El espectro del trotskismo en Nicaragua

El espectro del trotskismo en Nicaragua

[Traducido de Workers Vanguard No. 277, 27 de marzo de 1981. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No 9, julio de 1981.]

El trotskismo significa la revolución permanente, gobiernos obrero-campesinos y no la colaboración de clases frentepopulista, partidos bolchevique-leninistas independientes como vanguardia indispensable de la revolución proletaria. Pero ese no es el programa de muchos que se hacen pasar por trotskistas en torno a Nicaragua. El grupo más grande, el llamado Secretariado Unificado (S. U.), jura sobre un montón de Segundas Declaraciones de La Habana que no son sino puros sandinistas rojinegros. De acuerdo con la resolución mayoritaria de su XIº Congreso Mundial, los partidarios del S.U. “defenderán su programa mediante su trabajo leal para construir este partido”, es decir, el FSLN. Un año más tarde decían de nuevo: “La vanguardia reconocida de la revolución nicaragüense ha sido forjada en el Frente Sandinista” (Intercontinental Press, 24 de noviembre de 1980). Y si eso es cierto, ¿para qué sirven los trotskistas?

No es esta una pregunta retórica. Cuando el FSLN arrestó a la Brigada Simón Bolívar, cuyos dirigentes, supuestos trotskistas, formaban parte en ese entonces del Secretariado Unificado, una delegación de voceros del S.U. le comunicó en forma oficial al gobierno sandinista su aprobación de la expulsión ¡de sus propios “camaradas”! Y recuerden la carta de unos disidentes del S.U. en Nicaragua en la que acusaban a Peter Camejo, aquel gallo del SWP norteamericano, de ordenar al delegado del S.U. allí de entregar a los brigadistas bolivarianos a la policía del FSLN. Hemos publicado esta carta (Workers Vanguard No. 242, 26 de noviembre de 1979) y ni Camejo, ni el SWP jamás han negado la acusación, así que tenemos que suponer que es verdad. A eso lleva, pues, el seguidismo oportunista. El movimiento trotskista ha tenido que luchar contra los claudicantes que se arrodillan ante las presiones de la burguesía y las burocracias estalinistas. Pero esta gente no son claudicantes, ¡son soplones!

Como ya es de costumbre en el Secretariado no Unificado, hubo discrepancias entre la mayoría alrededor de Ernest Mandel – solíamos llamarle comandante Ernesto por ser guevarista tan entusiasta a principios de los años 70 – y una minoría encabezada por el SWP. Así, por ejemplo, la resolución presentada por el SWP al congreso mundial del S.U. llamaba al “gobierno” sandinista/ burgués de Nicaragua un gobierno obrero y campesino, término usado por primera vez por la Internacional Comunista como denominación popular de la dictadura del proletariado. ¡Buena dictadura proletaria ésta donde los representantes de los terratenientes y los banqueros se sientan en la junta de gobierno y en ministerios gubernamentales claves! Pero los mandelistas también querían seguir a la cola de los sandinistas – sólo que no son tan desvergonzados como los Jack Barnes y los Peter Camejo y en su última resolución la mayoría del S.U. sostiene que, desde mayo de 1980, Nicaragua es gobernada por un gobierno obrero y campesino. Ellos sólo buscaban un pretexto.

También hay la tendencia de Nahuel Moreno y su Brigada Simón Bolívar. Lejos de ser una oposición revolucionaria ellos trataron de disfrazarse con los colores sandinistas igual que el S.U. Pero pretendían empujar las cosas hacia la izquierda. A escala internacional forman parte de un bloque con la OCI francesa de Pierre Lambert, y acaban de cambiar su etiqueta de Comité Paritario a “Cuarta Internacional (Comité Internacional)”. Y, dicho sea de paso, las comillas son de ellos. Tienen un pequeño núcleo en Nicaragua que se designa LMR. Un pequeño grupo en Los Angeles llamado Sandinistas por el Socialismo se juntó a ellos cuando su batallón internacional llegó a Managua al día siguiente del triunfo del FSLN. (Les apodamos “los sandinistas que no pudieron”.) Hasta hace poco el Comité Paritario también tenía otro grupo en Nicaragua, el GRS, cuyo mentor era un tal Fausto Amador – desertor del FSLN que se presentó en la televisión somocista exhortando a los guerrilleros a rendirse. Pero luego de salir del S.U., Amador decidió separarse de Lambert y Moreno.

El Comité Paritario sacó una declaración en mayo del año pasado sosteniendo haber luchado siempre por “un gobierno del FSLN sin representantes de la burguesía” (Informations Ouvrieres, 3 de mayo de 1980). ¿Qué significaría un tal gobierno sólo sandinista? Sería como llamar por un gobierno del Movimiento 26 de Julio en los primeros días de la Revolución Cubana. Y lo hubo, empezando en agosto de 1959 luego de la renuncia del presidente Urrutia y la huida del comandante de la fuerza aérea, Díaz Lanz, anteriormente aliados burgueses de Castro. Pero eso no significó el derrocamiento del capitalismo que no se llevó a cabo sino hasta julio/noviembre de 1960 cuando se expropiaron el grueso de los bienes capitalistas. Más aún, un tal régimen todavía podría volver al dominio capitalista directo. Recuerden que Castro les está aconsejando a los sandinistas que eviten sus “errores”, que no se apuren en romper con los yanquis o el “sector empresarial”.

Aun en el caso de que, bajo la presión de Reagan, el FSLN sigue por el “camino cubano”, el resultado no sería un régimen internacionalista bolchevique sino otra burocracia nacionalista modelada sobre el estado obrero degenerado ruso de Stalin y sus herederos. Pero ¿qué se puede esperar de una seudo IV Internacional que tardó hasta 1979 en descubrir que Cuba es lo que llaman un “estado obrero burocratizado”? Hoy, para excusar su demora, los morenistas y lambertistas afirman que al principio nadie sabía qué decir sobre la cuestión cubana. Pero la tendencia espartaquista, desde nuestro origen como la Tendencia Revolucionaria del SWP, ha sostenido a partir de 1961 que la Cuba de Castro se había convertido en un estado obrero deformado. Así que los impostores también son mentirosos. Y hoy lanzan una consigna que equivale a prestar confianza política a los sandinistas.

Pero no es esto lo peor del caso. Al centro del programa de Moreno/Lambert para Nicaragua está su llamado grosero por “una constituyente soberana y democrática”. Ahora bien, inmediatamente después de la caída de Somoza, el llamado por una asamblea constituyente estaba al orden del día como medida para movilizar las aspiraciones revolucionarias de las masas por liberarse de la tiranía reaccionaria que las había oprimido durante décadas. Pero los elementos capitalistas de la coalición antisomocista estaban tan opuestos a esta demanda como lo estaba el propio ejército guerrillero sandinista. Temían que en medio de la conmoción revolucionaria, todo órgano democráticamente elegido bien podría “salir fuera de control” y exigir el juicio y ajusticiamiento inmediatos de los verdugos somocistas, o la expropiación de todas las grandes fincas, etc. Pero conforme el FSLN consolidaba su dominio, la burguesía comenzó a llamar por elecciones a una asamblea constituyente. Bajo tales circunstancias éste sólo puede ser un llamado por un poder parlamentario capitalista para llevar a cabo una contrarrevolución “democrática”. Así que gracias a su estalinofobia visceral, el programa de Moreno/Lambert no es sino socialdemocracia clásica. Los trotskistas auténticos, por el contrario, abogamos por órganos de democracia obrera, es decir, soviets.

Sandinistas contra el trotskismo

De manera que lo que se presenta bajo el nombre de IV Internacional en Nicaragua es misérrimo: un Comité “Paródico” que se arrastra tras la oposición burguesa, y un Secretariado (no muy) Unificado que aspira a ser el furgón de cola del Expreso Sandinista. En realidad, están en contra de todo lo que defendió Trotsky. Y sin embargo, un hecho altamente revelador: a pesar de esta perversión del trotskismo, los dirigentes del FSLN sí tienen buena idea de lo que es y se ponen rabiosos a la menor señal de su presencia.

De acuerdo a un boletín interno del SWP: “De vez en cuando han salido noticias de ataques contra el trotskismo por parte de dirigentes del FSLN. Recientemente aquí mismo en Nueva York, el comandante Víctor Tirado del Directorio Nacional del FSLN – azuzado por un portavoz de uno de los grupos sectarios – se refirió al trotskismo en términos despreciativos durante una conferencia de prensa” ([SWP] lnternational Internal Information Bulletin, septiembre de 1980). Lo que no dicen es que la tirada de Tirado se dirigió contra la Spartacist League. Y lo que le molestó al comandante fue nuestra pregunta: “¿Cómo justifica Ud. el encarcelamiento de militantes e izquierdistas que buscan extender la revolución en Nicaragua?”

Allá en Managua, el 6 de marzo del año pasado una manifestación contando varios miles de participantes encabezada por la Confederación Sandinista del Trabajo (CST) fue llamada para protestar la “desestabilización” por la CIA. Pero en lugar de marchar sobre la embajada de los EE.UU., tal como estaba previsto, la manifestación se dirigió a las oficinas del CAUS, el grupo sindical del PCN, estalinistas disidentes pro Kremlin. Las oficinas sindicales fueron saqueadas, documentos quemados y los ocupantes arrojados a la calle. El lntercontinental Press del SWP dijo que los manifestantes cantaron “¡Muerte a la CIA!” Pero no informó sobre la otra consigna importante de la CST, “¡Muerte al trotskismo!”

Bueno, los brejnevistas heterodoxos del PCN, como el grupo pro albanés Frente Obrero, no tienen nada de trotskista. Pero en las huelgas obreras durante enero y febrero de 1980 en los centros de construcción y fábricas textiles de Managua e ingenios azucareros, no se trataba tan sólo de una lucha por mejores salarios. Una consigna frecuente fue “¡Obreros y campesinos al poder! ¡Abajo la burguesía!” Y, quienquiera las cante, los dirigentes sandinistas muy bien saben que tales consignas no se cuadran con la “revolución democrático-nacional” o “antiimperialista”. Sólo los trotskistas tienen un programa coherente que daría sentido a las demandas por una ruptura con la burguesía y el gobierno obrero y campesino. Sólo los trotskistas y no los embusteros del SWP que denuncian tales consignas por “provocar deliberadamente una confrontación prematura con la burguesía” (resolución del SWP sobre Nicaragua presentada al congreso mundial de 1979 del S.U.)

Y los entusiastas del FSLN, compañeros de viaje estalinistas, ven también el peligro con toda claridad. El periódico radical-liberal Guardian (18 de junio de 1980) publicó un artículo titulado “La alianza delicada se mantiene en Nicaragua”, justificando la negativa a expropiar las tres cuartas partes de la economía que todavía se encuentran en manos capitalistas privadas: “La participación burguesa ha dado lugar a críticas por fuerzas de izquierda y ultra-‘izquierda’ tanto dentro como fuera de Nicaragua. El Frente Obrero [el FO] nicaragüense y pequeñas sectas como la Spartacus Youth League en los EE.UU. han condenado a lo que llaman el ‘gobierno sandinista burgués’. Acusan a los sandinistas de ayudar a revivificar al capitalismo nicaragüense. Tales críticas, responden fuentes sandinistas, no comprenden que la liberación nacional y la liberación social son cosas distintas, aunque es evidente que están íntimamente relacionadas.” Lo que tales críticas sí comprenden es que no habrá liberación nacional sin revolución proletaria. Eso es lo que todo tipo de estalinismo y nacionalismo ignora, y el resultado puede ser fatal.