Checoslovaquia: lo que hay en juego

Checoslovaquia: lo que hay en juego

por Ted Grant

abril de 1948

Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I.

Durante semanas la clase capitalista de todo el mundo ha estado gimoteando por las medidas adoptadas en Checoslovaquia contra la burguesía. Los métodos utilizados por los estalinistas se han comparado, incluso, con los de Hitler pero esta propaganda se encuentra saturada de hipocresía: los capitalistas no sólo consienten, sino que apoyan activamente, el terror de la reacción griega que pretende establecer un régimen semifascista, del mismo modo que consintieron y ayudaron a Hitler y Mussolini contra la clase obrera.

Los estalinistas ni dan ni pueden dar una respuesta marxista a los capitalistas. Fingen que los cambios se llevaron a cabo “de acuerdo con la Constitución”, lo que ha confundido aún más a los trabajadores laboristas, que comprenden que estas declaraciones no se corresponden con los hechos. La realidad es que la transformación se consiguió con la ayuda y la participación de la clase obrera. Las manifestaciones de trabajadores armados en las calles convencieron a los elementos capitalistas de que la resistencia era inútil. Fue esta amenaza de fuerza la que aseguró el cambio pacífico.

Los campesinos y trabajadores checoslovacos dieron todo su apoyo al cambio debido a sus características progresistas. No podían sino apoyar las medidas adoptadas: nacionalización de las principales fábricas, que seguían en manos privadas desde el movimiento de masas de 1945; del 70% de las imprentas, de toda la industria química, de todas las plantas refrigeradoras y construcciones con más de 50 empleados, de todos los grandes hoteles y del comercio al por mayor; ninguna empresa con más de 50 trabajadores, en ningún sector, siguió siendo propiedad privada y el monopolio del comercio exterior se instauró formalmente.

Los campesinos estaban con firmeza detrás de las reformas, aunque los estalinistas no hicieron como los bolcheviques rusos, concretamente nacionalizar la tierra para entregarla a los campesinos, sí dividieron la tierra y se la repartieron a los campesinos como su propiedad privada.

TROTSKY SOBRE LOS TERRITORIOS OCUPADOS

Estas medidas progresistas son apoyadas por los trotskistas, a pesar del fracaso en la nacionalización de la tierra, porque constituyen la base económica necesaria para un Estado obrero. Para llevar a la práctica estas medidas los estalinistas se vieron forzados a basarse en la iniciativa y la presión de las masas. Como señaló Trotsky en 1939, en referencia a los posibles acontecimientos que se desencadenarían si Stalin invadía Polonia:

“Es más probable, sin embargo, que Moscú proceda a la expropiación de los grandes terratenientes y a la estatificación de los medios de producción en los territorios ocupados. Y es más probable, no porque la burocracia permanezca fiel al programa socialista, sino porque no desea ni es capaz de compartir el poder con las viejas clases dominantes de los territorios ocupados. Salta a la vista una analogía histórica. El primer Bonaparte detuvo la revolución mediante una dictadura militar. Sin embargo, cuando las tropas de Napoleón entraron en Polonia, [este] dictó un decreto aboliendo la servidumbre de la gleba. Napoleón no tomó esta medida por simpatía a los campesinos o por sentimientos democráticos, sino porque su dictadura se basaba en las relaciones de propiedad burguesas, no en el feudalismo. Como la dictadura estalinista se basa en la propiedad estatal y no en la privada, el resultado de la invasión de Polonia por el Ejército Rojo será la abolición de la propiedad capitalista para poner el régimen de los territorios ocupados de acuerdo con el régimen de la URSS.

“Esta medida, de carácter revolucionario —‘la expropiación de los expropiadores’—, será llevada a cabo mediante métodos burocrático-militares. La llamada a la actividad independiente de las masas en los nuevos territorios —y sin esta llamada, aunque se oculte con gran cuidado, es imposible construir un nuevo régimen— será sustituida por medidas políticas de rutina destinadas a asegurar la preponderancia de la burocracia sobre las desilusionadas masas revolucionarias” (León Trotsky, La URSS en guerra, septiembre de 1939).

Una vez hayan utilizado la presión de los trabajadores contra la clase capitalista, los estalinistas prescindirán de todos los elementos de control obrero. La velocidad con la que se lleve a cabo dependerá de la resistencia de la clase obrera checa, cuyo nivel cultural, debido a la industrialización del país, supera con mucho al de los trabajadores rusos. Los estalinistas no pueden permitirse una democracia obrera en Checoslovaquia por las inevitables repercusiones que tendría sobre el régimen ruso en la Unión Soviética.

Esto lo destacaba Douglas Hyde, antiguo redactor jefe del Daily Worker, en una entrevista en el Daily Mail:

“En la primera reunión de la Kominform, celebrada en un pabellón de caza en Silesia, Gottwald1 fue acusado de ‘comunismo pequeñoburgués’ por tratar de elaborar una política que tuviera en cuenta las tradiciones culturales y las libertades al estilo occidental de Checoslovaquia.

La idea de Gottwald era amoldar el comunismo a las necesidades de su país, tan diferentes de Rusia. Pero con Rusia a su espalda no había lugar para la discusión y los recientes acontecimientos de Praga han revelado cómo le han metido completamente en cintura”.

Sintiendo la presión de los trabajadores, Gottwald teme los resultados futuros de esa trayectoria.

EL FUTURO DE LOS COMITÉS DE ACCIÓN

Poco después de los acontecimientos checos, los funcionarios del gobierno publicaron unas declaraciones sobre el papel de los comités de acción. El Telegraph del 6 de marzo informaba: “Hay indicios de preocupación en el Estado Mayor con relación a las actividades de los comités de acción locales. El Comité de Acción Central ha ordenado a los demás comités que se abstengan de interferir en la ‘limpieza’ que está llevando a cabo el ejército. De ahora en adelante todas las ‘purgas’ tendrán que ser remitidas directamente al Ministerio de Defensa nacional”.

Cepick, ministro de Justicia comunista en el nuevo gobierno de Gottwald, declaró: “Los comités de acción no son una fuerza secundaria. Su tarea es facilitar la defensa del Estado proporcionando una base popular a la acción del gobierno”. Las autoridades checas han hecho una distinción fundamental entre los comités de acción creados por los trabajadores y los campesinos, y los nombrados por los partidos políticos desde arriba. Aunque se llaman igual, existe una enorme diferencia entre ambos. El comité de acción del Frente Nacional2 designa a sus representantes entre los funcionarios de los diferentes partidos, lo que supone una caricatura de la democracia.

Los comités de acción no jugarán el papel que jugaron los sóviets, o comités obreros, en la Revolución Rusa de 1917. El gobierno bolchevique ruso bajo la dirección de Lenin se basaba en los sóviets, que eran una forma de organización muy flexible y democrática. Los sóviets locales tenían representación directa de los trabajadores y campesinos. De este modo, señalaba Lenin, no había necesidad de ninguna estructura estatal separada: los trabajadores y los campesinos administrarían el Estado directamente desde abajo hasta arriba. Debido al aislamiento de la revolución rusa y al atraso económico y cultural no se pudo llevar a cabo este programa, pero en un país tan culto e industrializado como Checoslovaquia se podría introducir un verdadero régimen comunista. Los trabajadores y campesinos podrían empezar inmediatamente a administrar el Estado ellos mismos, sin un aparato estatal especial utilizado para proteger los privilegios de la burocracia.

Un parlamento elegido sobre la base de los distritos electorales es mucho menos democrático que el sistema de representación directa sobre la base de los comités. La forma de representación parlamentaria es la que más fácilmente se burocratizada y se aleja de la población.

La base económica para un Estado obrero se ha conseguido pero para que un Estado actúe en interés de la clase obrera, la expropiación de los capitalistas por sí sola no es suficiente. El control democrático del aparato del Estado es un requisito previo esencial para la marcha hacia una sociedad comunista. Todos los grandes marxistas han insistido en ello.

Lenin reducía la esencia de un Estado obrero a cuatro principios fundamentales. Después de la expropiación de los capitalistas y de la nacionalización de los medios de producción, tendríamos:

1. La elección de los sóviets con derecho a la revocación de todos los funcionarios.

2. Ningún funcionario recibe un salario superior al de un obrero cualificado.

3. La abolición del ejército permanente y su sustitución por el pueblo en armas.

4. No a la burocracia permanente. Todos deben participar en la administración del Estado de forma rotativa. Cuando todo el mundo es un burócrata nadie puede ser burócrata.

“Organicemos la gran producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, basándonos en nuestra propia experiencia de trabajo, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el poder estatal de los obreros armados; reduzcamos a los funcionarios públicos al papel de simples ejecutores de nuestras directivas, al papel de inspectores y contables responsables, revocables y modestamente retribuidos (en unión, naturalmente, de los técnicos de todos los géneros, tipos y grados): ésa es nuestra tarea proletaria, por ahí se puede y se debe empezar cuando se lleve a cabo la revolución proletaria. Este comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la extinción gradual de toda burocracia, a la creación gradual de un orden, orden sin comillas, orden que no se parecerá en nada a la esclavitud asalariada, de un orden en que las funciones de inspección y de contabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por todos siguiendo un turno, se convertirán luego en costumbre y, por último, desaparecerán como funciones especiales de una capa especial de la población”2.

El atraso de Rusia y el aislamiento de la revolución hicieron este proceso imposible pero sobre la base del nivel cultural de Checoslovaquia, las ventajas de los métodos comunistas se harían aparentes para todo el mundo. Con una verdadera dirección comunista se podría implantar inmediatamente un régimen de democracia obrera, pero esto no es lo que desea el estalinismo. Stalin ha declarado que lo que se necesita es un Estado cada vez más fuerte en Rusia. Con una política estalinista, Checoslovaquia se desarrollará en la misma dirección. No habrá un proceso de extinción del aparato del Estado y de la GPU3. Todos los derechos que todavía poseen los trabajadores checos serán estrangulados y una burocracia incontrolada pisoteará a las masas como en Rusia.

A largo plazo, los trabajadores checos no tolerarán una burocracia tirana. La experiencia les enseñará que el estalinismo no es el comunismo. Reconocerán la necesidad de derrocar a la burocracia y a su aparato policial y establecer su propio control directo de la industria y del Estado con una democracia obrera, como la esbozada por Carlos Marx, que siga el modelo de la Comuna de París y que se lleve a la práctica como en el régimen establecido por la revolución rusa de 1917.