Carta abierta a los trotskistas de todo el mundo

Carta abierta a los trotskistas de todo el mundo

[Copiado de http://www.wsws.org/es/articles/2009/sep2009/es-1953.shtml ]

16 de noviembre, 1953

Camaradas:

En el 25º aniversario de la fundación de movimiento trotskista en los Estados Unidos, el Pleno del Comité Nacional del Socialist Workers Party envía sus saludos socialistas revolucionarios a los trotskistas ortodoxos de todo el mundo.

Aún cuando el Socialist Workers Party, debido a las leyes anti democráticas establecidas por Demócratas y Republicanos, ha dejado de integrarse a la Cuarta Internacional—Partido Mundial de la Revolución Socialista fundado por León Trostky para continuar y cumplir con el Programa que la Segunda Internacional que los socialdemócratas y la Tercera Internacional de los estalinistas traicionaron—a nosotros nos interesa el bienestar de la organización mundial creada bajo la dirigencia de nuestro martirizado líder.

Como ya bien se sabe, hace 25 años que los pioneros trotskistas de Estados Unidos llevaron el programa de Trotsky, suprimido por el Kremlin, a la atención de la opinión pública mundial. Esta acción fue decisiva para quebrar el aislamiento que la burocracia estalinista le había impuesto a Trotsky y echar las bases de la Cuarta Internacional. Poco tiempo después, Trotsky inició, desde su exilio, una íntima y confiada colaboración con la dirigencia del SWP que duró hasta el día de su muerte.

La colaboración incluyó esfuerzos en conjunto para organizar partidos revolucionarios en varios países. Esto culminó, como Uds. saben, en al lanzamiento de la Cuarta Internacional en 1938. Trotsky escribió el Programa de Transición, que sigue siendo la piedra angular del programa del movimiento trotskista mundial, en colaboración con los dirigentes del SWP, quienes, a instancia de Trotsky, se lo presentaron al Congreso de Fundación para que éste lo adoptara.

La intimidad y meticulosidad de la colaboración entre Trotsky y la dirigencia del SWP se pueden juzgar por los datos que existen acerca de la lucha en defensa de los principios trotskistas ortodoxos en 1939-1940 contra la oposición pequeñoburguesa dirigida por Burnham y Schachtman. Esa historia ha ejercido una profunda influencia en la trayectoria de la Cuarta Internacional durante los últimos trece años.

Luego del asesinato de Trotsky por un agente de la policía secreta de Stalin, el SWP asumió la dirección de la defensa y diseminación de sus enseñanzas. Nosotros asumimos esa dirección no por elección sino por necesidad; la Segunda Guerra Mundial obligó a los trotskistas ortodoxos a pasar a la clandestinidad en muchos países, especialmente en Europa bajo los nazis. Junto con los trotskistas de América Latina, Canadá, Inglaterra, Ceilán, India, Australia y otros sitios, hicimos lo que pudimos por levantar la bandera del trotskismo ortodoxo durante los difíciles años bélicos.

Al acabar la guerra, nos sentimos gratificados cuando los trotskistas en Europa salieron de la clandestinidad y asumieron la restauración organizacional de la Cuarta Internacional. Puesto que leyes reaccionarias nos prohibían pertenecer a ésta, pusimos aún mayores esperanzas en que apareciera una dirigencia capaz de continuar la gran tradición legada por Trotsky a nuestro movimiento mundial. Éramos de la opinión que a la nueva dirigencia joven de la Cuarta Internacional en Europa se le debería brindar confianza y apoyo totales. Cuando, por iniciativa de los propios camaradas, se corrigieron serios errores, nosotros fuimos de la opinión que nuestro curso tenía amplia justificación.

Sin embargo, ahora tenemos que admitir que la ausencia de una crítica severa que nosotros, en colaboración con otros, acordamos designarle a esta dirigencia, contribuyó a abrirle paso a la consolidación de una facción fuera de control, secreta y personalista en la administración de la Cuarta Internacional que ha abandonado el programa básico del trotskismo.

Esta facción, centrada en torno a Pablo, funciona ahora consciente y deliberadamente para trastornar, dividir y desbaratar los cuadros que el trotskismo ha formado durante su historia en los diferentes países, y liquidar a la Cuarta Internacional.

El programa del trotskismo

Para mostrar con precisión lo que está en juego, replanteemos los principios fundamentales que constituyen las bases sobre las cuales se ha establecido el movimiento trotskista mundial:

1. La agonía mortal del sistema capitalista amenaza con destruir la civilización al hacer cada vez peores las depresiones, las guerras mundiales y las manifestaciones de barbarie tales como el fascismo. El desarrollo de las armas atómicas pone en relieve el peligro del modo más grave posible.

2. La caída al abismo se puede evitar sólo reemplazando al capitalismo con la economía planificada socialista a nivel mundial y reanudando la espiral de progreso iniciada por el capitalismo en sus épocas tempranas.

3. Esto sólo se puede lograr bajo la dirigencia de la clase obrera de la sociedad. Pero la misma clase obrera se enfrenta a una crisis de dirección, a pesar de que las relaciones mundiales de las fuerzas sociales nunca fueron tan favorables como hoy para que los obreros emprendan el rumbo al poder.

4. Para organizarse a sí misma con el fin de cumplir esta misión histórica mundial, la clase obrera de cada país tiene que establecer un Partido Socialista Revolucionario basado en los criterios desarrollados por Lenín; es decir, un partido de combate capaz de combinar dialécticamente la democracia y el centralismo: democracia para tomar decisiones, centralismo para cumplirlas. Ha de ser una dirigencia bajo el control de su militancia y capaz de avanzar disciplinadamente bajo fuego.

5. El obstáculo principal a esto es el estalinismo, el cual explota el prestigio de la Revolución Rusa de 1917 para atraer a los obreros y luego traicionar su confianza, lanzándolos ya sea en los brazos de la socialdemocracia, de la apatía o a la renovación de ilusiones en el capitalismo. Las consecuencias de estas traiciones las paga la clase obrera con la consolidación de las fuerzas fascistas o monárquicas y nuevas explosiones de guerras fomentadas y preparadas por el capitalismo. Desde sus inicios, la Cuarta Internacional se planteó la derrota revolucionaria del estalinismo dentro y fuera de la URSS como una de sus misiones principales.

6. La necesidad de tácticas flexibles que afrontan muchas secciones de la Cuarta Internacional —y los partidos o grupos que simpatizan con su programa— hacen más imperante que, sin capitular al estalinismo, sepan cómo luchar contra el imperialismo y todos sus agentes pequeñoburgueses (tales como las tendencias nacionalistas o las burocracias sindicalistas); y, a la inversa, sepan cómo derrotar al estalinismo (que, a fin de cuentas es un agente pequeñoburgués del imperialismo) sin capitular ante el imperialismo.

En la política mundial de hoy, la cual es cada vez más compleja y cambia constantemente, estos principios fundamentales establecidos por León Trotsky conservan absoluta validez. Es sólo ahora que, de hecho y tal como Trotsky lo previera, las situaciones revolucionarias que se presentan por doquier le dan absoluta concreción a lo que alguna vez pudo haberse parecido a abstracciones remotas que no se vinculan íntimamente a la viviente realidad de la época. Lo cierto es que estos principios hoy se muestran cada vez con más fuerza tanto en el análisis político como en la determinación de la trayectoria de la acción práctica.

El revisionismo de Pablo

Pablo ha abandonado estos principios. Considera que, en vez de hacer resaltar el peligro de una nueva barbarie, el camino al socialismo es “irreversible”; sin embargo, no cree que el socialismo sea producto de esta generación o de las venideras. Al contrario; ha desarrollado el concepto de una ola “avasalladora” de revoluciones que sólo dan origen a estados obreros “deformados”; es decir, de tipo estalinista que durarán por “siglos”.

Esto revela el mayor pesimismo en cuanto a la capacidad de la clase obrera; pesimismo totalmente acorde con la manera en que él ridiculiza la lucha por establecer partidos socialistas revolucionarios independientes. En vez de seguir la línea principal de establecer partidos revolucionarios independientes valiéndose de todas las tácticas posibles, Pablo considera que el estalinismo —o uno de sus sectores decisivos— es capaz de cambiar bajo la presión de las masas hasta llegar a aceptar las “ideas” y el “programa” del trotskismo. Ahora oculta las traiciones del estalinismo con el pretexto de la diplomacia que ciertas maniobras tácticas requieren para acercarse a los obreros bajo la influencia del estalinismo en países tales como Francia.

Esta línea ya ha conducido a serias deserciones de las bases del trotskismo al campo estalinista. La escisión pro estalinista en el partido ceilanés es una advertencia a los trotskistas de todas partes acerca de como las ilusiones que el pablismo promueve acerca del estalinismo causan trágicas consecuencias.

En otro documento sometemos a juicio un detallado análisis del revisionismo de Pablo. En esta carta nos limitaremos a algunas pruebas recientes que muestran en el plano decisivo de la acción hasta dónde ha llegado Pablo en su conciliación con el estalinismo y cuán grave es el peligro a la existencia de la Cuarta Internacional.

Con la muerte de Stalin, el Kremlin anunció una serie de concesiones en la URSS, ninguna de ellas de carácter político. En vez de caracterizarlas como parte de una simple maniobra para cementar a la burocracia usurpadora aún más y constar de gestiones para preparar a un burócrata dirigente a asumir el cargo de Stalin, la facción pablista consideró que tales concesiones eran de buena fe y las presentó como concesiones políticas. Incluso planteó la posibilidad de los estalinistas “compartir el poder” con los trabajadores (“Cuarta Internacional,” enero-febrero, 1953).

Este concepto de “compartir el poder”, expresado de la manera más burda por Clarke —entre los sumos sacerdotes del culto a Pablo—, fue proclamado indirectamente como dogma por el mismo Pablo en una pregunta a la que no contesta pero que obviamente insinúa la respuesta: ¿Tomará la liquidación del régimen estalinista la forma de “luchas inter burocráticas violentas entre los elementos que lucharán para defender el status quo —sino exactamente para regresar al pasado— y aquellos elementos, cada vez más numerosos, que se ven arrastrados por la poderosa presión de las masas? ” (“Cuarta Internacional”, marzo-abril, 1953).

Esta línea le da un nuevo contenido al programa trotskista de la revolución política contra la burocracia del Kremlin: simplemente que la postura revisionista de que las “ideas” y el “programa” del trotskismo van a filtrarse y penetrar a la burocracia, o a uno de sus sectores decisivos, “derribando” así al estalinismo de manera inesperada.

En junio, los trabajadores de Alemania Oriental se sublevaron contra el gobierno dominado por el estalinismo en una de las mayores manifestaciones en la historia de Alemania. Esta fue la primera rebelión proletaria de las masas en contra del estalinismo desde que éste usurpara y consolidara su poder en la Unión Soviética. ¿Cómo reaccionó Pablo a este acontecimiento histórico?

En vez de expresar claramente las aspiraciones políticas revolucionarias de los obreros insurgentes de Alemania Oriental, Pablo encubrió a los sátrapas contrarrevolucionarios estalinistas que movilizaron a las tropas soviéticas para aplastar la rebelión (“…los dirigentes soviéticos, los de las varias ‘democracias populares’ y los Partidos Comunistas no podían seguir falsificando o ignorando el profundo significado de estos acontecimientos. Se han visto obligados a seguir por el camino de verdaderas concesiones aún más generosas para evitar el peligro de enajenarse para siempre del apoyo de las masas y no provocar explosiones aún más enérgicas. A partir de ahora ya no van a poder detenerse a mitad de camino. Se verán obligados a repartir concesiones para evitar explosiones más graves en el futuro inmediato y, si es posible, efectuar una transición “fría” de la situación del momento a una más soportable para las masas”). (Declaración de la Cuarta Internacional publicada en The Militant, 6 de julio.)

En vez de exigir el retiro de las tropas soviéticas —la única fuerza que sostiene al gobierno estalinista—, Pablo promovió la ilusión que los galeotes del Kremlin estaban prestos a ofrecer “verdaderas concesiones de mayor alcance”. ¿Podría Moscú haber pedido una mejor ayuda a medida que procedía con la monstruosa falsificación del profundo significado de esos hechos, llamando “fascistas” y “agentes del imperialismo estadounidense” a los obreros sublevados e iniciando una ola de represión salvaje contra ellos?

La huelga general en Francia

En Francia, la mayor huelga general de su historia estalló en agosto. Había sido, puesta en movimiento por los propios trabajadores en contra de la voluntad de su dirigencia oficial, y presentó una de las oportunidades más favorables en la historia de la clase obrera al desarrollo de la verdadera lucha por el poder. Además de los obreros, los campesinos franceses se sumaron con manifestaciones e indicaron así su profunda insatisfacción con el gobierno capitalista.

La dirigencia oficial, tanto socialdemócrata como estalinista, traicionó al movimiento e hizo todo lo posible para limitarlo y prevenir el peligro al capitalismo francés. Si tomamos en cuenta la oportunidad que se ofrecía, sería difícil encontrar en la historia una traición más abominable.

¿Cómo reaccionó la facción de Pablo a este acontecimiento tan enorme? Tildó la acción de los socialdemócratas como traición, pero por razones incorrectas. Puntualizó que la traición había consistido en conducir negociaciones con el gobierno a espaldas de los estalinistas. Pero esta traición fue totalmente secundaria, consecuencia de su crimen principal: la negativa en emprender el camino hacia la toma del poder.

En cuanto a los estalinistas, los pablistas encubrieron su traición y se convirtieron en cómplices. La crítica más severa que fueron capaces de expresar contra las actividades contrarrevolucionarias del estalinismo fue acusarlos de “carecer” de política.

Esto fue falso. Los estalinistas no “carecían” de política, la cual era mantener los intereses de la política exterior del Kremlin en la situación y así ayudar a sostener al tambaleante capitalismo francés.

Pero eso no fue todo. Incluso con la educación interna de los trotskistas franceses, Pablo se negó a catalogar como traición el papel del estalinismo. Señaló “el papel de frenadores que hasta cierto punto habían jugado los dirigentes de las organizaciones tradicionales” —¡una traición es simplemente un “freno”!—, “así como también lo fue su capacidad —especialmente de la dirigencia estalinista— para ceder ante la presión de las masas cuando esta presión se vuelve tan poderosa como lo fue en estas huelgas”. (Nota Política No. 1)

Podría suponerse que esto ya representa suficiente conciliación con el estalinismo para un dirigente que ha abandonado el trotskismo ortodoxo pero que todavía busca guarecerse en la Cuarta Internacional. Pero no; Pablo se fue todavía más allá.

El volante infame

Sus partidarios emitieron un volante dirigido a los trabajadores de la fábrica Renault en París. Éste declaraba que, durante la huelga general, la dirigencia estalinista del CGT (máxima central sindicalista francesa) “tenía la razón en no introducir demandas que no fueran las que exigían los trabajadores”. ¡Esto en medio de los trabajadores exigiendo con sus acciones un gobierno obrero y campesino!

Al separar arbitrariamente del Partido Comunista a los sindicatos dirigidos por los estalinistas mismos ?¿evidenciando esta movida el pensamiento más mecánico o un intento deliberado para encubrir a los estalinistas??, los pablistas declararon en su volante que, en cuanto al significado de la huelga y sus perspectivas se refiere, “este punto, según los sindicatos, era de segunda importancia. La crítica que se le debe hacer a este punto de vista no se refiere a la CGT, que es una organización sindicalista que ante todo debe actuar como tal, sino, en primer lugar y ante todo, a los partidos, cuyo papel debió haber sido mostrar el profundo significado político de este movimiento y su consecuencias”. (Volante: “A las organizaciones obreras y a los trabajadores de Renault”, 3 de Septiembre, 1953; firmado por Frank, Mestre y Privas).

Estas declaraciones muestran como se abandonó por completo todo lo que Trotsky nos enseñó acerca del papel y las responsabilidades de los sindicatos en la época de agonía mortal del capitalismo.

Luego el volante pablista “critica” al Partido Comunista francés porque “carece de una línea política”, por situarse simplemente “a nivel del movimiento sindicalista en vez de explicarle a los trabajadores que esta huelga era una importante etapa de la crisis de la sociedad francesa; el prólogo a una vasta lucha de clases en la que la cuestión del poder obrero se plantearía para salvar al país de las estafas del capitalismo y abrirle paso al socialismo”.

Si los trabajadores de Renault le hubieran creído a los pablistas, de lo único que fueron culpables los pérfidos burócratas estalinistas franceses fue de exhibir características sindicalistas, no que intencionalmente traicionaron la mayor huelga general en la historia de Francia.

Apenas se puede creer que Pablo aprobara la política de la dirigencia de la CGT, pero es un hecho ineludible que salta a la vista. En la mayor huelga general jamás vista en Francia, Pablo insípidamente caracteriza como “correcta” la versión francesa de la política burguesa de Gompers: mantener a los sindicatos fuera de la política. ¡Y esto en 1953!

Si es erróneo que la CGT plantee demandas políticas en línea con las necesidades objetivas, inclusive el establecimiento de un gobierno obrero y campesino, ¿por qué entonces el SWP le exige a los Gompers de hoy día, que dirigen el movimiento sindicalista de Estados Unidos, que organicen un Partido Laborista cuyo objetivo sería llevar a los obreros y campesinos al poder en los Estados Unidos?

La aprobación de Pablo, rutinaria y sin cuestionamientos, aparece todavía más extraña si recordamos que la dirigencia de la CGT sucede ser sumamente política. Al menor ademán del Kremlin, está dispuesta a embarcar a los trabajadores en la más descabellada aventura política. Recordemos, por ejemplo, su papel en los acontecimientos iniciados por las manifestaciones en contra de Ridway del año pasado. Estos dirigentes sindicalistas estalinistas no titubearon en llamar a huelgas para protestar el arresto de Duclos, uno de los líderes del Partido Comunista.

El hecho es que la dirigencia de la CGT reveló una vez más su gran carácter político en huelgas generales. Con toda la capacidad para la perfidia y la duplicidad que desarrollara durante años, intencionalmente intentó desviar a los trabajadores, sofocar su iniciativa e impedir que lograran sus demandas políticas. La traición de la dirigencia sindicalista estalinista fue un acto consciente. Y esta es la trayectoria de traiciones que Pablo llama “correcta”.

Pero ni siquiera esto completa la historia de los sucesos. Uno de los principales objetivos del volante pablista es lanzar acusaciones acérrimas contra los trotskistas franceses, quiénes se comportaron como verdaderos revolucionarios en la fábrica Renault durante la huelga. El volante nombra específicamente a dos camaradas que “fueron expulsados de la Cuarta Internacional y su sección francesa hace más de un año”. Declara que “este grupo ha sido expulsado por razones de indisciplina; y el camino que éste ha seguido, sobre todo durante el último movimiento huelguista, se opone a la que realmente el PCI (sección francesa de la Cuarta Internacional) defiende”. La alusión al “grupo” en realidad se refiere a la mayoría de la sección francesa de la Cuarta Internacional, que Pablo había expulsado arbitraria e injustamente. [6]

¿Ha el movimiento trotskista mundial alguna vez presenciado un escándalo semejante en que a militantes trotskistas oficialmente se les critica ferozmente ante los estalinistas y se ofrecen razones para justificar la abominable traición estalinista?

Hay que tomar en cuenta que la feroz crítica pablista de estos camaradas ante los estalinistas sigue los pasos de un veredicto emitido por un tribunal obrero que exonera a los trotskistas de la fábrica Renault de las calumnias que los estalinistas le lanzaron.

Los pablistas estadounidenses

En nuestra opinión, la prueba que ofrecen estos acontecimientos mundiales es suficiente para mostrar lo profunda que es la conciliación pablista con el estalinismo. Pero nos gustaría presentar para la inspección del movimiento trotskista internacional algunos hechos adicionales.

Durante más de un año y medio, el Socialist Workers Party ha estado luchando contra una tendencia revisionista encabezada por Cochran y Clark. La lucha contra esa tendencia ha sido una de las más severas en la historia de nuestro partido. En el fondo, se trataba de las mismas cuestiones fundamentales que nos dividieron del grupo de Schachtman y Burham y de Morrow y Goldman a principios y a finales de la Segunda Guerra Mundial. Es otro intento para revisar y abandonar nuestro programa básico: la perspectiva de la revolución en los Estados Unidos; el carácter y el papel del partido revolucionario y sus métodos de organización; y las perspectivas del movimiento trotskista mundial.

Durante el periodo de post-guerra, una poderosa burocracia se consolidó en el movimiento obrero de los Estados Unidos. Esta burocracia se apoya de una gran capa de obreros privilegiados y conservadores “ablandados” por las condiciones de prosperidad ocasionadas por la guerra. Esta nueva capa privilegiada fue reclutada, en gran medida, de las bases de aquellos sectores ex militantes de la clase obrera y de la misma generación que fundara la CIO.

La seguridad y estabilidad relativas de sus condiciones de vida han paralizado temporalmente la iniciativa y el espíritu de combate de aquellos trabajadores que antes estuvieron a la cabeza de todas las acciones militantes clasistas.

El cochranismo es la manifestación de las presión que ejerce esta nueva aristocracia obrera, con su ideología pequeñoburguesa, sobre la vanguardia proletaria. Los caprichos y propensiones de la capa de obreros pasivos y relativamente satisfechos actúan como poderoso mecanismo que transmite presiones ajenas a nuestro propio movimiento. La consigna de los cochranistas (“A la basura con el viejo trotskismo”) expresa ese sentimiento.

La tendencia cochranista considera que el poderoso potencial revolucionario de la clase obrera estadounidense es asunto de un lejano futuro. Acusan de “sectario” el análisis marxista que revela los procesos moleculares que forman los nuevos regimientos combatientes del proletariado estadounidense.

En la medida que existen tendencias progresistas en la clase obrera de los Estados Unidos, ellos sólo las ven en las bases o en las periferias del estalinismo y entre los políticos sindicalistas “sofisticados”. Al resto de la clase la consideran tan irremediablemente aletargada que sólo el impacto de la guerra atómica puede despertarla.

En pocas palabras, su postura revela que han perdido la confianza en toda perspectiva en cuanto a la revolución estadounidense se refiere y en el papel del partido revolucionario en general y del Socialist Workers Party en particular.

Las características del cochranismo

Como todas las secciones del movimiento internacional bien saben de sus duras y difíciles experiencias, existen presiones mucho mayores que la prosperidad creada por la guerra y la ola de reacción que se ha abalanzado sobre nosotros en los Estados Unidos. Pero el factor que sostiene a los cuadros bajo las circunstancias más difíciles es la convicción ardiente en lo correcto de la teoría de nuestro movimiento; que saben que ellos son los medios vivientes para llevar adelante la misión histórica de la clase obrera; que comprenden que en alguna medida u otra el destino de la humanidad depende de lo que ellos hagan; que firmemente creen que sean cual sean las circunstancias del momento, la línea principal de desarrollo histórico exige la creación de partidos leninistas de combate que resolverán la crisis de la humanidad a través de una revolución socialista victoriosa.

El cochranismo sustituye las perspectivas mundiales del trotskismo ortodoxo con el escepticismo, las improvisaciones teóricas y las especulaciones periodísticas. Esto es lo que ha hecho irreconciliable la lucha en el SWP, en el mismo sentido que la lucha contra la oposición pequeñoburguesa en 1939-40 fue irreconciliable.

Los cochranistas han mostrado las siguientes características en el transcurso de la lucha:

1. Una falta de respeto a las tradiciones y a la misión histórica del partido. Los cochranistas casi nunca pierden la oportunidad para denigrar, ridiculizar y predicar el desprecio a las tradiciones del trotskismo estadounidense durante sus 25 años.

2. Una tendencia a reemplazar la política principista marxista con combinaciones sin principios en contra del “régimen” del partido. La facción cochranista por ende consiste de un bloque de elementos contradictorios. Un grupo, centrado principalmente en Nueva York, favorece cierto tipo de táctica “de entrada” en el movimiento estalinista estadounidense.

Otro grupo, que consiste elementos sindicalistas tornados conservadores, se agrupa principalmente en Detroit y considera que hay poco provecho en virarse hacia los estalinistas. Basa su perspectiva revisionista en una sobrevaloración de la estabilidad y el poder duradero de la nueva burocracia laborista.

También se ven atraídos al cochranismo individuos que se han cansado, que ya no pueden ya soportar las presiones causadas por las presentes condiciones adversas y que buscan una justificación plausible para retirarse a la inactividad.

El cemento que une a este bloque sin principios es la hostilidad que tienen en común hacia el trotskismo ortodoxo.

3. Una tendencia a alejar al partido de lo que debe ser nuestro principal campo de lucha en Estados Unidos: los obreros en las industrias de fábrica en serie que todavía no se han despertado políticamente. Los cochranistas, en efecto, eliminaron el programa de lemas y demandas transicionales que el SWP ha usado para vincularse a estos obreros, y han sostenido que la mayoría, al continuar esta trayectoria, se adaptaba al retraso de los trabajadores.

4. Una fuerte creencia en que habría que descartar toda posibilidad de que la clase obrera estadounidense llegue a oponerse radicalmente al imperialismo estadounidense antes de la Tercera Guerra Mundial.

5. Una manera de teorizar burda y experimental acerca del estalinismo “izquierdista” que se reduce a una confianza extravagante en que los estalinistas “ya no pueden traicionar”; que el estalinismo posee un aspecto revolucionario que les facilita dirigir la revolución en los Estados Unidos durante cuyo proceso absorberían las “ideas” trotskistas y la revolución eventualmente “se corregiría a sí misma”.

6. Una adaptación al estalinismo ante los nuevos acontecimientos. Apoyan y defienden la conciliación con el estalinismo que aparece en la interpretación de Pablo acerca de la caída de Beria, así como también y las purgas que luego barrieron con la URSS. Repiten todos los argumentos pablistas que encubren el papel contrarrevolucionario del estalinismo en la gran sublevación de los obreros de Alemania Oriental y en la huelga general de Francia. Hasta han llegado a interpretar el giro del estalinismo estadounidense hacia el Partido Demócrata como una mera “oscilación derechista” dentro de una “vuelta hacia la izquierda”.

7. Un desprecio a las tradiciones leninistas en cuestiones de organización. Durante cierto tiempo intentaron poner en práctica un “gobierno doble” en el partido. Cuando una abrumadora mayoría del partido los rechazó en el Pleno de mayo de 1953, aceptaron por escrito obedecer el mandato de la mayoría y la línea política según la decisión del Pleno. Posteriormente rompieron con el acuerdo y reanudaron el sabotaje faccioso de las actividades del partido más febril e histéricamente que nunca.

El cochranismo, cuyas principales características hemos señalado más arriba, nunca fue más que una débil minoría en el partido. Nunca habría llegado a ser más de lo que fue —una expresión débil y enfermiza del pesimismo— si no hubiera sido por la ayuda y el estímulo que Pablo le brindó a espaldas de la dirigencia del partido.

El ánimo y apoyo secretos que Pablo les brindó fueron desenmascarados pronto después de nuestro Pleno de mayo, y desde ese entonces Pablo ha ido colaborando abiertamente con la facción revisionista de nuestro partido, inspirando su campaña para sabotear las finanzas del partido, trastornando las labores de éste y preparando la escisión.

La facción Pablo-Cochran finalmente concluyó esta trayectoria de deslealtad organizando un boicot contra la celebración del 25º aniversario del partido, que se realizó en Nueva York en conjunto con un mitin de despedida a la campaña para las elecciones municipales de la ciudad.

La acción traidora y rompehuelgas fue en efecto una manifestación organizada contra la lucha que el trotskismo estadounidense había llevado a cabo durante 25 años, y fue al mismo tiempo un acto que objetivamente ayudó a los estalinistas, quienes en 1928 habían expulsado al núcleo que inició el trotskismo estadounidense.

El boicot organizado en contra de este mitin fue, en efecto, una protesta contra la campaña del Socialist Workers Party en las elecciones municipales de Nueva York.

Todos los que participaron en esta acción traidora y anti partidista evidentemente consumaron la escisión que habían estado preparando durante mucho tiempo, y perdieron el derecho a ser militantes de nuestro partido.

El pleno del 25º aniversario del SWP formalmente hizo constar este hecho en sus actas, suspendió a los integrantes del Comité Nacional que organizaron el boicot, y declaró que todos los militantes de la facción Pablo-Cochran que participaron en esa acción traidora y rompehuelguista o que se negaron a repudiarla, de hecho se habían ubicado fuera de las bases del SWP.

Los métodos de la Comintern

La duplicidad de Pablo al presentarle una cara a la dirigencia del SWP mientras colaboraba secretamente con la tendencia revisionista de Cochran es un método totalmente ajeno a la tradición del trotskismo. Pero hay una tradición a la que sí pertenece: el estalinismo. Tales artimañas, de los cuales se vale el Kremlin, fueron decisivas en corromper la Comunista Internacional. Muchos tuvimos experiencias personales con todo esto durante el periodo entre 1923 y 1928.

La evidencia es ahora decisiva: esta forma de actuar no es una aberración aislada por parte de Pablo. Aparentemente sigue un patrón sistemático.

Por ejemplo, en una de las principales secciones europeas de la Cuarta Internacional, un destacado dirigente del partido recibió una orden de Pablo para que se condujera como persona “que defiende la línea y disciplina mayoritarias de la Cuarta Internacional, hasta que se celebre el Cuarto Congreso Mundial”. Además de este ultimátum, Pablo amenazó con represalias si no se obedecían sus órdenes.

La “mayoría” a la que Pablo se refiere es simplemente la modesta etiqueta con la que él se auto denomina y a la pequeña minoría hipnotizada por sus innovaciones revisionistas. La nueva línea de Pablo representa una violenta contradicción al programa básico del trotskismo. Recién comienza a debatirse en muchas partes del movimiento trotskista mundial. Puesto que ni una sola organización trotskista la ha apoyado, no constituye la línea oficial aprobada por la Cuarta Internacional.

Los primeros informes que hemos recibido muestran la indignación que ha provocado su intento arbitrario de imponerle a la organización mundial a la fuerza sus conceptos revisionistas, sin que haya debate o voto. Ya tenemos suficiente información para declarar que una mayoría aplastante de la Cuarta Internacional va a rechazar decididamente la línea de Pablo.

Que Pablo le exigiera autocráticamente a un dirigente de una de las secciones de la Cuarta Internacional que se abstuviera de criticar la línea política revisionista de Pablo ya es bastante dañino. Pero Pablo no se detuvo ahí. Mientras trataba de amordazar a ese dirigente e impedirle participar en un debate del cual la militancia podía aprender de su experiencia, conocimiento y perspicacia, Pablo procedió a intervenir organizativamente para concretar una facción revisionista minoritaria que entablara guerra contra la dirigencia de la sección.

Esta manera de proceder es típica de la asquerosa tradición de la Cominterm a medida que la influencia del estalinismo la llevaba a la degeneración. Si éste fuera el único problema, aún sería necesario luchar contra el pablismo hasta el final para salvar a la Cuarta Internacional de la corrupción interna.

Semejantes tácticas tienen un propósito evidente. Forman parte de la preparación para un golpe por parte de la minoría pablista. Valiéndose del control administrativo que Pablo ejerce, ésta espera imponerle a la Cuarta Internacional su línea revisionista y provocar escisiones y expulsiones donde quiera que se le resista.

El método organizacional estalinista empezó, como se ve ahora claramente, con el abuso bestial del control administrativo del cual Pablo se valió hace más de año y medio en su campaña perjudicial contra la mayoría de la sección francesa de la Cuarta Internacional.

Por orden del Secretariado Internacional, se le prohibió a la mayoría electa de la sección francesa ejercer sus derechos para conducir la labor política y propagandista del partido. Más bien, el Buró Político y la prensa fueron puestos bajo el control de una minoría a través de una “comisión paritaria”.

Incluso en aquel tiempo, nosotros nos encontramos en profundo desacuerdo con esta acción arbitraria por medio de la cual se usó a una minoría para derrocar arbitrariamente a una mayoría. Apenas no enteramos de eso, comunicamos nuestra protesta a Pablo. Sin embargo, tenemos que admitir que cometimos un error al no emprender una acción más vigorosa. Este error se debió a que no apreciábamos lo suficiente las verdaderas dificultades que estaban en juego. Pensábamos que las diferencias entre Pablo y la sección francesa eran tácticas, y esto nos llevó a apoyar a Pablo, a pesar de nuestra desconfianza en su manera de conducir el proceso organizacional, cuando, luego de meses de una revoltosa lucha fraccional, la mayoría fue expulsada.

Pero en el fondo, las diferencias eran de carácter programático. El hecho es que los camaradas franceses en la mayoría vieron lo que sucedía más claramente que nosotros. El 8vo Congreso de su partido declaró que “un grave peligro amenaza el futuro e incluso la existencia de la Cuarta Internacional…Conceptos revisionistas, producto de la cobardía y el impresionismo pequeñoburgués, han aparecido en la dirigencia. Las grandes flaquezas que todavía existen en la Cuarta Internacional, aislada de la existencia cotidiana de sus secciones, ha facilitado momentáneamente la iniciación de un sistema de administración personalista que se basa a sí mismo y a sus métodos antidemocráticos en el revisionismo del programa trotskista y el abandono del método marxista” (La Verité,18 de Setiembre, 1952).

Hay que analizar toda la situación francesa a raíz de los sucesos posteriores. El papel que la mayoría de la sección francesa jugó en la huelga general reciente mostró, de la manera más decisiva, que ésta sabía cómo defender los principios fundamentales del trotskismo ortodoxo. La sección francesa de la Cuarta Internacional fue injustamente expulsada. Los militantes de la mayoría francesa, agrupada en torno al periódico La Verité, son los verdaderos trotskistas de Francia, y el SWP los considera públicamente como tales.

Especialmente repugnante es la infame calumnia de Pablo en cuanto a la postura política de la sección china de la Cuarta Internacional. La facción pablista la ha pintado de “sectaria” y como “fugitiva de la revolución”.

Contrario a la impresión que la facción de Pablo ha creado deliberadamente, los trotskistas chinos actuaron como verdaderos representantes del proletariado chino. Así como Stalin escogió a toda una generación de bolcheviques leninistas en la URSS para ejecutarlos —de la misma manera en los Noskes y Scheidemanns señalaron a los Luxemburgs y Liebknechts de la Revolución de 1918 para ejecutarlos— el régimen de Mao los ha victimado. Pero la línea de Pablo de conciliación con el estalinismo lo llevará inexorablemente a tratar de darle un matiz color rosa al régimen maoísta y, a la misma vez, darle un matiz gris a la postura principista de nuestros camaradas chinos.

Lo que se debe hacer

En resumen: La brecha que separa al revisionismo pablista del trotskismo ortodoxo es tan profunda que no existe la menor posibilidad de un acuerdo político u organizacional. La facción de Pablo ha mostrado que no permitirá que se llegue a decisiones democráticas que verdaderamente reflejen la opinión de la mayoría. Exige que ésta se doblegue totalmente a su política criminal. Está decidida a eliminar de la Cuarta Internacional a todos los trotskistas ortodoxos; a amordazarlos y esposarles.

Han conspirado con inyectar su conciliación con el estalinismo gota a gota y, de la misma forma, deshacerse de aquellos que lleguen a reconocer lo que sucede y que plantean objeciones. Esa es la explicación de la extraña ambigüedad acerca de muchas de las formulaciones y evasiones diplomáticas de los pablistas.

Hasta ahora, la facción de Pablo ha tenido cierto éxito en sus maniobras maquiavélicas y carentes de principios. Pero se ha llegado al punto de cambio cualitativo. Las cuestiones políticas se han impuesto a las maniobras y la lucha ahora se ha convertido en un enfrentamiento final.

Si se nos permite darle un consejo a las secciones de la Cuarta Internacional desde la posición que hemos sido forzados a adoptar fuera de las bases, consideramos que ha llegado el momento de actuar resueltamente. Ha llegado el momento para la mayoría ortodoxa de la Cuarta Internacional reafirmar su voluntad contra la usurpación de autoridad por parte de Pablo.

Además, deberían proteger la administración de los asuntos de la Cuarta Internacional destituyendo a Pablo y a sus agentes de sus cargos y reemplazándolos con cuadros que han probado con sus acciones que saben como defender el trotskismo ortodoxo y mantener al movimiento en una trayectoria política y organizacional correcta.

Saludos trotskistas fraternales,

Comité Nacional del SWP.