Declaración de Relaciones Fraternas entre el Reagrupamiento Revolucionario y el Grupo Qué Hacer?
Septiembre del 2016
Es partiendo de la comprensión de la necesidad de la construcción de un partido revolucionario de los trabajadores, hoy inexistente en el Brasil, que el Reagrupamiento Revolucionario y el grupo Qué Hacer? deciden establecer relaciones fraternas, para discutir las bases de un grupo de propaganda combativo que pueda contribuir para esa tarea.
El grupo Qué Hacer? (OQF en portugués) surgió en el estado de São Paulo en el segundo semestre del 2015 a partir del encuentro de compañeros que rompieron con la sección de la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional (FT-CI) en Brasil, antes LER-QI (Liga Estrategia Revolucionaria) y hoy MRT (Movimiento Revolucionario de los Trabajadores) y compañeros independientes. Las críticas levantadas apuntaban el carácter empirista de las posiciones políticas del MRT, especialmente el abandono del programa de transición que este realiza en los momentos más agudos de la lucha de clases, substituyéndolo por variantes de un programa “democrático”. Las divergencias integraron también críticas a posturas internas burocráticas de esta organización, tal cual el hábito de la dirección de no reconocer errores cometidos, al mismo tiempo en que sutilmente asimilaba las críticas en su línea, una característica clásica del centrismo. Todo ese proceso demostró la completa ausencia de autocrítica en el MRT, elemento central para que el partido revolucionario se construya y avance.
El Reagrupamiento Revolucionario (RR) tuvo sus orígenes en el estado de Rio de Janeiro en el 2011 a partir de un rompimiento con el Colectivo Lenin (CL), organización que reivindicaba el legado político programático de la Liga Espartaquista (Spartacist League) y de la Tendencia Bolchevique Internacional (TBI). Estas corrientes del trotskismo, en determinado período histórico, representaron un importante rescate y actualización crítica del programa revolucionario contra el oportunismo (la SL en las décadas del 1960-70 y la TBI entre 1982 y mediados de los años 2000). Con la frustración de la tentativa de fusión entre el Colectivo Lenin y la TBI en el 2010, por las posturas deshonestas y burocráticas de esta y de la inexperiencia del CL, este entró en una crisis. Un sector mayoritario que mantuvo el nombre del grupo, hoy extinto, decidió que el programa del trotskismo no servía más y que era necesaria, por lo tanto, una completa modificación de perspectivas. Una minoría reconoció la degeneración de la TBI y se mantuvo dispuesta a defender el programa que el CL había aprendido a partir de la historia de esa organización. Esta minoría formó el RR de Brasil, uniendo fuerzas con un ex-militante de la TBI en los EEUU (que hoy no está más en la organización) que tenía relaciones con el CL y participó en la lucha interna.
A partir de los primeros contactos, los dos grupos constataron una importante concordancia sobre la coyuntura brasilera por medio de la lectura de publicaciones mutuas, y desde entonces hemos realizado discusiones periódicas que permitieron una base, para dar un paso al frente. Las relaciones fraternales indican un deseo de nuestros grupos de profundizar las discusiones para verificar acuerdos y resolver diferencias, con la perspectiva de una fusión en el futuro. Algunos importantes puntos comunes fueron alcanzados por medio de esas discusiones (en algunos casos implicando pequeñas correcciones en las líneas de las dos organizaciones). Esos puntos de convergencia incluyen:
1 — La comprensión de que el Brasil vive un momento de crecimiento de la reacción organizada de la burguesía en contra a la clase trabajadora, la cual precisa defenderse contra las varias formas de ataques que vienen sufriendo. Es necesario, como parte de tal defensa, oposición al impeachment sufrido por la presidente Dilma Rousseff (PT). Eso no significa ningún tipo de apoyo al gobierno Dilma y sus aliados. Los revolucionarios se opusieron al impeachment (que significó un golpe institucional por la forma como se dio) con su propio programa transitorio, sin dejar de exponer los crímenes y las traiciones de los petistas y sus satélites. Criticamos aquellas organizaciones que se abstuvieron de esa oposición al impeachment por no considerarlo un golpe reaccionario (como el PSTU/LIT-CI y la CST/UIT-CI). Criticamos también aquellos que realizaron acuerdos políticos con los entonces gobernadores, acuerdos que fueron muy por sobre la colaboración práctica para fines de la lucha contra el impeachment. Ese es el caso de la mayoría de las corrientes del PSOL (Partido Socialismo y Libertad), por medio de los frentes con los dilmistas del PT y PCdoB (Frente Pueblo Sin Miedo) en las cuales tuvieron una postura acrítica a los mismos. Y también el PCO (Partido de la Causa Obrera), que se tornó una línea auxiliar del PT, diluyéndose completamente en la colaboración de clases. No compartimos tampoco de la posición de aquellos que dejaron de lado el programa de transición para adoptar alguna variante de un programa democrático-burgués, como “Elecciones Generales” (PSTU/LIT-CI, MES/Movimiento) o “Asamblea Constituyente” (MRT/FT-CI, Izquierda Marxista/IMT).
Hubo pequeñas correcciones de línea en esa cuestión: (a) a pesar de haberse opuesto al impeachment desde el comienzo, el RR inicialmente no había caracterizado ese proceso como golpe, por considerar que era distinto del proceso vivido en 1964, el cual instaló un régimen militar en el país. Posteriormente, el RR reconoció que el impeachment se configuró como un tipo de golpe por medios institucionales, que forzó un cambio de gobierno fuera del que es previsto constitucionalmente y fortaleció a instituciones como la Policía Federal, el Ministerio Público y el Judiciario, aunque eso no haya significado una destrucción del régimen democrático-burgués, ni haya sido acompañado con el mismo grado de violencia que en 1964; (b) el grupo OQF levantó la demanda de una “Asamblea Constituyente que excluya los partidos y elementos [burgueses] ocupados en esta orden corrupta”. Posteriormente, decidió abandonar esa formulación por entender que, aunque tuviese la intención de hablar de un gobierno de los trabajadores (diferente de la agitación de “Asamblea Constituyente” capitalista de grupos como el MRT), el uso del término podría generar confusión. Se concluyó que la defensa de una “asamblea general de trabajadores” o de un “gobierno revolucionario de los trabajadores” para decidir los rumbos del país contra todas las variantes de la burguesía era una formulación más apropiada.
2 — La defensa incondicional que los revolucionarios deben hacer de las naciones oprimidas atacadas por los imperialismos o donde los imperialismos maniobran para hacer valer sus intereses. La lucha por el programa de transición y por la construcción de partidos trotskistas en tales países (que incluyen a Libia, Siria, Irak, Mali sólo en los últimos años) se complementa con su defensa contra el imperialismo. En ciertos casos, eso implica la defensa táctica militar de un sector de la nación oprimida (aunque sea burgués) que se confronte con las fuerzas imperialistas, mas sin endosar cualquiera de sus posiciones políticas, manteniéndose contra esos sectores burgueses el combate programático. En el caso de la intervención imperialista en Libia en el 2011, por ejemplo, acreditamos que los revolucionarios se deberían haber localizado en el campo militar del dictador Muammar Gaddafi cuando su gobierno se confrontaba con el bloco de los imperialismos francés, británico y americano y el “Consejo Nacional de Transición” de la burguesía nativa (después de que este pasara definitivamente al lado de los imperialismos). Criticamos las posiciones en la izquierda de aquellos que vieron en los ejércitos “rebeldes”, dirigidos por fuerzas reaccionarias y pro-imperialistas, procesos “revolucionarios” (PSTU/LIT-CI) o “progresivos” (MRT/FT-CI), y que no tomaron una defensa consistente de la nación oprimida al permitir posicionarse en el campo militar contrario al imperialismo.
3 — El significado reaccionario de la restauración del capitalismo por contrarrevoluciones en los antiguos Estados operarios deformados o degenerados del este Europeo (1989-90) y de la Unión Soviética (1991). Todos esos regímenes necesitaban de revoluciones proletarias socialistas contra la burocracia (revolución política), para establecer el control democrático de los trabajadores sobre los medios de producción, sobre el Estado y fuerzas armadas. Al mismo tiempo, los trotskistas deberían defender las conquistas sociales que fueron obtenidas con la derrota del capitalismo, pues la victoria de la contrarrevolución implicaría pesados fardos sobre los trabajadores. Eso quedó claro con las contrarrevoluciones que ocurrieron entre 1989-91.
En la pos-guerra, las revoluciones que derrotaron el capitalismo en el este Europeo, en Asia y en Cuba no culminaron en la construcción de democracias proletarias internacionalistas, mas sí, en regímenes similares a la de la URSS. Actualmente, concordamos que Cuba y Corea del Norte permanecen siendo Estados operarios burocráticamente deformados, a pesar de la considerable penetración capitalista por concesión de las burocracias en los últimos años. Mantenemos para esos países el programa trotskista de defensismo revolucionario en fase de posibles contrarrevoluciones internas y externas, al mismo tiempo en que apuntamos la necesidad de una revolución política proletaria que arranque el poder de las burocracias y establezca una democracia proletaria basada en órganos de autogobierno (soviets).
Aquellos de izquierda que afirman que el capitalismo fue restaurado en Cuba y Corea del Norte debido a las contrarreformas de la burocracia, como dice el PSTU/LIT-CI en relación a ellos y a los demás casos, ni siquiera explican de qué forma los Estados no capitalistas que existían allá habrían sido destruidos y como/cuando se habrían erguido nuevos Estados burgueses en el lugar. Otras corrientes, como el MRT/FT-CI, concuerdan con nuestra posición para Cuba y Corea del Norte, pero no hacen una caracterización coherente en relación a China, donde dicen que el capitalismo “no fue plenamente restaurado” mas, al mismo tiempo, que el Estado chino es un “Estado burgués en construcción” o un “Estado de transición entre operario deformado y capitalista” (?).
A pesar de reconocer que largas porciones de la economía china han sido privatizadas a través del aval de sus dirigentes burocráticos, el RR defiende que el Estado chino permanece siendo un Estado operario deformado. Tales medidas perjudicaron considerablemente y colocaron en jaque al carácter (burocráticamente) planeado de su economía y crían largas aberturas que aumentan las chances de victoria de una contrarrevolución capitalista, mas esta todavía no ocurrió. Ya el grupo OQF todavía mantiene dudas sobre la clasificación de China en este escenario actual, lo que será tópico de discusiones más detalladas entre los dos grupos. Algunas otras cuestiones a ser discutidas en el futuro incluyen también las posiciones delante de los procesos concretos que llevaron a la restauración del capitalismo en el bloque soviético y la caracterización de Estados como Vietnam y el Laos, sobre los cuales todavía tenemos dudas debido a las pocas informaciones disponibles.
4 — El papel traidor cumplido por las coaliciones de colaboración de clases de organizaciones de los trabajadores y de la izquierda con representantes de la burguesía en las elecciones y gobiernos (las llamadas “frentes populares”), las cuales el PT hizo desde 1989, por ejemplo. Los revolucionarios no tienen lugar y ni dan ningún apoyo o voto a ningún bloque de ese tipo. Es preciso, en esa cuestión, nadar contra la corriente de gran parte de la izquierda brasilera que, especialmente en el caso del PSOL y PCB (Partido Comunista Brasilero), están participando en varias chapas con partidos burgueses “menores” (PV, REDE, PPL) en estas elecciones del 2016. El PSTU/LIT-CI también ya fue parte de varias coaliciones de ese tipo, notoriamente con el PSOL, en la cual recibieron financiamiento empresarial, incluso cuando estaban coligados con partidos integrados en la administración del Estado burgués, como el PCdoB (Belén, 2012).
5 — El hecho de que los miembros de los aparatos de represión profesionales no son proletarios, aunque pueden tener origen en las filas de la clase trabajadora. Hemos acordado con la afirmación de Trotsky de que “El hecho de que los agentes de policía hayan sido reclutados en gran parte entre los operarios social-demócratas no quiere decir absolutamente nada. Aquí también la existencia determina la consciencia. El operario que se torna un policial a servicio del Estado capitalista es un policial burgués, no un operario” (Revolución y Contrarrevolución en Alemania, 1932). Repudiamos, por lo tanto, la presencia de policiales en el movimiento sindical y no apoyamos los movimientos de policías por “mejores condiciones de trabajo”, que en ese caso significan mayores condiciones de reprimir a la clase trabajadora y el pueblo pobre. Somos por la disolución de todas las policías de la clase dominante.
6 — La suma importancia del combate de los revolucionarios a todas las formas de opresión social, inclusive aquellas que no tienen relación directa con el mundo del trabajo. La lucha contra el racismo y el machismo, especialmente, es estratégica para ganar los sectores más explorados y oprimidos del proletariado para el programa de la revolución socialista. También el combate a la homofobia gana enorme contorno en el actual momento político nacional, en el cual tantos íconos de la reacción burguesa se apoyan en pilares religiosos y buscan usar la población LGBT como chivo expiatorio de la corrupción y la falta de valores del capitalismo en decadencia. Defendemos plenamente los derechos sociales y políticos, el fin de las desigualdades económicas y salariales entre esos grupos, denunciamos las formas de violencia (institucionales o individuales) sufridas por mujeres, negros, LGBT etc. y afirmamos que apenas la victoria de la revolución socialista puede dar un primer paso para el fin definitivo de esas formas de opresión de las cuales el capitalismo se beneficia. Defendemos también la autodeterminación de los pueblos indígenas.
7 — Defendemos la reforma agraria por entenderla como una demanda democrática legítima y un problema especialmente candente, sobretodo en los países semi coloniales. Sin embargo, entendemos que dentro de los cuadros de exploración capitalistas – donde herederos de la explotación colonial, capturadores de tierras y los latifundios de las multinacionales buscan ávidamente sus lucros – cualquier propuesta de reforma agraria amplia y democrática sea inviable. En ese escenario, percibimos que un proyecto de reforma agraria solamente puede ser llevado a cabo mediante la dirección de los trabajadores de la ciudad y del apoyo de campesinos pobres organizados por la base (democracia directa de tipo soviético), consolidando un gobierno operario-campesino. Imponiendo así un programa de expropiación colectiva del latifundio y de la agroindustria nacional e internacional. Igualmente, mientras el territorio de las naciones oprimidas fuera objeto de lucro y la foresta genere cifras millonarias, la lucha por la preservación del ambiente es utopía. Solamente en una nueva sociedad, donde los recursos sean utilizados para las necesidades humanas y no por la concurrencia del capital, es que nuestros recursos naturales podrán ser preservados.
Los puntos de acuerdo que tenemos hasta el momento serán profundizados y expandidos con la discusión de nuevas cuestiones. Pretendemos discutir más a fondo, por ejemplo, la continuidad revolucionaria de la Cuarta Internacional del pos-guerra y analizar de forma crítica el papel cumplido por la Liga Espartaquista, la TBI y otras organizaciones que resistieron al oportunismo que dominó el movimiento trotskista. También pretendemos discutir una caracterización más precisa de la actual configuración de los imperialismos.
Además de eso, en el próximo período debemos iniciar también discusiones organizativas, para pensar cómo se dará el funcionamiento de una organización en ciudades diferentes, las prioridades y tareas de grupos pequeños como los nuestros. Para nosotros, el funcionamiento interno saludable de una organización no es un “detalle”, mas un imperativo para que ella cumpla un papel revolucionario. Sin disciplina, por un lado, y plenas condiciones y libertades de discusión interna, por otro, se torna imposible corregir errores de la dirección y de la organización y armar políticamente el grupo para los desafíos de la lucha de clases. El centralismo democrático verdadero es, por lo tanto, una necesidad absoluta para una organización revolucionaria.
El establecimiento de relaciones fraternas no implica, desde ya, un compromiso cerrado en defender las exactas mismas posiciones políticas por parte de nuestras organizaciones. Pero al contrario de la falta de seriedad de muchas organizaciones que se reivindican revolucionarias, nos preocupamos activamente con la clareza de ideas y por la coherencia para un futuro proceso de fusión. No creemos que simplemente la mistura o la amalgama vaga son capaces de cumplir los objetivos que nos esforzamos para: dar pasos significativos para contribuir con la construcción de un partido revolucionario. No pretendemos apurar el proceso de discusión antes que haya una firme confianza y una coherencia de método y programa entre nuestras organizaciones, ampliando lo que ya fue alcanzado hasta el momento.
Esa declaración marca un momento significativo para el futuro de ambas organizaciones. Mientras la izquierda reformista y centrista se degenera y se desmorona a ojos vistos, los revolucionarios deben unir fuerzas, con base en el programa del marxismo revolucionario actualizado para nuestra época, para escalar el camino en la construcción del partido. Para la victoria de los trabajadores, no hay ningún “atajo” que no sea el trabajo perseverante para su construcción. Por la unidad entre los revolucionarios! Por la unidad de la clase trabajadora contra el capital! Por el renacimiento de la Cuarta Internacional!
Grupo Qué Hacer? y Reagrupamiento Revolucionario