Declaración internacional – Defender a Siria, China y Corea del Norte!
El imperialismo americano extiende sus garras
Defender a Siria, China y Corea del Norte! Para garantizar la paz, luchar por la revolución socialista internacional!
Original de abril del 2017
El 6 de abril, Trump realizó un ataque con misiles contra una base militar siria. Se trata del primer ataque americano contra un albo del gobierno sirio, dado que, hasta el momento, Estados Unidos venía realizando bombardeos a penas contra albos del grupo fundamentalista Estado Islámico. La decisión de Trump se dio después de las afirmaciones del servicio secreto americano, rápidamente repercutidas por las grandes empresas mediáticas mundo afuera, de que el gobierno Assad sería el responsable por un ataque con gases químicos que mató cerca de 80 personas en la provincia de Idlib – responsabilidad que el gobierno sirio niega, culpando a la oposición armada a su régimen. Aunque sea imposible saber en el momento cuál afirmación es la verdadera, los imperialistas son especialistas en inventar disculpas para justificar ataques y contratos militares en otros países – recordemos las inexistentes “armas de destrucción en masa” de Irak.
Los argumentos de Trump son puro cinismo. Él afirma que la razón de los ataques fue la muerte de civiles (especialmente de niños) en razón del ataque químico. Pero, Trump no menciona (así como no lo hacen los grandes medios de comunicación burguesa americana) las centenas de millares de víctimas civiles de los bombardeos de los EEUU en Siria y en otros países, de la muerte causada por vehículos no tripulados, ni del financiamiento y provisión de armas que el gobierno (desde la gestión Obama) ha dado a combatientes que luchan contra el gobierno sirio, los cuales también cometen innumerables atrocidades – inclusive contra infantes. Por sobre todo, Trump tendría que explicar cómo su “compasión” por el pueblo sirio puede ser verdadera ante su decisión (vetada por algunos tribunales federales de los EEUU) de prohibir por completo la aceptación de refugiados sirios en el país. Aparentemente, a Trump no le importa tanto, la muerte y el sufrimiento de inocentes.
Los objetivos del gobierno americano tras ese ataque son múltiples. La posibilidad de una guerra de invasión contra Siria exalta todavía más el complejo armamentista americano, el mayor del mundo; Trump también tiene la posibilidad de silenciar la disidencia interna, visto que los principales representantes del Partido Demócrata apoyarán entusiasmados cualquier embate suyo contra Siria o contra Rusia (como ya dejó claro la candidata derrotada Hillary Clinton); el nuevo presidente busca también disociarse de la imagen de colaborador de Putin (importante aliado de Assad), a quien elogió diversas veces durante la corrida presidencial. Y todos esos factores se suman a la razón principal de la presencia americana en el Oriente Medio: garantizar su supremacía económica y militar, buscando aliados confiables y minando poderes regionales, especialmente el ruso y el chino.
No es posible saber todavía si el ataque a Siria fue a penas un acto “publicitario” o si Trump está alterando la estrategia de los EEUU para el país – hasta el momento, enfocada mucho más para destruir el Estado Islámico que para derrumbar Assad (para lo que falta, en gran parte, son aliados locales poderosos y de confianza). Sus recientes declaraciones sobre el tema, con las de diplomáticos de los EEUU, han sido confucionistas. Pero de una forma o de otra, ese caso muestra el peligro de las maquinaciones imperialistas de los EEUU, que viene aumentando peligrosamente las tensiones entre diferentes potencias. Desde la década de 1980, con osadas acciones de la “Guerra en las Estrellas” de Ronald Reagan contra la entonces URSS, el mundo no prendía la respiración de tal forma.
En estos primeros meses de gobierno, Trump ha demostrado que su política externa seguirá la línea de no aceptar la gradual decadencia americana en la balanza internacional de fuerzas. Eso hace caer por completo su discurso “Aislacionista” hecho durante la corrida electoral, en el cual demagógicamente criticó el involucramiento americano en guerras y provocaciones para recoger votos de Clinton. Por más que, en el plano diplomático, Trump últimamente venga manteniendo un tono más ameno en relación a Rusia y a China (los principales competidores de los EEUU en la arena internacional) y, por más que venga inclusive manteniendo canales diplomáticos más próximos con los gobernantes de esos dos países, los intereses de las grandes capitales imperialistas de los EEUU son incompatibles con una convivencia armónica con esas potencias regionales. Por eso, no hay que dudar que, así como Obama, Trump dará continuidad a las guerras y a la postura ofensiva contra esos dos países en especial.
La manutención de esa ofensiva internacional, cuyo objetivo es garantizar la superioridad del imperialismo de los EEUU, puede ser vista en el acto que, luego de los primeros momentos de su gestión, Trump anunció la inauguración de un proyecto militar en conjunto con Corea del Sur, el THAAD (Terminal de Defensa Aérea para Grandes Altitudes) – un sistema para lanzamientos de misiles, supuestamente para interceptación de ataques de Corea del Norte. Además del THAAD, Trump también anunció la realización de entrenamientos militares conjuntos con Corea del Sur y, en las últimas semanas, vienen realizado una escalada de hostilidades contra Corea del Norte, no sólo a través de declaraciones agresivas, sino que también del envío de una poderosa flota para los mares de la península coreana, encabezada por el porta-aviones USS Carl Vinson.
A lo que todo indica, los movimientos en la península coreana no se destinan a penas contra Corea del Norte, dado que especialistas han afirmado que el THAAD es capaz de “mucho más” de lo que la mera intercepción de ataques. En ese sentido, los propios burócratas del Partido Comunista Chino, que han realizado innumerables capitulaciones a la diplomacia americana en los últimos años, reconocieron la amenaza potencial a su país y, en represalia, cerraron todas las operaciones de la principal empresa sur-coreana instalada en China – la red de supermercados LOTTE. El recelo es más que lo justificado. Todavía en los primeros días de mandato, Trump señalizó un aumento de impuestos sobre los productos chinos; su Secretario de Estado (y millonario ex CEO de la ExxonMobil), Rex Tillerson, declaró ser favorable a una política militar agresiva contra China en relación a las islas en disputa en el Mar del Sur de China; y el reaccionario Steve Bannon, Estratega Jefe y brazo-derecho de Trump, declaró ser probable que, en algunos pocos años, los EEUU entre en guerra con esos países.
Ante ese tenso escenario, los socialistas revolucionarios deben posicionarse contra todas las investidas de la potencia imperialista de los EEUU y sus aliados y Estados clientes contra soberanías de otras naciones. Todos sus argumentos “humanitarios” son profundamente demagógicos – tales ataques sólo tienen el interés de salvaguardar los intereses económicos y políticos de la clase dominante americana, al costo de la explotación de los pueblos oprimidos y de la clase trabajadora internacional. Es imprescindible que se organicen los trabajadores de los centros imperialistas para realizar protestos de calle, huelgas, piquetes y ocupaciones contra la acción de los ejércitos de “sus” burguesías, para evitar la muerte de inocentes (como los 200 mil civiles iraquíes muertos con la ocupación de los EEUU en ese país) y para impedir la subyugación de pueblos oprimidos y el fortalecimiento de la clase dominante “en casa” – la cual, si fuera victoriosa, se sentiría más confortable para “apretar los cinturones” y atacar al proletariado. Lo mismo debe ser hecho en la periferia capitalista, independientemente de la participación o no de un país en particular en los ataques militares. Esas acciones, no deben contener una línea “pacifista”. Los socialistas revolucionarios, al mismo tiempo en que deben luchar para impedir las guerras imperialistas, deben también ser favorables al legítimo derecho de defensa de los países oprimidos, y tomar el lado militar de los sectores que resistan a los ataques, aunque fueran sectores de las burguesías locales. Sin incluir esas posiciones, cualquier internacionalismo no pasará de palabras al viento.
En la enredada guerra civil que ha devastado a Siria hace casi 6 años, nosotros nos hemos pronunciado sistemáticamente contra toda la investida americana: el financiamiento de ciertos grupos combatientes dentro del Ejército Libre Sirio, los bombardeos contra el Estado Islámico y las amenazas de ataque al gobierno sirio. Siria es una nación oprimida por el imperialismo. A pesar de no tener ninguna simpatía y no dar ningún apoyo político al tirano Assad, en los enfrentamientos con los grupos de combatientes armados y entrenados por los EEUU dentro de la oposición (sus “tropas terrestres”), tomamos el lado militar del gobierno sirio, pues la derrota y la expulsión de los imperialistas del Oriente Medio es una prioridad máxima. En la eventualidad de una guerra directa de los EEUU contra Siria, también tenemos una posición: contra los imperialistas y sus aliados. Eso no significa ningún apoyo a las atrocidades y faltas de respeto a los derechos humanos del gobierno sirio. Deseamos que los trabajadores sirios derrumben a Assad y establezcan su propio poder. Al mismo tiempo, cuando lo que se pone en el período inmediato es un enfrentamiento entre un país subyugado y otro opresor, aquellos que defienden el socialismo no pueden ser neutros.
Así como no vemos en Assad un “anti-imperialista”, y menos todavía un aliado de la clase trabajadora local, tampoco vemos el reaccionario Putin y las acciones militares rusas en Siria como “anti-imperialistas” o “progresivas”. Por más que esas acciones ciertamente estén vinculadas a una tentativa de Rusia en fortalecerse en respuesta al creciente cerco imperialista de los EEUU a ese país, no podemos olvidar que ellas son también una defensa de los intereses de la oligárquica burguesía surgida de la restauración capitalista en la antigua URSS, la cual tiene en el régimen de la familia Assad un importante cliente de su industria bélica, y la cual tiene inversiones directas en el país, como la billonaria construcción de un trecho del Gasoducto Árabe por una subsidiaria de la Gazprom.
En lo que se refiere a China y a Corea del Norte, diferentemente de muchos supuestos trotskistas, nosotros encaramos que continúan siendo Estados obreros deformados y estamos igualmente por su defensa militar contra toda y cualquier amenaza y ataques de los EEUU, que quiere transformarlas nuevamente en colonias. Eso no significa que damos algún apoyo político a los gobiernos de tales países. La victoria revolucionaria de ejércitos campesinos en China y en Corea del Norte después de la Segunda Guerra Mundial llevó a la expropiación de clase capitalista, mas condujo al poder una burocracia privilegiada, que privó a los trabajadores del poder político directo, impidiendo la consolidación de una democracia proletaria. De esa forma, deformó profundamente la economía y el sistema político de esos países. No hay espacio para describir aquí todas las traiciones y desastres causados por las burocracias que los dirigen. Pero, la expropiación de la clase burguesa es una conquista que debe ser defendida y los socialistas revolucionarios no pueden quedarse neutros en el enfrentamiento de esos países con el “mayor enemigo de los pueblos” – el imperialismo. Al mismo tiempo, no abandonamos en ningún momento nuestro programa que apunta a la necesidad de una revolución política proletaria contra tales regímenes burocráticos, la lucha por las libertades políticas para la clase trabajadora y sus partidos socialistas, por la caída de los privilegios de los burócratas y la plena reorganización de la economía bajo el control de órganos de poder democráticos de los trabajadores (sovietes).
El momento político internacional es de la más aguda inestabilidad. No hay posibilidad de una posición “revolucionaria” que no tome la defensa de las naciones oprimidas y de los Estados obreros deformados restantes. Mas además de esa tarea política, sólo hay un camino para una paz garantizada: el desarme de la burguesía imperialista y mundial por medio de la revolución socialista. Son los intereses depredadores de los capitalistas, abastecidos con odio racial, nacional o religioso, que causan todas las principales guerras por el mundo. Los trabajadores tienen un interés objetivo en la colaboración de todos los pueblos para el desarrollo de las fuerzas productivas, de la cultura y de la ciencia, para beneficio de la gran mayoría. Una economía mundial planeada democráticamente permitiría acabar con las guerras, el hambre, el desempleo en masa y la inseguridad de millones de seres humanos en un período relativamente corto. Mas para que eso sea posible, no hay camino “pacífico”: es necesario arrancar del poder a los Estados que sirven a los capitalistas, que quieren defender encima de todo, sus poderes y privilegios. Es en esa lucha de clases que los trabajadores deben comprometerse políticamente, para construir una organización capaz de preparar la transición a una sociedad socialista, tan breve como sea posible. Conforme apuntaron los marxistas revolucionarios en el inicio de la Segunda Gran Guerra:
“El mundo capitalista ya no tiene salida, a menos que se considere salida a una agonía prolongada. Es necesario prepararse para largos años, si no décadas, de guerra, insurrecciones, breves intervalos de tregua, nuevas guerras y nuevas insurrecciones. Un partido revolucionario joven tiene que apoyarse en esta perspectiva. La historia le dará suficientes oportunidades y posibilidades de probarse, acumular experiencia y madurar. Cuanto más rápidamente se fusione la vanguardia más breve será la etapa de las convulsiones sangrientas, menor la destrucción que sufrirá nuestro planeta. Pero el gran problema histórico no se resolverá de ninguna manera hasta que un partido revolucionario se ponga al frente del proletariado. El problema de los ritmos y los intervalos es de enorme importancia pero no altera la perspectiva histórica general ni la orientación de nuestra política. La conclusión es simple: hay que llevar adelante la tarea de organizar y educar a la vanguardia proletaria con una energía multiplicada por diez. Este es precisamente el objetivo de la Cuarta Internacional.”
– Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial