¡Libertad para izquierdistas en cárceles sandinistas!

¡Libertad para izquierdistas en cárceles sandinistas!

Esto fue impreso en Spartacist en español No. 8, agosto de 1980.

Reproducimos a continuación extractos de una octavilla repartida por la Spartacist League/U.S. en un discurso pronunciado por Jaime Wheelock, un comandante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el 7 de diciembre de 1979 en Nueva York. Wheelock, dirigente de la Tendencia Proletaria del FSLN, tiene a su cargo la reforma agraria la cual ha sido limitada a los bienes del depuesto dictador Somoza. Él ha justificado esta política diciendo: “Debemos mantener solidaridad con aquellos miembros del sector privado que apoyaban el derrocamiento de Somoza” (citado en el New York Times, 5 de agosto de 1979). En la conferencia, Wheelock confirmó que el régimen sandinista había encarcelado a izquierdistas por haber instigado huelgas obreras.

En este momento, están en las cárceles sandinistas miembros del Movimiento de Acción Popular, del Frente Obrero y de la Liga Marxista Revolucionaria. Al llegar al poder, el FSLN expulsó del país y entregó a la policía panameña del General Torrijos a los militantes de la Brigada Simón Bolívar, seguidores del aventurero reformista argentino Nahuel Moreno. De una manera muy clásica, el FSLN calumnió de “agentes de la CIA” a tales críticos de izquierda, mientras Wheelock denunciaba de contrarrevolucionarios a “los trotskistas y todos los que quieren acelerar la evolución del régimen de Nicaragua” (Le Monde, 21 de agosto de 1979). Un partido reformista norteamericano, el Socialist Workers Party, se ha hecho cómplice de la campaña del FSLN para atacar a los “ultraizquierdistas” e incluso ha actuado, asquerosamente, de soplón de la junta contra sus propios “camaradas” del “Secretariado Unificado de la IV Internacional”. Este crimen ha sido el detonador que ha hecho estallar este bloque podrido internacional de falsos trotskistas.

A pesar de la intención declarada de la dirección sandinista en el sentido de integrar “la nueva Nicaragua” al orden imperialista-burgués, el futuro de la revolución aún no está decidido. El aparato del antiguo estado capitalista fue hecho pedazos con la derrota de la Guardia Nacional de Somoza. Las masas, radicalizadas y en su mayoría empobrecidas por la guerra civil devastadora, ni pueden ni quieren vivir como antes vivían. En Nicaragua se necesita un partido trotskista revolucionario para encabezar la lucha de los obreros y campesinos contra el sistema capitalista podrido.

No cabe duda que esta noche oiremos a Jaime Wheelock y a los comandantes del FSLN hablar como si, de la estrategia actual de colaboración de clase, la lucha nicaragüense llevará espontáneamente al paraíso socialista. ¡Esta ilusión es la más peligrosa! Sólo hay dos caminos que escoger ― o el de la revolución proletaria o el de la consolidación del capitalismo con un aumento de represión contra las masas nicaragüenses.

La tendencia espartaquista internacional exige: ¡Libertad incondicional para Mario Miranda, Rodrigo Ibarra y todos los demás militantes de izquierda que están en las cárceles sandinistas! ¡Por tribunales populares para juzgar a los criminales de la Guardia Nacional! ¡Por una asamblea constituyente! ¡Por la expropiación de todas las haciendas, de la industria y de los comercios importantes, incluyendo los de la burguesía “antisomocista”! ¡Por la centralización en soviets de los sindicatos y organizaciones obreras y campesinas de masas ― Por un gobierno obrero y campesino! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de América Latina! ¡No al nacionalismo pequeñoburgués del FSLN ― sí a un partido trotskista, sección nicaragüense de una IV Internacional renacida, para luchar por la revolución proletaria!

EL MR-13 y el criticismo histérico-‘marxista’

EL MR-13 y el criticismo histérico-‘marxista’

Originalmente publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 2, Diciembre 1966

No ha transcurrido mucho desde que ciertos accidentales panfletarios nos pintaban al MR-13 (Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre) como la revolución socialista guatemalteca en persona. Pero los eventos ocurridos recientemente prueban exactamente lo contrario, y aún más, desploman por completo las ilusiones fabricadas alrededor de la teoría de “las guerrillas socialistas.”

Huberman y Sweezy, de Monthly Review, el histérico guevarista Posadas y el escritor Adolfo Gilly se destacaron como los más insignes mecenas del MR-13, perpetuando una farsa que, se ha derrumbado costosa y cruelmente.

El fracaso del MR-13 confirma la necesidad crítica de la construcción de un partido leninista en Guatemala. La llamada “lucha armada” ha probado ser estéril contra la ofensiva criminal imperialista en Latinoamérica, poniendo a la orden del día la esencial lucha de clases, o sea la lucha que sólo puede ser enarbolada por el proletariado contra la burguesía y el imperialismo. Esta lucha de clases fue decapitada docenas de veces por los estalinistas latinoamericanos en los pasados 30 años, traiciones que ahora tratan de ser expiadas a través de las luchas del campesinado y de las guerrillas. Pero las penitencias no han servido de nada aunque si señalan el único camino posible: levantar al proletariado latinoamericano, construir la vanguardia leninista que enfrentará a la burguesía y abrirá las puertas al socialismo en Latinoamérica.

Nos limitaremos aquí a tratar sobre el MR-13 y no a las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes), puesto que estas son simplemente un instrumento del PGT (partido comunista guatemalteco) y lógicamente a servicio de la burocracia cubana y la del Kremlin. El MR-13, en cambio, representa un caso aparentemente diferente, el caso de una guerrilla guevarista. Es su fracaso el que nos interesa pues sus objetivos eran honestos y socialistas, pero su programa, tácticas y substancia no eran fundamentalmente diferentes que los de las FAR.

¿Por qué fracasó el MR-13 en organizar a los obreros y campesinos guatemaltecos? Por la razón de que el MR-13 jamás cauterizó sus filas de tanta falsificación teórica, producto relacionado con la ausencia física del proletariado, ausencia que no podía ser sino irremediable dado el programa y la base del MR-13. La falta de teoría infecta a la práctica, y la práctica centrista a su vez infecta a la teoría. De esta elemental ley política el MR-13 no se salvó, sellando así su sepultura revolucionaria.

Si el MR-13 pensaba emular a Cuba se olvidó de analizar los orígenes y resultados de la Revolución Cubana. El triunfo del M-26 cubano ocurrió debido a la tremenda corrupción de la burguesía cubana y debido a la gran ofuscación imperialista, inepta para reaccionar ladinamente frente a esta situación en particular. Es necesario recordar también que el proletariado cubano no tomó parte alguna en el triunfo de la Revolución. Había sido castrado ya muchas veces por los Blas Roca, los Escalante y los Rodríguez. Como resultado, el proletariado no tiene voz en el gobierno cubano, dependiendo del paternalismo obtuso de la burocracia en vez de regir su propio destino al mando del estado. El programa del MR-13 no prometía sino una repetición de esta clase de revolución: una burocrática, deforme y despótica para los obreros. Pero es exactamente esto lo que los marxistas debemos de evitar que se repita en Latinoamérica, pues semejantes revoluciones son aisladas y fáciles víctimas del imperialismo yanqui.

El deber ineludible de los marxistas, ya sea en los E.U. o en Latinoamérica, es el de luchar por la dictadura del proletariado, por el auténtico internacionalismo proletario. En Guatemala, el gobierno obrero y campesino es el slogan necesario, es la realidad requerida por la situación. El MR-13 usó este slogan, aunque con la intención de transformarlo en un partido,  no gobierno, de obreros y campesinos.

Pero esto es absurdo y suicida, pues no es posible moldear al proletariado conforme al campesinado, y esto es lo que un partido biclasista quiere decir. Trotsky, en 1928, repetía lo que en ese entonces era conocido por todos los marxistas: “Para llegar a una alianza revolucionaria con el campesinado, y esto no ocurre gratuitamente, es necesario antes que nada separar a la vanguardia proletaria, y de ese modo a la clase obrera toda, de las masas pequeñoburguesas. Esto puede ser logrado sólo entrenando al partido proletario en el espíritu de inconciliabilidad inmovible de clase… El partido de obreros y campesinos sólo puede servir como una base, una pantalla y un trampolín para la burguesía.” (La Tercera Internacional después de Lenin)

Y el MR-13 servía de trampolín cuando decía: “El punto de vista guatemalteco (el del MR-13) considera que el rol de las guerrillas es organizar a los campesinos y convertirse en su instrumento revolucionario” (Palabras de Huberman y Sweezy, impresas en el órgano del MR-13 y jamás desmentidas por el mismo, Revolución Socialista, N. 16 año II.)

Pero si un movimiento se dedica a organizar y a representar los intereses sólo de los campesinos, no puede ya hacerlo con los obreros, pues se transforma en un partido campesino, con intereses propios de clase. El partido de los obreros puede sostener alianzas con el de los campesinos y puede contener campesinos en sus filas, pero la política del partido debe de ser obrera, basada en la hegemonía obrera. El partido del proletariado debe de tener las manos libres y debe de dar el carácter al estado. El gobierno, entonces, aunque democrático, tendría la preponderancia clasista de la vanguardia obrera. La última palabra sería siempre el derecho del proletariado. Cualquier otro camino terminaría en una guerra civil entre el proletariado y el campesinado o en una vuelta de la burguesía. Estamos hablando de estados obreros y no de utopías agrarias. Quien no comprenda qué quiere decir la dictadura del proletariado debe de abandonar su careta de “marxista” y encerrarse en el armario en donde la historia guarda a las reliquias revolucionarias.

El programa del MR-13, proclamado en el Frente Guerrillero Edgar Ibarra, en diciembre-enero 1965, exponía: “El objetivo estratégico de nuestra revolución es… la instauración de la dictadura del proletariado en un estado obrero y campesino…” ¡No era, entonces, sólo un partido biclasista, ni un gobierno democrático de obreros y campesinos lo que el MR-13 tenía como propósitos, sino también un estado formado por dos clases!

Aunque ésta era tal vez la “fórmula guatemalteca” del MR-13, semejante aberración no tiene base social alguna para existir ni en Guatemala y ni en ninguna parte del mundo ya que las únicas clases capaces de mantener estados en esta época del ocaso imperialista, son la burguesía (el statu quo) y el proletariado, pues tienen base social y económica, formada en la sociedad clasista, para existir. Decir que el proletariado debe formar un estadocon los campesinos significa pensar que el proletariado es una clase igual al campesinado. Pero ésta es  una profunda equivocación, típica de aquéllos que han abandonado el programa de la IV Internacional.

El campesinado es una clase revolucionaria sólo cuando sigue al proletariado. No estamos aquí hablando meramente de tomar, de agarrar el poder. Cualquiera pude de hacer eso si las circunstancias históricas le son favorables. Pero para cambiar la naturaleza del estado capitalista es necesario que el proletariado intervenga, al menos simbólicamente cuando un liderazgo pequeñoburgués toma medidas antiimperialistas. En un estado obrero deforme, como Cuba, el proletariado dio el apoyo a la burocracia cuando ésta se vio forzada a tomar medidas socialistas debido a las presiones del imperialismo. En este caso su apoyo figuraba en el segundo plano, pero vital aún. Si el proletariado toma el poder con su partido y organizaciones proletarias como los soviets (como en la Revolución Rusa de 1917), su presencia en el primer plano consolidaría directamente la construcción de un estado obrero sano, con metas internacionalistas. De cómo se llega al poder determina qué desarrollo tomara: una revolución. El campesinado no puede realizar el socialismo sin la pía del proletariado y por lo tanto es ridículo pensar que el campesinado puede ser el catalizador de una revolución socialista por sí sólo. La esencia del campesinado debido a su modo productivo, es pequeñoburguesa; su aislamiento de los centros urbanos forma en los campesinos una ideología similar.

Naturalmente que el problema de la tierra debe de ser solucionado en Latinoamérica, pero éste es un problema burgués que sólo puede ser enfrentado de manera revolucionaria por el proletariado. Sólo el proletariado puede proteger las demandas de mejor vida que hace con todo derecho el campesinado, sólo él puede realizar una reforma agraria socialista y una división industrial de la labor continental que transforme a las paupérrimas economías latinoamericanas.

Pero de la misma manera que el campesinado no puede llegar al socialismo sin la guía del proletariado, éste no puede tomar el poder sin la ayuda revolucionaria del campesinado, sin tener tras de sí a los millones de campesinos latinoamericanos. Sin esta alianza revolucionaria no es posible hablar de socialismo en América Latina.

La degeneración del MR-13 se hizo aparente después del ataque alevoso que le hizo el sardanápalo de Castro en la Tricontinental en la Habana. En esta conferencia Castro defendió miserablemente a las FAR y a su enfant gâté, Luis Turcios, presentándolo como la promesa del futuro guatemalteco. En realidad sus deseos se concretizaron pronto: Turcios no atacó al gobierno títere de Méndez Montenegro, limitando a las FAR a atacar a “la extrema derecha.” Al servicio del PGT, las FAR no estaban interesadas en tumbar a la burguesía y cuando Turcios murió en un accidente “misterioso”, “un cierto “impasse” existía entre Méndez y las FAR.

El MR-13 no pudo resistir la acometida de la burocracia cubana, y el New York Times y el National Guardianreportaron que el MR-13 había capitulado frente a las FAR en la segunda mitad de 1966. Así terminaban las ilusiones de “las guerrillas socialistas,” capitulando frente a la servil y menchevique FAR.

El gobierno del “popularmente electo” Méndez se ha lanzado recientemente a aplastar brutalmente a las guerrillas en Guatemala, pues la burguesía guatemalteca se encuentra en severo estado de sitio debido a su total bancarrota política, social y económica, siendo la represión uno de los caminos para desviar la atención de las masas del país. Pero el MR-13 no podrá responder; se replegará en la esterilidad del terrorismo y el derrotismo y la oportunidad de responder efectivamente a la histeria de la burguesía guatemalteca se escurre de sus manos. Su programa le impide sacar ventajas de esta situación que el MR-13 mismo ha ayudado a crear, o sea, aumentar el alocado desasosiego de una burguesía históricamente condenada.

Si el MR-13 falló en su intento de dirigir la Revolución Guatemalteca, el proletariado guatemalteco y sus hermanos centroamericanos no fallarán en cercenar la cabeza de la rapaz burguesía local y del imperialismo yanqui. Pero para que esta tarea se consume, tomando una armadura indestructible, los cuadros leninistas latinoamericanos tendrán que ser organizados. ¡Es ahora o nunca!

continuará: Fidelismo y Guevárismo en Guatemala

La careta de izquierda de Moreno

Eurocomunismo, Portugal y Angola

La careta de izquierda de Moreno

Traducido del folleto Moreno Truth Kit [La Verdad Sobre Moreno], noviembre de 1979. Reproducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982

En otras partes de este cuaderno, reproducimos varios extractos de materiales documentando la apología que durante décadas ha hecho Nahuel Moreno del peronismo en su Argentina natal; su apoyo oportunista a generales con posturas populistas, desde Velasco del Perú hasta Torrijos del Panamá; sus camaleónicos cambios de coloración política, de guerrillerista entusiasta a socialdemócrata llorón; y sus manipulaciones financieras escandalosas. Pero eso no explica el izquierdismo aparente de los documentos de su Fracción Bolchevique y su predecesor, la Tendencia Bolchevique (FB/TB). Veremos que en el caso de Moreno, el contraste entre la teoría y la práctica es tan dramático que ha desarrollado un “método” capaz de justificar a casi cualquier traición.

Durante casi toda una década, desde 1968 hasta 1977, el Secretariado Unificado estaba desgarrado por luchas fraccionales entre una Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) centrista dirigida por Ernest Mandel y la reformista Fracción Leninista-Trotskista (FLT) dirigida por el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano de Joe Hansen/Jack Barnes y (al principio) el PST argentino de Moreno. Mientras que los mandelistas corrían tras “una nueva vanguardia de masas” maoísta/guevarista en Europa y América Latina, la FLT utilizó argumentos seudoortodoxos para atacar el guerrillerismo desde la derecha (igual como hicieron los PC pro Moscú). Después de que Barnes y Mandel disolvieron las fracciones en 1977, aún subsistieron las diferencias subyacentes pero se consiguió una unidad temporal en el timón del S.U. Así que al no moverse mientras que la ex TMI se precipitaba a la derecha, Moreno de repente aparece como un crítico “desde la izquierda” del “reunificado” bloque podrido:

“Antes, ella [la TMI] se plegaba al izquierdismo de una vanguardia radicalizada con preponderancia estudiantil. Ahora se plega a la presión del eurocomunismo y de una vanguardia sindical y de clase media, los cuales sirven como correas de transmisión para la ideología liberal y la opinión pública de los países imperialistas….

“Esta capitulación es lo que ha hecho posible la convergencia entre la ex TMI y los líderes del SWP, es decir, la ex FLT.”

—“Declaration and Platform of the Bolshevik Faction” International Internal Discussion Bulletin [del SWP], Julio de 1979

Un lector no prevenido bien podría confundir tales frases con la crítica trotskista del revisionismo del S.U. por parte de la tendencia espartaquista internacional (TEI). Claro, la TEI y sus precursores han denunciado el Secretariado Unificado como bloque podrido desde sus comienzos en 1963, mientras que Moreno parece haber descubierto este hecho sólo en los últimos dos años (después de participar durante una década y media en cada traición y maniobra sin principios del S.U.). Y hay el hecho revelador de que la FB/TB consistentemente ha tachado a la mayoría mandelista de “ultraizquierdistas” mientras que nosotros les calificamos de centristas. Pero la diferencia sobresaliente es que el ataque morenista hacia la dirección del S.U. consiste únicamente de cuentos de atrocidades organizativas y pruebas de un revisionismo al nivel teórico más global. Las traiciones políticas concretas, cuando su línea resulta en una derrota para la clase obrera, casi nunca se mencionan.

La Fracción Bolchevique ha emitido una crítica áspera de la resolución del S.U. en 1977 sobre “Democracia socialista y dictadura del proletariado”. En un documento aprobado por la FB, Moreno dice que el S.U. “ha revisado por completo la posición marxista revolucionaria sobre la dictadura del proletariado”. Mandel, dice Moreno, “llena de contenido y programa eurocomunista el concepto marxista de revolución obrera y dictadura del proletariado…” (La dictadura revolucionaria del proletariado [1979]). Seguro, ¿pero dónde están las denuncias de los morenistas al S.U. por su capitulación ante el eurocomunismo en la lucha de clases? ¿Qué, por ejemplo, del apoyo electoral a los frentes populares por parte tanto del SWP y de la ex TMI, quienes piden el voto por los partidos obreros reformistas dentro de tales coaliciones de colaboración de clases? La FB ni siquiera finge la menor crítica porque su propia política electoral es igualmente rastrera (si no peor aún).

Quizás el mejor ejemplo de como la “ortodoxia” morenista en lo abstracto se convierte en el oportunismo concreto es el caso de Portugal en 1975. Durante la primavera y el verano la situación se polarizaba rápidamente: el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) que gobernaba con sus aliados estalinistas intensificaron su retórica de izquierda, en parte para cercar a los comités de fábrica embrionarios y las granjas colectivas que empezaban a brotar. Por el otro lado el Partido Socialista de Mario Soares se alineó con los oficiales más conservadores y civiles reaccionarios para lanzar una movilización de masas anticomunista. La respuesta del SWP fue de acudir incondicionalmente a la defensa del PS portugués financiado por la CIA. No queriendo comprometerse con esta profana alianza derechista, Moreno empezó a alborotar en el seno de la Fracción Leninista-Trotskista y por fin rompió con ella sobre el documento del SWP, “Cuestiones claves de la revolución portuguesa” (octubre de 1975). Así nació la Tendencia Bolchevique.

Los futuros militantes de la TB criticaron duramente al SWP acusándole de creer “que existe la posibilidad de que el PS rompiera con la burguesía y tomara el poder hoy día en Portugal”, y que el PS “ya no es contrarrevolucionario” (“Letter from Former LTF Members to the International Executive Committee,” [SWP] Internal Information Bulletin, marzo de 1977). La “Declaración de la Tendencia Bolchevique” desafió a la FLT porque ésta “no indicó una sola tarea ni consigna en relación a las ‘comisiones obreras’,” y condenó a Joe Hansen (del SWP) por “su negativa categórica a plantear la política y la consigna de centralizar a estos comités”. El SWP, resumió la TB, tenía “un programa esencialmente democrático-burgués” para Portugal ([SWP] [IDB, enero de 1977). Esta misma crítica se hizo en las páginas de Workers Vanguard (periódico de la Spartacist League/U.S.) repetidamente y con más nitidez — (por ejemplo, “SWP/OCI Tail Counterrevolution in Portugal,” Workers Vanguard No. 75, 29 de agosto de 1975).

Pero WV subrayó sobre todo la necesidad de luchar contra la “colaboración de clases — que ata a los obreros a la oficialidad de las fuerzas armadas burguesas”. En la cuestión de los soviets, dijimos que para un auténtico partido trotskista el punto clave era “llamar por la independencia de las comisiones obreras y las asambleas populares del MFA” (“Soviets and the Struggle for Workers Power in Portugal,” Workers Vanguard No. 82, 24 de octubre de 1975). El programa de Moreno y Cía. Era exactamente lo contrario. Una vez abandonado el campo socialdemócrata (a principios de verano favorecía la participación en las manifestaciones anticomunistas del PS), Moreno cambió bruscamente de caballo y apostó al MFA. Así que en una polémica larga contra Gus Horowitz del SWP, alegó que esta fracción del cuerpo de oficiales del ejército capitalista no era clásicamente bonapartista y que  en cambio sí era “kerenskista” y pequeñoburguesa (N. Moreno, “Revolución y contrarrevolución en Portugal”, Revista de América, julio-agosto de 1975).

Los correligionarios de Moreno del PRT portugués fueron aún más lejos y en un artículo titulado “Una rectificación necesaria: el MFA y la revolución en Portugal” (Combate Socialista, 10 de julio de 1975) descubrieron un “sector semi-soviético” de la casta de oficiales burgueses. Pero no llegaron a esta revisión peligrosa del marxismo sin ayuda. En un informe para el comité nacional del PRT fechado en abril de 1975, Moreno mismo se refirió al MFA como “la expresión superestructural del comienzo de la formación de soviets en el ejército”, diciendo que quizás pueda ser “un movimiento pequeñoburgués que refleja el proceso revolucionario” — y en este caso, “Tenemos que luchar dentro de este proceso, y comprender que hay diferenciaciones dentro del mismo Movimiento de las Fuerzas Armadas” ([PRT] Boletín Interno de Discusión No. 2). Así que mientras ataca correctamente al SWP por correr tras Soares y plantear un programa exclusivamente democrático-burgués para Portugal, Moreno habla de soviets… y corre tras los populistas del MFA con su palabrería demagógica de “poder popular”.

Moreno ha convertido esta política de doble faz en una verdadera ciencia. En cuanto a la segunda cuestión por la cual rompió con el SWP —Angola— acusa severamente a sus antiguos mentores de no llamar por una victoria militar para el MPLA durante los meses cruciales después de noviembre de 1975, cuando éste se veía atacado por Sudáfrica y la coalición financiada por la CIA del FNLA y UNITA. Moreno trazó un paralelo entre Angola y Vietnam (erróneamente porque en el caso de Angola trató sencillamente de una invasión imperialista, mientras en Vietnam ésta se agregaba a una guerra civil en la que dos campos de clase se enfrentaban). Pero esta comparación pone problemas para Moreno porque en Vietnam el SWP tampoco llamó por la victoria militar para el FLN. Al contrario, su línea fue una de pacifismo burgués, acudiendo al ala derrotista del Partido Demócrata. Y el PST clamorosamente defendió la política “antiguerra” del SWP cuando eran socios de bloque dentro de la FLT. (Moreno también tronó entonces contra los “ultraizquierdistas sectarios” de la Spartacist League porque denunciamos las coaliciones del SWP como micro-frentes populares, y fuimos los únicos que levantaron la consigna “¡Toda Indochina debe ser comunista!”)

¿Qué hacer? Para un veterano como Moreno la estafa era simple: llamar por la victoria militar para el FLN era una “estrategia mundial” mientras que “Bring Our Boys Home” (“Que vuelvan nuestros muchachos [los soldados estadounidenses] a casa”) era una adaptación táctica a la atrasada conciencia de clase de las masas norteamericanas. Dice Moreno, “Algunos camaradas de la TMI criticaron duramente al SWP por no levantar en EE.UU. la consigna ‘Victoria del FLN’. Estaban en un error porque identificaron la política internacional con la táctica y las consignas nacionales” (N. Moreno, Angola: La revolución negra en marcha [1977]). De manera que si votan por una resolución del S.U., la cual en todo caso está enterrada en la sección documental del Intercontinental Press (y por lo cual nadie puede hacerlos responsables, siendo que el SWP y el PST sólo están relacionados “fraternalmente” al S.U.), está permitido negarse a llamar por la derrota de su “propio” imperialismo. Alabado sea…, el bloque con el Senador Demócrata Vance Hartke es principista, y no hay que ser golpeados por trabajadores pro guerra al distribuir propaganda derrotista frente a las fábricas (como les sucedió a los bolcheviques durante la Primera Guerra Mundial). Muy conveniente. ¿Por qué no se le ocurrió esto a Jack Barnes?

A Moreno se le ocurrió un subterfugio semejante años atrás cuando la FLT peleó con la TMI sobre la cuestión de quién apoyó al frentepopulismo: la FLT inculpó a Mandel y sus amigos por su apoyo a la Unión de la Izquierda francesa; la TMI señaló a Hansen/Moreno porque sus partidarios uruguayos pidieron el voto al Frente Amplio. (Conclusión: ambos apoyan al frentepopulismo.) Moreno sostuvo que los uruguayos habían cometido “un error, no una traición.” Es más, “fue un paso provechoso entrar en el Frente Amplio porque ayudó a nuestro trabajo en el movimiento de masas.” Es decir, “Sería claramente una traición apoyar electoralmente a un frente popular o a un movimiento nacionalista burgués sin denunciarlo como traicionero del movimiento obrero. Es decir: el votar en sí es para nosotros una cuestión táctica y no de principios” (N. Moreno, “A Scandalous Document — A Reply to Germain,” [SWP] IDB, enero de 1974).

Pero este subterfugio tampoco lo inventó Moreno. El autor es Andrés Nin. Aun después de que el POUM español participó en la coalición del Frente Popular durante las elecciones de febrero de 1936, Nin, su dirigente más a la izquierda, siguió denunciando al Frente Popular en lo abstracto. Por ejemplo:

“De aquí que la política del Frente Popular, al presentar el problema como una lucha entre la democracia burguesa y el fascismo, siembre funestas ilusiones entre las masas trabajadoras y las desvía del cumplimiento de su misión histórica, preparando, por ello mismo, la victoria del fascismo.”

—“La acción directa del proletariado y la revolución española” (julio de 1936) en A. Nin, Los problemas de la revolución española (1931-1937)

No suena mal — en el papel. Pero el POUM contribuyó a elevar el Frente Popular al poder, y después funcionó como su cola izquierda articulando consignas abstractas tipo “socialismo o fascismo”. Y cuando llegó el momento de la verdad en las Jornadas de Mayo de 1937 en Barcelona, Nin se negó a movilizar a los obreros para derrocar al frágil Frente Popular, de ese modo “preparando la victoria del fascismo”. Presumiblemente Nin también creía que “el votar es una cuestión táctica.”

Pero no así la tendencia espartaquista internacional. Para nosotros la oposición a la colaboración de clases sí es una cuestión de principios. Esto nos distingue no sólo de la mal nombrada “Fracción Bolchevique”, sino del pantano entero del Secretariado Unificado. Aunque el estafador cínico Nahuel Moreno recurre al “método” ecléctico del centrismo — el cual Trotsky llamó “confusión cristalizada” — sus verdaderos apetitos y programa son de un reformista empedernido. En cualquier caso, como vemos en el ejemplo de Nin, el resultado es el mismo, y es la clase obrera que sufre el castigo.

Declaración de principios de la Spartacist League

Declaración de principios de la Spartacist League

[Línea general aprobada unánimemente por la conferencia fundadora, 3 de septiembre de 1966. Versión final aprobada por el Buró Político, 8 de noviembre de 1966. Traducción revisada, febrero de 1975. Cuadernos Marxistas No. 1]

1. LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA Y LA SPARTACIST LEAGUE

La Spartacist League de los EE.UU. es una organización revolucionaria que, como parte del movimiento  revolucionario internacional, se dedica a la tarea de la construcción del partido que conducirá a la clase obrera hacia la victoria de la revolución socialista en los Estados Unidos.

Solo el proletariado, a través de la toma del poder político y la destrucción del capitalismo en todos los países, puede sentar las bases para eliminar la explotación y resolver la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas de la economía mundial y las barreras nacionales estatales. El capitalismo lleva ya mucho tiempo sobreviviendo su papel histórico progresista de crear una economía industrial moderna. Actualmente, para mantener su dominio las clases capitalistas nacionales se ven obligadas a intensificar las diferencias nacionales y raciales, a oprimir a los pueblos coloniales y a empobrecer las masas del mundo entero a través del imperialismo, a lanzarse a guerras continuas para conservar y redistribuir los mercados mundiales con el fin de sostener la tasa de ganancia decreciente y tratar de aplastar la lucha revolucionaria de los obreros dondequiera que estalle. En un último esfuerzo frenético para Conservar su cerrado dominio, la burguesía no vacilará en hundir a la humanidad en un holocausto nuclear o en una opresión totalitaria de una ferocidad sin precedentes. Los Estados Unidos de Norteamérica son hoy la piedra de toque de todo el sistema capitalista internacional.

Por otro lado, la victoria del proletariado a escala mundial pondría al servicio de las necesidades humanas una inconcebible abundancia material, sentaría las bases para la eliminación de las clases sociales, y eliminaría para siempre el impulso bélico intrínseco en el sistema económico mundial del capitalismo. Por primera vez la humanidad tomará las riendas de la historia y dominará su propia creación, la sociedad, resultando en una inaudita emancipación del potencial humano, en la expansión sin límite de la libertad en todas las esferas, y en un gigantesco salto hacia delante de la civilización. Sólo entonces será posible realizar el libre desarrollo de cada individuo como condición previa para el libre desarrollo de todos.

2. LA CRISIS DE LA DIRECCION PROLETARIA

La historia ha demostrado que la auto emancipación de la clase obrera, y con ella la de los oprimidos del mundo entero, gira en torno a la cuestión de su dirección. Desde hace mucho tiempo los prerrequisitos económicos del socialismo han sido realizados. Sin embargo, las contradicciones del capitalismo en su época de decadencia imperialista producen no solamente guerras, sino también oportunidades revolucionarias. El éxito o la derrota de la clase obrera en sus esfuerzos para lograr la victoria en estas oportunidades históricas depende de la organización y de la conciencia científica de las masas en lucha, es decir, de la dirección revolucionaria. Solamente una dirección revolucionaria – el arma indispensable de los obreros – ha demostrado tener la estrategia y la determinación para conducir las masas trabajadores hacia la victoria. La responsabilidad de las derrotas sufridas por la clase obrera y el aborto de las previas oportunidades revolucionarias recae sobre la traición e hipocresía de los dirigentes social demócratas y estalinistas. Pero la voluntad revolucionaria del proletariado sí triunfará! La crisis dé la dirección sí se resolverá! Es la solución de la crisis de la dirección proletaria a la que la Spartacist League dirige su acción.

3. RAÍCES TEORICAS E HISTORICAS DE LA SPARTACIST LEAGUE

La Spartacist League continúa las tradiciones revolucionarias del movimiento internacional obrero ejemplificadas en la obra de revolucionarios tales como Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Luxemburgo y Liebknecht. Sobre todo valoramos la experiencia del partido bolchevique que culminó en la Revolución Rusa de 1917, la única revolución hasta ahora llevada a cabo por la clase obrera.

Aspiramos en particular a llevar adelante las perspectivas proletarias internacionales del marxismo cuya teoría fue desarrollada por V. I. Lenin y L. D. Trotsky, y que fueron incorporadas en las decisiones de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista y en el Programa de Transición y otros documentos adoptados por la conferencia fundadora de la Cuarta Internacional en 1938. Estos materiales constituyen el código documental indispensable del movimiento comunista internacional y el fundamento pe las tareas revolucionarias de nuestra organización.

También buscamos inspiración en el ejemplo de revolucionarios de los EE.UU: tales como F. A. Sorge, Vincent St. John, Daniel De Leon, Louis Fraina y James P. Cannon. La Spartacist League es la continuadora de la herencia revolucionaria del joven Partido Comunista y del Socialist Workers Party (SWP – Partido Socialista de los Trabajadores). Los orígenes inmediatos de la Spartacist League se encuentran en la Tendencia Revolucionaria del SWP que se basaba principalmente en la declaración “In Defense of a Revolutionary Perspective” (“En defensa de una perspectiva revolucionaria”) y en el documento “World Prospect for Socialism” (“Perspectiva mundial para el Socialismo”).

4. PAPEL DE VANGUARDIA DE LA CLASE OBRERA Y VIA AL SOCIALISMO

En el centro de la perspectiva marxista del socialismo mundial está el papel de vanguardia de la clase obrera y particularmente el peso decisivo del proletariado de los países industriales. Sólo la clase obrera tiene el poder social y el impulso de un claro interés objetivo para liberar a la humanidad de la opresión. Al carecer de interés en mantener el régimen burgués, su enorme fuerza se basa en su papel productivo, en su peso numérico y en su organización. El dominio persistente de un puñado de capitalistas es salvaguardado solamente manteniendo ala clase obrera dividida y confusa acerca de su verdadera situación. En los EE.UU. la clase dirigente ha conseguido crear divisiones profundas sobre la base de líneas raciales. Mientras las actitudes racistas sigan deformando las perspectivas de la clase obrera en su conjunto, los obreros negros, doblemente oprimidos como una casta definida por su color y raza, necesitarán formas particulares dé lucha. El socialismo en este país solo se puede conseguir a través de la lucha común de los obreros blancos y negros bajo la dirección de una vanguardia revolucionaria unificada.

La experiencia histórica ha demostrado que la vía hacia el socialismo se abre solamente a través de la intervención de las masas en el curso de la historia y la creación de una dualidad de poder culminado en la destrucción del estado capitalista, la victoria del estado obrero y el desarrollo de un nuevo orden social. El aparato policíaco, militar, burocrático, jurídico y político del viejo régimen será remplazado por la dictadura del proletariado basada en los consejos obreros y sostenida por la fuerza armada obrera. Tal estado se defendería de los esfuerzos contrarrevolucionarios de la clase dirigente dispuesta para volver al poder, y reorganizaría la economía sobre líneas racionales. A medida que las bases económicas de las clases sociales vayan desapareciendo, el estado obrero’ asumirá progresivamente una función puramente administrativa y se extinguirá finalmente con el advenimiento del comunismo sin clases.

5. CARACTER INTERNACIONAL DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA

El capitalismo es un sistema económico mundial que ha creado una clase obrera internacional con intereses de clase idénticos en el mundo entero. El carácter internacional de la clase obrera le confiere una superioridad potencialmente enorme sobre la burguesía, ya que el capitalismo funciona con métodos anárquicos que enfrentan a una clase capitalista nacional contra la otra y crean continuamente nuevas desigualdades y crisis. Para que esta superioridad del proletariado llegue a ser una realidad se necesita un partido internacional que unifique la clase por encima de las fronteras nacionales y seccionales que la dividen, y que coordine las luchas interdependientes de los obreros de todos los países. Aunque la revolución puede comenzar en un solo país las victorias parciales sólo pueden ser consolidadas por la expansión de la revolución a otros países y por el dominio mundial final de la organización económica socialista. A pesar de su actual desorden organizativo, la Cuarta Internacional es el partido mundial de la revolución socialista, cuyos fines y cuyo programa siguen teniendo hoy en día toda la validez que tuvieron cuando se fundó en 1938. Nos solidarizamos con todos aquellos grupos que buscan el renacimiento de la Cuarta Internacional y, como primer paso, la creación de un verdadero Comité Internacional de trotskistas revolucionarios basado sobre un centralismo democrático vivo y real.

6. NECESIDAD DE UNA CONCIENCIA REVOLUCIONARIA

La clase dirigente tiene a su disposición el monopolio de los medios de violencia; el aparato político y burocrático dominante; una enorme riqueza y relaciones; el dominio sobre la educación, los medios de información y todas las demás instituciones de la sociedad capitalista. Contra semejante fuerza, un estado obrero puede ser edificado solamente por un proletariado plenamente consciente de sus tareas, organizado para llevarlas a cabo y resuelto a defender sus conquistas contra la violencia contrarrevolucionaria de la clase dirigente. La lucha decisiva – la conquista del poder estatal – exige conciencia política. Mediante la adquisición de conciencia política la clase obrera deja de ser simplemente una clase en sí y se convierte en una clase par sí. Semejante conciencia no se engendra espontáneamente en el curso de la lucha de clases cotidiana; debe ser llevada a los obreros por el partido revolucionario. Por tanto la tarea del partido revolucionario es la de constituir al proletariado en una fuerza política adecuada, al inculcarle la conciencia de su situación real, al educarle con las lecciones históricas de la lucha de clases, al templarle con luchas cada vez más profundas, al destruir sus vanas ilusiones, al fortalecer su voluntad revolucionaria y confianza en sí mismo, y al organizarle para el derrocamiento de las fuerzas que se interpongan en su camino hacia la conquista del poder. Una clase obrera consciente es la fuerza decisiva de la historia.

7. FUNDAMENTO BURGUES DEL REVISIONISMO 

En la medida en que no predomina la conciencia revolucionaria entre los obreros, su conciencia será determinada por la ideología de la clase dirigente. Objetivamente el capitalismo domina a través de su capital financiero, de su monopolio de los medios de violencia, y de su dominio sobre todas las instituciones sociales existentes; pero prefiere, cuando es posible, gobernar mediante el dominio de sus ideas entre los oprimidos, alimentando ilusiones vanas y ocultando su significado sangriento. Las ideas de la burguesía penetran hasta los mismos movimientos y organizaciones de los obreros por medio de los “tenientes laborales” pequeñoburgueses, sobre todo las burocracias parásitas social demócratas y estalinistas de los sindicatos, basadas en la capa alta “aristocrática” de la clase obrera. Estos falsos dirigentes, gozando de privilegios denegados a la mayoría de los obreros, traicionan a las masas trabajadoras por su colaboración de clases, su social-patriotismo y su línea de conducta racista o chovinista, que sabotean el entendimiento y la solidaridad proletarias. Si no son remplazados por direcciones revolucionarias, harán que las organizaciones obreras se vuelvan impotentes en la lucha por las necesidades económicas de los obreros bajo las condiciones de la democracia burguesa o que sean destruidas por un fascismo triunfante.

La degeneración y la capitulación de diferentes tendencias dentro del movimiento marxista ha tenido una importancia fundamental para la preservación del dominio imperialista. En repetidas ocasiones el sometimiento ante la presión de la sociedad burguesa ha empujado a corrientes nominalmente marxistas hacia el revisionismo, proceso de negación de las conclusiones esenciales del marxismo. El revisionismo bernsteiniano, el menchevismo, el estalinismo y su variante maoísta, son todos ejemplos de este proceso que constituye un puente hacia prácticas abiertamente reformistas.

Dentro del movimiento trotskista los problemas planteados por las expansiones estalinistas después de 1943 han originado la corriente revisionista del pablismo. El pablismo se caracteriza principalmente por la renuncia al concepto de la necesidad de una dirección revolucionaria y por el sometimiento a las direcciones pequeñoburguesas y estalinistas existentes. Este deterioramiento de la teoría ha llevado a la degeneración de la Cuarta Internacional fundada por León Trotsky y a su desintegración organizativa.

La Spartacist League, al contribuir al esclarecimiento teórico del movimiento marxista y a la reconstrucción de las armas organizativas indispensables para los obreros, sostiene los principios proletarios revolucionarios marxistas y los llevará hacia delante a la vanguardia de la clase obrera.

8. LOS ESTADOS OBREROS DEFORMADOS Y LA REVOLUCIÓN POLITICA

En ciertos países atrasados se han logrado avances históricos con la expulsión del imperialismo y la destrucción de las relaciones de propiedad capitalistas, o sea, el estado obrero degenerado de Rusia y los estados obreros deformados de Europa oriental, China, Corea del Norte, Vietnam del Norte y Cuba. La nacionalización de los medios de producción, la instauración de la planificación económica y el monopolio estatal del comercio exterior han aportado aumentos apreciables en el nivel de vida de las masas, junto con avances en el crecimiento industrial no obstante la hostilidad del imperialismo. Por otro lado, el fallo hasta ahora del proletariado de llevar a cabo con éxito una revolución social en cualquier país avanzado, los niveles culturales y de producción relativamente bajos en comparación con los principales países capitalistas, y el predominio numérico de la clase campesina, han permitido la formación de castas dirigentes burocráticas que excluyen a la clase obrera del poder político, y que son susceptibles de desarrollar tendencias restauracionistas capitalistas. Estas burocracias privilegiadas, en sí mismas un reflejo del prolongado dominio del capitalismo a escala mundial, constituyen un obstáculo a la eliminación de las diferencias de clase dentro de sus fronteras nacionales y a la realización del socialismo a escala mundial. A través de sus crecientes desviaciones nacionalistas, debilitan estas conquistas de la clase obrera frente al imperialismo y abren el camino a una nueva penetración de formas económicas capitalistas.

La Spartacist League está a favor de una defensa incondicional de estos países contra todo intento del imperialismo para restablecer su dominio. Al mismo tiempo reafirmamos la necesidad que tiene la clase obrera de imponer su dominio directo y de tomar en sus manos la defensa de estos estados a través de la revolución política y así barrer los obstáculos internos que se oponen al avance hacia el socialismo. Solamente la expansión de la revolución tanto en el plano interior como internacional puede salvaguardar estas conquistas parciales de los obreros. La construcción de secciones de la Cuarta Internacional en los estados obreros deformados es una necesidad inmediata y urgente para dirigir la lucha de los obreros por el poder político y coordinar sus luchas con las del proletariado de los países avanzados y coloniales.

9. LA REVOLUCION COLONIAL Y LA REVOLUCION PERMANENTE

El carácter parcial de las revoluciones  anticapitalistas en el mundo colonial durante las últimas dos décadas (China, Cuba, Vietnam del Norte, Corea del Norte nos conduce a reafirmar el concepto marxista-leninista del proletariado como clave de la revolución socialista. Aunque los movimientos existentes nacionalistas pequeñoburgueses dirigidos contra el imperialismo han de ser defendidos, la tarea de los comunistas es dirigir la intervención activa de la clase obrera para obtener la hegemonía en la lucha nacional-social. La lucha de la dirección proletaria por la autodeterminación de las naciones oprimidas es un arma poderosa para libertar a las masas de la garra de los dirigentes nacionalistas pequeñoburgueses. La Spartacist League se opone terminantemente a la doctrina maóista, arraigada en el reformismo menchevique y estalinista que niega el papel de vanguardia de la clase obrera para substituirle por la guerra de guerrillas campesina como el camino hacia el socialismo. Movimientos de esta índole pueden bajo ciertas condiciones-es decir, la desorganización extrema de la clase capitalista en el país colonial y la ausencia de una clase obrera que luche por derecho propio por el poder social-destruir las relaciones de propiedad capitalistas. Sin embargo no pueden llevar a la clase obrera al poder político. Al contrario crean regímenes burocráticos antiobreros que suprimen todo desarrollo ulterior de estas revoluciones hacia el socialismo. La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha confirmado completamente la teoría trotskista de la Revolución Permanente que declara que en el mundo moderno la revolución democrático-burguesa sólo puede ser llevada a cabo por la dictadura del proletariado apoyado por el campesinado. Los países coloniales y semi-coloniales sólo bajo la dirección del proletariado revolucionario pueden lograr la completa y auténtica solución de sus tareas de conseguir la democracia y la emancipación nacional.

10. EL PARTIDO REVOLUCIONARIO: SU PROGRAMA, SU ORGANIZACION Y SU DISCIPLINA

Sin un partido, fuera de un partido, por encima de un partido, o con un substitutivo por un partido, la revolución proletaria no puede vencer. El partido revolucionario no es solamente el instrumento para llevar la conciencia política al proletariado, sino que también es la principal fuerza ofensiva y dirigente por medio de la cual la clase obrera lleva a cabo y consolida la revolución socialista. El partido revolucionario es el estado mayor de la revolución. Sus principales cuadros han sido adiestrados y probados en la lucha de clases; ha ganado la dirección de la clase obrera sobre la base de su programa y de su resolución revolucionaria; ha comprendido la totalidad del pasado con el fin de apreciar la situación presente con una claridad cristalina; reconoce y responde con audacia ante el momento revolucionario cuando éste llega, el momento cuando las fuerzas del proletariado están más resueltas y más preparadas y las fuerzas del viejo régimen están más desmoralizadas y desorganizadas. En el partido revolucionario se cristaliza el anhelo de las masas para obtener su libertad; simboliza su voluntad revolucionaria y es el instrumento de su victoria.

El programa de la Spartacist League, como parte de la Cuarta Internacional, es transicional en carácter. Construye en el curso de las luchas diarias un puente entre las demandas actuales y el programa socialista de la revolución. Formula, sus demandas y sus tareas a partir de la conciencia de la clase obrera de hoy con el fin de llegar ineludiblemente a una conclusión final: la conquista del poder por el proletariado. El frente unido entre diversas organizaciones obreras hostiles, es una táctica primaria en períodos inciertos, tanto para movilizar en la lucha una amplia masa como para fortalecer la autoridad del partido de vanguardia dentro de la clase. El programa de transición conduce a la lucha cada vez más abierta y decisiva contra los fundamentos mismos del régimen burgués, y moviliza a las masas para la revolución proletaria. El principio organizativo de la Spartacist League es elcentralismo democrático, un equilibrio entre la democracia interna y la disciplina de acción. En cuanto organización de combate, la vanguardia revolucionaria debe estar en condiciones de actuar unida y decisivamente en todo momento de la lucha de clases. Todos los miembros deben ser movilizados para ejecutar las decisiones de la mayoría: la autoridad debe ser centralizada en su selecta dirección que interpreta tácticamente el programa de la organización. La democracia interna permite la determinación colectiva de la línea del partido, de acuerdo con las necesidades sentidas por las filas del partido que estén más en contacto con la clase en su totalidad. El derecho a una democracia faccional es indispensable para un movimiento con vida. La existencia misma de tal derecho contribuye a canalizar las diferencias a través de medios de resolución menos absorbentes.

La disciplina de la Spartacist League se desprende de su programa y de su propósito, la victoria de la revolución socialista y la liberación de toda la humanidad.

11. ¡INTERVENDREMOS PARA CAMBIAR LA HISTORIA!

“El marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción.” La Spartacist League como sección nacional del movimiento internacional trotskista, se coloca en las primeras filas de la lucha por un futuro socialista. Nuestra preparación cotidiana de la clase obrera y nuestra intervención y dirección en los momentos decisivos de la lucha de clases impulsará la lucha hacia la victoria final. “Mirar la realidad cara a cara; no buscar la línea de menor resistencia; llamar las cosas por sus nombres propios; decir la verdad a las masas por amarga que sea; no temer los obstáculos; ser file tanto en las cosas pequeñas como en las grandes; basar su programa en la lógica de la lucha de clases; ser audaz cuando llegue la hora de la acción – tales son las reglas de la Cuarta Internacional.” Tales son las reglas de la Spartacist League mientras avanzamos en la tarea histórica de conducir a la clase obrera a la victoria del socialismo en los Estados Unidos.

Lenin filósofo

Lenin filósofo

Por Peter Fryer

Primera impresión en Labour Review, septiembre-octubre de 1957. Copiado de http://www.icl-fi.org/espanol/spe/37/fryer.html

El primer número de The New Reasoner incluye un artículo de discusión de E.P. Thompson llamado “Socialist Humanism: An Epistle to the Philistines”. Una de las secciones de este artículo, titulada “Cuestiones de teoría”[1], incluye una referencia a la obra filosófica de Lenin Materialismo y empiriocriticismo. El autor quiere demostrar que varios de los rasgos de la ideología estalinista tienen raíz en la contribución de Lenin a la filosofía marxista, rasgos que pueden ser rastreados hasta ciertas “ambigüedades en el pensamiento de Marx y, más todavía, a las falacias mecanicistas en los escritos de Lenin”, “falacias” que se deben a su “preocupación por la primera premisa del materialismo”. En particular, se acusa a Lenin de postular una teoría del conocimiento “pasiva” y “automática”, de perder el concepto de la acción humana en un “determinismo” “grotesco”, de trasformar la concepción marxista de la relación entre libertad y necesidad en una teoría en la que la “‘libertad’ del hombre se convierte en esclavitud de la ‘necesidad’”, y de dejarse “absorber por sutilezas filosóficas” hasta el punto de “desplazar la causa del cambio social de la acción del hombre a la acción de la necesidad económica”. El ataque de Thompson se resume en estas palabras: “El inspirado genio político de Lenin no tuvo un equivalente en un genio filosófico comparable”.

En mi opinión, lo que Thompson está lanzando aquí, bajo la apariencia de corregir las “falacias mecanicistas” de Lenin, es un asalto general a la filosofía del materialismo dialéctico. Se trata de un asalto contra la teoría dialéctico-materialista del conocimiento, contra el materialismo histórico, contra la concepción marxista de la libertad humana y el modo de obtenerla y, de manera no menos importante, contra el método dialéctico. Muchos asaltos como éste ya se han emprendido en el pasado, y el enfrentarlos ha sido uno de los primeros deberes de los marxistas. No se trata de la cuestión académica de preservar la pureza de una doctrina inmutable, sino de un deber de clase, pues el materialismo dialéctico es sobre todo una herramienta en manos de la clase obrera para remodelar la sociedad, y quien melle el filo de esta herramienta, no importa cuán ligeramente, lo hace en detrimento del movimiento obrero. La clase obrera requiere una perspectiva mundial consistentemente materialista, puesto que sólo una perspectiva así puede enseñarle cuáles son sus tareas históricas y cómo puede llevarlas a cabo. Toda la historia de la lucha entre el materialismo y el idealismo demuestra que incluso la más leve concesión al idealismo, cualquiera que sea el disfraz novedoso y en boga bajo el que se presente —positivismo, pragmatismo, empiriocriticismo o incluso humanismo socialista—, lleva su propia lógica ineludible y fatal que inevitablemente conduce al pantano del subjetivismo y el solipsismo. Entre los diversos matices del idealismo no hay barreras lógicas infranqueables. La única barrera es la que separa al materialismo dialéctico de todas las demás tendencias y escuelas filosóficas, que en última instancia sirven a los intereses de las clases explotadoras al ayudar a justificar, disfrazar y perpetuar su dominio.

Para E.P. Thompson, que ha estado librando una batalla tenaz y admirable contra el estalinismo, estas cosas pueden sonar “duras” y dogmáticas. Pero cuando discutimos sobre el materialismo, el idealismo y el hecho de que no se pueden reconciliar, nos hallamos en el ámbito de los principios básicos, donde las exigencias de la lucha de clases imponen la necesidad de la claridad, la firmeza, la consistencia y la toma de partido más completas. Sería inapropiado en grado sumo trasladar de manera ecléctica los métodos que frecuentemente ocupan un lugar importante en la lucha política —concesiones, desvíos, alianzas— al campo de la filosofía, por miedo a que se nos acuse de “dogmatismo”. Eso no ayudaría ni a la lucha contra el estalinismo ni a la lucha contra el capitalismo, dos luchas que requieren la mayor firmeza en los principios y la mayor flexibilidad respecto a otros temas.

Además de una preocupación por la primera premisa, y otras, del materialismo, que debería animar a todo marxista, otra consideración me impulsó a escribir este artículo. No sólo debe defenderse la filosofía marxista ante sus revisores, sino que también debe defenderse y valorarse plenamente la contribución inmensa y extraordinaria de Lenin, pues Lenin el hombre de acción no puede entenderse cabalmente separado de Lenin el filósofo. No sé hasta qué punto los comentarios de Thompson se deriven del hecho de que hasta ahora no existe una traducción al inglés de los notables Cuadernos filosóficos de Lenin, pero es difícil concebir que escribiera de la manera que lo hizo de haber estado un poco familiarizado con esa obra fundamental.

I. La teoría del reflejo

Según Thompson, la primera falacia de Materialismo y empiriocriticismo de Lenin es “la repetida mezcolanza de ideas, conciencia, pensamiento y sensaciones como ‘reflejos’ de la realidad material”. Y luego añade entre paréntesis: “Pero una percepción sensorial, que los animales comparten con el hombre, no es lo mismo que una idea, que es resultado de procesos culturales extremadamente complejos que le son peculiares al hombre”.

Es importante entender que aquí Thompson no ataca sólo las posiciones de Lenin, sino también las de Marx y Engels. Esto, desde luego, por sí mismo no basta para hacer que Lenin esté en lo cierto y Thompson se equivoque, pero debe quedar claro que la teoría del conocimiento de Lenin no difiere de la de Marx y Engels, y que cuando Lenin escribe que “el espíritu [la mente] es lo secundario, una función del cerebro, un reflejo del mundo exterior”[2], no está adoptando ninguna terminología nueva[3].

Niveles de conciencia

Ahora bien, al acusar a Lenin de hacer una “mezcolanza” de ideas, conciencia, pensamiento y sensaciones como reflejos de la realidad material, el propio Thompson hace, a la ligera, una “mezcolanza” de cuatro categorías muy distintas. Conciencia es el término genérico que se aplica a la relación de los animales (incluyendo al hombre) con el mundo exterior mediante la actividad del cerebro. Ésta incluye las sensaciones, forma elemental de la conciencia; las percepciones (que Thompson omite sin explicación), que son la organización de las sensaciones en una representación compleja pero concreta de las relaciones complejas entre objetos complejos; y las ideas, que reproducen las propiedades de las cosas y las relaciones que hay entre ellas en la abstracción, y son, como dice Thompson, específicamente humanas[4]. Pensamiento es el nombre que damos a esta forma más alta de la conciencia, en donde las ideas se producen y manipulan.

La descripción que hace Thompson de las ideas como “resultado de procesos culturales extremadamente complejos” es una simplificación exagerada y engañosa. Si se comparan con la actividad de los animales, muchos procesos específicamente humanos son sin duda complejos. Pero existen múltiples niveles de complejidad en los procesos culturales (y de otro tipo) humanos, y, correspondientemente, hay una gran cantidad de niveles de abstracción en las ideas (y por lo tanto en el lenguaje), empezando por las ideas (y palabras) elementales, que reflejan directamente la relación de quien piensa con los demás hombres y con los objetos y se refieren a las actividades y las cosas concretas que los sentidos pueden percibir directamente, pasando por conceptos de diversos grados de abstracción, que reflejan actividades y cosas que los sentidos no pueden percibir directamente, así como sus propiedades y relaciones, hasta llegar a reflejos de las relaciones sociales del hombre tan altamente abstractos, y a menudo tan inverosímiles, ilusorios, mistificadores, fantásticos e invertidos, tales como los conceptos religiosos, filosóficos y políticos y su elaboración en ideologías. Pero ni la naturaleza abstracta de las ideas ni su aparente alejamiento de la realidad y la “falsa conciencia” de las ilusiones ideológicas, obstan para que sigan siendo reflejos de la realidad material.

El hecho de que las ideas, así como las sensaciones y percepciones, son reflejo de la realidad material no es un dogma materialista; si bien la ciencia tiene aún mucho por descubrir respecto al cerebro, todo cuanto ha descubierto hasta ahora sirve para confirmar la teoría materialista del conocimiento, y nuevas pruebas siguen acumulándose todo el tiempo. El que quiera demostrar que las ideas, a diferencia de otras formas de conciencia más elementales, no son un reflejo del universo objetivo, no sólo abandona el punto de vista materialista respecto a la relación entre objeto y sujeto; abandona también la ciencia. Tiene derecho a hacerlo, pero ello no le exime de la obligación de explicar en qué sentido las ideas no reflejan el mundo objetivo, de dónde surgen tales ideas y cuál es la función que cumplen.

La naturaleza contradictoria de los conceptos

La confusión de Thompson respecto al modo en que los niveles más avanzados de conciencia se relacionan con los más elementales tiende a desdibujar uno de los aspectos importantes de su relación, un aspecto aparentemente paradójico pero que tiene gran importancia para entender la naturaleza de los conceptos y la génesis del idealismo filosófico. Los conceptos se encuentran más cerca de la realidad objetiva que reflejan, y a la vez más lejos de ella, que las sensaciones y las percepciones. Se encuentran más próximos a la realidad objetiva porque reflejan, naturalmente sólo con una precisión aproximada, la relación interna y esencial de los fenómenos, las leyes de su movimiento. Sin embargo, están más alejados, puesto que entre la naturaleza y el pensamiento abstracto que la refleja opera una serie de mediaciones —el lenguaje, la técnica, etc.— que, lejos de hacer que los conceptos dejen de ser reflejo de la realidad, son indispensables para esa reflexión. Esas mediaciones expresan tanto el poder de la práctica social como sus limitaciones, su relativa falta de poder en cada etapa dada del desarrollo social. De ahí se deriva el carácter dual y contradictorio de la conciencia conceptual, en la que se entrelazan lo verdadero y lo ilusorio, lo científico y lo místico, lo conocido y lo desconocido (o, mejor dicho, lo que aún no se conoce y por ende sólo se adivina, se sueña), lo que se pone a prueba y se demuestra un millón de veces al día y lo que es fantástico y quimérico. El poder que tienen los hombres de cambiar su mundo progresivamente cristaliza el elemento científico de sus conceptos y lo perfecciona; su relativa impotencia, por otro lado, da pie a la tendencia que tienen las ideas abstractas a volar lejos de la realidad y a entretejerse en sistemas maravillosos e internamente coherentes de mito e ilusión, de los que luego se deducen el mundo real y las relaciones reales entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y sus semejantes. Esta mediación de la conciencia humana implica que el sujeto no puede nunca abrazar plenamente al objeto, que los conceptos no pueden ofrecer un reflejo cabal, directo y total de la realidad, no pueden nunca abarcar toda la riqueza de propiedades, cualidades, relaciones y contradicciones que hay en el mundo objetivo. La teoría no tiene por qué ser exactamente “gris”, pero ni la teoría más exacta, espléndida y emocionante puede brillar con la calidez, el colorido y la inmediatez de las sensaciones y las percepciones, cuyo contenido es la apariencia, el fenómeno, y no, como en el caso de los conceptos, el “reflejo fijo”[5] del fenómeno en su esencia, en sus leyes.

La contradicción que existe dentro de los conceptos mismos entre el elemento de conocimiento y el elemento de fantasía e ilusión atraviesa toda la historia del pensamiento humano, y así seguirá siendo mientras los prejuicios de clase o de casta sigan exigiendo mantener el engaño y el autoengaño sistemáticos de la gente. Es una contradicción que se ve continuamente reforzada por la brecha que hay entre el reflejo subjetivo de la realidad en los conceptos y la realidad objetiva que éstos reflejan. Si los conceptos fueran algo más que reflejos de la realidad, nunca podría haber existido ni germinado la semilla del conflicto entre el idealismo y el materialismo, conflicto que ha dominado toda la historia de la filosofía y le ha dado forma.

La conciencia como creadora

La perspectiva materialista dialéctica sobre el origen de las ideas sería en verdad mecanicista si no le atribuyese a éstas un papel activo en la vida. Pero el materialismo dialéctico se opone tajantemente a la posición de que las ideas no son sino un mero epifenómeno, una espuma inútil en la superficie de la actividad humana, y que no cumplen otro papel en la dirección de los asuntos humanos que el que cumple el vapor una vez que sale de la chimenea de las locomotoras. Cuando Thompson usa las palabras “pasivo” y “automático” —“reflejo especular pasivo de la realidad social”, “‘reflejo’ pasivo”, “‘reflejo’ automático”—, comete una grave injusticia contra la teoría del conocimiento de Lenin, que pone un gran énfasis en el papel activo que cumplen las ideas[6].

Podrían ofrecerse muchas citas para demostrar que Lenin no concebía el proceso de reflejo de la realidad en el cerebro humano como algo “pasivo” y “automático”, sino como un proceso complejo, contradictorio, zigzagueante y dinámico, en el que la práctica humana cumple una función capital; en el que la mente pasa, de reflejar la apariencia de las cosas, a reflejar su esencia, las leyes internas de su movimiento; y en el que el conocimiento, puesto a prueba y corregido a través de la práctica, se va haciendo más preciso y más profundo. Me limitaré a cinco citas.

“El conocimiento es la aproximación eterna, infinita, del pensamiento al objeto. El reflejo de la naturaleza en el pensamiento del hombre debe ser entendido, no ‘en forma inerte’, no ‘en forma abstracta’, no carente de movimiento, no sin contradiccione, sino en el eterno proceso del movimiento, en el surgimiento de las contradicciones y su solución”[7].

En otras palabras, la conciencia no es un estereotipo, ni una imagen especular, sino el reflejo dinámico de un universo dinámico que, de no reflejarse, no sería cognoscible. La dialéctica del conocimiento es

“el infinito proceso de profundización del conocimiento por el hombre de la cosa, de los fenómenos, los procesos, etc., del fenómeno [la apariencia] a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda[8].

“La aproximación del [intelecto] (humano) a una cosa particular, el sacar una copia (= un concepto) de ella no es un acto simple, inmediato, un reflejo muerto en un espejo, sino un acto complejo, dividido en dos, zigzagueante…[9]

“El conocimiento es el reflejo de la naturaleza por el hombre. Pero no es un reflejo simple, inmediato, completo, sino el proceso de una serie de abstracciones, [formulaciones,] la formación y el desarrollo de conceptos, leyes, etc., y estos conceptos, leyes, etc….abarcan [relativamente], aproximadamente, [las leyes universales] de la naturaleza en eterno desarrollo y movimiento. Aquí hay en realidad, objetivamente, tres [términos]: 1) la naturaleza; 2) la cognición humana = el cerebro humano (como el producto más elevado de esa misma naturaleza) y 3) la forma de reflejo de la naturaleza en la cognición humana, y esta forma consiste precisamente en conceptos, leyes, categorías, etc. El hombre no puede captar = reflejar = [reproducir] la naturaleza como un todo, en su integridad, su ‘totalidad inmediata’; sólo puede acercarse eternamente a ello, creando abstracciones, conceptos, leyes, una imagen científica del mundo, etc., etc.”[10].

Y por último —¡y la menos “mecanicista”, “pasiva” y “automática” de todas!— “la conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que lo crea”[11]. Viniendo de Lenin, el autor de “falacias mecanicistas”, esta frase puede resultar desconcertante; pero desde el punto de vista del materialismo dialéctico, está tan lejos de ser una “falacia idealista” como lo está de ser una “falacia mecanicista” la insistencia de Lenin en la naturaleza secundaria y derivada de las ideas. Aquí no hay contradicción alguna. Lenin está llamando la atención sobre el papel que desempeña la práctica humana en el desarrollo del conocimiento, y el que desempeña el conocimiento en el desarrollo de la práctica humana.

Práctica y conocimiento

La práctica social —la producción, los experimentos, la industria, la lucha de clases— es tanto la fuente del conocimiento como su criterio. Para los marxistas, hay una secuencia más o menos como la que sigue. Sobre la base de su práctica social, de su experiencia directa e inmediata de transformar partes de la realidad material (y así transformándose a sí mismos), los hombres elaboran ideas, que en parte son un reflejo veraz y preciso de la realidad y en parte un reflejo falso e impreciso o distorsionado. Sobre la base de estas ideas, los hombres mejoran su actividad práctica, poniendo a prueba y corrigiendo sus ideas y separando la verdad del error, el conocimiento de la ilusión. Esta práctica mejorada da lugar a nuevas ideas, más próximas a la realidad objetiva, a la esencia de las cosas, en una palabra, más científicas. Ése es un proceso inacabable, mediante el cual la conciencia se desarrolla actuando sobre el universo que la produjo, por ello transformando el universo y, en cierto sentido, creándolo.

Es la práctica social lo que le permite al hombre pasar de las sensaciones y percepciones a las ideas, ya que sólo nuestra actividad transformadora de la realidad material nos hace posible obtener conocimiento de ella, penetrar el aspecto superficial de las cosas y llegar a su esencia. Son las ideas, el pensamiento y el conocimiento lo que le permiten al hombre conformar y organizar sus actividades prácticas para transformar la realidad material de manera más exitosa y más fructífera.

La palabra reflejo, tal como la usa Lenin para referirse a la conciencia humana, significa un reflejo activo, que mediante la práctica social penetra más y más profundamente en la vastedad y la riqueza inagotables de la realidad, ofreciendo al hombre pensante la posibilidad de someter la realidad más y más (si bien nunca del todo) a su control consciente.

Cabría preguntar por qué los marxistas llaman a esto “teoría del reflejo”, dado que esta terminología brinda a los críticos una oportunidad de hablar de “imágenes especulares” “pasivas” y “automáticas”, de “la connotación pasiva que a veces [Marx y Engels] vinculan al concepto de ‘reflejo’”.

En primer lugar, la palabra reflejo es la adecuada porque llama la atención sobre el aspecto más esencial de la conciencia. Sin un objeto que reflejar no podría haber reflejo. Sin universo material no podría haber conciencia.

En segundo lugar, la palabra reflejo, entendida dialécticamente, significa, cuando se aplica a la conciencia, la forma específica que adquieren la interacción universal y la dependencia y determinación mutuas de los fenómenos en el caso de los organismos dotados de sistema nervioso. Al hablar del reflejo en general, los marxistas no se refieren meramente a un proceso subjetivo de la conciencia humana, sino en primer lugar a la unidad e interdependencia de cada uno de los aspectos del universo infinito con todos los demás, a la interacción recíproca de todo con todo lo demás. Cada partícula de materia está conectada con el resto del universo en múltiples maneras, en diferentes niveles de organización de la materia, y por sus diferentes formas de movimiento —mecánico, físico, químico, etc.— y por su sujeción a las leyes de estas diferentes formas, refleja la totalidad del universo que la rodea, la condiciona y la determina. Con la transición a la materia viviente, esta propiedad de “reflejo” adquiere cualitativamente nuevas formas, vinculadas con la relación entre el organismo vivo y su derredor: nuevas formas que, sin embargo, continúan en un plano superior, el de la conciencia, esta interacción e interdependencia universales. Cuando Lenin usa la palabra reflejo, lo hace en este sentido más profundo y dialéctico.

II. El ser social y la conciencia social

Thompson cree que “Lenin resbala de la observación de Marx de que ‘el ser social determina la conciencia social’ a la declaración muy diferente (y falsa) de que ‘la conciencia social refleja el ser social’”. El uso del término “reflejo” como “observación respecto al modo en que las ideas del hombre han sido determinadas por el ‘ser social’ en la historia” según él no “se infiere de la primera premisa”, es decir, que “las percepciones sensoriales ‘reflejan’ la realidad material externa que existe independientemente de la conciencia humana”. “El hecho de que las percepciones sensoriales puedan describirse (metafóricamente) como ‘reflejo’ de la realidad material no implica de ninguna manera que la cultura humana sea un reflejo especular pasivo de la realidad social”[12]. Thompson sugiere que Marx y Engels “tendieron…a examinar muy poco el problema de cómo es que se forman las ideas del hombre y dónde yace su campo de acción”[13].

Esto es bastante confuso. Para empezar, Thompson no parece tener muy claro si está criticando a Marx o si está tratando de oponer al “parcialmente verdadero” Marx contra el “incorrecto” Lenin. Debe decirse que esto último no es una empresa muy afortunada. La sugerencia de que Lenin “resbala” de la observación de Marx —“el ser social determina la conciencia social” (la verdadera cita es: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”[14])— a su propia observación “muy diferente” y “falsa” de que “la conciencia social refleja el ser social” queda instantáneamente demolida si tomamos el libro de donde proviene la cita de Marx y seguimos leyendo un poco. Pronto nos damos cuenta de que Marx escribió respecto a “las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto [entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción] y luchan por resolverlo”. No podemos, añade Marx, juzgar un periodo de transformación social por su propia conciencia; “por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material”[15].

Una vez más, el que Marx y Engels sostengan la misma opinión y empleen el mismo método para estudiar la historia que Lenin no implica que estén necesariamente en lo cierto y Thompson necesariamente esté equivocado, pero sí que Lenin “resbala” en buena compañía.

El marxismo y la cultura

Si bien el materialismo histórico considera que la conciencia social es un reflejo del ser social, debe aclararse que ningún marxista ha sugerido jamás que la cultura humana sea un “reflejo especular pasivo de la realidad social”. Ésa es una caricatura del marxismo. Es perfectamente cierto que en una carta a Mehring de 1893 Engels dejó claro que él y Marx se vieron obligados a enfatizar la derivación de la ideología de los hechos económicos elementales y que al hacerlo “el contenido nos hacía olvidar la forma, es decir, el proceso de génesis de estas ideas”[16]. Pero esto es muy distinto que haber sugerido que el arte y la literatura son un espejo pasivo de la realidad social. Por el contrario, Marx hizo un esfuerzo especial por enfatizar “la desigual relación entre el desarrollo de la producción material y el desarrollo, p. ej., artístico”:

“En lo concerniente al arte, ya se sabe que ciertas épocas de florecimiento artístico no están de ninguna manera en relación con el desarrollo general de la sociedad, ni, por consiguiente, con la base material, con el esqueleto, por así decirlo, de su organización”[17].

Marx, Engels y Lenin ciertamente consideraban la cultura humana un reflejo de la realidad material, pero un reflejo en el sentido dialéctico, no un reflejo directo, inmediato, mecánico, automático o pasivo. Ciertamente, Lenin escribió un artículo titulado “León Tolstoi, espejo de la Revolución Rusa”, pero casi cada una de sus líneas es una refutación de la concepción del reflejo artístico, “mecánico” y “pasivo” y una poderosa afirmación de su naturaleza profundamente contradictoria.

“¿Por qué llamar espejo a lo que no refleja bien los fenómenos?… Pero, como todo gran artista de verdad, ha tenido que reflejar en sus obras, si no todos, algunos de los aspectos esenciales de la revolución… Las contradicciones en las obras, en las ideas, en las teorías, en la escuela de Tolstoi son, por cierto, evidentes. Por un lado, es un artista genial, que no sólo ha trazado cuadros incomparables de la vida rusa, sino que ha aportado obras de primer orden a la literatura mundial. Por otro lado, es un terrateniente obsesionado con Cristo… Por un lado, una crítica implacable de la explotación capitalista…por otro lado, la prédica fanática del ‘no oponerse por la violencia al mal’…las contradicciones en sus ideas son, en efecto, un espejo de las condiciones contradictorias en que se desenvolvió la actividad histórica del campesinado en nuestra revolución”[18].

Para los marxistas hay, de hecho, una interacción constante y compleja entre todos los elementos de la superestructura ideológica y, lo que no es menos importante, una reacción constante y a menudo extremadamente poderosa de las ideas del hombre sobre las causas económicas que las originan. Engels describía como “necia”[19] la noción de que, dado que los marxistas niegan todo desarrollo histórico independiente a las esferas ideológicas, niegan también que éstas tengan efecto alguno sobre la historia. Él atribuía esta idea a una falta de entendimiento de la dialéctica, a una concepción metafísica de la causa y el efecto como dos polos rígidamente opuestos, al “olvido absoluto del juego de acciones y reacciones”. Es igualmente necia la noción de que los marxistas crean que las obras de arte no son más que reflejos de las necesidades y procesos económicos. De ser así, seguramente tendrían un mayor aprecio —para tomar un ejemplo obvio— por Zola, el escritor de izquierda que creía que una buena novela podía construirse usando los métodos del periodismo, que conscientemente llevó el realismo hasta el punto del naturalismo, hasta el punto de “reflejar de manera directa y mecánica la realidad cotidiana del capitalismo”[20], que por Balzac, el monárquico, el legitimista, el reaccionario. Y Lenin seguro habría estimado más, digamos, a Maiakovsky que a Pushkin. El marxismo ciertamente sería un dogma empobrecido y estéril si su entendimiento del proceso de la creación artística no fuera mejor que el que Thompson le atribuye.

Las ilusiones de la época

Cuando Thompson niega que la conciencia social refleja el ser social, eso plantea inmediatamente ciertas preguntas: ¿Qué refleja la conciencia social si no el ser social? ¿Cuál es el contenido de la conciencia social, de dónde proviene, qué papel desempeña en la vida, si no esencialmente el de dar expresión en ideas a la práctica social que el hombre lleva a cabo en un conjunto dado de relaciones sociales? ¿O acaso la mente del ideólogo, el filósofo, el teólogo, el jurisconsulto o el artista se nutren de algún manantial especial del que fluyen ideas ricas y maravillosas que no reflejan ningún aspecto real del mundo objetivo? ¿Brotan las ideologías de la cabeza de los ideólogos? Y si es así, ¿cómo lo hacen? ¿Y cómo se explica su carácter peculiar?

Thompson no hace ni el menor intento por responder a estas preguntas. Sin embargo, no duda en llevar agua al molino de los muchos oponentes de Marx y Lenin que sobresimplifican o vulgarizan sus posiciones cuando sugiere que Lenin dedujo el reflejo del ser social en la conciencia social del hecho fisiológico de que la conciencia refleja el ser. Los marxistas en efecto hacemos esa generalización —la única consistentemente materialista respecto al origen de las ideologías— a partir de un estudio detallado y concreto de la conciencia social tal como ésta ha evolucionado en los más diversos periodos históricos. Si se estudian los escritos de los propios Marx y Lenin, se verá que sobre esta cuestión no hay “ambigüedades” en el pensamiento del uno, ni “falacias mecanicistas” en el del otro.

Un examen de la historia del pensamiento humano muestra que la práctica social, tal como ésta se determina por cada conjunto específico de relaciones sociales, se refleja en ideologías, no de forma consciente, deliberada ni precisa, sino espontáneamente y a menudo de manera invertida. Espontáneamente, porque las ilusiones ideológicas manan constante e irresistiblemente en la mente de los hombres a partir del suelo de sus relaciones sociales. El ideólogo cree operar con conceptos “puros”; con mucha frecuencia (y tanto más frecuentemente cuanto más alejada está una esfera ideológica particular de la estructura económica de la sociedad) el material de su pensamiento contiene pocos elementos nuevos, y en general es material tradicional tomado de sus predecesores; hablamos de “falsa conciencia” porque la conexión del pensador con las verdaderas relaciones sociales de su propio tiempo o de tiempos anteriores le es desconocida. No lo reprochamos por eso. En general, su intención no es construir un sistema de ideas falsas con el cual engañar a las masas explotadas —y cuando es así, él mismo está, a su vez, profundamente engañado por ideas preconcebidas fundamentales cuyas verdaderas raíces ni siquiera sospecha—. Cada generación de pensadores encuentra en existencia un conjunto de relaciones de producción sin las cuales la sociedad no podría existir y que son independientes de la voluntad de los hombres que conforman la sociedad y de las ideas en la cabeza de los pensadores. Estas relaciones se presentan, no como históricamente determinadas y transitorias, sino como eternas e inmutables. Y, una y otra vez, estas relaciones colorean el pensamiento del filósofo y el artista, por original y brillante que sea, marcan su obra de manera indeleble con el sabor peculiar de una época, se filtran hasta los más remotos y fantásticos canales del pensamiento. Las ilusiones características de cada época[21] son en el fondo el modo en que las relaciones sociales de esa época se refractan a través del prisma de la mente del ideólogo.

En este proceso de refracción, la realidad se invierte. Los hombres creen haber creado sus relaciones sociales a la imagen de sus ideas abstractas, y que sus acciones, instituciones y conflictos son la expresión práctica de esas ideas abstractas. El ser social parece ser el reflejo de la conciencia social. Las amargas verdades de la explotación y el dominio de clase se disfrazan y endulzan con un vasto cuerpo de ideas ilusorias que retratan el estado de cosas existente como justo, decretado por dios y permanente.

Si es “falso” que la conciencia social refleje el ser social, entonces toda una serie de los ejemplos más dramáticos de correspondencias entre el desarrollo de la ideología y el desarrollo de las relaciones sociales exige a gritos su interpretación, explicación y análisis. ¡A trabajar, camarada Thompson! Díganos cuál es su explicación de la filosofía de Heráclito de Éfeso si no es en esencia un reflejo ideológico de la recién surgida producción mercantil. Díganos cómo interpreta la jerarquía divina en Tomás de Aquino si no como un reflejo, en última instancia, de la jerarquía feudal de su tiempo. ¿Qué fue la concepción del mundo del materialismo mecanicista como un conjunto de discretas partículas materiales interactuando de acuerdo a las leyes de la mecánica si no esencialmente un reflejo de la necesidad de la burguesía ascendente de destruir los lazos feudales y desarrollar un mercado libre? ¿Cómo puede entenderse el materialismo y el humanismo de Spinoza si no como la expresión más lógica y más profunda de los intereses de la burguesía revolucionaria del país capitalista más avanzado de Europa en su lucha contra la superstición y el oscurantismo feudales —tan lógica y tan profunda que la clase por la que hablaba lo repudió—? ¿Cuál fue el contenido básico del puritanismo si no el reflejo de un conflicto social contemporáneo en las mentes de la burguesía revolucionaria de Inglaterra?

¿Descuidó Lenin la acción humana?

Pero el materialismo histórico no se detiene ahí, y procura mostrar, en cada caso específico, cómo estos reflejos ideológicos están funcionalmente implicados en el desarrollo ulterior de la estructura social que les dio origen, a menudo determinando en un grado muy alto la forma de una transformación social particular y la velocidad con la que ésta ocurre.

Thompson acusa a Marx y Engels de una tendencia a descuidar el problema del campo de la acción de las ideas humanas, e insinúa que Lenin lo descuidó aun más. Se trata realmente de una acusación asombrosa. ¿De qué diablos se trata el ¿Qué hacer? si no de una polémica contra quienes se postraban ante la espontaneidad del movimiento obrero y desdeñaban el papel de las ideas socialistas? Lenin se alzó en armas precisamente contra quienes decían que el movimiento espontáneo de los obreros origina la ideología socialista. Al contrario —afirmó—, es necesario llevar la conciencia socialista desde fuera a la clase obrera. “Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario”[22]. Si Lenin “perdió” la concepción de la acción humana y subestimó el papel de la conciencia humana, ¿por qué pasó toda su vida construyendo y educando un partido revolucionario, en vez de sentarse a ver cómo la revolución se hacía sola? Acaso Thompson se refiera a algún otro Lenin: acaso el Lenin que él ataca por “resbalar” hacia la “falacia” de que “un ‘reflejo’ pasivo [puede] iniciar, planear y hacer revoluciones” era un tipo inofensivo “absorbido por sutilezas filosóficas” y sin ninguna relación con el hombre que pasó 30 años cruciales refutando en la práctica las supuestas “falacias” de su homónimo.

Un caso de manipulación de citas

Para lograr algo parecido a un alegato contra Lenin, Thompson no siempre es cuidadoso en su uso de las citas. En un pasaje particular, no sólo cita un resumen que hace Lenin de un argumento de Engels sin decir que la idea es de Engels; luego procede a cortar una cita de Materialismo y empiriocriticismo, ¡para dejar fuera las palabras que toman en cuenta y responden específicamente a la objeción misma que Thompson plantea! He aquí la cita completa de Thompson, (a) para hacerle justicia y (b) para demostrar su técnica de manipulación de citas:

“4) De aquí [es decir, de la afirmación de que ‘la conciencia social refleja el ser social’], resbala a la grotesca conclusión de que ‘el ser social es independiente de la conciencia social de la humanidad’. (¿Cómo es posible que los seres humanos conscientes, que emplean conciencia en cada acto de trabajo, existan independientemente de su conciencia?) 5) De ahí sólo hizo falta dar un pequeño paso para visualizar la conciencia como un torpe proceso de adaptación al ‘ser social’ que existe independientemente. ‘La necesidad de la naturaleza es lo primario y la voluntad y la conciencia del hombre lo secundario. Estas últimas deben, indefectible y necesariamente, adaptarse a la primera’ [OC, T. XIV, p. 179]. ‘La tarea más alta de la humanidad es abarcar esta lógica objetiva de la evolución económica…con objeto de adaptar a ella, tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico, su conciencia social’” (p. 314).

Dos citas, dos ejemplos de manipulación. La primera cita [OC, T. XIV, p. 179] proviene de un pasaje de Materialismo y empiriocriticismo donde Lenin resume un argumento del Anti-Dühring y explica sus premisas epistemológicas con bastante justicia. Las palabras que siguen inmediatamente a las que Thompson decidió citar son: “Engels considera esto hasta tal punto evidente, que no gasta palabras inútiles en el esclarecimiento de su punto de vista”[23]. He aquí una de las falacias “grotescas”, “mecánicas”, “torpes” y “emotivas” a las que “resbala” Lenin —y, sin embargo, nos encontramos con que, después de todo, sólo estaba parafraseando algo que Engels consideraba una obviedad de la concepción materialista del mundo—.

La segunda cita, que Thompson divide en dos sin dejar claro que lo está haciendo, lo lleva a formular la pregunta que cito con énfasis. Ahora, aquí está el pasaje de Lenin completo, con las palabras omitidas por Thompson restauradas y enfatizadas:

“Todo productor aislado en la economía mundial, tiene conciencia de introducir alguna modificación en la técnica de la producción; todo propietario tiene conciencia de que cambia ciertos productos por otros, pero esos productores y esos propietarios no tienen conciencia de que con ello modifican el ser social. Setenta Marx no bastarían para abarcar la totalidad de estas modificaciones con todas sus ramificaciones en la economía capitalista mundial. Todo lo más, se han descubierto las leyes de estas modificaciones, se ha demostrado en lo principal y en lo fundamental la lógica objetiva de estas modificaciones y de su desarrollo histórico, objetiva, no en el sentido de que una sociedad de seres conscientes, de seres humanos, pueda existir y desarrollarse independientemente de la existencia de los seres conscientes (y Bogdánov con su ‘teoría’ no hace más que subrayar estas bagatelas), sino en el sentido de que el ser social es independiente de la conciencia social de los hombres. Del hecho de que vivís, que tenéis una actividad económica, que procreáis, que fabricáis productos, que los cambiáis, se forma una cadena de sucesos objetivamente necesaria, una cadena de desarrollos independiente de vuestra conciencia social, que no la abarca jamás en su totalidad. La tarea más alta de la humanidad es abarcar esta lógica objetiva de la evolución económica (de la evolución del ser social) en sus trazos generales y fundamentales, con objeto de adaptar a ella, tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico, su conciencia social y la conciencia de las clases avanzadas de todos los países capitalistas”[24].

Nótese cómo la pregunta de Thompson queda respondida por las palabras que él mismo omite. Nótese cómo Lenin deja perfectamente claro que no está hablando de la idea burda, de la “bagatela” de que “una sociedad de seres conscientes, de seres humanos, pueda existir y desarrollarse independientemente de la existencia de los seres conscientes”, de que “los seres humanos conscientes, que emplean conciencia en cada acto de trabajo, existan independientemente de su conciencia”, que es como Thompson recoge y blande esta “bagatela” ante todo el mundo, como si Lenin nunca lo hubiera mencionado.

Si los escritos filosóficos de Lenin deben ser mutilados y manipulados para que pueda demostrarse su falta de genio filosófico y sus “falacias”, ¿no será porque estas “falacias” existen sólo en la imaginación del crítico? Nadie quiere insinuar que Thompson haya falsificado deliberadamente lo que escribió Lenin, pero parece haber releído apresuradamente un texto difícil para hallar frases aisladas que confirmaran su impresión de que este texto contiene las semillas del estalinismo. Esta impresión no tiene ningún fundamento real, como cabría esperar que el propio Thompson admitiría si leyera Materialismo y empiriocriticismo y los Cuadernos filosóficos con el cuidado que ameritan.

El ejemplo elegido por Lenin es de gran interés y tiene una gran belleza dialéctica. Desde luego, dice, los hombres que producen e intercambian son conscientes. Sólo un tonto (o quien se deje llevar por “bagatelas”) llevaría la discusión a ese nivel. Pero son conscientes sólo de la apariencia de las actividades en las que participan. La esencia, las leyes objetivas que gobiernan los resultados finales de sus esfuerzos productivos y comerciales, se mantiene oculta a sus ojos (¡precisamente porque la conciencia humana no ofrece un reflejo especular inmediato de la realidad!) y sólo puede salir a la luz a través de la investigación científica. Fue esta investigación científica la que Marx llevó a cabo en El capital. Ahí, mediante la “fuerza de la abstracción”, se revelan las leyes esenciales de la economía capitalista, se logra la transición de la apariencia a la esencia y del fenómeno a la ley, y en consecuencia la conciencia humana se enriquece, se profundiza y se torna más científica. Sólo un tonto o quien se deje llevar por “bagatelas” cuestionaría que los hombres sólo son conscientes de la apariencia de sus actividades económicas; y sólo un tonto o quien se deje llevar por “bagatelas” cuestionaría que, antes de que la ciencia haya incursionado por debajo de la superficie, los hombres son inconscientes —o, cuando mucho, conscientes en el nivel más rudimentario y esquemático— del “ser social” esencial (valor, plusvalía, etc.) que existe independientemente de esta conciencia limitada. Quien no haya entendido la importancia de esa transición “del fenómeno [la apariencia] a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda”[25], no aprecia en absoluto toda la riqueza, complejidad y valor científico de la metodología dialéctica, y está condenado a dejarse engañar una y otra vez por el impresionismo.

III. Necesidad y libertad

El núcleo del ataque de Thompson contra el materialismo dialéctico es su ataque contra la concepción marxista de la libertad humana y del modo en que ésta se conquista. Una vez más, hay un intento de separar las opiniones de Lenin de las de Marx y Engels. Marx habla con “sentido común”; Lenin “resbala” hacia la “mística”:

“La opinión de Marx, llena de sentido común, de que la libertad humana se amplía con cada nueva ampliación del conocimiento (‘La libertad consiste…en el dominio sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las necesidades naturales’, Engels), se transforma en la mística de que la libertad del hombre consiste en que éste reconozca ‘la lógica objetiva de la evolución económica’ y le sirva: su ‘libertad’ se vuelve esclavitud de la ‘necesidad’”.

Uno o dos puntos preliminares. Primero, ya hemos demostrado que una de las citas de Lenin en que Thompson se apoya es una paráfrasis de Engels. Pero, según parece, Engels “resbala” bastante, pues, en segundo lugar, he aquí el pasaje del Anti-Dühring, un poco más completo, del que Thompson cita entre paréntesis sólo la frase final:

“La libertad no consiste en una soñada independencia respecto de las leyes naturales, sino en el reconocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la representación, no en la realidad. La libertad de la voluntad no significa, pues, más que la capacidad de poder decidir con conocimiento de causa. Cuanto más libre es el juicio de un ser humano respecto de un determinado punto problemático, con tanta mayor necesidad estará determinado el contenido de ese juicio”[26].

Pondere esta última oración, camarada Thompson. ¡He ahí el “sentido común” de Engels llamándonos “esclavos de la necesidad”!

Y, en tercer lugar, en la frase “su ‘libertad’ se vuelve esclavitud de la ‘necesidad’”, Thompson mismo “resbala”, ay, en la más flagrante superstición antropomórfica. Su elección de palabras traiciona la imagen que tiene en mente: la de los seres humanos “esclavizados” por las leyes naturales, como si éstas fueran leyes de un gobierno, y anhelando “liberarse” de ellas. Para Thompson, según parece, el camino a la libertad pasa por acabar con esta “esclavitud”: para los marxistas, el camino a la libertad pasa por reconocer la existencia de las leyes objetivas, aprender todo lo posible sobre ellas y adaptar la práctica social correspondientemente. Por mucho que hable “emotivamente” de “esclavitud”, el camarada Thompson no podrá alterar su propia dependencia a todo un espectro de leyes objetivas: mecánicas, físicas, químicas, biológicas, fisiológicas, sociales, etc., ni tampoco la determinación de sus propias actividades por estas leyes. En la práctica, está sometido a estas leyes las 24 horas; a esto lo llama “esclavitud”. Pues bien, seamos francos: el marxismo no admite la posibilidad de elevarse por encima de la esfera de acción de las leyes objetivas, de violarlas ni de “liberarse” de ellas. Para los marxistas, semejante “libertad” no es posible ni tiene sentido. Sin embargo, sólo el marxismo muestra el camino hacia la conquista de la verdadera libertad humana. Intentemos explicar por qué.

Necesidad

La categoría de necesidad está estrechamente enlazada con la de esencia y la de ley. “La ley —dice Lenin— es el reflejo de lo esencial en el movimiento del universo”[27]. La ley de un proceso de desarrollo natural o social enuncia aproximadamente las regularidades objetivas, las relaciones esenciales y las conexiones necesarias de ese proceso. Las leyes científicas resumen, de manera más o menos precisa, los procesos causales que operan en los sucesos, nos dicen qué características debe presentar un fenómeno particular por su naturaleza misma y expresan la inevitabilidad de su desarrollo de un modo particular bajo condiciones particulares. Reconocer de manera materialista la objetividad del ser y de sus leyes no es aún la libertad, pero sí es un requisito de la verdadera libertad.

Desde luego, es perfectamente cierto que el hombre actúa con fines e intenciones conscientes. Pero ningún intento de explicar la historia humana en términos de fines e intenciones conscientes, en términos de la voluntad y los deseos de los hombres, hará avanzar gran cosa nuestro entendimiento. Los fines de los hombres chocan, y ocurren cosas que nadie había buscado, deseado ni previsto. Por lo tanto, el entendimiento científico del desarrollo social debe partir de las “leyes generales de carácter interno”[28] que en última instancia gobiernan tanto el desarrollo de la sociedad humana como los fines, las intenciones, las ideas y las teorías que hay en la cabeza de la gente.

“Los propios hombres crean su historia, pero qué determina los motivos de los hombres y en particular de las masas humanas, qué provoca los choques de ideas y aspiraciones contradictorias; cuál es el resultado de todos estos choques en las masas de las sociedades humanas; cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que forman la base de toda la actividad histórica de los hombres, cuál es la ley de desarrollo de esas condiciones; a todo ello prestó atención Marx e indicó el camino para el estudio científico de la historia, como proceso único, regido por leyes en toda su inmensa variedad y su carácter contradictorio”[29].

Ser libre no significa violar las leyes de la naturaleza y la sociedad, lo cual es imposible. Los hombres no son los hacedores de milagros que pretenden los idealistas (cuando afirman que la libertad es en realidad la independencia de la voluntad humana con respecto a las leyes de la naturaleza y la sociedad, o cuando niegan la existencia de leyes objetivas), ni son tampoco títeres o robots como los consideran los materialistas mecanicistas (cuando sostienen que la necesidad está mucho más allá del alcance de la práctica social, que la conciencia humana no puede tomarla en cuenta y utilizarla, y que el hombre es de hecho un prisionero de las leyes objetivas).

Ser libre, según el materialismo dialéctico, es actuar de conformidad con las leyes objetivas. Cada paso adelante en el conocimiento de estas leyes es potencialmente un paso adelante en la conquista de la libertad. Así como el hombre amplía su libertad en proporción a su conocimiento de la naturaleza, y por lo tanto a su poder sobre ella, de la misma manera amplía su libertad en proporción a su conocimiento de la vida social, y por lo tanto a su poder sobre ella, conforme es capaz de prever con mayor precisión los efectos de su actividad social, en lugar de estar a merced de las leyes que, “ciegas” y no tomadas en cuenta, conducen a las crisis económicas. En la medida en que el hombre planea sus acciones con conocimiento de los factores implicados, se halla en posición de obtener su verdadera libertad.

El ejemplo supremo es la lucha obrera por el socialismo. ¿Le ayuda en algo a la clase obrera ignorar las leyes económicas? ¿No es, por el contrario, mediante la indagación de su propia situación que llega a ser capaz de revolucionar la sociedad para así obtener la libertad, ya que por su propia posición de clase constituye, por sí misma y objetivamente, la disolución de la sociedad capitalista?[30] En otras palabras, ¿es acaso tan terrible decirle a la clase obrera que su responsabilidad suprema es adaptar su conciencia a la realidad objetiva del desarrollo económico “tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico”[31], es decir, para equiparse con el conocimiento de la historia, del funcionamiento del sistema capitalista y de sus propias tareas en la lucha por el derrocamiento de ese sistema? Extraño humanismo aquél que, mientras subraya la importancia de la conciencia humana, le da la espalda a una de las exigencias más elementales de toda lucha exitosa de la clase obrera: el que ésta se base conscientemente en el conocimiento de las realidades de la sociedad, en las leyes del cambio social. Extraño humanismo aquél que desarma a la clase obrera al aconsejarle que no adquiera ese conocimiento.

Lenin muestra el camino a la libertad de los obreros. Enriquezcan su conciencia, les dice, con un conocimiento tan preciso como sea posible de las leyes del desarrollo social. No lo escuchen, grita el camarada Thompson; lo que él quiere es que ustedes se adapten torpemente a los “estímulos económicos”; está absorbido por sutilezas filosóficas…

Lenin sabe perfectamente bien que el nivel de conciencia de la clase obrera no depende automáticamente de su posición de clase. Sabe que la superestructura ideológica de la sociedad burguesa fomenta todo tipo de ilusiones para minar la confianza de los obreros en sus propias fuerzas, para hacerles creer que no hay mucho que puedan hacer para mejorar las cosas, para hacer que apoyen el sistema capitalista. Sabe que la teoría socialista depende del conocimiento de la esencia del capitalismo, no de su apariencia, y que este conocimiento profundo sólo puede llegar a la clase obrera desde fuera, gracias a los marxistas. Por eso llama a los comunistas a que traten de “adaptar” “la conciencia de las clases avanzadas” a los hechos del desarrollo histórico, es decir, a enseñarles, a educarlas, a convencerlas de que “adapten” su conciencia a…la verdad. “Semejante patrón podría construirse dentro de un cerebro electrónico”, se queja el camarada Thompson, expresando, en la mejor tradición del empirismo inglés, su indignación contra una falacia tan grotesca y mecánica, contra semejante absorción en sutilezas filosóficas…

Libertad

Para obtener conocimiento de las cosas no basta sentarse a contemplarlas. Debemos ponerlas al servicio del hombre, someterlas a sus necesidades y fines, trabajar sobre ellas, transformarlas. Llegamos a conocer las leyes de la naturaleza y de la sociedad, no por inspiración divina, sino al actuar sobre ellas. Y nuestro conocimiento de la necesidad, derivado de nuestra actividad práctica, que se aplica, se pone a prueba y se hace más preciso mediante nueva actividad práctica, es la premisa y condición previa indispensable de la libertad humana.

En sí mismo, el conocimiento de la necesidad no basta para conferirnos libertad automáticamente, como Thompson parece pensar en cierto momento (“La opinión de Marx, llena de sentido común, de que la libertad humana se amplía con cada nueva ampliación del conocimiento”). No es, hasta ese punto, más que la expresión teórica de nuestra relación con la necesidad. Sin embargo, cuando establecemos relaciones prácticas con la necesidad, cuando utilizamos nuestro conocimiento en la actividad humana práctica, entonces obtenemos libertad.

“En tanto que ignoramos una ley natural, esa ley, existiendo y obrando al margen y fuera de nuestro conocimiento, nos hace esclavos de la ‘ciega necesidad’. Tan pronto como conocemos esa ley, que acciona (como repitió Marx millares de veces) independientemente de nuestra voluntad y de nuestra conciencia, nos hacemos dueños de la naturaleza. El dominio de la naturaleza, que se manifiesta en la práctica de la humanidad, es el resultado del reflejo objetivo y veraz, en la cabeza del hombre, de los fenómenos y de los procesos de la naturaleza y constituye la prueba de que dicho reflejo (dentro de los límites de lo que nos muestra la práctica) es una verdad objetiva, absoluta, eterna”[32].

La libertad es, pues, la capacidad del hombre de satisfacer sus necesidades y alcanzar sus fines, basándose en el conocimiento de lo que son esas necesidades y esos fines y de cómo se pueden satisfacer y alcanzar. Los hombres carecen de libertad en la medida en que son ignorantes de los factores que afectan la satisfacción de sus necesidades y el cumplimiento de sus fines y por lo tanto son incapaces de controlarlos. Son libres en la medida en que conocen estos factores y por lo tanto los controlan conscientemente en la práctica.

La libertad es un atributo específicamente humano, que los hombres conquistan como seres sociales. En tiempos primitivos, los hombres enfrentaban ciegamente las fuerzas naturales, y por ende estaban a merced de la naturaleza. Alcanzaron la libertad gradualmente mediante la lucha, obteniendo conocimiento de la necesidad poco a poco y aplicando ese conocimiento en lucha ulterior para obtener aun mayor conocimiento, libertad y progreso material.

Durante toda la existencia de la sociedad de clases, los hombres han enfrentado sus relaciones sociales más o menos como se enfrentaban, en su historia temprana, a las fuerzas de la naturaleza. En su mayor parte, las fuerzas sociales han parecido ser totalmente ajenas al control humano, y los grandes acontecimientos sociales, las guerras y revoluciones, el colapso de los imperios, se han presentado como catástrofes tan terribles e incontrolables como las calamidades naturales. Pese al enorme incremento en nuestro conocimiento de las leyes naturales en los últimos cien años, la ciencia burguesa en su mayor parte ha perdido hoy la esperanza de prever, explicar o controlar las guerras y las crisis que periódicamente sacuden a la sociedad capitalista hasta sus cimientos.

Una vez más, el progresivo dominio del hombre sobre la naturaleza no ha repercutido más que limitadamente a favor de las masas humanas, debido a su falta de libertad social. Mientras la sociedad esté dominada por sucesivas clases explotadoras no será posible plantear en toda su complejidad ni resolver el problema de la relación del hombre con la naturaleza. Un sistema social obsoleto está impidiendo la aplicación adecuada del conocimiento científico y técnico del hombre, utilizando sus avanzadas fuerzas productivas para el lucro y la destrucción y obstaculizando el progreso. El camino a la libertad pasa por el derrocamiento de este sistema. Es la tarea histórica de la clase obrera, armada con el conocimiento científico de su verdadera situación y sus tareas —que el marxismo proporciona—, el acabar con las relaciones sociales capitalistas que actúan como freno al libre desarrollo de las fuerzas productivas y como barrera a su utilización para la libre satisfacción de las necesidades humanas. Al llevar a cabo la revolución socialista, establecer la dictadura del proletariado, construir una sociedad socialista y avanzar hacia el comunismo, la clase obrera conquista la libertad social —el pleno dominio del hombre sobre su propia organización social— y posibilita avances gigantescos en su dominio consciente de la naturaleza.

Así, lejos de eliminar al hombre y su actividad, el materialismo dialéctico muestra cómo la sociedad humana se encuentra necesariamente en desarrollo; por qué los hombres actúan como actúan y piensan como piensan; cómo puede alcanzarse la libertad y cuál es la fuerza social que, debidamente organizada, equipada ideológicamente y dirigida, puede obtenerla, conduciendo así a toda la humanidad “desde el reino de la necesidad al reino de la libertad”[33].

IV. El método dialéctico

Al referirse a Lenin, Thompson no emplea la palabra dialéctica. (En otras partes del texto, la escribe entre comillas, en un contexto en el que su significado es equívoco, pero en el que parece equiparar la dialéctica con el “alma”.) Su ataque contra el método dialéctico no se hace nunca explícito, pero está implícito en todo su ataque contra Lenin el filósofo. La teoría del conocimiento a la que se opone es una teoría dialéctica. La teoría de las ideologías a la que se opone es una teoría dialéctica. La teoría de la libertad a la que se opone es una teoría dialéctica. Y dado que la contribución más destacada de Lenin a la filosofía fue en el campo del método dialéctico, las referencias despectivas de Thompson a las “sutilezas filosóficas” difícilmente pueden interpretarse como algo más que un reproche a Lenin por dejarse “absorber” por la dialéctica. Para Lenin, la dialéctica era el “preciado fruto de los sistemas idealistas…, perla que gallos como los Büchners, los Dührings y Cía. (incluyendo a Leclair, Mach, Avenarius, etc.) no supieron extraer del estercolero del idealismo absoluto”[34]. Desafortunadamente, el camarada Thompson no puede reconocer las perlas cuando las ve. Pero Lenin consideraba que la dialéctica era indispensable para que el movimiento obrero entendiera y aprovechara las contradicciones de la sociedad capitalista. No es casual que su principal estudio filosófico haya sido un comentario extenso y casi página por página de la Ciencia de la lógica de Hegel, en el que Lenin pone cabeza arriba el método que Hegel envolvió en idealismo; en este comentario el método dialéctico se desarrolla y se digiere desde una perspectiva materialista y se revela en toda su intrincación, su flexibilidad y, sobre todo, su precisión, como el único método con que el pensamiento humano puede sondear plenamente la complejidad y la multilateralidad del eterno proceso del devenir.

No es casual que Lenin se sumergiera en el estudio de Hegel durante el otoño de 1914, en el momento mismo en que las contradicciones de la sociedad capitalista habían salido súbita y explosivamente a la superficie (y cuando la II Internacional había colapsado en el oportunismo y la traición). Casi aislado en su oposición a la guerra imperialista, Lenin buscó en las “sutilezas filosóficas” de Hegel un método que le permitiera juzgar los acontecimientos no por sus aspectos superficiales, sino por sus contradicciones esenciales, saltos en el desarrollo, revoluciones, negaciones, transiciones más allá del límite, transformaciones en lo contrario. Lenin encontró en Hegel, entendido de manera materialista, la adecuada justificación filosófica de su propio juicio de que las condiciones para la revolución proletaria habían madurado, lo cual se confirmaría, de manera tan palmaria, tres años después.

Estas notas sobre Hegel revelan, como ninguna otra obra de Lenin, el funcionamiento más interno de su mente en el momento en que procesa el pensamiento de un filósofo profundo y difícil y extrae los jugos vitales.

El alcance del presente artículo no me permite más que una referencia esquemática e insuficiente al corazón de los Cuadernos filosóficos: el concepto de contradicción. En la lucha contra el estalinismo, este concepto, tal como lo elaboró Lenin, tiene una importancia triple. El bien conocido folleto de Stalin Materialismo histórico y dialéctico tiene fallas filosóficas más fundamentales y más serias que las que Thompson discute en su artículo (ya que Thompson se concentra en la sección sobre el materialismo histórico) y, curiosamente, para entenderlas y exponerlas se requiere estar familiarizado con las “sutilezas filosóficas” de Lenin. En primer lugar, la sección sobre el método dialéctico enfatiza la lucha de los contrarios, pero pasa por alto su identidad. Esto adquiere particular importancia al considerar las categorías de la lógica dialéctica que, pese a su importancia epistemológica básica, Stalin deja de lado; ésa es la segunda falla del folleto[35]. Y, en tercer lugar, no se menciona la negación de la negación, acaso porque, en 1938, pudo haberse considerado que este concepto podía tener implicaciones políticas incómodas (en 1947, Zhdánov incluso inventó una nueva ley dialéctica, presumiblemente para remplazarlo: la “ley” de la crítica y la autocrítica)[36]. La concepción de contradicción que se expone en los Cuadernos filosóficos demuestra cuán esenciales son para el adecuado entendimiento del método dialéctico estos tres aspectos que Stalin descuida.

Identidad de los contrarios

Para Lenin, la dialéctica era “la teoría que muestra cómo los contrarios pueden y suelen ser (cómo devienen) idénticos; en qué condiciones son idénticos, al transformarse unos en otros, por qué el espíritu humano no debe entender estos contrarios como muertos, rígidos, sino como vivos, condicionales, móviles, que se transforman unos en otros”[37]. Aplicada subjetivamente, esta versatilidad, flexibilidad y elasticidad del pensamiento dialéctico se convierte en eclecticismo y sofistería; aplicada objetivamente, es decir, de manera que refleje la universalidad y unidad del proceso material del devenir, constituye un reflejo preciso y dialéctico del eterno desarrollo del universo[38]. La identidad de los contrarios fue “el reconocimiento (descubrimiento) de las tendencias contradictorias, mutuamente excluyentes, opuestas, [en] todos los fenómenos y procesos de la naturaleza (inclusive el espíritu y la sociedad)”[39]. Este aspecto de la dialéctica, señaló Lenin, por lo general no recibía suficiente atención: la identidad de los contrarios no es la suma de ejemplos, sino una ley del conocimiento y del mundo objetivo[40].

La identidad de los contrarios es por supuesto una abstracción, y una abstracción de nivel extremadamente alto: una de las leyes más generales del devenir universal. La palabra identidad no se usa aquí en su sentido ordinario, sino en un sentido filosófico especial que incluye las nociones de unidad (o inseparabilidad) en un solo proceso, penetración mutua, dependencia mutua y transformación de cada uno en el otro. La identidad de los contrarios implica que la existencia y desarrollo de cada elemento es la condición de la existencia y desarrollo de su contrario; que, bajo ciertas condiciones, todas las propiedades y aspectos se tornan en su opuesto; y que, en el caso de las categorías, ambos aspectos contradictorios están entrelazados a lo largo del universo en cada nivel de movimiento de la materia. Lenin consideraba la identidad de los contrarios como algo condicional, transitorio y relativo, y su lucha como algo absoluto, en el sentido de que el desarrollo y el movimiento son absolutos. El desarrollo era la lucha de los contrarios; esta concepción del desarrollo encierra la clave del automovimiento de todo cuanto existe, de los saltos, las rupturas en la continuidad y las transformaciones en lo opuesto, de la destrucción de lo viejo y del surgimiento de lo nuevo.

Las categorías de la lógica dialéctica

“El hombre está frente a una red de fenómenos naturales. El hombre instintivo, el salvaje, no se distingue de la naturaleza. El hombre consciente se distingue de ella; las categorías son etapas de este distinguirse, es decir, del conocer el mundo, puntos focales de la red, que ayudan a conocerlo y dominarlo”[41].

Así muestra Lenin que estos conceptos tan abstractos, las categorías de la lógica dialéctica (es decir, de la teoría materialista dialéctica del conocimiento) se derivan de todo cuanto es concreto y material en el universo, y se vinculan a ello. Vergonzosamente descuidadas por el estalinismo, supuestamente por su “dificultad”, pero en realidad porque exponen el rígido esquematismo de la famosa exégesis de Stalin, las categorías son indispensables para cualquier pensamiento, cualquier búsqueda y cualquier investigación genuinamente dialécticos. Sin ellas, no podemos pensar de manera adecuada y precisa, no podemos entender la realidad cambiante. Y, más que ningún otro marxista, fue Lenin quien desarrolló este aspecto fundamental del método dialéctico y quien nos dejó indicaciones, sacadas de su propia experiencia como estudioso, del método que debe emplearse para su estudio de manera tal que se revelen los elementos de todas las categorías dialécticas que ya están presentes en toda proposición o fenómeno.

“Comenzar con lo más sencillo, con lo más ordinario, común, etc.; con cualquier proposición: las hojas de un árbol son verdes; Juan es un hombre; Chucho es un perro, etc. Aquí tenemos ya dialéctica…lo individual es lo universal… Por consiguiente, los contrarios (lo individual se opone a lo universal) son idénticos: lo individual existe sólo en la conexión que conduce a lo universal. Lo universal existe sólo en lo individual y a través de lo individual. Todo individual es (de uno u otro modo) un universal. Todo universal es (un fragmento, o un aspecto, o la esencia de) un individual. Todo universal sólo abarca aproximadamente a todos los objetos individuales. Todo individual entra en forma incompleta en lo universal, etc., etc. Todo individual está vinculado por miles de transiciones con otros tipos de individuales (cosas, fenómenos, procesos), etc. Aquí ya tenemos los elementos, los gérmenes de los conceptos de necesidad, de conexión objetiva en la naturaleza, etc. Aquí tenemos ya lo contingente y lo necesario, el fenómeno y la esencia; porque cuando decimos: Juan es un hombre, Chucho es un perro, ésta es una hoja de un árbol, etc., desechamos una cantidad de atributos como contingentes; separamos la esencia de la apariencia, y contraponemos la una a la otra.

“Así, en cualquier proposición podemos (y debemos) descubrir como en un ‘núcleo’ (‘célula’) los gérmenes de todos los elementos de la dialéctica, y con ello mostrar que la dialéctica es una propiedad de todo conocimiento humano en general”[42].

De todas las categorías, Lenin parece haber considerado que las más importantes, ricas y fructíferas son las de apariencia y esencia (con las que están íntimamente vinculadas la de fenómeno y la de ley). La identidad y la lucha entre apariencia y esencia como dos aspectos (o “momentos”) de la realidad material nos llevan de inmediato justo al corazón del método dialéctico, como método para pensar acerca de los procesos de modo que nos aporte un conocimiento mayor y más preciso de sus leyes y relaciones internas. La apariencia oculta la esencia y, al mismo tiempo, la revela, pues “lo que aparece es la esencia en una de sus determinaciones, en uno de sus aspectos, en uno de sus momentos”[43].

Este pensamiento es claro si se medita sobre él un poco. Al analizar un fenómeno cualquiera, pasamos del conocimiento superficial y perceptual, del conocimiento de la apariencia, al conocimiento de la esencia; ésta, a su vez, se nos convierte en una apariencia que a un tiempo nos oculta y nos revela una esencia aún más profunda. Frecuentemente, la solución de un problema político u organizativo —por ejemplo el análisis de una situación, la elaboración de una política, la concentración de fuerzas, etc.— está en descubrir concretamente cómo y por qué en una etapa determinada ciertos sucesos manifiestan la esencia de un proceso particular y ciertos otros la enmascaran. Cuando llegamos a conocer la esencia, podemos entender la apariencia bajo una nueva luz. Lenin da un ejemplo: “el movimiento de un río — la espuma por arriba y las corrientes profundas por abajo. ¡Pero incluso la espuma es una expresión de la esencia!”[44]. Cada esencia, cada ley, cada necesidad que el hombre descubre es para él un grado más en el infinito proceso de adquirir más y más conocimiento del proceso universal del devenir en su unidad, su interconexión y su interdependencia.

Sería erróneo suponer que Lenin simplemente escogió los elementos de Hegel que le eran útiles sin desarrollar su pensamiento en un sentido materialista. La dialéctica de la apariencia y la esencia, por ejemplo, es más concreta y más dinámica, y por ello más dialéctica, en las manos de Lenin que en las de Hegel. Para Hegel, apariencia y esencia se hallan en un estado de coexistencia lógica; para Lenin, una y otra se encuentran en una continua interacción dinámica. En ocasiones las contradicciones esenciales adquieren una súbita expresión —de manera dramática y explosiva— en la apariencia, como por ejemplo cuando las guerras y las revoluciones sacuden a la sociedad capitalista. En otros momentos, la apariencia es la palestra de los cambios lentos y graduales bajo la cual la esencia se mantiene en estado latente. El no entender esta interacción dialéctica está en el meollo de gran parte de la confusión actual respecto a los sucesos de la URSS en la mente de los comentaristas e intérpretes que no ven más que la apariencia de las cosas, que la malentienden y que por ello pierden el equilibrio cada vez que los acontecimientos toman un giro inesperado.

La negación de la negación

La ley de la negación de la negación (“Es un desarrollo que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero las repite de otro modo, sobre una base superior…, un desarrollo, por decirlo así, en espiral y no en línea recta”)[45] es fundamental para un entendimiento adecuado de la naturaleza profundamente contradictoria del desarrollo por etapas, del surgimiento de una contradicción nueva a partir de una vieja, y del modo en que ésta se subsume, llega a trascender, a “eliminar[se]…(al mismo tiempo conservar[se])”[46] en aquélla. No obstante su “abolición” por parte de Stalin, esta ley sigue operando obstinadamente en la naturaleza y la sociedad, incluso dentro de la Unión Soviética.

Lenin consideraba la negación el elemento más importante de la dialéctica:

“Ni la negación vacía, ni la negación inútil, ni la negación escéptica, [ni] la vacilación [ni] la duda son características [de o] esenciales [en] la dialéctica —que sin duda contiene el elemento de negación y en verdad como su elemento más importante—, no, sino la negación como un momento de la conexión, como un momento del desarrollo, que retiene lo positivo, es decir, sin vacilaciones, sin eclecticismos”[47].

Entendida dialécticamente, la negación no es una mera negatividad vacía, la aniquilación o destrucción de algo, sino que es algo “en igual grado positivo…es algo definido, tiene un contenido definido, las contradicciones internas llevan al remplazo del viejo contenido por otro nuevo, superior”[48]. Lo viejo se ve superado una vez que ha producido las condiciones que hacen posible lo nuevo, cuando sus contradicciones internas lo han empujado más allá de sí mismo; por decirlo así, lo han llevado a ser su propia “negación”. Su propio desarrollo lo lleva a negarse a sí mismo; sin embargo, el avance contenido en la vieja etapa no se destruye, queda subsumido, “trascendido”, superado y preservado en la nueva.

El concepto de negación es, por decirlo así, el punto de intersección entre, por un lado, las leyes dialécticas de la identidad y la lucha de los contrarios y, por el otro lado, la de la transformación de cantidad en calidad. Se dice que un proceso ha sido negado cuando la lucha de los contrarios que lleva dentro lo conduce más allá del límite cualitativo. Suele decirse que “en cada cosa están las semillas de su propia destrucción”. Sería más correcto decir “…de su propia negación” —y es probablemente más preciso aún decir “todo contiene su propia negación”—, pues la negación es lo nuevo que crece dentro del vientre de lo viejo y termina por suplantarlo.

Pero este es un proceso interminable. Cada nueva etapa se vuelve vieja con el tiempo, cada negación es en sí la palestra de nuevas contradicciones, el terreno de una nueva negación que lleva inexorablemente a un nuevo salto cualitativo, a una etapa todavía más alta de desarrollo, llevando consigo los avances conseguidos en las etapas previas y con frecuencia aparentando repetir —en un nivel superior, enriquecido por el desarrollo intermedio— una etapa ya superada.

La negación de la negación es, pues, una “trascendencia” ulterior, otro superarse y preservarse de las etapas pasadas en las etapas nuevas. Frecuentemente hay un retorno, en un nivel superior, al punto de partida original.

Con demasiada frecuencia, la negación de la negación se presenta como la “suma de ejemplos”, y a menudo de ejemplos trillados, por cierto. Debe ejemplificarse, sí, pero la ley es una abstracción, y su contenido no se agota ni se clarifica plenamente mediante ejemplos, pues se trata de una ley universal de la naturaleza, de la sociedad y del conocimiento humano.

La aparición de las clases y la posterior destrucción del tejido entero de la sociedad comunista “primitiva” fue una negación de esa sociedad. En muchos sentidos, el comunismo será un retorno, a escala mundial, a las relaciones y actitudes humanas de la sociedad “primitiva” enriquecidas por todas las conquistas y descubrimientos científicos, tecnológicos y culturales de cinco mil años de sociedad de clases: en otras palabras, la negación de la sociedad de clases, la negación de la negación.

El conocimiento viejo se ve continuamente remplazado —negado, no destruido— por el nuevo. Hegel describió bastante bien este proceso. “El conocer”, escribió, “se va desarrollando de contenido a contenido”. El concepto, “en cada grado de ulterior determinación…eleva toda la masa de su contenido precedente y, por su progresar dialéctico, no sólo no pierde nada, ni deja nada tras de sí, sino que lleva consigo todo lo adquirido”[49]. “Este extracto”, comentó Lenin, “no es del todo malo como una especie de resumen de la dialéctica”[50]. Pero donde Hegel veía el autodesarrollo de la Idea, Lenin veía el reflejo del desarrollo de la realidad material en el conocimiento humano, que se encuentra eternamente en un proceso de profundización.

En todo proceso de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, encontramos una u otra forma de esta “repetición en una etapa superior, de ciertos rasgos, propiedades, etc., de lo inferior y el aparente retorno a lo antiguo”[51].

Método

Como estaba “absorbido por sutilezas filosóficas”, Lenin postuló en dos ocasiones, de manera tentativa pero muy sugerente, los elementos del método dialéctico. En “Una vez más acerca de los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky y Bujarin” (1921), los requisitos de la lógica dialéctica se presentan bajo cuatro rubros. “Primero, para conocer realmente un objeto, debemos considerar y examinar todos sus aspectos, sus conexiones e ‘intermediaciones’… Segundo, la lógica dialéctica exige que el objeto sea tomado en su desarrollo, en su cambio, en su ‘automovimiento’… Tercero, la ‘definición’ completa de un objeto debe incluir toda la experiencia humana como criterio de la verdad y como indicador práctico de su conexión con las necesidades del hombre. Cuarto, la lógica dialéctica sostiene que ‘la verdad siempre es concreta, nunca abstracta’”[52].

En los Cuadernos filosóficos el método dialéctico se resume desde otro ángulo en 16 puntos que, aunque tersos y no ejemplificados, constituyen una presentación altamente dialéctica de este método:

“1)  La objetividad de la consideración (no ejemplos, no [digresiones], sino la cosa en sí).

2)  La totalidad íntegra de las múltiples relaciones de esa cosa con las otras.

3)  El desarrollo de esa cosa [o fenómeno], su propio movimiento, su propia vida.

4)  Las tendencias (y los aspectos) internas contradictorias en esa cosa.

5)  La cosa (fenómeno, etc.) como suma y unidad de los contrarios.

6)  La lucha, el despliegue de esos contrarios, tendencias contradictorias, etc.

7)  La unión del análisis y la síntesis: [el análisis] de las partes separadas y la totalidad, la suma de dichas partes.

8)  Las relaciones de cada cosa (fenómeno, etc.) no sólo son múltiples, sino generales, universales. Cada cosa (fenómeno, proceso, etc.) está vinculada con todas las demás.

9)  No sólo la unidad de los contrarios, sino la transición de CADA determinación, cualidad, rasgo, aspecto, propiedad, a cada uno de los otros (¿a su contrario?).

10)  El infinito proceso del descubrimiento de nuevos aspectos, relaciones, etc.

11)  El infinito proceso de profundización del conocimiento por el hombre de la cosa, de los fenómenos, los procesos, etc., del fenómeno a la esencia y de la esencia menos profunda a la más profunda.

12)  De la coexistencia a la causalidad y de una forma de conexión y de interdependencia a otra forma más profunda, más general.

13)  La repetición, en una etapa superior, de ciertos rasgos, propiedades, etc., de lo inferior y

14)  El aparente retorno a lo antiguo (negación de la negación).

15)  La lucha del contenido con la forma, y a la inversa. El rechazo de la forma, la transformación del contenido.

16)  La transición de la cantidad a la calidad y viceversa (15 y 16 son ejemplos de 9)”[53].

Quienes encuentren demasiado sentenciosas estas 16 “sutilezas filosóficas” encontrarán ejemplos prácticos de su aplicación concreta a lo largo de los escritos políticos de Lenin. “La dialéctica”, escribió, “puede ser definida como la doctrina de la unidad de los contrarios. Esto encarna la esencia de la dialéctica, pero requiere explicaciones y desarrollo”[54]. Esa explicación y ese desarrollo —la dialéctica materialista en acción— pueden verse de la manera más concreta en la construcción del Partido Bolchevique, la realización de la Revolución de Octubre, la conducción del estado soviético e incluso la campaña contra la burocracia que Lenin libró desde su lecho de enfermo hasta que la muerte lo silenció. Quienes estudien el enfoque de Lenin a los problemas que fue enfrentando en el curso de tres décadas de actividad política estarán estudiando la aplicación maestra del método dialéctico en el “análisis concreto de condiciones concretas”.

*   *   *

Este artículo apenas ha tocado el borde de la obra creativa de Lenin como filósofo marxista. Otros campos de gran interés y actualidad, como sus opiniones sobre la objetividad y la toma de partido y su teoría sobre las formaciones socioeconómicas, tuvieron que ser omitidos, ya que ésta es principalmente una polémica y no un artículo expositivo. A su vez, sólo se discutió una muy pequeña parte de “Humanismo socialista”: apenas un par de páginas de las 38 que lo componen. En las 36 restantes hay muchas cosas sugerentes (y muchas excelentes). Pero el pasaje comentado aquí plantea cuestiones fundamentales para el marxismo, y “una cucharada de alquitrán arruina un barril de miel”. O, como señaló alguien alguna vez, “dejar el error sin refutación equivale a estimular la inmoralidad intelectual”.

Notas

1. The New Reasoner, Vol. 1, No. 1, verano de 1957. Regresar

2. Materialismo y empiriocriticismo (Obras completas, Tomo XIV, Akal Editor-Ediciones de Cultura Popular, México, D.F.: s/f, p. 81). Regresar

3. Ver, por ejemplo, El capital, Dialéctica de la naturaleza, Anti-Dühring. Regresar

4. Sin embargo, la “excepcionalidad” del pensamiento humano no debe exagerarse. En sus niveles de abstracción más elementales, éste no difiere del proceso mental de los animales superiores más que en grado. Regresar

5. Lenin, Cuadernos filosóficos, en Obras completas, Tomo XLII, p. 146. Regresar

6. Aquí Thompson —aunque quizá sin saberlo— no está diciendo nada nuevo. Hace dos años, en su libro Les aventures de la dialectique, M. Merleau-Ponty, profesor del Collège de France, se anticipó a su ataque contra la teoría marxista-leninista del reflejo, a la que llamó “un retorno al realismo ingenuo”. Regresar

7. Cuadernos filosóficos, p. 185. Regresar

8. Ibíd, p. 210. Regresar

9. Ibíd, p. 342. Regresar

10. Ibíd, p. 174. Regresar

11. Ibíd, p. 200. Me parece que ésta y las decenas de citas similares que se pueden extraer de los Cuadernos filosóficos se hacen cargo de la segunda “falacia” que encuentra Thompson: “la repetida declaración, expresada emotivamente, de que la realidad material es lo ‘primario’ y ‘la conciencia, el pensamiento y las sensaciones’ son lo ‘secundario’, lo ‘derivado’”. Thompson comenta: “Esto es cierto en parte; pero debemos prevenirnos contra la emotiva nota callada de que por lo tanto el pensamiento es menos importante que la realidad material”. Estas son palabras de alguien que es “en parte” materialista. La declaración de que la conciencia es secundaria y derivada no implica nada respecto a su importancia; habla sólo de su origen. Regresar

12. Aquí también, Thompson sigue los pasos de…M. Merleau-Ponty, que caricaturiza el materialismo histórico al hablar de “determinismo económico”, de “deducir la totalidad de la cultura a partir de la economía”, de las supuestas exigencias de los marxistas de que la historia de la cultura debe siempre y estrictamente correr “paralela a la historia política” y de que el arte se juzgue por “criterios políticos inmediatos” y por la “conformidad política del autor”. Regresar

13. Lo anterior a pesar de que “la interacción entre el medio ambiente social y la acción consciente…era central en su pensamiento” y aunque el propio Marx consideraba “el pasar por alto la acción” como “la debilidad del materialismo mecánico”. Thompson no intenta siquiera explicar esta evidente paradoja. Regresar

14. K. Marx, Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política, Obras escogidas (en 3 tomos), T. I, p. 518. Regresar

15. Ibíd., p. 518. Cf. El capital, T. I, La ideología alemana, T.B. Bottomore y Maximilien Rubel, Karl Marx: Selected Writings in Sociology and Social Philosophy (1956), p. 77; Marx y Engels, Correspondencia; Marx y Engels, Obras escogidas, T. II, etc., etc. Regresar

16. Engels, carta a Mehring, 14 de julio de 1893, en Marx y Engels, Obras escogidas, T. III, p. 523. Cf. también p. 515: “El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones”. Regresar

17. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858 (México: Siglo XXI, 1971), p. 31. Regresar

18. “León Tolstoi, espejo de la revolución rusa”, Obras completas, T. XV, pp. 212-216. Regresar

19. Engels, carta a Mehring, Obras escogidas, T. III, p. 524. Regresar

20. G. Lukács, Estudios sobre el realismo europeo. Regresar

21. Cf. Marx y Engels, La ideología alemana. Regresar

22. Lenin, ¿Qué hacer? en Obras completas, T. V, p. 376. Regresar

23. Materialismo y empiriocriticismo, Obras completas, T. XIV, p. 179. Regresar

24. Ibíd., pp. 313-314. Regresar

25. Cuadernos filosóficos, p. 210. Regresar

26. Anti-Dühring (México: Ed. Grijalbo, 1968), p. 104. Regresar

27. Cuadernos filosóficos, p. 147. Regresar

28. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana en Marx y Engels, Obras escogidas, T. III, p. 385. Regresar

29. Lenin, “Carlos Marx (Breve esbozo biográfico con una exposición del marxismo)” en Obras completas, T. XXII, pp. 149-150. Regresar

30. “Cuando el proletariado anuncia la disolución del orden social actual, no hace sino enunciar el secreto de su propia existencia, pues él constituye por sí mismo la disolución efectiva de ese orden social”; Marx, “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, publicada en México como Filosofía de la revolución (Ed. Dialéctica, s/f, p. 65). Cf. también Marx, Miseria de la filosofía (México: FCE, 1988), p. 98: “A medida que avanza la historia y con ello va perfilándose más claramente la lucha del proletariado, [los comunistas] ya no tienen que extraer la ciencia de sus cabezas; les bastará con tomar conciencia de lo que ocurre ante sus ojos y convertirse en órganos de ello”. Regresar

31. Materialismo y empiriocriticismo, p. 314. Regresar

32. Ibíd., p. 180. Regresar

33. Anti-Dühring, p. 280. Regresar

34. Materialismo y empiriocriticismo, pp. 232-233. Regresar

35. Tras la muerte de Stalin ocurrió una especie de “rehabilitación” de las categorías dialécticas en la obra filosófica soviética. Ver, por ejemplo, G. Gak, “The Categories of Materialist Dialectics” [Las categorías de la dialéctica materialista], Kommunist, 1954, No. 13, traducido al francés en Recherches Soviétiques [Investigaciones Soviéticas] No. 1, pp. 35-57, 1956. Regresar

36. Estas tres fallas no agotan todas las que se encuentran en la sección sobre la dialéctica. Por ejemplo, los cuatro llamados “rasgos principales del método dialéctico marxista” se presentan esquemáticamente, como si su importancia metodológica fuera la misma, y la cuestión del salto cualitativo se plantea de manera burda y confusa. Por quince años este folleto le ha dado a millones de personas su primera explicación de la filosofía marxista —y a menudo la única—, lo cual es una verdadera lástima. La dialéctica materialista es mucho más dialéctica de lo que la hace parecer el refrito que hizo Stalin a partir de artículos de periódico de 1906. Regresar

37. Cuadernos filosóficos, p. 106. Regresar

38. Ibíd., p. 107. Regresar

39. Ibíd., pp. 327-328. Regresar

40. Ibíd., p. 327. Regresar

41. Ibíd., p. 93. Regresar

42. Ibíd., p. 329. Regresar

43. Ibíd., p. 129. Un “momento” es un factor activo y determinante de todo proceso. Regresar

44. Ibíd., p. 126. Regresar

45. “Carlos Marx”, p. 147. Regresar

46. Cuadernos filosóficos, p. 104. “La palabra Aufheben [eliminar] tiene en el idioma [alemán] un doble sentido: significa tanto la idea de conservar, mantener, como, al mismo tiempo, la de hacer cesar, poner fin”. —Hegel, Ciencia de la lógica (Buenos Aires: Ediciones Solar, 1968), p. 50. Regresar

47. Cuadernos filosóficos, p. 214. Regresar

48. Ibíd., p. 97. Regresar

49. Hegel, op.cit., pp. 488-489. Regresar

50. Cuadernos filosóficos, p. 219. Regresar

51. Ibíd., p. 210. Regresar

52. “Una vez más acerca de los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky y Bujarin”, Obras completas, T. XXXIV, p. 374. Regresar

53. Cuadernos filosóficos, pp. 209-210. Regresar

54. Ibíd., p. 210. Regresar

¡SUELTEN A ADOLFO GILLY!

¡SUELTEN A ADOLFO GILLY!

Publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 1, por la Spartacist League de los EE.UU. en octubre de 1966.

Pedimos la libertad incondicional de Adolfo Gilly y todos los presos políticos en México. Un ataque contra uno siempre se transforma en ataques contra muchos. No permitamos que el gobierno mexicano se regocije por su estilo de “democracia.” Pedimos a todos los que se interesen por el bienestar y las vidas de los revolucionarios encarcelados en México que demanden su inmediata libertad dirigiéndose a:

Embajada Mexicana
2829 N. W. 16th Street
Washington D. C.

o a las embajadas mexicanas en cualquier país.

Juez Primero de Distrito en Materi
Eduardo Ferrer McGregora Penal
Bucareli 24
México D. F. México

El morenismo y la posición de la UIT en Siria

¿Movimiento dirigido por la oposición burguesa o “revolución democrática”?

El morenismo y la posición de la UIT en Siria

Por Leandro Torres, octubre de 2012

Hace poco tiempo nosotros publicamos una declaración sobre el conflicto que se está desarrollando en Siria entre la dictadura de Bashar Al-Assad y las tropas armadas de la oposición burguesa organizadas en el Consejo Nacional Sirio (CSN), que intentan se imponer como nuevos jefes del país. En nuestra declaración (de septiembre de 2012) insistimos en la importancia fundamental de organizar un movimiento de los trabajadores, en oposición a todos los sectores de la burguesía, incluso los rebeldes dirigidos por el CNS. Compartimos el inmenso odio contra la dictadura burguesa de Bashar; pero creemos que la victoria de un movimiento armado dirigido por la oposición burguesa de Siria no puede representar ningún interés (ni democrático ni social) para la clase obrera.

La Unidad Internacional de los Trabajadores (UIT) defiende una política bastante distinta. La explicación para esa divergencia está en el abismo existente entre el programa trotskista y el programa formulado y defendido históricamente por el dirigente argentino Nahuel Moreno. La UIT surgió en 1995 de una ruptura en la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT) – la organización internacional fundada por Moreno – y sigue revindicando el legado teórico de este dirigente.

La “revolución democrática” de Moreno

Ese concepto es la “piedra angular” de la teoría revisionista desarrollada por Nahuel Moreno para justificar sus meandros oportunistas. En su libro “Las Revoluciones del Siglo XX” (1984), por ejemplo, Moreno distorsiona por completo el concepto de revolución socialista para encajarlo a sus necesidades de adaptarse a las direcciones de las luchas contra las dictaduras de América Latina (entonces en desarrollo), llamándolas de “revoluciones democráticas triunfales” que tendrían sido lideradas por sectores de la burguesía. Así, el concepto morenista de revolución no tiene un contenido político clasista, obrero:

“Lo que Trotsky no planteó, pese a que hizo el paralelo entre el stalinismo y el fascismo, fue que también en los países capitalistas era necesario hacer una revolución en el régimen político: destruir al fascismo para reconquistar las libertades de la democracia burguesa, aunque fuera en el terreno de los regímenes políticos de la burguesía, del estado burgués. Concretamente, no planteó que era necesaria una revolución democrática que liquidara al régimen totalitario fascista, como parte o primer paso del proceso hacia la revolución socialista, y dejó pendiente este grave problema teórico.”

― “Las Revoluciones del Siglo XX”, 1984 (nuestra énfasis)
http://www.marxists.org/espanol/moreno/rsxx/vi-x.htm

Diseñando una estrategia casi etapista para el combate a las dictaduras en general, y la realidad latino-americana de la época en especial, Moreno necesitó falsificar deliberadamente el pensamiento de Trotsky, que fue muy claro al encontrarse con cuestiones de las tareas de los revolucionarios delante una dictadura burguesa (por ejemplo, el fascismo). El programa trotskista afirmaba que la derrocada de una dictadura burguesa se debería dar a través de una revolución proletaria capaz de crear un Estado de la clase trabajadora y expropiar incluso los sectores “democráticos” de la burguesía; o sea, nada de “revolución en el régimen político” como “primer paso” del proceso hasta la revolución socialista. Por el contrario, las formulaciones de Trotsky y de la Cuarta Internacional se oponen a todo tipo de etapismo:

“¿Significa esto que Italia [fascista] no puede convertirse nue¬vamente, durante un tiempo, en un estado parlamenta¬rio o en una ‘república democrática’? Considero – y creo que en esto coincidimos plenamente – que esa eventualidad no está excluida. Pero no será el fruto de una revolución burguesa sino el aborto de una revolu¬ción proletaria insuficientemente madura y prematura. Si estalla una profunda crisis revolucionaria y se dan batallas de masas en el curso de las cuales la vanguar¬dia proletaria no tome el poder, posiblemente la bur¬guesía restaure su dominio sobre bases ‘democráticas’.”

― “Problemas de la revolución italiana”, 14 de mayo de 1930 (nuestra énfasis)
http://marxists.org/espanol/trotsky/ceip/escritos/libro1/T01V404.htm

Ya Moreno prefirió definir como “revoluciones victoriosas” procesos políticos hegemónicos para la burguesía, dejando el programa de la revolución proletaria para los días de fiesta, defendiendo vergonzosamente la necesidad de una etapa o “primer paso” de carácter democrático-burgués que precediera a la revolución socialista en la lucha contra regímenes dictatoriales burgueses. Los morenistas siempre apoyan a los movimientos de popularidad dirigidos por fuerzas burguesas y luchan para elevarlas al poder, dejando para un futuro incierto la necesidad concreta de la revolución socialista. En realidad por lo tanto la “revolución democrática” en el régimen burgués, a ser dirigida por partidos de otras clases, nada más es que una fórmula para mantener el proletariado iluso de que está conquistando “victorias revolucionarias” mientras en la verdad permanece bajo el dominio de la burguesía y del imperialismo.

Las tareas revolucionarias en Siria y la posición de la UIT

En cuanto a las tareas revolucionarias en Siria, defendemos la necesidad de criar un amplio movimiento del proletariado, políticamente independiente de las fuerzas burguesas. A través de reivindicaciones transitorias, es necesario que ese movimiento luche para combinar un combate a los efectos de la crisis económica (como el crecimiento del desempleo y el precio de los alimentos) con una lucha consecuente por libertades democráticas y por el socialismo.

Apuntamos que la burguesía Siria está presa por el ombligo al atraso que hoy existe en el país y cuja expresión más visible es el fundamentalismo religioso de muchas de sus facciones y la sumisión política y dependencia estructural de toda esa clase a las burguesías imperialistas. El suceso de una lucha por los derechos democráticos en Siria, que incluyen la emancipación de las mujeres, de la minoría curda, la distribución de la tierra y la liberación del país del imperialismo pasan necesariamente por la expropiación de los capitalistas.

La dirección de la UIT algunas veces intenta crear la impresión de que defiende los mismos principios generales que acabamos de exponer. Por ejemplo

“Fraternalmente le decimos al heroico pueblo sirio que sólo un gobierno basado en sus propias organizaciones insurgentes de base, como los Comités de Coordinación Locales y organizaciones obreras y populares, el rechazo a la intervención imperialista y la ruptura y expropiación del imperialismo y del clan Assad, puede llevarlos a conquistar sus objetivos democráticos y sociales de fondo.”

― “Siria: ¡basta de masacres al pueblo!”, marzo de 2012.
http://www.uit-ci.org/index.php/noticias-y-documentos/revolucion-arabe/2-siria-ibasta-de-masacres-al-pueblo

Pero mismo analizando superficialmente su declaración, se hacen evidentes dos importantísimas diferencias; la primera es sobre los Comités de Coordinación Locales que la UIT llama para componer un gobierno juntamente a las organizaciones obreras y populares. Al principio un gobierno de organizaciones obreras y populares puede ser entendido en cuanto un gobierno directo de los trabajadores, un gobierno tipo soviético, asentado sobre un Estado obrero. Pero los Comités de Coordinación Locales que vienen transmitiendo noticias sobre los conflictos y ayudando a la convocatoria y organización de protestos en las calles, son parte de la coalición dominada por la oposición burguesa proimperialista, el mencionado Consejo Nacional Sirio.

Así, ese organismo está política y organizacionalmente sometido a la misma burguesía que tiene llamado repetidas veces para que la ONU realice una intervención armada en el país, lo que solamente serviría para apretar aún más la cuerda imperialista que ya asfixia el pueblo sirio. Un gobierno conformado por tal organización será necesariamente no un gobierno directo de los trabajadores,  sino un gobierno de un brazo subordinado al CNS.

Considerando que la UIT formó el último Primero de Mayo una reunión de “solidaridad internacional al pueblo sirio y la revolución”, realizada en Regueb (Túnez) (confire Llamamiento de Regueb-Tunez en apoyo al pueblo sírio, disponible em http://goo.gl/76Dwo) no podemos tener dudas que estos no saben de la sumisión de los “Comités Locales” al CNS. Como veremos más adelante, su apoyo a los Comités, la “ala izquierda” del CNS burgués, no es un equívoco derivado de la falta de informaciones, sino una política consciente.

La segunda diferencia es a respecto de la tarea revolucionaria de expropiar la burguesía cómo clase. La declaración de la UIT llama por la expropiación del imperialismo y del clan Assad, lo que sin duda colocaría en las manos del proletariado importantes recursos agrónomos, industriales y tecnológicos. ¿Y qué hacer de la burguesía nativa que no hace parte del clan Assad? ¿Acaso los empresarios proimperialistas del CNS merecen perdón del proletariado por años de convivencia con Assad y de exploración de los trabajadores solamente porque decidieran desabrochar un conflicto armado y gobernar por si propios el país?

La ausencia de un llamado claro por la expropiación de toda burguesía siria (incluyendo los supuestos “líderes” burgueses de la supuesta “revolución”) sumada al apoyo a los “Comités de Coordinación Locales” nos dice mucho sobre la posición de la UIT en Siria. Esa posición solo hace sentido si salimos del campo del trotskismo y nos metemos en la oportunista tradición morenista.

Aunque critica los líderes del CNS, la UIT no apunta el carácter burgués del movimiento armado que él dirige en la lucha por el poder. Eso no es al acaso: sirve para disfrazar el apoyo incondicional dado por la UIT a ese movimiento con liderazgo y programa proimperialista, con la esperanza de que él represente un “primer paso” para la victoria de la clase trabajadora. Considerando que el conflicto sirio es una “revolución democrática” dirigida por sectores burgueses contra un régimen dictatorial, la UIT

“… llama a la más amplia unidad de acción mundial, a todos los sindicatos, movimientos populares, corrientes de izquierda, democráticas y antiimperialistas para parar las masacres y apoyar incondicionalmente la rebelión popular para echar a la dictadura de Al Assad. Reclamamos a los gobiernos, la ruptura de relaciones con la dictadura siria. ¡Convocamos a repudiar todo intento de intervención imperialista! ¡Que los pueblos y la juventud de los países árabes, en especial de Egipto, Libia y Túnez, se movilicen para exigir a sus gobiernos que envíen armas y voluntarios al pueblo rebelde sirio!”

La UIT sigue la lógica según la cual el conflicto es una “revolución” al estilo morenista; no se faz necesario hablar en el eje de clase, sino en el “pueblo” sirio en general (que también no parece incluir a los pueblos curdos y otras minorías que desconfían de la oposición burguesa); no se busca comprender cuáles fuerzas de clase son la dirección política en el movimiento oposicionista o cuál es su programa o trayectoria; simplemente se “apoya incondicionalmente la rebelión popular”; no se defiende como una premisa básica para cualquier victoria de la clase obrera la creación de un movimiento proletario políticamente independiente de la oposición burguesa y sus brazos, como los Comités de Coordinación Locales, sino que se “exige a los gobiernos” (burgueses) que “envíen armas y voluntarios al pueblo rebelde sirio”.

Marxistas no actúan de esta forma. Frente a todo proceso de lucha, analizamos las clases envueltas. En el caso sirio los sectores directamente en lucha son la odiosa oposición burguesa proimperialista del CNS, que dirige el movimiento rebelde, y la igualmente odiosa burguesía dictatorial representada por Assad. Defendemos así un programa proprio del proletariado: por eso decimos claramente que la victoria de cualquier uno de los actuales campos burgueses no significa paso al frente o avanzo con relación a la perspectiva revolucionaria.

La nota de un grupo con el cual la UIT mantiene relaciones fraternales y que fue reproducida en su sitio (indicando una concordancia política en términos generales) reconoce que

“La falta de la intervención activa de la clase obrera en la revolución y la carencia de una dirección política revolucionaria crea una situación de ‘empate’ y hace que los que buscan la salida en una intervención del imperialismo ganen terreno dentro de la oposición.”

― “La ONU y Bashar contra la revolución Siria”, 16 de abril de 2012
http://uit-ci.org/index.php/noticias-y-documentos/noticias-internacionales/54-la-onu-y-bashar-contra-la-revolucion-siria

Pero la ausencia de la clase obrera de forma organizada o de su “intervención activa” no impide que la UIT clasifique al proceso de “revolucionario”. Entonces, ¿cuál clase “revolucionaria” está encampando dicho proceso? A pesar de que critica el CNS, la UIT toma la conclusión de que un movimiento que no tiene “la intervención activa de la clase obrera”, y que sigue un liderazgo y programa burgués puede representar los intereses revolucionarios de la clase obrera.

Siguiendo las lecciones morenistas, la UIT se pone lado a lado con la lucha de la oposición burguesa liderada por el CNS, caracterizando el movimiento como una “revolución” y no habla de la necesidad urgente de construir un partido revolucionario capaz de llevar las masas trabajadoras a un papel protagonista en una lucha en contra de la dictadura burguesa e incluso de la oposición proimperialista del CNS. Un proceso cómo ese sería el único que podría ser llamado de revolución. La declaración de los colaboradores internacionales de la UIT apunta que

“Construcción de comités de solidaridad con la Revolución siria; cooperación de estos comités de solidaridad con los Comités Regionales de Coordinación, que son auto organizaciones de masas que lideran las movilizaciones; suministrar armas, munición y material de sanidad a las fuerzas revolucionarias; daría un impulso enorme a la Revolución siria.”

Así como sus compañeros de la UIT, el “Comité de Enlace Internacional” (compuesto por los grupos “Lucha Internacionalista” de Espanã y el “Frente de Trabajadores” de Turquía) que corrobora la declaración, defiende los “Comités Locales” sumisos al CNS, clama por el fortalecimiento de las “fuerzas revolucionarias” armadas (que sólo pode ser comprendido cómo un llamado para fortalecer el Ejército Libre Sirio, brazo armado del CNS financiado por estados burgueses vecinos y potencias imperialistas) y posiciona en segundo plano, o mismo ignora, la necesidad de un partido revolucionario y de un proletariado que se separe políticamente de la burguesía o de las “masas” en general.

Distintamente de la UIT, nos basamos en el legado de Leon Trotsky, y no en el de Nahuel Moreno, que son opuestos por la raíz. Para nosotros, el establecimiento hoy en Siria de un gobierno del CNS o de su “ala izquierda” de los Comités de Coordinación Locales, no será nada más que “el aborto de una revolu-ción proletaria insuficientemente madura y prematura”. Una vez en el poder, estos dirigentes burgueses usarían las armas de su ejército “libre” en contra de cualquier oposición proletaria o cualquier uno que hablara de expropiación o ruptura con el imperialismo. Traición y derrota: eso es lo que espera el proletariado sirio en caso de este apoyar una victoria del CNS, venga este a gobernar abiertamente o a través de grupos a él subordinados. La UIT, así como tantos otros grupos en la izquierda, está ayudando a preparar el clima para que los trabajadores sirios sean pegos en una trampa.

***

Reproducimos a continuación un extracto de nuestra declaración sobre Siria, sobre la posibilidad de que el país sea víctima de una intervención imperialista. La declaración fue originalmente publicada en septiembre de 2012.

La amenaza de una intervención del imperialismo

Mientras están sumergidos en una compleja crisis económica y aún pagan los costos de guerras u ocupaciones lanzadas contra otros países semicoloniales, los imperialismos estadunidense y europeo no están acudiendo inmediatamente a los llamados del CNS por intervención.

El presidente de una comisión de observadores de la ONU enviada para investigar una masacre que ocurrió en la ciudad de Houla, el brasileño Paulo Piñeiro, habló que: “Siria no es el mismo que Libia”, y apuntó que “El ejército de Siria tiene trecientos mil hombres. Para que tengas una noción, este es el mismo tamaño de las fuerzas armadas brasileñas, pero nosotros somos doscientos millones de personas”. Por esta declaración, queda claro que una intervención imperialista crearía altos costos, humanos y materiales, los cuales los estados imperialistas, hasta ahora, tienen dudas en lanzar debido a sus riscos políticos e militares (a pesar de adoptaren una defensa diplomática de la oposición siria).

Más allá de la cuestión militar, se debe recordar que “Siria no es el mismo que Libia” también en sus reservas naturales. El país no tiene el mismo potencial de extracción de petróleo y otras materias primas que activan el apetito imperialista, haciendo con que una intervención directa no presente la misma posibilidad de retorno financiero que Libia.

Otro factor relevante son las relaciones comerciales que el gobierno Assad posee con Rusia y China. Rusia tiene importantes contratos de fornecimiento de equipamiento militar que le garantizan enormes lucros. Por lo tanto, eses países sistemáticamente bloquearon resoluciones de sanciones económicas y otras medidas agresivas contra su aliado comercial en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y eso ha también impedido hasta ahora una intervención “legal”. Ese impase hace con que la ONU sólo realice misiones de observación, mientras los “Amigos de Siria” proveen algún suporte al CNS por debajo de la mesa.

Sin un apoyo militar directo del imperialismo y con un “Ejército Libre” en gran medida mal articulado y mal entrenado en contra de una poderosa y aún solida máquina de estado, parece que el CNS no logrará una victoria semejante a la que el “Consejo Nacional de Transición” con la intervención armada de la OTAN a su lado derecho, obtuvo en Libia contra el régimen dictatorial de Gadafi. No es sorpresa que más de un año de guerra civil después, la dictadura Assad se mantiene en el poder mientras que el CNS/ELS tiene sufrido algunas amargas derrotas.

Pero independientemente de una indisposición momentánea de los imperialistas para una agresión armada en Siria, los trabajadores con conciencia de clase en todos los países deben decir claramente: ¡Imperialistas, manos fuera de Siria! Una intervención de este tipo en un país ya sometido al capital imperialista sólo podría intensificar la exploración del proletariado y de un pueblo oprimido. Si los imperialistas avanzaren militarmente para apoyar el CNS/ELZ, nuestra actitud en el conflicto será de tomar el mismo lado militar de la nación oprimida, deseando la derrota (aunque por las manos del gobierno de Assad) de los imperialistas y sus lacayos.

Génesis del pablismo

Génesis del pablismo

—de Spartacist No. 21, otoño de 1972. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No. 1.

El Socialist Workers Party (SWP) norteamericano y los pablistas europeos han andado a velocidades diferentes y siguiendo diferentes caminos hacia el revisionismo, hasta converger, en los primeros años del década 60, en difícil alianza -una “reunificación” sin principios políticos- que se ha deshecho ahora al completar el SWP la transición del centrismo pablista a un reformismo descarado. El “Secretariado Unificado” que resultó de la “reunificación” de 1963 hace equilibrios al borde de una escisión abierta; el “anti-revisionista” “Comité Internacional” se deshizo el año pasado. El colapso de los varios pretendientes que compiten por el manto de la Cuarta Internacional provee una oportunidad decisiva para el resurgimiento de una auténtica tendencia trotskista internacional. Lo que es clave para la tarea de reconstruir la Cuarta Internacional a través de un proceso de escisiones y fusiones es un entendimiento de las características y las causas del revisionismo pablista y la reacción defectuosa de los antipablistas que lucharon, poco y tarde, en un terreno nacional mientras que de hecho abandonaban el movimiento mundial.

La Segunda Guerra Mundial: EE.UU. y Francia

Antes de empezar la guerra, Trotsky y la Cuarta Internacional habían creído que la decadencia del capitalismo y el crecimiento del fascismo habían eliminado la posibilidad de existencia del reformismo y, por tanto, de ilusiones democrático-burguesas entre las masas. Sin embargo, no pudieron por menos que darse cuenta más y más de que el repudiamiento del fascismo por parte de la clase obrera y la amenaza de ocupación fascista hicieron surgir el chovinismo social y una renovada confianza en la burguesía “democrática” que permeó a las masas proletarias en toda Europa y los EE.UU. Ante tal contradicción, las fuertes presiones del nacionalismo retrogrado y las ilusiones democráticas en el seno de la clase obrera tendieron a desgarrar las secciones de la Cuarta Internacional, adoptando unas una posición sectaria, capitulando otras ante el social-patriotismo que campeaba entre las masas. El SWP adoptó durante un período corto la “política militar del proletariado”, que pedía el entrenamiento militar bajo control de los sindicatos, planteando implícitamente la idea utópica de que los obreros norteamericanos podían luchar contra el fascismo alemán sin que existiera un estado obrero en los EE.UU., a través del “control” del ejército del imperialismo estadounidense. El trotskista inglés Ted Grant fue aún más lejos, refiriéndose en uno de sus discursos a las fuerzas armadas del imperialismo británico como a “nuestro Octavo Ejército”. El IKD alemán retornó a un menchevismo descarado con la teoría de que el fascismo había trajo consigo la necesidad de “un estadio intermediario equivalente fundamentalmente a una revolución democrática” (“Tres tesis”, 19 de octubre de 1941).

El movimiento trotskista francés, fragmentado durante el curso de la guerra, constituyó el mejor ejemplo de esta contradicción. Uno de sus fragmentos subordinó la movilización de la clase obrera a los apetitos políticos del ala gaulista de la burguesía imperialista; otro grupo renunció a toda lucha en el seno de la resistencia en pro de trabajar exclusivamente al punto de producción y, sin reconocer el nivel de reformismo existente entre los obreros, trató de una manera aventurista apoderarse de las fábricas durante la “liberación” de Paris mientras las masas obreras estaban en las calles. El documento de la “Conferencia Europea” de febrero de 1944, que constituyó la base para una fusión entre dos grupos franceses para formar el Parti Communiste Internacionaliste, caracterizaba a los dos grupos de la siguiente manera:

“En vez de distinguir entre el nacionalismo de una burguesía derrotada que continua siendo una expresión de sus preocupaciones imperialistas, y el ‘nacionalismo’ de las masas que es sólo una expresión reaccionaria de su resistencia contra la explotación del poder imperialista de ocupación, la dirección del POI consideraba la lucha de su propia burguesía corno progresista…”

“el CCI… bajo el pretexto de salvaguardar intacta la herencia del marxismo-leninismo, rehusó obstinadamente a distinguir el nacionalismo de la burguesía del movimiento de resistencia de las masas.”

I. EL AISLACIONISMO DEL SWP

El trotskismo europeo y el trotskismo norteamericano respondieron inicialmente en diferentes maneras a tareas y problemas diferentes que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. El precario internacionalismo del SWP norteamericano, mantenido a través de una íntima colaboración con Trotsky durante su exilio en México, no sobrevivió el asesinato de Trotsky en 1940 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los trotskistas norteamericanos se refugiaron en un aislamiento que sólo parcialmente les había sido impuesto por la desintegración de las secciones europeas bajo las condiciones del triunfo fascista y de la ilegalidad.

En anticipación de las dificultades de coordinación internacional durante la guerra, un Comité Ejecutivo Internacional residente había sido instalado en Nueva York. Su único logro de importancia, sin embargo, parece haber sido el convocar una “Conferencia de Emergencia” de la Internacional, llevado a cabo el 17 de mayo de 1940 “en algún sitio del hemisferio occidental”, a raíz de la iniciativa de las secciones norteamericana, mexicana, y canadiense. Una conferencia parcial, a la que sólo asistieron menos que la mitad de las secciones, la “Conferencia de Emergencia” fue convocada con el propósito de tratar de las ramificaciones internacionales de la separación del grupo Shachtman de la sección estadounidense, que había resultado en la defección de la mayoría del C.E.I. [Comité Ejecutivo Internacional] residente. La reunión se solidarizó con el SWP en la lucha fraccional y reafirmó su posición de única sección estadounidense de la Cuarta Internacional. La conferencia adoptó también un “Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial” escrito por Trotsky. Después de la muerte de Trotsky, sin embargo, el C.E.I. residente desapareció.

Retrospectivamente, al menos la sección norteamericana de la Cuarta Internacional debería haber iniciado un secretariado clandestino en un país neutral en Europa, con miembros competentes del SWP y emigrados de otras secciones, para centralizar y supervisar directamente el trabajo de los trotskistas en los países ocupados por los fascistas. Pero el SWP se contentó con limitar sus actividades internacionales durante la guerra a la publicación en sus boletines internos de cartas y documentos fraccionales de los trotskistas europeos. La aprobación de la Ley Voorhis en 1941, prohibiendo a los grupos estadounidenses la afiliación con organizaciones políticas internacionales (una ley que hasta hoy día nunca ha sido puesto a prueba), dio al SWP una excusa racionalizadora para minimizar sus responsabilidades internacionales.

El trabajo del SWP durante la guerra si evidenció cierta perspectiva internacionalista. Los estibadores de puerto militantes del SWP usaron la oportunidad de los barcos provenientes de Vladivostok que llegaron a la costa oeste para distribuir clandestinamente la “Carta a los obreros rusos” de Trotsky (en ruso) a los marineros soviéticos. El SWP concentró a sus camaradas de la marina mercante en los viajes de abastecimiento a Murmansk hasta que las bajas extremadamente graves forzaron al partido a discontinuar la concentración sobre Murmansk. (Fue en respuesta a dichas actividades por lo que se ordenó al GPU iniciar la red de espionaje anti-trotskista de Soblen. Años más tarde, testigos revelaron que el teléfono de Cannon había sido interferido por el GPU, y que el director administrativo de la revista del SWP Fourth International, un tal “Michael Cort”, fue uno de los agentes del GPU). Pero el mantenimiento y la dirección de la Cuarta Internacional era parte de la responsabilidad internacionalista del SWP, y debería haber sido una prioridad tan urgente como el trabajo que el SWP llevó a cabo por su propia cuenta.

La dirección del SWP pasó por el periodo de la guerra esencialmente intacta, pero reforzada en su insularidad y teóricamente mal equipada para orientarse en la situación de postguerra. Durante los últimos años de la guerra y en el periodo de la postguerra inmediata, la SWP había obtenido algunas victorias notables al implantar sus cuadros en la industria durante el boom y al reclutar una nueva capa de militantes proletarios atraídos hacia los trotskistas a causa de su oposición a la política de social-patriotismo y de paz entre las clases del Partido Comunista.

Optimismo y ortodoxia

El SWP entró en el periodo de la postguerra con un alegre, optimismo en cuanto a los prospectos para una revolución proletaria. La convención de 1946 del SWP y su resolución, “La inminente revolución norteamericana” proyectaron la continuación indefinida de victorias por el SWP. La perspectiva aislacionista del partido se puso en evidencia en la convención. Se reconoció el carácter necesariamente internacional de las crisis y las revoluciones, pero no el carácter internacional concomitante del partido de vanguardia. En efecto, la resolución da excusas para el atraso político de la clase obrera de los EE.UU., al mismo tiempo que alaba su ánimo de lucha y presenta el silogismo siguiente: las batallas decisivas de la revolución mundial serán entabladas en los países avanzados, donde los medios de producción se hayan altamente desarrolladas, donde el proletariado es fuerte, sobre todo en los EE.UU.; por lo tanto es suficiente llevar a cabo la revolución norteamericana y el capitalismo mundial será derrotado. Un impresionismo profundo llegó al SWP al ver el mundo a través de los ojos del capitalismo norteamericano, que había salido de la guerra Incuestionablemente el poder mundial capitalista dominante.

La estabilización de la postguerra del capitalismo europeo; el surgimiento de los partidos estalinistas como los partidos obreros reformistas dominantes en Europa; la expansión del estalinismo en Europa oriental (aparentemente negando en redondo el análisis trotskista de que el estalinismo sólo puede traicionar); la destrucción del capitalismo por formaciones nacionalistas y estalinistas, basadas en los campesinos, en Yugoeslavia y China —todos estos sucesos planteaban nuevos problemas teóricos para el movimiento trotskista que el SWP, desprovisto de una capa de intelectuales de talento por la escisión del pequeñoburgués Shachtman y, poco después, desprovisto de la guía de Trotsky, no podía hacer frente. La respuesta inmediata del SWP fue el retirarse en una “ortodoxia” estéril desprovista de todo contenido real teórico, haciendo así su aislamiento aún más completo.

Los años 50 trajeron una nueva ola de luchas obreras espontáneas en Europa occidental y oriental; pero para el SWP trajeron el comienzo de la caza de brujas de la “guerra fría”: los juicios a causa de la Ley Smith de miembros y antiguos miembros del Partido Comunista; el amortiguamiento de todo aspecto de vida social intelectual; la purga implacable de “rojos” conocidos y militantes del movimiento sindical, cortando la conexión del SWP con el movimiento obrero que había llevado años en construir; el abandono de una capa completa de trabajadores reclutados al SWP durante la última parte de los años 40. La presión objetiva para convertirse en una mera sección de aplauso para los sucesos europeos y coloniales era fuerte, pero el SWP se apegó a su compromiso verbal ortodoxo de llevar a cabo la revolución norteamericana.

II. LA DISOLUCIÓN DE CONTINUIDAD EN EUROPA

La vulnerabilidad del movimiento trotskista europeo ante el revisionismo giraba eh torno a las debilidades históricas de las organizaciones europeas combinadas con la total destrucción de su continuidad con un periodo previo. Cuando en 1934 Trotsky emprendió la lucha para fundar la Cuarta Internacional, a la clase obrera europea -enfrentada a la decisiva elección entre socialismo o barbarismo- le faltaba una dirección comunista. La tarea frente a los miembros de la Cuarta Internacional estaba clara: movilizar a la clase contra la amenaza del fascismo y de la guerra, amasar los cuadros para el partido revolucionario mundial que defendería él internacionalismo proletario frente a la marcha hacia una Guerra imperialista y la capitulación social-chovinista de la Segunda y la Tercera Internacionales. Pero Trotsky se había dado cuenta de la inmensa dificultad para la vanguardia consciente de marchar adelante en un período de derrota total para la clase y de “la terrible desproporción entre las tareas y los medios” (“Luchando contra la corriente”, abril de 1939). La debilidad del movimiento europeo, fue ejemplificada por la sección francesa, que fue criticada repetidamente por Trotsky y cuya desviación “obrerista” pequeñoburguesa y diletantismo fueron tema de una resolución especial en la conferencia, fundadora de la Cuarta, Internacional en 1938.

La Cuarta Internacional se aparejó para su lucha decisiva contra el fascismo y la guerra – y perdió. Durante el curso de la guerra y las ocupaciones nazis los meros rudimentos de la coordinación internacional, y hasta nacional, fueron destruidos. La Internacional se desintegró en pequeños grupos de militantes que perseguían políticas improvisadas: algunos oportunistas, otros heroicos. Los 65 camaradas franceses y alemanes que fueron fusilados por la Gestapo en julio de 1943 a causa de su fraternización revolucionaria derrotista y la construcción de una célula trotskista en las fuerzas armadas alemanas son un monumento al valor internacional de un movimiento revolucionario débil en lucha contra dificultades insuperables.

Cuadros trotskistas decimados

En agosto de 1943 se intentó el restablecimiento de los, rudimentos de una organización en Europa. El Secretariado Europeo establecido en esta reunión en Bélgica incluyó exactamente un solo miembro superviviente de la dirección de antes de la guerra, y mayormente por la inexistencia de cuadros experimentados fue por lo que surgió a la cabeza de la Internacional Michel Pablo (Raptis), un habilidoso organizador clandestino no precisamente conocido por su habilidad como líder o teórico político. Cuando en junio de 1945 se reunió el Comité Ejecutivo Europeo para preparar la reunión de un congreso mundial, los cuadros dirigentes experimentados y los más prometedores de los jóvenes trotskistas (A. Leon, L. Lesoil, W. Held) habían sido matados por los nazis o la GPU. Se había roto la continuidad del trotskismo en Europa. Este trágico proceso se duplicó en otros sitios con el encarcelamiento y la ejecución eventual de Ta Thu Tau y de los trotskistas vietnamitas, la extinción virtual de los trotskistas chinos y la liquidación de los restantes trotskistas rusos (incluyendo, además de Trotsky, Ignace Reiss, Rudolph Klement, y León Sedov). Los europeos estaban aparentemente tan hambrientos de cuadros dirigentes con experiencia que Pierre Frank (miembro dirigente del grupo Molinier que Trotsky denunció como “centristas desmoralizados” en 1935, y a los que expulsó en 1938 por rehusar romper con la socialdemocracia francesa después de “la vuelta francesa”) pudo tomar la dirección de la sección francesa en la postguerra.

En esta coyuntura crucial la intervención y la dirección de un partido trotskista norteamericano, verdaderamente internacionalista podría haber constituido una gran diferencia. Pero el SWP, que debería haber asumido la dirección en la Internacional a todo lo largo de los años de la guerra, estaba hundido en sus propias preocupaciones nacionales. Cannon hizo notar más tarde que la dirección del SWP había deliberadamente reforzado la autoridad de Pablo, llegando, “hasta minimizar una gran parte de nuestras diferencias” (junio de 1953). La responsabilidad urgente del SWP, que cualesquiera que fueron sus deficiencias era la organización trotskista más fuerte y experimentada, era precisamente hacer lo opuesto.

III. REINSERCIÓN DE LA ORTODOXIA

La tarea inmediata frente a los trotskistas después de la guerra era el reorientar a sus cuadros y reevaluar la situación de la vanguardia y de la clase a la luz de las proyecciones previas. Las esperanzas de los trotskistas de regímenes capitalistas tambaleando en Europa occidental y de la renovación de la lucha de clase violenta en toda Europa, especialmente en Alemania donde el colapso del poder estatal nazi dejó un vacío, habían sido confirmadas. Sin embargo, los reformistas, particularmente los partidos estalinistas, se reforzaron en sus intenciones de contener la agitación espontánea de los obreros. El control de la clase obrera francesa por la CGT pasó de la social democracia (SFIO), que había controlado a la CGT antes de la guerra, a los estalinistas franceses. Así, a pesar del espíritu manifiestamente revolucionaria de la clase obrera europea y las grandes olas de huelgas generales, especialmente en Francia, Bélgica, Grecia e Italia, a todo lo largo de Europa occidental el proletariado no tomó el poder y el aparato estalinista surgió con renovada fuerza y solidez.

La Cuarta Internacional respondió retrocediendo a una ortodoxia estéril y a una negación empecinada a creer que estas luchas habían sido derrotadas para el período inmediato:

“Bajo estas condiciones, derrotas parciales… períodos de retirada temporales… no desmoralizan al proletariado…. La repetida demostración por parte de la burguesía de su inhabilidad para reestabilizar una economía y un régimen político de la más mínima estabilidad ofrece a los obreros nuevas oportunidades de avanzar hacia aún más altos estadías de lucha.”

“El aumento en las filas de las organizaciones tradicionales en Europa, por encima de todos los partidos estalinistas… ha alcanzado su máximo en casi todas partes. La fase de declive ha empezada.”

—Comité Ejecutivo Europeo, abril de 1946

Los críticos oportunistas de derechas en el movimiento trotskista (el IKD alemán, la facción del SWP de Goldman-Morrow) estaban en lo cierto al resaltar el optimismo exagerado de tal análisis y al indicar que las direcciones reformistas tradicionales de la clase obrera son siempre los primeros herederos de una renovación en la combatividad y la lucha. Su “solución” sin embargo, fue el preconizar la limitación del programa trotskista a demandas democrático-burguesas, y tales medidas como el apoyo crítico a la constitución francesa burguesa de la postguerra. Su consejo de llevar a cabo una política de entrada en los partidos reformistas europeos fue rechazada de antemano por la mayoría, que esperaba que los obreros se agrupasen más o menos espontáneamente bajo la bandera trotskista. Esta actitud preparó el camino para una brusca vuelta atrás en la cuestión del entrismo cuando la posición implícita de ignorar la influencia de los reformistas no pudo ser mantenido por más tiempo.

La perspectiva de la Cuarta Internacional en la postguerra inmediata fue resumida por Ernest Germain (Mandel) en un artículo titulado “La primera fase de la revolución europea” (Fourth International, agosto de 1946). El título implicó ya el enfoque: “La revolución” estaba implícitamente redefinida como un proceso metafísico durando continuamente y progresando inevitablemente hacia la victoria, en vez de una confrontación brusca y necesariamente limitada en el tiempo sobre la cuestión del poder estatal, y cuyo resultado dará forma a todo el período siguiente.

Estalinofobia

La capitulación subsiguiente, pablista, hacia el estalinismo fue preparada por la exageración impresionista de su opuesto: estalinofobia. En noviembre de 1947 el Secretariado Internacional de Pablo escribió que la Unión Soviética se había vuelto:

“un estado obrero degenerado hasta el punto en que todas las manifestaciones progresistas de lo que queda de las conquistas de Octubre están más y más neutralizadas por los desastrosos efectos de la dictadura estalinista. “

“Lo que queda de las conquistas de Octubre está perdiendo más y más su valor histórico como una premisa para el desarrollo socialista.”

“… De las fuerzas de ocupación rusas o de los gobiernos pro-estalinistas, que son completamente reaccionarias, no pedimos la expropiación de la burguesía….”

En el seno del SWP, circulaba el rumor de que Cannon estaba flirteando con la caracterización de que la Unión Soviética se había vuelto un estado obrero totalmente degenerado, o sea, un régimen de “capitalismo de estado” – una posición que fue abrazada en breve por Natalia Trotsky.

Sobre la cuestión de la expansión estalinista en Europa oriental, la Cuarta Internacional estaba unida en una ortodoxia simplista. Una discusión extensa de “El Kremlin en Europa oriental” (Fourth International, noviembre de 1946), por E. R. Frank (Bert Cochran) fue agudo en su tono anti-estalinista y tendió hacia una visión de que los países ocupados por el Ejército Rojo iban a ser mantenidos deliberadamente como estados capitalistas. Una polémica contra Shachtman por Germain fechada el 15 de noviembre de 1946 fue aún más categórica: se desecha simplemente como “absurda” la teoría de “la instalación de un estado obrero degenerado en un país sin una revolución proletaria previa”. Y Germain pregunta retóricamente “¿Piensa [Shachtman] realmente que la burocracia estalinista ha conseguido derrotar al capitalismo eh la mitad de nuestro continente?” (Fourth International, febrero de 1947).

El método seguido aquí es el mismo que el que siguió más cínicamente el “Comité Internacional” en años más tarde sobre la cuestión de Cuba (¿Perplejos? ¡Entonces negar la realidad!) con la diferencia de que el carácter de clase de Europa occidental, con instituciones económicas capitalistas, pero con el poder estatal en las manos del ejército de ocupación de un estado obrero degenerado, era mucho más difícil de entender. Los empiricistas y los renegados, por supuesto, no tuvieron ninguna dificultad en caracterizar los estados de Europa oriental:

“Todo el mundo sabe que en los países donde los estalinistas han tomado el poder han procedido, a una u otra velocidad, a establecer exactamente el mismo régimen económico, político y social que existe en Rusia. Todo el mundo sabe que la burguesía ha sido o está siendo rápidamente expropiada, desprovisto de todo su poder económico, y en muchos casos, desprovisto de su existencia mortal… Todo el mundo sabe que los restos que quedan del capitalismo en esos países no serán ni siquiera restos mañana, que la tendencia en su totalidad es a establecer un sistema social idéntico al de la Rusia estalinista.”

—Max Shachtman, “El congreso de la Cuarta Internacional”, New International, octubre de 1948

Por muy penoso que este ridículo ha sido para ellos, sin embargo, los trotskistas ortodoxos estaban atrapados por su análisis porque no podían construir una teoría para explicar la transformación de Europa oriental sin abrazar conclusiones no revolucionarias.

Germain, como le era típica en esos años, al menos planteaba el dilema teórico claramente: ¿es correcto el entendimiento trotskista del estalinismo si el estalinismo se muestra capaz de querer en algunos casos llevar a cabo cualquier suerte de transformación social anticapitalista? Aferrados a la ortodoxia, los trotskistas hablan perdido una comprensión real de la teoría y suprimido una parte del entendimiento dialéctico de Trotsky del estalinismo como una casta parasita y contrarrevolucionaria asentada sobre las ganancias de la Revolución de Octubre, una especie de intermediario traicionero colocado entre el proletariado ruso victorioso y el imperialismo mundial. Habiendo así reducido el materialismo dialéctico a un dogma estático, su desorientación fue completa cuando fue necesario responder la pregunta de Germain de manera afirmativa, y así se preparó el camino para el revisionismo pablista de ocupar el vacío teórico.

La Cuarta Internacional flirtea con Tito

Virtualmente sin excepción la Cuarta Internacional fue desorientada por la revolución yugoeslava. Después de unos 20 años de monolitismo estalinista, los trotskistas estaban quizás poco dispuestos a sondear muy a fondo el partido yugoeslavo antiestalin. Los titoistas yugoeslavos fueron descritos como “camaradas” y “centristas de izquierda”, y Yugoeslavia como “un estado obrero establecido por una revolución proletaria”. En una de varias “cartas abiertas” a Tito, el SWP escribió: “La confianza de las masas en él [‘vuestro partido’] crecerá inmensamente y se volverá la expresión colectiva efectiva de los intereses y los deseos del proletariado de vuestro país.” La revolución yugoeslava planteaba un nuevo problema (más tarde recapitulado por los sucesos chino, cubano, y vietnamita): a diferencia de Europa oriental, donde las transformaciones sociales fueron llevadas a cabo por el ejército de un estado obrero degenerado, la revolución yugoeslava fue claramente una revolución social indígena que, sin la intervención de la clase obrera o la dirección de un partido trotskista, logró establecer un estado obrero (deformado). La Cuarta Internacional evitó el problema teórico llamando a la revolución “proletaria” y a los titoistas “centristas de izquierda”. (El SWP evitó la cuestión de China al rehusar una caracterización sin ambigüedades del régimen maoísta como un estado obrero deformado hasta 1955. Aún en 1954 dos artículos por la tendencia de Phillips, que caracterizaban a China como un capitalismo del estado, fueron publicados en la Fourth Internacionaldel SWP).

Nuevamente se mantiene la ortodoxia pero desprovista de su contenido. El impulso, que había sido resistido hasta que Pablo le dio una expresión consistente, era de que la capacidad de fuerzas no proletarias, no trotskistas a lograr cualquier forma de cambio social robó a la Cuarta Internacional su razón de existir. La distinción cualitativa crucial entre un estado obrero y un estado obrero deformado — grabada con sangre en la necesidad de unarevolución política de abrir la vía al desarrolló socialista y a la extensión de la revolución en el extranjero — habla sido perdida.

IV. EL PABLISMO TRIUNFA

Los cuadros de la Cuarta Internacional de la postguerra, débiles numéricamente, aislados socialmente, teóricamente desarmados y sin experiencia, fueron una presa fácil para la desorientación y la impaciencia en una situación de repetida agitación prerrevolucionaria, cuyo curso no podían influenciar. Empezando al principio de 1951 un nuevo revisionismo, el pablismo, comenzó a hacerse valer, respondiendo a la situación objetiva frustrante al plantear un escape artificial del aislamiento de la Cuarta Internacional del grueso del movimiento de la clase obrera. El pablismo fue la generalización de este impulso en un cuerpo teórico revisionista que ofrecía respuestas impresionistas que eran más consistentes que la ortodoxia unilateral de la Cuarta Internacional en la postguerra inmediata.

Es crucial el no igualar simplemente la debilidad organizacional, la falta de profundas raíces en el proletariado y la incapacidad teórica y desorientación que fueron las precondiciones para la degeneración revisionista de la Cuarta Internacional, con la consolidación y la victoria de este revisionismo. A pesar de graves errores políticos, la Cuarta Internacional en el periodo de la postguerra inmediata era todavía revolucionaria. El SWP y la Internacional se aferraban a una ortodoxia estéril como a un talismán para escudarse de conclusiones no revolucionarias sobre los sucesos mundiales que ya no podían entender. La historia ha demostrado que en momentos cruciales los marxistas revolucionarios han sido capaces de superar una teoría inadecuada: Lenin, antes de abril de 1917, no estaba equipado teóricamente para proyectar una revolución proletaria en un país atrasado como Rusia; Trotsky hasta 1933 había igualado el Termidor ruso con el regreso al capitalismo. El pablismo era algo más que una teoría simétrica falsa, más que simplemente una exagerada reacción impresionista contra la ortodoxia; era una justificación teórica para un impulso no revolucionario basado en un abandono de la perspectiva para la construcción de una vanguardia proletaria en los países avanzados o coloniales.

En enero de 1951 Pablo se aventuró en el reino de la teoría con un documento llamado “¿Adónde vamos?” A pesar de párrafos completos de confusas tonterías y de ampulosidades virtualmente sin sentido, la estructura revisionista en su totalidad aparece claramente:

“La relación de fuerzas en el damero internacional está evolucionando ahora: en desventaja para el imperialismo.”

“Una época de transición entre el capitalismo y el socialismo, una época que ha empezado ya y está bastante avanzada… Esta transformación probablemente requerirá un período completo de varios siglos y mientras tanto será llenada con formas y regímenes transicionales entre el capitalismo y el socialismo y necesariamente se desviarán de formas y normas ‘puras’.”

“El proceso objetivo es, en el análisis final, el único factor determinante, sobrepasando todos los obstáculos de un orden subjetivo.”

“Los partidos comunistas conservan la posibilidad en ciertas circunstancias de delinear burdamente una orientación revolucionaria.”

La elevación de Pablo del “proceso objetivo” hacia “el único factor determinante”, reduciendo el factor subjetivo (la conciencia y la organización del partido de vanguardia) a la categoría de trivial, la discusión de “varios siglos” de “transición” (más tarde caracterizado por los oponentes de Pablo como “siglos de estados obreros deformados”), y la sugerencia de que la dirección revolucionaria podía ser dada por los partidos estalinistas en vez de por la Cuarta Internacional — estamos en presencia de la estructura analítica completa del revisionismo pablista.

En otro documento, “La guerra que viene”, Pablo propuso su política de “entrismo sui generis” (entrismo de estilo propio):

“Para integrarnos en el movimiento de masas real, para trabajar y permanecer en los sindicatos de masas por ejemplo, ‘artimañas’ y ‘capitulaciones’ no son solamente aceptables sino necesarios.”

En esencia, los trotskistas debían abandonar la perspectiva de un entrismo a corto plazo cuyo propósito había sido siempre el de escisionar  las organizaciones obreras, basándose en un programa sólido, como una táctica para construir un partido trotskista. La nueva política entrista provenía directamente del análisis de Pablo. Dado que la afirmación de un cambio en la relación de fuerzas mundiales a favor del avance de la revolución impulsaría a los partidos estalinistas a jugar un papel revolucionario, era lógico que los trotskistas fueran una parte de esos partidos, siguiendo una política que consistiría esencialmente en poner presión sobre el aparato estalinista.

Todo esto debería haber hecho explotar una bomba en las cabezas de los cuadros trotskistas internacionales. ¡Pablo era después de todo la cabeza del Secretariado Internacional, el cuerpo político residente de la Cuarta Internacional! Pero hay poca evidencia siquiera de alarma, de no hablar de la formación de la requerida facción internacional anti-revisionista. Un largo documento por Ernest Germain (“Diez tesis”), y quizás un cierto rumor subterráneo, forzó a Pablo a presentar un intento de ortodoxia sobre la cuestión del “período transicional” pero no se hizo ninguna otra observación literaria del asalto más descarado de Pablo contra el programa del trotskismo.

Germain resiste

En marzo de 1951 Germain publicó sus “Diez tesis”, que era un ataque velado contra “¿Adónde vamos?” pero no atacó a Pablo ni al documento nombrándolos. Germain volvió a establecer el uso marxista del “período transicional” como el periodo entre la victoria de la revolución (la dictadura del proletariado) y el logro del socialismo (la sociedad sin clases). Sin referirse explícitamente a la posición de Pablo, escribió:

“Lo mismo que la burguesía, [el estalinismo] no sobrevivirá a una guerra que será transformada en un surgimiento mundial de la revolución.”

Germain insistió en el carácter contradictorio bonapartista del estalinismo, basado en formas de propiedad proletarias mientras que salvaguarda la posición privilegiada de la burocracia en contra de los obreros. Recalcó que la doble naturaleza de los partidos comunistas de masas fuera de la URSS venía determinada por su base proletaria por un lado, y su peditación a las burocracias estalinistas en poder por otro.

Germain intentó presentar la respuesta ortodoxa al impulso pablista de que la destrucción del capitalismo en Europa oriental, China, y Yugoeslavia sin una dirección trotskista hacía superflua a la Cuarta Internacional. De nuevo, no se refirió a las posiciones que estaba atacando; uno podría pensar que las “Diez tesis” caían simplemente del cielo como un ejercicio teórico interesante, en vez de ser una respuesta al surgimiento de una corriente revisionista, completamente opuesta a la línea de Germain. Al insistir en que un nuevo levantamiento revolucionario mundial no estabilizaría al estalinismo sino que por el contrario sería un peligro mortal para él, escribió:

“Es precisamente porque la nueva ola revolucionaria contiene en embrión la destrucción de los partidos estalinistas como tales por lo que deberíamos estar hoy mucho más cerca de los obreros comunistas. Esta es solamente una fase de nuestra tarea fundamental: construir nuevos partidos revolucionarios….“ [Nuestro subrayado]

“El ‘estar más cerca de los obreros estalinistas’ significa entonces al mismo tiempo el afirmar más que nunca nuestro propio programa y nuestra propia política trotskista.“

Las “Diez tesis” mostraron que todas las ramas del movimiento trotskista eran incapaces todavía de entender realmente la naturaleza de las transformaciones sociales que habían ocurrido en Europa oriental (aunque el análisis de la mayoría del RCP británico de Haston/Grant, tomado prestado por el grupo de Los Angeles del SWP de Vern-Ryan, consiguió el principio -pero solo el principio- de la sabiduría al reconocer que en el período de la postguerra inmediata un examen de las formas de propiedad nativas no sería ni mucho menos suficiente ya que el poder estatal en Europa oriental era un ejército de ocupación extranjero, el Ejército Rojo). En 1951 Germain consideraba todavía el proceso de “asimilación estructural” incompleto (!) y predecía la asimilación de los ejércitos de los estados de Europa oriental al ejército soviético – o sea, que Europa oriental sería simplemente incorporada a la Unión Soviética. Germain sí reconoció que la transformación de Europa oriental destruía el capitalismo pero contenía en ello, aún victoriosa, un obstáculo burocrático decisivo al desarrollo socialista; recalcó que la expansión del modo de producción no capitalista de la URSS “es infinitamente menos importante que la destrucción del movimiento obrero vivo que le ha precedido.“

No se había reconocido un obstáculo inmanente tal con respeto a China y especialmente, Yugoeslavia. Los trotskistas eran incapaces de desasociar el fenómeno del estalinismo de la persona de Stalin; la ruptura de Tito con el Kremlin oscureció cualquier reconocimiento de que Yugoeslavia perseguiría necesariamente una política doméstica y diplomática cualitativamente idéntica para salvaguardar los intereses de su propio régimen nacional burocrático en contra de la clase obrera. Germain, no queriendo admitir que fuerzas estalinistas a la cabeza de masas campesinas pudieran nunca consumar una revolución anticapitalista, llamó a los sucesos en Yugoeslavia y China en sus “Diez tesis” revoluciones proletarias y también propuso que “bajo tales condiciones estos partidos dejan de ser partidos estalinistas en el sentido clásico de la palabra.“

Mientras que Pablo interpretaba estos sucesos como un modelo revolucionario nuevo que hacía invalidas “las formas y normas ‘puras’“ (o sea, la Revolución Rusa), Germain -nuevamente sin referirse a Pablo- recalcó que eran el resultado de circunstancias excepcionales que, en cualquier caso, no se podían aplicar a países industriales avanzados. Contraponía “el frente unido de hecho que existe hoy entre las revoluciones coloniales en Asia y la burocracia soviética, que tiene su origen objetivo en que ambas están amenazadas por el imperialismo…“ con las posibilidades para Europa. Estaba de acuerdo en la predicción de que una tercera guerra mundial inminente entre “el frente unido imperialista por un lado y la URSS, los países buffer y las revoluciones coloniales por el otro” pero en vez de alabarla, la llamaba una guerra contrarrevolucionaria.

El nudo del argumento de Germain era:

“Lo que importa sobre todo en el presente período es dar al proletariado una dirección internacional capaz de coordinar sus fuerzas y de proceder a la victoria mundial del comunismo. La burocracia estalinista, forzada a volverse con una furia ciega contra la primera revolución proletaria victoriosa fuera de la URSS [¡Yugoeslavia!], es incapaz socialmente de llevar a cabo una tarea tal. Aquí yace la misión histórica de nuestro movimiento… reside en la incapacidad del estalinismo de derrotar el capitalismo mundial, una incapacidad enraizada en la naturaleza social de la burocracia soviética.”

Con la ventaja de la visión a posteriori y la experiencia de los pasados 20 años — la naturaleza contrarrevolucionario del estalinismo reafirmado clarísimamente en Hungría en 1956; la Revolución Cubana de 1960 en la cual un nacionalismo pequeñoburgués a la cabeza de guerrilleros campesinos desraizó el capitalismo tan sólo para unirse al aparato estalinista interna e internacionalmente; las políticas consistentemente nacionalistas y estalinistas del PC chino en poder — es fácil reconocer que las “Diez tesis” están equivocadas en sus análisis y predicciones. Lo que es mucho más importante, sin embargo, es el tono no fraccional consistente y deliberado del documento que presagia la negación de Germain de ponerse en el campo anti-pablista. Empeñado en no luchar por una línea correcta en la Cuarta Internacional, la defensa teórica de Germain de la necesidad del trotskismo quería decir muy poco. Esto era simplemente pablismo de segunda mano, la negación del factor subjetivo en el proceso revolucionario.

Tercer Congreso Mundial

El Tercer Congreso Mundial de la Cuarta Internacional tuvo lugar en agosto-septiembre de 1951. El principal informe político intentó distinguir entre los Partidos Comunistas y los partidos “reformistas” sobre la base que solamente las primeras eran contradictorias, y proyectaba que bajo la presión de un fuerte auge del movimiento de masas los PC podrían volverse partidos revolucionarios. La naturaleza oportunista de la versión de Pablo de una táctica de entrismo se reveló claramente por el rechazo del entrismo de principios, cuya finalidad es de polarizar y escisionar: “Las posibilidades de divisiones importantes en los PC… son remplazadas por un movimiento hacia la izquierda en el seno de los PC, entre sus filas.” No se reconoció ninguna deformación decisiva en los estados obreros de Europa oriental y China; así implícitamente el Congreso planteaba solo una diferencia cuantitativa entre la Unión Soviética de Lenin y los estados obreros degenerados y deformados. El informe proyectaba la posibilidad de que Tito pudiera “encabezar un reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias independiente del capitalismo y del Kremlin… que jugaría un papel importante en la formación de una nueva dirección revolucionaria.” No se mencionaba para nada la perspectiva de la revolución permanente para los países coloniales. La comisión austriaca elaboró sobre la aplicación de la política de Pablo de “entrismo sui generis”:

“La actividad de nuestros miembros en el PS será gobernada por las siguientes directivas: A. No ofrecerse como trotskistas con nuestro programa total. B. No presentar cuestiones programáticas y de principios…. “

Ni la mayor cantidad posible de ortodoxia verbal en las resoluciones podría haber oscurecido durante más tiempo la vista de aquellos que querían ver.

El Parti Communiste Internationaliste de Francia sometió las “Diez tesis” de Germain a voto: (después de que Germain mismo había aparentemente decidido no hacerlo) y propuso enmiendas al documento principal. No se votó las “Diez tesis” o las enmiendas francesas. El PCI votó en contra de la adopción de la línea general del documento principal; fue la única sección que lo hizo.

En los meses que siguieron, la línea pablista fue elaborada en la manera revelada ya antes y durante el Tercer Congreso Mundial:

“Estamos entrando [los partidos estalinistas] para quedarnos en ellos durante mucho tiempo contando con la grande posibilidad de ver a estos partidos, bajo nuevas condiciones [“un período prerrevolucionario generalmente irreversible”], desarrollar tendencias centristas que estarán a la cabeza de un estadio completo de radicalización de las masas y de los procesos revolucionarios objetivos… “

—Pablo, “Informe al décimo pleno del Comité Ejecutivo Internacional”, febrero de 1952

“Atrapados entre la amenaza imperialista y la revolución colonial, la burocracia soviética se encontró a si misma obligada a aliarse con la segunda contra la primera… La desintegración del estalinismo en estos partidos no deberla ser entendida… como una desintegración organizacional… o como una ruptura pública con el Kremlin sino como una transformación interna progresiva.”

—“El ascenso y la decadencia del estalinismo”, Secretariado Internacional, septiembre de 1953

V. LOS ANTI-PABLISTAS

Con la capitulación de Germain, cuyo papel en los conflictos preliminares sobre las políticas pablistas es ambiguo pero en quien los franceses parecen haber puesto una cierta confianza, la tarea de luchar contra el pablismo recayó en la mayoría del PCI francés de Bleibtreu-Lambert y en el SWP norteamericano. A pesar de que existe una considerable mitología que mantiene lo contrario, tanto el PCI como el SWP vacilaron cuando el revisionismo se manifestó a la cabeza de la Cuarta Internacional, poniendo obstáculos sólo a una aplicación a sus propias secciones. Ambos grupos se comprometieron por su inquieta conformidad (combinada, en el caso del PCI, con resistencia esporádica) a sostener la política de Pablo hasta que las consecuencias organizacionales suicidas para sus secciones necesitaron de rudas peleas. Ambos abdicaron la responsabilidad de llevar la lucha contra el revisionismo a todos y cada uno de los grupos y secciones de la Cuarta Internacional, y ambos se retiraron de la lucha por medio de la fundación del “Comité Internacional” basado en “los principios del trotskismo ortodoxo”. El Comité Internacional desde su mismo comienzo era sólo el esqueleto de una tendencia internacional consistiendo de aquellos grupos que ya habían tenido escisiones entre las ramas pablistas y ortodoxas.

El PCI lucha en contra de Pablo

La mayoría del PCI, después de haber sido intervenida por el Secretariado Internacional (que había instalado a la minoría leal a Pablo conducida por Mestre y Frank como dirección de la sección francesa), ¡continuó afirmando su conformidad con la línea del Tercer Congreso Mundial, argumentando que Pablo y el SI y CEI estaban violando sus decisiones! Según los franceses, el pablismo “utiliza las confusiones y contradicciones del Congreso Mundial -donde no se pudo imponer- para hacerse valer después del Congreso Mundial” (“Declaración de la tendencia Bleibtreu-Lambert sobre los acuerdos concluidos en el CEI”, sin fecha, marzo o abril de 1952).

Una importante carta fechada el 16 de febrero de 1952 de Renard en nombre de la mayoría del PCI a Cannon apelaba al SWP. La carta de Renard afirmaba su conformidad con el Tercer Congreso Mundial, incluyendo su comisión francesa, y oponía el Congreso Mundial supuestamente no pablista (citando vagas trivialidades para demostrar su impulso presumiblemente ortodoxo) a las acciones subsiguientes de Pablo y a la línea en el CEI y SI. Renard afirmaba que “el pablismo no triunfó en el Tercer Congreso Mundial.” (¡Astutamente no intentó explicar por qué su organización votó en contra de los principales documentos del Congreso!) El argumento principal de la carta es una apelación en contra de la intervención de la dirección internacional pablista en la sección nacional francesa.

La respuesta de Cannon del 29 de mayo acusaba a la mayoría del PCI de oportunismo estalinofóbico en el movimiento sindical (un bloque con los anticomunistas progresistas en contra del PC) y negaba la existencia de una cosa tal como el pablismo.

La mayoría del PCI mostró un claro entendimiento de las implicaciones del entrismo pablista. En una polémica contra el teórico de la minoría Mestre la mayoría había escrito:

“Si estas ideas son correctas dejémonos de cachoras sobre la táctica del entrismo, hasta del entrismo sui generis, y planteemos claramente nuestras nuevas tareas: las de una tendencia más consistente, ni siquiera una oposición de izquierdas… cuyo papel es ayudar al estalinismo a vencer sus dudas y poner bajo las mejores condiciones posibles el enfrentamiento decisivo con la burguesía… Si el estalinismo ha cambiado… [quiere decir] que ya no refleja los intereses particulares de una casta burocrática cuya existencia misma depende del equilibrio inestable entre las clases, que ya no es bonapartista, sino que refleja solamente… la defensa de un estado obrero. El admitir que una transformación tal se pudiera producir sin la intervención del proletariado soviético… sino por el contrario por una evolución de la burocracia misma… nos llevaría no solamente a corregir el Programa de Transición [sino también] todas las obras de León Trotsky desde 1923 y la fundación de la Cuarta Internacional.“

—”Primeras indicaciones de zigzag”, Boletín Interno del PCI No. 2, febrero de 1952

Pero la mayoría del PCI, como el SWP, demostró una falta de internacionalismo concreto cuando se enfrentó con la posibilidad de llevar a cabo por si solo la lucha contra el pablismo.

El 3 de junio de 1952 la mayoría del PCI pidió el reconocimiento de dos secciones francesas de la Cuarta Internacional, permitiendo así la mayoría del PCI el llevar a cabo su propia política en Francia. Esto era una violación clara de los estatutos de fundación de la Cuarta Internacional y suponía la liquidación de la Internacionalcomo un organismo mundial disciplinado. Lo que era necesario era una lucha fraccional internacional sobre la línea política de la Cuarta Internacional. Pero la mayoría del PCI no estaba dispuesta a subordinar su trabajo en Francia a la lucha crucial a favor de la legitimidad y continuidad de la Cuarta Internacional. La negación de Pablo a esta demanda condujo directamente a la escisión de la mayoría del PCI.

El SWP entra la lucha

El SWP se unió a la lucha contra el revisionismo sólo cuando una tendencia pablista, el grupo de Clarke en la facción de Cochran-Clarke, hizo su aparición en el seno del partido norteamericano. En su respuesta a Renard con fecha del 29 de mayo de 1952 Cannon había dicho:

“No vemos [‘ningún tipo de tendencia pro-estalinista’], en la dirección internacional de la Cuarta Internacional, ni ningún signo o síntoma de ello. No vemos ningún revisionismo [en los documentos]… consideramos estos documentos como completamente trotskistas… Es la opinión unánime de los dirigentes en el SWP que los autores de estos documentos han hecho un gran servicio al movimiento.”

La historia de que el SWP había preparado algunas enmiendas a los documentos del Tercer Congreso Mundial que Clarke (el representante del SWP a la Internacional) había quemado en vez de presentarlos es posiblemente verdad pero no muy significativa, dado que Cannon declaró su lealtad política a Pablo en el momento crucial y rehusó solidarizarse con la mayoría anti-pablista del PCI.

En contra del consejo de Cochran-Clarke de orientarse hacia los compañeros de viaje del PC, la mayoría del SWP afirmó su apoyo general a la táctica pablista de entrismo en los PC pero insistía en una especie de excepcionalismo norteamericano, oponiendo los partidos de masas europeos al patético ambiente del PC norteamericano, sin base obrera y poblado de incapaces intelectuales de tercer grado.

En respuesta a la amenaza de Cochran-Clarke, Cannon se dispuso a formar una fracción en el SWP ayudado por la dirección local de Weiss en Los Angeles. Cannon buscaba el alinear los viejos cuadros del partido alrededor de la cuestión de conciliación con el estalinismo y apeló a los sindicalistas del partido como Dunne y Swabeck haciendo una analogía entre la necesidad de una lucha fraccional en el seno del partido y la lucha en el seno da la clase contra los reformistas y vendidos como procesos paralelos de lucha fraccional contra una ideología ajena. Dijo al pleno del SWP de mayo de 1953:

“Durante el curso del año pasado, tuve serias dudas de la habilidad del SWP para sobrevivir…. Pensé que nuestro esfuerzo de 25 años… había terminado en un fallo catastrófico, y que, una vez más, un pequeño puñado tendría que recoger los trozos y empezar de nuevo a construir los nuevos cuadros de otro partido sobre los viejos fundamentos.”

—Discurso final, 30 de mayo

Pero Cannon eligió otro camino. En vez de perseverar en la lucha adondequiera que ésta le condujera, Cannon formó un bloque con el aparato de Dobbs-Kerry-Hanson frente a las implicaciones organizacionalmente liquidacionistas de la línea de Cochran-Clarke. En pago por su apoyo Cannon prometió a la administración rutinaria y conservadora de Dobbs el control del SWP sin más injerencias por su parte (“un nuevo régimen en el partido”).

La respuesta del SWP al encontrar la disputa de la Internacional reflejándose dentro de la sección norteamericana fue el profundizar su aislacionismo hacia un virulento anti-internacionalismo. El discurso de Cannon a la reunión de la mayoría del SWP el 18 de mayo de 1953 afirmaba “No nos consideramos una sucursal norteamericana de un negocio internacional que recibe órdenes del jefe” y aplaudía la discusión en la que “formaríamos, si fuera posible [!], una línea común”. Cannon negó la legitimidad de la dirección internacional y se refirió a “una cuanta gente en Paris”. Contrastó la Cuarta Internacional con el Comintern de Lenin, que tuvo poder estatal y una dirección cuya autoridad era reconocida ampliamente, y así negaba que la Cuarta Internacional contemporánea podía ser un organismo democrático centralista.

Cannon se opuso con retraso a la conducta de Pablo en contra de la mayoría francesa, pero sólo sobre la cuestión organizativa, de acuerdo con la proposición de que la dirección de la Internacional no debería intervenir en los asuntos de las secciones nacionales. Escribió:

“…nos quedamos sin habla ante las tácticas usadas en el reciente conflicto y escisión en Francia, y ante el precedente organizacional inconcebible que ahí se estableció. Esta es la razón por la que he demorado mi respuesta a Renard durante tanto tiempo. Quería ayudar al SI públicamente, pero no veía como podía apoyar los pasos organizacionales tomados en contra de la mayoría de una dirección elegida. Finalmente resolví el problema simplemente ignorando esa parte de la carta de Renard.“

—”Carta Tom”, 4 de junio de 1953

La “Carta a Tom” también reiteraba la posición de que el Tercer Congreso Mundial no era revisionista. Los defectos cruciales en la lucha antipablista del PCI y SWP fueron debidamente utilizados por los pablistas. El 14º pleno del CEI criticó a Cannon por su concepto de la Internacional como “una unión federativa”. Apuntó que el SWP no se había opuesto nunca a la política de entrismo pablista en principio y acusaba al SWP-PCI de un bloque sin principios políticos sobre China. Aprovechándose de la ortodoxia unilateral del SWP (la defensa de Hansen de una formulación de un miembro de la mayoría del SWP de que el estalinismo era “contrarrevolucionario de punto a cabo” – ¡una caracterización que sólo le tiene bien a la CIA!) los pablistas fueron capaces de vestir su liquidación del programa trotskista independiente con el manto de piadosas reafirmaciones de las contradicciones del estalinismo como una casta contrarrevolucionaria que descansa sobre formas de propiedad establecidas por la Revolución de Octubre.

Formación del CI

Después de la escisión de Cochran-Clarke, el SWP rompió de súbito públicamente con Pablo. El 16 de noviembre de 1953 el Militant publicaba “Una carta a los trotskistas en todo el mundo” que denunciaba a Cochran-Clarke y a Pablo y se solidarizaba con retraso con la mayoría del PCI “injustamente expulsada”. La previa caracterización del SWP del Tercer Congreso Mundial como “completamente trotskista” necesitaba del intento en esta llamada “carta abierta”, de localizar en el tiempo del surgimiento del pablismo después del Congreso, lo que condenaba al SWP a presentar un caso poco convincente apoyándose fundamentalmente en uno o dos panfletos de la minoría pablista francesa de 1952. Aproximadamente en esa misma época el SWP imprimió su documento “Contra el revisionismo pablista” con fecha de noviembre de 1953, que contenía un análisis más competente de la acomodación liquidacionista de Pablo al estalinismo:

“EI concepto de que un Partido Comunista de masas tomará el camino hacia el poder, necesitando solamente una presión suficiente de las masas, es falso. Le pasa la responsabilidad de las derrotas revolucionarias de la dirección a las masas…“

“La clase obrera se transforma [según las teorías de Pablo] en un grupo de presión y los trotskistas en un agrupamiento de presión a su lado que empuja a una sección de la burocracia hacia la revolución. De esta manera, la burocracia, de ser un dique y una traición a la revolución, se transforma en una fuerza motora auxiliar de ella.”

En 1954 se formó el “Comité Internacional”. Incluía a la mayoría del PCI francés, al SWP norteamericano (fraternal) y el grupo de Healy (Burns) en Inglaterra. El último, no jugó ningún papel significativo u independiente en la lucha contra el revisionismo. La escisión de Healy-Lawrence del Revolutionary Communist Party que se estaba desintegrando después de la guerra, impulsado por la perspectiva dela facción de Healy-Lawrence de entrismo profundo en el Partido Laboral británico, había sido respaldado por el Secretariado Internacional de Pablo, que reconocía dos secciones en Inglaterra y les daba igual representación en el CEI. Healy era el “hombre” de Cannon en Inglaterra y el SWP les había apoyado consistentemente en sus disputas con el RCP. Cuando el SWP se separó de Pablo, la facción Healy-Lawrence se escisionó, Healy se alineó con el SWP y Lawrence con Pablo (Lawrence más tarde pasó al estalinismo así como Mestre de la minoría del PCI). A pesar de ser parte del nuevo bloque internacional antipablista, el grupo de Healy continuó su oportunismo archipablista hacia el Partido Laboral. No tuvo ningún peso en el bloque del Comité Internacional, hasta que reclutó una capa impresionante de intelectuales y miembros del PC en los sindicatos (muchos de los cuales perdió más, tarde) después de la Revolución Húngara en 1956 y esto le hizo considerablemente más importante en la izquierda británica.

El Comité Internacional también pretendía tener la adhesión de la sección china (emigrados) que ya había sufrido una división, y de la pequeña sección suiza.

El Comité Internacional consiguió imprimir un par de boletines internos al principio de 1954 pero nunca se reunió como un verdadero organismo internacional, ni se eligió nunca una dirección centralizada. La táctica adoptada por el SWP era la de boicotear el Cuatro Congreso Mundial, aludiendo que era simplemente una reunión de la facción de Pablo, que no tenía ninguna legitimidad como representante de la Cuarta Internacional.

El movimiento mundial pagó un alto precio por esta evasión. Citemos solo un ejemplo: Ceilán. El LSSP ceilanés adoptó una posición no fraccional sobre el pablismo, apelando al SWP para que no se separase y participara en el cuarto Congreso. Se debería haber empujado a los pasivos ceilaneses llenos de dudas, forzando una polarización, forjando en la lucha a duros cuadros. En vez de ello, los ceilaneses fueron arrastrados hacia Pablo. Unos siete años más tarde, la reputación revolucionaria del trotskismo fue mancillada a los ojos de militantes en todo el mundo por la entrada del LSSP en el gobierno de coalición burgués de Ceilán, precipitando una escisión en el último minuto por la dirección pablista internacional. Si se hubiera llevada a cabo una dura lucha anti-revisionista con sólidos principios en la sección de Ceilán de 1953, sé hubiera podido crear entonces una sólida organización revolucionaria, que podría haber reclamado para si independientemente la continuidad del trotskismo impidiendo la asociación del nombre de trotskismo con la traición fundamental del LSSP.

Así la lucha anti-revisionista fue deliberadamente no llevada al movimiento mundial -el Comité Internacional consistiendo principalmente de aquellos grupos que ya habían tenido sus escisiones en torno a la aplicación de la política de Pablo en sus propios países- y la lucha para derrotar el revisionismo y reconstruir la Cuarta Internacional sobre la base de un trotskismo auténtico fue abortada.

Del flirteo a la consumación

En 1957 el Secretariado Internacional de Pablo y el SWP flirtearon con una posible reunificación (la correspondencia de Hansen-Kolpe). La base en ese momento fue una ortodoxia formal – la similitud de línea entre el SI y el SWP en respuesta a la Revolución Húngara de 1956. El SWP, esperando quizás ingenuamente una repetición de la posición de Clarke en 1953 sobre la posibilidad de una autoliquidación de las burocracias estalinistas, tendió a aceptar las conclusiones formalmente trotskistas del SI, sobre Hungría, como si fueron buena moneda. Estas primeras proposiciones de reunificación se desvanecieron en la nada debido a la oposición de los grupos del Comité Internacional ingleses y franceses así como a las sospechas de Cannon de que Pablo estaba maniobrando. Se habla planteado el problema de una manera defectuosa — simplemente como un acuerdo empírico aparente sin examinar las pasadas diferencias y la dirección presente.

Cuando la cuestión de la reunificación, que se habría de consumar en 1963 con la formación del Secretariado Unificado, salió a relucir de nuevo, el terreno político en su totalidad había cambiado. El SI y el SWP se encontraron con que estaban de acuerdo sobre Cuba. Pero la base ya no era una convergencia aparente hacia la ortodoxia, sino el abandono por parte del SWP del trotskismo para abrazar al revisionismo pablista (el cual el SWP, en su línea de colaboración de clases sobre la guerra de Vietnam, ha transcendido ahora en su camino hacia un reformismo descarado).

La base para la reunificación de 1963 fue un documento titulado “Hacia la pronta reunificación del movimiento trotskista mundial — Declaración del Comité Político del SWP”, 1 de marzo de 1963. La clave de la nueva línea era la sección 13:

“En el camino de una revolución que empieza con simples demandas democráticas y termina con la ruptura de las relaciones de propiedad capitalistas, la guerra de guerrillas conducida por campesinos sin tierras y fuerzas semi-proletarias, bajo una dirección que se ve forzada a llevar a cabo la revolución hasta su conclusión, puede jugar un papel decisivo en socavar y precipitar la caída de un poder colonial y semicolonial. Esta es una de las lecciones principales que se deben sacar de la experiencia desde la Segunda Guerra Mundial. Debe ser incorporada conscientemente a la estrategia de la construcción de partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales.”

En el documento “Hacia el renacimiento de la Cuarta Internacional”, 12 de junio de 1963, la tendencia espartaquista contraponía:

“La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado que la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede por sí sola llegar más allá de un régimen burocrático anti-obrero. La creación de estos regímenes ha ocurrido bajo las condiciones de la decadencia del imperialismo, la desmoralización y desorientación causadas por la traición estalinista, y la ausencia de una dirección revolucionaria marxista de la clase obrera. La revolución colonial puede tener un signo inequívocamente progresista sólo bajo tal dirección del proletariado revolucionario. Para los trotskistas el incorporar a su estrategia el revisionismo sobre la cuestión de la dirección proletaria de la revolución es una profunda negación del marxismo-leninismo, cualquiera que sea el beato deseo expresado al mismo tiempo de ‘construir partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales’. Los marxistas deben oponerse resueltamente a cualquier aceptación aventurera de la vía al socialismo a través de la guerra de guerrillas campesina, análoga históricamente al programa táctico social-revolucionario contra el que luchó Lenin. Esta alternativa sería un curso suicida para los fines socialistas del movimiento, y quizá físicamente para los mismos aventureros.”

Irónicamente, la continua evolución hacia la derecha del SWP le lleva a repudiar ahora la línea básica de la sección 13, pero desde la derecha. La, preconización por parte del SU de lucha armada pequeñoburguesa es demasiado aventurista para el legalista SWP que pretende volverse el partido de masas del reformismo norteamericano.

Spartacist y la Cuarta Internacional

En su lucha por fundar la Cuarta Internacional, Trotsky subrayó repetidamente la imperiosa necesidad de una organización revolucionaria sobre una base internacional. El aislamiento nacional prolongado dentro de un país debe finalmente desorientar, deformar y destruir cualquier grupo revolucionario por muy firme que sea subjetivamente. Sólo una colaboración internacional disciplinada y con principios puede proveer un equilibrio a las fuertes presiones hacia la insularidad y el social-chovinismo generadas por la burguesía y sus agentes ideológicos en el seno del movimiento obrero. Como Trotsky reconoció, aquellos que niegan la necesidad de un partido mundial centralista democrático fundado programáticamente niegan el mismo concepto leninista del partido de vanguardia. La destrucción de la Cuarta Internacional para el revisionismo pablista, en paralelo con la fractura organizacional en numerosos bloques internacionales competidores, necesita de una lucha sin cuartel por su renacimiento.

En los 10 años de nuestra historia, la tendencia espartaquista se ha enfrentado y ha resistido presiones objetivas importantes hacia el abandono de una perspectiva internacionalista: cortada la posibilidad de lazos internacionales disciplinados como resultado del sectarismo organizativo y la degeneración política subsiguiente del Comité Internacional de Gerry Healy, la Spartacist League ha rehusado consentir pasivamente al aislamiento nacional que nos había sido impuesto. Hemos rechazado enfáticamente el “internacionalismo” postizo que conseguía conexiones internacionales al precio de un pacto de no agresión federalista renunciando así de antemano a la lucha por una organización internacional disciplinada. Hemos buscado el desarrollar lazos fraternales con grupos en otros países como parte de un proceso de clarificación y polarización. Nuestra meta es la cristalización de una coherente tendencia internacional democrática centralista basada en la unidad de principios programáticos, el embrión de una Cuarta Internacional renacida.

El actual quebrantamiento de los diversos bloques “trotskistas” internacionales provee ahora una mejor oportunidad para la intervención de la tendencia espartaquista en el movimiento mundial. Nuestra historia y nuestro programa pueden servir como guía para corrientes que ahora están en movimiento hacia un trotskismo auténtico, porque a pesar del aislamiento nacional involuntario durante un cierto tiempo, mantuvimos nuestra determinación internacionalista y continuamos nuestra lucha de principios contra el revisionismo.

El destrozo de las pretensiones de los revisionistas y centristas a una organización internacional — la revelación de que el Secretariado Unificado, el Comité Internacional, etc., no han sido más que unos bloques federados podridos — combinado con el renacimiento mundial de la combatividad proletaria en el contexto de la agudización de la rivalidad interimperialista y la intensificación de la profunda crisis capitalista, nos provee con una oportunidad objetiva sin precedentes para la cristalización y el desarrollo de la tendencia espartaquista internacionalmente. Al tiempo que los cadáveres políticos de los bloques revisionistas continúan corrompiéndose, la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista, debe renacer.

¡POR EL RENACIMIENTO DE LA CUARTA INTERNACIONAL!

Detrás del enfrentamiento Tito-Stalin

Detrás del enfrentamiento Tito-Stalin

por Jock Haston y Ted Grant

[Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I. Impreso por primera vez en Socialist Appeal, Julio 1948.]

La expulsión del Partido Comunista Yugoslavo de la Kominform y la brecha abierta entre Moscú y Belgrado han provocado una viva discusión en las filas de la clase obrera. ¿Qué hay detrás de estos acontecimientos? Ésa es la pregunta que todo el mundo se está haciendo. Sólo los políticamente infantiles pueden aceptar como base de la disputa la declaración publicada por la Kominform.

Cualquiera que sea la respuesta, sin embargo, debe tener una tremenda importancia para que los estalinistas provoquen esta brecha que supone un revés político y diplomático considerable. Indudablemente este conflicto tendrá enormes repercusiones en los partidos comunistas de todo el mundo y marca una nueva etapa en el desarrollo del estalinismo internacional, que debe ser seguida de cerca por todos los trabajadores militantes y revolucionarios.

La lucha se debe haber estado desarrollando desde hace tiempo entre bastidores. Moscú la habría hecho pública al no conseguir el control del Partido Comunista Yugoslavo, cuando la policía secreta rusa, la MVD, sufrió una derrota decisiva en Yugoslavia; cuando se consideraba que ya no era posible ganar ni a Tito ni a sus seguidores; y probablemente, cuando Tito estaba ganando apoyo para su política contra Moscú entre los demás partidos comunistas balcánicos. Éste último es posiblemente el factor que más ha contribuido a despertar el odio y el temor de Moscú.

Las verdaderas razones de la disputa aparecen de forma encubierta pero lo que parece estar en litigio es la exigencia de la burocracia rusa de Moscú de controlar absoluta y completamente a los demás Estados satélites, incluso en los detalles más pequeños de su política interna, y la hostilidad y oposición de Tito a la completa subyugación a Rusia.

La evolución de la política rusa hacia los Estados satélites se enfrentará, en el próximo período, a dos posibilidades.

La primera es incorporar abiertamente a estos Estados a la URSS, como una forma de asegurar el control completo e incuestionable; la segunda es aceptar la independencia nominal de estos Estados pero intentar organizar sus regímenes internos y sus relaciones entre sí para asegurar que el verdadero control se centralice en Moscú.

La primera política tiene desventajas considerables porque violaría las aspiraciones nacionales de la población de los Estados fronterizos y se encontraría con una amplia oposición, no sólo de las masas, sino incluso de las filas de los propios partidos comunistas. Sólo se podría poner en práctica después de una larga preparación y después de que los estalinistas rusos asegurasen al cien por cien el dominio central y local. Llevarla a cabo recurriendo a cualquier medida de fuerza provocaría la hostilidad de toda la clase obrera europea.

EL CHOVINISMO GRAN RUSO DE STALIN

La segunda política no garantizaría la subyugación total y el control de los Estados fronterizos pero tiene ciertas ventajas en el hecho de que el control real estaría en Moscú, mientras que la independencia nominal de estos países podría suponer una ventaja diplomática y económica: se podría evitar que la federación de Estados fronterizos fortaleciera su relativa independencia respecto a Moscú.

Toda la historia del estalinismo —del chovinismo gran ruso—, y especialmentelos conflictos políticos más recientes, indican que Stalin lucharán con todas las armas a su alcance para evitar la creación de grupos de Estados independientes en los países de Europa del Este.

La clave del conflicto se encuentra en la reiterada demanda de Tito de una Federación de Bulgaria, Albania y Yugoslavia, y su conocida ambición de una federación de países balcánicos. La importancia de esta política como objeto en disputa se observa en el hecho de que el Partido Comunista Yugoslavo haya reafirmado su política sobre una federación balcánica inmediatamente después de su expulsión. Debemos recordar que Dimitrov2 recibió hace poco un rapapolvo de Moscú por defender la federación. En una federación de estos tres países Yugoslavia, obviamente, jugaría el papel dominante.

En el momento actual, esta federación sin duda fortalecería a los partidos comunistas de estos países y a sus Estados frente al dominio de Moscú. Es por tanto una política que Moscú combatirá con todos los medios a su alcance hasta y a menos que se asegure el control absoluto a través de sus títeres.

La declaración de la Kominform, publicada en el Daily Worker del 30 de junio, dice lo siguiente:

“La dirección del Partido Comunista Yugoslavo está aplicando una política poco amistosa hacia la Unión Soviética y el Partido Comunista de toda la Unión. En Yugoslavia se ha consentido una política indigna de desprecio hacia los expertos militares soviéticos y descrédito hacia el Ejército Soviético. Los especialistas civiles soviéticos en Yugoslavia han estado sometidos a un régimen especial y eran seguidos y vigilados por los órganos de seguridad del Estado. El representante del Partido Comunista de toda la Unión (bolcheviques) en la Oficina de Información, el camarada Yudin, y varios representantes oficiales de la Unión Soviética en Yugoslavia fueron sometidos a esa misma vigilancia y supervisión por parte de los órganos de seguridad del Estado de Yugoslavia.

Todos estos hechos similares demuestran que los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo han adoptado una actitud indigna de los comunistas al identificar la política exterior de la URSS con la política exterior de las potencias imperialistas y comportarse con la ésta del mismo modo que se comportaba con los Estados burgueses. Precisamente como consecuencia de esa actitud antisoviética, la campaña de calumnias —tomada prestada del arsenal del trotskismo contrarrevolucionario— sobre la degeneración del Partido Comunista de toda la Unión, sobre la degeneración de la Unión Soviética y otras cosas por el estilo, se ha convertido en algo habitual en el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia”.

El mismo número del Daily Worker cita la respuesta de Tito y compañía a la acusación de que los “especialistas” rusos eran vigilados: “Es absolutamente mentira… es absolutamente mentira que se esté siguiendo a alguien. Desde la liberación hasta el día de hoy, todos los miembros del partido han cooperado plenamente con los ciudadanos soviéticos”

El Daily Worker no terminaba la cita, lo que supone un intento deliberado de manipular la información proporcionada a sus lectores y demuestra que sus directores no estaban dispuestos a exponer el caso yugoslavo con justicia y objetividad. En el conflicto ya se habían posicionado como simples gacetilleros de los rusos. La declaración del Partido Comunista Yugoslavo continuaba: “Todo lo contrario, es absolutamente cierto, como señalamos en nuestra carta del 13 de abril, que desde el momento de la liberación hasta el día hoy, los miembros del servicio de inteligencia ruso han intentado reclutar yugoslavos sin ningún miramiento”. Dejemos que los directores del Daily Workers expliquen a sus lectores la omisión de esta parte fundamental de la respuesta de su partido hermano.

El hecho es que los especialistas “civiles” y militares estalinistas en Yugoslavia, como en los demás países satélites, tienen, o pretenden tener, derechos extraterritoriales. El aparato de la MVD se creó para garantizar la puesta en práctica de las políticas rusas y la eliminación de los elementos antiestalinistas pero parece que Tito no estaba dispuesto a dar libertad a Stalin para que crear un aparato policial y militar independiente que pudiera ser utilizado contra él mismo y contra los demás miembros del Partido Comunista Yugoslavo partidarios de lograr una mayor independencia de Moscú.

El Daily Worker es responsable además de otra distorsión. Al publicar las protestas de Tito contra la acusación de que en el Partido Comunista yugoslavo no se habían celebrado elecciones, se negaron a publicar la respuesta de que el partido de Stalin no era mejor. “En cuanto al hecho de que en algunas secciones no haya habido elecciones, éste sólo ha estado motivado por las condiciones en tiempos de guerra. A muchos partidos, incluido el Partido Bolchevique Ruso, les ha sucedido lo mismo”.

Las protestas recogidas en la declaración de la Kominform sobre la vigilancia de los “especialistas” rusos y la exigencia de democracia en el PC yugoslavo indican que la policía secreta estalinista ha sido derrotada.

Los pupilos yugoslavos parecen haber aprendido muy bien de su maestro ruso. En primer lugar consiguieron expulsar del partido a los secuaces de Stalin. No se puede descartar que la reciente ejecución de miembros de la dirección del Partido Comunista Yugoslavo, acusados de ser “agentes británicos”, sea otro ejemplo de los métodos empleados por los estalinistas para eliminar a los oponentes políticos. Una pequeña versión balcánica de los Juicios de Moscú.

La declaración de la Kominform de que los “dirigentes yugoslavos empiezan a identificar la política exterior de la URSS con la política exterior de las potencias imperialistas…”. es una evidencia clara de que los yugoslavos se oponían a las demandas de los rusos, a las que consideraban una violación de los intereses y aspiraciones nacionales yugoslavas.

LENIN SE OPONÍA A STALIN EN LA CUESTIÓN NACIONAL

La tendencia de Stalin hacia el chovinismo gran ruso no es nada nuevo. Se ha creado para sí la reputación de mayor “autoridad leninista” en la cuestión nacional. En realidad, una de las últimas luchas que dirigió Lenin contra Stalin antes de morir fue precisamente la oposición a su la política burocrática hacia las minorías nacionales. Pero esto, lo mismo que la última carta de Lenin al Partido Bolchevique exigiendo la destitución de Stalin del puesto de secretario general del partido, se le ha ocultado a bases comunistas hasta el día de hoy. Esta tendencia contra la que luchó Lenin se intensificó después de su muerte, cuando Stalin consiguió usurpar todo el control. Durante las grandes purgas, todos los gobiernos de las repúblicas nacionales fueron ejecutados y masacrados como parte de la política de opresión nacional de Stalin. Tito parece haber aprendido algunas lecciones de las purgas.

Si los dirigentes del partido yugoslavo realmente han criticado a Moscú, como dice la declaración de la Kominform, con argumentos “prestados del arsenal del trotskismo contrarrevolucionario” sobre la degeneración del Partido Comunista de todas las Naciones, la degeneración de la Unión Soviética, etcétera…”, sólo cabe esperar que penetre algo de luz en las filas del Partido Comunista Yugoslavo. Una cosa sí sabemos: Tito no es ningún trotskista. Organizativa e ideológicamente, es un enemigo del trotskismo y en el período de liberación de Yugoslavia fue responsable de la aniquilación física de los “trotskistas”.

Si la presión no surte efecto y Tito se niega a capitular, Stalin puede verse obligado a llegar a algún acuerdo.

Incluso ahora, lejos de atacar los verdaderos crímenes de la burocracia estalinista, parece que Tito intentará llegar a algún compromiso. La experiencia enseña que Stalin no se detendrá ante nada para acabar con la oposición a la que ahora se enfrenta en Yugoslavia. El monstruoso aparato de la propaganda rusa se volverá en contra de los dirigentes del régimen yugoslavo. Los miserables gacetilleros estalinistas de este país, que hasta ayer mismo ensalzaban a Yugoslavia, a Tito y a sus conquistas, volverán sus plumas contra el régimen para minarlo y denigrar a sus dirigentes.

Por primera vez, y sólo para desacreditar al disidente Tito y a su régimen, los estalinistas dejan escapar ahora algunas verdades. Las críticas que los trotskistas han hecho al régimen de Yugoslavia ¡ahora son defendidas por los propios estalinistas! La declaración de la Kominform dice lo siguiente:

“Dentro de Yugoslavia el partido no tiene ninguna democracia interna, no se celebran elecciones, no hay crítica ni autocrítica. El Comité Central del partido… está formado en su mayoría no por miembros electos sino elegidos por cooptación… Es bastante intolerable que en el Partido Comunista Yugoslavo incumpla los derechos más elementales de los militantes del partido sean pisoteados, que se reprima gravemente la más mínima crítica por la forma incorrecta en que funcionan las cosas en el partido. La Oficina de Información considera una desgracia hechos como la expulsión del partido y el arresto de los camaradas miembros del Comité Central Zujovic y Hebrang porque se atrevieron a criticar la actitud antisoviética de los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo y defendieron una relación de amistad entre Yugoslavia y la Unión Soviética. Un régimen terrorista puramente turco [!!!] y vergonzoso como éste no se puede tolerar en el Partido Comunista Yugoslavo… los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo están infectados de una excesiva ambición, altanería y presunción”.

¡Aquí tenemos un claro ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno! La burocracia de Moscú ataca a Tito por la ausencia de democracia. Esta burocracia que asesinó prácticamente a todos los dirigentes de la Revolución de Octubre, que asesinó y exilió a millones de personas a Siberia por oponerse a su régimen, que es tan desdeñoso con los derechos de la militancia, que violando la Constitución no se han molestado en celebrar una sola conferencia del partido en Rusia durante casi diez años. El último congreso del Partido Comunista Ruso se celebró en octubre de 1938. En época de Lenin los congresos se celebraban una vez al año, incluso durante la guerra civil.

Cualquiera que se atreve a criticar a Stalin es enviado rápidamente a Siberia o destinado a morir a manos de un asesino a sueldo. El régimen de Tito probablemente sea un modelo de democracia comparado con el régimen ruso, que es el más totalitario y burocrático de la historia.

Algunas de las críticas económicas sin duda son correctas. Repiten, de una forma distorsionada, las críticas de Trotsky a la política de Stalin entre 1923 y 1927. En un primer momento Tito subestimó a los kulaks de los pueblos, y el riesgo que éstos suponían, pero después de la crítica, dio un giro a su política y comenzó a nacionalizar las pequeñas tiendas e industrias y a actuar en los pueblos antes de que las bases económicas estuvieran preparadas. ¡Precisamente de la misma forma en que procedió Stalin! De oponerse a la colectivización, a la “liquidación de loskulaks como clase” e introducir al cien por cien la colectivización. Los burócratas de Moscú y de la Kominform tienen el valor de criticar que en Yugoslavia todavía no se ha nacionalizado la tierra, lo cual es una crítica correcta, pero resulta que tampoco se ha nacionalizado en ninguno de los otros Estados satélites.

Inmediatamente se viene a la mente una pregunta: ¿por qué la Kominform denuncia ahora unos hechos que ha ocultado durante años? ¿Por qué salen a la luz justo cuando Tito se niega a arrodillarse ante Stalin y utiliza los trucos de éste contra él? En lugar de la MVD, Tito dispone de un instrumento propio eficaz y está arrestando a los secuaces de Stalin, ¡aparentemente acusados de estar pagados por el imperialismo británico y estadounidense! Podría ser cierto incluso lo que se dice en círculos del PC yugoslavo de que el mariscal Tito, aunque no se atreva a hacerlo públicamente, en secreto ha estado denunciando la degeneración del Partido Comunista Ruso y de su régimen.

En el pasado Moscú consiguió imponer su voluntad y eliminar o destruir a la dirección de las secciones nacionales sin provocar una crisis seria. La historia de la Komintern está llena de eliminaciones burocráticas de los oponentes de Stalin y de agentes que han sido sacrificados en interés de la burocracia.

En Rusia, todos los miembros del Comité Central del Partido Comunista que dirigieron la revolución de 1917 a 1921 —todo aquel que no hubiera muerto a manos de la contrarrevolución capitalista o por causas naturales— han sido ejecutados  o muertos de cualquier otra manera. De los 24 miembros del Comité Central, la señora Kollontai y Stalin son los únicos supervivientes.

El Comité Central del Partido Comunista Polaco y de las Juventudes Comunistas, fue masacrado y quedó reducido a un solo hombre cuando sus miembros vivían en Rusia en la clandestinidad, pero no sólo una vez, sino dos a finales de la década de 1930.

Estas purgas se realizaron sin mucho revuelo pero una vez que los partidos nacionales controlen su propio aparato del Estado, las palancas de las finanzas, de la economía, el ejército y la policía, el inevitable efecto de esta transformación fortalecerá la postura de la dirección nacional y creará las condiciones para conseguir la independencia de Moscú.

La importancia del conflicto actual reside en el hecho de que es la primera fisura importante en el frente internacional del estalinismo desde el final de la guerra y va a tener profundos efectos en la militancia de los partidos comunistas de todo el mundo, especialmente en Europa occidental y Gran Bretaña. Es el principio de un proceso de diferenciación dentro de los partidos comunistas, que a largo plazo provocará escisiones.

La extensión del poder de la burocracia rusa más allá de las fronteras occidentales rusas le crea nuevos problemas: aunque de momento la fortalece, a largo plazo, minará su posición.

Está claro que cualquier leninista debe apoyar el derecho de cualquier pequeño país a la liberación nacional y la libertad si así lo desea. Todos los socialistas deben dar un apoyo crítico al movimiento de Yugoslavia para formar una federación con Bulgaria y conseguir libertarse del dominio directo de Moscú. Al mismo tiempo, los trabajadores de Yugoslavia y de estos países, lucharán por la instauración de una verdadera democracia obrera y por el control de la administración del Estado y la industria, como lo hicieron en tiempos de Lenin y Trotsky en Rusia, lo cual es imposible bajo el régimen actual de Tito.

¡Por una Yugoslavia soviética, independiente y socialista dentro de unos Balcanes soviéticos, independientes y socialistas. Esto sólo puede formar parte de la lucha por el derrocamiento de los gobiernos capitalistas de Europa y la instalación de una democracia obrera en Rusia.

El comunismo significa la mayor libertad y democracia posible para la población. Sin la participación y el control de los trabajadores no puede haber transición hacia el socialismo. Estos acontecimientos de los Balcanes son un síntoma de la verdadera situación que existe en Rusia y en los países del Este. La única solución está en un régimen soviético verdaderamente democrático con plena autonomía y libertad para los Estados nacionales dentro de las fronteras de una federación socialista de Estados.

¡Carrillo Esquirol!

Líder PCE cruza piquete de huelga de Yale

¡Carrillo Esquirol!

[Traducido de Workers Vanguard No. 184, 2 de diciembre de 1977. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 6, julio de 1978.]

La visita de diez días a los Estados Unidos del dirigente del Partido Comunista de España (PCE) Santiago Carrillo, del 14 al 23 de noviembre [de 1977], se planeó como una gira de estreno “eurocomunista”. Fue el primer jefe de un partido comunista de Europa occidental a “quien se le permitió entrar a los EE.UU. desde el comienzo de la guerra fría. Así, su viaje fue considerado como un gran suceso por la prensa europea, indicando que Washington ya no considera al PCE y sus aliados como “prohibidos”. Se esperaba, decía el New York Times del 15 noviembre, que Carrillo utilizara la ocasión “para presentar su imagen de comunista con mentalidad democrática e independiente de Moscú”.

En recompensa por este indicio de tolerancia por parte del gobierno del Partido Demócrata, el líder del PCE elogiaría la campaña de “derechos humanos” de Jimmy Carter cuyo blanco fundamental es la Unión Soviética. Concretamente, después del desaire que le dio el Kremlin a Carrillo este mes durante la celebración oficial soviética del 60 aniversario de la Revolución de Octubre, era de esperarse que se hicieran comparaciones poco gratas entre la represión de disidentes en la Rusia de Brezhnev y el aclamado “intercambio libre de ideas” en la América de Carter. Y al proveer la ocasión para una fiesta de propaganda anticomunista él iba a dar una prueba concreta de su confiabilidad como lacayo laboral de la burguesía imperialista.

Carrillo jugó su rol con aplomo, codeándose con profesores liberales, llevando a cabo discusiones privadas con el poderoso Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores), elogiando a Jimmy Carter y al rey Juan Carlos de España, tranquilizando a los inversionistas norteamericanos y dándoles señas a los socialistas en casa. Dio toda muestra posible de “moderación” y efectivamente demostró que el PCE no representa una amenaza al dominio capitalista. Pero la prueba más dramática de la lealtad de Carrillo a la burguesía, la cual pronto se convirtió en un escándalo internacional, fue probablemente algo que él no esperaba.

Al cruzar los piquetes de los obreros en huelga en la Universidad de Yale, bajo protección de recios policías, Santiago Carrillo le aclaró al mundo entero que él no es un comunista sino un esquirol miserable. No un dirigente revolucionario del proletariado sino un falso dirigente y un impostor. Sus palabras de fidelidad al “pluralismo democrático” y a los “derechos humanos” en definitiva constituyen una apología del capitalismo; en la práctica resultan en los desmanes de un rompehuelgas. Así, cuando este falso “comunista” decidió manifestar su desprecio por la clase obrera, los miembros del sindicato, el American Federation of University Employees (AFL-CIO) Local 35., en la séptima semana de huelga lo abuchearon y le silbaron, dándole la recepción merecida de todo esquirol.

Con las manos en la masa

Carrillo fue atrapado en el acto por reporteros y fotógrafos de las agencias de prensa y los periódicos más importantes. Informes sobre el incidente en la línea de piquete se publicaron en el New York Times, el Times de Londres y Le Monde de París; informaciones fueron enviadas por la UPI, AFP, Reuters y las agencias de prensa alemana y española. Revistas importantes como Time, L’Espresso de Italia y Manchete de Brasil, hicieron un reportaje del acontecimiento mientras AFP y UPI distribuyeron fotografías de este acto de traición de clase de Carrillo.

Pero mientras la prensa burguesa tenía sus propias razones reaccionarias para regocijarse del apuro del más reciente Chubb Fellow [catedrático de honor] de Yale, los intentos miserables de Carrillo de difamar a los manifestantes como anticomunistas es una calumnia transparente. Presentes entre los piquetes estaban más de 50 huelguistas además de militantes de la Spartacist League (SL) y del Partido Comunista norteamericano. Es más, a Carrillo le resultaría muy difícil tachar de anticomunistas las declaraciones ampliamente reportadas del dirigente del sindicato local, Vincent Sirabella; fue característico el informe de la UPI que citaba a Sirabella diciendo, “Me sorprendió enormemente que viniera. Como comunista debería de tener alguna solidaridad con la lucha mundial de los trabajadores.” En el International Herald Tribune del 16 de noviembre esta información fue acompañada por una fotografía de Carrillo atravesando la línea de piquete donde se puede leer claramente un cartel de la Spartacist League que decía “Esquirol en huelga de Yale”.

Otros artículos de prensa mostraron lo mismo. El New York Times de la misma fecha presenta la justificación de Carrillo en romper la huelga: “EI movimiento obrero norteamericano no ha hecho nada para promover la democracia en España.” El dirigente sindical, informa el New York Times, replicó “[denunciando] al señor Carrillo por atravesar la línea de piquete y dijo que las palabras del comunista español eran ‘una excusa débil de la acción más atroz que un supuesto partidario de los trabajadores podía cometer’. El señor Sirabella también se burló de la ‘ironía de acostarse con el dueño de casa capitalista’.”

La noche siguiente Carrillo debía hablar en la facultad de derecho de Vale. La sala fue cambiada (debido a razones de seguridad) a otro lugar al cual se podía llegar a través de túneles, permitiéndole así al líder del PCE pasar por debajo de los piquetes. Esta vez la protesta fue aún mayor, y contaba con la presencia de corresponsales de la Associated Press, Time, Newsweek, los diarios italianos La Republica (radicales) y Avanti (socialista), el matutino madrileño Diario 16 y equipos de la televisión española (RTVE) e italiana (RAI). Como en la conferencia de prensa, periodistas de Workers Vanguard y del Daily World del PC norteamericano estuvieron presentes en la línea de piquetes pero no entraron. Los sucesos y su contexto se reportaron en el semanario italiano L’Espresso (27 de noviembre):

“Al llegar a los Estados Unidos Carrillo se esperaba cualquier cosa menos un desafío por la izquierda. Pero este país está lleno de todo tipo de sorpresas. Así que el miércoles por la tarde, mientras el líder español pronunciaba su conferencia en la Universidad de Yale, el espectáculo que se presentó a los ojos de muchos italianos presentes les recordó curiosamente escenas similares en casa.

‘“Llegando de todo Connecticut, de Massachusetts, de Nueva Jersey y de Nueva York, pequeños grupos de trotskistas, espartaquistas, comunistas de la vieja tradición estalinista, veteranos de la Brigada Lincoln que habían combatido en España y militantes sindicales llevaron carteles y gritaron consignas en contra de él. Con todo esto, un observador extranjero pudo imaginarse que se trataba de una tentativa de grupos normalmente marginales que trataban de destacar sus demandas aprovechándose de un acontecimiento de mayor relieve. Pero no fue así por dos razones. En primer lugar el viaje de Carrillo no provocaba el menor interés en América y nadie se había enterado de ello; [y en segundo lugar] tan pronto llegó Carrillo, cometió un error que le saldría caro en el balance de su gira norteamericana…

“Así, el martes por la mañana, cuando Carrillo se dirigía al edificio donde iba a dar su primera conferencia de prensa, encontró los piquetes de huelga que le invitaban a no entrar. En este momento Carrillo, después de algunas palabras abstractas de solidaridad, hizo la siguiente declaración: que su misión diplomática tenía una envergadura que sobrepasaba cuestiones locales; que los sindicatos norteamericanos son notoriamente derechistas y ligados al sistema; que los obreros norteamericanos no habían hecho nada por la guerra de España; que los sindicatos apoyaron a la guerra en Vietnam. etc…. Pero esto no fue el punto subrayado por la prensa local, empezando por los moderados. Fue el hecho de que Carrillo había cruzado físicamente el piquete.”

[Mientras L’Espresso vio el asunto en forma irónica, y la prensa burguesa norteamericana mal disimulaba su regocijo ante los azares de este eurocomunista rompehuelgas, la prensa española poco menos que se alzó en armas a la defensa de éste, su embajador de buena voluntad eurocomunista. Así pues hubo una extraña coincidencia no sólo de periódicos normalmente favorables al PCE (Mundo Diario) sino también de la prensa que en otras ocasiones ha atacado fuertemente a Carrillo y su partido, como El País o Cambio 16. El tema común de todos los informes fue el anuncio (o en algunos casos la insinuación cobarde) de un complot montado por “la AFL-CIO anticomunista”, la CIA y ¿por qué no? también la KGB, con el propósito de impedirle al líder del PCE de hablar en los Estados Unidos. Mientras Interviu se queja de los alentados al honor de “don Santiago”, Triunfo defiende su “derecho” de atravesar un piquete de huelga con el “argumento” de que “el movimiento laboral norteamericano no había hecho nada para promover la democracia en España”, y por último, Cambio 16 se hace eco de la afirmación infame hecha por Carrillo de cómo los sindicatos norteamericanos “están más a la derecha que la derecha española”.]

[Cualquiera ligeramente familiarizado con las luchas del poderoso movimiento sindical norteamericano no puede menos que reaccionar airadamente ante esta muestra de chovinismo y estupidez. Pero, no es de extrañar, después de todo, ésta no es sino la extensión del viejo truco de identificar a los sindicatos con sus direcciones reformistas, identificando a éstas con la más derechista de todas. Pero, aún en esta perspectiva dicha afirmación no deja de ser menos criminal. La derecha española de Francisco Franco, que ahogaría en sangre a los batallones obreros de la República: la derecha española de las bandas de Guerrilleros de Cristo Rey, que hoy persiguen y asesinan los militantes proletarios; la canalla fascista asesina de Atocha — ¡todos están para este traidor reformista “a la izquierda” del movimiento obrero norteamericano! Para Carrillo la línea divisora no es la línea de clase sino la nacionalidad, y se alza en defensa de los representantes más funestos de “su” burguesía como Fraga, pantalla “respetable” de los fascistas, y Suárez/Juan Carlos, administradores del régimen semibonapartista heredado del régimen franquista.

[¿Cómo explicar esta preocupación por la buena fama de Carrillo? De hecho, si uno lee el reportaje sobre el incidente de Yale aparecido en la prensa burguesa española, casi recibiría la impresión de que ésta estuviera bajo el control de elementos filocomunistas. Pero en realidad, hay una razón más profunda para la gran prominencia periodística de las CC.OO. y el excelente trato recibido por Carrillo y Cía. Y ella es el importante papel desempeñado por éste en el período actual como control y freno del movimiento obrero. Dada la línea dura presentada por Washington a la entrada de los PC al gobierno de países europeos occidentales, el embajador eurocomunista está “convencido de que tenía que aprovechar la oportunidad de Yale para vender la mercancía eurocomunista” (Cambio 16, 4 de diciembre). Pero el posible comprador no es la clase obrera americana; no, toda ella ha sido identificada con sus dirigentes reformistas anticomunistas y dada por perdida. ¿Quién es entonces el posible interesado? La respuesta es muy clara: “Carrillo y el eurocomunismo han sido examinados por los sesudos cerebros de Yale, Harvard y Hopkins, de donde salen los asesores presidenciales y donde quién más quién menos está encantado de prestar un servicio a la Casa Blanca que todavía no está en plan de tomarse unas copas públicamente con los eurocomunistas” (Interviú, 1-7 de diciembre). Acciones como la ocurrida en Yale no son sino las señales claras de un aspirante a Noske o Ebert dirigidas precisamente a convencer a ese sector de la burguesía de la seriedad de sus proposiciones. Tratando de disculpar a “don Santiago” Interviú escribe que “La tradición americana [léase proletaria] convierte en un crimen de lesa política [léase traición de clase] el atravesar una línea de piquete de huelga.” El esquirol de nombre Carrillo ha hecho su elección y decidido en favor de la burguesía: su desdén por el proletariado norteamericano anuncia ya sus futuras traiciones a los obreros españoles.]

Justificando lo injustificable

La traición de Carrillo en la huelga de Yale lo persiguió durante todo su viaje. En su discurso del miércoles, se informó que Carrillo aclaraba sin convicción: “Hubiera preferido no hablar bajo tales circunstancias, pero lo hacía para cumplir un compromiso” (El País [Madrid], 18 de noviembre). En la Universidad de Harvard el 22 de noviembre, se le preguntó en la conferencia de prensa cómo se le había recibido en los Estados Unidos. El líder del PCE contestó:

“Yo diría que este ‘rojo’ que soy, como ha indicado algún periódico americano, ha encontrado una recepción  verdaderamente amistosa y calurosa en este sector [las universidades].”

Luego se verificó la siguiente discusión:

WV: Sr. Carrillo, yo creo que en la Universidad de Yale  Ud. recibió una bienvenida no tan amistosa por parte de los huelguistas cuando cruzó la línea de piquete. Quiero saber — hablo en nombre de Workers Vanguard que es un periódico trotskista, nosotros estuvimos allí y nos enfrentamos con Ud. cuando cruzó esa línea…

Carrillo: Ah, ¿Uds. estaban allí?

WV: Sí, pero al otro lado de la línea que Ud.

Carrillo: Ah, lo que no había era obreros.

WV: Había muchos obreros en ese piquete, e incluso el Partido Comunista de EE.UU. Ud. ha visto las noticias que salieron en los periódicos y quiero saber, de todas la declaraciones que se hicieron, si nos puede dar Ud. un solo indicio de anticomunismo en esa línea de piquete. Porque nosotros no vimos ningún rasgo de anticomunismo allí.

Carrillo: Yo estaba convencido de que en ese piquete que crucé, había muy pocos huelguistas, y que en cambio había bastante gente que había vendo de Nueva York….  En ese piquete también estaba un tesorero del Partido Comunista de EE.UU…. y había también algún miembro de una organización llamada espartaquista, pero muy pocos obreros de Yale.”

Carrillo también Justificó su acción de rompehuelga declarando que las actividades docentes se desarrollaron normalmente en Yale, que el domingo anterior el dirigente sindical (Sirabella) “dio su consentimiento para que yo realizara mi programa en Yale”, que había hecho una declaración de apoyo a la huelga, que no había piquetes después de su conferencia de prensa y que “ese piquete fue una manipulación política para impedir que un líder comunista, eurocomunista, hablara en Estados Unidos.” En respuesta, el periodista de WV denunció este montón de calumnias y distorsiones:

“En cuanto a la línea de piquete, ha habido otros piquetes en Yale. Ayer 26 obreros de esa universidad fueron detenidos. En segundo lugar, ellos han hecho piquetes para otros oradores, por ejemplo del Partido Demócrata. Y tercero, no fue para evitar que Ud. hablase en Estados Unidos. Nosotros apoyamos su derecho de hablar en este país. Fue para impedir que cualquiera cruzara la línea de piquete. Y esta ha sido la posición firme de ese sindicato. No hubo ninguna manipulación.”

Esa misma noche Carrillo fue confrontado de nuevo sobre su actividad de esquirol por un militante de la SL durante la sesión de discusión después del discurso pronunciado por el líder del PCE en Harvard: “Nosotros de la tendencia espartaquista internacional comprendemos que el piquete de huelga es la línea entre los patrones y los obreros. Ud. dejó claro que no quería perturbar a los patrones. ¿Cómo justifica Ud. ese atropello?” Carrillo contestó con las mismas calumnias de antes: “He leído en el Wall Street Journal, exactamente lo que Ud. ha dicho…. El piquete estaba compuesto en su mayoría no de obreros sino de miembros de los partidos cuyos nombres podría mencionar, que… querían impedirle a un comunista el hablar en Yale”; etc. Pero esta vez, agregó algo nuevo: “Estoy convencido de que lo que pasó en Yale ha sido una manipulación política contra el eurocomunismo, probablemente por parte de la CIA y también de la KGB.”

Esta acusación increíble demuestra que si Carrillo hoy se adhiere al eurocomunismo como su propia etiqueta reformista de traición de clase, él seguramente no ha olvidado sus lecciones de la escuela estalinista de falsificación y calumnias. Hace exactamente 40 años este mismo burócrata rompehuelga tachaba de putsch a la heroica insurrección de los obreros barceloneses dirigidos por los “trotskos” y “anarcos” “al servicio de Franco”.

Respecto a la acusación de Carrillo de que el sindicato anteriormente había autorizado sus actividades, WV le pidió al responsable del Local 35, Sirabella, que comentara sobre esto. Él contestó:

“Nosotros le enviamos un télex aproximadamente dos semanas antes de su llegada a Yale, informándole de la huelga y pidiéndole que no viniera bajo ninguna circunstancia…. Durante todo el período transcurrido entre el envío del télex y cuando erigimos el piquete el martes por la mañana, no hubo contacto alguno entre él, sus seguidores o sus compañeros y nuestro sindicato. Absolutamente ninguno.

“Ahora, después de haber cruzado nuestro piquete… de haber dado su conferencia de prensa, y de haberse visto en aprietos por nuestro piquete, compuesto primordialmente por miembros de nuestro sindicato -habían otros grupos, claro… eso no es nada nuevo- entonces, sí es verdad que alguien salió del edificio… y dijo que Carrillo quería hablar con nosotros. [Nosotros le dijimos:] ‘Es demasiado tarde, el daño ya está hecho. El cruzó nuestro piquete, él es una rata, él es un esquirol y desde este momento no hay nada que hablar con él’.

“Le dijimos que el senador McGovern, el Secretario de Trabajo Marshall, Golda Meir, y mucha otra gente no vinieron en circunstancias similares. Organizamos piquetes también cuando vino el alcalde de Newark Gibson, del Partido Demócrata; organizamos piquetes también cuando vino John Lindsay [antiguo alcalde de Nueva York]…

“Ese es el pecado imperdonable -especialmente cuando viene de un llamado dirigente comunista- el cruzar un piquete, porque el piquete de huelga es sacrosanto. En mi experiencia de los años treinta, él señala la diferencia entre los amigos de los trabajadores y los enemigos de los trabajadores.”

El hecho de que muchos políticos del Partido Demócrata respeten los piquetes, por supuesto no los convierte en los “amigos del trabajador” que ellos dicen ser. La primavera pasada incluso el rey Gustavo de Suecia se negó a cruzar un piquete de los obreros de la metropolitana de San Francisco. Pero el hecho de que el “eurocomunista” Carrillo no mostró ningún escrúpulo en hacer gala de su desprecio de la línea de batalla en la guerra de clases nos revela la verdad sobre sus credenciales “revolucionarias”.

El eurocomunismo al desnudo

Durante todo su viaje Carrillo se preocupó por presentarse como “razonable” y por mostrar su buena voluntad hacia el imperialismo norteamericano. Según se informa, Carrillo dijo a los estudiantes de Yale: “Si hoy me encuentro hablando aquí, eso se debe esencialmente a la política de derechos humanos del presidente Carter que ha hecho posible esta visita” (L’Espresso, 27 de noviembre). Él garantizó que “los inversionistas americanos en España no tienen por qué preocuparse” si el PCE entra al gobierno, y citó al primer ministro español Adolfo Suárez, quien calificó de ejemplar la conducta del PCE. Carrillo devolvió el cumplido, diciendo que: “La monarquía está jugando un papel positivo en el restablecimiento de las libertades democráticas” (New Haven Journal Courier, 17 de noviembre).

Después de asegurarle al imperialismo norteamericano de la actitud “responsable” de los eurocomunistas en su discurso en Yale, en Harvard se concentró en presentar sus posiciones sobre la dictadura del proletariado. El libro de Carrillo Eurocomunismo y estado es un rechazo completo del leninismo y del marxismo sobre la cuestión del estado,  sacando de la tumba a cualquier basura socialdemócrata y mal citando a Engels, divulgando el pacifismo más vulgar, declarando que la democracia no tiene carácter de clase y comprometiéndose a apoyar el parlamentarismo (burgués). Pero en su discurso en Harvard, fue aún más allá, llamando al nacionalismo norteamericano y al “empeño democrático” del auditorio, en su gran mayoría compuesto por liberales anticomunistas.

Los eurocomunistas, dijo él, al rechazar la dictadura del proletariado, rechazan asimismo el derecho del partido de dictar los gustos en “cuestiones íntimas” como el arte y el amor. Respecto a la defensa de la Unión Soviética en una guerra contra los Estados Unidos, dijo que nadie tendría el tiempo suficiente para tomar partido en una guerra entre las “superpotencias”. En los Estados Unidos, agregó, con su gran tradición de respeto a la libertad (!), el socialismo podría triunfar pacíficamente. Y para coronar esta presentación miserable del reformismo filisteo, cuando fue desafiado por un militante espartaquista durante la discusión a confrontar el concepto de la dictadura del proletariado como fue presentado por Marx, Lenin y Trotsky, y no la deformación por Stalin de este concepto marxista fundamental, su única respuesta fue: “Si Uds. [los espartaquistas] quieren la dictadura del proletariado en los Estados Unidos y el pueblo americano está de acuerdo, lo pueden tener.”

En Yale el Partido Comunista primero reaccionó con vergüenza al acto de rompehuelga de Carrillo, enviando dos militantes al piquete con carteles que apenas se podían leer. La tarde siguiente llegó en gran número, con un comunicado de prensa del dirigente del PC Gus Hall declarando: “Una huelga es una huelga y un esquirol es un esquirol, no importa quien sea o como se presente…. Las acciones de Santiago Carrillo no se pueden defender. Santiago Carrillo cruzó aquella línea de clase al ignorar el piquete de huelga en Yale.” Luego hubo una declaración oficial del partido vinculando el cruce del piquete por el líder del PCE a la “difamación del socialismo soviético” (Daily World, 19 de noviembre), así como una serie de artículos en la prensa del PC. Pero aun cuando el Partido Comunista estadounidense se encontró en la rara posición de defender la línea de clase, por lo menos en palabras (en contraste con su acción de rompehuelga en la huelga de los profesores en Nueva York de 1968 y su reclutamiento activo de esquiroles durante la huelga de los mineros del carbón en la Segunda Guerra Mundial), éste tampoco había olvidado sus engaños estalinistas: una foto de la UPI de Carrillo cruzando el piquete fue recortada en el Daily World para eliminar los carteles de la Spartacist League.

Tanto los estalinistas pro-Moscú como los “eurocomunistas” no tienen nada que ofrecerles a los obreros más que traiciones. Durante la Guerra Civil española, el Partido Comunista bajo las órdenes de Stalin fue el defensor descarado de la santidad dé la propiedad privada contra los intentos de la clase obrera de formar sus propias milicias y echar a los patrones. En los años 30 lo hicieron asesinando a Andrés Nin, Camilo Berneri y a muchos dirigentes anarquistas y trotskistas; hoy Carrillo lo hace elogiando la cruzada antisoviética de “derechos humanos” lanzada por Jimmy Carter en búsqueda del rearmamento moral del imperialismo norteamericano. Brezhnev juega a lo mismo con la conferencia de Helsinki, aunque trata de obtener un mejor arreglo dado que él, a diferencia de Carrillo, tiene un formidable poder estatal que lo respalda.

El dirigente del Partido Comunista español dice que el socialismo puede llegar a Europa occidental a través de las urnas; todo lo que se necesita es que la clase obrera se comporte, una vez más, “responsablemente”. Ella tiene que aprender a “cumplir’ su “compromiso” como lo hizo Carrillo -¡al cruzar la línea de clase! El ofrece al PCE como gendarme del proletariado y mientras el incidente del piquete en Yale causó cierto embarazo, fue también una garantía inequívoca de confiabilidad para la burguesía. En contraste, los trotskistas defendemos el piquete de huelga; nosotros no abandonamos nuestra responsabilidad de defender aún al estado obrero degenerado soviético contra el imperialismo; y llamamos a todos los estalinistas y “eurocomunistas” por su nombre: esquiroles. Ese es el mismo papel que jugaron los Gus Hall y Santiago Carrillo en la Guerra Civil española: rompehuelgas de la revolución.

EL POPULISMO, ¿MARXISMO?

EL POPULISMO, ¿MARXISMO?

Originalmente publicado en ESPARTACO Vol. I, No. 3, Febrero-Marzo 1967 

NOTA — En el número anterior, prometimos “Fidelismo y Guevarismo en Guatemala” para la presente edición. Por diferentes razones, publicamos el artículo en la edición no. 9 de Spartacist, nuestro órgano en inglés, aplazando el artículo en español para la próxima edición de Espartaco. En esta edición publicamos un análisis que creemos requisito teórico antes de publicar nuestro estudio sobre el MR-13 en Guatemala, en el cual analizaremos al fidelismo, guevarismo y a la Internacional de Juan Posadas.

ORÍGENES

La burguesía latinoamericana siempre ha sido adepta a inventarse nombres “autóctonos,” inspirados en el pasado colonial o proyectados a un futuro absolutamente irreal. Así, el hispanismo, la sandez de la “raza cósmica” y otras creaciones similares forman la imagen que la burguesía trata de construir de sí misma. Pero qué alejada de la realidad se encuentra; su total emasculación económica, su entreguismo al imperialismo yanqui, son la cruda veracidad de la situación. El escapismo ideológico sirve para cerrar los ojos a la realidad social, tratando de “compensar” la miseria y la explotación por medio de supersticiones y fantásticas idealizaciones.

Esta tendencia idealizadora, escapista, halla tierra fértil en los dislocados círculos “rebeldes” universitarios e intelectuales de la pequeñoburguesía. Ellos también tratan de escapar, imaginando utopías en donde un tribunal social armónico (v.g., el negocio pequeñoburgués) cubre a todas las clases sociales limitadas por una entidad (también pequeñoburguesa) llamada “patria.” Y ésta debe de ser una patria libre de la bancarrota permanente producida por la burguesía nacional y su amo, el imperialismo.

Pero la pequeñoburguesía, para solucionar este callejón sin salida creado por el imperialismo, no puede imaginar otra solución que una lucha “democrática” para lograr la “liberación nacional” y restaurar un sistema utópico-agrario de libre competencia, inspirado en un cierto indigenismo populista. Pero como las necesidades económicas contemporáneas de cualquier país latinoamericano exigen relaciones totalmente opuestas al capitalismo (aun el pequeñoburgués), nuestros pequeñoburgueses se ven obligados a tomar medidas socialistas y abandonar sus utopías prerrevolucionarias si es que se apoderan del gobierno, aunque instituyéndose despótica y burocráticamente sobre los obreros en el estado. Éste es el caso de Cuba socialista, la cual avanzará y se consolidará sólo si los obreros cubanos derrocan a la burocracia chovinista castrense y se apoderancompletamente del gobierno socialista.

PERSPECTIVAS

Con razón Mariátegui decía: “No queremos que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica.” El subjetivismo idealista de semejante dicho suena típico; la pequeñoburguesía cree que con sólo desear o “no querer” algo, (¡en este caso un fenómeno social!) todo es posible. El socialismo en Latinoamérica es una necesidad histórica que sólo puede ser alcanzada continentalmente por el proletariado y su dictadura. Esto en sí connota un programa y tácticas definidas, no al “libre albedrío,” sino basados en los requerimientos revolucionarios concretos del proletariado latinoamericano. La cuestión de que no debe de ser calco y copia es una banalidad que no viene al caso.

La realidad social, siempre cambiante, requiere un estudio extenuante, especialmente en Latinoamérica. Pero los marxistas hacemos este estudio combinándolo con una firme finalidad: instituir la dictadura del proletariado en el continente y en el mundo. Semejante finalidad nos lleva a la conclusión que un desarrollo similar (no “copiado”) al proceso ocurrido en Rusia en Octubre de 1917, donde los obreros y su partido tomaron el poder, apoyándose en las grandes masas rurales, es posible también en la gran mayoría de los países latinoamericanos. Y además de posible, es absolutamente inapelable si nuestro programa, siendo marxista, requiere el mandato directo del proletariado sobre sus estados, la división de la labor industrial continental y la solución final del problema agrario en la tierra.

La Revolución Rusa nos sirve de modelo metodológico aunque nos damos perfecta cuenta que social y económicamente, Latinoamérica tiene enormes diferencias con la Rusia de 1917. Pero estas diferencias no son de substancia; no niegan que es el proletariado la única clase capaz de tomar continentalmente el poder en Latinoamérica. Esto es negado solamente por la pequeñoburguesía “rebelde.”

Latinoamérica no ha escapado de las leyes del desarrollo capitalista descubiertas por Marx y Lenin. Aunque el caso de Latinoamérica es un caso especial, como lo es cada continente, cada país, cada región, etc., existen generalidades definitivas que atan el desarrollo económico-político latinoamericano al resto del mundo, determinándolo, y más aún, siendo determinadas por él en estos momentos. Los modos productivos precolombinos y la explotación mercantilista colonial europea crearon una situación social propicia para la subsiguiente explotación semicolonial por parte del imperialismo europeo y finalmente, el norteamericano.

El proletariado latinoamericano, creado en el proceso, numerando más de quince millones en veinte países, es una clase que no puede ser relegada a un segundo plano. El futuro socialista en la América Latina lo decidirá definitivamente sólo el proletariado sostenido revolucionariamente por las grandes masas oprimidas rurales y urbanas del continente. Esto, y sólo esto, es posible, ya que el desarrollo económico y social del continente ha creado una situación de desbordamiento revolucionario definido fundamentalmente por la lucha de clases (entre el proletariado y la burguesía) y que política, y a la vez socialmente, puede ser solucionado sólo si el proletariado se apodera de los medios productivos y ordena la sociedad latinoamericana. Esto no puede ser hecho por las burguesías nacionales ya que se encuentran íntimamente ligadas, siendo consolidadas estructuralmente, por el imperialismo yanqui. El campesinado, aunque más numeroso que el proletariado, es incapaz de tener relevancia política alguna continentalmente considerado por sí solo, ya que juega, como clase, un papel externo al proceso formativo actual que se presenta y que define a la sociedad latinoamericana en términos marxistas.

LOS TEÓRICOS

El subjetivismo “tacticista” pequeñoburgués es iluminado por Luis de la Puente Uceda, del MIR peruano: “El plan de la Revolución de Octubre, centralizado en la ciudad, no es aplicable a nuestra realidad ya que el poder oligarca se encuentra aquí fuerte y no en descomposición como era el caso durante aquel suceso histórico; el hecho que este plan siga siendo considerado puede ser sólo atribuido al dogmatismo de ciertos trotskistas ortodoxos y a una tendencia general de interpretar todo en términos de planes prestados del extranjero.” (Traducido de Monthly Review, noviembre 1965.)

Pero veamos cómo el MIR, además de no comprender a la Revolución Bolchevique, solucionó el problema, adaptándose a “nuestra realidad.” Su programa decía: “… es esencial unir a los sectores explotados: campesinos, obreros, pequeñoburguesía y sectores progresistas de la burguesía nacional…” y añadía: “El proceso… comenzado por el MIR… [es] una revolución… destinada a establecer un gobierno democrático y las fundaciones para la construcción del socialismo en nuestro país.” (Ibíd.) Este “plan,” ya que Uceda sólo hablaba de “planes,” es el vulgar “bloque de cuatro clases” maoísta. Tal bloque ocurrió en China después que el mismo estalinismo ayudó tácticamente a masacrar los obreros chinos en las matanzas infames de 1925-27, determinando en gran parte el escapismo populista de Mao Tse-tung que sin quererlo se vio obligado a tomar el poder en 1949 después que Chiang Kai-shek repetidamente rechazó sus avances coalicionistas. Todo esto no existe para Uceda. Es de añadir que por “socialismo” el MIR presentaba la siguiente falsificación: “Protección de la industria nacional, comercio nacional y clase media…” (Edición Extraordinaria del órgano del MR-13 guatemalteco, en artículo fraterno, julio 1965, No. 16, año II.)

Germán Lairet, venezolano, otro “teórico” del inconsciente oportunismo pequeñoburgués, nos dice: “Pero no basamos ya nuestra acción fundamental en la posibilidad de esta crisis [insurrecciones urbanas], aunque tratamos de aprovecharla al máximo, sino que construimos un ejército en las montañas… [con posibilidad] más segura y más cierta de victoria…” (Desafío, septiembre 13, 1966.) El proletariado, entonces, es un “brazo auxiliar” del aventurismo pequeñoburgués, a su servicio y a su merced. Ciertamente que el proletariado venezolano no necesita de tales “aliados” que lo consideran un mero objeto “táctico.”

El ELN colombiano, en su Manifiesto de Simacota, repite otra creación “autóctona”: “Los pequeños y medianos productores, tanto del campo como de la ciudad, ven arruinadas su economía ante la cruel competencia y acaparamiento de los créditos por parte del capital extranjero y sus secuaces vende-patrias… [que también arruinan] a… los comerciantes honestos.” (Desafío, cotizador de variados revisionismos, en su edición de julio 26, 1966.) Y estos son programas “socialistas.”

En México, donde el oportunismo no ha formado guerrillas ni milicias, se ha mezclado con el populismo, imaginándose también “autóctono.” Veamos lo que dice el señor Alfonso Garzón, secretario general de la Confederación Campesina Independiente, en una entrevista: “… por nuestra parte pensamos que la coexistencia es posible. Pero debemos tener autoridad suficiente para presionar cambios… y hablar de igual a igual… Nuestro método fundamental requiere necesariamente que, para alcanzar verdadero progreso, participemos en el manejo del poder.” (Traducido de Revolution, Vol.1, No.10.) El señor Garzón, honestamente, nos descubre el rol esencial del campesinado bajo la hegemonía burguesa: absoluto entreguismo político, a regañadientes heroicos, pero entreguismo aún. Y el hecho que sea organizado en milicias o en guerrillas no diluye su posición social bajo el modo productivo capitalista.

Aun así, otro profeta, Juan A. Corretjer, añade: “Sin un ejército campesino no hay revolución posible en América Latina…. El hecho revolucionario en que Mariátegui dio papel estelar a los campesinos ya no es profecía. Es decir, es profecía cumplida.” (Desafío, abril 5, 1966.)

Las teorías oportunistas de la pequeñoburguesía latinoamericana tienden a repetir las acciones de los populistas narodniques rusos, calzando además en el reformismo estalinista con las variedades guerrilleras del fidelismo y el guevarismo. Particularmente dividen teoría y práctica, pero por desgracia para ellos esta actitud sólo lleva a repetir, inconscientemente, los viejos vicios programáticos que la pequeñoburguesía “rebelde” resucita en  cada generación bajo el sistema capitalista.

Los narodniques, al preocuparse sólo de “planes, tácticas,” etc., continuaban prácticamente los que teóricamente eran métodos pequeñoburgueses, aceptables por el zarismo, ya que el populismo ruso no podía atacar ni cercenar las bases de la propiedad privada sino “renovarlas” utópicamente. Los populistas latinoamericanos tienen aún menos razón de existir que los narodniques del siglo pasado. La realidad histórica en Latinoamérica ha sobrepasado el momento en que el populismo hubiese sido comprensible o tal vez necesario históricamente. Su desarrollo económico pone a la orden del día la participación directriz del proletariado, hecho que aún en 1929, cuando Mariátegui murió, tenía relevancia continental.

¿UNA INTERNACIONAL PEQUEÑOBURGUESA?

Es imposible crear una “Internacional Campesina,” tan ridículo que la Tricontinental misma no se atreve a titularse así, aunque ésa es su finalidad objetiva. A veces, la pequeñoburguesía atenta copiar ciertas prácticas del proletariado (su internacionalismo, por ejemplo) y trata de aplicarlas demagógicamente al campesinado. Pero el internacionalismo obrero se basa en la posición social mundial del proletariado dentro el modo productivo capitalista, contra el cual irresistiblemente entra en total contradicción, y por lo tanto tiene bases concretas para existir. El campesinado, por más que los anti-históricos pequeñoburgueses pujen, no tiene la cohesión de clase propia del proletariado y por lo mismo no puede crear su propio “internacionalismo.” Históricamente la posición económica de la producción individual campesina está condenada; no tiene razón de existir pues no puede satisfacer las necesidades reproductivas que el capitalismo ha desencadenado sobre la tierra.

El campesinado latinoamericano, fundamentalmente fuera del desarrollo económico continental, fuera de los mercados comerciales, fuera de la “vida nacional,” no puede, y esto es innegable, sin la guía del proletariado, meterse a “renovador” social. El oportunismo populista, al retirarse al campo, se condena un aislamiento político y económico, siendo absolutamente impotente para remediar la situación por sí solo. Hablar de una “Internacional Campesina” o del “Poder Dual en el campo,” en donde no existe razón de ser, revela sólo la extrema ignorancia de la pequeñoburguesía “rebelde,” a la vez que deja traslucir su intrínseco desprecio y desconfianza en la capacidadpermanente del proletariado para luchar despiadada y totalmente contra toda opresión de clase.

Sindicalistas y revolucionarios

Sindicalistas y revolucionarios

11 de mayo de 1953

Este discurso de James P. Cannon discute el carácter conservador de muchos de los miembros de la tendencia Cochran-Clarke, la fracción del SWP que en 1953 colaboró con el revisionismo de Michel Pablo. Fue traducido de la revista teórica del SWP, Fourth International (primavera de 1954). Posteriormente fue publicado en inglés enSpeeches to the Party. Esta versión fue impresa en Spartacist en español no. 27, Diciembre de 1996..

Por varios meses hemos estado discutiendo las propuestas en contraste de los dos bandos en el conflicto interno de nuestro partido. Es tiempo ya, considero yo, de que vayamos un paso más allá; de llevar la discusión hacia un examen de las causas fundamentales de la lucha. Recordarán ustedes que esto es lo que hizo Trotsky durante la pelea con Burnham y Shachtman en 1939-40. En cierto estadio de esa lucha, después de que las posiciones de ambos lados quedaron claras -no únicamente lo que tenían que decir, sino lo que no decían, la manera como se comportaban, la atmósfera de la pelea y todo lo demás- cuando se vio bien qué es lo que realmente estaba en juego Trotsky escribió su artículo “Una oposición pequeñoburguesa dentro del Socialist Workers Party”.

Ese artículo resumía su evaluación de la fracción de Burnham y Shachtman tal como se reveló en el fragor de la lucha; cuando había quedado claro que no se trataba, como ocurre algunas veces, de una simple diferencia de opinión entre correligionarios sobre una o dos cuestiones que pudieran resolverse mediante la discusión y el debate fraternales. Burnham y sus seguidores -y aquellos a quienes ha embaucado- estaban impulsados por una profunda compulsión interna a romper con la doctrina y la tradición del partido. Llevaron su revuelta contra el partido al punto del frenesí, como hacen siempre los fraccionalistas pequeñoburgueses. Ya no atendían a ningún argumento, y Trotsky se encargó de explicar la base social de su fracción y su frenesí fraccionalista. Nosotros debemos hacer lo mismo ahora otra vez.

Los agrupamientos sociales en la oposición actual no son exactamente los mismos que en 1940. En esa lucha se trataba de unos cuantos intelectuales desmoralizados cuya base era una composición social pequeñoburguesa genuina de un sector del partido, especialmente en Nueva York, pero también en Chicago y algunos otros lugares del país; una concentración pequeñoburguesa que se rebelaba contra la línea proletaria del partido.

La composición social del partido en la actualidad es mucho mejor y ofrece una base de apoyo mucho más estrecha para una fracción oportunista. Como resultado de la escisión con los burnhamistas y nuestra concentración deliberada sobre el trabajo en los sindicatos, el partido hoy día es mucho más proletario en su composición, especialmente fuera de Nueva York. A pesar de todo eso, la verdadera composición social del partido no es de ninguna manera uniforme; refleja algunos de los cambios que se han operado dentro de la clase obrera estadounidense. Esto ha sido demostrado claramente por el alineamiento de los camaradas que se dedican a la labor dentro de los sindicatos en nuestra lucha fraccional. Los revolucionarios entre ellos -una gran mayoría- por un lado, y los elementos impulsados al conservadurismo –una pequeña minoría- por el otro, han escogido bandos diferentes de forma instintiva y casi automática.

Desde la consolidación de los sindicatos del CIO y el período de 13 años de auge durante la guerra y la posguerra, se ha dado una nueva estratificación dentro de la clase obrera estadounidense y en particular y conspicuamente dentro de los sindicatos del CIO. Nuestro partido, que está arraigado en los sindicatos, refleja también esa estratificación. El obrero que ha absorbido la atmósfera general de la prosperidad prolongada y ha empezado a vivir y pensar como un pequeñoburgués es una figura familiar en todo el país. Ha aparecido inclusive dentro del Socialist Workers Party como recluta hecho a la medida para una fracción oportunista.

En la resolución de nuestra convención de 1952, explicábamos la situación dentro de la clase obrera estadounidense en su conjunto en dos secciones: “Las causas del conservadurismo sindical y las premisas para una nueva radicalización” y “Perspectivas de una nueva radicalización”. En mi informe ante la convención nacional me referí a esas dos secciones como “la médula de la resolución” y enfoqué mi informe en torno a ellas.

Ahora me parece, a la luz del conflicto en el partido y sus verdaderas causas, que ahora son evidentes, que aquellas secciones de la resolución de la convención que tratan sobre la clase en su conjunto necesitan ampliarse y explicarse más detalladamente. Se requiere un examen más preciso de las estratificaciones dentro de la clase obrera, que ahí apenas si se tocan, y de la proyección de esas estratificaciones en la composición de los sindicatos, en las varias tendencias dentro de los sindicatos, e inclusive dentro de nuestro propio partido. Esto, me parece, es la clave para entender el enigma de otra manera inexplicable de por qué una sección proletaria del partido, aunque es una pequeña minoría, apoya a una fracción oportunista capituladora en contra de la línea proletario-revolucionaria y la dirección del partido.

Ejemplos de la historia

Esta contradicción aparente -esta división de las fuerzas proletarias- en la lucha fraccional del partido no es nueva. En las luchas fraccionales clásicas de nuestro movimiento internacional desde la época de Marx y Engels siempre hubo una división dentro del partido mismo entre los varios estratos de obreros.  El ala izquierda proletaria nunca incluyó a todos los obreros y el ala oportunista pequeñoburguesa nunca careció de apoyo obrero, es decir obrero en el sentido técnico de obrero asalariado. Los intelectuales revisionistas y los oportunistas sindicales siempre anidaron juntos en el ala derecha del partido. En el SWP en la actualidad, tenemos una repetición del alineamiento clásico que caracterizó la lucha entre la izquierda y la derecha dentro de la Segunda Internacional antes de la Primera Guerra Mundial.

Trotsky nos dijo durante una de las visitas que le hicimos -creo que también lo escribió en alguna parte- que existía una verdadera división social entre las dos fracciones del Partido Socialdemócrata de Rusia original, que más tarde se convirtieron en dos partidos separados. Los mencheviques, afirmaba, tenían a casi todos los intelectuales. Con unas cuantas excepciones, los únicos intelectuales que tenía Lenin eran aquellos que el partido había entrenado, en gran medida similares a nuestros obreros-intelectuales en su mayoría. El intelectual -me refiero al intelectual profesional del tipo de Burnham, el tipo de la cátedra profesoral, de las universidades- era una rareza en el bando de Lenin, mientras que los mencheviques tenían montones de ellos.

Además, los mencheviques tenían a la mayoría de los obreros calificados, que son siempre los obreros privilegiados. El sindicato de los trabajadores de la imprenta fue menchevique incluso durante la revolución. La burocracia de los obreros ferrocarrileros trató de paralizar la revolución; los bolcheviques sólo pudieron impedir que la burocracia menchevique e los trabajadores ferrocarrileros utilizara su posición estratégica en contra de la revolución mediante la fuerza militar y el apoyo de una minoría.

Según Trotsky los mencheviques tenían de su lado también a la mayoría de los obreros más viejos. La edad, como ustedes saben, está asociada con el conservadurismo. (Esto es en términos generales, pero no siempre; existen excepciones a la regla. Hay dos maneras diferentes de medir la edad. En la vida diaria se mide con el calendario, pero en política revolucionaria se mide por la mente, la voluntad y el espíritu; y no siempre se obtiene el mismo resultado).

Por otra parte, mientras que los obreros más viejos, los calificados y los privilegiados, estaban con los mencheviques, los obreros no calificados y los jóvenes -es decir, aquellos que estaban politizados- estaban con los bolcheviques. Esa era la línea divisoria entre las fracciones. No era meramente una cuestión de los argumentos y el programa; eran los impulsos sociales, pequeñoburgueses por un lado, proletarios por el otro, los que determinaban su lealtad.

El mismo alineamiento se dio en Alemania. La socialdemocracia alemana de la preguerra durante su apogeo contaba con un poderoso bloque de parlamentarios oportunistas, marxólogos que utilizaban su entrenamiento académico y su habilidad para citar extensamente a Marx para justificar una política oportunista. Recibían el apoyo no únicamente de los pequeños comerciantes, de los que había muchos, y de los burócratas sindicales. Contaban también con una sólida base de apoyo en el estrato privilegiado de la aristocracia obrera de Alemania. Los oportunistas sindicales dentro del Partido Socialdemócrata alemán apoyaron el revisionismo de Bernstein sin molestarse en leer sus artículos. No tenían necesidad de leerlos; sencillamente era eso lo que sentían. Los hechos más interesantes sobre esta cuestión los cita Peter Gay en su libro sobre Bernstein y su movimiento revisionista, titulado The Dilemma of Democratic Socialism: Eduard Bernstein Challenge to Karl Marx [El dilema del socialismo democrático: El desafío de Eduard Bernstein a Karl Marx].

Durante toda la disputa de la preguerra sobre el revisionismo, después durante la guerra y la posguerra, durante 1923 y 1933, los sindicalistas calificados privilegiados constituyeron la sólida base de apoyo de los líderes socialdemócratas oportunistas; en tanto que los revolucionarios comunistas, desde los tiempos de Liebknecht y Luxemburg hasta la catástrofe fascista en 1933, fueron los jóvenes, los desempleados, los obreros no calificados y menos privilegiados.

Si vuelven a leer a Lenin de nuevo, en caso de que lo hayan olvidado, verán cómo él explicaba que la degeneración de la Segunda Internacional, y su traición final durante la Primera Guerra Mundial, se debió precisamente a su oportunismo basado en la adaptación del partido a las demandas e impulsos conservadores de la burocracia y la aristocracia obreras.

Lo mismo sucedió en los Estados Unidos, aunque aquí nunca tuvimos una socialdemocracia en el sentido europeo y la clase obrera aquí nunca estuvo organizada políticamente como allá. El movimiento obrero organizado, hasta los años 30, estaba en gran medida restringido a una aristocracia obrera privilegiada -como solían llamarla Debs y De Leon- de obreros de oficio calificados que percibían mejores salarios y ocupaban puestos de preferencia, “monopolizaban” los puestos de trabajo, etc. El principal representante de este estrato conservador privilegiado en los sindicatos de obreros calificados fue Gompers.

Por otro lado, existía una gran masa de obreros rasos, los no calificados y semicalificados, los obreros de las líneas de producción masiva, los nacidos en el extranjero y los jóvenes sin empleo. Ellos no estaban sindicalizados, carecían de privilegios, eran los parias de la sociedad. No era por nada que eran más radicales que los otros. Nadie les prestaba atención excepto los revolucionarios y los radicales. Únicamente el IWW de Haywood y St. John, Debs y los socialistas de izquierda se hacían eco de sus amargas quejas, realizaban labor organizativa, y dirigían las huelgas de los obreros de las líneas de producción masiva en ese entonces. Si la burocracia oficial de los sindicatos intervenía en las huelgas espontáneas de los no sindicalizados era usualmente para romperlas y traicionarlas.

Los burócratas de los sindicatos de obreros calificados no veían con buenos ojos el gran ascenso de los obreros no sindicalizados en los años 30. Pero no podían impedirlo. Cuando las huelgas espontáneas y las campañas de sindicalización no podían ya ser ignoradas, la AFL empezó a asignar “organizadores” en las diferentes industrias: siderúrgica, del caucho, automotriz, etc. Se les enviaba, sin embargo, no para liderar a los obreros en la lucha sino para controlarlos, para impedir la consolidación de sindicatos industriales independientes. De hecho no les permitieron a los obreros del automóvil en convención elegir a sus propios funcionarios, insistiendo que fueran asignados “provisionalmente” por la AFL. Lo mismo ocurrió con los trabajadores del caucho y otros sindicatos industriales.

Estos nuevos sindicatos tuvieron que escindirse de los conservadores falsos líderes sindicales de la AFL antes de poder consolidarse en forma independiente. La fuerza motriz que impulsó el auge de 1934-37 fueron las quejas amargas e irreconciliables de los obreros; su protesta contra los maltratos, la aceleración del ritmo de trabajo, la inseguridad; la revuelta de los parias contra el status de parias.

Esta revuelta, que ninguna burocracia podía contener, fue encabezada por gente nueva: los jóvenes obreros de las líneas de producción masiva, los nuevos militantes jóvenes sobre los que nadie había oído nunca. Ellos fueron los verdaderos creadores del CIO. Esta revuelta de los “parias” alcanzó su punto más alto durante las huelgas con tomas de fábricas de 1937. El triunfo de los obreros en estas batallas estableció al CIO en forma definitiva y garantizó la estabilidad de los nuevos sindicatos a través de la cláusula de antigüedad.

Influencias conservadurizantes

Han pasado ya 16 años desde que las huelgas con tomas de fábricas aseguraron la existencia de los sindicatos del CIO mediante la cláusula de antigüedad. Estos 16 años de seguridad sindical, y los 13 años de prosperidad ininterrumpida de la guerra y la posguerra, han causado una gran transformación entre los obreros sin privilegios que crearon el CIO.

La cláusula de antigüedad, como todo lo demás en la vida, ha revelado una cualidad contradictoria. Al regular el derecho al trabajo mediante el tiempo de servicio en el empleo, protege al activista sindical contra la discriminación arbitraria y los despidos. Es una necesidad absoluta para la seguridad del sindicato. Este es el aspecto positivo de la cláusula de antigüedad. Pero, al mismo tiempo, crea también gradualmente una especie de interés creado en la forma de empleo más constante para aquellos sindicalistas que han permanecido por más tiempo en la fábrica. Ese es el aspecto negativo.

Con el tiempo, con la ampliación de sus derechos de antigüedad y su ascenso a mejores puestos, se ha operado un proceso de transformación en el status de los activistas sindicales originales. En el curso de 16 años, se han asegurado el empleo más o menos constante, incluso en épocas cuando escasea el trabajo. Son, de acuerdo al reglamento, los últimos en ser despedidos y los primeros en ser llamados para que vuelvan a trabajar. Y en la mayoría de los casos, tienen mejores puestos que los recién llegados a la fábrica. Todo esto, aunado a la prosperidad de la guerra y la posguerra, ha cambiado su posición material y, en cierta medida, su status social.

Los pioneros combativos de los sindicatos del CIO son 16 años más viejos que en 1937. Viven mejor que los harapientos y hambrientos huelguistas de las tomas de fábricas de 1937; y muchos de ellos son 16 veces más blandos y conservadores. Este sector privilegiado de los sindicatos, que en otro tiempo constituyó la columna vertebral del ala izquierda, es ahora la principal base social de la burocracia conservadora de Reuther. Lo que los convence no es tanto la hábil demagogia de Reuther sino el hecho de que él verdaderamente expresa su estado de ánimo y patrón de pensamiento conservador.

Pero estos antiguos activistas conservadurizados son solo una parte de la militancia del CIO, y me parece que nuestra resolución de la convención no trata este hecho en forma suficiente y específica. En estas industrias de producción masiva, que son verdaderos infiernos esclavizadores. Existen muchos otros. Hay una masa de obreros jóvenes que no gozan de ninguna de estas prestaciones y privilegios y no tienen interés personal alguno en el cúmulo de derechos de antigüedad. Ellos son el material humano para la nueva radicalización. El partido revolucionario, mirando hacia el futuro, debe dirigir su atención principalmente hacia ellos.

Si nosotros, contando con una nueva ola de descontento en el movimiento obrero, echamos una mirada a quienes fueron sus líderes hace 16 años, podríamos realmente sacar conclusiones desalentadoras. No solamente carecen hoy de ánimo radical, sino que no están en ninguna disposición de encabezar una nueva radicalización. Eso requiere gente joven y hambrienta y harapienta y muy descontenta con todas las condiciones de su existencia.

Debemos recurrir a la gente nueva si, como creo yo, lo que tenemos en mente es la próxima revolución estadounidense y no limitamos nuestra visión a la perspectiva de una nueva sacudida dentro de la burocracia y a alianzas con astutos falsos líderes “progresistas” para el logro de metas pequeñas.

Esta nueva estratificación en los nuevos sindicatos es un aspecto que el partido ya no puede ignorar. Más aun ahora que lo vemos reflejado directamente dentro de nuestro partido. Algunos miembros del partido en el sindicato automotriz pertenecen a este estrato privilegiado. Es lo primero que debe reconocerse. Algunos de los mejores activistas, los más firmes del partido en los viejos tiempos, han sido afectados por el cambio en las condiciones en que viven y el nuevo medio en el que se desenvuelven.

Ven a los viejos activistas en los sindicatos, quienes antes cooperaban con ellos, volverse más lentos, más satisfechos, más conservadores. Todavía se encuentran en reuniones sociales con estos antiguos activistas y son infectados por ellos. Adquieren una perspectiva pesimista de las reacciones que ven por todos lados de estos veteranos, y, sin darse cuenta, contraen un elemento de ese mismo conservadurismo.

En mi opinión, esa es la razón por la que apoyan a una tendencia vulgarmente conservadora, pesimista y capituladora en nuestra lucha fraccional interna. Me temo que esto no es una falta de comprensión de su parte. Ojalá lo fuera, porque en ese caso nuestra tarea sería fácil. Los miserables argumentos de los cochranistas no resisten la crítica marxista, siempre que se acepten los criterios del marxismo revolucionario.

Pero esa es la dificultad. Nuestros sindicalistas conservadurizados ya no aceptan estos criterios. Como muchos otros, que “solían ellos mismos ser radicales”, están empezando a referirse a nuestras “Tesis sobre la revolución estadounidense” como una “locura”. Ellos no se “sienten” de esa manera, y nadie va a convencerlos de que cambien su forma de sentir.

Esa -y tal vez una conciencia culpable- es la verdadera explicación de su subjetividad, su rudeza y arrebato fraccional, cuando uno trata de discutir con ellos desde el punto de vista principista del “viejo trotskismo”. No siguen a Cochran porque lo admiren excepcionalmente a nivel personal, porque conocen a Cochran. Sencillamente reconocen en Cochran, con su derrotismo capitulador y su programa de retirada de la arena de lucha en favor del círculo de propaganda, al vocero genuino de su propio estado de ánimo de retiro y abandono.

De la misma manera que los sindicalistas más viejos, más calificados y privilegiados de Alemania apoyaron a la derecha contra la izquierda, y así como sus homólogos rusos apoyaron a los mencheviques contra los bolcheviques, los “sindicalistas profesionales” en nuestro partido apoyan al cochranismo en nuestra disputa. Y por las mismas razones fundamentales.

Yo, por mi parte, debo admitir francamente que no reconocí la amplitud del problema al principio de la lucha. Yo preví que alguna gente cansada y pesimista, que buscaba una especie de racionalización para reducir su participación o salirse de la lucha, apoyaría cualquier oposición fraccional que apareciera. Eso sucede en toda lucha fraccional. Pero no contaba con el surgimiento de un estrato obrero conservadurizado que serviría como grupo organizado y base social de una fracción oportunista en el partido.

Mucho menos esperaba ver a dicho grupo pavonearse por el partido exigiendo consideraciones especiales porque son “sindicalistas”. ¿Qué tiene eso de excepcional? Existen quince millones de sindicalistas en este país, pero no tantos revolucionarios. Pero los revolucionarios son los que cuentan para nosotros.

Perdiendo la fe en el partido

El movimiento revolucionario, bajo las mejores condiciones, es una lucha dura, y desgasta mucho material humano. No por nada se ha dicho miles de veces en el pasado: “La revolución es una devoradora de hombres.” El movimiento en este, el país más rico y más conservador del mundo, es quizá el más voraz de todos.

No es fácil persistir en la lucha, perseverar, mantenerse firme y pelear año tras año sin triunfar; e incluso, en épocas como la actual, sin ningún progreso tangible. Eso requiere convicción teórica y perspectiva histórica además de carácter. Y aparte de eso se requiere asociarse con otros en un partido común.

El modo más seguro de perder la fe en la lucha es sucumbir al medio ambiente inmediato de uno; ver las cosas solo como son y no como están cambiando y deben de cambiar; ver únicamente lo que se tiene frente a los ojos e imaginar que eso es permanente. Esa es la suerte maldita del sindicalista que se separa del partido revolucionario. En tiempos normales, el sindicato, por su naturaleza misma, es un caldo de cultivo del oportunismo. Ningún sindicalista, abrumado por las preocupaciones mezquinas y objetivos limitados del día, puede retener su visión de las cuestiones más amplias y la voluntad de luchar por ellas sin el partido.

El partido revolucionario puede cometer errores, y los ha cometido, pero nunca se equivoca en la lucha contra los que viven quejándose de todo, que tratan de culpar al partido por sus propias debilidades, por su cansancio, su falta de visión, su impulso por dimitir y capitular. El partido no se equivoca ahora cuando llama a esta tendencia por su verdadero nombre.

La gente con frecuencia actúa en forma diferente como individuos, y da distintas explicaciones por sus actos, que cuando actúan y hablan como grupos. Cuando un individuo se cansa y desea dimitir, usualmente dice que está cansado y dimite; o se retira sin decir absolutamente nada, y ahí acaba la cosa. Eso ha estado sucediendo en nuestro movimiento internacional durante 100 años.

Pero cuando el mismo tipo de gente decide como grupo salirse de la línea de fuego abandonando el partido, necesitan la cubierta de una fracción y una posición “política” autojustificadora. Cualquier explicación “política” sirve, y de cualquier modo es bastante seguro que será una explicación falsa. Eso también ha venido ocurriendo desde hace cerca de 100 años.

El caso actual de los sindicalistas cochranistas no es ninguna excepción a la regla. De pronto escuchamos que ciertos “sindicalistas profesionales” repentinamente se vuelven en contra nuestra porque somos “estalinofobos”, y ellos están fuertemente a favor de una orientación hacia el estalinismo. ¡Esa es la mayor tontería que he escuchado jamás! Nunca tuvieron esa idea en la cabeza sino hasta que se inició esta pelea. ¿Y cómo podía ser de otro modo? Los estalinistas se han aislado dentro del movimiento obrero, y es veneno tocarlos. Andar buscando a los estalinistas es apartarse del movimiento obrero, y estos “sindicalistas” del partido no lo desean hacer.

La gente de Michigan que está exigiendo a gritos que nos orientemos hacia los estalinistas no tiene tal orientación en su propia área. Y están perfectamente en lo correcto a ese respecto. No niego que gente como Clarke, Bartell y Frankel han oído voces y visto visiones de una mina de oro oculta en los cerros estalinistas -ya discutiré esta alucinación en otra ocasión- pero los sindicalistas cochranistas no tienen la más mínima intención de ir a extraer minerales ahí. Ni siquiera dirigen la mirada en esa dirección. Lo sorprendente es la insinceridad de su apoyo a la orientación hacia los estalinistas. Eso es completamente artificial, para propósitos fraccionales. No, se tiene que decir que la orientación hacia el estalinismo, por lo que concierne a los sindicalistas de Michigan, es una farsa.

¿Qué es lo que oímos después de esto? Que tienen montones de “quejas” contra el “régimen” del partido. Yo siempre sospecho cuando escucho hablar sobre quejas, especialmente cuando provienen de personas que no se habían quejado antes. Cuando veo gente rebelarse contra el partido a causa de que han sido tratados mal por el terrible régimen de nuestro partido -que es en realidad el régimen más justo, más democrático y tolerante en la historia de la humanidad- siempre me acuerdo de las palabras de J. Pierpont Morgan. Decía él: “Todo el mundo tiene por lo menos dos razones para hacer lo que hace: una buena razón y la verdadera razón.” Ellos han dado una buena razón para su oposición. Ahora quisiera saber yo cuál demonios es la verdadera razón.

No puede ser la hostilidad del partido hacia el estalinismo -como afirman ellos- porque los sindicalistas cochranistas por nada del mundo se les acercarían a los estalinistas, ni aunque alguien estuviera detrás de ellos con bayonetas y les prendiera cohetes en la cola del abrigo.

No puede ser debido al “Tercer Congreso Mundial” sobre el cual de repente se encuentran tan indignados. Estos camaradas de Michigan poseen muchas cualidades admirables, como se ha visto en el pasado, pero de ningún modo son la sección más internacionalista del partido; ni de lejos. No son la sección del partido que más se interesa en las cuestiones teóricas. El comité local de Detroit, es triste decirlo, ha sido el más remiso en la enseñanza y el estudio de la teoría marxista, y ahora está pagando por ello un precio terrible. Este comité local no está teniendo ni una sola clase; ninguna clase sobre marxismo, ninguna clase sobre la historia del partido, ninguna clase sobre el Congreso Mundial o sobre ninguna otra cosa.

De tal suerte que cuando de pronto irrumpen con la exigencia de que el partido enarbole la bandera del Tercer Congreso Mundial, a mi me parece que esa es otra “buena” razón, pero igualmente falsa.

La verdadera razón es que se rebelan contra el partido sin saber plenamente por qué. Para el militante joven, el partido es una necesidad valorada por encima de cualquier otra cosa. El partido era la vida misma de estos activistas cuando eran jóvenes y verdaderamente combativos. No les importaba el empleo; no les asustaban los peligros. Como todos los demás revolucionarios de primera, estaban dispuestos a abandonar el trabajo en seguida si el partido quería enviarlos a otra ciudad, o que hicieran esto o aquello. El partido era siempre primero.

El partido es la mayor recompensa para el joven sindicalista que se hace revolucionario, la niña de sus ojos. Pero para el revolucionario que se transforma en sindicalista -todos hemos visto ocurrir esto más de una vez- el partido no es ninguna recompensa en absoluto. El simple sindicalista, que piensa en términos de “política sindical” y “bloques de poder” y pequeñas alianzas con pequeños falsos líderes obreros para ganar algún pequeño puesto, promoviendo sus intereses personales aquí y allá, ¿por qué va a pertenecer a un partido revolucionario? Para tal individuo el partido es una cruz a cuestas, que interfiere con su éxito como político sindical “práctico”. Y en la actual situación política del país es un peligro: en el sindicato, en la fábrica y en la vida en general.

La gran mayoría de los sindicalistas del partido comprenden todo esto tan bien como nosotros. El llamamiento “sindicalista” vulgar de los cochranistas sólo los repele, porque ellos se consideran en primer lugar revolucionarios y en segundo lugar sindicalistas. En otras palabras, son gente de partido, como lo son todos los revolucionarios.

Considero que constituye un gran tributo a nuestra tradición, a nuestros cuadros, a la dirección de nuestro partido, el que hayamos logrado aislar al cochranismo a un estrecho sector de la militancia del partido. Es una gran satisfacción, en estos tiempos conflictivos y difíciles, ver a la gran mayoría del partido mantenerse firme contra todas las presiones. En el curso futuro de la discusión, asestaremos golpes aún más duros y nos desprenderemos de algunos cuantos más aquí y allá. No deseamos que nadie abandone el partido si está en nuestras manos impedirlo.

Pero salvar almas no es nuestra ocupación principal. Estamos decididos a proteger nuestro partido de la desmoralización, y lo vamos a hacer. Nos preocupan los individuos únicamente dentro de este marco. El rescate de desmoralizados políticos se lo dejamos al Ejército de Salvación. Para nosotros el partido es primero, y a nadie le permitiremos que lo desorganice.

Esta lucha es de importancia muy decisiva porque la perspectiva ante nuestro partido es la perspectiva de la guerra y todo lo que ello implica. Vemos los peligros y las dificultades -y también las grandes oportunidades- que nos esperan más adelante, y precisamente por eso queremos preparar al partido antes de que los peores golpes nos caigan encima.

La línea y las perspectivas del partido, y la dirigencia partidista, serán decididas en esta lucha para un largo periodo futuro. Cuando lleguen tiempos más difíciles, y cuando nuevas oportunidades se presenten, no queremos que quede ninguna duda en las mentes de los camaradas respecto a cuál es la línea del partido y quiénes sus dirigentes. Estas cuestiones serán resueltas en esta lucha.

El Socialist Workers Party tiene el derecho, por su programa y su historial, a aspirar a un gran futuro. Esa es mi opinión. Esa era la opinión de Trotsky. Hay una línea en el documento de los cochranistas que se mofa de la convención del SWP de 1946 y de las “Tesis sobre la revolución estadounidense” adoptadas en ella. Dice así: “Habíamos nacido con un gran destino, al menos en nuestras propias mentes.” En esa burla de la aspiración del partido, está contenida toda la ideología capituladora y pesimista del cochranismo.

En 1929, cuando Trotsky fue deportado a Constantinopla, el triunfo del estalinismo era total, y él se encontraba aislado y casi solo. Fuera de la Unión Soviética, habían apenas 200 personas en todo el mundo que lo apoyaban, y la mitad de ellas eran las fuerzas que nosotros habíamos organizado en los Estados Unidos. Trotsky nos escribió una carta en ese entonces en la cual elogiaba nuestro movimiento en Estados Unidos. Decía que nuestra labor era de importancia histórico-mundial porque, a fin de cuentas, todos los problemas de la época serían resueltos en tierra estadounidense. Decía que no sabía si una revolución llegaría aquí antes que a otros lugares, pero de cualquier manera era necesario prepararse organizando el núcleo del partido de la revolución futura.

Esa es la línea por la que se ha encaminado nuestra labor. Nuestros cuadros han sido formados con esa doctrina. Cuando leí en el documento de Cochran esa desestimación cínica de nuestras aspiraciones revolucionarias, recordé un discurso que pronuncié ante nuestros camaradas jóvenes en Chicago hace trece años. La ocasión era nuestra Conferencia de Activistas Obreros, celebrada precisamente un mes o algo así después de la muerte de El Viejo [León Trotsky], cuando todo el mundo se sentía despojado; cuando la pregunta en las mentes de todos, aquí y en todo el mundo, era si el movimiento podría sobrevivir sin Trotsky.

Al final de la conferencia, pronuncié un discurso y dije a los jóvenes activistas ahí presentes: “Ustedes son los verdaderos hombres con un gran destino, porque sólo ustedes representan el futuro.” Incluimos el mismo concepto en las tesis de la convención de 1946.

Esa ha sido la posición de todos nuestros militantes que permanecen unidos a través de esta larga y dura batalla. Un joven camarada en California, uno de los principales activistas del partido, me señaló la burla de los cochranistas y dijo: “¿Qué te parece? Si yo no pensara que nuestro partido tiene un gran futuro, ¿por qué iba a estar dispuesto a dedicar mi vida y todo lo que tengo al partido?” Cualquiera que minimiza al partido y duda de su futuro debía preguntarse a sí mismo qué es lo que hace en el partido. ¿Está ahí de visita? El partido exige mucho, y no puede darse mucho y arriesgar todo al menos que se piense que el partido vale la pena.

El partido vale la pena, porque es el partido del futuro. Y a este partido del futuro le está tocando de nuevo su parte de buena suerte histórica. Una vez más, como en 1939-40, tiene la oportunidad de resolver un conflicto fundamental en discusión abierta antes de una guerra, en la víspera de una guerra.

Antes de la Segunda Guerra Mundial el partido fue confrontado por una fracción que amenazaba su programa y por lo tanto su derecho a existir. No tuvimos que saltar en la guerra inmediatamente antes de que la cuestión se resolviera. Realizábamos nuestra labor abiertamente mientras que el resto de nuestros camaradas en Europa estaban en la clandestinidad o en campos de concentración. Nosotros aquí en Estados Unidos tuvimos el privilegio de conducir un debate para toda la Internacional durante un período de siete meses.

Lo mismo está ocurriendo ahora de nuevo. Debemos reconocer esta suerte histórica y sacarle ventaja. La mejor manera de hacer esto es extendiendo y ampliando la discusión. Repetiré lo que dijo el camarada Dobbs, que nuestro objetivo no es escindir el partido sino desbaratar la escisión y salvar al partido. Trataremos de evitar una escisión mediante una lucha política que golpee a la oposición en forma tan dura que no pueda tener ninguna perspectiva en una escisión. Si no podemos impedir una escisión, la reduciremos al tamaño más pequeño posible.

Entre tanto, desarrollaremos la labor del partido en todos los frentes. Ninguna labor del partido va a ser saboteada. Si se hace el intento, movilizaremos nuestras fuerzas en todas partes y tomaremos el control. No permitiremos que se desorganice al partido mediante el sabotaje o que sea descarrilado por una escisión, como no lo permitimos en 1940. Hemos comenzado bien y no pararemos hasta lograr una victoria total en la lucha por un partido revolucionario.

Frente popular en Chile

Frente popular en Chile

[Primera impresión en Spartacist no. 19, noviembre-diciembre de 1970. Traducción al español impreso enCuadernos Marxistas No. 3  ]

La victoria electoral de la coalición de frente popular del Dr. Salvador Allende en Chile plantea agudamente la cuestión de la revolución o la contrarrevolución. La crisis chilena es una expresión clásica y completa del intento del reformismo de hacer descarrilar la necesidad sentida por los obreros de obtener un gobierno propio que rija la sociedad en su propio interés. El deber revolucionario de todo marxista en Chile y en el mundo entero debe ser completamente claro. Por encima de todo, la experiencia de la Revolución Rusa y de la crítica de Trotsky de los gobiernos de frente popular en España y en Francia en 1936, esclarecen los objetivos que los revolucionarios deben tener en tales situaciones.

La candidatura del Dr. Allende, que ganó las elecciones, sin una mayoría absoluta, el 4 de septiembre, se basó en una coalición de partidos obreros reformistas y partidos burgueses liberales, incluyendo el Partido Comunista pro-Moscú; el Partido Socialista de Allende, algo más radical; el Partido Social Demócrata, muy de derechas; lo que queda del Partido Radical burgués-liberal; unos fragmentos de la Democracia Cristiana, etcétera. Para obtener la confirmación del Congreso, Allende accedió a una serie de enmiendas constitucionales bajo la insistencia del partido dominante, la Democracia Cristiana. Las más cruciales de estas enmiendas fueron la prohibición de las milicias privadas y la estipulación de que no se darían cargos a ningún oficial de la policía o el ejército que no se hubiera formado en las academias oficiales.

Con el mantenimiento de los fundamentos del orden capitalista asegurado, el Congreso eligió a Allende como presidente el 24 octubre. Y ahora ha anunciado el reparto del botín de su gabinete de quince personas: al PC le tocan los ministerios económicos; el PS de Allende se lleva los puestos claves del Interior y Asuntos Exteriores y el Ministerio de Defensa a un radical burgués. Esta es la respuesta del reformismo a todos los años de luchas de las masas chilenas y a sus tremendas esperanzas de que la elección de Allende les iba a proporcionar todo un nuevo modo de vida; pero la camisa de fuerza del frente popular burgués no será capaz de sujetarles durante mucho tiempo.

Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier “apoyo crítico” a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta del proletariado chileno cuando la reacción doméstica, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista. Por el momento los imperialistas estadounidenses han contemporizado -y no han tratado de dar inmediatamente un golpe de estado contrarrevolucionario, como es común en América Latina- debido a que habían anticipado las nacionalizaciones y habían amortiguado las pérdidas de antemano al obtener unos beneficios enormes durante varios años.

Hay una profunda contradicción dentro de los partidos obreros reformistas entre su base proletaria y su ideología formal por una parte, y los propósitos de colaboración de clases y las ambiciones personales de sus líderes por otra. Esta es la razón por la que los marxistas, cuando no están incorporados en un partido obrero de masas, dan un “apoyo crítico” a partidos reformistas -en contra de los evidentes agentes del Capital- tal que les sea posible intentar reagrupar a la base proletaria alrededor de un programa revolucionario. Pero cuando estos partidos entran en un gobierno de coalición con los partidos del capitalismo, cualquier “apoyo crítico” sería una traición porque la coalición ha resuelto la contradicción de clase a favor de la burguesía. Es nuestra tarea pues, el recrear una base de lucha dentro de tales partidos al exigir una ruptura con la coalición. Esta ruptura debe ser la condición preliminar imprescindible antes de dar aún el más crítico apoyo.

La posición de la izquierda ante Chile

El grupo conocido más a la izquierda en Chile, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, compuesto de guevaristas, semi-trotskistas, etc., ha mostrado una posición conciliadora hacia Allende durante la campaña, y el 4 de septiembre hizo una llamada a los obreros, estudiantes y campesinos para que apoyasen su victoria, reforzando así las ilusiones populares con su influencia.

Mientras que los maoístas chinos “revolucionarios” se han mantenido muy diplomáticamente reservados, Gus Hall, del Partido Comunista de los EE.UU. ha dicho que “las elecciones en Chile representan el mandato revolucionario y democrático del pueblo”. Y continua “¿No rebate esta experiencia la tesis de Debray [es decir, Guevara y Castro] y Mao? Claro que sí.” (Daily World, 17 de octubre). No menos entusiasta, el Granma, periódico de Castro, en el número del 13 de septiembre proclama la elección de Allende como “La victoria de la unidad del pueblo”, embarcándose así, quieras que no, en el furgón de Gus Hall y, una vez más, desenmascarando a todos los que predican confianza en el liderato cubano como los charlatanes políticos que son.

Trágicamente, casi todas las agrupaciones que pretenden ser los herederos de la Cuarta Internacional de Trotsky han tomado el mismo camino de desorientación o conciliación hacia el Frente Popular. En su Congreso Mundial de abril de 1969, la mayoría del Secretariado Unificado, alrededor de Livio Maitan, afirmó que la estrategia para América Latina era la “guerrilla rural” con una base campesina y cuadros provenientes de la pequeña burguesía (estudiantes), desposeyéndose así ellos mismos de toda importancia frente a los levantamientos urbanos en América Latina. ¿Y qué dijo la minoría del Secretariado Unificado agrupada alrededor del Socialist Workers Party [Partido de los Trabajadores Socialistas] de los EE.UU.? Su representante, Joe Hansen, mantuvo una supuesta ortodoxia trotskista, aparentemente descubriendo de nuevo la necesidad de construir partidos obreros revolucionarios como la clave para la revolución latinoamericana, pero esto fue sólo la hoja de parra que encubría el rebajamiento del SWP hacia un reformismo legalista. La primera respuesta de la Intercontinental Press de Hansen (el 14 de septiembre) fue agnóstica, concluyendo: “Sin duda alguna, el programa de Allende es más radical, sobre el papel, que el programa del Frente Popular de 1938. Pero queda aún por ver si sus aliados burgueses, presentes y futuros, le permitirán ponerlo en práctica.”

Atrás de este suave “no sé nada” del SWP se escondía su verdadera posición, apoyo crítico: “Seria un crimen el disculpar a la Unidad Popular. Pero el no reconocer sus elementos positivos, condenándola in toto basados en un dogmatismo sectario, significaría un aislamiento suicida” (Intercontinental Press, 5 de octubre de 1970). Desde luego, el SWP “no es tan tonto”. Después de todo, la candidatura de Allende era enormemente popular entre las masas chilenas, de modo que estos revisionistas decidieron alimentar las ilusiones que bloquean el camino hacia la revolución socialista y exponer a los obreros, en esta situación de gran polarización social, al peligro del triunfo de la reacción y al terror de la derecha.

El Pablismo de Healy

Los pretendidos anti-revisionistas de la “Cuarta Internacional” de Gerry Healy están sólo cuantitativamente a la izquierda del SWP; son sólo un poco más críticos sin salirse de un marco político similar. El Workers Press de Healy del 12 de septiembre concluye que “es necesario prepararse para una acción de clase unida para defender la victoria de Allende y sus programas electorales contra este peligro”. En los Estados Unidos la Workers League [Liga de los Trabajadores] afirma: “Sólo hay un camino y es el camino revolucionario de la Revolución de Octubre… Como un paso para llegar a comprender esto, los obreros deben hacer que Allende mantenga sus promesas…” (Bulletin, 21 de septiembre). ¡Invocando a la Revolución de Octubre, piden que las masas obliguen a un gobierno esencialmente burgués a que logre el socialismo!

No es sorprendente que, durante la Revolución de Febrero de 1917 en Rusia, los indecisos bolcheviques que estaban en Petrogrado (Stalin entre ellos) propusieran una fórmula que la Workers League ha redescubierto: apoyar al gobierno provisional “en la medida en que lucha contra la reacción y la contrarrevolución”. Lenin telegrafió su protesta desde el extranjero: “Nuestra táctica: desconfianza absoluta; ningún apoyo al nuevo gobierno; sospechar especialmente de Kerensky; el armamento del proletariado es la única garantía;… ningún acercamiento a otros partidos.” Sólo o que podríamos añadir hoy es repetir la conclusión fundamental de Trotsky sobre nuestra época, de que nunca ha sido más urgente que hoy la construcción de un partido internacional imbuido de las metas leninistas y con la determinación de Lenin.

DELANO – ¿TRIUNFO O DERROTA?

DELANO –

¿TRIUNFO O DERROTA?

Publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 1, por la Spartacist League de los EE.UU. en octubre de 1966.

“Cuando una huelga entra en la etapa del boycot, está perdida”, dijo el asesinado unionista Dow Wilson (de la unión de Pintores) comentando acerca de la huelga en Delano.

Desgraciadamente esto es generalmente cierto. Un boycot no va a ocasionar serios daños financieros a DiGiorgio. Pero existe otro camino, con más posibilidades de éxito que el del boycot. Este consiste en difundir la huelga; clausurar las numerosas plantas de DiGiorgio y S&W que continúan operando, además de las bodegas, plantas de conservas, destilerías y aún un aserradero. El hacerlo no es fácil, pero el clausurar siquiera la mitad dela producción total de DiGiorgio por dos semanas le causaría más daño a la corporación que dos años de boicot al consumo de sus productos.

Obtener un contrato escrito de DiGiorgio significaría unionizar [sindicalizar] uno de los pocos talleres “abiertos” existentes en los EE.UU. La mayoría de las otras grandes industrias han aceptado uniones [sindicatos] desde hace 30 años y han “aprendido” a vivir con ellas, además de subyugarlas en muchos casos. ¿Por qué, entonces, la resistencia de DiGiorgio y otros agricultores?

Aunque los costos laborales forman un pequeño porcentaje en los precios de los comestibles, la factura de los salarios es bastante grande en la industria total. Y una vez sólidamente organizados, los trabajadores agrícolas pedirían pronto artículos no comprendidos en su sueldo y que otros trabajadores reciben. Esto incluye seguro social, pólizas de seguro en caso de cesantía, primas de accidente, etc. Además, ganancias secundarias en renta de barriales y en contratación laboral serían eliminadas.

Pero la verdadera razón de la resistencia de los agricultores es política: la unión de los trabajadores agrícolas es una amenaza a muchos de sus intereses políticos en la región. Por ejemplo, en Delano se han visto obligados a hacer uso de la brutalidad policial para enfrentar y provocar directamente a la organización de los trabajadores agrícolas. Temen también la pérdida de los privilegios obtenidos a través de Sacramento y Washington tras robar a la clase obrera en la región. Estos privilegios excluyen, naturalmente, leyes que protegen al trabajador.

Otro factor que ha impedido el desarrollo de una unión de trabajadores agrícolas es el “pacto de caballeros” entre el liderato burocrático de las uniones de los trabajadores industriales y de las organizaciones de los agricultores. Ventajas para los trabajadores industriales han sido arregladas por los representantes agrícolas con la condición de que las uniones industriales sólo aparenten ayudar a los trabajadores agrícolas en su organización. La burocracia de las uniones industriales, entre ellas la de la unión de Camioneros, se ha limitado a aparentemente “defender” los sueldos de sus miembros en las plantas de conservas debido a la huelga de los trabajadores agrícolas. Un oficial de dicha unión se quejó: “Nadie autorizó a César Chávez para que organice a los trabajadores agrícolas.” Nadie, sino unos cuantos miles de trabajadores explotados.

Esto nos lleva a una importante conclusión: la Asociación de Trabajadores Campesinos [ATC] no pudo haberse creado excepto fuera de las existentes tradeuniones [sindicatos], pero asimismo no puede sobrevivir sin su apoyo material y el de la clase obrera en general. A Chávez esto no parece interesarle, pues prefiere apoyarse en sectores de la población que tienen intereses no paralelos a los de los trabajadores agrícolas. El oportunismo, sin duda alguna, parece augurar malos momentos para los trabajadores de Delano y otras regiones de California.

Consideremos, por ejemplo, la marcha a Sacramento. Parte básica de la política expresada durante la marcha consistió en asegurar que la marcha no era de protesta sino de “penitencia por los pecados cometidos por los huelguistas.” Los que repetían esta pía estupidez, sin considerar los pecados cometidos en contra de los huelguistas, buscaban congraciarse con sectores de la clase media en vez de dirigirse a los trabajadores.

Los boycots han sido otro ejemplo de esta política insegura y hueca: boicots del movimiento obrero son raros y, si victoriosos, desconocidos. Esta táctica tiene posibilidades si es que la firma y sus productos trafican en un mercado limitado en donde la clase obrera tiene influencia. Pero el fracaso es usual debido a que se castiga a la etapa de la distribución, en donde la influencia obrera es débil, en vez de la de la producción, en donde el poder obrero está concentrado.

Aunque circula la idea de que fue primordialmente el boicot lo que obligó a la Schenley a firmar el contrato con la ATC, no han aparecido datos, como figuras de ventas, que lo prueben. Es más, la Schenley no es una corporación agrícola típica de California, sino única. Su principal negocio es destilar y distribuir licor. Opera 26 destilerías en el medioeste. Por lo tanto, las destilerías y viñas que posee en California son sólo una pequeña porción de sus operaciones. Así, no le sería beneficioso el luchar largo por mantener su taller abierto en el negocio agrícola de California.

Pero con los otros agricultores la situación es la contraria. El confiar que solamente un boicot contra DiGiorgio va a resultar en otro contrato es vivir en sueños. Sueños que sólo preludian derrota.

Los agricultores, usando esquiroles, han recogido parte de la cosecha y la han enviado por camiones, trenes y barcos a las plantas de conservas, destilerías y bodegas. Esto ha sucedido aún bajo la vigorosa resistencia y piqueteo de los huelguistas.

La estrategia adecuada en la presente situación sería la de extender la huelga a la etapa de procesamiento o producción industrial. Las dificultades son numerosas: problemas legales y desavenencias en las tradeuniones son lo primero. Pero los obstáculos no son insuperables.

Una condición para la victoria seria la existencia de militantes socialistas en ciertas tradeuniones claves. Pero la creación de semejantes núcleos implica un elemento de consciencia clasista en la clase obrera. Esta consciencia obrera es negada repetidamente por los oportunistas de la “New Left” [“Nueva Izquierda”].

Para dar un ejemplo específico de lo que un pequeño grupo (sin ser socialista) puede hacer en una unión clave, recordemos la actuación de un grupo de militantes dentro de la local de Camioneros en San Francisco. Trabajadores de la Unión Tipográfica Internacional piqueteaban las plantas que seguían operando con esquiroles durante un paro. Un grupo de camioneros sintió que la presencia de esquiroles en su ciudad era perniciosa para todos los trabajadores y llevaron su protesta a su local y a otras uniones. Después de algunos meses contaban con muchos compañeros en la local y aún con miembros de otras dos uniones, la de los Longshoremen y los Sailors [Estibadores e Marineros].

Una mañana, al ir al trabajo, los esquiroles se enfrentaron con 500 trabajadores rodeando la fábrica decididos a enseñarles una lección acerca de los peligros de esquirolear. Y lo hicieron. Uno de los esquiroles fue depositado, en calzoncillos, en un tren con rumbo desconocido.

El alcalde Jack Shelley decidió no arriesgar enemistad con los trabajadores de la ciudad (y sus votos) saliendo a la defensa de los esquiroles. Por eso la policía no actuó contra los trabajadores.

De haber los trabajadores procedido en forma pacífica (como en huelgas sentadas) la policía los hubiese arrestado y anulado la acción con multas y otros impedimentos legales. Esto fue lo que pasó con el movimiento “sentado” (sit-ins) en San Francisco.

Tal vez DiGiorgio considere firmar con la ATC si es que ésta consigue clausurar la planta de conservas de la S&W (bajo contrato de los camioneros) en Redwood, la bodega de la S&W en San Francisco (bajo contrato de la ILWU) y otros negocios más de DiGiorgio.

Si es que la actual falta de solidaridad obrera no permite este plan de acción, es dudoso que la presente huelga obligue a los más grandes agricultores a firmar contratos.

La presencia o ausencia de fuertes núcleos socialistas en muchas de las uniones tiene bastante que ver con la victoria o la derrota en la presente lucha. Y extendiendo esto, en todas las luchas obreras de California. Solamente tales núcleos permiten una perspectiva de cambio social en nuestra sociedad. Con movimientos de “masas” no se puede hacer mucho a menos que entendamos qué clases forman estos movimientos.

La diferencia entre estas dos tácticas ilustra una vez más en práctica la bancarrota de la “Nueva Izquierda” o “New Left” en contraste a la verdadera acción revolucionaria. En vez de referirnos a términos vagos como “los pobres”, “la comunidad” o “el público” debemos de ver donde hay serias posibilidades de cambio social: la clase obrera.

En vez de referirse a la clase obrera, la única clase que es capaz de ofrecer reales posibilidades de cambio social, los “nuevos izquierdistas” se dirigen a segmentos de la población que no existen sino en sus mentes. Por eso hablan acerca de “los pobres”, “la comunidad” o “el público”, términos por demás vagos. Los nuevos oportunistas siempre se oponen a la lucha clasista y traicionan a la clase obrera que muchas veces se encuentra incluida en “las masas” que dirigen los oportunistas.

Joseph Hansen: un revisionista sincero

“La hipocresía es el homenaje que rinde el vicio a la virtud”

Joseph Hansen: un revisionista sincero

Primera impresión en Spartacist No. 4, mayo de 1977

Reproducimos a continuación una octavilla distribuida por el London Spartacist Group ante una reunión en Londres (el 14 de enero de 1977) convocada para protestar las calumnias lanzadas por la banda de estafadores anti-trotskistas dirigida por Gerry Healy, inculpando a Joseph Hansen y George Novack, conocidos dirigentes del Socialist Workers Party norteamericano, de cómplices de la KGB estalinista en el asesinato de Trotsky. La octavilla de la tendencia espartaquista internacional rechaza terminantemente las acusaciones healyistas. Y al mismo tiempo critica las fraudulentas pretensiones de defensa de la democracia obrera por parte de los pablistas que organizaron la reunión en defensa de Hansen/Novack.

Entre los oradores anunciados para el mitin de esta noche predominan celebres canallas con quienes nosotros de la tendencia espartaquista internacional (TEI) preferimos no mezclarnos. Pero Trotsky nos ha enseñado que si es justa la meta, uno se puede aliar hasta “con el diablo y su abuelita” (dando plena consideración al dicho popular que “cuando se cena con el diablo, debe utilizarse una cuchara larga”). Pero el supuesto motivo de esta reunión – protestar y desenmascarar las calumnias infames lanzadas por Gerry Healy y su Workers Revolutionary Party contra Joseph Hansen y George Novack del Socialist Workers Party (SWP) de los EE.UU. – no es su único objetivo. Los oradores comparten otro denominador común sobresaliente: son todos, sin excepción, revisionistas y destructores del movimiento trotskista; no solamente se tratan con una diplomacia de guante blanco, cerrando los ojos a sus respectivas traiciones al marxismo, sino que buscan activamente nuevas combinaciones y configuraciones del revisionismo (ya que las presiones de un auge en la lucha de clases internacionalmente han socavado profundamente sus viejas alianzas).

Sólo en lo abstracto es repugnante pensar en compartir la misma tribuna con un Pierre Lambert, por ejemplo, cuya organización continúa usando sin cesar la violencia física contra los “vargistas” [seguidores de Michel Varga] en las calles de París; o con un Tim Wohlforth servil, quien durante 15 años fue un traficante destacado en la calumnia y la violencia tipo Healy, y quien ahora habla en nombre del descaradamente reformista SWP; o, peor aún, con un Michel Pablo (el archienemigo esporádico de los dos últimos), quien personalmente ha hecho tanto como cualquier otro ser humano para destruir desde dentro el movimiento trotskista y convertir el “trotskismo” en una letrina.

Sin embargo, una reunión “por la democracia obrera” y “contra incriminaciones falsas y calumnias” –aunque incluyeran elementos tales como ros arriba mencionados– podría ser algo bueno, siempre que fuera una reunión franca y con plena libertad de crítica. Desgraciadamente, este no es el caso, como se puede desprender de la lista de los oradores. Las omisiones los descubren. Por ejemplo, cuando Intercontinental Press (6 de septiembre de 1976) de Hansen publicó la declaración “Una infamia descarada”, firmada por una lista larga de individuos y organizaciones, la IP en su análisis de las centenas de firmantes identificó sólo a 16 como “trotskistas internacionalmente conocidos”. De éstos, once eran partidarios del Secretariado Unificado (SU), dos eran de la Organisation Communiste Internationaliste (OCI) de Pierre Lambert, dos de Lutte Ouvriere y uno de la TEI. Pero sólo hablarán esta noche algunos dirigentes del SU, Lambert de la OCI (hoy día tan rastrero frente al SU) y aquel maestro de intriga, el mismo Pablo. Particularmente intragable para los organizadores de este mitin sería un portavoz de la TEI – el grupo que al nivel de la democracia obrera fue el primero en protestar contra las calumnias de Healy (movilizándonos bajo la consigna “¿Quién le dio su acreditación de seguridad a Healy?”) y que ayudó a iniciar la imparcial Comisión de Investigación en el asunto del altamente dudoso Varga vs. la calumniadora OCI.

No es suficiente describir a Healy como paranoico, como hace Hansen. El conducto de la organización de Healy exige una explicación política. La combinación tipo Healy del oportunismo tosco con una farsa del trotskismo “ortodoxo” ha sido repetidamente vencida por los estafadores más hábiles del SU, en cuyo seno pelean las dos alas encabezadas por J. Hansen y E. Mandel. En su campaña de calumnias, Healy sin duda cree haber sobrepasado a V.I. Lenin. Lenin desenmascaró a Karl Kautsky como revisionista mediante un análisis meticuloso e implacable. Por lo tanto, hubiera sido inconcebible que Lenin, como marxista, hubiera sustituido la acusación falsa y gratuita –y tan simplista– que Kautsky era un agente del Kaiser. Healy no puede seguir esta política principista respecto a los revisionistas del SU, porque un análisis semejante le condenaría por su propia conducta. Recurre a una calumnia despreciable que sólo desacredita todos los que pretenden luchar contra el revisionismo pablista. Como siempre, Healy es el ejemplo espantoso que Hansen aprovecha para sus propios fines – en este caso, una tentativa de “reagrupamiento” internacional sin principios disfrazada como una reunión por la democracia obrera.

Las verdaderas cuestiones políticas que ponen todos estos elementos en pugno, traficantes de calumnias y propensos a la violencia a un lado y a la TEI al otro, son planteados actualmente por dos consideraciones decisivas: el frente popular y la Cuarta Internacional. Claro que, como en los años 30, cuando el centrista Buró de Londres zigzagueó por el laberinto entre el trotskismo y los partidos reformistas de masas, hoy día hay más grupos efímeros de izquierda, quienes buscan balancearse con una pierna en el camino revolucionario y la otra en la claudicación común a todos los oradores de esta noche. La característica predominante de estos grupos es negativa: el no luchar por un programa internacional coherente y común, sino fanfarronear contra aquellos (como los oradores de esta noche) cuyas traiciones se han vuelto demasiado abiertas. Así por ejemplo el bloque de la “Iniciativa Internacional Necesaria” (el cual incluye a un tal Roberto de Italia; la recién escindida International-Communist League de Sean. Matgamna, el Spartacusbund alemán que está por desintegrarse, y quizás a alguien más). Aparte de su propia tendencia a claudicar bajo las presiones del frentepopulismo, no hay casi ningún punto en común entre sus fracciones e individuos componentes, salvo su objeción al revisionismo evidente del SU (y a la intransigencia “sectaria” de la TEI).

Con el resurgimiento internacional de una enorme turbulencia proletaria, el frente popular está otra vez de moda. Y todos los revisionistas deben tratar, a su manera, de claudicar en la cuestión clave de la colaboración de clases y de preparar el terreno para nuevas traiciones con sus “nuevas vanguardias de masas” o sus descripciones autojustificantes de los partidos reformistas como simples “partidos obreros”. En mayor medida que sus herederos políticos de hoy día, los centristas de los años 30 del Buró de Londres, condenados por Trotsky, tuvieron que separarse del frente popular, aunque fuese sólo al nivel de palabras:

“El frente popular practicado por las Segunda y Tercera Internacionales es una forma de colaboración de clases sobre una base capitalista entre el proletariado y la burguesía liberal (y la pequeña burguesía que depende de ésta última), que subordina y sacrifica los intereses de clase del proletariado y de la pequeña burguesía a los del capitalismo monopolista… En consecuencia, el Movimiento Socialista Revolucionario rechaza al frente popular como absolutamente contrario a los intereses históricos de la clase obrera. Al capitalismo oponemos el socialismo. Al frente popular debemos oponer el Frente Obrero Unido.”

— Resolución aprobada en el “Congreso Socialista Revolucionario” del Buró lie Londres, febrero de 1938.

Así que a pesar de su liquidación anti-trotskista de la necesidad del partido de vanguardia proletario, el Buró de Londres se vió forzado a asumir una oposición categórica y de clase al frente popular no esperando (como lo hacen sus secuaces) que los partidos reformistas y estalinistas se transformaran de alguna manera en sus contrarios. Pero en vez de, y en oposición a, la lucha dura e incansable de los trotskistas por la Cuarta Internacional, esos centristas contrapusieron al reformismo su fantasma impotente e inocuo, “el Movimiento Socialista Revolucionario”. Es por esto que las organizaciones del Buró de Londres, aunque disponiendo de fuerzas nominalmente cien veces más grandes que las de los trotskistas, son hoy día una referencia histórica apenas conocida, cuyos descendientes deben disfrazarse como trotskistas.

Las duras lecciones de la victoriosa Revolución de Octubre conservan plena vigencia en nuestro planeta. Lenin y Trotsky ni entraron ni siguieron al gobierno provisional de los socialistas y liberales – lo derrocaron basándose en el poder de los soviets. Hoy la tendencia espartaquista internacional se basa sobre la Tercera Internacional de Lenin y la Cuarta Internacional de Trotsky, al insistir no solamente en que la cuestión del poder estatal es una de clase contra clase, sino además en que sin la lucha por la creación de una Cuarta Internacional disciplinada y programáticamente unida, los obreros serán abandonados frente a cada nueva trampa del capital – y, como en los años 30, con la complicidad de sus pretendidos “dirigentes” revisionistas.

14 de enero de 1977

— tendencia espartaquista internacional

— Organización Trotskista Revolucionaria de Chile

— Fracción Trotskista (expulsada) del Spartacusbund

¡Abajo la junta reaccionaria ― por una revolución obrera!

¡Abajo la junta reaccionaria ― por una revolución obrera!

Suplemento de Workers Vanguard, 13 de septiembre de 1973. Esta versión fue impresa en español en Cuadernos Marxistas No. 3

12 de septiembre ― El golpe de la derecha de ayer en Chile puso un punto final sangriento al gobierno de la “Unidad Popular” dirigido por el Presidente Salvador Allende, que fue elegido hace tres años. Esta toma de poder por los militares es una seria derrota para la clase obrera internacional, conducente a un asalto abierto contra las organizaciones obreras y a la masacre de posiblemente miles de militantes proletarios. No está claro todavía el grado en que los obreros y campesinos resistirán por la fuerza a los golpistas; su voluntad heroica de defender sus organizaciones es indudable, pero el gobierno de Allende rehusó una y otra vez a armar a los obreros. Es el deber de todas las organizaciones obreras de los EE.UU., tanto los sindicatos como los partidos, de iniciar de inmediato un frente único de protesta contra el golpe contrarrevolucionario. ¡Abajo la junta reaccionaria! ¡Por una revolución obrera en Chile!

Los sucesos de los últimos dos días confirman trágicamente las advertencias de la Spartacist League de que las masas chilenas pagarían con sangre por la traición de sus líderes. ¡El triunfo de la reacción burguesa después de tres años del gobierno de Allende no es una casualidad! Fue preparada por la naturaleza misma de la coalición de la Unidad Popular.

Como insistió la Spartacist League en un panfleto publicado el 4 de septiembre:

“El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno proletario. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. La presencia de la burguesía ‘radical’ y de los generales ‘democráticos’ es una garantía de que el gobierno de Allende no sobrepasará los límites del capitalismo. Su presencia es una garantía de que los obreros y los campesinos continuarán desarmados y atomizados ante el inminente golpe de las derechas. En vez de presionar a Allende para que rompa las negociaciones con los demócratas cristianos y los generales, para que incremente el número de nacionalizaciones, para que instituya un ‘control obrero’ desde arriba, etc., nosotros debemos pedir que los obreros rompan inmediatamente con el frente popular burgués y con los partidos de gobierno, y luchar por un gobierno obrero y campesino basado en un programa revolucionario de expropiación de la burguesía agraria e industrial.”

Las seductoras pretensiones de los partidos obreros dominantes de que se podía llegar al socialismo por las elecciones y la acción parlamentaria y en colaboración con sectores “progresistas” de la burguesía han demostrado ser una vez más simplemente la fórmula para la derrota. “La vía chilena al socialismo” era alabada en el Mundo entero por los Partidos Comunistas pro-Moscú como el modelo de la revolución por medio de la coexistencia pacífica; ¡y los capitalistas chilenos ―aclamados como la burguesía más “democrática” de América Latina, con el ejército más “apolítico”― iban a conformarse pasivamente a la transición al socialismo!

Pero solamente la movilización independiente del proletariado para tomar el poder en su propio nombre puede abrir la vía al socialismo. Un frente popular está, por su naturaleza misma ―su alianza con un sector de la clase dirigente― limitado dentro de los confines del capitalismo. Nunca puede preparar el camino hacia el poder obrero. Sólo puede lograr asustar a las fuerzas de la reacción burguesa hasta el punto de emprender un asalto concertado y brutal contra los obreros, a alienar y a empujar a los brazos de la reacción a sectores de la pequeñaburguesía que se habrían dividido si se hubieran visto frente a un polo claramente proletario, y a desorientar a los obreros con ilusiones de colaboración de clase de modo que no pueden movilizar una defensa organizada y unida contra la reacción derechista. La lección de Chile hoy es la lección de la Guerra Civil Española de los años treinta: si los obreros no aprenden a tiempo que los frentes populares, el parlamentarismo y la coexistencia pacífica conducen a la derrota, pagarán con sus vidas.

¿Que era la Unidad Popular?

La coalición de la Unidad Popular estaba compuesta de los partidos obreros dominante, los Comunistas y Socialistas reformistas, junto con el Partido Radical y los demócratas cristianos de izquierda. Desde las elecciones de 1970 tanto los radicales como los demócratas cristianos de izquierda se han dividido, con secciones pro-UP yéndose hacia la izquierda y hasta pretendiendo que apoyaban al socialismo. Pero la esencia de la Unidad Popular como bloque con un sector de la burguesía no había variado. Desde el principio el gobierno de la UP estaba basado sobre un acuerdo tácito con el partido burgués dominante, la Democracia Cristiana, cuyos votos necesitaba Allende para que cualquiera de sus reformas fuera aprobada por el Congreso. Más recientemente, a medida que se endurecía el ataque de la derecha contra el gobierno, los ministros militares asumieron el papel de principales defensores de los intereses de la burguesía dentro del gobierno.

El gobierno adoptó una política de apaciguar a los derechistas y de aumentar la represión contra los obreros. Así después del “paro patronal” por parte de los camioneros y dueños de tiendas durante noviembre de 1972, Allende incluyó dentro del gobierno a los jefes militares y promulgó una ley que permitía al ejército llevar a cabo redadas sin previo aviso en busca de armas. Esta ley, aunque aparentemente dirigida tanto contra los extremistas de la derecha como los de la izquierda, ha sido de hecho utilizada exclusivamente contra los sindicatos, las fábricas ocupadas y los partidos obreros, mientras que los grupos fascistas como Patria y Libertad acumulaban importantes reservas de armas. Luego en mayo y junio el gobierno provocó una huelga de los mineros del cobre en El Teniente al tratar de suprimir la escala móvil de salarlos (ajuste automático al coste de vida), y apuntó a los obreros con ametralladoras en el curso de la huelga (ver “Defendamos la huelga de los mineros chilenos”).

El frente popular y el cretinismo parlamentario

Aunque los reformistas han tratado constantemente de presentar a Chile como el gobierno de frente popular más radical de la historia (comparado con España de 1936 a 1939, Francia de 1934 a 1936 o Chile en varios momentos entre 1936 y 1948), el mito está lejos de la realidad. Así en España los centros industriales estaban enteramente en las manos de las milicias obreras durante gran parte del periodo después de julio de 1936 y la mayoría de las fábricas funcionaban bajo control obrero. En Chile, Allende firmó un acuerdo en 1970 estableciendo que no permitiría la formación de milicias obreras ni el ascenso de oficiales que no se hubieran graduado en las academias militares, garantizando así que el ejército quedase firmemente bajo el control de la elite militar profesional. Los obreros españoles estaban armados; en general los obreros chilenos no lo están.

Pero un frente popular es un frente popular. Los obreros españoles fueron derrotados por Franco porque no tenían una dirección revolucionarla que luchase por derrotar al capitalismo. Por el contrario los obreros y campesinos se vieron forzados por el Partido Comunista estalinista y los Guardias de Asalto a permanecer dentro de los confines de la democracia burguesa. En un momento de honestidad los estalinistas se justificaban diciendo que “no quedan asustar a la burguesía”, pero también tenían una teoría para justificarlo. Mientras que Lenin había hecho famoso en el mundo entero el eslogan “¡Todo el poder a los Soviets!” como la llamada a la revolución obrera, Stalin “descubrió” en 1924 que antes de la etapa de soviets tenía que pasarse por una etapa intermedia “democrática”. Esencialmente esto era lo mismo que la posición de los reformistas social-demócratas que pedían la toma del poder por medio de elecciones parlamentarias como un “paso” en la transformación gradual del capitalismo. Ahora en los años 70 la UP de Allende desenterraba esta teoría:

“Ya que el Congreso Nacional está basado en el voto del pueblo, no existe nada en su naturaleza que impida que se transforme para volverse, de hecho, el Parlamento del Pueblo. Las Fuerzas Armadas y los Carabineros, fieles a su deber y a su tradición de no-intervención en el proceso político, apoyarán a una organización social que corresponde con la voluntad del pueblo…”

― S. Allende, “Primer mensaje al Congreso”, diciembre de 1970

La experiencia histórica refutó ayer por enésima vez este cuento de hadas reformista.

El PC chileno ha sido siempre fiel a su misión estalinista de traición reformista. Así, en harmonía con la petición de los estalinistas de ampliar la Unidad Popular para incluir a los demócratas cristianos, también se oponían a un extenso programa de nacionalizaciones. Para “regularizar la economía” el ministro Orlando Millas, del PC, introdujo una ley que hubiera restringido las nacionalizaciones a ciertos sectores específicos y hubiera devuelto las fábricas ocupadas por los obreros a sus dueños “legales”.

El PC no solamente se oponía a la formación de milicias obreras, sino que Luís Corvalán, secretario general del partido, rechazó toda forma de armar a los obreros ya que dichas proposiciones “equivalen a mostrar desconfianza en el ejército”. (Esto es, por supuesto, verdad. Y los estalinistas, por supuesto, nunca muestran desconfianza en el ejército burgués. Así, aún después del golpe de ayer, el Daily World del 12 de septiembre pretendía que solamente estaba implicada “una sección” de las fuerzas armadas, concretamente “las Fuerzas Aéreas, tradicionalmente pertenecientes a la clase media alta”. El ejército, sin duda, agradeció esta “confianza”, que facilitó el golpe reaccionario de los generales.)

Poco antes del golpe, Bernard Fajon, líder del PC francés, al volver de Chile, dio una conferencia de prensa para denunciar:

“… ciertas teorías económicas que hacen hincapié en la destrucción de las viejas estructuras….

“La ocupación de las fábricas por los obreros… transformada en ciertos casos en la toma de empresas que no estaban incluidas en el programa de nacionalizaciones….

“… posiciones irresponsables y aventuristas, como el eslogan izquierdista de exhortar a los soldados a desobedecer [órdenes], lo cual facilita los esfuerzos de los oficiales favorables a un golpe de estado; como el eslogan izquierdista de control obrero exclusivo en todas las fábricas; que tiende a unir a los ingenieros y a los profesionales contra la clase obrera…

“El Partido Comunista de Chile ha llevado a cabo y todavía continúa haciéndolo, una lucha constante en contra de estos puntos de vista absolutamente dementes….”

Le Monde, 3 de septiembre

Mientras tanto, a la vez que el Partido Comunista estaba clamando por unirse con la Democracia Cristiana y desarmar a los “ultra-izquierdistas”, exhortando a los obreros a devolver las fábricas a sus dueños legales, la Unión Soviética no dio prácticamente ninguna ayuda económica a Chile. El cinismo descarado que se esconde tras las exhortaciones de los estalinistas a la “unidad de todas las fuerzas democráticas” (es decir, incluyendo los demócratas cristianos en Chile que acaban de ayudar a preparar un golpe contrarrevolucionario, y demócratas liberales estadounidenses tales como Lyndon Johnson) queda expuesto en el insensato comentario que hizo Angela Davis en un mitin pro-Allende después del golpe: “No creo que esto sea una derrota; por supuesto es un retraso” (New York Times, 12 de septiembre). Con retrasos como éste, ¿cómo será una verdadera derrota?

Pero la lógica de colaboración de clases del estalinismo no se limita a los seguidores directos de Brezhnev y Kosyguin. El antiguo guerrillero Fidel Castro puso de manifiesto en toda su gloria su apoyo al gobierno burgués de la UP durante su visita en noviembre de 1971 cuando exhortó a los obreros del cobre de Chuquicamata a moderar sus demandas por un aumento de sueldo y a trabajar más duro. Pocos meses después, invitó a unos generales chilenos a visitar Cuba como una demostración más de su solidaridad “antiimperialista”.

La preparación del golpe

Para disculpar sus traiciones en Chile los estalinistas pretenden ahora que el golpe es obra de fascistas y reaccionarios extremos en alianza con la CIA. No cabe duda de que ultra-derecha dirigió el golpe y de que estaba en comunicación con el gobierno estadounidense. La oferta de un millón de dólares que hizo la ITT en 1970 para echar a Allende está ciertamente relacionada con la presencia “accidental” de buques de la marina americana en aguas chilenas el día del golpe.

Pero el hacer responsables del golpe solamente a los “ultras” y a la CIA es hacer caso omiso del grueso de la burguesía chilena. ¡El Partido Comunista quiere que nos creamos que sólo los capitalistas norteamericanos defienden su propiedad! En realidad, los capitalistas chilenos se vieron venir lo que iba a pasar cuando los comités obreros tomaron centenares de fábricas después del intento fallido del golpe del 29 de junio; el Estado Mayor del Ejército se les unió después del descubrimiento de células izquierdistas en la Marina a principios de agosto. El golpe del 11 de septiembre es el resultado. Este golpe no fue un complot fascista ni la obra de unos cuantos militares “ultras”. Representa la decisión de los sectores claves de la burguesía de aplastar al movimiento obrero, cada vez más combativo. Todos los sectores importantes de la clase capitalista chilena, incluyendo los demócratas cristianos “moderados” y los oficiales “constitucionalistas”, están involucrados de una manera u otra.

Que su verdadera meta es destrozar el movimiento obrero fue ampliamente probado el primer día del régimen militar. La caída del gobierno fue efectuada rápida, casi quirúrgicamente, por un pronunciamiento clásico de los Jefes de las fuerzas armadas y un breve bombardeo del palacio presidencial. La guardia presidencial se rindió mientras que Allende, o se suicidó o le pegaron un tiro. Pero durante el primer día del régimen militar, más de 1.000 personas fueron asesinadas y más de 100 líderes de partidos obreros y sindicatos fueron arrestados. Los generales amenazaron con volar cualquier fábrica que se resistiera.

Su preocupación principal eran los comités obreros (los “cordones industriales”) que estaban creciendo como hongos en las zonas industriales alrededor de Santiago. El New York Times de 12 de septiembre  reportó que: “En el pronunciamiento por la junta que tomó el poder hoy, se citó a los grupos en las fábricas como una causa para la revuelta.” Dos días antes, un comando de las Fuerzas Aéreas había intentado la redada de la importante fábrica de tejidos Sumar, en busca de armas. Los obreros, que habían ocupado la fábrica, lograron rechazar a tiros a los soldados y el comando se vio finalmente forzado a retroceder cuando llegaron refuerzos de las fábricas de alrededor (Le Monde, 11 de septiembre). Las Fuerzas Aéreas habían llevado a cabo redadas similares dos veces en agosto, aparentemente tratando de provocar un tiroteo con los obreros. Esta vez perdieron ― y eso, quizás, fue la gota que hizo desbordar el vaso; ya era horade desembarazarse de Allende. Llevado al poder para controlar el movimiento obrero, dejó de ser útil cuando demostró una y otra vez que era incapaz de disciplinar a los obreros. Y la burguesía lo derribó de un papirotazo.

Que el golpe no fue simplemente la obra de fascistas y ultra-reaccionarios se demuestra por varios hechos: además del Almirante José Toribia Merino, un simpatizante de Patria y Libertad, la junta incluye también al comandante del Ejército, el General Augusto Pinochet, un “constitucionalista” de primera categoría. Aún más, la reciente serie de sucesos fue iniciada por la dimisión del General Carlos Prats el 23 de agosto. Prats, el principal “constitucionalista” y Ministro de Defensa, dejó el gobierno para, como él dijo, “preservar la unidad de la institución” (las fuerzas armadas). Le siguieron otros dos ministros militares. Estas dimisiones representaran un voto de desconfianza en el gobierno por todas las secciones del estado mayor de las fuerzas armadas. Desde ese momento, el golpe era simplemente una cuestión de tiempo y personal.

Tampoco era simplemente una cuestión militar. El ambiente para la toma de poder por los militares vino dado por el caos económico que resultó del para de los dueños de camiones, tenderos y profesionales, paro que había durado más de un mes y medio. Esto fue un claro esfuerzo político concebido para derribar el gobierno, lo mismo que el paro similar del año pasado. La confederación de dueños de camiones está íntimamente ligada al Partido Nacional, mientras que la mayoría de los otros gremios profesionales están unidos a los demócratas cristianos. Tanto en noviembre como en agosto de este año el PDC apeló directamente a sus asociaciones a que se unieran a la acción contrarrevolucionaria. Así, mientras que sus líderes en el Parlamento hablaban apaciguadores de esperar a las elecciones de 1976, el Partido Demócrata Cristiano se estaba preparando para el golpe lo mismo que todos los otros sectores de la burguesía.

La izquierda “revolucionaria”

A medida que las masas de obreros y campesinos chilenos se han ido desilusionando progresivamente con los reformistas PC y PS, han empezado a buscar una dirección alternativa. Muchos se han unido al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el grupo más importante a la izquierda de la UP. El MIR es un grupo estilo “nueva izquierda” y castrista, que hasta 1970 se concentró principalmente en organizar a los campesinos hacia las tomas de tierra y la guerra de guerrillas. Después de adoptar una línea ultra-izquierdista al abstenerse por principio en la elección de 1970, el MIR viró en redondo de repente y publicó una declaración inmediatamente después de la elección dando apoyo crítico a Allende. Continuó de una manera u otra pidiendo que se apoyase a la UP hasta el final: “El Movimiento de Izquierda Revolucionaria sostiene que a pesar que no concordamos con cada paso de la Unidad Popular, que a pesar de que tengamos diferencias con aspectos de su política, ello no significa que tengamos que ir a una ruptura definitiva con la Unidad Popular” (Punto Final, 9 de noviembre de 1971). Pero es precisamente una “ruptura definitiva” lo que se necesita. Tenemos aquí un gobierno ligado a un sector de la burguesía, cuya tarea principal es frenar el impulso de los obreros hacia la revolución ― ¡y el MIR le da apoyo crítico! Por este acto de traición de clase debe asumir una gran parte de la responsabilidad por el golpe.

Aún más, el MIR omitió el elevar la demanda clave durante este período de armar a los obreros y de formar milicias obreras basadas en los sindicatos (y los cordones industriales). En lugar de esto, los documentos del MIR hablan sólo en los términos más generales de las limitaciones de las reformas pacíficas y la necesidad de “acumular poder para aplastar cualquier intento sedicioso o la guerra civil que intentarán los explotadores” (El Rebelde, 23-30 de mayo). La actividad principal de la organización ha sido tomas de tierras y de fábricas que, por muy militantes que hayan sido, no tocaron para nada la cuestión del gobierno de Allende.

Chile y la Izquierda norteamericana

Así, entre las mayores organizaciones socialistas en Chile no hay ninguna que pidiese la substitución del régimen de frente popular por un gobierno obrero, es decir, que exhortase a la clase obrera a romper con la burguesía; en su lugar, capitularon ante la tremenda popularidad (inicial) del gobierno de la UP entre las masas trabajadoras. En los EE.UU., de todas las organizaciones ostensiblemente trotskistas la única que se declaró abiertamente contra el gobierno del frente popular de la UP desde el principio fue la Spartacist League. Inmediatamente después de las elecciones de 1970 escribimos:

“Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier ‘apoyo crítico’ a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta del proletariado chileno cuando la reacción doméstica, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista.”

Spartacist, noviembre-diciembre de 1970

En contraste, la oportunista Workers League escribió que “los trabajadores deben hacer que Allende mantenga sus promesas…” (Bulletin, 21 de septiembre de 1970), mientras que la evaluación inicial de la elección de Allende del ex-trotskista Socialist Workers Party (en Intercontinental Press, el 5 de octubre de 1970) equivalía de hecho a un apoyo crítico: “… el no reconocer sus elementos positivos, condenándola in toto basados en un dogmatismo sectario, significaría un aislamiento suicida.” Ciertamente hubiera significado el aislamiento en los primeros meses del gobierno de la Unidad Popular. Pero la posición de principios trotskista de oposición inflexible al frente popular era de hecho la única alternativa al suicidio. Fue el apoyar a Allende lo que condujo al presente golpe contrarrevolucionario.

Un eslogan no puede ser aplicado mecánicamente a todas las situaciones. Así en el momento del golpe del 29 de junio y durante la última parte de agosto la SL pidió la formación de “un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar la ofensiva derechista-militarista en Chile, y a la vez continuar la lucha para el derrocamiento del gobierno del frente popular de los ‘socialistas’ y los generales mediante una revolución proletaria” (“Enfrentamiento en Chile, 4 de septiembre). Hoy, los marxistas deben luchar por aplastar la Junta con un levantamiento obrero. ¡Pedir apoyo para la UP es reafirmar una política cuya naturaleza suicida está siendo probada en este mismo momento! En una situación similar, cuando se vieron frente al intento del General Kornilov en agosto de 1917 de echar abajo al gobierno de Kerensky y aplastar a los obre ros revolucionarios de Petrogrado, los bolcheviques pidieron la formación de un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar a los conspiradores contrarrevolucionarios y hasta lucharon al lado de las tropas del gobierno burgués de Kerensky. “Incluso ahora nosotros no debemos apoyar al gobierno de Kerensky”, escribió Lenin:

“Lucharemos, estamos luchando contra Kornilov, igual que lo hacen las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario desenmascaramos su debilidad. Ahí está la diferencia. Es una diferencia sutil, pero es altamente esencial y no debe ser olvidada.”

― “Al Comité Central del P.O.S.D.R.”, 30 de agosto de 1917

Pero por supuesto en la situación chilena seria manifiestamente absurdo pedir ni siquiera apoyo militar al gobierno de la UP, que ya ha sido aplastado.

Así mismo, pedir a todos los “demócratas” que defiendan las libertades civiles es no entender en absoluto cual es la naturaleza del presente golpe. La junta suprimirá sin duda las libertades civiles, aún para los partidos burgueses, durante un cierto tiempo. Pero su tarea fundamental es aplastar el movimiento obrero, y ella, a su vez, sólo puede ser destrozada por una ofensiva proletaria.

Nunca han estado más claras las líneas de demarcación entre el marxismo revolucionario y el oportunismo. Han sido perfiladas con sangre, la moneda con que se pagan las traiciones.

Enfrentamiento en Chile

Enfrentamiento en Chile

Originalmente una hoja volante de la S.L. (Spartacist League de los EE.UU.) del 4 de septiembre de 1973. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No. 3.

Un baño de sangre se prepara en Chile mientras que las fuerzas derechistas intentan crear un caos político y económico, como preparación para un golpe contrarrevolucionario. La existencia misma de un movimiento obrero independiente y las vidas de decenas de miles de militantes proletarios están en peligro. ¿Volveremos a las condiciones del “decenio negro” de los años 50, con los sindicatos aplastados y el Partido Comunista fuera de la ley, siguiendo a la imposición brutal de una dictadura militar? ¡Solamente una revolución obrera puede prevenir esto, y el primer obstáculo que se le opone es el gobierno del frente popular de Allende!

No son sólo los capitalistas y sus representantes directos los que están preparando la inminente catástrofe; ni simplemente las bandas fascistas, el Partido Nacional ultraconservador, ni los almirantes y generales gorilas; ni aún los demócratas cristianos, que apoyan la coalición nacionalista-fascista-militarista al llamar a sus “asociaciones profesionales” (médicos, pilotos, tenderos y propietarios de camiones) a un paro patronal. Los autores principales de este crimen son los agentes de los patrones en el movimiento obrero ―los líderes reformistas del Partido Comunista, el Partido Socialista y la federación laboral CUT, el Compañero Presidente Allende y el gobierno del Frente popular, que se han puesto de acuerdo en no entrometerse en el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas, que han rehusado expropiar la propiedad de los capitalistas industriales; que han intentado acabar con la reciente huelga de mineros ametrallando a los huelguistas; que han intentado repetidamente persuadir a los demócratas cristianos a entrar en la coalición de la Unidad Popular y que han pedido a los militares que entren en el gobierno; que rehúsan armar a los obreros y que respaldan las leyes que prohíben las milicias obreras.

Ahora el Partido Comunista pide a los obreros que “defiendan a Chile” y “apoyen a Allende”. Pero ¿cómo ha “defendido” el PC a Chile? Los estalinistas han sido la fuerza principal que ha empujado a una coalición con los demócratas cristianos, y a la limitación del número de empresas nacionalizadas (incluso introduciendo legislación ―la ley Millas― para devolver las fábricas tomadas por los obreros a sus antiguos propietarios), y al oponerse a la formación de milicias sindicales. ¡Corvalán, jefe del PC, incluso se opone a armar a los obreros bajo el pretexto de que demuestra “desconfianza hacia el ejército”! Ahora los estalinistas nos vienen con el eslogan filisteo-pacifista de “¡No a la guerra civil!” Pero la burguesía ha comenzado ya sus preparativos para la guerra civil: ¡Quien sea, el que hoy “dice no” a la guerra civil está pidiendo una capitulación miserable de los obreros!

¿Cómo podemos impedir el triunfo de las fuerzas reaccionarias? Cuando se vieron enfrentados, en agosto de 1917, con el intento del general Kornilov de derrocar el gobierno de Kerensky y de aplastar a los obreros revolucionarios de Petrogrado, los Bolcheviques hicieron una llamada por un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar a los conspiradores contrarrevolucionarios e incluso luchar junto con las tropas del gobierno burgués de Kerensky. Lenin escribió:

“Incluso ahora nosotros no apoyamos al gobierno de Kerensky. Lucharemos, estamos luchando contra Kornilov, igual que lo hacen las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario desenmascaramos su debilidad. Ahí está la diferencia. Es una diferencia sutil, pero es altamente esencial y no debe ser olvidada.”

― “Al Comité Central del P.O.S.D.R.”, 30 de agosto de 1917

Continuando la tradición bolchevique-leninista los trotskistas deben hacer una llamada por un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar la ofensiva derechista-militarista en Chile, y a la vez continuar la lucha para el derrocamiento del gobierno del frente popular de los “socialistas” y generales mediante una revolución proletaria. El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno proletario. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. La presencia de la burguesía “radical” y de los generales “democráticos” es una garantía de que el gobierno de Allende no sobrepasará los límites del capitalismo. Su presencia es una garantía de que los obreros y los campesinos continuarán desarmados y atomizados ante el inminente golpe de las derechas. En vez de presionar a Allende para que rompa las negociaciones con los demócratas cristianos y los generales, para que incremente el número de nacionalizaciones, para que instituya un “control obrero” desde arriba, etc., nosotros debemos pedir que los obreros rompan inmediatamente con el frente popular burgués y los partidos del gobierno, y luchar por un gobierno obrero y campesino basado en un programa revolucionario de expropiación de la burguesía agraria e industrial.

• ¡Armar a los obreros! ¡Milicias obrera basadas en los sindicatos y los Cordones Industriales! ¡Por un Comité Militar del Frente Unido de las Organizaciones Obreras, consejos de Soldados y Campesinos para Desarmar a los Fascistas y Aplastar a los Golpistas!

• ¡Por la Abolición del Ejército Burgués y su Cuerpo de Oficiales! ¡Organicemos Consejos de Soldados Unidos a los Sindicatos!

• ¡Por la Construcción de Consejos Centralizados de Obreros y Campesinos Pobres!

• ¡Abajo los Ministros Militares! ¡Abajo los Pactos con los Demócratas Cristianos! ¡Por un Gobierno Obrero y Campesino!

• ¡Hacia la Formación de un Partido Trotskista Chileno! ¡Hacia el Renacimiento de la Cuarta Internacional!

Falla un golpe de las derechas en Chile

Falla un golpe de las derechas en Chile

[Originalmente publicado en Workers Vanguard No. 26, 3 de agosto de 1973. Traducido en Cuadernos MarxistasNo. 3.]

La fotografía en esta página muestra el intento de golpe de estado por un sector del ejército chileno el pasado 29 de junio. Tropas del Segundo Regimiento Blindado rodearon el palacio presidencial y el ministerio de defensa, pero fueron derrotadas después de un tiroteo de tres horas con unidades leales. Durante la lucha murieron 22 personas, la mayoría civiles que habían sido atrapados en la línea de fuego.

La revuelta fue derrotada sobre todo porque la mayoría de la casta de oficiales todavía cree que Allende está jugando un papel útil de engañar a los obreros, y todavía no ha decidido echarle. Allende, por su parte, se rehusó de nuevo a movilizar a los obreros y contó con los generales leales para la defensa del gobierno. Acusó a Patria y Libertad, un grupo fascista con vínculos con sectores militares derechistas, de estar involucrado en la conspiración, pero no lo ilegalizó.

Aunque el mini-golpe fue derrotado fácilmente, la amenaza de un putsch reaccionario continúa en aumento a medida que el gobierno del frente popular se muestra cada vez más incapaz de desempeñar su papel de frenar a los obreros, como atestiguan la reciente huelga de mineros del cobre. La cuestión de quién manda se está planteando cada vez más agudamente, a medida que se suceden sin descanso las demostraciones pro-gobierno y anti-gobierno, huelgas y cierres patronales, asesinatos y descubrimientos de armas ocultas de los fascistas.

Un golpe militar de las derechas, aunque no necesariamente fascista, estaría dirigido (como el golpe de Banzer en Bolivia en agosto de 1971) a la supresión de la combatividad en auge de las masas y a la decapitación del movimiento obrero. El putsch estaba dirigido contra el gobierno de Allende en el sentido inmediato; su verdadero blanco es el movimiento obrero.

¡Obreros y campesinos de Chile! El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno obrero. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. No importa cuán pequeños sean los Partidos Radical y Demócrata Cristiano de izquierda, son en cierto sentido los partidos más importantes de la UP. Pues su presencia es la garantía de que Allende no sobrepasará los límites del capitalismo.

¡Militantes sindicales y amas de casa! El gobierno de la UP no respalda vuestros intereses, sino los de los patronos. Ha permitido una inflación galopante que hubiera podido ser frenada por un control de precios regido a su vez por el control de los sindicatos y los obreros sobre la producción y la distribución. Ha frenado el proceso de nacionalizaciones y deja sin tocar a los capitalistas industriales “nacionales”. Hace uso de las ametralladoras para sofocar las huelgas de los mineros.

El gobierno de Allende debe ser remplazado por una revolución obrera. Las masas trabajadoras deben luchar por un gobierno basado en la federación laboral CUT, los partidos obreros, y los “cordones industriales”  y JAPs (incipientes comités populares) en los distritos obreros. Esta es la única defensa verdadera contra los reaccionarios.

Pero ahora nos vemos frente a la siguiente situación específica: la derecha se inclina cada vez más hacia un enfrentamiento con el gobierno. A causa de la fuerza del voto a favor de la UP en las elecciones de marzo y la creciente radicalización de los obreros, sectores cada vez más grandes de la burguesía están convencidos de que deben poner un límite. Así, hoy por hoy, los obreros y Allende tienen un mismo enemigo.

Frente a un intento de putsch, los revolucionarios deben dar apoyo militar al gobierno del frente popular: sin cesar por un segundo de oponérsele políticamente. Reclamamos que se distribuyan armas entre los obreros, que se formen milicias obreras basadas en los sindicatos, y la proscripción y desarme de todas las organizaciones fascistas. Así mismo reclamamos la abolición del ejército oficial y en particular del cuerpo de oficiales, y la organización de las tropas en comités de soldados, aliados a los sindicatos. La formación de un comité central de las milicias obreras, los consejos de soldados y las organizaciones obreras (sindicatos y partidos) para coordinar la defensa. Sólo de esta manera podemos garantizar que el potencial para una movilización revolucionaria y las ganancias ya exprimidas de la burguesía no dependerán de la buena voluntad de los generales “democráticos”.

La izquierda ostensiblemente revolucionaria en Chile se ha abstenido de proveer una clara oposición al frente popular, de luchar con firmeza dentro de las organizaciones de masa existentes contra la dirección reformista de los Partidos Socialista y Comunista. Intentos, como los del MIR, de crear artificialmente “asambleas populares” que ignorarán a los sindicatos y los partidos obreros de masa, están condenados al fracaso. Y también condenadas están las demandas de los grupos izquierdistas al gobierno para que incremente las nacionalizaciones y rompa con los partidos capitalistas.

Se está preparando un rio de sangre para las masas trabajadoras chilenas. Sólo a través de la lucha para construir un partido revolucionario de vanguardia basado en la política de Lenin y Trotsky se puede evitar esto y convertir en realidad el potencial revolucionario. En contraste a los centristas como el MIR que se rinden constantemente ante la popularidad de la UP con sus fórmulas de “apoyo crítico” y de presión desde la izquierda, un partido tal debe ser uno de oposición irreconciliable.

***

Importante crítica:

¿Pedimos de la burguesía que proscriba al fascismo?
17 de agosto de 1973

Defendamos la huelga de los mineros

Defendamos la huelga de los mineros

[Publicado originalmente en Workers Vanguard No. 23, 22 de junio de 1973. Traducido en Cuadernos Marxistas No. 3]

Mientras que el gobierno de la Unidad Popular de Chile se encuentra cada vez más aislado por el aumento de la combatividad obrera por un lado y por ras crecientes fuerzas de la contrarrevolución por el otro, el Presidente Salvador Allende ha decidido adoptar una posición de clase a favor de la burguesía. En respuesta a una huelga de dos meses en las minas de cobre de El Teniente, Allende usó a la policía nacional (los Carabineros) contra los huelguistas, pidió a los jefes de las fuerzas armadas que volviesen a entrar al gabinete del gobierno del frente popular y se movilizó para “restaurar el orden” en dos provincias mineras poniéndolas bajo control militar.

La huelga comenzó el 10 de abril con 13.000 mineros de la mina nacionalizada de El Teniente, la mina subterránea más grande del mundo, en Rancagua. A principios de junio se extendió a Chuquicamata, la mina de pozo abierto más grande del mundo, donde los obreros mantuvieron una huelga de solidaridad de 48 horas que podría ampliarse a una huelga de duración indefinida y de alcance nacional.

Las huelgas ya han forzado al gobierno chileno a suspender sus envíos de cobre, su mayor exportación, a Europa, causando la pérdida hasta ahora de 50 millones de dólares en divisas, en una situación en que Chile está profundamente en deuda y en que se ve forzado a importar comida. El gobierno aduce que el “interés nacional” está por encima de los intereses de los “privilegiados” mineros.

Los mineros, por otra parte, están en huelga para defender la escala móvil de salarios (ajuste automático al coste de vida) ganada hace años a los anteriores propietarios norteamericanos de las minas a través de duras luchas. Piden un aumento de sueldos del 41 por ciento para mantenerse a nivel con el aumento del coste de vida (240 por ciento más alto sólo en el último año). La comida ya está racionada y florece el estraperlo. El gobierno aduce que se debe descartar el presente ajuste al coste de vida y remplazarlo por una “ley de reajuste” que aumentaría sólo los sueldos de los obreros en las categorías más bajas. Si esto tuviera éxito, se quebrantaría la resistencia obrera en contra de la ola de inflación y de hecho, rebajaría los jornales reales, exactamente como pasó en los previos gobiernos de frente popular después de la Segunda Guerra Mundial.

El 14 de junio, la policía atacó a una manifestación de 4.000 mineros, que habían marchado sobre Santiago desde los distritos mineros, utilizó tanques de agua, carros blindados y gas lacrimógeno. En la mina misma más de 500 Carabineros han plantado sitio, disparando ametralladoras al aire para ganar entrada a los instaladores. Los huelguistas erigieron barricadas en las entradas de las minas y lanzaron dinamita contra la policía. Más de 30 mineros han sido heridos ya en el conflicto.

El Partido Comunista y la UP están tratando de aplastar la huelga, arguyendo que el alboroto de los obreros está amenazando llevar al país al borde de la guerra civil y haciéndole imposible a Allende el gobernar. Esto, según ellos, le facilita el camino a la derecha. Pero está claro que el programa que Allende es incapaz de implantar es precisamente el programa de la burguesía — hacer que los obreros paguen por la inflación.

Mientras, el 13 de junio Allende pidió al Ejército, a las Fuerzas Aéreas y a la Armada que entrasen a formar parte del gabinete para poder contener las agitaciones. En una acción semejante en noviembre pasado, el jefe de las Fuerzas Armadas fue nombrado Ministro del Interior mientras que el gobierno de la UP descartó los planes de nacionalizar parte del sistema de transporte en un intento de apaciguar a los demócratas cristianos de la oposición. Mientras que los gremios de pequeños negocios de los demócratas cristianos estaban llevando a cabo un paro patronal nacional, ¡el Partido Comunista reclamaba la extensión de la coalición de la UP para incluir a estos conspiradores contrarrevolucionarios!

Ahora los estalinistas arguyen que la huelga está fomentada por un bloque entre los sindicatos anticomunistas y el grupo fascista Patria y Libertad. La Democracia Cristiana ganó el control de los sindicatos del cobre en las elecciones de febrero último después de que el gobierno forzó a los mineros a una huelga similar y que el líder cubano Fidel Castro apeló sin éxito a los obreros a que “se sacrificasen más” por la madre patria.

(El Guardian, apologista “radical independiente” del reformismo estalinista, se refiere a los huelguistas en su número del 13 de junio como a un sector “privilegiado”, y descartan la huelga como un “testimonio… de la supervivencia de la mentalidad capitalista en todos los niveles de las minas”. No es sorprendente la “supervivencia de la mentalidad capitalista” en un estado capitalista que, además, ¡está ahora mismo ametrallando a los obreros en huelga! ¿Qué recomendaría el Guardian en cambio, penitencia por el pecado de querer dar de comer a sus hijos?).

Los obreros no son responsables de que las fuerzas derechistas estén usando la cuestión de la huelga en contra del gobierno. Una dirección revolucionaria de los sindicatos extendería rápidamente la huelga y exigiría la formación de un gobierno compuesto solamente por partidos obreros, que expropiaría los sectores claves de la economía. Esto eliminaría inmediatamente cualquier intento demagógico de la derecha de sacar partido a la huelga, así como unificaría a la clase para el enfrentamiento inevitable con la burguesía. La Democracia Cristiana ha sido capaz de ganar el control de los sindicatos mineros debido solamente a que los partidos de izquierda han omitido la proposición de un tal programa para el movimiento obrero.

Mientras que aumentan los ataques histéricos de los socialdemócratas y los estalinistas contra la huelga del cobre, los revolucionarios deben reclamar: ¡Defensa incondicional de la huelga de los mineros chilenos! ¡Por la formación de una milicia obrera! ¡Abajo el Frente Popular! ¡Por un gobierno obrero!

Perspectivas de la lucha

Perspectivas de la lucha

[Esta carta fue escrita por James P. Cannon a un activista sindical del Socialist Workers Party [Partido de los Trabajadores Socialistas] de Cleveland, Ohio, en 6 de marzo de 1953 y trata de la lucha fracional de Cannon contra los partidarios de Bert Cochran, que se habían aliado a los pablistas europeos. Esta carta se ha traducido del Internal Bulletin (Boletín interno) del SWP, Vol. 15, No. 12 (mayo de 1953). Fue más tarde publicada en inglés en Speeches to the Party (Discursos al partido, Nueva York: Pathfinder Press, 1973). Primera impresión en Spartacist No. 27, diciembre de 1996]

Querido Ted:

Me alegró recibir tu carta del 2 de marzo. No tenías que decirme que habías esperado que “no hubiera un conflicto fundamental” con los cochranistas [la fracción del SWP asociada con los pablistas]. Esa ha sido la actitud de muchos de los miembros del Comité Nacional. Pero políticamente no tenían razón. Todas las implicaciones de la posición cochranista estaban bastante claras hace un año. Por eso tomé la medida drástica de exigir que mostraran sus cartas en la reunión ampliada extraordinaria del CP [Comité Político] que tuvo lugar en esas fechas.

Esperaba poner en cuarentena a esta tendencia fraccional mientras todavía era incipiente; y al mismo tiempo dar una oportunidad a los involucrados para reflexionar sobre la gravedad del rumbo en el cual se habían embarcado, y quizá dar marcha atrás antes de que fuera demasiado tarde. La renuencia de tantas de las personas dirigentes a reconocer la perspectiva de una lucha dentro de la “familia” (“¡Dios mío, hemos sido amigos y compinches por tanto tiempo!”) frustraba todo intento de tratar políticamente el problema.

El sentimiento de amigos-compinches, el sentimiento de paz-en-familia, los cuales tengo que decirte francamente, no tienen nada que ver con la política leninista -el leninismo pone al partido por encima de la familia- determinaron una actitud pasiva, de espectador, en los momentos más críticos y lograron resultados contrarios a los buscados. Sólo envalentonó a los cochranistas, les animó a ir más allá y más rápidamente de lo que se habían propuesto, e hizo inevitable la lucha decisiva actual.

Como probablemente recordarás, en esa reunión caractericé a esta fracción -en una carta que propuse enviar a todos los miembros del CN [Comité Nacional] y a nuestros compañeros en el extranjero- como una “alianza sin principios que no revela sus objetivos.” Mi propósito era forzarlos o a plantear sus objetivos o a decir que no tenían ninguno. El propósito no era “buscar camorra” sino insistir que si iba a haber una lucha, debía ser llevada a cabo abiertamente.

Nunca he oído que un partido leninista sea construido y educado con la guerra de guerrillas. Pero a pesar de mis deseos e intenciones, hemos visto un año de guerra de guerrillas desde entonces, con el resultado de que muchos camaradas jóvenes han sido envenenados y desorientados por el chismorreo y la calumnia. Y ahora vamos a tener la lucha abierta después de todo. Y aun hoy, después de las experiencias instructivas de un año de guerra de guerrillas corruptora, tenemos a unas personas nerviosas y a unas viejas abuelas del género masculino, agitándose nerviosamente y preguntando: “¿Cuál será el resultado? ¿Cuál es la perspectiva?”

Esto me hace reír, si se puede reír con desdén amargo. La perspectiva es educar y reeducar al partido sobre los principios programáticos de las “Tesis sobre la revolución norteamericana” y en el método de la política leninista; y mostrar en el curso de una discusión prolongada, completa y paciente que el tipo cochranista del revisionismo no es mejor que ningún otro tipo.

¿Cuál será el resultado? A menos que nuestra lucha consecuente de 25 años se haya desperdiciado en el cuadro que ensambló -todos y cada uno de cuyos miembros debe su existencia política a esa lucha- el resultado será una reconsolidación del cuadro, una reinspiración al trabajo y una lucha renovada con un convencimiento firme de su gran misión histórica.

¿Habrá algunas pérdidas? No sé, y en esta fase de los sucesos no es mi preocupación primordial. Lo que me preocupa es salvar al partido de la degeneración y la muerte que sólo pueden resultar de una orientación falsa y una dirección incompetente. Cuando logremos ese objetivo, y no antes, podemos pasar a prestar atención al problema de individuos que han servido bien en el pasado, con tal que hubieran seguido la línea correcta, y pueden servir bien en el futuro bajo las mismas condiciones.

Cuando se trata de cuestiones trascendentes se puede inscribir como ley para esta lucha partidista así como para cualquier otra que: cuanto más resuelta, agresiva e intransigente sea la lucha contra la tendencia revisionista, tanto menores serán a la larga las pérdidas, si las hay. El leninismo no tiene nada que ver con las consideraciones rencorosas de venganza personal, despecho, favoritismo, discriminación, persecución, y demás. Tampoco tiene nada que ver con un sentimentalismo reblandecido respecto al destino de individuos cuando están en juego las cuestiones trascendentes de principio y de política.

Eso es lo esencial del asunto tal como lo veo, Ted. Adjunto copias de cartas que he escrito a camaradas dirigentes. Hay seis miembros del Comité Nacional aquí en Los Angeles. Nos hemos mantenido cuidadosamente al tanto de la situación del partido conforme se desarrollaba en el CP desde que salí de Nueva York hace seis meses, y estas cartas te darán una idea aproximada de la evolución de nuestro pensamiento sobre el asunto.

Mis cartas a Vincent del 7 de octubre y la carta relacionada del 9 de octubre a Farrell muestran que no nos interesaba una lucha organizativa si hubiéramos podido conseguir que los cochranistas pusieran por escrito su programa y tener una discusión plena en el partido. Han pasado seis meses desde que salí de Nueva York. La lucha fraccional ha continuado con creciente furia en el CP, pero el partido sigue esperando que la oposición cumpla con la demanda que les he planteado -en esa reunión ampliada del CP de hace un año- para que “revelen sus objetivos”.

Los comentarios de Al Adler que citas en tu carta dicen mucho más sobre el programa cochranista de lo que sospechan los miembros del partido. Pero los comentarios de Al todavía no incluyen todo el programa; Cochran aún no le ha dicho ni siquiera a Al lo que pretende en realidad. Eso hay que deducirlo de su conducta en el CP, de intenciones furtivamente insinuadas en su “Informe sindical” a la Convención Nacional, y de mociones que presentó en el CP: la moción contra la campaña electoral en Los Angeles en particular.

Es el deber de una dirección política deducir el programa de estas cosas y forzarlo a salir al descubierto; y no permitir que el partido sea corrompido por la guerra de guerrillas fraccional antes de que todo el programa sea por fin desenmascarado.

Jim

Cuba y los estados obreros deformados

Cuba y los estados obreros deformados

por Tim Wohlforth

20 de julio de 1961

[Originalmente publicado en Marxist Bulletin 8. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No.2.– Cuba y la Teoría Marxista]

[Nota de introducción (Al documento “Cuba y los estados obreros deformados”) por James Robertson, 9 de junio de 1966]

Su método y el nuestro

Desde el momento en que empezamos a discutir sobre Cuba en el Partido, la mayoría ha intentado forzarnos a llegar a una posición inmediata sobre la naturaleza del estado cubano. Para la mayoría del Partido no era muy difícil el llegar a una posición. Su método era el de un impresionismo empiricista. Simplemente describían lo que Cuba parecía ser en el momento y llamaban á esta descripción ¡una teoría!

Apropiadamente, nosotros rechazamos este método en su totalidad. Decimos que los marxistas deben hacer algo más que describir las apariencias del momento. Es nuestro deber el ver los sucesos políticos y sociales como un proceso en movimiento. Debemos estudiarlos a medida que evolucionan y colocar esta evolución dentro del marco de la situación mundial total y de nuestro enfoque teórico en su conjunto. Así, nosotros decimos que es imposible entender lo que es en este momento, a menos que entendamos lo que ha sido y lo que será.

Apremiamos a los que nos reprochan “el no ver la nueva realidad con la suficiente rapidez” a estudiar la historia de nuestro movimiento mundial y ver lo que pasó con otros que antes comprendieron la “nueva realidad” tan rápidamente, que abrazaron regímenes burocráticos tan amorosamente. Estos camaradas abrazaron los nuevos regímenes burocráticos con la esperanza de que estas fuerzas ajenas, en vez de nosotros, llevasen a cabo la revolución socialista. No seremos forzados a descartar el método marxista. Nos tomaremos el tiempo necesario para estudiar la evolución de Cuba y para definir la naturaleza del estado sobre la base de una comprensión de este proceso evolutivo.

La evolución de Cuba

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la evolución de Cuba. Déjenme hacer un breve esquema de aquellos puntos pertinentes para un entendimiento de la naturaleza del estado cubano. La Revolución Cubana fue llevada a cabo por un grupo nacionalista radical pequeño-burgués, cuya base social primaria era una clase pequeño-burguesa – el campesinado. (De pasada es importante notar que Che Guevara ha repudiado específicamente la tesis de Hansen-Sweezy de que el Movimiento 2ó de Julio se basó, en sus primeros estadios, en el proletariado rural. Apuntó que en las montañas no existía tal proletariado y que la organización se basaba en el campesinado local.) Al organizarse de manera militar y al utilizar las técnicas de la guerrilla rural, Castro fue capaz de dar coherencia a esta fuerza campesina, de otro modo desorganizada, y con este grupo social hacer caer un régimen capitalista decadente.

Al llegar al poder, Castro destruyó casi inmediatamente el viejo aparato estatal de Batista y el ejército sobre el que descansaba. Creó un nuevo aparato administrativo compuesto de nuevos elementos pequeño-burgueses radicales y basado en el Ejército Rebelde. Desde el principio, las relaciones de este nuevo estado bonapartista con la propiedad capitalista fueron bastante contradictorias. Mientras este nuevo aparato estatal se basó por lo menos durante un año y medio en estas relaciones de propiedad capitalistas, la fuerza de la revolución y la oposición del imperialismo a las demandas democráticas de la revolución forzaron al gobierno a actuar contra las relaciones de propiedad capitalistas – aunque de una manera esporádica y empírica. Sin embargo, la habilidad del gobierno para actuar de esta manera se puede atribuir al menos en parte al hecho de que el nuevo gobierno habla roto con el antiguo aparato estatal y era por lo tanto capaz de actuar de una manera bonapartista parcialmente independiente de la clase capitalista en Cuba.

Este proceso, espoleado principalmente por la hostilidad del capitalismo estadounidense, culminó en las nacionalizaciones de septiembre-octubre de 1960 que pusieron bajo la propiedad directa del gobierno por lo menos al 80% de la industria, a toda la industria importante y al sistema bancario en su totalidad. La reforma agraria, llevada a cabo en la primavera anterior, no fue socialista pero fue mucho más extensa que la de la URSS o la de Europa Oriental. Esta serie de expropiaciones eliminaron claramente de Cuba a la burguesía nacional. Aún más, el gobierno estableció un monopolio completo del comercio exterior y comenzó una forma rudimentaria de planeamiento económico.

Las nacionalizaciones de septiembre-octubre plantearon la cuestión de si el aparato gubernamental bonapartista, al continuar estando libre del control por las masas obreras, se basarla firmemente sobre las nuevas formas de propiedad en Cuba o si trataría de volver a relaciones esencialmente capitalistas. Podemos decir que aunque las extensas nacionalizaciones del período septiembre-octubre sentaron las bases para la transformación de Cuba en un estado obrero deformado, no era automáticamente forzoso que el aparato estatal pequeño-burgués fuera a defender y a desarrollar estas formas de propiedad. Fue por lo tanto incorrecto, en mi opinión, caracterizar a Cuba en este momento como un estado obrero deformado.

Fue la invasión de17 de abril la que claramente reveló que el régimen de Castro, por muy débil que fuera, estaba definitivamente comprometido a la defensa de estas nuevas formas de propiedad. Ésto fue demostrado primeramente en la defensa de la revolución que Castro llevó a cabo tan eficazmente. Aún más importante, la invasión demostró claramente que el imperialismo no estaba interesado en llegar a un acomodo con Castro. Los imperialistas estaban buscando ante todo la derrota del régimen, si fuera posible. Y si no es posible, como estoy seguro que ellos reconocen ahora, los imperialistas desean forzar a Castro precisamente hacia los brazos de la URSS – a volverse un país estalinista. De esta manera los imperialistas son capaces de limitar el atractivo de Castro y contener la revolución. La línea de conducta del Departamento de Estado de los Estados Unidos sólo se puede explicar si se interpreta de esta manera (¡y créanlo o no, tienen un cierto método en su locura!).

Cualquiera que sea la interpretación del significado, de la invasión, fue evidente inmediatamente que Castro comprendió que significaba que él debería basarse definitivamente sobre las nuevas formas de propiedad y sobre sus relaciones con el bloque soviético si su régimen iba a tener alguna posibilidad de sobrevivir. Este es el verdadero significado de su declaración de que Cuba es un país “socialista”. Pronto se hizo absolutamente claro el que Castro iba en serio y que ésto no constituía una referencia de pasada. Desde el momento de esta declaración un profundo impulso hacia la estalinización del país ha sido fuertemente implementado. A este respecto, es importante notar que: a) la prensa cubana está ahora dedicada casi exclusivamente a alabar a los países estalinistas y a poner de manifiesto una línea política esencialmente estalinista; b) se han acelerado las relaciones económicas con los estados obreros deformados; c) la masa de arrestos a gran escala durante la invasión reveló una organización de policía secreta altamente desarrollada, lo que es un presagio de peligro para el futuro, porque no está bajo el control de la clase obrera; d) el impulso hacia “un partido único de la revolución” que, en el contexto de estos otros sucesos, parece ser la base del establecimiento del gobierno de partido único tradicionalmente estalinista, ha progresado a un ritmo febril; e) los ataques contra los trotskistas son el símbolo final de la naturaleza deformada del régimen.

Estados obreros y estados obreros deformados

Desde el principio de la discusión hemos insistido el reconocimiento de la diferencia cualitativa que existe entre los estados obreros y los estados obreros deformados, y esta insistencia fue tal vez la contribución más importante que hicimos a toda la discusión. Durante los últimos quince años se ha creado una increíble confusión teórica en todas las secciones de nuestro movimiento mundial por falta de clarificación sobre este punto central.

Los estados obreros [1] y los estados obreros deformados tienen dos sistemas políticos que son esencialmente diferentes y mutuamente contradictorios, aún cuando ambos descansan sobre las bases de la propiedad nacionalizada – formas de propiedad proletaria. El estado obrero deformado se caracteriza por el gobierno de una burocracia pequeño-burguesa incontrolable que oprime a la clase obrera y que tiene una perspectiva contrarrevolucionaria. Esta capa social se encuentra en todo momento en contradicción con las formas de propiedad mismas sobre las que debe basar su dominio. El verdadero, desarrollo de estas formas requiere la total destrucción de estas instituciones parasitarias y la creación de una estructura estatal completamente nueva basada sobre el dominio de la clase obrera. Por lo tanto hace falta una revolución política para transformar a un estado obrero deformado en un estado obrero.

Por el contrario en un estado obrero los obreros gobiernan directamente a través de sus propios órganos representativos y de su partido. El régimen político está en consonancia con las formas de propiedad sobre las cales se basa y por lo tanto se abre la posibilidad del avance de la sociedad en su totalidad hacia el comunismo. La transformación de un estado obrero en un estado obrero deformado (o, para ser más precisos, degenerado) es un proceso político tan profundo que para que esta transformación sea completa se necesita una contrarrevolución política, de tipo Termidor, lo que Trotsky llamó “una guerra preventiva”, que literalmente retira físicamente a la clase obrera de las posiciones gubernamentales y devuelve el poder a la burocracia contrarrevolucionaria pequeño-burguesa.

No todos los estados obreros son uniformemente sanos, ni todos los estados obreros deformados uniformemente enfermos. Dentro del marco general de cada tipo diferente de institución hay grados, variables de enfermedad y salud. Así, la URSS contuvo en sí misma enfermedades o deformaciones serias casi desde el principio, pero no fue un estado obrero deformado hasta que no pasó por una profunda revolución de tipo Termidor que finalmente aniquiló literalmente a los previos líderes obreros. Y también es posible tener un estado obrero deformado allí donde todavía no existe una casta burocrática privilegiada claramente definida. Aún reconociendo estas variaciones no debemos caer en la trampa de rehusar reconocer la diferencia cualitativa entre estas dos formas de gobierno político. Una de las características más marcadas del confuso pensamiento de los liberales es una tendencia a destruir las diferencias cualitativas y a transformarlo todo en lo que Marx solía llamar un “revoltijo”. Así, ya que hay algunos obreros que son bastante pobres y otros que son relativamente acomodados, y hay capitalistas que viven al día con sus pequeñas tiendas, etc., y otros que son muy ricos – por lo tanto no hay diferencias cualitativas entre obreros y capitalistas – no hay clases. De la misma manera, la misma metodología se aplica en ocasiones en nuestro movimiento a la teoría del estado. (Joe Hansen [ex-secretario de Trotsky y entonces líder da mayoría del SWP] es un experto en esto.) Veis, existen muchas formas diferentes de estados obreros – degenerados, deformados, peculiares, anormales y hasta sanos – todos los cuales se aproximan más o menos a la forma ideal del estado obrero concebido por Lenin. De pronto la diferencia cualitativa entre estados obreros y estados obreros deformados se disuelve en grados de diferenciascuantitativas. De pronto, toda la teoría trotskista es destruida y Joe Hansen se hunde confortablemente en ese fango maloliente en el cual los centristas se encuentran tan felices.

Un entendimiento completo de las diferencias cualitativas entre un estado obrero y un estado obrero deformado constituye precisamente la base de nuestro concepto teórico sobre Cuba y sobre los otros estados deformados. El resto de los conceptos teóricos expuestos en este articulo se derivan de este punto de vista básico. Si esta pasada lucha política en el Partido consiguiera solamente ésto – si grabar en las mentes de nuestros camaradas, este único concepto –entonces esta lucha agotadora habría valido la pena.

El estado en transición

Creo que esencialmente tuvimos razón cuando insistimos en la naturaleza transicional del nuevo aparato estatal cubano. Este concepto específicamente ha sido atacado con saña. Se dice que está en contradicción con el concepto marxista del estado como instrumento dominante en todo momento de la clase dirigente, de una sociedad determinada. Pero aquellos que han atacado nuestro concepto del estado cubano no han sido capaces de substituirlo por otro! Apropiadamente Shane desafió a la mayoría a que definiera la naturaleza del estado chino entre 1949 y 1952-1953 cuando el partido pretendió que era un estado obrero deformado. Joe Hansen en su artículo polémico, simplemente eludió la cuestión y hasta esta fecha ningún camarada de la mayoría ha contestado.

Comentaré algo más sobre este reto digo categóricamente: todos los estados obreros deformados que han surgido en Europa Oriental, Yugoeslavia, China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Cuba – pasaron por períodos transicionales de más o menos duración durante los cuales un aparato estatal bonapartista que administraba una economía capitalista se transformó en un aparato estatal todavía bonapartista, pero administrando una economía nacionalizada. Esta es la realidad pura y simple, y debemos afrontarla. El Plan Marshall forzó a la URSS a abolir completamente los últimos vestigios de propiedad capitalista en Europa Oriental, pero hizo ésto sin cambiar esencialmente el aparato estatal que originalmente había administrado una economía capitalista en estos países. La guerra de Corea forzó a China a llevar a cabo las últimas expropiaciones y a volverse definitivamente un estado obrero deformado, pero, una vez más, el aparato estatal no fue diferente de aquel que había tomado el poder en 1949. En Europa Oriental, en China y en Cuba, surge un patrón asombrosamente similar: la antigua estructura del estado y el ejército sobre el cual se basa son destruidos (en Europa Oriental por el ejército, soviético, en China y Cuba por la culminación de una guerra civil); un nuevo aparato pequeño-burgués surge libre de lazos directos con el antiguo sistema; finalmente el imperialismo fuerza al nuevo aparato estatal a consolidar su dominio sobre las bases de nuevas formas de propiedad (efectos de la guerra fría sobre Europa Oriental, de la guerra de Corea sobre China, del bloqueo económico y de la invasión del 17 de abril sobre Cuba).

¿Es que por el hecho de reconocer esta realidad debemos revisar las ideas esenciales del marxismo sobre la teoría del estado? Yo creo que no. Creo que el problema que los camaradas tienen para asimilar este proceso proviene de dos errores: (a) un enfoque formalista en vez de dialéctico del cambio social y (b) el no entender completamente la naturaleza contradictoria de un estado obrero deformado.

Debemos tomar nota del hecho de que el desarrollo de los estados obreros deformados en el período de la postguerra confirma el concepto marxista del estado de la siguiente importante manera. En todos estos  países apareció un nuevo aparato estatal para remplazar el previo aparato estatal capitalista y se basó esencialmente sobre un ejército nuevo y diferente. En Europa Oriental el aparato de gobierno fue desde el principio completamente dependiente del ejército soviético y de ninguna otra fuerza social significativa [2]. En China, Yugoslavia y Cuba esta tendencia aparece todavía más clara. Aquí el nuevo aparato estatal se basa en un ejército esencialmente campesino que toma el poder después de derrotar físicamente al antiguo ejército capitalista. Desde el principio, en todos estos países el estado naciente tenía una base, al menos en parte, independiente de la vieja estructura capitalista del país. En ninguno de estos países el nuevo estado aparece sin romper realmente con el antiguo aparato estatal y con el antiguo ejército en el cual descansaba.

Es importante también notar que las relaciones del nuevo aparato estatal con los capitalistas del país fueron siempre forzadas y poco naturales. Mientras que por una parte los lideres pequeño-burgueses de estos nuevos estados buscaron la cooperación de los capitalistas, los capitalistas temían y desconfiaban del nuevo poder estatal – reconocían que no estaba enteramente en sus manos – que se podía poner decisivamente en contra de la clase capitalista como no habían podido hacerlo previos estados. Por lo tanto la huída de los capitalistas fue una parte integral del proceso revolucionario en todos estos países.

Sin embargo, aquí hay implicado algo nuevo que requiere una pequeña modificación de nuestro concepto del estado – una modificación que está conforme con la teoría en su totalidad, y con nuestro método esencialmente dialéctico. El estado que se estableció en estos países había remplazado al antiguo aparato estatal capitalista, pero su verdadera naturaleza sólo se pone de manifiesto después de haber pasado por un proceso de transformación. El cambio en la naturaleza del estado bajo estas circunstancias históricas específicas no es un suceso categórico formal del que se puede decir que acaeció en una semana determinada, en un día determinado, en un segundo determinado. Fue un proceso de naturaleza verdaderamente dialéctica. La dialéctica nos enseña que para llegar del punto A al punto B uno debe ao mismo tiempo estar en A y no estar en A; estar en B y no estar en B; etc. Los nuevos estados en estos países son y no son estados capitalistas; son y no son estados obreros. Pasaron por un estado de transición que, por circunstancias históricas especiales, duró más o menos. Pero debemos tener en cuenta en todo momento que es sólo la ruptura original con el antiguo aparato estatal capitalista lo que los libera para que puedan llevar a cabo esta transformación. (Es decir, que a través de la ruptura con el antiguo aparato estatal capitalista, el nuevo aparato estatal ha dejado parcialmente el punto A – ha llegado parcialmente al punto B.)

Debemos tomar en cuenta en todo momento las circunstancias históricas especiales que han producido estos fenómenos altamente contradictorios y el resultado contradictorio de este proceso – el estado obrero deformado mismo. La contradicción esencial que produce las condiciones efectivas que nutren estos estados obreros deformados es precisamente la contradicción entre la supermadurez de las condiciones para la derrota del capitalismo y la debilidad de la vanguardia revolucionaria. (La supermadurez del factor objetivo, la inmadurez del factor subjetivo.)

La falta de dirección proletaria produce unas distorsiones horrendas sobre este proceso revolucionario, distorsiones que bloquean el proceso a medio camino e impiden su extensión a escala mundial. Estas distorsiones toman la forma primeramente de la creación de un aparato estatal burocrático que está en contradicción con las formas de propiedad sobre las que se basa y que impide a la clase obrera el adoptar su posición de derecho a la cabeza del estado. El aparato gubernamental que rige el estado representa por lo tanto una fuerza contrarrevolucionaria. Por lo tanto este aparato estatal representa en ultimo término la influencia de la burguesía sobre el nuevo estado obrero deformado.

Por consiguiente es compre risible que dicho aparato estatal pueda sufrir la clase de transformación previamente descrita – básicamente, que pueda administrar tanto un estado capitalista como un estado obrero. Es precisamente esta similitud con el estado capitalista la que necesita de una revolución política para destruir este aparato y elegir en su lugar un verdadero aparato estatal soviético. Este es el punto central del problema teórico – precisamente porque una revolución política es esencial para transformar un estado obrero deformado en un estado obrero sano es por lo que una revolución política no es esencial durante este peculiar periodo transicional, durante el cual un aparato estatal administra primero un estado capitalista y después un estado, obrero deformado, hecho que es característico de todos los estados obreros deformados. Lo que es esencial para este último proceso es una revolución social que liquide las relaciones de propiedad capitalistas pero que no es completada precisamente en la esfera política o gubernamental y que por lo tanto debe ser completada más tarde por medio de una revolución política.

Así, el aparato estatal que puede administrar tanto las formas de propiedad capitalistas como las obreras es un aparato estatal que está en contradicción con ambas – que es por su misma naturaleza inestable, temporal y pasajero.

El papel de la clase obrera

Hasta el momento hemos hecho hincapié en lo que Cuba tiene en común con todos los otros estados obreros deformados. Podemos resumir estas características de la siguiente manera: (1) la revolución fue dirigida por una capa pequeño-burguesa que se vió forzada a ir más allá de los limites capitalistas; (2) al basarse sobre el nuevo ejército, el antiguo ejército y el antiguo aparato estatal son destruidos y remplazados por un nuevo aparato estatal libre, al menos en parte, de un control capitalista directo; (3) después de un período de cohabitación con el capitalismo, bajo la presión del imperialismo y de las masas, todos los haberes capitalistas realmente importantes son expropiados; (4) el nuevo aparato estatal se muestra determinado a defender estas nuevas formas, de propiedad contra el imperialismo pero al mismo tiempo gobierna de una manera bonapartista, libre del control de las masas; (5) el nuevo gobierno tiende a basar su política sobre una línea nacionalista en vez de una línea proletaria internacional.

Pero Cuba es claramente diferente de China en muchos aspectos importantes. Al entender estas diferencias podemos llegar a tácticas diferentes de las que aplicaríamos hoy en China. Aún más, creó que es a través de un entendimiento de estas diferencias como podemos llegar a tener una visión más profunda precisamente de laigualdad esencial de Cuba con los otros estados obreros deformados. Por encima de todo debemos evaluar el completo significado del hecho de que Cuba es el primer estado obrero deformado creado fuera de una dirección estalinista, al que le falta una casta burocrática completamente desarrollada y que no es contiguo geográficamente con la URSS o con ningún otro estado obrero deformado.

He notado cierta tendencia entre los trotskistas a atribuir una mayor importancia de la que tuvo en realidad al papel de la clase obrera en los sucesos políticos que condujeron a la formación de los estados obreros deformados. Déjenme exponer mi opinión con toda claridad, ya que en ésto creo que ha sido confirmada por los sucesos en Cuba. La fuerza motriz de la transformación de los países de Europa Oriental (excluyendo a Yugoslavia) en estados obreros deformados fue el ejercito soviético. La clase obrera jugó un papel esencialmente disgregado y pasivo en estos sucesos. La fuerza motriz detrás de la Revolución China que puso a Mao y Co. en el poder fue principalmente el campesinado. En los importantes sucesos que llevaron al partido comunista al poder, la clase obrera jugó un papel esencialmente pasivo al no haberse recuperado de las derrotas sufridas en el período de 1927. La transformación de China en un estado obrero deformado fue establecida, no por la clase obrera de China, ni siquiera principalmente bajo la presión de la clase obrera – fue llevada a cabo por la iniciativa de la burocracia maoista como un acto de defensa contra el imperialismo.

Ahora está totalmente claro que Cuba ha seguido de cerca el modelo Chino. Fue principalmente el apoyo del campesinado el que puso a Castro en el poder. Las extensas nacionalizaciones fueron primariamente iniciadas por el régimen en respuesta al desafio imperialista y no por la clase obrera que generalmente fue pasivamente a la zaga de estos sucesos.

Cuba hace que este proceso sea mucho más claro precisamente por la característica central sin par de la revolución cubana – el hecho de que su transformación en un estado obrero deformado ocurrió bajo la dirección de un partido que no era ni siquiera ostensiblemente “obrero”, por una formación pequeño-burguesa no estalinista.

Por lo tanto la experiencia cubana no sólo demuestra el pequeño papel que la clase obrera juega en estas transformaciones; también sugiere que se le ha dado demasiada importancia a la naturaleza llamada “obrera” de los partidos estalinistas en muchos de estos países coloniales. El hecho de que el Movimiento del 26 de Julio castrista pudiera llevar a cabo una transformación social de una manera casi idéntica al PCC de Mao refleja, en mi opinión, la naturaleza esencialmente idéntica del PCC y del M-26. Ambos. partidos eran esencialmente formaciones pequeño-burguesas por la naturaleza de clase de su dirección, de sus miembros, de su base social y de suideología.

Mientras la ideología de los estalinistas contiene ciertos elementos socialistas y a este respectó es diferente del M-26, es dudoso que estos elementos fueran capaces de transformar de una manera esencial la naturaleza del movimiento. Ésto es especialmente dudoso cuando uno se da cuenta de que la perversión estalinista de la ideología socialista es precisamente hacia el nacionalismo burgués. Por lo tanto estos partidos deben ser vistos esencialmente, en mi opinión, como instrumentos de las clases pequeño-burguesas en la sociedad – no como instrumentos distorsionados de la clase obrera.

Aquí debemos comprender la diferencia entre un partido obrero – un partido con una amplia base en la clase obrera – como el Partido Laboral en Gran Bretaña o el Partido Comunista en Francia, ambos de los  cuales tienen una dirección y un programa pequeño-burgueses, y los partidos estalinistas en un país como China a los que les falta precisamente esta base proletaria. El primero es un partido obrero con un programa pequeño-burgués, el último es un partido radical pequeño-burgués que tal vez tiene un mínimo de ideología obrera. El mismo tipo de razonamiento debe ser usado para explicar los así llamados partidos social demócratas en zonas coloniales. Excepto en algunos casos en los que existe una clase obrera de cierta envergadura, sobre la cual se basa el partido, casi todos los llamados social demócratas en estos países son en realidad nacionalistas pequeño-burgueses radicales (y algunos ni siquiera son tan radicales). Reflexionemos sobre la naturaleza del partido de U Nu [Primero Ministro de Burma/Myanmar] o del Partido Socialista de Praja en la India. Como marxistas debemos tratar de determinar qué clase social representa en verdad un partido específico en un país determinado – y en el proceso debemos indagar más allá de sus manifestaciones ideo1ógicas superficiales. ¿Qué nacionalista burgués que se precie no es un “socialista” en estos días?

Resumiendo: debemos rechazar como una deformación de la realidad un punto de vista que da una importancia indebida en el proceso de formación de estados obreros deformados a la clase obrera o al “carácter obrero” de estos partidos estalinistas en países como China, Corea del Norte y Vietnam del Norte [3].

Tanto la Revolución China como la Revolución Cubana son esencialmente revoluciones dirigidas por movimientos pequeño-burgueses cuya base social es principalmente el campesinado y una sección de la clase media en vez de la clase obrera. Debido a la extremada crisis del capitalismo junto con la crisis de dirección de la clase obrera, estas clases sociales esencialmente intermedias han podido jugar un papel extremadamente radical que previamente el movimiento marxista no pudo prever – fueron capaces de romper con el capitalismo mismo. Sin embargo, sus radicales acciones demostraron la debilidad esencial de estas capas sociales – mientras que por un lado fueron capaces de aplastar el sistema capitalista, por otro fueron incapaces de substituir el gobierno capitalista por su propio gobierno. Por el contrario se vieron forzados a sentar las bases económicas para el gobierno de otra clase, la clase obrera – una clase en la que ellos en realidad no tienen confianza y a la que desprecian. Mientras que por una parte su misma debilidad histórica como clase social intermedia les fuerza a crear propiedad para otra clase, la crisis de dirección de la clase obrera les permite consolidar un gobierno político enemigo de la clase obrera. De ahí el desarrollo de una casta burocrática y la necesidad de una revolución política.

Todo lo que antecede concede abiertamente a las capas pequeño-burguesas de la sociedad mucha más independencia de la que los marxistas habían podido nunca concebir. Sin embargo, el rehusar atribuirles esta independencia o pretender que estas clases intermedias son en cierto modo “proletarias” nos lleva inmediatamente a cometer serios errores políticos. (Lógicamente nos lleva a adoptar las ideas ilusorias sobre China de Sweezy-Pablo-Swabeck.) Aún más, deforma la realidad y es políticamente insostenible. Trotsky dijo en algún sitio en sus escritos alemanes: “A la larga se paga por todos los errores cometidos en las cuestiones teóricas importantes.” Uno no puede mantener por largo tiempo un concepto teórico desordenado o incorrecto, porque si sus implicaciones políticas no son peligrosas al principio – pronto lo serán. Así, toda confusión sobre China debe ser aclarada antes de poder comprender a Cuba. El comprender a Cuba aclara retrospectivamente nuestras teorías sobre todos los estados obreros deformados.

Si se examinan bajo una perspectiva adecuada estos nuevos procesos sociales confirman dramáticamente el concepto marxista de la pequeña burguesía. Una serie de circunstancias extraordinarias en el período de la postguerra literalmente infunde poder en estas capas mientras que la clase capitalista prácticamente se disuelve frente a ellas. En el poder, libre de la dominación capitalista, sin ninguna clase de amenaza por parte de una clase obrera activa, la historia le dice a esta clase social: “Ahora es la ocasión. Aprovecha las oportunidades que te ofrezco y crea tu nueva sociedad”. Pero la pequeña burguesía ha fallado en esta última prueba decisiva simplemente no ha podido crear nuevas formas de propiedad. Las formas que ha creado son aquellas de sus verdugos, la clase obrera. Su gobierno es inestable y transaccional. Sólo el terror les mantiene en poder. La pequeña burguesía se muestra definitivamente como una clase social intermedia.

Está claro por lo tanto que debemos rechazar el entender estos estados obreros deformados como una etapa general en el desarrollo de la sociedad en su conjunto. Este concepto estaba implícito en la teoría de Pablo de “siglos de estados obreros deformados” y esta manera de pensar está también implícita en muchos de los conceptos que han sido formados a medias en la confusión política general que domina en nuestro partido. Estos estados obreros deformados sólo aparecen bajo circunstancias muy específicas: (a) en países económicamente atrasados con una burguesía nacional débil y con una vergonzosa explotación imperialista; (b) allí donde la clase obrera es relativamente atrasada y pequeña o donde ha sido aplastada y desmoralizada (es extremadamente importante advertir que el desarrollo de un estado obrero deformado requirió el aplastamiento de la clase obrera en China y en Vietnam); (c) allí donde la pequeña burguesía ha tomado el camino militar hacia la lucha, la guerra civil, y lleva esta lucha hasta destruir el antiguo ejército capitalista y el aparato estatal; (d) allí donde la intervención, militar directa del capitalismo no puede sino difícilmente llevarse a cabo. Suponiendo que todas estas circunstancias existiesen en un solo país, no es ni mucho menos segura que las fuerzas de la pequeña burguesía triunfasen.

Es posible por lo tanto que aparezcan estados Obreros deformados en más países. Sí, ésto es posible – de hecho es bastante probable durante el período de espera antes de que el proletariado mundial tome de nuevo la iniciativa revolucionaria. Ésto es precisamente por lo que es tan importante para nosotros entender la experiencia de Cuba.

Es extremadamente importante, sin embargo, para nuestro movimiento poner especial atención en el factor principal que contribuyó a estas revoluciones deformadas – la debilidad general de la clase obrera. Siempre que la clase obrera existe como una fuerza consciente organizada, tales formaciones pequeño-burguesas simplemente sedeshacen si no son primero capaces de aplastar a la clase obrera. (A este último respecto es especialmente importante la experiencia vietnamita: aquí las fuerzas dirigidas por los estalinistás literalmente exterminaron el movimiento obrero en las Ciudades del Vietnam, incluyendo a nuestros camaradas. Esta era una condición previa necesaria para el desarrollo más tarde de un estado obrero deformado en Vietnam. Este es el significado de los ataques actuales contra el POR en Cuba. Si la vanguardia de la clase obrera na es aplastada, entonces la intervención de la clase obrera podría destrozar el movimiento de la pequeña burguesía – planteando inmediatamente la posibilidad de una dirección proletaria de la lucha y el desarrollo de un verdadero estado obrero – al que nosotros podríamos verdaderamente abrazar y sentirnos unidos.).

Debe quedar por lo tanto absolutamente claro que estas revoluciones deformadas no son enteramente nuestras. Ésto es simplemente otra manera de decir que no pertenecen enteramente a la clase obrera. Estas capas pequeño-burguesas llevan a cabo sólo las más mínimas transformaciones sociales, consistentes con la continuación de su propio gobierno. En cada momento en el proceso de transformación buscan disminuir y controlar la intervención del proletariado. Se ven forzados a exterminar la vanguardia de la clase obrera o cualquier vanguardia en potencia; buscan limitar el desarrollo revolucionario dentro de las fronteras de su país; y producen una sociedad tan desfigurada por deformaciones burocráticas que llega a ser repelente para las clases obreras. (¿Qué atractivo tiene Alemania Oriental para los obreros de Alemania Occidental? ¿Por qué el partido estalinista en el Japón, que está tan cerca de China, es tan pequeño?). De hecho, debemos admitir francamente como Trotsky lo hizo antes que nosotros, que estos estados obreros deformados dan a la clase obrera menos libertad para desempeñar sus tareas y desarrollar su vanguardia que muchas de las sociedades capitalistas. La razón está clara – es precisamente porque la casta burocrática es menos estable y más vulnerable ante la posibilidad de ser derrocada por el proletariado que la clase capitalista, por lo que necesita con mayor apremio suprimir el proletariado.

Hay ahora una cierta tendencia entre aquellos que se llaman trotskistas a interpretar la experiencia cubana como una prueba de que nosotros también debemos marchar a las montañas y construir un movimiento basado sobre el campesinado. De hecho, los pablistas han formulado esta proposición en los documentos de su Sexto Congreso Mundial, hasta llegando a sugerir que sus camaradas organicen escuelas de guerra de guerrillas. Nosotrosrechazamos rotunda y completamente esta posición. Sólo podemos llegar al poder basados sobre una clase – la clase obrera – y ninguna otra. Las derrotas de la clase obrera son nuestras derrotas, los triunfos de la clase obrera son nuestros triunfos. Sólo con ésto nos identificamos, sólo ésta es nuestra razón de ser. Si llegáramos a construir un movimiento basado sobre las capas pequeño-burguesas, también nos transformaríamos en un partido pequeño-burgués y la revolución estarla así mismo deformada desde un principio. No – nuestro lugar está antes que nada en las ciudades, en las fábricas. Entonces, con la clase obrera, como su sección más avanzada, nos extenderemos a movilizar también al campesinado – precisamente para romper cualquier formación independiente de la pequeña-burguesía y para ganar a nuestra bandera a la sección más radical de la clase intermedia.

La revolución política en Cuba

Debemos reconocer que precisamente porque Cuba se desarrolló en su periodo inicial sin el control directo de un partido estalinista, él régimen revolucionario fue mucho más abierto a la influencia de la clase obrera, y las posibilidades de desarrollar un verdadero partido obrero en Cuba fueron mucho más grandes. Ésto se demuestra gráficamente por el hecho de que Cuba es el único estado obrero deformado en formación que ha permitido, hasta hace poco, la existencia legal de un partido trotskista.

Por otra parte, debemos reconocer que el crecimiento del estalinismo en Cuba, como ideología y a la vez como movimiento organizado, es una expresión del proceso de burocratización – del principio del desarrollo en Cuba de una casta dirigente burocrática separada. El estalinismo es todavía la ideología del gobierno burocrático, y la propagación de este sistema de pensamiento, no sólo por el PSP, sino dentro del grupo castrista mismo, es simplemente una expresión ideológica del profundo proceso de burocratización. El hecho de que el estalinismo esté hoy surgiendo tan fuerte en Cuba es la prueba final de que Cuba es un estado obrero deformado [4].

De hecho el desarrollo de una ideología estalinista en Cuba hoy nos ayuda a entender más profundamente lo que es exactamente la ideología estalinista. No es simplemente una cuestión de la ideología de la URSS y de aquellos PCs directamente controlados por la URSS. Ésto es lo que sugiere [Arne] Swabeck [miembro fundador del SWP e posteriormente un maoísta] cuando pretende que si Mao rompiese con la URSS sería lo mismo que si rompiese con el estalinismo. Repito que se pueden encontrar elementos de esta manera de pensar en el pensamiento de gran parte de los camaradas de la mayoría. El estalinismo es la ideología de gobierno burocrático basado en formas de propiedad proletarias – es ésto y nada más. Así, la transformación de Cuba en un estado obrero deformado impuso sobre el grupo dirigente de Castro la necesidad de transformar su ideología para defender estas nuevas formas de propiedad y para defender su propio gobierno independiente. Castro no creó una ideología de la nada – simplemente está adoptando en su totalidad la ideología de gobierno burocrático ya existente – el estalinismo.

La posición geográfica de Cuba le ayudará a mantener un cierto grado de independencia respecto de la URSS. De hecho es muy posible que ésto sea necesario para poder mantener la economía cubana que necesita de relaciones comerciales con los capitalistas mucho más que los otros estados obreros deformados. Sin embargo, está claro qué cualquiera que sean las relaciones económicas que Cuba mantenga en el futuro previsible, estarán basadas en el mantenimiento de su economía planificada y en el monopolio del comercio exterior. Una vez más la debilidad del imperialismo fuerza a éste a hacer tratos con estos estados obreros deformados ya que es incapaz de derrotarlos sin liberar fuerzas sociales que pudieran a su vez destruirlo a él.

¿Es correcto caracterizar a Cuba como un estado obrero deformado cuando todavía no tiene una clara y definida casta burocrática, y, si lo hacemos, es correcto el pedir una revolución política en Cuba? Si, creo que es correcto caracterizar así a Cuba, porque Cuba posee las características esenciales de un estado obrero deformado: (a) una económica nacionalizada; (b) una capa dirigente que no está bajo el control de la clase obrera. Sin embargo, es extremadamente importante entender que Cuba es una revolución en desarrollo y, que la casta burocrática está envías de formación en este mismo momento. El reconocer esta realidad nos permite elaborar una estrategia y una táctica considerablemente diferentes de las que aplicaríamos a un estado obrero deformado (relativamente) más estable, como China. A causa de esta cambiante situación, la intervención de la clase obrera en contraposición de este proceso burocrático no es solamente posible, sino esencial. En Cuba, la posibilidad de establecer un gobierno directo de la clase obrera es mucho mayor que en cualquier otro de los estados obreros deformados y los trotskistas en Cuba deben lucnar enérgicamente para llegar a este fin a pesar de las persecuciones llevadas a cabo en contra de ellos. Debemos aconsejar a los trotskistas cubanos que no descarten la revolución cubana y actúen como si el proceso de burocratización se hubiera completado, ni confíen en que los mismos burócratas lo combatan. Sólo la intervención consciente de la clase obrera en la política cubana puede salvar esta situación. El lograr esta intervención debe ser la meta estratégica central de nuestro movimiento en Cuba. Todos los problemas tácticos, tales como nuestra actitud hacia los conflictos entre Castro y el PSP, deben ser juzgados según ayuden o no a conseguir esta finalidad estratégica.

Ya que no hay una casta burocrática claramente definida en Cuba, ¿es apropiado el que nosotros, propugnemos una revolución política en Cuba hoy? Mi respuesta a ésto es también un enfático ¡sí! El establecimiento de un gobierno obrero en Cuba hoy sería un profundo cambio político. Necesitaría de la creación de un partido revolucionario marxista con base en las masas y la formación de instituciones representativas de las masas. Estas instituciones deberán remplazar el actual aparato administrativo cubano, infiltrando todos los niveles de gobierno con elementos de la clase obrera. El partido marxista tendrá que remplazar la presente dirección pequeño-burguesa de Castro en Cuba. Estos cambios sólo pueden ser descritos como cambios revolucionarios en la estructura política del país. Ésto quiere decir que lo que está implicado son mucho más que meros cambioscuantitativos (la cantidad de democracia obrera como implican los camaradas de la mayoría) lo que es esencial es un cambio cualitativo en la estructura política del país. Es una cuestión de remplazar el gobierno del aparato pequeño-burgués por el gobierno de la clase obrera misma. Los cambios en la estructura económica no serán tan profundos, por eso es por lo que nosotros caracterizamos a tal cambio como político en oposición a una revoluciónsocial.

Es posible que alguien sugiera que en vez de aplicar el concepto de revolución política a Cuba deberíamos seguir el método de Trotsky respecto a la URSS antes de 1933, y luchar por una reforma política. Yo creo que ésto sería incorrecto y reflejaría una falta de entendimiento de la única y verdadera diferencia entre el estado obrerodegenerado en la URSS y los estados obreros deformados de la postguerra – ésto es, su evolución política singular.

La URSS fue establecida como el primer estado obrero dirigido por un genuino partido de la clase obrera. La evolución de la URSS fue la evolución de la decadencia de este partido obrero, bajo circunstancias de aislamiento, etc. Así los revolucionarios deben tomar una actitud diferente hacia el proceso de decadencia dentro de un partido obrero de la que tomarían hacia un partido pequeño-burgués que nunca fue un partido obrero en el verdadero sentido de la palabra. No debemos nunca descartar la posibilidad de reforma desde dentro del primero, ni contar con la posibilidad de reforma desde dentro del segundo.

Se puede entender todavía más claramente la importante distinción teórica entre el proceso de revolución política y el proceso de reforma política si nos referimos a la distinción hecha previamente entre un estado obrero y un estado obrero deformado. Es posible discutir sobre reforma, ésto es, un cambio cuantitativo, dentro de un estado obrero que está seriamente enfermo; en un estado obrero deformado, independientemente de cuan inestable sea, sólo larevolución, un cambio cualitativo, puede llevar a cabo el salto de la sociedad a una nueva forma de gobierno – el de la clase obrera misma. El plantear la cuestión de reforma en un estado obrero deformado, aún como Cuba, es eliminar la diferencia cualitativa entre un estado obrero deformado y un estado obrero – ésto es, pone en duda el concepto mismo de un estado obrero deformado. Así, el plantear el problema de reforma presenta automáticamente el problema de si la sociedad en cuestión es un estado obrero deformado o no. Pero hay una cosa que si es cierta – Cuba no es ahora ni ha sido nunca un estado obrero, enfermo o no, ya que la clase obrera no ha gobernado nunca en Cuba!

Aunque es posible que algunos camaradas no estén de acuerdo con este punto de vista general, es indudablemente correcto en mi opinión, una vez que enfoquemos el problema en el marco de la realidad total de Cuba. Castro gobierna solo con un aparato gubernamental mientras que los estalinistas siempre gobiernan atreves de un partido disciplinado. Por lo tanto el problema aquí no es preconizar la reforma de un partido – sino del aparato gubernamental mismo. Así nos empezamos a orientar inmediatamente hacia tal o cual sección del aparato gubernamental y perdemos de vista a la clase obrera. Ya que el aparato gubernamental lo tiene prácticamente ningún elemento de la clase obrera dentro de sí, no puede ser reformado desde dentro. Solamente la movi1ización independiente de la clase obrera puede llevar hacia delante el proceso revolucionario en Cuba. Nosotros, por supuesto, esperamos que tal intervención independiente atraiga al lado de la clase obrera aúna sección de aquellos que apoyan a Castro, incluyendo a gente dentro del gobierno. Pero ésto es un producto secundario de la lucha independiente, no el eje central de nuestra estrategia.

¿Quiere ésto decir que enfocamos la revolución política en Cuba como lo hacemos en otros estados obreros deformados – ésto es, que organizaríamos en verdad una insurrección armada? Ni mucho menos. Es precisamente a causa del estado fluido actual de las cosas en Cuba – el hecho de que la burocratización todavía no ha finalizado – por lo que podemos tener esperanzas de que exista la posibilidad de una revolución política no violenta (o más precisamente una de limitada violencia, ya que creo firmemente que nuestras relaciones con los estalinistas serán resueltas de una u otra manera, pero siempre con violencia). Marx mantuvo abierta la posibilidad de una revolución no violenta en los Estados Unidos porque pensaba que el aparato burocrático y el ejército profesional no se hablan desarrollado a la misma escala que aquellos de los países capitalistas europeos. Lenin descarto esta posibilidad basándose en la evolución posterior de los Estados Unidos. Hoy, si hay algún gobierno que esté de acuerdo con la descripción de Marx de ser uno al que es posible derrotar sin una insurrección armada, es el régimen de Castro en Cuba.

Sin embargo, como muestran los recientes ataques contra el POR, se está acabando rápidamente el tiempo en el que se puede hacer la revolución política con poca disrupción violenta. La mayoría del Partido, por supuesto, no se interesa por nada de ésto. Ha abandonado completamente la metodología del marxismo en su afán segundón de lamerle el trasero a Castro. El desarrollo del pensamiento marxista en nuestro movimiento aquí descansa ahora en nosotros. Nosotros al menos daremos a estos problemas la atención que merecen.

NOTAS

[1] Ha habido cierta tendencia a referirse a los estados obreros per se como a “estados obreros sanos”. Esto es así porque el término “estado obrero” ha sido liberalmente aplicado lo mismo a estados obreros que a estados obreros deformados. Sin embargo, creo que ésto es una pobre selección de términos, porque muchos estados obreros no son perfectamente sanos pero tampoco son estados obreros deformados. Por lo tanto, prefiero continuar usando el término “estado obrero” para referirme a lo que Lenin llamaba “el estado de tipo soviético o parecido al de la Comuna” y nunca usar este término para referirme también a los estados obreros deformados.

[2] Mientras que en esta sección he hecho resaltar las similitudes entre todos los estados obreros deformados que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial, quisiera señalar de pasada las diferencias en el origen histórico de los regímenes de Europa Oriental (excluyendo a Yugoeslavia) con China, Corea del Norte, Vietnam del Norte, Cuba y en gran parte Yugoeslavia. En los citados regímenes la transformación en estados obreros deformados fue llevada a cabo, no sobre las bases de un proceso revolucionario intrínseco, sino que fue impuesta por el Ejército Rojo. Por lo tanto el carácter del régimen gubernamental fue menos importante en estos países, ya que el verdadero gobierno fue la URSS a través del Ejército Rojo. Los estados obreros deformados nacientes tendieron (y todavía tienden) a tener menos base en las masas y a expresar más profundamente las contradicciones inmanentes en todos los estados obreros deformados. Los otros estados obreros deformados nacieron de guerras civiles con cierta base en las masas. Por lo tanto la naturaleza del partido dirigente y del aparato estatal, así como del ejército, son importantes para entender la evolución de estos países.

[3] Por supuesto, una vez que se completa la transformación social de estos partidos se vuelven los portavoces de una nueva capa social que se basa sobre formas de propiedad proletarias. Ya que esta nueva capa social debe, en parte, defender estas formas de propiedad y por consiguiente defender, en parte, los intereses de la clase obrera, es correcto considerar que el poder político de este grupo está dentro del campo proletario. Ésto se puede aplicartanto al partido que Castro está formando como al Partido Comunista. Sin embargo, el carácter proletario no está tanto en el partido mismo como en la base social que debe defender. Esta es una importante distinción política. Hemos estado discutiendo solamente la naturaleza de estos partidos antes de, y durante, el proceso de formación de estos estados obreros deformados, no después de que éstos se hayan formado. En otras palabras, no es que los partidos obreros deformados cambien las formas de propriedad sino que las formas de propiedad transforman a los partidos pequeño-burgueses. Cualesquiera que sean los problemas teóricos que estas transformaciones provocan se derivan simplemente de aquellos planteados por la transformación del estado.

[4] Ésto no quiere decir que predigamos que los agentes rusos que manejan el PSP estén destinados a tomar el poder en Cuba. Es posible que el régimen de Castro pueda mantener cierta independencia respecto de la URSS, comparable a Yugoeslavia o a China, en cuyo caso no debemos descartar una confrontación de cierta envergadura entre los agentes rusos de Blas Roca [dirigente del PSP] y los estalinistas “independientes” que rodean a Castro. Si Castro iniciara dicha lucha, ésto no le libraría del estalinismo más que lo que se libró Tito cuando tomó un paso similar.

La amenaza del fascismo

La amenaza del fascismo

Qué es y cómo combatirlo

por Ted Grant

junio de 1948

Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I.

Una crítica importante a este documento

LOS PRIMEROS SEGUIDORES DE MOSLEY

Sólo dos años después de la guerra que supuestamente se libró para destruir el fascismo, los fascistas británicos han comenzado a reagrupar sus fuerzas. A lo largo de todo el país, cautelosa y discretamente al principio, pero cada vez más descaradamente, los fascistas se presentan de una forma abierta.

Al principio surgieron como organizaciones separadas y locales, adoptando toda una serie de nombres por razones oportunistas. El objetivo final, no obstante, era preparar la unificación. Entre las más importantes de estas organizaciones se encontraban la Liga Británica de Ex Militares y Mujeres; el Club de Discusión y Lectores de Mosley; la Unión de la Libertad Británica; Los Hijos de Saint George (Derby); la Liga de Defensa Imperial (Manchester); el Partido de Unidad Nacional de los Trabajadores Británicos (Bristol) y el Club Social (un grupo de estudiantes de la Universidad de Oxford).

Estas organizaciones no están escasas de dinero. Antes de la guerra la Unión de Fascistas Británicos (UFB) tenía a su disposición muchos fondos. Los fascistas tenían vínculos estrechos con las grandes empresas. Mosley alardeaba de haberse gastado 96.000 libras de su propia fortuna personal “en apoyo de mis creencias”. En dos ocasiones el propio Mosley se casó con mujeres procedes de familias millonarias. En 1920 se casó con lady Cynthia Curzon, hija del último marqués de Kedleston y nieta de Levi Zeigler Leiter, un millonario judío de Chicago. Lady Cynthia heredó 28.000 libras anuales de su propia familia (de este matrimonio tiene dos hijos). Después de la muerte de su primera esposa, pocos años antes de la guerra, Mosley se casó de nuevo, en esta ocasión con los millones Guinness. Su esposa es la hija del célebre Unity Mitford, amigo de Hitler.

En los primeros días del movimiento fascista, Mosley contó con el apoyo entusiasta de varios capitalistas y figuras militares destacadas. Cierto es que más tarde, cuando Mosley estaba desacreditado y era evidente que su movimiento importunaba, muchas de estas personalidades le abandonaron. Aparte de los militantes abiertos del Partido Fascista, se formó un club poderoso compuesto por miembros de la clase dominante para apoyar a los camisas negras. En un panfleto titulado Quién apoya a Mosley, publicado por Labour Research, se revelaban algunos datos ilustrativos:

El día de Año Nuevo de 1934 se creó el Club de Enero, cuyo objetivo es formar un sólido frente de camisas negras. El presidente, sir John Squire, editor del London Mercury, afirmaba que no era una organización fascista pero sí admitía que “miembros que pertenecían a diversos partidos políticos, en su mayor parte simpatizan con el movimiento fascista” (The Times, 22/3/1934). El Club de Enero celebraba sus cenas en el Savoy y en el Hotel Splendide. El Tatler muestra imágenes de asambleas del club, distinguidas por los vestidos de noche, vino, flores y un ambiente general de lujo. El líder se lo está pasando bien entre su propia clase…”.

Los miembros de este club eran: el coronel lord Middleton, director de Yorkshire Insurance Co. Malton Investment Truts, British Coal Refining Processes Ltd, y otras tres empresas. Asímisimo poseía unos 15.000 acres de tierra y minerales en Notthnghamshire. El general sir Hubert de la Poer Gough, GCMG, KCB, KCVO, comandante del Quinto Ejército de 1916 a 1918 y jefe de la Misión Aliada en el Báltico en 1919 (intervención rusa), ahora director de Siemens BROS, Caxton Electric Development Ltd. Enfield Rolling Mills y otras dos empresas. El general de la brigada aérea Chamier, CB, CMG, OBE, DSO, último ejército indio. Consultor y agente de aviación, y más tarde director de Vickers Aviation Ltd. Vincent C. Vickers, director de London Assurance Corporation y gran accionista de Vickers Ltd. Lord Lloyd, antiguo gobernador de Bombay. Los Earl de Glasgow, uno de ellos consejero de Estado, cuñado de sir Thomas Inskip, fiscal general, responsable de la Ley de Sedición en la Cámara de los Comunes. Los Earl poseen el castillo de Kelburn, Ayrshire y unos 2.500 acres. El mayor Nathan, parlamentario liberal por NE Bethnal Green, miembro de la Agencia Judía bajo mandato para Palestina, presidente de la Anglo-Chinese Finance and Trade Corporation. Ward Price, corresponsal especial del Daily Mail y director de Associated Newspaper y British Movietone News. El teniente coronel de aviación sir Louis Grieg, KBE, CBO, RAF, socio de J y H Scrimageour, corredores de bolsa, director de Handley Page Ltd y una compañía de seguros y Gentleman Usher in Ordinary to the King. Lady Ravendale, baronesa, cuñada de Mosley y nieta de Levi Leiter. Conde y condensa Paul Munster. El mayor Metcalfe, MVO, MC, cuñado de lady Cynthia Mosley y lady Ravendale, más tarde ayudante de campo del príncipe de Gales y comandante en jefe en India. Sir Philip Magnus, Bart, un dirigente conservador. Sir Charles Petrie. Hon. J. F. Rennel Rodd, heredero del barón Rennell, socio de Morgan, Grenfell & Co. Ralph D. Blumenfeld, presidente del Daily Express, anteriormente editor. Fue editor del Daily Mail. Es fundador de la Unión Antisocialista y miembro de su Comité Ejecutivo.

Es significativo que entre los primeros seguidores de Mosley estén varios judíos adinerados. Esto fue antes de que Mosley adoptara el antisemitismo como un medio indispensable para reunir seguidores ignorantes y atrasados. Mosley contaba con el apoyo financiero de fascistas en el extranjero. Recibía una ayuda de 60.000 libras anules de Mussolini. Esto fue confirmado tras el descubrimiento de documentos en 1935 en los archivos de Roma, lo reveló Chuter Ede, ministro de Interior, en la Cámara de los Comunes.

Mosley visitaba a Hitler y Mussolini, manteniendo un estrecho contacto con los dirigentes nazis.

Con el estallido de la guerra el movimiento de Mosley decayó. Como otros movimientos fascistas en Europa, la UFB se convirtió en un agente del imperialismo alemán con cuya victoria esperaba garantizar su futuro. Los capitalistas británicos en la guerra contra el imperialismo alemán no pudieron utilizar a los fascistas y se vieron obligados a ilegalizarles como parte de la lucha contra Hitler. Pero Mosley estuvo bien protegido en prisión y disfrutó de muchas de las comodidades a las que estaba acostumbrado, incluidos los mejores alimentos, muebles y sirvientes. Como uno de su clase que quizá se había arriesgado demasiado pronto, los capitalistas británicos le trataron atentamente con un ojo puesto en el futuro.

¿SON ANTIFASCISTAS LOS CAPITALISTAS BRITÁNICOS?

La clase capitalista británica se embarcó en la guerra, no porque se opusiera al fascismo y lo que representaba, sino porque se vio obligado a combatir contra los imperialismos rivales por los mercados mundiales, por fuentes de materias primas, es decir, por el beneficio. Su victoria no supuso ni supondrá el final del fascismo.

Por todo el mundo la clase dominante británica ha apoyado al fascismo y la reacción contra el movimiento progresista de los trabajadores. Tomemos unos pocos ejemplos.

Cuando Mussolini estaba subyugando a la clase obrera italiana con su “tratamiento” de aceite de ricino y otras torturas bestiales, Churchill se quedó profundamente impresionado por su “comportamiento sencillo y amable”. Hablando en Roma el 20 de enero de 1927, Churchill sólo tenía palabras para alabar a los fascistas:

No puedo sino estar encantado, como muchas otras personas lo han estado, por el comportamiento sencillo y amable del señor Mussolini y por su calma, por su aplomo e imparcialidad, a pesar de las muchas cargas y peligros que soporta. En segundo lugar, cualquiera podría ver que él no pensaba en nada excepto en lo eterno del pueblo italiano, como él lo entendía, y que lo que menos le interesaba eran las consecuencias esto le pudiera acarrear. Si yo hubiera sido italiano, estoy seguro de que habría estado entusiasmado con usted desde el principio hasta el final, por su lucha triunfal contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo. Sin embargo, diré una palabra sobre un aspecto internacional del fascismo. Externamente, su movimiento ha prestado un servicio a todo el mundo. El gran temor que siempre ha rodeado a todo líder democrático o líder de la clase obrera ha sido el de ser minado por alguien más extremo que él. Italia ha demostrado que existe una forma de luchar contra las fuerzas subversivas, que puede aglutinar a la masa de la población, dirigirla adecuadamente, valorar y desear la defensa del honor y la estabilidad de la sociedad civilizada. De aquí en adelante, ninguna gran nación estará desamparada de un medio fundamental de protección contra el crecimiento cancerígeno del bolchevismo”.

Con estas cristalinas palabras, el portavoz del capitalismo británico indica claramente que, en última instancia, enfrentada a la clase obrera revolucionaria, la “nación”, es decir, los capitalistas no estará “desamparada”, siempre serán capaces de imitar a Mussolini y adoptar el método fascista para dominar a los trabajadores.

En la lucha de China contra el imperialismo japonés, los británicos apoyaron a Japón porque veían en su victoria un baluarte contra el movimiento ascendente de las masas en Asia. El señor L. S. Amery, entonces secretario de Estado para la India, un puesto que ocupó hasta 1945, afirmó lo siguiente el 27 de febrero de 1933 durante una comparecencia en la Cámara de los Comunes:

Confieso que no veo razón para que, de acto, palabra o por simpatía, debamos ir individual o intencionadamente contra Japón en esta cuestión. Japón tiene una razón muy poderosa basada en realidades fundamentales… ¿Quién de nosotros está dispuesto a lanzar la primera piedra y decir que Japón no debería haber actuado con el objeto de crear la paz y el orden en Manchuria, y defenderse contra la continua agresión del vigoroso nacionalismo chino? Nuestra política en India, nuestra política en Egipto, está condenada si condenamos a Japón”.

Los nazis contaron con la ayuda y la financiación de la clase dominante británica. Hitler recibió la aprobación y el apoyo incondicional de las grandes empresas británicas. Lloyd George, el “liberal”, describía a Hitler como un “baluarte” contra el bolchevismo. Ya en febrero de 1934, el gobierno británico publicó un memorando que proclamaba un apoyo claro al rearme alemán. “No se puede resistir y no debería resistirse a la pretensión alemana de igualar sus derechos en la cuestión del armamento. Habrá que enfrentarse al rearme de Alemania”, declaraba el ministro de Exteriores británico, sir John Simon, el 6 de febrero de 1934. Las exportaciones a Alemania de níquel no forjado, borra de algodón, bases de pólvora, aviones y tanques se incrementaron tremendamente. Cuando en marzo de 1934 se preguntó si Vickers Ltd participaría en el rearme de la Alemania de Hitler su presidente respondió:

No puedo darle una garantía en términos concretos, pero puedo decirle que no se está haciendo nada sin la sanción o aprobación total de nuestro propio gobierno” (Citado por Henry Owen en War is Terrible Profitable).

Los grandes financieros y banqueros defendían abiertamente una política de apoyo y ayuda a Hitler. Poco tiempo después de que llegara al poder, el gobernador del Banco de Inglaterra declaró que los préstamos a Hitler estaban justificados como “inversión contra el bolchevismo”.

El rearme de Alemania, la ocupación de Renania, el anschluss en Austria, la ocupación de Checoslovaquia, todo contó con el apoyo del capitalismo británico. La razón: temían el colapso nazi y lo que podría sustituirle. Justo antes de la guerra los británicos, a través de R. S. Hudson, entonces secretario del Departamento de Comercio Exterior, hizo la oferta de un préstamo de mil millones de libras para conciliar a los nazis e impedir su expansión a costa del imperialismo británico, mientras permanecía como un bastión contra los trabajadores alemanes y contra la clase obrera de toda Europa.

Churchill miraba a los nazis con una aprobación ilimitada. En la edición de 1939 de Great Contemporaries, Winston Churchill escribía lo siguiente sobre la llegada de Hitler al poder:

La historia de esa lucha no se puede considerar sin admiración por el coraje, la perseverancia, la fuerza vital que le permitió desafiar, retar, conciliar o superar todos los obstáculos y resistencias que se presentaron en su camino… Siempre he dicho que si Gran Bretaña fuera derrotada en la guerra, espero que encontremos un Hitler que nos devuelva a nuestra posición correcta entre las naciones”. (El mismo libro de Churchill contiene un ataque venenoso contra Trotsky, que se ganó su odio implacable por ser el creador del Ejército Rojo y uno de los dirigentes de la Revolución de Octubre).

Lord Beaverbrook el 31 de octubre de 1938 en el Daily Express señaló lo siguiente:

Ciertamente reconocemos con honestidad y sinceridad a Hitler. Creemos en su propósito declarado, una y otra vez, de buscar un acomodo con nosotros y aceptamos todas las implicaciones del documento de Munich”. Esto, por supuesto, no le impidió mantener un puesto ministerial en el gobierno de coalición en la “guerra contra el fascismo”.

En la guerra civil española los capitalistas británicos simpatizaban con Franco, y bajo la cobertura de la llamada “no intervención”, le ayudaron a aplastar la República.

Ningún movimiento reaccionario contra la clase obrera careció del apoyo y la ayuda del capitalismo británico. Sólo cuando los nazis se adueñaron de sus cotos privados declararon la guerra en nombre del “antifascismo”. Pero cuando sus necesidades de clase son tales que el fascismo se hace necesario, entonces en seguida recurren a Mosley o algún otro aventurero fascista, como los capitalistas alemanes se volvieron hacia Hitler y los italianos hacia Mussolini. Hoy, los fascistas no son necesarios para la defensa de sus beneficios. Pero mañana…

¿QUÉ ES EL FASCISMO Y CÓMO SURGIÓ?

Lo más importante para los antifascistas y los trabajadores es comprender la naturaleza del fascismo y por qué surge. Sin tener esta comprensión del fascismo no es posible combatirlo y destruirlo de manera efectiva. A menos que se vea desde el ángulo de la estructura de clases de la sociedad capitalista y la correlación de fuerzas, los trabajadores no pueden prepararse para la lucha futura contra cualquier movimiento fascista en ascenso.

El capitalismo como sistema social se desarrolló a partir de la decadencia del feudalismo. Durante su período de auge, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, fue un sistema progresista porque permitió el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, el poder del hombre sobre la naturaleza y consiguientemente aumentó el nivel cultural de la humanidad.

A pesar de las crisis, la riqueza aumentó y en los principales países capitalistas, la cultura y los niveles de vida de las masas mejoraron. Con el desarrollo de la técnica, el incremento de la productividad llevó a una mayor expansión de la industria a expensas de los viejos métodos de producción y con esto al aumento numérico de la clase obrera.

Durante los últimos cien años, en su lucha contra el capitalismo, los trabajadores crearon sus propias organizaciones de clase, sindicatos y partidos obreros. Hay que recordar siempre que los derechos de hoy, el derecho al trabajo, huelga, organización, el derecho a la libertad de expresión y prensa, e incluso el derecho a voto, no fueron entregados con benevolencia por la clase capitalista: Se ganaron sólo después de una implacable e incesante lucha de clases por parte de los trabajadores. Antes de la Primera Guerra Mundial, los capitalistas aún podían ofrecer concesiones por los enormes beneficios que les reportó la expansión del capitalismo y el imperialismo.

Pero el capitalismo, inevitablemente, trae consigo la concentración de capital y el crecimiento del monopolio y de los carteles. Debido al desarrollo del mercado mundial, que es la función histórica del sistema capitalista, en determinada etapa las naciones capitalistas, inevitable y necesariamente, entran en conflicto entre sí en su frenético intento de encontrar y extender sus mercados. El desarrollo de las fuerzas productivas se expande más rápidamente que los mercados, dejando atrás las fronteras del Estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. Esta es la contradicción que llevó a la Primera Guerra Mundial, como también llevó a la segunda.

El capitalismo en sus últimas etapas no sólo reduce a la clase obrera a un estado de pauperización, porque no puede proporcionar ninguna seguridad ni en el empleo ni en el sustento, arruina también a la clase media (pequeños empresarios, profesionales, trabajadores de cuello blanco, pequeños comerciantes) y todo ese estrato de población cuya posición social está entre la clase obrera industrial y la clase capitalista.

Para combatir a la clase obrera los capitalistas ya no pueden basarse sólo en las viejas fuerzas de represión encarnadas en la maquinaria estatal. En las condiciones modernas ningún Estado puede durar mucho tiempo si no posee, al menos en sus etapas iniciales, una base de masas. Una dictadura policiaco militar no sirve para ese propósito. Los capitalistas encontraron una salida en el fascismo, que encuentra su apoyo de masas en la clase media gracias a su demagogia anticapitalista. Es importante comprender que el fascismo representa un movimiento de masas: el de la clase media desilusionada.

La clase obrera, en tiempos de crisis, expresa sus aspiraciones y lucha a través de las organizaciones existentes. Unidos por la producción, organizados como clase en grandes fábricas y plantas, los trabajadores piensan en términos de una solución socialista a sus problemas. Su posición social crea su conciencia de clase.

La clase media, debido a su posición en la sociedad, está a medio camino entre los capitalistas y los trabajadores, se balancea entre estas dos clases. Si la clase obrera no puede mostrar una solución revolucionaria para la clase media, esta última se vuelve hacia la clase capitalista y se convierte en el principal pilar del movimiento fascista.

Enfrentada a la feroz competencia por el mercado mundial, incapaz de asegurar su posición mientras las organizaciones de la clase obrera existen, los capitalistas buscan una salida a la crisis mediante la destrucción de estas organizaciones, privando así a los trabajadores de las armas a través de las cuales defienden sus derechos y condiciones. Como la crisis afecta a un país tras otro, los capitalistas recurren a los movimientos fascistas para aplastar a las organizaciones y partidos de la clase obrera. Aquí reside la función del fascismo.

La diferencia entre la democracia capitalista y el fascismo la explicó León Trotsky:

La victoria del fascismo conduce a que el capital financiero coja directamente en sus tenazas de acero todos los órganos e instrumentos de dominación, de dirección y de educación: el aparato del Estado con el ejército, los municipios, las universidades, las escuelas, la prensa, las organizaciones sindicales, las cooperativas. La fascistización del Estado no implica solamente la ‘mussolinización’ de las formas y los métodos de gobierno —en este terreno, los cambios juegan a fin de cuentas un papel secundario— sino, antes que nada y sobre cualquier otra cosa, el aplastamiento de las organizaciones obreras: hay que reducir al proletariado a un estado de apatía completa y crear una red de instituciones que penetren profundamente en las masas, para obstaculizar toda cristalización independiente del proletariado. Es precisamente aquí donde reside la esencia del régimen fascista”

EL ASCENSO DE MUSSOLINI AL PODER

El fascismo apareció primero en Italia. Al final de la gran guerra mundial de 1914-1918, la clase dominante italiana estaba aterrorizada ante el auge revolucionario de las masas. Los periódicos capitalistas escribían que los trabajadores y los campesinos de Italia se estaban comportando como si Lenin y Trotsky fueran los amos de Italia. Hubo toda una serie de grandes huelgas —1.663 en 1919; 1.881 en 1920— en las que los trabajadores arrancaron concesiones y reformas, mejores salarios, jornada laboral de 8 horas, reconocimiento general de los sindicatos y una voz en la producción a través de los comités de fábrica. En septiembre de 1920, cuando los industriales recurrieron al cierre patronal como respuesta a la demanda de aumento salarial, 600.000 trabajadores metalúrgicos ocuparon las acerías y se hicieron cargo ellos mismos de la producción, a través de la elección de sus propios comités de taller.

El campesinado también estaba afectado por la oleada revolucionaria general de la posguerra. Comenzó a ocupar la tierra. El gobierno liberal tuvo que darle el derecho a mantener la tierra que había ocupado espontáneamente, con la condición de que se organizaran en cooperativas. Los trabajadores agrícolas formaron fuertes sindicatos conocidos como “Ligas Rojas”.

Los capitalistas y los terratenientes estaban paralizados. El poder estaba en el puño de la clase obrera. La clase dominante maniobró frente a la embestida de las masas y comenzó a buscar una salida, planificando la contraofensiva.

A principios de abril de 1919 en Génova, los grandes industriales y los terratenientes formaron una alianza para la lucha contra el “bolchevismo”. “Esta unión”, escribía Rossi (el antifascista asesinado más tarde por agentes de Mussolini) en su libro La Naissance du Fascisme, “es el primer paso hacia la reorganización de las fuerzas capitalistas para hacer frente a la situación amenazadora”. Después de la formación de la Federación General de Industria y la Federación General de Agricultura, los capitalistas comenzaron a financiar el fascismo a través de las bandas de gamberros de Benito Mussolini.

Estos elementos estaban especialmente entrenados como una milicia antiobrera cuyo objetivo era aterrorizar a los trabajadores y en esa etapa, desbaratar sus organizaciones, atacando abiertamente las reuniones de los trabajadores. El 15 de abril de 1919, los fascistas, armados con puñales y granadas de mano, atacaron en Milán, feudo de los socialistas, una manifestación del PSI (Partido Socialista Italiano), incluidos mujeres y niños. El mismo día que el episodio de Milán, las oficinas del periódico socialista italiano, Avanti, fueron saqueadas por los fascistas. El 1 de diciembre de 1919 los diputados socialistas fueron atacados y golpeados cuando abandonaban el parlamento.

Pero el fracaso de la clase obrera en tomar el poder permitió a los capitalistas socavar las conquistas que habían logrado los trabajadores, agravando la crisis en Italia y dejando a la clase media arruinada como víctimas propiciatorias de la demagogia fascista. Debido a la pequeñez e insignificancia de la población judía en Italia, el antisemitismo no formaba parte del arsenal del fascismo italiano. Su demagogia se centró en oponerse a los trusts y apoyar la pequeña empresa. A las bandas de aventureros y gamberros de la milicia de Mussolini, se sumaron estudiantes desesperados, parados, profesionales y reclutas en general de la clase media.

Las energías revolucionarias de las masas decayeron. Los fascistas, financiados generosamente por los grandes industriales y los terratenientes, comenzaron una verdadera ofensiva contra los trabajadores. En Bolonia, centro de las “Ligas Rojas” en la región de Emilia, las elecciones municipales de noviembre de 1920 trajeron la victoria del Partido Socialista. El 21 de noviembre los Camisas Negras atacaron el ayuntamiento, y en esa lucha fue asesinado un concejal reaccionario. Esta fue la señal que esperaban los fascistas. Según Gorgolini, uno de los seguidores de Mussolini, esto “abrió la gran era fascista… la ley de la venganza brutal, atávica y salvaje reinaba en la península. Esa era la voluntad de los fascistas”.

En los pueblos, los Camisas Negras comenzaron expediciones punitivas armados y equipados con coches por los terratenientes. Después de aplastar las organizaciones obreras en los pueblos, comenzaron a atacar a los trabajadores en las ciudades. En 1921, en Trieste, Medina, Florencia y en otras partes, los Camisas Negras atacaron las Bolsas de Trabajo y las oficinas de los periódicos cooperativos y obreros.

APOYO DEL ESTADO CAPITALISTA. POLICÍA, TRIBUNALES Y EJÉRCITO

En su ofensiva contra la clase obrera, las bandas de Camisas Negras contaban con el pleno apoyo de la maquinaria estatal capitalista. La policía reclutó para los fascistas entre elementos criminales, prometiendo todo tipo de beneficios e inmunidad. Mientras que la policía ponía sus coches a disposición de los fascistas y les daban permisos para llevar armas, se negaban persistentemente a que los trabajadores y campesinos hicieran lo mismo. Un estudiante fascista envió una carta ofensiva a un periódico comunista en la que escribía:

Tenemos a la policía para que os desarme antes de que nosotros vayamos contra vosotros, no os tememos porque os despreciamos, pero nuestra sangre es preciosa y no debería ser malgastada contra plebeyos viles y bajos” (Rossi, Ibíd.)

Mientras tanto, los tribunales “imparciales”, repartían “siglos de sentencias de prisión a los antifascistas y siglos de absolución a los fascistas culpables” (Gobetti,

La Revolution Liberale). En 1921, el ministro de justicia, Fera, “envió un comunicado a los magistrados pidiéndoles que olvidasen los casos que implicaban actos criminales fascistas” (Rosenberg, Der Weltkamph des Fascismus).

El ejército, a través de su casta de oficiales, apoyaba a los fascistas incondicionalmente.

El general Badoglio, jefe del Estado Mayor del ejército italiano, envió una circular confidencial a todos los comandantes de los distritos militares afirmando que los oficiales desmovilizados (unos 60.000 de ellos) serían enviados a los centros más importantes y se requería que se unieran a los fascistas, a los que proveerían y dirigirían. Continuarían recibiendo cuatro quintas partes de su salario. Las municiones de los arsenales estatales llegaban a manos de las bandas fascistas, que eran entrenadas por los oficiales de permiso o incluso en servicio activo. Muchos oficiales conocían las simpatías de sus superiores con el fascismo, adheridos abiertamente al movimiento. Los casos de colusión entre el ejército y los Camisas Negras cada vez eran más frecuentes. Por ejemplo, el Fascio de Trent rompió una huelga con la ayuda de una compañía de infantería, y el Fascio de Bolzano fue fundado por oficiales de la 232 división de infantería” (Daniel Guerin, Fascism and Big Business).

En un corto espacio de tiempo, con una actitud cada vez más osada, los Camisas Negras comenzaron una campaña para aniquilar las organizaciones de trabajadores. Malaparte, un “teórico” fascista, relataba en su Technique du Coupd’Etat, 1931, que: “Miles de hombres armados, algunas veces quince o veinte mil, entraban en tropel en una ciudad o pueblo trasladándose de una provincia a otra rápidamente en camiones”. Daniel Guerin comenta:

Cada día, atacaban las Bolsas de Trabajo, los locales de las cooperativas y publicaciones de la clase obrera. A principios de agosto de 1922, tomaron los ayuntamientos de Milán y Livorno que tenían administraciones socialistas, quemaron las oficinas del periódico Avanti en Milán, y Lavoro en Génova, ocuparon el puerto de Génova, feudo de las cooperativas obreras de estibadores. Estas tácticas agotaban y debilitaban gradualmente al proletariado organizado, privándole de sus medios de acción y apoyo. Los fascistas sólo esperaban la conquista del poder para aplastarlo de una vez por todas”.

¿Cómo afrontaron las organizaciones obreras esta amenaza mortal para su propia existencia? En lugar de explicar la naturaleza del fascismo a los trabajadores y qué ocurriría si Mussolini llegaba el poder, los dirigentes persistieron en engañarse a sí mismos y a sus seguidores diciendo que el Estado capitalista les protegería de la amenaza de estas bandas ilegales. Guerin relata cómo:

Los dirigentes sindicales y socialistas se negaban obstinadamente a responder al fascismo golpe por golpe, a armarse y organizarse de una forma militar. ‘El fascismo en ningún caso puede ser conquistado con una lucha armada, sino sólo con la lucha legal’, en esto es lo que insistía Battaglia Syndicale el 29 de enero de 1921. Como tenían contactos en el aparato del Estado, a los socialistas les ofrecieron armas en varias ocasiones para protegerse de los fascistas. Pero se negaron a aceptarlas, alegando que el deber del Estado era proteger a los ciudadanos contra los ataques armados de otros ciudadanos” (referencia en Kurella, Mussolini ohne Maske, 1931).

Los socialistas llegaron incluso al punto de firmar un pacto de paz con Mussolini el 3 de agosto de 1921. Este se hizo a iniciativa del primer ministro liberal que deseaba “reconciliar” a los socialistas con los fascistas. Turati, el líder de los socialistas en Italia, apelaba a Mussolini: “Os diría sólo esto: ¡Realmente desarmémoslos!”.

Los Camisas Negras debieron reirse bastante. Utilizaron esta posición para prepararse mejor. Denunciaron el pacto y redoblaron su ofensiva contra las organizaciones obreras. Los socialistas suplicaban al Estado para que emprendiera alguna acción contra los fascistas. Y el Estado lo hizo. Empezaron las redadas, no contra los fascistas, sino contra los trabajadores y sus organizaciones.

Debido al fracaso de los dirigentes socialistas y sindicales, los militantes de izquierdas de distintas tendencias, sindicalistas revolucionarios, socialistas de izquierdas, jóvenes comunistas, socialistas y republicanos, con un puñado de ex oficiales del ejército organizaron las milicias armadas antifascistas en 1921 a iniciativa de Mingrino. Se autodenominaron el “Arditi del Popolo”. Emprendieron esto con la oposición de los dirigentes obreros y sindicales. Desgraciadamente, el joven y débil Partido Comunista adoptó una posición ultraizquierdista hacia el problema. Se escindieron y organizaron sus propios “Escuadrones de Acción”.

El resultado fue”, escribe Guerin, “que cuando los Camisas Negras emprendían una de sus ‘expediciones punitivas’ contra una localidad o atacaban los locales de las organizaciones obreras o ayuntamientos ‘rojos’, los trabajadores militantes o eran incapaces de resistir u ofrecían una resistencia improvisada, anárquica y en general ineficaz. En la mayoría de las ocasiones el agresor era el que dominaba el terreno…”.

Guerin continúa escribiendo:

Después de una ‘expedición punitiva’, los antifascistas se abstenían de llevar a cabo represalias, retaban las residencias ‘fascistas’ pero no lanzaban contraataques. Se contentaban con proclamar ‘huelgas generales de protesta’. Pero estas huelgas pretendían forzar a las autoridades a que protegieran las organizaciones obreras contra el terror fascista, provocando sólo discusiones ridículas con las autoridades que en realidad eran cómplices del fascismo. (Silone. Der Fascismus. 1934). Como estas huelgas no iban acompañadas de la acción directa, dejaban las fuerzas del enemigo intactas. Por otro lado, los fascistas aprovechaban las huelgas para redoblar su violencia. Protegían a los ‘esquiroles’, ellos mismos hacían de rompehuelgas para, ‘en ese vacío amenazante que se crea alrededor de la propia huelga, tratar de golpear rápida y violentamente en el corazón de las organizaciones enemigas’ (Malaparte, Techinique du Coup d’Etat, 1931). Sin embargo, en las raras ocasiones en que los antifascistas ofrecían resistencia organizada al fascismo, temporalmente llevaban la delantera. Por ejemplo en Parma, en agosto de 1922, la clase obrera consiguió repeler exitosamente un ataque fascista a pesar de la concentración de varios miles de camisas negras ‘porque la defensa estuvo organizada de acuerdo con los métodos militares bajo la dirección del Ardite del Popolo” (A. Rossi, La Naissance du Fascism, 1938).

Como cada vez era más obvio que la intención de los fascistas era tomar el poder, Turati, portavoz del PSI, apeló al rey en julio de 1922 para “recordarle que él era el defensor supremo de la Constitución”. Mientras tanto, los capitalistas habían llegado a sus propias conclusiones. Rossi señala al respecto:

Tuvieron lugar algunas conversaciones muy enérgicas entre Mussolini… y los jefes de la Federación General de Industria, Benni y Olivetti. Los jefes de la Asociación de la Banca, que habían pagado veinte millones para financiar la Marcha sobre Roma y los líderes de la Federación de Industria y la Federación de Agricultura, telegrafiaron a Roma que, en su opinión, la única solución posible era un gobierno de Mussolini”.

El senador Ettore Conti, un magnate con gran poder, envió un telegrama similar: “Mussolini es el candidato de la plutocracia y las asociaciones comerciales”.

A pesar de que los fascistas sólo tenían 35 diputados en el parlamento italiano de un total de 600, el rey, obediente ante las peticiones de las clases dominantes, entregó el poder a Mussolini.

Incluso después del golpe de Mussolini en 1922, los dirigentes reformistas fueron incapaces de sacar las lecciones de esta encarnizada experiencia.

Los socialistas italianos, ciegos como siempre, continuaron aferrándose a la legalidad y la Constitución. En diciembre de 1923, la Federación de Trabajo envió una carta a Mussolini sobre las atrocidades cometidas por las bandas fascistas y en ella le pedía que rompiera con sus propias tropas (Buozzi y Nitti, Fascismo et Syndicalisme, 1930).

El Partido Socialista tomó muy en serio la campaña electoral de abril de 1924; Turati incluso tuvo un debate en Turín con un fascista en una sala vigilada por camisas negras. Y cuando después del asesinato de Matteotti, estalló una oleada de revueltas en la península, los socialistas no supieron como explotarla. “En el momento de la verdad”, escribe Nenni, “en lugar de hacer un llamamiento a los trabajadores a la insurrección, la táctica que prevaleció fue la lucha legal en el plano judicial y parlamentario”. Como gesto de protesta, la oposición se contentó con no aparecer en el parlamento y, como los antiguos plebeyos, se retiraron a la Aventine. ‘¿Qué están haciendo nuestros oponentes?’ se mofaba Mussolini en la Cámara. ‘¿Están convocando huelgas generales o incluso huelgas parciales? ¿Están intentando provocar rebeliones en el ejército? Nada de esto. Se limitan a campañas de prensa’ (Discurso de julio de 1924). Los socialistas lanzaron la triple consigna: dimisión del gobierno, disolución de la milicia, nuevas elecciones. Continuaron declarando su confianza en el rey, a quién rogaban que rompiera con Mussolini; publicaron, para convencerle, una petición tras otra. Pero el rey les decepcionó por segunda vez” (Guerin, Ibíd.).

LAS CONDICIONES DE VIDA BAJO MUSSOLINI

Una vez en el poder, Mussolini estableció un modelo de Estado totalitario. Después de aplastar a las organizaciones de los trabajadores, el camino estaba preparado para un ataque salvaje contra las condiciones de las masas en interés de las grandes empresas. El principal embate del fascismo fue contra la clase obrera, que era su objetivo por encima de todo. Con sus armas de lucha rotas, con el establecimiento de sindicatos de empresa esquiroles, se crearon las condiciones para rebajar los salarios y reducir los niveles de vida de los trabajadores. Los sindicatos fueron aplastados. La representación de delegados sindicales en las fábricas eliminada. Se terminó el derecho a huelga. Todos los contratos sindicales fueron invalidados. El empresario tenía de nuevo el mando supremo en las fábricas. Cualquier intento de huelga, cualquier resistencia ante los deseos del empresario, era “castigada con multas feroces por parte del Estado. Desafiar al empresario era desafiar toda la fuerza del Estado. En palabras de los fascistas, las huelgas son crímenes “contra la comunidad social…”.

El antifascista liberal Gaetano Salvemini, una autoridad en Italia, que hizo una investigación concienzuda de todos los aspectos de la vida bajo el fascismo, se basó en fuentes oficiales gubernamentales fascistas y eso le permitió demostrar lo que significó el fascismo para el pueblo italiano. En su libro Under the Axe of Fascism, reveló que desde los mismos inicios del régimen de Mussolini, se deterioraron las condiciones de la población, especialmente de los desafortunados trabajadores y pequeños campesinos. Tanto en tiempos de “prosperidad” como durante las profundidades de la recesión de 1929-33, sufrieron continuos recortes salariales. Las horas de trabajo aumentaron continuamente sin que se pagaran las horas extra, mientras que el coste de la vida subía. A pesar de todos los esfuerzos del régimen por ocultar esto al mundo exterior, demuestra cómo el consumo de las necesidades básicas de la vida decreció a un ritmo constante.

En el año 1923, con una población de casi 39 millones de habitantes, el consumo de tabaco era de 279.000 quintales; en 1932 había caído a 245.000. El consumo de café era de 472.000 quintales en 1922, pero cayó a 407.000 en 1932. Estos son “lujos” para los trabajadores, pero en los productos básicos la caída correspondiente era aún mayor. El consumo de maíz pasó de más de 27 millones de quintales en 1922 a poco más de 26 millones y medio en 1932. El consumo de trigo descendió —y esto con un aumento de la población a 41 millones en 1932— de 72 millones de quintales a 69 millones de quintales. La sal, que junto con el trigo es absolutamente esencial para el mínimo de subsistencia, pasó de 2.646.000 a 2.606.000 quintales. Estas cifras están tomadas de las estadísticas oficiales (Annuario Statistico Italiano de 1922-1925, p. 198, y de 1933 en la p. 119). El periódico Tribuna el 1 de mayo de 1935 revelaba una caída terrible del consumo de carne. “El consumo anual de carne, que en 1928 era de 22 kilos anuales per cápita había caído en 1932 a 18 kilos. El consumo de azúcar que subió a 7,5 kilos en 1922, cayó en 1932 a 6,9. En Inglaterra el consumo anual era de 40 kilos, en Francia 25, Alemania 23 e incluso en la atrasada España era de 13 kilos”.

Las cifras oficiales de desempleo en Italia en febrero de 1933 eran de 1.229.000 parados. El 2 de julio de 1934, un comunicado oficial del gobierno italiano nos informaba que “en el invierno de ese año de ‘solidaridad nacional’ en Italia se dio ayuda ‘casi diaria a 1.750.000 familias”. En febrero de 1922 había sólo 602.000 parados y los fascistas centraron una gran parte de su demagogia en los horrores del desempleo.

De este modo, el mito de que el fascismo podía evitar la crisis capitalista demostró ser un fraude.

Una vez en el poder, el fascismo mantiene sus grilletes durante un largo período de tiempo aplastando a las organizaciones de la clase obrera. Con los mejores luchadores del proletariado en la cárcel o asesinados, la clase obrera atravesó un período de desmoralización y apatía. Bajo un régimen de represión y terror, los trabajadores tenían una enorme desventaja para llevar a cabo una lucha unificada contra los empresarios. El infame final de Mussolini fue una demostración al mundo del verdadero odio del pueblo italiano por el Duce, desenmascaró la mentira de que las masas italianas apoyaban a los Camisas Negras.

LOS TRABAJADORES ITALIANOS Y EL FASCISMO HOY

Es sorprendente observar la diferencia entre los acontecimientos en Italia después de cada una de las dos guerras mundiales.

La caída de Mussolini fue la señal para una insurrección profundamente arraigada de los trabajadores y los campesinos. Una vez más, después del golpe de Badoglio siguió una tremenda oleada de huelgas y manifestaciones. Y tras la derrota de los nazis, los trabajadores y los campesinos, armados en sus destacamentos partisanos, repitieron el proceso de ocupar las fábricas y controlar el país. Una sola cosa se interponía en el camino de los trabajadores y la toma del poder: los dirigentes de sus propias organizaciones.

Este fracaso ha significado para los trabajadores italianos un deterioro de sus condiciones de vida, en algunos casos hasta un nivel incluso inferior al que existía bajo Mussolini. No obstante, los trabajadores han sido capaces de defenderse, hasta cierto punto, debido a los poderosos sindicatos que han construido, mucho más poderosos que en el pasado. Pero la clase media, pulverizada a niveles incluso más bajos que los trabajadores, ha proporcionado una base favorable para la recuperación de la demagogia fascista. Contrastaban las promesas de los demócratas capitalistas con su suerte. En esas circunstancias, los neofascistas comenzaron a surgir. Armados con la experiencia del ascenso al poder de Mussolini, los industriales y terratenientes procedieron a actuar en líneas ya conocidas. El mitin del Primero de Mayo de 1947 en Sicilia fue tiroteado, a pesar de que estaban participando mujeres y niños. En Nápoles, unos meses antes, bandas de monárquicos y fascistas se manifestaron contra el Partido Comunista y otras organizaciones obreras. Durante los últimos meses de 1947 fueron tiroteadas reuniones de trabajadores y lanzadas bombas contra sus locales. El terror de los fascistas era aún mayor en el campo, en las comarcas del sur atrasado, donde los terratenientes organizaron el asesinato de organizadores sindicales e intentaron aterrorizar a los trabajadores agrícolas y campesinos para que no se unieran a los sindicatos. En pocos meses fueron asesinados 19 organizadores sindicales en los distritos agrícolas del sur.

En el norte, incluso en feudos de la clase obrera como Milán, pusieron bombas en los locales del Partido Comunista. Los trabajadores respondieron rápidamente con una huelga general en Milán, e inmediatamente tomaron represalias contra los locales de las organizaciones neofascistas, l’UOmo Qualunque y el Movimento Sociale Italiano, que fueron incendiados y saqueados.

Después de pasar por la experiencia del fascismo, los trabajadores italianos no se contentaron con permanecer a la defensiva. En casi todas las ciudades, grandes y pequeñas, han pasado a la ofensiva contra los fascistas. Hubo manifestaciones de cientos de miles en Milán, y decenas de miles en otras ciudades: Turín, Génova, Florencia, Verona, Bari, Cremona, Roma, Bolonia; incluso en Nápoles y Palermo (antiguos feudos de la reacción), los trabajadores han realizado ataques militantes contra los locales de las organizaciones fascistas. El sur atrasado ha seguido la dirección del norte.

Naturalmente, la policía, siempre convenientemente ausente o inactiva cuando los fascistas atacan a los trabajadores, ha intervenido para proteger a los fascistas. Asímismo, las tropas has salido en muchas ciudades para ayudar a la policía. Se han utilizado contra los trabajadores armas de fuego y gas lacrimógeno.

En esta situación el gobierno Gasperi, como su predecesor liberal de 1920-22, subrepticiamente ha ayudado y animado a los fascistas. La historia se repite, pero no exactamente de la misma forma. La ofensiva de los trabajadores ha llevado a la derrota de los fascistas, que por ahora se han visto obligados a mantenerse escondidos. Los trabajadores en Gran Bretaña pueden aprender una lección valiosa del reciente movimiento ofensivo de los trabajadores italianos.

Pero en cualquier caso, estas lecciones tienen que completarse. Después de evitar que los fascistas levantasen la cabeza, los trabajadores no consiguieron aplicar una solución positiva, y la amenaza del fascismo, incluso en Italia, no se ha exorcizado.

La decadencia crónica del capitalismo en Italia continúa. El desempleo es de masas, con un millón y medio de trabajadores. Los primeros vientos de la nueva crisis mundial harán que el desempleo alcance niveles récord. Golpeados por la crisis, los capitalistas italianos volverán de nuevo a la represión brutal como el único medio de estabilizar su régimen. La lección de Italia debe ser aprendida sobre todo por la vanguardia del movimiento de la clase obrera. Si no consiguen mostrar una alternativa, mediante el derrocamiento total del sistema capitalista y el establecimiento del poder obrero y el comunismo, el gran espíritu ofensivo de las masas menguará, aparecerán la desmoralización y la indiferencia. El capitalismo alimenta el fascismo; los trabajadores pueden garantizar el final del fascismo sólo con el derrocamiento del sistema capitalista.

ALEMANIA. CÓMO LLEGARON LOS NAZIS AL PODER

La derrota de la clase obrera alemana, con la llegada al poder de Hitler, hizo retroceder durante muchos años al movimiento obrero mundial. Al trazar el contexto de los acontecimientos en Alemania, podemos ver claramente las fuerzas de clase en movimiento y el papel de los socialdemócratas alemanes y los estalinistas, que llevaron a la terrible derrota de uno de los movimientos obreros organizados más poderosos del mundo.

A raíz de la Revolución Rusa, la clase obrera alemana derrocó al káiser e intentó el derrocamiento revolucionario del capitalismo en 1918. Pero fueron los socialdemócratas alemanes los que llegaron al poder, aunque realmente se habían opuesto a la insurrección y la revolución.

Los dirigentes reformistas no tenían ninguna intención de consumar la revolución. Su programa se basaba en la “inevitabilidad del gradualismo”. Después de elevarse por encima del nivel de los trabajadores, habían abandonado el programa marxista en el que se basó el partido durante décadas. Noske, Ebert, Schiedemann, los dirigentes de la socialdemocracia, conspiraron con el Estado Mayor alemán para destruir la revolución y restaurar la “ley y el orden”. Los trabajadores berlineses cayeron reprimidos a tiros en enero de 1919 y los líderes revolucionarios, Luxemburgo y Liebknecht, fueron asesinados por los oficiales reaccionarios a instigación directa de los dirigentes socialdemócratas. Eliminaron los sóviets creados durante la revolución y Alemania se convirtió en un Estado capitalista democrático, el más democrático del mundo, según alardeaban los socialdemócratas.

En esta etapa los capitalistas estaban obligados a basarse en los dirigentes obreros y sindicales para salvar su sistema del colapso completo. Apretando los dientes tuvieron que hacer tremendas concesiones a la clase obrera. Los trabajadores consiguieron la jornada de ocho horas diarias, reconocimiento sindical, seguro de desempleo, derecho a elegir comités de empresa, sufragio universal para hombres y mujeres. Los trabajadores agrícolas que vivían en unas condiciones semifeudales en Prusia oriental bajo los junkers, consiguieron el derecho a organizarse y disfrutar de conquistas similares a las que tenían los trabajadores industriales.

Recuperados del primer golpe, los grandes industriales y terratenientes comenzaron a preparar la ofensiva contra la clase obrera. Su actitud fue ejemplificada en Krupp, el magnate del armamento, que la expresó a sus trabajadores de manera arrogante: “Sólo queremos trabajadores leales que en el fondo de sus corazones estén agradecidos por el pan que les permitimos comer”. En febrero de 1919, Stinnes, otro de los magnates del hierro y el acero del Ruhr decía abiertamente: “Las grandes empresas y todos los que dirigen la industria recuperarán algún día su influencia y poder. Los trabajadores volverán a ser personas desilusionadas, medio muertas de hambre, que necesitarán pan y no frases”. El antiguo ministro Dernberg, representante de la gran industria, declaraba públicamente: “Cada jornada laboral de ocho horas es un clavo en el ataúd de Alemania”.

Ya en estos primeros años los capitalistas comenzaron a financiar las organizaciones antiobreras formadas por ex oficiales del ejército, criminales, aventureros y otros deshechos sociales. Los nazis en ese momento eran un pequeño grupo antiobrero más.

Comenzaron una campaña de terror que incluía asesinatos de políticos de izquierda e incluso burgueses democráticos, así como acciones para reventar las reuniones de trabajadores. “El movimiento nacional socialista en el futuro impedirá, si es necesario por la fuerza, todas las reuniones o conferencias que ejerzan una influencia depresora…”, afirmaba Hitler decía el 4 de enero de 1921. Como en Italia, los tribunales, las autoridades militares, el servicio civil y los jefes de la policía, apoyaron a estos grupos reaccionarios. El Estado actuó en complicidad y en connivencia con ellos. Cuando el jefe de la policía de Munich, Pohner, fue advertido de la existencia de “auténticas organizaciones para cometer asesinatos políticos” respondió. “Sí, sí, ¡pero son muy pocas!”.

En esta etapa inicial, estos grupos fascistas no tenían una base de masas. Estaban formados por una fuerza social insignificante, integrada sólo por la escoria de la sociedad alemana. La clase media miraba a las organizaciones obreras en busca de una salida. Los capitalistas utilizaron las organizaciones fascistas sólo como herramientas auxiliares contra los obreros, y un arma de reserva para el futuro. Al tratar el desarrollo del movimiento nazi, Hitler admitió: “Sólo una cosa podría haber roto nuestro movimiento, si el adversario hubiera comprendido sus principios y desde el primer día hubiera aplastado, con la brutalidad más extrema, el núcleo de nuestro nuevo movimiento”. Goebbels también comentó lo siguiente: “Si el enemigo supiera lo débiles que somos, probablemente nos reduciría a gelatina… Nos habría aplastado en sangre desde el principio de nuestro trabajo”.

En la crisis revolucionaria de 1923, provocada por la inflación y la ocupación del Ruhr por el ejército francés, la clase media miraba hacia el Partido Comunista Alemán (KPD) que había conseguido ganar el apoyo de la mayoría de los trabajadores. Pero la situación revolucionaria fue desbaratada por los entonces dirigentes del KPD, Brandler y Thalheimer, y por el consejo equivocado que dio Stalin desde Moscú a la dirección del Partido Comunista.

Brandler admitió más tarde en una reunión de la Comisión Ejecutiva de la Internacional Comunista:

Existían signos de ascenso del movimiento revolucionario. Teníamos temporalmente a la mayoría de los trabajadores detrás de nosotros y en esa situación, bajo circunstancias favorables, creímos que podíamos proceder inmediatamente al ataque…”.

Después de perder la posibilidad de tomar el poder, la dirección de la Internacional intentó poner toda la responsabilidad sobre los hombros del partido alemán. Pero los dirigentes alemanes habían pedido consejo a la dirección de la Internacional Comunista en Moscú. El consejo de Stalin fue catastrófico. En aquel momento escribió a Zinóviev y Bujarin lo siguiente:

¿Deberían los comunistas luchar por tomar el poder sin los socialdemócratas, están lo suficiente maduros para eso? Esa, en mi opinión es la cuestión… Por supuesto, los fascistas no están dormidos, pero nuestro interés es que ellos ataquen primero: eso reunirá a toda la clase obrera alrededor de los comunistas (Alemania no es Bulgaria). A su lado, de acuerdo con toda la información, los fascistas en Alemania son débiles. En mi opinión a los alemanes hay que frenarlos y no espolearlos”.

¡Este era el consejo de Stalin al KPD, cuando tenían la mayoría de los trabajadores tras sus banderas! De este modo, trágicamente, la revolución alemana fue arruinada y se puso la base para el subsiguiente incremento de la influencia fascista.

LAS GRANDES EMPRESAS Y LOS NAZIS

Asustados por la perspectiva del “bolchevismo” en Alemania, los capitalistas estadounidenses, británicos y franceses transfirieron préstamos en tropel para apuntalar al capitalismo alemán. Estos préstamos provocaron un boom capitalista a escala mundial, que particularmente afectó a Alemania. El boom en Alemania duró desde 1925 hasta 1929. Los capitalistas de Alemania obtuvieron enormes beneficios de la racionalización de la industria alemana, no necesitaban a los fascistas y el apoyo a los nazis disminuyó. Sólo recibían fondos para su existencia como arma de reserva y evitar su desaparición de la escena política.

Después llegó la recesión mundial de 1929-33. Lo niveles de vida de los trabajadores se desplomaron. El desempleo superó los cinco millones. La clase media estaba arruinada por la crisis económica y veía como descendían sus niveles de vida aún más que los de la clase obrera. Los trabajadores industriales tenían la protección de sus contratos sindicales y subsidios de desempleo dentro de unos límites, y de este modo podían resistirse a las peores imposiciones de los carteles y monopolios. Pero la clase media estaba desesperada.

Los industriales estaban alarmados ante la perspectiva de la revolución proletaria. Entonces comenzaron a inundar con fabulosas sumas de dinero los cofres del Partido Nazi. Brupp, Thyssen, Kirdorff, Borsig, los jefes del carbón, acero, química y otros imperios industriales de Alemania, suministraron a Hitler generosamente los medios de propaganda que necesitaba. Nunca un partido político en Alemania recibió unas ayudas tan grandes, el dinero llovía sobre los nazis por parte de los capitalistas.

La decisión final de entregar el poder a Hitler se tomó en casa del banquero de Colonia, Schroder (¡quién según las leyes racistas nazis era judío!). Consideraban que había llegado el momento de destruir las organizaciones y derechos de la clase obrera.

Explicando qué significaban estas ayudas económicas, Hitler señaló que:

Sin automóviles, aviones y altavoces, no podríamos haber conquistado Alemania. Estos tres medios técnicos permitieron al nacionalsocialismo llevar a cabo una campaña asombrosa…”.

En un documento confidencial publicado por el gobierno británico en 1943 para el uso de los oficiales y funcionarios que iban a ser enviados a Alemania, se dan los siguientes datos irrefutables:

Fritz Thyssen y Kirdorff en el Ruhr, y Ernst von Borsig en Berlín (presidente este último de la Federación de Empresarios Alemanes, Vereinigung Deutscher Arbeitgeberverbande) eran ardientes seguidores de Hitler… Entre otros de los seguidores financieros en los primeros días de Hitler, se encontraba el famoso fabricante de pianos Karl Bechstein (Berlín), el editor Bruckmann (Munich), el conocido tratante de arte y editor Hanfstaengl (Munich) y el empresa Reetsma Cigarette de Hamburgo, al que después de que Hitler llegara al poder se le garantizó el monopolio exclusivo de tabaco.

La mayoría de éstos no daban directamente sus contribuciones al Partido Nazi, sino a Alfred Hugenberg, el anterior director de Krupp y líder del Deutschnationale Volkspartei (Partido Popular Nacional Alemán). Hugenberg puso una quinta parte de la cantidad conseguida a disposición del Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán (NSDAP)…

Fritz Thyssen, desde su ruptura con Hitler, ha declarado que su contribución personal ascendió a un millón de marcos, y estimaba la cantidad recibida por el NSDAP procedente de la industria pesada vía Hugenberg en aproximadamente dos millones anuales de marcos.

En la reunión del Club Dusseldorf de Industriales el 27 de enero de 1932, después de que Hitler les ilustrara con su programa, el pacto entre la industria pesada y el Partido Nazi quedó sellado. Hitler convenció a su audiencia de que no tenían nada que temer de su ‘socialismo’ y después se presentó a sí mismo y a su organización semimilitar como el baluarte contra cualquier tipo de ‘bolchevismo’.

La política económica puesta en práctica por los ‘nacionalsocialistas’ justificaba completamente la confianza que los grandes industriales habían depositado en Hitler. Hitler cumplió con su política en cada aspecto. Ha destruido las organizaciones obreras. Ha introducido el ‘principio de dirección’ en las fábricas. Ha provocado una expansión de la industria pesada en Alemania occidental a través de un inmenso programa de rearme y ha generado a las empresas enormes beneficios. Los beneficios que los manufactureros del Ruhr y Renania consiguieron superaron con mucho el llamado ‘Decreto’ relacionado con la entrega de ‘dividendos’ de 1941 (Dividend en abgabeverordnung). Este Decreto, que como muchos otros decretos nazis significa lo contrario de lo que su nombre indica, permitió a las sociedades anónimas materializar los beneficios que habían acumulado durante 1933-38. Aproximadamente 5.000 millones de marcos de beneficios acumulados, que se habían conseguido en los años anteriores a la guerra, fueron distribuidos a los accionistas en forma de dividendos”.

TROTSKY DEFIENDE EL FRENTE ÚNICO

En las elecciones generales de mayo de 1924, los nazis recibieron 1.920.000 votos y alcanzaron 32 actas de diputados. En diciembre del mismo año, después de que el Plan Dawes consiguiera restaurar parte de la estabilidad de la economía alemana, los nazis vieron reducido sustancialmente su apoyo electoral: recibieron tan sólo 840.000 votos. En las elecciones presidenciales alemanas de 1925 el general Ludendorff, candidato de los nazis, consiguió ¡210.000 votos! En las elecciones generales de mayo de 1928, los nazis recibieron sólo 720.000 votos, perdiendo 120.000 votos y dos escaños.

Después llegó la recesión mundial y la espantosa crisis del capitalismo alemán. En dos años, en las elecciones generales del 14 de septiembre de 1930, el voto nazi subió a 6 millones. Los fascistas habían sumado a su bandera a grandes sectores de la clase media desesperada. El fracaso de los socialistas en 1918 y de los comunistas en 1923, había arrastrado a una proporción formidable de la clase media, que de la neutralidad o incluso apoyo a los trabajadores, se pasó al lado de la contrarrevolución con su denuncia del “marxismo”, es decir, del socialismo.

Nada más conocerse los resultados electorales, Trotsky y la Oposición de Izquierda, que se consideraban parte de la Internacional Comunista aunque habían sido expulsados, publicaron un llamamiento al KPD para organizar inmediatamente un frente único con los socialdemócratas y evitar la llegada de Hitler al poder. Sólo así se podrían proteger los derechos de la clase obrera de la amenaza de los nazis. Los trotskistas advirtieron de las consecuencias trágicas que tendría la llegada al poder de los nazis, no sólo para los alemanes, sino para el movimiento de toda la clase obrera internacional. Avisaron que si eso sucedía, sería inevitable la guerra contra la Unión Soviética.

Pero los estalinistas no hicieron caso. Su política en Alemania era que el fascismo o socialfascismo ya estaba en el poder, que el peligro principal de la clase obrera era la socialdemocracia, que también eran fascistas, socialfascistas.

Los trotskistas británicos fueron expulsados del Partido Comunista en 1932 por defender el frente único entre socialdemócratas y comunistas en Alemania así como en Gran Bretaña.

Es significativo”, escribían los estalinistas británicos en el Daily Worker el 26 de mayo de 1932, “que Trotsky haya salido en defensa de un frente único entre los partidos comunista y socialdemócrata contra el fascismo. Nada más perjudicial y contrarrevolucionario posiblemente se podía haber planteado en un momento como el actual”2.

Ernst Thaelmann, en su discurso de clausura en el XIII Plenario de la Internacional Comunista en septiembre de 1932 (ver Communist International, nº 17/18, p. 1.329) decía:

En su panfleto sobre el tema, ¿Cómo será derrotado el nacionalsocialismo?, Trotsky siempre da una respuesta: ‘El PC alemán debe formar un bloque con la socialdemocracia…’. Enmarcada en este bloque, Trotsky ve la única forma de salvar completamente a la clase obrera alemana del fascismo. O el PC forma un bloque con la socialdemocracia o la clase obrera alemana estará perdida para los próximos 10 o 20 años.

Esta es la teoría de un contrarrevolucionario y un fascista totalmente frustrado. Esta teoría es la peor de las teorías, la teoría más peligrosa y criminal que Trotsky ha construido en los últimos años de su propaganda contrarrevolucionaria”.

La fuente de esta política del KPD era Stalin: “Estas dos organizaciones [socialdemocracia y nacionalsocialismo] no son mutuamente excluyentes, todo lo contrario, son complementarias. No están en los antípodas, son gemelas. El fascismo es un bloque sin forma definida de estas dos organizaciones. Sin este bloque la burguesía no podría mantener el timón” (Die Internationale, febrero 1932).

Los estalinistas incluso llegaron al punto de incitar a los trabajadores comunistas a golpear a los trabajadores socialistas, reventar sus reuniones, etc., Thaelmann defendió abiertamente la consigna “Echar a los socialfascistas de sus empleos en las fábricas y los sindicatos”. Siguiendo esta línea, el órgano de las Juventudes Comunistas, The Young Guard, proponía la consigna: “Echar a los socialfascistas de las fábricas, las agencias de empleo y las escuelas de aprendices”.

No se detuvieron ahí. Los dirigentes de la Internacional Comunista llegaron a defender que el KPD se uniera a los fascistas contra los socialdemócratas. El Partido Socialdemócrata estaba en el poder en Prusia, la región más importante de Alemania. En Alemania existía un dicho tradicional que decía: “Quién tiene Prusia tiene el Reich”. Los nazis organizaron un plebiscito el 9 de agosto de 1931, en un intento de echar a los socialdemócratas del gobierno. Si lo hubieran conseguido, habrían llegado al poder en 1931 en lugar de en 1933. La dirección del PC alemán decidió oponerse al referéndum y apoyar a los socialdemócratas. Pero la dirección de la Komintern, bajo la influencia directa de Stalin, exigió que el PC participara en este referéndum y convocara un “referéndum rojo”. En el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Piatnitzky incluso alardeaba:

Sabéis, por ejemplo, que la dirección del partido se opuso a participar en el referéndum sobre la disolución del landstag prusiano. Varios periódicos del partido publicaron artículos destacados oponiéndose a la participación en ese referéndum. Pero cuando el Comité Central del partido conjuntamente con la Komintern llegó a la conclusión de que era necesario tomar parte activa en el referéndum, los camaradas alemanes en el transcurso de unos días convencieron a todo el partido. Ni un solo partido, excepto el PCUS, podía hacer eso…”.

Fueron las perniciosas aventuras de este tipo las que desorientaron a los trabajadores y facilitaron el éxito de los nazis. La negativa de los dirigentes de las organizaciones obreras de masas a la hora de aplicar una política revolucionaria contra los fascistas, llevó a este poderoso movimiento de la clase obrera, con una tradición marxista de 75 años, a ser aplastado y caer rendido impotente ante las bandas nazis.

Es importante tener en cuenta que los nazis ganaron sólo un pequeño porcentaje de los trabajadores alemanes, la aplastante mayoría se opuso a ellos. En 1931 los nazis consiguieron sólo el 5% de los votos en las elecciones a los comités sindicales en las fábricas. Todo esto después de una campaña terrorífica para penetrar en la clase obrera. Y en marzo de 1933, después de que los fascistas hubieran llegado al poder, y a pesar de que ya había comenzado el terror, consiguieron sólo el 3% de los votos a las elecciones para los comités sindicales. A pesar de la política equivocada de las direcciones, que llevó a la desmoralización dentro de los trabajadores y ayudaron a los intentos de los fascistas de penetrar en sus filas, la aplastante mayoría de los obreros alemanes permanecieron fieles a las ideas del socialismo y el comunismo.

CÓMO SE ENFRENTARON LOS SOCIALISTAS Y LOS COMUNISTAS A LA AMENAZA DE HITLER

Los trabajadores estaban ansiosos y dispuestos a luchar contra los nazis para impedir que llegaran al poder. Millones se armaron y entrenaron en las organizaciones de defensa socialista y comunista. Este era un legado de la revolución alemana. La clase obrera organizada constituía la fuerza más poderosa de Alemania… Sólo les hacía falta contar con la política necesaria para luchar por la defensa de sus organizaciones y pasar a la contraofensiva para la toma del poder. Pero los dirigentes traicionaron a los trabajadores en Alemania como hicieron en Italia.

Cuando el peligro de un golpe de Hitler parecía más cercano, estos “dirigentes” declararon que los nazis estaban en declive. Los dirigentes socialistas defendían, como si plagiaran a sus homólogos italianos, la necesidad de apoyar los decretos ley del gobierno Brüning y respaldar a Hindenburg frente al peligro de Hitler. Se mofaron de la idea de que un país altamente civilizado como Alemania pudiera caer bajo el dominio de la barbarie fascista. El fascismo podía llegar al poder en un país atrasado como Italia, pero ¡no en Alemania con su economía altamente industrializada! Al principio, se mofaban de las burdas y locas ideas planteadas por los nazis. Pedían a los trabajadores que se rieran de ellas e ignoraran sus provocaciones. “Sólo les da publicidad”, decían. No puede ocurrir aquí.

Los marxistas conocemos de sobra estos argumentos familiares de intelectuales de clase media. Constantemente subestimaban el peligro de los fascistas y apelaban a la misma maquinaria estatal que estaba protegiendo y amparando a los fascistas. Pero cuando la amenaza fascista estaba más próxima, sectores de los trabajadores socialistas y los sindicatos comenzaron a formar grupos de defensa en las fábricas y entre los parados. Pero la Federación Sindical Alemana (controlada por los socialdemócratas), se negó a apoyar estas acciones: “… la situación no [era] suficientemente grave para justificar que los trabajadores se prepararan para una lucha en defensa de sus derechos”. Se opusieron a la “centralización y generalización de esta medidas preventivas”, basándose en que eran “superfluas”. El 6 de noviembre de 1932, Vörwarts, el órgano central de la socialdemocracia escribía sobre la caída de los nazis en las encuestas electorales, de 13.700.000 a 11.705.257 y la negativa de Hindenburg a entregar el poder a Hitler: “Hace diez años pronosticamos la bancarrota del nacionalsocialismo; ¡está escrito en blanco y negro en nuestro periódico!”

En vísperas del ascenso al poder de los nazis, Schiffrin, uno de los dirigentes de los socialdemócratas escribía: “Ya no percibimos nada excepto el hedor de un cadáver corrupto. El fascismo está definitivamente muerto: nunca se levantará de nuevo”.

La línea de los dirigentes del KPD era, si era algo, incluso peor. Declararon que el fascismo ya había llegado al poder en Alemania y que la llegada al poder de Hitler no supondría ninguna diferencia. En el Reichstag, Remmele, uno de sus dirigentes, declaró el 14 de octubre de 1931: “Una vez que ellos [los fascistas] estén en el poder, se establecerá el frente único del proletariado que barrerá con todo (…) Seremos los vencedores del mañana. No tememos a los caballeros fascistas. Ellos caerán más rápido que cualquier otro gobierno (‘¡Tienes razón!’, gritaban los diputados del KPD)”.

En 1932 Thaelmann, en un discurso ante el Comité Central, condenó “la sobreestimación oportunista del fascismo de Hitler”. Tan pronto como llegó la primera victoria del movimiento de Hitler en las urnas, el 14 de septiembre de 1930, el órgano central del KPD, Rote Fahne, declaraba: “El 14 de septiembre fue el punto culminante del movimiento nacional socialista en Alemania. Después sólo puede seguir su debilitamiento y declive”. A los tres años los nazis habían conseguido ganar el grueso de la clase media y obtuvieron más de 13 millones de votos.

Justo en el momento en que los nazis recibían el primer golpe en las urnas y perdían dos millones de votos, cuando aparecían signos de desintegración en el movimiento nazi, el presidente Hindenburg, los jefes del ejército, la burocracia, los grandes industriales y terratenientes entregaban el poder a Hitler.

Incluso en la decimotercera hora los dirigentes socialistas y estalinistas no dieron una dirección correcta. El 7 de febrero de 1933 Kunstler, jefe de la Federación Berlinesa del Partido Socialdemócrata, dio la siguiente instrucción los trabajadores:

Sobre todo no dejéis que os provoquen. La vida y la salud de los trabajadores de Berlín son demasiado apreciadas como para ser puestas en peligro a la ligera, deben ser preservadas para el día de la lucha”.

Y esto cuando Hitler ya había llegado al poder en enero de 1933.

Los líderes del KPD lloraban: “¡No dejemos que los trabajadores den ningún pretexto al gobierno para que adopte nuevas medidas contra el Partido Comunista!” (Wilhelm Pieck, 26 de febrero de 1933).

Los dirigentes de estos partidos no hicieron nada ni siquiera después de que Hitler llegara al poder. Y los trabajadores alemanes querían luchar. El 5 de marzo, la noche de las elecciones, los jefes del Reichsbanner, la organización militar de la socialdemocracia, pidieron una señal para la insurrección. Recibieron la siguiente respuesta de los dirigentes del Partido Socialdemócrata: “¡Calma! Sobre todo que no haya derramamiento de sangre”. El poderoso movimiento obrero alemán se rindió a Hitler sin disparar un solo tiro.

Si se hubiera llevado a cabo la formación de un frente único de lucha en 1930, se habría transformado el rumbo de los acontecimientos. La clase media habría seguido la dirección de las organizaciones obreras. Si los fascistas se hubieran enfrentado al poder organizado de los trabajadores, habrían sido aplastados. Cobardemente, capitulando ante las “autoridades”, la dirección permitió a Hitler conseguir una victoria muy barata.

Los reformistas y los estalinistas son iguales en todos los países. En los últimos años la responsabilidad de esta debacle se ha hecho recaer sobre los trabajadores alemanes. En el Congreso del TUC en Brighton, su presidente, Citrine, defendiendo a los dirigentes sindicales alemanes y su fracaso en la convocatoria de huelga general en 1933, señalaba lo siguiente:

Poco después de las elecciones se desarrolló una campaña de terror. El movimiento socialista y sindical prácticamente fue suprimido el 2 de mayo. Había una gran preocupación sobre la aparente ausencia de resistencia ante el advenimiento de la dictadura nazi. Los dirigentes sindicales y socialistas alemanes eran atacados abiertamente y criticados desde los estrados debido a la ausencia de resistencia efectiva. Todo lo que podemos decir era que teníamos conocimiento de primera mano de que se estaban preparando medios de resistencia muy adecuados. (…) La huelga general fue firmemente planificada y planeada, pero los dirigentes alemanes debían tener en consideración el hecho de que una huelga general, después de la atmósfera creada por el incendio del Reichstag y con 6.250.000 parados por lo menos, era un acto temerario con consecuencias muy graves, consecuencias que se podrían describir no menos que de guerra civil” (The Menace of Dictatorship, p. 8).

QUÉ OCURRIÓ CON LA CLASE MEDIA

Los nazis atacaban demagógicamente a los judíos, los trusts y los carteles. Incluso propusieron la disolución de la gran industria y su división entre pequeños empresarios, así como la desaparición de los grandes centros comerciales y su división entre los comerciantes. Por supuesto, no tenían intención de llevar a cabo estas propuestas demagógicas, que en cualquier caso habría sido imposible llevarlas a la práctica. De este modo se ganaron el apoyo entre las masas de la clase media, la base social de los fascistas.

Resulta irónico que la clase media víctima de los nazis fuera el estrato de la población que sufrió lo peor una vez los nazis llegaron al poder. La tendencia a la concentración de capital lejos de disminuir se aceleró sin resistencia por parte de los pequeños empresarios. Y este proceso estuvo ayudado conscientemente por los nazis. En su libro The Coming Crisis, Sternberg señala que en 1925 el número de propietarios en Alemania, junto con sus dependientes, suponía 12.027.000 personas, el 20,9% de la población. Debido al desbaratamiento que provocó la crisis en el momento que los nazis llegaron al poder en 1933, en el período de Wehrwirhschaft (economía de guerra), el número descendió hasta los 9.612.000, el 16,2% de la población”.

La publicación económica alemana Wirtschaft und Statistik de 1940 (página 336) comenta la manera brutal en que se produjo este fenómeno:

El número de propietarios junto con sus dependientes se redujo en 1,7 millones o aproximadamente un 15% respecto al nivel de 1933. Este descenso se prolongó de acuerdo a una tendencia larga y sostenida en el tiempo. De 1895 en adelante, su número ha decrecido de censo a censo, aunque el declive desde 1933 es, por supuesto, un récord”.

Otra prueba más de este proceso lo podemos leer en Germany, A Basic Handbook, donde se señala lo siguiente:

La concentración de capital en cada vez menos manos se ha producido rápidamente. Muchas empresas pequeñas y medianas han sido absorbidas por las grandes. Desde 1937 hasta finales de 1942, el capital invertido en sociedades anónimas aumentó más de un 10%. Al mismo tiempo, el número total de estas empresas decreció. Así, a finales de 1942, el 1% de las empresas poseía el 60% del capital invertido en las sociedades anónimas. Como señala Deutsche Allegemeine Zeitung del 6 de enero de 1944: ‘Del total de sociedades anónimas alemanas con un capital de 30 millardos de marcos, aproximadamente tres cuartas o cuatro quintas partes pertenecían a grandes accionistas o carteles”.

  

Los representantes de las grandes empresas ocupaban puestos clave en la economía. Al mismo tiempo, existía una “interpenetración mutua: por un lado, los principales industriales y banqueros, como líderes de la economía de guerra, los representantes de las Cámaras de Comercio, de los Grupos Comerciales, de las Asociaciones del Reich, etc., se convirtieron en sirvientes del Estado y fueron designados para altos puestos administrativos; por otro lado, los funcionarios de alto rango, la burocracia nazificada de los departamentos estatales se esforzaban por conseguir puestos bien pagados en la esfera de la empresa privada. Al final, existían varias empresas semiestatales, semiprivadas, que podrían ser descritas como bienes públicos en la esfera industrial. La más conocida de este tipo es Hermann Göring-Concern.

“… Resulta bastante obvio que este proceso dio muchas oportunidades a la élite nazi para convertirse en los nuevos industriales y explotadores, y de este modo vemos estos nuevos nombres, junto con los viejos y bien conocidos nombres de los distintos sectores de la industria alemana y austriaca, en posiciones dirigentes de la administración y en los consejos de administración de las distintas ramas.

A esta conexión habría que añadir unas pocas palabras sobre una empresa típica del partido, Gustolff Foundation, que fue fundada sobre una propiedad ‘arianizada’, la fábrica de armas Shul en Turingia, en honor de Wilhelm Gustloff, un agente nazi en Suiza que fue asesinado en 1934. La firma pronto se convirtió en un importante cartel de armamento y máquina herramienta, integrado por seis empresas, entre las que estaba la fábrica de municiones austriaca Hirtenberg, y dirigido exclusivamente por el partido, es decir, por el Thuringen Gauleiter Sauckel… Nada se conoce de las finanzas de la fundación ya que, como en el caso de Hermann Göring Werke, no se publican los balances, beneficios ni pérdidas.

El desarrollo de este sector de grandes empresas del partido no constituye un ejemplo de nacionalización, ni es una negación del capitalismo o la plutocracia. Todo lo contrario, es la prueba de todo lo que les es permitido acumular a los miembros del partido para sus imperios industriales y explotar nuevas fuentes de ingresos.

Así, los viejos gobernantes de la industria y el comercio se prestaron a este compromiso en la medida en que los beneficios obtenidos de la alianza con la élite del partido y la burocracia, es decir, el expolio conjunto de la pequeña empresa y todos los estratos de ‘pequeño burgueses’, pesaba más que todos los sacrificios del grupo”.

En la purga del 30 de junio de 1934, Hitler atacó a aquellos elementos en las filas de los fascistas que insistían en su demagogia “socialista” para conectar con las aspiraciones de la clase media, además de actuar contra aquellos que de verdad se habían dejado engañar por las mentiras propagandísticas de los nazis. Después de haber hecho esto, Hitler transformó su dictadura en un Estado policiaco-militar, representando los intereses de los industriales y terratenientes. En lugar de romper las haciendas de los junkers y entregárselas a los campesinos como prometió, el poder de los primeros se fortaleció. En lugar de dividir los grandes centros comerciales y repartirlos entre los pequeños tenderos, en lugar de eliminar los carteles y monopolios, las pequeñas tiendas fueron cerradas por miles y tuvo lugar una mayor concentración de la economía en manos de los trusts.

La única promesa que mantuvo fue la persecución de los desgraciados judíos. La clase media fue expoliada, las organizaciones obreras aplastadas y los fondos de las organizaciones obreras fueron confiscados para beneficio de los nazis. Abrieron campos de concentración y comenzó el reino del terror contra los trabajadores socialistas y comunistas y los judíos, como nunca antes se había visto en la historia moderna.

Los fascistas hicieron una gran interpretación del hecho de que en la Alemania de Hitler no existía desempleo. Es verdad que como resultado de los inmensos planes de rearme de Hitler, y la abundante mano de obra en las fortificaciones y armas alemanas, en Alemania no existía desempleo. Por supuesto, de no haberse producido la guerra, Alemania habría sufrido una recesión económica tan desastrosa como en los demás países capitalistas. Hitler gastó fabulosas sumas de dinero en los preparativos de la guerra porque lo consideraba el único camino para salvaguardar el imperialismo alemán y a su propio régimen. Apostó todo a la producción de armamentos a una escala nunca alcanzada por ningún Estado en tiempos de guerra.

Los obreros alemanes tenían que trabajar largas jornadas por bajos salarios para preparar los instrumentos de destrucción que no les beneficiarían a ellos ni a los trabajadores de otras tierras. Estaban empleados para producir para la terrible catástrofe que destruyó Alemania durante la guerra. Hitler les consideraba como cerdos que deben ser engordados para la matanza.

En 1935 un informe de los empresarios exigía entusiastamente que las nuevas leyes laborales “en el momento actual, requieren aumentar la intensificación de la producción…”. Göring declaraba abiertamente en un discurso: “Debemos trabajar doblemente duro para sacar al Reich de la decadencia, la impotencia, la vergüenza y la pobreza. Ocho horas diarias no son suficientes. ¡Debemos trabajar!”. El 22 de mayo de 1933, Hitler decía en el Reichstag: “En Alemania la propiedad privada es sagrada”.

De los 25 puntos del “Programa” nazi sólo la persecución de los judíos, un chivo expiatorio de los crímenes del capitalismo, se cumplió. A la desilusión se le dio una salida con el cebo judío. Incluso después de dejarlos indefensos, privados de todos sus derechos, arrojados a campos de concentración, se fomentó el mito de los judíos como responsables de todos los males de la sociedad. Como señalaba Hitler: si no hubiéramos tenido a los judíos tendríamos que haberlos inventado. No es de extrañar que Goebbels se lamentara públicamente de que los nazis hubieran publicado su programa.

Después de la guerra y la derrota del imperialismo alemán, los Aliados no han provocado la destrucción del fascismo. La clase media, la base potencial de masas para el fascismo, hoy apoya a los demócrata cristianos alemanes. La política estalinista de reparaciones y venganza no fue capaz de reunir el apoyo de las masas alemanas. Como resultado de la política de los Aliados, las masas alemanas están cerca del hambre en el sentido literal de la palabra. Cuando la recesión afecte a Alemania es inevitable el colapso de los partidos capitalistas “democráticos”. No hay camino intermedio. De nuevo la alternativa en Alemania será: o la victoria de la clase obrera o una nueva dictadura fascista.

MOSLEY ANTES DE LA GUERRA

Las leyes del declive del sistema capitalista son las mismas en Gran Bretaña que en otros países capitalistas. La leyenda, cultivada con asiduidad, y en particular por los dirigentes del movimiento obrero, es que Gran Bretaña es “diferente” y que no hay base para ello. Pero el fascismo, como expresión del declive de la sociedad capitalista, se puede convertir en determinadas condiciones en una amenaza real en Gran Bretaña tanto como ocurrió en la Alemania o la Italia capitalistas.

La recesión mundial de 1929-33 vio el surgimiento por primera vez en este país del movimiento fascista de Mosley como una fuerza seria. La clase capitalista de Gran Bretaña reconocía en el movimiento de Mosley un arma militante y extraparlamentaria que podría utilizar contra la clase obrera en un período de agitación social, crisis y recesión. Sólo el hecho de que los capitalistas británicos consiguieran salir de aquellos años críticos sin la necesidad de la acción directa contra los trabajadores, determinó su uso limitado de los fascistas en aquel momento. Sin embargo, mantuvieron el movimiento fascista como un “seguro” de cara al futuro.

El mito, propagado por la clase capitalista, de que todas las cuestiones se pueden resolver a través del parlamento, es explotado en los preparativos que hacen los propios capitalistas cuando parece posible que la clase obrera tome el camino de la lucha. Con la amenaza de una recesión económica inminente antes de la guerra, los capitalistas británicos comenzaron a dar pasos extraparlamentarios contra la clase obrera.

En los años previos a la guerra de 1939-45, las maniobras del ejército en Gran Bretaña se realizaban tomando como base la táctica de la guerra civil. Se preparaban para la defensa de los edificios gubernamentales estratégicos. La guardia civil se creó como una fuerza especial rompehuelgas, formada por reclutas procedentes de las filas de la clase media superior y de la propia clase dominante, entrenada para el uso de ametralladoras, fusiles y tanques. Se les enseñaba a conducir locomotoras, camiones de transporte pesado y hacer el trabajo de tierra en los aeródromos. La guardia civil constituía la columna vertebral de cualquier fuerza rompehuelgas en el caso de problemas serios con los trabajadores.

Un presagio significativo de lo que podría pasar fue que las grandes aseguradoras, que junto con los grandes bancos son los gobernantes decisivos de Gran Bretaña, se negaban a asegurar en caso de riesgo de disturbios civiles y guerra civil. Los capitalistas comprendían que Gran Bretaña, como Italia, Francia, Alemania o España, no podría escapar de las agitaciones sociales provocadas por un sistema capitalista enfermo y decadente. Si la Segunda Guerra Mundial no hubiera estallado, la inminente crisis económica hubiera sacudido al país con unos efectos superiores a los de 1929.

En este momento los fascistas estaban recibiendo el apoyo de numerosos industriales británicos influyentes. A finales de 1936 Mosley alardeaba en una entrevista publicada en un periódico fascista italiano, Giornale d’Italia, que estaba “recibiendo apoyo de los industriales británicos”, y que “varios industriales del norte, que hasta ese momento habían apoyado en secreto su movimiento por temor al boicot comercial, ahora declaraban abiertamente que estaban en el lado fascista” (News Chronicle, 19 de octubre de 1936). Mosley recibió el apoyo de periódicos poderosos como el Daily Mail, el Evening News y el Sunday Dispatch.

Entonces, como ahora, el movimiento de camisas negras realizó sus provocaciones contra la clase obrera y actos antisemitas bajo la protección del Estado. Los fascistas británicos demostraron pronto que en brutalidad y métodos se diferenciaban poco de las tropas de choque de Hitler o los squadri de Mussolini. En un mitin de masas de los fascistas británicos en el Olympia el 7 de junio de 1934, la clase obrera británica se pudo hacer a la idea de lo que debía esperar si triunfaba el fascismo.

Las salvajes y calculadas brutalidades infligidas por las bandas fascistas, entrenadas especialmente, contra cualquier tipo de audiencia que se atreviera a expresar incluso la más tímida oposición al discurso de Mosley, enfurecían a todos los sectores de la población. Las bandas organizadas de fascistas interrumpían a los oradores, hombres y mujeres, los golpeaban y dejaban inconscientes en el suelo.

Nutridos y ayudados por las autoridades y la policía, los fascistas de manera insolente organizaban marchas provocadoras en los barrios obreros y judíos, imitando las tácticas de los nazis en el amanecer de su movimiento en Alemania. Fue entonces cuando la clase obrera británica dio a los camisas negras su respuesta. Cada manifestación convocada por los fascistas era respondida por una gran contramanifestación de trabajadores y antifascistas. En Trafalgar Square, Hyde Park, en Liverpool, Merthyr, Newcastle, en el resto del país, los trabajadores se unían contra los fascistas. En el Glasgow rojo, los fascistas eran incapaces de celebrar reuniones. En el barrio obrero de Bermondsey, Londres, se levantaron barricadas que, defendidas por decenas de miles de trabajadores, evitaron con éxito que los fascistas de Mosley desfilaran por Long Lane.

Excepcional en estas luchas de los trabajadores contra los fascistas fue la derrota de la marcha prevista por Mosley a través del East End londinense en 1936. A pesar de los llamamientos de todos los sectores del movimiento de la clase obrera, incluidos los dirigentes laboristas, el entonces ministro de Interior, sir John Simon, se negó a prohibir la marcha y, por el contrario, buscó todas las maneras de facilitarla. Decenas de miles de policías a pie y a caballo se desplegaron por todo Londres para proteger su marcha a través del East End. La protección policial fue rigurosamente organizada, hasta el punto de destinar equipamiento de radio y un autogiro sobrevolando la zona. El peso del Estado se utilizó para proteger a los camisas negras ante la oposición de la clase obrera londinense. Las autoridades policiales planificaron la protección de Mosley como si fuera un proyecto militar.

A pesar de estas medidas del Estado la marcha fascista fue derrotada. Medio millón de trabajadores salieron a las calles. Alrededor de la consigna “¡No pasarán!”, los trabajadores formaron un muro de cuerpos a lo largo de la ruta por la que tenía que pasar la marcha de Mosley. Desde primera hora de la mañana hubo cargas de la policía montada contra los trabajadores para limpiar el camino a los fascistas. Pero la oposición decidida de los trabajadores lo hizo imposible. La policía intentó crear un desvío limpiando Cable Street. Pero aquí de nuevo los trabajadores londinenses formaron barricadas con muebles, vigas, vallas, puertas arrancadas de las casas cercanas y cualquier cosa que pudiera ayudar a bloquear el camino a los odiados fascistas. Esta magnífica acción de masas incluía y representaba a todos los sectores de la clase obrera y sus organizaciones, laborista, Partido Comunista, ILP, trotskistas, Juventudes Comunistas, y obligaron al entonces comisionado de Policía, sir Phillip Game, a ordenar a Mosley y sus bandas que abandonaran la ruta. ¡La unidad de acción de los trabajadores había derrotado a Mosley!

La derrota de Cable Street en 1936 fue un severo golpe para Mosley. Temeroso del poder organizado de la clase obrera demostrado de una manera tan militante, el movimiento fascista del East End decayó. El espectáculo de los trabajadores en acción dio a los fascistas una razón para callarse. Eso además extendió el desaliento y la desmoralización entre sus filas, mientras que la victoria sobre los fascistas dio a la clase obrera confianza. La acción unificada de los trabajadores en Cable Street demostró una nueva lección: sólo el contraataque enérgico puede impedir el crecimiento de la amenaza fascista.

En aquel momento el Partido Comunista fue el principal responsable con un llamamiento militante a los trabajadores para que acudiera a las contramanifestaciones contra los fascistas. Las Juventudes Comunistas jugaron un papel magnífico. Pero después de 1936, esta política militante del Partido Comunista cambió y evitaron cualquier contraataque contra los fascistas en la escala tan amplia y militante que habíamos presenciado antes. Con la llegada al poder de Hitler, los partidos comunistas de todo el mundo habían degenerado hasta convertirse en instrumentos de la política exterior rusa, y sus actividades reflejaban inevitablemente este hecho.

De la negativa a ofrecer un frente único con los trabajadores socialdemócratas contra el fascismo, la Internacional Comunista se embarcó en una política de frentepopulismo. En la línea de los intentos de Stalin de llegar a acuerdos y conseguir alianzas con las clases capitalistas “democráticas”, defendieron la colaboración de clase entre los trabajadores y los “buenos” capitalistas. Esta política exterior de los estalinistas se reflejó en el Partido Comunista Británico que incluso llegó a defender un “gobierno nacional” de Churchill, Attlee y Sinclair3. Después de haber calificado el frente único de los partidos obreros contra el fascismo como “contrarrevolucionario”, los estalinistas rechazaban ahora el análisis de clase marxista de la sociedad capitalista y defendían un frente único con los tories y los liberales.

En sus esfuerzos por atraerse a aquellos tories y liberales que estaban a favor de una alianza con Stalin, el Partido Comunista hizo todo lo que pudo para presentarse como un partido de ciudadanos respetables y cumplidores de la ley. Con ese objetivo, el emblema de la unidad de la clase obrera, la hoz y el martillo, fue retirado de la cabecera del Daily Worker y el lenguaje del marxismo fue sustituido por el de las zonas residenciales de la clase media. Más importante aún, la política militante de lucha de clases se arrojó por la borda reflejándose esto en la nueva actitud de “avestruz” hacia el movimiento fascista. Realizar una acción militante contra los fascistas ofendería a los nuevos “amigos” tories y liberales del partido estalinista. Las actividades y las provocaciones de los fascistas ahora se desoían y ya no se organizaban acciones de los trabajadores contra el fascismo. La política anterior fue sustituida por llamamientos y súplicas al Estado para que éste tomara medidas contra los fascistas. De basarse en la clase obrera para golpear al fascismo, los estalinistas giraron hacia una política que se basaba en el mismo aparato del Estado que no hacía tanto había mostrado su parcialidad hacia los camisas negras.

Cómo se expresó en la práctica esta nueva política de los dirigentes estalinistas se pudo ver en muchos ejemplos similares que se podrían citar. Justo antes de la guerra, se organizó en Londres un monstruoso mitin de camisas negras procedentes de todo el país, se reunieron en Earl’s Court para escuchar a Mosley. ¡Ese día las Juventudes Comunistas de Londres organizaron una excursión al campo! Manifestándose contra el mitin de los camisas negras en Earl’s Court sólo estaban los trotskistas y un pequeño número de militantes antifascistas, del Partido Comunista no había señales. Esta nueva política del partido estalinista sirvió para alimentar la apatía entre las filas de la clase obrera en la lucha contra los fascistas, envalentonando y animando a los camisas negras. Parecía que el movimiento fascista iba a recobrar nuevos bríos debido a la ausencia de una respuesta militante por parte de las organizaciones obreras. Pero la guerra modificó estos acontecimientos y les dio una nueva dirección.

EL ‘PROGRAMA’ DE MOSLEY

Hoy, en Gran Bretaña, los signos de una recuperación fascista son inconfundibles. Después de probar la reacción de la opinión pública ante el surgimiento de varios grupos fascistas, ayudados y animados por la protección policial, Mosley ha lanzado su nuevo partido, el “Movimiento de la Unión”. Este nuevo partido no es diferente al anterior, el BUF: el mismo cebo judío, las mismas promesas de destrucción de los sindicatos y organizaciones obreras, la misma demagogia para atraer a las clases medias desilusionadas y desesperadas y a los elementos atrasados.

Todas las publicaciones de Mosley apoyaban el principio de la empresa privada. En una de sus recientes News Letters, Mosley defendía demagógicamente al hombre corriente, no contra los monopolios capitalistas, sino contra las medidas nacionalizadoras del gobierno laborista. Mosley presumía de que sus “opiniones permanecían inalterables”. En su Greatier Britain (publicado antes de la guerra) escribió lo siguiente: “La obtención de beneficios no sólo estará permitida sino que se impulsará”. En una Carta Abierta a los Empresarios publicada en Fascist Week en 1934, Mosley reafirmaba a los industriales que: “En el Estado corporativo se os dejará en posesión de vuestros negocios”. A los parásitos que viven de sus dividendos Mosley prometió: “Hasta ahora el tenedor de acciones ordinarias, que es el verdadero portador de riesgo en la empresa industrial, ha sido tratado para propósitos impositivos como el tenedor de ‘renta’… todo el procedimiento es ilógico y está calculado para desalentar a la empresa sobre la que depende nuestro futuro industrial”.

Mientras que antes Mosley insistía en la idea de que Gran Bretaña y el Imperio debían aislarse mediante la “autarquía” económica, hoy defiende la “unión de Europa Occidental”. Reconociendo la debilidad del capitalismo británico y el peligro de colapso económico del continente europeo, Mosley propone la idea de una unión de la Europa capitalista basada en la esclavización y explotación de los pueblos africanos. En el “plan” Mosley “no existirá la estupidez de la administración fiduciaria para los nativos”, y “los negros no tienen ninguna paridad con sus superiores blancos”.

Uno de los principales puntos de Mosley es la guerra con Rusia. Si él estuviera en el poder “enviaría a Rusia un ultimátum para que aceptara la oferta estadounidense de desechar las armas atómicas y someterse a una inspección”, si no lo acepta, debería ser seguido por una guerra “preventiva”.

En la entrevista que Mosley concedió el 28 de noviembre de 1947, para anunciar el lanzamiento inminente de su nuevo partido, habló además sobre su “programa”. El parlamento actual sería sustituido por el Estado corporativo siguiendo el modelo de las dos cámaras de Mussolini. En lugar de elecciones habría plebiscitos donde los votantes tendrían el privilegio de decir sí o no a lo que hiciera el gobierno de Mosley. Su gobierno “dimitiría” si fuese derrotado pero esto, por supuesto, “sería casi improbable”. Mosley promete suprimir el comunismo.

Con esto Mosley quiere decir que su gobierno suprimiría todos los partidos y organizaciones de la clase obrera. Los sindicatos quedarían “anticuados” si no “cooperaban” con los fascistas. El nuevo partido de Mosley seguía de este modo abiertamente el modelo de los regímenes totalitarios fascistas de Hitler y Mussolini.

Mosley ha revelado claramente sus cálculos. Anticipa que de llegar al poder sería en un momento de crisis y de la misma manera que Mussolini, que fue aupado al poder por la monarquía y los capitalistas italianos. En su Greater Britain Mosley escribe:

Si la situación se desarrolla rápidamente, antes de que un nuevo movimiento haya conquistado el poder parlamentario podría suceder algo parecido a un colapso. En ese caso, se deberían adoptar otras medidas nuevas y más duras para salvar al Estado de una situación próxima a la anarquía. En ningún caso recurriríamos a la violencia contra la Corona; sino sólo contra las fuerzas de la anarquía si, y cuando, la maquinaria del Estado se haya dejado llevar por la impotencia…

Cualquiera que piense que en esta situación los instrumentos normales del gobierno, como la policía y el ejército, pueden ser utilizados eficazmente, no ha estudiado ni la historia europea de su propio tiempo ni las realidades de la situación actual. En la lucha sumamente técnica por el Estado moderno en crisis, sólo las organizaciones del fascismo y el comunismo han prevalecido o pueden prevalecer.

Los gobiernos y los partidos que se han basado en los instrumentos normales de gobierno (que ahora no están constituidos para tales propósitos) han caído como víctimas fáciles e innobles a la fuerza de la anarquía. Si, por lo tanto, esta situación se da en Gran Bretaña, nos prepararemos para hacer frente a la anarquía del comunismo con la fuerza organizada del fascismo; pero no buscamos esa lucha y, por el bien de la nación, deseamos evitarla”.

Los fascistas veían la próxima lucha contra las fuerzas de la “anarquía”, es decir, la clase obrera, como una lucha extraparlamentaria. En la segunda edición de Greater Britain, Mosley borró los capítulos que trataban este problema porque eran demasiado sinceros. Sin embargo, esta sigue siendo la base de las ideas de Mosley hoy. No es casualidad que declarara en la reunión de lanzamiento del nuevo partido el 7 de febrero de 1948, que él y sus seguidores estaban “preparados para afrontar la fuerza con la fuerza”.

Las actividades antisemitas y antiobreras de los fascistas van en aumento y, aunque aún pequeñas, constituyen un desafío para la clase obrera. El fascismo debe ser derrotado desde sus inicios. Los campos de muerte de los nazis, donde cientos de miles de trabajadores alemanes fueron torturados y asesinados, deberían ser un recordatorio permanente para la clase obrera y para que nunca se permita confiar más en ese falso sentimiento de seguridad. El movimiento fascista británico no diferirá de los fascistas alemanes o italianos ni en su composición social, ni en sus objetivos, ni en sus métodos.

EL GOBIERNO LABORISTA Y LA RECUPERACIÓN FASCISTA

El resurgimiento de Mosley y su nuevo “Movimiento de la Unión” en Gran Bretaña es visto hoy con complacencia por parte de los dirigentes laboristas. Las lecciones amargas de Alemania e Italia han pasado en vano para estos dirigentes laboristas. Traducen al inglés las mismas palabras e ideas falsas de los dirigentes socialdemócratas alemanes e italianos: “Eso no puede ocurrir aquí”. Los británicos, se jactan, son “diferentes”, son un pueblo “tolerante” con una tradición democrática. El fascismo es “ajeno” a los británicos y otras cosas similares. ¡Estas últimas palabras son famosas! El crimen de los dirigentes laboristas no es que ellos se tranquilicen con la pretensión de que “eso no puede ocurrir aquí”, sino que desarman a la clase obrera sembrando ilusiones y ayudando objetivamente al crecimiento del renacido movimiento fascista ofreciéndole protección policial.

La clase obrera que votó laborismo y le llevó al poder, podría quedarse perpleja e indignada al presenciar como Mosley y los fascistas celebran actos provocadores bajo la protección de un gran número de policías entrenados especialmente para ese trabajo; cuando presencian cómo el Ayuntamiento del Condado de Londres, controlado por los laboristas, da facilidades a Mosley y a su movimiento para que tenga bajo su control escuelas y salones. Esto en un momento en que los fascistas tienen enormes dificultes para hacerlo en las bibliotecas debido a las presiones de la opinión pública. A partir de las protestas, el secretario de Interior Chuter Ede respondió que está “considerando” la prohibición de equipos de megafonía en los actos públicos. Pero esto se aplicaría a “todos” los partidos que utilizan altavoces en las reuniones, lo que, en lugar de asestar un golpe al movimiento fascista, en la práctica sería un golpe contra las organizaciones de la clase obrera que utilizan este equipamiento para su propaganda. Este es el resultado de la “imparcialidad” de los reformistas. Su “imparcialidad” consiste en perjudicar a los antifascistas y permitir todo a los fascistas.

A pesar de los últimos seis años de guerra terrible, supuestamente librada para destruir el fascismo, en la actualidad, los fascistas han salido de los agujeros donde se refugiaron con el estallido de la guerra. La imagen de la policía y los tribunales, realizando acciones enérgicas contra los antifascistas mientras los fascistas son tratados con ligereza e incluso protegidos, se representa una vez más.

Todo esto en nombre de la idea liberal de “democracia”, “imparcialidad” y “libertad para todos”. En realidad, esto es lo contrario a la libertad como la enseñaban los grandes profesores socialistas. Bajo este disfraz de “libertad” e “imparcialidad” del Estado, los dirigentes obreros utilizaron a la policía para despojar a los piquetes de sus derechos democráticos elementales como organización sindical. Ningún trabajador socialista que no es un traidor a su clase pondrá en el mismo plano la libertad de un esquirol y la libertad de los huelguistas para evitar que el primero tenga éxito. Pero esta fuerza de esquiroles despreciables, el movimiento fascista, tiene más facilidades para florecer y preparar la destrucción del derecho a huelga y cualquier otra libertad conquistada por la clase obrera. Esto no es libertad ni democracia. Es una violación de la democracia obrera y la negación misma de la libertad.

Como un disparate supremo, los dirigentes laboristas han dado facilidades a Mosley para que publique su propaganda.

En lugar de dar la bienvenida a las protestas instintivas por parte de los trabajadores contra cualquier intento de recuperar la actividad fascista, el gobierno laborista organiza a la fuerza policial para proteger a los fascistas contra los trabajadores. Unos dirigentes laboristas dignos de ese nombre darían todo su apoyo a las acciones de los trabajadores contra la reacción. Esto sería una advertencia para los capitalistas de lo que ocurriría ante cualquier intento de establecer una dictadura fascista ya que se encontrarían con una respuesta implacable del movimiento obrero en su conjunto. En nombre de la “libertad de expresión” los fascistas tienen todas las facilidades para desplegar su propaganda, precisamente las mismas personas que defienden la destrucción de la libertad de expresión y todo vestigio de democracia conquistada por la clase obrera. En tiempo de guerra, y la lucha de clases es una guerra entre las clases, el enemigo no puede tener puntos de ventaja que le permitan atacar mejor y masacrar nuestras filas en una etapa posterior.

La elección de un gobierno laborista con mayoría después de la Segunda Guerra Mundial expresó las aspiraciones de los trabajadores británicos de establecer un nuevo sistema social. Las masas giraron a la izquierda y este giro arrastró tras de sí a grandes sectores de la clase media, que durante la guerra habían visto su situación muy socavada. La guerra había puesto cargas muy pesadas sobre las espaldas de sectores de la clase media, el aumento del coste de la vida había afectado más severamente a aquellos que tenían ingresos fijos. Un gran número de pequeños comerciantes habían sido expulsados del mercado debido a la competencia de las grandes empresas capitalistas y las medidas de concentración impulsadas por el Estado favorecieron a los monopolios “más eficaces”. De un total de 10.000 empresas existentes en Londres, incluidas peleterías, lavanderías, reparaciones, etc., un 40% desaparecieron durante la guerra. Como consecuencia, la clase media miró hacia el Partido Laborista en busca de solución.

Una encuesta de Gallup revelaba que, en los primeros meses de gobierno laborista, su popularidad aumentó enormemente como resultado de las reformas sociales que introdujo. Si los dirigentes laboristas hubieran introducido medidas destinadas a destruir los privilegios e intereses creados de la clase capitalista, después de haberse hecho cargo de toda la industria a gran escala y las empresas financieras sin compensación y dirigír la vida económica de Gran Bretaña sobre la base de un plan económico global bajo el control democrático de la clase obrera, habrían encontrado poca resistencia efectiva de la clase capitalista. Esta habría sido la solución final a los padecimientos que el capitalismo inflige no sólo a la clase obrera sino también a la clase media.

¿Pero cuál es la situación real hoy? Con el gobierno laborista el capitalismo sigue intacto. En cambio compensa servilmente a los anteriores propietarios de las industrias nacionalizadas, que siguen siendo gestionadas siguiendo las mismas “líneas empresariales” y en gran parte por los mismos administradores capitalistas que estaban antes al frente de ellas. Un sector aplastante de la economía sigue bajo el control de la empresa privada y los sectores nacionalizados están dirigidos y al servicio de los intereses de la propiedad privada.

Incluso en las industrias nacionalizadas no hay rastro de verdadero control democrático por parte de los trabajadores. Mientras que los dirigentes laboristas hablan de un gran acuerdo basado en lo sagrado de la democracia, éste no se extiende al control democrático de los trabajadores sobre las minas y las industrias que supuestamente son propiedad del “pueblo”.

En Gran Bretaña existen elementos de democracia obrera en forma de sindicatos, partidos obreros, organizaciones fabriles y los derechos que estos han ganado. Pero el control efectivo está en manos de la clase capitalista, que controla la vida económica del país a través de su propiedad de los medios de producción y que cuenta con los medios decisivos para influir en la opinión pública a través de la prensa, la radio, el cine, las escuelas, la iglesia y todos los demás instrumentos necesarios para ese propósito. Esta es la realidad de la democracia capitalista. La democracia burguesa, decía Trotsky, significa que todo el mundo tiene el derecho a decir lo que quiera mientras el capital financiero decide que se hace. Pero una vez los trabajadores alcanzan el control democrático real, entonces los capitalistas deciden que ha llegado el momento de abolir también la democracia.

Si la principal preocupación de los dirigentes laboristas era la democracia, tendrían que haber introducido el control obrero y la democracia real. Los elementos de democracia que ya existen tendrían que dar todo su fruto.

La democracia real para la mayoría y no para el puñado de capitalistas, es decir, la democracia obrera, significaría no sólo la total destrucción del dominio económico de las grandes empresas, sino el final de su control de los medios y su capacidad de influir en la opinión pública a través de su control económico. El gobierno laborista debería hacerse cargo inmediatamente de la prensa, el cine y la radio, quitarlos de las manos del capital monopolista y ponerlos a disposición de la población. Cada una de las tendencias de los trabajadores tendría pleno y libre acceso a los medios de propaganda para defender su punto de vista. Todos los partidos políticos, incluidos los tories y los liberales, que estén dispuestos aceptar la voluntad democrática de la mayoría, tendrían libertad de expresión y prensa. Pero los fascistas no tendrían ningún derecho.

Después de organizar los sóviets o comités obreros en las fábricas y barrios, después de haber establecido por primera vez la participación democrática de todas las capas de la población en el gobierno y administración del país, la superioridad de este Estado obrero sería tan obvia que cualquier contrarrevolución por parte de la clase capitalista resultaría ineficaz.

En lugar de una solución socialista revolucionaria, los dirigentes laboristas están coqueteando con el capitalismo. Las medidas a medio camino del gobierno laborista han provocado una separación del laborismo, particularmente entre la clase media y los sectores más atrasados de los trabajadores. En las elecciones municipales de 1947 y en las parlamentarias de ese mismo año hubo un marcado aumento del voto tory. Y como un síntoma de la tendencia a la derecha, los racistas volvieron a la escena política.

Esto ha tenido lugar en un período de pleno empleo y boom capitalista. El capitalismo británico ha perdido todas las ventajas que disfrutaba en el pasado. A pesar de los esfuerzos de la clase obrera que han llevado a un aumento del 20% de la producción sobre el nivel previo a la guerra, no se ha producido el mismo aumento proporcional del nivel de vida. Gran Bretaña es mucho más dependiente del mercado mundial que en el pasado. Con el aumento de la competencia, los niveles de vida no han subido sino todo lo contrario, la clase capitalista ha impuesto una reducción de los salarios.

El gobierno laborista está llevando a la práctica una ofensiva para convencer a los trabajadores de que acepten la congelación salarial ante el peligro de agotamiento de los mercados donde se colocan las mercancías británicas. Con el aplauso entusiasta de la clase capitalista y su prensa, los dirigentes laboristas están insistiendo a los trabajadores para que acepten más sacrificios, en un frenético movimiento para aumentar la producción, para imponer la congelación salarial y acelerar la reducción de costes.

Cripps explica a los trabajadores que si no aceptan voluntariamente el yugo del capital, se enfrentarán al yugo de hierro de la dictadura totalitaria. En sus propias palabras:

Es por tanto esencial que lleguemos a un acuerdo general entre nuestro pueblo para actuar en unas líneas económicas sólidas; de otro modo, la alternativa probablemente sea alguna forma de gobierno totalitario”.

Las propuestas en líneas “económicas sólidas” que defienden los dirigentes laboristas son, por supuesto, líneas capitalistas sólidas.

Aquí están los síntomas del declive, de la inminente recesión económica, de la sobreproducción. Incluso si los dirigentes laboristas consiguieran su objetivo de aumentar la producción para alcanzar nuevos récord, esto no puede resolver el problema. Todo lo contrario, sólo puede preparar la catástrofe para el gobierno laborista y la clase obrera británica.

Debido al impacto que tuvo la radicalización de 1945 los capitalistas tuvieron que retirarse. Pero no fueron derrocados por el gobierno laborista y ahora azuzan sistemáticamente el descontento de la clase media y sectores atrasados de la clase obrera preparándose para una ofensiva futura.

Bajo el sistema capitalista, con la crisis de sobreproducción, la recesión seguirá al boom como la noche sigue al día. Y si ya la clase media está descontenta ¿cómo reaccionará cuando llegue la recesión? Los trabajadores tendrán que tomar una dirección revolucionaria, pero si no son capaces de mostrar una salida socialista, la clase media caerá en la órbita del movimiento fascista. Los capitalistas declararán que los “marxistas” y el movimiento obrero son responsables de la crisis de su sistema y conseguirán el apoyo de la clase media para emprender una acción contra los trabajadores.

Paralizada por la crisis económica, la clase capitalista se verá obligada a lanzar ataques salvajes contra los niveles de vida de los trabajadores. Pero se encontrará con la presión de las fastidiosas organizaciones obreras, especialmente los sindicatos. El programa de aniquilación está diseñado por Mosley para apelar a las grandes empresas precisamente en esta crisis. Para eliminar a los sindicatos y aterrorizar a los trabajadores, los capitalistas necesitarán a las bandas fascistas y mirarán hacia el Estado totalitario como el medio de su salvación. Entonces comenzarán a subvencionar a Mosley o algún otro fascista menos desacreditado entre la población.

No podría existir hoy mayor peligro que quedarse sentados y contentarse con la idea de que los fascistas tienen poco peso político en Gran Bretaña. Mientras exista la sociedad capitalista, el arma del fascismo también existe como amenaza potencial para la clase obrera. Los acontecimientos quizá demuestren que el Movimiento de la Unión de Mosley no será el movimiento fascista principal en este país. Mosley y

Como germen de esta enfermedad ya latente incluso hoy en Gran Bretaña, W. J. Broen, el parlamentario independiente por Rubgy, anteriormente dirigente del Nuevo Partido de Mosley en 1931, ha defendido tímidamente una Unión del Pueblo Británico. Incluso más indicativo es el hecho de que el Statist, en un artículo titulado Can Our System be Modified? [¿Puede nuestro sistema ser modificado?], publicado el 29 de noviembre de 1947, escriba de manera aprobatoria sobre el general de Gaulle y diga lo siguiente:

El general de Gaulle, naturalmente alarmado por el estado caótico de la política y la economía tan ejemplificada en la Francia actual, ha pedido a la población que le de poder para formar lo que él denomina una concentración nacional. Al mismo tiempo nos avisa de que nuestro sistema es tan inestable que podría llevarnos en una fecha no muy remota a problemas serios. No deberíamos de ningún modo ignorar esta advertencia”.

A menos que la clase obrera pueda ofrecer una alternativa en forma de un programa audaz, y sobre todo de acción enérgica, a la confusa juventud de clase media que hoy apoya a los tories, ésta será atraída por un movimiento fascista, ya sea el Movimiento de la Unión o algún tipo de Unión del Pueblo Británico o Sociedad de Salvadores del Real Imperio Británico.

LA POLÍTICA DEL PARTIDO COMUNISTA

La recuperación de la actividad fascista llevó a los trabajadores más activos a mirar hacia el Partido Comunista en busca de dirección. Pero muchos que lo hicieron quedaron tremendamente desencantados. Con la excepción de unas cuentas reuniones de oposición en el Ridley Road durante los primeros días, la dirección del Partido Comunista no ha asumido nada más serio que la organización de reuniones en los ayuntamientos bajo los auspicios del Consejo Nacional por las Libertades Civiles, y la aprobación de resoluciones en los Consejos de Industria y agrupaciones sindicales pidiendo al gobierno que emprendiera acciones contra los fascistas. Estas reuniones en los ayuntamientos incluyen a los representantes de las organizaciones obreras locales, a representantes de los empresarios locales más vociferantes, a los tories y los liberales. Sólo el Partido Comunista Revolucionario ha sido excluido de las plataformas. Este frente popular con los tories y los liberales es un engaño a los trabajadores más conscientes que buscan una política de lucha para derrotar la amenaza del fascismo.

Formar un frente único con los tories y los liberales contra el fascismo es maleducar a la clase obrera. En lugar de enseñarle la naturaleza de clase del fascismo, que los partidos burgueses representan a la misma clase en la que se basan los fascistas contra los trabajadores, y que sólo la fuerza organizada de la clase obrera puede derrotar al fascismo, lo que hacen es sembrar ilusiones y desalentar la acción militante.

El Partido Comunista publicó recientemente un panfleto antifascista titulado La amenaza fascista en Gran Bretaña. Aconsejamos a todos los trabajadores que lean este panfleto y comparen este análisis y esta política con la del Partido Comunista Revolucionario (RCP). Esto es lo que los estalinistas escriben:

Mucha gente tomó parte en esta lucha [antifascista]. Es inútil fingir que los objetivos bélicos de todos los líderes nacionales eran exactamente los mismos, o que todos en el Ejército Británico, por ejemplo, estaban perfectamente de acuerdo. Pero en una cosa cada nación y cada individuo estaban en completa unidad. Y esto era que la guerra se luchaba para acabar con esa cosa denominada fascismo, para siempre, para no dejar rastro de él”.

La historia ha demostrado cómo la clase capitalista “democrática”, cómo los portavoces tories y liberales apoyaron la reacción y el fascismo en el extranjero. La historia reciente ha demostrado, en la Segunda Guerra Mundial, que lejos de estar interesada en acabar con el fascismo, la clase dominante simplemente utilizaba los sentimientos antifascistas de los trabajadores para sus propios fines imperialistas. Sus tentativas de acuerdo con Darlan y Badoglio atestiguan el hecho de que, en medio de la guerra, su principal preocupación era establecer regímenes capaces de enfrentarse a la clase obrera. Y en Gran Bretaña, durante la llamada guerra contra el fascismo, el gobierno se negó a publicar el Libro Rojo del capitán Ramsay, que contenía la lista de nombres de seguidores fascistas en este país.

Aún así el Partido Comunista persiste en maleducar a los trabajadores con que todas las naciones, todas las clases, estaban totalmente unidas durante la guerra en la búsqueda de la destrucción del fascismo. De ahí este llamamiento al conjunto de la opinión política:

Quién esté leyendo esto podría ser un seguidor laborista, liberal, conservador o comunista. Podría ser un sindicalista o cooperativista. Sean cuales sean tus creencias políticas te pedimos en tu propio interés que te mantengas junto a nosotros. Por que si no actuamos muy pronto, la discusión democrática y la vida decente se podrían volver imposibles”.

¡Si no actuamos! ¿Qué acción propone el Partido Comunista?

Si los fascistas llegan a tu localidad, consigue que todos los habitantes firmen peticiones de protesta para el Secretario de Interior”. Pero las firmas no asustarán a los fascistas.

Siguiendo los pasos de los nefastos dirigentes laboristas, el Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB) se limita a realizar llamamientos al Estado capitalista, tal como señalan en su declaración: “Las leyes existentes contra la ‘incitación a la violencia’ y un comportamiento ‘calculado para provocar una ruptura de la paz’ deberían ser estrictamente ejecutadas; se debería enviar la policía a las reuniones fascistas para que haga arrestos y no ofrecerles ninguna protección”.

Mientras que el CPGB pide “vigilancia”, urge a sus militantes y seguidores a que no se acerquen a las reuniones fascistas.

Por supuesto, es necesario conducir una campaña en los sindicatos y organizaciones laboristas a través de resoluciones, para presionar al gobierno laborista que pretende hablar en nombre de la clase obrera británica. Pero lo más esencial es que la presión sobre los dirigentes laboristas debe estar complementada con una contraofensiva, con la participación de los trabajadores en la lucha contra los fascistas. ¿Alguien puede negar que la ausencia de una contraofensiva organizada por parte de las organizaciones obreras haya envalentonado y alentado a los fascistas? ¿Alguien puede dudar que si el Partido Comunista y las Juventudes Comunistas hubieran reunido su poderosa organización y aparato para una contramanifestación contra los fascistas y contra Mosley cuando surgieron al principio, éstos no se lo habrían pensado antes de lanzar su nuevo movimiento?

El RCP ha estado activo en la manifestación y en cada intento de combatir a los fascistas allí donde han aparecido. Escribimos a Harry Pollitt haciendo un llamamiento al CPGB para formar un frente único contra los fascistas. El Comité de Distrito de Londres del RCP envió un llamamiento similar a las direcciones del CPGB y la YCL (Youth Communist Leage —Liga Juvenil Comunista—) de Londres. La esencia de nuestra posición se puede resumir en el siguiente extracto de la carta envida por nuestro Comité de Distrito de Londres al homólogo del CPGB:

A pesar de las diferencias muy profundas y fundamentales que separan a los partidos estalinista y trotskista en el momento actual, el Comité de Distrito de Londres del RCP tiene la absoluta convicción de que no sólo es posible una actividad antifascista conjunta entre los militantes de Londres de nuestros respectivos partidos, en unas líneas prácticas y específicas, sino que tal frente único recibiría el apoyo entusiasta de los militantes de base de nuestras respectivas organizaciones. Las experiencias recientes en Londres han demostrado que donde nuestros compañeros han realizado una actividad antifascista, se ha establecido un frente único espontáneo entre los militantes de nuestras organizaciones con un éxito evidente contra los fascistas”.

Nuestros llamamientos fueron desatendidos en un momento en que las batallas de Ridley Road estaban en su apogeo y era imperativo que los trabajadores establecieran un frente único contra los fascistas, que se jactaban de haber expulsado al CPGB de esta zona. En lugar de concentrarse en Ridley Road, como hicieron los trotskistas, los dirigentes del CPGB desanimaban a sus militantes para que no se manifestaran allí; de esto modo se unían al campo de los moralistas pequeñoburgueses y reformistas que decían: “Ignoradles”. A pesar de la política cobarde de la dirección, muchos militantes de la base del CPGB y la YCL continuaron reuniéndose en Ridley Road junto con militantes del Partido Comunista Revolucionario y otras organizaciones en un frente único de protesta. La línea oficial del CPGB estaba lejos de ser bien recibida por muchos militantes de base, cuyos instintos de clase correctamente les llevaron a la participación en la lucha contra los fascistas.

Una política obrera revolucionaria debe necesariamente llevar a las masas a la participación real en la lucha. Ninguna cantidad de llamamientos a favor de la “vigilancia”, peticiones, resoluciones o llamamientos al Estado capitalista pueden sustituir la actividad real de masas de la clase obrera combatiendo a sus enemigos más peligrosos.

CÓMO LUCHAR CONTRA EL FASCISMO. LA POLÍTICA DEL RCP

Con el resurgimiento de los fascistas, la tarea principal del movimiento obrero es educar y explicar a los trabajadores la naturaleza de clase del fascismo y su función como una fuerza de combate contra las organizaciones de la clase obrera. Pero explicar las raíces de clase y la función del fascismo no es suficiente. La clase obrera debe participar en el combate activo a los fascistas allí donde estos levanten la cabeza. Por eso es necesario que las organizaciones de la clase obrera agrupen a sus militantes alrededor de un programa de lucha contra las reuniones y propaganda antisemita, antiobrera, contra la prensa y otras actividades amenazadoras de los fascistas.

Los sindicalistas deben negarse a imprimir, manejar o transportar la propaganda fascista de cualquier tipo y exigir que sus ejecutivas cumplan esta ley. Todo el que viole esta ley debe estar en la lista negra.

El primer paso de la movilización de los trabajadores es unir a todos los sectores del movimiento, laborismo, sindicatos, Partido Comunista, trotskista, cooperativas, en un frente único común de la clase obrera. Esta es la clave para una lucha triunfal contra la amenaza del fascismo. Diferencias fundamentales separan a estas organizaciones entre sí, pero frente al fascismo es, y debe ser, posible llegar a un acuerdo común en las formas de lucha, manteniendo el derecho a la libre crítica. Una tarea necesaria es la de organizar contramanifestaciones, reuniones y campañas de propaganda antifascista conjunta. El fascismo no hace distinción entre las opiniones de la clase obrera y la democracia. Busca destruir todos los partidos obreros de oposición ya sea laborista, comunista o comunista revolucionario. Defender y proteger las reuniones y locales de la clase obrera, a los judíos y otras minorías contra las provocaciones y ataques fascistas; crear un cuerpo de defensa de los trabajadores, basado en las organizaciones sindicales, culturales y políticas de la clase obrera. Esa es la tarea.

Mosley en cierta ocasión alardeó de que él tenía un destacamento integrado por “hombres físicamente fuertes, muy disciplinados, de una manera semimilitar”. Los destacamentos organizados de camisas negras sólo se pueden combatir con destacamentos organizados de proletarios militantes.

En la campaña para que el gobierno laborista “prohíba a los fascistas”, los trabajadores deben tener en mente que la historia ha enseñado que la imposición de leyes por un Estado capitalista inevitablemente actúa en desventaja de la clase obrera. El Estado descansa sobre el ejército, la policía y los tribunales. Y estos son escogidos de arriba abajo entre elementos simpatizantes con los objetivos del

fascismo, especialmente por arriba. Incluso si la presión de los trabajadores consigue la aprobación de una legislación antifascista, esta sólo podría ser llevada a la práctica por la acción de los trabajadores. En definitiva, la reivindicación al gobierno laborista sólo puede ser efectiva cuando sea respaldada por las actividades de los trabajadores organizados. Esto no significa que no luchemos para presionar al gobierno laborista para que emprenda acciones contra los fascistas, sino que nuestras reivindicaciones sólo pueden ser efectivas si son apoyadas por la actividad decidida y organizada de los trabajadores.

Debemos exigir del gobierno laborista las siguientes medidas:

· Publicidad de los nombres de todos los profascistas conocidos contenidos en el Libro Rojo del Capitán Ramsay.

· Dar a conocer todas las pruebas y la información en manos de la inteligencia británica que revela las conexiones entre los nazis, los fascistas británicos y los representantes de la clase dominante británica.

· Introducir la legislación que ilegalice la propagación del antisemitismo y el odio racial de cualquier forma.

· Introducción de una legislación que ilegalice la propaganda y la organización fascista, que al mismo tiempo proteja a cualquier sector de la población que cumpla esta ley o que lleve a cabo cualquier actividad contra los fascistas.

Es verdad que el movimiento fascista en la actualidad es sólo un pequeño factor en la vida política británica. Pero ¡de un arañazo puede venir el peligro de gangrena! No debemos repetir los mismos errores que la clase obrera alemana.

La experiencia histórica ha demostrado que no es posible legislar contra el fascismo sin acabar con su existencia. La naturaleza misma del Estado capitalista implica que el fascismo es el arma desnuda del dominio de la clase dominante. Sólo los trabajadores organizados, y con una política militante de lucha contra el fascismo, serán capaz de tratar eficazmente la amenaza que representa. En última instancia la destrucción del sistema capitalista, que necesita y alimenta el fascismo con todos sus horrores y represiones contra la clase obrera y las minorías religiosas y raciales, es el único medio de garantizar la derrota decisiva del fascismo.

APÉNDICE: LOS JUDÍOS EN LA SOCIEDAD BRITÁNICA. ALGUNOS DATOS

En su intento de encontrar un chivo expiatorio para los males de un sistema en desintegración, el fascismo adopta la familiar demagogia de “golpear al judío”, utilizada desde el período de decadencia feudal: todos los crímenes del capitalismo monopolista son culpa del capital financiero judío, todo el descontento de los pequeños comerciantes y profesionales se canaliza hacia el antisemitismo. Mosley consideraba esto un arma muy útil en el arsenal de su “programa” como para dejar de insistir machaconamente en él.

Los fascistas intentan despertar los prejuicios más básicos de los pequeños empresarios, tenderos y los trabajadores atrasados contra los judíos. Utilizan una superstición profundamente enraizada que se remonta a la Edad Media cuando los judíos controlaban y manipulaban las finanzas no sólo del país, ¡sino en realidad del mundo! Alrededor de esta bandera consiguen apoyo entre la gente ignorante, tenderos que tienen la competencia de los tenderos judíos en la misma calle o trabajadores que viven con terratenientes judíos.

Incluso si fuera cierto que la mayor parte del país pertenece a los capitalistas judíos, esto marcaría poca diferencia en las tareas que debe afrontar la clase obrera. Hay poca diferencia en el sistema, sean los capitalistas judíos o gentiles. Ambos son sometidos a las leyes de la economía capitalista y actúan de acuerdo con ellas. En un país como España, donde no había ningún judío capitalista (los judíos fueron expulsados en 1492), la pobreza, el hambre y la explotación de los trabajadores alcanzaban niveles extremos. Como ya se sabe, la lucha de clases en España culminó la guerra civil entre los trabajadores y los fascistas. Los fascistas españoles tenían que encontrar otras consignas demagógicas. Es interesante observar que De Gaulle no está recurriendo en este momento al antisemitismo.

Sin embargo, muchas personas, incluso en el movimiento obrero, dan credibilidad al mito de que los judíos controlan el país. Es necesario que cada trabajador con conciencia de clase conozca los hechos con relación a la verdadera posición de los judíos en la sociedad británica, para combatir el mal del antisemitismo.

En Gran Bretaña e Irlanda del Norte hay sólo 370.000 judíos de una población total de 48 millones de personas. Es decir, hay siete judíos por cada mil no judíos, o menos del 1% de la población.

Los grandes bancos y aseguradoras controlan la economía del país. Pero no hay un solo judío en el Banco de Inglaterra entre los directores o sus ejecutivos.

Las Cinco Grandes, como se denomina a los monopolios británicos más poderosos, tienen en total 150 directores, de los que sólo 4 son judíos.

En las finanzas internacionales, la mayor compañía bancaria del mundo es JP Morgan & Company. En esta empresa tampoco hay socios judíos ni un solo judío en puestos de dirección.

La bolsa, según los fascistas, está dominada por los judíos, pero en realidad en el Comité de la Bolsa sólo hay un judío.

Antes de la nacionalización de los ferrocarriles, el número de directores en LMS era de 18, en LNER eran 22, en GWR 20, en Southern 16, y en LPTB 7. De éstos sólo uno era judío y otro era de origen judío, aunque su familia lleva practicando la fe cristiana desde hace generaciones.

En total hay 116 periódicos diarios y 17 dominicales en Gran Bretaña. A pesar del mito de que los judíos controlan la prensa, sólo había un judío como director de un periódico, era el presidente del Daily Herald pero ahora está muerto.

Gaumont British y Odeon Companies en determinado momento estuvieron dominadas por los judíos. Ahora han pasado a manos de J.A. Rank, la figura más poderosa del mundo del cine, que controla unos 600 cines y prácticamente todos los estudios importantes. La tercera empresa más grande, ABC, nunca perteneció a los judíos.

Otra mentira fascista que consiguió eco entre los sectores atrasados de la población es que los judíos controlan el gobierno y el parlamento. En realidad, no hay un solo judío en el gabinete. Sólo hay 28 parlamentarios judíos de un total de 640.

Se cree popularmente que los judíos dominan todas las actividades del mercado negro. Los hechos son que la aplastante mayoría de los juicios, tanto de grandes como de pequeños empresarios por delitos del mercado negro, no son contra judíos ni personas relacionadas con empresas judías. La prensa capitalista centra su atención en aquellos casos es que están implicados judíos, precisamente para dar la impresión de que ellos dominan el mercado negro. Los especuladores, ya sean judíos, gentiles, irlandeses o escoceses, no pasan por alto la posibilidad de beneficios extras, ya sea transacciones legales o no. Toda la historia del capitalismo demuestra esto. El saqueo de la India, de China y África no fue realizado por los judíos. El comercio de esclavos lo realizaron caballeros religiosos y uno de los célebres nombró a su barco ¡Jesús!

Por supuesto, los judíos juegan un papel en los negocios. Pero en Gran Bretaña las industrias decisivas apenas cuentan con capital judío. En el hierro y el acero, la ingeniería, química, automóvil, barcos y caucho, y antes de la nacionalización, el carbón y los ferrocarriles, el capital judío era imperceptible. En los grandes carteles de armamento, como Vickers, no hay capital judío. Sin embargo, en ciertas empresas secundarias, donde los judíos se han concentrado tradicionalmente en distintos países, el capital judío juega un papel importante, en el caso de Gran Bretaña no es dominante.

Algunos datos: una cuarta parte del comercio textil está en manos de los judíos; en la industria del mueble, una séptima parte; en la joyería, una quinta parte; en el calzado, una octava parte; dos tercios en el comercio de pieles; pero sólo una onceava parte en el comercio de electrodomésticos y de radio; menos de una séptima parte en la cosmética; en las tiendas de comestibles de Londres, una sexta parte del comercio es propiedad de los judíos, pero sólo una dieciseisava parte en las provincias.

En lo que concierne al comercio a pequeña escala, las cooperativas son parte del movimiento de la clase obrera, y representan una amplia cadena de tiendas del país. Por otra parte, hay 92 firmas que se dedican a la venta al por menor, con un capital de 150 millones de libras. La pañería y el comercio relacionado con ella constituyen aproximadamente un tercio del capital invertido. La mitad está controlado por empresas no judías (Harrods, Selfridges, John Lewis y Bakers). Unilever, que domina el comercio de comestibles y el abastecimiento, no está, como comúnmente se piensa, compuesto enteramente por capital judío. El único capital judío es el de los judíos holandeses, los Van den Berghs.

En la venta al por menor en el comercio de ultramarinos, Home and Colonial Stores, Maypole Dairies e incluso Liptons no están controladas por judíos. El mayor cartel de la carne de este país es la Union Cold Storage, que controla 5.000 tiendas. Esta es una empresa puramente no judía. Los judíos están totalmente ausentes de las lecherías: Southern Dairies, United Diaries y Express Diaries son empresas gentiles. En el comercio de medicinas, los monopolistas, Boots Taylos, Timothy White’s, Savory & Moore’s y Hodders son todas propiedad de no judíos.

El sector decisivo de toda la industria está controlado por el capital gentil. El número de pequeños comerciantes judíos, vendedores al por menor e intermediarios, dan una falsa impresión del papel de los judíos en los negocios. En el sector decisivo de las finanzas el papel del capital judío es pequeño. De este modo,la supresión de los judíos no eliminaría ninguna de las injusticias del sistema capitalista.

La gran mayoría de los judíos en Gran Bretaña, contrariamente a la creencia popular, son trabajadores, empleados principalmente en el negocio de la sastrería, muebles y una alta proporción de ayudantes de tiendas. Aproximadamente el 15% de los judíos están ocupados en el comercio y las industria por su propia cuenta. De la población total, el 7,5% está ocupado en el comercio.

La lucha por la emancipación de la clase obrera no es un combate entre razas o religiones. Es una lucha de clase contra clase. Cada rasgo de antisemitismo o cualquier forma de odio racial no puede ayudar a los oprimidos, al contrario, sólo ayuda a los explotadores. Los trabajadores de todas las nacionalidades, raza o credo deben estar unidos contra el enemigo común: el capitalismo.

sus seguidores quedaron en gran medida desacreditados durante la guerra. Sin embargo, puede surgir alguna otra forma de organización fascista, una organización no abiertamente fascista pero con un carácter similar a ese movimiento. La Unión del Pueblo Francés de De Gaulle que, aunque abjuraba del fascismo, en su política y objetivos fundamentales está diseñada para servir al mismo propósito.

Checoslovaquia: lo que hay en juego

Checoslovaquia: lo que hay en juego

por Ted Grant

abril de 1948

Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I.

Durante semanas la clase capitalista de todo el mundo ha estado gimoteando por las medidas adoptadas en Checoslovaquia contra la burguesía. Los métodos utilizados por los estalinistas se han comparado, incluso, con los de Hitler pero esta propaganda se encuentra saturada de hipocresía: los capitalistas no sólo consienten, sino que apoyan activamente, el terror de la reacción griega que pretende establecer un régimen semifascista, del mismo modo que consintieron y ayudaron a Hitler y Mussolini contra la clase obrera.

Los estalinistas ni dan ni pueden dar una respuesta marxista a los capitalistas. Fingen que los cambios se llevaron a cabo “de acuerdo con la Constitución”, lo que ha confundido aún más a los trabajadores laboristas, que comprenden que estas declaraciones no se corresponden con los hechos. La realidad es que la transformación se consiguió con la ayuda y la participación de la clase obrera. Las manifestaciones de trabajadores armados en las calles convencieron a los elementos capitalistas de que la resistencia era inútil. Fue esta amenaza de fuerza la que aseguró el cambio pacífico.

Los campesinos y trabajadores checoslovacos dieron todo su apoyo al cambio debido a sus características progresistas. No podían sino apoyar las medidas adoptadas: nacionalización de las principales fábricas, que seguían en manos privadas desde el movimiento de masas de 1945; del 70% de las imprentas, de toda la industria química, de todas las plantas refrigeradoras y construcciones con más de 50 empleados, de todos los grandes hoteles y del comercio al por mayor; ninguna empresa con más de 50 trabajadores, en ningún sector, siguió siendo propiedad privada y el monopolio del comercio exterior se instauró formalmente.

Los campesinos estaban con firmeza detrás de las reformas, aunque los estalinistas no hicieron como los bolcheviques rusos, concretamente nacionalizar la tierra para entregarla a los campesinos, sí dividieron la tierra y se la repartieron a los campesinos como su propiedad privada.

TROTSKY SOBRE LOS TERRITORIOS OCUPADOS

Estas medidas progresistas son apoyadas por los trotskistas, a pesar del fracaso en la nacionalización de la tierra, porque constituyen la base económica necesaria para un Estado obrero. Para llevar a la práctica estas medidas los estalinistas se vieron forzados a basarse en la iniciativa y la presión de las masas. Como señaló Trotsky en 1939, en referencia a los posibles acontecimientos que se desencadenarían si Stalin invadía Polonia:

“Es más probable, sin embargo, que Moscú proceda a la expropiación de los grandes terratenientes y a la estatificación de los medios de producción en los territorios ocupados. Y es más probable, no porque la burocracia permanezca fiel al programa socialista, sino porque no desea ni es capaz de compartir el poder con las viejas clases dominantes de los territorios ocupados. Salta a la vista una analogía histórica. El primer Bonaparte detuvo la revolución mediante una dictadura militar. Sin embargo, cuando las tropas de Napoleón entraron en Polonia, [este] dictó un decreto aboliendo la servidumbre de la gleba. Napoleón no tomó esta medida por simpatía a los campesinos o por sentimientos democráticos, sino porque su dictadura se basaba en las relaciones de propiedad burguesas, no en el feudalismo. Como la dictadura estalinista se basa en la propiedad estatal y no en la privada, el resultado de la invasión de Polonia por el Ejército Rojo será la abolición de la propiedad capitalista para poner el régimen de los territorios ocupados de acuerdo con el régimen de la URSS.

“Esta medida, de carácter revolucionario —‘la expropiación de los expropiadores’—, será llevada a cabo mediante métodos burocrático-militares. La llamada a la actividad independiente de las masas en los nuevos territorios —y sin esta llamada, aunque se oculte con gran cuidado, es imposible construir un nuevo régimen— será sustituida por medidas políticas de rutina destinadas a asegurar la preponderancia de la burocracia sobre las desilusionadas masas revolucionarias” (León Trotsky, La URSS en guerra, septiembre de 1939).

Una vez hayan utilizado la presión de los trabajadores contra la clase capitalista, los estalinistas prescindirán de todos los elementos de control obrero. La velocidad con la que se lleve a cabo dependerá de la resistencia de la clase obrera checa, cuyo nivel cultural, debido a la industrialización del país, supera con mucho al de los trabajadores rusos. Los estalinistas no pueden permitirse una democracia obrera en Checoslovaquia por las inevitables repercusiones que tendría sobre el régimen ruso en la Unión Soviética.

Esto lo destacaba Douglas Hyde, antiguo redactor jefe del Daily Worker, en una entrevista en el Daily Mail:

“En la primera reunión de la Kominform, celebrada en un pabellón de caza en Silesia, Gottwald1 fue acusado de ‘comunismo pequeñoburgués’ por tratar de elaborar una política que tuviera en cuenta las tradiciones culturales y las libertades al estilo occidental de Checoslovaquia.

La idea de Gottwald era amoldar el comunismo a las necesidades de su país, tan diferentes de Rusia. Pero con Rusia a su espalda no había lugar para la discusión y los recientes acontecimientos de Praga han revelado cómo le han metido completamente en cintura”.

Sintiendo la presión de los trabajadores, Gottwald teme los resultados futuros de esa trayectoria.

EL FUTURO DE LOS COMITÉS DE ACCIÓN

Poco después de los acontecimientos checos, los funcionarios del gobierno publicaron unas declaraciones sobre el papel de los comités de acción. El Telegraph del 6 de marzo informaba: “Hay indicios de preocupación en el Estado Mayor con relación a las actividades de los comités de acción locales. El Comité de Acción Central ha ordenado a los demás comités que se abstengan de interferir en la ‘limpieza’ que está llevando a cabo el ejército. De ahora en adelante todas las ‘purgas’ tendrán que ser remitidas directamente al Ministerio de Defensa nacional”.

Cepick, ministro de Justicia comunista en el nuevo gobierno de Gottwald, declaró: “Los comités de acción no son una fuerza secundaria. Su tarea es facilitar la defensa del Estado proporcionando una base popular a la acción del gobierno”. Las autoridades checas han hecho una distinción fundamental entre los comités de acción creados por los trabajadores y los campesinos, y los nombrados por los partidos políticos desde arriba. Aunque se llaman igual, existe una enorme diferencia entre ambos. El comité de acción del Frente Nacional2 designa a sus representantes entre los funcionarios de los diferentes partidos, lo que supone una caricatura de la democracia.

Los comités de acción no jugarán el papel que jugaron los sóviets, o comités obreros, en la Revolución Rusa de 1917. El gobierno bolchevique ruso bajo la dirección de Lenin se basaba en los sóviets, que eran una forma de organización muy flexible y democrática. Los sóviets locales tenían representación directa de los trabajadores y campesinos. De este modo, señalaba Lenin, no había necesidad de ninguna estructura estatal separada: los trabajadores y los campesinos administrarían el Estado directamente desde abajo hasta arriba. Debido al aislamiento de la revolución rusa y al atraso económico y cultural no se pudo llevar a cabo este programa, pero en un país tan culto e industrializado como Checoslovaquia se podría introducir un verdadero régimen comunista. Los trabajadores y campesinos podrían empezar inmediatamente a administrar el Estado ellos mismos, sin un aparato estatal especial utilizado para proteger los privilegios de la burocracia.

Un parlamento elegido sobre la base de los distritos electorales es mucho menos democrático que el sistema de representación directa sobre la base de los comités. La forma de representación parlamentaria es la que más fácilmente se burocratizada y se aleja de la población.

La base económica para un Estado obrero se ha conseguido pero para que un Estado actúe en interés de la clase obrera, la expropiación de los capitalistas por sí sola no es suficiente. El control democrático del aparato del Estado es un requisito previo esencial para la marcha hacia una sociedad comunista. Todos los grandes marxistas han insistido en ello.

Lenin reducía la esencia de un Estado obrero a cuatro principios fundamentales. Después de la expropiación de los capitalistas y de la nacionalización de los medios de producción, tendríamos:

1. La elección de los sóviets con derecho a la revocación de todos los funcionarios.

2. Ningún funcionario recibe un salario superior al de un obrero cualificado.

3. La abolición del ejército permanente y su sustitución por el pueblo en armas.

4. No a la burocracia permanente. Todos deben participar en la administración del Estado de forma rotativa. Cuando todo el mundo es un burócrata nadie puede ser burócrata.

“Organicemos la gran producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, basándonos en nuestra propia experiencia de trabajo, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el poder estatal de los obreros armados; reduzcamos a los funcionarios públicos al papel de simples ejecutores de nuestras directivas, al papel de inspectores y contables responsables, revocables y modestamente retribuidos (en unión, naturalmente, de los técnicos de todos los géneros, tipos y grados): ésa es nuestra tarea proletaria, por ahí se puede y se debe empezar cuando se lleve a cabo la revolución proletaria. Este comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la extinción gradual de toda burocracia, a la creación gradual de un orden, orden sin comillas, orden que no se parecerá en nada a la esclavitud asalariada, de un orden en que las funciones de inspección y de contabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por todos siguiendo un turno, se convertirán luego en costumbre y, por último, desaparecerán como funciones especiales de una capa especial de la población”2.

El atraso de Rusia y el aislamiento de la revolución hicieron este proceso imposible pero sobre la base del nivel cultural de Checoslovaquia, las ventajas de los métodos comunistas se harían aparentes para todo el mundo. Con una verdadera dirección comunista se podría implantar inmediatamente un régimen de democracia obrera, pero esto no es lo que desea el estalinismo. Stalin ha declarado que lo que se necesita es un Estado cada vez más fuerte en Rusia. Con una política estalinista, Checoslovaquia se desarrollará en la misma dirección. No habrá un proceso de extinción del aparato del Estado y de la GPU3. Todos los derechos que todavía poseen los trabajadores checos serán estrangulados y una burocracia incontrolada pisoteará a las masas como en Rusia.

A largo plazo, los trabajadores checos no tolerarán una burocracia tirana. La experiencia les enseñará que el estalinismo no es el comunismo. Reconocerán la necesidad de derrocar a la burocracia y a su aparato policial y establecer su propio control directo de la industria y del Estado con una democracia obrera, como la esbozada por Carlos Marx, que siga el modelo de la Comuna de París y que se lleve a la práctica como en el régimen establecido por la revolución rusa de 1917.

La Revolución Rusa y el movimiento negro estadunidense

La Revolución Rusa y el movimiento negro estadunidense

por James P. Cannon

[El ensayo se ha traducido de International Socialist Review (Revista socialista internacional, verano de 1959). Después fue publicado en inglés como apéndice a “The First Ten Years of American Communism”. Traducción al español impreso en Spartacist # 27, DICIEMBRE DE 1996 ]

Durante todo el período de los primeros diez años del comunismo estadounidense, el partido estaba preocupado por la cuestión negra y gradualmente llegó a una política que era diferente y superior a la del radicalismo estadounidense tradicional. Sin embargo, en mis memorias publicadas concernientes a ese período, la cuestión negra no aparece en ninguna parte como tema de controversia interna entre las fracciones principales. La explicación era que ninguno de los dirigentes estadounidenses planteó alguna nueva idea sobre esta cuestión explosiva por cuenta propia; y ninguna de las fracciones como tal propuso ninguno de los cambios de política, actitud y forma de abordar la cuestión que se habían realizado gradualmente cuando el partido llegó al fin de su primera década.

Las principales discusiones sobre la cuestión negra ocurrieron en Moscú, y la nueva forma de abordar la cuestión fue elaborada allá. Ya en el Segundo Congreso de la Comintern en 1920, “Los negros en América” fue un punto en el orden del día y se realizó una discusión preliminar sobre esta cuestión. Las investigaciones históricas comprobarán decisivamente que la política del PC sobre la cuestión negra recibió su primer impulso de Moscú, y también que todas las siguientes elaboraciones de esta política, hasta incluir la adopción de la consigna de “autodeterminación” en 1928, vinieron de Moscú.

Bajo los constantes empujes y la presión de los rusos en la Comintern, el partido comenzó con el trabajo entre los negros durante sus primeros diez años; pero reclutó a muy pocos negros y su influencia dentro de la comunidad negra no llegó a mucho. De esto sería fácil sacar la conclusión pragmática de que toda la discusión y preocupación sobre la política en esa década, desde Nueva York hasta Moscú, era mucha preocupación sobre nada, y que los resultados de la intervención rusa fueron completamente negativos.

Esta es, quizás, la evaluación convencional en estos días de la Guerra Fría, cuando la aversión a todo lo ruso es el substituto convencional de la opinión considerada. Sin embargo, no es la verdad histórica ni mucho menos. Los primeros diez años del comunismo estadounidense son un período demasiado corto para permitir una evaluación definitiva de los resultados de la nueva forma de abordar la cuestión negra impuesta al partido estadounidense por la Comintern.

La discusión histórica de la política y la acción del Partido Comunista sobre la cuestión negra -y de la influencia rusa en la formación de éstas durante los primeros diez años de la existencia del partido- por exhaustiva y detallada que sea, no puede ser suficiente si la investigación no se proyecta hasta la década siguiente. El joven partido tomó los primeros diez años para lograr un buen comienzo en este terreno hasta ese entonces inexplorado. Los logros espectaculares de la década de los 30 no pueden ser entendidos sin referencia a esta década anterior de cambios y reorientación. Las posteriores acciones vinieran de esto.

* * *

Un análisis serio de todo el proceso complejo tiene que empezar con el reconocimiento de que los comunistas estadounidenses a principios de los años 20, tal como todas las otras organizaciones radicales de ese período y períodos anteriores, no tenían nada con qué empezar en cuanto a la cuestión negra sino una teoría inadecuada, una actitud falsa o indiferente y la adherencia de unos individuos negros con tendencias radicales o revolucionarias.

El movimiento socialista anterior, del cual surgió el Partido Comunista, jamás reconoció ninguna necesidad de un programa especial sobre la cuestión negra. Esta fue considerada pura y sencillamente como un problema económico, una parte de la lucha entre los obreros y los capitalistas; no se podía hacer nada sobre los problemas especiales de la discriminación y la desigualdad antes de la llegada del socialismo.

Los mejores de los socialistas del período anterior fueron representados por Debs, quien era amistoso a todas las razas y completamente libre de prejuicio. Sin embargo, lo limitado del punto de vista del gran agitador sobre esta compleja cuestión fue expresado en su declaración: “Nosotros no tenemos nada especial que ofrecer al negro, y no podemos hacer llamamientos separados a todas las razas. El Partido Socialista es el partido de toda la clase obrera, sea cual sea el color, de toda la clase obrera de todo el mundo” (Ray Ginger, The Bending Cross). Esta fue considerada una posición muy avanzada en ese entonces, pero no planteó el apoyo activo a la reivindicación especial del negro por un poco de igualdad aquí y ahora, o en el futuro previsible, en el camino hacia el socialismo.

Incluso Debs, con su fórmula general que hizo caso omiso del punto principal -la cuestión candente de la constante discriminación contra los negros en todo aspecto- fue muy superior en esta cuestión, tal como en todas las otras, a Víctor Berger, quien fue un racista abierto. He aquí un pronunciamiento sumario de una editorial de Berger en su periódico de Milwaukee, el Social Democratic Herald: “No cabe duda de que los negros y mulatos constituyen una raza inferior.” Este era el “socialismo de Milwaukee” sobre la cuestión negra, como fue expresado por su ignorante e insolente líder-jefe. Un negro perseguido y atacado no podría mezclar eso muy bien con su cerveza, inclusive si tuviera cinco centavos y pudiera encontrar una cantina de blancos donde pudiera tomar un vaso de cerveza, en la parte trasera del bar.

El chauvinismo abierto de Berger jamás fue la posición oficial del partido. Había otros socialistas, tales como William English Walling quien fue un defensor de la igualdad de derechos para los negros y uno de los fundadores de la National Association for the Advancement of Colored People [Asociación Nacional para el Avanzo de las Personas de Color] en 1909. Pero tales individuos fueron una pequeña minoría entre los socialistas y radicales antes de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa.

La insuficiencia de la política socialista tradicional sobre la cuestión negra ha sido ampliamente documentada por los historiadores del movimiento, Ira Kipnis y David Shannon. Shannon resume la actitud general y prevaleciente del Partido Socialista hacia los negros de la siguiente forma:

“No eran importantes en el partido, el partido no hizo ningún esfuerzo especial para atraer a militantes negros, y el partido no estaba generalmente interesado en el esfuerzo de los negros por mejorar su posición dentro de la sociedad capitalista estadounidense, cuando no era en realidad hostil al mismo.” Y más adelante: “El partido mantenía que la única salvación del negro era la misma que la única salvación del blanco: el ‘socialismo’.”

Mientras tanto, no se podía hacer nada sobre la cuestión negra como tal, y mientras menos se dijera sobre esta cuestión, mejor; es decir, se la mantenía escondida bajo la alfombra.

Esta fue la posición tradicional que el joven Partido Comunista heredó del movimiento socialista anterior, del cual había surgido. La política y práctica del movimiento sindical fue aún peor. El IWW [Obreros Industriales del Mundo] no excluyó a nadie de la militancia por su “raza, color, o credo”. Pero los sindicatos predominantes de la AFL [Federación Estadounidense del Trabajo], con sólo unas pocas excepciones, fueron exclusivamente para los blancos de la aristocracia obrera. Estos tampoco tenían nada especial que ofrecer a los negros; de hecho, no tenían absolutamente nada que ofrecerles.

* * *

La diferencia -y fue una diferencia profunda– entre el Partido Comunista de los años 20 y sus antecesores socialistas y radicales fue mostrada por la ruptura de los primeros con esta tradición. Los comunistas estadounidenses de los primeros días, bajo la influencia y presión de los rusos en la Comintern, estaban aprendiendo lenta y dolorosamente a cambiar su actitud; a asimilar la nueva teoría de la cuestión negra como una cuestión especial de gente doblemente explotada y relegada a ser ciudadanos de segunda clase, que requería un programa de demandas especiales como parte del programa general; y a empezar a hacer algo sobre esta cuestión.

La verdadera importancia de este cambio profundo, en todas sus dimensiones, no puede ser medida adecuadamente por los resultados que ocurrieron durante la década de los 20. Hay que considerar a los primeros diez años principalmente como el período preliminar de reconsideración y discusión, y de cambio en la actitud y la política sobre la cuestión negra; como preparación para la actividad futura en este terreno.

Los efectos de este cambio y esta preparación en los años 20, producidos por la intervención rusa, se manifestarían explosivamente en la década posterior. Las maduras condiciones favorables para la agitación y organización radicales entre los negros, producidas por la Gran Depresión, encontraron al Partido Comunista preparado para actuar en este terreno como ninguna otra organización radical en este país había hecho anteriormente.

* * *

Todo de nuevo y progresista sobre la cuestión negra vino de Moscú, después de la Revolución de 1917 -y como resultado de la Revolución- no sólo para los comunistas estadounidenses, quienes respondieron directamente, sino para todos los demás que se interesaban en la cuestión. Por sí mismos, los comunistas estadounidenses nunca inventaron nada nuevo ni diferente de la posición tradicional del radicalismo estadounidense sobre la cuestión negra.

Esta, como muestran las citas ya dadas de las historias de Kipnis y Shannon, fue bastante débil en cuanto a la teoría y aun más débil en la práctica. La fórmula simplista de que la cuestión negra era meramente económica, una parte de la cuestión de capital contra trabajo, jamás inspiró a los negros, quienes sabían que no era cierto, aunque no lo decían abiertamente; ellos tenían que vivir con la discriminación brutal cada hora de cada día.

Esta discriminación no tenía nada de sutil ni disfrazada. Todo el mundo sabía que al negro le tocaba lo peor en todo momento, pero a casi nadie le importaba y casi nadie quería hacer algo para intentar moderarlo o cambiarlo. La mayoría blanca de la sociedad estadounidense, el 90 por ciento de la población, incluyendo su sector obrero, tanto en el norte como en el sur, estaba saturada con el prejuicio contra el negro; y a un grado considerable el movimiento socialista reflejaba este prejuicio, aunque -por deferencia hacia el ideal de la hermandad humana- la actitud socialista fue callada y tomó la forma de evasión. La vieja teoría del radicalismo estadounidense mostró en la práctica ser una fórmula para la falta de acción sobre la cuestión de los negros e -incidentalmente- una cobertura conveniente para los latentes prejuicios raciales de los mismos radicales blancos.

La intervención rusa cambió todo esto, y lo cambió de una manera drástica y benéfica. Aun antes de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, Lenin y los bolcheviques se distinguían de todas las otras tendencias en el movimiento socialista y obrero internacional por su preocupación por los problemas de las naciones y minorías nacionales oprimidas, y su apoyo firme a las luchas por la libertad, la independencia y el derecho a la autodeterminación. Los bolcheviques daban este apoyo a toda la “gente sin igualdad de derechos” de una forma sincera y honesta, pero no había nada “filantrópico” en esta posición. Reconocían también el gran potencial revolucionario en la situación de los pueblos y naciones oprimidos, y los veían como aliados importantes de la clase obrera en la lucha revolucionaria contra el capitalismo.

Después de noviembre de 1917 esta nueva doctrina -con un énfasis especial en los negros- empezó a ser transmitida al movimiento comunista estadounidense respaldada por la autoridad de la Revolución Rusa. Los rusos en la Comintern empezaron a enfrentar a los comunistas estadounidenses con la exigencia brusca e insistente de que se deshicieran de sus propios prejuicios no declarados, que prestaran atención a los problemas y quejas especiales de los negros estadounidenses, que trabajaran entre ellos y que se convirtieran en paladines de su causa dentro de la comunidad blanca.

A los estadounidenses, que habían sido educados en una tradición distinta, les tomó tiempo asimilar la nueva doctrina leninista. Pero los rusos seguían año tras año, apilando los argumentos e incrementando la presión sobre los comunistas estadounidenses hasta que éstos finalmente aprendieron, cambiaron, y empezaron a trabajar en serio. Este cambio en la actitud de los comunistas estadounidenses, que se efectuó gradualmente en los años 20, iba a ejercer una influencia profunda en círculos mucho más amplios durante los años posteriores.

* * *

La ruptura del Partido Comunista con la posición tradicional del radicalismo estadounidense sobre la cuestión negra coincidió con cambios profundos que estaban ocurriendo entre la misma población negra. La migración en gran escala desde las regiones agrícolas del sur hacia los centros industriales del norte se aceleró mucho durante la Primera Guerra Mundial, y continuó en los años posteriores. Esto produjo algunas mejorías en sus condiciones de vida en comparación con lo que habían conocido en el Sur Profundo, pero no fueron suficientes como para compensar el desencanto de encontrarse relegados a los guetos y sometidos todavía a la discriminación por todos lados.

El movimiento negro, tal como era en ese entonces, apoyó patrióticamente a la Primera Guerra Mundial “para hacer el mundo seguro para la democracia”; y 400 mil negros sirvieron en las fuerzas armadas. Regresaron a casa buscando un poquito de democracia para sí mismos como recompensa, pero no encontraron gran cosa en ningún lado. Su nuevo espíritu de autoafirmación fue respondido con cada vez más linchamientos y una serie de disturbios raciales a lo largo del país, tanto en el norte como en el sur.

Todo esto en conjunto -las esperanzas y las decepciones, el nuevo espíritu de autoafirmación y las represalias bestiales- contribuyó al surgimiento de un nuevo movimiento negro en vías de formación. Rompiendo así tajantemente con la tradición de Booker T. Washington de acomodación a una posición de inferioridad en el mundo del hombre blanco, una nueva generación de negros empezó a impulsar su reclamo por la igualdad.

* * *

Lo que el nuevo movimiento emergente de los negros estadounidenses -una minoría de diez por ciento [de la población de Estados Unidos]- más necesitaba, y de lo que carecía casi por completo, era apoyo efectivo dentro de la comunidad blanca en general y dentro del movimiento obrero, su aliado necesario, en particular. El Partido Comunista, defendiendo agresivamente la causa de los negros llamando por una alianza del pueblo negro y el movimiento obrero combativo, entró en la nueva situación como un agente catalizador en el momento preciso.

Fue el Partido Comunista, y ningún otro, el que convirtió a los casos de Herndon y Scottsboro en cuestiones de resonancia nacional y mundial y que puso a las turbas de linchamiento legal de los “Dixiecrats” [políticos racistas del Partido Demócrata en el Sur de los EE.UU.] a la defensiva, por primera vez desde el derrumbe de la Reconstrucción. Los activistas del partido dirigían las luchas y las manifestaciones para conseguir consideración justa para los negros desempleados en las oficinas de socorro, y para colocar nuevamente en sus departamentos vacíos los muebles de los negros echados a la calle por orden de desalojo. Fue el Partido Comunista el que en forma demostrativa presentó a un negro como candidato a vicepresidente en 1932, algo que ningún otro partido radical o socialista jamás había contemplado.

Por medio de tales acciones y agitación, y otras similares, en los años 30, el partido sacudió a todos los círculos más o menos liberales y progresistas de la mayoría blanca, y empezó a efectuar un cambio radical en la actitud sobre la cuestión negra. Al mismo tiempo, el partido se convirtió en un verdadero factor entre los negros, quienes avanzaron además en su condición y confianza en sí mismos; en parte como resultado de la agresiva agitación del Partido Comunista sobre la cuestión.

No se puede descartar estos hechos diciendo: los comunistas actuaron así porque tenían un interés creado. Toda agitación a favor de los derechos de los negros favorece al movimiento negro; y la agitación de los comunistas fue mucho más enérgica y eficaz que cualquier otra en ese entonces.

Estos nuevos acontecimientos parecen contener un sesgo contradictorio, el cual, que yo sepa, jamás ha sido confrontado o explicado. La expansión de la influencia comunista dentro del movimiento negro durante los años 30 ocurrió a pesar del hecho de que una de las nuevas consignas impuestas sobre el partido por la Comintern nunca pareció adecuarse a la situación real. Esta fue la consigna de la “autodeterminación”, sobre la que se hizo el mayor alboroto y se escribieron muchas tesis y resoluciones, siendo inclusive pregonada como la consigna principal. La consigna de la “autodeterminación” encontró poca o ninguna aceptación en la comunidad negra. Después del colapso del movimiento separatista dirigido por Garvey, su tendencia fue principalmente hacia la integración racial con igualdad de derechos.

En la práctica el PC brincó encima de esta contradicción. Cuando el partido adoptó la consigna de la “autodeterminación”, no abandonó su agresiva agitación a favor de la igualdad y los derechos de los negros en todos los frentes. Al contrario, intensificó y extendió esta agitación. Eso era lo que los negros deseaban oír, y es lo que marcó la diferencia. La agitación y acción del PC bajo esta última consigna fue lo que produjo resultados, sin la ayuda -y probablemente a pesar- de la impopular consigna de la “autodeterminación” y todas las tesis escritas para justificarla.

* * *

Durante el “Tercer Período” de ultrarradicalismo, los comunistas convertidos en estalinistas llevaron a cabo su actividad entre los negros con toda la deshonesta demagogia, exageraciones y distorsiones que les son propias y de las cuales son inseparables. Sin embargo, a pesar de esto, el llamado principal en torno a la igualdad de derechos se abrió paso y encontró eco en la comunidad negra. Por primera vez desde la época de los abolicionistas, los negros veían a un grupo agresivo, dinámico y combativo de gente blanca que defendía su causa. Esta vez no fueron unos cuantos filántropos y pálidos liberales, sino los tenaces estalinistas de los años 30, que estaban a la cabeza de un movimiento radical de gran alcance que, generado por la depresión, estaba en ascenso. Había una energía en sus esfuerzos en esos días y ésta fue sentida en muchas esferas de la vida estadounidense.

La respuesta inicial de muchos negros fue favorable; y la reputación del partido como una organización revolucionaria identificada con la Unión Soviética era probablemente más una ayuda que un obstáculo. La capa superior de los negros, buscando respetabilidad, tendía a distanciarse de todo lo radical; pero las bases, los más pobres entre los pobres que no tenían nada que perder, no tenían miedo. El partido reclutó a miles de miembros negros en la década de los 30 y se convirtió, por un tiempo, en una fuerza real dentro de la comunidad negra. La causa principal de esto era su política sobre la cuestión de la igualdad de derechos, su actitud general -la cual habían aprendido de los rusos- y su actividad en torno a la nueva línea.

* * *

En los años 30, la influencia y la acción del Partido Comunista no se restringían a la cuestión de los “derechos civiles” en general. También funcionaban poderosamente por darle nueva forma al movimiento obrero y auxiliar a los obreros negros a conseguir en éste el lugar que anteriormente les había sido negado. Los obreros negros mismos, quienes habían aportado lo suyo en las grandes luchas para crear los nuevos sindicatos, presionaban a favor de sus propias reivindicaciones más agresivamente que en ningún período anterior. Pero necesitaban ayuda, necesitaban aliados.

Los activistas del Partido Comunista empezaron a desempeñar este papel al punto crítico en los días formativos de los nuevos sindicatos. La política y la agitación del Partido Comunista en este período hicieron más, diez veces más, que cualquiera otra fuerza para ayudar a los obreros negros a asumir un nuevo status de, por lo menos, semiciudadanía dentro del nuevo movimiento obrero creado en la década de los 30 bajo la bandera del CIO [Congreso de Organizaciones Industriales].

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Se suele atribuir el progreso del movimiento negro, y el cambio de la opinión pública a favor de sus demandas, a los cambios producidos por la Primera Guerra Mundial. Pero el resultado más importante de la Primera Guerra Mundial, el acontecimiento que cambió todo, incluyendo las perspectivas para los negros estadounidenses, fue la Revolución Rusa. La influencia de Lenin y la Revolución Rusa -aun degradada y distorsionada como lo fue posteriormente por Stalin, y después filtrada a través de las actividades del Partido Comunista en Estados Unidos- contribuyó más que ninguna otra influencia de cualquier fuente al reconocimiento, y la aceptación más o menos general, de la cuestión negra como un problema especial de la sociedad estadounidense; un problema que no puede ser incluido simplemente bajo el encabezado general del conflicto entre capital y trabajo, como hacía el movimiento radical precomunista.

Se añade algo, pero no mucho, al decir que el Partido Socialista, los liberales y los dirigentes sindicales más o menos progresistas aceptaron la nueva definición y otorgaron algún apoyo a las demandas de los negros. Eso es exactamente lo que hicieron; la aceptaron. No tenían ninguna teoría ni política independientes desarrolladas por ellos mismos; ¿de dónde iban a sacarlas? ¿De sus propias cabezas? Difícilmente. Todos iban a la zaga del PC sobre esta cuestión en los años 30.

Los trotskistas y otros grupos radicales disidentes -que también habían aprendido de los rusos- contribuyeron lo que pudieron a la lucha por los derechos de los negros; pero los estalinistas, dominando el movimiento radical, dominaban también los nuevos sucesos en el terreno de la cuestión negra.

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Todo lo nuevo sobre la cuestión negra vino de Moscú, después de que empezó a retumbar a lo largo del mundo la exigencia de la Revolución Rusa por la libertad y la igualdad para todas las minorías nacionales, todos los pueblos sojuzgados y todas las razas, para todos los despreciados y rechazados de la tierra. Este trueno sigue retumbando, más fuerte que nunca, como atestiguan los encabezados diarios de los periódicos.

Los comunistas estadounidenses respondieron primero, y más enfáticamente, a la nueva doctrina que venía de Rusia. Pero el pueblo negro, y sectores significativos de la sociedad blanca estadounidense, respondieron indirectamente, y siguen respondiendo, lo reconozcan o no.

Los actuales líderes oficiales del movimiento por los “derechos civiles” de los negros estadounidenses, bastante sorprendidos ante la creciente combatividad del movimiento y el apoyo que está consiguiendo en la población blanca del país, apenas sospechan cuánto debe el ascendente movimiento a la Revolución Rusa que todos patrióticamente rechazan.

El reverendo Martin Luther King sí señaló, al tiempo de la batalla del boicot de Montgomery, que su movimiento formaba parte de la lucha mundial de los pueblos de color por la independencia y la igualdad. Debería haber agregado que las revoluciones coloniales, que efectivamente son un poderoso aliado del movimiento negro en Estados Unidos, obtuvieron su impulso inicial de la Revolución Rusa, y son estimuladas y fortalecidas día tras día por la continuada existencia de esta revolución en la forma de la Unión Soviética y la nueva China, la cual el imperialismo blanco súbitamente “perdió”.

Indirectamente, pero por ello más convincentemente, los más rabiosos antisoviéticos, entre ellos los políticos liberales y los dirigentes sindicales oficiales, atestiguan esto cuando dicen: el escándalo de Little Rock y cosas parecidas no deberían ocurrir, porque ayudan a la propaganda comunista entre los pueblos coloniales de piel morena. Su temor a la “propaganda comunista”, como el temor de dios en otras personas, los hace virtuosos.

Ahora resulta convencional que los líderes sindicales y los liberales -en el norte- simpaticen con la lucha de los negros por unos cuantos derechos elementales como seres humanos. Es lo que Se Debe Hacer, la seña de la inteligencia civilizada. Hasta los ex radicales convertidos en una especie de “liberales” anticomunistas -una especie muy miserable- son ahora orgullosamente “correctos” en su apoyo formal a los “derechos civiles” y en su oposición a la segregación de los negros y otras formas de discriminación. Pero, ¿cómo llegaron a ser así?

A los liberales actuales jamás se les ocurre preguntarse por qué a sus similares de una generación anterior -salvo algunas notables excepciones individuales- no se les ocurrió esta nueva y más ilustrada actitud hacia los negros antes de que Lenin y la Revolución Rusa pusieran patas arriba a la vieja, bien establecida y complacientemente aceptada doctrina de que las razas debían ser “separadas pero desiguales”. Los liberales y dirigentes sindicales anticomunistas estadounidenses no lo saben, pero algo de la influencia rusa que odian y temen tanto se les ha pegado.

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Por supuesto, como todo el mundo sabe, a la larga los estalinistas estadounidenses estropearon la cuestión negra así como estropearon todas las demás cuestiones. Traicionaron la lucha por los derechos de los negros durante la Segunda Guerra Mundial -en servicio de la política exterior de Stalin- del mismo modo, y por la misma razón fundamental, que traicionaron a los obreros huelguistas estadounidenses y aplaudieron a la fiscalía cuando por primera vez se utilizó la Ley Smith, en el juicio en Minneapolis.

Ahora todo el mundo lo sabe. Al fin se cosechó lo que se había sembrado, y los estalinistas mismos se han visto obligados a confesar públicamente algunas de sus traiciones y acciones vergonzosas. Pero nada, ni el profesado arrepentimiento por crímenes inocultables, ni los alardes sobre virtudes pasadas que otros están poco dispuestos a recordar, parecen servirles de algo. El Partido Comunista, o mejor dicho lo que queda de éste, está tan desprestigiado y despreciado que hoy se le reconoce poco o nada de su trabajo en cuanto a los negros durante esos años anteriores; cuando tuvo consecuencias de largo alcance que, en su mayor parte, fueron progresistas.

No es mi deber ni mi propósito prestarles ayuda. El único objetivo de esta reseña abreviada es aclarar algunos hechos acerca de la primera época del comunismo estadounidense, para el beneficio de estudiantes inquisitivos de una nueva generación que deseen conocer la verdad íntegra, sin temor ni favor, y aprender algo de ella.

La nueva política sobre la cuestión negra, aprendida de los rusos durante los primeros diez años del comunismo estadounidense, dio al Partido Comunista la capacidad de avanzar la causa del pueblo negro en los años 30, y de extender su propia influencia entre los negros en una escala que nunca había sido alcanzada por ningún movimiento radical previo. Estos son hechos históricos; no sólo de la historia del comunismo estadounidense, sino también de la historia de la lucha por la emancipación de los negros.

* * *

Para aquéllos que miran hacia el futuro, estos hechos son importantes, una anticipación de las cosas por venir. Por medio de su actividad combativa durante los años anteriores, los estalinistas dieron un gran ímpetu al nuevo movimiento negro. Posteriormente, su traición a la causa de los negros durante la Segunda Guerra Mundial preparó el camino para los gradualistas proponentes del avance a paso de tortuga que han sido los dirigentes incontestados del movimiento desde ese entonces.

La política del gradualismo, de prometer liberar al negro dentro del marco del sistema social que lo subordina y lo degrada, no está dando resultado. No trata la raíz del problema. Grandes son las aspiraciones del pueblo negro y grandes también las energías y emociones expendidas en su lucha. Pero las conquistas concretas de su lucha hasta la fecha son lastimosamente escasas. Han avanzado unas cuantas pulgadas, pero la meta de la verdadera igualdad se encuentra a millas y millas de distancia.

El derecho a ocupar un asiento vacío en un autobús; la integración simbólica de un puñado de niños negros en unas cuantas escuelas públicas; algunos puestos accesibles para individuos negros en la administración pública y algunas profesiones; derechos de empleo justo en papel, pero no en la práctica; el derecho a la igualdad, formal y legalmente reconocido pero negado en la práctica a cada momento; éste es el estado de cosas en la actualidad, 96 años después de la Proclamación de la Emancipación.

Ha habido un gran cambio en la perspectiva y las demandas del movimiento de los negros desde la época de Booker T. Washington, pero ningún cambio fundamental en su situación real. El crecimiento de esta contradicción está llevando a un nuevo estallido y un nuevo cambio de política y dirigencia. En la próxima etapa de su desarrollo, el movimiento negro estadounidense se verá obligado a orientarse hacia una política más combativa que la del gradualismo y a buscar aliados más confiables que los políticos capitalistas del norte que se encuentran coludidos con los dixiecrats del sur. Los negros, más que nadie en este país, tienen derecho y razón para ser revolucionarios.

Un partido obrero honesto de la nueva generación reconocerá este potencial revolucionario de la lucha negra, y llamará por una alianza combativa del pueblo negro y el movimiento obrero en una lucha revolucionaria común contra este sistema social imperante.

Las reformas y las concesiones, mucho más importantes y significativas que las obtenidas hasta ahora, se derivarán de esta alianza revolucionaria. En cada fase de la lucha se luchará a favor de ellas y se las logrará. Pero el nuevo movimiento no se detendrá con las reformas, ni estará satisfecho con las concesiones. El movimiento del pueblo negro y el movimiento obrero combativo, unificados y coordinados por un partido revolucionario, resolverá la cuestión de los negros de la única manera que puede ser resuelta: mediante una revolución social.

Los primeros esfuerzos del Partido Comunista a este respecto, durante la generación pasada, serán reconocidos y asimilados. Ni siquiera la experiencia de la traición estalinista será desperdiciada. El recuerdo de esta traición será una de las razones por las que los estalinistas no serán los dirigentes la próxima vez.

Los Angeles,

8 de mayo de 1959.

¡Vengar a Letelier!

¡Aplastar el régimen de terror chileno!

¡Vengar a Letelier!

Traducido de Workers Vanguard No. 214, 8 de septiembre de 1978. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 7, junio de 1979.

En el quinto aniversario del sangriento golpe que lo trajo al poder, el régimen de terror del dictador chileno General Augusto Pinochet es cualquier cosa menos estable. La semana pasada decretó nuevamente el estado de sitio, la caución “legal” por la regimentación militar arbitraria que este país enlutado ha sufrido desde aquel fatídico 11 de septiembre en 1973. En los primeros meses de este año el estado de sitio había sido “levantado” (sin haber cambiado en nada las salvajes realidades de la vida bajo los generales), a fin de satisfacer el clamor de Washington por una limpieza de la imagen de la junta militar chilena. Ahora lo han vuelto a poner: basta con la cirugía cosmética de “derechos humanos”.

A raíz de la decisión de la Casa Blanca de proseguir con la investigación del asesinato del ex-diplomático y ministro Orlando Letelier, Pinochet tiene sus días contados. Desde el principio todas las huellas señalaban a la mano negra de la DINA, la policía secreta del tirano, pero al inicio Pinochet era protegido por la complicidad de los propios matones del imperialismo norteamericano. Ahora que Jimmy Carter ha decidido lavarse las manos del carnicero de Santiago, sin embargo, las ratas abandonan la nave naufragante de Pinochet. Aún los generales fascistizantes súbitamente descubren sus convicciones democráticas.

El odiado Pinochet podría muy bien terminar compartiendo la suerte de Rafael Trujillo, el asesino “Benefactor” de Santo Domingo quien fue tirado a los perros cuando ya no le servía más a los Estados Unidos. Pero si es Washington quien aprieta el gatillo, y no un alzamiento popular de las masas chilenas el que derroque al “prócer”, será simplemente reemplazado por otro opresor castrense. Gana la CIA, pierden los obreros.

Los imperialistas ya se felicitan sobre las inculpaciones en agosto de cinco exilados cubanos, tres altos funcionarios de inteligencia militar chilena y un asesino fascista norteamericano por parte de un gran jurado federal. El Washington Post (3 de agosto) elogió al fiscal y al agente del FBI encargados del caso como “símbolos internacionales de la persistencia tenaz de las autoridades estadounidenses por resolver el caso del asesinato de Letelier.” El Economist (26 de agosto) de Londres añadió su aprobación: “con las recientes inculpaciones, nadie podría acusar a Washington de pereza en la prosecución de los asesinos del Sr. Letelier.” Y mientras la prensa burguesa se jactaba, los liberales en el congreso norteamericano denunciaban a los escuadrones de muerte chilenos y amenazaban brevemente con un boicot de armas a la junta militar. Todos olvidaron con gran alivio que los EE.UU. fueron en gran parte responsables por el desate de los verdugos y los torturadores de Pinochet.

Quienes buscan vengar el vil asesinato de Orlando Letelier deben comprender que no pueden acudir a la “justicia” de la “democracia” imperialista. Por “razones de estado”, los verdaderos autores del crimen saldrán impunes, no importa si sus asesinos a sueldo cumplen una condena o no. Ya se hacen negociaciones para que los fascistas y gusanos quienes llevaron a cabo el asesinato reciban sentencias mínimas. Mientras tanto el FBI y la CIA (¡los cuales sabían de antemano que un complot estaba en trámite y no hicieron nada para pararlo!) se hacen pasar como los héroes que atraparon a los culpables.

Santiago/Miami/Langley

Como antiguo ministro del exterior y defensa en el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, y antiguo embajador a los EE.UU., Orlando Letelier fue un prominente enlace entre el movimiento de los exilados chilenos e influyentes liberales imperialistas. Así cuando él y su colega Ronni Moffitt fueron asesinados el 21 de septiembre de 1976 por la explosión de una bomba que destruyó su coche momentos después de pasar frente a la embajada chilena en Washington, todos los hilos llevaban directamente a Pinochet y a la DINA. Sin embargo, durante muchos meses la investigación del asesinato por el Departamento de Justicia estuvo estancada, atascada en una confusión de pistas falsas, dilación y chapucería intencionada, hasta el momento que la administración Carter dio un giro completo en su política hacia las dictaduras latinoamericanas.

Una vez que Washington decidió que en realidad quería encontrar a los asesinos de Letelier, el ritmo “metódico” de la investigación se aceleró súbitamente. El fiscal federal Eugene Propper, hoy representado como un caza asesinos sincero, dejó de atribuir el asesinato a amantes celosos o a la izquierda y de pronto descubrió la participación de exilados cubanos anticastristas. El descubrimiento decisivo fue la identificación y extradición subsiguiente de un ciudadano estadounidense, Michael Vernon Townley, un residente de Chile por mucho tiempo, quien fue el operativo clave de la DINA en el complot contra Letelier (véase “Pinochet’s the One!”, WV No. 202, 21 de abril de 1978).

Townley, un experto en explosivos con mucho que ocultar, cantó como un gallo a fin de hacer un arreglo con la justicia norteamericana. Su testimonio es detallado e irrecusable. La acusación de quince páginas implica como los principales autores del complot al general Juan Manuel Contreras, ex-jefe de la DINA y mano derecha de Pinochet; al jefe de operaciones de la DINA, el teniente coronel Pedro Espinoza; a un operativo de la DINA, el capitán Armando Fernández, quien entró a los Estados Unidos con Townley con pasaportes diplomáticos falsos para preparar el asesinato. El gran jurado acusó además a cinco cubanos contrarrevolucionarios, miembros de una escuadra de gusanos terroristas entrenados por la CIA que opera desde Miami y New Jersey. Entre ellos se encuentran Guillermo e Ignacio Novo, veteranos de la invasión de Playa Girón, quienes han estado bajo la vigilancia del FBI desde que éstos atacaron con bazucas al edificio de la ONU en Nueva York durante la estadía del “Che” Guevara.

La enumeración de los participantes es amplia, la conexión con la junta y hasta con los compinches de Pinochet es explícita, y se detuvieron en Chile a los tres funcionarios nombrados de la DINA. Dicen los liberales para justificarse que sólo hay que dejar que la justicia siga su rumbo. ¡Nada de eso! Los funcionarios de la DINA están solamente bajo “arresto domiciliario”, y es poco probable que sean entregados sin el anterior desposeimiento de Pinochet. Townley, como observó secamente el Washington Post, ha sido tratado como el testigo clave y no como uno acusado de asesinato, aunque admite haber colocado la bomba que hizo añicos a Orlando Letelier y Ronni Moffitt. A Townley solamente se le acusa de “conspiración para matar”, y a cambio de confesarse culpable de éste único cargo el fiscal y el juez le han prometido una sentencia de entre tres y diez años, ¡con una recomendación previa de concederle la libertad provisional después de solo 40 meses!

A este asesino infame’ se le refiere en Washington hoy como el John Dean de Pinochet, o sea el hombre que “sopló contra la DINA”. A duras penas puede hacerse de Dean un modelo de la rectitud moral, pero hasta éste parece limpio en comparación con Townley. Tanto Townley como su mujer jugaron un papel activo en Patria y Libertad, una organización fascista chilena, en la época cuando ésta recibía una ayuda abundante de la CIA para financiar el sabotaje y la “desestabilización” en contra del régimen de Allende. Llegó al conocimiento público por primera vez en 1973, cuando participó en un ataque de bombas que mató a un sereno en la ciudad de Concepción. Además de ofrecer sus servicios a la DINA, Townley prestó ayuda al FBI en localizar a un gusano ex-agente de la CIA al momento de la visita de Henry Kissinger a Santiago en mayo de 1976.

En artículos anteriores (véase “The Long Arm of the DINA”, WV No. 149, 18 de marzo de 1977) documentamos cómo los hermanos Novo habían estado por años bajo la vigilancia del FBI; cómo los agentes siguieron a los asesinos cubanos a su primera reunión con Fernández y Townley en el English Lobster Club de Miami; que incluso el FBI había tropezado con la reunión en un hotel de Santo Domingo donde fueron discutidos por CORO (la organización contrarrevolucionaria cubana encabezada por Orlando Bosch) los planes del asesinato, junto con otros planes para destrozar un avión comercial cubano (resultando en la muerte de 73 personas). Informamos como el FBI retrasó la investigación: por ejemplo repetidas divulgaciones confidenciales de la misma evidencia “nueva” de una conexión Santiago/Miami, cuyos detalles estaban en mimos del Departamento de Justicia solo días después de haber ocurrido el asesinato.

Últimamente se ha corroborado esta evidencia con el testimonio adicional de los periodistas Ernest Volkman y John Cummings en un artículo aparecido en el Penthouse de julio de 1978. También han ayudado en establecer por qué los investigadores “laboriosos, pero innovadores” no han llegado a la conclusión evidente de que la policía secreta de Pinochet estaba detrás del complot. Rehusando a seguir la pista a la DINA, el FBI primero instruyó a sus agentes a investigar a Isabel Letelier y a cualquier otra mujer que hubiera conocido a Orlando Letelier, para determinar si podía existir el “factor de la mujer resentida”. Luego se ordenó que cazaran a los ex-novios de Ronni Moffitt por si acaso era ella el verdadero blanco, siendo el atacante, según esta versión, un antiguo amante enloquecido por los celos que por casualidad era además un experto en explosivos plásticos C-4. Finalmente les ordenaron seguir la teoría de que el asesinato fue la obra de izquierdistas convencidos de que Letelier les había traicionado. ¡No fue sino después de que Gerald Ford salió del poder que el FBI comenzó a investigar si el asesinato con bombas fue un atentado derechista!

Carter quiere una junta militar de “derechos humanos”

Al día siguiente de la publicación de las inculpaciones por el gran jurado, la Cámara de Representantes norteamericana estaba en un tumulto sobre el insolente dictador latinoamericano que tuvo el descaro de ejecutar a su adversario en territorio yanqui. En un grandioso ademán de indignación sobre la violación de los “derechos humanos”, la Cámara votó regañar a Pinochet y embargar un cargamento de materiales bélicos a Chile hasta que los funcionarios de la DINA fueran entregados. Sin embargo, ya para el 3 de agosto los distinguidos congresistas habían cambiado de opinión, bajo presión de la administración Carter que expresó su inquietud de que la “justicia” sería socavada si se interpretaran las acusaciones como una maniobra políticamente inspirada para derribar el régimen de Santiago.

Evidentemente, es justo de eso de lo que se trata. En efecto, fuentes informadas anotan que la investigación recibió un fuerte empujón a fines del año pasado por el interés personal de Rosalynn Carter después de su regreso de un viaje a Latinoamérica, quien estaba enojada sobre las críticas de que solamente se había codeado con dictadores. Durante su primer año en funciones la administración del Partido Demócrata sólo había presionado a sus dictadores aliados para conseguir unas pocas reformas superficiales (cambiando la sigla a la DINA, amnistías fingidas en Chile, farsa de elecciones acá y allá). El encargado del Departamento de Estado para asuntos latinoamericanos, Terrence Todman, alabó al régimen pinochetista por hacer “progresos” en materia de derechos humanos. Pero no se podía esconder la contradicción flagrante entre la existencia de los campos de concentración y la retórica moralista de Carter, sobre todo en la reunión en Washington de déspotas de la OEA para presenciar la firma del nuevo tratado del canal de Panamá en septiembre de 1977.

A principios de este año Washington dio media vuelta en su política latinoamericana. Todman fue enviado a Madrid y reemplazado por un liberal de “derechos humanos”; el anterior apoyo incondicional de Washington al hombre fuerte nicaragüense Somoza fue cancelado, y se le dio la luz verde a la investigación del caso Letelier. Para la primavera de 1978 se corrían los rumores en Washington que los EE.UU. estaban dispuestos a aprobar un golpe interno dentro de la junta militar chilena. La publicación británica bien informada Latin American Political Report (17 de marzo de 1978), señaló:

“Las acusaciones lanzadas la semana pasada por el líder de Patria y Libertad, Pablo Rodríguez, en Qué Pasa [una revista chilena adicta al gobierno], según las cuales los últimos pasos en el caso Letelier eran parte de un complot de la CIA para desestabilizar al gobierno no eran tan paranoicas como parecían: Pero el presidente Augusto Pinochet ha atraído la ira de la administración estadounidense por su propia intransigencia.”

El reajuste de la política de los EE.UU. pronto empezó a poner presión sobre el régimen pinochetista desde el Interior de las FF.AA. chilenas. En marzo, en el curso de una reunión del consejo de los altos mandos del ejército, 13 generales exigieron la renuncia inmediata del presidente (en contra de 17 que querían concederle varios meses más). Otra novedad fue el nombramiento del general Herman Brady como consejero presidencial a cargo de coordinación con las fuerzas armadas. Se identifica a Brady estrechamente con el Pentágono y se le considera, según Latin American Political Report, como “el candidato favorito [para reemplazar a Pinochet]… un sustituto limpio, sin un historial de’ envolvimiento en la represión o la policía secreta”.

Hasta el momento de su despido repentino por Pinochet a mediados de julio, el más destacado entre los posibles sucesores del dictador chileno había sido el comandante de la fuerza aérea, el general Gustavo Leigh, un miembro de la junta que se empeñó en darse credenciales “democráticas” después de romper con sus antiguos compinches en Patria y Libertad. La destitución de Leigh provocó la renuncia en masa de 19 de los 21 generales de la fuerza aérea en solidaridad con su jefe. Mientras esto le sacó una espina del costado a Pinochet (hacía meses que Leigh estaba tirando desde el escondite al jefe de la junta), la ostentosa demostración de solidaridad indicó que en el interior de las FF.AA. chilenas la opinión estaba lejos de ser unánime.

El descontento dentro de la junta (incluyendo al almirante Merino, otro secuaz del Pentágono) está íntimamente ligado a los signos de oposición cada vez más evidentes de los demócratas cristianos (cuyas campañas electorales de 1964 y 1970 fueron financiadas en gran parte por la CIA, como también lo fueron sus actividades subversivas en contra de Allende). Y cuando salieron las revelaciones sobre el caso Letelier a principios de este año, el prestigioso Mercurio, que tiene toda una historia de abundantes subsidios de la CIA, publicó las fotos que resultaron en la identificación de Townley como uno de los agentes de la DINA que viajó a Washington con pasaporte diplomático falso.

¡Por revolución obrera para aplastar a la junta!

No importa quién reciba la señal de asentimiento de Washington, ni los Estados Unidos ni los opositores burgueses de Pinochet en Chile tienen la menor intención de “desencadenar la democracia” en Santiago. Los EE.UU. claramente empujan una opción castrense reformada, una junta militar con rostro de “derechos humanos”, quizás lustrando el adorno del ex-presidente demócrata cristiano Eduardo Frei. En forma parecida, en Argentina el Departamento de Estado trata de fortalecer la mano de Videla −el jefe de la junta militar y el asesino de masas “moderado”− en vez de oponerse al régimen como tal. Y en este intento de sacarle las castañas del fuego al imperialismo norteamericano, pueden contar con la cooperación de casi la totalidad de la izquierda chilena, desde los partidos comunista y socialista (quienes hoy negocian en voz alta con los democristianos) hasta el MIR. Pero si Washington se sale con la suya y no resulta nada más que una recomposición de los generales, serán los trabajadores y los pobres de Chile quienes pagarán la cuenta.

Irónicamente, hace cinco años estos mismos grupos insistían en que el golpe pinochetista fue cien por cien “Made in U.S.A.” En aquel entonces se esforzaban en ocultar su propia complicidad en el apoyo de la coalición burguesa de Allende, buscando alianzas con los democristianos golpistas y fomentando ilusiones en los oficiales “constitucionalistas” tales como Pinochet. Hoy día estos reformistas “realistas” se plegarán tan pronto como la Casa Blanca dé las órdenes, esperando que el Tío Sam “democrático” gane la contienda en beneficio de ellos. Así que para estos seudomarxistas el imperialismo no es nada más que una injuria, o a lo más una política exterior.

¿Y cuál es este faro de “derechos humanos” en las Américas? Es el mismo imperialismo yanqui que proveyó el dinero y las armas para asesinar el general René Schneider en 1970 en espera de provocar un golpe del ejército para impedir la subida de Allende al poder. Es la misma potencia que financió a los fascistas de Patria y Libertad. El mismo régimen que organizó el acaparamiento de víveres, el tráfico en divisas, el “paro” paralizador de los camioneros, y las manifestaciones contrarrevolucionarias “de las ollas” de las amas de casa para desestabilizar al gobierno elegido de la UP y “hacer gritar a la economía chilena”. Es el mismo gendarme reaccionario que colaboró a cada paso con el golpe pinochetista en 1973. Es éste quien les canta las jugadas a los democristianos chilenos y en quien confía hoy día la izquierda reformista.

Mientras el comité selecto del Senado norteamericano encargado de investigar las agencias de espionaje descubrió cantidades de pruebas de la subversión instigada y financiada por los EE.UU. en Chile, todavía, se trata de ocultar el alcance de la intromisión estadounidense. El 10 de agosto el Washington Post informó que, en interés de la “seguridad nacional”, tres de los seis cargos formulados en contra del antiguo director de la ITT Edward Gerrity habían sido retirados. Gerrity fue acusado de perjurio al negar el papel que su compañía desempeñó tratando de sobornar las elecciones chilenas de 1970. En efecto. Los cargos restantes también pueden ser retirados para proteger los secretos gubernamentales: un vocero del Departamento de Justicia anotó que “casos como éste están bajo repaso constante”.

Desde el momento del asesinato de Letelier insistimos en la culpabilidad de la DINA pinochetista. Y es halagüeño que por fin se haya logrado un poco de justicia. Pero advertimos contra toda confianza en el estado imperialista estadounidense, evidentemente involucrado en el asunto:

“¡Exigimos que los asesinos de Orlando Letelier sean detenidos y procesados, pero expresamos nuestra falta absoluta de confianza en la burguesía norteamericana para hacerlo! Denunciamos igualmente la complicidad del gobierno norteamericano en este asesinato odioso: ¿Cómo es posible que los asesinos a sueldo de Pinochet puedan ejecutar con impunidad su nefasta obra sanguinaria en las calles de Washington? La respuesta es patente.

“La clase obrera mundial debe dar un fuerte clamor de protesta en contra del asesinato brutal de Orlando Letelier. ¡Ni un centavo de ayuda a la junta militar! ¡Boicot laboral de todo cargamento con rumbo a, o proveniente de Chile! ¡El asesinato de Orlando Letelier será vengado por la revolución proletaria para aplastar a la ensangrentada dictadura pinochetista!

− “Pinochet Asesino! Orlando Letelier Murdered”, WV No. 126. 24 de septiembre de 1976

Quienes acuden a los imperialistas “democráticos” para derrumbar al régimen pinochetista dieron un grito de alegría cuando el 2 de agosto la Cámara de Representantes estadounidense votó el embargo de armas con destino a Chile. Pero al día siguiente sus gritos se callaron cuando los liberales volubles revocaron la medida, cediendo a las órdenes de Carter. Esto debe servir como lección de la imposibilidad de depender del enemigo de clase para defender a los oprimidos y explotados. En contraste la tendencia espartaquista destaca la acción de los obreros portuarios de San Francisco, quienes en junio de este año señalaron el camino a seguir para la solidaridad proletaria con las masas chilenas al boicotear un cargamento de piezas de bombas a la junta sangrienta (véase “ILWU Stops Bombs to Chile”, WV No. 210, 3 de junio de 1971). Es por medio de acciones auténticamente internacionalistas, tales como ésta, y la construcción de un partido trotskista revolucionario de vanguardia en Chile en una lucha encarnizada con los reformistas estalinistas y socialdemócratas quienes abrieron el paso al desastre del 11 de septiembre, que la clase obrera chilena se levantará de nuevo.

¡Vengar a Orlando Letelier! ¡No una junta militar de “derechos humanos” Made in U.S.A., sino revolución proletaria para aplastar al régimen de terror en Chile!

¡EE.UU. fuera de Panamá ahora!

¡EE.UU. fuera de Panamá ahora!

[Extracto de Workers Vanguard No. 203, 28 de abril de 1978. Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]  

Con el despertar de un apoyo de masas a los grupos de “extrema izquierda” debido a su agitación en contra de los tratados imperialistas, la cuestión de su posición hacia el régimen Torrijos se convierte en un tema clave. En varios artículos la LSR [Liga Socialista Revolucionaria] y sus dirigentes (entre ellos Miguel Antonio Bernal, quien fuera deportado del Panamá y ha estado en el exilio durante los dos últimos años como conocido opositor de izquierda al régimen) han puesto en claro que se niegan a darle apoyo político a Torrijos, aunque quedan en una posición difícil debido a sus simpatías simultáneas por el régimen castrista que alaba al dictador panameño por “antiimperialista”. Sin embargo, el ala del S. U. agrupada alrededor de Nahuel Moreno del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) argentino, sostiene que es necesario “apoyar a Torrijos en las negociaciones actuales” (artículo enRevolución Socialista No. 66, 10 de marzo, de 1977 del Bloque Socialista colombiano, reproducido en la Revista de América morenista de mayo de 1977).

El apoyo morenista a Torrijos es de carácter explícitamente político y de largo alcance. En el mismo artículo llaman a “apoyar la política nacionalista de Torrijos”, y declaran que él es “el representante de la lucha por la recuperación del canal”. Esto es respaldado por el siguiente análisis:

“Si bien somos conscientes del carácter burgués del gobierno de Torrijos, debemos tener presente el carácter progresivo de su enfrentamiento al imperialismo ….

“El enemigo fundamental de las masas panameñas es en este momento el imperialismo y no Torrijos.”

He aquí la teoría estalinista de la “revolución por etapas” en su versión más florida. El citado artículo tiene tantas referencias al “enemigo principal” que parecería haber sido escrito por un maoísta.

En un artículo posterior (Revista de América, junio-julio de 1977) los morenistas caracterizan a Torrijos como un “bonapartista sui generis” y añaden que el regimen “enfrenta en forma parcial y limitada al imperialism…. La máxima prueba de ello es que Torrijos es el primer gobernante en toda la historia de Panamá que denuncia el tratado que adjudicaba a perpetuidad al canal y su zona al imperialismo yanqui.” Esta afirmación es particularmente ridícula dado que la cláusula “en perpetuidad” fue eliminada del tratado del canal en I 936-en respuesta a la agitación nacionalista entre las masas panameñas-por no otro que el comandante.en jefe imperialista norteamericano Franklin D. Roosevelt. Aparentemente esto indica que él es un bonapartista verdaderamente sui generis.

Es casi imposible hablar aun de un seudotrotskismo al referirse a esta tendencia, que dice que en “Bolivia bajo Torres, Chile bajo Allende y Perú bajo Ve lasco” era igualmente necesario dar apoyo político “crítico” a los “bonapartistas sui generis” en contra de los imperialistas. La lección de Chile era de que el frente l’0pular de Allende preparó el camino a la victoria de la junta sangrienta al atar a los trabajadores a los sectores “antiimperialistas” de la burguesía. Moreno y Cía. reproducen frente a Torrijos la política del MIR con respecto al la UP de Allende en Chile… 

La lucha contra el peronismo

La lucha contra el peronismo

[Extracto de Workers Vanguard No. 24, 6 de julio de 1973.  Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982] 

El grupo Moreno y el peronismo “de izquierda”

El mayor grupo argentino que se reclama del trotskismo es el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) dirigido por Nahuel Moreno. La tendencia Moreno existe desde fines de los años 40, y por lo menos desde 1952 en adelante ha mostrado las características fundamentales del pablismo clásico. Pablo abandonó la lucha por la construcción de partidos trotskistas independientes: a principios de los años 50, él fabricó la teoría objetivista según la cual el estalinismo se vería “forzado” a tomar medidas revolucionarias y por consiguiente los revolucionarios debían sumergirse en los partidos obreros predominantes. En América Latina este revisionismo fue llevado a un nivel aun más “elevado” cuando Pablo dió instrucciones al POR [Partido Obrero Revolucionario] boliviano a que entrara en el MNR [Movimiento Nacionalista Revolucionario] pequeñoburgués nacionalista, que de ningún modo era un partido obrero.

En Argentina el grupo Moreno se había enfrentado al peronismo hasta 1952 cuando rechazó esta posición calificándola de “sectaria”. Después de esta fecha “nos consideramos una parte ‘de facto’ del frente antiyanqui del peronismo” (cita de un “apologista de Moreno” en Workers’ Press, 14 de abril de 1972). Según la misma fuente, “nuestra innovación consistió en que por primera vez un grupo marxista entró en un partido burgués.” ¡La sumersión en este partido burgués duró doce años! 

Después de la “Revolución Libertadora” de 1955, Moreno formó el Movimiento de Agrupaciones Obreras (MAO) y publicó la revista Palabra Obrera, que se presentaba como el “órgano del peronismo obrero revolucionario” publicado “bajo la disciplina del Gral. Perón y del Consejo Superior Peronista” (¡!).

En las elecciones de 1958, Palabra Obrera aun cuando se opuso inicialmente al voto por el radical burgués Frondizi, finalmente se decidió por “salvar la unidad activista” exhortando a “votar por el gorila Frondizi” (Avanzada Socialista, 9 de mayo de 1973). Durante este mismo periodo el grupo Moreno sostenia relaciones estrechas con un grupo de dirigentes peronistas de izquierda de las “62 organizaciones'” (de los cuales el más prominente era Loholaberry) que habían ganado influencia durante la resistencia que siguiera al golpe de 1955. Unos afios después, este mismo Loholaberry colaboraba directamente con la brutal dictadura antiobrera de Onganía.

Después de 1964, cuando Palabra Obrera se fusionó con el grupo castrista FRIP, Moreno cambió de campo y se puso el disfraz de guerrillero (ver “Guevarismo vs. socialdemocracia en el S.U.”, en este cuaderno). Aunque ganó cierta influencia como resultado del trabajo de masas con los trabajadores azucareros de Tucumán, una vez más en alianza con los “peronistas combativos” de la dirección de FOTIA, el grupo Moreno mismo no se lanzó a la guerra de guerrillas. Cuando algunos de los miembros del grupo empezaron a presionar por la realización del programa, Moreno escindió el grupo.

El trabajo sindical del grupo Moreno ha tenido consistentemente un carácter sindicalista, rehusándose a politizar las luchas espontáneas de la clase. En las huelgas generales de finales de 1970 exigia una huelga general indefinida, por el aumento inmediato de salarios, por el fin al estado de sitio y el reconocimiento de todos los partidos politicos y por la formación de asambleas de fábrica para dirigir la huelga (La Verdad, 10 de noviembre de 1970). No llamó por un gobierno obrero, ni abogó por la formación de un comité nacional de huelga para dirigir la movilización. En forma similar, el llamado del PST (en ese entonces PSA) por una lista de trabajadores en las últimas elecciones no ofrecía ningún criterio programático. Sus llamados se dirigían a destacados militantes locales asociados con el Partido Comunista, peronistas de izquierda o sindicalistas, y la demanda, principal era por una lista electoral [¡del justicialismo, el brazo electoral burgués del peronismo!] cón un 80 por ciento de trabajadores y un “programa obrero” no especificado.

Desde las elecciones de marzo, su fallo en no presentar una alternativa clara a los peronistas se ha convertido en un peligro real. A finales de mayo, el PST asistió a una reunión con Cámpora que según el mismo PST, “fue un gran encuentro de los partidos y organizaciones patronales argentinos para ofrecer su apoyo a las proeuestas de Cámpora.” La posición del PST era que todas las acciones del gobierno en favor de los intereses obreros recibirían apoyo crítico. “Sin confundir las banderas, podrá contar, Dr. Cámpora, con nuestra solidaridad proletaria” (Avanzada Socialista, 30 de mayo-6 junio de 1973). Cámpora y Perón se preparan para aplastar a los “trotskistas” ¡y el dirigente del PST Juan Carlos Coral brinda el apoyo crítico del PST a las medidas positivas del gobierno Cámpora!

La Revolución China

La Revolución China

por Ted Grant

Primera impresión en Socialist Appeal, enero 1949. Copiado de http://www.tedgrant.org/espanol/1949/revolucion-china.htm

Con el espectacular avance del Ejército Rojo chino, los diplomáticos del Departamento de Estado estadounidense y del Foreign Office británico están discutiendo seriamente la posibilidad del colapso total del régimen de Chiang Kai-Shek. Toda la prensa capitalista escribe artículos sombríos sobre la perspectiva de que el norte de China, pasando por el centro hasta el Yangtse, caiga bajo el dominio estalinista.

En tres años hemos tenido el colapso del imperialismo japonés, el Ejército Rojo ha conquistado Manchuria y la mayor parte del norte de China. La capital china, Nanking, junto a la ciudad más rica de China, Shangai, que cuenta con una población de cinco millones de personas, están cayendo rápidamente bajo el dominio del Ejército Rojo. El territorio que dominan ya los estalinistas tiene una población superior a los 170 millones de personas.

Los capitalistas británicos, con unas inversiones en China que ascienden a 450 millones de libras, están consternados ante la perspectiva de perder este terreno de inversión tan lucrativo. El imperialismo estadounidense, cuya esfera de influencia china decayó con el despertar de otras potencias imperialistas durante la guerra, ha dado al gobierno del Kuomintang una ayuda valorada en 3.000 millones de dólares, un intento inútil de salvaguardar China para la explotación imperialista.

Pero los imperialistas estadounidenses ahora se dan cuenta de que conceder más ayudas simplemente significa tirar el dinero. Con todas las ventajas y técnicas militares a su favor, en las primeras etapas de la guerra civil que siguió a la guerra mundial, el Kuomintang ha sufrido una derrota tras otra. El régimen del Kuomintang, bajo el dominio dictatorial de Chiang Kai-Shek, representa a los terratenientes feudales y a los capitalistas. Está controlado por una camarilla militar completamente corrupta que oprime a los trabajadores y campesinos, y que al mismo tiempo saquea a sus maestros.

Chiang Kai-Shek llegó al poder después de la derrota de la revolución china de 1925-27, donde jugó el papel de principal carnicero de la clase obrera. Lo consiguió gracias a la política de Stalin y Bujarin, y a la dirección del Partido Comunista Chino. Su política entonces fue la de formar un bloque con los terratenientes, capitalistas y señores de la guerra feudales chinos, supuestamente para defender la lucha contra el imperialismo. En consecuencia, sabotearon los intentos de tomar las fábricas de los trabajadores y los intentos de los campesinos de ocupar las tierras. Un ministro de trabajo “comunista” saboteó las huelgas y castigó a los huelguistas. Un ministro de agricultura “comunista” ordenó disparar a los campesinos que intentaban tomar la tierra.

La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang capitalista como sección simpatizante. En La Tercera Internacional después de Lenin, Trotsky en una nota explica el papel de los estalinistas:

“La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang como partido simpatizante a principios de 1926, aprobado por el Politburó del PCUS, con el único voto disidente de Trotsky. Hu Han-min, el dirigente de derechas del Kuomintang, participó en el Sexto Pleno de la ECCI, en febrero de 1926, como delegado fraternal del Kuomintang. Shao Ki-tze, un secuaz de Chiang Kai-Shek, asistió como delegado fraternal al Séptimo Pleno, ECCI, noviembre de 1926. (Minutes. Edición alemana. pp. 403f. Londres. 1936).

El 21 y 22 de marzo de 1927 los trabajadores de Shangai tomaron la ciudad. Chiang inmediatamente comenzó los preparativos para masacrarles. Conspiró con los imperialistas para aplastar a los trabajadores.

En lugar de preparar la lucha, los estalinistas apoyaron plenamente a Chiang. El órgano oficial de la Comintern,International Press Correspondence, edición francesa, 23 de marzo de 1927 página 443 decía: “Lejos de dividir, como dicen los imperialistas, el Kuomintang sólo ha fortalecido sus filas”.

El 30 de marzo escribían:

“Por ahora está completamente excluida una escisión en el Kuomintang y las hostilidades entre el proletariado de Shangai y los soldados revolucionarios ya que el propio Chiang Kai-Shek ha declarado que acataría las decisiones del partido… Un revolucionario como Chiang Kai-Shek no descansará, como les gustaría creer a los imperialistas, hasta llegar a Chang Tao-lin (el norte militarista) para luchar por el movimiento de emancipación…”.

Chiang empezó a organizar un golpe, masacró a la flor y nata de los trabajadores, ilegalizó los sindicatos, las organizaciones campesinas, el Partido Comunista y privó a las masas de todos sus derechos.

Las masas fueron completamente derrotadas y los remanentes de la dirección china del Partido Comunista huyeron a las zonas campesinas, y ahí intentaron organizar una guerra campesina.

El ejército campesino

La lucha guerrillera vomitó dirigentes con un genio militar notable. Mao Tse Tung, Chu The [1] y otros, consiguieron escapar de las poderosas fuerzas militares que el Kuomintang había lanzado tras ellos. A pesar de la línea política equivocada que llevó a desastres sucesivos, en una de las hazañas militares más destacadas de la historia mundial, Mao dirigió desde el centro y sur de China una retirada de 6.000 millas hacia las montañas próximas a Yenan, donde se creó una república “soviética”. Allí, a pesar de todos los esfuerzos del régimen de Chiang por expulsarles, consiguieron mantenerse y repeler un ataque tras otro. El secreto de su éxito fue la división de la tierra entre los campesinos de esta pequeña región que contaba con una población de diez millones de personas.

En el período entreguerras el régimen de Chiang acumuló cada vez más cargas sobre los hombros de los trabajadores y campesinos. En algunas zonas los funcionarios locales corruptos cobraban impuestos a los campesinos con ochenta años de anticipación.

Había un despilfarro constante de riqueza en gastos militares y el débil régimen del Kuomintang demostró ser incapaz de llevar a cabo una lucha revolucionaria contra las incursiones del imperialismo japonés.

El régimen de Chiang se dedicó a implantar una política de terror y robo. En dos décadas degeneró completamente de arriba a abajo y perdió prácticamente la mayor parte del apoyo que tenía entre la clase media.

Después del colapso de Japón, con cierta ayuda del Ejército Rojo en Manchuria que ayudó a los estalinistas a capturar las municiones japonesas, una gran parte de Manchuria y del norte cayó en manos de los estalinistas. El Ejército Rojo chino había llevado a cabo una guerra de guerrillas contra el militarismo japonés durante la guerra y después del colapso japonés se quedó en una posición estratégica para capturar algunas zonas del país. Incluso durante la guerra la principal preocupación de Chiang era el peligro social en casa ¾ cómo ocuparse de los estalinistas y los trabajadores¾ , no estaba claro que Japón cayera derrotado y es bastante probable que hubiera capitulado y llegado a un compromiso con el imperialismo japonés.

Un régimen moribundo

El imperialismo estadounidense ayudó a Chiang con municiones y otros suministros, incluso con la intervención militar directa en el trasporte de tropas del Kuomintang a Manchuria y el norte de China, en concreto la flota y fuerza aérea estadounidenses. Chiang al principio consiguió algunos éxitos, pero todo fue en vano. Estaba al mando de un régimen moribundo más arcaico que incluso el régimen zarista ruso. El régimen estaba tan corrompido que una gran parte de los suministros eran vendidos por los funcionarios a los ejércitos estalinistas a cambio de oro, los ministros y funcionarios del gobierno de Chiang se quedaban con una gran parte de los dólares que EEUU enviaba para la guerra. Sólo una pequeña parte de los suministros y municiones llegaban a las tropas nacionalistas que se encontraban en el frente.

Los oficiales del ejército intrigaban entre sí, como ocurre en todos los regímenes condenados. Chiang, por ejemplo, privó de municiones al general Fu Tso Yi, el único general destacado que realmente tenía capacidad en el ejército nacionalista, por temor a que pudiera sustituirle. A los generales les superó la estrategia y las tácticas del Ejército Rojo.

Las cuestiones sociales

Sin embargo, la razón principal para la victoria de los estalinistas chinos en seguida las abordó Mao Tse Tung: las cuestiones sociales. La “tierra para los campesinos”, como en la Revolución Rusa, fue el toque de difuntos para los terratenientes feudales y su régimen corrupto. En gran medida los estalinistas chinos han realizado una revolución agraria. Esa es la diferencia significativa entre la lucha de 1927 y la actual. Esta cuestión es la responsable del desvanecimiento de los ejércitos que Chiang intentó utilizar para aplastar la rebelión agraria. Los ejércitos de Chiang estaban formados por campesinos —en realidad los campesinos más pobres— que no tenían dinero suficiente para escapar del servicio militar sobornando a los oficiales.

Incluso el News Chronicle (11/12/1948) tiene que admitir lo siguiente:

“Existente descontento entre las filas del ejército nacionalista. Los soldados rasos de Chiang reciben cinco peniques al mes.

En algunas aldeas a los reclutas se les ata en el camino que va hacia los barracones y cuando viajan en tren las puertas de los vagones están selladas para que no puedan escapar”.

Naturalmente desertaban con sus armas y cuando se encontraban con el programa agrario de los estalinistas desertaban divisiones militares enteras.

El programa agrario estalinista

En la conferencia nacional agraria del Partido Comunista Chino celebrada el 13 de septiembre de 1947 se propuso una ley agraria que incluía los siguientes puntos:

“Artículo 1º. Abolición del sistema agrario de explotación feudal y semifeudal. Se establece el sistema agrario de ‘tierra para el campesino’.

Artículo 2º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los terratenientes.

Artículo 3º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los santuarios ancestrales, templos, monasterios, escuelas, instituciones y organizaciones.

Artículo 4º. Cancelación de todas las deudas contraídas en el campo antes de la reforma del sistema agrario”.

El artículo 10º afectaba directamente a los soldados e incluso a los oficiales del Kuomintang y dice lo siguiente:

“Sección c. A todo el personal de los Ejércitos Populares de Liberación, gobiernos democráticos y a todas las organizaciones populares que vivan en el campo se les entregará tierras y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos y sus familias.

Sección d. Los terratenientes y sus familias recibirán tierra y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos.

Sección e. Las familias de los oficiales y soldados del Kuomintang, militantes del Partido Kuomintang y otro personal enemigo que vivan en las zonas rurales, recibirán tierra y propiedades equivalentes a las de un campesino”.

Uno de los hechos más destacados de la situación china es la relativa pasividad de la clase obrera. Es verdad que como resultado del colapso de los ejércitos de Chiang estallaron huelgas en las grandes ciudades: Shangai, Cantón, Hankow y Nanking, a pesar de las condiciones represivas. Sin embargo, está claro que cuando los estalinistas avancen hacia las grandes ciudades del Yangtse, los trabajadores, debido a la ausencia de una alternativa de masas, sólo podrán reunirse alrededor de su bandera. Los trabajadores nunca apoyarán al régimen de Chiang Kai Shek.

Todo trabajador socialista apoyará con entusiasmo la destrucción del capitalismo feudal en esta importante zona de Asia, incluso aunque se lleve a cabo bajo la dirección del estalinismo. Sus implicaciones a largo plazo son tan importantes como la propia Revolución de Octubre. No se puede hacer un análisis mejor del cuadro sombrío al que se enfrenta la clase capitalista mundial que el realizado por la editorial del periódico The Times (10 de noviembre de 1948):

“En el mejor de los casos sólo anuncia una cosa (en ese momento los nacionalistas controlaban Hsuchow pero después cayó), después de meses de conquistas la correlación de fuerzas militar, industrial e ideológica han cambiado hacia el lado comunista. Su control de grandes zonas del norte y el centro de China tiene un significado mucho más profundo que la invasión japonesa de hace diez años, los comunistas —ayudados por Rusia porque eran y son marxistas— han armado y organizado a las fuerzas revolucionarias nativas. En cuanto a su inmensidad y alcance también es probable el actual levantamiento tenga consecuencias comparables a las que tuvo la Revolución Rusa de 1917. Cuanto mayor sea el éxito de los comunistas chinos mayor será su influencia y mejor será el momento para tener un éxito importante. Los largamente acariciados planes soviéticos de trasladar a los millones de campesinos atrasados de Asia a la zona que abarca desde el Oder a Sakhalin recibirían un gran impulso.

… Pueden agitar al campesinado utilizando sus divisiones y han conseguido ganar el apoyo del campesinado expropiando a los terratenientes y distribuyendo la tierra. Cuanto más prosperen las reformas agrícolas de los comunistas obviamente menos tendrán que recurrir a las grandes ciudades para la alimentación; la comida se encuentra fundamentalmente en las zonas rurales.

En algunas regiones se ha ejecutado o encarcelado a aquellos oficiales que son anticomunistas; en otras se ha mostrado tolerancia con los pequeños cambios de la forma tradicional de vida. Los empresarios sólo han tenido la elección de quedarse o abandonar. Esta muestra de tolerancia parece ser la política de Mao Tse Tung, un dirigente comunista muy astuto. Sus escritos y discursos le presentan como un marxista inquebrantable, pero hay que reconocer que el análisis de Marx sobre las posibilidades de la revolución en la Europa industrial del pasado siglo no se puede aplicar estrictamente en el estado agrícola o primitivo en el que se encuentra la mayor parte de China. Parece haber decidido alcanzar su objetivo comunista en dos etapas. La primera debe ser un sistema de relativo libre comercio, similar a la Nueva Política Económica que Lenin introdujo después del fracaso inicial del comunismo militante en Rusia. Él pretende encontrarse ahora en esta etapa y espera, con éxito, no sólo ganar a los campesinos, sino también mitigar los temores de muchos habitantes de las ciudades. En segundo lugar, cuando la primera etapa se haya cumplido, pretende dar un paso más hacia el socialismo marxista”.

Las referencias al marxismo y la política comunista de Mao son por supuesto falsas. La política del estalinismo en Rusia, Europa del Este y China ha sido etiquetada de marxista por los actuales periodistas capitalistas. Pero se trata de una perversión del marxismo. Sin embargo para The Times parece que la táctica de los estalinistas chinos será similar a la utilizada por los estalinistas en Europa del Este.

Dos caras de la misma moneda

Al mismo tiempo que se apoya la destrucción del feudalismo en China, hay que insistir en que debido a la dirección de los estalinistas de este proceso sólo una saldrá horrible caricatura de la concepción marxista. No es una verdadera democracia, sino un régimen totalitario tan brutal como el de Chiang Kai Shek. Como ha ocurrido con los regímenes de Europa del Este, Mao verá en Rusia a su modelo. Sin duda, conseguirá un tremendo avance económico. Pero las masas, tanto obreras como campesinas, serán esclavizadas por la burocracia.

Los estalinistas están incorporando a su régimen a militaristas ex-feudales, elementos capitalistas y oficialidad burocrática de las ciudades que ocuparán puestos de privilegio y poder.

Sobra la base de una economía atrasada la diferenciación a gran escala entre los campesinos (como después de la Revolución Rusa durante el período de la NEP), ayudada por el fracaso de la nacionalización de la tierra, los elementos capitalistas presentes en el comercio e incluso en la industria ligera, podrían servir de base para la contrarrevolución capitalista. Se debe tener en cuenta que en China, debido a su mayor atraso, el proletariado es más débil con relación al campesinado que en Rusia durante la NEP. Incluso en Checoslovaquia y otros países de Europa del Este, donde los elementos capitalistas eran relativamente más débiles, el peligro de giro capitalista existió durante un tiempo. El hecho de que los trabajadores y los campesinos no tengan ningún control democrático y que la tiranía totalitaria se haya impuesto a la barbarie asiática y crueldades del antiguo régimen, provoca la existencia de esta posibilidad. Sin embargo, parece probable que los elementos capitalistas sean derrotados debido a la tendencia histórica a la decadencia del capitalismo mundial. La impotencia del imperialismo mundial se puede ver en que mientras intervino directamente contra la Revolución China de 1925-27, hoy ve impotente el colapso del régimen de Chiang.

Sin embargo, es bastante probable que Stalin tenga en sus manos a un nuevo Tito. Los comentaristas capitalistas astutos ya están especulando sobre esta posibilidad, aunque sólo les proporcione un gélido alivio. Mao tendrá una base poderosa en China, con sus 450-500 millones de habitantes y sus recursos potenciales, y con el apoyo indudable de las masas con el que contará su régimen en las primeras etapas. Así que los nuevos conflictos y enfrentamientos serán de ayuda para que la clase obrera mundial comprenda la verdadera naturaleza del estalinismo.

NOTAS

[1] Chu Teh se unió al PC chino (PCCh) en 1922. Sus fuerzas militares se unieron con las de Mao Tse Tung en 1928. Chu se convirtió en el principal líder militar del PCCh en marzo y la guerra civil contra Japón.

La Verdad sobre Moreno

La Verdad sobre Moreno

(Introducción a la edición en inglés)

Traducido del folleto Moreno Truth Kit [La Verdad Sobre Moreno], noviembre de 1979. Reproducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982

La expulsión de 60 “trotskistas éxtranjeros” de Nicaragua por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en agosto de 1979 fue motivo de titulares en la prensa mundial. Los deportados (ya más de 100) eran dirigentes de la Brigada Simón Bolívar, organizada por la Fracción Bolchevique (dirigida por Nahuel Moreno) del mal llamado “Secretariado Unificado de la IV Internacional” (S. U.). Así que cuando el S. U. no sólo no protestó sino que respaldó esta represión por un gobierno burgués, causó una conmoción en esta parodia camarillesca de la IV Internacional de Trotsky (actualmente embarcada en la preparación de su “XI Congreso Mundial”). La revelación posterior (ver “Did Camejo Turn Them In?” en Workers Vanguard No. 242, 26 de octubre de 1979) de que dirigentes del SWP norteamericano puedan haber sido cómplices en la deportación (y tortura por la policía panameña) de sus “compañeros” morenistas, sólo pudo reforzar el creciente impulso hacia la ruptura del S. U.

Estas circunstancias han contribuído a darle a Moreno y Cía. una reputación de militancia. Pero durante muchos años, esta corriente ha estado en la extrema derecha del pretendido trotskismo mundial. He aquí el hombre que en Argentina a principios de los años 50 ayudara a formar un partido “socialista” peronista-un ala izquierda del populismo burgués. Este es el famoso Moreno que a mediados de los años 60 escribiera que la abortada organización castrista “OLAS … es el único vehículo organizacional para el poder” en América Latina. Sin ‘embargo, en 1974 Moreno respaldaba al criminal régimen peronista contra los guerrilleros de izquierda (a los cuales se refirió escandalosamente como “la réplica” de la AAA [Alianza Anticomunista Argentina] y otros terroristas ultraderechistas). Es el mismísimo Nahuel Moreno (alias Hugo Bressano) cuyas trampas financieras son legendarias en la izquierda latinoamericana: desde, según se afirma, huir con dineros destinados a la organización campesina de Hugo Blanco en los años 60, hasta recaudar fondos para financiar su Brigada Simón Bolívar mediante la venta de “Bonos Sandinistas” carentes de valor alguno.

Nahuel Moreno es un cínico artista transformista cuyas actuales posiciones políticas tienen poca (y frecuentemente ninguna) relación con las anteriores o con las que están por venir. Sus posturas “izquierdistas” son frecuentemente copias al carbón de otras tendencias (entre ellas la nuestra, tal como su tardío descubrimiento del “eurotrotskismo” de Ernest Mandel y Cía.). Y su aparente ortodoxia en cuestiones doctrinales se combina con traiciones “tácticas” tan desvergonzadas como para dejar pasmados hasta a los habitantes del pantano del S. U. Pero el sujeto es peligroso. En momentos en que el S. U. apuñala en la espalda a sus compañeros en Nicaragua, incluso arreglando su expulsión por las autoridades burguesas, y dirige a militantes iraníes a la matanza a manos del clerical-feudalismo de Jomeini, todo sincero aspirante al trotskismo buscará una respuesta revolucionaria a la traición de Mandel y del SWP. Y es nuestro deber como revolucionarios advertir al movimiento obrero contra el fraude de Nahuel Moreno y su “Fracción Bolchevique”. Ese es el propósito de este cuaderno, La Verdad sobre Moreno.

¡Ojo entonces! Este sujeto es un aventurero cínico, un camaleón político y un estafador. Y adviertan también que ha sido la tendencia espartaquista internacional quien ha puesto al descubierto consistentemente a Moreno y Cía. Al mismo tiempo que indicamos el camino hacia el renacimiento de una IV Internacional auténticamente trotskista.

noviembre de 1979

OCI/Moreno: Nicaragua ocasiona un noviazgo de conveniencia

OCI/Moreno:

Nicaragua ocasiona un noviazgo de conveniencia

Traducido de Workers Vanguard No. 242, 26 de octubre de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 11, diciembre de 1982.

Los sucesos en Nicaragua han echado a girar furiosamente al carusel del Secretariado Unificado (S.U.), dando lugar a un enlace inesperado. Repentinamente la Organisation Communiste Internationaliste francesa (OCI) de Pierre Lambert está haciendo un frente común con la Fracción Bolchevique (FB) de Nahuel Moreno. Hasta ayer un observador fortuito habría dicho que lambertistas y morenistas estaban en lados opuestos del arco seudotrotskista, sin nada en común. Por estos días la FB ha reclamado el flanco izquierdo del S.U. mientras que la OCI parece una parodia socialdemócrata químicamente pura del trotskismo. Sin embargo, ahora se unen para elogiar a la Brigada Simón Bolívar (BSB), recientemente expulsada de Nicaragua por el victorioso Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y para denunciar a la “reconstituida” (pero no muy estable) mayoría del S.U. dirigida por Ernest Mandel y Jack Barnes. Por ahora, pero no mañana, pues este, putrefacto bloque de los más podridos sólo podrá tener el término medio de vida de un mosquito.

En una reunión tempestuosa del S.U. el fin de semana del 30 de septiembre de 1979, éste aprobó una serie de resoluciones que constituyen una liquidación total de cualquier presencia y línea política independientes en Nicaragua, en aras de una subordinación completa al Frente Sandinista pequeñoburgués. La Brigada Bolívar dirigida por los morenistas fue condenada sin ambages y le advirtieron a la Fracción Bolchevique que si no dejaba de funcionar como una “fracción pública”, sería expulsada. Una resolución política extensa, “Nicaragua: revolución en marcha” truena contra “una huida precipitada hacia el ultra-izquierdismo” e intentos de “forzar en forma aventurera el ritmo de la lucha de clases”, al mismo tiempo que rechaza los llamados a romper con la burguesía como una “tentación sectaria para aplicar un esquema abstracto” (Intercontinental Press, 22 de octubre). Concluye con un llamado a todos los partidarios del S.U. a actuar “como militante leal de la organización que encabezó el derrocamiento de Somoza” ― es decir, que disuelvan sus organizaciones, se adhieran al FSLN, se callen y obedezcan las órdenes de los líderes sandinistas.

Como respuesta a esta traición Moreno presentó una contrarresolución condenando al S.U. por su negativa a expresar siquiera una solidaridad elemental con sus propios “compañeros” enfrentados con la represión del gobierno burgués nicaragüense. Esta resolución de la Fracción Bolchevique “RECHAZA estas medidas, que violan todas las reglas del centralismo democrático,” y pide a los militantes que “impidan la celebración de un congreso mundial antidemocrático”. La amenaza de una escisión antes del “XI Congreso Mundial” del S.U., proyectado para noviembre, estaba clara. Además de la FB, también votaron por esta resolución los miembros de la Tendencia Leninista-Trotskista (TLT). (La TLT es una agrupación de antiguos partidarios de la Fracción Leninista-Trotskista ―dirigida por el Socialist Workers Party norteamericano― quienes después de la disolución de la FLT por el SWP en 1977 querían continuar la lucha fraccional contra la mayoría del S.U. bajo Mandel, y que luego se alinearon políticamente a grosso modo con los lambertistas.)

Inmediatamente después de la explosión en Bruselas, los representantes de la TLT y de la FB celebraron una reunión privada con la dirección de la OCI, quienes luego en forma provocadora publicaron esta noticia en su informe público (Lettre d’Informations Ouvrieres, 10 de octubre de 1979) junto con varios documentos internos del S.U. (“sacados de un expediente que nos facilitó el camarada Moreno”). El informe apoya políticamente a la Brigada Simón Bolívar y a la FB quienes intentan “ayudar a las masas a desarrollar sus propias organizaciones,” mientras que el periódico de la OCI, Informations Ouvrieres del 6 de octubre, anuncia que negarse a defender el derecho de la BSB a permanecer en Nicaragua sería lo mismo que unirse con “los liquidadores de la IV Internacional” (durante el mes y medio anterior a este anuncio no había mención alguna sobre el asunto en el semanario IO). Así pues se ha sellado el bloque, al menos para estropear conjuntamente al SWP y a Mandel, mientras que los anteriores intentos por la OCI de unirse al S.U. han sido aparentemente aplazados. Lambert estaba maniobrando para hacer estallar al S.U. y ahora que está por darse una escisión, sencillamente ha apostado por Moreno como su mejor chance.

¿Hacia la izquierda o la derecha en Nicaragua?

Frente a la imperdonable aprobación por el SWP de la represión antiobrera del Frente Sandinista, y a su alianza con la “burguesía antisomocista” en un gobierno capitalista, y en contraste a la claudicación más bien vergonzante y llorona de los mandelistas, le cuesta poco al bloque morenista/lambertista vestirse de izquierdista en Nicaragua. He aquí lo que escribió la OCI del nuevo régimen nombrado por el FSLN:

“Este gobierno burgués, instalado únicamente debido al espíritu conciliacionista de los dirigentes sandinistas… ha recibido, por haber llevado a cabo sus tareas contrarrevolucionarias, el apoyo del imperialismo y de la burocracia del Kremlin…”

Informations Ouvrieres, 8-23 de agosto de 1979

Igualmente, la Organización Socialista de los Trabajadores (OST) costarricense, una sección simpatizante del S.U. vinculada con la TLT y directamente ligada a la OCI francesa, escribió en su periódico ¿Qué Hacer? (26 de junio-11 de julio de 1979) poco antes de la caída de Somoza, que la negativa del gobierno provisional del FSLN a convocar elecciones inmediatas “demuestra claramente sus intenciones de proteger los intereses de la burguesía nacional y del imperialismo…” (traducido de Intercontinental Press, 10 de octubre de 1979). Por otro lado los morenistas colombianos del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) escriben que los gobiernos latinoamericanos:

“con su intervención y apoyo al FSLN, compraron un ‘seguro de vida’ para el capitalismo…. En síntesis, las burguesías ‘democráticas’ le han pasado la factura al FSLN; y el consejo de Castro es muy claro: ¡páguenla!”

El Socialista, 7 de septiembre de 1979

Esta crítica al régimen sandinista reviste un tono marcadamente izquierdista. Pero las verdaderas políticas respectivas de la FB/BSB y de la OCI/TLT se ubican muy a la derecha de su postura actual; es más, se contradicen mutuamente en forma aguda. En realidad, antes de que el FSLN tomara el poder el 20 de julio, no había base alguna para que los morenistas se unieran con los lambertistas en torno a (o dentro de) Nicaragua. Como antes explicamos (ver “La revolución en Nicaragua y la izquierda”) la actual hostilidad que sienten los morenistas para con el FSLN no es sino el resentimiento de pretendientes rechazados. Durante el año pasado han llamado repetidamente por un gobierno sandinista, después rebautizado “un gobierno del Frente y de las organizaciones obreras y populares” (El Socialista, 15 de junio) y fórmulas por el estilo. Pero el FSLN, bajo la presión del imperialismo y de gobiernos capitalistas latinoamericanos “amistosos”, y siguiendo el consejo de Fidel Castro, prefiere andar con los industriales y tecnócratas.

En cuanto a la política morenista con respecto a la Brigada Simón Bolívar, fue aún más oportunista (mientras también presionaban a los altos dirigentes del FSLN, lo que pronto les llevó a la ruina). Enviar una brigada internacional puede ser una táctica valiente y aun necesaria para los comunistas en situaciones de guerra civil; la participación de varias decenas de trotskistas europeos en la Brigada Lenin del POUM durante la Guerra Civil Española, por ejemplo, fue algo principista y admirable. Pero siendo que no se puede esperar poder actuar independientemente de una dirección militar en existencia, es imprescindible establecer y defender el carácter proletario de un tal cuerpo. La Brigada Bolívar era una parodia de estos principios. Su mismo nombre le niega un carácter de clase obrero, y la “Carta Abierta” morenista que la convoca dice textualmente, “el único punto programático de la brigada Simón Bolívar es apoyar la lucha del pueblo sandinista…” (El Socialista, 22 de junio de 1979). Además de los tratos financieros sospechosos normales para los morenistas ―el PST colombiano, que organizó la Brigada, obtuvo dinero a través de la venta de unos Bonos Sandinistas chimbos― también le pidieron al gobierno colombiano que “se reconozca legalmente a la Brigada Simón Bolívar garantizándose la documentación, transporte y financiamiento….”

Pero si es que Moreno y Cía. trataron de aprovecharse del entusiasmo por la revolución dirigida por los sandinistas contra el odiado tirano Somoza, y su truco fue malogrado, por lo menos estuvieron a la izquierda del FSLN nacionalista pequeñoburgués. En cambio, la OST costarricense ―y por extensión sus mentores de la Tendencia Leninista-Trotskista― ¡denunciaron al Frente Sandinista como ultraizquierdistas y aventureristas criminales! Su principal portavoz es un tal Fausto Amador (hermano del asesinado fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador), quien se salió del Frente hace unos cuantos años como elemento desmoralizado. En un folleto titulado ¿Adónde va Nicaragua? publicado por la OST en febrero de 1979, Fausto Amador y Sara Santiago presentaron un análisis no solamente cien por ciento falso ―sino que era por ende propaganda derrotista, en efecto pidiéndoles a las masas nicaragüenses que rindieran sus armas en vísperas del enfrentamiento final con el dictador:

“En Nicaragua, la segunda ofensiva se fue rápidamente convirtiendo en un mito en el que nadie creyó más… No habrá segunda ofensiva. Para todos esto es obvio, al menos en el futuro inmediato…. La falta de una segunda ofensiva pondría de manifiesto la acción de Septiembre [de 1978] como una aventura nefasta.”

La alternativa de la OST/TLT –manifestaciones pacíficas por los derechos democráticos― era legalismo cretino en un país que sufría bajo una dictadura bonapartista (y que además se debatía en medio de una insurgencia popular). Como señalamos cuando el SWP norteamericano publicó en junio pasado un texto parecido escrito por Amador y Santiago: “Presentar esta cobardía y desmoralización socialdemócrata como algo relacionado en modo alguno al marxismo es la peor cosa que pueda hacer el SWP /S.U. para ensuciar el nombre del trotskismo ante las masas centroamericanas” (Workers Vanguard No. 234, 22 de junio de 1979). En cuanto a la OCI, su oposición al régimen del FSLN se basa simple y puramente en la estalinofobia ― denuncia “la repentina resurrección del moribundo Partido Socialista Nicaragüense (sucursal nacional del Kremlin)” y “el peso excesivo de sus miembros con respecto a los sandinistas en el gobierno” (Informations Ouvrieres, 8-23 de agosto de 1979).

Portugal, Angola, Cuba…

Hemos tratado en otra parte con la contradicción escueta entre el “izquierdismo” abstracto de la Fracción Bolchevique de Moreno sobre el eurocomunismo, la dictadura del proletariado o el frentepopulismo en la distante Europa por un lado y su política ultra-oportunista en Latinoamérica (apoyo político a Perón, Torrijos, etc.) por otro. ¿Pero qué de sus nuevos compinches de la Tendencia Leninista-Trotskista (y de sus mentores en la OCI)? Al oponerse a la disolución de la FLT en 1977, los futuros militantes de la TLT presentaron una cara izquierdista: cuando el SWP calificó a la mayoría mandelista de ultra-izquierdista, ellos la calificaron de centrista; cuando Jack Barnes dijo que la fracción se formó sólo para luchar contra el guerrillerismo, ellos dijeron que también para luchar contra el frentepopulismo en el propio país. Pero cuando llegó el momento de formular un “Llamado por la formación de una tendencia internacional” ([SWP] International Internal Discussion Bulletin, diciembre de 1978), la futura TLT se basó en todas “las adquisiciones políticas y programáticas” de la FLT, y en particular en “los textos de la FLT sobre la revolución portuguesa y sobre Angola”.

Este hecho marcó definitivamente a la Tendencia Leninista-Trotskista como reformista, y también como capituladores ignominiosos. ¿Cuál fue la posición de la FLT con respecto a Portugal y Angola? En el punto culminante de la polarización de 1975 en Portugal, cuando los obreros de Lisboa tomaban las fábricas, la FLT llamó por un programa puramente “democrático” de defensa de la asamblea constituyente (en ese momento el grito de combate de la derecha). A la hora en que el Partido Socialista de Mario Soares encabezaba una movilización de masas anticomunista que quemaba las oficinas del PC, el SWP proclamó que “la verdadera vanguardia de la clase obrera portuguesa… participó en las manifestaciones del PS” (Militant, 8 de agosto de 1975). Y la OCI llamó por “un gobierno Soares” (Informations Ouvrieres, 23 de julio-6 de agosto de 1975). Moreno rompió con el SWP e hizo escindir a la FLT precisamente sobre este punto, mientras que los futuros TLTistas al principio condenaron aún más tajantemente el seguidismo del SWP tras Soares (sólo para capitular unas semanas después y votar por la resolución de la FLT, “Cuestiones claves de la revolución portuguesa”).

Para marxistas principistas, diferencias de la envergadura de las que dividieron los morenistas de los lambertistas sobre Portugal habrían hecho imposible cualquier unidad: igual que el SWP y Mandel, éstos se habrían encontrado en lados opuestos de las barricadas en Lisboa. Lo mismo sobre Angola, donde en el momento crítico de la lucha contra el avance sobre Luanda de fuerzas dirigidas por Sudáfrica y financiadas por la CIA, el SWP/FLT se negaron a tomar partido por el triunfo militar del MPLA respaldado por la URSS. (Después trataron de adornar esta vil traición mediante una “revisión” burda de una declaración del comité nacional del SWP de enero de 1976.) Moreno denunció esto en términos muy violentos, sacando un libro completo sobre el tema (Angola: La revolución negra en marcha [1977]) donde dice que “la mejor manera de ayudar a Vorster y al imperialismo yanqui era decir lo que dijo el SWP….” Entonces, ¿cómo justifica Moreno unirse hoy con los que alaban como “histórica” la política del SWP/FLT?

¿Y Cuba? En cuanto a Cuba la TLT apoya “la línea general de las contribuciones por D. Keil”, y tres líderes de la OST costarricense (Andrés, Rodrigo y Sara) firmaron junto con Keil un documento calificando el régimen de Castro de “estado obrero burocratizado” (“Por un cambio en la posición sobre Cuba de la IV Internacional”, [SWP] IIDB, diciembre de 1978). Otra vez, a primera vista esto podría verse como un paso hacia la izquierda frente al apoyo político dado por el S.U. al “trotskista inconsciente” Fidel (que ahora ha extremado aún más con el panegírico del SWP a Castro, campeón de la paz y amigo de los niños del mundo). Pero como señalamos en nuestro artículo, “¡Por una revolución política en Cuba!” (Workers Vanguard No. 244, febrero de 1979) Keil et al atacaban al SWP “desde la derecha, pronunciándose en efecto por una posición consecuentemente socialdemócrata de oposición a todo régimen estalinista”. Concluimos: “Sumen las posiciones del SWP/FLT sobre China, Vietnam, Portugal y Angola y añadan la posición sobre Cuba de un estado obrero deformado y ¿cuál es el resultado? Un programa acabado de estalinofobia.” Las posiciones abiertamente contrarrevolucionarias de la TLT/OST sobre Nicaragua, que califican a la victoriosa “segunda ofensiva” de los sandinistas como una “aventura”, confirman nítidamente nuestra conclusión anterior.

… Y el caso extraño de Fausto Amador

Estas cuestiones ―los temas más fundamentales para una perspectiva revolucionaria en los recientes acontecimientos importantes― no son sino el pequeño cambio en los negocios de combinación y recombinación de las luchas fraccionales del S.U. Sí hay cierta base para el bloque morenista/lambertista: ambos son profundamente reformistas aunque hoy día se dan luces de izquierda en torno a Nicaragua. Además, está la oportunidad atractiva dada por la reciente ruptura de la OCI con los viejos opositores de Moreno en Argentina, el grupo Política Obrera (el enemigo de mi enemigo es mi amigo, etc.). Pero quedan varios puntos problemáticos aun para estos oportunistas consumados. Y uno de éstos es el caso de Fausto Amador, ya conocido por nuestros lectores.

Amador no simplemente rompió con el FSLN. Fue entrevistado en la televisión somocista y habló a la prensa somocista, donde les urgió a los demás militantes de la organización guerrillera que rindieran sus armas a cambio de la promesa de una amnistía por la ensangrentada dictadura dinástica. Por esto los líderes del FSLN le consideraron con justificación un traidor. Después como agregado cultural nicaragüense en Bruselas ―es decir, como un empleado de Somoza― fue, según se informa, ganado a la perversión del trotskismo propagado por el S.U. Naturalmente esto causó cierta conmoción en Centroamérica donde el caso era bien conocido. Moreno, al enterarse de esto fue el primero en plantear la cuestión dentro del S. U. En una reunión del comité central del PST colombiano en diciembre de 1977, el dirigente de la Fracción Bolchevique, Eugenio Greco, se quejó:

“¿Conocen el nombre que le dan en Europa a lo que ha hecho Fausto Amador? Le llaman colaboracionismo…. Si ocurre una combinación de circunstancias muy probables: que cae Somoza; que el Frente Sandinista surge como un movimiento de gran prestigio debido a su lucha anti dictatorial…. El Frente Sandinista quizás diría: Quisiera que la IV Internacional nos explicara porqué Fausto Amador Arrieta está en sus filas… y, señores, en ese momento será el fin para el trotskismo en Centroamérica.”

― [SWP] IIDB, abril de 1978

Y así pasó. Pero hoy día el notorio Fausto Amador, un dirigente de la OST costarricense, es defendido por la TLT y por sus nuevos aliados Moreno y Cía. La contrarresolución de la Fracción Bolchevique en la reunión del S.U. del 30 de septiembre defiende explícitamente a Amador contra sus acusadores, “una dirección pequeñoburguesa ajena al movimiento trotskista”. Los ataques a la integridad personal de dirigentes políticos han sido una norma triste y ruinosa de la izquierda latinoamericana, donde la mayoría de escisiones tienen su enfoque en acusaciones de dinero robado o cobardía y traición. En el caso de Fausto Amador los cargos han sido probados esencialmente por su propia confesión; y todavía, permanece como un dirigente reconocido del S.U. Lo que se destruye por este hecho no es el trotskismo, sino las pretensiones revolucionarias de estos renegados del marxismo para quienes las manos de Fausto Amador no están sino un poco más manchadas que las de los demás.

El ala derecha de la YSL y la ‘crisis del estalinismo mundial’

El ala derecha de la YSL y la

‘crisis del estalinismo mundial’ (1957)

[Adaptada de la introducción a la edición en inglés, 8 de octubre de 1981. Esta versión en español fue impresa en Sindicato patronal de Polonia al servicio de los banqueros y la CIA — ¡Alto a la contrarrevolución de Solidarnosc!]

A continuación reproducimos la traducción de extractos de The Hungarian Revolution, editado en 1959 por un precursor de nuestra tendencia. El autor, Shane Mage, fue uno de los jóvenes shachtmanistas de izquierda que pasaron al trotskismo, fusionándose con el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano en 1958. “El ala derecha de la YSL y la ‘crisis del estalinismo mundial”, reproducido en el folleto de 1959, se originó como documento fraccional dentro de la Young Socialist League (YSL), la organización de la juventud de la tendencia encabezada por Max Shachtman que se separó del entonces revolucionario SWP al rechazar el principio fundamental del trotskismo de la defensa incondicional de la Union Soviética contra el imperialismo. La defensa por la mayoría de los shachtmanistas de las “metas democráticas generales” en la Revolución Húngara de 1956 representó un paso importante hacia su liquidación en la socialdemocracia oficial norteamericana. Fue el curso de los shachtmanistas hacia una unificación con el partido “socialista de Guerra Fría” de Norman Thomas (que en poco tiempo fue dominado por ellos) lo que empujó al ala izquierda de la YSL, formada por Mage, James Robertson, el execrable Wohlforth y otros, hacia el trotskismo y el SWP.

Estos jóvenes trotskistas, un sector importante de los cuadros fundadores del grupo de la juventud del SWP, se encontraron otra vez en un partido que estaba derechizándose a paso rápido. Mage fue uno de los camaradas que surgieron como la oposición de izquierda del SWP, fueron expulsados en 1964 y luego formaron la Spartacist League. La tendencia espartaquista es la expresión del programa trotskista abandonado por el SWP, hoy en día una formación reformista execrable. Mage, por su parte, se apartó de la política revolucionaria en los años 60.

Al analizar las bases sociales potenciales para la  contrarrevolución en Europa del Este, Mage señaló en “El ala derecha de la YSL…” que no es necesario que los partidos contrarrevolucionarios se pronuncien por, o lleven a cabo de inmediato, la desnacionalización de la industria estatizada. Más bien preferirían subordinar la industria nacionalizada a los intereses de la pequeña burguesía nacional y el capital internacional. Con esto Mage no expresaba algún concepto particular sino que seguía a Trotsky, quien escribió en 1937: “En el caso del triunfo de una contrarrevolución burguesa en la URSS; el nuevo gobierno tendría que basarse durante un largo periodo en la economía nacionalizada” (“¿Un estado ni obrero ni burgués?”).

Al mismo tiempo, Mage insistía en que no fue contrarrevolución lo que estaba aconteciendo en Hungría en octubre-noviembre de 1956. Los órganos efectivos del poder eran los consejos obreros que expresaban una concienciasocialista confusa, aunque con desviaciones sindicalistas e ilusiones “neutralistas”, mientras las fuerzas clerical-reaccionarias agrupadas en torno al cardenal Mindszenty eran relativamente débiles y contrapuestas (a los obreros). Estos son factores importantes para los revolucionarios, dictando una orientación hacia los eventos de 1956 en Hungría como desarrollándose hacia una revolución política proletaria. La polémica de Mage destaca así tajantemente la línea de la tendencia espartaquista en la actual crisis polaca, donde la constelación de las fuerzas contrarrevolucionarias (que en Hungría representaban elementos decididamente subordinados) hoy manejan la fuerza dominante detrás del “sindicato” Solidarnosc. El que el enfoque teórico y los criterios programáticos utilizados por Mage en torno a Hungría en 1956 mantengan su validez, aunque necesitando conclusiones muy distintas, para Polonia en la actualidad, demuestra el poder del trotskismo como la guía leninista contemporánea para la acción revolucionaria.

La obra de Mage sobre Hungría no carece de debilidades. Como revolucionario subjetivo en transición del shachtmanismo, él mantuvo a esta altura una postura blanda hacia un “antiestalinismo” sin distinciones y el “neutralismo” defendidos por algunos de los disidentes húngaros. Más aun, al descartar el apoyo a una intervención rusa en cualquier circunstancia, Mage elevó en forma impermisible el derecho democrático-burgués a la autodeterminación nacional sobre la cuestión de clase de la defensa del poder estatal proletario en contra del capitalismo-imperialismo.

* * * * *

Extractos de “El ala derecha de la YSL y la ‘crisis del estalinismo mundial”

de Shane Mage

[Publicado por primera vez en Young Socialist Review, 1 de junio de 1957]

La cuestión clave es la siguiente: en términos teóricos, ¿era posible que las revoluciones polaca y húngara resultaran en la restauración del capitalismo? El proyecto de resolución del NAC [Comité Nacional de Acción — cuerpo directivo de la YSL] lo descarta, sosteniendo que la “democracia” es suficiente para definir “la revolución por el socialismo democrático”. Este punto de vista, a mi ver, sólo es posible sobre la base de una ignorancia extraordinaria, de las fuerzas sociales y económicas reales que determinan la evoluciFirst Printed in Young Socialist Reviewón de Polonia y Hungría, y del contexto mundial en el que ocurrían estas revoluciones…

Establecer la democracia formal, si ha de significar algo, quiere decir elecciones libres a un parlamento soberano. Las elecciones libres, por otro lado, significarían la instalación de un gobierno que refleje el sector numéricamente más importante de la población. En Polonia y Hungría esta mayoría no es la clase obrera. Es la pequeña burguesía rural y urbana, los campesinos, los pequeños comerciantes, los artesanos, la vieja clase media….

He aquí uno de los elementos más escandalosos del proyecto de resolución del NAC. Los autores del proyecto, han hecho la omisión más estúpida posible en una resolución sobre Polonia y Hungría: ¡no hay mención alguna de la iglesia católica, sea como instituto religioso o como fuerza social!

Sin embargo, tanto en Polonia como en Hungría la iglesia es la única organización dejada intacta bajo el régimen estalinista, con un aparato estable y altamente articulado, una larga tradición de continuidad, y un gran prestigio popular….

¿Cuál es el papel anhelado de la iglesia en estas revoluciones? El Proyecto de Resolución sostiene que en Polonia y Hungría “las fuerzas que se declaran por una restauración del capitalismo… eran sumamente restringidas, sin peso alguno.” Es verdad que en Polonia y en Hungría la iglesia no expuso un programa abiertamente capitalista. Pero no le es necesario hacerlo. La iglesia católica, por su propia naturaleza como organismo internacional controlado totalmente desde el Vaticano, cumple un papel determinado en la política mundial — él de un aliado importante del imperialismo estadounidense y de la reacción capitalista en todos los países. Si se sintiera en condiciones para hacerlo, ¿qué razón hay para pensar que la iglesia encabezada por un Mindszenty se comportaría en manera diferente de la iglesia en Italia, España o Austria? Y si unas elecciones libres dieran como resultado un parlamento con mayoría católica, reflejando así la mayoría católica en el campo, ¿no se sentiría la iglesia en condiciones de hacerlo?

Me parece que es altamente probable que unas elecciones auténticamente libres, tanto en Polonia corno en Hungría, resultarían en una mayoría clerical pequeñoburguesa. No hubo elecciones libres en Polonia después de la guerra, pero si se hubieran celebrado, pocos (salvo los estalinistas) negarían que las hubiera ganado el Partido Campesino de Mikolajczyk. Pero sí hubo elecciones libres en Hungría, y de estas salió una mayoría considerable para el Partido de los Pequeños Propietarios, dirigido por los clerical reaccionarios Ferenc Nagy y Mons. (¡!) Bela Varga.

¿Es que un gobierno Mindszenty-Ferenc Nagy o Mikolajczyk-Wyszinski hubiera podido restablecer el capitalismo?…

Creo que un gobierno pequeñoburgués en Polonia o Hungría, si se le permite estabilizarse y apoderarse del país, bien podría llevar a cabo un retorno al capitalismo, y en muy poco tiempo. El primer paso sería absolutamente necesario, para cualquier gobierno no estalinista, restaurar las relaciones capitalistas en la agricultura, la pequeña producción y el comercio al por menor. La NEP [Nueva Política Económica] en Rusia producía en forma continua tendencias restauracionistas, simbolizadas por el auge de los nepistas y los kulaks. En efecto, la política de Bujarin de otorgar concesiones a estos elementos capitalistas habría llevado a este tipo de restauración del capitalismo a pesar del deseo subjetivo del ala derecha de los Bolcheviques de evitarlo. La NEP en un país atrasado y agobiado es una cosa peligrosa en el mejor de los casos. Si se la confía a los representantes políticos de los kulaks y los nepistas (y los partidos campesinos y pequeñoburgueses no pueden ser otra cosa), llevaría sin duda directamente al capitalismo.

Otro aspecto decisivo de un retorno al capitalismo bajo una dirección pequeñoburguesa democrática serían los lazos de Polonia y Hungría con el mercado capitalista mundial, especialmente, por supuesto, con la poderosa fuerza económica del imperialismo norteamericano. No tiene nada de secreto que el principal programa político afirmativo del imperialismo estadounidense con respecto a Europa del Este se basa en una ayuda económica masiva en la forma de “préstamos” o aun regalos. Esta “ayuda” tendría un efecto doble: sería un as de triunfo político en manos de los políticos burgueses, los únicos con acceso a la abundancia norteamericana, y muy pronto serviría para reorientar las economías de Polonia y Hungría hacia su tradicional dependencia del capitalismo occidental. Lenin alguna vez dijo que le preocupaban mucho menos los ejércitos de Guardias Blancos que las mercancías baratas del Occidente que éstos traían consigo. Las mercancías norteamericanas que entrarían a Europa Oriental bajo gobiernos pequeñoburgueses serían más que baratas — ¡serían gratuitas!

¿Y qué pasaría con las industrias nacionalizadas? Su suerte seria servir los intereses de los campesinos y la pequeñaburguesía y las necesidades de comercio con los capitalistas occidentales. Hungría y Polonia pueden convertirse en estados capitalistas sin desnacionalizar una sola fábrica industrial de importancia; sólo hay que convertir la industria —democráticamente, por supuesto— en un apéndice de la economía campesina y del mercado mundial.

La virgen($) y los obreros

La virgen($) y los obreros

Esto artículo fue publicado en Espartaco Vol. I No. 2, Diciembre 1966.

Cuando una unión [sindicato] adquiere, a través de diarias luchas y esfuerzos, una conciencia obrera sólida y militante, puede tener por seguro que más tenaz, más cruda y brutal será la resistencia de la clase opresora. La burguesía utilizará todos los medios posibles para volver a tener ventaja sobre la organización obrera. Esto sucedió en el condado de Starr, en el valle del Río Grande en Tejas [EE.UU.].

La iglesia católica y la esterilidad política de la recién formada Asociación Obrera Independiente (AOI, IWA en inglés) fueron los canales utilizados efectivamente por la burguesía agricultora del condado. El liderazgo de esta unión probó ser un eficaz obstáculo para el desarrollo de la conciencia militante de los trabajadores agrícolas, quienes se lanzaron a una huelga absolutamente condenada desde el principio. Al no tomar el tiempo necesario para organizarse efectivamente, tomando todas las precauciones del caso que hubiesen al menos garantizado una derrota parcial, que hubiera enseñado tácticas a los obreros del lugar, adelantando su comprensión y endureciéndolos contra las arremetidas de los agricultores, el liderazgo traicionó a los obreros.

Los obreros locales empezaron a organizarse en la AOI el mayo pasado. Eugene Nelson, que babia estado en Tejas en nombre de la NFWA [Asociación  Nacional de Trabajadores Agrícolas (EE.UU.), en inglés] a desde marzo se afilió a la unión y trató de repetir las experiencias de la NFWA a de California.

El 29 de mayo la unión decía contar con 400 miembros. Al día siguiente Nelson decía contar con 1.000. La huelga fue planeada para el 1 de junio, o sea dentro de 48 horas, si es que los agricultores no accedían a la demanda de $1.25 como salario mínimo para los obreros. Nelson lanzó su ofensiva el 2 de junio: las granjas de Suntex, Los Puertos y La Casita fueron piqueteadas. El mismo día los agricultores obtuvieron una orden legal contra el piqueteo en masa a las granjas del condado. Nelson canceló el piqueteo y atentó la “desobediencia civil”, pose que terminó al ser arrestado tratando de obstruir un tren al servicio de las granjas.

Durante la huelga los agricultores siguieron como si nada, prometiendo que la cercana cosecha de melones no seda interrumpida. Negando que existía la tal huelga, siguieron produciendo a través de esquiroles y de “conmutadores” mexicanos y hasta empezaron a entrenar sus propios empaquetadores ya que los de la AFL-CIO de California respetaban los piquetes de la AOI.

En menos de 24 horas todo estaba perdido. Nelson desplegó con insuperable maestría los roles de padre, madre, comadre, sepultero y sacerdote de la huelga.

Pero Nelson no se intimidó frente al fiasco cometido por él y todo el liderazgo de la AOI: se empeñó en prolongar la farsa y la agonía de la unión, arrastrándola por el peor despeñadero de colaboración clasista. Aquí entra el rol de la iglesia católica, adueñándose de esta etapa y rematando la militancia obrera con toda la miasma que es la religión y el misticismo.

Nelson se lanzó histérico alas calles de Tejas, clamando por la clase media y la Virgen de Guadalupe. Procesiones religiosas estaban de moda para el liderazgo de la unión, enarbolando pabellones patrióticos y religiosos. Una de las primeras procesiones terminó en Garciasville, en donde la iglesia de la población presenció a los obreros, dirigidos por sus líderes, en misa piadosa. Las banderas estadounidense y mexicana y la Virgen de Guadalupe inspiraban a los obreros. ¡Nobles símbolos proletarios!

Pero seda erróneo pensar que estos fakires, estos consumados oportunistas y traficantes de los intereses obreros, son almas místicas: ¡Ni por uno momento! Sus garras se encuentran tan clavadas en la tierra como sus lenguas en el cielo. Margil Sánchez, líder de la unión, se oponía a la afiliación con la NFWA debido a los “revolucionarios” dentro del liderazgo de la misma. Sánchez pavonea, arrogante, que “cada uno de los líderes de la unión de Río Grande City ha jurado no pertenecer a ninguna organización subversiva a los ojos del Gobierno Federal”. (San Antonio Express, julio 6, 1966).

El corrupto liderazgo de la AOI no posee ningún programa intrínseco que represente a los intereses de sus miembros. Prefiere, en vez, limitarse a hacer puras demandas de sueldos, demandas que son supervisadas por la clase media y por los fakires mismos. Un cierto “sabor” chovinista es añadido por el “mexicanismo” de estos fakir es, que esconden su verdadero patriotismo: la ley del dólar. Su verdadera pasión es vilmente disfrazada de slogans que halagan huecamente a Zapata o a Villa.

Una unión fuerte no puede solo hacer demandas económicas “para el momento”; en vez, debe de tener como meta la organización y defensa de todos los trabajadores agrícolas del estado y debe de extenderse y evitar ser aislada, pues si lo es sucumbirá sin remedio en manos de los agricultores y sus esbirros indirectos como Margil Sánchez. Semejante unión sólo defraudaría a los obreros, frustrándolos y volviéndolos meros peones de la burguesía agricultora, la cual pasarla a la ofensiva.

Pero una unión fuerte, segura de sus derechos y militante en sus acciones, sería el primer paso para formar el núcleo de un partido laboral en el sur del país. Semejante partido luchada ya no sólo por los mendrugos que alegran a los Nelson y Ca., sino por el poder político de los obreros organizados.

Un Comité para un Partido Laboral Tejano fue formado el pasado abril pero ha fallado en funcionar debido a su aislamiento de las luchas por Derechos Civiles y las de las tradeuniones, además debido a su falta de virilidad política, ya que está compuesto por liberales de toda ralea y stalinistas que siguen al Partido Comunista. El revivir a semejante Comité beneficiaría mucho a una unión fuerte de los trabajadores agrícolas, a la vez que pondría en pié de lucha al Comité. Dicha unión ganaría mucho si es que levanta la demande de un partido laboral, poniéndola en práctica por medio de sus propios candidatos en el valle del Río Grande, los cuales se opondrían inconciliablemente al reformismo de los partidos Demócrata, Republicano, Mexicano-Americano y Anglo. El Comité, a su vez, ganaría tremendamente contando con el apoyo de una fuerte unión, posibilitando al Comité a coordinar sus esfuerzos hacia un partido laboral con los deseos de muchas otras unións del lugar.

Quien diga que esto no es posible solo defiende derrotas como las ocurridas en el condado de Starr, fracasos que no dejarán de repetirse mientras los trabajadores sigan soportando a los oportunistas que se pasan como líderes de la clase trabajadora.

¡Por un Partido Laboral en Tejas! ¡Por la liberación de los trabajadores agrícolas!

Sandinistas expulsan a “Brigada Simón Bolívar”

Sandinistas expulsan a “Brigada Simón Bolívar”

SWP traiciona a sus “compañeros”

La revolución en Nicaragua y la izquierda

[Extracto de Workers Vanguard No. 240, 28 de septiembre de 1979. Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]

Costó 18 meses de lucha amarga, incluyendo dos insurrecciones de combates sangrientos durante once semanas, para echar a la hiena de Managua. De una población de 2,3 millones de habitantes, murieron casi 50.000. Las ciudades actualmente están en ruinas, la población sobreviviente está al borde de morir de hambre y tres cuartas partes de la fuerza laboral están en paro. Quienes tanto han sacrificado en la lucha ahora aspiran fervientemente a desarraigar todo rastro de la odiada dinastía que desangró al país. Reclamando lo que por derecho les pertenece, las masas nicaragüenses ya están invadiendo la propiedad de la burguesía tardíamente opositora, la cual durante décadas ha extraído grandes lucros del sudor de los trabajadores en Somozalandia.

Ahora el lema del triunfante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) es “la reconstrucción nacional”. ¿Sobre qué base? Con su programa de un “gobierno de unidad de todas las fuerzas antisomocistas” los dirigentes sandinistas esperan limitar la revolución a un simple reemplazo de la rapaz dictadura de familia por un régimen capitalista reformado, “democrático-popular”. Como prueba de “la generosidad de la Revolución Nicaragüense” se han negado a ajusticiar a ninguno de los criminales de la Guardia Nacional que en forma indiscriminada torturaron a la población y arrojaron bombas de alto poder explosivo sobre sus propias ciudades. Mientras por un lado expropian las propiedades del tirano y sus colaboradores más estrechos, los nuevos gobernantes han declarado que protegerán los bienes de los demás capitalistas.

Ha sido muy claro desde el comienzo que el “gobierno” de Managua es muy inestable. Los fusiles están evidentemente en manos de los sandinistas, nacionalistas radicales pequeño burgueses. Pero un FSLN unido sólo fue establecido al último momento mediante una unificación de papel de las tres fracciones escindidas desde hace varios años. Aunque en el momento actual la “burguesía antisomocista” se muestra dócil, y a medida que se intensificaba la lucha declinó su influencia, no es pasiva ni ha sido desacreditada por el estigma de colaboración con el dictador como lo fueron los capitalistas cubanos para con Batista. Por otro lado, las masas trabajadoras son un factor mucho más activo de lo que fueron las masas durante la Revolución Cubana, ya que en el caso de Nicaragua se han armado y han luchado en batallas críticas en las calles de la capital y en otras ciudades. Ya que el enemigo común ha sido derrotado, resulta imposible frenar la lucha de clases simplemente ordenando a los combatientes que se vuelvan a casa.

La correlación de fuerzas en la Nicaragua postsomocista lleva dentro de si una potencialidad para varias confrontaciones explosivas – al interior de la inestable coalición imperante, entre esta coalición y las masas trabajadoras impacientes, o entre un sector del FSLN radical-jacobino y los sectores reaccionarios de la burguesía criolla. Esta situación cargada constituye una verdadera prueba de fuego para los revolucionarios. Mientras la gran mayoría de la izquierda, en un grado u otro, sigue a la cola de los aclamados sandinistas, la tarea de los trotskistas, cuya lucha se basa en el programa de la revolución permanente, es de mantenerse como el partido de intransigente oposición obrera. Quienes proclaman que la revolución proletaria y socialista puede llevarse a cabo en Nicaragua en forma pacífica, al empujar al actual régimen bonapartista paulatinamente hacia la izquierda, bien pueden ser las primeras víctimas de sus propias ilusiones.

Puede que los dirigentes del FSLN crean que su programa de “revolución democrático-popular” representa una etapa intermedia entre el capitalismo y la dictadura del proletariado. Pero la experiencia pronto demostrará que sólo una exhibición de fuerza podrá detener la tendencia de las masas trabajadoras a transformar la victoria sobre Somoza en una revolución social en gran escala. Y si acaso ellos no lo sabían ya, se están dando cuenta rápidamente. Cuando la agencia de noticias cubana, Prensa Latina, le preguntó al alto comandante del FSLN Humberto Ortega, “¿Cómo es que enfrentarán Uds. la lucha de clases que se desarrollará en esta etapa?”, él respondió:

“Para impedir que esta lucha se agudice, es necesario, implementar el programa apoyado por el Frente y la burguesía antisomocista. Luego, debemos luchar contra  diferentes tipos de desviaciones.”

Granma [edición semanal en inglés], 2 de septiembre de 1979

Que la lucha contra las “desviaciones” significa represión contra la clase obrera pronto quedó muy claro, sobre todo en torno a la reforma agraria. Aún cuando de alcance extenso – afecta hasta un 60 por ciento de la tierra arable de Nicaragua – se ha limitado a aquellas propiedades pertenecientes a Somoza y sus secuaces. Esto es justificado por el ministro de reforma agraria, Jaime Wheelock, con el siguiente argumento: “Debemos mantener la solidaridad con los miembros del sector privado que apoyaron el desalojamiento de Somoza” (New York Times, 5 de agosto de 1979). Pocos días después, responsables del FSLN chocaban con un grupo sindical maoísta (Frente Obrero) que organizaba tomas de tierras cerca de la ciudad de León. De acuerdo con Wheelock, “las pocas ocupaciones desordenadas” eran atípicas; las haciendas fueron “devueltas a sus propietarios originales” y los campesinos recibieron tierras de Somoza en su lugar (Granma [edición semanal en inglés], 12 de agosto).

Expulsión de la Brigada Simón Bolívar

La supresión de las tomas de tierras “desordenadas” no es el único ejemplo de medidas tomadas para impedir que la lucha de clases “se agudice”. La más notoria fue la expulsión de varias decenas de militantes de izquierda extranjeros, en su mayoría autoproclamados trotskistas, relacionados con la “Brigada Simón Bolívar” (BSB) que se precipitaron hacia Nicaragua en las últimas etapas de la lucha contra Somoza. El incidente fue descrito en la revista Time (3 de septiembre) al final de un artículo que alababa a la “revolución misericordiosa” que seguía “un rumbo intermedio”:

“De modo sorprendente, la primera amenaza seria ha venido de un grupo de extrema izquierda. Sesenta trotskistas latinoamericanos denominándose la Brigada Simón Bolívar, descontentos con los proyectos del gobierno para la construcción de una economía mixta incorporando empresas públicas y privadas, incitaron una manifestación de 3.000 obreros industriales de Managua reivindicando compensación por los salarios perdidos durante la revolución. La reacción del gobierno revolucionario fue ordenar a sus fuerzas armadas que arrojasen a los trotskistas en un avión rumbo a Panamá.”

De acuerdo con el Washington Post (21 de agosto), en la manifestación de Managua del 15 de agosto las pancartas llevaban las consignas “La Revolución está en las manos de la burguesía” y “Proletariado al poder”. Sin embargo, los expulsados brigadistas bolivarianos fueron acusados de “contrarrevolucionarios” y “provocadores extranjeros”.

Por cierto, esta expulsión ha sido un golpe en contra de toda agitación independiente de izquierdas entre los obreros nicaragüenses y debe ser condenada rotundamente por todos aquellos que se dicen socialistas. Pero el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano lo ha visto de otra manera. El SWP no protestó en absoluto. Al contrario, dió cuatro “explicaciones” distintas de la represión sandinista contra los dirigentes seudotrotskistas de la Brigada Simón Bolívar, de las cuales una consistía en la citación sin comentarios de la declaración del ministerio del interior nicaragüense. Es más, estas explicaciones del SWP no sólo apoyan descaradamente al gobierno del FSLN en contra de sus propios “camaradas”, sino participan en la caza de brujas ellos mismos. Una declaración del 21 de agosto del Comité Político del SWP titulada “Propaganda imperialista contra Nicaragua” dice:

“La Brigada Simón Bolívar fue organizada por 1o Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Colombia bajo la dirección de una agrupación internacional conocida como, la ‘Fracción Bolchevique’, dirigida por Nahuel Moreno, …

“En lo que concierne a la Brigada Simón Bolívar, la Fracción Bolchevique nunca consultó a la Cuarta Internacional sobre este proyecto o sobre la política que la Brigada seguía. Esta política iba en contra de la política trazada por la dirección elegida de la Cuarta Internacional.

“Por medio de la Brigada Simón Bolívar la Fracción Bolchevique llevó a jóvenes militantes de varios países latinoamericanos – militantes que querían ayudar en la lucha contra Somoza – a una aventura sectaria. Posando como una sección del Frente Sandinista de Liberación Nacional, la Brigada Simón Bolívar vino a Nicaragua desde afuera para participar en sus propios esfuerzos organizativos cuyos fines eran flanquear a los sandinistas desde la izquierda. Su táctica fue responder con propuestas más extremas a todo lo que los sandinistas decían, intentando así conformar una contrafuerza a éstos.

“Esta grotesca idea – que gente de afuera puede mediante maniobras capturar la dirección de la revolución de aquellos que surgieron como sus dirigentes en el curso de la lucha – no tiene nada que ver con el trotskismo, con el socialismo revolucionario.

“El desafortunado episodio de la Brigada Simón Bolívar era justamente lo que la administración Carter necesitaba.”

Perspectiva Mundial, 24 de septiembre de 1979

En otro artículo del Militant del 31 de agosto, que trata de “Los hechos sobre la Brigada Simón Bolívar”, el SWP califica de “choque provocador” la manifestación obrera de Managua y acusa a los dirigentes de la Brigada de “haber actuado de manera irresponsable”. Una vez más, el informe de los “hechos” sostiene que los intentos de la Brigada en el sentido de “flanquear [al FSLN] desde la izquierda” no tenían “nada en absoluto en común con la política de la Cuarta Internacional”. Y con ostentación se lava las manos de cualquier asociación: “La Cuarta Internacional no es, en ninguna forma, responsable de las actividades de la Brigada.” Para venir de la boca de gente que formalmente pertenecen a la misma “Internacional”, es bastante.

La respuesta del SWP ante la expulsión de los brigadistas bolivarianos ha sido la puñalada por la espalda más vergonzosa por parte de una sección del seudotrotskista Secretariado “Unificado” (S.U.) desde cuando sus partidarios portugueses se encontraron en lados opuestos de las barricadas durante el verano de 1975. Pero, ¿qué hay de las demás alas de esta falsa IV Internacional, acostumbrada desde hace tiempo a trucos fraccionales de lo más sucios? Los ataques a la Brigada lanzados por aquellas secciones asociadas con la antigua Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) de Ernest Mandel han sido menos virulentos que los del SWP, como máximo cloqueando las lenguas contra la represión ordenada por el FSLN. Así, el periódico de la LCR francesa, Rouge (24-30 de agosto), se vio obligado a condenar las declaraciones del ministro de reforma agraria Jaime Wheelock quien al anunciar las deportaciones lanzó una diatriba contra “’el trotskismo y todos aquellos que quieren acelerar la evolución del régimen en Nicaragua”. Por supuesto, en la siguiente página los redactores publicaron una entrevista amistosa con el mismo Wheelock, comentando con aprobación sus credenciales revolucionarias.

En cuanto a las expulsiones, la declaración de la LCR sólo decía: “Es poco probable, cualesquiera sean las diferencias políticas, que 60 extranjeros pudiesen presentar un verdadero problema para una dirección revolucionaria que disfruta de un inmenso apoyo popular.” Por lo tanto, se supone que si los militantes de izquierda hubieran representado una verdadera amenaza al régimen sandinista, la LCR empezaría a ladrar igual que el rabioso SWP. En el número siguiente, Rouge (31 de agosto-6 de septiembre) tan sólo logró quejarse de que “los términos en que el gobierno de Nicaragua decretó la expulsión de los militantes ‘extranjeros’ constituyen un precedente inquietante.” Finalmente, una resolución del comité central de la LCR (publicada en Rouge del 7-13 de septiembre) cobró suficiente ánimo como para pronunciar la más blanda protesta formal, declarando que las expulsiones en sí “constituyen un precedente inaceptable”. Quien se fía de tal “solidaridad militante” en contra de la represión anticomunista, mejor la olvida.

Pero mientras Rouge intensificaba los adjetivos desde “inquietante” a “inaceptable”, su hombre en Managua tomaba una línea radicalmente distinta. Según Perspectiva Mundial (8 de octubre de 1979), publicada por el SWP, una delegación del S.U. que incluía el “experto” sobre Latinoamérica de la LCR, Jean-Pierre Beauvais (junto con Hugo Blanco, Peter Camejo, Barry Sheppard y otros) entregó una declaración a los sandinistas que aclamaba a “la dirección revolucionaria del FSLN” y declaraba que: “Toda actividad que trate hoy de crear una división entre las masas movilizadas y el FSLN va en contra de los intereses de la revolución.” Poniendo los puntos sobre las íes, añadía: “Este fue el caso de la actividad concreta de la ‘Brigada Simón Bolívar’” a la cual denomina de “sectaria”. Y para colmo, la delegación del S.U. explícitamente aprobaba la expulsión:

“En una situación política y económica en que es necesaria una gran unidad en la lucha, la dirección del FSLN tenía razón en exigir a los miembros no nicaragüenses de este grupo, el cual se definía ante todo como una organización militar, que abandonaran el país.”

No se informó si Blanco/Camejo/Sheppard/Beauvais y Cía. recibieron sus treinta monedas de plata, aunque claramente esperan sacar alguna ganancia de su perfidia, transformándose en los agentes publicitarios autorizados del FSLN. Pero las raíces de tal traición son políticas y se remontan a hace más de un cuarto de siglo, hasta la negativa por parte de Michel Pablo, entonces secretario de la IV Internacional, de defender a los trotskistas chinos encarcelados por Mao. Pablo les calificó de “refugiados de una revolución” por su negativa a inclinarse delante de los nuevos gobernantes burocráticos de Pekín. Para Pablo, todo esto era parte de su programa liquidacionista que condujo a la destrucción de la IV Internacional en cuanto vanguardia organizada de la revolución mundial. En el caso de sus epígonos, es consecuencia de su política pablista, que conduce a todas las alas del S.U. a correr detrás de direcciones no proletarias y antimarxistas – desde los estalinistas chinos hasta los oficiales militares portugueses y ahora los nacionalistas sandinistas.

El SWP: Reformista de cabo a rabo y hasta la médula

Más adelante tendremos mucho que decir sobre el aventurero charlatán Nahuel Moreno y su Fracción Bolchevique seudoizquierdista. Pero con respecto al SWP, para quien tuviera dudas todavía, el estallido en torno a la Brigada Simón Bolívar y el apoyo político incondicional y casi histérico del SWP al FSLN son prueba concluyente de que la organización encabezada por Jack Barnes es reformista de cabo a rabo. Durante más de una década, la tendencia espartaquista ha estado sola en insistir que el SWP, ex-trotskista desde hace mucho tiempo, estaba dedicado a apoyar al orden burgués. Esto ha sido disputado por quienes temen romper definitivamente con la “familia” del S.U., y por consiguiente sostienen que una declaración de trotskismo formal indica una voluntad subjetivamente revolucionaria. (¿Y qué hay de los estalinistas brezhnevistas, maoístas y castristas que se declaran leninistas?) Aquí tenemos pues deletreado para que ni los ciegos intencionales lo puedan ignorar: apoyo a un gobierno de capitalistas contra sus adversarios de izquierdas, frentepopulismo explícito, advertencias en contra de asustar a la burguesía, un programa parlamentarista y un llamado a los imperialistas a “ayudar”, es decir ahorcar, la revolución.

Habiéndose lanzado este año en una campaña de adulación desenfrenada del régimen castrista de La Habana – Jack Barnes, en un discurso conmemorando el vigésimo aniversario de la Revolución Cubana, ¡caracterizó a Castro y Cía. como “superiores a la dirección bolchevique, con la excepción de Lenin, Trotsky, Sverdlov, y gente como esa”! – el SWP trata a la Nicaragua sandinista como si ya se tratara de la “segunda Cuba” tan temida por Washington. Y siguiendo su propio precedente cubano al justificar su ataque por la espalda a los morenistas, Barnes claramente recuerda la negativa del SWP a defender a los trotskistas cubanos encarcelados por Castro. (La tendencia espartaquista denunció esta represión estalinista y llamó la atención del público socialista al caso. Ver “For Workers Political Revolution in Cuba!,” Workers Vanguard Nos. 223 y 224, 19 de enero y 2 de febrero de 1979, y “In Defense of the Cuban Trotskyists,” Workers Vanguard No. 225,16 de febrero de 1979, para la historia de la traición del SWP y el análisis, trotskista del desarrollo de la Revolución Cubana.)

Sin embargo, en el momento en que el SWP se convirtió en abogado de la represión por Castro contra los trotskistas cubanos, una revolución social ya había ocurrido en la isla. Joseph Hansen defendía a la dirección estalinista de un estado obrero burocráticamente deformado en contra de militantes que se reclamaban del comunismo y quienes reivindicaban que se abriera el camino hacia el socialismo mediante la internacionalización de la revolución y la implementación de la democracia soviética. En el presente caso, los aprendices de Hansen están encubriendo el flanco izquierdo de un gobierno que incluye a varios ministros capitalistas y que se ha comprometido a proteger las propiedades de la “burguesía antisomocista”. Y el SWP defiende este régimen contra todos los que intentan “flanquear a los sandinistas desde la izquierda” – es decir, contra cualquiera que tiene la más mínima pretensión de movilizar a las masas trabajadoras alrededor de consignas que sobrepasan el programa democrático del derrocamiento de la dictadura de Somoza.

Asimismo, en una declaración de primera plana del Militant del 31 de agosto [traducido en Perspectiva Mundial del 24 de septiembre de 1979], el candidato del SWP para vice-presidente, Matilde Zimmermann, alaba sin reservas al régimen del FSLN: “Creemos que el gobierno sandinista que está tratando de poner a Nicaragua de pie está haciendo un buen trabajo.” Y un articulo escrito desde Managua por Pedro Camejo, Sergio Rodríguez y Fred Murphy empieza con la afirmación categórica de que: “La revolución socialista ha comenzado en Nicaragua” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre). Si es así, entonces ¿porqué se necesita una vanguardia trotskista independiente? El SWP se opone no sólo a los actos “irresponsables” de la Brigada Simón Bolívar tales como la movilización de obreros de Managua planteando sus reivindicaciones al régimen sandinista, sino también a la existencia de todo grupo de izquierda al exterior del FSLN, incluyendo la sección oficial del S.U. en Nicaragua. De todos los artículos sobre la revolución sandinista que han salido en los órganos principales del S.U., ni uno llega siquiera a mencionar la Liga Marxista Revolucionaria (“sección simpatizante de la Cuarta Internacional”).

De acuerdo con Camejo/Rodríguez/Murphy, “El poder que existe hoy en Nicaragua es un poder revolucionario.” Y esta alabanza no se debe confundir con alguna clase de “apoyo crítico” al FSLN. La fórmula clásica de tal política traicionera hacia el “poder revolucionario” burgués la suministró Stalin en marzo de 1917, antes del regreso de Lenin del exilio para presentar las Tesis de Abril con la consigna “Todo el poder a los soviets”. Los bolcheviques apoyarían al Gobierno Provisional, decía Pravda bajo la redacción de Stalin y Kamenev, “en la medida en que este luche contra la reacción o la contrarrevolución”. Pero el SWP de hoyes peor que el Stalin de 1917, porque estos incondicionales entusiastas del FSLN, proporcionan un cheque en blanco: “La única manera como los socialistas revolucionarios de todo el mundo pueden ayudar al avance de la revolución nicaragüense es si reconocen las capacidades revolucionarias de esta dirección, si se identifican y unen sus fuerzas con ella en la lucha para defender y extender la revolución” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre de 1979).

El apoyo de Stalin al Gobierno Provisional en 1917 anticipó su degeneración reformista de los años 30, cuando ataba los obreros a su enemigo de clase mediante la política del Frente Popular. Y es un sello del reformismo floreciente del SWP que hoy defiende abiertamente el frentepopulismo contra los críticos de izquierda. Sus artículos sobre Nicaragua virtualmente llaman a la “revolución por etapas” estalinista-menchevique. Camejo y sus amigos reconocen que “Los capitalistas y los que están decididos a defender sus intereses siguen siendo un factor en el gobierno.” Pero esto no es criticado eh ninguna parte, sino presentado como una mera “concesión” – y acertada además:

“En la lucha contra Somoza los sandinistas trataron conscientemente de crear el frente más amplio posible, incluyendo a fuerzas burguesas opositoras de Somoza. Esa fue obviamente una política correcta, inteligente y revolucionaria.” [subrayado nuestro]

No se podría esperar aprobación más clara de la política traicionera del frente popular. Como decía León Trotsky después de la experiencia trágica de España y Francia de los años 30: “No puede haber crimen más grave que la coalición con la burguesía en una época de revolución socialista” (“El ‘trotskismo’ y el PSOP”, julio de 1939).

No sólo la política es igual a la de Stalin, hasta el lenguaje y las justificaciones son idénticos. Así, al polemizar contra el peligro presentado por las acciones “provocadoras” de la Brigada Simón Bolívar, el SWP dice que la dirección del FSLN “debe hacer incursiones en el orden burgués, sin dar a los imperialistas pretextos fáciles para fomentar propaganda a favor de una intervención” (Militant, 31 de agosto). ¿No hemos visto esto ya alguna vez? En efecto. Fue la famosa carta de Stalin, Molotov y Voroshilov (del 21 de diciembre de 1936) al primer ministro español Largo Caballero explicando la necesidad de no asustar a la burguesía: “Esto es necesario para impedir que los enemigos de España la consideren una república comunista y así evitar su intervención abierta, la cual representa el peligro máximo que enfrenta la España republicana.”

Naturalmente, el SWP adereza a su manera esta receta reformista tradicional de traición de clase, concretamente una dosis grande de cretinismo constitucional – en un país actualmente en pleno tumulto revolucionario. Ultimamente el S.U. ha tendido a esquemas de “constituciones socialistas” que sirven de vehículo para la presentación de su parlamentarismo socialdemócrata en países bajo la bota de dictaduras bonapartistas. Por consiguiente, el SWP quedó extasiado cuando el FSLN proclamó una “Carta de Derechos”, y publicó el texto completo, con todos sus 52 artículos, en Perspectiva Mundial. La disposición social más “avanzada” del nuevo estatuto nicaragüense es una cláusula sobre la “función social de la propiedad” la cual no es más radical que el derecho de dominio eminente (del estado) de la ley consuetudinaria anglosajona.

Y por supuesto hay la igualación constante de Nicaragua bajo el dominio del FSLN con la Cuba de Castro. Así, el SWP aclamó el discurso de Castro del 26 de julio sobre Nicaragua, reproduciéndolo en cada una de sus publicaciones. Pero rehusaron señalar que el eje del discurso lo formaban las palabras tranquilizadoras de Castro para aquellos (p. ej., los EE.UU.) que expresaron “temores de que Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba”. Según el dirigente cubano, la respuesta de “los nicaragüenses” es: “No, Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua, que es una cosa muy distinta” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre). El Militant (10 de agosto), sin embargo, subrayó que en el discurso de Castro el voto de la OEA en contra de la propuesta por parte de los EE.UU. De mandar a Nicaragua una “fuerza interamericana de paz” “fue correctamente aclamada como una ‘gran victoria de los pueblos de nuestra América’” No mencionó que Castro aclamó la formación de un “gran frente democrático independentista, anti-intervencionista” abarcando los gobiernos de Panamá, Costa Rica, Mexico y los países del Pacto Andino, ni que finalmente incluso los EE.UU. votaron en contra de la propuesta.

Si de esta manera el SWP se unió con Castro en propagar ilusiones en la posibilidad de una “coexistencia pacífica” hemisférica con el rapaz coloso imperialista del norte, su principal consigna política – por “ayuda masiva de EE.UU. a Nicaragua” – es mucho más siniestra. En apariencia un llamado utópico al leopardo imperialista a cambiar sus manchas, en realidad significa pedir un bloque con la burguesía liberal norteamericana para impedir la revolución socialista en Centroamérica. Esta consigna encapsula toda la perspectiva reformista – es decir, contrarrevolucionaria – del SWP para Nicaragua. Como señalamos en una nota en Workers Vanguard No. 239 (del 14 de septiembre – “Reformistas que no saben ortografia”), estos “socialistas de Departamento de Estado” literalmente recogen la línea del Departamento de Estado, que está diciendo al Congreso que si los EE.UU. no proporcionan ayuda, Nicaragua muy bien puede “hacerse comunista”. Esta es también, por ejemplo, la política del presidente mexicano Lopez Portillo, quien declaró al New York Times (23 de septiembre) que:

“Yo, sí, pienso que la mejor forma de disuadir al gobierno nicaragüense de tomar posiciones extremas sería proveerlo con ayuda económica generosa y sin condiciones.”

Los últimos números del Militant parecen anuncios de la CARE pidiendo ayuda filantrópica para los hambrientos nicaragüenses. Pero detrás de los dólares “humanitarios” siempre está la política. ¿Ayuda para reconstruir qué? – ¿una economía capitalista o colectivizada? ¿Y ayuda de quién? Lo que aquí comprobamos es la conmovedora fe del SWP en la posibilidad de reformar al imperialismo norteamericano, a los carniceros de My Lai y autores de la invasión de Playa Girón. Es igual a su llamado por tropas federales a Boston para “proteger” a los niños negros, pero esta vez a gran escala. ¿Acaso habrían llamado los marxistas revolucionarios por “ayuda masiva de los aliados a la Revolución Rusa” después de la revolución de febrero de 1917 que derrumbó al zar? Por supuesto que no, porque tal ayuda – con o sin compromisos – necesariamente habría tenido el objetivo de evitar que los bolcheviques tomasen el poder y de evitar que Rusia se retirara de la guerra.

La “ayuda” principal que necesitan urgentemente los trabajadores nicaragüenses es la dirección de una vanguardia comunista con un programa de revolución permanente, que sobrepase el programa democráticoburgués del FSLN, para movilizar las fuerzas para la revolución proletaria. Y no la van a recibir del SWP reformista, que apoya a los sandinistas en contra de la izquierda y que llama a los imperialistas liberales a detener la revolución.

Charlatanes y aventureros morenistas

Entonces, ¿qué hay de la Brigada Simón Bolívar y su cuna, la Fracción Bolchevique? Desde luego, en comparación con las traiciones repugnantes del SWP y de la mayoría mandelista del S.U., más avergonzada, el aparato morenista podría parecer una alternativa combativa. Una mirada a la carrera política camaleónica de Moreno, a su notoriedad por turbias estafas financieras y su programa ultrarreformista en Argentina, haría añicos esta fachada. En efecto, el SWP se apresura a exhumar algunos de estos materiales, llenando las páginas de Intercontinental Press/Perspectiva Mundial con un sinfín de historias escandalosas sobre el aventurero de mala fama, Nahuel Moreno. Sin duda Barnes y Mandel se aprestan a expulsar a este elemento perturbador. Pero éstos no están en condiciones de quejarse. Desde años atrás han convivido en la misma Internacional (yen el caso del SWP en la misma fracción) con este notorio charlatán, tanto después como durante sus peores traiciones. Tienen las manos sucias.

Cuando no se prestan a repetir las calumnias de los dirigentes sandinistas, de que el organizar a los obreros en torno a reivindicaciones anticapitalistas es una “provocación”, el SWP/S.U. acusan a Moreno de ser un impostor viajando con pasaporte falso. Según la declaración de la delegación del S.U., “para aprovecharse del prestigio del FSLN” la Brigada Simón Bolívar “se cubrió con el manto de las banderas sandinistas”. De hecho, los informes noticieros de la protesta del 15 de agosto en Managua dan la impresión de que muchos de los manifestantes creían apoyar a un ala del FSLN (aún cuando esto no disminuye la importancia de una manifestación de varios miles de trabajadores en contra de la política procapitalista del gobierno). Pero ¿a quién creen engañar Barnes y Mande!? Su campaña internacional de “solidaridad con Nicaragua” tiene precisamente el mismo objetivo de envolver al S.U. en el rojinegro sandinista, exactamente como el Fair Play For Cuba Committee a principios de los años 60 intentó sacar partido de la popularidad del castrismo. La diferencia se ubica en que el S.U. prefiere hacerlo a larga distancia.

Además, Moreno tiene una larga historia de imitación de otras tendencias. Empezó en Argentina haciéndose pasar por un peronista de izquierda. A fines de los años 50, su revista Palabra Obrera se describía como un “órgano del peronismo obrero revolucionario” y llevaba como subtítulo la consigna “bajo la disciplina del Gral. Perón y el Consejo Superior Peronista” [véase “Argentina: La lucha contra el peronismo” de WV No. 24, 6 de julio de 1973]. Cuando el peronismo ya se había pasado de moda, Moreno se fusionó con un grupo castrista y publicó un sinfín de fotografías del Che Guevara en la primera plana de sus periódicos. Luego de una breve aventura como criptomaoísta (aclamando a los Guardias Rojos), Moreno sentó cabeza a una vida más mundana como social demócrata – y con este fin se fusionó con un ala del Partido Socialista Argentino histórico, para apoderarse de su renglón en la lista electoral. Siendo un tipo que no se preocupa por pequeñeces, pronto elaboró un programa socialdemócrata que correspondiera a su sigla nueva (véase Intercontinental Press, 13 de noviembre de 1972). En verdad Moreno es, tal como lo hemos caracterizado frecuentemente, un camaleón político.

En una polémica dirigida contra la Brigada Simón Bolívar, los mandelistas del PSR colombiano acusan a los morenistas de haber emprendido una pura aventura: “La Brigada como tal nunca entró en combate. No hubiera podido hacerlo sin entrenamiento adecuado y a menos que estuviera dispuesta a acatar la disciplina del FSLN” (retraducido de Intercontinental Press, 17 de septiembre de 1979). En realidad, parece que a grosso modo la Brigada de Moreno, a pesar de su propaganda rimbombante, observó la batalla desde Costa Rica. Incluso, sus partidarios en los EE.UU., los Sandinistas por el Socialismo en Nicaragua, no partieron hacia Managua ¡sino hasta el día siguiente a la caída de Somoza! Así que la imagen de guerrilleros heroicos en armas (el “comandante” Kernel George del PST colombiano se habría presentado en verde olivo a un mitin para reunir fondos en Bogotá) es ciertamente inmerecida.

No es verdad, sin embargo, que la Brigada Simón Bolívar no estuviera dispuesta a “acatar la disciplina del FSLN”. Es probable que el concepto de “disciplina” de Moreno no sería al gusto de los sandinistas (ni de la dirección del S.U.), pero la Brigada se construyó sin ambages sobre la base de subordinación al FSLN. Lo cual intensifica la ironía de su situación actual. La “Carta Abierta” del PST colombiano (morenista) anunciando la formación de la Brigada pedía voluntarios para luchar en Nicaragua “bajo la dirección militar” del Frente Sandinista; y ostentaba cartas de los dirigentes sandinistas Edén Pastora (“Comandante Cero”) y Plutarco Hernández Sánchez indicando que sus miembros “se encuentran en acción … bajo la dirección del Estado Mayor”. (Por supuesto, el contenido real de esta pretensión “militar” tiene que entenderse a la luz de la inactividad en el campo de batalla de esos guerrilleros de último minuto.)

Políticamente, los morenistas exigieron “un gobierno sandinista” – aún cuando, para salvar las apariencias, añadían que éste debería surgir de supuestos “órganos de poder popular” y basarse en un programa de “ruptura con la burguesía y el imperialismo” (El Socialista, 22 de junio). Prescindiendo de estas frases huecas, finalmente obtuvieron su gobierno sandinista, y – ¡qué sorpresa! – son echados del país. Pero esto suele acontecer cuando se sigue a la cola de bonapartistas. Y de este modo la Brigada Simón Bolívar consiguió dotarse de una imagen combativa a pesar de sí misma. Con respecto a sus detractores en el PSR colombiano, estos notan que el envío de la Brigada fue ante todo un truco publicitario y no un verdadero acto de internacionalismo proletario. Eso es cierto. Los trotskistas auténticos, de tener los recursos, hubieran intentado construir un núcleo comunista entre los obreros urbanos en lugar de ir a la cola del Comandante Cero en el Frente Sur. Pero lo que el PSR propone en su lugar no es la lucha por una dirección trotskista independiente en Nicaragua sino inofensivas manifestaciones de “solidaridad” en Bogotá. La diferencia entre morenistas y mandelistas es la diferencia entre aventureros y espectadores entusiastas, entre estafadores y agentes publicitarios.

La polémica del PSR termina refiriéndose al “punto más sensible, las finanzas de la Brigada Simón Bolivar”. Informan que mucha gente “ha comenzado a tener dudas acerca del destino de los fondos reunidos por el PST”. Y el dinero sí es siempre el punto álgido con Moreno. Para aquellos que conocen su pasado, la respuesta involuntaria al enterarse de que los morenistas colombianos estaban organizando una “brigada internacional” para Nicaragua, fue gritar: “¡Nicaragüenses, colombianos, cuiden sus carteras!” Pero el S.U. puede difícilmente hacer esa acusación hoy. En Argentina el grupo Política Obrera (PO) se ha quejado durante años que la Editorial Pluma de Moreno contrató de PO 50.000 ejemplares de obras de Trotsky, demoró intencionadamente el pago durante meses hasta el golpe de Videla en marzo de 1976, y luego alegando falta de fondos se negó a pagarlos.

Los embustes financieros de Moreno son legendarios en la izquierda latinoamericana. El caso más sensacional trata de la aseveración de que no entregó fondos destinados a la operación guerrillera de Hugo Blanco en el Perú en 1962, y su papel en la desaparición de varios miles de dólares tomados en una expropiación bancaria llevada a cabo por el grupo Túpac Amaru y destinados para Blanco (una descripción detallada del caso se encuentra en Richard Gott, Guerrilla Movements in Latin America [1972]). En una reseña del libró groseramente inexacto de Robert Alexander, Trotskyism in Latin America, Joseph Hansen notaba en 1977 que Moreno nunca ha respondido a estas acusaciones. Pero en vista de lo escandaloso del cargo, llama la atención el que Hansen aparentemente nunca se molestó en conseguir una explicación de Moreno durante los seis años en que fueron codirigentes de la minoría del S.U.

Moreno ha sido condenado ya innumerables veces ante el movimiento obrero por charlatanismo político y violaciones de la moral proletaria. Sin embargo, su operación es de tal naturaleza que frecuentemente se esconde bajo una cubierta de radicalismo programático con propósitos puramente fraccionales. En varias ocasiones esto ha llevado a los morenistas a asumir posiciones imitando (¿o tomadas de?) el trotskismo auténtico de la tendencia espartaquista internacional (TEI). Así al polemizar contra un artículo sobre el eurocomunismo y los “disidentes” soviéticos, escrito por el morenista Eugenio Greco, el imbécil mercenario del SWP Gerry Foley notaba que el “premio a la originalidad” por defender estas posiciones correspondía a “sectarios” como la TEI (Intercontinental Press, 5 de diciembre de 1977). Y, en efecto, el artículo de Greco (Revista de América, agosto de 1977) exhibe una semejanza aleccionadora con nuestros escritos sobre el tema (salvo que – ¡cosa graciosa! – los morenistas identifican el estalinismo con la dependencia del oro de Moscú).

En particular, al fundar la Tendencia Bolchevique luego de su ruptura con el SWP a fines de 1975/principios de 1976, Moreno asumió posiciones sobre Portugal y Angola extraordinariamente parecidas a las de la tendencia espartaquista. Sobre Portugal, denunció el seguidismo del SWP tras la cola del Partido Socialista de Mário Soares, financiado por la CIA, así como el apoyo político de la TMI mandelista al bloque estalinista/MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas). Sobre Angola, reivindicó el apoyo militar al MPLA contra la invasión CIA/sudafricana, al mismo tiempo que se oponía formalmente a dar apoyo político a ninguno de los tres grupos nacionalistas en pugna. Las características principales de estas posiciones formalmente ortodoxas son que se tratan de asuntos lejanos, y que son totalmente arbitrarias – no se derivan de una visión del mundo programáticamente coherente.

Así, mientras Moreno condena el apoyo desvergonzado del SWP al PS portugués, en Argentina él mismo se fusionó con los restos de la socialdemocracia de Juan Carlos Coral en 1971. Criticando la claudicación de Mandel ante los eurocomunistas, sus partidarios venezolanos ahora están profundamente empotrados en el MAS “eurocomunista”. Criticando el apoyo de la TMI al demagogo Carvalho y al MFA en Portugal, el PST colombiano de Moreno llamaba a “apoyar la política nacionalista de Torrijos” en Panamá, calificando a este demagógico oficial militar (amigo de Castro y del Chase Manhattan Bank) de “progresista” en su “confrontación con el imperialismo” (ver ¡EE.UU. fuera de Panamá ya!”).

Fingiendo la ortodoxia cuando ésta es “barata” – en lugares remotos y cuando le conviene para sus maniobras sin principios – en casa donde realmente importa, el oportunismo de Moreno rebasa aquél de las demás alas del S.U. Criticando mordazmente al dirigente del POR boliviano Guillermo Lora por incorporarse a un “frente antiimperialista” con el General Torres en Bolivia en 1971 (lnternational Socialist Review, febrero de 1973), dos años más tarde el mismo Moreno se incorporaba al frentepopulista Grupo de los Ocho, junto con el PC argentino y los principales partidos burgueses, jurando su apoyo al gobierno bonapartista de Juan Perón (ver “PST atrapado con las manos en la masa”). Hoy, cuando los sandinistas son figuras mundialmente famosas, Moreno es un guerrillero entusiasmado; pero cuando el PRT/ERP castrista (en ese entonces afiliado al S.U.) estaba revolviendo el ajo en Argentina con sus secuestros y ataques al ejército, el PST de Moreno igualaba a “la guerrilla y su réplica, el terrorismo de la AAA y otras organizaciones de ultraderecha” (Avanzada Socialista, 10 de octubre de 1974).

El historial de Nahuel Moreno es el de un sinvergüenza que se ha vestido con el ropaje de casi toda tendencia en boga en la izquierda latinoamericana – peronismo, castrismo, maoísmo y ahora el sandinismo. Sus posiciones de “izquierda” sobre temas internacionales no tienen ninguna relación con sus posiciones derechistas en casa. El que hoy tenga un aspecto combativo frente a Nicaragua se explica únicamente en que fue atrapado en plena maniobra con el FSLN, y que mientras él hace de las suyas, el resto del S.U. ha girado claramente hacia la derecha. Hasta la toma del poder por el FSLN en Managua, la consigna morenista por un gobierno sandinista estaba formalmente a la derecha de las otras tendencias del S.U., quienes hacían críticas sueltas de los lazos del FSLN con la burguesía de oposición. Pero apenas Mandel y Barnes se dieron cuenta de la posibilidad de unirse a una causa popular saltaron por encima de Moreno, dejándolo en el papel poco acostumbrado de polo de extrema izquierda.

Finalmente, debemos hacer constar que al dotarse con el nombre de Brigada Simón Bolívar, Moreno escogió un mote de lo más apropiado. Quizás pensaba imitar a la Brigada Lincoln en la guerra civil española – a pesar de que sería más apropiado comparar a Bolívar, de familia terrateniente esclavista, con George Washington. Pero en términos militares el gran héroe de las guerras de independencia fue un desastre en todo sentido: perdió casi todas las decenas de batallas que libró, abandonando repetidamente a sus tropas en momentos de infortunio. Su especialidad, escribió Marx en un artículo sobre Bolívar, era “entradas triunfales, manifiestos y proclamaciones de constituciones”. El fue, decía Marx en una carta a Engels, el “canalla más cobarde, brutal y miserable”. Así también Nahuel Moreno.

PCE se declara eurocomunista

Reformistas aunque se vistan de seda…

PCE se declara eurocomunista

Traducido y amplificado de Workers Vanguard, No. 205, 12 de mayo de 1978. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 6, julio de 1978.

En su informe de tres horas al Noveno Congreso del Partido Comunista de España (PCE), el primero celebrado en la legalidad dentro del país en 46 años, el líder del PCE, Santiago Carrillo, resumió la nueva orientación del partido: “Hemos optado, con todas las consecuencias, por hacer un auténtico partido ‘eurocomunista’.” Al adoptar las 15 tesis presentadas por el comité central, los 1.500 delegados aprobaron la política carrillista de una “ruptura pactada” con el gobierno Suárez; aceptaron la monarquía; aprobaron el Pacto de la Moncloa, un programa político y económico firmado conjuntamente por el consejo de ministros y la “oposición”; y renunciaron formalmente al leninismo. Carrillo subrayó en su informe que el “entronque” con los orígenes del partido “no significa hoy dependencia de ningún Estado socialista concreto ni aceptación de un centro dirigente determinado” (Mundo Obrero, 20 de abril de 1978).

Los propósitos del congreso eran tres: formalizar la adherencia del partido a la política eurocomunista de Carrillo; demostrarle a la burguesía la moderación de los dirigentes del PCE y su entrega a la “democracia”; y emprender una homogeneización de las filas, por medio de un debate restringido. En total, la operación debe considerarse un éxito, puesto que las tesis fueron adoptadas por una abrumadora mayoría y el nivel de debate y de oposición interna permitido sobrepasa fácilmente todo lo conocido en un partido estalinista. Sin embargo, la proyección internacional del Noveno Congreso del PCE queda por determinarse (los dirigentes de los partidos comunistas italiano y francés reaccionaron con reservas a la iniciativa de Carrillo), y el nivel de disidencia plantea la posibilidad de grandes escisiones hacia la izquierda.

Enterrando al leninismo

El eje principal del congreso y de la discusión que lo precedió fue la cuestión del “leninismo”. El término debe ponerse entre comillas, pues mientras la dirección no disimuló su rechazo de todas las contribuciones de Lenin al marxismo, la oposición estaba lejos de presentar un auténtico programa leninista. Puesto que durante los últimos 50 años el PCE no ha conocido sino el programa y la práctica antileninista del estalinismo, el debate fue en  gran parte simbólico. Sin embargo, la intención (lograda) de la propuesta, en la tesis número 15, de abandonar la autodenominación de “marxista-leninista” y reemplazarla con “marxista, revolucionario y democrático” era de señalar una renuncia formal de la revolución proletaria.

Así pues, la discusión, junto con la anterior renuncia del PCE a la dictadura del proletariado, confirmó que el partido está enteramente entregado a la defensa del poder de su “propia” burguesía, excluyendo toda lealtad rival a la burocracia del Kremlin. Es el mérito de Carrillo el haber planteado el debate con franqueza. Por lo tanto, en su discurso en la reunión del CC del 21-22 de enero, rechazó específicamente el concepto del “partido internacional centralizado, sometido a una fuerte disciplina que era la Internacional Comunista”,  junto con la idea de “un partido proletario revolucionario, vanguardia de la revolución.” Concluye:

“Y es cierto que nosotros, y no solamente nosotros, sino otros partidos comunistas de Occidente tampoco practican el leninismo como concepción global que inspire su estrategia…

“Es evidente que nosotros llevamos muchos años en los que en toda una serie de aspectos concretos de nuestra lucha política práctica hemos prescindido de concepciones concretas de leninismo.”

En su intervención en la discusión del CC Carrillo desafió a quienes se opusieran al cambio propuesto:

“Si hubiese una oposición en el Partido a esto que acordamos hoy, yo no le pido más que una cosa, que sea consecuente y que diga ‘¡sí, dictadura del proletariado!’ y que diga ‘¡sí, Internacional Comunista!’ y que diga ‘¡sí, toma del poder por la insurrección armada!’ y que diga ‘¡sí, la política que ha seguido desde hace largos años el Partido es equivocada!’”

Mundo Obrero, 26 de enero de 1975

El secretario general no encontró a nadie que le aceptara el reto. Sin embargo, sí se topó con bastante oposición en algunos de los baluartes principales del partido. En Asturias, provincia natal de Carrillo y de Dolores Ibárruri (la Pasionaria), presidente del PCE, las agrupaciones del partido en las tres ciudades principales (Oviedo, Gijón y Avilés), se opusieron al abandono de la definición de “marxista-leninista”. El 29 de marzo, la prensa en la ciudad andaluza de Málaga publicó una declaración por 200 miembros del partido denunciando fuertemente a los dirigentes del PCE por sus críticas excesivas a la Unión Soviética. Subsecuentemente los congresos provinciales de Badajoz y de Soria, regiones agrarias, rechazaron igualmente la tesis 15.

Pero el centro de oposición fue Cataluña, la región que proporcionó ocho de los 20 diputados comunistas a las Cortes. El semiautónomo PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), que se define como “partido hermano” del PCE, tiene 46.000 militantes de un total de 200.000 a nivel estatal. Por lo tanto, es comprensible el desconcierto de la dirección del PCE cuando a finales de marzo la conferencia del PSUC reafirmó su autodesignación como marxista y leninista por un voto de 97 contra 81 en el comité central. Este voto provocó la dimisión en masa del presidente del PSUC, Gregorio López Raimundo, del secretario general Antonio Gutiérrez Díaz y del comité ejecutivo entero. Por fin, después de una semana de reuniones a puerta cerrada; el CC del partido catalán aprobó una segunda moción, apoyando la tesis 15 y declarando:

“no existe contradicción de fondo entre las enmiendas aprobadas por la Primera Conferencia Nacional del PSUC y las tesis del IX Congreso del PCE….”

Mundo Obrero. 13-19 de marzo de 1978

Congreso eurocomunista

Bajo un enorme estandarte proclamando “un debate comunista para la democracia y el socialismo”, el congreso del PCE se inició el 19 de abril en el suntuoso Hotel Meliá-Castilla en Madrid. Carrillo también destacó la temática de la democracia en su informe y, en tonos grandilocuentes, ofreció su dimisión como secretario general en el caso de que los delegados lo desearan. Declaró en su propia defensa que “en lugar de hacer de este un partido abierto transparente y democrático, la dirección podría haberlo hecho un partido hermético, cerrado, sin posibilidad alguna de discrepancias.” Sin embargo, esto no conmovió a algunos de los delegados, quienes razonaron que si la dirección podía hacer todo eso, por sí sola, también lo podía deshacer ella sola (Le Monde, 23-24 de abril).

Según la prensa, las opiniones en contra de la dirección se expresaron ampliamente en las conferencias regionales, aunque fueron menos notables en el congreso mismo. En Asturias, en respuesta a la intervención imperiosa de Simón Sánchez Montero, uno de los primeros tenientes de Carrillo, 115 de 500 delegados se salieron de la reunión. En la conferencia del PSUC en Barcelona, incluso hubo objeciones a la participación de Carrillo en defensa de sus tesis eurocomunistas, dado que formalmente sólo es miembro de un “partido fraternal”. En la conferencia provincial de Madrid hubo protestas contra la imposición de Sánchez Montero como líder de la organización regional.

En el mismo congreso los delegados se quejaron bastante entre sí sobre el análisis político presentado por la dirección. La tesis 1, evaluando la actual situación política en España, fue criticada por su “triunfalismo” ― es decir, por su pretensión de que el régimen había logrado él fin buscado por el PCE de una “ruptura democrática”, aunque por medios diferentes. Enmiendas a esta tesis insistieron en el importante papel que han jugado las movilizaciones de masas en lograr avances como la legalización del PCE. La Tesis 4, alabando el Pacto de la Moncloa (y por lo tanto el programa de austeridad fijando topes salariales, aprobado e impuesto por el PCE), fue revisada en comisión a fin de suprimir un pasaje entero elogiando los beneficios del pacto. Estos beneficios, decían los delegados, no se habían realizado dado que el programa sólo había sido parcialmente puesto en vigor.

Esta exhibición ostentosa de democracia en el congreso no era únicamente para el beneficio de la prensa. Era también un síntoma de la heterogeneidad del PCE, cuyos efectivos son hoy día diez veces aquellos cuando la muerte de Franco a fines de 1975. Nuevos militantes, que no han sido educados en la escuela estaliniana, han engrosado las filas del partido. De momento se tolera bastante disensión (aunque 23 de los disidentes de Málaga fueron suspendidos por su declaración en contra de la dirección), pero la burocracia carrillista del PCE busca abiertamente imponer la ley y el orden a su partido revoltoso. Esto ya se ha puesto en marcha con la instalación de gran número de funcionarios sindicales de las Comisiones Obreras (CC.OO.) como delegados y responsables del partido a nivel provincial, reemplazando a menudo a los intelectuales disidentes.

Otro índice de la agitación interna que amenaza al aparato partidario es la ola de sentimientos nacionales dentro del PCE. Además del PSUC y las secciones gallegas y vascas ―cada una de las cuales ha tenido tradicionalmente su propio comité central― durante el último año se han organizado secciones en Asturias, Andalucía, las Islas Canarias y los Baleares. El sentimiento nacional es tan fuerte en el País Vasco que el año pasado la antigua dirección centralista del PC de Euskadi fue reemplazada con nuevos dirigentes “abertzales” quienes, contrarios a la línea oficial autonomista del PCE, reivindican la autodeterminación para los vascos.

La tesis 15

Como consecuencia de la filtración de los delegados, la fuerte oposición a la supresión del término “marxista-leninista” que se mostró en las conferencias regionales (contando con más de la tercera parte de los delegados) había disminuido considerablemente en magnitud y en vehemencia. Además de la etiqueta, dijo Manuel Azcarate, encargado de relaciones internacionales del PCE y el expositor más destacado (después de Carrillo) de la línea eurocomunista, es necesario depurar al PCE de otras connotaciones del término leninista; la toma de poder por medio de la lucha armada, la dictadura del proletariado, la alianza obrero-campesina, la hegemonía de la clase obrera. En lugar de estas frases (vaciadas de su contenido leninista desde hace mucho tiempo en la práctica reformista de los estalinistas), el PCE se sirve hoy de tonterías como “la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura”.

El debate formal sobre el “leninismo” fue muy corto ―diez minutos en total― la dirección del partido permitió sólo un orador en contra de la tesis 15, Francisco Frutos del PSUC. Cabe anotar su intento de mostrar la compatibilidad del leninismo y del eurocomunismo, un absurdo patente puesto que un aspecto principal de la línea carrillista ha sido de generalizar, hasta el nivel de “teorías” vulgares propias de los socialdemócratas, la colaboración de clases reformista que practican los estalinistas desde hace mucho tiempo. La tarea de responder a este seudoleninista patético le tocó al desgraciado Sánchez Montero, quien escandalizó a los delegados al repetir el comentario de Lenin cuando los bolcheviques rusos cambiaron el nombre de su partido de socialdemócrata a comunista: “Es necesario quitarse una camisa vieja y ponerse ropa limpia.” (Tales citas erradas de los clásicos marxistas parece ser una afición universal entre los enanos teóricos de la dirección del PCE. Al justificar el abandono formal del leninismo, Carrillo comentó que tanto había cambiado desde la Primera Guerra Mundial que, de hecho, “el mundo ha cambiado ya de base” parafraseando así un verso de la Internacional que se refiere al triunfo de la revolución).

En la votación final, 968 delegados votaron a favor de la tesis 15 y 248 en contra. Sin embargo, en la elección de los 45 miembros del comité ejecutivo, no se incluyó ni un solo, representante de la “minoría leninista”.

Significado del Noveno Congreso

A nivel internacional, el impacto inmediato del Noveno Congreso del Partido Comunista de España no ha sido gran cosa. Fuera del PCE, los partidos más importantes de Europa occidental que se han asociado con el término “eurocomunista”, el francés y el italiano, ya se habían enfriado hace tiempo ante la actitud acerba de Carrillo respecto a la Unión Soviética. En la “cumbre eurocomunista” en Madrid en marzo de 1977, Marchais del PCF y Berlinguer del PCI rechazaron la demanda por parte del PCE de una condena conjunta de la represión de disidentes por el Kremlin. Y cuando no se le permitió a Carrillo hablar en el 60 aniversario de la Revolución de Octubre en Moscú, Berlinguer se negó a emitir una protesta junto con el dirigente comunista español.

En el reciente congreso, el saludo del PCI se refirió a “divergencias, incluso profundas,… en las propuestas políticas” de los dos partidos (Corriere della Sera, 21 de abril). Esto se interpretó como una crítica de la eliminación de la frase “marxista-leninista” de la constitución del PCE. Las relaciones con el partido francés son aún más tensas, puesto que el PCE le echó la culpa a Marchais por la derrota de la Unión de la Izquierda en las elecciones parlamentarias de marzo. La respuesta del PCF vino en forma de comentario sobre el congreso madrileño:

“Haciendo desaparecer todo el carácter ideológico específico del PC español, proponiéndole a los socialistas que se olviden de la ruptura de 1921 y que construyan un partido laborista conjunto, Carrillo espera superar su desventaja electoral. En esencia, ha hecho la operación inversa a aquella emprendida por los comunistas en Francia para ganar nuevo terreno.”

L’Humanité, 20 de abril

La reacción internacional decisiva, sin embargo, vendrá de Moscú. Y durante el congreso del PCE parecía que un pacto de no agresión se había acordado tácitamente entre Brezhnev y Carrillo. Por lo tanto, no hubo una sola crítica directa a la Unión Soviética durante los actos, y sólo la objeción a la subordinación a un “estado socialista determinado” en el informe de Carrillo. El Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) envió un saludo que, aunque generalmente amistoso, declaró elípticamente:

“La existencia de un Partido Comunista fuerte y combativo, que se rige por las teorías científicas del marxismo-leninismo es la garantía de la transformación democrática de la lucha por el progreso social.”

El mensaje no podía ser más claro, pero en la versión que se publicó en el Mundo Obrero del PCE suprimieron esta frase.

Durante el congreso mismo, fueron ampliamente solicitados, y obtenidos, comentarios por parte del jefe de la delegación del PCUS, Viktor Afanasiev, el director de Pravda. Demostrando que según los términos del Kremlin él no figuraba como ningún “liberal”, Afanasiev comentó desvergonzadamente: “En la Unión Soviética sufrimos de un exceso de democracia” (!). Interrogado sobre su opinión acerca de las discusiones del congreso. Respondió secamente:

“Algunas discusiones son útiles, otras no. Temo que un debate sobre principios sólo debilitará al partido. La fuerza de un Partido Comunista se basa en su unidad. Pero no encontré gran unidad en el curso del congreso.”

Le Monde. 25 de abril

El delegado soviético mencionó de paso que había distribuido centenares de insignias con el retrato de Lenin a delegados del congreso que se los habían pedido.

Aprovechando toda oportunidad para hacer un comentario positivo acerca de Carrillo (como alabar la frase vacía del PCE de la “unidad de las fuerzas del trabajo y de la cultura”), al mismo tiempo Afanasiev puso un punto de interrogación en los lugares claves. Cuando se le preguntó si el PCE se estaba convirtiendo en un partido socialdemócrata, respondió que “la política que ha aplicado hasta ahora no indica que ha dejado de ser revolucionario. Veremos lo que pasa en el futuro.”

Ni Carrillo, ni el Kremlin quisieron hacer de esta reunión la ocasión para una ruptura dramática. No obstante, está claro que la intención de la dirección del PCE fue hacer de éste el “congreso eurocomunista”. Antes de la votación sobre la eliminación de la designación “marxista-leninista”, el primer delegado soviético dijo al periódico madrileño Informaciones, “El eurocomunismo no existe.” (Sus razones fueron que ni Marchais ni Berlinguer asistieron ―un hecho significante― y que en su informe Carrillo sólo mencionó el término una vez). Después del voto sobre la tesis 15, Carrillo replicó: “Hemos demostrado que el eurocomunismo existe” (Corriere della Sera, 23 de abril).

La evolución del PCE

El IX Congreso señala la formalización de la ruptura con el estalinismo por parte del PCE. Este evento no ha marcado, por supuesto, un viraje brusco de la dirección carrillista sino la culminación de un proceso, de una trayectoria que tiene sus raíces en la degeneración de la Internacional Comunista bajo Stalin. Utilizando la vieja terminología leninista del internacionalismo proletario, en realidad un partido estalinista se caracteriza en primer lugar por su subordinación a los intereses de la burocracia dirigente de un estado obrero degenerado (la URSS) o deformado. Esta es la característica primordial que distingue su reformismo ―la defensa del dominio capitalista― de aquél de los socialdemócratas. Pero a través de sus vínculos con el Kremlin y directamente en el terreno nacional, los partidos estalinistas también se someten a los intereses de su “propia” burguesía. Con el tiempo este aspecto pasa a dominar sobre el primero en la medida en que los PC se ajustan a su política de colaboración de clases y los recuerdos de su procedencia leninista se desvanecen. Como escribió León Trotsky a finales de los años 30:

“En lo referente a la ex-Comintern, su base social hablando con propiedad, tiene una doble naturaleza. Por una parte vive de los subsidios del Kremlin…. Por otra parte, los diferentes aparatos de la ex-Comintern se alimentan en la misma fuente que la socialdemocracia, a saber, las sobreganancias del imperialismo. El crecimiento de los partidos comunistas durante los últimos años, su infiltración en las filas de la pequeña burguesía, su instalación en el aparato del estado, los sindicatos, los parlamentos, las municipalidades, etcétera, fortalecieron extremadamente su dependencia con respecto a los imperialismos nacionales, en detrimento de su dependencia tradicional con respecto al Kremlin.”

Escritos, 1938-39

En la época de la Guerra Civil y después de la Segunda Guerra Mundial, no había partido más estalinista que el PC español. Fue el modelo casi caricaturesco, donde absolutamente todo aquello de importancia se efectuó según las directivas de Stalin y sus emisarios. Fue entonces cuando la línea de defender la propiedad privada vino directamente de la pluma del Gran Organizador de Derrotas (carta de Stalin a Largo Caballero en diciembre de 1936), cuando la persecución de los anarquistas y del POUM se anunció desde las páginas de Pravda, cuando la eliminación de Largo Caballero de su puesto de primer ministro de la República española fue ordenada por Togliatti. El PCE, que antes del inicio de la ayuda militar soviética no tenía influencia alguna en el seno del proletariado español, fue el más incondicional de todos.

Carrillo sitúa su primer paso hacia la ruptura con Moscú en 1956, luego del famoso informe secreto de Kruschev al XX Congreso del PCUS. Como los dirigentes soviéticos, él se mostró indignado de haber descubierto los crímenes de Stalin, tratando así de ocultar su propia participación en dichos crímenes: ¿acaso el actual líder del PCE ha olvidado la reunión del buró político en mayo de 1937 cuando fue informado por los delegados de la Comintern del arresto de Nin?; ¿o acaso “ignoraba” los fusilamientos masivos de valientes veteranos de las Brigadas Internacionales, ordenados por Stalin a finales de los años 40? Pero Carrillo va más lejos que la irrisoria “desestalinización” emprendida por Kruschev, y en un informe al comité central del PCE a finales de 1956 califica de insuficiente la explicación en base a un “culto de la personalidad”.

Sin embargo, el resultado de este proceso de ruptura con el estalinismo por parte del PCE no ha sido el regreso al leninismo auténtico, a una crítica revolucionaria de la perversión y desviación de la Revolución de Octubre por los usurpadores del Kremlin, sino todo lo contrario, la aceleración de la socialdemocratización como expresión y consecuencia de su política nacional-reformista. La estrecha vinculación entre este proceso y el fortalecimiento de los lazos que unen los partidos estalinistas al orden capitalista se ve con claridad meridiana en el caso español. El mismo informe de Carrillo al CC en el 56 es donde por primera vez se esboza la nueva política del PCE de “reconciliación nacional”, un tipo de “compromiso histórico” anticipado. (Esta expresión, dice Carrillo en broma, siempre causó problemas al intentar de explicarse a los dirigentes soviéticos, porque la traducción en ruso sonaba como algo que había condenado mil veces Lenin).

Claro que desde años atrás los dirigentes del PCE se comprometieron al mantenimiento del orden capitalista. Pero luego del inicio de la guerra fría, cuando se dieron cuenta que no habría ni intervención soviética ni apoyo de las “democracias” occidentales al lado antifranquista en una reedición de la Guerra Civil española, se reorientaron hacia una vía estrictamente nacional de lograr posiciones de influencia en el aparato estatal burgués. Sabiendo que la burguesía abrigaba un temor mortal a las consecuencias de un nuevo período de movilización obrera, y que no se prestaría a una repetición del frente popular clásico, el PCE planteaba la formación de un bloque político compuesto de todas las fuerzas que querían “superar la Guerra Civil” ― o sea, todas salvo un puñado de franquistas a ultranzas.

De este modo los primeros pasos del PCE hacia la “desestalinización” iban mano a mano con su enfeudación cada vez mayor en el régimen capitalista. El próximo paso, el que marcó el punto de partida del eurocomunismo, fue su reacción a la invasión soviética a Checoslovaquia en agosto de 1968. Anteriormente había habido varias discrepancias con el Kremlin: una nota publicada en Mundo Obrero en 1964 criticando la explicación dada para la defenestración de Kruschev; la protesta contra el encarcelamiento de los escritores disidentes Sinyavsky y Daniel en 1966; la protesta airada contra un artículo aparecido en Izvestia en 1967 que daba a entender que el PCE preconizaba la restauración de la monarquía en España. Hasta aquí, dice Manuel Azcarate, responsable del PCE por relaciones internacionales, hay “una fase de actitud crítica hacia la Unión Soviética”. En cambio, su protesta contra la supresión de la “Primavera de Praga” abre “una discusión a fondo en todo el Partido sobre nuestra relación con la Unión Soviética” (“El eurocomunismo y la URSS”, Viejo Topo Extra No. 2 [1978]).

Por una parte los dirigentes del PCE tenían grandes simpatías con el equipo de Dubcek. Checoslovaquia había sido durante largo tiempo uno de los centros del partido español en la emigración, y fue desde Praga que se transmitían los programas de la “Radio España Independiente”. Así observaron de cerca el repudio de la población checoslovaca a la invasión por fuerzas del Pacto de Varsovia. Inmediatamente después del anuncio de la invasión, el mismo 21 de agosto de 1968, Carrillo e Ibárruri se dirigen a Moscú para presentar su protesta ante los mandatarios soviéticos. Se entrevistan con Suslov, uno de los halcones más notorios del Kremlin, quien con abierto desdén hace caso omiso de las súplicas del PCE que a fin de cuentas, dice, es un “partido pequeño”.

Había otro aspecto., igualmente importante en la denuncia por el PCE de la invasión soviética a Checoslovaquia: el deseo de dar pruebas convincentes a la burguesía española de su absoluta independencia de Moscú. Tanto Carrillo como los políticos burgueses de la “oposición democrática” al franquismo conservaban recuerdos vivos de la prepotencia ejercida por los arrogantes “asesores” soviéticos en casi todas las instituciones gubernamentales de la República durante la Guerra Civil. Podrían evocar imágenes de cárceles secretas y secuestros de dirigentes políticos llevados a cabo por la siniestra KGB. Con esta visión, el 28 de agosto de 1968 la emisora del PCE transmite una declaración del comité ejecutivo que plantea:

“No podemos concebir ni admitir la hipótesis que ahora nuestros enemigos pueden formular ―de que el día en que nuestro partido llegue al poder en España, en alianza con las fuerzas del trabajo y de la cultura, otra potencia socialista, cualquiera que sea, nos dicté su política y menos aún, intervenga militarmente en nuestro territorio, sin nuestra más enérgica resistencia.”

Mundo Obrero, septiembre de 1968

No sorprende, entonces, el que las fuerzas de ocupación soviéticas clausuraron Radio España Independiente.

Habiendo sufrido así el impacto de la invasión en el pellejo propio, en cierto sentido, y afanándose en demostrar su compromiso “pluralista” ante la opinión pública burguesa, el PCE de repente se vio envuelto en una lucha fraccional con los defensores del Kremlin. Todo esto coadyuvó en dar mayor trascendencia a la desvinculación del PCE de la URSS en ese momento crítico. Según Azcarate:

“Y hay que decir en favor de los soviéticos que nos ayudaron con sus intentos de dividir al Partido (Líster, García); estos intentos nos ayudaron porque las zonas aferradas a una apologética total, a la incondicionalidad a la Unión Soviética, incapaces de reflexionar, se fueron del Partido; y a través de una discusión muy profunda que llegó hasta la base, con una unanimidad grande en torno a la posición de total independencia crítica…”

― “El eurocomunismo y la URSS”

La lucha fraccional emprendida por Eduardo García (entonces secretario de organización del PCE) y Agustín Gómez recibió un apoyo tácito pero inconfundible de la URSS. Luego de una denuncia virulenta de los “fraccionalistas” por Mundo Obrero en octubre de 1969 se publicaba en Moscú una carta abierta firmada por más de 200 militantes del PCE, acusando la dirección de “calumnias antisoviéticas”.

La respuesta del comité central fue la expulsión de García y Gómez del PCE por fraccionalismo. Pero no logró con esto extirpar de inmediato a los adeptos del Kremlin de sus filas. Enrique Líster ―el “General Líster” de la Guerra Civil― quien hasta mediados de 1969 compartía las posiciones de la mayoría, protestó la expulsión de García-Gómez, lo que le costó su propia expulsión en septiembre de 1970, elevando el total de expulsados a siete miembros del CC. Aunque las pérdidas parezcan reducidas, representan un sector significativo de los cuadros dirigentes del partido; y la lucha fraccional, apoyada y animada por el Kremlin, convenció a Carrillo y Cía. de la imposibilidad de una reconciliación con sus antiguos amos.

Sin embargo, Carrillo tardó mucho en romper definitivamente con la URSS. No obstante la casi unanimidad del repudio por los partidos comunistas de Europa occidental a la invasión de Checoslovaquia, la dirección del PCE se sintió aislada en sus ataques dirigidos no solamente contra acciones específicas del Kremlin, sino contra el “modelo soviético” en sí. En un importante informe al comité central del PCE en septiembre de 1973, Azcarate sistematizó las críticas a la política exterior de la URSS e hizo un llamamiento por la confluencia de los PC europeos en una tendencia independiente de Moscú:

“Creemos que hoy día es necesaria cierta ‘descentralización’ del proceso unitario; es decir, los encuentros bilaterales, las reuniones de partidos con problemas comunes que viven situaciones cada vez más similares…. Una tarea esencial para los partidos comunistas de Europa occidental es de elaborar conjuntamente una ‘imagen característica’ de lo que el socialismo puede y debe ser en esta parte del mundo.”

Les PC espagnol, français et italien face au pouvoir (1976)

Algunos meses más tarde se inició el ciclo de reuniones bilaterales que dio origen al término “eurocomunismo” y que correspondía a la letra al llamamiento de Azcarate en 1973.

La gestación y el nacimiento del eurocomunismo no ha sido un proceso sin contradicciones. En la reunión de los partidos comunistas de Europa en julio de 1976, Carrillo declaró rotundamente: “No existe el eurocomunismo….” Pero ya a principios de 1977 aparece su libro Eurocomunismo y estado, donde caracteriza a la URSS como “totalitarismo socialista” con “rasgos formales similares a las dictaduras fascistas”. El tratado de Carrillo constituye el único intento de formalizar una doctrina eurocomunista, y es notable por su presentación de un reformismo socialdemócrata consecuente. Rechaza el partido leninista de vanguardia y el ¿Qué hacer? Rechaza la dictadura del proletariado y Estado y revolución. Aboga por la transformación del estado capitalista, cuestiona si resta cualquier cosa de socialista en la URSS, y reivindica superación de la división entre socialdemócratas y comunistas. Lo único que faltaba fue el rechazo explícito del “marxismo-leninismo”, el término estalinista para su deformación del auténtico comunismo leninista ― pero esto vino pocos meses después en la gira en EE.UU. por Carrillo.

Los seudotrotskistas del Secretariado Unificado (SU) de Ernest Mandel naturalmente no se identifican abiertamente con los eurocomunistas tipo Carrillo. Pero en su afán de acercarse a elementos críticos dentro de los PC sí tratan de esconder el carácter nítidamente derechista y reformista del eurocomunismo. Así durante los actos del Noveno Congreso del PCE, un representante de la Liga Comunista Revolucionaria, afiliada al SU, hizo un saludo descarado, casi sin crítica alguna, pidiéndole al partido de Ramón Mercader (el asesino de León Trotsky), al partido de Carrillo e Ibárruri (“autores intelectuales” del fusilamiento de Andrés Nin), que “rehabilitase” a Nin y a Trotsky!

Tanto hoy como a finales de los años 50 cuando, por primera vez el PCE propuso la política de “reconciliación nacional”, y durante la Guerra Civil, el partido ha seguido fiel a su herencia: un enemigo jurado de la revolución proletaria. La Pasionaria, con su aspecto fingido de abuelita cariñosa, hoy día presidente de un partido que defiende la democracia “sin clases”, era durante los años 30 la inquisidora rabiosa de trotskistas y anarquistas. Estos crímenes de sangre no se pueden borrar de la historia, y el papel del PCE al desbaratar la fuerte oleada hacia una huelga general contra el régimen franquista durante 1976-77 recapitula su papel contrarrevolucionario de cuando aplastó el levantamiento obrero de Barcelona de 1937.

“Eurocomunista por el rey y la patria”

El futuro del eurocomunismo como corriente internacional está aún por determinarse. En todo caso, esta categoría ―ambigua que es, correspondiendo a un invento periodístico en vez de a una caracterización científica― no es ninguna morada final; sólo puede ser una posición pasajera en el proceso de la socialdemocratización de los partidos estalinistas. Aunque por lo visto los PC francés e italiano no están dispuestos a dar un paso tan dramático y llamativo como la renuncia al “leninismo” del PCE, está claro que en el caso del partido de Carrillo ha habido una ruptura definitiva con la burocracia de Moscú, de tal modo que ya no puede ser denominado estalinista. Es más esto se afirma en la disputada tesis 15:

“… rechazamos como algo ajeno al marxismo, el fenómeno del burocratismo y del estalinismo…. Los comunistas españoles hemos superado autocríticamente, en lo fundamental, el estalinismo, y estamos recuperando las esencias democráticas y antiburocráticas del marxismo.”

Para subrayar el significado, a su ver, de este cambio, la revista soviética Nuevos Tiempos le advirtió al PCE ya a principios de año (en una polémica dirigida contra una entrevista de Azcarate) que consideraba el mantenimiento de “marxismo-leninismo” como una cuestión decisiva.

La renuncia del “marxismo-leninismo” por el PCE constituyó una ruptura formal con la burocracia del Kremlin, entendiéndose como un rechazo a toda traza restante de la doctrina sobre la que se fundó la URSS. El PCUS así lo indicó en su saludo al Noveno Congreso, y fue sobre esta cuestión que la dirección carrillista buscó la aprobación formal por el partido de su programa eurocomunista. Si no hubo una escisión durante el mismo congreso señalando esta ruptura del estalinismo, ello se explica en parte porque los adictos incondicionales del Kremlin ya habían salido años atrás con Líster y García (y más del 95 por ciento de la militancia del partido ha sido reclutado después de esta lucha fraccional formativa); además hay posibilidades de escisiones por elementos anticarrillistas a raíz del Noveno Congreso.

La decisión de Santiago Carrillo de romper con Moscú se tomó mucho antes de abril de 1978. Después del enfrentamiento con la URSS sobre Checoslovaquia, Carrillo ya había quemado todos sus barcos, y nunca más podría ser el hombre del Kremlin. Como un traidor reformista  jurado a la clase obrera, Carrillo aprovechó agresivamente su única opción: buscando comprobar su confiabilidad no solamente como sostén del capitalismo, sino también como defensor de la monarquía franquista. Cuando el PCE recibió un triste 9 por ciento en las elecciones a las Cortes del 15 de junio de 1977, la dirección ni siquiera analizó las causas de esa débil votación y continuó sin interrupción su apoyo incondicional al rey Juan Carlos y a su primer ministro Adolfo Suárez. Ya había hecho su decisión irrevocable.

Es evidente que esto va más allá de un mero rechazo kruscheviano del “culto de la personalidad”. Hoy día, la foto de Trotsky puede aparecer en las páginas de la revista teórica del PCE, Nuestra Bandera, e incluso Carrillo escribe en su libro Eurocomunismo y el estado que fue un mito que Trotsky era agente de los nazis y que “Es más que tiempo de que se haga esta presentación objetiva del papel de Trotsky en la revolución…”. Pero la evolución del Partido Comunista español no se dirige en ningún sentido hacia la izquierda. Santiago Carrillo ha escogido entre la “Tercera Roma” del Kremlin y su “propia” burguesía. Como se ha comprobado durante todo el período posfranco, el PCE busca ser el sostén más fiel del estado que ha surgido de la dictadura franquista, “con todas las consecuencias”. Santiago Carrillo es un eurocomunista “por él rey y la patria” y no por la URSS.

GADAFI DERRUMBADO POR LOS IMPERIALISTAS EN LIBIA

Gadafi derrumbado por los imperialistas en Libia

Combatir el gobierno del Consejo Nacional y de la OTAN!

Septiembre 2011

Gadafi fue un tirano que oprimió a los trabajadores de Libia durante cuatro décadas. Bajo la fachada de algunas nacionalizaciones progresivas contra los imperialistas en la década del 70, engañó a los proletarios y garantizó el mantenimiento del capitalismo en el país bajo las formas más brutales. Después de la década de 1980, estrechó sus lazos con los países centrales del capitalismo y revirtió mismo sus medidas parciales. A pesar de eso, su derrota a manos de una coalición dominada por sectores de la burguesía nacional – el Consejo Nacional de Transición (incluyendo jefes tribales, monarquistas y jefes militares) – y la OTAN  (una organización militar imperialista) es una derrota para los trabajadores.

Los trabajadores jamás hubieran podido tener ninguna confianza política en Gadafi. Era necesario preparar a cada momento su destitución revolucionaria que hubiese podido crear un gobierno revolucionario de los trabajadores, de libertad y de igualdad; principalmente para las mujeres de un país que estaba – y continúa estando – marcado por la opresión. Sin embargo, y a pesar de las ilusiones de muchos, el gobierno que ahora va a dominar Libia es lo opuesto de ello. Es un gobierno que llegó al poder con el apoyo de la OTAN y que va a intensificar la explotación imperialista sobre el pueblo de Libia y mantener la opresión sobre las mujeres y los trabajadores.

Era, desde el comienzo, responsabilidad de los revolucionarios en Libia y en los otros países romper la ilusión de que ese Consejo podría garantizar cualquier tipo de progreso social o democracia. En febrero, cuando este tomó el poder en Bengasi y el país se sumergió en una guerra civil, la clase trabajadora no tenía ningún interés en adherir a ninguno de los bandos en lucha. Esa era una guerra de fracciones equivalentes de la burguesía de Libia, en la cual la defensa de la clase trabajadora no estaba asociada con tomar el mismo lado militar que alguno de los combatientes.

Con el apoyo militar de los países imperialistas al CNT, a partir de mediados de marzo la situación cambió. Se volvió necesario formar un bloque militar temporario entre los movimientos de los trabajadores y el gobierno de Gadafi para combatir a los imperialistas y sus aliados, quienes tenían el interés de imponer una opresión cualitativamente mayor sobre los trabajadores del país. No obstante, mientras el objetivo inmediato de los revolucionarios era vencer el bloque CNT/OTAN, eso no cambiaba su perspectiva de denunciar a Gadafi y preparar su derrumbe al mismo tiempo en el que la amenaza imperialista era combatida. En sus tácticas, los revolucionarios jamás deben colocar de lado la lucha por el socialismo.

Los líderes de los grupos de izquierda que consideraron la victoria de los rebeldes, debido a su popularidad, una victoria de los trabajadores, engañan cruelmente a sus seguidores. Como si no fuera suficiente el apoyar una insurrección liderada por la burguesía reaccionaria de Libia, estos demagogos ignoran el hecho de que esa “victoria de los trabajadores” fue apoyada por el imperialismo (como si este pudiera ser un aliado de la clase trabajadora), e invierten la lógica de la lucha de clases. La tarea por delante de los trabajadores en lucha por el socialismo, por lo tanto, sólo puede avanzar consistentemente si estos no temen a una impopularidad temporaria, y le dicen la verdad a los trabajadores, por más amarga que esta pueda ser.

Una Tricontinental Castrada

Una Tricontinental Castrada

Originalmente publicado en ESPARTACO Vol. 1 No. 1, Octubre 1966.

Fidel Castro y la burocracia cubana han pasado a las filas de la contrarrevolución. El ataque al trotskismo lanzado al final de la conferencia tricontinental en la Habana no tiene propósitos más que los de desarmar el programa socialista. Sus ataques, sin base política honesta, se escudan en su prestigio y autoridad como líder de la revolución cubana. Debido a esto Castro es el mameluco requerido por la burocracia rusa y la pequeñaburguesía “radical” del mundo colonial para aplastar todo intento de realización socialista. No sin razón los slogans de la tricontinental hablan solamente de derrotar al “imperialismo, neocolonialismo y colonialismo.” Nada se refiere al proletariado mundial y su vanguardia como agente propulsor revolucionario.

Estos son momentos de aguda crisis económica-política para el imperialismo. Frente a esto la burocracia rusa se repliega defensivamente y predica sólo coexistencia pacífica. Esto ayuda al imperialismo pues la crisis lo obliga a atacar cada vez más violentamente al proletariado dentro de sus propios confines y fuera de ellos. De la misma manera, la pequeñaburguesía colonial también quiere “paz” para ser ellos los que exploten o usen a su proletariado en vez de los imperialistas. La cuestión no es la de “paz” sino la de quién procederá, científica y revolucionariamente, contra el imperialismo en estos momentos cruciales. Sólo el proletariado lo puede hacer pues en éste mundo no pueden existir dos sistemas económicos opuestos sin que la cuestión se decida en términos de lucha de clases. Esto de “liberación nacional” es un truco de los oportunistas pequeñoburgueses. Conferencias como la tricontinental no hacen sino evadir la crisis actual y la dirigen por sendas que posponen el triunfo socialista. El internacionalismo proletario es substituido por “chovinismo tricontinental,” la lucha de clases es falsificada por “lucha nacional” y los filisteos se autotitulan “revolucionarios.”

No decimos que la burocracia que se implantó en Cuba a través de Castro manifieste estas características abiertamente. No, la burocracia siente el peso del proletariado cubano, latinoamericano y mundial. Por lo tanto debe de aparentar ser revolucionaria. Por eso la palabrería ultra-radical, por eso el chovinismo jacobino, por eso la mediocridad casi-socialista. Pero en la práctica la burocracia procede exactamente en contra de lo que proclama: denuncia el programa socialista del MR13 en Guatemala, defiende al chacal Turcios en sus maquinaciones en contra del MR13 y en su colaboración con la burguesía nacional y la pequeñaburguesía reaccionaria, excusa la desaparición “misteriosa” de Guevara, ataca a la China con argumentos insostenibles, aniquila la voz del proletariado cubano (en nombre de “unidad nacional”), obstaculiza la industrialización cubana sometiéndola a una falsa división de la labor socialista y se acomoda como un-sacerdote a los designios traidores de los enemigos de la clase obrera (como Allende en las pasadas elecciones Chilenas).

Así como el estalinismo tuvo y tiene razones políticas para defenderse del trotskismo y el programa revolucionario del proletariado, Castro las tiene también. La mentira de que el trotskismo es un agente del imperialismo es el subterfugio usado por aquéllos que tratan de lavarse las manos de los mismos crímenes que achacan al trotskismo.

La burocracia rusa no tiene ya la autoridad para dirigir al proletariado colonial. Sus traiciones son incontables y una nueva “Comintern” es necesaria para seguir defendiendo la estructura burocrática y aplazando el triunfo socialista. La tricontinental reluce así como la nueva “comintern” con la diferencia de que nació degenerada en vez de sufrir el proceso degenerador de la formada por los bolcheviques y disuelta en 1943 por Stalin. Pero esta nueva comintern no puede ser controlada tan firmemente.

La pequeñaburguesía “nacionalista” colonial se siente “liberada” y actuará más por cuenta propia. Pero harán, quiéranlo o no, lo que la burocracia rusa desea. Comparten con ésta, un pavor religioso hacia el imperialismo. A esto añaden otro pavor más, hacia el proletariado. Al definirse como la clase revolucionaria, el proletariado presiona a los burócratas para que tomen medidas revolucionarias contra el imperialismo. Esto crea una contradicción social que tendrá que solucionarse con una guerra civil. La pequeñaburguesía colonial contiene entonces los mismos intereses clasistas de castas burocráticas como las de Rusia y China. Las traiciones no serán fáciles de hacer pues las masas coloniales demuestran ser mucho más revolucionarias que hace 20 años. Pero desastres como los de Argelia, Indonesia y Ghana se repetirán frecuentemente.

Los movimientos que estos oportunistas dirigirán tal vez lleguen a ciertas conclusiones socialistas en una u otra parte del globo. Pero lo harán a tremendos costos del proletariado, confusamente y sin haberlo planeado (como paso en Cuba). La cuestión vital de la dictadura del proletariado seguirá en pie en el mundo colonial.

Sólo una vanguardia proletaria con el programa socialista de la Cuarta Internacional puede llevar a su culminación el triunfo final de la clase obrera sobre esta sociedad clasista y depravada.

Sólo la Cuarta Internacional posee un programa transitorio y siempre revolucionario para el proletariado mundial. La Cuarta Internacional no se estanca en las metas del estalinismo, fidelismo y socialdemocracia. No lo hace pues estas deformaciones políticas se oponen al avance del proletariado y sirven al status quo burgués. La Cuarta Internacional, en estos momentos agónicos del capitalismo, enlaza estas demandas transitorias de hoy con el programa socialista que llevará al proletariado a derrumbar al capitalismo. Si ahora demandamos libertad para los presos políticos, empleos con menos horas y más salario, condiciones decentes de vida, trabajo para todos, derecho a organizarnos fuera de los sindicatos estatales, libertad de palabra política, mañana demandaremos nuestro poder político, nuestro derecho a gobernar nuestra producción y nuestra misión histórica de establecer una sociedad socialista.

Irán: La historia se venga

SWP/SU: Seguidismo criminal

Irán: La historia se venga

Traducido de Workers Vanguard No. 239, 14 de septiembre de 1979. Esta versión fue impresa en Spartacist en español no. 8, agosto de 1980.

Se arrodillaron ante sus verdugos.

Cuando el ayatolá Jomeini subió al poder en Irán luego del derrocamiento del sangriento sha, el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano aclamó el suceso en su periódico con un titular de primera plana que se verá inmortalizado en la crónica de la traición de clase: “¡VICTORIA EN IRAN!” (Militant, 23 de febrero de 1979). Y ahora SWP, ¿de quién fue la victoria?

Cada día desde la caída del Trono del Pavo Real, los sucesos en Irán han confirmado que los resultados de esta “victoria” son la represión salvaje de las minorías nacionales, el fusilamiento de huelguistas, homosexuales, adúlteros y otros acusados de “crímenes contra dios”; el apedreamiento de mujeres sin velo, la supresión de todos los partidos y la prensa de oposición. La masacre actual de centenares de kurdos en el noroeste de Irán es sólo la medida represiva más reciente de esta teocracia chiita en su empeño en consolidar su victoria.

La tendencia espartaquista internacional (TEI) fue la única de la izquierda que dijo la verdad, confirmada día tras día en la “República Islámica” de Jomeini: la victoria de los mulahs resulta en un régimen tan reaccionario como el del sha. El SWP y sus correligionarios, en el HKS iraní, en contraste, enmascararon y ofuscaron a cada paso el carácter reaccionario del régimen islámico oscurantista de Jomeini. Hoy día, el HKS experimenta las consecuencias de la “victoria” que aclamó hace ni siquiera seis meses: junto con otros grupos de izquierda y laicos, ha sufrido el saqueo y clausura de sus oficinas, mientras su prensa es suprimida, sus militantes están golpeados, encarcelados y amenazados de fusilamiento.

A pesar del hecho de que la brutal represión islámica contra la izquierda, las mujeres, las minorías nacionales y los homosexuales empezó el Día Uno del régimen de los mulahs, el notoriamente mal llamado “Secretariado Unificado de la IV Internacional” (S.U.), al cual están “fraternalmente” afiliados tanto el SWP norteamericano como el HKS iraní, caracterizó al ayatolá de “progresista” y “antiimperialista”. El mismo ataque del ayatolá contra sus camaradas del HKS solo originó una reacción rutinaria. Lo único que el SWP sí hizo en forma enérgica fue excluir a los espartaquistas de la defensa de los amenazados socialistas iraníes. Sólo ahora que estos seguidistas incurables, cegados por su oportunismo, por fin se han dado cuenta de que ellos sí puedan tener que pagar por su traición, es que el S.U. salta tardíamente a la defensa y empieza a gritar desde las páginas de sus periódicos, “¡Alto a la ejecución de los socialistas en Irán!”

En manera reformista ya tradicional, tratan de borrar sus huellas enfatizando el peligro que se cierne sobre los militantes encarcelados del HKS. Los estalinistas usaron el mismo truco luego del golpe de Pinochet en 1973, tratando de hacer enfocar las protestas en la liberación del dirigente comunista preso Luis Corvalán. La TEI, que defendió a Corvalán, también señaló que las llamadas del PC chileno por prestar confianza a la oficialidad “constitucionalista” prepararon el camino para la contrarrevolución sanguinaria. Una vez más, hoy día señalamos a los culpables. Los apuros actuales del HKS fueron preparados por su propia política criminal. La verdad es ésta: sus camaradas no son sólo mártires-son las víctimas expiatorias del apoyo a Jomeini por el S.U.

Pero a estos caballeros socialistas no les gusta hablar de la responsabilidad por crímenes. En una conferencia reciente en los EE.UU., el dirigente del S.U. Ernest Mandel reaccionó airadamente ante acusaciones espartaquistas de que él y su organización habían traicionado a la clase obrera con su apoyo al frentepopulismo en Chile, Portugal y otros lugares:

“No veo ninguna lucha obrera traicionada por la organización que defiendo… La palabra ‘traición’ está completamente fuera de lugar… Uds. pueden decir que fue una política errónea o un error político. Pero hablar de traiciones — no se puede poner en la misma categoría a gente que es responsable por la muerte de cientos de miles y millones de obreros.”

Para socialistas de salón de conferencias como Mandel, las palabras no tienen consecuencias. Si el S.U. llamó a la juventud latinoamericana a echarse al monte siguiendo la catastrófica estrategia guerrillera de Guevara, si el SWP apoyo las movilizaciones contrarrevolucionarias lanzadas por los socialistas portugueses financiados por la CIA — no importa, es sólo un “error político”.

No compañeros, esto se llama traición — del proletariado, del marxismo, de todo aquél que sigue vuestros consejos. Y eso es lo que ha sucedido en Irán. Es verdad, el S.U. no es lo suficientemente influyente como para llevar a “cientos de miles y millones de obreros a sus muertes” — pero al menos 14 de sus propios compañeros del HKS iraní enfrentan hoy la cadena perpetua o pena de muerte, habiendo sido encarcelados por el régimen cuya victoria fue aclamada por estos seguidistas seudotrotskistas.

Decimos al S.U., SWP, HKS — Ernest Mandel, Jack Barnes y los demás: vosotros habéis cometido un crimen, del cual el juicio de la historia os hará responsables. Debéis vivir con él porque vuestros camaradas pueden morir a causa de él.

Encubrimiento

Luego de empeñarse durante meses en enmascarar el carácter reaccionario del régimen islámico de Jomeini, ahora el S.U. trata desesperadamente de cambiar de línea sin que nadie se dé cuenta. Hoy el Socialist Challenge (30 de agosto de 1979), periódico del International Marxist Group (IMG) británico, proclama en negrilla en su última página, “Terror blanco en Irán” y anuncia que “Jomeini se ha convertido en el sha de Irán”. El IMG se olvida de explicar cómo es que este régimen reaccionario reemplazó el gobierno “progresista” de Jomeini que aplaudieron solo ayer. En forma similar, el periódico de la Ligue Communiste Révolutionnaire francesa, Rouge (24-30 de agosto de 1979), llega al extremo de hablar del “golpe de fuerza” de Jomeini. ¿Contra sí mismo?

Por su parte, el SWP estadounidense también empieza (aunque de puntillas) a disociarse del sanguinario ayatolá. Hoy escriben:

“Las acciones de Jomeini contra los trabajadores iraníes dirigidas a proteger las ganancias mal adquiridas de los terratenientes y capitalistas – le conducen a la subordinación al imperialismo estadounidense, a pesar de la postura antiimperialista que ha tratado de asumir hasta ahora.”

Militant, 7 de septiembre de 1979.

Pero fue el SWP quien actuó de timador principal de la “postura antiimperialista de Jomeini” entre la izquierda norteamericana. Hace menos de un año el SWP aclamaba a Jomeini por “progresista” en el Militant (17 de noviembre de 1979):

“Aunque Jomeini adhiere a una ideología religiosa, la base de su atracción no es la reacción religiosa. Por el contrario, él se ha ganado el amplio apoyo de las masas iraníes debido a que su firme oposición al sha y a su ‘modernización’ es progresista.”

El SWP está tan enredado en su capullo de ilusiones democrático-burguesas que no reconoce la importancia candente para los países atrasados de la separación de la iglesia del estado. La ideología religiosa de Jomeini es su programa político: una teocracia islámica oscurantista basada en el chauvinismo gran persa y los códigos morales de los beduinos del desierto.

Cuando la TEI dijo la verdad sobre el significado de la victoria de la reacción islámica y lanzó la consigna, “¡Abajo el sha, abajo los mulahs!” el SWP replicó que estábamos “cegados por el sectarismo” y nos tachó de “chauvinistas”. Pero los verdaderos chauvinistas son aquellos que rehusaron llevar a cabo su deber internacionalista de advertir a las masas trabajadoras iraníes que la “Revolución Islámica” de Jomeini sería tan antiprogresista como la “Revolución Blanca” del sha. Para muchos sectores oprimidos (o sea, las minorías religiosas y las mujeres) ya ha probado ser aún más represiva. Y esto es reconocido incluso en las publicaciones del mismo SWP.

Un número reciente de la Intercontinental Press (10 de septiembre de 1979) reproduce una traducción de un informe hecho por un destacado abogado argelino que visitó a los prisioneros de la cárcel de Karoun en el Khuzistán, la región que abarca a la minoría árabe de Irán. Según él, los prisioneros árabes explican:

“… que según ellos la revolución iraní no ha producido cambio alguno. Para ellos las exigencias del antiguo régimen basadas en los señores feudales locales siguen oprimiéndolos tanto económica como socialmente. Los mismos señores feudales hoy están aliados a los representantes del nuevo régimen creando así una continuidad de la represión.”

Oportunistas criminales del SWP, os preguntamos: ¿Dónde está la “victoria” para la minoría árabe del Khuzistán?

Cretinismo parlamentario teocrático

El HKS trató de presentar sus credenciales como oposición socialdemócrata leal a la dictadura de los mulahs al presentar candidatos a la mal llamada Asamblea de Expertos en agosto. Pero en una teocracia la socialdemocracia no rinde, ni siquiera para los oportunistas de vista corta y miras estrechas. De acuerdo con la declaración electoral publicada en el último número del periódico del HKS Kargar (Obrero) antes de su supresión y fechada el 8 de agosto:

“Dentro de tres días se llevarán a cabo las elecciones para la Asamblea de Expertos. Este cuerpo tiene la tarea de ratificar la nueva constitución iraní… Esta constitución debe defender las conquistas de la revolución y extenderlas… La nueva constitución debe preparar el camino para el establecimiento de un tal gobierno de la mayoría oprimida.”

En realidad, la Asamblea de Expertos estaba restringida por la farsa del referéndum por una República Islámica de Jomeini, que excluía explícitamente una asamblea constituyente. La Asamblea de Expertos sólo podía enmendar el proyecto de constitución de Jomeini en la medida que armonizaba con la institucionalización de la República Islámica y con la hegemonía social y política de los mulahs. La Asamblea de Expertos tiene tanto de “asamblea constituyente” como tiene el colegio de cardenales. Y su “elección” fue tan democrática como la del mencionado apéndice papal.

Dado el resultado predeterminado de una dictadura clerical chiita, muchos partidos políticos de grupos laicos y de las varias minorías boicotearon los comicios, entre ellos todos los partidos árabes. Incluso el principal partido burgués liberal, el Frente Democrático Nacional (FDN), rehusó participar como “protesta en principio contra la falta de atención por el régimen revolucionario a los derechos humanos fundamentales”. En el Kurdistán iraní, menos del 10 por ciento del electorado inscrito acudió a las urnas. Así el HKS presentó el absurdo espectáculo de autoproclamados “trotskistas” compitiendo para un escaño en la Asamblea de Expertos con mulahs que discutían si tal o cual cláusula fuera consistente con el Corán.

El número del 10 de septiembre de la Intercontinental Press cita párrafos enteros del último número de Kargar entusiasmándose por la participación del HKS en las elecciones de “expertos” islámicos. Pero el SWP suprime la existencia de un artículo en el mismo número de Kargar titulado, “Último minuto antes de ir a la imprenta”, que declara que: “Una importante discusión se está llevando a cabo en el partido sobre si boicotear o participar en las elecciones a la Asamblea de Expertos.” Aparentemente, la participación en las elecciones para una “asamblea” puramente decorativa de la República Islámica fue tan repugnante que incluso un sector importante de los seguidistas de mulahs del HKS protestó. El artículo de Kargar informa que: “Como es sabido, tres de nuestros 18 candidatos boicotearon las elecciones”.

Fruto de la traición

Al escribir apologías del régimen reaccionario de Jomeini y ocultar sus propias relaciones con Jomeini, el SWP se ha visto forzado a recurrir a la mentira intencionada. Un ejemplo típico de las bobadas calumniosas escritas sobre esa “secta sin importancia”, la Spartacist League, que han llenado tantas páginas del Militant en los últimos tiempos es un artículo publicado en el número del 6 de julio de 1979 titulada, “Espartaquistas frustrados en intento de sabotear defensa”. De acuerdo con el artículo, la Spartacist League fue excluida de un piquete de protesta contra el encarcelamiento del HKS debido a que trajo “carteles provocadores”. Utilizando citaciones parciales, el SWP falsea las consignas de nuestros carteles: “Derrocar la reacción islámica” y “Abajo Jomeini” en lugar de “Por la revolución proletaria para derrocar la reacción islámica” y “Abajo Jomeini, por la revolución proletaria”.

De acuerdo con el SWP, estas consignas “hacían eco directo de la propaganda imperialista contra los obreros y campesinos iraníes” – de lo cual uno sólo puede concluir que el SWP cree que el gobierno Carter está llamando por la revolución obrera en Irán. El artículo declara que la SL fue “informada por los que organizaban el piquete que la manifestación no estaba abierta a quienes se oponen a la revolución iraní” – es decir, a la “Revolución Islámica” de Jomeini. Así que, según la metodología del SWP, ¡para “defender” a los militantes encarcelados del HKS uno debe defender simultáneamente a sus torturadores, carceleros y potenciales verdugos – o por lo menos no atacarlos abiertamente!

A escala internacional los socios de bloque del SWP en el llamado Secretariado Unificado, no tienen historiales mejores. En una discusión acalorada con militantes de la SL y su sección de la juventud, la Spartacus Youth League, en la Universidad de Boston el 17 de julio de 1979, Mandel defendió el titular del SWP “Victoria en Irán” diciendo:

“Sí, algunos de nuestros camaradas están en la cárcel — pero nuestra organización está legalizada. Nuestro periódico está legalizado: se vende por decenas de millares de ejemplares igual que todos los otros periódicos de izquierda de Irán. ¿Estaban legalizados bajo el sha?… Así que hemos presenciado un paso qué se aleja de una dictadura reaccionaria, que era burguesa, en dirección a lo que se podría llamar una democracia burguesa parcial… Dijimos que es el comienzo del proceso de revolución permanente….”

Workers Vanguard No. 237,3 de agosto de 1979

Un mes después el HKS, junto con todas las demás organizaciones de izquierda y laicas se encontraba ilegalizado, su prensa estaba prohibida, sus dirigentes estaban encarcelados. ¿Es eso lo que Ud. llama la etapa siguiente en el “proceso de revolución permanente”, profesor Mandel?

El secretario nacional del IMG mandelista de Inglaterra, Brian Grogan, estaba tan envuelto en el “proceso de revolución permanente” cuando estuvo en Teherán que se juntó a las mujeres cubiertas con el chador y a los hombres llevando imágenes de Jomeini, cantando “alá akbar” (“dios es grande”). En una manifestación reciente contra el terror de Jomeini frente a la embajada iraní en Londres, la cual fue auspiciada por la asociación de estudiantes kurdos y apoyada por el IMG: la repugnante acción de Grogan no se olvidó. Bajo la mirada de los militantes del IMG allí presentes -una fracción ínfima de sus fuerzas y esto en el medio de la supuesta “campaña de emergencia” del S.U.- el bloque de 50 personas de la Spartacist League/Britain coreó: “2, 4, 6, 8 — Does Grogan still think god is great?” (“2, 4, 6 ,8 — ¿Cree Grogan todavía que dios es grande?”) Otra consigna de la SL fue: “El otoño pasado dijisteis que os gustaba Jomeini, ahora es un poco tarde para cambiar vuestra línea”.

La consigna central escrita en las pancartas de la SL/B era: “Política del S.U./IMG mata árabes, kurdos e izquierdistas.” Entre los demás letreros espartaquistas habían: “Aplaudisteis a Jomeini, pero no aplaudís hoy”, “Libertad para los militantes del HKS y de los Fedayín” y “La revolución de Jomeini significa masacre de kurdos”. En varias ocasiones cuando los espartaquistas y los estudiantes kurdos cantaron juntos “Abajo el nuevo sha” y “Abajo Jomeini, por la revolución obrera”, el IMG trató de ahogar los cantos con consignas que no atacaran al ayatolá. Estos seudotrotskistas no sólo rehúsan denunciar abiertamente el dominio de los mulahs, sino que además sabotean la defensa de sus propios camaradas encarcelados en Irán. El IMG tardó un mes en convocar su primera manifestación de defensa (el 7 de julio) y aun entonces sólo envió a un puñado de sus militantes a la protesta.

Según las apariencias, la “defensa” de sus camaradas montada por el S.U. parecería sectaria y derrotista — eso es, si suponemos que lo que les preocupaba era defender a los militantes de izquierda encarcelados. Pero el S.U. apenas dio un mínimo apoyo formal a la defensa de los Fedayín, que representan un irritante mucho mayor para el régimen de Jomeini, cuando estos fueron atacados. El HKS también abandonó la demanda por el derecho a la autodeterminación de los kurdos cuando las cosas se calentaban. No, su propósito primordial es de defender a Jomeini. Y, por lo menos hasta el momento, no son ellos quienes han pagado el precio final de su traición, sino que lo están pagando las masas oprimidas de Irán. Pero ahora ellos piden apoyo.

En los últimos meses de 1979, conforme la oposición encabezada por los mulahs se fortalecía, la TEI advirtió que los clérigos islámicos eran tan reaccionarios como el verdugo sha. Pero cuando dijimos “¡Abajo el sha, abajo los mulahs!” el S.U. y el SWP replicaron que eso no era sino propaganda imperialista, que éramos apologistas del sha. En febrero cuando dijimos “Vencieron los mulahs”, el SWP proclamó “Victoria en Irán” y denunció la posición de la TEI de “contrarrevolucionaria”. Dijimos, “Vuestros camaradas pueden morir, pero todavía apoyáis a Jomeini” — y los seudotrotskistas nos expulsaron físicamente de sus piquetes “privados” de defensa del HKS, rehusando marchar con todo aquél que no jure su lealtad al “imam”. Os arrodilláis ante Jomeini, y mientras estáis de rodillas, viene el verdugo y está a punto de cortaros la cabeza. Y ahora queréis simpatía.

Todos los que defienden los derechos democráticos deben exigir libertad para los partisanos kurdos presos, los trabajadores petroleros árabes encarcelados, los militantes del HKS y otros grupos de izquierda que sufren la prisión y todas las víctimas del terror reaccionario de Jomeini. Pero la clase obrera no debe olvidar nunca que esos seudoizquierdistas aclamaron a Jomeini como una alternativa “progresista” al sha, esperando subir en popularidad o al poder a la cola de la reacción islámica. Están manchados de sangre.

Stalin mismo criticó a Chiang Kai-shek luego de la masacre de Shanghái. El descubrimiento repentino por el S.U. de que, después de todo, Jomeini no es tan progresista, sobrepasa incluso a Stalin en hipocresía. Chiang Kai-shek se decía nacionalista revolucionario y amigo de la Revolución Rusa cuando solicitaba a Stalin su ayuda. Pero Jomeini hizo claro desde un principio que era un oscurantista islámico reaccionario y un chauvinista gran persa que buscaba aplastar a los “comunistas satánicos”. El oportunismo criminal del S.U. en torno a Irán no puede ser enterrado bajo sus actuales críticas (todavía débiles) y sus llamados por la solidaridad internacional con sus militantes en Irán, quienes son víctimas tanto de su línea miserable como del terror capitalista. El renacimiento de la IV Internacional depende de marcar con fuego esta traición y sus consecuencias en la memoria colectiva del movimiento marxista.

Hacia el Renacimiento de la IV Internacional

Hacia el Renacimiento de la IV Internacional

[Proyecto de resolución sobre el movimiento mundial, sometido a la Convención del SWP [Socialist Workers Party —Partido Obrero Socialista] de 1963 por la Revolutionary Tendency [Tendencia Revolucionaria. Copiado deSpartacist – Edicíon em español, numero 33, enero de 2005. http://www.icl-fi.org/espanol/spe/33/40anos.html ]

INTRODUCCIÓN

1. Durante los últimos quince años el movimiento fundado por León Trotsky ha estado desgarrado por una profunda crisis teórica, política y de organización. La manifestación superficial de esta crisis ha sido la desaparición de la IV Internacional como estructura significativa. El movimiento ha sido reducido por tanto a un gran número de grupitos, nominalmente reunidos en tres tendencias: el “Comité Internacional”, el “Secretariado Internacional” (de Pablo), y el “Secretariado Internacional” (de Posadas). Los políticos superficiales esperan conjurar esta crisis a través de una fórmula organizativa: la “unidad” de todos aquellos grupitos que quieran unirse alrededor de un denominador programático común. Esta proposición oscurece las causas fundamentales, políticas y teóricas de la crisis y de hecho las agrava.

2. El surgimiento del revisionismo pablista indicó cuál era la raíz oculta de la crisis de nuestro movimiento: el abandono de una perspectiva obrera revolucionaria. Bajo la influencia de la relativa estabilización del capitalismo en los países industriales del Occidente y de la victoria parcial de movimientos pequeñoburgueses al derrotar el dominio imperialista en algunos países atrasados, la tendencia revisionista dentro del movimiento trotskista elaboró una orientación que la separa del proletariado y la acerca a direcciones pequeñoburguesas. La conversión del trotskismo en un satélite de izquierda de las direcciones obreras y revolucionario-coloniales existentes, combinada con una ortodoxia verbal clásicamente centrista, fue simbolizada por Pablo, pero de ningún modo se limitó sólo a él o a su fracción organizada. Por el contrario, las revoluciones cubana y argelina han constituido las pruebas de fuego que han demostrado que la tendencia centrista prevalece también entre ciertos grupos que originalmente se oponían a la fracción de Pablo.

3. Existe una lógica evidente y convincente en las proposiciones para la pronta reunificación de los grupos centristas dentro del movimiento trotskista. Pero la “reunificación” en torno a políticas centristas no puede significar el restablecimiento de la IV Internacional. La lucha por la IV Internacional es la lucha por un programa que incorpore la perspectiva revolucionaria marxista de la clase obrera. Es verdad que las doctrinas básicas del movimiento, formuladas en abstracto, no han sido rechazadas formalmente. Pero con el abandono de una perspectiva revolucionaria los revisionistas desafían concretamente las bases programáticas de nuestro movimiento.

4. La esencia del debate dentro del movimiento trotskista es la cuestión de la perspectiva del proletariado y de sus elementos de vanguardia revolucionaria hacia las direcciones pequeñoburguesas actuales del movimiento obrero, los estados obreros deformados y la revolución colonial. El meollo de la perspectiva revolucionaria del marxismo está en la lucha por la independencia de los obreros como clase de todas las fuerzas no proletarias; la fórmula política directriz y el criterio teórico es la democracia obrera, cuya expresión suprema es el poder obrero. Esto es aplicable a todos aquellos países en los que el proletariado se ha vuelto capaz de ejercer una política independiente; sólo las formas bajo las que se plantea la cuestión varían de país a país. Estas formas, por supuesto, determinan la intervención práctica de los marxistas.

EUROPA

5. La recuperación y prolongada prosperidad del capitalismo europeo no han producido, como pretenden los revisionistas de todos los colores, un movimiento obrero conservador. En realidad, la fuerza, la cohesión, el nivel cultural y la combatividad potencial del proletariado europeo son hoy mayores que nunca. La derrota de de Gaulle por los mineros franceses y la persistente tendencia electoral hacia la izquierda, que actualmente se está acelerando, en los países democrático-burgueses de Europa (principalmente Italia, Gran Bretaña y Alemania) ilustran este hecho.

6. Los intentos de los obreros europeos de ir más allá de las luchas económicas parciales hacia la transformación socialista de la sociedad han sido frustrados por la resistencia y la traición de la burocracia sindical. En Francia los cuatro años de reacción que siguieron a la toma del poder por de Gaulle muestran el tremendo precio que todavía hay que pagar por tolerar a estos falsos líderes. La huelga general belga mostró una vez más que los burócratas de “izquierda” como Renard también harían todo lo posible para bloquear o desviar un movimiento capaz de amenazar el dominio capitalista. Pero las experiencias tanto de Francia como de Bélgica demuestran un deseo espontáneo de los obreros de iniciar una lucha contra la clase capitalista, llegando ocasionalmente a la confrontación abierta al sistema.

7. La tarea de los trotskistas en el movimiento obrero europeo es la construcción dentro de las organizaciones de masas existentes (sindicatos y, a veces, partidos) de una dirección alternativa. Los marxistas deben retener y ejercer en todo momento una independencia política y programática en el contexto de la forma organizativa en cuestión. Es correcto y hasta obligatorio apoyar tendencias dentro de la burocracia obrera, en tanto defiendan los intereses esenciales de la clase obrera o reflejen un impulso de lucha de clases en el movimiento obrero; pero este apoyo es siempre sólo condicional y crítico. Cuando, como es inevitable, la lucha de clases llegue al punto en que los burócratas “de izquierda” desempeñen un papel reaccionario, los marxistas deben oponerse a ellos de inmediato y abiertamente. La conducta de la tendencia centrista alrededor del periódico belga La Gauche al retirar durante la huelga general la consigna correcta de marchar sobre Bruselas, para evitar una ruptura con Renard, es justo lo opuesto a una actitud marxista frente a la burocracia sindical.

8. Las perspectivas objetivaspara el desarrollo de un movimiento trotskista en Europa son extremadamente buenas. Gran número de los mejores militantes jóvenes de todos los países, rechazando el rutinismo cínico y arribista de los burócratas estalinistas y socialdemócratas, están buscando con ahínco una perspectiva socialista. Pueden ser ganados a un movimiento capaz de convencerles, práctica y teóricamente, de que ofrece esta perspectiva. Los cambios estructurales que resultan de la integración europea plantean las cuestiones de la democracia obrera y la independencia de los organismos políticos y económicos de la clase obrera como la alternativa frente al control estatal del movimiento obrero, y compelen a la clase obrera hacia luchas de clase cada vez más significativas. Si bajo estas condiciones objetivas los trotskistas de Europa occidental no logran crecer a ritmo acelerado, será porque ellos mismos han adoptado la posición revisionista de satélites de los líderes sindicales, opuesta a la perspectiva de lucha en torno al programa de democracia obrera.

EL BLOQUE SOVIÉTICO

9. Desde la Segunda Guerra Mundial los países de Europa oriental se han ido convirtiendo en estados industriales modernos. A medida que el proletariado de los estados obreros deformados aumenta en número y eleva su nivel de vida y de cultura, así también aumenta el conflicto irreprimible entre la clase obrera y la burocracia estalinista totalitaria. A pesar de la derrota de la revolución obrera húngara, el proletariado del bloque soviético ha ganado reformas importantes, ensanchando substancialmente su campo de pensamiento y de acción. Estas reformas, sin embargo, no significan un “proceso de reforma” o “un proceso de desestalinización”: han sido cedidas a regañadientes por la incorregible burocracia, están sometidas a un continuo ataque por la fracción de los “herederos de Stalin” y permanecen en constante peligro mientras prevalezca el dominio burocrático estalinista. Estas concesiones son significativas históricamente solamente en tanto que ayudan al proletariado a prepararse para derribar a la burocracia. Una desestalinización real sólo puede ser llevada a cabo por una revolución política.

10. Una nueva dirección revolucionaria está brotando de la juventud proletaria del bloque soviético. Inspirándose en fuentes gemelas —la inextinguible tradición leninista y las necesidades directas y tangibles de su clase— la nueva generación está formulando y llevando a cabo en la lucha el programa de la democracia obrera. Es notable en este aspecto la observación hecha recientemente por alguien que ha participado durante largo tiempo en la vida estudiantil soviética. En lo tocante al carácter fundamental de gran parte de la extensa oposición entre la juventud rusa, ha declarado lo siguiente: “Porque es un marxista-leninista, el estudiante ruso está mucho más radicalmente insatisfecho que si fuera un pragmático anglosajón” (David Burg al New York Times). Los trotskistas, continuadores directos de la etapa previa, tienen una contribución indispensable que hacer en esta lucha: la concepción del partido internacional y el programa de transición que se requieren para llevar a cabo la revolución política. Ayudar al desarrollo de una dirección revolucionaria en el bloque soviético a través del contacto personal e ideológico es una actividad práctica primaria para cualquier dirección internacional digna de ese nombre.

LA REVOLUCIÓN COLONIAL

11. La democracia obrera cobra la mayor significación programática en las regiones atrasadas, antes coloniales, del mundo: es precisamente en este sector donde el programa de la democracia obrera proporciona la línea de demarcación más clara posible entre las tendencias revolucionarias y revisionistas. En todos estos países la lucha por los derechos democrático-burgueses (libertad de expresión, derecho a la organización y a la huelga, elecciones libres) es de enorme importancia para la clase obrera porque sienta las bases para la lucha avanzada por la democracia proletaria y el poder obrero (control obrero de la producción, poder estatal basado enconsejos obreros y campesinos).

12. La teoría de la Revolución Permanente —que es fundamental para nuestro movimiento— declara que en el mundo moderno la revolución democrático-burguesa no puede ser completada sino a través de la victoria y expansión de la revolución proletaria, la consumación de la democracia obrera. La experiencia de todos los países coloniales ha confirmado esta teoría y mostrado al desnudo las manifiestas contradicciones internas que continuamente perturban el estado actual de la revolución colonial contra el imperialismo. Precisamente en aquellos estados en los que los fines burgueses de independencia nacional y reforma agraria han sido obtenidos más completamente, los derechos políticos democráticos de los obreros y campesinos no han sido realizados, independientemente de las conquistas sociales. Esto es particularmente cierto en aquellos países donde la revolución colonial ha conducido al establecimiento de estados obreros deformados: China, Vietnam del Norte…y Cuba. El balance, hasta la fecha, ha sido una victoria frustrada, o bien esencialmente vacía como en las neocolonias de modelo africano, o profundamente limitada y deformada, como en el ejemplo chino. El resultado actual es una consecuencia del predominio de fuerzas de clase específicas dentro de los levantamientos coloniales, y de las formas de naturaleza de clase específicas empleadas en la lucha. Estas formas impuestas sobre la lucha han sido, aun con toda su variedad, exclusivamente “desde arriba”, es decir, comprendiendo desde formas parlamentarias hasta burocrático-militares. Y las fuerzas de clase involucradas han sido, por supuesto, burguesas o pequeñoburguesas. Una contraposición de clases se desarrolla a partir del complejo de antagonismos que resultan del no llevar a término la revolución democrático-burguesa. Las direcciones pequeñoburguesas con sus formas burocráticas y métodos empiristas se oponen a la participación en la lucha de los obreros como clase. La intervención de la clase obrera gira necesariamente en torno a la obtención de la democracia obrera y requiere la dirección de la vanguardia proletaria revolucionaria con la conciencia programática de su misión histórica. A medida que la clase obrera gana ascendencia en la lucha y arrastra consigo a las capas más oprimidas de la pequeña burguesía, la Revolución Permanente será impulsada hacia adelante.

13. La Revolución Cubana ha expuesto las amplias infiltraciones que el revisionismo ha hecho dentro de nuestro movimiento. Con el pretexto de defender la Revolución Cubana, en sí mismo una obligación para nuestro movimiento, se le ha dado un apoyo pleno, incondicional y sin críticas al gobierno y dirección de Castro, a pesar de su naturaleza pequeñoburguesa y su conducta burocrática. Sin embargo, el historial del régimen de oposición a los derechos democráticos de los obreros y los campesinos cubanos está claro: la destitución burocrática de los líderes del movimiento obrero elegidos democráticamente y su remplazo por lacayos estalinistas; la supresión de la prensa trotskista; la proclamación del sistema de partido único; y mucho más. Este historial es paralelo a los enormes logros iniciales, sociales y económicos, de la Revolución Cubana. Por lo tanto, los trotskistas somos al mismo tiempo los defensores más combativos e incondicionales de la Revolución Cubana, así como del estado obrero deformado que nació de ella, contra el imperialismo. Pero los trotskistas no pueden poner su confianza, ni dar su apoyo político, por muy crítico que sea, a un régimen gubernamental hostil a los más elementales principios y prácticas de la democracia obrera aunque nuestra orientación táctica no es la que sería hacia una casta burocráticaendurecida.

14. Lo que es cierto de la orientación de los revisionistas hacia el régimen de Castro es todavía más evidente en lo que respecta al régimen de Ben Bella, que gobierna ahora en Argelia con el programa de una revolución “socialista” en cooperación con el imperialismo francés. La naturaleza antiobrera de este grupo pequeñoburgués ha sido puesta en evidencia para todos, menos para los que se niegan a ver, por la imposición de su control sobre el movimiento obrero y por la supresión de todos los partidos de oposición. Ni la extensa nacionalización ni la aparición de comités de administración, vistos en el contexto de la expropiación política de la clase obrera y la orientación económica hacia la colaboración con Francia, le dan a Argelia el carácter de un estado obrero, sino que, por el contrario, la califican como una sociedad capitalista atrasada con un alto grado de estatificación. Como revolucionarios, nuestra intervención en ambas revoluciones, como en cualquier estado actual, debe estar de acuerdo con la posición de Trotsky: “No somos un partido de gobierno; somos el partido de la oposición irreconciliable” (En defensa del marxismo). Esto puede dejar de aplicarse tan sólo en relación con un gobierno genuinamente basado en la democracia obrera.

15. La experiencia desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado que la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede por sí sola llegar más allá de un régimen burocrático antiobrero. La creación de estos regímenes ha ocurrido bajo las condiciones de la decadencia del imperialismo, la desmoralización y desorientación causadas por la traición estalinista, y la ausencia de una dirección revolucionaria marxista de la clase obrera. La revolución colonial puede tener un signo inequívocamente progresista sólo bajo tal dirección del proletariado revolucionario. Para los trotskistas el incorporar a su estrategia el revisionismo sobre la cuestión de la dirección proletaria de la revolución es una profunda negación del marxismo-leninismo, cualquiera que sea el beato deseo expresado al mismo tiempo de “construir partidos marxistas revolucionarios en los países coloniales”. Los marxistas deben oponerse resueltamente a cualquier aceptación aventurera de la vía al socialismo a través de la guerra de guerrillas campesina, análoga históricamente al programa táctico socialrevolucionario contra el que luchó Lenin. Esta alternativa sería un curso suicida para los fines socialistas del movimiento, y quizá físicamente para los mismos aventureros.

16. En todos los países atrasados en que el proletariado existe como clase, el principio fundamental del trotskismo es la independencia de la clase obrera, sus sindicatos y sus partidos, en intransigente oposición al imperialismo, a cualquier burguesía liberal “nacional”, y a gobiernos y partidos pequeñoburgueses de todo tipo, incluyendo aquéllos que profesan el “socialismo” y hasta el “marxismo-leninismo”. Sólo de esta manera se puede preparar el camino para la hegemonía de la clase obrera en la alianza revolucionaria con las capas oprimidas pequeñoburguesas, particularmente los campesinos. Similarmente, el que el partido obrero en un país avanzado viole la solidaridad de clase con los obreros de un país atrasado al apoyar políticamente a un gobierno revolucionario-colonial pequeñoburgués es un signo seguro de centrismo oportunista, al igual que el rehusarse a defender una revolución colonial debido al carácter no proletario de su dirección es un signo de sectarismo o de algo peor.

17. La interrelación de las luchas democrático-burguesa y democrático-proletaria en la revolución colonial continúa como fue formulada en el programa de fundación de la IV Internacional, una formulación que todavía retiene hoy completa validez:

“Es imposible rechazar pura y simplemente el programa democrático; es necesario que las masas por sí mismas sobrepasen este programa en la lucha. La consigna de la Asamblea Nacional (o Constituyente) conserva todo su valor en países como China o la India. Es necesario ligar indisolublemente esta consigna a las tareas de la emancipación nacional y de la reforma agraria. Es necesario ante todo armar a los obreros con este programa democrático. Sólo ellos pueden levantar y unir a los campesinos. Sobre la base del programa democrático-revolucionario es necesario oponer los obreros a la burguesía ‘nacional’. A una cierta etapa de la movilización de las masas bajo las consignas de la democracia revolucionaria, los soviets pueden y deben surgir. Su rol histórico en cada periodo dado, en particular su relación con la Asamblea Nacional, está determinado por el nivel político del proletariado, por la ligazón entre éste y la clase campesina, por el carácter de la política del proletariado. Tarde o temprano los soviets deben derribar a la democracia burguesa. Sólo ellos son capaces de llevar la revolución democrática hasta el final y abrir así la etapa de la revolución socialista.

“El peso específico de las diversas reivindicaciones democráticas y transitorias en la lucha del proletariado, su ligazón recíproca, su orden de sucesión, están determinados por las particularidades y condiciones propias de cada país atrasado, y en una parte considerable, por su grado de atraso. No obstante la dirección general del desarrollo revolucionario puede ser determinada por la fórmula de la revolución permanente, en el sentido que definitivamente han dado a esta fórmula las tres revoluciones rusas (1905, febrero de 1917 y octubre de 1917).”

La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional (Programa de Transición)

CONCLUSIONES

18. La tarea del movimiento marxista revolucionario internacional es hoy la de restablecer su propia existencia real. Hablar de la “conquista de las masas” como una guía general internacionalmente es una exageración cualitativa. Las tareas de la mayoría de las secciones y grupos trotskistas de hoy nacen de la necesidad de clarificación política en la lucha contra el revisionismo, en el contexto de un nivel de trabajo de naturaleza generalmente propagandística y preparatoria. Una parte indispensable de nuestra preparación es el desarrollo y fortalecimiento de raíces dentro del movimiento más amplio de la clase obrera sin las que los trotskistas estarían condenados a un aislamiento estéril o a la degeneración política en periodos de aumento de lucha de clases, y en ambos casos a la incapacidad de avanzar en nuestra tarea histórica de conducir a la clase obrera al poder. Por encima de todo, lo que se puede y debe hacer es construir un partido mundial firmemente basado en secciones nacionales fuertes: la cohesión de cuadros obreros ganados y probados en el proceso de la lucha de clases y sobre la recia base de la perspectiva revolucionaria de la IV Internacional, el programa para llevar a cabo la democracia obrera, culminando en el poder obrero. Una exposición fundamental que amplía esta perspectiva, su oposición al pablismo y su relevancia en Estados Unidos está contenida en el documento de la Minoría, “En defensa de una perspectiva revolucionaria” (SWP Discussion Bulletin [Boletín de discusión del SWP] Vol. 23, No. 4, julio de 1962).

19. La “reunificación” del movimiento trotskista alrededor de la base centrista del pablismo en cualquiera de sus variantes sería un paso que nos alejaría del genuino renacimiento de la IV Internacional, en vez de acercarnos a él. Sin embargo, si la mayoría de los grupos trotskistas existentes insiste en seguir adelante con esta “reunificación”, la tendencia revolucionaria del movimiento mundial no debe volver la espalda a estos cuadros. Por el contrario, sería vitalmente necesario pasar por esta experiencia con ellos. La tendencia revolucionaria entraría al movimiento “reunificado” como fracción minoritaria, con la perspectiva de ganar una mayoría al programa de la democracia obrera. La IV Internacional no renacerá a través de una adaptación al revisionismo pablista: sólo con la lucha política y teórica contra toda forma de centrismo puede el partido mundial de la revolución socialista ser finalmente establecido.

—14 de junio de 1963

Trabajo de masas y lucha fraccional

Trabajo de masas y lucha fraccional: Algunos ejemplos históricos

Esta carta fue escrita por James Cannon a una militante del Socialist Workers Party de Chicago durante la lucha contra la fracción pablista de Cochran-Clarke. Ha sido traducida del Internal Bulletin del SWP, Vol. 15, No. 12 (mayo de 1953). Más tarde fue publicada en inglés en el libro Speeches to the Party de Cannon. Esta versión fue publicada en Spartacist en español no. 27, Diciembre de 1996.

Los Angeles, California

9 de abril de 1953

Chicago

Estimada Hildegarde:

Entre otras cosas interesantes, en tu carta dices: “Aquí ya algunos de nuestros camaradas en los sindicatos están diciendo, ‘Quisiera que esto se acabara.’ De hecho, la atmósfera de aquí es un tanto ponzoñosa.” Yo estaba a la espera de un informe de algún desarrollo como ese. Por experiencia, incluyendo la mía propia, sé que esto sucede siempre en toda lucha partidista.

Antes de que tuviera la oportunidad de empaparme en la política revolucionaria, me hallé envuelto en un torbellino de lucha fraccional en el ala izquierda del Partido Socialista en 1919. Yo había venido del movimiento de masas y luchas huelguísticas en el viejo IWW [Obreros Industriales del Mundo], y mi primera reacción fue de consternación y desaliento.  Estaba ansioso por que el fraccionalismo pasara y por volver al trabajo constructivo. Me tomó algún tiempo aprender que las luchas fraccionales son gajes del oficio.

Menciono esto para mostrar que comprendo y simpatizo con los militantes sindicares de Chicago que están reaccionando del mismo modo ante la “atmósfera ponzoñosa” de la presente controversia, aunque no estoy de acuerdo con ellos. Durante lo más candente de la lucha contra la oposición pequeñoburguesa en 1939-40, tuvimos expresiones similares de los activistas sindicales en el partido, y yo lo reporté al camarada Trotsky. Puedes encontrar el intercambio de cartas sobre este punto en mi The Struggle for a Proletarian Party (La lucha por un partido proletario), página 175 y en En defensa del marxismo de Trotsky, página 196.

Estoy seguro de que los camaradas de Chicago no se sentirán ofendidos ante la observación de Trotsky de que tal actitud de impaciencia en medio de una lucha ideológica seria “no es raro que esté conectada con la indiferencia teórica.” Nadie nace siendo marxista. El marxismo debe aprenderse, y es muy posible que nuestros impacientes militantes sindicales de Chicago descubran, como lo han hecho otros antes, incluyéndonos a ti y a mí, que las luchas fraccionales en el partido revolucionario pueden también tener un lado positivo, a pesar de su costo, como escuela en la que uno puede aprender política marxista más rápido y de manera más completa que en tiempos normales de la vida del partido.

Las lecciones que se aprenden en una lucha seria, de la discusión que debe llevar a la decisión, calan hondamente y no se olvidan con facilidad. Pienso que todos hemos aprendido algo en relación a esto de las experiencias pasadas. Estoy seguro de que en esta ocasión sucederá lo mismo, ya que la lucha que se está abriendo en el partido es de hecho muy seria.

La aversión de los activistas sindicales a las luchas fraccionales no es de ningún modo una manifestación únicamente negativa. Están interesados en el trabajo constructivo, y sin eso nunca construiremos un movimiento. Les repele la gente dificultosa que nunca parece contenta a menos que esté lanzando insultos. Engels les llamaba desdeñosamente “buscapleitos”, y sin embargo no dudó un momento en combatirlos. Las objeciones que presentan los militantes sindicales ante este tipo de atmósfera son muy comprensibles. Pero todos hemos tenido que aprender que las luchas fraccionales no pueden evitarse volviéndoles la espalda. Nuestros grandes maestros, que -como en todo lo demás- sabían cómo tomar las luchas fraccionales, nos explicaron esto hace mucho tiempo. Engels escribió a Bernstein en 1888: “Parece que todo partido obrero, en un país grande, sólo puede desarrollarse mediante luchas internas, y esto está basado en las leyes del desarrollo dialéctico en general.”

* * *

El rehusarse a entrar plenamente en una lucha fraccional porque uno quiere hacer su trabajo en paz, sólo tiene como resultado el entregar el partido a “buscapleitos” y revisionistas -que muy frecuentemente son la misma cosa- y esa es una manera segura de arruinar al partido, como otros partidos han sido arruinados en el pasado. Ese es un modo seguro de deshacer todo el trabajo constructivo de los militantes sindicales y otros activistas en un lapso de tiempo relativamente corto.

Algunas veces esto puede suceder mediante un único error de la dirección, motivado por una falsa política. Por ejemplo, el grupo de Burnham-Shachtman, que temporalmente tuvo una mayoría en el CP [Comité Político] de nuestro partido a comienzos de 1939 mientras me hallaba ausente en Europa, ya estaba infectado con el germen de la estalinofobia y lo cuidaban dedicadamente para mantenerlo calientito. Cuando Homer Martin, entonces presidente del UAW inició arbitrariamente una escisión en el sindicato, el CP, bajo Burnham y Shachtman, mandó a nuestros camaradas en la industria automotriz a que apoyaran la aventura de Martin. Estaban motivados por la circunstancia de que los estalinistas tenían una posición fuerte, si no es que dominante, en la mayoría opuesta a Martin.

Nuestros camaradas que estaban en el terreno, conociendo mejor la situación y no queriendo aislarse de la mayoría del CIO, objetaron fuertemente esta política del CP de Burnham-Shachtman. Se opusieron a la decisión, no en una manera indisciplinada y destructiva, sino de una manera política, y tuvieron éxito en hacer que se cambiara la decisión. Esto les permitió permanecer en la corriente principal del movimiento que se mantenía fiel al CIO. Los militantes del sindicato automotriz que estaban bajo la influencia de los lovestonistas se fueron con la desdichada escisión de Martin hacia la AFL, y corno resultado quedaron eliminados del sindicato de un solo golpe, por un paso político en falso. Nuestros camaradas, en cambio, gracias a la política correcta que siguieron, pudieron integrarse mejor que nunca al sindicato automotriz reconstruido del CIO. La posición falsa que tornó originalmente la dirección Burnham-Shachtman en la famosa “crisis automotriz” de 1939 fue una de las cuestiones que llevaron a su caída y a su repudio por parte del partido.

* * *

Menciono este ejemplo -uno de los muchos que se pueden citar de la historia de nuestro movimiento- para mostrar lo inseparablemente ligado que está el trabajo constructivo de los activistas sindicales con la línea política y la dirección del partido. Hay tiempos, y el presente es uno de ellos, en los que la línea política y la dirección del partido son puestos en cuestión. No conocemos otra manera de resolver tal disputa más que mediante discusiones abiertas, que a veces toman la forma de luchas fraccionales y, mediante la decisión final del partido en una convención democrática. Es así corno se hacen las cosas en un partido democrático: los miembros mismos discuten y deciden qué política y qué dirección quieren. Las irritaciones inevitables del “fraccionalismo” ocasional son un precio pequeño que pagar por una genuina democracia en el partido.

Nuestros militantes sindicales harán bien en repensar este asunto; en considerar que ellos tienen interés en esta disputa; que si permanecen indiferentes y se hacen a un lado pueden terminar con una política que no corresponda a las necesidades de la situación, y con una dirección que obstaculice en lugar de ayudar en su trabajo. Esas cosas han sucedido anteriormente. Es mucho mejor alarmarse ante ello de antemano, y tratar de prevenirlo mediante una participación consciente y activa en la determinación de la disputa, que lamentarse después de una mala decisión.

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Uno de los proyectos que he anhelado hacer desde hace tiempo, y al que espero dedicarme ahora que estoy cómodamente establecido en la hospitalaria ciudad de Los Angeles, es escribir una biografía política y una evaluación de Debs. Creo que la generación joven podría beneficiarse de un trabajo corno ese, el cual no ha sido realizado adecuadamente hasta ahora.

El ensayo que proyecto tendría dos lados. Primero, trataría de mostrar a Debs en todo su esplendor como héroe proletario; como el prototipo y modelo del revolucionario de las masas, el organizador sindical, el líder de huelgas, el inspirador de la juventud. Ese lado del proyecto sería una tarea muy grata para mí, pues quiero muchísimo el recuerdo de Debs.

Pero me sentiría obligado a tratar otro lado de Debs; lo que considero es su lado más débil, el cual nunca ha sido adecuadamente examinado y explicado por otros biógrafos y evaluadores. De hecho, nunca se ha tocado; y el verdadero retrato del Debs real, “el hombre con su contradicción”, con su lado débil así corno su lado fuerte, nunca se ha esbozado.

Si alguna vez ha habido un hombre de buena voluntad, ese fue Debs; era alguien que se entregaba, un trabajador constructivo, un constructor. Pero era un poquito “bueno” en demasía corno para ser el dirigente que requiere un partido revolucionario. Debs no soportaba las disputas. Huía de los “buscapleitos” como de la plaga. No podía aguantar los embrollos en las controversias, especialmente si estaban contaminadas con intrigas y “maniobrerismo”, que desafortunadamente no siempre están ausentes incluso en las disputas del partido. Temía a las luchas fraccionales y a las escisiones por encima de todo, y simplemente huía de ellas.

Como resultado de todo esto, Debs le volvió la espalda a los asuntos internos del Partido Socialista de los Estados Unidos. Debs, el líder más influyente, vertió toda su energía, y a final de cuentas su vida, en la agitación popular de masas, en la organización y en la lucha, y permitió que hombres más pequeños que él -más pequeños en todos los aspectos, a mi juicio, y especialmente en temperamento revolucionario- condujeran la maquinaria del partido y dieran forma a la política del partido.

Nunca hubo en ningún sitio un grupo de huelguistas en apuros que pidieran ayuda a Debs sin que él tomara el siguiente tren para llegar al lugar y tomar posición en el piquete de huelga, para elevar su coraje con palabras de noble elocuencia. Pero lo que Debs no podía hacer era ir a una reunión de discusión del partido, durante una lucha fraccional; o a una acalorada discusión en el comité; o a una convención donde se tomarían decisiones contundentes. Pensaba que su influencia en el movimiento de masas, su popularidad entre los miembros del partido, el entusiasmo revolucionario que generaba cada vez que hablaba, eran suficientes para darle forma al curso del partido. Pensaba que podía mantener al partido sobre la línea revolucionaria por el mero peso de su ejemplo. Pero estaba equivocado.

Los estafadores oportunistas, los “socialistas de municipalidad”, los hombres de corta visión que querían reducir el programa del socialismo a pequeños objetivos, fueron más listos que Debs y lo superaron con sus maniobras, y lo usaron para sus propósitos en lugar de que él los usara para los suyos. Esa fue, en mi opinión, la gran falla y el gran fracaso de Debs. Y fue por eso que al final su gloria fue ensombrecida por la tragedia. Simpatizaba con el ala izquierda del Partido Socialista, pero fue incapaz de irse con ellos en la escisión de 1919. Murió como miembro de un Partido Socialista desacreditado, que la nueva generación de jóvenes revolucionarios había evitado con desdén.

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Toda la carrera de Debs es la prueba más completa y convincente de que uno no puede ser un revolucionario efectivo completo si se confina al trabajo de masas y a la agitación, mientras deja a otros los asuntos internos del partido, incluyendo las disputas y las luchas fraccionales.

No, esa es también la tarea del revolucionario proletario. Si su deber requiere que entre plenamente en la controversia; si tiene que aprender a lidiar con los “buscapleitos” de Engels, e incluso si resulta un poco manchado por las calumnias — no puede pedir que se le exente. Su trabajo de masas tiene poca utilidad y poco sentido sin el partido. Y el curso y la dirección del partido se deciden, en última instancia, por lo que ellos y otros como ellos dicen y hacen al respecto.

Trotsky escribió una vez que un revolucionario se prueba bajo todo tipo de circunstancias y en todo tipo de acciones, desde las huelgas y peleas callejeras hasta la lucha revolucionaria por el poder, pero que la prueba más importante de todas es su actitud hacia las disputas dentro de su propio partido.

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El mundo conoce a Marx como el autor de El capital. Pero nosotros, sus discípulos, también lo conocemos como el fundador y líder de la I Internacional, y como el inspirador teórico del movimiento obrero socialista que creció durante su vida. La lucha de Marx y Engels durante el período de la I Internacional, y en el reagrupamiento del movimiento obrero después, hasta el fin de sus vidas, fue una lucha con dos aspectos.

Por un lado, lucharon por la unidad de la clase obrera, resumida en la gran consigna del Manifiesto comunista:“¡Proletarios de todos los países, uníos!”. Por otro lado, lucharon por la claridad del único programa que podía hacer esta unidad consciente y efectiva, y al fin victoriosa. Esta lucha por la claridad programática, que nunca cejaron, los involucró en incesantes controversias y polémicas, que nunca buscaron evitar. Al contrario, lucharon abiertamente contra todo intento de contrabandear la ideología burguesa hacia el movimiento obrero bajo los diversos disfraces del anarquismo y el oportunismo.

Las grandes batallas de Marx y Engels contra los anarquistas bakuninistas, contra los lasalleanos, contra la conciliación con la confusión en nombre de la unidad, la cual provocó el comentario clásico al programa de Gotha – todo ello fue una lucha fraccional de comienzo a fin. Sin ello el movimiento político revolucionario no podría haberse construido y mantenido; sus sucesores no podrían haber mantenido sin rupturas la línea de continuidad con el pensamiento de Marx; y nosotros y nuestro partido no estaríamos aquí hoy. Debemos nuestra existencia política a las valientes batallas fraccionales que lidiaron los fundadores del socialismo científico y los dos grandes discípulos que vinieron después de ellos.

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El peso principal de la lucha por la transformación socialista de la sociedad no está en la lucha directa de los obreros contra la burguesía. Los obreros son tan aplastante mayoría, y su fuerza se multiplica tantas veces por su posición estratégica en la producción, que si se unieran para actuar conscientemente por sus propios intereses, su victoria sobre la burguesía sería pan comido. Pero no están unidos, no tienen conciencia de clase. La razón de ello es la influencia de la ideología burguesa en las filas de los obreros.

Dicha influencia es traída a las filas obreras de diversas maneras, pero su representante más directo es la burocracia sindical. Es por eso que nuestra lucha principal contra la burguesía toma en primer lugar la forma de la lucha contra sus agentes en el movimiento obrero. Nadie ha superado todavía la definición clásica dada por De Leon de los farsantes sindicales conservadores como “los lugartenientes laborales de la clase capitalista”. A Lenin le agradaba especialmente esta notable caracterización, y nadie jamás enfatizaría más que él la primacía de la lucha contra estos lugartenientes laborales de la clase capitalista.

La lucha por el socialismo es impensable sin una lucha por hacer revolucionarios a los sindicatos. Eso es lo que le da una importancia tan trascendente al trabajo partidista en los sindicatos. Los militantes sindicales del partido que reculan ante las luchas fraccionales en su propio partido, y que incluso imaginan que están contra el fraccionalismo en general, deberían explicarse a sí mismos el hecho de que su propia lucha diaria contra la traicionera burocracia es una lucha fraccional dentro del movimiento obrero. También ahí [el aire] se vuelve “ponzoñoso” a veces, y muy a menudo se ve mezclado con todo tipo de antagonismos personales. Pero en el fondo no es una disputa personal, y no hay manera de evitarla.

Como se ha dicho, su causa es la presión de la influencia capitalista representada por los burócratas charros y en cierta medida por la aristocracia obrera. Pero esta presión e influencia de la clase dominante no se limita a los sindicatos, aunque se revela en ellos en su forma más crasa. Lo permea todo en la sociedad presente. Eso no es extraño, considerando todos los instrumentos de educación, propaganda y comunicación que están monopolizados por la clase dominante: la iglesia, la escuela, la prensa, el radio, etc.

La experiencia de cien años ha mostrado que la influencia y la ideología burguesas también son llevadas en diversas maneras indirectas a las organizaciones políticas de los obreros, incluso a las más avanzadas, y frecuentemente llega a dominar en ellas; eso trae como resultado la transformación de estas organizaciones políticas en soportes del régimen capitalista en lugar de ser órganos de lucha en su contra.

Esta es la verdadera explicación, como Lenin nos enseñó, de la caída de la II Internacional. La lucha en contra de esta influencia burguesa, representada por la dirección oportunista, fue primero una lucha fraccional dirigida por Lenin dentro de las filas de una sola organización internacional. Después de la escisión, y de la formación de la III Internacional, la lucha continuó, siendo todavía, en esencia, una lucha fraccional entre las dos internacionales dentro del movimiento obrero amplio.

* * *

Fue también la presión de la influencia burguesa lo que llevó a la degeneración y caída finales de la III Internacional. La lucha que Trotsky dirigió en contra de esta degeneración comenzó como una lucha fraccional dentro de una sola organización. Y en cierto punto culminó en la formación de la IV Internacional. Hoy sigue siendo una lucha fraccional entre el trotskismo y el estalinismo por la influencia y la dirección del movimiento más amplio de la clase obrera.

* * *

La historia más reciente, en cuyo hacer muchos de nosotros hemos sido participantes directos, sigue la misma línea general que la de nuestros antecesores. Nuestro partido no ha estado inmune a los problemas internos que han ocurrido en todas las organizaciones políticas obreras en estos cien años. Hemos asegurado nuestra existencia y nuestra unidad enfrentándolos francamente y lidiando con ellos.

Las presiones no sólo recaen sobre el movimiento obrero amplio, sino también sobre la vanguardia, e incluso sobre la vanguardia de la vanguardia — que es exactamente lo que el SWP y sus organizaciones afines en el movimiento mundial representan. Los problemas que demandan solución bajo la influencia de estas presiones externas producen diferencias de opinión en nuestras filas, así como en otras partes. A menudo estas diferencias, relacionadas a puntos particulares, se resuelven con la libre discusión en nuestro partido democrático, sin organización o luchas fraccionales. Esto es lo que sucedió en 1948 cuando tuvimos una diferencia de opinión extremadamente seria ante la política de la elección presidencial. Una experiencia similar fue la discusión sobre los cambios de la posguerra en Europa Oriental.

Estos ejemplos, así como la manera en que estas disputas se resolvieron sin lucha interna, son suficientes para mostrar que uno no debe saltar a conclusiones apresuradas cada vez que se manifiesta una diferencia de opinión en nuestras filas, y excluir la posibilidad de lograr un acuerdo y la reconciliación mediante una discusión calmada y amistosa. Pero por otro lado, es bueno tener en mente lo que Trotsky dijo en 1939: “cualquier lucha fraccional seria en un partido es siempre en última instancia un reflejo de la lucha de clases.” Tal fue ciertamente el caso en nuestra lucha contra la oposición pequeñoburguesa en 1939-40. Esa fue una lucha larga y dura por la existencia del partido como organización revolucionaria.

También en aquel entonces muchos obreros, especialmente los activistas sindicales deseosos por continuar con su trabajo, se impacientaron con la larga discusión. Pero, ¿qué le habría pasado al SWP si no hubiéramos luchado y ganado entonces, con el apoyo de los cuadros proletarios? Desde el comienzo mismo de la lucha caracterizamos a la oposición de Burnham-Shachtman como una fracción pequeñoburguesa. Y si una caracterización fue alguna vez comprobada hasta la saciedad por la evolución subsecuente de las personas involucradas, lo fue esa.

Me imagino que es difícil para algunos de los camaradas más jóvenes en el partido convencerse de que Burnham, el teórico actual del programa de la guerra preventiva contra la Unión Soviética y los movimientos revolucionarios alrededor del mundo, fue alguna vez miembro de nuestro partido. Pero lo era, y lo recordamos bien. Más que eso, fue un contendiente por la dirección del partido que denunciaba a los líderes actuales del mismo como “burócratas conservadores”. Escribió una detallada condena de nuestros horribles “métodos organizativos” en un documento clásico en su género llamado “La guerra y el conservadurismo burocrático”, que está publicado como apéndice de mi libro The Struggle for a Proletarian Party.

Cualquiera que sea la opinión de nuestros camaradas más jóvenes sobre nuestro “fraccionalismo” en la actual lucha partidista, seguramente que no nos condenarán por nuestro fraccionalismo en la lucha contra Burnham y Cía., o en cualquier caso no deberían hacerlo, puesto que el partido le debe a esa lucha su existencia y sus magníficos logros durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

* * *

No titubeamos en caracterizar desde el comienzo a la oposición de Burnham-Shachtman como una oposición pequeño-burguesa. Esto fue en parte porque habíamos tenido experiencias previas y muchas indicaciones de la lucha por venir. Y cuando se levantaron en oposición al momento de comenzar la Segunda Guerra Mundial, sabíamos qué sucedía con ellos y cómo caracterizarlos.

La caracterización de la oposición actual en el SWP no puede ser tan precisa en esta etapa. Todavía no sabemos qué línea tomará en su evolución ulterior, y menos lo saben ellos. Pero ya hay cierto número de hechos inquietantes que ponen absolutamente en claro a todos los que tengan ojos para ver y estén dispuestos a hacerlo, que vamos a tener una lucha seria. No se la puede evitar por las siguientes razones:

1. Los cochranistas formaron una fracción en la dirección y en las filas del partido antes de que lanzaran un programa. En esto han seguido directamente los pasos de la oposición pequeñoburguesa que tenía una fracción completamente formada antes de que desplegaran sus banderas en septiembre de 1939. En el lenguaje leninista, tal procedimiento siempre se ha considerado como una ofensa criminal contra el partido.

2. La fracción de Cochran es una combinación sin principios de diversos elementos que tienen diferentes puntos de vista acerca de muchas de las cuestiones en disputa, y solo les une su oposición al “régimen” del partido. En nuestro movimiento tales combinaciones siempre se han considerado antileninistas.

3. Los argumentos subterráneos de la fracción de Cochran en contra del régimen no son sino un refrito de viejos chismes y calumnias sacadas de la acusación sumaria de Burnham conocida como “La guerra y el conservadurismo burocrático”. Ya he contestado a esta acusación sumaria en mi libro The Struggle for a Proletarian Party de modo que no me detengo más en este punto.

4. La fracción de Cochran está cínicamente alentando y estimulando el sentimiento de conciliacionismo al estalinismo en las filas del partido. El conciliacionismo al estalinismo es ajeno y hostil a los principios y a la tradición de nuestro movimiento.

5. En la organización local de Nueva York. y en el CP, la fracción Cochran se ha declarado en franca revuelta contra los principios leninistas de organización que han gobernado el funcionamiento interno del partido desde su creación hace 25 años. El rebelarse contra el centralismo democrático siempre ha sido una señal distintiva del menchevismo.

6. Al conducir una lucha sin principios en contra de la dirección del partido, subterráneamente durante más de un año, y ahora abiertamente, los líderes de la fracción de Cochran se han abandonado a un frenesí fraccional que efectivamente “ha emponzoñado la atmósfera del partido”. Sus métodos de conducir la lucha fraccional desorientan y corrompen a camaradas más jóvenes e inexpertos que necesitan una discusión calmada y explicaciones pedagógicas para avanzar en su educación política.

Estas manifestaciones, tomadas en conjunto son características bien conocidas de una fracción que ha perdido la cabeza y no sabe a dónde va. Llámese como quiera a esas manifestaciones, pero no son manifestaciones de leninistas con confianza en sí mismos, que se yerguen ante toda presión y siguen un curso consciente y premeditado.

Esperaremos para ver el curso de esta combinación sin principios. Entretanto, nos esforzaremos por explicar al partido en la discusión política las cosas como las vemos. El próximo pleno del Comité Nacional sin duda va a condenar a la fracción de Cochran como una combinación sin principios y revisionista, y explicará sus razones al partido en resoluciones sin ambigüedades.

Entonces será el turno de los miembros del partido para discutir y eventualmente para decidir. La tarea más importante de todo miembro en el próximo período es estudiar y discutir todos los puntos en cuestión, y tomar una posición sobre ellos. Nadie tiene derecho de abstenerse, pues la prueba más importante para un revolucionario -citando de nuevo a Trotsky- “es su actitud ante las disputas en su propio partido.”

Fraternalmente,

J.P. Cannon

Contra la teoría del capitalismo de Estado

Contra la teoría del capitalismo de Estado

Respuesta al compañero Cliff

por Ted Grant (1949)

[Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I. ]  

El documento del compañero Cliff titulado La naturaleza de la Rusia estalinista, a primera vista da la impresión de erudición y análisis científico. Sin embargo, un examen más cuidadoso demostrará que ninguno de los capítulos contiene una tesis elaborada. El método que utiliza es hacer toda una serie de paralelismos basados en citas, y demuestra su punto débil en el hecho de que las conclusiones no están apoyadas por el análisis. De sus tesis no es posible llegar a la conclusión de si la Rusia estalinista sigue siendo un sistema progresista (a pesar de sus deformaciones) o si, por el contrario, como Cliff ahora supone, juega el mismo papel reaccionario que el capitalismo o el fascismo. La debilidad se muestra más severamente en el hecho de no sacar conclusiones prácticas. ¿Hay que defender a Rusia o el partido revolucionario debe ser derrotista? En lugar de responder decididamente a esto en el transcurso del análisis, tiene que hacerlo a posteriori.

A pesar de afirmar el compañero Cliff que la burocracia estalinista es una nueva clase, en ninguna parte de su tesis hace un auténtico análisis o da pruebas de por qué y cómo tal clase se constituye en clase capitalista y no es un nuevo tipo de clase.

Esto no es accidental. Proviene del método. Comienza con la idea preconcebida del capitalismo de Estado y todo está ajustado artificialmente a esa concepción. En vez de aplicar el método teórico de los clásicos del marxismo a la sociedad rusa en su proceso de desarrollo y movimiento, él ha realizado el trabajo recogiendo citas e intentándolas comprimir en una teoría.

En ninguna parte del documento Cliff plantea el criterio principal para los marxistas a la hora de analizar un sistema social: ¿La nueva formación conduce al desarrollo de las fuerzas productivas? La teoría del marxismo está basada en el desarrollo material de las fuerzas productivas como fuerza motora del progreso histórico. La transición de un sistema a otro no se decide subjetivamente, está basada en las necesidades de la propia producción. Es sobre estas bases y sólo sobre estas bases, sobre las que se erige la superestructura: el Estado, la ideología, el arte, la ciencia… Es verdad que la superestructura tiene un efecto secundario importante sobre la producción, e incluso dentro de ciertos límites, como Engels explicó, desarrolla su propio movimiento independiente. Pero en última instancia, lo decisivo es el desarrollo de la producción.

Marx explicó que la justificación histórica para el capitalismo, a pesar de los horrores de la revolución industrial, a pesar de la esclavitud de los negros en África, a pesar del trabajo infantil en las fábricas, las guerras de conquista a través del planeta, la realidad es que era una etapa necesaria en el desarrollo de las fuerzas productivas. Marx demostró que sin la esclavitud, no sólo la antigua esclavitud, sino la esclavitud en la primera época del desarrollo capitalista, el desarrollo moderno de la producción habría sido imposible. Sin esto nunca se podrían haber preparado las bases materiales para el comunismo. En Miseria de la Filosofía Marx escribió:

“Lo mismo que las máquinas, el crédito, etc., la esclavitud directa es la base de la industria burguesa. Sin esclavitud no habría algodón; sin algodón no habría industria moderna. La esclavitud ha dado su valor a las colonias, las colonias han creado el comercio universal, el comercio universal es la condición necesaria para la gran industria. Por lo tanto, la esclavitud es una categoría económica de la más alta importancia.

“Sin esclavitud, América del Norte, el país de más rápido progreso, se transformaría en un país patriarcal. Borren Norteamérica del mapa del mundo y tendrán la anarquía, la decadencia completa del comercio y de la civilización moderna” (Carlos Marx, Miseria de la filosofía. Buenos Aires, Ed. Cartago, 1987, p. 88).

Por supuesto, la actitud de Marx hacia los horrores de la esclavitud y la revolución industrial es bien conocida. Sería una burda distorsión de la posición de Marx argumentar que como él escribió el párrafo antes mencionado, entonces estaba a favor de la esclavitud y del trabajo infantil. Como tampoco hoy se puede argumentar contra los marxistas que como apoyan la propiedad estatal en la URSS, entonces justifican los campos de concentración y otros crímenes del régimen de Stalin.

El apoyo de Marx a Bismarck1 en la guerra franco-prusiana estaba dictado por consideraciones similares. A pesar de la política de ‘hierro y sangre’ de Bismarck, y la naturaleza reaccionaria de su régimen, la unificación nacional de Alemania facilitaría el desarrollo de las fuerzas productivas, Marx dio un apoyo crítico a la guerra de Prusia contra Francia. El criterio básico era el desarrollo de las fuerzas productivas. A la larga, todo lo demás deriva de esto.

Cualquier análisis de la sociedad rusa debe partir de esas bases. Una vez más Cliff admite que mientras el capitalismo está declinando y decayendo a escala mundial, todavía mantiene un papel progresista en Rusia con relación al desarrollo de las fuerzas productivas, entonces lógicamente, debería decir que el capitalismo de Estado es la próxima etapa de la sociedad, o al menos para los países atrasados. Contradictoriamente, muestra que la burguesía rusa no es capaz de llevar adelante el papel que cumplió la burguesía en Occidente y, consecuentemente, la revolución proletaria es inevitable.

Si en Rusia tenemos capitalismo de Estado (precedido por una revolución proletaria), entonces está claro que la crisis del capitalismo sobre la que nos hemos basado durante las pasadas décadas no era insoluble, sino simplemente los dolores de parto de una etapa nueva y superior del capitalismo. La cita que nos da de Marx —que ninguna sociedad desaparece de la escena hasta que ha agotado todas las posibilidades para desarrollar las fuerzas productivas—, indicaría que, si su argumento es correcto, ante nosotros se abre una nueva época, la época del capitalismo de Estado. Esto destruiría por entero las bases teóricas del movimiento leninista- trotskista. Cliff dice, sin explicar por qué, que si cogemos la teoría de la revolución degenerada, debemos abandonar la teoría de la revolución permanente.

No obstante, no consigue ver que aceptar la teoría del capitalismo de Estado, la teoría de la revolución permanente, que está basada en la idea de que el capitalismo se ha agotado a escala mundial y que es incapaz de llevar adelante ni siquiera las tareas de la revolución democrático burguesa en los países atrasados, debería ser abandonada. En Europa del Este, los ‘capitalistas de Estado’ habrían realizado las tareas de la revolución burguesa sobre la tierra, etc., Cliff da un rodeo sobre este tema de la revolución agraria, que en los países atrasados, como decía Trotsky, sólo el proletariado podría llevarla a cabo. Si los partidos ‘capitalistas de Estado’ de los estalinistas pueden cumplir esta tarea, no sólo se arroja por la borda la teoría de la revolución permanente, sino también la viabilidad del nuevo Estado capitalista en un sentido histórico.

Si la tesis del compañero Cliff es correcta, que hoy en Rusia existe capitalismo de Estado, entonces no puede evitar la conclusión de que el capitalismo de Estado ha estado existiendo desde la Revolución Rusa y que la función de la propia revolución fue introducir este sistema capitalista de Estado en la sociedad. A pesar de sus tortuosos esfuerzos para trazar una línea entre las bases económicas de la sociedad rusa antes del año 1928 y después, las bases económicas de la sociedad rusa en realidad han permanecido intactas.

EL USO INCORRECTO DE LAS CITAS

El compañero Cliff intenta demostrar que Trotsky estaba acercándose a la postura de que la burocracia era una nueva clase dominante. Para tal propósito cita los libros Stalin y El pensamiento vivo de Carlos Marx:

Cliff escribe:

“Un paso claro en la dirección de una nueva evolución de la burocracia como clase gobernante encuentra expresión en el último libro de Trotsky, Stalin, donde escribe: ‘Lo esencial del Termidor fue, y no puede menos de ser, social en cuanto a carácter. Su finalidad era cristalizar una nueva capa privilegiada, crear un substrato nuevo para la clase económicamente superior. Había dos pretendientes a este papel: la pequeña burguesía y la misma burocracia. Ambas combatieron unidas [en la batalla para vencer] la resistencia de la vanguardia del proletariado. Una vez conseguido esto, cerraron una contra otra en feroz acometida. La burocracia llegó a asustarse de su aislamiento, de su divorcio del proletariado. Sola, no podía aplastar al kulak ni a la pequeña burguesía, que había crecido y continuaba creciendo sobre la base de la NEP; tenía que contar con la ayuda del proletariado. De ahí su esfuerzo concertado por presentar su lucha contra la pequeña burguesía, por los productos sobrantes y por el poder, como la lucha del proletariado contra las tentativas de restauración capitalista” (Tony Cliff, La naturaleza de Rusia estalinista, junio de 1948, p. 10).

Y el compañero Cliff comenta:

“La burocracia, dice Trotsky, mientras pretende luchar contra la restauración capitalista, en realidad, utilizó sólo al proletariado para aplastar a los kulaks, para ‘cristalizar una nueva capa privilegiada, crear un substrato nuevo para la clase económicamente superior’. Uno de los pretendientes al papel de clase económicamente dominante, según él, es la burocracia. Hace un gran énfasis en esta formulación cuando asocia este análisis con la lucha entre la burocracia y los kulaks con la definición de Trotsky de la lucha de clases. Dice: ‘La lucha de clases no es otra cosa que la lucha por la apropiación de plusvalía’. El que se apropia de la plusvalía domina la situación, posee riqueza, posee el Estado, tiene la llave de la Iglesia, los tribunales, de las ciencias y el arte (Ibíd., p. 10).

Y Cliff concluye:

“La lucha entre la burocracia y los kulaks, fue según la última conclusión de Trotsky, ‘la lucha… por la plusvalía excedente”.

Para ilustrar la forma en que el compañero Cliff ha construido su idea, examinemos estas citas en su contexto y veremos como la conclusión que emana es precisamente la contraria de la que él pretende.

“El kulak, juntamente con el industrial modesto, trabajaba por la completa restauración del capitalismo. Así se inició la irreconciliable brega alrededor del producto sobrante del trabajo nacional. ¿Quién dispondrá de él en el próximo futuro: la nueva burguesía o la burocracia soviética? Esta fue la inmediata cuestión planteada. Quien disponga del producto sobrante cuenta con el poder del Estado. Así comenzó la lucha entre la pequeña burguesía, que había ayudado a la burocracia a quebrantar la resistencia de las masas obreras y de sus portavoces de la oposición izquierdista, y la misma burocracia termidoriana, que había ayudado a la pequeña burguesía a dominar a las masas agrarias. Era una porfía descarada por el poder y la renta.

“Evidentemente, la burocracia no derrotó a la vanguardia proletaria, se libró de las complicaciones de la revolución internacional y legitimó la filosofía de la desigualdad, para rendirse luego a la burguesía y convertirse en criado suyo, y ser acaso desplazada a su vez de la olla del Estado” (León Trotsky, Stalin. Buenos Aires, Editorial El Yunque, 1975, p. 275).

Cliff hace que Trotsky parezca un loco, al aparecer contradiciéndose a sí mismo debido a la yuxtaposición de dos citas y, de ahí, que Trotsky estaba cambiando su postura sobre el carácter de clase de la burocracia. Unas pocas páginas más allá, Trotsky explica su idea, demuestra el carácter orgánico de la decadencia del capitalismo en todas partes. Sólo sobre estas bases las fuerzas productivas nacionalizadas se han mantenido en Rusia. La tendencia general de la economía en los últimos cincuenta años a escala mundial ha sido hacia la estatalización de las fuerzas productivas. Los propios capitalistas, en parte, se han visto obligados al “reconocimiento de las fuerzas productivas como fuerzas sociales” (Engels). En realidad, esta es la clave de la explicación de por qué Rusia sobrevivió a la guerra. La desorientación del movimiento que es expresada en el documento deCliff, en gran parte es debida al fracaso en comprender las implicaciones de esta tendencia. En su libro sobre Stalin, Trotsky plantea la posibilidad teórica de que la burocracia continuara gobernando durante algunas décadas.

Unas páginas más allá de las citadas por Cliff, Trotsky dice lo siguiente:

“La contrarrevolución se inicia cuando comienza a desarrollarse el carrete de las conquistas sociales progresivas. Y este desarrollo no parece tener fin. Pero siempre se conservan algunas de tales conquistas. Así, a despecho de monstruosas deformaciones burocráticas, la base clasista de la URSS continúa siendo proletaria. Pero recordemos que este proceso de desarrollo aún no ha terminado, y que el futuro de Europa y del mundo durante tos próximos decenios no se ha decidido todavía. El Termidor ruso habría abierto indudablemente una nueva era de dominio burgués, si tal dominio no se hubiese desacreditado en todo el mundo. En todo caso, la lucha contra la igualdad y el establecimiento de diferencias sociales muy profundas no ha conseguido hasta ahora eliminar la conciencia socialista de las masas ni la nacionalización de los medios de producción y de la tierra, que fueron las conquistas socialistas básicas de la Revolución” (Ibíd., p. 285).

Creemos que esto demuestra suficientemente que Cliff ha tomado una cita del Stalin de Trotsky y la ha sacado fuera de contexto. En su última obra, como en las otras sobre el tema ruso, Trotsky mantuvo una postura consecuente en su caracterización de la Unión Soviética. No es posible sacar la conclusión de ninguno de sus escritos de que él modificase su postura fundamental.

¿PUEDE HABER LUCHA ENTRE DOS SECTORES DE LA MISMA CLASE? REVOLUCIÓN FRANCESA – REVOLUCIÓN RUSA

Para entender la Revolución Rusa podemos tomar la analogía de la Revolución Francesa cuya similitud y rumbo son notables, aunque obviamente diferentes en sus bases económicas. Como es sabido, el dominio de la burguesía en Francia quedó marcado en la revolución de 1789. Marx explica el papel progresista de los Jacobinos revolucionarios: esta dictadura revolucionaria de los sans-culottes fue más lejos que el régimen burgués. Debido a que ellos hicieron una limpieza de todos los desperdicios feudales y lograron en meses lo que para la burguesía hubiese requerido décadas. Esto fue seguido por la reacción termidoriana y la contrarrevolución bonapartista.

Cualquiera que compare la contrarrevolución bonapartista con la revolución —al menos en su superestructura—, haría encontrado una enorme diferencia, como entre el régimen de Lenin y Trotsky en Rusia y el de Stalin en los últimos años. Para los observadores superficiales la diferencia entre los dos regímenes era fundamental. Napoleón había reintroducido muchas órdenes, condecoraciones y rangos similares a los del feudalismo; restauró la Iglesia; incluso se coronó a sí mismo Emperador. Fue una contrarrevolución basada en la nueva forma de propiedad introducida por la propia revolución. Las formas de propiedad o relaciones de propiedad burguesas seguían siendo la base de la economía.

Cuando estudiamos la historia de Francia, vemos la variedad de formas, gobiernos y superestructuras que se desarrollaron en el transcurso de la lucha de clases. La restauración de la monarquía tras la derrota de Napoleón, las revoluciones de 1830 y 1848, ¿qué lucha de clases había? Existía un reparto diferentede la renta, pero después de todas estas revoluciones, la economía seguía siendo burguesa.

La historia posterior de Francia conoció la dictadura de Luis Bonaparte, la restauración de la democracia burguesa y la república, y en los últimos días, el régimen de Petain. En todos estos regímenes había diferencias en la división de la renta nacional entre las clases y diferentes estratos de la propia clase dirigente. Aún así, calificamos a todos estos regímenes como burgueses, ¿Por qué? Sólo puede deberse a la forma de propiedad.

Dado el atraso de la Unión Soviética, que Cliff explica muy bien, y el aislamiento de la revolución, ¿por qué no debería ocurrir un proceso similar? En realidad pasó. Volvamos al libro Stalin de Trotsky. El Viejo era muy claro. Tras la cita donde Trotsky muestra que la esencia del termidor no podría ser sino social en su carácter y que era la lucha por el producto excedente, continuó explicando lo que esto significaba. Continuemos donde se detuvo Cliff:

“Aquí cesa la analogía con el termidor francés. La nueva base social de la Unión Soviética se hizo intangible.Defender la nacionalización de los medios de producción y de la tierra es ley de vida o muerte para la burocracia, pues tal es el origen social de su posición dominante. Esa era la razón de su lucha contra el kulak. La burocracia podía sostener esta contienda, y resistir hasta el fin, sólo con la ayuda del proletariado. La mejor prueba del hecho de que había hecho recluta de este apoyo fue el alud de capitulaciones por parte de representantes de la nueva oposición. La lucha contra el kulak, la pugna contra el ala de derecha, contra el oportunismo (las consignas oficiales de aquel período), parecieron a los trabajadores y a muchos representantes de la oposición izquierdista como un renacimiento de la dictadura del proletariado y de la revolución socialista. Les advertimosentonces: no se trata solo de lo que se hace, sino también de quien lo hace. En condiciones de democracia soviética, esto es, de autonomía obrera, la lucha contra los kulaks pudiera no haber asumido una forma tan convulsiva, pusilánime y bestial, y haber conducido a un alza general del nivel económico de las masas, a base de industrialización. Pero la lucha de la burocracia contra el kulak era una singular contienda (librada) sobre las espaldas de los trabajadores; y como ninguno de los gladiadores confiaba en las masas, como ambos temían a las masas, la pelea revistió un carácter convulsivo y sanguinario. Gracias al apoyo del proletariado, terminó en victoria para la burocracia. Pero no añadió nada al peso específico del proletariado dentro de la vida política del país. (Ibíd., p. 288. El subrayado es nuestro).

Cuando Trotsky habla aquí de ‘la creación de un nueve substrato para la dominación económica de clase’ claramente explicaba es el proletariado, que domina mediante la forma de propiedad estatal. Cliff dice: “Uno de los pretendientes al papel de clase económicamente dominante”, dice él, “es la burocracia. Hay que hacer un gran énfasis en esta afirmación…”.Aquí vemos los peligros del método de trabajo basado en ideas preconcebidas y el intento de seleccionar citas para adecuarlas a estas ideas.

En este mismo capítulo, Trotsky muestra la similitud y las diferencias con la Revolución Francesa y, por qué, la reacción adoptó una forma diferente en Francia a la que tomó en Rusia:

“Los privilegios de la burocracia tienen otra fuente de procedencia. La burocracia se apropió de aquella parte de la renta nacional que pudo asegurarse por el ejercicio de la fuerza o en virtud de su autoridad, o bien por su intervención directa en las relaciones económicas. En cuanto a la producción nacional sobrante, la burocracia y la pequeña burguesía pronto pasaron de la alianza a la enemistad. El dominio del producto sobrante abrió a la burocracia la ruta del poder” (Ibíd., p. 40).

El tema para Trotsky está suficientemente claro. La lucha por el producto excedente puede darse no sólo entre diferentes clases, sino también entre diferentes estratos y distintos grupos representando a la misma clase.

¿FUNCIONA LA LEY DEL VALOR DENTRO DE LA ECONOMÍA RUSA?

Toda la parte del documento de Cliff dedicada a la ‘ley del valor’ es poco sólida desde un punto de vista marxista. Del modo más complicado y de una manera peculiar él explica que la ley del valor no se aplica dentro de la economía rusa, pero sí en sus relaciones con el capitalismo mundial. Encuentra la base de la ley del valor, no en la sociedad rusa, sino en el entorno capitalista mundial. “Ahora descubrimos la importancia que tienen las relaciones internas en Rusia cuando las extraemos de la influencia de la economía mundial.

“La abstracción ha solucionado una cuestión fundamental: que la fuente de actividad de la ley del valor no se encuentra en las relaciones internas de la propia economía rusa. En otras palabras, esto nos ha llevado muy cerca de solucionar el problema de si la economía rusa está subordinada a la ley del valor mostrándonos donde no buscar su fuente (Cliff, p. 98. El subrayado es nuestro).

Según el marxismo, es en el intercambio donde la ley del valor se manifiesta. Y esto se aplica para todas las formas de sociedad. Por ejemplo, la forma en la que se extingue el comunismo primitivo es a través del intercambio y el trueque entre las diferentes comunidades primitivas. Esto llevó al desarrollo de la propiedad privada. En la sociedad esclavista, de la misma forma, los productos del esclavo se convertían en mercancías cuando éstas eran intercambiadas. A través de este proceso, apareció la ‘mercancía de las mercancías’: el dinero. De este modo fue el producto esclavizó al productor y, al final, la contradicción causada por la economía monetaria llevó a la destrucción de la vieja sociedad esclavista. Bajo el feudalismo, el intercambio de la plusvalía producida por los terratenientes y barones autosuficientes en su ‘economía natural’ se convertía en mercancías y, de hecho, fue el principio del desarrollo capitalista mediante el ascenso del capital comercial.

Por tanto, si sólo era en el intercambio entre Rusia y el mundo exterior en el que se manifestaba la ley del valor, lo que significaba es que la plusvalía rusa era intercambiada sobre la base de la ley del valor. Qué consecuencias tendría eso para la economía interna es una cuestión diferente que debería ser resuelta.

Sin embargo, a causa del pequeño grado de participación de la Unión Soviética en el mercado mundial, en comparación con la producción total de Rusia, Cliff se da cuenta, inevitablemente, de la debilidad de esta afirmación. De este modo, asombrosamente, Cliff encuentra le ley del valor manifestándose no en elintercambio sino en la competencia. Incluso esto no sería tan malo si explicara que esta competencia en el mercado mundial se daba en las líneas capitalistas clásicas para los mercados. Pero no puede defender esto porque discreparía con los hechos. Así que introduce un nuevo concepto. ¡Encuentra su ‘competencia’ y su ‘ley del valor’ en la producción de armamentos!

La presión del capitalismo mundial obliga a Rusia a dedicar una gran proporción de los ingresos nacionales a la producción de armamentos y defensa. Cliff encuentra aquí su ley del valor. ¡La ley del valor se manifiesta en la competencia armamentística entre dos sistemas sociales! Esto sólo se puede describir como una concesión a la teoría de Shachtman del colectivismo burocrático. Si esta teoría es correcta, se aplicaría entonces la teoría de la existencia de una economía totalmente nueva, nunca antes vista en la historia ni prevista por el marxismo.

Aquí de nuevo tenemos que hacer una advertencia acerca del uso indiscriminado de citas y la amalgama de ideas para formar una ‘tesis’. En realidad este documento no es sobre el capitalismo de Estado, sino que se trata de un híbrido uniendo el colectivismo burocrático y el capitalismo de Estado. Si esta parte del documento de Cliff significa algo en absoluto, llevaría directamente al camino del colectivismo burocrático de Shachtman.

Esta idea está en parte tomada de Hilferding2 que sostenía firmemente que la ley del valor no se aplicaba en Rusia y en la Alemania nazi, y que éstas eran formaciones sociales totalmente nuevas. También está basado en un malentendido de algunos pasajes de Imperialismo y Economía Mundial de Bujarin, donde él defendía sobre la base del ‘capitalismo de Estado’ —la unión orgánica de los trust con el capital financiero— y en la que él, junto con Lenin, brillantemente profetizaron una forma de dictadura que más tarde se vio realizada en el fascismo italiano y en el nazismo. No era la propiedad estatal de los medios de producción, sino la fusión del capital financiero con el Estado. De hecho Bujarin escogió como uno de sus ejemplos clásicos de este Estado… EEUU.

El argumento del armamentismo corresponde a una categoría mística no económica. En el mejor de los casos, incluso si lo aceptásemos como correcto, sólo explicaría por qué Rusia produce armamentos, pero no cómo o sobre qué bases económicas son producidos los armamentos. Incluso si Rusia fuera un Estado obrero sano, dentro de un cerco imperialista, existiría la absoluta necesidad de producir armamentos y competir en la producción y técnica de armas con los sistemas capitalistas rivales. Pero este argumento sobre los armamentos está completamente equivocado. La mayor parte de la producción en Rusia no es armamentística sino de medios de producción. De nuevo esto podría explicar porque la burocracia está intentando acumular medios de producción a una velocidad frenética, pero no explica nada del sistema económico de la propia producción. Es verdad que probablemente en un Estado obrero sano la acumulación de armas por razones sociales sería más pequeña (política internacionalista y revolucionaria hacia los obreros en otros territorios), pero no obstante esto tendría lugar bajo la presión del imperialismo mundial.

Un ritmo más rápido o más lento en el desarrollo de los medios de producción no necesariamente nos dice el método por el que éstos son producidos. Cliff dice que la burocracia está desarrollando los medios de producción debido a la presión del imperialismo mundial. Bien. Sin embargo, todo esto de nuevo lo único que nos dice es por qué el ritmo es más rápido. Desde el punto de vista incluso de la economía política burguesa clásica, el argumento de Cliff es pura evasiva. Simplemente plantea lo que debe ser demostrado.

No es casualidad que Trotsky señalara en La revolución traicionada que todo el contenido progresista de la actividad de la burocracia estalinista y su preocupación, fuera el aumento de la productividad del trabajo y la defensa del país.

Hemos visto que si la ley del valor sólo se aplica debido a la existencia del capitalismo en la economía mundial,entonces sólo se aplicaría a aquellos productos intercambiados en el mercado mundial. Pero Cliff sostiene dos tesis contradictorias con relación a la economía rusa. Por otro lado dice:

“Esto no significa que el sistema de precios en Rusia es arbitrario, dependiente del capricho de la burocracia. La base del precio también aquí son los costes de producción. Si el precio tiene que se utilizado coma una correa de transmisión a través de la cual la burocracia dirige la producción en general, debería acomodarse a su propósito y reflejar tanto como sea posible el coste real, es decir, el trabajo socialmente necesario absorbido en los diferentes productos” (Cliff, p. 94, el subrayado es nuestro).

Dos páginas mas allá Cliff describe como el punto central e intenta demostrar:

“…en las relaciones económicas dentro de la propia Rusia, no se puede encontrar la autonomía de la actividad económica, la fuente de la ley del valor, actuando” (Cliff. p. 96. El subrayado en el original).

En la primera cita, Cliff muestra precisamente el camino en el que la ley del valor se manifiesta internamente en la sociedad rusa. Aunque se abstraiga del mercado mundial, dejando a un lado el efecto recíproco que indudablemente tiene, cuando Cliff dice que ‘el coste real, es decir, el trabajo socialmente necesario absorbido en los diferentes productos’ debe reflejar los precios reales, está diciendo que la misma ley se aplica tanto en la sociedad rusa como en la capitalista. La diferencia es que mientras en la sociedad capitalista se manifiesta a ciegas por las leyes del mercado, en Rusia la actividad consciente juega un papel importante. A este respecto, la segunda cita rechaza abrumadoramente el argumento de Ciiff de que en el capitalismo que existe en Rusia bajo estas condiciones la ley del valor no opera a ciegas, sino que lo hace conscientemente. En la sociedad capitalista, la ley del valor, como él dice, se manifiesta a través de la ‘autonomía de la actividad económica’, por ejemplo, es el mercado el que domina. La primera cita demuestra claramente que el mercado —y este es el punto central— está dentro de unos límites dados determinados y controlados conscientemente y, por tanto, no es capitalismo como lo entienden los marxistas.

Cliff dijo antes que la ley del valor no funcionaba en Rusia. Aquí precisamente está demostrando cómo funciona: no en las líneas del capitalismo clásico, sino en las de una sociedad transicional entre el capitalismo y el socialismo.

Vemos por tanto que Cliff pretende que Rusia es una sociedad capitalista y encuentra la fuente de la ley básica de la producción de capitalista fuera de Rusia. Ahora, en cualquier sociedad capitalista en la que el fondo de reserva está en manos de la clase capitalista, como Engels explicó:

“…si ese fondo de producción y reserva existe efectivamente en manos de los capitalistas, si efectivamente ha surgido por la acumulación de beneficios (prescindiendo aquí por el momento de la renta de la tierra), entonces consiste necesariamente en la acumulación del excedente del producto del trabajo, suministrado por la clase obrera a la clase de los capitalistas, sobre la suma de salarios pagada por la clase de los capitalistas a la clase trabajadora. Pero en este caso, el valor no se determina por el salario, sino por la cantidad de trabajo; la clase trabajadora suministra, pues, a la clase capitalista, en el producto del trabajo, una cantidad de valor mayor que la que recibe como paga en el salario, y entonces el beneficio del capital se explica, como todas las demás formas de apropiación de producto del trabajo ajeno y no pagado, como mero elemento de esta plusvalía descubierta por Marx” (Federico Engels, Anti-Dühring. Madrid, Editorial Crítica, 1978, p. 201).

Esto indica que donde existe trabajo asalariado, donde hay acumulación de capital, la ley del valor debe aplicarse, no importa lo complicada que sea la forma en que pueda manifestarse. Además Engels explica en respuesta a las cinco clases de valor de Dühring3 y los ‘costes naturales de producción”, que en El Capital Marx se ocupa del valor de las mercancías y en ‘toda la sección de El Capital que trata del valor no hay ni la más leve indicación de hasta que punto Marx considera la teoría del valor de las mercancías aplicable a otras formas de sociedad’. En este sentido está claro que en la sociedad transicional también: ‘El propio valor no es más que la expresión del trabajo socialmente necesario materializado en un objeto’. Aquí sólo es necesario preguntar: ¿Qué determina el valor de las máquinas, bienes de consumo, etc., producidos en Rusia? ¿Es arbitrario? ¿Qué determina los cálculos de la burocracia? ¿Qué es lo que ellos miden con el precio? ¿Qué determina los salarios? ¿Son pagos salariales por la fuerza de trabajo? ¿Qué determina el ‘dinero’? ¿Qué determina los beneficios de las empresas? ¿Existe el capital? ¿Está abolida la división del trabajo?

A estas preguntas Cliff da dos respuestas contradictorias. Por un lado acepta que la ley del valor es sobre la que se desarrollan todos los cálculos y el movimiento de la sociedad rusa. Pero por el otro, él encuentra que la ley del valor sólo se aplica como resultado de la presión del mundo exterior, si bien no explica de una manera seria como ocurre esto.

EL PAPEL DEL DINERO EN RUSIA

Lo sorprendente es que el propio Cliff señala que la burocracia no puede determinar arbitrariamente los precios. Tampoco puede determinar la cantidad de dinero en circulación de manera arbitraria. Y esto ha sido así en toda sociedad donde el dinero (recordemos, la mercancía de las mercancías) ha jugado un papel. Engels trató este problema, preguntando oportunamente a Dühring:

“Si el puñal [no importa quien lo maneje, burócrata, capitalista o gobierno. TG] tiene esa virtud económica mágica que le atribuye el señor Dühring, ¿por qué no ha conseguido a la larga ningún gobierno infundir a un dinero malo el ‘valor de distribución’ del dinero bueno o a los assignants el del oro?” (Ibíd., p. 197).

En La revolución traicionada, Trotsky explica este problema de una manera muy clara. Muestra que las categorías económicas propias del capitalismo aún permanecen en la sociedad transitoria entre el capitalismo y el comunismo, la dictadura del proletariado. Aquí está la clave: las leyes permanecen, pero son modificadas. Algunas de las leyes del capitalismo se aplican y otras son anuladas. Por ejemplo, Trotsky argumenta:

“El papel del dinero en la economía soviética, lejos de haber terminado, debe desarrollarse a fondo. La época transitoria entre el capitalismo y el socialismo, considerada en su conjunto, no exige la disminución de la circulación de mercancías, sino, por el contrario, su extremo desarrollo. Todas las ramas de la industria se transforman y crecen, se crean nuevas incesantemente, y todas deben determinar cuantitativa y cualitativamente sus situaciones recíprocas. La liquidación simultánea de la economía rural que producía para el consumo individual y el de la familia, significa la entrada en la circulación monetaria, de toda la energía de trabajo que se dispersaba antes en los límites de una granja o de las paredes de una habitación. Por primera vez en la historia,todos los productos y todos los servicios pueden cambiarse unos por otros” (León Trotsky, La revolución traicionada. Madrid, Fundación Federico Engels, 1991, p. 94, el subrayado es nuestro).

¿Cuál es la clave de este enigma? Sólo se puede encontrar en el hecho de que tenemos una sociedad transitoria. El Estado puede ahora regular, pero no arbitrariamente, sólo dentro de los límites de la ley del valor. Cualquier intento de violarla y pasar más allá de los límites estrictos impuestos por el desarrollo de las fuerzas productivas, inmediatamente termina en la reafirmación de la dominación de la producción sobre el productor. Esto es lo que Stalin tuvo que descubrir con relación al precio y al dinero cuando la economía rusa sufrió una crisis de inflación que distorsionó y desbarató complemente el plan. La ley del valor no es eliminada, sino que es modificada. Esto es lo que Trotsky quería decir cuando escribió:

“La nacionalización de los medios de producción, del crédito, la presión de las cooperativas y del Estado sobre el comercio interior, el monopolio del comercio exterior, la colectivización de la agricultura, la legislación sobre la herencia, imponen estrechos límites a la acumulación personal de dinero y dificultan la transformación del dinero en capital privado (usuario, comercial e industrial). Sin embargo, esta función del dinero, unida a la explotación no podrá ser liquidada al comienzo de la revolución proletaria, sino que será transferida, bajo un nuevo aspecto, al Estado comerciante, banquero e industrial universal. Por lo demás, las funciones más elementales del dinero,medida de valor, medio de circulación y de pago, se conservarán y adquirirán, al mismo tiempo, un campo de acción más amplio que el que tuvieron en el régimen capitalista” (Ibíd. p. 94, el subrayado en el original).

Sólo hay que plantear el problema en este sentido para ver que cualquier análisis económico debe conducir a la conclusión de que tenemos una sociedad transicional, en la cual se aplican algunas leyes propias al capitalismo y otras propias al socialismo. Después de todo este es el significado de transición.

Aunque Cliff no reconoce esto, en realidad lo admite, cuando dice que la burocracia conscientemente regula (aunque dentro de unos límites) la tasa de inversión, las proporciones entre los medios de producción y los medios de consumo, el precio de los artículos de consumo, etc., está demostrando que determinadas leyes básicas del capitalismo no se aplican.

¿En Rusia existe transformación de dinero en capital? Polemizando con Stalin, Trotsky responde lo siguiente para demostrar que las inversiones se hacen sobre la base de un plan, pero sin embargo, lo que se invierte es el valor de la plusvalía producida por los trabajadores. Trotsky demuestra la falacia básica de la idea de Stalin de que el Estado podría decidir y regular sin relación a la economía. Deberíamos añadir que Stalin nunca negó que existiera producción de mercancías en Rusia.

A pesar del hecho de que sólo hay un ‘patrón’ en Rusia, no obstante, el Estado compra fuerza de trabajo. Es verdad que debido al pleno empleo, que normalmente colocaría al vendedor de la mercancía fuerza de trabajo en una posición fuerte, el Estado ha impuesto algunas restricciones a la venta libre de fuerza de trabajo, como en el período de pleno empleo bajo el fascismo. O incluso en Gran Bretaña, donde existe la misma situación, mediante regulaciones y estratagemas los patronos hacen que el Estado intervenga para compensar las ventajas que resultarán de esta situación para 1a venta de fuerza de trabajo. Pero sólo aquel que argumenta con abstracciones podría afirmar que la fuerza de trabajo está anulada.

Es verdad que en la economía capitalista clásica existía venta libre de fuerza de trabajo. No obstante, en El CapitalMarx dedicó toda una parte a demostrar las feroces leyes que se introdujeron contra el naciente proletariado después de que la Peste Negra en Inglaterra mermara tanto la población que el proletariado se encontró en una posición favorable para pedir salarios más altos. ¿Esto significaba que las leyes básicas del marxismo no se aplicaban? Al contrario, Marx estaba tratando con un capitalismo ‘puro’, del que sacó las leyes fundamentales. La distorsión de este u otro elemento no modificará las leyes fundamentales. Por eso la Alemania nazi, a pesar de las muchas perversiones, seguía siendo fundamentalmente un sistema de economía capitalista, porque la economía estaba dominada por la producción sobre la base de la propiedad privada.

Sólo hay que comparar al trabajador esclavo de Siberia con el proletariado de las ciudades rusas para ver la diferencia. Uno es un esclavo basado en el trabajo esclavo, el otro es un esclavo asalariado. Uno vende su fuerza de trabajo, el otro es sólo un instrumento del propio trabajo. Hay está la distinción fundamental.

No es en absoluto accidental que el ‘dinero’ usado por el Estado deba necesariamente tener las mismas bases que el dinero en la sociedad capitalista. No es casualidad, como explicó Trotsky, que el único dinero real en Rusia (o en cualquier economía en transición, incluso en un Estado obrero ideal), deba estar basado en el oro. La reciente devaluación del rublo en Rusia fue en sí misma una notoria confirmación del hecho de que la ley de la circulación del dinero, y así de la circulación de las mercancías, mantenga su validez en Rusia. En una economía en transición las categorías económicas de dinero, valor, plusvalía, etc., deben necesariamente continuar como elementos de la vieja sociedad dentro de la nueva.

Cliff argumenta que ‘la fuente más importante de ingresos estatales es el impuesto sobre el volumen de negocios, que es un impuesto indirecto’. Presenta material interesante demostrando las tremendas cargas que el impuesto sobre el volumen de negocios impone a las masas.

Sin embargo, el impuesto sobre el volumen de negocios al que se refiere en conexión con la explotación de las masas, en una manera indirecta, demuestra que la ley del valor se aplica en la sociedad rusa. Cliff muestra como el impuesto sobre el volumen de negocios se aplica en Rusia. Pero no comprende que este impuesto debe estarbasado en algo. No importa cuanto el Estado pueda añadir al precio introduciendo un impuesto adicional, el precio debe estar basado en algo: ¿Que otra cosa puede ser sino el valor del producto, el trabajo socialmente necesario contenido en él?

Engels ridiculizó el impuesto de Dühring, fuera del cual la plusvalía es desarrollada, cuando él dice:

“… o bien los supuestos gravámenes y tributos representan una suma de valor real, a saber, una suma producida por la clase trabajadora y productora de valor, pero que se apropia la clase de los monopolistas; esa suma de valor consta entonces de trabajo no pagado; en este caso, a pesar del hombre con el puñal en la mano, a pesar de los supuestos tributos y del supuesto valor de distribución, nos encontramos con la teoría marxiana de la plusvalía” (Ibíd., p. 196).

El impuesto sobre el volumen de negocios en Rusia y las demás manipulaciones de la burocracia, de ninguna manera invalidan la ley del valor. ¿Cuál es la esencia de la ley del valor? El valor del producto está determinado por la cantidad media de tiempo de trabajo socialmente necesario. Ese debe ser el punto de partida. Estonecesariamente se manifiesta a través del intercambio. Marx dedicó una gran parte de su primer volumen de El Capital a explicar el desarrollo histórico de la clase de mercancía, desde el cambio casual entre salvajes mediante sus transiciones, hasta llegar a la producción de mercancías por excelencia, la producción capitalista.

Incluso en una economía capitalista clásica, la ley del valor no se revela directamente. Como ya es sabido, las mercancías se venden por encima o por debajo de su valor. Sólo involuntariamente la mercancía se venderá por su valor real. En el tercer volumen de El Capital, Marx explica el precio de producción de las mercancías. Es decir, el capitalista sólo consigue el coste de producción de sus mercancías más la tasa media de beneficio. De este modo, algunos capitalistas cobrarán por debajo de la tasa real y otros por encima. Debido a la diferente composición orgánica de los distintos capitales, la ley del valor sólo se manifiesta de esta complicada manera. Esto se efectúa, desde luego, a través de la competencia. El monopolio es sólo una evolución más complicada de la ley del valor en la sociedad. Debido a la posición dominante conseguida por algunos monopolios, no sólo pueden obtener un precio por encima del valor de las mercancías, sino que también pueden vender otras mercancías por debajo de su valor. Pero los valores totales producidos por la sociedad seguirían aún siendo los mismos.

¿HABÍA PLUSVALÍA ANTES DE 1928? LA DIVISIÓN ARBITRARIA DE CLIFF

A este respecto, Cliff no es del todo coherente. Shachtman, en su intento de negar que Rusia es una sociedad en transición donde las leyes capitalistas continúan funcionando, además de las leyes de la futura sociedad, al menos lo argumenta consistentemente. Dice que la ley del valor no funciona y, por tanto, tampoco lo hacen todas las leyes que emanan de ella. No es plusvalía lo que se produce, sino producto excedente; no es fuerza de trabajo lo que venden los trabajadores, ya que ellos son esclavos, etc., Cliff, sin embargo, admite que la producción de mercancías continúa, que la fuerza de trabajo y la plusvalía permanecen. Pero una vez que estas categorías marxistas son aceptadas como válidas para la sociedad rusa, entonces evidentemente la ley del valor debe funcionar internamente, sino toda la posición se convierte en un disparate.

Toda la contradicción, una contradicción dentro de la propia sociedad y no impuesta arbitrariamente, es el concepto de la dictadura del proletariado. Si se considera el problema en abstracto, se puede comprobar que este es un fenómeno contradictorio: la abolición del capitalismo y sin embargo la continuación de las clases. El proletariado no desaparece, se eleva a la posición de clase dirigente y suprime a la clase capitalista. Pero en el transcurso de este período la clase obrera permanece. Por tanto, el producto excedente se produce en forma de plusvalía, tanto hoy como lo fue con Lenin y Trotsky.

Sólo hay que plantear el problema: ¿Qué era la plusvalía producida cuando Rusia era aún un Estado obrero,aunque con deformaciones burocráticas? ¿Cuál fue el proceso mediante el cual el producto excedente antes de 1928 misteriosamente se convertiría en plusvalía después de 1928? ¿Cuál fue este curioso e inexplicable proceso? Nos gustaría hacer la siguiente pregunta: ¿La existencia de capitalismo fuera de Rusia antes de 1928 tuvo un efecto similar sobre la economía de Rusia? Desde luego. De hecho, un efecto mayor debido a la debilidad de la economía

Más lejos aún, dejando a un lado el período de 1917 a 1923, ¿cuál fue la situación de 1923 a 1928 cuando la burocracia se estaba consolidando? Entonces existían aún más elementos capitalistas individuales en la economía del país de los que hoy existen. La presión del capitalismo mundial desde un punto de vista económico era indiscutiblemente mayor. Sólo con plantear el problema se demuestra la arbitrariedad del método.

El abuso de poder, el consumo legal e ilegal de plusvalía por parte de la burocracia, necesariamente tuvo lugar incluso en las primeras etapas del control burocrático. El compañero Cliff ha construido un esquema sin cuerpo, que no guarda relación con la realidad, para hacer una distinción entre los dos períodos: el período en el que la burocracia representaba a un Estado obrero degenerado y el período en el que la burocracia se convierte en clase capitalista. ¿Cuál es la diferencia según Cliff? Por muy increíble que pueda parecer, la burocracia realmente ganó sus ingresos y sólo desde 1928 en adelante, consumía plusvalía. Cliff escribe:

“Las estadísticas que tenemos a nuestra disposición muestran concluyentemente que aunque la burocracia tuvo una posición privilegiada en el período precedente al Plan Quinquenal, bajo ningún concepto puede decirse que recibió plusvalía del trabajo de otros. Se puede decir concluyentemente, que con la introducción del Plan Quinquenal, los ingresos de la burocracia consistían en gran medida de plusvalía” (p. 45).

Esto es una variación con el análisis hecho no sólo por Trotsky sino también por otros marxistas de la época en relación a este problema. Lo primero de todo, incluso en el más ideal de los Estados obreros, es que en el período transitorio inevitablemente existirá un cierto consumo de plusvalía por los especialistas y los burócratas. De no ser así, tendríamos la introducción inmediata del comunismo,sin desigualdades o la continuación de la división entre el trabajo intelectual y el manual. Sólo hace falta hacer referencia aquí a lo que planteaba la Oposición de Izquierdas sobre este mismo problema. Al comienzo de 1927, la Oposición de Izquierdas comentó la enorme parte de la plusvalía que estaba siendo consumida por el aparato burocrático. Protestaron por que “el privilegiado e inflado aparato administrativo está devorando una parte muy considerable de la plusvalía” (ver La revolución traicionada).

Está claro que desde 1920 en adelante, la burocracia consumía una gran parte de la plusvalía, legítima e ilegítimamente. Como Marx explicó, en cualquier caso, en un Estado obrero en el período transitorio, la plusvalía será utilizada para construir rápidamente la industria y así preparar el camino para una transición, lo más rápida posible, hacia la igualdad y después completar el comunismo.

¿De qué otra cosa estaba hablando Lenin en 1920 y 1921 cuando subrayaba el paso atrás que los bolcheviques se habían visto obligados a dar, cuando pagaban a los especialistas conforme a las normas burguesas y al ‘viejo modo burgués’?

LAS ECONOMÍAS EN TRANSICIÓN DEL CAPITALISMO AL SOCIALISMO

Lo más significativo de todas las tendencias que buscan revisar la postura de Trotsky sobre la cuestión rusa, es que siempre se ocupan del problema en abstracto y nunca explican concretamente las leyes de la sociedad transitoria entre capitalismo y socialismo, y como funcionaría esta sociedad. Esto no es accidental. Un estudio concreto del problema les llevaría a la conclusión de que la economía fundamental en Rusia es la misma que bajo Lenin y no podría ser de otro modo.

El germen del modo capitalista de producción, el cual comenzó bajo el feudalismo a través del desarrollo de la producción de mercancías, reside en la función de los artesanos y comerciantes independientes. Cuando alcanza una cierta etapa tenemos relaciones capitalistas con una superestructura feudal. Ésta estalla en pedazos con la revolución y entonces las posibilidades latentes de la producción capitalistas tienen la posibilidad de liberarse de las restricciones feudales.

La esencia de la revolución (capitalista y proletaria) consiste en el hecho de que las viejas relaciones y las antiguas formas no se corresponden con el nuevo modo de producción ya maduro. Para librarse de estas restricciones, las fuerzas productivas tienen que organizarse sobre una base diferente y toda la historia humana y su movimiento, consiste en el desarrollo de este antagonismo en sus diversas etapas en diferentes sociedades.

Sin embargo, la revolución burguesa no destruye inmediatamente y de golpe el feudalismo. Aún permanecen elementos feudales poderosos, incluso al día de hoy existen aún vestigios del feudalismo en países capitalistas sumamente desarrollados.

Se puede hablar de modo de producción feudal en el sentido de la superestructura, pese a las bases capitalistas que se han desarrollado por abajo. O se puede hablar incluso de modo de producción feudal en su principio donde los gérmenes del capitalismo y la posibilidad de desarrollo del capitalismo se podrían discernir levemente.

El error fundamental de esta teoría del ‘capitalismo de Estado’ y sus abstracciones relacionadas con el período en transición, residen en el fracaso a la hora de distinguir entre el modo de producción y el modo de apropiación. En cada sociedad clasista hay explotación y plusvalía que es utilizada por la clase explotadora. Pero esto en sí mismo no nos dice nada acerca del modo de producción.

Por ejemplo, el modo de producción bajo el capitalismo es social en contradicción con la forma individual de apropiación. Como Engels explicó:

“Así se consumaba la división entre los medios de producción, concentrados en las manos de los capitalistas, y los productores reducidos a la propiedad exclusiva de su fuerza de trabajo. La contradicción entre producción social y apropiación capitalista [léase individual o privada, como Engels ya había explicado, TG] se manifiesta como contraposición entre el proletariado y la burguesía” (Engels, Anti-Dühring, p. 282).

La economía en transición que, como Lenin señaló, puede y variará enormemente en diferentes países y distintos momentos, e incluso en el mismo país en diferentes momentos, también tiene un modo social de producción, pero con apropiación estatal y no con apropiación individual como bajo el capitalismo. Esta es una forma que combina características tanto socialistas como comunistas.

Bajo el capitalismo, el sistema de producción de mercancías por excelencia, el producto domina completamente al productor. Esto proviene de la forma de apropiación, y la contradicción entre la forma de apropiación y el modo de producción: ambos factores proceden de la propiedad privada de los medios de producción. Una vez conseguida la propiedad estatal, cualquiera que fuera el sistema resultante, no puede ser capitalismo, porque esta contradicción básica habrá sido eliminada. El carácter anárquico de la producción social con la apropiación privada desaparece.

Bajo el socialismo también, existirá un modo social de producción pero también habrá un modo social de distribución. Por primera vez la producción y la distribución estarán en armonía.

Por tanto, simplemente con señalar las características capitalistas en Rusia hoy, (trabajo asalariado, producción de mercancías, consumo de una gran parte de la plusvalía por la burocracia), no es suficiente para decirnos la naturaleza del sistema social. Aquí también es necesaria una visión global. Sólo se pueden entender las relaciones sociales en la Unión Soviética tomando la totalidad de las relaciones. Desde el mismo inicio de la revolución varias escuelas sectarias han elaborado las ideas más insostenibles como resultado de su fracaso al hacer un análisis.

“¿Pero qué significa la palabra ‘transición’?. ¿Significa, aplicada a la economía, que el orden actual contiene elementos, partículas, pedazos tanto del capitalismo como del socialismo? Todos admitirán que es así. Pero no todos los que admiten esto tienen la preocupación de examinar la naturaleza exacta de los elementos que constituyen las distintas formas socioeconómicas que existen en Rusia actualmente. Y aquí está el meollo de la cuestión” (Lenin, Left wing childshness and the petty-bourgeois mentality. Obras Completas, Volumen 27, p. 335, en el original en inglés).

Abstraer una parte conduce al error. Lo que da vueltas sobre el fenómeno ruso es precisamente el carácter contradictorio de la economía. Esto además se ha agravado por el atraso y aislamiento de la Unión Soviética. Esto culmina en el régimen totalitario estalinista y las peores características del capitalismo quedan en evidencia—las relaciones entre directores y hombres, trabajo a destajo, etc.—. En lugar de analizar estas contradicciones, el compañero Cliff se esfuerza todo lo posible por tratar de encajarlas en el patrón de las leyes ‘normales de producción capitalista’.

Además la tendencia baja el capitalismo para las fuerzas productivas, no sólo es su centralización sino incluso llevar adelante medidas de estatalización, y esto puede llevar a una conclusión equivocada. Para probar que ‘el capitalismo de Estado’ en Rusia es en última instancia el mismo capitalismo individual y con las mismas leyes, Cliff cita el siguiente pasaje de Anti-Dühring:

“Cuantas más fuerzas productivas asume [el Estado], tanto más se hace capitalista total y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba. Pero en el ápice se produce la mutación. La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución del conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal, el mecanismo de la solución” (Ibíd., p. 289).

En realidad, Engels está diciendo precisamente lo contrario. Reexaminemos los pasajes y veamos cómo extraemos diferentes conclusiones:

Si las crisis descubren la incapacidad de la burguesía para seguir administrando las modernas fuerzas productivas, la transformación de las grandes organizaciones de la producción y el tráfico en sociedades anónimas y en propiedad del Estado muestra que la burguesía no es ya imprescindible para la realización de, aquella tarea. Todas las funciones sociales de los capitalistas son ya desempeñadas por empleados a sueldo. El capitalista no tiene ya más actividad social que percibir beneficios, cortar cupones y jugar a la bolsa, en la cual los diversos capitalistas se arrebatan los unos a los otros sus capitales. Si el modo de producción capitalista ha desplazado primero a trabajadores, ahora está haciendo lo mismo con los capitalistas, lanzando a éstos, como antes a muchos trabajadores, a engrosar la población superflua, aunque no, por el momento, el ejército industrial de reserva.

“Pero ni la transformación en sociedades anónimas ni la transformación en propiedad del Estado suprimen la propiedad del capital sobre las fuerzas productivas. En el caso de las sociedades anónimas, la cosa es obvia. Y el Estado moderno; por su parte, no es más que la organización que se da la sociedad burguesa para sostener las condiciones generales externas del modo de producción capitalista contra ataques de los trabajadores o de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien se exacerba. Pero en el ápice se produce la mutación. La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución al conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal, el mecanismo de la solución” (Ibíd., pp. 289-290, el subrayado es nuestro).

La idea antes mencionada está clara. En la medida que las fuerzas productivas se han desarrollado ahora más allá del marco de las relaciones capitalistas (es decir, el germen de la contradicción que ha crecido hasta convertirse en una enfermedad maligna del sistema social, reflejándose a través de las crisis), los capitalistas están obligados a ‘socializar’ grandes medios de producción, primero a través de sociedades anónimas y más tarde, incluso ‘estatalizar’ sectores de las fuerzas productivas. Esta idea particular fue expresada claramente por Lenin en El imperialismo fase superior del capitalismo, donde demostraba que el desarrollo de los monopolios y la socialización del trabajo eran de hecho elementos del nuevo sistema social dentro del viejo.

Una vez que las fuerzas productivas han alcanzado esta etapa, el capitalismo ya ha realizado su misión histórica y debido a esto la burguesía se hace más y más innecesaria. De ser una necesidad para el desarrollo de las fuerzas de producción, ahora es ‘innecesaria’ y ‘parasitaria’. Se transforman en parásitos de la misma manera y por la misma razón que los señores feudales se convirtieron también en ‘parásitos’ una vez completada su misión.

Esto es simplemente un indicio de la madurez del capitalismo para la revolución social. Marx en El Capital  demostró que el crédito y las sociedades anónimas eran ya una señal de que las fuerzas productivas habían rebasado los límites de la propiedad privada. Engels había demostrado que las fuerzas productivas sociales obligan a los capitalistas a reconocer su carácter como fuerzas productivas sociales y no sólo individuales.

Donde quiera que sea, el Estado capitalista está obligado a tomar posesión de uno u otro sector de la economía, pero las fuerzas productivas no pierden su carácter como capital. Lo esencial del problema es que donde tenemos estatalización completa, es decir cambios cuantitativos en cualitativos, el capitalismo cambia en su contrario.

Engels lo explica de otra manera: ‘Pero en el ápice se produce la mutación (de las relaciones capitalistas)’. ¿Si la propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución al conflicto, contiene en sí los medios formales y la clave para la solución?

Si se tiene en cuenta el hecho de que a esto sigue el pasaje citado previamente en la misma sección, en el que Engels define el modo capitalista de producción (como producción social, apropiación individual), si aceptásemos las conclusiones de Cliff deberíamos concluir que Engels se contradice a sí mismo. Pero en su contexto, lo que Engels quiere decir está claro. Explica que la solución a las contradicciones del capitalismo reside en el reconocimiento de la naturaleza social de las fuerzas productivas modernas: ‘por tanto, el modo de producción, apropiación e intercambio de acuerdo con el carácter social de los medios de producción’. Pero él demuestra que este ‘reconocimiento’ precisamente consiste en hacer valer la planificación y organización conscientes, en lugar de toques ciegos de las fuerzas del mercado sobre las bases de la propiedad individual. Sin embargo, esto no se puede hacer de golpe. El control social se puede hacer sólo ‘de manera gradual’. La forma transitoria hacia esto es la propiedad estatal. Pero una vez conseguida la propiedad estatal no se eliminan todas las características del capitalismo, si no sería propiedad social, es decir, se introduciría inmediatamente el socialismo.

De la misma forma que en el desarrollo de la sociedad tenemos el nuevo dentro del viejo sistema, en la sociedad en transición tenemos aún lo viejo dentro de lo nuevo. La estatalización total marca el límite extremo del capital. La relación capitalista se transforma en su contrario. Los elementos de la nueva sociedad que estaban creciendo dentro de la vieja, ahora se hacen dominantes.

Lo que causa el conflicto dentro del capitalismo es que las leyes se manifiestan ciegamente. Pero una vez que el conjunto de la industria es nacionalizada, por primera vez el control y la planificación pueden ser ejercidos conscientemente por los productores. El control y la planificación, sin embargo, en sus primeras etapas, tendrán lugar dentro de unos límites determinados. Esos límites estarán determinados en el nuevo orden social por el nivel tecnológico existente.

La sociedad no puede pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad de la noche a la mañana. Sólo sobre las bases de un desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, la libertad, en el más pleno sentido, se hará realidad. Se alcanzará la etapa en la que se establecerá la ‘administración de las cosas’. Antes de que se consiga esta etapa, la sociedad debe pasar a través del período de transición. Pero una vez abolida la propiedad privada, inmediatamente el control y la planificación se convierten en una posibilidad real y, por vez primera, también se deja atrás el reino de la necesidad. Ahora es posible hablar de ‘libertad’, pero ésta sólo en el sentido de que la necesidad es conscientemente reconocida. En esta etapa (el período de transición) Engels destacaba:

“Con eso el carácter social de los medios de producción y de los productos —que hoy se vuelve contra los productores mismos, rompe periódicamente el modo de producción y de intercambio y se impone sólo, violenta y destructivamente, como ciega ley natural— será utilizado con plena consciencia por los productores, y se transformará, de causa que es de perturbación y hundimiento periódico, en la más poderosa palanca de la producción misma.

“Las fuerzas activas en la sociedad obran exactamente igual que las fuerzas de la naturaleza —ciega, violenta, destructivamente—, mientras no las descubrimos ni contamos con ellas Pero cuando las hemos descubierto, cuando hemos comprendido su actividad, su tendencia, sus efectos, depende ya sólo de nosotros el someterlas progresivamente a nuestra voluntad y alcanzar por su medio nuestros fines. Esto vale muy especialmente en las actuales gigantescas fuerzas productivas” (Ibíd., p. 290, el subrayado es nuestro).

Engels, citando a Hegel, hizo un resumen de las relaciones entre libertad, necesidad y el período transitorio:

“La libertad es la realización de la necesidad. La ‘necesidad’ está ciega sólo en la medida en que ésta no es entendida” (Ibíd., p. 136).

Marx y Engels sólo aludieron al carácter contradictorio del período de transición. Dejaron su elaboración para las siguientes generaciones, apuntaron las leyes generales. Pero sí que demostraron la necesidad de la propiedad estatal como el Estado transitorio necesario para el desarrollo de las fuerzas productivas. Engels explicó la necesidad del Estado durante esta etapa por dos razones:

1) Tomar medidas contra la antigua clase dirigente.

2) Porque la sociedad en transición no puede garantizar inmediatamente lo necesario para todos.

La lógica de la tesis de Cliff es que en la sociedad de transición no hay vestigios de capitalismo en la economía interna. Aunque el compañero Cliff pudiera argumentar vehementemente que él está de acuerdo con la necesidad del Estado en el período de transición, es evidente que él no ha encontrado las razones económicas que hacen el Estado y el carácter que asume necesarios durante este período. Antes de que pueda ser introducido el socialismo, debe necesariamente haber un tremendo desarrollo de las fuerzas productivas, muy superior al logrado bajo el capitalismo

Como explicó Trotsky, incluso en EEUU no hay aún suficiente producción para garantizar la introducción inmediata del socialismo. Por tanto, tendrá que haber aún, un período durante el cual las leyes capitalistas funcionen de una forma moderada. Por ejemplo, en EEUU, este período sería de corta duración. Pero no sería posible saltar por completo esta etapa. ¿Cuáles son las leyes capitalistas que permanecerían? El compañero Cliff no sólo falla al responder a esto, sino que cae en la trampa del colectivismo burocrático, por que no reconoce que el dinero, la fuerza de trabajo, la existencia de la clase obrera, la plusvalía, etc., son aún vestigios del viejo sistema capitalistaque sobrevivieron incluso bajo el régimen de Lenin. Es imposible introducir inmediatamente la producción y la distribución social. Y particularmente este era el caso en la Rusia atrasada.

En una carta a Conrad Schmidt en 1890, Engels dio un magnifico ejemplo de la aproximación materialista al problema de la economía de la transición del capitalismo al comunismo:

“También en la Volks-Tribüne ha habido una discusión acerca de si la distribución de los productos en la sociedad futura se hará de acuerdo con la cantidad de trabajo o de otra manera. La cuestión ha sido enfocada desde un punto de vista muy ‘materialista’, en oposición a ciertas frases idealistas sobre la justicia. Pero, por extraño que esto parezca, a nadie se le ocurrió pensar en que el modo de distribución depende esencialmente de la cantidad de productos a distribuir, y que esta cantidad varía, naturalmente, con el progreso de la producción y de la organización social y que, por tanto, tiene que cambiar también el modo de distribución. ‘Sin embargo, para todos los que han participado’ en la discusión, la ‘sociedad socialista’ no es algo que cambia y progresa continuamente, sino algo estable, algo fijo de una vez para siempre, por lo que también debe tener un modo de distribución fijo de una vez para siempre. Razonablemente, lo único que se puede hacer es: 1) tratar de descubrir el modo de distribución que se haya de aplicar al principio, y 2) tratar de establecer la tendencia general que habrá de seguir el desarrollo ulterior. Pero acerca de esto no encuentro ni una sola palabra en toda la discusión” (Federico Engels, Carta a Conrad Schmidt, en Obras Escogidas de Marx y Engels. Moscú, Editorial Progreso, 1981, Volumen III, p. 511).

En Anti-Dühring, Engels señaló:

“La producción directamente social, igual que la distribución inmediatamente social, excluyen todo intercambio de mercancías, también, por tanto, la transformación, de los productos en mercancías (al menos, en el interior de la comunidad), y con ello, también su transformación en valores” (op. cit., p. 319, el subrayado es nuestro).

Pero sólo el socialismo puede realizar esto. En el período de transición, la distribución aún permanece de una manera indirecta —sólo gradualmente la sociedad obtiene el control total sobre el producto— y, por tanto, la producción de mercancías y el intercambio entre los diferentes sectores de la producción ocurre necesariamente. La ley del valor se aplica y debe aplicarse hasta que los productores tengan acceso directo al producto. Esto sólo puede ocurrir con el completo control de la producción y de este modo la distribución social directa, es decir, cada individuo toma aquello que necesita.

Marx se ocupó de este problema en el Volumen III de El Capital, (capítulo 49), donde trata el problema de la producción capitalista en su conjunto:

“Según esto, una parte de la ganancia y, por tanto, también de la plusvalía y, por consiguiente, también del plusproducto en que se representa (desde el punto de vista del valor) solamente el trabajo nuevamente añadida, sirve de fondo de seguro… Es también la única parte de la plusvalía y del plusproducto, esto es, del plustrabajo, que tendría que seguir existiendo tras la abolición del modo capitalista de producción, además de la parte destinada a la acumulación, esto es, la ampliación del proceso de reproducción… y el hecho de que todo capital nuevo surja de la ganancia, la renta del suelo o de otras formas da renta, es decir, del plustrabajo, conduce a la idea falsa de que todo valor de las mercancías proviene de la renta” (Carlos Marx, El Capital. Madrid, Editorial Akal, Volumen III, capítulo 49, p. 309).

En este capítulo Marx realiza un análisis del proceso de producción, en sus propias palabras, ‘el valor de la suma total del fruto del trabajo (que), está en discusión, en otras palabras, el valor de la suma total del capital social’.

Repitiendo esto en el mismo capítulo, en respuesta a Storch, un economista burgués, decía lo siguiente:

“En primer lugar, es una abstracción falsa considerar a una nación cuyo modo de producción se basa en el valor y que además está organizada capitalistamente, como un cuerpo que trabaja para las necesidades nacionales.

“En segundo lugar, tras la supresión del modo capitalista de producción, pero conservando la producción social, seguirá predominando la determinación del valor en el sentido de que serán más esenciales que nunca la regulación del tiempo de trabajo y la distribución del trabaja social entre los distintos grupos de producción y, finalmente, la contabilidad sobre todo esto” (Ibíd., p. 314)

Esto está en la línea de los comentarios dispersos hechos por Marx y Engels en varías ocasiones con relación al período de transición: donde Engels explica que bajo el capitalismo las sociedades anónimas y la propiedad estatal están fuera del marco propiamente hablando de la producción capitalista; donde Marx ya señaló que el crédito también extiende la producción más allá de su marco incluso antes de la transición a la dictadura del proletariado.Tras eso, como demuestran los pasajes de arriba y también en la Crítica del Programa de Gotha, Marx consideraba que la ley burguesa, la distribución burguesa y en ese sentido el Estado burgués aún permanecen.

Discutiendo el papel del dinero y el Estado en el período de transición, Trotsky desarrolló esta idea inclusa más allá:

“Los dos problemas, el del Estado y el del dinero, tienen diversos aspectos comunes, pues se reducen ambos, a fin de cuentas, al problema de problemas que es el rendimiento del trabajo. La imposición estatal y la imposición monetaria son una herencia de la sociedad dividida en clases, que no puede determinar las relaciones entre los hombres más que ayudándose de fetiches religiosos o laicos, a los que coloca bajo la protección del más temible de ellos, el Estado —con un gran cuchillo entre los dientes—. En la sociedad comunista, el Estado y el dinero desaparecerán y su agonía progresiva debe comenzar en el régimen soviético. No se podrá hablar de victoria real del socialismo más que a partir del momento histórico en que el Estado sólo lo sea a medias y en que el dinero comience a perder su poder mágico. Esto significará que el socialismo, liberándose de los fetiches capitalistas, comenzará a establecer relaciones más límpidas, más libres y más dignas entre los hombres.

“Los postulados de ‘abolición’ del dinero, de ‘abolición’ del salario, o de ‘eliminación’ del Estado y de la familia, característicos del anarquismo, sólo pueden presentar interés como modelos de pensamiento mecánico. El dinero no puede ser ‘abolido’ arbitrariamente, no podrían ser ‘eliminados’ el Estado y la familia; tienen que agotar antes su misión histórica, perder su significado y desaparecer. El fetichismo y el dinero sólo recibirán el golpe de gracia cuando el crecimiento ininterrumpido de la riqueza social libre a los bípedos de la avaricia por cada minuto suplementario de trabajo y del miedo humillante por la magnitud de sus raciones. Al perder su poder para proporcionar felicidad y para hundir en el polvo, el dinero se reducirá a un cómodo medio de contabilidad para la estadística y para la planificación; después, es probable que ya no sea necesario ni aun para esto. Pero estos cuidados debemos dejarlos a nuestros biznietos, que seguramente serán más inteligentes que nosotros.

“La nacionalización de los medios de producción, del crédito, la presión de las cooperativas y del Estado sobre el comercio interior, el monopolio del comercio exterior, la colectivización de la agricultura, la legislación sobre la herencia, imponen estrechos límites a la acumulación personal de dinero y dificultan la transformación del dinero en capital privado (usuario, comercial e industrial). Sin embargo, esta función del dinero, unida a la explotación no podrá ser liquidada al comienzo de la revolución proletaria, sino que será transferida, bajo un nuevo aspecto, al Estado comerciante, banquero e industrial universal. Por lo demás, las funciones más elementales del dinero,medida de valor, medio de circulación y de pago, se conservarán y adquirirán, al mismo tiempo, un campo de acción más amplio que el que tuvieron en el régimen capitalista” (Trotsky, La revolución traicionada, pp. 93-94).

En resumen. Antes de que la propiedad privada de los medios de producción sea abolida, el mercado es dominante sobre el hombre que está indefenso ante las leyes de la economía que él mismo ha creado. Tras su abolición, el hombre comienza por primera vez a tomar el control consciente. Pero la conciencia aquí sólo significaelreconocimiento de la ley, no la abolición de la ley. Esta es una peculiaridad del período de transición, porque el hombre ahora entiende la naturaleza de las fuerzas productivas, hasta el punto de ejercer el control sobre ellas, pero no puede transcender a los límites del desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, ahora que las fuerzas productivas han sido liberadas de las trabas de la producción capitalista individual, pueden ser desarrolladas a un ritmo y con tal expansión que muy rápidamente pueden ser transformadas, de la propiedad estatal como forma intermedia, a la propiedad social por parte de la sociedad. Una vez ha sido lograda esta etapa (socialismo), entonces hay producción y distribución real por primera vez. El dinero se difumina, la ley del valor se desvanece, el Estado se diluye. En otras palabras, todas las fuerzas restrictivas que eran un reflejo necesario de los límites de la técnica y el desarrollo de la producción en una etapa determinada, ahora desaparecen con la desaparición de la división del trabajo. Hasta que llegue ese momento, todas las características señaladas arriba, características capitalistas heredadas de la vieja sociedad capitalista, persisten durante el período de transición.

La postura del compañero Cliff en relación al período de transición es de desconcierto, al igual que la de Shachtman y todos los demás que han intentado revisar la postura de Trotsky sobre Rusia. Y por muy buenas razones. Si se considera la teoría del período de transición a la luz de la experiencia rusa, sólo hay una de dos conclusiones posibles: o Rusia hoy es aún un Estado en transición, que ha sufrido horribles distorsiones, o Rusia fue un Estado obrero desde su inicio. No hay más alternativas.

LA TEORÍA MARXISTA DEL ESTADO. DOS CLASES, UN ESTADO. LA CONTRADICCIÓN DE CLIFF

En el primer capítulo de su trabajo, el compañero Cliff se esfuerza por demostrar que el análisis de Trotsky sobre el Estado ruso contradice la teoría del Estado desarrollada por Marx y elaborada por Lenin.

El primer capítulo contiene un esquema elaborado para demostrar que dos clases no pueden usar una misma maquinaria estatal. Cliff cree que ha encontrado un error fundamental en Trotsky, tomando las ideas desarrolladas por el Viejo en diferentes momentos y en distintas circunstancias, las contrapone entre sí. Toma, por ejemplo, una cita de Trotsky de las primeras etapas de la degeneración de la burocracia y la expulsión de la Oposición de Izquierdas, cuando él defendía la reforma del Estado soviético y, a propósito, también por la reforma del Partido Bolchevique que controlaba el Estado. (Fue en esta etapa cuando Trotsky escribió la Carta al CC del PCUS exigiendo que Stalin fuese destituido). Quién podía negar que los acontecimientos internacionales se desarrollaran de una manera diferente a la esperada. ¿Era posible, teóricamente, que el Partido Bolchevique expulsara a la burocracia y restableciera un Estado obrero sano? Cliff contrapone a esto la cita de La revolución traicionada en la que Trotsky dice que si los trabajadores de Rusia llegasen al poder, purgarían el aparato estatal, y si la burguesía llegara al poder ‘una purga del aparato del Estado sería, desde luego, también necesaria en este caso. Pero una restauración burguesa probablemente tendría que limpiar menos gente que un partido revolucionario’. Cliff responde a esto:

“Si aceptamos que el proletariado debe hacer pedazos la máquina del Estado que existe al llegar al poder, mientras que la burguesía sí puede usarlo, o si aceptamos que ni el proletariado, ni la burguesía pueden usar el aparato estatal existente (la ‘purga del aparato del Estado necesariamente implica un profundo cambio que transformaría la cantidad en calidad’), ante ambas suposiciones debemos llegar a la conclusión de que Rusia no es un Estado obrero. Aceptar que el proletariado y la burguesía pueden usar la misma maquinaria estatal como instrumento de supremacía es equivalente a justificar la base teórica de la democracia y a repudiar el concepto revolucionario de Estado expresado por Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Aceptar que las diferentes capas, grupos o partidos de una e igual clase no pueden basarse en la misma maquinaria estatal es igual a rechazar el concepto marxista del Estado” (Cliff, p. 4).

Todo este método formalista es la causa de la debilidad de Cliff. Habría sido posible para Trotsky en las primeras etapas tratar el problema en abstracto. Pero tuvo que ocuparse de la situación en concreto y dar una respuesta concreta. Una vez aceptada la imposibilidad de reformar el partido estalinista, la imposibilidad de reformar el Estado soviético (suponemos que Cliff también cree que ésta era la tarea hasta 1928 al decir que Rusia era un Estado obrero degenerado), entonces toda la cuestión debe ser examinada desde una óptica diferente. Es ajeno al método marxista buscar contradicciones aisladas, reales o aparentes. Lo que hace falta es un examen de una teoría en su desarrollo general amplio, en su movimiento y sus contradicciones.

Pero examinemos el propio proceso de pensamiento de Cliff sobre esta materia. Él tampoco puede evitar caer en la trampa que intenta poner a Trotsky. Capítulo 1 (nada menos que 18 páginas), dedicado a demostrar la imposibilidad de que dos clases utilicen el único Estado. Pero, he aquí, que contemplamos el capítulo 4 y ¡se produce el milagro!, ¡el abismo insalvable es cruzado! Tanto la clase capitalista como el proletariado de Rusia han utilizado precisamente la misma maquina del Estado. ¿Por qué? ¡Por qué se producía más plusvalía! Dándose cuenta de este dilema, Cliff se ve obligado a avanzar en un camino realmente nuevo y único: la burocracia no consumía plusvalía antes de 1928, pero con la introducción del Plan Quinquenal, el Estado fue cambiando de un Estado obrero a un Estado capitalista. Cualquier enemigo de la Cuarta Internacional inmediatamente podría contestar que el Estado de Stalin, sobre estas bases, es simplemente una extensión y profundización del Estado de Lenin. Pero en el sentido económico nada ha cambiado básicamente. Hemos tratado esto en los capítulos precedentes. Resulta significativo que sólo sea en el aspecto económico —y esto es lo sorprendente— donde Cliff plantee en su teoría. A pesar del título de su primer capítulo: ‘Un examen de la definición de Rusia como un Estado obrero degenerado’, no se ocupa de la cuestión política, ni aquí, ni en ningún otro capítulo. Así es como Cliff ve la transformación de un Estado obrero en un Estado capitalista:

“Las estadísticas que tenemos a nuestra disposición muestran concluyentemente que aunque la burocracia tuvo una posición privilegiada en el período precedente al Plan Quinquenal, bajo ningún concepto se puede decir que haya recibido plusvalía del trabajo de otros. Puede decirse, incuestionablemente, que con la introducción de los planes quinquenales, los ingresos de la burocracia consistían en una gran cantidad de plusvalía” (Ibíd., p. 45).

En otras palabras, Cliff ve la transición de un sistema a otro no haciendo pedazos la maquinaria del Estado. ¿Cómo cuadra esto con su esquema del capítulo 1?

Cliff intenta fabricar un puente artificial entre el Estado obrero y el Estado capitalista, porque él no ha sido capaz de encontrar el golpe asestado a la maquinaria del Estado obrero, esto le lleva a buscar diferencias entre los dos períodos —antes de 1928 y después—. Al hacer esto, cae en concepciones formalistas y abstractas sobre el Estado obrero anterior a 1928. Como hemos demostrado en capítulos anteriores, incluso en el Estado obrero mas sano, según Marx, debe necesariamente producirse plusvalía para desarrollar la industria hasta el punto donde el Estado, el dinero, el propio proletariado y todos los demás vestigios del capitalismo hayan desaparecido. Mientras la clase obrera exista como clase, se producirá plusvalía.

Una declaración de la Oposición de Izquierdas de 1927 señalaba que la burocracia estaba consumiendo una gran parte de la plusvalía. El método que utiliza Cliff para introducir este tema es totalmente incorrecto. En lugar de dedicarse a la tarea de demostrar su tesis, hace afirmaciones ciegas y las presenta como ya demostradas. ¡Qué en el capítulo 4 contradice todo lo que ha dicho en el capítulo l. eso es otra cuestión! Examinemos la forma en la cual el compañero Cliff resume este capítulo 4, donde clama abiertamente que se ha conseguido una transición, sin una revolución y sin destruir la maquinaria estatal.

Comienza así:

“En este capítulo describiremos la transformación del carácter de clase del Estado ruso, de un Estado obrero a un Estado capitalista. Haremos esto ocupándonos de los siguientes puntos…” (Ibíd., p. 33).

Después pasa a detallar algunos cambios económicos que no tienen nada que ver con la estructura o transformación del poder estatal y termina con el apartado: ‘Por qué el Plan Quinquenal significa la transformación de la burocracia en clase dirigente’. Todos los argumentos económicos en este capítulo no tienen nada que ver con el Estado o su derrocamiento.

Cliff trata finalmente la diferenciación en el ejército, la introducción de privilegios para los oficiales, disciplina militar, etc., Aquí simplemente repite que Trotsky habló miles de veces sobre la transformación de la burocracia en una casta incontrolada. Pero veamos sus conclusiones:

“De nuevo el Plan Quinquenal marca el punto decisivo. Entonces la organización y la estructura del ejército comenzaron a cambiar de manera fundamental. De un ejército de trabajadores, con deformaciones burocráticas, se ha convertido en el cuerpo armado de la burocracia como clase dirigente… (Ibíd. p. 59).

Veamos ahora si lo que excluye una revolución social gradual descarta también una contrarrevolución gradual:

“Si los soldados de un ejército construido jerárquicamente se esfuerzan por conseguir el control decisivo sobre el ejército, ellos inmediatamente se encontrarán con la oposición de la casta de oficiales. No hay forma de destituir tal casta excepto por la violencia revolucionaria. En contra de esto, si los oficiales de una milicia del pueblo cada vez son menos y menos dependientes de la voluntad de los soldados, podrían convertirse en una burocracia institucional, su transformación en casta independiente de los soldados se puede realizar paulatinamente. La transición de un ejército permanente a una milicia no se puede conseguir sino va acompañada por una tremenda oleada de violencia revolucionaria; por otro lado, la transición de una milicia a un ejército permanente, como resultado de las tendencias dentro de la propia milicia, puede y debe ser paulatina. La oposición de los soldados al ascenso de la burocracia llevaría por último al uso de la violencia contra los soldados. Pero esto no excluye la posibilidad de una transición gradual de una milicia a un ejército permanente. Lo que se aplica al ejército, se aplica igualmente al Estado. Un Estado sin burocracia o sin una burocracia débil dependiente de la presión de las masas, gradualmente se transformará en un Estado en el cual la burocracia está libre del control de los trabajadores” (Ibíd., p. 82, el subrayado es nuestro).

Cliff se propone demostrar que se puede dar una transición paulatina de un Estado obrero a un Estado capitalista, y cierra su capítulo reproduciendo una cita de, nada más y nada menos, Trotsky, al que ha desacreditado tan severamente en su primer capítulo como si fuera una autoridad en esta materia. Cliff escribe lo siguiente:

“Los juicios de Moscú4 fueron la guerra civil de la burocracia contra las masas, una guerra en la cual sólo una parte estaba armada y organizada. Ellos presenciaron la consumación de la liberación total de la burocracia del control popular. Trotsky, que pensaba que los juicios de Moscú y la Constitución eran pasos hacia la restauración del capitalismo individual por medios legales, se retractó en ese momento de la idea del cambio gradual de un Estado proletario a un Estado burgués. ‘Volver hacia atrás la película del reformismo’. Trotsky escribió: ‘En realidad, la nueva constitución… abre para la burocracia caminos ‘legales’ para la contrarrevolución económica, por ejemplo, la restauración del capitalismo por medio de un ‘golpe frío’ (La Cuarta Internacional y la Unión Soviética, Tesis adoptadas por la Primera Conferencia Internacional de la Cuarta Internacional, Génova, julio de 1936)” (Ibíd., p. 82, subrayado en el original).

Observamos claramente las tesis de Cliff y su método incorrecto, comenzando con la tesis de que Trotsky no es marxista cuando dice que dos clases pueden usar una misma maquinaria estatal, y cuando Cliff termina diciendo precisamente lo mismo utilizando como autoridad al mismo Trotsky.

LA NACIONALIZACIÓN Y EL ESTADO OBRERO

En la página 2 de su trabajo, Cliff da una cita de La revolución traicionada:

“La nacionalización del suelo, de los medios de producción, de los transportes y de los cambios, así como el monopolio del comercio exterior, forman las bases de la sociedad soviética. Para nosotros, esta adquisición de la revolución proletaria define a la URSS como un Estado proletario” (op. cit., p. 248).

Una de las conclusiones de Cliff es que, en este caso, ‘ni la Comuna de París ni la dictadura Bolchevique eran Estados obreros, por que no nacionalizaron totalmente los medios de producción’. Vemos como Cliff basa su caso en si la clase obrera tiene o no el control sobre la maquinaria estatal. Trataremos el tema del control obrero en el último capítulo. El método de Cliff es separar las bases económicas de un Estado obrero del control obrero de la maquinaria estatal. Durante un período transitorio, de corta o larga duración, sería posible para el proletariado tomar políticamente el poder y no proceder económicamente a transformar la sociedad. Esta era la situación en Rusia cuando el proletariado tomó el poder en octubre de 1917, realmente no emprendieron la nacionalización hasta que se vieron obligados en 1918. Pero si el proletariado no procede a realizar la transformación económica entonces, inevitablemente, el régimen proletario estará condenado al fracaso y al colapso. Las leyes de la economía siempre llegan hasta el final. O el proletariado procede a nacionalizar toda la economía o, inexorablemente, el sistema capitalista surgirá predominante. Cliff no consigue demostrar en qué se diferenciarían las formas básicas de la economía rusa bajo un Estado obrero sano. Se refugia en el consumo de plusvalía de la burocracia pero elude el tema principal.

No importa si Cliff se basa en la experiencia de la Comuna de París o en la primera etapa de la Revolución Rusa. Se aplicaría igual lo antes mencionado. Estos regímenes eran una transición hacia el dominio económico completo del proletariado. Estas transiciones son más o menos inevitables en el cambio de una sociedad a otra. Tanto en el caso de la Comuna de París como en el de la Revolución Rusa, no se podrían completar si el proletariado no procedía a nacionalizar la industria. ¿Ha olvidado Cliff que una de las principales lecciones enseñadas por Marx, y aprendida por los bolcheviques, fue el fracaso del proletariado francés al no nacionalizar el Banco de Francia? De este modo, vemos como un Estado puede ser un Estado proletario sobre la base del poder político o puede ser un Estado proletario sobre la base de la economía, o bien puede ser una transición entre ambos.

Las mismas leyes se aplicarían a la contrarrevolución por parte de la burguesía. El Viejo decía correctamente que en el caso de la contrarrevolución burguesa en Rusia, la burguesía podría, durante un tiempo, incluso conservar la propiedad estatal antes de destruirla y reinstaurar la propiedad privada. A un estudioso le podría parecer que puede existir un Estado obrero y un Estado burgués sobre la base de la propiedad estatal, o que puede haber un Estado obrero o un Estado burgués sobre la base de la propiedad privada. Sin embargo, es obvio que sólo se puede llegar a esta forma de razonar si no se tiene en consideración el movimiento de la sociedad en una dirección u otra.

No sólo eso, sino que se pueden desarrollar toda clase de relaciones imprevistas debido a la estructura clasista de la sociedad y el Estado. Tomemos el ejemplo de Rusia. En 1917 al tomar el control de los sóviets, los bolcheviques estaban ante una situación descrita por Trotsky en la Historia de la Revolución Rusa, donde, debido a la mayoría menchevique, en cierto sentido la burguesía gobernaba a través de los sóviets —¡los órganos de poder obrero por excelencia!—. De acuerdo con el esquema de Cliff, ¿cómo es posible que pudiera ocurrir esto? Desde luego, los bolcheviques no habían tomado el poder, la burguesía había utilizado a los mencheviques y a través de ellos, los sóviets en el período de transición, para eliminarlos después como hicieron en Alemania después de 1918.

En la transición de una sociedad a otra, está claro que no existen abismos insalvables. No es dialéctico pensar en categorías rígidas y acabadas, el Estado obrero o el Estado capitalista. Está claro que cuando Marx hablaba del choque de la vieja forma de Estado con relación a la Comuna de París, él da por sentado que la economía se transformaría a un ritmo mayor o menor y que ésta estaría en consonancia con las formas políticas. Veremos más tarde con relación a Europa del Este que Cliff adopta el mismo método formalista.

LA CONCEPCIÓN IDEALISTA DEL ESTADO

Trataremos aquí la naturaleza del Estado. Según los marxistas, el Estado surge como el instrumento necesario para la opresión de una clase sobre otra. El Estado, en última instancia, como explicaban Marx y Lenin, consiste en grupos de hombres armados y sus apéndices. Esa es la esencia de la definición marxista. No obstante, hay que tener cuidado al utilizar generalizaciones marxistas, que indudablemente son correctas, en un sentido absoluto. La verdad es siempre concreta, pero si no analizamos las ramificaciones particulares y las circunstancias concretas, inevitablemente llegaremos a errores y abstracciones. No basta más que observar la forma tan prudente con la que Engels trata este tema, incluso cuando generalizaba. En El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Engels escribió:

“Pero a fin de que estos antagonistas, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismos y a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder —nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más— es el Estado (Engels, op. cit.,pp. 183-4).

En la siguiente página continúa así:

“…Y si no, examínese nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y la rivalidad en las conquistas han hecho crecer tanto la fuerza pública, que amenaza con devorar a la sociedad entera e incluso al Estado mismo” (Ibíd., p. 185). Engels demuestra que una vez ha surgido, el Estado dentro de ciertos límites, desarrolla un movimiento independiente propio y debe necesariamente hacerlo bajo unas condiciones determinadas: “Dueños de la fuerza pública y del derecho a recaudar los impuestos, los funcionarios aparecen ahora como órganos de la sociedad situados por encima de ésta” (Ibíd., p. 185, subrayado en el original).

Contrariamente a la concepción de Cliff, cuando dice que el Estado juega un papel directo, se observa el cuidado meticuloso con el que Engels trata el tema del papel independiente del Estado, concerniente naturalmente, a la sociedad. En todo el material de Cliff, olvida el hecho de que el Estado en determinadas condiciones puede jugar y juega un papel relativamente independiente en la lucha entre las clases. Es su esquema ‘lógico’: o es un Estado obrero, directamente controlado por los trabajadores, o debe ser un Estado capitalista. En el método de Cliff no hay margen para la interacción de fuerzas. De nuevo contrastamos esto con lo que dice Engels:

“Como el Estado nació de la necesidad de amortiguar los antagonismos de clase y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, por regla general es el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que se convierte también, con ayuda de él, en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y explotación de la clase oprimida. (…) Sin embargo, excepcionalmente, hay períodos en que las clases en lucha están tan equilibradas, que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto a ambas” (Ibíd., pp. 185- 186).

De nuevo, Engels escribe:

“La esencia de la sociedad civilizada es el Estado, una maquinaria esencialmente destinada a reprimir a la clase oprimida y explotada, y que en todos los períodos típicos es exclusivamente el Estado de la clase dominante” (Ibíd., p. 190).

Es notable la diferencia entre la formulación de Cliff y las cuidadosas formulaciones de Engels… “esto es normalmente”, en “períodos típicos”, etc., ¿Por qué el proletariado no puede tomar posesión de la máquina del Estado ya disponible? No es por razones místicas, sino debido a ciertos hechos muy concretos. En el Estado moderno todas las posiciones claves están las manos de aquellas personas que están bajo el control de la clase dirigente: han sido especialmente seleccionados por su educación, opiniones y condiciones de vida para servir a los intereses de la burguesía. Los oficiales del ejército, particularmente los de más alto rango, funcionarios y las industrias nacionalizadas, son los técnicos clave, son moldeados en sus ideas y opiniones para servir los intereses de la clase capitalista. Todas las posiciones de mando en la sociedad son puestas en manos de personas en las que la burguesía puede confiar. Esa es la razón por la cual la maquinaría del Estado es una herramienta en manos de la burguesía y no puede ser usada par el proletariado y, por tanto, debe hacerla añicos. ¿Qué significa hacer añicos la maquinaria del Estado? Por no decir más, las ideas de Cliff sobre este tema parecen ser muy confusas.

Es posible que muchos, quizá incluso la mayoría de los oficiales del Estado burgués, sean utilizados por el proletariado una vez éste llegue al poder. Pero estarán subordinados a los comités y organizaciones obreras. Por ejemplo, en la Unión Soviética, en sus primeros días después de que el ejército zarista fuera disuelto, el Ejército Rojo era dirigido por ex oficiales zaristas. Igualmente en el aparato del Estado donde una proporción de los funcionarios eran los mismos ex funcionarios zaristas. Debido a factores históricos desfavorables, esto más tarde jugó un papel importante en la degeneración del régimen ruso. No en vano, Lenin decía que el Estado soviético es ‘una máquina zarista… apenas barnizada de socialismo’. (A propósito, esta caracterización honesta está muy lejos del idealizado y falso dibujo del Estado bajo Lenin y Trotsky que presenta Cliff). Cómo pudo darse el proceso de degeneración teniendo en cuenta el idílico cuadro pintado por Cliff sería difícil de entender. No obstante, de esto trataremos en la última parte.

El proletariado, según el concepto clásico, destroza la vieja maquinaría estatal y procede a crear un semiestado. Sin embargo, está obligado a utilizar los viejos técnicos. Pero el Estado, incluso bajo las mejores condiciones, en un país avanzado con un proletariado culto, sobrevive como un instrumento burgués y debido a esto, la posibilidad de degeneración está implícita en ello. Por esta razón los marxistas insisten en el control de las masas, asegurar que el Estado no seguirá su evolución como una fuerza independiente. Tan rápido como sea posible debe disolverse en la sociedad.

Por las mismas razones mencionadas arriba, en determinadas condiciones, el Estado consigue una cierta independencia de la base que originalmente representaba. Engels explicaba que aunque la superestructura es dependiente de la base económica, sin embargo, tiene un movimiento independiente por sí mismo. Durante un período bastante prolongado, puede haber un conflicto entre el Estado y la clase a la que representa el Estado. Por eso Engels dice que el Estado ‘normalmente’ o en ‘períodos típicos’ representa directamente a la clase dirigente. Los grandes maestros marxistas han analizado el fenómeno del bonapartismo al que Engels se refería arriba. En El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx señalaba cómo los soldados borrachos de Luis Napoleón, en nombre de la ‘ley, el orden y la familia’, disparaban a la burguesía a quien, es de suponer representaban.

Sólo se puede entender la sociedad de clases si se tiene en cuenta la compleja interdependencia dialéctica y el antagonismo de todos los factores dentro de ella. Los formalistas normalmente se pierden en uno u otro lado del problema. Por ejemplo Cliff escribe:

“… Es necesario hacer un gran cantidad de acrobacias mentales para pensar que Mikolajcik5 y su ILK, que huían al extranjero o se consumían en las prisiones, eran los dirigentes de Polonia, como considerar que los dirigentes de Rusia son los esclavos peores de Siberia” (op. cit. p. 13)

¿Era la burguesía bajo Luis Napoleón la clase dirigente? Se necesita una alta dosis de acrobacia mental para responder a esto.

Cuando consideramos el desarrollo de la sociedad, los factores económicos deben ser considerados como los dominantes. La superestructura que se desarrolla sobre esta base económica se aleja de la base a la que representa y se convierte en antagonista de ella. La esencia de la teoría marxista sobre la revolución es que con los cambios graduales en la producción bajo el embrión de la vieja forma, por ejemplo, la superestructura tanto en la propiedad como en el Estado, se desarrolla una contradicción que sólo puede ser resulta aboliendo la superestructura y reorganizando la sociedad sobre la base del nuevo modo de producción que se ha desarrollado dentro de la vieja.

La economía es decisiva. Debido a esto, los maestros marxistas explicaron que a la larga la superestructura debe estar en correspondencia con ella. Una vez que se ha abandonado el criterio de la estructura económica básica de la sociedad, son posibles toda clase de construcciones superficiales y arbitrarias. Nos perderíamos inevitablemente en el laberinto de la historia, como Perseo en la mitología de la antigua Grecia que se perdió en el Palacio de Minos y sin un hilo para poder salir. El hilo de la historia es la estructura económica básica de la sociedad, o la forma de propiedad, su reflejo legal.

Tomemos un caso extremadamente rico en ejemplos, la historia de Francia. La revolución burguesa tuvo lugar en 1789. En 1793 los jacobinos6 acapararon todo el poder. Como Marx y Engels señalaron, ellos fueron más allá del marco de las relaciones burguesas y realizaron una saludable tarea histórica debido a que, realizaron en pocos meses lo que para la burguesía habría requerido décadas o generaciones conseguir, la limpieza total de todos los restos feudales. A pesar de todo, este régimen permanecía arraigado en las bases de las formas burguesas de propiedad. Este fue seguido por el Thermidor francés y el gobierno del Directorio, después llegó la dictadura clásica de Napoleón Bonaparte. Napoleón reintrodujo muchas formas feudales, se coronó Emperador y concentró un poder supremo en sus manos. Aún así calificamos este régimen como burgués. Con la restauración de Luis XVIII el régimen seguía siendo capitalista… Y luego tuvimos no una sino dos revoluciones —1830 y 1848—. Estas revoluciones tuvieron consecuencias sociales importantes. Conllevaron cambios significativos incluso en el propio personal del Estado. Aún así, caracterizamos a ambas como revoluciones burguesas, en las cuales no cambió la clase que ostentaba el poder.

Vayamos más allá. Después de la Comuna de París de 1871 y la sacudida de las relaciones sociales que ésta supuso, tuvimos la organización de la Tercera República, con una democracia burguesa que duró décadas. Ésta fue seguida por Petain, después el régimen de colaboración de los estalinistas con De GaulIe y ahora el gobierno Quielle7. Al examinar por un momento la extraordinaria diversidad de regímenes, para alguien que no sea marxista, le parecería absurdo clasificar en la misma categoría, al régimen de Robespierre y el de Petain. En cambio los marxistas los definimos básicamente igual —regímenes burgueses—. ¿Cuál es el criterio? Sólo uno: la forma de propiedad, la propiedad privada de los medios de producción.

Tomemos del mismo modo la variedad de regímenes existentes en los tiempos modernos para ver las extremas diferencias que se dan en las superestructuras y que poseen la misma base económica. Por ejemplo, comparar el régimen de la Alemania nazi o el de la socialdemocracia Británica. Son muy diferentes en la superestructura, muchos teóricos de las escuelas no marxistas o ex marxistas han encontrado en ellos nuevas estructuras de clase y un nuevo sistema social. ¿Por qué decimos que representan a la misma clase y al mismo régimen? A pesar de la diferencia en la superestructura, la base económica de estas sociedades permanece siendo la misma. Si tomamos la historia de la sociedad moderna, tenemos muchos ejemplos donde la burguesía es expropiada políticamente ypermanece siendo la clase dirigente. Trotsky describe perfectamente el régimen del bonapartismo, o como Marx lo denominó, ‘el dominio descubierto de la espada sobre la sociedad’.

Vemos qué ocurrió en China con Chiang Kai Shek había, con la escoria de los gánsteres de Shanghai, aplastado a la clase obrera. Los banqueros le ofrecían banquetes y le aplaudían corno el benefactor y salvador de la civilización.

Pero Chiang quería algo mucha más material que las alabanzas de sus maestros. Bruscamente, encarceló a todos los ricos industriales y banqueros de Shanghai, consiguiendo un rescate millonario antes de liberarlos. Había hecho el trabajo para ellos y ahora pedía su precio. Él no había aplastado a los obreros de Shanghai sólo para el beneficio de los capitalistas, sino también porque esto significaba poder y beneficio para él mismo y su camarilla. Todavía alguien puede atreverse a decir que los banqueros que estaban en la cárcel no eran la clase dirigente porque no ostentaban el poder político. La burguesía china (¡no los marxistas!) estaba reflejando tristemente la complejidad de la sociedad, donde una buena parte del botín de la plusvalía extraída de los trabajadores iba a sus propios perros guardianes, mientras que muchos de su clase languidecían en prisión.

La burguesía en esas condiciones es expropiada políticamente, en ese momento la fuerza desnuda es la que domina la sociedad. Una enorme parte de la plusvalía es consumida por la cúpula del ejército y la burocracia. Pero eso en interés de estos mismos burócratas, la expropiación capitalista de los trabajadores continuará y, por tanto, mientras ellos puedan seguir exprimiendo, mantendrán alejada a la burguesía, sin embargo, ellos defienden la propiedad privada. Esto significa que la burguesía continua siendo la clase dominante.

Aquí está la respuesta a aquellos que afirman que es un sofisma decir que la clase obrera puede ser la clase dominante mientras una parte importante de ella está encarcelada en Siberia. A menos que nos guiemos por las formas de propiedad básicas, los marxistas perderemos el rumbo. Se pueden dar muchos ejemplos en la historia de la manera en que un sector de la clase dominante ataca a otro sector de la misma. Por ejemplo, en las Guerras de las Rosas en Gran Bretaña las dos fracciones de los barones gobernantes se exterminaron prácticamente entre sí. En una época u otra de la historia, sectores importantes de la clase dominante han Estado en las cárceles o fueron ejecutados. Sólo hay que ver la amenaza que supone Hitler para sus oponentes burgueses. No sólo perdieron su propiedad sino también sus vidas.

Con relación al papel del Estado, la cuestión más importante sería responder a lo que Cliff no puede responder: si el Estado debe ser un instrumento de una clase y ¿a qué clase representa en Rusia y Europa del Este? No puede representar a la clase capitalista porque ha sido expropiada. Tampoco se puede decir que represente los intereses del campesinado o de los pequeños propietarios de las ciudades. Bajo un régimen fascista o bonapartista, incluso aunque los gánsteres puedan tener a la burguesía cogida por la garganta, sin embargo, hay una clase capitalista para cuyos intereses está funcionando el conjunto de la economía. Si la burocracia no representa al proletariado, como dijo Trotsky, es una forma especial de bonapartismo en el sentido que defiende la nacionalización de los medios de producción, la planificación y el monopolio del comercio exterior. ¿A quién representan los burócratas estalinistas? La respuesta de Cliff es que la burocracia constituye la nueva clase dominante, la clase capitalista de Rusia. Pero al considerar seriamente esto se demostraría que esto no puede ser. Está diciendo que el Estado es una clase. La burocracia controla el Estado, el Estado ostenta los medios de producción, por tanto, la burocracia es una clase. Esto es esquivar el tema, está diciendo de hecho que el Estado tiene el Estado.

Según Lenin el Estado:

“… Este ha sido siempre determinado aparato al margen de la sociedad y consistente en un grupo de personas dedicadas exclusiva o casi exclusivamente o principalmente a gobernar. Los hombres se dividen en gobernados y en especialistas en gobernar, que se colocan por encima de la sociedad y son llamados gobernantes, representantes del Estado.

“Este aparato, este grupo de personas que gobiernan a otros, se apodera siempre de ciertos medios de coerción, de violencia física, ya sea que esta violencia sobre los hombres se exprese en la maza primitiva o en tipos más perfeccionados de armas, en la época de la esclavitud, o en las armas de fuego inventadas en la Edad Media o, por último, en las armas modernas, que en el siglo XX son verdaderas maravillas de la técnica y se basan íntegramente en los últimos lo gros de la tecnología moderna.

“Los métodos de violencia cambiaron, pero dondequiera existió un Estado, existió en cada sociedad, un grupo de personas que gobernaban, mandaban, dominaban, y que, para conservar su poder, disponían de un aparato de coerción física, de un aparato de violencia, con las armas que correspondían al nivel técnico de la época dada. Y sólo examinando estos fenómenos generales, preguntándonos por qué no existió ningún Estado cuando no había clases, cuando no había explotadores y explotados, y por que apareció cuando aparecieron las clases; sólo así encontraremos una respuesta definida a la pregunta de cuál es la esencia y la significación del Estado.

“El Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra” (Lenin, El Estado. Moscú, Editorial Progreso, 1981, p. 18).

El Estado por su misma naturaleza está compuesto de burocracia, oficiales, generales, jefes de policía, etc., Pero éstos no constituyen una clase, son el instrumento de una clase e incluso pueden entrar en antagonismo con esta clase. Pero por sí mismos no pueden ser una clase.

Debemos preguntar a Cliff: ¿qué sector de la burocracia tiene el Estado? No pueden ser todos los burócratas, la propia burocracia está dividida jerárquicamente. El pequeño funcionario es tan parte de la burocracia como el gran burócrata. ¿Cuál es entonces el estrato dominante en la sociedad soviética? Esto claramente es un sin sentido. En la sociedad, o en cualquier sociedad con clases, no importa cuán privilegiados sean los de arriba, ellos manejarán el instrumento para proteger a la clase dominante que tiene una relación directa con los medios de producción, por ejemplo, en el sentido de su propiedad. Sabemos a quién representaban Napoleón, Bismarck, Chiang Kai Shek, Hitler, Churchill y Attlee. Pero ¿A quién representan los burócratas? ¿A los burócratas? Afirmar esto sería erróneo. En otra parte del documento hemos visto que las relaciones de la burocracia con los medios de producción son necesariamente de parasitismo y participa del mismo parasitismo que la burocracia nazi. No son una categoría necesaria e inevitable para el modo de producción en particular. En el mejor de los casos ellos tiene derecho a salarios de superintendencia. Y sí toman más, lo hacen de la misma forma que la burocracia nazi consumía parte de la plusvalía producida por los trabajadores. Pero no eran una clase.

Se podrían dar innumerables ejemplos para demostrar que un Estado capitalista presupone propiedad privada, la propiedad individual de los medios de producción. El Estado es el instrumento de dominio, no puede ser en sí mismo la clase que domina. La burocracia es sólo una parte del aparato del Estado. ‘Ostentaría’ el Estado, en el sentido que se levanta sobre la sociedad y se convierte en relativamente independiente de la economía dominante. Ese fue el caso en la Alemania nazi, donde la burocracia dictaba a los capitalistas lo que deberían producir, como deberían producirlo, etc., para el propósito de la guerra. También en la economía de guerra, Gran Bretaña, EEUU y en otros países, el Estado dictaba a los capitalistas qué y cómo deberían producir. Esto no les convierte en una clase dominante. ¿Por qué? Porque estaban defendiendo la propiedad privada.

Cliff afirma que la burocracia dirige y planifica la industria. ¿De quién es la industria que ellos dirigen y planifican? En la sociedad capitalista, los directores planifican y dirigen la industria en las empresas y trust individuales. Pero esto no les convierte en propietarios de esas empresas. La burocracia dirige toda la industria. En ese sentido es verdad que tienen más independencia de su base económica que otra burocracia o maquinaria estatal haya tenido en toda la historia humana. Pero como Engels subrayó y debemos volver a subrayar, en última instancia las bases económicas son decisivas. Si Cliff va a argumentar que es su función como directores la que hace que los burócratas se conviertan en clase dominante, entonces claramente tampoco acertaría al hacer una definición marxista de la clase capitalista. Él está calificando a la burocracia rusa de clase, pero debe elaborar una teoría y ésta es a qué clase pertenece.

El Estado es un instrumento de la clase dominante, de coerción, un policía glorificado. Pero el policía no es la clase dominante. El policía puede convertirse en irrefrenable, puede volverse un bandido, pero no se convierte en un capitalista o señor feudal.

QUÉ OCURRIÓ EN EUROPA DEL ESTE

Los acontecimientos en Europa del Este y la naturaleza de los Estados que han surgido sólo pueden ser explicados por medio de la teoría marxista-leninista del Estado, y sólo las concepciones de Trotsky pueden explicar los acontecimientos en Europa del Este desde este punto de vista.

En primer lugar es necesario entender que ocurrió en Europa del Este con el avance del Ejército Rojo. No se puede negar (dejando a un lado por el momento la cuestión de Alemania) que en todos los países de los Balcanes y Europa del Este, el avance del Ejército Rojo terminó en un movimiento revolucionario no sólo entre los trabajadores, sino también entre los campesinos. La razón de esto reside en el contexto general de todos estos Estados; antes de la guerra, a parte de Checoslovaquia, el capitalismo era muy débil. En estos países había decadentes dictaduras feudal-militar-capitalistas, cuyos regímenes eran completamente incapaces de desarrollar más las fuerzas productivas de sus respectivos países. La crisis económica mundial del capitalismo fue especialmente exacerbada en estos países, debido a la debilidad y a la división artificial de la zona que había sucedido a la I Guerra Mundial. El termino balcanización proviene de esta parte de Europa. Dividida en pequeños y débiles Estados, con un carácter abrumadoramente agrario, con una industria muy débil, esta zonas se convirtieron inevitablemente en semicolonias de las grandes potencias. Francia, Gran Bretaña, hasta cierto punto Italia, y después Alemania, se convirtieron en el poder dominante en esta zona. A través de sus relaciones comerciales, la industria alemana dominaba las atrasadas economías de Europa del Este en los Balcanes. En todos estos países el capital extranjero jugó un importante papel. En la mayoría de ellos, las inversiones extranjeras eran dominantes debido a la poca industria existente.

Con la ocupación de estos países por Hitler, no sólo fue expropiado el capital ‘no ario’, sino también los capitalistas nativos en su mayoría fueron excluidos y reemplazados por los bancos y trust alemanes. El capital alemán se apoderó de los lugares decisivos —todas las posiciones y sectores claves de la economía—. El capital que quedaba era propiedad de colaboradores y en gran parte colaboracionistas, y permanecían subordinados al capital alemán.

El régimen estaba formado de colaboracionistas que dependían de las bayonetas para su apoyo. El poco apoyo popular que tenían los regímenes anteriores a la guerra —dictaduras policiaco- militares—, en el transcurso de la guerra desaparecieron. El colapso del poderoso imperialismo alemán y la victoria del Ejército Rojo, indudablemente dio un impulso a la revolución socialista. Por ejemplo en Bulgaria en 1944, cuando el Ejército Rojo cruzó la frontera, se produjo una sublevación en Sofía y otras grandes ciudades. Las masas comenzaron a organizar sóviets y comités obreros. Los soldados y los campesinos organizaron comités y los trabajadores ocuparon las fábricas.

Acontecimientos similares tuvieron lugar en todos los países de Europa el Este a parte de Alemania. Examinemos lo que ocurrió en Checoslovaquia. Aquí también el avance el Ejército Rojo fue seguido de la insurrección en Praga, la toma de fábricas por los trabajadores y la tierra por los campesinos. También hubo confraternización en las fronteras de Bohemia y Moravia entre los checos y las masas alemanas.

Los elementos de la revolución proletaria fueron rápidamente seguidos por la contrarrevolución estalinista. El problema con Cliff es que ha separado los elementos de la revolución proletaria de la contrarrevolución estalinista que siguió inmediatamente.

Tomemos dos ejemplos: Bulgaria y Checoslovaquia. En Bulgaria tuvimos una situación que se ha desarrollado una y otra vez a través de la trágica historia de las masas obreras. El poder real estaba en manos de la clase obrera. El Estado burgués estaba destrozado. ¿Cómo? Los alemanes se habían ido, los oficiales no tenían el control de los soldados, la policía se había escondido, los terratenientes y capitalistas no tenían el control. Había un vacío, un período clásico de dualidad de poder donde las masas no eran lo suficientemente conscientes para organizar su propio poder y la burguesía demasiado débil para ejercer su dominación.

Esta no es una situación desconocida para los marxistas: Alemania 1918, Rusia 1917, España 1936. Quizá una comparación con España sería útil. Aquí también las masas tomaron las fábricas y la tierra en Catalunya y Aragón. El ‘gobierno burgués’ estaba suspendido en el aire. Las masas aplastaron totalmente a la policía y al ejército. Sólo había una fuerza armada, las milicias obreras. Todo lo que necesitaban las masas era organizar sóviets o comités, echar al gobierno fantasma y tomar el poder.

Se conoce suficientemente lo que ocurrió después. Los estalinistas procedieron a formar una coalición no con la burguesía —los propietarios de las fábricas y la burguesía habían huido al lado de Franco como consecuencia de la insurrección de las masas—, sino con la ‘sombra de la burguesía’. Los estalinistas hicieron esto en España con el propósito expreso de destruir la revolución socialista por miedo a las repercusiones en Rusia y, desde luego, debido a la alineación internacional existente y su deseo de demostrar a los imperialistas franceses y británicos, que no tenían nada que temer. En España, por tanto, paulatinamente, ayudaron a que la sombra adquiriera ‘cuerpo’.

Poco a poco, reconstruyeron un ejército capitalista y una fuerza policial capitalista, bajo el control de la clase capitalista. Una vez esto había sido logrado, la tierra fue devuelta a los terratenientes y las fábricas a sus propietarios. La consecuencia de esto se vio al final de la guerra civil cuando el Estado burgués —la maquinaria militar burguesa que ellos habían ayudado a crear—, organizó un golpe de Estado que establecía una dictadura militar en el territorio republicano y rápidamente ilegalizó al propio Partido Comunista.

En Bulgaria, como en los otros países de Europa del Este, los estalinistas procedieron a llegar a un acuerdo conlasombra de la burguesía. La revolución socialista había comenzado y existía el peligro de que llegase hasta el final. Esto, desde luego, los estalinistas lo temían. Pero por otro lado, además no querían pasar el poder a la burguesía.Descarrilaron la revolución socialista organizando un denominado Frente Patriótico en Bulgaria y encarrilaron el movimiento de las masas con consignas chovinistas y antialemanas. La confraternización en Bulgaria rápidamente fue castigada, los sóviets formados en el ejército fueron disueltos, los comités obreros y campesinos fueron mutilados. Formaron un frente de ‘Unidad Nacional’, la unión de toda la nación. Pero la diferencia con España era que aquí las posiciones claves en ésta denominada coalición, donde la sombra de la burguesía no ostentaba el poder, permanecían firmemente en manos estalinistas. Tenían la policía y el ejército. Seleccionaron el personal clave y dirigente. Todas las posiciones importantes en la administración pública estaban en manos de herramientas obedientes. Claramente, detrás de la pantalla de unidad nacional concentraban el poder estatal en sus manos.Habían creado un instrumento a su propia imagen, una maquinaria estatal según el poder de Moscú. El proceso era tan claro como el agua en el caso de Checoslovaquia. Cuando los estalinistas entraron en el país no había gobierno. Los alemanes con sus traidores y colaboracionistas habían huido. Los comités formados por las masas tenían el control de las empresas industriales y la tierra. Los estalinistas dirigían el gobierno de Benes8 desde Moscú. El poder real, los puestos clave, estaban firmemente en sus manos; conservaron el ‘cuerpo’ y dejaron a la burguesía la sombra.

En parte para destruir la revolución socialista, en parte para llegar a un compromiso con el imperialismo norteamericano, permitieron a ciertos sectores de la economía conservar en sus manos las empresas privadas. Pero el poder decisivo, por ejemplo, los cuerpos armados de hombres, estaban organizados por ellos y bajo su control. No era ésta la misma maquinaria estatal de antes. Era una nueva maquinaria estatal de su propia creación.Para descarrilar la revolución los estalinistas utilizaron el chovinismo y dieron al país un terrible golpe con la expulsión de los alemanes. El instinto original de las masas era en líneas internacionalistas. Los informes de Checoslovaquia demuestran que al principio había confraternización entre los checos y los alemanes. Cliff no ve el elemento de la contrarrevolución, las actividades de la burocracia para destruir la revolución.

Desde luego, el intento de los estalinistas de mantener un compromiso con la burguesía —no hay que olvidar con su control y su poder del Estado— no podría durar indefinidamente. Las sombras pueden adquirir ‘cuerpo’. El intento de la burguesía norteamericana de instalar sus puntos de apoyo en Europa del Este con los restos de la burguesía y de aquellos sectores de la economía que ellos controlaban, con el Plan Marshall como moneda, era una señal de peligro. Con una velocidad precipitada, la burocracia actuó y ordenó a todos los Estados de Europa del Este rechazar al Plan Marshall. Toda la historia ha demostrado la imposibilidad de mantener dos formas antagónicas de propiedad. Aunque la burguesía era muy débil, había comenzado a ganar una base, debido al hecho de que ellos mantenían una buena proporción de la industria ligera bajo su control. El creciente antagonismo de EEUU, la imposibilidad de depender de la burguesía, su incompatibilidad con el Estado proletario, con el poder en manos de la burocracia, la obligó a tomar medidas para completar el proceso. Aquí deberíamos añadir que Trotsky vio en la extensión de la propiedad nacionalizada a las zonas de dominación estalinista, una prueba de que Rusia era un Estado obrero. Los acontecimientos de febrero sobre los que se centró la atención mundial, subrayaron de una manera dramática el proceso que estaba teniendo lugar en todas las zonas dominadas por los estalinistas.

El factor decisivo fue que los estalinistas tenían el apoyo de los trabajadores y campesinos en la nacionalización y la división de la tierra. Todo lo que Cliff vio fue que la maquinaria del Estado permanecía igual, cabe suponer que como estaba bajo los alemanes. ¡Sin duda eso es lo que desearía la burguesía!

Según todos los observadores los estalinistas, debido a sus arreglos y a la desilusión de las masas en las fábricas, probablemente habrían perdido votos en las futuras elecciones. Los elementos burgueses se estaban haciendo fuertes, basándose en la pequeña burguesía de las ciudades y entre los trabajadores y campesinos desilusionados. Paulatinamente, la burguesía esperaba conseguir el control del Estado y organizar una contrarrevolución con la ayuda el imperialismo anglonorteamericano. Aunque la burocracia tenía el control de la maquinaria del Estado, éste era precario en virtud a la forma en la que se había obtenido.

Para completar el proceso, como Trotsky ya había previsto, la burocracia estaba obligada a recurrir a las masas,mediante la creación de Comités de Acción que burocráticamente eran controlados desde arriba, aunque sin embargo eran relativamente democráticos por abajo. Los estalinistas armaron a los trabajadores, organizaron una milicia obrera. En estas condiciones, esto naturalmente favorecía el entusiasmo de las masas. Incluso los trabajadores socialdemócratas que odiaban y desconfiaban de los estalinistas, participaron entusiastamente en estas medidas contra la burguesía. Trotsky dijo una vez que contra un león se usa un arma y contra una pulga una uña. Enfrentados con el aparato del Estado estalinista, con el movimiento de masas como una amenaza, la burguesía estaba impotente.

Sin embargo, la formación de los Comités de Acción, el armamento de los trabajadores, significaba necesariamente que se estaba formando un embrión del nuevo régimen. Por supuesto, la burocracia rápidamente procedió a aplastar la independencia de las masas y totalizar el régimen. Se organizaron rápidamente nuevas elecciones siguiendo las directrices de Moscú, con una única candidatura y una supervisión estricta.

Ante estos acontecimientos, Cliff se pregunta:

“¿Cuál es entonces el futuro de la Cuarta Internacional? ¿Cuál es su justificación histórica? Los partidos estalinistas tienen todas las ventajas sobre la Cuarta Internacional —un aparato estatal, organizaciones de masas, dinero, etc.—. La única ventaja de la que carecen es la ideología internacionalista de clase…

“Si una revolución tiene lugar en los países del Este de Europa sin una dirección proletaria revolucionaria, deberíamos concluir que en el futuro, en las revoluciones sociales, como en el pasado, las masas harán el combate pero no lo dirigirán. En todas las luchas de la burguesía, no fue la propia burguesía quien hace el combate, sino las masas que creían que eran sus intereses. Los sans-culottes de la Revolución Francesa luchaban por la libertad, igualdad y fraternidad, mientras la meta real del movimiento era el establecimiento del dominio de la burguesía. Este fue el caso en un momento en que la burguesía era progresista. En las guerras imperialistas reaccionarias, cuanto menos saben las masas del auténtico propósito de la guerra, mejores soldados son. Aceptar que las ‘nuevas democracias’ son Estados obreros, significaba aceptar que en principio la revolución proletaria, corno las guerras burguesas, está basada en el engaño a las personas…

“Si estos países son Estados obreros entonces ¿para qué el marxismo? ¿Por qué la Cuarta Internacional? Podríamos ser observados por las masas sólo como aventureros o como impacientes revolucionarios cuyas diferencias con los estalinistas son meramente tácticas” (op. cit., pp. 14-15).

Cliff ha hecho las preguntas a las personas equivocadas. En realidad se debería haber hecho a sí mismo estas preguntas y darse también las respuestas. Si su teoría es correcta, entonces toda la teoría de Marx se convierte en ana utopía. Cliff piensa que si él pone la etiqueta de ‘capitalismo de Estado’ sobre el fenómeno del estalinismo, entonces ha salvado su conciencia y ha restaurado el papel perdido de la Cuarta Internacional, para su propia satisfacción. Aquí vemos el fetichismo del cual Marx habló y que incluso afecta al movimiento revolucionario: cambiar el nombre de las cosas para así intentar cambiar su esencia.

No es posible explicar o enhebrar los hilos históricos de clase de los acontecimientos actuales sin la existencia y degeneración del Estado obrero en Rusia. Sólo se pueden unir los acontecimientos de Europa del Este a la Revolución de Octubre de 1917. Es inútil para Cliff argumentar que la burocracia utilizó a las masas en Checoslovaquia, sin plantearse la cuestión de quien las utilizó en 1917. ¿Fue la Revolución de Octubre seguida por el estalinismo? Las buenas intenciones o los deseos subjetivos de la dirección bolchevique o la clase obrera, están fuera de lugar. Según la teoría de Marx, ninguna sociedad sale de la escena hasta que ha agotado todas las posibilidades de desarrollar las fuerzas productivas dentro de ella. Si un nuevo período de capitalismo de Estado es lo que nos amenaza —y esto necesariamente se desprende de la teoría de Cliff—, por qué no puede haber límite económico al desarrollo de la producción bajo el denominado capitalismo de Estado, hablar de esto en un período de desintegración del capitalismo mundial se reduce a simple fraseología. Tenemos el absurdo de que una nueva revolución — una revolución proletaria en 1917—, cambió orgánicamente la economía a capitalismo de Estado. Tenemos la no menos absurda postulación de que una revolución en Europa del Este, donde toda la clase capitalista ha sido expropiada… ¿para instalar qué? ¡El capitalismo! Un momento de reflexión serio demostraría que no es posible para Cliff mantener esta postura con relación a Europa del Este sin trasladar el mismo argumento también a la propia Rusia.

El propio Cliff señala que en la revolución burguesa las masas combatieron y la burguesía recogió los frutos. Las masas no sabían por qué estaban luchando, sino que luchaban en realidad por el dominio de la burguesía. Tomemos la Revolución Francesa. Se preparó y tenía su ideología en las obras de los filósofos de la Ilustración, Voltaire, Rousseau, etc., Sin embargo, ellos realmente creían en la idealización de la sociedad burguesa. Creían en los codicilos de libertad, igualdad y fraternidad que predicaban. Como ya se sabe, y el propio Cliff cita a Marx para demostrarlo, la Revolución Francesa fue más allá de su base social. Terminó en la dictadura revolucionaria de lossans-culottes que fueron más allá de los límites de la sociedad burguesa. Como Marx explicaba, esto tuvo el saludable efecto de conseguir en pocos meses lo que de otra manera hubiera costado a la burguesía décadas. Los dirigentes del sector revolucionario de la pequeña burguesía que ejercían esta dictadura —Robespierre, Danton, etc.— sinceramente creían en las doctrinas de los filósofos e intentaron ponerlas en práctica. No pudieron hacerlo porque era imposible ir más allá de la base económica de la sociedad. Era inevitable que perdieran el poder y sólo prepararon el camino a la sociedad burguesa. Si el argumento de Cliff es correcto, se podría llegar a la conclusión de que lo mismo ocurrió en Rusia y Marx era el profeta del nuevo capitalismo de Estado, Lenin y Trotsky fueron los Robespierre y Carnat de la Revolución Rusa. El hecho de que Lenin y Trotsky tuvieran buenas intenciones no tiene nada que ver, como eran buenas las intenciones de los dirigentes de la revolución burguesa. Ellos simplemente prepararon el terreno para el dominio del nuevo Estado de la clase capitalista.

Si el hecho de que la burocracia utilizase a las masas checoslovacas constituye una prueba de que esto era capitalismo de Estado, no hizo menos la burocracia rusa utilizando al proletariado en la revolución de 1917. Sin embargo, esta teoría no puede satisfacer a nadie. El hecho de que la burocracia, porque Rusia es un Estado obrero con toda su degeneración, haya asimilado Europa del Este en la economía e instantáneamente estrangulado el desarrollo de la revolución socialista, quiere decir que al mismo tiempo, conscientemente han llevado adelante de forma abreviada un proceso que se prolongó durante muchos años en Rusia. Debería quedar claro que sin la existencia de un fuerte Estado obrero degenerado, contiguo o cercano a estos países, estos procesos habría sido imposibles, a no ser que el proletariado hubiera vencido con una revolución sana en líneas clásicas y extendiendo la revolución.

¿Significa esto que los estalinistas han realizado la revolución y por tanto no es necesaria la Cuarta Internacional? Muchas veces en la historia nos enfrentamos a una situación complicada. Por ejemplo, en la Revolución de Febrero que derrocó al zarismo, las masas cayeron bajo la influencia de los mencheviques y socialrevolucionarios. Esto significaba que las masas, habiendo completado una tarea, el derrocamiento del zarismo —una revolución política— creó nuevas barreras en su camino y tuvieron que derribarlas con una segunda revolución — una revolución social, Octubre—. El hecho de que las masas hayan realizado la revolución social básica en Europa del Este, aunque esta revolución inmediatamente haya sido burocratizada por la burocracia termidoriana, significa que ahora sólo tienen que hacer una segunda revolución —la revolución política—.

Cliff tiene sólo que plantear la pregunta: ¿Cuales son las tareas de la Cuarta Internacional en Rusia? Son idénticas a las de Europa del Este. Para conseguir el socialismo las masas deben tener el control de la administración y el Estado. Los estalinistas nunca podrán proporcionar esto y sólo se puede lograr con una nueva revolución. Sólo se puede conseguir con el derrocamiento de 1a burocracia de Europa del Este, así como en Rusia, por tanto la tarea de la Cuarta Internacional es clara, la lucha por una revolución política para establecer una democracia obrera, unsemiestado y la transición rápida al socialismo sobre las bases de la igualdad. La forma de propiedad no cambiará.El hecho de que Cliff llame a esto una revolución social no modifica nada.

Donde Trotsky encontraba pruebas del Estado obrero en la extensión de las formas de propiedad, Cliff encuentra las pruebas de lo contrario.

Cliff podría decir que a menos que la clase obrera tenga el control directo del Estado, éste no puede ser un Estado obrero. En ese caso, tendríamos que rechazar la idea de que existía un Estado obrero en Rusia, excepto posiblemente en los primeros meses. Incluso aquí es necesario repetir que la dictadura del proletariado se realizó a través del instrumento de la vanguardia de la clase, por ejemplo, el partido, y en el partido a través de la dirección del mismo. En las mejores condiciones esto se efectuará con la mayor democracia tanto dentro del Estado como en el partido. Pero la propia existencia de la dictadura, su necesidad para conseguir el cambio del sistema social, es ya una prueba de las profundas contradicciones sociales que se pueden encontrar, en circunstancias históricas desfavorables, que son un reflejo dentro del Estado y dentro del partido. El partido, no más que el Estado, puede automática y directamente reflejar los intereses de la clase. Lenin por este motivo pensaba que los sindicatos eran un factor necesario para la defensa de los trabajadores contra su Estado, así como un baluarte para la defensa del Estado.

Si fue posible para el partido de la clase obrera (la socialdemocracia), especialmente a través de su dirección, degenerar y fracasar directamente a la hora de reflejar los intereses de la clase antes del derrocamiento del capitalismo, ¿por qué es imposible para el Estado establecido por los trabajadores seguir un modelo similar? ¿Por qué no puede el Estado ganar independencia de la clase, y parasitariamente enriquecerse, mientras al mismo tiempo (en sus propios intereses) defender las nuevas formas económicas creadas por la revolución? Como hemos visto antes, Cliff trata de hacer una distinción para trazar una línea metafísica en 1928, cuando pensaba que la plusvalía no era consumida por la burocracia y después cuando sí lo era. A parte de basarse en hechos incorrectos, es una forma simplista de examinar el fenómeno.

En realidad, la forma de la transición de una sociedad a otra, ha sido más compleja de lo que cabría prever para los fundadores del socialismo científico. Tanto como a cualquier otra clase o formación social al proletariado le ha sido dado el privilegio de tener inevitablemente un tránsito tranquilo en la transición a su dominio y, por consiguiente, una desaparición tranquila e indolora en la sociedad, es decir, el socialismo. Esa era una variante posible. Pero la degeneración tanto de la socialdemocracia como del Estado soviético en determinadas condiciones no era en absoluto accidental. Representaba, en un sentido, las relaciones complejas entre una clase, sus representantes y el Estado, la cual, más de una vez en la historia, la clase dominante, burguesía, feudal o esclavista, tuvo causas para lamentarlo. Refleja, en otras palabras, la multiplicidad de factores históricos que forman la base del factor decisivo: el económico.

Contrasta el amplio punto de vista de Lenin con el mecanicista de Cliff. Lenin insistía una y otra vez en la necesidad de estudiar los períodos de transición de las épocas pasadas, especialmente del feudalismo al capitalismo, para entender las leyes de la transición en Rusia. Él habría rechazado la concepción de que el Estado surgido en Octubre tendría que seguir una norma preconcebida, o de otra forma sino dejaría de ser un Estado obrero.

Lenin sabía bien que el proletariado, su partido y dirección no le había dado el poder para que les llevara, sin contradicciones, tranquilamente al socialismo una vez que el capitalismo había sido derrocado. Esta es necesariamente la única conclusión que se debe extraer de las normas categóricas kantianas afirmadas por Cliff. De hecho Lenin subrayó que la dictadura del proletariado cambiaría tremendamente en diferentes países y en distintas condiciones.

Sin embargo, Lenin insistía constantemente en el punto de que en la transición del feudalismo al capitalismo, la dictadura de la ascendente burguesía se reflejaba en la dictadura de un hombre. Una clase podría gobernar a través del dominio personal de un hombre. Cliff es bastante complaciente al aceptar esta concepción cuando se aplica a la burguesía. Pero de sus argumentos se podría llegar a la conclusión de que tal cosa sería imposible en el caso del proletariado. El dominio de un hombre implica absolutismo, dictadura arbitraria encarnada en un único individuo, sin derechos políticos para la clase dominante a cuyos intereses, en última instancia, él representa. Pero Lenin sólo hizo este comentario para demostrar que bajo determinadas condiciones la dictadura del proletariado podría realizarse también a través de la dictadura de un hombre. Lenin no desarrolló esta idea. Pero hoy a la luz de la experiencia de Rusia y Europa del Este, y con los acontecimientos en China, podemos profundizar y entender no sólo el presente sino también los acontecimientos del pasado.

Mientras la dictadura del proletariado puede ser realizada a través de la dictadura de un hombre por que esto implica la separación del Estado de la clase a la que representa, también significa que el aparato casi inevitablemente tenderá a hacerse independiente de su base y así adquirirá intereses creados propios, incluso hostiles y ajenos a la clase que representa como en el caso de la Rusia estalinista. Cuando estudiamos el desarrollo de la sociedad burguesa, vemos que la autocracia de un individuo, con determinadas contradicciones sociales, servía a las necesidades del desarrollo de esa sociedad. Está claramente demostrado en el dominio de Cromwell y Napoleón. Pero aunque ambos mantenían una base burguesa, en un estadio determinado de la autocracia burguesa, pasa de ser un factor favorable para el desarrollo de la sociedad capitalista a un obstáculo para el pleno y libre desarrollo de la producción burguesa. Entonces, la dictadura del absolutismo se debilita. En Francia e Inglaterra necesitaron de revoluciones políticas adicionales antes de poder cambiar la autocracia burguesa por la democracia burguesa. Pero sin la democracia burguesa en su plenitud, el libre desarrollo de las fuerzas productivas hasta los límites alcanzados bajo el capitalismo habría sido imposible.

¿Si esto se aplica a la evolución histórica de la burguesía por qué no se puede aplicar al proletariado en un país atrasado y aislado donde la dictadura del proletariado ha degenerado en la dictadura de un hombre?

Para que el proletariado tome el camino del socialismo es necesaria una nueva revolución, una revolución política, que transforme el Estado bonapartista proletario en una democracia obrera. Tal concepción coincide con la experiencia del pasado. El capitalismo ha pasado a través de muchas fases, contradictorias y tormentosas, (estamos lejos de haber acabado con ellas aún, como vemos en nuestra época), y en unas condiciones históricas dadas ha llevado a que el proletariado tenga el gobierno en Rusia. Y también por una reacción mutua, la fase bonapartista que están atravesando Europa del Este y China, terminará inevitablemente en nuevas revoluciones políticas en todos estos países para instalar la democracia obrera como requisito previo para la transición al socialismo.

Es en la interrelación entre las clases y su Estado, bajo determinadas condiciones históricas, donde encontramos la explicación a la degeneración estalinista, no en la idea mística de que un Estado obrero, en unas condiciones concretas, debe ser una perfecta democracia obrera o si no el Estado se transformará en una clase. A la larga, el factor económico, como en la sociedad burguesa, con muchas agitaciones y catástrofes, emergerá triunfante.

La clase obrera se ha enriquecido con la experiencia histórica y extrayendo sus lecciones, derrocará triunfalmente el absolutismo estalinista, y organizará una democracia obrera sana a un nivel muy superior. Entonces, el Estado, más o menos, corresponderá con la forma ideal elaborada por Marx y Engels.

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