

Los movimientos que estos oportunistas dirigirán tal vez lleguen a ciertas conclusiones socialistas en una u otra parte del globo. Pero lo harán a tremendos costos del proletariado, confusamente y sin haberlo planeado (como paso en Cuba). La cuestión vital de la dictadura del proletariado seguirá en pie en el mundo colonial.

Sólo una vanguardia proletaria con el programa socialista de la Cuarta Internacional puede llevar a su culminación el triunfo final de la clase obrera sobre esta sociedad clasista y depravada.

Sólo la Cuarta Internacional posee un programa transitorio y siempre revolucionario para el proletariado mundial. La Cuarta Internacional no se estanca en las metas del estalinismo, fidelismo y socialdemocracia. No lo hace pues estas deformaciones políticas se oponen al avance del proletariado y sirven al status quo burgués. La Cuarta Internacional, en estos momentos agónicos del capitalismo, enlaza estas demandas transitorias de hoy con el programa socialista que llevará al proletariado a derrumbar al capitalismo. Si ahora demandamos libertad para los presos políticos, empleos con menos horas y más salario, condiciones decentes de vida, trabajo para todos, derecho a organizarnos fuera de los sindicatos estatales, libertad de palabra política, mañana demandaremos nuestro poder político, nuestro derecho a gobernar nuestra producción y nuestra misión histórica de establecer una sociedad socialista.

Irán: La historia se venga

SWP/SU: Seguidismo criminal

Irán: La historia se venga

Traducido de Workers Vanguard No. 239, 14 de septiembre de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español no. 8, agosto de 1980.

Se arrodillaron ante sus verdugos.

Cuando el ayatolá Jomeini subió al poder en Irán luego del derrocamiento del sangriento sha, el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano aclamó el suceso en su periódico con un titular de primera plana que se verá inmortalizado en la crónica de la traición de clase: “¡VICTORIA EN IRAN!” (Militant, 23 de febrero de 1979). Y ahora SWP, ¿de quién fue la victoria?

Cada día desde la caída del Trono del Pavo Real, los sucesos en Irán han confirmado que los resultados de esta “victoria” son la represión salvaje de las minorías nacionales, el fusilamiento de huelguistas, homosexuales, adúlteros y otros acusados de “crímenes contra dios”; el apedreamiento de mujeres sin velo, la supresión de todos los partidos y la prensa de oposición. La masacre actual de centenares de kurdos en el noroeste de Irán es sólo la medida represiva más reciente de esta teocracia chiita en su empeño en consolidar su victoria.

La tendencia espartaquista internacional (TEI) fue la única de la izquierda que dijo la verdad, confirmada día tras día en la “República Islámica” de Jomeini: la victoria de los mulahs resulta en un régimen tan reaccionario como el del sha. El SWP y sus correligionarios, en el HKS iraní, en contraste, enmascararon y ofuscaron a cada paso el carácter reaccionario del régimen islámico oscurantista de Jomeini. Hoy día, el HKS experimenta las consecuencias de la “victoria” que aclamó hace ni siquiera seis meses: junto con otros grupos de izquierda y laicos, ha sufrido el saqueo y clausura de sus oficinas, mientras su prensa es suprimida, sus militantes están golpeados, encarcelados y amenazados de fusilamiento.

A pesar del hecho de que la brutal represión islámica contra la izquierda, las mujeres, las minorías nacionales y los homosexuales empezó el Día Uno del régimen de los mulahs, el notoriamente mal llamado “Secretariado Unificado de la IV Internacional” (S.U.), al cual están “fraternalmente” afiliados tanto el SWP norteamericano como el HKS iraní, caracterizó al ayatolá de “progresista” y “antiimperialista”. El mismo ataque del ayatolá contra sus camaradas del HKS solo originó una reacción rutinaria. Lo único que el SWP sí hizo en forma enérgica fue excluir a los espartaquistas de la defensa de los amenazados socialistas iraníes. Sólo ahora que estos seguidistas incurables, cegados por su oportunismo, por fin se han dado cuenta de que ellos sí puedan tener que pagar por su traición, es que el S.U. salta tardíamente a la defensa y empieza a gritar desde las páginas de sus periódicos, “¡Alto a la ejecución de los socialistas en Irán!”

En manera reformista ya tradicional, tratan de borrar sus huellas enfatizando el peligro que se cierne sobre los militantes encarcelados del HKS. Los estalinistas usaron el mismo truco luego del golpe de Pinochet en 1973, tratando de hacer enfocar las protestas en la liberación del dirigente comunista preso Luis Corvalán. La TEI, que defendió a Corvalán, también señaló que las llamadas del PC chileno por prestar confianza a la oficialidad “constitucionalista” prepararon el camino para la contrarrevolución sanguinaria. Una vez más, hoy día señalamos a los culpables. Los apuros actuales del HKS fueron preparados por su propia política criminal. La verdad es ésta: sus camaradas no son sólo mártires-son las víctimas expiatorias del apoyo a Jomeini por el S.U.

Pero a estos caballeros socialistas no les gusta hablar de la responsabilidad por crímenes. En una conferencia reciente en los EE.UU., el dirigente del S.U. Ernest Mandel reaccionó airadamente ante acusaciones espartaquistas de que él y su organización habían traicionado a la clase obrera con su apoyo al frentepopulismo en Chile, Portugal y otros lugares:

“No veo ninguna lucha obrera traicionada por la organización que defiendo… La palabra ‘traición’ está completamente fuera de lugar… Uds. pueden decir que fue una política errónea o un error político. Pero hablar de traiciones — no se puede poner en la misma categoría a gente que es responsable por la muerte de cientos de miles y millones de obreros.”

Para socialistas de salón de conferencias como Mandel, las palabras no tienen consecuencias. Si el S.U. llamó a la juventud latinoamericana a echarse al monte siguiendo la catastrófica estrategia guerrillera de Guevara, si el SWP apoyo las movilizaciones contrarrevolucionarias lanzadas por los socialistas portugueses financiados por la CIA — no importa, es sólo un “error político”.

No compañeros, esto se llama traición — del proletariado, del marxismo, de todo aquél que sigue vuestros consejos. Y eso es lo que ha sucedido en Irán. Es verdad, el S.U. no es lo suficientemente influyente como para llevar a “cientos de miles y millones de obreros a sus muertes” — pero al menos 14 de sus propios compañeros del HKS iraní enfrentan hoy la cadena perpetua o pena de muerte, habiendo sido encarcelados por el régimen cuya victoria fue aclamada por estos seguidistas seudotrotskistas.

Decimos al S.U., SWP, HKS — Ernest Mandel, Jack Barnes y los demás: vosotros habéis cometido un crimen, del cual el juicio de la historia os hará responsables. Debéis vivir con él porque vuestros camaradas pueden morir a causa de él.

Encubrimiento

Luego de empeñarse durante meses en enmascarar el carácter reaccionario del régimen islámico de Jomeini, ahora el S.U. trata desesperadamente de cambiar de línea sin que nadie se dé cuenta. Hoy el Socialist Challenge (30 de agosto de 1979), periódico del International Marxist Group (IMG) británico, proclama en negrilla en su última página, “Terror blanco en Irán” y anuncia que “Jomeini se ha convertido en el sha de Irán”. El IMG se olvida de explicar cómo es que este régimen reaccionario reemplazó el gobierno “progresista” de Jomeini que aplaudieron solo ayer. En forma similar, el periódico de la Ligue Communiste Révolutionnaire francesa, Rouge (24-30 de agosto de 1979), llega al extremo de hablar del “golpe de fuerza” de Jomeini. ¿Contra sí mismo?

Por su parte, el SWP estadounidense también empieza (aunque de puntillas) a disociarse del sanguinario ayatolá. Hoy escriben:

“Las acciones de Jomeini contra los trabajadores iraníes dirigidas a proteger las ganancias mal adquiridas de los terratenientes y capitalistas – le conducen a la subordinación al imperialismo estadounidense, a pesar de la postura antiimperialista que ha tratado de asumir hasta ahora.”

Militant, 7 de septiembre de 1979.

Pero fue el SWP quien actuó de timador principal de la “postura antiimperialista de Jomeini” entre la izquierda norteamericana. Hace menos de un año el SWP aclamaba a Jomeini por “progresista” en el Militant (17 de noviembre de 1979):

“Aunque Jomeini adhiere a una ideología religiosa, la base de su atracción no es la reacción religiosa. Por el contrario, él se ha ganado el amplio apoyo de las masas iraníes debido a que su firme oposición al sha y a su ‘modernización’ es progresista.”

El SWP está tan enredado en su capullo de ilusiones democrático-burguesas que no reconoce la importancia candente para los países atrasados de la separación de la iglesia del estado. La ideología religiosa de Jomeini es su programa político: una teocracia islámica oscurantista basada en el chauvinismo gran persa y los códigos morales de los beduinos del desierto.

Cuando la TEI dijo la verdad sobre el significado de la victoria de la reacción islámica y lanzó la consigna, “¡Abajo el sha, abajo los mulahs!” el SWP replicó que estábamos “cegados por el sectarismo” y nos tachó de “chauvinistas”. Pero los verdaderos chauvinistas son aquellos que rehusaron llevar a cabo su deber internacionalista de advertir a las masas trabajadoras iraníes que la “Revolución Islámica” de Jomeini sería tan antiprogresista como la “Revolución Blanca” del sha. Para muchos sectores oprimidos (o sea, las minorías religiosas y las mujeres) ya ha probado ser aún más represiva. Y esto es reconocido incluso en las publicaciones del mismo SWP.

Un número reciente de la Intercontinental Press (10 de septiembre de 1979) reproduce una traducción de un informe hecho por un destacado abogado argelino que visitó a los prisioneros de la cárcel de Karoun en el Khuzistán, la región que abarca a la minoría árabe de Irán. Según él, los prisioneros árabes explican:

“… que según ellos la revolución iraní no ha producido cambio alguno. Para ellos las exigencias del antiguo régimen basadas en los señores feudales locales siguen oprimiéndolos tanto económica como socialmente. Los mismos señores feudales hoy están aliados a los representantes del nuevo régimen creando así una continuidad de la represión.”

Oportunistas criminales del SWP, os preguntamos: ¿Dónde está la “victoria” para la minoría árabe del Khuzistán?

Cretinismo parlamentario teocrático

El HKS trató de presentar sus credenciales como oposición socialdemócrata leal a la dictadura de los mulahs al presentar candidatos a la mal llamada Asamblea de Expertos en agosto. Pero en una teocracia la socialdemocracia no rinde, ni siquiera para los oportunistas de vista corta y miras estrechas. De acuerdo con la declaración electoral publicada en el último número del periódico del HKS Kargar (Obrero) antes de su supresión y fechada el 8 de agosto:

“Dentro de tres días se llevarán a cabo las elecciones para la Asamblea de Expertos. Este cuerpo tiene la tarea de ratificar la nueva constitución iraní… Esta constitución debe defender las conquistas de la revolución y extenderlas… La nueva constitución debe preparar el camino para el establecimiento de un tal gobierno de la mayoría oprimida.”

En realidad, la Asamblea de Expertos estaba restringida por la farsa del referéndum por una República Islámica de Jomeini, que excluía explícitamente una asamblea constituyente. La Asamblea de Expertos sólo podía enmendar el proyecto de constitución de Jomeini en la medida que armonizaba con la institucionalización de la República Islámica y con la hegemonía social y política de los mulahs. La Asamblea de Expertos tiene tanto de “asamblea constituyente” como tiene el colegio de cardenales. Y su “elección” fue tan democrática como la del mencionado apéndice papal.

Dado el resultado predeterminado de una dictadura clerical chiita, muchos partidos políticos de grupos laicos y de las varias minorías boicotearon los comicios, entre ellos todos los partidos árabes. Incluso el principal partido burgués liberal, el Frente Democrático Nacional (FDN), rehusó participar como “protesta en principio contra la falta de atención por el régimen revolucionario a los derechos humanos fundamentales”. En el Kurdistán iraní, menos del 10 por ciento del electorado inscrito acudió a las urnas. Así el HKS presentó el absurdo espectáculo de autoproclamados “trotskistas” compitiendo para un escaño en la Asamblea de Expertos con mulahs que discutían si tal o cual cláusula fuera consistente con el Corán.

El número del 10 de septiembre de la Intercontinental Press cita párrafos enteros del último número de Kargar entusiasmándose por la participación del HKS en las elecciones de “expertos” islámicos. Pero el SWP suprime la existencia de un artículo en el mismo número de Kargar titulado, “Último minuto antes de ir a la imprenta”, que declara que: “Una importante discusión se está llevando a cabo en el partido sobre si boicotear o participar en las elecciones a la Asamblea de Expertos.” Aparentemente, la participación en las elecciones para una “asamblea” puramente decorativa de la República Islámica fue tan repugnante que incluso un sector importante de los seguidistas de mulahs del HKS protestó. El artículo de Kargar informa que: “Como es sabido, tres de nuestros 18 candidatos boicotearon las elecciones”.

Fruto de la traición

Al escribir apologías del régimen reaccionario de Jomeini y ocultar sus propias relaciones con Jomeini, el SWP se ha visto forzado a recurrir a la mentira intencionada. Un ejemplo típico de las bobadas calumniosas escritas sobre esa “secta sin importancia”, la Spartacist League, que han llenado tantas páginas del Militant en los últimos tiempos es un artículo publicado en el número del 6 de julio de 1979 titulada, “Espartaquistas frustrados en intento de sabotear defensa”. De acuerdo con el artículo, la Spartacist League fue excluida de un piquete de protesta contra el encarcelamiento del HKS debido a que trajo “carteles provocadores”. Utilizando citaciones parciales, el SWP falsea las consignas de nuestros carteles: “Derrocar la reacción islámica” y “Abajo Jomeini” en lugar de “Por la revolución proletaria para derrocar la reacción islámica” y “Abajo Jomeini, por la revolución proletaria”.

De acuerdo con el SWP, estas consignas “hacían eco directo de la propaganda imperialista contra los obreros y campesinos iraníes” – de lo cual uno sólo puede concluir que el SWP cree que el gobierno Carter está llamando por la revolución obrera en Irán. El artículo declara que la SL fue “informada por los que organizaban el piquete que la manifestación no estaba abierta a quienes se oponen a la revolución iraní” – es decir, a la “Revolución Islámica” de Jomeini. Así que, según la metodología del SWP, ¡para “defender” a los militantes encarcelados del HKS uno debe defender simultáneamente a sus torturadores, carceleros y potenciales verdugos – o por lo menos no atacarlos abiertamente!

A escala internacional los socios de bloque del SWP en el llamado Secretariado Unificado, no tienen historiales mejores. En una discusión acalorada con militantes de la SL y su sección de la juventud, la Spartacus Youth League, en la Universidad de Boston el 17 de julio de 1979, Mandel defendió el titular del SWP “Victoria en Irán” diciendo:

“Sí, algunos de nuestros camaradas están en la cárcel — pero nuestra organización está legalizada. Nuestro periódico está legalizado: se vende por decenas de millares de ejemplares igual que todos los otros periódicos de izquierda de Irán. ¿Estaban legalizados bajo el sha?… Así que hemos presenciado un paso qué se aleja de una dictadura reaccionaria, que era burguesa, en dirección a lo que se podría llamar una democracia burguesa parcial… Dijimos que es el comienzo del proceso de revolución permanente….”

Workers Vanguard No. 237,3 de agosto de 1979

Un mes después el HKS, junto con todas las demás organizaciones de izquierda y laicas se encontraba ilegalizado, su prensa estaba prohibida, sus dirigentes estaban encarcelados. ¿Es eso lo que Ud. llama la etapa siguiente en el “proceso de revolución permanente”, profesor Mandel?

El secretario nacional del IMG mandelista de Inglaterra, Brian Grogan, estaba tan envuelto en el “proceso de revolución permanente” cuando estuvo en Teherán que se juntó a las mujeres cubiertas con el chador y a los hombres llevando imágenes de Jomeini, cantando “alá akbar” (“dios es grande”). En una manifestación reciente contra el terror de Jomeini frente a la embajada iraní en Londres, la cual fue auspiciada por la asociación de estudiantes kurdos y apoyada por el IMG: la repugnante acción de Grogan no se olvidó. Bajo la mirada de los militantes del IMG allí presentes -una fracción ínfima de sus fuerzas y esto en el medio de la supuesta “campaña de emergencia” del S.U.- el bloque de 50 personas de la Spartacist League/Britain coreó: “2, 4, 6, 8 — Does Grogan still think god is great?” (“2, 4, 6 ,8 — ¿Cree Grogan todavía que dios es grande?”) Otra consigna de la SL fue: “El otoño pasado dijisteis que os gustaba Jomeini, ahora es un poco tarde para cambiar vuestra línea”.

La consigna central escrita en las pancartas de la SL/B era: “Política del S.U./IMG mata árabes, kurdos e izquierdistas.” Entre los demás letreros espartaquistas habían: “Aplaudisteis a Jomeini, pero no aplaudís hoy”, “Libertad para los militantes del HKS y de los Fedayín” y “La revolución de Jomeini significa masacre de kurdos”. En varias ocasiones cuando los espartaquistas y los estudiantes kurdos cantaron juntos “Abajo el nuevo sha” y “Abajo Jomeini, por la revolución obrera”, el IMG trató de ahogar los cantos con consignas que no atacaran al ayatolá. Estos seudotrotskistas no sólo rehúsan denunciar abiertamente el dominio de los mulahs, sino que además sabotean la defensa de sus propios camaradas encarcelados en Irán. El IMG tardó un mes en convocar su primera manifestación de defensa (el 7 de julio) y aun entonces sólo envió a un puñado de sus militantes a la protesta.

Según las apariencias, la “defensa” de sus camaradas montada por el S.U. parecería sectaria y derrotista — eso es, si suponemos que lo que les preocupaba era defender a los militantes de izquierda encarcelados. Pero el S.U. apenas dio un mínimo apoyo formal a la defensa de los Fedayín, que representan un irritante mucho mayor para el régimen de Jomeini, cuando estos fueron atacados. El HKS también abandonó la demanda por el derecho a la autodeterminación de los kurdos cuando las cosas se calentaban. No, su propósito primordial es de defender a Jomeini. Y, por lo menos hasta el momento, no son ellos quienes han pagado el precio final de su traición, sino que lo están pagando las masas oprimidas de Irán. Pero ahora ellos piden apoyo.

En los últimos meses de 1979, conforme la oposición encabezada por los mulahs se fortalecía, la TEI advirtió que los clérigos islámicos eran tan reaccionarios como el verdugo sha. Pero cuando dijimos “¡Abajo el sha, abajo los mulahs!” el S.U. y el SWP replicaron que eso no era sino propaganda imperialista, que éramos apologistas del sha. En febrero cuando dijimos “Vencieron los mulahs”, el SWP proclamó “Victoria en Irán” y denunció la posición de la TEI de “contrarrevolucionaria”. Dijimos, “Vuestros camaradas pueden morir, pero todavía apoyáis a Jomeini” — y los seudotrotskistas nos expulsaron físicamente de sus piquetes “privados” de defensa del HKS, rehusando marchar con todo aquél que no jure su lealtad al “imam”. Os arrodilláis ante Jomeini, y mientras estáis de rodillas, viene el verdugo y está a punto de cortaros la cabeza. Y ahora queréis simpatía.

Todos los que defienden los derechos democráticos deben exigir libertad para los partisanos kurdos presos, los trabajadores petroleros árabes encarcelados, los militantes del HKS y otros grupos de izquierda que sufren la prisión y todas las víctimas del terror reaccionario de Jomeini. Pero la clase obrera no debe olvidar nunca que esos seudoizquierdistas aclamaron a Jomeini como una alternativa “progresista” al sha, esperando subir en popularidad o al poder a la cola de la reacción islámica. Están manchados de sangre.

Stalin mismo criticó a Chiang Kai-shek luego de la masacre de Shanghái. El descubrimiento repentino por el S.U. de que, después de todo, Jomeini no es tan progresista, sobrepasa incluso a Stalin en hipocresía. Chiang Kai-shek se decía nacionalista revolucionario y amigo de la Revolución Rusa cuando solicitaba a Stalin su ayuda. Pero Jomeini hizo claro desde un principio que era un oscurantista islámico reaccionario y un chauvinista gran persa que buscaba aplastar a los “comunistas satánicos”. El oportunismo criminal del S.U. en torno a Irán no puede ser enterrado bajo sus actuales críticas (todavía débiles) y sus llamados por la solidaridad internacional con sus militantes en Irán, quienes son víctimas tanto de su línea miserable como del terror capitalista. El renacimiento de la IV Internacional depende de marcar con fuego esta traición y sus consecuencias en la memoria colectiva del movimiento marxista.

Hacia el Renacimiento de la IV Internacional

Hacia el Renacimiento de la IV Internacional

[Proyecto de resolución sobre el movimiento mundial, sometido a la Convención del SWP [Socialist Workers Party —Partido Obrero Socialista] de 1963 por la Revolutionary Tendency [Tendencia Revolucionaria. Copiado deSpartacist – Edicíon em español, numero 33, enero de 2005. http://www.icl-fi.org/espanol/spe/33/40anos.html ]

INTRODUCCIÓN

1. Durante los últimos quince años el movimiento fundado por León Trotsky ha estado desgarrado por una profunda crisis teórica, política y de organización. La manifestación superficial de esta crisis ha sido la desaparición de la IV Internacional como estructura significativa. El movimiento ha sido reducido por tanto a un gran número de grupitos, nominalmente reunidos en tres tendencias: el “Comité Internacional”, el “Secretariado Internacional” (de Pablo), y el “Secretariado Internacional” (de Posadas). Los políticos superficiales esperan conjurar esta crisis a través de una fórmula organizativa: la “unidad” de todos aquellos grupitos que quieran unirse alrededor de un denominador programático común. Esta proposición oscurece las causas fundamentales, políticas y teóricas de la crisis y de hecho las agrava.

2. El surgimiento del revisionismo pablista indicó cuál era la raíz oculta de la crisis de nuestro movimiento: el abandono de una perspectiva obrera revolucionaria. Bajo la influencia de la relativa estabilización del capitalismo en los países industriales del Occidente y de la victoria parcial de movimientos pequeñoburgueses al derrotar el dominio imperialista en algunos países atrasados, la tendencia revisionista dentro del movimiento trotskista elaboró una orientación que la separa del proletariado y la acerca a direcciones pequeñoburguesas. La conversión del trotskismo en un satélite de izquierda de las direcciones obreras y revolucionario-coloniales existentes, combinada con una ortodoxia verbal clásicamente centrista, fue simbolizada por Pablo, pero de ningún modo se limitó sólo a él o a su fracción organizada. Por el contrario, las revoluciones cubana y argelina han constituido las pruebas de fuego que han demostrado que la tendencia centrista prevalece también entre ciertos grupos que originalmente se oponían a la fracción de Pablo.

3. Existe una lógica evidente y convincente en las proposiciones para la pronta reunificación de los grupos centristas dentro del movimiento trotskista. Pero la “reunificación” en torno a políticas centristas no puede significar el restablecimiento de la IV Internacional. La lucha por la IV Internacional es la lucha por un programa que incorpore la perspectiva revolucionaria marxista de la clase obrera. Es verdad que las doctrinas básicas del movimiento, formuladas en abstracto, no han sido rechazadas formalmente. Pero con el abandono de una perspectiva revolucionaria los revisionistas desafían concretamente las bases programáticas de nuestro movimiento.

4. La esencia del debate dentro del movimiento trotskista es la cuestión de la perspectiva del proletariado y de sus elementos de vanguardia revolucionaria hacia las direcciones pequeñoburguesas actuales del movimiento obrero, los estados obreros deformados y la revolución colonial. El meollo de la perspectiva revolucionaria del marxismo está en la lucha por la independencia de los obreros como clase de todas las fuerzas no proletarias; la fórmula política directriz y el criterio teórico es la democracia obrera, cuya expresión suprema es el poder obrero. Esto es aplicable a todos aquellos países en los que el proletariado se ha vuelto capaz de ejercer una política independiente; sólo las formas bajo las que se plantea la cuestión varían de país a país. Estas formas, por supuesto, determinan la intervención práctica de los marxistas.

EUROPA

5. La recuperación y prolongada prosperidad del capitalismo europeo no han producido, como pretenden los revisionistas de todos los colores, un movimiento obrero conservador. En realidad, la fuerza, la cohesión, el nivel cultural y la combatividad potencial del proletariado europeo son hoy mayores que nunca. La derrota de de Gaulle por los mineros franceses y la persistente tendencia electoral hacia la izquierda, que actualmente se está acelerando, en los países democrático-burgueses de Europa (principalmente Italia, Gran Bretaña y Alemania) ilustran este hecho.

6. Los intentos de los obreros europeos de ir más allá de las luchas económicas parciales hacia la transformación socialista de la sociedad han sido frustrados por la resistencia y la traición de la burocracia sindical. En Francia los cuatro años de reacción que siguieron a la toma del poder por de Gaulle muestran el tremendo precio que todavía hay que pagar por tolerar a estos falsos líderes. La huelga general belga mostró una vez más que los burócratas de “izquierda” como Renard también harían todo lo posible para bloquear o desviar un movimiento capaz de amenazar el dominio capitalista. Pero las experiencias tanto de Francia como de Bélgica demuestran un deseo espontáneo de los obreros de iniciar una lucha contra la clase capitalista, llegando ocasionalmente a la confrontación abierta al sistema.

7. La tarea de los trotskistas en el movimiento obrero europeo es la construcción dentro de las organizaciones de masas existentes (sindicatos y, a veces, partidos) de una dirección alternativa. Los marxistas deben retener y ejercer en todo momento una independencia política y programática en el contexto de la forma organizativa en cuestión. Es correcto y hasta obligatorio apoyar tendencias dentro de la burocracia obrera, en tanto defiendan los intereses esenciales de la clase obrera o reflejen un impulso de lucha de clases en el movimiento obrero; pero este apoyo es siempre sólo condicional y crítico. Cuando, como es inevitable, la lucha de clases llegue al punto en que los burócratas “de izquierda” desempeñen un papel reaccionario, los marxistas deben oponerse a ellos de inmediato y abiertamente. La conducta de la tendencia centrista alrededor del periódico belga La Gauche al retirar durante la huelga general la consigna correcta de marchar sobre Bruselas, para evitar una ruptura con Renard, es justo lo opuesto a una actitud marxista frente a la burocracia sindical.

8. Las perspectivas objetivaspara el desarrollo de un movimiento trotskista en Europa son extremadamente buenas. Gran número de los mejores militantes jóvenes de todos los países, rechazando el rutinismo cínico y arribista de los burócratas estalinistas y socialdemócratas, están buscando con ahínco una perspectiva socialista. Pueden ser ganados a un movimiento capaz de convencerles, práctica y teóricamente, de que ofrece esta perspectiva. Los cambios estructurales que resultan de la integración europea plantean las cuestiones de la democracia obrera y la independencia de los organismos políticos y económicos de la clase obrera como la alternativa frente al control estatal del movimiento obrero, y compelen a la clase obrera hacia luchas de clase cada vez más significativas. Si bajo estas condiciones objetivas los trotskistas de Europa occidental no logran crecer a ritmo acelerado, será porque ellos mismos han adoptado la posición revisionista de satélites de los líderes sindicales, opuesta a la perspectiva de lucha en torno al programa de democracia obrera.

EL BLOQUE SOVIÉTICO

9. Desde la Segunda Guerra Mundial los países de Europa oriental se han ido convirtiendo en estados industriales modernos. A medida que el proletariado de los estados obreros deformados aumenta en número y eleva su nivel de vida y de cultura, así también aumenta el conflicto irreprimible entre la clase obrera y la burocracia estalinista totalitaria. A pesar de la derrota de la revolución obrera húngara, el proletariado del bloque soviético ha ganado reformas importantes, ensanchando substancialmente su campo de pensamiento y de acción. Estas reformas, sin embargo, no significan un “proceso de reforma” o “un proceso de desestalinización”: han sido cedidas a regañadientes por la incorregible burocracia, están sometidas a un continuo ataque por la fracción de los “herederos de Stalin” y permanecen en constante peligro mientras prevalezca el dominio burocrático estalinista. Estas concesiones son significativas históricamente solamente en tanto que ayudan al proletariado a prepararse para derribar a la burocracia. Una desestalinización real sólo puede ser llevada a cabo por una revolución política.

10. Una nueva dirección revolucionaria está brotando de la juventud proletaria del bloque soviético. Inspirándose en fuentes gemelas —la inextinguible tradición leninista y las necesidades directas y tangibles de su clase— la nueva generación está formulando y llevando a cabo en la lucha el programa de la democracia obrera. Es notable en este aspecto la observación hecha recientemente por alguien que ha participado durante largo tiempo en la vida estudiantil soviética. En lo tocante al carácter fundamental de gran parte de la extensa oposición entre la juventud rusa, ha declarado lo siguiente: “Porque es un marxista-leninista, el estudiante ruso está mucho más radicalmente insatisfecho que si fuera un pragmático anglosajón” (David Burg al New York Times). Los trotskistas, continuadores directos de la etapa previa, tienen una contribución indispensable que hacer en esta lucha: la concepción del partido internacional y el programa de transición que se requieren para llevar a cabo la revolución política. Ayudar al desarrollo de una dirección revolucionaria en el bloque soviético a través del contacto personal e ideológico es una actividad práctica primaria para cualquier dirección internacional digna de ese nombre.

LA REVOLUCIÓN COLONIAL

11. La democracia obrera cobra la mayor significación programática en las regiones atrasadas, antes coloniales, del mundo: es precisamente en este sector donde el programa de la democracia obrera proporciona la línea de demarcación más clara posible entre las tendencias revolucionarias y revisionistas. En todos estos países la lucha por los derechos democrático-burgueses (libertad de expresión, derecho a la organización y a la huelga, elecciones libres) es de enorme importancia para la clase obrera porque sienta las bases para la lucha avanzada por la democracia proletaria y el poder obrero (control obrero de la producción, poder estatal basado enconsejos obreros y campesinos).

12. La teoría de la Revolución Permanente —que es fundamental para nuestro movimiento— declara que en el mundo moderno la revolución democrático-burguesa no puede ser completada sino a través de la victoria y expansión de la revolución proletaria, la consumación de la democracia obrera. La experiencia de todos los países coloniales ha confirmado esta teoría y mostrado al desnudo las manifiestas contradicciones internas que continuamente perturban el estado actual de la revolución colonial contra el imperialismo. Precisamente en aquellos estados en los que los fines burgueses de independencia nacional y reforma agraria han sido obtenidos más completamente, los derechos políticos democráticos de los obreros y campesinos no han sido realizados, independientemente de las conquistas sociales. Esto es particularmente cierto en aquellos países donde la revolución colonial ha conducido al establecimiento de estados obreros deformados: China, Vietnam del Norte…y Cuba. El balance, hasta la fecha, ha sido una victoria frustrada, o bien esencialmente vacía como en las neocolonias de modelo africano, o profundamente limitada y deformada, como en el ejemplo chino. El resultado actual es una consecuencia del predominio de fuerzas de clase específicas dentro de los levantamientos coloniales, y de las formas de naturaleza de clase específicas empleadas en la lucha. Estas formas impuestas sobre la lucha han sido, aun con toda su variedad, exclusivamente “desde arriba”, es decir, comprendiendo desde formas parlamentarias hasta burocrático-militares. Y las fuerzas de clase involucradas han sido, por supuesto, burguesas o pequeñoburguesas. Una contraposición de clases se desarrolla a partir del complejo de antagonismos que resultan del no llevar a término la revolución democrático-burguesa. Las direcciones pequeñoburguesas con sus formas burocráticas y métodos empiristas se oponen a la participación en la lucha de los obreros como clase. La intervención de la clase obrera gira necesariamente en torno a la obtención de la democracia obrera y requiere la dirección de la vanguardia proletaria revolucionaria con la conciencia programática de su misión histórica. A medida que la clase obrera gana ascendencia en la lucha y arrastra consigo a las capas más oprimidas de la pequeña burguesía, la Revolución Permanente será impulsada hacia adelante.

13. La Revolución Cubana ha expuesto las amplias infiltraciones que el revisionismo ha hecho dentro de nuestro movimiento. Con el pretexto de defender la Revolución Cubana, en sí mismo una obligación para nuestro movimiento, se le ha dado un apoyo pleno, incondicional y sin críticas al gobierno y dirección de Castro, a pesar de su naturaleza pequeñoburguesa y su conducta burocrática. Sin embargo, el historial del régimen de oposición a los derechos democráticos de los obreros y los campesinos cubanos está claro: la destitución burocrática de los líderes del movimiento obrero elegidos democráticamente y su remplazo por lacayos estalinistas; la supresión de la prensa trotskista; la proclamación del sistema de partido único; y mucho más. Este historial es paralelo a los enormes logros iniciales, sociales y económicos, de la Revolución Cubana. Por lo tanto, los trotskistas somos al mismo tiempo los defensores más combativos e incondicionales de la Revolución Cubana, así como del estado obrero deformado que nació de ella, contra el imperialismo. Pero los trotskistas no pueden poner su confianza, ni dar su apoyo político, por muy crítico que sea, a un régimen gubernamental hostil a los más elementales principios y prácticas de la democracia obrera aunque nuestra orientación táctica no es la que sería hacia una casta burocráticaendurecida.

14. Lo que es cierto de la orientación de los revisionistas hacia el régimen de Castro es todavía más evidente en lo que respecta al régimen de Ben Bella, que gobierna ahora en Argelia con el programa de una revolución “socialista” en cooperación con el imperialismo francés. La naturaleza antiobrera de este grupo pequeñoburgués ha sido puesta en evidencia para todos, menos para los que se niegan a ver, por la imposición de su control sobre el movimiento obrero y por la supresión de todos los partidos de oposición. Ni la extensa nacionalización ni la aparición de comités de administración, vistos en el contexto de la expropiación política de la clase obrera y la orientación económica hacia la colaboración con Francia, le dan a Argelia el carácter de un estado obrero, sino que, por el contrario, la califican como una sociedad capitalista atrasada con un alto grado de estatificación. Como revolucionarios, nuestra intervención en ambas revoluciones, como en cualquier estado actual, debe estar de acuerdo con la posición de Trotsky: “No somos un partido de gobierno; somos el partido de la oposición irreconciliable” (En defensa del marxismo). Esto puede dejar de aplicarse tan sólo en relación con un gobierno genuinamente basado en la democracia obrera.

15. La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado que la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede por sí sola llegar más allá de un régimen burocrático antiobrero. La creación de estos regímenes ha ocurrido bajo las condiciones de la decadencia del imperialismo, la desmoralización y desorientación causadas por la traición estalinista, y la ausencia de una dirección revolucionaria marxista de la clase obrera. La revolución colonial puede tener un signo inequívocamente progresista sólo bajo tal dirección del proletariado revolucionario. Para los trotskistas el incorporar a su estrategia el revisionismo sobre la cuestión de la dirección proletaria de la revolución es una profunda negación del marxismo-leninismo, cualquiera que sea el beato deseo expresado al mismo tiempo de “construir partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales”. Los marxistas deben oponerse resueltamente a cualquier aceptación aventurera de la vía al socialismo a través de la guerra de guerrillas campesina, análoga históricamente al programa táctico socialrevolucionario contra el que luchó Lenin. Esta alternativa sería un curso suicida para los fines socialistas del movimiento, y quizá físicamente para los mismos aventureros.

16. En todos los países atrasados en que el proletariado existe como clase, el principio fundamental del trotskismo es la independencia de la clase obrera, sus sindicatos y sus partidos, en intransigente oposición al imperialismo, a cualquier burguesía liberal “nacional”, y a gobiernos y partidos pequeñoburgueses de todo tipo, incluyendo aquéllos que profesan el “socialismo” y hasta el “marxismo-leninismo”. Sólo de esta manera se puede preparar el camino para la hegemonía de la clase obrera en la alianza revolucionaria con las capas oprimidas pequeñoburguesas, particularmente los campesinos. Similarmente, el que el partido obrero en un país avanzado viole la solidaridad de clase con los obreros de un país atrasado al apoyar políticamente a un gobierno revolucionario-colonial pequeñoburgués es un signo seguro de centrismo oportunista, al igual que el rehusarse a defender una revolución colonial debido al carácter no proletario de su dirección es un signo de sectarismo o de algo peor.

17. La interrelación de las luchas democrático-burguesa y democrático-proletaria en la revolución colonial continúa como fue formulada en el programa de fundación de la IV Internacional, una formulación que todavía retiene hoy completa validez:

“Es imposible rechazar pura y simplemente el programa democrático; es necesario que las masas por sí mismas sobrepasen este programa en la lucha. La consigna de la Asamblea Nacional (o Constituyente) conserva todo su valor en países como China o la India. Es necesario ligar indisolublemente esta consigna a las tareas de la emancipación nacional y de la reforma agraria. Es necesario ante todo armar a los obreros con este programa democrático. Sólo ellos pueden levantar y unir a los campesinos. Sobre la base del programa democrático-revolucionario es necesario oponer los obreros a la burguesía ‘nacional’. A una cierta etapa de la movilización de las masas bajo las consignas de la democracia revolucionaria, los soviets pueden y deben surgir. Su rol histórico en cada periodo dado, en particular su relación con la Asamblea Nacional, está determinado por el nivel político del proletariado, por la ligazón entre éste y la clase campesina, por el carácter de la política del proletariado. Tarde o temprano los soviets deben derribar a la democracia burguesa. Sólo ellos son capaces de llevar la revolución democrática hasta el final y abrir así la etapa de la revolución socialista.

“El peso específico de las diversas reivindicaciones democráticas y transitorias en la lucha del proletariado, su ligazón recíproca, su orden de sucesión, están determinados por las particularidades y condiciones propias de cada país atrasado, y en una parte considerable, por su grado de atraso. No obstante la dirección general del desarrollo revolucionario puede ser determinada por la fórmula de la revolución permanente, en el sentido que definitivamente han dado a esta fórmula las tres revoluciones rusas (1905, febrero de 1917 y octubre de 1917).”

La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional (Programa de Transición)

CONCLUSIONES

18. La tarea del movimiento marxista revolucionario internacional es hoy la de restablecer su propia existencia real. Hablar de la “conquista de las masas” como una guía general internacionalmente es una exageración cualitativa. Las tareas de la mayoría de las secciones y grupos trotskistas de hoy nacen de la necesidad de clarificación política en la lucha contra el revisionismo, en el contexto de un nivel de trabajo de naturaleza generalmente propagandística y preparatoria. Una parte indispensable de nuestra preparación es el desarrollo y fortalecimiento de raíces dentro del movimiento más amplio de la clase obrera sin las que los trotskistas estarían condenados a un aislamiento estéril o a la degeneración política en periodos de aumento de lucha de clases, y en ambos casos a la incapacidad de avanzar en nuestra tarea histórica de conducir a la clase obrera al poder. Por encima de todo, lo que se puede y debe hacer es construir un partido mundial firmemente basado en secciones nacionales fuertes: la cohesión de cuadros obreros ganados y probados en el proceso de la lucha de clases y sobre la recia base de la perspectiva revolucionaria de la IV Internacional, el programa para llevar a cabo la democracia obrera, culminando en el poder obrero. Una exposición fundamental que amplía esta perspectiva, su oposición al pablismo y su relevancia en Estados Unidos está contenida en el documento de la Minoría, “En defensa de una perspectiva revolucionaria” (SWP Discussion Bulletin [Boletín de discusión del SWP] Vol. 23, No. 4, julio de 1962).

19. La “reunificación” del movimiento trotskista alrededor de la base centrista del pablismo en cualquiera de sus variantes sería un paso que nos alejaría del genuino renacimiento de la IV Internacional, en vez de acercarnos a él. Sin embargo, si la mayoría de los grupos trotskistas existentes insiste en seguir adelante con esta “reunificación”, la tendencia revolucionaria del movimiento mundial no debe volver la espalda a estos cuadros. Por el contrario, sería vitalmente necesario pasar por esta experiencia con ellos. La tendencia revolucionaria entraría al movimiento “reunificado” como fracción minoritaria, con la perspectiva de ganar una mayoría al programa de la democracia obrera. La IV Internacional no renacerá a través de una adaptación al revisionismo pablista: sólo con la lucha política y teórica contra toda forma de centrismo puede el partido mundial de la revolución socialista ser finalmente establecido.

—14 de junio de 1963

Trabajo de masas y lucha fraccional

Trabajo de masas y lucha fraccional: Algunos ejemplos históricos

Esta carta fue escrita por James Cannon a una militante del Socialist Workers Party de Chicago durante la lucha contra la fracción pablista de Cochran-Clarke. Ha sido traducida del Internal Bulletin del SWP, Vol. 15, No. 12 (mayo de 1953). Más tarde fue publicada en inglés en el libro Speeches to the Party de Cannon. Esta versión fue publicada en Spartacist en español no. 27, Diciembre de 1996.

Los Angeles, California

9 de abril de 1953

Chicago

Estimada Hildegarde:

Entre otras cosas interesantes, en tu carta dices: “Aquí ya algunos de nuestros camaradas en los sindicatos están diciendo, ‘Quisiera que esto se acabara.’ De hecho, la atmósfera de aquí es un tanto ponzoñosa.” Yo estaba a la espera de un informe de algún desarrollo como ese. Por experiencia, incluyendo la mía propia, sé que esto sucede siempre en toda lucha partidista.

Antes de que tuviera la oportunidad de empaparme en la política revolucionaria, me hallé envuelto en un torbellino de lucha fraccional en el ala izquierda del Partido Socialista en 1919. Yo había venido del movimiento de masas y luchas huelguísticas en el viejo IWW [Obreros Industriales del Mundo], y mi primera reacción fue de consternación y desaliento.  Estaba ansioso por que el fraccionalismo pasara y por volver al trabajo constructivo. Me tomó algún tiempo aprender que las luchas fraccionales son gajes del oficio.

Menciono esto para mostrar que comprendo y simpatizo con los militantes sindicares de Chicago que están reaccionando del mismo modo ante la “atmósfera ponzoñosa” de la presente controversia, aunque no estoy de acuerdo con ellos. Durante lo más candente de la lucha contra la oposición pequeñoburguesa en 1939-40, tuvimos expresiones similares de los activistas sindicales en el partido, y yo lo reporté al camarada Trotsky. Puedes encontrar el intercambio de cartas sobre este punto en mi The Struggle for a Proletarian Party (La lucha por un partido proletario), página 175 y en En defensa del marxismo de Trotsky, página 196.

Estoy seguro de que los camaradas de Chicago no se sentirán ofendidos ante la observación de Trotsky de que tal actitud de impaciencia en medio de una lucha ideológica seria “no es raro que esté conectada con la indiferencia teórica.” Nadie nace siendo marxista. El marxismo debe aprenderse, y es muy posible que nuestros impacientes militantes sindicales de Chicago descubran, como lo han hecho otros antes, incluyéndonos a ti y a mí, que las luchas fraccionales en el partido revolucionario pueden también tener un lado positivo, a pesar de su costo, como escuela en la que uno puede aprender política marxista más rápido y de manera más completa que en tiempos normales de la vida del partido.

Las lecciones que se aprenden en una lucha seria, de la discusión que debe llevar a la decisión, calan hondamente y no se olvidan con facilidad. Pienso que todos hemos aprendido algo en relación a esto de las experiencias pasadas. Estoy seguro de que en esta ocasión sucederá lo mismo, ya que la lucha que se está abriendo en el partido es de hecho muy seria.

La aversión de los activistas sindicales a las luchas fraccionales no es de ningún modo una manifestación únicamente negativa. Están interesados en el trabajo constructivo, y sin eso nunca construiremos un movimiento. Les repele la gente dificultosa que nunca parece contenta a menos que esté lanzando insultos. Engels les llamaba desdeñosamente “buscapleitos”, y sin embargo no dudó un momento en combatirlos. Las objeciones que presentan los militantes sindicales ante este tipo de atmósfera son muy comprensibles. Pero todos hemos tenido que aprender que las luchas fraccionales no pueden evitarse volviéndoles la espalda. Nuestros grandes maestros, que -como en todo lo demás- sabían cómo tomar las luchas fraccionales, nos explicaron esto hace mucho tiempo. Engels escribió a Bernstein en 1888: “Parece que todo partido obrero, en un país grande, sólo puede desarrollarse mediante luchas internas, y esto está basado en las leyes del desarrollo dialéctico en general.”

* * *

El rehusarse a entrar plenamente en una lucha fraccional porque uno quiere hacer su trabajo en paz, sólo tiene como resultado el entregar el partido a “buscapleitos” y revisionistas -que muy frecuentemente son la misma cosa- y esa es una manera segura de arruinar al partido, como otros partidos han sido arruinados en el pasado. Ese es un modo seguro de deshacer todo el trabajo constructivo de los militantes sindicales y otros activistas en un lapso de tiempo relativamente corto.

Algunas veces esto puede suceder mediante un único error de la dirección, motivado por una falsa política. Por ejemplo, el grupo de Burnham-Shachtman, que temporalmente tuvo una mayoría en el CP [Comité Político] de nuestro partido a comienzos de 1939 mientras me hallaba ausente en Europa, ya estaba infectado con el germen de la estalinofobia y lo cuidaban dedicadamente para mantenerlo calientito. Cuando Homer Martin, entonces presidente del UAW inició arbitrariamente una escisión en el sindicato, el CP, bajo Burnham y Shachtman, mandó a nuestros camaradas en la industria automotriz a que apoyaran la aventura de Martin. Estaban motivados por la circunstancia de que los estalinistas tenían una posición fuerte, si no es que dominante, en la mayoría opuesta a Martin.

Nuestros camaradas que estaban en el terreno, conociendo mejor la situación y no queriendo aislarse de la mayoría del CIO, objetaron fuertemente esta política del CP de Burnham-Shachtman. Se opusieron a la decisión, no en una manera indisciplinada y destructiva, sino de una manera política, y tuvieron éxito en hacer que se cambiara la decisión. Esto les permitió permanecer en la corriente principal del movimiento que se mantenía fiel al CIO. Los militantes del sindicato automotriz que estaban bajo la influencia de los lovestonistas se fueron con la desdichada escisión de Martin hacia la AFL, y corno resultado quedaron eliminados del sindicato de un solo golpe, por un paso político en falso. Nuestros camaradas, en cambio, gracias a la política correcta que siguieron, pudieron integrarse mejor que nunca al sindicato automotriz reconstruido del CIO. La posición falsa que tornó originalmente la dirección Burnham-Shachtman en la famosa “crisis automotriz” de 1939 fue una de las cuestiones que llevaron a su caída y a su repudio por parte del partido.

* * *

Menciono este ejemplo -uno de los muchos que se pueden citar de la historia de nuestro movimiento- para mostrar lo inseparablemente ligado que está el trabajo constructivo de los activistas sindicales con la línea política y la dirección del partido. Hay tiempos, y el presente es uno de ellos, en los que la línea política y la dirección del partido son puestos en cuestión. No conocemos otra manera de resolver tal disputa más que mediante discusiones abiertas, que a veces toman la forma de luchas fraccionales y, mediante la decisión final del partido en una convención democrática. Es así corno se hacen las cosas en un partido democrático: los miembros mismos discuten y deciden qué política y qué dirección quieren. Las irritaciones inevitables del “fraccionalismo” ocasional son un precio pequeño que pagar por una genuina democracia en el partido.

Nuestros militantes sindicales harán bien en repensar este asunto; en considerar que ellos tienen interés en esta disputa; que si permanecen indiferentes y se hacen a un lado pueden terminar con una política que no corresponda a las necesidades de la situación, y con una dirección que obstaculice en lugar de ayudar en su trabajo. Esas cosas han sucedido anteriormente. Es mucho mejor alarmarse ante ello de antemano, y tratar de prevenirlo mediante una participación consciente y activa en la determinación de la disputa, que lamentarse después de una mala decisión.

* * *

Uno de los proyectos que he anhelado hacer desde hace tiempo, y al que espero dedicarme ahora que estoy cómodamente establecido en la hospitalaria ciudad de Los Angeles, es escribir una biografía política y una evaluación de Debs. Creo que la generación joven podría beneficiarse de un trabajo corno ese, el cual no ha sido realizado adecuadamente hasta ahora.

El ensayo que proyecto tendría dos lados. Primero, trataría de mostrar a Debs en todo su esplendor como héroe proletario; como el prototipo y modelo del revolucionario de las masas, el organizador sindical, el líder de huelgas, el inspirador de la juventud. Ese lado del proyecto sería una tarea muy grata para mí, pues quiero muchísimo el recuerdo de Debs.

Pero me sentiría obligado a tratar otro lado de Debs; lo que considero es su lado más débil, el cual nunca ha sido adecuadamente examinado y explicado por otros biógrafos y evaluadores. De hecho, nunca se ha tocado; y el verdadero retrato del Debs real, “el hombre con su contradicción”, con su lado débil así corno su lado fuerte, nunca se ha esbozado.

Si alguna vez ha habido un hombre de buena voluntad, ese fue Debs; era alguien que se entregaba, un trabajador constructivo, un constructor. Pero era un poquito “bueno” en demasía corno para ser el dirigente que requiere un partido revolucionario. Debs no soportaba las disputas. Huía de los “buscapleitos” como de la plaga. No podía aguantar los embrollos en las controversias, especialmente si estaban contaminadas con intrigas y “maniobrerismo”, que desafortunadamente no siempre están ausentes incluso en las disputas del partido. Temía a las luchas fraccionales y a las escisiones por encima de todo, y simplemente huía de ellas.

Como resultado de todo esto, Debs le volvió la espalda a los asuntos internos del Partido Socialista de los Estados Unidos. Debs, el líder más influyente, vertió toda su energía, y a final de cuentas su vida, en la agitación popular de masas, en la organización y en la lucha, y permitió que hombres más pequeños que él -más pequeños en todos los aspectos, a mi juicio, y especialmente en temperamento revolucionario- condujeran la maquinaria del partido y dieran forma a la política del partido.

Nunca hubo en ningún sitio un grupo de huelguistas en apuros que pidieran ayuda a Debs sin que él tomara el siguiente tren para llegar al lugar y tomar posición en el piquete de huelga, para elevar su coraje con palabras de noble elocuencia. Pero lo que Debs no podía hacer era ir a una reunión de discusión del partido, durante una lucha fraccional; o a una acalorada discusión en el comité; o a una convención donde se tomarían decisiones contundentes. Pensaba que su influencia en el movimiento de masas, su popularidad entre los miembros del partido, el entusiasmo revolucionario que generaba cada vez que hablaba, eran suficientes para darle forma al curso del partido. Pensaba que podía mantener al partido sobre la línea revolucionaria por el mero peso de su ejemplo. Pero estaba equivocado.

Los estafadores oportunistas, los “socialistas de municipalidad”, los hombres de corta visión que querían reducir el programa del socialismo a pequeños objetivos, fueron más listos que Debs y lo superaron con sus maniobras, y lo usaron para sus propósitos en lugar de que él los usara para los suyos. Esa fue, en mi opinión, la gran falla y el gran fracaso de Debs. Y fue por eso que al final su gloria fue ensombrecida por la tragedia. Simpatizaba con el ala izquierda del Partido Socialista, pero fue incapaz de irse con ellos en la escisión de 1919. Murió como miembro de un Partido Socialista desacreditado, que la nueva generación de jóvenes revolucionarios había evitado con desdén.

* * *

Toda la carrera de Debs es la prueba más completa y convincente de que uno no puede ser un revolucionario efectivo completo si se confina al trabajo de masas y a la agitación, mientras deja a otros los asuntos internos del partido, incluyendo las disputas y las luchas fraccionales.

No, esa es también la tarea del revolucionario proletario. Si su deber requiere que entre plenamente en la controversia; si tiene que aprender a lidiar con los “buscapleitos” de Engels, e incluso si resulta un poco manchado por las calumnias — no puede pedir que se le exente. Su trabajo de masas tiene poca utilidad y poco sentido sin el partido. Y el curso y la dirección del partido se deciden, en última instancia, por lo que ellos y otros como ellos dicen y hacen al respecto.

Trotsky escribió una vez que un revolucionario se prueba bajo todo tipo de circunstancias y en todo tipo de acciones, desde las huelgas y peleas callejeras hasta la lucha revolucionaria por el poder, pero que la prueba más importante de todas es su actitud hacia las disputas dentro de su propio partido.

* * *

El mundo conoce a Marx como el autor de El capital. Pero nosotros, sus discípulos, también lo conocemos como el fundador y líder de la I Internacional, y como el inspirador teórico del movimiento obrero socialista que creció durante su vida. La lucha de Marx y Engels durante el período de la I Internacional, y en el reagrupamiento del movimiento obrero después, hasta el fin de sus vidas, fue una lucha con dos aspectos.

Por un lado, lucharon por la unidad de la clase obrera, resumida en la gran consigna del Manifiesto comunista:“¡Proletarios de todos los países, uníos!”. Por otro lado, lucharon por la claridad del único programa que podía hacer esta unidad consciente y efectiva, y al fin victoriosa. Esta lucha por la claridad programática, que nunca cejaron, los involucró en incesantes controversias y polémicas, que nunca buscaron evitar. Al contrario, lucharon abiertamente contra todo intento de contrabandear la ideología burguesa hacia el movimiento obrero bajo los diversos disfraces del anarquismo y el oportunismo.

Las grandes batallas de Marx y Engels contra los anarquistas bakuninistas, contra los lasalleanos, contra la conciliación con la confusión en nombre de la unidad, la cual provocó el comentario clásico al programa de Gotha – todo ello fue una lucha fraccional de comienzo a fin. Sin ello el movimiento político revolucionario no podría haberse construido y mantenido; sus sucesores no podrían haber mantenido sin rupturas la línea de continuidad con el pensamiento de Marx; y nosotros y nuestro partido no estaríamos aquí hoy. Debemos nuestra existencia política a las valientes batallas fraccionales que lidiaron los fundadores del socialismo científico y los dos grandes discípulos que vinieron después de ellos.

* * *

El peso principal de la lucha por la transformación socialista de la sociedad no está en la lucha directa de los obreros contra la burguesía. Los obreros son tan aplastante mayoría, y su fuerza se multiplica tantas veces por su posición estratégica en la producción, que si se unieran para actuar conscientemente por sus propios intereses, su victoria sobre la burguesía sería pan comido. Pero no están unidos, no tienen conciencia de clase. La razón de ello es la influencia de la ideología burguesa en las filas de los obreros.

Dicha influencia es traída a las filas obreras de diversas maneras, pero su representante más directo es la burocracia sindical. Es por eso que nuestra lucha principal contra la burguesía toma en primer lugar la forma de la lucha contra sus agentes en el movimiento obrero. Nadie ha superado todavía la definición clásica dada por De Leon de los farsantes sindicales conservadores como “los lugartenientes laborales de la clase capitalista”. A Lenin le agradaba especialmente esta notable caracterización, y nadie jamás enfatizaría más que él la primacía de la lucha contra estos lugartenientes laborales de la clase capitalista.

La lucha por el socialismo es impensable sin una lucha por hacer revolucionarios a los sindicatos. Eso es lo que le da una importancia tan trascendente al trabajo partidista en los sindicatos. Los militantes sindicales del partido que reculan ante las luchas fraccionales en su propio partido, y que incluso imaginan que están contra el fraccionalismo en general, deberían explicarse a sí mismos el hecho de que su propia lucha diaria contra la traicionera burocracia es una lucha fraccional dentro del movimiento obrero. También ahí [el aire] se vuelve “ponzoñoso” a veces, y muy a menudo se ve mezclado con todo tipo de antagonismos personales. Pero en el fondo no es una disputa personal, y no hay manera de evitarla.

Como se ha dicho, su causa es la presión de la influencia capitalista representada por los burócratas charros y en cierta medida por la aristocracia obrera. Pero esta presión e influencia de la clase dominante no se limita a los sindicatos, aunque se revela en ellos en su forma más crasa. Lo permea todo en la sociedad presente. Eso no es extraño, considerando todos los instrumentos de educación, propaganda y comunicación que están monopolizados por la clase dominante: la iglesia, la escuela, la prensa, el radio, etc.

La experiencia de cien años ha mostrado que la influencia y la ideología burguesas también son llevadas en diversas maneras indirectas a las organizaciones políticas de los obreros, incluso a las más avanzadas, y frecuentemente llega a dominar en ellas; eso trae como resultado la transformación de estas organizaciones políticas en soportes del régimen capitalista en lugar de ser órganos de lucha en su contra.

Esta es la verdadera explicación, como Lenin nos enseñó, de la caída de la II Internacional. La lucha en contra de esta influencia burguesa, representada por la dirección oportunista, fue primero una lucha fraccional dirigida por Lenin dentro de las filas de una sola organización internacional. Después de la escisión, y de la formación de la III Internacional, la lucha continuó, siendo todavía, en esencia, una lucha fraccional entre las dos internacionales dentro del movimiento obrero amplio.

* * *

Fue también la presión de la influencia burguesa lo que llevó a la degeneración y caída finales de la III Internacional. La lucha que Trotsky dirigió en contra de esta degeneración comenzó como una lucha fraccional dentro de una sola organización. Y en cierto punto culminó en la formación de la IV Internacional. Hoy sigue siendo una lucha fraccional entre el trotskismo y el estalinismo por la influencia y la dirección del movimiento más amplio de la clase obrera.

* * *

La historia más reciente, en cuyo hacer muchos de nosotros hemos sido participantes directos, sigue la misma línea general que la de nuestros antecesores. Nuestro partido no ha estado inmune a los problemas internos que han ocurrido en todas las organizaciones políticas obreras en estos cien años. Hemos asegurado nuestra existencia y nuestra unidad enfrentándolos francamente y lidiando con ellos.

Las presiones no sólo recaen sobre el movimiento obrero amplio, sino también sobre la vanguardia, e incluso sobre la vanguardia de la vanguardia — que es exactamente lo que el SWP y sus organizaciones afines en el movimiento mundial representan. Los problemas que demandan solución bajo la influencia de estas presiones externas producen diferencias de opinión en nuestras filas, así como en otras partes. A menudo estas diferencias, relacionadas a puntos particulares, se resuelven con la libre discusión en nuestro partido democrático, sin organización o luchas fraccionales. Esto es lo que sucedió en 1948 cuando tuvimos una diferencia de opinión extremadamente seria ante la política de la elección presidencial. Una experiencia similar fue la discusión sobre los cambios de la posguerra en Europa Oriental.

Estos ejemplos, así como la manera en que estas disputas se resolvieron sin lucha interna, son suficientes para mostrar que uno no debe saltar a conclusiones apresuradas cada vez que se manifiesta una diferencia de opinión en nuestras filas, y excluir la posibilidad de lograr un acuerdo y la reconciliación mediante una discusión calmada y amistosa. Pero por otro lado, es bueno tener en mente lo que Trotsky dijo en 1939: “cualquier lucha fraccional seria en un partido es siempre en última instancia un reflejo de la lucha de clases.” Tal fue ciertamente el caso en nuestra lucha contra la oposición pequeñoburguesa en 1939-40. Esa fue una lucha larga y dura por la existencia del partido como organización revolucionaria.

También en aquel entonces muchos obreros, especialmente los activistas sindicales deseosos por continuar con su trabajo, se impacientaron con la larga discusión. Pero, ¿qué le habría pasado al SWP si no hubiéramos luchado y ganado entonces, con el apoyo de los cuadros proletarios? Desde el comienzo mismo de la lucha caracterizamos a la oposición de Burnham-Shachtman como una fracción pequeñoburguesa. Y si una caracterización fue alguna vez comprobada hasta la saciedad por la evolución subsecuente de las personas involucradas, lo fue esa.

Me imagino que es difícil para algunos de los camaradas más jóvenes en el partido convencerse de que Burnham, el teórico actual del programa de la guerra preventiva contra la Unión Soviética y los movimientos revolucionarios alrededor del mundo, fue alguna vez miembro de nuestro partido. Pero lo era, y lo recordamos bien. Más que eso, fue un contendiente por la dirección del partido que denunciaba a los líderes actuales del mismo como “burócratas conservadores”. Escribió una detallada condena de nuestros horribles “métodos organizativos” en un documento clásico en su género llamado “La guerra y el conservadurismo burocrático”, que está publicado como apéndice de mi libro The Struggle for a Proletarian Party.

Cualquiera que sea la opinión de nuestros camaradas más jóvenes sobre nuestro “fraccionalismo” en la actual lucha partidista, seguramente que no nos condenarán por nuestro fraccionalismo en la lucha contra Burnham y Cía., o en cualquier caso no deberían hacerlo, puesto que el partido le debe a esa lucha su existencia y sus magníficos logros durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

* * *

No titubeamos en caracterizar desde el comienzo a la oposición de Burnham-Shachtman como una oposición pequeño-burguesa. Esto fue en parte porque habíamos tenido experiencias previas y muchas indicaciones de la lucha por venir. Y cuando se levantaron en oposición al momento de comenzar la Segunda Guerra Mundial, sabíamos qué sucedía con ellos y cómo caracterizarlos.

La caracterización de la oposición actual en el SWP no puede ser tan precisa en esta etapa. Todavía no sabemos qué línea tomará en su evolución ulterior, y menos lo saben ellos. Pero ya hay cierto número de hechos inquietantes que ponen absolutamente en claro a todos los que tengan ojos para ver y estén dispuestos a hacerlo, que vamos a tener una lucha seria. No se la puede evitar por las siguientes razones:

1. Los cochranistas formaron una fracción en la dirección y en las filas del partido antes de que lanzaran un programa. En esto han seguido directamente los pasos de la oposición pequeñoburguesa que tenía una fracción completamente formada antes de que desplegaran sus banderas en septiembre de 1939. En el lenguaje leninista, tal procedimiento siempre se ha considerado como una ofensa criminal contra el partido.

2. La fracción de Cochran es una combinación sin principios de diversos elementos que tienen diferentes puntos de vista acerca de muchas de las cuestiones en disputa, y solo les une su oposición al “régimen” del partido. En nuestro movimiento tales combinaciones siempre se han considerado antileninistas.

3. Los argumentos subterráneos de la fracción de Cochran en contra del régimen no son sino un refrito de viejos chismes y calumnias sacadas de la acusación sumaria de Burnham conocida como “La guerra y el conservadurismo burocrático”. Ya he contestado a esta acusación sumaria en mi libro The Struggle for a Proletarian Party de modo que no me detengo más en este punto.

4. La fracción de Cochran está cínicamente alentando y estimulando el sentimiento de conciliacionismo al estalinismo en las filas del partido. El conciliacionismo al estalinismo es ajeno y hostil a los principios y a la tradición de nuestro movimiento.

5. En la organización local de Nueva York. y en el CP, la fracción Cochran se ha declarado en franca revuelta contra los principios leninistas de organización que han gobernado el funcionamiento interno del partido desde su creación hace 25 años. El rebelarse contra el centralismo democrático siempre ha sido una señal distintiva del menchevismo.

6. Al conducir una lucha sin principios en contra de la dirección del partido, subterráneamente durante más de un año, y ahora abiertamente, los líderes de la fracción de Cochran se han abandonado a un frenesí fraccional que efectivamente “ha emponzoñado la atmósfera del partido”. Sus métodos de conducir la lucha fraccional desorientan y corrompen a camaradas más jóvenes e inexpertos que necesitan una discusión calmada y explicaciones pedagógicas para avanzar en su educación política.

Estas manifestaciones, tomadas en conjunto son características bien conocidas de una fracción que ha perdido la cabeza y no sabe a dónde va. Llámese como quiera a esas manifestaciones, pero no son manifestaciones de leninistas con confianza en sí mismos, que se yerguen ante toda presión y siguen un curso consciente y premeditado.

Esperaremos para ver el curso de esta combinación sin principios. Entretanto, nos esforzaremos por explicar al partido en la discusión política las cosas como las vemos. El próximo pleno del Comité Nacional sin duda va a condenar a la fracción de Cochran como una combinación sin principios y revisionista, y explicará sus razones al partido en resoluciones sin ambigüedades.

Entonces será el turno de los miembros del partido para discutir y eventualmente para decidir. La tarea más importante de todo miembro en el próximo período es estudiar y discutir todos los puntos en cuestión, y tomar una posición sobre ellos. Nadie tiene derecho de abstenerse, pues la prueba más importante para un revolucionario -citando de nuevo a Trotsky- “es su actitud ante las disputas en su propio partido.”

Fraternalmente,

J.P. Cannon

Contra la teoría del capitalismo de Estado

Contra la teoría del capitalismo de Estado

Respuesta al compañero Cliff

por Ted Grant (1949)

[Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I. ]  

El documento del compañero Cliff titulado La naturaleza de la Rusia estalinista, a primera vista da la impresión de erudición y análisis científico. Sin embargo, un examen más cuidadoso demostrará que ninguno de los capítulos contiene una tesis elaborada. El método que utiliza es hacer toda una serie de paralelismos basados en citas, y demuestra su punto débil en el hecho de que las conclusiones no están apoyadas por el análisis. De sus tesis no es posible llegar a la conclusión de si la Rusia estalinista sigue siendo un sistema progresista (a pesar de sus deformaciones) o si, por el contrario, como Cliff ahora supone, juega el mismo papel reaccionario que el capitalismo o el fascismo. La debilidad se muestra más severamente en el hecho de no sacar conclusiones prácticas. ¿Hay que defender a Rusia o el partido revolucionario debe ser derrotista? En lugar de responder decididamente a esto en el transcurso del análisis, tiene que hacerlo a posteriori.

A pesar de afirmar el compañero Cliff que la burocracia estalinista es una nueva clase, en ninguna parte de su tesis hace un auténtico análisis o da pruebas de por qué y cómo tal clase se constituye en clase capitalista y no es un nuevo tipo de clase.

Esto no es accidental. Proviene del método. Comienza con la idea preconcebida del capitalismo de Estado y todo está ajustado artificialmente a esa concepción. En vez de aplicar el método teórico de los clásicos del marxismo a la sociedad rusa en su proceso de desarrollo y movimiento, él ha realizado el trabajo recogiendo citas e intentándolas comprimir en una teoría.

En ninguna parte del documento Cliff plantea el criterio principal para los marxistas a la hora de analizar un sistema social: ¿La nueva formación conduce al desarrollo de las fuerzas productivas? La teoría del marxismo está basada en el desarrollo material de las fuerzas productivas como fuerza motora del progreso histórico. La transición de un sistema a otro no se decide subjetivamente, está basada en las necesidades de la propia producción. Es sobre estas bases y sólo sobre estas bases, sobre las que se erige la superestructura: el Estado, la ideología, el arte, la ciencia… Es verdad que la superestructura tiene un efecto secundario importante sobre la producción, e incluso dentro de ciertos límites, como Engels explicó, desarrolla su propio movimiento independiente. Pero en última instancia, lo decisivo es el desarrollo de la producción.

Marx explicó que la justificación histórica para el capitalismo, a pesar de los horrores de la revolución industrial, a pesar de la esclavitud de los negros en África, a pesar del trabajo infantil en las fábricas, las guerras de conquista a través del planeta, la realidad es que era una etapa necesaria en el desarrollo de las fuerzas productivas. Marx demostró que sin la esclavitud, no sólo la antigua esclavitud, sino la esclavitud en la primera época del desarrollo capitalista, el desarrollo moderno de la producción habría sido imposible. Sin esto nunca se podrían haber preparado las bases materiales para el comunismo. En Miseria de la Filosofía Marx escribió:

“Lo mismo que las máquinas, el crédito, etc., la esclavitud directa es la base de la industria burguesa. Sin esclavitud no habría algodón; sin algodón no habría industria moderna. La esclavitud ha dado su valor a las colonias, las colonias han creado el comercio universal, el comercio universal es la condición necesaria para la gran industria. Por lo tanto, la esclavitud es una categoría económica de la más alta importancia.

“Sin esclavitud, América del Norte, el país de más rápido progreso, se transformaría en un país patriarcal. Borren Norteamérica del mapa del mundo y tendrán la anarquía, la decadencia completa del comercio y de la civilización moderna” (Carlos Marx, Miseria de la filosofía. Buenos Aires, Ed. Cartago, 1987, p. 88).

Por supuesto, la actitud de Marx hacia los horrores de la esclavitud y la revolución industrial es bien conocida. Sería una burda distorsión de la posición de Marx argumentar que como él escribió el párrafo antes mencionado, entonces estaba a favor de la esclavitud y del trabajo infantil. Como tampoco hoy se puede argumentar contra los marxistas que como apoyan la propiedad estatal en la URSS, entonces justifican los campos de concentración y otros crímenes del régimen de Stalin.

El apoyo de Marx a Bismarck1 en la guerra franco-prusiana estaba dictado por consideraciones similares. A pesar de la política de ‘hierro y sangre’ de Bismarck, y la naturaleza reaccionaria de su régimen, la unificación nacional de Alemania facilitaría el desarrollo de las fuerzas productivas, Marx dio un apoyo crítico a la guerra de Prusia contra Francia. El criterio básico era el desarrollo de las fuerzas productivas. A la larga, todo lo demás deriva de esto.

Cualquier análisis de la sociedad rusa debe partir de esas bases. Una vez más Cliff admite que mientras el capitalismo está declinando y decayendo a escala mundial, todavía mantiene un papel progresista en Rusia con relación al desarrollo de las fuerzas productivas, entonces lógicamente, debería decir que el capitalismo de Estado es la próxima etapa de la sociedad, o al menos para los países atrasados. Contradictoriamente, muestra que la burguesía rusa no es capaz de llevar adelante el papel que cumplió la burguesía en Occidente y, consecuentemente, la revolución proletaria es inevitable.

Si en Rusia tenemos capitalismo de Estado (precedido por una revolución proletaria), entonces está claro que la crisis del capitalismo sobre la que nos hemos basado durante las pasadas décadas no era insoluble, sino simplemente los dolores de parto de una etapa nueva y superior del capitalismo. La cita que nos da de Marx —que ninguna sociedad desaparece de la escena hasta que ha agotado todas las posibilidades para desarrollar las fuerzas productivas—, indicaría que, si su argumento es correcto, ante nosotros se abre una nueva época, la época del capitalismo de Estado. Esto destruiría por entero las bases teóricas del movimiento leninista- trotskista. Cliff dice, sin explicar por qué, que si cogemos la teoría de la revolución degenerada, debemos abandonar la teoría de la revolución permanente.

No obstante, no consigue ver que aceptar la teoría del capitalismo de Estado, la teoría de la revolución permanente, que está basada en la idea de que el capitalismo se ha agotado a escala mundial y que es incapaz de llevar adelante ni siquiera las tareas de la revolución democrático burguesa en los países atrasados, debería ser abandonada. En Europa del Este, los ‘capitalistas de Estado’ habrían realizado las tareas de la revolución burguesa sobre la tierra, etc., Cliff da un rodeo sobre este tema de la revolución agraria, que en los países atrasados, como decía Trotsky, sólo el proletariado podría llevarla a cabo. Si los partidos ‘capitalistas de Estado’ de los estalinistas pueden cumplir esta tarea, no sólo se arroja por la borda la teoría de la revolución permanente, sino también la viabilidad del nuevo Estado capitalista en un sentido histórico.

Si la tesis del compañero Cliff es correcta, que hoy en Rusia existe capitalismo de Estado, entonces no puede evitar la conclusión de que el capitalismo de Estado ha estado existiendo desde la Revolución Rusa y que la función de la propia revolución fue introducir este sistema capitalista de Estado en la sociedad. A pesar de sus tortuosos esfuerzos para trazar una línea entre las bases económicas de la sociedad rusa antes del año 1928 y después, las bases económicas de la sociedad rusa en realidad han permanecido intactas.

EL USO INCORRECTO DE LAS CITAS

El compañero Cliff intenta demostrar que Trotsky estaba acercándose a la postura de que la burocracia era una nueva clase dominante. Para tal propósito cita los libros Stalin y El pensamiento vivo de Carlos Marx:

Cliff escribe:

“Un paso claro en la dirección de una nueva evolución de la burocracia como clase gobernante encuentra expresión en el último libro de Trotsky, Stalin, donde escribe: ‘Lo esencial del Termidor fue, y no puede menos de ser, social en cuanto a carácter. Su finalidad era cristalizar una nueva capa privilegiada, crear un substrato nuevo para la clase económicamente superior. Había dos pretendientes a este papel: la pequeña burguesía y la misma burocracia. Ambas combatieron unidas [en la batalla para vencer] la resistencia de la vanguardia del proletariado. Una vez conseguido esto, cerraron una contra otra en feroz acometida. La burocracia llegó a asustarse de su aislamiento, de su divorcio del proletariado. Sola, no podía aplastar al kulak ni a la pequeña burguesía, que había crecido y continuaba creciendo sobre la base de la NEP; tenía que contar con la ayuda del proletariado. De ahí su esfuerzo concertado por presentar su lucha contra la pequeña burguesía, por los productos sobrantes y por el poder, como la lucha del proletariado contra las tentativas de restauración capitalista” (Tony Cliff, La naturaleza de Rusia estalinista, junio de 1948, p. 10).

Y el compañero Cliff comenta:

“La burocracia, dice Trotsky, mientras pretende luchar contra la restauración capitalista, en realidad, utilizó sólo al proletariado para aplastar a los kulaks, para ‘cristalizar una nueva capa privilegiada, crear un substrato nuevo para la clase económicamente superior’. Uno de los pretendientes al papel de clase económicamente dominante, según él, es la burocracia. Hace un gran énfasis en esta formulación cuando asocia este análisis con la lucha entre la burocracia y los kulaks con la definición de Trotsky de la lucha de clases. Dice: ‘La lucha de clases no es otra cosa que la lucha por la apropiación de plusvalía’. El que se apropia de la plusvalía domina la situación, posee riqueza, posee el Estado, tiene la llave de la Iglesia, los tribunales, de las ciencias y el arte (Ibíd., p. 10).

Y Cliff concluye:

“La lucha entre la burocracia y los kulaks, fue según la última conclusión de Trotsky, ‘la lucha… por la plusvalía excedente”.

Para ilustrar la forma en que el compañero Cliff ha construido su idea, examinemos estas citas en su contexto y veremos como la conclusión que emana es precisamente la contraria de la que él pretende.

“El kulak, juntamente con el industrial modesto, trabajaba por la completa restauración del capitalismo. Así se inició la irreconciliable brega alrededor del producto sobrante del trabajo nacional. ¿Quién dispondrá de él en el próximo futuro: la nueva burguesía o la burocracia soviética? Esta fue la inmediata cuestión planteada. Quien disponga del producto sobrante cuenta con el poder del Estado. Así comenzó la lucha entre la pequeña burguesía, que había ayudado a la burocracia a quebrantar la resistencia de las masas obreras y de sus portavoces de la oposición izquierdista, y la misma burocracia termidoriana, que había ayudado a la pequeña burguesía a dominar a las masas agrarias. Era una porfía descarada por el poder y la renta.

“Evidentemente, la burocracia no derrotó a la vanguardia proletaria, se libró de las complicaciones de la revolución internacional y legitimó la filosofía de la desigualdad, para rendirse luego a la burguesía y convertirse en criado suyo, y ser acaso desplazada a su vez de la olla del Estado” (León Trotsky, Stalin. Buenos Aires, Editorial El Yunque, 1975, p. 275).

Cliff hace que Trotsky parezca un loco, al aparecer contradiciéndose a sí mismo debido a la yuxtaposición de dos citas y, de ahí, que Trotsky estaba cambiando su postura sobre el carácter de clase de la burocracia. Unas pocas páginas más allá, Trotsky explica su idea, demuestra el carácter orgánico de la decadencia del capitalismo en todas partes. Sólo sobre estas bases las fuerzas productivas nacionalizadas se han mantenido en Rusia. La tendencia general de la economía en los últimos cincuenta años a escala mundial ha sido hacia la estatalización de las fuerzas productivas. Los propios capitalistas, en parte, se han visto obligados al “reconocimiento de las fuerzas productivas como fuerzas sociales” (Engels). En realidad, esta es la clave de la explicación de por qué Rusia sobrevivió a la guerra. La desorientación del movimiento que es expresada en el documento deCliff, en gran parte es debida al fracaso en comprender las implicaciones de esta tendencia. En su libro sobre Stalin, Trotsky plantea la posibilidad teórica de que la burocracia continuara gobernando durante algunas décadas.

Unas páginas más allá de las citadas por Cliff, Trotsky dice lo siguiente:

“La contrarrevolución se inicia cuando comienza a desarrollarse el carrete de las conquistas sociales progresivas. Y este desarrollo no parece tener fin. Pero siempre se conservan algunas de tales conquistas. Así, a despecho de monstruosas deformaciones burocráticas, la base clasista de la URSS continúa siendo proletaria. Pero recordemos que este proceso de desarrollo aún no ha terminado, y que el futuro de Europa y del mundo durante tos próximos decenios no se ha decidido todavía. El Termidor ruso habría abierto indudablemente una nueva era de dominio burgués, si tal dominio no se hubiese desacreditado en todo el mundo. En todo caso, la lucha contra la igualdad y el establecimiento de diferencias sociales muy profundas no ha conseguido hasta ahora eliminar la conciencia socialista de las masas ni la nacionalización de los medios de producción y de la tierra, que fueron las conquistas socialistas básicas de la Revolución” (Ibíd., p. 285).

Creemos que esto demuestra suficientemente que Cliff ha tomado una cita del Stalin de Trotsky y la ha sacado fuera de contexto. En su última obra, como en las otras sobre el tema ruso, Trotsky mantuvo una postura consecuente en su caracterización de la Unión Soviética. No es posible sacar la conclusión de ninguno de sus escritos de que él modificase su postura fundamental.

¿PUEDE HABER LUCHA ENTRE DOS SECTORES DE LA MISMA CLASE? REVOLUCIÓN FRANCESA – REVOLUCIÓN RUSA

Para entender la Revolución Rusa podemos tomar la analogía de la Revolución Francesa cuya similitud y rumbo son notables, aunque obviamente diferentes en sus bases económicas. Como es sabido, el dominio de la burguesía en Francia quedó marcado en la revolución de 1789. Marx explica el papel progresista de los Jacobinos revolucionarios: esta dictadura revolucionaria de los sans-culottes fue más lejos que el régimen burgués. Debido a que ellos hicieron una limpieza de todos los desperdicios feudales y lograron en meses lo que para la burguesía hubiese requerido décadas. Esto fue seguido por la reacción termidoriana y la contrarrevolución bonapartista.

Cualquiera que compare la contrarrevolución bonapartista con la revolución —al menos en su superestructura—, haría encontrado una enorme diferencia, como entre el régimen de Lenin y Trotsky en Rusia y el de Stalin en los últimos años. Para los observadores superficiales la diferencia entre los dos regímenes era fundamental. Napoleón había reintroducido muchas órdenes, condecoraciones y rangos similares a los del feudalismo; restauró la Iglesia; incluso se coronó a sí mismo Emperador. Fue una contrarrevolución basada en la nueva forma de propiedad introducida por la propia revolución. Las formas de propiedad o relaciones de propiedad burguesas seguían siendo la base de la economía.

Cuando estudiamos la historia de Francia, vemos la variedad de formas, gobiernos y superestructuras que se desarrollaron en el transcurso de la lucha de clases. La restauración de la monarquía tras la derrota de Napoleón, las revoluciones de 1830 y 1848, ¿qué lucha de clases había? Existía un reparto diferentede la renta, pero después de todas estas revoluciones, la economía seguía siendo burguesa.

La historia posterior de Francia conoció la dictadura de Luis Bonaparte, la restauración de la democracia burguesa y la república, y en los últimos días, el régimen de Petain. En todos estos regímenes había diferencias en la división de la renta nacional entre las clases y diferentes estratos de la propia clase dirigente. Aún así, calificamos a todos estos regímenes como burgueses, ¿Por qué? Sólo puede deberse a la forma de propiedad.

Dado el atraso de la Unión Soviética, que Cliff explica muy bien, y el aislamiento de la revolución, ¿por qué no debería ocurrir un proceso similar? En realidad pasó. Volvamos al libro Stalin de Trotsky. El Viejo era muy claro. Tras la cita donde Trotsky muestra que la esencia del termidor no podría ser sino social en su carácter y que era la lucha por el producto excedente, continuó explicando lo que esto significaba. Continuemos donde se detuvo Cliff:

“Aquí cesa la analogía con el termidor francés. La nueva base social de la Unión Soviética se hizo intangible.Defender la nacionalización de los medios de producción y de la tierra es ley de vida o muerte para la burocracia, pues tal es el origen social de su posición dominante. Esa era la razón de su lucha contra el kulak. La burocracia podía sostener esta contienda, y resistir hasta el fin, sólo con la ayuda del proletariado. La mejor prueba del hecho de que había hecho recluta de este apoyo fue el alud de capitulaciones por parte de representantes de la nueva oposición. La lucha contra el kulak, la pugna contra el ala de derecha, contra el oportunismo (las consignas oficiales de aquel período), parecieron a los trabajadores y a muchos representantes de la oposición izquierdista como un renacimiento de la dictadura del proletariado y de la revolución socialista. Les advertimosentonces: no se trata solo de lo que se hace, sino también de quien lo hace. En condiciones de democracia soviética, esto es, de autonomía obrera, la lucha contra los kulaks pudiera no haber asumido una forma tan convulsiva, pusilánime y bestial, y haber conducido a un alza general del nivel económico de las masas, a base de industrialización. Pero la lucha de la burocracia contra el kulak era una singular contienda (librada) sobre las espaldas de los trabajadores; y como ninguno de los gladiadores confiaba en las masas, como ambos temían a las masas, la pelea revistió un carácter convulsivo y sanguinario. Gracias al apoyo del proletariado, terminó en victoria para la burocracia. Pero no añadió nada al peso específico del proletariado dentro de la vida política del país. (Ibíd., p. 288. El subrayado es nuestro).

Cuando Trotsky habla aquí de ‘la creación de un nueve substrato para la dominación económica de clase’ claramente explicaba es el proletariado, que domina mediante la forma de propiedad estatal. Cliff dice: “Uno de los pretendientes al papel de clase económicamente dominante”, dice él, “es la burocracia. Hay que hacer un gran énfasis en esta afirmación…”.Aquí vemos los peligros del método de trabajo basado en ideas preconcebidas y el intento de seleccionar citas para adecuarlas a estas ideas.

En este mismo capítulo, Trotsky muestra la similitud y las diferencias con la Revolución Francesa y, por qué, la reacción adoptó una forma diferente en Francia a la que tomó en Rusia:

“Los privilegios de la burocracia tienen otra fuente de procedencia. La burocracia se apropió de aquella parte de la renta nacional que pudo asegurarse por el ejercicio de la fuerza o en virtud de su autoridad, o bien por su intervención directa en las relaciones económicas. En cuanto a la producción nacional sobrante, la burocracia y la pequeña burguesía pronto pasaron de la alianza a la enemistad. El dominio del producto sobrante abrió a la burocracia la ruta del poder” (Ibíd., p. 40).

El tema para Trotsky está suficientemente claro. La lucha por el producto excedente puede darse no sólo entre diferentes clases, sino también entre diferentes estratos y distintos grupos representando a la misma clase.

¿FUNCIONA LA LEY DEL VALOR DENTRO DE LA ECONOMÍA RUSA?

Toda la parte del documento de Cliff dedicada a la ‘ley del valor’ es poco sólida desde un punto de vista marxista. Del modo más complicado y de una manera peculiar él explica que la ley del valor no se aplica dentro de la economía rusa, pero sí en sus relaciones con el capitalismo mundial. Encuentra la base de la ley del valor, no en la sociedad rusa, sino en el entorno capitalista mundial. “Ahora descubrimos la importancia que tienen las relaciones internas en Rusia cuando las extraemos de la influencia de la economía mundial.

“La abstracción ha solucionado una cuestión fundamental: que la fuente de actividad de la ley del valor no se encuentra en las relaciones internas de la propia economía rusa. En otras palabras, esto nos ha llevado muy cerca de solucionar el problema de si la economía rusa está subordinada a la ley del valor mostrándonos donde no buscar su fuente (Cliff, p. 98. El subrayado es nuestro).

Según el marxismo, es en el intercambio donde la ley del valor se manifiesta. Y esto se aplica para todas las formas de sociedad. Por ejemplo, la forma en la que se extingue el comunismo primitivo es a través del intercambio y el trueque entre las diferentes comunidades primitivas. Esto llevó al desarrollo de la propiedad privada. En la sociedad esclavista, de la misma forma, los productos del esclavo se convertían en mercancías cuando éstas eran intercambiadas. A través de este proceso, apareció la ‘mercancía de las mercancías’: el dinero. De este modo fue el producto esclavizó al productor y, al final, la contradicción causada por la economía monetaria llevó a la destrucción de la vieja sociedad esclavista. Bajo el feudalismo, el intercambio de la plusvalía producida por los terratenientes y barones autosuficientes en su ‘economía natural’ se convertía en mercancías y, de hecho, fue el principio del desarrollo capitalista mediante el ascenso del capital comercial.

Por tanto, si sólo era en el intercambio entre Rusia y el mundo exterior en el que se manifestaba la ley del valor, lo que significaba es que la plusvalía rusa era intercambiada sobre la base de la ley del valor. Qué consecuencias tendría eso para la economía interna es una cuestión diferente que debería ser resuelta.

Sin embargo, a causa del pequeño grado de participación de la Unión Soviética en el mercado mundial, en comparación con la producción total de Rusia, Cliff se da cuenta, inevitablemente, de la debilidad de esta afirmación. De este modo, asombrosamente, Cliff encuentra le ley del valor manifestándose no en elintercambio sino en la competencia. Incluso esto no sería tan malo si explicara que esta competencia en el mercado mundial se daba en las líneas capitalistas clásicas para los mercados. Pero no puede defender esto porque discreparía con los hechos. Así que introduce un nuevo concepto. ¡Encuentra su ‘competencia’ y su ‘ley del valor’ en la producción de armamentos!

La presión del capitalismo mundial obliga a Rusia a dedicar una gran proporción de los ingresos nacionales a la producción de armamentos y defensa. Cliff encuentra aquí su ley del valor. ¡La ley del valor se manifiesta en la competencia armamentística entre dos sistemas sociales! Esto sólo se puede describir como una concesión a la teoría de Shachtman del colectivismo burocrático. Si esta teoría es correcta, se aplicaría entonces la teoría de la existencia de una economía totalmente nueva, nunca antes vista en la historia ni prevista por el marxismo.

Aquí de nuevo tenemos que hacer una advertencia acerca del uso indiscriminado de citas y la amalgama de ideas para formar una ‘tesis’. En realidad este documento no es sobre el capitalismo de Estado, sino que se trata de un híbrido uniendo el colectivismo burocrático y el capitalismo de Estado. Si esta parte del documento de Cliff significa algo en absoluto, llevaría directamente al camino del colectivismo burocrático de Shachtman.

Esta idea está en parte tomada de Hilferding2 que sostenía firmemente que la ley del valor no se aplicaba en Rusia y en la Alemania nazi, y que éstas eran formaciones sociales totalmente nuevas. También está basado en un malentendido de algunos pasajes de Imperialismo y Economía Mundial de Bujarin, donde él defendía sobre la base del ‘capitalismo de Estado’ —la unión orgánica de los trust con el capital financiero— y en la que él, junto con Lenin, brillantemente profetizaron una forma de dictadura que más tarde se vio realizada en el fascismo italiano y en el nazismo. No era la propiedad estatal de los medios de producción, sino la fusión del capital financiero con el Estado. De hecho Bujarin escogió como uno de sus ejemplos clásicos de este Estado… EEUU.

El argumento del armamentismo corresponde a una categoría mística no económica. En el mejor de los casos, incluso si lo aceptásemos como correcto, sólo explicaría por qué Rusia produce armamentos, pero no cómo o sobre qué bases económicas son producidos los armamentos. Incluso si Rusia fuera un Estado obrero sano, dentro de un cerco imperialista, existiría la absoluta necesidad de producir armamentos y competir en la producción y técnica de armas con los sistemas capitalistas rivales. Pero este argumento sobre los armamentos está completamente equivocado. La mayor parte de la producción en Rusia no es armamentística sino de medios de producción. De nuevo esto podría explicar porque la burocracia está intentando acumular medios de producción a una velocidad frenética, pero no explica nada del sistema económico de la propia producción. Es verdad que probablemente en un Estado obrero sano la acumulación de armas por razones sociales sería más pequeña (política internacionalista y revolucionaria hacia los obreros en otros territorios), pero no obstante esto tendría lugar bajo la presión del imperialismo mundial.

Un ritmo más rápido o más lento en el desarrollo de los medios de producción no necesariamente nos dice el método por el que éstos son producidos. Cliff dice que la burocracia está desarrollando los medios de producción debido a la presión del imperialismo mundial. Bien. Sin embargo, todo esto de nuevo lo único que nos dice es por qué el ritmo es más rápido. Desde el punto de vista incluso de la economía política burguesa clásica, el argumento de Cliff es pura evasiva. Simplemente plantea lo que debe ser demostrado.

No es casualidad que Trotsky señalara en La revolución traicionada que todo el contenido progresista de la actividad de la burocracia estalinista y su preocupación, fuera el aumento de la productividad del trabajo y la defensa del país.

Hemos visto que si la ley del valor sólo se aplica debido a la existencia del capitalismo en la economía mundial,entonces sólo se aplicaría a aquellos productos intercambiados en el mercado mundial. Pero Cliff sostiene dos tesis contradictorias con relación a la economía rusa. Por otro lado dice:

“Esto no significa que el sistema de precios en Rusia es arbitrario, dependiente del capricho de la burocracia. La base del precio también aquí son los costes de producción. Si el precio tiene que se utilizado coma una correa de transmisión a través de la cual la burocracia dirige la producción en general, debería acomodarse a su propósito y reflejar tanto como sea posible el coste real, es decir, el trabajo socialmente necesario absorbido en los diferentes productos” (Cliff, p. 94, el subrayado es nuestro).

Dos páginas mas allá Cliff describe como el punto central e intenta demostrar:

“…en las relaciones económicas dentro de la propia Rusia, no se puede encontrar la autonomía de la actividad económica, la fuente de la ley del valor, actuando” (Cliff. p. 96. El subrayado en el original).

En la primera cita, Cliff muestra precisamente el camino en el que la ley del valor se manifiesta internamente en la sociedad rusa. Aunque se abstraiga del mercado mundial, dejando a un lado el efecto recíproco que indudablemente tiene, cuando Cliff dice que ‘el coste real, es decir, el trabajo socialmente necesario absorbido en los diferentes productos’ debe reflejar los precios reales, está diciendo que la misma ley se aplica tanto en la sociedad rusa como en la capitalista. La diferencia es que mientras en la sociedad capitalista se manifiesta a ciegas por las leyes del mercado, en Rusia la actividad consciente juega un papel importante. A este respecto, la segunda cita rechaza abrumadoramente el argumento de Ciiff de que en el capitalismo que existe en Rusia bajo estas condiciones la ley del valor no opera a ciegas, sino que lo hace conscientemente. En la sociedad capitalista, la ley del valor, como él dice, se manifiesta a través de la ‘autonomía de la actividad económica’, por ejemplo, es el mercado el que domina. La primera cita demuestra claramente que el mercado —y este es el punto central— está dentro de unos límites dados determinados y controlados conscientemente y, por tanto, no es capitalismo como lo entienden los marxistas.

Cliff dijo antes que la ley del valor no funcionaba en Rusia. Aquí precisamente está demostrando cómo funciona: no en las líneas del capitalismo clásico, sino en las de una sociedad transicional entre el capitalismo y el socialismo.

Vemos por tanto que Cliff pretende que Rusia es una sociedad capitalista y encuentra la fuente de la ley básica de la producción de capitalista fuera de Rusia. Ahora, en cualquier sociedad capitalista en la que el fondo de reserva está en manos de la clase capitalista, como Engels explicó:

“…si ese fondo de producción y reserva existe efectivamente en manos de los capitalistas, si efectivamente ha surgido por la acumulación de beneficios (prescindiendo aquí por el momento de la renta de la tierra), entonces consiste necesariamente en la acumulación del excedente del producto del trabajo, suministrado por la clase obrera a la clase de los capitalistas, sobre la suma de salarios pagada por la clase de los capitalistas a la clase trabajadora. Pero en este caso, el valor no se determina por el salario, sino por la cantidad de trabajo; la clase trabajadora suministra, pues, a la clase capitalista, en el producto del trabajo, una cantidad de valor mayor que la que recibe como paga en el salario, y entonces el beneficio del capital se explica, como todas las demás formas de apropiación de producto del trabajo ajeno y no pagado, como mero elemento de esta plusvalía descubierta por Marx” (Federico Engels, Anti-Dühring. Madrid, Editorial Crítica, 1978, p. 201).

Esto indica que donde existe trabajo asalariado, donde hay acumulación de capital, la ley del valor debe aplicarse, no importa lo complicada que sea la forma en que pueda manifestarse. Además Engels explica en respuesta a las cinco clases de valor de Dühring3 y los ‘costes naturales de producción”, que en El Capital Marx se ocupa del valor de las mercancías y en ‘toda la sección de El Capital que trata del valor no hay ni la más leve indicación de hasta que punto Marx considera la teoría del valor de las mercancías aplicable a otras formas de sociedad’. En este sentido está claro que en la sociedad transicional también: ‘El propio valor no es más que la expresión del trabajo socialmente necesario materializado en un objeto’. Aquí sólo es necesario preguntar: ¿Qué determina el valor de las máquinas, bienes de consumo, etc., producidos en Rusia? ¿Es arbitrario? ¿Qué determina los cálculos de la burocracia? ¿Qué es lo que ellos miden con el precio? ¿Qué determina los salarios? ¿Son pagos salariales por la fuerza de trabajo? ¿Qué determina el ‘dinero’? ¿Qué determina los beneficios de las empresas? ¿Existe el capital? ¿Está abolida la división del trabajo?

A estas preguntas Cliff da dos respuestas contradictorias. Por un lado acepta que la ley del valor es sobre la que se desarrollan todos los cálculos y el movimiento de la sociedad rusa. Pero por el otro, él encuentra que la ley del valor sólo se aplica como resultado de la presión del mundo exterior, si bien no explica de una manera seria como ocurre esto.

EL PAPEL DEL DINERO EN RUSIA

Lo sorprendente es que el propio Cliff señala que la burocracia no puede determinar arbitrariamente los precios. Tampoco puede determinar la cantidad de dinero en circulación de manera arbitraria. Y esto ha sido así en toda sociedad donde el dinero (recordemos, la mercancía de las mercancías) ha jugado un papel. Engels trató este problema, preguntando oportunamente a Dühring:

“Si el puñal [no importa quien lo maneje, burócrata, capitalista o gobierno. TG] tiene esa virtud económica mágica que le atribuye el señor Dühring, ¿por qué no ha conseguido a la larga ningún gobierno infundir a un dinero malo el ‘valor de distribución’ del dinero bueno o a los assignants el del oro?” (Ibíd., p. 197).

En La revolución traicionada, Trotsky explica este problema de una manera muy clara. Muestra que las categorías económicas propias del capitalismo aún permanecen en la sociedad transitoria entre el capitalismo y el comunismo, la dictadura del proletariado. Aquí está la clave: las leyes permanecen, pero son modificadas. Algunas de las leyes del capitalismo se aplican y otras son anuladas. Por ejemplo, Trotsky argumenta:

“El papel del dinero en la economía soviética, lejos de haber terminado, debe desarrollarse a fondo. La época transitoria entre el capitalismo y el socialismo, considerada en su conjunto, no exige la disminución de la circulación de mercancías, sino, por el contrario, su extremo desarrollo. Todas las ramas de la industria se transforman y crecen, se crean nuevas incesantemente, y todas deben determinar cuantitativa y cualitativamente sus situaciones recíprocas. La liquidación simultánea de la economía rural que producía para el consumo individual y el de la familia, significa la entrada en la circulación monetaria, de toda la energía de trabajo que se dispersaba antes en los límites de una granja o de las paredes de una habitación. Por primera vez en la historia,todos los productos y todos los servicios pueden cambiarse unos por otros” (León Trotsky, La revolución traicionada. Madrid, Fundación Federico Engels, 1991, p. 94, el subrayado es nuestro).

¿Cuál es la clave de este enigma? Sólo se puede encontrar en el hecho de que tenemos una sociedad transitoria. El Estado puede ahora regular, pero no arbitrariamente, sólo dentro de los límites de la ley del valor. Cualquier intento de violarla y pasar más allá de los límites estrictos impuestos por el desarrollo de las fuerzas productivas, inmediatamente termina en la reafirmación de la dominación de la producción sobre el productor. Esto es lo que Stalin tuvo que descubrir con relación al precio y al dinero cuando la economía rusa sufrió una crisis de inflación que distorsionó y desbarató complemente el plan. La ley del valor no es eliminada, sino que es modificada. Esto es lo que Trotsky quería decir cuando escribió:

“La nacionalización de los medios de producción, del crédito, la presión de las cooperativas y del Estado sobre el comercio interior, el monopolio del comercio exterior, la colectivización de la agricultura, la legislación sobre la herencia, imponen estrechos límites a la acumulación personal de dinero y dificultan la transformación del dinero en capital privado (usuario, comercial e industrial). Sin embargo, esta función del dinero, unida a la explotación no podrá ser liquidada al comienzo de la revolución proletaria, sino que será transferida, bajo un nuevo aspecto, al Estado comerciante, banquero e industrial universal. Por lo demás, las funciones más elementales del dinero,medida de valor, medio de circulación y de pago, se conservarán y adquirirán, al mismo tiempo, un campo de acción más amplio que el que tuvieron en el régimen capitalista” (Ibíd. p. 94, el subrayado en el original).

Sólo hay que plantear el problema en este sentido para ver que cualquier análisis económico debe conducir a la conclusión de que tenemos una sociedad transicional, en la cual se aplican algunas leyes propias al capitalismo y otras propias al socialismo. Después de todo este es el significado de transición.

Aunque Cliff no reconoce esto, en realidad lo admite, cuando dice que la burocracia conscientemente regula (aunque dentro de unos límites) la tasa de inversión, las proporciones entre los medios de producción y los medios de consumo, el precio de los artículos de consumo, etc., está demostrando que determinadas leyes básicas del capitalismo no se aplican.

¿En Rusia existe transformación de dinero en capital? Polemizando con Stalin, Trotsky responde lo siguiente para demostrar que las inversiones se hacen sobre la base de un plan, pero sin embargo, lo que se invierte es el valor de la plusvalía producida por los trabajadores. Trotsky demuestra la falacia básica de la idea de Stalin de que el Estado podría decidir y regular sin relación a la economía. Deberíamos añadir que Stalin nunca negó que existiera producción de mercancías en Rusia.

A pesar del hecho de que sólo hay un ‘patrón’ en Rusia, no obstante, el Estado compra fuerza de trabajo. Es verdad que debido al pleno empleo, que normalmente colocaría al vendedor de la mercancía fuerza de trabajo en una posición fuerte, el Estado ha impuesto algunas restricciones a la venta libre de fuerza de trabajo, como en el período de pleno empleo bajo el fascismo. O incluso en Gran Bretaña, donde existe la misma situación, mediante regulaciones y estratagemas los patronos hacen que el Estado intervenga para compensar las ventajas que resultarán de esta situación para 1a venta de fuerza de trabajo. Pero sólo aquel que argumenta con abstracciones podría afirmar que la fuerza de trabajo está anulada.

Es verdad que en la economía capitalista clásica existía venta libre de fuerza de trabajo. No obstante, en El CapitalMarx dedicó toda una parte a demostrar las feroces leyes que se introdujeron contra el naciente proletariado después de que la Peste Negra en Inglaterra mermara tanto la población que el proletariado se encontró en una posición favorable para pedir salarios más altos. ¿Esto significaba que las leyes básicas del marxismo no se aplicaban? Al contrario, Marx estaba tratando con un capitalismo ‘puro’, del que sacó las leyes fundamentales. La distorsión de este u otro elemento no modificará las leyes fundamentales. Por eso la Alemania nazi, a pesar de las muchas perversiones, seguía siendo fundamentalmente un sistema de economía capitalista, porque la economía estaba dominada por la producción sobre la base de la propiedad privada.

Sólo hay que comparar al trabajador esclavo de Siberia con el proletariado de las ciudades rusas para ver la diferencia. Uno es un esclavo basado en el trabajo esclavo, el otro es un esclavo asalariado. Uno vende su fuerza de trabajo, el otro es sólo un instrumento del propio trabajo. Hay está la distinción fundamental.

No es en absoluto accidental que el ‘dinero’ usado por el Estado deba necesariamente tener las mismas bases que el dinero en la sociedad capitalista. No es casualidad, como explicó Trotsky, que el único dinero real en Rusia (o en cualquier economía en transición, incluso en un Estado obrero ideal), deba estar basado en el oro. La reciente devaluación del rublo en Rusia fue en sí misma una notoria confirmación del hecho de que la ley de la circulación del dinero, y así de la circulación de las mercancías, mantenga su validez en Rusia. En una economía en transición las categorías económicas de dinero, valor, plusvalía, etc., deben necesariamente continuar como elementos de la vieja sociedad dentro de la nueva.

Cliff argumenta que ‘la fuente más importante de ingresos estatales es el impuesto sobre el volumen de negocios, que es un impuesto indirecto’. Presenta material interesante demostrando las tremendas cargas que el impuesto sobre el volumen de negocios impone a las masas.

Sin embargo, el impuesto sobre el volumen de negocios al que se refiere en conexión con la explotación de las masas, en una manera indirecta, demuestra que la ley del valor se aplica en la sociedad rusa. Cliff muestra como el impuesto sobre el volumen de negocios se aplica en Rusia. Pero no comprende que este impuesto debe estarbasado en algo. No importa cuanto el Estado pueda añadir al precio introduciendo un impuesto adicional, el precio debe estar basado en algo: ¿Que otra cosa puede ser sino el valor del producto, el trabajo socialmente necesario contenido en él?

Engels ridiculizó el impuesto de Dühring, fuera del cual la plusvalía es desarrollada, cuando él dice:

“… o bien los supuestos gravámenes y tributos representan una suma de valor real, a saber, una suma producida por la clase trabajadora y productora de valor, pero que se apropia la clase de los monopolistas; esa suma de valor consta entonces de trabajo no pagado; en este caso, a pesar del hombre con el puñal en la mano, a pesar de los supuestos tributos y del supuesto valor de distribución, nos encontramos con la teoría marxiana de la plusvalía” (Ibíd., p. 196).

El impuesto sobre el volumen de negocios en Rusia y las demás manipulaciones de la burocracia, de ninguna manera invalidan la ley del valor. ¿Cuál es la esencia de la ley del valor? El valor del producto está determinado por la cantidad media de tiempo de trabajo socialmente necesario. Ese debe ser el punto de partida. Estonecesariamente se manifiesta a través del intercambio. Marx dedicó una gran parte de su primer volumen de El Capital a explicar el desarrollo histórico de la clase de mercancía, desde el cambio casual entre salvajes mediante sus transiciones, hasta llegar a la producción de mercancías por excelencia, la producción capitalista.

Incluso en una economía capitalista clásica, la ley del valor no se revela directamente. Como ya es sabido, las mercancías se venden por encima o por debajo de su valor. Sólo involuntariamente la mercancía se venderá por su valor real. En el tercer volumen de El Capital, Marx explica el precio de producción de las mercancías. Es decir, el capitalista sólo consigue el coste de producción de sus mercancías más la tasa media de beneficio. De este modo, algunos capitalistas cobrarán por debajo de la tasa real y otros por encima. Debido a la diferente composición orgánica de los distintos capitales, la ley del valor sólo se manifiesta de esta complicada manera. Esto se efectúa, desde luego, a través de la competencia. El monopolio es sólo una evolución más complicada de la ley del valor en la sociedad. Debido a la posición dominante conseguida por algunos monopolios, no sólo pueden obtener un precio por encima del valor de las mercancías, sino que también pueden vender otras mercancías por debajo de su valor. Pero los valores totales producidos por la sociedad seguirían aún siendo los mismos.

¿HABÍA PLUSVALÍA ANTES DE 1928? LA DIVISIÓN ARBITRARIA DE CLIFF

A este respecto, Cliff no es del todo coherente. Shachtman, en su intento de negar que Rusia es una sociedad en transición donde las leyes capitalistas continúan funcionando, además de las leyes de la futura sociedad, al menos lo argumenta consistentemente. Dice que la ley del valor no funciona y, por tanto, tampoco lo hacen todas las leyes que emanan de ella. No es plusvalía lo que se produce, sino producto excedente; no es fuerza de trabajo lo que venden los trabajadores, ya que ellos son esclavos, etc., Cliff, sin embargo, admite que la producción de mercancías continúa, que la fuerza de trabajo y la plusvalía permanecen. Pero una vez que estas categorías marxistas son aceptadas como válidas para la sociedad rusa, entonces evidentemente la ley del valor debe funcionar internamente, sino toda la posición se convierte en un disparate.

Toda la contradicción, una contradicción dentro de la propia sociedad y no impuesta arbitrariamente, es el concepto de la dictadura del proletariado. Si se considera el problema en abstracto, se puede comprobar que este es un fenómeno contradictorio: la abolición del capitalismo y sin embargo la continuación de las clases. El proletariado no desaparece, se eleva a la posición de clase dirigente y suprime a la clase capitalista. Pero en el transcurso de este período la clase obrera permanece. Por tanto, el producto excedente se produce en forma de plusvalía, tanto hoy como lo fue con Lenin y Trotsky.

Sólo hay que plantear el problema: ¿Qué era la plusvalía producida cuando Rusia era aún un Estado obrero,aunque con deformaciones burocráticas? ¿Cuál fue el proceso mediante el cual el producto excedente antes de 1928 misteriosamente se convertiría en plusvalía después de 1928? ¿Cuál fue este curioso e inexplicable proceso? Nos gustaría hacer la siguiente pregunta: ¿La existencia de capitalismo fuera de Rusia antes de 1928 tuvo un efecto similar sobre la economía de Rusia? Desde luego. De hecho, un efecto mayor debido a la debilidad de la economía

Más lejos aún, dejando a un lado el período de 1917 a 1923, ¿cuál fue la situación de 1923 a 1928 cuando la burocracia se estaba consolidando? Entonces existían aún más elementos capitalistas individuales en la economía del país de los que hoy existen. La presión del capitalismo mundial desde un punto de vista económico era indiscutiblemente mayor. Sólo con plantear el problema se demuestra la arbitrariedad del método.

El abuso de poder, el consumo legal e ilegal de plusvalía por parte de la burocracia, necesariamente tuvo lugar incluso en las primeras etapas del control burocrático. El compañero Cliff ha construido un esquema sin cuerpo, que no guarda relación con la realidad, para hacer una distinción entre los dos períodos: el período en el que la burocracia representaba a un Estado obrero degenerado y el período en el que la burocracia se convierte en clase capitalista. ¿Cuál es la diferencia según Cliff? Por muy increíble que pueda parecer, la burocracia realmente ganó sus ingresos y sólo desde 1928 en adelante, consumía plusvalía. Cliff escribe:

“Las estadísticas que tenemos a nuestra disposición muestran concluyentemente que aunque la burocracia tuvo una posición privilegiada en el período precedente al Plan Quinquenal, bajo ningún concepto puede decirse que recibió plusvalía del trabajo de otros. Se puede decir concluyentemente, que con la introducción del Plan Quinquenal, los ingresos de la burocracia consistían en gran medida de plusvalía” (p. 45).

Esto es una variación con el análisis hecho no sólo por Trotsky sino también por otros marxistas de la época en relación a este problema. Lo primero de todo, incluso en el más ideal de los Estados obreros, es que en el período transitorio inevitablemente existirá un cierto consumo de plusvalía por los especialistas y los burócratas. De no ser así, tendríamos la introducción inmediata del comunismo,sin desigualdades o la continuación de la división entre el trabajo intelectual y el manual. Sólo hace falta hacer referencia aquí a lo que planteaba la Oposición de Izquierdas sobre este mismo problema. Al comienzo de 1927, la Oposición de Izquierdas comentó la enorme parte de la plusvalía que estaba siendo consumida por el aparato burocrático. Protestaron por que “el privilegiado e inflado aparato administrativo está devorando una parte muy considerable de la plusvalía” (ver La revolución traicionada).

Está claro que desde 1920 en adelante, la burocracia consumía una gran parte de la plusvalía, legítima e ilegítimamente. Como Marx explicó, en cualquier caso, en un Estado obrero en el período transitorio, la plusvalía será utilizada para construir rápidamente la industria y así preparar el camino para una transición, lo más rápida posible, hacia la igualdad y después completar el comunismo.

¿De qué otra cosa estaba hablando Lenin en 1920 y 1921 cuando subrayaba el paso atrás que los bolcheviques se habían visto obligados a dar, cuando pagaban a los especialistas conforme a las normas burguesas y al ‘viejo modo burgués’?

LAS ECONOMÍAS EN TRANSICIÓN DEL CAPITALISMO AL SOCIALISMO

Lo más significativo de todas las tendencias que buscan revisar la postura de Trotsky sobre la cuestión rusa, es que siempre se ocupan del problema en abstracto y nunca explican concretamente las leyes de la sociedad transitoria entre capitalismo y socialismo, y como funcionaría esta sociedad. Esto no es accidental. Un estudio concreto del problema les llevaría a la conclusión de que la economía fundamental en Rusia es la misma que bajo Lenin y no podría ser de otro modo.

El germen del modo capitalista de producción, el cual comenzó bajo el feudalismo a través del desarrollo de la producción de mercancías, reside en la función de los artesanos y comerciantes independientes. Cuando alcanza una cierta etapa tenemos relaciones capitalistas con una superestructura feudal. Ésta estalla en pedazos con la revolución y entonces las posibilidades latentes de la producción capitalistas tienen la posibilidad de liberarse de las restricciones feudales.

La esencia de la revolución (capitalista y proletaria) consiste en el hecho de que las viejas relaciones y las antiguas formas no se corresponden con el nuevo modo de producción ya maduro. Para librarse de estas restricciones, las fuerzas productivas tienen que organizarse sobre una base diferente y toda la historia humana y su movimiento, consiste en el desarrollo de este antagonismo en sus diversas etapas en diferentes sociedades.

Sin embargo, la revolución burguesa no destruye inmediatamente y de golpe el feudalismo. Aún permanecen elementos feudales poderosos, incluso al día de hoy existen aún vestigios del feudalismo en países capitalistas sumamente desarrollados.

Se puede hablar de modo de producción feudal en el sentido de la superestructura, pese a las bases capitalistas que se han desarrollado por abajo. O se puede hablar incluso de modo de producción feudal en su principio donde los gérmenes del capitalismo y la posibilidad de desarrollo del capitalismo se podrían discernir levemente.

El error fundamental de esta teoría del ‘capitalismo de Estado’ y sus abstracciones relacionadas con el período en transición, residen en el fracaso a la hora de distinguir entre el modo de producción y el modo de apropiación. En cada sociedad clasista hay explotación y plusvalía que es utilizada por la clase explotadora. Pero esto en sí mismo no nos dice nada acerca del modo de producción.

Por ejemplo, el modo de producción bajo el capitalismo es social en contradicción con la forma individual de apropiación. Como Engels explicó:

“Así se consumaba la división entre los medios de producción, concentrados en las manos de los capitalistas, y los productores reducidos a la propiedad exclusiva de su fuerza de trabajo. La contradicción entre producción social y apropiación capitalista [léase individual o privada, como Engels ya había explicado, TG] se manifiesta como contraposición entre el proletariado y la burguesía” (Engels, Anti-Dühring, p. 282).

La economía en transición que, como Lenin señaló, puede y variará enormemente en diferentes países y distintos momentos, e incluso en el mismo país en diferentes momentos, también tiene un modo social de producción, pero con apropiación estatal y no con apropiación individual como bajo el capitalismo. Esta es una forma que combina características tanto socialistas como comunistas.

Bajo el capitalismo, el sistema de producción de mercancías por excelencia, el producto domina completamente al productor. Esto proviene de la forma de apropiación, y la contradicción entre la forma de apropiación y el modo de producción: ambos factores proceden de la propiedad privada de los medios de producción. Una vez conseguida la propiedad estatal, cualquiera que fuera el sistema resultante, no puede ser capitalismo, porque esta contradicción básica habrá sido eliminada. El carácter anárquico de la producción social con la apropiación privada desaparece.

Bajo el socialismo también, existirá un modo social de producción pero también habrá un modo social de distribución. Por primera vez la producción y la distribución estarán en armonía.

Por tanto, simplemente con señalar las características capitalistas en Rusia hoy, (trabajo asalariado, producción de mercancías, consumo de una gran parte de la plusvalía por la burocracia), no es suficiente para decirnos la naturaleza del sistema social. Aquí también es necesaria una visión global. Sólo se pueden entender las relaciones sociales en la Unión Soviética tomando la totalidad de las relaciones. Desde el mismo inicio de la revolución varias escuelas sectarias han elaborado las ideas más insostenibles como resultado de su fracaso al hacer un análisis.

“¿Pero qué significa la palabra ‘transición’?. ¿Significa, aplicada a la economía, que el orden actual contiene elementos, partículas, pedazos tanto del capitalismo como del socialismo? Todos admitirán que es así. Pero no todos los que admiten esto tienen la preocupación de examinar la naturaleza exacta de los elementos que constituyen las distintas formas socioeconómicas que existen en Rusia actualmente. Y aquí está el meollo de la cuestión” (Lenin, Left wing childshness and the petty-bourgeois mentality. Obras Completas, Volumen 27, p. 335, en el original en inglés).

Abstraer una parte conduce al error. Lo que da vueltas sobre el fenómeno ruso es precisamente el carácter contradictorio de la economía. Esto además se ha agravado por el atraso y aislamiento de la Unión Soviética. Esto culmina en el régimen totalitario estalinista y las peores características del capitalismo quedan en evidencia—las relaciones entre directores y hombres, trabajo a destajo, etc.—. En lugar de analizar estas contradicciones, el compañero Cliff se esfuerza todo lo posible por tratar de encajarlas en el patrón de las leyes ‘normales de producción capitalista’.

Además la tendencia baja el capitalismo para las fuerzas productivas, no sólo es su centralización sino incluso llevar adelante medidas de estatalización, y esto puede llevar a una conclusión equivocada. Para probar que ‘el capitalismo de Estado’ en Rusia es en última instancia el mismo capitalismo individual y con las mismas leyes, Cliff cita el siguiente pasaje de Anti-Dühring:

“Cuantas más fuerzas productivas asume [el Estado], tanto más se hace capitalista total y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba. Pero en el ápice se produce la mutación. La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución del conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal, el mecanismo de la solución” (Ibíd., p. 289).

En realidad, Engels está diciendo precisamente lo contrario. Reexaminemos los pasajes y veamos cómo extraemos diferentes conclusiones:

Si las crisis descubren la incapacidad de la burguesía para seguir administrando las modernas fuerzas productivas, la transformación de las grandes organizaciones de la producción y el tráfico en sociedades anónimas y en propiedad del Estado muestra que la burguesía no es ya imprescindible para la realización de, aquella tarea. Todas las funciones sociales de los capitalistas son ya desempeñadas por empleados a sueldo. El capitalista no tiene ya más actividad social que percibir beneficios, cortar cupones y jugar a la bolsa, en la cual los diversos capitalistas se arrebatan los unos a los otros sus capitales. Si el modo de producción capitalista ha desplazado primero a trabajadores, ahora está haciendo lo mismo con los capitalistas, lanzando a éstos, como antes a muchos trabajadores, a engrosar la población superflua, aunque no, por el momento, el ejército industrial de reserva.

“Pero ni la transformación en sociedades anónimas ni la transformación en propiedad del Estado suprimen la propiedad del capital sobre las fuerzas productivas. En el caso de las sociedades anónimas, la cosa es obvia. Y el Estado moderno; por su parte, no es más que la organización que se da la sociedad burguesa para sostener las condiciones generales externas del modo de producción capitalista contra ataques de los trabajadores o de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien se exacerba. Pero en el ápice se produce la mutación. La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución al conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal, el mecanismo de la solución” (Ibíd., pp. 289-290, el subrayado es nuestro).

La idea antes mencionada está clara. En la medida que las fuerzas productivas se han desarrollado ahora más allá del marco de las relaciones capitalistas (es decir, el germen de la contradicción que ha crecido hasta convertirse en una enfermedad maligna del sistema social, reflejándose a través de las crisis), los capitalistas están obligados a ‘socializar’ grandes medios de producción, primero a través de sociedades anónimas y más tarde, incluso ‘estatalizar’ sectores de las fuerzas productivas. Esta idea particular fue expresada claramente por Lenin en El imperialismo fase superior del capitalismo, donde demostraba que el desarrollo de los monopolios y la socialización del trabajo eran de hecho elementos del nuevo sistema social dentro del viejo.

Una vez que las fuerzas productivas han alcanzado esta etapa, el capitalismo ya ha realizado su misión histórica y debido a esto la burguesía se hace más y más innecesaria. De ser una necesidad para el desarrollo de las fuerzas de producción, ahora es ‘innecesaria’ y ‘parasitaria’. Se transforman en parásitos de la misma manera y por la misma razón que los señores feudales se convirtieron también en ‘parásitos’ una vez completada su misión.

Esto es simplemente un indicio de la madurez del capitalismo para la revolución social. Marx en El Capital  demostró que el crédito y las sociedades anónimas eran ya una señal de que las fuerzas productivas habían rebasado los límites de la propiedad privada. Engels había demostrado que las fuerzas productivas sociales obligan a los capitalistas a reconocer su carácter como fuerzas productivas sociales y no sólo individuales.

Donde quiera que sea, el Estado capitalista está obligado a tomar posesión de uno u otro sector de la economía, pero las fuerzas productivas no pierden su carácter como capital. Lo esencial del problema es que donde tenemos estatalización completa, es decir cambios cuantitativos en cualitativos, el capitalismo cambia en su contrario.

Engels lo explica de otra manera: ‘Pero en el ápice se produce la mutación (de las relaciones capitalistas)’. ¿Si la propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución al conflicto, contiene en sí los medios formales y la clave para la solución?

Si se tiene en cuenta el hecho de que a esto sigue el pasaje citado previamente en la misma sección, en el que Engels define el modo capitalista de producción (como producción social, apropiación individual), si aceptásemos las conclusiones de Cliff deberíamos concluir que Engels se contradice a sí mismo. Pero en su contexto, lo que Engels quiere decir está claro. Explica que la solución a las contradicciones del capitalismo reside en el reconocimiento de la naturaleza social de las fuerzas productivas modernas: ‘por tanto, el modo de producción, apropiación e intercambio de acuerdo con el carácter social de los medios de producción’. Pero él demuestra que este ‘reconocimiento’ precisamente consiste en hacer valer la planificación y organización conscientes, en lugar de toques ciegos de las fuerzas del mercado sobre las bases de la propiedad individual. Sin embargo, esto no se puede hacer de golpe. El control social se puede hacer sólo ‘de manera gradual’. La forma transitoria hacia esto es la propiedad estatal. Pero una vez conseguida la propiedad estatal no se eliminan todas las características del capitalismo, si no sería propiedad social, es decir, se introduciría inmediatamente el socialismo.

De la misma forma que en el desarrollo de la sociedad tenemos el nuevo dentro del viejo sistema, en la sociedad en transición tenemos aún lo viejo dentro de lo nuevo. La estatalización total marca el límite extremo del capital. La relación capitalista se transforma en su contrario. Los elementos de la nueva sociedad que estaban creciendo dentro de la vieja, ahora se hacen dominantes.

Lo que causa el conflicto dentro del capitalismo es que las leyes se manifiestan ciegamente. Pero una vez que el conjunto de la industria es nacionalizada, por primera vez el control y la planificación pueden ser ejercidos conscientemente por los productores. El control y la planificación, sin embargo, en sus primeras etapas, tendrán lugar dentro de unos límites determinados. Esos límites estarán determinados en el nuevo orden social por el nivel tecnológico existente.

La sociedad no puede pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad de la noche a la mañana. Sólo sobre las bases de un desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, la libertad, en el más pleno sentido, se hará realidad. Se alcanzará la etapa en la que se establecerá la ‘administración de las cosas’. Antes de que se consiga esta etapa, la sociedad debe pasar a través del período de transición. Pero una vez abolida la propiedad privada, inmediatamente el control y la planificación se convierten en una posibilidad real y, por vez primera, también se deja atrás el reino de la necesidad. Ahora es posible hablar de ‘libertad’, pero ésta sólo en el sentido de que la necesidad es conscientemente reconocida. En esta etapa (el período de transición) Engels destacaba:

“Con eso el carácter social de los medios de producción y de los productos —que hoy se vuelve contra los productores mismos, rompe periódicamente el modo de producción y de intercambio y se impone sólo, violenta y destructivamente, como ciega ley natural— será utilizado con plena consciencia por los productores, y se transformará, de causa que es de perturbación y hundimiento periódico, en la más poderosa palanca de la producción misma.

“Las fuerzas activas en la sociedad obran exactamente igual que las fuerzas de la naturaleza —ciega, violenta, destructivamente—, mientras no las descubrimos ni contamos con ellas Pero cuando las hemos descubierto, cuando hemos comprendido su actividad, su tendencia, sus efectos, depende ya sólo de nosotros el someterlas progresivamente a nuestra voluntad y alcanzar por su medio nuestros fines. Esto vale muy especialmente en las actuales gigantescas fuerzas productivas” (Ibíd., p. 290, el subrayado es nuestro).

Engels, citando a Hegel, hizo un resumen de las relaciones entre libertad, necesidad y el período transitorio:

“La libertad es la realización de la necesidad. La ‘necesidad’ está ciega sólo en la medida en que ésta no es entendida” (Ibíd., p. 136).

Marx y Engels sólo aludieron al carácter contradictorio del período de transición. Dejaron su elaboración para las siguientes generaciones, apuntaron las leyes generales. Pero sí que demostraron la necesidad de la propiedad estatal como el Estado transitorio necesario para el desarrollo de las fuerzas productivas. Engels explicó la necesidad del Estado durante esta etapa por dos razones:

1) Tomar medidas contra la antigua clase dirigente.

2) Porque la sociedad en transición no puede garantizar inmediatamente lo necesario para todos.

La lógica de la tesis de Cliff es que en la sociedad de transición no hay vestigios de capitalismo en la economía interna. Aunque el compañero Cliff pudiera argumentar vehementemente que él está de acuerdo con la necesidad del Estado en el período de transición, es evidente que él no ha encontrado las razones económicas que hacen el Estado y el carácter que asume necesarios durante este período. Antes de que pueda ser introducido el socialismo, debe necesariamente haber un tremendo desarrollo de las fuerzas productivas, muy superior al logrado bajo el capitalismo

Como explicó Trotsky, incluso en EEUU no hay aún suficiente producción para garantizar la introducción inmediata del socialismo. Por tanto, tendrá que haber aún, un período durante el cual las leyes capitalistas funcionen de una forma moderada. Por ejemplo, en EEUU, este período sería de corta duración. Pero no sería posible saltar por completo esta etapa. ¿Cuáles son las leyes capitalistas que permanecerían? El compañero Cliff no sólo falla al responder a esto, sino que cae en la trampa del colectivismo burocrático, por que no reconoce que el dinero, la fuerza de trabajo, la existencia de la clase obrera, la plusvalía, etc., son aún vestigios del viejo sistema capitalistaque sobrevivieron incluso bajo el régimen de Lenin. Es imposible introducir inmediatamente la producción y la distribución social. Y particularmente este era el caso en la Rusia atrasada.

En una carta a Conrad Schmidt en 1890, Engels dio un magnifico ejemplo de la aproximación materialista al problema de la economía de la transición del capitalismo al comunismo:

“También en la Volks-Tribüne ha habido una discusión acerca de si la distribución de los productos en la sociedad futura se hará de acuerdo con la cantidad de trabajo o de otra manera. La cuestión ha sido enfocada desde un punto de vista muy ‘materialista’, en oposición a ciertas frases idealistas sobre la justicia. Pero, por extraño que esto parezca, a nadie se le ocurrió pensar en que el modo de distribución depende esencialmente de la cantidad de productos a distribuir, y que esta cantidad varía, naturalmente, con el progreso de la producción y de la organización social y que, por tanto, tiene que cambiar también el modo de distribución. ‘Sin embargo, para todos los que han participado’ en la discusión, la ‘sociedad socialista’ no es algo que cambia y progresa continuamente, sino algo estable, algo fijo de una vez para siempre, por lo que también debe tener un modo de distribución fijo de una vez para siempre. Razonablemente, lo único que se puede hacer es: 1) tratar de descubrir el modo de distribución que se haya de aplicar al principio, y 2) tratar de establecer la tendencia general que habrá de seguir el desarrollo ulterior. Pero acerca de esto no encuentro ni una sola palabra en toda la discusión” (Federico Engels, Carta a Conrad Schmidt, en Obras Escogidas de Marx y Engels. Moscú, Editorial Progreso, 1981, Volumen III, p. 511).

En Anti-Dühring, Engels señaló:

“La producción directamente social, igual que la distribución inmediatamente social, excluyen todo intercambio de mercancías, también, por tanto, la transformación, de los productos en mercancías (al menos, en el interior de la comunidad), y con ello, también su transformación en valores” (op. cit., p. 319, el subrayado es nuestro).

Pero sólo el socialismo puede realizar esto. En el período de transición, la distribución aún permanece de una manera indirecta —sólo gradualmente la sociedad obtiene el control total sobre el producto— y, por tanto, la producción de mercancías y el intercambio entre los diferentes sectores de la producción ocurre necesariamente. La ley del valor se aplica y debe aplicarse hasta que los productores tengan acceso directo al producto. Esto sólo puede ocurrir con el completo control de la producción y de este modo la distribución social directa, es decir, cada individuo toma aquello que necesita.

Marx se ocupó de este problema en el Volumen III de El Capital, (capítulo 49), donde trata el problema de la producción capitalista en su conjunto:

“Según esto, una parte de la ganancia y, por tanto, también de la plusvalía y, por consiguiente, también del plusproducto en que se representa (desde el punto de vista del valor) solamente el trabajo nuevamente añadida, sirve de fondo de seguro… Es también la única parte de la plusvalía y del plusproducto, esto es, del plustrabajo, que tendría que seguir existiendo tras la abolición del modo capitalista de producción, además de la parte destinada a la acumulación, esto es, la ampliación del proceso de reproducción… y el hecho de que todo capital nuevo surja de la ganancia, la renta del suelo o de otras formas da renta, es decir, del plustrabajo, conduce a la idea falsa de que todo valor de las mercancías proviene de la renta” (Carlos Marx, El Capital. Madrid, Editorial Akal, Volumen III, capítulo 49, p. 309).

En este capítulo Marx realiza un análisis del proceso de producción, en sus propias palabras, ‘el valor de la suma total del fruto del trabajo (que), está en discusión, en otras palabras, el valor de la suma total del capital social’.

Repitiendo esto en el mismo capítulo, en respuesta a Storch, un economista burgués, decía lo siguiente:

“En primer lugar, es una abstracción falsa considerar a una nación cuyo modo de producción se basa en el valor y que además está organizada capitalistamente, como un cuerpo que trabaja para las necesidades nacionales.

“En segundo lugar, tras la supresión del modo capitalista de producción, pero conservando la producción social, seguirá predominando la determinación del valor en el sentido de que serán más esenciales que nunca la regulación del tiempo de trabajo y la distribución del trabaja social entre los distintos grupos de producción y, finalmente, la contabilidad sobre todo esto” (Ibíd., p. 314)

Esto está en la línea de los comentarios dispersos hechos por Marx y Engels en varías ocasiones con relación al período de transición: donde Engels explica que bajo el capitalismo las sociedades anónimas y la propiedad estatal están fuera del marco propiamente hablando de la producción capitalista; donde Marx ya señaló que el crédito también extiende la producción más allá de su marco incluso antes de la transición a la dictadura del proletariado.Tras eso, como demuestran los pasajes de arriba y también en la Crítica del Programa de Gotha, Marx consideraba que la ley burguesa, la distribución burguesa y en ese sentido el Estado burgués aún permanecen.

Discutiendo el papel del dinero y el Estado en el período de transición, Trotsky desarrolló esta idea inclusa más allá:

“Los dos problemas, el del Estado y el del dinero, tienen diversos aspectos comunes, pues se reducen ambos, a fin de cuentas, al problema de problemas que es el rendimiento del trabajo. La imposición estatal y la imposición monetaria son una herencia de la sociedad dividida en clases, que no puede determinar las relaciones entre los hombres más que ayudándose de fetiches religiosos o laicos, a los que coloca bajo la protección del más temible de ellos, el Estado —con un gran cuchillo entre los dientes—. En la sociedad comunista, el Estado y el dinero desaparecerán y su agonía progresiva debe comenzar en el régimen soviético. No se podrá hablar de victoria real del socialismo más que a partir del momento histórico en que el Estado sólo lo sea a medias y en que el dinero comience a perder su poder mágico. Esto significará que el socialismo, liberándose de los fetiches capitalistas, comenzará a establecer relaciones más límpidas, más libres y más dignas entre los hombres.

“Los postulados de ‘abolición’ del dinero, de ‘abolición’ del salario, o de ‘eliminación’ del Estado y de la familia, característicos del anarquismo, sólo pueden presentar interés como modelos de pensamiento mecánico. El dinero no puede ser ‘abolido’ arbitrariamente, no podrían ser ‘eliminados’ el Estado y la familia; tienen que agotar antes su misión histórica, perder su significado y desaparecer. El fetichismo y el dinero sólo recibirán el golpe de gracia cuando el crecimiento ininterrumpido de la riqueza social libre a los bípedos de la avaricia por cada minuto suplementario de trabajo y del miedo humillante por la magnitud de sus raciones. Al perder su poder para proporcionar felicidad y para hundir en el polvo, el dinero se reducirá a un cómodo medio de contabilidad para la estadística y para la planificación; después, es probable que ya no sea necesario ni aun para esto. Pero estos cuidados debemos dejarlos a nuestros biznietos, que seguramente serán más inteligentes que nosotros.

“La nacionalización de los medios de producción, del crédito, la presión de las cooperativas y del Estado sobre el comercio interior, el monopolio del comercio exterior, la colectivización de la agricultura, la legislación sobre la herencia, imponen estrechos límites a la acumulación personal de dinero y dificultan la transformación del dinero en capital privado (usuario, comercial e industrial). Sin embargo, esta función del dinero, unida a la explotación no podrá ser liquidada al comienzo de la revolución proletaria, sino que será transferida, bajo un nuevo aspecto, al Estado comerciante, banquero e industrial universal. Por lo demás, las funciones más elementales del dinero,medida de valor, medio de circulación y de pago, se conservarán y adquirirán, al mismo tiempo, un campo de acción más amplio que el que tuvieron en el régimen capitalista” (Trotsky, La revolución traicionada, pp. 93-94).

En resumen. Antes de que la propiedad privada de los medios de producción sea abolida, el mercado es dominante sobre el hombre que está indefenso ante las leyes de la economía que él mismo ha creado. Tras su abolición, el hombre comienza por primera vez a tomar el control consciente. Pero la conciencia aquí sólo significaelreconocimiento de la ley, no la abolición de la ley. Esta es una peculiaridad del período de transición, porque el hombre ahora entiende la naturaleza de las fuerzas productivas, hasta el punto de ejercer el control sobre ellas, pero no puede transcender a los límites del desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, ahora que las fuerzas productivas han sido liberadas de las trabas de la producción capitalista individual, pueden ser desarrolladas a un ritmo y con tal expansión que muy rápidamente pueden ser transformadas, de la propiedad estatal como forma intermedia, a la propiedad social por parte de la sociedad. Una vez ha sido lograda esta etapa (socialismo), entonces hay producción y distribución real por primera vez. El dinero se difumina, la ley del valor se desvanece, el Estado se diluye. En otras palabras, todas las fuerzas restrictivas que eran un reflejo necesario de los límites de la técnica y el desarrollo de la producción en una etapa determinada, ahora desaparecen con la desaparición de la división del trabajo. Hasta que llegue ese momento, todas las características señaladas arriba, características capitalistas heredadas de la vieja sociedad capitalista, persisten durante el período de transición.

La postura del compañero Cliff en relación al período de transición es de desconcierto, al igual que la de Shachtman y todos los demás que han intentado revisar la postura de Trotsky sobre Rusia. Y por muy buenas razones. Si se considera la teoría del período de transición a la luz de la experiencia rusa, sólo hay una de dos conclusiones posibles: o Rusia hoy es aún un Estado en transición, que ha sufrido horribles distorsiones, o Rusia fue un Estado obrero desde su inicio. No hay más alternativas.

LA TEORÍA MARXISTA DEL ESTADO. DOS CLASES, UN ESTADO. LA CONTRADICCIÓN DE CLIFF

En el primer capítulo de su trabajo, el compañero Cliff se esfuerza por demostrar que el análisis de Trotsky sobre el Estado ruso contradice la teoría del Estado desarrollada por Marx y elaborada por Lenin.

El primer capítulo contiene un esquema elaborado para demostrar que dos clases no pueden usar una misma maquinaria estatal. Cliff cree que ha encontrado un error fundamental en Trotsky, tomando las ideas desarrolladas por el Viejo en diferentes momentos y en distintas circunstancias, las contrapone entre sí. Toma, por ejemplo, una cita de Trotsky de las primeras etapas de la degeneración de la burocracia y la expulsión de la Oposición de Izquierdas, cuando él defendía la reforma del Estado soviético y, a propósito, también por la reforma del Partido Bolchevique que controlaba el Estado. (Fue en esta etapa cuando Trotsky escribió la Carta al CC del PCUS exigiendo que Stalin fuese destituido). Quién podía negar que los acontecimientos internacionales se desarrollaran de una manera diferente a la esperada. ¿Era posible, teóricamente, que el Partido Bolchevique expulsara a la burocracia y restableciera un Estado obrero sano? Cliff contrapone a esto la cita de La revolución traicionada en la que Trotsky dice que si los trabajadores de Rusia llegasen al poder, purgarían el aparato estatal, y si la burguesía llegara al poder ‘una purga del aparato del Estado sería, desde luego, también necesaria en este caso. Pero una restauración burguesa probablemente tendría que limpiar menos gente que un partido revolucionario’. Cliff responde a esto:

“Si aceptamos que el proletariado debe hacer pedazos la máquina del Estado que existe al llegar al poder, mientras que la burguesía sí puede usarlo, o si aceptamos que ni el proletariado, ni la burguesía pueden usar el aparato estatal existente (la ‘purga del aparato del Estado necesariamente implica un profundo cambio que transformaría la cantidad en calidad’), ante ambas suposiciones debemos llegar a la conclusión de que Rusia no es un Estado obrero. Aceptar que el proletariado y la burguesía pueden usar la misma maquinaria estatal como instrumento de supremacía es equivalente a justificar la base teórica de la democracia y a repudiar el concepto revolucionario de Estado expresado por Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Aceptar que las diferentes capas, grupos o partidos de una e igual clase no pueden basarse en la misma maquinaria estatal es igual a rechazar el concepto marxista del Estado” (Cliff, p. 4).

Todo este método formalista es la causa de la debilidad de Cliff. Habría sido posible para Trotsky en las primeras etapas tratar el problema en abstracto. Pero tuvo que ocuparse de la situación en concreto y dar una respuesta concreta. Una vez aceptada la imposibilidad de reformar el partido estalinista, la imposibilidad de reformar el Estado soviético (suponemos que Cliff también cree que ésta era la tarea hasta 1928 al decir que Rusia era un Estado obrero degenerado), entonces toda la cuestión debe ser examinada desde una óptica diferente. Es ajeno al método marxista buscar contradicciones aisladas, reales o aparentes. Lo que hace falta es un examen de una teoría en su desarrollo general amplio, en su movimiento y sus contradicciones.

Pero examinemos el propio proceso de pensamiento de Cliff sobre esta materia. Él tampoco puede evitar caer en la trampa que intenta poner a Trotsky. Capítulo 1 (nada menos que 18 páginas), dedicado a demostrar la imposibilidad de que dos clases utilicen el único Estado. Pero, he aquí, que contemplamos el capítulo 4 y ¡se produce el milagro!, ¡el abismo insalvable es cruzado! Tanto la clase capitalista como el proletariado de Rusia han utilizado precisamente la misma maquina del Estado. ¿Por qué? ¡Por qué se producía más plusvalía! Dándose cuenta de este dilema, Cliff se ve obligado a avanzar en un camino realmente nuevo y único: la burocracia no consumía plusvalía antes de 1928, pero con la introducción del Plan Quinquenal, el Estado fue cambiando de un Estado obrero a un Estado capitalista. Cualquier enemigo de la Cuarta Internacional inmediatamente podría contestar que el Estado de Stalin, sobre estas bases, es simplemente una extensión y profundización del Estado de Lenin. Pero en el sentido económico nada ha cambiado básicamente. Hemos tratado esto en los capítulos precedentes. Resulta significativo que sólo sea en el aspecto económico —y esto es lo sorprendente— donde Cliff plantee en su teoría. A pesar del título de su primer capítulo: ‘Un examen de la definición de Rusia como un Estado obrero degenerado’, no se ocupa de la cuestión política, ni aquí, ni en ningún otro capítulo. Así es como Cliff ve la transformación de un Estado obrero en un Estado capitalista:

“Las estadísticas que tenemos a nuestra disposición muestran concluyentemente que aunque la burocracia tuvo una posición privilegiada en el período precedente al Plan Quinquenal, bajo ningún concepto se puede decir que haya recibido plusvalía del trabajo de otros. Puede decirse, incuestionablemente, que con la introducción de los planes quinquenales, los ingresos de la burocracia consistían en una gran cantidad de plusvalía” (Ibíd., p. 45).

En otras palabras, Cliff ve la transición de un sistema a otro no haciendo pedazos la maquinaria del Estado. ¿Cómo cuadra esto con su esquema del capítulo 1?

Cliff intenta fabricar un puente artificial entre el Estado obrero y el Estado capitalista, porque él no ha sido capaz de encontrar el golpe asestado a la maquinaria del Estado obrero, esto le lleva a buscar diferencias entre los dos períodos —antes de 1928 y después—. Al hacer esto, cae en concepciones formalistas y abstractas sobre el Estado obrero anterior a 1928. Como hemos demostrado en capítulos anteriores, incluso en el Estado obrero mas sano, según Marx, debe necesariamente producirse plusvalía para desarrollar la industria hasta el punto donde el Estado, el dinero, el propio proletariado y todos los demás vestigios del capitalismo hayan desaparecido. Mientras la clase obrera exista como clase, se producirá plusvalía.

Una declaración de la Oposición de Izquierdas de 1927 señalaba que la burocracia estaba consumiendo una gran parte de la plusvalía. El método que utiliza Cliff para introducir este tema es totalmente incorrecto. En lugar de dedicarse a la tarea de demostrar su tesis, hace afirmaciones ciegas y las presenta como ya demostradas. ¡Qué en el capítulo 4 contradice todo lo que ha dicho en el capítulo l. eso es otra cuestión! Examinemos la forma en la cual el compañero Cliff resume este capítulo 4, donde clama abiertamente que se ha conseguido una transición, sin una revolución y sin destruir la maquinaria estatal.

Comienza así:

“En este capítulo describiremos la transformación del carácter de clase del Estado ruso, de un Estado obrero a un Estado capitalista. Haremos esto ocupándonos de los siguientes puntos…” (Ibíd., p. 33).

Después pasa a detallar algunos cambios económicos que no tienen nada que ver con la estructura o transformación del poder estatal y termina con el apartado: ‘Por qué el Plan Quinquenal significa la transformación de la burocracia en clase dirigente’. Todos los argumentos económicos en este capítulo no tienen nada que ver con el Estado o su derrocamiento.

Cliff trata finalmente la diferenciación en el ejército, la introducción de privilegios para los oficiales, disciplina militar, etc., Aquí simplemente repite que Trotsky habló miles de veces sobre la transformación de la burocracia en una casta incontrolada. Pero veamos sus conclusiones:

“De nuevo el Plan Quinquenal marca el punto decisivo. Entonces la organización y la estructura del ejército comenzaron a cambiar de manera fundamental. De un ejército de trabajadores, con deformaciones burocráticas, se ha convertido en el cuerpo armado de la burocracia como clase dirigente… (Ibíd. p. 59).

Veamos ahora si lo que excluye una revolución social gradual descarta también una contrarrevolución gradual:

“Si los soldados de un ejército construido jerárquicamente se esfuerzan por conseguir el control decisivo sobre el ejército, ellos inmediatamente se encontrarán con la oposición de la casta de oficiales. No hay forma de destituir tal casta excepto por la violencia revolucionaria. En contra de esto, si los oficiales de una milicia del pueblo cada vez son menos y menos dependientes de la voluntad de los soldados, podrían convertirse en una burocracia institucional, su transformación en casta independiente de los soldados se puede realizar paulatinamente. La transición de un ejército permanente a una milicia no se puede conseguir sino va acompañada por una tremenda oleada de violencia revolucionaria; por otro lado, la transición de una milicia a un ejército permanente, como resultado de las tendencias dentro de la propia milicia, puede y debe ser paulatina. La oposición de los soldados al ascenso de la burocracia llevaría por último al uso de la violencia contra los soldados. Pero esto no excluye la posibilidad de una transición gradual de una milicia a un ejército permanente. Lo que se aplica al ejército, se aplica igualmente al Estado. Un Estado sin burocracia o sin una burocracia débil dependiente de la presión de las masas, gradualmente se transformará en un Estado en el cual la burocracia está libre del control de los trabajadores” (Ibíd., p. 82, el subrayado es nuestro).

Cliff se propone demostrar que se puede dar una transición paulatina de un Estado obrero a un Estado capitalista, y cierra su capítulo reproduciendo una cita de, nada más y nada menos, Trotsky, al que ha desacreditado tan severamente en su primer capítulo como si fuera una autoridad en esta materia. Cliff escribe lo siguiente:

“Los juicios de Moscú4 fueron la guerra civil de la burocracia contra las masas, una guerra en la cual sólo una parte estaba armada y organizada. Ellos presenciaron la consumación de la liberación total de la burocracia del control popular. Trotsky, que pensaba que los juicios de Moscú y la Constitución eran pasos hacia la restauración del capitalismo individual por medios legales, se retractó en ese momento de la idea del cambio gradual de un Estado proletario a un Estado burgués. ‘Volver hacia atrás la película del reformismo’. Trotsky escribió: ‘En realidad, la nueva constitución… abre para la burocracia caminos ‘legales’ para la contrarrevolución económica, por ejemplo, la restauración del capitalismo por medio de un ‘golpe frío’ (La Cuarta Internacional y la Unión Soviética, Tesis adoptadas por la Primera Conferencia Internacional de la Cuarta Internacional, Génova, julio de 1936)” (Ibíd., p. 82, subrayado en el original).

Observamos claramente las tesis de Cliff y su método incorrecto, comenzando con la tesis de que Trotsky no es marxista cuando dice que dos clases pueden usar una misma maquinaria estatal, y cuando Cliff termina diciendo precisamente lo mismo utilizando como autoridad al mismo Trotsky.

LA NACIONALIZACIÓN Y EL ESTADO OBRERO

En la página 2 de su trabajo, Cliff da una cita de La revolución traicionada:

“La nacionalización del suelo, de los medios de producción, de los transportes y de los cambios, así como el monopolio del comercio exterior, forman las bases de la sociedad soviética. Para nosotros, esta adquisición de la revolución proletaria define a la URSS como un Estado proletario” (op. cit., p. 248).

Una de las conclusiones de Cliff es que, en este caso, ‘ni la Comuna de París ni la dictadura Bolchevique eran Estados obreros, por que no nacionalizaron totalmente los medios de producción’. Vemos como Cliff basa su caso en si la clase obrera tiene o no el control sobre la maquinaria estatal. Trataremos el tema del control obrero en el último capítulo. El método de Cliff es separar las bases económicas de un Estado obrero del control obrero de la maquinaria estatal. Durante un período transitorio, de corta o larga duración, sería posible para el proletariado tomar políticamente el poder y no proceder económicamente a transformar la sociedad. Esta era la situación en Rusia cuando el proletariado tomó el poder en octubre de 1917, realmente no emprendieron la nacionalización hasta que se vieron obligados en 1918. Pero si el proletariado no procede a realizar la transformación económica entonces, inevitablemente, el régimen proletario estará condenado al fracaso y al colapso. Las leyes de la economía siempre llegan hasta el final. O el proletariado procede a nacionalizar toda la economía o, inexorablemente, el sistema capitalista surgirá predominante. Cliff no consigue demostrar en qué se diferenciarían las formas básicas de la economía rusa bajo un Estado obrero sano. Se refugia en el consumo de plusvalía de la burocracia pero elude el tema principal.

No importa si Cliff se basa en la experiencia de la Comuna de París o en la primera etapa de la Revolución Rusa. Se aplicaría igual lo antes mencionado. Estos regímenes eran una transición hacia el dominio económico completo del proletariado. Estas transiciones son más o menos inevitables en el cambio de una sociedad a otra. Tanto en el caso de la Comuna de París como en el de la Revolución Rusa, no se podrían completar si el proletariado no procedía a nacionalizar la industria. ¿Ha olvidado Cliff que una de las principales lecciones enseñadas por Marx, y aprendida por los bolcheviques, fue el fracaso del proletariado francés al no nacionalizar el Banco de Francia? De este modo, vemos como un Estado puede ser un Estado proletario sobre la base del poder político o puede ser un Estado proletario sobre la base de la economía, o bien puede ser una transición entre ambos.

Las mismas leyes se aplicarían a la contrarrevolución por parte de la burguesía. El Viejo decía correctamente que en el caso de la contrarrevolución burguesa en Rusia, la burguesía podría, durante un tiempo, incluso conservar la propiedad estatal antes de destruirla y reinstaurar la propiedad privada. A un estudioso le podría parecer que puede existir un Estado obrero y un Estado burgués sobre la base de la propiedad estatal, o que puede haber un Estado obrero o un Estado burgués sobre la base de la propiedad privada. Sin embargo, es obvio que sólo se puede llegar a esta forma de razonar si no se tiene en consideración el movimiento de la sociedad en una dirección u otra.

No sólo eso, sino que se pueden desarrollar toda clase de relaciones imprevistas debido a la estructura clasista de la sociedad y el Estado. Tomemos el ejemplo de Rusia. En 1917 al tomar el control de los sóviets, los bolcheviques estaban ante una situación descrita por Trotsky en la Historia de la Revolución Rusa, donde, debido a la mayoría menchevique, en cierto sentido la burguesía gobernaba a través de los sóviets —¡los órganos de poder obrero por excelencia!—. De acuerdo con el esquema de Cliff, ¿cómo es posible que pudiera ocurrir esto? Desde luego, los bolcheviques no habían tomado el poder, la burguesía había utilizado a los mencheviques y a través de ellos, los sóviets en el período de transición, para eliminarlos después como hicieron en Alemania después de 1918.

En la transición de una sociedad a otra, está claro que no existen abismos insalvables. No es dialéctico pensar en categorías rígidas y acabadas, el Estado obrero o el Estado capitalista. Está claro que cuando Marx hablaba del choque de la vieja forma de Estado con relación a la Comuna de París, él da por sentado que la economía se transformaría a un ritmo mayor o menor y que ésta estaría en consonancia con las formas políticas. Veremos más tarde con relación a Europa del Este que Cliff adopta el mismo método formalista.

LA CONCEPCIÓN IDEALISTA DEL ESTADO

Trataremos aquí la naturaleza del Estado. Según los marxistas, el Estado surge como el instrumento necesario para la opresión de una clase sobre otra. El Estado, en última instancia, como explicaban Marx y Lenin, consiste en grupos de hombres armados y sus apéndices. Esa es la esencia de la definición marxista. No obstante, hay que tener cuidado al utilizar generalizaciones marxistas, que indudablemente son correctas, en un sentido absoluto. La verdad es siempre concreta, pero si no analizamos las ramificaciones particulares y las circunstancias concretas, inevitablemente llegaremos a errores y abstracciones. No basta más que observar la forma tan prudente con la que Engels trata este tema, incluso cuando generalizaba. En El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Engels escribió:

“Pero a fin de que estos antagonistas, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismos y a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder —nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más— es el Estado (Engels, op. cit.,pp. 183-4).

En la siguiente página continúa así:

“…Y si no, examínese nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y la rivalidad en las conquistas han hecho crecer tanto la fuerza pública, que amenaza con devorar a la sociedad entera e incluso al Estado mismo” (Ibíd., p. 185). Engels demuestra que una vez ha surgido, el Estado dentro de ciertos límites, desarrolla un movimiento independiente propio y debe necesariamente hacerlo bajo unas condiciones determinadas: “Dueños de la fuerza pública y del derecho a recaudar los impuestos, los funcionarios aparecen ahora como órganos de la sociedad situados por encima de ésta” (Ibíd., p. 185, subrayado en el original).

Contrariamente a la concepción de Cliff, cuando dice que el Estado juega un papel directo, se observa el cuidado meticuloso con el que Engels trata el tema del papel independiente del Estado, concerniente naturalmente, a la sociedad. En todo el material de Cliff, olvida el hecho de que el Estado en determinadas condiciones puede jugar y juega un papel relativamente independiente en la lucha entre las clases. Es su esquema ‘lógico’: o es un Estado obrero, directamente controlado por los trabajadores, o debe ser un Estado capitalista. En el método de Cliff no hay margen para la interacción de fuerzas. De nuevo contrastamos esto con lo que dice Engels:

“Como el Estado nació de la necesidad de amortiguar los antagonismos de clase y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, por regla general es el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que se convierte también, con ayuda de él, en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y explotación de la clase oprimida. (…) Sin embargo, excepcionalmente, hay períodos en que las clases en lucha están tan equilibradas, que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto a ambas” (Ibíd., pp. 185- 186).

De nuevo, Engels escribe:

“La esencia de la sociedad civilizada es el Estado, una maquinaria esencialmente destinada a reprimir a la clase oprimida y explotada, y que en todos los períodos típicos es exclusivamente el Estado de la clase dominante” (Ibíd., p. 190).

Es notable la diferencia entre la formulación de Cliff y las cuidadosas formulaciones de Engels… “esto es normalmente”, en “períodos típicos”, etc., ¿Por qué el proletariado no puede tomar posesión de la máquina del Estado ya disponible? No es por razones místicas, sino debido a ciertos hechos muy concretos. En el Estado moderno todas las posiciones claves están las manos de aquellas personas que están bajo el control de la clase dirigente: han sido especialmente seleccionados por su educación, opiniones y condiciones de vida para servir a los intereses de la burguesía. Los oficiales del ejército, particularmente los de más alto rango, funcionarios y las industrias nacionalizadas, son los técnicos clave, son moldeados en sus ideas y opiniones para servir los intereses de la clase capitalista. Todas las posiciones de mando en la sociedad son puestas en manos de personas en las que la burguesía puede confiar. Esa es la razón por la cual la maquinaría del Estado es una herramienta en manos de la burguesía y no puede ser usada par el proletariado y, por tanto, debe hacerla añicos. ¿Qué significa hacer añicos la maquinaria del Estado? Por no decir más, las ideas de Cliff sobre este tema parecen ser muy confusas.

Es posible que muchos, quizá incluso la mayoría de los oficiales del Estado burgués, sean utilizados por el proletariado una vez éste llegue al poder. Pero estarán subordinados a los comités y organizaciones obreras. Por ejemplo, en la Unión Soviética, en sus primeros días después de que el ejército zarista fuera disuelto, el Ejército Rojo era dirigido por ex oficiales zaristas. Igualmente en el aparato del Estado donde una proporción de los funcionarios eran los mismos ex funcionarios zaristas. Debido a factores históricos desfavorables, esto más tarde jugó un papel importante en la degeneración del régimen ruso. No en vano, Lenin decía que el Estado soviético es ‘una máquina zarista… apenas barnizada de socialismo’. (A propósito, esta caracterización honesta está muy lejos del idealizado y falso dibujo del Estado bajo Lenin y Trotsky que presenta Cliff). Cómo pudo darse el proceso de degeneración teniendo en cuenta el idílico cuadro pintado por Cliff sería difícil de entender. No obstante, de esto trataremos en la última parte.

El proletariado, según el concepto clásico, destroza la vieja maquinaría estatal y procede a crear un semiestado. Sin embargo, está obligado a utilizar los viejos técnicos. Pero el Estado, incluso bajo las mejores condiciones, en un país avanzado con un proletariado culto, sobrevive como un instrumento burgués y debido a esto, la posibilidad de degeneración está implícita en ello. Por esta razón los marxistas insisten en el control de las masas, asegurar que el Estado no seguirá su evolución como una fuerza independiente. Tan rápido como sea posible debe disolverse en la sociedad.

Por las mismas razones mencionadas arriba, en determinadas condiciones, el Estado consigue una cierta independencia de la base que originalmente representaba. Engels explicaba que aunque la superestructura es dependiente de la base económica, sin embargo, tiene un movimiento independiente por sí mismo. Durante un período bastante prolongado, puede haber un conflicto entre el Estado y la clase a la que representa el Estado. Por eso Engels dice que el Estado ‘normalmente’ o en ‘períodos típicos’ representa directamente a la clase dirigente. Los grandes maestros marxistas han analizado el fenómeno del bonapartismo al que Engels se refería arriba. En El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx señalaba cómo los soldados borrachos de Luis Napoleón, en nombre de la ‘ley, el orden y la familia’, disparaban a la burguesía a quien, es de suponer representaban.

Sólo se puede entender la sociedad de clases si se tiene en cuenta la compleja interdependencia dialéctica y el antagonismo de todos los factores dentro de ella. Los formalistas normalmente se pierden en uno u otro lado del problema. Por ejemplo Cliff escribe:

“… Es necesario hacer un gran cantidad de acrobacias mentales para pensar que Mikolajcik5 y su ILK, que huían al extranjero o se consumían en las prisiones, eran los dirigentes de Polonia, como considerar que los dirigentes de Rusia son los esclavos peores de Siberia” (op. cit. p. 13)

¿Era la burguesía bajo Luis Napoleón la clase dirigente? Se necesita una alta dosis de acrobacia mental para responder a esto.

Cuando consideramos el desarrollo de la sociedad, los factores económicos deben ser considerados como los dominantes. La superestructura que se desarrolla sobre esta base económica se aleja de la base a la que representa y se convierte en antagonista de ella. La esencia de la teoría marxista sobre la revolución es que con los cambios graduales en la producción bajo el embrión de la vieja forma, por ejemplo, la superestructura tanto en la propiedad como en el Estado, se desarrolla una contradicción que sólo puede ser resulta aboliendo la superestructura y reorganizando la sociedad sobre la base del nuevo modo de producción que se ha desarrollado dentro de la vieja.

La economía es decisiva. Debido a esto, los maestros marxistas explicaron que a la larga la superestructura debe estar en correspondencia con ella. Una vez que se ha abandonado el criterio de la estructura económica básica de la sociedad, son posibles toda clase de construcciones superficiales y arbitrarias. Nos perderíamos inevitablemente en el laberinto de la historia, como Perseo en la mitología de la antigua Grecia que se perdió en el Palacio de Minos y sin un hilo para poder salir. El hilo de la historia es la estructura económica básica de la sociedad, o la forma de propiedad, su reflejo legal.

Tomemos un caso extremadamente rico en ejemplos, la historia de Francia. La revolución burguesa tuvo lugar en 1789. En 1793 los jacobinos6 acapararon todo el poder. Como Marx y Engels señalaron, ellos fueron más allá del marco de las relaciones burguesas y realizaron una saludable tarea histórica debido a que, realizaron en pocos meses lo que para la burguesía habría requerido décadas o generaciones conseguir, la limpieza total de todos los restos feudales. A pesar de todo, este régimen permanecía arraigado en las bases de las formas burguesas de propiedad. Este fue seguido por el Thermidor francés y el gobierno del Directorio, después llegó la dictadura clásica de Napoleón Bonaparte. Napoleón reintrodujo muchas formas feudales, se coronó Emperador y concentró un poder supremo en sus manos. Aún así calificamos este régimen como burgués. Con la restauración de Luis XVIII el régimen seguía siendo capitalista… Y luego tuvimos no una sino dos revoluciones —1830 y 1848—. Estas revoluciones tuvieron consecuencias sociales importantes. Conllevaron cambios significativos incluso en el propio personal del Estado. Aún así, caracterizamos a ambas como revoluciones burguesas, en las cuales no cambió la clase que ostentaba el poder.

Vayamos más allá. Después de la Comuna de París de 1871 y la sacudida de las relaciones sociales que ésta supuso, tuvimos la organización de la Tercera República, con una democracia burguesa que duró décadas. Ésta fue seguida por Petain, después el régimen de colaboración de los estalinistas con De GaulIe y ahora el gobierno Quielle7. Al examinar por un momento la extraordinaria diversidad de regímenes, para alguien que no sea marxista, le parecería absurdo clasificar en la misma categoría, al régimen de Robespierre y el de Petain. En cambio los marxistas los definimos básicamente igual —regímenes burgueses—. ¿Cuál es el criterio? Sólo uno: la forma de propiedad, la propiedad privada de los medios de producción.

Tomemos del mismo modo la variedad de regímenes existentes en los tiempos modernos para ver las extremas diferencias que se dan en las superestructuras y que poseen la misma base económica. Por ejemplo, comparar el régimen de la Alemania nazi o el de la socialdemocracia Británica. Son muy diferentes en la superestructura, muchos teóricos de las escuelas no marxistas o ex marxistas han encontrado en ellos nuevas estructuras de clase y un nuevo sistema social. ¿Por qué decimos que representan a la misma clase y al mismo régimen? A pesar de la diferencia en la superestructura, la base económica de estas sociedades permanece siendo la misma. Si tomamos la historia de la sociedad moderna, tenemos muchos ejemplos donde la burguesía es expropiada políticamente ypermanece siendo la clase dirigente. Trotsky describe perfectamente el régimen del bonapartismo, o como Marx lo denominó, ‘el dominio descubierto de la espada sobre la sociedad’.

Vemos qué ocurrió en China con Chiang Kai Shek había, con la escoria de los gánsteres de Shanghai, aplastado a la clase obrera. Los banqueros le ofrecían banquetes y le aplaudían corno el benefactor y salvador de la civilización.

Pero Chiang quería algo mucha más material que las alabanzas de sus maestros. Bruscamente, encarceló a todos los ricos industriales y banqueros de Shanghai, consiguiendo un rescate millonario antes de liberarlos. Había hecho el trabajo para ellos y ahora pedía su precio. Él no había aplastado a los obreros de Shanghai sólo para el beneficio de los capitalistas, sino también porque esto significaba poder y beneficio para él mismo y su camarilla. Todavía alguien puede atreverse a decir que los banqueros que estaban en la cárcel no eran la clase dirigente porque no ostentaban el poder político. La burguesía china (¡no los marxistas!) estaba reflejando tristemente la complejidad de la sociedad, donde una buena parte del botín de la plusvalía extraída de los trabajadores iba a sus propios perros guardianes, mientras que muchos de su clase languidecían en prisión.

La burguesía en esas condiciones es expropiada políticamente, en ese momento la fuerza desnuda es la que domina la sociedad. Una enorme parte de la plusvalía es consumida por la cúpula del ejército y la burocracia. Pero eso en interés de estos mismos burócratas, la expropiación capitalista de los trabajadores continuará y, por tanto, mientras ellos puedan seguir exprimiendo, mantendrán alejada a la burguesía, sin embargo, ellos defienden la propiedad privada. Esto significa que la burguesía continua siendo la clase dominante.

Aquí está la respuesta a aquellos que afirman que es un sofisma decir que la clase obrera puede ser la clase dominante mientras una parte importante de ella está encarcelada en Siberia. A menos que nos guiemos por las formas de propiedad básicas, los marxistas perderemos el rumbo. Se pueden dar muchos ejemplos en la historia de la manera en que un sector de la clase dominante ataca a otro sector de la misma. Por ejemplo, en las Guerras de las Rosas en Gran Bretaña las dos fracciones de los barones gobernantes se exterminaron prácticamente entre sí. En una época u otra de la historia, sectores importantes de la clase dominante han Estado en las cárceles o fueron ejecutados. Sólo hay que ver la amenaza que supone Hitler para sus oponentes burgueses. No sólo perdieron su propiedad sino también sus vidas.

Con relación al papel del Estado, la cuestión más importante sería responder a lo que Cliff no puede responder: si el Estado debe ser un instrumento de una clase y ¿a qué clase representa en Rusia y Europa del Este? No puede representar a la clase capitalista porque ha sido expropiada. Tampoco se puede decir que represente los intereses del campesinado o de los pequeños propietarios de las ciudades. Bajo un régimen fascista o bonapartista, incluso aunque los gánsteres puedan tener a la burguesía cogida por la garganta, sin embargo, hay una clase capitalista para cuyos intereses está funcionando el conjunto de la economía. Si la burocracia no representa al proletariado, como dijo Trotsky, es una forma especial de bonapartismo en el sentido que defiende la nacionalización de los medios de producción, la planificación y el monopolio del comercio exterior. ¿A quién representan los burócratas estalinistas? La respuesta de Cliff es que la burocracia constituye la nueva clase dominante, la clase capitalista de Rusia. Pero al considerar seriamente esto se demostraría que esto no puede ser. Está diciendo que el Estado es una clase. La burocracia controla el Estado, el Estado ostenta los medios de producción, por tanto, la burocracia es una clase. Esto es esquivar el tema, está diciendo de hecho que el Estado tiene el Estado.

Según Lenin el Estado:

“… Este ha sido siempre determinado aparato al margen de la sociedad y consistente en un grupo de personas dedicadas exclusiva o casi exclusivamente o principalmente a gobernar. Los hombres se dividen en gobernados y en especialistas en gobernar, que se colocan por encima de la sociedad y son llamados gobernantes, representantes del Estado.

“Este aparato, este grupo de personas que gobiernan a otros, se apodera siempre de ciertos medios de coerción, de violencia física, ya sea que esta violencia sobre los hombres se exprese en la maza primitiva o en tipos más perfeccionados de armas, en la época de la esclavitud, o en las armas de fuego inventadas en la Edad Media o, por último, en las armas modernas, que en el siglo XX son verdaderas maravillas de la técnica y se basan íntegramente en los últimos lo gros de la tecnología moderna.

“Los métodos de violencia cambiaron, pero dondequiera existió un Estado, existió en cada sociedad, un grupo de personas que gobernaban, mandaban, dominaban, y que, para conservar su poder, disponían de un aparato de coerción física, de un aparato de violencia, con las armas que correspondían al nivel técnico de la época dada. Y sólo examinando estos fenómenos generales, preguntándonos por qué no existió ningún Estado cuando no había clases, cuando no había explotadores y explotados, y por que apareció cuando aparecieron las clases; sólo así encontraremos una respuesta definida a la pregunta de cuál es la esencia y la significación del Estado.

“El Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra” (Lenin, El Estado. Moscú, Editorial Progreso, 1981, p. 18).

El Estado por su misma naturaleza está compuesto de burocracia, oficiales, generales, jefes de policía, etc., Pero éstos no constituyen una clase, son el instrumento de una clase e incluso pueden entrar en antagonismo con esta clase. Pero por sí mismos no pueden ser una clase.

Debemos preguntar a Cliff: ¿qué sector de la burocracia tiene el Estado? No pueden ser todos los burócratas, la propia burocracia está dividida jerárquicamente. El pequeño funcionario es tan parte de la burocracia como el gran burócrata. ¿Cuál es entonces el estrato dominante en la sociedad soviética? Esto claramente es un sin sentido. En la sociedad, o en cualquier sociedad con clases, no importa cuán privilegiados sean los de arriba, ellos manejarán el instrumento para proteger a la clase dominante que tiene una relación directa con los medios de producción, por ejemplo, en el sentido de su propiedad. Sabemos a quién representaban Napoleón, Bismarck, Chiang Kai Shek, Hitler, Churchill y Attlee. Pero ¿A quién representan los burócratas? ¿A los burócratas? Afirmar esto sería erróneo. En otra parte del documento hemos visto que las relaciones de la burocracia con los medios de producción son necesariamente de parasitismo y participa del mismo parasitismo que la burocracia nazi. No son una categoría necesaria e inevitable para el modo de producción en particular. En el mejor de los casos ellos tiene derecho a salarios de superintendencia. Y sí toman más, lo hacen de la misma forma que la burocracia nazi consumía parte de la plusvalía producida por los trabajadores. Pero no eran una clase.

Se podrían dar innumerables ejemplos para demostrar que un Estado capitalista presupone propiedad privada, la propiedad individual de los medios de producción. El Estado es el instrumento de dominio, no puede ser en sí mismo la clase que domina. La burocracia es sólo una parte del aparato del Estado. ‘Ostentaría’ el Estado, en el sentido que se levanta sobre la sociedad y se convierte en relativamente independiente de la economía dominante. Ese fue el caso en la Alemania nazi, donde la burocracia dictaba a los capitalistas lo que deberían producir, como deberían producirlo, etc., para el propósito de la guerra. También en la economía de guerra, Gran Bretaña, EEUU y en otros países, el Estado dictaba a los capitalistas qué y cómo deberían producir. Esto no les convierte en una clase dominante. ¿Por qué? Porque estaban defendiendo la propiedad privada.

Cliff afirma que la burocracia dirige y planifica la industria. ¿De quién es la industria que ellos dirigen y planifican? En la sociedad capitalista, los directores planifican y dirigen la industria en las empresas y trust individuales. Pero esto no les convierte en propietarios de esas empresas. La burocracia dirige toda la industria. En ese sentido es verdad que tienen más independencia de su base económica que otra burocracia o maquinaria estatal haya tenido en toda la historia humana. Pero como Engels subrayó y debemos volver a subrayar, en última instancia las bases económicas son decisivas. Si Cliff va a argumentar que es su función como directores la que hace que los burócratas se conviertan en clase dominante, entonces claramente tampoco acertaría al hacer una definición marxista de la clase capitalista. Él está calificando a la burocracia rusa de clase, pero debe elaborar una teoría y ésta es a qué clase pertenece.

El Estado es un instrumento de la clase dominante, de coerción, un policía glorificado. Pero el policía no es la clase dominante. El policía puede convertirse en irrefrenable, puede volverse un bandido, pero no se convierte en un capitalista o señor feudal.

QUÉ OCURRIÓ EN EUROPA DEL ESTE

Los acontecimientos en Europa del Este y la naturaleza de los Estados que han surgido sólo pueden ser explicados por medio de la teoría marxista-leninista del Estado, y sólo las concepciones de Trotsky pueden explicar los acontecimientos en Europa del Este desde este punto de vista.

En primer lugar es necesario entender que ocurrió en Europa del Este con el avance del Ejército Rojo. No se puede negar (dejando a un lado por el momento la cuestión de Alemania) que en todos los países de los Balcanes y Europa del Este, el avance del Ejército Rojo terminó en un movimiento revolucionario no sólo entre los trabajadores, sino también entre los campesinos. La razón de esto reside en el contexto general de todos estos Estados; antes de la guerra, a parte de Checoslovaquia, el capitalismo era muy débil. En estos países había decadentes dictaduras feudal-militar-capitalistas, cuyos regímenes eran completamente incapaces de desarrollar más las fuerzas productivas de sus respectivos países. La crisis económica mundial del capitalismo fue especialmente exacerbada en estos países, debido a la debilidad y a la división artificial de la zona que había sucedido a la I Guerra Mundial. El termino balcanización proviene de esta parte de Europa. Dividida en pequeños y débiles Estados, con un carácter abrumadoramente agrario, con una industria muy débil, esta zonas se convirtieron inevitablemente en semicolonias de las grandes potencias. Francia, Gran Bretaña, hasta cierto punto Italia, y después Alemania, se convirtieron en el poder dominante en esta zona. A través de sus relaciones comerciales, la industria alemana dominaba las atrasadas economías de Europa del Este en los Balcanes. En todos estos países el capital extranjero jugó un importante papel. En la mayoría de ellos, las inversiones extranjeras eran dominantes debido a la poca industria existente.

Con la ocupación de estos países por Hitler, no sólo fue expropiado el capital ‘no ario’, sino también los capitalistas nativos en su mayoría fueron excluidos y reemplazados por los bancos y trust alemanes. El capital alemán se apoderó de los lugares decisivos —todas las posiciones y sectores claves de la economía—. El capital que quedaba era propiedad de colaboradores y en gran parte colaboracionistas, y permanecían subordinados al capital alemán.

El régimen estaba formado de colaboracionistas que dependían de las bayonetas para su apoyo. El poco apoyo popular que tenían los regímenes anteriores a la guerra —dictaduras policiaco- militares—, en el transcurso de la guerra desaparecieron. El colapso del poderoso imperialismo alemán y la victoria del Ejército Rojo, indudablemente dio un impulso a la revolución socialista. Por ejemplo en Bulgaria en 1944, cuando el Ejército Rojo cruzó la frontera, se produjo una sublevación en Sofía y otras grandes ciudades. Las masas comenzaron a organizar sóviets y comités obreros. Los soldados y los campesinos organizaron comités y los trabajadores ocuparon las fábricas.

Acontecimientos similares tuvieron lugar en todos los países de Europa el Este a parte de Alemania. Examinemos lo que ocurrió en Checoslovaquia. Aquí también el avance el Ejército Rojo fue seguido de la insurrección en Praga, la toma de fábricas por los trabajadores y la tierra por los campesinos. También hubo confraternización en las fronteras de Bohemia y Moravia entre los checos y las masas alemanas.

Los elementos de la revolución proletaria fueron rápidamente seguidos por la contrarrevolución estalinista. El problema con Cliff es que ha separado los elementos de la revolución proletaria de la contrarrevolución estalinista que siguió inmediatamente.

Tomemos dos ejemplos: Bulgaria y Checoslovaquia. En Bulgaria tuvimos una situación que se ha desarrollado una y otra vez a través de la trágica historia de las masas obreras. El poder real estaba en manos de la clase obrera. El Estado burgués estaba destrozado. ¿Cómo? Los alemanes se habían ido, los oficiales no tenían el control de los soldados, la policía se había escondido, los terratenientes y capitalistas no tenían el control. Había un vacío, un período clásico de dualidad de poder donde las masas no eran lo suficientemente conscientes para organizar su propio poder y la burguesía demasiado débil para ejercer su dominación.

Esta no es una situación desconocida para los marxistas: Alemania 1918, Rusia 1917, España 1936. Quizá una comparación con España sería útil. Aquí también las masas tomaron las fábricas y la tierra en Catalunya y Aragón. El ‘gobierno burgués’ estaba suspendido en el aire. Las masas aplastaron totalmente a la policía y al ejército. Sólo había una fuerza armada, las milicias obreras. Todo lo que necesitaban las masas era organizar sóviets o comités, echar al gobierno fantasma y tomar el poder.

Se conoce suficientemente lo que ocurrió después. Los estalinistas procedieron a formar una coalición no con la burguesía —los propietarios de las fábricas y la burguesía habían huido al lado de Franco como consecuencia de la insurrección de las masas—, sino con la ‘sombra de la burguesía’. Los estalinistas hicieron esto en España con el propósito expreso de destruir la revolución socialista por miedo a las repercusiones en Rusia y, desde luego, debido a la alineación internacional existente y su deseo de demostrar a los imperialistas franceses y británicos, que no tenían nada que temer. En España, por tanto, paulatinamente, ayudaron a que la sombra adquiriera ‘cuerpo’.

Poco a poco, reconstruyeron un ejército capitalista y una fuerza policial capitalista, bajo el control de la clase capitalista. Una vez esto había sido logrado, la tierra fue devuelta a los terratenientes y las fábricas a sus propietarios. La consecuencia de esto se vio al final de la guerra civil cuando el Estado burgués —la maquinaria militar burguesa que ellos habían ayudado a crear—, organizó un golpe de Estado que establecía una dictadura militar en el territorio republicano y rápidamente ilegalizó al propio Partido Comunista.

En Bulgaria, como en los otros países de Europa del Este, los estalinistas procedieron a llegar a un acuerdo conlasombra de la burguesía. La revolución socialista había comenzado y existía el peligro de que llegase hasta el final. Esto, desde luego, los estalinistas lo temían. Pero por otro lado, además no querían pasar el poder a la burguesía.Descarrilaron la revolución socialista organizando un denominado Frente Patriótico en Bulgaria y encarrilaron el movimiento de las masas con consignas chovinistas y antialemanas. La confraternización en Bulgaria rápidamente fue castigada, los sóviets formados en el ejército fueron disueltos, los comités obreros y campesinos fueron mutilados. Formaron un frente de ‘Unidad Nacional’, la unión de toda la nación. Pero la diferencia con España era que aquí las posiciones claves en ésta denominada coalición, donde la sombra de la burguesía no ostentaba el poder, permanecían firmemente en manos estalinistas. Tenían la policía y el ejército. Seleccionaron el personal clave y dirigente. Todas las posiciones importantes en la administración pública estaban en manos de herramientas obedientes. Claramente, detrás de la pantalla de unidad nacional concentraban el poder estatal en sus manos.Habían creado un instrumento a su propia imagen, una maquinaria estatal según el poder de Moscú. El proceso era tan claro como el agua en el caso de Checoslovaquia. Cuando los estalinistas entraron en el país no había gobierno. Los alemanes con sus traidores y colaboracionistas habían huido. Los comités formados por las masas tenían el control de las empresas industriales y la tierra. Los estalinistas dirigían el gobierno de Benes8 desde Moscú. El poder real, los puestos clave, estaban firmemente en sus manos; conservaron el ‘cuerpo’ y dejaron a la burguesía la sombra.

En parte para destruir la revolución socialista, en parte para llegar a un compromiso con el imperialismo norteamericano, permitieron a ciertos sectores de la economía conservar en sus manos las empresas privadas. Pero el poder decisivo, por ejemplo, los cuerpos armados de hombres, estaban organizados por ellos y bajo su control. No era ésta la misma maquinaria estatal de antes. Era una nueva maquinaria estatal de su propia creación.Para descarrilar la revolución los estalinistas utilizaron el chovinismo y dieron al país un terrible golpe con la expulsión de los alemanes. El instinto original de las masas era en líneas internacionalistas. Los informes de Checoslovaquia demuestran que al principio había confraternización entre los checos y los alemanes. Cliff no ve el elemento de la contrarrevolución, las actividades de la burocracia para destruir la revolución.

Desde luego, el intento de los estalinistas de mantener un compromiso con la burguesía —no hay que olvidar con su control y su poder del Estado— no podría durar indefinidamente. Las sombras pueden adquirir ‘cuerpo’. El intento de la burguesía norteamericana de instalar sus puntos de apoyo en Europa del Este con los restos de la burguesía y de aquellos sectores de la economía que ellos controlaban, con el Plan Marshall como moneda, era una señal de peligro. Con una velocidad precipitada, la burocracia actuó y ordenó a todos los Estados de Europa del Este rechazar al Plan Marshall. Toda la historia ha demostrado la imposibilidad de mantener dos formas antagónicas de propiedad. Aunque la burguesía era muy débil, había comenzado a ganar una base, debido al hecho de que ellos mantenían una buena proporción de la industria ligera bajo su control. El creciente antagonismo de EEUU, la imposibilidad de depender de la burguesía, su incompatibilidad con el Estado proletario, con el poder en manos de la burocracia, la obligó a tomar medidas para completar el proceso. Aquí deberíamos añadir que Trotsky vio en la extensión de la propiedad nacionalizada a las zonas de dominación estalinista, una prueba de que Rusia era un Estado obrero. Los acontecimientos de febrero sobre los que se centró la atención mundial, subrayaron de una manera dramática el proceso que estaba teniendo lugar en todas las zonas dominadas por los estalinistas.

El factor decisivo fue que los estalinistas tenían el apoyo de los trabajadores y campesinos en la nacionalización y la división de la tierra. Todo lo que Cliff vio fue que la maquinaria del Estado permanecía igual, cabe suponer que como estaba bajo los alemanes. ¡Sin duda eso es lo que desearía la burguesía!

Según todos los observadores los estalinistas, debido a sus arreglos y a la desilusión de las masas en las fábricas, probablemente habrían perdido votos en las futuras elecciones. Los elementos burgueses se estaban haciendo fuertes, basándose en la pequeña burguesía de las ciudades y entre los trabajadores y campesinos desilusionados. Paulatinamente, la burguesía esperaba conseguir el control del Estado y organizar una contrarrevolución con la ayuda el imperialismo anglonorteamericano. Aunque la burocracia tenía el control de la maquinaria del Estado, éste era precario en virtud a la forma en la que se había obtenido.

Para completar el proceso, como Trotsky ya había previsto, la burocracia estaba obligada a recurrir a las masas,mediante la creación de Comités de Acción que burocráticamente eran controlados desde arriba, aunque sin embargo eran relativamente democráticos por abajo. Los estalinistas armaron a los trabajadores, organizaron una milicia obrera. En estas condiciones, esto naturalmente favorecía el entusiasmo de las masas. Incluso los trabajadores socialdemócratas que odiaban y desconfiaban de los estalinistas, participaron entusiastamente en estas medidas contra la burguesía. Trotsky dijo una vez que contra un león se usa un arma y contra una pulga una uña. Enfrentados con el aparato del Estado estalinista, con el movimiento de masas como una amenaza, la burguesía estaba impotente.

Sin embargo, la formación de los Comités de Acción, el armamento de los trabajadores, significaba necesariamente que se estaba formando un embrión del nuevo régimen. Por supuesto, la burocracia rápidamente procedió a aplastar la independencia de las masas y totalizar el régimen. Se organizaron rápidamente nuevas elecciones siguiendo las directrices de Moscú, con una única candidatura y una supervisión estricta.

Ante estos acontecimientos, Cliff se pregunta:

“¿Cuál es entonces el futuro de la Cuarta Internacional? ¿Cuál es su justificación histórica? Los partidos estalinistas tienen todas las ventajas sobre la Cuarta Internacional —un aparato estatal, organizaciones de masas, dinero, etc.—. La única ventaja de la que carecen es la ideología internacionalista de clase…

“Si una revolución tiene lugar en los países del Este de Europa sin una dirección proletaria revolucionaria, deberíamos concluir que en el futuro, en las revoluciones sociales, como en el pasado, las masas harán el combate pero no lo dirigirán. En todas las luchas de la burguesía, no fue la propia burguesía quien hace el combate, sino las masas que creían que eran sus intereses. Los sans-culottes de la Revolución Francesa luchaban por la libertad, igualdad y fraternidad, mientras la meta real del movimiento era el establecimiento del dominio de la burguesía. Este fue el caso en un momento en que la burguesía era progresista. En las guerras imperialistas reaccionarias, cuanto menos saben las masas del auténtico propósito de la guerra, mejores soldados son. Aceptar que las ‘nuevas democracias’ son Estados obreros, significaba aceptar que en principio la revolución proletaria, corno las guerras burguesas, está basada en el engaño a las personas…

“Si estos países son Estados obreros entonces ¿para qué el marxismo? ¿Por qué la Cuarta Internacional? Podríamos ser observados por las masas sólo como aventureros o como impacientes revolucionarios cuyas diferencias con los estalinistas son meramente tácticas” (op. cit., pp. 14-15).

Cliff ha hecho las preguntas a las personas equivocadas. En realidad se debería haber hecho a sí mismo estas preguntas y darse también las respuestas. Si su teoría es correcta, entonces toda la teoría de Marx se convierte en ana utopía. Cliff piensa que si él pone la etiqueta de ‘capitalismo de Estado’ sobre el fenómeno del estalinismo, entonces ha salvado su conciencia y ha restaurado el papel perdido de la Cuarta Internacional, para su propia satisfacción. Aquí vemos el fetichismo del cual Marx habló y que incluso afecta al movimiento revolucionario: cambiar el nombre de las cosas para así intentar cambiar su esencia.

No es posible explicar o enhebrar los hilos históricos de clase de los acontecimientos actuales sin la existencia y degeneración del Estado obrero en Rusia. Sólo se pueden unir los acontecimientos de Europa del Este a la Revolución de Octubre de 1917. Es inútil para Cliff argumentar que la burocracia utilizó a las masas en Checoslovaquia, sin plantearse la cuestión de quien las utilizó en 1917. ¿Fue la Revolución de Octubre seguida por el estalinismo? Las buenas intenciones o los deseos subjetivos de la dirección bolchevique o la clase obrera, están fuera de lugar. Según la teoría de Marx, ninguna sociedad sale de la escena hasta que ha agotado todas las posibilidades de desarrollar las fuerzas productivas dentro de ella. Si un nuevo período de capitalismo de Estado es lo que nos amenaza —y esto necesariamente se desprende de la teoría de Cliff—, por qué no puede haber límite económico al desarrollo de la producción bajo el denominado capitalismo de Estado, hablar de esto en un período de desintegración del capitalismo mundial se reduce a simple fraseología. Tenemos el absurdo de que una nueva revolución — una revolución proletaria en 1917—, cambió orgánicamente la economía a capitalismo de Estado. Tenemos la no menos absurda postulación de que una revolución en Europa del Este, donde toda la clase capitalista ha sido expropiada… ¿para instalar qué? ¡El capitalismo! Un momento de reflexión serio demostraría que no es posible para Cliff mantener esta postura con relación a Europa del Este sin trasladar el mismo argumento también a la propia Rusia.

El propio Cliff señala que en la revolución burguesa las masas combatieron y la burguesía recogió los frutos. Las masas no sabían por qué estaban luchando, sino que luchaban en realidad por el dominio de la burguesía. Tomemos la Revolución Francesa. Se preparó y tenía su ideología en las obras de los filósofos de la Ilustración, Voltaire, Rousseau, etc., Sin embargo, ellos realmente creían en la idealización de la sociedad burguesa. Creían en los codicilos de libertad, igualdad y fraternidad que predicaban. Como ya se sabe, y el propio Cliff cita a Marx para demostrarlo, la Revolución Francesa fue más allá de su base social. Terminó en la dictadura revolucionaria de lossans-culottes que fueron más allá de los límites de la sociedad burguesa. Como Marx explicaba, esto tuvo el saludable efecto de conseguir en pocos meses lo que de otra manera hubiera costado a la burguesía décadas. Los dirigentes del sector revolucionario de la pequeña burguesía que ejercían esta dictadura —Robespierre, Danton, etc.— sinceramente creían en las doctrinas de los filósofos e intentaron ponerlas en práctica. No pudieron hacerlo porque era imposible ir más allá de la base económica de la sociedad. Era inevitable que perdieran el poder y sólo prepararon el camino a la sociedad burguesa. Si el argumento de Cliff es correcto, se podría llegar a la conclusión de que lo mismo ocurrió en Rusia y Marx era el profeta del nuevo capitalismo de Estado, Lenin y Trotsky fueron los Robespierre y Carnat de la Revolución Rusa. El hecho de que Lenin y Trotsky tuvieran buenas intenciones no tiene nada que ver, como eran buenas las intenciones de los dirigentes de la revolución burguesa. Ellos simplemente prepararon el terreno para el dominio del nuevo Estado de la clase capitalista.

Si el hecho de que la burocracia utilizase a las masas checoslovacas constituye una prueba de que esto era capitalismo de Estado, no hizo menos la burocracia rusa utilizando al proletariado en la revolución de 1917. Sin embargo, esta teoría no puede satisfacer a nadie. El hecho de que la burocracia, porque Rusia es un Estado obrero con toda su degeneración, haya asimilado Europa del Este en la economía e instantáneamente estrangulado el desarrollo de la revolución socialista, quiere decir que al mismo tiempo, conscientemente han llevado adelante de forma abreviada un proceso que se prolongó durante muchos años en Rusia. Debería quedar claro que sin la existencia de un fuerte Estado obrero degenerado, contiguo o cercano a estos países, estos procesos habría sido imposibles, a no ser que el proletariado hubiera vencido con una revolución sana en líneas clásicas y extendiendo la revolución.

¿Significa esto que los estalinistas han realizado la revolución y por tanto no es necesaria la Cuarta Internacional? Muchas veces en la historia nos enfrentamos a una situación complicada. Por ejemplo, en la Revolución de Febrero que derrocó al zarismo, las masas cayeron bajo la influencia de los mencheviques y socialrevolucionarios. Esto significaba que las masas, habiendo completado una tarea, el derrocamiento del zarismo —una revolución política— creó nuevas barreras en su camino y tuvieron que derribarlas con una segunda revolución — una revolución social, Octubre—. El hecho de que las masas hayan realizado la revolución social básica en Europa del Este, aunque esta revolución inmediatamente haya sido burocratizada por la burocracia termidoriana, significa que ahora sólo tienen que hacer una segunda revolución —la revolución política—.

Cliff tiene sólo que plantear la pregunta: ¿Cuales son las tareas de la Cuarta Internacional en Rusia? Son idénticas a las de Europa del Este. Para conseguir el socialismo las masas deben tener el control de la administración y el Estado. Los estalinistas nunca podrán proporcionar esto y sólo se puede lograr con una nueva revolución. Sólo se puede conseguir con el derrocamiento de 1a burocracia de Europa del Este, así como en Rusia, por tanto la tarea de la Cuarta Internacional es clara, la lucha por una revolución política para establecer una democracia obrera, unsemiestado y la transición rápida al socialismo sobre las bases de la igualdad. La forma de propiedad no cambiará.El hecho de que Cliff llame a esto una revolución social no modifica nada.

Donde Trotsky encontraba pruebas del Estado obrero en la extensión de las formas de propiedad, Cliff encuentra las pruebas de lo contrario.

Cliff podría decir que a menos que la clase obrera tenga el control directo del Estado, éste no puede ser un Estado obrero. En ese caso, tendríamos que rechazar la idea de que existía un Estado obrero en Rusia, excepto posiblemente en los primeros meses. Incluso aquí es necesario repetir que la dictadura del proletariado se realizó a través del instrumento de la vanguardia de la clase, por ejemplo, el partido, y en el partido a través de la dirección del mismo. En las mejores condiciones esto se efectuará con la mayor democracia tanto dentro del Estado como en el partido. Pero la propia existencia de la dictadura, su necesidad para conseguir el cambio del sistema social, es ya una prueba de las profundas contradicciones sociales que se pueden encontrar, en circunstancias históricas desfavorables, que son un reflejo dentro del Estado y dentro del partido. El partido, no más que el Estado, puede automática y directamente reflejar los intereses de la clase. Lenin por este motivo pensaba que los sindicatos eran un factor necesario para la defensa de los trabajadores contra su Estado, así como un baluarte para la defensa del Estado.

Si fue posible para el partido de la clase obrera (la socialdemocracia), especialmente a través de su dirección, degenerar y fracasar directamente a la hora de reflejar los intereses de la clase antes del derrocamiento del capitalismo, ¿por qué es imposible para el Estado establecido por los trabajadores seguir un modelo similar? ¿Por qué no puede el Estado ganar independencia de la clase, y parasitariamente enriquecerse, mientras al mismo tiempo (en sus propios intereses) defender las nuevas formas económicas creadas por la revolución? Como hemos visto antes, Cliff trata de hacer una distinción para trazar una línea metafísica en 1928, cuando pensaba que la plusvalía no era consumida por la burocracia y después cuando sí lo era. A parte de basarse en hechos incorrectos, es una forma simplista de examinar el fenómeno.

En realidad, la forma de la transición de una sociedad a otra, ha sido más compleja de lo que cabría prever para los fundadores del socialismo científico. Tanto como a cualquier otra clase o formación social al proletariado le ha sido dado el privilegio de tener inevitablemente un tránsito tranquilo en la transición a su dominio y, por consiguiente, una desaparición tranquila e indolora en la sociedad, es decir, el socialismo. Esa era una variante posible. Pero la degeneración tanto de la socialdemocracia como del Estado soviético en determinadas condiciones no era en absoluto accidental. Representaba, en un sentido, las relaciones complejas entre una clase, sus representantes y el Estado, la cual, más de una vez en la historia, la clase dominante, burguesía, feudal o esclavista, tuvo causas para lamentarlo. Refleja, en otras palabras, la multiplicidad de factores históricos que forman la base del factor decisivo: el económico.

Contrasta el amplio punto de vista de Lenin con el mecanicista de Cliff. Lenin insistía una y otra vez en la necesidad de estudiar los períodos de transición de las épocas pasadas, especialmente del feudalismo al capitalismo, para entender las leyes de la transición en Rusia. Él habría rechazado la concepción de que el Estado surgido en Octubre tendría que seguir una norma preconcebida, o de otra forma sino dejaría de ser un Estado obrero.

Lenin sabía bien que el proletariado, su partido y dirección no le había dado el poder para que les llevara, sin contradicciones, tranquilamente al socialismo una vez que el capitalismo había sido derrocado. Esta es necesariamente la única conclusión que se debe extraer de las normas categóricas kantianas afirmadas por Cliff. De hecho Lenin subrayó que la dictadura del proletariado cambiaría tremendamente en diferentes países y en distintas condiciones.

Sin embargo, Lenin insistía constantemente en el punto de que en la transición del feudalismo al capitalismo, la dictadura de la ascendente burguesía se reflejaba en la dictadura de un hombre. Una clase podría gobernar a través del dominio personal de un hombre. Cliff es bastante complaciente al aceptar esta concepción cuando se aplica a la burguesía. Pero de sus argumentos se podría llegar a la conclusión de que tal cosa sería imposible en el caso del proletariado. El dominio de un hombre implica absolutismo, dictadura arbitraria encarnada en un único individuo, sin derechos políticos para la clase dominante a cuyos intereses, en última instancia, él representa. Pero Lenin sólo hizo este comentario para demostrar que bajo determinadas condiciones la dictadura del proletariado podría realizarse también a través de la dictadura de un hombre. Lenin no desarrolló esta idea. Pero hoy a la luz de la experiencia de Rusia y Europa del Este, y con los acontecimientos en China, podemos profundizar y entender no sólo el presente sino también los acontecimientos del pasado.

Mientras la dictadura del proletariado puede ser realizada a través de la dictadura de un hombre por que esto implica la separación del Estado de la clase a la que representa, también significa que el aparato casi inevitablemente tenderá a hacerse independiente de su base y así adquirirá intereses creados propios, incluso hostiles y ajenos a la clase que representa como en el caso de la Rusia estalinista. Cuando estudiamos el desarrollo de la sociedad burguesa, vemos que la autocracia de un individuo, con determinadas contradicciones sociales, servía a las necesidades del desarrollo de esa sociedad. Está claramente demostrado en el dominio de Cromwell y Napoleón. Pero aunque ambos mantenían una base burguesa, en un estadio determinado de la autocracia burguesa, pasa de ser un factor favorable para el desarrollo de la sociedad capitalista a un obstáculo para el pleno y libre desarrollo de la producción burguesa. Entonces, la dictadura del absolutismo se debilita. En Francia e Inglaterra necesitaron de revoluciones políticas adicionales antes de poder cambiar la autocracia burguesa por la democracia burguesa. Pero sin la democracia burguesa en su plenitud, el libre desarrollo de las fuerzas productivas hasta los límites alcanzados bajo el capitalismo habría sido imposible.

¿Si esto se aplica a la evolución histórica de la burguesía por qué no se puede aplicar al proletariado en un país atrasado y aislado donde la dictadura del proletariado ha degenerado en la dictadura de un hombre?

Para que el proletariado tome el camino del socialismo es necesaria una nueva revolución, una revolución política, que transforme el Estado bonapartista proletario en una democracia obrera. Tal concepción coincide con la experiencia del pasado. El capitalismo ha pasado a través de muchas fases, contradictorias y tormentosas, (estamos lejos de haber acabado con ellas aún, como vemos en nuestra época), y en unas condiciones históricas dadas ha llevado a que el proletariado tenga el gobierno en Rusia. Y también por una reacción mutua, la fase bonapartista que están atravesando Europa del Este y China, terminará inevitablemente en nuevas revoluciones políticas en todos estos países para instalar la democracia obrera como requisito previo para la transición al socialismo.

Es en la interrelación entre las clases y su Estado, bajo determinadas condiciones históricas, donde encontramos la explicación a la degeneración estalinista, no en la idea mística de que un Estado obrero, en unas condiciones concretas, debe ser una perfecta democracia obrera o si no el Estado se transformará en una clase. A la larga, el factor económico, como en la sociedad burguesa, con muchas agitaciones y catástrofes, emergerá triunfante.

La clase obrera se ha enriquecido con la experiencia histórica y extrayendo sus lecciones, derrocará triunfalmente el absolutismo estalinista, y organizará una democracia obrera sana a un nivel muy superior. Entonces, el Estado, más o menos, corresponderá con la forma ideal elaborada por Marx y Engels.

Nicaragua: ¿Una nueva Cuba?

Nicaragua: ¿Una nueva Cuba?

Extracto de Workers Vanguard No. 238, 17 de agosto de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 08, agosto de 1980.

El mes pasado cuando 100.000 personas llenaron la recién bautizada Plaza de la Revolución de Managua para aclamar el derrocamiento, bajo dirección sandinista, de la sangrienta dinastía de Somoza, instalada hace 45 años por los marines estadounidenses, los revolucionarios de todo el mundo aclamaron junto a las masas nicaragüenses la caída del dictador. Fue la primera derrota seria del imperialismo norteamericano desde que el ejército revolucionario cubano aniquiló a los gusanos organizados por la CIA en Playa Girón.

Durante las dos décadas después de la derrota imperialista en Cuba, la burguesía norteamericana y sus “gorilas” locales ―obsesionados por el espectro de una “nueva Cuba” ― han desatado una venganza terrible contra los obreros, campesinos e intelectuales de América Latina: la invasión de los marines a la República Dominicana en 1965, la caza y el asesinato del Che Guevara por la CIA, el derrocamiento de la democracia burguesa en Brasil y Uruguay, y luego una campaña salvaje de terror contra la izquierda, con 30.000 obreros y militantes de izquierda asesinados en Chile en 1973 y millares de muertos más en la Argentina unos años después. Pero cuando el graduado de West Point “Tacho” Somoza huyó a Miami con todo el mando militar de su Guardia Nacional, fue la primera revolución popular contra una dictadura de derechas desde el momento en que el Ejército Rebelde de Fidel Castro entró en La Habana el 1º de enero de 1959.

¿Se convertiría Nicaragua en una nueva Cuba? No sorprende que todo el mundo se planteaba esta pregunta no sólo en la primera plana del Washington Post y en los pasillos del Pentágono, sino también entre los militantes de izquierda por toda América Latina. Mientras los comentaristas de Guerra Fría Rowland Evans y Robert Novak lamentaron que “América Central se vuelve roja”, la mayoría de los periodistas burgueses, así como el Departamento de Estado, sostienen que se puede evitar una nueva Cuba.

El futuro camino político y económico de Nicaragua, al menos visto desde lejos, no está categóricamente predeterminado. (Al contrario de Irán, donde el carácter religioso claramente reaccionario de la oposición jomeinista al sha permitió a los revolucionarios pronosticar de antemano la naturaleza del nuevo régimen.)

La destrucción del régimen somocista ha dañado severamente al orden burgués nicaragüense. Somoza tenía más motivo que Luis XIV para decir “El estado soy yo”. La familia de Somoza no solamente constituyó el componente mayor de la clase burguesa, siendo propietaria de gran parte de los sectores claves de la economía. El poder estatal se había reducido a la guardia personal pretoriana de Somoza. La guerra civil la destruyó.

Al negociar con la junta revolucionaria las condiciones para el desalojamiento de Somoza, el Departamento de Estado no se preocupaba tanto de añadir al futuro gobierno unos cuantos burgueses conservadores más sino de conservar la Guardia Nacional. Y los sandinistas sí consintieron que los oficiales “honestos y patrióticos” de la Guardia serían integrados en un nuevo ejército nacional, sin represalias contra ninguno.

¡Qué traición más cruel del pueblo nicaragüense, que ha visto masacrar a sus maridos, niños y padres a manos de los pistoleros somocistas en uniforme!

El ejército particular de Somoza, sin embargo, no se fió en los dirigentes sandinistas, cualesquiera fuesen las promesas que estos dieran a Carter, para protegerse contra la furia de sangre de sus víctimas. Cuando huyó su jefe. La Guardia se desmoronó en una masa de refugiados despavoridos. La imagen de las tropas de Somoza dejando sus armas, quitándose los uniformes y subiendo a gatas a los helicópteros para escapar recuerda a escenas parecidas durante la caída de Saigón. La mayoría de los aviones de la fuerza aérea somocista, apoderados por las tropas en fuga, ahora están aparcados en las pistas de aterrizaje de Guatemala y Honduras. Precipitándose hacia El Salvador, guardias desesperados desviaban unas barcas pesqueras; otros se formaron en una columna desordenada que cruzó a toda prisa la frontera con Honduras, mientras los militares más desgraciados se refugiaban en las iglesias, los campamentos de la Cruz Roja y las embajadas extranjeras. Con suerte algunos llegarán a ser juzgados por sus crímenes atroces.

Somoza dejó un país en ruinas. Toda ciudad importante había sido bombardeada mientras Estelí, que desde septiembre pasado ha sido la escena de repetidas batallas fuertes, hoy día es un pueblo casi desierto. Las fábricas están destrozadas; se han perdido las cosechas. Como los autobuses servían de barricadas durante los combates, el transporte ha sufrido un colapso total. Los cientos de miles que regresan de los campos de refugiados encuentran a un país que ha quedado sin viviendas ni empleos. Decenas de miles han muerto en la lucha.

El vacío del poder en Nicaragua resulta en igual medida de la desorganización grave del orden burgués como de la debilidad de la clase obrera, desprovista de conciencia y organización. Este vacío proporciona a los sectores pequeñoburgueses y sus representantes Sandinistas radicales un peso social y una autonomía excepcionales frente a los decisivos campos de clase contrapuestos, el proletariado y el capitalismo. Ahora el ejército guerrillero sandinista constituye la fuerza militar dominante. Y la cuestión clave: si entre estas fuerzas radicales burguesas y pequeñoburguesas se va a constituir de nuevo un aparato estatal capitalista o si la revolución llevará a una ruptura con el sistema capitalista-imperialista.

La destrucción de la Guardia Nacional somocista, igual que la destrucción hace 20 años del ejército cubano de Batista, ha abierto un período en el cual todavía no está fundamentalmente determinada la naturaleza de clase del estado naciente. Los comandantes sandinistas han prometido respetar la propiedad privada ―pero también lo hizo el primer gobierno de la Revolución Cubana. Como decíamos hace tres años:

“ … lo que surgió en La Habana luego del derrocamiento de Batista fue un fenómeno necesariamente transitorio y fundamentalmente inestable ― un gobierno pequeñoburgués que no estaba comprometido ni a la defensa de formas de propiedad privada burguesa, ni a formas de propiedad colectivista del dominio proletario…. este régimen era temporalmente autónomo del orden burgués (o sea, no existía en el sentido marxista un estado capitalista, en otras palabras no existían los cuerpos armados dedicados a la defensa de las formas particulares de propiedad de la burguesía)”

― “Guerrilleros en el poder”, Spartacist (edición en español) No. 7, junio de 1979

Las lecciones de Cuba

Así es que la Revolución Cubana proyecta su larga sombra sobre Nicaragua, y no principalmente porque Castro ha apoyado durante años a los guerrilleros sandinistas. El Ejército Rebelde de Castro era una fuerza pequeño burguesa heterogénea temporalmente independiente de la burguesía. Normalmente, al llegar al poder, formaciones de esa índole se han convertido en nuevos regímenes burgueses bonapartistas, integrados en el sistema imperialista. Pero el caso cubano tenía un desarrollo excepcional llevando a una ruptura con el orden capitalista-imperialista.

Al llegar al poder los guerrilleros del Movimiento 26 de Julio establecieron un gobierno de coalición con antiguos políticos burgueses, quienes además ocuparon los puestos más altos: Manuel Urrutia presidente, José Miró Cardona primer ministro y Roberto Agramonte ministro de relaciones exteriores. Pero las reformas iniciales de Castro, más que toda la reforma agraria de junio de 1959, provocaron una reacción violenta del imperialismo de EE.UU., que lanzó un boicot económico y fomentó la contrarrevolución en la isla. Castro por su parte reaccionó con medidas cada vez más radicales, que ahuyentaron todo apoyo burgués. Temiendo la ira del poderío yanqui, la burguesía cubana en su mayoría huyó a los EE.UU. esperando volver en la estela de los marines.

Para defenderse contra el imperialismo estadounidense y el sabotaje económico de la burguesía cubana, entre junio y diciembre de 1960 el régimen castrista expropió la propiedad capitalista. Al realizar esta transformación social los radicales pequeñoburgueses del Movimiento 26 de Julio también pasaron a constituirse en una burocracia estalinista de un estado obrero deformado, que expropió políticamente y oprime a los obreros y campesinos cubanos. Como hemos señalado:

“… la burocracia estalinista rusa es, en uno de sus aspectos contradictorios centrales ―es decir, el de ser la correa de transmisión de la presión del mundo burgués sobre un estado obrero― una formación pequeñoburguesa. La parte decisiva de los castristas pudo hacer la transición hacia la dirección de un estado obrero deformado porque, en ausencia del igualitarismo y la democracia proletaria de un estado ganado directamente por la clase obrera, nunca tuvieron que trascender o alterar fundamentalmente sus propios apetitos sociales pequeñoburgueses radicales, sino sólo transformarlos y redirigirlos.”

― Prefacio a Cuadernos Marxistas No. 2, “Cuba y la teoría marxista” (1973)

Las figuras principales en el derrocamiento de Somoza han sacado, cada una a su manera, algunas lecciones de esta historia en sus intentos de evitar una nueva Cuba. Un par de años atrás la agrupación más numerosa entre los sandinistas, los “terceristas”, decidió que declararse a favor de un socialismo al estilo cubano sería levantar una barrera a una alianza amplia en contra de Somoza. Por lo tanto, dejaron su castrismo y asumieron un programa puramente nacionalista burgués. La burguesía antisomocista, representando a la gran mayoría de los capitalistas nicaragüenses, respondió favorablemente y después ha intentado domesticar a los guerrilleros sandinistas.

La revolución social desde arriba llevada a cabo en Cuba ocurrió solamente porque el régimen bonapartista de Castro se enfrentó con condiciones históricas excepcionales. Entre ellas, un factor decisivo fue la beligerancia de los EE.UU. hacia el gobierno rebelde cubano. Esta experiencia también ha sido aleccionadora para el imperialismo norteamericano, y en muchos círculos de Washington se reconoce ahora que la ciega hostilidad a Castro de los EE.UU. en 1959 ayudó a empujarle hacia las expropiaciones que querían impedir. Así, parece que hoy por hoy los dirigentes norteamericanos han elegido la zanahoria y no el palo en Nicaragua.

Al mismo tiempo, los dirigentes norteamericanos no se disponen a entregar un cheque en blanco a los sandinistas. Managua ha pedido que los EE.UU. la provean de armamento para el nuevo Ejército Popular. El retraso de Washington en acordarlo incitó al famoso jefe guerrillero y nuevo subministro del interior “Comandante Cero” (Edén Pastora) a amenazar que la junta recurriría al “bloque socialista” para conseguir armas, aunque más tarde el ministro del interior Borge repudió esta declaración.

A pesar de las repetidas afirmaciones del régimen sandinista que desea buenas relaciones con Washington, la retórica antinorteamericana procedente de Managua intranquiliza a los diplomáticos de los EE.UU. Según el Washington Post (7 de agosto de 1979), Barricada, el órgano oficial del gobierno y único periódico actualmente editado en el país, describe la revolución antisomocista como una derrota para “el imperialismo U.S.A.” y hace referencia a la Organización de Estados Americanos como “el Ministerio de Colonias del Departamento de Estado”. El deseo del imperialismo yanqui de tratar con el régimen nicaragüense va a afectar mucho su desarrollo y puede resultar decisivo en producir la reconsolidación de un estado comprometido a la defensa de las formas de propiedad capitalista. Pero por muy astuta que sea la política de Washington, la suerte del régimen nicaragüense también depende del desarrollo de la lucha de clases al interior de Nicaragua.

El futuro de la revolución nicaragüense

Este gobierno de guerrilleros “marxistas-leninistas” y grandes capitalistas no lo va a encontrar fácil dominar a un país cuya economía está arruinada, cuyo ejército ha huido y cuyas masas esperan más de la revolución que únicamente unos lemas de “una nueva Nicaragua”. No hace falta ser marxista para darse cuenta de que el gobierno provisorio de reconstrucción nacional es todo menos que un equipo gobernante estable dedicado a algún programa definido. Como informó Alan Riding en el New York Times del 22 de julio (de 1979):

“Anastasia Somoza Debayle fue derrocado la semana pasada porque llegó a unir a casi todos los sectores de Nicaragua en contra de él. En el calor de la guerra, incluso causó la formación de un gobierno provisorio de reconstrucción nacional compuesto de aliados de lo más improbables. ¿Pero será capaz de funcionar en el poder esta mezcla de clases e ideologías cómo funcionaba en la oposición?”

“En realidad, cuanto más la oposición se acercaba al poder, más frágil parecía la coalición. Siempre era fácil redactar denuncias conjuntas de la dictadura, pero era menos sencillo para los hombres de negocios, conservadores, intelectuales socialdemócratas y guerrilleros marxistas concordar en lo que debiera reemplazarla.”

Parece que los guerrilleros sandinistas han entregado a los representantes burgueses la mayor parte del poder gubernamental. De la docena (más o menos) de ministros solamente dos son de la dirección sandinista; los demás son grandes capitalistas, curas y tecnócratas. Pero el verdadero poder no se ubica en estos ministerios. Castro tampoco fue ministro en el primer gobierno pos batistiano; él fue simplemente comandante del Ejército Rebelde. Si los dirigentes sandinistas han sido generosos en la distribución de carteras ministeriales a sus aliados burgueses, no han permitido que ellos tomasen el mando de los fusiles.

Se podría imaginar que molestaría a Fidel Castro que los sandinistas, a quienes ofreció amistad cuando eran débiles, ahora rechazan a Cuba como modelo revolucionario. Pero no, el “líder máximo” estalinista se ha juntado al coro proclamando que los sandinistas representan un sistema social propio de Nicaragua:

“…a los temores expresados por alguna gente… que Nicaragua se va a convertir en una nueva Cuba. Los nicaragüenses le han dado una magnífica respuesta, no. Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua, que es una cosa muy distinta.”

― Discurso del 26 de julio, reproducido en Perspectiva Mundial, 3 de septiembre de 1979

Puede que un sector decisivo de los cuadros sandinistas junto con sus aliados burgueses actuales reconstituirán un estado burgués bajo el dominio del imperialismo yanqui. Pero ésa no es la única posibilidad. Un ascenso de lucha social combativa desde abajo (p.ej., ocupaciones de tierra por los campesinos, venganza popular contra los guardias somocistas), sobre todo si provoca una reacción de hostilidad por parte de los EE.UU., puede presionar a un sector de los sandinistas pequeñoburgueses radicales hacia la izquierda, conduciendo a una revolución social burocráticamente deformada. Pero por otra parte, tal ascenso, especialmente con la ausencia de una dirección revolucionaria consciente, bien podría terminar en una contrarrevolución sangrienta de la burguesía criolla en alianza con los imperialistas norteamericanos.

Hay otro camino, por el cual se encuentra la verdadera perspectiva de la victoria de una revolución nicaragüense: la llegada de la clase obrera como fuerza independiente y consciente luchando por el poder. La creación de órganos independientes de poder obrero (p.ej., milicias obreras, comités de fábrica, soviets) pondría recíprocamente las bases para el desarrollo rápido de un partido proletario revolucionario (leninista). El desarrollo de las fuerzas proletarias revolucionarias amenazaría a los apetitos bonapartistas pequeñoburgueses de todas las alas de la dirección sandinista; un sector de este movimiento pequeñoburgués muy probablemente pasaría a los obreros y a su vanguardia, mientras otros elementos se retirarían al campo de la reacción burguesa.

La actual “unidad” de la revolución antisomocista será destrozada, de alguna manera u otra, por el conflicto de clases. En sí la derrota de Somoza plantea la redistribución radical de la propiedad capitalista en Nicaragua. Este multimillonario sanguinario fue propietario de más de un 30 por ciento de toda la tierra cultivable del país, además de un ganado vacuno enorme. Tenía la participación predominante en la compañía aérea nacional, poseía la compañía naviera más grande del país, el matadero más grande, varias empresas constructoras y mucho más. Ahora el nuevo régimen ha tomado posesión de todo.

¡Obreros al poder! ¡Por un partido trotskista!

Qué hacer con esta propiedad inmensa será un campo de conflicto mayor entre las distintas clases sociales que actualmente apoyan a la junta sandinista/burguesa. Los campesinos esperan y van a exigir que las haciendas de Somoza sirvan de base para una revolución agraria radical e igualitaria. Los políticos burgueses de Managua intentarán transferir la antigua riqueza de Somoza a sus propios bolsillos y a los de sus amigos. El ministro de reforma agraria, el sandinista Jaime Wheelock, propone convertir la mayoría de las tierras de Somoza en granjas cooperativas, una propuesta que debe desagradar a sus “compañeros” ministeriales burgueses, que tienen su propia hambre de tierra. Además, los terratenientes burgueses seguramente temen que las tomas de tierra muy bien pueden extenderse más allá de las fincas de “Tacho” hasta las suyas. Es posible que, como en la Cuba de 1959, el alcance y la naturaleza de la reforma agraria puedan motivar la primera explosión importante entre ministros burgueses como Alfonso Robelo (“el rey del aceite de cocina” de Nicaragua) y radicales pequeño burgueses como Wheelock.

Ni pueden ni quieren las masas de Nicaragua vivir como antes vivían. Pero para llevar a cabo una revolución socialista, las masas radicalizadas han de ser políticamente dirigidas y organizadas por un partido revolucionario de vanguardia, basándose fundamentalmente en el proletariado y con una perspectiva internacional. Con la ausencia de tal partido leninista (trotskista), Nicaragua podrá como máximo llegar a ser una nueva Cuba, es decir, a una revolución social deformada que impone a la clase obrera una burocracia, estrechamente nacionalista, parásita y opresiva. El “socialismo en una sola república bananera” no puede ser sino un obstáculo al desarrollo de la revolución socialista en América Latina.

Pero el Secretariado Unificado (SU) seudotrotskista no reconoce la necesidad de una vanguardia leninista porque toda su perspectiva es de presionar a los sandinistas pequeñoburgueses para que hagan “una nueva Cuba”. La declaración del SU del 20 de junio, “Solidaridad con la lucha del pueblo nicaragüense” (Intercontinental Press, 9 de julio de 1979), no llega a mencionar la necesidad de un partido proletario revolucionario. En lugar de eso, estos revisionistas declaran que el Frente Sandinista de Liberación Nacional es la “vanguardia… del pueblo de Nicaragua”. Pero la fracción “tercerista” dominante tiene un programa puramente democrático-burgués, mientras las otras dos fracciones sostienen la revolución “en dos etapas” de corte estalinista. Estando ahora en el poder, los sandinistas no sólo han afirmado su intención de dirigir una Nicaragua capitalista, sino también han tomado medidas para efectuarlo.

En Nicaragua la tarea inmediata a la que se enfrenta un partido revolucionario es de oponerse a los esfuerzos de la junta sandinista/burguesa dirigidos a restaurar un estado capitalista. Los dirigentes sandinistas ya han manifestado su aspiración bonapartista de asegurar un monopolio del poder militar. Una de las primeras medidas de la junta revolucionaria fue de mandar que todos los civiles entregaran los fusiles, muchos de ellos adquiridos cuando los guardias abandonaron en masa sus armas. Dado el caos revolucionario, es poco probable que este decreto se haya cumplido. Una reivindicación urgente que un partido revolucionario en Nicaragua debe enarbolar es que las masas trabajadoras guarden sus armas, y que se establezcan milicias obreras independientes del régimen sandinista/burgués.

Un partido revolucionario emprendería la agitación a favor de tribunales populares para enjuiciar a los criminales de la Guardia Nacional escondidos en las iglesias y los campamentos de la Cruz Roja. Exigiría una revolución agraria radical e igualitaria, la expropiación de la industria y el comercio y la reconstrucción de la economía sobre una base socialista. Las expropiaciones no deben ser limitadas solamente a la propiedad de Somoza. Más que todo, los trotskistas han de hacer propaganda por un gobierno excluyendo a la burguesía antisomocista y basado en los órganos democráticos de la clase obrera y sus aliados campesinos. Claramente tal lucha revolucionaria no puede limitarse únicamente a Nicaragua, sino debe afanarse por crear los Estados Unidos Socialistas de América Latina.

Mario Muñoz a Salvo

¡Libertad para todas las víctimas de represión derechista en Argentina y Chile!

Mario Muñoz a Salvo

Informe del PDC – agosto de 1976. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 4, mayo de 1977. 

El 4 de agosto, Mario Muñoz Salas, el dirigente minero chileno que había sido víctima de una persecución policíaca durante cuatro meses, llegó a salvo a Viena, Austria. La liberación de este valiente dirigente sindical de clase de las manos de la junta sanguinaria de Videla, es un triunfo para la clase obrera internacional y es como un faro de esperanza para las decenas de miles de refugiados del terror derechista todavía atrapados en Argentina.

Mario Muñoz fue recibido en el aeropuerto de Viena por una delegación que abarcaba a representantes del Comité para Salvar la Vida de Mario Muñoz, y el Comité de Defensa de los Prisioneros Obreros y Marinos en Chile; la tendencia espartaquista internacional y su sección simpatizante, los BoIcheviques-Leninistas Austriacos (OBL); Albrecht Konecny, presidente de la Generación Joven del Partido Socialista de Austria; y representantes de la prensa austriaca. Al llegar, Muñoz agradeció al gobierno austriaco por haberle concedido un visado y expresó su reconocimiento a todos quienes acudieron a su defensa. Expresó preocupación por la suerte de su compañera y sus hijos quienes no han podido salir de Argentina, y por todas las víctimas de la represión derechista todavía atrapadas en Argentina.

La tarea del Comité para Salvar la Vida de Mario Muñoz no se verá culminada hasta que éste se haya reunido con su familia [1]. En nombre del Comité, su cocoordinador estadounidense, el Partisan Defense Committee quiere expresar su profundo agradecimiento a los individuos y a las organizaciones que contribuyeron generosamente con su tiempo, energía, consejos atentos y su apoyo financiero para salvar la vida de este dirigente obrero ejemplar.

La campaña internacional para salvar la vida de Mario Muñoz fue decisiva para lograr el salvoconducto para salir de Argentina auspiciado por las Naciones Unidas, y para que el gobierno austriaco recibiera a este perseguido dirigente sindical chileno y a su familia. Este triunfo es prueba de la fuerza de la protesta internacional en el espíritu de la solidaridad obrera, la misma solidaridad a la cual se ha dedicado Mario Muñoz. Frecuentemente, una campaña de defensa se puede edificar debido a las reputaciones internacionales de conocidos intelectuales y artistas que caen víctimas del terror reaccionario. Pero dirigentes obreros y militantes como Mario Muñoz, aunque respetados en sus propios países, son muchas veces ignorados por ser desconocidos en el extranjero. Las campañas de defensa para éstos sólo pueden establecerse por medio de la protesta de masas y propaganda enfocada sobre el movimiento laboral de forma antisectaria, y también recogiendo el apoyo más amplio de todos los que se preocupan por los derechos humanos.

El Comité para Salvar la Vida de Mario Muñoz pudo alistar el apoyo de centenares de organizaciones laborales y socialistas, de dirigentes de organizaciones obreras y de derechos ciudadanos, además de personalidades destacadas en cuatro continentes. Fueron aprobadas innumerables resoluciones; cartas fueron escritas; se hicieron indagaciones, y se enviaron muchos telegramas en favor de la causa de Mario Muñoz. Aparecieron artículos y cartas respecto a la situación peligrosa de Muñoz, y de otros refugiados políticos amenazados en Argentina, en Le Monde, en el New York Times, el New York Review of Books, el Toronto Globe and Mail y el Toronto Star, el Australian Tribune y el Morning Herald de Sydney, y en otras publicaciones sindicales y socialistas. Se recogieron más de US$20.000, de los cuales US$1O.000 durante las últimas dos semanas de la campaña cuando se supo que el gobierno austriaco estaba dispuesto a aceptar a Muñoz y su familia. Una delegación internacional organizada por el Comité para Salvar la Vida de Mario Muñoz se reunió con el Alto Comisario para Refugiados de la ONU, el príncipe Sadruddin Aga Khan, en Ginebra el 16 de julio de 1976. Incluidos en la delegación fueron representantes de la Juventud Socialista de Austria, la Confederación Mundial del Trabajo, la Asociación Internacional de Juristas Católicos, la Asociación de Juristas Progresistas de Suiza, la Sociedad de Amigos de Francia, el Comité de Defensa de los Prisioneros Obreros y Marinos en Chile, y el Comité para Salvar la Vida de Mario Muñoz. El Alto Comisario prometió la cooperación de la ONU en conseguirle a Muñoz un salvoconducto para salir de Argentina.

Aún antes del golpe de estado de Videla, el Partisan Defense Committee movilizó protestas contra el creciente terror derechista en Argentina. El 5 de diciembre de 1975, el Comité convocó una manifestación frente a la delegación argentina ante la ONU en protesta contra la detención de 13 individuos, entre los cuales se cuentan diez refugiados chilenos y Richard y Cristina Whitecross, acusados de actuar como enlaces para el suministro de materiales y fondos a la resistencia chilena. Sólo los Whitecross fueron liberados y el Partisan Defense Committee continuará sus esfuerzos hasta que sean liberados los 11 que quedan.

A sólo 48 horas de haber tomado el poder la junta de Videla, con el cínico pretexto de respetar los derechos democráticos, la policía argentina se lanzó la búsqueda de Mario Muñoz con órdenes de fusilarle en el acto. El 25 de marzo allanaron su casa y golpearon brutalmente a su familia, e inclusive raptaron a su niño de dos meses para utilizarlo de rehén. Muñoz, minero desde la edad de 14 años, era un dirigente obrero ampliamente respetado en Chile. Después del golpe sangriento de Pinochet en septiembre de 1973, Muñoz y su familia, junto con miles de obreros y campesinos chilenos, se vieron forzados a huir, cruzando los Andes para buscar refugio en Argentina. Muñoz continuó ayudando a sus hermanos de clase durante los años difíciles del exilio. El brutal allanamiento policíaco del 25 de marzo no sólo señaló que era perseguido en dos países, sino que también Videla, iba a seguir los pasos de Pinochet. El ataque sobre la familia de Muñoz fue el primer tiro en el desencadenamiento de la represión salvaje que se iba a derramar sobre el movimiento obrero argentino y sobre miles de refugiados políticos que habían huido del terror reaccionario de países vecinos, sólo para ver la sombra oscura de ese terror acecharlos en su refugio inseguro.

La fachada democrática del golpe de estado “caballeroso” e “incruento” al principio fue aceptada y perpetuada por tales periódicos como el New York Times. Al principio, muchas personas solicitadas por el Comité para Salvar la Vida de Mario Muñoz no estaban al corriente o negaban la extensión del terror en Argentina. Pero el peligro para los refugiados fue demostrado de nuevo con la detención el 10 de abril y la extradición a Chile el 27 de abril del dirigente del MIR Edgardo Enríquez. El Partisan Defense Committee se unió a la protesta internacional contra este abuso descarado de los convenios de asilo por la junta de Videla. Después, Zelmar Michelini y Hector Gutiérrez Ruíz, dos liberales de la oposición de la dictadura uruguaya, fueron secuestrados y asesinados por los gánsteres de la AAA en colaboración con las autoridades argentinas. El 2 de julio, Mario Muñoz y otros 12 refugiados chilenos fueron arrancados brutalmente del lugar de refugio que les fue asignado por la ONU, y golpeados y torturados por la policía argentina. A Muñoz le amenazaron con deportarle a Chile, pero al día siguiente todos fueron liberados. Sólo el apoyo movilizado por la campaña para salvar a Mario Muñoz impidió su deportación y asesinato por la policía secreta chilena.

A medida que la realidad de la supresión viciosa de todo derecho humano por la junta llegó a ser demasiado descarada para disfrazarla con una retórica democrática, y mientras que montones de cadáveres, víctimas de asesinatos por la policía y la AAA no podían ocultarse más, la campaña para salvar la vida de Mario Muñoz encontró eco en la repugnancia internacional contra el terror de Videla, una repugnancia intensificada por las consecuencias desastrosas del sanguinario golpe de estado pinochetista. La campaña para salvar la vida de Mario Muñoz, aún con sus recursos modestos, ha jugado un papel sustancial en desenmascarar la fachada democrática del “golpe caballeroso”, y al enfocar la protesta internacional contra el terror de Videla. El Comité para Salvar la Vida de Mario Muñoz dio el toque de alarma no sólo para este dirigente obrero en peligro, sino también para miles de militantes de izquierda y dirigentes obreros argentinos, así como para los refugiados políticos amenazados con deportaciones, encarcelamientos y asesinato por la dictadura militar argentina y sus escuadrones de muerte parapoliciales. Mario Muñoz es el símbolo de la situación desesperada de miles de víctimas de la represión derechista sudamericana. El éxito de esta campaña contribuye a la lucha para su libertad. Ya el viernes 6 de agosto el Alto Comisario para Refugiados de la ONU anunció que Austria, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Noruega y Suiza recibirán a casi 2.000 refugiados latinoamericanos procedentes de Argentina.

Partisan Defense Committee

El Partisan Defense Committee es una organización de defensa antisectaria y de lucha de clases, conforme con la política de la Spartacist League de EE.UU. El comité es partidario a favor del lado de los trabajadores y de los oprimidos en la lucha contra sus explotadores y opresores. En su partidismo el Partisan Defense Committee es antisectario y se aferra a la defensa de los trabajadores en su conjunto, sin consideración sectaria o fraccional. Nuestra política es la de la lucha de clases. Mientras utilizamos todos los procedimientos legales disponibles, no tenemos confianza en la justicia de las cortes, sino que al contrario confiamos en la fuerza de la protesta de las masas. Nos oponemos a toda legislación antilaboral y a la intervención gubernamental en los asuntos de la izquierda y del movimiento laboral, particularmente cuando tales intervenciones fingen avanzar los intereses de los oprimidos. No defendemos a grupos como el llamado “Ejército de Liberación Simbionés”, que desatan un terror sin discriminación y cuyas víctimas al azar no son enemigos de los oprimidos. Tampoco defendemos los derechos democráticos de grupos de acción fascistas como el Klan, los nazis o las AAA, cuyo único objeto es la destrucción de los derechos democráticos y de organizaciones obreras, y el genocidio de minorías nacionales, raciales y religiosas. Al contrario, los derechos democráticos, las organizaciones obreras y los oprimidos sólo se pueden defender con movilizaciones de masas contra tales grupos.

El Partisan Defense Committee se opone sin condición alguna al gansterismo dentro de la izquierda y del movimiento obrero, porque esta violencia envenena la posibilidad futura de acciones conjuntas, debilita nuestras fuerzas y nos expone a un ataque por el gobierno. Igualmente, el Comité se opone al estrecho fraccionalismo que muchas veces estropea las campañas de defensa. Buscamos crear una organización internacional de defensa obrera, la cual todos los trabajadores y oprimidos considerarán suya, en la tradición de la lnternational Labor Defense durante los años 1925-28, bajo su fundador y primer secretario, James P. Cannon. El Partisan Defense Committee celebra la victoria que representa el salvamento de Mario Muñoz con llevar adelante la batalla para ganar la libertad para todas las víctimas de la represión derechista en Sudamérica y a través del mundo. Agradecemos el apoyo de todos en esta lucha.

[1] Posteriormente la familia se ha reunido en Europa.

Primera conferencia delegada de la TEI

Documento de la primera conferencia delegada de la TEI

[Traducido de Spartacist (edición en Inglés), Nos. 27-28, Invierno de 1979-80. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 8, agosto de 1980].

A continuación publicamos extractos del documento principal adoptado por la primera conferencia delegada de la tendencia espartaquista internacional. Las informaciones más estrechamente organizativas han sido eliminadas.

La “Declaración para organizar una tendencia trotskista internacional” (DOTTI) aprobada en agosto-septiembre de 1974, asentó la modesta pero importante expansión geográfica de la tendencia espartaquista internacional (TEI). Declarando que la Spartacist League de los Estados Unidos (SL/U.S.) y la Spartacist League de Australia y Nueva Zelandia [SL/ANZ] constituían el núcleo para la cristalización de una tendencia trotskista internacional, el documento anotaba: “En media docena de países existen grupos y comités -así como partidarios y simpatizantes dispersos en varios otros países- que han expresado su simpatía y apoyo, general o específico, a la tendencia espartaquista internacional.” El desarrollo posterior de la TEI sólo ha confirmado la afirmación en DOTTI de que “La lucha por el renacimiento de la IV Internacional promete ser difícil, larga y sobre todo con altibajos.” La TEI tiene todavía que trascender el marco caracterizado en DOTTI como de “una tendencia en proceso de consolidación”. Sin embargo, el crecimiento significativo en Europa, el desarrollo de un equipo dirigente a nivel internacional inconmensurable con el actual Comité Ejecutivo Internacional (CEI) federativo y la perspectiva de unificación con el Revolutionary Workers Party (RWP) de Sri Lanka ponen a la orden del día la primera conferencia internacional delegada de la TEI y la elección de un CEI con autoridad como pasos necesarios hacia la meta de forjar la Liga Trotskista Internacional.

Contra una preponderancia norteamericana

La TEI ha sido programáticamente internacionalista desde sus inicios. El precursor organizativo de la SL/U.S., la Tendencia Revolucionaria (TR) del Socialist Workers Party (SWP), hizo suyo como uno de sus documentos de fundación la resolución “Perspectiva mundial para el socialismo”. La TR se ligó de esa manera con la Socialist Labour League de Gerry Healy y el Comité Internacional (CI), la oposición internacional a la capitulación del SWP ante el revisionismo pablista. El burocratismo criminal de Healy al escindir la TR en 1962 y al expulsar al grupo Spartacist de la conferencia de Londres en 1966 retrasó seriamente la lucha contra el revisionismo pablista al interior del movimiento que se reclama del trotskismo a escala mundial y en los EE.UU., e impuso sobre la Spartacist League (fundada en 1966) un periodo prolongado de aislamiento nacional involuntario. La DOTTI (publicada en Cuadernos Marxistas No. 1) registraba la extensión de la ruptura de este aislamiento alcanzada en 1974, pero también indicaba hasta qué punto era tenue y reversible la extensión internacional de la TEI.

Dado el limitado crecimiento de la SL/U.S. relativo al crecimiento de la TEI fuera de los EE.UU. (especialmente en Europa) desde la aprobación de la DOTTI, el deformador peso preponderante de la SL/U.S. en la TEI, ha sido reducido pero no rectificado. La mayoría del CEI, así como todo el Secretariado Interino (S.I.) son miembros de la SL/U.S., resultado fundamentalmente de los 15 años de historia de la SL/U.S. y la relativa inmadurez de las otras secciones. Sin embargo, y dado todo lo anterior, el atraso político de la clase obrera norteamericana combinado con su actual inactividad relativa (rota recientemente sólo por la huelga de los mineros de 1978) impone presiones potencialmente destructivas sobre la TEI. Estas presiones son complicadas por el hecho de que los débiles lazos de la TEI con el proletariado organizado están concentrados completamente en Norteamérica, y que estos lazos modestos no son inmunes a la desorientación y el desgaste engendrados por el estado latente de la lucha de clases.

Es particularmente importante que, dado el atraso de la clase obrera norteamericana, las secciones de la TEI no perciban el trabajo sindical extremadamente modesto de la tendencia en Norteamérica como normativo, aun cuando este trabajo constituye para la TEI un depósito importante (pero no único) de experiencia en el movimiento laboral.

Hay una tendencia similar de tomar la SL/U.S. como la norma organizativa para las secciones más pequeñas, cuyas tareas son más modestas. Aun cuando en forma general las prácticas organizativas de la sección norteamericana representan la aplicación a una organización de su tamaño y con sus tareas de las normas y prácticas desarrolladas por el movimiento leninista y trotskista, las otras secciones de la TEI deben hacer los ajustes correspondientes en términos de escala y tareas concretas….

… Ha sido mencionado que no teniendo la autoridad directa conferida por una revolución proletaria triunfante, ni aquella dada por una figura histórico-mundial como Trotsky, la TEI ha buscado mantener su coherencia programática y organizativa parcialmente mediante la dependencia en la tecnología moderna (aviones jet, teléfono de larga distancia y la fotocopiadora xerox). Esto es especialmente cierto dada la relativa inexperiencia política de la mayoría de los cuadros de la TEI. A menudo ha sido necesario llevar a cabo una lucha con varias secciones a fin de entrar a la segunda mitad del siglo XX (por ejemplo, para obtener suficiente capacidad telefónica). Es bastante probable que la actual composición de la TEI no existiría como una tendencia internacional cohesiva si estuviera operando con los recursos del movimiento trotskista de los años 30.

… La fuerte dependencia de la TEI en dinero, particularmente en los recursos financieros de la SL/U.S., presenta la siguiente contradicción: … los EE.UU. entran en una recesión que necesariamente dañará esta base financiera y que amenaza con una reducción significativa del trabajo internacional. Al mismo tiempo se ha postulado la posibilidad de un reclutamiento considerable a la SL/U.S. en el próximo período. Para desarrollar este potencial se requerirá también cuadros y recursos financieros. Pero en la SL/U.S., como en las otras secciones, el reclutamiento es una forma de mantener y extender nuestra base financiera.

Una señal del desarrollo desigual de la TEI desde la aprobación de la DOTTI es el hecho de que nuestra extensión orgánica más significativa, la fundación de la Spartacist League de Inglaterra (SL/B) como nuestra segunda sección en tamaño, acentúa la extrema desproporción en la tendencia de secciones de habla inglesa. Es un ejemplo de esta desproporción el que los cuatro periódicos estables y regulares producidos por la tendencia internacional son todos en inglés. La prensa francesa y alemana es todavía inestable, infrecuente e irregular….

Preferencia por las secciones no angloamericanas

La TEI está comprometida a resolver esta desproporción, que también caracterizaba la ruptura de los años 50 entre el CI (centrado en secciones de habla inglesa) y el Secretariado Internacional. Uno de los motivos para la reducción en la frecuencia de aparición de Workers Vanguard a bisemanal fue el liberar cuadros para asistir en el trabajo de la TEI fuera de Norteamérica….

La preponderancia anglo-americana en la TEI fue acentuada por la experiencia personalmente trágica pero casi inevitable de la disolución de la Organización Trotskista Revolucionaria de Chile (OTR) bajo las presiones del exilio y la falta de recursos en términos de cuadros para llevar a cabo las tareas de un pequeño grupo de propaganda. Como consecuencia, las perspectivas de trabajo en Latinoamérica y España han sufrido un revés…. Con respecto al Lejano Oriente… apenas hemos empezado a penetrar el carácter exótico del pretendido trotskismo japonés. A través de nuestra fusión con la Fracción Trotskista (FT) de la Workers Socialist League de Inglaterra y con la fundación de la SL/B, la TEI ha adquirido un círculo importante de militantes provenientes del Medio Oriente. Además, luego de la poderosa confirmación de nuestra línea en Irán, hemos contactado en varios países a individuos y grupos iraníes en el exilio que han sido indignados por la repugnante capitulación de todas las otras tendencias de izquierda a la reacción clerical chiita.

La oportunidad más importante y al mismo tiempo más difícil para la extensión de la TEI es la unificación propuesta con el RWP de Sri Lanka. Con la excepción de grupos de exilados como la OTR o individuos aislados… la unificación con el RWP presenta a nuestra tendencia su primera oportunidad de cristalizar una sección en el mundo colonial. Esta unificación incorporaría a nuestra tendencia la inestimable experiencia de varias décadas del camarada Edmund Samarakkody como dirigente trotskista en el Sur Asiático y su lucha por extraer del oportunismo notorio de los pretendidos trotskistas en Sri Lanka un auténtico movimiento marxista revolucionario. Al mismo tiempo, dada la magnitud de las diferencias políticas restantes, la enorme distancia geográfica y las divergencias en cultura y nivel de vida, la unificación con el RWP es la extensión más difícil en la que la TEI se ha embarcado nunca.

Problemas de dirección en las secciones

Todas las secciones fuera de los EE.UU. confrontan, en mayor o menor grado, el problema de forjar una dirección colectiva estable. Tal desarrollo rara vez ocurre en progresión lineal. Un estudio de cómo fue conformada la dirección de la SL/U.S. revela la importancia de luchas fraccionales, luchas anticliquistas, y las necesarias luchas políticas que acompañan la adecuación de las tareas con condiciones en flujo. La desaparición del movimiento por los derechos civiles combinada con la apertura de las oportunidades en SDS [la “nueva izquierda”] y la lucha fraccional contra Ellens/Turner, el “Memorándum de Transformación” y la lucha contra la camarilla Cunningham/Moore/Benjamin/Treiger son ejemplos claves. Fueron estas luchas junto con una década de trabajo común que dieron a los cuadros de la SL/U.S. su cohesión. Las otras secciones no deberían esperar que la cohesión de su dirección venga en forma menos dolorosa o más rápida.

Fuera de los EE.UU. todas las secciones están dirigidas por camaradas (la mayoría de los cuales han cumplido, como individuos, más de una década en el movimiento marxista) que constituyen una dirección colectiva completamente nueva o parcialmente probada…. En Gran Bretaña la Fracción Trotskista era cualitativamente igual en tamaño a la estación Londres preexistente y estaba compuesta por camaradas cuya experiencia política había sido formada por la extrema izquierda inglesa…. La tarea de cristalizar una dirección británica coherente está todavía a la orden del día.

La dirección de la TLD [Trotzkistische Liga Deutschlands] alemana ha sido orgánicamente ampliada conforme el reclutamiento en pequeños números de cuadros directivos de organizaciones opositoras ha presentado continuamente la necesidad de su integración en la dirección….

Recientemente el equipo del CC de la Costa Oeste [estadounidense] expresó su preocupación de que la SL/U.S. estaba perdiendo su filo comunista. El pasado período de prolongada inactividad social engendrando rutinismo y complacencia ha afectado marcadamente a la SL/U.S. desde la administración de la Oficina Central a la junta de redacción de Workers Vanguard, a la organización juvenil, a las fracciones sindicales — a veces con consecuencias desastrosas. Sin embargo, la organización ha demostrado tener la capacidad de poder romper con la perspectiva parroquial y el “oficinismo” cuando aparecen las oportunidades. El trabajo enérgico y excelente durante la huelga del sindicato minero UMW en 1978, la campaña electoral en Nueva York en 1978, el trabajo en torno a la situación en Irán y recientemente en respuesta a la victimización de un dirigente sindical militante revelan dicha capacidad. En el próximo año, la organización de la juventud llevará gran parte del esfuerzo dirigido a empujar y dirigir la campaña de reclutamiento. Debe ser notado que la sección ha sufrido enormemente por la falta de una Comisión Sindical y la falta, menos urgente pero también importante, de trabajo centralizado entre los negros.

Fuera de los EE.UU. nos seguimos enfrentando a la inherente falta de estabilidad de secciones con uno o dos comités locales. “Secciones” con un solo comité local (TLC [Trotskyist League of Canadá], LTF [Ligue Trotskyste de France] y anteriormente la TLD) son comités locales esquizofrénicos concentrados en una ciudad pero forzados a asumir algunas de las responsabilidades de una sección nacional. En estas condiciones hay una tendencia a copiar estructuras organizativas paralelas para el trabajo “nacional” y “local”, originando arreglos organizacionales ineficientes y engorrosos. En secciones con dos comités locales, el segundo comité local tiende a ser débil y eventualmente no viable…. Periódicamente han sido necesarios traslados y reorganización de los cuadros….

Los jóvenes camaradas de la Lega Trotzkysta d’Italia (LTd’I) han mostrado un entendimiento inadecuado de la metodología leninista en lo que respecta a la importancia para la clase obrera de la lucha por defender los derechos democráticos. Esto ha llevado a discusiones en el pasado… que es de suponer reaparecerán en formas nuevas. Al mismo tiempo, su trabajo político, llevado a cabo en forma enérgica, ha ido en la dirección de una fusión con la TEI. El S.I. recomienda que esta fusión tome lugar en la Conferencia Internacional.

La estación Estocolmo ha funcionado persistentemente como un puesto de gran valor para la colección de información, contactos y distribución de literatura, a pesar de su aislamiento….

Tareas que se plantean a la TEI

Mucho del reclutamiento en Europa tuvo lugar durante el período de la distensión cuando la cuestión del frente popular era de importancia decisiva e inmediata. Este reclutamiento se hizo sobre la base de nuestra oposición intransigente al apoyo electoral, no importa cuán “crítico”, a partidos obreros en coaliciones frentepopulistas. Esto tuvo su paralelo en los EE.UU. donde la SL/U.S. llevó a cabo su mayor crecimiento durante el punto culminante del movimiento antiguerra cuando la oposición a coaliciones de “paz” colaboracionistas de clases (la versión norteamericana del frente popular en ese período) fue el eje fundamental de nuestra intervención política. Dado que una parte significativa de la TEI fue forjada en oposición constante al frentepopulismo, la unificación propuesta con el RWP puede ser enfrentada con gran confianza, a pesar de que una de nuestras principales diferencias es sobre el apoyo electoral crítico a partidos obreros en los frentes populares.

Una prueba importante del desarrollo de los cuadros y las secciones la constituye su respuesta a un período de renovado antisovietismo imperialista cuyas expresiones más dramáticas han sido la formación de una alianza EE.UU./China y la invasión china a Vietnam. La cuestión rusa entrará necesariamente y en forma directa en la vida política de cada sección. La posición trotskista de defensa incondicional de las conquistas de la Revolución de Octubre tendrá el mismo filo que tuvo nuestra oposición al frente popular en Europa Occidental y Chile en el período anterior.

La perspectiva de nuestras secciones en Alemania, Francia y Gran Bretaña debe centrarse en reagrupamientos. Con este fin, la TLD y la LTF confrontan la tarea de estabilizar una prensa regular, correcta e intervencionista como primera prioridad. Esto no es solamente una cuestión de capacidad editorial y técnica sino de dirección y perspectivas políticas…. La TLD en particular, pero también todas las secciones de tamaño menor, deben tratar de ganar un sentido de la realidad social de sus países buscando obtener empleo industrial en forma individual, tratando cuestiones sociales actuales en su prensa y vendiendo su periódico en las entradas a las fábricas. Pero a corto plazo, como los ejemplos negativos del Canadá y Australia lo han demostrado, el “trabajo sindical” es el enemigo de una orientación de reagrupamientos. La SL/B ha ganado fuerzas suficientes, gracias a su exitoso reagrupamiento, para empezar su implantación industrial. Y a largo plazo, la TLD debe trascender su resistencia histórica a la implantación sindical, resistencia que está enraizada en los vestigios de casta precapitalistas que se muestran en la sociedad alemana moderna, y encontrar el camino a una modesta pero real presencia en el proletariado alemán organizado. Pero en este período lograremos avances mediante una intervención política agresiva con nuestro programa completo. Nuestra prensa será el instrumento esencial para nuestro crecimiento cualitativo.

El que no hayamos desarrollado perspectivas operacionales de trabajo entre los jóvenes, incluyendo la constitución de fracciones universitarias indígenas en Europa, ha detenido el reclutamiento y la necesaria obtención de lazos con la volátil capa estudiantil/juvenil. Este trabajo debe acompañar viajes regionales y un trabajo agresivo dirigido contra nuestros adversarios. Sólo la SL/U.S. y la SL/ANZ han llevado a cabo un verdadero trabajo entre la juventud en el último periodo.

La necesidad de un CEI elegido

Mientras las direcciones seccionales fuera de los EE.UU. están todavía en proceso de conformarse o de consolidarse, en el periodo pasado se ha forjado una dirección internacional a través de campañas conjuntas y luchas políticas comunes (como la campaña Muñoz; las delegaciones internacionales autorizadas a la reunión del Buró Político [de la SL/U.S.] del 27 de abril de 1978, denominada “Por un repliegue ordenado”, y a la conferencia de emergencia de la TLD de febrero de 1979; la construcción de la sección inglesa, la cual desde el establecimiento de la estación Londres… fue una empresa verdaderamente internacional; y las campañas de propaganda organizadas internacionalmente sobre Irán y la invasión china Vietnam). Esta dirección internacional ha adquirido relaciones de colaboración probadas y un fondo de experiencia común que hace tanto realista como necesaria la propuesta de elección del CEI.

Nuestra tendencia está actualmente restringida por el CEI formalmente semifederativo, en el cual sólo tienen votos decisivos los miembros plenos de los comités centrales de secciones plenas. Este CEI no es conmensurable con la evolución de nuestra dirección internacional…. Por lo tanto el S.I. propone que los delegados a la conferencia internacional elijan un Comité Ejecutivo Internacional….

Workers Vanguard ha sido el órgano principal de nuestra tendencia a escala internacional. Esto ha tenido el efecto muy positivo de contribuir a la homogenización de nuestra pero también ha aumentado la preponderancia norteamericana. Spartacist debe ser la historia documental y teórica de nuestro movimiento. Su persistente irregularidad de aparición en inglés, francés y alemán ha sido una de las mayores fallas del S.I. Spartacist en español, aun cuando carece del apoyo de una sección de habla hispana y no ha generado contactos importantes, llega a un número modesto de cuadro que se reclaman del trotskismo en España y en concentraciones de exilados latinoamericanos en otras partes… Podríamos, por ejemplo, intentar trasladar fuerza vitales de la SL/U.S. para dar nuevo impulso desde el centro al Spartacist cuatrilingüe, sin debilitar cualitativamente la capacidad de prensa de la SL/U.S.

La TEI, los pretendidos trotskistas y la cuestión rusa

La campaña de los “derechos humanos” de Carter, al hace revivir la retórica de Guerra Fría a fin de rearmar moralmente al imperialismo norteamericano luego de Vietnam y Watergate, ha condicionado un viraje a la derecha por parte de varios sectores que se reclaman del trotskismo. Los productos del fraccionado Comité Internacional han degenerado cualitativamente. El bandolerismo político y las maniobras organizativas de los Healystas los han puesto fuera del movimiento obrero y en los alrededores del Coronel Gadafi de Libia. El otro componente importante del ex-CI, la OCI francesa de Pierre Lambert, ha mantenido el paso con la cruzada antisoviética de Carter, y ha llevado su estalinofobia a nuevas alturas. Ellos han hecho suyas las consignas del papa con respecto a los derechos nacionales en Europa del Este y las consignas de Konrad Adenauer con respecto a la unificación de Alemania. La OCI se ha desplazado tan a la derecha que hay ahora una convergencia clara con el SWP reformista excepto en aquellos puntos donde la adaptación en sus respectivos terrenos nacionales a sus respectivas burguesías les hace tomar posiciones el uno a la derecha del otro (como el SWP sobre la “libertad de expresión para los fascistas”, la OCI sobre el frentepopulismo y Europa del Este). Con la degeneración de los productos de descomposición de la explosión del CI en 1971, la afirmación de la TEI de representar la continuidad de la lucha antipablista del CI de antes de 1967 ha sido reforzada.

El SU, rasgado por años de luchas fraccionales amargas, estableció una paz problemática sobre una base más derechista durante el periodo de la Unión de la Izquierda francesa. Impulsados por la desaparición del izquierdismo pequeñoburgués de los años 60, los impresionistas de la mayoría internacional encabezada por Ernest Mandel desecharon su papel de agentes publicitarios del Che Guevara y se convirtieron en agentes del ala izquierda del frente popular. El antisovietismo virulento ejemplificado por las campañas pro-disidentes soviéticos se convirtió en la plataforma común del frente popular en Europa — la promesa exigida por los socialdemócratas a los estalinistas garantizando que la lealtad a su burguesía sobrepasaría su lealtad al Kremlin. Así pues, un elemento clave del reciente viraje de la mayoría del SU fue una claudicación en la cuestión rusa que tiene su paralelo en la previa socialdemocratización de su principal opositor fraccional, el SWP norteamericano, y facilitó la convergencia coyuntural.

La mayoría del SU ha abrazado recientemente el cretinismo parlamentario antisoviético de los eurocomunistas. Este continuo deslizarse político ha sido acompañado por el crecimiento de un ala derecha importante, abarcando un apoyo significante dentro de la LCR para las tendencias pro-OCI. La OCI ya se ha convertido esencialmente en reformista. De esta manera el que la mayoría del SU ha abandonado, hasta formalmente, el reconocimiento de la posición trotskista sobre la cuestión rusa, deja a la TEI como sola representante de la herencia del defensismo soviético.

Como lo demostró la dramática polarización sobre el Portugal y Angola, las contradicciones entre los centristas y los reformistas en el SU todavía tienen gran potencial centrífugo a pesar de lo que hoy parece ser una convergencia política. Cuando la lucha de clases alcance una situación prerrevolucionaria aguda, la unidad de papel entre los centristas, cuyos apetitos omnívoros persiguen cualquier oportunidad, y los reformistas, quienes van tras la mayor posibilidad – conciliación con su propio poder estatal (frecuentemente tras la hoja de parra del frente popular) – tenderá a estallar en todas direcciones. El método pablista de reemplazar el partido proletario revolucionario internacionalista con fuerzas de clase ajenas, es por supuesto el mismo para ambas alas del SU. Sólo los apetitos particulares, condicionados por el terreno nacional, son distintos. Los centristas basados en Europa se adaptan a los estalinistas quienes a su vez capitulan ante su propia burguesía. El SWP norteamericano, en ausencia de un partido reformista de masas, capitula directamente ante el ala liberal de la burguesía.

En caso de que las fuerzas centristas o reformistas adquieran un peso real en una situación nacional particular, la conveniencia del “internacionalismo” será prescindible. El sectoralismo puede tirarse por la ventana conforme se van encontrando sectores que son “más iguales que otros”. La vergonzosa revocación por el SWP norteamericano de su entusiasmo por el “poder gay”, a fin de preparar su entrada a la burocracia sindical, no es sino una indicación — y esto sin una posibilidad real inmediata de consumar la traición dentro del movimiento obrero.

La presión por revisar la caracterización de Cuba como un estado obrero sano ha sido un irritante continuo entre las dos alas del SU. En claro contraste con su antisovietismo socialdemócrata, el SWP ha optado por continuar e intensificar su adoración de los estalinistas cubanos. La mayoría del SU, habiendo perdido su interés en el seguidismo tras el guerrillerismo pequeñoburgués, preferiría llamar a Cuba un “estado obrero burocratizado”. La discusión sobre Cuba indica la fundamental desorientación del SU sobre el estalinismo y desenmascara de nuevo las bases de la reunificación de 1963. Debido a la posición única y tajante de la TEI sobre el estalinismo de la postguerra, debemos dirigir nuestra polémica hacia este punto débil del SU. Ningún marxista serio puede analizar Cuba sin referencia a los materiales de la TEI sobre la cuestión.

Pero la actual discusión sobre Cuba es puramente teórica comparada con el asqueroso espectáculo del SU entero postrándose ante los ayatolás en Irán. El SU ha ido tan lejos en su clamor por los mulahs que se ha; rehusado, en los EE.UU. y Australia, a llevar a cabo una defensa unida de sus camaradas en las cárceles de Jomeini en conjunto con todo aquel que ataque a sus carceleros. La línea única de la TEI de “¡Abajo el sha — Abajo los mulahs!” tan evidente desde un punto de vista marxista o incluso democrático, sigue recibiendo de los hechos una poderosa confirmación que debemos aprovechar al máximo. Además, la lucha iraní ha demostrado el papel más fundamental de la cuestión de la mujer en los países del Este. Las consecuencias programáticas de la consigna “¡N o al velo!” deben ser parte de nuestras perspectivas de reagrupamientos. Igualmente, sobre la invasión china de Vietnam, la línea del TEI no sólo fue correcta sino también persuasiva y atractiva. Dio razón a dos décadas de lucha principista de nuestra  tendencia por un análisis trotskista del estalinismo de la postguerra. Para el SU, sin embargo, la invasión de Vietnam por China provocó un recrudecimiento de los viejos alineamientos fraccionales en un continuo y prolijo debate en el cual los dos lados están unidos por su acuerdo de evitar la cuestión del defensismo soviético, puesto claramente a la orden del día por la alianza EE.UU./China y la confabulación estadounidense con la invasión china.

El desplazamiento a la derecha dentro del movimiento que se reclama del trotskismo ha significado que pequeños grupos con conexiones internacionales que en un momento existieron a la izquierda del SU —Massari, la “tercera tendencia”, el Spartacusbund— todos han hecho las paces con el pablismo o se han desintegrado. En Gran Bretaña todavía hay varios pequeños grupos a la izquierda del IMG [International Marxist Group] que se reclaman del trotskismo y que siguen ofreciendo a la SL/B blancos de reagrupamiento y reclutamiento lineal.

En Alemania nuestros esfuerzos recientes en desenmascarar las pretensiones trotskistas del GIM [Gruppe Internationale Marxisten] han producido unos pocos miembros nuevos. Pero el GIM es tan miserable que toda una generación de jóvenes subjetivamente revolucionarios, confundiendo al GIM con el trotskismo, se ha dirigido al maoísmo. Dada la política exterior claramente contrarrevolucionaria de China, este ambiente maoísta ha estado en una crisis en la que la TLD debe buscar una intervención. Con respecto a Francia,  la LTF está en una situación bloqueada por razones históricas. Se enfrenta a tres organizaciones pretendidamente trotskistas con miles de militantes. Y tras de ellos está la clase obrera industrial dominada por el PC/CGT [Parti Communiste/Confederatión Générale des Travailleurs] que tiene la apariencia, a veces aún para nuestros propios camaradas, de un monolito inexpugnable. Pero desde 1789 en adelante ha habido en Francia una explosión social masiva con casi cada generación. La LTF debe prepararse para la próxima explosión con enérgicos esfuerzos de reclutamiento y la estabilización de un verdadero periódico. Si sabe actuar correcta y vigorosamente, debería poder explotar las oportunidades de reagrupamientos que se presenten para quizás salir con unas centenas de nuevos miembros y hacerse un factor significante en la izquierda francesa.

Ya no estamos en ese período, luego del “X Congreso Mundial” del SU en 1974, cuando las dos principales fracciones del SU se encontraban en lados opuestos de las barricadas en Portugal. En ese entonces pudo haber surgido del SU una oposición de izquierda contrapuesta a ambas alas, tanto a la mayoría centrista como a la minoría reformista, una oposición que tomara una posición revolucionaria principista contra el frentepopulismo. Pero, aunque el momento de tal oportunidad haya pasado, la base programática modelo para un reagrupamiento revolucionario presentada entonces retiene su validez para aquellos grupos en desarrollo hacia la izquierda en busca del trotskismo auténtico. Estas bases fueron presentadas en un proyecto de declaración por cuadros expulsados del SU quienes hoy se adhieren o apoyan a la TEI:

• No a cualquier apoyo electoral o político a los frentes populares; por una oposición condicional a los partidos obreros en coaliciones explícitas o implícitas de colaboración de clases;

• Mantener la teoría trotskista de la revolución permanente; por una dirección proletaria de la lucha nacional/social;

• Apoyo militar a las fuerzas nacionalistas pequeñoburguesas en lucha contra el imperialismo, pero ningún apoyo político en absoluto a tales fuerzas; por partidos trotskistas en todos los países;

• Defensa incondicional de todos los estados obreros deformados/degenerados contra el imperialismo; por la revolución política contra las burocracias; ningún apoyo político a fracciones y camarillas estalinistas en pugna;

• Contra la violencia dentro del movimiento obrero;

• Por fracciones comunistas en los sindicatos, basadas en el Programa de Transición;

• Por la táctica comunista del frente unido desde arriba; por la táctica de reagrupamientos para unir a los revolucionarios subjetivos en el partido de vanguardia; por el desenmascaramiento intransigente del centrismo;

• Rechazo a las pretensiones de las “internacionales” pretendidamente trotskistas de representar la IV Internacional destruida por el pablismo en 1951-53;

• Reforjar una IV Internacional democrático-centralista que no se detendrá hasta alcanzar la dictadura del proletariado.

Secretariado Interino

Nueva York,

10 de agosto de 1979

Introducción a ESPARTACO

Introducción a ESPARTACO

Publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 1, por la Spartacist League de los EE.UU. en octubre de 1966.

ESPARTACO –publicación mensual en espanol de Spartacist League, Box 1377, G.P.O., New York, N.Y. 10001. ESPARTACO se dirige en primer lugar al proletariado de habla hispana en los Estados Unidos. Asimismo, queremos llegar a aquellas masas latinoamericanas y filipinas que se encuentran en estado de sitio desde hace 400 años.

Queremos comunicarnos también con los obreros españoles tanto en la España fascista como con los que han inmigrado a Bélgica, Francia y a otros paises europeos.

Siendo el español uno de los idiomas más hablados en el mundo, ESPARTACO piensa hacer uso de el para difundir la continuidad revolucionaria del trotskismo.

¡Obreros del mundo, uníos!

La ley del desarrollo desigual y combinado de la sociedad

La ley del desarrollo desigual y combinado de la sociedad

por George Novack

[Publicado por primera vez como una serie en Labour Review, 1957. Copiado dehttp://www.marxists.org/espanol/novack/1957/desigual.htm ]

EL CURSO DESIGUAL DE LA HISTORIA

Este ensayo pretende dar una explicación comprensible y coherente de una de las leyes fundamentales de la historia humana, la ley del desarrollo desigual y combinado. Es la primera vez, en mi opinión, que se intenta hacer esto. Tratare de demostrar que es esta ley, como ha operado en las principales etapas de la historia y también como puede clarificar algunos de los más importantes fenómenos sociales y problemas políticos de nuestra época.

LA DOBLE NATURALEZA DE LA LEY

La ley del desarrollo desigual y combinado es una ley científica de la más amplia aplicación en el proceso histórico. Tiene un carácter dual o, mejor dicho, es una fusión de dos leyes íntimamente relacionadas. Su primer aspecto se refiere a las distintas proporciones en el crecimiento de la vida social. El segundo, a la correlación concreta de estos factores desigualmente desarrollados en el proceso histórico.

Los aspectos fundamentales de la ley pueden ser brevemente ejemplificados de la siguiente manera:

El factor más importante del progreso humano es el dominio del hombre sobre las fuerzas de producción. Todo avance histórico se produce por un crecimiento más rápido o más lento de las fuerzas productivas en este o aquel segmento de la sociedad, debido a las diferencias en las condiciones naturales y en las conexiones históricas. Estas disparidades dan un carácter de expansión o compresión a toda una época histórica e imparte distintas proporciones de crecimiento a los diferentes pueblos, a las diferentes ramas de la economía, a las diferentes clases, instituciones sociales y campos de cultura. Esta es la esencia de la ley del desarrollo desigual. Estas variaciones entre los múltiples factores de la historia dan la base para el surgimiento de un fenómeno excepcional, en el cual las características de una etapa mas baja del desarrollo social se mezclan con las de otra superior.

Estas formaciones combinadas tienen un carácter altamente contradictorio y exhiben marcadas peculiaridades. Ellas pueden desviarse mucho de las reglas y efectuar tal oscilación como para producir un salto cualitativo en la evolución social y capacitar a pueblos antiguamente atrasados para superar por un cierto tiempo a los mas avanzados. Esta es la esencia de la ley del desarrollo combinado. Es obvio que estas dos leyes estos dos aspectos de una sola ley, no actúan al mismo nivel. La desigualdad del desarrollo precede cualquier combinación de factores desarrollados desproporcionalmente. La segunda ley crece sobre y depende de la primera. Y a su vez esta actúa sobre aquella y la afecta en su posterior funcionamiento.

EL TRASFONDO HISTORICO

El descubrimiento y formulación de esta ley es el resultado de mas de 2.500 años de investigaciones teóricas sobre las formas del desarrollo social. Las primeras observaciones sobre ella fueron hechas por los filósofos e historiadores griegos. Pero la ley misma fue llevada a un primer plano y efectivamente aplicada por primera vez, por los fundadores del materialismo histórico, Marx y Engels, aproximadamente un siglo atrás. Esta ley es una de las más grandes. contribuciones del marxismo para la comprensión científica de la historia y uno de los más poderosos instrumentos de análisis histórico.

Marx y Engels derivaron la esencia de esta ley, a su vez, de la filosofía dialéctica de Hegel. Hegel utilizó la ley en sus obras sobre la historia universal y la historia de la filosofía sin darle no obstante, un nombre especial o un reconocimiento explícito.

De la misma manera, muchos pensadores dialécticos, antes y después de Hegel, usaron esta ley en sus estudios y la aplicaron mas o menos concientemente para la solución de complejos problemas histórico-sociales y políticos. Los mas destacados teóricos del marxismo, desde Kautzky y Luxemburgo hasta Plejanov y Lenin, advirtieron su importancia, observaron su funcionamiento y consecuencias y la usaron para la solución de problemas que confundían a otras escuelas de pensamiento.

UN EJEMPLO DE LENIN

Déjenme citar un ejemplo de Lenin, quien basó su análisis de la primera etapa de la revolución rusa en 1917 en esta ley. En sus “Cartas desde Lejos” escribió a sus colaboradores bolcheviques desde Suiza: “El hecho de que la revolución (de febrero) haya ocurrido tan rápidamente… es debido a una coyuntura histórica inusual donde estaban combinados, de una manera “altamente favorable”, movimientos absolutamente distintos, intereses de clases absolutamente diferentes y tendencias políticas y sociales absolutamente opuestas” (Collected Works, Book I, pag. 31).

¿Que había ocurrido? Una sección de la nobleza y terratenientes rusos, la oposición burguesa, los intelectuales radicales, los obreros y soldados insurgentes, junto con los aliados del imperialismo-fuerzas sociales absolutamente disimiles”- se habían unido momentáneamente contra la autocracia zarista. Cada una por sus propias razones. Todas juntas sitiaron, aislaron y voltearon al régimen de Romanov. Esta extraordinaria coyuntura de circunstancias y combinaciones de fuerza irrepetible surgió de la totalidad de desigualdades previas del desarrollo histórico ruso por sus largamente pospuestos y no resueltos problemas sociales y políticos exacerbados por la primera guerra imperialista mundial.

Las diferencias, que habían desaparecido superficialmente en la ofensiva contra el zarismo, se manifestaron inmediatamente y no pasó mucho tiempo antes de que esta alianza de facto, de fuerzas opuestas por naturaleza, se desintegrara y rompiera. Los aliados de la revoluci6n de febrero de 1917 se transformaron en los irreconciliables enemigos de octubre de 1917. ¿C6mo se llegó a esto? La caída del zarismo, en su momento, produjo una nueva y superior desigualdad en la situación, que puede ser sintetizada en la fórmula siguiente: Por un lado, las condiciones objetivas estaban maduras para la toma del poder por los obreros; por el otro, la clase obrera rusa -y sobre todo su dirección-no habían apreciado correctamente la situación real ni probado la nueva relación de fuerzas. O sea que, subjetivamente, no estaban maduros para realizar la tarea suprema. El desarrollo de la lucha de clases, desde febrero a octubre de 1917, se puede decir que consistió en el reconocimiento creciente, por parte de la clase obrera y sus líderes revolucionarios, de lo que debía hacerse y de las condiciones objetivas y la preparación subjetiva. La brecha abierta entre ellos fue cerrada en la acción por el triunfo de los bolcheviques en la revolución de Octubre, que combino la conquista obrera del poder con el más amplio levantamiento campesino.

EL FORMULADOR DE LA LEY

Este proceso esta totalmente explicado por Trotsky en su Historia de la Revolución Rusa. La revolución rusa misma fue el ejemplo mas claro del desarrollo desigual y combinado en la historia moderna. En su análisis clásico de este acontecimiento Trotsky dió al movimiento marxista la primera formulación explícita de la ley.

Trotsky, el teórico, es mas celebrado por la formulación de la teoría de la Revolución Permanente. Sin embargo, su exposición de la Ley del desarrollo desigual y combinado podría ser aparejada a aquella en cuanto a su valor. No solo puso nombre a esta ley sino que también fue el primero que la expuso en su pleno significado y le dió una expresión redondeada.

Estas dos contribuciones a la comprensión científica de los movimientos sociales están, de hecho, íntimamente ligadas. La concepción de Trotsky de la Revolución Permanente resultó de su estudio de las peculiaridades del desarrollo histórico ruso, a la luz de los nuevos problemas que se le presentaban al socialismo mundial en la época del imperialismo. Estos problemas eran particularmente agudos y complejos en piases atrasados donde la revolución democrático-burguesa no se había dado, y planteaban la solución de sus tareas más elementales en un momento en que estaba planteada la revolución proletaria. Los frutos de sus ideas sobre esta cuestión, confirmados por el desarrollo actual de la Revolución Rusa, prepararon y estimularon su subsecuente elaboración de la ley del desarrollo desigual y combinado.

Por cierto, la teoría de Trotsky de la Revolución Permanente es la aplicación más fructífera de esta verdadera ley a los problemas claves de la lucha de clases internacional de nuestro tiempo-época de transición de la dominación capitalista al mundo socialista-y ofrece el mas alto ejemplo de su penetrante poder. Sin embargo, la ley misma no sólo es aplicable a los acontecimientos revolucionarios de la época presente sino, como veremos, para toda la evolución social. Tiene también aplicaciones más amplias.

DESARROLLO DESIGUAL EN LA NATURALEZA

Dejando de lado el trasfondo histórico del cual ha surgido la ley del desarrollo desigual y combinado, vayamos ahora a la consideración del alcance de su aplicación.

Aunque directamente originada en el estudio de la historia moderna, la ley del desarrollo desigual y combinado tiene raíces en acontecimientos comunes a todos los procesos de crecimiento en la naturaleza como así también en la sociedad. Los investigadores científicos han puesto énfasis en la prevalencia de las desigualdades dominantes en muchos campos. Todos los elementos constituyentes de una cosa, todos los aspectos de un acontecimiento, todos los factores de un proceso en desarrollo no se realizan en la misma proporción o en igual grado. Mas aun, bajo diferentes condiciones materiales, las mismas cosas exhiben diferentes proporciones y grados de crecimiento. Cualquier campesino o jardinero urbano conoce esto.

En “Life of the Past”, G. G/ Simpson, una de las autoridades más notables en materia de evolución, desarrolla este mismo punto, diciendo:

“Lo más importante con respecto a las proporciones de evolución es que varían enormemente y que las mas rápidas de ellas parecen al mismo tiempo las más lentas para los seres humanos (incluyendo a los paleontólogos, podría decir). Si seguimos una línea de filogenia en su registro fósil, es casi seguro que encontraremos que distintos caracteres y partes evolucionan en proporciones bastante diferentes, y en general que ninguna parte evoluciona por un largo tiempo en la misma proporción. El cerebro del caballo evoluciona rápidamente mientras el resto del cuerpo cambia muy poco. La evolución del cerebro es mucho más rápida durante un espacio de tiempo relativamente corto, que en ningún otro momento. La evolución del pie queda prácticamente estacionada durante toda la evolución del caballo pero en tres oportunidades sufre relativamente rápidos cambios en su mecanismo.

“Las proporciones de evolución varían aun mucho de una familia a otra, e igualmente entre familias ligadas. Hay un numero de animales que viven actualmente, que han cambiado muy poco en largos periodos de tiempo: un pequeño branquiopodo llamado Lingula, en alrededor de 400 millones de años; el Limidus, el “cangrejo” herradura-mas bien un escorpión que un cangrejo-, en 175 millones de años o más; el Esphenodon-un reptil parecido a una lagartija-ahora confinado a Nueva Zelandia, en alrededor de 15 millones de años; el Didelphis -una zarigüeya americana en alrededor de 75 millones de años. Estos y otros animales, para los cuales la evolución se detuvo mucho tiempo atrás, han tenido que evolucionar todos a una proporción común relativamente rápida.

“Hay, por otra parte, diferencias características de proporciones en los distintos grupos. La mayor parte de los animales terrestres ha evolucionado más rápido que la mayor parte de los acuáticos -esta generalización no contradice el hecho de que algunos animales acuáticos hayan evolucionado más rápido que algunos terrestres” (p. p. 137-138). La evolución de un orden entero de organismos ha pasado, durante un ciclo marcado, por una fase inicial de crecimiento lento, restringido, seguido por un periodo mas corto pero intenso de “expansión explosiva”, la que vuelve a caer en una prolongada fase de cambios menores.

En “El significado de la Evolución” (p. p. 72-73), G. G. Simpson señala: “El tiempo de expansión rápida, alta variabilidad y comienzo de radiación adaptativa…… son periodos que alargan las oportunidades que se presentan a los grupos capaces de continuarla”. Tal oportunidad para una expansión explosiva se abrió a los reptiles cuando evolucionaron, al punto de independizarse del agua como medio de vida y entrar en la tierra, en la árida vida de los vertebrados. Cuando un “periodo más tranquilo siguiente a la radicación ha sido completado”, el grupo puede entrar indulgentemente en el “goce progresivo de la conquista lograda”.

La evolución de nuestra propia especie ha llegado, a través de la primera fase de tal ciclo, a entrar en la segunda. Los antecesores animales inmediatos del genero humano pasaron por un prolongado periodo de crecimiento restringido, como lo demuestra su pequeño cerebro comparado a otros. El género humano arribo a su fase de “expansión explosiva” solo en el último millón de años aproximadamente, después de que el primate de que descendemos adquirió los necesarios poderes sociales. Sin embargo, el posterior desarrollo del género humano no duplicó su ciclo de evolución animal, porque el crecimiento de la sociedad procede de una base cualitativamente diferente y es gobernado por sus leyes específicas.

La evolución de los distintos organismos humanos esta marcada por una considerable irregularidad. El cráneo desarrolló sus presentes características entre nuestros antecesores monos, mucho antes que nuestras manos flexibles con el pulgar opuesto. Solamente después que nuestros prototipos hubieran adquirido la postura erecta y las manos para trabajar, el cerebro dentro del cráneo desarrollo sus presentes proporciones y complejidades.

Lo que es válido para órdenes enteros, y especies de animales y plantas también lo es para especímenes individuales. Si la igualdad prevaleciera en el crecimiento biológico, cada órgano del cuerpo podría desarrollarse simultáneamente y en el mismo grado de proporciones, pero tan perfecta simetría no se encuentra en la vida real. En el crecimiento del feto humano, algunos órganos emergen y maduran antes que otros. La cabeza y el cuello se forman antes que los brazos y piernas, el corazón en la tercera semana y los pulmones después. La culminación de todas estas irregularidades se manifiesta en los recién nacidos, que salen de la matriz en diferentes condiciones, con deformaciones y en distintos intervalos entre la concepción y el nacimiento. El periodo de nueve meses de gestación no es mas que un promedio estadístico. La fecha de nacimiento puede divergir por días, semanas o meses de este promedio. El sinus frontal, un desarrollo tardío que solo poseen los primates y los hombres, no se da en los jóvenes humanos, sino después de la pubertad y, en mucho casos, nunca se produce este desarrollo.

LA EVOLUCION DESIGUAL DE LAS SOCIEDADES PRIMITIVAS

El desarrollo de la organización social y de las estructuras sociales particulares exhibe desigualdades no menos pronunciadas que la historia biológica de los antecesores de la raza humana. Los diversos elementos de la existencia social han aparecido en tiempos diferentes, evolucionado en proporciones enormemente distintas y desarrollado en grados diferentes bajo distintas condiciones. Los arqueólogos dividen la historia humana en edad de Piedra, de Bronce e Hierro, teniendo en cuenta los principales materiales usados en la fabricación de herramientas y armas. Estas tres etapas del desarrollo tecnológico han tenido inmensas diferencias temporales de vida. La edad de Piedra tuvo alrededor de 900 mil años; la edad de Bronce de 3.000 a 4.000 años a. C; la edad de Hierro tiene menos de 4.000 años. Sin embargo, los distintos grupos del género humano han atravesado estas etapas en diversas fechas, en distintas partes del mundo. La edad de Piedra finalizó 3.500 años a. C., en la Mesopotamia, alrededor de 1.600 años a. C., en Dinamarca, en 1492 en América y no había terminando todavía en 1.800 en Nueva Zelandia.

Una desigualdad parecida se puede señalar en la organización social. El salvajismo, basado en la recolección de alimentos; hierbas, caza y pesca, se extiende alrededor de muchos centenares de miles de años, mientras que el barbarismo, fundado en la crianza de animales y el cultivo y cosechas de cereales, data de 8.000 años a. C. La civilización tiene menos de 6.000 años de vida.

La producción regular, amplia y creciente de alimentos produjo un avance revolucionario en el desarrollo económico, y elevo la producción alimenticia de los pueblos muy por encima de la de las tribus atrasadas, que continuaban subsistiendo en base a la recolección de alimentos. Asia fue el lugar de nacimiento de la domesticación de animales y la horticultura. Es incierto cual de estas ramas de la producción se desarrollo antes, pero los arqueólogos han descubierto remanentes de comunidades campesinas mixtas, que llevaban ambos tipos de producción de alimentos, tan tempranamente como 8.000 años a. C.

Existen tribus puramente pastoras que dependen exclusivamente del stock de animales para su existencia, como también pueblos completamente agrícolas, cuya economía esta basada sobre el cultivo de cereales o tubérculos.

La cultura de estos grupos especializados tiene un desarrollo unilateral por virtud de su tipo particular de producción de los medios básicos de vida. El modo de subsistencia puramente pastoral no tiene, sin embargo, las potencialidades inherentes al desarrollo de la agricultura. Las tribus pastoras no pueden incorporar a su economía los tipos más altos de producción de alimentos en ninguna escala sin dejar de lado y cambiar enteramente sus modos de vida. Esto se cumple especialmente después de la introducción del arado, que supera las técnicas de quemar y cavar de la horticultura. No podían desarrollar una división extensa del trabajo ni avanzar desde la aldea a la vida de la ciudad en tanto continuaran como simples cuidadores de su stock de ganado

La superioridad inherente a la agricultura sobre la cría de ganado fue demostrada por el hecho de que las poblaciones densas y las más avanzadas civilizaciones, como la azteca, inca y maya lo han probado, se desarrollaron sobre la base de la agricultura.

Los agricultores han podido incorporar fácilmente animales domesticados a su modo de producción mezclando o combinando el cultivo del alimento con el pastoreo de animales como también transfiriendo animales de tiro a la tecnología de la agricultura, con la invención del arado.

Fue la combinación de la ganadería con el cultivo de cereales en chacras mixtas lo que ayudó, dentro de la sociedad bárbara, a pueblos agrícolas a superar a las tribus meramente pastoras, y a transformarse, en las condiciones favorables de los valles de los ríos de la Mesopotamia, Egipto, India y China, en las niñeras de la civilización.

Desde el advenimiento de los pueblos civilizados han existido tres diferentes niveles esenciales de progreso, que corresponden a sus modos de asegurarse las necesidades vitales: la recolección de alimentos, la producción elemental de alimentos y la producción mixta con un alto desarrollo de la división del trabajo y un creciente cambio de mercaderías.

Los griegos de la época clásica eran altamente conscientes de esta disparidad del desarrollo entre ellos mismos y los pueblos que aun se mantenían en una etapa mas atrasada del desarrollo social. Señalaron esta diferencia haciendo una distinción tajante entre griegos civilizados y bárbaros. La conexión y distancia histórica entre ellos fue explícitamente señalada por el historiador Tucídides cuando dijo: “Los griegos vivían anteriormente como los bárbaros viven ahora”.

EL NUEVO Y EL VIEJO MUNDO

La desigualdad del desarrollo histórico mundial raras veces ha sido más notable que cuando los habitantes aborígenes de América se enfrentaron por primera vez con los invasores blancos que venían de Europa. Se encontraron allí dos rutas de evolución social completamente separadas, productos de diez a veinte mil años de desarrollo independiente en dos Hemisferios. Ambas se vieron obligadas a comparar sus proporciones de crecimiento y medir sus respectivos logros totales. Esta fue una de las más tajantes confrontaciones de diferentes culturas en toda la Historia.

En este momento la Edad de Piedra choc6 con los finales de la Edad del Hierro y el comienzo del Maquinismo. En la caza y en la guerra, el arco y la flecha tuvieron que competir con el mosquete y el cañón; en la agricultura, la azada y el bastón, con el arado y los animales de tiro; en el transporte acuático, la canoa con el buque; en la locomoción terrestre, las piernas humanas con el caballo y el pie descalzo con la rueda. En la organización social, el colectivismo tribal contra las instituciones y costumbres feudal burguesas; la producción para la consumisión inmediata de la comunidad contra una economía monetaria y el comercio internacional.

Podrían multiplicarse estos contrastes entre los indios americanos y los europeos occidentales. Sin embargo, la desigualdad de los productos humanos de tan amplias etapas separadas de desarrollo económico fue, aparentemente, demasiado violenta. Surgieron grandes antagonismos; trataron de apartarse cada uno del otro, y así como al principio los jefes aztecas identificaron a los recién llegados blancos con dioses, los europeos, recíprocamente, miraron y trataron a los nativos como a animales.

La desigualdad en productividad y poder destructivo en Norteamérica no fue superada, como sabemos, por la adopción por los indios de los métodos de los blancos y su asimilación gradual y pacífica a la sociedad de clases. Por el contrario, en los cuatro siglos siguientes se llegó a la desposesión y aniquilación de las tribus indias.

EL RETRASO DE LA VIDA COLONIAL

Si los colonizadores blancos desarrollaron su superioridad material sobre los pueblos nativos ellos mismos estaban atrasados en relación a su madre patria.

El retraso general del continente norteamericano y sus colonias, comparado con el occidente europeos predetermino las principales líneas de su desarrollo desde el comienzo del siglo XV hasta mediados del siglo XIX. En este periodo, la tarea central de los americanos fue alcanzar a Europa y superar la disparidad en el desarrollo social de los dos continentes. Cómo y por quiénes fue hecho esto es el principal tema de la Historia Norteamericana a través de estos tres siglos y medio.

Ello requirió, entre otras cosas, dos revoluciones para completar la tarea. La revolución colonial, que corono la primera etapa de progreso que dió al pueblo americano instituciones políticas más avanzadas que las de cualquier otro lugar del viejo mundo y allano el camino para la rápida expansión económica. De todos modos, después de haber ganado la independencia nacional, los EE.UU., todavía tuvieron que conquistar la independencia económica dentro del mundo capitalista. La diferencia económica entre este país y las naciones del occidente de Europa fue limitada en la primera mitad del siglo XIX y virtualmente cerrada por el triunfo del capitalismo industrial del Norte sobre los poderes esclavistas en la guerra civil. No fue necesario mucho tiempo para que los Estados Unidos superaran a la Europa occidental.

LA DESIGUALDAD DE LOS CONTINENTES Y PAISES

Estos cambios en la posición de Estados Unidos ilustran la desigualdad del desarrollo entre los centros metropolitanos y las colonias, entre los diferentes continentes y entre los países de un mismo continente.

Una comparación entre los diversos modos de producción en los distintos países demostraría mas abruptamente sus desigualdades. La esclavitud había virtualmente terminado como modo de producción en los países de Europa antes que fuera introducida en América, en virtud de las necesidades de los mismos europeos. La servidumbre había desaparecido en Inglaterra antes que surgiera en Rusia y se hubieran hecho intentos de implantarla en las colonias norteamericanas después que había sido barrida en la madre patria. En Bolivia, el feudalismo floreció bajo los conquistadores españoles y languideció la esclavitud, mientras en Estados Unidos esta surgió cuando el feudalismo era frenado.

El capitalismo estaba altamente desarrollado en el occidente de Europa, en tanto que en el Este era implantado sólo superficialmente. Una disparidad similar en el desarrollo capitalista prevaleció entre los Estados Unidos y México.

La desigualdad es la “ley mas general del proceso histórico” (Historia de la Revolución Rusa p. 5). Estas desigualdades son la expresión especifica de la naturaleza contradictoria del progreso social y de la dialéctica del desarrollo humano.

DESIGUALDADES INTERNAS

La desigualdad del desarrollo entre los continentes y países es acompañada por un semejante crecimiento desigual de los distintos elementos dentro de cada grupo social u organismo nacional.

En una obra sobre la clase obrera norteamericana, escrita por Karl Kautzki a principios de siglo, el marxista alemán señalaba algunos de los contrastes marcados en el desarrollo social de Rusia y de los Estados Unidos en ese tiempo. “Dos estados existen”-escribió-“diametralmente opuesto el uno al otro. Cada uno de ellos contiene un elemento extraordinariamente desarrollado en comparación con su standard capitalista. En un estado-Norteamérica-es la clase capitalista. En Rusia es el proletariado. En ningún otro país como en Norteamérica se puede hablar con tanta propiedad de la dictadura del capital, mientras el proletariado en ninguno ha adquirido tanta importancia como en Rusia”. Esta diferencia en el desarrollo, que Kautzki describe en su comienzo, se acentuó enormemente en sus etapas ulteriores. Trotsky hizo un análisis extraordinario del significado de tales desigualdades para explicar el curso de una historia nacional, en el primer capítulo de su Historia de la Revolución Rusa, sobre “las peculiaridades del desarrollo ruso”. La Rusia zarista contenía fuerzas sociales que pertenecían a tres diferentes etapas del desarrollo histórico. En las alturas, estaban los elementos feudales: una monstruosa autocracia asiática, un clero estatal, una burocracia servil, una nobleza territorial favorecida. Mas abajo había una débil, impopular burguesía, y una intelectualidad cobarde. Estos fenómenos opuestos estaban orgánicamente interrelacionados. Constituían distintos aspectos de un proceso social unificado. Las condiciones históricas que fortificaron y preservaron el predominio de las fuerzas feudales -la lentitud del desarrollo ruso, su economía atrasada, el primitivismo de sus formas sociales y su bajo nivel de cultura-habían frenado el crecimiento de las fuerzas sociales y acentuado su debilidad social y política.

Este fue un aspecto de la situación. Por el otro lado, el extremo retraso de la historia rusa había dejado los problemas agrarios y nacionales sin resolver, provocando descontento, hambre de tierra en el campesinado y ansias de libertad en las nacionalidades oprimidas. Mientras tanto aparecía la industria capitalista, dando nacimiento a empresas altamente concentradas, bajo la dominación del capital financiero extranjero, y a un no menos concentrado proletariado, armado con las últimas ideas, organizaciones y métodos de lucha. Esta violenta desigualdad en la estructura social de la Rusia zarista proveyó la base para los acontecimientos revolucionarios que estallaron cuando la caída de la decadente estructura medieval en 1917, y concluyo en unos pocos meses poniendo al proletariado y al partido bolchevique en el poder. Solamente analizando y comprendiendo esto, es posible captar por que la revolución Rusa se dió de esta manera.

IRREGULARIDADES EN LA SOCIEDAD

Las pronunciadas irregularidades que se han producido en la historia han inducido a algunos pensadores a negar que haya o pueda haber alguna causalidad o ley en el desarrollo social. La escuela mas conocida de los antropólogos norteamericanos, encabezada por el desaparecido Franz Boas, explícitamente niega que pueda haber alguna secuencia determinada de etapas que puedan descubrirse en la evolución social, o que las expresiones culturales estén ligadas a la tecnología o economía. De acuerdo a R. H. Lowitt, el expositor mas conocido de este punto de vista, los fenómenos culturales presentan meramente el carácter de “un caos sin plan”, una “jungla caótica”. La “jungla caótica” esta en la cabeza de este anti-materialista y antievolucionista, no en la historia o en la constitución de la sociedad.

Es posible que los pueblos que viven bajo las condiciones de la edad de Piedra en el siglo XX posean una radio-resultado del desarrollo combinado-. Pero es categóricamente imposible encontrar tal producto de la electrónica contemporánea enterrado con los remanentes humanos de la edad de Piedra depositados muchísimos años atrás.

No se necesita mucha penetración para ver que un recolector de alimentos, de hierbas, cazador, pescador o cazador de pájaros existieron mucho antes que la producción de alimentos en forma de horticultura o ganadería. O que las herramientas de piedra precedieron a las de metal; que la palabra precedió a la escritura; que las cavernas existieron antes que las aldeas; que el trueque de bienes precedió a la moneda. A una escala histórica general estas secuencias, son absolutamente inviolables.

Las principales características de la estructura social simple de los salvajes están determinadas por sus primitivos métodos de producir los medios de vida, que dependen a su vez del bajo nivel de sus fuerzas productivas.

Se estima que los pueblos recolectores de alimentos requieren un promedio de 40 millas cuadradas per capita para mantenerse. No pueden ni producir, ni mantener grandes concentraciones de población sobre tales fundamentos económicos. Generalmente agrupan un numero de personas menor de 40 y raras veces exceden de 100. La ineludible pequeñez de su producción de alimentos y la dispersión de su fuerza limitan estrictamente su desarrollo.

DEL BARBARISMO A LA CIVILIZACION

¿Qué se puede decir con respecto a la próxima etapa del desarrollo social, el barbarismo? El notable arqueólogo V. Gordon Childe ha publicado recientemente, en un libro llamado Evolución Social, un informe de los “sucesivos pasos a través de los cuales las culturas barbaras entran en la vía de la civilización, en contraste con su ambiente natural”. Childe reconoce que el punto de partida en la esfera económica fue idéntico en todos los casos, “en la medida en que las primeras culturas barbaras examinadas estaban basadas en el cultivo de los mismos cereales, y el pastoreo de las mismas especies de animales” Es decir, el barbarismo esta separado de las formas salvajes de vida por la adquisición y aplicación de mas altas técnicas productivas para la agricultura y la ganadería.

La llegada al resultado final-la civilizaci6n -exhibe diferencias concretas en cada caso, “sin embrago, en todos lados, ello significa el agregado de grandes poblaciones en las ciudades, como la diferenciación entre la producción primaria (pescadores, cultivadores, etc.) de artesanos especializados full-time, mercaderes, burócratas, curas y gobernantes; una efectiva concentración del poder político y económico, el uso de símbolos convencionales para recordar y transmitir informaciones (escritura) e igualmente standards convencionales de pesos y medidas, y de medidas de tiempo y espacio que llevan a un tipo de ciencia matemática y calendario”.

Al mismo tiempo, Childe señala que “los pasos que integran este desarrollo no presentan igualmente, un paralelismo abstracto” La economía rural de Egipto, por ejemplo, tiene un desarrollo diferente del de Europa templada. En la agricultura del viejo mundo la azada fue reemplazada por el arado, herramienta que no fue conocida por los mayas.

La conclusión general que Childe saca de estos hechos es que “el desarrollo de la economía rural barbara de las regiones estudiadas no presenta paralelismos sino convergencias y divergencias” (p. 162). Pero esto no es suficiente. Considerados en su totalidad y en su interrelación histórica, la mayoría de los pueblos que entran en el barbarismo surgen de las mismas actividades económicas esenciales, el cultivo de cereales y la ganadería. Han logrado un desarrollo diversificado de acuerdo a los diferentes habitats naturales y circunstancias históricas y prueban, al atravesar el camino hacia la civilización, que no fueron detenidos en la ruta u obliterados, y arribaron por fin al mismo destino: la civilización.

LA MARCHA DE LA CIVILIZACION

¿Qué ocurrió con la evolución de la civilización? ¿Es un “caos sin plan”? Cuando analizamos la marcha del género humano a través de la civilización, vemos que sus segmentos avanzados pasaron sucesivamente a través de la esclavitud, feudalismo y capitalismo y ahora están en camino hacia el socialismo. Esto no significa que cada sector de la humanidad haya pasado por esta invariable secuencia de etapas históricas, de la manera que cada uno de los bárbaros pasó a través de la misma secuencia de etapas. Pero su verdadero logro capacita a quienes llegan mas tarde a combinar o comprimir etapas históricas enteras.

El real curso de la historia, el pasaje de un sistema social a otro, de un nivel de organización a otra, es mucho más complicado, heterogéneo y contradictorio que el que se puede dar en un esquema histórico general. El esquema histórico universal de las estructuras sociales -salvajismo, barbarismo, civilización-con sus respectivas etapas, es una abstracción. Es una abstracción indispensable y racional que corresponde a las realidades esenciales del desarrollo y sirve como guía para la investigación, pero no puede sustituir directamente el análisis de ningún segmento concreto de la sociedad.

Una línea recta puede ser la distancia mas corta entre dos puntos, pero la humanidad ha dejado de lado frecuentemente este adagio y ha seguido a menudo aquel que dice que “el camino más largo es el mas corto a casa”.

En la historia se mezclan ambas: regularidades e irregularidades. La regularidad es fundamentalmente determinada por el carácter y desarrollo de las fuerzas productivas y el modo de producir los medios de vida. Sin embargo, este determinismo básico no se manifiesta en el actual desarrollo de la sociedad de una manera simple, directa y uniforme, sino por medios extremadamente complejos, desviados y heterogéneos.

LA EVOLUCION DESIGUAL DEL CAPITALISMO

Esto esta ejemplificado con mayor énfasis en la evolución del capitalismo y sus partes componentes. El capitalismo es un sistema económico mundial. En los últimos cinco siglos se desarrollo de país a país, de continente a continente, y pasó a través de las sucesivas fases del capitalismo comercial, industrial, financiero y el capitalismo estatal monopolista. Cada país, aunque atrasado, ha sido llevado a la estructura de las relaciones capitalistas y se ha visto sujeto a sus leyes de funcionamiento.

Mientras cada nación ha entrado en la divisi6n internacional del trabajo sobre la base del mercado mundial capitalista, cada una ha participado en una forma peculiar y en un grado diferente en la expresión y expansión del capitalismo, y jugó diferente rol en las distintas etapas de su desarrollo.

El capitalismo surgió con mucha mayor fuerza en Europa y Norteamérica que en Asia y Africa. Estos fueron fenómenos interdependientes, lados opuestos de un solo proceso. El bajo desarrollo capitalista en las colonias fue un producto y una condición del super desarrollo de las áreas metropolitanas, que se realizó a expensas de las primeras.

La participación de varias naciones en el desarrollo del capitalismo ha sido no menos irregular. Holanda e Inglaterra tomaron la dirección en el establecimiento de las formas y fuerzas capitalistas en el siglo XVI y XVII, mientras Norteamérica estaba aun en gran medida en posesión de los indios. Sin embargo, en la fase final del capitalismo, en el siglo XX, los Estados Unidos superaron ampliamente a Inglaterra y Holanda. A medida que el capitalismo iba captando dentro de su órbita a un país tras otro, aumentaban las diferencias mutuas. Esta creciente interdependencia no significa que siguen idénticas pautas o poseen las mismas características. Cuando más se estrechan sus relaciones económicas surgen profundas diferencias que los separan. Su desarrollo nacional no se realiza, en muchos aspectos a través de líneas paralelas, sino a través de líneas de ángulos, algunas veces divergentes como ángulos rectos. Adquieren trazos no idénticos, sino complementarios.

A IGUALES CAUSAS DIFERENTES EFECTOS

La regla que dice que las mismas causas producen los mismos efectos no es incondicional y general. La ley es sólo valida cuando la historia produce las mismas condiciones, pero generalmente hay diferencias para cada país y constante cambio e intercambio entre ellos. Las mismas causas básicas pueden conducir a muy diferentes y aun opuestos resultados.

Por ejemplo, en la primera mitad del siglo XIX, Inglaterra y EE. UU. eran ambos gobernados por las mismas leyes del capitalismo industrial. Pero estas leyes operaban bajo diferentes condiciones en los dos países y produjeron muy diferentes resultados en el campo de la agricultura. Las enormes demandas de la industria británica de algodón y alimento barato estimularon poderosamente la agricultura norteamericana, al tiempo que los mismos factores económicos estrangularon a los campesinos de Inglaterra. La expansión de la agricultura en un país y su contracción en el otro fueron consecuencias opuestas pero interdependientes de las mismas causas económicas.

Pasando del proceso económico al intelectual, el marxista ruso Plejanov señalaba, en su notable trabajo “En defensa del materialismo” (p. 126), como el desarrollo desigual de los diversos elementos que componen una estructura nacional permite al mismo conjunto de ideas producir muy diferente impacto social sobre la vida filosófica. Hablando del desarrollo ideológico en el siglo XVIII, Plejanov señalaba: “El mismo conjunto de ideas llevo al ateísmo militante de los materialistas franceses, al indiferentismo religioso de Hume, y a la religión “práctica” de Kant. La razón fue que la cuestión religiosa en Inglaterra, en ese tiempo, no jugaba el mismo rol que en Francia, ni en Francia que en Alemania. Y esta diferencia en el significado de la cuestión religiosa tenia sus raíces en la distinta relación en que estaban las fuerzas sociales en cada uno de esos países. Similares en su naturaleza, pero disimiles en su grado de desarrollo, los elementos de la sociedad se combinaban de modo diferente en los distintos países europeos y conducían a hacer de cada uno de ellos un muy particular estado de conciencia que se expresaba en la literatura nacional, la filosofía, el arte, etc. Como consecuencia de esto, una misma cuestión puede excitar a los franceses a la pasión y dejar fríos a los británicos. Un mismo argumento puede ser considerado con respeto por un alemán progresivo, mientras un francés progresivo lo verá con un odio amargo”.

PECULIARIDADES NACIONALES

Desearía cerrar este examen del procese de desarrollo desigual con una discusión del problema de las peculiaridades nacionales. Los marxistas son a menudo acusados por sus enemigos de negar, ignorar o subestimar las peculiaridades nacionales en favor de las leyes históricas universales. No es verdad. No es correcta esta crítica. Aunque algunos marxistas individualmente puedan ser acusados de tales errores.

El marxismo no niega la existencia y la importancia de las peculiaridades nacionales. Sería teóricamente estúpido y prácticamente sin valor si lo hicieran, desde que las diferencias nacionales pueden ser decisivas para dar la política del movimiento obrero, de una lucha nacional o de un partido revolucionario, durante un cierto período en un país dado. Por ejemplo, la mayor parte de los activistas obreros en Gran Bretaña siguen al partido laborista. Este monopolio es una peculiaridad primaria de Gran Bretaña y del desarrollo político de sus trabajadores. Los marxistas que no tomen en cuenta este factor como la clave de su. orientación organizativa violarán el espíritu de su método. Hay otro remoto ejemplo: en la mayor parte de los países coloniales hoy día las razas de color están luchando contra el imperialismo por la independencia nacional de la opresión de las naciones blancas. En los Estados Unidos, por el contrario, la lucha de los negros contra su carácter de ciudadanos de segunda clase se caracteriza por no ser un movimiento hacia la separación sino por la demanda de la integración incondicional en la vida americana sobre bases iguales. Sin tener en cuenta este carácter especifico es imposible comprender las principales tendencias de la lucha de los negros americanos en la presente etapa. Lejos de desechar las diferencias nacionales el marxismo es el único método histórico, la única teoría sociológica que las explica adecuadamente, demostrando cuales son sus raíces en las condiciones materiales de vida y considerando sus orígenes históricos, desarrollo, desintegración y desaparición. Las escuelas burguesas de pensamiento miran las particularidades nacionales con un criterio distinto, como accidentes inexplicables, como producto de la voluntad divina o características fijas y finales de un pueblo particular. El marxismo las ve como un producto histórico que surge de combinaciones concretas de fuerzas y condiciones internacionales.

Este procedimiento de combinar lo general con lo particular, y lo abstracto con lo concreto concuerda no solamente con las exigencias de la ciencia sino con nuestros hábitos diarios de juicio. Cada individuo tiene una distinta expresión facial, lo que nos permite reconocerlo y separarlo de los otros. Al mismo tiempo, comprendemos que este individuo tiene el mismo género de ojos, oídos, boca, frente y otros órganos que el resto de la raza humana. De hecho, la fisonomía particular que produce su expresión distinta es solo la manifestación fundamental de un específico complejo de estas estructuras y características humanas comunes. Así ocurre con la vida y la fisonomía de una nación dada.

Cada nación tiene sus propios rasgos distintivos. Pero estas peculiaridades surgen como consecuencia de la modificación de leyes generales por el material específico y las condiciones históricas. Son, en ultima instancia, la cristalización individual de un proceso universal.

Trotski concluyó que las peculiaridades nacionales son el producto más general del desarrollo desigual histórico, su resultado final.

LOS LIMITES DE LAS PECULIARIDADES NACIONALES

Sin embargo, por profundamente asentadas que estén estas peculiaridades en la estructura social y por poderosa que sea su influencia sobre la vida nacional, ellas son limitadas. En primer lugar, son limitadas en la acción. No reemplazan el proceso superior de la economía y política mundial ni pueden abolir el funcionamiento de sus leyes.

Consideremos, por ejemplo, las diferentes consecuencias políticas de la crisis mundial de 1929, en EE.UU. y Alemania, debidas a su diferente trasfondo histórico, especifica estructura social y evolución política nacional. En un caso, el New Deal de Roosevelt llegó al poder, en el otro el fascismo de Hitler. El programa de reforma bajo los auspicios democrático-burgueses, y el programa de la contrarrevolución bajo la desnuda dictadura totalitaria, fueron métodos totalmente diferentes utilizados por las respectivas clases capitalistas para salvar su pellejo.

Este contraste entre las formas capitalistas americana y alemana de auto preservación fue explotada hasta la saturación por los apologistas del capitalismo norteamericano, quienes lo atribuyeron al espíritu democrático inherente a la nación americana y a sus gobernantes capitalistas. En realidad, la diferencia se debió a la mayor riqueza y fuentes del imperialismo de EE. UU., por un lado y a la inmadurez de las relaciones de clase y conflictos, por el otro. Sin embargo, en la etapa siguiente y antes de que sobreviniera la decadencia, el proceso del imperialismo llevó a ambos poderes a una Segunda Guerra Mundial, para determinar quién dominaría el mercado mundial. A pesar de significativas diferencias en sus regímenes políticos internos, ambos llegaron al mismo destino. Continuaron subordinados a las mismas leyes fundamentales del imperialismo capitalista y no pudieron impedir su funcionamiento, o evitar sus consecuencias.

En segundo lugar, las peculiaridades nacionales tienen límites históricamente definidos. No están fijados para siempre ni tienen un destino absolutamente determinado. Condiciones históricas las generan y las suplantan; nuevas condiciones históricas pueden alterarlas, eliminarlas e igualmente transformarlas en sus opuestos.

En el siglo XIX Rusia era el país mas reaccionario de Europa y de la política mundial; en el siglo XX se transforma en el más revolucionario. A mediados del siglo XIX los Estados Unidos eran la nación más revolucionaria y progresiva; a mediados del siglo XX, le tomó a Rusia su lugar como fortaleza de la contrarrevolución mundial. Pero este rol tampoco puede ser eterno, como lo señalaremos en el próximo capítulo, donde estudiaremos el carácter y consecuencias del desarrollo desigual y combinado.

EL DESARROLLO COMBINADO Y SUS CONSECUENCIAS.

Analizaremos ahora el segundo aspecto de la ley de desarrollo desigual, y combinado. Su nombre indica de qué ley general es ella una expresión particular -verbigracia, la ley de la lógica dialéctica llamada Ley de la interpenetración de los opuestos-. Los dos procesos- desigualdad y combinación–que están unidos en esta formulación representan dos diferentes y opuestos y, no obstante, íntegramente relacionados e interpenetrados aspectos o etapas de la realidad.

La ley del desarrollo combinado parte del reconocimiento de la desigualdad en las proporciones de desarrollo de varios fenómenos del cambio histórico. La disparidad en el desarrollo técnico y social y la combinación fortuita de elementos, tendencias y movimientos pertenecientes a diferentes etapas de la organización social, dan la base para el surgimiento de algo nuevo y de más alta cualidad.

Esta ley nos permite observar cómo surge la nueva cualidad. Si la sociedad no se desarrollara en un camino diferencial, es decir, a través del surgimiento de diferencias, por momentos tan agudas que se vuelven contradictorias , la posibilidad para la combinación e integración de fenómenos contradictorios no se daría. Sin embargo, la primera fase del proceso evolutivo -desigualdad- es la indispensable precondición para la segunda fase: la combinación de características que pertenecen a diferentes etapas de la vida social en las distintas formaciones sociales, desviándose de los standards deducidos abstractamente o tipos “normales”.

Esta combinación llega como la necesaria superación de la pre-existente desigualdad. Podemos ver como se dan juntas casi siempre y ligadas en la simple ley de la combinación y desigualdad del desarrollo. Partiendo del hecho de los niveles dispares del desarrollo que resultan de la progresión desigual de los distintos aspectos de la sociedad, podremos ahora analizar la próxima etapa y la necesaria consecuencia de esta situación: su combinación.

FUSION DE DIFERENTES FACTORES HISTORICOS

Ante todo debemos preguntarnos que significa Combinado. Hemos podido ver como características que pertenecen a un estado de la evolución se ligan a otras que son esencialmente propias de una etapa más alta. La Iglesia Católica, cuyo centro está en el Vaticano, es una característica institución feudal. En la actualidad, el Papa usa radio y televisión-invenciones del siglo XX-para diseminar la doctrina de la Iglesia. Esto conduce a una segunda cuestión: ¿Cómo se combinan las diferentes características? Aquí, las combinaciones de los metales nos proporcionan una analogía útil. El bronce, que juega un gran rol en el desarrollo de las más tempranas construcciones de herramientas, que ha dado su nombre a toda una etapa del desarrollo histórico, se ha compuesto de dos metales elementales, el cobre y el estaño, mezclados en proporciones especificas. Su fusión produce una aleación con propiedades importantes que difieren de ambos constituyentes.

Algo parecido ocurre en la historia cuando se unen elementos que pertenecen a diferentes etapas de la evolución social. Esta fusión da origen a un nuevo fenómeno con sus propias características especiales. El período colonial de la historia Norteamericana se une al salvajismo y barbarismo, cuando la civilización europea cambiaba del feudalismo al capitalismo. De este modo, proveyó un magnifico caldo de cultivo para las combinaciones y dio el más instructivo campo para su estudio. Casi todos los géneros de relaciones sociales conocidos, desde el salvajismo a las compañías por acciones, se pueden encontrar en el nuevo mundo durante el periodo colonial. Varias colonias, como Virginia y Carolina del Norte y del Sur, fueron originalmente colonizadas por empresas capitalistas de acciones, cuyas cartas habían sido garantizadas por la Corona. Las formas mas avanzadas de capitalismo regían la firma accionaria que tomó contacto con los indios que vivían aun bajo primitivas condiciones tribales.

Las formas precapitalistas de vida con las que se encontraron fueron combinadas en un grado u otro con las características fundamentales de las civilización burguesa. Tribus indias, por ejemplo, fueron anexadas al mercado mundial a través del comercio de pieles; y es verdad que los indios se volvieron, en cierta medida, civilizados. Por otro lado, los colonos blancos europeos, cazadores, leñadores y pioneros de la agricultura se barbarizaron parcialmente por haber sobrevivido en el desierto de las planicies y montañas de los campos “vírgenes”. Sin embargo, el leñador europeo que penetraba en los desiertos de América, con su rifle y su hacha de hierro, y también con su concepción y hábitos de civilización, fue muy diferente del indio tribal Piel Roja, aunque muchas de las actividades de la sociedad barbara del leñador también le correspondían.

En su obra sobre las fuerzas sociales en la historia Norteamericana, A. M. Simon, uno de los primeros historiadores socialistas, escribió: “El curso de la evolución siguió en cada colonia una línea de desarrollo muy parecida a la que la raza había seguido (p. 30-31). En el comienzo, -señalo-hubo un comunismo primitivo. Después, una pequeña producción individual, y así se siguió hasta llegar al capitalismo.

Sin embargo, la concepción según la cual la colonia americana, o algunas de ellas, sustancialmente repitieron las secuencias de las etapas que las sociedades avanzadas habían atravesado antes de ella, es excesivamente esquemática e ignora el principal punto respecto a su desarrollo y estructura. La peculiaridad más significativa de la evolución de las colonias británicas en América se deriva del hecho de que todas las formas de organización y las fuerzas impulsoras pertenecientes a las primeras etapas del desarrollo social, desde el salvajismo, igualmente en el caso de la esclavitud, fueron incorporadas en, y condicionadas por el sistema en expansión del capitalismo internacional. No hay, en el suelo americano, repetición mecánica de las etapas hist6ricamente superadas. Por el contrario, la vida colonial testimonia una dialéctica mezcla de todos estos variados elementos, de la que resultan deformaciones sociales combinadas de un tipo nuevo y especial. La esclavitud de las colonias americanas fue muy distinta de la esclavitud de la Grecia clásica y de Roma. La esclavitud norteamericana fue una esclavitud burguesificada; que no fue solamente un brazo subordinado del mercado capitalista mundial, sino que cada ramificación de esta fusión de esclavitud y capitalismo fue la aparición de traficantes de esclavos entre los indios Creek, en el Sur. ¿Podría encontrarse algo más contradictorio que indios comunistas, ahora propietarios de esclavos, vendiendo su producto en un mercado burgués?

LA DIALECTICA DE LA COMBINACION

El resultado de esta fusión de diferentes etapas o elementos del progreso histórico es, en consecuencia, una mezcla o aleación particular de cosas. En la unión de diferentes y opuestos elementos, la naturaleza dialéctica de la historia se manifiesta por sí misma más poderosa y prominente. Aquí la contradicción, simple, obvia, flagrante, predomina. La historia le hace todo tipo de travesura a todas las formas rígidas y las rutinas fijas. Surgen todos los géneros de desarrollos paradójicos que confunden y dejan perplejas las mentes limitadas y formalizadas.

Como un importante ejemplo de esto, permítasenos considerar la naturaleza del stalinismo. En la Rusia actual, la más avanzada forma de propiedad -la propiedad nacionalizada- y el más eficiente modo de organización industrial, la economía planificada, ambos logrados a través de la revolución proletaria de 1917, se han unido en una sola masa con el tipo más brutal de tiranía, creada por una contrarrevolución política de la burocracia soviética. Los fundamentos económicos del régimen stalinista históricamente pertenecen a la era socialista del futuro. Sin embargo. este fundamento económico esta unido a una superestructura política que muestra los aspectos mas malignos de las dictaduras de clase del pasado. No debemos maravillarnos de que este fenómeno extraordinariamente contradictorio haya confundido a mucha gente y los haya llevado por mal camino.

El desarrollo desigual y combinado se nos presenta como una mezcla particular de elementos atrasados con los factores más modernos. Muchos píos católicos llevan imágenes en sus coches, que se supone los protegerán contra los accidentes. Esta costumbre combina el fetichismo de los crédulos salvajes con el producto de la industria automovilística, una de las industrias automatizadas más avanzadas del mundo moderno.

Por otra parte, estas anomalías son especialmente pronunciadas en los países más atrasados. Existen curiosidades tales como harenes con aire acondicionado!

“El desarrollo de las naciones históricamente atrasadas lleva necesariamente a una combinación peculiar de diferentes etapas del desarrollo histórico”, escribió Trosky en la Historia de la Revolución Rusa (p. 5).

Carlton S. Coone escribe: “…… Hay todavía regiones marginales donde la difusión cultural es desigual, donde simples cazadores de la Edad de Piedra están enfrentados sorprendentemente con extraños cazadores con rifles, donde jardineros neolíticos están cambiando sus hachas de piedras por otras de acero y sus cacharras de agua por descartados de hojalata, donde orgullosos ciudadanos de los antiguos imperios acostumbraban recibir las novedades algunas semanas después de las caravanas de camellos, se encuentran oyendo la propaganda radial de radios públicas. Y en el paseo de baldosas azules y blancas de las ciudades el claro llamado de los muslim pidiendo la fe del creyente es reemplazada un día una caja metálica colgada del alminar. Afuera, en el aeropuerto, los peregrinos de los lugares santos, saltan directamente del lomo de sus camellos a los asientos del DC4. Estos cambios en la tecnología conducen al nacimiento de nuevas instituciones en estos lugares como en cualquier otro, pero el recién nacido es a menudo una criatura no familiar, que no recuerda ni los parientes cercanos ni los alejados, superando a ambos”. The History of man, (pp. 113-114).

En el Africa actual, entre los kikuyos de Kenya, como también entre los pueblos de la Costa de Oro, las antiguas ligazones y costumbres ayudan a fortalecer su solidaridad en la lucha por el avance social y la independencia nacional contra el imperialismo británico. En el Movimiento Nacionalista del Premier Nkrumah’s el partido parlamentario nacional esta ligado con los sindicatos y el tribalismo-los tres pertenecen a diferentes etapas de la historia social.

La mezcla de elementos atrasados con los más modernos factores puede verse cuando comparamos la China moderna con los Estados Unidos de América. Actualmente muchos campesinos chinos en pequeñas aldeas tienen retratos de Marx y Lenin en sus paredes y se inspiran en sus ideas. El obrero norteamericano medio vive en ciudades más modernas y tiene, por contraste, pinturas de Cristo o fotografías de Eisenhower o del Papa sobre sus paredes prefabricadas. Sin embargo los campesinos chinos no tienen el agua corriente, caminos pavimentados, automóviles, radios o televisión, que tienen los obreros norteamericanos.

De esta manera, aunque los Estados Unidos y su clase obrera han progresado mucho más que China en su desarrollo industrial y standard de vida y de cultura, en ciertos aspectos los campesinos chinos han superado al obrero norteamericano. “La dialéctica histórica no conoce nada semejante al atraso desnudo o al progreso químicamente puro” como señalara Trotsky.

LA ESTRUCTURA SOCIAL DE GRAN BRETAÑA

Si analizamos la estructura social de la Gran Bretaña contemporánea, podremos ver que conserva características de tres periodos histórico-sociales distintos, inextricablemente relacionados. En las alturas de su sistema político hay una monarquía y una Iglesia establecida, ambas heredadas del feudalismo. Estas están conectadas a una estructura de propiedad capitalista monopolista perteneciente a la etapa más alta del capitalismo. Junto a esta industria capitalista existen la industria socializada, sindicatos y un partido laborista, todos precursores del socialismo.

Es significativo que esta particular combinación contradictoria en Gran Bretaña, deje perplejos a los norteamericanos. Los norteamericanos liberales no pueden comprender por qué los ingleses tienen una monarquía y una Iglesia establecida. Los norteamericanos con mentalidad capitalista se sorprenden de que la clase dominante británica tolere al Partido Laborista.

Al mismo tiempo, Gran Bretaña está golpeada por el más formidable de todos los movimientos combinados de fuerzas sociales de nuestro tiempo a escala mundial, verbigracia, la combinación del movimiento anticapitalista de la clase obrera con la revolución anticolonial de los pueblos de color. Estos dos movimientos muy diferentes, opuestos ambos al dominio imperialista, se refuerzan mutuamente.

Sin embargo, estos dos movimientos no tienen el mismo efecto en todos los países imperialistas. Se sienten, por ejemplo, más fuerte y directamente en Francia y Gran Bretaña que en EE. UU. No obstante, en EE. UU. la lucha de los pueblos coloniales por la independencia y de la minoría negra por la igualdad se influencian mutuamente.

LOS SALTOS PROGRESIVOS EN LA HISTORIA

La manifestación más importante de la interacción del desarrollo desigual y combinado es el surgimiento de “saltos” en el flujo histórico. Los más grandes saltos se hacen posibles por la co-existencia de pueblos de diferente nivel de organización social. En el mundo actual, estas organizaciones sociales cubren toda la gama, desde el salvajismo hasta el verdadero umbral del socialismo. En Norteamérica, mientras los esquimales en el Artico y los indios Seri en la Baja California viven aun en el salvajismo, los banqueros de Nueva York y los obreros de Detroit operan en la más alta etapa del capitalismo monopolista. Los “saltos” históricos se tornan inevitables porque los sectores retrasados de la sociedad se ven enfrentados a tareas que solo pueden resolver utilizando los métodos más modernos. Bajo la presión de las condiciones externas, se ven obligados a saltar o precipitar etapas de evolución que originalmente requirieron un período histórico entero para desarrollar sus potencialidades.

Cuando más amplias son las diferencias del desarrollo y mayor el numero de etapas presentes en un periodo dado, mas dramáticas son las posibles combinaciones de condiciones y fuerzas, y más rápida la naturaleza de los saltos Algunas combinaciones producen extraordinarias erupciones y rápidos movimientos en la historia. El transporte ha evolucionado lentamente la locomoción humana y animal, a través de los vehículos a rodado hasta el tren, automóviles y aeroplanos. En época reciente, sin embargo, los pueblos de Sudamérica y Siberia han pasado directamente y de un solo salto desde el animal al uso de los aviones.

Tribu, nación y clase son capaces de comprimir etapas o de saltar sobre ellas, asimilando los logros de los pueblos mas avanzados. Usan esto como una picana para encaramarse sobre las etapas intermedias y sobrepasan obstáculos de un solo salto. Pero no pueden hacer nada hasta tanto los países pioneros a la vanguardia del genero humano, hayan previamente allanado el camino, prefabricando las condiciones materiales. Otros pueblos preparan los medios y modelos para, una vez maduros, adaptarlos a sus condiciones peculiares.

La industria soviética fue capaz de hacer tan rápido progreso porque, entre otras razones, pudo importar las técnicas y maquinarias del Oeste. Ahora también China puede marchar a un ritmo más acelerado en su industrialización porque no solamente se basa en los logros técnicos de los países capitalistas avanzados, sino también sobre los métodos de planificación de la economía soviética.

En sus esfuerzos para superar a la Europa Occidental, los colonizadores de la costa del Atlántico Norte, pasaron a través del “barbarismo salvaje”, virtualmente saltando por encima del feudalismo, implantando y extirpando la esclavitud, constituyendo grandes pueblos y ciudades sobre una base capitalista. Esto se hizo a un ritmo acelerado. A los pueblos europeos les llevo 3000 años saltar de la etapa superior del barbarismo de la Grecia homérica a la Inglaterra triunfante de la revolución burguesa de 1849. Norteamérica cubrió las mismas transformaciones en 300 años, o sea a un ritmo de desarrollo diez veces más rápido. Pero esto fue posible por el hecho de que Norteamérica pudo beneficiarse con los logros previos de Europa, combinados con la impetuosa expansión del mercado capitalista en todos los rincones del globo.

A lo largo de esta aceleración y compresión del desenvolvimiento social se fue acelerando también el tiempo de desarrollo de los acontecimientos revolucionarios. El pueblo británico tardó ocho siglos desde el comienzo del feudalismo en el siglo IX, hasta su revolución burguesa triunfante en el siglo XVII. Los colonos norteamericanos solamente en ciento setenta y cinco años pasaron de sus primeros asentamientos en el siglo XVII a su revolución victoriosa en el ultimo cuarto del siglo XVIII.

En estos saltos históricos las etapas del desarrollo son algunas veces comprimidas y otras omitidas, lo que depende de las condiciones particulares y las fuerzas. En las colonias norteamericanas, por ej. el feudalismo, -que floreció en Europa y Asia por muchos siglos- logro apenas asentarse Las instituciones características del feudalismo (feudo, siervos, la monarquía, la iglesia establecida y las corporaciones medievales) no tuvieron un ambiente favorable y fueron comprimidas entre la esclavitud comercial por un lado, y la sociedad burguesa injertada por el otro. Paradójicamente, al mismo tiempo que el feudalismo iba siendo atrofiado y estrangulado en las colonias norteamericanas, adquiría una vigorosa expansión en el otro lado del mundo, Rusia.

REVERSIONES HISTORICAS

La historia tiene sus reversiones, así como sus movimientos hacia adelante; sus periodos de reacción; formas infantiles y características caducas propias de etapas primitivas de desarrollo pueden unirse con estructuras avanzadas para generar formaciones extremadamente regresivas e impedir el avance social. Un ejemplo primario de tal combinación regresiva fue la esclavitud en Norteamérica, donde un modo de propiedad y una forma de producción anacrónica, perteneciente a la infancia de la civilización, se inserto en un ambiente burgués que pertenecía a una sociedad de clase madura.

La reciente historia política nos ha hecho familiarizar con los ejemplos del fascismo y el stalinismo, que son fenómenos históricos del siglo XX simétricos, aunque no idénticos. Ambos representan reversiones de formas de gobiernos democráticos preexistentes que tenían bases sociales completamente diferentes El fascismo fue el destructor y reemplazante de la democracia burguesa en el periodo final de la destrucción y decadencia del imperialismo. El stalinismo fue el destructor y reemplazante de la democracia obrera de la Rusia revolucionaria en el periodo inicial de la revolución socialista internacional.

De esta forma, nosotros vemos mezclados dos etapas en el movimiento dialéctico de la sociedad. Primero, algunas partes del genero humano y ciertos elementos de la sociedad, se mueven mas rápidamente y se desarrollan antes que otros. Mas tarde, bajo el choque de fuerzas externas se produce un retroceso, o una detención en relación al ritmo de progreso de sus precursores, por la combinación de las últimas innovaciones con viejos modos de existencia.

A DESINTEGRACION DE LAS COMBINACIONES

Pero a la historia no se detiene en este punto. Cada síntesis única, que ha surgido del desarrollo desigual y combinado engendra en si misma posteriores crecimientos y cambios, los que a su vez pueden llevar a una eventual desintegración y destrucción de la síntesis. Una formación combinada amalgama elementos derivados de diferentes niveles del desarrollo social. Su estructura interna es, por lo tanto, altamente contradictoria. La oposición de sus polos constituyentes no solamente imparte inestabilidad a la formación, sino que lleva directamente a posteriores desarrollos. Mas claramente que a cualquier otra formación, la lucha de los opuestos caracteriza el curso de vida de una formación combinada.

Hay dos tipos principales de combinación. En un caso, el producto de una cultura avanzada es absorbido en la estructura de un organismo social arcaico. En otro, aspectos de un orden primitivo son incorporados a un organismo social mas altamente desarrollado.

El efecto que produce la asimilación de elementos más modernos en una estructura depende de muchas circunstancias. Por ejemplo, los indios pudieron reemplazar el hacha de piedra por el hacha de hierro sin dislocaciones fundamentales de su orden social, porque este cambio significó solamente una mínima dependencia de la civilización blanca de la cual el hacha de hierro fue tomada. La introducción del caballo cambio considerablemente la vida de los indios de las praderas, al extender el alcance de sus campos de caza y de sus habilidades guerreras Sin embargo, el caballo no transformo su relación tribal básica. Pero, en cambio, la participación en un naciente comercio y la penetración de la moneda tuvo consecuencias revolucionarias sobre los indios destruyendo su sistema tribal, oponiendo los intereses privados a las costumbres comunitarias, lanzando una tribu contra otra y subordinando los nuevos comerciantes y cazadores indios al mercado mundial.

Bajo ciertas condiciones históricas la introducción de nuevas cosas puede, también, prolongar por un tiempo la vida de las instituciones más arcaicas. La entrada de los grandes consorcios capitalistas de petróleo en el Medio Oriente ha fortalecido temporariamente a los sheiks, dándoles enormes cantidades de riquezas. Pero a largo plazo, la invasión de técnicas e ideas modernas no puede ayudar, sino minar los viejos regímenes tribales, porque rompen las condiciones sobre las cuales ellos se apoyan y crean nuevas fuerzas que se les oponen para reemplazarlos.

Un poder primitivo puede afirmarse rápidamente sobre uno más moderno, ganando renovada vitalidad, y puede también aparecer por un tiempo como superior al otro. Pero el poder menos desarrollado llevara una existencia esencialmente parásita y no podrá sostenerse indefinidamente a expensas del mas desarrollado. Carece de adecuado terreno y atmósfera para su crecimiento, mientras las instituciones mas desarrolladas no solo son superiores por naturaleza, sino que además, pueden contar con un favorable ambiente para su expansión.

ESCLAVITUD Y CAPITALISMO

El desarrollo de la esclavitud en Norteamérica da una excelente ilustración de esta dialéctica. Desde el punto de vista de la historia mundial, la esclavitud fue un anacronismo desde su nacimiento en este continente. Como modo de producción pertenecía a la infancia de la sociedad de clases; había desaparecido prácticamente de la Europa Occidental. Sin embargo, la importancia de las demandas por parte de Europa Occidental, de materias primas como el azúcar, índigo y tabaco, combinada con la carencia de trabajadores para llevar a cabo operaciones agrícolas en gran escala, obligaron a implantar la esclavitud en Norteamérica . La esclavitud colonial creci6 como un brazo del capitalismo comercial. De esta manera un modo de producción y una forma de propiedad superadas mucho tiempo atrás, surgió de nuevo como consecuencia de las exigencias de un sistema más moderno y formó parte de el.

Esta contradicción se agudizo cuando el surgimiento del capitalismo industrial en Inglaterra y los Estados Unidos incrementó la producción de algodón de los estados del Sur hasta un lugar de primer rango en la vida económica y política de Norteamérica. Durante décadas los dos sistemas opuestos funcionaron como equipo. Cuando estalló la guerra civil norteamericana, rompieron. El sistema capitalista-que en una etapa de su desarrollo alentó el crecimiento de la esclavitud-creó en otra una nueva combinación de fuerzas que la destruyó.

La formación combinada de lo viejo y de lo nuevo, de lo mas bajo y lo mas alto, de la esclavitud y el capitalismo, demostró no ser permanente ni indisoluble; fue condicional, temporaria, relativa. La asociación forzada de las dos tendía hacia la disociación y un conflicto creciente. Si una sociedad marcha hacia adelante, la ventaja preponderante corresponderá, a larga escala, a la estructura superior, la cual prosperará a expensas de características inferiores, superándolas y dislocándolas eventualmente.

LA SUSTITUCION DE LAS CLASES

Una de las consecuencias más importantes y paradójicas del desarrollo desigual y combinado es la solución de los problemas de una clase a través de otra. Cada etapa del desarrollo social genera, pone y resuelve sus propios complejos específicos de tareas históricas. El barbarismo, por ejemplo, desarrollo las técnicas productivas del cultivo de las plantas, del pastoreo de animales y la labranza, como ramas de su actividad económica. Estas actividades fueron también prerrequisitos para suplantar al barbarismo por la civilización.

En la época burguesa, la unificación de provincias separadas en estados centralizados nacionales y la industrialización de estos estados fueron tareas históricas planteadas por el surgimiento burgués. Pero, en cierto numero de países, el bajo desarrollo de la economía capitalista y la consiguiente debilidad de la burguesía hace insostenible el logro de estas tareas históricas de la burguesía. En el corazón de Europa, por ejemplo, la unidad del pueblo alemán fue lograda desde 1866 hasta 1869 no por la burguesía o la clase obrera, sino por una casta social ya superada, los terratenientes Junkers prusianos, encabezados por la monarquía Hohenzollern y dirigida por Bismark. En este caso la tarea histórica de la clase capitalista fue llevada a cabo por fuerzas precapitalistas.

En el presente siglo China representa otro ejemplo opuesto, en un nivel histórico mas alto. Bajo la doble explotación de sus viejas relaciones feudales y de la subordinación imperialista, China no podía ser unificada ni industrializada. Se necesito nada menos que una revolución proletaria (aunque deformada en sus comienzos) que, apoyándose en una insurrección campesina? allano el camino para la solución de estas tareas burguesas largamente postergadas. Hoy día China esta unificada por primera vez y se esta industrializando rápidamente. Sin embargo, estas tareas no han sido llevadas a cabo por fuerzas capitalistas o precapitalistas, sino por la clase obrera y bajo su propia dirección. En este caso, las tareas no completadas de la abortada era de desarrollo capitalista han sido realizadas por una clase postcapitalisla.

El desarrollo extremadamente desigual de la sociedad hizo necesario este cambio de roles históricos entre las clases: la grandiosidad de la etapa histórica hizo posible la substitución. Como Hegel señalo, la historia a menudo recurre a los mecanismos más indirectos y astutos para lograr sus fines.

Uno de los mayores problemas que dejo sin resolver la revolución democrático-burguesa de los Estados Unidos fue la abolición de los viejos estigmas de la esclavitud, con la integración sin restricciones de los negros en la vida norteamericana. Esta tarea fue parcialmente solucionada por la burguesía industrial del norte durante la guerra civil. Este fracaso de la burguesía industrial ha sido igualmente una gran fuente de problemas y dificultades para sus representantes. La cuestión que ahora esta planteada es si los actuales gobernantes capitalistas ultrarreaccionarios de USA podrán llevar a cabo una tarea nacional que fueron incapaces de completar en su época revolucionaria.

Los portavoces de los demócratas y republicanos consideran necesario decir que ellos podrán de hecho cumplir esta tarea; los reformistas de todo pelaje juran que el gobierno burgués podrá hacerlo. Es nuestra opinión, sin embargo, que solo la lucha conjunta del pueblo negro y las masas obreras contra los gobernantes capitalistas será capaz de batallar contra los restos de la esclavitud hasta su conclusión victoriosa. En ese sentido, la revolución socialista completara lo que resta realizar de la revolución democratico-burguesa.

LOS CASTIGOS DEL PROGRESO Y LOS PRIVILEGIOS DEL ATRASO

Aquellos que hacen un culto del progreso puro creen que altos logros en un número de campos presuponen equivalente perfección en otros. Muchos norteamericanos sacan la conclusión inmediata de que los Estados Unidos sobrepasan al resto del mundo en todas las esferas de la actividad humana, justamente porque así ocurre en tecnología, producci6n material y standard de vida. Sin embargo, en política y filosofía, para no mencionar otros campos, el desarrollo general de Estados Unidos no ha ido mas allá del siglo XIX, mientras que países de Europa y Asia, mucho menos favorecidos económicamente, están mucho mas allá que USA en estos campos.

En los últimos años de su gobierno, Stalin trató de imponer la noción de que solamente “cosmopolitas sin raíces” podían sostener que el oeste superaba a la URSS en alguna rama del esfuerzo humano desde las invenciones mecánicas hasta la ciencia de la genética. Esta expresión del nacionalismo “pan ruso” no fue menos estúpida que la concepción occidental de que nada superior puede provenir del barbarismo asiático de la Unión Soviética.

La verdad es que cada etapa del desarrollo social, cada tipo de organización social, cada nacionalidad, tiene sus virtudes y defectos esenciales, ventajas y desventajas. El progreso tiene sus castigos: hay que pagar por él. Avances en ciertos terrenos pueden significar retrocesos en otros. Por ejemplo, la civilización desarrolló el poder de producción y la riqueza del genero humano sacrificando la igualdad y la fraternidad de las sociedades primitivas que suplantó. Por otro lado, bajo ciertas condiciones el atraso tiene sus beneficios. Mas aun, lo que es progresivo en una etapa de desarrollo puede volverse una precondición para el establecimiento de un retraso en una etapa subsiguiente o en un terreno a el ligado. Y lo que es un atraso puede volverse la base para un salto hacia adelante.

Parece ridículo decir a pueblos que están oprimidos por el atraso y están deseando vivamente superarlo, que su arcaísmo tiene sus ventajas. Para ellos el atraso aparece como un mal evidente. Pero la conciencia de este “mal” aparece en primer lugar después que estos pueblos han tomado contacto con formas superiores del desarrollo social. Es el contacto de las dos formas, atrasada y adelantada, lo que demuestra las deficiencias de la cultura atrasada. En la medida en que la civilización es desconocida el salvaje primitivo se mantiene contento. Es solamente la yuxtaposición de los dos la que introduce la visión de algo mejor y alimenta las semillas del descontento. En ese sentido la presencia y conocimiento de la etapa superior se vuelve un motor del progreso.

La critica y condenación resultante de la vieja situación genera la urgencia de superar la disparidad en el desarrollo y lleva a los retrasados hacia adelante por el surgimiento en ellos del deseo de superar a los mas avanzados. Cada persona que conoce lo que es aprender ha sentido esto personalmente.

Cuando los pueblos atrasados hacen nuevas e imperativas demandas, la ausencia de instituciones acumuladas e intermediarias puede ser de un valor positivo, por los pocos obstáculos que se presentan para obstruir el avance y la asimilación de lo nuevo. Si las fuerzas sociales existen y actúan efectiva, inteligentemente y en el momento oportuno, lo que ha sido un castigo puede transformarse en una ventaja.

LOS DOS CURSOS DE LA REVOLUCION RUSA

La reciente historia de Rusia da el ejemplo más extraordinario de esta conversión de un castigo histórico en un privilegio. Al comienzo del siglo XX, Rusia era entre las grandes naciones de Europa la más atrasada. Este atraso abrazaba todos los estratos, desde el campesino abajo hasta la dinastía absolutista de los Romanov arriba. El pueblo ruso y sus nacionalidades oprimidas sufrían ambos las miserias del feudalismo decadente y del retraso del desarrollo burgués en Rusia.

Sin embargo, cuando llegó el momento de la solución revolucionaria de estos problemas acumulados, este retraso demostró sus ventajas en muchos terrenos. Primero, el zarismo estaba totalmente alienado de las masas. Segundo, la burguesía era muy débil para tomar el poder en su propio nombre y mantenerlo. Tercero, el campesinado, al no recibir satisfacción de la burguesía, fue obligado a replegarse sobre la clase obrera en busca de dirección. Cuarto, la clase obrera no tenía formas de actividad petrificadas o sindicatos frenadores y burocracias políticas que la hicieran retroceder. Fue más fácil para esta joven y enérgica clase que tenía muy poco que perder y mucho que ganar, adoptar rápidamente la más avanzada teoría, el más claro programa de acción y el mas alto tipo de organización partidaria. La revuelta campesina contra el feudalismo, un movimiento que en el occidente de Europa ha caracterizado el surgimiento de las revoluciones democrático-burguesas, se mezcló con la revolución proletaria contra el capitalismo, exclusiva del siglo XX. Como Trotsky señaló en la Historia de la Revolución Rusa, fue la conjunción de estas dos revoluciones diferentes lo que dio su poder expansivo al alzamiento del pueblo ruso y lo que explica la extraordinaria rapidez de su triunfo.

Pero los privilegios del atraso no son inagotables; están limitados por condiciones históricas y materiales. Efectivamente, el atraso heredado de la Rusia de los zares reaccionó, en la etapa siguiente de su desarrollo, bajo nuevas condiciones históricas y sobre una base social enteramente nueva. Los privilegios previos debieron ser pagados en las próximas décadas por los amargos sufrimientos, privaciones económicas y pérdida de las libertades que el pueblo ruso soportó bajo la dictadura stalinista. El gran atraso que había fortalecido la revolución y propulsado a las masas rusas a la cabeza del resto del mundo, se transformó entonces en el punto de arranque de la reacción política y de la contrarrevolución burocrática, a consecuencia de lo cual la revolución internacional fracasó en la conquista de los países industriales mas avanzados. El atraso económico y cultural de Rusia combinada con el retraso de la revolución mundial, fueron las condiciones básicas que permitieron a la camarilla stalinista romper al partido bolchevique y a la burocracia usurpar el poder político. Por estas razones, el régimen stalinista se convirtió en el más contradictorio de la historia moderna, una coagulación de las más avanzadas formas de propiedad y conquistas sociales surgidas de la revolución, con una resurrección de las más repulsivas características del dominio de clase. Fábricas gigantes, provistas con la maquinaria más moderna, eran atendidas por obreros a los que, al igual que a siervos, no se les permitía dejar sus lugares de empleo; aeroplanos que volaban por intransitables caminos llenos de barro; una economía planificada que funcionaba junto a campos “de trabajo esclavo”; colosales avances industriales paralelos a la regresión política; en fin, el prodigioso crecimiento de Rusia como poder mundial, acompañado por una igualmente prodigiosa decadencia interna del régimen.

Sin embargo, el desarrollo dialéctico de la revolución rusa no se detuvo en ese punto. La extensión de la revolución al oriente de Europa y Asia, después de la segunda guerra mundial, la expansión de la industria soviética y el ascenso en numero y nivel de cultura de los obreros soviéticos, prepararon condiciones para una transformación de las viejas tendencias, el renacimiento de la revolución sobre una etapa mas alta y la decadencia y parcial superación del azote del stalinismo. La primera manifestación de ese movimiento hacia adelante de las masas en Rusia y sus satélites, con la clase obrera en su dirección, ha sido ya anunciada al mundo.

Desde el discurso de Kruschev a la revolución húngara, se ha producido una serie continua de acontecimientos que demuestra la dialéctica del desarrollo revolucionario. A cada paso de la revolución rusa, podemos ver la interacción de su atraso y progreso con su conversión de uno en el otro, de acuerdo a las circunstancias concretas del desarrollo internacional y nacional. Solamente la comprensión de la dialéctica de esos cambios puede darnos una pintura exacta del desarrollo extremadamente complejo y contradictorio de la URSS, durante los 40 años de su existencia revolucionaria. Las docenas de ultrasimplificadas caracterizaciones de la naturaleza de la moderna sociedad rusa que sirven solo para confundir al movimiento revolucionario, derivan de una falta de comprensión de las leyes de la dialéctica, y del uso de métodos metafísicos en el análisis del proceso histórico.

 La ley del desarrollo desigual y combinado es una herramienta indispensable para analizar la revolución rusa y para precisar su crecimiento y decadencia a través de sus complejas fases, sus triunfos, su degeneración y su próxima regeneración.

Declaración de Relaciones Fraternales entre la OTR y la TEI

DECLARACIÓN DE RELACIONES FRATERNALES entre la Organización Trotskista Revolucionaria de Chile y la tendencia espartaquista internacional

El 17 de mayo de 1976

I

Los acontecimientos de los años 1970 a 1973 en Chile plantearon, y siguen planteando, una prueba fundamental de la capacidad revolucionaria de todos aquellos que pretenden hablar en nombre de los intereses históricos de la clase obrera. Los autodenominados socialistas que a través de la coalición Unidad Popular (UP) ataron las masas explotadas a los oficiales “constitucionalistas” y a la burguesía “antiimperialista” se erigieron en obstáculo a la revolución, y por consiguiente en cómplices de la contrarrevolución. La primera tarea de aquellos que buscan preparar una insurrección proletaria que derrumbará al estado burgués, hoy día en manos de la sangrienta dictadura de Pinochet, es de trazar las lecciones del frente popular de Allende. Sólo de este modo será posible hacer romper a las masas con esos dirigentes traidores reformistas y centristas que abrieron la vía para el golpe del 11 de septiembre de 1973. En ese entonces el frente popular burgués fue reemplazado por otra forma de dominio capitalista, la junta militar bonapartista, que se balancea entre las fracciones y clanes de la mediana y alta burguesía, y refleja la presión de los mayores poderes imperialistas.

Ya a finales de 1970 la tendencia espartaquista advertía:

“Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier ‘apoyo crítico’ a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta de los trabajadores chilenos cuando la reacción criolla, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista.”

Trágicamente no había en Chile un partido trotskista para galvanizar los obreros alrededor del programa marxista de independencia de clase, y los subsecuentes acontecimientos gráficamente corroboraron esta advertencia deSpartacist (ver “Frente popular en Chile”, Cuadernos Marxistas No. 3).

II

Como dijo Trotsky en 1937: “En realidad, el Frente Popular es la cuestión principal de la estrategia de clase proletaria de esta época. También ofrece el mejor criterio para distinguir entre el bolchevismo y el menchevismo.”

La organización más grande pretendidamente revolucionaria que se encontraba formalmente fuera de la coalición UP, el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), fue incapaz de presentar una oposición de clase al frente popular. Aunque atrajo una capa de juventud militante, fundamentalmente de la pequeña burguesía, y pese a sus críticas periódicas contra el Partido Comunista (PC), el MIR nunca rompió con la Unidad Popular. Después de las elecciones de septiembre de 1970 llamó a las masas a apoyar a Allende; hoy día, el MIR forma parte del frente popular en el exilio, buscando “ampliar” esta coalición de colaboración de clases al integrar aún a demócratas cristianos. El heroísmo individual de muchos militantes del MIR no puede ocultar la bancarrota política de estos castristas chilenos, la máscara de izquierda del frente popular.

Los discípulos chilenos de las varias autoproclamadas “Cuartas Internacionales” tampoco presentaron una política trotskista de hostilidad irreconciliable al frente-populismo. Los partidarios del Secretariado “Unificado” (SU), por una parte, quedaron atascados en el “entrismo profundo” perpetuo dentro del Partido Socialista (el cementerio tradicional de los falsos trotskistas en Chile); y por otra seguían desvergonzadamente al MIR. (El SU jugó un papel central en la creación del MIR, pero esto no les impidió a los castristas de expulsarlos sumariamente dos años más tarde por presunto trotskismo. ¡Tal es la recompensa del oportunismo!) Los partidarios del SU consideraron a los elementos burgueses de la UP como sin relevancia, ocultando el carácter de clase del régimen de Allende detrás de la etiqueta “reformista”, y exigiéndole cumplir con el programa burgués de la UP.

En cuanto a los dos grupos chilenos pertenecientes al “Comité de Organización por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional” encabezado por la OCI francesa, ninguno caracterizó a la UP como frente popular hasta después del golpe de Pinochet. Finalmente, el minúsculo grupo pasadista consideró al régimen de Allende como “gobierno revolucionario”, una categoría en la cual también incluye las juntas militares del Perú y del Panamá.

III

Sin embargo, algunos militantes en Chile buscaban oponerse al colaboracionismo de clases de los dominantes partidos obreros reformistas – o como lo expresó Lenin, partidos obreros burgueses – el PC y el PS. A finales de 1972, elementos de la Tendencia Revolucionaria de Octubre (TRO, aliada con la minoría internacional reformista del SU) se rehusaron acceder a una fusión con el Frente Revolucionario Trotskista (FRT, liderado por L. Vitale y aliado con la mayoría centrista del SU) a causa de la no-resolución (y ni siquiera discusión) de diferencias sobre Cuba y el guerrillerismo, y de la ausencia de una política revolucionaria frente a la UP. Por consiguiente, esta agrupación fue inmediatamente expulsada por el comité central elegido en el congreso de fundación del Partido Socialista Revolucionario (PSR) con acusaciones de “ultra-izquierdismo”.

En la dirección central de la tendencia expulsada, que luego se transformó en la Organización Trotskista Revolucionaria (OTR), se encuentran dirigentes sindicales con muchos años de experiencia en la dirección de las luchas de los mineros chilenos, tanto contra los monopolios norteamericanos como las empresas estatales de la burguesía chilena. Habiendo roto con el PS, en las elecciones legislativas de marzo de 1973 se llamó a votar por la Unión Socialista Popular (USOPO), una escisión del PS, sin darle ninguna confianza política. Aunque los dirigentes de la USOPO eran reformistas, habían sido forzados a romper con el frente popular a causa de la oposición de izquierda a la UP entre los mineros del cobre, la base de la USOPO. Poco antes del golpe, dirigentes de la OTR encabezaron una marcha obrera en Santiago exigiendo “Romper con la burguesía”.

Más tarde, en un documento aprobado por su congreso de octubre de 1974, “Una derrota política y la necesidad de un balance”, la OTR escribió:

“Decir que el carácter de la UP es reformista, significa ser cómplice de la traición cometida… La UP se inscribe así en la lista de los viejos Frentes Populares, que fueron el modelo diseñado para traicionar a la clase obrera.”

IV

A la época del matrimonio a la fuerza que resultó en el PSR en noviembre de 1972, la tendencia que más tarde será la Organización Trotskista Revolucionaria de Chile ya tuvo experiencia con las maniobras sin principios de las fracciones competidoras del SU. En el exilio, la OTR tomó contacto directo con la dirección del Secretariado Unificado. Aunque invitada al “Décimo Congreso Mundial” del SU, ¡la OTR fue informada de que no habría discusión sobre Chile! Esto era de esperar lógicamente de esta falsa Internacional que había clasificado de frente popular al régimen de Allende en 1971, mientras que esta posición no fue compartida por sus grupos simpatizantes en Chile. Luego, después del golpe de 1973, rehabilitó la UP al rango de “reformista”. Evidentemente, cualquier balance honesto de los acontecimientos chilenos sólo puede condenar el propio oportunismo del SU y su falla de presentar una oposición revolucionaria al colaboracionismo de clases.

La OCI, como el SU, había calificado al régimen de Allende de frente popular (aunque no tomó el paso decisivo de llamar a la oposición electoral a todos los partidos de la coalición UP) mientras sus partidarios chilenos se negaron a hacer esta caracterización. En discusiones con la OCI, la OTR rechazó terminantemente la llamada de la OCI a votar por Mitterrand (el candidato del frente popular Unión de la Izquierda en las elecciones presidenciales francesas de 1974) y se opusieron a la política de la OCI seguidista al Partido Socialista portugués. En 1971, después de haber desempeñado un papel fundamental en la frustración de las oportunidades para una revolución boliviana por su claudicación centrista, el principal aliado latinoamericano de la OCI, el POR de G. Lora, firmó un pacto político con el desalojado ex-presidente boliviano, el general Torres. Más tarde, la OCI llamó por la extensión de esta alianza con la burguesía “antiimperialista” a la escala continental – un súper-Kuomintang latinoamericano. Tal política traidora demuestra los apetitos de estos pretendidos trotskistas a cometer traiciones igualmente monstruosas que aquellas del PS y del PC chilenos.

Al tomar contacto con la tendencia espartaquista internacional (TEI), la OTR estuvo fundamentalmente de acuerdo con la consecuente oposición de clase de la TEI al frente popular chileno, planteado en posiciones tomadas incluso a la altura de la popularidad de Allende y expresadas en los artículos recolectados en Cuadernos Marxistas No. 3. El acuerdo inicial fue extendido al incluir la comprensión de la naturaleza de Cuba como estado obrero burocráticamente deformado. Los oportunistas del Secretariado Unificado formaron su falsa Internacional sobre la base de la claudicación frente a la popularidad de Castro entre los radicales pequeñoburgueses, calificando a Cuba de estado obrero sano que meramente “carecía de las formas” de la democracia proletaria. Al contrario, el precursor de la Spartacist League/EE.UU., la Tendencia Revolucionaria (TR) del Socialist Workers Party (SWP) de los EE.UU., insistió que Cuba era un estado obrero deformado y la democracia obrera sólo se lograría a través de una revolución política bajo la dirección de un partido trotskista. Fue justamente por la defensa de este programa marxista que la TR era expulsada del SWP, como parte de la degeneración del SWP en su paso rápido por el centrismo en camino hacia el reformismo socialdemócrata servil. A través de una discusión de la historia del movimiento trotskista internacional, la claudicación del SU frente al castrismo fue remontada hasta sus orígenes en el liquidacionismo pablista que había destruido a la Cuarta Internacional en 1951-53.

V

Entre sus antiguas posiciones políticas, heredadas del pablismo, que la OTR tuvo que revisar, la cuestión del guerrillerismo fue la más dificultosa. Dentro-de la TRO, la tendencia que después sería la OTR había sido marcado por un guerrillerismo fuerte; acusó la dirección de la TRO de no haber cumplido con la decisión sobre la “lucha armada” en América Latina aprobada por el “Noveno Congreso” del SU. Mientras la OTR rechazaba la guerra de guerrillas foquista, basada sobre el campesinado, planteaba la guerrilla obrera.

Durante las discusiones con la TEI, la OTR llegó a la conclusión de que los marxistas deben oponerse al guerrillerismo. Como declaró la Tendencia Revolucionaria en 1963, “La experiencia después de la Segunda Guerra Mundial ha demostrado que la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede llevar más allá de un régimen burocrático antiobrero”  (“Hacia el renacimiento de la Cuarta Internacional”). Además, sea en su forma rural o urbana (Tupamaros), sea como guevarismo, la “guerra del pueblo” maoísta o bajo un disfraz “trotskista” (como en el caso del PRT/ERP argentino), el guerrillerismo es hostil a la revolución proletaria y conduce inevitablemente a – o es el reflejo de – concepciones estalinistas de “dos etapas” o hasta el abierto nacionalismo pequeñoburgués.

El proletariado no puede sostener una guerra de guerrillas, por lo que el mismo concepto implica la ausencia de una situación revolucionaria y la lucha irregular que requiere una capacidad de repliegue rápido. Además de su claro interés de clase, es la organización del proletariado la que le da una superioridad política sobre el campesinado atomizado. Pero esta organización resulta de la posición de la clase obrera en la estructura de la sociedad capitalista; replegarse a las montañas en el fin destruiría la clase o el carácter de clase de su vanguardia.

No hay mejor ejemplo de la impotencia del guerrillerismo enfrentado por una ofensiva concertada por parte de la burguesía que el reciente fracaso en Argentina. Aunque el guerrillerismo (tanto urbano como rural) fue más extenso, mejor financiado y equipado, de más larga duración y con más variedades diferentes que en cualquier otra parte de América Latina, ningún grupo guerrillero podía ofrecer la más mínima resistencia al golpe de Videla, o aún detener las notorias escuadras de muerte de las AAA que han asesinado con impunidad a miles de militantes de izquierda y dirigentes obreros durante tos últimos tres años.

El partido revolucionario debe, por supuesto, tomar un papel activo en organizar la autodefensa de las masas trabajadoras, y en muchas ocasiones es vital el uso de tácticas guerrilleras como un elemento subordinado de guerra civil. No obstante, para el proletariado el camino al poder es por medio de una insurrección de masas contra el estado burgués; la organización militar central del levantamiento debe ser un brazo de, y dirigido por, las organizaciones de masas de la clase obrera, dirigidas por el partido de vanguardia leninista.

VI

En América Latina el guerrillerismo de inspiración castrista ha llevado una generación de militantes subjetivamente revolucionarios a una derrota tras otra, resultando en una carnecería sin sentido de muchos de los más dedicados y valientes luchadores. En numerosos países, miles de militantes han sido vilmente engañados por las pretensiones trotskistas de los pablistas y demás revisionistas, llevándoles a la capitulación frente a las direcciones no-proletarias.

Rechazamos las pretensiones de las varias agrupaciones internacionales que tratan de presentarse como la Cuarta Internacional, de ser la continuidad, sea organizacional o política, de la organización revolucionaria fundada por León Trotsky en 1938. La experiencia chilena ha demostrado una vez más la bancarrota de estos impostores falso-trotskistas. Aquellos que durante los años 1970 a 1973 proveyeron una máscara de izquierda a la Unidad Popular de Allende, solo un año después estaban sembrando ilusiones en el Movimiento de las Fuerzas Armadas portugués y/o en sus colaboradores del PC y del PS. Después de desempañar un papel central en la creación del MIR, para verse expulsado de su propio engendro poco después, el SU repitió este curso desastroso con el fracaso del PRT/ERP guerrillerista, sosteniendo al mismo tiempo al PST socialdemócrata, que apoyó políticamente al gobierno peronista. Sólo una Internacional auténticamente trotskista, basándose firmemente en la teoría de la revolución permanente y dedicada a la destrucción de la autoridad de todos los dirigentes reformistas y centristas de la clase obrera, puede resolver la crisis de la dirección proletaria.

Dado el gran número de militantes subjetivamente revolucionarios dentro de las filas de las varias organizaciones pretendidamente revolucionarias y la importancia central de destruir al pablismo a escala mundial, la Organización Trotskista Revolucionaria y la tendencia espartaquista internacional, en esta declaración de relaciones fraternales, se comprometen a emprender trabajo conjunto hacia el renacimiento de la Cuarta Internacional. Buscamos reforjar la Cuarta Internacional al ganar los mejores cuadros y militantes a través de un proceso de reagrupamiento revolucionario. Sobre la base de los puntos arriba mencionados y de acuerdo con la declaración de principios de la Spartacist League/EE.UU., adoptada subsecuentemente por la TEI, los firmantes de la presente declaración expresan su intención de lograr la unificación de la Organización Trotskista Revolucionaria de Chile con la tendencia espartaquista internacional; a su vez, esto representará un gran paso hacia la formación de la Liga Trotskista Internacional, de envergadura mundial.

[Impreso en Spartacist No. 4, mayo de 1977]

EL MARXISMO Y EL RACISMO

EL MARXISMO Y EL RACISMO

Esto fue impreso en ESPARTACO Vol. I, No.3 en febrero-marzo de 1967.

PARTE PRIMERA ― En el próximo número: La Unión de Obreros Negros y Puertorriqueños en la Revolución

En un artículo titulado “Boricuas y Negros” (Desafío, septiembre 13, 1966), Juan A. Corretjer, secretario de la Liga Socialista de Puerto Rico, titubea ante la necesidad de una crítica pertinaz; retrocede torpe … y cae pesadamente en un lodazal idealista. En vez de analizar, en términos marxistas, las razones por las cuales existe la hostilidad racial, etc., entre los obreros negros y puertorriqueños del gueto estadunidense, se dedica a defender una tesis puramente racionalista; es decir, en vez de sacar a la luz los orígenes materiales, clasistas, que engendran diversos fenómenos sociales como la hostilidad mutua de los grupos minoritarios, Corretjer “sermonea” como un vulgar filisteo en una conferencia contra el amor premarital.

Veamos, entonces, qué dice Corretjer: “Un día la pesadilla de la división habrá pasado. La sensatez vencerá sobre la locura y la tontería… La triste verdad es que tanto los unos como los otros andan mal de la cabeza. Ser obrero, y encima negro o puertorriqueño, y no pensar como obrero, es cosa triste. Tan triste que es irracional.” Y agrega: “Así es de irracional la conducta de los obreros puertorriqueños y negros en Estados Unidos, desorientados porque no piensan con ideas de su clase, sino con las ideas que sus explotadores les ponen en la cabeza. Sacarse de la cabeza esas ideas es lo que tienen que hacer ambos grupos.” Corretjer finaliza diciendo que lo que se necesita es “una buena educación marxista,” sin olvidar añadir, naturalmente, ¡cómo hacerlo! Un poco de “pelea” contra los patrones… “hasta dejar establecido el socialismo.”

Indudablemente Corretjer repite lo mismo que diría un rector a sus bachilleres durante la ceremonia de graduación, con la diferencia que Corretjer usa diferentes adjetivos de vez en cuando.

Examinemos la lógica de Corretjer, o sea, su silogismo implícito. Esto nos expone lo siguiente: a) Los obreros negros y puertorriqueños pertenecen a la misma clase; b) los citados obreros luchan entre sí, cosa que no debe de suceder entre los proletarios; c) por lo tanto, algo anda mal entre los dos grupos. Elemental, elemental, dirá Corretjer. ¡Qué sencilla sería la vida ―la teoría marxista incluida― si todos los problemas se solucionasen con un texto de lógica elemental!

Al hallarse prisionero de su propio silogismo, Corretjer sólo puede hallar la siguiente explicación: “algo anda mal en la cabeza.” Pero, ¿es ésta una explicación marxista? ¿Por qué, si aceptamos el veredicto de Corretjer, no aceptamos que el proletariado tiene fallas en la cabeza ―no sólo por pelear entre sí― sino también porque no ha hallado todavía medios para deshacerse de la burguesía? Si es que el proletariado, según Corretjer, debe tener “ideas de su clase,” ¿por qué no le es posible, por sí solo, el derribar a la burguesía? No, el silogismo de Corretjer es un raciocinio derrotista, presentado para excusar la esterilidad política de su partido; para excusar de esta manera su incapacidad para servir como partido de la clase obrera; para distraer la atención de la cruz de las cosas: que el proletariado se encuentra bajo el control material, psicológico, ideológico, etc., de la burguesía mientras no tenga una dirección marxista que lo guíe hacia una política de inconciliabilidad clasista, de conciencia clasista definida. Sin un partido marxista, el proletariado sucumbe bajo el control burgués pese a todos los estudios psicológicos de Corretjer, el cual trata de lavarse las manos usando la falsificación teórica y echando la culpa al proletariado por su “falta de consciencia”.

La lógica formal ―método de insolventes― no refleja el desarrollo social sino de una manera deforme e incompleta; o sea, estática. Esta lógica, que esencialmente se encuentra arraigada en la manera de pensar burguesa, debe ser extirpada de los partidos y movimientos obreros, ya que el basarse en ella sólo revela síntomas de profunda degeneración política, propios de organizaciones que hace tiempo han aprendido a separar la teoría de la práctica, y el marxismo revolucionario del alcance de las masas.

El análisis marxista exige que, para descubrir las causas de la hostilidad mutua de los obreros negros y puertorriqueños, examinemos las razones materiales de tal hostilidad; tratando de predecir objetivamente el desarrollo de las relaciones entre estos grupos minoritarios. Descubriremos entonces que los obreros negros y puertorriqueños no luchan entre sí porque son “insensatos” y descubriremos ―y esto es más importante― que no necesitan de la tal “campaña de educación marxista”; al menos no como la vislumbra Corretjer, sino que requieren de acciones y perspectivas mucho más amplias y fundamentales.

El racismo es un producto histórico del capitalismo, sociedad basada en la más despiadada explotación clasista; es un resultado social que se nutre de las diferencias de clase y de la división clasista de la labor. En otras palabras, la burguesía no “planeó” el origen del racismo; por lo tanto, éste no existe debido solamente a las campañas racistas que la burguesía perpetúa en su radio, revistas, televisión, etc. Nadie niega que la burguesía, una vez enterada del miasma que ha creado en su seno, no la usa con toda premeditación, moldeando al racismo, agravándolo, extendiéndolo, con el fin de continuar embruteciendo y dividiendo al proletariado. Pero esta faz es la única que Corretjer toma en cuenta en su estudio “marxista.” Ésta es sólo una cara de la moneda; es el plano superestructural que la burguesía si controla científicamente de miles de maneras. Pero esta faz no es criticada solamente por Corretjer; cualquier pequeñoburgués liberal lo hace y con más maestría.

Corretjer, al decir que la hostilidad racista de los obreros puede ser eliminada con una “campaña de educación marxista,” comete un grave error que puede ser usado de la misma manera por la burguesía. Haciendo un paralelo obvio, podríamos decir que si la burguesía decide “ser sensata,” si decide acabar de un golpe con el racismo, podría aliviar su estado de descomposición social tal vez por largo tiempo. Al situar y aislar el racismo puramente en el plano de la superestructura, Corretjer descubre un flanco al reformismo: la burguesía, que controla la superestructura en gran manera, podría también, “racionalmente,” eliminar el racismo ya que éste refleja la profunda descomposición capitalista.

Pero así como no es posible eliminar el racismo de las filas del proletariado, ya sea puertorriqueño o negro, por medio de  “una educación marxista”, la burguesía tampoco puede eliminarlo en la sociedad; por el contrario, lo aumenta en proporciones cada vez más denigrantes y totales. La burguesía, que ha entrado en su etapa de imperialismo en podredumbre, no podrá sino, en el futuro próximo, agrandar el número de desempleados en proporciones cada vez también más alarmantes. Y al hacer esto, deberá de fomentar aún más el racismo entre la clase obrera, para posponer una confrontación unida con la misma que señalaría el fin de la sociedad de clases.

La burguesía simplemente no puede controlar su modo de producción, que es el origen irracional del racismo y todas las excrecencias que existen, íntimamente ligadas, en el sistema de la propiedad privada. Del mismo modo, el proletariado no puede curarse del racismo que la burguesía estimula en la fábrica o el gueto, sin antes destruir totalmente el aparato estatal burgués.

Esta tarea histórica del proletariado norteamericano, aliado con grandes masas de obreros puertorriqueños residentes, puede hallar eco en el proletariado puertorriqueño y negro sólo a través de largas y duras experiencias en la lucha organizada de clases. Esta lucha organizada sólo puede ser dirigida por un partido marxista-leninista que marque resolutamente los pasos de la clase; organizando a los obreros negros, puertorriqueños y blancos; enlazando el gueto con el proletariado unido, poniendo a la orden del día demandas transicionales con la intención irrevocable de despedazar de una vez por todas al capitalismo. Sólo así es posible combinar la educación marxista de las masas, haciéndoles accesible por primera vez en la historia el antirracismo y el internacionalismo proletario. Semejantes perspectivas no podrán ser enarboladas por un club de académicos en tours de educación “marxista”; en otras palabras, tales perspectivas están ocultas, como si en otra dimensión, para el Partido Laboral Progresista, la Liga Socialista de Puerto Rico y… Corretjer.

¡SUELTEN A BLANCO!

¡SUELTEN A BLANCO!

Originalmente publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 2, Diciembre 1966

Hugo Blanco, el líder campesino peruano, se encuentra en peligro mortal mievamente. Inicialmente sentenciado a 25 afios de cárcel por la muerte de tres guardas que murieron en una lucha con los campesinos a los que explotaban horrorosamente, Blanco enfrenta ahora a un fiscal que clama por su muerte en un tribunal militar.

Todos los que se preocupen por el bienestar de Hugo Blanco deben de escribir inmediatamente, por medio de cartas o telegramas, al Consejo Supremo de Justicia, o al Presidente Belaúnde Terry, en Lima, Perú. Un comité unido para la defensa de los prisioneros políticos latinoamericanos está en proceso de formación aquí en los Estados Unidos. La direccion del comité es:

USLA Justice Committee
P. O. Box 2303
New York, N. Y. 10001

Estes el texto del telegrama enviado el 11 de noviembre de 1966 por la Liga Spartacist:

“CONSEJO SUPREMO DE JUSTICIA LIMA, PERU

HUGO BLANCO SE HA VUELTO EL DEDICADO SIMBOLO DE LOS OPRIMIDOS. SI USTEDES LO MATAN, DESAPARECERÁN MALDICIENDO SU ACCIÓN. ¡SUELTEN A HUGO BLANCO!

LIGA SPARTACIST”

Comuna de Santo Domingo

Comuna de Santo Domingo

Traición Reformista

Primera impresión en Spartacist (Inglés) No. 7, de septiembre-octubre de 1966. Traducido en Spartacist No. 15, julio de 1984]

Tratando de explicarse la victoria de Joaquín Balaguer en las elecciones presidenciales del 10 de junio en la República Dominicana, los apologistas de las direcciones de la izquierda dominicana han elaborado la excusa de unas elecciones falsificadas por los EE.UU. (ver por ejemplo el artículo de Juan Antonio Corretjer enChallenge/Desafío del 5 de julio de 1966). Pero la derrota de Juan Bosch en un país recientemente desgarrado por un alzamiento producido con la evidente intención de devolverlo al poder, no puede ser explicada con devaneos mitológicos. (Los mismos apologistas vieron erróneamente a la traición en Indonesia como una simple “maquinación de la CIA”.) No negamos el criminal papel desempeñado por la burguesía internacional, pero sí decimos que éste no puede ser usado para encubrir la podrida política de los revisionistas. Una contrarrevolución exitosa sigue usualmente a la conciliación de clases perpetrada por “izquierdistas” pequeñoburgueses a costa de las masas.

La insurrección fue inicialmente de naturaleza democrático-burguesa, proponiéndose restaurar la constitución de 1963. Cuando en abril de 1965 oficiales “progresistas” del ejército exigieron el retorno a la constitución, la clase obrera y los estudiantes (sobre todo en los barrios obreros de Santo Domingo) se unieron a la rebelión y apoyaron sus demandas. Pero las masas de Santo Domingo también crearon una situación potencialmente revolucionaria. Para el 28 de abril, Santo Domingo estaba en manos de las masas, organizadas en comités de barrio y organizaciones político-militares similares. Estas constituían formas potenciales de poder obrero.

Invasión estadounidense

Es entonces que invaden los marines y paracaidistas estadounidenses. Rápidamente reforzando la débil resistencia de la junta militar, cortaron Santo Domingo en dos, forzando a los rebeldes hacia el barrio obrero de Ciudad Nueva y permitiendo que las tropas del Gral. Elías Wessin y Wessin “limpiasen” el sector rebelde del norte, aislado de Ciudad Nueva por las tropas imperialistas.

Para todos los revolucionarios latinoamericanos, la lección de esta invasión es clara: el imperialismo nunca puede actuar de mediador. Sólo puede reaccionar brutalmente en un intento de aplastar revoluciones, incluso las que empiezan con fines democrático-burgueses. La única excusa que necesita el imperialismo es una llamada de cualquier apariencia de “gobierno legal” (creado por el mismo imperialismo) comprometido a la defensa de la propiedad privada.

Aunque esto queda claro para los que predican la “teoría” de la contrarrevolución por medio de maquinaciones imperialistas, estos parecen ignorar que una dirección corrupta también puede derrotar a una situación revolucionaria potencialmente viable. El mismo hecho de darle tanta importancia a la derrota electoral de Bosch prueba que no ven la necesidad de una dirección revolucionaria. La carrera política de Bosch es la de un reformista gubernamental: sus posiciones antes de 1961 simultáneamente anti-Trujillo y anticomunistas; su programa, cuando presidente, para establecer una burguesía nacional, reformando las relaciones feudales de tenencia de tierra y democratizando la sociedad dominicana; su postura durante el golpe de 1963, cuando dimitió a fin de mantener el orden; y su repudio a los grupos de izquierda durante la reciente campaña electoral.

Frente popular

Sin embargo, la lección más importante de la insurrección y su desarrollo es la de reconocer el papel traicionero de los dirigentes de izquierda, cuyas acciones revelaron su perspectiva pequeñoburguesa. Los líderes del Partido Socialista Popular (PSP, comunistas pro-Moscú), del Movimiento Popular Dominicano (MPD, comunistas pro Pekín) y los del Movimiento 14 de Junio (M1J4, nacionalistas) trataron de castrar la acción auténticamente revolucionaria de las masas en armas durante el alzamiento. Estas direcciones adoptaron una táctica de frente popular, sosteniendo al principio que la lucha era por la legalidad constitucional y, cuando entraron las tropas estadounidenses, por la liberación nacional. Es curioso que estos “izquierdistas” en un principio trataran de denominar esta táctica un frente unido, como si el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) no tuviera un largo historial político burgués tradicional de campañas anticomunistas. Contentos de poder trabajar bajo el PRD de Bosch, jamás se opusieron a su mandato. Cualquier perspectiva de lucha de clases restante se disolvió en la mesa de negociaciones entre Caamaño, el nuncio papal y la “Fuerza Pacificadora” de la OEA.

Fusionándose con los constitucionalistas, fueron incapaces de empujar el alzamiento hacia una revolución socialista. No conectaron a Santo Domingo con otras ciudades del país o con el campo; ni tampoco apelaron a los obreros latinoamericanos a apoyar su lucha.

Como frentepopulistas no distinguieron una clase de otra. Estos “izquierdistas”: ni siquiera se dieron cuenta de que la rebelión era parte de la lucha de clases internacional. El pueblo estaba armado y listo para luchar. El que su conciencia y sus consignas fueran nacionalistas y no proletarias no era importante para las direcciones pequeñoburguesas de la “izquierda”. Jamás intentaron lanzar un concepto radicalmente distinto, el de la lucha revolucionaria de clases, con el cual pudieran desarrollar la conciencia de clase del proletariado en preparación para una lucha prolongada contra la burguesía, tanto nacional como internacional.

Hegemonía burguesa

Una vez colocados bajo la hegemonía del PRD burgués y de su política, el M1J4, PSP y MPD participaron en su autoliquidación como posibles partidos revolucionarios. (A fines de 1961 ya principios de 1962 el M1J4 era el tercer partido dominicano en tamaño, con amplio apoyo de masas. Hoy día ha vuelto a su anterior base estudiantil pequeñoburguesa.) Su completo servilismo ante la política democrático-burguesa y nacionalista de palabra del PRD fue el resultado lógico de sus respectivas carreras oportunistas. Se acomodaron anteriormente a Bosch y, en el caso del PSP, incluso a Trujillo; y el M1J4 se acomodó a la neotrujillista Unión Cívica Nacional que hizo campaña bajo la consigna, “Dios jamás se equivoca”.

Aunque esta dirección nunca rechazó la colaboración con el enemigo de clase, la burguesía y sus representantes políticos no perdieron ninguna oportunidad para atacarlos. Por ejemplo, Gastón Espinal, dirigente del PRD en Nueva York, dijo al comienzo de la insurrección de 1965: “Ellos [los izquierdistas] no tienen ninguna influencia y jamás la tendrán.” Pero obviamente consideró que el imperialismo norteamericano sí debía tener influencia, porque al ser preguntado acerca del desembarco de los marines respondió: “¿Cómo se puede objetar el salvar vidas?” No obstante, Manuel Tavares, uno de los dirigentes del M1J4, caracterizó al PRD como “el agente de una revolución nacional, democrática, antimperialista y antifeudal”. Esta caracterización fue hecha con tono aprobatorio, como si una revolución democrático-burguesa fuese la solución para todos los problemas de América Latina.

Consignas nacionalistas

Con semejante historial de colaboración de clases, el resultado final de las elecciones (de 1966) es más comprensible. Cuando el último reducto rebelde fue “limpiado” después de la tregua de agosto, el liderato de la izquierda dominicana siguió luchando bajo las mismas consignas nacionalistas que ya habían probado ser inútiles en las luchas insurreccionales. Siguiendo esta línea, continuaron apoyando a Bosch en las elecciones en vez de contraponerles una alternativa de clase a ambos candidatos de la reacción burguesa, Prefirieron la posibilidad inmediata de una victoria (electoral) de Bosch a la lucha continua para elevar la conciencia de clase a su conclusión de revolución proletaria. Sin embargo, como en 1962, Bosch rehusó su apoyo. Proclamó oficialmente su oposición a una huelga general llamada por el MPD en noviembre de 1965, diciendo que el “deber” de los trabajadores era el de ignorar el llamado a la huelga y apoyar al régimen de García Godoy respaldado por la OEA. Aparentemente sorprendido por este paso, el MPD, sin nombrar a Bosch, lo acusó de “sabotaje” y de “seguirle el juego al Gobierno Provisional y al imperialismo yanqui.”

Pero si nos fijamos en la llamada a la huelga, nos damos cuenta de que es el mismo MPD el culpable del fracaso. Después de una larga serie de claudicaciones ante Bosch y sin preparación táctica realmente revolucionaria, llamaron en forma aventurera a una “huelga patriótica” contra el “imperialismo yanqui… que quiere transformar a este país en una colonia de los Estados Unidos igual a Puerto Rico.”

Naturalmente, apoyamos la autodeterminación nacional como aspecto de la revolución proletaria en el mundo “colonial”, pero el MPD no había construido una base proletaria para permitir semejante llamada. Su aventurerismo permitió que Bosch disipara la huelga, también en nombre del nacionalismo.

Victoria de Balaguer

Esta bravata aventurerista, después de la prolongada, traidora y conveniente coalición, no podía sino obscurecer la base clasista de la lucha. Las masas llevaron la lucha hasta donde pudieron, sólo para verse traicionadas por la dirección de la izquierda que buscó la conducción de Bosch. El consiguiente sentimiento de haber sido vendidos debe haber contribuido a la victoria de Balaguer en los comicios.

Balaguer representaba el “orden” después de largos meses de vano derramamiento de sangre. Por supuesto las masas no confiaban ni respetaban a Balaguer, pero los que decían ser los dirigentes de las masas no habían despertado ninguna conciencia de clase; la situación revolucionaria había languidecido y muerto. En el campo, Balaguer desarrolló su campaña bajo los lemas de “orden” y “unidad”, la fachada electoral del capitalismo. No había nadie con la autoridad y la fuerza para desenmascararlo. Y la población rural, que en las elecciones de 1962 dió un apoyo abrumador a Bosch, esta vez dió la victoria a Balaguer.

El papel de Cuba

Mientras el papel de la dirección de la izquierda fue, en última instancia, contrarrevolucionario dentro de la República Dominicana, así también el papel de la burocracia cubana fue de expresar un apoyo vacío. El liderato cubano, con su principal portavoz Fidel Castro, no prestó una ayuda eficaz al alzamiento dominicano. Lo que sí hicieron fue pronunciar sus acostumbradas protestas en nombre de la “soberanía popular” a través de canales respetables de protesta como las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, Castro anunció que la insurrección no era comunista y que Cuba no tenía nada que hacer con ella. Aunque semejante declaración no sería una táctica diplomática incorrecta, la burocracia cubana no mentía, y estaba dispuesta a probárselo al mundo. Al mismo tiempo Castro tenía que dar una apariencia de combatividad, al menos en palabras. Así elogió al reaccionario presidente chileno Frei por “exigir que los Estados Unidos cesen su intervención armada en la República Dominicana.”

En un artículo aparecido en Monthly Review (abril de 1966), Adolfo Gilly sugiere un tipo de apoyo revolucionario que difiere sustancialmente del de la burocracia cubana: “El apoyo activo significa movilizar a las masas cubanas por todos los medios posibles con el propósito de demostrar su apoyo a los dominicanos, y no la mera emisión de declaraciones. Significa llamar a las masas latinoamericanas a movilizarse, significa asesorar la lucha por la defensa de la República Dominicana y proveer en Cuba un centro para todas las movilizaciones espontáneas que sacudían América Latina. El liderato cubano no hizo ni una sola de estas cosas.”

Pero la burocracia cubana no podía hacer ninguna de estas tareas, puesto que sigue la política de Moscú. Las debilidades económicas de Cuba la fuerzan a depender políticamente de la burocracia rusa y la política de Moscú es la coexistencia pacífica. Todo esto agrava la crisis de dirección en Cuba. Bajo semejantes condiciones, la reacción de la burocracia cubana frente a la insurrección dominicana es lógica, derivada de la composición social de tal burocracia. Esta casta burocrática-nacionalista, pequeñoburguesa y conservadora está formada principalmente por aquellos ex amigos de Batista, el PC cubano.

El ataque sin principios de Fidel Castro contra el Movimiento I3 de Noviembre en Guatemala, un grupo guerrillero que hasta ahora ha luchado por una revolución obrera y campesina, en vez de un “frente popular” con la burguesía, confirma la incapacidad de la burocracia cubana para dar dirección a cualquier sector de la lucha latinoamericana.

Apologías de “izquierda”

La dirección de la izquierda que tomó parte en la insurrección dominicana ya ha emitido sus apologías por sus acciones. Un portavoz del M1J4, el Dr. Emilio Cordero Michel, al igual que Castro, muestra su agradecimiento a los gobiernos de México y Chile por su “defensa resuelta del principio de la no intervención” (PL, diciembre de 1965). Cordero Michel oculta el verdadero propósito de estos gobiernos reaccionarios: declararse partidarios de esta u otra legalidad burguesa. Los gobiernos reaccionarios de México y Chile no hacen sino defender sus propios intereses burgueses nacionales contra una posible intervención de los EE.UU. Pero la burguesía imperialista es del mismo género que la colonial: fundamentalmente sus intereses son los mismos. El revolucionario doctor olvida mencionar que el “resuelto” gobierno mexicano tortura a los revolucionarios y ametralla a dirigentes campesinos sin ninguna apariencia de legalidad; y que el gobierno pro “no intervención” de Chile asesina a los mineros en rebelión contra las compañías mineras norteamericanas. Aunque México y Chile pueden permitirse demandas “resueltas” dirigidas al imperialismo, le permiten saquear a su proletariado y campesinado por medio de una explotación semicolonial.

Cordero Michel demuestra una gran desconfianza hacia la clase obrera al decir que tiene “una débil concepción de sus objetivos”. También la caracteriza de políticamente aturdida por la tiranía trujillista. Todas estas caracterizaciones fallan, basándose en un sofisma pequeñoburgués. Si las masas tenían “concepciones débiles”, fue porque el MlJ4 y los demás movimientos no elevaron el nivel de conciencia de las masas. Al contrario, su conciliación con la burguesía desarmó a la clase obrera y la “aturdió políticamente”. Los izquierdistas nunca construyeron un partido capaz de dirigir a las clases oprimidas dominicanas a la conquista del poder. Llegaron a las masas a través del PRD, nunca como la vanguardia de la clase. Más aun, compartieron el mismo miedo ante las masas propio de los políticos burgueses.

Necesidad del partido de vanguardia

La insurrección dominicana muestra cuan urgente es la necesidad del partido proletario de vanguardia hoy día. Ningún acontecimiento de los últimos 40 años ha desmentido este histórico y primordial principio revolucionario. Todavía no ha desaparecido la necesidad de “una revolución que no se aviene a ninguna de las formas de predominio de clase, que no se detiene en la etapa democrática y pasa a las reivindicaciones de carácter socialista, abriendo la guerra franca contra la reacción, una revolución en la que cada etapa se basa en la anterior y que no puede terminar más que con la liquidación completa de la sociedad de clases” (de la introducción a La revolución permanente, León Trotsky). Este es el único camino al comunismo.

Es debido a que los mismos errores y traiciones criminales de más de 40 años de revisionismo siguen repitiéndose que podemos afirmar que no hay “nuevas realidades” en la lucha de clases. Es porque las mismas circunstancias (es decir, agudas confrontaciones de clases) siguen presentándose, que insistimos en seguir el curso trazado por el partido que tomó el poder en Rusia en octubre de 1917. Es porque el estalinismo y otras ideologías pequeñoburguesas no han aprendido esas lecciones que tales circunstancias siguen repitiéndose y la clase obrera sigue siendo traicionada por los revisionistas.

Las palabras de leguleyos políticos como Juan Antonio Corretjer y el Dr. Emilio Cordero Michel nos recuerdan disculpas similares balbucidas por algunos de los que traicionaron al proletariado español durante la Guerra Civil de los años 30. Aunque ese conflicto fue un evento más decisivo en el plano internacional de la lucha de clases, la comparación con la Comuna de Santo Domingo de 1965 no es totalmente inaplicable.

La respuesta de Trotsky al POUM

Reproducimos a continuación algunos párrafos tomados de “Clase, partido y dirección”, de Trotsky, que bien podrían referirse tanto al papel del liderato de la izquierda dominicana en la insurrección de Santo Domingo en 1965 como a la dirección del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) durante la Guerra Civil española:

“Ahora bien, este partido [el POUM] desempeñó, precisamente, un papel funesto en el desarrollo de la revolución española. No ha conseguido convertirse en un partido de masas, porque para conseguirlo hubiese tenido que destruir antes a los otros partidos, y esto sólo era posible mediante una lucha sin compromisos, una denuncia implacable de su carácter burgués. Ahora bien, el POUM, aunque criticaba a los antiguos partidos, se subordinaba a ellos en todas las cuestiones fundamentales. Participó en el bloque electoral ‘popular’; entró en el gobierno que acabó con los comités obreros: luchó por reconstruir esta coalición gubernamental…”

“… las masas catalanas eran mucho más revolucionarias que el POUM, que a su vez era mucho más revolucionario que su dirección. En estas condiciones hacer recaer el peso de la responsabilidad de la política errónea seguida sobre la ‘irresponsabilidad’ de las masas, es meterse en la más pura charlatanería – un camino al que frecuentemente recurren los fracasados de la política.”

“La falsificación histórica consiste en hacer recaer la responsabilidad de la derrota española sobre las masas obreras y no sobre los partidos que han paralizado, o pura y simplemente aplastado, el movimiento revolucionario de las masas. Los abogados del POUM responden sencillamente que los dirigentes siempre tienen alguna responsabilidad, con el fin de evitar así tener que asumir sus propias responsabilidades. Esta filosofía de la impotencia, que intenta que las derrotas sean aceptables como los necesarios eslabones de la cadena en los desarrollos cósmicos, es incapaz de plantearse, y se niega a plantearse, la cuestión del papel desempeñado por factores tan concretos como son los programas, los partidos, las personalidades que fueron los responsables de la derrota. Esta filosofía del fatalismo y de la postración es diametralmente opuesta al marxismo, teoría de la acción revolucionaria.”

1964: Samarakkody contra el Frente Popular

1964: Samarakkody contra el Frente Popular

Informe de la delegación de la tendencia Espartaquista internacional [TEI] a Sri Lanka ante el comité local de Nueva York de la SL/U.S., 8 de julio de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No 08, agosto de 1980.

“En 1964 cuando el frente popular entró en funciones, lo hizo con una mayoría muy reducida; el ala derecha del Sri Lanka Freedom Party se escindió; y mediante una serie de maniobras, el discurso del trono ―que es el principal discurso e incluye el programa declarado del frente popular― fue rechazado en base a una enmienda propuesta por un derechista independiente animado por el UNP [United National Party]. Dicho sea de paso, era una enmienda muy bien hecha. Decía: condenamos el gobierno entrante por no haber sido capaz de proteger el nivel de vida de las masas trabajadoras. Los dos camaradas de la fracción parlamentaria del LSSP(R) [Lanka Samasamaja Party (Revolutionary)], Edmund [Samarakkody] y Meryl [Fernando] [ambos luego del RWP], votaron a favor de la enmienda. Pero, ¡oh sorpresa! de repente todos los demás en la sala votaron a favor de la enmienda y el gobierno, aunque no cayó, sufrió un voto de no confianza y decidió convocar a nuevas elecciones. Inmediatamente el viejo LSSP se dirigió a Edmund y Meryl y les dijo: Uds. entregaron el país al capitalismo de la CIA, imperialista, fascista, y ¿cuánto les pagan por esto?… Esto les afectó mucho, porque aun cuando se habían comportado en forma principista, todavía estaban muy metidos en el ambiente del LSSP.

“Pero no tenían ninguna salida, habían votado y defendieron su voto durante casi diez años; pero luego quisieron abandonarlo y dijeron que fue un error táctico. Justo en el momento en que los jóvenes eran masacrados por el frente popular, en que los tamiles odiaban al frente popular, y todas esas fuerzas que buscaban un cambio en la sociedad despreciaban al frente popular… nuestros camaradas no podían ver sino el LSSP…

“Así que en los momentos difíciles, nuestros camaradas fueron muy principistas y fuertes y francos, pero dada una pequeña oportunidad, porque hubo una escisión en el LSSP, ellos dijeron: oh, fue un error táctico….

“Si los camaradas en Ceilán pueden ser convencidos de la contradicción entre lo que hicieron y sus posiciones ―no olvidéis, ellos lo hicieron; no es algo que estamos tratando de forzarlos a conceder que debieron haber hecho― eso tendería a deshacer todo su seguidismo tras los frentes populares.”

“Extrema izquierda” y las elecciones Suárez

“Extrema izquierda” y las elecciones Suárez

Traducido de Workers Vanguard No. 167, 22 de julio de 1977. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 5, octubre de 1977.

Las elecciones parlamentarias españolas del 15 de junio marcaron un paso adelante hacia la realización de los planes del primer ministro Adolfo Suárez de reformar la dictadura franquista en un régimen semibonapartista, eufemísticamente denominado “Democracia Española”. Esto debe ser reconocido como una victoria para un régimen anteriormente desacreditado, que durante meses se había balanceado al borde de una explosión de las masas proletarias, que habrían podido derrocarlo en pocas horas. La burguesía ibérica dio un suspiro de alivio colectivo cuando cerraron las urnas sin mayor incidente y el escrutinio dio una mayoría a la Unión del Centro Democrático (UCD) de Suárez y al Partido Socialista Obrero (PSOE) de Felipe González.

Que estas elecciones cuidadosamente orquestadas se hayan realizado con éxito fue ante todo debido a los esfuerzos de los partidos obreros reformistas, el PSOE socialdemócrata y el Partido Comunista (PCE), quienes sistemáticamente frustraron las manifestaciones masivas y acciones de huelga general para no poner en peligro la inestable monarquía de Juan Carlos. Aunque su propia legalización se debía precisamente a estas movilizaciones ilegales del combativo proletariado español, estas fueron canceladas tan pronto amenazaban ir más allá de los límites de una mera protesta.

Pero la elección de las primeras Cortes postfranquistas de ninguna manera señaló el fin de los problemas del régimen de Juan Carlos/Suárez, como se vio con la devaluación en un 20 por ciento de la peseta el 12 de julio. Esta acción, que causará un incremento drástico en el costo de vida de las masas obreras, es sólo una de una serie de medidas de austeridad que poderosas casas bancarias han estado reclamando y que el gobierno debe implementar para evitar una fuga masiva de capital.

Después de las elecciones, Felipe González había proclamado que los socialistas no admitirían una política clásica de austeridad. Pero al ser consultado por Suárez sobre la devaluación, el líder del PSOE jugó el rol de “la oposición leal de su majestad”, declarando que su reacción fue “positiva” (Le Monde, 13 de julio). Sin embargo, esta aprobación no garantiza que los obreros no tratarán de recuperar sus pérdidas por medio de demandas salariales masivas durante el otoño.

El oportunismo vacilante de González sobre la política de austeridad del gobierno fue típico de la conducta tanto del PSOE como del PCE durante la campaña. El PSOE se dio un cierto tono izquierdista, acusando a la UCD de ser casi igual que los franquistas duros de la Alianza Popular (AP), y tachando al Partido Comunista de pro-monárquico. El PCE, a su vez, trató de parecer “moderado” al proclamar agresivamente su “eurocomunismo” y al concentrar sus ataques contra el “bunker” de la AP. Sin embargo, una vez terminadas las elecciones ambos partidos reformistas dejaron claras sus intenciones de cooperación con el gobierno.

El eje frente populista

Durante los últimos años, cuando la dictadura comenzó a resquebrajarse y se abrió una situación prerrevolucionaria, el eje del desarrollo político de la oposición ha sido el frente popular. Uniendo y subordinando los partidos obreros a los sectores liberal/“progresistas” de la burguesía, los Carrillo y González podrían contener, la combatividad del proletariado “para no asustar a nuestros aliados y así romper el frente democrático”. Empezando en 1971 con alianzas regionales (la Assemblea de Catalunya) y políticos destacados (en el Pacto por la Libertad), surgieron dos frentes populares distintos (dominados respectivamente por el PCE y el PSOE) los cuales se unieron a principios del año pasado en la Coordinación Democrática. Durante este período la mayor parte de las grandes manifestaciones fueron convocadas en el nombre de los varios frentes populares en vez de los partidos obreros.

Pero después de este período de ampliación y unificación de las formaciones frentepopulistas, a finales de 1976 estas súbitamente se “marginalizaron”. Así en las elecciones de junio el PSOE y el PCE participaron en forma independiente el uno del otro y de sus aliados antiguos de la democracia cristiana. ¿Indica esto un giro hacia la izquierda? De ninguna manera. Por el contrario, era tan delicada la situación que cualquier movilización de la izquierda podía derribar el aislado gabinete de Suárez. En consecuencia, González y Carrillo optaron por limitarse a la negociación directa con el gobierno.

En el referéndum del 20 de diciembre de 1976, sobre un programa impreciso de “democratización”, los partidos de la Coordinación Democrática llamaron a la abstención. Pero en lugar de luchar por un boicot activo -llamando a una huelga general política contra el referéndum falso, realizando manifestaciones masivas exigiendo la garantía inmediata de los derechos democráticos, etc.- los reformistas y sus socios de la coalición burguesa nada hicieron. Como resultado, estando planteado el problema ante las masas como una elección entre la “reforma” y el franquismo, sin la existencia de una alternativa revolucionaria, Suárez pudo ejecutar exitosamente su maniobra del referéndum.

A principios de febrero, después del asesinato a sangre fría de cinco abogados vinculados con las Comisiones Obreras (CC.OO.), el Partido Comunista suspendió las protestas después del segundo día, alegando la amenaza de un golpe de estado. Su respuesta fue la política tradicional de todos los reformistas: si no lucháis, el enemigo de clase no atacará. En justificación posterior a esta orden traidora que detuvo el ímpetu creciente hacia una huelga general a escala estatal, el dirigente del PCE Simón Sánchez Montero declaró: “¿Qué hubiera pasado si el PCE hubiera reaccionado violentamente al asesinato de los abogados de Atocha? Es evidente que si nos hubiéramos lanzado a la calle no tendríamos ahora la legalidad” (citado en Combate [LCR], 26 de mayo de 1977).

Siendo que el objetivo [de los reformistas] ya era de “negociar” con el gobierno, una forma más apropiada fue encontrada eh la selección de una “comisión de los diez” que supuestamente representaba a la Coordinación Democrática, pero en realidad la hizo aceptable para Suárez con la supresión de los pequeños grupos a la izquierda del PCE. Con la negativa del gobierno a negociar un programa mínimo -ni siquiera la legalización de todos los partidos o las normas para una elección democrática- esta comisión también se desintegró, mientras cada grupo buscaba audiencias separadas con el primer ministro para obtener su legalización.

Pero una vez adquirida la legalización -debido al temor del régimen de una explosión masiva en las calles si no era concedida- ¿por qué el PCE y el PSOE no renovaron las previas alianzas de colaboración de clases? “Primero, para evitar despertar recuerdos del Frente Popular de 1936, que condujo a la Guerra Civil; segundo, para no provocar una bipolarización de la vida política española. Un frente de las izquierdas habría sin duda provocado un frente de las derechas, y el país estaría de nuevo dividido en dos.” (Le Monde, 19-20 de junio). ¡Era necesario no solamente no amedrentar a la “burguesía democrática”, sino tampoco al ejército y a los ultras franquistas! Subsiguientemente, los demócratas cristianos -compitiendo por el mismo espacio político que el Centro Democrático de Suárez- perdieron su papel de garante de la burguesía dentro del frente popular, desapareciendo prácticamente como una fuerza política viable.

En tales condiciones la ausencia de un frente popular formalmente constituido durante la campaña electoral de mayo/junio no significó en absoluto un paso hacia la independencia de clase por parte de los partidos reformistas. Por el contrario, se consideró al frente popular demasiado “avanzado” y una amenaza a los planes de “reforma” de Suárez. (Indudablemente habría disminuido significativamente los votos de la UCD.) Durante esta campaña el eje principal de colaboración de clases del PCE/PSOE fue su acuerdo implícito con el gobierno de no agitar las elecciones. No obstante, el marco fundamental de la política reformista continúa siendo el frente popular, y sin duda veremos pronto su reaparición formal. Dado el 40 por ciento del voto popular ganado por el PCE/PSOE, los burócratas comunistas y socialistas necesitan de manera urgente la cubierta del frente popular para encubrir su rechazo a luchar por la supuesta meta del socialismo.

Debido a las políticas frentepopulistas y al apoyo al gobierno de Suárez ofrecido por los partidos obreros reformistas, la tendencia espartaquista llamó a una oposición condicional a los candidatos del PCE y del PSOE en las elecciones del 15 de junio. Llamamos a la base obrera de estos partidos a obligar a sus dirigentes a romper con sus aliados burgueses como condición para cualquier apoyo electoral. La clave es el frente popular.

¿Boicotear las elecciones?

Aunque [en la fecha de publicación de este artículo] toda la “extrema izquierda” española permanece ilegal, en los dos meses previos a las elecciones se hizo claro que les sería permitido presentar candidatos por medio de frentes electorales. (No obstante, esto requeriría bastante trabajo y gastos en la obtención de los millares de firmas necesarias para lograr la autorización de participaren los comicios.) La nueva situación dividió profundamente a los grupos a la izquierda del PCE sobre la cuestión de participar o no en las elecciones, y en caso afirmativo bajo qué programa. Varias organizaciones de la llamada “extrema izquierda” respondieron con una llamada al boicot de las elecciones a las Cortes. Entre ellas se contaba el Partido Obrero Revolucionario de España (PORE) varguista, el Partido Comunista de España (Reconstituido) (PCE-R) maoísta, el cascarón de la antigua central sindical anarquista CNT, un ala del fracturado Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), la Organización Cuarta Internacional (OCI) lambertista, y la Liga Comunista de España (LCE, una sección simpatizante del “Secretariado Unificado” [SU] pablista).

La posición de boicot de la CNT se basó en las tradiciones anarquistas del abstencionismo electoral, y el PCE-R (que apoya al misterioso grupo terrorista GRAPO) fundamenta su posición sobre el postulado aventurista de que “no es hora de votos sino de barricadas” (Bandera Roja, mayo de 1977). El POUM, el PORE, la OCI y la LCE, sin embargo, argumentan todos a favor del boicot sobre la base de que las elecciones eran evidentemente antidemocráticas, además de ser parte integral de los planes para la “reforma” franquista de Suárez. Un comunicado conjunto de la LCE y la OCI española declara:

“…estas elecciones son el último intento desesperado de la burguesía española, de las burguesías imperialistas que la apoyan, de la burocracia del Kremlin y sus burocracias satélites, para mantener la continuidad del estado de Franco y dar una legitimación vergonzosa a Juan Carlos.” *

Informations Ouvrieres, 2 de junio de 1977

Es correcta la premisa de que estas elecciones son un elemento clave en los planes de Suárez para la consolidación de un régimen de estado fuerte arraigado en la dictadura de Franco. Es por ello que escribimos en “¡No al franquismo ‘reformado’!” [reproducido en este número de Spartacist] que “un partido revolucionario de masas buscaría acabar con esta abominación de seudoparlamento, luchando por una asamblea constituyente plenamente democrática.” Agregamos que, “si el sentimiento popular fuera tal como para asegurar un gran impacto, los comunistas llamaríamos por un boicot activo de elecciones como las del 15 de junio.”

Sin embargo, estaba claro mucho antes de la votación que las direcciones reformistas habían asegurado que, con la posible excepción del País Vasco, los obreros votarían en las elecciones de Suárez. Si un boicot masivo se presentara en Euzkadi, dijimos, los trotskistas nos uniríamos a los obreros en protesta contra el régimen de terror policial en dichas provincias. Pero insistimos en que “no tiene sentido llamar a un boicot a menos que haya posibilidad real de éxito”. Para un pequeño grupo revolucionario, hacer tal cosa por sí solo significaría un autoaislamiento sectario. Como resultó, la participación electoral en las provincias vascas fue fuerte y las llamadas de boicot emitidas por algunas organizaciones nacionalistas fueron ignoradas.

La posición de boicot de una parte de la “extrema izquierda” española ignoró la cuestión fundamental de si las elecciones del 15 de junio podrían ser descarriladas y/o desacreditadas. Siendo que de todas maneras los obreros iban a votar, esto significaba la pérdida de una oportunidad importante para presentar su programa ante las masas mediante sus candidatos. Igualmente se negaron a apelar a las bases comunistas y socialistas a obligar a sus líderes a romper con sus aliados burgueses como una condición para el apoyo crítico. Así, la llamada al boicot de estas elecciones lanzada por un reducido grupo de propaganda en la práctica viene a ser lo mismo que la postura de “boicot como principio” de corrientes ultraizquierdistas tales como los bordiguistas.

En contraste, la posición leninista sobre la participación en los parlamentos y las elecciones burgueses está basada fundamentalmente en el análisis de las posibilidades de sobrepasar dichas instituciones. Así escribió Lenin sobre la táctica de los bolcheviques hacia la duma tsarista de 1905: “El boicot fue correcto en ese entonces, no porque sea correcto en general la no participación en los parlamentos reaccionarios, sino porque apreciamos con exactitud la situación objetiva que estaba conduciendo a un rápido desarrollo de las huelgas de masas, primero hacia la huelga política, luego hacia la huelga revolucionaria y finalmente hacia la insurrección” (“El izquierdismo: una enfermedad infantil del comunismo”, abril-mayo de 1920).

Este no fue el caso, sin embargo, en 1906 y particularmente en 1907 y 1908. Lenin consideró el boicot  bolchevique de la duma en los años posteriores “un grave error” como escribió en 1907:

“…para tener éxito el boicot requiere una lucha directa contra el antiguo régimen, un levantamiento contra él y la desobediencia masiva en gran número de casos (tal desobediencia masiva es una de las condiciones para preparar el levantamiento). El boicot es la negativa a reconocer al antiguo régimen, una negativa, por supuesto, no en palabras sino en acciones; por ejemplo, es algo que encuentra su expresión no solamente en los gritos y consignas de organizaciones, sino en un movimiento real de la masa del pueblo, que sistemáticamente desafía las leyes del antiguo régimen, sistemáticamente organiza nuevas instituciones, las cuales, aunque ilegales, existen realmente, etc., etc…. A menos que exista un amplio auge revolucionario, a menos que exista una agitación masiva que desborda, por así decirlo, los límites de la antigua legalidad, no hay posibilidad de un boicot exitoso.”

— “Contra el boicot”

Frentepopulismo, estilo maoísta

La continua trayectoria del PCE hacia la derecha (aceptación de la monarquía. apoyo a las bases norteamericanas en España, alabanza de la cruzada antisoviética de Jimmy Carter sobre los “derechos humanos”, etc.) y la desenfrenada demagogia del PSOE dan una oportunidad a un núcleo revolucionario de utilizar las elecciones para dirigirse a los obreros militantes de dichos partidos. Donde a los trotskistas no les está permitido participar, deberían buscar oportunidades para ofrecer apoyo crítico a grupos del movimiento obrero que en las cuestiones claves se alinean contra la colaboración de clases de los reformistas.

Todas las mayores organizaciones a la izquierda del PCE se aprovecharon del reglamento electoral para presentar candidatos bajo los rótulos de varios frentes electorales. Los mayores grupos mao-sindicalistas -el Partido del Trabajo de España (PTE), la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) y el Movimiento Comunista de España (MCE)- iniciaron cada uno un frente electoral, respectivamente el Frente Democrático de Izquierdas (FDI), la Agrupación Electoral de los Trabajadores (AET) y la Candidatura Unitaria y Popular (CUP). Pero a pesar de ser todos fuertemente anti-Suarez,  ninguno de ellos rompió en forma alguna con el frentepopulismo del PCE/PSOE.

El hecho más significativo en la evaluación de sus campañas es que el PTE, la ORT y el MCE pertenecieron todos a la Coordinación Democrática. Mientras generalmente abogaron por acciones más combativas y ocasionalmente condujeron acciones huelguísticas importantes, los tres grupos reivindican la alianza con la burguesía “democrática”. Así, por ejemplo, el PTE condenó a Carrillo por abandonar la Plataforma de Organizaciones Democráticas (POD), una reencarnación de los frentes populares anteriores, y la “comisión de los diez”. La POD, escribió: “por la amplitud de fuerzas que abarcaba, por su programa político democrático y sus ofertas de negociación con el Gobierno entorno a ese programa, representaba una alternativa y un peligro serio a la política reformista del Gobierno de Suárez” (Correo del Pueblo, 3 de marzo de 1977). La ORT ha mantenido una línea similar de servil colaboración de clases, y por varias semanas durante esta primavera su principal demanda fue ¡que se reúna el POD!

Con la capitulación tanto del PCE como del PSOE ante la monarquía juan carlista, la CUP y la AET centraron sus programas electorales en la consigna de una “república democrática”. El FDI, conducido por el más agresivamente oportunista PTE, pidió un plebiscito para decidir entre la monarquía y la república. En el mejor de los casos estas consignas representan simplemente la fórmula clásica estalinista de una revolución en “dos etapas”, según la cual la primera (léase, la única) etapa es la república burguesa. Consecuentemente, estos mao-sindicalistas están activamente buscando aliados burgueses para sus frentes populares “mini” y “maxi”. A pesar de su combatividad esporádica en las luchas laborales, ellos son necesariamente hostiles a la perspectiva de la generalización de las luchas obreras en una revolución proletaria contra el régimen. Aun cuando en la actualidad son pequeños en tamaño (su militancia conjunta se calcula en unos 30.000), estos presuntos “izquierdistas” solo podrían repetir la tragedia de la Guerra Civil o del Chile de Allende, donde la clase obrera sufrió sangrientas derrotas porque se encontraba atada a su enemigo de clase mediante el frente popular.

Los tres grupos recibieron pocos votos, a pesar de una considerable campaña electoral, logrando un promedio de 0,5 por ciento cada uno. Más aún, su oportunismo les venció, ya que perdieron a manos de sus aliados los pocos escaños parlamentarios adquiridos. Así en Cataluña el PTE se presentó bajo el rótulo dé Esquerra de Catalunya junto con Esquerra Republicana y Estat Català, dos partidos nacionalistas burgueses que hoy son sólo el cascarón de su antigua identidad. Esta coalición obtuvo un solo escaño, que correspondió al líder de la Esquerra Republicana. El MCE, a su vez, participó en las provincias vascas (su propio territorio, donde desempeña un papel dirigente en las CC.OO,) en la alianza Euzkadiko Ezquerra junto con la EIA, un partido político de reciente formación, asociado con la ETA-V. Al obtener un 9,3 por ciento en la provincia de Guipúzcoa, la coalición eligió un diputado y un senador, el primero cercano a la EIA y el segundo un abogado independiente. La AET, dirigida por la ORT, obtuvo en todas partes pobres resultados.

Capitulación al frentepopulismo, estilo “trotskista”

La única agrupación electoral no involucrada, directamente o a través de su partido-guía, en las diversas coaliciones frentepopulistas fue el Frente de la Unidad de los Trabajadores (FUT), encabezado por la Liga Comunista Revolucionaria (LCR — otra sección simpatizante del SU pablista). El FUT se colocó a la izquierda de las otras tres listas electorales ya mencionadas. Su programa incluye la consigna de un gobierno de los trabajadores y presenta la perspectiva de “la conquista de Socialismo edificando un Estado de nuevo tipo basado en los Consejos de Trabajadores”. Igualmente reivindica la disolución de las actuales Cortes y elecciones libres para una asamblea constituyente, y la nacionalización de los bancos y las grandes empresas.

Pero el programa del FUT de ninguna manera puede calificarse de revolucionario. Entre sus artículos se incluye una solicitud al estado de disolver las bandas fascistas (una reivindicación descartada por Trotsky por sembrar las peores ilusiones democráticas) y la demanda “¡Por la República!” (Combate [LCR], edición especial para Francia, sin fechas [mayo de 1977]). Mientras los trotskistas estamos dispuestos a defender la república contra intentos militaristas, monarquitas o fascistas de tomar el poder (como en la Guerra Civil), el enarbolar la bandera de la república (burguesa) significa aprobar el dominio del poder estatal en manos de la clase capitalista.

Además de la LCR, el FUT abarcaba a tres grupos más pequeños de la “extrema izquierda”: Acción Comunista, una tendencia surgida en torno a las teorías de una “nueva clase trabajadora” en los años 60; la Organización de la Izquierda Comunista (OIC); que se define como “consejo-comunista” y sostiene la existencia de un “capitalismo de estado” en la Unión Soviética; y la principal ala sobreviviente del POUM, que todavía alaba su “gloriosa” acción durante las Jornadas de Mayo de 1937 en Barcelona. Las maniobras entre estos grupos tan diversos hundieron el FUT en un desorden caótico, sobre todo en Barcelona donde la LCR era débil y dominaron la alianza electoral sus irresponsables compañeros de cama.

Así, por ejemplo, el día anterior a las elecciones, Acción Comunista se retiró de frente (alegando que siempre había pensado hacerlo), ¡invalidando por lo tanto las listas del FUT en varias provincias! Otro ejemplo: durante la última semana de la campaña, la OIC lanzó un proyecto de convertir el FUT en un “movimiento popular anticapitalista”, la concepción-guía detrás de la CUP del MCE (modelada, a su vez, sobre la campaña presidencial de 1976 por el General Otelo Saraiva de Carvalho en Portugal). Al mismo tiempo, la OIC rompió toda comunicación con la LCR, y al día siguiente de la votación abandonó el FUT para entablar discusiones con el MCE. Conforme a un artículo en el órgano de la LCR francesa, Rouge (24 de junio de 1977), “el desarrollo y la expresión pública de estas diferencias y los elementos de confusión política que engendraron han llevado a los camaradas de la LCR española a la conclusión de que los aspectos negativos del FUT superan a los positivos.”

La falta de seriedad del FUT, el resultado de vanos intentos por reunir grupos tan dispares bajo un programa común, fue suficiente motivo para los marxistas de negarse a apoyar sus candidatos. En casi todos los aspectos, el fracaso del FUT se asemeja al fallido intento de la LCI y del PRT portugueses de presentar una candidatura presidencial única en 1976; tuvieron que retirarla pocos días antes de las elecciones cuando se descubrió que su candidata había sido condenado por robo de artículos electrodomésticos. Pero el problema fundamental del FUT desde la perspectiva trotskista fue su falla en enfocar su lucha sobre el rechazo del frentepopulismo. Así, en la edición del programa del FUT publicada en Francia, ¡ni siquiera se menciona la colaboración de clases! Se limita simplemente a un programa de derechos democráticos más combativo de lo que apoyaría el PCE, con unas cuantas palabras al final sobre el socialismo del futuro; en resumen, podría haber sido firmado por un Allende español.

Una versión posterior del programa del FUT en lengua catalana incluye una renuncia de los “acuerdos orgánicos con fuerzas burguesas, tales como la Coordinación Democrática, el POD, la ‘comisión de los nueve’ etc.” Sin embargo, ni una sola vez menciona la palabra frente popular, ni las lecciones de la Guerra Civil, y no hace mención del más importante frente popular local, la Assemblea de Catalunya. Esto es consecuente con toda la historia de la LCR, que ha sido de constantes giros y capitulación en la cuestión del frentepopulismo. Así, en enero de este año, la LCR firmó un comunicado en Barcelona [reproducido en este número de Spartacist] junto con liberales burgueses e incluso con los carlistas lamentando el asesinato de varios policías, exigiendo la detención de los fascistas por la policía (siendo muchos de ellos policías de Franco), y concluyendo con una súplica miserable al estado franquista para que introduzca la “democracia”.

En febrero, la LCR participó activamente en negociaciones para la formación de un amplio frente popular en el País Vasco. Se le pidió firmar una plataforma común con otros grupos de la “extrema izquierda”, nacionalistas vascos pequeñoburgueses y formaciones burguesas. La LCR se rehusó a firmar, pero sólo a causa de su desacuerdo con dos cláusulas de la plataforma, una que pide un gobierno provisional y la otra pidiendo el retorno al estatuto republicano de autonomía para la región vasca. Lejos de romper con el frentepopulismo, la LCR se declaró dispuesta a firmar el pacto si estos dos puntos eran removidos.

Debe recordarse que el FUT era tan sólo la opción de recambio para la LCR. Al principio la LCR abogaba por una lista electoral común de los partidos obreros y “nacionalistas revolucionarios” que se basaría en un programa democrático mínimo: “Amnistía, legalización [de los partidos] sin excepciones, autodeterminación, elecciones para una asamblea constituyente, la República, apoyo a las luchas de masas, rechazo del ‘pacto social’ [congelación de salarios]” (Inprecor [edición en inglés], 28 de abril de 1977). Así, los pablistas anhelaban publicar propaganda electoral junto con el PCE y el PSOE -los traidores históricos del proletariado español- sobre la base de un programa cuya reivindicación “máxima” es la inauguración de… ¡la república burguesa!

La ausencia de toda oposición al frentepopulismo como punto clave del programa del FUT, la propia capitulación repetida de la LCR en esta misma cuestión y su continuo deseo de formar bloques programáticos con organizaciones (PCE, PSOE, MCE) integrantes de los frentes populares demuestran que era imposible para los revolucionarios el combatir la colaboración de clases de los reformistas estalinistas y socialdemócratas llamando a votar por el FUT.

La falla de las diferentes tendencias de la llamada extrema izquierda española en delinear un curso revolucionario en las elecciones de junio de 1977 subraya la apremiante necesidad de construir un auténtico partido trotskista en España. Únicamente al trazar rigurosamente las lecciones de la Guerra Civil, señalando el papel decisivo del Frente Popular que preparó el camino para la victoria de Franco, y demostrando como durante los últimos dos años una serie de frentes populares han reforzado el régimen franquista en plena descomposición, una vanguardia trotskista puede conducir al proletariado español a la victoria. Sólo como parte de una Cuarta Internacional renacida puede dicho partido adquirir la vital expansión internacional de la revolución, a través de una Federación Ibérica de Repúblicas Soviéticas en los Estados Unidos Socialistas de Europa.

* Todas las citas seguidas de un asterisco han sido traducidas de una transcripción en inglés o francés, y pueden no coincidir con el original.

Nota de introducción

Nota de introducción

(Al documento “Cuba y los estados obreros deformados”)

por James Robertson

9 de junio de 1966

Publicado Originalmente en Marxist Bulletin No. 8. Esta versión fue impresa en español en Cuadernos MarxistasNo. 2.

El documento que a continuación sigue fue escrito en julio de 1961 por Tim Wohlforth que se separó en 1962 de la tendencia que más tarde se transformó en el grupo espartaquista. La posición que aquí reimprimimos fue mantenida por Wohlforth durante solo unos meses, ya que después volvió a defender variantes de las posiciones de la Socialist Labor League (SLL “Liga Laborista Socialista”) británica. A pesar de todo, Wohlforth ha legado una contribución meritoria al exponer en forma escrita el entendimiento de cómo la Revolución Cubana condujo aún estado obrero deformado.

Resumimos aquí, a partir de documentos posteriores, las opiniones que Wohlforth desarrolló ulteriormente y que presumiblemente todavía están en vigor. En su carta a James Robertson del 12 de agosto de 1964, en la que presentaba objeciones a la propuesta de Robertson de reunificar a los dos grupos, Wohlforth declara:

“Debemos, empezar por entender el proceso que se está desarrollando en Cuba. Una vez que entendamos este proceso dentro del marco de los hechos sociales mundiales, no tendremos entonces ninguna dificultad en caracterizar correctamente a Cuba.

“Hemos analizado este proceso con considerable detalle en nuestro artículo ‘La vía cubana — ¿un modelo para el futuro?’ en el boletín de discusión del SWP en 1963. Se puede encontrar un análisis más actualizado en el artículo de Ed Stillwell, en el número del 18 de julio del Newsletter. En ningún momento en el proceso revolucionario cubano ha llegado el proletariado a la dictadura, deformadamente o de ninguna otra manera. Desde el principio hasta el final el proceso fue llevado a cabo con el control estatal en manos de la formación pequeño-burguesa de Castro. Por lo tanto bajo ninguna condición podemos considerar a Cuba como un estado obrero de ningún tipo. Los pasos que está dando actualmente Castro hacia la reintegración al mercado capitalista confirman plenamente nuestra posición.

“Se desprende claramente de nuestro análisis que no creemos que haya habido una revolución socialista en Cuba. Por lo tanto es obvio que debemos continuar la lucha por una revolución social en Cuba que conducirá a la clase obrera al poder. ¿Cómo puedes pretender tener unas opiniones similares a las nuestras sobre las tareas políticas en Cuba?”

En los otros lugares a los que Wohlforth se refiere más arriba, centra su argumentación alrededor de los siguientes puntos:

“La Revolución Cubana tuvo en sus primeras etapas un aparato estatal capitalista, debilitado, sí, pero capitalista…. Este aparato estatal ha sido profundamente socavado bajo el impacto de profundos sucesosrevolucionarios…. Así pues debemos caracterizar este estado como un estado capitalista en descomposición,parcialmente corroído, y susceptible de ser presionado por la clase obrera tanto como por otras fuerzas sociales, pero no bajo el control directo o indirecto de la clase obrera.” [“La vía cubana — ¿un modelo para el futuro?” 17 de abril de 1963.]

“Cuba puede ser y será definida como un estado obrero solamente cuando un partido revolucionario basado sobre el programa de la Cuarta Internacional haya derrotado con éxito al estado capitalista —actualmente representado por la dictadura bonapartista de Castro— y lo haya remplazado por la dictadura de la clase obrera.” (“Un corrompido programa de clase media lleva a Castro a las manos de los Estados Unidos,”Newsletter; 18 de julio de 1964.]

La contestación de Robertson en representación del comité de redacción de Spartacist a la carta de Wohlforth de 12 de agosto del 1964, manifiesta:

“Aunque no ha surgido un enfrentamiento programático inmediato entré nosotros a causa de tu reciente y mucho más dura posición (ya que tu continúas manteniendo tu posición de defensa de Cuba contra el imperialismo norteamericano basándote en otros argumentos), la tendencia de tu proposición sobre este problema nos perturba considerablemente ya que constituye una negación burda de la realidad al tratar del desarrollo de la Revolución Cubana. Aún más, tu posición está a un paso de poner también en duda el carácter proletario básico del estado chino actual.

“Queremos llamar tu atención sobre nuestras propias opiniones sobre la cuestión cubana. Creemos que estas opiniones son una contribución importante al necesario rearmamento teórico del movimiento trotskista en el periodo desde la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra el revisionismo pablista y contra reacciones sectarias hacia semejante revisionismo. Vemos que, de acuerdo con el resto de tu carta del 12 de agosto, prefieres caracterizar nuestra orientación hacia la Revolución Cubana como una calificación estática y externa. Tienes derecho a creer, si quieres, que estamos equivocados, en nuestras conclusiones sobre la cuestión cubana. Pero tú mismo participaste en nuestro entonces común esfuerzo para entender las dinámicas internas de clase de la revolución que conducirían a un estado obrero deformado. De hecho, fue considerablemente inspirado por mí como entonces escribiste un importante borrador [“Cuba y los estados obreros deformados”] en el que esbozaste el curso de la revolución y sus implicaciones para los revolucionarios proletarios. Entiendes así por qué nosotros hemos llegado a creer que tu caracterización de nuestra posición fue deliberadamente concebida para engañar a los incautos y a los ignorantes. Lo que nos molesta particularmente de tu procedimiento en el presente contexto es que refuerza nuestras dudas sobre la seriedad de tus pretensiones de unidad.” [22 de diciembre de 1964].

El grupo de Wohlforth respondió en una carta del 25 de enero de 1965 admitiendo la previa adhesión de Wohlforth al concepto del estado obrero deformado: “Hemos adoptado un método diferente, después de haber compartido por supuesto con vosotros vuestra incorrecta orientación metodológica.” Después demostraron su miedo latente al decir que: “En verdad vuestra, teoría no deja en absoluto ningún papel al proletariado en los cambios sociales en las regiones atrasadas, y lo mismo que el pablismo, abre el camino hacia el rebajamiento del papel del proletariado en los países avanzados.” Aquí Wohlforth comete un error de entendimiento intencionado. El bien sabe que nuestro reconocimiento de la deformación fundamental de una revolución social en desarrollo, que se mantiene dentro de un marco maoísta, no nos lleva a apoyar pasivamente la lucha armada de los estalinistas basados en el campesinado, sino a todo lo contrario. Nuestra posición da una base teórica a la necesidad urgente, como hoy en Vietnam, de que el proletariado se reagrupe baj0 su vanguardia revolucionaria e intervenga para tomar el mando de la lucha, dando así forma concreta a la perspectiva de la Revolución Permanente.

Lo que esta afirmación de Wohlforth indica en el fondo es que él cree o teme que el estado de Lenin y el estado de Stalin son idénticos en cuanto a sus posibilidades para avanzar hacia el socialismo. Así las ideas actuales de Wohlforth son metodológicamente idénticas a las de Joe Hansen del SWP, cuya contribución a la teoría de la Revolución Cubana fue defender el que la democracia obrera es un concepto de carácter meramente normativo. Por consiguiente la democracia obrera variaría sólo cuantitativamente: mucha en los estados obreros muy buenos (la Rusia de Lenin), y muy poca en los malos (como la de Stalin). Así Hansen trató de negar la diferenciacualitativa entre el ejercicio del poder político por las propias masas trabajadoras, o por una burocracia bonapartista. De esta manera trató de hacer pasar a la Cuba de Castro por un estado obrero muy bueno “aunque faltándole todavía las formas de democracia obrera” o La historia ha dado ya su veredicto en contra de las teorías pablistas de Hansen. En su método Wohlforth sigue de cerca los pasos de Hansen sólo que invirtiendo completamente sus conclusiones.

La justificación básica para la revolución política proyectada por L. D. Trotsky no existe para Wohlforth. De otra manera ¿cómo Wohlforth podría afirmar que la transformación de Cuba en un estado obrero deformado “como China” elimina cualquier papel de la clase obrera? Nosotros insistimos en que los regímenes en Yugoeslavia, Cuba, China, etc., requieren por su carácter nacionalmente limitado y burocráticamente deformado tal revolución política por los obreros, igual que la requiere Rusia. La burocracia estalinista debe ser aplastada para abrir el camino hacia el desarrollo socialista.

Addendum al Prefacio

Addendum al Prefacio (a Cuba y la Teoría Marxista)

Con el paso del tiempo, ocurre dentro del movimiento marxista una lenta modificación en la apreciación de los sucesos pasados que conduce en ciertos momentos a abandonar radicalmente lo que antes se había dado por seguro. Po veces se llega a lo que es esencialmente una síntesis más profunda y completa con sólo una posible pérdida de pequeños detalles conocidos en un período previo; y a veces desaparece lo que era una comprensión esencial de la realidad. Lo que predomina depende de consideraciones que son mayores y a veces completamente ajenas al suceso que se está estudiando.

Tesis de Haston/Vern

Ciertamente el enorme entusiasmo hacia Fidel Castro de aquellos con pretensiones de ser marxistas revolucionarios ha sido hoy disipado, o más generalmente, desplazado. Pero las explicaciones, racionalizaciones, y substitutivos de todas las corrientes centristas, revisionistas y reformistas no han supuesto ninguna mejora. Por ejemplo, diversos elementos izquierdistas, existentes ahora o recientemente en el Socialist Workers Party, han descubierto últimamente en antiguos boletines del SWP los escritos sobre Europa Oriental de la tendencia Vern/Ryan de principios de los años 50, una facción en Los Angeles que se fundió hace mucho tiempo con el Independent Socialist League de Max Schachtman (disuelta a su vez desde hace mucho tiempo en el Socialist Party/Social Democratic Federation). Dennis Vern había tomado prestado a su vez el punto central de suposición de la facción mayoritaria (dirigida por Jock Haston) del Revolutionary Communist Party, el entonces partido trotskista inglés, hasta que los partidarios de Haston se disolvieron esencialmente en un laborismo de derechas. Lo que no se aprecia hoy necesariamente es que la tesis de Haston/Vern -que decía que allí donde el Ejército Rojo llegaba al final de la Segunda Guerra Mundial, por el mero hecho de su presencia, ese trozo de tierra se convertía en un estado obrero deformado- fue una liquidación consciente del trotskismo, no como la lógica indicaría hacia los estalinistas, débiles en Inglaterra y en los Estados Unidos, sino finalmente hacia los agentes reformistas de la propia clase burguesa.

Pero Haston y Vern sí que se dieron cuenta de un aspecto de la transformación social en Europa Oriental que se les había escapado a los perplejos teóricos trotskistas de la época, como Hansen y Germain/Mandel para ser más precisos, el hecho de que se deben tener en cuenta las fuerzas armadas existentes como una consideración básica para tratar de entender lo que está pasando. Pero Haston y Vern se pararon en el umbral del saber. Y encima desfiguraron completamente ese jirón de sabiduría. El carácter de clase definido de un estado hasta que, o a menos que, sea derrocado ciertamente determina la dirección del desarrollo social dentro de la sociedad que ese estado protege. Sin embargo, en Europa Oriental el núcleo del estado era el Ejército Ruso, agente del estado obrero degenerado estalinista ruso.

Durante un tiempo la dirección estalinista rusa pudo elegir y eligió (elección a la que no llegó libremente) el resultado social – de aquí el error elemental en el silogismo de Haston/Vern de que “el carácter de clase del estado equivale a la dominación de esa clase en la sociedad” cuando el estado (ejército) es ruso y la sociedad es, por ejemplo, austriaca o húngara. Los rusos evacuaron las áreas que controlaban en Austria e Irán pero dirigieron la transformación de la mayor parte de Europa Oriental hacia copias sociales y políticas de la Unión Soviética – o sea,consolidación en la estela de la conquista rusa.

Una excepción fue el caso particular, pero no evidente en ese momento, de Yugoeslavia, a cuya transformación social se llegó esencialmente de una manera interna. A pesar de la ruptura entre Tito y Stalin el significado de Yugoeslavia sólo llegó a ser plenamente, evidente a la luz de la revolución china, y también la cubana.

Wohlforth

Las revoluciones yugoeslava, china y cubana no se pueden explicar de ninguna manera en términos de una imposición directa del dominio ruso por nadie que esté a la izquierda del John Birch Society [un grupo de presión política de extrema derecha];  eso sí, con la excepción de Tim Wohlforth de la Workers League/“International (Healy) Committee” [Comité Internacional de Healy]. Y hasta los torturados dogmas de Wohlforth -esa parodia trivial del marxismo titulada “La teoría de la asimilación estructural” (una publicación del Bulletin de 1964)- se derrumbaron ostensiblemente por la inhabilidad del autor de incorporar a Cuba en su esquema. Como apuntó Wohlforth en su prefacio

“En el verano de 1961 escribí un borrador preliminar sobre la naturaleza del estado cubano y las implicaciones que de ella se derivaban [“Cuba y la teoría marxista”, reimpreso en este cuaderno]. Las primeras discusiones de este documento me convencieron inmediatamente de que iba completamente por camino errado. Como la dirección misma del SWP, estaba mezclando trozos de teorías para ‘explicar’ una impresión de la realidad en Cuba y para justificar una conclusión política -por supuesto una conclusión mucho más crítica del liderato cubano que la de la mayoría del SWP. Si queda siquiera empezar a entender el problema de Cuba estaba claro que debía encajarlo en un entendimiento teórico general de los sucesos de la postguerra en su conjunto. Por lo tanto primero tenía que entendérmelas con los problemas teóricos planteados por Europa Oriental, Yugoeslavia y China antes de poder llegar a ninguna conclusión sobre sucesos más recientes. Irónicamente, cuanto más entendía estos sucesos, menos relacionados con Cuba los hallaba. Así, un documento que empezó como un análisis de Cuba ni siquiera trata directamente de la cuestión. Publicaremos por separado un análisis del problema cubano.”

La “teoría” de Wohlforth viene a ser lo siguiente: primero, absorción de los estados adyacentes al estado obrero degenerado ruso; segundo, transformación, social de la región nuevamente adquirida; tercero, y último, su liberación posterior como un estado obrero deformado independiente – todo esto a causa de un impulso “expansionista defensivo” de la burocracia estalinista rusa en respuesta a la amenaza urgente del imperialismo capitalista. Wohlforth explicaba hasta el hecho de que Vietnam del Norte se transformase en un estado obrero deformado por su versión propia de la “teoría del dominó”: primero Rusia absorbe a China y luego la regurgita, y luego China hace lo mismo con Vietnam del Norte.

Pero al mirar el mapa Wohlforth se dio cuenta de que Cuba está bastante lejos de Rusia y para colmo es una isla…. Así fue como Wohlforth se encontró con que tenía que mantener la posición que la Workers League aún propone hoy, con más o menos vergüenza – que el estado cubano gobernado por Fidel Castro es capitalista. Y esto es probablemente por lo que el tan prolífico Wohlforth nos ha dejado a la espera todavía en 1973 del prometido “análisis del problema cubano por separado”. (Pensándolo bien, no hemos visto tampoco ninguna reimpresión reciente de la “Teoría de la asimilación estructural”).

***

Al oponerse al revisionismo de la mayoría del SWP nuestra tendencia original nació y luchó por mantener tres principales puntos programáticos en su orientación hacia la revolución cubana y su defensa: insistir en la Revolución Permanente, o sea, el punto de vista de que ninguna tarea esencial de la revolución puede ser llevada a cabo sin llegar a la victoria y consolidación de un estado obrero; y, correspondientemente, insistir en la lucha por la hegemonía de la clase obrera en la revolución; junto con la necesidad de un partido trotskista consciente como la vanguardia proletaria que debe dirigir esa lucha.

¿“Estado transicional”?

Como se ha visto en nuestro prefacio anterior, Shane Mage en 1961 -con el visto bueno de Wohlforth y con el apoyo disciplinado de otros en nuestra entonces común tendencia- propuso una posición basada en principios correctos pero teóricamente todavía vaga e indefendible: a saber, que el estado cubano todavía no tenía un carácter de clase definido, que era “un estado transicional”. Este punto de vista, junto con la manera en que fue impuesto sobre la tendencia, constituyó uno de los primeros puntos de rozamiento que finalmente provocó, un año y medio más tarde, la separación de Wohlforth de lo que más tarde sería la tendencia espartaquista. La resolución de Mage de 1961 sobre la cuestión cubana fue llevada, sin haber la hecho circular antes dentro de la tendencia, a una sola conferencia de la tendencia en Nueva York con una declaración de Wohlforth de que, de todas maneras, debía ser, entregada al boletín interno del SWP a la mañana siguiente. Ya que una posible mayoría de la tendencia en Nueva York y nacionalmente consideraba que Cuba se había vuelto ya un estado obrero deformado, muchos de nosotros seguimos la corriente sólo impulsados por un profundo sentido de la disciplina dentro de la tendencia impuesto por la lucha programática en el seno del SWP.

Durante el periodo siguiente e inmediato, la discutida cuestión de cual era en la actualidad el carácter de clase del estado cubano -el  “estado transicional” de Mage, el “estado obrero deformado” de la mayoría de la tendencia, o el “estado capitalista” de Wohlforth (después de que abandonó la posición de Mage y de que intentó durante un breve periodo de tiempo unirse al punto de vista de la mayoría de la tendencia)- tendía a dejar en las sombras ciertos aspectos teóricos, particularmente un análisis preciso, cronológicamente especifico, de los primeros periodos de la revolución cubana. Estas diferentes interpretaciones, aunque estuvieran todas de acuerdo con nuestra base programática común, constituyeron sin embargo una fuente de tensión en el seno de la tendencia.

Entonces, en noviembre de 1962 Wohlforth, aconsejado por A. Phillips y Gerry Healy, se separó de la tendencia principalmente porque insistía en perseguir un bloque con la mayoría del SWP para impedir la amenazada unificación -de este último con los pablistas europeos- una línea de conducta que Wohlforth y Healy intentaron imponer engañosamente sobre la tendencia bajo el disfraz de un debate sobre la naturaleza del SWP (ver Marxist Bulletin no.2). Nuestra lucha política sobre las, cuestiones planteadas por la Convención del SWP en 1963 y nuestra lucha infructuosa para prevenir nuestra expulsión del SWP (precipitada por las falsas “revelaciones” sobre nosotros de Wohlforth a la mayoría) preocuparon a nuestra tendencia durante un año.

En 1964 una extensa discusión oral en la sección de Nueva York de la tendencia condujo a Mage a abandonar prácticamente su posición y a llegar por consentimiento a la siguiente proposición central: Cuba se transformó en un estado obrero deformado al tiempo de las extensas nacionalizaciones en el verano y otoño de 1960, las cuales liquidaron a la burguesía como clase.

Ya que la mayoría de nuestros argumentos estaban dirigidos a la mayoría del SWP, que concebía a Cuba como una evolución que partía de un “gobierno obrero y campesino” y llegaba, aun estado obrero “sano” pero que “todavía no poseía las formas de la democracia obrera” y que estaba dirigido por el “marxista inconsciente Fidel Castro” (la posición de Joseph Hansen), la mayor parte de nuestra verificación se centró alrededor del carácter cualitativamente deformado, es decir estalinista, del estado obrero cubano: el apremio de Castro de descubrir y declarar que era un “marxista-leninista” y de los fidelistas de fundirse con el partido estalinista cubano preexistente, depurándolo al mismo tiempo de su lealtad a la burocracia rusa; la existencia de un aparato de represión estatal poderoso y separado de las masas, como fue revelado por la encarcelación masiva (y completamente justificada) de secciones sospechosas de la sociedad cubana durante la invasión de la Playa Girón en 1961; el papel bonapartista de Fidel Castro, admitido por él mismo, al llegar él solo a decisiones cruciales durante la crisis de los misiles, una cuestión de vida o muerte para todo el pueblo cubano.

Un gobierno pequeñoburgués

Considerábamos incontestable que los rebeldes armados cubanos que bajaron a tierra del Granma eran unaformación pequeño-burguesa en todos sus aspectos. Su lucha militarmente marginal fue la gota de agua que hizo desbordar el vaso del régimen de Batista que era odiado por las masas, que estaba cada vez más aislado de las capas altas de la sociedad cubana y que fue finalmente abandonado por el imperialismo yanqui. El ejército rebelde que ocupó La Habana el 1 de enero de 1959 continuó como una formación pequeñoburguesa políticamente heterogénea que poseía un apoyo popular masivo.

El inicial gobierno de coalición con políticos auténticamente burgueses-liberales se formó en el contexto de un viejo aparato estatal burgués completamente destruido. En el curso de la previa guerra de guerrillas -una especie de guerra civil- los jefes de ese ejército rebelde habían roto sus previas conexiones directas con los burgueses liberales de la oposición y habían adquirido una autonomía episódica de sus padres de clase (y en muchos casos biológicos), la burguesía cubana. Después de tomar el poder, se vieron enfrentados por los torpes y crecientes intentos del imperialismo estadounidense de echarles a pique a través de presión económica bruta sobre Cuba sin que hubiera un correspondiente intento por parte de la despreciativa administración de Eisenhower de crear las condiciones y conexiones necesarias para imbricar a los nuevos gobernantes en la vieja red social, y así facilitar su acomodo a las brutales demandas de los imperialistas.

No menos crucial que la tirantez creada por las condiciones de la guerra civil entre los guerrilleros pequeñoburgueses y el orden burgués era la ausencia de un proletariado combativo con conciencia de clase que hubiera polarizado invariablemente a estos militantes pequeñoburgueses, atrayendo a unos hacia el lado de los obreros y repeliendo a otros de vuelta a los brazos del orden burgués. De aquí el excepcional campo a disposición de este gobierno pequeño-burgués enfrentado a una lucha económica de toma y daca cada vez mayor del gobierno norteamericano en ese periodo y bajo el enorme entusiasmo popular y patriótico de las masas cubanas indiferenciadas.

Estado obrero deformado

Pero cuando llegó el final con la liquidación económica de la burguesía cubana (mucho más, sistemática y completa que la que los maoístas chinos han instituido basta hoy – incluyendo hasta la nacionalización de los vendedores de helado callejeros), este gobierno pequeñoburgués, aún pajo estas condiciones altamente favorables, fue incapaz de encontrar una tercera vía entre trabajo y capital para la organización característica de la sociedad, y en virtud de su posición social recientemente adquirida -como un monopolio político a la cabeza de una economía nacionalizada- se vió forzado a adoptar ese marxismo postizo que es la expresión ideológica necesaria de una burocracia estalinista: por muy nueva que sea.

De seguro la existencia de un estado obrero degenerado ruso suponía el incentivo de un modelo y, aún más importante, el apoyo material que hacía viable el resultado. Pero no fueron de ninguna manera los rusos ni sus entusiastas domésticos los que crearon directamente el proceso real dentro de Cuba misma. La alianza con los rusos fue un resultado, no una condición previa dé la formación de un estado obrero deformado en Cuba.

En ningún momento hubo en Cuba “un estado transicional” por encima de las diferencias de clase. Repitiendo, en el periodo de transición entre la destrucción del antiguo estado capitalista de Batista, compradores del imperialismo norteamericano, y la consolidación de un estado obrero deformado, existió un gobierno pequeñoburgués -no uno de clase neutra- con el eje de su poder constituido por el Ejército Rebelde pequeñoburgués. Este régimen había adquirido una independencia temporal, del orden burgués a través de la polarización violenta de la guerra de guerrillas, pasando por un periodo de gran agitación de las masas populares (no específicamente proletarias), pero todavía no comprometido a crear una economía nacionalizada. Aún más, su existencia separada en ciertos momentos de las clases sociales fundamentales -la burguesía y el proletariado- fue posible gracias al fracaso de la clase obrera de presentarse a sí misma como una alternativa al dominio capitalista.

En consecuencia este régimen contenía en su seno la imprecisión de resultado y la tensión interna de ser capaz o bien de regenerar y consolidar un estado capitalista, o bien de que una sección de este régimen se ligase a la fórmula de propiedad nacionalizada, y así verificar a través de un proceso vivo la validez de la caracterización trotskista de que, desde un punto de vista general, la burocracia estalinista rusa es, en uno de sus aspectos contradictorios centrales -o sea, el de ser la correa de transmisión de la presión del mundo burgués sobre un estado obrero- una formación pequeñoburguesa. La parte decisiva de los castristas pudo hacer la transición hacia la dirección de un estado obrero deformado porque, en ausencia del igualitarismo y la democracia proletaria de un estado ganado directamente por la clase obrera, nunca tuvieron que transcender o alterar fundamentalmente sus propios apetitos sociales pequeñoburgueses radicales, sino sólo transformarlos y redirigirlos. Entre paréntesis, en esto consiste el significado decisivo de una revolución política enfocada desde el punto de vista de la experiencia cubana, es decir, desde un aspecto diferente de aquella larga y desgraciada acción de retaguardia que Trotsky combatió en Rusia en los años 20.

***

(De las notas del Buró Político No. 7, 8 de julio de 1973: “Moción: adoptar la línea general política del Addendum al Prefacio del CM no. 2 – aprobada”)

[Extensiones y correcciones, 8 de agosto de 1973].

Guevarismo vs. socialdemocracia en el S.U.

Guevarismo vs. socialdemocracia en el S.U.

[Extracto de Workers Vanguard No. 23, 22 de junio de 1973.  Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]

Los “trotskistas” II: El PST y el pantano socialdemócrata

Asi hemos explicado que las teorias “trotskistascastristas” de los guerrilleristas del PRT/ERP no tienen nada en común con un trotskismo auténtico. En la lucha fraccional dentro del S.U. la oposición a los terroristas radicales del PRT y a sus partidarios europeos está encabezada por el SWP reformista de los EE.UU., que por su lado apoya al PST argentino de Nahuel Moreno, seudotrotskista y revolucionario de cafetín sui generis, quien hasta 1969 fue el principal vocero del Secretariado Unificado en América Latina. Aunque la tendencia SWP/Moreno ahora intenta disfrazarse como defensora de los principios del trotskismo ortodoxo en contra del guerrillerismo castrista, la verdadera base de su oposición a la tendencia Mandel/Maitan/Frank (personificada por el PRT/ERP) es hacia laderecha, procedente del apetito por una colaboración reformista directa con sus “propias” burguesias.

Podemos señalar esto mediante un examen de la historia de Moreno y de sus actuales posiciones sobre Argentina. En 1961 Moreno escribia:

“Desde luego, la vida, ha puesto enevidencia las lagunas, omisiones y errores del programa de la Revolución Permanente. … El dogma de que la única cIase que puede cumplir las tareas democráticas es la obrera, es falso. Sectores de la cIase media urbana y el campesinado son, en ocasiones, los caudillos revolucionarios. … La historia … ha dado un mentis a la teoría de que el proletariado, en los países atrasados, es la dirección revolucionaria. … El maotsetunismo o teoría de la guerra de guerrilIas es la refracción particular en el campo de la teoría de la actual etapa da revolución mundial. … [Hay que] sintetizar la teoría y el programa general correcto (trotskista) con la teoría y el programa particular correcto (maotsetunista o castrista). … [El estado] conserva relativa autonomía y puede jugar entre distintas cIases sociales. … Hay dictaduras revolucionarias democráticas (apoyadas en el campesinado, el pueblo y el proletariado).”.

– N. Moreno, La revolución latinoamericana (1962), citado por J. Magri, “El revisionismo en el trotskismo” (1972).

Esta es sencillamente una encarnación temprana de la ideología del PRT/ERP: el papel revolucionario del campesinado, la bancarrota del programa de la revolución permanente, la teoría de la nueva democracia – alli encontramos todo, tal vez expresado con un poco más de crudeza. Fue sobre la base de estas teorías que el grupo de Moreno que hasta entonces había estado profundamente sumergido dentro del movimiento peronista – publicando su revista Palabra Obrera “bajo la disciplina del Gral. Perón y del Consejo Superior Peronista” – se fusionó con un grupo castrista pequeño burgués (el FRIP), el cual habia sido muy activo entre los trabajadores azucareros de Tucumán, a fin de constituir en 1964 el PRT, sección oficial del “Secretariado Unificado de la IV Internacional”.

Durante el periodo 1964-68 el PR T siguió con esta política guerrillerista, sin que hubiera ni una sola palabra de protesta por parte de los dirigentes del S.U. Sin duda alguna aun estaria haciéndolo hoy día si no fuese que algunos bien intencionados aunque ingenuos militantes del PRT decidieron poner en práctica las palabras de Moreno, haciendo un llamamiento en favor de una transición hacia la lucha armada en el norte. Durante algún tiempo Moreno se dejó llevar por la corriente, llegando inclusive hasta el punto de anunciar que “hoy día la OLAS [la “Internacional” guerrillerista de Castro], con sus organizaciones nacionales de combate para la lucha armada, es el unico vehículo organizativo para el poder” (N. Moreno, “La revolución latinoamericana, Argentina y nuestras tareas”,Estrategia No. 7, septiembre de 1968).

Pero la “lucha armada” suele volverse peligrosa, de manera que cuando una porción apreciable del PRT se dirigía de hecho hacia la formación de un “ejército guerrillero”, Moreno escindió el partido (1968). Hasta finales de 1971 el grupo de Moreno mantuvo el nombre del PRT y de su periódico (La Verdad), mientras que los guerrilleristas dirigidos por Carlos Ramírez fueron conocidos por el nombre de su órgano (El Combatiente). Sin embargo, habiendo agotado ya la política de sumersión profunda en el peronismo y el castrismo, Moreno percibió la posibilidad de participar en las elecciones como un partido respetable de izquierda (todos los partidos comunistas están prohibidos en Argentina y lo han sido tanto bajo Perón como bajo los militares) y comenzó la búsqueda de un nuevo pantano en el cual enterrar al PRT (La Verdad). Este fue rápidamente encontrado bajo la forma de un sector del antiguo Partido Socialista Argentino (afiliado a la Il Internacional), dirigido por Juan Carlos Coral. Las formalidades de un programa común fueron ajustadas “adecuadamente” en la forma de unas “Bases de la Unificación”, descritas por Joseph Hansen y sus copartidarios como “constituyendo esencialmente un resumen de las posiciones trotskistas basadas en la teoría de la revolución permanente” (Argentina and Bolivia The Balance Sheet, 1973).

Veamos como suena la revolución permanente en las bocas de estos socialdemócratas. En primer lugar, parece que el partido debe “luchar sin cansancio a fin de lograr un gobierno obrero y popular que asegure la liberación nacional y la construcción revolucionaria del socialismo”. Esto parece bien sencillo: si el trotskismo propone un gobierno obrero para alcanzar el socialismo, y el estalinismo aboga por un gobierno popular de liberación nacional, entonces ¡combine los dos para lograr el mejor de los resultados posibles! Sesenta años de lucha entre el estalinismo y el trotskismo, el asesinato de decenas de miles de oposicionistas de izquierda, el estrangulamiento de las revoluciones china, alemana, francesa, española y vietnamita – ¡no son sino meras bagatelas cuando la respetabilidad se puede alcanzar por medio de una fusión sin traumas con la socialdemocracia!

¿Y qué hay del internacionalismo? ¿Qué hay de la IV Internacional en particular? Parece que aunque “reconociendo la necesidad de una Internacional,” el PSA “no abdica de su inalienable derecho a determinar sus estrategias y tácticas a dirección alguna que no emane de las entrañas del proletariado y del ptleblo argentino.” ¿Y con respecto al programa? Como buenos reformistas el PST tiene dos: un programa máximo y un programa mínimo, que aparecen bajo la forma de un conjunto de “demandas para la lucha inmediata” y otro para la “lucha sobre una base permanente” (esto es, el socialismo). Una de las demandas inmediatas más interesantes es aquella que pide “la supresión del rol represivo de las fuerzas armadas y su utilización al servicio de los intereses del capital. … Por el derecho constitucional de los soldados y oficiales de participar en la política” (subrayado nuestro). El PSA tiene como visión la reforma de la esencia misma del estado capitalista, evitando por tanto el mencionar puntos tan delicados como la lucha armada, las milicias obreras, etc.

En otra parte Moreno se refiere a este pantano oportunista como “95 por ciento trotskista”. Tal vez nos pueda ayudar a encontrar al 5 por ciento restante. ¿Se encuentra en la referencia a un “gobierno obrero y popular”? ¿Quizás en el rechazo a reconocer la autoridad de cualquier Internacional que “no [esté] arraigada en el proletariado y el pueblo argentino”? ¿O tal vez es el programa máximo-mínimo, sello del reformismo? ¿Es “la supresión del rol represivo de las fuerzas armadas” bajo el capitalismo? ¿O el hecho de no decir ni una sola palabra sobre la lucha armada en un país que se encuentra en una situación prerrevolucionaria desde have cuatro años?

Habiendo logrado una cubierta respetable, el “revitalizado” PSA – ahora “95 por ciento trotskista” (y rebautizado como el PST) – se lanzó con todos sus recursos a la campaña electoral. En una situación que el mismo PST caracterizaba como “prerrevolucionaria”, a este enfoque exclusivamente electoral sólo puede llamársele cretinismo parlamentario clásico. Más aun, en vez de presentar su candidatura con su propio programa, el PST inventó una táctica nueva, el “polo obrero”. “Tomen ventaja de nuestra personería jurídica,” declaró, mientras ofrecía incluir a cualquier obrero auténtico en su lista electoral. ¿Es ud. peronista de izquierda, adicto al PC, sindicalista? No importa, podemos juntarnos en la misma lista y, ¿quién sabe?, quizás algún día todos podamos formar parte de un gran partido de la clase entera, como el que construyó Kautsky – la socialdemocracia.

Desafortunadamente, esto todavía es de muy poca monta y aún deja a las masas obreras bajo el control del peronismo. En vez de llamar a los obreros a que rompan con el peronismo (¡qué vulgar y sectario!), ¡el PSA ofreció votar por los candidatos justicialistas si la lista del Frejuli se componía de por lo menos un 80 por ciento de obreros, en vez de sólo el 25 por ciento! (Avanzada Socialista, 22 de noviembre de 1972). En respuesta al retorno de Perón el noviembre pasado, el titular de primera plana del periódico del PST decía: “¿Para qué viene Perón? Ojalá sea para imponer candidatos obreros luchadores y no para pactar con la oligarquía” (Avanzada Socialista, 8 de noviembre de 1972).

Si confiamos en las palabras de Moreno y su grupo, sólo podemos concluir que el trotskismo y toda la ciencia del marxismo se reduce al método más fácil de venderse al mejor postor. En un país donde el peronismo, un movimiento burgués, es dominante en la clase obrera, es necesario plantear una clara alternativa de clase al populismo, ¡y no darle el voto porque el 80 por ciento de sus candidatos son burócratas sindicales! Para que los obreros rompan con Perón, los comunistas revolucionarios pueden proponerle un frente unido de clase hasta a la misma dirección traidora de la CGT; podemos exigir la formación de un partido obrero con un programa de lucha de clases; podemos exigir huelgas generales para imponer las urgentes reivindicaciones de los obreros. ¡Pero nunca se puede realizar un frente unido obrero contra la burguesía formando un bloque (abierto o secreto, no hay diferencia) con el político burgués más prominente, el general Perón!

La mujer y la revolución permanente

La mujer y la revolución permanente

Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 16. ADAPTADO DE  WORKERS VANGUARD NO. 17, MARZO DE 1973. 

Para los marxistas la emancipación de la mujer de su opresión especial es un indicador preciso del grado en el que una sociedad ha sido purgada de la opresión social en general. Esta interrelación fue formulada por primera vez por el socialista utópico Fourier:

“El cambio en una época histórica siempre puede determinarse por el progreso de la mujer hacia la libertad, porque en las relaciones de la mujer con el hombre, del débil con el fuerte, es más evidente la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad. El grado de emancipación de las mujeres es la medida natural de la emancipación general.”

—Theorie des quatre mouvements

Fourier fue parafraseado por Marx en La sagrada familia (1845):

“La relación del hombre con la mujer es la relación más natural de un ser humano con otro. Indica por tanto en qué medida el comportamiento natural del hombre se ha vuelto humano, y en qué medida su esencia humana se ha convertido en una esencia natural para él, hasta qué punto su naturaleza humana se ha convertido en lonatural para él.”

En una forma más directa y más sucinta. Marx repitió el mismo punto 23 años después en una carta a Kugelmann: “…el progreso social puede medirse con exactitud por la posición social del sexo bello (incluidas las feas).”

Emergencia de la familia monógama

Una de las ironías de la historia es que el origen de la opresión especial de la mujer tiene sus raíces en uno de los primeros avances sociales: el desarrollo de la tecnología humana más allá de la lucha cotidiana por la mínima subsistencia característica de las sociedades cazadoras y recolectoras. Al introducirse la cría de ganado, el forjamiento de los metales, los hilados, y finalmente la agricultura, la fuerza de trabajo humana se volvió capaz de producir un excedente social importante. Bajo el impacto de estos avances tecnológicos, la institución bajo la cual se reproduce la fuerza de trabajo, la familia, sufrió una profunda transformación. Como señalaron Marx y Engels enLaideología alemana, la propagación de la especie engendró la primera división del trabajo entre hombre y mujer. Debido a las funciones procreativas de las mujeres, la carga del alumbramiento, la crianza y las tareas domésticas en general recayeron sobre ellas. La casa era la esfera general de la actividad de la mujer. Sin embargo. El avance de la tecnología, la domesticación de animales (incluyendo otros seres humanos, usualmente prisioneros de guerra o esclavos) y la labranza de la tierra, así como el desarrollo de las herramientas tuvo lugar en la esfera general de la actividad del hombre, y fue él quien se apropió de la expansión concomitante en la riqueza social. Así, el advenimiento de la propiedad privada y la necesidad de transferir esta propiedad a los descendientes dio origen a la ley patriarcal de herencia y de línea de descendencia. La familia monógama fue instituida para asegurar la paternidad de los hijos, con la obligada reclusión de la esposa para garantizar su fidelidad. La reclusión significó su apartamiento de la vida pública y la producción social.

“La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al mismo tiempo inaugura, juntamente con la esclavitud y con las riquezas privadas, aquella época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos verifícanse a expensas del dolor y de la represión de otros.”

 —    Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado

Antes de la emergencia de la propiedad privada y de la familia monógama, las armas, al igual que los instrumentos de trabajo y la propiedad, eran propiedad común. Sin embargo, con el desarrollo de la propiedad privada de los medios de producción y de procreación, y la polarización de la sociedad en clases económicas, las armas fueron monopolizadas por cuerpos de hombres separados del resto de la sociedad. Estos cuerpos armados de hombres constituyeron la esencia del estado. Aunque aparentando estar por encima de las clases, el estado es en realidad el instrumento por medio del cual la clase económica dominante en cada época mantiene su hegemonía. El estado antiguo era el estado de los esclavistas para mantener sometidos a los esclavos; el estado feudal era el órgano de la nobleza para someter a los campesinos siervos y peones; y el estado “democrático” moderno es el instrumento de la clase capitalista para mantener su dominio y capacidad de explotar a los trabajadores.

En cada época, la familia, al igual que el estado, ha sido principalmente una institución para perpetuar la forma de propiedad dominante y a la clase económica dominante. Para el esclavo, el siervo y el esclavo asalariado -es decir, para aquellas clases sociales carentes de propiedad que heredar o defender- las instituciones sociales de la herencia y la defensa, la familia y el gendarme, son principalmente instituciones de sojuzgamiento.

Limitaciones del progresismo burgués

Con el arribo del capitalismo industrial, la familia entró en un estado de disolución relativa. Para bajar los salarios, el capitalismo trató de reducir el costo de producción y reproducción de la fuerza de trabajo integrando a la familia entera en el proceso productivo. Esto significó el desmantelamiento de la estructura de los gremios de artesanos, en un principio mediante la distribución de “trabajo a destajo” a familias individuales, y luego mediante su concentración en zonas industriales y caseríos de propiedad de la empresa. En países con desarrollo capitalista retardado, como la Rusia zarista, los gremios y el desarrollo de la industria de trabajo a domicilio fueron omitidos, y los siervos atraídos directamente a grandes y desolados pueblos patronales.

El retorno de la mujer a la producción social es la precondición para su emancipación social, pero bajo el capitalismo ello significó una mayor esclavización y degradación de la mujer, al ser forzada a agregar la esclavitud asalariada a su esclavitud doméstica. Incapaces y reacios a ofrecer sustitutos sociales para el papel económico de la familia, sin embargo, los capitalistas alentaron a las mujeres a regresar a la casa y a la cocina con propaganda conscientemente elaborada a favor de la familia y la religión. De esa manera el capitalismo expandió las fuerzas productivas y sentó las bases tecnológicas para la socialización del trabajo doméstico y la sustitución de la familia como unidad económica, pero fue y sigue siendo incapaz de lograr esta sustitución, de la misma manera que sentó las bases para la socialización internacional de los medios de producción, pero aún no puede eliminar las fronteras nacionales.

Para su supervivencia el capitalismo depende de las tradicionales y arcaicas instituciones sociales del dominio de clase: la propiedad privada, la familia monógama y el estado-nación. Conforme las fuerzas productivas generadas por el capitalismo crecen, presionan contra los límites impuestos por las instituciones sociales sobre las que se basa el sistema, y la clase capitalista se vuelve más virulenta en su afán por apuntalar y reforzar instituciones que se tornan cada vez más reaccionarias. La tendencia de las mujeres a salir de las fábricas y volver a los hogares, respaldada por los capitalistas, alcanzó su punto culminante en la campaña Nazi para la esclavización de la mujer a “Kinder, Kirche, Küche” – “niños, iglesia, cocina”.

Las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII, que limpiaron de instituciones feudales el camino del desarrollo capitalista, reemplazaron las relaciones sociales basadas sobre obligaciones y privilegios con aquellas que se basan en la igualdad contractual, y de ese modo tuvieron un profundo efecto sobre la familia. La igualdad de derechos entre los sexos fue voceada por los partidarios ideológicos más radicales de la revolución burguesa, especialmente con respecto a la posesión y a la transmisión hereditaria de la propiedad. Pero aun en el marco de la legalidad formal, la burguesía se asustó con las consecuencias de su propia revolución e inmediatamente escudriñó en el pasado medieval en busca de instituciones arcaicas con las cuales estabilizar su dominio. Así, la Revolución Francesa fue seguida por una contrarrevolución política, un Termidor en el cual los agentes de la revolución burguesa, los pobres del campo y los sansculottes urbanos, fueron desheredados. El Termidor en términos de la familia y la opresión especial de la mujer lo proveyó el Código Napoleónico, el cual convirtió a la mujer en propiedad de su esposo, requiriendo de una mujer la obtención del permiso de su marido para, por ejemplo, conseguir un pasaporte, elaborar un testamento o firmar un contrato.

En forma similar, la igualdad de las naciones proclamada por la revolución burguesa fue subordinada al empuje de los países industrialmente avanzados para someter a las naciones menos desarrolladas en la lucha por los mercados y las materias primas. La interrelación entre la subordinación de la igualdad de los sexos y la igualdad de las naciones es demostrada gráficamente por el imperialismo francés. Cuando Napoleón III consideró que un índice mayor de nacimientos era esencial para el suministro de obreros y soldados para la expansión del Imperio Francés, recurrió a Roma y logró que el papa redefiniera el comienzo de la vida – reemplazando el punto de vista católico tradicional según el cual la vida comienza cuando el feto puede sobrevivir fuera de la matriz, con la opinión actual que sostiene que la vida se inicia inmediatamente después de la concepción. Esto convirtió al aborto de pecado venial en pecado mortal, y sobre esta base Napoleón III redactó la restrictiva ley del aborto que tiene Francia en la actualidad.

Las mujeres bajo el capitalismo decadente

De tal manera que la burguesía nunca fue consecuentemente democrática, ni siquiera cuando las tareas democráticas necesarias para consolidar su dominio de clase se encontraban a la orden del día. En la época del imperialismo, los países imperialistas tienen un interés directo adicional en suprimir las aspiraciones democráticas y nacionales de las masas coloniales y semicoloniales. Si las potencias imperialistas en China hubieran apoyado la Rebelión Taiping (en la cual las brigadas de mujeres armadas jugaron un papel importante), una moderna nación protestante podría haber surgido ahí. En lugar de ello respaldaron a los Manchú, de los cuales dependían ya para asegurar la estabilidad. El camino hacia el sojuzgamiento imperialista pasaba por el reforzamiento de los aspectos más reaccionarios y represivos de la sociedad semifeudal combinado con la penetración de esa sociedad por la técnica capitalista más avanzada.

La incapacidad de las “burguesías nacionales” de estos países coloniales para destruir el pasado feudal – y llevar a cabo hasta su culminación una revolución democrático-burguesa fue demostrada definitivamente en el curso del siglo pasado. La burguesía nacional, generalmente salida directamente de la vieja nobleza, y dependiendo de las reliquias del pasado feudal para su supervivencia, se desarrolló como un agente dependiente del imperialismo. Las clases burguesas nativas en el mundo colonial fueron incapaces de separarse de la maraña que las enreda al dominio imperialista por temor a desatar fuerzas, principalmente la lucha anticapitalista de los obreros, en alianza con el campesinado – que también las expulsaría del poder.

Al analizar las tareas de una revolución en la Rusia zarista y los medios para llevarlas a cabo, Trotsky formula la teoría de la Revolución Permanente. Concluyendo no solamente que se requeriría una dirección proletaria para alcanzar los objetivos básicos democrático-burgueses de la revolución en vista de que la burguesía era incapaz de optar por una vía revolucionaria contra la autocracia – sino también que el proletariado tendría que poner sus propios objetivos socialistas inmediatamente a la orden del día para que la revolución tuviera éxito. Para poder desarraigar a la autocracia feudal y a la dominación colonial, la clase obrera tendría que extirpar el orden burgués que apuntala estas instituciones en las cuales se originó.

La cuestión de la emancipación de la mujer en el Tercer Mundo continúa demostrando la veracidad de las conclusiones de Trotsky y las lecciones de la Revolución Rusa previstas en ellas. La igualdad de derechos para la mujer es un derecho democrático elemental, reconocido por todas las democracias y aceptado como una meta por todos los movimientos de “liberación nacional”. Pero la opresión especial de la mujer está arraigada en los fundamentos del sistema de propiedad privada. De la misma manera que la lucha anticolonial que limita sus objetivos al establecimiento de un estado independiente es incapaz de ofrecer una verdadera independencia del dominio imperialista, así también la “revolución” que se detiene antes de derribar al capitalismo se ha mostrado impotente para acabar con la opresión de la mujer.

Bangladesh ofrece ejemplos tan repugnantes del proceder inhumano burgués que se pasa por alto el hecho de que la lucha de “liberación nacional” contra Pakistán está totalmente controlada por la igualmente reaccionaria burguesía de India. Sin embargo este hecho fue definitivamente lo que determinó que ese movimiento no lograra realizar ni una sola tarea democrática (Workers Vanguard No. 16. febrero de 1973). Entre las víctimas de la lucha por Bangladesh hubo unas 200.000 mujeres bengalíes múltiple y sistemáticamente violadas por el ejército de Pakistán Occidental. Luego, las tropas del Mariscal Khan les trasquilaron los cabellos, una marca de deshonra en la sociedad bengalí. Finalmente fueron puestas en libertad, para ser rechazadas y masacradas por sus esposos, hermanos y padres cuando el jeque Rahman, fiel senescal (mayordomo) de la otrora feminista Indira Gandhi. Tomó el poder. El estado surgido al amparo de las bayonetas del ejército de la India demostró ser no más liberador de las mujeres de Bangladesh que el régimen que perpetró las salvajes violaciones múltiples.

Independencia argelina – pocos avances para las mujeres

Cuando la “liberación nacional” no se limita simplemente a reemplazar a un soberano imperialista por otro, sino que resulta en un cierto grado de verdadera independencia política dentro del contexto de la continuación del dominio económico imperialista – v.gr. Argelia – la falta de mejora en la condición de la mujer refleja su continua incapacidad para completar las tareas democráticas elementales de la revolución para las masas. El Programa de Trípoli, manifiesto fundamental de la Revolución Argelina, prometía vagamente una igualdad formal, pero aun la legislación del nuevo régimen codifica la desigualdad sexual para las mujeres, muchas de las cuales lucharon en el FLN [Frente de Liberación Nacional] como auxiliares y comandos. Por ejemplo, la pena máxima por el delito de adulterio cometido por hombres es un año de cárcel – para las mujeres, dos años. Y la realidad es mucho peor de lo que la ley expresa en papel – aunque el matrimonio obligado es ahora ilegal, año tras año hasta el gobierno se ve obligado a admitir que muchas mujeres se suicidan para evitar dichos matrimonios. Esto podría ser atribuido a la dificultad en vencer la tradición, sin embargo la actitud del régimen argelino es hostil a la superación de la tradición. Boumedienne, presidente del Consejo “Revolucionario” de Argelia, declaró:

“Decimos ‘no’ a este tipo [occidental] de evolución, porque nuestra sociedad es una sociedad socialista e islámica. Aquí existe un problema. Tiene que ver con el respeto a la moral …. Porque hemos visto entre varios pueblos que han sido recientemente liberados, que la mujer, una vez libre. Se apresura a pensar en cosas que no viene al caso mencionar aquí …. La evolución de la mujer argelina y el disfrute de sus derechos debe darse dentro del marco de la moral de nuestra sociedad”.

—    8 de marzo de 1966

¡Y este discurso fue pronunciado en el Día Internacional de la Mujer! El discurso ocasionó que algunas mujeres abandonaran el recinto. En la Argelia “socialista”, donde todos los estudiantes reciben educación religiosa, las mujeres han sido excluidas de la política, generalmente de la educación superior, y además obligadas a cubrirse con el velo.

En la sociedad argelina no han faltado ciertas reformas democráticas, incluyendo reformas que tocan la familia. Pero cada reforma es laboriosamente justificada únicamente después de un tortuoso debate religioso y tediosa reinterpretación del Corán. El imperialismo moderno no ha olvidado a su Rudyard Kipling, no ha olvidado como cubrirse bajo el manto de una “misión civilizadora”, especialmente en lo que se refiere al “sexo débil” – mientras ultraja tanto a las mujeres como a los recursos naturales de las naciones sojuzgadas. Los imperialistas franceses, cuyo Código Napoleónico hasta 1966 no le permitía a una mujer abrir una cuenta bancaria o aceptar un empleo sin el permiso de su marido, se ostentaban en Argelia como defensores y liberadores de la mujer musulmana. Quizá la expresión más absurda de esta piadosa hipocresía fue la llamada “Batalla de los Velos”. Después del 13 de mayo de 1958, cuando los colons franceses saquearon el cuartel general del gobernador, forzando la caída de la IV República, una mujer colon prominente organizó el Movimiento de Solidaridad Femenina, que exhibía a mujeres musulmanas desprovistas de velo dando discursos elogiosos sobre lo bueno que era ser liberadas por la sociedad de la liberté, égalité,  fraternité – ¡la consumación del matrimonio del feminismo con el imperialismo! Como reacción, el velo se convirtió en un símbolo de la resistencia al imperialismo francés, al igual que la familia musulmana, las costumbres tradicionales, etc. Así, las costumbres milenarias de la esclavitud y la opresión domésticas no solamente no fueron abolidas, ¡sino que los símbolos de esas mismas costumbres fueron adoptados por la “Revolución”! Por tanto Boumedienne no dice “no” a la hipocresía de los imperialistas franceses a quienes finge odiar – sino a las conquistas fundamentales de la Revolución Francesa.

La expresión más clara del nacionalismo tercermundista que, al igual que los narodniki [populistas] rusos, reduce el “socialismo” y la “revolución” al resurgimiento feudalista, se encuentra en ese favorito de los revolucionarios de café, Franz Fanon, ideólogo oficial del FLN argelino. Aunque su libro L’an cinq de la Révolution Algérienne testimonia el valor y la fortaleza de la mujer revolucionaria argelina – mostrando cómo la integración en el FLN revolucionó su posición social, Fanon ve su fuerza no en la experiencia liberadora de la igualdad impuesta por la vida de comandos, sino en la tradición patriarcal musulmana:

“La verdad es que bajo condiciones normales, debe haber una interacción entre la familia y la sociedad en general. El hogar es el fundamento de la verdad de la sociedad, pero la sociedad autentifica y legitima la familia. La estructura colonial es la negación misma de esta justificación recíproca. La mujer argelina, al imponerse a si misma tal restricción, al escoger una forma de existencia de alcances limitados; profundizaba su conciencia y se preparaba para el combate.”

Fanon tiene razón al afirmar que después de participar en la lucha de liberación nacional la mujer argelina “no podía volver a su antigua manera de pensar y revivir su comportamiento del pasado.” Pero para Fanon, como para los narodniki, el mismo atraso social y cultural de las masas es una fuente de su capacidad revolucionaria. Los narodniki, los demócratas radicales pequeñoburgueses por excelencia, negaban el carácter burgués de la revolución democrática, es decir, la revolución agraria, la independencia nacional y los derechos democráticos, que constituían los parámetros de su programa. Para los narodniki, para Fanon y el régimen oficial argelino y para sus varios apologistas estalinistas-maoístas-pablistas, tales regímenes son “socialistas” a pesar de su incapacidad para llevar a cabo tan siquiera las tareas democráticas elementales de la revolución burguesa. Lo que resulta es un nacionalismo tercermundista, profundamente antidemocrático, feudalista y en este caso integralista islámico.

La mujer y la Revolución Rusa

Si la experiencia de la revolución argelina es la confirmación negativa de la Revolución Permanente, la Revolución Bolchevique de 1917 fue una confirmación tanto positiva como negativa. La Revolución Rusa surgida de la experiencia cataclísmica de la guerra mundial en un país que, como los países coloniales, combinaba la más avanzada tecnología capitalista – industrias que se encontraban completamente fusionadas con el capital financiero y como tales en última instancia controladas por las bolsas de Europa Occidental – con las instituciones medievales más retrógradas. A la vez Rusia misma era la prisión de naciones, una potencia imperialista con apetitos expansionistas en el Asia Menor y los Balcanes. Dado el retraso de su desarrollo burgués, Rusia se saltó la fase que nutre a una pequeña burguesía urbana vigorosa con instituciones e ilusiones democráticas fuertes. Cuando la mujer radicalizada de la intelligentsia entraba en la política, no lo hacía como feminista o sufragista, sino como terrorista. Según los informes del ministro de justicia zarista, el conde Pahlen, de las 620 personas que comparecieron ante los tribunales por actividades revolucionarias durante la década de los 70 del siglo pasado, 158 eran mujeres. Entre los 29 miembros integrantes del Comité Ejecutivo Central de Narodnaya Volya (Libertad Popular) en 1879 había diez mujeres. Uno de los miembros de este grupo, Sofya Peroskaya, dirigió el asesinato de Alejandro II.

La actividad terrorista de las mujeres radicalizadas provenientes de la clase media fue el preludio de las combativas batallas de clase de las trabajadoras rusas. Concentradas principalmente en las industrias textiles, estuvieron a la vanguardia del movimiento huelguístico de finales de la década de 1890. A principios del siglo, feministas burguesas organizaron “Círculos Políticos de Mujeres” en San Petersburgo. En el invierno de 1907-1908 los socialdemócratas rusos organizaron la “Mutualidad de Trabajadoras”. Cuando las feministas burguesas organizaron el primer Congreso de Mujeres de Toda Rusia en 1908, las “mujeres socialdemócratas estaban representadas por su propio grupo de clase aparte, en número de 45. Habiendo aprobado sus propias resoluciones independientes en todas las cuestiones, las trabajadoras finalmente abandonaron ese congreso de ‘damas’” (A. Kollontai, La lucha de las mujeres trabajadoras por sus derechos, 1918).

Una de las diferencias entre los Bolcheviques y Mencheviques era si debería organizarse un grupo independiente de mujeres proletarias o participar en los grupos de feministas burguesas. Después de la escisión final entre Bolcheviques y Mencheviques en 1912, los Bolcheviques se distinguieron por continuar la lucha por atraer a las mujeres proletarias al movimiento revolucionario. Los Bolcheviques iniciaron la publicación de Rabotnitsa (Obrera)en 1914 para el Día Internacional de la Mujer. Originado en 1908 en el barrio Lower East Side de Manhattan (Rutgers Square) por trabajadoras de la industria del vestido, su conmemoración fue adoptada por la Segunda Internacional bajo la dirección de Clara Zetkin en 1911. Este día fue celebrado por primera vez en Rusia a instancias de las obreras textiles de San Petersburgo en 1913 y de nuevo en 1914 con marcha y mitin de masas y la primera aparición de la bandera roja en San Petersburgo. La siguiente celebración fue en 1917 y señaló la apertura de la revolución rusa.

Los estalinistas que tratan de meter a la revolución rusa en su esquema etapista pretenden que la Revolución de Febrero fue la etapa democrático-burguesa de la revolución. Aunque la Revolución de Febrero fue burguesa ya que puso a la burguesía en el poder, tuvo muy poco de democrática,  especialmente en lo que respecta a la emancipación de la mujer. La exclusión de la Iglesia y los tribunales eclesiásticos de los asuntos privados del matrimonio y el divorcio no fue logrado sino después, con la dictadura del proletariado. Asimismo, no fue sino hasta después de la Revolución Bolchevique que se hicieron esfuerzos reales por aliviar la esclavitud doméstica de la mujer mediante el establecimiento de guarderías, casas de cuna, atención pre y post natal, comedores y lavaderos públicos.

La Revolución Bolchevique estableció otro principio básico de la Revolución Permanente – la necesidad de dirección proletaria sobre el movimiento campesino. Aunque la revolución agraria fue espontánea, la lucha por incorporar plenamente a las campesinas a la vida pública y política no lo fue. La movilización política de las campesinas requirió valientes y persistentes esfuerzos de las mujeres del partido Bolchevique, muchas de ellas reclutadas de las fábricas textiles de San Petersburgo que habían estado a la vanguardia de la lucha de clases rusa durante las tres décadas previas a la Revolución. Organizadas en las secciones especiales del Partido Comunista dedicadas a arrastrar a las masas de mujeres oprimidas a la causa de la revolución, cuadros del partido, frecuentemente vestidas de paranyas y eluchvons (la indumentaria con el velo usado por las mujeres en los territorios musulmanes de la Unión Soviética) llevaban el mensaje de la revolución a las regiones más atrasadas de Rusia. Para llegar a las mujeres de las tribus nómadas, las secciones de mujeres del PC organizaban “Yurtas Rojas”, grandes tiendas de campaña que dispensaban propaganda tanto médica como política. Sus esfuerzos culminaron con la Primera Conferencia de Mujeres Proletarias y Campesinas de Toda Rusia en noviembre de 1918, a la cual asistieron 1.700 delegadas. Una de las participantes describió la conferencia como sigue:

“En 1918, cuando ardía la guerra civil, cuando todavía teníamos que luchar contra el hambre, el frío y devastación sin precedente, cuando aún era necesario derrotar al enemigo en innumerables frentes, en esta coyuntura se convocó a la conferencia de mujeres proletarias y campesinas. Centenares de trabajadoras, de las fabricas y aldeas más remotas habían venido a Moscú con sus quejas, reclamos e duda, con todas sus aflicciones grandes y pequeñas…”

—F.W. Halle, Women in Soviet Russia, 1933.

Termidor revierte las conquistas

Mas la Unión Soviética, país económicamente atrasado para empezar, azotado por la intervención imperialista y la guerra civil, acorralado y bloqueado por potencias capitalistas hostiles, fue incapaz de sentar las bases económicas para la construcción del socialismo; sólo podía “generalizar la miseria”. Lenin y Trotsky comprendían que, de la misma manera que la revolución democrática debe devenir en revolución socialista para realizar las tareas democráticas de la revolución, la revolución socialista debe devenir directamente en revolución mundial. El no haberse extendido la revolución condujo a la toma del poder por la conservadora burocracia estatal bajo Stalin que convirtió el aislamiento de la Unión Soviética de una profunda derrota en una “victoria” retórica con la doctrina nacionalista y antimarxista del “socialismo en un solo país”. Al consolidarse Stalin en el poder, la nueva élite gobernante requirió también del resucitamiento de la familia monógama como baluarte de este “socialismo” nacional – de la misma manera que constituyó un baluarte de la contrarrevolución política fascista en los países capitalistas.

La contrarrevolución política estalinista sencillamente echó a rodar en reversa la película de la revolución sobre la cuestión de los derechos de la mujer. Las secciones del partido para el trabajo entre mujeres fueron liquidadas en 1934; la homosexualidad se convirtió en delito en 1934; el aborto, que había sido legalizado en 1920, fue proscrito en 1936; de 1935 a 1944 el divorcio se hizo cada vez más oneroso y complicado; y en 1944 fue abolida incluso la educación mixta. Para lograr estas medidas. Stalin se basó en la influencia conservadora de los campesinos, que en general fueron los únicos que les dieron buena acogida.

Naturalmente, a cada etapa los apologistas estalinistas se las arreglaban para encontrar razones sociales y económicas para cada una de las medidas contrarrevolucionarias de Stalin. Como dijo Trotsky en La revolución traicionada, “La familia no puede ser abolida: hay que reemplazarla. La emancipación verdadera de la mujer es imposible en el terreno de la ‘miseria generalizada’.” Así que incluso el gobierno revolucionario de Lenin y Trotsky tuvo que enfrentarse a problemas horrendos, especialmente en lo concerniente a la familia y la emancipación de la mujer. Por ejemplo, en 1922 Krupskaya, esposa de Lenin, calculaba que había siete millones de niños sin hogar, en tanto que Lunacharsky, Comisario de la Educación, estimaba que había nueve millones. ¡Y la adopción tuvo que ser proscrita en 1926 para impedir la explotación de la mano de obra infantil por el campesinado! La principal “conquista” de Stalin fue el convertir las condiciones difíciles en la excusa para entregar todo el poder a una camarilla gobernante conservadora y contrarrevolucionaria que se adaptó al atraso para sobrevivir.

La mujer bajo el estalinismo tercermundista

En Yugoslavia, China, Vietnam del Norte y Cuba, direcciones pequeño burguesas al mando de ejércitos basados en el campesinado lograron destruir el capitalismo debido a circunstancias históricas excepcionales, a pesar de sus programas “democráticos” totalmente procapitalistas. Este sólo hecho les ha permitido a estos países jugar un papel independiente de la subordinación económica y política directa al imperialismo; esto es, les ha permitido cumplir la tarea fundamental de la revolución anticolonial. Mas estas victorias ocurrieron como confrontaciones militares en las que las fuerzas aliadas de los imperialistas y las burguesías nativas fueron derrotadas a pesar del empeño de las direcciones “revolucionarias” por traicionar la lucha a cambio de una “revolución” prudentemente contenida dentro de los límites del capitalismo (tal como sucedió en Argelia y en la mayoría de las situaciones similares). El proletariado, víctima de anteriores derrotas, carecía de dirección y no pudo participar como contendiente activo por el poder en estas revoluciones.

Como consecuencia, lo que resultó no fue la democracia proletaria, sino regímenes tan burocráticamente deformados como el que surgió de la degeneración de la revolución en la Unión Soviética – es decir, estados obreros deformados. Dentro de estos regímenes, una vez más la emancipación de la mujer resulta el indicador más exacto para medir la emancipación general. Aunque se ha otorgado la igualdad formal a las mujeres, no se ha hecho ningún esfuerzo concertado y consecuente por liberarlas de la esclavitud doméstica. A pesar de que las mujeres han ampliado su acceso a actividades socialmente productivas, se les restringe generalmente a aquellas áreas que son una simple extensión de las labores domésticas, tales como los textiles y la enfermería. En Vietnam del Norte, después de 26 años de guerra, a las mujeres aún no se les permite desempeñar posiciones de combate en el ejército regular. Y únicamente las exigencias de la guerra han obligado a la burocracia norvietnamita a establecer guarderías. El control de la natalidad y el aborto se legalizan o se proscriben al antojo de la burocracia.

Políticamente, las mujeres no se encuentran ni más ni menos privadas de derechos que sus esposos en ausencia de la democracia proletaria. Debido a la inexistencia de secciones especiales del partido para el trabajo entre las mujeres, no hay vehículos idóneos para prepararlas y equiparlas para ingresar al partido. El reclutamiento de mujeres se hace generalmente por medio de la exhortación moral. La gran mayoría de las mujeres son apartadas a la Federación Democrática de Mujeres de la localidad donde pueden difundir peticiones a favor de la paz, la justicia y la igualdad. En China, la Federación Democrática de Mujeres, que en un tiempo decía contar con una militancia de 70 millones, era encabezada por la esposa de Liu Shao-chi, ¡fue por tanto abolida por la Revolución Cultural!

En los países coloniales y atrasados, las clases pequeñoburguesas oprimidas por el feudalismo y el imperialismo, particularmente el campesinado, son más numerosas que el proletariado. Para llegar al poder, el proletariado debe movilizar a estas clases tras de sí en la lucha contra el imperialismo y por los derechos democráticos elementales. Sin embargo, el proletariado es la única fuerza consecuentemente revolucionaria y anticapitalista en estos países. Para derrocar al capitalismo e iniciar un camino sin obstáculos hacia el socialismo, la revolución debe hacerse bajo las condiciones dictadas por el proletariado y con su programa. La familia como unidad económica que sojuzga a la mujer podría entonces ser sustituida a través de la socialización de los medios de producción y reproducción de la fuerza de trabajo. Pero la revolución que se basa en el campesinado o en una engañosa amalgama de los intereses de campesinos y obreros (es decir, sobre un programa modificado de un sector de la pequeña burguesía), se encuentra con que para el campesinado la familia es la unidad económica existente de la agricultura en pequeña escala, en contraposición a las fábricas e industrias socializadas del proletariado. Al contrario de los obreros, los intereses de clase de los campesinos están basados en la profundización de la propiedad privada de pequeñas parcelas, lo cual implica la retención de la estructura familiar. Pero los campesinos son incapaces de reorganizar la sociedad. Su influencia conservadora solo puede ser contrarrestada mediante la dirección obrera.

De modo que la interrelación entre la cuestión de la tierra y la familia es una cuestión clave para entender el zigzagueo de los estados obreros degenerado y deformados. Porque la industrialización requiere un excedente de alimentos; un excedente de alimentos requiere la mecanización; la mecanización requiere la industrialización, etc. ¿Como romper este círculo vicioso? La Nueva Política Económica (NEP), acumulación socialista primitiva (el impuesto en especie), la persuasión y el ejemplo fueron los métodos de Lenin y Trotsky. El fíat burocrático, cuyos parámetros son solamente los precipicios de la catástrofe, es el método del estalinismo, que vira del “kulaks, enriquecéis” de Bujarin/Stalin y la Nueva Democracia de Mao a la colectivización forzada y al Gran Salto Adelante. Durante el Gran Salto Adelante y la colectivización forzada de Stalin, las mujeres fueron alentadas a participar en la producción social, y la familia tendió a ser subordinada. Pero estas medidas no correspondían al ritmo real del desarrollo económico, y no se crearon sustitutos para reemplazar a la familia como unidad económica. Los regímenes estalinistas se vieron así obligados a fortalecer la estructura familiar como la única forma no revolucionaria de salir del caos que habían creado y para conciliar a los campesinos enfurecidos. El proletariado, precisamente la clase para la cual la familia no desempeña ningún papel económico, está destinada por la historia a encabezar la lucha por la emancipación de la mujer.

La mujer y la revolución permanente

Aunque la explotación de clase es el eje principal de la lucha social, no es ésta la única forma de opresión social. La insensibilidad a las formas especiales de opresión -nacional, racial y generacional así como sexual- es una forma de oportunismo. El economicismo, la ideología de los burócratas de los sindicatos y sus acólitos, prospera en tal oportunismo. Sin embargo, el negarse a ver la trabazón existente entre la opresión especial y la lucha de clases, el proponer otras vías (como el feminismo burgués) que la lucha de clases para resolver la cuestión de la opresión especial, es a la vez reaccionario y utópico. Debido a que la cuestión de la familia y de la opresión de la mujer es fundamental a la sociedad de clases, la solución sólo puede ser la extirpación global de la propiedad capitalista y la preparación para la sociedad comunista sin clases. Solamente un partido proletario internacional, consciente de sus tareas y su misión, puede ofrecer la dirección necesaria para tal levantamiento.

El frente popular: peligro para la clase obrera

El frente popular: peligro para la clase obrera

Esto fue originalmente impreso en inglés en Workers Vanguard no. 14, diciembre de 1972. Esta versión fue impresa en español en Cuadernos Marxistas no. 3

Ante las continuas concesiones del gobierno del frente popular, la burguesía chilena se está movilizando para la contrarrevolución. Tras una fachada de evolución, la sociedad chilena se ha polarizado hondamente y está avanzando hacia una explosión, una embestida contrarrevolucionaria frente a la cual el proletariado está indefenso. Mientras que las fuerzas de la represión se preparan para el enfrentamiento y la pequeña burguesía se pasa al campo de la reacción, la clase obrera está desnuda, sin órganos de doble poder, sin armas, sin vanguardia.

El gobierno de la Unidad Popular (UP) de Salvador Allende no defenderá a las masas proletarias y campesinas contra la salvaje movilización reaccionaria, porque la única defensa es la movilización independiente del proletariado en su propio interés de clase revolucionario, y el gobierno de la Unidad Popular está dedicado a la subordinación del proletariado a los llamados “sectores progresivos de la burguesía nacional”. La trágica derrota que amenaza a las masas chilenas tiene muchísimos precedentes: la desastrosa política de Stalin de alianza con Chiang Kai-shek, que llevó directamente a la estrangulación de la Revolución China en las masacres de Shanghai y Cantón en 1927; la sangrienta derrota de la revolución española de 1937 y la firme instalación de la dictadura de Franco; la matanza de más que medio millón de obreros y campesinos indonesios en 1965 resultado de la política maoísta de “coexistencia pacífica” con Sukarno; la traición inminente por el FLN/ RDV estalinista de los veinticinco años de lucha de las masas vietnamitas.

En Chile se puede ya mascar lo que se avecina al poner Allende a veinticuatro provincias bajo control militar (diciéndole a los obreros que se queden en casa) cuando capitula ante la movilización reaccionaria de la pequeñaburguesía, cuando consolida la posición de la élite militar, cuando dispara contra los campesinos que están cogiendo las haciendas abandonadas, y cuando arresta a obreros y estudiantes que tratan de impedir que manifestaciones fascistas invadan las calles. Como Torres en Bolivia, Allende está demostrando que su lealtad fundamental está con la burguesía y como Torres permitirá que tanto él como su coalición de frente popular sean eliminados del poder antes que desatar las fuerzas de la clase obrera.

Revolución por etapas

Uno de los mitos alentados por los mencheviques chilenos de última hora (el PC y el PS de Allende) es que la clase dirigente chilena es una aristocracia feudal terrateniente. A partir de esta suposición deducen que es necesaria una revolución en dos etapas: “primero” una alianza anti-feudal con la burguesía nacional “progresista” para realizar las tareas democráticas y nacionales, y “más tarde” (es decir, nunca) una revolución socialista. ¡Pero hasta la suposición es falsa! Chile, como la mayoría de las naciones latinoamericanas, logró su independencia de España en las guerras nacionales que siguieron a los levantamientos de 1810. Estas guerras fueron dirigidas por hombres como Bernardo O’Higgins, Simón Bolívar y Antonio Sucre. Fueron revolucionarios burgueses, casi todos francmasones; ligados íntimamente al imperialismo británico. Representaban los intereses de una burguesía comerciante, minera y terrateniente que tenía conexiones íntimas con el mercado mundial. Durante este siglo, esta misma clase se extendió a la industria ligera, pero sin dividirse en sectores agrarios e industriales, y aún menos en segmentos “oligárquicos” y “progresistas”. La familia Edwards en Chile, símbolo de los monopolistas, es un gran terrateniente (capitalista), dueña de varias industrias, accionista mayor del Banco de Londres y Sudamérica, dueña del periódico El Mercurio y una fuerza importante en el Partido Nacional.

Chile es un país predominantemente urbano con un fuerte movimiento obrero desde hace 100 años. Ya en 1907 un 43 por ciento de la población era urbana; hoy es más de tres cuartos urbana. El primer sindicato (el de los obreras del ferrocarril) fue fundado en 1852, y la base principal del movimiento obrero fue asentada en las “sociedades de resistencia” de los mineros del nitrato construidas en las regiones norteñas durante la década de 1890. La primera federación nacional de obreros, la Gran Federación Obrera Chilena, fue establecida en 1909, y en 1912 el Partido Socialista Obrero fue fundado por Luis Emilio Recabarren, un socialista de izquierdas semejante al norteamericano Eugenio Debs. En 1921 Recabarren llevó al partido a la Internacional Comunista, convirtiéndose en el primer y mayor PC en Latinoamérica (tenia aproximadamente cincuenta mil miembros antes de la elección de Allende). Hoy, aproximadamente 35 por ciento de los obreros están sindicados (comparado con aproximadamente 25 por ciento en los Estados Unidos), y casi un 20 por ciento están en la Central Única de Trabajadores (CUT), dirigida por el PC con grandes minarlas del PS y del PDC.

En contradicción con lo que pretende la mitología burguesa, la historia de la lucha de clases en Chile está impregnada de violencia. Desde la masacre de los mineros del nitrato en Iquique en 1907 (más de 2.000 fueron segados por las ametralladoras) al ataque de la Democracia Cristiana contra los huelguistas de El Teniente en 1966, la clase dirigente de Chile nunca ha titubeado en utilizar al ejército y a la policía para proteger sus intereses de clase. Aún más, el PC fue declarado ilegal durante la mayor parte de su historia, durante los años 1925-35 y 1948-58.

El gobierno de frente popular

El gobierno de la UP de Allende es el producto de una coalición electoral entre el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Partido Radical (el partido clásico de la burguesía liberal en Chile) y varios partidos menores de la pequeña burguesía (el MAPU, el API, el PSD). Es un frente popular clásico ― esto es, una coalición de partidos obreros y partidos burgueses “progresistas”. A pesar de la base obrera del gobierno de la Unidad Popular (el voto por los partidos burgueses es apenas un quinto de los votos combinados de los partidos obreros), la burguesía está fuertemente representada. La coalición no podría haber ganado una pluralidad sin los radicales, incluyendo y especialmente su ala derecha. A pesar del pequeño número de votos por el Partido Radical, el primer gabinete de Allende contuvo una mayoría de ministros burgueses.

Para poder tomar posesión de su cargo Allende tuvo que llegar a un compromiso con la Democracia Cristiana, el partido burgués dominante hoy en día. (La UP obtuvo sólo una pluralidad ―36 por ciento del voto― y la elección de Allende por el Congreso dependía del apoyo del PDC.) Este compromiso fue codificado en un “Estatuto de Garantías Constitucionales” ― enmiendas constitucionales que declaraban ilegal el formar milicias privadas (tales como milicias obreras) o dar puestos a oficiales de la policía o militares que no se hubieran entrenado en las academias oficiales (asegurando así el firme control de las fuerzas armadas por la élite militar establecida). En el Congreso, ningún programa de Allende puede ser aprobado sin el apoyo del PDC, y desde junio de 1972 la UP ha tratado repetidamente de inducir a la Democracia Cristiana a que entre en el gobierno. Y de postre, Allende nombra ahora a unos generales para encabezar tres ministerios claves, incluyendo al comandante en jefe del Ejército, el General Prats, como Ministro del Interior (encargado de la policía).

La mejor expresión del carácter del gobierno de Allende viene dada por el PC, el partido más consistente de la coalición. En un importante reciente artículo Orlando Millas, miembro del Comité Político del PC, escribe:

“Chile se ha dado un Gobierno Popular correspondiente a una democracia avanzada que asegura condiciones favorables a la lucha por el socialismo. En esta democracia avanzada, con este Gobierno Popular… se requiere una política certera… de alianza suyas con las masas populares de la ciudad y del campo y con la pequeñoburguesía y la burguesía pequeña y media. Para aislar al imperialismo, a los terratenientes y a la oligarquía financiera.

“El Gobierno Popular es la resultante de la política patriótica de vinculación del proceso revolucionario con el desarrollo democrático en el curso de cuya aplicación la clase obrera… tomó en sus manos las reivindicaciones legítimas de todas las clases y capas sociales antiimperialistas y antioligárquicas.”

Punto Final 23 de junio, 1972

Frentes populares no son nada nuevo en la historia de Chile; el país ha pasado por varios entre los años 1938 a 1948, empezando por la coalición PC-PS-Radical bajo Pedro Aguirre Cerdá (en el cual Allende mismo fue ministro por el PS). Varias reformas de la beneficencia social fueron llevadas a cabo bajo estos gobiernos de colaboración de clases, pero el resultado neto para el proletariado chileno fue la derrota: los sueldos cayeron de 27 por ciento a 21 por ciento de la renta nacional durante 1940-1963, mientras que los beneficios aumentaron tremendamente; se fortalecieron los partidos de la derecha y se desorganizaron los sindicatos. El principio del fin vino en 1947 cuando el Presidente Videla proscribió a su asociado en la coalición, el PC, (supuestamente a causa de la huelga de los mineros) y detuvo a cientos de líderes obreros en campos de concentración. (El PS ayudó a romper la huelga y después entró en el gobierno de Videla.) Durante todo el período no se hizo nada sobre la reforma agraria.

Allende, por supuesto, aduce que este frente popular actual es diferente:

“… sí bien es cierto que estábamos los mismos partidos que hoy día, la hegemonía la tenía el Partido Radical, que era el partido de la burguesía y ésa es la diferencia que existe hoy día entre la Unidad Popular y el Frente Popular: en la Unidad Popular… hay una clase hegemónica, la clase obrera, y hay un presidente socialista marxista.”

― R. Debray, Conversación con Allende

Pero ni esto es nuevo. Exactamente esta misma situación existió en el gobierno del frente popular español bajo el “socialista de izquierdas” Largo Caballero. Como Trotsky señaló:

“El hecho que más sorprende políticamente, es que en el Frente Popular Español no hay siquiera, en esencia, paralelogramo de fuerzas: el lugar de la burguesía está ocupado por su sombra. Por intermedio de los estalinistas, de los socialistas y de los anarquistas, la burguesía española ha subordinado a su control al proletariado, sin tomarse el trabajo de participar en el Frente Popular… No quedaron en el campo republicano más que los deshechos insignificantes de las clases poseedoras, los señores Azaña, Companys y sus semejantes, abogados políticos de la burguesía, pero de ningún modo ella misma… No representaban más que a ellos mismos. No obstante, gracias a sus aliados socialistas, estalinistas y anarquistas, esos fantasmas políticos jugaron en la revolución un rol decisivo. ¿Cómo? Simplemente, en tanto que encarnación del principio de la ‘revolución democrática’, esto es, de la inviolabilidad de la propiedad privada.”

― Trotsky, Lecciones de España – Ultima advertencia, 1937

Un frente popular con la “sombra” de la burguesía es todavía un frente popular. La “Revolución Española” murió en su infancia, a pesar de la lucha heroica de las masas, porque los dirigentes de las organizaciones obreras tradicionales rehusaron romper con la burguesía y movilizar al proletariado por el socialismo.

Fueron los socialdemócratas Scheidemann y Noske, los verdugos de la revolución alemana, los que llamaron a la unidad de explotadores y explotados. Fue Stalin el que inventó la “teoría” del frente popular en su pánico por obtener una alianza con las burguesías “democráticas” de Inglaterra y Francia contra Hitler. En 1917 fueron los mencheviques los que se aliaron con los Kadetes burgueses (el Partido Democrático Constitucional) en el Gobierno Provisional. Lenin denunció esta traición terminantemente, contraponiendo la demanda “Abajo los diez ministros capitalistas” ― por un gobierno de los partidos obreros únicamente. El Cuarto Congruo de la Internacional Comunista insistió claramente en este punto:

“Los partidos de la Segunda Internacional tratan de ‘salvar’ la situación… aconsejando y formando un gobierno de coalición de partidos burgueses y socialdemócratas… A esta coalición burguesa socialdemócrata abierta o escondida, loa comunistas contraponen el frente único de todos los obreros y una coalición de todos los partidos obrero en la arena económica y política para la lucha contra el poder burgués y por su derrocamiento final… Los deberes primordiales del gobierno obrero deben ser armar al proletariado, desarmar las organizaciones burguesas contrarrevolucionarias, introducir el control de la producción… y romper la resistencia de la burguesía contrarrevolucionaria.

― “Tesis sobre tácticas, 1922

El simple hecho de enunciar la posición leninista revela cuán lejos del leninismo están el gobierno de Allende y sus apologistas.

Las nacionalizaciones de la UP

El programa de la Unidad Popular propugna extensas nacionalizaciones. El “Programa de Gobierno” de la Unidad Popular de 1970 declara:

“Las fuerzas populares unidas buscan como objeto central de su política remplazar la actual estructura económica, terminando con el poder del capital monopolista nacional y extranjero y del latifundio, para iniciar la construcción del socialismo….

“El proceso de transformación de nuestra economía se inicia con una política destinada a construir un área estatal dominante… Así, quedarán integrando este sector de actividades nacionalizadas las siguientes:

1) La gran minería del cobre, salitre, yodo, hierro y carbón mineral.2) El sistema financiero del país, en especial la banca privada y seguros.

3) El comercio exterior.

4) Las grandes empresas y monopolios de distribución.

5) Los monopolios industriales estratégicos.

6) En general, aquellas actividades que condicionan el desarrollo económico y social del país, tales como la producción y distribución de energía eléctrica; el transporte ferroviario, aéreo y marítimo; las comunicaciones; la producción, refinación y distribución del petróleo y sus derivados, incluido el gas licuado; la siderurgia, el cemento, la petroquímica y química pesada, la celulosa, el papel.”

Y muchas de estas nacionalizaciones han sido llevadas a cabo. Las grandes minas del cobre (El Teniente, Chuquicamata, El Salvador, Exótica) de los monopolios Kennecott y Anaconda son hoy propiedad del estado. También han sido nacionalizadas las minas de nitrato, hierro, yodo y carbón de piedra; casi todos los bancos privados (domésticos y extranjeros); el comercio exterior; varias grandes fábricas papeleras, textiles y del auto.

Pero este programa no sobrepasa los límites del capitalismo. De hecho, este programa ayuda a ciertos sectores de la burguesía industrial. El programa mismo subraya que no se nacionalizarían más que 150 de las 30.500 empresas ―y los dueños serían compensados. La industria quedaría en gran parte intacta. La reforma agraria es simplemente la ley del previo gobierno de Frei (PDC), que deja exenta 80 hectáreas de tierra de regadío (o su equivalente, que son 800 hectáreas en las regiones ganaderas), también proveyendo compensación total. La primavera pasada, cuando el Ministro de Economía Vuskovic (PS) propuso una lista de 91 grandes compañías que deberían ser nacionalizadas, esto provocó una alborotada protesta por parte de la Democracia Cristiana y finalmente su caída. La lista fue olvidada. El programa de la UP no expropia a la burguesía como clase.

Reclamamos, en palabras del “Programa de Transición” de Trotsky, “el programa socialista de la expropiación, vale decir, de la destrucción política de la burguesía y de la liquidación de su dominación económica.” Como señala el “Programa de Transición”:

“La diferencia entre estas reivindicaciones y la consigna reformista demasiado vieja de ‘nacionalización’ consiste en que 1) Nosotros rechazamos la indemnización; 2) Prevenimos a las masas contra los charlatanes del Frente Popular que mientras proponen la nacionalización en palabras, siguen siendo, en los hechos, los agentes del capital; 3) Aconsejamos a las masas a contar solamente con su fuerza revolucionaria; 4) Ligamos el problema de la expropiación a la cuestión del poder obrero y campesino.”

En Ghana, bajo Nkrumah, o en Argelia y Egipto hoy, se han llevado a cabo reformas agrarias en gran escala, y el control estatal de la banca, del comercio exterior y de gran parte de la industria. En Italia la mayor parte de la industria está en manos de gigantescos trusts de estado, el IRI y el ENI, como herencia del fascismo. Pero mientras la burguesía siga existiendo como clase, controlando los medios de producción importantes, ningún número de nacionalizaciones cambiará el carácter de la economía: es capitalista.

El carácter de clase del estado

El programa de la UP reclama una “Asamblea Popular”:

“Una nueva Constitución Política institucionalizará la incorporación masiva del pueblo al poder estatal. Se creará una organización única del Estado estructurada a nivel nacional, regional y local que tendrá a la Asamblea del Pueblo como órgano superior de poder…. Los integrantes de la Asamblea del Pueblo y de todo organismo de representación popular estarían sujetos al control de los electores… que podrán revocar sus mandatos.”

― “Programa de Gobierno” de la UP, 1970

Pero esto es solamente un gesto para encauzar el odio que las masas tienen por el estado de los patronos hacia el reformismo. Mientras que el ejército burgués y la policía reinen supremos y la clase obrera permanezca desarmada, mientras que el proletariado no esté organizado en sus propios órganos de poder de clase (soviets), independientes del estado burgués, no existirá ni siquiera un doble poder, mucho menos un estado obrero. Una “Asamblea Popular” sería un parlamento burgués modificado y nada más.

En el centro está la cuestión del poder estatal. El ejemplo chileno es la encarnación de la llamada “vía pacifica al socialismo”. Allende se refiere a esto como la esencia de la “vía chilena”:

“Las circunstancias en Rusia en 1917 y las de Chile ahora son muy diferentes. Nuestro método revolucionario, el método pluralista, fue anticipado por los teóricos marxistas clásicos pero nunca ha sido puesto en práctica antes… Chile hoy es la primera nación en el mundo que ha puesto en práctica el segundo modelo de transición a una sociedad socialista….

“Los escépticos y los profetas de la ruina dirán que esto no es posible. Dirán que un parlamento que ha servido a las clases dirigentes con tanta eficacia no puede transformarse en el Parlamento del Pueblo Chileno. Aún más, han declarado enfáticamente que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros… no consentirán en garantizar la voluntad del pueblo si éste se decidiera al establecimiento del socialismo en nuestro país…

“Ya que el Congreso Nacional está basado en el voto del pueblo, no existe nada en su naturaleza que impida que se transforme para volverse, de hecho, el Parlamento del Pueblo. Las Fuerzas Armadas y los Carabineros, fieles a su deber y a su tradición de no-intervención en el proceso político, apoyarán a una organización social que corresponde con la voluntad del pueblo…

“Si no se desata la violencia contra el pueblo, seremos capaces de cambiar las estructuras básicas sobre las que descansa el sistema capitalista en una sociedad democrática, pluralista y libre, y de hacer esto sin la innecesaria fuerza física, sin desorden en las instituciones, sin desorganizar la producción…”

― “Primer mensaje al Congreso”, 1970

No hay nada nuevo en esta “teoría” de la “vía chilena”. El himno triunfal de Allende a una “sociedad democrática pluralista y libre”, la descripción de Millas de Chile como una “democracia avanzada” ― que lindamente corren parejas estas ideas con la declaración del revisionista Kautsky de que “la dictadura del proletariado era para Marx una condición que necesariamente se desarrolla dé la democracia pura, si el proletariado forma la mayoría”. Marx sin embargo, desautorizó este concepto en una sola frase:

“La Comuna ha demostrado, sobre todo, que ‘la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines’.”

― Marx y Engels, Prefacio a la edición alemana de 1872 del Manifiesto Comunista

Y Engels podía haber estado hablando específicamente a los reformistas chilenos cuando escribió:

“¿Han Visto estos caballeros alguna vez una revolución? Una revolución es ciertamente la cosa mis autoritaria que existe; es un acto por el cual una parte de la población impone su voluntad sobre la otra por medio de rifles, bayonetas y cañones ― siendo todos ellos medios muy autoritarios. Y el grupo que triunfa tiene que mantener su mandato por medio del terror que sus armas inspiran en los reaccionarios.”

― Engels, “Sobre la autoridad”

Chile ―esta “democracia avanzada”― tiene el ejército más grande, en comparación con su población, de cualquier país en Latinoamérica, y una de las mayores burocracias. En Chile hoy existe la dictadura de la burguesía, presidida por un gobierno de frente popular que incluye los partidos obreros más grandes. Hasta que sea aplastadopor una clase obrera armada y políticamente consciente, seguirá reprimiendo a las masas explotadas en interés del capital.

Después de las elecciones de septiembre de 1970, existía una actividad considerable de la derecha que trataba de impedir que Allende tomase el poder. Como establecieron los documentos de la ITT, el embajador de los EE.UU. y la CIA estaban en contacto estrecho con el General Viaux, que a su vez estaba implicado en el asesinato del General Schneider, el jefe de las fuerzas armadas, en un intento de provocar un golpe militar. Los demócratas cristianos, sin embargo, pusieron todo su empeño en domesticar a Allende. Cuando la UP, después de protestas iniciales, firmó el “Estatuto de Garantías Constitucionales”, aún el reaccionario Partido Nacional apoyó su elección en el Congreso. En su mensaje inaugural, Allende prometió respetar la “legalidad” y exhortó al “trabajo y sacrificio” a las masas en el “nuevo” Chile.

Durante 1971 el gobierno de la UP llevó a cabo varias medidas progresivas. Con el consentimiento del PDC Allende nacionalizó las minas de cobre, hierro, salitre y otras minas en manos de monopolios extranjeros. Utilizando leyes que han estado en los libros desde los años 30, decretó la nacionalización de varias fábricas textiles e industrias ligeras en manos de compañías estadounidenses. Por medio de negociaciones el gobierno compro las acciones de casi todos los bancos privados, y por decreto nacionalizó el comercio exterior.

Envalentonadas, la clase obrera y las masas campesinas tomaron centenares de haciendas y fábricas. Un grupo medio castrista, medio “nueva izquierda”, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) dirigió mis de 300 tomas de haciendas en los primeros meses del gobierno de la UP, y organizó muchas de las “poblaciones callampas” (barriadas pobres ilegales) alrededor de la capital. Los obreros industriales, casi todos bajo la dirección sindical del PC tomaron varias fábricas, destacándose una fábrica de asamblaje de la Ford y catorce fábricas textiles. A principios de 1971 subieron los sueldos mientras que los precios permanecieron en su mayor parte bajo control. Resultando en un aumento real de salarios de 30-40 por ciento.

Pero el gobierno de la UP pronto quedó desenmascarado como el agente de la clase capitalista, defensor de la propiedad privada y de la legalidad burguesa. En respuesta a una campaña de presión de las derechas, el gobierno, comenzando a mediados de 1971, se ha opuesto por la fuerza a las invasiones de tierra de los campesinos, produciendo seis muertos y decenas de presos solamente en la provincia de Cautín. El 22 de mayo de este año los Carabineros (la policía nacional) atacaron en Concepción a una importante contramanifestación anti-derechista compuesta de los partidos de la UP, la federación laboral, y el MIR y detuvieron a 80, casi todos miristas. El ataque fue dirigido por el “Grupo Móvil” la elite de la policía que el programa de la UP había prometido desmantelar. Durante los recientes motines de las derechas el gobierno una vez más se concentró en arrestar a izquierdistas, y puso al país bajo control militar. (En ese mismo momento las marinas chilena y norteamericana llevaban a cabo maniobras conjuntas a corta distancia de la costa.) El día después de que Allende instalara a tres ministros militares, las oficinas centrales de su propio PS sufrieron una redada de la policía en busca de armas ― con una autorización obtenida por el grupo fascista Patria y Libertad. Frente a estos ataques crecientes de la derecha, la UP mantiene solemnemente que la tarea principal es ¡“ganar la batalla de la producción”!

Allende se ha echado atrás en varios puntos del programa de la UP, capitulando bajo la presión de las derechas. Proyectos de ley que reclamaban una  “Asamblea Popular” y “Tribunales Comunales” fueron dejados a un lado a causa de la resistencia del PDC. En febrero de 1972 Allende consintió a pagar 85 millones de dólares en bonos emitidos por el previo gobierno de Frei:

“La razón es que Chile está intentando organizar un nuevo programa de balanza de pagos de más de 2.000 millones de dólares a sus acreedores de los Estados Unidos y Europa Occidental…. Según fuentes financieras, Chile ha accedido de mala gana a permitir que el Fondo Monetario Internacional revise periódicamente su situación monetaria de créditos y comercial, como parte de un arreglo para obtener el refinanciamiento de su deuda.”

New York Times, 26 de febrero de 1972

Allende todavía se negaba a pagar compensación por las nacionalizaciones de la UP. Pero dos meses más tarde:

“Los Estados Unidos y otras 11 naciones acreedoras han accedido a primeras horas de hoy a conceder a Chile un grado mayor de crédito obteniendo a cambio una promesa de compensación justa por todas las nacionalizaciones conforme a las leyes chilenas e internacionales.”

New York Times, 20 de abril de 1972

Chile en crisis

Al llegar el verano de 1972 el gobierno de la UP había alcanzado una situación de crisis, el apoyo del que gozaba claramente en disminución, como se demostró por las elecciones especiales al Congreso y un aumento dramático en el apoyo a la Democracia Cristiana en la principal federación obrera. Mientras que algunos en el Partido Socialista apremiaron hacia una “aceleración en el ritmo de la transformación revolucionaria” (es decir, más nacionalizaciones), el Partido Comunista reclamó más concesiones:

“Cabe, entonces, poner el acento en la defensa del Gobierno Popular, en su mantenimiento y en la continuidad de su obra. Sería funesto seguir ampliando el número de los enemigos y, por el contrario, deberán hacerse concesiones y, al menos, neutralizar a algunas capas y determinados grupos sociales, enmendando desaciertos tácticos.”

― Orlando Millas, Punto Final, 20 de junio de 1972

Fiel a su tradicional línea reformista Allende remplazó al Ministro de Economía Vuskovic, del PS, por un socialista “menos dogmático” y abandonó la lista de 91 compañías que debían ser nacionalizadas, para “tranquilizar a los círculos financieros” El New York Times, órgano central del imperialismo yanqui, se explayó en hipócritas alabanzas de estas medidas:

“El Presidente Allende ha comenzado a resolver la severa crisis en el seno de la coalición de la Unidad Popular rechazando el consejo radical de su propio Partido Socialista y adoptando el enfoque más moderado y conciliatorio a que apremiaban los comunistas… [Los comunistas] apremian a la consolidación, en vez de la rápida extensión, de los programas sociales y económicos del gobierno de Allende, a negociaciones sobre reforma constitucional con la Democracia Cristiana y a una relación de cooperación con el comercio privado…. Esta decisión puede forzar al presidente a reprimir duramente al MIR… pero esto es infinitamente preferible a una continuación de la polarización… El objetivo de la oposición democrática chilena hoy unida, debe ser siempre no el forzar al Dr. Allende a que abandone la presidencia, sino hacer que su gobierno se adapte a las reglas establecidas del juego.”

New York Times, 20 de junio de 1972

Desde entonces, la UP ha intentado repetidamente convencer a la Democracia Cristiana a entrar en la coalición. El PDC, sin embargo, se está inclinando cada vez más hacia la derecha a medida que la situación se polariza. El crecimiento del grupo fascista Patria y Libertad, y de los comandos armados anticomunistas en el campo y en los barrios urbanos ricos, son otras tantas indicaciones de esta polarización.

Recientemente, una protesta por los propietarios pequeñoburgueses de camiones sobre un plan del gobierno para crear una compañía estatal de transporte se extendió hasta convertirse en una movilización en contra del gobierno por los propietarios de tiendas, los médicos y otros profesionales, los autobuses privados, los dueños de taxis, las compañías constructoras y las escuelas católicas en respuesta a una llamada a “huelga general” de los “sindicatos” y las asociaciones comerciales del PDC. Sus demandas incluían: la supresión de las Juntas de Abastecimiento Precios (las JAP) y de los “comités para la defensa de la revolución” (guardias obreras sin armas); una enmienda constitucional prohibiendo las nacionalizaciones sin aprobación del Congreso; la expulsión de “extremistas” extranjeros; el abandono de los planes para un banco estatal unificado y una compañía estatal de transporte; la reapertura de las emisoras de radio de la derecha; la anulación de todas las sanciones contra los que habían participado en el “paro patronal”.

Frente a esta movilización abiertamente contrarrevolucionaria, Allende abandonó su plan para una compañía estatal de transporte, metió a los militares en el Gabinete e y movilizó al Ejército. En medio de esta crisis, anunció:

“Ya no estamos al borde de la guerra civil… Si quisiéramos, podríamos tener 150.000 personas aquí. La más mínima palabra traería a 15 o 20.000 obreros de la periferia industrial de Santiago para abrir las tiendas. Les hemos dicho que no. La fuerza de este gobierno está en el respeto por la Constitución y la ley.”

Le Monde, 24 de noviembre de 1972

“No espantemos a la burguesía progresista hacia el campo de la reacción”, gritan los estalinistas y los socialdemócratas (aparentemente no se han dado cuenta de que la clase capitalista en su totalidad se pasó al campo reaccionario hace mucho tiempo). Allende está intentando un acto de equilibrio bonapartista sobre una olla hirviendo de antagonismos de clase al rojo. Pero no puede agitar indefinidamente una bandera roja ante la carga de la derecha. Como todo bonapartista, Allende y su gobierno de la UP están descubriendo que tienen que cimentar sus lazos con una de las clases fundamentales de la sociedad: la burguesía o el proletariado.

Sólo la movilización revolucionaria independiente de la clase obrera puede defender aún los derechos democráticos burgueses de las masas contra la brutal reacción. Los revolucionarios tienen que exigir de los partidos obreros: ¡Ruptura con el frente popular ― dividirlo a lo largo de líneas de clase; por la formación de consejos obreros; sólo una política proletaria independiente puede movilizar el apoyo de las masas trabajadoras por un gobierno obrero! Los izquierdistas revisionistas de los EE.UU. y de otras partes, que inicialmente profesaron el agnosticismo como un parapeto tras del cual buscaban perseguir a las masas en que se apoyaba la UP (ver “Frente popular en Chile”,Spartacist no. 19, noviembre-diciembre de 1970) puede que se encuentren pronto con la lección escrita en la sangre de las masas trabajadoras de Chile.

La destrucción del frente popular requiere antes que nada una lucha resuelta en contra de la política reformista del PC y del PS. Algunos quizás esperaban esto de los fidelistas, que hace unos pocos años proclamaban a voces la necesidad de una guerra de guerrillas por todo el continente. La “Declaración General” de la Organización Latinoamericana de Solidaridad de Castro proclamó en 1967:

“5. Que la lucha armada revolucionaria constituye el curso fundamental de la Revolución en América Latina; 6. Que todas las otras formas de lucha deben servir para avanzar y no para retrasar el desarrollo de este curso fundamental, que es la lucha armada.”

Pero en el preciso momento en que importa se ponen a cantar otra canción. Hablando ante los dirigentes sindicales de la CUT en noviembre de 1971, Castro declaro:

“… en los numerosos pronunciamientos que realizó la Revolución en relación al panorama general de América Latina, nosotros siempre veíamos la situación chilena con un carácter diferente… De manera que nunca hubo contradicción alguna entre las concepciones de la Revolución Cubana y los caminos que seguía el movimiento de izquierda y los partidos obreros en Chile…”

Hablando ante los obreros de la mina de cobre de Chuquicamata el 14 de noviembre, Castro les exhortó a que moderasen sus demandas salariales y a que trabajasen más duro ya que la mina habla sido nacionalizada.

El MIR: la “nueva izquierda” chilena

En el mismo Chile, la mayor organización política de izquierdas que queda fuera del gobierno de Allende es el MIR, que hasta las elecciones de la UP era un grupo relativamente pequeño. Pero a medida que grandes masas de trabajadores, ilusionados por la victoria de la UP, se fueron desencantando con la política conciliatoria de Allende, el MIR empezó a experimentar un crecimiento importante, y estableció un “Movimiento Campesino Revolucionario” (MCR) y un “Frente de Trabajadores Revolucionarios” (FTR). Aunque ha dirigido combativamente varias demonstraciones de masas y algunas expropiaciones de tierras, el MIR mantiene una actitud ambigua hacia el frente popular de la UP y no puede proveer ninguna claridad política para el movimiento obrero.

Formado en 1965 de una unificación de fidelistas, maoístas y ex-trotskistas (del Secretariado Unificado), las posiciones principales del MIR eran oposición a las elecciones y apoyó a la guerra de guerrillas. En 1961 el MIR se alineó formalmente junto a OLAS, y en 1969 se sumió en la clandestinidad para preparar operaciones de tipo de guerrillas. En abril de 1970 caracterizó al programa de la UP como de “esencialmente reformista de izquierdas”. Pero después de la elección de Allende exhortó a dar apoyo crítico a la misma UP, pidiendo que la UP implementase el programa que el MIR había condenado cinco meses antes.

Inicialmente el MIR se opuso a toda participación en actividades electorales o parlamentarias por principio (una posición que Lenin denominó “infantilismo ultra-izquierdista”), con el eslogan “Fusil, no elecciones”. En abril de 1970 el Secretariado Nacional del MIR declaró que las elecciones no son “más que un mecanismo de auto preservación de la clase dirigente, un método más refinado que la coerción bruta”, y exhortó a la abstención. Pero después de la victoria de Allende, adoptaron un análisis diferente:

“Sostenemos que la victoria electoral de la izquierda constituye un inmenso avance en la lucha del pueblo por la conquista del poder, y objetivamente favorece el desarrollo de un camino revolucionario en Chile…”

Punto Final, 13 de octubre de 1970

En la manera típica de la pequeñaburguesía radical, el MIR sucumbió a la “adoración del hecho consumado”, pasándose del abstencionismo sectario a la capitulación frente a un ejemplo craso de “cretinismo parlamentario”.

A veces el MIR ha llegado a un entendimiento parcial de la tarea fundamental: la expropiación de la burguesía como clase y la destrucción del estado burgués. Los slogans del MIR incluyen: “A Conquistar el Poder para los Trabajadores, A Instaurar un Gobierno Revolucionario de Obreros y Campesinos”. En un discurso el Secretario-General del MIR, Miguel Enríquez, declaró:

“Así, el gobierno de la Unidad Popular si bien hirió intereses de la clase dominante, si bien comenzó a tomar medidas positivas en el terreno económico en general… al no incorporar las masas al proceso y al no golpear el aparato del Estado y sus instituciones…, se hizo cada vez más débil. Ahora bien, son precisamente estas dos medidas: la incorporación de las masas al proceso y los golpes al aparato del Estado, las que definen a un proceso, como revolucionario….”

Punto Final, 9 de noviembre de 1971

Pero el MIR consistentemente pasa por alto el carácter de frente popular de la UP; ignora el hecho crucial de que una alianza con la democracia cristiana y los radicales, abierta o indirecta, es un aspecto básico del programa de la UP. Así, hace extraordinarias declaraciones tales como, “para poder aliarse con el PDC, es necesario frenar el proceso” (Punto Final, 6 de junio de 1972). Pide de Allende que lleve a cabo varios puntos del programa de la UP; le critica con camaradería. En vez de desenmascarar a los reformistas del PC y el PS como los enemigos más perniciosos de las masas chilenas, el MIR vacila y, finalmente, se alinea bajo la bandera de la UP: “El Movimiento de Izquierda Revolucionaria sostiene que a pesar que no concordamos con cada paso de la Unidad Popular, que a pesar de que tengamos diferencias con aspectos de su política, ello no significa que tengamos que ir a una ruptura definitiva con la Unidad Popular” (Punto Final, 9 de noviembre de 1971).  El MIR no ataca directamente la ilusión de una “vía pacífica al socialismo”, simplemente declara de pasada que en algún momento se hará necesaria la lucha armada. De hecho, el MIR ¡ni siquiera reclama el armamento de los obreros!

El MIR se basa principalmente en los campesinos y los pobladores y no en la clase obrera. En el campo, se orienta principalmente hacia los indios y los campesinos pobres y medios, no hacia el proletariado agrícola; entre los obreros, hacia sectores marginales de la clase en vez de los grandes centros mineros. Como los socialistas italianos en 1920, el MIR se concentra en ocupaciones de fábricas y de haciendas, aparentemente ignorando la necesidad decisiva de una lucha política en el movimiento obrero contra la traidora dirección del PS y el PC. En el fondo, el MIR no es una oposición revolucionaria contra el gobierno de frente popular, sino un grupo militante de presión (como lo llamó el New York Times, “un grupo militante operando en la periferia del gobierno de la UP”). Aún las combativas ocupaciones de las haciendas en el Sur de Chile se hicieron con la aprobación de la agencia de reforma agraria.

Un programa revolucionario para Chile

“La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria.” Estas palabras del programa de la Cuarta Internacional, escritas por Trotsky hace casi 35 años, han sido completamente confirmadas en Chile hoy. Las condiciones objetivas para una revolución socialista han existido durante décadas. Por medio de ocupaciones de tierras y de fábricas, movilizaciones de masas contra las fuerzas contrarrevolucionarias, aún en las olas iniciales de entusiasmo con que fueron acogidas las promesas de Allende, los obreros han mostrado repetidamente su deseo por un gobierno propio, por su propia dirección de clase. Pero los líderes tradicionales del movimiento obrero se esfuerzan por encima de todo en atar a las masas a su enemigo de clase. Lo que se necesita es una dirección bolchevique, un partido de vanguardia proletario.

El logro de este lema plantearía a quemarropa una elección perentoria: la dictadura del proletariado o la contrarrevolución burguesa ― guerra de clases abierta. Un arma poderosa para romper el yugo de los traidores de clase es la demanda que los partidos obreros deben “ROMPER CON LA BURGUESIA y SUS PARTIOOS ― FORMAR UN GOBIERNO OBRERO Y CAMPESINO BASADO EN UN PROGRAMA REVOLUCIONÁRIO”. Este slogan pone en evidencia la negativa de los reformistas a romper con el enemigo de clase. Sin expresar ninguna confianza en el deseo de los reformistas de tomar el poder y gobernar en su propio nombre, los bolcheviques deben al mismo tiempo continuar su propia agitación a favor de demandas de transición que constituyen un programa revolucionario para un gobierno obrero. Si se formase un tal gobierno, sería sólo un episodio breve en el camino hacia la dictadura del proletariado; el paso siguiente seria la guerra de clases abierta.

En Chile hoy, como el resultado de más de un siglo de desarrollo capitalista, la clase dirigente en el campo es una burguesía agraria; aparte de las comunidades indígenas hay pocas restricciones feudales en la propiedad de la tierra. El campesinado se caracteriza por un pequeño sector de campesinos medios (19 por ciento de la población agraria), comparado con los campesinos pobres (32 por ciento), los semi-proletarios (inquilinos) (26 por ciento) y el proletariado agrícola (14 por ciento). Por eso la dirección básica en el campo debe ser hacia la organización de los campesinos pobres, los semi-proletarios y el proletariado rural en alianza con la clase obrera urbana. El lema principal debe ser por la “EXPROPIACIÓN INMEDIATA DE LA BURGUESÍA AGRARIA, SIN COMPENSACION”. La forma inmediata de explotación de las haciendas expropiadas sería decidida por comités de campesinos pobres y obreros agrícolas, aunque probablemente comprendería cierto grado de producción colectiva. (La mayoría de los asentamientos de la reforma agraria son cultivados colectivamente, así como las haciendas tomadas.)

Un importante punto en discusión en Chile hoy es la actitud hacia la pequeñaburguesía. Frente a los esfuerzos de la burguesía para atraerse a la clase media a través de su respeto por la propiedad privada, Allende sólo sabe capitular. Como marxistas, nosotros buscamos ganar a los sectores más bajos y más explotados de la pequeñaburguesía por medio de un audaz programa de expropiaciones, planteando la dictadura del proletariado como la garantía de una sociedad estable y democrática, en contra de la anarquía burocrática desenfrenada en Chile hoy. Buscamos el neutralizar a otros sectores de la pequeñaburguesía, incluyendo a los campesinos medios, con garantías contra la colectivización forzada y por medio de crédito barato y un mercado cooperativo. Sin embargo, hacia la burguesía en sí, sólo una actitud es posible: “EXPROPIACIÓN TOTAL DE LA BURGUESÍA, COMENZANDO CON LOS SECTORES CLAVES, NINGUNA COMPENSACIÓN.”

Pero la clave de un programa revolucionario en Chile es la cuestión del poder estatal ― la dictadura del proletariado. Por lo tanto, requerimos la creación de “MILICIAS OBRERAS ARMADAS BASADAS EN LOS SINDICATOS”. Inicialmente dirigidas contra las bandas fascistas, estos serán los instrumentos decisivos para dividir el ejército y derrumbar el estado burgués.

Para movilizar a la clase obrera en su totalidad, y a sus aliados entre los otros sectores explotados de la población, reclamamos la creación de soviets de delegados obreros y campesinos pobres. Como instrumentos para organizar la conquista del poder. Se transformarán en la semilla de la dictadura del proletariado.

El camino a la victoria será arduo. La ausencia de un partido revolucionario de vanguardia es hoy el problema fundamental que afrontan los obreros chilenos. Esta vanguardia debe ser forjada a través de una lucha acerba por un programa de clase, contra el frente popular y los reformistas de la UP que están haciendo lo imposible por estrangular la revolución. Como Trotsky escribió sobre España: “PARA TENER EXITO EN TODAS ESTAS TAREAS, TRES CONDICIONES SON NECESARIAS: UN PARTIDO; OTRA VEZ UN PARTIDO; Y DE NUEVO, UN PARTIDO.”

*Todas las citas seguidas de un asterisco han sido traducidas de una transcripción en inglés, y pueden no coincidir con el original en español.

El trotskismo mundial se rearma

El trotskismo mundial se rearma (extracto)

[extracto de Spartacist (edición en inglés) No. 20, abril-mayo de 1971. En primer lugar tradujo en Spartacist (español) No. 11, diciembre de 1982]

El movimiento trotskista internacional se encuentra frente a una encrucijada definitiva. Las corrientes revisionistas que han dominado al trotskismo mundial en el período pasado están en crisis. Como resultado de desarrollos recientes, más particularmente la explosión de la clase obrera francesa de mayo/junio de 1968 que demostró en forma dramática y nueva la bancarrota de los impresionistas que habían abandonado la estrategia internacionalista proletaria de la revolución, los revisionistas son tan desafiados por el auténtico trotskismo como los maoístas y otras corrientes no marxistas. Aun los más dedicados revisores de la teoría trotskista ahora se ven obligados a discutir en el terreno del leninismo, carcomido y desfigurado en sus mentes por años de abuso, abandono y traición. Los conglomerados que durante años se han disfrazado como tendencias políticas internacionales se han visto forzados, quieran o no quieran, a reabrir los desacuerdos que, de común acuerdo, habían enterrado hace mucho. Nuevas corrientes andan en busca de respuestas a sus preguntas: ¿Qué le sucedió a la IV Internacional? ¿Cómo puede una auténtica política trotskista construirse sobre las cenizas teóricas del revisionismo? Tales corrientes están emergiendo aun en el seno mismo de las llamadas “internacionales” revisionistas.

Los archirevisionistas del Secretariado Unificado (que prefieren ser conocidos como “la IV Internacional”) ya han experimentado escisiones en sus secciones en Alemania, Inglaterra, Argentina, Ceilán y Bélgica. Pero aun más serio en sus términos es la guerra fraccional que se vio en su “IX Congreso Mundial”, celebrado a principios de 1969, oponiendo en primer lugar los grupos europeos (cuya mayor fuerza es la Liga Comunista francesa) a su asociado político en Estados Unidos, el Socialist Workers Party (SWP), una lucha entre el agresivo centrismo de la Liga y el profundo impulso reformista del SWP.

Livio: un “Che” de cafetin 

La disputa principal en el Congreso se centró alrededor de un proyecto de resolución sobre América Latina, entregado por los europeos, cuyo eje fue que el Secretariado Unificado (S.U.) mismo busque manera de iniciar una guerra de guerrillas en un país seleccionado de América Latina. Esta proposición no fue sino la realización lógica de la capitulación política y teórica al castrismo, datando de mucho tiempo atrás, del S. U. Este sostiene que Cuba, después de haber roto con el capitalismo bajo el liderazgo de una formación radical pequeñoburguesa había establecido un estado obrero esencialmente sin deformaciones, a pesar de la falta de una intervención consciente por parte de la clase trabajadora cubana, como clase, y sin la dirección revolucionaria de un partido de vanguardia trotskista. Cuba era, de acuerdo al S.U., una dictadura del proletariado faltándole sólo las formas de la democracia obrera; y Castro era “un marxista inconsciente”. Los europeos proponen ahora extender este modelo al resto del “Tercer Mundo” y propusieron la guerra de guerrillas campesina como una nueva estrategia de la “IV Internacional”. Livio Maitan, el líder de la sección italiana y uno de los principales defensores de este viraje, se entusiasmó por las ventajas que le proporcionaría a la “IV Internacional” el tener su propio estado para darle relevancia y prestigio. Y tiene una lógica acabada. ¿Qué relevancia puede tener el trotskismo auténtico para estos revisionistas que en el fondo desesperan de una revolución proletaria?

Hansen: lider del ala derecha 

Una minoría del Congreso, liderada por Joseph Hansen del SWP, se oponía al viraje propuesto. Pretendiendo redescubrir la “ortodoxia”, Hansen sostuvo que toda clase de lucha armada debe verse como una táctica subordinada a la construcción de un partido trotskista de vanguardia. Pero la iniciativa de Hansen y el SWP en la capitulación al castrismo del S.U. y la política colaboracionista de clases y nacionalista de “Tercer Mundo” en el terreno nacional del SWP, revelan el impulso reformista fundamental que lleva al SWP a oponerse a la línea de guerra de guerrillas en nombre de la ortodoxia. De la misma manera como los partidos comunistas rechazan las proposiciones confrontacionistas de los radicales pequeño burgueses impacientes citando a Lenin en contra del aventurerismo, no con el propósito de defender al leninismo sino para practicar el reformismo, así hoy día el SWP have uso de su tradición trotskista formal mientras se opone a sus adversarios fraccionales desde la derecha.

El S.U. europeo, que compite con los maoístas de izquierda y los sindicalistas radicales, en el medio europeo más radicalizado y consciente, va en forma impresionista a la caza de una línea más de izquierda. Pero el SWP se orienta hacia una audiencia diferente: una base de jóvenes de clase media reclutada en base al “éxito” del SWP en construir un frente popular reformista, con el solo punto de oposición a la guerra de Vietnam. A la larga los antagonistas del SWP son los demás supuestos trotskistas, ni los confrontacionistas maoístas y semi maoístas, sino el fantasma de la socialdemocracia norteamericana. La Young Socialist Alliance del SWP en realidad ocupa el espacio dejado por la SP/YPSL, no teniendo que soportar el peso del anticomunismo árido de la socialdemocracia oficial, que hoy en día perjudica más que ayuda a construir el partido reformista de masas de los Estados Unidos. Con tal perspectiva, reconocida más o menos conscientemente por al menos un sector de la dirección del SWP, ¿qué podría resultar más catastrófico que una amenaza a su preciosa legalidad y respetabilidad a raíz de la partipación en algo tan ilegal como la guerra de guerrillas?…

TESIS SOBRE LAS GUERRILLAS

TESIS SOBRE LAS GUERRILLAS

LIGA SPARTACIST DE EE.UU.

ABRIL 1967

UNA RESPUESTA A LOS PEQUENOBURGUESES QUE DENIGRAN DEL ROL FUNDAMENTAL DEL PROLETARIADO INDUSTRIAL DE AMERICA LATINA

INTRODUCCIÓN

Todos los movimientos guerrilleros de America Latina incluyen en sus programas un “lugar” para el proletariado, principalmente como si fuese otro segmento “patriótico” de la tal lucha armada por “la liberación nacional”.

Ningún marxista, con seguridad, hará simplemente una reverencia china a este designio reformista imaginado por los adherentes del Frente Popular rural. En vez, los revolucionarios deben tratar de comprender el fenómeno del guerrillerismo si se va a aprender cómo avanzar el rol independiente del proletariado latinoamericano, ya sea interviniendo en ciertas condiciones en un movimiento de guerrillas, y/o luchando resolutamente contra su dirección reformista. De cualquier manera, se trata de intervenir como una fuerza política independiente y nunca como un segmento “patriótico” trabado en el seguidismo.

LOS RESULTADOS

Si un movimiento de guerrillas logra destruir, parcial 0 completamente, a la burguesía nacional y la garra imperialista en el país, las siguientes convulsiones políticas y sociales pueden desarrollar hacia un estado obrero deforme como Yugoslavia, China, Cuba, etc., 0 quedara dentro de las cadenas imperialistas como Argelia con respecto al imperialismo francés. Los eventos de Malaya, las Filipinas y Grecia, donde movimientos guerrilleros encabezados por stalinistas fueron aplastados, probablemente habrían evolucionado por el mismo camino de las transformaciones sociales ocurridas en los estados obreros deformes.

Movimientos de guerrillas no hacen más que causar un vacío pasajero en el mandato del estado gobernante burgués. De esta manera se puede decir que un victorioso ejército guerrillero se vuelve el único soberano del país debido a la huida del gobierno burgués. Antes que esto suceda, la dirección del movimiento guerrillero usualmente tratará de establecer una coalición con un estrato de la clase mandante. Al no hacerse posible dicha coalición, el movimiento guerrillero tiene que aceptar la totalidad del poder estatal en sus manos. La burguesía y el imperialismo estarán en este caso muy débiles y confusos temporalmente para aceptar tal coalición y simplemente cesarán de resistir el momento que la dirección guerrillera se vea forzada —debido a presiones de abajo— a ocupar las oficinas del gobierno.

Más, este es un periodo momentáneo —aunque decisivo— de incapacidad burguesa. Durante dicho momento el movimiento guerrillero puede consolidarse enteramente en el aparato estatal de manera que sea garantizada su permanencia; 0 puede fallar en hacerlo. De ser este último el caso, la vuelta de la burguesía será despiadada y pronta. Si el caso es el primero, 0 sea, si el movimiento guerrillero prueba a las masas ser capaz de mantenerse en el poder, los ataques de la burguesía en proceso de recuperación y del imperialismo sólo servirán para avanzar y fortalecer al victorioso movimiento guerrillero.

Esto, naturalmente, significa una creciente orbita hacia Rusia y el bloque soviético o China, con los cambios de organización que esto acarrea, por ejemplo, en la ideología del estrato pequeñoburgués mandante. Esto es inevitable; no puede haber un “tercer camino” para un estado obrero deforme; en otras palabras, no puede “crear” su propio camino “independiente” de desarrollo fuera del dominio del mundo imperialista sin el apoyo económico, político-militar de Rusia, el bloque soviético y/o China.

Huelga decir que grandes masas de campesinos y considerables segmentos de la clase obrera apoyarán enérgicamente la consolidación de una dirección guerrillera que se ve obligada a chocar abiertamente con la burguesía lacaya y el imperialismo. Significa esto que el movimiento guerrillero, ahora recién en el aparato estatal, responderá cada agresión imperialista con más confiscaciones, nacionalizaciones, formación de milicias, etc. Es decir, al principio responderá golpe con golpe. Estas acciones, sin embargo, no fluyen de ningún programa marxista, sino de la reacción burocrática y oportunista de la dirección pequeñoburguesa, fuertemente presionada desde abajo. Esto permite que el gobierno, desde el principio una formación bonapartista, mantenga la confianza de las masas de campesinos y obreros que lo apoyan, al mismo tiempo que ordena medidas realmente fundamentales que golpearán al imperialismo, obligándolo a retirar su dominio de una vez. Pero pronto las masas se agotarán y se retirarán, calladas aceptando el gobierno pequeñoburgués que se ha probado capaz de resistir los embates imperialistas estableciendo reformas fundamentales y algunos cambios bastante revolucionarios aunque nunca suficientes. Cuando esta retirada pasajera de las masas ocurre, la dirección pequeñoburguesa, cada momento más atrincherada burocráticamente, puede empezar a desarmar a los campesinos y a los obreros y consolidar su poder de forma bonapartista y neostalinista.

Debido a que el nuevo gobierno no representa —esencialmente—ninguna clase revolucionaria, peor un partido, sus reacciones contra el imperialismo serán siempre limitadas y mediorrevolucionarias. Hará solamente lo que “tiene que hacer”, y nunca lo que una perspectiva proletaria histórica requiere en los intereses de la clase obrera internacional. Las reacciones del pequeñoburgués, ya sea cuando existe en la forma de un tendero o de Fidel Castro, serán siempre [pequeños] manipuleos que no hallan su contenido ni razón de ser en la democracia proletaria o el marxismo. Así, la burocracia bonapartista, al atentar salvar su pescuezo a toda costa, amenaza los mismos beneficios que ayudó procurar para las masas en los primeros estadios del desarrollo del estado obrero deforme. Ciertos filisteos dirán: “Pero, es mejor que nada, ¿no es verdad?”

¿PARA LOS OBREROS, QUE?

El peor enemigo interno del modo de producción planificada y centralizada —ya no capitalista— de un estado obrero deforme es la burocracia que controla el aparato del estado. Esta casta mandante, que depende de su despótica y burocrática máquina para sobrevivir, representa intereses extraños a los obreros y campesinos pobres. El modo no-capitalista de producción —poniendo de por sí a la orden del día el control obrero de la producción, fundamentalmente amenaza el reinado de la burocracia. El nuevo sistema social, aunque deforme y profundamente contradictorio, representa la posibilidad de avanzar hacia una nueva y mejor sociedad revolucionaria con metas internacionalistas. La consolidación de estas tareas, que están a la orden del día, hallan su obstáculo histórico en la reaccionaria y profundamente chovinista burocracia que rige —más bien usurpa— la maquinaria estatal, deformándola horriblemente.

Claro que la burocracia percibe este peligro. Sin embargo, al mismo tiempo, no puede dejar de ayudar a mantener un sistema social que puede finalmente destruirla; por necesidad la destrucción de las castas pequeñoburguesas se presenta como la lógica y próxima etapa del proletariado en los estados obreros deformes. Pero hasta que sean destruidas, las burocracias continuarán estorbando la igualdad, interfiriendo con directivas tiránicas desde arriba, permitiendo desgaste y malfuncionamiento en todas las esferas; también —y esto es muy importante— resistirán brutalmente cualquier intento proletario de intervenir directamente en la dirección del estado obrero deforme. Es de esta manera que la burocracia asistirá a la influencia del imperialismo y ayudará a arrastrar todo el estado a la ruina social y restauración capitalista.

El guerrillerismo sólo puede ocurrir como una reacción pequeñoburguesa a la ausencia y tardanza de la intervención revolucionaria independiente del proletariado. En los países subdesarrollados por el dominio imperialista, el proletariado ha sufrido innumerables derrotas y traiciones en manos de estafadores nacionalistas y direcciones estalinistas. Con diferentes resultados, la misma crisis de dirección se presenta en el proletariado de los países desarrollados capitalistas y metropolitanos.

La pequeñoburguesía colonial y semicolonial, explotada y tremendamente alocada dada la creciente crisis de la vida cultural y el estancamiento económico de sus países, decide tomar la iniciativa revolucionaria y dirige a las masas desposeídas de campesinos. Pero, lástima; la pequeñoburguesía es políticamente estéril debido a su perspectiva anti-proletária y no tiene una base material propia, ni en su clase ni en su programa, con que poder efectuar fundamentales e históricos cambios contra la sociedad burguesa.

No se entienda aquí que la pequeñoburguesía no va a tratar de luchar por su salvación de la ruina imperialista por todos los medios que le sean posibles. La creación de numerosos estados obreros deformes en parte atestigua el fervor y energía de las grandes masas pequeñoburguesas. ¡Pero el sistema social que ha resultado, las relaciones de propiedad aparecidas en el proceso de formación de estos estados, no es bajo ningún punto un sistema social pequeñoburgués! Consecuentemente, la pequeñoburguesía amenaza esta creación que no es suya históricamente. EI guerrillerismo, partido de la desesperanza revolucionaria, no es la respuesta ni el substituto del partido revolucionario de la clase proletaria.

EL GUERRILLERISMO, ¿ES UN CAMPO NOALINEADO?

¿Qué? En verdad que uno se ve forzado a pegar el oído al escuchar semejante tontería. Huelga decir que el atraso económico, político y cultural de los estados obreros deformes no les permite jugar un rol de “tercer” campo. Las terriblemente bajas condiciones de productividad social enmarcadas en la estructura reaccionaria del “socialismo en un país” son, usualmente, “compensadas” por el mito de “política exterior independiente”. Los bonapartistas a menudo sienten la necesidad de expresar su bancarrota por medio de fraseología ultraizquierdista. Pero cualquiera que crea que a una economía muy comprometida, dependiente de la benevolencia de burocracias más poderosas, es aún posible darse el lujo de una “política exterior independiente”, es un incurable subjetivista.

Los señores que creen que esta tontería es posible, almas zonzas como los editores de Monthly Review, Posadas, Pablo, Germain, Hansen y Frank, también creen —y esta creencia es aún más tonta y utópica— que el guerrillerismo tiene casi un camino “eterno” de desarrollo en las colonias y semicolonias del imperialismo. ¡Un cínico escapismo de las tareas de construir organizaciones proletarias independientes! ¡Es muy fácil rechazar el marxismo cuando el “constructivismo-campesino” parece ser tan exótico! ¿Que se les puede decir a estos señores? Ellos simplemente vuelven a picar, de manera menchevique, las teorías de literatos burgueses a la I.L. Horowitz y Robert Alexander.

¿Nuevas realidades…?

En 1932, Leon Trotsky evaluaba el peligro que corría el rol independiente del proletariado en la China: “Es una cosa cuando el partido comunista, firmemente basado en la flor del proletariado urbano, lucha por dirigir la guerra campesina a través de los obreros. Es otra cosa, del todo diferente, cuando unos cuantos miles 0 aun decenas de miles de revolucionarios asumen la dirección de la guerra campesina y son en realidad comunistas 0 toman ese nombre, sin contar con apoyo serio del proletariado…. La ausencia de un robusto partido revolucionario y de organizaciones de masas proletarias hace que el control sobre el estrato comandante sea virtualmente imposible. Los comandantes y los comisarios se presentan como amos absolutos de la situación y al ocupar ciudades serán más bien aptos a despreciar a los obreros. Las demandas de los obreros les parecerán inoportunas 0 imprudentes…. El movimiento campesino es un poderoso factor revolucionario mientras se dirige contra los grandes terratenientes, los militaristas, feudalistas y usureros. Pero en el mismo movimiento campesino existen poderosas tendencias propietarias y reaccionarias y en cierto momento puede volverse hostil a los obreros, sosteniendo tal hostilidad equipado ya con armas. Aquél que olvida la naturaleza dual del campesinado no es un marxista.” (La Guerra Campesina en China.)

Y esto es lo que olvidan los “modernos” guerrilleristas latinoamericanos. Creen que “hay nuevas realidades” en el mundo que señalan un revisionismo total de los fundamentos del marxismo. En realidad, sus “nuevas realidades” se basan en un impresionismo pequeñoburgués que no le interesa ni analizar, ni estudiar, ni comprender la realidad histórica de la lucha de clases señalada por Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Pero los hechos y las necesidades históricas del desarrollo capitalista y semicolonial de America Latina se ocuparán, en gran manera, de desbaratar todo el aventurismo, la charlatanería y la estrecha mentalidad menchevique de los “modernos” teóricos del viejo populismo.

LA TENDENCIA HISTORICA DEL GUERRILLERISMO (LAS TESIS)

Los siguientes puntos fluyen de un estudio sobre movimientos guerrilleros en America Latina:

1) EI fidelismo, 0 movimientos guerrilleros con un programa de “liberación nacional”, sucumbirán más y más al reformismo y el nacionalismo burgués. Tal parece ser el curso de las FALN venezolanas, las FAR guatemaltecas, las FARC colombianas, etc.

2) Debido a la obvia imposibilidad de desarrollo burgués bajo programa y dirección burgueses, el fidelismo continuará sufriendo las consecuencias naturales de su reformismo a través de persecuciones brutales “inesperadas”, al mismo tiempo que 0pondrá, en aumento, las necesidades revolucionarias de las masas que dirige.

3) EI guevarismo, la aplicación estratégica del estalinismo maoísta en Latinoamérica, hace alardes de ser “socialista” y hasta —en algunos casos— habla acerca de sus propósitos socialistas más 0 menos inmediatos. Se las da de independiente, no sectario y “libre” de dogmatismos, pero en la realidad sus utopías pequeñoburguesas tienen que morder el polvo del reformismo.

4) Así, en vista de la desesperada situación mantenida por el reformismo aún en las áreas rurales latinoamericanas, la iniciativa caerá tal vez en el guevarismo y no en el obvio reformismo fidelista. Este último tratará de posponer este desarrollo “posando” como guevarista y adoptando posiciones “ultraizquierdistas” contra la “vía pacífica”. Pero el guevarismo también tomará posiciones fidelistas cuando así lo requieran las necesidades del reformismo durante la lucha.

5) Movimientos guevaristas (el MR-13 guatemalteco era una fuerza guevarista par excellence) tienen más posibilidades de triunfo debido a su línea aparentemente más militante, atrayente para las grandes masas campesinas y capas de obreros disgustados y traicionados por sus propias direcciones. Pero es precisamente esta base masiva campesina lo que forza —bajo presión— a un movimiento guevarista a orbitar hacia el fidelismo y el peor de los oportunismos. En ninguna circunstancia se puede decir, categóricamente, que el fidelismo y el guevarismo son oponentes irreconciliables. La degeneración del MR-13 guevarista lo prueba. No debe sorprender que el movimiento fidelista FAR, ahora bajo persecución de su ex-amigo burgués Méndez Montenegro, haya adoptado una línea “intransigente”, guevarista, en momentos de crisis. Estas crisis son en gran parte ayudadas por la misma imbecilidad e incurable reformismo pequeñoburgués —inevitable cuando se desliga del proletariado— típico de las direcciones guerrilleras. Esperar cualquier tipo de principios científicos y revolucionarios por parte de estos movimientos pequeñoburgueses invertebrados es ciertamente típico de una variedad del pensar subjetivista y que refleja —últimamente—profunda ignorancia acerca de la manera que proceden las direcciones en relación a la clase que representan, los intereses, presiones internacionales, etc.

6) Cuando más se pudra el imperialismo, cuando más entre en profundas crisis de mandato clasista y estancamiento económico, mayor será la posibilidad de movimientos guerrilleros victoriosos.

7) Las burocracias rusa, del bloque soviético y china, tenderán, por otra parte, entrar en profunda desintegración y crisis de mandato de casta en relación a la creciente podredumbre y disgregación imperialista. La restauración del capitalismo es una posibilidad que existe en variados grados en estos países. Claramente, todos presentan diferentes épocas y estadios políticos y económicos, pero sólo apologistas “bona fide” pueden imaginar que una burocracia puede ser “mejor” 0 “más revolucionaria” que esta u otra. Es muy fácil para simplones “teóricos” defender a Mao Tsetung, por ejemplo, sin tomar en cuenta ningún análisis marxista de la situación del estado obrero chino en el mundo, la ideología de la casta reinante, sus orígenes, composición clasista y sus tendencias sociales.

8) Un estado obrero surgente, todavía en proceso de desarrollo, tiene que depender de Rusia, el bloque soviético y/o China para obtener apoyo político, económico y militar. Pero si los primeros países están pasando por crisis mayores en el plano interno e internacional, no mucha ayuda, y tal vez ninguna, será obtenida de ellos.

9) Por lo tanto, se presenta la siguiente contradicción: Por un lado, aunque objetivamente habrán muchas oportunidades para que ejércitos guerrilleros tomen militarmente el poder estatal en vista de la desintegración imperialista en el mundo, por el otro lado habrá creciente imposibilidad de poder consolidar más estados obreros deformes.

10) Los Partidos Comunistas alrededor del mundo se opondrán fieramente y aun sabotearán movimientos guerrilleros que no puedan ser controlados por el Kremlin. (El PGT guatemalteco, según información del MR-13, sopló a la policía información sobre miembros del MR-13, causando su muerte. El PC venezolano trató de asesinar a Douglas Bravo junto a la policía. La lista casi no tiene fin.)

11) Muchos PC se dividirán en dos alas: una palpablemente pro-Pekín y otra, la “ortodoxa” pro-Moscú. La primera apoyará la “lucha armada” nacionalista y la segunda ayudará, como siempre, a la burguesía en el asesinato de obreros y campesinos pobres en nombre de la “coexistencia pacífica”.

12) En algunos países (como las Filipinas) los PC pro-Moscú controlarán y aun tomarán parte en movimientos guerrilleros. Así, estos movimientos serán reformistas abiertamente desde el principio. En America Latina las FARC colombianas son un caso clásico.

13) En estas condiciones generales de podredumbre imperialista, cualquier victoria de un movimiento guerrillero marcará sólo la subida eventual al poder de un bonapartista pró-capitalista que tratará de establecer contactos con el imperialismo durante momentos de inminente barbarismo y total dislocamiento de fuerzas productivas. Puede también significar la subida al poder de una formación pequeñoburguesa guevarista. Cuba será “saludable” en comparación a lo que surgirá en ciertos países. Pero este estado de cosas simplemente se derrumbará bajo la menor presión y una dictadura pro-capitalista subirá al poder.

14) Tendencias hacia la formación de movimientos guerrilleros son posibles en todas las naciones latinoamericanas con bajo nivel industrial y con escasa población urbana. En países más desarrollados, como Chile, Uruguay, Argentina, etc., las tentaciones de iniciar guerras de guerrillas tienen objetivos totalmente impracticables, y en muchos casos son tentaciones que se añejan en escritorios y salones de café.

15) Movimientos de guerrillas aparecen debido a la ausencia de organizaciones proletarias marxistas y como substitutos de la aparente “inactividad” del proletariado en las ciudades. Este proletariado generalmente ha sido traicionado y vendido precisamente por aquellos que se ocupan ahora de buscar “nuevas vías” en las montañas y las junglas.

16) Avanzad0s estadi0s de lucha guerrillera tenderán a polarizar la lucha de clases en un país, posponiendo con eso la necesaria formación de un partido independiente, con conexiones en el campo, de la clase obrera en los centros urban0s. La preparación de organizaciones de la clase obrera es absolutamente esencial e indispensablebajo cualquier circunstancia de la lucha de clases.

17) En períodos de aguda crisis mundial el guerrillerismo dejará de aparecer como “el único camino”. Aparecen las tendencias de luchas guerrilleras durante períodos de estabilización imperialista en la arena mundial, períodos que se distinguen en los dominios del imperialismo por su creciente explotación, estancamiento social, gobiernos ultrarreaccionarios y brutal opresión de las masas obreras y pequeñoburguesas. Mas, al entrar todo el sistema imperialista en sus periódicas crisis —que las burocracias reflejaran cada vez mayormente— el guerrillerismo será hecho a un lado con desprecio por la magnitud de los eventos históricos.

18) La intervención proletaria en tales condiciones —si imposible antes— será la única alternativa al barbarismo. De probarse el proletariado latinoamericano incapaz de dirigir su sociedad fuera del callejón sin salida de la agonía imperialista, ninguna fuerza en la historia será capaz de hacerlo. La lucha contra el estalinismo en los sindicatos y contra las tendencias pequeñoburguesas que se concentran en el guerrillerismo, serán algunas de las tareas más importantes para ganar al proletariado y las grandes masas campesinas al internacionalismo marxista.

19) La intervención triunfante del proletariado norteamericano y europeo, destruyendo la burguesía imperialista, claramente dará al guerrillerismo mundial —especialmente en Latinoamérica— un inevitable carácter utópico y reaccionario. Tal perspectiva, sin embargo, no significa que el proletariado latinoamericano debe “esperar” que así suceda. Acerca de esto, León Trotsky señaló: “Una victoria del proletariado internacional librará a los países coloniales de la alargada jornada del desarrollo capitalista abriendo la posibilidad de arribar al socialismo mana a mana con el proletariado de los países adelantados. La perspectiva de la revolución permanente no significa en ningún caso que los países atrasados deban esperar la señal de los adelantados, 0 que los pueblos coloniales deban esperar pacientemente que el proletariado de los centros metropolitanos los libere. La ayuda llega al que se ayuda. Los obreros deben desarrollar la lucha revolucionaria en cada país, colonial 0 imperialista, dónde se hayan establecido circunstancias favorables, y por medio de esto dar un ejemplo a los obreros de otros países. Sólo iniciativa y actividad, determinación y arrojo pueden dar realidad al llamado de ‘¡Obreros del mundo, uníos!’” (ElFuturo de Latinoamérica.)

NUESTRAS TAREAS

Construir y preparar partidos leninistas, 0 sea, partidos basados orgánicamente en el proletariado latinoamericano y educados en el internacionalismo proletario, son tareas fundamentales. El hecho que existan en un país dados movimientos guerrilleros no niega —en ningún momento— esta necesidad irremplazable de dirección proletaria. La existencia misma de movimientos guerrilleros refleja el fracaso de pasadas direcciones proletarias, usualmente estalinistas, pseudosindicalistas, etc.

El partido trotskista, el partido de los más avanzados y consientes proletarios, no debe titubear intervenir en organizaciones que tienen la perspectiva de lucha de guerrillas. Las tareas de ganarnos a las grandes masas de campesinos pobres y trabajadores agrícolas es absolutamente esencial para luchar por el poder del estado. Sin embargo, no vamos a intervenir como hacen los liquidadores de Pablo y Posadas, “consejeros” del estado mayor de direcciones guerrilleras. En la eventualidad de confrontar movimientos de guerrillas, oportunidades de intervenir serán las siguientes:

1) Durante la formación del movimiento guerrillero. Esto entraña la existencia de una organización trotskista, usualmente también embrionaria en estos momentos. Vale advertir que nuestra participación en el movimiento guerrillero será siempre parcial y superficial, jamás una entrada de lleno 0 una inmersión in toto. Hacer esto sería liquidar nuestros cuadros así como la preparación de nuestra organización disciplinada e independiente.

En estos momentos estableceremos contacto con un campesinado más 0 menos receptivo y que puede ser ganado a nuestro programa si demostramos ser resolutos, serios y perseverantes en nuestras luchas, más que todo en los centros urbanos. No olvidar que en America Latina, así como en todo el mundo, es la ciudad la que dirige al campo en cuestiones fundamentales. Sól0 nuestras luchas en los centros urbanos convencerán a los más despiertos valiosos y leales segmentos campesinos y trabajadores agrícolas. Ganar estos elementos significa que las formaciones independientes de la pequeñoburguesía deben ser políticamente derrotadas y disueltas enérgicamente por el proletariado. El partido de la clase obrera no puede aceptar rivales que a la larga —si triunfantes— se mostrarán incapaces de llevar a cabo mínimas reformas sociales, 0 si lo hacen, al mismo tiempo se consolidan burocráticamente en el estado, oprimiendo a los obreros y aniquilando su dirección. El movimiento guerrillero no es una formación obrera; es una entidad paramilitar pequeñoburguesa; por lo tanto el proletariado debe comprender que no se trata de una organización “revolucionaria” sui generis. El proletariado debe de apoyar la lucha del movimiento guerrillero mientras esta sea antiimperialista y antiburguesa. Pero nunca debe apoyar a la direcciónbonapartista que dirige el movimiento, porque dicha dirección contiene —aun en su programa escrito— semillas reformistas, claudicantes y antiproletárias. Debemos los marxistas confiar en nuestras propias fuerzas, sólo nuestros partidos proletarios son históricamente capaces de preparar el camino del socialismo en el continente aliándose al proletariado de los países metropolitanos. Debemos ver a las direcciones pequeñoburguesas guerrilleras como lo que son: variedades resucitadas del narodnismo ruso, el voluntarismo maoísta y la tradición neoanarquista de los social-revolucionarios antibolcheviques.

2) Durante estadios avanzados de las luchas del movimiento guerrillero. Será siempre posible atentar ganarse las masas campesinas no influidas por el movimiento guerrillero presente en otras regiones del país. Pero en las últimas regiones, oportunidades para atraer elementos revolucionarios del campesinado serán casi nulas. EI campesinado estará, en estas regiones, falsamente (de manera puramente militar) convencido de su capacidad como fuerza política independiente. Un campesinado endurecido de esta manera será una fuerza totalmente reacia al programa del proletariado. Estalinistas en las filas guerrilleras, indudablemente abundantes, tratarán de obstruir y eliminar nuestra influencia en el campesinado. Pese a las dificultades, nuestros cuadros deben tratar a toda costa de ganar aliados revolucionarios en el campo para el proletariado.

3) Después de una inmediata victoria del movimiento guerrillero. Los zigzags oportunistas y las vacilaciones de la dirección del movimiento guerrillero, que casi siempre habrá tratado de acomodarse en materias fundamentales a la burguesía nacional y el imperialismo, abrirán oportunidades para agitar y propagandizar en el seno del campesinado pobre y los trabajadores agrícolas. Esto significará un cambio en la iniciativa revolucionaria, del campesinado guiado por una dirección tímida al proletariado y sus aliados en el campo y plantaciones. El triunfo pasará entonces del partido de la desesperanza revolucionaria a la clase del internacionalismo proletario.

4) El derrocamiento de la burguesía por el proletariado urbano antes de la posible victoria del ejército guerrillero. (No es esta una variante probable dada la fragmentación de la lucha de clases causada por las luchas de guerrillas.) De hacerse esta variante realidad, toda la lucha contra el imperialismo y sus lacayos será polarizada definitiva y resolutamente por el proletariado. Una intensa campaña de agitación en el campo se haría en estos instantes necesidad suma. De no hacer esto, corre el peligro ya conocido por el proletariado internacional: el holocausto de una comuna como la de Paris en 1871, Santo Domingo en 1965, etc. Tal campana de agitación se vería asistida por el creciente reformismo —agudizado por la victoria proletaria— de la dirección guerrillera. Si el proletariado y su partido se muestran valerosos y decididos, gran parte del campesinado pasará a su lado. De pasar así en Sur Vietnam, el lmper1alismo yanqui sufriría una derrota total en todos los frentes.

Huelga recalcar la importancia fundamental de una dirección trotskista de la clase obrera. Sólo el joven proletariado latinoamericano puede luchar por el socialismo en America Latina. Sólo sus auténticos partidos, arraigados en los principios del Programa de Transición y su aplicación contemporánea, serán capaces de tumbar a las burguesías latinoamericanas y la dominación del imperialismo decrepito. Finalmente, solo el proletariado latinoamericano puede iniciar y dirigir la colosal construcción de LA UNIÓN DE REPÚBLICAS SOVIÉTICAS DE AMERICA LATINA, eslabón necesario para juntar nuestros destinos al de todos los proletariados revolucionarios del mundo. ¡Adelante obreros latinoamericanos, ni un paso atrás, contra el reformismo, por la victoria del marxismo!

NUEVA YORK: ¿QUIEN MATÓ A LA JUNTA?

NUEVA YORK:

¿QUIEN MATÓ A LA JUNTA?

Esto artículo fue publicado en Espartaco Vol. I No. 2, Diciembre 1966.

La Junta Civil de Querellas Policiacas ha muerto. El pasado 8 de noviembre la reacción, chasqueando la lengua, le asestó un golpe mortal. ¿Pero quiénes lloran a la Junta? ¿El gueto puertorriqueño y negro? ¿O los camaleones de Lindsay y Kennedy? ¿Qué perdían las clases oprimidas con la muerte de la Junta? No mucho, pero no la lloran como estos sagaces camaleones.

Aunque la muerte de la Junta no cambiará nada fundamental que no estaba ya pasando, había que defenderla cuando estaba viva. La Junta representaba, indirectamente, una pequeña y débil voz de protesta contra la brutalidad de los polizontes. Naturalmente que fue creada para servir los intereses primordiales de la clase opresora, pero en su estructura había una posibilidad de que el gueto se hiciese sentir, aunque indirectamente y de manera reformista. La Junta contenía, de siete miembros, tres policías. Las recomendaciones que la Junta hacía (bajo ningún punto eran sanciones u órdenes) podían ser rechazadas por el Comisionada Policiaco según le era conveniente. Desde julio la Junta había investigado 113 casos pero sólo había recomendado tres para que fuesen sancionados disciplinariamente. Ni siquiera estos tres casos fueron tomados en serio por la policía.

La Junta probó ser inútil en evitar las represiones policiacas del verano pasado en el Este de Nueva York. No hizo nada para defender al joven negro Ernest Gallashaw contra una cruda y racista trama policiaca. Como es lógico, ninguna junta dijo ni pío contra las múltiples represiones ocurridas a través del país en Filadelfia, Chicago, etc.

Pero examinemos lo que provocó el lagrimeo delos reptiles Lindsay y Kennedy. Cuando no hay una conciencia clasista en la clase obrera, una conciencia capaz de tomar cuerpo en movimientos radicales contra el sistema opresor, los capitalistas “progresistas” se ufanan en respaldar medidas “democráticas” que distraigan la ira de los explotados, canalizándolos hacia el reformismo, el paternalismo y una “esperanza” en el sistema que los explota. La Junta, así como el HARYOU-ACT, la Guerra contra la Pobreza y todos los otros trucos dadivosos tienen una labor que realizar: engañar a la clase obrera y castrar el sentimiento radical de las masas explotadas en el infierno del gueto.

Por eso la Junta era una “buena idea” para los reptiles aunque no para la crasa estupidez e imbecilidad de los polizontes. Los polizontes habían probado ya el sabor de sangre en 1963-1964, cuando los reptiles los lanzaron en contra del movimiento de los Derechos Civiles. Ahora que los Lindsay y los Kennedy quieren emplear los trucos reformistas, los polizontes no son de la misma opinión. Es más, el movimiento de Black Power los ha aterrorizado enormemente y quieren tener las manos en paz para poder aplastar más criminalmente al gueto. La Junta, en este caso, es un estorbo idealista. Al menos así lo pensaron la Sociedad John Birch, el Partido Conservador, la Asociación Benévola (?) Patrullera y otros grupos reaccionarios que, unidos políticamente, mataron a la Junta Civil de Querellas Policiacas.

¿Qué puede hacer el gueto, entonces, si ya no tiene ni la voz indirecta de una junta? Pues debe de organizarse por su propia cuenta así como lo han hecho los Deacons Armados en el sur. Las clases oprimidas en este país no pueden sino unirse en contra de lo que se viene encima. La reacción ha realizado una ofensiva rápida y muy peligrosa. Pero no solamente la defensa en contra de la brutalidad policiaca es lo requerido. A la organización de las masas oprimidas debe de ser sumada la acción política, contra la clase opresora que dio a luz a la policía, caseros y tanto otro explotador.

La Revolución Cubana

La Revolución Cubana

por Shane Mage

21 de diciembre de 1961

[Resolución de la minoría presentada a la Convención de 1961 de la YSA, extraído de Spartacist (Inglés) No. 2 Traducido en Cuadernos Marxistas No. 2]

“El documento siguiente, presentado en 1961 a la Young Socialist Alliance [la organización de juventud del SWP] por nuestra tendencia, ha sido confirmado desde entonces de una manera notable. El pronóstico que planteaba – por ejemplo los fines contrarrevolucionarios de la burocracia estalinista rusa en Cuba – ha sido confirmado por sucesos posteriores: la crisis de los misiles; el tratado del azúcar con Moscú (ver Spartacist No. 1); y más recientemente la oferta de Castro de llegar a un entendimiento con el imperialismo norteamericano.

“La resolución también declara que ‘en su conjunto el proceso que se está desarrollando hoy en Cuba es el de formación de un estado obrero deformado – esto es, la creación de una sociedad como la que existe en la Unión Soviética, Europa Oriental y China.’ Ha sido nuestra opinión durante más de un año que este proceso ha llegado a un punto de consolidación tal que Cuba se ha transformado ya en un estado obrero deformado.”

1. La Revolución Cubana, constituye el punto más alto del desarrollo revolucionario alcanzado hasta ahora en el hemisferio occidental; es, en potencia, el comienzo de la revolución socialista en América. La conversión de este potencial en una realidad es sólo posible si la Revolución Cubana avanza de nuevo hacia delante, externa e internamente, hacia el establecimiento de la democracia obrera en Cuba y la expansión de la revolución por lo menos a los países decisivos de América Latina.

2. A pesar de un enorme progreso Cuba sigue siendo económicamente atrasada y permanece aislada en el hemisferio occidental bajo la dominación del imperialismo estadounidense. Esta situación es la causa directa no sólo de los obstáculos al continuado progreso de la Revolución Cubana sino también de sus fuertes tendencias hacia la degeneración.

Rebelión Social

3. Para las masas cubanas la conquista económica más significativa de la revolución ha sido un aumento substancial del nivel de vida. Esto ha sido conseguido a través de una redistribución radicalmente igualitaria de los ingresos y de las riquezas, y de una reorientación del patrón de inversión que da prioridad a la construcción de escuelas, casas, y facilidades culturales y recreativas. Al mismo tiempo, se ha empezado a diversificar la agricultura cubana. La acción directa de la clase obrera al apoderarse de la industria y en muchos casos, al ejercer control democrático sobre esta industria; la organización del campesinado en cooperativas organizadas democráticamente; el armamento de las masas con la formación de milicias – todo esto, aunque no se consumó en el dominio real sobre el estado por parte de la clase obrera, sí que dio a las masas un peso considerable en la vida política del país. Esto fue una importante ganancia de las masas cubanas y caracterizó a la revolución como un profundo trastorno social que llevó a las masas cubanas por primera vez en la historia a tener un control parcial sobre su propio destino.

4. La revolución ha trastornado básicamente las previas formas de propiedad cubanas. Los latifundios propiedad de estadounidenses y cubanos se han convertido en propiedad o bien del campesinado trabajador o bien del estado. Todas las posesiones industriales de los Estados Unidos han sido confiscadas y las posesiones de una porción considerable de la burguesía cubana han sido así mismo expropiadas. Ya que Cuba sigue libre de la carga de hacer pagos de compensación y de indemnización importantes, estas medidas pueden proveer la base estructural para una economía planificada de tipo no capitalista.

5. La rapidez y profundidad de la revolución en las formas de propiedad ha sido esencialmente una respuesta a las acciones del imperialismo de los EE.UU. Aunque la Revolución Cubana empezó teniendo una finalidad puramente democrático-burguesa (reforma agraria, derrocamiento de la dictadura de Batista, independencia nacional) esto no podía conseguirse sin una lucha feroz contra el imperialismo estadounidense y sus cómplices burgueses cubanos. El hecho de que el régimen de Castro rehusó echarse atrás ante el chantaje y la agresión económica de los EE.UU. le llevó a movilizar las masas cubanas y a asestar un golpe definitivo a las bases económicas, del dominio imperialista y burgués. Su propia supervivencia le forzó a destruir el ejército y la policía previos que habían sido el sostén de la “democracia” de Grau y Prío así como de la dictadura de Batista, y a remplazarlas con un nuevo ejército revolucionario y con una extensa milicia popular.

Imperialismo estadounidense 

6. La principal preocupación del imperialismo estadounidense en su encarnizada hostilidad hacia la Revolución Cubana ha sido el salvaguardar las posesiones económicas de los EE.UU. en toda Latinoamérica. Los Estados Unidos se han contenido ante la invasión militar de Cuba sólo por la probabilidad de que dicha acción pudiera extender la revolución en vez de suprimirla y por la certidumbre de que el intento de los Estados Unidos de ocupar Cuba se vería enfrentado con una resistencia feroz por parte del pueblo cubano. La línea de conducta de los Estados Unidos hacia Cuba ha sido por lo tanto el intentar estrangular y deformar la economía cubana a través de la combinación de presión militar y política con una agresión económica abierta.

7. La economía cubana ha sido capaz de continuar funcionando bajo estos golpes sólo porque la Unión  Soviética vino en su ayuda al cambiar azúcar cubana por gasolina, municiones y productos industriales esenciales. Lejos de ser altruista, esta acción redunda enteramente en beneficios económicos y políticos para la burocracia estalinista-contrarrevolucionaria que gobierna en la Unión Soviética y en los otros países del “campo socialista”. Su meta es controlar la Revolución Cubana y usarla en un último pacto de “coexistencia pacífica” para presionar a los Estados Unidos a dar más concesiones.

8. El desarrollo político de la Revolución Cubana se ha caracterizado a todo lo largo por la ausencia de un partido político marxista revolucionario de importancia y la falta total de estructuras democráticas por las cuales el gobierno sería responsable ante, y controlado por, los obreros y los campesinos. Durante un período de tiempo considerable estos factores fueron obscurecidos por las acciones revolucionarias del régimen de Castro y por su amoldamiento a la presión de las masas. De todas maneras, el hecho era que el estado cubano y la economía estaban en manos de un aparato administrativo separado e independiente de los obreros y de los campesinos ya que no estaba sujeto a elecciones ni podía ser disuelto por ellos. Hasta la más democrática de las instituciones, la milicia popular, estaba privada del derecho democrático esencial de elegir a sus propios oficiales.

Burocratismo

9. Hasta en el período de la agitación revolucionaria hubo fuertes tendencias hacia la imposición de estructuras burocráticas sobre la revolución. Esto fue claramente evidente en el caso de los sindicatos cubanos cuyos líderes elegidos democráticamente, cualesquiera que fueran sus vicios, eran fidelistas que habían expulsado a los antiguos burócratas pro-Batista en 1959. Durante 1960 estos líderes fueron expulsados arbitraria y antidemocráticamente y remplazados por unos nuevos líderes, de origen principalmente estalinista, serviles al gobierno. Seguidamente la estructura del movimiento sindical fue transformada para eliminar la autonomía de los sindicatos únicos, llevando el control centralizado a las manos de un pequeño grupo burocrático.

10. Desde la invasión del 17 de abril ha existido una verdadera intensificación y aceleración de la tendencia hacia la burocratización y autoritarismo. La mayoría de las cooperativas agrícolas, teóricamente controladas por sus miembros campesinos han sido transformadas en “granjas del pueblo” bajo la administración centralizada del estado. Los intentos de control obrero sobre la industria, los “comités de ayuda técnica”, han sido abandonados a la inactividad. La línea de conducta del gobierno, representada por Che Guevara, se opone específicamente al control obrero y asigna a los sindicatos cubanos el exclusivo papel de aumentar la producción sin defender los intereses de clase específicos de los obreros.

11. A medida que el régimen cubano desarrolla sus estructuras políticas éstas tienden así mismo a ser burocráticas y autoritarias. Después del 17 de abril, camuflados con frases sobre “la revolución socialista”, se ha desarrollado el sistema de partido único a través del amalgamiento del resto de los grupos políticos para formar las “Organizaciones Revolucionarias Integradas”. El aparato estalinista del previo “Partido Socialista Popular” juega un papel importante en la ORI, que fue representado en el reciente “Congreso Nacional de Producción” por el veterano dirigente estalinista Carlos Rafael Rodríguez.

12. Lejos de garantizar la libertad de palabra a todas las tendencias que apoyaban la revolución, el gobierno cubano desde el 17 de abril ha empezado a llevar a cabo enormes represiones. La más importante ha sido la supresión del periódico trotskista “Voz Proletaria” y el libro “La Revolución Permanente” de León Trotsky. Se ha impuesto la censura política a películas, y la publicación cultural independiente “Lunes” ha sido eliminada. Los arrestos arbitrarios, las largas detenciones sin cargos de socialistas revolucionarios norteamericanos indican llamativamente la existencia de un aparato secreto policíaco extremadamente bien establecido, libre de frenos legales o democráticos.

Estado obrero deformado

13. Tomado en su conjunto el proceso que se está desarrollando hoy en Cuba es el de formación de un estado obrero deformado – esto es, la creación de una sociedad como aquellas que existen en la Unión Soviética, Europa Oriental y China. Al disminuir la influencia de la clase obrera en la revolución, al limitar el atractivo de la revolución para obreros de otras tierras, al tener la tendencia de dar el poder a una burocracia incontrolable, y al someter el futuro de Cuba a la diplomacia contrarrevolucionaria del Kremlin, este proceso hace surgir el peligro de la restauración del capitalismo en Cuba. Sin embargo, esto no significa que en la Cuba de hoy el aparato burocrático esté tan consolidado o sea tan dominante como en los países del bloque soviético. La movilización democrática de las masas y la participación en la revolución de los obreros y campesinos han sido tan importantes y han llegado tan lejos, que se encuentra una fuerte resistencia a todos los niveles en contra del proceso de burocratización.

Democracia obrera

14. Los obreros y campesinos cubanos se enfrentan hoy en día a una doble tarea: defender su revolución contra los ataques de los EE.UU. y de los contrarrevolucionarios nativos, y derrotar e invertir las tendencias hacia la degeneración burocrática de la revolución. Para llevar a cabo está tarea necesitan crucialmente del establecimiento de la democracia obrera.

15. La democracia obrera, para nosotros, significa que todos los oficiales administrativos y estatales son elegidos por, y son responsables ante las masas trabajadoras, de la ciudad y el campo a través de instituciones representativas de gobierno democrático. Los mejores modelos históricos de tales instituciones fueron los sovietsde la Revolución Rusa de 1917 y los Consejos Obreros de la Revolución Húngara de 1956. Los obreros y campesinos cubanos pueden, sin duda alguna, desarrollar sus propias variantes originales de estas formas. Hay solamente un atributo sin el cual ninguna forma democrática no es sino una pretensión y una burla: debe existir una completa libertad de expresión y organización para todos los grupos políticos y tendencias que dan apoyo a la revolución, sin que haya ninguna concesión al monolitismo estalinista del sistema de partido único.

Partido revolucionario

16. La victoria completa de toda revolución moderna, la Revolución Cubana inclusive, requiere el surgimiento de un partido revolucionario de masas en el puesto dirigente. Los pequeños grupos trotskistas, en Cuba y en otras partes, tienen un papel vital como núcleos de tales partidos. Ellos pueden ejercer este papel si continúan preservando su independencia política y su capacidad de acción, y si evitan el peligro de ceder sus responsabilidades ideológicas y la misión histórica de la clase obrera a líderes no marxistas y no proletarios.

Defendamos la revolución

17. En su relación con la revolución cubana la YSA, como todo grupo revolucionario, tiene dos tareas principales:

(a) realizar el máximo esfuerzo para defender la revolución cubana no sólo contra los ataques militares y de toda otra índole del imperialismo de los EE.UU., sino también contra los ataques políticos de los agentes social-demócratas del imperialismo.

(b) luchar por el desarrollo y la extensión de la Revolución Cubana y en contra de los intentos del estalinismo contrarrevolucionario para corromper la revolución desde dentro. Nosotros buscamos el impulsar hacia delante este desarrollo y esta extensión tanto dando apoyo a las acciones revolucionarias de la dirección existente como criticando constructivamente, de una manera abierta y franca, los errores y las insuficiencias de la dirección. Para desarrollar la Revolución Cubana y extenderla a todo el hemisferio nos basamos sobre la imperiosa necesidad de establecer la democracia obrera y de formar un partido de masas del marxismo revolucionario.

James P. Cannon sobre “pablismo”

James P. Cannon sobre “pablismo”

[Una sección del discurso de James P. Cannon al pleno del Comité Central del Socialist Workers Party (Partido de los Trabajadores Socialistas) de los EE.UU. en 3 de noviembre de 1953.]

La dirección es el problema por resolver de la clase obrera de todo el mundo. El único obstáculo entre la clase obrera del mundo y el socialismo es el problema por resolver de la dirección. Eso es lo que significa “la cuestión del partido”. Eso es lo que el Programa de transición quiere decir cuando declara que la crisis del movimiento obrero es la crisis de la dirección. Eso significa que hasta que la clase obrera resuelva el problema de crear el partido revolucionario, la expresión consciente del proceso histórico que pueda dirigir a las masas en lucha, la cuestión seguirá sin resolverse. Es la cuestión más importante de todas: la cuestión del partido.

Y si nuestra ruptura con el pablismo -como lo vemos ahora claramente- se reduce a un solo punto y se concentra en un solo punto, es ese: la cuestión del partido. Eso nos parece claro ahora que hemos visto el desarrollo del pablismo en acción. La esencia del revisionismo pablista es el echar abajo aquella parte del trotskismo que es hoy su parte más vital: el concepto de la crisis de la humanidad como la crisis de la dirección del movimiento obrero resumida en la cuestión del partido.

El pablismo no sólo aspira a echar abajo al trotskismo, sino que aspira a echar abajo aquella parte del trotskismo que Trotsky aprendió de Lenin. La mayor contribución de Lenin a su época entera fue su idea y su lucha resuelta por construir un partido de vanguardia capaz de dirigir a los obreros en la revolución. Y no limitó su teoría a los confines del tiempo de su propia actividad. Fue hacia atrás hasta 1871, y dijo que el factor decisivo en la derrota de la primera revolución proletaria, la Comuna de París, fue la ausencia de un partido de la vanguardia marxista revolucionaria, capaz de dar al movimiento de masas un programa consciente y una dirección resuelta. Y lo que convirtió a Trotsky en leninista fue su aceptación de esta parte de Lenin en 1917.

Esto está inscrito en el Programa de transición, ese concepto leninista del papel decisivo del partido revolucionario. Y eso es lo que los pablistas están tirando por la borda, en favor del concepto de que las ideas de algún modo se van a filtrar dentro de la burocracia traidora, los estalinistas o los reformistas, y de alguna u otra manera, “en el día del cometa”, la revolución socialista se realizará y se llevará a su conclusión sin un partido marxista revolucionario, es decir leninista-trotskista. Esa es la esencia del pablismo. El pablismo es la sustitución de un partido y un programa por un culto y una revelación.

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