Sandinistas expulsan a “Brigada Simón Bolívar”

Sandinistas expulsan a “Brigada Simón Bolívar”

SWP traiciona a sus “compañeros”

La revolución en Nicaragua y la izquierda

[Extracto de Workers Vanguard No. 240, 28 de septiembre de 1979. Traducido en Spartacist No. 11, diciembre de 1982]

Costó 18 meses de lucha amarga, incluyendo dos insurrecciones de combates sangrientos durante once semanas, para echar a la hiena de Managua. De una población de 2,3 millones de habitantes, murieron casi 50.000. Las ciudades actualmente están en ruinas, la población sobreviviente está al borde de morir de hambre y tres cuartas partes de la fuerza laboral están en paro. Quienes tanto han sacrificado en la lucha ahora aspiran fervientemente a desarraigar todo rastro de la odiada dinastía que desangró al país. Reclamando lo que por derecho les pertenece, las masas nicaragüenses ya están invadiendo la propiedad de la burguesía tardíamente opositora, la cual durante décadas ha extraído grandes lucros del sudor de los trabajadores en Somozalandia.

Ahora el lema del triunfante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) es “la reconstrucción nacional”. ¿Sobre qué base? Con su programa de un “gobierno de unidad de todas las fuerzas antisomocistas” los dirigentes sandinistas esperan limitar la revolución a un simple reemplazo de la rapaz dictadura de familia por un régimen capitalista reformado, “democrático-popular”. Como prueba de “la generosidad de la Revolución Nicaragüense” se han negado a ajusticiar a ninguno de los criminales de la Guardia Nacional que en forma indiscriminada torturaron a la población y arrojaron bombas de alto poder explosivo sobre sus propias ciudades. Mientras por un lado expropian las propiedades del tirano y sus colaboradores más estrechos, los nuevos gobernantes han declarado que protegerán los bienes de los demás capitalistas.

Ha sido muy claro desde el comienzo que el “gobierno” de Managua es muy inestable. Los fusiles están evidentemente en manos de los sandinistas, nacionalistas radicales pequeño burgueses. Pero un FSLN unido sólo fue establecido al último momento mediante una unificación de papel de las tres fracciones escindidas desde hace varios años. Aunque en el momento actual la “burguesía antisomocista” se muestra dócil, y a medida que se intensificaba la lucha declinó su influencia, no es pasiva ni ha sido desacreditada por el estigma de colaboración con el dictador como lo fueron los capitalistas cubanos para con Batista. Por otro lado, las masas trabajadoras son un factor mucho más activo de lo que fueron las masas durante la Revolución Cubana, ya que en el caso de Nicaragua se han armado y han luchado en batallas críticas en las calles de la capital y en otras ciudades. Ya que el enemigo común ha sido derrotado, resulta imposible frenar la lucha de clases simplemente ordenando a los combatientes que se vuelvan a casa.

La correlación de fuerzas en la Nicaragua postsomocista lleva dentro de si una potencialidad para varias confrontaciones explosivas – al interior de la inestable coalición imperante, entre esta coalición y las masas trabajadoras impacientes, o entre un sector del FSLN radical-jacobino y los sectores reaccionarios de la burguesía criolla. Esta situación cargada constituye una verdadera prueba de fuego para los revolucionarios. Mientras la gran mayoría de la izquierda, en un grado u otro, sigue a la cola de los aclamados sandinistas, la tarea de los trotskistas, cuya lucha se basa en el programa de la revolución permanente, es de mantenerse como el partido de intransigente oposición obrera. Quienes proclaman que la revolución proletaria y socialista puede llevarse a cabo en Nicaragua en forma pacífica, al empujar al actual régimen bonapartista paulatinamente hacia la izquierda, bien pueden ser las primeras víctimas de sus propias ilusiones.

Puede que los dirigentes del FSLN crean que su programa de “revolución democrático-popular” representa una etapa intermedia entre el capitalismo y la dictadura del proletariado. Pero la experiencia pronto demostrará que sólo una exhibición de fuerza podrá detener la tendencia de las masas trabajadoras a transformar la victoria sobre Somoza en una revolución social en gran escala. Y si acaso ellos no lo sabían ya, se están dando cuenta rápidamente. Cuando la agencia de noticias cubana, Prensa Latina, le preguntó al alto comandante del FSLN Humberto Ortega, “¿Cómo es que enfrentarán Uds. la lucha de clases que se desarrollará en esta etapa?”, él respondió:

“Para impedir que esta lucha se agudice, es necesario, implementar el programa apoyado por el Frente y la burguesía antisomocista. Luego, debemos luchar contra  diferentes tipos de desviaciones.”

Granma [edición semanal en inglés], 2 de septiembre de 1979

Que la lucha contra las “desviaciones” significa represión contra la clase obrera pronto quedó muy claro, sobre todo en torno a la reforma agraria. Aún cuando de alcance extenso – afecta hasta un 60 por ciento de la tierra arable de Nicaragua – se ha limitado a aquellas propiedades pertenecientes a Somoza y sus secuaces. Esto es justificado por el ministro de reforma agraria, Jaime Wheelock, con el siguiente argumento: “Debemos mantener la solidaridad con los miembros del sector privado que apoyaron el desalojamiento de Somoza” (New York Times, 5 de agosto de 1979). Pocos días después, responsables del FSLN chocaban con un grupo sindical maoísta (Frente Obrero) que organizaba tomas de tierras cerca de la ciudad de León. De acuerdo con Wheelock, “las pocas ocupaciones desordenadas” eran atípicas; las haciendas fueron “devueltas a sus propietarios originales” y los campesinos recibieron tierras de Somoza en su lugar (Granma [edición semanal en inglés], 12 de agosto).

Expulsión de la Brigada Simón Bolívar

La supresión de las tomas de tierras “desordenadas” no es el único ejemplo de medidas tomadas para impedir que la lucha de clases “se agudice”. La más notoria fue la expulsión de varias decenas de militantes de izquierda extranjeros, en su mayoría autoproclamados trotskistas, relacionados con la “Brigada Simón Bolívar” (BSB) que se precipitaron hacia Nicaragua en las últimas etapas de la lucha contra Somoza. El incidente fue descrito en la revista Time (3 de septiembre) al final de un artículo que alababa a la “revolución misericordiosa” que seguía “un rumbo intermedio”:

“De modo sorprendente, la primera amenaza seria ha venido de un grupo de extrema izquierda. Sesenta trotskistas latinoamericanos denominándose la Brigada Simón Bolívar, descontentos con los proyectos del gobierno para la construcción de una economía mixta incorporando empresas públicas y privadas, incitaron una manifestación de 3.000 obreros industriales de Managua reivindicando compensación por los salarios perdidos durante la revolución. La reacción del gobierno revolucionario fue ordenar a sus fuerzas armadas que arrojasen a los trotskistas en un avión rumbo a Panamá.”

De acuerdo con el Washington Post (21 de agosto), en la manifestación de Managua del 15 de agosto las pancartas llevaban las consignas “La Revolución está en las manos de la burguesía” y “Proletariado al poder”. Sin embargo, los expulsados brigadistas bolivarianos fueron acusados de “contrarrevolucionarios” y “provocadores extranjeros”.

Por cierto, esta expulsión ha sido un golpe en contra de toda agitación independiente de izquierdas entre los obreros nicaragüenses y debe ser condenada rotundamente por todos aquellos que se dicen socialistas. Pero el Socialist Workers Party (SWP) norteamericano lo ha visto de otra manera. El SWP no protestó en absoluto. Al contrario, dió cuatro “explicaciones” distintas de la represión sandinista contra los dirigentes seudotrotskistas de la Brigada Simón Bolívar, de las cuales una consistía en la citación sin comentarios de la declaración del ministerio del interior nicaragüense. Es más, estas explicaciones del SWP no sólo apoyan descaradamente al gobierno del FSLN en contra de sus propios “camaradas”, sino participan en la caza de brujas ellos mismos. Una declaración del 21 de agosto del Comité Político del SWP titulada “Propaganda imperialista contra Nicaragua” dice:

“La Brigada Simón Bolívar fue organizada por 1o Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Colombia bajo la dirección de una agrupación internacional conocida como, la ‘Fracción Bolchevique’, dirigida por Nahuel Moreno, …

“En lo que concierne a la Brigada Simón Bolívar, la Fracción Bolchevique nunca consultó a la Cuarta Internacional sobre este proyecto o sobre la política que la Brigada seguía. Esta política iba en contra de la política trazada por la dirección elegida de la Cuarta Internacional.

“Por medio de la Brigada Simón Bolívar la Fracción Bolchevique llevó a jóvenes militantes de varios países latinoamericanos – militantes que querían ayudar en la lucha contra Somoza – a una aventura sectaria. Posando como una sección del Frente Sandinista de Liberación Nacional, la Brigada Simón Bolívar vino a Nicaragua desde afuera para participar en sus propios esfuerzos organizativos cuyos fines eran flanquear a los sandinistas desde la izquierda. Su táctica fue responder con propuestas más extremas a todo lo que los sandinistas decían, intentando así conformar una contrafuerza a éstos.

“Esta grotesca idea – que gente de afuera puede mediante maniobras capturar la dirección de la revolución de aquellos que surgieron como sus dirigentes en el curso de la lucha – no tiene nada que ver con el trotskismo, con el socialismo revolucionario.

“El desafortunado episodio de la Brigada Simón Bolívar era justamente lo que la administración Carter necesitaba.”

Perspectiva Mundial, 24 de septiembre de 1979

En otro artículo del Militant del 31 de agosto, que trata de “Los hechos sobre la Brigada Simón Bolívar”, el SWP califica de “choque provocador” la manifestación obrera de Managua y acusa a los dirigentes de la Brigada de “haber actuado de manera irresponsable”. Una vez más, el informe de los “hechos” sostiene que los intentos de la Brigada en el sentido de “flanquear [al FSLN] desde la izquierda” no tenían “nada en absoluto en común con la política de la Cuarta Internacional”. Y con ostentación se lava las manos de cualquier asociación: “La Cuarta Internacional no es, en ninguna forma, responsable de las actividades de la Brigada.” Para venir de la boca de gente que formalmente pertenecen a la misma “Internacional”, es bastante.

La respuesta del SWP ante la expulsión de los brigadistas bolivarianos ha sido la puñalada por la espalda más vergonzosa por parte de una sección del seudotrotskista Secretariado “Unificado” (S.U.) desde cuando sus partidarios portugueses se encontraron en lados opuestos de las barricadas durante el verano de 1975. Pero, ¿qué hay de las demás alas de esta falsa IV Internacional, acostumbrada desde hace tiempo a trucos fraccionales de lo más sucios? Los ataques a la Brigada lanzados por aquellas secciones asociadas con la antigua Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) de Ernest Mandel han sido menos virulentos que los del SWP, como máximo cloqueando las lenguas contra la represión ordenada por el FSLN. Así, el periódico de la LCR francesa, Rouge (24-30 de agosto), se vio obligado a condenar las declaraciones del ministro de reforma agraria Jaime Wheelock quien al anunciar las deportaciones lanzó una diatriba contra “’el trotskismo y todos aquellos que quieren acelerar la evolución del régimen en Nicaragua”. Por supuesto, en la siguiente página los redactores publicaron una entrevista amistosa con el mismo Wheelock, comentando con aprobación sus credenciales revolucionarias.

En cuanto a las expulsiones, la declaración de la LCR sólo decía: “Es poco probable, cualesquiera sean las diferencias políticas, que 60 extranjeros pudiesen presentar un verdadero problema para una dirección revolucionaria que disfruta de un inmenso apoyo popular.” Por lo tanto, se supone que si los militantes de izquierda hubieran representado una verdadera amenaza al régimen sandinista, la LCR empezaría a ladrar igual que el rabioso SWP. En el número siguiente, Rouge (31 de agosto-6 de septiembre) tan sólo logró quejarse de que “los términos en que el gobierno de Nicaragua decretó la expulsión de los militantes ‘extranjeros’ constituyen un precedente inquietante.” Finalmente, una resolución del comité central de la LCR (publicada en Rouge del 7-13 de septiembre) cobró suficiente ánimo como para pronunciar la más blanda protesta formal, declarando que las expulsiones en sí “constituyen un precedente inaceptable”. Quien se fía de tal “solidaridad militante” en contra de la represión anticomunista, mejor la olvida.

Pero mientras Rouge intensificaba los adjetivos desde “inquietante” a “inaceptable”, su hombre en Managua tomaba una línea radicalmente distinta. Según Perspectiva Mundial (8 de octubre de 1979), publicada por el SWP, una delegación del S.U. que incluía el “experto” sobre Latinoamérica de la LCR, Jean-Pierre Beauvais (junto con Hugo Blanco, Peter Camejo, Barry Sheppard y otros) entregó una declaración a los sandinistas que aclamaba a “la dirección revolucionaria del FSLN” y declaraba que: “Toda actividad que trate hoy de crear una división entre las masas movilizadas y el FSLN va en contra de los intereses de la revolución.” Poniendo los puntos sobre las íes, añadía: “Este fue el caso de la actividad concreta de la ‘Brigada Simón Bolívar’” a la cual denomina de “sectaria”. Y para colmo, la delegación del S.U. explícitamente aprobaba la expulsión:

“En una situación política y económica en que es necesaria una gran unidad en la lucha, la dirección del FSLN tenía razón en exigir a los miembros no nicaragüenses de este grupo, el cual se definía ante todo como una organización militar, que abandonaran el país.”

No se informó si Blanco/Camejo/Sheppard/Beauvais y Cía. recibieron sus treinta monedas de plata, aunque claramente esperan sacar alguna ganancia de su perfidia, transformándose en los agentes publicitarios autorizados del FSLN. Pero las raíces de tal traición son políticas y se remontan a hace más de un cuarto de siglo, hasta la negativa por parte de Michel Pablo, entonces secretario de la IV Internacional, de defender a los trotskistas chinos encarcelados por Mao. Pablo les calificó de “refugiados de una revolución” por su negativa a inclinarse delante de los nuevos gobernantes burocráticos de Pekín. Para Pablo, todo esto era parte de su programa liquidacionista que condujo a la destrucción de la IV Internacional en cuanto vanguardia organizada de la revolución mundial. En el caso de sus epígonos, es consecuencia de su política pablista, que conduce a todas las alas del S.U. a correr detrás de direcciones no proletarias y antimarxistas – desde los estalinistas chinos hasta los oficiales militares portugueses y ahora los nacionalistas sandinistas.

El SWP: Reformista de cabo a rabo y hasta la médula

Más adelante tendremos mucho que decir sobre el aventurero charlatán Nahuel Moreno y su Fracción Bolchevique seudoizquierdista. Pero con respecto al SWP, para quien tuviera dudas todavía, el estallido en torno a la Brigada Simón Bolívar y el apoyo político incondicional y casi histérico del SWP al FSLN son prueba concluyente de que la organización encabezada por Jack Barnes es reformista de cabo a rabo. Durante más de una década, la tendencia espartaquista ha estado sola en insistir que el SWP, ex-trotskista desde hace mucho tiempo, estaba dedicado a apoyar al orden burgués. Esto ha sido disputado por quienes temen romper definitivamente con la “familia” del S.U., y por consiguiente sostienen que una declaración de trotskismo formal indica una voluntad subjetivamente revolucionaria. (¿Y qué hay de los estalinistas brezhnevistas, maoístas y castristas que se declaran leninistas?) Aquí tenemos pues deletreado para que ni los ciegos intencionales lo puedan ignorar: apoyo a un gobierno de capitalistas contra sus adversarios de izquierdas, frentepopulismo explícito, advertencias en contra de asustar a la burguesía, un programa parlamentarista y un llamado a los imperialistas a “ayudar”, es decir ahorcar, la revolución.

Habiéndose lanzado este año en una campaña de adulación desenfrenada del régimen castrista de La Habana – Jack Barnes, en un discurso conmemorando el vigésimo aniversario de la Revolución Cubana, ¡caracterizó a Castro y Cía. como “superiores a la dirección bolchevique, con la excepción de Lenin, Trotsky, Sverdlov, y gente como esa”! – el SWP trata a la Nicaragua sandinista como si ya se tratara de la “segunda Cuba” tan temida por Washington. Y siguiendo su propio precedente cubano al justificar su ataque por la espalda a los morenistas, Barnes claramente recuerda la negativa del SWP a defender a los trotskistas cubanos encarcelados por Castro. (La tendencia espartaquista denunció esta represión estalinista y llamó la atención del público socialista al caso. Ver “For Workers Political Revolution in Cuba!,” Workers Vanguard Nos. 223 y 224, 19 de enero y 2 de febrero de 1979, y “In Defense of the Cuban Trotskyists,” Workers Vanguard No. 225,16 de febrero de 1979, para la historia de la traición del SWP y el análisis, trotskista del desarrollo de la Revolución Cubana.)

Sin embargo, en el momento en que el SWP se convirtió en abogado de la represión por Castro contra los trotskistas cubanos, una revolución social ya había ocurrido en la isla. Joseph Hansen defendía a la dirección estalinista de un estado obrero burocráticamente deformado en contra de militantes que se reclamaban del comunismo y quienes reivindicaban que se abriera el camino hacia el socialismo mediante la internacionalización de la revolución y la implementación de la democracia soviética. En el presente caso, los aprendices de Hansen están encubriendo el flanco izquierdo de un gobierno que incluye a varios ministros capitalistas y que se ha comprometido a proteger las propiedades de la “burguesía antisomocista”. Y el SWP defiende este régimen contra todos los que intentan “flanquear a los sandinistas desde la izquierda” – es decir, contra cualquiera que tiene la más mínima pretensión de movilizar a las masas trabajadoras alrededor de consignas que sobrepasan el programa democrático del derrocamiento de la dictadura de Somoza.

Asimismo, en una declaración de primera plana del Militant del 31 de agosto [traducido en Perspectiva Mundial del 24 de septiembre de 1979], el candidato del SWP para vice-presidente, Matilde Zimmermann, alaba sin reservas al régimen del FSLN: “Creemos que el gobierno sandinista que está tratando de poner a Nicaragua de pie está haciendo un buen trabajo.” Y un articulo escrito desde Managua por Pedro Camejo, Sergio Rodríguez y Fred Murphy empieza con la afirmación categórica de que: “La revolución socialista ha comenzado en Nicaragua” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre). Si es así, entonces ¿porqué se necesita una vanguardia trotskista independiente? El SWP se opone no sólo a los actos “irresponsables” de la Brigada Simón Bolívar tales como la movilización de obreros de Managua planteando sus reivindicaciones al régimen sandinista, sino también a la existencia de todo grupo de izquierda al exterior del FSLN, incluyendo la sección oficial del S.U. en Nicaragua. De todos los artículos sobre la revolución sandinista que han salido en los órganos principales del S.U., ni uno llega siquiera a mencionar la Liga Marxista Revolucionaria (“sección simpatizante de la Cuarta Internacional”).

De acuerdo con Camejo/Rodríguez/Murphy, “El poder que existe hoy en Nicaragua es un poder revolucionario.” Y esta alabanza no se debe confundir con alguna clase de “apoyo crítico” al FSLN. La fórmula clásica de tal política traicionera hacia el “poder revolucionario” burgués la suministró Stalin en marzo de 1917, antes del regreso de Lenin del exilio para presentar las Tesis de Abril con la consigna “Todo el poder a los soviets”. Los bolcheviques apoyarían al Gobierno Provisional, decía Pravda bajo la redacción de Stalin y Kamenev, “en la medida en que este luche contra la reacción o la contrarrevolución”. Pero el SWP de hoyes peor que el Stalin de 1917, porque estos incondicionales entusiastas del FSLN, proporcionan un cheque en blanco: “La única manera como los socialistas revolucionarios de todo el mundo pueden ayudar al avance de la revolución nicaragüense es si reconocen las capacidades revolucionarias de esta dirección, si se identifican y unen sus fuerzas con ella en la lucha para defender y extender la revolución” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre de 1979).

El apoyo de Stalin al Gobierno Provisional en 1917 anticipó su degeneración reformista de los años 30, cuando ataba los obreros a su enemigo de clase mediante la política del Frente Popular. Y es un sello del reformismo floreciente del SWP que hoy defiende abiertamente el frentepopulismo contra los críticos de izquierda. Sus artículos sobre Nicaragua virtualmente llaman a la “revolución por etapas” estalinista-menchevique. Camejo y sus amigos reconocen que “Los capitalistas y los que están decididos a defender sus intereses siguen siendo un factor en el gobierno.” Pero esto no es criticado eh ninguna parte, sino presentado como una mera “concesión” – y acertada además:

“En la lucha contra Somoza los sandinistas trataron conscientemente de crear el frente más amplio posible, incluyendo a fuerzas burguesas opositoras de Somoza. Esa fue obviamente una política correcta, inteligente y revolucionaria.” [subrayado nuestro]

No se podría esperar aprobación más clara de la política traicionera del frente popular. Como decía León Trotsky después de la experiencia trágica de España y Francia de los años 30: “No puede haber crimen más grave que la coalición con la burguesía en una época de revolución socialista” (“El ‘trotskismo’ y el PSOP”, julio de 1939).

No sólo la política es igual a la de Stalin, hasta el lenguaje y las justificaciones son idénticos. Así, al polemizar contra el peligro presentado por las acciones “provocadoras” de la Brigada Simón Bolívar, el SWP dice que la dirección del FSLN “debe hacer incursiones en el orden burgués, sin dar a los imperialistas pretextos fáciles para fomentar propaganda a favor de una intervención” (Militant, 31 de agosto). ¿No hemos visto esto ya alguna vez? En efecto. Fue la famosa carta de Stalin, Molotov y Voroshilov (del 21 de diciembre de 1936) al primer ministro español Largo Caballero explicando la necesidad de no asustar a la burguesía: “Esto es necesario para impedir que los enemigos de España la consideren una república comunista y así evitar su intervención abierta, la cual representa el peligro máximo que enfrenta la España republicana.”

Naturalmente, el SWP adereza a su manera esta receta reformista tradicional de traición de clase, concretamente una dosis grande de cretinismo constitucional – en un país actualmente en pleno tumulto revolucionario. Ultimamente el S.U. ha tendido a esquemas de “constituciones socialistas” que sirven de vehículo para la presentación de su parlamentarismo socialdemócrata en países bajo la bota de dictaduras bonapartistas. Por consiguiente, el SWP quedó extasiado cuando el FSLN proclamó una “Carta de Derechos”, y publicó el texto completo, con todos sus 52 artículos, en Perspectiva Mundial. La disposición social más “avanzada” del nuevo estatuto nicaragüense es una cláusula sobre la “función social de la propiedad” la cual no es más radical que el derecho de dominio eminente (del estado) de la ley consuetudinaria anglosajona.

Y por supuesto hay la igualación constante de Nicaragua bajo el dominio del FSLN con la Cuba de Castro. Así, el SWP aclamó el discurso de Castro del 26 de julio sobre Nicaragua, reproduciéndolo en cada una de sus publicaciones. Pero rehusaron señalar que el eje del discurso lo formaban las palabras tranquilizadoras de Castro para aquellos (p. ej., los EE.UU.) que expresaron “temores de que Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba”. Según el dirigente cubano, la respuesta de “los nicaragüenses” es: “No, Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua, que es una cosa muy distinta” (Perspectiva Mundial, 3 de septiembre). El Militant (10 de agosto), sin embargo, subrayó que en el discurso de Castro el voto de la OEA en contra de la propuesta por parte de los EE.UU. De mandar a Nicaragua una “fuerza interamericana de paz” “fue correctamente aclamada como una ‘gran victoria de los pueblos de nuestra América’” No mencionó que Castro aclamó la formación de un “gran frente democrático independentista, anti-intervencionista” abarcando los gobiernos de Panamá, Costa Rica, Mexico y los países del Pacto Andino, ni que finalmente incluso los EE.UU. votaron en contra de la propuesta.

Si de esta manera el SWP se unió con Castro en propagar ilusiones en la posibilidad de una “coexistencia pacífica” hemisférica con el rapaz coloso imperialista del norte, su principal consigna política – por “ayuda masiva de EE.UU. a Nicaragua” – es mucho más siniestra. En apariencia un llamado utópico al leopardo imperialista a cambiar sus manchas, en realidad significa pedir un bloque con la burguesía liberal norteamericana para impedir la revolución socialista en Centroamérica. Esta consigna encapsula toda la perspectiva reformista – es decir, contrarrevolucionaria – del SWP para Nicaragua. Como señalamos en una nota en Workers Vanguard No. 239 (del 14 de septiembre – “Reformistas que no saben ortografia”), estos “socialistas de Departamento de Estado” literalmente recogen la línea del Departamento de Estado, que está diciendo al Congreso que si los EE.UU. no proporcionan ayuda, Nicaragua muy bien puede “hacerse comunista”. Esta es también, por ejemplo, la política del presidente mexicano Lopez Portillo, quien declaró al New York Times (23 de septiembre) que:

“Yo, sí, pienso que la mejor forma de disuadir al gobierno nicaragüense de tomar posiciones extremas sería proveerlo con ayuda económica generosa y sin condiciones.”

Los últimos números del Militant parecen anuncios de la CARE pidiendo ayuda filantrópica para los hambrientos nicaragüenses. Pero detrás de los dólares “humanitarios” siempre está la política. ¿Ayuda para reconstruir qué? – ¿una economía capitalista o colectivizada? ¿Y ayuda de quién? Lo que aquí comprobamos es la conmovedora fe del SWP en la posibilidad de reformar al imperialismo norteamericano, a los carniceros de My Lai y autores de la invasión de Playa Girón. Es igual a su llamado por tropas federales a Boston para “proteger” a los niños negros, pero esta vez a gran escala. ¿Acaso habrían llamado los marxistas revolucionarios por “ayuda masiva de los aliados a la Revolución Rusa” después de la revolución de febrero de 1917 que derrumbó al zar? Por supuesto que no, porque tal ayuda – con o sin compromisos – necesariamente habría tenido el objetivo de evitar que los bolcheviques tomasen el poder y de evitar que Rusia se retirara de la guerra.

La “ayuda” principal que necesitan urgentemente los trabajadores nicaragüenses es la dirección de una vanguardia comunista con un programa de revolución permanente, que sobrepase el programa democráticoburgués del FSLN, para movilizar las fuerzas para la revolución proletaria. Y no la van a recibir del SWP reformista, que apoya a los sandinistas en contra de la izquierda y que llama a los imperialistas liberales a detener la revolución.

Charlatanes y aventureros morenistas

Entonces, ¿qué hay de la Brigada Simón Bolívar y su cuna, la Fracción Bolchevique? Desde luego, en comparación con las traiciones repugnantes del SWP y de la mayoría mandelista del S.U., más avergonzada, el aparato morenista podría parecer una alternativa combativa. Una mirada a la carrera política camaleónica de Moreno, a su notoriedad por turbias estafas financieras y su programa ultrarreformista en Argentina, haría añicos esta fachada. En efecto, el SWP se apresura a exhumar algunos de estos materiales, llenando las páginas de Intercontinental Press/Perspectiva Mundial con un sinfín de historias escandalosas sobre el aventurero de mala fama, Nahuel Moreno. Sin duda Barnes y Mandel se aprestan a expulsar a este elemento perturbador. Pero éstos no están en condiciones de quejarse. Desde años atrás han convivido en la misma Internacional (yen el caso del SWP en la misma fracción) con este notorio charlatán, tanto después como durante sus peores traiciones. Tienen las manos sucias.

Cuando no se prestan a repetir las calumnias de los dirigentes sandinistas, de que el organizar a los obreros en torno a reivindicaciones anticapitalistas es una “provocación”, el SWP/S.U. acusan a Moreno de ser un impostor viajando con pasaporte falso. Según la declaración de la delegación del S.U., “para aprovecharse del prestigio del FSLN” la Brigada Simón Bolívar “se cubrió con el manto de las banderas sandinistas”. De hecho, los informes noticieros de la protesta del 15 de agosto en Managua dan la impresión de que muchos de los manifestantes creían apoyar a un ala del FSLN (aún cuando esto no disminuye la importancia de una manifestación de varios miles de trabajadores en contra de la política procapitalista del gobierno). Pero ¿a quién creen engañar Barnes y Mande!? Su campaña internacional de “solidaridad con Nicaragua” tiene precisamente el mismo objetivo de envolver al S.U. en el rojinegro sandinista, exactamente como el Fair Play For Cuba Committee a principios de los años 60 intentó sacar partido de la popularidad del castrismo. La diferencia se ubica en que el S.U. prefiere hacerlo a larga distancia.

Además, Moreno tiene una larga historia de imitación de otras tendencias. Empezó en Argentina haciéndose pasar por un peronista de izquierda. A fines de los años 50, su revista Palabra Obrera se describía como un “órgano del peronismo obrero revolucionario” y llevaba como subtítulo la consigna “bajo la disciplina del Gral. Perón y el Consejo Superior Peronista” [véase “Argentina: La lucha contra el peronismo” de WV No. 24, 6 de julio de 1973]. Cuando el peronismo ya se había pasado de moda, Moreno se fusionó con un grupo castrista y publicó un sinfín de fotografías del Che Guevara en la primera plana de sus periódicos. Luego de una breve aventura como criptomaoísta (aclamando a los Guardias Rojos), Moreno sentó cabeza a una vida más mundana como social demócrata – y con este fin se fusionó con un ala del Partido Socialista Argentino histórico, para apoderarse de su renglón en la lista electoral. Siendo un tipo que no se preocupa por pequeñeces, pronto elaboró un programa socialdemócrata que correspondiera a su sigla nueva (véase Intercontinental Press, 13 de noviembre de 1972). En verdad Moreno es, tal como lo hemos caracterizado frecuentemente, un camaleón político.

En una polémica dirigida contra la Brigada Simón Bolívar, los mandelistas del PSR colombiano acusan a los morenistas de haber emprendido una pura aventura: “La Brigada como tal nunca entró en combate. No hubiera podido hacerlo sin entrenamiento adecuado y a menos que estuviera dispuesta a acatar la disciplina del FSLN” (retraducido de Intercontinental Press, 17 de septiembre de 1979). En realidad, parece que a grosso modo la Brigada de Moreno, a pesar de su propaganda rimbombante, observó la batalla desde Costa Rica. Incluso, sus partidarios en los EE.UU., los Sandinistas por el Socialismo en Nicaragua, no partieron hacia Managua ¡sino hasta el día siguiente a la caída de Somoza! Así que la imagen de guerrilleros heroicos en armas (el “comandante” Kernel George del PST colombiano se habría presentado en verde olivo a un mitin para reunir fondos en Bogotá) es ciertamente inmerecida.

No es verdad, sin embargo, que la Brigada Simón Bolívar no estuviera dispuesta a “acatar la disciplina del FSLN”. Es probable que el concepto de “disciplina” de Moreno no sería al gusto de los sandinistas (ni de la dirección del S.U.), pero la Brigada se construyó sin ambages sobre la base de subordinación al FSLN. Lo cual intensifica la ironía de su situación actual. La “Carta Abierta” del PST colombiano (morenista) anunciando la formación de la Brigada pedía voluntarios para luchar en Nicaragua “bajo la dirección militar” del Frente Sandinista; y ostentaba cartas de los dirigentes sandinistas Edén Pastora (“Comandante Cero”) y Plutarco Hernández Sánchez indicando que sus miembros “se encuentran en acción … bajo la dirección del Estado Mayor”. (Por supuesto, el contenido real de esta pretensión “militar” tiene que entenderse a la luz de la inactividad en el campo de batalla de esos guerrilleros de último minuto.)

Políticamente, los morenistas exigieron “un gobierno sandinista” – aún cuando, para salvar las apariencias, añadían que éste debería surgir de supuestos “órganos de poder popular” y basarse en un programa de “ruptura con la burguesía y el imperialismo” (El Socialista, 22 de junio). Prescindiendo de estas frases huecas, finalmente obtuvieron su gobierno sandinista, y – ¡qué sorpresa! – son echados del país. Pero esto suele acontecer cuando se sigue a la cola de bonapartistas. Y de este modo la Brigada Simón Bolívar consiguió dotarse de una imagen combativa a pesar de sí misma. Con respecto a sus detractores en el PSR colombiano, estos notan que el envío de la Brigada fue ante todo un truco publicitario y no un verdadero acto de internacionalismo proletario. Eso es cierto. Los trotskistas auténticos, de tener los recursos, hubieran intentado construir un núcleo comunista entre los obreros urbanos en lugar de ir a la cola del Comandante Cero en el Frente Sur. Pero lo que el PSR propone en su lugar no es la lucha por una dirección trotskista independiente en Nicaragua sino inofensivas manifestaciones de “solidaridad” en Bogotá. La diferencia entre morenistas y mandelistas es la diferencia entre aventureros y espectadores entusiastas, entre estafadores y agentes publicitarios.

La polémica del PSR termina refiriéndose al “punto más sensible, las finanzas de la Brigada Simón Bolivar”. Informan que mucha gente “ha comenzado a tener dudas acerca del destino de los fondos reunidos por el PST”. Y el dinero sí es siempre el punto álgido con Moreno. Para aquellos que conocen su pasado, la respuesta involuntaria al enterarse de que los morenistas colombianos estaban organizando una “brigada internacional” para Nicaragua, fue gritar: “¡Nicaragüenses, colombianos, cuiden sus carteras!” Pero el S.U. puede difícilmente hacer esa acusación hoy. En Argentina el grupo Política Obrera (PO) se ha quejado durante años que la Editorial Pluma de Moreno contrató de PO 50.000 ejemplares de obras de Trotsky, demoró intencionadamente el pago durante meses hasta el golpe de Videla en marzo de 1976, y luego alegando falta de fondos se negó a pagarlos.

Los embustes financieros de Moreno son legendarios en la izquierda latinoamericana. El caso más sensacional trata de la aseveración de que no entregó fondos destinados a la operación guerrillera de Hugo Blanco en el Perú en 1962, y su papel en la desaparición de varios miles de dólares tomados en una expropiación bancaria llevada a cabo por el grupo Túpac Amaru y destinados para Blanco (una descripción detallada del caso se encuentra en Richard Gott, Guerrilla Movements in Latin America [1972]). En una reseña del libró groseramente inexacto de Robert Alexander, Trotskyism in Latin America, Joseph Hansen notaba en 1977 que Moreno nunca ha respondido a estas acusaciones. Pero en vista de lo escandaloso del cargo, llama la atención el que Hansen aparentemente nunca se molestó en conseguir una explicación de Moreno durante los seis años en que fueron codirigentes de la minoría del S.U.

Moreno ha sido condenado ya innumerables veces ante el movimiento obrero por charlatanismo político y violaciones de la moral proletaria. Sin embargo, su operación es de tal naturaleza que frecuentemente se esconde bajo una cubierta de radicalismo programático con propósitos puramente fraccionales. En varias ocasiones esto ha llevado a los morenistas a asumir posiciones imitando (¿o tomadas de?) el trotskismo auténtico de la tendencia espartaquista internacional (TEI). Así al polemizar contra un artículo sobre el eurocomunismo y los “disidentes” soviéticos, escrito por el morenista Eugenio Greco, el imbécil mercenario del SWP Gerry Foley notaba que el “premio a la originalidad” por defender estas posiciones correspondía a “sectarios” como la TEI (Intercontinental Press, 5 de diciembre de 1977). Y, en efecto, el artículo de Greco (Revista de América, agosto de 1977) exhibe una semejanza aleccionadora con nuestros escritos sobre el tema (salvo que – ¡cosa graciosa! – los morenistas identifican el estalinismo con la dependencia del oro de Moscú).

En particular, al fundar la Tendencia Bolchevique luego de su ruptura con el SWP a fines de 1975/principios de 1976, Moreno asumió posiciones sobre Portugal y Angola extraordinariamente parecidas a las de la tendencia espartaquista. Sobre Portugal, denunció el seguidismo del SWP tras la cola del Partido Socialista de Mário Soares, financiado por la CIA, así como el apoyo político de la TMI mandelista al bloque estalinista/MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas). Sobre Angola, reivindicó el apoyo militar al MPLA contra la invasión CIA/sudafricana, al mismo tiempo que se oponía formalmente a dar apoyo político a ninguno de los tres grupos nacionalistas en pugna. Las características principales de estas posiciones formalmente ortodoxas son que se tratan de asuntos lejanos, y que son totalmente arbitrarias – no se derivan de una visión del mundo programáticamente coherente.

Así, mientras Moreno condena el apoyo desvergonzado del SWP al PS portugués, en Argentina él mismo se fusionó con los restos de la socialdemocracia de Juan Carlos Coral en 1971. Criticando la claudicación de Mandel ante los eurocomunistas, sus partidarios venezolanos ahora están profundamente empotrados en el MAS “eurocomunista”. Criticando el apoyo de la TMI al demagogo Carvalho y al MFA en Portugal, el PST colombiano de Moreno llamaba a “apoyar la política nacionalista de Torrijos” en Panamá, calificando a este demagógico oficial militar (amigo de Castro y del Chase Manhattan Bank) de “progresista” en su “confrontación con el imperialismo” (ver ¡EE.UU. fuera de Panamá ya!”).

Fingiendo la ortodoxia cuando ésta es “barata” – en lugares remotos y cuando le conviene para sus maniobras sin principios – en casa donde realmente importa, el oportunismo de Moreno rebasa aquél de las demás alas del S.U. Criticando mordazmente al dirigente del POR boliviano Guillermo Lora por incorporarse a un “frente antiimperialista” con el General Torres en Bolivia en 1971 (lnternational Socialist Review, febrero de 1973), dos años más tarde el mismo Moreno se incorporaba al frentepopulista Grupo de los Ocho, junto con el PC argentino y los principales partidos burgueses, jurando su apoyo al gobierno bonapartista de Juan Perón (ver “PST atrapado con las manos en la masa”). Hoy, cuando los sandinistas son figuras mundialmente famosas, Moreno es un guerrillero entusiasmado; pero cuando el PRT/ERP castrista (en ese entonces afiliado al S.U.) estaba revolviendo el ajo en Argentina con sus secuestros y ataques al ejército, el PST de Moreno igualaba a “la guerrilla y su réplica, el terrorismo de la AAA y otras organizaciones de ultraderecha” (Avanzada Socialista, 10 de octubre de 1974).

El historial de Nahuel Moreno es el de un sinvergüenza que se ha vestido con el ropaje de casi toda tendencia en boga en la izquierda latinoamericana – peronismo, castrismo, maoísmo y ahora el sandinismo. Sus posiciones de “izquierda” sobre temas internacionales no tienen ninguna relación con sus posiciones derechistas en casa. El que hoy tenga un aspecto combativo frente a Nicaragua se explica únicamente en que fue atrapado en plena maniobra con el FSLN, y que mientras él hace de las suyas, el resto del S.U. ha girado claramente hacia la derecha. Hasta la toma del poder por el FSLN en Managua, la consigna morenista por un gobierno sandinista estaba formalmente a la derecha de las otras tendencias del S.U., quienes hacían críticas sueltas de los lazos del FSLN con la burguesía de oposición. Pero apenas Mandel y Barnes se dieron cuenta de la posibilidad de unirse a una causa popular saltaron por encima de Moreno, dejándolo en el papel poco acostumbrado de polo de extrema izquierda.

Finalmente, debemos hacer constar que al dotarse con el nombre de Brigada Simón Bolívar, Moreno escogió un mote de lo más apropiado. Quizás pensaba imitar a la Brigada Lincoln en la guerra civil española – a pesar de que sería más apropiado comparar a Bolívar, de familia terrateniente esclavista, con George Washington. Pero en términos militares el gran héroe de las guerras de independencia fue un desastre en todo sentido: perdió casi todas las decenas de batallas que libró, abandonando repetidamente a sus tropas en momentos de infortunio. Su especialidad, escribió Marx en un artículo sobre Bolívar, era “entradas triunfales, manifiestos y proclamaciones de constituciones”. El fue, decía Marx en una carta a Engels, el “canalla más cobarde, brutal y miserable”. Así también Nahuel Moreno.