Génesis del pablismo

Génesis del pablismo

—de Spartacist No. 21, otoño de 1972. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No. 1.

El Socialist Workers Party (SWP) norteamericano y los pablistas europeos han andado a velocidades diferentes y siguiendo diferentes caminos hacia el revisionismo, hasta converger, en los primeros años del década 60, en difícil alianza -una “reunificación” sin principios políticos- que se ha deshecho ahora al completar el SWP la transición del centrismo pablista a un reformismo descarado. El “Secretariado Unificado” que resultó de la “reunificación” de 1963 hace equilibrios al borde de una escisión abierta; el “anti-revisionista” “Comité Internacional” se deshizo el año pasado. El colapso de los varios pretendientes que compiten por el manto de la Cuarta Internacional provee una oportunidad decisiva para el resurgimiento de una auténtica tendencia trotskista internacional. Lo que es clave para la tarea de reconstruir la Cuarta Internacional a través de un proceso de escisiones y fusiones es un entendimiento de las características y las causas del revisionismo pablista y la reacción defectuosa de los antipablistas que lucharon, poco y tarde, en un terreno nacional mientras que de hecho abandonaban el movimiento mundial.

La Segunda Guerra Mundial: EE.UU. y Francia

Antes de empezar la guerra, Trotsky y la Cuarta Internacional habían creído que la decadencia del capitalismo y el crecimiento del fascismo habían eliminado la posibilidad de existencia del reformismo y, por tanto, de ilusiones democrático-burguesas entre las masas. Sin embargo, no pudieron por menos que darse cuenta más y más de que el repudiamiento del fascismo por parte de la clase obrera y la amenaza de ocupación fascista hicieron surgir el chovinismo social y una renovada confianza en la burguesía “democrática” que permeó a las masas proletarias en toda Europa y los EE.UU. Ante tal contradicción, las fuertes presiones del nacionalismo retrogrado y las ilusiones democráticas en el seno de la clase obrera tendieron a desgarrar las secciones de la Cuarta Internacional, adoptando unas una posición sectaria, capitulando otras ante el social-patriotismo que campeaba entre las masas. El SWP adoptó durante un período corto la “política militar del proletariado”, que pedía el entrenamiento militar bajo control de los sindicatos, planteando implícitamente la idea utópica de que los obreros norteamericanos podían luchar contra el fascismo alemán sin que existiera un estado obrero en los EE.UU., a través del “control” del ejército del imperialismo estadounidense. El trotskista inglés Ted Grant fue aún más lejos, refiriéndose en uno de sus discursos a las fuerzas armadas del imperialismo británico como a “nuestro Octavo Ejército”. El IKD alemán retornó a un menchevismo descarado con la teoría de que el fascismo había trajo consigo la necesidad de “un estadio intermediario equivalente fundamentalmente a una revolución democrática” (“Tres tesis”, 19 de octubre de 1941).

El movimiento trotskista francés, fragmentado durante el curso de la guerra, constituyó el mejor ejemplo de esta contradicción. Uno de sus fragmentos subordinó la movilización de la clase obrera a los apetitos políticos del ala gaulista de la burguesía imperialista; otro grupo renunció a toda lucha en el seno de la resistencia en pro de trabajar exclusivamente al punto de producción y, sin reconocer el nivel de reformismo existente entre los obreros, trató de una manera aventurista apoderarse de las fábricas durante la “liberación” de Paris mientras las masas obreras estaban en las calles. El documento de la “Conferencia Europea” de febrero de 1944, que constituyó la base para una fusión entre dos grupos franceses para formar el Parti Communiste Internacionaliste, caracterizaba a los dos grupos de la siguiente manera:

“En vez de distinguir entre el nacionalismo de una burguesía derrotada que continua siendo una expresión de sus preocupaciones imperialistas, y el ‘nacionalismo’ de las masas que es sólo una expresión reaccionaria de su resistencia contra la explotación del poder imperialista de ocupación, la dirección del POI consideraba la lucha de su propia burguesía corno progresista…”

“el CCI… bajo el pretexto de salvaguardar intacta la herencia del marxismo-leninismo, rehusó obstinadamente a distinguir el nacionalismo de la burguesía del movimiento de resistencia de las masas.”

I. EL AISLACIONISMO DEL SWP

El trotskismo europeo y el trotskismo norteamericano respondieron inicialmente en diferentes maneras a tareas y problemas diferentes que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. El precario internacionalismo del SWP norteamericano, mantenido a través de una íntima colaboración con Trotsky durante su exilio en México, no sobrevivió el asesinato de Trotsky en 1940 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los trotskistas norteamericanos se refugiaron en un aislamiento que sólo parcialmente les había sido impuesto por la desintegración de las secciones europeas bajo las condiciones del triunfo fascista y de la ilegalidad.

En anticipación de las dificultades de coordinación internacional durante la guerra, un Comité Ejecutivo Internacional residente había sido instalado en Nueva York. Su único logro de importancia, sin embargo, parece haber sido el convocar una “Conferencia de Emergencia” de la Internacional, llevado a cabo el 17 de mayo de 1940 “en algún sitio del hemisferio occidental”, a raíz de la iniciativa de las secciones norteamericana, mexicana, y canadiense. Una conferencia parcial, a la que sólo asistieron menos que la mitad de las secciones, la “Conferencia de Emergencia” fue convocada con el propósito de tratar de las ramificaciones internacionales de la separación del grupo Shachtman de la sección estadounidense, que había resultado en la defección de la mayoría del C.E.I. [Comité Ejecutivo Internacional] residente. La reunión se solidarizó con el SWP en la lucha fraccional y reafirmó su posición de única sección estadounidense de la Cuarta Internacional. La conferencia adoptó también un “Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial” escrito por Trotsky. Después de la muerte de Trotsky, sin embargo, el C.E.I. residente desapareció.

Retrospectivamente, al menos la sección norteamericana de la Cuarta Internacional debería haber iniciado un secretariado clandestino en un país neutral en Europa, con miembros competentes del SWP y emigrados de otras secciones, para centralizar y supervisar directamente el trabajo de los trotskistas en los países ocupados por los fascistas. Pero el SWP se contentó con limitar sus actividades internacionales durante la guerra a la publicación en sus boletines internos de cartas y documentos fraccionales de los trotskistas europeos. La aprobación de la Ley Voorhis en 1941, prohibiendo a los grupos estadounidenses la afiliación con organizaciones políticas internacionales (una ley que hasta hoy día nunca ha sido puesto a prueba), dio al SWP una excusa racionalizadora para minimizar sus responsabilidades internacionales.

El trabajo del SWP durante la guerra si evidenció cierta perspectiva internacionalista. Los estibadores de puerto militantes del SWP usaron la oportunidad de los barcos provenientes de Vladivostok que llegaron a la costa oeste para distribuir clandestinamente la “Carta a los obreros rusos” de Trotsky (en ruso) a los marineros soviéticos. El SWP concentró a sus camaradas de la marina mercante en los viajes de abastecimiento a Murmansk hasta que las bajas extremadamente graves forzaron al partido a discontinuar la concentración sobre Murmansk. (Fue en respuesta a dichas actividades por lo que se ordenó al GPU iniciar la red de espionaje anti-trotskista de Soblen. Años más tarde, testigos revelaron que el teléfono de Cannon había sido interferido por el GPU, y que el director administrativo de la revista del SWP Fourth International, un tal “Michael Cort”, fue uno de los agentes del GPU). Pero el mantenimiento y la dirección de la Cuarta Internacional era parte de la responsabilidad internacionalista del SWP, y debería haber sido una prioridad tan urgente como el trabajo que el SWP llevó a cabo por su propia cuenta.

La dirección del SWP pasó por el periodo de la guerra esencialmente intacta, pero reforzada en su insularidad y teóricamente mal equipada para orientarse en la situación de postguerra. Durante los últimos años de la guerra y en el periodo de la postguerra inmediata, la SWP había obtenido algunas victorias notables al implantar sus cuadros en la industria durante el boom y al reclutar una nueva capa de militantes proletarios atraídos hacia los trotskistas a causa de su oposición a la política de social-patriotismo y de paz entre las clases del Partido Comunista.

Optimismo y ortodoxia

El SWP entró en el periodo de la postguerra con un alegre, optimismo en cuanto a los prospectos para una revolución proletaria. La convención de 1946 del SWP y su resolución, “La inminente revolución norteamericana” proyectaron la continuación indefinida de victorias por el SWP. La perspectiva aislacionista del partido se puso en evidencia en la convención. Se reconoció el carácter necesariamente internacional de las crisis y las revoluciones, pero no el carácter internacional concomitante del partido de vanguardia. En efecto, la resolución da excusas para el atraso político de la clase obrera de los EE.UU., al mismo tiempo que alaba su ánimo de lucha y presenta el silogismo siguiente: las batallas decisivas de la revolución mundial serán entabladas en los países avanzados, donde los medios de producción se hayan altamente desarrolladas, donde el proletariado es fuerte, sobre todo en los EE.UU.; por lo tanto es suficiente llevar a cabo la revolución norteamericana y el capitalismo mundial será derrotado. Un impresionismo profundo llegó al SWP al ver el mundo a través de los ojos del capitalismo norteamericano, que había salido de la guerra Incuestionablemente el poder mundial capitalista dominante.

La estabilización de la postguerra del capitalismo europeo; el surgimiento de los partidos estalinistas como los partidos obreros reformistas dominantes en Europa; la expansión del estalinismo en Europa oriental (aparentemente negando en redondo el análisis trotskista de que el estalinismo sólo puede traicionar); la destrucción del capitalismo por formaciones nacionalistas y estalinistas, basadas en los campesinos, en Yugoeslavia y China —todos estos sucesos planteaban nuevos problemas teóricos para el movimiento trotskista que el SWP, desprovisto de una capa de intelectuales de talento por la escisión del pequeñoburgués Shachtman y, poco después, desprovisto de la guía de Trotsky, no podía hacer frente. La respuesta inmediata del SWP fue el retirarse en una “ortodoxia” estéril desprovista de todo contenido real teórico, haciendo así su aislamiento aún más completo.

Los años 50 trajeron una nueva ola de luchas obreras espontáneas en Europa occidental y oriental; pero para el SWP trajeron el comienzo de la caza de brujas de la “guerra fría”: los juicios a causa de la Ley Smith de miembros y antiguos miembros del Partido Comunista; el amortiguamiento de todo aspecto de vida social intelectual; la purga implacable de “rojos” conocidos y militantes del movimiento sindical, cortando la conexión del SWP con el movimiento obrero que había llevado años en construir; el abandono de una capa completa de trabajadores reclutados al SWP durante la última parte de los años 40. La presión objetiva para convertirse en una mera sección de aplauso para los sucesos europeos y coloniales era fuerte, pero el SWP se apegó a su compromiso verbal ortodoxo de llevar a cabo la revolución norteamericana.

II. LA DISOLUCIÓN DE CONTINUIDAD EN EUROPA

La vulnerabilidad del movimiento trotskista europeo ante el revisionismo giraba eh torno a las debilidades históricas de las organizaciones europeas combinadas con la total destrucción de su continuidad con un periodo previo. Cuando en 1934 Trotsky emprendió la lucha para fundar la Cuarta Internacional, a la clase obrera europea -enfrentada a la decisiva elección entre socialismo o barbarismo- le faltaba una dirección comunista. La tarea frente a los miembros de la Cuarta Internacional estaba clara: movilizar a la clase contra la amenaza del fascismo y de la guerra, amasar los cuadros para el partido revolucionario mundial que defendería él internacionalismo proletario frente a la marcha hacia una Guerra imperialista y la capitulación social-chovinista de la Segunda y la Tercera Internacionales. Pero Trotsky se había dado cuenta de la inmensa dificultad para la vanguardia consciente de marchar adelante en un período de derrota total para la clase y de “la terrible desproporción entre las tareas y los medios” (“Luchando contra la corriente”, abril de 1939). La debilidad del movimiento europeo, fue ejemplificada por la sección francesa, que fue criticada repetidamente por Trotsky y cuya desviación “obrerista” pequeñoburguesa y diletantismo fueron tema de una resolución especial en la conferencia, fundadora de la Cuarta, Internacional en 1938.

La Cuarta Internacional se aparejó para su lucha decisiva contra el fascismo y la guerra – y perdió. Durante el curso de la guerra y las ocupaciones nazis los meros rudimentos de la coordinación internacional, y hasta nacional, fueron destruidos. La Internacional se desintegró en pequeños grupos de militantes que perseguían políticas improvisadas: algunos oportunistas, otros heroicos. Los 65 camaradas franceses y alemanes que fueron fusilados por la Gestapo en julio de 1943 a causa de su fraternización revolucionaria derrotista y la construcción de una célula trotskista en las fuerzas armadas alemanas son un monumento al valor internacional de un movimiento revolucionario débil en lucha contra dificultades insuperables.

Cuadros trotskistas decimados

En agosto de 1943 se intentó el restablecimiento de los, rudimentos de una organización en Europa. El Secretariado Europeo establecido en esta reunión en Bélgica incluyó exactamente un solo miembro superviviente de la dirección de antes de la guerra, y mayormente por la inexistencia de cuadros experimentados fue por lo que surgió a la cabeza de la Internacional Michel Pablo (Raptis), un habilidoso organizador clandestino no precisamente conocido por su habilidad como líder o teórico político. Cuando en junio de 1945 se reunió el Comité Ejecutivo Europeo para preparar la reunión de un congreso mundial, los cuadros dirigentes experimentados y los más prometedores de los jóvenes trotskistas (A. Leon, L. Lesoil, W. Held) habían sido matados por los nazis o la GPU. Se había roto la continuidad del trotskismo en Europa. Este trágico proceso se duplicó en otros sitios con el encarcelamiento y la ejecución eventual de Ta Thu Tau y de los trotskistas vietnamitas, la extinción virtual de los trotskistas chinos y la liquidación de los restantes trotskistas rusos (incluyendo, además de Trotsky, Ignace Reiss, Rudolph Klement, y León Sedov). Los europeos estaban aparentemente tan hambrientos de cuadros dirigentes con experiencia que Pierre Frank (miembro dirigente del grupo Molinier que Trotsky denunció como “centristas desmoralizados” en 1935, y a los que expulsó en 1938 por rehusar romper con la socialdemocracia francesa después de “la vuelta francesa”) pudo tomar la dirección de la sección francesa en la postguerra.

En esta coyuntura crucial la intervención y la dirección de un partido trotskista norteamericano, verdaderamente internacionalista podría haber constituido una gran diferencia. Pero el SWP, que debería haber asumido la dirección en la Internacional a todo lo largo de los años de la guerra, estaba hundido en sus propias preocupaciones nacionales. Cannon hizo notar más tarde que la dirección del SWP había deliberadamente reforzado la autoridad de Pablo, llegando, “hasta minimizar una gran parte de nuestras diferencias” (junio de 1953). La responsabilidad urgente del SWP, que cualesquiera que fueron sus deficiencias era la organización trotskista más fuerte y experimentada, era precisamente hacer lo opuesto.

III. REINSERCIÓN DE LA ORTODOXIA

La tarea inmediata frente a los trotskistas después de la guerra era el reorientar a sus cuadros y reevaluar la situación de la vanguardia y de la clase a la luz de las proyecciones previas. Las esperanzas de los trotskistas de regímenes capitalistas tambaleando en Europa occidental y de la renovación de la lucha de clase violenta en toda Europa, especialmente en Alemania donde el colapso del poder estatal nazi dejó un vacío, habían sido confirmadas. Sin embargo, los reformistas, particularmente los partidos estalinistas, se reforzaron en sus intenciones de contener la agitación espontánea de los obreros. El control de la clase obrera francesa por la CGT pasó de la social democracia (SFIO), que había controlado a la CGT antes de la guerra, a los estalinistas franceses. Así, a pesar del espíritu manifiestamente revolucionaria de la clase obrera europea y las grandes olas de huelgas generales, especialmente en Francia, Bélgica, Grecia e Italia, a todo lo largo de Europa occidental el proletariado no tomó el poder y el aparato estalinista surgió con renovada fuerza y solidez.

La Cuarta Internacional respondió retrocediendo a una ortodoxia estéril y a una negación empecinada a creer que estas luchas habían sido derrotadas para el período inmediato:

“Bajo estas condiciones, derrotas parciales… períodos de retirada temporales… no desmoralizan al proletariado…. La repetida demostración por parte de la burguesía de su inhabilidad para reestabilizar una economía y un régimen político de la más mínima estabilidad ofrece a los obreros nuevas oportunidades de avanzar hacia aún más altos estadías de lucha.”

“El aumento en las filas de las organizaciones tradicionales en Europa, por encima de todos los partidos estalinistas… ha alcanzado su máximo en casi todas partes. La fase de declive ha empezada.”

—Comité Ejecutivo Europeo, abril de 1946

Los críticos oportunistas de derechas en el movimiento trotskista (el IKD alemán, la facción del SWP de Goldman-Morrow) estaban en lo cierto al resaltar el optimismo exagerado de tal análisis y al indicar que las direcciones reformistas tradicionales de la clase obrera son siempre los primeros herederos de una renovación en la combatividad y la lucha. Su “solución” sin embargo, fue el preconizar la limitación del programa trotskista a demandas democrático-burguesas, y tales medidas como el apoyo crítico a la constitución francesa burguesa de la postguerra. Su consejo de llevar a cabo una política de entrada en los partidos reformistas europeos fue rechazada de antemano por la mayoría, que esperaba que los obreros se agrupasen más o menos espontáneamente bajo la bandera trotskista. Esta actitud preparó el camino para una brusca vuelta atrás en la cuestión del entrismo cuando la posición implícita de ignorar la influencia de los reformistas no pudo ser mantenido por más tiempo.

La perspectiva de la Cuarta Internacional en la postguerra inmediata fue resumida por Ernest Germain (Mandel) en un artículo titulado “La primera fase de la revolución europea” (Fourth International, agosto de 1946). El título implicó ya el enfoque: “La revolución” estaba implícitamente redefinida como un proceso metafísico durando continuamente y progresando inevitablemente hacia la victoria, en vez de una confrontación brusca y necesariamente limitada en el tiempo sobre la cuestión del poder estatal, y cuyo resultado dará forma a todo el período siguiente.

Estalinofobia

La capitulación subsiguiente, pablista, hacia el estalinismo fue preparada por la exageración impresionista de su opuesto: estalinofobia. En noviembre de 1947 el Secretariado Internacional de Pablo escribió que la Unión Soviética se había vuelto:

“un estado obrero degenerado hasta el punto en que todas las manifestaciones progresistas de lo que queda de las conquistas de Octubre están más y más neutralizadas por los desastrosos efectos de la dictadura estalinista. “

“Lo que queda de las conquistas de Octubre está perdiendo más y más su valor histórico como una premisa para el desarrollo socialista.”

“… De las fuerzas de ocupación rusas o de los gobiernos pro-estalinistas, que son completamente reaccionarias, no pedimos la expropiación de la burguesía….”

En el seno del SWP, circulaba el rumor de que Cannon estaba flirteando con la caracterización de que la Unión Soviética se había vuelto un estado obrero totalmente degenerado, o sea, un régimen de “capitalismo de estado” – una posición que fue abrazada en breve por Natalia Trotsky.

Sobre la cuestión de la expansión estalinista en Europa oriental, la Cuarta Internacional estaba unida en una ortodoxia simplista. Una discusión extensa de “El Kremlin en Europa oriental” (Fourth International, noviembre de 1946), por E. R. Frank (Bert Cochran) fue agudo en su tono anti-estalinista y tendió hacia una visión de que los países ocupados por el Ejército Rojo iban a ser mantenidos deliberadamente como estados capitalistas. Una polémica contra Shachtman por Germain fechada el 15 de noviembre de 1946 fue aún más categórica: se desecha simplemente como “absurda” la teoría de “la instalación de un estado obrero degenerado en un país sin una revolución proletaria previa”. Y Germain pregunta retóricamente “¿Piensa [Shachtman] realmente que la burocracia estalinista ha conseguido derrotar al capitalismo eh la mitad de nuestro continente?” (Fourth International, febrero de 1947).

El método seguido aquí es el mismo que el que siguió más cínicamente el “Comité Internacional” en años más tarde sobre la cuestión de Cuba (¿Perplejos? ¡Entonces negar la realidad!) con la diferencia de que el carácter de clase de Europa occidental, con instituciones económicas capitalistas, pero con el poder estatal en las manos del ejército de ocupación de un estado obrero degenerado, era mucho más difícil de entender. Los empiricistas y los renegados, por supuesto, no tuvieron ninguna dificultad en caracterizar los estados de Europa oriental:

“Todo el mundo sabe que en los países donde los estalinistas han tomado el poder han procedido, a una u otra velocidad, a establecer exactamente el mismo régimen económico, político y social que existe en Rusia. Todo el mundo sabe que la burguesía ha sido o está siendo rápidamente expropiada, desprovisto de todo su poder económico, y en muchos casos, desprovisto de su existencia mortal… Todo el mundo sabe que los restos que quedan del capitalismo en esos países no serán ni siquiera restos mañana, que la tendencia en su totalidad es a establecer un sistema social idéntico al de la Rusia estalinista.”

—Max Shachtman, “El congreso de la Cuarta Internacional”, New International, octubre de 1948

Por muy penoso que este ridículo ha sido para ellos, sin embargo, los trotskistas ortodoxos estaban atrapados por su análisis porque no podían construir una teoría para explicar la transformación de Europa oriental sin abrazar conclusiones no revolucionarias.

Germain, como le era típica en esos años, al menos planteaba el dilema teórico claramente: ¿es correcto el entendimiento trotskista del estalinismo si el estalinismo se muestra capaz de querer en algunos casos llevar a cabo cualquier suerte de transformación social anticapitalista? Aferrados a la ortodoxia, los trotskistas hablan perdido una comprensión real de la teoría y suprimido una parte del entendimiento dialéctico de Trotsky del estalinismo como una casta parasita y contrarrevolucionaria asentada sobre las ganancias de la Revolución de Octubre, una especie de intermediario traicionero colocado entre el proletariado ruso victorioso y el imperialismo mundial. Habiendo así reducido el materialismo dialéctico a un dogma estático, su desorientación fue completa cuando fue necesario responder la pregunta de Germain de manera afirmativa, y así se preparó el camino para el revisionismo pablista de ocupar el vacío teórico.

La Cuarta Internacional flirtea con Tito

Virtualmente sin excepción la Cuarta Internacional fue desorientada por la revolución yugoeslava. Después de unos 20 años de monolitismo estalinista, los trotskistas estaban quizás poco dispuestos a sondear muy a fondo el partido yugoeslavo antiestalin. Los titoistas yugoeslavos fueron descritos como “camaradas” y “centristas de izquierda”, y Yugoeslavia como “un estado obrero establecido por una revolución proletaria”. En una de varias “cartas abiertas” a Tito, el SWP escribió: “La confianza de las masas en él [‘vuestro partido’] crecerá inmensamente y se volverá la expresión colectiva efectiva de los intereses y los deseos del proletariado de vuestro país.” La revolución yugoeslava planteaba un nuevo problema (más tarde recapitulado por los sucesos chino, cubano, y vietnamita): a diferencia de Europa oriental, donde las transformaciones sociales fueron llevadas a cabo por el ejército de un estado obrero degenerado, la revolución yugoeslava fue claramente una revolución social indígena que, sin la intervención de la clase obrera o la dirección de un partido trotskista, logró establecer un estado obrero (deformado). La Cuarta Internacional evitó el problema teórico llamando a la revolución “proletaria” y a los titoistas “centristas de izquierda”. (El SWP evitó la cuestión de China al rehusar una caracterización sin ambigüedades del régimen maoísta como un estado obrero deformado hasta 1955. Aún en 1954 dos artículos por la tendencia de Phillips, que caracterizaban a China como un capitalismo del estado, fueron publicados en la Fourth Internacionaldel SWP).

Nuevamente se mantiene la ortodoxia pero desprovista de su contenido. El impulso, que había sido resistido hasta que Pablo le dio una expresión consistente, era de que la capacidad de fuerzas no proletarias, no trotskistas a lograr cualquier forma de cambio social robó a la Cuarta Internacional su razón de existir. La distinción cualitativa crucial entre un estado obrero y un estado obrero deformado — grabada con sangre en la necesidad de unarevolución política de abrir la vía al desarrolló socialista y a la extensión de la revolución en el extranjero — habla sido perdida.

IV. EL PABLISMO TRIUNFA

Los cuadros de la Cuarta Internacional de la postguerra, débiles numéricamente, aislados socialmente, teóricamente desarmados y sin experiencia, fueron una presa fácil para la desorientación y la impaciencia en una situación de repetida agitación prerrevolucionaria, cuyo curso no podían influenciar. Empezando al principio de 1951 un nuevo revisionismo, el pablismo, comenzó a hacerse valer, respondiendo a la situación objetiva frustrante al plantear un escape artificial del aislamiento de la Cuarta Internacional del grueso del movimiento de la clase obrera. El pablismo fue la generalización de este impulso en un cuerpo teórico revisionista que ofrecía respuestas impresionistas que eran más consistentes que la ortodoxia unilateral de la Cuarta Internacional en la postguerra inmediata.

Es crucial el no igualar simplemente la debilidad organizacional, la falta de profundas raíces en el proletariado y la incapacidad teórica y desorientación que fueron las precondiciones para la degeneración revisionista de la Cuarta Internacional, con la consolidación y la victoria de este revisionismo. A pesar de graves errores políticos, la Cuarta Internacional en el periodo de la postguerra inmediata era todavía revolucionaria. El SWP y la Internacional se aferraban a una ortodoxia estéril como a un talismán para escudarse de conclusiones no revolucionarias sobre los sucesos mundiales que ya no podían entender. La historia ha demostrado que en momentos cruciales los marxistas revolucionarios han sido capaces de superar una teoría inadecuada: Lenin, antes de abril de 1917, no estaba equipado teóricamente para proyectar una revolución proletaria en un país atrasado como Rusia; Trotsky hasta 1933 había igualado el Termidor ruso con el regreso al capitalismo. El pablismo era algo más que una teoría simétrica falsa, más que simplemente una exagerada reacción impresionista contra la ortodoxia; era una justificación teórica para un impulso no revolucionario basado en un abandono de la perspectiva para la construcción de una vanguardia proletaria en los países avanzados o coloniales.

En enero de 1951 Pablo se aventuró en el reino de la teoría con un documento llamado “¿Adónde vamos?” A pesar de párrafos completos de confusas tonterías y de ampulosidades virtualmente sin sentido, la estructura revisionista en su totalidad aparece claramente:

“La relación de fuerzas en el damero internacional está evolucionando ahora: en desventaja para el imperialismo.”

“Una época de transición entre el capitalismo y el socialismo, una época que ha empezado ya y está bastante avanzada… Esta transformación probablemente requerirá un período completo de varios siglos y mientras tanto será llenada con formas y regímenes transicionales entre el capitalismo y el socialismo y necesariamente se desviarán de formas y normas ‘puras’.”

“El proceso objetivo es, en el análisis final, el único factor determinante, sobrepasando todos los obstáculos de un orden subjetivo.”

“Los partidos comunistas conservan la posibilidad en ciertas circunstancias de delinear burdamente una orientación revolucionaria.”

La elevación de Pablo del “proceso objetivo” hacia “el único factor determinante”, reduciendo el factor subjetivo (la conciencia y la organización del partido de vanguardia) a la categoría de trivial, la discusión de “varios siglos” de “transición” (más tarde caracterizado por los oponentes de Pablo como “siglos de estados obreros deformados”), y la sugerencia de que la dirección revolucionaria podía ser dada por los partidos estalinistas en vez de por la Cuarta Internacional — estamos en presencia de la estructura analítica completa del revisionismo pablista.

En otro documento, “La guerra que viene”, Pablo propuso su política de “entrismo sui generis” (entrismo de estilo propio):

“Para integrarnos en el movimiento de masas real, para trabajar y permanecer en los sindicatos de masas por ejemplo, ‘artimañas’ y ‘capitulaciones’ no son solamente aceptables sino necesarios.”

En esencia, los trotskistas debían abandonar la perspectiva de un entrismo a corto plazo cuyo propósito había sido siempre el de escisionar  las organizaciones obreras, basándose en un programa sólido, como una táctica para construir un partido trotskista. La nueva política entrista provenía directamente del análisis de Pablo. Dado que la afirmación de un cambio en la relación de fuerzas mundiales a favor del avance de la revolución impulsaría a los partidos estalinistas a jugar un papel revolucionario, era lógico que los trotskistas fueran una parte de esos partidos, siguiendo una política que consistiría esencialmente en poner presión sobre el aparato estalinista.

Todo esto debería haber hecho explotar una bomba en las cabezas de los cuadros trotskistas internacionales. ¡Pablo era después de todo la cabeza del Secretariado Internacional, el cuerpo político residente de la Cuarta Internacional! Pero hay poca evidencia siquiera de alarma, de no hablar de la formación de la requerida facción internacional anti-revisionista. Un largo documento por Ernest Germain (“Diez tesis”), y quizás un cierto rumor subterráneo, forzó a Pablo a presentar un intento de ortodoxia sobre la cuestión del “período transicional” pero no se hizo ninguna otra observación literaria del asalto más descarado de Pablo contra el programa del trotskismo.

Germain resiste

En marzo de 1951 Germain publicó sus “Diez tesis”, que era un ataque velado contra “¿Adónde vamos?” pero no atacó a Pablo ni al documento nombrándolos. Germain volvió a establecer el uso marxista del “período transicional” como el periodo entre la victoria de la revolución (la dictadura del proletariado) y el logro del socialismo (la sociedad sin clases). Sin referirse explícitamente a la posición de Pablo, escribió:

“Lo mismo que la burguesía, [el estalinismo] no sobrevivirá a una guerra que será transformada en un surgimiento mundial de la revolución.”

Germain insistió en el carácter contradictorio bonapartista del estalinismo, basado en formas de propiedad proletarias mientras que salvaguarda la posición privilegiada de la burocracia en contra de los obreros. Recalcó que la doble naturaleza de los partidos comunistas de masas fuera de la URSS venía determinada por su base proletaria por un lado, y su peditación a las burocracias estalinistas en poder por otro.

Germain intentó presentar la respuesta ortodoxa al impulso pablista de que la destrucción del capitalismo en Europa oriental, China, y Yugoeslavia sin una dirección trotskista hacía superflua a la Cuarta Internacional. De nuevo, no se refirió a las posiciones que estaba atacando; uno podría pensar que las “Diez tesis” caían simplemente del cielo como un ejercicio teórico interesante, en vez de ser una respuesta al surgimiento de una corriente revisionista, completamente opuesta a la línea de Germain. Al insistir en que un nuevo levantamiento revolucionario mundial no estabilizaría al estalinismo sino que por el contrario sería un peligro mortal para él, escribió:

“Es precisamente porque la nueva ola revolucionaria contiene en embrión la destrucción de los partidos estalinistas como tales por lo que deberíamos estar hoy mucho más cerca de los obreros comunistas. Esta es solamente una fase de nuestra tarea fundamental: construir nuevos partidos revolucionarios….“ [Nuestro subrayado]

“El ‘estar más cerca de los obreros estalinistas’ significa entonces al mismo tiempo el afirmar más que nunca nuestro propio programa y nuestra propia política trotskista.“

Las “Diez tesis” mostraron que todas las ramas del movimiento trotskista eran incapaces todavía de entender realmente la naturaleza de las transformaciones sociales que habían ocurrido en Europa oriental (aunque el análisis de la mayoría del RCP británico de Haston/Grant, tomado prestado por el grupo de Los Angeles del SWP de Vern-Ryan, consiguió el principio -pero solo el principio- de la sabiduría al reconocer que en el período de la postguerra inmediata un examen de las formas de propiedad nativas no sería ni mucho menos suficiente ya que el poder estatal en Europa oriental era un ejército de ocupación extranjero, el Ejército Rojo). En 1951 Germain consideraba todavía el proceso de “asimilación estructural” incompleto (!) y predecía la asimilación de los ejércitos de los estados de Europa oriental al ejército soviético – o sea, que Europa oriental sería simplemente incorporada a la Unión Soviética. Germain sí reconoció que la transformación de Europa oriental destruía el capitalismo pero contenía en ello, aún victoriosa, un obstáculo burocrático decisivo al desarrollo socialista; recalcó que la expansión del modo de producción no capitalista de la URSS “es infinitamente menos importante que la destrucción del movimiento obrero vivo que le ha precedido.“

No se había reconocido un obstáculo inmanente tal con respeto a China y especialmente, Yugoeslavia. Los trotskistas eran incapaces de desasociar el fenómeno del estalinismo de la persona de Stalin; la ruptura de Tito con el Kremlin oscureció cualquier reconocimiento de que Yugoeslavia perseguiría necesariamente una política doméstica y diplomática cualitativamente idéntica para salvaguardar los intereses de su propio régimen nacional burocrático en contra de la clase obrera. Germain, no queriendo admitir que fuerzas estalinistas a la cabeza de masas campesinas pudieran nunca consumar una revolución anticapitalista, llamó a los sucesos en Yugoeslavia y China en sus “Diez tesis” revoluciones proletarias y también propuso que “bajo tales condiciones estos partidos dejan de ser partidos estalinistas en el sentido clásico de la palabra.“

Mientras que Pablo interpretaba estos sucesos como un modelo revolucionario nuevo que hacía invalidas “las formas y normas ‘puras’“ (o sea, la Revolución Rusa), Germain -nuevamente sin referirse a Pablo- recalcó que eran el resultado de circunstancias excepcionales que, en cualquier caso, no se podían aplicar a países industriales avanzados. Contraponía “el frente unido de hecho que existe hoy entre las revoluciones coloniales en Asia y la burocracia soviética, que tiene su origen objetivo en que ambas están amenazadas por el imperialismo…“ con las posibilidades para Europa. Estaba de acuerdo en la predicción de que una tercera guerra mundial inminente entre “el frente unido imperialista por un lado y la URSS, los países buffer y las revoluciones coloniales por el otro” pero en vez de alabarla, la llamaba una guerra contrarrevolucionaria.

El nudo del argumento de Germain era:

“Lo que importa sobre todo en el presente período es dar al proletariado una dirección internacional capaz de coordinar sus fuerzas y de proceder a la victoria mundial del comunismo. La burocracia estalinista, forzada a volverse con una furia ciega contra la primera revolución proletaria victoriosa fuera de la URSS [¡Yugoeslavia!], es incapaz socialmente de llevar a cabo una tarea tal. Aquí yace la misión histórica de nuestro movimiento… reside en la incapacidad del estalinismo de derrotar el capitalismo mundial, una incapacidad enraizada en la naturaleza social de la burocracia soviética.”

Con la ventaja de la visión a posteriori y la experiencia de los pasados 20 años — la naturaleza contrarrevolucionario del estalinismo reafirmado clarísimamente en Hungría en 1956; la Revolución Cubana de 1960 en la cual un nacionalismo pequeñoburgués a la cabeza de guerrilleros campesinos desraizó el capitalismo tan sólo para unirse al aparato estalinista interna e internacionalmente; las políticas consistentemente nacionalistas y estalinistas del PC chino en poder — es fácil reconocer que las “Diez tesis” están equivocadas en sus análisis y predicciones. Lo que es mucho más importante, sin embargo, es el tono no fraccional consistente y deliberado del documento que presagia la negación de Germain de ponerse en el campo anti-pablista. Empeñado en no luchar por una línea correcta en la Cuarta Internacional, la defensa teórica de Germain de la necesidad del trotskismo quería decir muy poco. Esto era simplemente pablismo de segunda mano, la negación del factor subjetivo en el proceso revolucionario.

Tercer Congreso Mundial

El Tercer Congreso Mundial de la Cuarta Internacional tuvo lugar en agosto-septiembre de 1951. El principal informe político intentó distinguir entre los Partidos Comunistas y los partidos “reformistas” sobre la base que solamente las primeras eran contradictorias, y proyectaba que bajo la presión de un fuerte auge del movimiento de masas los PC podrían volverse partidos revolucionarios. La naturaleza oportunista de la versión de Pablo de una táctica de entrismo se reveló claramente por el rechazo del entrismo de principios, cuya finalidad es de polarizar y escisionar: “Las posibilidades de divisiones importantes en los PC… son remplazadas por un movimiento hacia la izquierda en el seno de los PC, entre sus filas.” No se reconoció ninguna deformación decisiva en los estados obreros de Europa oriental y China; así implícitamente el Congreso planteaba solo una diferencia cuantitativa entre la Unión Soviética de Lenin y los estados obreros degenerados y deformados. El informe proyectaba la posibilidad de que Tito pudiera “encabezar un reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias independiente del capitalismo y del Kremlin… que jugaría un papel importante en la formación de una nueva dirección revolucionaria.” No se mencionaba para nada la perspectiva de la revolución permanente para los países coloniales. La comisión austriaca elaboró sobre la aplicación de la política de Pablo de “entrismo sui generis”:

“La actividad de nuestros miembros en el PS será gobernada por las siguientes directivas: A. No ofrecerse como trotskistas con nuestro programa total. B. No presentar cuestiones programáticas y de principios…. “

Ni la mayor cantidad posible de ortodoxia verbal en las resoluciones podría haber oscurecido durante más tiempo la vista de aquellos que querían ver.

El Parti Communiste Internationaliste de Francia sometió las “Diez tesis” de Germain a voto: (después de que Germain mismo había aparentemente decidido no hacerlo) y propuso enmiendas al documento principal. No se votó las “Diez tesis” o las enmiendas francesas. El PCI votó en contra de la adopción de la línea general del documento principal; fue la única sección que lo hizo.

En los meses que siguieron, la línea pablista fue elaborada en la manera revelada ya antes y durante el Tercer Congreso Mundial:

“Estamos entrando [los partidos estalinistas] para quedarnos en ellos durante mucho tiempo contando con la grande posibilidad de ver a estos partidos, bajo nuevas condiciones [“un período prerrevolucionario generalmente irreversible”], desarrollar tendencias centristas que estarán a la cabeza de un estadio completo de radicalización de las masas y de los procesos revolucionarios objetivos… “

—Pablo, “Informe al décimo pleno del Comité Ejecutivo Internacional”, febrero de 1952

“Atrapados entre la amenaza imperialista y la revolución colonial, la burocracia soviética se encontró a si misma obligada a aliarse con la segunda contra la primera… La desintegración del estalinismo en estos partidos no deberla ser entendida… como una desintegración organizacional… o como una ruptura pública con el Kremlin sino como una transformación interna progresiva.”

—“El ascenso y la decadencia del estalinismo”, Secretariado Internacional, septiembre de 1953

V. LOS ANTI-PABLISTAS

Con la capitulación de Germain, cuyo papel en los conflictos preliminares sobre las políticas pablistas es ambiguo pero en quien los franceses parecen haber puesto una cierta confianza, la tarea de luchar contra el pablismo recayó en la mayoría del PCI francés de Bleibtreu-Lambert y en el SWP norteamericano. A pesar de que existe una considerable mitología que mantiene lo contrario, tanto el PCI como el SWP vacilaron cuando el revisionismo se manifestó a la cabeza de la Cuarta Internacional, poniendo obstáculos sólo a una aplicación a sus propias secciones. Ambos grupos se comprometieron por su inquieta conformidad (combinada, en el caso del PCI, con resistencia esporádica) a sostener la política de Pablo hasta que las consecuencias organizacionales suicidas para sus secciones necesitaron de rudas peleas. Ambos abdicaron la responsabilidad de llevar la lucha contra el revisionismo a todos y cada uno de los grupos y secciones de la Cuarta Internacional, y ambos se retiraron de la lucha por medio de la fundación del “Comité Internacional” basado en “los principios del trotskismo ortodoxo”. El Comité Internacional desde su mismo comienzo era sólo el esqueleto de una tendencia internacional consistiendo de aquellos grupos que ya habían tenido escisiones entre las ramas pablistas y ortodoxas.

El PCI lucha en contra de Pablo

La mayoría del PCI, después de haber sido intervenida por el Secretariado Internacional (que había instalado a la minoría leal a Pablo conducida por Mestre y Frank como dirección de la sección francesa), ¡continuó afirmando su conformidad con la línea del Tercer Congreso Mundial, argumentando que Pablo y el SI y CEI estaban violando sus decisiones! Según los franceses, el pablismo “utiliza las confusiones y contradicciones del Congreso Mundial -donde no se pudo imponer- para hacerse valer después del Congreso Mundial” (“Declaración de la tendencia Bleibtreu-Lambert sobre los acuerdos concluidos en el CEI”, sin fecha, marzo o abril de 1952).

Una importante carta fechada el 16 de febrero de 1952 de Renard en nombre de la mayoría del PCI a Cannon apelaba al SWP. La carta de Renard afirmaba su conformidad con el Tercer Congreso Mundial, incluyendo su comisión francesa, y oponía el Congreso Mundial supuestamente no pablista (citando vagas trivialidades para demostrar su impulso presumiblemente ortodoxo) a las acciones subsiguientes de Pablo y a la línea en el CEI y SI. Renard afirmaba que “el pablismo no triunfó en el Tercer Congreso Mundial.” (¡Astutamente no intentó explicar por qué su organización votó en contra de los principales documentos del Congreso!) El argumento principal de la carta es una apelación en contra de la intervención de la dirección internacional pablista en la sección nacional francesa.

La respuesta de Cannon del 29 de mayo acusaba a la mayoría del PCI de oportunismo estalinofóbico en el movimiento sindical (un bloque con los anticomunistas progresistas en contra del PC) y negaba la existencia de una cosa tal como el pablismo.

La mayoría del PCI mostró un claro entendimiento de las implicaciones del entrismo pablista. En una polémica contra el teórico de la minoría Mestre la mayoría había escrito:

“Si estas ideas son correctas dejémonos de cachoras sobre la táctica del entrismo, hasta del entrismo sui generis, y planteemos claramente nuestras nuevas tareas: las de una tendencia más consistente, ni siquiera una oposición de izquierdas… cuyo papel es ayudar al estalinismo a vencer sus dudas y poner bajo las mejores condiciones posibles el enfrentamiento decisivo con la burguesía… Si el estalinismo ha cambiado… [quiere decir] que ya no refleja los intereses particulares de una casta burocrática cuya existencia misma depende del equilibrio inestable entre las clases, que ya no es bonapartista, sino que refleja solamente… la defensa de un estado obrero. El admitir que una transformación tal se pudiera producir sin la intervención del proletariado soviético… sino por el contrario por una evolución de la burocracia misma… nos llevaría no solamente a corregir el Programa de Transición [sino también] todas las obras de León Trotsky desde 1923 y la fundación de la Cuarta Internacional.“

—”Primeras indicaciones de zigzag”, Boletín Interno del PCI No. 2, febrero de 1952

Pero la mayoría del PCI, como el SWP, demostró una falta de internacionalismo concreto cuando se enfrentó con la posibilidad de llevar a cabo por si solo la lucha contra el pablismo.

El 3 de junio de 1952 la mayoría del PCI pidió el reconocimiento de dos secciones francesas de la Cuarta Internacional, permitiendo así la mayoría del PCI el llevar a cabo su propia política en Francia. Esto era una violación clara de los estatutos de fundación de la Cuarta Internacional y suponía la liquidación de la Internacionalcomo un organismo mundial disciplinado. Lo que era necesario era una lucha fraccional internacional sobre la línea política de la Cuarta Internacional. Pero la mayoría del PCI no estaba dispuesta a subordinar su trabajo en Francia a la lucha crucial a favor de la legitimidad y continuidad de la Cuarta Internacional. La negación de Pablo a esta demanda condujo directamente a la escisión de la mayoría del PCI.

El SWP entra la lucha

El SWP se unió a la lucha contra el revisionismo sólo cuando una tendencia pablista, el grupo de Clarke en la facción de Cochran-Clarke, hizo su aparición en el seno del partido norteamericano. En su respuesta a Renard con fecha del 29 de mayo de 1952 Cannon había dicho:

“No vemos [‘ningún tipo de tendencia pro-estalinista’], en la dirección internacional de la Cuarta Internacional, ni ningún signo o síntoma de ello. No vemos ningún revisionismo [en los documentos]… consideramos estos documentos como completamente trotskistas… Es la opinión unánime de los dirigentes en el SWP que los autores de estos documentos han hecho un gran servicio al movimiento.”

La historia de que el SWP había preparado algunas enmiendas a los documentos del Tercer Congreso Mundial que Clarke (el representante del SWP a la Internacional) había quemado en vez de presentarlos es posiblemente verdad pero no muy significativa, dado que Cannon declaró su lealtad política a Pablo en el momento crucial y rehusó solidarizarse con la mayoría anti-pablista del PCI.

En contra del consejo de Cochran-Clarke de orientarse hacia los compañeros de viaje del PC, la mayoría del SWP afirmó su apoyo general a la táctica pablista de entrismo en los PC pero insistía en una especie de excepcionalismo norteamericano, oponiendo los partidos de masas europeos al patético ambiente del PC norteamericano, sin base obrera y poblado de incapaces intelectuales de tercer grado.

En respuesta a la amenaza de Cochran-Clarke, Cannon se dispuso a formar una fracción en el SWP ayudado por la dirección local de Weiss en Los Angeles. Cannon buscaba el alinear los viejos cuadros del partido alrededor de la cuestión de conciliación con el estalinismo y apeló a los sindicalistas del partido como Dunne y Swabeck haciendo una analogía entre la necesidad de una lucha fraccional en el seno del partido y la lucha en el seno da la clase contra los reformistas y vendidos como procesos paralelos de lucha fraccional contra una ideología ajena. Dijo al pleno del SWP de mayo de 1953:

“Durante el curso del año pasado, tuve serias dudas de la habilidad del SWP para sobrevivir…. Pensé que nuestro esfuerzo de 25 años… había terminado en un fallo catastrófico, y que, una vez más, un pequeño puñado tendría que recoger los trozos y empezar de nuevo a construir los nuevos cuadros de otro partido sobre los viejos fundamentos.”

—Discurso final, 30 de mayo

Pero Cannon eligió otro camino. En vez de perseverar en la lucha adondequiera que ésta le condujera, Cannon formó un bloque con el aparato de Dobbs-Kerry-Hanson frente a las implicaciones organizacionalmente liquidacionistas de la línea de Cochran-Clarke. En pago por su apoyo Cannon prometió a la administración rutinaria y conservadora de Dobbs el control del SWP sin más injerencias por su parte (“un nuevo régimen en el partido”).

La respuesta del SWP al encontrar la disputa de la Internacional reflejándose dentro de la sección norteamericana fue el profundizar su aislacionismo hacia un virulento anti-internacionalismo. El discurso de Cannon a la reunión de la mayoría del SWP el 18 de mayo de 1953 afirmaba “No nos consideramos una sucursal norteamericana de un negocio internacional que recibe órdenes del jefe” y aplaudía la discusión en la que “formaríamos, si fuera posible [!], una línea común”. Cannon negó la legitimidad de la dirección internacional y se refirió a “una cuanta gente en Paris”. Contrastó la Cuarta Internacional con el Comintern de Lenin, que tuvo poder estatal y una dirección cuya autoridad era reconocida ampliamente, y así negaba que la Cuarta Internacional contemporánea podía ser un organismo democrático centralista.

Cannon se opuso con retraso a la conducta de Pablo en contra de la mayoría francesa, pero sólo sobre la cuestión organizativa, de acuerdo con la proposición de que la dirección de la Internacional no debería intervenir en los asuntos de las secciones nacionales. Escribió:

“…nos quedamos sin habla ante las tácticas usadas en el reciente conflicto y escisión en Francia, y ante el precedente organizacional inconcebible que ahí se estableció. Esta es la razón por la que he demorado mi respuesta a Renard durante tanto tiempo. Quería ayudar al SI públicamente, pero no veía como podía apoyar los pasos organizacionales tomados en contra de la mayoría de una dirección elegida. Finalmente resolví el problema simplemente ignorando esa parte de la carta de Renard.“

—”Carta Tom”, 4 de junio de 1953

La “Carta a Tom” también reiteraba la posición de que el Tercer Congreso Mundial no era revisionista. Los defectos cruciales en la lucha antipablista del PCI y SWP fueron debidamente utilizados por los pablistas. El 14º pleno del CEI criticó a Cannon por su concepto de la Internacional como “una unión federativa”. Apuntó que el SWP no se había opuesto nunca a la política de entrismo pablista en principio y acusaba al SWP-PCI de un bloque sin principios políticos sobre China. Aprovechándose de la ortodoxia unilateral del SWP (la defensa de Hansen de una formulación de un miembro de la mayoría del SWP de que el estalinismo era “contrarrevolucionario de punto a cabo” – ¡una caracterización que sólo le tiene bien a la CIA!) los pablistas fueron capaces de vestir su liquidación del programa trotskista independiente con el manto de piadosas reafirmaciones de las contradicciones del estalinismo como una casta contrarrevolucionaria que descansa sobre formas de propiedad establecidas por la Revolución de Octubre.

Formación del CI

Después de la escisión de Cochran-Clarke, el SWP rompió de súbito públicamente con Pablo. El 16 de noviembre de 1953 el Militant publicaba “Una carta a los trotskistas en todo el mundo” que denunciaba a Cochran-Clarke y a Pablo y se solidarizaba con retraso con la mayoría del PCI “injustamente expulsada”. La previa caracterización del SWP del Tercer Congreso Mundial como “completamente trotskista” necesitaba del intento en esta llamada “carta abierta”, de localizar en el tiempo del surgimiento del pablismo después del Congreso, lo que condenaba al SWP a presentar un caso poco convincente apoyándose fundamentalmente en uno o dos panfletos de la minoría pablista francesa de 1952. Aproximadamente en esa misma época el SWP imprimió su documento “Contra el revisionismo pablista” con fecha de noviembre de 1953, que contenía un análisis más competente de la acomodación liquidacionista de Pablo al estalinismo:

“EI concepto de que un Partido Comunista de masas tomará el camino hacia el poder, necesitando solamente una presión suficiente de las masas, es falso. Le pasa la responsabilidad de las derrotas revolucionarias de la dirección a las masas…“

“La clase obrera se transforma [según las teorías de Pablo] en un grupo de presión y los trotskistas en un agrupamiento de presión a su lado que empuja a una sección de la burocracia hacia la revolución. De esta manera, la burocracia, de ser un dique y una traición a la revolución, se transforma en una fuerza motora auxiliar de ella.”

En 1954 se formó el “Comité Internacional”. Incluía a la mayoría del PCI francés, al SWP norteamericano (fraternal) y el grupo de Healy (Burns) en Inglaterra. El último, no jugó ningún papel significativo u independiente en la lucha contra el revisionismo. La escisión de Healy-Lawrence del Revolutionary Communist Party que se estaba desintegrando después de la guerra, impulsado por la perspectiva dela facción de Healy-Lawrence de entrismo profundo en el Partido Laboral británico, había sido respaldado por el Secretariado Internacional de Pablo, que reconocía dos secciones en Inglaterra y les daba igual representación en el CEI. Healy era el “hombre” de Cannon en Inglaterra y el SWP les había apoyado consistentemente en sus disputas con el RCP. Cuando el SWP se separó de Pablo, la facción Healy-Lawrence se escisionó, Healy se alineó con el SWP y Lawrence con Pablo (Lawrence más tarde pasó al estalinismo así como Mestre de la minoría del PCI). A pesar de ser parte del nuevo bloque internacional antipablista, el grupo de Healy continuó su oportunismo archipablista hacia el Partido Laboral. No tuvo ningún peso en el bloque del Comité Internacional, hasta que reclutó una capa impresionante de intelectuales y miembros del PC en los sindicatos (muchos de los cuales perdió más, tarde) después de la Revolución Húngara en 1956 y esto le hizo considerablemente más importante en la izquierda británica.

El Comité Internacional también pretendía tener la adhesión de la sección china (emigrados) que ya había sufrido una división, y de la pequeña sección suiza.

El Comité Internacional consiguió imprimir un par de boletines internos al principio de 1954 pero nunca se reunió como un verdadero organismo internacional, ni se eligió nunca una dirección centralizada. La táctica adoptada por el SWP era la de boicotear el Cuatro Congreso Mundial, aludiendo que era simplemente una reunión de la facción de Pablo, que no tenía ninguna legitimidad como representante de la Cuarta Internacional.

El movimiento mundial pagó un alto precio por esta evasión. Citemos solo un ejemplo: Ceilán. El LSSP ceilanés adoptó una posición no fraccional sobre el pablismo, apelando al SWP para que no se separase y participara en el cuarto Congreso. Se debería haber empujado a los pasivos ceilaneses llenos de dudas, forzando una polarización, forjando en la lucha a duros cuadros. En vez de ello, los ceilaneses fueron arrastrados hacia Pablo. Unos siete años más tarde, la reputación revolucionaria del trotskismo fue mancillada a los ojos de militantes en todo el mundo por la entrada del LSSP en el gobierno de coalición burgués de Ceilán, precipitando una escisión en el último minuto por la dirección pablista internacional. Si se hubiera llevada a cabo una dura lucha anti-revisionista con sólidos principios en la sección de Ceilán de 1953, sé hubiera podido crear entonces una sólida organización revolucionaria, que podría haber reclamado para si independientemente la continuidad del trotskismo impidiendo la asociación del nombre de trotskismo con la traición fundamental del LSSP.

Así la lucha anti-revisionista fue deliberadamente no llevada al movimiento mundial -el Comité Internacional consistiendo principalmente de aquellos grupos que ya habían tenido sus escisiones en torno a la aplicación de la política de Pablo en sus propios países- y la lucha para derrotar el revisionismo y reconstruir la Cuarta Internacional sobre la base de un trotskismo auténtico fue abortada.

Del flirteo a la consumación

En 1957 el Secretariado Internacional de Pablo y el SWP flirtearon con una posible reunificación (la correspondencia de Hansen-Kolpe). La base en ese momento fue una ortodoxia formal – la similitud de línea entre el SI y el SWP en respuesta a la Revolución Húngara de 1956. El SWP, esperando quizás ingenuamente una repetición de la posición de Clarke en 1953 sobre la posibilidad de una autoliquidación de las burocracias estalinistas, tendió a aceptar las conclusiones formalmente trotskistas del SI, sobre Hungría, como si fueron buena moneda. Estas primeras proposiciones de reunificación se desvanecieron en la nada debido a la oposición de los grupos del Comité Internacional ingleses y franceses así como a las sospechas de Cannon de que Pablo estaba maniobrando. Se habla planteado el problema de una manera defectuosa — simplemente como un acuerdo empírico aparente sin examinar las pasadas diferencias y la dirección presente.

Cuando la cuestión de la reunificación, que se habría de consumar en 1963 con la formación del Secretariado Unificado, salió a relucir de nuevo, el terreno político en su totalidad había cambiado. El SI y el SWP se encontraron con que estaban de acuerdo sobre Cuba. Pero la base ya no era una convergencia aparente hacia la ortodoxia, sino el abandono por parte del SWP del trotskismo para abrazar al revisionismo pablista (el cual el SWP, en su línea de colaboración de clases sobre la guerra de Vietnam, ha transcendido ahora en su camino hacia un reformismo descarado).

La base para la reunificación de 1963 fue un documento titulado “Hacia la pronta reunificación del movimiento trotskista mundial — Declaración del Comité Político del SWP”, 1 de marzo de 1963. La clave de la nueva línea era la sección 13:

“En el camino de una revolución que empieza con simples demandas democráticas y termina con la ruptura de las relaciones de propiedad capitalistas, la guerra de guerrillas conducida por campesinos sin tierras y fuerzas semi-proletarias, bajo una dirección que se ve forzada a llevar a cabo la revolución hasta su conclusión, puede jugar un papel decisivo en socavar y precipitar la caída de un poder colonial y semicolonial. Esta es una de las lecciones principales que se deben sacar de la experiencia desde la Segunda Guerra Mundial. Debe ser incorporada conscientemente a la estrategia de la construcción de partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales.”

En el documento “Hacia el renacimiento de la Cuarta Internacional”, 12 de junio de 1963, la tendencia espartaquista contraponía:

“La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado que la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede por sí sola llegar más allá de un régimen burocrático anti-obrero. La creación de estos regímenes ha ocurrido bajo las condiciones de la decadencia del imperialismo, la desmoralización y desorientación causadas por la traición estalinista, y la ausencia de una dirección revolucionaria marxista de la clase obrera. La revolución colonial puede tener un signo inequívocamente progresista sólo bajo tal dirección del proletariado revolucionario. Para los trotskistas el incorporar a su estrategia el revisionismo sobre la cuestión de la dirección proletaria de la revolución es una profunda negación del marxismo-leninismo, cualquiera que sea el beato deseo expresado al mismo tiempo de ‘construir partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales’. Los marxistas deben oponerse resueltamente a cualquier aceptación aventurera de la vía al socialismo a través de la guerra de guerrillas campesina, análoga históricamente al programa táctico social-revolucionario contra el que luchó Lenin. Esta alternativa sería un curso suicida para los fines socialistas del movimiento, y quizá físicamente para los mismos aventureros.”

Irónicamente, la continua evolución hacia la derecha del SWP le lleva a repudiar ahora la línea básica de la sección 13, pero desde la derecha. La, preconización por parte del SU de lucha armada pequeñoburguesa es demasiado aventurista para el legalista SWP que pretende volverse el partido de masas del reformismo norteamericano.

Spartacist y la Cuarta Internacional

En su lucha por fundar la Cuarta Internacional, Trotsky subrayó repetidamente la imperiosa necesidad de una organización revolucionaria sobre una base internacional. El aislamiento nacional prolongado dentro de un país debe finalmente desorientar, deformar y destruir cualquier grupo revolucionario por muy firme que sea subjetivamente. Sólo una colaboración internacional disciplinada y con principios puede proveer un equilibrio a las fuertes presiones hacia la insularidad y el social-chovinismo generadas por la burguesía y sus agentes ideológicos en el seno del movimiento obrero. Como Trotsky reconoció, aquellos que niegan la necesidad de un partido mundial centralista democrático fundado programáticamente niegan el mismo concepto leninista del partido de vanguardia. La destrucción de la Cuarta Internacional para el revisionismo pablista, en paralelo con la fractura organizacional en numerosos bloques internacionales competidores, necesita de una lucha sin cuartel por su renacimiento.

En los 10 años de nuestra historia, la tendencia espartaquista se ha enfrentado y ha resistido presiones objetivas importantes hacia el abandono de una perspectiva internacionalista: cortada la posibilidad de lazos internacionales disciplinados como resultado del sectarismo organizativo y la degeneración política subsiguiente del Comité Internacional de Gerry Healy, la Spartacist League ha rehusado consentir pasivamente al aislamiento nacional que nos había sido impuesto. Hemos rechazado enfáticamente el “internacionalismo” postizo que conseguía conexiones internacionales al precio de un pacto de no agresión federalista renunciando así de antemano a la lucha por una organización internacional disciplinada. Hemos buscado el desarrollar lazos fraternales con grupos en otros países como parte de un proceso de clarificación y polarización. Nuestra meta es la cristalización de una coherente tendencia internacional democrática centralista basada en la unidad de principios programáticos, el embrión de una Cuarta Internacional renacida.

El actual quebrantamiento de los diversos bloques “trotskistas” internacionales provee ahora una mejor oportunidad para la intervención de la tendencia espartaquista en el movimiento mundial. Nuestra historia y nuestro programa pueden servir como guía para corrientes que ahora están en movimiento hacia un trotskismo auténtico, porque a pesar del aislamiento nacional involuntario durante un cierto tiempo, mantuvimos nuestra determinación internacionalista y continuamos nuestra lucha de principios contra el revisionismo.

El destrozo de las pretensiones de los revisionistas y centristas a una organización internacional — la revelación de que el Secretariado Unificado, el Comité Internacional, etc., no han sido más que unos bloques federados podridos — combinado con el renacimiento mundial de la combatividad proletaria en el contexto de la agudización de la rivalidad interimperialista y la intensificación de la profunda crisis capitalista, nos provee con una oportunidad objetiva sin precedentes para la cristalización y el desarrollo de la tendencia espartaquista internacionalmente. Al tiempo que los cadáveres políticos de los bloques revisionistas continúan corrompiéndose, la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista, debe renacer.

¡POR EL RENACIMIENTO DE LA CUARTA INTERNACIONAL!