Respuesta a David James
Respuesta a David James
por Ted Grant
Primavera de 1949
[Copiado de OBRAS COMPLETAS DE TED GRANT · VOLUMEN I. ]
El texto del compañero David James (Algunas notas sobre la cuestión del estalinismo, febrero 1949), tendrá utilidad si nos ayuda a afrontar de lleno la nueva situación en las zonas controladas por el estalinismo y a reorientar las perspectivas. Sin embargo, hay ciertos peligros inherentes a este documento que, si no se contrarrestan, podrían llevar a la capitulación ante el neoestalinismo. Su debilidad básica reside en que David abstrae y contrapone mecánicamente el Estado como un reflejo directo de una clase y considera que todos los conflictos que surgen en la sociedad son un reflejo inmediato y directo de clases antagónicas, lo que le lleva a la conclusión errónea de que las luchas dentro de la burocracia estalinista deben reflejar, necesaria y directamente, intereses antagónicos de clase.
El método marxista se basa en un análisis de clase de la sociedad pero no termina ahí. Es necesario a partir de este punto considerar todas las corrientes e interacciones que se dan en la definición de una clase concreta. Al tratar de Yugoslavia y de China, es necesario en primer lugar tener claro lo esencial: sin la existencia de Rusia como un Estado obrero deformado, y sin el debilitamiento del imperialismo mundial como resultado de la guerra, Europa del Este habría adoptado un modelo totalmente diferente. Estos acontecimientos sólo pueden explicarse sobre la base de la supervivencia de Rusia con sus formas de propiedad nacionalizada y de la supervivencia del estalinismo al mando de una Rusia enormemente fortalecida como resultado de la guerra. Esto es lo que llevó a la extensión de la revolución de un modo estalinista y deformado a otros países.
James ataca la debilidad fundamental de la postura del Secretariado Internacional de la Cuarta Internacional (SI) al señalar su fracaso a la hora de hacer un análisis de clase de los Estados de Europa del Este. Para poder analizar la naturaleza de un partido, un movimiento, un Estado o un grupo social, se debe partir de su base de clase, que al mismo tiempo se apoya en determinadas relaciones de propiedad, aun cuando puedan existir contradicciones entre ese mismo partido o Estado y la clase a la que pretenden representar.
Sobre la naturaleza de clase de los Estados de Europa del Este, estamos de acuerdo con el compañero James. Pero precisamente aquí está la cuestión: una vez se ha definido la naturaleza de clase de un Estado, hay que tener en cuenta toda una serie de factores intermedios y superestructurales a la hora de determinar nuestra política hacia ese partido o Estado determinado. Un escueto análisis de clase no sirve de guía. Pueden existir, por ejemplo, diferentes variedades de Estados burgueses —fascista, democrático burgués, dictadura bonapartista, etc.—, y las diferencias entre ellos son de gran importancia para determinar nuestra actitud. La actitud de los revolucionarios hacia el Estado obrero bajo la dirección de Lenin, difería profundamente de su actitud hacia el Estado obrero bajo la dirección de Stalin.
El compañero James escribe:
“El Partido Comunista Revolucionario (RCP) estaba en posición de atacar las inconsistencias del SI [Secretariado Internacional de la Cuarta Internacional] y así lo hizo. Habíamos llegado a la conclusión de que los regímenes en la URSS y los Estados satélites eran básicamente idénticos, considerábamos este enfrentamiento [Tito-Stalin] como una crisis dentro del propio estalinismo y no entre Estados de diferente carácter social. Señalábamos que en la práctica el SI se había visto obligado a reconocer esto, aunque no lo admitió. Ahí, sin embargo, nos detuvimos. Después de haber expuesto las inconsistencias del SI —una tarea nada difícil— no conseguimos hacer una caracterización de clase del movimiento de Tito. Decimos que es un enfrentamiento entre dos burocracias estalinistas o dos sectores de la burocracia. Pero cuando Trotsky hablaba de la posibilidad de tal acontecimiento, fue cuidadoso al describir las líneas de clase en las que se rompería: hablaba de la ‘fracción de Butenko’1 (fascista burguesa) y la ‘fracción de Reiss’ (internacionalista proletaria). Esta era una conclusión necesaria desde su posición de que la burocracia no es una clase sino una casta, cuya evolución está determinada por la lucha de influencias de las dos clases decisivas de la sociedad. Nosotros nos movemos en el mismo terreno y debemos preguntar: ¿Tito representa una tendencia capitalista u obrera? Al no conseguir hacer esta pregunta nosotros mismos abandonamos el criterio de clase, renunciamos al método marxista y por lo tanto aseguramos que no comprenderemos los acontecimientos”.
El error que comete aquí el compañero James es asumir que una vez se ha decidido la base de clase, los problemas son sencillos y que todas las tendencias que se manifiestan deben ser un reflejo directo de los intereses de clases opuestas. Pero basta con que se pregunte a sí mismo: ¿a qué clase representa Stalin en la lucha contra Tito? ¿Y a qué clase representa Tito cuando ya ha aceptado por definición que la base de clase de los regímenes es “básicamente idéntica”? ¿Existe una lucha entre la clase obrera yugoslava y la clase obrera rusa? Obviamente aquí hay algo que está equivocado.
En primer lugar queremos ocuparnos de la referencia de James a Trotsky con respecto a esto. Es cierto que Trotsky mantenía que los diferentes sectores de la burocracia tenderían a reflejar intereses de clase: una fracción estaría con el proletariado y la otra con la burguesía. Butenko se pasó al lado de los fascistas en Italia. Él no representaba ningún grupo social dentro de Rusia, sino que era simplemente un caso aislado sin raíces. Reiss representaba al ala proletaria y por eso se veía a sí mismo dentro de la Cuarta Internacional. Trotsky visualizó el desarrollo de fuertes corrientes procapitalistas, así como de fuertes corrientes proletarias en un momento de crisis, y que provocarían una división en la burocracia debido a la presión de fuerzas de clase. La diferenciación que esperaba, particularmente durante la guerra, no tuvo lugar pero Trotsky dio argumentos que iban mucho más allá de explicar qué fuerzas están representadas en la lucha dentro de la burocracia o, como en la discusión actual, entre dos burocracias obreras diferentes. En este punto nos referiremos a Ucrania.
El Viejo señalaba que en la Ucrania posterior a la purga de los trotskistas y bujarinistas, nueve de cada diez funcionarios estalinistas al frente de los departamentos del gobierno en la república nacional eran encarcelados, exiliados y ejecutados. ¿Representaban una clase diferente a la de Stalin? ¡Por supuesto que no! Ellos reflejaban la presión y el descontento de las masas ucranianas contra la opresión nacional de la burocracia Gran Rusa. La burocracia oprimía a las masas ucranianas no sólo por ser trabajadores y campesinos, sino también por ser ucranianos. De ahí la lucha por la liberación nacional en Ucrania. Pero este hecho no se limitaba a Ucrania: la burocracia rusa oprimió a todas las repúblicas nacionales de Rusia. El ambiente generalizado de odio contra las tendencias centralizadoras burocráticas del chovinismo Gran Ruso centrado en Moscú afectaba, de uno u otro modo, a los funcionarios de estas repúblicas. Según escribió el coronel Tokaev en The Sunday Express, durante la guerra hubo insurrecciones nacionales en Crimea, el Cáucaso y en algunas otras repúblicas nacionales. Después de la guerra, la burocracia gran rusa castigó esta ‘deslealtad’ desterrando a poblaciones enteras de algunas de las repúblicas nacionales de Crimea y de otras zonas, disolviendo repúblicas, incluso violando la constitución de Stalin, como una advertencia contra la desafección en otras repúblicas y nacionalidades.
Ésta es la analogía con Yugoslavia. En la purga en Ucrania, Trotsky demostró que éste no era un caso de diferentes clases en liza, sino de diferentes naciones oprimidas por la burocracia. Los estalinistas ucranianos no representaban ni a la fracción de Butenko, ni a la fracción de Reiss. Lo que querían era más autonomía y control para los ucranianos (es decir, para ellos mismos) sobre los destinos de su república nacional. El hecho de que una lucha nacional de este carácter tenga lugar después de una revolución proletaria indica simplemente lo mucho que ha retrocedido la revolución bajo el dominio estalinista. Permítannos añadir aquí que Lenin, con su clarividente política nacional, avanzó sorprendentemente la posibilidad de enfrentamientos entre diferentes nacionalidades incluso después de la abolición del capitalismo. Las culturas y las aspiraciones nacionales permanecerán mucho tiempo después de que haya tenido lugar la revolución proletaria, incluso a escala mundial, y constituirán un importante problema en la transición al socialismo.
Se puede decir que en Yugoslavia y en Europa del Este Stalin ha intentado llevar a cabo la misma política burocrática que en las repúblicas rusas. La única diferencia es que en Yugoslavia la burocracia rusa no tiene un control firme sobre la maquinaria estatal como tenía en los otros Estados satélites. Esto se debía, por supuesto, al hecho de que mientras que en los otros países la entrada del Ejército Rojo fue la que aplastó al Estado burgués y precipitó el movimiento de las masas, en Yugoslavia Tito tenía una base de masas y construyó una maquinaria que él controlaba, incluso bajo el dominio alemán. El Ejército Rojo ayudó en la liberación de Belgrado pero sin duda Tito tenía una base mucho más popular entre las masas que otros líderes en el resto de Estados satélites. A los ojos de los yugoslavos, su liberación del imperialismo alemán se consiguió bajo la dirección de Tito y del PC yugoslavo. De este modo, el intento de Stalin de subordinar totalmente Yugoslavia a la burocracia de Moscú se encontró con la resistencia de los burócratas locales, que confiaban en que tendrían el apoyo de las masas. A diferencia de esto, los regímenes de los otros Estados satélites sentían la necesidad de apoyarse en la burocracia de Moscú por temor a las dificultades internas en caso de conflicto.
Stalin tuvo dificultades para aplicar en Yugoslavia una solución ucraniana, e incluso una solución pseudo independiente como en Polonia, donde circula un chiste sobre Cyrankiewicz que dice que telefonea al Kremlin para saber si puede tomarse la noche libre para ir al cine. Los intentos de Stalin de intervenir en Yugoslavia acabaron por primera vez con el arresto de sus títeres y no viceversa. Fue como si los estalinistas ucranianos hubieran obtenido sus propias fuerzas del Estado y respaldo de las masas, separados y lo suficientemente poderosos como para oponerse a la MVD rusa. Sobre esa base, podrían haber resistido las exigencias de una subordinación completa a la burocracia de Moscú.
Esto explica por qué Trotsky consideró la cuestión nacional lo suficientemente importante como para plantear la reivindicación de una Ucrania soviética socialista independiente. A primera vista, esta idea parecería entrar en conflicto con la estrategia de la unificación de toda Europa en unos Estados Unidos Socialistas. Desde un punto de vista puramente pedante parecería que el enemigo de las masas ucranianas y Gran Rusas es el mismo y que la tarea es tan simple como unificar su lucha por el control en un Estado unificado. Pero sólo con encontrar las bases de clase no se obtiene la respuesta. La base de clase de los burócratas ucranianos no es diferente de la de los burócratas rusos. Pero entran en conflicto ente sí y el sector triunfante ejecuta salvajemente al otro.
Del mismo modo, está claro que el simple hecho de que Tito salga, por ahora, victorioso no le convierte en un trotskista más inconsciente que a los burócratas ucranianos.
El gobierno del proletariado se expresa indirectamente a través de la dictadura de la burocracia estalinista. Para que la Unión Soviética regrese a unas bases sanas, es necesaria una nueva revolución, una revolución política. Las bases económicas seguirán siendo las mismas aunque, por supuesto, las consecuencias sociales provocarán cambios profundos en todo el plan, la división de los ingresos, de la cultura, etc. Como en el caso de Francia, donde un régimen de autocracia burguesa requería una revolución antes de que pudiera convertirse en una democracia burguesa, en Rusia, será necesaria una revolución para transformar el régimen totalitario burocrático en un régimen verdaderamente democrático. La revolución política en Francia provocó cambios profundos en sus consecuencias sociales —una división diferente de los ingresos, un desarrollo más libre de las fuerzas productivas, de la cultura, etc.—. Pero la estructura fundamental del sistema seguía siendo la misma. Igual en Rusia, las bases de clase permanecerán pero la superestructura cambiará. En esto estamos de acuerdo con James, ¿pero en el caso de Yugoslavia?
Lo que fue un proceso inconsciente en las primeras etapas de la degeneración estalinista de Rusia, es un proceso semiconsciente o incluso consciente en Yugoslavia. El régimen de Tito es muy similar al régimen de Stalin durante el período de 1923-28. Después de la experiencia de Rusia, está claro que donde no exista democracia, donde no se tolere la oposición, donde exista un régimen totalitario, los acontecimientos seguirán el mismo patrón que en Rusia. No es precisamente una cuestión de la psicología de Tito o de Stalin, sino de los intereses despiadados de las diferentes tendencias que existen dentro de la sociedad.
El Estado, como una formación superestructural especial que se sitúa por encima de la sociedad, tiende por necesidad a formar un grupo con hábitos de pensamiento, utilizado para dirigir, con privilegios en la educación y la cultura. La tendencia es cristalizar una casta con una visión propia, diferente de la clase a la que representa. Esto se acentúa allí donde el Estado se hace cargo de los medios de producción porque el único estrato dirigente de la sociedad es la burocracia. Por algo Marx y Lenin insistieron en la necesidad de las masas de retener el control del Estado o semiestado, porque sin este control se introducen nuevas tendencias y corrientes con su propio desarrollo independiente.
El que alguien asumiera teóricamente (apartando de momento a los regímenes de Stalin de las relaciones mundiales y de las contradicciones sociales internas) que esta casta podría mantenerse indefinidamente (la estimación modesta de un dirigente estalinista siberiano era de mil años), no llevaría a una reducción de las contradicciones sociales o a la indolora disolución del Estado en la sociedad. Todas las leyes de la evolución social, del desarrollo de las clases y las castas en la sociedad, hablan en contra de esta idea. Lejos del desarrollo en dirección al comunismo, tal sociedad, si dependiera de la voluntad de la burocracia, se convertiría inevitablemente en un Estado esclavo con una jerarquía de castas, tal y como la visualizaba Jack London en su retrato de la oligarquía en El talón de hierro.
El socialismo no surge automáticamente del desarrollo de las propias fuerzas productivas. Si fuera simplemente una cuestión del cambio automático en la sociedad una vez desarrolladas las fuerzas productivas, la revolución no habría sido necesaria en los cambios de una sociedad a otra. Como se ha explicado muchas veces, la nacionalización de las fuerzas productivas por sí sola no elimina todas las contradicciones sociales, de otro modo existiría el socialismo en Rusia. Una vez que la burocracia tiene intereses propios nunca renunciará voluntariamente a su posición privilegiada. Un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas simplemente creará nuevas necesidades y abrirá nuevos horizontes a la burocracia para disponer de la plusvalía. Esto ya se ha visto en el desarrollo de la burocracia como una casta cada vez más rapaz y parasitária, en lugar de menos, con los avances registrados en la economía rusa durante el último período. Aquí no estamos tratando las inevitables rebeliones por parte de las masas, ni las contradicciones engendradas por la mala gestión burocrática que generan explosiones, etc. Todo este problema requiere una mayor elaboración.
La degeneración de Rusia no fue accidental. Donde el proletariado tiene el control, su posición en la sociedad determina su conciencia y determina la evolución de esa sociedad en dirección a la liquidación del Estado y el establecimiento del comunismo; donde la burocracia tiene el control, su posición en la sociedad determina su conciencia y determina la evolución de esa sociedad, no hacia su liquidación voluntaria y hacia el comunismo, sino hacia su propio reforzamiento. Las condiciones determinan la conciencia. Los métodos, la organización, la perspectiva y la ideología de Tito y Mao son los mismos que los de los estalinistas rusos: no hay centralismo democrático, sino todo lo contrario, se basan en la burocracia totalitaria. La crítica de la Kominform del “terror turco” en el PC yugoslavo está bien fundada. Todo lo que Tito pudo responder a la acusación de que la discusión para el congreso del partido fue una farsa, de que nadie se atrevía a oponerse a la resolución del Comité Central, o ni siquiera a votar en contra por temor a un arresto inmediato, de que existía una dictadura en el partido y en el país, fue comparar la crítica de la Kominform con la que hizo la Oposición de Izquierdas en el Congreso del PCUS de 1927.
La descripción de la situación fue casi literal, excepto que en Rusia en 1927 había más democracia de la que hay actualmente en Yugoslavia. Al menos antes de su expulsión la Oposición pudo exponer su postura ante el Congreso, además Stalin no había perfeccionado y desarrollado completamente toda su técnica totalitaria de represión. Aún existía la fracción de Bujarin, etc, en el partido. Stalin todavía no tenía ni idea de qué camino iba a tomar. Tito ha asumido el mando de la organización, la ideología y la técnica de dominio bonapartista.
La única diferencia entre los regímenes de Stalin y Tito es que éste último aún está en sus primeras etapas. Existe una semejanza extraordinaria entre el primer arrebato de entusiasmo en Rusia, donde la burocracia introdujo el primer Plan Quinquenal, y el que existe hoy en día en Yugoslavia.
Mientras que Stalin sólo puede gobernar a través de un terror cada vez más desenfrenado, Tito, por ahora, probablemente mantiene el apoyo de la gran mayoría de la población de Yugoslavia. Pero esta no es una diferencia fundamental, es una cuestión de tiempo y de experiencia de las masas.
Si en la actualidad la diferencia entre el nivel de vida de la burocracia y el de las masas de Yugoslavia (igual que en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, etc., no lo olvidemos) es incomparablemente más pequeña que en Rusia hoy, es porque después de los levantamientos en los que han participado las masas sería imposible introducir inmediatamente grandes desigualdades.
Como diría la burocracia, “el socialismo todavía no se ha conseguido”, es decir, su dominio completo e ilimitado todavía no ha cristalizado; su modo de existencia aún no ha alcanzado una posición lo suficientemente estable; y además, sobre la base de una economía atrasada (excepto en Checoslovaquia), las fuerzas productivas no son todavía suficientes para servir a las necesidades de una economía en expansión, junto con un lujo exagerado del estrato al mando. Esto requirió en Rusia un desarrollo tremendo de la economía antes de que se establecieran las bases para una diferenciación que ha aumentado de manera continúa con el desarrollo de la propia economía.
Así, se puede predecir que en Yugoslavia, a través de la industrialización del país superando el penoso nivel que actualmente tienen las fuerzas productivas, la diferenciación entre la burocracia y las masas se desarrollará en líneas similares. Si Tito o cualquier otro individuo intentara detener este proceso, en estas condiciones, sería eliminado de una u otra forma, igual que lo fueron los viejos bolcheviques en Rusia. Su destino no fue accidental. La casta burocrática necesitaba gente que no se basara en el proletariado, sino en un nuevo estrato. Las “teorías” de Tito son la esencia de la camarilla bonapartista del Kremlin, quien le educó y entrenó. Incluso con su uniforme de mariscal, refleja servilmente la ideología y los métodos de sus tutores. El gobierno personal, todo el método de la burocracia yugoslava, posiblemente con más exactaitud que el resto de Estados europeos, refleja la misma adulación bizantina y el mismo método del Kremlin. A diferencia de Stalin en 1927, Tito tiene un modelo establecido, por lo que es más probable que la diferenciación y los excesos que necesariamente siguen a un Estado dictatorial autocrático se produzcan con mucha más rapidez.
Entre Tito y Stalin no existen en principio diferencias. De hecho, quizá uno de los episodios más divertidos de esta lucha sea el espectáculo de Tito levantando la bandera del “socialismo en un solo país” y los estalinistas levantando la bandera del “internacionalismo”. No hay nada en la perspectiva de Tito que demuestre que sólo la victoria del proletariado en los países desarrollados pueda resolver los problemas de las masas rusas y yugoslavas mediante la división internacional del trabajo y la interrelación de las economías; nada que demuestre que Tito intenta establecer la democracia y el control obrero. De hecho, no deja de alabar lo que Stalin está haciendo en Rusia. Todas sus acciones y declaraciones (y pedimos a James que recuerde esto) reflejan los intereses de una burocracia bonapartista. Su “amor por los uniformes espléndidos” no es sólo un “inconveniente”, es sintomático de su régimen. Él refleja mucho más que Stalin en 1927 el dominio personal, la dictadura de la burocracia en un solo individuo.
Los acontecimientos en Yugoslavia resumen de manera asombrosa las fases por las que ha pasado la burocracia estalinista, incluso hasta el punto del oportunismo con relación a los campesinos, seguido de medidas aterradoras contra los kulaks y los pequeños propietarios en las ciudades. Ya se han celebrado los primeros juicios “sabotaje”, en los que Tito carga la responsabilidad de las deficiencias del plan sobre los hombros de sus oponentes. Del mismo modo tenemos el modelo de los juicios “confesión” rusos a una escala menor. Las conocidas líneas de la policía estatal estalinista son evidentes. Las diferencias son superficiales pero los rasgos fundamentales son los mismos.
La “inclinación” de Tito hacia el asesinato de trotskistas no es sólo una consecuencia dolorosa. ¿Por qué asesina trotskistas? ¿Por qué llevan el odiado nombre de León Trotsky? Obviamente porque representan al proletariado; porque luchan por la democracia obrera, por unas verdaderas elecciones, por el internacionalismo, por todos los principios básicos del programa del comunismo internacional frente al absolutismo burocrático. Aquí no se trata de haber asesinado a sus oponentes y después adoptar el programa de aquellos a los que se ha martirizado. Trotsky ya respondió a aquella capa de viejos bolcheviques que defendían esta posición cuando capitularon después de que Stalin introdujera el Plan Quinquenal (originalmente propuesto por la Oposición de Izquierdas) e iniciara un movimiento contra los kulaks y los elementos capitalistas. La Oposición de Izquierdas demostró cómo Stalin aniquiló a la oposición y después tomó prestado su programa, que puso en práctica de una forma distorsionada. Y no por ello concluyeron que Stalin era un leninista inconsciente. Ellos advirtieron de que no era sólo cuestión de lo que se había hecho, sino de quién lo estaba haciendo, cómo se había hecho, en qué interés de quién y por qué razones. ¡Ésa era la cuestión decisiva!
Los acontecimientos demostraron que no fueron los que capitularon ante Stalin, sino Trotsky, quien estaba en lo cierto cuando dijo que el estalinismo, a pesar de la introducción de los planes quinquenales, no podría llevar a Rusia hacia el socialismo. Kámenev, Zinóviev, Rakovski, Bujarin y otros capitularon en vano. Al final pagaron con sus vidas porque no podían reconciliarse con la camarilla bonapartista.
El giro de Stalin en 1927 y su ataque a la burguesía de la ciudad y del campo, aunque recibió el apoyo entusiasta del proletariado, estaba dictado por los intereses de auto conservación de la burocracia. Como explicaba Trotsky, la burocracia rusa quería el control del Estado para sí misma y no quería compartirlo con la burguesía, ni ver limitada por la burguesía su posición en la disposición de la plusvalía producida por el proletariado. Pero su ataque a la burguesía no llevó a una democracia más libre y amplia para el proletariado; ni a la reducción de la diferencias entre los burócratas y el proletariado. Por último, no evitó la introducción de la esclavitud en Rusia.
De la misma forma, Tito sin duda tiene el apoyo de las masas yugoslavas en su lucha contra la burocracia rusa. En la lucha por la consecución del Plan Quinquenal, el ala bolchevique dio un apoyo crítico a la burocracia contra la burguesía. Del mismo modo, la Cuarta Internacional debe apoyar críticamente a la burocracia yugoslava porque su lucha representa un paso adelante progresista, porque ayuda a debilitar a la burocracia rusa y, sobre todo, porque apoyamos el principio del derecho de autodeterminación. De la misma manera, habríamos apoyado la lucha de los estalinistas ucranianos contra la burocracia rusa y una vez que hubieran conseguido el derecho de autodeterminación, recomendaríamos a la Ucrania independiente que se uniera en una federación con Rusia.
Sin embargo, ni podemos ni debemos capitular ante estos acontecimientos, ni tener ilusión alguna en los motivos, los objetivos y los métodos de la burocracia yugoslava. Del mismo modo que la lucha contra la burguesía no convirtió a Stalin en un trotskista, consciente o inconsciente, Tito tampoco es un trotskista inconsciente porque haya roto con el Kremlin y utilice argumentos correctos sobre la cuestión nacional y el derecho de autodeterminación.
Para él este período no es una etapa hacia el socialismo: es una etapa hacia la consolidación de su gobierno. Su objetivo es el “socialismo” siguiendo el modelo de Rusia. Mientras que la burocracia juega un papel relativamente progresista al desarrollar las fuerzas productivas sobre la base de la propiedad nacionalizada, preparan la base material para el futuro. Al mismo tiempo, las contradicciones sociales aumentarán. La burocracia dejará de jugar un papel relativamente progresista en las condiciones actuales, para jugar un papel totalmente reaccionario. Las fuerzas opresoras del Estado, lejos de marchitarse, se reforzarán. Las tareas del proletariado yugoslavo son similares a las del proletariado ruso, búlgaro y checo.
¿MATERIAL PARA LA CUARTA INTERNACIONAL?
Del hecho de que la revolución —y sin duda es una revolución lo que está teniendo lugar en China— salte por encima de las “necesidades más internas del país” y no sea simplemente una creación de Moscú, el compañero James saca la conclusión de que Mao, por lo tanto, debe ser un trotskista inconsciente.
“Las tendencias entonces son las siguientes. El SI tiene una postura pro Tito y neoestalinista. La postura del RCP es mucho más difusa pero al menos podemos decir que sitúa a Stalin y a Tito en el mismo lugar y considera el derrocamiento de ambos esencial para el avance socialista. Veamos cómo superan la prueba de un nuevo acontecimiento: la victoria del estalinismo en China.
“La actitud neoestalinista la superará. Como señalé antes, parece que la revolución yugoslava no ha sido impuesta por Moscú, sino que parece haber surgido de las necesidades más recónditas del país, pero en el caso de China no hay ninguna duda. Claramente, la revolución es ante todo un asunto natural, consecuentemente Mao, al igual que Tito, es un verdadero revolucionario, un ‘trotskista inconsciente’, apto para ser reclutado para la Cuarta Internacional. (Sin duda el SI está preparando una carta en estas líneas.) Por otro lado, si el SI insiste en considerar que el régimen estalinista chino, igual que Yugoslavia, está degenerado, nos enfrentamos de nuevo a la pregunta: ‘¿cuál es el origen de esta pronta degeneración?’
“La postura del RCP, por otro lado, colapsa de manera definitiva. Ni haciendo un gran esfuerzo de imaginación se puede concebir la China roja como una creación rusa. Si consideramos que Mao, lo mismo que Tito, es tan malo como Stalin, debemos reconocer que las características que nos hacen adoptar esta actitud son inherentes a la revolución. Es decir, no es un Estado obrero degenerado, sino un Estado de clase burocrático, esto es, llegamos a la postura de Schachtman”.
Es una perogrullada para el movimiento marxista, que David James sin duda aceptará, que no se debe tomar un fenómeno de forma aislada, sino en el contexto de su origen, las leyes del movimiento y la perspectiva. Pero una cosa es aceptar esto en palabras y otra aplicarlo. En realidad James dice que en China se está produciendo una revolución, por lo tanto, es igual que la Revolución de Octubre. Mao está dirigiendo esta revolución, por tanto, Mao es un leninista o un trotskista chino. Los estalinistas chinos están dirigiendo la revolución, por tanto, ¿para qué necesitamos la Cuarta Internacional?
El desarrollo de la degeneración estalinista en Rusia se puede explicar por los acontecimientos mundiales anteriores, por el fracaso de la revolución en Occidente, etc. Del mismo modo, los acontecimientos en China sólo pueden explicarse por la existencia de un Estado obrero fuerte en Rusia pero degenerado; por la debilidad del imperialismo mundial, al que le resultó imposible intervenir en China de una manera efectiva, como sí hizo en 1925-27; por la decadencia interna de la sociedad china y por la historia y los acontecimientos del movimiento estalinista chino.
Que una revolución que lleva a la nacionalización de la propiedad y al reparto de la tierra comience entre el campesinado y no entre la clase obrera es un hecho sin precedentes en la historia del marxismo. ¿Cómo se explica esto?
Paradójicamente, este movimiento campesino es una ramificación de la derrota de la revolución de 1925-27. Con la derrota del proletariado, los estalinistas chinos transfirieron su base del proletariado al campesinado. Se alejaron de las ciudades y encabezaron una guerra campesina. Toda su base social, la psicología de su dirección, que llevaba en las montañas y en las zonas rurales más de veinte años, se alejó de la clase obrera y de su perspectiva. La psicología de este grupo estaba necesariamente determinada por sus condiciones de vida. El núcleo original que formaba la dirección y la composición de este movimiento, estaba compuesto por una pequeña proporción de militantes ex obreros, bandidos, ex campesinos, aventureros e intelectuales. En ese sentido, era un agrupamiento bonapartista clásico. Y después se fusionó en un ejército.
Incluso en el amanecer de la guerra campesina, en un momento en que los estalinistas seguían un rumbo ultraizquierdista y los vínculos con las ciudades todavía no se habían roto completamente, la inevitable psicología de un ejército bonapartista se estaba extendiendo por todo el ambiente. La Komintern y la dirección china, que por entonces aún no estaba totalmente degenerada veían este proceso, incluso sus filas inferiores, con un cierto recelo.Por esa época, por ejemplo, se formaron “sindicatos” en los llamados distritos “soviéticos”. Isaacs, en su libro La Tragedia de la Revolución China escribió lo siguiente:
“Pero el carácter de estos sindicatos, cualquiera que sea su número, era tan dudoso que incluso el centro sindical del partido en Shangai tenía queja. En su informe de 1931 hablaba de la presencia de ‘comerciantes y campesinos ricos’ en los sindicatos. Al año siguiente, dirigió una dura carta a los funcionarios del sindicato en Kiangsi en la que les acusaban de admitir a ‘campesinos, sacerdotes, comerciantes, capataces, campesinos ricos y terratenientes’, mientras ‘por otro lado, sectores considerables de trabajadores agrícolas, culíes [nombre que se da en los países asiáticos a los sirvientes indígenas], empleados y artesanos eran excluidos de la militancia con distintos pretextos’. Los compañeros del partido encargados de este trabajo eran acusados de ser ‘desdeñosos e insolentes con los trabajadores’. La carta describía a los sindicatos como ‘antiproletarios, que representan los intereses de los terratenientes, campesinos ricos y empresarios”.
El compañero James pasa por alto la relación de las clases, grupos y castas en la sociedad. Es un hecho indudable, por ejemplo, que en 1923 Trotsky, que era popular en todo el Ejército Rojo y entre las masas, podía haber organizado un golpe con el ejército, arrestado a Stalin y a los demás y tomado el control de la maquinaria estatal. Eastman, que nunca comprendió el proceso, castigó lastimeramente a Trotsky por ser tan inocentón. ¿Por qué no lo hizo? La razón era que el ejército, después de llegar al poder, habría ejercido un peso específico propio en la sociedad. Su casta de oficiales podría haberse imbuido de la idea de que ellos eran los amos. No habría evitado la degeneración bonapartista, simplemente habría tomado una forma diferente. Si Trotsky hubiera intentado resistir el proceso de degeneración, o habría sido prisionero de la casta de oficiales, o habría sido destituido. Trotsky intentó basarse en la conciencia y en el control del proletariado como la única fuerza que podría llevar a una sociedad sin clases. Sabía que de otro modo los trabajadores habrían sido espectadores y el ejército el factor decisivo, lo cual habría tenido consecuencias fatales para el desarrollo de la revolución.
Por eso toda la cuestión planteada por el compañero James sobre si la degeneración es inherente desde el principio a la revolución no viene al caso. Es una cuestión precisamente de la psicología, de la conciencia del movimiento del proletariado que se necesita para la revolución socialista. ¿Debemos considerar que David no ve la necesidad de la participación consciente del proletariado para crear un Estado obrero sano?
La revolución china comienza con una deformación bonapartista, no porque sea inherente a las necesidades de la revolución, sino todo lo contrario: por las circunstancias sociales específicas nacionales e internacionales que hemos tratado aquí.
La historia de China está recorrida por numerosas guerras campesinas, y lo que normalmente habría ocurrido es que la dirección, al entrar en las ciudades, se fusionaría con la burguesía, dando lugar a un desarrollo capitalista clásico. Como dice el marxismo, el movimiento campesino debe encontrar una dirección en las ciudades, bien en la burguesía o en el proletariado. Cuando es en la burguesía, tenemos por supuesto un proceso capitalista; cuando es el proletariado el que toma la dirección, tenemos la revolución socialista. En China nos encontramos con una variante peculiar de este último caso, en la que el movimiento campesino tiene una dirección centralizada en forma de partido estalinista, que tiene sus raíces en Moscú. Basándose en el campesinado, entra en las ciudades no con el objetivo y la perspectiva de un genuino partido comunista, sino con el objetivo de establecer su podermaniobrando entre las clases. Y lo hace transfiriendo su base social al proletariado, no como el representante directo del proletariado, como haría un Partido Bolchevique, sino de una manera bonapartista.
En el pasado, el bonapartismo siempre ha representado una tendencia que, aunque vinculada a la burguesía, se eleva por encima de las clases, maniobraba entre la burguesía, la pequeña burguesía y el proletariado, algunas veces basándose en este último e incluso golpeando a la clase dominante. Es bien conocido que en Rusia, en los primeros días del dominio de la burocracia como camarilla bonapartista, basándose en la economía de un Estado obrero, se equilibró y maniobró entre los kulaks, los nepistas y los trabajadores. En el Estado capitalista, en cierto sentido, la socialdemocracia, que se basaba en la clase obrera, tendía a oscilar entre los trabajadores y la burguesía, dependiendo de las presiones sociales del momento. Si no jugaron un papel realmente independiente, fue porque en última instancia dependían de la burguesía. Aunque el bonapartismo burgués vira entre las clases y las enfrenta, en última instancia, representa a la burguesía porque sus beneficios y privilegios nacen de la institución de la propiedad privada. Esto no significa que no sea una carga extremadamente gravosa para la burguesía en cuanto a sus imposiciones y demandas.
El estalinismo es una forma de bonapartismo que se basa en el proletariado y en la propiedad estatal, pero difiriere tanto de un Estado obrero como el fascismo o el bonapartismo burgués ifieren de la democracia burguesa, que es la expresión más libre de la dominación económica y el gobierno de la burguesía. El estalinismo, basándose en el proletariado puede, en ciertas circunstancias, equilibrarse entre clases opuestas con el fin de fortalecerse para sus propios fines. Hemos visto cómo lo hizo en Europa del Este y ahora se está desarrollando un proceso similar ante nuestros ojos en China. Mientras que para la tendencia marxista revolucionaria sería imposible formar una coalición con la burguesía, precisamente debido a la necesidad de garantizar la movilización independiente de las masas en la lucha por su derrocamiento, Stalin no necesita estas inhibiciones.
El estalinismo propone formar una coalición en unas condiciones donde la burguesía está hecha añicos, intenta contraponer a la burguesía frente al peligro de un proletariado insurgente. De este modo, la coalición que los estalinistas están proponiendo en China no significará la victoria, ni siquiera la supervivencia, de la burguesía. Será utilizada para conseguir un margen de maniobra para la organización de una maquinaria estatal bonapartista y estalinista, en las líneas de Moscú: no un Estado o semiestado como imaginaban los marxistas para la organización libre de las masas, sino una maquinaria estatal separada y aparte de las masas, totalmente independiente y elevada sobre ellas como un instrumento de opresión.
Es evidente que el movimiento chino consigue su viabilidad de las “contradicciones más recónditas de la economía”. Sin embargo, mientras que una verdadera dirección trotskista revolucionaria, en un país atrasado, sacaría su fuerza del proletariado y arrastraría a las masas tras de sí, Mao se apoya en el campesinado; y no sólo se basa en la pasividad del proletariado en esta etapa, sino que reprime despiadadamente a cualquier proletario que se atreva a tomar medidas contra la burguesía sobre la base de la acción de clase independiente. En una etapa posterior, Mao se apoyará en el proletariado cuando lo necesite para enfrentarse a la burguesía, sólo para traicionarlo después y reprimirlo implacablemente. En este punto sería mucho más correcto decir que Mao, como Tito, es un estalinistaconsciente, que adopta conscientemente muchas de las maniobras bonapartistas que Stalin se vio obligado a adoptar empíricamente.
Mientras que los ejércitos del Kuomintang se han desvanecido bajo el programa agrario revolucionario y bajo la propaganda de los estalinistas ’tierra para el campesino’ una cosa está clara: el programa de propaganda de Mao no se ha dirigido a la movilización revolucionaria del proletariado y la organización de los sóviets; ni se ha dirigido al derrocamiento del régimen del Kuomintang en las ciudades a través de la iniciativa consciente y el movimiento de los trabajadores. Todo lo contrario: su política consiste en aplastar de manera implacable cualquier movimiento en esta dirección. Esta negativa a movilizar a las masas no es accidental, sino que expresa el miedo a un movimiento de masas en las ciudades en esta etapa. Nada ilustra mejor la diferencia entre el trotskismo y el estalinismo que este hecho. Existe un abismo insalvable entre el marxismo, que se basa en el movimiento consciente de las masas, sobre todo del proletariado, y el estalinismo bonapartista, que maniobra entre las clases y utiliza los instintos revolucionarios de las masas en interés de esta nueva casta.
El régimen de Mao seguirá el patrón de los otros regímenes estalinistas. Después de consolidarse se convertirá en una dictadura policiaco-militar similar al régimen ruso. Los signos ya son visibles.
El compañero James afirma que cuando decimos que Mao seguirá los pasos de Stalin y que será, si cabe, mucho más bárbaro, reducimos todo a la cuestión de su “psicología desprovista de cualquier base social”. No es una cuestión de las inclinaciones individuales de Mao; es precisamente una cuestión de la psicología del ejército chino y, después, de la burocracia civil. El totalitarismo incontrolado ha demostrado lo que puede hacer en la Rusia estalinista. En China, mucho más atrasada que Rusia, donde la vida y la libertad siempre se han tomado a la ligera, las contradicciones sociales tendrán las mismas consecuencias que en Rusia, con una diferencia: las tradiciones de la barbarie asiática se impondrán a la barbarie estalinista. Si Mao no cumple la función que la casta civil y militar triunfante le exija, será destituido y cualquier otro Bonaparte ocupará su lugar.
El hecho de que en las montañas y en las zonas rurales, los generales y los oficiales hayan llevado siempre una vida sencilla y austera no es relevante en este caso. Napoleón pasó por una fase similar en el ejército revolucionario de Francia pero una vez en el poder, hasta el último de los de “espléndidos uniformes”, como se consideraba a sí mismo, se rodeó de pompa y de privilegios. Los observadores burgueses, comentando la diferencia entre la corrupta y sobornable administración del Kuomintang y su casta de oficiales, y la administración razonablemente sencilla y honesta del ejército y los territorios controlados por los rojos, señalaron que era cuestión de tiempo que los rojos tomaran posesión de las ciudades del norte y el sur de China. Sobre una base agraria menor no se produciría una gran diferenciación social. Debemos repetirlo: no es una cuestión de la “psicología” de individuos desprovistos de base social, sino de la perspectiva y psicología necesarias de un grupo social en la sociedad.
¿OTRO TITO?
El hecho de que Mao tenga una genuina base de masas independiente del Ejército Rojo ruso, con toda probabilidad proporcionará por primera vez una base independiente para el estalinismo chino, que dejará de descansar directamente sobre Moscú. Con Mao, al igual que ocurrió con Tito, a pesar del papel del Ejército Rojo en Manchuria, el estalinismo chino está desarrollando una base independiente. Debido a las aspiraciones nacionales de las masas chinas, a la lucha tradicional contra la dominación extranjera, a las necesidades económicas del país y, sobre todo, a la poderosa base en un aparato del Estado independiente, el peligro de un nuevo Tito en China es un factor que preocupa a Moscú. Los partidarios de Tito ya han pronosticado la probabilidad de tal acontecimiento, debido a la similitud con el movimiento en Yugoslavia.
En Manchuria, donde los rusos tienen el control del ferrocarril Oriental Chino y bases en Port Arthur y Dairon, ya han situado al frente de los mismos a su títere Li-Li San. Desacreditado funcionario estalinista que aplicó la política ultraizquierdista de Stalin en el “tercer período” a principios de los años treinta y oponente tradicional de Mao, Li-Li San ha sido designado como una marioneta fiable para el control de Manchuria. Resulta significativo que haya pasado años de exilio en Rusia. El Kremlin espera mantener una base mediante el control de Manchuria, que anteriormente tenía la mayor parte de la industria china. En Sin-Kiang, Stalin ha establecido una base de apoyo negociando con el gobierno burgués del Kuomintang.
Sin embargo, la subordinación de la economía china en beneficio de la burocracia rusa, con los intentos de situar al frente a títeres que se subordinarán totalmente a Moscú —en otras palabras, la opresión nacional de China—, creará las bases para un enfrentamiento con el Kremlin de gran magnitud y significado. Mao, con un aparato del Estado poderoso e independiente, con la posibilidad de maniobrar con los imperialistas de Occidente (que buscarán negociar con China por el comercio e intentar romper el vínculo entre Pekín y Moscú) y con el apoyo de las masas chinas como el líder triunfal contra el Kuomintang, tendrá poderosos puntos de apoyo frente a Moscú.
Todos los esfuerzos de Stalin para intentar impedir este proceso tenderán a acelerar e intensificar el resentimiento y los conflictos. Sin embargo, que Mao rompa con Stalin, no le convertirá en un trotskista. Nosotros daremos apoyo crítico a Mao frente a Stalin, como en el caso de Tito, pero contra ambos continuaremos defendiendo la posición marxista internacionalista.
El último punto, el más oportuno, es sobre la cuestión del papel de la Cuarta Internacional. “Mientras tanto”, dice el compañero James, “los estalinistas están ‘estableciendo’ una revolución en la que los trotskistas están jugando un papel apenas perceptible. Evidente, las referencias de Grant a la perversión estalinista del marxismo y al papel venidero de los trotskistas, tienen un significado puramente ritual, derivado de una concepción previa del estalinismo que el propio Grant ha abandonado”.
Y una vez más, después de citar World News and Views, donde Mao dice: “La revolución de las grandes masas populares, dirigida por el proletariado…”, James comenta: “Si esto es cierto, debemos apoyarla, con críticas, pero abandonando cualquier idea de un papel independiente para los trotskistas chinos”. Si la revolución estaba dirigida por el proletariado ¿por qué apoyarla con ‘críticas’? ¡Sin críticas compañero! Deberíamos unirnos a las filas de Mao.
Pensamos que hemos demostrado la deformación de la revolución china y sus raíces. Apoyamos las medidas progresistas que los estalinistas adopten, de la misma forma que las apoyamos en Finlandia y Polonia, pero advertimos de la inevitable corrupción que surgirá debido al dominio de la burocracia. De este modo, el papel de los trotskistas chinos está claro: apoyan, aclaman, las medidas progresistas introducidas y al mismo tiempo explican la necesidad de los sóviets, del control democrático de las masas, etc., y se oponen a cualquier medida reaccionaria adoptada contra las masas en interés de la burocracia. La suya no es una tarea fácil. La Oposición ha sido prácticamente liquidada en Rusia, ¿quiere decir esto que los trotskistas en Rusia no tienen ningún papel? Depositamos nuestra fe en el trotskismo chino, no como un mero ritual, sino porque tenemos fe en el futuro del socialismo.