Hacia el Renacimiento de la IV Internacional

Hacia el Renacimiento de la IV Internacional

[Proyecto de resolución sobre el movimiento mundial, sometido a la Convención del SWP [Socialist Workers Party —Partido Obrero Socialista] de 1963 por la Revolutionary Tendency [Tendencia Revolucionaria. Copiado deSpartacist – Edicíon em español, numero 33, enero de 2005. http://www.icl-fi.org/espanol/spe/33/40anos.html ]

INTRODUCCIÓN

1. Durante los últimos quince años el movimiento fundado por León Trotsky ha estado desgarrado por una profunda crisis teórica, política y de organización. La manifestación superficial de esta crisis ha sido la desaparición de la IV Internacional como estructura significativa. El movimiento ha sido reducido por tanto a un gran número de grupitos, nominalmente reunidos en tres tendencias: el “Comité Internacional”, el “Secretariado Internacional” (de Pablo), y el “Secretariado Internacional” (de Posadas). Los políticos superficiales esperan conjurar esta crisis a través de una fórmula organizativa: la “unidad” de todos aquellos grupitos que quieran unirse alrededor de un denominador programático común. Esta proposición oscurece las causas fundamentales, políticas y teóricas de la crisis y de hecho las agrava.

2. El surgimiento del revisionismo pablista indicó cuál era la raíz oculta de la crisis de nuestro movimiento: el abandono de una perspectiva obrera revolucionaria. Bajo la influencia de la relativa estabilización del capitalismo en los países industriales del Occidente y de la victoria parcial de movimientos pequeñoburgueses al derrotar el dominio imperialista en algunos países atrasados, la tendencia revisionista dentro del movimiento trotskista elaboró una orientación que la separa del proletariado y la acerca a direcciones pequeñoburguesas. La conversión del trotskismo en un satélite de izquierda de las direcciones obreras y revolucionario-coloniales existentes, combinada con una ortodoxia verbal clásicamente centrista, fue simbolizada por Pablo, pero de ningún modo se limitó sólo a él o a su fracción organizada. Por el contrario, las revoluciones cubana y argelina han constituido las pruebas de fuego que han demostrado que la tendencia centrista prevalece también entre ciertos grupos que originalmente se oponían a la fracción de Pablo.

3. Existe una lógica evidente y convincente en las proposiciones para la pronta reunificación de los grupos centristas dentro del movimiento trotskista. Pero la “reunificación” en torno a políticas centristas no puede significar el restablecimiento de la IV Internacional. La lucha por la IV Internacional es la lucha por un programa que incorpore la perspectiva revolucionaria marxista de la clase obrera. Es verdad que las doctrinas básicas del movimiento, formuladas en abstracto, no han sido rechazadas formalmente. Pero con el abandono de una perspectiva revolucionaria los revisionistas desafían concretamente las bases programáticas de nuestro movimiento.

4. La esencia del debate dentro del movimiento trotskista es la cuestión de la perspectiva del proletariado y de sus elementos de vanguardia revolucionaria hacia las direcciones pequeñoburguesas actuales del movimiento obrero, los estados obreros deformados y la revolución colonial. El meollo de la perspectiva revolucionaria del marxismo está en la lucha por la independencia de los obreros como clase de todas las fuerzas no proletarias; la fórmula política directriz y el criterio teórico es la democracia obrera, cuya expresión suprema es el poder obrero. Esto es aplicable a todos aquellos países en los que el proletariado se ha vuelto capaz de ejercer una política independiente; sólo las formas bajo las que se plantea la cuestión varían de país a país. Estas formas, por supuesto, determinan la intervención práctica de los marxistas.

EUROPA

5. La recuperación y prolongada prosperidad del capitalismo europeo no han producido, como pretenden los revisionistas de todos los colores, un movimiento obrero conservador. En realidad, la fuerza, la cohesión, el nivel cultural y la combatividad potencial del proletariado europeo son hoy mayores que nunca. La derrota de de Gaulle por los mineros franceses y la persistente tendencia electoral hacia la izquierda, que actualmente se está acelerando, en los países democrático-burgueses de Europa (principalmente Italia, Gran Bretaña y Alemania) ilustran este hecho.

6. Los intentos de los obreros europeos de ir más allá de las luchas económicas parciales hacia la transformación socialista de la sociedad han sido frustrados por la resistencia y la traición de la burocracia sindical. En Francia los cuatro años de reacción que siguieron a la toma del poder por de Gaulle muestran el tremendo precio que todavía hay que pagar por tolerar a estos falsos líderes. La huelga general belga mostró una vez más que los burócratas de “izquierda” como Renard también harían todo lo posible para bloquear o desviar un movimiento capaz de amenazar el dominio capitalista. Pero las experiencias tanto de Francia como de Bélgica demuestran un deseo espontáneo de los obreros de iniciar una lucha contra la clase capitalista, llegando ocasionalmente a la confrontación abierta al sistema.

7. La tarea de los trotskistas en el movimiento obrero europeo es la construcción dentro de las organizaciones de masas existentes (sindicatos y, a veces, partidos) de una dirección alternativa. Los marxistas deben retener y ejercer en todo momento una independencia política y programática en el contexto de la forma organizativa en cuestión. Es correcto y hasta obligatorio apoyar tendencias dentro de la burocracia obrera, en tanto defiendan los intereses esenciales de la clase obrera o reflejen un impulso de lucha de clases en el movimiento obrero; pero este apoyo es siempre sólo condicional y crítico. Cuando, como es inevitable, la lucha de clases llegue al punto en que los burócratas “de izquierda” desempeñen un papel reaccionario, los marxistas deben oponerse a ellos de inmediato y abiertamente. La conducta de la tendencia centrista alrededor del periódico belga La Gauche al retirar durante la huelga general la consigna correcta de marchar sobre Bruselas, para evitar una ruptura con Renard, es justo lo opuesto a una actitud marxista frente a la burocracia sindical.

8. Las perspectivas objetivaspara el desarrollo de un movimiento trotskista en Europa son extremadamente buenas. Gran número de los mejores militantes jóvenes de todos los países, rechazando el rutinismo cínico y arribista de los burócratas estalinistas y socialdemócratas, están buscando con ahínco una perspectiva socialista. Pueden ser ganados a un movimiento capaz de convencerles, práctica y teóricamente, de que ofrece esta perspectiva. Los cambios estructurales que resultan de la integración europea plantean las cuestiones de la democracia obrera y la independencia de los organismos políticos y económicos de la clase obrera como la alternativa frente al control estatal del movimiento obrero, y compelen a la clase obrera hacia luchas de clase cada vez más significativas. Si bajo estas condiciones objetivas los trotskistas de Europa occidental no logran crecer a ritmo acelerado, será porque ellos mismos han adoptado la posición revisionista de satélites de los líderes sindicales, opuesta a la perspectiva de lucha en torno al programa de democracia obrera.

EL BLOQUE SOVIÉTICO

9. Desde la Segunda Guerra Mundial los países de Europa oriental se han ido convirtiendo en estados industriales modernos. A medida que el proletariado de los estados obreros deformados aumenta en número y eleva su nivel de vida y de cultura, así también aumenta el conflicto irreprimible entre la clase obrera y la burocracia estalinista totalitaria. A pesar de la derrota de la revolución obrera húngara, el proletariado del bloque soviético ha ganado reformas importantes, ensanchando substancialmente su campo de pensamiento y de acción. Estas reformas, sin embargo, no significan un “proceso de reforma” o “un proceso de desestalinización”: han sido cedidas a regañadientes por la incorregible burocracia, están sometidas a un continuo ataque por la fracción de los “herederos de Stalin” y permanecen en constante peligro mientras prevalezca el dominio burocrático estalinista. Estas concesiones son significativas históricamente solamente en tanto que ayudan al proletariado a prepararse para derribar a la burocracia. Una desestalinización real sólo puede ser llevada a cabo por una revolución política.

10. Una nueva dirección revolucionaria está brotando de la juventud proletaria del bloque soviético. Inspirándose en fuentes gemelas —la inextinguible tradición leninista y las necesidades directas y tangibles de su clase— la nueva generación está formulando y llevando a cabo en la lucha el programa de la democracia obrera. Es notable en este aspecto la observación hecha recientemente por alguien que ha participado durante largo tiempo en la vida estudiantil soviética. En lo tocante al carácter fundamental de gran parte de la extensa oposición entre la juventud rusa, ha declarado lo siguiente: “Porque es un marxista-leninista, el estudiante ruso está mucho más radicalmente insatisfecho que si fuera un pragmático anglosajón” (David Burg al New York Times). Los trotskistas, continuadores directos de la etapa previa, tienen una contribución indispensable que hacer en esta lucha: la concepción del partido internacional y el programa de transición que se requieren para llevar a cabo la revolución política. Ayudar al desarrollo de una dirección revolucionaria en el bloque soviético a través del contacto personal e ideológico es una actividad práctica primaria para cualquier dirección internacional digna de ese nombre.

LA REVOLUCIÓN COLONIAL

11. La democracia obrera cobra la mayor significación programática en las regiones atrasadas, antes coloniales, del mundo: es precisamente en este sector donde el programa de la democracia obrera proporciona la línea de demarcación más clara posible entre las tendencias revolucionarias y revisionistas. En todos estos países la lucha por los derechos democrático-burgueses (libertad de expresión, derecho a la organización y a la huelga, elecciones libres) es de enorme importancia para la clase obrera porque sienta las bases para la lucha avanzada por la democracia proletaria y el poder obrero (control obrero de la producción, poder estatal basado enconsejos obreros y campesinos).

12. La teoría de la Revolución Permanente —que es fundamental para nuestro movimiento— declara que en el mundo moderno la revolución democrático-burguesa no puede ser completada sino a través de la victoria y expansión de la revolución proletaria, la consumación de la democracia obrera. La experiencia de todos los países coloniales ha confirmado esta teoría y mostrado al desnudo las manifiestas contradicciones internas que continuamente perturban el estado actual de la revolución colonial contra el imperialismo. Precisamente en aquellos estados en los que los fines burgueses de independencia nacional y reforma agraria han sido obtenidos más completamente, los derechos políticos democráticos de los obreros y campesinos no han sido realizados, independientemente de las conquistas sociales. Esto es particularmente cierto en aquellos países donde la revolución colonial ha conducido al establecimiento de estados obreros deformados: China, Vietnam del Norte…y Cuba. El balance, hasta la fecha, ha sido una victoria frustrada, o bien esencialmente vacía como en las neocolonias de modelo africano, o profundamente limitada y deformada, como en el ejemplo chino. El resultado actual es una consecuencia del predominio de fuerzas de clase específicas dentro de los levantamientos coloniales, y de las formas de naturaleza de clase específicas empleadas en la lucha. Estas formas impuestas sobre la lucha han sido, aun con toda su variedad, exclusivamente “desde arriba”, es decir, comprendiendo desde formas parlamentarias hasta burocrático-militares. Y las fuerzas de clase involucradas han sido, por supuesto, burguesas o pequeñoburguesas. Una contraposición de clases se desarrolla a partir del complejo de antagonismos que resultan del no llevar a término la revolución democrático-burguesa. Las direcciones pequeñoburguesas con sus formas burocráticas y métodos empiristas se oponen a la participación en la lucha de los obreros como clase. La intervención de la clase obrera gira necesariamente en torno a la obtención de la democracia obrera y requiere la dirección de la vanguardia proletaria revolucionaria con la conciencia programática de su misión histórica. A medida que la clase obrera gana ascendencia en la lucha y arrastra consigo a las capas más oprimidas de la pequeña burguesía, la Revolución Permanente será impulsada hacia adelante.

13. La Revolución Cubana ha expuesto las amplias infiltraciones que el revisionismo ha hecho dentro de nuestro movimiento. Con el pretexto de defender la Revolución Cubana, en sí mismo una obligación para nuestro movimiento, se le ha dado un apoyo pleno, incondicional y sin críticas al gobierno y dirección de Castro, a pesar de su naturaleza pequeñoburguesa y su conducta burocrática. Sin embargo, el historial del régimen de oposición a los derechos democráticos de los obreros y los campesinos cubanos está claro: la destitución burocrática de los líderes del movimiento obrero elegidos democráticamente y su remplazo por lacayos estalinistas; la supresión de la prensa trotskista; la proclamación del sistema de partido único; y mucho más. Este historial es paralelo a los enormes logros iniciales, sociales y económicos, de la Revolución Cubana. Por lo tanto, los trotskistas somos al mismo tiempo los defensores más combativos e incondicionales de la Revolución Cubana, así como del estado obrero deformado que nació de ella, contra el imperialismo. Pero los trotskistas no pueden poner su confianza, ni dar su apoyo político, por muy crítico que sea, a un régimen gubernamental hostil a los más elementales principios y prácticas de la democracia obrera aunque nuestra orientación táctica no es la que sería hacia una casta burocráticaendurecida.

14. Lo que es cierto de la orientación de los revisionistas hacia el régimen de Castro es todavía más evidente en lo que respecta al régimen de Ben Bella, que gobierna ahora en Argelia con el programa de una revolución “socialista” en cooperación con el imperialismo francés. La naturaleza antiobrera de este grupo pequeñoburgués ha sido puesta en evidencia para todos, menos para los que se niegan a ver, por la imposición de su control sobre el movimiento obrero y por la supresión de todos los partidos de oposición. Ni la extensa nacionalización ni la aparición de comités de administración, vistos en el contexto de la expropiación política de la clase obrera y la orientación económica hacia la colaboración con Francia, le dan a Argelia el carácter de un estado obrero, sino que, por el contrario, la califican como una sociedad capitalista atrasada con un alto grado de estatificación. Como revolucionarios, nuestra intervención en ambas revoluciones, como en cualquier estado actual, debe estar de acuerdo con la posición de Trotsky: “No somos un partido de gobierno; somos el partido de la oposición irreconciliable” (En defensa del marxismo). Esto puede dejar de aplicarse tan sólo en relación con un gobierno genuinamente basado en la democracia obrera.

15. La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado que la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede por sí sola llegar más allá de un régimen burocrático antiobrero. La creación de estos regímenes ha ocurrido bajo las condiciones de la decadencia del imperialismo, la desmoralización y desorientación causadas por la traición estalinista, y la ausencia de una dirección revolucionaria marxista de la clase obrera. La revolución colonial puede tener un signo inequívocamente progresista sólo bajo tal dirección del proletariado revolucionario. Para los trotskistas el incorporar a su estrategia el revisionismo sobre la cuestión de la dirección proletaria de la revolución es una profunda negación del marxismo-leninismo, cualquiera que sea el beato deseo expresado al mismo tiempo de “construir partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales”. Los marxistas deben oponerse resueltamente a cualquier aceptación aventurera de la vía al socialismo a través de la guerra de guerrillas campesina, análoga históricamente al programa táctico socialrevolucionario contra el que luchó Lenin. Esta alternativa sería un curso suicida para los fines socialistas del movimiento, y quizá físicamente para los mismos aventureros.

16. En todos los países atrasados en que el proletariado existe como clase, el principio fundamental del trotskismo es la independencia de la clase obrera, sus sindicatos y sus partidos, en intransigente oposición al imperialismo, a cualquier burguesía liberal “nacional”, y a gobiernos y partidos pequeñoburgueses de todo tipo, incluyendo aquéllos que profesan el “socialismo” y hasta el “marxismo-leninismo”. Sólo de esta manera se puede preparar el camino para la hegemonía de la clase obrera en la alianza revolucionaria con las capas oprimidas pequeñoburguesas, particularmente los campesinos. Similarmente, el que el partido obrero en un país avanzado viole la solidaridad de clase con los obreros de un país atrasado al apoyar políticamente a un gobierno revolucionario-colonial pequeñoburgués es un signo seguro de centrismo oportunista, al igual que el rehusarse a defender una revolución colonial debido al carácter no proletario de su dirección es un signo de sectarismo o de algo peor.

17. La interrelación de las luchas democrático-burguesa y democrático-proletaria en la revolución colonial continúa como fue formulada en el programa de fundación de la IV Internacional, una formulación que todavía retiene hoy completa validez:

“Es imposible rechazar pura y simplemente el programa democrático; es necesario que las masas por sí mismas sobrepasen este programa en la lucha. La consigna de la Asamblea Nacional (o Constituyente) conserva todo su valor en países como China o la India. Es necesario ligar indisolublemente esta consigna a las tareas de la emancipación nacional y de la reforma agraria. Es necesario ante todo armar a los obreros con este programa democrático. Sólo ellos pueden levantar y unir a los campesinos. Sobre la base del programa democrático-revolucionario es necesario oponer los obreros a la burguesía ‘nacional’. A una cierta etapa de la movilización de las masas bajo las consignas de la democracia revolucionaria, los soviets pueden y deben surgir. Su rol histórico en cada periodo dado, en particular su relación con la Asamblea Nacional, está determinado por el nivel político del proletariado, por la ligazón entre éste y la clase campesina, por el carácter de la política del proletariado. Tarde o temprano los soviets deben derribar a la democracia burguesa. Sólo ellos son capaces de llevar la revolución democrática hasta el final y abrir así la etapa de la revolución socialista.

“El peso específico de las diversas reivindicaciones democráticas y transitorias en la lucha del proletariado, su ligazón recíproca, su orden de sucesión, están determinados por las particularidades y condiciones propias de cada país atrasado, y en una parte considerable, por su grado de atraso. No obstante la dirección general del desarrollo revolucionario puede ser determinada por la fórmula de la revolución permanente, en el sentido que definitivamente han dado a esta fórmula las tres revoluciones rusas (1905, febrero de 1917 y octubre de 1917).”

La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional (Programa de Transición)

CONCLUSIONES

18. La tarea del movimiento marxista revolucionario internacional es hoy la de restablecer su propia existencia real. Hablar de la “conquista de las masas” como una guía general internacionalmente es una exageración cualitativa. Las tareas de la mayoría de las secciones y grupos trotskistas de hoy nacen de la necesidad de clarificación política en la lucha contra el revisionismo, en el contexto de un nivel de trabajo de naturaleza generalmente propagandística y preparatoria. Una parte indispensable de nuestra preparación es el desarrollo y fortalecimiento de raíces dentro del movimiento más amplio de la clase obrera sin las que los trotskistas estarían condenados a un aislamiento estéril o a la degeneración política en periodos de aumento de lucha de clases, y en ambos casos a la incapacidad de avanzar en nuestra tarea histórica de conducir a la clase obrera al poder. Por encima de todo, lo que se puede y debe hacer es construir un partido mundial firmemente basado en secciones nacionales fuertes: la cohesión de cuadros obreros ganados y probados en el proceso de la lucha de clases y sobre la recia base de la perspectiva revolucionaria de la IV Internacional, el programa para llevar a cabo la democracia obrera, culminando en el poder obrero. Una exposición fundamental que amplía esta perspectiva, su oposición al pablismo y su relevancia en Estados Unidos está contenida en el documento de la Minoría, “En defensa de una perspectiva revolucionaria” (SWP Discussion Bulletin [Boletín de discusión del SWP] Vol. 23, No. 4, julio de 1962).

19. La “reunificación” del movimiento trotskista alrededor de la base centrista del pablismo en cualquiera de sus variantes sería un paso que nos alejaría del genuino renacimiento de la IV Internacional, en vez de acercarnos a él. Sin embargo, si la mayoría de los grupos trotskistas existentes insiste en seguir adelante con esta “reunificación”, la tendencia revolucionaria del movimiento mundial no debe volver la espalda a estos cuadros. Por el contrario, sería vitalmente necesario pasar por esta experiencia con ellos. La tendencia revolucionaria entraría al movimiento “reunificado” como fracción minoritaria, con la perspectiva de ganar una mayoría al programa de la democracia obrera. La IV Internacional no renacerá a través de una adaptación al revisionismo pablista: sólo con la lucha política y teórica contra toda forma de centrismo puede el partido mundial de la revolución socialista ser finalmente establecido.

—14 de junio de 1963